Dialnet-LaReligionDelMercado-4935100

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LA RELIGIÓN DEL MERCADO David R. Loy Profesor de la Facultad de Estudios Internacionales, Bunkyo University, Chigasaki 253, Japón. Artículo presentado en la Conferencia "Justicia ambiental: ética global para el siglo XXI"realizada en la Universidad de Melbourne, octubre 1-3de 1997. Se publica con autorización del autor. Traducción de Ángela Montoya, re- visión de Alberto Supelano.

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La religión del mercado

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  • LA RELIGIN DEL MERCADO

    David R. LoyProfesor de la Facultad de Estudios Internacionales, Bunkyo University,

    Chigasaki 253, Japn.

    Artculo presentado en la Conferencia "Justicia ambiental: tica global parael siglo XXI" realizada en la Universidad de Melbourne, octubre 1-3de 1997.Se publica con autorizacin del autor. Traduccin de ngela Montoya, re-visin de Alberto Supelano.

  • ResumenDavid R. Loy, "La religin del mercado", Cuadernos de Economa, v.XVI, n. 27, Bogot, 1977, pginas 199-217.En este artculo se sugiere que ms que un sistema econonu co , elmercado es una religin y que la economa es su teologa, aunquepretenda ser una ciencia. Su autor analiza, a la luz de los trabajosde Weber, Polanyi y Tawney, los problemas causados por la visinindividualista y atomista heredada por la economa de las tradicionesque equiparaban el xito econmico con el favor divino --el desmo yel utilitarismo-- y sugiere que la injusticia y la desigualdad extremaso la crisis ambiental y sus posibles soluciones tienen, tambin, unadimensin religiosa. Propone fundir la sensibilidad por la justiciapropia de las religiones semticas con el nfasis en la superacin dela ilusin que ensean las tradiciones asiticas de iluminacin. Nose trata de un retorno a los valores religiosos sino de reconocer quelas obsesiones seculares creadas por la religin del mercado sonsntomas de una necesidad espiritual que ste no puede satisfacer.

    AbstractDavid R. Loy. "Tbe religion of the market", Cuadernos de Economa, v.XVI, n. 27, Bogot, 1977, pages 199-217.This article suggests that more than an economic system, the marketis a religion, and that economics is its theology, even though itclaims to be a science. The author analyzes, in light of the work ofWeber, Polanyi, and Tawney, the problems caused by che individualisticand atomistic vision, inherited by economics from the deist andutilitarian traditions --which equated economic success with divinefavor-- and suggests that those problems --extreme injustice andinequali ty or the environmental crisis, for example-- and theirpossible solutions also have a religious dimensiono He proposes afusion of the sensitivity of the Semitic religions to justice withthe emphasis in the Asiatic traditions on Enlightenment in the trans-cendence of delusion. This would not mean a return to religious values,but rather a recognition that the secular obsessions created by thereligion of the market are symptoms of a spiritual need that it cannotsatisfy.

  • Es muy difcil definir qu es la religin. Sin embargo, si adoptarnos unavisin funcionalista y la entendernos corno aquello que nos sirve defundamento y nos ensea qu es el mundo y cul es nuestro papel en elmundo, es obvio que las religiones tradicionales cumplen cada vez me-nos esa funcin, la cual ha sido remplazada -o avasallada- por otrossistemas de creencias y de valores. La ciencia es la explicacin del mun-do ms influyente en la actualidad y el consumismo, el sistema de va-lores ms atractivo. Su vstago acadmico es la economa, la 'cienciasocial' quiz ms influyente. En este artculo se argumenta que nuestrosistema econmico actual debe ser considerado corno una religin por-que desempea una funcin religiosa. Ms que una ciencia, la economaes la teologa de esa religin y, su Dios, el Mercado, es un crculo viciosode produccin y consumo siempre crecientes que pretende ofrecer unasalvacin secular. El colapso del comunismo -una 'hereja' capitalista-evidencia que el Mercado se ha convertido en la primera religin ver-daderamente mundial que difunde por todo el planeta una visin delmundo y un conjunto de valores cuya funcin religiosa nos pasa inad-vertida slo porque insistimos en pensar que son' seculares'.

    No es coincidencia que esta poca de catstrofe ecolgica sea tambin unapoca de retos extraordinarios para las religiones ms tradicionales. Aun-que ofenda nuestra vanidad, es ridculo pensar que las instituciones reli-giosas convencionales de hoy en da pueden jugar un papel significativoen la solucin de la crisis ambiental. Su problema ms inmediato es sipueden sobrevivir -igual que los bosques de lluvia que protegemos an-siosamente- en una forma reconocible a la embestida de la nueva religin.Las principales religiones an no estn moribundas, pero cuando no com-parten el lecho con los poderes econmicos y polticos existentes, se preo-cupan demasiado por problemas y concepciones obsoletas (por ejemplo,la defensa de la natalidad) que las hacen cada vez ms irrelevantes (corno

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    el fundamentalismo) o triviales (corno el evangelismo televisivo). El resul-tado es que hasta ahora no ofrecen 10 que mas se precisa, una oposicindeliberada al proselitismo agresivo del capitalismo de mercado, la religinms exitosa de todos los tiempos, que ha ganado ms adeptos y con mayorrapidez que cualquier otro sistema de creencias o de valores en la historiade la humanidad.

    La situacin de las religiones es hoy tan crtica que la crisis ambientalpuede ser favorable para la religin. La catstrofe ecolgica demuestraque necesitarnos una fuente de valores y de significado ms profundade la que ofrece el capitalismo y, tambin, que esta religin contempo-rnea tampoco satisface esa necesidad.

    LA ECONOMA COMO TEOLOGA

    Es intolerable que los problemas esenciales de la subsistencia humana sedecidan teniendo en cuenta nicamente las ganancias de las compaastransnacionales [Daly y Cobb 1994, 178]1.

    En 1960, los pases del Norte eran casi veinte veces ms ricos que lospases del Sur. En 1990 -despus de ingentes cantidades de ayuda,comercio, prstamos y esfuerzos de industrializacin- los pases delNorte eran cincuenta veces ms ricos. El ingreso del 20 por ciento msrico de la poblacin mundial es casi 150 veces mayor que el del 20 porciento ms pobre, y la brecha sigue creciendo [Korten 1995, 107-108]. Deacuerdo con el Informe del Desarrollo, 1996 de las Naciones Unidas, los358 multimillonarios que existen en el mundo poseen una riqueza ma-yor que el ingreso anual de un grupo de pases en los que habita el 45por ciento de la poblacin mundial. Corno resultado, 250 mil nios mue-ren de desnutricion o de infecciones cada semana, mientras que varioscientos de millones ms sobreviven en un limbo de hambre y enferme-dad ... Por qu aceptamos esta injusticia? Qu racionalizacin nos per-mite dormir tranquilamente en las noches?

    [La] explicacin reside en nuestra aceptacin de una religin tpicamenteeuropea u occidental (y hoy global), de una religin individualista de eco-nomas y mercados que explica todos esos resultados como la consecuenciainevitable de un sistema objetivo en el que ... la intervencin es contrapro-ducente. El empleo es apenas un costo de los negocios y la naturaleza unafuente de recursos para la produccin. Segn este clculo, el mundo de losnegocios es tan esencial y tan disociado del medio ambiente ... que la nter-

    1 Este ensayo debe mucho a Daly y Cobb, quienes hacen una crtica detallada dela teora econmica moderna y demuestran que nuestros problemas sociales yambientales pueden ser resueltos si tenemos la voluntad de resolverlos.

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    venci n en el funcionamiento del sistema econmico es una amenaza parael orden natural de las cosas y, por tanto, para el bienestar futuro de lahumanidad. Segn esta forma de pensar, ese resultado es el producto ine-vitable del funcionamiento natural de este sistema econmico y de la 'sabi-dura del mercado' en la que se basa. La hegemona que ha alcanzado estaconstruccin intelectual particular -una 'religin europea' o religin eco-nmica- es notable; se ha convertido en un dogma de aplicacin casi uni-versal, en la religin dominante de nuestro tiempo, que apuntala y justificaun status quo patentemente inequitativo. Y ha ganado tal influencia quedomina todas la actividades humanas contemporneas [Dobell1995, 232].

    Para Dobell, esta teologa se basa en dos proposiciones contraintuitivaspero ampliamente aceptadas: que es correcta y justa (por ello, lo que' elmercado me obliga a hacer' es una justificacin aceptable de muchasactividades moralmente cuestionables) y que los precios indican el valoren forma adecuada. Puesto que los recursos naturales no tienen precio,ciertas tcnicas de explotacin -como las redes de arrastre y el arrasa-miento de los bosques- no slo son aceptables sino que son necesariaspara ser competitivos, pese a que" casi todo el mundo sabe que el siste-ma de mercado tiene grandes fallas, en tanto que si se deja a su propioimpulso, con los precios y las prcticas actuales, lleva de modo inevita-ble al deterioro ambiental y a la destruccin de sistemas ecolgicosirremplazables" [Dobell1995, 237].

    El supuesto bsico de ambas proposiciones es que ese sistema es 'natural'.Cuando el capitalismo de mercado funciona de acuerdo con leyes econmi-cas tan naturales como las de la fsica o la qumica -si la economa fuese unaciencia autntica- sus consecuencias parecen inevitables, pese a que hanllevado a una desigualdad extrema y estn llevando a una catstrofe ambien-tal. Sin embargo, nada es inevitable en nuestras relaciones econmicas. Esteequvoco es justamente el que hay que aclaran y es aqu donde la religinentra en escena, puesto que con la creciente prostitucin de las universidadesy de los medios de comunicacin por esas mismas fuerzas del mercado noparece haber otra perspectiva moral que ayude a aclararlo. Por fortuna, lasvisiones alternativas del mundo que ofrecen las religiones an pueden ayu-darnos a entender que la victoria global del capitalismo de mercado no setraduce en la libertad econmica sino que refleja el predominio de una formaparticular de entender y valorar el mundo que no se puede aceptar sin reser-vas. Lejos de ser inevitable, este sistema econmico es una forma histrica-mente condicionada de organizar y reorganizar el mundo; es una visin delmundo, con su ontologa y su tica correspondientes, que compite con otrasformas de entender qu es el mundo y cmo deberamos vivir en l.

    Desde una perspectiva religiosa, lo ms sorprendente de los valores delmercado no es su 'naturalidad' sino la extraordinaria efectividad y per-suasin de sus tcnicas de conversin. Como profesor de filosofa, s

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    que cualquier cosa que haga con mis estudiantes durante unas pocashoras a la semana es prcticamente intil contra las influencias proseli-tistas que los bombardean por fuera de clase; esos atractivos mensajespublicitarios (a menudo hipnticos) de la televisin, la radio, las revis-tas, los buses que los asedian continuamente dicindoles" cmprame siquieres ser feliz". Si no estamos enceguecidos por la distincin usualentre lo secular y lo sagrado, podremos ver que esos mensajes prometenotra forma de salvacin, es decir, otros medios para superar la infelici-dad. Puesto que esto toca el ncleo de una perspectiva verdaderamentereligiosa -la cual ofrece una explicacin alternativa de nuestra incapa-cidad para ser felices y un camino diferente para llegar a serlo- lasreligiones no cumplen su responsabilidad cuando ignoran esta dimen-sin religiosa del capitalismo y cuando no subrayan que esta seduccines decepcionante puesto que esa solucin a nuestra infelicidad slo llevaa una insatisfaccin mayor.

    En vez de demostrar su inevitabilidad, la historia de los sistemas econmi-cos muestra la contingencia de las relaciones de mercado que hoy damospor sentadas. Aunque tendemos a considerar que la motivacin del bene-ficio es universal y racional (la benvola 'mano invisible' de Adam Smith),los antroplogos han descubierto que sta no es tradicional para las socie-dades tradicionales. Cuando esta motivacin existe en dichas sociedades,juega un papel muy circunscrito y se juzga con prudencia debido a quetiende a disolver las relaciones sociales. La mayora de la sociedades pre-modernas no hacen distinciones claras entre la esfera econmica y la esferasocial, y las funciones econmicas estn subsumidas en las relaciones so-ciales ms generales. El hombre precapitalista "no acta para proteger suinters individual en la posesin de bienes materiales; acta para protegersu posicin social, sus ambiciones sociales, sus activos sociales. Slo valoralos bienes materiales en la medida en que le sirven para este fin". Pero enla sociedad capitalista" en vez de que la economa est incorporada en lasrelaciones sociales, las relaciones sociales estn incorporadas en el sistemaeconmico" [Polanyi 1957, 46, 57].

    Tawney descubri que el Occidente renacentista preciba en forma se-mejante la fuerzas del mercado: "en la teora medieval no hay lugar parauna actividad econmica que no se relacione con un fin moral, y lafundacion de una ciencia de la sociedad basada en el supuesto de queel apetito de ganancias econmicas es una fuerza constante y mensura-ble, que debe ser aceptada como otras fuerzas naturales, como un datumevidente e inevitable, habra parecido al pensador medieval apenas me-nos irracional e inmoral que convertir en premisa de la filosofa socialla accin desenfrenada de rasgos humanos tan necesarios como la beli-cosidad y el instinto sexual" [Tawney 1926, 31].

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    La transformacin esencial comenz a finales de la Edad Media, que nopor coincidencia es la poca en que la interpretacin religiosa del mundopredominante empieza a perder influencia en la vida de las personas.A medida que el beneficio se converta en el motor del proceso econ-mico, apareci una tendencia a reorganizar el sistema social en su con-junto y no slo el componente econmico, puesto que no existe una dife-rencia natural entre ellos". "El capital haba dejado de ser el siervo y se habaconvirtido en el amo. Asumiendo una independencia y una vitalidad se-paradas, reclam para s la atribucin de un socio mayoritario a imponerla organizacin econmica compatible con sus propias conveniencias".[Tawney 1926, 86]. ste es un ejemplo ms de la paradoja tecnolgica: crea-mos sistemas complejos para hacer que nuestras vidas sean ms conforta-bles, slo para encontrarnos prisioneros de la lgica inexorable de su propiaevolucin. El monstruo del Frankestein de Shelley lo expresa en forma msbrutal: "t eres mi creador; pero yo soy tu amo".

    Max Weber fue el estudioso que ms contribuy a descubrir las racesreligiosas del capitalismo de mercado. Su polmica teora no slo ubicalos orgenes del capitalismo en el/ascetismo profano' de la tica purita-na, tambin sugiere que el capitalismo sigue siendo esencialmente reli-gioso en su estructura psicolgica. De acuerdo con La tica protestante yel espritu del capitalismo, la creencia calvinista en la predestinacin fo-ment lo que se convertira en una necesidad irresistible de determinarsi se era parte de los escogidos. La predestinacin hizo innecesarios lossacramentos y llev a la desvalorizacin de lo sagrado. En su lugar, seacept que el xito econmico en este mundo era la demostracin delfavor divino. Con ello se crearon las condiciones psicolgicas y sociol-gicas para trasladar los valores ascticos del monasterio a las profesio-nes, pues se hacan esfuerzos por probar que uno se salvaba invirtiendoel excedente en vez de consumirlo. Este objetivo original se atenu gra-dualmente; sin embargo, el ascetismo profano no desapareci cuandoDios se hizo ms distante y el cielo menos relevante. En nuestro mundomoderno, esa motivacin original desapareci, pero nuestra preocupa-cin por el capital y por la ganancia no desapareci con ella; por elcontrario, se convirti en nuestra principal obsesin. Como no tenemosninguna otra meta, y no hay una salvacin final en la que creer, dejamosque los medios se conviertan en fines.

    2 Esto implica que la alternativa a la religin del mercado no exigira la elimina-cin del mercado (y el fracaso del socialismo del siglo XX sugiere que ste nodebera ser eliminado) sino restituir a las fuerzas del mercado su papel delimi-tado por las relaciones sociales de la comunidad.

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    El ensayo de Weber muestra que la intencin original que inspira a unaactividad puede eventualmente transformarse en algo bastante diferen-te: "los puritanos queran trabajar en una profesin; nosotros debemoshacerlo. Desde el momento en que el ascetismo abandon las celdas delos monasterios para instalarse en la vida profesional y dominar la mo-ralidad mundana, contribuy todo lo que pudo a crear el imponentecosmos del orden econmico moderno que, limitado a los presupuestostcnicos y econmicos de la produccin mecnica y maquinista, hoy enda determina con fuerza irresistible el estilo de vida de cuantos indivi-duos nacen en l (y no slo de quienes se ocupan directamente de lasactividades econmicas) y que quiz lo determine hasta que se consumala ltima tonelada de combustible fsil. En opinin de Baxtez la preo-cupacin por los bienes externos slo debera pesar sobre los hombrosde los santos como 'un manto sutil que se puede arrojar al suelo encualquier momento'. Pero la fatalidad llev a que el manto se convirtieraen una jaula de hierro" [citado por Scaff 1989, 88].

    Estamos muy lejos de la mano invisible de Adam Smith. La metfora deWeber es menos esperanzada: el ethos calvinista profesional "hoy rondanuestras vidas como el fantasma de creencias religiosas muertas", de-rrotado por una civilizacin racionalista de produccin a gran escala yconsumo voraz que hoy se erige sobre fundamentos puramente mec-nicos [Scaff 1989, 89f

    La sociologa de la religin de Weber diferencia las religiones ms ritualis-tas y legalistas, que se adaptan al mundo, de las religiones de salvacin,ms hostiles al mundo. Las religiones de salvacin suelen ser revoluciona-rias, debido a la profeca y al carisma que las motiva, y misioneras en tantobuscan introducir un nuevo mensaje o promesa en la vida cotidiana. Susesfuerzos para garantizar la perpetuacin de la gracia en el mundo exigenel reordenamiento del sistema econmico. Weber advirti que los adheren-tes a este tipo de religin usualmente "no disfrutan de reposo interior por-que estn desgarrados por tensiones internas" .

    Este ltimo punto -que no slo describe a los puritanos que analiza enLa tica protestante sino que tambin evoca nuestra propia situacin-sugiere que el capitalismo de mercado comenz como una forma dereligin de salvacin y que an puede entenderse como tal: insatisfechacon el mundo tal como es, obligada a introducir una nueva promesa enel mundo, motivada (y autojustificada) por la fe en la gracia del beneficioe interesada en perpetuar esa gracia, y con celo misionero para expandir

    3 No estoy en condiciones de evaluar el debate acadmico que suscit la tesis deWeber; una revisin de ese debate se encuentra en Eisenstad [1968, 67-86).

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    y reorganizar (racionalizar) el sistema econmico. Los argumentos deWeber implican que as pensemos que el mundo moderno es secular, susvalores (como la racionalizacin econmica) no slo se derivan de valo-res religiosos (la salvacin mediante la introduccin de una nueva pro-mesa revolucionaria en la vida cotidiana) sino que son valores religio-sos, aunque modificados por la prdida de referencia a una dimensindistinta de la profana. O, quiz ms precisamente, que esos valores hansido distorsionados por el hecho de que nuestras motivaciones no terre-nales pero an orientadas hacia el futuro se han vuelto inconscientes.

    Weber subray que el ethos asctico profesional puede haber perdido susentido original pero que no por ello es menos influyente. Nuestro tipode salvacin an se orienta hacia el futuro. Como dijo Norman Brown,"ya no damos nuestro excedente a Dios; el proceso de producir un exce-dente cada vez mayor es nuestro Dios" [Brown 1961, 261]. En contrastecon el tiempo cclico de las sociedades premodernas, y sus rituales es-tacionales de expiacin, nuestro tiempo econmico es lineal y dirigidohacia el futuro, y persigue una reconciliacin que ya no puede alcanzarporque ha desaparecido como motivacin consciente. Sin embargo, anfunciona como motivacin inconsciente, puesto que seguimos persi-guiendo un fin que se aleja continuamente. Nuestra reaccin colectivase convierte entonces en la necesidad del crecimiento: el deseo siempreinsatisfecho de un 'nivel de vida' siempre mayor (porque una vez nosdefinimos como consumidores nunca tendremos demasiado) y el evan-gelio de la expansin econmica permanente (porque las corporacionesy el PIB nunca sern suficientemente grandes)",

    LA GRAN TRANSFORMACIN

    Engels cuenta que una vez coment a un fabricante de Manchester quenunca haba visto una ciudad tan fea y tan sucia: "El hombre escuch aten-tamente hasta el final, y en la esquina en que nos separamos dijo: 'y sinembargo aqu se hace mucho dinero; buenos das, seor:" [Sale 1995, 58].

    La fase decisiva del desarrollo del capitalismo de mercado ocurri du-rante la revolucin industrial de finales del siglo XVIII, cuando la nuevatecnologia produjo un mejoramiento sin precedentes en los instrumen-tos de produccin. Esto llev a la 'liberacin' de una masa crtica detierra, trabajo y capital, que la mayora de las personas experiment

    4 Puesto que todo Dios necesita un Demonio y toda religin una teora del mal, loscreyentes en la religin del mercado consideran maligno aquello que amenaza laexpansin permanente del excedente, especialmente los impuestos, la inflacin ylas regulaciones del gobierno, como por ejemplo las barreras al comercio.

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    como una catstrofe sin precedentes porque destruy los vnculos de lacomunidad; una catstrofe que hoy se repite en buena parte del mundo'en desarrollo'. La gran transformacin de Karl Polanyi [1944] es una ex-presin de indignacin contra sus consecuencias sociales y, a la vez, unalcida explicacin de los fundamentos de esa deformacin, del modoen que el mundo se convirti en un mercado de mercancas intercam-biables. Para que las fuerzas del mercado interactuaran libre y produc-tivamente, el mundo natural tuvo que convertirse en la mercanca tierra,la vida tuvo que convertirse en la mercanca trabajo y el patrimonio enla mercanca capital. Ya antes, la comercializacin de la agricultura in-glesa haba llevado a cercar las tierras comunales, los pastizales quetradicionalmente pertenecan a la comunidad. La peste de la mercanti-lizacin industrial result ser mucho peor. La tierra (nuestra madre ynuestro hogar) se objetiv en un conjunto de recursos explotables. Lavida humana se objetiv en trabajo o tiempo de trabajo valorado deacuerdo con la oferta y la demanda. El patrimonio social, la herenciaacumulada amorosa y laboriosamente a fin de preservarla para los des-cendientes, se objetiv en capital fungible, algo que tambin poda sercomprado y vendido, una fuente de ingreso no ganado para unos pocosafortunados y una fuente de deudas aplastantes para los dems.

    La interaccin entre esos procesos de mercantilizacin llev a una acu-mulacin de capital casi milagrosa y a un colapso igualmente asombrosode la vida comunitaria tradicional cuando los aldeanos fueron expulsa-dos de sus tierras por esas nuevas fuerzas econmicas. "Separar el tra-bajo de otras actividades vitales para someterlo a las leyes del mercadosignific aniquilar todas las formas orgnicas de existencia y remplazar-las por un tipo de organizacin diferente, atomista e individualista",subraya Polanyi. Ese sistema "no poda existir durante un largo perodode tiempo sin aniquilar la esencia humana y natural de la sociedad". Elprincipio dellaissez-faire -que el gobierno no debe interferir en la ope-racin del sistema econmico- se aplic en forma selectiva: aunque seexhortaba al gobierno para que no se inmiscuyera en la industria, susleyes y sus polticas fueron necesarias para convertir el trabajo en unamercanca. Lo que se denomin no interferencia fue en realidad unainterferencia para" destruir las relaciones no contractuales entre los in-dividuos e impedir su reconstitucin espontnea" [Polanyi 1957,163].

    Es una coincidencia que hoy se propague ese mensaje equvoco? Al tiem-po que los conservadores predican la liberacin del sistema de libre em-presa de las restricciones del gobierno, buscan subsidios federales paraapoyar industrias no econmicas (como la energa nuclear) y sanear lasquiebras econmicas (el escndalo de las cajas de ahorro y prstamo), mien-tras que las polticas internacionales buscan que el mundo sea ms seguro

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    para nuestras corporaciones multinacionales (Gatt, Nafta y Guerra delGolfo). Hace pocos siglos no haba grandes diferencias entre Iglesia yEstado, entre autoridad sagrada y poder secular; hoy sus vnculos sonde nuevo muy estrechos. Lejos de mantener una actitud reguladora efec-tiva o incluso neutral, el gobierno de Estados Unidos es el principaldefensor de la religin del capitalismo de mercado como forma de vida,y en realidad quiz no tenga otra eleccin porque se ha convertido enun alcahuete que depende de las ganancias ms suculentas del mercado.

    Hay una lnea directa que va desde la mercantilizacin de la tierra, dela vida y del patrimonio durante el siglo XVIIIhasta el agujero en la capade ozono y el calentamiento global de hoy en da. Adems, esos procesosde mercantilizacin tambin han llevado a otra forma de destruccinambiental que, en forma bastante diferente, es igualmente problemtica:el agotamiento del 'capital moral', un trmino horrible que slo pudohaber sido inventado por los economistas para describir otra terribleconsecuencia social de las fuerzas de mercado. Como Adam Smith su-bray en su Teora de los sentimientos morales, el mercado es un sistemapeligroso porque corroe los valores compartidos por la comunidad yque sta requiere para refrenar los excesos de aqul. "Aunque est im-pulsado por el inters propio, el mercado an depende en forma abso-luta de una comunidad que comparta valores tales como la honestidad,la libertad, la iniciativa, la frugalidad y otras virtudes cuya autoridadno puede ser reducida por mucho tiempo a un gusto personal, comohace explcitamente la filosofa del valor positivista e individualista enla que se basa la teora econmica moderna" [DalyyCobb 1994,50]. Unacontradiccin fundamental del mercado es que para funcionar eficien-temente requiere rasgos de personalidad tales como la confianza en elorden, pero su mismo funcionamiento tiende a socavar la responsabili-dad personal con los dems. Esta contradiccin lleva a una descompo-sicin que ya est bastante avanzada en muchas corporaciones. La 'frag-mentacin' de las empresas [downsizing] y el traslado de los trabajadoresa. empleos de tiempo parcial demuestran una menor preocupacin delas corporaciones por sus empleados, al tiempo que los astronmicosaumentos de salarios en la cspide (con lucrativas opciones de comprade acciones) y otras prcticas moralmente ofensivas --como los auto-prstamos- revelan que los ejecutivos a quienes se confa el manejo delas empresas son cada vez ms propensos a explotarlas o canibalizarlasen su propio beneficio. Entre 1980 y 1993, las 500 empresas de Fortuneaumentaron sus activos 2.3 veces, pero eliminaron 4.4 millones de em-pleos, mientras que las bonificaciones de los Chief Executive Officers(CEO) aumentaron ms de 6 veces, y el CEO promedio de una grancorporacin reciba en 1995un paquete de bonificaciones de ms de 3.7millones de dlares al ao [Korten 1995, 218].

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    En esa forma, el mercado no acumula' capital moral' sino que lo 'agota'y, por lo tanto, depende de la comunidad para regenerarlo, del mismomodo que depende de la biosfera para regenerar el capital natural. Noes sorprendente que las consecuencias de largo plazo sean similares: ascomo hemos llegado al punto en que se ha deteriorado la capacidad dela bioesfera para recuperarse, nuestro capital moral colectivo ha llegadoa ser tan escaso que nuestras comunidades (o, ms bien, nuestras colec-ciones de individuos atomizados que buscan ser el 'nmero uno') soncada vez menos capaces de regenerarlo, y las consecuencias sociales sonmuy preocupantes para todos nosotros. Hay que insistir en este puntoporque el sistema de proteccin econmica que se cre para corregir lasfallas del capitalismo hoyes culpado por las fallas del capitalismo. Eldesorden social que afecta a muchas sociedades' desarrolladas' no pue-de ser corregido con una aplicacin ms eficiente de los valores delmercado (como eliminar la ayuda a las madres solteras para que sutrabajo contribuya a la sociedad) porque es, ms bien, una consecuenciadirecta de esos valores del mercado. La mercantilizacin que est des-truyendo la bioesfera, el valor de la vida humana y la herencia quedeberamos legar a las generaciones futuras tambin sigue destruyendolas comunidades locales que mantienen el talante moral de sus miem-bros. La degradacin de la tierra y la degradacin de nuestras socieda-des son el resultado de ese mismo proceso de mercantilizacin del mer-cado que racionaliza su funcionamiento como algo natural e inevitable.

    El agotamiento acumulativo del' capital moral' nos recuerda violentamen-te que una comunidad es ms que la suma de sus partes, que el bienestargeneral es necesario para el bienestar de cada uno de sus miembros. Sinembargo, esto es algo que la teora econmica contempornea no puedeintroducir en sus ecuaciones. Por qu? La respuesta nos lleva a los orgenesdel pensamiento econmico del siglo XVIII, orgenes que estuvieron mar-cados por la filosofa individualista del utilitarismo predominante en esetiempo. La filosofa ha avanzado mucho desde entonces, sin embargo, lateora econmica sigue uncida a los valores utilitaristas, tanto ms cuantoque ignora su herencias. Segn el utilitarismo, la sociedad est conforma-da por individuos discretos que buscan sus propios fines personales.Los valores humanos se reducen a un clculo que maximiza los placeres(sin ninguna distincin cualitativa entre ellos) y minimiza el dolor. Laracionalidad se define, entonces, como la bsqueda inteligente de laganancia privada. En la visin de Adam Smith, lilas individuos pueden

    5 "La economa debe al menos la mitad de su desarrollo a las ideas de AdamSmith, a quien es lcito considerar el fundador de la economa como discursoabstracto y unificado, y casi sin saberlo, an bebe en las fuentes del racionalismoy el desmo del siglo XVIII" [Boulding 1968,187].

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    relacionarse con los dems en diversas formas, bien sea por benevolen-cia o por amor propio, pero esas u otras relaciones no los constituyen.Los individuos existen en una separacin fundamental y se relacionana partir de esa separacin. Sus relaciones son exteriores a su identidadpersonal" [Daly y Cobb 1994, 160].

    Pese a que la economa parece haber logrado el primer lugar entre lasciencias sociales (no hay premio Nobel para la sociologa o la cienciapoltica, mucho menos para la filosofa o la religin), su visin de lahumanidad ha llegado a ser predominante en la misma poca en quesus supuestos estn totalmente desacreditados por la filosofa, la psico-loga y la sociologa contemporneas; para no mencionar la religin, quesiempre ha propuesto una visin diferente de lo que significa ser un serhumano. No obstante, a medida que los valores de mercado deterioranla calidad de nuestras relaciones sociales "la sociedad se parece cada vezms a esa yuxtaposicin de individuos que postula la teora econmica.El modelo' positivo' empieza a funcionar inevitablemente como normaa la que la realidad debe conformarse por obra de las polticas derivadasdel modelo" [Daly y Cobb 1994, 162].Hemos aprendido a desempearlos roles que se adaptan a las tareas que debemos desempear y a lasimgenes comerciales que nos asedian constantemente.

    En vista de la influencia del pensamiento neomalthusiano acerca de lapoblacin, es necesario advertir que Malthus pertenece a esa tradicin.Su Ensayo sobre el principio de la poblacin [1798]defenda una ley de hierrode los salarios: el salario de subsistencia es el salario justo porque unossalarios mayores dan lugar a un rpido crecimiento de la poblacinhasta que la pobreza detiene el crecimiento. De ah deduce que la po-breza no es un resultado de las instituciones humanas sino la condicinnatural de la vida de la mayora de las personas. La influencia de esaforma de pensar guarda una relacin inversa con la (falta de) evidenciaemprica, puesto que las tendencias demogrficas mundiales no la res-paldan. El rpido aumento de la poblacin en la Inglaterra del siglo XIX,que ocurri despus de que muchas personas fueron expulsadas de sustierras y obligadas a trabajar en las fbricas, apoya la conclusin contra-ria: las personas no son pobres porque tienen familias grandes sino quenecesitan familias grandes porque son pobres (en esa poca haba unagran demanda de trabajo infantil). Desde el punto de vista moral, elmalthusianismo tiende ignorar la cuestin de quin consume realmentelos recursos de la tierra. Desde el punto de vista terico, su proposicinprincipal -que la poblacin aumenta en progresin geomtrica mien-tras que los alimentos aumentan en forma aritmtica- asla arbitraria-mente, de toda la compleja gama de factores histricos, dos variablescausales, al tiempo que supone constantes las variables tal vez ms im-

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    portantes de todas: la 'naturalidad' de un mercado sin trabas y el tipode personalidad correspondiente, el individuo competitivo, egosta y'racional' que presupone la economa neoclsica",

    Como toda la filosofa occidental moderna, el utilitarismo que Smith yMaltus aceptaron sin reservas estaba en deuda con Ren Descartes. Sudualismo metafsico diferenciaba los fines de los seres humanos de to-das las dems cosas existentes y, como consecuencia, las desvaloriz alconvertirlas en simples medios para lograr esos fines. A pesar del es-fuerzo de la filosofa del siglo XX por criticar el dualismo cartesiano yla separacin entre sujeto y objeto, la teora econmica contemporneaan presupone una teora del valor subjetiva que slo percibe el valoren la medida en que satisface los deseos personales.

    La humanidad se ve reducida a fuente de trabajo y a una coleccin dedeseos insaciables; las comunidades se transforman en agregaciones deindividuos que compiten por conseguir sus fines privados; la tierra ytodas su criaturas se cosifican en recursos que deben explotarse parasatisfacer esos deseos. Deja este dualismo radical algn lugar para losagrado?, para sentir asombro y temor ante los misterios de la creacin?Creamos o no creamos en Dios, podemos intuir que olvida algo. Recor-demos el papel esencial que pueden cumplir las religiones: plantear las.preguntas fundamentales que ignora esta visin reduccionista de lo quees el mundo y de lo que puede ser nuestra vida.

    UNA PERPETUA ANSIEDAD ... YYA ALCANZAMOS LAFELICIDAD?

    Lo que hoy podra liberar al mundo no es la transformacin de la con-ciencia del proletariado sino la transformacin de la conciencia del con-sumidor [Miller 1995, 19].

    Desde una perspectiva religiosa, el capitalismo de mercado y sus valorescrean dos problemas: codicia y desilusin. Por un lado, el mercado sinrestricciones acenta y precisa de la codicia al menos por dos razones. Eldeseo de ganancia es necesario para aceitar la maquinaria del sistema eco-nmico, y es necesario generar un deseo insaciable de consumir cada vezms para crear mercados para todo lo que se produce. La dimensin moralde la codicia ha desaparecido de modo inevitable en la teora econmica y,cada vez ms, en los mercados que sta promueve; hoy parece quedar enmanos de la religin la tarea de aliviar los problemas que ocasiona un rasgohumano que en el mejor de los casos es moralmente ofensivo y, en el peol;

    6 Para una crtica incisiva del malthusianismo, ver Rao [1994].

  • LA RELIGIN DEL MERCADO 213

    perjudicial. Las visiones religiosas del mundo tienden a percibir la co-dicia como algo en cierta forma natural; sin embargo, en vez de desen-cadenarla consideran necesario refrenarla. El problema espiritual de lacodicia -de la codicia por las ganancias y el consumo- no se refieretan slo a la mala distribucin de los bienes terrenales que ocasiona(aunque, por supuesto, es necesaria una distribucin ms equitativa) oa sus efectos sobre la biosfera sino a algo an ms esencial, a que laangustia se basa en la desilusin: la desilusin de no alcanzar la felicidadpor esos medios. La bsqueda de la satisfaccin a travs de la gananciao haciendo que el consumo d sentido a la vida personal lleva a la ido-latra, es decir, a una perversin demonaca de la verdadera religin; ycualquier institucin religiosa que haga las paces con las prioridades de-rivadas de los valores de mercado no merece el nombre de religinautntica.

    En otras palabras, la codicia forma parte de un sistema de valores de-fectuoso (la forma en que vivimos en este mundo) basado en un sistemade creencias errneo (qu es el mundo). El subjetivismo extremo delcartesianismo y el individualismo atomista del utilitarismo, que 'natu-ralizan' esa ansiedad, deben ser rechazados y refutados no slo intelec-tualmente sino sobre todo por la forma en que vivimos nuestras vidas.La gran sensibilidad de las religiones semticas hacia la justicia (para lasque el pecado es un defecto moral de la voluntad) debe ser complemen-tada con el nfasis que las tradiciones asiticas de iluminacin dan a lavisin [seeing through] que trasciende y disipa la desilusin (la ignoran-cia como incapacidad de comprender). Personalmente, intuyo que la sen-sibilidad sin la visin est condenada a ser ineficaz en esta poca decinismo. Es poco probable que lleguemos a resolver el problema de lajusticia social distributiva sin que tambin abandonemos la ilusin deque es posible alcanzar la felicidad a travs de la acumulacin y el con-sumo individualistas, as no hubiese otra razn que la capacidad dequienes controlan los recursos mundiales para manipular las cosas deacuerdo con la ventaja que perciben; y porque, como ha demostrado elsiglo XX, las revoluciones violentas para derrocar a esas lites slo con-siguen remplazarlas por otras.

    Para el historiador francs Fernand Braudel, la revolucin industrial fue"en ltimas, una revolucin de la demanda", o, ms exactamente, "unatransformacin de los deseos" [Braudel1982, 183]. Puesto que hemosllegado a pensar que nuestros deseos insaciables son 'naturales', es ne-cesario recordar que nuestro modo de desear es apenas un sistema devalores particular condicionado histricamente, un conjunto de hbitostan elaborado como los bienes que se ofrecen para satisfacerlo. Segn larevista comercial Advertising Age, que deberamos leer; los gastos de

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    Estados Unidos en propaganda llegaron a 147 mil millones de dlaresen 1994, mucho ms de lo que se gast en educacin superior. Esto setradujo en una andanada de 21 mil comerciales de televisin, un millnde pginas publicitarias en las revistas, 14 mil millones de catlogos, 38mil millones de folletos de propaganda ramplona y otros mil millonesde anuncios, carteles y vallas publicitarias. Esa suma no incluye las di-versas industrias que afectan los gustos y los gastos de los consumido-res, como la promocin y las relaciones pblicas, el mercadeo, el diseoy, por encima de todo, la moda (no slo en el vestuario) que generaronotros 100 mil millones de dlares [Durning 1992,142]. Considerado enconjunto, ste es el mayor esfuerzo de manipulacin mental que jamshaya padecido la humanidad, sin otra finalidad que la de crear necesi-dades de consumo. No importa que el impacto ambiental de un nio delos pases desarrollados sea 30 veces mayor que el de un nio del TercerMundo.

    Si el mercado fuera la forma ms eficiente de satisfacer nuestras necesi-dades, por qu requiere de esas gigantescas industrias? La teora eco-nmica, igual que el mercado, no hace diferencias entre las necesidadesautnticas y los deseos creados en forma por dems dudosa. Ambostienen carcter normativo. No importa por qu alguien desea algo. Lasconsecuencias de este enfoque son, sin embargo, importantes. El patrnde consumo que hoy consideramos natural proporciona el contexto parael rpido deterioro de los sistemas ecolgicos del ltimo medio siglo:segn el Worldwatch Institute, las personas que vivieron entre 1950 y1990 consumieron ms bienes y servicios (medidos en dlares constan-tes) que todas las generaciones anteriores en la historia de la humanidad[Durning 1992, 38].

    Si esto no es suficientemente preocupante, pueden aadirse las conse-cuencias sociales de nuestra conversin a los valores de consumo que,por lo menos en Estados Unidos, ha revolucionado la forma en que nosrelacionamos con los dems. "Con la ruptura de la comunidad a todoslos niveles, los seres humanos se parecen cada vez ms al hamo economi-cus tradicional. Ir de compras es el gran pasatiempo nacional... Con baseen un endeudamiento generalizado y unas ventas masivas de los activosnacionales, los estadounidenses han dilapidado su herencia y empobre-cido a sus hijos" [Daly y Cobb 1994, 373].

    Esto en cuanto a su patrimonio. Nuestra inmensa riqueza no nos habastado y hemos tenido que aumentarla acumulando grandes cantida-des de deuda. Yusamos todo nuestro ingenio para disear un sistemaeconmico que nos permita expoliar los activos futuros de nuestros des-cendientes! La mercantilizacin nos permite lograr algo que se sola

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    considerar imposible, viajar a travs del tiempo: hoy tenemos mediospara colonizar y explotar el futuro.

    La irona final es que esta mercantilizacin casi completa del mundopoco sorprende a quien est familiarizado con lo que ha llegado a serun comportamiento adictivo para 59 millones de habitantes de EstadosUnidos [Domnguez y Robins 1993,171].Las comparaciones a travs deltiempo y entre sociedades muestran que hay pocas diferencias en lafelicidad que decimo disfrutar. El hecho de que en el mundo desarrolla-do consumamos demasiado no parece tener mayores efectos sobre nues-tra felicidad [Durning 1992, 38-40].

    Esto tampoco sorprende a quienes tienen una orientacin ms religiosa.La mejor crtica de esta ansiedad de consumo sigue siendo la que ofrecenla enseanzas religiosas tradicionales, que no slo nos sirven de funda-mento sino que nos muestran cmo transformar nuestras vidas. En elbudismo, para citar el ejemplo de mi propia religin, los deseos insacia-bles del ego son el origen de las frustraciones y de la falta de paz queexperimentamos en nuestra vida cotidiana. El consumo excesivo, quenos distrae e intoxica, es uno de los principales sntomas de este proble-ma. Infortunadamente, esa compulsin no alivia nuestra ansiedad sinoque la agudiza.

    En respuesta, el budismo ensea la renuncia y la generosidad. Comodice Shunryu Suzuki-roshi, renunciar no significa sacrificar las cosas deeste mundo sino aceptar que son efmeras. Para vivir con serenidad esnecesario percibir y aceptar que todo desaparece, incluidos nosotrosmismos. Slo alguien cuya identidad no est atada a la adquisicin y alconsumo puede renunciar verdaderamente al mundo. La expresin dela renuncia es la generosidad, que es enaltecida por el budismo as comopor todas las principales religiones". La generosidad verdadera no sloes una expresin de evolucin moral sino tambin de comprensin: "Lanecesidad de poseer y adquirir disminuye a medida que disminuye lanecesidad de definirnos y representarnos a nosotros mismos. Eventual-mente podemos llegar a ver que el sentimiento de posesividad se fundaen la desilusin. Algo es mo slo si no es tuyo. Pero si puedo ver quenada me separa de t, y que nada nos separa de los fenmenos del mun-do, la idea de propiedad empieza a perder significado. En esencia, quiende nada carece no siente necesidad de adquirir" [Jeffrey 1995, 12]. Elconsumismo no slo ignora el gozo supremo de dar a otros, tambinimpide la comprensin ontolgica de que no hay dualidad entre uno y

    7 La generosidad (dalla, en snscrito) es la primera y ms importante de las vir-tudes trascendentales (para mitas) del Mahyna debido a que implica a todaslas dems.

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    los dems. Esa comprensin lleva a la visin transformadora de que noes necesario ser adquisitivo cuando no se carece de nada.

    Otras religiones expresan en otras formas la importancia de la genero-sidad pero, en mi opinin, sus diferentes caminos llevan a una compren-sin semejante de nuestra interrelacin. Si comparamos esas perspecti-vas con el adoctrinamiento del mercado acerca de la importancia de laadquisicin y del consumo -un adoctrinamiento indispensable paraque el mercado siga funcionando-la lnea de batalla queda clara. Todaslas religiones autnticas son aliadas naturales contra lo que equivale auna idolatra que socava sus enseanzas ms importantes.

    En conclusin, el mercado no es slo un sistema econmico sino tambinuna religin, aunque no es una buena religin por que slo funcionaprometiendo una salvacin secular que nunca proporciona. Su discipli-na acadmica, la 'ciencia social' de la economa, se entiende mejor comouna teologa que pretende ser una ciencia. As, cualquier solucin a losproblemas que sta ocasiona tambin tiene una dimensin religiosa.Esto no significa que debamos retroceder de los valores seculares a losvalores religiosos sino que debemos entender que nuestras obsesionesseculares se han convertido en sntomas de una necesidad espiritual queno pueden satisfacer. A medida que consciente o inconscientemente noshemos alejado de la visin religiosa del mundo, perseguimos esos finesprofanos con un fervor religioso cada vez mayor porque nunca pode-mos alcanzarlos'', La solucin a la catstrofe ambiental que padecemosy al deterioro social en que vivimos llegar cuando este impulso espiri-tual reprimido vuelva a su senda verdadera. Mientras llega ese momen-to, el camino pasa por la lucha contra la falsa religin de nuestra poca.

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