Del camino Corseterías Zubiri Javier Aguirre Ortiz

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Elena Moreno Scheredre ALFONSO XIII ocupaba el tro- no y D. Antonio Maura y Mon- taner encabezaba el gobiemo de la nación. Corría el año 1908, la guerra con Marmecos se lleva- ba a los mozos demasiado lejos y, en Bilbao, en un portal de la calle Tendería número 44, (frente a Santiaguito), Isabel Sánchez Ometa, esposa de Vi- cente Zubirí Ordufla, abría un comercio de corsetería a medi- da. Lo cuenta uno de sus hijos, D. Sabin Zubirí Sánchez Orueta, que ha sido el impulsor del ne- gocio y puente entre generacio- nes dedicadas al negocio de la corsetería y lencería en nuestra Villa. Tiene más de 80 años y, una juventud lúcida que sazona fimiando picadura mientras, re- pasa con rigor, las fechas impor- tantes de su vida empresarial. En 1912, su padre, Vicente Zu- biri Orduña, que trabajaba en un conocido comercio de la Calle de la Cruz ,“Aldazabal”, decide independizarse y ampliar el co- mercio de corsetería de su mu- jer, trasladándolo a Artecalle 50. Los comercios más antiguos de Bilbao Corseterías Zubiri El negocio familiar data de 1912 En 1912 las damas de la Villa compraban ceñidores para afinar la cintura Se iiaeert à la medida toda • de eottsés, Los hijos aumentaban -llega - rían a 17- e Isabel tenía dema- siado trabajo, así que la tía Car- men era la que se ocupaba de suplirla y atender con rigor a las damas que buscaban ceñidores para afinar su cintura o corsés y fajas para los males de espalda. Prospera el negocio corsetero y orto^dico, aumentan los em- pleados, y también el reconoci- miento de sus clientes, pero la historia interpone su decisiva manoyen I937,en plena guerra civil, el negocio fue incautado y se cierra. Eran malos tiempos para la vida. La contienda al- canza una vimlencia devastado- ra y la familia se exilia a Cambó les Bains (Francia), donde mori- ría el cabeza de familia Vicente. En 1939 la familia vuelve a Bilbao, y en la primavera del año 1940 se reabre el comercio de Artecalle regentado por Sa- bin Zubiri, cuya vocación era la medicina, pero obligado por las circunstancias, abandona sus estudios y se dedica al negocio familiar, que estaba bajo la vigi- lancia de un interventor de In- cautaciones. En 1942, Sabin debe abando- nar el comercio para marchar a África, para hacer aquella mili que duraba más de tres años. Comparte con Telmo Zarra y otros ilustres de su generación su adiestramiento militar, tan poco útil para el negocio, que ha quedado en manos de su herma- no Iñaki, que pendiente de una asignatura para terminar Inge- niería, es penalizado por el régi- men y tardará aún unos años en poder acceder a su titulación. Vuelve de la mili y retoma las riendas del negocio con la deter- minación de un hombre curtido. Iñaki, que fmalmente puede acabar su carrera y obtener el tí- tulo de ingeniero, se incorpora- rá a una industria que empieza a despertar. En 1946 se casa con Josune Cearra Arrese, hija tam- bién de comerciantes de las Sie- 0 ' fajos» etc. enderia, 44^ fícente à Sanl»û2uuQ.-âltK0ÂD Christian Dior solía preguntar: ¿Quién es ese Zubiri de Bilbao, cuyas dientas me vienen con tan buenos tipos y tan espléndidamente provistas de ropa interior? te Calles, quien le apoyaría en la vida y en el negocio, dándole, además, cinco hijos: Sabin, Bin- gen, Mikel Ander, Ane Miren y Begoña. Los años cuarenta eran años de desabastecimiento. Los cana- les comerciales estaban interve- nidos y resultaba difícil conse- guir mercancías especiales. Los contrabandistas navarros surtían de prendas de nylon llegadas del otro lado de la frontera, y el es- traperlo navegaba por los subte- donde en Estoril vivía la Casa Real, a cuyas damas, la Sra. Vda. Del Marqués de Arriluce, les llevaba prendas de Zubiri. Se viaja mucho a Europa y las grandes firmas Christian Dior, La Perla, Belcor, Peter Pan y im largo etc. se encuentran entre sus proveedores. Zubiri se con- vierte en el buque insignia del comercio de su especialidad. Sabin nos cuenta que Christian Dior solía preguntar: ¿Quién es ese Zubiri de Bilbao, cuyas En 1970 se abre en la calle Ercilla ta primera de una larga sene de sucursales rráneos comerciales. Las dien- tas soñaban con aquellas pren- das, manufacturadas por la mo- dernidad, que poseían un tacto tan distinto al acostumbrado al- godón o seda y, poco a poco, los tejidos sintéticos sustituirían, durante muchos años, a los na- turales. El negocio va en aumento, sus prendas viajan a muchos lu- gares, por ejemplo a Portugal, dientas me vienen con tan bue- nos tipos y tan espléndidamente provistas de ropa interior? La moda, empujada por los cambios sociales, hace desapa- recer algunas prendas a las que les si^ e n otras nuevas. Sabin Zubiri no permanece ajeno. La ropa de noche, la lencería de no- via, las prendas para el baño y el prét-a~ porter sustituye, en par- te, a la confección a medida. aunque siempre será bien aten- dida. En 1970 se abre la primera de ima larga serie de sucursales en la calle Ercilla 30, donde, por aquel entonces, florecía un nue- vo centro de actividad comer- cial y lo regenta su hijo Sabin Zubiri Cearra. A éste le seguiría en 1974 otro comercio en la pla- za de Zabalburu. En los ¿ios noventa, la expansión del nego- cio es imparable. Se abrirían “Zubiris” -como se conoce po- pularmente a estos estableci- mientos- en Deusto, Las Are- nas, Algorta, Galdácano. Al ne- gocio se ha incorporado otro miembro de la familia, Ane Mi- ren, quien se establece en la ca- lle Correo y en Leioa. Tras una dilatada carrera co- mercial, salpicada también por acontecimientos unidos a la po- lítica y a la sociedad, y cuando el año 2000 y el fantasma del cambio de moneda comienza a planear sobre los comerciantes, se cierra el comercio de la calle Artecalle. Tras 92 años de exis- tencia, Sabin Zubiri ya se había jubilado y la tercera generación dirigía con mano diestra sus co- mercios. Del camino _______ Javier Aguirre Ortiz_______ JOSE Saramago preguntaba a los peces del Tajo, cuando pasa a ser Tejo, si ellos se enteran de la frontera. Ahora que se desdibujan las fronteras, que se fonden las lindes, nos preguntamos a^^ qué tanto tira y afloja, tanta sokatira. Tanto los que tiran de un lado, como del otro de la cuerda insisten en una idea: la idea de frontera. Prefiero los caminos a las fronteras, cantaba y sigue cantando Serrât, o Tarres, tanto monta, ese Serrât bilingüe hasta la médula, y caminante. Llamo ahora a Manu Chao, bilbaíno universal porque es de Bilbao y de tantas partes, sin dejar de ser del Athletic. Claro, los caminos pueden ser evasión y un paseo negar la realidad. Ciertos caminos, los que superan las fronteras. ¿De qué orilla es el puente, de ésta o de aquélla? El puente no es de> nadie, es común, es comunicación: es nuevo, no estaba ahí antes, es una rea- lidad positiva que disfhitan las dos ori- llas, Francia y Alemania, y sobre todo Alsacia, irtemediablemente fronteriza, se felicitaron por la construcción de un simbólico puente que hacía posible de nuevo el encuentro y el diálogo. Nadie es una isla. Si nos vamos a Grecia o al Caribe (y se puede viajar con el dedo sobre el mapa o con los ojos sobre un poema de Derek Walcott) veremos que aquellas islas eran todo menos islas, porque las unía el Pelagos, el piélago, que implica la idea de cami->- no, de puente. ¿Cuántas sombras pasa- das, cuetos siglos y luces no caben en ima islita del Caribe, o del Mediterrá- neo, esa sopa de letras? ¡Y mundos, se- grá sus nombres sean Falklands o Mal- vinas, Leyla o Perejil! Las palabras son una manera de apropiarse de las cosas, y es tan fácil francesizar el monte La- rrun, llamándole La Thune, como sacar de la txistera (de los chistes) que Bil- bao se llama Bilbo, porque lo dijo Sha- kespeare por la espada. Siempre, en to- do caso, gustar es la mejor manera de poseer, y poseer la peor de gustar, co- mo dice otra vez Saramago, en El cuento de la isla desconocida, y no he*^' de ser yo quien lapide a nadie por in- ventar palabras. A veces, y a pesar dé las autopistas de la globalización, que nos hacen ve- cinos del quinto pino, parece que nos falta tratamos más con el de al lado, que empieza por uno mismo; el cami- no. Me llamó la atención hace unos años una serie de conferencias sobre poesía vasca, en la que los autores cas- tellanos parecían tener muy poca idea de lo que hacían los que escribían en euskera, y viceversa. Hace poco, Ber- nardo Atxaga insistía en valorar la per- meabilidad de lo euskaldun (Aresti, Li-< zardi...) en la poesía de Blas de Otero (que puede comprobarse en sus Poe- mas vascos por él seleccionados) fren- te al desencuentro o más bien encon- tronazo continuo del inagotable Una- muno (pero lo suyo era caso aparte, porque ese enconfronazo, lucha consi- go mismo, guerra civil de los morta- les). Quizá en ese mapa tan cuarteado, en esa tarta tan partida de lo vasco y los vascos (y las vascas) debemos mirar sobre todo a quienes han tendido a su- mar, y no a restar, y han suspendido jui- cios y prejuicios para construir algo*^ nuevo que les han descubierto quiénes eran, quiénes pueden ser en realidad, porque, lo dijo Blas de Otero, realizar- se no es un juego de palabras. Y el ca- mino más largo (en la vida hay distan- cias) empieza por un paso. Los peregri- nos saben que andar es la única manera de viajar, que al andar se hace camino, y que andando, como nos invita a hacer Thoreau, podemos respirar otra vez y^ , saber que nuestros caminos no están escritos.

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Elena Moreno Scheredre

ALFONSO XIII ocupaba el tro­no y D. Antonio Maura y Mon­taner encabezaba el gobiemo de la nación. Corría el año 1908, la guerra con Marmecos se lleva­ba a los mozos demasiado lejos y, en Bilbao, en un portal de la calle Tendería número 44, (frente a Santiaguito), Isabel Sánchez Ometa, esposa de Vi­cente Zubirí Ordufla, abría un comercio de corsetería a medi­da.

Lo cuenta uno de sus hijos, D. Sabin Zubirí Sánchez Orueta, que ha sido el impulsor del ne­gocio y puente entre generacio­nes dedicadas al negocio de la corsetería y lencería en nuestra Villa. Tiene más de 80 años y, una juventud lúcida que sazona fimiando picadura mientras, re­pasa con rigor, las fechas impor­tantes de su vida empresarial. En 1912, su padre, Vicente Zu- biri Orduña, que trabajaba en un conocido comercio de la Calle de la Cruz ,“Aldazabal”, decide independizarse y ampliar el co­mercio de corsetería de su mu­jer, trasladándolo a Artecalle 50.

Los comercios más antiguos de Bilbao

Corseterías Zubiri

El negocio familiar data de 1912

En 1912 las damas de la Villa compraban ceñidores para afinar la cintura

S e iiaee rt à la m ed ida to d a •

de eottsés,

Los hijos aumentaban -llega­rían a 17- e Isabel tenía dema­siado trabajo, así que la tía Car­men era la que se ocupaba de suplirla y atender con rigor a las damas que buscaban ceñidores para afinar su cintura o corsés y fajas para los males de espalda. Prospera el negocio corsetero y orto^dico , aumentan los em­pleados, y también el reconoci­miento de sus clientes, pero la historia interpone su decisiva m anoyen I937,en plena guerra civil, el negocio fue incautado y se cierra. Eran malos tiempos para la vida. La contienda al­canza una vimlencia devastado­ra y la familia se exilia a Cambó les Bains (Francia), donde mori­ría el cabeza de familia Vicente.

En 1939 la familia vuelve a Bilbao, y en la primavera del año 1940 se reabre el comercio de Artecalle regentado por Sa­bin Zubiri, cuya vocación era la medicina, pero obligado por las circunstancias, abandona sus estudios y se dedica al negocio familiar, que estaba bajo la vigi­lancia de un interventor de In­cautaciones.

En 1942, Sabin debe abando­nar el comercio para marchar a África, para hacer aquella mili que duraba más de tres años. Comparte con Telmo Zarra y otros ilustres de su generación su adiestramiento militar, tan poco útil para el negocio, que ha quedado en manos de su herma­no Iñaki, que pendiente de una asignatura para terminar Inge­niería, es penalizado por el régi­men y tardará aún unos años en poder acceder a su titulación.

Vuelve de la mili y retoma las riendas del negocio con la deter­minación de un hombre curtido. Iñaki, que fmalmente puede acabar su carrera y obtener el tí­tulo de ingeniero, se incorpora­rá a una industria que empieza a despertar. En 1946 se casa con Josune Cearra Arrese, hija tam­bién de comerciantes de las Sie-

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fajos» etc.

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Christian Dior solía preguntar: ¿Quién es ese Zubiri de Bilbao, cuyas dientas me vienen con tan buenos tipos y tan espléndidamente provistas de ropa interior?

te Calles, quien le apoyaría en la vida y en el negocio, dándole, además, cinco hijos: Sabin, Bin­gen, Mikel Ander, Ane Miren y Begoña.

Los años cuarenta eran años de desabastecimiento. Los cana­les comerciales estaban interve­nidos y resultaba difícil conse­guir mercancías especiales. Los contrabandistas navarros surtían de prendas de nylon llegadas del otro lado de la frontera, y el es- traperlo navegaba por los subte-

donde en Estoril vivía la Casa Real, a cuyas damas, la Sra. Vda. Del Marqués de Arriluce, les llevaba prendas de Zubiri. Se viaja mucho a Europa y las grandes firmas Christian Dior, La Perla, Belcor, Peter Pan y im largo etc. se encuentran entre sus proveedores. Zubiri se con­vierte en el buque insignia del comercio de su especialidad. Sabin nos cuenta que Christian Dior solía preguntar: ¿Quién es ese Zubiri de Bilbao, cuyas

En 1970 se abre en la calle Ercilla ta primera de una larga sene de sucursales

rráneos comerciales. Las d ien ­tas soñaban con aquellas pren­das, manufacturadas por la mo­dernidad, que poseían un tacto tan distinto al acostumbrado al­godón o seda y, poco a poco, los tejidos sintéticos sustituirían, durante muchos años, a los na­turales.

El negocio va en aumento, sus prendas viajan a muchos lu­gares, por ejemplo a Portugal,

dientas me vienen con tan bue­nos tipos y tan espléndidamente provistas de ropa interior?

La moda, empujada por los cambios sociales, hace desapa­recer algunas prendas a las que les s i^ e n otras nuevas. Sabin Zubiri no permanece ajeno. La ropa de noche, la lencería de no­via, las prendas para el baño y el prét-a~ porter sustituye, en par­te, a la confección a medida.

aunque siempre será bien aten­dida.

En 1970 se abre la primera de ima larga serie de sucursales en la calle Ercilla 30, donde, por aquel entonces, florecía un nue­vo centro de actividad comer­cial y lo regenta su hijo Sabin Zubiri Cearra. A éste le seguiría en 1974 otro comercio en la pla­za de Zabalburu. En los ¿ios noventa, la expansión del nego­cio es imparable. Se abrirían “Zubiris” -com o se conoce po­pularmente a estos estableci­m ientos- en Deusto, Las Are­nas, Algorta, Galdácano. Al ne­gocio se ha incorporado otro miembro de la familia, Ane Mi­ren, quien se establece en la ca­lle Correo y en Leioa.

Tras una dilatada carrera co­mercial, salpicada también por acontecimientos unidos a la po­lítica y a la sociedad, y cuando el año 2000 y el fantasma del cambio de moneda comienza a planear sobre los comerciantes, se cierra el comercio de la calle Artecalle. Tras 92 años de exis­tencia, Sabin Zubiri ya se había jubilado y la tercera generación dirigía con mano diestra sus co­mercios.

Del camino_______ Javier Aguirre Ortiz_______

JOSE Saramago preguntaba a los peces del Tajo, cuando pasa a ser Tejo, si ellos se enteran de la frontera. Ahora que se desdibujan las fronteras, que se fonden las lindes, nos preguntamos a^^ qué tanto tira y afloja, tanta sokatira. Tanto los que tiran de un lado, como del otro de la cuerda insisten en una idea: la idea de frontera. Prefiero los caminos a las fronteras, cantaba y sigue cantando Serrât, o Tarres, tanto monta, ese Serrât bilingüe hasta la médula, y caminante. Llamo ahora a Manu Chao, bilbaíno universal porque es de Bilbao y de tantas partes, sin dejar de ser del Athletic. Claro, los caminos pueden ser evasión y un paseo negar la realidad. Ciertos caminos, los que superan las fronteras. ¿De qué orilla es el puente, de ésta o de aquélla? El puente no es de> nadie, es común, es comunicación: es nuevo, no estaba ahí antes, es una rea­lidad positiva que disfhitan las dos ori­llas, Francia y Alemania, y sobre todo Alsacia, irtemediablemente fronteriza, se felicitaron por la construcción de un simbólico puente que hacía posible de nuevo el encuentro y el diálogo.

Nadie es una isla. Si nos vamos a Grecia o al Caribe (y se puede viajar con el dedo sobre el mapa o con los ojos sobre un poema de Derek Walcott) veremos que aquellas islas eran todo menos islas, porque las unía el Pelagos, el piélago, que implica la idea de cami->- no, de puente. ¿Cuántas sombras pasa­das, c u e to s siglos y luces no caben en ima islita del Caribe, o del Mediterrá­neo, esa sopa de letras? ¡Y mundos, se- g rá sus nombres sean Falklands o Mal­vinas, Leyla o Perejil! Las palabras son una manera de apropiarse de las cosas, y es tan fácil francesizar el monte La- rrun, llamándole La Thune, como sacar de la txistera (de los chistes) que Bil­bao se llama Bilbo, porque lo dijo Sha­kespeare por la espada. Siempre, en to­do caso, gustar es la mejor manera de poseer, y poseer la peor de gustar, co­mo dice otra vez Saramago, en El cuento de la isla desconocida, y no he*^' de ser yo quien lapide a nadie por in­ventar palabras.

A veces, y a pesar dé las autopistas de la globalización, que nos hacen ve­cinos del quinto pino, parece que nos falta tratamos más con el de al lado, que empieza por uno mismo; el cami­no. Me llamó la atención hace unos años una serie de conferencias sobre poesía vasca, en la que los autores cas­tellanos parecían tener muy poca idea de lo que hacían los que escribían en euskera, y viceversa. Hace poco, Ber­nardo Atxaga insistía en valorar la per­meabilidad de lo euskaldun (Aresti, Li-< zardi...) en la poesía de Blas de Otero (que puede comprobarse en sus Poe­mas vascos por él seleccionados) fren­te al desencuentro o más bien encon­tronazo continuo del inagotable Una­muno (pero lo suyo era caso aparte, porque ese enconfronazo, lucha consi­go mismo, guerra civil de los morta­les). Quizá en ese mapa tan cuarteado, en esa tarta tan partida de lo vasco y los vascos (y las vascas) debemos mirar sobre todo a quienes han tendido a su­mar, y no a restar, y han suspendido ju i­cios y prejuicios para construir algo* ̂nuevo que les han descubierto quiénes eran, quiénes pueden ser en realidad, porque, lo dijo Blas de Otero, realizar­se no es un juego de palabras. Y el ca­mino más largo (en la vida hay distan­cias) empieza por un paso. Los peregri­nos saben que andar es la única manera de viajar, que al andar se hace camino, y que andando, como nos invita a hacer Thoreau, podemos respirar otra vez y^ , saber que nuestros caminos no están escritos.