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  • SUPLEMENTO ESPECIAL DE PginaI12 25 DE MAYO DE 2013

    Diez aos

    Otra ArgentinaEscriben:

    Eduardo Aliverti / Ricardo Aronskind / Luis Bruschtein / Ricardo Forster / Horacio Gonzlez / Martn Granovsky / Eduardo Jozami /

    Damin Loreti / Edgardo Mocca / Mara Pa Lpez / Eduardo Rinesi / Sandra Russo / Claudio Scaletta / Washington Uranga / Mario Wainfeld

    Presidencia

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    El final de la transicin

    El kirchnerismo anunci elfinal de la transicin quecomenz Ral Alfonsn.Son las dos puntas del camino. Esal mismo tiempo el final de esetrnsito y el comienzo de un nue-vo ciclo. No hay un camino devuelta a un modelo de aparienciademocrtica como el que aparecaen forma intermitente, entre losgobiernos militares del siglo pasa-do. Es un nuevo esquema, connuevos paradigmas y diferentesreglas de juego.

    En el siglo XX las democraciaseran esencialmente inestables. Yesa fragilidad responda a queadems de las instituciones for-males haba una trama de poderde hecho, un bloque fuertemen-te consolidado, que gobernaba almismo tiempo que el esquemainstitucional. Era una sociedadcon dos esquemas de gobiernosimultneos.

    Cuando permitan votar, se vo-taba, haba un presidente, el Par-lamento y el Poder Judicial. Peropara tomar decisiones ese gobier-no tena el margen estrecho quele dejaba la otra estructura de po-der a la que no votaba nadie y es-taba en forma permanente, bajogobiernos democrticos o condictaduras militares. Esa formapermanente de gobierno era unaalianza de hecho, entre el podereconmico concentrado, la Igle-sia, la embajada norteamericana ylas Fuerzas Armadas.

    En la poca de la Guerra Fra,Estados Unidos consideraba aAmrica latina su patio trasero yvea a cualquier gobierno popular

    o progresista como potencial ene-migo y aliado de los soviticos. Nohaba lneas de integracin de nin-gn tipo entre los pases de la re-gin y la poltica exterior se deci-da a partir del vnculo primerocon Gran Bretaa y despus conEstados Unidos. Muchos de loscuadros militares se formaban enescuelas de ese pas. Las invasionesy los golpes fueron las herramien-tas impulsadas por Washington enel siglo pasado contra cualquiergobierno popular o progresista quesurgiera en el continente.

    La alianza entre el poder eco-nmico, la Iglesia y las FuerzasArmadas vena de antes y habaquedado fuertemente consolidadacon Roca y con la generacin del80. Era una alianza de corte eli-tista, liberal y porteista. O sea,estaban dispuestos a festejar lademocracia mientras no se toca-ran sus privilegios. Ellos disea-ron esa democracia de doble co-mando o, si se quiere, con un go-bierno real y otro formal.

    No era una situacin oculta.Entre la alta oficialidad de lasFuerzas Armadas haba muchodoble apellido porque muchos delos altos oficiales provenan de laclase social dominante. Cuandopasaban a retiro eran designadosen los directorios de grandes em-presas. Los polticos saban quedeban tener contactos aceitadoscon la embajada norteamericana,con la Iglesia, con las grandes em-presas o con algunos generales yvarios de los ministros eran colo-cados en las dos formas de gobier-no por estas corporaciones. Era

    una situacin conocida y natura-lizada. Cuando en Argentina sehablaba de democracia, se estabahaciendo referencia a ese sistemade doble comando. Los mediosformaban parte de ese bloque depoder, pero tenan un lugar se-cundario. No tenan el peso quetienen ahora.

    Cuando un presidente se corraun milmetro, haba un golpe. Enesa alianza, los militares constitu-an el brazo ejecutor de la polti-ca, lo que se llamaba el PartidoMilitar. Era un modelo opresivo,sin resquicios, que acumulabatensiones y estallidos de violenciay que puso varias veces al pas alborde de la guerra civil. Final-mente lleg a su lmite cuandodesemboc en la guerra de Malvi-nas contra la OTAN y en el ge-nocidio ejecutado por los golpis-tas de 1976.

    Cuando los militares se retira-ron del gobierno, a fines de1983, la sensacin ms extendidaera que el sistema no haba cam-biado y que en algn momentovolvera el Partido Militar. Eldesafo de Alfonsn era demos-trar que, esta vez, las institucio-nes podan ser ms fuertes que lacorporacin militar. Pudo de-mostrarlo porque evit el golpe,aunque para hacerlo haya tenidoque hacer concesiones.

    Alfonsn pudo evitar el golpemilitar, pero no pudo hacer lomismo con el golpe de mercado,el golpe de las corporaciones. Envez del Partido Militar, la nuevademocracia se volva opresiva conun sistema que amenazaba con el

    golpe de mercado, corridas contrael dlar, movidas inflacionarias,desabastecimiento y lockout pa-tronales. Y por otro frente coop-taba a dirigentes de los partidospolticos. Ya no precisaron delgolpe militar.

    Faltaba demostrar que las insti-tuciones de la democracia pue-den ser ms fuertes que las corpo-raciones, que pueden resistir esaspresiones y que sus dirigentes noson necesariamente cooptadospor esos intereses. Con muchoesfuerzo, con mucho costo y ungran desgaste, los diez aos dekirchnerismo fueron diez aos deponer a lo institucional por enci-ma de lo corporativo. Podra de-cirse que cada decisin progresivade este gobierno implic una pul-seada con alguna corporacin,desde la nueva Corte, hasta losjuicios a los represores, la reesta-tizacin de las jubilaciones y deYPF, las retenciones o el rechazoal ALCA. Los diez aos de kirch-nerismo ayudaron a mostrar quela democracia tambin puede serun cauce para producir cambios ymejorar la situacin del pueblo.Es una herencia de paz. Dejarlesa las futuras generaciones un sis-tema que permita la convivenciay el progreso en paz ha sido elmayor aporte institucional desdeque comenz este ciclo democr-tico. Marc el fin de la transiciny el comienzo de una nueva etapacon una democracia todava con-valeciente pero sanada, una de-mocracia todava dbil y que re-quiere consolidarse, pero que tie-ne las manos libres.

    POR LUIS BRUSCHTEIN

    Cada decisin progresivade este gobierno implic

    una pulseada con algunacorporacin, desde lanueva Corte hasta los

    juicios a los represores, la reestatizacin

    de las jubilaciones y deYPF, las retenciones

    o el rechazo al ALCA.

    AFP

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    Hacer visibleImagnese, lectora o lector, enuna tertulia de caf hace diezaos o algo ms. Suponga queen una mesa cercana se asentaraHctor Magnetto, el CEO deClarn. Una aplastante mayorade los argentinos, aun los bieninformados, no lo habra recono-cido. La invisibilidad es un recur-so de los poderes fcticos, aun (oacaso especialmente) de aquellosque manejan resortes esencialesde la comunicacin masiva. Hoyda, la ecuacin cambiara: mu-chos parroquianos reconoceran aun protagonista de la historia delas ltimas dcadas. El debate po-ltico produce ese efecto virtuoso,que fastidia hasta la exasperacina quienes aspiran a dominar laescena, lo que incluye controlarla iluminacin de su propia ima-gen.

    El kirchnerismo, es consabido,acrecent el poder del Estado ydel gobierno, ampli la esfera delo pblico, ech luz sobre los con-flictos. Repolitiz al Agora, cuan-do el desencanto y la apata pare-can haber ganado la partida. Esun aporte al sistema democrtico,ms all de la turbulencia que sus-cita, no siempre equilibrada oaconsejable.

    En esta dcada, que por ciertoacumula sobre lo sedimentado encasi veinte aos previos de demo-cracia, se ve y se mira ms. Tal lahiptesis de estas lneas, que noaspiran a agotar el tema sino ape-nas a hacerlo ver.

    La repolitizacin y las pasionesse comprueban en la transmisinde trances institucionales deter-minantes. Jams se emitieron tan-tos debates parlamentarios en vi-vo, ni remotamente. Los diputa-dos y senadores actuales sern me-jores o peores que los de otrosCongresos, es indudable que hansido ms observados en vivo y endirecto. Puede decirse, como sehace hablando de ftbol, que todotiempo pasado fue mejor..., aun-

    que debe asumirse que nadie viojugar a Pel o al Charro Morenoen tantas ocasiones como a Messi,Maradona o a cualquier patadurade esos que hacen sufrir a los hin-chas como el cronista.

    Material de uso compartido, lavisibilidad de las sesiones prodi-g satisfacciones o desazn a ti-rios y a troyanos. Acaso el mo-mento de mayor goce opositorfue el voto no positivo del en-tonces vicepresidente Julio Co-bos. Su centralidad vali festejosesa misma madrugada en las ca-lles y un liderazgo potencial queandando el tiempo se le escurricomo agua entre los dedos. Co-mo fuera, la difusin le sirvi pa-ra construir poltica y alternati-vas. La moraleja del episodio esvasta: nadie es dueo exclusivode lo que se produce, ni nadie loes a perpetuidad.

    El oficialismo (y aguerridas mi-noras sociales) motivaron ms se-siones memorables, que tambinimpactaron en el escenario. LaLey de Servicios de Comunica-cin Audiovisual y la de matrimo-nio igualitario tabula este escri-ba fueron seguidas (y vividas)por millones de argentinos, a des-pecho de la hora de cierre y la res-triccin a las horas de descanso.Su discusin precedente fue enco-nada, a la luz del da. El veredictoinstitucional se palpit y se com-parti, en tiempo real.

    Se ve ms por muchas razones,quiz la primera sea porque se mi-ra ms y mejor. La agenda del de-cenio reciente es la ms sofistica-da y vasta de nuestra historia yranquea muy alta en la compara-cin con otros pases.

    Ac tambin gravita todo loacumulado desde 1983. Es entreimposible y muy difcil computarcunto hay de avance cuantitati-vo y cunto de cualitativo.

    La agenda cotidiana de los ar-gentinos de a pie es rica y comple-ja. Tpicos como el femicidio, las

    desigualdades de gnero, la discri-minacin, la violencia institucio-nal, la tipificacin del genocidiocomo delito y cien etcterasirrumpen en el lenguaje cotidianocon frecuencia y fuerza jams vis-tas. Esas cuestiones sumamentearduas integran el men cotidianode tantas gentes de a pie. Se deba-ten en audiciones masivas de ra-dio o de tev. Su llegada al Con-greso (o la penosa dilacin, comoocurre con la despenalizacin delaborto) estn en el orden de todoslos das.

    Es todo mrito del kirchneris-mo? Para nada, su gran virtud esgenerar o acicatear un clima decontroversia permanente en laque no siempre prevalece, ni tienela razn. O tenindola, no aciertaa plantearla con nitidez o calidad.

    De todas formas, la agenda co-lectiva es amplia e interesante,por usar un vocablo moderado.

    La disputa de esa agenda, valeapuntar, no siempre se dirime conreglas de juego impecables. A ve-ces parece ms un partido derugby (o de rollerball) que un jue-go regulado, practicado con fairplay. De cualquier manera, la vi-vacidad y el pluralismo son causasy consecuencias que se realimen-tan, esto s en buena hora.

    El cronista pens otra situacinsimilar a la del primer prrafo, d-as atrs, cuando vio en un mismopanel a Susana Trimarco y PabloFerreyra. Luchadores popularesconspicuos, los dos salieron a lacalle a partir de crmenes contrafamiliares. Como vctimas, pues.Trimarco y Ferreyra hablaron an-te una muchedumbre, en una jor-nada sobre Democratizacin dela Justicia.

    Los juicios que investigaron loscrmenes que los martirizan fue-ron bien diferentes. El asesinatode Mariano Ferreyra se pesquis afondo, el proceso dur un tiempo

    razonable, la sentencia conden aresponsables directos y autoresintelectuales, tanto como a poli-cas federales. La desaparicin deMarita Vern fue abordada por untribunal moroso, que maltrat atestigos de cargo (mujeres mayor-mente) y lleg a una sentenciaque fue leda como una bofetada ala bsqueda de justicia.

    El cronista pens que (aun enmbito de estudiosos del derecho,jueces y personas politizadas) losrostros de los jueces y fiscales in-volucrados en los dos casos serandesconocidos por casi todo el p-blico. Los de todos: los que estu-vieron a la altura de su responsa-bilidad y los que la malbarataron.

    Esa opacidad, ese desconoci-miento, es uno de los factores queinciden en la necesidad de demo-cratizar el Poder Judicial. La visi-bilidad tendr sus vericuetos y ex-cesos, pero la oscuridad es antag-nica con el funcionamiento de-mocrtico.

    Y la transparencia cmo anda?,podra inquirir un lector crtico.Mucho queda por hacerse al res-pecto, pero con una gruesa salve-dad: la transparencia es un captu-lo de la visibilidad de lo pblico,de los conflictos, de los interesesen disputa sobre los que mucho seha avanzado.

    Ms en general: el mejor saberdel pueblo, su mayor informacinno transforman al sistema enejemplar. El perfeccionamiento dela democracia es una procuraconstante, insatisfecha siempre.Las exigencias de una sociedad vi-vaz y demandante jams sern sa-ciadas del todo o para siempre. Enesa procura permanente, la politi-zacin, la visibilidad expandida yla ampliacin de la agenda ciuda-dana son logros notables, aunquetambin episodios de la insaciablebsqueda de una sociedad msigualitaria y mejor.

    [email protected]

    POR MARIO WAINFELD

    El kirchnerismoacrecent el poder delEstado y del gobierno,ampli la esfera de lo

    pblico, ech luz sobrelos conflictos. Repolitiz

    el Agora, cuando eldesencanto y la apata

    parecan haber ganado lapartida. Es un aporte al

    sistema democrtico, msall de la turbulencia que

    suscita, no siempreequilibrada oaconsejable.

    Telm

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    Una herencia muy clara delos aos noventa fue ladesaparicin de las polti-cas pblicas como una herramien-ta activa del Estado para compen-sar desigualdades y contribuir a lamejor vigencia de los derechosfundamentales de las personas.Desde el comienzo del gobiernode Nstor Kirchner hasta el pre-sente, las diferentes gestiones sehan caracterizado por la puesta enmarcha de polticas pblicas, lamayora de ellas con criterio in-clusivo, y todas con perspectivade derechos. Este es un logro fun-damental de la dcada.

    Pueden definirse las polticaspblicas como aquellas accionesimpulsadas por el Estado comoprincipal aunque no nico actor,recogiendo una necesidad sentidapor toda o por parte de la ciuda-dana, y siendo que tal asunto caebajo la rbita, jurisdiccin o res-ponsabilidad de un organismo orea de gestin estatal. De estamanera, las polticas pblicascumplen, por una parte, la tareade promover el desarrollo de sec-tores clave de la economa y de lasociedad en general, y por otra, lade impulsar acciones destinadas arestablecer derechos o a instalar

    Polticaspblicas

    POR WASHINGTON URANGA nuevos derechos ciudadanos.Sin polticas pblicas no hay

    verdadera democracia basada enderechos. No hay tampoco justi-cia social con dignidad.

    La Asignacin Universal porHijo, Conectar Igualdad, en gene-ral las polticas sociales, la ley quereprime la trata de personas, lasiniciativas permanentes por losderechos humanos, la verdad y lajusticia, pero tambin los planesde vivienda, son algunas de lasmanifestaciones de esas polticasque han sido promovidas por losgobiernos de la ltima dcada. Po-dra hacerse una lista ms exhaus-tiva y extensa. Pero lo que aqu seintenta destacar es que cambi elrumbo de la accin del Estado, semodific la actitud para pasar deun rol ajeno y observador a serpartcipe y protagonista, como ga-rante de los derechos ciudadanos,polticos, econmicos y culturalesde toda la poblacin.

    Adems de la recuperacin delpapel del Estado en este sentido,debera destacarse tambin que laperspectiva de derechos enten-dida como la vocacin de impul-sar la vigencia plena de los dere-chos de todo tipo para el conjun-to de la ciudadana ha estado

    presente en la mayora de las ini-ciativas que se tomaron en mate-ria de polticas pblicas. Que sebusque atender a los ms pobreses la principal. Que se procure,por todos los medios legales, al-canzar la verdad y la justicia enlos casos de violaciones a los de-rechos humanos, se ubica en lamisma lnea. Hay logros tangiblesen stas y otras materias aunquesobrara decirlo, pero resultapertinente en atencin al climapoltico meditico por demsagresivo y tergiversador que esta-mos viviendo queda todava mu-cho camino por recorrer, se co-meten errores y hay zonas de va-cancia. Temas como el de la segu-ridad, el medio ambiente, los pue-blos originarios y ciertos aspectosdel desarrollo industrial y energ-tico y el de las polticas de comu-nicacin (si bien la Ley de Servi-cios de Comunicacin Audiovi-sual es un logro importantsimo)son algunos de los campos dondetodava se demandan lineamien-tos y acciones ms claras y apoya-das tambin en la perspectiva dederechos. Pero ninguna de estasobservaciones debera opacar elvalor de lo actuado y concretado.

    La puesta en marcha de polti-

    cas pblicas como las que se men-cionan requieren de una accinarticulada, de cada una de ellas yde todas entre s. Es la forma deevitar superposiciones, pero tam-bin la manera de no dejar zonaso cuestiones vacantes o no aten-didas. Esta labor planificada y or-ganizada es una de las carenciasms importantes en la materia.En no pocos casos las respuestasde polticas pblicas surgen demanera tal que parecen iniciati-vas espontneas o improvisadasante problemas o demandas co-yunturales, y no el resultado deldiscernimiento y la toma de deci-siones dentro de un plan estrat-gico de gobierno que mira el me-diano y largo plazo. Si as fuera,no se nota.

    Claro est que para hacer loanterior es necesario contar conun eficaz aparato burocrtico delEstado. Es evidente que la efica-cia del Estado ha mejorado tam-bin en gran medida en la ltimadcada, pero todava restan deba-tes y concreciones respecto deuna reforma del Estado que en es-te momento resulta ya imposter-gable si se quiere responder a lasnecesidades de la sociedad y delos ciudadanos en particular.

    Cambi el rumbo de laaccin del Estado, se

    modific la actitud parapasar de un rol ajeno y

    observador a serpartcipe y protagonista,

    como garante de losderechos ciudadanos,

    polticos, econmicos yculturales de toda la

    poblacin.

    DyN

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    Hace justamente diez aos, elorden poltico, en lo que apartidos se refiere, se habaconvertido en un enigma muy dif-cil de descifrar. Se haba agotado lafugaz experiencia coalicional quellev a la Alianza al gobierno, el ra-dicalismo sufra la sangra de susdos dirigentes con mejores expecta-tivas electorales; Lpez Murphy en-cabezaba una fuerza de centrodere-cha y Carri haba agrupado a unelenco poltico mayoritariamenteproveniente del Frepaso, totalmen-te desmembrado despus de la ex-periencia de cohabitacin con laUCR. El hemisferio justicialista ha-ba alcanzado a enhebrar una solu-cin electoral a su crisis interna, so-bre la base de una manipulacin le-gal: tres candidatos diferentes com-petiran en una suerte de sistema delemas, en nombre de sellos identifi-catorios especialmente creados aesos efectos. Cuntos y cules eranlos partidos realmente existentes enel pas de entonces era una pregun-ta muy difcil de contestar; sin em-bargo, no faltan peridicas referen-cias nostlgicas al sistema de parti-dos que el rgimen kirchneristahabra destruido.

    Claro que el sistema poltico-partidario no era lo nico que ha-ba crujido en el incendio de lacrisis de fines de 2001; la econo-ma nacional, el rgimen federal,la sustentabilidad social del pas ysu relacin con el mundo en elcontexto del gigantesco defaulteran entre otras muchas gran-des preguntas proyectadas en elhorizonte del futuro nacional. Na-ci entonces algo llamado kirch-nerismo. El uso de la expresin noresult extrao en un pas en elque los nombres propios de los l-deres empezaban a ser ms expre-sivos de una identidad polticaque los rtulos partidarios. En laera de las democracias de audien-cia, el partido, como estructuraorgnica operativa, haba idosiendo reemplazado por grupos depersonas que rodean a un lder,cuya fuente de autoridad ya no esla currcula partidaria sino el apo-yo social a sus intervenciones me-diticas, obsesivamente monitore-adas por los sondeos de opinin.De manera que en una situacin

    El kirchnerismo como identidad poltica

    de fragmentacin justicialista y deincertidumbre sobre la base de lacual gobernara el nuevo presi-dente, nada ms natural que la de-nominacin de sus fuerzas comokirchneristas.

    En esas condiciones es cuandoNstor Kirchner formula su ideade recomposicin del sistema pol-tico-partidario en trminos decentroderecha y centroizquierda,retomando un viejo trmino naci-do en luchas parlamentarias euro-peas y que entre nosotros haba si-do popularizado por Chacho Alva-rez cuando se concret el Frepaso:la transversalidad. La radicalidadde la crisis haca previsible que lasmaquinarias partidarias especial-mente las dos que haban organi-zado la disputa poltica en los per-odos democrticos del anteriormedio siglo argentino pasaran desu crisis interna a su definitiva di-visin a lo largo de una lnea divi-soria programtica ms o menosclara. En realidad, Kirchner traba-jaba para hegemonizar la estructu-ra justicialista, consciente de quesolamente desde ella poda soste-ner la condicin bsica de cual-quier proceso de transformacin:la gobernabilidad del pas. Pero laseal poltica transversal tenaun sentido muy fuerte: desde allse convocaba a una refundacinde las identidades partidarias anteel vaciamiento que haban sufridoen los aos del pensamiento niconeoliberal y el terremoto de su cri-sis final. Haba en la frmula algode aquella apelacin de Cooke aque el peronismo como identidadpopular no sera sustituido sinodialcticamente superado e inte-grado en una nueva sntesis.

    Ya en 2003, las elecciones pro-vinciales que se desarrollaron entodo el pas revelaron un mapapoltico diferente del cuadro defragmentacin y dispersin mos-trado por las elecciones naciona-les: PJ y UCR resultaron fuerzasdecisivas y excluyentes en la in-mensa mayora de los distritos. Si-multneamente, la parte funda-mental de la estructura federal deljusticialismo se encuadr detrsdel nuevo liderazgo poltico na-cional. Dos aos despus, la con-tundente victoria de Cristina

    Kirchner sobre Chiche Duhaldesellara un predominio del actualelenco gobernante sobre el justi-cialismo que perdura an hoy,despus y en medio de grandesdesafos y tensiones.

    Sin embargo, a la hora de defi-nir el principio ordenador de lalucha poltica en la Argentina delos ltimos diez aos, est claroque no es la pertenencia o no alPJ sino la dialctica kirchnerismo-antikirchnerismo. El kirchnerismono es, como a veces se pretende,una red de relaciones en el Estadosino una vasta y difusa constela-cin de apoyos a una gestin, perotambin a un imaginario polticocomn. A un relato, palabra quela derecha meditico-poltica in-terpreta en clave de engao, peroque puede ser pensada como unaperspectiva desde la que pensarnuestro presente y nuestro futuro.Y ese relato es fuerte y mayorita-riamente peronista, en cuanto asus referencias histricas, a su c-digo gentico. Pero, al mismotiempo, corta por dentro la histo-ria de ese movimiento, aunque lareivindique como todo orgnico.Los materiales de la historia delperonismo, y sobre todo, de su es-tructura poltico-institucional, noson amontonados y veneradosacrticamente; son recuperados ysintetizados en trminos de sus-tentos de una posicin poltica ac-tual, que no se define en los tr-minos de hace cincuenta o sesen-ta aos. El kirchnerismo es unadefinicin del mundo en que vivi-mos y nuestro lugar en l. Tieneuna interpretacin del movimien-to de cambio latinoamericano, dela crisis capitalista centrada enEuropa, de las transformacionesgeopolticas y de los nuevos acto-res globales. Concibe un tipo deunidad nacional basada en los pi-lares del pluralismo y el respetopor la voluntad mayoritaria delpueblo. Ha integrado a la tradi-cin histrica nacional-popular ysus clsicas banderas, un reperto-rio de nuevas demandas, nuevasluchas y nuevos actores: los movi-mientos de derechos humanos, di-versos movimientos sociales surgi-dos en la resistencia al neolibera-lismo, una amplia constelacin ar-

    tstico-cultural y una masiva in-corporacin juvenil definen hoysu perfil, junto con el respaldoclaramente mayoritario de los tra-bajadores. En el kirchnerismo haytambin grupos y cuadros radica-les, socialistas y comunistas. Hayasimismo un exterior constituti-vo que define al kirchnerismo;son las corporaciones del privile-gio que han estado en el trasfondode los procesos autoritarios y con-dicionado la soberana polticapopular durante largos tramos denuestra recuperada democracia.

    La perdurabilidad del kirchne-rismo como nueva identidad pol-tica no est garantizada. De he-cho, las identidades no pueden na-cer ni sobrevivir sino en el contex-to de un cierto drama nacionalque interpretan y transforman a sumanera. No habra habido radica-lismo sin demanda de ampliacinmasiva de la ciudadana ni pero-nismo sin la apelacin a la digni-dad y al protagonismo de crecien-tes masas de trabajadores. Puedeperdurar el kirchnerismo inclusi-ve ms all de circunstanciales re-sultados electorales si el clivajepoltico que ha construido siguesiendo polticamente operativo.No son certezas de laboratorio lasque estn en juego, sino el resulta-do de determinadas batallas polti-cas que se libran en el pas. La de-recha sostiene que esta dcada hasido el fruto de un determinadomovimiento pendular del justicia-lismo que, en este caso, decidiadoptar una forma simulada de iz-quierda, del mismo modo en queMenem adopt una de derecha.Su sentido excluyente es la meraacumulacin de poder a como dlugar. Para que esa interpretacinalcance una posicin hegemnicano alcanza con una alternancia;es necesario que las solicitacionespicas de esta dcada kirchneristay las conflictivas escenas que ge-neran sean reducidas a juegos desombras sin relacin alguna con lahistoria y con el presente del pas.

    Es probable que sea la radicali-dad de lo que est en juego la queprovoque la alta intensidad de lavida poltica argentina, que sueleincomodar a quienes creen quenada es para tanto.

    POR EDGARDO MOCCA

    A la hora de definir elprincipio ordenador de la

    lucha poltica en losltimos diez aos, est

    claro que no es lapertenencia o no al PJ

    sino la dialcticakirchnerismo-

    antikirchnerismo. Elkirchnerismo no es unared de relaciones en el

    Estado, sino una vasta ydifusa constelacin deapoyos a una gestin,

    pero tambin a unimaginario poltico

    comn.

    Gentileza diario Uno

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    Con Brasil, sin yesoEra el 8 de mayo de 2003. UnLula que apenas llevaba 17semanas de gobierno le pre-gunt de golpe a Nstor Kirchner:Van a ganar, no? Ganen, porquesi triunfa Menem yo me enyesohasta ac para no ir a la asun-cin, dijo poniendo la mano a laaltura del cuello. En lugar de los40 minutos previstos, el presiden-te Luiz Incio Lula da Silva pasuna hora y cuarto en su despachode Brasilia con el candidato a pre-sidente argentino. Kirchner habasalido segundo en primera vueltay todava Carlos Menem no habaanunciado la huida del ballottage.El gobernador de Santa Cruz ne-cesitaba dos fotos, una con Lula yotra con el presidente chileno, Ri-cardo Lagos. Charte un avin yfue en busca de las dos. En Brasil,pas que tanto l como Cristinapisaban por primera vez, consiguims que una foto. Durante la reu-nin, Lula lo llam presidente.

    De vuelta al hotel Kirchnerconcedi una rueda de prensa.

    Lula le dijo algo sobre el ba-llottage del 18 de mayo? pre-gunt un periodista brasileo.

    No, slo me dese suerte res-pondi un Kirchner al que no lecaba la sonrisa.

    Clovis Rossi, columnista de Folha de Sao Paulo y corresponsalen la Argentina en los aos deplomo, le hizo dos preguntas. Unams tcnica, sobre la integracin.La segunda ms poltica: Se pue-de asumir que usted no est muyentusiasmado por apurar el AL-CA?. Kirchner contest solo laprimera.

    Y el ALCA? insisti Clovis

    desde su altura de jugador de bs-quet, buscando respuesta a lo msimportante.

    Usted lo dijo contest diver-tido Kirchner.

    La relacin intensa con Brasil yla sintona personal con Lula fue-ron dos elementos constitutivosdel proceso poltico que comenzel 25 de mayo de 2003. Ya loeran, como se ve, en la prehisto-ria, cuando adems tanto EduardoDuhalde como Roberto Lavagna,uno promotor de la candidaturade Kirchner y el otro su ministrode Economa, tenan lazos fuertescon el presidente brasileo.

    El vnculo entre los dos pasescabe en la definicin de EnioCordeiro, el embajador brasileoque maana deja la Argentina. Elmartes ltimo Cordeiro recibi unhomenaje del presidente de la C-mara de Diputados, Julin Domn-guez, de la encargada del GrupoBrasil, Rosana Bertone, y del pre-sidente de la Comisin de Rela-ciones Exteriores, Guillermo Car-mona. Todos los bloques estuvie-ron presentes. En su discurso deagradecimiento, el embajador ussu estilo sencillo para fijar un con-cepto: Sin construccin de ciu-dadana comn ni poltica no hayintegracin. Solo hay comercio.Nosotros tenemos integracinporque hay poltica.

    Hubo comercio. En 2003 la Ar-gentina export a Brasil produc-tos por 4666 millones de dlares eimport por favor de 4699 millo-nes. En 2012 export por 16.443e import por 17.998. Quiere de-cir que en diez aos el volumentotal pas de 9305 millones de

    dlares a 34.441 millones. Y hubo poltica. En 2005 los

    dos pases se desconectaron juntosdel Fondo Monetario Internacio-nal, previo pago de la deuda. En elmismo ao, junto con la Venezue-la de Hugo Chvez, encabezaronel pequeo grupo de pases que lepuso bolilla negra al sueo de losEstados Unidos de contar con unArea de Libre Comercio de lasAmricas. Los otros dos eran elUruguay de Tabar Vzquez y elParaguay de Nicanor Duarte Fru-tos. En la cumbre de Mar del Pla-ta encabezaba el pelotn pro-AL-CA, como alfil de Washington, elentonces presidente mexicano Vi-cente Fox.

    Con las obvias diferencias depeso, porque Brasil es un jugadorglobal y la Argentina no da la ta-lla para ser convocado al mismogrupo que su vecino, Rusia, India,China y Sudfrica, el grupo de losBrics, los dos Estados coordinaronacciones contra los parasos fisca-les en el G-20. Tambin levanta-ron la voz coincidiendo en un pu-ado de concepciones: No hay que esperar a crecer pa-ra distribuir ingresos o realizar pla-nes sociales de amplio espectro. La forma de conseguir resulta-dos macroeconmicos sanos noes el ajuste fiscal. La inversin pblica es un ejebsico de los procesos de desarrollo. El mejoramiento del empleo, ydentro de l del empleo en blan-co, es el gran objetivo de polticaeconmica.

    Cada tanto el comercio bilateralproduce ruidos que esconden, co-mo tambin suele recordarlo Cor-

    deiro, esfuerzos al estilo de la fabri-cacin de un reactor comn o elavance satelital. Son los momen-tos difciles en los que Lula recla-ma ms pensamiento estratgico,una forma elegante de denominarla mirada que debera distinguir loimportante de lo mdico.

    Los dos pases se acostumbra-ron a pispear las elecciones delotro y a alegrarse de los triunfosmayoritarios. Son menos profun-dos y menos detallistas cuandoanalizan la realidad tal como es.No solo los pueblos sino la mayo-ra de los dirigentes polticos, in-telectuales y empresarios a amboslados de la frontera ignoran unmnimo quin es quin y, sobretodo, un imprescindible manualpara comprender cmo funcionanlas cosas. Los Estados, la cultura,la sociedad, los comportamientos,las tendencias histricas.

    Los dirigentes brasileos, conLula, Dilma Rousseff y el asesor deambos Marco Aurlio Garca a lacabeza, acostumbran repetir quesu prioridad es Amrica del Sur yque por eso su anillo de cercanacomienza en la Argentina. Porsuerte Lula no debi inventar unyeso y el 25 de mayo de 2003 es-tuvo en Buenos Aires. Los ltimosdiez aos sirvieron para subrayarque, si la alianza es prioridad unopara Brasil, naturalmente lo estambin para la Argentina. Serairreal que el pas imaginase unPlan B. No existe ni es posible. Laconstruccin de una ciudadanacomn con Brasil es una condi-cin de existencia nacional.

    [email protected]

    POR MARTN GRANOVSKY

    La relacin intensa conBrasil y la sintona

    personal con Lula fuerondos elementos

    constitutivos del procesopoltico que comenz el

    25 de mayo de 2003.

    AFP

  • 10 AOS OTRA ARGENTINA 7

    Unadcadams

    Como nadie puede razonable-mente pensar que la Presi-denta abandone su cargoantes de diciembre del 2015, a pe-sar de los redoblados esfuerzos des-tituyentes, resulta claro que la fre-ntica accin opositora de los lti-mos meses tiene como objetivoterminar con el perodo kirchneris-ta cuando Cristina complete su ac-tual mandato. Fin de ciclo, anun-cia la oposicin, consigna que sepronuncia con el tono de unaconstatacin objetiva pero en ver-dad funciona como santo y sea,como estmulo, entre quienes ya seanticipan a celebrar el adveni-miento del poskirchnerismo.

    En verdad, el balance de estosdiez aos es tan positivo que losopositores no pueden fundar uncuestionamiento global. Cmonegar las diferencias abismales en-tre la Argentina de hace diez aos,con niveles alarmantes de pobrezay desempleo, y el pas resultante deeste perodo de crecimiento coninclusin social? Quin olvida queen tiempos del que se vayan to-dos la gran mayora de los dirigen-tes polticos no poda salir a la ca-lle frente al repudio ciudadano yque slo las polticas de Kirchner,el cambio de la Corte menemista,la nulidad de las leyes de impuni-dad, reformas profundas como laestatizacin de los fondos jubilato-rios, la Asignacin Universal y elmatrimonio igualitario, permitie-ron recuperar el funcionamientode las instituciones y volvieron aotorgarle sentido a la poltica?

    En un pas que siempre manifes-t un fuerte sentimiento nacional,habr muchos que extraen las re-laciones carnales con los EstadosUnidos y no se feliciten del nuevovnculo establecido con los paseshermanos de Amrica del Sur? Fi-nalmente, aunque De la Sota des-barranque abogando por la libertadde los genocidas, son muchas laspruebas de que la mayora de losargentinos comparte el repudio a ladictadura y apoya las polticas deMemoria, Justicia y Verdad.

    Frente a este saldo tan favorablepara la dcada kirchnerista, queobviamente no excluye cuestiona-mientos y asignaturas pendientes,muchos opositores se avienen a ad-mitir algunos logros, pero reiteranla conclusin que les parece im-puesta por la realidad de los he-chos. El fin de ciclo estara decre-tado por la conjuncin de perspec-tivas que tienen que ver tanto conla poltica como con la economa.Mientras los gures del neolibera-lismo de los 90 recorren canales deTV adjudicando un sesgo catastr-fico a los datos que muestran ciertadesaceleracin de la economa, los

    analistas polticos sentencian: noalcanzarn los votos para obtenerla reeleccin.

    Tras esa visin sobre la coyuntu-ra econmica anida una subestima-cin del potencial transformadordel kirchnerismo, como si la polti-ca de estos aos no hubiera sido si-no un modo de administrar la faseascendente del ciclo econmico:ante la crisis internacional sostie-nen los crticos se requieren hoyotras medidas que este Gobiernono podr aplicar. Lo curioso, sinembargo, es que precisamente enlos momentos difciles es cuandoNstor y Cristina han mostrado ca-pacidad para hacer las adecuacio-nes que la coyuntura exiga, defen-diendo como prioridades el nivelde actividad, el empleo y los ingre-sos de los trabajadores. En dos oca-siones, por otra parte, el kirchne-rismo mostr que iba mucho msall del mero desarrollismo que al-gunos le atribuan. La primera,cuando Nstor pidi la renuncia deLavagna, quien reclamaba unacontencin de los salarios paracombatir el alza de los precios. Lasegunda, cuando pese a que la granapuesta consista en combatir lapobreza con el crecimiento de laeconoma y el aumento del nivelde empleo, Cristina advirti que serequera una medida excepcionalcomo la Asignacin Universal porHijo para atacar ese ncleo duro dequienes, largamente marginadosdel mercado laboral y el sistemaeducativo, no reaccionaban a losestmulos de la reactivacin de laeconoma.

    Esa misma subestimacin de lacapacidad transformadora de lagestin kirchnerista manifiestanquienes, no slo entre los oposito-res al Gobierno, sostienen que es-tamos ante el agotamiento de lasposibilidades de seguir avanzandoen la redistribucin del ingreso.Recordando a quienes cuarentaaos atrs proclamaban que se ha-ban alcanzado los lmites del mo-delo de sustitucin de importacio-nes sin advertir que esos lmiteseran ms polticos que econmi-cos y abran el paso a las polticasde apertura externa que finalmenteaplic la dictadura, los que hoy ha-blan de agotamiento se equivocan.Lo que s es cierto, como lo sealla Presidenta, es que para seguiravanzando hacia una mayor igual-dad se hace necesario profundizarel modelo, como se hizo con la na-cionalizacin de YPF, como co-mienza a recuperarse el tiempoperdido en el rea de transporte,como deber hacerse para lograruna mayor equidad en la tributa-cin. De eso se trata, de avanzar enla transformacin de una estructu-

    ra econmica que an no se hamodificado en profundidad. Poreso, y no por un mero afn de con-servar el poder, necesitamos diezaos ms de kirchnerismo.

    La disputa sorda que hoy se ob-serva podra resumirse como el en-frentamiento entre quienes pien-san que se ha avanzado demasia-do y los que consideramos quean falta mucho por hacer. Losprimeros el gobernador bonaeren-se que ofrece continuidad concambios y el joven dirigente ti-grense que, sin compromiso ideol-gico alguno, deshoja la margaritapara saber lo que le convieneconsideran agotado este perodo deradicalizacin y prometen la vueltaa un peronismo dispuesto a conte-ner a todos. Despus de diez aosde un neoliberalismo que amenaza-ba con poner definitivamente encrisis la identidad peronista y otrostantos de un kirchnerismo de cen-troizquierda, que, se dice, algunosjusticialistas tampoco reconocencomo propio, sera hora de volversimplemente suponiendo que estoexista al peronismo sin ms. Asse superaran los odios innecesarios

    y la crispacin de una sociedad a laque, a diferencia de nosotros y conla mirada de los satisfechos, no venvida de cambios sino demandantede reconciliacin. Probablemente,antes de las elecciones no sean mu-chos los que reiteren la impruden-cia del gobernador De la Sota, quequiere incorporar a los genocidas aeste acuerdo nacional. Pero seraingenuo no advertir que todos esosdiscursos conciliadores que alientala jerarqua catlica se avienen malcon las polticas de Memoria, Justi-cia y Verdad.

    La exigencia constitucional paraautorizar la reeleccin juega comoun lmite, pero tambin como undesafo para un movimiento que hademostrado su vocacin para supe-rar la adversidad. En cualquier ca-so, bajo el liderazgo de Cristina, es-te proceso tiene que continuar. Elkirchnerismo no quedar en la his-toria como un interregno feliz den-tro de un tiempo signado por la in-justicia y la mediocridad, debemosverlo como una poca del movi-miento popular argentino que anest en los inicios de una profundatransformacin.

    POR EDUARDO JOZAMI

    Cmo negar lasdiferencias abismalesentre la Argentina dehace diez aos, con

    niveles alarmantes depobreza y desempleo, y

    el pas resultante de esteperodo de crecimiento

    con inclusin social?

    Laura Szenkirman

  • 10 AOS OTRA ARGENTINA8

    Comunicacinpara la democracia

    Repasar las imgenes de dece-nas de miles de personasmarchando por una ley deradiodifusin de la democracia, nouna, sino tres o cuatro veces, dacuenta de que algunas cosas hancambiado en la dcada. Repasarque casi mil personas tomaron lapalabra en los foros que se hicie-ron en las universidades naciona-les de todo el pas, parndose conun micrfono frente a la autoridaddesignada por la Presidencia de laNacin, en siete minutos cadauna, para decirle al Gobierno qupensaba de su proyecto de Ley deServicios de Comunicacin Au-diovisual. Ese proyecto, inspiradoen la propuesta de una coalicinvariopinta que cuatro aos anteshaba hecho los 21 puntos, nosbrinda un reflejo casi cinemato-grfico de cmo definir la libertadde peticionar y expresarse. Cuan-do esos planteos se transformanen letra y se reconoce a sus propo-nentes, difcilmente podamos re-ferenciarlo en algo antes conocidoen el ejercicio de la democracia.

    Es difcil en pocas lneas hacerun balance de diez aos en un te-ma tan vasto como los medios, pe-ro lo que esta dcada s deja es elsabor claro de que la voluntad dehacer una poltica de Estado, lamovilizacin popular y un proyec-to arraigado en las propuestas delas organizaciones populares y dela sociedad civil es algo que seasemeja mucho a lo que nos con-taron de chicos que era la demo-cracia, mxime cuando en el tra-tamiento parlamentario se intro-dujeron mltiples cambios tras au-diencias pblicas y debates.

    Lejos de pensar que la Ley deServicios de Comunicacin Au-diovisual es el todo, s es menesterponer el eje en que desde la fun-dacin de la Coalicin por unaRadiodifusin Democrtica hanpasado casi diez aos y que el

    ahora es cuando surgi, luego deevaluar que algunas cosas habanempezado a cambiar desde el ao2003. Se podran citar varias cues-tiones que lo indican, el decreto1172/03 de acceso a la informa-cin, la derogacin de la ley Ba-nelco, la reanudacin de los jui-cios por violaciones a los derechoshumanos, el acto de apertura de laESMA, la orden de no reprimirlas movilizaciones, el decreto 222sobre la autolimitacin en la de-signacin de ministros de la CorteSuprema y varias ms. Hoy son losmiles de nuevos puestos de trabajoen el sector audiovisual, la pro-duccin de ficcin sobre todo enlas provincias, los premios inter-nacionales, las radios escolares,los nuevos cables, las nuevas sea-les, los miles de participantes enlos concursos para las productoras,las minoras en Afsca y RTA, losmiles de acuerdos colectivos, larestauracin de los derechos de loscanillitas, los derechos de imagende los actores, la despenalizacinde calumnias e injurias, la decla-racin de inters pblico de laproduccin del papel para peridi-cos, ser el primer aportante eco-nmico a la Comisin Interameri-cana de Derechos Humanos quepor medio de la Relatora de Li-bertad de Expresin indaga sobreese tema en el continente, el pro-ceso de elaboracin participada denormas que dio origen al decretoreglamentario de la Ley de Servi-cios de Comunicacin Audiovi-sual, que con slo ver los conside-randos permite comprobar la can-tidad de personas y entidades, in-cluidas empresas y cmaras delsector, que participaron en su re-daccin.

    En conjunto con la ley de refor-ma poltica, tenemos ms mediosque transmiten mensajes preelec-torales en condiciones equitativasreconocido hasta por la oposi-

    cin ms cerril, criterios para de-mocratizar el acceso a contenidosde inters relevante (y no habloslo de Ftbol para Todos). Auncuando podra ampliarse la listade sucesos que deben ser transmi-tidos por seales de aire, esta me-dida ya permite algo tan relevantecomo que un deporte que se juegaen el interior pueda verse de ma-nera gratuita en la misma ciudaddonde tiene lugar, y los medios nosufren prcticas anticompetitivasque llevaban adelante aquellasempresas que contaban con la ex-clusividad de los derechos de ex-hibicin a travs de seales pagas.A esto se suman Canal Encuen-tro, Pakapaka e Incaa TV comopantalla garantizada para los filmsargentinos. Incluso polticas sinrelacin directa con los medios sesuman a la ampliacin de dere-chos en el campo de la comunica-cin. Es el caso del Plan Races,que ha repatriado a ms de un mi-llar de cientficos, Conectar Igual-dad, la entrega de las netbooks, lainfraestructura pblica de fibraptica.

    Demasiado para ser un enhebra-do de casualidades y mucho ms sisumamos el rechazo al ALCA y laformacin de Unasur como con-texto. Varias de estas cosas pue-den tener sus matices complejos eimperfecciones, es cierto, comoque tambin queda trabajo porhacer y planes que cumplir. Lacuestin es no naturalizar el lugardonde hoy estamos. Para quienestenemos cincuenta y miramos to-dos los das a nuestros hijos e hijasadolescentes que militan en suscolegios o barrios o facultades, im-plicara olvidarnos que hicimos lasecundara con la dictadura y quecumplimos cuarenta con cincopresidentes en una semana, conms de treinta muertos en las ca-lles, los represores libres y sin si-quiera posibilidad de extradicin.

    POR DAMIN LORETI

    Lejos de pensar que laLey de Servicios de

    ComunicacinAudiovisual es el todo, ses menester poner el eje

    en que desde lafundacin de la Coalicin

    por una RadiodifusinDemocrtica han pasado

    casi diez aos y que elahora es cuando surgi

    luego de evaluar quealgunas cosas habanempezado a cambiar

    desde el ao 2003.

    El kirchnerismo es un eventode carcter fundacional, aun-que emplea poco este concep-to. Cada vez que lo emplea, porotro lado, es traducido por el estadomayor de la oposicin como unproyecto de supervivencia polticaindefinida, un continuismo sin res-peto por las naturales cesuras tem-porales que la poltica debe darse as misma, y que aunque no se las d,igual ocurren. Lo cierto es que Al-fonsn fue quien ms invoc el te-ma fundacional. Poda hacerlo singenerar mayores suspicacias, puesera el primer gobierno democrticoluego del perodo del terror de Esta-do. No obstante, tambin presenta-ba un problema esa idea fundacio-nal de la democracia, pues, aunsiendo un concepto ampliamentecompartido en su briosa abstrac-cin, chocaba con el necesario plu-ralismo que ese mismo gobierno in-vocaba. Una fundacin supondraun fundador, que si lo que fundabaera el pluralismo, l mismo no seconvertira en un rostro adicionalde carcter permanente? Y que elpluralismo no absorbera? Era loplural con el agregado del Uno. Laadicin suplementaria, el que le da-ba nombre a un poder constituyen-te que estableca la diferenciacincon el pasado y vena a inaugurar yresguardar lo mltiple democrtico.

    Con el kirchnerismo no es ente-ramente as, aunque la heterog-nea oposicin que lo rodea, acu-sndolo de unicato, piensa que esas. Recurre al tema fundacionalpues lo que tena atrs era Menemuna regresin y no Alfonsn unperodo incitico, a pesar de todaslas dificultades que deba atravesary las concesiones que estaba dis-puesto a realizar. Pero el funda-cionismo de Kirchner tena y sigueconservando caractersticas com-plejas. Por un lado lo condiciona elpasado peronista, que aparece dediversas maneras en las jornadasrememorativas y la bsqueda deantecedentes histricos, que en to-da poca estn presentes y queahora tienen multiplicadas mani-festaciones. En un primer momen-to se adoptaron actitudes para ge-nerar una instancia que trascendie-ra al peronismo. Tena nombre ar-tificioso, pero se entenda: trans-versalidad. Era el antiguo frentis-mo social que tantas memorias de-j en tan diversos pases. En otromomento posterior, el peronismohaca valer su larga sombra inma-nente en el cuadro electoral delpas. Se trata de un ncleo de me-morias, estilos y actuaciones de lasque suele recordarse a veces su uto-pa igualitaria, otras veces su mitode rescate que sigue reverberando ytambin su procedimiento polticoaglutinante inspirado en los Esta-dos de bienestar de posguerra.

    Por eso, lo fundacional delkirchnerismo parece estar obligadoa ser una seleccin de orientacio-nes del pasado peronista, de dondetoma ramilletes variados. Llamacamporismo a la movilizacin ju-venil, con un atrevimiento doble:en su momento, Cmpora terminsiendo un hertico sin querer serlo,y qued fuera del Estado. En estosmomentos, el sentido heterodoxono se halla en la periferia del Esta-do sino en su interior. Precisamen-te, el kirchnerismo le da un girofundacional a su idea del Estado,habiendo producido actos estati-zantes en unidades econmicas yempresariales que en la memorianacional arcaica eran joyas de laecuacin estatal, que luego fuerondeslustradas. La ideologa de unnacionalismo estatal se recuperen la ltima dcada, pero ahoracon distintos componentes queprecisaban ser revisitados por nue-

    DyN

  • 10 AOS OTRA ARGENTINA 9

    Vemos la polticaargentina como una

    interesante reiteracin dela idea de fundacin con

    pluralismo, logosdemocrtico con

    productividad de unhumanismo crtico, en

    suma, una nueva lenguade emancipacin

    productiva. En el balancedel kirchnerismo estn

    anunciados todos estosproblemas. Su mera

    enunciacin ha molestadoa los personajes que

    salen del libro sagradodel neocapitalismo

    comunicacional.

    vos y grandes debates. Habindoseperdido las fbricas de aviones dehace ms de medio siglo, y asimis-mo el autobastecimiento petroleroy gasfero, la ideologa estatista delkirchnerismo se expresa en mediode obstculos. Por un lado, en unaapertura comunicacional que cele-bra esos hechos del atlas de la me-moria argentina, pero por otro, seenseorea en ellos un sesgo quehabitualmente es denominado ne-odesarrollista, ambicionando la in-terconexin con las fuentes emi-nentes de un capital social, inver-sionista e industrializador, que aunsiendo un planteo que no evita or-todoxias de diverso cuo es ardoro-samente combatido por poderes fi-nancieros internacionales, oscurastramas de inversionistas depreda-dores y diversas corporaciones rea-cias a seguir manteniendo sus pro-piedades en el marco de la demo-cracia. Y asombrosamente siquieraen un cuadro ms racionalizado delcapital, pues no son amenazadaspor partisanos apocalpticos salidosde selvas oscuras, sino apenas so-metidos a leyes de equitatividad enla operacin de un tipo especial deproductos significativos: la produc-cin simblica de gustos, lenguajesy consumos culturales.

    En la multifactica enunciacinde la Presidenta, existen tantos re-conocimientos a la figura de Al-fonsn (que de algn modo reparanla involuntaria omisin en que in-curri Kirchner en el tiempo enque se incorporaban al territorio dela memoria reparatoria las instala-ciones de la ex ESMA) como esca-sos a la figura de Frondizi. Cierta-mente, este importante poltico hi-zo decaer su figura en un despresti-gio final indisimulable, pero habaplanteado el estado de la cuestindesarrollista en la Argentina, conasesores que tomaban inspiracinun poco en la Cepal, un poco en elemancipacionismo energtico sca-labriniano, adversario crucial del

    expansionismo del capital britni-co, y tambin un poco del ltimoLenin y otro poco en la doctrinade la necesidad de las inversionesextranjeras, que el Pern pstumono cabe duda que comparta. Co-mo se sabe, Illia declar luego elcese de aquellos contratos petrol-feros hechos con empresas inglesasy norteamericanas.

    La situacin actual? Las dife-rencias con el inmediato pasado lasconocemos y festejamos. Pero lanacionalizacin de YPF por com-pra del paquete accionario mayori-tario contiene una peregrinacinen la bsqueda de capitales suple-mentarios Chevron, pongamospor caso que no est ligada a unarevisin intelectual atinada deaquel debate entre Frondizi e Illia,dndole ahora un tinte mayor deconcesin al estadio en que se ha-lla el capitalismo mundial en ma-teria de inversiones, concepcinagresiva de la naturaleza y circula-cin financiera. El problema no esnuevo, lo atraviesan todos los mo-vimientos populares, inclusive losque practican osadas en otros te-rrenos, como la actual experienciaboliviana. Estamos en el seno deuna consigna histrica nacionaliza-dora-democrtica que pierde ciertaconsistencia pica, pues luego deconsumada la actualizacin de laepopeya se revelan escasos los ins-trumentos para intervenir ms au-tnomamente en un mundo cruza-do por las cada vez ms complejasmaniobras del alto capitalismo,con sus tentculos geopolticos, co-municacionales e ideolgicos.

    As, como balance de estos diezaos, se debera poder decir lo queno le es fcil al kirchnerismo. Enprincipio, tratar todas las deudashistricas que el pas tiene en ma-teria de infraestructura energtica,productiva, de transportes y comu-nicaciones. Tratarlas, me refiero,no como si se poseyera una varitamgica nacionalista y popular, sino

    como temas que exigen tanto deuna extracotidiana voluntad colec-tiva como de saberes tcnicos quele hagan eco. Pero tampoco le de-bera ser difcil aceptar que, tras loscnticos de entusiasmo que no tie-nen por qu ausentarse, se debe te-ner mayor prudencia con los nfasisde cuo neodesarrollista en asuntostan centrales y estratgicos comolos referidos. Es un tema de todoslos gobiernos populares del conti-nente: Brasil, Venezuela, Bolivia,Ecuador. Todos cultivan picas ytradiciones emancipadoras, y poreso los apoyamos, pero se hacen f-ciles blancos de la crtica a los en-foques econmicos lineales que re-producen modelos del no tan dis-tante pasado, omitiendo los esfuer-zos que son posibles y necesariospara realzar la cuestin del desarro-llo nacional con otras intervencio-nes conceptuales. Pero cules?

    Una de esas intervenciones, msevidente en Venezuela, es la respe-table recurrencia emotiva a la granleyenda nacional: el bolivarismo.En Bolivia, de una manera igual-mente comprensible y festejable, elindigenismo y como tambinocurre en Ecuador un culto de cu-o antropolgico renovado a losviejos dioses de la naturaleza y latierra. No obstante, hay que con-venir que las variables econmicasdel capitalismo informtico, inma-terial, productivista o simblico,son tan duras como para resistir losavances del tejido comunitarista(en verdad, un humanismo crticoy renovado), con lo importanteque es el estado de la cuestin entorno de estos nuevos agrupamien-tos sociales, tal como se dan en lospases mencionados, y tambin enel nuestro, con caractersticas orga-nizativas diferentes.

    En el balance de estos diez aoshay que poner en su lado auspicio-so la enunciacin de temas nuevosen torno de los derechos humanos,de gnero y de construccin de

    ciudadana. No parece ninguno deestos anuncios afectar las bases ins-titucionales democrtico-republi-canas del Estado, como lo ensue-an los que vocacionalmente escu-chan, desde que se levantan hastael caer de la noche en todo el terri-torio nacional, las trompetas queanuncian la devastacin de la respblica. Ven abismos insondablesen cuestiones que un nuevo repu-blicanismo democrtico debera sa-ludar con esmero: el ingreso de lacuestin electoral universal a unaporcin del sistema jurdico. Esteencuentro entre una nueva juridi-cidad y nueva politicidad puede sermuy fructfera, todo lo ajena que sequiera al imperio de un orden con-ceptual sobre el otro. No es difcilverlo as; pero entendemos que esdifcil que se lo vea as en el actualestado del debate, donde una por-cin poltica importante del pasve amenazadas las libertades pbli-cas. Qu extrao que muchosotros las veamos en proceso de am-pliacin! No, pero no es extrao.Vemos que hay innovacin polti-ca democrtica o invencin de-mocrtica, con el concepto queen su momento acu Claude Le-fort cuando un concepto domi-nante es interferido por una accincolateral que lo coloca ante un di-lema tangencial que debe resolver.

    Por ejemplo, la concepcin deldesarrollo nacional apremiada porlas tangentes del ambientalismo, lacrtica a los lenguajes estereotipa-dos de la poltica, el respeto a lasetnias que mantuvieron su singula-ridad cultural tanto como las queaceptaron procesos diversos demestizaje, en los que sin duda se es-conde tambin una proposicin co-ercitiva heredada de los primerostiempos de Espaa en Amrica. Lademocracia a la que nos referimosno es una totalidad cerrada de ac-ciones con colofn republicano,pero tacaa de excedentes apasio-nados, excitantes o carismticos,un institucionalismo a rueda cre-mallera y un pluralismo obligatorio(lo que es un axioma unificanteque niega la misma diversidad queproclama), sino que es un proyectohumano de integral crtica al capi-talismo y sus variantes tecnoburo-crticas e informtico-semiolgicas.Hay que decir todo esto de un mo-do ms apto. Y esos conceptos crti-cos novedosos hay que crearlos,pues se trata de rehacer las tecnolo-gas y el sentido del industrialismocomo necesidad del sujeto humanoy no como la presin de sujetos en-tendidos que surgen como operado-res sistmicos del aparato producti-vo. La productividad es la de laconciencia humana, fundada en larelacin del sujeto con la materiaviva, el logos espermtikos, comolo llamaban los estoicos.

    Vemos la poltica argentina co-mo una interesante reiteracin dela idea de fundacin con pluralis-mo, logos democrtico con produc-tividad de un humanismo crtico,en suma, una nueva lengua deemancipacin productiva. En elbalance del kirchnerismo estnanunciados todos estos problemas.Su mera enunciacin ha molestadoa los personajes que salen del librosagrado del neocapitalismo comu-nicacional. Queda por demostrar(pues no es lo que falta, es la fal-ta que siempre nos rodea) que esposible enunciar los problemas co-mo acto relevante, pues los actosde enunciacin, en s mismos, soninspiradores prembulos del acti-vismo social. No sabemos lo queprepara el inmediato futuro, perosabemos que el kirchnerismo, a fal-ta de mejor nombre, es una granporcin hospitalaria de este siste-ma de enunciaciones.

    Diez aos: una discusin

    POR HORACIO GONZLEZ

    Presidencia

  • 10 AOS OTRA ARGENTINA10

    Los ltimos diez aossignificaron un cambio

    cultural sobre lasmaneras en que se haca

    poltica econmica noslo en los 90, sino

    desde mediados de losaos 70. El instrumento

    clave fue la recuperacindel rol del Estado y laprdida del miedo al

    momento de tomardecisiones econmicas.

    Poner en foco la dcadakirchnerista es una tarea su-jeta a mltiples distraccio-nes. La primera es limitarse a unacomparacin con la dcada ante-rior, la segunda es hacer un listadoestadstico positivo contra los n-meros de la gran crisis de 2001-2002 y sumarle luego algunas me-didas emblemticas. La tercera esel anlisis ahistrico, libre delpunto de partida y de las profun-das disputas de poder generadasdurante el perodo. En los tres ca-sos se pierde de vista que los lti-mos diez aos significaron unatransformacin mucho mayor y delargo plazo, un cambio cultural so-bre las maneras en que se hacapoltica econmica no slo en los90, sino desde mediados de losaos 70. El instrumento clave pa-ra esta transformacin fue la recu-peracin del rol del Estado y laprdida del miedo al momento detomar decisiones econmicas. Elnuevo paradigma demand un pa-so fundante: deshacerse de la irri-tante tutela de los organismos fi-nancieros internacionales, el tris-te sello de la poca precedente. Lareestructuracin de la deuda y elpago adelantado al FMI fueronmucho ms que meras operacio-nes financieras.

    Hoy parece fcil enumerarlo,casi una secuencia lgica, pero lasociedad argentina debi pasarprimero por una crisis terrible pa-

    Las tres banderasPOR CLAUDIO SCALETTA ra entender que el padecimiento

    de millones de excluidos de lafiesta neoliberal no se resolveraslo con mayor prolijidad, comoprometi el anodino, pero impla-cable, gobierno de la Alianza.

    La revalorizacin del rol del Es-tado se combin con una segundacaracterstica distintiva: la natura-leza proactiva de la actual admi-nistracin. Al margen de la valo-racin que pueda hacerse de susdecisiones, los gobiernos kirchne-ristas nunca asistieron pasivamen-te a los acontecimientos. Repre-sentan la contracara de quienescreen que gobernar es slo la ad-ministracin cotidiana de la ha-cienda y el conflicto.

    El Estado activo, entonces, fueel instrumento que posibilit elcrecimiento del producto, a suvez condicin necesaria para lamejora en la distribucin del in-greso y el aumento del nivel deempleo. El kirchnerismo no fueun hecho aislado en la regin. Elcontexto internacional, a pesarde sus ciclos, fue favorable, tantoen la etapa de mayor crecimien-to, 2003-2008, como desde en-tonces. Los precios de las com-modities que exporta el pas si-guen altos y la tasa de inters ba-ja. El viento de cola existi yexiste. La poltica interna fue res-ponsable tanto de crecer por en-cima del promedio de la regin,como por debajo en 2012. El pri-

    mer logro de la dcada, entonces,fue terminar con el modelo neo-liberal de exclusin y endeuda-miento y reemplazarlo por unokeynesiano de crecimiento soste-nido conducido por la demanda.

    Contra lo que sostiene la dis-traccin ahistrica, la ltima d-cada no puede entenderse sin elcomponente de disputa con lascorporaciones, otra caractersticadel perodo. Inicialmente, las re-tenciones aparecieron como unanecesidad para compensar la de-valuacin, inevitable tras la vola-tilizacin de las reservas interna-cionales del Banco Central duran-te la salida de la Convertibilidad.Luego, el kirchnerismo las trans-form en instrumentos para equi-librar la estructura productiva ysostener el supervit fiscal, lo quese tradujo en un enfrentamientocreciente con la oligarqua terra-teniente ms concentrada. A suvez, la recuperacin del sistemaprevisional, cuya porcin rentablehaba sido transferida a los princi-pales bancos a travs del rgimende las AFJP, tambin significuna ruptura con otra fraccin dela burguesa. La suma de descon-tentos entre oligarquas diversascataliz cuando se intent frenarla ambicin sin lmites de un gru-po multimeditico, que desde en-tonces tens al mximo todas lascontradicciones propias de unasociedad capitalista. El asedio co-

    municacional generado desnud auna oposicin raqutica devenidaen brazo poltico del poder medi-tico, pero tambin sesg el debatepoltico. Los efectos econmicosfueron indirectos. Con la exacer-bacin de la disputa, el Gobiernocerr filas, lo que se tradujo en di-ficultades para la autocrtica.

    En estos diez aos, la actual ad-ministracin rompi con casi tresdcadas de neoliberalismo, provo-c un cambio cultural recuperan-do el rol del Estado como herra-mienta para el crecimiento y cam-bi el patrn de acumulacin dela economa. Hoy la sociedadvuelve a compartir que la produc-cin de base primaria y su derra-me de riqueza no son suficientespara el desarrollo, el que demandauna industria con alta productivi-dad, generadora de empleo y consalarios elevados.

    La utopa, como siempre, estms all, pero en la direccin enque se toman las decisiones. Ha-cia delante ser necesaria una pla-nificacin ms consistente en ma-teria de industrializacin sustituti-va, autoabastecimiento energticoy financiamiento de la infraes-tructura, pero tras la debacle de1974-75 y el interregno neoliberalmenemista, la dcada kirchneristarecuper las tres banderas fundan-tes del peronismo clsico: inde-pendencia econmica, soberanapoltica y justicia social.

    Pablo Piovano

  • 10 AOS OTRA ARGENTINA 11

    El pisoTomar las dos puntas delkirchnerismo, la inicial y lapresente, puede revelarse co-mo un buen mtodo para juzgardos de las cosas que se tienen cen-tralmente en cuenta a la hora delos balances: coherencia y eficacia.

    Kirchner asumi bajo un vigenteclima de que deban irse todos y, sies por aquellos que sucumbieron alfcil discurso de la antipoltica o ala confianza infantil en un esprituasambleario permanente, esos to-dos permanecieron en su gran ma-yora. Incluso, Kirchner qued pordescarte tras los abandonos de Dela Sota y Reutemann; y no deberaolvidarse que la suma de opcionesde derecha y peronismo tradicionalhaba resultado claramente victo-riosa, en la primera y finalmentenica vuelta electoral de 2003, concasi el 55 por ciento de los votos(Menem, Lpez Murphy, RodrguezSa y si se lo desea puede agregarseel 14 por ciento de Carri, que, sibien expres un discurso antico-rrupcin, formaba parte de la fami-lia politiquero-institucional; y no seadosa el 22 por ciento del propioKirchner en funcin de que, aun-que desconocido o irrelevante paralas mayoras, se erigi como herra-mienta antimenemista). La cues-tin es que, aunque esa suma dabaun favoritismo popular de sufragiosen beneficio de los todos que deb-an irse, Kirchner ley que el climade irritacin subsista y que las fr-mulas no podan ser las mismas.Ocurri lo que no puede desmen-tirse. El kirchnerismo fue a contra-mano de los diagnsticos y recetassempiternos. Y tras su nica derrotaelectoral en 2009 en los centrosurbanos ms importantes redoblla apuesta hacia izquierda para vol-ver victorioso a los dos aos. Es en-tonces cuando se toma la punta dela actualidad para advertir que lasgrandes lneas de disposicin pro-gresista con que el kirchnerismosorprendi, a partir de 2003, se venreflejadas en quienes hoy le mues-tran los dientes. El campo, lascorporaciones comunicacionalesasociadas a l, las franjas ms retr-gradas de la Justicia, los sectoresmedios siempre asimilables al odio

    de clase. Eso es una acumulacinpoltica nada desdeable. Prospec-tiva. Establecedora de plataformapara poder avanzar.

    Si se mira hacia dentro de unosaos y ocurriese la comprobacinde un fin de ciclo como escupenla oposicin meditica y sus escri-banos sueltos, quien firma no creeque estas reflexiones perderan va-lor necesariamente. A nuestro jui-cio, el kirchnerismo estableci unpiso de conquistas sociales, simbli-cas, econmicas y hasta culturalesde retorno complejo, en el anclajede vastos sectores populares y declase media. Por supuesto: todopuede retroceder si se trata de lascondiciones subjetivas. Pero las ob-jetivas, hasta donde uno ve, no in-dican ese escenario. Cuesta muchoimaginarse que los valores de dere-cha pudieran ser reestablecidos cualsoplar y hacer botellas. Y menosque menos con el tipo de dirigentesque hay y asoman en ese espacio.Tampoco favorecen a una perspec-tiva de tal naturaleza los vientosque soplan en la regin ni los es-tructurales que se perciben en elmundo, con una orientacin msproclive al capitalismo de Estado.Un terreno internacional organocomo el que benefici al menema-to, para arrasar con la memoria ylos logros histricos de una de lassociedades con mayor movilizacinascendente del siglo XX, es razona-ble como poco cierto a corto y me-diano plazo. Nada de todo eso su-pone que no haya algunas pregun-tas de dificilsima respuesta. Haykirchnerismo sin Cristina al frente?Bastara para preservarlo si ella tu-viera que ejercer un rol preponde-rante, pero ya no al frente del Eje-cutivo? Esta dinmica populista quelo K representa, en la acepcin po-sitiva que siempre supo precisar Ni-cols Casullo respecto de populis-mo, se sostiene sin un lder in-cuestionable o incuestionado?

    Podramos plantear una ucro-na, que sirve a los efectos de esadialctica complicada. Qu pasa-ra si viviese Nstor? Por lo pron-to, no estara en duda la sucesinde candidatura presidencial por-que la figura del ex presidente se-

    guira siendo suficientementeaglutinadora para la base queconserva el kirchnerismo (ningu-na encuesta, ni siquiera las perge-adas desde la oposicin, le otor-ga al oficialismo menos del 30 o40 por ciento de imagen favora-ble; o aceptable para continuargobernando). El proyecto de largoalcance siempre se imagin conlos dos. Con Nstor y Cristina.No con uno solo. Atencin conlo que eso involucra en procesosque, latinoamericanamente di-cho, requieren de liderazgo perso-nal como condicin casi exclu-yente. El imprevisto de la muerte

    fue el que fue. Y la nica realidades que estamos como estamos,con la incgnita de que nadie to-dava puede resolver ni en el ofi-cialismo ni la oposicin acercade a quin otear como figura in-discutible, o de buen aliento, parael prximo lapso. Pero el solo he-cho de que, si Nstor viviera, es-taramos hablando de una chancemuy alta de continuidad as fue-re por el default de la oposicinhabilita a pensar que la potenciadel modelo, dinmica, proyecto,energa populista, o como quieradenominarse al kirchnerismo, estericamente prolongable; ya seaporque volvera a ganar, o porquesu asiento popular tornara com-plicado que se pudieran liquidarsus avances. Las dos eventualida-des tambin pueden darse conCristina o quien ella determine,pero es ms arduo.

    Apoyado en esa hiptesis o con-viccin, se sustenta que, al cabo dediez aos, la probabilidad de quelo K persista es atendible. A estaaltura del sultanato se perciba sudecadencia inevitable y estaba sur-cado por luchas intestinas irrecon-ciliables. No es el caso. Nadie nie-ga ya, seriamente, que la menemis-ta fue una dcada perdida. Queacab como acab. En cambio, esdiscutible que la kirchnerista nosea una dcada ganada si se la vedesde las reparaciones mnimas, oconsiderables, de que gozaron sec-tores populares, medios, profesio-nales, pymes. En otras palabras, to-mados perodos de diez aos o al-rededor para arriba o abajo, en lahistoria poltica argentina, la fotoensea golpes violentos de la oli-garqua, ocaso, decepciones pro-fundas, hiperinflacin.

    Se reitera: no es el caso y lo cer-tifica que la oposicin es comanda-da por un grupo meditico. No porun partido, ni conductor, ni orga-nizacin social. Con un mnimogrado de honestidad intelectual,ideolgica, perceptiva, debera ad-mitirse por lo menos eso. Que poralgo hay una gestin en condicio-nes de dar pelea. Despus de diezaos, nada ms o nada menos.

    POR EDUARDO ALIVERTI

    El kirchnerismoestableci un piso deconquistas sociales,

    simblicas, econmicas yhasta culturales de

    retorno complejo, en elanclaje de vastos

    sectores populares y declase media. Por

    supuesto: todo puederetroceder si se trata de

    las condicionessubjetivas. Pero las

    objetivas, hasta dondeuno ve, no indican

    ese escenario.

    Tlam

  • 10 AOS OTRA ARGENTINA12

    Las acciones para poneren pie al Estado fueron

    estigmatizadas porciertos opositores como

    meras acumulaciones depoder personal. La

    reconstruccin de lacapacidad de

    implementar polticaspblicas con

    independencia de lospoderes fcticos es

    intolerable para quienesslo representan

    intereses particulares.

    De la impotenciaa la autonoma

    El ciclo que estall en 2001llev al pas al borde de lainviabilidad poltica y eco-nmica. Fue la culminacin delexperimento de entregar el co-mando del pas a las fuerzas delmercado, y definir a partir de in-tereses empresariales el destinode los argentinos.

    El kirchnerismo ofreci unarespuesta a esa coyuntura, po-niendo a la economa nuevamen-te en la senda del crecimiento, yemple al Estado para forzar unadinmica social, que no surgade la lgica del mercado.

    La etapa gubernamental deNstor Kirchner no produjo cam-bios estructurales, y se apoy enla herencia econmica neoliberalpara relanzar la economa. La re-negociacin de la deuda externay el pago de la deuda al FMI im-plicaron un notable paso pararomper la alianza neoliberal en-tre la tecnocracia internacional yel capital ms parasitario local,que venan incidiendo en la defi-nicin de las principales polticasestatales. El avance en materiaimpositiva permiti fortalecer lasfinanzas pblicas sin recurrir alendeudamiento, dotando al Esta-do de creciente capacidad aut-noma de definir el perfil y desti-no del gasto pblico.

    Algunas empresas privatizadasvolvieron a la rbita estatal, bsi-camente por el rotundo fracasoprivado en gestionarlas adecua-

    damente. A pesar de los rasgosmoderados de la gestin, fue cre-ciente el malestar que generabaen los sectores dominantes acos-tumbrados a gobiernos subordi-nados ideolgica y polticamen-te la independencia de criteriode la conduccin del gobiernonacional. Esa novedad se vea re-forzada por los vnculos fraternosque se establecieron con otrosgobiernos sudamericanos, tam-bin autnomos en relacin conlos centros de poder, y por el re-conocimiento popular a las ex-tendidas mejoras en sus condicio-nes de vida.

    La gestin de Cristina Fernn-dez se inici sufriendo un violen-to ataque liderado por la cpulasojera, que impidi que el Estadonacional introdujera cambios tri-butarios razonables para el sectoragrario. La crisis internacional de2008 provoc una cada del nivelde actividad, que fue enfrentadadecididamente por el gobiernonacional, evitando que el pesi-mismo del sector privado setransformara en una severa crisiseconmico-social. La Presidentarealiz una cambio estructural es-tratgico al nacionalizar el siste-ma de jubilacin y pensiones, quese transform en una fuente adi-cional de autonoma financieraestatal. Tanto la creacin del Mi-nisterio de Ciencia y Tecnologacomo el lanzamiento de la Asig-nacin Universal por Hijo impli-

    caron una constatacin implcitade las limitaciones del mercadopara generar capacidades produc-tivas estratgicas o resolver gra-ves problemas sociales. Con Cris-tina Fernndez se enfatiz en laconduccin del Poder Ejecutivonacional una visin crtica delorden internacional neoliberal ydel comportamiento de las corpo-raciones econmicas locales.

    Luego de su contundente ree-leccin empezaron a evidenciarselos problemas que provocaba lacontinuidad de aspectos del es-quema heredado de los 90, y lanecesidad de su remocin. Mien-tras diversos servicios pblicosprivatizados (transporte, energa)mostraban el rentismo y la desi-dia privada, el Estado llegaba tar-de a reparar los daos. La estati-zacin de YPF una decisin po-ltica ajena a los consensos mo-derados neoliberales reflej lafalta de seguimiento y alertaoportuna existente en el propioEstado en cuanto al psimo ma-nejo empresario de un sector eco-nmico crucial. Esa misma faltade monitoreo se evidenci con elrecorte de subsidios a sectoresprivilegiados, que se prolongabanen base a una emergencia ya in-existente. Las presiones inflacio-narias revelaban la necesidad deun abordaje ms estructural deun complejo problema, que nopoda depender exclusivamentede los esfuerzos personales de un

    funcionario. La reinstalacin deldlar como problema nacionalindicaba la necesidad de un tra-bajo ms abarcativo y consistentesobre el comercio exterior argen-tino, y sobre la endeble estructu-ra de la industria nacional.

    En diez aos, el Estado argenti-no sali de la postracin y de laimpotencia. Recuper capacidady autonoma para actuar y decidirms all de los lobbies. Sin em-bargo, las acciones para poner enpie al Estado nacional fueron es-tigmatizadas por ciertos oposito-res como meras acumulaciones depoder personal. La reconstruc-cin de la capacidad de imple-mentar polticas pblicas con in-dependencia de los poderes fcti-cos, es intolerable para el pensa-miento globalizador y para quie-nes slo representan interesesparticulares.

    Dada la ausencia de liderazgoprivado en materia de desarrolloobservable desde hace dcadas,la recuperacin del Estado es lanica posibilidad de contar conuna herramienta de transforma-cin econmica. Diagnstico ri-guroso de los problemas, planifica-cin real, evaluacin de resultadosde las polticas, capacidad deaprendizaje y de autocorreccinpor parte de una tecnoburocraciainteligente, son requisitos paraconsolidar el liderazgo estatal, in-dispensable para que el proyectonacional pueda profundizarse.

    POR RICARDO ARONSKIND

    EFE

  • 10 AOS OTRA ARGENTINA 13

    Desplegando una poltica au-daz y a contrapelo de las he-gemonas mundiales, subvir-tiendo las formas institucionales;aprovechando el profundo descr-dito en el que haban cado esasmismas instituciones en el giro delsiglo y en medio del estallido del2001; rescatando lenguajes y tradi-ciones sobre las que el paso deltiempo y las garras de los vencedo-res haban dejado sus marcas enve-nenadas; ejerciendo, con fuerza an-ticipatoria, una decisiva reparacindel pasado que habilit, en un do-ble sentido, un camino de justiciay una intensa querella interpretati-va de ese mismo pasado que tanhondamente haba marcado untiempo histrico rescatado del os-tracismo, Nstor Kirchner redise-, hacia atrs y hacia adelante, latravesa del pas. Conmocin e in-terpelacin. Dos palabras para darcuenta del impacto que en muchosde nosotros provoc esa inesperadafisura de una historia que parecadestinada a la reproduccin eternade nuestra inagotable barbariesiempre asociada a los poderes que,desde el fondo de nuestra historia ycon escasas interrupciones, han ve-nido diseando la trama de la des-igualdad y la injusticia nacional.Ruptura, entonces, de lo pensado yde lo conocido hasta ese discursoinslito que necesitaba encontrarsecon una materialidad histrica queeso pensbamos hua de retri-cas del engao o la autoconmisera-cin. El kirchnerismo, ese nombreque se fue pronunciando de a pocoy no sin inquietudes, desequilibrlo que permaneca equilibrado, re-movi lo que haca resistencia,cuestion lo que permaneca in-cuestionable, aire lo asfixiante deuna realidad miasmtica y, por so-bre todas las cosas, puso en marchade nuevo la flecha de la historia.

    Con pasiones que parecan pro-venir de otros tiempos, los ltimosaos, en especial los abiertos a par-tir de la disputa por la renta agrariaen el 2008, han sido testigos dequerellas intelectuales y polticasque obligaron a cada uno de susparticipantes a tener que tomarpartido. Fue imposible sustraerse ala agitacin de la poca y a la vigo-rosa interpelacin que el kirchne-rismo le formul a la sociedad. Lapoltica, con sus intensidades y susdesafos, con sus formas muchasveces opacas y otras luminosas, seinstal en el centro de la escenanacional para, como haca muchoque no suceda, convocar a aquello

    Enloquecer la historiaque siempre estuvo en su interioraunque pudiera, en ocasiones, que-dar escondido por las hegemonasdel poder real: el litigio por laigualdad.

    El kirchnerismo sali al rescatede tradiciones y experiencias extra-viadas corriendo la pesada lpidaque haba cado sobre pocas en lasque no resultaba nada sorprenden-te el encuentro, siempre arduo ycomplejo, de la lengua poltica ylos ideales emancipadores, y al ha-cerlo desafi a una sociedad toda-va incrdula que sospechaba, otravez, que le queran vender gato porliebre. En todo caso, hizo imposi-ble el reclamo de neutralidad o dedistanciada perspectiva acadmica,hizo saltar en mil pedazos la su-puesta objetividad interpretativa ola reclamada independencia perio-dstica mostrando, una vez ms,que cuando retorna lo poltico co-mo lenguaje de la reinvencin de-mocrtica se acaban los consensua-lismos vacos y los llamados a la re-conciliacin fundados en el olvidohistrico. Lo que emerge, con fuer-za desequilibrante, es la disputa porel sentido y la irrevocable eviden-cia de las fuerzas en pugna. Elkirchnerismo lo deca en otro lu-gar vino a sacudir y a enloquecerla historia. El impacto enorme desu impronta sigue irradiando alre-dedor de nosotros y contina defi-niendo el horizonte de nuestrosconflictos y posibilidades.

    Un tiempo argentino, este queacaba de cumplir diez aos, que nonos ahorr ni ahorra ninguna difi-cultad pero que tambin ha sidogeneroso en la abundancia deacontecimientos y experienciasfundamentales no slo para nues-tro presente sino, tambin, paraesa doble deriva que nos lleva orahacia el pasado ora hacia el futuro.Todo ha sido puesto sobre el tapetey en discusin en nuestro pas, talvez como no lo hacamos desde ha-ce dcadas, y en el interior de unproceso de intensa y apasionada re-cuperacin de la vida poltica (ejevertebrador de una democracia queno desfallezca atrapada entre lasredes de los golpes de mercado, lasbrutales operaciones de una ficcinde vodevil televisivo desplegadaspor el poder meditico y de los ge-renciadores que buscan dar un pasodefinitivo hacia el ms all de lapoltica). Se trat, eso creo, de in-dagar lo que ese nombre, revulsivopara una historia inercialmentecondenada a la decadencia y lafragmentacin, habilit en el inte-

    rior de esta etapa argentina en laque tantas cosas del presente y delpasado fueron puestas en cuestin.El kirchnerismo, entonces, comouna disrupcin, como un giro enlo-quecedor de la historia que, poresas paradojas de la vida nacional,permiti nos permiti reencau-zar nuestras interrogaciones y nues-tros fervores tanto tiempo adorme-cidos. Nadie pudo ni puede perma-necer indiferente ante este cauda-loso retorno de la poltica y, sobretodo, de una voluntad de transfor-macin capaz de poner en cuestinlas certezas supuestamente incon-movibles del fin de la historia y dela muerte de las ideologas. Inclusola derecha ha tenido que salir delas sombras para disputar una hege-mona que fue perdiendo de mane-ra insospechada.

    Pocos, muy escasos, aconteci-mientos polticos han despertadotantas polmicas, tantas querellas ytantas pasiones como el abierto porla irrupcin de esta extraa figuraproveniente del sur patagnico. EnNstor Kirchner y, con una poten-cia duplicada por el propio drama-tismo de una muerte inesperada,en Cristina Fernndez se ha des-plegado lo que pocos crean quepoda volver a suceder en el inte-rior de la realidad argentina: la al-quimia de voluntad, deseo y auda-cia para torcer una historia que pa-reca sellada. El retorno, bajo lascondiciones de una particular y di-fcil poca del pas y del mundo, dela poltica como ideal transforma-dor y como eje del litigio por laigualdad. Ese es el punto de infle-xin, lo verdaderamente insopor-table, para el poder real y tradicio-nal, que trajo el kirchnerismo: elcorrimiento de los velos, el fin delas impunidades materiales y sim-blicas, la recuperacin de palabrasy conceptos arrojados al tacho delos desperdicios por los triunfado-res implacables del capitalismo ne-oliberal y revitalizados por quienes,saliendo de un lugar inverosmil,vinieron a interrumpir la marchade los dueos de lo que pareca serel relato definitivo de la historia.

    Por eso stas y otras pginas es-critas en los ltimos aos intentan,sin neutralidades hipcritas ni an-lisis revestidos con los ropajes deuna falsa objetividad, penetrar enel vrtigo de esta dcada en la queno se nos ahorraron dificultades nise nos ahorraron exigencias de or-den poltico y moral. Por eso, tam-bin, una escritura tocada por lasurgencias del presente y por las in-

    terpelaciones de la vida poltica,esas que no permiten hacerse losdistrados a la hora de tener que to-mar partido. Porque si algo ha que-dado claro en estos aos turbulen-tos y extraordinarios es que se havuelto imposible mantener la neu-tralidad sustrayndose a las deman-das que provienen de una realidaden continua agitacin. Lo inaugu-rado por Nstor Kirchner en mayode 2003 ayud a conmover la lgi-ca del statu quo, al mismo tiempoque rehabilitaba la lengua polticacomo instrumento de transforma-cin. En todo caso, y tomando al-gunas de las consecuencias abiertaspor el estallido de diciembre de2001, se lanz, sin pedir permiso niesperar que se lo dieran, a romperel continuum de una historia desti-nada a reproducir el estado de in-equidad e injusticia de un pas queno lograba sustraerse a la voracidaddestructiva del establishment eco-nmico, financiero y meditico.Tal vez en esto ltimo radique unode los rasgos esenciales de lo que elkirchnerismo ha venido a conmo-ver en el interior de nuestra socie-dad. Abrir, nuevamente, los cana-les de la poltica y de la participa-cin rompiendo la hegemona deun discurso y de una prctica de ladesmovilizacin social y de la apa-ta ante los destinos del pas. Elkirchnerismo, se est de acuerdo ono con l, no dej nada intocadoni se dej ganar por la inercia deca-dentista que vena surcando de la-do a lado la vida argentina. Vino,en el mejor de los sentidos, a con-mover a la ciudadana conmovien-do el estancamiento y la repeticinmalsana de un destino previamenteescrito. Pero lo hizo sin eludir losconflictos que inevitablemente ir-an estallando a medida que se pro-fundizara en ese camino contrahe-gemnico y sostenido en la impe-riosa necesidad de reintroducir enla escena nacional el litigio centralde toda poltica que, desde los albo-res griegos, no es otro que el quesurge de la demanda de los inconta-bles de la historia por darles formaampliada a las promesas de la igual-dad democrtica. Si sa ha sido ysigue siendo la contribucin delkirchnerismo a este tiempo argenti-no creo, con sinceridad, que su po-tencia y proyeccin seguirn inter-pelando los aos por venir. Mien-tras tanto la historia sigue su cursosinuoso y eso parece tendremosque seguir interpelndola. Ella, porsu cuenta, no dejar de interrogar-nos y desafiarnos.

    POR RICARDO FORSTER

    La poltica, con susintensidades y sus

    desafos, con sus formasmuchas veces opacas y

    otras luminosas, seinstal en el centro de la

    escena nacional para,como haca mucho queno suceda, convocar a

    aquello que siempreestuvo en su interior

    aunque pudiera, en ocasiones, quedar

    escondido por lashegemonas del

    poder real: el litigio por la igualdad.

    Gustavo Mujica

  • 10 AOS OTRA ARGENTINA14

    Lo frgilEl presidente que asumi hacediez aos tena una escasalegitimidad electoral el 20por ciento de los votantes, enuna sociedad desconfiada y movi-lizada, y se haca cargo de institu-ciones devastadas. Supo del cortenecesario: transformar el modo degobierno, gestar un umbral tico yvolver a pactar con el activismosocial. De all las ideas de no cri-minalizar la protesta y de juzgar elterrorismo de Estado. Que seranacompaadas con polticas repara-torias y atenuantes de las dimen-siones ms catastrficas de la crisisy con una estrategia econmicacentrada en el mercado interno.El kirchnerismo surgi as a partirde una serie de hechos de gobier-no, producidos no en la soledadde las decisiones como muchasveces se le achac, sino en eldilogo con las militancias socia-les y polticas previas.

    Cualquier gobierno se engalanacon la idea de gobernar para el to-do, pero lo hace desde las parti-ciones conflictivas que hay en unasociedad. Las polticas son, en de-finitiva, decisiones sobre las mi-noras con las cuales se estableceuna relacin privilegiada para ha-cer de los valores o intereses deesos grupos una estrategia general.Ocurri as con las tenaces de-mandas de justicia de los organis-mos de derechos humanos, con lalaboriosa produccin de una mo-dificacin al sistema de mediosaudiovisuales, con la ampliacinde derechos al variopinto arco delas elecciones sexuales. Lo nuevo,entonces, fue el tipo de minorascon las cuales se constituyeron re-

    laciones privilegiadas: una ley so-bre los medios surgiendo de la co-alicin de los 21 puntos y de losforos de debate es lo contrario aun decreto producido por los gabi-netes jurdicos de grupo mediticoms concentrado.

    El kirchnerismo se conform apartir de una serie de hechos degobierno, actos simblicos, enun-ciados discursivos y estrategias delegitimacin. El punto de infle-xin, se sabe, es el 2008. Cuandoel conflicto por las retencionesagrarias hizo callejera la particinsocial y revel hasta qu punto lasdecisiones de un gobierno, cons-truidas en relacin a la totalidad,conllevan conflicto y parcialidad.Redistribucin se llam a esa cues-tin, para decir que para que mspersonas tengan ms acceso era ne-cesario que otros tuvieran menosde lo que crean tener los ltimosderechos. Clases dominantes queya haban olvidado los riesgos de lacatstrofe social marcharon en sonde guerra. En ese ao surgira unrostro singular del kirchnerismo:agonista y conflictivo, ligado a laconstitucin de disputas por la dis-tribucin de las riquezas, la demo-cratizacin de zonas del poder y ala ampliacin de derechos.

    De esos das de cortes y sueosde destitucin tambin surgi co-mo fuerza movilizada: el caminohacia las militancias que se reco-nocan en relacin al nombre delos presidentes y a un encuadra-miento de las anteriores. Se abriel camino, a la vez, hacia lo quehoy se nombra como Unidos yOrganizados, y a la particin bina-ria de la escena poltica. Hoy hay

    dos partes fundamentales oficia-lismo y oposicin que subsumena su interior toda otra diferencia.Si la alianza electoral oficialistava de Hebe de Bonafini a GildoInsfrn, entre los opositores cundela pasin por desplazarse a la dere-cha y no renegar de ninguna arti-culacin subordinada a la derechaprevia y realmente existente en laCiudad de Buenos Aires. Parti-cin en dos, que subsume y rearti-cula diferencias y conflictos. Quepor un lado reduce a murmura-cin la disidencia con los pasosdesdichados de los aliados y, porotro, confrontacin con todo loque surge de la vereda opuesta.Cada tanto, alguien recuerda quemuchos valores se arrojan por laborda con ese mecanismo, peroesa protesta suele quedar comomolestia momentnea ante unarealidad ineluctable. La particinbinaria tiene correlato o expre-sin en las narrativas mediticas.Leer un diario es tomar partido yun ciudadano con un Clarn en elcolectivo es un embanderado.

    Pero si la oposicin se desarmay se refuerza por la misma lgicabinaria, el gobierno no puedeaceptarla. Por un lado, porque esaparticin deja exnimes las poten-cias productivas de su afuera, alcolocar todo bajo la interrogacinde su lugar en las trincheras defi-nidas. Por otro lado, porque lafuncin gubernamental obliga ahablar para aquellos que no estnconvencidos. Aceptar la particinrefuerza la identidad militante pe-ro a la vez difumina la capacidadde interpelar a amplias capas de lapoblacin no militante. La parti-

    cin se liga a la intensidad de lasminoras que siguen o participanactivamente de la vida poltica,pero coexiste con la apata pbli-ca con la cual las mayoras suelenacompaar cada poca. Muchasde las intervenciones culturalesdel Gobierno o las propuestas me-diticas para el debate poltico lehablan a la intensa minora deconvencidos ms que a la masa desus votantes efectivos y menosan de los que eluden toda identi-ficacin en la lidia poltica.

    Los problemas que se avizoranal cierre de la dcada son bien dis-tintos a los de su inicio, pero nomenos relevantes para ser atendi-dos. El kirchnerismo se desplegsobre un pas daado y agobiadopor la catstrofe, imagin polticasy gener entusiasmos. Demostrser la fuerza con ms capacidadinventiva y disposicin al riesgo.Hizo ejercicio de la diferencia res-pecto del propio partido del cualprovena. Por su propia novedadsurgir de la debilidad y consoli-darse en momentos agonsticosno puede desprenderse del halofrgil. As, cada semana es unadisputa respecto de su propia ca-pacidad de resultar triunfante enlas transformaciones encaradas yhasta un cmico periodista pareceminar los fundamentos de su legi-timidad ltima la creencia des-pertada por el ex presidente muer-to en cada emisin de su folletn.Pienso que lo que surgi frgil loser siempre, pero que ah radicasu fuerza, su capacidad de auscul-tar climas sociales, de interrogargrupos que le son externos, de ali-mentar dilogos insospechados.

    POR MARA PA LPEZ

    Las polticas son, endefinitiva, decisiones

    sobre las minoras conlas cuales se establece

    una relacin privilegiadapara hacer de los valores

    o intereses de esosgrupos una estrategia

    general. Lo nuevo fue eltip