Demóstenes (s III AC) Discursos Políticos, 539 pp

539
DISCURSOS INTRODUCCIONES, TR.ADUCCI6N Y NOTAS DE A. LCIPEZ EIRE EDITORIAL GREDOS

Transcript of Demóstenes (s III AC) Discursos Políticos, 539 pp

  • BIBLIOTECA CLASICA GREDOS, 35

    D I S C U R S O S

    INTRODUCCIONES, TR.ADUCCI6N Y NOTAS DE

    A. LCIPEZ EIRE

    EDITORIAL GREDOS

  • Asesor para la seccin griega: CARLOS GARC~A CUAL.

    Segn las nomas de la B. C. C., la traduccin de esta obra ha sido revisada por JUAN ANTOKIO MPEZ FEREZ.

    1NTRODUCCI:N GENERAL

    O EDITORIAL GREDOS, S . A.

    Snchez Pacheco, 81, Madrid. Espaa, 1980.

    Depsito Legal: M. 39242 - 1980.

    ISBN 84-249-0028-6. Impreso en Espaa. Printed in Spain. Craficas Cndor, S. A., Snchez Pacheco, 81, Madrid, 1980.-5199.

    La figura de Demstenes como orador y hombre de estado descuella poderosamente en el panorama pol- tico y literario de la Atenas del siglo IV a. C. Su vida, que tuvo una duracin de sesenta y dos aos - d e l 384 a. C., fecha de su nacimiento en el demo ateniense de Peania, al ao 322, ao en que se suicida ingiriendo veneno para no caer vivo en manos de Antpatro-, fue un continuo testimonio de patriotismo y apasionada defensa de la independencia ciudadana en un momen- to en que las ciudades griegas sintieron seriamente amenazadas sus libertades ancestrales. Sus discursos polticos vienen a ser el canto del cisne de la demo- cracia ateniense y de la autonoma de las pleis hel- nicas.

    Todo en Demstenes --su vida y su obra- respira sobrehumano esfuerzo y revela una voluntad indoma- ble en la lucha y un temple de nimo inasequible al desfallecimiento. Pensemos en e1 acervo de ancdotas que nos refieren las dificultades de nuestro orador para vencer las trabas que la naturaleza impusiera a su anhelo vocacional de llegar a ser experto en el arte de la elocuencia. El pobre aiprendiz de orador, derrochan- do tesn encomiable, super sus defectos a base de penosos ejercicios propios del ms acendrado asce-

  • Asesor para la seccin griega: CARLOS GARC~A CUAL.

    Segn las nomas de la B. C. C., la traduccin de esta obra ha sido revisada por JUAN ANTOKIO MPEZ FEREZ.

    1NTRODUCCI:N GENERAL

    O EDITORIAL GREDOS, S . A.

    Snchez Pacheco, 81, Madrid. Espaa, 1980.

    Depsito Legal: M. 39242 - 1980.

    ISBN 84-249-0028-6. Impreso en Espaa. Printed in Spain. Craficas Cndor, S. A., Snchez Pacheco, 81, Madrid, 1980.-5199.

    La figura de Demstenes como orador y hombre de estado descuella poderosamente en el panorama pol- tico y literario de la Atenas del siglo IV a. C. Su vida, que tuvo una duracin de sesenta y dos aos - d e l 384 a. C., fecha de su nacimiento en el demo ateniense de Peania, al ao 322, ao en que se suicida ingiriendo veneno para no caer vivo en manos de Antpatro-, fue un continuo testimonio de patriotismo y apasionada defensa de la independencia ciudadana en un momen- to en que las ciudades griegas sintieron seriamente amenazadas sus libertades ancestrales. Sus discursos polticos vienen a ser el canto del cisne de la demo- cracia ateniense y de la autonoma de las pleis hel- nicas.

    Todo en Demstenes --su vida y su obra- respira sobrehumano esfuerzo y revela una voluntad indoma- ble en la lucha y un temple de nimo inasequible al desfallecimiento. Pensemos en e1 acervo de ancdotas que nos refieren las dificultades de nuestro orador para vencer las trabas que la naturaleza impusiera a su anhelo vocacional de llegar a ser experto en el arte de la elocuencia. El pobre aiprendiz de orador, derrochan- do tesn encomiable, super sus defectos a base de penosos ejercicios propios del ms acendrado asce-

  • 8 DISCURSOS POLTICOS

    tismo l . Y no pararon aqu las penalidades que el des- tino le oblig a padecer: hurfano de padre a los siete aos 2, sus tutores Afobo, Demofonte y Teripides dila- pidaron deslealmente la herencia que en derecho le corresponda, y por ello hizo sus primeras armas en la oratoria forense siendo an muy joven, en el 363 a. C., recin alcanzada la mayora de edad y re- conocidos sus derechos ciudadanos. Poco despus, al no haber podido recuperar ms quc una nfima parte de los bienes que su padre le legara, se vio obligado a ganarse la vida como loggrafo y abogado, activida- des a las que se volvi a dedicar una vez comenz a desempear las tareas de estadista en el ao 345 a. C. En torno a esta fecha nuestro orador ejerce tambin en Atenas magisterio de abogaca y elocuencia3.

    Tanto estudio y dedicacin a la oratoria hicieron de l un cuerpo fsicamente dbil que albergaba un espritu de colosal energa, si bien un punto tmido y vergonzoso. Su enemigo Esquines nos informa de su indumentaria afeminada 4 y refiere que en su juventud se dedic con mayor afn al aprendizaje de la ret- rica que a la caza. En cuanto a su timidez, baste re- cordar su repugnancia a dirigirse al pueblo con impro- visado discurso o cmo se acobardaba y retraa en la

    1 PLUTARCO, Vida de Demdstenes 7, 11, 18. LIBANIO, Argu- mentos de los discursos de Demstenes 18.

    2 PLUTARCO, Vida de Demdstenes 4. este y todos los dems avatares biogrficos, en G . MATHIEU, Dmosthene, l'homme et l'oeuvre, Pars, 1948; A. W. PICKARD-CAMBRIDGE, Demosthenes and the Last Days of Greek Freedom, Londres, 1914; A. SCHAEFER, Demosthenes und seine Zeit, 1-IV, Leipzig, 1889, reimpr. Hildes- heim, 1966-67; F. BLASS, Die attische Beredsamkeit, 111, 1 , Leip- zig, 18933, reimpr. Hildesheim, 1962; A. MPEZ EIRE, aDemstenes: estado de la cuestin, EClds. 20 (1976), 207-240.

    3 ESQUINES, 1 117, 170, 171, 173, 175; A. SCHAEFER, 11, pgi- nas 102 y sigs.

    4 ESQUTNFS, 1 131.

    tribuna de la Asamblea ante cl ~ r i t e r o v alboroto que provocaban sus enemigos 5.

    Como hombre pblico tuvo que hacer frente con denuedo a un sinnmero de problemas v conflictos que le ocasionaron no potcos trabajos y aflicciones. En efecto: cuando Demstenes interviene directamente por vez primera en la poltica exterior de Atenas, en el 354 a. C., la capital del Atica vive plenamente la crisis de la democracia producida por la acumulacin de una serie de inconvenientes derivados del deseaui- librio econmico, social JI poltico que se vena arras- trando a partir de la .yuguerra del Peloponeso. La devas- tacin de las tierras, la destruccin de viedos v oli- vares, las revueltas de las ciudades aliadas que ?e entrerraban a los harmostas lacedemonios, la desapa- ricin brusca del tributo (phros) de la Lisa Atico- Dlica que pagaban las ciudadcs confederadas, la demolicin de los Muro? Largos de Atenas Y la desin- temacin de su flota, aue le aseguraba el dominio del mar, provocaron el desinters de los ciudadanos por la noltica v su tajante negativa a contribuir en la medida de sus ~osibilidades a sufragar los gastos de la mierra Tucdides v Aristfanes nos proporcionan informacin acerca de los graves problemas financie- ros v militares que aquejaban a la ciudad de Atenea en los ltimos aoi de su confrontacin armada con los lacedemonios: Atenas estaba por esas fechas sil- mida en un lamentable estado de anarqufa v desorea- nizacin, de las que eran responsables los sucesores de PericIes en la magistratura suprema del estado: el vulgar Clen, el ambicioso Alcibades, el charlatn Cleofonte. Esta falta de autoridad de los dirigentes

    5 PLUTARCO, Vida de Denr. 8 ; DEM~STENES, Sobre la embaja- da fraudulenta 23, Sobre la corona 143.

  • 8 DISCURSOS POLTICOS

    tismo l . Y no pararon aqu las penalidades que el des- tino le oblig a padecer: hurfano de padre a los siete aos 2, sus tutores Afobo, Demofonte y Teripides dila- pidaron deslealmente la herencia que en derecho le corresponda, y por ello hizo sus primeras armas en la oratoria forense siendo an muy joven, en el 363 a. C., recin alcanzada la mayora de edad y re- conocidos sus derechos ciudadanos. Poco despus, al no haber podido recuperar ms quc una nfima parte de los bienes que su padre le legara, se vio obligado a ganarse la vida como loggrafo y abogado, activida- des a las que se volvi a dedicar una vez comenz a desempear las tareas de estadista en el ao 345 a. C. En torno a esta fecha nuestro orador ejerce tambin en Atenas magisterio de abogaca y elocuencia3.

    Tanto estudio y dedicacin a la oratoria hicieron de l un cuerpo fsicamente dbil que albergaba un espritu de colosal energa, si bien un punto tmido y vergonzoso. Su enemigo Esquines nos informa de su indumentaria afeminada 4 y refiere que en su juventud se dedic con mayor afn al aprendizaje de la ret- rica que a la caza. En cuanto a su timidez, baste re- cordar su repugnancia a dirigirse al pueblo con impro- visado discurso o cmo se acobardaba y retraa en la

    1 PLUTARCO, Vida de Demdstenes 7, 11, 18. LIBANIO, Argu- mentos de los discursos de Demstenes 18.

    2 PLUTARCO, Vida de Demdstenes 4. este y todos los dems avatares biogrficos, en G . MATHIEU, Dmosthene, l'homme et l'oeuvre, Pars, 1948; A. W. PICKARD-CAMBRIDGE, Demosthenes and the Last Days of Greek Freedom, Londres, 1914; A. SCHAEFER, Demosthenes und seine Zeit, 1-IV, Leipzig, 1889, reimpr. Hildes- heim, 1966-67; F. BLASS, Die attische Beredsamkeit, 111, 1 , Leip- zig, 18933, reimpr. Hildesheim, 1962; A. MPEZ EIRE, aDemstenes: estado de la cuestin, EClds. 20 (1976), 207-240.

    3 ESQUINES, 1 117, 170, 171, 173, 175; A. SCHAEFER, 11, pgi- nas 102 y sigs.

    4 ESQUTNFS, 1 131.

    tribuna de la Asamblea ante cl ~ r i t e r o v alboroto que provocaban sus enemigos 5.

    Como hombre pblico tuvo que hacer frente con denuedo a un sinnmero de problemas v conflictos que le ocasionaron no potcos trabajos y aflicciones. En efecto: cuando Demstenes interviene directamente por vez primera en la poltica exterior de Atenas, en el 354 a. C., la capital del Atica vive plenamente la crisis de la democracia producida por la acumulacin de una serie de inconvenientes derivados del deseaui- librio econmico, social JI poltico que se vena arras- trando a partir de la .yuguerra del Peloponeso. La devas- tacin de las tierras, la destruccin de viedos v oli- vares, las revueltas de las ciudades aliadas que ?e entrerraban a los harmostas lacedemonios, la desapa- ricin brusca del tributo (phros) de la Lisa Atico- Dlica que pagaban las ciudadcs confederadas, la demolicin de los Muro? Largos de Atenas Y la desin- temacin de su flota, aue le aseguraba el dominio del mar, provocaron el desinters de los ciudadanos por la noltica v su tajante negativa a contribuir en la medida de sus ~osibilidades a sufragar los gastos de la mierra Tucdides v Aristfanes nos proporcionan informacin acerca de los graves problemas financie- ros v militares que aquejaban a la ciudad de Atenea en los ltimos aoi de su confrontacin armada con los lacedemonios: Atenas estaba por esas fechas sil- mida en un lamentable estado de anarqufa v desorea- nizacin, de las que eran responsables los sucesores de PericIes en la magistratura suprema del estado: el vulgar Clen, el ambicioso Alcibades, el charlatn Cleofonte. Esta falta de autoridad de los dirigentes

    5 PLUTARCO, Vida de Denr. 8 ; DEM~STENES, Sobre la embaja- da fraudulenta 23, Sobre la corona 143.

  • INTRODUCCI~N GENERAL 11

    polticos favoreci los dos intentos que realizaron los partidarios de la oligarqua para hacerse con el poder 6 .

    Aplastada en el 404 a. C. por los lacedemonios y sus aliados, Atenas pudo, sin embargo, rehacerse de sus abatimientos gracias sobre todo a la hostilidad surgida entre Lacedemonia y Tebas, que, como es bien sabido, hizo perder a los espartiatas su hegemona militar en Grecia. Y as nos encontramos con que en el 357 a. C. Atenas es una ciudad-estado importante en la Hlade. Bien es verdad que ya no mantiene la supremaca entre ios griegos ni domina el mar Egeo y los Estrechos, pero s cuenta con recursos financieros e industriales esti- mables, numerosos aliados y cleruquas y, especialmen- tc, una serie de hbiles polticos y excelentes estra- tegos.

    En el 378 a. C. se haba constituido la Segunda Liga martima, en la que Atenas no reciba ya la parte del len como en la Confederacin Atico-Dlica, pero de la que surge un fondo monetario procedente de las con- tribuciones,, (syntxeis) -ya no phros tributo de la anterior Liga- que aportaban sus miembros. El pro- psito de esta nueva Liga, tras la que se esconda la sutil inteligencia de Calstrato, el orador y estadista ms hbil de la poca, era el de obligar a los lacede- monios a respetar el derecho de los dems griegos a vivir en paz, libertad e independencia; y esta poltica de oposicin a Esparta, de la que Calstrato no parti- cipaba plenamente, pero en la que inteligentemente vio el resurgimiento del poder de Atenas, agrup bajo la misma bandera a Atenas, Quos, Bizancio, Mitilene, Metimna, Rodas, la mayor parte de las ciudades de Eubea, Tebas, las ciudades tracias, la Liga Calcdica,

    6 C . Moss, Aspects socianx et politiques du dciin de la cit grecque au ZV sikcIe avant J.-C. La fin de la dmocratir uthnienne, Pars, 1962.

    Corcira, a Jasn de Feras, futuro caudillo de Tesalia, y a Alcetas, prncipe del Epiro.

    A partir de este momento comienza un perodo caracterizado por el decrecimiento progresivo del pres- tigio de Esparta, la extensin paulatina del rea de dominio de Tebas, que se impone en Beocia, y los primeros xitos navales de Atenas frente a los lace- demonios. En el 376 a. C., Cabrias, al frente de ochenta trirremes, derrota a la flota de 10s Iacedemonios en a aguas de Naxos, y Timoteo, hijo de Conn, circunna- vega el Peloponeso. En 372 a. C., Ifcrates captura las naves que Dionisio de Siracusa haba enviado en apoyo de los espartanos, que con su flota bloqueban el puerto de Corcira.

    Un ao ms tarde (371 a. C.) triunfa la poltica de Calstrato, ms receloso del creciente poder de Tebas que hostil a Esparta; y as, Atenas y sus aliados, los lacedemonios y Tebas concluyen la paz de Caliasn sobre el comn acuerdo del respeto a las autonomas de todas y cada una de las ciudades griegas. Pero no tarda Esparta en violar esta paz atacando Tebas. Es precisamente entonces (371 a. C.) cuando tiene lugar un acontecimiento inesperado que dio al traste con la hegemona espartana: la novedosa tctica militar de Epaminondas, el excepcional estadista y general teba- no, deshizo al ejrcito lacedemonio comandado por el rey espartano Clembroto.

    A1 ao siguiente muere Jasn de Feras, personaje de singular relieve histrico no slo por haber conse- guido la unificacin de Tesalia, sino adems porque proyectaba llevar a cabo en Grecia la tarea que poste- rormente e1 Destino conceder a FiIipo de Macedonia.

    Con el triunfo de Telpas en Leuctra (371 a. C.) se inicia la hegemona tebana en Grecia, que acabar en Mantinea en el 362 a. C., a raz de la muerte de su artfice, Epaminondas. Esta efmera supremaca tebana

  • INTRODUCCI~N GENERAL 11

    polticos favoreci los dos intentos que realizaron los partidarios de la oligarqua para hacerse con el poder 6 .

    Aplastada en el 404 a. C. por los lacedemonios y sus aliados, Atenas pudo, sin embargo, rehacerse de sus abatimientos gracias sobre todo a la hostilidad surgida entre Lacedemonia y Tebas, que, como es bien sabido, hizo perder a los espartiatas su hegemona militar en Grecia. Y as nos encontramos con que en el 357 a. C. Atenas es una ciudad-estado importante en la Hlade. Bien es verdad que ya no mantiene la supremaca entre ios griegos ni domina el mar Egeo y los Estrechos, pero s cuenta con recursos financieros e industriales esti- mables, numerosos aliados y cleruquas y, especialmen- tc, una serie de hbiles polticos y excelentes estra- tegos.

    En el 378 a. C. se haba constituido la Segunda Liga martima, en la que Atenas no reciba ya la parte del len como en la Confederacin Atico-Dlica, pero de la que surge un fondo monetario procedente de las con- tribuciones,, (syntxeis) -ya no phros tributo de la anterior Liga- que aportaban sus miembros. El pro- psito de esta nueva Liga, tras la que se esconda la sutil inteligencia de Calstrato, el orador y estadista ms hbil de la poca, era el de obligar a los lacede- monios a respetar el derecho de los dems griegos a vivir en paz, libertad e independencia; y esta poltica de oposicin a Esparta, de la que Calstrato no parti- cipaba plenamente, pero en la que inteligentemente vio el resurgimiento del poder de Atenas, agrup bajo la misma bandera a Atenas, Quos, Bizancio, Mitilene, Metimna, Rodas, la mayor parte de las ciudades de Eubea, Tebas, las ciudades tracias, la Liga Calcdica,

    6 C . Moss, Aspects socianx et politiques du dciin de la cit grecque au ZV sikcIe avant J.-C. La fin de la dmocratir uthnienne, Pars, 1962.

    Corcira, a Jasn de Feras, futuro caudillo de Tesalia, y a Alcetas, prncipe del Epiro.

    A partir de este momento comienza un perodo caracterizado por el decrecimiento progresivo del pres- tigio de Esparta, la extensin paulatina del rea de dominio de Tebas, que se impone en Beocia, y los primeros xitos navales de Atenas frente a los lace- demonios. En el 376 a. C., Cabrias, al frente de ochenta trirremes, derrota a la flota de 10s Iacedemonios en a aguas de Naxos, y Timoteo, hijo de Conn, circunna- vega el Peloponeso. En 372 a. C., Ifcrates captura las naves que Dionisio de Siracusa haba enviado en apoyo de los espartanos, que con su flota bloqueban el puerto de Corcira.

    Un ao ms tarde (371 a. C.) triunfa la poltica de Calstrato, ms receloso del creciente poder de Tebas que hostil a Esparta; y as, Atenas y sus aliados, los lacedemonios y Tebas concluyen la paz de Caliasn sobre el comn acuerdo del respeto a las autonomas de todas y cada una de las ciudades griegas. Pero no tarda Esparta en violar esta paz atacando Tebas. Es precisamente entonces (371 a. C.) cuando tiene lugar un acontecimiento inesperado que dio al traste con la hegemona espartana: la novedosa tctica militar de Epaminondas, el excepcional estadista y general teba- no, deshizo al ejrcito lacedemonio comandado por el rey espartano Clembroto.

    A1 ao siguiente muere Jasn de Feras, personaje de singular relieve histrico no slo por haber conse- guido la unificacin de Tesalia, sino adems porque proyectaba llevar a cabo en Grecia la tarea que poste- rormente e1 Destino conceder a FiIipo de Macedonia.

    Con el triunfo de Telpas en Leuctra (371 a. C.) se inicia la hegemona tebana en Grecia, que acabar en Mantinea en el 362 a. C., a raz de la muerte de su artfice, Epaminondas. Esta efmera supremaca tebana

  • INTRODUCCION GENERAL 13

    -dur nueve aos- fue aprovechada por Atenas, que con vistas a engrandecer su imperio se ali con Es- parta. Del 366 al 364 a. C. se registran importantes xi- tos atenienses: Timoteo captura Samos, obliga a va- rias ciudades de la-Calcdica a formar parte de la Confederacin Ateniense y gana Atenas la ciudad de Sesto, de importancia decisiva, por su privilegiada si- tuacin en el Helesponto, para el transporte martimo de grano desde las costas del Ponto Euxino.

    Si hasta este momento se observa cierta recupera- cin en Atenas, que al finalizar la guerra del Pelopo- neso haba quedado sumida en un espantoso marasmo, muv pronto -en torno al 360 a. C.- se cierne sobre la patria de Demstenes una nube de funestos presa- gios: Filipo 11 de Macedonia toma las ciudades de An- fpolis. Pidna, Potidea, Metone y el asentamiento de Crenides -desde entonces llamado por l Filipos-, situado junto al monte Pangeo, famoso por sus yaci- mientos aurferos, que llegaron a producirle unos in- gresos anuaIes de ms de mil talentos. Los afiliposn de oro macedonios terminarn por desplazar a la mo- neda de plata ateniense. Al mismo tiempo, tracios, ilirios Y peonios, anteriormente aliados de los atenien- ses, se encuentran ahora fuertemente atenazados, prc- ticamente reducidos a la impotencia por obra de Filipo.

    En el 357 a. C., justamente el ao que seala el comienzo del catastrfico declive de Atenas, cuatro de entre sus ciudades aliadas, Bizancio, Quos, Rodas y Cos, que figuraban entre las ms ricas y mejor dotadas para la guerra naval, instigadas por Mausolo, el am- bicioso strapa de Caria, se declaran en rebelda, y tras la llamada Guerra de los aliados (357-55 a. C.) se separan de la Confederacin. Atenas fue derrotada en Embata (356 a. C.) y, ante la amenaza de interven- cin persa, entr en negociaciones con los rebeldes y firm la paz (355 a. C.).

    En el 356 a. C., a raz de u n conflicto surgido entre la Anfictiona, manejada por Tebas, y los focidios, que se negaban a pagar las multas que les impusiera el Consejo por cultivar la llamura de Crisa, consagrada a Apolo, estalla entre tebanois y focidios la llamada Ter- cera Guerra Sagrada. Al lado de los primeros se ali- nearon los tesalios y locri~os, mientras que a Fcide la apoyaban Atenas, Espartai y varias ciudades del Pe- loponeso. Los focidios, capitaneados por Filomelo, se apoderaron de Delfos. Ms tarde derrotan a los tesa- lios, que se vieron obligados a abandonar la guerra. En el 354 a. C. muere Filomelo en el campo de batalla y le sucede Onomarco, que invadi Beocia, someti Dride, Lcride y parte de Tesaiia, donde derrot un par de veces a Filipo de Macedonia. Estos xitos de Fcide, sin embargo, prorito se esfumaron para dejar paso a los fracasos, de los que se aprovechar al m- ximo el monarca macedoriio, ansioso de llevar a cabo un ambicioso plan expansionista. En efecto, no tard ste en imponerse a los focidios, que fueron desarma- dos y obligados a pagar rescate; y los votos que les correspondan como miembros del Consejo anfictinico pasaron a manos de Filipo.

    A estas dificultades que afectan a la poltica exte- rior ateniense hay que aadir una serie de escollos en los que tropieza la gestin de los asuntos pblicos en la propia Atenas: los ciudadanos ricos se resisten a pagar la eisphora (impuesto sobre la propiedad), ocul- tan sus capitales (al menos los bienes no patentes, ousa aphans), se niegan a procurar ocupaciones re- muneradas a los ciudadanos pobres, por los que sien- ten el mayor de los despr~ecios. En cuanto a la organi- zacin de la trierarqua (prestacin que hacen los ciudadanos ms ricos pagando la construccin de tri- rremes y gastos de sus dotaciones), si bien de una manera general, la reforma de Periandro significaba

  • INTRODUCCION GENERAL 13

    -dur nueve aos- fue aprovechada por Atenas, que con vistas a engrandecer su imperio se ali con Es- parta. Del 366 al 364 a. C. se registran importantes xi- tos atenienses: Timoteo captura Samos, obliga a va- rias ciudades de la-Calcdica a formar parte de la Confederacin Ateniense y gana Atenas la ciudad de Sesto, de importancia decisiva, por su privilegiada si- tuacin en el Helesponto, para el transporte martimo de grano desde las costas del Ponto Euxino.

    Si hasta este momento se observa cierta recupera- cin en Atenas, que al finalizar la guerra del Pelopo- neso haba quedado sumida en un espantoso marasmo, muv pronto -en torno al 360 a. C.- se cierne sobre la patria de Demstenes una nube de funestos presa- gios: Filipo 11 de Macedonia toma las ciudades de An- fpolis. Pidna, Potidea, Metone y el asentamiento de Crenides -desde entonces llamado por l Filipos-, situado junto al monte Pangeo, famoso por sus yaci- mientos aurferos, que llegaron a producirle unos in- gresos anuaIes de ms de mil talentos. Los afiliposn de oro macedonios terminarn por desplazar a la mo- neda de plata ateniense. Al mismo tiempo, tracios, ilirios Y peonios, anteriormente aliados de los atenien- ses, se encuentran ahora fuertemente atenazados, prc- ticamente reducidos a la impotencia por obra de Filipo.

    En el 357 a. C., justamente el ao que seala el comienzo del catastrfico declive de Atenas, cuatro de entre sus ciudades aliadas, Bizancio, Quos, Rodas y Cos, que figuraban entre las ms ricas y mejor dotadas para la guerra naval, instigadas por Mausolo, el am- bicioso strapa de Caria, se declaran en rebelda, y tras la llamada Guerra de los aliados (357-55 a. C.) se separan de la Confederacin. Atenas fue derrotada en Embata (356 a. C.) y, ante la amenaza de interven- cin persa, entr en negociaciones con los rebeldes y firm la paz (355 a. C.).

    En el 356 a. C., a raz de u n conflicto surgido entre la Anfictiona, manejada por Tebas, y los focidios, que se negaban a pagar las multas que les impusiera el Consejo por cultivar la llamura de Crisa, consagrada a Apolo, estalla entre tebanois y focidios la llamada Ter- cera Guerra Sagrada. Al lado de los primeros se ali- nearon los tesalios y locri~os, mientras que a Fcide la apoyaban Atenas, Espartai y varias ciudades del Pe- loponeso. Los focidios, capitaneados por Filomelo, se apoderaron de Delfos. Ms tarde derrotan a los tesa- lios, que se vieron obligados a abandonar la guerra. En el 354 a. C. muere Filomelo en el campo de batalla y le sucede Onomarco, que invadi Beocia, someti Dride, Lcride y parte de Tesaiia, donde derrot un par de veces a Filipo de Macedonia. Estos xitos de Fcide, sin embargo, prorito se esfumaron para dejar paso a los fracasos, de los que se aprovechar al m- ximo el monarca macedoriio, ansioso de llevar a cabo un ambicioso plan expansionista. En efecto, no tard ste en imponerse a los focidios, que fueron desarma- dos y obligados a pagar rescate; y los votos que les correspondan como miembros del Consejo anfictinico pasaron a manos de Filipo.

    A estas dificultades que afectan a la poltica exte- rior ateniense hay que aadir una serie de escollos en los que tropieza la gestin de los asuntos pblicos en la propia Atenas: los ciudadanos ricos se resisten a pagar la eisphora (impuesto sobre la propiedad), ocul- tan sus capitales (al menos los bienes no patentes, ousa aphans), se niegan a procurar ocupaciones re- muneradas a los ciudadanos pobres, por los que sien- ten el mayor de los despr~ecios. En cuanto a la organi- zacin de la trierarqua (prestacin que hacen los ciudadanos ms ricos pagando la construccin de tri- rremes y gastos de sus dotaciones), si bien de una manera general, la reforma de Periandro significaba

  • 14 DISCURSOS POLITICOS INTRODUCCIN GENERAL 15

    realmente un avance al haber aumentado el nmero de los contribuyentes; sin embargo, la sustitucin del trierarca o sintrierarca por el grupo de trierarcas o sirzmora (gr. symrnora) tena el inconveniente de di- luir en exceso las responsabilidades individuales. LO mismo podra decirse respecto de la reforma de la eisphor llevada a cabo por Calstrato de Afidnas, se- gn la cual los contribuyentes estaban divididos para el pago de sus impuestos en cien sinmoras.

    Por otro lado, la explotacin de las minas de Lau- rion ya no era en el siglo IV a. C. lo que haba sido un siglo antes. Igualmente, la agricultura, la industria y el comercio sufren un apreciable retroceso y las exportaciones experimentan fuerte reduccin. La hege- mona comercial de la Atenas del siglo v a. C. ya no existe; las finanzas de la ciudad se ven seriamente amenazadas y una inestabilidad social y poltica, con- secuencia del deterioro del comercio exterior, nace a raz del aumento del nmero de indigentes y de la concentracin del capital en pocas manos. Este des- equilibrio socio-econmico desencadena el desfase entre el ciudadano y el soldado. Si en la Atenas imperialista del siglo v a. C. existe una equivalencia entre ciuda- dano y soldado, en la crisis general del mundo griego del siglo IV a. C. el dinero de los ricos mover los ejrcitos integrados por los desposedos, que se pres- tan a defender cualquier bandera a cambio de soldada. Estas mesnadas de mercenarios que combaten para ganarse el pan, cuando los salarios escasean, se entre- gan a brbaros desmanes all donde se encuentren sin respetar los intereses de la ciudad a la que sirven. Estas tropas mercenarias eran continuamente envia- das por Atenas en esta poca a Asia Menor, donde el secular imperio persa estaba a punto de desintegrarse en varios estados independientes hasta que Artajerjes Oco logr el control de la situacin.

    Se encuentra, pues, Atenas, a mediados del si- glo IV a. C., en una situacitjn de decadencia magistral- mente descrita por Iscrates en el Areopagtico; deci- didamente ya no es la Aten.as del Panegirico que junto con Esparta -hermoso sueo- presidira toda la H- lade y trasladara las guerras locales entre helenos a un frente comn en Asia Menor, donde los griegos lucharan contra los persas; forjando al tiempo la uni- dad de Grecia. Es la Atenas a la que un experto en economa poltica, el autor del opsculo Ingresos, Je- nofonte seguramente, aconseja que trueque el ava- sallador imperialismo de antao por una actitud ms humilde, liberada de ambiciones y aspiraciones de po- der, y solcita, en cambio, de saneamiento econmico y progreso comercial. En este folleto su autor nos ex- pone que la poblacin ateriiense ha ido disminuyendo, la industria y el comercio se han paralizado, y que no atracan en el Pireo naves; extranjeras; insiste en la necesidad que tiene el estado de procurarse los im- puestos que ya no pagan 1.0s ricos metecos, que, obli- gados a cumplir el servicilo militar durante la guerra pese a carecer de derechos ciudadanos, abandonaron Atenas; pide para estos mletecos ciertos beneficios, fa- cilidades y mejoras, y final.mente hace una relacin de los yacimientos mineros metalferos del Atica acompa- ada de propuestas para incrementar la produccin de plata en las minas de Lauirion. A proponer tales con- sejos le mueve el ver a !;u ciudad vctima de tanto trastorno y desarreglo.

    A todo este conjunto de adversas circunstancias enfrenta Demstenes una poltica instigada por el deseo de ver retoar las glorias del pasado, convertidas a la sazn en meros recuerdos histricos. Pero este anhelo de restauracin del poder 'de Atenas lo somete nuestro orador al control del ms cauteloso realismo, siguiendo en ello el modelo de los etminentes estadistas y estra-

  • 14 DISCURSOS POLITICOS INTRODUCCIN GENERAL 15

    realmente un avance al haber aumentado el nmero de los contribuyentes; sin embargo, la sustitucin del trierarca o sintrierarca por el grupo de trierarcas o sirzmora (gr. symrnora) tena el inconveniente de di- luir en exceso las responsabilidades individuales. LO mismo podra decirse respecto de la reforma de la eisphor llevada a cabo por Calstrato de Afidnas, se- gn la cual los contribuyentes estaban divididos para el pago de sus impuestos en cien sinmoras.

    Por otro lado, la explotacin de las minas de Lau- rion ya no era en el siglo IV a. C. lo que haba sido un siglo antes. Igualmente, la agricultura, la industria y el comercio sufren un apreciable retroceso y las exportaciones experimentan fuerte reduccin. La hege- mona comercial de la Atenas del siglo v a. C. ya no existe; las finanzas de la ciudad se ven seriamente amenazadas y una inestabilidad social y poltica, con- secuencia del deterioro del comercio exterior, nace a raz del aumento del nmero de indigentes y de la concentracin del capital en pocas manos. Este des- equilibrio socio-econmico desencadena el desfase entre el ciudadano y el soldado. Si en la Atenas imperialista del siglo v a. C. existe una equivalencia entre ciuda- dano y soldado, en la crisis general del mundo griego del siglo IV a. C. el dinero de los ricos mover los ejrcitos integrados por los desposedos, que se pres- tan a defender cualquier bandera a cambio de soldada. Estas mesnadas de mercenarios que combaten para ganarse el pan, cuando los salarios escasean, se entre- gan a brbaros desmanes all donde se encuentren sin respetar los intereses de la ciudad a la que sirven. Estas tropas mercenarias eran continuamente envia- das por Atenas en esta poca a Asia Menor, donde el secular imperio persa estaba a punto de desintegrarse en varios estados independientes hasta que Artajerjes Oco logr el control de la situacin.

    Se encuentra, pues, Atenas, a mediados del si- glo IV a. C., en una situacitjn de decadencia magistral- mente descrita por Iscrates en el Areopagtico; deci- didamente ya no es la Aten.as del Panegirico que junto con Esparta -hermoso sueo- presidira toda la H- lade y trasladara las guerras locales entre helenos a un frente comn en Asia Menor, donde los griegos lucharan contra los persas; forjando al tiempo la uni- dad de Grecia. Es la Atenas a la que un experto en economa poltica, el autor del opsculo Ingresos, Je- nofonte seguramente, aconseja que trueque el ava- sallador imperialismo de antao por una actitud ms humilde, liberada de ambiciones y aspiraciones de po- der, y solcita, en cambio, de saneamiento econmico y progreso comercial. En este folleto su autor nos ex- pone que la poblacin ateriiense ha ido disminuyendo, la industria y el comercio se han paralizado, y que no atracan en el Pireo naves; extranjeras; insiste en la necesidad que tiene el estado de procurarse los im- puestos que ya no pagan 1.0s ricos metecos, que, obli- gados a cumplir el servicilo militar durante la guerra pese a carecer de derechos ciudadanos, abandonaron Atenas; pide para estos mletecos ciertos beneficios, fa- cilidades y mejoras, y final.mente hace una relacin de los yacimientos mineros metalferos del Atica acompa- ada de propuestas para incrementar la produccin de plata en las minas de Lauirion. A proponer tales con- sejos le mueve el ver a !;u ciudad vctima de tanto trastorno y desarreglo.

    A todo este conjunto de adversas circunstancias enfrenta Demstenes una poltica instigada por el deseo de ver retoar las glorias del pasado, convertidas a la sazn en meros recuerdos histricos. Pero este anhelo de restauracin del poder 'de Atenas lo somete nuestro orador al control del ms cauteloso realismo, siguiendo en ello el modelo de los etminentes estadistas y estra-

  • 16 DISCURSOS POLITICOS -. INTRODUCCION GENERAL 17

    tegos de la Segunda Liga martima, en especial el ejemplo de Calstrato de Afidnas.

    Unas cuantas ancdotas nos ilustran sobre este particdar: se nos transmite que Demstenes ley y reley la obra de Tucdides. Luciano 7 refiere que nues- tro orador escribi ocho veces la obra del historiador, manuscritos que Sila habra transportado luego a Ita- lia. Zsimo relata una inverosmil historia cuya sus- tancia viene a ser, poco ms o menos, sta: el eximio orador pudo reconstruir ntegramente, merced al es- luerzo de su poderosa memoria, el ejemplar de la Historia de la Guerra del Peloponeson que haba pe- recido vctima de un incendio que sufriera la Biblio- teca de Atenas. En el siglo VI de nuestra era, el his- toriador bizantino Agatias todava insiste en que De- mstenes se haba empapado en la obra tucididea. Esto por lo que se refiere al sentimiento de admiracin que en nuestro orador despert el conocimiento del poder, riqueza y prestigio de la Atenas de antao.

    En cuanto a la mesura y realismo de su poltica,, que fueron tambin sealadas caractersticas del inte- ligente estadista y orador Calstrato de Afidnas, Plutar- co narra la siguiente ancdota: Siendo joven todava Demstenes, an no llegado a la mayora de edad, acompaado de su preceptor, se introdujo, contra la prescripcin legal, en la Asamblea del pueblo, donde ii la sazn Caistrato de Afidnas, famoso por su sagacii- dad en la poltica y el vigor de su elocuencia, hacia frente a la acusacin de alta traicin que contra 1 diriga el partido protebano de Atenas, inculpndole de la prdida de la ciudad de Oropo, situada en la frontera entre el Atica y Beocia, y haciendo responsable

    7 LUCIANO, Contra el indocto 4 . a Z~SIMO, Vida de Demstenes 147. 9 AGATIAS, H. G. M. 11 2, 28. 10 PLUTARCO, Vida de Demstenes 5.

    de tal quebrantma su actitud hostil hacia Tebas. El acusado se defendi con tal elegancia y gallarda, que no slo convenci a los jueces, sino que adems entu- siasm a los asistentes al proceso, entre 10s que se contaba el iuturo maestro de oratoria.

    Los tres primeros discursos polticos de nuestro orador son piezas oratorias escritas para otros, en las que Demstenes (al men~os en dos de ellas, Contra Arzdrocin [XXII] y Contra Timcrates [XXIV]) no habla en nombre propio, sino como militante del par- tido de la oposicin, presidido por Eubulo. En el Contra Leptines (XX), Demstenes se nos presenta como abogado de Ctesipo, el hijo de Cabrias. De todos modos, los tres discursos van dirigidos contra perso- nalidades del partido por entonces en el poder, a cuyo frente se encontraba Arislofonte. El propsito que en ellos alienta es el de pocier de manifiesto el mal go- bierno y la lamentable gestin econmica que llevan a cabo unos polticos que, no contentos con haber per- mitido que el estado perdiese a los ms importantes miembros de la Confederacibn, se empeaban en tomar medidas de recuperacin an ms desastrosas. En esta primera etapa de su carirera poltica nuestro orador pertenece al partido de Eubulo, insigne hacendista, dciensor a uitranza de una poltica fundamentalmente atenta a los asuntos econmicos y financieros del estado.

    Con estos tres discursos, que corresponden a tres procesos de poltica fiscal, gan Dernstenes el acceso a la tribuna de los oradoires en la Asamblea. Estamos en el ao 355 a. C. A partir de este momento, nuestro orador se dirige al pueblo para aconsejarle en materia de poltica exterior.

    Comienza esta nueva labor en el 354 a. C., fecha en que pronuncia el discurso titulado Sobre las sirzrno- ras (XIV). Corran por entonces rumores en Atenas, 35. - 2

  • 16 DISCURSOS POLITICOS -. INTRODUCCION GENERAL 17

    tegos de la Segunda Liga martima, en especial el ejemplo de Calstrato de Afidnas.

    Unas cuantas ancdotas nos ilustran sobre este particdar: se nos transmite que Demstenes ley y reley la obra de Tucdides. Luciano 7 refiere que nues- tro orador escribi ocho veces la obra del historiador, manuscritos que Sila habra transportado luego a Ita- lia. Zsimo relata una inverosmil historia cuya sus- tancia viene a ser, poco ms o menos, sta: el eximio orador pudo reconstruir ntegramente, merced al es- luerzo de su poderosa memoria, el ejemplar de la Historia de la Guerra del Peloponeson que haba pe- recido vctima de un incendio que sufriera la Biblio- teca de Atenas. En el siglo VI de nuestra era, el his- toriador bizantino Agatias todava insiste en que De- mstenes se haba empapado en la obra tucididea. Esto por lo que se refiere al sentimiento de admiracin que en nuestro orador despert el conocimiento del poder, riqueza y prestigio de la Atenas de antao.

    En cuanto a la mesura y realismo de su poltica,, que fueron tambin sealadas caractersticas del inte- ligente estadista y orador Calstrato de Afidnas, Plutar- co narra la siguiente ancdota: Siendo joven todava Demstenes, an no llegado a la mayora de edad, acompaado de su preceptor, se introdujo, contra la prescripcin legal, en la Asamblea del pueblo, donde ii la sazn Caistrato de Afidnas, famoso por su sagacii- dad en la poltica y el vigor de su elocuencia, hacia frente a la acusacin de alta traicin que contra 1 diriga el partido protebano de Atenas, inculpndole de la prdida de la ciudad de Oropo, situada en la frontera entre el Atica y Beocia, y haciendo responsable

    7 LUCIANO, Contra el indocto 4 . a Z~SIMO, Vida de Demstenes 147. 9 AGATIAS, H. G. M. 11 2, 28. 10 PLUTARCO, Vida de Demstenes 5.

    de tal quebrantma su actitud hostil hacia Tebas. El acusado se defendi con tal elegancia y gallarda, que no slo convenci a los jueces, sino que adems entu- siasm a los asistentes al proceso, entre 10s que se contaba el iuturo maestro de oratoria.

    Los tres primeros discursos polticos de nuestro orador son piezas oratorias escritas para otros, en las que Demstenes (al men~os en dos de ellas, Contra Arzdrocin [XXII] y Contra Timcrates [XXIV]) no habla en nombre propio, sino como militante del par- tido de la oposicin, presidido por Eubulo. En el Contra Leptines (XX), Demstenes se nos presenta como abogado de Ctesipo, el hijo de Cabrias. De todos modos, los tres discursos van dirigidos contra perso- nalidades del partido por entonces en el poder, a cuyo frente se encontraba Arislofonte. El propsito que en ellos alienta es el de pocier de manifiesto el mal go- bierno y la lamentable gestin econmica que llevan a cabo unos polticos que, no contentos con haber per- mitido que el estado perdiese a los ms importantes miembros de la Confederacibn, se empeaban en tomar medidas de recuperacin an ms desastrosas. En esta primera etapa de su carirera poltica nuestro orador pertenece al partido de Eubulo, insigne hacendista, dciensor a uitranza de una poltica fundamentalmente atenta a los asuntos econmicos y financieros del estado.

    Con estos tres discursos, que corresponden a tres procesos de poltica fiscal, gan Dernstenes el acceso a la tribuna de los oradoires en la Asamblea. Estamos en el ao 355 a. C. A partir de este momento, nuestro orador se dirige al pueblo para aconsejarle en materia de poltica exterior.

    Comienza esta nueva labor en el 354 a. C., fecha en que pronuncia el discurso titulado Sobre las sirzrno- ras (XIV). Corran por entonces rumores en Atenas, 35. - 2

  • segn los cuales Artajerjes 111 Oco estaba realizando impresionantes preparativos con el propsito de em- prender una campana militar en gran escala. Por otro lado, en las relaciones no siempre amistosas entre Atenas y Persia haba un hecho reciente que alimen- taba ferozmente el resentimiento de los atenienses: el Gran Rey haba amenazado a Atenas obligndola a firmar la paz que puso fin a la Guerra de los aliados. En estas circunstancias, el proyecto que Iscrates haba expuesto en el Panegrico cobr sorprendente vigencia al tiempo que los partidarios de Cares y Aristofonte soaban con reemprender la guerra contra Persia. Estos afanes belicosos hacen presa en el pueblo y Demste- nes, realista y prudente, decide frenar esos mpetus guerreros proponiendo un nuevo impuesto para aten- der a los gastos de la escuadra naval. Coincide con sus conciudadanos al declarar tambin l que el Gran Rey es el comn enemigo de los griegos, pero expone que para hacerle frente hacen falta barcos y dinero. Propone, pues, un plan de reforma de las agrupaciones de contribuyentes encargadas de aprestar una nave (sinmovas). De nuevo aparece en este discurso el fiel seguidor del programa poltico de Eubulo, un Dems- tenes pacifista y especialmente dedicado al saneamiento de la hacienda pblica.

    Pero dos aos ms tarde (352 a. C.) nuestro orador pone en prctica su personal aspiracin a una poltica ms activa, con lo que se desvincula de la de Eubulo, excesivamente prudente y tan slo atenta a los asuntos, internos. As, abogando por los megalopolitas, trata de restablecer la lnea de actuacin poltica anteriormente seguida por Calstrato, a saber, el principio del equili- brio de fuerzas, tan admirado en Demstenes por Lord Brougham. Pronuncia, pues, nuestro orador el discurso que lleva por ttulo En defensa de los Megalopoli- tus (XVI).

    Para entender este discurso hay que tener bkn rese ente que en el enfrentamiento entre Esparta y Tebas, esta ltima se haba convertido en protectora de la Liga Arcadia y del Estado mesenio, que haban sur- gido como trabas impuestas por la nueva potencia al poder de los lacedemonios en el Peloponeso. Pero, al ser derrotada Tebas por los focidios comandados por Onomarco en el 352 a. C., Arcadia qued desamparada frente a Esparta, que iniciaba contra ella preparativos militares. Acude, entonces, a Atenas, que a la sazn, y a raz de la poltica inspirada por Calstrato, era aliada de los lacedemonios y al lado de ellos se haba alineado en Mantinea (362 a. C.) y s'egua alinendose en la Ter- cera guerra sagrada, en la que atenienses y espartanos apoyaban a los focidios.

    Pues bien, Demstenes, sin dejarse influenciar por cl bando proarcadio ni por el proespartano, se pregun- ta qu postura le conviene adoptar a Atenas. Y formu- lada la cuestin en estos trminos, la respuesta es clara -as lo entendi nuestro orador-: si se pretende practicar la poltica de equilibrio de fuerzas, a Atenas le resultar ms beneficioso apoyar a Arcadia. Los hechos que sucedieron con posterioridad mostraron que nuestro orador, pese a no haber sido aceptado el consejo que propuso en este discurso, tena toda la razn. En efecto, los arcadios, desechados por Atenas, acudieron a Filipo, de quien fueron desde entonces eficaces aliados y colaboradores.

    Nuevamente nuestro orador se enfrenta a la opi- nin preponderante y a la poltica de Eubulo en el discurso titulado Por la libertad de los rodios (XV), en el que propone a1 pueblo ateniense la intervencin en Rodas -tal como la solicitaba una diputacin de exiliados demcratas rodia~s- para defender la demo- cracia contra la tirana de Mausolo, prncipe de Caria, a quien acababa de sucedr en el trono su viuda Ar-

  • segn los cuales Artajerjes 111 Oco estaba realizando impresionantes preparativos con el propsito de em- prender una campana militar en gran escala. Por otro lado, en las relaciones no siempre amistosas entre Atenas y Persia haba un hecho reciente que alimen- taba ferozmente el resentimiento de los atenienses: el Gran Rey haba amenazado a Atenas obligndola a firmar la paz que puso fin a la Guerra de los aliados. En estas circunstancias, el proyecto que Iscrates haba expuesto en el Panegrico cobr sorprendente vigencia al tiempo que los partidarios de Cares y Aristofonte soaban con reemprender la guerra contra Persia. Estos afanes belicosos hacen presa en el pueblo y Demste- nes, realista y prudente, decide frenar esos mpetus guerreros proponiendo un nuevo impuesto para aten- der a los gastos de la escuadra naval. Coincide con sus conciudadanos al declarar tambin l que el Gran Rey es el comn enemigo de los griegos, pero expone que para hacerle frente hacen falta barcos y dinero. Propone, pues, un plan de reforma de las agrupaciones de contribuyentes encargadas de aprestar una nave (sinmovas). De nuevo aparece en este discurso el fiel seguidor del programa poltico de Eubulo, un Dems- tenes pacifista y especialmente dedicado al saneamiento de la hacienda pblica.

    Pero dos aos ms tarde (352 a. C.) nuestro orador pone en prctica su personal aspiracin a una poltica ms activa, con lo que se desvincula de la de Eubulo, excesivamente prudente y tan slo atenta a los asuntos, internos. As, abogando por los megalopolitas, trata de restablecer la lnea de actuacin poltica anteriormente seguida por Calstrato, a saber, el principio del equili- brio de fuerzas, tan admirado en Demstenes por Lord Brougham. Pronuncia, pues, nuestro orador el discurso que lleva por ttulo En defensa de los Megalopoli- tus (XVI).

    Para entender este discurso hay que tener bkn rese ente que en el enfrentamiento entre Esparta y Tebas, esta ltima se haba convertido en protectora de la Liga Arcadia y del Estado mesenio, que haban sur- gido como trabas impuestas por la nueva potencia al poder de los lacedemonios en el Peloponeso. Pero, al ser derrotada Tebas por los focidios comandados por Onomarco en el 352 a. C., Arcadia qued desamparada frente a Esparta, que iniciaba contra ella preparativos militares. Acude, entonces, a Atenas, que a la sazn, y a raz de la poltica inspirada por Calstrato, era aliada de los lacedemonios y al lado de ellos se haba alineado en Mantinea (362 a. C.) y s'egua alinendose en la Ter- cera guerra sagrada, en la que atenienses y espartanos apoyaban a los focidios.

    Pues bien, Demstenes, sin dejarse influenciar por cl bando proarcadio ni por el proespartano, se pregun- ta qu postura le conviene adoptar a Atenas. Y formu- lada la cuestin en estos trminos, la respuesta es clara -as lo entendi nuestro orador-: si se pretende practicar la poltica de equilibrio de fuerzas, a Atenas le resultar ms beneficioso apoyar a Arcadia. Los hechos que sucedieron con posterioridad mostraron que nuestro orador, pese a no haber sido aceptado el consejo que propuso en este discurso, tena toda la razn. En efecto, los arcadios, desechados por Atenas, acudieron a Filipo, de quien fueron desde entonces eficaces aliados y colaboradores.

    Nuevamente nuestro orador se enfrenta a la opi- nin preponderante y a la poltica de Eubulo en el discurso titulado Por la libertad de los rodios (XV), en el que propone a1 pueblo ateniense la intervencin en Rodas -tal como la solicitaba una diputacin de exiliados demcratas rodia~s- para defender la demo- cracia contra la tirana de Mausolo, prncipe de Caria, a quien acababa de sucedr en el trono su viuda Ar-

  • temisia. Este dinasta cario, vasallo del Gran Rey, a fuerza de apoyar al partido oligrquico en Rodas haba acabado con la democracia en la isla. El pueblo ate- niense -incluidos estrategos y prohombres de la pol- tica- se regocija al ver humillados y suplicantes a los que poco antes iueran rebelcies altivos. Eubulo se man- tiene iirmenieriitt apegado a su poltica de no interven- cin, atemorizado ante Persia. Demstenes, por el con- trario, sabe ya a esias alturas que ei verdadero enemigo de Atenas no es el Gran Rey, sino Filipo 11 de Mace- donia. Por esta razn, en contradiccin con la conducta recomendada en Sobre las sinrnoras, cuando todava era un secuaz de Eubulo, ahora exhorta a sus conciu- dadanos a la accin. En vano, pues no se le hizo caso. Pero una vez ms la historia de los acontecimientos subsiguientes demostr lo acertado del asesoramiento,, ya que Rodas y Quos, rechazadas por Atenas, termina- ion pactando con Filipo.

    En estos tres discursos pronunciados entre el 354. y el 351 a. C . se desarrollan claramente las ideas y tesis de nuestro orador sobre tres importantes reas que afectan a la poltica exterior de Atenas: Asia. Menor y el imperio persa, el Peloponeso y el poder espartano, y el Egeo y las islas que haban sido miem- bros de la Segunda Liga martima.

    Otra zona geogrfica, a juicio de Demstenes, de enorme inters para Atenas, era la que configuraba el norte de Grecia, Tracia y los Dardanelos. A ella dedica su atencin en el discurso titulado Contra Aristcra- tes (XXIII), escrito por nuestro orador para un tal Euticles de Tra y pronunciado probablemente en el 352 a. C. En l expone una lnea de actuacin poltica., contraria a la pacifista de Eubulo, cuyos objetivo:^ principales son impedir que Cersobleptes se haga con el control de Quersoneso y tratar de desviar a Filipo de una zona tan vital para Atenas.

    TNTRODUCCI[~N GFNERAL 21

    En la misma lnea de ,atencin hav que situar los discursos dedicados a combatir la indolencia

    de Atenas ante la amenazadora propaeacih del podero de Filipo, que ha lanzado ataoues contra las Term- pilas, el Helesponto v Olirito: el Primer disctrrro con- tra Filipo (IV) v los Olintiacos (1-111).

    Con los cuatro discursos Contra Filipo (TV, VI, IX, X) y Ios tres Olit?tmx (1, 11, II), Demstenes se pro- pone va decididamente transformar la voluntad del pueblo, educndolo de forma que no se deje convencer por las lisonias de los orzldores adulones, que son la mavora. As lo ~5 r rna expresamente en el ltimo p- rrafo (36) de la pieza oratoria titulada Sobre la orga- nizacin financiera (XIIT), cuya autenticidad", frente a las reservas planteadas por Blass en el siglo pasado, ppenas se pone en duda artunlmente. En 10s Olintiacoi v los discursos Contvn Filipo (Olintacas v FiIpicas, tradicionalmente) nuestro orador invoca el recuerdo de la Atenas florecierite o puiante de antao, explica al pueblo la gravedad de I R zmeilaza que, para Grecia v Atenas, supone Filipr> ~i ofrece propuestas endereza- das a loprar la salvacin de la ciudad: ingresar el fondo destinado para los espectculos en un arca es- pecialmente reservada para sufranar yastos de guerra, atacar por dos frentes simultneamente; en suma, des- pertar del largo letargo v entrar en accin sacrificando, por bien de la vatria. vidas v haciendas.

    Naturalmente, este proyecto chocaba demasiado vio- lentamente con los intereses de los ricos propietarios atenienses, que se apiaban en torno a Eubulo. As se explica que un secuaz de este poltico, un acaudalado ateniense llamado Midias, arrogante Y brutal, antiguo enemigo personal de Dem

  • temisia. Este dinasta cario, vasallo del Gran Rey, a fuerza de apoyar al partido oligrquico en Rodas haba acabado con la democracia en la isla. El pueblo ate- niense -incluidos estrategos y prohombres de la pol- tica- se regocija al ver humillados y suplicantes a los que poco antes iueran rebelcies altivos. Eubulo se man- tiene iirmenieriitt apegado a su poltica de no interven- cin, atemorizado ante Persia. Demstenes, por el con- trario, sabe ya a esias alturas que ei verdadero enemigo de Atenas no es el Gran Rey, sino Filipo 11 de Mace- donia. Por esta razn, en contradiccin con la conducta recomendada en Sobre las sinrnoras, cuando todava era un secuaz de Eubulo, ahora exhorta a sus conciu- dadanos a la accin. En vano, pues no se le hizo caso. Pero una vez ms la historia de los acontecimientos subsiguientes demostr lo acertado del asesoramiento,, ya que Rodas y Quos, rechazadas por Atenas, termina- ion pactando con Filipo.

    En estos tres discursos pronunciados entre el 354. y el 351 a. C . se desarrollan claramente las ideas y tesis de nuestro orador sobre tres importantes reas que afectan a la poltica exterior de Atenas: Asia. Menor y el imperio persa, el Peloponeso y el poder espartano, y el Egeo y las islas que haban sido miem- bros de la Segunda Liga martima.

    Otra zona geogrfica, a juicio de Demstenes, de enorme inters para Atenas, era la que configuraba el norte de Grecia, Tracia y los Dardanelos. A ella dedica su atencin en el discurso titulado Contra Aristcra- tes (XXIII), escrito por nuestro orador para un tal Euticles de Tra y pronunciado probablemente en el 352 a. C. En l expone una lnea de actuacin poltica., contraria a la pacifista de Eubulo, cuyos objetivo:^ principales son impedir que Cersobleptes se haga con el control de Quersoneso y tratar de desviar a Filipo de una zona tan vital para Atenas.

    TNTRODUCCI[~N GFNERAL 21

    En la misma lnea de ,atencin hav que situar los discursos dedicados a combatir la indolencia

    de Atenas ante la amenazadora propaeacih del podero de Filipo, que ha lanzado ataoues contra las Term- pilas, el Helesponto v Olirito: el Primer disctrrro con- tra Filipo (IV) v los Olintiacos (1-111).

    Con los cuatro discursos Contra Filipo (TV, VI, IX, X) y Ios tres Olit?tmx (1, 11, II), Demstenes se pro- pone va decididamente transformar la voluntad del pueblo, educndolo de forma que no se deje convencer por las lisonias de los orzldores adulones, que son la mavora. As lo ~5 r rna expresamente en el ltimo p- rrafo (36) de la pieza oratoria titulada Sobre la orga- nizacin financiera (XIIT), cuya autenticidad", frente a las reservas planteadas por Blass en el siglo pasado, ppenas se pone en duda artunlmente. En 10s Olintiacoi v los discursos Contvn Filipo (Olintacas v FiIpicas, tradicionalmente) nuestro orador invoca el recuerdo de la Atenas florecierite o puiante de antao, explica al pueblo la gravedad de I R zmeilaza que, para Grecia v Atenas, supone Filipr> ~i ofrece propuestas endereza- das a loprar la salvacin de la ciudad: ingresar el fondo destinado para los espectculos en un arca es- pecialmente reservada para sufranar yastos de guerra, atacar por dos frentes simultneamente; en suma, des- pertar del largo letargo v entrar en accin sacrificando, por bien de la vatria. vidas v haciendas.

    Naturalmente, este proyecto chocaba demasiado vio- lentamente con los intereses de los ricos propietarios atenienses, que se apiaban en torno a Eubulo. As se explica que un secuaz de este poltico, un acaudalado ateniense llamado Midias, arrogante Y brutal, antiguo enemigo personal de Dem

  • TNTRODUCC'I~N GENERAL 23

    cargo de corego de su tribu. Este ataque dio lugar a1 Contra Midias (XXI).

    El pueblo ateniense se neq a aceptar los sacrificios que Demstcnes recomendara, v en el 348 a. C. cav Olinto v fueron destruidas todas las ciudades de la Confederacin Oliptaca. Atena~, tras este desastre, se sinti necec;t~da dc pa7; tcirnbin la recomend el ora- dor de Peania en Sobre la paz (VI; y, curiosamente, l mismo v su encarnizado enemigo Esquines fueron elezidns miembros de la deleeacin que para tratar de ella se envi a Macedonia, a la corte de Filipo.

    La paz ansiada se h i ~ o realidad en el 346 a. C. -Paz de Filcrates-, fecha tope en que hav que situar la redaccin de la cdeccin de los cincurnta v seis proemio^ (LVI) (ci~cuenta v ocho a juzgar por la presentacin que ofrecen de ellos los manuscritoq'r que han llegado hasta nosotros en el acervo de las obras de Demstenes 12.

    Cuando nuestro orador pronunci el discurso Sohrr la paz (V) estaba plenamente convencido -contraria- mente a Iscrates en su obra Filipo- de que el con- flicto final v decisivo con el Macedonio sera inevita- ble. Si se resiqn a aceptar la paz, fue porque vea el estado de aislamiento en que se hallaba Atenas, lo qul: anulaba toda posibilidad de encontrar en la guerra un:? opcin poltica ms realista v oportuna.

    Dos aos despus de la paz, en el Segundo discurso Contra Filipo (VI), del 344 a. C., justifica con los he:- chos realmente ocurridos las advertencias por l ex- presadas y desodas por sus conciudadanos, hace ver a sus compatriotas que el objetivo ltimo de Filipo es la propia Atenas termina la alocucin con una fuerte

    12 A. RUPPRECHT, Die demosthenische Prooemiensammlungn, Phifologtis 82 (1927), 365-432; F. FOCKE, Demosthenesstudien, Stuttgart, 1929.

    invectiva contra Esquines, a quien la poltica exterior de Atenas debe tantos fracasos y desafortunadas de- terminaciones. Da la impresin de que Demstenes sabe va que prximamenite tendr lugar el proceso contra su odiado enemigo.

    De la embajada enviada por Atenas para tratar de la pa7 con Filipo surgir en el 343 a. C. el dixurso Sobre la embajada fraudulenta (XIX), en que el de Peanil acusa a su aborrecido adversario Esquines de haber desempeado su misin diplomtica de forma poco leal. El acusado, en cuva defensa abogan Eubulo y Focin, por escaso margen de votos result absuelto. Este mismo ao, un poco antes del proceso contra Esquines. Hiperides, secirndado por Demstenes. lo- gr que el tribunal condenase a Filcrates, colabora- dor de Esquines, que haba dado nombre a la mencio- nada paz.

    Dos anos ms tarde, cn el 341 a. C., se fecha el dis- curso Sobre los arzlntos de Quersoneso (VIII). en de- fensa de Diopites, a quien atacaba el partido proma- cedonio de Atenas porque, al frente de un ejrcito, ~itilizando el Quersoneso como base de operaciones, se haba internado en zonas de Tracia que pertene- can a Macedonia. Poco despus nuestro orador pro- nuncia el Tercer discurso contra Filipo (IX). la ms vigorosa, apasionada y panhelnica de las Filpicas'3; imbuida, bien es verdad, de un panhelenismo que no es favorable a Filipo, corno el de Iscrates, sino, por el contrario, furiosamente antimacedonio. Demstenes es en la Tercera Filpica el campen de la libertad que con el irresistible ardor de su palabra evoca el senti- miento de solidaridad panhelnica y proclama la ne-

    13 W. ALEXANDER. aConclusion of Demosthenes 'Philippica' 38, CI. Bull. 36 (1960), 43-44.

  • TNTRODUCC'I~N GENERAL 23

    cargo de corego de su tribu. Este ataque dio lugar a1 Contra Midias (XXI).

    El pueblo ateniense se neq a aceptar los sacrificios que Demstcnes recomendara, v en el 348 a. C. cav Olinto v fueron destruidas todas las ciudades de la Confederacin Oliptaca. Atena~, tras este desastre, se sinti necec;t~da dc pa7; tcirnbin la recomend el ora- dor de Peania en Sobre la paz (VI; y, curiosamente, l mismo v su encarnizado enemigo Esquines fueron elezidns miembros de la deleeacin que para tratar de ella se envi a Macedonia, a la corte de Filipo.

    La paz ansiada se h i ~ o realidad en el 346 a. C. -Paz de Filcrates-, fecha tope en que hav que situar la redaccin de la cdeccin de los cincurnta v seis proemio^ (LVI) (ci~cuenta v ocho a juzgar por la presentacin que ofrecen de ellos los manuscritoq'r que han llegado hasta nosotros en el acervo de las obras de Demstenes 12.

    Cuando nuestro orador pronunci el discurso Sohrr la paz (V) estaba plenamente convencido -contraria- mente a Iscrates en su obra Filipo- de que el con- flicto final v decisivo con el Macedonio sera inevita- ble. Si se resiqn a aceptar la paz, fue porque vea el estado de aislamiento en que se hallaba Atenas, lo qul: anulaba toda posibilidad de encontrar en la guerra un:? opcin poltica ms realista v oportuna.

    Dos aos despus de la paz, en el Segundo discurso Contra Filipo (VI), del 344 a. C., justifica con los he:- chos realmente ocurridos las advertencias por l ex- presadas y desodas por sus conciudadanos, hace ver a sus compatriotas que el objetivo ltimo de Filipo es la propia Atenas termina la alocucin con una fuerte

    12 A. RUPPRECHT, Die demosthenische Prooemiensammlungn, Phifologtis 82 (1927), 365-432; F. FOCKE, Demosthenesstudien, Stuttgart, 1929.

    invectiva contra Esquines, a quien la poltica exterior de Atenas debe tantos fracasos y desafortunadas de- terminaciones. Da la impresin de que Demstenes sabe va que prximamenite tendr lugar el proceso contra su odiado enemigo.

    De la embajada enviada por Atenas para tratar de la pa7 con Filipo surgir en el 343 a. C. el dixurso Sobre la embajada fraudulenta (XIX), en que el de Peanil acusa a su aborrecido adversario Esquines de haber desempeado su misin diplomtica de forma poco leal. El acusado, en cuva defensa abogan Eubulo y Focin, por escaso margen de votos result absuelto. Este mismo ao, un poco antes del proceso contra Esquines. Hiperides, secirndado por Demstenes. lo- gr que el tribunal condenase a Filcrates, colabora- dor de Esquines, que haba dado nombre a la mencio- nada paz.

    Dos anos ms tarde, cn el 341 a. C., se fecha el dis- curso Sobre los arzlntos de Quersoneso (VIII). en de- fensa de Diopites, a quien atacaba el partido proma- cedonio de Atenas porque, al frente de un ejrcito, ~itilizando el Quersoneso como base de operaciones, se haba internado en zonas de Tracia que pertene- can a Macedonia. Poco despus nuestro orador pro- nuncia el Tercer discurso contra Filipo (IX). la ms vigorosa, apasionada y panhelnica de las Filpicas'3; imbuida, bien es verdad, de un panhelenismo que no es favorable a Filipo, corno el de Iscrates, sino, por el contrario, furiosamente antimacedonio. Demstenes es en la Tercera Filpica el campen de la libertad que con el irresistible ardor de su palabra evoca el senti- miento de solidaridad panhelnica y proclama la ne-

    13 W. ALEXANDER. aConclusion of Demosthenes 'Philippica' 38, CI. Bull. 36 (1960), 43-44.

  • cesidad de Que el patriotisi-iio x el honor inspiren Y ~lientcn toda accin poltica.

    A partir de este momento -estamos en el ao 342 a. C.-, la e!oc~icnria enardecedora $el de Peania recorre las ciudade5 n?rrzndn aliados para Aten25 en previsih cic] inminenfe cnfrent2i.liiento con el Macc- donio. En e! Cztarto i7t\cz!. w cont ln Filipn (X), o Cziar- fa Fzlprra, cuX-a au te~ t ic :~kd , contrzriamcnte a 13. olli- nin ~rieente en el

  • cesidad de Que el patriotisi-iio x el honor inspiren Y ~lientcn toda accin poltica.

    A partir de este momento -estamos en el ao 342 a. C.-, la e!oc~icnria enardecedora $el de Peania recorre las ciudade5 n?rrzndn aliados para Aten25 en previsih cic] inminenfe cnfrent2i.liiento con el Macc- donio. En e! Cztarto i7t\cz!. w cont ln Filipn (X), o Cziar- fa Fzlprra, cuX-a au te~ t ic :~kd , contrzriamcnte a 13. olli- nin ~rieente en el

  • pide asilo. Hiperides y el partido de los patriotas ex- tremista~ se declaran dispuestos a acogerle de inme- diato v, aprovechando tan favorable coyuntura, iniciar una puerra relmpago contra Alejandro. Demstenes, cn cambio, patriota, pero moderado, no es partidario dc lanzar a Atenas a una peligrosa e innecesaria con- frontacin armada. Al final se impuso una solucin intermedia: Hrpalo sera retenido bajo custodia hasta la llegada de un enviado de Alejandro, a quien se le entregara; entretanto, el dinero que haba trado con- sipo sera depositado en la Acrpolis. Pronto se des- cubri que la suma depositada era la mitad de la declarada por el depositante. quien, por cierto, el mismo ao de su llegada a Atenas (342 a. C.) consi- p i huir de all a Creta. Se e~carp al Arepago, por nropuesta de Demstenes, la misin de indagar el pa- radero del dinero que faltaba, v al cabo de seis meses present este tribunal, compuesto Dor personas des- favorables a la poltica de nuestro orador, una decla- racin en que figuraba entre otros el nombre del maes- tro de elocuencia. Condenzdo por ello a pagar cincuenta talentos. como no los tena, fue reducido a prisin, de la que logr escapar en busca de un voluntario des- tierro. Pero poco fue lo que dur este exilio, trans- currido en Erim v Trecn. En el 323 a. C. la fiebre acaba con Aleiandro en Babilonia, v al punto toda Grecia se conmocion alentada por la esperanza de recuperar la libertad perdida. As pues, se hizo volver a Demstenes, que, reconciliado con quien antes friera su acusador en el asunto de Hrpalo, Hiperides, une sus esfuerzos a los de ste con vistas a organizar una Liga de resistencia que hiciese frente al poder mace- donio. Esta coalicin comenz logrando satisfactorios resultados en el desarrollo de las operaciones milita- res: Antpatro, general de las huestes macednicas, fue obligado a refugiarse en la ciudad de Lamia -de ah

    el nombre de Guerra Lamacan-, situada en Mlide. Pero pese a estos afortunados inicios de los griegos insurgentes, a la postre e1 general macedonio derrot en Tcsalia a las tropas de la alianza antimacednica. El caudillo vencedor no se content con imponer una guarnicin en Muniquia y modificar la constitucin de Atenas, sino que, adems, exigi a los atenienses que le entregasen unos cuantos polticos antimacedonios, entre los que fisuraban los dos patriticos oradores, Hiperides v Demstenes, que, en consecuencia, se vie- ron obligados a huir. Nuestro orador se acogi al sacro asilo -que tan poco le vali- del templo de Posidn en Cslauria. islita situada frente a la costa meridiovsl de la Arglide prxima a Trecn. Amenazado alI por el actor Arquias, comanciante de la tropa que le per- segua, se suicid inairiendo veneno. Hemoi Ilemdo con esto al 322 a. C., ao en que mueren Demstenes. Hiperides v la independencia de Atenas.

    De los discursos nolticos no mencionados, se con- sideran espurios los titulados Respuesta de la carta de Filipo (XI) v Corztrn Aristogitn 11 (XXVI); del Contra Avistogitn 1 (XXV) se discute la autenticidad: natu- ralmente, no es de Demstenes la epstola que con el ttulo de Curto de Fi!ipo (XII) se ha introducido de rondn en el Corpus. Tampoco es autntico el discurso titulado Sobre el Hnloneso (VII), que se atribuve con bastante seguridad a Hegesipo.

    Ms complicado es el problema de la autenticidad en el caso de los discursos que fueron compuestos para pleitos civiles Y han llegado hasta nosotros dentro del corpus de 10s discursos de Demstenes. Algunos de ellos ya eran rechazados como espurios por los antiguos, como el Contra Teocvines (LVIII) o el Contra Timoteo (XLIX); otros, en cambio, no slo no ofrecen duda sobre su autenticidad, sino que incIuso nos sirven de referencia preciosa para seguir la evolucin del

  • pide asilo. Hiperides y el partido de los patriotas ex- tremista~ se declaran dispuestos a acogerle de inme- diato v, aprovechando tan favorable coyuntura, iniciar una puerra relmpago contra Alejandro. Demstenes, cn cambio, patriota, pero moderado, no es partidario dc lanzar a Atenas a una peligrosa e innecesaria con- frontacin armada. Al final se impuso una solucin intermedia: Hrpalo sera retenido bajo custodia hasta la llegada de un enviado de Alejandro, a quien se le entregara; entretanto, el dinero que haba trado con- sipo sera depositado en la Acrpolis. Pronto se des- cubri que la suma depositada era la mitad de la declarada por el depositante. quien, por cierto, el mismo ao de su llegada a Atenas (342 a. C.) consi- p i huir de all a Creta. Se e~carp al Arepago, por nropuesta de Demstenes, la misin de indagar el pa- radero del dinero que faltaba, v al cabo de seis meses present este tribunal, compuesto Dor personas des- favorables a la poltica de nuestro orador, una decla- racin en que figuraba entre otros el nombre del maes- tro de elocuencia. Condenzdo por ello a pagar cincuenta talentos. como no los tena, fue reducido a prisin, de la que logr escapar en busca de un voluntario des- tierro. Pero poco fue lo que dur este exilio, trans- currido en Erim v Trecn. En el 323 a. C. la fiebre acaba con Aleiandro en Babilonia, v al punto toda Grecia se conmocion alentada por la esperanza de recuperar la libertad perdida. As pues, se hizo volver a Demstenes, que, reconciliado con quien antes friera su acusador en el asunto de Hrpalo, Hiperides, une sus esfuerzos a los de ste con vistas a organizar una Liga de resistencia que hiciese frente al poder mace- donio. Esta coalicin comenz logrando satisfactorios resultados en el desarrollo de las operaciones milita- res: Antpatro, general de las huestes macednicas, fue obligado a refugiarse en la ciudad de Lamia -de ah

    el nombre de Guerra Lamacan-, situada en Mlide. Pero pese a estos afortunados inicios de los griegos insurgentes, a la postre e1 general macedonio derrot en Tcsalia a las tropas de la alianza antimacednica. El caudillo vencedor no se content con imponer una guarnicin en Muniquia y modificar la constitucin de Atenas, sino que, adems, exigi a los atenienses que le entregasen unos cuantos polticos antimacedonios, entre los que fisuraban los dos patriticos oradores, Hiperides v Demstenes, que, en consecuencia, se vie- ron obligados a huir. Nuestro orador se acogi al sacro asilo -que tan poco le vali- del templo de Posidn en Cslauria. islita situada frente a la costa meridiovsl de la Arglide prxima a Trecn. Amenazado alI por el actor Arquias, comanciante de la tropa que le per- segua, se suicid inairiendo veneno. Hemoi Ilemdo con esto al 322 a. C., ao en que mueren Demstenes. Hiperides v la independencia de Atenas.

    De los discursos nolticos no mencionados, se con- sideran espurios los titulados Respuesta de la carta de Filipo (XI) v Corztrn Aristogitn 11 (XXVI); del Contra Avistogitn 1 (XXV) se discute la autenticidad: natu- ralmente, no es de Demstenes la epstola que con el ttulo de Curto de Fi!ipo (XII) se ha introducido de rondn en el Corpus. Tampoco es autntico el discurso titulado Sobre el Hnloneso (VII), que se atribuve con bastante seguridad a Hegesipo.

    Ms complicado es el problema de la autenticidad en el caso de los discursos que fueron compuestos para pleitos civiles Y han llegado hasta nosotros dentro del corpus de 10s discursos de Demstenes. Algunos de ellos ya eran rechazados como espurios por los antiguos, como el Contra Teocvines (LVIII) o el Contra Timoteo (XLIX); otros, en cambio, no slo no ofrecen duda sobre su autenticidad, sino que incIuso nos sirven de referencia preciosa para seguir la evolucin del

  • INTRODUCC:IN GENERAL 29

    estilo dc nuestro orador. Tal es el caso, por eiemplo, de los discursos contra sus tutores: prescindiendo del problema que plantea cl 111 Contra Afobo (XXIX), estos discursos dejan entrever, por lo que se refiere n la argumentacin, clara influencia de Iseo; y en el ms perfecto de ellos. el 1 Contra Afoho (XXVII) apun- la va un estilo sobrio sazonado con ciertos rasgos p:*tticos que prefiguran al Demstenes ms curtido, autor de1 discurso Sobre la corona. Algo similar cabe decir respecto del titulado Snhre la corona trierrqui- fa (LI), que en realidad no es un discurso privado, sino que fue pronunciado por Demstenes, siendo trierarco, ante el Consejo en el 359 a. C. En l nos encontramos con un curioso testimonio del estilo de Demstenes en sus comienzos: abundan en este dis- curso las anttesis bien medidas, los miembros de frac equilibrados, y hasta se da alqin caso de homoeotelert- ton, aunque sin llepar a caer en los esquemas de la oratoria isocratea: todava las frases son cortas u no son frecuentes las amplificaciories propias de nuestro orador en la fase de mad~x-ez de su estilo.

    Entre 10s discursos privados de Demstenes se han introducido algmos tan claramente espurios, que de inmediato dejan patente tal carcter al ser confronta- dos con los ~enuinos. El caso ms aparente en que se produce este contraste es el de los titulados Contra Beoto I (XXXJX) v Contra Beoto 11 (XL). En el ~ r i - mero se aprecia si1 autenticidad en la composicin, en la argumentacin, en el tono, que en determinado mo- mento (XXXIX 36) recuerda al de una parte del dis- curso tambin genuino titulado En defensa de Forrnin (XXXVI 48), en Ia viveza de la narracin, en el colo- rido v la fuerza de la expresin. Por el contrario, en el Contra Beoto 11 se perciben precisamente los matices estilsticos contrarios a los que caracterizan a los dis- cursos de nuestro orador, a saber: un hiato abundante,

    numerosas negligencias en cuestin de ritmo, acumu- lacin de slabas breves, premiosidad y frecuentes re- peticiones en la narracin.

    Problemas de autenticidad plantean tambin las seis cartas l7 que bajo el nombre de Demstenes han lle- gado hasta nosotros en manuscritos bizantinos. Las u

    cuatro primeras van dirigidas al Consejo y al pueblo de Atenas; la quinta es pr-ivada, enviada a un tal Hera- cicudoro, antiguo alumno de Platn; la sexta, muy bre- ve, tiene como destinatarios al pueblo y Consejo ate- nienses y parece haber siido escrita durante la guerra lamaca. Pues bien, de todas ellas slo las cuatro pri- meras parecen claramente autnticas.

    El estilo de Demstenes es realmente difcil de de- finir, como es natural que: lo sea el de un maestro de la elocuencia que descuella de entre los dems orado- res griegos. Nos contentarternos, pues, con sealar algu- iius de sus principales rasgos: nuestro orador emplea a la vez y con igual soltura amplios perodos y frases breves, innovaciones lxicas y palabras de cuo po- tico, locuciones de la lengua coloquial y figuras de la diccin. En sus discursos sorprenden a un tiempo la brevedad descriptiva y la morosidad producida por si- nnimos encadenados mediante conjunciones copula- tivas, las veloces enumeraciones de trminos en asn- deton y las lentas recurirencias semnticas. Evita el hiato con moderacin y admite un gran nmero dc ritmos en los miembros de frase. Su elocuencia da a veces la impresin de un incoercible torrente verbal y otras, en cambio, recuerda la reposada expresin epidctica. Su estilo es, en suma, ms elevado que el de los oradores que se sirven de la elocucin l lana~y ms natural que el de los que observan rigurosamente las normas del ornato externo; no es tan sobrio como l

    17 Ibid., 233.

  • INTRODUCC:IN GENERAL 29

    estilo dc nuestro orador. Tal es el caso, por eiemplo, de los discursos contra sus tutores: prescindiendo del problema que plantea cl 111 Contra Afobo (XXIX), estos discursos dejan entrever, por lo que se refiere n la argumentacin, clara influencia de Iseo; y en el ms perfecto de ellos. el 1 Contra Afoho (XXVII) apun- la va un estilo sobrio sazonado con ciertos rasgos p:*tticos que prefiguran al Demstenes ms curtido, autor de1 discurso Sobre la corona. Algo similar cabe decir respecto del titulado Snhre la corona trierrqui- fa (LI), que en realidad no es un discurso privado, sino que fue pronunciado por Demstenes, siendo trierarco, ante el Consejo en el 359 a. C. En l nos encontramos con un curioso testimonio del estilo de Demstenes en sus comienzos: abundan en este dis- curso las anttesis bien medidas, los miembros de frac equilibrados, y hasta se da alqin caso de homoeotelert- ton, aunque sin llepar a caer en los esquemas de la oratoria isocratea: todava las frases son cortas u no son frecuentes las amplificaciories propias de nuestro orador en la fase de mad~x-ez de su estilo.

    Entre 10s discursos privados de Demstenes se han introducido algmos tan claramente espurios, que de inmediato dejan patente tal carcter al ser confronta- dos con los ~enuinos. El caso ms aparente en que se produce este contraste es el de los titulados Contra Beoto I (XXXJX) v Contra Beoto 11 (XL). En el ~ r i - mero se aprecia si1 autenticidad en la composicin, en la argumentacin, en el tono, que en determinado mo- mento (XXXIX 36) recuerda al de una parte del dis- curso tambin genuino titulado En defensa de Forrnin (XXXVI 48), en Ia viveza de la narracin, en el colo- rido v la fuerza de la expresin. Por el contrario, en el Contra Beoto 11 se perciben precisamente los matices estilsticos contrarios a los que caracterizan a los dis- cursos de nuestro orador, a saber: un hiato abundante,

    numerosas negligencias en cuestin de ritmo, acumu- lacin de slabas breves, premiosidad y frecuentes re- peticiones en la narracin.

    Problemas de autenticidad plantean tambin las seis cartas l7 que bajo el nombre de Demstenes han lle- gado hasta nosotros en manuscritos bizantinos. Las u

    cuatro primeras van dirigidas al Consejo y al pueblo de Atenas; la quinta es pr-ivada, enviada a un tal Hera- cicudoro, antiguo alumno de Platn; la sexta, muy bre- ve, tiene como destinatarios al pueblo y Consejo ate- nienses y parece haber siido escrita durante la guerra lamaca. Pues bien, de todas ellas slo las cuatro pri- meras parecen claramente autnticas.

    El estilo de Demstenes es realmente difcil de de- finir, como es natural que: lo sea el de un maestro de la elocuencia que descuella de entre los dems orado- res griegos. Nos contentarternos, pues, con sealar algu- iius de sus principales rasgos: nuestro orador emplea a la vez y con igual soltura amplios perodos y frases breves, innovaciones lxicas y palabras de cuo po- tico, locuciones de la lengua coloquial y figuras de la diccin. En sus discursos sorprenden a un tiempo la brevedad descriptiva y la morosidad producida por si- nnimos encadenados mediante conjunciones copula- tivas, las veloces enumeraciones de trminos en asn- deton y las lentas recurirencias semnticas. Evita el hiato con moderacin y admite un gran nmero dc ritmos en los miembros de frase. Su elocuencia da a veces la impresin de un incoercible torrente verbal y otras, en cambio, recuerda la reposada expresin epidctica. Su estilo es, en suma, ms elevado que el de los oradores que se sirven de la elocucin l lana~y ms natural que el de los que observan rigurosamente las normas del ornato externo; no es tan sobrio como l

    17 Ibid., 233.

  • 30 DISCURSOS POLITICOS INTRODUCCIN GENERAL 3 1

    de Lisias ni tan exuberante como el de Iscrates, pero es ms rico que el del primero y ms vivo que el del segundo; est alejado de las frmulas de escuela; es patitico sin perder gravedad, enrgico, dialogstico unas veces, otras descriptivo a base de una eficaz par- quedad de rasgos y siempre provisto de armona, va- riedad y vida.

    La lama que alcanz Demstenes como poltico y orador comienza a hacerse notar ya antes de su muer- te. El pueblo ateniense, como es sabido, reconoci su patriotismo, y un contemporneo del autor del dis- curso Sobre la corona, un tal Esin 18, sostuvo que de entre las obras de los oradores anteriores y los de sus misma poca sobresalan con mucho, al ser ledas, las del orador de Peania.

    Muerto ya el maestro de elocuencia, en el 280 a. C. (arcontado de Gorgias), a propuesta de su sobrino Deincares, los atenienses le erigieron una estatua de bronce para conmemoracin de su genio y figura, en cuyo pedestal l Y se grab un dstico, que en traduccin rezaba as:

    Si tu fuerza, Demstenes, a tu intencin igual [hubiera sido,

    Nunca el Ares Macedonio a los griegos hubiera [regido.

    Con este tributo recompens el pueblo ateniense a un hombre a quien Cicern consider el ms grande orador de todos los tiempos, cuya vala publicaron ya los eminentes crticos Dionisio de Halicarnaso y Cecilio de Caleacte, y al que dirigieron calurosos elogios el annimo autor del Sobre lo sublime y Quintiliano.

    18 P ~ u ~ a ~ c o , Vida de Deindstenes 11. 19 Ps.-PLUTARCO, Vidas de 10s diez oradores 847 a-b; PAUSA-

    ~14s . 1 8, 2.

    La admiracin suscitada por Demstenes entre los llega a su punto culminante con Hermgenes

    de Tarso, que le llama el orador por antonon~asia; un siglo ms tarde (s. IV), Libanio convierte al peanieo en objeto de estudio y modelo de imitacin. Bien es verdad, no obstante, que ya desde pronto cont nues- tro orador con encarnizados enemigos. La retrica del siglo 111 a. C. le fue adversa en consonancia con la antipata que Aristteles, p,artidario de la causa mace- donia, deba sentir hacia el patritico maestro de ora- dores. Sin embargo, su oblra fue muy apreciada por fillogos de la talla de Calmaco y Clecares.

    Esta divisin de opiniones que mantuvieron defen- sores y admiradores por un lado y detractores por otro se ha extendido a los tiempos modernos. De entre los partidarios y encomiastas del insigne peanieo en los siglos xix y xx cabe citar a Brdif, Pickard-Cam- bridge, Adams, Christ, Hartel, Pokorny, Clmenceau, etctera; entre los detractores descuellan Droysen 20, a quien remonta el aborrecimiento de los modernos es- tudiosos hacia Demstenes, Spengel, Beloch, Meyer, Weidner, Wendland, Kessler, Kahrstedt, Drerup, autor de un trabajo que rezuma odio contra nuestro orador, un libro de guerra, Knegsbuch, excesivamente in- fluido por las circunstancias polticas en que fue es- crito ".

    El punto de partida de la constitucin del corpu~ de nuestro orador se sita en la poca del propio De- mstenes, que probablemente public parte de sus discursos. Muy pronto penetraron en esta coleccin algunos -especialmente forenses, aunque no de forma exclusiva- que no haban salido del clamo de nues-

    20 G. DROYSEN, Geschichte .AIexanders des Grossen, Berln, 1833 : Geschichte des Heiienismi~s, Berln, 1836.

    21 E. DRERW, AUS einer alten Advokatenrepublik, Paderborn, 1916.

  • 30 DISCURSOS POLITICOS INTRODUCCIN GENERAL 3 1

    de Lisias ni tan exuberante como el de Iscrates, pero es ms rico que el del primero y ms vivo que el del segundo; est alejado de las frmulas de escuela; es patitico sin perder gravedad, enrgico, dialogstico unas veces, otras descriptivo a base de una eficaz par- quedad de rasgos y siempre provisto de armona, va- riedad y vida.

    La lama que alcanz Demstenes como poltico y orador comienza a hacerse notar ya antes de su muer- te. El pueblo ateniense, como es sabido, reconoci su patriotismo, y un contemporneo del autor del dis- curso Sobre la corona, un tal Esin 18, sostuvo que de entre las obras de los oradores anteriores y los de sus misma poca sobresalan con mucho, al ser ledas, las del orador de Peania.

    Muerto ya el maestro de elocuencia, en el 280 a. C. (arcontado de Gorgias), a propuesta de su sobrino Deincares, los atenienses le erigieron una estatua de bronce para conmemoracin de su genio y figura, en cuyo pedestal l Y se grab un dstico, que en traduccin rezaba as:

    Si tu fuerza, Demstenes, a tu intencin igual [hubiera sido,

    Nunca el Ares Macedonio a los griegos hubiera [regido.

    Con este tributo recompens el pueblo ateniense a un hombre a quien Cicern consider el ms grande orador de todos los tiempos, cuya vala publicaron ya los eminentes crticos Dionisio de Halicarnaso y Cecilio de Caleacte, y al que dirigieron calurosos elogios el annimo autor del Sobre lo sublime y Quintiliano.

    18 P ~ u ~ a ~ c o , Vida de Deindstenes 11. 19 Ps.-PLUTARCO, Vidas de 10s diez oradores 847 a-b; PAUSA-

    ~14s . 1 8, 2.

    La admiracin suscitada por Demstenes entre los llega a su punto culminante con Hermgenes

    de Tarso, que le llama el orador por antonon~asia; un siglo ms tarde (s. IV), Libanio convierte al peanieo en objeto de estudio y modelo de imitacin. Bien es verdad, no obstante, que ya desde pronto cont nues- tro orador con encarnizados enemigos. La retrica del siglo 111 a. C. le fue adversa en consonancia con la antipata que Aristteles, p,artidario de la causa mace- donia, deba sentir hacia el patritico maestro de ora- dores. Sin embargo, su oblra fue muy apreciada por fillogos de la talla de Calmaco y Clecares.

    Esta divisin de opiniones que mantuvieron defen- sores y admiradores por un lado y detractores por otro se ha extendido a los tiempos modernos. De entre los partidarios y encomiastas del insigne peanieo en los siglos xix y xx cabe citar a Brdif, Pickard-Cam- bridge, Adams, Christ, Hartel, Pokorny, Clmenceau, etctera; entre los detractores descuellan Droysen 20, a quien remonta el aborrecimiento de los modernos es- tudiosos hacia Demstenes, Spengel, Beloch, Meyer, Weidner, Wendland, Kessler, Kahrstedt, Drerup, autor de un trabajo que rezuma odio contra nuestro orador, un libro de guerra, Knegsbuch, excesivamente in- fluido por las circunstancias polticas en que fue es- crito ".

    El punto de partida de la constitucin del corpu~ de nuestro orador se sita en la poca del propio De- mstenes, que probablemente public parte de sus discursos. Muy pronto penetraron en esta coleccin algunos -especialmente forenses, aunque no de forma exclusiva- que no haban salido del clamo de nues-

    20 G. DROYSEN, Geschichte .AIexanders des Grossen, Berln, 1833 : Geschichte des Heiienismi~s, Berln, 1836.

    21 E. DRERW, AUS einer alten Advokatenrepublik, Paderborn, 1916.

  • tro orador. As se explica que ya Dionisio de Halicar- naso redujera el nmero de discursos demostnicos registrados por Calmaco en los pnakes a veintids poliricos y veinte privados. Schaefer acept nicamente veintinueve discursos del total de los transmitidos y iilass treinta y tres. Hay que tener en cuenta que, por muy sobrecargada que nos parezca hoy la coleccin, nos faltan cinco o seis discursos que se lean en tiempo de Dionisio de Halicarnaso y de Plutarco.

    El orden de numeracin de obras que se sigue en las ediciones es el del manuscrito F (Marcianus 416), de Venecia, acogido por Drerup2* en su estudio sobre las ediciones antiguas de Demstenes.

    Se establecen cuatro familias de entre los manus- critos que transmiten la obra de nuestro orador: la primera incluye el Parisirtus 2934 (S), del siglo X; el Laurentianus, LVI, 9, 136 (L), de los siglos XIII-XIV, y el Vindobonerzsis 70 (Vind. l), del siglo xv. En la se- gunda familia descuella el Augustanus, 1 (Monacensis 485, A), del siglo x; cn la tercera, el Parisinus 2935 (Y), de los siglos x-XI, y el Laurentianus, LIX, 9, de la mis- ma poca; en la cuarta, los ms importantes son el Marcianus 416 (F) y el Bavaricus (Monacensis 85, B). Contamos tambin para la edicin de nuestro orador con papiros descubiertos en Egipto, aunque de escaso valor en confrontacin con los manuscritos, pues trans- miten en general unas pocas lneas, ms o menos mu- tiladas, de fragmentos de unos doce discursos apro- ximadamente.

    En las bibliotecas espaolas 23 hay varios manuscri- tos que transmiten obras de Demstenes: uno del si- glo XIV (Escorial 20), otro del XIV o del xv (Salamanca

    224), cinco del XV (Salamanca 231 y 243; Escorial 73 y 115; Madrid 4647) y dos del xvr (Salamanca 71; Esco- rial 111).

    Entre las ediciones ms importantes de Demstenes a partir del Renacimiento hay que citar las AIdinas (1504), las venecianas (1543), la de Woll- (1572), la de 'aylor (1748-1757), los Oratcires Attici de Reiske (Leip- zig, 1770-1775) con la adicin de un Apparatus criticus debido a Schaefer (Londres, 1822-1827); los Oratores Attici de Bekker (Berln, 1824); los Oratores Attici de Braiter-Sauppe (Zurich, 1838-1843); las ediciones de Dindorf (Oxford, 1846-1851), provistas de escolios; la de Voemel (1843, Didot); la de Blass-Fuhr-Sykutris (Teubneriana, 1885-1 914-1 937); la de Westermann-Miil- ler-Rosenberg (Weidmann, Berln, 1850 y sigs.); la de Rehdantz-Blass (Teubner, Leipzig, 1865 y sigs.); la de Weil (Hachette, Pars, 18'73, Harangues; 1877-1886: Plaidoyers Politiques); la de Butcher-Rennie-Pickard- Cambridge (Oxford, 1903 y :sigs.); la de Weil-Dalmeyda (Pars, 1912); la de Croiset-{Gernet (Bud, Pars, 1924).

    De las traducciones al espaolt4 de discursos de - - - - . - -. -

    Demstenes podemos citar las siguientes: la de Arcadio de Roda (Madrid, 1872; la de J. F. V. J. D. M. (Madrid, 1820); la de la Biblioteca Universal, annima (Madrid, 1902); la de Julin Sautu, S. 1. (s. 1, s. a.); la de M. Co- rominas-E. Molist Pol, Demcstenes, Discursos polticos, Barcelona, 1969; la de F. de P. Samaranch-J. Pall Bonet, Elocuencia griega, Dernstenes y Esquines. Discursos corrzpletos, Madrid, 1969. Estando ya este volumen en prensa, apareci la excelente traduccin de almnos

    'z - - discursos de Demstenes realizada por Emilio Fernn- dcz-Galiano: Denzrter.res, Disctrrsos escogidos, Madrid, 1978.

    22 E . DRERUP, Aizrike Demosthenesausgaben, Supplement- Band V I I , Philologus (1899), 533-588.

    23 M. FERNNDEZ-GALIANO, Demstenes, Barcelona, 1947, p- gina 295.

    24 M. FERNANDEZ-G~LIINO, o p . cit., pg. 323.

  • tro orador. As se explica que ya Dionisio de Halicar- naso redujera el nmero de discursos demostnicos registrados por Calmaco en los pnakes a veintids poliricos y veinte privados. Schaefer acept nicamente veintinueve discursos del total de los transmitidos y iilass treinta y tres. Hay que tener en cuenta que, por muy sobrecargada que nos parezca hoy la coleccin, nos faltan cinco o seis discursos que se lean en tiempo de Dionisio de Halicarnaso y de Plutarco.

    El orden de numeracin de obras que se sigue en las ediciones es el del manuscrito F (Marcianus 416), de Venecia, acogido por Drerup2* en su estudio sobre las ediciones antiguas de Demstenes.

    Se establecen cuatro familias de entre los manus- critos que transmiten la obra de nuestro ora