Del malestar en la cultura al malestar en el mercado
Transcript of Del malestar en la cultura al malestar en el mercado
AE/Documentos/PS03
Diciembre 2002
PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA ARGENTINA INSTITUTO PARA LA INTEGRACIÓN DEL SABER
DEPARTAMENTO DE INVESTIGACIÓN INSTITUCIONAL
INVESTIGACIÓN: LA DEUDA SOCIAL ARGENTINA AREA ECONÓMICA: TRABAJO Y DESOCUPACIÓN
DEL MALESTAR EN LA CULTURA
AL MALESTAR EN EL MERCADO
Lic. Alicia Le Fur
Estructura de redacción
A modo de presentación
Recorrido epistemológico
Recorrido histórico
Recorrido antropológico
Recorrido estructural
A modo de conclusión provisoria
Buenos Aires
2
2
DEL MALESTAR EN LA CULTURA AL MALESTAR EN EL MERCADO. Las funciones de la
subjetividad en el psiquismo y la funcionalidad de la subjetividad en el lugar de trabajo1
A modo de presentación
Quien quisiera analizar el caudal de ideas que constituye la mentalidad de una época debería contar con la
formidable capacidad de transformarse en testigo de lo que es actor2
La práctica clínica revela algunos cambios subjetivos que, desde hace cierto tiempo, preocupan a algunos
analistas.
En efecto, resulta difícil encuadrar dentro de las estructuras freudianas patologías como la bulimia, la anorexia y
la adicción. O sea, los pacientes que este lazo social arroja en nuestros divanes guardan pocos parecidos con los
descriptos en los historiales clínicos freudianos. Esta diferencia llevó a algunos practicantes de la disciplina a
adherir a otras corrientes o abandonaran la clínica para ocuparse de cuestiones más rentables como la Psicología
laboral, el marketing u otras especializaciones, mientras otros pasaron a coordinar grupos o escribir manuales de
autoayuda. La expresión indica una contradicción lógica (o es un manual o es autoayuda) pero importa más
verificar que las intervenciones bienintencionadas (en procura del “bien” ajeno o del propio) carentes de base
conceptual suelen profundizar el síntoma que se proponen erradicar. Así por ejemplo; los grupos de bulímicos,
anoréxicos, personas en situación de duelo, desocupados o tartamudos, al agrupar a distintos individuos en
función de un rasgo, otorgan a ese rasgo un carácter ontológico del orden del ser (soy adicto) que, lejos de
responsabilizar al sujeto por lo que le ocurre, lo fijan a ese rasgo. De igual modo, las consignas “Usted puede, tú
te lo mereces” al alimentar la llamada ‘autoestima’ sin analizar que se trata del narcisismo y, dado que éste
aspira a “ser el más” sin distinguir entre el más desdichado y el más exitoso, pueden conducir al suicidio de
alguien melancolizado o a la canallada de quien cuenta con otra estructura.
No es éste el lugar indicado para exponer las “internas del oficio”, pero, dado que quien intente analizar la
mentalidad una época debería constituirse en testigo de lo que es actor, ese debate intenta mostrar una
naturalización de los problemas (impuesta por el orden imaginario) que consigue perpetrarlos. De este modo, la
divisoria de aguas que opera en el interior de las disciplinas psi. intenta pensar problemas sociales como la
constitución del trabajo en un “bien” escaso y precario que atraviesan al sujeto de su práctica y a su práctica
misma.
En efecto, en la vereda de enfrente de las lecturas acomodaticias a los dictados del mercado, otros colegas pasan
a sacralizar la teoría hasta reducir la práctica a probarla. Así sobreabundan ateneos donde se repiten los
enunciados freudianos sin ponerlos al servicio de lo que le ocurre hoy al analizante o leen las cuestiones
económico-sociales como resistencia del paciente. Entiéndase bien, no es que quienes se encuentran en esta
1 Breve reseña de los capítulos pertinentes a esta investigación de la tesis de maestría cursada en el Centro de Estudios Avanzados de la UBA, dirigida por el Dr. Héctor López. 2 ROMERO, José Luis; Estudio de la mentalidad burguesa, Buenos Aires, Alianza, 1987.
3
3
posición desconozcan la crisis económica –la despoblación de los consultorios lo impide– pero ¿se trata sólo de
un efecto de la crisis?
Dicho de otro modo ¿la economía explica o impone todos los problemas? En el primer caso, el sujeto quedaría
pasivizado ante ella, en el segundo debería buscar en las arcas de su saber todas las soluciones. O sea, resulta
cómodo acusar de competencia desleal a quienes optan por los manuales de autoayuda u otras yerbas o flores,
pero desde estas prácticas light hasta la sacralización de la economía dan cuenta de una mutación subjetiva.
Para pensar este cambio acudimos a los historiadores de las mentalidades.
Después de leer a varios autores descubrimos a un grupo de jóvenes historiados llamados ‘Historiadores
Argentinos’ que decidió autodenominarse ‘historiadores de las subjetividades’ para desmarcarse de la
connotación sustancial que se le adjudica a la mente y así, dar cuenta de la constitución discursiva de la realidad
social y de la subjetividad de su actor.
De esta manera, la interlocución con Ignacio Lewkowicz, miembro de este grupo, permitió ubicar en la
transformación de los Estados-naciones en organismos técnico-administrativos al servicio del mercado, el
dispositivo que explica el desplazamiento de la subjetividad ciudadana por la consumidora.
La clínica confirmaba las investigaciones de estos historiadores, pero añadía un nuevo elemento relacionado al
trabajo y o su falta. En ese momento -principio de los ’90- la Facultad de Psicología de la UBA. decide
transformar la asignatura Psicología del Trabajo que, desde la reinstauración democrática, transmitía cuestiones
relacionadas a la salud de los trabajadores; en una capacitación en materia de selección, capacitación y
motivación del personal. El cambio, implementado mediante un concurso ad hoc, se argumentó en función del
“bien” de los estudiantes a quienes brindaría una “salida laboral” y después de debatir este problema en la
Facultad, decidí cursar la maestría Ciencias Sociales del Trabajo en el CEA de la UBA.
Algunos de los resultados de la tesis para su aprobación y reformulados a partir de acontecimientos posteriores,
paso a detallar no tanto para transmitir sus resultados, sino para advertir sobre los obstáculos que la subjetividad
de la época de puede oponer al pensamiento sobre uno de los problemas más serios que la atraviesan.
La cita de Romero, explica algunas de esos obstáculos en tanto los dispositivos discursivos que labran la realidad
social y la subjetividad de sus actores encuentran su eficacia en no ser percibidos por los sujetos tomados por
ellos. De esta manera; dado que la subjetividad labrada en el momento en que la estructura productiva requería
tomar a todos, sólo registraba los efectos del proceso de trabajo en los trabajadores; cuando el trabajo se retira
del escenario social se entiende que el problema sólo aqueja a los desempleados. Postulamos, en cambio, otras
tres hipótesis:
1) La falta de trabajo no sólo afecta a los directamente desempleados.
2) El trabajo y-o su falta, además de incidir sobre individuos ya constituidos, transforma su subjetividad.
3) Las funciones del trabajo en el psiquismo y, por ende, las que su retirada deja vacantes, exceden el orden de
las identificaciones.
4
4
La primera hipótesis se trabajará en los apartados histórico. La segunda se presentará en el apartado
epistemológico y la tercera en el antropológico y el estructural.
Antes de emprender esa empresa, cabe aclarar que entendemos entendemos la disciplina como trabajo o, mejor,
como un oficio. Un oficio se define por un saber hacer con lo real3 y éste por permitir que el problema imponga
la herramienta, no al revés.4
Dicho de otro modo, el oficio psi. no habilita para participar en el debate epistemológico y su ética exige hacerlo
porque síntomas sociales como la retirada del trabajo, afectan al sujeto de la práctica y a la práctica misma...
RECORRIDO EPISTEMOLÓGICO
En los momentos de cambio no existe coherencia entre los pensamientos, que empiezan a modificarse por impulso de
las nuevas situaciones, y los métodos para pensar esos pensamientos5
El esfuerzo sistemático de los historiadores por no caer en anacronismos alerta sobre la tentación de aplicar
sobre problemas nuevos las soluciones que permitieron resolver otros anteriores. Por una inercia de este tipo, la
transformación del trabajo en un “bien” escaso y precario se analiza con las herramientas que permitían pensar
los problemas que se presentaban cuando el trabajo se ofrecía como realidad cotidiana. Así, a los problemas que
impone la falta de trabajo se agregan las restricciones de pensamiento para analizarlos.
Dicho de otro modo, la problemática de la retirada del trabajo -como todo problema que se ubique en la
articulación de lo subjetivo y lo social- es complicada porque lo social no es tal sin sus elementos, pero éstos no
son objetos inertes (víctimas de la sociedad) sino sujetos activos cuyos actos hacen a lo social. Esta noción de
sujeto; condicionado por su cuerpo mortal, por la rivalidad y el amor con el semejante y por la Cultura; pero
responsable de lo que hace con los condicionamientos sociales que lo emplazan difiere de la definición corriente
que lo asimilan al individuo racional6 que adopta sus decisiones a la lógica costo-beneficio.
En rigor, esa definición de la mínima unidad de análisis (el actor social) parte de una definición del consumidor
entendido como aquel que elige la mercancía de menor costo que más beneficios le brinda, para pasar a explicar
todas las decisiones humanas, desde trabajar o estudiar hasta tener un hijo o delinquir.7 Esta extrapolación,
anticipa la figura hegemónica del consumidor que se observa, también, en el desplazamiento discursivo que
llama ‘productor’ al empresario. En efecto, la bibliografía clásica llamaba ‘productor’ al trabajador y dueño de
los medios de producción al empresario. Hoy se llama productor al dueño de los medios de producción y, por
3 LACAN, Jacques; Seminario 7; La Ética del Psicoanálisis, Buenos Aires, Piadós, 1988. 4 BACHELARD, Gastón; La formación del espíritu científico. Contribución a un psicoanálisis del conocimiento objetivo, Buenos Aires, Siglo XXI, 1985. 5 ROMERO, José Luis; Estudio de la mentalidad burguesa, Buenos Aires, Alianza, 1987. 6 No pretendemos acá sancionar la racionalidad de trabajadores, empresarios y consumidores, sino encontrar la construcción discursiva de esa racionalidad. 7 Así, la teoría utilitarista del castigo propone una pena lo suficientemente severa como para que cumpla efectos disuasivos y lo bastante indulgente como para no caer en la retaliación de la que acusa a la teoría retribucionista.
5
5
ende, al trabajador –que, desde el punto de vista material, sigue siendo el productor– le queda el lugar vacante de
consumidor. Lejos de tratarse de un prurito semántico, el problema es que el trabajador, identificado con este
lugar, pasa a privilegiar las posibilidades de consumo que le otorga el salario a su propio cuerpo -condiciones de
trabajo- y, hace de la solidaridad8 un bien tan escaso como el trabajo mismo.
Para analizar esta lógica resulta necesario apelar a la función preformativa del lenguaje. La lingüística distingue
enunciados descriptivos (por ejemplo, el papel es blanco) y enunciaciones performativas (Vb.: prohibido fumar).
Los primeros describen una realidad previa y externa al acto de habla; las segundas –a condición de resultar
socialmente legitimadas (contar poder para que no se fume)– producen una realidad social (lugar sin humo) y
una subjetividad no fumadora. El problema es más complejo porque el enunciado descriptivo ‘linda’ dicho por
una madre, tiene la capacidad performativa de hacer linda a la hija (o, lo contrario) pero -y estoy revelando una
interna del oficio- ¿Por qué reducir esa potencia performativa a los discursos familiares? Escuchemos un debate
en el campo del oficio:
“... Las producciones semióticas de los mass media, de la informática, la telemática, la robótica; no sólo la sujeción
familiarista producen subjetividad...” 9
Es decir, así como el enunciado vago y mal entretenido no describe a un gaucho (previa y sustancialmente
constituido) sino -al legitimar la práctica de las levas y las papeletas- labra la subjetividad gaucha; la enunciación
violenta: no trabaja quien no se capacita genera una realidad y una subjetividad violenta.
La tesis sobre los dispositivos discursivos que gestan la realidad social y la subjetividad de su actor que Michel
Foucault probara en las prácticas carcelarias y manicomiales, permite explicar las variaciones subjetivas
producidas por mutaciones sociales (como la transformación del trabajo en una categoría en falta) y las
restricciones de pensamiento para analizar esos cambios.
“ ... El hombre es una criatura muy reciente que la demiurgia del saber ha fabricado hace menos de doscientos años
[...] El pensamiento clásico ha podido hablar del espíritu y del cuerpo, del ser humano, pero no conoce el hombre tal
como lo hace el saber moderno...” 10
El pensamiento francés suele responder a las pretensiones hegemónicas de la epistemología anglo-sajona de
modo provocativo. Lacan lo hace para refutar el adaptacionismo a que conduce la “teoría del yo”, Foucault
apela al mismo estilo para dar cuenta de la potencia performativa del lenguaje: el significante ‘hombre’ hace
“hombres” de lo que antes eran seres huma nos, pero en ningún caso cuestiona la existencia material de hombres
o cosas. Sólo afirma que la significación social que adquieren es subsidiaria de un tejido discursivo que les
otorga legitimidad. Vayamos a un ejemplo:
8 Solidaridad deriva etimológicamente de sueldo (salario que se pagaba a un soldado) por ende, es posible deducir que la falta de sueldos (metáfora del trabajo) arrastre consigo a la solidaridad. 9 GUATTARI, Félix; Caosmosis, Bs. As., Manantial, 1996. 10 FOUCAULT, Michel; Las palabras y las cosas, México, Siglo XXI, 1968.
6
6
“... Un objeto esférico en la calle y una pelota en un partido de fútbol como objetos físicos son similares pero su
significado es diferente. El hecho de que una pelota de fútbol sólo sea tal en la medida en que está integrada en un
sistema de reglas socialmente construidas no significa que ella deje de existir como objeto físico...” 11
La tesis suele considerarse ‘idealista’ porque ofende a la idea romántica de una condición humana eternamente
idéntica a sí misma. De nuevo, apelemos a un ejemplo:
“... Más allá de las razas, las culturas y las circunstancias históricas, todos los hombres consiguen comprenderse
entre sí y experimentan análogos estados emocionales, volitivos e intelectuales ante las situaciones básicas de la vida;
sienten del mismo modo hambre, miedo, necesidad de abrigo, enfermedad, dolor, alegría, tristeza, enojo,
aburrimiento, dolor, deseo sexual. Aún los medios expresivos se repiten, risa, llanto, temblor. Los rituales, las
reglas, los códigos, los tabúes, los prejuicios, las ideologías de las distintas culturas no lograron disolver la
identidad esencial de todos los hombres. Hay un fondo común en todas las formas de la organización social, del
trabajo y de la creación artística...” 12
Si bien el oficio que se ocupa de la subjetividad no habilita para participar en el debate filosófico que se dio en
llamar ‘universalismo versus relativismo cultural’, hace posible formular algunas observaciones:
En primer lugar, cuesta establecer cuál es la comprensión que habrían alcanzado todos los hombres entre sí
porque abundan experiencias históricas y sociales que abren dudas respecto de esa comprensión (por ejemplo,
que sean arrojados cada vez más cuerpos del tramado simbólico que Freud denominara Malestar en la Cultura
al real que damos en llamar Malestar en el Mercado).
O sea, la clínica y la teoría psicoanalíticas permiten sostener que si bien la palabra permite que algunas veces las
personas se entiendan, los sujetos no se comprenden y, cuando lo intentan, deviene lo peor.13
En segundo término, si bien es cierto que los hombres experimentan análogos estados emocionales y similares
medios expresivos, resulta difícil establecer cual sería la situación vital que pueda postularse para el título de
situación básica de la vida. Revisemos las propuestas:
Hambre: sin duda, en tanto se la entienda como el estado de un organismo que no recibe alimento. Sin
embargo, el ser humano es el único animal capaz de adoptar la decisión de llevar a cabo una huelga de hambre
o un ayuno religioso.
Miedo: sin duda, en tanto se trate de una reacción ante situaciones peligrosas, pero los hombres, no sólo
cuentan con esta especie de fusible protector, sino que suelen padecer fobias y paranoias.
11 MOUFFE, Chantal; en LACLAU, Ernesto (compilador); Nuevas reflexiones sobre la revolución de nuestro tiempo, Bs. As., Nueva Visión, 1993. Es decir, el sistema de reglas (o sea, un tramado simbólico) hace de un objeto esférico una pelota y de un joven un futbolista que produce al mismo tiempo el partido (realidad social) y el jugador (subjetividad del actor) La realidad social era otra antes del partido y el joven existía con una identidad diferente a la futbolística. 12 SEBRELI, Juan José; El asedio a la modernidad, Bs. As., Sudamericana, 1991. 13 Es decir, dado que no hay correspondencia entre significante y significado, se podrá aclarar algún malentendido (y, cabe intentarlo, hablando) pero, es imposible erradicar todo malentendido.
7
7
Necesidad de abrigo, enfermedad, dolor, alegría, tristeza, enojo, aburrimiento: sin duda son experimentados por
todos, sólo que en distinta intensidad y ante situaciones diferentes. Es más, lo que en un momento hace sufrir a
alguien puede resultarle indiferente o placentero, en otro momento de su vida.
Deseo sexual: sin duda, pero atravesado por las vicisitudes de la pulsión que lo singularizan, de otra manera no
alcanzaría tal estatuto de deseo.
Los rituales, las ideologías de las distintas culturas no lograron disolver la identidad esencial de todos los
hombres. Hay un fondo común en todas las formas de la organización social, del trabajo y de la creación
artística: En este punto sí, cabe poner en duda el principio de fondo común porque, salvo las
“recomendaciones” del FMI., no existe tal experiencia c omún de los pueblos respecto de sus avatares sociales,
políticos y económicos; de otro modo no se explica el potlatch (economías de destrucción) y sus versiones
actuales de derroche cuando grandes sectores de la población no cubren las llamadas ‘necesidades básicas’. El
psicoanálisis localiza la necesidad en un sujeto mítico que se pierde en la primera experiencia de satisfacción
(encuentro con el seno materno) y, efectivamente, desde el punto de vista de la necesidad no podrían explicarse
la bulimia y la anorexia pero, tampoco, un ayuno religioso o una huelga de hambre. Contrariamente a lo que
indica el “sentido común” es el lazo social el que tiene necesidades que inocula en sus miembros. 14 Marx
maduro define la necesidad por brotar del estómago o de la fantasía15 y, en efecto, comer es una condición para
la subsistencia pero eso no lo convierte en necesidad humana, será necesario en la medida en que el sujeto
desee vivir.16
Finalmente, para cada sujeto la situación que le toca vivir es absoluta porque no cuenta con una instancia
exterior con la cual comparar –relativizar– lo que le sucede.
Sin duda, imagina otras situaciones posibles e imposibles; otros momentos de su vida; y, sobre todo, se
desdobla como si le fuera dado convertirse en otro: joven, mujer, rico, bello, poderoso o desgraciado; pero
esta actividad fantasiosa no relativiza el peso absoluto de su pertenencia a la situación en que habita. Los
historiadores lo dicen así:
“ ... No es relativismo porque no se trata de concepciones culturales diversas que influyen sobre individuos ya
constituidos sino prácticas efectivas que, sin plan y sin estrategia deliberada, producen sus sujetos...” 17
Es decir, no cabe expedirse sobre las generalidades biológicas (en todas las épocas los seres humanos debieron
contar con cerebro y corazón) sociológicas (condición gregaria) y antropológicas (carácter parlante y mortal) de
14 Contrariamente a las concepciones atomísticas que popularizó el liberalismo el individuo no se reduce a un cuerpo biológico. NUN, José; “Variaciones sobre un tema de Hegel, Bs. As., Mímeo, 20 01. 15 Retomaremos este punto cuando recorramos el análisis de Jean Beaudrillard sobre la devaluación del deseo en necesidad para duplicar las pirámides de la producción en pirámides del consumo, importa ahora destacar que el enunciado precede a los desarrollos de lingüística contemporánea. 16 MARTÍNEZ MARZOA, Felipe; La filosofía política de ‘El Capital’ , Madrid, Taurus, 1983. 17 LEWKOWICZ, Ignacio; “Condiciones históricas del surgimiento de una subjetividad adictiva”, Valdivia, Mímeo, 1997.
8
8
lo que hoy se llama ‘hombre’. Sostenemos en cambio, que fuera de estas últimas cortapisas universales, cada
sujeto es radicalmente singular:
“... Lo universal simbólico no tiene ninguna necesidad de difundirse por toda la superficie de la tierra para ser
universal. Por otra parte, que yo sepa no hay nada que constituya la unidad mundial de los seres humanos. No hay
nada que esté concretamente realizado como universal. Y, sin embargo, desde el momento en que se forma un sistema
simbólico, éste es universal. El hecho de que los hombres, salvo excepción, tengan dos brazos, dos piernas y un par
de ojos (por otra parte esto lo tienen en común con los animales) es genérico, no universal...” 18
El término ‘singular’ esconde un carácter cualitativo tras una apariencia cuantitativa porque no se corresponde
con la unidad, así como lo universal no se confunde con lo general del ‘todos’ que, a su vez, se distingue de lo
particular del ‘algunos’. Estas categorías explican la singularidad del sujeto, la particularidad de la
subjetividad y reservan lo universal a la condición parlante.
Es decir, cada sujeto es radicalmente singular, pero, una instancia de su psiquismo que se puede llamar
subjetividad discursivamente constituida, yo, narcisismo, o registro imaginario (sede de las identificaciones
secundarias y los fenómenos de sentido) es compartida por los hombres tomados por una época o una situación
social.
Entonces, es cierto que el trabajo produce identidad (soy carpintero) también lo hacen otras prácticas sociales
como el consumo o la adhesión a un cuadro de fútbol (soy de Boca) pero el trabajo, supera ese orden imaginario
y funcional al lazo social, no a la estructuración del sujeto.19
Ahora sí, podemos definir la subjetividad como el conjunto de los efectos, variables histórico y
situacionalmente, de discursos socialmente instituidos que ofrecen modelos identificatorios o tipos ideales, a
través de los cuales los sujetos se perciben a sí mismos según las representaciones20 que les otorgan esos
dispositivos. Para comprender este juego en espejo es preciso simplificar la teoría del nudo. El psicoanálisis a
partir de Jacques Lacan entiende por imaginario; no a lo imaginativo, lo fantasioso, lo falso o lo erróneo; sino
al conocimiento parcial que se presenta como total. El registro simbólico, por su parte, se corresponde con las
herramientas conceptuales que proporcionan recursos de pensamiento para ordenar una situación. Por último, lo
real (a diferencia de la realidad) constituye un exceso de lo simbólico cuya presentación es capaz de desarticular
el cierre imaginario de una situación. Las identificaciones secundarias constituyen el efecto de una relación
especular por la cual el sujeto se percibe a sí mismo según la imagen (simétrica e invertida) que le devuelve un
18 LACAN, Jacques; Seminario 2: El yo en la teoría de Freud y en la técnica psicoanalítica, Bs. As., Paidós, 1988. 19 En el apartado estructural recorreremos estas funciones, pero cabe anticipar que patronímicos como Carpintero, Sastre y Maestro nombran oficios. 20 Ideas acerca de lo que está bien o mal, de cuáles son los grados de desigualdad admisibles, de qué lugar se les asigna a las relaciones entre hombres y mujeres, de quiénes tienen o no derecho de gobernar a otros y cómo, del papel que se le atribuye a la religión, del modo en que se vinculan padres e hijos. En una palabra reglas constitutivas de la vida en común [...] Podemos no estar en condiciones de enunciar esas reglas, pero tendemos a darnos cuenta de inmediato cuando se las viola. NUN, José; Variaciones, op.cit.
9
9
espejo. Por su parte, los fenómenos de sentido constituyen el “reflejo” subje tivo de distintos discursos que se
interiorizan en el sujeto como su yo.
Entonces, los discursos familiares no son los únicos capaces de producir subjetividad, sino que también lo hacen
el trabajo y otras prácticas sociales que otorgan sentido al hacer humano. Ese sentido, emplaza al ocupante al
lugar de trabajo.
Una vez esbozada la diferencia entre el sujeto dado por la articulación de su psiquismo en tres registros RSI.
(real, simbólico e imaginario) y la subjetividad que se corresponde con el orden imaginario, cabe puntualizar el
alcance del concepto trabajo adoptado.
En principio, optamos por emplear el término trabajo, al que entendemos como una actividad productora de
valor: de uso y de cambio21 y no el de ‘empleo’. Entonces, el trabajo es un hacer humano22 que produce un
valor. Los elementos de su proceso son: objeto (materia prima) medios de producción (maquinarias, etc.)
productor (el trabajo mismo en las instancias de concepción y ejecución) y producto. Por valor se entiende una
sanción social que opera sobre el producto y, a diferencia del precio que se constituye en el punto intersección
entre la oferta y la demanda, da cuenta del tiempo de trabajo socialmente necesario para producir una
mercancía.23 Para continuar con la elucidación de los términos que adoptamos, siguiendo a Hannah Arendt,24
reservamos el término labor para la fuerza de trabajo (recuperación de las energías invertidas en el proceso de
trabajo). Volveremos sobre esta relación producción-reproducción, pero adelantemos que el término ‘labor’
deriva etimológicamente del latín laborem que, siguiendo el modelo del trabajo del parto, significa impeler o
empujar. La palabra trabajo por su parte, deriva de tripalium: aparato de tres pies para sostener a los caballos
cuando se los yerra, utilizado también como instrumento de tortura.
“... El trabajo definido como el estado de aquel que sufre, pasa a constituir el conjunto de actividades humanas que
contribuyen a producir lo que es útil // Desde el siglo XII se asocia a esfuerzo o fatiga (durante la Edad Media
significaba también viajar porque era muy penoso hacerlo). De la idea de tormento el trabajo pasa a significar
21 Resulta claro que no hay valor de cambio sin valor de uso (vimos que este puede brotar del estómago o de la fantasía) no tanto que no hay valor de uso sin valor de cambio efectivo o potencial. Por ejemplo, el trabajo doméstico es un trabajo productor de valores de uso, en tanto tienen valor de cambio (cuando se quema la comida, como suele ocurrir mientras escribimos, no hay producción de bien de uso, ni de cambio) Incluiremos entonces, además del trabajo psíquico (sueño, chiste, duelo y análisis) y el doméstico, el trabajo comunitario no remunerado y los actos morales como los que ‘salvan’ una vida sin contar con la legitimación social para hacerlo (la acción de un bombero que rescata a alguien del fuego resulta sancionada como trabajo -remunerado o no- pero, si el mismo acto es llevado a cabo por cualquier otra persona, podrá ser aplaudido como heroico pero su producto no entra en la grilla de lo que socialmente se considera trabajo. 22 Veremos que el trabajo es específicamente humano porque implica la dimensión de la palabra, rasgo diferencial de lo humano. 23 Todos los elementos son socialmente considerados -intervengan o no en una producción específica, lo que difiere es la unidad de análisis que dicta el criterio de lo social. Por ejemplo, en un Estado cerrado el valor y los medios se definirán dentro de los límites de sus fronteras. Cuando la globalización atraviesa esos límites, el tiempo de trabajo reducido mediante latigazos en Malasia la incorporación de la robótica y la informática a la producción en otro lugar, determinarán el valor en cualquier punto del planeta. 24ARENDT, Hannah; La Condición Humana, Buenos Aires, Paidós, 1993.
10
10
esfuerzo y a fines del siglo XVIII, se instaura la noción de resultado útil. Finalmente se asocia a ganarse el pan
(obtener un medio de subsistencia) hasta asimilarse hoy con el empleo, pasando por faena, afán y ajetreo...” 25
Entonces el trabajo. como otras prácticas sociales, constituye un dispositivo productor de subjetividad (el más
eficaz durante la modernidad) funcional al lazo social. En cambio, la singularidad del sujeto está atravesada
por los condicionamientos estructurales que le imponen en el intercambio con el otro de la Cultura: el lenguaje
y la sexualidad.
Ahora bien, el trabajo permite algún saber sobre la sexualidad y sus avatares: la reproducción sexuada, que a
su vez, da cuenta de la prematuridad al nacer y del carácter finito de la vida. Sin embargo, si bien todos los
sujetos están atravesados por esos condicionamientos, lo que hace su deseo26 con ellos es radicalmente
singular.
El apartado conceptual de la tesis encuentra en el trabajo una de esas invariantes, no tanto porque no hay lazo
social sin producción, sino porque brinda herramientas para enfrentar el condicionamiento que impone a todos
los hombres la cortapisa mortal. Es decir, las formas que adopta la producción difieren a lo largo del tiempo y
éstas, tal como otras prácticas sociales, producen subjetividades, también, absolutamente diferentes.
La última hipótesis se soporta sobre la tesis foucaultiana27 acerca de los entretejidos de masas discursivas que
denomina ‘dispositivos’ e ilustramos en forma de red con nudos y agujeros (concentraciones y brechas del
poder) para mostrar el conflicto entre discursos.
Entretejidos de masas discursivas productoras de la realidad social y la subjetividad de su actor
Así, la expresión ‘la escuela no capacita para el trabajo’ es un enunciado descriptivo, sin embargo, sí obtiene
legitimación social cobra potencia de enunciación (cambia la escuela, el trabajo y la subjetividad del escolar o
del trabajador).
Es más, el enunciado puede ser cierto y ficcional a la vez, porque las ficciones no se definen por las categorías
verdadero-falso sino la de eficacia para producir realidad y esa eficacia depende de su potencia para labrar
subjetividades: adquirir sentido para alguien y por vía de una identificación especular, interiorizarse en su
psiquismo como su “ser” o “yo”. 28 El enunciado también puede ser falso, en cuyo caso no es una ficción sino
una farsa. La ficción responde al orden simbólico en tanto quien la enuncia cree en ella29 y encuentra su eficacia
25 JACCOB, Annie; Sem. PIETTE, CONICET Nov-.96 “Sobre la construcc ión de un valor central”. 26 El deseo se corresponde con la responsabilidad ética del sujeto, de otro modo constituiría un capricho. 27 FOUCAULT, Michel; El discurso del poder, Buenos Aires, Folio, 1983. 28 A partir de esta identificación especular el sujeto se presentará como escolar o trabajador, cuando el trabajo y la escolaridad constituyen un hacer. Es decir, el hacer (simbólico) pasa a representarlo con la fuerza del ser (imaginario). 29 No hay duda que quien engaña a un hijo sobre su condición de adoptado monta una farsa que, sin dudas tendrá efectos en el hijo (aunque, no es posible predecir cuales serán esos efectos porque cada sujeto es singular) Cabe interrogarse ¿un padre que sigue el ritual de los Reyes Magos está formulando una mentira de consecuencias patológicas? Tampoco en este caso
11
11
en no ser percibida como tal.30 La farsa, en cambio, es una estrategia pergeñada para engañar a alguien. Es más,
no existe coherencia exhaustiva entre los discursos que labran el lugar y los que tallan la subjetividad del
ocupante.
Por último, además de labrar la realidad social y la subjetividad de sus actores, los dispositivos producen una
contra cara, funcional al lazo social. Para insistir con los ejemplos, el loco es la contra cara del ciudadano
racional y el excluido lo es del consumidor.
Subjetividad del actor
Realidad social
Entretejidos de masas discursivas que labran la realidad social y la subjetividad de su actor
Es decir, diferentes dispositivos discursivos legitiman prácticas de sujetamiento que
funcionan como estructuras que emplazan a sus elementos. Para graficarlo desde el modelo
epistemológico que (con diferentes contenidos) nos acompañará durante el recorrido,
llamamos lugar (no en el sentido espacial) a la estructura y ocupante al elemento
estructurado: trabajador, condicionado (no determinado) por la estructura.
Estructura o lugar Elemento estructurado u ocupante
Con distintos grados de eficacia los discursos científicos no son ajenos este funcionamiento discursivo.
pueden formularse generalizaciones pero en, la medida en que el padre cree de alguna manera en la ficción, ésta es simbólica (por ende, estructurante del infantil sujeto) no una farsa imaginaria patologizante. 30 Durante la modernidad el discurso hegemónico fue el del progreso hoy desplazado por el económico. Después de dos guerras llevadas a cabo en nombre del progreso se percibe un carácter ficcional que pasaba inadvertido mientras tenía vigencia y, por eso, lograba labrar el progreso que declamaba en la medida en que los actores sociales; trabajaban e investigaban; es decir, producían el progreso mismo.
12
12
Henri Lefebvre denuncia el economicismo eficientista y el empirismo positivista para proponer desde la filosofía
el método dialéctico.
“... No nos proponemos formular una crítica a la ciencia económica sino al economicismo que la hipertrofia en
forma idealista al proponer un eficientismo que erige al éxito como criterio de validación. También criticamos al
materialismo pragmático: empirismo positivista que achata el pensamiento argumentando claridad...” 31
Por su parte, Pierre Bourdieu propone los conceptos de habitus y campo para escapar del objetivismo y el
subjetivismo:
“... El enfoque objetivista entiende a los sujetos como soportes pasivos de fuerzas que se articulan mecánicamente con
arreglo a una lógica [...] El subjetivista (teoría de la elección racional según la lógica costo-beneficio) concibe las
estructuras sociales como el producto de una mera agregación de estrategias y actos individuales [...] Los conceptos
de habitus y campo deshacen el falso problema de la espontaneidad personal y la coerción social, de la libertad y la
necesidad, de la elección y la obligación, del individuo y la estructura, del micro y del macro análisis...” 32
Michel Foucault, a su vez, instrumenta la geneología para romper con lo que denomina determinación
económica o sujeto constituyente:
“... Una forma de análisis reenvía al sujeto constituyente, la otra a lo económico [...] Llamo genealogía a una forma
de historia que da cuenta de la constitución de los discursos que no se refieren a un sujeto trascendente, sino al que
cobra su identidad a través de la historia...” 33
En la misma línea de pensamiento, proponemos el esquema lugar, ocupante y brecha entre lugar y ocupante para
separarnos de los enfoques que analizan el trabajo como una práctica social que afecta a individuos ya
constituidos (en adelante, sustancialismo) también de los que intentan adaptar el ocupante al lugar
(funcionalismo). Es decir, entendemos que el elemento no es portador de una consistencia previa a la
estructura aunque no se confunde con ella.
Empirismo positivista Economicismo eficientista - Lefebvre Objetivismo Subjetivismo - Bordieu Determinación económica Sujeto constituyente - Foucault Consistencia separada elemento- estructura Asimilación elemento-estructura
31 LEFEBVRE, Henri; Obras posteriores a 1958, Bs. As., Peña Lillo, 1967. 32 WACQUANT, Loic J. D.; presentación de Respuestas por una Antropología Reflexiva, de Pierre Bourdieu, México, Grijalbo, 1995. 33 FOUCAULT, Michel; Microfísica del Poder, Madrid, La Piqueta, 1979.
13
13
Enfoques sustancialistas Enfoques funcionalistas - Le Fur Miradas piadosas Miradas adaptativas - Le Fur
Las categorías acá llamadas ‘sustancialismo’ y ‘funcionalismo’ son entendidas por Maurice Godelier 34 como racionalidad del agente o del sistema. Para simplificar el planteo, quien considera al agente irracional interviene sobre éste para adaptarlo, quien así sanciona al sistema intentará modificarlo en procura del “bien” del agente al que pasará a representar de modo piadoso. Este antropólogo, después de analizar fenómenos como el potlatch (economías que se le ocurren irracionales a una mirada actual, en tanto se basan en la ostentación, el derroche y la destrucción de “bienes”) afirma que la economía no detenta una lógica autónoma con respecto de lo que denomina ‘racionalidad social global’, sino que es subsidiaria de ésta. Desde el psicoanálisis se puede entender esa racionalidad global como la arquitectura simbólica de una sociedad que otorga sentido, función y parámetros a los diversos tipos de organización productiva y a la interpretación que hacen de ella sus habitantes, lo que puede formularse según el esquema: Real Imaginario
Simbólico
Ahora bien, este cuadro agrega un elemento al que denomina ‘real’. Anticipamos que el sujeto no se confunde
con la subjetividad y, también que los discursos que labran el lugar no se corresponden exhaustivamente con los
que tallan la subjetividad del ocupante. Por ende, se produce una brecha de carácter ineliminable entre lugar y
ocupante (real).35
Es decir, el elemento no se reduce a ofrecer un punto de realización a la estructura como lo ve el funcionalismo,
pero tampoco tiene consistencia previa a la estructura ni ésta a aquél, como lo entiende el sustancialismo. Por
ende, el obstáculo que le impone el elemento a la estructura da cuenta de una distancia entre la estructura
(lugar) y el elemento estructurado (ocupante).
Brecha entre lugar y ocupante
34 GODELIER, M.; Racionalidad e Irracionalidad en economía política, México, Siglo XXI, 1967. 35 El filósofo Alain Badiou lo formula mediante un axioma: todo lo que es de un todo le hace obstáculo en tanto ahí se incluye. Le théorie du sujet, Paris, Seuil, 1992.
14
14
Discursos que estructuran el lugar Discursos que estructuran al ocupante
En esa distancia entre lugar y ocupante se ubican los síntomas que estragan a ambos. Ahora bien, la distancia entre lugar y ocupante resulta ineliminable, no sólo por la diferencia entre un individuo y otro sino, también, por la imposibilidad de adecuación plena de un cuerpo a la estructura que lo emplaza. Es más, si un hipotético individuo se adaptara a la estructura o ésta lo hiciera a aquél, enseguida se desajustarían porque los cuerpos crecen, envejecen, se fatigan; las personas cambian sus intereses, se cansan y las estructuraciones varían sus estrategias de sujeción. No va de suyo, empero, el carácter negativo de la brecha entre lugar y ocupante ya que en la misma, además del síntoma se ubica el acto creativo. m Síntoma y acto creativo
En el próximo apartado pondremos a trabajar estos cuadros en un breve recorrido histórico. Cabe anticipar que
postulamos una ética que no se proponga achicar o aumentar esa brecha, sino impedir que trabaje a favor del
síntoma para ponerla al servicio del acto creativo.
RECORRIDO HISTÓRICO
La manifestación culminante del método de pensamiento que constituye la mentalidad burguesa es la teoría dieciochesca del progreso36
No somos historiadores y anticipamos que entendemos el trabajo de pensamiento como un oficio. Por ende, más que un recorrido historiográfico (para el cual no nos habilita el oficio) este apartado intentará instrumentar una mirada historiadora para verificar la validez de los cuadros propuestos en el anterior. Recordemos que llamamos lugar de trabajo a la realidad social o estructura y ocupante a la subjetividad del agente, actor o elemento estructurado.
ocupante lugar
Como también adelantáramos, el axioma de Badiou: todo lo que es de un todo le hace obstáculo en tanto que él
ahí se incluye indica la existencia de una distancia (de la que dan cuenta distintos síntomas y actos de
desujeción) entre lugar y ocupante. O sea la estructura no es previa al elemento estructurado, pero más que
afectarlo lo constituye, por operar como uno de los dispositivos discursivos que legitiman las prácticas
36 ROMERO, José Luis; Estudio de la mentalidad burguesa, Buenos Aires., Alianza, 1987.
15
15
productoras de subjetividad. Sin embargo, existe una brecha entre lugar y el ocupante. En esa brecha, objeto de
estudio e intervención de las disciplinas que se ocupan del trabajo, se ubica la mutua retroalimentación de las
disfuncionalidades productivas y los accidentes, enfermedades laborales y otros tipos de malestar del
ocupante.
Lejos de consistir en un condición deficitaria, esa distancia soporta, también el acto creativo y los gestos de
desujetamiento del ocupante respecto del lugar que, siguiendo a Badiou, llamamos ‘acontecimiento’. Este
acontecimiento, sólo se revela a una mirada historiadora porque el acto puntual que rompe una realidad,
instaura otra que recién puede leerse a posteriori. Importa además tener en cuenta que no se trata de eliminar
esta distancia, sino de hacerla producir de manera no sintomática.
Brecha entre lugar y ocupante Lugar Ocupante
Red de dispositivos que estructuran el lugar y legitiman las prácticas de sujeción del ocupante
Como anticipáramos en el apartado epistemológico, esas prácticas de sujeción, legitimadas discursivamente, se
interiorizan en el psiquismo por vía de una identificación especular, como “ser”, “yo”, narcisismo o registro
imaginario porque otorgan sentido al hacer de los hombres.
La mirada historiadora encuentra algunos sentidos que adoptara el trabajo, de los dispositivos discursivos que
soportan esos sentidos y de la brecha que separa al lugar del ocupante (sede del síntoma y del acto creativo).
Así el trabajo se significó como tributo a un dios dador de vida en el antiguo Egipto (sí el Nilo, fuente de vida
obedece al faraón, el faraón es un Dios que vive entre los vivos) a un representante de dios en el universo
incaico (el inca; dador de la llama que abriga, el maíz que alimenta y el agua que riega es un representante de
dios) como maldición en la antigüedad (mito prometeico) como castigo para la moral judeo-cristiana
(expiación de los pecados del pueblo judío y ganarás el pan con el sudor de tu frente) como salvación en la
protestante (los frutos del trabajo constituyen la certeza terrenal de ser elegido para la salvación) como
progreso durante la modernidad. Veremos sus mutaciones ...
16
16
Sufrimiento y rebeliones Maldición, castigo, salvación esclavo, cristiano, protestante
Discursos míticos y religiosos
Consumo masivo imagen de la producción en serie en el espejo de los estados keynesianos (Modernidad)
Esa moral ascética sufrirá, en el curso de los primeros años del siglo XX la ofensiva de los artistas renovadores, pero
fue la aparición del consumo de masas lo que convirtió el hedonismo, hasta entonces patrimonio de una minoría de
artistas e intelectuales, en el comportamiento en la vida corriente37
El presente siglo se caracteriza por la implementación, la hegemonía y la decadencia de las estrategias
tayloristas y fordistas de producción.
La estrategia taylorista interviene sobre el lugar (instaura la cadena de montaje y homogeniza las herramientas) y
sobre el ocupante (estudia “científicamente la one best way para llevar a cabo cada tarea y la reduce a un número
limitado de gestos operatorios que disminuyen la llamada ‘porosidad de la jornada de trabajo’ a cambio de un
incentivo salarial por rendimiento).
El fordismo, por su parte, requiere fijar al trabajador a la cadena de montaje porque la cadencia de ésta impone
ahora el rendimiento para lo cual otorga estímulos salariales complementados con políticas de bienestar que
pasan a considerar al trabajador como potencial consumidor:38
En rigor, la estrategia de Henry Ford sólo apostaba a vender su Ford T (todo norteamericano tendrá un coche
negro y Ford) pero, articulada con las políticas keynesianas de “bienestar” y legitimada por el discurso del
progreso, consiguió el efecto no esperado instaurar el consumo como sentido para el trabajo. Después de la
segunda guerra mundial la estrategia se propaga por el mundo. El trabajo es monótono y repetitivo (basta
recordar el film Tiempos Modernos) pero una vez instaurado el consumo como su sentido es reclamado por los
Sindicatos y atravesó la cortina de hierro.
Anticipamos que un orden del psiquismo responde a la internalización en el sujeto de prácticas legitimadas por
distintos discursos sociales. Llamamos a esa instancia narcisismo, subjetividad o registro imaginario sede de las
identificaciones especulares y los fenómenos de sentido. Agregamos, el sujeto (articulación de los tres registros:
real, simbólico e imaginario) percibe este orden imaginario, como su ser o yo. Por una identificación de este
37 LIPOVETSKY, Giles; La era del vacío. Ensayo sobre el individualismo contemporáneo, Barcelona, Anagrama, 1986.
17
17
tipo, una vez constituido en el consumo el sentido del trabajo, el dispositivo consigue -insistimos, sin
proponérselo Ford ni Keynes- labrar una subjetividad consumidora.
Tan novedoso es este nuevo sentido para el trabajo que cuando Marx analiza las crisis periódicas del capitalismo
conjetura la apertura de nuevos mercados, sin imaginar que pudiera producirse lo que más tarde instrumentara
Ford: la conjunción del consumo y el trabajo en el mismo actor social. Mejor dicho, la subjetividad de su tiempo
le impide suponer a Marx que el trabajador pueda constituirse en consumidor, pero enuncia la lógica abstracta de
lo que Ford y Heynes generalizan. Antes de analizar esa lógica, recordemos que los elementos del proceso de
trabajo, todos socialmente considerados, son: objeto, medios de producción, productor y producto.
Ahora sí cabe analizar los tiempos de la fórmula del capital. Éstos son: dinero, mercancía, más dinero
(D◊ M◊ D’). Sólo M (tiempo de producción) genera valor, no así D (tiempo de compra de los medios de
producción y del objeto) y D’ (tiempo de comercialización del producto). Por lo tanto, D y D’, en tanto
tiempos muertos, deben ser eliminados o, por lo menos, reducidos.
D M D’ tiempo de adquisición de los medios tiempo de producción tiempo de comercialización del producto tiempo muerto preproductivo tiempo que genera valor tiempo muerto post productivo tiempo libre de la mercancía tiempo libre de la mercancía
D y D’ deben ser reducidos, en tanto no generan valor. El fordismo red uce D (tiempo preproductivo)
centralizando todo el proceso de producción. Es decir, opera sobre el lugar por medios técnicos que concentran
el proceso productivo en grandes unidades, llegó a comprar bosques enteros para no depender de la entrega de
madera de un proveedor. Para disminuir D’ (tiempo post productivo o tiempo libre de la mercancía) se puede
apelar a la publicidad, al marketing o a abaratar su precio para que resulte accesible a los trabajadores. Para
conseguir este objetivo, Henry Ford (se supone que sin conocer la fórmula abstracta del Capital) redujo el tiempo
de trabajo necesario para producir su Ford T eliminando los “tiempos muertos”, imponiendo la cadencia de la
cadena de montaje, etc.
Ahora bien, el trabajo consume energías del productor (fuerza de trabajo) del objeto (tomado directamente de la
naturaleza o transformado por el trabajo anterior)39 y de los medios (lo que calcula el criterio contable de
amortización). Generalmente en un ciclo productivo se consume el objeto y en una serie de ciclos los medios y
se recuperan cuando se vende el producto, junto con un excedente llamado ‘ganancia’. Las energías invertidas
por el productor en el proceso de trabajo (carga física, mental y psíquica) se recuperan en el llamado “tiempo
libre” del trabajador que coincide con el tiempo libre de la mercancía.
38 NEFFA, Julio César; El proceso de trabajo y la economía del tiempo. Contribución al análisis crítico de K. Marx, F.W. Taylor y H. Ford, Bs.As., Hvmanitas, 1990. 39 La disciplina ecológica entiende que no siempre lo que se toma del medio resulta renovable.
18
18
A partir de esta combinación de la producción fordista y del keynesianismo estatal, el “tiempo libre” del
trabajador (socialmente considerado) repone las energías consumidas en el proceso de trabajo (reproducción de
la fuerza de trabajo) mediante el consumo de la mercancía producida durante el tiempo de trabajo y reduce así el
tiempo libre de la mercancía. El tiempo de consumo articula, entonces, durante el “tiempo libre” del
trabajador, la realización de la mercancía (y del plus valor) con la reposición de las energías gastadas por el
productor en el proceso de trabajo. Se ve ahora que a partir de la producción en serie para el consumo masivo,
articulada con la intervención del estado “bienhechor”, Ford logra (insistimos, sin proponérselo, lo cual
redobla la eficacia para producir subjetividades) que el “tiempo libre” del trabajador reduzca el tiempo libre
(improductivo) de la mercancía. Dicho de modo gráfico:
D M D’ tiempo de adquisición de los medios tiempo de producción tiempo de comercialización del producto tiempo muerto tiempo que genera valor tiempo muerto tiempo libre de la mercancía tiempo de producción de valor tiempo libre de la mercancía tiempo libre del trabajador tiempo ocupado del trabajador tiempo libre del trabajador consumo producción consumo Lejos de formular una condena moral al consumismo, lo entendemos siguiendo a Jean Beaudrillard como el
reflejo de la producción en el espejo del mercado.40
El discurso del consumo desplaza la premisa del ahorro impuesta por ascetismo protestante que resultara
funcional a la instauración del capitalismo. El consumo masivo reflejo de la producción en serie talla un
sentido para el trabajo que engrana los cuerpos a la cadena de montaje durante los treinta años “dorados”
denominados ‘círculo virtuoso de crecimiento’.
“ ... Así como el trabajo concreto va poco a poco abstrayéndose en fuerza de trabajo para hacerlo homogéneo a los
medios de producción, se va abstrayendo el deseo en necesidades para hacerlo homogéneo a los medios de
satisfacción. No puede haber excepción, el sistema no puede sino producir y reproducir a los individuos como sus
elementos...” 41
Para citar sólo algunas de sus formas de la brecha entre lugar y ocupante en ese momento: la carga física mental
y psíquica del trabajo monótono y repetitivo taylorista y fordista, la llamada ‘estanflación’ (condensación de
estancamiento del crecimiento económico e inflación que agotó el modelo) los cambios tecnológicos y
organizacionales, la experiencia que se dio en llamar ‘comunismo real’ y, también, gestos de desujeción,
como el mayo francés y nuestro Cordobazo.
40 “... El ocio no es goce del tiempo libre y reposo funcional. Su definición es la del consumo. Esto no tiene nada que ver con la pasividad es una prestación social obligatoria...” BAUDRILLARD, Jean; Crítica de la Economía Política del Signo, México, Siglo XXI, 1983. 41 BAUDRILLARD, Jean; El espejo de la producción, México, Gedisa, 1980.
19
19
Trabajo monótono y repetitivo Movimientos sociales Ciudadano que vota y trabaja Grandes usinas y cadena de montaje
Discurso económico y político estatal: Consumo masivo reflejo de la producción en serie
Consumo estratificado imagen de la producción variable en el espejo del mercado (Modernidad tardía)
La política parlamentaria, tal como hoy es practicada, no consiste en absoluto en fijar objetivos derivados de algunos
principios dándose los medios para alcanzarlos. Consiste en transformar en opinión consensual resignada (aunque
inestable) el espectáculo de la economía42
La articulación del paradigma productivo fordista con la intervención de los estados keynesianos empieza a
mostrar a principios de la década del ‘70 problemas como la saturación de los mercados y el estancamiento del
crecimiento económico con inflación que revelan las primeras señales de su agotamiento. Este problema, que
según Fitoussi y Rosanvallon recién se percibe después de la caída del otro especular del capitalismo
denominado ‘comunismo real’ 43 (en estos pagos esa percepción coincide con un par de “traumas”
hiperinflacionarios que suceden a un “trauma” dictatorial) las nuevas tecnologías informatizadas (NTI)
permiten al lugar “flexibilizar” (eufemismo de precarizar) la estrategia de inserción de su ocupante.44
En efecto, las NTI hacen estallar las pirámides burocráticas de la producción en “esquirlas” denominadas
‘unidades de negocios’ responsables por objetivos que responden por los resultados. El siguiente c uadro
intenta graficar la merma de la capacidad para albergar cuerpos:
Pirámides burocráticas de la producción en serie Unidades de negocios
42 BADIOU, Alain; L’ Éthique, París, Hatier, 1993, 43 FITOUSSI, J.; ROSANVALLON, P.; La Nueva era de las desigualdades, Bs. As., Manantial, 1997. 44 Si consideramos la posible observación de que en nuestro medio se conservan formas fordistas de producción y, no siempre se aplican las nuevas tecnologías informatizadas (NTI.) cabe tener en cuenta que si bien ésto es fenoménicamente cierto, desde el punto de vista estructural, dado que el valor se constituye en el tiempo de trabajo socialmente necesario para producir una mercancía y ese tiempo social a partir de la globalización incluye las NTI y los innovadores modos de gestión, cualquier resabio en los modos productivos resulta condenado a perecer.
20
20
La modificación de estrategia de inserción se produce sin abandonar el discurso del consumo que muestra hoy
el refinamiento de una sustitución del espejo. A modo de forzamiento de la metáfora baudrillardiana, el
consumo masivo que reflejara a las pirámides burocráticas de la producción en serie, se sustituye por un
consumo estratificado que refleja una producción diversificada.
Ahora bien, aunque las pirámides burocráticas que constituyen el lugar de trabajo durante la modernidad no
resultaran cómodas (no tiene por que ser cómodo el emplazamiento de un cuerpo a una estructura) aspiraban a
albergar a todos los hombres bajo el discurso del “progreso”.
“ ...El sistema capitalista tradicional aspiraba a albergar a todos en diferentes categorías: explotadores y explotados,
cada uno tenía su lugar en la pirámide. La solidaridad era orgánica en la medida que todos necesitaban de todos:
los explotadores necesitaban de los explotados, los países dominantes necesitaban de los dependientes. La exclusión
indica que esta solidaridad se ha roto. Los países ricos pueden vivir sin los pobres, los sectores ricos pueden vivir sin
los pobres...” 45
En rigor la estructura aspira a albergar a todos pero siempre deja un elemento extra-
muros. El discurso de la “razón”, hegemónico durante la modernidad, excluye al carente
de ese rasgo: el “loco” y el niño. Cuando se adopta la idea de progreso el niño se convierte
en un excluido temporario a proteger para que sea incorporado al lazo de los hombres de la
razón, mientras se encierra al loco en carácter de excluido radical. En consecuencia, la
exclusión no sólo expresa la ruptura de la solidaridad orgánica,46 sino que revela un
agotamiento del discurso del progreso.
45 TEDESCO, Juan Carlos; “La educación tiende a democratizarse y el mercado de trabajo a reducirse”, Página/12, 27.8.95. 46 Solidaridad deriva del latín solidus: se emplea durante el siglo XI para designar una moneda consolidada, desde fines del siglo XV una moneda cuyo valor coincidía con la paga de un soldado y a partir del XVIII el salario en general. La solidaridad, constituye una estrategia frente a la desigualdad que es difícil pensar sin un sueldo que suelde el lazo social. Entendiendo por sueldo una metáfora de trabajo, el desplazamiento del trabajo al consumo bajo los imperativos del mercado, explica el presente exacerbado individualismo que hace de la solidaridad un bien tan escaso como el trabajo mismo.
21
21
En este contexto, el discurso histórico del progreso unidireccional e ininterrumpido que aspirara a albergar a
todos durante la modernidad racionalista es desplazado por el discurso de la eficacia práctica, inmediata y
calculabe. Mejor aún, el progreso queda reducido a la esfera técnica.
“ ... La idea de progreso, es decir, la de que la civilización se mueve en forma lineal y constante en una dirección
deseable, superando cada etapa histórica la anterior, está instalada en el centro mismo del sistema ético del mundo
occidental [...] Lo que exhibe el desarrollo de las fuerzas materiales en nuestro capitalismo tardío es, por el
contrario, una transparente operación de cierre y clausura de este abanico, al quedar el progreso circunscripto a
la esfera técnica y la sociedad estancada e indiferente en lo moral [...] la eficiencia, categoría económica, pasa a
categoría de vida...” 47
Para graficarlo:
/|\ /|\ /|\ /|\ niño burocracia loco unidades de negocios excluido adulto e infantil
El cuadro intenta mostrar que bajo la hegemonía del discurso del progreso hasta el más humilde habitante de la
estructura podía aspirar a crecer (mediante esfuerzos o “trepando”) y el niño constituía una promesa de
hombre a proteger y educar hasta incorporarlo al lazo de los hombres racionales que se definen por el voto y el
trabajo. En cambio, el excluido actual (adulto e infantil) queda afuera. Dicho de otro modo, presenta un real
que produce efectos amenazadores en los precariamente incluidos.
“... La exclusión disciplina a los asalariados y permite que las empresas aumenten sus ganancias...” 48
La exclusión no sólo disciplina, sino que instaura un terror blando49 que permite fijar, aunque de manera
sintomática, al ocupante a los condicionamientos del lugar. Este terror no engrana ya a los cuerpos a la cadena
de montaje de la producción en serie que requería tomar a todos los hombres mediante el consumo masivo, sino
a una producción diversificada para un mercado variable y altamente estratificado.
Por su parte, Castel entiende que el término desafiliados es más feliz que el de excluidos en tanto la precariedad
de la inserción de los ‘incluidos’ torna permeable la barrera entre el adentro y el afuera y los miembros de una
47 MARÍ, Enrique; “Ética y capitalism o. El jardín de los senderos que se bifurcan”, en Papeles de Filosofía, Bs. As., Biblos, 1997. 48 FITOUSSI, Jean-Paul; “El lado oscuro de la democracia”, Clarín, 19.4.98. 49 Jean-François Lyotard (La condición posmoderna, Madrid, Cátedra, 1984) describe un terror blando (sed operativos o desapareced) en contraste al terror duro impuesto por las armas. Tomamos expresión porque en nuestro medio el terror duro desaparecedor de cuerpos llamó al capital financiero desaparecedor del trabajo con el lema: achicar el Estado es agrandar la Nación.
22
22
unidad de negocios con resultados negativos pasan a la categoría desafiliados y desde allí presionan por
insertarse, por ejemplo capacitándose.
Es más, ya no se habla de educación sino de capacitación y el significante ‘integración’ fue desplazado por el de
‘inserción’. La educación apuesta a integrar el elemento a la estructura, la capacitación a insertarlo a fines
prácticos e inmediatos. La primera es subsidiaria del discurso del progreso porque trasmite recursos
conceptuales que pasan a engrosar el patrimonio simbólico del sujeto, la segunda otorga el conocimiento puntual
que requiere el lugar. La diferencia no es cuantitativa, mejor dicho, es el discurso de la eficacia técnica quien
lee en clave cuantitativa todos los problemas. Por su parte, el desafiliado, en tanto ya no es objeto de
integración sino de inserción, opera como excluido que proporciona una contracara amenazante para los
precariamente incluidos.
Así como la capacitación desplaza a la educación, la inserción a la integración, la tecnológica de conservación
reemplaza (cirugías y ondas light mediante) la valoración de la experiencia. Los manuales de autoayuda sobre
comunicación, éxito y eficacia sustituyen a la problematización, la opinión generalizada al pensamiento y la
declamación sobre la ética al debate. Detengámonos en este síntoma social que se expresa por una redundancia
discursiva acerca de la ética.
Tradicionalmente se entiende a la ética como metadiscurso de la moral. Es decir, como la reflexión teórica
sobre los valores prácticos que apaciguan el enfrentamiento de los hombres.
Estos valores cambian en distintos momentos históricos, pero se atribuyen a individuos libres y conscientes de
sus actos. El psicoanálisis, en cambio, postula una ética del deseo que responsabiliza al sujeto de sus actos más
allá del nivel de la conciencia. Jacques Lacan polemiza con lo que llama ‘ética de los bienes de la vía
americana’ (pragmatismo al que define desde el yo ideal) y, también, con el postulado utilitarista: la
máxima cantidad para el mayor número (que sacrifica a las minorías en aras del bienestar de las mayorías bajo
los designios del Amo de turno: opresivo o liberador). Los hombres, dice, corren en procura de bienes que
siempre los insatisfacen porque el yo ideal no goza del valor de uso de un bien sino de privar a otros de él. Por
su lado, el ideal del yo convoca al Amo al quien otorga el poder de dispensar el bien. En la frontera de la “ética
de los bienes” ubica el acto ético.
El acto ético (creativo, no heroico y menos sacrificial) constituye un real que presenta una novedad capaz de
romper el universo simbólico que labra todos los días el trabajo cotidiano de los hombres de la polis.
Alain Badiou, por su lado, entiende a la ética como el acontecimiento que desestructura una situación. Michel
Foucault comparte esas posiciones cuando define a la ética, por la decisión de cada sujeto50 a desobedecer el
orden establecido.
Ahora bien, la moral apacigua el enfrentamiento de los hombres por los “bienes” que no son otros que los
producidos por su trabajo cotidiano. Veremos con Freud que el trabajo brinda un piso simbólico sobre el que se
50 No necesariamente racional (ni siquiera conciente) y nunca incondicionada.
23
23
soporta (y, a la vez, subvierte) el real del acto creativo (ético). La siguiente cita muestra una recurrencia
discursiva respecto de la ética que no parece ajena, entonces, a la retirada del trabajo.
“ ... Ciertas palabras sabias, mucho tiempo confinadas en los diccionarios y en la prosa académica, tienen la suerte, o
la mala suerte, como una solterona resignada que se transforma sin comprender por qué en estrella de una fiesta, de
salir de repente al aire libre [...] Así, el médico adherido a la ideología ética meditará en reuniones y en comisiones
toda clase de consideraciones sobre los enfermos concebidos como multitud indistinta de víctimas, pero no tendrá
ningún inconveniente en que esta persona no sea atendida en el hospital, porque no tiene sus papeles o no está
matriculado en la Seguridad Social [...] Lo que aquí es abolido, es que solamente hay una situación médica: la
situación clínica [...] El médico es médico únicamente si trata la situación bajo la regla de lo posible maximal: tratar
a esta persona que se lo demanda [...] hasta el fin, con todo lo que él sabe, con todos los medios que él sabe que
existen y sin considerar ninguna otra cosa. Y si se le quiere impedir curarlo por causa del presupuesto del Estado, de
la estadística de la morbilidad o por las leyes sobre flujos migratorios ¡que le manden la gendarmería! Aún así, su
estricto deber hipocrático sería dispararles...” 51
Es comprensible que los hombres insistan en hablar sobre ética porque lo que existe no exige ser nombrado,
pero, el ejemplo del médico que declama defender a quienes victimiza para representar y, al acatar el mandato en
el mercado (naturalizado como estadística de morbilidad) no asume su responsabilizad en la cura, ilustra bien la
distancia entre una posición ética soportada por el deseo y una apelación a la ética como estrategia cosmética.
En efecto, si un médico no desea curar debería dedicarse a otra cosa, pero, no intentamos sancionar una
conducta moral, sino de mostrar que la figura misma del consumo de recetas morales en el campo empresarial y
en los comités profesionales, da cuenta de que el trabajo en su retirada arrastró a la ética.
El cambio es radical el consumidor desplaza al ciudadano racional que se definía por el voto y el trabajo y los
Estados que bajo el keynesianismo intermediaban en los conflictos sociales, pasan a constituir organismos
técnico administrativos al servicio del mercado. Por su parte, la renovación vertiginosa del consumo del
incluido compensa con creces la merma por la expulsión de los no consumidores. Para la lógica de la
diversificación, este expediente es más rápido y eficaz que el aumento de volúmenes de productos
estandarizados destinados al consumo masivo.52
No se trata de añorar un “paraíso perdido”, el progreso llegó a imponerse a punta de fusil; la educación repetía
el saber ya sabido (discurso universitario para la “capilla” psi. y burocrático para la sociológica); la
epistemología se arrogaba el carácter de portero de la ciencia para determinar que pensamiento merecía tal
estatuto y cual quedaba excluido de sus honores y; el peso de la ley solía resultar opresivo. Empero, ese
discurso del progreso necesitaba tomar a todos los hombres a los que, producía por medio de la institución
familiar asistida por dispositivos subsidiarios de los estados naciones como el pedagógico, el médico, el
jurídico, el psicológico, etc.
51 BADIOU, Alain; L’ Éthique, París, Hatier, 1993. 52 Anticipando la observación de que hay distintos tipos de productos ofrecidos al consumo, recordamos que lo consideramos de modo global y en función de su potencia para tallar una realidad social y la subjetividad de su actor.
24
24
Estos dispositivos tallaban la subjetividad del ciudadano racional que votaba y trabajaba y su contracara el
“loco” junto con la realidad social: el progreso mismo, en la medida en que los actores soci ales tomados por
ese discurso trabajaban e investigaban. El loco era el excluido radical de ese tipo de lazo y el niño su excluido
temporal al que protegía hasta inocularle esa racionalidad.
Cuando las luces del progreso reducen su enfoque a la eficacia técnica, el Estado pasa a servir al mercado, el
consumidor desplaza al ciudadano y el excluido constituye la contracara del consumidor (tan tomado por el
discurso del consumo como el primero) en un lazo social que abandona la pretensión de tomar a todos los
hombres.
En este contexto la ley pierde su estatuto simbólico que la entiende como lugar vacío y la reforma constitucional
del 94; remplaza la protección al trabajador, al niño, al viejo y al discapacitado, vigente desde el 49 (la inversión
numérica: 94-49 es pura coincidencia) por la del consumidor.53
ciudadano consumidor Discurso histórico del progreso Discurso técnico de la eficacia Malestar en la cultura Malestar en el mercado
Antes de abrir paso a una mirada antropológica dejamos anotada la posibilidad de que el acontecimiento abierto
el 19 de diciembre último indique algún tipo de corte en esta subjetividad. El recorrido práctico de la
investigación, que ahora salteamos, precede al mismo.
RECORRIDO ANTROPOLÓGICO
Como en los apartados anteriores repetimos que el oficio no habilita para llevar a cabo un
análisis antropológico. Nos proponemos, más modestamente, atravesar el problema del
trabajo en falta por una mirada antropológica para ubicar las condiciones que soportan los
fenómenos y desnaturalizar algunas ideas impuestas por el imaginario “sentido común”.
53 Advertimos que no juzgamos el consumismo de modo moral y la lucha contra los monopolios resulta es inobjetable. El ejemplo, lejos de apostar a esos objetivos, intenta mostrar la preeminencia de la figura del consumidor y su naturalización para los sujetos tomados por ella.
25
25
Maurice Godelier54 recorre distintas racionalidades económico productivas y concluye que no existen las
economías de subsistencia porque toda sociedad se organiza en torno a un déficit y un superávit estructurales
que maneja según el tipo de racionalidad global que otorga sentido a las distintas formas de organización del
trabajo y de distribución de los bienes producidos.
En el apartado epistemológico llamamos registro simbólico a esta racionalidad social global, pero importa ahora
verificar que los bienes producidos, socialmente considerados, exceden lo que se necesita para reponer las
energías invertidas en el proceso de trabajo y tienen que permitir sostener, por lo menos, a las generaciones
preproductivas. Veremos en el apartado estructural como funciona el ciclo de adelantos y recuperos, importa
ahora verificar que la inmadurez del ser humano al nacer exige que alguien lo mantenga hasta su edad
productiva. Dicho de otro modo, en toda sociedad que haya sobrevivido en el tiempo, el número de bocas
consumidoras excede al de brazos productores. La variante del saqueo a otras sociedades, lejos desmentir la
hipótesis, la confirma.
Algunas investigaciones antropológicas ubican en el neolítico una primera regulación entre brazos productores y
bocas consumidoras que diera lugar a un salto demográfico. Esta regulación se habría producido de forma
espontánea en las anteriores economías de caza, pesca y recolección.55
En estas últimas las relaciones no son inmediatas ya que la caza exige un relación preexistente para fabricar
armas, etc. Esas relaciones son precarias porque se agotan con el reparto de la presa cazada (producto del
trabajo) que inicia otro ciclo. Ese reparto excede la reposición de las energías consumidas por quienes
participaron directamente en la actividad de la caza, para incluir a los que lo hicieron indirectamente y, por lo
menos, a los niños.
Las comunidades domésticas, en cambio, establecen relaciones de parentesco y estatutarias que son transmitidas
de generación en generación y definen la posición de cada miembro respecto de la comunidad. Estas relaciones
instauran deudas y no se agotan en el reparto del producto y establecen ciclos normativizados de inversión y
recupero de las energías invertidas en el proceso de trabajo. El descubrimiento de la semilla56 posibilita esta
regulación.
En efecto, a diferencia de los vástagos la semilla es poco perecedera, y su recepción abre una deuda del novel
productor con quien, al entregarla, le marca que fue sostenido hasta ese momento y que esa deuda se paga
sosteniendo y donando una semilla a un sucesor.
54 Racionalidad e irracionalidad en economía política, México, Siglo XXI, 1967. 55 MAILLASSOUX, Claude; Mujeres, graneros y capitales, Colombia, Siglo XXI, 1985. 56 El descubrimiento de la semilla constituye un salto fenomenal de pensamiento porque ningún dato empírico indica que de una parte de la planta surja otra planta entera. La reproducción sexuada (tardíamente descubierta y a menudo transmitida mediante la metáfora de la semillita) tampoco se explica por la observación empírica. No parece descabellado conjeturar que un descubrimiento haya llevado al otro.
26
26
Maillassoux explica que esa regulación da cuenta de uno de los primeros dispositivos de poder. El más viejo de
la comunidad, llamado ‘decano’, aparece como acreedor de sus sucesores a los que entregó la primer semilla,
mientras su deuda es con los ancestros, cuyo poder pasa a representar frente a la comunidad.
La organización habría funcionado como oikos (pequeños grupos que comparten una economía común). Ahora
bien, la regulación del número de nacimientos según los imperativos de los ciclos productivos requiere un
determinado porcentaje de hombres y mujeres, al que no accede un grupo reducido de individuos. El autor ubica
en este momento la prohibición del incesto, posibilitada por el poder otorgado al decano.
Es decir, al igual que Levy-Strauss, Maillassoux explica la prohibición del incesto por el intercambio de mujeres,
pero el segundo agrega al carácter de objeto erótico, la capacidad genésica.
Se habría así establecido un régimen donde se intercambian mujeres (úteros en rigor) y se entregan dotes:
objetos de escaso valor de uso y no perecederos: conchillas, etc. –antecedentes del dinero– que retenía el decano
como acuse de recibo de una púber, para entregar cuando los ciclos productivos otra púber de esa comunidad o
de otra. Para graficarlo (púber) (dote)
a b c d
El intercambio es:
Recíproco: La comunidad “a” obtiene una púber de la comunidad “b” que a su vez podrá recibir una de “d”, que
intercambiará según el equilibrio de bocas y brazos con “c”.
Equivalente: Se intercambia mujer por dote y dote por mujer.
Diferido: No se entrega una mujer y se recibe otra, sino que se toma una cuando lo exige la regulación entre
brazos y bocas.
Multilateral: “b” podrá permutar m ujer por dote con “c” “a” y “d”; “a” con “b” “c” y “d”, etc.
El circuito de adelantos y recuperos establece distintos lugares jerárquicos e instaura deudas que se paga para
adelante y se basa en una propiedad especifica del trabajo: generar un exceso respecto de lo que se requiere para
recuperar las energías invertidas en su proceso. Este plus producto, que durante el capitalismo se denomina
‘plus valor’, puede distribuirse con distintos criterios. Hoy 200 personas reciben la misma cantidad que el resto
de la humanidad...
27
27
RECORRIDO ESTRUCTURAL
Había una vez un pájaro que en medio de una tormenta trasladaba a sus hijos (impedidos aún de hacerlo por sus
medios) a través de los mares para brindarles seguro refugio. Exhausto por la travesía y ya concluyendo el viaje
pregunta a cada uno -¿Cuándo esté viejo, enfermo y cansado de volar harás por mí lo que estoy haciendo por tí?-
Ante cada respuesta afirmativa el pájaro padre abre el pico y abandona al pichón. Por fin, uno se pronuncia -no sé
lo haré por vos, pero estoy seguro de que lo haré por mis hijos- Este último llega a tierra firme. Recomienza,
entonces, el ciclo...
Hasta acá la leyenda. Son los seres parlantes quienes, a diferencia de sus antecesores animales, no pueden
recorrer por sus medios los primeros pasos en la vida, por lo cual contraen una deuda, pero, sí esa deuda se
pagara al acreedor original, el ciclo no reiniciaría. Una ley biológica sostiene: la madurez al nacer es
inversamente proporcional a la evolución de la especie (un virus nace prácticamente maduro, mientras el ser
parlante –grado mayor de esa evolución– requiere para sobrevivir una suerte de embarazo extrauterino de casi
cinco años).
Dicho de otro modo, el trabajo57 y el lenguaje no vienen de entrada, ambos preexisten y suceden al sujeto: un
nombre y un lugar en un andamiaje generacional lo preceden y lo suceden (es nombrado antes de nacer y su
obra lo continúa) una generación toma los recursos -materiales y simbólicos- que le deja la anterior, para
entregarlos cuanti y cualitativamente enriquecidos a la que le sucede, junto con la Ley de que ésta los entregue a
la próxima generación que, a su vez, hará lo propio.
Es decir, la palabra instaura el carácter simbólico de la deuda en tanto permite algún saber sobre la condición
mortal. Esa condición debe ser transmitida por la función paterna porque el recorrido inicial en los acogedores
brazos maternos58 deja la impronta imaginaria de una omnipotencia que niega el carácter finito de la existencia.
El cuentito de los pájaros que hablan intenta, entonces, desnaturalizar la versión que entiende el Complejo de
Edipo como un padre carnicero que pretende mutilar el cuerpo de su pequeño. No obstante el paradójico intento
de desimaginarizar un cuentito mediante otro cuentito, apelamos a él para simplificar cuestiones más complejas.
Durante el viaje inicial, que después se significa como ‘paradisíaco’, la sola condición de hijo exime al pichón de
volar (metáfora de amar y trabajar) pero ese paraíso es terrorífico porque, así como el pichón es llevado a donde
57 Marx viejo -sin contar con los desarrollos de la lingüística contemporánea- adelanta el carácter simbólico del trabajo cuando sostiene que las delicadas operaciones de una araña pueden ser envidiadas por un maestro tejedor. Sin embargo, el más chambón de los tejedores aventaja a la más hábil de las arañas porque antes de tejer la tela, la tiene en la cabeza. Huelga aclarar que sólo la palabra permite esta suerte de anticipación de lo creado al acto de creación. 58 En la leyenda, como en la vida; los lugares paterno, materno y filial no siempre coinciden con quienes lo ocupan. En efecto, el personaje del pájaro se desdobla en la madre que protege a la cría y en el padre que la arranca de esa protección para que vuele por sus medios. O sea, no interesa tanto el personaje que cumpla el rol (imaginario) sino la función (simbólica) porque la carencia de una protección inicial es incompatible con la vida (no cabe ya repetir ahora los conocidos descubrimientos de Spitz) y la falta de una palabra que rompa esa protección lo es con la constitución de un sujeto parlante capaz de amar y trabajar (dignos criterios de salud, según Sigmund Freud) En términos psicopatológicos, la ausencia de una palabra que rompa la célula narcisista madre hijo, da psicosis. Insistimos, no importa que esa palabra la pronuncie el progenitor (mejor dicho, sí importa para la novela familiar que teja la neurosis de ese sujeto) pero, el trabajo de la madre puede operar como uno de los nombres del padre que arrancan al pichón de sus brazos para que vuele por sus medios: hable.
28
28
quien lo traslada decreta que es lo mejor para él; el bebé está a merced de la lectura que haga la madre de su
llanto. Esa potencia hace de la madre un Otro y debe ser interrumpida para que el pichón vuele por sus medios.
El pájaro que puede abrir el pico en cualquier momento de la travesía explica un segundo tiempo edípico donde
la omnipotencia atribuida al padre, permite arrancar al pichón de los amorosos -y terroríficos- brazos maternos.
Ahora bien, ese padre aparece como omnipotente para el pichón porque abre el pico antes de que vuele, pero lo
hace ya concluyendo el viaje; es decir, para que vuele por sus medios. Dicho de otro modo, el padre también fue
“pichón” y, como tal, debió renunciar a los amor osos brazos maternos en función de una promesa que abre paso
al deseo. La prohibición del incesto: no reintroyectarás tu producto y no yacerás con tu madre, abre así, la
posibilidad del deseo (volar por sus medios) hablar condición de posibilidad de amar y trabajar.
O sea, el momento de ingreso a la producción varía históricamente, pero dada la inmadurez inicial, el pichón
humano debe ser sostenido hasta su edad productiva.
Vimos que el trabajo genera un exceso respecto de la reproducción de las energías invertidas en su proceso que
permite sostener, por lo menos, a las generaciones preproductivas: una sociedad que no lo hiciera hubiera
perecido.
También vimos que la deuda generacional no se constituye por ese sostén (imprescindible para la vida
biológica) sino por su interrupción que instaura el lenguaje y que la deuda es simbólica porque incluye el
mandato de pagarla a la próxima generación junto con la Ley de que ésta haga lo propio.
Agregamos ahora que la palabra permite algún saber sobre la condición mortal y la reproducción sexuada y el
trabajo es un articulador entre esas dos instancias. Esta relación aparece en la mayoría de los mitos sobre el
origen de la humanidad, vayamos a uno de ellos:
“... Prometeo engañando a los dioses les saca, en favor de los hombres, el fuego que Zeus se reservaba. En venganza
éste ordena crear a Pandora, una mujer de barro que entrega a Epimeteo quien, advertido por su hermano Prometero
de no recibir ningún obsequio, la rechaza. Zeus encolerizado encadena a Prometeo en los montes Cáucasos y un
buitre le arranca trozos del hígado durante el día causándole un dolor sin fin porque la víscera vuelve a crecerle en la
noche. Epimeteo, alarmado por la suerte de su hermano se apresura a casarse con la insensata, perezosa y bella
Pandora. Tiempo después, Pandora abre una jarra que Prometeo había ordenado mantener cerrada en la que había
encerrado los males que pueden azotar a la humanidad: vejez, fatiga, enfermedad, vicio, demencia y pasión. Todos
salen en una nube picando primero a Epimeteo y a Pandora y atacan luego a la raza de los hombres que deciden
suicidarse, cuando la engañosa esperanza,59 encerrada en el fondo, los disuade..” 60
El mito muestra que el trabajo constituye la revelación cotidiana de la precariedad y la falla humanas.61 Los
hombres, antes confundidos con los dioses, pasan a asumirse como criaturas deseantes que renuncian a la
59 Nietzsche dice que la esperanza se corresponde con la moral del esclavo que no se rebela porque espera que el amo lo redima. Por su parte, Spinoza sostiene que es una pasión tan triste como la envidia. 60 VERNANT, J. Mito y pensamiento en la Grecia antigua, Barcelona, Ariel, 1973. 61 En un mismo gesto los frutos pasan a ser perecederos y los hombres dejan de brotar de la tierra. Así como a Prometeo le duele el hígado todos los días los productos generados por el trabajo se agotan todos los días.
29
29
totalidad ilimitada del ser para hacer. Pandora, la primera mujer, es la maldición que deviene como
contrapartida del robo: los hombres no nacerán más de la tierra para ser engendrados en una mujer, lo que
instaura la muerte, el sufrimiento, la decrepitud y la locura.
Durante la edad de oro; como en el paraíso perdido, en la ilusión de completud del pichón prematuro y en la
novela familiar del neurótico; los hijos y los frutos brotan de la tierra sin requerir de los hombres más esfuerzo
que el que les demanda tomarlos.
El trabajo no viene de entrada. Dado que el hombre nace inconcluso, la primera etapa de su vida pasa por la
edad de oro o el paraíso en que es para el deseo materno. A ese ser el psicoanálisis le llama ‘falo’. Contra la
ilusión imaginaria que perpetúa la neurosis, el ser se acaba en esta etapa paradisíaca y terrorífica, agotada la
cual se deja de ser para hacer en el mundo de los mortales fallados (castrados para el oficio psi.). Más
precisamente, el paraíso sólo se constituye en tal una vez perdido porque esa etapa del camino se recorre en los
acogedores brazos de los dioses-padres.
En ese tiempo al bebé le basta llorar para obtener, no lo que quiere ni lo que necesita, sino lo que el Otro
materno supone es lo mejor para él. Don éste que el “cachorro” sólo puede aceptar o rechazar según la lógica
del modelo oral: lo trago-lo escupo.
Entonces, ser ese niño maravilloso es terrorífico, si bien se exime de recorrer por sus medios el primer tramo
de la vida, deja a merced del deseo materno en cuyos brazos lo atraviesa.
Ciertas marcas causadas por esa contradicción (articuladas con la prohibición paterna de ser: el falo materno)
llevan a que el infantil sujeto abandone la pretensión de ser criatura de los dioses-padres de quienes se separa,
para devenir sujeto responsable de su deseo.
Esa renuncia al ser abre una herida que se sutura con los sentidos que el hombre encuentra para lo que hace. Una
vez instaurados esos sentidos en el orden imaginario del psiquismo, el sujeto pretende ser reconocido por el otro
de la Cultura como el niño maravilloso que cree haber sido para el deseo materno. Empero, es imposible obtener
ese tipo de reconocimiento en la vida, porque el alter ego que debería proporcionarlo, a su vez, aspira al mismo
tipo de reconocimiento para sí.
El lazo entre los hombres está atravesado por este drama estructural. La condición parlante permite algún saber
sobre la propia falla y la del otro, que resulta negado por la ilusión de completud que deriva de haber sido (o
creído ser) un objeto maravilloso o terrorífico, para el deseo materno.
Es más, la inmadurez inicial que explica este circuito se expresa biológicamente en que las células nerviosas no
estén aún mielinizadas, por la cual el niño percibe su cuerpo fragmentado. Sin embargo, al identificarse con su
30
30
imagen reflejada en un espejo62 o con la imagen de un semejante, llega a registrar un cuerpo unificado,
constituyendo así su yo.
Esa identificación especular (efecto de la imagen simétrica e invertida que le devuelve un espejo) es fuente de
rivalidad y transitivismo.63 La Ley simbólica (transmitida por el nombre del padre) apacigua esta agresividad,
que no es posible erradicar en la relación entre semejantes.64
Podemos llamar indistintamente yo, ego, identificación especular (secundaria) identidad, sentido, narcisismo,
subjetividad discursivamente constituida o registro imaginario al ser (maravilloso o terrorífico) que fuéramos
para el deseo materno. Ese ser, siempre perdido y renaciente, retorna en los sentidos que el hombre encuentra
para su hacer.
De este modo, el hacer humano se significó de distintos modos. Fue maldición de los dioses durante la
antigüedad, castigo para la moral cristiana, salvación para la protestante, consumo masivo (reflejo de la
producción en serie en el espejo de los Estados keynesianos) en la modernidad. La modernidad tardía significa al
trabajo como pasaporte de acceso al consumo estratificado (reflejo de la producción variable en el espejo del
mercado) e ignoramos si este sentido sigue vigente, no tanto porque haya disminuido efectivamente el consumo
por la recesión económica, sino por el acto del sujeto político abierto el 19 de diciembre del 2001.
Dejemos anotado que ese día, las cacerolas tomaron la calle ante el anuncio del estado de sitio. Es cierto que
algunos cacerolearon por el corralito, otros por estar endeudados o por ser acreedores, pero el acontecimiento se
produjo ante el estado de sitio que protegería los “bienes” de los saqueos y nada es más preciado por la
subjetividad consumidora que sus bienes.
El sujeto protagonista que se expide frente al exceso de malestar que le impone la Cultura se asemeja más a un
trabajador que a un consumidor.
No es fácil realizar diagnósticos y menos pronósticos, en el medio de acontecimientos que protagonizamos, por
ende resulta prudente volver a las funciones que cumple (o abandona) el trabajo en el psiquismo y en la Cultura.
Freud define a la cultura como la suma de producciones e instituciones que, a diferencia de lo que ocurre con
sus antecesores animales, protegen a los hombres de la naturaleza y regulan sus relaciones. Esta regulación
resulta necesaria porque los hombres cuentan entre sus tendencias pulsionales con una agresividad65 que hace del
otro un objeto de rivalidad imaginaria.
62 Resulta empíricamente comprobable la algarabía con que el bebé reacciona cuando, sostenido por un adulto (generalmente la madre) es colocado frente a un espejo. Sus movimientos desordenados contrastan con la imagen estable de la madre y el niño gira la cabeza para comprobar el contraste. 63 El transitivismo se observa durante el estadio del espejo (entre los seis meses y un año y medio) cuando un niño que presencia la caída de otro de edad similar, rompe a llorar. La rivalidad se revela cuando dos niños se enfrentan por un juguete, para olvidarse de él cuando consiguen arrebatárselo al “rival”. 64 Así, el ‘yo-ideal’, heredero de este estadio, explica que un adulto se ría al presenciar la caída del otro, o que los hombres se enfrenten, no por gozar del valor de uso de un bien, sino para privar a otros de él. 65 Previamente dimos somera cuenta de las condiciones de surgimiento de esa agresividad.
31
31
En su obra sobre el Malestar en la Cultura, Freud encuentra en el trabajo personal y cotidiano, el recurso más
eficaz para enfrentar ese malestar después de descartar las intoxicaciones narcóticas, el amor, la ciencia y el arte.
Las primeras, dice, son tan peligrosas como cualquier intento de restauración narcisista, mientras el amor
constituye la estrategia más ingenua porque expone a la pérdida del “objeto” amado. Por su parte, la creación
científica o artística no resultan accesibles para todos. En rigor, esta última observación no responde al criterio
elitista que distingue dotados de no dotados, sino da cuenta de la diferencia entre trabajo (cotidiano) y acto
creativo (acontecimiento esporádico). El científico y el artista en su trabajo cotidiano son trabajadores y, como
tales, reciben el reconocimiento que el lazo social otorga al producto de su trabajo. El acto creativo en un sentido
fuerte, en cambio, no obtiene ese reconocimiento en la medida en que presenta algo nuevo que rompe con lo
pensable en una época o situación.66
Dicho de otro modo, el hallazgo (real) es siempre esporádico, pero, se apoya sobre un piso simbólico porque
sólo los demiurgos crean de la nada.67
Vimos con Maillasaux que el “descubrimiento” tardío y fenomenal de la semilla establece ciclos de adelantos y
recuperos. Esos ciclos instauran deudas que se pagan a la próxima generación. También vimos que esto es
posible porque el trabajo -socialmente considerado- es capaz de producir un exceso que permite sostener, por lo
menos, a las generaciones pre-productivas y que la semilla permite un ordenamiento de la distribución de ese
excedente regulado por la figura del decano del oikos. Agregamos ahora que al representar a los antepasados el
decano aparece como acreedor, cuando la deuda fue contraída con la cadena generacional. Es decir, la deuda
no es con el decano sino con la semilla y se paga entregándola a la próxima generación después de hacerla
producir. Junto con la semilla, cada generación recibe una ley: entregarla enriquecida a quienes la suceden.
Si el decano sólo representa a la ley para transmitirla, esta ley es simbólica, es decir un lugar vacío que cada
quien ocupa transitoriamente durante su paso por la vida, cuyo carácter finito (real) pasa a asumir. Mejor
dicho, la condición finita no se asume sino que es representada en el psiquismo por la castración bajo alguna
de sus formas: la vejez, la fatiga, la enfermedad, la locura, el vicio y la pasión. Esta cortapisa mortal
(impuesta por la reproducción sexuada, que a su vez da cuenta de fragilidad inicial) pone a trabajar la propia
falta y la del otro.
El trabajo proporciona, entonces, un operador simbólico que hace producir a la carencia real impuesta a todos
los hombres por la condición mortal, rompiendo la pretensión imaginaria de contar con un cuerpo sin sudor y
una reproducción sin dolor.
El trabajo suministra, además de un criterio que divide aguas de responsabilidad generacional y un recurso
frente al malestar en la cultura, un piso sobre el que se apoya el acto creativo.
El trabajo estructura, también, la vida cotidiana en momentos productivos e improductivos.
66 Para citar un ejemplo, la máquina de volar inventada por Leonardo Da Vinci fue considerada en su época el capricho de un genio extravagante. Recién cuando el helicóptero pasa a formar parte de un tejido simbólico, se instaura como trabajo y pasa a haber sido trabajo, de modo retroactivo.
32
32
En estos llamados ‘ocio’ coincide el llamado ‘tiempo libre’ del trabajador con el tiempo libre de la mercancía
que no genera valor. Ahora bien, sin el contraste del trabajo, un continuo tiempo “libre”, torna caótico.
“... El trabajo ocupa el lugar de una pérdida de goce en relación con la cual el ocio tiene muy poco que ofrecer. Este
goce en el terreno de los ocios será, más bien, un espacio onírico, frecuentemente reservado a diversas catástrofes
privadas y familiares...” 68
Resumamos las funciones que cumple -o abandona- el trabajo en el aparato anímico: ordena la vida cotidiana;
apacigua la lucha por los bienes (Yo ideal que no goza del valor de uso de un bien, sino en privar a otro de él);
ofrece un piso simbólico sobre el que se apoyan los actos creativos; establece un sistema de postas donde cada
generación toma lo producido por la que la precede para entregarlo cualitativamente enriquecido a la que le
sucede junto con el mandato de que ésta haga lo propio; brinda un reconocimiento que se expide sobre el
producto del trabajo, no sobre el ser del productor como pretende el narcisismo.69
Esta última condición que hace de un producto del trabajo un valor, rige tanto para el trabajo productor de
valores de uso como para el productor de valores de cambio pero, sobre todo, resulta estructurante para el
sujeto, al que le exige una renuncia narcisística que subordina el reconocimiento anhelado por el yo, a un bien
hacer expresado en un producto. El criterio que regula el reconocimiento del producto se establece social e
históricamente, es decir, consiste los lo que una época o situación entiende por bien hacer. Vimos que la
máquina de volar inventada por Leonardo no obtuvo ese reconocimiento, agregamos ahora que el acto creativo
en un sentido fuerte, constituye un real que escapa al tramado simbólico de una época y, en consecuencia, del
reconocimiento de sus contemporáneos. La pluma de Louis Althusser, lo dice de manera más elegante:
“ ... En la historia de la Razón Occidental a los recién nacidos se les envuelve con los mayores cuidados. Durante el
siglo XIX nacieron tres niños a los que no se les esperaba: Marx, Nietzsche, Freud. Hablo sólo de ellos, podría
nombrar a otros malditos que vivieron su condena a muerte en el color, el sonido o el poema porque dieron origen a
ciencia o a crítica. La Razón Occidental, a un hijo ilegítimo se lo hace pagar caro. Consideremos la soledad teórica de
Freud [...] Cuando quiso pensar, es decir, expresar en conceptos abstractos los descubrimientos que encontraba en su
práctica, quiso buscar referentes (padres en la teoría) y tuvo que someterse a ser su propio padre, construir con manos
de artesano el espacio teórico donde situar su descubrimiento, tejer la red para pescar el redundante pez del
inconsciente que los hombres creen mudo porque habla incluso cuando duermen...” 70
67 Decía Picasso: por si alguna vez me invade la inspiración, mejor es que me encuentre pintando. 68 POMMIER, Gérard; Freud ¿apolítico?, Bs. As., Nueva Visión, 1987. 69 Freud distingue el trabajo simbólico del chiste del orden imaginario de lo cómico. Para simplificar, hay chiste en el juego de palabras de Les Luthiers y comicidad en Los tres chiflados. En ambos casos la hilaridad de la risa permite descargar tendencias libidinales u hostiles, pero en el chiste la risa se origina por el sentido inesperado que adquiere una palabra y en lo cómico porque el pastel dio en la cara del personaje y no en la nuestra. En general los niños no acceden al chiste -como no lo hacen al trabajo- no tanto por condiciones intelectuales, sino porque el transitivismo de la imagen les hace gozar de la caída o la humillación del otro, pero importa destacar que el chiste es trabajo porque el reconocimiento (la risa) opera sobre un producto, no sobre el ser del productor como pretende el narcisismo. El consumo también otorga reconocimiento, pero no hacia un producto sino a una imagen (cómico o imaginario). 70ALTHUSSER, Louis; Freud y Lacan. El objeto del psicoanálisis, Barcelona, Anagrama, 1970.
33
33
Para simplificar, el acto creativo (el color, el sonido y el poema) no es reconocido por la moral de la polis
porque la subvierte (dice un real que escapa a su universo simbólico). El producto del trabajo de Freud (su
práctica) fue reconocida y cobró por ella. Es la teoría del inconsciente (que no hubiera descubierto sin esa
práctica) la que le obliga a tejer con manos de artesano (también trabajo) la red para situar su teoría y es ésta
última la que la Razón Occidental no esperaba.
Entonces, el trabajo otorga un piso al acto creativo que constituye un real que escapa al universo simbólico de
una época y éste se corresponde con los dispositivos discursivos que legitiman las prácticas productoras de
realidad social y subjetividad.
Insistimos, el sujeto no se agota en la subjetividad, sino que ésta en una parte de aquél, el sujeto no es culpable
de los condicionamientos sociales que lo emplazan, pero, es responsable de lo que hace con ellos, porque
condicionamiento no se corresponde con determinación. Decía Sartre: llamaré cobarde a quien haga de los
condicionamientos de su época determinaciones...
A MODO DE CONCLUSIÓN PROVISORIA
Que renuncie quién no pueda unir su horizonte a la subjetividad de su época71
La expresión puede entenderse como una invitación a acoplarse a la subjetividad de una época o como una
convocatoria a pensarla. El historiador José Luis Romero alertaba sobre la imposibilidad de sustraerse a la
misma: quien quisiera hacerlo, decía, debería contar con la formidable capacidad de transformarse en testigo
de lo que se es actor y, agregaba: en los momentos de cambio se redobla la dificultad porque se produce un
desacople entre los pensamientos, que cambian por influjo de los nuevas situaciones y los métodos para pensar
esos pensamientos.
Dada la imposibilidad de escapar a esa subjetividad epocal, decidimos asumir el desafío de pensarla a partir de
uno de los problemas más fuertes que atraviesa la época que nos es dado vivir y ejercer una práctica. Definimos
una práctica como un saber con lo real. Agreguemos que éste no se reduce al saber técnico. Mejor dicho, quizá
uno de los problemas naturalizados por la subjetividad de la época sea la hegemonía del conocimiento técnico
sobre otros saberes, no tanto por la técnica en sí, sino porque dejó de estar regida por el discurso del progreso
para quedar asimilada a la lógica del cálculo económico. Parte del recorrido histórico (que al igual que el
práctico no se transcribe en esta reseña) descubrió que la técnica y el cálculo fueron de tardía incorporación a la
producción y también que las nuevas tecnologías informatizadas abaratan los costos de producción sustituyendo
71 LACAN, Jaques; “Función y campo de la palabra y el lenguaje en psicoanálisis” en Escritos 1, México, Siglo XXI, 1980.
34
34
trabajo humano (valga la tautología) y, dada la globalización, lo hacen aún en ausencia.72 Lejos de condenar
moralmente al conocimiento técnico, interesa verificar que una vez interiorizado como sentido para el hacer
humano (subjetividad) labra una realidad social: la villa esclavista, cadena de montaje o unidades de negocio
globalizadas.
Ese mismo recorrido, descubre saltos de pensamiento que rompen con lo sabido por esos sentidos.73 Esos saltos
constituyen la toma simbólica de un real que después se imaginariza hasta la emergencia de otro real. También
anticipamos que el saber hacer con lo real de todo oficio se define por adecuar la herramienta al problema, no al
revés.
En el oficio psicoanalítico llamamos síntoma al problema y es a él a quien guarda fidelidad la interpretación. Es
decir, las herramientas que nos proporciona el oficio descubren lo latente en lo manifiesto, revelan lo reprimido
y, cuando lo logran, el síntoma cede. Las ciencias sociales llaman denuncia a este tipo de intervención y
encuentran un ejemplo en la denuncia de la explotación que llevara a cabo el joven Marx. Sin embargo, nuestro
problema del trabajo en falta, tiene la particularidad de no se ocultarse, sino que se expone crudamente, a la luz
del día y en la vía pública. En este caso no opera la represión sino la desmentida.74
Ante la desmentida la denuncia no es eficaz porque la verdad no es encubierta, sino asumida. Dicho de otro
modo, quien denuncia el robo de quien admite que la plata no se hace trabajando se expone a que le respondan
“chocolate por la noticia”.
El apartado epistemológico de este recorrido da cuenta de un esfuerzo por escapar de la denuncia ante una
desmentida, a la oposición que responde a un enunciado con otro simétrico e invertido75 o las políticas de defensa
que hacen del otro un Otro para mejor quejarse,76 sin caer en prácticas adaptacionistas que trabajan por reducir el
sujeto a la estructura que lo emplaza, declarando que así procuran su “bien”.
72 El valor (no el precio) se constituye en el tiempo de trabajo socialmente necesario para producir una mercancía. Cuando la globalización atraviesa las fronteras de los Estados-Naciones, ese tiempo de trabajo social se mundializa: expresa la más alta tecnología, las más sofisticadas estrategias organizativas y los más represivos métodos coercitivos se reemplazan por el terror blando a la exclusión. Es cierto que se exceptúan los servicios (por ahora no resulta rentable ir a Corea para cortarse el pelo) y algunos productos perecederos, lo que confirma la regla. 73 Por ejemplo, constituye un salto de pensamiento que en neolítico se haya descubierto que de una parte de una planta puede brotar una planta entera. 74 La desmentida es un enunciado que mintiendo dice la verdad. 75 Una lectura atenta del recorrido habrá descubierto acá otra de las manifestaciones del imaginario humano (valga otra tautología) pero, es importante señalar que los enunciados opuestos se neutralizan: [A-A=0] 76 Insistimos, el sujeto es responsable, aún de lo que hace con lo que los otros hicieron con él. Es la subjetividad de la época quien espera que se avasallen sus derechos para gozar con la denuncia. También agregamos, es posible que algo de esta realidad social se haya revertido a partir del acontecimiento abierto el 19 de diciembre último. Vamos a un lectura “... El supuesto estado de sitio (que prohíbe toda reunión callejera) protegía de los saques de los excluidos y resultó un llamado a habitar la calle. La calle deja de ser un sitio amenazante transitado por el consumidor en búsqueda de su objeto, para poblarse de vecinos (antes eran ‘gente’ que compartía una localización topográfica, no vecinos) ¿debilidad estatal? ¿resistencia popular? No, cuando del estado sólo queda una excrescencia, el estado de sitio meramente no existe porque no se le hace lugar...” LEWKOWICA y otros; Sucesos Argentinos. Notas ad hoc, Bs. As., Lew, 2002.