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Revista de Psicoanálisis

Publicación semestral de laAsociación Psicoanalítica de Córdoba

Sociedad componente de laFederación Psicoanalítica de AméricaLatina y de la AsociaciónPsicoanalítica Internacional

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Comité editor

Mariano Horenstein Director

Victoria CanéElizabeth Chapuy de RodríguezEduardo KopelmanGriselda Gianello

Corresponsalía: Federico Ossola Piazza (París)

Secretaría administrativa:Norma ArroyoMaría Fontanetti

Cuidado de la edición:Cecilia Curtino

Arte & diseño:Di Pascuale estudio

Traducción:Federico Ossola PiazzaErnestina Garbino

Comisión Directiva APC

Emilio Roca presidente

Juan Chiapperosecretario general

Cristina Hernandoprosecretaria

Susana Ciceri tesorera

Carola Kuschnir directora de Instituto

Juan Baena secretario científico

Año 3 Número 3 Primavera 2005

Redacción y administración APC:Independencia 1091Córdoba – República ArgentinaTelefax: (++54) (351) 4697186 E- mail: [email protected]

Correspondencia a: [email protected] opiniones de los autores de los artículosson de su exclusiva responsabilidad y noreflejan necesariamente las de los editoresde la publicación.Se autoriza la reproducción citando la fuente.

Comité de lectura

Ricardo Bernardi (APU) Marta Baistrocchi (APC) Mario Bugacov (APR) Alberto Cabral (APA) Cláudio Eizirik (SPPA)Ricardo H. Etchegoyen (APdeBA) Beatriz Gallo (APC)Javier García (APU) Carola Kuschnir (APC) Miguel Leivi (Apdeba) Mario López Vinuesa (APC) Jorge Maldonado (APdeBA)Norberto Marucco (APA) Clara Nemas de Urman (APdeBA) Jorge Olagaray (APA) Oscar Paulucci (APA) Leonardo Peskin (APA) Diego J. Rapela (APC) Abraham Reznichenco (APC) Emilio Roca (APC) Daniel Rodríguez (APdeBA) Elizabeth Tabak de Bianchedi (APdeBA) Enrique Torres (APA) José Luis Valls (APA) Marcelo Viñar (APU)Felipe Votadoro (APF)Jorge Winocur (APA)Bruno Winograd (SAP)

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Índice

Editorial

Texturas freudianas

Tres tres ensayos, por José Treszezamsky.

El niño de las ratas: una escena infantil, por Edmundo Gómez Mango.

Texturas inglesas

La sexualidad, el deseo y el vacío mental, por Jaime Lutenberg.

A cien años de Tres Ensayos, por Rodolfo Moguillansky.

Texturas francesas

La sexualidad a un siglo de los Tres Ensayos, por Silvia Bleichmar.

La sexualidad en el discurso del mercado, por Néstor Braunstein.

La sexualidad en la subjetividad de la época, por Diana Paulozky.

Dossier: Humor y Psicoanálisis

El humor es cosa seria, por Daniel Rodríguez.

Selección de términos, por Stella Navarro Cima.

Psicoanálisis: pasado, presente y futuro, por Rudy.

Políticas del humor contemporáneo: la innovación, por Ana B. Flores

Macedonianas, por Ana B. Flores.

Ironía, por Susana Gómez.

Parodia, por Marcelo Moreno.

Infancia y humor, por María Florencia Ortiz.

El chiste y Lacan, por Susana Gómez.

Humor y psicoanálisis, por Crist.

Para seguir leyendo, por Ximena Ávila y Eugenia Almeida.

Indice

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Índice

Palabras Cruzadas

“Hicimos una tontería enorme al perder a Lacan”. Entrevista a Joyce Mc.Dougall.

El viaje psicoanalítico de Joyce Mc. Dougall, por Elizabeth Chapuy y GriseldaGianello.

Contextos

Descubrimiento freudiano y cambio epocal, por Marcelo Viñar.

Con memoria y con deseo

El freudismo reformista, por Juan Argañaraz.

Dicotomía y sacerdocio, por Deodoro Roca.

Melanie Klein en Buenos Aires, por R. H. Etchegoyen y Samuel Zysman.

Lecturas

La sexualidad humana: un teatro complejo. Reseña de “Las mil y una caras deEros” de Joyce Mc Dougall, por Dolores Banhos y Niris Peralta de Ribotta.

De casos y fracasos: la historia perdida de Sidonie C.. Reseña de “SidonieCsillag. La ´joven homosexual´de Freud, de Ines Rieder y Diana Voigt, porMariano Horenstein.

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No estaría mal considerar al psicoanálisis como la ciencia de los humores. Me-nos en el sentido de disciplina que estudia los estados afectivos que en el de laque se encarga de los líquidos, de las secreciones del cuerpo, ésas que remitenal corazón de la sexualidad. Y la sexualidad sí, atravesando teorías divergentesy cambios culturales, crisis económicas y precisiones conceptuales, continúa es-tando en el núcleo del saber analítico. Y el psicoanálisis se pretende ante todocomo un saber, no instrumental, claro- acerca de la sexualidad.

Y en tanto se ocupa del mundo de las secreciones, se ocupa también de losegregado del saber oficial de todas las épocas (antes, los neuróticos; ahora, elmalestar y el vacío que las ideologías del progreso no logran evacuar); así, des-de esa perspectiva, el psicoanálisis ha hallado terreno fértil para su reflexióntanto en los actos fallidos como en los síntomas histéricos, en el sueño como enel humor.

Apenas se inauguraba el siglo pasado cuando veían la luz dos trabajos deFreud: El chiste y su relación con lo inconciente y Tres ensayos de teoría sexual.

Humores del psicoanálisis

Somos marginales y nos ocupamos de otros marginales. Si ya no fueraasí, si el psicoanálisis un día cesa de estar al margen de las normasaceptadas, pues bien, no seguirá cumpliendo su función.

Joyce Mc Dougall

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Editorial

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Estos dos libros, de cuya primera edición en alemán se cumple este año el cen-tenario, fueron escritos en forma simultánea, según relata E. Jones. Dependien-do del talante de Freud en cada momento, escribía en uno u otro de los ma-nuscritos. Tanto por la contemporaneidad de su escritura como por su vecindadtemática podemos considerarlos parte de un mismo texto, si bien corrieronsuertes distintas. Los Tres ensayos... constituyen uno de los basamentos del edi-ficio teórico freudiano, y da cuenta en la profusión de sus notas y agregadosposteriores del devenir de una teoría viva, en permanente construcción y revi-sión. En la obra del mismo Freud, al igual que en la de sus continuadores másconspicuos, constituyen una referencia insoslayable. El chiste... por lo generalcorrió un destino diverso, donde quizás no tenga poco lugar la dificultad enapreciar, más que los mecanismos típicos de las formaciones del inconciente, lasingularidad de los ejemplos. La íntima relación que une al chiste con el lengua-je y por ende la cultura hace difícil percibir el efecto cómico de chistes recopi-lados mayormente del acervo judío o alemán.

Este solo elemento justifica una puesta al día de las concepciones acerca delhumor, singularidades vernáculas incluidas, que efectuamos en el dossier de es-te número.

El dossier incluye por un lado un trabajo escrito por un psicoanalista, sobrey desde el humor, lejos de las veleidades del psicoanálisis aplicado e intentan-do articular discursos extranjeros, y, quizás por eso, tanto más iluminadores. Supropósito se acentúa más aún en las colaboraciones del GIH (Grupo de investi-gadores del humor) equipo severamente contaminado, desde la nominaciónque se han dado hasta los códigos con los que escriben y debaten, por su obje-to de estudio. Desde la Universidad Nacional de Córdoba vienen trabajando in-terdisciplinariamente (suponemos que también indisciplinadamente), coordi-nados por Anabella Flores, y nos acercan una panoplia de artículos para refle-xionar acerca de las formas de lo humorístico y el lugar que le cabe en la teo-ría (y por qué no en la clínica): los trabajos dibujan un arco que va desde la ver-tiente política e innovadora del humor contemporáneo, ilustrado con ejemplosdesopilantes, hasta la semblanza de Macedonio Fernández como precursor dealgunas tendencias humorísticas actuales, tan afín –más allá de su disputa conFreud- en su “todoposibilidad” y “libreposibilidad” a las volutas de nuestro in-conciente, siempre tan presente en cualquier discurso acerca del humor, pasan-

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Editorial

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do por artículos enciclopédicos acerca de la parodia o de la ironía, un trabajosobre la infancia y el humor, guías terminológicas y de lectura, comentarios bi-bliográficos, etc.. Leer estos artículos constituye un inusitado motivo de disfru-te y una fuente inagotable de sugerencias para el analista.

Y, last but not least, halla lugar en nuestro dossier, más allá de la glosa, elcomentario o la interpretación, el discurso “en bruto” de los humoristas: las de-liciosas crónicas gráficas de Rep, el Clemente de Caloi en su frustrada experien-cia psicoanalítica o las ácidas ilustraciones a que nos tiene acostumbrado Fon-tanarrosa, junto a las reflexiones de Crist o las extravagantes andanzas de losanalistas contemporáneos y por venir que desnuda Rudy en una hermosa paro-dia, nos divierten y exudan, desde los márgenes de los discursos científicos opsicoanalíticos, unos cuantos gramos de verdad.

En fin, el dossier de este número está construido desde diversos ángulos, condiversas miradas, inteligentes aproximaciones todas, hechas desde detrás deldiván, desde la lucidez que se permiten quienes suelen recostarse en él o des-de la calle, ese observatorio cultural de una práctica tan arraigada entre noso-tros como la del psicoanálisis.

El humor, la caricatura política, el arte de la parodia siguen siendo, ahora co-mo en la Viena de un siglo atrás, prácticas subversivas, que denuncian las im-posturas varias en las que siempre el yo se cree rey. Con el aplomo de un siglode existencia, nos permitimos en este número aplicar a nosotros mismos, anuestra praxis analítica, las armas desmitificadoras del humor.

Los artículos recopilados en las diferentes Texturas, siempre algo arbitrariasen el establecimiento de las filiaciones teóricas, recogen trabajos de analistasque aproximan su lente a la sexualidad desde ángulos diversos, en un mosaicoque lejos de agotar el tema, señala tras su diversidad la inevitable insuficienciaimplicada en cualquier abordaje desde lo simbólico a la sexualidad. Incluimostambién la transcripción de la conferencia que Silvia Bleichmar pronunciara conmotivo de la presentación del número anterior de Docta.

En Palabras Cruzadas transcribimos una entrevista que realizamos en Pa-rís a Joyce Mc Dougall, que desgrana sabrosas anécdotas de una autora que seha internado especialmente en los pantanos de la sexualidad. Complementa elreportaje una nota que describe críticamente su itinerario teórico y vital.

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Editorial

La psicoanalista neozelandesa, rara avis que abreva en buena medida en latradición inglesa mientras vive en tierra colonizada por Lacan, que sortea lasacusaciones de eclecticismo desde una posición iconoclasta, refractaria a las de-vociones a cualquier líder de escuela y militante contra lo que llama el terroris-mo teórico, nos acicatea desde el epígrafe que elegimos para este editorial. Quepor otra parte nos parece de rigurosa actualidad hoy cuando arrecian las críti-cas y los oscuros vaticinios: no parece haber pasado tiempo desde la comentadaportada de la revista Time de noviembre de 1993 que rezaba Is Freud dead? y lareciente (agosto de 2005) de la revista Noticias con un provocativo El fin del psi-coanálisis. El psicoanálisis sigue mostrándose urticante, irritando por igual aneopositivistas y neurocientíficos, a historiadores supuestamente “objetivos”(como Mikkel Borch-Jacobsen que auguraba su desaparición desde la primeraplana de La Nación del 14 setiembre de 2005), a la industria farmacológica o afinanciadores preocupados por sus costos. Tres portadas que -más allá de las res-puestas que merecen de parte de los psicoanalistas- parecen confirmar al psicoa-nálisis en la senda que sugería nuestra entrevistada desde su Alegato por unacierta anormalidad. ¿Cabe mejor nombre que éste para definir nuestra discipli-na en estos tiempos de aplanamiento globalizado de las diferencias?

Los ejercicios de memoria de la sección Con memoria y con deseo tienenen este número dos ejes, rioplatense uno, cordobés el otro. R. H. Etchegoyen yS. Zysman historian meticulosamente la recepción de la obra de Klein en el Ríode la Plata (donde a las revistas de psicoanálisis les ha cabido un papel nadadesdeñable). Sabemos que en psicoanálisis existe una íntima coherencia entrela revisión y el asentamiento de su historia, que pivotea incesantemente sobrelas mismas fundaciones que el trabajo clínico cotidiano que sustenta y reinven-ta –más que aplicar- la teoría incesantemente. Los autores reseñan la extraor-dinaria penetración del psicoanálisis en la vida cotidiana y la prensa desde fi-nes de los años cuarenta hasta el inicio de la crisis de la que ya se ha hecho unlugar común hablar. Como todo trabajo que se sumerge en la historia, más aúnsi lo hace desde la experiencia y la calidad intelectual de quienes lo escriben,no puede escudarse en pretendidas “objetividades”, y lo leemos en realidadcomo una toma de partido, subjetiva claro y discutible, la que hace por ejem-plo cuando advierte acerca de un supuesto “progresivo relevo de la clínica klei-niana por la teoría lacaniana”… Estas observaciones del psicoanálisis porteñose balancean con un trabajo donde Juan Argañaraz rescata la docta figura de

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Editorial

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Deodoro Roca, líder de la Reforma Universitaria del 18, quien había efectuado lecturas deFreud a la manera de los librepensadores, es decir, mucho antes de cualquier recepción ins-titucionalizada de su pensamiento. Complementa la sección un documento del mismo Deo-doro: Dicotomía y sacerdocio.

El siempre lúcido Marcelo Viñar, desde Uruguay, indaga en un texto que se nutre de in-teresantes aperturas teóricas de otras disciplinas, cómo afectan los cambios epocales al des-cubrimiento freudiano. Desde Contextos, formula fértiles líneas de investigación en esesentido. En Lecturas se reseña, complementando la entrevista a Joyce Mc Dougall, uno desus textos capitales. También nos hacemos eco de la aparición en español, hecho editorialde magnitud en la que una editorial psicoanalítica de Córdoba tiene no poco que ver, dela biografía de quien fuera la joven homosexual del historial freudiano de 1920.

Desde el título de este número de Docta hemos parafraseado por supuesto al de la clá-sica novela de García Márquez: Cien años de sexualidad. Quizás habría que haber agrega-do: Cien años de sexualidad freudiana. Pues es indudable que la sexualidad desde Freud seha hecho freudiana, tanto como los laberintos de la burocracia desde Kafka se han hechokafkianos o ciertos personajes bizarros se han convertido para siempre en fellinescos. Freudcalifica a la sexualidad que jamás podrá volver a ser la de las mistificaciones anteriores a lainvención del psicoanálisis. Hoy nadie pondría el grito en el cielo ante las manifestaciones,evidentes desde siempre, de la sexualidad infantil, cualquier conversación de café puedecaer en el no te reprimas y a nadie escapa que un acto fallido no es tan sólo una equivoca-ción. Esto no garantiza, por supuesto, que la práctica clínica analítica como tal sobrevivaeternamente, como auguran -¿desean?- las publicaciones a las que aludíamos o los intere-ses que las fogonean. Aunque es pensable que lo que hagamos los analistas no tendrá es-casa influencia en lo que suceda.

Han pasado cien años desde que Freud publicara sus textos canónicos sobre la sexuali-dad y el humor. En estos primeros cien años de psicoanálisis muchas cosas han cambiado: eldiscurso sobre la sexualidad que nuestra disciplina contribuyera en no poca medida a intro-ducir también se ha banalizado, ha teñido todos los contextos, todos los soportes comuni-cativos; se administra como una técnica más. No podemos dejar de pensar, como en esossueños donde Freud señalara que la multiplicación de falos no hacía más que enmascararla castración, en que tal proliferación de contenidos o terminologías o imaginerías sexua-les siguen estando aún al servicio de obliterar la angustia. Esa angustia que el psicoanálisispone de relieve como ninguna otra disciplina y que los flujos y reflujos de su desarrollomuestran y velan pendularmente.

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Editorial

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Abrevando tanto en la sexualidad como en el humor, pensamos que el psicoanálisis –pe-se a las deformaciones, vicios y anquilosamientos que indudablemente existen-, amén deser la disciplina que más ha podido dar cuenta del malestar, del desacomodamiento estruc-tural inherente a lo humano, sigue siendo capaz de corroer como ninguna los fundamen-tos discursivos del poder, cualquiera sean las figuras en que éste se encarne, ya se llamemercado, ciencia cognitiva o estado. Pretendemos, esperamos, con cada número de Doc-ta contribuir a ese trabajo.

Mariano Horenstein.

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Texturas freudianas

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Ensayo I1

Todos sabemos de la importancia de José Or-tega y Gasset para la cultura hispana. Entresus múltiples intereses también figuró el ha-ber fundado la famosa Revista de Occidenteen 1923, la cual constituyó, desde sus prime-ros números, una puerta de entrada a las co-rrientes más innovadoras dentro del pensa-miento y de la creación científica, artística yliteraria universal y ejerció en todo el mundoel papel de luz y espejo que reflejaba el esta-do de la cultura española y europea2.

Para esa época, Ortega y Gasset formabaparte de la directiva de la Residencia deEstudiantes, de Madrid, cuyo director fueAlberto Jiménez Fraud. Allí, lo más prome-tedor de la juventud, hasta 150 estudiantesde distintas disciplinas, se alojaba, convivía ydesarrollaba actividades culturales, mientras

se formaban en los distintos caminos quehabían elegido en las variadas ciencias y ar-tes que la formación universitaria ofrecía.No poder ser aceptado en la Residencia deEstudiantes era un verdadero golpe para elque lo pretendiera. Así Federico García Lor-ca amenazaba con tirarse desde lo alto de laAlhambra si fracasaba en su intento.

Junto a Ortega y Gasset podemos hallarotros nombres conocidos como integrantesdel staff: el de Juan Ramón Jimenez (pre-mio Nobel, que vivió allí hasta su casamien-to y participó en el diseño y planificación delos jardines en cuanto a árboles, arbustos yflores); Severo Ochoa (premio Nobel), Mi-guel de Unamuno como un habitué, etc.Entre los visitantes para enseñanza, estímu-lo, ilustración y solaz de los residentes figu-raban: H.G. Wells, G.K. Chesterton, AlbertEinstein, Marie Curie, el fisiólogo Walter B.

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* Psicoanalista (APA)

1 La mayor parte de este sector del trabajo está extraído del capítulo “Garma y la otra España” en el libro 60 años de psicoanálisis enArgentina. Pasado- Presente-Futuro, publicado por Asociación Psicoanalítica Argentina. Buenos Aires. 2002.

2 Reaparecida en 1963, la Revista inició su cuarta y actual etapa bajo la dirección de la hija del filósofo, doña Soledad OrtegaSpottorno, en 1980.

Tres Tres Ensayos:Un tejido histórico

Dr. José Treszezamsky*

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José Treszezamsky Texturas freudianas

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Cannon, el astrónomo Arthur S. Eddington,el físico Maurice de Broglie, Paul Valery, Ho-ward Carter (quien descubrió la tumba deTutankamon), Le Corbusier, Louis Aragon,Paul Claudel, Henri Bergson, Keynes, etc.También se ejecutaba música y en el desfilede compositores e intérpretes figurabanManuel de Falla, Andrés Segovia, WandaLandowska, Igor Stravinski y Maurice Ravel,entre otros.

Ángel Garma, pionero del psicoanálisisen Argentina, vivió en la Residencia de Es-tudiantes de Madrid a partir del año 1925.

Por esa época, a instancias de José Orte-ga y Gasset, Luis López-Ballesteros y deTorres, quien no era psiquiatra ni médico3,ya traducía la obra de Freud al castellano aeditarse por Biblioteca Nueva. SalvadorDalí, al poco tiempo de llegar a la Residen-cia comenzó a leer La Interpretación de losSueños, obra a la cual le atribuyó posterior-mente una influencia fundamental en su vi-da. Hacía frecuentes referencias públicas aesta obra entre los compañeros de tal modoque tanto el psicoanálisis como el surrealis-

mo, representado en la Residencia en 1925por Louis Aragón, uno de sus más enérgicosdefensores, debían ser conocidos por la ma-yoría de los estudiantes. Confirma Gibson4

que Freud era un autor muy leído entoncesen la Residencia. Es muy probable que jun-to con su vinculación con Sacristán5, estohaya sido el comienzo del contacto de Gar-ma con el psicoanálisis y, además, Dalí, cer-ca de él y hablando continuamente de lossueños, pudo haber sido una fuerte marcaque influyó en el hecho de que Garma, tes-tigo cotidiano de esta situación, se dedicaradurante más de cincuenta años a la investi-gación psicoanalítica de los sueños.

Entre los residentes figuraba tambiénLuis Buñuel y, siendo jóvenes, no era extra-ña la influencia de la moda. Así el peinadoal estilo Rodolfo Valentino6 era el que adop-taron Dali, Lorca y Garma, tal como se lo vea este último en la foto del Congreso Inter-nacional de Wiesbaden de 1932, en la cualfigura entre Ernest Jones, Anna Freud, y Ma-rie Bonaparte, con quien en años posterio-res (alrededor de 1950) tuvo una interesan-te discusión acerca de lo psicosomático.

3 Era un coronel español, según alguien me dijo hace varios años.

4 Ian Gibson. Hispanista irlandés; autor de un libro sobre el asesinato de Lorca y la represión franquista en Granada; de El vicio inglés(un estudio sobre la flagelación) y de La vida desaforada de Salvador Dalí. También escribió Vida, Pasión y Muerte de Federico GarcíaLorca, para el cual consultó, entre muchos otros, a Garma, y de donde extraje datos para este artículo.

5 De la cual ya hablaremos.

6 Aunque las películas preferidas del grupo no eran las de Rodolfo Valentino sino las de Buster Keaton.

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Texturas freudianas José Treszezamsky

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Garma cursó Medicina desde 1921 a 1927 (17a 23 años) y recordaba como profesores su-yos a Santiago Ramón y Cajal (premio Nó-bel de Medicina de 1906), Juan Negrín en fi-siología, Juan Madinaveitia en patologíageneral, Pío del Río Hortega en histopato-logía y Marañón en clínica. Mientras vivióen Madrid en la Residencia de Estudiantescursando los últimos años de su carrera mé-dica, concurrió durante 4 años al Servicio dePatología Médica del Hospital General deMadrid dirigido por Gregorio Marañón yallí trabó amistad con el maestro de la medi-cina de quién fue un estrecho colaborador. Elservicio editaba una publicación anual titula-da Trabajos del Servicio de Patología Médica.Después de Marañón, Garma, como estu-diante y como médico, fue uno de los quemás intervino en todas las sesiones y comuni-caciones del Servicio, presentando casos enforma personal y conjunta con Marañón. In-cluso la Editorial Medicina Ibera, publicó unestudio titulado: Los reflejos de proyecciónvisceral en la patología tiroidea, septiembre1927, de Marañón, Jimena y Garma. La mis-ma editorial publicó de Ángel Garma, en elmismo mes: Consideraciones sobre un casode prediabetes. Muchos de los casos clínicospresentados mostraban análisis bioquímicosllevados a cabo en el laboratorio de la Resi-dencia de Estudiantes por Severo Ochoa.

En la sala de Marañón, un verdadero

templo de la clínica médica, el 11 de juniode 1927, Garma presenta un caso de adipo-sidad dolorosa - enfermedad de Dercum, yen dicha presentación se adhirió al criteriode que el dolor era fundamentalmente unsíntoma neurótico, con sólo su sagacidadclínica y sin formación psicoanalítica.

El Dr. José Miguel Sacristán7 (1887-1956), era el psiquiatra de la sala de Marañóny director del Manicomio de Mujeres deCiempozuelos, donde, una vez recibido, fueinvitado Garma a trabajar. En sus estudios pri-marios fue compañero de Ramón Gómez dela Serna. Una vez dedicado a la psiquiatríapublicó sus primeros trabajos entre 1910 y1912, varios de ellos en colaboración con Gre-gorio Marañón. Fue discípulo directo deKraepelin en Munich. La obra psiquiátrica deSacristán fue sólida y dentro de su especiali-dad y a tono con las tendencias de la épocaintrodujo las ideas de Kraepelin en España yfue un exponente -por su don de gente, sucapacidad en el discurso, su limitación a escri-bir lo que sabía y su gran autocrítica- del cli-ma que emanaba la Institución Libre de la En-señanza, de la cual dependía la Residencia deEstudiantes. Su gran amistad y la comunidadde ideales científicos con Ortega y Gasset ycon Lafora lo impulsaron a crear en 1919 losArchivos de Neurobiología8, donde Garmapublicó una serie de sus trabajos iniciales, en-tre ellos La realidad y el ello en la esquizofre-

7 Muchos datos de este segmento dedicado a la relación de Garma con Sacristán fueron tomados de “José Miguel Sacristán (1887-1956)”, escrito por J. Germain y J. Solís y publicado en Archivos de Neurobiología, tomo XLV, julio-agosto 1982, Número 4.

8 En esta revista publicó Garma:

Cómo se estudia el psicoanálisis, Mayo/Junio, 1930;

La transferencia afectiva en el psicoanálisis, No. 3, 1931;

La realidad y el ello en la esquizofrenia, No.6, 1931 (trabajo que le valió por unanimidad ser nombrado miembro Titular de laAsociación Psicoanalítica Alemana, a los 27 años);

Consideraciones psicoanalíticas sobre la vida sexual, tomo XII, No. 4, 1932;

Los restos diurnos y el trabajo del sueño, Junio de 1934, tomo XIII, No. 4 y 6;

Crimen y castigo. Contribución al estudio de la psicología del psicópata delincuente, tomo XIV, No. 4, 1934;

Paranoia y homosexualidad, Tomo XV, No. 2,1935.

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José Treszezamsky Texturas freudianas

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nia, en 1931, datado antes que su apariciónen alemán, y cuyo valor reside en que de-muestra lo contrario que la teoría freudianaen lo que respecta a la relación entre el su-peryo y el yo en las psicosis. Otros colabora-dores de los Archivos de Neurobiología fue-ron Pi y Suñer, Ramón y Cajal, Marañón, delRío Hortega y muchos otros nombres desta-cados de la medicina.

Ortega y Gasset impulsó a la editorial“Biblioteca Nueva” a traducir y publicar laobra completa de Freud al mismo tiempoque en 1923 lanzaba la famosa Revista deOccidente. Ese mismo año Freud había pu-blicado en su Verlag un artículo fundamen-tal en su obra, El yo y el ello, y fue Sacristánquien, en la sección de dicha Revista que co-mentaba otras publicaciones, se encargó dehacer conocer las nuevas ideas freudianas9.En el mismo año publicó “La teoría psicoa-nalítica de Freud”, “El psicoanálisis comométodo de exploración del subconsciente”y “Técnica del psicoanálisis infantil”, en laRevista de Pedagogía (Madrid); y, en 1925,en la Revista de Occidente, “Freud ante suscontradictores”.

Sacristán fue nombrado en 1919 directordel Manicomio de Mujeres de Ciempozuelosy permaneció allí hasta 1936, en el cual porla guerra civil tuvo que abandonar el lugar.Allí hizo escuela y de allí salieron destacadosdiscípulos: Salas, José Solís y Garma, entreotros, en quienes infundía el espíritu del in-vestigador.

En la década del ’20 aportó su experienciay conocimiento en el Servicio hospitalario deMarañón donde organizó breves cursos a loscuales asistió Garma. Nos resulta fácil imagi-

nar a Sacristán hablando con sus discípulosde todo lo relativo a su especialidad, y porsupuesto, a las ideas freudianas. Habiendoentrado Garma a tan temprana edad al ser-vicio de Patología Médica de Marañón, y es-tando en contacto con un maestro que entreotras cosas traía las ideas freudianas, nosconvence la hipótesis de que fue a través delDr. Sacristán que pudo haber tenido unacontinuación de los primeros contactos conla obra de Freud producidos al escuchar aDalí, y que aquel comentario a El yo y el elloque salió publicado en la Revista de Occiden-te puede ser tomado como germen de loque luego fue el esquema referencial deGarma con respecto a la obra de Freud: ins-tintos de vida y de muerte, trauma y compul-sión a la repetición, masoquismo primario, lateoría estructural del psiquismo y el acentoen el superyo.

J. Germain fue un entrañable y queridocolega y amigo de Sacristán con quién éstellegó a colaborar en algún escrito y fue elorganizador y revisor de la traducción de laobra de Freud del alemán al español porparte de Luis López-Ballesteros y de Torres.Amigo de los Garma, era visitado asidua-mente en sus viajes al exterior.

Marañón era un republicano, junto conRamón Pérez de Ayala y José Ortega y Gas-set10 funda en 1931 la Agrupación al Servi-cio de la República, y fue elegido diputadopor la conjunción republicano-socialista. Nosería de extrañar, pues, que unos años des-pués, un 30 de julio haya salido publicadoen un manifiesto de adhesión a la Repúbli-ca, una declaración, ciertamente escueta,suscrita por una docena de intelectuales deprimera fila y que decía así: «Los firmantes

9 Revista de Occidente, Año I, N° V, Noviembre 1923, pág. 263. Agradezco a la Dra. Marta Fatone el acceso a parte de la biblioteca desu padre, el filósofo Vicente Fatone, donde encontré los primeros números de la Revista de Occidente.

10Emigró a la Argentina durante su exilio de la Guerra Civil Española.

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declaramos que, ante la contienda que seestá ventilando en España, estamos al ladodel Gobierno de la República y del pueblo,que con heroísmo ejemplar lucha por sus li-bertades». Ramón Menéndez Pidal, Anto-nio Machado, Gregorio Marañón, TeófiloHernando, Ramón Pérez de Ayala, Juan Ra-món Jiménez, Gustavo Pittaluga, Juan de laEncina, Gonzalo Lafora, Pío del Río Ortega,Antonio Marichalar y José Ortega y Gasset».

Algo después, la revista Psicoterapia, deCórdoba, Argentina, dirigida por GregorioBermann, edita el número 4 de 1937 comohomenaje a España. Escribieron en él: EmilioMira, un breviario de higiene mental para elmiliciano del ejército popular; René Allendysobre el rol de España en el desarrollo delmonismo dialéctico; Goyanes Capdevila so-bre Maimónides; Federn sobre el sentimien-to nacionalista; Thenon sobre Cajal (muertorecientemente) y su pueblo; Bermann sobrela vida y la obra de Bialet-Massé; Freud so-bre los tipos psicológicos; Garma sobre evo-lución y problemas de la teoría psicoanalíti-ca, entre otros, además de Brochazos Psico-lógicos de Baltazar Gracián.

Garma, en Berlín, había formado partede lo que se llamaba el ‘Kinder Seminar’formado por iniciativa de Otto Fenichel en1924 con candidatos y miembros jóvenes dela Asociación Psicoanalítica Alemana. Sereunían a intervalos irregulares en distintascasas y en dichas reuniones se alternabantemas de técnica psicoanalítica con discusio-nes políticas. Ernst Simmel (presidente de laAsociación de Médicos Socialistas y presi-dente de la Asociación Psicoanalítica Ale-

mana), Garma, Margarete Stegmann, JosefFriedjung, Erich Fromm y Heinrich Meng es-taban en relación con los médicos socialis-tas, mientras que Otto Fenichel, las herma-nas Bornstein, Bárbara Lantos, Edith Jacob-sohn, Georg Gëro, Wilhelm y Annie Reicheran los marxistas11. Con los nazis en el po-der, cuando se exigió la expulsión de los ju-díos de la Asociación Psicoanalítica de Ber-lín, Garma renuncia a dicha asociación ypermanece como integrante de la IPA.

Ensayo II

En 1923 viene a Buenos Aires Gonzalo La-fora12, del grupo de la sala de Marañón. En-tre nosotros dicta una serie de conferenciasmuy concurridas y a ellas acude un psiquia-tra correntino llamado Juan Ramón Bel-trán (1894-1947). Este hombre, que setransformará luego en un divulgador de unpsicoanálisis muy especial en nuestro me-dio, llegó a ser miembro adherente de laSociedad Psicoanalítica de París. En la se-sión del 3 de febrero de 1931 de dicha so-ciedad presenta el trabajo titulado: Psycha-nalyse et la Criminologie13. Intervinieron enla discusión Parcheminey, Odier, Loewens-tein, Codet, Laforgue, Cénac, Sokolnicka,Schiff, Morenstern, Allendy y Pichon, aquienes contesta al final el mismo Beltran,culminando una exposición pretendida-mente psicoanalítica, diciendo que se trata-ba de “un sujet névropathe présentant desstigmates organiques de dégénérescence”,casi el asomo de una anulación de todo in-tento de comprensión psíquica.

11“Here life goes on in a most peculiar way…” Psychoanalysis before and after 1933. K. Brecht, Volker Friedrich, L. M. Hermanns, I.J. Kaminer, D.H. Juelich.

12(1886-1971) Compañero de Garma de la Sala de Marañón. Intercambió correspondencia con él por lo menos hasta 1953. A éste yotros datos de este artículo los obtuve debido a que, gentilmente, Betty Garma me proveyó del epistolario de su esposo.

13Publicado en Revue Francaise de Psychanalyse, Tome IV, Nº 3, 1930-31, pág. 487 y sig.

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14Mariano Ben Plotkin, del Colby College, en Freud en la Universidad de Buenos Aires: la primera etapa hasta la creación de la carrerade Psicología, en Estudios Interdisciplinarios de América Latina y el Caribe, Vol. 7, Nº1. Enero-Junio 1996.

15Rev. Franc. De Psychan., Tome IV, Nº3, pág. 598.

16Juan Ramón Beltrán, en “Revista militar”, septiembre de 1936.

17La Psico-Análisis, Juan Ramón Beltrán. Revista del Círculo Médico Argentino,II, 1926, pp. 1952-1987, citado en Freud en BuenosAires 1919/1939, compilado y prologado por Hugo Vezzetti.

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En la sesión del 17 de marzo siguienteBeltrán, de la Universidad de Buenos Aires,es elegido miembro adherente de la SPP. Enrelación a esta membresía dice Plotkin14 que“Una lectura a las minutas de la sociedadsugiere que el nombramiento de socios ad-herentes era un medio de obtener dineropara la misma, en un momento en que su si-tuación financiera no era demasiado sóli-da.” En el informe de dicha sesión, inmedia-tamente al anuncio de la aceptación de Bel-trán, se decide aumentar las cuotas de lossocios adherentes15.

Beltrán era un médico criminólogo declara filiación fascista que fue profesor en elColegio Militar (decía que la formación mássublime que había era la formación military consideraba a los militares como el únicogrupo social que se situaba más allá de inte-reses sectoriales, como encarnación del ver-dadero sentir nacional y que tenían la mi-sión de “mantener contra vientos y mareasel equilibrio colectivo”16), las Facultades deMedicina y Filosofía y Letras y el ColegioNacional de Buenos Aires.

La visión que Beltrán tenía del psicoanáli-sis era bastante peculiar: veía en él un instru-mento pedagógico y para tal fin se apoyabaen el libro de Pfister “La psicoanálisis al servi-cio de los educadores”. Le había solicitado alpastor protestante suizo un artículo para un

futuro libro suyo sobre el tema17 del que nosabemos si se publicó o no. “Además de co-nocer las inhibiciones peligrosas que se origi-nan en el inconsciente, la psicoanálisis poneesas fuerzas en descubierto bajo el dominiode la personalidad moral”, y de este modopodría ser utilizado para el mantenimientodel orden social. En ese sentido, la utilizaciónque Beltrán proponía hacer del psicoanálisisera compatible con su ideología de derecha,que lo mantuvo cerca de grupos militares ycatólicos. Beltrán hacía un uso bastante ecléc-tico del psicoanálisis, al que mezclaba libre-mente con conceptos derivados de la antro-pología criminal de Cesare Lombroso y de lateoría de la degeneración, además de una se-rie de errores conceptuales.

Fue el primer profesor titular de la cáte-dra de Historia de la Medicina de la Facul-tad de Medicina de Buenos Aires creada en1936 y que posteriormente adquirió la cate-goría de Instituto de Historia de la Medici-na cuyo primer director fue el mismo Bel-trán, hasta que murió, en 1947.

En 1938 publicaba avisos en los diarios quedecían ‘Juan Ramón Beltrán, Psicoanalista’.

El 27 de noviembre de 1939 le envía aGarma una tarjeta con el siguiente textopara concretar una reunión con la finalidadde fundar la Sociedad Argentina de Psi-coanálisis:

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Garma, cauto y conociéndolo, posponeeste hecho aunque encauza la propuesta deBeltrán que termina en la actual SociedadArgentina de Psicología Médica, Psicoanáli-sis y Medicina Psicosomática, una de las inte-grantes de la Asociación Médica Argentina.Hacía poco tiempo (24 de junio de 1938) ha-bía arribado a Argentina y se proponía lafundación de una asociación con gente ana-lizada y tener su propia reválida del títulode médico. Beltrán se mantuvo separado deeste intento y hay datos de que en 1940 dic-taba cursos de perfeccionamiento en psicoa-nálisis que tenían valor curricular para la ca-rrera docente en medicina19.

Su docencia en el Colegio Nacional deBuenos Aires se desarrolló dictando Psicolo-gía en 5° o 6° año. Allí era conocido como“el loco Beltrán”. Era rígido, distante. Huboalgún psicoanalista que pasó por dicho co-legio que sospecha que debe haber sido unpsicótico restituido: entraba a dictar su cla-se -que consistía en un texto que parecíahabérselo aprendido de memoria-, una psi-

cología del siglo XIX, prepsicoanalítica: laatención, la memoria, sus funciones, etc.Terminaba de dictar y se iba.

En la Facultad de Filosofía Beltrán fueprofesor suplente en el curso de psicologíacuando el socialista Enrique Mouchet, médi-co y filósofo, era su profesor titular. En 1922se introduce a Freud en el programa de estu-dios, inclusión que Plotkin considera debidoa la influencia de Beltrán en la cátedra.

En Buenos Aires notamos la entrada delpsicoanálisis por la filosofía, la psicología yla literatura y, simultáneamente, la resisten-cia del ambiente médico, pues aún en 1937,el programa de clínica psiquiátrica de la Fa-cultad de Medicina no contenía ningúnpunto vinculado al psicoanálisis.

En cambio en la Universidad de Córdobael Dr. Gregorio Bermann, un psiquiatra queen un principio mostró gran simpatía por elpsicoanálisis y que visitó a Freud en Viena elmiércoles 26 de febrero de 193020, discutíapsicoanálisis en sus cursos dictados en la Cá-

19Dr. René Arditi Rocha, antecedentes ofrecidos al presentar su candidatura para el puesto de Profesor de Clínica Psiquiátrica de laFacultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires en 1953.

20The Diary of Sigmund Freud. 1929-1939. A chronicle of events in the last decade. The Hogarth Press, London. 1992. pág. 60.

18Esta misiva me fue mostrada personalmente por Garma.

El profesor Titular de Historia de la Medicina

Juan Ramón Beltrán

Saluda atentamente a su distinguido colega, doctor

Ángel Garma Zubizarreta, lo invita a concurrir el viernes 1º de diciembre, a las 18, a estacátedra, Azcuénaga 923, para fundar la Sociedad Argentina de Psicoanálisis, teniendopor aceptada su inclusión como fundador en caso de no responder a estas líneas, y lerepite las expresiones de su invariable estima.

Buenos Aires, noviembre 27 de 1939

s/c Florida 895

Sr.Dr. Angel Garma Zubizarreta

Sucre 1882

Ciudad18

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tedra de Medicina Forense de la Facultadde Medicina desde la década de 1920. En labiblioteca de Freud figuraba un libro suyo:Toxicomanías. Psicología de la apetencia tó-xica. Buenos Aires, 1926.

Volviendo a la Facultad de Filosofía deBuenos Aires: en 1923 había una bolilla en-teramente dedicada al estudio del “psicoa-nálisis y las modernas corrientes de la psico-logía”. La bibliografía incluía, junto con Lesnevroses de Janet, la Introducción al psicoa-nálisis (ya en español) de Freud. En 1925 elprograma incluía la obra de Oskar Pfister:La psychanalyse au service des educateurs.Este autor consideraba que el psicoanálisispodía jugar un papel educativo y morali-zante y es fácil pensar que esta referenciabibliográfica fue puesta a instancias de Bel-trán, más aún cuando lo consideraba el‘gran apóstol’ del ‘creador’… Freud. Aun-que el elemento religioso estaba presenteen sus trabajos, sin embargo, a diferenciade Pfister no parecía haber comprendidogran cosa del psicoanálisis.

Plotkin señala que Mouchet tenía una ac-titud más bien neutral respecto al psicoaná-lisis. No es de extrañar, por lo tanto, que, jun-to con el psicoanálisis, incluyera la teoría dela degeneración en sus programas de estu-dio. Sin embargo, cuando la Sociedad de Psi-cología de Buenos Aires fue vuelta a fundaren 1930 por iniciativa del propio Mouchet,quien también fue su primer presidente, Sig-mund Freud fue nombrado miembro hono-rario de la misma. En los cursos que Beltránfue dictando en la cátedra de Psicología, elpsicoanálisis aparece a partir de 1933, cuan-do el curso se ocupó de la teoría de los ins-tintos. Ese mismo año el tema ‘psicoanálisis’desaparece del programa oficial de Mouchet

lo que sugiere a Plotkin que había cierta di-visión del trabajo en el tratamiento del temaentre el titular y su suplente. Posteriormen-te, en 1944, Beltrán reemplazó a Mouchetcomo titular de la cátedra. Estos cambios sedebieron (al menos en el caso de Mouchet,socialista) al momento político que estaba vi-viendo el país: el auge del filonazismo juntoa una cierta simpatía de los gobiernos argen-tinos por el Eje y el ascenso de Perón. Su fi-liación ideológica se trasluce en sus escritospsicoanalíticos y en muchas de sus referen-cias y apoyo hace alusión a la juventud de‘nuestra raza’.

A pesar de que refiriéndose a las apti-tudes que hay que tener para ser psicoa-nalista, cita a la honestidad, parece habersido bastante macaneador. Dos ejemplos:alardeaba de una supuesta intensa corres-pondencia con Freud y se sabe que habíapublicado una tesis que luego fue cuestio-nada e invalidada, entre otros motivosporque en ella citaba en la bibliografía alDr. Worterbücher, es decir, Diccionario, enalemán21.

Parece que la diferencia entre él y Garmaen lo que respecta a formar una asociaciónen la Argentina era que uno proponía for-marla directamente sin formación y otro po-nía condiciones exigentes para su fundacióny los miembros que querían pertenecer a lamisma, incluidos los mismos fundadores. Esollevó a Garma a revalidar su título de médicopreviendo dificultades que podrían surgir enel futuro, aún en un momento en que no ha-bía ninguna reglamentación como luego im-puso Carrillo, el ministro peronista. Dicho seade paso, esta disposición limitacionista de laformación analítica bien pudo apoyarse en elmismo Beltrán, autor del artículo La psicoa-

21Zimmermann, Edmundo. Conferencia del 29/6/2000: “Precursores del psicoanálisis argentino (1910-1939)” en AsociaciónLatinoamericana de Historia del Psicoanálisis.

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nálisis y el médico práctico22. Este artículo nosda algún elemento para conocer más a estepersonaje. El pensamiento religioso y elitistacampea a lo largo del escrito trasluciéndosela formación psicoanalítica como la incorpo-ración a una secta: “…he debido hacer pre-viamente mi propia iniciación (sic) psicoanalí-tica, a través de largos y pacientes estudios23,frecuente comunicación con su creador (sic)Freud24, y con su apóstol (sic25) Pfister”.

Entre las curiosidades que se pueden en-contrar en este artículo está la confusiónentre la regla fundamental de la asociaciónlibre y el test de asociación verbal de Jung;el considerar a rechazo de la conciencia co-mo nocivo y a la represión como no ofre-ciendo ningún peligro al psiquismo. Consi-dera al niño como alguien impuro e inmo-ral y a quién la educación, la sociedad, lascostumbres y la familia ‘purificarán’ a travésde la moral. Se observa además la tenden-cia francesa, que ya funcionaba con intensi-dad, de traducir la mayor parte de la termi-nología freudiana (“se comienza cambian-do las palabras…”, decía Freud) a términosfranceses que poco a poco van produciendopequeños deslices26. Luego queriendo refe-rirse al ‘ello’ señala que Édouard Pichon lodenomina ‘pulsorium’, y aparecen varias ci-tas a este autor a lo largo del trabajo queseguramente tendrá gran influencia en él y

con quien tenía gran correspondencia ideo-lógica, aunque una gran diferencia intelec-tual y cultural a favor del francés.

¿Cuál era dicha ideología?27 Pichon eramonárquico, miembro de la liga derechistaAction Française, adherente al antisemitis-mo de Maurras. Convencido de la superiori-dad de la civilización francesa sobre todaslas demás, consideraba al catolicismo comoel único capaz de encarnar los valores deoccidente. Era un ferviente partidario de lavirginidad de las jóvenes, estado en el cualdebían llegar al matrimonio. Coherente consu ideología trató de afrancesar al psicoa-nálisis freudiano poniendo el acento en larelación entre el lenguaje (era un eminentegramático) y el psicoanálisis. Fue el intro-ductor de la noción de forclusión extraídano de la clínica sino de la lengua del discur-so jurídico, pero fundamentalmente, el in-terés que reviste su obra es en relación apoder investigar hasta qué punto sus con-cepciones gramaticales entraban en colisióncon los conceptos básicos freudianos, y có-mo se las ingenió para soslayar aparente-mente el choque logrando su introducciónal psicoanálisis en París. Lacan es un repre-sentante de su herencia y, aunque luego ha-ya habido desencuentros teóricos, fue con-siderado por Pichon como el único capaz deasumir la función de ideólogo de un psicoa-

22Revista Psicoterapia. Septiembre 1936. N º3. Número dedicado al Prof. Freud. Director Gregorio Bermann. Ituzaingó 185. Córdoba.El artículo femenino para referirse al psicoanálisis es una marca de la influencia francesa. Además, en este número de la revista fig-uran artículos de Honorio Delgado, Ángel Garma, Gonzalo Bosch, Marcos Victoria, Paulina H. de Rabinovich, Allendy y Dostoievskyy el parricidio de Freud.

23De los cuales no hemos hallado registros.

24‘el creador’. Por supuesto que ya tenemos dudas acerca de estas afirmaciones: de estas supuestas comunicaciones no hay registro.Hay una carta de Freud a Pfister, del 26/II/1924 en la cual le informa que ‘También yo he recibido una gran cantidad de publicacionesde Beltrán desde Buenos Aires’, entendiéndose que Beltrán les envió a ambos el mismo material. En cambio, sí hay registro de lavisita de Bermann a Freud como consta en su Diario el día miércoles 26 de febrero de 1930.

25Otro indicio de su clima psíquico religioso.

26Ver correspondencia de Freud con Laforgue señalándole esos desvíos en las traducciones y los afanes de originalidad.

27Me apoyo en estas referencias a Pichon en el Diccionario de Psicoanálisis de E. Roudinesco y Michel Plon. Paidós, 1998. BuenosAires.

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nálisis al que había que elevarlo ‘a la fran-cesa’. También Dolto, con su formación de-rechista, antisemita y católica fue su discí-pula. Ella se analizó con Laforgue28 desde1934 hasta 1937 y uno de sus supervisoresentre el ’36 y ’37 fue Ángel Garma, en esosmomentos en París y sin poder retornar aEspaña debido a la Guerra Civil Española.

Beltrán también se apoyó textualmenteen E. Pichon para oponerse a Freud en lacuestión del ejercicio del análisis por unprofano, ejercicio que él cataloga de curan-derismo29.

El aspecto fundamental (y también máscontrovertido) de la teoría freudiana -lateoría sexual- estuvo ausente de los progra-mas de Psicología y lo estaría hasta más tar-de. Ni Mouchet, ni Beltrán, ni García de On-rubia hacían mención a la misma. Sin em-bargo, aparece como bibliografía introduci-da en el programa por Beltrán en su cursoen 1936 la obra: Tres ensayos sobre la vi-da sexual

¿Por qué decimos entonces que la teoríasexual de Freud parece haber estado ausen-te de sus programas, como señala Plotkin?Daremos la respuesta a continuación.

Ensayo III

En mayo de 1926 se publicó el libro más di-fundido de Marañón: Tres Ensayos sobrela Vida Sexual, Biblioteca Nueva, Madrid.

Ese maestro de la medicina tenía unagran confianza en Garma, que demostrabacuando trabajaban juntos en la sala. Dichaconfianza era compartida por los otros inte-grantes de la sala del Hospital General -unaprueba de ello fue la invitación de parte deSacristán a trabajar en el sanatorio que diri-gía apenas recibido Garma- e incluso suspropios condiscípulos lo veían como unagran promesa.

A fines del año 1947 la Asociación Psi-coanalítica Argentina editó el libro Patolo-gía Psicosomática con la compilación y pró-logo de Arnaldo Rascovsky, que despertóuna gran reacción en muchos sectores, psi-coanalíticos y no psicoanalíticos, por lo ori-ginal de muchas hipótesis y la agudeza desus observaciones. Cuando Marañón recibióun ejemplar y lo leyó le comunicó a Garmaque se alegraba de ver que las esperanzasque todos habían puesto en él se cumplíancon creces.

El intercambio epistolar era sostenido porambos y la nostalgia que podría haber senti-do Garma por su tierra y sus compañeros sevio fuertemente amainada por el hecho deque en Argentina se encontraba entre fami-liares, entre amigos emigrados y con un granéxito en su vida personal y profesional, loque ayudaba a sobrellevar la persistencia dela tiranía franquista que lo mantenía alejadode su España. Aun así, en sus cartas, Garmale recordaba a Marañón los lazos afectuososde su juventud como estudiante y médico enla Sala del ilustre clínico. Cuando en abril del’52 Garma le anuncia que va a Madrid, Ma-

28Laforgue, aún en julio de 1946, se defendía de la acusación de colaboracionismo con los nazis diciendo que él, en esos años de prue-ba, debió socorrer a perseguidos por el régimen y por ocupantes, aún a su propio riesgo. Se quejaba amargamente de que muchoscolegas que se habían beneficiado de su ausencia de París lo estaban calumniando y aunque se había defendido utilizando los may-ores recursos estaba pensando, más aún luego de la muerte de su pequeña hija Eva hacían pocas semanas, en la posibilidad de emi-grar. Uno de los dos posibles destinos, tentado por la invitación de amigos, era la Argentina.

29La ambivalencia de Beltrán con respecto a Freud, y más profundamente, con sus teorías, se hará más y más evidente para cualquieraque se ocupe de leer sus escritos.

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rañón se apresura a ofrecerle su cátedra co-mo espacio de exposición de sus ideas.

Marañón tenía no sólo una gran forma-ción médica sino también humanística. Sinembargo, era reticente con el psicoanálisis,aunque sabía discriminar, o por lo menos, alescuchar y leer a Garma la hostilidad al psi-coanálisis desaparecía hasta tal punto quealguna vez le derivó pacientes pues, cuandode Garma se trataba, las reservas teóricasrespecto al psicoanálisis quedaban de ladopor su ‘su perspicacia, inteligencia y arte’. Atal punto que el Maestro hablaba entusias-mado en su cátedra de los libros de Garma.La seriedad y la claridad en la observaciónclínica de Garma que ya habían impresiona-do desde muy temprano a Marañón hicie-ron que no sólo le derivara pacientes sinoque también le pidiera orientación psicoa-nalítica con respecto a la comprensión de lavida y la obra de artistas como, por ejem-plo, del Greco30. Ya había germinado en elmédico humanista la semilla psicoanalíticadejada por Garma, quien lo quería con mu-cho afecto.

Los ‘Tres Ensayos sobre la Vida Sexual”de Marañón tienen una introducción lauda-toria de su amigo Ramón Pérez de Ayala.

En el primer Ensayo, denominado Sexo,Trabajo y Deporte, Marañón plantea la tesisde que el trabajo no es sólo una funciónadscripta al instinto de conservación sinotambién una función de orden sexual, uncarácter sexual.

Describe los llamados caracteres prima-rios y secundarios. Mostrando las diferen-cias entre ambos sexos, termina la primera

sección coincidiendo con Nietzsche: “el gra-do y la naturaleza de la sexualidad pene-tran hasta lo más elevado del espíritu hu-mano”. E inmediatamente cita a Freud ha-ciendo la salvedad de que éste ‘no se ocu-paba de la vida normal, o en todo caso, lavida normal de la cual habla parece turbia,o, en última instancia, será normal para lospueblos septentrionales’ (sic). Y a continua-ción se ocupa de corregir, a su criterio, erro-res de Freud en lo que respecta a los con-ceptos libido e instinto para luego intentardemostrar de qué modo interviene el instin-to sexual en el trabajo.

Veamos, transcribiéndolos con notas alpie incluidas, los párrafos en que cita aFreud:

“Se me dirá que entonces toda la vida hu-mana está influida por el sexo. Y es necesarioresponder que sí. Actualmente están de mo-da -casi empiezan ya a no estarlo- las ideas deun psicólogo vienés cuyo nombre ha trascen-dido al público no científico, y figura ya en elpequeño acervo cultural de los eruditos decafé: me refiero a Freud. Claro es que los an-tecedentes de la visión pansexualista de la vi-da son muy remotos, tan remotos casi comolas primeras meditaciones sobre el hombre ysobre su actividad. Mas Sigmund Freud ha si-do quien ha defendido, con mayor acopio derazones concretas y humanas, la teoría deque la influencia sexual no sólo rige los actosdirectamente sexuales mismos, sino que, co-mo un duende, se infiltra en las actividadeshumanas más alejadas del sexo. Pero susideas se refieren más especialmente a la pa-tología, a la neurosis, que no a la vida nor-mal; por lo menos a mí, lo que Freud llama“vida normal” me ha producido siempre una

30Esta aplicación del psicoanálisis, conocer al artista a través de su obra, despertaba sumo interés en Garma. Lo ejercitaba casiautomáticamente y recuerdo una oportunidad en que en su departamento de Miramar me mostró un cuadro en tinta china de Freudy me preguntó si yo podría deducir alguna característica del artista. Ante mi negativa me enteré que él había deducido que era homo-sexual por el detalle que en el chaleco de Freud los ojales y los botones estaban en posición típica de las prendas femeninas.

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impresión de cosa turbia, de normalidad sep-tentrional distinta de la nuestra. [Nota al pie5: Me he ocupado de este punto en mi Prólo-go a la edición española del libro de L. Bloch,La vida sexual moderna, Madrid, 1925; y en laserie de conferencias profesadas en La Haba-na, en diciembre de 1927 y publicadas en elSiglo Médico de Madrid, volúmenes corres-pondientes al año 1928]. Sin entrar aquí encomentarios profundos de la doctrina freu-diana, desde un punto de vista puramenteterminológico, hay en sus versiones corrien-tes un error o, más bien, un equívoco, que esel origen principal de la irritación que en cier-tos medios se ha despertado contra su autor.Este equívoco consiste en confundir al ham-bre sexual, esto es, la fuerza de atracción quehace buscarse y unirse a la mujer y al hombre,lo que los fisiólogos llaman libido, con el ins-tinto sexual, que es un concepto mucho másamplio y noble que aquél. La libido es unamanifestación vegetativa del instinto sexual,como el hambre es una manifestación vege-tativa del instinto de conservación. Todos losaspavientos que se hacen en torno de estospuntos de vista resultan inútiles con sólo te-ner presente esta distinción elemental. Y asíserá, efectivamente, exagerado el suponercomo ultrafreudianos, en cada objeto de lavida un símbolo de los órganos generadoresy en cada acto un recuerdo, más o menos mo-dificado o disimulado, de la cópula. Pero nopuede negarse que el instinto sexual, en sumás amplia interpretación, esto es, como ex-presión de la energía que cada ser vivientedesarrolla para perpetuarse en la especie,aparece aquí y allá, a cada instante, ponien-do su acento vigoroso sobre las diversas acti-vidades humanas. Y este acento sexual es es-pecialmente claro en el caso del trabajo, co-mo intentaremos demostrar. [Nota al pie 6:Uno de nuestros más distinguidos neurólo-

gos, el doctor Fernández Sanz, ha impugna-do esta distinción que nos esforzamos enacentuar entre la libido y el instinto se-xual, con razones llenas de perspicacia y cor-tesía (Archivos de Medicina, Cirugía y Es-pecialidades, Abril, 1925). Realmente, elconcepto de la libido no está muy claro en loslibros de los fisiólogos y psicólogos recientes,y quizá menos que en parte alguna en lasobras de Freud, que pecan principalmentepor exceso de prolijidad y difusión. Para Fer-nández Sanz es mejor reservar la palabra libi-do para el concepto abstracto de la “fuerzasexual”, cualquiera que sea el modo de mani-festarse, y no para ningún mecanismo fisioló-gico concreto.

La cuestión es puramente terminológica;pero encierra un problema de conceptoque, si no se pone bien en claro, traerá ine-vitablemente la confusión a todos estosasuntos. Que hay que distinguir la atracciónsexual directa; esto es, el impulso del sexohacia el objeto que le satisface (cualquieraque éste sea) y las otras manifestaciones su-periores, “sublimadas”, de la vida sexual, esevidente y están todos de acuerdo en admi-tirlo. Los libros de Freud y de todos los auto-res modernos que se han ocupado de lacuestión están llenos de este pensamiento.

Ahora bien: ¿qué nombre daremos a es-tos dos tipos de energía? Parece lo correctollamar libido al impulso primario de la atrac-ción, al fenómeno genital; y reservar la de-nominación de instinto sexual para el con-junto de los fenómenos psíquicos y afectivossuscitados por la energía perpetuadora de laespecie; y al margen de ellos, el amor, fenó-meno en gran parte cerebral, aunque conraíces tan hondas en el instinto que no sepuede separar de él, si no es convirtiéndoloen una ficción. Libido, del latín libido, luju-

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ria, se refiere al placer carnal precisamente;y creo que el darle una significación más ex-tensa, como hacen muchos autores, es unaimpropiedad del lenguaje y, repitámoslo, unorigen grave de confusión. El mismo Freud,en muchos pasajes de su extensa obra, come-te este error. Pero en otros fija bien el senti-do del vocablo, en el modo restrictivo a quealudimos nosotros. Uno de sus más conoci-dos ensayos (Las aberraciones sexuales, en elvolumen II de sus “Obras Completas”, tra-ducción española de López Ballesteros, Bi-blioteca Nueva, Madrid, s.a.) empieza así: “Elhecho de las necesidades sexuales en el hom-bre y en el animal es explicado por la Biolo-gía mediante la admisión de un “instinto se-xual” por analogía con el instinto de absor-ción de los alimentos, esto es, el hambre. Enlenguaje popular, falta un término que co-rresponda al de hambre en lo relativo a lo se-xual. La ciencia usa en este sentido la palabralibido.” Como se ve, para Freud no puede sermás explícita, en este pasaje, la significacióndel término libido en el sentido de una fuer-za fisiológica concreta y primitiva. Pero nosiempre se mantiene, como ya hemos dicho,en esta actitud de precisión, y sus críticos selo han achacado muchas veces. Adler, porejemplo, dice: “Si se traduce la palabra libi-do por la noción, tan amplia y tan vaga delamor, se puede, manejando con habilidadambos términos, llegar a explicar todo elfuncionamiento cósmico como de naturale-za libidinosa.” (Ueber den nervose Cha-rakter. 2ª Auf. München, 1919)

Hay muchas actividades netamente se-xuales que no se pueden llamar libidinosas.El instinto de la maternidad, por ejemplo,correspondiente en la mujer al instinto dela actuación social en el hombre, son mani-festaciones netas del instinto sexual. Pero

¿sería exacto incluirlas en la libido? Pareceque no. Y menos aún las otras formas máselevadas y complejas de la vida en relacióncon el instinto del sexo. Nosotros las desig-namos como caracteres sexuales funciona-les secundarios, así como la libido es un ca-rácter sexual primario, según puede verseen el cuadro de la página 3531. Esta clasifica-ción deja, creo yo, completamente claras lascosas.”]

En el segundo ensayo, Maternidad y Fe-minismo, Marañón no cita a Freud y vuelvea tenerlo en cuenta en el tercero: Educaciónsexual y Diferenciación sexual. A continua-ción los párrafos de referencia:

“Ya hemos dicho al principio que el niñoestá muy cerca de la fase de indeferenciaciónsexual, y por ello su morfología es tan ambi-gua. Otro tanto pasa con la fisiología de susinstintos. Sobre todo, Freud ha estudiado mi-nuciosamente la importancia y la frecuenciade esta bisexualidad o hermafroditismo delespíritu infantil, llegando a la conclusión deque es un fenómeno normal de todos los ni-ños. Cualquiera que sea lo que se piense deeste autor – y yo no soy un incondicional su-yo – hay que convenir que ha conseguidotransformar en un fecundo mar tempestuosola superficie de la psicología humana, ador-milada por varios siglos de gazmoñería; yhay, sobre todo, que reconocerle una canti-dad de aportaciones indiscutibles al conoci-miento del alma humana, y una de ellas es és-ta de haber señalado la ambigüedad sexual,la tendencia a la sexualidad pasiva y polimor-fa del espíritu del niño. Mejor que hacer as-pavientos, es reconocerlo y aceptarlo, porquees verdad; y aplicarse a sus consecuencias pe-dagógicas, que son trascendentales [Nota alpie 80: Me ha producido gran satisfacción elver el atinado y sereno juicio que hace de las

31En referencia a la edición de Biblioteca Nueva, Madrid, 1929.

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doctrinas de Freud, aun no compartiéndolas,un jesuita español, el P. A. Castro, en su libroDeontología médica en las tendenciassexuales de los célibes, Madrid, 1927. Esesto síntoma de un progreso incalculable enla marcha de nuestra cultura, atosigada, en-tre otras cosas, por la intolerancia de los rojosy de los negros. En el libro citado hay otrosvarios puntos de vista y datos de observaciónsobre el problema sexual, de mucho interés.”

En este tercer ensayo, Educación sexual ydiferenciación sexual, en una nota al pie delapartado “Retorno a la bisexualidad en con-diciones normales y en condiciones patoló-gicas”, dice: “[Nota al pie 71: Para mí es in-comprensible cómo este concepto de la bise-xualidad orgánica –o intersexualidad, si-guiendo la denominación de Goldschmidt–fuente de tantos fenómenos y trastornos dela vida sexual, normal y patológica, no esaceptado, en primera línea, por muchos delos grandes psicólogos y psiquiatras moder-nos, entre ellos por los que han dedicadopreferente atención al estudio del homose-xualismo: Freud, Adler, etc. Sólo una posi-ción excesivamente psicológica – en el senti-do de alejada sistemáticamente de la obser-vación clínica y de la experimentación – pue-de explicarnos esta actitud.”

Creo que al lector se le hará evidente laambivalencia de Marañón con respecto alpsicoanálisis.

Este libro era Tres ensayos de la vidasexual que había introducido Beltrán en suprograma de 1936. No era el de Freud sinoel de Marañón. No sabemos si a concienciapura soslayando así la teoría sexual deFreud o si fue una más entre las extravagan-cias o macaneos de este médico.

Pero ya sea Jung, Pichon, Beltrán o Mara-ñón, o el país más poderoso de la tierra en laactualidad al unísono con la Iglesia Católica,siempre habrán Ensayos contra la Sexualidad.Cuando la revista Docta me invitó a escribircon motivo del centenario de la primera edi-ción de los Tres Ensayos de Teoría Sexual, deFreud, pensé que otra vez psicoanálisis e his-toria volvían a acercarse. Traté de desarrollar,pues, en forma apretada debido a las necesi-dades de esta publicación, algunos hilos queconforman la red cuya trama dio tela para laconfección del psicoanálisis en Argentina yque pasan, como se ve, por los Tres Ensayosde Freud, los Tres Ensayos de Marañón, y porúltimo, por orden de importancia, estos es-cuetos Tres Ensayos32.

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32 En el medio de los apellidos de origen español e italiano, el mío era difícilmente pronunciable por mis compañeritos de la escuelaprimaria, de modo que optaron por llamarme Tresensa, ¡Tres-ensa -(yos)!

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Varios. Revista Psicoterapia. Nº 3. 1936. Córdoba, Argentina.

Varios. Revista Psicoterapia. Nº 4. 1937. Córdoba, Argentina.

Resumen

El autor presenta un entretejido de perso-najes y acontecimientos de la prehistoria ylos comienzos de la historia del Psicoanálisisen Argentina dividido en tres partes.

En la primera de ellas condensa el am-biente intelectual del cual provenía uno delos pioneros de nuestro psicoanálisis, ÁngelGarma, y la publicación de su primer artícu-lo en Argentina en la Revista Psicoterapiadirigida por Gregorio Berman, en Córdoba,antes de su arribo a nuestro país.

En el segundo, expone aspectos de la re-lación de Juan Ramón Beltrán, médico, pro-fesor de las facultades de Filosofía y de Me-dicina, con los comienzos del psicoanálisisen Argentina y su posición opuesta al psi-coanálisis profano como sustento ideológi-co de derecha a la ‘ley Carrillo’ del gobiernoperonista de la década del ’50.

En el tercero, por fin, los puntos de con-tacto de Gregorio Marañón con nuestraciencia a partir de su relación con Ortega yGasset, con la edición española de las obrasde Freud y con Garma, y el extraño hechode que en 1926 haya publicado un libro, elmás exitoso de los suyos editorialmente,con casi el mismo título que la obra funda-mental freudiana de la cual se cumple elcentenario de su primera edición.

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“Me veo... ”

Un hombre recuerda: la escena transcu-rre en el año 1904, en San José, un pueblitode la campaña uruguaya.

“ Me veo, siendo muy niño, siguiendouna mañana hacia el fondo de una vieja ca-sona familiar a una criada que, entre gran-des aspavientos, portaba una gran calderade agua hirviente.[...]Cuando la criada se de-tuvo frente a una trampa de alambre queencerraba dos ratas, el espanto estrujó micorazón. Al vernos, ellas se debatieron con-tra las paredes de la jaula, arañando losalambres. Luego, se echaron con las cabeci-tas pegadas el suelo, jadeantes. Sus ojillosabiertos no querían mirar.

“De pronto, profiriendo a gritos: “¡Des-trocen, ahora!” “¡Traigan pestes, ahora!”,la mujer alzó la caldera. Un chorro queman-te, un solo, breve chorro, cayó sobre las ra-tas, cuyos lomos humearon, despeinándose,y se encogieron entre ahogados chillidos. La

maldita jaula se estremeció, se dio vuelta,rodó, saltó, despidiendo un pegajoso tufo acarne recocida. Como ositos se paraban endos patas las infortunadas, rascando con lasuñas los fatales alambres. Y caían. Y en bo-tes de epilepsia se destrozaban los hocicos,buscando salida. Inexorable, la criada dejócaer un nuevo chorro; esta vez prolongado,perseguidor. Sin voz de horror, yo permane-cía inmóvil, con los ojos secos, vueltos vi-drio. Entre el clamor de los chillidos, la jau-la daba tumbos, crujía a influjos de las pe-queñas garras urgidas. Y aparecían los dien-tecillos en las crispaciones del martirio.

- ¡Destrocen, ahora! ¡Traigan pestes,ahora!

“Hasta que una cayó encogiéndose enbrusca crispatura y se estiró luego, imper-ceptiblemente. Entonces, enloquecida, laotra quiso guarecer la cabeza bajo el cuer-po inerte. Pero alcanzada otra vez por elagua, tocó el techo, de un brinco, rodó tam-bién, temblando, y quedó quieta.

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El niño de las ratas:Una escena infantil

Edmundo Gómez Mango*

* Psicoanalista (APF)

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“La criada volvió a entrar sin siquiera mi-rar al niño. El niño rogó a Dios por las almasde los animalitos. Lo invadió una dulce paz.Atravesó el patio y volvió a entrar a la habi-tación de su madre que esperaba en la ca-ma el inminente alumbramiento del segun-do niño. “No sé por qué -dijo- guardaba elsecreto de la escena que acababa de ver”.La madre acariciaba la mejilla del niño. Él lepidió que cantara, como solía hacerlo, lacanción del viejo arpista que era muy pobrey tenía muchos niños. Una tarde los niñosgritaron: “¡Danos pan, tenemos hambre!”.Desesperado tocó el arpa, los niños danza-ban, danzaban hasta caer dormidos a suspies, para no abrir ya nunca más los ojos. Lamadre aceptó cantarle la canción. Pero,mientras la escuchaba, el niño veía a las ra-tas, una multitud de ratas que danzabanhasta agotarse y caer inanimadas.

“De pronto, algo cálido cayó sobre mimejilla- recuerda. Estaba llorando mi ma-dre”. “Derramaba lágrimas -piensa ahora-por dos niños, yo y el que iba a nacerle, quenos hundiríamos pronto en el incierto, hos-co porvenir. Recién terminaba una guerra.El padre, herido todavía no había llegado:en los fogones revolucionarios las brasas ar-dían, aún…”1

Es un recuerdo de infancia del escritoruruguayo Francisco Espínola (1901-1973).Este texto, escrito en 1936, fue publicadoen 1954. En la escena evocada el niño tienetres años: se pudo establecer la fecha te-niendo en cuenta el nacimiento de la her-mana del escritor y un episodio histórico, larebelión armada en la que había participa-do el padre.2

El carácter alucinatorio de la escena in-fantil está indicado desde el comienzo: “Meveo”. La forma pronominal implica una pri-mera circularidad narrativa entre el espec-tador y el espectáculo, entre el “yo” -eladulto que ve el recuerdo y escribe- y el ni-ño visto, protagonista de la escena; “meveo” implica una visión, un “verse” como eldel sueño o el de la ensoñación, es un in-sight, una visión del interior; como en elsueño, el poder visual, visionario, provienede la escena misma, es ella la que atrae lamirada del adulto, es ella la que fija sus ojosy se refleja en ellos. El “me veo” inicial de-sencadena y pone en movimiento el ince-sante flujo visual que atraviesa la escena:entra y sale por los ojos de los protagonis-tas. Los ojos de las ratas ven los ojos de lacriada y los del niño: “viéndonos”, las rataspresienten la amenaza, luego, “... no quie-ren mirar”. El niño con “sus ojos secos, devidrio” permanece inmóvil. El “me veo”-auto-visual- introduce un “ver-no ver” queteje el relato. Desde el comienzo del frag-mento, el niño y las ratas están identifica-dos y confundidos en un peligro común:una ceguera mutua, la pérdida de los ojos,los ojos de las ratas que ya no ven, los ojosvueltos vidrio del niño. La lucidez oníricadel relato pone en evidencia lo invisible quesostiene cualquier actividad alucinatoria: enlo más vivo del flujo visual, la “angustia enlos ojos”3; en lo más intenso de la visibilidadalucinatoria, la fijación, la fascinación, elpunto ciego, la castración y la muerte.

Significaciones múltiples recorren el re-lato, trazan itinerarios, abren caminos queestablecen semejanzas, identificaciones, co-rrespondencias. Hay una composición en es-

1 F. Espínola, “Las ratas”, Cuentos, Publicaciones de la Universidad, Montevideo, 1961, p.187.

2 Me debo en este desarrollo al excelente trabajo que mi amigo, el psicoanalista uruguayo, Daniel Gil consagró a este texto. D Gil, Lasratas. Un recuerdo infantil de Paco Espínola, (prólogo de E.Gómez Mango), ed. Imprex, Montevideo, 1986.

3 P. Fédida, Par oú commence le corps humain, P.U.F., París 2000, p.61.

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pejo, asimétrica, que confronta las actitu-des de las ratas enjauladas y las del niño es-pectador, las ratas con sus gritos penetran-tes y sus aullidos ahogados, el niño “sin vozde horror”; las ratas y el niño en dos patas,las primeras en una agitación desesperada,el segundo paralizado en un terror inmóvil.Hay el “dos”, el par de ratas, los dos niños,las dos mujeres, los dos chorros de agua hir-viendo, las dos escenas, una exterior, la otraen el interior de la habitación, como si el“dos” fuera una representación sensible delos opuestos constitutivos de la vida de lossentimientos humanos. Está el chorro pro-longado y persistente de agua, que quemaa los animales, y las lágrimas tibias de la ma-dre cayendo en la mejilla del niño. Está elenlace de las dos escenas, dispuesto por elsecreto en el que el niño mantiene el horrorde las ratas cuando está con su madre. Es-tán las ratas enjauladas que sufren el cruelsuplicio, la exterminación y los niños-ratasde la canción de la madre, con los que el ni-ño se identifica y que, arrastrados por lamúsica seductora y loca, mueren de agota-miento. Podrían señalarse otros muchosecos o resonancias entre los detalles del tex-to. Una reversibilidad generalizada animatodo el pasaje y establece una comunica-ción interna, por el reverso, por lo invisibleque da al fragmento su intensidad onírica.

Esta reversibilidad es una de las cualida-des esenciales de la actividad de la fantasíaque sostiene la escena: la pasividad se vuel-ve actividad, el sujeto se vuelve su predica-do, lo que fascina horroriza, el placer devie-ne dolor; es en el movimiento que va de unoa otro término del par opuesto, en su articu-lación y en su inversión, que aprehendemosy somos aprehendidos por “la inquietanteextrañeza” (“unheimlich”) de la escena; en

ella se encarna, se vuelve viviente el traumasexual infantil que se había apoderado dePaco, el niño de tres años, el pequeño vo-yeur convertido, a través de la escritura, envidente de sí-mismo.

La inminencia del nacimiento del segun-do niño supone en Paco el aumento de lacuriosidad y de la pulsión de saber -se cono-ce su connivencia con la pulsión de ver-, dela pasión celosa que sin duda es una de lasfuerzas que sostienen el relato. La figuradel padre guerrero, lejano, iluminado por elresplandor de los fogones de la revolución,indica tal vez que toda la escena prepara suregreso, su ascenso.

La escena y la “nada real”

La transformación del niño voyeur de la es-cena infantil en el adulto viendo una esce-na de su historia, pone en evidencia que laescena vista, que la cosa vista y escuchada,es siempre una construcción presente. La re-producción de la impresión original es im-posible. La escena infantil es a la vez autén-tica y falsificada, se asienta sobre restos me-moriales que, sin embargo, están sobre-ela-borados, modificados y recompuestos por laactividad de la fantasía. La escena de la in-fancia es, dice Freud, “como una ficciónpoética” fabricada en el inconsciente4. Loque se presenta como una experiencia vivi-da de la infancia suele ser una fantasía tar-díamente construida sobre la infancia. Loque el trabajo de la construcción exhumade la escena de infancia, suele ser sólo “unapequeña realidad”, señala Freud en su estu-dio sobre Leonardo, una “nada real” (realeNichtigkeit).5

4 S. Freud, “Sur les souvenirs-couverture” (1899) O.C., T III, p.269.

5 S. Freud, Un souvenir d‘ínfance de Léonardo da Vinci, (1910) Gallimard, Paris, ed. Bilingüe, 1991, p. 113.

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El carácter escénico acerca más aún a lasexualidad infantil. Esta impregna el as-pecto “estético”, auditivo y visual: los ojosde las ratas o de Paco se confunden casicon la actividad erógena del ojo; la bocade la criada profiere el grito asesino, loshocicos y los dientes de las ratas muerdenlos hilos de hierro, aúllan, como si se trata-ra de la actividad vociferante y devorado-ra del super-yo feroz y cruel. Pero aún, ytal vez sea el rasgo más característico de lapresencia constituyente de la actividad se-xual infantil de la escena: ésta presentajuntas, una al lado de la otra, sincronizada-mente, actividades sexuales diferentes eincluso opuestas. Volvemos a encontrar enla escena del niño de las ratas uno de losrasgos que, en sus consideraciones finalessobre el ser psíquico del “hombre de los lo-bos”, Freud consideraba como más carac-terísticos de la actividad inconsciente ar-caica: “la aptitud de mantener en funcio-namiento, unas al lado de otras, las inves-tiduras libidinales más diversas y más con-tradictorias”.6

En la cura siempre hay una escena infan-til: forma parte de una suerte de tópicofundamental del psiquismo, es un lugar enel que la acción psíquica se manifiesta y ad-quiere forma. La escena, otra palabra queesconde dos sentidos opuestos: etimológi-camente, en griego skénè, significa primerotienda, morada, lugar protegido para alber-gar a las máscaras, a los actores, a los tra-moyistas, pero también la fachada que mirahacia las gradas; la escena progresivamentese convirtió en el proscénium, fachada de-corada, pintada, móvil, cuyo motivo princi-

pal solía ser un palacio7 (el lugar trágico dela cópula y de la muerte). La palabra escenaque originariamente designaba lo que seesconde, lo que se protege, evoluciona ha-cia su significación contraria, la fachada quemuestra y luego el espacio abierto en el quese devela, en el que se despliega la accióndramática.

La escena psíquica puede también servista como la fachada que esconde un se-creto y que muestra un decorado, como ellugar escénico en el que se desarrollan las“escenas psíquicas”. Puede ser pensada co-mo el lugar que hace aparecer. Las escenasinfantiles son secuencias, divisiones internasdel acto o de la acción psíquica, a menudodelimitadas-como en el teatro- por la salidao la entrada de los personajes, y por loscambios de decorado8.

“Digo que la escena es un lugar psíquicoy concreto que reclama que se le ocupe yque se le haga hablar su lenguaje concre-to”, escribe Antonin Artaud, para quien elteatro es antes que nada puesta en escena,“una manera de amueblar y de animar elaire de la escena”9. Tal vez, en el alba de loscomienzos, un lugar despertó en el hombreel impulso irresistible de irrumpir, de apare-cer en él, de ocuparlo transformándolo enescena, en Schauplatz, para presentarse an-te los otros y representarse a sí mismo.

Se puede sostener la hipótesis de que esel espacio de la escena psíquica el que llamay convoca las acciones, las secuencias que semuestran y se manifiestan en ella. Un espa-cio psíquico sin nada, vacío, inanimado, es

6 S. Freud, “ A partir de l’histoire d’ une névrose infantile”914), O.C., T.XIII, PUF. París, 1994.

7 Cf. Y M. Croiset, Manuel de la litérature grecque, París, 1900

8 Cf. P.Lacoste, “Scène, l’autre mot.”, Destins de l’ image, N.R.P., nº 44, otoño, 1991.

9 . Artaud, Le théatre et son double, Gallimard, París 1964, p.130-31.

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insoportable, impensable, algo análogo a lamuerte del alma; debe ser ocupado, habita-do, él llama a la acción, a los actores, al es-pectáculo. Se puede fantasear metapsicoló-gicamente el origen de la escena psíquicacomo el advenimiento de un vacío, de un es-pacio que se dejó vacío cuando, en el mo-mento inicial y mítico, la pulsión sexual na-ciente abandona el objeto de conservación ybusca la satisfacción alucinatoria. Se crea asíun espacio nuevo, desprovisto aún de repre-sentaciones; un espacio que atrae y recibelos restos mnésicos reavivados por la urgen-cia del deseo en la búsqueda de su realiza-ción. La irrupción de la figura de la sexuali-dad infantil, que adquiere forma y vida enuna primera relación erótica, se hace en laurgencia. La urgencia es el “tempo”, el rit-mo de la escena; ésta proviene a la vez de laavidez del nuevo lugar, de su poder de aspi-ración y de la prisa irreprimible de las repre-sentaciones nacientes. La emergencia de lasexualidad infantil en cuanto escena origi-naria de sí misma, es a la vez el vacío, el es-pacio abierto por la pérdida del objeto de laconservación y el surgimiento de la acciónpsíquica, la fantasía erótica, la algarada, elescándalo que la anima, la habita y la colma.

Podemos reconocer en la escena infantilla doble función que, desde el comienzo desu teorización y con una intuición fulguran-te, Freud atribuía a la formación de la fanta-sía: por un lado, la escena nos acerca a unacontecimiento psíquico rechazado, que seha vuelto inconsciente; por otra parte, es unobstáculo, una barrera montada contra elposible retorno de las representaciones pa-tógenas reprimidas, inconciliables con el yoconciente y que, en esa época, eran llamadas“escenas primordiales u originarias”, ursze-ne. Un fragmento visual se une a un frag-

mento auditivo, forman una fantasía o unailusión, y otros fragmentos entran en rela-ción con otras formaciones. Este proceso, ob-serva Freud, “hace que resulte imposibledescubrir la conexión original”. La formaciónde la fantasía oculta su origen y a la vez pro-duce “fabulaciones” o “poetizaciones” in-conscientes que escapan a la defensa10.

Una memoria sin recuerdos

En la cura analítica, cuando el paciente re-cuerda escenas infantiles, el analista no lasescucha como puntos de partida, comofuentes, sino más bien como puntos de lle-gada, como lugares de entrecruzamiento,como nudos en los que se entrelazan movi-mientos de investidura y de deformación delas representaciones. La escena infantil sepresenta como un punto de anclaje, de fija-ción en la deriva libidinal. La transferenciaintensifica el movimiento regresivo que ani-ma a la libido desocupada, “déboutée”, co-mo se dice de los extranjeros que deman-dan asilo y a quienes se niega el refugio po-lítico. Clandestina y desestimada, viajera in-cansable, la libido va y viene, se desplaza ose fija, inviste las fantasías, los sueños diur-nos, hace surgir los recuerdos, los reaviva ylos pone en escena provocando nuevas re-presiones.

Una escena infantil narrada durante unanálisis, reenvía a la “otra escena”, la esce-na original. La escena masifica y el trabajodel analista consiste en recortarla, fragmen-tarla, retomar pedacito por pedacito, in-quietar lo que está inmóvil, desligar lo quese presenta en haz. La escena solicita laagudeza de la escucha analítica que, por ser“flotante”, dispersa y disocia. La escucha

10S. Freud, “Manuscrito M”, (25-5-1897) Cartas a Wilhem Fliess , Amorrortu, Buenos Aires, 1986).

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analiza la escena pero, atrapada por latransferencia, se dispersa y se disocia ellamisma, se auto-analiza, se escucha y se ve,se abreva en el auto-erotismo del analista,allí donde se urde la palabra de la interpre-tación. Sólo entonces, en la descomposi-ción, en la derrota del recuerdo, las huellasmnésicas pueden ser adivinadas o construi-das. La derrota de los recuerdos permiteaproximarse a lo que yo llamaría una me-moria reminiscente sin recuerdos y no a una“memoria amnésica”: una Mnemé reme-morante originaria, una memoria infantil,en la que la percepción y el “actuar” (elAgieren freudiano) se vuelven memoria,donde lo infantil se presenta por sí mismo,sin recuerdos. Se trata de una actividadmnésica -la más específica de la transferen-cia y que está también en el sueño- que, ha-biendo olvidado sus recuerdos, se rememo-ra a sí misma; excita y despierta el poderevocador e imaginativo originario de la len-gua, la libertad de asociación de las pala-bras y de los pensamientos. Esa actividad re-memorante permite, al sujeto de la palabraen el tratamiento analítico -analista y anali-zado-, el intento de construir en el presen-te su propia fuente, a pesar de las resisten-cias y lo demoníaco de la compulsión a larepetición11.

Es quizás la constante más conmovedorade la experiencia de la transferencia: todo loinfantil está allí, pero lo que podemos apre-hender a través de nuestras representacio-nes concientes es raro, fugitivo y, por eso,precioso12. La actividad incesante de la se-xualidad infantil se presenta en la escena de

la sesión, en la repetición normalmente en-carnada de los afectos, en el Agieren, el ac-tuar de lo infantil durante la transferencia yen los rebrotes inconscientes que surgen enlos fragmentos de los sueños, en las ideas in-cidentes: pequeños resplandores en lo ac-tual que alcanzan e intensifican el reflejodel pasado. A partir de esos pocos elemen-tos representables, entre la miríada de acon-tecimientos psíquicos inconscientes y con-cientes que constituyen la sesión, la palabraanalítica -del analista o del analizado- adivi-na y construye. Habla. Exhuma, de la abun-dancia de fantasías innombrables sobre lainfancia, la “pequeña realidad”, la “nadareal”, un fragmento de verdad histórica.

Las escenas de terror de la infancia sue-len ser marcadas por la agudeza de lo vi-sual. En su análisis sobre El hombre de are-na de Hoffman, Freud observaba que “amedida que se desarrolla el relato (...) per-cibimos que el autor quiere que nos mire-mos a nosotros mismos a través de los an-teojos o el larga-vista del óptico demoníacopor el que seguramente él también obser-vó”13. La escritura misma se vuelve el instru-mento de óptica demoníaca, como un “ojoen erección” (expresión de Picasso): el lar-ga-vista aproxima las escenas del pasadohasta volverlas cercanas y presentes.

En el tratamiento la palabra analíticatambién está provista de una capacidad devisualización, suele ser animada por el deseode lo perceptible, busca las sensaciones per-didas, quiere nombrar -y ver- las impresio-nes olvidadas. La escucha del analista se de-ja guiar por la visibilidad de la palabra del

11Freud notó: “Lo que los niños de dos años han vivido sin comprender no lo pueden recordar más que en sueños. Sólo un tratamien-to psicoanalítico se los puede revelar...”, in L’homme Moïse (1939) Gallimard, Nuevas traducciones, p.229 cf. también P.Fédida y loque él llama “la memoria de lo infantil”, in Par oú commence le corps humain?.

12Evoco aquí una de las perspectivas abiertas por L.Kahn a propósito de la “presentabilidad” y de la representación, en su reportesobre la figurabilidad, “L’action de la forme”, La figurabulité, boletín de la SPP., nº59, PUF, 2001.

13S. Freud, L’inquiétante étrangeté (1919), edición bilingüe, Gallimard, 2001, p.67.

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paciente. Pero el esfuerzo de las palabraspor ir hacia lo sensible, va acompañada deotra función, en cierta medida antagonista,que yo llamaría la función de interiorizaciónde la palabra y que consiste en transformarlo sensible de la imagen en pensamientos,en traducir las imágenes al lenguaje. Allí es-tamos situados en los confines de lo queWalter Benjamín llamaba Denkbilder14, imá-genes del pensamiento, imágenes que susci-ta el pensamiento, pensamientos que bus-can la imagen para representarse. La pala-bra interioriza, desplaza al interior del suje-to lo que aún quedaba fuera, en lo percep-tible. La interiorización por la palabra, expe-riencia fundamental que requiere la transfe-rencia, está en el origen del trabajo de ela-boración (Durcharbeitung).

La escena infantil pone en evidencia unrasgo que marca la experiencia del niño: ladocilidad, que corresponde a un rasgo ma-yor de la sexualidad infantil, la plasticidad.La escena infantil evocada por la palabrahabla la lengua de la sensibilidad, de la im-presión, de lo inmediato; es el vestigio delverdadero nacimiento del ojo erógeno, laintensa solicitud de los ojos por la eferves-cencia de los signos, de las sensaciones, delvértigo sensorial en el que el niño se pierdesin saber lo que busca, fascinado por aque-llo de lo que no puede desprenderse.

El relato de una escena infantil poneademás en evidencia la apertura, la extensay extrema receptividad de la lengua respec-to de la sensación. Las palabras vienen a lalengua para recibir la impresión de las co-sas. La lengua, las palabras y las impresionesque surgen del otro y del mundo, pero tam-bién las que provienen de la carne sensible,estremecida del niño que las vive, se mez-clan en esta emergencia de la experiencia

psíquica, marcada a la vez por el placer dela excitación sexual, por el dolor de la vio-lencia y por la amenaza presentida, inhe-rente al exceso, al extravío y a la desorien-tación que lo arrebatan.

La docilidad infantil respecto a lo sensi-ble y al lenguaje, paradójicamente, es ani-mada por la más ineducable, la más indómi-ta de las pulsiones, la pulsión sexual. Es unade las divisiones internas, de las contradic-ciones, del polemos sexual infantil, jamás enreposo, siempre en busca de la excitación. Lapulsión sexual que es capaz de desplaza-mientos vertiginosos, de retirarse de los ob-jetos tan pronto como los había investido, estambién el origen de las fijaciones más en-carnizadas, y de las más dolorosas paraliza-ciones. Como si el flujo erótico, de curso tu-multuoso y rápido, se convirtiera de prontoen una pez espesa, pegajosa, que ya no semueve, que se aferra al objeto, que se ad-hiere a sí misma y ya no sabe fluir.

El “hombre-niño” y la crueldad

La criada que, de un modo dominado y cal-culado, vierte sobre las ratas el agua hir-viendo por el pico-pene de la caldera, pri-mero un chorro corto, luego el chorro lar-go, insistente y perseguidor de la orina ase-sina, que acompaña su gesto exterminadorcon gritos e imprecaciones sarcásticas, estáanimada por el odio erótico, es cruel: no só-lo daña a seres vivos, sino que experimentaun verdadero placer al hacerlo, le gustaprovocar el sufrimiento. Es exactamenteeso, la pulsión de crueldad evocada porFreud en varias oportunidades en Tres ensa-yos sobre la teoría sexual.

La crueldad, la palabra y la noción, tie-

14W. Benjamín, Sonetos, ed. Bilingüe, Península, Barcelona, 1996, p.180.

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nen una profunda intimidad con la carne.Crueldad, cruel, provienen del latín cruor,crudus, crudelis; en español cruento suponeque se vierte sangre. La criada de la escenagoza haciendo sufrir y dando muerte, des-truyendo la carne de las ratas. La accióncruel pone en juego la destructividad queencuentra placer en exterminar, en conver-tir seres vivos en seres inanimados. La cruel-dad extrema -dar muerte gozando con eldolor del otro- es una figura primordial delmal. En esta especie de crueldad originariaaparece un elemento de lo primitivo que esa la vez irresistiblemente fascinante y abso-lutamente insoportable, aniquilante.

La convulsión mortal y agónica de la pa-reja de ratas, los cuerpos que se retuercen,que se esconden, se disuelven juntos y seabisman en el horror, desde la perspectivainfantil, remiten a la convulsión erótica, a laexasperación de los cuerpos de los amantesque se mezclan y se confunden en la violen-cia de la escena primitiva.

La escena cruel se abre así a un abismo enel que el goce y el horror se fusionan; Freudveía en el rostro de un paciente -el célebreHombre de las ratas- “el horror de un goceignorado por él mismo”. “Del erotismo esposible decir -escribe George Bataille- que esla aprobación de la vida hasta en la muerte”.Y se sabe que, por un viraje que sólo es posi-ble calificar de abismal, extremo, la expe-riencia del alma mística es la que revela en ellenguaje, el más íntimo secreto de la carneerótica; basta con recordar a la santa, Teresa:“Si no muchas veces, a deshora viene un de-seo que no sé cómo se mueve, y de este de-seo, que penetra toda el alma en un punto,

se comienza tanto a fatigar, que sube muypor sobre sí y de todo lo criado... Ello es unrecio martirio sabroso…Mas llegada (el al-ma), a estar en ello, lo que hubiese de vivirquerría en ese padecer”.15

La criada se retiró, después de haber ma-tado las ratas, sin siquiera mirar al niño. El ni-ño queda solo, con el dolor y el mal en losojos. El niño aún no sabía, aún no había reci-bido “el golpe del saber” -la expresión es deEspínola- que le revelara que las plegariasson para los humanos, que todo el resto, lasplantas, los animales, toda la tierra, quedanfuera, en la espantosa intemperie de nada,de la nada. El niño emerge de su “aniquila-miento” -dice el texto- se arrodilla y ruega aDios. El niño vivió la acción cruel como lapuesta en acto del “mal radical”, es decir, deldeseo y de la voluntad gozosa del aniquila-miento de la vida. Las secuencias del relato, elaniquilamiento del sujeto viendo la muertedel animal -una figura sacrificial- seguida deun renacimiento interior en la experiencia,no ya de la pena, sino de la piedad, adquie-ren una significación antropogenética pro-funda. Pienso en el pasaje en el que Freudconsidera ciertas reacciones primitivas del ni-ño como “precipitados de la historia de lacultura de la humanidad, alcanzando unamayor profundidad que todo lo que ha sidoconservado y dejado huellas en el mito y enel folclore”.16 Paquito se convierte en la figu-ra misma del Menschenkind, el niño-hombre.El niño asumió la escena como un rito sacrifi-cial, vivió la angustia hasta la muerte y pare-ce querer superarla a través del llamado de losagrado, gira hacia el grosse Mann17, el “granhombre”, el Padre, ruega a Dios. Alcanzadopor la dispersión melancólica del alma infan-

15Santa Teresa de Avila, Livbo de vida, Obras completss, Libro de vida, Obras completas, BAC., Madrid, 1986, p.110, 111.

16S. Freud, Histoire d’une névrose infatile, op.cit., p.88.

17“Nosotros debiéramos habernos dejado guiar por la palabra misma; quién más que el padre, en la infancia, puede haber sido “el granhombre”. S.Freud, L’homme Moïse et la religión monothéiste, op. cit. p.208.

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til, confundido con el animal sacrificial y con-vertido él mismo en niño muerto en el espan-to, ruega para resurgir y resucitar, niño vi-viente, en el sentimiento de piedad que leinspira la vida.

Las ratas: su simbólica es conocida, reto-mada en muchos cuentos y leyendas de lasmás diversas culturas. Son los agentes de lapeste, de la infección, de la contaminación;son los operadores de los suplicios; la rataes el equivalente de los objetos separables,el niño, el excremento, el pene; pero aún ysobretodo, es el símbolo de la actividad des-garrante misma, de la fuerza roedora, mor-daz, que devora, que corta y desprende; lasratas están así en la vertiente de la castra-ción y la pulsión de muerte. Mefisto es el“líder de las ratas y de los ratones”18. Al mis-mo tiempo las ratas se multiplican, copulansin cesar y engendran poblaciones subterrá-neas, emigran al seno de la madre tierra,adoran los cementerios, las alcantarillas, lacarroña, la inmundicia. Michel de M’Uzanevocó con exactitud “el ser de rata”19 po-dría atribuírseles el valor de una represen-tación de lo sexual, de lo pulsional, en susdos vertientes, de vida y de muerte.

“Era yo el que proponía las ratas al Se-ñor Marcel”, exclamaba el chofer con un to-no orgulloso. Las ratas estaban atravesadasde agujas, heridas con varas, cazadas por jó-venes. “En una charla memorable, relataAndré Gide, Proust me explicó su preocupa-ción por agrupar las sensaciones y las emo-ciones más heteróclitas para favorecer el or-gasmo,”20 y el narrador de la inflexible

“búsqueda” revela la identidad de los obje-tos del cruel y sádico ataque: evoca “pesadi-llas que, estúpidamente, según los médicosagotan más que el insomnio, cuando enrealidad, permiten por el contrario al pen-sador evadirse de la atención; las pesadillas,con sus álbumes fantásticos, en las quenuestros parientes muertos acaban de sufrirun grave accidente que no excluye unapronta curación. Esperando esta cura, lostenemos en una jaulita para ratas, en la queson más pequeños que los ratones blancosy, cubiertos de grandes brotes rozados,plantados cada uno con una pluma, nos di-rigen discursos ciceronianos.”21

****

¿Por qué el teatro es un espacio privile-giado de la crueldad? Porque en él no sólohay texto o imagen (como en la literatura oel cine), en el teatro hay cuerpo, gestos, pa-labras en las voces; el teatro es juego depresencia y carne. Escuchemos a AntoninArtaud “Todo lo que actúa es una crueldad.Es sobre esta idea de acción llevada al extre-mo, que el teatro debe renovarse.” “Quere-mos hacer del teatro una realidad en la quese pueda creer y que contenga para el cora-zón y los sentidos esta especie de mordedu-ra concreta que implica toda sensación ver-dadera.”22

Confrontado a la crueldad exterior y a laque siente avanzar en su interior, en la inti-midad de su carne, el niño sólo puede sen-tirse sobrepasado, perdido, nuevamentehundido en la Abirrung, la desorientaciónfundamental de lo infantil.

18Es Freud el que cita a Goethe y evoca la escena del “Gabinete de trabajo” cuando Mefisto necesita “el diente de un ratón” para destru-ir el karma del lugar. S. Freud, “Remarques sur un cas de névrose de contrainte” (1909), O.C., T. IX, p.186.

19M. de M’Uzan, “L’extermination des rats”, La bouche de l’inconscient, Gallimard, 1994.

20Cf. G.D. Painter, Marcel Proust, A Biography, 1965, T.II, p.405.

21M. Proust, Le côté de Guermantes, A la recherche du temps perdu, Pléiade, 1945, T.II, p.87.

22A. Artaud, Le théatre et son double, op. cit, p. 131.

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El goce y el espanto

“Debemos todo al otro”, dice Levinas. Perotodo lo que viene del otro llega a la carneinfantil. El significante, el mensaje enigmáti-co, la caricia, el gesto brutal que hace daño,la ternura, el abrazo de los cuerpos o el re-chazo y la distancia, los besos (Leonardo,“este niño criado a besos”, dice Freud) laspalabras violentas o dulces, y ese reiteradocontacto íntimo, necesariamente invasor, delos cuidados maternales; todo eso es el afue-ra que proviene del otro, la exterioridad ra-dical que desencadena lo pulsional psíquicosólo cuando ese flujo incesante de signos seencarna, se incorpora en el estremecimientocarnal del niño. ¿Cómo designar este ama-necer, el fruh (en español se diría temprano,lo que se despierta temprano) lo precoz, loinicial en las formaciones psíquicas, dondese mezclan lo perceptible, lo corporal, loemocional, las palabras? Es en este entrela-zamiento donde se constituyen y se configu-ran el trauma y el extravío sexual del niño.La palabra freudiana Erlebnis -experienciavivida o vivencia, constante en la escriturade Freud cuando quiere designar algo comoelemento primero, como un átomo, del psi-quismo- es la que me parece que se acercamás a la realidad psíquica de los comienzos.La Erlebnis freudiana es experiencia del otroy experiencia de sí, en el germen de la psi-ché incipiente en la carne de la infancia. Esel acto carnal (Erlebnis) por el cual nace elpsiquismo. En la experiencia sexual vivida, elmensaje exterior es aprehendido por el suje-to, no en una especie de pasividad desnuda-como una implantación en el desierto-, sinopor un acto de la carne, por una encarna-ción, en un estremecimiento sensual delcuerpo vivo del niño.

La escena del niño de las ratas, la cruel-dad despertada por el “ser de rata”, símbo-lo de la actividad pulsional, la mordedurade “cualquier sensación verdadera”, son lasetapas que me fueron necesarias para re-pensar el lugar del mal, del odio, de la pul-sión de muerte, en la problemática del au-to-erotismo infantil y su relación con lacreatividad. Quisiera reunir así el interesan-te debate que se instauró en torno a lasproposiciones de Daniel Widlöcher en cuan-to a la sexualidad infantil23.

Me gustaría volver a la primera páginade los Tres ensayos, y al comentario deFreud a propósito de la palabra Lust. El ger-men entero del debate sobre la sexualidadinfantil me parece que está allí, en el secre-to de una palabra. La evoco: “al lenguajepopular le falta una designación equivalen-te a la palabra “hambre”; para ello la cien-cia emplea el término libido”. Y más clara-mente, en el capítulo titulado “El problemade la excitación sexual”: “Es extraordinaria-mente instructivo constatar que la lenguaalemana da cuenta, en su uso de la palabraLust, del rol evocado en el contexto de lasexcitaciones sexuales preparatorias, que almismo tiempo proveen una parte de la sa-tisfacción y por otro contribuyen a la ten-sión sexual. Lust tiene un doble sentido ydesigna tanto la sensación de la tensión se-xual (“Ich habe Lust”: deseo, siento la ur-gencia”), como la sensación de satisfac-ción”.24

El interés constante, apasionado de Freudpor la lengua, es una vez más fructífero: elequívoco, la ambivalencia de la palabra, re-cobra la de la cosa; el Lust, placer sexual, de-signa a la vez el avance de la tensión-excita-

23D, Widlöcher y J. Laplanche, P. Fonagy, E. Colombo, D. Scarfone, P. Fédida, J. André, C. Squires. Sexualité infantile et attachement,P.U.F., 2000.

24S. Freud, Trois essais sur de la théorie sexuelle, op.cit., p. 151.

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ción y su caída, un placer-tensión y un placerdescarga de la satisfacción pulsional.25

En el placer excitación-tensión, el deseoconvoca el aumento de la intensidad, se sos-tiene de la violencia que la pulsión se hace así misma. Ese placer-excitación implica la sen-sación de la tensión, que puede volverse do-lorosa. El placer y el dolor van juntos. Es aúnuna manifestación de la ambivalencia origi-nal de la experiencia psíquica humana. Ya sepodría ver allí el polemos, la “tendencia alconflicto” original26 de la vida psíquica.

Si la creatividad psíquica está vinculada ala experiencia del placer, a la voluptuosidadsexual, Lust, es porque ella elabora la ten-sión propia del deseo sexual: la fantasía se-ría el origen del conflicto intrínseco delLust, que de un mismo paso, con un mismoalcance, conduce al placer y al espanto. Lamanera del placer (Lust) y de la angustia(Angst) es inherente a los procesos sexua-les27. E incluso en las representaciones másrefinadas y exquisitas de la sensualidad ydel goce alegre de la vida, como el rostro yla sonrisa hechizante de Mona Lisa, Freuddescubre “la más perfecta de las oposicio-nes que rigen la vida amorosa de la mujer”,“reserva y seducción, ternura llena de aban-dono” pero también “sensualidad de unaexigencia sin miramientos, devorando alhombre como algo extraño”28.

La actividad lúdica y creativa del psiquis-mo sordo de la tensión, de la violencia ori-ginaria del deseo. La actividad auto-eróticaen la que se genera la formación de la fan-

tasía, donde se origina el síntoma de la neu-rosis o la creación de la obra, está marcadatanto por el dolor como por el placer psí-quico que la acompaña. Una hipótesis esque el espanto al que el desorden de la pul-sión sexual expone el alma infantil, es lafuente más potente de la actividad de lafantasía auto-erótica y del deseo de la crea-ción de la obra. Para formularlo en térmi-nos metapsicológicos: la Todestrieb, la pul-sión, el impulso, lo que lanza más allá delplacer, hacia el agotamiento y la muerte,habita el auto-erotismo infantil; la tenden-cia a desligar sin límites exige su retoma porla forma psíquica, primera manifestación deligazón de la energía psíquica, efectuadapor la fantasía sexual.

Tal vez la excitación que da vida a unaforma artística proviene de su esencia máspeculiar: la forma mantiene reunido, inclu-so en el esbozo del dibujo, lo que tiende aborrarla, a interrumpirla, a dispersarla en elreino de lo informe; la forma artística es undesafío al peligro del desierto que invade, ala desaparición radical en lo sin forma. Escu-chemos a Alberto Giacometti: “La forma sedeshace, no es más que como granos mo-viéndose en el vacío negro y profundo, ladistancia entre un ala de la nariz y la otra escomo el Sahara, sin límites, nada que fijar,todo se escapa”29. Nada que fijar, todo seescapa, eso es la pulsión de muerte, la de-rrota de Eros y de la forma artística.

Siempre tuve dificultades para seguir lateoría freudiana del Vorlust,30 placer preli-

25Laplanche rehizo una lectura de ese término en “Sexualité et attachement dans la psychologie”, in Sexualité infantile et attachement,op.cit.

26S. Freud, Conférences d’introduction á la psychanalyse,, (1916-17), Gallimard, 1999.

27S. Freud, Un souvenir d’infance de Léonard de Vinci, op.cit., p.99

28S. Freud, ibid. p.191.

29A. Giacometti, Ecrits, Hermann, 1990.

30S. Freud, “Le créateur littéraire et l’activité imaginative”, (1908), L’inquiétante étrangeté, ed. Bilingüe, Gallimard, 2001.

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minar, aplicada a la cuestión de la receptivi-dad de la obra de arte. El artista nos “enga-tusa”, dice Freud, nos seduce, nos interesapor una “prima de incitación” (Verlo-chungsprämie), término generalmente tra-ducido como prima de seducción, con la in-tención de prepararnos a un mayor gocedel alma.

Se “veía”, en la reciente exposición Picas-so erótico, una suerte de Urlust, de volup-tuosidad erótica originaria capaz de alcan-zar lo que yo llamaría una poïetica eróticadel órgano: ella es la que ve y pinta un ojoque devora, una boca que ve, una vulva quemuerde, ojos mandíbulas y ojos dentados,una lengua-verga que sale de la boca de uncaballo destripado, es ella la que pinta y vecada órgano como una escena infantil, quehace de cada órgano una escena-órgano. Esella la que recompone y metaforiza unaanatomía de fantasía del cuerpo y que pare-ce reposar en sí misma cuando dibuja un Mi-notauro melancólico, inmenso y dulce, quelame la mano de una joven durmiente.

El receptor del mensaje artístico puedegozar “sin remordimiento y sin vergüenza”de las fantasías de la obra y de las propias.Pero esto es una consecuencia del gozo pri-mero, auto-erótico del creador. Es en ellaque lo espantoso de lo sexual infantil sevuelve bello. Es ella la que permite que lomás bajo se reúna con lo más alto. En ella seengendra la “hohe Stimmung”, la “alta to-nalidad”, espiritual y sensible, cara a Nietzs-che, ese estremecimiento de la carne que seapodera de nosotros cuando experimenta-mos la presencia de la obra.

Francisco Espínola había olvidado com-pletamente la escena de las ratas. Había pu-

blicado su única novela Sombras sobre latierra en 1933 y diez años más tarde, unanoche, cuando estaba solo, insomne, fu-mando un cigarrillo, “de repente -escribe-me di cuenta de que el germen de toda minovela estaba, por completo, en el recuerdoinfantil que escribí después: “Las ratas”. Esun ejemplo de lo que Proust llamara la “de-flagración de los recuerdos”.

Lo más importante de la acción de Som-bras sobre la tierra ocurre en un burdel debajo fondo de su ciudad natal. La descrip-ción realista de la miseria de las prostitutas,de los borrachos, de los excluidos de la ciu-dad, está animada por un soplo dotoïesv-kiano que marca el contraste entre lo ange-lical y lo demoníaco de los personajes31. Elhéroe, un joven intelectual devorado por laobsesión del mal, refleja sin duda aspectosdel autor mismo.

Francisco Espínola se convirtió en un granescritor reconocido y querido por sus conciu-dadanos. En 1962, durante un homenaje enla capital, pronunció un discurso de agrade-cimiento. Evocó la escritura de su única no-vela. Contó la anécdota siguiente: solía fre-cuentar un viejo café de la ciudad, en el quele gustaba escuchar a los cantantes, a los gui-tarristas, y donde, a veces -dice- experimen-taba “la tierna presencia de la nación”.Cuando tenía necesidad de escribir, iba de-trás del mostrador del café y entraba a unpequeño comedor. Sobre el suelo de piedrahabía una mesa minúscula. En esa habitacióndepositaban las salchichas y los gruesos pa-nes de campo. Apenas se sentaba aparecíaun ratoncito que sólo parecía temer la llega-da del patrón o de algunos de los mozos. Da-ba algunos pasitos, se acercaba al escritor, lomiraba escribir. “No podía denunciar esta

31Cf. A. Zum Felde, prólogo a F. Espínola, Sombras sobre la tierra, Montevideo, 1966.

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compañía -confiesa Francisco Espínola- quese sentía tan bien conmigo, incluso cuandome movía o cuando me levantaba, y que sehundía en su pequeña cueva como un resor-te, cuando una de las puertas de la pieza seabría.” Y agrega: “Cuando preparaba la con-ferencia, ese pequeño compañero reapare-ció en mi alma... lo vi confiado, corriendo enmi intimidad como sobre las piedras grisesdel viejo comedor, igual que cuando estába-mos solos, y sentí que si en otro tiempo, enSan José, había hecho bien en no denunciar-lo, ahora me habría equivocado si no lo pre-sentara ante ustedes...”.

La armada aterradora de ratas puedetransformarse, a través del humor o de lapiedad que alimentan la vida del alma delescritor, en un ratoncito amable. Tal vez seael mismo que aparece furtivo en los dibujosde Plantu32 mirando la crueldad del mundo.

Resumen

A través la evocación de un recuerdo infan-til de Francisco Espínola, se intenta en estetrabajo ahondar sobre la noción de “escenapsíquica”. El recuerdo no de, sino sobre lainfancia, es una construcción que se elabo-ra a partir de un vestigio de la realidad vi-vencial. Más que de la infancia, se trata delo infantil: tiempo presente en la transfe-rencia como en el trabajo del sueño, dondese encarna la vivencia de la sexualidad. Loinfantil entendido como el agiren -actuar-freudiano, es la memoria vivida, aunque norecordada, en la transferencia. La figura de“las ratas” ha permitido explorar la vivenciainfantil de la crueldad, asociada al goce y alhorror. La pulsión de muerte habita el auto-erotismo infantil y el proceso creativo delartista.

32Célebre dibujante francés del periódico.

Edmundo Gómez Mango Texturas freudianas

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A partir de los primeros escritos referidos alorigen traumático de las enfermedadesmentales (Breuer y Freud, 1893; Freud 1894-96) Freud da lugar a una nueva visión quecambió para siempre el curso clínico de di-chas afecciones. Desde el principio las pre-sentó como enfermedades a las cuales se lespuede aplicar la visión epistemológica válidapara la medicina de su época. Según su nue-va perspectiva, el trauma de origen psíquicose constituyó en el equivalente etiológico ala invasión corporal de un agente traumáti-co de origen físico, químico o biológico.

Al postular más tarde que las afeccionespsíquicas están condicionadas por las vicisi-tudes de la evolución sexual de cada perso-na; definió con nitidez y precisión las cuali-dades que diferencian la sexualidad huma-na de la propia de todas las demás especies.

De sus reflexiones emergió el conceptode pulsión (trieb) y de deseo, base sobre lacual se asienta luego toda su teoría. A raíz de

sus originales investigaciones concebidasmediante la práctica del método hipnóticoprimero y del psicoanálisis después, llegó a latrascendental conclusión de que las afeccio-nes neuróticas y psicóticas que el ser huma-no padece (Freud 1894), se deben a desórde-nes acaecidos en el curso evolutivo de la me-tamorfosis de su sexualidad infantil; más es-pecíficamente, del deseo sexual infantil in-consciente vigente en el adulto (Freud 1905).

A lo largo de su obra, le dio a la sexuali-dad humana un sello evolutivo que hizo po-sible la diferenciación entre la sexualidadpre genital y la genitalidad (Freud 1923). Desus conclusiones resulta natural distinguir lasexualidad infantil (polimorfa) de la sexua-lidad adulta. A pesar de las múltiples evi-dencias existentes en el curso de la evolu-ción de todas las culturas, nadie antes deFreud puso énfasis científico en la concep-tualización, categorización y evaluaciónepistemológica de la sexualidad infantil.

La sexualidad, el deseo y el vacío mental.Perspectiva actual

del paradigma freudiano

Jaime Lutenberg*

* Psicoanalista (APA)

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Es muy vasto el recorrido transitado porel psicoanálisis en lo que atañe a la teoría, ala técnica, a la clínica y a la psicopatologíadurante estos cien años que nos separan dela primera gran síntesis que el padre del psi-coanálisis efectuó en 1905 al publicar unade sus obras más trascendentes: Tres Ensa-yos de Teoría Sexual.

Hoy estamos transitando por nuevos ca-minos de la crisis del psicoanálisis, diferentea los recorridos por Freud en su momento;se trata de una crisis propia de todo conoci-miento humano. Pero en cada región delmundo, hoy la crisis del psicoanálisis ad-quiere una configuración que es consonan-te con las transformaciones socioculturalespropias del lugar. Ello también dio lugar ala gestación de diversas escuelas.

Si intentamos una rememoración de lasgrandes incógnitas empíricas de la clínicapsicoanalítica que sorprendieron a Freud,podemos seleccionar una que sobresale delresto: se trata de la interrupción del de-curso asociativo de un paciente en lasesión. Dicho corte en el flujo asociativo hasido siempre un indicador de la “resisten-cia” del paciente a analizarse.

Silencio asociativo, resistencia y repre-sión se constituyeron en una tríada que fueexplorada por Freud en el curso de toda suobra. Sus investigaciones se extendierondesde el área de la clínica (silencio asociati-vo) al área de la técnica psicoanalítica (resis-tencia, repetición, transferencia) y de lateoría (pulsión, deseo, representación psí-quica, represión).

Freud limitó la técnica psicoanalítica a lospacientes neuróticos. Muchos investigado-res post freudianos abrieron el abanico deposibilidades terapéuticas del psicoanálisis y

extendieron su instrumentación técnica pa-ra ayudar a pacientes mucho más graves co-mo los psicóticos, drogadictos, perversos yborderline. También la práctica sistemáticadel psicoanálisis infantil aportó datos sus-tanciales que iluminaron sectores más oscu-ros de la teoría psicoanalítica freudiana.

El gran salto conceptual en lo que atañea la comprensión de los problemas más gra-ves de la teoría psicoanalítica lo dio el pro-pio Freud con la introducción de la nociónde la “pulsión de muerte” (Freud 1920). Suresonancia en el ámbito de la clínica psicoa-nalítica redefinió el sentido y la lógica de larepetición; ello trajo una nueva visión delconcepto de resistencia, transferencia nega-tiva y reacción terapéutica negativa. Comoes bien sabido, la lógica de la interpretaciónde los sueños también varió.

Muchos de los pacientes que nos consul-tan hoy en día, cuando se quedan en silen-cio en la sesión analítica, nos están mos-trando simultáneamente dos fenómenosdistintos: algunos silencios son derivados di-rectos de la acción efectiva de la represión;otros, obedecen al vacío mental estructuralque portan. Su silencio es la viva esceni-ficación transferencial de su vacíomental, no la expresión clínica de undeseo sexual inconsciente reprimido.

La diferenciación clínica de una y deotra modalidad del silencio es trascenden-tal, ya que llevan a conductas técnicas muydistintas. Cuando la palabra ausente es unaconsecuencia directa de la represión, laconducta es la que se deriva del análisis delas resistencias. Cuando el silencio es la ex-presión del vacío mental, la técnica estácentrada en la edición transferencial (Lu-tenberg 1993).

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En estos últimos años se han incrementa-do enormemente las consultas por patolo-gía borderline, combinadas con drogadic-ción, complejas y polimorfas “neosexualida-des” (Mcdougall 1991-2001) y anorexiasgraves. En estos pacientes el problema delvacío mental es nuclear. Estos pacientes ex-presan, con dramática elocuencia, que superturbación nuclear no radica sólo en elcurso intra psíquico de sus contenidos men-tales (deseos), sino en una grave alteraciónde su mente como “continente” de dichos“contenidos”. Para decirlo con más propie-dad, estos pacientes nos colocan ante lasdramáticas alteraciones de la relación conti-nente ¤ contenido (Bion 1967-70).

Postulo que en estos pacientes, las varia-das figuras neo sexuales que evidencian enla transferencia y relatan como experienciafáctica (cualquiera sea su forma), es un par-che defensivo extendido sobre su vacío men-tal estructural. Está destinado a desconocer-lo, disimularlo u ocultarlo, según la concien-cia que el paciente tenga del problema. Di-cha conciencia depende del grado de evolu-ción vigente en otro sector de su yo escindi-do, es decir el relacionado con su “narcisismotrófico”, que es el encargado del sostén de la“salud mental” de la personalidad total.

Las relaciones dinámicas entre el vacíomental y la sexualidad sólo son comprensi-bles si aceptamos la posibilidad de que lapersonalidad del analizando porte distintasescisiones yoicas dentro de sí, sin que entrelas mismas exista el menor contacto. Gra-cias a esta defensa, el yo no registra la me-nor contradicción., pero tampoco elaborasíntesis alguna.

Estoy convencido de que algunas delas complejas perturbaciones en la vida

sexual de los adolescentes y los adul-tos que hoy nos consultan, constituyenverdaderos intentos de curación del va-cío mental que los mismos portan sinsaberlo. Es muy distinto pensar que lasmismas son la expresión transformadade sus fijaciones sexuales pre genitales(Freud 1905), que suponer que dichasneosexualidades son un intento deevolución vinculada a la puesta en mo-vimiento (evolutivo) de los sectores es-cindidos de su personalidad.

Dichas escisiones estructurales delyo están generadas por los abortos psí-quicos padecidos en su historia evolu-tiva personal (Lutenberg, 2005). Cuandoen la clínica nos encontramos con susevidencias directas o indirectas, jamásdebemos pensar en hacer conciente loinconsciente, sino proceder a la ediciónen la transferencia. Este es el núcleo de lahipótesis que sustento en este escrito.

Exposición clínica del problema.

A continuación voy a presentar una apreta-da síntesis de dos experiencias clínicas: unapertenece a un adolescente que llamaremosCarlos y la otra a un adulto que llamaremosPeter. Con ello no pretendo sustentar clínica-mente mi postura teórica sino tan sólo re-marcar y evocar un espectro de variablespropias de la clínica actual para que cadaanalista efectúe sus propias deducciones.

1) Carlos es un muchacho de 20 años, estu-diante de Medicina. Consulta luego deun grave accidente automovilístico delcual fue protagonista “responsable”. Latendencia a los accidentes es común enlas personalidades con problemas de va-

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cío mental. Durante la entrevista, Carlostambién me cuenta sus dificultades pararendir los exámenes.

Respecto a su vida sexual me relató quetenía una novia con la cual mantenía rela-ciones sexuales satisfactorias, pero mante-nía una vida sexual paralela con otras chi-cas que conocía circunstancialmente y veíasolamente una vez. Estos últimos vínculosse caracterizaban por su violencia y fugaci-dad. A Carlos sólo le importaba “descargar-se de algo” y no sentir emociones. Tam-bién, mediante su desvalorización del obje-to sexual, negaba su dependencia fusio-nal simbiótica con su madre y con su ana-lista en la transferencia.

Buscaba un partenaire sexual para quele ayude a hacer desaparecer, orgasmo me-diante, una sensación desagradable quesentía y que yo inferí que se trataba de unsentimiento de vacío.

En los adolescentes, el sentimiento devacío es bastante frecuente y fluctuante, susignificación psicopatológica es variable,como todo lo que atañe a este momentotan particular de la vida. No siempre la apa-rición de un sentimiento de vacío es sinóni-mo de una perturbación más compleja; pe-ro sí en Carlos. Más adelante, en un aparta-do teórico especial, aclaro la diferencia en-tre el “vacío mental estructural” y el “vacíomental emocional”.

De repente él se sentía muy “desgana-do” y nada tenía para él sentido en la vida.Pude discriminar que no se trataba de unsentimiento de tristeza o depresión, sino deoquedad emocional. Cuando se sentía “ta-pado” por esas vivencias, comenzaba adeambular durante las primeras horas de lamadrugada con su auto. Se transformaba

en una especie de “autómata” sin sentido,todo lo que hacía quedaba desdibujado yescindido de su registro mnémico.

En estas circunstancias es cuando se diri-gía al encuentro de un partenaire sexual,que debía ser desconocido. No sentía an-gustia, sino aburrimiento. Mediante sus sa-lidas nocturnas también intentaba disimu-lar y/ o renegar de su insomnio intolerable.

Respecto a su insomnio, yo inferí que leresultaba imposible sumergirse en la regre-sión del dormir por miedo a desestructurar-se (terror latente). En su vida onírica eranmuy comunes los sueños aterrorizantes enlos cuales se caía por distintas circunstan-cias. Por ello, en lugar de dormir tenía queestar despierto, “de guardia”. Voy a trans-cribir un fragmento de una sesión.

Llega 20 minutos tarde. Se sienta, no serecuesta en el diván. Para él fue muy ali-viante tener la posibilidad alternativa deusar el diván para sentarse o recostarse. Ini-cia así su verbalización:

“Ya sé, llegué tarde (me mira y se ríe).Anoche me desperté a la mañana (textual)y sentí que el piso y la cama se movía (memira en forma interrogativa para compro-bar si yo creo en lo que me dice); usted nolo va a creer pero eso me despertó...”.

A renglón seguido sigue hablando dedistintas cosas, de su novia, de sus estudios,toma un tema y lo abandona rápidamente.

Le digo que entendía que era muy desa-gradable para él sentir los mareos que mecontaba. Yo infería que esas vivencias físicaspodían estar expresando una sensación ínti-ma, una emoción invisible de fragilidad, devulnerabilidad de “movidas de piso”.

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A ello me responde: “Sabe que anochetuve un sueño. Después de eso que le con-té, me dormí y soñé que mi habitación tem-blaba pero que también se inundaba, en-tonces todos nos teníamos que tirar por laventana.... no sé por qué”.

Carlos presentaba vértigos entre sus sín-tomas. Yo tomé su vértigo como un sustitu-to de la angustia señal, que le advertía deun peligro vinculado a la sensación volup-tuosa que le generaba estar en lugares altosy que se le presente la “tentación” de arro-jarse al vacío. Se trata de una compleja con-vergencia simbólica que culmina con un“deseo” de arrojarse al vacío para matar almuerto que lleva en su interior. Sus agorafo-bias transitan por la misma ruta defensiva.

La sensación de vacío muchas veces figu-ra en los sueños de los pacientes como vi-vencias de caídas, de arremolinamiento delespacio, etc. Por lo general, en su infancia,estos pacientes se han caído de la cama du-rante la noche. A Carlos le ocurrió. Vivenuna recurrente sensación no siempre cons-ciente “estar a punto de caerse de”....

Según mis deducciones, estas imágenesque convergen en el “deseo-tentación” dearrojarse al vacío desde una altura significa-tiva, están generados por una fantasía in-fantil muy primitiva vinculada a la vivenciade caerse de los brazos de su madre. Es laexpresión imaginaria (fantasía inconscien-te) originada en la sensación de haberse“caído” de la mente de la madre y delpadre. Es un estado de la mente que yodenomino “orfandad mental”.

Con este tipo de pacientes, cuando al le-vantarse del diván sienten en la sesión devértigo o cuando la cuentan como un acon-tecimiento que les suele ocurrir, puede consi-

derarse que dicho vértigo corresponde a unaespecie de “contracarga” frente a la atrac-ción que el vacío del espacio les genera. De-bemos estar muy atentos a las variacionesdel argumento onírico, del propio contenidomanifiesto de sus sueños; en particular en loque se refiere a la forma bajo la cual la caídase produce o es evitada (caídas desde un bal-cón, una torre, un tren, un avión).

El estudio del intento de suicido de losadolescentes es un capítulo aparte; las in-vestigaciones vinculadas al vacío mental es-tructural me ayudaron a comprenderlo deuna manera diferente y a anticiparlo comoexpectativa inconsciente (amenaza incons-ciente de suicidio).

Cuando Carlos me mira para ver si lecreo, entiendo está apelando a esta capaci-dad que debe tener el analista de transfor-mar el terror en angustia señal. Ello selogra a través de múltiples elementos quese gestan creativamente en cada momentode la sesión; entre los cuales también secuenta la mirada directa del analista a losojos del paciente, no sólo la palabra emiti-da mediante una interpretación. Se trata devariables creativas del analista que depen-den de sus concepciones personales totalesy del análisis (autoanálisis) de los conteni-dos inconscientes de su contratransferencia.

Es una verdadera edición vincular,pues la mirada del analista se transforma enuna vivencia de contención a partir de lacual los signos del lenguaje adquieren unvalor semántico como verdad (Lutenberg1998). Se trata de una mirada sostén o“continente” del terror. Esta mirada puedetransformar una sensación de “terror sinnombre” (Bion 1967) en pensamiento posi-ble. Resulta también interesante como se

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expresa la parte neurótica de Carlos a tra-vés del uso que hace de la negación “Ustedno lo va a creer”. La negación es una figu-ra que devela que algo está muy cerca delinsight (en su clásica acepción de hacerconsciente lo inconsciente).

2) Peter tiene 46 años al momento de laconsulta. Estuvo en tratamiento previamen-te con otro analista, durante 10 años. Estácasado y tiene 2 hijos. Trabaja como inge-niero de planta de una industria vinculadaal acero. Consulta por dificultades en con-centrarse y en tomar decisiones propias desu autoridad profesional. Más avanzadonuestro vínculo me comenta su preocupa-ción acerca de determinadas “compulsionessexuales” no controlables por él.

Me cuenta que frecuentemente sienteuna imperiosa necesidad de ir a lugares unpoco alejados de la capital donde vive gen-te muy pobre. Siempre concurre a los mis-mos lugares, en los cuales tiene localizadasvarias mujeres (“profesionales prostitu-tas”). Habitualmente cambia de pareja se-xual, pero dentro de un grupo acotado demujeres pertenecientes a ese grupo.

Refiere que con cierta frecuencia se lepresentan -en forma ego distónica- fantasíassexuales de diversa índole, a raíz de ello sesiente compelido a masturbarse, luego (mastarde o al día siguiente) se moviliza en direc-ción al encuentro con las referidas prostitu-tas. Quisiera que esas fantasías se le vayan dela esfera conciente luego de su masturba-ción, pero no lo logra, por ello no puede evi-tar el dirigirse a estos lugares tan peligrosos.

Me resultó “curioso” y original, a la vez,que él tenga tipificada y divididas a “sus pros-titutas” en distintas categorías agrupadas enbase a una diferenciación fetichista, como lo

es el color de las prendas íntimas que ellasusan (celestes, blancas, rosa). También me hareferido (a raíz de mi pregunta) que tenía unsignificativo descuido en lo que atañe a laprevención del SIDA y otras enfermedadesvenéreas. Se trata, a mi entender, de unaecuación entre la sexualidad y la muerte. Esun referente empírico útil para repensar ladivisión pulsional teorizada por Freud.

Al segundo mes de tratamiento, en unasesión, me “confiesa” que no es raro que ensu vida sexual se le presente una impoten-cia ante la erección que le preocupa; luegome agrega que en realidad ese era uno delos problemas que lo llevó a consultarme.

Hablamos de todo ello en relación a usodel preservativo. El producto de nuestro ex-tenso diálogo puede sintetizarse en unafrase que dijo: “Prefiero quedarme con laimpotencia que con el SIDA.” Más tarde notuvo dificultades en sus erecciones teniendopuesto el preservativo.

Peter tiene una personalidad con marca-dos rasgos paranoides, que se expresaba enuna tendencia a discutir todo. Esta disposi-ción a litigar se oculta de nuestro diálogocuando es eclipsada por una inhibición yoi-ca o anulada mediante una escisión yoica.Me di cuenta que cuando no querella enforma manifiesta, su silenciosa violencia pa-ranoide circula escindida por el interior dela parte psicótica de su personalidad.

Este breve resumen de los problemas dePeter nos muestra una secuencia de aconte-cimientos clínicos que fueron observados pormí en otros analizandos adultos en cuya ba-se estructural subyacen los problemas vincu-lados al vacío mental estructural. Se trata depersonas cuyo rasgo distintivo propio de suvida sexual es que conservan una modalidad

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compulsiva de masturbación que se eternizaen el tiempo, se inicia en su pubertad.

Desde el punto de vista clínico de-seo llamar la atención acerca de la rela-ción entre la siguiente tríada sintomá-tica y el vacío mental:

la conservación de su actividad mastur-batoria puberal en su vida adulta.

un marcado desinterés -oscilante- por supareja estable (cualquiera sea su condición“legal”) de la cual no desean separarse.

la práctica paralela de actividades sexua-les múltiples. Las fantasías masturbatoriasque las preceden, así como las mismas acti-vidades sexuales pueden ser heterosexua-les, homosexuales, bisexuales, compartir uncoito con varias personas.

Según he comprobado en la clínica psi-coanalítica, estas fantasías aparecen comoválvula de seguridad frente a un amenazan-te “sentimiento inconmensurable” de te-rror que apareció luego de cada separaciónsimbiótica; por lo general se trata de ruptu-ras simbióticas imperceptibles.

Esta secuencia clínica me indicó quehabía una relación diferente entre el de-seo sexual y las diversas conductas agru-pables como “perturbaciones graves enla vida sexual”, o “perversiones, o neo-sexualidades. La emoción que determi-na las defensas no es la angustia de cas-tración (angustia señal) sino el terror1

(Freud 1926) o terror sin nombre2 (Bion)

En realidad, la vivencia de terror que ge-neran las rupturas simbióticas muchas vecesno aparece como terror, pues el mismo essustituido por diferentes sentimientos naci-dos de sus defensas secundarias al vacíomental (defensas neuróticas, psicóticas,neosexuales o psicopáticas).

Es trascendental diferenciar este senti-miento de vacío de aquel correspondiente atristeza del que atraviesa por un estado de-presivo ya que dentro de la vivencia de va-cío nunca aparece la culpa (consciente o in-consciente); es simplemente un aburri-miento vacío, pero los analizandos suelenreferirse al mismo como “depresión”. Otrorasgo patognomónico del mismo vacío esque la masturbación se convierte en elantídoto al cual siempre recurren.

La vivencia de vacío se genera a raízde la ruptura simbiótica y carece de au-to reproches, de nostalgia y de cual-quier derivado del dolor psíquico que seproduce ante el registro mental de la se-paración. Es una pura vivencia de vacío.Los pacientes con vacío mental cuentanque luego de masturbarse se sientenmás desconcertados que culpables.

Por lo general todas estas actividadesmasturbatorias y de promiscuidad sexualvariada, forman parte de un universo de vi-vencias escindidas del yo, es habitual queestos pacientes no las comenten espontá-neamente. Temen no ser comprendidos ypor ello luego ser “obligados” (deseo delanalista) a abandonar estas fantasías y sus

1 En Inhibición Síntoma y Angustia Freud discrimina la angustia (automática y señal) del terror. La angustia automática es evolutiva-mente sustituida por la angustia señal. Esta última corresponde a la alerta del yo que lo previene del peligro de volver a sentir laangustia automática. Dicho peligro puede ser de origen interno (pulsional) o externo (real). “Lo peligroso”, frente a lo cual el yo des-encadena la angustia señal como su alerta, es la amenaza de desintegración del yo.

2 Para Bion el terror es una emoción originaria, que sólo adquiere cualidades destructivas para la mente del bebé cuando la experien-cia del instante en el cual el terror es vivenciado le indica que su madre no se está haciendo cargo como depositaria, del terror queél está sintiendo. Cuando “percibe” que su madre demuestra ser indiferente a su terror, este terror propio se multiplica enormementey da lugar a lo que el mismo Bion (1965-67) denomina “terror sin nombre”.

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prácticas respectivas. No siempre se trata deun problema propio del superyo, sino delcomponente simbiótico de la transferencia.

Saben que para ellos estas prácticasconstituyen su exclusiva válvula de seguri-dad, mediante las mismas transforman suterror latente en algo comprensible y fami-liar, que da lugar a un malestar mínimo si locomparamos con la vivencia de terror. Gra-cias a su creatividad puesta al servicio de lasexualidad pueden sobrevivir. Clínicamenteno se trata de una expresión de sus fijacio-nes pre- genitales, aunque sus prácticas se-xuales sean semejantes.

Contaba Peter que para dirigirse a estosbarrios se vestía con ropas muy modestas yapropiadas al lugar. Hasta llegar a la casa dela mujer elegida, saludaba en el camino avarios vecinos del lugar que lo conocían porsus frecuentes visitas, algunas veces estasmismas personas avisaban a las prostitutaspara que salgan a recibirlo.

De acuerdo a las hipótesis de Freud po-dríamos pensar que la selectividad fetichis-ta de los objetos sexuales paralelos de Peter(él ubicaba exclusivamente en la pobreza,en la promiscuidad y en los barrios bajos dela ciudad a sus objetos sexuales) pueden co-rresponder a fantasías sádicas anales, que lepermitían un reencuentro narcisista con sumadre fálica.

Desde el nivel regresivo anal secundariode su sexualidad, construía una fantasía se-xual narcisista donde los objetos, en lugar decorresponder a una discriminación de la “se-xualidad adulta”, eran catalogados como“objetos anales”. Esta selección le permitíavivir una combinación imaginaria entre unobjeto heterosexual, narcisista y homosexual.

Desde el punto de vista clínico resulta su-mamente sugestivo el hecho de que Peterbuscara su objeto sexual en un contexto so-ciocultural en el cual se da una indiscrimina-ción entre todos los protagonistas de la es-cena primaria. Niños, adultos, adolescentes,hombres, mujeres, todos estos “vecinos” sehallan presentes casi con una igualdad dederecho a participar en la escena primaria.

Considero que Peter se sumergía en elsincretismo propio del barrio al que concu-rría en busca de “sus prostitutas”, configu-raba en su fantasía inconsciente una fusiónsimbiótica donde todas las fronteras evolu-tivas yoicas eran borradas. Mi hipótesis esque él se dirigía a estos lugares con el fin dereconstruir un vínculo fusional simbióticoque se iniciaba en su fantasía, se continua-ba en el espacio de estos lugares marginalesy culminaba con su orgasmo.

A través del orgasmo obtenía un test derealidad respecto a su fantasía escindida.Este era el precio que pagaba en su vida pa-ra conservar la “reserva ecológica” con cu-yos “objetos indiscriminados” establecíauna fusión simbiótica que lo ayudaba a nosucumbir.

Estos pacientes suelen usar el orgas-mo como test de realidad de sus fanta-sías originadas en sus vínculos más pri-mitivos. Estoy convencido que Peter no pa-decía sólo una regresión a la etapa anal, si-no que había conservado en su primitivismooriginario, las fantasías escindidas propiasde la simbiosis secundaria defensiva.

De niño, además de haber vivido en co-lecho y co-habitación con sus padres, fue in-ternado en distintos colegios pupilos entrelos 5 y los 12 años. Ello ocurrió luego que supadre abandonó el hogar. Según inferí a

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través de sus relatos, cuando estuvo interna-do en un colegio pupilo, pudo sustraerse delterror diurno y nocturno a través de fanta-sías sexuales, nacidas a partir del contactocorporal con sus compañeros de internado.Me contó que inició su actividad masturba-toria durante su infancia, en el internado.Luego buscaba tener algún juego sexual conotro chico. Lo primero que imaginaba -en sufantasía masturbatoria- era un abrazo conun compañero del internado estando losdos desnudos o frotándose los genitales.

Reflexiones teóricas

Para ubicar al lector en el tema que voy adesarrollar deseo comunicar -desde el ini-cio- la síntesis de lo que voy a exponer.

Existen analizandos para quienes lasexualidad perturbada (neosexualida-des, según McDougall) es un problemasecundario, ya que compensa otro pri-mario: su vacío mental estructural (Lu-tenberg, 2003-05).

En ellos, el polimorfismo que adquiere suvida sexual fáctica intenta tapar, compensaro superar, según el caso, el vacío mental y elterror subyacente al mismo. Pensar el pro-blema en estos términos teóricos implica unreplanteo respecto al paradigma freudianode la sexualidad así como su relación con lasfunciones defensivas del deseo.

Mis reflexiones teóricas están guiadaspor el referente clínico que anuncié en laintroducción: los pacientes que padecen va-cío mental tienen una tendencia a pasar dela angustia señal al terror. Ello nos indica sulabilidad yoica -en general- y en particularla fragilidad narcisista de sus identificacio-

nes estructurantes. Sabemos que la identifi-cación es tanto un proceso como una es-tructura, es el núcleo sobre el cual se edifi-ca la configuración del yo y del superyo(Freud, 1923).

Esta debilidad en su cohesión narcisistalos hace particularmente vulnerables a lasvicisitudes de la regresión transferencial.Son muy lábiles a la frustración que emergede las pautas del encuadre analítico. Nosiempre se sienten capaces de recomponer-se, luego de una regresión vivida durante lasesión, una vez que esta finaliza.

Por ello suelen escindir y proyectar susdeseos concientes, preconscientes e incons-cientes en vínculos sexuales polimorfos operversos, su dependencia simbiótica con elanalista. Viven en un permanente equilibrioinestable entre los aspectos más evolucio-nados de su yo y las complejidades de supsiquismo arcaico.

Para comprender teóricamente lasmúltiples variables de su caleidoscópicapersonalidad, debemos aceptar que suyo se halla escindido en varios sectores,ninguno de los cuales toma contacto conel otro y mucho menos todos ellos entresí. Por eso no les resulta posible la sínte-sis yoica de la experiencia vivida en latransferencia y en el mundo externo.

Para justificar la hipótesis que más arribaformulo, he de tomar la teoría freudianacomo el referente básico de mis explicacio-nes metapsicológicas. Luego iré agregandodiferentes hipótesis de otros autores post-freudianos que me ayudaron a comprendermejor las complejas incógnitas teóricas queplantea el vacío mental.

De Freud en adelante (Freud 1911), la

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frustración es el punto de partida de unademanda elaborativa para todo el aparatopsíquico, pero en particular para el yo. Ladefensa neurótica típica es la represión. Suaccionar dentro del mismo yo intenta neu-tralizar el deseo inconsciente intolerable; sufracaso parcial conduce a la regresión de lapulsión y luego al síntoma neurótico.

Dentro de la lógica de la metapsicologíade la primera teoría tópica (Freud 1915) laangustia es secundaria a la acción de la re-presión. Este proceso defensivo bloqueaen el inconsciente al deseo sexual in-fantil, el mismo no puede, por lo tanto, ac-ceder a la construcción de la correspondien-te representación de palabra que, de existir,legitimaría su acceso al preconsciente. Lapalabra le brinda a la pulsión inconscienteel pasaporte para su difusión irrestricta entodas las vías asociativas. Para Freud el pre-consciente es el representante del mundoexterno en el mundo interno.

Antes de decidir una acción en el mundoexterno, una pulsión recorre asociativamen-te las múltiples interconexiones que figuranen la matriz de su estructura. Esta difusiónpreconsciente del deseo que representa a lapulsión, Freud (Freud1915) la ha denomina-do “acción de ensayo”. En el preconscien-te se evalúa automáticamente la viabilidadde la descarga de la pulsión en el mundoexterno. De este modo el principio del pla-cer se condiciona al de realidad.

La reacción terapéutica negativa redefi-nió el sentido de la repetición neurótica. Apartir de 1920 habrá repeticiones “más acá”y “más allá” del principio del placer (Luten-berg 1993). El concepto de pulsión de muer-te divide las fuerzas en pugna dentro delpsiquismo humano.

De este modo quedó redefinido -teórica-mente- el obstáculo o “resistencia” queFreud encontró en su experiencia clínica. Lareacción terapéutica negativa quedó teóri-camente adscripta a una compulsión repeti-tiva que está “más allá del principio del pla-cer”, es decir, que desde el punto de vistaontológico, es previa al nacimiento deEros.

Freud afirma que Tánatos es mudo yque sólo ejerce su acción específica através de la descomplejización de loconstruido en base a la fuerza de Eros.La pulsión de muerte se origina por la apa-rición de la pulsión de vida. Desde esta óp-tica, Freud abre un nuevo y trascendentalpanorama en lo que respecta al estudio einvestigación de los problemas de la curaanalítica.

Cuando comprobamos hechos clíni-cos cuya repetición se explica por la ló-gica que está más allá del principio delplacer, podemos inferir que a través decada repetición no se busca una descar-ga pulsional, como lo indicaría la lógicade la repetición “más acá” del principiodel placer. En esta otra circunstancia larepetición busca una carga, pero no unacarga cualquiera, sino aquella que ins-taure la inscripción psíquica faltante,aquella que inaugure el recuerdo me-diante una nueva representación.

En Inhibición, Síntoma y Angustia (1926),Freud efectúa un cambio radical en su con-cepción de la angustia. Aporta la novedadteórica de que primero existe la angustia yluego se genera una defensa (represión)que intenta neutralizarla. Nos habla Freudallí de la angustia automática y de su cabal-gamiento entre lo somático y lo psíquico.

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Cuando en la adenda del mismo artículo serefiere al terror, lo define como un estado lí-mite de ruptura yoica, por ello homologableal estado de angustia automática.

La nueva teoría freudiana de la angustia,al redefinir las resistencias, nos indica unanueva dirección en la labor terapéutica. Apartir de su nueva división pulsional, no al-canza con hacer consciente lo inconsciente,sino que habría que considerar la capacidadde Eros para amortiguar la fuerza descom-plejizante de Tánatos. El núcleo de este pro-ceso está determinado por los procesos deidentificación en el yo y en el superyo.

Cuando en 1927 teoriza acerca de la esci-sión del yo, define la posibilidad de que unaparte del yo reniegue de la realidad; así que-da escindida de la otra, que reconoce y que-da condicionada a dicha realidad. Cuandopersiste la lógica narcisista, al yo le resultaimposible diferenciar lo que le ocurre al suje-to de lo que le ocurre al objeto. Debido a es-te obstáculo narcisista (propio del yo de pla-cer), el yo no puede avanzar hacia la lógicade la etapa fálica (sujeto con pene-castrado).Sólo logra representarse a la madre sin penea través de una escisión yoica (Freud 1927).

En 1938 Freud deja inconcluso un traba-jo (Freud 1938) en el cual retoma el tema dela escisión yoica. Encontré allí dos pensa-mientos que llamaron mi atención. El pri-mero se refiere al hecho de que la escisiónpuede ocurrir en períodos mucho más pre-coces que los que él consideraba en 1927. Elsegundo es un corolario del primero ya quehabla del “terror de castración” no de an-gustia de castración.

A partir de la muerte de Freud, nuevasexperiencias clínicas plantearon nuevos ho-rizontes teóricos. Del análisis de niños y de

pacientes psicóticos (Klein, Bion, Rosenfeld,Meltzer, Searles, Winnicott) y de la expe-riencia recogida de la observación de bebés(Klein-M. Mahler), numerosos autores post-freudianos aportaron nueva luz al estudiode los pacientes muy perturbados. En parti-cular Bleger, Green, Tustin y Anzieu, consus hipótesis, me ayudaron a entender me-jor el concepto de terror contenido en laobra de Freud.

Según Klein (1952), la defensa psicóticalleva al yo a efectuar una identificación pro-yectiva. Mediante este mecanismo se gene-ra una alucinación, con la cual se intentaubicar en el campo perceptual al objeto au-sente (Bion 1967-1974). Ello oculta mágica-mente la frustración pero a costa del empo-brecimiento de la vida mental.

La defensa simbiótica anula el posi-ble dolor psíquico que la conciencia dela pérdida objetal podría generar. Ope-ra mediante la sustitución objetal y fu-sión secundaria con el objeto reempla-zante (Bleger 1967).

Para exponer muy brevemente mi pers-pectiva personal de la articulación entre laprimera y segunda tópica freudiana con miconcepto personal de vacío mental estruc-tural, voy a presentar una síntesis de las po-sibles divisiones del yo escindido basadas ensus potenciales relaciones con la realidad.Las figuras yoicas son cuatro:

1) Habrá un sector que funciona dentrode la égida de la angustia señal. Es la par-te del yo que es capaz de efectuar dentro desu preconsciente, lo que Freud denominauna “acción ensayo”. La realiza en el instan-te inmediato anterior a tomar la decisión dela descarga en el exterior a través de la circu-lación de pequeñas cantidades por su siste-

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ma preconsciente. Durante esta etapa previaa la descarga, la angustia señal guía el cursoasociativo dentro del laberinto representa-cional del preconsciente. Luego de este pen-samiento preconsciente el yo ejecuta la ac-ción específica. Cuando se trata de deseos nointerdictos vigentes en la “representaciónmetal” (Freud 1915), el yo usa las funcionesde la represión al servicio de la sublimación.

Así la oralidad canibalística, como fun-ción mental, permite “desmenuzar” con-ceptos, la analidad “descartar” y tirar loque no sirve (anal expulsivo) y “retener” losconceptos útiles (anal retentivo). La síntesisfálica lleva a decisión que discrimina a la ac-ción específica. Estos conceptos fueron par-ticularmente estudiados en nuestro mediopor David Liberman (1972). Se incluyen den-tro del funcionamiento de la angustia rea-lista, indispensable para una alerta útil.

Mediante esta operación preconsciente,el principio del placer se condiciona al princi-pio de realidad y la angustia señal es utiliza-da por el yo para precaverse de los “reales”peligros del mundo externo (angustia realis-ta). Sabemos que el principio de Nirvana secondiciona al principio de placer (Freud1938a). De este modo, cuando el yo cumpleeficazmente con sus funciones de síntesis, nosólo logra la armonía estructural entre ello,superyo y mundo externo sino que tambiéncompatibiliza los tres principios de la econo-mía pulsional: Nirvana placer realidad.

2) Otros sectores yoicos resuelven económi-camente la circulación del deseo al mo-do neurótico mediante inhibiciones ysíntomas (angustia señal) destinados a evi-tar la angustia automática (Freud 1926).

3) Otros sectores tendrán una lectura “psi-cótica” de la realidad y en base a ello

efectuarán las resoluciones. Los “de-seos” avanzan hacia el exterior sin posi-bilidad de concebir la frustración; ni na-da que limite el deseo. Construyen unanueva realidad que descarta el “no”. Elaceptarlo generaría un derrumbe narci-sista de todo el yo. Es la parte psicóticade la personalidad, según Bion. La aluci-nación ocupa el lugar que no puede ocu-par la frustración ni la palabra.

4) Otros sectores yoicos permanecerán uni-dos oceánicamente al universo circundan-te. Para este sector, “yo”, “ello” y “mundoexterno” forman un continuo “oceánico”indiscriminado (Freud 1930). Junto conBleger (Bleger 1967) podemos concebirque exista una porción sincrética de lapersonalidad que efectúa vínculos simbió-ticos (simbiosis secundaria) con personas einstituciones a través de los cuales se para-liza su evolución. Dentro del vínculo sin-crético diferentes sectores del “ello”, del“yo” y del “superyo” de sus participantespermanecen unidos entre sí. Ello da lugara un funcionamiento indiscriminado,complementario y suplementario.

El vacío mental es un estado virtual delpsiquismo que se pone en evidencia cuandose rompen o se desarticulan estos vínculossimbióticos. Cuando los pacientes con estosproblemas nos consultan, tenemos oportu-nidad de ayudarlos a recorrer un caminoevolutivo al que no han accedido hasta esemomento en su vida. La presencia de un vín-culo simbiótico es testimonio de situacionestraumáticas muy precoces. Algunas veces co-rresponden a duelos transgeneracionales demigraciones muy traumáticas (Lutenberg1993). La simbiosis secundaria misma es unadefensa ante el vacío y el terror.

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El vacío mental

Ante todo, debemos diferenciar el vacíomental emocional del vacío mental es-tructural.

1) El vacío mental emocional:

Es el sentimiento de vacío que nos pue-de ser referido en forma directa o indi-recta por los analizandos cuando asocian“libremente” en la sesión y nos hablande sus estados de ánimo. Corresponde auna vivencia de oquedad interior, de notener nada adentro. Lo que falta atañeal plano de las emociones. Esta sensaciónemerge en el presente, pero involucra alpasado (la memoria histórica) y el futuro(la esperanza, el proyecto). El sentimien-to de vacío puede o no estar vinculadocon el vacío mental estructural.

2) Vacío mental estructural:

Desde el punto de vista metapsicológico,el vacío mental estructural es una “con-figuración mental virtual” que cabalgaen el hiato que se produce entre la de-fensa simbiótica secundaria y la estructu-ra narcisista del ser humano. Se trata deun fenómeno que ocurre en un sectorescindido del yo total; sólo es concebiblesi se acepta que el yo pueda escindirseen dos o más sectores.

Dentro del sector escindido correspon-diente al vacío mental estructural se ha pro-ducido un detenimiento en el proceso de di-ferenciación del ello en su camino en la cons-trucción de la estructura del yo y del superyo.Se trata de un verdadero “aborto mental”.

Desde el punto de vista de la teoría deFreud lo “vacío” corresponde a una carencia

específica de representaciones inconscientesy preconscientes, así como de las identifica-ciones en del yo del superyo. Se trata de undetenimiento o de una anulación del proce-so que para Freud permite el pasaje del “te-ner” al objeto a “ser” el objeto medianteuna identificación con él (Freud 1924).

Por lo general no vamos a encontrar en laclínica el vacío mental en “positivo”, debe-mos inferirlo por sus derivaciones defensivassecundarias. Las relaciones simbióticas conpersonas e instituciones constituyen la carac-terística habitual de estos pacientes. Cual-quier resquebrajamiento de sus vínculos fu-sionales daría lugar a la aparición del terror,que se hace imperceptible pues es automáti-camente anulado por una vasta gama de de-fensas secundarias constituidas por cuadrospsicopatológicos (neurosis, psicosis, neose-xualidades, adicciones, psicosomatósis).

David Liberman (Liberman, 1972) elaboróuna original teoría que hace legible, a partirdel discurso del paciente, la posible doble es-tructura psicopatológica. Una vez definida larelación entre el estilo de verbalización delanalizando y la estructura psicodinámicasubyacente, reconoció un “estilo predomi-nante” y “sub componentes estilísticos” entodo discurso de un analizando. Su visión meayudó a entender mejor la relación dinámicaentre el vacío mental y los distintos sectoresestructurados dentro de la defensa secunda-ria compensatoria (neurótica o psicótica).

Es imprescindible diferenciar el vacío es-tructural de aquellas configuraciones quese nos evidencian en el análisis sobre la ba-se de la regresión del “yo” y la regresión delas pulsiones. De este modo podemos con-cebir que el vacío mental estructural se leagreguen nuevas defensas.

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Para Freud la evolución psicosexual seinicia con el nacimiento y se desarrolla apartir de la experiencia histórica de las pul-siones. El narcisismo es la pulsión en el yo ycorresponde a la primera estación de la pul-sión. Klein (1946-52-57) revisó esta concep-ción evolutiva, en particular nos legó unateoría en la cual ha puesto el acento en lasvicisitudes del vínculo materno filial.

Estudios más discriminados del problemade la simbiosis y del autismo defensivo co-mo los que llevó a cabo Bleger (1967) en laArgentina y una serie de autores europeosy americanos como Mahler (1958-67-87),Bion (1957-59-65-67), Green (1986-90-93-96-97), Meltzer (1975), Searles (1980) y Tus-tin (1981-87-91) entre otros, le fueron dan-do nuevos matices teóricos a las postulacio-nes psicoanalíticas originales. Ello abrió elconocimiento hacia nuevas fronteras.Green (1986) reconoce específicamente elsentimiento de vacío, pero lo vincula, desdeel punto de vista metapsicológico, con elnarcisismo de muerte en general y con de“duelo blanco” en particular.

Bion, Bleger, Green, Klein, Searles, Tustiny Winnicott, me ayudaron a entender, des-de un nuevo nivel conceptual, el conceptode “terror” y del “narcisismo patológico”contenido en la obra de Freud. De allí se de-rivó mi investigación acerca del “vacío men-tal”. La emoción subyacente al vacío mentalestructural es el terror, no la angustia señal.

La porción sincrética de la personalidadque efectúa vínculos simbióticos sostenidosen el tiempo. Este sector del yo es la fuentede la inspiración de todo creador. Pero endicho sector se pueden eternizar vínculospatológicos; corresponden a la simbiosis de-fensiva secundaria. Dentro de dicha estruc-

tura indiferenciada se compensa el terror yse anula la cuarta dimensión, el tiempo.

De este modo se eluden todos los due-los; tanto los evolutivos como los patológi-cos. Dentro del vínculo sincrético, los dife-rentes sectores del “ello”, del “yo” y del“superyo” permanecen fusionados entre sí.Entre los protagonistas de la simbiosis se-cundaria tiene lugar un funcionamientomental indiscriminado, complementario y/osuplementario.

La noción de vacío, en Winnicott, estárelacionada con su concepción del “temoral derrumbe” (Winnicott 1982). Para él, elsentimiento de vacío y futilidad son emo-ciones derivadas del “temor al derrumbe”.Se trata de traumas muy tempranos queeternizaron una situación de no-integra-ción del yo, que él, sutilmente, diferenciade la desintegración.

En síntesis: existe una simbiosis origina-ria a partir de la cual se da toda la evoluciónhumana. Pequeños momentos de rupturade la simbiosis originaria mamá-bebé, danlugar al terror. Cuando en la vida evolutivase insinúa el terror, es la expresión del vacíomental emocional y estructural. Entiendoque la simbiosis secundaria defensiva y elautismo secundario son estructuras específi-cas destinadas a yugularlo.

Estoy convencido de que muchos fracasosterapéuticos con los pacientes graves, no sedeben solamente a las “resistencias” que losmismos oponen al tratamiento; sino a la su-posición del analista que detrás del silenciodel analizando, siempre hay un pensamientointerdicto por la represión. A los pacientesgraves les resulta imposible evocar “recuer-dos” que jamás han tenido una inscripciónen el sector vacío de su mente, con ellos de-

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bemos proceder, en la transferencia, a la edi-ción3 de los no-recuerdos, (Lutenberg 1996).

Consideraciones finales

Vale la pena mencionar las enseñanzasde Freud en lo que atañe al beneficio pri-mario y secundario de la enfermedad. Enlos pacientes con vacío mental, el be-neficio primario de su polimorfismoo perversión sexual es el encuentrofusional con el objeto, cuya formulamás precisa podría sintetizarse di-ciendo que “estos pacientes se movi-lizan hacia la búsqueda de sus obje-tos sexuales como si se tratara de unello en busca de un yo”. El beneficiosecundario lo constituye la descargasexual.

En los pacientes neuróticos, el beneficioprimario de la enfermedad es la descargadel “deseo sexual infantil” que acompaña ala puesta en escena de un síntoma; el bene-ficio secundario corresponde a los que se leagregan al primario.

En las personas con vacío mental estruc-tural, los polimorfismos sexuales constitu-yen caminos evolutivos. No siempre de-bemos reconocer en sus perturbaciones se-xuales, la vigencia de una fijación pulsionalpre genital patológica (perversión) sino quese puede tratar de experiencias “neosexua-les” mediante las cuales se intenta escalo-nar una experiencia evolutiva abortada por

las complejidades de traumas históricos iné-ditos en su inconsciente.

Debemos tener en cuenta las enseñan-zas de Freud en lo que atañe a la labor deEros (complejizante) para neutralizar a Tá-natos (descomplejizante). La sexualidad esuna fuerza que a través de su búsqueda ob-jetal logra muchas veces la construcción deuna estructura psíquica que permite reco-rrer un camino abortado en la historia.

A mi entender existe una simbiosis origi-naria a partir de la cual se da toda la evolu-ción humana. Pequeños momentos de rup-tura de la simbiosis originaria dan lugar alterror. El terror es un sentimiento que, a pe-sar de ser “vivido” por el sujeto, no lo pue-de registrar ni tampoco recordar.

En los períodos peri natales es la mamála que registra el terror. Cuando aparece co-mo sentimiento, el terror es la expresión delvacío mental estructural. En consonanciacon Bleger y Tustin y Searles, entiendo quela simbiosis secundaria defensiva y el autis-mo secundario son estructuras específicasdestinadas a yugularlo.

Podemos considerar que el polimorfismosexual como fenómeno clínico vigente en lavida de algunos pacientes no siempre estávinculado a perturbaciones primarias y ex-clusivas de la vida psicosexual, sino quepueden estar generados por rupturas sim-bióticas; en estos casos, las neosexualidadesintentan una compensación que yugule elterror subyacente. Ello no anula la cualidad

3 La edición transferencial pretende significar las vicisitudes de una faceta del proceso analítico cuya función es dar lugar al nacimientomental de los aspectos de la personalidad del analizando que nunca fueron ni conscientes ni inconscientes. Se trata de sectores quepor efecto de la escisión del yo y una defensa secundaria a ella agregada, quedaron engolfados dentro de vínculos simbióticos (sim-biosis secundaria defensiva) o enquistados en el interior de la personalidad, dentro de sus defensas autistas secundarias (Bleger 1967).

En síntesis, la concepción técnica de la edición tiene dos componentes nucleares:

1) El más importante consiste en la creación de la estructura mental que será continente de futuros contenidos.

2) El otro componente atañe a los contenidos a ser editados: representaciones, inconscientes; o transformar en elementos “alfa” loselementos “beta” eyectados en la persona, en la personalidad del analista, en los elementos del encuadre.

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que para muchos pacientes tiene el poli-morfismo sexual como tal o como perver-sión primaria. He expuesto las relacionesentre la sexualidad perturbada y el vacíomental, para llamar la atención frente alhecho de que ante determinadas conductassexuales humanas perturbadas, muchas ve-ces la ansiedad subyacente no es la angustiade castración sino el terror.

Es muy distinto confrontar ambos térmi-nos cuando estamos discutiendo teorías en-tre colegas, ya que su trascendencia no vamás allá de la que tienen los acuerdos y de-sacuerdos interpersonales, mas allá que ter-minen en enojos o en fructíferos estímulospara la investigación.

Pero cuando estamos con los pacientesen la sesión psicoanalítica, es muy distintopensar que debajo de una conducta sexualperturbada subyace la angustia de castra-ción, que inferir que una conducta sexualperturbada es una defensa contra el terrorsin nombre (Bion).

Cuando interpretamos que una conduc-ta sexual debe sus vicisitudes a las perturba-ciones propias de la represión, podemospensar que la lógica del principio del placery el deseo sexual interdicto marca la con-ducta y timonea el destino sexual del anali-zando. La segunda tópica freudiana nos ad-vierte que la repetición de determinados es-tereotipos sexuales puede correspondertanto a las fuerzas que dirigen la repeticiónsegún el principio del placer y/o estar gene-rada por fuerzas cuyo automatismo estámás allá del principio del placer.

La repetición bajo la lógica del principiodel placer, como el cumpleaños, indica algoque ya ocurrió. La repetición más allá delprincipio del placer, intenta un nacimientomental. Cuando consideramos que los pa-

cientes que padecen compulsiones sexualesintentan yugular el terror no podemos es-perar de ellos ningún recuerdo ya que susconductas sexuales que homologan o imi-tan las infantiles, no constituyen el núcleodel problema sino un paliativo al mismo.

La orfandad mental estructurada en su va-cío mental constituye el núcleo del problemaa resolver. En estos casos, debajo del silencio,hay vacío, no represión. En esta dimensión elconcepto freudiano de resistencia del ello, ad-quiere una extensión que no estuvo contem-plada en la propia teoría que Freud enunció.

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Resumen

Podemos considerar que el polimorfismosexual como fenómeno clínico vigente en lavida de alguno de los analizandos no siem-pre está vinculado a perturbaciones prima-rias y exclusivas del deseo, sino que puedenestar relacionados con rupturas simbióticasque buscan en los vínculos sexuales unacompensación que yugule el terror subya-cente. Ello no anula la cualidad que paramuchos pacientes tiene el polimorfismo se-xual como tal o como perversión primaria.

He expuesto en el trabajo las relacionesentre la sexualidad perturbada y el vacíomental, para llamar la atención frente al he-cho de que, ante determinadas conductas se-xuales humanas perturbadas, muchas vecesla ansiedad subyacente no es la angustia decastración sino el terror sin nombre (Bion).

La orfandad mental estructurada en suvacío mental constituye el núcleo del pro-blema a resolver. En estos casos, debajo delsilencio hay vacío. Cuando nos encontramoscon el mismo debemos proceder a la edi-ción en el análisis.

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Introducción

A 100 años de los Tres Ensayos, la sexualidadsigue siendo, hoy en día, un tema actual. Ami juicio, todavía no nos hemos hecho cargode todo lo revulsivo que ha sido ese texto enel que, como sabemos, nació un nuevo mo-do de concebir la sexualidad humana.

Más aún, aunque parezca irreverente,intuyo que Freud no previó cabalmente laola que sus ideas iban a producir, ya que lamarea que suscitó, aunque él quizás no lopretendía, se extiende, anticipa y explica,las nuevas formas de la sexualidad que hanaparecido al son de la pos-modernidad, for-mas difíciles de imaginar en su tiempo.

En Tres Ensayos -hace a nuestro abc psicoa-nalítico- está implícita la no articulación entresexualidad y reproducción, sin embargo noresulta creíble que Freud previera la enverga-dura que iba a tener la radical desarticulación

que se ha dado, y que se va a seguir dando,entre sexualidad y reproducción. En esa líneatampoco tenemos que dejar de advertir que,a raíz de las nuevas técnicas reproductivas, se-xualidad y reproducción devendrán no sola-mente no articuladas, sino heterogéneas. So-bre esto me voy a extender en el final de esteescrito. Previamente haré un sucinto recorridoacerca de cómo fue cambiando la concepciónsobre la sexualidad dentro del psicoanálisis yen el imaginario social.

1-La sexualidad antesde Tres Ensayos

Forjar la concepción acerca de la sexuali-dad, en Tres Ensayos, no fue soplar y hacerbotellas, se logró luego de un arduo traba-jo, es el final de un largo camino. No borre-mos de la memoria que Freud partió - ensus primeros trabajos (Freud 1893/18941)-,

A 100 Años de Tres Ensayos.

Rodolfo Moguillansky*

* Psicoanalista (APdeBA)

1 Breuer y Freud. 1893: “Sobre el mecanismo psíquico de fenómenos histéricos: comunicación preliminar”. Obras Completas, vol 2. Amo-rrortu. Buenos Aires. 1997. Freud, S. 1894. “Las neuropsicosis de defensa”. Obras Completas, vol, Amorrortu. Buenos Aires. 1997.

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como no podía ser de otro modo, de la no-ción de la época sobre la sexualidad y apo-yado en esa peana tuvo que construir loque enunció en 1905.

Para contextualizar este tema, no deje-mos en el tintero que la sexualidad, a finesdel siglo XIX, era pensada emergiendo en lapubertad, en la que estaba presupuesta laexistencia de dos sexos diferenciados que te-nían como fin último la reproducción, esto esacoplarse hombres y mujeres para la preser-vación de la especie. También formaba partede las convicciones sociales, congruente conel “fin reproductivo”, que las prácticas y mo-dos de sentir que no entraban dentro de esasexualidad reproductiva, no correspondían ala naturaleza humana normal, eran “aberra-ciones”. Por otro lado, como es lógico, desdeesta definición, la sexualidad era un fenóme-no a enmarcar y acotar socialmente.

Había, sin embargo, un clima propicio anuevos modos de pensar: recordemos quepromediando el siglo XIX, después de laoleada de revoluciones liberales europeas,Gustave Flaubert (1821-1880) provoca un tu-multo, al publicar en 1857 Madame Bovary2.

Para medir la importancia que provocóMadame Bovary, reparemos que, según lacrítica literaria, fue probablemente la novelafrancesa más influyente del siglo diecinueve,y es, sin duda, una de las más penetrantes re-flexiones sobre el mundo de esos tiempos.

Madame Bovary no fue algo totalmenteexterno a la vida de Flaubert y a su entornofamiliar y cultural. Sartre3 en su monumentalestudio sobre Flaubert nos dice que el autorde Madame Bovary y su novela son el pro-ducto de los prejuicios sociales y familiares

de su época; lo describe a Flaubert como unhombre pasivo, despectivo, que refleja en suconducta personal y más tarde en toda suobra, las consecuencias de las difíciles rela-ciones familiares con las que convivía: unamadre poco afectiva, un padre tirano, aménde sus dificultades con las palabras por laemulación impuesta por su hermano mayor.

Flaubert con Madame Bovary escandali-zó a su tiempo, al denunciar la insatisfacciónque campeaba en la vida marital de la épo-ca. Recordemos como la Emma Bovary deFlaubert, aburrida ama de casa de provincia,con una sexualidad encorsetada en un con-trato matrimonial desprovisto de vitalidad,de sensualidad, tratando de vivir un deses-perado amor, abandona a su marido paraseguir a Rodolphe. Esta búsqueda del amorera inadmisible para la sociedad de la épo-ca, era escandaloso como Emma hacía casoomiso de sus deberes de esposa y madre pa-ra perseguir ideales románticos. Flaubertfue condenado por el establishment pordescribir lo que para su tiempo era un com-portamiento inmoral de la protagonista.

Freud, a su vez, ve cómo Ana O., CecileM., Elizabeth von R y Emma luchan conideas y sentimientos indeseables como losque tenía Emma Bovary. Estas pacientes te-nían ideas inconciliables, ideas sexuales, in-convenientes para la moral de la época: erainaceptable que una señorita tuviera ideaso sentimientos amorosos con su cuñado oideas de infidelidad; las ideas sexuales pro-vocaban un conflicto en sus pacientes por laeficacia que tenía dentro de ellas la moralvictoriana de fines del siglo XIX.

Que les era conflictiva quería decir que,por efecto de esa pacatería internalizada, es-

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Rodolfo Moguillansky Texturas inglesas

2 Flaubert, Gustave, 1857, Madame Bovary, Ed. Sopena, España, 1972

3 Jean Paul Sartre, L’Idiot de la famille. Gustave Flaubert de 1821 à 1857. P., NRF, “ Bibliothèque de Philosophie “, 1971-72, 3 vol.

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tas ideas les suscitaban asco, vergüenza, an-gustia, sentimientos que promoverían la de-fensa. Al expulsar las ideas mediante la de-fensa se aliviaba la conciencia de lo inconci-liable, pero como contraprestación esas ideasconformaban un grupo psíquico separado.Las ideas expulsadas retornaban a la concien-cia, adquiriendo presentación deformada através de un síntoma histérico, causalidadque más tarde extiende (Freud, 18944) a laneurosis obsesiva, la fobia y la paranoia. Lagran novedad teórica que traía Freud consis-tía en que todas ellas eran deformaciones,expresiones encubiertas, de una sexualidadinconciliable con la conciencia.

En 18965, la clínica le impone concebir laexistencia de una sexualidad infantil, suspacientes le relataban escenas sexuales ocu-rridas en la infancia, le contaban escenas enlas que un adulto los había seducido siendoniños.

La “escena de seducción” funda esta se-xualidad infantil, esta sexualidad contra na-tura, haciéndola nacer en un momento dela vida que no corresponde. La sexualidadinfantil que Freud admite entonces, en esostiempos, es una sexualidad infantil patoló-gica. La tienen solamente los niños seduci-dos por un adulto que, a partir de esta in-troducción a destiempo, pasan a tener se-xualidad infantil.

Freud recién cuestiona la idea de una se-xualidad infantil patológica alrededor de1897.

A partir de su auto análisis6 -más especí-ficamente del análisis de los sueños de Irmay los de Roma- descubre sus apetencias se-

xuales infantiles por sus padres y puede,desde ellos, comprender la inhibición quetenía para entrar en Roma.

Recordemos que a través de los cuatrosueños de Roma elabora su inhibición para vi-sitar esa ciudad. Llega, luego de analizar es-tos sueños, a la conclusión que su inhibiciónestaba motivada porque Roma representabaa su madre, penetrarla implicaba una peleacon el padre. Esta interpretación, una preca-ria y primera descripción del Complejo deEdipo, lo ayuda a pensar que no era ciertoque la sexualidad infantil sólo existiría en losniños “inoculada” por un adulto. Da enton-ces un paso audaz, hace una generalización:supone que cada cachorro humano tiene unasexualidad infantil como la que él había des-cubierto en sus sueños; los niños tienen ape-tencias sexuales sin que nadie se las “inocule”y cada niño tiene que procesar esta sexuali-dad que cursa con conflictos con los padres;los padres son objetos amorosos o rivales se-xuales. Así había Freud comprendido en sussueños su sexualidad infantil y los conflictosque le planteaba su familia. Más aún, a partirde aquí dirá que estos conflictos, originadosen esa sexualidad infantil, son los responsa-bles de los síntomas e inhibiciones adultas.Entonces, no es la sexualidad conflictiva por-que la sociedad la concibe como sucia o nonsancta, sino que la sexualidad es intrínseca-mente e inevitablemente conflictiva en tantose procesa en medio de conflictos familiares.

Esta nueva noción de la sexualidad con-lleva un cambio teórico que Freud expresaen la carta 69 cuando le escribe a Fliess: “yano le creo más a mi neurótica”7. Este cambiosupone -sexualidad infantil mediante- que lo

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Texturas inglesas Rodolfo Moguillansky

4Freud, S., 1894, Las neuropsicosis de defensa, Obras Completas, vol 3, Amorrortu, Buenos Aires 1997

5 Freud, S., 1896, Nuevas puntualizaciones sobre las neuropsicosis de defensa, Obras Completas, vol 3, Amorrortu, Buenos Aires 1997.

6 Anzieu, Didier, 1959, El autoanálisis de Freud y el descubrimiento del psicoanálisis, Siglo XXI, México, 1980

7Freud, S., 1897, Fragmentos de la correspondencia con Fliess, carta 69, Obras Completas, vol.1, Amorrortu, Buenos Aires 1997

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que importa no es tanto lo que a un sujetole ocurrió, sino las fantasías -sexuales- que unniño se hace en su relación con los otros. AllíFreud empieza a pensar la sexualidad no yacomo fenómeno patológico sino como un fe-nómeno inherente a todo ser humano.

Pero éste es sólo una parada en su cami-no. Hay un salto colosal de la idea de 1897-una sexualidad infantil con característicassimilares a las adultas, pero que se vive enla infancia y que fundamenta la sexualidadadulta-, a la sexualidad que es concebida enTres Ensayos.

2-La sexualidad en Tres Ensayos...Una nueva concepción sobrela sexualidad

Lo que Freud define como sexualidad enTres Ensayos no se refiere al mero intercam-bio sexual humano, aunque lo incluye, sinoa un fenómeno más amplio: cualquier acti-vidad humana, en especial cualquier activi-dad corporal, en particular la que transcu-rre por los orificios apuntala una tendenciaque allí surge, una tendencia a repetir estaexperiencia. Esa compulsión encuentra su“causa” en un empuje, en una apetenciaque no se origina en los órganos sexuales,sino que cualquier actividad humana lapuede hacer nacer. A esa tendencia la lla-mara pulsión (trieb).

Freud nos enseña entonces que los bebeshumanos intentan repetir experiencias, unarepetición no ya fundamentada por los bene-ficios otorgados por los intercambios orgáni-cos, sino por el anhelo de recapturar el placerque se tuvo en ese intercambio. Ese intentopor repetir hace al carozo de la sexualidadque describe Freud en Tres ensayos....

3-La sexualidad de Tres ensayos ylas rupturas que origina

Aunque trillado, lo que sigue, necesito re-marcarlo para darle continuidad a mi razo-namiento. Al describir la sexualidad en TresEnsayos discrimina dos fuerzas opuestas encada ser humano:

• un movimiento causado por la necesidadorgánica, que uniformiza alrededor delo que va a llamar los instintos de autoconservación, y, por otro lado,

• una apetencia no ligada a ninguna nece-sidad orgánica, sino al placer sexual queintenta poner a la necesidad orgánica asu servicio.

En el conflicto entre estas dos fuerzas, lasexualidad, nacida del apuntalamiento delfuncionamiento corporal, le marca el paso ala necesidad orgánica.

Se redefine entonces el conflicto. El con-flicto humano es entre la “sensata autocon-servación” y esta “disparatada sexualidad”,en fin, el deseo.

La sexualidad tal como es concebida enTres Ensayos se desarticula de:

1. la clásica y popular noción de sexualidadadulta;

2. la noción de reproducción;

3. las necesidades corporales;

4. un objeto sexual predeterminado instin-tivamente (como en los animales). Llevaa pensar que el objeto de placer sexualpuede no ser una persona del otro sexo,puede ser un zapato, el brillo de la narizo cualquier otra cosa. Diferencia radical-mente el objeto sexual del objeto de lanecesidad;

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Rodolfo Moguillansky Texturas inglesas

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5. las diferencias sexuales. La diferenciaciónsexual es una eventual, posterior adquisi-ción. Se rompe con la idea de que los hom-bres son atraídos por las mujeres y estaspor los hombres. A la vez aparece comouna noción clave la idea de bisexualidad;

6. la genitalidad. A esta sexualidad, Freud,la ubica nacida y apuntalada en las zo-nas de intercambio, y entonces explicacómo se organiza esa sexualidad prege-nital y cómo tras una serie de complejosrodeos advendrá “genital”, con la consi-guiente adquisición, no siempre segura,de las diferencias sexuales.

4-El advenimiento deuna sexualidad inquietante

Para mostrar el contexto en que se dio TresEnsayos demos un paseo por La Viena de laépoca. Recordemos que junto a Freud, anun-ciando esta sexualidad inquietante, en La Vie-na de fines de siglo XIX y comienzos del XX seprodujo uno de los procesos más atrayentes ysugestivos de la historia de la humanidad.

William Johnston8 sugiere que lo ocurri-do en la Viena a finales del siglo XIX, tieneuno de sus orígenes en la oleada de revolu-ciones liberales9 europeas, ya que por su

eficacia adquirió la burguesía liberal un re-levante papel político.

La burguesía no participó en las revolu-ciones liberales, pero supo aparecer como laopción moderada, estabilizando el régimen,abriendo posibilidades de innovaciones10.

La consolidación política de la burguesíaliberal contribuyó a forjar el vínculo con lacultura anterior y la tradición imperial, a re-forzar esa ´”segunda sociedad, donde losburgueses en ascenso se encontraban conlos aristócratas dispuestos a adaptarse anuevas formas de poder social y económico,un entresuelo en el que la victoria y la de-rrota pasaran a ser compromiso social y sín-tesis cultural” (Schorske, 1961, p. 67).

En ese entresuelo hirvieron la música do-decafónica con Shöenberg; la arquitecturamoderna de la mano de Loos y Otto Wag-ner; el positivismo lógico con Wittgens-tein11; el sionismo de T. Herzl; el pangerma-nismo de Schönerer y Lueger, inspiradores ymodelos políticos de Hitler; la Secesión conKlimt; el psicoanálisis con Freud.

Me voy a detener un momento en Klimtporque refleja muy bien los cambios que sedan en los modos de concebir la sexualidaden la Viena de esa época12.

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Texturas inglesas Rodolfo Moguillansky

8 William Johnston, 1972, The Austrian Mind, an intellectual and social history 1848-1938, University of California Press, 1984

9 Las revoluciones liberales de 1848 en Europa requerirían un estudio detallado por los efectos que produjeron en pueblos y regiones,pero no dispongo de lugar aquí para ello. Digamos, no obstante, que tuvieron en común que ocurrieron casi simultáneamente y quetodas ellas estaban imbuidas de una misma atmósfera romántico-utópica y una retórica similar. Esta “primavera de los pueblos” -así se las llamó- no perduró, pero dejó como resto la consolidación de la burguesía en el viejo continente.

10 Eric Hobsbaum, 1975, La era del Capital, 1848-1875. Grijalbo, Barcelona, 1998

11 Allan Janik y Stephen Toulmin, 1973, La viena de Wittgenstein, Taurus, España, 1998.

12 Para situar el contexto en que aparece Klimt, digamos que, en los finales del siglo XIX, se inició una amplia renovación política, ar-tística, arquitectónica, ideológica, en la Viena liberal. En el campo del arte y la arquitectura es importante destacar, para compren-der lo que sucedió, que un grupo de jóvenes artistas, bajo el nombre de die Jungen, se organizaron para romper con los imperati-vos académicos dominantes, en beneficio de una actitud abierta y experimental. Luego de retirarse de la tradicional Casa de los ar-tistas vienesa, fundaron en 1897 la Secesión presidida por Klimt. Todo esto movimiento, a juicio de Schorske configura una suer-te de “revolución edípica”, “son productos de la disolución de la confianza de los hijos en las perspectivas de los padres”; Schors-ke interpreta esta revuelta artística no como una sublevación de artistas marginales, sino más bien como producto de un conflictogeneracional, una revuelta de Edipo, una revuelta de hijos contra los padres y su tradición.

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Evoquemos que Klimt13, al enmarcar laprimera exposición de la Secesión con unsugerente cartel que ilustraba el mito de Te-seo asesinando al brutal Minotauro para li-berar la juventud de Atenea, proclamaba larebelión generacional.

Cuando se consolidó el movimiento de laSecesión, Klimt exploró nuevas formasorientando su indagación a la vida pulsio-nal; la mujer emergió entonces como el sím-bolo por excelencia de esta alegoría instin-tiva; la tela Nuda veritas, hoy colgada en elHistorisches Museum de Viena, muestra unaverdad de carne y hueso, una verdad que seidentifica con el seductor erotismo femeni-no. En esta obra de Klimt la mujer se exhi-be a sí misma y a su erotismo, no encarnan-do un significado abstracto.

En Serpientes bajo el agua (1904-07), ex-puesta en la Galería Weltz, de Salzburgo, lasensualidad femenina es incluso más ame-nazadora. Lo amenazador es la comodidadque parece tener estas mujeres moviéndoseperezosamente en la semisomnolencia de lasatisfacción sexual. Las jóvenes retozandoen la profundidad están totalmente deacuerdo con su medio viscoso. Lo que estoydiciendo es que estas mujeres serpientes deKlimt abruman a los hombres, en tanto sesienten inadecuados frente a esta capaci-dad femenina, aparentemente inagotable,de éxtasis sexual. Advirtamos que las muje-res de Klimt no son vedadas son turbadoras.

Klimt en su exploración de lo erótico,desterró el sentido moral del pecado quehabía atormentado a sus padres, pero en sulugar representó el temor al sexo que acosóa muchos hijos sensibles.

La sexualidad que pinta Klimt no es pro-hibida, es inquietante.

5-Sexualidad y matriz familiarcomo portavoz de los enunciadosde fundamento

Luego de desatar el infierno con el anunciode esa sexualidad inquietante, que habíapresentado Freud y que había pintadoKlimt, el psicoanálisis dedicó un gran es-fuerzo a tratar de dar cuenta de la articula-ción de lo que esta enunciación había de-sarticulado. A esta sexualidad inquietante,insensata, había que reconducirla a la “ge-nitalidad”. En la llamada primera tópica seintentó dar cuenta de “esta progresión” através de la teoría de evolución de la libido.

Más tarde se postuló que la familia dabalos mojones para que esta sexualidad inquie-tante se volviera sensata y se pusiera al servi-cio de la genitalidad, la procreación. La “se-xualidad” era civilizada, pacificada, por la“matriz familiar” en la que se humanizaba elcachorro humano. La matriz familiar para es-ta humanización proveía una estructura en-cargada de instaurar el tabú del incesto, laregla de todas las reglas, llave que instituíalas “reglas del parentesco”, haciendo posi-bles las diferencias generacionales y a la vezempujaba a “realizar” la sexualidad en laexogamia. Esta matriz, además posibilitabala asunción de identificaciones, otorgaba lu-gares, planteaba ideales, prefiguraba con-flictos. El aparato psíquico -de la segunda tó-pica- estaba construido sobre la base de lainternalización del conflicto que se daba en-tre la pulsión sexual y la matriz familiar.

Por otro lado la sexualidad era puesta alservicio de la generación que lo antecede:en la consideración de los padres, su hijo,“his majesty the baby” debía realizar sussueños irrealizados. El sujeto era entoncesun eslabón en una cadena, estaba dividido,

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Rodolfo Moguillansky Texturas inglesas

13 Gottrieb Fliedl, Gustav Klimt, El mundo en forma de mujer, Benedikt Taschen Verlag, Koln, 1998

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entre la doble necesidad de ser para sí mis-mo su propio fin y ser el eslabón de una ca-dena generacional a la que estaba sujetosin la participación de su voluntad.

La sexualidad humana era entonces se-xualidad culturalizada. Se comprendió queesta matriz, en particular la madre, era elportavoz del discurso del medio sociocultu-ral al que ese sujeto iba a ingresar (Aulag-nier, 1975). Para pertenecer a lo humano elbebé tenía que involucrarse en un contratonarcisista.

El contrato narcisista alude a cómo el dis-curso social anticipa y proyecta sobre el in-fans la esperanza de que éste se conviertaen transmisor del modelo sociocultural. Elniño, para pertenecer a la sociedad, debetomar los enunciados de fundamento de esediscurso y hacerlos propios. Los enunciadosfuncionan como soporte identificatorio.

René Kaës, reforzó esta apuesta al plan-tear que el individuo no podía rehusarse aser un sujeto de herencia. El sujeto de he-rencia, nos decía Kaës es un sujeto de gru-po que se constituye como sujeto del in-consciente según dos determinaciones con-vergentes: una, dependiente del funciona-miento del espacio intrapsíquico y, otra, su-bordinada al trabajo impuesto a la psiquepor su ligazón con lo intersubjetivo, por susujeción a las distintas formas de agrupa-miento en que está incluido, tales como lafamilia, los grupos, las instituciones.

6-la revolución sexual y el ocasode los “enunciados de fundamento”

Los nuevos modos de pensar la sexualidad,surgidos de Tres Ensayos, fueron una de las

levaduras que fueron minando los enuncia-dos de fundamento anteriores.

Cabe preguntarse ¿el contrato narcisistaen el que la sexualidad se “humaniza” si-guió siendo el mismo en todo el siglo XX ycomienzos del XXI?

Para explorar el tema, digamos de inicioque la literatura del siglo XX hincó fuerteen este sujeto conflictuado por su anhelode amor que, a la vez, había perdido el ine-quívoco marco de los enunciados de funda-mento del siglo XIX.

Tomaré primero, como ejemplo privile-giado de este sujeto moderno, que vivió enlos comienzos del siglo XX, que perdía unmundo seguro, el que describió VirginiaWolf. No perdamos de vista que los persona-jes conflictuados de Virginia Wolf - y el gru-po de Bloomsbury - viven en una sociedaden la que colapsaban las seguridades impe-riales británicas propias del siglo XIX. Este esel sujeto sobre el que pensó inicialmente elpsicoanálisis. Retomando, recordemos queWolf continuaba el camino que habían em-pezado en los años 20 y 30 Joyce, Eliot, Law-rence, etc., poniendo en cuestión la inmovi-lidad de una forma privilegiada de entenderel mundo. En ese sendero su narrativa, concontenidos revulsivos, se atrevía a transgre-siones sexuales como las que quedan ex-puestas en Orlando (1928). Ponía, con su es-critura, una cuña al mostrar con palabrasque connotaban y denotaban la patria, lafamilia, el amor, la trascendencia, cómo ha-bía arena movediza debajo de ellas. Esta cu-ña se evidencia con claridad en la SeñoraDalloway, cuestionando las certezas trabajo-samente transmitidas por el establishmentintelectual acerca de la unicidad de la perso-na, de la posibilidad de la comunicación através de un lenguaje unívoco y neutro.

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Texturas inglesas Rodolfo Moguillansky

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La escritura revulsiva de Virgina Woolf, lavemos también cuando a través de Bernarden “Las olas”, afirma: Empiezo a desear unlenguaje parco como el que usan los aman-tes, palabras rotas, palabras quebradas, comoel roce de las pisadas en la acera, palabras deuna sílaba como las que usan los niños cuan-do entran en un cuarto donde su madre estácosiendo y cogen del suelo una hebra de la-na blanca, una pluma, o un retal de chinz.Necesito un aullido, un grito14.

Convengamos que hay una solución decontinuidad enorme desde la subjetividadde Emma Bovary a Mrs Dalloway o Bernard.Lo que en Flaubert era una denuncia a lapacatería victoriana, en Wolf es un aullido,un grito que hace temblar la sociedad.

Pero estos cambios que se empezaron adar en el imaginario social todavía fueronmucho más allá por efecto de la llamada “re-volución sexual” que se dio después de la se-gunda guerra mundial. De la mano de esarevolución cayeron tabúes y la sociedad fuemás permisiva con una sexualidad que se sa-lía del formato de los ideales victorianos; em-pezaron a adquirir carta de ciudadanía, nosin sobresaltos, formas de relación que hu-biesen sido pensadas como inadmisibles pa-ra los Enunciados de fundamento anteriores.

Para evocarlos me voy a permitir recor-dar las reacciones y movimientos que seprodujeron cuando Vladimir Nabokov pu-blicó en 1955, “Lolita”. Estas iban del éxta-sis al ultraje. Graham Greene, en una entre-vista publicada en esos tiempos en Londres,proclamó que Lolita era uno de los mejores

libros del año. En el mismo diario se le res-pondió -a Greene- que “Lolita” “era el libromás asqueroso” y que se trataba de “por-nografía libre escarpada”.

En consonancia con el rechazo social quesuscitó la novela de Nabokov, el Ministeriodel Interior británico ordenó a funcionariosde costumbres secuestrar todas las copiasde Lolita que entraban en el Reino Unido yse ejerció presión sobre el ministro francésdel interior para prohibir el libro. El 20 dediciembre de 1956, la policía de París lo in-cautó y Lolita estuvo prohibida en Franciapor dos años.

Todavía conmueve, cuando dice Nabo-kov en Lolita, que “entre los nueve y los ca-torce años de edad, aparecen niñas que, an-te la mirada de algunos atónitos viajeros,dos o tres veces mayores que ellas, revelansu auténtica naturaleza, que no es humanasino nínfica (entendamos demoníaca); y, pa-ra esas criaturas, elegidas, propongo elnombre de nymphets”.

La Lolita de Nabokov es una…, de doceaños y siete meses, de inquietante encanto,inocente impudor y esa punta de vulgari-dad que caracteriza a la nymphet. El otropersonaje de la novela es Humbert Hum-bert, europeo, en la cuarentena, que viveen Norteamérica desde hace poco tiempo.

Humbert descubre a Lolita en una pe-queña ciudad donde pasa sus vacaciones.Para poseer a la niña se casa con la madre,quien muere al poco tiempo. Humbert lle-va, después de la muerte de su esposa, a Lo-lita a un hotel llamado Los cazadores en-

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14 “I begin to long for some little language such as lovers use, broken words, inarticulate words, like they shuffling of feet on the pave-ment. Words of one syllable such as children speak when the come into the room and find their mother sewing and pick some scrapof white wool, a feather, or a shred oh chinz. I need a howl, a cry. But for pain words are lacking. There should be cries, cracks, fissu-res, whiteness passing over chinz covers, interference with the sense of time, of space: the sense also of extreme fixity in passing ob-jects; and sound very remote and then very close: flash being gashed and blood spurting a joint suddenly twisted – beneath all of withappears something very important, yet remote, to be held just in solitude” The Waves. Londres. The Hoharth Press, 1931, página 189

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cantados, le da un somnífero, pero no seatreve a aprovecharse de su sueño; su metano era tener sexo con Lolita, ella nunca de-bía saber lo que él hacía. Pero por la maña-na, Nabokov, en su novela sube la apuesta,Lolita pasa de víctima inocente a seductora.Lolita lo seduce a Humbert.

Nabokov relata entonces la larga huidade Lolita con su padrastro de un extremo aotro de Estados Unidos. Lolita, más tardeescapa con otro hombre de edad madura alque Humbert mata. Como remate de la no-vela, a los diecisiete años Lolita, casada des-de hace poco con un joven y honesto técni-co, muere en el parto. Pocas semanas des-pués Humbert gracias a un ataque cardíacose libra de la pena capital.

Aún hoy la maravillosa novela de Nabo-kov estremece, en tanto pone dentro denuestro mundo, una sexualidad difícil de di-gerir. Incluso se puede decir que es difícilpara el paladar de Nabokov, pues necesitapara su novela un final trágico.

La narrativa de Nabokov, es uno de lostantos hitos, un hito magistral, de una se-xualidad que se abrió paso en el siglo XX,sin pedir permiso, por fuera de los idealesvictorianos del siglo XIX, una sexualidad ca-da vez más alejada de la reproducción.

7- La genitalidad15, la ilusión delreencuentro de la sexualidad y lareproducción

En este recorrido, un tanto moroso y no muyordenado por la amplitud del tema quequiero abarcar, quiero detenerme ahora en

la genitalidad, en tanto en ella se centró lailusión del psicoanálisis de reencontrar la ar-monía entre la sexualidad y la reproducción.

Como vimos, el psicoanálisis, al extenderel concepto de sexualidad provocó el “escán-dalo” de no subordinarla a la función de re-producción, sin embargo, pese al valor heu-rístico de esta desarticulación, se siguió conla idea que una parte de la sexualidad, la ge-nitalidad, seguiría ligada a esta función. Enrigor, convengamos que, si en un principio,el psicoanálisis rompió con las pautas cultu-rales al separar la sexualidad de la reproduc-ción, buena parte de los psicoanalistas, Freudincluido, mantuvo la ilusión de volver a jun-tarlas. Como evidencia de ese movimientoen donde podía volver la armonía, es desta-cable lo que Laplanche y Pontalis16 en su Dic-cionario comentan. Ellos dicen que la nítidaoposición acentuada inicialmente entre lasexualidad puberal y adulta -en tanto orga-nizadas por la primacía genital- y la sexuali-dad infantil -con su carácter polimorfo, per-verso y anárquico-, fue perdiéndose gradual-mente (J.Laplanche y J.B.Pontalis, 1971).

8- ¿Reencontramos en la genitalidadel eslabón que reencadenala sexualidad y la reproducción?

¿Pero hasta dónde estaba el psicoanálisis dis-puesto a borronear la adquisición genital?

Decíamos con Seiguer (1991) que K.Abraham (1924), en su célebre Breve Estu-dio, creyó reencontrar la conexión de la se-xualidad con la genitalidad y la reproduc-ción. También afirmábamos que era una as-

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Texturas inglesas Rodolfo Moguillansky

15 La argumentación del apartado 7 y 8 reproduce el que seguí en “Reconsideraciones sobre la Genitalidad” (1991), Rodolfo Mogui-llansky y Guillermo Seiguer, Relato oficial en el XX Congreso Latino americano de Psicoanálisis, Fepal, luego publicado en La vidaemocional de la familia, Ed. Lugar, Bs. As. 1996

16 Laplanche, J. y Pontalis, J.B. (1971) Diccionario del Psicoanálisis, Labor, Barcelona, 1971

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piración kepleriana a una órbita perfectade la libido, la concepción de K.Abraham(1924) que calificaba de post-ambivalente ala genitalidad. A nuestro juicio, resultabauna pesada carga en tanto desligaba la se-xualidad-genital del conflicto.

No olvidemos que las consideracionesde Abraham tendían a equiparar genitali-dad con criterios de norma o de salud, conlo que el posible conflicto genital se limi-taba a un infiltrado pre-genital. En esasenda el preciado “amor objetivo comple-to” genital (Abraham, 1925), en el plan-teo de Abraham era tan elevado que co-rría el riesgo de desaparecer finalmentede la mira del psicoanálisis. Recordemosque aspiraba a una supuesta objetividadfinal para el desarrollo: el sujeto “ha des-truido el poder del principio del placer so-bre su conducta”.

M.Balint17 (1936-1947) remarcará sutil-mente la dificultad para concebir la genita-lidad al afirmar que sus características solose describían en negativo, como ausenciade los rasgos positivos de la pregenitalidad.Esta dificultad, al separar “la genitalidad”del conflicto se acentuaba al hablar de un“carácter” genital (W.Reich18, 1933).

9-La sexualidad humanaen el siglo XXI

En un largo salto pasemos al 2005. Nuestrasideas sobre la sexualidad en los comienzosdel siglo XXI están recibiendo noticias quenos obligan a repensarlas. Henry Atlan aca-ba da publicar este año en Francia L´utérusaritificiel (El útero artificial)19, anunciando

que el siglo XXI verá nacer un bebé por ec-togénesis (el desarrollo de un embrión fue-ra del organismo humano), es decir, de unútero artificial. Atlan nos anticipa, en su en-sayo, que se concretará lo que narró A. Hux-ley en Un mundo feliz.

Atlan nos cuenta que tras el auge de lareproducción in vitro, la nueva frontera esla reproducción fuera del cuerpo de las mu-jeres. La mecanización de la gestación hadejado de pertenecer al ámbito de lo impo-sible para entrar en el de lo probable. Aun-que muchas mujeres, seguramente seguiránprefiriendo seguir gestando niños en suútero, es probable que algunas, o muchas,elijan no transitar por un embarazo.

Resulta evidente que la separación entresexualidad y reproducción se acentuará, esposible que en la ectogénesis los hombres ymujeres sólo cuenten a la hora de dar unóvulo y un espermatozoide o ni siquiera esocon la difusión de la clonación.

Podemos anticipar una gran discusión,quizás sea uno de los grandes temas de es-te siglo que recién empieza.

En este panorama, lo develado en TresEnsayos, es una herramienta imprescindiblepara pensar.

10-Epílogo

Vivimos en un mundo en transición, somos,o al menos yo soy una persona de la moder-nidad, que vive en una pos-modernidadque va marcando nuevas formas de subjeti-vación, nuevos modos de relación.

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Rodolfo Moguillansky Texturas inglesas

17 Balint, Micharl; (1936) Eros and Aphrodite; Genital Love. Primary Love and Psycho-Analytic Technique, Tavistock. London, 1965

18 Reich, W., (1933), Análisis del Carácter, Paidos, Bs. As., 1965

19 Henry Atlan, 2005, L´utérus aritificiel, Ed. Seuil, París.

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Texturas inglesas Rodolfo Moguillansky

El mayor hiato que, a la luz de lo quenos anticipa Atlan, se dará entre sexuali-dad y reproducción traerá como inevita-ble consecuencia nuevos modos de rela-ción, seguramente la polaridad masculi-no-femenino tienda a atenuarse y asista-mos a la emergencia de prácticas y senti-res en torno a la sexualidad impensablespara nuestra época.

¿Cómo serán “los enunciados de funda-mentos” de la sociedad que adviene? No losé muy bien, pero estoy seguro de que noserán los mismos que nos subjetivaron. Esdifícil pensar que la estructura de parentes-co no va a sufrir enormes barquinazos.

El desafío es enorme, nuestra teoría ynuestro dispositivo tendrá que tener, en“ese entresuelo”, la elasticidad de contenera la sexualidad moderna en la que nos cria-mos y relacionamos, junto a una sexualidadque, con novedosas formas, adquiere cadavez mayor presencia.

Resumen

El autor transita por los 100 años de se-xualidad freudiana.

Inicia su hoja de ruta con el artículo detres ensayos de freud como punto de par-tida de un nuevo modo de concebir la se-xualidad.

El articulo esta entrecruzado con evoca-ciones literarias que sustentan la trama dela cual nace esta nueva manera de conce-bir la sexualidad humana.

Gustave Flaubert, Klimt, Vladimir, Sartre,Virginia Woolf son algunos de sus compa-ñeros de ruta que acompañan al autor enel devenir de sus pensamientos.

Con la pregunta ¿como serán los "enun-ciados de fundamento" de la sociedadque adviene? Corona su trabajo anuncian-do el desafió que tanto para la teoría co-mo para el dispositivo que hoy conocemostendrán que enfrentar para contener unasexualidad con nuevas formas que cadavez tienen mas presencia.

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Han pasado cien años de la publicación deTres Ensayos, en 1905, y si bien cabe pregun-tarnos qué ha pasado en el psicoanálisis a lolargo de un siglo, la cuestión principal es quéha pasado en la sociedad con los cambios quese han operado respecto a la sexualidad. Y esdesde esta perspectiva que hace tiempo in-tento distinguir, en función de la organiza-ción del pensamiento psicoanalítico y de irubicando los problemas del futuro del psicoa-nálisis, cómo separar aquellos núcleos de ver-dad que permanecen a través del tiempo yque remiten a cuestiones invariables de laconstitución psíquica de los modos de la sub-jetividad que han cambiado a lo largo detiempo. Lo que se llama producción de subje-tividad es del orden político e histórico. Tieneque ver con el modo con el cual cada socie-dad define aquellos criterios que hacen a laposibilidad de construcción de sujetos capa-ces de ser integrados a su cultura de perte-nencia. Hay proyecto de producción de subje-tividad en cada sociedad y estos proyectos deproducción de subjetividad, tienen ciertas ca-

racterísticas: el modo de funcionamiento dela familia del siglo XX en Occidente, con fun-ciones bien diferencias, es del orden de laconstitución de la subjetividad. Mientras quela diferenciación tópica en sistemas regidospor legalidades y tipos de representación esdel orden de la constitución psíquica. De ahíque lo constitutivo del psiquismo, da cuentade aspectos científicos del psicoanálisis y quese sostienen con cierta trascendencia por re-lación a los distintos períodos históricos.

Se trata también de una batalla por sos-tener nuestros enunciados científicos en elmarco de la época que nos toca vivir, perotambién por lograr su trascendencia. Cuan-do a veces me pregunto qué espero de loque hago, me respondo, de manera espon-tánea, que espero que en el futuro al me-nos no se considere como absurdo aquelloque guió mi pensamiento y mi acción. Si al-guien, por casualidad, leyera dentro de cin-cuenta, o cien años, nuestros escritos, su-pongamos, que alguien encuentre en una

La sexualidad a cien años de los Tres Ensayos1

Silvia Bleichmar*

1 Transcripción de conferencia dictada por la Dra. Silvia Bleichmar en la presentación de la revista Docta Nª 2 (Córdoba 18 de marzo de 2005)

* Psicoanalista

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biblioteca algo de nuestro tiempo -un tata-ranieto, por ejemplo- que piense que fuidigna para la época que viví, que no fui unapayasa, que lo que dije, aún errado en mu-chos aspectos, fue honesto y avanzado parala época que me tocó y que estuvo cerca delo más avanzado de esa etapa histórica.

Es en razón de esto que voy a someteralgunos de los paradigmas del psicoanálisisa este clivaje, si ustedes quieren, entre cons-titución del psiquismo y producción de sub-jetividad. Tomemos como ejemplo la tópicatripartita propuesta por Freud; tanto su pri-mera formulación, a la que recién aludí, co-mo en la segunda, con el ello, el yo y el su-peryo, para poner de relieve que más alláde que las inscripciones que constituyen lasinstancias secundarias puedan sufrir varia-ciones culturales, habrá elementos insosla-yables de la pautación que imponen sus re-gulaciones para que los seres humanos pue-dan vivir en común y sostenerse en el mar-co de los riesgos que los acechan.

Sabemos que es muy discutible que lasformas de la moral tengan carácter univer-sal. Y una ilusión que hemos debido aban-donar, y que tuvo mucha preeminencia enel ejercicio del psicoanálisis de la segundamitad del siglo XX fue la convicción de quealguien que aparentemente era un inmoral,en realidad tenía reprimida la culpa o se de-fendía de una angustia extrema, cuando eltiempo nos ha demostrado que esto bienpuede no ser así -al menos, ni culpa ni ver-güenza parecen existir en estar reprimido niproducir síntomas en tantos sujetos que he-mos visto desfilar por la historia argentina

de los últimos treinta años-. Por otra parte,estos mismos sujetos se pueden melancoli-zar si pierden el dinero o el poder, dandocuenta que su escala de valores está regidapor otros enunciados que aquellos que nosconstituyen. Sin embargo, más allá de esto,es indudable que las condiciones de existen-cia de una sociedad no se proyectan hacia elfuturo sin una cierta universalización ética,que opera como imperativo categórico pa-ra el universo de sujetos que engloba.2

La segunda cuestión que puede ilustrarla diferencia entre producción de subjetivi-dad y constitución del psiquismo tiene quever con la causalidad de la patología psíqui-ca. Si bien hay cambios en la psicopatologíaactual, con dominancia de síntomas y tras-tornos que no son los mismos que clásica-mente conocimos, la cuestión es si esto im-plica relevar el paradigma de la causalidadpsíquica psicoanalítica, vale decir el de ladeterminación libidinal del sufrimiento psí-quico. No se trata de desconocer los cam-bios operados, pero tampoco de ceder en eldebate por la defensa de los paradigmasante la neurociencia, con su pretensión deanular toda causalidad representacional dela patología mental. Aceptar, por ejemplo,la denominación de “fenotipo TOC” -tras-torno obsesivo compulsivo-, implica, de he-cho, convalidar que hay un genotipo deter-minante de este modo de funcionamientopsíquico, tirando por la borda años de tra-bajo fecundo tanto en la investigación co-mo en la transformación de esta patología.

Nuestro trabajo debe centrarse en el tra-bajo de revisión intrateórico que permita

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Silvia Bleichmar Texturas francesas

2 Cuestión a tener en cuenta, porque nuestro ideal universalista, proveniente de la tradición del Iluminismo, impone una concepcióndel semejante amplia y abarcadora, mientras que para otros modos políticos de pensamiento el universo de iguales no implica al con-junto de la humanidad. Es esta definición de “universo del semejante” lo que permite que un terrorista fundamentalista no sienta cul-pa por matar niños a los cuales no considera de su “especie”, o que los jefes nazis de los campos de concentración pudieran man-dar a miles de personas a la muerte sin que se les moviera un pelo, ya que estas personas no eran consideradas como parte de laraza aria, equivalente a la única humanidad válida.

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afrontar las nuevas cuestiones atinentes a lasexualidad, luego de más de un siglo de psi-coanálisis. Por eso el curso de postgradoque dicto este año en la Universidad Nacio-nal de Córdoba se llama Que permanece denuestras teorías sexuales infantiles, títuloque remite a un enunciado provocativo deLaplanche, aludiendo a la teoría de la cas-tración femenina como constructo infantilpara dar cuenta de la diferencia sexual ana-tómica que consideró “la teoría sexual deFreud y de Hans”.

Vayamos en primer lugar al aporte capi-tal que propone Freud en Tres ensayos al es-bozar, por primera vez en la historia delpensamiento, el concepto de sexualidad am-pliada. No se trata sólo de reconocer que losniños tienen sexualidad, sino que la sexuali-dad tiene un carácter polimorfo, invasivo delas funciones básicas, que no se reduce a lafunción genital. Se trata de definir lo sexualcomo un plus de placer no reductible a laautoconservación, donde el chupeteo cum-ple una función autoerótica, desprendidade la función alimenticia, y cuya finalidad seve desgajada de lo autoconservativo. El chu-peteo posterior a la ingesta pone de relieveque está destinado al reequilibramiento dela energía psíquica, más allá de lo somático,ya que se rige por una economía libidinalpuesta en marcha a partir de procesos de ex-citación, y cuyas vías de resolución son irre-ductibles ya al plano autoconservativo, envirtud de que se rige por el placer-displacery no por la saciedad o carencia somáticas.

Lo central del descubrimiento freudianoradica en la no subordinación de la sexuali-dad al instinto, su carácter irreductiblemen-te ligado a las series placer-displacer. Y estonuestra época lo ha llevado hasta el límite,poniendo en el centro de la vida sexual su

disociación de la reproducción, corroboran-do las tesis psicoanalíticas a niveles impen-sables en su momento de partida. Al puntode que podemos afirmar que si durante si-glos la humanidad trató de tener relacionessexuales sin procrear, esta etapa se caracte-riza por el intento de procrear sin tener re-laciones sexuales, lo cual implica un giromonumental, al cual la Iglesia intenta po-ner coto con la prohibición de los anticon-ceptivos -lo cual es casi incitación al delitoen una humanidad diezmada por el SIDA-.

Y si este descubrimiento psicoanalíticoque pone de relieve la des-soldadura entrela sexualidad y el instinto es coherente conla separación de la función nutricia o excre-mencial respecto al placer oral o anal, haceobstáculo desde el interior mismo de la obrafreudiana: la imposibilidad de sustraerse deuna cierta teleología de la sexualidad queculminaría necesariamente en la genitalidadprocreativa, con reunificación de lo parcial,y una suerte de ideal madurativo de la geni-talidad adulta -cuestión que luego retomarépara revisar el concepto de perversión-. Des-de el punto de vista intrateórico, esta valo-ración de la reproducción al servicio de laconservación de la especie, sostenida desdeuna epistemología de la contigüidad para lacual las leyes que rigen la naturaleza se ex-tenderían a lo psíquico, o incluso expresa-rían los mismos principios, culmina en unaimpasse que lleva a Freud, en la segundateoría de las pulsiones, a colocar a la sexua-lidad del lado de la pulsión de vida a partirde su subordinación a la especie, lo cualecha por tierra lo fundamental del descubri-miento, vale decir, el carácter disfuncional,mortífero del deseo inconsciente. Dualismode las pulsiones de vida y de muerte que po-drían rescatarse al poner del lado de la vida

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el amor por el yo y por el semejante, inclusoaquello del orden de lo que yo he concep-tualizado como “narcisismo trasvasante”,que lleva no sólo a la preservación del suje-to y del objeto sino incluso a abrir espaciorepresentacional para el hijo que viene atrascender amorosamente la angustia demuerte y el vacío de existencia que imponela reducción a la inmediatez a la que conde-na el goce. En este sentido, dualismo recu-perable si se define como un dualismo entredos tipos de sexualidad, ligada y amorosapor un lado, desligada y parcial -o perversa-por otro, dando cuenta de dos formas defuncionamiento respecto al objeto y de dostipos de legalidades.

Esta epistemología de la contigüidadque hace tabla rasa con la diferencia entrela vida natural y la representacional que dapie a concebir la pulsión de muerte comoretorno a lo inorgánico, que tiene su enlacecon la metabiología propuesta por Ferenczien la cual se articula un continuo entre elhombre como ser social y la naturaleza, secontrapone a otros momentos de la obrafreudiana en la cuales muy claramenteFreud plantea la necesidad de intervencióndel otro humano como transformador de latendencia a la descarga absoluta, cualidadbásica de lo biológico -como en el Proyecto,por ejemplo-. Esta epistemología de la con-tigüidad aparece en Tres ensayos también através de la noción de estadio, que sabemosha dado sustrato a una psicología del desa-rrollo a partir del psicoanálisis, psicologíacuya génesis se ve endogenamente deter-minada y que lleva a alguien como Spitz aafirmar que así como se caen los dientes deleche, la fase oral precede a la anal, desdeun determinismo para el cual lo somáticodetermina lo psíquico desde una delega-

ción que antecede al concepto de pulsióncomo concepto límite..

Volviendo al polimorfismo perverso in-fantil, no podemos dejar de subrayar quetiene el valor de plantear la potencialidadperversa no como una degeneración en elser humano sino como la acentuación de unmodo de ejercicio de la sexualidad. Polimor-fismo que puede devenir perversión si noencuentra regulación en los momentos quetendría que ordenarse, en razón de lo cualla neurosis aparece como negativo de la per-versión, vale decir como pasaje a otro regis-tro, dado que las representaciones pasan deestar en lo manifiesto a verse reprimidas.

Esta generalización de la potencialidadperversa, que saca a la perversión del con-cepto de “degeneración” y abre perspectivasinéditas, ha operado como obstáculo sin em-bargo en el psicoanálisis de niños cuando seha escamoteado, detrás del polimorfismoperverso, la posibilidad de aparición de laperversión como estructura clínica en la in-fancia. Porque ya desde los momentos de re-gulación de la economía libidinal con loscuales la represión originaria plantea el se-pultamiento de este polimorfismo, podemosdetectar en algunos casos, en la infancia, lasupervivencia de un goce en cuyo ejercicio sedesconoce la subjetividad del otro humano,estando ausente la ligazón que lleva en pri-mera instancia a renunciar al autoerotismoprimer por amor al objeto, y luego por auto-respeto del yo. Siendo, en verdad, el poli-morfismo perverso un modo de potenciali-dad universal de la perversión, pero al mis-mo tiempo que en el momento en que yahay un yo, condiciona y establece una rela-ción con el objeto y siendo intercambiosamorosos ya la idea de polimorfismo perver-so se detiene. Esto yo lo he trabajado mucho

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en relación a cómo se establece el control deesfínteres, donde se renuncia en principio,por amor al otro y después recién se estable-ce la represión, pero diríamos que no haymanera en que se establezcan la renunciaspulsionales, si no hay una intervención delotro en la cultura y ese otro que intervieneno solamente interviene pautando o prohi-biendo, sino a partir de que es una renunciaamorosa. De modo que la idea de polimorfis-mo perverso queda ahí emplazada comouna cuestión a acotar en términos de que noimplica que el niño sea un pequeño inmoral,sino que tiene formas de goces a las que de-be renunciar u otorgar un destino.

Es evidente que la genitalidad no reúneni coarta el goce de la pulsión parcial de mo-do total. Sabemos que la gran parte de losproblemas que tienen las parejas es precisa-mente la persistencia del autoerotismo,ejercido más allá de los límites del respetohacia el otro. ¿De qué se queja la gente enla entrevistas de pareja? No lo voy a decir es-catológicamente, porque todos sabemosque muchas veces en las entrevistas de pare-ja las señoras se quejan de las chanchadasde los maridos, ¿qué son las chanchadas?...son modos de ejercicio infantil del autoero-tismo, polimorfismo perverso, sin que esoimplique necesariamente perversión, aun-que su ejercicio dé cuenta del descuido porel otro, vivido, correctamente, como falta deamor por quien lo padece, en la medida enque la necesaria renuncia a su ejercicio estáarticulada tanto por el autorespeto comopor el respeto al semejante. Esto es lo queafirma Freud en la metapsicología respectoal autoerotismo reprimido: “se renuncia porautoestima del yo”, vale decir, para sentirsevalioso y “amable” -digno de ser amado-tanto por el yo como por el otro humano.

Tres ensayos tiene casi tantas notas co-mo texto, porque fue el texto más revisadopor Freud a lo largo de su vida, al introdu-cirle a posteriori la teoría de la castración, lateoría del Edipo, todo lo que no tuvo pre-sente de entrada se lo fue agregando ennotas al pie. Y por suerte tenemos ahoraediciones en las cuales las notas están fe-chadas, permitiendo hacer un trabajo máscuidadoso sobre la obra, mientras que lasprimeras ediciones tenían las notas como siel conocimiento se constituyera a partir deuna evolución lineal, sin permitir al lectorcomprender el despliegue del concepto ensu nexo.

Y bien, uno de los problemas que plan-tea el capítulo acerca de la metamorfosisde la pubertad, es dejar flotando la idea deque la identidad sexual termina de articu-larse con la elección de objeto, anudando,de modo contradictorio con otros enuncia-dos freudianos, heterosexualidad e identi-dad. Si el texto señala de manera clara quela homosexualidad no es “una mente demujer en cuerpo de hombre”, masculinidadno se liga necesariamente a heterosexuali-dad masculina, ni feminidad a heterose-xualidad femenina. Hoy podemos afirmarmás firmemente aún que sería imposiblepensar que la identidad de género sea eldesenlace de la elección de objeto, porquela identidad no es correlativa a la elecciónde objeto. Los teóricos de los movimientosgay discuten actualmente que se los despo-je de su masculinidad en función de un ti-po de elección de objeto. Por otra parte sa-bemos que en el pasado las prácticas ho-mosexuales fueron consideradas muchasveces rituales de iniciación de la masculini-dad, sobre todo ante los griegos -en el librosobre sexualidad masculina que estoy ter-

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minando podrán ver desarrolladas amplia-mente estas cuestiones-.

En este sentido es importante rescatar ladiferencia establecida por Freud entre Un-tershied y Vershidenheit, que es la relaciónentre diversidad y diferencia anatómica,abriendo la posibilidad de pensar que laidentidad en género coexista con el polimor-fismo perverso siendo anterior a la elecciónde objeto genital. Yo quisiera detenerme unmomento en esto, ya que aparece acá unaidea muy fuerte e importante. Ustedes sabenque se ha hecho mucho hincapié en el estu-dio de géneros en estos años, y yo he formu-lado mi objeción a hablar de psicoanálisis delniño y de la niña, ya que considero que estoque aparece avanzado políticamente es almismo tiempo regresivo teóricamente: elpsicoanálisis del niño y de la niña es prefreu-diano, en la medida que vuelve a poner en elcentro la cuestión de la identidad y no lacuestión del inconsciente, que no es ni mas-culino, ni femenino; siendo en todo caso só-lo un elemento a articular de la relación delYo -donde se inscribe la problemática de gé-nero- con aquella que remite a la sexualidaden sentido estricto, inconsciente. Sin perderde vista, en todo caso, que el concepto degénero es un concepto sociológico no psi-coanalítico, ¿qué quiero decir con esto? Quetoma en cuenta la definición de los roles quehacen al modo de ejercicio de la sexuación,vale decir, los modos con los cuales cada cul-tura define qué es lo femenino, qué es lomasculino y de qué manera se ejerce social-mente la diferencia.

En los primeros tiempos de la vida todoniño sabe si es niña o niño más allá de la di-ferencia anatómica. Durante los primerostiempos, desde la lógica identitaria queconstituye los organizadores sociales, los

atributos de la diversidad definen el géne-ro: tener aritos o no tener aritos, vestirse deun color y no vestirse de otro, en fin, estoselementos determinan la identidad, esta esla identidad de género, que por supuestotiene variaciones culturales y variaciones fa-miliares y se expresa también en modos dedefinir conductas, acciones racionales delsujeto social. Pero también es verdad que ladinámica de género cobra cierta evoluciónuna vez lanzada, llamando la atención delos modos con los cuales incluso la patolo-gía se organiza al respecto: la aparición deuna anorexia, por ejemplo, en un varón, li-gado a una preocupación por la estéticacorporal, en un niño que no es psicótico,nos puede llevarnos a explorar, de modomás cuidadoso, la posibilidad de trastornosen la identidad de género a partir de mo-dos miméticos de instalación de rasgos degénero respecto a figuras femeninas domi-nantes en su entorno familiar o cultura.

Para puntualizar, podemos entonces afir-mar que la identidad de género coexiste conel polimorfismo perverso de los primerostiempos de la vida en las propuestas identi-tarias que el niño recibe, y luego, cuandoaparecen las primeras formas precipitadasdel yo como modo de constitución del mis-mo, y se resignifica a partir del descubri-miento de la diferencia anatómica encon-trando su rearticulación en el entramadoque constituye por una parte, la sexualidadampliada, y, por otra, la sexuación y el géne-ro, al final de la pubertad. La noción de ho-mosexualidad inconsciente que Freud enun-cia como un universal, cuestión notable-mente avanzada para su época, deja abiertauna problemática que es la siguiente: hablarde homosexualidad inconsciente, aunqueimplique un gesto de audacia brutal al uni-

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versalizar para toda la humanidad la idea dehomosexualidad, se torna sin embargo con-tradictorio con el estatuto mismo del incons-ciente, en la medida en que la coexistenciade los contradictorios es parte de la legali-dad del inconsciente: la articulación conjun-tiva (y…y) pone de relieve que nadie es en elinconsciente homosexual ni heterosexual.La identidad, siendo una cuestión del Yo, dacuenta del modo con el cual éste cualificanlos deseos que el inconsciente porta. Esta-mos ante una cuestión central de nuestrapráctica, ya que al interpretar ciertas ten-dencias, ciertos fantasmas, como homose-xuales -cuando en realidad pueden ser per-fectamente, como en algunas situacionesque yo vengo trabajando, fantasmas demasculinización- se anula la posibilidad decomprender la verdadera función estructu-ral que cumplen en la economía libidinal.

En algunos niños el deseo de incorporarun órgano masculino bajo formas fantasmá-ticas no obedece a un deseo homosexual, si-no una paradoja de la masculinización, entanto podemos estar ante la búsqueda de in-corporación del atributo viril para culminarun proceso de virilización. El análisis, si no to-ma esta determinación en cuenta, reproducela posición del yo del sujeto que considerahomosexual a algo que está tendido a la bús-queda de la resolución de la virilidad fallida.Y es muy interesante ver cómo en muchoscasos adolescentes que van a la búsqueda deuna masculinización se encuentran con si-tuaciones de pasivización a las que los llevanlos grupos en los que participan, coagulaciónpatológica de una situación en la que tratan-do de masculinizarse se ven sometidos a unasituación de incremento del fantasma homo-sexual. Traigo todo esto para mostrar la dis-cordancia existente entre el fantasma y la

identidad, discordancia necesaria e irresolu-ble que sostiene en el marco de la noción deconflicto que la identidad no es el resultadode una forma evolutiva en el aparto psíquicosino el efecto de una recomposición de lasrelaciones entre género, elección de objeto ydeseo inconsciente.

Vayamos ahora a la cuestión de la per-versión, que debe ser revisada en el marcode las nuevas prácticas sexuales para darlenuevas especificidades en psicoanálisis. Sa-bemos que Freud sostuvo la diferencia en-tre polimorfismo perverso y perversión clí-nica, ubicando dos grandes rangos de laperversión: el ejercicio de la pulsión parcialen las prácticas genitales como sustituciónde zonas y metas, y luego, en su segundateoría sexual, el posicionamiento del sujetoen la verleunung de la castración como me-canismo dominante -renegación o juicio dedesestimación, según las traducciones-. Porsu parte Melanie Klein da un giro importan-te, al poner el concepto de pseudo-genitali-dad como modo de relación parcial de ob-jeto aún cuando se ejerza, desde lo mani-fiesto, la genitalidad con un objeto que to-ma la fenomenología de total. Se tratabade que podía haber una genitalidad en lacual el otro fuera un objeto parcial, un me-ro lugar de ejercicio de goce sin reconoci-miento de mociones amorosas, bajo modosque podemos considerar parciales, vale de-cir, “desubjetivados”, en un lenguaje queno era accesible para su época. Sin embar-go, hay allí una idea anticipadora extraordi-naria, porque lo que estaba allí planteando,es que la definición de perversión no pasa-ba por la zona que estaba en juego, sinopor un modo de relación con el objeto.

Es absolutamente inevitable que los tex-tos freudianos, más allá de su anticipación,

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del modo con el cual llevan hasta el límitela moral sexual de su tiempo, se vean atra-vesados en algunos aspectos por esta moralde su tiempo, quiero decir, la transgrede, laimpulsa, la amplían, la modifican y al mis-mo tiempo no puede eludirla totalmente.En razón de ello, si en Tres ensayos está muybien planteado el hecho de que el ejerciciode la pulsión parcial es una forma de per-versión, más allá de los ejemplos históricos,habría que ir a lo fundamental del paradig-ma expuesto, y no a lo anecdótico. Retome-mos, por ejemplo, esta afirmación de lastransgresiones de zonas, que lleva a afirmara Freud que la felatio es un modo de ejerci-cio perverso de la sexualidad. Esta mismaidea podría ser retomada desde otro ángu-lo, por ejemplo, si se tratara de la instru-mentación de la boca femenina como meroestimulador mecánico, no importando enabsoluto el goce de la mujer implicada, es-tando la mujer que ejerce la acción simple-mente como un auxiliar del placer del otro,podríamos considerar que hay perversiónporque estaría desubjetivizado uno de losautores implicados en la relación. En estecaso, por ejemplo, la mujer no sería un sercon el que se goza, sino un ser sobre el cualse goza, en la medida que la pulsión parcialestaría dada no por el empleo de la zona, si-no por la forma en que queda capturada lazona y la fijeza de la escena. Hay que con-servar la idea central de perversión freudia-na, entonces, separándola de las teoríasmorales de su época, recuperando los as-pectos metapsicológicos que toman encuenta el ejercicio de la pulsión parcial co-mo desubjetivación y la Verleugnung de lacastración como desestimación del límiteque implica para el propio goce la presenciadel otro humano. Redefiniendo entonces laperversión en términos del empleo del cuer-

po del otro como objeto de goce más alláde la subjetividad de quien lo sostiene.

Vuelvo a la definición entonces para rea-firmar mi posición: debemos redefinir laperversión como empleo del cuerpo del otrocomo lugar de goce de quien rehúsa reco-nocimiento o intenta la destitución subjeti-va del otro implicado en la acción. Es en es-te sentido que, por supuesto, son perversastodas las prácticas de dominación sobre elcuerpo del otro con fines sexuales, lo cualimplica, como ya sabemos, acciones muy pa-tológicas que no sólo capturan al partenaireempleado, sino a quien lo ejerce. Un jovenque fue mi paciente durante algún tiempo,pero a quien atiendo periódicamente por-que vive ahora en el exterior, sostenía, sobrela base de una fobia severa a la vagina -de-terminada por corrientes severamente afec-tadas de su vida psíquica- una forma de go-ce que lo obligaba a eyacular sobre el cuer-po de la mujer y no en su interior -en parti-cular sobre los pechos-. Por supuesto, esto lollevaba al fracaso de todo intento de rela-ción amorosa con mujeres que pretendieransostener relaciones más o menos “norma-les”, las cuales no sólo se sentían insatisfe-chas sino que expresaban un profundo re-chazo por el modo con el cual se establecíaesta forma de sexualidad, lo cual no le per-mitía, indudablemente, sostener ningunarelación de contigüidad. Carente de la posi-bilidad de reconocer el rechazo que produ-cía en las chicas que quedaban absoluta-mente anonadadas por al escena en la cualde pronto se veían incluidas, me vi en laobligación de hacerle saber que si no toma-ba conciencia de que esto constituía un sín-toma, él mismo se vería compulsado a esta-blecer relaciones en las cuales la mujer sólosería accesible a partir de este modo de la vi-

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da sexual y no de la complementariedad co-mo persona que él buscaba. La compulsiónperversa, en este caso, más allá de la evalua-ción moral que no me compete como analis-ta, constreñía su vida amorosa dando cuen-ta de que la perversión no es, como se pre-tende a veces desde posturas hedonistas,una ampliación de la libertad del sujeto, si-no una verdadera restricción que lo capturabajo reglas tan estrictas de ejercicio del go-ce como las que impone al partenaire. Nosiendo, en tal sentido, sólo desubjetivacióndel otro sino de sí mismo.

Vayamos ahora a la cuestión de los cam-bios sufridos respecto a los modos tradicio-nales de constitución familiar que dieronmarco a la estructura del Edipo durante elsiglo XX. Si pretendiéramos atender hoy aniños clásicos que odian al papá por queduermen con la mamá, serían muy pocosnuestros pacientes. El otro día escuche decira un niño refiriéndose a un amiguito: “¡Po-bre! Sólo tiene cuatro abuelos”. Los niñosde hoy tienen seis abuelos, u ocho, y si bienno tienen muchas madres y padres, es tam-bién de hacer notar que no siempre aquélque duerme con la madre es el padre, demodo tal que la pregunta que surge es: ¿dequé manera entonces se produce la desa-propiación edípica a partir de la disociaciónestablecida entre engendramiento y sexua-lidad? El hombre, el marido que comparteel lecho con la madre luego de un divorciono es en general quien ha engendrado alniño, y la escena primaria queda claramen-te separada del engendramiento de herma-nos, para devenir lugar de goce e intercam-bio entre adultos de la cual el niño está ex-cluido. Lo cual nos lleva dejar de lado los cli-chés para poder establecer una práctica máscercana al fantasma infantil.

Ese Edipo que se sacaba los ojos, ese sermoral, personaje trágico que marcó nuestraformación, debe reencontrar su lugar hoy enuna cultura en la cual la paidofilia y el abusosexual infantil cobran extensión ya no míticasino degradada. Por eso de lo que se trata esde recuperar lo esencial de la propuesta freu-diana más allá de los modos históricos que hatomado, que consiste en la regulación del go-ce intergeneracional como eje de pautaciónde la cultura. Redefiniendo entonces el Edipocomo el modo con el cual cada cultura pautael acotamiento de la apropiación del cuerpodel niño como lugar de goce del adulto, sali-mos del pequeño marco de la familia occi-dental del siglo XX y de la condena moralistaa la cual nos convoca, para rescatar, sí, la grancuestión ética que está en juego. Ya que elgran descubrimiento del psicoanálisis que dacuenta de esta prohibición articula tambiénel descubrimiento de una asimetría de podery saber que el adulto sostiene respecto al ni-ño, simetría que debe consistir en la protec-ción y cuidado de la cría para crear las mejo-res condiciones de humanización. Es en esesentido que nos conmociona la brutalidadcon la cual nuestra sociedad actual, ha vueltoa desarticular la protección de la infancia y laha convertido en objeto de la sexualidadadulta. El turismo sexual en este momento,no es para buscar mujeres, es para buscar ni-ños. Es una de las cosas más patéticas que es-tá ocurriendo en esta época. Malasia, lugaresde Centro América, parte de la triple fronte-ra, son lugares por donde se cuelan situacio-nes de turismo paidófilo. Las redes que sehan encontrado de turismo paidófilo, que us-tedes saben que inclusive acaba de encontraruna red en la que hay argentinos implicadosdando cuenta de la necesidad de recuperar eldescubrimiento psicoanalítico, pero en parti-cular los desarrollos de Lacan al dar un nuevo

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giro a la cuestión, poniendo en el centro eldeseo del adulto respecto al niño, el cualvuelve de modo invertido del lado del niñopor primera vez en la historia. Lacan da vuel-ta esta historia, y dice: “el Edipo proviene delotro adulto, y cobra su forma invertida en eldeseo del niño”. La propuesta de Lacan repo-siciona la cuestión, dando un giro al endoge-nismo paralizante que sostenía el estadismoal cual nos hemos referido anteriormente,pero dejando a su vez por resolver la cuestióndel erotismo del adulto. Digo erotismo, o de-seo erótico del adulto, y les pido tolerancia alos colegas lacanianos presentes, ya que La-can pone en centro la problemática del narci-sismo del adulto, y muy particularmente de lamadre. Sobre esto también hay que retraba-jar para salir del estructuralismo formalistaque devino un nuevo obstáculo en la prácti-ca con niños -de todos modos no es el tema adesarrollar hoy-.

Sí quisiera remarcar las grandes líneas quese abren, aquello que sí hay que recuperar,entonces, del concepto de prohibición delEdipo, a partir de esta redefinición que acabode ofrecer poniendo el acento en el modocon el cual la cultura la cultura pone coto a laapropiación del cuerpo del niño como lugarde goce del adulto. Instauración de una pau-tación que no se reduce al hecho de que el ni-ño no pueda acostarse con la madre, sinofundamentalmente de que el adulto no pue-de usar el cuerpo del niño como lugar deejercicio de su propio goce -lo cual propicia,en última instancia, el fantasma de reencuen-tro erógeno del niño con el adulto-.

Y con esto voy al último aspecto que quie-ro marcar: “Teoría de la castración”. Les con-fieso que siendo la obra de Freud el corpusteórico con el que trabajo permanentementealgunas afirmaciones me producen, a esta al-

tura, un cierto escozor. Cuando leo, por ejem-plo, afirmaciones acerca de la castración fe-menina, siento pudor, ya que Freud se hacecargo de una teoría sexual infantil de su épo-ca respecto de la diferencia anatómica, y laeleva a teoría general del psicoanálisis. Teoríaque por supuesto cada vez escuchamos me-nos, y que en caso de ser formulada lo es enotros términos y sostenida por poco tiempoen la primera infancia. Habría que clivar, deese descubrimiento, lo fundamental: el he-cho de que el deseo no está articulado por lacastración, en el sentido de la pérdida del pe-ne, sino por la castración, en sentido ontoló-gico La perspectiva abierta por Klein respec-to de la envidia al pecho en correlación con laenvidia al pene, da cuenta de esto como undescubrimiento muy importante en psicoa-nálisis, que permite definir la cuestión en lossiguientes términos: la castración es el reco-nocimiento de la falta ontológica, vale decir.es el reconocimiento de que hay algo del or-den de la incompletud, de la imposibilidaddel sujeto de encontrar en sí mismo todo elorden deseante, todos los objetos, todas lasposibilidades. Y es en este sentido que creoque Lacan apuesta algo muy importante, quetrasciende la afirmación de que el pene sigasiendo el significante de la falta, al colocar elconcepto de falo no como remitiendo a unobjeto parcial sino como un ordenador de to-do intercambio posible. ¿Deberíamos seguirllamando fálico al investimiento narcisistaque da cuenta del orden de la completudnarcisismo, una vez que no consideramos alpene como el significante privilegiado de lapresencia-ausencia de la completud ontológi-ca? Después de todo seguimos hablando deteoría atómica, cuando ya sabemos que elátomo es divisible, y no constituye la partemás pequeña de la materia. Los conceptostrascienden el conocimiento mismo que ge-

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neran, y devienen articuladores que puedenser llenados de nuevos sentidos, por lo cualpodríamos, por ahora, de manera provisoria,sostener esta nominación como sostén de undescubrimiento que vale la pena conservaren el marco de la desarticulación de los mo-dos de significación de las diferencias anató-micas desde el punto de vista histórico. Las ni-ñas de hoy, en general, no plantean quequieren tener un pene, más aún, los varonesse quejan de ser discriminados por ser varo-nes, que a veces las niñas son tratadas mejor,son mejor vistas por las maestras, los tratamejor, por ejemplo, como decía un pacientitocon tono reivindicativo: “claro a mí me tratanmal, porque soy un varón en la escuela”, re-firiéndose a la maestra, o: “claro, a mi herma-na siempre le dan más porque es mujer”. Es-to no tiene nada que ver con lo que relatanalgunas pacientes hoy, gente grande ya, decómo fue significada en su casa la cuestióndurante su infancia. Hoy se podría someter acaución que el fantasma dominante acercade la completud sea el pene -al menos en Oc-cidente- quedando abierto el problema acer-ca de qué manera se fantasmatiza la diferen-cia anatómica.

De todo esto surge un nuevo orden decuestiones, que remite a las nuevas formas deorganización de las relaciones de alianza y fi-liación. Desde las familias homoparentaleshasta las monoparentales. Ello nos lleva indu-dablemente a revisar el concepto de familia,para poner el centro en la relación de filia-ción y no en la relación de alianza: hay unafamilia en la medida en que hay alguien deuna generación que se hace cargo de alguiende otra, o incluso cuando los vínculos gene-ran una asimetría en la cual alguien toma acargo las necesidades de otro para establecersus cuidados autoconservativos y su subjeti-

vación. Una pareja en sí misma no constituyeuna familia, su existencia sólo determina larelación de alianza. Y en el caso de las fami-lias homoparentales, uno de los aspectos im-portantes a pensar es cómo se articula en es-te caso la cuestión de la alteridad, la cualquedó de manera poco fecunda reducida a ladeferencia anatómica, siendo inherente a larelación al semejante en la cual la diferenciaanatómica devino paradigmática durante unperíodo histórico. Sabemos que se puede te-ner una relación sin reconocimiento de la al-teridad entre un hombre y una mujer y sepuede tener una relación de alteridad entredos hombres entre dos mujeres y por su pues-to se pueden plantear todas las fallas de alte-ridad en el interior de una relación homose-xual o heterosexual. Hace poco vino un señory me dijo algo que me llevó a una respuestaque nunca había formulado: “Bueno, mi mu-jer y yo no estamos de acuerdo en muchas co-sas, y en la crianza de los hijos tenemos las di-ferencias que pueden tener cualquier hom-bre y cualquier mujer”. Y le dije: “No, tienenlas diferencias que pueden tener dos sereshumanos: trate de criar sus hijos con su socioy va a ver cómo también tiene una enormecantidad de diferencias”… Porque en reali-dad las diferencias están dadas no porque élsea un hombre y ella una mujer, sino porqueprovienen de familias distintas, de historiasedípicas distintas, o de organizaciones de-seantes diferentes y con modalidad de orga-nización del ideal diferente. Si no fuera así,estarían muy locos, ya que estas diferenciasdan cuenta de la existencia de un encuentrode alteridades, por eso es inevitable la pelea,ya que lo que está en pugna es el modo enque coagula la historia. Volvamos ahora al te-ma de la homosexualidad, tema importantede nuestra práctica, que ya es imposible, co-mo siguen algunos analistas sosteniendo, re-

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mitir a la estructura de la perversión. Freuddefine el mecanismo de la Verleugnung, valedecir, de la renegación o de la desestimaciónpor el juicio, para dar cuenta de una relaciónentre el enunciado y la visión; lo interesantede la renegación es que es un juicio sobre lapercepción, es la anulación de un precepto yun enunciado. El sujeto ve algo: la ausenciade pene en la mujer, y desestima el sentidode la percepción, no escotomiza lo que ve.Sabemos, por nuestra práctica, que hay suje-tos heterosexuales cuyo psiquismo funciona adominancia renegatoria, y homosexualesque no funcionan bajo estas premisas.

Si la perversión es un modo de posiciona-miento que reconoce la ley pero no como im-perativo categórico universal, si es un modode elusión de la normativa pero no se puedeabstener del conocimiento de la ley que bur-la, y si el aspecto central que la caracteriza esprecisamente la des-subjetivación del otrohumano, no puede ser anudada a la homose-xualidad como forma de elección genital yamorosa de objeto. Es imposible hoy asimilarla estructura del Superyo a la heterosexuali-dad, tanto por razones de registro de la rea-lidad como teóricas. Hemos encontrado a lolargo de nuestra práctica y de nuestra obser-vación distintos modos de organización delpsiquismo, en los cuales la presencia de apa-ratos psíquicos con un Superyo muy estructu-rado en algunas mujeres y hombres no de-pende de sus elecciones homo o heterose-xuales. Por otra parte, y para mencionar soloalgunas de las polémicas actuales, es eviden-te que ni la feminidad está exenta de Super-yo -como concluía Freud en un deslizamientocuasi silogístico de la teoría de la constituciónde la instancia moral como efecto de la an-gustia de castración- ni la mujer es más ética,como proponen algunas feministas. Y si no,alcanza con una muestra como la que tene-

mos en nuestro país donde mujeres profun-damente inmorales han coexistido con otrasque constituyen un modelo ético que se hasostenido a lo largo de toda una trayectoria.Tal vez, en este caso, deberíamos recuperaresa idea foucaultiana respecto a que lo quedefine es el poder y no el género, y afirmar,como lo viene demostrando nuestra historia,que el poder es impiadoso con la moral

Lo central que quisiera transmitir estanoche, sin embargo, refiere a la recupera-ción de los aspectos centrales de los para-digmas del psicoanálisis a partir del freudis-mo y de los aportes más lúcidos a lo largode su historia, de los cuales sobresalen tan-to Melanie Klein como Lacan, para ponerde relieve que ellos deben ser retrabajadosen su especificidad y no pueden quedaranudados a las formas de la subjetividaddel siglo XX, ya que ni ha sido destituido elvalor teórico y práctico que guardan, nitampoco pueden ser recuperados como untodo al estar infiltrados por formas de sub-jetividad de una época que la historia ha re-legado al pasado. Esta es la gran tarea quetenemos por delante, para que la formamás avanzada hasta el presente de concebiry transformar la subjetividad, que constitu-ye el psicoanálisis, no se pierda en la hoja-rasca de sus propias aporías y contradiccio-nes. Y en este sentido es que espacios comolos que genera Docta, con su apertura y ri-gor, propician el clima privilegiado paraque este trabajo se realice. La distancia en-tre rigor teórico y dogmatismo alienta a to-dos aquellos que nos sentimos convocadosa acompañar su producción, y nos liga enun compromiso cada vez más profundo consus editores. Muchas gracias.

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En 1908 Freud escribe una especie de apén-dice a los Tres ensayos de teoría sexual ylo publica en una revista especializada encuestiones de sexualidad. El título del artí-culo es, de por sí, una curiosidad: se llama“La moral sexual “cultural” y la nerviosidadmoderna”. En ese trabajo el inventor delpsicoanálisis acepta una reciente distinciónpropuesta unos meses antes por von Ehren-fels en un libro titulado Ética sexual: la dis-tinción entre una moral sexual “natural” yotra “cultural”. De ahí las comillas que en-vuelven a la palabra “cultural” en el títulode Freud: tal palabra es una cita de otro au-tor. Es obvio que ninguna “moral sexual” esnatural o cultural, sino lenguajera.

Al margen de que él pudiera reconocerla importancia del factor “constitucional”en la sexualidad del mamífero humano,Freud dedica su artículo a resaltar las conse-cuencias nefastas para la cultura de la im-posición de lazos para domeñar la pulsión

sexual y reanuda las consabidas críticas a lainstitución del matrimonio monogámico y ala hipócrita doble moral sexual con que seregula la vida de los hombres y de las muje-res. El precio de la coerción social ejercidasobre las pulsiones y sobre el goce sexual es,en la opinión de Freud, la generalización dela “nerviosidad” que él califica de “moder-na” y con ello apunta a las características dela cultura de los comienzos del siglo XX.Aporta a favor de su tesis una larga y sobre-cogedora cita bibliográfica de Wilhelm Erb,quien, en un trabajo de 1893 titulado“Acerca de la creciente nerviosidad denuestro tiempo” describió las condicionesde la vida “contemporánea” de entoncesen términos que nos asombran, porqueprácticamente pueden reproducirse sin al-teraciones para describir la vida de nuestrasociedad postmoderna. Su pintura casi apo-calíptica de la cultura de fines del siglo XIXno necesita sino de unas “pinceladas de de-talle” (como dice Erb mismo) para retratar

La sexualidad en el discurso del mercado1

Néstor A. Braunstein*

1 Transcripción de conferencia dictada en México, 2005.

* Psicoanalista (México)

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las condiciones subjetivas de la existenciaen las sociedades postindustriales de nues-tro tiempo. Ahorro la lectura del texto perolo pongo a disposición de ustedes (O.C., vol.IX, pp. 164-165).

Freud coincide también con Binswangerque, en 1896, señalaba que era significativoque el diagnóstico de “neurastenia” hubie-se sido propuesto por un médico norteame-ricano, indicando así la relación entre esaentidad y “la vida moderna, la prisa desen-frenada, la caza de dinero y bienes, losenormes progresos técnicos que han vueltoilusorios todos los obstáculos temporales yespaciales en la vida y en el comercio entrelos hombres”.

Acotemos por nuestra parte que, así co-mo Beard introdujo la “neurastenia”, esigualmente significativo que haya sido elprimer médico norteamericano al que Freudpsicoanalizó, Adolph Stern que llegó a su di-ván en 1920, el que en 1938 escribió el artí-culo pionero que registra la literatura sobrelos casos límite, sobre los borderline, dequienes él observa que han aumentado con-siderablemente su frecuencia “en los últi-mos tres o cuatro años”. No hay autor des-pués de él que no empiece por enfatizar elaumento de la frecuencia de los casos límite.

Freud reproduce los textos de Erb, Bins-wanger y de otros que tienen un sentido si-milar y les reprocha el olvido en que dejana la “sofocación de la vida sexual de lospueblos” como factor etiológico sustantivode las psiconeurosis. Según él, el hechoesencial debe buscarse en la moral sexual“cultural” de las sociedades avanzadas ysostiene con toda firmeza su conocida pos-tura de que: “En términos universales, nues-tra cultura se edifica sobre la sofocación de

pulsiones”.

Su tesis es que las fuerzas valiosas que seponen al servicio del Kulturarbeit (de esetrabajo de la cultura que es el mismo queinvocará 25 años después para postular queel yo debe advenir donde ello estaba) se ob-tienen por la sofocación de los elementosllamados perversos de la excitación sexual,los mismos –dirá– que caracterizan a los ho-mosexuales por una particular aptitud parala sublimación cultural.

Llegado a ese punto es cuando Freud ar-ticula con mayor precisión que nunca la re-lación entre la neurosis, negativo de la per-versión, y la cultura. La neurosis es el efectonegativo que resulta de la represión de lopositivo, es decir, de la pulsión sexual que lacultura descarta por ser “perverso”. La for-mulación se hace rutilante: “Todos los quepretenden ser más nobles que lo que suconstitución les permite caen víctimas de laneurosis; se habrían sentido mejor de ha-berles sido posible ser peores”. Y da un ma-ravilloso ejemplo clínico que es genérico ehipotético: “Hartas veces en una misma fa-milia el hermano es un perverso sexual, entanto que la hermana, dotada de una pul-sión sexual más débil en su calidad de mu-jer, es una neurótica cuyos síntomas, empe-ro, expresan inclinaciones idénticas a las delhermano sexualmente más activo; en con-sonancia con ello, en muchas familias losvarones son sanos, pero inmorales en unamedida indeseada por la sociedad, mientrasque las mujeres son nobles e hiperrefina-das, pero... sufren una grave afección de losnervios”. Más adelante, golpea con ironíaagregando que: “El remedio para la nervio-sidad nacida del matrimonio monogámicosería la infidelidad conyugal (pero) cuantomás severa haya sido la crianza de una mu-

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jer, cuanto más seriamente se haya someti-do al reclamo cultural, tanto más temerá es-ta salida y, en el conflicto entre sus apetitosy su sentimiento del deber, buscará su am-paro otra vez... en la neurosis. Nada prote-gerá su virtud de manera más segura que laenfermedad” (p. 174).

Hemos empezado con esta algo extensarevisión de un texto conocido –aunque qui-zás no tanto como debiera serlo– porquenos permite eslabonar nuestras reflexionessobre la moral sexual “cultural” y la nervio-sidad “postmoderna” 100 años después delos planteos surgidos de la exploración psi-coanalítica, estos planteos nuestros que hantenido un lugar prominente en la promo-ción de los cambios con respecto a la moralsexual cultural y que todos se complacen enpublicitar con términos “positivos” como“revolución sexual” o “negativos” como“desublimación represiva”.

Podemos detenernos, al igual que tantosotros que se regodean en hacerlo, en desta-car la multiplicidad de los cambios que cual-quiera puede ver en la fenomenología de lavida sexual de nuestros contemporáneos. Lasobservaciones exactas o exageradas, tacho-nadas de ejemplos y estadísticas, alimentan ydan combustible a discusiones entre tradicio-nalistas patriarcales y libertarios apologistasde la perversión. No es nuestro objetivo: quese lea a Lipovetsky (La era del vacío y El im-perio de lo efímero) o a Lasch (La cultura delnarcisismo) o a Bruckner (El nuevo desordenamoroso y La euforia perpetua) o a las variasnovelas de Houellebecq, y se tendrá un pa-norama cargado de detalles cosquilleantes yescabrosos. No es ese nuestro objetivo sinoque queremos ir a los elementos estructura-les puestos en juego en este cambio del quetodos se apresuran a dar cuenta.

Vayamos al grano: la situación denuncia-da por Freud corresponde puntualmente ala hegemonía en su tiempo de una variantedel discurso del amo que Lacan caracterizócomo “discurso del capitalista”, un nuevodiscurso que puede sumarse a los cuatro tanconocidos y que tiene efectos manifiestossobre los modos de articulación del goce yel deseo en los integrantes de la cultura. Re-cordemos que Lacan hace derivar este dis-curso del capitalista de la copulación deldiscurso del amo con la ciencia y que laesencia de esta modificación consiste en noquerer saber nada de lo que es el amor, enuna forclusión y un rechazo hacia el exte-rior de las cosas del amor (lo que hace nece-sario que aparezca el discurso del analista yponga de relieve lo excluido, es decir, la cas-tración). El discurso del amo normativizabaa los sujetos sometiéndolos al significanteuno que decretaba dogmáticamente orga-nizando las vidas de hombres y mujeres alservicio del nombre del Padre. La variaciónintroducida por el discurso del capitalistaconsistía en colocar en el lugar del agente aun sujeto ($) que se manifestaba como unavoluntad de goce perversa y que obedecíaal paradigma de la sexualidad fálica, acen-tuando la conveniencia de la restricción delgoce al servicio de la acumulación del capi-tal. Por eso Lacan hace coincidir los comien-zos del nuevo discurso con la aparición enposición dominante de una ética calvinistacon sus valores fundamentales: austeridad,puritanismo, extracción y acumulación de laplusvalía, es decir, del plus de goce.

Creemos que el discurso del amo en suforma tradicional (agente: S 1) correspondea una sociedad fundada en la extracción delas riquezas de la tierra (avalada por doctri-nas económicas fisiocráticas) mientras que

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el discurso del capitalista (agente: $) es elque se manifiesta en las sociedades “mo-dernas”, industriales, cuya ciencia económi-ca es de índole liberal.

Lo que personalmente queremos agre-gar a esto es que tenemos, en nuestro tiem-po, un nuevo modo de organización socialy cultural que no se ajusta a los modelos es-tructurales de los discursos del amo y del ca-pitalista. Hemos propuesto llamarlo “dis-curso del mercado”. El énfasis no recae so-bre la producción (que es encargada a me-canismos automatizados y producidos porla ciencia cibernética) sino sobre el consu-mo. Las doctrinas económicas no son ya lasdel liberalismo sino las del neoliberalismoque, lejos de pedir que haya una regulaciónque permita el funcionamiento de los mer-cados, reclama que sean los mercados mis-mos los que establezcan las reglas para elfuncionamiento de los estados nacionales,de las sociedades humanas y de la cultura.

De allí los cambios en la “moral sexualcultural”. Las metas culturales no se alcanzanpor medio de la sofocación de las aspiracio-nes pulsionales sino por la utilización de lasmismas para la dilapidación de las energíaslibidinales por medio del ofrecimiento deuna “democratización” del acceso al goce yde la incitación a un consumo desenfrenadode mercancías “gozógenas” constantementesustituibles, de rápida obsolescencia, quesostienen el flujo de capitales.

El agente de este nuevo discurso no es yani el S1, amo, ni el $, el sujeto capitalista, si-no el objeto mismo, el mercado con sus le-yes informuladas y jamás discutidas ni pro-mulgadas, una voz ubicua e impersonal quehabla por los miles de canales de difusiónde masas y por los satélites de intercone-

xión a las redes informáticas. De este modose unifican los modos de representación ycomportamiento a la vez que se ofrece laapariencia de una infinita posibilidad deelección a los consumidores de estos servi-cios. La presentación oficial de estos múlti-ples objetos destinados a ser desperdiciosdesechables es como “servomecanismos”,como sirvientes destinados a satisfacer lasdemandas de sus usuarios, esos sujetos queson el “otro” del discurso del mercado. Laverdad que está detrás del objeto @, agen-te de este discurso, es el saber de la ciencia,presente y a la vez oculto, inaccesible, en elservomecanismo. Muy especialmente, el do-minio corresponde a una ciencia que no esla de la naturaleza sino la ciencia económi-ca neoliberal, organizadora oculta de la al-dea global, anónima, supuestamente “ob-jetiva” y desprovista de intenciones, por esomisma indiscutible.

¿Qué hace, qué produce, qué necesita, elsujeto cuyo deseo ha sido sepultado por lasatisfacción supuestamente ilimitada de susdemandas? Él requiere de significantes amoque le den un semblante de identidad y queremedien la ausencia de una palabra, voz osignificante capaz de conferirle un lugar de-finido en el mundo de los intercambios. Elsujeto, puesto a actuar por los servomecanis-mos que la industria tecnocientífica pone asu disposición, selecciona los sustitutos deese lugar del Padre ausente (S 1) y se integraalrededor de las identificaciones secundariascon otros huérfanos como él que hallan enlas aficiones, en los gustos, en las ideologíasmás o menos fundamentalistas que compar-te con otros congéneres, la sensación de per-tenencia a una comunidad tan artificial co-mo lo es la situación de aislamiento en lacual los mercados lo han encapsulado.

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La moral sexual cuyos efectos patóge-nos alarmaban a Freud, se ha invertido. Yano se trata de producir y ahorrar en fun-ción de la acumulación sino de consumir ydilapidar en aras de las conveniencias delos mercados desatados y globalizados. Elmensaje patriarcal y explotador se ha vistosustituido por un nuevo mensaje de apa-riencia liberal. La consigna no es la de re-primir sino la de gozar. ¿Es que se ha pro-ducido un “progreso” o estamos ante una“peligrosa regresión”? El pensamiento psi-coanalítico no está ni para regocijarse nipara lamentar sino para mantener la aper-tura crítica para que el sujeto destrabeaquello que mantiene oculto a su deseo in-consciente; la tarea del psicoanálisis no esla de indicar caminos hacia el goce. Nuestraacción se interrumpe en el momento enque el sujeto tiene los caminos del deseoabiertos ante sí y está en condiciones de re-solver cómo se orientará desde ese deseohacia el a una vez atravesada esa barrerainterpuesta en el camino del goce, secues-trado en el síntoma.

Dos consideraciones se imponen cuandose llega a este punto. La primera es que eldiscurso del mercado tal como lo hemos de-finido:

La segunda puntualización, igualmenteimportante, es que la apuntada sucesiónhistórica:

1) discurso del amo correspondiente a lassociedades esclavistas y feudales, articula-do por un discurso patriarcal y religioso;

2) discurso del capitalista propio de la socie-dad industrial y sostenido por un discur-so liberal individualista; y

3) discurso del mercado que se abre pasoen las sociedades informáticas y que de-riva del discurso de las ciencias y delneoliberalismo económico, discurso“anomizante”;

no implica una sustitución lisa y llana deuno por el otro. En la sociedad contempo-ránea estas tres modalidades del discursodel amo con sus distintos agentes (S1, $ y@) coexisten y cada uno de ellos se mani-fiesta fenomenológicamente por manerasdistintas de abordar las materias del sexo ydel amor.

En la sociedad capitalista el sexo eraoculto y reglamentado (con todas las preci-siones que Foucault ha manifestado al res-pecto) y el amor era idealizado y conside-rado como un desiderátum, especialmentebajo las formas falsificadas del “romanticis-mo” cuyo final perfecto era el matrimonioburgués. En la sociedad organizada por eldiscurso del mercado los valores se han in-vertido y hoy en día el sexo es ostentado,cuantificado y reverenciado mientras queel amor es considerado vergonzante e in-conveniente, un mero obstáculo para la li-bertad. La cultura impone la orden de ser“non-dupe” del amor. La palabra de Lacanincita, por el contrario, a pensar que lesnon dupes errent. La moral sexual impe-

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Texturas francesas Néstor A. Braunstein

tiene la misma fórmula que el discursodel analista. Esta incómoda coincidencia nopodrá ser tratada aquí pues es el objeto deotro trabajo de próxima aparición , conotros objetivos, en donde se precisan lasanalogías y sobre todo las radicales diferen-cias entre ambos.

Agente @ otro $Verdad S 2 producción S 1

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rante es la contraria pero la coacción de lavoz dominante es la misma: “contrólate” o“goza”, “reprime” o “actúa” tus mocionespulsionales; en ambos casos el sujeto es unsúbdito de mandamientos superyoicos y esllevado a confundir sus deseos con las de-mandas (del Otro).

En el texto de Freud se lee con claridadla intimación a vivir bajo los emblemas dela neurosis y se apunta que la opción es laperversión (“sentirse mejor siendo peo-res”). Podría pensarse que la inversión ope-rada en la cultura ha llevado del manda-miento neurotizante al mandamiento per-verso y que la humanidad se debate en lassociedades industriales avanzadas entreesas dos alternativas.

¿Cuál es la perspectiva psicoanalítica co-rrecta? Digámoslo muy sumariamente: la depasar de la adicción, @dicción y A-dicción ala dicción de un sujeto que pueda hacertransitar el deseo a través del diafragma dela palabra, absteniéndose de toda tentativade orientación erótica con respecto al suje-to. Es él quien tendrá que acabar por defi-nir su diferencia en relación con los manda-mientos que pretenden regularlo o indicar-le caminos de redención por la vía de algúndiscurso bien intencionado sobre el amor ode otros discursos igualmente bien inten-cionados sobre las ventajas de los caminosde la perversión.

Ya sabemos que “el goce puede ser al-canzado a condición de que sea rechaza-do...”.

Es necesario, tanto para el sujeto comopara el psicoanalista, optar, tomar una deci-sión. O el psicoanálisis o el mercado. En es-ta disyuntiva, llevamos las de perder. Y sinembargo...

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Néstor A. Braunstein Texturas francesas

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¡Cómo no sorprendernos al leer que el ge-nio de Freud y su deseo como investigadorha podido cuestionar la moral victoriana desu época! No nos sorprendemos, en cambio,cuando critican de pansexualista a quien seatrevió a derribar los semblantes de la épo-ca, una moral hipócrita y acartonada, queno toleraba que se insulte a la pureza de losniños, cuando, es cierto, Freud los confron-ta con que también ellos, sus niños, no sólotenían sexualidad sino que los llamó perver-sos polimorfos.

Freud separa la vertiente imaginaria, elromanticismo, de las condiciones de la vidaamorosa y cuando profundiza en esas condi-ciones, se encuentra con el goce. Freud noduda en referir esas condiciones particularesal universal. Estas condiciones están bajo elrégimen del para todos, “...también en losindividuos sanos, de tipo medio, e incluso enpersonalidades sobresalientes, hemos obser-vado una conducta análoga”1, nos dice.

No es la idea sublime del amor. Lo quees universal es que siempre se trata de un ti-po particular de elección de objeto.

Freud fue un revolucionario que cambióno sólo los criterios de normalidad, sino queal diferenciar el placer del goce, separó lasexualidad de la genitalidad y amplió elcampo del goce al estudiar las pulsionesparciales.

Freud aborda el tema de la vida amoro-sa desde la pulsión, dejando el tema delamor a los poetas. Dejó planteadas dos pre-guntas centrales que resuenan a través deltempo: ¿por qué no nos quedamos en ungoce masturbatorio? y ¿por qué caprichosde la pulsión elegimos a quien elegimos co-mo partenaire?

Me interesa trabajar la resonancia deesas dos preguntas en nuestra culturahoy.

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La sexualidaden la subjetividad de la época

Diana Paulozky*

* Psicoanalista (EOL)

1 S. Freud. “Sobre un tipo especial de elección de objeto en el hombre”, A.E, O.C.

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La época del Know How

No hay duda que nuestra cultura ha sufridocambios sustanciales en lo que a la sexuali-dad se refiere. Mientras que Dora, la pa-ciente de Freud, se entretenía leyendo “Lafisiología del amor” de Mantegaza, las ado-lescentes de hoy obtienen en cualquier re-vista de peluquería, los secretos del goce se-xual. Desde qué conviene decir o nunca pre-guntar, hasta dónde tocar, cuándo suspirary cómo sorprender.

Toda revista actualizada incluye hoy los10 mandamientos del goce sexual. Se creaasí un mapa erótico y consejos claves parahacer gozar o llegar al famoso punto G.

El modo en que la sexualidad aparece enpublicaciones de moda, entremezclada contemas triviales, ofrece diversos enfoques deanálisis.

Hoy la sexualidad forma parte del tener,es un bien a adquirir. Tener sexo, acceder alorgasmo, es una meta que puede ser trata-da como un bien necesario para pertenecera lo que dicta la norma social. Hoy se puedemanejar un cuerpo con la complejidad decualquier aparato moderno. ¿Pero cómomanejar el deseo?

Por otro lado, el hecho de que el sexo ha-ya dejado de ser un tema tabú y forme par-te del imaginario, de lo que se ve y lo que sehabla, cambia las modalidades de relación.

Hoy el imperativo es: ¡goza! El goce haganado terreno por sobre el ideal. Entoncesestamos en la época que todos o casi todoslos goces están permitidos. Aparece el in-tento de hacer manejable el goce, de domi-nar lo que se escapa, lo que queda fuera decontrol.

Pero si constatamos desde Freud, que laprohibición orientaba al deseo, esta épocade goces multiformes lejos de orientar, deso-rientan y taponan la posibilidad de desear.

Otra vertiente, para mí la más importan-te, es que el sexo es un asunto de lenguaje.No sólo incide en la forma que hablamos,agregando siempre una connotación sexual(a los perdedores siempre “los cogen”), sinoque el lenguaje incide en el sexo.

El imaginario colectivo cambia las moda-lidades de relación.

Así por ejemplo, el síntoma de la frigidezen la mujer era tolerado en una época enque la mujer no accedía al goce sexual. Hoy,que el discurso da sus directivas, que se pier-de la distancia entre lo público y lo privado,se hace más fácil el acceso a un goce que nosiguala en la norma. El imperativo es que lamujer, si puede, debe acceder a ese goce.

¿La naturalidad con que se tratan los sín-tomas de impotencia no genera más impo-tentes? ¿La oferta (de Viagra) no crea la de-manda?

¿Que en los nuevos mapas de la eróticafemenina se generen nuevos puntos de go-ce, no hace que se los busque?

La ciencia al nombrarlos los hace existir.Se descubre algo y todos corren a experi-mentarlo, sin saber hacia dónde. Lo impor-tante es no quedar fuera.

Lo que se constata es el carácter perfor-mativo de la palabra, decir algo, nombrarlo,es hacerlo existir.

No debemos olvidar el marco socio-polí-tico. En la era victoriana, nos situamos enplena etapa de la revolución industrial. La

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abstinencia sexual iba de la mano con con-centrar toda la libido en producir. Hoy elimperativo no es producir sino consumir.Hay una promoción de los objetos y un en-salzar los goces que ellos producen.

El sexo es un objeto más del consumis-mo. El sexo separado del amor, como unamercancía. Cuando los lazos se resquebra-jan se produce la proliferación de los gocesy la multiplicación de los objetos.

Se borran las diferencias público-priva-do; la diferencia hombre-mujer, la familiase disgrega y el hombre se relaciona con lamáquina, lo cual lo llevaría a él mismo aconvertirse en una máquina más.

La fractura de los lazos sólo lleva a labúsqueda de objetos. También lleva a unproceso de objetivación en sí mismo, lafragmentación del cuerpo, en la cirugía es-tética, es un efecto de esa objetivación,donde se borran los rasgos, para pasar deser único a ser típico.

El lugar de la mujer ha tenido cambiosradicales. Históricamente su goce quedabaoculto, cuando no era descartado. A los queintentaron hablar de él no les fue muy bien.

En 1996 Federico Andahazi ganó el pre-mio”Fortabat” con “El anatomista”, que esla historia de un descubrimiento: el amorveneris. Así bautiza el órgano que gobiernael goce de la mujer.

Andahazi sitúa su novela en el Renaci-miento y en el relato no sólo se funda unanueva mujer, sino que lleva a su descubridora la inquisición. El escritor ha captado elreal de aquella época.

Otro ejemplo es el del científico AlfredKinsey que en 1948 revoluciona la cultura

americana con su libro “La conducta sexualdel hombre”. Se basa en una investigaciónexhaustiva realizada con entrevistas queanimaban a hablar de la sexualidad. Todofue con éxito hasta que intenta investigarsobre la mujer, que fue tomado como unataque a los valores sociales.

Hoy las mujeres hablan de sus experien-cias, pero la paradoja es que cuando más sehace existir a la mujer como un sujeto dederecho más se la hace desaparecer comomujer, en la mascarada masculina.

Es en este punto donde se sitúa el cam-bio más radical en las relaciones.

Lo que ha cambiado son los significantesamos, han cambiado los semblantes. Decíaque el psicoanálisis ha derribado ciertossemblantes en relación con la sexualidad.También es cierto que ha instaurado otros.

Es verdad que también ha inventado unnuevo lazo, con el concepto de transferencia,y con ella, la transferencia, ha inventado unnuevo amor, pero eso abre otra perspectiva.

La realización del fantasma

Freud decía que los neuróticos se contentancon soñar o fantasear lo que los perversosactúan. Hoy los fantasmas, se concretan, serealizan o intentan realizarse.

Basta tomar el cine de nuestro tiempo.Es evidente que el cine se ha convertido enel arte de nuestro tiempo, imponiendo unaestética a las nuevas modalidades que lossíntomas tomen.

¿Qué encontramos como signos? Encuen-tros casuales, puntuales, sin compromiso, pa-

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ra un fin sexual, es el signo de una épocamarcada por lazos frágiles y temporarios.

Un ejemplo de esto es el film de F. Fon-teyne, “Una relación particular”, que con elagudo guión de Blasband, refleja muy bienlos desencuentros amorosos de nuestra ac-tualidad. Trata de una mujer que pone unaviso en una revista porno para realizar unadeterminada fantasía sexual. Un hombreacude a la cita, por curiosidad y de allí, uni-dos por esa fantasía serán ella y él, sin nom-bres, en un encuentro puntual, sin historia,ambos consumidores de un objeto sexual,prét a porter. También hemos visto el mis-mo tema en otro film francés, “Intimidad”de P. Chereau, en la que una pareja se en-cuentra los miércoles, sin conocerse, paraun exclusivo y apasionado contacto sexual.

Son relaciones basadas en un pacto im-plícito de no saber nada uno del otro, demantenerse así, suspendidos en el anonima-to, como condimento necesario para reali-zar el fantasma.

Evitan así, confrontarse con lo que sonen realidad, por miedo a que el bordado dela realidad rompa la tela fantasmática.

En ambos ejemplos la sorpresa es que elequilibrio se rompe cuando aparece el inte-rés de uno por el otro, y aparece como obs-táculo el miedo de otro tipo de relación.

A pesar de tener claridad en lo que bus-can se enfrentan con lo que ya Sade nos ad-vertía. El fantasma aburre; no llega a soste-ner el lazo y la relación se estanca. Apare-cen los miedos al fracaso, a no poder soste-ner la exigencia de una relación.

Cada uno se queda así, solo con su re-cuerdo, solo con su goce, a resguardo del

amor, listo para debutar con una nueva re-lación sin compromiso.

También es importante mencionar quetanta oferta de sexo produce anoréxicos se-xuales. La proliferación del sexo virtual, quees un sexo sin sexo, así lo prueba.

La homosexualidad como síntoma

No es fácil abordar el tema de la homose-xualidad, porque barre con los lugares sim-bólicamente constituidos de lo que es unhombre y una mujer; provoca cambios enlo legal, lo que rige las normas de las distin-tas comunidades y necesita un profundoanálisis social.

Es indudable que el tema ha sufrido loscambios históricos desde los griegos hastahoy, pasando por la segregación que no tu-vo miramientos con grandes hombres comoGarcía Lorca, Oscar Wilde o Rimbaud entreotros, para aplastar el genio, de lo que lasociedad amenazada en sus ideales deca-dentes prefirió calificar de enfermedad.

El síntoma no es la estructura, el rasgono es el sujeto.

Digo que la homosexualidad es un sínto-ma que refiere a la elección de objeto, inde-pendientemente de la estructura subjetivaen la que se enmarque. En esa elección deobjeto es necesario diferenciar las eleccio-nes por amor o las compulsiones del sexo.

Un claro ejemplo de esta división amor ysexo lo vemos en la pareja André Gide yMadelaine. Ella le permitía sus aventuras degoce sexual a condición que el amor quedede su lado. Es por eso que cuando ve unamirada de amor dirigida a uno de sus obje-

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tos sexuales, se venga de Gide, lo ataca ensu objeto más preciado: quema sus cartasde amor. El amor y el sexo debían ir por ca-minos diferentes.

Vemos que algunos eligen en formacompulsiva sus partenaires siguiendo unaelección de goce; mientras que otros tomanla vía del amor, en una permanente deman-da de reconocimiento.

El mismo Gide nos explica que la fuerzaespiritual del amor, inhibía todo deseo se-xual. Esas cartas sin copia, en las que Gidehabía puesto su alma, eran su fetiche.

Encontramos en Leonardo la inhibiciónsexual, cuyo amor por los hombres era através de una identificación materna. Eraun abstinente sexual, una verdadera madrepara sus discípulos. Su goce estaba puestoen la mirada. Sus productos: una mano, eldedo de San Juan, una sonrisa enigmática,eran sus fetiches.

Son distintas posiciones. Leonardo poramor juega con los objetos que hace paraotro. Gide, desde su saber-hacer, juega aamar en Madelaine a sus cartas.

Ni tener o no pene ni ser el falo dan res-puesta a la cuestión homosexual. Se tratade la posición respecto al goce.

Lo que el transexualismonos enseña

Si bien en nuestro país las operaciones degenitales están prohibidas, en Europa y Es-tados Unidos, con la única condición de unaentrevista psiquiátrica, son moneda corrien-te. Estos hombres convertidos en mujerespueden casarse, tener hijos o inseminar ar-

tificialmente a sus esposas. Parece un mun-do de ciencia ficción en el que se hace unarealidad a la medida de cada quien. Lostransexuales dicen poseer un alma femeni-na prisionera en un cuerpo de hombre. Esesa la transformación que realizan, cienciade por medio.

Sin embargo la norteamericana J. Ray-mond alertaba a las feminista sobre cómo eltransexualismo podría transformarse en elúltimo invento de los hombres para asegu-rarse su hegemonía, provocando un mundodonde la mujer no sea necesaria, porqueellos, los transexuales, ocupan mejor ese lu-gar. Convirtiéndose así, en una nueva formade penetración en el mundo de la mujer.

Por un lado podemos plantear con Lacánque la psicosis encuentra en el transexualis-mo su realización. Es lo que conocemos co-mo “empuje a la mujer”. Sabemos tambiénlo que hay de común entre la posición fe-menina y la psicosis. Si bien se ha constata-do en muchos estudios el transexualismocomo salida psicótica, no podemos concluiren que es una regla.

Por el contrario el hecho que muchostransexuales terminan convirtiéndose enlesbianas pone la cuestión en un cono desombra que nos llena de interrogantes. Así,entonces un hombre (que no puede estarcon una mujer) elige a otro hombre, para locual se hace mujer. Pero cuando hecho mu-jer se hace lesbiana, es que elige finalmen-te estar con una mujer.

¿Cómo no sorprendernos frente a tanlargo recorrido que tiene que atravesar sulibido para llegar a un punto que de otramanera era imposible?

Es una pregunta que si bien complica, es

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necesario tener en cuenta a la hora deldiagnóstico.

Lo que se ha constatado es que la opera-ción a la que un transexual se somete, pue-de en muchos casos, estabilizarlo.

El empuje a la homosexualidad

¿Quién nos describe la realidad actual, mos-trando el devenir social, sino Almodóvar?

Es él quien nos pone el proyector en unmundo que tiende a la feminización, conmujeres abismadas, hombres desdibujados,débiles, afectados por el sida, la droga y lainseguridad.

Almodóvar no sólo enfatiza el empuje ala homosexualidad, con sujetos camufladosen la mascarada femenina (travestis, dragqueens, yonquis), sino que las víctimas co-mo en “La mala educación”, también sonverdugos, en un mundo sin referentes, indi-ferenciado, sin orientación.

Un rápido análisis de nuestro momentoactual, nos ubica en la falta de límites, en lapermisividad de los goces más diversos, enque todo se dice y todo se muestra.

Época en que la eficacia prevalece a la éti-ca, la técnica a la ciencia y la avidez por co-nocerlo todo, impide pensar. Una época enque prima la pulsión por sobre los ideales.

Entonces la homosexualidad como sínto-ma de esta época sin límites aparece másque como rechazo a la mujer, como demos-tración de que se puede ser todo, hombre ymujer a la vez.

Sin duda los modos que la sexualidad vatomando, han cambiado a través del tiempo.

El modo de abordaje clínico no se perde-rá en el extravío mientras pueda tener comoreferente la relación del sujeto a su goce.

Resumen

La autora describe y problematiza nuestraépoca en relación con la sexualidad, unaépoca en que el goce es un imperativo queprima sobre el ideal. Se borran las diferen-cias hombre-mujer; público-privado; pa-dres-hijos. Si la prohibición freudiana orien-taba el deseo, hoy la diversidad de los gocesno sólo desorientan sino que saturan la po-sibilidad de desear.

La fractura de los lazos lleva a la búsque-da de nuevos objetos de satisfacción, quealimentan el consumismo y provocan unempuje al goce.

También la época del sin límites y el bo-rramiento de las diferencian lleva a la fe-minización en las distintas mascaradas se-xuales.

La época del sin límites hace de la homo-sexualidad un síntoma que prueba que sepuede ser todo, hombre y mujer a la vez.

Bibliografía

S. Freud, A.E, O.C., Bs.As.

“Sobre un tipo especial de elección de objeto en el hombre”

“Sobre una degradación de la vida erótica”

“El tabú de la virginidad”

“Introducción al narcisismo”

J. Lacan, Escritos, Siglo XXI, Bs.As.

“Juventud de Gide”

“La significación del falo”

“Congreso sobre sexualidad femenina”

Sem. XX, “Aún”, Paidós, Bs.As.

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Diana Paulozky Texturas francesas

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Humor y Psicoanálisis Dossier

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Nota: las ilustraciones aparecen con la expresa autorización de sus autores.

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Despejando el territorio

La decisión ya tomada acerca de mi futuroepitafio: “Aquí yace D. R., tenía sentido delhumor, pero no buen humor” no debe con-siderarse como muestra de un carácter pre-visor, rasgo del que desgraciadamente ca-rezco, ni como la sincera aceptación de unescepticismo que de a ratos me invade, tor-nando difícil la convivencia conmigo mis-mo. Es también, y fundamentalmente, eltestimonio de un loable esfuerzo sostenidoa lo largo del tiempo, por establecer dife-rencias dentro del combo del humor que ami entender incluye componentes que nosuelen ir necesariamente de la mano.

No me ocuparé, entonces, de aquel hu-mor de la teoría hipocrática de los humores,que nos hablaba de misteriosos fluidos cor-porales que determinarían cierto tono afec-tivo básico de los sujetos en su paso por la

vida (el mencionado “buen humor”, porejemplo) ni de lo cómico que, en el clásicoejemplo de la cáscara de banana, arranca lacarcajada del espectador que asiste a unacaída que da por tierra con la pomposa ac-titud erguida de otro humanoide.

Me interesan más las características yefectos del humor de los que hablaba Freud(1905) en el clásico ejemplo de ese judíoque ante la pregunta acerca de si había “to-mado” un baño, contestaba “¿qué?, ¿acasofalta alguno?”, jugando con los distintossignificados del verbo“tomar”.O, siguiendocon el tema, citar el más reciente y localcuento de las “ovejitas chetas”:

Ovejita cheta 1: “¿No sabés dónde está elrebaño?”

Ovejita cheta 2: “¿Qué?, ¿te reperdiste?”

Ovejita cheta 1: “No, me estoy repishando”

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1 Agradezco a Valeria Pujol Buch y Leandro Luciani Conde, compañeros de tareas en el Departamento de Salud Comunitaria de laUniversidad Nacional de Lanús, por la lectura y comentarios del borrador.

* Psicoanalista (APdeBA)

El humor es cosa seria1

Daniel Rodríguez*

“No te subás las medias que la foto es de carné”

Autor anónimo

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Daniel Rodríguez Humor y Psicoanálisis Dossier

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Este ejemplo no sólo aprovecha, comoen el caso anterior, las posibilidades quebrinda el lenguaje, sino que destaca el usodel “re” que es un recurso de la jerga con elque algunos de nuestros jóvenes intentanenfatizar algo en su discurso, marcando si-multáneamente, y como al pasar, cierta per-tenencia de clase.

Me ocuparé de ese humor desencadena-do por el juego de las palabras, que posibi-litado por la falta de solidaridad entre elsignificante y el significado, marca una ca-racterística esencial y distintiva del lenguajehumano. Porque, como dijera alguna vezOscar Masotta (1973) a propósito de las clá-sicas comparaciones con el lenguaje de losanimales y de la intención que algunoshombres muestran de acortar distancias conellos: “¿Ha imaginado alguien a una abeja,utilizando el código de señales de la especiepara hacer un chiste al colmenar?”

Sobre mecanismos y funciones del humor

Los mecanismos que subyacen al chiste, quecomo señalamos se apoya en la falta de soli-daridad entre las palabras y las cosas o entrelas palabras y sus posibles distintos significa-dos, lo ubican como uno de los tantos cam-bios de perspectiva que modifican en los sereshumanos una versión previa de los hechos.

Esto justificaría, por ejemplo, emparen-tar al chiste con los trabajos de De Bono(1977) acerca del pensamiento lateral, aun-que esta segunda mirada persigue funda-mentalmente la finalidad práctica de en-contrar una solución a una situación que sepresenta sin salida, como en muchos juegosde ingenio, mientras que el chiste, a dife-

rencia de aquél, tiene que cumplir, en pri-mer lugar, y para ser considerado como tal,con la exigencia de hacernos reír.

La condición de nueva perspectiva quesupone el chiste es la que sustenta, porejemplo, el valor pronóstico que tiene lapresencia o ausencia del sentido del humoren alguien que se aventura en un trata-miento psicoanalítico, del que se esperaaparezcan nuevos datos a partir del desci-framiento de los determinantes inconcien-tes de los síntomas, datos diferentes a los yadados por la conciencia oficial representadapor su Yo. O, desde otra perspectiva, la po-sibilidad que pueden tener algunos adverti-dos sujetos de encontrar en un mundo glo-balizado, que la cultura mediática presentacomo el único posible, opciones diferentesa las que se les muestran y transmiten.

Aunque el chiste sustente muchas vecessu gracia en la exageración de un rasgo,más que en la producción inesperada de unsentido nuevo, siempre se aparta, en algo,de la característica que toma como puntode partida de su comparación, ya que tie-nen por estructura, y a veces mas allá de lasintenciones del emisor, un carácter subversi-vo frente a lo dado, a lo instituido.

De hecho, los mismos mecanismos retó-ricos de la metáfora y metonimia, en losque se sustenta generalmente el chiste,fueron y son utilizados como maneras dehablar de lo prohibido, intentando que elpoder no se percate de ello, y ésta es la ra-zón por la cual los humoristas han sidosiempre observados con atenta suspicaciapor los gobiernos dictatoriales. De todosmodos sería osado o exagerado incluir alhumor como un elemento motor de cam-bios sociales, del mismo modo que tampo-

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co sería justo cortar toda vinculación entreaquél y éstos.

Las expresiones artísticas de todo tipo,sean estas literarias, pictóricas o humorísti-cas, no deben ser consideradas sólo comoun mero recurso distractivo, sino como unimportante aporte creativo de representa-ciones, valores o propuestas, que, sin modi-ficar directamente la realidad, proveen ele-mentos de reflexión que colaboran en dichatarea, acompañando o precediendo a pro-cesos de cambio, sin estar necesariamenteal frente de ellos. Desde esta perspectiva,¿cómo podrían medirse, por ejemplo, el im-pacto y los efectos que puede generar lacontemplación del Guernica de Picasso so-bre las tendencias humanas al belicismo?

A pesar de su mencionado carácter dis-ruptivo cabe destacar que el humor no essólo un instrumento al servicio de la de-construcción de lo dado, sino también unrecurso que contribuye a preservar rasgosculturales propios, cosa que se da más en elhumor escrito que en el chiste mudo, máspasible, por su misma estructura, de sermundializado. Mientras que en un lenguajevisual que reviste cierto grado de universa-lidad que no requiere del trabajo de los tra-ductores, la imagen habla por sí sola. Enmuchos de los ejemplos de humor que to-maremos como base para el análisis, aun-que la prescindencia de la imagen entrañela pérdida de los trazos del artista y su apor-te a la comicidad del chiste, el relato igualconserva lo esencial.

En épocas en las que un discurso único,proveniente de una cultura que PierreBourdieu (1971) calificara de “MacDonali-zada”, arrasa con las diferencias que esta-blecen las marcas de identidad de pueblos y

razas, vemos cómo el humor -apoyado so-bre la lengua, en la que sustenta su accio-nar y a la que, a su vez, contribuye a soste-ner- colabora en la preservación de dichasmarcas. Y aún en el caso de los usuarios deuna misma lengua como podría ser el caste-llano, es necesario, a nivel de la comunidady como diría Lacan, ser “de la parroquia”para participar de la fiesta.

El humor y la parroquia. Globalización e identidad

Un chiste de Caloi (1994), que pertenece auna inolvidable serie dedicada a los depor-tes en la que expone no sólo su exquisitosentido del humor sino también su profun-do conocimiento acerca de dichas activida-des, muestra, en el escenario de un torneode ajedrez, a uno de los jugadores, de pie ycon una mano apoyada en el tablero dejuego, cantando lo siguiente: “cómo pre-tenden que yo, que lo crié de potrillo...”.

El típico monito comentarista, que comoel Mendieta de Inodoro Pereyra suele com-pletar el cuadro, acota: “parece que elmaestro se niega a sacrificar un caballo”.

Disfrutar de este chiste supone poder ju-gar con el significante “sacrificar” que noshabla tanto de la aceptación de la pérdidaestratégica de una ficha del juego, como dela necesidad de dar muerte a un animal yadesahuciado. Y aunque el chiste fuera pasi-ble de ser traducido eficazmente a otra len-gua en la que estos dos significados estuvie-ran presentes, seguiría faltando saber algodel folklore nacional, como conocer la can-ción “El corralero”, popularizada por Her-nán Figueroa Reyes, que cuenta sobre “ese”potrillo al que había que sacrificar.

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Para participar del juego verbal de un pe-riódico, que encabezaba la fotografía de unfuncionario sorprendido en un aeropuertoportando “sustancias prohibidas” con el títu-lo “Más que ñoqui, raviol” habría que estaral tanto de las acusaciones circulantes pre-vias acerca de que se trataba de alguien queganaba su sueldo sin trabajar y, al mismotiempo, conocer cómo se denomina común-mente en el argot a los sobres de cocaína.

En nuestros pueblos del interior, con másposibilidades de preservar ciertos espacioslúdicos sostenedores de la identidad localya que los cuentos y las anécdotas tienentodavía su lugar, nunca se sabe quién fue elinventor del mote con el que la comunidaddestaca algún rasgo de uno de sus conciu-dadanos, porque circula a través de un:“viste cómo le dicen a fulano”. No sería na-da improbable que el autor original de lachanza, de modo de ponerse a cubierto delenojo del involucrado, lo hubiera lanzadoal ruedo con este mismo packaging.

Tampoco se está nunca seguro respectodel lugar geográfico de origen del chiste,aunque en este caso, a diferencia del ante-rior, hay mayor tendencia en las comunida-des pequeñas a atribuirse, con cierto orgu-llo, la paternidad del producto.

Hechas estas salvedades, sin abandonarlas oportunidades para el humor que nosbrinda el juego ciencia, recogemos de Ge-neral Villegas, Provincia de Buenos Aires, elmote de uno de sus ciudadanos, que ha-biendo tenido una parálisis facial que le ha-bía dejado como secuela una asimetría ensu cara, era reconocido como “el alfil”, por-que, según la comunidad, al igual que lamencionada pieza de ajedrez, “comía decostado”.

De la localidad de Navarro, también Pro-vincia de Buenos Aires, extraemos el califica-tivo de “primer nieto” que se le aplicaba aun vecino que era famoso por sus aventurasamorosas, dado que, según se decía, “esta-ba siempre alzado”. En este segundo ejem-plo, los requisitos para poder gozar del jue-go significante que permite el término “al-zado”, no sólo hay que contar con los distin-tos significados posibles, sino también po-seer ciertos saberes de la vida rural con suscorrespondientes imágenes y posturas deanimales en celo. Tratando de no exaltar lapropensión a un nacionalismo, que tan fácil-mente se nos dispara, cabría destacar queestas características del humor que recono-cemos en nuestros pueblos del interior, sontambién fácilmente observables en zonasrurales de otros países. Un colega nos hablóen una oportunidad de una región en unpaís centroamericano en la que existía unafuerte impronta religiosa que determinabaque, durante el curso de episodios agudosde psicosis, los afectados mencionaran confrecuencia en sus delirios a Jesús, la VirgenMaría o San Pedro. En estos casos, la comu-nidad, haciendo uso de una destacable aus-teridad y economía significante, calificabade un modo aparentemente no discrimina-torio al miembro en cuestión como alguienque, simplemente, “estaba de Biblia”.

Los casos mencionados nos hablan no só-lo de la preservación de algunos espacios enlos que a través de sus modismos y juegosde palabras se sostienen atributos de lasidentidades locales de un modo que se tor-na a veces indescifrable para los que no per-tenecen a las mismas, sino, también, delmantenimiento de ámbitos que en las gran-des ciudades han prácticamente desapareci-do por efecto de los procesos de urbaniza-

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ción, y que en las comunidades del interiortodavía permiten a sus integrantes tramitar,con humor y grupalmente, los aconteceresde su existencia, sus enfermedades y susamores.

Dentro del grupo de cientistas socialesque destacan la actual oposición existenteentre globalización e identidad, cabe citar aManuel Castells (1999) quien estudia las ex-presiones de identidad colectiva, que en de-fensa de la singularidad cultural, se enfren-tan a la globalización.

Dice Castells: “las identidades son fuen-tes de sentido para los propios actores, ypor ellos mismos son construidas medianteun proceso de individualización” (…), “laconstrucción de las identidades utiliza ma-teriales de la historia, la geografía, la biolo-gía, las instituciones productivas y repro-ductivas, la memoria colectiva y las fanta-sías personales, los aparatos de poder y lasrevelaciones religiosas”.

Este autor llama“Identidad de Resisten-cia”a un modo de construcción social deidentidad que se genera en ciertos actores,excluidos por la lógica de la dominación,que lleva a la construcción de“trincheras deresistencia y supervivencia”que pueden, através de la “Identidad proyecto”, redefinirsu posición en una sociedad a la que inten-tan transformar.

De todos modos no todas son rosas en es-ta tarea de preservar la identidad, tarea a laque el humor como vemos contribuye, por-que en un mundo que tiende a una homo-geneización visualizada como amenaza, ydentro de lo que entendemos como valiososesfuerzos por definir y mantener los rasgosdiferenciales que hacen a cualquier identi-

dad, asistimos, yendo de menor a mayor:

a) a la constitución en las grandes ciuda-des de lo que se ha dado en llamar “tribusurbanas” (motoqueros, sinkheads, etc.),grupos que muestran una serie de rasgos yactitudes con los que intentan diferenciarsedel resto y que suelen manifestar frecuente-mente conductas antisociales;

b) al resurgimiento, a nivel de grandesconjuntos sociales, de los llamados funda-mentalismos y sus preocupantes consecuen-cias;

c) al fracaso en cadena que se está regis-trando en la aprobación de una constitu-ción común en el intento de conformar laaparentemente tan ansiada Unión Europea.

Aunque no existe todavía acuerdo entredistintos observadores respecto de las razo-nes que dan cuenta de este último hechomuchos piensan que detrás de él se escon-den actitudes nacionalistas de rechazo hacialos inmigrantes, que encarnando nueva-mente la figura del temido “otro”, amena-zan sus fronteras y pertenencias. Un recien-te comentario del diario Clarín2 muestra cla-ramente en sus párrafos las dos vertientesde la temática identificatoria: a) la de res-guardo de la identidad: “Los franceses lemetieron el dedo en la nariz a la globaliza-ción: se negaron a aceptar la liquidación de-finitiva de su estado de bienestar; le dijeronal mundo que sus quesos y vinos no podránser arrasados por las hamburguesas y salchi-chas anglosajonas”; y b) la discriminatoria:“El no de los holandeses a la ConstituciónEuropea que debilita a la Unión Europea yhace tambalear al Euro, contuvo “claros so-bretonos racistas” de oscuro temor por “elotro” el inmigrante extranjero, de regiones

2 Clarín del 8 de Junio 2005. Sección Sociedad

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a las que antes, no hace tanto, solían coloni-zar por las armas o el mercantilismo”

El sostén de la identidad a nivel indivi-dual, grupal, nacional o supranacional -te-mática dentro de la cual, como venimos se-ñalando, el humor junto a distintas expre-siones culturales tiene su lugar ganado- su-pone el trazado de un límite demarcatorioque, como en el caso de cualquier conjunto,intenta definir lo que le pertenece y lo queno. Pero, más allá de la necesidad de esemovimiento instituyente, la cuestión que seplantea, luego de delimitar y definir aque-llo que se considera como propio, es la dever cuál es el tratamiento que se propina alo distinto, a lo diferente, a lo ajeno.

El humor referido al género, los chistesde gallegos en nuestro medio o los de lospolacos en Europa, encierran claros compo-nentes de discriminación. Los chistes sobrelos argentinos, surgidos en España y algu-nos países latinoamericanos a raíz de nues-tros procesos migratorios, del tipo “el mejornegocio es comprar un argentino por loque realmente vale y venderlo al precio queél cree que tiene”, nos devuelven la genti-leza y nos muestran en contrapartida cómosomos visualizados por los otros. El humorde género es un recurso útil para analizarde qué modo el ser humano ha tratado des-de tiempos remotos a la diferencia entre lossexos y para mostrar que aquello del pensa-miento único o hegemónico que hoy nospreocupa tiene antecedentes de larga data.

Humor y salud. La resiliencia

Son muchos los trabajos que actualmentedestacan la correlación positiva entre hu-mor y salud. N. Cousins, en su libro “Anato-

mía de una enfermedad” (1977) que pareceparticipar de ese afán que algunos tienenpor intentar medir lo inconmensurable o deenvasar algún producto potencialmenteútil o exitoso en el mercado, comenta quediez minutos de risa -vaya uno a saber dequé modo obtenidos- procuran dos horasde sueño aliviador en un cuadro desespe-rante de un trastorno articular crónico.

Sin poner en tela de juicio la seriedad deestos estudios, aunque no muy interesadosen ellos, nos hemos venido ocupando en es-tos últimos años de la relación entre Humory Resiliencia.

El término Resiliencia aludió inicialmen-te, en el campo de la salud, a aquellos com-ponentes individuales (factores de resilien-cia) entre los que figuraba el humor, que sehabían encontrado en sujetos, que a pesarde iniciar su vida en condiciones adversasde todo tipo -ya sea familiares, individuales,biológicas o sociales- habían logrado alcan-zar posiciones de éxito inesperadas para loque eran los pronósticos previos.

Los primeros estudios sobre el tema, pro-venientes de Estados Unidos y Europa, se cen-traban fundamentalmente en situacionesvinculadas con las problemáticas de la infan-cia y la pobreza en poblaciones marginales.

Los estudios sobre resiliencia individualque destacaban como componentes de di-cha capacidad, entre otros, a la autoestima,la creatividad o al humor, enfatizaban, a di-ferencia de los clásicos modelos de riesgobasados en características más bien somáti-cas, aspectos ligados con la subjetividad,más cercanos a la Psicología. Desde una mi-rada predominantemente latinoamericana,el enfoque inicial de resiliencia individual sefue ampliando, incluyendo nuevos desarro-

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llos, como es el caso de los estudios sobreresiliencia comunitaria. De este modo, la re-siliencia fue ingresando gradualmente co-mo tema en el territorio de las ciencias so-ciales. Actualmente, dentro de este procesode integración disciplinaria, el matrimonioque se presenta como más promisorio den-tro de las nuevas relaciones establecidas esel que se ha ido dando con la educación.

En este tránsito de lo individual a lo so-cial, la resiliencia, que en algunos estudiosiniciales pareció prestar excesiva atención afactores individuales acercándose peligro-samente a lo constitucional con el riesgo dedesatender el peso de los determinantes so-ciales, fue visualizada como un elementoencubridor de las condiciones de inequidadimperantes y sospechada de fortalecer consu silencio tanto a los postulados vigentesde los modelos neoliberales, como a ciertascorrientes neodarwinistas, que en conso-nancia con ellos, promovían el triunfo delos más aptos como ideal de realización delsujeto moderno3.

Los modelos centrados en la resilienciacomunitaria se interesan más definidamen-te por lo que desde las ciencias sociales seconocen como mecanismos sociales de pro-ducción de subjetividad.

Enfocar la temática del humor, dentro delos estudios de resiliencia, desde una miradacentrada en los conjuntos sociales y la subje-tividad nos aleja del análisis de las estructu-ras psíquicas intervinientes en el mecanismodel chiste, tal como fueran desarrolladas porFreud en sus ya clásicos trabajos, y nos acer-ca, en cambio, a los distintos mecanismos so-ciales que dan cuenta de las condiciones y ca-

racterísticas de la subjetividad actual, dentrode las que hoy se destaca lo que podríamosllamar un preocupante estado de “empobre-cimiento subjetivo” que, en particular den-tro del área educativa, hace obstáculo a losprocesos de enseñanza-aprendizaje.

Las pobrezas. El pensamiento único y el pensamiento crítico

Las ciencias sociales están dejando de ha-blar de “la pobreza” en singular, para pasaral plural que supone “las pobrezas”, térmi-no que intenta dar una idea de la compleji-dad de la denominación de un fenómeno,que, cuando se limitaba a las condicionesmateriales de vida, parecería más fácil dedefinir que de solucionar.

Sin ánimo de incursionar audazmente enterrenos disciplinares ajenos, entendemosque detrás de estos cambios se esconden in-terrogantes tan amplios como los que seplantean, por ejemplo, respecto de paísesde América o de Asia, los que a pesar decontar con cuantiosos ingresos materialesprovenientes de la comercialización de va-liosas materias primas como el petróleo,nunca lograron, superado el aparente mo-mento de esplendor económico, modificarsu estructura productiva ni salir de su lugarde países dependientes.

Esto pone en evidencia que en un mun-do en el cual la información es un bien decreciente y fundamental importancia noson sólo las condiciones materiales, econó-micas, armamentales o territoriales las querigen su actual funcionamiento, perpetuan-do los estados de inequidad existentes.

3 En un reciente artículo publicado en el diario Página 12, el 5 de Mayo de 2005 en la Sección Psicología titulado “El poder dicta, porla palabra del sujeto mismo, lo que hay que hacer”, las autoras, Ana Berezin y Gilou García Reinoso, desde una lectura que sólo in-cluye como referencia de su crítica ciertos trabajos centrados en casos de resiliencia individual, llegan a comparar a la Resilienciacon la “obediencia debida”.

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Dentro de este apartado sobre las po-brezas, a partir de una mirada centrada enla educación y en las mencionadas caracte-rísticas preocupantes de la subjetividad ac-tual mencionadas en un artículo de M. T.Sirvent (2001), destacamos dos de ellas quevale la pena considerar en este breve reco-rrido: la pobreza política o de participaciónsocial, que fomenta el individualismo y elescepticismo político y que subyace al “quese vayan todos” que marca la crisis de re-presentatividad existente no sólo en nues-tro país sino también en el resto del mundo;y la pobreza de comprensión que alude alos factores sociales que dificultan, a travésdel pensamiento único, un manejo reflexivode una información que por vía de lo queBourdieu (1999) llamara “Violencia simbóli-ca” nos encolumna pasiva y acríticamenteen un mundo que nos es presentado comoel único posible.

La polaridad establecida particularmen-te por Ignacio Ramonet (1994) entre pensa-miento único y pensamiento crítico, desa-rrollada por este autor a propósito funda-mentalmente de los efectos de la globaliza-ción y la economía de mercado, habla de latensión existente entre, por un lado, unamarcada tendencia a instalar en el mundouna mirada única, deshistorizada y naturali-zada, que presenta a las actuales condicio-nes de vida como las mejores y únicas posi-bles; y, por otro, la resistencia ofrecida a lamisma por un pensamiento crítico, que tra-bajando en dirección contraria, deconstruc-tivamente, analiza la relación existente en-tre los contenidos y valores trasmitidos porla cultura imperante, su momento históricoy las necesidades de la minoría a la que es-ta ideología dominante sirve.

Una publicación reciente sobre aprendi-zaje subliminal se refiere a un experimentorealizado en la Universidad de Boston. Elmismo lleva como título “Demostraron có-mo se puede aprender sin decidir hacer-lo”4, y explica cómo un grupo de científicosamericanos logró identificar el funciona-miento del cerebro en el proceso de apren-dizaje subliminal.

Este trabajo podría, desde una perspecti-va utilitaria en la que se trata de no desper-diciar nada, ser tomado como una nuevaforma de aprovechar el tiempo y tratar deaprender cosas aún durmiendo. Pero unapartado dentro de la misma noticia titula-do “Claves del mensaje subliminal” nosacerca otra posibilidad menos “enriquece-dora” y más inquietante de este recurso.Comenta que durante la campaña presiden-cial de G. Bush sus aspiraciones electoralesse vieron afectadas por el descubrimientode que había utilizado prácticas sublimina-les para atacar a su entonces rival Gore,cuando en su crítica a la posición de estecandidato respecto de un problema ligadocon un tema de reembolsos por la comprade medicamentos y en el uso de la palabra“burocrats” con que se calificaba a sus riva-les demócratas, se destacaba en grandes ca-racteres blancos y de un modo no demasia-do evidente la palabra “rats”.

Noam Chomsky, destacado lingüista ypolitólogo contemporáneo, se ha dedicadocon ahínco, desde una posición de agudacrítica respecto de la política interior y exte-rior de los EEUU, a analizar las modalidadesde instauración y sostén del pensamientoúnico, y a mostrar las distintas estrategias,que desde los medios masivos de comunica-ción y a través de variados mecanismos de

4 Oscar Raúl Cardoso: Clarín, 4 de Junio de 2005 “Unión Europea: ¿era esto lo que pretendencia el No?” Sección Panorama Interna-cional.

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control del pensamiento, intentan y logranmanipular y dominar a la opinión públicalocal e internacional.

En un texto que reseña brevemente aspec-tos esenciales de su obra se cita un caso segui-do y publicado por Chomsky, ocurrido en eltranscurso de la segunda guerra mundial, enel que el Reino Unido logró que EEUU, hastaentonces desinteresado por entrar a la con-tienda, finalmente ingresara a ella.

El accionar de un “Comité de Informa-ción Pública” llamado “Comisión Creel”, ensólo seis meses logró convertir a la hasta en-tonces pacifista población americana enuna población belicista deseosa de destruirtodo lo que tuviera que ver con Alemania.Uno de los falsos datos que se aportabanera, por ejemplo, que los alemanes arranca-ban los brazos a los bebés. Cita el trabajoque mecanismos similares se emplearonoportunamente para sembrar “el terror ro-jo” o, ya en la actualidad, como lo repitecon insistencia en nuestro medio en susconferencias el periodista y escritor José Pa-blo Feinmann, para satanizar al pueblo Islá-mico de modo de plantear una supuestacontienda entre el bien y el mal, intentandoembarcar al resto del mundo en una apa-rente guerra santa que ya a nadie engañarespecto de los intereses materiales puestosen juego.

En el mencionado texto de Gabriela Rof-finelli (2003) se destacan aportes centralesde la obra de Chomsky entre los que cabemencionar los intentos del autor por darrespuesta a la pregunta fundamental acer-ca de cómo es posible que en una sociedaddemocrática de masas se dé el caso que di-cha población sea sometida a la direcciónideológica de una elite. Chomsky recuerda

que no se puede dominar a la población só-lo a través de la fuerza (invasiones, repre-siones, torturas, dictaduras, etc.), porque lamisma, para ser efectiva, debe ser acompa-ñada por la construcción de consenso, poruna tarea de ininterrumpida elaboración dela hegemonía, que va, diríamos nosotros,más allá de arrojar papelitos desde los avio-nes luego de las operaciones militares deconquista.

En el mismo texto, en una serie de obser-vaciones que nos hacen centrar nuevamen-te la mira en el humor y los humoristas, secomenta, desde la perspectiva de Chomsky,cuál sería la cuota de responsabilidad queles cabe a los intelectuales, tanto en la fa-bricación de consenso como en la devela-ción de sus razones ocultas, a través de latarea de desenmascaramiento de las menti-ras de los gobiernos y del análisis de los mo-tivos ocultos de los hechos sociales. Esta res-ponsabilidad se sustenta en que, segúnChomsky, la democracia occidental otorga auna minoría privilegiada el tiempo libre, losinstrumentos materiales y la instrucción quepermiten la búsqueda de la verdad escondi-da tras el velo de las deformaciones y lasfalsas representaciones que sustentan losintereses de clase.

Volviendo al tema del humor, y respectode la mencionada tensión existente entrepensamiento único y pensamiento crítico,podemos ver cómo el mismo juega simultá-neamente, respecto de los hechos a los queapunta, un doble papel. Porque, como sepuede verificar en cualquiera de los ejem-plos que estamos comentando, el chiste, enun único acto, por un lado, se apoya y ape-la a lo ya dado en el imaginario social, fun-ciona de contraseña sostenedora de valo-res, modismos, identidades y hábitos, con-

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tribuye a su necesario sustento y confirmade algún modo ese digitado consenso; y,por otro, a través de los distintos mecanis-mos con que opera (juego de palabras, exa-geración de un rasgo) pone simultánea-mente en cuestión, graciosa y críticamente,lo establecido.

En el caso de un chiste de Caloi (1994)usado con fines didácticos para analizar laproblemática del género se dio en un cursouna situación particular que nos puede ser-vir para ilustrar el tema. La escena relatadatranscurre en el andén de un ferrocarril,con un hombre y una mujer tomados de lamano, despidiéndose y manteniendo el si-guiente diálogo:

-¿Me vas a extrañar mi amor?

-Lo intentaré

En este caso y a diferencia de otros chis-tes en los cuales los globitos que habitual-mente salen de la boca de los participantesseñalan quién dice cada cosa, faltaba esteelemento. El docente que venía desarro-llando el tema había dado por sentado, nomuy concientemente que digamos, que “lointentaré”, que despertaba la risa de la ma-yor parte de la concurrencia, correspondíaal varón tradicionalmente ubicado en el lu-gar del que recibe la demanda femenina deamor. Hasta que una (sí, digo bien, una) in-tegrante del público le preguntó de dóndesacaba que la que quería ser extrañada erala mujer.

Una vez que el docente se recuperó deun cierto sentimiento de vergüenza (comode haber sido pillado en falta y hasta casiser calificado de machista por esta oyente),el ejemplo comentado sirvió para instalar lapregunta acerca de hasta dónde la gracia

del chiste no requería precisamente de unacierta condición de partida, dada por el mo-do con que las diferencias de género esta-ban tradicionalmente instaladas en la cultu-ra. O, dicho de otra manera, ¿resultabaigualmente gracioso para la mayoría de lospresentes que fuese el hombre el que recla-maba amor?

Dentro de una línea de trabajo que vin-cula a la educación con la salud y en la queel desarrollo del pensamiento crítico se nospresenta como un importante recurso defortalecimiento subjetivo, los chistes sobregénero que desatan apasionados debatesya que cuando se habla de este tema no seregistran habitualmente votos en blanco,han demostrado en nuestra experiencia serun excelente instrumento para analizar latemática de pensamiento único/pensamien-to crítico, como paso preparatorio para in-gresar en otras dimensiones de la cuestiónque suelen pasar más desapercibidas a pe-sar de, o quizás justamente por, su impor-tancia.

El humor político. La corrupción y el lazo social

En nuestro país, como en el resto del mun-do, los avatares de la política alimentanconstantemente la creatividad de los humo-ristas que siguen paso a paso sus procesos ycontradicciones tal como lo muestra unapequeña tanda de ellos:

Uno.(Paz Daniel-Rudy) Uno de los máslogrados chistes de la década del 90, referi-do a las vacilaciones de la identidad políticade nuestros gobernantes que suma puntos

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a un descrédito que reconoce un conjuntode causas, fue aquel en el que aparecía elentonces presidente Carlos Menem entre-vistado por un periodista:

Menem: “Yo nací peronista y moriré pe-ronista

Periodista: “Sí, pero, ¿y mientras tanto?”

Dos. (Paz Daniel-Rudy) La escena es enuna pizzería donde un empleado atiende aun personal policial que, apoyando con aireautoritario su codo en el mostrador, estáefectuando una ya folklórica y tradicionalgira sospechosamente cercana al horario dela cena:

Agente: “Soy de la división narcóticos,¿Qué es esto que tiene acá?

Empleado: “Pizzas”

Agente: “Ah... Ahora le dicen pizzas. ¿Yqué es eso blanco?”

Empleado: “Muzzarella”

Agente: “¿Son para consumo personal?”

Empleado: “No...las vendemos”

Agente: “Ah...Traficantes, van a tenerque acompañarme”

Empleado: “¿Nosotros?”

Agente: “No, las pizzas”

El monito comentarista acota: “Sale unacorrupta con fainá”

Tres. (Paz Daniel-Rudy)La escenatranscurre en la oficina de redacción de al-

gún periódico argentino en ocasión de pre-pararse la publicación de un resonado casode corrupción en nuestro país, el de los “au-tos gemelos”. Allí se da el siguiente diálogoentre dos periodistas:

Periodista 1: “Según esta denuncia enel caso de los autos gemelos estarían

involucrados dos jueces, tres abogados,cinco empresarios y varios policías”

Periodista 2: “¿Ningún chorro?”

Periodista 3: “No...toda gente debien”

El infaltable y pequeño comentaristaagrega: “D.C.U., delincuentes como uno,viste”.

En un trabajo dedicado al efecto disolu-tivo que ejerce la corrupción sobre el lazosocial Elbio N. Suarez Ojeda (2001) señalaque “en la realidad latinoamericana la co-rrupción es el principal factor inhibidor dela resiliencia comunitaria”, dado que “nin-guna población está dispuesta a brindar suesfuerzo o donar recursos para la recons-trucción después de una catástrofe si nopuede confiar en la administración correctade sus recursos”.

El mencionado descrédito popular por laclase política, alentado por las tradicionalese incumplidas promesas preelectorales, elcamaleonismo político y la corrupción, ge-neran periódicamente espasmódicos inten-tos de volver a formas populares de deci-sión a través de asambleas populares o me-canismos de democracia directa, no susten-tados en la idea de representatividad inhe-rente a la democracia, que son de corta du-

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ración dada su inaplicabilidad una vez quelos conjuntos humanos ya han alcanzadocierto número de habitantes.

Zygmunt Bauman (2001) -destacado so-ciólogo de nuestra época- en uno de sustantos textos dedicados al análisis de nues-tra sociedad, nos dice que dentro de un sec-tor importante de la misma se registra lacoexistencia simultánea de dos creencias: lade que el tema de la libertad humana se haresuelto del modo más satisfactorio posible,de forma tal de no sentir la necesidad de sa-lir a la calle para reclamar por ella; y la de laconvicción de que es muy poco lo que sepuede cambiar, ya sea individual o grupal-mente, en pos de mejorar las actuales con-diciones de vida. Esto compone una mezclaen la cual el incremento de la libertad indi-vidual parece coincidir con el incremento dela impotencia colectiva frente a las indesea-bles condiciones de vida de gran parte de lahumanidad.

El estandarte-señuelo de la libertad, so-bretodo el de la libertad de movimiento delos capitales transnacionales, promovida co-mo ideología globalizada del modelo econó-mico reinante y enfrentada al supuesto au-toritarismo que entrañaría la deseable regu-lación de los mismos, ha erosionado a los es-tados en su capacidad de preservar los inte-reses del conjunto social, instalando el temade la corrupción en otra escala y perspectivaa la ilustrada en los anteriores chistes.

En la misma línea de los autores que co-mo Bobbio (1990) han caracterizado como“las promesas incumplidas de la democra-cia”, cabe destacar que, en lo que hace anuestro país, el incremento de la desigual-dad, la exclusión, etc., ya no son atribuiblescomo antes a la existencia de regímenes

dictatoriales, ni a algún gobernante en par-ticular al que se podría derrocar. No debe-mos perder de vista que estas condicionesde vida se han desarrollado en el transcursode gobiernos elegidos democráticamente.

Dentro del conjunto de humoristas queen su producción apuntan a los condicio-nantes globales de desigualdad mostramos,a través de dos ejemplos, algo de la ricaproducción de Sendra (1986).

En los chistes de este humorista los per-sonajes que hablan, generalmente tres, lohacen de izquierda a derecha y no tienenningún rasgo identificatorio, hecho ésteque, de modo más destacado que en otrosautores no hace más que poner en primerplano al discurso:

1. “¡Ultimo momento! ¡Conferencia delos “7 grandes!”

2. “Los 7 grandes países de Occidente sereunirán bajo un mismo lema.”

3. “Cuando hablan los grandes los chicosse callan la boca.”

1. “¡Continúa el hambre en el mundo!”

2. “Las tres cuartas partes de la humani-dad se acuestan con hambre.”

3. “La cuarta parte restante pretende eldesayuno en la cama.”

A todo lo dicho podemos agregar el co-mentario de García Canclini (1999), quienpara destacar el actual estado de situación

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del mundo bajo el reinado de las leyes delmercado y a pesar de que puedan detectar-se muchos beneficiarios de las condicionesdadas, nos dice que“David ya no sabe dón-de esta Goliat”. Esta cierta invisibilidad deun enemigo que se encarna más en las re-glas de juego instaladas que en sujetos decarne y hueso, torna aún más difícil desa-rrollar una mirada crítica de la población enel intento de modificar las causas de su ma-lestar.

Cierre en alemán

Las actuales condiciones de vida en el pla-neta -que hasta la caída del Muro de Berlínpermitían alguna utopía de acceso a unmundo mejor- hoy muestran, bajo el predo-minio exclusivo de un sistema político y eco-nómico que potencia la desigualdad e in-crementa la pobreza de gran parte de lapoblación mundial, un panorama suma-mente inquietante que requeriría de un es-fuerzo también globalizado y utópico almodo de “si todos los hombres del mundo”para revertirlo, movimiento que hoy en díano se nos presenta ni cercano ni posible.

De todos modos, como en la fábula del“medio vaso vacío/medio vaso lleno”, la si-tuación reinante da tanto para aquellos queopinan que existen importantes riesgos pa-ra la humanidad toda, y en un plazo relati-vamente cercano, como para aquellos que,apoyándose en lo que de posibilidad decambio encierra el termino crisis, piensanque el modelo reinante podría estar agotán-dose para dar paso a otras posibilidades pa-ra desarrollar una mejor vida en común.

Para muchos, el sostén de las identida-des de un modo no jerárquico, que permita

tolerar las diferencias evitando la discrimi-nación y la xenofobia, así como el desarro-llo de procesos educativos basados en unaeducación reflexiva que fomentara el pen-samiento crítico, serían importantes recur-sos en el camino que lleva a una mejor inte-gración y enfrentamiento, no sólo de la de-sigualdad, sino también del modelo de pen-samiento que tiende a mantenerla.

Dentro de este complejo panorama elhumor ha sido, es, y seguirá siendo, junto aotras expresiones artísticas y culturales, unode los recursos simbólicos sostenedores dela subjetividad, un acompañante crítico y vi-gilante de todas nuestras actividades y mo-mentos históricos, que muchas veces operaexasperando o resaltando con ironía críticaalguna característica de la época, como lomuestra el último ejemplo con el que JUROque cierro la serie.

Se trata del cuento de aquella señora,que entrada lo suficientemente en años co-mo para haber sobrepasado con holgura suetapa fértil, decidió, a pesar de todo, emba-razarse y dar a luz, contando con todos losrecursos técnicos que la época ofrece parasortear los límites biológicos de un modoque parece alentar las fantasías de inmorta-lidad del sujeto posmoderno.

Cuando los amigos, en presencia de Ju-lia, la reciente madre que se les ha presen-tado con las manos vacías, le trasmiten, sen-tados en el living, su impaciencia y curiosi-dad por conocer a su hijo, se suscita el si-guiente diálogo:

Madre: -Tengan paciencia, tenemos queesperar un poco todavía, piensen en mí, entodo lo que yo he tenido que esperar.

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Amigos: - Sí Julia, te entendemos, loque pasa es que tenemos muchas ganas deconocer a tu hijo...”

Durante un largo rato Julia sirve un té conmasas a sus invitados y éstos inventan algu-nos temas de conversación para pasar el rato.Después de una larga media hora, cuando yaalguno de ellos empieza a levantarse parapartir, uno del grupo, algo fastidiado por loque entiende es una actitud desaprensiva deJulia para con ellos, le pregunta:

-Pero, Julia, ¿qué es lo que estamos espe-rando para poder conocer a tu hijo?

Julia: -Tenemos que esperar que llore,porque no sé adónde lo puse.

Varias de las características de la época sedan cita en el cuento. Una que se destaca esla que alude implícitamente al incrementode los nuevos objetos que la tecnología po-ne a nuestro alcance, exponiéndonos a nue-vas pérdidas o extravíos y obligándonos a in-ventar mecanismos de búsqueda diferentesa los habituales. Y ni que hablar del fantas-ma del Alzheimer, ya oficialmente reconoci-do como “el alemán”, quien con insistenciasaquea nuestro disco rígido cerebral avan-zando de la mano, inexorablemente ligadoa la prolongación, muchas veces artificial, denuestra existencia.

Resumen

El humor, ampliando la irrenunciable fun-ción de hacernos reír, es ubicado por el au-tor dentro de los recursos simbólicos quehacen al sostén de la subjetividad e identi-dad. El escrito muestra cómo, en espaciostodavía conservados de las comunidades ru-rales, se tramitan con un humor que preser-va modos y decires locales, distintos aconte-ceres de la vida en común.

El cambio de perspectiva que permitenlos juegos de palabras nos autoriza ademása incluir al humor dentro del conjunto derecursos con que contamos para llevar a ca-bo una lectura crítica de lo instituido por lacultura en cada momento histórico.

En la oposición planteada entre la ten-dencia a instaurar en el mundo un modelode pensamiento único al servicio de intere-ses y políticas dominantes y el pensamientocrítico que intenta encontrar alternativas almismo, el humor se inscribe, casi por estruc-tura, dada su condición de mirada alternati-va, dentro de la segunda posibilidad.

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Bibliografía

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Las siglas entre paréntesis corresponden alas fuentes bibliográfícas

Parodia:

Del Griego parodia, contra-oda, contra-canto.

Obra que transforma irónicamente un textoanterior mofándose de éste mediante todotipo de efectos cómicos. (P. P)

Raíz Griega de Parodia:

Odé: Canto, poema lírico (de aeido, cantar)

Parodia imitación, burlesca de una obra li-teraria o de una música seria; aplicación deuna letra burlesca a una música seria. (Paro-dia; pará, junto además de.)

Parodiar remedar imitar (parodeo, cantarcon otro aire, pará, junto a) (Q. C)

Sátira:

Del Latín

Satur-tura-turum: saciado, harto, satisfe-cho // -a –orum n. pl.: temas inagotables,materia fecunda (retóricamente)

Satura o Satira-ae f.: plato de diversos fru-tos y legumbres//sátira. (V. L)

Ironía:

(Del euronia, disimulo)

Hay ironía cuando un mismo enunciado re-vela más de su sentido evidente y primario,un sentido profundo a menudo contrario alprimero. Ciertos signos (entonación, situa-ción, conocimiento de la realidad descripta)indican de una forma más o menos directaque es preciso superar el sentido evidentepara reemplazarlo. (P. P)

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Rastreo etimológicoLatín-Griego-Indoeuropeo

Stella M. Navarro Cima*

* Licenciada en Lengua y Literatura (UNC)

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Raíz Griega de Ironía:

Eironeia: Ironía (de eiro, hablar)

Ironía burla fina y disimulada // figura retó-rica consistente en dar a entender lo con-trario de lo que se dice // interrogación//método didáctico utilizado por Sócrates,consiste en fingir que se ignora una cues-tión y se pregunta al discípulo, obligándoloasí a encontrar a si mismo la respuesta.

Eiro: decir, hablar, juntar, reunir. (Q. C)

Comedia:

La palabra comedia procede del griego Ko-media. El Komos era el desfile y la canciónritual en honor a Dionisos; por ello la come-dia no puede renegar de sus orígenes reli-giosos y orgiásticos. (P. P)

Raíz Griega de Comedia:

Kome aldea, pueblo (de keimai, estar echado)

Comarca división de territorio que com-prende varias poblaciones (Komarches,principio, mando)

Comedia canto que según Aristóteles, se ibacantando por los pueblos. Obra dramáticade enredo y desenlace festivos (Komaedia,odé, canto.) (Q. C)

Cómico:

Lo cómico no se limita al género de la co-media, es un fenómeno que podemosaprender desde diferentes ángulos o cam-po. Como fenómeno antropológico respon-

de al instinto de juego, el gusto del hom-bre por la broma y la risa, a su facultad depercibir aspectos insólitos y ridículos de larealidad física y social. Como arma social,ofrece al ironista los medios para criticar suentorno, para ocultar su oposición a travésdel ingenio o de la farsa grotesca. Como ge-nero dramático centra la acción en torno alos conflictos y peripecias que testimonianla inventiva y el optimismo humano entre laadversidad. (P. P)

Humor:

Del Latín

Umor (no humor) -oris m.: líquido de cual-quier clase // humedad // los humores delcuerpo humano.

Fumus, I (Quizás del gr. thymos) m. Humo.

Thymos: sentimiento, ánimo, alma, cora-zón, timo (glándula).

a) con significado de glándula, tymo. Timoglándula endocrina de los vertebrados a lacual se atribuía la regulación del sentimien-to. (V. L)

Referencias bibliográficas

V. L.: Mir, José María: Diccionario Ilustrado Vox, Latino-Españo-l/Español- Latino, Barcelona, Editorial Bibliograf, S.A., 1997.

P. P.: Pavis, Patrice: Diccionario del Teatro, Dramaturgia, Estéti-ca, Semiológica, Barcelona, México, Bs. As., Paidós Comunica-

ción, 1990.

Q. C.: Quintana Cabanas, José Ma.: Raíces Griegas del LéxicoCastellano Científico y Médico, DYKIMSON, 2da Edición, 1997.