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.lA d'lljAbA. 4e<J",,1Iáa éfu<.a.. Vol. m, 1998 DEFENDER Y CAMBIAR LA VIDA Mujeres en movimientos populares urbanos Alejandra MASSOLO E ntrelas crisis y los cambios de las últimas décadas del . fin del milenio, las mujeres latinoamericanas organi- zadas han logrado un significativo protagonismo en la escena pública. Este artículo hace referencia a al- gunos aspectos del estudio de la participación de las mujeres en movimientos sociales y, particularmente, destaca la presencia de las mujeres de sectores populares en las acciones colectivas y organizaciones vecinales dirigidas a resolver carencias y me- jorar las condiciones de vida en los barrios y asentamientos marginados de las ciudades. Como parte del amplio y heterogé- neo movimiento de mujeres, la participación de las pobladoras revela un potencial de fuerza social y una riqueza de experien- cias que van más allá de la lucha por las necesidades y demandas materiales básicas, asumida de acuerdo a las obligaciones de los roles de género en la familia dentro de la pobreza urbana. "Si ladran es porque nos movemos" Sorprendente y novedosa visibilidad pública han adqui- rido las mujeres, a través de diversas formas y objetivos de mo- vilización, saliendo de la vida privada doméstica. Ya no son las heroínas históricas las pocas excepciones reconocidas, cristali- zadas en los libros de textos, las estatuas, los nombres de calles y las fechas conmemorativas. Son, en cambio, una constelación polifacética y polifónica de mujeres organizadas, con distintos recursos y reclamos, que irrumpe en la escena pública por fuera, al margen y hasta en contra de las estructuras institucionales. De las dictaduras militares y transiciones a la democracia en algunos países, de la crisis económica de los ochenta al temible modelo neoliberal adoptado, se reconocen compartiendo simi- lares carencias, sufrimientos y demandas: buscan, abren y cons- 65

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DEFENDER Y CAMBIARLA VIDA

Mujeres en movimientos populares urbanos

Alejandra MASSOLO

Entrelas crisis y los cambios de las últimas décadas del. fin del milenio, las mujeres latinoamericanas organi-

zadas han logrado un significativo protagonismo enla escena pública. Este artículo hace referencia a al-

gunos aspectos del estudio de la participación de las mujeres enmovimientos sociales y, particularmente, destaca la presenciade las mujeres de sectores populares en las acciones colectivasy organizaciones vecinales dirigidas a resolver carencias y me-jorar las condiciones de vida en los barrios y asentamientosmarginados de las ciudades. Como parte del amplio y heterogé-neo movimiento de mujeres, la participación de las pobladorasrevela un potencial de fuerza social y una riqueza de experien-cias que van más allá de la lucha por las necesidades y demandasmateriales básicas, asumida de acuerdo a las obligaciones de losroles de género en la familia dentro de la pobreza urbana.

"Si ladran es porque nos movemos"

Sorprendente y novedosa visibilidad pública han adqui-rido las mujeres, a través de diversas formas y objetivos de mo-vilización, saliendo de la vida privada doméstica. Ya no son lasheroínas históricas las pocas excepciones reconocidas, cristali-zadas en los libros de textos, las estatuas, los nombres de callesy las fechas conmemorativas. Son, en cambio, una constelaciónpolifacética y polifónica de mujeres organizadas, con distintosrecursos y reclamos, que irrumpe en la escena pública por fuera,al margen y hasta en contra de las estructuras institucionales.De las dictaduras militares y transiciones a la democracia enalgunos países, de la crisis económica de los ochenta al temiblemodelo neoliberal adoptado, se reconocen compartiendo simi-lares carencias, sufrimientos y demandas: buscan, abren y cons-

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truyen nuevos espacios de participación y representación so-cial. Muchas de este enjambre laborioso de mujeres se presen-tan en la esfera pública portando la identidad de sus tradiciona-les roles de género como madres, esposas y amas de casa. Estaes una identidad que les facilita aventurarse a participar y quemanifiesta una impactante capacidad colectiva de protesta, re-sistencia e influencia. Son mujeres que ya no responden al com-portamiento esperado y legitimado por los poderes institucionalesy la sociedad. Probablemente éste sea el fenómeno más originaldel movimiento de mujeres latinoamericanas: la reconversiónde los roles de género, tan fuertemente arraigados en las muje-res y la cultura, en sujetos sociales con voz y acción propia,rechazando el mantenimiento del sta tu quo injusto e intolerable.

"Locas", "mari machas", "libertinas", y otros tantos cali-ficativos, caen sobre las mujeres movilizadas en pos del respetoa los derechos humanos, las demandas de bienestar social y ca-lidad de vida, las reivindicaciones de las libertades democráticasy los derechos ciudadanos y los de la mujer. Orientadas al cam-bio, ponen en crisis el cómodo estereotipo de la mujer latinoa-mericana sumisa, controlada y conservadora, y levantan polva-redas de irritación, sospechas y agresiones. Éstos son parte delos riesgos de participar en los movimientos sociales emergen-tes de América Latina, que han despertado un entusiasta interésde investigación y debate. Pluralidad de nuevos actores socialesy multiplicidad de campos de conflicto, identidades simbólico-expresivas, politización· de 10 social y alargamiento de la esferade la política comprendiendo asuntos de la vida cotidiana, prác-ticas colectivas de carácter particularistas, defensivas y reactivasfrente a la crisis, pretensión de autonomía y de un nuevo ordendemocrático incluyente, lucha por adquirir una ciudadanía efec-tiva e influyente, son rasgos que se destacan del perfil societalde los movimientos emergentes.

Según 10 observa Femando Calderón (1995: 86): "seasemejan a una galaxia en formación, incandescente yembrionaria, cuyas partículas en agitación permanecen distan-tes entre sí, incapaces de fusionarse y tomar una órbita común".Abarcan una diversidad de comportamientos, que dificilmentelogran una arti culación consensual, y no son sujetos de clase.

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Aclarando que, si bien todo actor forma parte de relaciones declase, existenotras formas de relación -étnicas, juveniles, reli-giosas, regionales, de género, etc. - que son esenciales para en-tender la acción y la conciencia de los grupos sociales (ibid:119-120). También hay que tener en cuenta que en AméricaLatina, el Estado juega un papel central en la dinámica de lavida de los movimientos sociales, siendo un referente inevitablede las protestas y reivindicaciones, al mismo tiempo que se in-tenta preservar la autonomía de las organizaciones frente al pe-ligro de la cooptación y el tutelaje paternalista.

En cuanto a los análisis de los movimientos sociales quese desarrollaron desde los años setenta, prácticamente no se iden-tifica el género de sus participantes, ni se preguntan sobre elcarácter que el género le imprime a la participación, a las prác-ticas colectivas, a los sentidos de la acción (JELIN 1987: 11), nise interesan por los conflictos y costos personales que afectan alas mujeres al involucrarse en los nuevos movimientos(MASSOLO 1992a). Ya sea tanto por el paradigma estructuralmarxista como por el paradigma androcéntrico, la "invisibilidad"de las mujeres es 10 que más se encuentra en buena parte de lasinvestigaciones. Esta omisión o referencia "de paso" -que tan-tas lagunas y sesgos de conocimiento ha provocado- no sola-mente aparece en los movimientos sociales contemporáneos sinoen los que a lo largo de la historia han contado con la participa-ción y contribución de las mujeres. La multiplicación de los es-tudios de la mujer, resultado de la segunda ola del feminismoque creció desde mediados de la década de los sesenta, ha res-catado del olvido y la omisión a las mujeres logrando introducirel género como una categoria analítica relevante para la com-prensión y discusión de los actores colectivos que conforman yconstruyen los movimientos sociales y políticos. Revisiones yreflexiones sobre los estudios señalan el enfoque bipolar quetiende a prevalecer sobre la presencia de la mujer en los movi-mientos, ya sea como víctima sacrificada o luchadora incansa-ble y radical (NASH, 1984; WESTWOOD and RADCLIFFE,1993; STOLTZ CHINCHilLA, 1993). Las críticas a esta opo-sición binaria han ayudado a equilibrar la perspectiva de géneroy a encontrar los matices, las ambivalencias y la diversidad de laparticipación femenina en distintas circunstancias y contextos.

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Otra cuestión importante es evitar el concebir a las mu-jeres como un actor colectivo, homogéneo y compacto. En estesentido, Alberto Melucci (1991) enfatiza la naturaleza diversa ycompleja del actor colectivo y la pluralidad de orientaciones,significados, relaciones y formas de acción que contiene 10 queempíricamente se denomina "movimiento". Analítica ymetodológicamente, la participación de las mujeres requiere servisualizada considerando sus niveles, formas, intereses y tiem-pos de duración. Las mujeres no participan por igual aunquecompartan una identidad colectiva forjada en las luchas, en lasmismas necesidades y demandas que las impulsan a la acciónpública. Diversas características individuales, condiciones fami-liares y económicas ~ historias de vida inciden de una u otramanera sobre las posibilidades, los alcances y límites de la par-ticipación femenina en los movimientos sociales, ya sean mixtoso exclusivos de mujeres.

De los estudios se desprende la distinción entre los mo-vimientos mixtos cuyos fines son sociales y políticos, movimien-tos organizados por mujeres para satisfacer necesidades y de-mandas que derivan de la división sexual del trabajo pero sincuestionar explícitamente la subordinación de la mujer, y losmovimientos feministas que rechazan las justificaciones bioló-gicas y religiosas de la subordinación y persiguen la equidad degénero (STOLTZ CHINCHILLA, op. cit.). Mirando el hetero-géneo movimiento de mujeres latinoamericanas, se identificantres principales vertientes diferenciadas: la feminista, la populary la que emerge de los espacios políticos tradicionales (partidospolíticos y sindicatos). Como dice Virginia Vargas (1992: 22-23), estas vertientes se tocan e interceptan continuamente y sonespacios en los cuales las mujeres están descubriendo una ma-nera diferente de ser mujeres, construyendo las bases para nue-vas identidades. Son espacios anclados en la vida cotidiana des-de los cuales las mujeres descubren la complejidad de la subor-dinación y las formas de resistirse a ella. La vertiente popular segesta en los barrios y asentamientos marginados de las ciudadesdonde las mujeres asumen la lucha por la subsistencia de susfamilias y el mejoramiento de las condiciones de vida en el hábitat;

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se organizan y participan en la esfera pública respondiendo a lasobligaciones de los roles tradicionales de género, bajo los efec-tos de la crisis y las políticas de ajuste económico.

Mujeres en los movimientos populares urbanos

Emergentes durante la década de los setenta, los movi-mientos populares urbanos (conocidos también como movimien-tos vecinales, de pobladores, moradores, villeros, de barriadas)son mixtos; pero la densidad social mayoritaria está compuestapor mujeres. La posesión de un terreno, la vivienda, los servi-cios y equipamientos de consumo colectivo son temasemblemáticos de estos movimientos estrechamente vinculadosa los roles e intereses de las mujeres, como madres y amas decasa. Aparece aquí otra distinción, frecuentemente utilizada,entre los intereses prácticos de género y los intereses estratégi-cos de género que manifiestan las mujeres a partir de distintasformas y objetivos de participación. Distinción que no debe serconcebida ni aplicada suponiendo una oposición irreductible entreunos y otros intereses, ni como etiqueta que califica esquemáti-camente a unas y otras mujeres, sino como una herramienta deanálisis que permite diferenciar las necesidades y los interesesde género según los procesos, las motivaciones y experiencias alo largo de la participación en la vida pública.

Como muchos problemas urbanos significan problemasque atañen a las mujeres -dado que corresponden a la esfera dela reproducción y el consumo colectivo-, los intereses prácticosde género ligados a las necesidades materiales más inmediatas yurgentes, que perciben de acuerdo a los roles asignados y a ladivisión sexual del trabajo, responden coherentemente a la inci-dencia de esos problemas sobre el desempeño social de los rolesdomésticos: la seguridad y el bienestar de la familia. Los intere-sas prácticos de género son el motor que impulsa a las mujeresde los sectores populares excluidos de los beneficios del desa-rrollo urbano, a la organización comunitaria, a la movilización yacción colectiva desde los espacios habitacionales. Son detona-dores de la proyección de los roles de género desde la esferaprivada al escenario público, pero con un perfil decidido a ex-

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presar protestas, demandas e iniciativas que apuntan a los pode-res públicos y a las políticas de gestión urbana responsables dela situación en la que se encuentran. Los intereses prácticos cons-tituyen la base de la participación política informal de las muje-res incorporadas a los movimientos populares urbanos, y sepolitizan al traducirse en asuntos de interés colectivo que re-quieren de atención y respuesta pública.

De "econornicista" y "clasista" ha sido catalogada laparticipación femenina en los movimientos populares urbanos,viendo solamente una dimensión de los intereses y actividadesde las mujeres. La enorme desigualdad social que ha producidola urbanización de América Latina -agravada estas últimas dé-cadas- impone a las mujeres, migrantes del campo a la ciudad oantiguas pobladoras, la prioridad de resolver necesidades mate-riales básicas por sobre cualquier otra meta en sus vidas, mien-tras no se logren las soluciones y mejoras que suelen tardarmuchos años. Las prácticas colectivas dirigidas a la prioridadde las necesidades básicas insatisfechas son una estrategia ra-cional y creativa de parte de las mujeres, potenciando su papelde nuevo actor social del escenario urbano en conflicto que en-tra a la disputa por el derecho a la ciudad.

Si se trata de "econornicismo", éste es más un reflejo dela desigualdad estructural y de la incapacidad e ineficacia delEstado, que un proyecto deseado por las mujeres y las organi-zaciones sociales. Los movimientos urbanos no son movimien-tos que se identifican con una clase sino por la pertenencia terri-torial y los lazos comunitarios; tienen una composición socialheterogénea aunque en América Latina no suelen incorporarfracciones de la clase media. El término "popular" se ha consi-derado más adecuado para referirse a los sectores sociales em-pobrecidos y excluidos que componen estos movimientos y quetienen diversas inserciones laborales mayormente en el mercadoinformal, pero cuya heterogeneidad no impide que se reconoz-ca una vivencia común de segregación y carencias en el espaciourbano, creadora de identidades colectivas y conciencia de inte-reses comunes.

Lo de "clasista" tiene más bien su origen en la ideologíapolítica de la izquierda revolucionaria que tuvo influencia en la

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organización y dirección de los movimientos urbanos en algu-nos países como México, Perú y Chile. Pretendiendo gestar den-tro de estos movimientos un potencial sujeto revolucionario quese vinculara a la lucha de clases, los/as militantes les inculcarona las mujeres algunas nociones de identificación con la claseexplotada a pesar del fracaso de sus teorizaciones y expectati-vas. Evidentemente, la posición de las mujeres en la estructurade clases moldea y orienta sus intereses prácticos de género;pero de ninguna manera determina una perspectiva clasista ni laincorporación en la acción colectiva; tampoco lo determina lapobreza, si no tendríamos millones de mujeres movilizadas enluchas sociales y políticas. Otros factores relacionados con laclase y a la pobreza intervienen en el impulso que toman lasmujeres hacia la participación en movimientos sociales y distin-tas organizaciones, procurando realizar sus proyectos de cam-bio del estado de las cosas que padecen.

Por otra parte, los movimientos populares urbanos noson movimientos de género pero las mujeres son su base socialmayoritaria y son destacadas protagonistas que sostienen y re-ciclan los movimientos, cuyas dirigencias son generalmentemasculinas. La presencia femenina en estos movimientos, asícomo en asociaciones vecinales, ha llamado la atención y moti-vado numerosos estudios (entre otros, BLONDET, 1987;CALDElRA, 1987; MASSOLO, 1992ay 1992b; CORCORAN-NANTES, 1993; FEIJOÓ YHERZER, 1991;STEPHEN, 1997).Como "caja de Pandora", surge una impresionante riqueza deexperiencias que nos revela la significativa importancia que ad-quieren para la vida de las mujeres estos nuevos espacios loca-les de participación social, donde se entrelazan lo privado y lopúblico cotidiano y desde donde surgen las transformaciones devivir la condición femenina. No obstante la sobrecarga de es-fuerzos, en la tercera jornada de trabajo que implica el compro-miso con las actividades del movimiento -porque es una jornadaadicional a la del trabajo doméstico y a la que tienen que asumirbuscando obtener ingresos monetarios- las mujeres encuentranuna vía cercana de acceso a experiencias novedosas fuera de larutina doméstica y las cuatro paredes de la casa, así como ámbi-tos de sociabilidad y solidaridad que las conmueven. Sentirse

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formando parte de un "nosotros" que comparte problemas, re-des de apoyo y propósitos comunes, adquirir la noción y prácti-ca de los derechos ciudadanos, vencer el miedo a dar opinionespúblicas, reconocer en sí mismas sus capacidades y aportes,descubrir en el proceso de participación la desigualdad y subor-dinación que afecta a su género, son vivencias y aprendizajesque les amplían y cambian el horizonte de sus vidas.

Los movimientos de base territorial, al ser vehículos deinclusión de las mujeres en la esfera pública, les ofrecen oportu-nidades de contar con nuevas relaciones sociales y canales deinformación. También las exponen al trato con diversos agentesexternos, como militantes políticos, agentes pastorales de laTeología de la Liberación y organizaciones no gubernamentales(ONG), que les despiertan intereses insospechados y las moti-van a tomar conciencia sobre las causas de la injusticia social,sacándolas de la resignación y el asistencialismo, y sobre su pro-blemática como mujeres ayudándolas a conocerse y valorarse.En este sentido, Virginia Vargas Cap.cit., 59-61) hace una co-rrecta observación respecto al enfoque tradicional sobre la ver-tiente popular del movimiento de mujeres, que define suprotagonismo no como el proceso complejo, ambivalente, enri-quecedor, de búsqueda de una nueva identidad, sino que lo re-duce a la capacidad de unirse contra el Estado, de apoyar luchas"generales" y responder a las necesidades de la familia, siendoque estos aspectos no son los únicos ni los más desarrollados;por otro lado señala ciertos enfoques feministas que niegan laimportancia de las luchas alrededor de las necesidades de sub-sistencia, argumentando que sólo refuerzan la división sexualdel trabajo, asignando y extendiendo las tareas domésticas a lasmujeres. La polémica es inevitable y sigue vigente, mientras tantolas mujeres en los barrios y asentamientos tienen sus experien-cias y realizan proyectos de autogestión que contienen iniciati-vas y esfuerzos de cambio y superación, junto a la carga de lotradicional, costándoles sensibles tensiones y riesgos. Además,nuestras teorizaciones sobre la acción colectiva de las mujeres,como concluye Lynn Stephen (op. cit.), tienen que surgir de lasparticularidades de los casos específicos y no de categorías abs-tractas que pretenden imponer un orden y una interpretaciónuniversal sobre los diferentes proyectos políticos de las muje-res.

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La supervivencia parece un estigma que marca la pre-sencia pública de las mujeres movilizadas en torno a los bienes yservicios de consumo básico. Sin embargo, es mucho más quesupervivencia lo que las anima y caracteriza. Es un concepto yproclama de defensa de la vida, que no solamente implica resis-tencia al empobrecimiento y a la exclusión sino la reivindicaciónética de la dignidad, los derechos y la solidaridad. El géneroaporta a los movimientos sociales una visión y práctica de de-fensa de la vida arraigada en sentimientos, afectos y cuidados,concretamente vinculados a las necesidades integrales de losseres humanos. En el caso de las luchas populares urbanas, al-gunos asuntos de interés que plantean las mujeres son conside-rados "irrelevantes" o "secundarios" como los temas de alimen-tación y salud, y de género, cuando son precisamente estos te-mas los que han revitalizado a las organizaciones de capa caíday les han dado a las mujeres un liderazgo protagónico en la es-cena pública.

La experiencia y el poder que adquieren las mujeres,gracias a sus habilidades y compromisos de participación en es-tos movimientos mixtos, les permiten poner en entredicho elmonopolio masculino en la dirigencia y cuestionar las desigual-dades en las relaciones sociales de género desde el ámbito de lavida privada. Se prepara un buen caldo de cultivo en el quegerminan los intereses estratégicos de género, las impugnacionesal machismo y al feminismo popular, como en México donde lasmujeres no han constituido sus propias organizaciones funcio-nales de subsistencia, a diferencia del Perú. También en Brasil,las mujeres desarrollan sus experiencias políticas asociadas conlos hombres que participan en los movimientos populares urba-nos, y descubren sus intereses estratégicos a través de las luchasalrededor de los intereses prácticos de género (CORCORAN-NANTES, op. cit.).

Si las mujeres se incorporan a la acción colectiva legiti-madas por sus roles tradicionales e intereses prácticos, esto nolas exime de la subordinación, marginación y represión. Al con-trario, la participación femenina siempre resulta de un tire y aflojeentre el permiso y la oposición del marido o compañero, entreacusaciones, golpes y estrategias de convencimiento, entre du-

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das, culpas y decidida voluntad, entre los aplausos de ser valio-sas participantes y el control masculino de las posiciones demayor visibilidad y poder político. La vivencia de iniquidad, laviolencia doméstica y las contradicciones de género en el inte-rior de las organizaciones construyen el primer puente que co-necta a las mujeres con los intereses estratégicos de género,dándose cuenta de sus problemas específicos y visualizando losderechos de la mujer. No fácilmente los objetivos feministas sedespojan del estigma "pequeñoburgués" y se van comprendien-do relacionados con la situación y las necesidades de las muje-res de escasos recursos, sobre todo mediante la presencia y eltrabajo de las ONG feministas que se vinculan a ellas. Nuevosespacios y proyectos se establecen dentro de las organizacionescaptando un latente e intenso deseo de las mujeres de intercam-biar experiencias de vida, recibir conocimientos, información yapoyos sobre los problemas y demandas de género, adquirirautoestima y ocuparse de asuntos que sienten que son impor-tantes para sus vidas. En el proceso surgen conflictos, tensionesy contradicciones a granel; pero las mujeres asumen sus intere-ses estratégicos de género como un desafio propio, de acuerdoa las formas y el contexto en los que viven su subordinación.

Defender la vida volcada hacia los otros puede llegar asignificar también querer cambiar la propia vida de la mujer. Dehecho cambia participando en los movimientos; aunque no cues-tione ni revierta la división sexual del trabajo, no es la mismamujer que emprendió alguna vez la salida al mundo público. Elpotencial de cambio molecular y cotidiano existe en los movi-mientos y en las mismas mujeres que contribuyen a crearlos yrenovarlos. Pero la aspiración a cambiar la vida, que expresa lavertiente popular, tiene que ver con la emergencia de una iden-tidad de género que percibe la desigualdad y subordinación enlas relaciones de género, dañando las vidas individuales de lasmujeres. Los logros materiales son una satisfacción y un alivio;pero se quiere volver a una nueva cotidianidad en la que lasmujeres no tengan que someterse al autoritarismo machista, alas agresiones verbales y físicas, a la sobrecarga de responsabi-lidades domésticas, al control de sus cuerpos y mentes. Es unsueño que comparten muchas mujeres pobres movilizadas de-fendiendo la vida.

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Reflexiones finales

Los movimientos sociales son producto de la sociedad ytienen sus ciclos de vida. Algunos permanecen renovándose,otros desaparecen y nuevas formas de la acción colectiva abreny ocupan espacios en el escenario público. Una pluralidad deactores articula el tejido social frente a la atomización y el indi-vidualismo; hace escuchar sus voces y aporta a la moderniza-ción y democratización de las sociedades y los sistemas politi-cos de América Latina. Las mujeres, con sus propias organiza-ciones o incorporadas a movimientos mixtos sociales y políti-cos, representan una parte sobresaliente de la pluralidad de ac-tores llevando adelante el movimiento de mujeres latinoameri-canas a través de diversos impulsos y transformaciones. Y sehan convertido en sujetos sociales que no pueden ser ignoradosy no se dejan ignorar: la "invisibilidad" de las mujeres en losmovimientos ya es un fenómeno residual y anacrónico, aunquesiempre hay que estar alerta para denunciarlo.

Bajo los dramáticos efectos de la crisis y las políticas deajuste, las mujeres de los sectores populares urbanos han des-empeñado, y desempeñan, un papel fundamental en el manteni-miento de la supervivencia familiar y en las acciones colectivasdestinadas al mejoramiento de las condiciones de vida en elhábitat. Los roles de género tradicionales les han facilitado ylegitimado el acceso a la esfera pública, pero no han quedadoatrapadas entre los intereses prácticos de género -reiterando quelas mujeres no son un actor colectivo homogéneo y compactoque participa por igual-o Que se haya conformado una vertientepopular del movimiento de mujeres indica el destacadoprotagonismo femenino en las actividades comunitarias y losmovimientos urbanos, y el potencial de fuerza social que repre-sentan estas mujeres organizadas a partir de las necesidades bá-sicas de la vida cotidiana. El perfil de ciudadanas que adquierenes una de las extraordinarias novedades, dependiendo de loscontextos y procesos sociales y políticos. El perfil que delineanlos intereses estratégicos de género es la otra extraordinarianovedad, dependiendo de las características de las organizacio-nes y los movimientos, de las relaciones con ONG feministas yotros agentes externos, y de las experiencias individuales y co-

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lectivas de las mujeres. El perfil de madre, ciudadana y mujerpertenece finalmente a un mismo rostro que se mueve y actúabuscando defender y cambiar la vida, en la medida de lo posibley deseable.

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