Del Bosque no me voy. Fútbol e Identidad.

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DEL BOSQUE NO ME VOY”. FÚTBOL E IDENTIDAD: LOS HINCHAS DE GIMNASIA QUE RESISTEN AL CAMBIO DE SU ESTADIO 1 DEL BOSQUE NO ME VOY”. FÚTBOL E IDENTIDAD: LOS HINCHAS DE GIMNASIA QUE RESISTEN AL CAMBIO DE SU ESTADIO Lic. Pablo A. Bilyk & Lic. Juan Bautista Branz [email protected] , [email protected] Facultad de Periodismo y Comunicación Social (Universidad Nacional de La Plata - Buenos Aires - Argentina) ARTÍCULO Abstract El siguiente artículo es una reformulación de la Tesis de Grado de la Licenciatura en Comunicación Social de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata, elaborada en los años 2006 y 2007. Teniendo en cuenta los niveles de integración, el nuevo lugar del tiempo libre, y la nueva apropiación de los espacios en la vida cotidiana, el fútbol puede ser interpelado como un problema de estudio complejo, desde sus dimensiones política y epistemológica. El fútbol es entendido como práctica sociocultural, en tanto se producen encuentros de diversas subjetividades y múltiples sentidos. Un espacio donde el poder y la hegemonía se establecen como estrategia. Abordar desde la Comunicación, las relaciones y los vínculos que establecen la lógica de los “desterrados”, permitió bucear en las prácticas históricas que constituyeron la acción colectiva: la socialidad, los modos de “estar juntos” frente a la imposición/pérdida de la localía del fútbol profesional del Club de Gimnasia y Esgrima de La Plata. La mirada de la investigación se situó en los sentidos generados por los agentes, en su escenario en disputa. La propuesta fue abordar el caso de los hinchas “desterrados” para rastrear la relación entre Fútbol e Identidad. UNA AVENTURA EN TIEMPOS “DONDE TODOS CONTRA TODOS” En tiempos egoístas y mezquinos, el mercado se encarga de regular las relaciones sociales, pensando a los sujetos como consumidores. Néstor García Canclini propone pensar a la sociedad a partir de las comunidades interpretativas de consumidores (Alabarces, 2002: 202): “Canclini extiende la idea de la desaparición de las identidades modernas: si en algún momento las identidades se definieron ‘por esencias ahistóricas, ahora se configuran más bien en el consumo, dependen de lo que uno posee o es capaz de llegar a apropiarse” (Idem) Es posible aún, y a pesar de ello, hacer visibles desde la investigación espacios de acción colectiva. Existen numerosos trabajos de autores que analizan movilizaciones colectivas de lucha, dentro de los espacios tradicionales (sindicatos, partidos políticos, etc.) y no tan tradicionales (rock , asentamientos , fábricas recuperadas , etc.). ¿Podría pensarse una acción colectiva y resistente, organizada dentro del campo deportivo, y más específicamente del fútbol? Justamente ésta será la aventura.

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DEL BOSQUE NO ME VOY”. FÚTBOL E IDENTIDAD: LOS HINC HAS DE GIMNASIA QUE RESISTEN AL CAMBIO DE SU ESTADIO

Lic. Pablo A. Bilyk & Lic. Juan Bautista Branz

[email protected], [email protected]

Facultad de Periodismo y Comunicación Social (Universidad Nacional de La Plata - Buenos Aires - Argentina)

ARTÍCULO

Abstract El siguiente artículo es una reformulación de la Tesis de Grado de la Licenciatura en Comunicación Social de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata, elaborada en los años 2006 y 2007.

Teniendo en cuenta los niveles de integración, el nuevo lugar del tiempo libre, y la nueva apropiación de los espacios en la vida cotidiana, el fútbol puede ser interpelado como un problema de estudio complejo, desde sus dimensiones política y epistemológica.

El fútbol es entendido como práctica sociocultural, en tanto se producen encuentros de diversas subjetividades y múltiples sentidos. Un espacio donde el poder y la hegemonía se establecen como estrategia.

Abordar desde la Comunicación, las relaciones y los vínculos que establecen la lógica de los “desterrados”, permitió bucear en las prácticas históricas que constituyeron la acción colectiva: la socialidad, los modos de “estar juntos” frente a la imposición/pérdida de la localía del fútbol profesional del Club de Gimnasia y Esgrima de La Plata.

La mirada de la investigación se situó en los sentidos generados por los agentes, en su escenario en disputa. La propuesta fue abordar el caso de los hinchas “desterrados” para rastrear la relación entre Fútbol e Identidad.

UNA AVENTURA EN TIEMPOS “DONDE TODOS CONTRA TODOS”

En tiempos egoístas y mezquinos, el mercado se encarga de regular las relaciones sociales, pensando a los sujetos como consumidores. Néstor García Canclini propone pensar a la sociedad a partir de las comunidades interpretativas de consumidores (Alabarces, 2002: 202): “Canclini extiende la idea de la desaparición de las identidades modernas: si en algún momento las identidades se definieron ‘por esencias ahistóricas, ahora se configuran más bien en el consumo, dependen de lo que uno posee o es capaz de llegar a apropiarse” (Idem) Es posible aún, y a pesar de ello, hacer visibles desde la investigación espacios de acción colectiva. Existen numerosos trabajos de autores que analizan movilizaciones colectivas de lucha, dentro de los espacios tradicionales (sindicatos, partidos políticos, etc.) y no tan tradicionales (rock , asentamientos , fábricas recuperadas , etc.). ¿Podría pensarse una acción colectiva y resistente, organizada dentro del campo deportivo, y más específicamente del fútbol? Justamente ésta será la aventura.

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La práctica del fútbol, progresivamente, se ve alumbrada y adquiere una nueva significación cultural, en tanto se constituye en un espacio social convocante de múltiples sectores que fueron desprendidos de los lazos tradicionales e históricos que los unían.

Pablo Alabarces, en “Fútbol y Patria” (2002), plantea que el fútbol durante el Siglo XX funcionó como fuerte operador de identidad, siendo un eje eficaz de identidades locales que encontraron en este deporte un punto de articulación (en sus prácticas y repertorios culturales, en la invención de una cultura futbolística, de una tradición, de un estilo nacional pero también de variados estilos locales).

Este nuevo sentido con que se cargó al fútbol, como aglutinante de una multiplicidad de actores, comenzó a generar estudios sobre las identidades en el campo de las Ciencias Sociales. De este modo, desde la perspectiva de la Comunicación, puede iniciarse un rastreo valioso que podría aportar nuevas miradas dentro de la complejidad de las áreas que estudian la subjetividad social. Comenzar a indagar “las zonas que las normas clásicas definieron como `culturalmente invisibles´, ahora se les ha puesto tanta atención que constituyen los problemas principales del análisis social” (Rosaldo, 1989: 182).

Se trata del rastreo de los espacios que fueron excluidos de los intereses académicos, por ser “naturales” ante los anteojos del investigador. Hoy resultan seductores para el campo de estudio, por su valor teórico-conceptual, por la cercanía con el problema (en cuanto al acceso al campo), y por sugerir posibles lecturas ante las complejidades urbanas contemporáneas. Los grandes problemas macro dejaban de lado las cuestiones micro para estudiar sólo aquellos problemas universales, ignorando la vida cotidiana, las emociones, los sujetos anónimos con capacidades de producir y no sólo de reproducir visiones de mundo.

El fútbol, analizado desde sus antecedentes de investigación (trabajos como los realizados por Alabarces , Archetti , entre otros), representa un nuevo lugar con nuevas significaciones ante una reorganización del espacio social. El rol activo de los sujetos en la construcción de sus identidades puede visualizarse como lucha y como prácticas de producción: “Allí, en ese desplazamiento que retoma las prácticas futbolísticas pero las coloca en nuevos contextos para producir nuevas significaciones, aparecen las únicas posibilidades para una sociedad civil debilitada y periférica de construir nuevos relatos de identidad” (Alabarces, 2002:211). Más allá de las determinaciones estructurales, existen territorios de confrontación y de comunión. Estar juntos no es sólo “estar juntos”. Son los valores y los sentidos producidos y compartidos a través de la historia. Aquel “todos contra todos” -individuos en disputa- será entonces, el “nosotros por nosotros” –colectivo de lucha por la identidad.

AL FONDO DE LA RED

Ni los más fervorosos y entusiastas refutadores de fenómenos sociales podrían negar la importancia e implicancia del fútbol como movilizador de la vida cotidiana. En Argentina, cientos de clubes surgieron a fines del siglo XIX, principios del XX, de la mano de “los ingleses locos” , fieles representantes de una elite socio-económica de Buenos Aires. Rápidamente, se apropiaron del juego los inmigrantes, sus hijos –de españoles, italianos, franceses- y los criollos. Ese origen europeo y elitista fue atravesado por una transformación, pasando a formar parte de otro sector social, con otro arraigo en sus bases, que comenzó a construir el Fútbol Argentino (Fabbri, 2006:12). La lógica del fútbol inglés –y sus modos-, trasladada a otro espacio, iba mutando a partir de un proceso de integración diferente. Los clubes comenzaban a acelerar la

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combinación de la pluralidad cultural y a neutralizar sus diferencias idiomáticas y sociales . Eduardo Archetti (2001:19) sostiene que no se trata de la argentinización del deporte, sino de una refundación del fútbol en donde los hijos de inmigrantes “latinos” comienzan a dominar la práctica. Para Alabarces (2002:4), la dinámica de creación identitaria exige una alteridad, la necesidad de un Otro. Ese Otro, en la criollización del fútbol, es el Inglés. La apropiación de la práctica futbolística se consolida, en un doble movimiento transformador, con el paso de los británicos hacia el rugby, ante la presencia mayoritaria de argentinos nativos –hijos de italianos o españoles- en los diferentes clubes de fútbol:

“Luchas desiguales para conseguir un terreno propio, para que alguien pusiera el dinero que permitiera comprar camisetas, una pelota o incluso un sello que identificara al nuevo club. Todo valió la pena para alumbrar una enorme cantidad de instituciones que siguen en pie, por encima de dictaduras, crisis económicas y catástrofes deportivas” (Fabbri, 2006:13). Cómo ignorar entonces la problemática que resulta trascendental para la cotidianeidad de sujetos que forjan su identidad en relación a un club de fútbol, a su respectivo territorio y a su correspondiente dimensión simbólica. El análisis que esta propuesta exige, es abandonar la concepción del fútbol como mero espectáculo, donde el drama y la angustia de un “destierro” sería visible (desde la óptica estructural) como un dato exclusivo del show. Se partirá de la premisa de entender al deporte como:

“un espacio transclasista, donde distintos sectores sociales imprimen sus marcas de apropiación, atravesado por lógicas de generación de plusvalía que opacan las de producción de sentidos heterónomos” (Alabarces, 1997). “Comprender el campo de estudio del fútbol, ‘significa recuperar una mirada jerarquizadora de los valores que ubique la práctica en un conjunto de prácticas y en correlación social con otras’” .

PUNTOS DE VISTA

La matriz de pensamiento propuesta sitúa a la comunicación como dimensión central en el análisis: “Los procesos de comunicación comienzan a ser mirados como escenario de transformación de la sensibilidad, de la percepción social…” (Saintout, 2003:81). Será la vida cotidiana el centro de atención y campo de abordaje.

Florencia Saintout plantea la reconceptualización de la Comunicación, imbricada en la Cultura, como intermediaria de las estructuras materiales de existencia y sus dimensiones simbólicas:

“La comunicación es construcción social de sentidos, puesta en común, tiene que ver

intrínsecamente con los modos de la socialidad, del estar juntos. Se `perderá´ el objeto, los medios, para construirse nuevos objetos, nuevas referencias y nuevas prácticas legítimas de hacer investigación, abriéndose unos horizontes de inmensa riqueza para toda la comunidad

de investigadores” (Saintout, 2003:84)

A partir de considerar la comunicación como la producción social de sentidos (Barbero, 1987), los estudios se fundamentan en las prácticas culturales.

En el análisis de la valoración de las subjetividades, es imprescindible contemplar una noción de cultura que contenga los fundamentos elementales para desentrañar e inmiscuirse en las prácticas cotidianas.

La cultura, según Jorge González (1994), es el principal organizador de la experiencia. El análisis desde la cultura permitirá ordenar y estructurar el presente, a partir del sitio que los sujetos ocupan en las redes de las relaciones sociales. Es entendida como una dimensión de

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análisis de todas las prácticas sociales. La sociedad total, observada desde la dinámica de construcción y reelaboración constante, histórica y cotidiana de la significación. La cotidianeidad y las relaciones entre los actores adquieren sentido a partir de considerar a la cultura como megaordenador de los mundos sociales . Entender a éstos como sujetos a una variación constante entre lo fijo y lo móvil , significa entender la cultura como proceso, que se vale de lo histórico y se nutre de la constante construcción de sentido. Ante la propuesta de investigación, la definición de Identidad resultó imprescindible para construir el camino conceptual. El escenario abordado se encuentra atravesado por: “…una serie de rupturas en el mundo moderno de las últimas décadas: la tendencia hacia la salida de un mundo definido desde lo nacional hacia un mundo globalizado y/o mundializado; la inscripción de las identidades territoriales en procesos de desterritorialización; la reapertura de un mercado mundial; el cada vez más visible cambio de una economía productora de mercancía a una productora de servicios” (Saintout, 2003:88).

Estas cuestiones delimitan un campo de acción particular, donde se asiste a la crisis de grandes instituciones como la iglesia, la familia, la escuela y los partidos políticos. Se trata de una ruptura importante, ya que históricamente se constituyeron como pilares identitarios de los sujetos. La identidad, según Gilberto Giménez, se construye como un sistema de relaciones y de representaciones. Sin embargo no se trata de algo esencial e inmutable, sino de un proceso activo y complejo, resultante de conflictos y negociaciones. La identidad no se reduce a la selección de una cierta cantidad de datos objetivos, sino que se trata de una elección operada subjetivamente, la cual se justifica porque el sujeto se reconoce en ese objeto y lo vuelve un valor (Giménez, 1993). De esta forma:

“la identidad emerge y se afirma sólo en la medida en que se confronta con otras identidades en el proceso de interacción social. […] Las personas se autoidentifican en y por su participación en acciones comunicativas, en la medida que esa autoidentificación, autoreconocimiento o autoadscripción, es reconocida intersubjetivamente” (Idem). La identidad puede analizarse a partir de la cuestión de pertenencia. Norbert Elías (2000) habla de una “identidad como nosotros” y una “identidad como yo”. La pertenencia a la familia, la comunidad, la tribu, el lugar de nacimiento, son los clásicos referentes sobre los que se construye la identidad como nosotros. Respecto al referente “nosotros”, actualmente los grupos de referencia suelen conformarse de maneras muy diversas, sin limitarse a la clase social, el grupo étnico, la categoría socio-ocupacional, la nacionalidad.

A partir de definir identidad, como un proceso de relación e históricamente constituido, surgen diversos elementos de análisis que van determinando las características de un sujeto o de su grupo de referencia. Uno de ellos es el espacio, el territorio, identificado a nivel imaginario como lo barrial, como aquel conjunto de valores compartidos que construyen y son construidos desde el mundo social de los actores que lo integran. Lo barrial aparece como valor y como símbolo. Esta última dimensión es la que se utiliza para dar o quitar prestigio, o asignar atributos y estigmatizar. De aquí irrumpe un conjunto de significaciones que, en su totalidad, marcarán lo que se denomina la ideología de lo barrial (Gravano, 1997):

“...el valor principal es el arraigo, que se manifiesta mediante una naturalización ideológica de las relaciones sociales cuando se hace presente la deshistorización de un “antes” indeterminado en el tiempo, cuya definición es el producto de la oposición con el “ahora” cambiante del barrio y que llamamos época base de la identidad barrial.” (Gravano, 1997).

Fue necesario comprender la cultura del barrio, del espacio en juego, del lugar donde se produce y reproduce sentido y lucha, de acuerdo a una misma identidad de grupo, a un mismo proceso histórico.

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“LOS SIN BOSQUE”

Observar desde el conflicto -y no desde el consenso (Rodríguez Alzuela)-, posibilitó visibilizar un fenómeno cotidiano que podría pasar inadvertido. Es la problemática que “está ahí”, esperando ser construida de manera compleja para lograr la legitimidad académica necesaria para trascender como antecedente de lucha por el sentido, fuera de los denominados espacios tradicionales. Cada uno de los clubes del fútbol argentino ha forjado y construido su historia en base a territorios materiales y simbólicos. Sus estadios y barrios circundantes, sus calles, representan mucho más que el simple emplazamiento edilicio donde se desarrolla la competición deportiva. Para los hinchas, su estadio es “su casa”, donde todos comparten los valores, los rituales, los lugares que desde la infancia comienzan a cargarse de un sentido compartido. La relación con el club de fútbol configura un vínculo histórico, con instancias de socialización constantes. De manera que, para un hincha de fútbol, la identificación con el club no acaba en la primera instancia socializadora. Comienza a forjarse, como afirmarían Berger y Luckmann (2001), desde la internalización, los diferentes mundos objetivos que construyen los sujetos de una sociedad.

Si la “casa” es el lugar donde se “fabrican” y comparten vínculos significativos propios de un grupo de pertenencia, el desalojo del estadio para los hinchas de un club de fútbol, resulta importante y determinante para la identidad de estos sujetos. Son despojados de la seguridad de su “mundo y hogar”.

Ante la visualización a través de los medios (locales y nacionales) de las movilizaciones generadas a partir del cambio de estadio de uno de los equipos más importantes (por convocatoria) de la ciudad de La Plata, y el contacto directo con simpatizantes del club, la mirada de investigación logró reconstruir aquel conflicto en problema de estudio.

El objetivo del abordaje fue entonces, rastrear la relación Fútbol e Identidad, en la experiencia de los denominados “desterrados” del Club de Gimnasia y Esgrima de La Plata. Un grupo de hinchas que, a raíz de la decisión –por parte de la dirigencia del club- de trasladar la localía del fútbol profesional, se organiza y resiste a la medida, como si fuese una cuestión de movimiento, trascendental para sus vidas.

El territorio y la pertenencia configuran el proceso identitario de los sujetos en relación a su club de fútbol. Entonces, ¿Qué sería de Gimnasia sin su estadio del “Bosque”?, ¿qué sería de esos hinchas que forjaron su experiencia en el “Bosque”?, ¿por qué el fútbol genera situaciones como la que “viven” los hinchas de Gimnasia? En definitiva, ¿cómo continúa la vida de los “sin Bosque”?

CONTINUIDADES, VERTIENTES Y PROPUESTAS

El desafío de abordar al fútbol como práctica sociocultural, como arena conflictiva (González, 1996), por la producción de sentidos y significaciones, obliga a plantearse ciertas líneas conceptuales que modelen la lógica de la investigación. La propuesta será entonces: -Continuar en armonía teórica con las miradas que encuentran en el fútbol un fenómeno que trasciende lo meramente lúdico.

-Complementar los trabajos de investigación que analizan el fútbol desde una posición estructuralmente definida . Los antecedentes rastreados sobre la temática, plantean una regularidad en su abordaje: se entiende al fútbol sólo como reflejo de las problemáticas

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sociales y los comportamientos colectivos, como el nuevo espacio de aglutinamiento de las identidades, consecuencia de procesos estructurales que generaron el distanciamiento de las instituciones tradicionales. En la mayoría de los casos, no se contemplan las subjetividades, la capacidad latente creativa de los sujetos, inmersos en aquellas estructuras.

-Valorizar la lucha simbólica en territorios considerados no tradicionales para el conflicto. Históricamente, el fútbol representó una “banalidad” ante los espacios considerados legítimos para la disputa de sentido, desde la idea moderna de institución. Los “grandes relatos” enmarcados en diferentes corrientes de pensamiento: el cristianismo, la ilustración, el hegelianismo, el marxismo, y el capitalismo (Feinmann) -encarnados en sus correspondientes instituciones- fueron concebidos como los auténticos proyectos/espacios de lucha y/o legitimación de visiones de mundo.

REDONDA IDENTIDAD

La decisión de la mirada adoptada responde al objetivo de revalorizar las subjetividades modeladas y modeladoras en la cultura. Se trata de un abordaje que otorga protagonismo a los actores en la constitución de sus identidades.

Para entender al fútbol, y para lograr la viabilidad de su análisis e interpretación, la investigación se sustentó en la noción teórico-metodológica de los Frentes Culturales de Jorge González: “la perspectiva de los frentes culturales normalmente nos deja observar formas simbólicas y prácticas sociales que por efecto de múltiples operaciones (económicas, políticas y especialmente culturales) se han convertido con el tiempo en obvias, comunes y compartibles entre agentes socialmente muy distintos” (González, 1998).

“Se propone a los frentes culturales como una forma que puede ser útil para volver metodológicamente operable y teóricamente inteligible en una escala de procesos locales los espacios cotidianos de condensación, interpenetración y fronteras que entre las diversas fuerzas componentes de la dinámica cultural de las sociedades desniveladas se forman en la constitución de identidades y modos de auto-representación colectivas” (González, 1994:83).

Pensar al Fútbol como Frente Cultural, significa pensarlo como espacio donde se construye sentido social, se desatan luchas por el poder, la hegemonía, la legitimidad cultural, y se aglutinan elementos culturales transclasistas de la vida cotidiana.

Se rastrearon los vínculos que se construyeron en dicho grupo para configurar las prácticas de resistencia. La mirada de la investigación estuvo focalizada en el rastreo de aquellos sentidos generados por los sujetos, en el escenario en cuestión.

¿Qué cuestiones y prácticas llevaron a los “desterrados” a la condición de “desterrados”? ¿Qué sucedió para que esto fuera posible? Las respuestas no son simples. Ahondar sobre las condiciones que preceden y prevalecen en la historia de los “desterrados”, como grupo de resistencia, es una de las propuestas.

La investigación se sustentó en la imbricación de Cultura y Comunicación ya que se define a la cultura como el articulador de los sentidos que modelan a la sociedad, siendo la comunicación, su parte dinámica, en tanto permite su renovación (González, 1987). Desde la perspectiva epistemológica, se partió de la concepción del sujeto activo capaz no sólo de reproducir, sino de producir y construir sentidos al mundo.

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DE PATRICIO A…PLEBEYO

La ciudad de La Plata fue fundada en Noviembre de 1882. Numerosos porteños llegan a la nueva capital bonaerense para vivir y trabajar. Muchos de ellos con participación previa en el club GEBA .

Son aquellos nuevos pobladores quienes el 3 de Junio de 1887 fundan el club de Gimnasia y Esgrima de La Plata, con la intención de recrear el modelo de institución impulsado por Adolfo Mitre . Se trataba de la constitución de un espacio donde se desarrollaran actividades físicas –como esgrima y gimnasia-, manteniendo los verdaderos atributos del espíritu del hombre (Beluardo y Díaz, 2005).

El objetivo fundacional se basaba en el lema “Mens Sana In Corpore Sano”, y en costumbres, modas y hábitos aristocráticos.

Retomando el recorrido de Federico Beluardo y Alejandro Díaz (2005), en las bases fundacionales del club de Gimnasia y Esgrima de La Plata se define el perfil de los socios como verdaderos seres superiores, social, mental, física y patrióticamente.

Así se iba configurando el modelo de una institución de perfil aristocrático y conservador, consolidado en las actividades desarrolladas en espacios cerrados como gimnasia en aparatos, esgrima, ajedrez, dominó, juegos de salón.

En 1905, a partir de la creciente expansión del fútbol como disciplina fundamental de las instituciones –que surgían en forma paralela a las de prestigio-, Gimnasia transita un período de disidencia entre sus miembros. Los que querían mantener la tradición de desarrollo de actividades en espacios cerrados, frente a quienes sostenían la apertura hacia los deportes al aire libre. Es así como surge el club Estudiantes de La Plata , a partir de un desprendimiento de Gimnasia. En 1912 un grupo de futbolistas que mantenía una disputa en Estudiantes, decide incorporarse al Club Independencia. Es Gimnasia y Esgrima quien canaliza las inquietudes futbolísticas de aquel desprendimiento de jugadores, logrando el regreso de la práctica del fútbol, formando un poderoso equipo que consigue el ascenso a primera división .

La consolidación de Argentina como país agroexportador generó la creciente inmigración que comenzó a poblar La Plata y sus alrededores. Los nuevos trabajadores se aglutinan en los clubes de la ciudad:

“Sobre el Río de La Plata, cerquita de La Plata, están las ciudades de Ensenada y Berisso, donde se instalaron frigoríficos a fines del siglo XIX. Albaneses –los primeros-, rusos, polacos, yugoeslavos (como el célebre Josip Broz, Tito) vinieron a dejar sudor y esfuerzo en el frigorífico. El fútbol prendió rápido y los obreros tomaron partido por Gimnasia, antes que por Estudiantes. Eso provocó que cambiara la cuna histórica del club, porque sus fundadores habían sido gente de las clases acomodadas de la ciudad de La Plata. Ahora, el sentimiento era compartido por otros, con menos suerte y muchísima ilusión.” (Fabbri, 2006:44).

A partir de este giro institucional, la historia de Gimnasia comienza a construirse desde otro espíritu y otros valores –relacionados al fútbol, al barrio, a la periferia, al trabajador-, que forman parte e identifican, según los “desterrados”, al club y sus hinchas. Gimnasia se constituyó en el primer club que practicó fútbol en la ciudad de La Plata. La institución conquistó trascendencia y popularidad incorporando nuevos sectores sociales .

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LA ÚLTIMA VEZ

La categoría “desterrados” intenta ilustrar una situación traumática para los hinchas que ocupan material y simbólicamente el territorio de su estadio y sus espacios. La movilización y el drama por el traslado de la localía dan muestras significativas del arraigo y la pertenencia al lugar.

Ochenta y dos años después de jugarse el primer partido en el Estadio del Bosque (el 27 de Abril de 1924), Gimnasia se traslada al Estadio Ciudad de La Plata, generando una convulsión de nuevos y viejos sentidos entre los hinchas que “perdieron” su espacio.

La ruptura con la tradición forjada y construida en el territorio donde los hinchas compartían espacios, sentidos, símbolos y prácticas, se materializa durante un largo proceso de negociaciones, complicidades, resistencias y decisiones políticas, que derivaron en el cambio de la localía.

Para entender el conflicto y la resistencia es necesario revisar el proceso histórico –del traslado de la localía- que ilumina el complejo entramado identitario que operó en un grupo de hinchas, quienes tomaron la decisión de resignarse y abandonar el ritual futbolero .

El 11 de Diciembre de 2005, Gimnasia disputó su último partido oficial en el estadio del “Bosque”. Agresiones al plantel visitante e incidentes en zona de vestuarios, motivaron una suspensión por dos fechas -y exigencia de reformas edilicias- del estadio, dictaminada por el Co.Pro.Se.De .

El Comité provincial clausuró la cancha de Gimnasia, responsabilizando al club por los incidentes registrados en el encuentro frente a Newell´s Old Boys sosteniendo que: “El club organizador haciendo caso omiso a las medidas de seguridad dispuestas por este organismo, permitió que varios simpatizantes locales se encontraran dentro del estadio varias horas antes de la apertura del mismo, impidiendo habida cuenta de la gran cantidad, que personal policial pudiera evacuarlos en forma pacífica.” (sic)

El presidente de Gimnasia, Juan José Muñoz, decidió trasladar la localía del club al estadio Ciudad de La Plata tras una reunión con el Gobernador de la provincia de Buenos Aires , argumentando que las estructuras del estadio del “Bosque” son “obsoletas” , además de sostener que “no dan los tiempos y tampoco tenemos ahora ese dinero, es imposible para Gimnasia afrontar un gasto semejante. Nosotros lo que pedimos es que nos permitan seguir jugando en nuestra cancha y que nos den un tiempo prudencial para realizar las obras después que termine el clausura.” .

La determinación tomada por el presidente a cargo del club, configura un nuevo escenario para los hinchas que forjan un fuerte vínculo y arraigo identificándose con su club, y sus espacios de pertenencia. Muñoz llegó a la presidencia de Gimnasia con el aval del 60,4 % de los socios, el 27 de Noviembre de 2004. Según el periodista Gustavo Veiga , el primer mandatario Gimnasista se perfilaba como un empresario platense participante de once compañías. Ex comerciante de peras y duraznos en el centro de La Plata, se habría extendido durante la década del ´90 –cerca del ex presidente Menem- en actividades como la Asociación Mutual de Trabajadores del Estado (AMTE), el Banco del Sol, una compañía de turismo y otra de seguros (Veiga, 2005). Su discurso se corresponde con el del empresario exitoso y perseverante:

“Dios me dio el don de ser exitoso. Pude ponerme una constructora, hice negocios inmobiliarios, refloté una empresa de seguridad que estaba quebrada, compré otra de limpieza.

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Ahora tengo nueve, entre ellas una cadena hotelera, una financiera, una aseguradora, un estudio de diseño gráfico y una agencia de viajes.”

Según Juan Manuel Allan , Muñoz triunfó en las elecciones haciendo alarde de su “fortuna” y asegurando así, el éxito deportivo

Ochenta años después de la inauguración del estadio del “Bosque” –símbolo de la identidad de Gimnasia-, comienza la lucha de un grupo de hinchas que resisten a la mudanza de su localía –y la consecuente pérdida del territorio- al controvertido estadio Ciudad de La Plata (también llamado estadio Único).

EL MONSTRUO DE MIL CABEZAS

La decisión de Juan José Muñoz, de trasladar la localía de Gimnasia y Esgrima al Estadio Ciudad de La Plata era importante para diversos sectores que pujaban por la utilización de la nueva obra. Los gobiernos nacional, provincial y municipal, encontraron en Gimnasia un socio inesperado para poner en funcionamiento aquella estructura cuestionada desde su proyección.

Una historia de controversias envuelve al Estadio Ciudad de La Plata, desde la expropiación de sus tierras –en 1947, por parte del gobierno de la Provincia- hasta su inauguración en Junio de 2003.

El Concurso Nacional de Anteproyectos "Estadio Único La Plata", realizado en 1972, contenía en sus bases la pretensión de que el predio a construirse, pudiera ser designado sede del Mundial de Fútbol de 1978 .

Luego de casi veinte años, de sucesivas propuestas y diversas aspiraciones, las Cámaras de Diputados y Senadores bonaerenses aprobaron la Ley de cesión de tierras para la construcción del estadio. Bajo la Ley 11.188, se creó la Fundación Estadio Ciudad de La Plata, y se convocó a un concurso nacional para el diseño del complejo. La propuesta del arquitecto Roberto Ferreira fue la elegida, y en 1996 se creó la Unidad Ejecutora Estadio Ciudad de La Plata, la cual se disolvió en Agosto de 2001. El proyecto debía responder a las normas de seguridad internacionales vaticinadas por FIFA y UEFA .

En 1998 comenzaron los trabajos de construcción, paralizándose en el 2001 debido a conflictos gremiales (Fanjul y Sahade, 2005).

Eduardo Duhalde había impulsado la idea de “decorar” la obra con un majestuoso techado que convirtiese al estadio, en el primer campo cubierto de Latinoamérica. El anhelo finalmente no fue concretado, y se convirtió –por aquel entonces- en un depósito más del Astillero Río Santiago de La Plata, costándole a la Provincia la suma de 23.547.218,31 pesos (Veiga, 2002)

El financiamiento y los montos de la construcción fueron variando desde que se comenzó a plantear el proyecto concreto del estadio. Según Gustavo Veiga, el proceso de cifras, relaciones, pretensiones y convenios, fue la siguiente:

“La progresión de los gastos ha sido escalofriante. Cuando en noviembre de 1990 comenzó a analizarse en firme el proyecto del estadio único, se especuló con una inversión próxima a los tres millones de dólares, por la utilización de hormigón pretensado en la construcción. Casi dos años y medio después, el arquitecto Roberto Ferreira ganó el concurso para levantar el escenario ubicado en las calles 23 y 532, con un presupuesto de 15 millones. Corría el 26 de abril del ‘93, pero las primeras columnas del estadio se colocaron recién el 23 de febrero de 1998. Para entonces, ya había quedado atrás el costo de 25 millones por una cancha sin techo

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y para 32 mil personas. La cuenta ascendía a 60 millones porque, entre otros gastos suntuarios, a Duhalde se le había antojado la idea del techo.

Lo curioso es que la unidad ejecutora del proyecto se desmontó en febrero de este año y a la constructora que llevó adelante las obras, Sade Ecodyma, se le rescindió el contrato en el 2000, después de que la ex empresa del grupo Pérez Companc reclamara un resarcimiento económico mientras renegociaba su continuidad. Entre otras cosas, pedía que se le reconocieran ciertas pérdidas presuntamente ocasionadas por huelgas del personal que trabajaba en el obrador.” (Veiga, 2002)

Finalmente, tras reanudarse las obras en el año 2002 –por impulso de Duhalde , Alak y Solá -, el estadio Ciudad de la Plata fue inaugurado el 7 de Junio de 2003 con el recital del grupo folklórico Los Nocheros. La apertura “futbolera” de gala se concretó un mes después cuando las selecciones de Argentina y Uruguay disputaron un amistoso internacional.

Los costos del nuevo estadio ascendían para 1998 a 72 millones de pesos (dólares), aproximadamente, según el Ministerio de Economía de la Provincia. Realizando un análisis comparativo, sólo los gastos administrativos (papeles, lapiceras, escritorios o sueldos de funcionarios) del estadio de La Plata , superaron por 2 millones al costo total de la construcción de la cancha de San Lorenzo de Almagro (Fanjul, 2003).

Hasta el momento, el estadio Ciudad de La Plata, es administrado por partes iguales por los clubes Estudiantes y Gimnasia, mediante la conformación de una Fundación que lleva el mismo nombre del complejo. Sin embargo, el control central es gobernado por el Estado provincial, destinando cada año, una partida presupuestaria en infraestructura para el estadio (Fanjul y Sahade, 2005).

La construcción del “Ciudad de La Plata”, no debería ser entendida sólo como el anhelo de los estados municipal y provincial: el apoyo y oportunismo dirigencial histórico de los clubes platenses, constituyen dos pilares significativos en la consolidación del mega proyecto.

TODO ESTÁ GUARDADO EN LA MEMORIA

La experiencia de los hinchas “desterrados” de sus espacios de pertenencia, no puede ser pensada sin la dimensión histórica, enmarcada como tradición y memoria. Tradición como aquello cristalizado y dinámico a la vez en los procesos identitarios. Y recuperar la memoria, en cuanto a lo que puede ser, a partir de lo que “hemos sido” (Saintout, 2003).

La necesidad de inscribir la problemática de los “desterrados” dentro de un marco histórico inteligible, implica el trazo de un mapeo adecuado, que sitúe y esquematice el campo de lucha por la identidad.

La “herencia” –en términos de continuidad- del período neoconservador puede reflejarse en diferentes cuestiones que refieren todas, a una profunda crisis social: enorme deuda externa en manos del Estado, fuerte desequilibrio de la balanza de pagos, inflación, déficit fiscal, panorama recesivo en lo social, redistribución regresiva del ingreso, modificación de la relación de fuerzas, disciplinamiento social generalizado, “desindustrialización”, aumento del poder de condicionalidad de los organismos externos, enorme concentración y poder estructural de la elite económica y fuerte condicionamiento para establecer políticas de ajuste en los gobiernos posteriores.(Piovani). La preeminencia del mercado no está dada sólo como un instrumento económico, “sino un recurso valioso de control social con el fin de: destruir mecanismos mediadores, organizativos, promover la desarticulación social, la atomización y la competencia, resignificar identidades,

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tanto de trabajadores como de empresarios, claro está, no de manera simétrica para ambos . El distanciamiento de las instituciones tradicionales y los cambios en la vida cotidiana, provocados por las crisis político-económicas, marcan un escenario de conflictos en los procesos de constitución de las identidades y obligan a redefinirse a partir de “nuevas” prácticas e instituciones que aparecen como renovadoras y reconfiguradoras del entramado sociocultural. El fútbol, según Alabarces, es uno de estos nuevos lugares de la identidad: “Ante la ausencia de relatos inclusivos, entonces, a excepción de la falacia televisiva, las posibilidades de la identidad se astillan, se multiplican, se vuelven un espejo trizado. El fútbol, espacio de la identidad cálida que sólo pide una inversión de pasión a cambio de un relato de pertenencia sin mayores riesgos, se torna identidad primaria, no un relato entre los otros, sino el único sentido –trágico- de la vida” (Alabarces, 2002:22)

El abordaje de la cuestión de los “desterrados” y el proceso de construcción de sus identidades -en relación al fútbol- supera lo específico de sus reglas y su sentido lúdico: “...los efectos del fútbol y de todo aquello que lo rodea –movilización de hinchas, del Aparato represivo del Estado, de los medios, del dinero, entre otros- son objeto de las discusiones que exceden el tiempo y el espacio del juego propiamente dicho, siendo uno de los temas predilectos de las conversaciones amenas.” (Oliven y Damo, 2001:87)

¿Cómo hacer visible el conflicto y la disputa por un territorio simbólicamente ocupado? Para entender y abarcar la complejidad de una lucha por la identidad en relación al fútbol, la propuesta se vale de la teoría de los campos de Pierre Bourdieu, atendiendo a las relaciones objetivas y las representaciones que los agentes tienen de esas estructuras (Gutiérrez, 1994). Por lo tanto, nombrar el campo específico de contienda, torna perceptible el juego por la identidad. Los “desterrados”, a partir de resistir a la norma oficial –negar el cambio de localía del fútbol profesional, abandonando el estadio del “Bosque”, sede histórica del club-, mediante la acción colectiva y organizada, generan “nuevos” sentidos dentro del campo.

La investigación se posó en los intersticios de la relación entre acción humana y estructura social. Pensar la intervención de los sujetos, pero sin dejar de concebirlos inmersos en una estructura social, ya que la mirada permitió observar el rol activo de los agentes en la constitución de sus identidades, considerando el marco institucional de acción que lo rodea. Así, se consideraron a los sujetos en investigación, como actores activos, recreadores de las condiciones que hacen posibles sus actividades: como sujetos de la acción.

“THE (DE) FÚTBOL SHOW”

La creciente mercantilización del fútbol generada a partir de la participación –cada vez más- de las empresas, colabora con la transformación de los mismos clubes, bajo las normas de los negocios, influyendo en todas las relaciones futbolísticas. Esos clubes mutan ahora su objetivo fundacional. Damo y Oliven plantean que las instituciones “buscan la ganancia y ésta debe ser obtenida en todos los niveles: por las entradas a los juegos, por la venta de los productos ligados al equipo, por la publicidad, por la venta de jugadores, etc.” (Oliven y Damo, 2001:106-107).

El hincha de fútbol se encuentra inmerso en esta red de relaciones financieras, aportando el grado de pasión y de legitimación de los grandes negocios. Desde esta lógica de mercado, el hincha no es más que un consumidor del espectáculo y sus desprendimientos –“pormenores” de transferencias de jugadores, “novedades” que involucran a los clubes, “debates” sobre los “rendimientos” de los jugadores, etc.- que complementan el show.

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LA NECESIDAD DE MAPEAR EL CAMPO

“Y para construir, para pensar, para ver y para cambiar hay también que arriesgarse a domar -dentro de sus determinaciones- la realidad y para ello tenemos que arriesgarnos a "nombrarla". -Sea pues. . .! ” (González, 87:41)

La consistencia y densidad teórica de la investigación, demandaron un esfuerzo y vigilancia epistemológica para hacer hablar a la realidad. Nombrar y categorizar la experiencia de los hinchas “desterrados”, posibilitó su abordaje.

Coincidiendo con Alabarces (2002:23), “no hay manera de entender el objeto propuesto sin atender a los modos como se fue constituyendo en el tiempo, en su doble juego de práctica autónoma –el surgimiento de un ‘campo deportivo´ en términos de Bourdieu (1993)-”, y como generador de lazos identitarios. Es indispensable pensar las relaciones históricas para mirar y reconstruir el campo de conflicto de los “desterrados”.

La problemática se instituye dentro del campo futbolístico, con sus reglas propias del juego –lo relacionado al sentido lúdico- y la participación de los agentes que disputan el capital específico –del campo- en juego.

Los jugadores pujan por lograr la posición dominante en el campo. Todos valoran el capital específico en contienda y cooperan con fuerzas antagónicas. La lucha se desata por forjar y consolidar un modelo de club, de construir un espacio para las identidades. El juego por establecer los valores de institución, la misión, la visión, el territorio, la historia legítima.

La posición dominante es la del poder oficial, la de los dirigentes del club que decidieron el traslado de la localía del estadio, luego de ochenta años, correspondiéndose con un patrón hegemónico dirigencial. Los intereses puestos en marcha, bajo una visión de mundo, mantienen la línea de lo pragmático.

Las decisiones oficialistas responden por un lado, a las reglas de mercado, que generan que lo histórico y la memoria sean relegados por los valores financieros (“La modernización del fútbol”. Aumento en el ingreso por merchandising y sponsors), y por el otro, a las presiones y relaciones con los grupos de poder (funcionarios de gobierno Municipal, Provincial y Nacional).

Contra las normas y decisiones oficiales, el grupo de hinchas “desterrados” plantea una revalorización de la historia y la memoria como identidad, como institución ideal articulada a la sociedad mediante fines sociales –como instancia de socialización, a partir de un territorio en común-, antes que de mercado. El colectivo resiste a las disposiciones mediante la negación del proyecto oficial, a partir del reconocimiento del poder hegemónico. Es decir que la contienda se da en plano simbólico y material. Una lucha por la historia, la memoria, y el territorio: la identidad.

Entender la carga de lo pasado, permitió pensar “lo pesado” del conflicto. Pesado en términos de la complejidad para pensar y caminar el presente, desde la experiencia de los sujetos, inmersos en la turbulencia de la cotidianeidad.

CORRIENDO LAS MIRADAS

Definido el escenario que comprende las condiciones macroestructurales, es tiempo de correr la mirada de análisis hacia los sujetos de la investigación.

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La etnografía de la vida cotidiana, de los relatos, que se obtiene a partir de oír las voces de los sujetos, fue significativa para poder rastrear la construcción de sentidos de los “desterrados”. La pretensión investigativa, desde la perspectiva cualitativa, fue bucear entre la densidad conceptual: de la memoria como el pasado presente en el presente, de lo territorial como espacio ocupado material y simbólicamente, de la socialidad como los modos de “estar juntos”, de la acción colectiva como forma de lucha, y de lo cotidiano como la zona de lo “obvio”.

GENEALOGÍA DEL “DESTERRADO”

Los “desterrados” no son el producto de una relación causa-efecto mecánica e inmediata. Su conformación como grupo de resistencia se vale de antecedentes significativos para reconstruir la genealogía del colectivo.

En los futuros posibles de los sujetos se hicieron visibles reconstrucciones de su presente y de su pasado. Se interpretó el futuro deseado, como lo pensado en su presente, a partir de lo imaginado y construido en su pasado.

El concepto de cultura es entendido desde la arqueología de la construcción de lo pasado. La cultura es memoria de lo que hemos sido. Constituye, según Galindo, el registro imaginario y sedimentado de lo que alguna vez pudimos ser y hacer. Es, en perspectiva, lo que da espesor al presente y factibilidad al porvenir. Pensar la cultura como el material con el cual se organiza y se configura el mundo social. Es la relación de la totalidad humana con cada parte de esa totalidad, los campos semánticos desde donde cada actor social se ubica y se relaciona con el todo .

A partir de Lourau (2001), es posible darle entidad a la noción de grupo -entendido como un conjunto numerable de personas con un objetivo en común- y su conformación. Según Lourau, las instituciones y los grupos surgen a partir de tres instancias: Universal, Particular y Singular. La universalidad, es el momento positivo, se refiere a un valor abstracto reconocido socialmente (trabajo, familia, amor a los hijos, etc.), la particularidad es un hecho social y concreto, una instancia de negación de la universalidad, donde no se encuentra contemplada. Por último, la singularidad es la positivización de la particularidad al constituirse la institución.

La universalidad en el caso de los “desterrados” es el reconocimiento de una historia del club impensable e inseparable de su territorio simbólicamente ocupado –su estadio de fútbol, El Bosque y sus tierras. Lo particular es el traslado de la localía, que aleja y niega la historia reivindicada por quienes resisten al cambio. Y lo singular, justamente, es la creación de un frente de lucha contra la medida de desalojo material y simbólico. El requerimiento de un enfoque complejo para el abordaje de lo histórico, en relación de la creación de un grupo, torna imprescindible asociar la idea de las continuas evocaciones al pasado imbricadas con el presente y proyectadas al futuro, con una noción dinámica de identidad. La identidad no debe entenderse como esencia estática y atemporal de los “desterrados”. No se trata de una característica natural de los sujetos, sino que es parte de una construcción histórico-cultural. Un proceso relacional donde la constitución y reafirmación de la identidad es propia de la interacción en un mismo campo, de diversos actores que disputan un capital en juego.

La complejidad de la mirada se condice con la definición de comunicación que se mantiene cerca de la producción y re-producción de las prácticas, que no se agotan en los medios –

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desde esquemas lineales y mecanicistas de comunicación-, sino que son entendidas desde el entramado cultural.

DIARIO DE LOS “DESTERRADOS”

“Nosotros te expulsaremos del espacio social donde funciona esa legalidad […] En realidad el castigo ideal sería simplemente expulsar a las personas…” (Foucault, 1998:94)

El punto de partida que llevó a nombrar a los “desterrados” como desterrados, fue justamente, el conflicto con su tierra. Enmarcados por las lógicas estructurales, la acción colectiva surge a partir de la defensa del territorio, elemento constitutivo de su identidad como grupo -según los relatos de los protagonistas-.

Si bien antes de que Gimnasia jugara por primera vez en el estadio Ciudad de La Plata, un grupo de hinchas del club se movilizaba para mantener la localía de la cancha del “Bosque” mediante vías estatutarias, el 8 de Febrero de 2006 la resistencia se desplazaba al plano simbólico . Mientras el equipo de fútbol, sus colores, sus rituales, su historia como institución giraba hacia la voluntad de quienes dominan el campo, los “desterrados” cobraban entidad y se re-conocían como actores dispuestos para la lucha por definir el modelo de club.

Sin dudas los “desterrados” no se erigen –no se nombran- como meros espectadores del fútbol como entretenimiento aglutinador de millones de miradas. Dentro del campo ocupan el lugar de hinchas fanáticos siguiendo con las diferenciaciones de Daniel Zambaglione . Los hinchas fanáticos se construyen como seguidores fieles a su club, a sus colores, encargándose de demostrarlo y enunciarlo continuamente. Se diferencian del espectador común al soportar todo tipo de adversidades o dejando de lado compromisos de índole familiar, para que nada ni nadie evite el encuentro con el club de sus amores.

A partir la categoría de Frentes Culturales de Jorge González, se puede pensar a los “desterrados” como bloque de lucha por la identidad colectiva dentro del club, a partir de una medida que trastocó el orden histórico, territorial y sentimental en relación al fútbol. “Los frentes culturales se constituyen como espacios sociales, entrecruces y haces de relaciones sociales no especializados en lo que se lucha o se ha luchado por el monopolio legitimo de la construcción y reinterpretación semiótica (modulación y modelación) de determinados elementos culturales transclasistas. Es decir por la ‘resemantización’ o definición que históricamente un bloque de clases/grupos elabora sobre las ‘necesidades’, las identidades y los ‘valores’ legítimos (únicos y verdaderos para todos) que pueblan los vericuetos de la vida cotidiana e interesan a una densa área en la que a su modo están umbricadas todas las clases y grupos.” (González, 1994:82)

“En los frentes se lucha por la legitimidad de una cierta forma de definición (visión/división) de la vida, básicamente por medio de algún o algunos aspectos o formas culturales elementalmente humanas.” (idem:84)

La constitución del grupo no puede interpretarse como una formación homogénea y predeterminada. No debe pensarse que quienes luchan por un espacio simbólico y material específico, deben responder a características que “prototicen” los sujetos de la experiencia.

La entrevista, y más aún la historia de vida, permitieron soslayar las especificidades de las trayectorias de los “desterrados”, logrando así, encontrar regularidades y diferencias dentro del colectivo. Tres categorías se elaboraron en el abordaje del caso:

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-los hinchas de la vieja guardia, mayores de 50 años, reconocidos en el campo como los portavoces del sentimiento del club –en las décadas del ‘60/’70-, diferenciados como vanguardia en la actualidad.

-los jóvenes experimentados, mayores de 25 años, quienes ya han recorrido un espeso camino dentro de la institución –cuentan ya, su propia historia-, y son los que se encargan de llevar adelante los procedimientos legales del movimiento (además de erigirse como potenciales dirigentes). -la nueva guardia, menores de 25 años, quienes a partir del conflicto identitario, comienzan a relatar sus primeras experiencias en la vida institucional.

Los estamentos se nutren de diversas experiencias que dan cuenta que la pelea por la identidad, transita más allá de las determinaciones económico-sociales. No sólo participan hombres y mujeres, de diferentes grupos etáreos y formación académica , de distinta ideología política , de diversa trayectoria como hincha –algunos han “nacido de Gimnasia”, otros se “han hecho de Gimnasia”-, sino que no se encuentran unidos por una misma historia de origen (en cuanto a lugar de nacimiento, poder adquisitivo ).

Las tres categorías se conforman como activos participantes, elaborando sus acciones sobre necesidades y valores compartidos, y creyendo que es legítimo luchar por una historia de club y su territorio –el estadio del “Bosque”-. De manera que se encuentran mancomunados a través de vínculos materiales y simbólicos comunes para el colectivo:

• Compartir territorios y espacios del club, como elementos propios de sus identidades, confirmando que Gimnasia –a partir del fútbol- es una parte fundamental de sus vidas. • Compartir una misma idea de club, construida desde la recuperación de aquella noción de “Gimnasia popular”, nacida con la incorporación del fútbol a la institución, en tiempos de su fundación. • La construcción de la idea de que el estadio del “Bosque” es su casa. • El rechazo a asistir al estadio Ciudad de La Plata, sosteniendo una pérdida de identidad, y cuestionando su proceso de construcción.

EN EL NOMBRE DE LOS “DESTERRADOS”

“El periódico no es sólo un propagandista y un agitador colectivo, sino también un organizador colectivo. En este último sentido, se le puede comparar con el andamio que se levanta alrededor de un edificio en construcción, que señala sus contornos, facilita a las relaciones entre los distintos constructores, les ayuda a distribuir el trabajo y a observar los resultados generales alcanzados por el trabajo organizado” (Lenin, 1974:254)

Al iniciar el proceso de entrevistas, las percepciones apuntaron a indagar si existieron antecedentes que hayan sido heredados por el espíritu de la lucha actual. Y ese andamio –parafraseando a Lenin- se encontró en la publicación Tribuna Gimnasista. Todos los entrevistados reconocieron en el periódico mensual y en su director, Néstor Basile, la vanguardia de lucha en defensa del estadio del “Bosque” y en la oposición a la construcción del estadio Ciudad de La Plata.

Tribuna Gimnasista nació el 11 de Diciembre de 1988, fundado por Néstor Basile, ex periodista sindical, exiliado político durante la última dictadura militar, identificado con el peronismo. Su pensamiento se construye desde una constante postura crítica para observar el escenario de

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disputa donde se enmarca el fútbol. Los cuestionamientos recaen fundamentalmente sobre las sociedades anónimas que pretende un “fútbol superprofesionalizado, donde se ha industrializado hasta el aliento” (Caviglia, 1997) y sobre la “superestructura cultural productora de zonzos en serie” (Basile, 1991) .

El estilo discursivo del periódico podría ser comparado con aquellas lógicas narrativas y modos organizativos de hacer política de los setenta. Los militantes actuaban “hablando y hablando para cambiar la cultura de la gente o para convencerte” (en Bianconi, 2002:67): “También ellos tenían una vida privada oculta: se cambiaban los nombres, nunca decían dónde vivían y tampoco contaban sus actividades: eran reservados, con nosotros hablaban de cualquier cosa menos de política, escribían dedicatorias como de poeta, tejían, pintaban o leían.” (ídem)

El recurso de Carlos Vigliano, utilizando el seudónimo de “Arístides Caviglia” (uno de los escritores de Tribuna Gimnasista) demuestra esa práctica “heredada” de la clandestinidad vivida, alguna vez, por su director fundador. Además de cargar con lo pesado de la huella marcada por persecuciones políticas, podría significar en este caso, la “desindividualización” de los artículos y la colectivización de la protesta. La voz, es la del “pueblo gimnasista”:

“La ciudad sabe que la historia de este engendro vulgarmente conocido como Estadio Trucho, nos ha tenido siempre como contestatarios de la maniobra. Nos opusimos desde el vamos y dimos razones. El triperío nos dio reiteradamente su apoyo” (Caviglia, 1995:3)

No sólo se funda en torno a las críticas mencionadas. Tribuna Gimnasista se erige como el organizador colectivo que aglutina a las fuerzas que pujan por un fútbol popular enmarañado con una “temática que jamás reniega del sentimiento” , encontrando el motor de la transformación y conservación de la pasión futbolera en el “fervor inclaudicable de los ‘comunes’ que año tras año postergan las esperanzas para el próximo campeonato y no precisamente (salvo honrosas excepciones) por la dirigencia, que en la mayoría de los casos hizo gala de una incapacidad de grado sumo” . La prédica pretendía “una camiseta para cada pibe y una filial en cada barrio.”

La identidad del colectivo es construida en base a una alteridad explícitamente argumentada en contraposición primero, a la idea de un fútbol regulado plenamente por el mercado, y luego, a la diferenciación del estamento dirigencial, que históricamente no ha representado los intereses del hincha. La construcción del “otro” como distinción del “nosotros”, se vislumbra en Tribuna Gimnasista como una puja contra el poder formal y hegemónico (en este caso, los dirigentes y corporaciones que rigen el campo), reafirmando una idea/fuerza de hincha como representante de lo popular, sosteniendo desde el lema del periódico, que el fútbol debe ser “sólo para mayorías” , “lejos de los despachos oficiales y sin compromisos con nadie, sólo con el pueblo gimnasista” . La zona de disputa se puede conceptualizar desde Alabarces como:

“Lo que existe y seguirá existiendo es la dominación y esa dominación implica la dimensión del que domina, de lo dominado, de lo hegemónico y de lo subalterno. Eso es lo popular.” (Alabarces, 2004:33)

La construcción de sentido no sólo se disputó a partir de Tribuna Gimnasista. La lucha trascendió al ámbito partidario, surgiendo así en marzo del año 2000 la Logia Tripera del Barrio Mondongo Dr. René Favaloro , reconocida como el brazo político del periódico. El doble frente tendría siempre como objetivo “respetar el Gimnasia popular ante todo y por encima de todo” .

La conformación de un bloque resistente que se confronta a las reglas instituidas por el mercado, plantea una alternativa para modelo de club, reafirmando su visión de mundo, su identidad en relación al fútbol. Para los integrantes del grupo no significa un hobby o un pasatiempo, sino que “esto a que uno aspira no es un capricho ni un berretín, no se trata de una abstracción. Es una cuestión de vida o muerte” . Un asunto de vida o muerte institucional, de fragmentación y trastorno en la identidad de grupo. La pelea por la reivindicación de lo que

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se ha sido y se quiere ser, recuperar el pasado –vida-, frente al rechazo de lo que se impone como modelo mercantilizante del fútbol –muerte.

El reconocimiento a Néstor Basile como abanderado de aquella vanguardia fundadora del periódico –y su sentido de defensa del “Bosque” y rechazo al “estadio trucho” - lo posiciona al periodista, retomando a Gramsci, en el rol del intelectual orgánico. Como responsable de la concientización sobre el conflicto, es decir cumpliendo la tarea de aglutinar, cohesionar y construir el frente de lucha histórico, el grupo “desterrado”:

"cada grupo social, naciendo en el terreno originario de una función esencial del mundo de la produc¬ción económica, se crea conjunta y orgánicamente uno o más rangos de intelectuales que le dan homogeneidad y concien¬cia de la propia función, no sólo en el campo económico sino también en el social y en el político" (Thwaites Rey, 1994)

El espíritu y los principios de resistencia a una posible “invasión” de identidad, no se han generado ni casual ni espontáneamente. Podría tomarse este primer antecedente como el principio de entidad e institucionalización del grupo “desterrado”.

LO QUE FUE, LO QUE ES, Y LO QUE SERÁ

La conformación de los “desterrados” como grupo, afirma un trayecto dinámico forjado en una identidad relacional. Entre las clasificaciones de Chanfrault-Duchet (en Lindon, 2000:101-121) se observan tres campos en la identidad: el individuo, la comunidad y la sociedad. Desde aquí se afirma la relación recíproca con la memoria –categorizada también por sus tres campos. Los campos de la memoria funcionan como depósitos de experiencias que al ser “visitados” movilizan hacia la pregunta de “quién soy”. La identidad se presenta como proceso de control sobre las relaciones, regulando los deseos, las acciones y los proyectos de los sujetos.

La capacidad de intervención del agente de Guiddens, al analizar la identidad del yo, le permite “ser capaz de ‘obrar de otro modo’ significa ser capaz de intervenir en el mundo, o de abstenerse de esa intervención, con la consecuencia de influir sobre un proceso o un estado de cosas específicos” (Guiddens, 1998:51). Por lo tanto la identidad está ligada a las decisiones que el individuo toma en cada una de sus acciones.

La mirada investigativa se posó sobre el frente de lucha de los “desterrados” como expresión de identidades colectivas, teniendo en cuenta que no se trata de una suma de individualidades, sino de trayectorias complejas identificadas en forma relacional:

“…la identidad –particularmente la identidad colectiva- no debe circunscribirse como una esencia inmutable, sino como un proceso activo y complejo históricamente situado y resultante de conflictos y luchas. De aquí su plasticidad, su capacidad de variación, de reacomodamiento y de modulación interna. Las identidades emergen y varían con el tiempo, son instrumentalizables y negociables, se retraen o se expanden según las circunstancias y a veces resucitan.” (Giménez, 1993:22)

La identidad del yo y la identidad colectiva no se conforman en forma aislada, “es un fenómeno que surge de la dialéctica entre el individuo y la sociedad” (Berger y Luckmann, 2001:217).

La sociedad no puede ser entendida sólo desde lo coyuntural, de lo que sucede hoy. A través de la memoria se recuperaron relatos –trayectorias, espacios, anécdotas, objetos- que dieron cuenta de quiénes son los “desterrados”, y quiénes han sido.

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Rescatar la memoria es una propuesta que motiva a volver a pensar lo pasado inscripto en el presente. Las historias “traídas” por la memoria se hacen carne y cobran vida en la cotidianeidad, como aquello que fue o pudo ser. No sólo el conflicto forjó el grupo “desterrado”. La memoria actuó como filosofía de lucha: "Sin memoria no hay contrato, alianzas, convenciones, promesas, identidad, no hay vínculo social, no hay sociedad, no hay conocimiento."

La memoria del sujeto es el procedimiento que permite salirse de lo actual, para recuperar aquel pasado que se perdió. La búsqueda admite impulsar una memoria retroactiva:

“…de la que estamos hechos. Y que no tiene nada que ver con la nostalgia, pues su `función´ en la vida de una colectividad no es hablar del pasado, sino dar continuidad al proceso de construcción permanente de la identidad colectiva.” (Barbero, 1987:200)

La memoria se relaciona con la identidad, con representaciones identitarias –cambiantes y diversas- que funcionan vinculando a grupos humanos, a comunidades culturales (Sábato, 2000).

A través del viaje por las biografías de los “desterrados”, se mantuvo la vigilancia en el sentido que le otorga María Cristina Mata. Es decir, considerar que los relatos pudieron haber sufrido alteraciones, pero la recuperación de las historias de vida fue focalizada buscando el sentido que orientó la reconstrucción de la identidad colectiva como grupo de lucha.

“en la conciencia subjetiva personal así como en la posición social y en la condición económica que pueden inducir modificaciones afectando al menos el juicio sobre los acontecimientos y la `coloración´ de la historia” (Mata, 1991:44)

El momento de encuentro con la memoria individual –momento de la entrevista- remite, obliga y orienta el análisis hacia la articulación con la memoria colectiva. Esta memoria de grupo es entendida como suplementaria, construida en relación con la historia, desde una mutua interacción cuestionadora (Sábato, 2000). La memoria de los “desterrados” rescata aquellos valores fundacionales, donde el fútbol era de la periferia, popular y para todos, posicionando a Gimnasia en las orillas y a Estudiantes en el centro.

Se trata de remontar al presente, a partir de la memoria colectiva, la historia legitimada desde la idea “pura” del fútbol y de club de fútbol. De rescatar un Gimnasia de las orillas de la ciudad, con valores ligados al “sacrificio”, a “la dignidad”, a “lo que cuesta”, a “lo coherente”, a lo “honesto”, a “lo pobre”, a “lo solidario” y lejos de “lo cómodo”, de “lo frívolo”, de “lo egoísta”, de las cuestiones “del centro”. Se plantea así una otredad: los sufridos (“nosotros los desterrados”, quienes viven trascendentalmente la relación con el fútbol, más allá de los triunfos ) vs. los exitosos (quienes logran triunfos deportivos . Lo que podría mencionarse como un hincha televisivo ). La memoria de los “desterrados” se nutre de estos valores, en referencia a una historia elegida y construida: la historia del Gimnasia popular , lejos del de la fundación de 1887 que, para pertenecer al club, exigía “tener más de 15 años y gozar de buena reputación.”, estando “absolutamente prohibido a los socios iniciar o sostener discusiones en el club sobre política o religión”. Y bien cerca de las premisas construidas a partir de la incorporación del fútbol -como práctica deportiva- al club, en 1914.

La memoria, ante el conflicto y la conformación de un frente de resistencia identitaria, permitió construir sentidos -pese al elitismo estatutario fundacional-, a partir de una aglutinación de memorias individuales (trayectorias, experiencias) y de una memoria colectiva que reivindica, ante la pérdida de territorio, una historia “escogida” especialmente para la lucha. Frente a las nuevas reglas futboleras de mercado, los “desterrados” optan por construir una escaramuza ligada a su visión de club, de mundo. Se trata de volver a aquel punto de partida.

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LA REPÚBLICA PERDIDA

Lo territorial, como componente significativo de la identidad, se torna más aún abordable en el caso de los “desterrados”, como el principio motivador de la resistencia. El desalojo material y simbólico sufrido por el grupo de hinchas de fútbol, establece la necesidad de comprender la cultura del barrio, del espacio en juego, del lugar donde se produce y reproduce sentido y lucha de acuerdo a una misma identidad, a un mismo proceso histórico.

Durante ochenta años el territorio fue simbólicamente ocupado, cargado de nostalgia continua y recurrente, que remite a lo vivido en las diversas etapas de socialización. El espacio perdido significa, para los “desterrados”, el elemento movilizador de la lucha, y a su vez, la angustia de un vacío irremplazable:

“Y lo visto hasta ahora nos muestra la afinidad de la noción de barrio con la reivindicación o rescate de una vida pasada, perdida y añorada, como un valor constructor de una identidad nostalgiosa.”(Gravano, 1997)

Lo territorial se vuelve analizable por su valor simbólico, a tal punto de poder establecer una culturicidad de lo barrial, específica de los “desterrados”:

“Esta trascendencia simbólica de lo barrial, como valor en sí mismo, compartido por distintos grupos sociales, podría plantear la posibilidad de constituirse en cultura, entendida como sistema de representaciones y prácticas compartidas socialmente en torno a valores distintivos. Potencialidad a la que vamos a llamar culturicidad de lo barrial.” (idem)

Lo barrial como territorio en disputa y significación puede recorrerse desde tres variables, des-cubriendo la impronta del espacio, en los sujetos en lucha. La espacialidad, la escenificidad -entendido como recinto o escenario social-, y la funcionalidad (idem) del estadio del “Bosque” y sus lugares fueron percibidos como esos lugares socio-históricamente construidos en torno a las identidades, traducidos en indicadores de lealtad y satisfacción, funcionando como un sistema de distinción social y como un fijador de valores.

La espacialidad, según Gravano, representa “la articulación de las marcas, los límites y la consideración del barrio como unidad físico-natural, y su actuación como referente tangible de las variables de significación situacional, simbólicas e identitarias” (idem). Los espacios de la cancha del “Bosque”, sus adyacencias y rincones, simbolizan para los desterrados, más que un lugar donde ir a “mirar” fútbol. Son sus lugares, donde se ha forjado una historia compartida. La apropiación hecha lugares.

En cuanto al concepto de escenificidad, es “entendido como recinto o escenario social, en el que se aglutina la problemática social general […] o bien cómo se traducen cada uno de estos problemas en las realidades barriales particulares. Se recorta con cierta autonomía la relación entre los problemas y el barrio como solución ideológica…” (idem). La cuestión de la pérdida de los espacios es problematizada por los “desterrados” desde la alteridad con lo moderno , con lo que trastoca la esencia de lo que significa aquel Gimnasia popular.

“La idea de centralidad de lo urbano va pareja a la de perifericidad de lo barrial. La idea de ‘barrio bajo’ pre-moderno es el resultado de esta diferenciación: parte de la ciudad que queda por debajo o al margen de lo moderno-urbano y marcado principalmente por su carácter ‘caótico’ y ‘marginal’. Desde aquí se constituye también la necesidad de la ‘integración’ de las partes disfuncionales o ‘patológicas’” (Gravano, 1997)

Esta escenificación de lo significativo para los “desterrados”, se refleja en lo narrado durante las entrevistas, revalidando los lugares identificatorios propios –El Bosque- y rechazando lo ajeno –Estadio Ciudad de La Plata:

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“Bautizamos al bosque como ‘Tierra de la Dignidad’ y ombligo del mundo” (Néstor Basile)

En tercer lugar, la funcionalidad estructural, abordada desde la idea de lo barrial como demarcador de sentidos, en referencia a la construcción de identidad relacionada al fútbol. También comprendida como el “rol que juega dentro de la estructura socio-urbana. Definida la ciudad por su papel en la reproducción social y material, como un recurso cuyo valor de uso abarca diferentes funciones, el barrio forma una "parte" de este proceso. […] La respuesta a este interrogante está en los distintos tipos de ciudades a través de la Historia, cada una de las cuales desarrolló, a su vez, barrios donde ciertas características funcionales resaltaban del resto, como la residencial, la localización comercial, industrial, administrativa y se articulan otras variables como el poder local, el centralismo, las organizaciones intermedias, las unidades administrativas, funcionales, culturales y formas de vida.” (Gravano, 1997)

El “Barrio Mondongo” toma fuerza –entre los entrevistados- como el espacio ideal aglutinador de los valores identitarios del Gimnasia popular. Es considerado la extensión de la pertenencia a Gimnasia y sus lugares.

La variable de lo territorial, en el caso de los “desterrados”, en su categoría de la funcionalidad, obliga a complementar las nociones de Ariel Gravano, en cuanto a la re-producción del grupo de hinchas. Desde lo socio-económico el “Mondongo” habrá funcionado como el espacio de quienes eran la mano de obra. Mientras que el centro funcionaba como el lugar del capital. En la memoria territorial emerge esta idea y se cristaliza entre los “desterrados”. El proceso de naturalización conlleva el arraigo propio y característico a los territorios ocupados históricamente por la relación Fútbol/Identidad. Es infancia y adolescencia marcadas por una historia transitada en los recovecos del “Bosque” y por las baldosas del “Mondongo”. Podría hablarse de una funcionalidad emocional.

El traslado de la localía –el destierro-, sin duda, revitalizó la lucha iniciada en 1990, desatando un proceso de re-apropiación simbólica del estadio del “Bosque”. Se inicia una etapa de “atrincheramiento” de los espacios, reflejada en diversas prácticas y marcas, en la búsqueda de reforzar la identidad de quienes sufren el despojo de sus lugares. Significa resguardar el estadio y que nada haga tambalear aquella memoria e historia construida en relación al “Bosque”. El desalojo no provocó la acción mecánica del olvido en los “desterrados”. Por el contrario, reafirmó la pertenencia elevando el ideal de lo que fue y debe ser el territorio, en materia de identidad.

El “Bosque” es nombrado por los “desterrados” como su casa o su segunda casa. La identificación surge a partir de haber forjado una socialización con el “Bosque” como escenario. La analogía con lo familiar de la casa remite a ese espacio conocido, a los pares, a los que no son extraños, porque todos conocen los rincones de la casa, formando parte de ella.

La noción de casa se construye a partir de los recuerdos ligados a la infancia, adolescencia, a ese pasado vivido con los seres queridos. Esta significación se corresponde con aquella idea moderna de familia (con su correspondiente hogar moderno), parte constitutiva de lo barrial, como institución aglutinante y fundamental para la socialización de los grupos:

“El paradigma de la modernidad gesta la ponderación de determinados valores que actúan como ejes de diferenciación entre los lugares centrales y las partes barriales.” (idem)

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HERMANOS DE SANGRE

Pensar en la socialidad para Jesús Martín Barbero es pensar sobre los modos de “estar juntos”, más allá de la racionalidad institucional –de pensar mecánicamente la realidad social-. La socialidad se conceptualiza como “la trama que forman los sujetos y los actores en sus luchas por horadar el orden y rediseñarlo, pero también sus negociaciones cotidianas con el poder y las instituciones. Desde ella emergen los movimientos que desplazan y recomponen el mapa de los conflictos sociales, de los modos de interrelación y constitución de los actores y las identidades.” (Barbero, 1990:12)

Se trata de rescatar la capacidad de los agentes que negocian, producen y re-producen el sentido hegemónico dentro del campo. Entender las formas de “estar juntos” de los “desterrados” significa reconstruir el proceso de acción colectiva, desde la profundidad –desde la dimensión emocional (García Bravo, 1997).

Pero esa socialidad sólo se torna duradera a partir de que las prácticas conservan un sistema perdurable. Se denomina ritualidad a esa estabilidad en la acción colectiva: “La ritualidad es, a la vez, lo que en las prácticas sociales habla de la repetición y de la operabilidad. Al religar la acción a los ritmos del tiempo y los ejes del espacio, la ritualidad pone reglas al juego de la significación introduciendo gramaticalidad y haciendo así posible la expresión del sentido” (Barbero, 1990:12)

La operabilidad en la lucha “desterrada” tiene su trayecto y su práctica motora: no concurrir al estadio Ciudad de La Plata. Pero la repetición no es producto de una casualidad ni de una reacción coyuntural. Los antecedentes de “Tribuna Gimnasista” y su período como organizador demuestran que la proximidad de los “desterrados” se concreta a partir de una construcción histórica: de movilizaciones, marchas, presentaciones judiciales, publicaciones –gráficas, radiales, audiovisuales, multimedia-, que hicieron posible la expresión del sentido. “Y al activar el ciclo –que no es nunca mera repetición o inercia sino entrelazamiento y coordinación de acciones- la ritualidad hace posible que la acción no se agote en el significar y se convierta en operación.” (idem)

La tecnicidad en las prácticas será “aquella dimensión que articula la innovación a la discursividad. Pues más que objetos adquiribles o actividades especializadas la tecnicidad es parte fundamental del diseño de nuevas prácticas.” (idem) El desafío de des-anclar los sentidos mercantilistas naturalizados en el fútbol orienta a los “desterrados” hacia el re-diseño de las lógicas del campo basadas en acciones de ruptura con el orden instituido.

De manera que, el espíritu del “estar juntos” –socialidad-, de las prácticas del grupo de hinchas que resiste al resquebrajamiento de su identidad colectiva, encuentra regularidades en los modos –ritualidad- de hacer frente (a una estructura hegemónica que establece las normas del fútbol y el escenario de disputa), a partir de lo pretendido por el grupo de lucha, mediante prácticas asociadas, innovadoras y cotidianas –tecnicidad-. La propuesta será entonces, centrarse en el análisis de lo establecido como “lo natural” de lo cotidiano.

TODAVÍA CANTAMOS

“Así como no hay un grado cero de la acción colectiva, no bastan los estímulos económicos o la oportunidades políticas para detonar la acción. La experiencia no es el producto automático del hambre, la desocupación o la desesperación. Sin lugar a dudas, esa acción tiene que ver con los problemas económicos, políticos y culturales, pero no es un reflejo condicionado. Para decirlo de otra manera; no podemos entender el surgimiento de la protesta con sólo mirar los cambios macroeconómicos estructurales (desindustrialización y desmembramiento del estado

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de bienestar) o las transformaciones en los indicadores de las condiciones de vida.” (Rodríguez Alzueta)

¿Cuáles son los motivos del desplazamiento del conflicto a la lucha? El detonante para la acción de los “desterrados”, desde una mirada determinista, sería el traslado de la localía. Explicada la causa desde esta visión, los hinchas reaccionaron a partir de una pérdida, y automáticamente –como efecto mecánico- se dispusieron al reclamo. Observarlo desde esta lógica demandaría sólo una descripción de la relación fútbol/Identidad, mucho más escueta –que un análisis simbólico-, rastreando sólo las contingencias del escenario.

Los interrogantes sobre por qué los “desterrados” pueden ser entendidos como colectivo de lucha por su identidad de grupo, demandan el tratamiento del fenómeno desde una visión histórica de las trayectorias. La categoría de experiencia reúne las condiciones propicias para el caso:

“La experiencia entonces como mediación, como aquello que se encuentra a mitad de camino entre el conflicto y la lucha. Para adelantar nuestro argumento podemos decir que la experiencia, que explica el pasaje del conflicto a la lucha, son las prácticas y las vivencias que forja el sujeto titular de la acción colectiva que protagoniza.” (idem)

La experiencia de cada integrante del grupo revitaliza la acción, direccionando el camino hacia la lucha. Las condiciones y repertorios (idem) precedentes demuestran que las necesidades “no sólo son materiales, también son proyectos de vida, de integración, de dignidad, de sentirse reconocido física y espiritualmente al interior de una comunidad. Esta búsqueda de respuestas a necesidades supone el surgimiento de innumerables grupos y experiencias.” (Mallimaci y Graffigna, 2002)

Las identidades personales, dentro del grupo “desterrado”, marcaron el rumbo del colectivo. El concepto de habitus vuelve observable lo social y lo histórico en los cuerpos de los hinchas en cuestión. Sin trayectorias adosadas material y simbólicamente al fútbol como espacio de identidad, no sería posible la lucha dentro del campo. Identidades individuales van forjando, en la dinámica de grupo, una identificación colectiva que se traduce en resistencia a un modelo de club hegemónico. La disposición a negar un proyecto que desplaza la visión de mundo de los “desterrados”, generando “otra” manera de nombrar el mundo, configura una disputa por ocupar el territorio simbólicamente. Es decir, en el caso de los “desterrados”, de luchar por la identidad que históricamente se construyó en relación al espacio del fútbol. La experiencia pesa a la hora de dar lucha.

La impronta de las experiencias de los integrantes de la vieja guardia se hace visible observando la acción colectiva. Empapados los “desterrados”, del espíritu de lucha setentista –sobre todo Basile- ligado a la justicia social, a la distribución equitativa del ingreso identificada con el peronismo y socialismo, sumado a la reivindicación de lo popular como la expresión de lo sustancialmente bueno, sincero, correcto y honesto, configuran la organización resistente. Desde aquí, desde estas piedras fundantes, se establece el frente por la identidad como grupo, reconocido y reconfigurado por los jóvenes experimentados y por la nueva guardia.

La materialización de la acción colectiva no sólo se observa en la no asistencia al estadio Ciudad de La Plata, como forma símbolo de la protesta. La contienda ofrecida dentro del campo por los “desterrados” comienza con “Tribuna Gimnasista” como propulsora de aquella primera marcha al Municipio para pedir la cesión de las tierras del “Bosque”, entendida –según Adrián Belinche - como una oportunidad política ante el inminente cambio de gobierno comunal.

La disputa prosiguió frente a las sucesivas comisiones del club y dirigentes municipales y provinciales, pugnando siempre por la identidad de su lugar.

Pedidos de Asamblea Extraordinaria por parte de los socios para tratar el tema del traslado –conjuntamente con la recolección de firmas que habiliten la solicitud-, denuncias en Personas

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Jurídicas por incumplimiento del estatuto de la institución –por parte de la comisión directiva de Gimnasia-, presentación de listas opositoras para elección de cargos menores, forman parte de la acción formal, de la batalla legal. La influencia de profesionales del derecho en el movimiento cargó con una importancia significativa en un proceso de largo plazo.

Desde lo simbólico, el frente de lucha se afianzó como capaz de resistir a lo absolutamente determinado. Innumerables marchas al Co.Pro.Se.De, al Municipio y a la sede del club, agrupaciones que pujan por la defensa y cuidado del “Bosque”, productos audiovisuales que reivindican la identidad en relación a los valores “desterrados”, solicitadas en los diarios platenses, y movilizaciones al “Bosque” a la hora del partido (como símbolo de lucha y atrincheramiento en su lugar de pertenencia), distinguieron a este grupo que intentó no perder su memoria, su historia y su identidad en relación al fútbol. Se reocupó el espacio perdido a partir de nuevas prácticas, combatiendo el sentido hegemónico que enmarcó a la lógica del traslado.

La red de comunicación e información generada por los “desterrados” para la lucha, se tejió a partir del reconocimiento de sus integrantes como hinchas de Gimnasia, por sus trayectorias y vínculos con el club.

Los lazos como colectivo se iban cristalizando y reafirmando como intereses propios para la disputa del campo. Los habitus de cada “desterrado” –su trayectoria hecha carne- se predisponían al servicio de la organización de las acciones.

Desde la mirada de Michel de Certeau, es posible abandonar las concepciones verticalistas sobre el poder, utilizando categorías teóricas que hacen hablar a la realidad de otro modo. Para el autor, los sujetos se sitúan en dos posiciones: Táctica y Estrategia. La estrategia es la posición de quienes representan al poder formal, lo instituido. La táctica es la posición del subordinado, quien no posee un espacio de poder propio y se desenvuelve en los dominios de la estrategia.

De Certeau sostiene que “pese a las medidas tomadas para reprimirlo o esconderlo, el escamoteo (o sus equivalentes) se infiltra y gana” (De Certeau, 1996:35). Es decir que se resalta el rol activo de los tácticos en la relación, lo cual les permite apropiarse de los objetos de un modo particular, logrando reinventar la relación, más allá de las imposiciones del poder formal. El lugar paulatinamente comienza a ser “suyo” mediante la apropiación simbólica, generando la idea de que se poseen beneficios y derechos de transformación sobre el territorio (idem). De esta forma, puede entenderse que el espacio constituido por los “desterrados” está determinado por las características que le atribuye la estrategia, donde los hinchas llevan a cabo un proceso de apropiación particular. Por lo tanto, debe entenderse que son actores sociales que viven enmarcados por un contexto histórico, pero que a su vez se encuentran produciendo su propia historia.

Sin profesionales del Derecho, sin tradiciones de militancia, sin jóvenes apasionados, sin trayectorias periodísticas, sin agentes que conozcan las reglas del juego, y en fin, SIN “DESTERRADOS”, la acción quizás hubiese tenido otras características. Es evidente que la lucha no partió de un grado cero, ni que tampoco se debe a una generación espontánea. La representación y visión de mundo de los “desterrados” es compartida para la lucha, para subvertir el orden y las leyes del campo, para recuperar el territorio perdido, donde “estar juntos” y generar nuevas prácticas que nombren al escenario, signifiquen forjar su habitus de grupo.

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AUNQUE A NADIE YA LE IMPORTE

“La cotidianeidad es por definición lo que fluye, lo "corriente". En ese fluido de normalidad la conciencia observadora ni pregunta ni interpreta. Todo ya está situado en su lugar y entre ellos, el sujeto transcurre sin hacerse presente como el que soporta todas las distinciones que estructuran esa realidad.” (Canales Cerón, 1995)

A partir del desplazamiento del mediocentrismo (los medios como objeto de estudio) a las prácticas (a la producción social de sentidos, a la imbricación con la cultura), el estudio de la cotidianeidad se torna fundamental para el abordaje. La relación fútbol/identidad demanda un buceo sobre la zona de lo “obvio”, sobre lo naturalizado, sobre el mundo dado, sobre lo que establecen Berger y Luckmann (2001):

“…como una realidad interpretada por los hombres y que para ellos tiene el significado subjetivo de un mundo coherente” (Berger y Luckmann, 2001:36)

La vida cotidiana es el “mundo” que se da por establecido como realidad. Una construcción intersubjetiva donde existen procesos de comunicación mediante los cuales se comparte con los otros. Es aquello establecido como “natural” (idem).

Previa a la intervención del investigador, lo cotidiano se expresa en “hechos ‘ya vistos’: dotados de un significado y sentido, interpretados por el saber común” (Canales Cerón, 1995). Lo común es el sentido repetido y conocido de las prácticas de “todos los días”. Desentrañar esos sentidos y construirlos como “lo cotidiano” del caso abordado, es tarea del analista: “Lo cotidiano designa un conjunto de "vivencias": esto es, de unas entidades que ocurren para y entre sujetos. Lo cotidiano no designa un conjunto de "hechos" en su sentido "objetivo" clásico. No pueden estar sino dentro del dominio subjetivo. Son objetivas -como las instituciones o normas en Durkheim- sólo a condición de estar inscritas en el dominio de las subjetividades -los "hechos sociales" son "dichos", "cosas dichas", en la formulación de Bourdieu-” (idem)

“…son saberes que fundan deberes. Reglas, leyes, mandatos, a los que el sujeto debe "responder" (idem)

El traslado de la localía representó un quiebre en la cotidianeidad de los “desterrados”. Una historia –previa al desalojo- forjada por vivencias “naturalmente” concebidas por los hinchas, se resquebrajó por una decisión oficial que trastocó el proceso identitario.

La construcción de la cotidianeidad, naturalizada al ritmo de ritos y prácticas futboleras, se agrietó abruptamente. El movimiento sísmico producido por la decisión de cambiar lo que históricamente era indiscutido, impensado e inimaginable, decididamente afecto a la identidad de los “desterrados”, golpeando lo “dado”, lo “natural” y generando una especie de ausencia en el sentido de lo cotidiano: por el cual se lucha –para recuperarlo- y por el que se sufre –por no tenerlo.

Evidentemente esta ruptura identitaria no pasa desapercibida por los “desterrados”. Estar triste los domingos, “vivir desorientado”, sufrir la pérdida conversaciones cotidianas, cambiar el orden de lectura de los diarios, comenzar a optar en la relación con las demás personas (dividir de manera maniqueísta entre quienes asisten o no asisten al estadio “Trucho”), sufrir anomalías físicas y psíquicas, cambiar los hábitos de la semana, y varios síntomas más, requiere una lectura que no dé por “liviano” el tema. Que por referirse al Fútbol, se observe sólo como un espectáculo construido por los medios.

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Indudablemente se trata de una cuestión trascendental –en términos de importancia- para las identidades de agentes que luchan por una historia, un pasado, y una memoria compartida. Ismael di Rito, socio de Gimnasia, en una carta de lectores expresó:

ALGUNAS ¿ÚLTIMAS? CONSIDERACIONES

Finalizar en conclusiones que no den lugar a nuevos diálogos y debates, sería totalizar la problemática de la identidad en relación al fútbol. Lejos de acabar con las discusiones, la propuesta fue aportar ciertas consideraciones que des-velaron una experiencia particular como la de los “desterrados”.

Las categorías memoria, territorio, socialidad, acción colectiva y cotidianeidad, puestas al servicio del análisis, fueron pensadas, no como unidades aisladas de observación, sino como un complejo sistema de abordaje cooperativo, donde cada variable es indisoluble e indispensable para las demás.

El fútbol fue construido como un espacio posible para la constitución de identidades, abordables desde la mirada de la comunicación. “Hacer hablar” a la realidad reconstruyendo las prácticas simbólicas y los sentidos históricamente construidos -anclados en relaciones objetivas, y que a su vez cuentan con la continua transformación subjetiva- confirmó la postura propuesta de mirar el complejo proceso de investigación desde los prismáticos de la comunicación, imbricada en la cultura. La comunicación entendida como articulador, como engranaje, como movilizador, como motor dinámico de la cultura.

LAS PISTAS Y LAS HUELLAS

Luego del extenso recorrido por los sentidos creados y re-creados por los “desterrados” se pueden visualizar diversas cuestiones que refieren a lo particular del caso, en relación al proceso identitario. Un croquis ilustrativo simplificará las consideraciones, luego de amarrarse al puerto de la reflexión, tras la travesía placentera de investigación.

La visión romántica de lo popular se configura en el imaginario del grupo como estandarte de lucha y elemento determinante de la ubicación dentro del campo. Contra las decisiones estrictamente mercantiles que marcan un fútbol super espectacularizado y mediatizado, los “desterrados” recuperan del pasado –a través de la memoria- una idea de club indisoluble a los valores populares, a lo periférico, a lo subalterno, a lo sacrificado. En síntesis, al pueblo en su expresión pura, digna (valor desprendido del peronismo, desde la fuerza del trabajador como estereotipo de actor social) y de bien. Un recuerdo construido sobre la idea de que Gimnasia es el “Lobo que se crió con las rodillas sucias en el polvo del Bosque” , y no es la tecnologización propuesta desde el estadio Ciudad de La Plata, donde todo parece tener:

“demasiado nivel para mi viejo que anda todo el día con la cuchilla de carnicero”

Esta base romántica de lo popular, sostenida por los “desterrados”, se articula con esa añoranza por lo pasado –que siempre fue mejor-, con la nostalgia de revivir aquellas características que se forjaron posteriormente (en 1914) a la fundación del club. Una identidad del hincha de Gimnasia que se erigía reuniendo las particularidades de ser de la “orilla” (lejos del centro), de “abajo” (y no del que manda, de arriba), sacrificado (como trabajador, al que todo le cuesta) y digno (por aquel espíritu peronista).

Renato Ortiz retoma la idea romántica de lo popular como la expresión de lo que viene del pueblo a partir de la continuidad de su pasado entremezclado e idealizado desde el presente, en contraposición a una cultura oficial .

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El proceso identitario se constituye y se ve atravesado, según Barbero (1987) (retomando a Raymond Williams), por una temporalidad residual. Aquel pasado presente todavía hoy, en un juego establecido por elementos de lo dominante, pero con rasgos de resistencia. Aquello que se mantiene “vivo” en la actualidad a través de la operación de los “desterrados”.

Planteada la idea de la cultura “construida como el centro de una tensión entre mecanismos de dominación y de resistencia” (Mattelart y Neveu, 2002:37), esta concepción de lo popular traída por la memoria colectiva de los “desterrados”, es pensada teniendo en cuenta que al recrear aquel pasado añorado, los relatos pueden haber sufrido alteraciones. Se abre aquí el interrogante sobre cuál es el grado real de alteración o modificación de lo narrado sobre lo popular inscripto en el fútbol como lo deseado por los “desterrados”, como “genética” de su identidad. La pregunta interpela –y “ataca”- a la investigación, pero a su vez la reafirma al verse contemplada desde el campo de la comunicación. Es decir, no se procuró la búsqueda de “la verdad”, sino la exploración de los procesos de constitución y re-constitución de identidades en conflicto, dentro del fútbol como problema de estudio.

Entonces: si desde hace 80 años el territorio de pertenencia –el estadio del “Bosque” y sus lugares- se encontraron ocupados simbólicamente por estos sentidos históricos nombrados y traídos por la memoria de los “desterrados”, ¿qué sucedió entonces para que se logre desalojar ese espacio? Quizás, lo que sucedió (como posible explicación) tuvo que ver con que las ideas románticas sobre lo popular que, como afirma Canclini, “suelen idealizar a las clases subalternas, perciben en ellas sólo sus actos cuestionadores e interpretan la mera diferencia simbólica como impugnación” (García Canclini, 1999:75). En el imaginario de los “desterrados” se reconstruyó un frente de lucha ad hoc para resistir a los embates “empresariales” del fútbol. Pero pudo haberse descuidado o negado –dentro de la “caja” de recuerdos y memoria- la posibilidad de que el pueblo gimnasista no existiese como tal –como es imaginado-, y que tal vez la historia imaginada tiene más relación con el consenso, que con la resistencia. Como indica Alabarces, pensar la dimensión de lo popular sugiere, desde su condición epistemológica, que el lugar de la enunciación analítica no pertenece al lugar de lo popular. Por lo tanto, lo popular es hablado desde las lenguas doctas. Lo popular ha sido nombrado desde el mundo letrado (Alabarces, 2004)

Teniendo en cuenta la dinámica relacional, intersubjetiva, histórica, y la capacidad de transformación de las identidades, jamás se podría volver a ser aquel mismo pueblo gimnasista añorado e idealizado. Los “desterrados” plantean su identidad de grupo, como un núcleo esencial y ahistórico. Sólo con rastrear que ni siquiera los “otros” de aquella etapa, son los “otros” de hoy, ni los momentos políticos, económicos, culturales y sociales transitados son los mismos, casi un siglo después, se evidenciaría la imposibilidad de “calcar” un proyecto identitario.

¿QUIÉN DIJO QUE TODO ESTÁ PERDIDO?

La cuestión de la lucha por recuperar sus espacios, encuadra a los “desterrados” dentro de una discusión sobre la descomposición de los Grandes Relatos modernos, es decir del “paso de las colectividades sociales al estado de una masa compuesta de átomos individuales” (Lyotard, 1991:15). La diseminación e individualización tiende a hacer trizas las identidades, que ya no cuentan con espacios constitutivos de colectivos, cuyas características, según José Pablo Feinmann , son: un sentido, una linealidad hacia un futuro utópico, un motivo de lucha, de praxis, un horizonte de plenitud, un sujeto trascendental.

Ante la crisis de las instituciones, en la ruptura del mundo moderno, que delineaban un horizonte, un futuro posible (Familia, Iglesia, Partidos Políticos, Clubes), los “desterrados” encuentran en el fútbol un “nuevo espacio” y refugio para las identidades. Y más aún cuando se desata el conflicto por el territorio de pertenencia. ¿Cómo se reconstruye la identidad de un grupo a partir del desalojo de un lugar que siente propio, en donde se construyen valores y relaciones identitarias? ¿Cómo se “reacomodan” las prácticas? La nominalización en los

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relatos “desterrados”, expone manifestaciones diversas que van desde sufrimientos físicos y mentales, hasta creer que perder su estadio de fútbol es “la muerte”, poniendo en evidencia los síntomas de una crisis identitaria, quizás con un alto grado de exacerbación. Debe comprenderse como una forma de ocupación del campo, como un juego de lenguaje (Wittgenstein, 1991:11), en los términos de que “hablar es combatir, en el sentido de jugar” (Lyotard, 1991:12). Porque “todo enunciado debe ser considerado como una ‘jugada’ hecha en un juego” (idem).

Los relatos que afirman un drástico cambio en la cotidianeidad, son entendidos como las jugadas dispuestas por los “desterrados” desde el lenguaje, lo cual no significa que no estén atravesando por una profunda crisis identitaria.

La relación que se pudo “hacer visible” en la investigación entre fútbol, territorio e identidad evidencia un conflicto posmoderno: ya no es posible adscribir a un tipo único de ligazón institucional. El cambio de estadio lleva implícito rasgos políticos propios de las reglas del mercado. La lucha de los “desterrados” excede la territorialidad. A través del lenguaje se pretende recuperar aquella identidad moderna: ser de Gimnasia es ser marginal, periférico, popular, de abajo. Siempre siguiendo los preceptos refundadores de 1914.

El propósito no es sólo “volver” al estadio del “Bosque”, la contienda se asocia con recuperar el último bastión moderno . Por recuperar el club, en definitiva, el espacio del fútbol funcionando como guía y motivo de lucha.

ELEMENTALMENTE “DESTERRADOS”

La mayoría de los “desterrados” se han socializado en forma primaria con el club, teniendo relación con el fútbol. Pero este proceso de lucha y resistencia marcaría una segunda instancia: la socialización secundaria:

“…es la internalización de “submundos” institucionales o basados sobre instituciones…” (Berger y Luckmann, 2001:174)

“La socialización requiere la adquisición de vocabularios específicos de ‘roles’, lo que significa, por lo pronto, la internalización de campos semánticos que estructuran interpretaciones y comportamientos de rutina dentro de un área institucional” (idem)

Los “roles” dentro del campo, de los “desterrados” se configuran como los “resistentes”, quienes no aceptan las pautas oficiales, sosteniendo una historia de club internalizada en la primera etapa de socialización. Ante los cambios estructurales que detonaron el conflicto, la distribución de los “roles” mutó en el caso de los “desterrados”. Ahora son los que deben luchar. La categoría de Frentes Culturales permitió visibilizar el caso de un grupo de hinchas y su relación con el fútbol, desde la cuestión identitaria.

Así como no sería una cuestión descabellada pensar que la agrupación organizada para la resistencia fue una oportunidad política para quienes el “Bosque” representa algo más que un estadio de fútbol, tampoco sería ilógico sostener, por esta cuestión elementalmente humana de los Frentes Culturales, que el movimiento tome un rumbo impensado (ya sea disolución –por conflictos internos o por haber logrado el objetivo fundante- o reafirmación –por plantearse metas superadoras).

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UN GOLAZO NO TAN SOLITARIO

De ninguna manera la pretensión de la investigación fue absolutizar cuestiones referentes a la identidad y la vida cotidiana, en relación al fútbol. De ninguna forma se podrían establecer conclusiones generales de un caso particular y único a todas las demás experiencias. La propuesta sí es, invitar a sospechar –en términos de análisis- de las conclusiones que mantienen la idea de que el fútbol es un campo totalmente dominado y sin fisuras. Desde esta perspectiva, los “desterrados” no existirían como tales:

“El fútbol […] se transforma en la mejor mercancía de la industria cultural. Y en particular, una mercancía drásticamente despolitizada, porque resiste a pie firme todo intento en ese sentido. Narra la nación como un repertorio de consumos, no como un conjunto de determinaciones ni estructuras; como estilos expresivos, como elecciones estéticas, como afirmaciones pasionales; pero nunca, jamás, como un conflicto de dominación que no se reduce al resultado de un partido” (Alabarces, 2002:208)

Más allá del inobjetable “peso” en la construcción de narrativas producidas desde los medios de comunicación -que “invitan” al consenso-, los agentes pueden transitar por las rajaduras generadas en la dinámica y disputa del campo.

Desde la comunicación y el análisis de las prácticas culturales, es posible lograr el abordaje complejo sobre el rol protagónico del hincha, en la construcción de su identidad en relación al fútbol, despojándolo del arquetipo del fanático seducido que “lo da todo por los 90 minutos” respondiendo incondicionalmente a las leyes de mercado.

A partir de la apropiación de los espacios de la vida cotidiana, el Fútbol se presenta como una experiencia de estudio abordable que contempla las condiciones propuestas por el nuevo paradigma de las Ciencias Sociales. Se reafirma entonces el deseo de que la invitación prospere hacia nuevas aventuras sobre Fútbol/identidad.

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