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Documento Escuela de Administracióny Contaduría Pública
N˚ 23ISSN 2011-6306
Noviembre 2015
Luis Fernando Valenzuela Jiménezy Yuli Marcela Suárez Rico
Escenarios para una empresa socialmente responsable en el posconflicto colombiano
Scenarios for a Socially Responsible Company in the Colombian Post-conflict
DocumentosFCE - CID
Documentos EACP-CID N° 23
Noviembre de 2015
Universidad Nacional de Colombia Sede Bogotá - Facultad de Ciencias Económicas
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Luis Fernando Valenzuela Jiménez1 & Yuli Marcela Suárez Rico
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ESCENARIOS PARA UNA EMPRESA SOCIALMENTE RESPONSABLE EN EL
POSCONFLICTO COLOMBIANO
Resumen
En 2012 el Gobierno colombiano y las FARC, comenzaron unos diálogos para ponerle fin a
la confrontación armada de más de 50 años mediante la firma del “Acuerdo para la
terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera”.
¿Cómo será el escenario del postconflicto para los alzados en armas y toda aquella masa de
ciudadanos y campesinos que aún no tienen unas condiciones dignas de vida?
Este trabajo fundamentado en la teoría de la acción comunicativa, en la prospectiva, en la
teoría del derecho positivo y en las bases conceptuales de una responsabilidad social de las
organizaciones acorde con la justicia social, examina diversas posibilidades de una vida
armoniosa para la sociedad colombiana.
Palabras clave: Diálogo, prospectiva, responsabilidad social, justicia.
Clasificación JEL: M10, M14, N46.
1 Profesor Asociado Universidad Nacional de Colombia; Contador Público de la Universidad de Manizales,
Ph.D. en Administración por Valores de Spenta University. 2 Profesora Universidad Central. Contadora Pública de la Universidad Nacional de Colombia, Magister en
Administración de la Universidad Nacional de Colombia.
Luis Fernando Valenzuela Jiménez y Yuli Marcela Suárez Rico
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SCENARIOS FOR A SOCIALLY RESPONSIBLE COMPANY IN THE
COLOMBIAN POST-CONFLICT
Luis Fernando Valenzuela Jiménez & Yuli Marcela Suárez Rico
Abstract
In 2012 the Colombian government and the FARC began a dialogue to end the armed
conflict for over 50 years by signing the "Agreement ending the conflict and building a
stable and lasting peace."
How will the post-conflict scenario for the rebels and all that mass of citizens and peasants
who still don’t have a decent standard of living?
This paper based on the theory of communicative action, foresight, in the theory of positive
law and the conceptual foundations of the social responsibility of organizations according
to social justice, examines various possibilities for a harmonious life for Colombian
society.
Key words: Dialogue, foresight, social responsibility, fairness.
JEL Classification: M10, M14, N46.
FACULTAD DE CIENCIAS ECONÓMICAS
CENTRO DE INVESTIGACIONES PARA EL DESARROLLO - CID
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Económicas, ni a la Universidad Nacional de Colombia.
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Coordinadora Programa Curricular de Contaduría Pública
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Vicedecano
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1. Introducción
En octubre de 2012 en Oslo-Noruega el Gobierno colombiano y la insurgencia armada de
las FARC le declararon al mundo su intención de comenzar unos diálogos para terminar un
conflicto armado que los ha mantenido confrontados por más de 50 años con inocultables
perjuicios para la nación y que desde diversas fuentes se ha tildado como una guerra inútil,
costosa y sin gloria (Herrera Berbel, 2015; Gómez Giraldo, 2015; Catatumbo, 2015).
Posteriormente en la Habana-Cuba en noviembre del mismo 2012 se dio a conocer el
“Acuerdo para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera”
suscrito por las partes en agosto de 2012, que sienta las bases y los temas que son objeto de
discusión de las partes, de donde se desprende que los problemas de Colombia y sus
posibles soluciones pueden orientarse por “pretensiones de validez intersubjetivamente
reconocidas” (Habermas, 1998, pág. 33).
Han pasado tres años en los cuales las partes han abordado los temas tratados, mientras en
el país se dan arduos debates sobre los acuerdos, más aún por la persistencia de un sector
político opositor a los diálogos adelantados, liderado por el expresidente Uribe Vélez, quien
intentó sin éxito terminar el conflicto por la vía armada, a pesar de haber logrado su
reelección para un nuevo período presidencial.
Con la duda de lograr un acuerdo definitivo surge la natural inquietud por lo que será el
escenario del postconflicto para la sociedad, para aquellos alzados en armas, como para
toda aquella masa de ciudadanos y campesinos que aún no tienen unas condiciones dignas
de vida y por lo cual surgió y se mantiene la insurgencia. Así mismo coexisten los temores
y las dudas por la materialización de una paz duradera que conduzca a la nación por
senderos de la felicidad y una vida en armonía.
La propuesta de este trabajo se fundamenta en la teoría de la acción comunicativa -
instrumento válido para dirimir conflictos- con la racionalidad como la disposición de las
partes que son sujetos de lenguaje y acción (Habermas, 1998); en los cánones de la
prospectiva que nos proporciona el diseño de escenarios para construir un futuro más
amable; en la teoría del derecho positivo, particularmente la constitución política vigente,
que contempla unos imperativos que de reglamentarse adecuadamente, junto con acertadas
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políticas públicas propiciarían la emergencia de un nuevo tipo de empresa, enmarcada en
una responsabilidad social de las organizaciones acorde con la justicia social.
En el documento se realiza una contextualización histórica y circunstancial sobre el
conflicto no sólo para entender sus causas y consecuencias, sino para proponer alternativas
de solución que son emergentes de los diálogos de La Habana, con la debida advertencia
que la paz estable y duradera que se intenta construir no es un escenario fácil en razón a los
múltiples intereses que subyacen a los diversos actores implicados, no necesariamente
compatibles, por el contrario representan intereses rivales o contrapuestos que siempre han
estado presentes en la permanente tensión social que vive Colombia y ha cobrado millones
de víctimas.
Los fundamentos para la construcción del escenario ideal deseable, que lleve a Colombia
por los senderos de una paz estable y duradera, son extraídos de los acuerdos suscritos y
publicados por las partes que están dialogando en La Habana y no se limitan a los cambios
requeridos en la ciudad, sino que contempla el campo, bajo la premisa virtuosa de invertir
capital productivo y entrenamiento para mujeres, campesinos y sus organizaciones, para
que no se tenga la tentación de cambiar azadones por armas (De Roux, 2015). De manera
complementaria se propone como elemento potenciador de esa paz un nuevo tipo de
organizaciones que operen en su estructura y estrategia de forma diferente a las empresas
tradicionales que se enmarcan en una racionalidad económica que sólo busca maximizar el
rendimiento para beneficiar exclusivamente al propietario del capital. Se ha denominado a
este modelo de organización las Nuevas Organizaciones para una Colombia en Paz,
NOCEP, y son la materialización de las empresas socialmente responsables que basan su
funcionamiento en la cogestión y la distribución justa de la utilidad.
La metodología utilizada se aborda desde procesos cualitativos de investigación, donde el
análisis de contenido y el examen crítico del discurso ocupan un lugar privilegiado.
Además, la información y las declaraciones de las partes, como los acuerdos publicados, se
contrastan con la opinión de expertos a través de entrevistas y paneles que nos han revelado
de manera esclarecedora el fondo y la caracterización de los escenarios del postconflicto.
El enfoque cualitativo de investigación con sus subjetividades e intersubjetividades de la
realidad social (Galeano, 2004) son la fuente del conocimiento que se requiere para
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construir una nueva Colombia, por lo presenta con mucha frecuencia el análisis de
narraciones o relatos, entrevistas, reportajes, declaraciones (Gibbs, 2012) y otras formas
expresivas de quienes adelantan los diálogos. Asimismo es fuente de análisis el conjunto de
acuerdos suscritos por las partes. En todas las modalidades descritas se ha acudido a la
interpretación del uso de la retórica y de la metáfora, para tratar de comprender las
dificultades que subyacen a la compleja realidad que se intenta aclarar para lograr
consensos.
Comoquiera que la pretensión de este trabajo es construir un escenario deseable e ideal para
el postconflicto y postular formas de contribución a la paz, puede decirse que se trata de un
estudio composicional, en el que se analizan instituciones, grupos y personas, en relación
con estructuras sociales y económicas clave (Fine & Weis, 2012), para luego mostrar
descripciones en un proceso hipotético deductivo que acude a los mapas conceptuales
(Maya & Díaz, 2002) como técnica que facilita la comprensión y la síntesis de lo complejo.
También podríamos asimilar este trabajo a un estudio de caso que presenta tres momentos,
similares a los elementos de un caso: el problema; la solución; el plan de acción (Abad
Arango, 1997). El caso es “La construcción de una Colombia en paz”, para lo cual se tienen
estos momentos: 1. Análisis y comprensión del pasado y del presente de Colombia (El
problema); 2. Construcción de escenarios futuros (La solución); y 3. Propuestas prácticas
para la paz estable y duradera (El plan de acción).
El documento presenta cuatro apartados: la introducción; el análisis del conflicto social-
armado; la tercera sección es un conjunto de reflexiones sobre lo que debería hacer el
Estado; y por último unas conclusiones.
2. Un recuento necesario
2.1. El conflicto social armado en Colombia
La historia de las FARC podría remontarse al 20 de julio de 1964 cuando un grupo de 48
campesinos liderados por Manuel Marulanda declaran su decidida resistencia al
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sometimiento al denominado Plan LASO3, elogiado inicialmente como misión militar
exitosa para destruir a los comunistas, pero que en realidad ayudó a catalizar la fundación
de las FARC (Abbot, 2014). Cincuenta años después esa insurgencia armada está integrada
por un número impreciso de militantes, dado que se hablaba hace años de 20.000, ahora el
gobierno habla de 10.000, otros dicen que son 8.000 combatientes y algunos los estiman en
30.000 milicianos urbanos (McDermott, 2013) distribuidos por todo el territorio nacional,
con una estructura de un Estado Mayor con 30 hombres, un Secretariado General de 7
hombres y 67 frentes agrupados en 7 bloques. Hoy la insurgencia expresa desde las
montañas colombianas mantenerse firme en su propósito de vencer. (Jaramillo, 2014).
Significa que los tiempos que siguen a la suscripción del acuerdo definitivo y la cesación
del conflicto armado por los diálogos de La Habana, tampoco serán fáciles, dado que tal
firma no implica que la insurgencia haya renunciado a su espíritu revolucionario y a sus
ideales. Eso resulta razonable al entender el concepto de conflicto armado como la
confrontación entre las fuerzas militares del Estado y la insurgencia armada organizada que
justifica su actuar rebelde con la esperanza de una trasformación política, social y
económica del país (Jaime, 2003).
Dilucidar el origen del conflicto armado colombiano no es asunto fácil y como comentaron
los expertos que conforman la CHVC4 uno de los temas más complejos de la historiografía
colombiana es precisar las causas y las fechas exactas del comienzo del conflicto armado
(Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas, 2015; Sierra Restrepo, 2015; Redacción
El Tiempo, 2015).
Para Vásquez Carrizosa (1991) el conflicto social es primordialmente agrario y se da a
partir de los años 60 del siglo pasado, con la insurgencia alimentada de campesinos
desplazados por la violencia política de los años anteriores, con medidas estatales en los
períodos del frente nacional que en lugar de generar soluciones, propiciaron un
3 Latinoamerican Security Operation, en la versión de la izquierda; en tanto el establecimiento en cabeza de
las fuerzas militares hablan del plan Lazo. En todo caso con la finalidad de eliminar el movimiento rebelde. 4 La Comisión de Historia del Conflicto y sus Víctimas (CHCV), se instaló en La Habana en agosto de 2014,
fue creada por la Mesa de Paz, con doce expertos cuya misión fue preparar un informe sobre: (1) Los orígenes
y las múltiples causas del conflicto; (2) Principales factores y condiciones que han facilitado o contribuido a
la persistencia del conflicto y (3) Los efectos e impactos más notorios del conflicto sobre la población.
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levantamiento contra el Estado, cual es el caso del Estatuto de Seguridad de 1978, ícono de
una crisis del Estado de Derecho.
Parece haber consenso en que el conflicto armado se recrudeció a partir de la década de los
80 del siglo pasado en razón a la violenta aparición del narcoparamilitarismo que quiso
arrasar con las guerrillas (Ibañez & Jaramillo, 2006), llevándose de paso expresiones
democráticas como la militancia de la Unión Patriótica, en lo que se configuró como un
genocidio político en parte reconocido por los agentes del Estado colombiano, con hechos
probados por la Corte colombiana, como en el caso del senador Manuel Cepeda Vargas al
existir una estructura organizada que determinó, planificó y llevó a cabo su ejecución en
1994 (Romero R. , 2012), magnicidio que se sumó a los ocurridos con Jaime Pardo Leal y
Bernardo Jaramillo Ossa, ambos candidatos a la contienda presidencial 90-94, para
mencionar sólo unos pocos entre “más de 3.000 personas asesinadas, cientos desaparecidos
forzosamente, un sinnúmero de masacrados, muchas exiliadas, amenazadas y millares de
víctimas de un genocidio que lleva más de dos décadas de perpetración y que sigue
ocurriendo ahora” (Ortiz Palacios, 2007, pág. 9).
El intento de paz fallido de San Vicente del Caguán con la instalación de la mesa de
negociación en enero de 1999 en el gobierno de Andrés Pastrana, famosa por la silla vacía
que no ocupó Manuel Marulanda, dejó la sensación de desconfianza mutua entre los
contrincantes, la que aún persiste, por lo que uno de los pilares del capital social –la
confianza- no ofrece sus mejores condiciones para la efectividad del proceso de paz en la
construcción de escenarios futuros (Luhmann, 2005; Ibañez & Jaramillo, 2006). Aunque
antes ya se habían hecho otros intentos: como el de 1984 en el gobierno de Belisario
Betancur de “Cese al fuego, tregua y paz” que dio origen a la Unión Patriótica, pero
también trajo su desencanto comoquiera que el asesinato de significativa parte de su
militancia hizo desistir a la guerrilla, quizá porque el mismo Betancur sostenía la riesgosa
compatibilidad o la coexistencia de la paz y de la guerra contra la subversión (Bermúdez
Rossi, 1992); y en el gobierno del entonces Presidente Gaviria, quien con los altos mandos
militares iniciaron a finales de 1990 la operación de exterminio contra el Secretariado de las
FARC en Casa Verde, irónicamente el mismo día que se convocaba a la asamblea nacional
constituyente y una agresión militarista contra el movimiento popular en todo el país -en
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palabras de Raúl Reyes-, citado por Fidel Castro en su reflexión acerca de la paz en
Colombia (2008).
La paz como escenario deseable y la terminación del conflicto como medio para lograrlo,
son aspiraciones de los presidentes que han tenido la responsabilidad de dirigir al país. Lo
han intentado de diversas maneras y con estilos distintos, incluso opuestos, como sucedió
con Andrés Pastrana quien lo quiso hacer mediante una salida negociada, con diálogo,
concertación y participación, pero ello no fructificó; o la postura de Álvaro Uribe Vélez con
su mano dura para los que se burlaron de las buenas intenciones de su predecesor y corazón
grande para los que desearan deponer las armas (Bermúdez Ardila, 2008), porque
“históricamente, las FARC han usado las negociaciones de paz y los ceses al fuego para
aumentar su fuerza militar, organizar sus finanzas y planear la siguiente fase de su lucha
para derrocar al gobierno” (McDermott, 2013, pág. 12), en una perspectiva militarista como
opción para superar el conflicto interno, concepto que Uribe nunca aceptó.
Lo que sucedió desde 1990 hasta finales de 2011, según la versión de las FARC, en la voz
de quien hoy representa la insurgencia en la mesa de La Habana, fue lo siguiente:
Durante 25 años, los últimos gobiernos prepararon el terreno para el
asalto. Hemos vivido un cuarto de siglo de despojo violento capitaneado
por el Estado, de expropiación de tierras, de masacres paramilitares, de
desplazamiento forzoso. Definitivamente la mano negra del Estado es el
paramilitarismo. En ese lapso fueron desplazados 5 millones de
campesinos y expropiadas 7 millones de hectáreas. El Paramilitarismo de
Estado, el Plan Colombia, la injerencia estadounidense en el conflicto
interno, fueron utilizados como ariete criminal para quebrar al pueblo y
generar condiciones de seguridad para la entrada en escena de los
inversionistas. Al cabo de 8 años de gobierno ilegítimo, ilegal y mafioso,
Uribe terminó ensangrentado hasta la coronilla. Santos simplemente está
lavando la sangre que salpica al régimen. Es un falso samaritano
intentando tapar con cosméticos el desprestigio internacional de un
gobierno. Se diferencia de Uribe porque no asesina desembozadamente,
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pero mata y despoja a nombre de la Constitución y la Ley (Márquez,
2012).
Por lo brevemente referido es apenas elemental declarar que el tema complejísimo del
conflicto social y armado en Colombia tiene múltiples matices y sus explicaciones
dependen del actor que exprese su opinión. No obstante, el camino hacia la paz han de
recorrerlo todos los actores, armados y no armados, políticos o indiferentes, ciudadanos y
campesinos, incluso personas e instituciones aparentemente neutrales pero con interés en
que se supere esa oscura etapa que le impide a Colombia ser un país con mejores
condiciones para el progreso y el bienestar que beneficie a todos sus habitantes, cuya voz
ha encontrado eco en múltiples espacios porque independiente de la condición que posean
se resisten a dejar de construir propuestas de paz y se niegan a dejar de pensar que el
diálogo es la ruta (Encuentro Nacional de Comunidades Campesinas, Afrodesendientes e
Indígenas por la tierra y la paz de Colombia, 2011). Ese escenario deseable es el que se
está construyendo día a día desde cuando se anunció al mundo la iniciación de unas
conversaciones tendientes a terminar el conflicto armado entre las FARC y el Estado
colombiano.
2.2. La situación socioeconómica colombiana y los obstáculos en el
acuerdo
Sin duda el conflicto social y armado se ha mantenido por más de 50 años en Colombia
porque las condiciones sociales, económicas y democráticas no han cambiado de manera
favorable para las grandes capas de la población (Redacción El Tiempo, 2015), dado que
los rasgos de desigualdad y pobreza siguen el comportamiento mundial, donde “la mitad
de la riqueza mundial está en manos de sólo el 1% de la población” (OXFAM Intermon,
2014, pág. 3), mientras en Colombia el coeficiente de Gini fue de 0,538 en 2014, pasando a
ser el 14.º país con mayor desigualdad dentro de 134 observados por el Programa de
Naciones Unidas para el Desarrollo (Ramírez A. , 2015). Este es uno de los temas que las
partes enfrentadas deben estudiar con mucha seriedad y franqueza, para que la mayoría de
los colombianos marginados logre una calidad de vida al menos aceptable. Será
indispensable atacar conjuntamente –entre alzados en armas y el gobierno- las causas del
deterioro social y económico, para lo cual se requieren novedosas propuestas que
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encaminen el tejido social y fortalezcan la productividad con beneficio colectivo, en donde
la participación de los confrontados habrá de ser la nota característica.
El ejercicio de análisis y consenso sobre tales causas y la creación de alternativas de
solución, exigen el intento de conciliar las visiones tan crudamente diferentes que tienen las
partes en conflicto. Mientras las FARC exponen que la situación es insostenible, el
gobierno se explaya en declaraciones optimistas soportado en las estadísticas oficiales, en
una especie de legitimación que se ha tornado en la más descarada manipulación de cifras.
El 18 de noviembre de 2012 las FARC manifestaron su visión recordando que Colombia
era el tercer país más desigual del mundo e invocando al pueblo como el protagonista
principal para superar el conflicto mediante el mecanismo de la refrendación. En aquella
oportunidad declararon:
No se puede encadenar este proceso a una política enfocada
exclusivamente en la obtención desaforada de ganancias para unos pocos
capitalistas a los que no les importa para nada la pobreza que abate al
70% de la población. (…) El área cultivable es de 21.5 millones de
hectáreas, pero solamente 4.7 millones de ellas están dedicadas a la
agricultura, guarismo en decadencia porque ya el país importa 10
millones de toneladas de alimentos. Más de la mitad del territorio
colombiano está en función de los intereses de una economía de enclave
(Márquez, 2012, pág. 2).
Otra percepción tiene el gobierno, , en una especie de declaraciones encantadoras para
autoavalar sus políticas. Así se manifiesta desde el gobierno:
Entre 2010 y 2014, durante el primer mandato del presidente Santos, el
país logró consolidar el buen curso que se empezó a manifestar en la
primera década del siglo XXI. El crecimiento económico promedio en lo
que va corrido de la segunda década de este siglo, 4,8%, es mayor que el
promedio observado en las décadas de los años 1980 (3,5%), 1990 (2,8%)
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y 2000 (4,0%). (...) Debido a esos logros, hoy, como nunca, el país está en
posición de quebrar la persistencia de sus más graves problemas sociales,
y consolidar este rumbo hacia su desarrollo económico y social
(Departamento Nacional de Planeación, 2014).
Esas posiciones y percepciones diferentes a la vez que problemáticas en el proceso de las
conversaciones, se agudizan con manifestaciones del gobierno cuando expresa que los
diálogos no son el espacio para discutir sobre el modelo económico. Según el gobierno el
modelo es intocable, no está en discusión o no está en juego (Unicor, 2015; García, 2015;
Lombana, 2015; Reyes, 2015), mientras en contraposición el máximo jefe de las FARC
afirma que los movimientos insurgentes están muy lejos de ser vencidos por la fuerza y lo
que éstos cuestionan, en coincidencia con crecientes sectores de la lucha popular, es
precisamente el modelo económico impuesto al país, calificándolo como un saqueo
generalizado de las riquezas naturales y de su fuerza de trabajo por el gran capital
transnacional (Timochenko, 2015; Prandi & Lozano, 2010) y esto representa un poderoso
obstáculo de fondo para lograr avances y consensos porque se entrega un mensaje muy
confuso a los actores que están por fuera de la mesa de diálogo.
Otro obstáculo para lograr el acuerdo es el tratamiento judicial que se le ha de dar a los
alzados en armas (Rueda, 2015). Hay voces de la población colombiana y especialmente de
los opositores al acuerdo, que expresan de manera tajante sobre la aplicación de penas
privativas de la libertad a algunos de los integrantes de la guerrilla (Apuleyo, 2015), por lo
que valdría la pena considerar otras voces (Amat, 2015) y saber que hay estudios que
demuestran como “al finalizar los acuerdos, se procedió en todos los casos a una amnistía
de los combatientes y que todos los grupos de oposición que lucharon durante el conflicto
acabaron ocupando puestos de responsabilidad en los nuevos gobiernos surgidos tras los
Acuerdos de Paz” (Prandi, 2010, pág. 24). En este contexto ha surgido el tema de la justicia
transicional (Redacción El Tiempo, 2015; Editorial El Tiempo, 2015), cuyos matices son
diversos y con muy polémicas interpretaciones. Al respecto las FARC han manifestado que
no será suficiente con una justicia transicional sino que se requiere una verdadera justicia,
“cuya fórmula tiene que aparecer de la discusión en la mesa” (Timochenko, 2015, pág. 6).
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Un obstáculo adicional está en el mecanismo de refrendación de los acuerdos, asunto en el
que la población colombiana tendrá la responsabilidad de definir sus escalas de justicia
(Fraser, 2008), como desafío ineludible en la solución del conflicto. Aunque el tema está
explícitamente contemplado en el marco del punto seis (Gobierno Colombiano y FARC-
EP, 2012) “Implementación, verificación y refrendación”, se ha dado una discusión jurídica
y política en el país sobre la materia (Valbuena, 2015), con todo tipo de opiniones, desde
quienes no ven necesaria o conveniente la participación del pueblo en la refrendación
(Hernández, 2015; Rueda, 2015), hasta quienes proponen una constituyente, tras la
vergonzosa crisis de la justicia con los escándalos de las altas cortes y que la insurgencia ha
reclamado desde el comienzo de los diálogos, posición que recientemente ha ratificado
según las palabras de Calarcá (2015):
Sobre La Mesa de Conversaciones reposa la propuesta fariana de la
Asamblea Nacional Constituyente, como única forma de viabilizar los
cambios institucionales necesarios, con garantías de democracia, al ser el
más amplio espacio de participación popular; atender al clamor de la
población por la paz como asunto de todos y todas, sin distinción y
posibilitar la refrendación de eventuales acuerdos logrados, con el
necesario espacio para los pendientes, sin amenazar conquistas de nuestro
pueblo.
Otro obstáculo es el relativo al cese al fuego y el destino final de la armas de la insurgencia,
para cuyos efectos las partes designaron los representantes que conformaron una comisión
especial que se encargará de estudiar el asunto, tomando como ejemplo experiencias de
otros países (Gómez Giraldo, 2015).
Se evidencian entonces dificultades en el proceso de paz que se adelanta porque las partes
tienen enormes diferencias y no parece que ninguna de ellas ceda la razón a la otra, lo que
insinúa que la terminación del conflicto no significa la paz y que ésta ha de construirse con
acciones de todos los actores más allá del cese del enfrentamiento, lo que puede tomar más
de 10 años mediante los conceptos de reconstruir, resolver y reconciliar (Grasa, 2014), toda
vez que las consecuencias del conflicto van más allá de la firma de la cesación del fuego y
de no solucionarse efectivamente las causas del conflicto, éste reaparecerá (Molano, 2009).
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2.3. La empresa tradicional en el marco regulatorio y de políticas
públicas y su relación con el conflicto social y armado.
En Colombia la organización económica preponderante es la empresa, definida en el
artículo 25 del Decreto 410 de 1971, nuestro código de comercio, así: (Leal, 1994, pág. 15),
“Se entenderá como empresa toda actividad económica organizada para la producción,
transformación, circulación, administración o custodia de bienes, o para la prestación de
servicios. Dicha actividad se realizará a través de uno o más establecimientos de comercio”,
disposición que ha de estudiarse de manera conexa con otros artículos del mencionado
estatuto como son el artículo 10 sobre quién es comerciante y el libro segundo “De las
sociedades comerciales” con su articulado desde el 98 hasta el 514, cuyas reglas regulan
todo lo atinente a las organizaciones económicas con ánimo de lucro que operan en
Colombia, incluidas las sociedades extranjeras, cuya presencia e impacto en Colombia no
se puede desconocer al imaginar escenarios posteriores a una firma del acuerdo de paz, toda
vez que han sido uno de los factores críticos que han alimentado el conflicto social y
armado.
Adicionalmente, las normas atrás referidas deben interpretarse conjuntamente con las
disposiciones laborales porque de ellas, de las prácticas empresariales cotidianas y de las
políticas públicas en materia del trabajo asalariado, indudablemente depende la realidad de
la situación de los trabajadores, evidenciándose un modelo neoliberal del Estado
colombiano. Es así como se constata un notable deterioro de la condición laboral en
Colombia desde hace por lo menos 25 años, cuando se dieron unas reformas dañinas para
los trabajadores, pero benévolas para los empresarios, tales como la ley 50 de 1990, la ley
100 de 1993 y la ley 789 de 2002, normas que fueron promovidas para facilitar la presencia
y la operación de las organizaciones económicas, bajo la creencia de la carga laboral como
un obstáculo para la generación de valor y que por ello era necesaria la flexibilización
laboral, lo que en la práctica ha sido una pauperización del trabajador colombiano.
En el contexto propio de la gestión, la empresa tradicional colombiana se ha caracterizado
por devenir de un modelo económico hegemónico que, desde una visión metafórica la
percibe como una máquina que usa recursos -personas, capital, medio ambiente- para
producir utilidades (Morgan, 1998). Dicha consideración trivializa el ejercicio de
construcción social generado a través de la coordinación de actividades y la cooperación
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entre personas al interior de las empresa, tomando a los seres humanos que intervienen en
su operación como medios y no como fines (Bowie, 2001).
En tal sentido, el poder y la influencia de la Empresa en Colombia, de la mano de una
intervención menor del Estado, han impactado el tejido social. La empresa colombiana ha
sido tradicionalmente gestionada a partir de una línea jerárquica de autoridad y decisión
que limita el diálogo como forma de participación de los grupos de interés5 y que favorece
los conflictos sociales y laborales del entorno donde se desempeña.
2.4. Los diálogos de La Habana y los acuerdos logrados
En el año 2011 el presidente Juan Manuel Santos hizo conocer su deseo de retomar los
contactos con la guerrilla que se habían dado en el gobierno anterior, lo que derivó en
algunas comunicaciones entre la subversión y el gobierno que terminaron en unas
conversaciones preliminares en Cuba. Luego, con base en unos parámetros acordados, las
partes nombraron sus representantes y el gobierno colombiano en cabeza del mismo
Presidente dio un paso definitivo al reconocer que en Colombia sí había conflicto armado
(El Colombiano, 2011; Parra, 2011; Revista Semana, 2011), hecho diametralmente opuesto
a la postura de su antecesor, quien evidenció una voluntad expresa y clara del deseo de
acabar con la guerra interna mediante la confrontación directa con el enemigo alzado en
armas, cuando –irónicamente- en la estructura burocrática había un comisionado de paz,
recursos destinados a la atención de desmovilizados y reinsertados del conflicto, se acudía
constantemente a la comunidad internacional, la Iglesia y los buenos oficios de
personalidades nacionales e internacionales, a fin de lograr los intercambios humanitarios
de las personas retenidas por los actores armados (Pérez, 2011).
2.4.1. El acuerdo general y sus logros
Puede puntualizarse que el diálogo FARC-EP y gobierno colombiano ha tenido dos etapas:
La primera de preparación en Oslo- Noruega y la segunda de ejecución en La Habana-Cuba
donde se han discutido los cinco temas acordados en Oslo (Borda, 2013). El marco del
“Acuerdo General para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y
5 En Inglés stakeholders. “Un stakeholder es cualquier grupo o individuo que puede afectar o ser afectado
por el logro de los objetivos de la empresa” (Freeman, 1984, pág. 25)
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duradera” se firmó el 26 de agosto de 2012 en La Habana (Cuba), con una agenda para
tratar cinco temas (Gobierno Colombiano y FARC-EP, 2012). Se han adelantado
discusiones durante más de dos años ya y se ha llegado a unos preacuerdos suscritos y
publicados por las partes.
A continuación se presenta un resumen de los acuerdos para conocimiento de todos: El
primer punto se denomina “Política de desarrollo agrario integral”, comprende seis
subtemas (Gobierno Colombiano y FARC-EP, 2012) y en el gráfico 1 pueden apreciarse
los acuerdos a que arribaron las partes.
Gráfico 1. Tema 1. Política de desarrollo agrario integral.
Fuente: Elaboración propia a partir de acuerdos de La Habana publicados.
El segundo punto del acuerdo lleva por nombre Participación Política y contiene tres
subtemas (Gobierno Colombiano y FARC-EP, 2012) y en el gráfico 2 se observa un
resumen de los asuntos acordados por las partes en el diálogo.
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Gráfico 2. Tema2. Participación política.
Fuente: Elaboración propia a partir de acuerdos de La Habana publicados.
El 4° punto, Solución al problema de las drogas ilícitas, presenta los acuerdos que se
muestran en el siguiente gráfico resumen:
Gráfico 3. Tema 4. Solución al problema de las drogas ilícitas.
Fuente: Elaboración propia a partir de acuerdos de La Habana publicados.
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Los temas 3. Fin del conflicto, 5. Víctimas y 6. Implementación y refrendación, aún no
tienen acuerdos publicados.
3. Acciones y propuestas para el postconflicto
3.1. Escenarios del posconflicto
Imaginar escenarios del posconflicto colombiano implica considerar el comportamiento de
diversas variables cuya interacción propicie un entramado social y económico en el que la
vida fluya con bienestar y justicia social. Tales variables podrían extraerse del conjunto de
acuerdos logrados hasta ahora entre el gobierno colombiano y las Farc-EP, como también
habría de incluir otras variables como la estrategia fiscal, la evolución de la violencia
criminal, los flujos de migración y la contribución del capital social a la producción (Ibañez
& Jaramillo, 2006).
El deseo de lograr la paz ha generado diversos esfuerzos académicos desde diversas
instancias en los últimos años, realizando ejercicios de prospectiva o para proponer
variadas soluciones (Destino Colombia, 1998; Garay, 2002; Rettberg, 2002; Departamento
Nacional de Planeación, 2006), trabajos rigurosos que a juzgar por la calidad de sus
diseñadores exige confiar en sus análisis, sin que ellos hayan logrado atinar completamente
dado que el conflicto ha persistido. En 2008 un grupo selecto de académicos y políticos
(Rubio, 2009) construyeron cuatro posibles escenarios para el año 2020 suponiendo el
desarme, la desmovilización y la reintegración de la subversión, dándoles los nombres de
“La semilla florece, Después del invierno viene la primavera, Siembra vientos y cosecharás
tempestades y Todo se marchitó”, siete años después, con la ventaja del tiempo transcurrido
y los hechos acaecidos puede decirse que los analistas acertaron hasta ahora
desafortunadamente en el escenario menos deseado -el último-, en cuanto se marchitó la
esperanza, por lo que la oportunidad que se tiene ahora con los diálogos de La Habana no
se puede lanzar al vacío, en el sentido de construir un escenario que viabilice los sueños de
los colombianos, como desafío para la implementación efectiva de los acuerdos (Romero
M. , 2015).
Además, es indispensable preguntarse qué rol van a desempeñar los integrantes de la
insurgencia, dado que ya tienen un estatus en sus comunidades, especialmente rurales
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donde se les respeta, por lo que la idea de convertirse en agricultores o en guardias de
seguridad (Valero, 2015), quizá no sea de buen recibo (McDermott, 2013). Sin embargo, en
este trabajo de reflexión no nos ocupamos de posibles escenarios que sucedan antes de la
firma definitiva del acuerdo y sólo nos dedicamos a estudiar aquellos en que las FARC-EP
y sus integrantes se inserten a la vida socioeconómica de la nueva Colombia, mediante un
ejercicio de prospectiva, por el cual se intenta construir el futuro, enunciando un conjunto
de futuros posibles, que podemos denominar futuribles (Gabiña, 1999).
Los colombianos queremos que el futuro sea diferente al pasado y al presente, por ello se
está dando el acuerdo de La Habana, del cual están surgiendo unos parámetros deseables
para el futuro (Instituto de Estudios para la Paz, 2015) y en consecuencia la prospectiva es
la metodología pertinente para diseñar escenarios futuros, dado que no se trata de adivinar
el futuro, sino de construirlo a partir de la realidad, en función de aquellos futuros no sólo
posibles, sino deseables (Miklos & Tello, 1994), en lo que cuenta mucho la voluntad
política de implementar programas o políticas para construcción de la verdadera paz y no
exclusivamente en la rendición en términos de desmovilización (Combita, Delgadillo, &
Torres, 2013). El sueño de la paz es al tiempo el sueño del progreso, para lo cual deben
combinarse apropiadamente dos creencias: que “el tiempo está de nuestra parte y que
somos nosotros quienes hacemos que las cosas sucedan” (Bauman, 2013, pág. 141).
3.1.1. Escenario 1: Acuerdo avalado en pleno por el Secretariado y
el Estado Mayor de las Farc-EP, con disidencias no
significativas; y refrendado por el pueblo colombiano.
A este escenario que es el ideal se le denominará “El camino difícil de una paz estable y
duradera”, requiere múltiples iniciativas con políticas públicas (Valero, 2015) y presenta la
siguiente caracterización, vista en un mapa conceptual que pone en interacción los diversos
puntos acordados y publicados hasta el momento:
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Gráfico 4. El camino difícil de una paz estable y duradera.
Fuente: Elaboración propia a partir de acuerdos de La Habana publicados
El escenario “El camino difícil de una paz estable y duradera” simboliza la cristalización
del sueño de los colombianos, con el aporte de todos (Ibánez, 2015), quienes conjuntamente
en un clima de cooperación y reconciliación encontraremos y recorremos el camino de la
paz con justicia social, con respeto a los acuerdos firmados (De Roux, 2015; Gil, 2015).
Comoquiera que la paz no es fácil de construir, ni se debe banalizar (Corral, 2015), su
horizonte de análisis y ejecución podría ir más allá del año 2030, pero para ese momento
los problemas básicos que hoy aquejan la sociedad colombiana estarían superados: los
índices de pobreza tendrían que ser inferiores al 10%; la educación ha de ser generalizada y
de fácil acceso; la vivienda propia con sus servicios cubriría al menos al 80% de las
familias; la tasa de desempleo no superaría el 5% y la salud sería un derecho fundamental
efectivo para la totalidad de la población.
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3.1.2. Escenario 2: Rompimiento del acuerdo suscrito por la
insurgencia, debido a la presencia criminal y oscura que
atenta contra los reinsertados.
A este escenario que presume la persistencia de una poderosa maquinaria hostil enemiga de
la paz se le asigna el nombre “Asesinada la esperanza, resurge la insurgencia” y sus rasgos
más importantes son el producto de la historia violenta que ha vivido Colombia, donde las
expresiones políticas diferentes al bipartidismo alentado por la oligarquía han sido
claramente obstruidas o eliminadas en una perversa combinación de formas de lucha,
expresión que irónicamente ha sido utilizada para referirse a la izquierda. El siguiente
cuadro resume lo sucedido en el pasado en la primera columna y en la segunda columna, en
la tercera lo que pasaría en este escenario:
De darse este escenario volveríamos a editar nuestra historia conflictiva y de manera
selectiva empezarían a ser asesinados de manera sistemática los más connotados dirigentes
de las FARC-UP, hechos que representarían momentos de zozobra y desconcierto, no sólo
para los miembros y simpatizantes del movimiento o partido político que surja tras los
acuerdos firmados, sino para toda la sociedad colombiana. Esto daría para las naturales
acusaciones, las consecuentes explicaciones seguidas de las declaraciones de
investigaciones exhaustivas hasta las últimas consecuencias, pero con el pasar de los días,
los meses y los años, sin resultados efectivos. Seguramente en estos avatares tendríamos
exilios voluntarios y obligados, desapariciones, marginamientos de dirigentes y
simpatizantes, con la reaparición esporádica de expresiones subversivas y una posible
reorganización de sus cuadros y militantes, que con los años volvería a significar una
presencia importante en el país.
Tabla 1. Caracterización del escenario 2.
HECHOS E INCUMPLIMIENTOS EXPLICACIÓN Y CAUSAS HECHOS
POSTCONFLICTO
Movilizaciones campesinas,
obreras y de empleados públicos
(Paros) 2013-2014-2015
Incumplimientos del
gobierno en compromisos
suscritos los últimos siete
años
Movilizaciones
campesinas, obreras y de
empleados públicos
Leyes de víctimas 2013-2014
Titulación a sectores
No asignación de baldíos a
campesinos despojados
No asignación de baldíos
a campesinos despojados
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empresariales, financieros y
terratenientes
Noviembre de 2011 abatido
brutalmente Alfonso Cano,
máximo comandante FARC-EP
Diálogos FARC-EP y
Gobierno en preparación,
Santos da la orden del
operativo y muerte.
Asesinatos selectivos de
líderes guerrilleros
reinsertados
1993 torturados y asesinados
Enrique Buendía y Ricardo
González
Negociadores de la
Corriente de Renovación
Socialista, disidencia del
ELN
Desapariciones selectivas
de líderes guerrilleros
reinsertados
Abril 1990 asesinado Carlos
Pizarro máximo líder del M-19
reinsertado a la vida civil
Incumplimiento del
Acuerdo de Paz con el M-
19, suscrito por el gobierno
de Belisario Betancur
Asesinato de un líder
muy significativo de los
reinsertados
Febrero de 1987 detenido,
torturado y asesinado Ernesto
Rojas, dirigente EPL
Incumplimiento de tregua
con el EPL
Denuncias y
señalamientos a agentes
del Estado
Noviembre de 1985 asesinado
Oscar William Calvo, dirigente
EPL
Incumplimiento de tregua
con el EPL
Denuncias y
señalamientos a agentes
del Estado
1984 a la fecha, genocidio contra
la UP y sus más connotados
dirigentes Pardo Leal, Jaramillo
Ossa, Antequera, Castaño y más
de 3000 militantes
Incumplimiento
sistemático de los
Acuerdos de la Uribe, entre
FARC-EP y el gobierno de
Belisario Betancur, y
responsabilidad en
gobiernos anteriores y
posteriores.
Denuncias con pruebas y
señalamientos a agentes
del Estado por el
comienzo de un
aniquilamiento
sistemático de los
reinsertados y su
movimiento político
1953 Armisticio y entrega de
armas guerrilla del llano,
asesinado Guadalupe Salcedo
Incumplimiento del
llamado “Pliego de las
Gileria”
Incumplimiento de los
acuerdos de La Habana
Abril 1948 Asesinado Jorge
Eliécer Gaitán
Eliminación del adversario
político por parte de la
oligarquía
Eliminación del
adversario político por
parte de la oligarquía
1914 Asesinado Rafael Uribe
Uribe
Eliminación del adversario
político por parte de la
oligarquía
Eliminación del
adversario político por
parte de la oligarquía
Fuente: Elaboración propia a partir de Luis Jairo Ramírez (2015)
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3.1.3. Escenario 3: Rompimiento del acuerdo suscrito por
incumplimiento del Estado en lo prometido y firmado.
A este escenario que no obstante contar con el cumplimiento de los alzados en armas en lo
suscrito, habida cuenta de la falta de voluntad política por parte del gobierno para cumplir
con lo prometido, implica un reacomodamiento de la insurgencia, se le llama “Aunque la
mona se vista de seda, mona se queda”, cuyas características son:
Debe entenderse que el conflicto no afecta solamente al gobierno y los militantes de la
subversión, sino que pasa por grandes capas de la población. En tal sentido, los acuerdos
deben evitar a toda costa que se repitan las experiencias ingratas del pasado, como lo
sucedido en el proceso de negociación con el gobierno de Pastrana Arango en que los
intereses de las víctimas del desplazamiento no fueron escuchados ni acogidos, no obstante
la inmensa población desplazada (Bolaños, Molano, & Valenzuela, 2010).
Este escenario representa un declive de la confianza en el gobierno (Hardin, 2010), en el
sentido de darse una disminución de la fe en el gobierno, sus representantes y otras
organizaciones, en razón a la poca efectividad de los resultados logrados con ocasión de la
puesta en práctica de las acciones acordadas en el postconflicto, hecho que se potencia con
el mayor conocimiento que la sociedad posee de la naturaleza del gobierno y las
experiencias pasadas, porque tal como lo explica Luhmann (2005, pág. 138) “el problema
de la disposición favorable hacia la confianza, en consecuencia, no consiste en un aumento
de la seguridad con un decrecimiento correspondiente de la inseguridad; consiste a la
inversa en un aumento de la inseguridad soportable a expensas de la seguridad”.
3.2. Las Nuevas Organizaciones para una Colombia en paz (NOCEP)
La relación de las acciones de la empresa, tanto en el campo como en la ciudad, con la paz
es incuestionable. Tal como lo expresan los académicos Prandi & Lozano (2010, pág. 8):
Para que la empresa contribuya a la paz es vital que ésta adopte lo
que se ha llamado en el argot humanitario una perspectiva de
“sensibilidad al conflicto”. Ésta significa que, partiendo del análisis
del conflicto, la empresa debería comprender y anticipar su
interacción con el contexto evitando los impactos negativos y
maximizando los positivos en el proceso de construcción de paz. De
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la mano de la teoría del Do no harm, la empresa debería también ser
capaz de fomentar los elementos “conectores”, es decir aquellos que
reducen la tensión, y minimizar los elementos “divisores”, aquellos
que incrementan potencialmente la violencia en su área de
influencia. Ser sensible al conflicto no significa necesariamente que
la empresa deba implicarse en acciones de construcción de paz pero
sí que significa que ésta, como mínimo, no debe impactar
negativamente en el conflicto o en el proceso de consolidación de la
paz.
Comoquiera que el escenario ideal para la gran mayoría de los colombianos es alcanzar la
paz en una ambiente sin el accionar de la insurgencia armada, como resultado de la firma
del fin del conflicto y el deseo conjunto de construir una vida nueva para la sociedad
colombiana, se presentan enseguida la propuesta concreta que sería necesaria para
consolidar el escenario número 1 “El camino difícil de una paz estable y duradera”.
Para desarrollar efectivamente los acuerdos suscritos por las FARC-EP y el gobierno
colombiano es indispensable que el país decida abiertamente dar un giro en la filosofía de
la gestión de las organizaciones, de manera que se logre un equilibrio en sus racionalidades
política, económica y social (Schvarstein, 2003). Las organizaciones que surjan en virtud
del acuerdo de finalización del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera
deberán adoptar dos imperativos básicos: 1. La cogestión por parte de sus principales
actores. Y 2. La distribución justa del valor generado por esas nuevas organizaciones. Esas
características fundamentan las Nuevas Organizaciones para una Colombia en paz NOCEP.
Buena parte de los acuerdos suscritos pueden materializarse con voluntad política y una
adecuada implementación de programas públicos que se articulen virtuosamente en los
diferentes niveles de la administración estatal, con base en el ordenamiento jurídico
positivo. En este contexto se debe tomar como punto de partida la carta magna colombiana
en sus artículos 57, 60 y 64 (Gómez, 2012), los cuales pueden desarrollar adecuadamente
unas nuevas organizaciones al servicio de la paz y el bienestar, las NOCEP. Un examen
cuidadoso y propositivo de tales ordenamientos nos da luces sobre lo que se propone:
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Artículo 57. La ley podrá establecer los estímulos y los medios para que
los trabajadores participen en la gestión de las empresas
La gran masa poblacional que ha soportado el conflicto armado se ha tenido que marginar
de las actividades productivas o han tenido que desplazarse, condición denigrante para todo
ser humano cuya aspiración es lograr su realización por medio del trabajo. De allí que los
acuerdos de La Habana podrían inspirarse en Gorz (2008, pág. 112) para quien “El trabajo,
sus resultados, sus objetivos últimos, las condiciones y relaciones laborales, deben poder
ser autodeterminados y negociados por los propios trabajadores”, una vez superada esa
equivocada visión que sólo Dios era capaz de producir cosas, mas no las personas, de
manera que el trabajo se postula como el instrumento básico de producción de riqueza
(Naredo, 2010).
Si las NOCEP que se constituyan como resultado del acuerdo FARC-EP y el gobierno
colombiano desarrollan sus actividades productivas fundamentadas en el principio de la
cogestión, donde los trabajadores hagan parte viva de la dirección para la toma de
decisiones, sin duda que la imposición leonina de condiciones será asunto del pasado y la
gestión participativa de los trabajadores propiciará el éxito y bienestar en las zonas de
influencia de las NOCEP. Este imperativo constitucional vigente ha sido ignorado u
olvidado, cuando bien podría ser parte de la solución al conflicto que se presenta en las
relaciones laborales, porque además se debe reglamentar armónicamente con el artículo 25
de la Carta sobre derecho al trabajo, el artículo 53 de la misma, acerca de la protección del
trabajo y de los trabajadores, el artículo 58 de la Constitución sobre la propiedad privada y
la expropiación por motivo de utilidad pública o interés social y el artículo 60 de la Carta
que habla del acceso a la propiedad y enajenación de la propiedad accionaria del Estado, el
cual manifiesta:
Artículo 60. El Estado promoverá, de acuerdo con la ley, el acceso a la
propiedad. Cuando el Estado enajene su participación en una empresa,
tomará las medidas conducentes a democratizar la titularidad de sus
acciones y ofrecerá a sus trabajadores, a las organizaciones solidarias y de
trabajadores, condiciones especiales para acceder a dicha propiedad
accionaria. La ley reglamentará la materia.
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Adicionalmente los artículos 57 y 60 de la Carta ya referidos deben interpretarse con las
sentencias de la Corte Constitucional sobre la materia (Corte Constitucional Colombiana,
1995), asuntos que hacen más viable y pertinente esas nuevas organizaciones para la paz,
las NOCEP.
De igual manera, el artículo 333 de nuestra Carta, ordena que la empresa como base del
desarrollo, tiene una función social que implica obligaciones, apuntando adicionalmente
que el Estado fortalecerá las organizaciones solidarias y estimulará el desarrollo
empresarial.
Por su parte el artículo 64 de la Constitución se refiere a la protección a los trabajadores
agrarios, al expresar:
ARTICULO 64. Es deber del Estado promover el acceso progresivo a la
propiedad de la tierra de los trabajadores agrarios, en forma individual o
asociativa, y a los servicios de educación, salud, vivienda, seguridad
social, recreación, crédito, comunicaciones, comercialización de los
productos, asistencia técnica y empresarial, con el fin de mejorar el
ingreso y calidad de vida de los campesinos.
De reglamentarse adecuadamente la anterior norma constitucional en armonía y desarrollo
de los acuerdos de La Habana, el panorama actual del campo colombiano cambiaría
radicalmente, en cuanto se reconoce que son diversos los problemas que aquejan el sector
agrario. Por ejemplo, recientemente se ha declarado que la informalidad en la propiedad
rural es el principal problema del campo (Meléndez, 2015) y que han de darse pasos firmes
en su solución a través de unas políticas públicas que ataquen de manera efectiva esas
dificultades.
Las NOCEP creadas con ocasión de las medidas y políticas públicas resultantes de los
acuerdos de La Habana han de ser organizaciones socialmente responsables con una
caracterización fundamentada en la cogestión y la justa distribución de la utilidad generada
en su operación. En tal sentido el debate sobre la rentabilidad y la RSE debe entenderse
como el reconocimiento de la necesidad del beneficio para la empresa (Araque & Montero,
2006), pero no con la idea de su maximización sino de su justicia, configurándose el
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enfoque de utilidad razonable, “para significar que las ganancias son el resultado de unas
acciones e interacciones acordadas por todos los stakeholders y no las impuestas
unilateralmente por los propietarios” (Valenzuela, 2005, pág. 353).
3.3. Construcción justa y consensual del país: un enfoque de capital
social
Los diálogos de La Habana entre el Gobierno y las FARC-EP una vez sean refrendados por
la población colombiana, podrían considerarse sin lugar a dudas como las bases para la
construcción de una paz estable y duradera con justicia social, de manera que satisfarían
aquellos ideales de unos principios emergentes de un acuerdo justo en los términos de
Rawls (1997), cuya moralidad política está centrada en la justicia para una época en que
ella parece agotada y la justicia surge para organizar el orden institucional (Grueso, 2010),
donde el problema no es el de los recursos sino los gobiernos represivos y las élites
corruptas, entre otras razones aludidas por Rawls, en cita de Cepeda (2005). En este
contexto, diríamos con Giraldo Ramírez (2008) que la guerra librada por más de cinco
décadas nos puede conducir a una paz justa y duradera, como teoría ideal ralwsiana.
Ante la inocultable tensión social y el evidente deterioro ambiental por la presencia y
operación de las empresas de explotación de recursos naturales y empresas multinacionales
que son vistas por los grupos guerrilleros como invasoras (Jiménez Peña, 2014), se precisa
que en el postconflicto se impulsen de forma decidida políticas ambientales alternativas que
caracterizan la crisis ecológica como una crisis de la civilización, con opciones alternativas
al sistema dominante (Garrido, 1997). Esa postura auténtica y ética de los actores del
diálogo de La Habana les permitiría encontrar unas alternativas de solución a nuestros
problemas sin acudir a ideas extranjeras, sino buscar realidades específicas, dado que
ignorarlas ha propiciado que los tiranos accedan al poder y que los Estados Unidos
impongan su voluntad (De Sousa, 2011), asunto que exige resolver apropiadamente la
paradoja de la autonomía y la vulnerabilidad, en el sentido que la primera es la de un ser
frágil y vulnerable, en tanto la segunda no sería más que una patología (Ricoeur, 2008).
La construcción justa y consensual de una paz estable y duradera implica que se actúe de
manera independiente, sin la presencia e influencia negativa de los Estados Unidos (Amat,
2015), cuyas políticas a través de la historia han mantenido y alentado el conflicto
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colombiano, primero cuando su lucha era contra el comunismo, luego con su guerra
antidrogas y últimamente contra el terrorismo, donde las FARC-EP han sido el chivo
expiatorio para que los gobiernos le hagan el juego a tales políticas, lo que ha dado para
calificar al conflicto como intratable (Abbot, 2014).
4. Conclusiones
Los colombianos tenemos la oportunidad histórica de construir un futuro próspero y
pacífico si reconocemos que es indispensable cambiar las estructuras sociales e
institucionales que alientan la desigualdad. Ese camino largo y difícil de la reconciliación
sólo será exitoso en la medida en que se dé un compromiso general y participativo con unas
condiciones de vida mejores para las mayorías, generando así la confianza que impulse al
país hacia la paz con justicia social.
La empresa como actor primordial del desarrollo social tiene un papel fundamental en el
posconflicto. Las nuevas organizaciones para una Colombia en paz “NOCEP”, requieren de
la participación de sus involucrados, a través de acciones directas como el co-gobierno que
materializa el ejercicio del diálogo y la toma de decisiones consensuadas.
Un cambio de concepción de la empresa es reclamado, en el marco de un posconflicto que
necesita un tránsito hacia la satisfacción de las necesidades sociales. Para ello, el Estado,
debe garantizar efectivamente los derechos de sus ciudadanos a través del acceso cierto a
las oportunidades para que la construcción de una nueva Colombia puede ser posible.
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