Del viaje hacia otras vidas

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DEL VIAJE HACIA OTRAS VIDAS Existe, entre otras muchas, una creencia muy antigua cuyos orígenes se pierden en el mito, o en el supuesto recuerdo nebuloso y generalizado de la primigenia “comunicación entre los Dioses y los hombres”, nos referimos a la creencia conocida en las culturas orientales ancestrales, c omo la metempsicosis o creencia de la trasmigración del alma hacia otras vidas anteriores. En general, en ciclos de reencarnación indefinidos, pero finitos, que conducen a un ulterior reencuentro con su matriz original o divinidad suprema y creadora, de donde emanó hacia el rio de la existencia universal. Estas creencias antiquísimas que evidentemente permearon hacia las culturas, tradiciones y manifestaciones religiosas occidentales paganas, fueron en su momento asimiladas inicialmente por el cristianismo primitivo, a partir de su herencia hebraica-oriental común. Pero con el transcurso de siglos de depuraciones teológicas dogmáticas, se llego a la negación de tal posibilidad, y se considero como una falsa proposición y una manipulación de las fuerzas del mal, para engañar a la verdadera fe en la resurrección de la carne, establecida en los evangelios canónicos. En los tiempos modernos (donde supuestamente priva la ciencia, y no el dogma), y en base a especulaciones psico-médicas, sobre todo, a partir de los supuestos resultados positivos derivados de las famosas sesiones de hipnotismo o de espiritismo para normal, llevadas a cabo desde finales del siglo 19, se ha desarrollado toda una teoría, sobre la migración del alma hacia otras vidas y otras épocas pero que a mi modo de ver (al igual que mis propias explicaciones o hipótesis), no tienen un valor más allá de las especulación, sin fundamento probatorio científico, que les dé un carácter irrefutable. Por tal razón y sin ánimo de emular a Azimov, ni pretender una solución cosmogónica al problema de la existencia y del “más allá”, nos atrevemos a exponer la siguiente hipótesis: La vida tal como la conocemos en este Universo (hasta el momento), ha pasado por un proceso evolutivo “en crescendo” del alfa hacia el omega, como diría Teilhard, y de alguna manera, toda la carga de información genética evolutiva, incluyendo el aprendizaje ambiental y social, circunstancial para todos los seres vivos en todas las épocas, se ha trasmitido de generación en generación, a través de la reproducción somática, y aún más, podríamos suponer que también ha quedado grabada en ella sin solución de continuidad, nuestro remoto origen proto-celular primigenio. ¿Cómo actúa este mecanismo? Estamos aún en una etapa inicial para desenmarañar tan complejo sistema, quizá codificado a nivel molecular o cuántico en toda la estructura genética del hombre, o quizá localizado en una determinada estructura neuronal. Esta “hipótesis”, sostiene que todo este cúmulo de información evolutiva, espacio temporal, codificada en nuestro organismo (algo que debería ser, también válido en alguna forma, para cualquier ser vivo), desde un origen elemental primario, hasta la compleja y sofisticada estructura de los homínidos actuales más evolucionados (homo sapiens-sapiens), se hace de alguna manera parcialmente accesible, por medio de algunos tipos de mecanismos poco ortodoxos, mecanismos por lo general, no conscientes, tales como ciertas

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DEL VIAJE HACIA OTRAS VIDAS

Existe, entre otras muchas, una creencia muy antigua cuyos orígenes se pierden en el mito, o en el

supuesto recuerdo nebuloso y generalizado de la primigenia “comunicación entre los Dioses y los

hombres”, nos referimos a la creencia conocida en las culturas orientales ancestrales, como la

metempsicosis o creencia de la trasmigración del alma hacia otras vidas anteriores. En general, en

ciclos de reencarnación indefinidos, pero finitos, que conducen a un ulterior reencuentro con su

matriz original o divinidad suprema y creadora, de donde emanó hacia el rio de la existencia

universal.

Estas creencias antiquísimas que evidentemente permearon hacia las culturas, tradiciones y

manifestaciones religiosas occidentales paganas, fueron en su momento asimiladas inicialmente por

el cristianismo primitivo, a partir de su herencia hebraica-oriental común. Pero con el transcurso de

siglos de depuraciones teológicas dogmáticas, se llego a la negación de tal posibilidad, y se

considero como una falsa proposición y una manipulación de las fuerzas del mal, para engañar a la

verdadera fe en la resurrección de la carne, establecida en los evangelios canónicos.

En los tiempos modernos (donde supuestamente priva la ciencia, y no el dogma), y en base a

especulaciones psico-médicas, sobre todo, a partir de los supuestos resultados positivos derivados

de las famosas sesiones de hipnotismo o de espiritismo para normal, llevadas a cabo desde finales

del siglo 19, se ha desarrollado toda una teoría, sobre la migración del alma hacia otras vidas y otras

épocas pero que a mi modo de ver (al igual que mis propias explicaciones o hipótesis), no tienen un

valor más allá de las especulación, sin fundamento probatorio científico, que les dé un carácter

irrefutable.

Por tal razón y sin ánimo de emular a Azimov, ni pretender una solución cosmogónica al problema

de la existencia y del “más allá”, nos atrevemos a exponer la siguiente hipótesis: La vida tal como la

conocemos en este Universo (hasta el momento), ha pasado por un proceso evolutivo “en

crescendo” del alfa hacia el omega, como diría Teilhard, y de alguna manera, toda la carga de

información genética evolutiva, incluyendo el aprendizaje ambiental y social, circunstancial para

todos los seres vivos en todas las épocas, se ha trasmitido de generación en generación, a través de

la reproducción somática, y aún más, podríamos suponer que también ha quedado grabada en ella

sin solución de continuidad, nuestro remoto origen proto-celular primigenio.

¿Cómo actúa este mecanismo? Estamos aún en una etapa inicial para desenmarañar tan complejo

sistema, quizá codificado a nivel molecular o cuántico en toda la estructura genética del hombre, o

quizá localizado en una determinada estructura neuronal. Esta “hipótesis”, sostiene que todo este

cúmulo de información evolutiva, espacio temporal, codificada en nuestro organismo (algo que

debería ser, también válido en alguna forma, para cualquier ser vivo), desde un origen elemental

primario, hasta la compleja y sofisticada estructura de los homínidos actuales más evolucionados

(homo sapiens-sapiens), se hace de alguna manera parcialmente accesible, por medio de algunos

tipos de mecanismos poco ortodoxos, mecanismos por lo general, no conscientes, tales como ciertas

lesiones traumáticas, o a través de sesiones de hipnotismo aplicadas a individuos muy susceptibles y

sensibles, etc. ya que, un mecanismo consciente y voluntario, sólo nos permite acceder a algunos

pocos recuerdos significativos de nuestro propio devenir temporal.

Sostenemos que a través de tales medios (y tal vez de otros más sofisticados, por descubrir), puede

abrirse en algunos casos, una vía de acceso al archivo genético anterior, logrando así traspasar la

barrera de la actualidad espacio temporal, y decodificar de una forma, no ordenada, no consciente,

ni sistemática, parte del potencial de información recogido y almacenado hasta un determinado

soma anterior (un determinado antepasado o antecesor particular conocido, o no, por nosotros), de

tal manera, que bajo los efectos de dicha influencia traumática o trance hipnótico, el individuo,

puede dar evidencias memorísticas de dicha información, tal como hablar en lenguas en desuso, o

muertas, ya desconocidas para el soma actual, así mismo, narrar o describir acontecimientos o

situaciones que constituyen para él “vivencias reales”, en las cuales manifiesta que ha participado, o

protagonizado, y que representan acontecimientos sociales particulares o colectivos, recogidos de

manera distorsionada, en forma de leyendas o tradiciones de origen desconocido, o hechos

acaecidos pero totalmente ignorados por la historia oficial tradicional, etc. Situaciones estas que han

sido descritas, recogidas y hasta corroboradas por investigadores serios, en numerosos casos ya

conocidos.

De este modo, se podría hablar de regresión, o viaje a nuestras vidas pasadas, pero no como una

transmigración de nuestra hipotética alma, hacia otros somas que existieron en tiempos ya remotos,

sino como el viaje interior, hacia lo más oscuro e insondable de nuestros propios recuerdos, ya

cubiertos por el velo del tiempo.

Enrique R. Acosta R. 1998 (revisado 2013)