Destellos falcom 162 - 12 de diciembre de 2013

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Núm. 162 Colima, Col., jueves 12 de diciembre de 2013 C enizas quedan ... El momento en que don Quijote conoció el mar, el mundo dio testimonio de las grandes experiencias. En una mano, por ejemplo, cabía la inmensi- dad del océano y en los dedos se extendía la dolencia de una orilla. Desde entonces aquí y allá se erigen fronteras horizontales, otras sólo son reco- nocidas con los pies descalzos. Sobre esto, hay quienes encuentran refugio en este tipo de horizontes. Pero hay quienes, al final del viaje, regresan su mirada al Centro desde la periferia. Alguien más resbala en lágrimas como parte del extraño y necesario ritual que consiste en despedirse de los lu- gares. Podemos describir los matices que tiene el adiós, el volumen de las cenizas en el aire, la esperanza de que algo de ese rastro brota de nuevo con gran elogio a la vitalidad. Fue en Barcelona, por fin, donde el océano pectoral de don Quijote encontró su desembocadura.

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Destellos es un suplemento de lengua y literatura. Facultad de Letras y Comunicación. Universidad de Colima

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Núm. 162Colima, Col., jueves 12 de diciembre de 2013

C e n i z a s q u e d a n . . .

El momento en que don Quijote conoció el mar, el mundo dio testimonio de las grandes experiencias. En una mano, por ejemplo, cabía la inmensi-dad del océano y en los dedos se extendía la dolencia de una orilla. Desde entonces aquí y allá se erigen fronteras horizontales, otras sólo son reco-nocidas con los pies descalzos. Sobre esto, hay quienes encuentran refugio en este tipo de horizontes. Pero hay quienes, al final del viaje, regresan su mirada al Centro desde la periferia. Alguien más resbala en lágrimas como parte del extraño y necesario ritual que consiste en despedirse de los lu-gares. Podemos describir los matices que tiene el adiós, el volumen de las cenizas en el aire, la esperanza de que algo de ese rastro brota de nuevo con gran elogio a la vitalidad. Fue en Barcelona, por fin, donde el océano pectoral de don Quijote encontró su desembocadura.

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Facultad de Letras y Comunicación

Director: Carlos Ramírez Vuelvas

Consejo Editorial: Ada Aurora Sánchez, Hilda Ro-cío Leal Viera, Víctor Gil Castañeda, Gloria Vergara,

Krishna Naranjo y Fernanda Fernández.

universidad de Colima

En la circunferencia del lagopor la silueta del ríodonde tus pasosdonde tu caballodonde nosotrosen tu fecha de nuevo montarrevivimos el fríodamos un paso al manantialde donde se alimenta nuestro sauce

pestañas que alzan el vueloahora descansansuavesson escalones de murosde roca y nieve

bebemos de la provincia vecinaespumosa luz de llamasnuestra infusión aceitosamanantialcafetocebada

Ojo de agua al hielo mineral¿Dónde los ríos los conducen locomotoras?

Gracián de HierroR. Frank

(07 de Mayo de 1982, Colima) Estudiante de la Lic. en Música, especialidad en

Canto en el Instituto Universitario de Bellas Artes.

La vida me llevó desde pequeña, gracias a mi abuela ma-terna, de la ciudad al campo, de ahí no pude escaparme, de la contemplación de los pequeños misterios que rodean los ojos de una niña, aunque Colima ya era desde entonces una ciudad de muchos matices. Esta combinación, y crecer en un ceno familiar lleno de música, de color, de fiesta, de folclor, influyeron la forma en que ahora veo la vida.

Lo que viste una imagen que es capturada con una cámara no es otra cosa que la mirada de cada ser humano ante otro que danza en su vida cotidiana.

Tengo 31 años y desde pequeña tengo el gusto de captu-rar momentos sin darme cuenta también estaba capturando emociones.

Genie del Carmen Ceceña AyalaColaboradora de fotografías en este número

Coordinación: Abelina Ladín Vargas

Diseño y contacto: Mario Valencia, Rafael Olivares, Karina Sánchez, Sofía Haro, César Avila

FotografíasGenie del Carmen

tImpreso en el periódico

“El comentario“Daniel Peláez Carmona

Directort

página webdestellosfalcom.blogspot.mx

[email protected]

la opinión aquí expresada es responsabilidad de los

autores

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Redentor optométrico,

que tu binaria posición

libere corolas adustas.

ventana pulmón aspira ciudad

cuerpo e/s-p.ora palmea ventrículo

Un hombre hace malabares con la C J T A E A J J E E T T A A

En aquel inquietante espejo se encontraban, por aquel entonces, Arreola y el Che, que era Guevara. entre boina y biciclo transitas las palabras se dejan tentar vienen u u de n en n a apara que las palpespara que las tientes con tus manospara que las tientesy hagas de ellas, Pecado salen lanzadaslas torresal piede losabetos

la ciudad me a r t i ll a

A L D A A P R habla la ciudadLos son donde su voz se escucha T L E S Ú N E

El ámbar recorre la noche y los caminosque se vaya consumiendo la d e s p e d i d a

Ciudad de los TúnelesEdmundo Torres

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30 de abril de 1967. Un fraude electo-ral, conflictos por el petróleo, masacres en el norte y hambre fueron los motivos para que, después de un golpe de estado y varias batallas, Odumegwu Ojukwu anunciara en el parlamento la secesión de la región del sudeste de Nigeria, pro-clamando la República de Biafra como estado independiente. Dos meses y seis días después, Nigeria dio comienzo a las maniobras bélicas para recuperar el territorio de Biafra, lo que daría inicio a la Guerra Civil de Nigeria. El 19 de mayo de 1968 los nigerianos lograrían un importante avance sobre el territorio biafreño, lo que les daría la oportunidad de realizar sobre el nuevo estado inde-pendiente un cerco no solo territorial, sino político y económico, un cerco que acentuaría la sed, el hambre, las infeccio-nes, las llagas, la pus. Las fotografías de niños esqueléticos con vientres inflama-dos comenzaron a difundirse por todo el mundo. La ayuda humanitaria comenzó a llegar, pero el afán de neutralidad hizo mella en las posibilidades de interven-ción internacional: nadie quería ser res-ponsable de asumir ninguna postura. Y así, durante tres años, un millón y medio de vidas se perdieron en medio de la ma-sacre y la inanición provocadas por Ni-geria, hasta que Biafra bajó las manos y se rindió ante la expectación del público internacional. Publico que no dejaba de condenar la miseria en África sin atre-verse a hacer algo por impedir o men-guar el sufrimiento. Miércoles 9 de octubre de 2013. El Festival Internacional Cervantino (FIC) es el evento más esperado del año en Guanajuato. Lo es, ya sea porque se dis-frute o porque se sabe de las incomodi-dades que trae consigo y que hay que tomar precauciones al respecto. El FIC da inicio con una larga fila que comienza en el acceso a la Explanada de la Alhóndiga en la calle 28 de septiem-bre, da vuelta por la calle Mendizábal y

Cómo empieza un CervantinoCristina Gaona

llega hasta la avenida Juárez. La cerca-nía que se puede tener al escenario es proporcional a la hora en que llegue uno a formarse. Formarse a las 4 de la tarde y mantenerse tres horas y media en la fila prácticamente garantiza uno de los mejores lugares gratuitos que se pueden obtener. Después de esta larga fila, de gente que logra conseguir un lugar en ella y horas de espera, comienza el acceso re-gulado por policías que buscan armas e indican dónde debe uno sentarse. Des-pués, es sólo esperar más hasta que una voz al micrófono anuncia la tercera lla-mada para dar comienzo al primer es-pectáculo del 41 Festival Internacional Cervantino. Justo cuando los últimos rayos del sol se vislumbraban en el ho-rizonte, Rubén Rada y sus siete músicos aparecen sobre el escenario, provocan-do los aplausos y los gritos del público. Acordé con la temática del FIC de este año sobre la violencia, la primera can-ción interpretada dentro de marco del festival fue “Biafra”, cuya letra llama la atención a la humanidad sobre su indife-rencia a los conflictos sociales, específi-camente a la desaparición de Biafra, país africano que solo existió como tal tres conflictivos años . Así comienza la catarsis del hom-bre moderno, de los Guanajuatenses y los turistas de la ciudad que buscan en el arte el alivio o el olvido. Porque es innegable que quieres acuden a los eventos culturales buscan una satisfac-ción que la vida común y la rutina no ofrecen, una satisfacción que sólo el arte puede proporcionar. Rubén Rada hizo latir los corazones de la Alhóndiga con su música, uniéndose así a la cadena de importación del candombe, ritmo afri-cano que nació en Agola y que se con-virtió, durante muchos años, en el me-dio de comunicación entre los africanos que fueron llevados a Montevideo con el fin de ser esclavos. Durante la época

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*Estudiante de la Universidad de Guanajuato *Estudiante de Letras Hispanoamericnas

colonial, dichos esclavos encontraron en este ritmo el medio de conexión con su tierra y con su espíritu. A través del can-dombe sobrevivió su identidad, víctima de la represión y avasallamiento del que eran objeto, hasta que su música, antes ceremonial, se convirtió en parte de la identidad de Uruguay. Así, los asistentes de la Inauguración del FIC se convirtie-ron en el último eslabón de esta cadena que comenzó con la solemnidad de los ritos religiosos africanos, continúo con un medio de sobrevivencia al dolor, lue-go con un Patrimonio Cultural Intangi-ble declarado por la UNESCO y, al final, una actividad recreativa. Rubén Rada logró interactuar con el público enseñándoles los coros de sus canciones e invitándolo a cantar con él. La gente no sólo fue espectadora, sino que se convirtió en parte del concierto con sus aplausos, silbidos y gritos, que fueron integrándose a los instrumentos de la banda. En pleno apogeo de la fiesta, los jue-gos pirotécnicos amenizaron la cele-bración llenando de colores el cielo y provocando el éxtasis sensorial de los presentes que luchaban por mantener el equilibrio y observar la pirotecnia sobre las barras metálicas de las gradas. Y así, con este esplendoroso final, Rubén Rada se despidió de su apasionado público, de las personas que lo aceptaron y se acep-taron a través de sus canciones que lle-van, en el fondo, la enseñanza de que el amor está en todas las formas y todas las situaciones. Y como llegaron, las personas se fue-ron retirando en largas filas por las en-tradas de la Alhóndiga a sus respectivos destinos: beber, comer o dormir. Todas ellas sin imaginar que lo que oyeron, vieron y vivieron fue creado en medio de la miseria, de la tristeza y la tragedia. Así es el arte: un medio para sobrevivir, la catarsis del dolor.

Una tarde como cualquier otra trans-curría en la central “de los foráneos”. Ese momento entre las cinco y las sie-te cuando el andén está casi vacío y sin camiones. A lo lejos, sobre la barda, un autobús apareció, serpenteó por la ba-jada y a paso lento se dirigió hasta po-sarse bajo el viejo letrero de color ver-de que decía “17”. El sonido que hace el aire de la suspensión al apagarse el motor sacó de ese trance morfeico a aquella figura avejentada que, tras le-vantarse de la jardinera en que se ha-llaba sentado, sacudió el desánimo de su camisa; la palabra MALETERO se formó cuando la estiró. Tomó su oxi-dado y mal soldado diablito y caminó hacia cualquier posible trabajo.

Arrastraba el artilugio detrás de él a la velocidad justa que le dictaba la época. Con el nuevo milenio ya nadie viajaba cargado de equipaje. La gente bajaba del vehículo y desfilaba frente a la mirada escudriñadora del hombre que buscaba cliente. A unos diez me-tros de su destino notó la escena que no encajaba. Una muchacha jalaba con una mano dos belices del doble de su tamaño y en la otra un bolso del ta-maño de una maleta, o una maleta que parecía un bolso. Apretó los ojos para ver mejor y cuando confirmó que era

SísifoMartín Ibarra Ceja

real lo que veía, aceleró el pasoEl viejo sentía que no avanzaba. Por

más rápido que se movía notó que la distancia no disminuía. La muchacha forcejeaba no tan lejos de él. El hombre casi corría, sus piernas daban zancadas largas, las ruedas del diablo chillaban, pero no lograba acercarse. ¡El piso! ¡El piso se alargaba! Ya no eran diez metros sino cincuenta los que los separaban. La muchacha avanzaba muy lento pero se movía. Gotas de sudor salían por la frente del viejo y se colaban entre sus patillas de insurgente. Finalmente sintió que avanzaba. Apenas corrió quince me-tros, un laberinto de personas surgió del suelo. –¡Cómper, cómper, compermicito! –decía agitado–. ¡Mija, mija, yo le ayudo! ¡Péreme! –Gritó un par de veces hasta salir de la maraña de pasajeros.

Tras un gran esfuerzo logró alcanzar-la a unos cuantos metros de la entrada al edificio. –Mija, pásemelas, yo le ayu-do –dijo al mismo tiempo que estiraba la mano para tomar los belices y ponía su herramienta frente a él con un ágil mo-vimiento.

–¡No, yo puedo! –Le contestó la mu-chacha.

El viejo se petrificó. La muchacha cru-zó el umbral junto a un “Bienvenida” que dijo el guardia sentado junto a la puerta.

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Todo comenzó desde tiempo atrás cuando en 1492 se hizo presente el descubrimiento de América; ahí inició un intenso intercambio cultural, en el cual las lenguas indígenas se en-riquecieron con vocablos castellanos, al mismo tiempo que el castellano incorporaba cierto número de nuevos vocablos de las lenguas indígenas. Por ello, hoy en día se consultan los diccionarios monolin-gües españoles para averiguar si se registra el vocablo “ame-ricanismo” y estudiar su definición. En ellos se observa que, en general, la voz y el concepto lingüístico están relacionados casi exclusivamente con Hispanoamérica y no con España, como comúnmente se creería. De esta manera se ve a los americanismos como “voces usa-das por los pueblos hispanohablantes, surgen como resultado de la más genuina expresión de su origen e idiosincrasia, con aportes de dialectos y lenguas aborígenes que dan su aporte a la lengua que nos une, y a la vez, estos giros y usos diferencian al español americano del español peninsular”. (1)Para referirnos a este tipo de vocablos, nos parece pertinente citar a Gútemberg Bohórquez, quien considera americanismo por origen lo siguiente:

todo elemento léxico español de procedencia indígena, o crea-do por hispanohablantes americanos sobre elementos propios del español general. [Y] Conforme a este criterio se puede clasificar los vocablos americanos según la difusión y la pro-cedencia de la voz (Bohórquez, 1984, págs. 104-108).

Desde otra perspectiva, la Real Academia Española ha ad-mitido “americanismo” en el Diccionario de la lengua española

¿Sabes de dónde vienen las palabras que usas?

Diana G. Cisneros, Adriana A. Rivera y Saraí Solís

como: ´vocablo, giro, rasgo fonético, gramatical o semántico peculiar o procedente del español hablado en algún país de América'. Parafraseando al Diccionario de Mexicanismos (en la introducción de Concepción Company Company), obra de la Academia Mexicana de la Lengua, las rutinas y los hábi-tos lingüísticos nos otorgan la identidad del mexicano; esto mismo sucede con los americanismos pues, sin duda, han sido de gran ayuda en lo que se refiere a vocablos nuevos que se incorporaron a nuestro léxico, que ahora es impensable no tenerlos en nuestra cotidianidad, ya que –como bien lo dice la lingüística– se vuelven hábitos lingüísticos. Algunos ejemplos que aporta México a los americanismos son los siguientes: aguamielero, ahuizotada, ambulantaje, brujez, cajetear, aunque algunos de ellos han caído en desuso. Otros ejemplos que provienen del náhuatl, lengua de los aztecas aún con gran vitalidad en nuestro país, son: aguacate, zoquete, peta-ca, petate, chocolate, cacao, tomate, coyote, hule, tiza, chicle y caca-huate. Del taíno (2), lengua de una comunidad indígena que se habló en una zona de las Antillas Mayores (Puerto Rico, Re-pública Dominicana, Haití y Cuba) antes de la llegada de los españoles, provienen vocablos como: ají, barbacoa, batata, be-juco, cacique, canoa, carey, caimán, caoba, ceiba, cuba, entre otros. Tal y como mencionó Ferdinand de Saussure en su "Curso de Lingüística General", a propósito de los conceptos de len-gua y habla, la lengua es un sistema de signos, pero el habla es el uso individual de ese sistema. Y es el hablante, con el uso que hace de esa lengua, quien modifica y agrega usos y for-mas, cuando esos mismos usos y formas llegan a ser utilizados por mayorías o grupos cultos. Por ello, tomando como referencia esta distinción primor-

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dial, los lingüistas hispánicos e hispanoamericanos han pro-puesto varias definiciones teóricas de “americanismo”. Sin entrar en una exposición detallada, diremos que la discusión se ha centrado en discernir si “americanismo” es un término que deba definirse tomando el criterio del uso exclusivo en Hispanoamérica o, por el contrario, si se debe considerar que se trata exclusivamente de voces que tienen su origen en el continente americano.

De esta manera, nosotras, como futuras lingüistas opina-mos que los americanismos forman parte de nuestro ente como mexicanos pues, sin duda, los concebimos como nuestros a pesar de que llegaron de otras tierras y vinieron para quedar-se; hemos adoptado ya estas voces no como algo extraño, sino como algo común. A partir del descubrimiento de América se desencadena todo este fenómeno, luego se inicia la comercia-lización y el intercambio de mercadurías, por eso muchos de nuestros vocablos fueron y otros llegaron, así como la hume-dad, que está en todas partes.

En una encuesta realizada a estudiantes, se les preguntó si consideraban que ciertos vocablos que usamos con frecuen-cia, por ejemplo, barbacoa, ceiba, brujez o cajetear eran de Méxi-co. La mayoría respondió que sí, sin pensar que, en realidad, no fueran mexicanismos de origen. Sin embargo, al término del cuestionamiento, se les dijo que en realidad eran america-nismos, pues eran palabras que se habían incorporado pronto a nuestro léxico, provenientes de lenguas que ya se hablaban en alguna parte del continente americano.

Muchas veces es impensable no ver más allá de lo que consumimos, hablamos o lo que vestimos; no nos detenemos a pensar que las palabras que usamos no son exclusivas de México. Tal como lo hemos venido diciendo, es muy rico el léxico que tenemos, como apapachar o cacahuate, entre muchas otras más muy familiares para nosotros, pero también voces como huracán, cancha o cigarro, interesantes en sí mismas por su origen, a pesar de que no las distinguimos como america-nismos.

Así que ahora ya sabes de donde provienen las palabras que usas con frecuencia y que desconocías, cuyo origen se dio donde menos te imaginaste pensar.

(1) Educar. (s.f.). Recuperado el 17 de octubre de 2013, de http://www.educar.org/americanismos(2) Etimología de Chile. (s.f.). Recuperado el 22 de Octubre de 2013, de http://etimologias.dechile.net/?tai.no

*Estudiantes de Lingüística

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Comentario en torno a Dichosos como una piedra de Avelino GómezMario Note Valencia

No es que las piedras sean mudas;sólo guardan silencio.Humberto Ak’abal

La construcción de los lugares tiene mu-cho que ver con el sentido de la perma-nencia; a veces, la necesidad de perma-nencia desemboca en el acto de nombrar. Dichosos como una piedra de Avelino Gó-mez es un lugar al que, como lector, lo nombro para su estadía espacial y tem-poral en mi biblioteca.

El sentido evocador de las grandes y pequeñas cosas tiene la suficiente volun-tad de memoria (con su follaje natural) para traer al presente hechos significati-vos. A más de uno le ha pasado que cie-rra el día con el nombre. La primera línea de la novela de Dichosos como una piedra ya de por sí es contundente: “Decidí ir a Tonaya por motivos más o menos tera-péuticos: por aquellos días el mundo no me quería y yo tampoco a él”. El narra-dor desplaza los hechos de la memoria, como en un rompecabezas, como si le importara en realidad llevar a la super-ficie las imágenes del pasado que incum-ben al hecho de ir a Tonaya, con motivo de un Festival de Poesía. El motivo de asistencia permea a Tonaya, abre la au-téntica narración de esta historia.

En cambio, el narrador no dice “Decidí ir a un Festival de Poesía en Tonaya…”, y se entiende. ¿Acaso los lugares no son configurados, en primera instancia, por el recuerdo que tenemos de ellos? Es Tonaya y las coordenadas sensibles de la historia; es Tonaya y la tensión entre la experiencia vital y la literatura (no menos vital, por cierto); es Tonaya y el desdoblamiento de Avelino Gómez para desprender del mundo la permanencia de los lugares.

En la agradable edición gráfica, vi-sual, que el consejo editorial de la Uni-versidad Autónoma del Estado de Méxi-

co realizó para Dichosos como una piedra, aparece en la contraportada un comen-tario de Pablo A. Galerna en la que afir-ma cómo Avelino, desde su estancia en Argentina, escribió esta novela. El co-mentario, sin duda, no nos habla del ar-gumento de la novela, pero sí mucho de las evidencias textuales que abogan por la correspondencia, otra vez, entre la li-teratura y la experiencia vital. ¿Cómo, desde el extranjero, Avelino fue habita-do por la configuración memorial de Ja-lisco y Colima?

Me parece que no en mucho tiempo Avelino Gómez contará con una línea en su biografía que mencione este efecto, quiero decir, del escritor habitado por los lugares. En la escena de la literatura nacional persisten los escritores que, sin forzar el acto, encuentran en los espa-cios, los auténticos lugares, el sentido de permanencia; se sabe que hay a quienes les parece que las ciudades metropolita-nas no terminan de construirse, hay a

quienes fuera de México reciben el es-pasmo del recuerdo y les trabaja la li-teratura. Hay que mirar hacia ellos, hay que mirar hacia quienes, sin ser cronis-tas, abordan los espacios de las ciudades, las provincias, y con el acto de narrar nos dicen más que los fotógrafos fanáti-cos o sociólogos de ciudades invisibles.

Hay que mirar, entonces, las fisuras con que nos asombra la literatura de quien la escribe. La convocatoria que hace el narrador acerca de Tonaya está desprovista, sin duda, de vicios voyeris-tas. En el acto de nombrar encontramos el sentido auténtico de la evocación, de convocar a los objetos del mundo. Es la presencia de la literatura, en tanto su correspondencia con la experiencia vital la que, por cierto, deja der ser cada vez menos cotidiana afortunadamente.

Agradezco la lectura de Dichosos como una piedra; a Avelino Gómez la composi-ción de esta novela. Abogo, sobre todo, por la permanencia de esta literatura.