Documento de Santo Toribio de Mogrovejo

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SANTO TORIBIO DE MOGROVEJO Nacimiento y primeros estudios: Toribio Alfonso de Mogrovejo, nace en la ciudad de Mayorga , Villa del Reino de León, hoy Valladolid (España) el 16/17 de noviembre del año 1538, siendo sus padres don Luís Mogrovejo, Bachiller en Derecho y doña Ana de Robledo y Morán, de ilustre familia de Villaquejida , Provincia de León y diócesis de Oviedo. Fue el tercero de cinco hermanos (Luís, Lupercio, Toribio, María Coco y Grimanesa), su hermana Grimanesa es quien junto a su esposo don Francisco de Quiñones, lo acompaña en su viaje al Perú. Sus primeros estudios los realizó en Mayorga, luego en Valladolid, su formación superior en la Universidad de Salamanca, donde en 1562 obtuvo el grado de Bachiller de Cánones Arzobispo: El 28 de agosto de 1578, Felipe II firmó la Cédula Real de presentación del nuevo Arzobispo al Papa Gregorio XIII quien acepta la propuesta y el nuevo Arzobispo sería un laico de 39 años. Toribio de Mogrovejo fue nombrado Arzobispo el 16 de marzo de 1579, era en ese momento inquisidor de Granada y allí recibió el diaconado y el sacerdocio (agosto de 1580). En una carta escrita al Papa manifiesta: “Si bien es un peso que supera mis fuerzas, temible aún por los Ángeles, y a pesar de verme indigno de tan alto cargo no he diferido más el aceptarlo, confiado en el Señor y arrojando en él todas mis inquietudes”. Llegada al Perú: La flota del nuevo Arzobispo, desembarcó en el puerto de Paita en abril de 1581, siguieron por tierra hasta Jayanca, primera localidad de su jurisdicción. Al llegar a Chancay salieron a recibirlo los sacerdotes en unión de todo el pueblo de Lima. El Cabildo Eclesiástico le tributó un recibimiento triunfal. El viernes 12 de mayo de 1581, contaba el prelado con solo 42 años, cuando hace su entrada en la ciudad de Lima. Hubo gran concurso de gente, se hicieron los altares y las campanas no dejaban de repicar. Labor Pastoral: Promulgó normas de pastor para ser vividas por él y por sus fieles, bajo su mandato se realizaron Tres Concilios y Trece Sínodos (1582 a 1604). Fue un Obispo doctrinero, en la entraña de su acción apostólica, coloca en primerísimo lugar la incorporación del hombre andino a la fe cristiana y a la vida de la Iglesia. Toma verdadero interés en la educación de los niños ordena la enseñanza en la lengua del cuzco y en Aymará. Un mandato prioritario fue la fundación y atención de hospitales, tenía especial predilección por los enfermos. Solía visitarlos con frecuencia y socorrerlos a la vez. Frutos suyos serán la fundación de seminarios, la publicación de un catecismo en los tres idiomas (castellano, quechua y aymará). Llevó hasta lo último su compromiso evangélico con el indio. Zaña: En su tercera visita que comienza el 8 de agosto de 1601, recorrió las provincias de Casma, Huarochirí, Yauyos, entre otros. Hace un pequeño descanso y reinicia su visita pastoral el 12 de enero de 1605. Acaba de visitar minuciosamente la catedral, inventariando sus bienes. Parece que marcha con el presentimiento de no volver a la Ciudad de los Reyes. Recorre las provincias de Chancay, Barranca, visita algunos distritos de Cajatambo, pasa luego al Callejón de Huaylas y, bajando a la costa pasa por Casma, se dirige al norte a los valles de Pacasmayo y Chiclayo. Al llegar a Guadalupe, en el Santuario de Nuestra señora, comenzó a sentirse mal; sigue hasta Chérrepe y Reque, de donde se encaminó a Zaña. Lo acompaña su fiel escudero Sancho de Ávila que pronto se ve ayudado de una abigarrada muchedumbre de españoles, mestizos, indios y negros que ven en el Arzobispo un “Taita”, un padre, y al que tienden sus manos para bajarle de la mula y colocarle en unas angarillas. Muere cantando: Son las 3 de la tarde del día martes 21 de marzo. La mula camina cansina por los arenales bajo el peso del hombre que lleva encima, sudoroso, afiebrado, que se dirige enfermo de muerte a la Villa de Santiago de Miraflores de Zaña. Sus fieles capellanes y criados le siguen con los ojos húmedos por el llanto al ver el estado

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SANTO TORIBIO DE MOGROVEJO

Nacimiento y primeros estudios: Toribio Alfonso de Mogrovejo,

nace en la ciudad de Mayorga , Villa del Reino de León, hoy Valladolid (España) el 16/17 de noviembre del año 1538, siendo sus padres don Luís Mogrovejo, Bachiller en Derecho y doña Ana de Robledo y Morán, de ilustre familia de Villaquejida , Provincia de León y diócesis de Oviedo. Fue el tercero de cinco hermanos (Luís, Lupercio, Toribio, María Coco y Grimanesa), su hermana Grimanesa es quien junto a su esposo don Francisco de Quiñones, lo acompaña en su viaje al Perú. Sus primeros estudios los realizó en Mayorga, luego en Valladolid, su formación superior en la Universidad de Salamanca, donde en 1562 obtuvo el grado de Bachiller de Cánones Arzobispo: El 28 de agosto de 1578, Felipe II firmó la Cédula Real de presentación del nuevo Arzobispo al Papa Gregorio XIII quien acepta la propuesta y el nuevo Arzobispo sería un laico de 39 años. Toribio de Mogrovejo fue nombrado Arzobispo el 16 de marzo de 1579, era en ese momento inquisidor de Granada y allí recibió el diaconado y el sacerdocio (agosto de 1580). En una carta escrita al Papa manifiesta: “Si bien es un peso que supera mis fuerzas, temible aún por los Ángeles, y a pesar de verme indigno de tan alto cargo no he diferido más el aceptarlo, confiado en el Señor y arrojando en él todas mis inquietudes”. Llegada al Perú: La flota del nuevo Arzobispo, desembarcó en el

puerto de Paita en abril de 1581, siguieron por tierra hasta Jayanca, primera localidad de su jurisdicción. Al llegar a Chancay salieron a recibirlo los sacerdotes en unión de todo el pueblo de Lima. El Cabildo Eclesiástico le tributó un recibimiento triunfal. El viernes 12 de mayo de 1581, contaba el prelado con solo 42 años, cuando hace su entrada en la ciudad de Lima. Hubo gran concurso de gente, se hicieron los altares y las campanas no dejaban de repicar.

Labor Pastoral: Promulgó normas de pastor para ser vividas por él y

por sus fieles, bajo su mandato se realizaron Tres Concilios y Trece Sínodos (1582 a 1604). Fue un Obispo doctrinero, en la entraña de su acción apostólica, coloca en primerísimo lugar la incorporación del hombre andino a la fe cristiana y a la vida de la Iglesia. Toma verdadero interés en la educación de los niños ordena la enseñanza en la lengua del cuzco y en Aymará. Un mandato prioritario fue la fundación y atención de hospitales, tenía especial predilección por los enfermos. Solía visitarlos con frecuencia y socorrerlos a la vez. Frutos suyos serán la fundación de seminarios, la publicación de un catecismo en los tres idiomas (castellano, quechua y aymará). Llevó hasta lo último su compromiso evangélico con el indio. Zaña: En su tercera visita que comienza el 8 de agosto de 1601,

recorrió las provincias de Casma, Huarochirí, Yauyos, entre otros. Hace un pequeño descanso y reinicia su visita pastoral el 12 de enero de 1605. Acaba de visitar minuciosamente la catedral, inventariando sus bienes. Parece que marcha con el presentimiento de no volver a la Ciudad de los Reyes. Recorre las provincias de Chancay, Barranca, visita algunos distritos de Cajatambo, pasa luego al Callejón de Huaylas y, bajando a la costa pasa por Casma, se dirige al norte a los valles de Pacasmayo y Chiclayo. Al llegar a Guadalupe, en el Santuario de Nuestra señora, comenzó a sentirse mal; sigue hasta Chérrepe y Reque, de donde se encaminó a Zaña. Lo acompaña su fiel escudero Sancho de Ávila que pronto se ve ayudado de una abigarrada muchedumbre de españoles, mestizos, indios y negros que ven en el Arzobispo un “Taita”, un padre, y al que tienden sus manos para bajarle de la mula y colocarle en unas angarillas. Muere cantando: Son las 3 de la tarde del día martes 21 de marzo.

La mula camina cansina por los arenales bajo el peso del hombre que lleva encima, sudoroso, afiebrado, que se dirige enfermo de muerte a la Villa de Santiago de Miraflores de Zaña. Sus fieles capellanes y criados le siguen con los ojos húmedos por el llanto al ver el estado

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lastimoso en que se encuentra su Señoría Ilustrísima, presenta el semblante sudoroso, el rostro enjuto y macilento, los ojos hundidos donde el fulgor de su mirada amable y penetrante de siempre se va apagando. Él sabe que en Saña se entregará a Dios.

Contaba con 68 años y 4 meses de vida. Anochece en la antigua Villa Santiago de Miraflores, Toribio presiente la agonía en la humilde casa del párroco Juan de Herrera y sacando fuerzas de flaqueza y con los ojos llenos de luz exclama: ¡Que alegría cuando me dijeron: vamos a la casa del Señor! Es jueves santo, 23 de marzo de 1606, es llevado por iniciativa suya a la iglesia para recibir la Unción de los Enfermos que recibe de manos del Capellán Don Juan de Robles. Al volver a su habitación pide que lo dejen solo, su respiración se ha tornado más lenta y fatigosa, pero los que están en la sala le escuchan decir: “Ya te he dicho que eres muy inoportuno; vete que no tienes que esperar aquí”. Todos intuyen que el demonio se había hecho presente y con voz apagada Toribio pide el Santo Cristo que aprieta contra el pecho con el corazón rebosante de amor. Enseguida pide al prior agustino que taña el arpa, Fray Jerónimo Ramírez no se hace rogar y acompaña el suave canto del agonizante… ¡A ti Señor, me acojo… en tus manos encomiendo mi espíritu! Y expiró suavemente. Se durmió, sin apenas un murmullo, cuando despertaban las alondras de su tierra. Blancos, negros, indios, y mestizos, lloran su partida. Le habían seguido a todas partes donde iba, le habían visto sufrir con los que sufren, atender y defender a sus amados indios, habían aprendido de él a hacer el bien, a vivir la fe con valentía, a amar a todos como hermanos, a vivir en el amor de Dios con toda el alma, con todo el corazón sobre todas las cosas…aquel apostó por su hermandad que defendió su libertad ya no estaba con ellos. Funeral: Las campanas sonaban lúgubremente. Los fieles se agolpaban alrededor de la Casa Parroquial. Todos quieren ver al Padre, al Maestro y Pastor de sus almas. El Doctor Diego de Castro y el cirujano Gaspar Núñez de Vega, embalsamaron el cuerpo de su

Ilustrísima. Se le revistió según su voluntad, con los hábitos de la Ordenes Religiosas de Santo Domingo, de San Francisco y de San Agustín. Sobre todo eso se le puso la vestimenta episcopal. Se dio inicio a la serie de preparativos para las honras fúnebres del Bienaventurado Señor Arzobispo Don Toribio Alfonso de Mogrovejo. Se confeccionó el túmulo de crespones, tafetanes, cendales; los lutos para sus criados, así españoles como negros que le acompañaban; las antorchas, hachones (velas de cera grandes y gruesas), cirios, velas. Doña Grimanesa, en memoria y amor a su hermano el Señor Arzobispo, mandó desde Lima, un cajón de los grandes repleto de velas y cuatro hachas. Se le puso, con toda reverencia, en un ataúd tumbado, forrado con bayeta, claveteado, con los cordones, borlas y cintas. Mientras en la Iglesia Mayor o Parroquia el Maestro albañil, D. Díaz Albán, preparaba la tumba, con cal y adobe, en el lado del Evangelio ante la capilla de Nuestra Señora del Rosario en presencia del P. Bartolomé Dávila, que lo contrató. El cortejo fúnebre era imponente. La gente seguía el féretro custodiado por seis acompañantes vestidos de negro, sosteniendo seis cintas blancas y otros con hachas encendidas acompañando los restos mortales de su Ilustrísima que, en su semblante, reflejaba una gran paz y bienaventuranza. En la Iglesia se tuvieron las honras fúnebres. Ocho indios de Lambayeque músicos, cantaron en las honras y entierro. El ataúd se cerró y fue depositado en la tumba preparada de antemano. Como era costumbre en la muerte de un Obispo, sobre la tumba, colgado se puso el Capelo (campana de cristal para resguardar del polvo) de color sinople (verde) Después de las exequias, los presentes, cabizbajos y llorosos, abandonaron el lugar en silencio. Allí quedaron los restos mortales de Su Señoría, el Arzobispo de los Reyes de la Ciudad de Lima, en la

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paz y en el recuerdo agradecido de todos sus feligreses de su Diócesis. Iglesia Matriz: Construcción colonial que data de fines del siglo XVI y comienzos del XVII es de tipo Basilicial con una nave central más alta y dos capillas laterales más bajas (actualmente se encuentran en ruinas). A la semana de su muerte, Santo Toribio fue enterrado en esa iglesia, que en aquella época era la iglesia parroquial de Zaña. Posteriormente fue trasladado a la ciudad de Lima y enterrado en la Catedral el viernes 27 de abril de 1607. El corazón de Santo Toribio: Entre los restos mortales estaba su corazón. No se había convertido en polvo. El corazón reposa en la quietud y a la veneración de las Religiosas del Monasterio de Santa Clara, en Barrios Altos de Lima, fundado por Santo Toribio. En la ciudad de Zaña se conserva una reliquia de una tibia que envió desde Lima el Excmo. e Ilmo. Sr. Dr. D. Melchor de Liñan y Cisneros. Cuando entró la reliquia de la tibia de Santo Toribio, se produjo un fenómeno que impresionó a toda la población por lo maravilloso del suceso. Las crónicas lo atestiguan con unánime concordia de fecha y datos con testigos oculares: religiosos, autoridades eclesiásticas y civiles, españoles, indios, mulatos, mestizos, zambos, habitantes ellos del pluriétnico Corregimiento de Zaña. Fue el día sábado 11 de julio del año de Señor de 1705. Al llegar la santa Reliquia, se depositó en la capilla sobre el al atar de Nuestra señora del Rosario de la Iglesia Parroquial , cerca de la sepultura que por espacio de un año, había conservado el cuerpo del Señor Arzobispo de los Reyes, don Toribio Alfonso de Mogrovejo. Habían pasado 99 años desde su muerte. Era ya noche cerrada cuando algunas personas vieron levantarse del Humilladero – lugar donde murió Santo Toribio que fue la casa y Curato de D. Juan de Herrera, párroco (actualmente convertida en

capilla) – “un globo de luz o lúcida antorcha que difundiéndose por la región del aire hacia la plaza de la misma ciudad de Zaña, la bañó de luz con tanta claridad que causó notable admiración, como por espacio de un cuarto de hora y más…” No menos expedito es el testimonio de Fray Alonso de Ortega, religioso de la Real Orden de Nuestra Señora de la Merced Redención de Cautivos. Estando en la calle que va de la plaza al Convento de la Merced, de esta a la vuelta de la esquina donde estaban parados con el alférez Diego Vásquez, hablando con un negrito criollo, vieron una gran luz hacia la región del aire que los deslumbró y horrorizó. Les dijo el negrito asustadísimo: - Señor parece rayo. El suceso impactó tanto, que la población entera acudió en tropel a la Parroquia donde estaba la reliquia, para rezar, llorando y cantando, pidiendo a su añorado Pastor que protegiera a su pueblo que tanto había amado hasta el punto de afirmar, estando ya enfermo en la ciudad de Guadalupe, que moriría en Zaña. Anécdota: Corría el año 1568 y Toribio acude como peregrino a

Santiago de Compostela, acompañado de su amigo Francisco de Contrera, resulta que al entrar en una iglesia, a la puerta, una mujer de raza negra, al verles tan mal parados , sacó de su bolsa “un cuarto real“ y se lo ofreció como limosna. Toribio lo rechazó disculpándose: “señora, Dios os lo pague, que aquí llevamos para pasar nuestra romería”. Siempre que celebraba Misa le venía a la memoria la negra y la encomendaba a Dios. Cariño hacia la gente de raza negra: En tiempos de Santo Toribio, vivían en Zaña indígenas, colíes, negros, mestizos y españoles. La raza negra era la más representativa y era reconocida por su dedicación al trabajo, por sus especialidades en satisfacer las necesidades del servicio doméstico, por sus trabajos en cuero, repostería y cocina. Destacaban también en cantos y bailes típicos como el tondero, el lundero y en especial por las cumananas y décimas, en las que eran expertos por su inventiva y originalidad.

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Santo Toribio tuvo siempre aprecio por la gente negra, nunca permitió que se les llame negros, prefería que se les llame por su nombre o se les diga hombre moreno, se quedó impactado cuando una negra le entregó una moneda al verlo cansado y polvoriento por la peregrinación al apóstol Santiago. Cuando se vino se España al Perú, diez negros viajaron con él a su servicio, durante sus visitas pastorales eran los morenos parte de su “familia”. Le acompañaron y le asistieron durante 25 años que tuvo de Pastor y Padre de los pobres. En sus últimos momentos de vida, sus medicamentos ordenados por el médico eran preparados por una negra bozal y una mujer morena le asistió hasta que dio su último suspiro. Milagros: Son hechos inexplicables por las leyes naturales que se

atribuyen a la intervención sobrenatural. Se han recogido más de un centenar aquí algunos de ellos:

Es uno de los más grandes ejemplos de obispos evangelizadores. El concilio plenario americano del 1900 lo llamó “TOTIUS EPISCOPATUS AMERICANI LUMINARE MAIUS”, que quiere decir “LA LUMBRERA MAYOR DE TODO EL EPISCOPADO AMERICANO” Si consideramos el milagro tal como lo define la Real Academia de la Lengua: “Hecho no explicable por las leyes naturales y que se atribuye a intervención sobrenatural”, en torno a nuestro santo se han recogido más de un centenar. La Sagrada Congregación sólo comprobó detenidamente quince de los que hizo en vida y otros tantos de los acaecidos después de su muerte, por ser pruebas, más que suficientes, para declarar su heroica santidad.

El don de lenguas: El P Mauricio Rodríguez, sacerdote limeño, narra que en cierta ocasión, Santo Toribio llegó hasta el territorio de los indios "Panataguas", "que es gente rebelada"; y "cantidad de ellos con sus armas" le salieron al encuentro. El santo arzobispo entonces "les habló de manera que se arrojaron a sus pies y le besaron la ropa" y le hablaban como a uno de ellos. Fue allí que uno de los intérpretes de su séquito, sorprendido por lo que estaba presenciando, quiso saber "lo que los dichos indios infieles le decían en su lengua no usada ni tratada". Y Santo Toribio "miró el cielo diciendo: -Dejad, que yo los entiendo -Y volvió a hablarles en la lengua española que en su vida habían oído ni sabido, y mucho en latín del Santo Evangelio, y fue entendido de todos, y vuelto a responder en su lengua. (Actas/Procesos, 1632, f. 562r-563r). Don de curación: Este mismo testigo, que fue capellán mayor del monasterio de monjas de la Encarnación y abad mayor del Hospital de San Pedro para sacerdotes, en la ciudad de Lima, luego de afirmar que vio cómo el santo arzobispo "todas las fiestas y domingos predicaba a la puerta de la iglesia en su lengua india a los indios, en su silla, y los enseñaba las cosas del Santo Evangelio como buen pastor" comentó que este auténtico Pastor de Cristo “visitó (...) toda su diócesis sin dejar rincón, consolando y socorriendo a los pobres indios en sus enfermedades con regalos y dádivas. E imponiéndoles las manos, estando enfermos, quedaban buenos y sanos de cualesquier enfermedad”. (Actas/Procesos, 1632, f. 563v). En el monasterio de la Encarnación de Lima, de las canónigas de San Agustín, consagraba Toribio al Reverendísimo Arzobispo de Méjico, D. Alfonso Fernández de Bonilla. Fue tal el gentío y tal la apertura, que murió sofocada una parvulita. La consternación de la muchedumbre fue grande, y mayor el dolor de la pobre madre; fuera ésta de sí, pero guiada por su fe, rompe por entre el concurso con su hijita difunta entre los brazos, diríjase hacia el altar mayor, y allí, enmalecida, deposita a los pies del Santo el fruto de sus entrañas. Toribio se conturba, mezcla lágrimas con lágrimas, la consuela, aviva su esperanza, se arrodilla, ora extático, se levanta, e imponiendo sus

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benditas manos sobre el angelito, la resucita y sana, y festiva la retorna a la angustiada madre, que se creía despertar de una larga pesadilla. Por otro lado cuentan las crónicas que el Santo "al ver que las buenas tierras se quedaron sin agua, rogó por los habitantes del lugar, e inspirado por Dios subió a una altura a media legua del pueblo. Allí, revestido de pontifical, golpeó cual otro Moisés con su báculo tres veces las rocas, y de ellas brotaron tres brazos de agua cristalina que hasta ahora da vida, verdor, lozanía a aquella región, que corren en forma de cruz; el derecho riega la estancia de Rocotay, el izquierdo la villa de Macate y el centro corre de este a occidente por la quebrada denominada del milagro. Este hecho no sólo está autenticado por una tradición constante en el pueblo, sino también porque en la festividad de Santo Toribio, cada 27 de abril, se repite, en el mismo lugar del milagro, el gesto del Santo. Hay además, en la iglesia de Macate una pintura que reproduce la escena, mandada pintar por el cura de Huaraz, Julián Morales. A media legua de la villa, hacia el este, existe esta fuente conocida como la del Milagro, donde existía un pequeño santuario. Son varios los milagros vinculados con el agua: El de Llumpa, que nos refiere la tradición ubicada cerca de Piscobamba, en el lugar llamado Yishpaj por haber hecho brotar buena agua de una parte muy alta para regar el valle de Llacma o Gagananin. Como el Santo se dirigiese a pie de Pumallucay a Piscobamba y subiese fatigosamente en pleno sol de Llacma a Llumpa, se encontró con una mujer que llevaba un cántaro de agua. El prelado le solicitó por amor de Dios un poco de agua para sus acompañantes y para él mismo; la mujer se negó debido al mucho sacrificio que le costaba por traerla de un lugar muy lejano. Los caminantes reanudaron resignados la marcha y volvieron a encontrarse con otra mujer que accedió a la petición de calmar su sed. Santo Toribio, conmovido por la bondad de la mujer, le dijo: Desde ahora no tendrás que seguir sufriendo por tu agua y con el báculo golpeó la roca de donde brotó instantáneamente agua para beneficio de todos los moradores de la zona.

Otra por el estilo sucedió en Recuay, en la quebradita denominada "Arzobispo". Se cuenta que había una pequeña caída de agua con extraño ruido que humedecía el lugar, haciendo crecer una yerba venenosa que mataba a todo ser viviente que la bebía. El Arzobispo, al escuchar las lamentaciones de los naturales, compadecido, marchó al lugar y lo conjuró rociando con agua bendita a las gentes que lo acompañaban y haciéndoles beber el agua. El prodigio fue tal que nadie sintió los efectos de una cercana muerte. Entonces, todos se postraron de rodillas y agradecieron a Dios y al Arzobispo. A partir de ese momento, las aguas amargas, el santo las bendijo haciéndolas dulces y potables. En las inmediaciones del chorro de agua crece una yerba llamada "yerba del Arzobispo" con propiedades curativas para las mujeres y animales que van a dar a luz. Varios son los milagros que tienen que ver con el nacimiento. La futura madre se encuentra en dificultades, le procuran una reliquia del santo (el bonete, el pectoral, el zapato) y da a luz perfectamente. Con todas las de la ley se le podría nombrar también patrono de la vida. Jamás dejó de visitar a un solo indio, por pobre y alejado que estuviera. Basta un ejemplo por el que nos podemos hacer idea de lo que era aquello. Se les había hecho de noche en la margen del río. Decidió acampar y esperar la normalidad de las aguas al día siguiente, pues el río había subido de repente. Los demás lo habían atravesado ya. Quedaron con él sus dos capellanes y el negro Domingo que le servía. No había para cenar sino un pan que llevaba el negro. El prelado lo partió en cuatro partes, para los cuatro comensales, y, con un poco de agua del río hicieron su cena. Rezó sus horas canónicas y se acostó al sereno. No habían descansado hora y media cuando sobrevino un aguacero muy terrible que duró hasta el amanecer y no les dejó conciliar el sueño. Al llegar el día el río continuaba crecido. Rodeado por la cuesta sin caminos ni posibilidad de cabalgadura. Llegaron al pueblo por el puente del río a las ocho de la mañana. Sin desayunar se dirigió a la

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iglesia, hizo oración y predicó a los indios. Oyó misa y volvió a predicar durante ella. Se puso a confirmar y terminó a más de las dos de la tarde. A eso de las tres se sentaba a comer, "bien cansado y trabajado". Preguntó al doctrinero si faltaba alguno por confirmar. El padre, que conocía de lo que era capaz, respondió con evasivas. El arzobispo insistió y el religioso no tuvo más remedio que declararle que a un cuarto de legua había un indio enfermo. El arzobispo se levantó de la mesa y fue allá. Llevaron el pontifical. El indio estaba en un altillo "que si no era con una escalera no pudieran subir". Consoló al indio, le instruyó y le confirmó con la misma solemnidad pontifical que si se tratara de un millón de personas. Volvió a comer. Y encargó mucho al cura dominico que cuidase de él, le consolase y mimase, y le dejó una limosna. Se sentó a comer a las seis de la tarde. "Bendito sea Dios que se ha confirmado este indio —decía—, y no irá ya por mi cuenta a morirse sin este sacramento." Esto no es más que una anécdota. Como éstas hay millares. Logró la conversión de un enorme número de indios. Cuando iba de visita pastoral viajaba siempre rezando. Al llegar a cualquier sitio su primera visita era al templo. Reunía a los indios y les hablaba por horas y horas en el idioma de ellos que se había preocupado por aprender muy bien. Aunque en la mayor parte de los sitios que visitaba no había ni siquiera las más elementales comodidades, en cada pueblo se quedaba varios días instruyendo a los nativos, bautizando y confirmando. Murió como correspondía a un luchador de su talla: en pleno combate. Se sintió enfermo, y continuó, sin embargo, la visita. Le pedían y le suplicaban sus acompañantes que se cuidara un poco. Fue todo en vano. Continuó trabajando hasta el último momento. Había llegado a Zaña medio muerto, con ánimo de consagrar allí los óleos. Le derribó la fiebre; y con todo, por rigor de ayuno del tiempo (era Semana Santa.), "no comió carne hasta tres o cuatro días antes de morir, por mandato del médico, lo cual fue mucha parte para

apresurar su muerte, por no haberse dejado regalar estando enfermo". La última prueba la enfrentó Santo Toribio en el poblado de Saña. Hacía más de un año que había abandonado Lima para visitar las provincias del norte. Llega a Zaña gravemente enfermo. Presagiando el final, es más pródigo con sus limosnas a los pobres. Al abandonarle sus fuerzas debe recluirse en la casa del párroco. Su capellán Juan de Robles le explica la gravedad de su estado, diagnosticado por un médico del lugar. Recogido ante lo inevitable, le contesta con las palabras del Salmo 121: “Me alegré con lo que me dijeron; vamos a la casa del Señor”. Pidió el viático. Ya agonizante, quiere acudir a la morada de su Señor, porque se sentía indigno de que Dios le fuese a visitar. Entre sus sirvientes improvisan unas angarillas, llevándolo a la iglesia. Solamente quedaba aguardar. Repite con voz apenas perceptible las palabras de Pablo en Filipenses: “Deseo ser desatado y estar contigo”. Manda llamar a un fraile agustino, hábil con el arpa. ¿Acaso este ansiado encuentro con el Salvador, tras tantas fatigas, debía ser penoso? Le pide al hermano que entone, acompañado del arpa, el Salmo 115, “Preciosa a los ojos de Dios la muerte de sus justos”. Y añadió: “en tus manos encomiendo mi espíritu”. Mientras el canto lo arrullaba se efectuó el tránsito hacia la casa del Padre. Allí, lejos de su iglesia catedral, rodeado de sus indios amadísimos y de los sacerdotes que habían concurrido para la consagración de los óleos. Murió el día de jueves Santo de 1606. El año siguiente al de la muerte del santo arzobispo Toribio, se trasladó su cuerpo de Santa a Lima: aún estaba incorrupto. El autor de su biografía y las actas de su canonización informan que resucitó a un muerto como lo hemos dicho líneas arriba y dejó sanos a numerosos enfermos. También después de su muerte obró muchos milagros. Fue beatificado en 1679 por Inocencio XI y canonizado en 1726 por Benedicto XIII. En 1983 Juan Pablo II lo proclamó Patrono del Episcopado latinoamericano.

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Capilla Santo Toribio: La actual capilla de Santo Toribio fue

construida de material noble y la misma es terminada en el año 1973 e inaugurada para la festividad religiosa del 27 de abril del mismo año. Esta construcción está edificada en el lugar donde estuvo la capilla antigua, la cual fue construida de adobes y se encuentra muy cerca del lugar donde falleció Santo Toribio de Mogrovejo. Todos los 27 de abril de cada año, parte de ese lugar la sagrada imagen del patrón de Zaña en una multitudinaria procesión que recorre las principales calles del pueblo. Beatificación y Canonización: Fue beatificado por el Papa Inocencio

XI, el 28 de junio de 1679, aunque la solemnidad se celebra el 22 de junio. La noticia no llegó a Lima hasta el 17 de abril de 1680. En cuanto las campanas voltearon para comunicar la noticia, Lima se convirtió en una fiesta. Si con la beatificación se permitía el culto limitado, con la canonización se imponía la obligación universal de venerar al santo. Fue canonizado el 10 de diciembre de 1726 por el Papa Benedicto XIII, esta noticia llega a Lima en la primavera de 1727. Reliquia: La reliquia de Santo Toribio, llega a Zaña en el año de

1705, y fue remitida por el Arzobispo de ese entonces Liñán de Cisneros, esta consiste en una pequeña parte de la tibia del santo y la misma se encuentra dentro de una custodia permaneciendo bajo el cuidado de la parroquia. Se dice que cuando esta reliquia llegó a Zaña, salió un a luz de la capilla donde murió el santo y llegó hasta la Plaza Mayor (milagro del humilladero)

Significado del Escudo de Santo Toribio de Mogrovejo:

Apellidos: Alonso Mogrovejo Robledo Morán. ALONSO: Guerrero noble, título que el rey Don Pelayo en el 718 le confirió a la casa – castillo del actual torreón de la familia de Mogrovejo. En escudo cuartelado, en el primer cuartel en campo azul una torre de oro por el torreón de

MOGROVEJO, poblado ubicado en Potes (Santander); en el segundo cuartel, un campo de sinople (verde) un culebrón o grifo marino, por la casa MORÁN de Mestich; en el tercer cuartel, en campo de plata un león de gules y en el cuarto cuartel en el campo azul tres flores de lis de oro. En el fondo del escudo hay un escudete de oro con un árbol de sinople bordado de plata con 8 arminios, armas de la casa de ROBLES, de donde era la madre del Santo. Cubre el escudo el sombrero del Pastor adornado con borlas doctorales. CONCILIO III LIMENSE Apertura: Era la primera vez que la aristocrática ciudad de los Reyes

veían tantos ornamentos episcopales, solemnes. Había llegado del sur los dos prelados chilenos; Antonio de San Miguel, de la Imperial y Diego de Medellín, de Santiago y del Cuzco Sebastián de Lartaun. Alonso Guerra, de la Asunción del Paraguay, recibió en Lima su consagración episcopal el 12 de agosto, en su Iglesia dominica del Rosario. Mientras tanto, Pedro de la Pena, anciano y enfermo, se disponía a trasladarse desde su sede de Quito, pero no llegará hasta el próximo octubre, el del Tucumán, Francisco de Victoria, se detenía en Potosí y sólo llegará a Lima en marzo del 84, lo mismo que el prelado de Charcas, Alonso Granero de Avalos, hombre muy impedido de las piernas y muy doliente. El 15 de agosto de 1582, con los obispos presentes, el clero, más el virrey Enríquez con la Audiencia, el ceremonial romano desplegó en

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la humilde catedral limense toda su esplendidez protocolaria. Misa del arzobispo, Sermón del Obispo, San miguel, lectura de los decretos tridentinos, profesión de fe, y se citaron a la Sala capitular para las siguientes sesiones. Desarrollo y capítulos estudiados y decretados: Bajo la presidencia de Mogrovejo y con la asistencia frecuente del virrey Enríquez, comenzaron las sesiones, (dos diarias), ya la misma distribución externa de las materias tratadas indica un criterio distinto de los dos primeros Concilio, pues mientras, en éstos se separan indios y españoles, en el tercero ha desaparecido esta distinción, ideología que acusa ya una convivencia unificada de ambos pueblos. Cotejando las disposiciones del presente Concilio con las de los dos precedentes, se observa una marcada tendencia a procurar más facilidad al indígena en el cumplimiento de sus deberes cristianos; respecto del matrimonio se revela una mayor precisión de conceptos y reflejarse un estado general de mayor moralidad. Respecto de la confesión y comunión, se conceden más y mayores facilidades a los indios para acercarse a la Eucaristía. Se e fija en 200-300 el número de los feligreses de cada parroquia, con miras a su mejor educación religiosa, evidenciándose de este modo el interés que existía por evangelizar a los indios. Apelaciones: Toda reforma suscita la consiguiente contra reforma. A

esta ley general obedecen las reacciones violentas que sucedieron a la promulgación canónica del Concilio, aún condicionado a la aprobación papal. Los capítulos apelados se condensan en los referentes a la disciplina del clero; los puntos apelados y las censuras eran considerados desproporcionadas por su magnitud. Las apelaciones se dirigieron a la Audiencia, muerto el Virrey Enríquez el 12 de marzo de 83, la regía entidad desestimó la apelación, pero posteriormente dos oidores aceptaron el recurso, suspendiendo la aplicación del Concilio hasta la real aprobación.

No contentos, con esta determinación, elementos del Clero enviaron a Madrid a don Domingo de Almeida y en Roma comisionaron a don Francisco de Estrada para presentar sus quejas. Paralelamente, el Arzobispo, recurrió en defensa del Concilio ante el Papa y el monarca. La comisión de cardenales, presidida por el cardenal Antonio Caraffa, rebajó un tanto las penas impuestas, introdujo algunas pequeñas modificaciones y dio el placer papal el 26 de octubre del 88, al que seguía el placer regio integro el 18 de septiembre del 91. Así adquirió vivencia plena el Concilio III Limense. Fiesta nacional: Su fiesta nacional se celebra el 27 de abril, fecha en

la cual su cuerpo fue trasladado a la Catedral de Lima. 400 años: El 23 de marzo de 2006, la diócesis de Chiclayo preparó un homenaje a nuestro Santo Patrón que tuvo como escenario la ciudad de Zaña al conmemorarse los 400 años del tránsito al cielo de Santo Toribio de Mogrovejo.