De los viajes y el cuadeno, final, cordoba mayo 2014

114
DE LOS VIAJES Y EL CUADERNO palabras x Fer Diaz Dibujos x Iva nette

description

No olvidar, de las rutas venimos y hacia las rutas vamos

Transcript of De los viajes y el cuadeno, final, cordoba mayo 2014

DE LOS VIAJES Y EL CUADERNO

palabras x Fer Diaz Dibujos x Iva nette

2

3

No olvidar,De la ruta venimosy hacia la ruta vamos

4

a ipi y al parcero, por los abrazos, las rutas, los dedos

5

ÏHay un desorden dándome una orden. Hay goteras en el techo y un poco de tierra en el colchón. Un mate caliente adornando esta situación, abstinencia de ruta presente en el renglón. De fondo un motor, era dos punto cero pero toda-vía hay pozo en ituzaingo. No me quejo de eso, al contrario, festejo dicho no progreso.

La mochila sigue armada y ya pasó una semanaAl costado también reposa la bolsa de dormirPodría ahora salir, agarrar sólo eso y largarme a viajarPero estoy frente al monitorBebe suena en el radiograbador y yo pienso qué prefiero más, si quedarla o arrancar.Todavía tengo la cadena atada al palo del acá.A la casa, a la convivencia de familia, a la experiencia de vivir en comunidad.Siempre cae gente, todo el tiempo, algunos barrileteando acá aterrizanOtros llegan de sus trabajos, agobiados, podridos. La calma reina los momentos posteriores a la opresión con un mate rico y el alivio que genera la amistad.

Me gusta salir a la puerta, pispear el barrio, tomar mate so-bre la baranda de la vereda, saludar vecinos, ver a la gente volver de hacer los mandados. Fruta hay mucha porque nos gusta hacer licuados y también estar bien alimentados. En el patio la huerta brilla al sol, vamos aprendiendo de a poco de

6

esta hermosa relación. Semilla y sol. Zapallo, tomate, acelga y alguna albahaca. Agradecidos y sorprendidos con todo lo que Mama Tierra nos regala en gracia. Siempre que baja el Sol, llega el momento de regar. Mientras escribo es octubre. Despilfarrar agua por el verde me hidrata. Más si dicho acto es realizado en patas.

ÏFaltan casi tres meses para arrancar viaje, pero hoy toca dormir en la estación de retiro. Vigilia previa para conseguir ese pasaje barato del tren que va hacia Tucumán. La estación plagada de viajeros, rondas de mate por todos lados. En la tapa de la revista THC salió Morgado, quizás ahora la gente comience a ver con menos miedo al porro, ya que ahora lo legitimizan los famosos, y vieron cómo es la hipocresía, abunda en todos los aspectos de la vida. Ten-go mate y la libreta donde anoto mis disparates, una seda y por la mitad un libro de Castaneda. Mi compañera se fue a trabajar, a conseguir el efectivo para poder viajar. Yo la espero acá sentado. Por todos los costados observo poe-sía, últimamente ando trabado con la mía. Se me complica bajar a palabras legibles todo este entorno que se pinta increíble. Pero la poesía sigue latente y ante el impulso no puedo estar inerte, por eso agarro la lapicera y me voy in-ventando la manera de poder desarrollar en un renglón lo que mi retina registra, lo que siente el corazón. Lo que el aire roza en mi piel. A ver, en la estación abundan los pibi-tos pidiendo la moneda mientras los trenes llegan llenos de asalariados enfundados en trajes que se insertan en el quilombo capital. Mucho policía con pinta de buchón, re-vistas con minas en pelotas, morbo en vivo por una pantalla

7

gigante. El uniformado, de por sí, ya me produce rechazo, lo veo algo feo, acotado, pero una mujer policía es más feo que todo lo anteriormente nombrado. Contraste deforme, mitad vida, mitad ortiva. Sigo en la mía, saboreándome los mil mates que me voy a tomar, mas allá de que me moleste mucho que los que te venden café y panchos te cobran dos pesos por llenar el termo. Hoy arranca el viaje, la gente de al lado es la misma que va a abordar nuestro tren, aunque falten 3 meses, aunque todavía quede mucho por hacer. Una señora que labura en la terminal de trenes pasa, y nos barre los pies como si nos estuviera cambiando las sábanas, como en un hotel, pero más barato, más conurbano. En el taper tengo arroz y zapallo, que cocinaste ayer por la noche, que trajiste para que comamos. Cierro un segundo los ojos y en mi sueño despierto observo que ya nos vamos. Alrededor el alboroto tiene un tinte muy adolescente, yo, con mis 25 a cuestas, experimento la primeriza sensación de sentirme un poco mayor. Me alegra la situación. Juventud divino tesoro, dice la canción. Y mantenerme al margen de la presión as-querosa de esta sociedad, en la cual debería ser un pibe con título y trabajo estable, me hace estar saludable. Decidido en el camino. Que siga vigoroso mi impulso, mi niñez inci-piente, sensaciones que me recorren el cuerpo y me colman de alegría. Nos largamos a la ruta, los dos, sólo con lo pues-to. No somos mendigos, no tenemos que estar pidiéndole a nadie que nos de las vacaciones en enero, no nos alcanzan sus 15 días para tanta tempestad. Un gesto de libertad, una decisión, un envión, la voluntad, las ganas, el movimiento es esto. Y acá me siento contento.Cae la noche en Retiro y con ella llega el frío y las ganas de cenar. Afloran las viandas, también los de milanga. Una canta quiero re truco acá al costado. Le digo quiero. No traje la guitarra, y a tu mp3 se le acabó la batería, solo me

8

tengo a mí, a la birome y al papel. El trío fiel. Anoto lo que sale, le paso el pan al fondo de la cacerola y busco ese gustito en mi andar cotidiano. Ir andando, hacia la transformación de la situación en la que estamos. Promover la unidad de las partes de este todo que se está engendrando. La basura cada vez está más podrida, la es-peranza cada vez más florecida. Dualidad. ¿Y ante eso qué? Podría ir a un banco y hacerlo estallar a pedazos, de veras, muchas veces barajo esa posibilidad, me dan muchas ganas. Pero solo me sale andar desatado (o al menos intentarlo), preparar el terreno para los que vienen atrás. Florecer, des-prender las semillas que activen el devenir de mi genera-ción. Salir del estúpido ego, ponerle más ficha a la comuni-cación, a la de verdad, no a la del feisbuk, no a la del celular. Sino a la que se genera al poder mirarse a la cara con un gesto de hermandad.

Me interno en un matorral. Corro por el cañaveral que bor-dea el rio de lo que no pasa mas. Sigo de largo, salto un charco y me interno en el bosque. Llueve finito y el frio se hace presente. Me doy cuenta que el lugar es este y decido comenzar a caminar. El bosque esta húmedo, el sol no lo vino a saludar en días. La lluvia finita que cae hoy llego hace 3 días a este lugar y no dejo que nada se seque. Me escondí en el matorral, escapando de la inercia que me empujaba a abandonar. Me corrí a un costado del camino porque estaba medio colgado y me iban a pisar. Como cuando vas lento por once, liniers o morón y ves que hay un mar de gente que quiere llegar rápido a su lugar. El horario los corre, apura el reloj, y uno que anda por ahí medio de paso queda en el medio de dicha marea. Gente que va de acá para allá, con la prisa que solo puede generar el capital. Tanta ansiedad. Por eso me corro a un costado y en el pasto que esta de paso

9

me siento a estar. A ver si algún pájaro puedo escuchar. Circulo la falda de un cerro de concreto y material. Peda-leo cemento y escupo ansiedad. Me quedo con lo puesto y aprendo a esperar.

La humedad me pintaba con gel la cara, era sábado a la mañana y yo deambulaba por la casa rentada. Faltaba un mes para arrancar viaje y dentro mío pintaba la nostalgia en forma de nudo. Tuca y mate en la terraza para darle hilo suelto a esta historia.Si las nubes danzan y dentro mío agita la esperanza, es buen momento para transcribir. Algo para decir de todo este in-tento que vivo, cuando hace unos años decidí dejar de dor-mir la siesta social para transformar mi mundo, de lo oscuro a lo claro, de lo claro a lo oscuro, pero siempre eligiendo,sin abortar los impulsos de la libertad.Unos días en la playa para relajar el coco. La cara de frente al mar me puso a pensar sobre la voluntad. El día que la descubrí dejé de ser un prólogo y me zambullí en el abismo de la historia sin más rutina que dejar ser a ese impulso que me hacía tanto ruido adentro.

Ya salimos chinita, ya falta poquito.Pienso todo el día en pasear nuestros corazones por semejan-tes lados, me ronda la idea de la carpita y el fueguito de a dos, andando de paseo, no te imaginás cómo te quiero.En pocos días vamos a estar arriba de un tren, largas horas de andar y viajar, largos días para disfrutar, la vida es ahora y nos regala nuestra compañía. Esa compañía que me llena de ale-gría, que me motiva todo el día a caminar para delante. Sí que se puede la libertad de a dos, hoy lo descubro, en este noso-tros. Abrazo y te veo en Retiro, con la mochila y el abrigo.

10

Ï¿Te imaginas que un día como hoy todos los que se levanta-ron temprano para ir a trabajar usaran ese tiempo en hacer lo que realmente tienen ganas?

La mañana del 3 de enero salimos de Ituzaingó, 6:30 y a subir al vagón, con Mati fuimos caminando desde casa con todos los bártulos colgando. Sobre el andén, Ipi ya nos es-taba esperando. Nos subimos al tren con todo el Oeste diri-giéndose hacia la capital. Las mochilas apretadas, al costado sólo caras de tedio, de desgano, nosotros en otra historia, con la sonrisa loopeada.Ya en Retiro nos fuimos encontrando con varias amigas que tomaban el mismo tren.

Miro y me ríoEn Retiro todo es un lío, mochilas por todos lados, todos despeinados.A Tucumán va el tren, de ahí que decida el vientoNo tenemos mucha idea, ni mucho más que lo puestoEl tiempo es nuestro

Nosotros somos él, unoIndivisible, aventurarse sin prisaCompartir este “a partir de aqui”Verme en ella, verme en míArmar mil carpas

11

Hoy es cuando se desata el nudo. La ciudad del humo no ata más este caminar. Se vuelve vital emigrar hacia el río, hacia el valle, hacia la inabarcable inmensidad. No hay nada más acá, el hoy empieza a contar desde el cero y se detie-ne antes de llegar al uno, obsoleta queda cualquier tipo de conducta relacionada a contar. La mochila en realidad po-dráa llamarse casa. La intención resuena en acercarse al mar. Sin prisa, pero no en pausa. La velocidad no indica avance. Lo que importa es la constancia de empujar hacia adelan-te. Volverse sorbo de río. Placentero despertador, bañar mis mañanas con él y el sol. De eso, acá ya no vibro nada. Sólo siento las cosas que la natura irradia. Abundancia, como una planta de acelga o una cosecha de tomates. Hoy quiere decir : nosotros dos saliendo de mochila con la vida al aire. Con terribles ganas de acompañarnos. Con la incertidumbre, con un paño.Incendio en el tren del baño!!De lejos oigo guitarras que improvizan una radio. Marca el tiempo el trenChu Chu Chu Chu Chu Chu Chu Chu Chu Chu Chu ChuUna guitarra que pasa de do a re. Oficio de bombero para apagar el incendio del baño.

Bienvenidos al funeral del horario, la rutina que se muere y yo me voy acomodando. La austeridad nutre la virtud. El desapego genera abundacia.

12

El tren es el transporte más barato para moverte dentro del país, lo que en micro cuesta 400 acá cuesta 40. Lo que en micro tarda 16 horas acá tarda 24 (con suerte). Pintoresco ámbito, jipis del 2011 por todos los vagones. Otro vagón lleno de boy scouts, de todas las edades, con sus uniformes, sus estandartes. Al final de cada vagón un recoveco para observar, abro la puerta, el viento despeina. La llanura inmensa, puñados de árboles dando sombra a las ovejas. Por la noche, cortina de estrellas. Subidos ahí, paseamos pueblito por pueblito, esperando llegar a Tucumán.

ÏEl buen día sucede en una capital. Fruta y a la ruta. Decidimos pasar rápido el tramo que nos falta hasta salir de la Argentina. Primer dedo de la cuestión, saliendo de San Miguel de Tucumán en un colectivo de línea, como si el 136 te sacara del caos de Caballito y te metiera en la laguna de Navarro. En ese contexto nos levanta Rolando, cincuen-tón, en una hilux blanca con aire y todos los avances tec-nológicos manifestados en cuatro ruedas. Nos cuenta de la ruta, de la vegetación, ya que es ingeniero forestal y tiene toda la data con nombres técnicos y todo, por ejemplo las 1231 formas de decir “Pino”. Nos deja sobre un peaje, a 80 Km. de Tucumán y a 280 de Salta. Caca y mate en el peaje y a conquistar otro dedo.

13

Viento, sacame el pantalónLimpiá bien adentro que ando con ganas de fluirViento, acercate, veníDespeiname las ideas, ayudame en las manerasVenite entero, traé contigo un gesto,move las ramas del nogalViento enseñame a estarMandanos un dedo que nos quiera llevarO la paciencia que nos haga esperar

Durante la espera de un dedo uno puede experimentardiferentes emociones. Están los que no te levantan pero con una bocina te tiran buena onda. Tambien están los que vie-nen polarizados y su miedo no los deja levantar nada que no esté dentro de su mundo asegurado. Los que te miran con asco. Los que miran hacia adelante y ni siquiera se per-catan de tu prescencia, aunque en realidad te ven pero te anulan, se hacen los boludos. Deci que uno se alegra porque estan los que viajan en un fitito siendo cuatro y te miran con cara de que más de eso el auto no puede aguantar.

ÏEscribo después de 2 días, retomo el escrito desde el mo-mento puntual en que estábamos yendo a una estación de servicio a pasar la noche. La historia del dedo venía floja. Dos horas y nada de suerte, la gente sólo nos miraba. Hasta un auto del Dakar pasó, y obvio que ése tampoco paró.

14

Atardecía, y ante la llegada de la noche y la falta de un co-che, caminábamos hacia la entrada de San Pedro, donde había una estación de servicio. De golpe, y sin dedo hecho, un camión se paró al lado y sensibilizado por nuestras caras de poco levantados, nos levantó. Alejandro era quien mane-jaba, cordobés, y muy copado. A su lado venía sentado Mariano, un pibe viajero al cual había levantado unos mi-nutos antes, quien, con una cerveza en la mano, bajó a res-catarnos. El camión venía en grupo, era parte de una flota de tres que viajaban juntos llevando mercadería y habían decidido, (en realidad uno de ellos había decidido), levan-tar unos mochileros, por lo cual ya venían viajando 2 en cada camión y nos sumamos a este grupo. Todos eran ami-gos. El camión era increíblemente nuevo y el conductor nos mostraba todos los chiches que tenía, incluído un piloto automático. Así avanzamos, entre historia e historia, entre chistes de tonada cordobesa y detalladísimas descripciones de rutas de contrabando que nos contaba Alejandro, dando cuenta de por dónde ingresa la merca y por dónde el faso, divagando historietas de grandes movidas que parecen de ciencia ficción. Paramos en un comedor en Metán, a unos 60km de Salta Capital, ahí nos encontramos con los otros dos camiones. Uno lo conducía Rober, que le gustaba más el tinto que dormir la siesta. Él fue el de la iniciativa de comenzar a le-vantar gente. El otro camión lo conducía Marcelo, que nos contó que ya era abuelo. El más copado parecía, siempre se preocupaba porque todos estemos bien. Paramos a cenar y ninguno dejó de escabiar, algunos más moderados, otros lo hacían sin parar, por ejemplo Rober que no paraba de pedir más. Antes de que todo empeore, y nadie pueda manejar, Marcelo tomó la iniciativa de ir a descansar. Después de cenar hicimos noche en una YPF, Marcelo puso el camión

15

tapando un pedazo de pasto y sobre él desparramamos las bolsas para dormir un rato entre las estrellas y la sombra de un silo repleto de algún grano. 5:30 nos levantamos y en-caramos para Salta capital, todos en el camión de Marcelo ya que los otros dos habían seguido de gira dura y recién se acostaban. Amaneció goteando y nos dividimos los luga-res en el camión, un par a la cabina y el resto al acoplado. Salta amanecía nublada y la cúpula del camión llenaba mis pulmones, verde por todos lados, la sensación de algo que está comenzando, el sol haciéndose lugar en el chaparrón, la ruta que se disfruta cuando el viento te despeina los pla-nes. Pasamos de estar tirados en Tucumán a un dedo muy acertado.Ya en Salta decidimos tomar un bus hasta San Salvador de Jujuy, ya que llovía mucho, el camión debía quedarse des-cargando un día entero y nosotros ya sentíamos la necesi-dad de salir de nuevo al ruedo, varios días de gira rutera y ganas de descansar, comer bien y rico para luego continuar.

La mochila de placardLa ruta de casaEl tiempo detenido, al servicio de la voluntadViajar, de aca para alláMicro, tren, camiónDedo, Terminal, estaciónPasear, buscar el marReír al cieloAgradecer lo bueno y contárselo a un cuadernoParar donde pinteDormir en los márgenesConociendo gente Ir pacientes

16

Desde San Salvador salimos hacia La Quiaca. Antes de acos-tarnos a dormir pusimos las condiciones, si está linda la ma-ñana vamos a la ruta en busca de un dedo, si la lluvia se hace presente nos tomaremos un micro y antes llegaremos. Opción dos. La lluvia se hizo presente así que bien tempra-no subimos al colectivo y en unas horas ya estábamos en la frontera. La Quiaca, bien alta, la ciudad con más altura de la Argentina y la que hoy nos daba la despedida para cruzar hacia Villazón, primer paraje boliviano.La frontera se puso tediosa, estuvimos esperando 6 horas a que la burocracia mande sellos por todos lados para, por fin y a las 20 hs, estar de lado boliviano. Bienvenidos al chamullo de las fronteras, una absurda limitación, donde se arma un circo enorme en nombre del control, un gastadero de plata en algo obsoleto, una absurda separación. Las costumbres son las mismas en La Quiaca que en Villazón, la gente cruza de un lado al otro, a hacer las compras, a trabajar. Mucha especulación gira alrededor del cambio, condición favora-ble para los que viven en Argentina sobre la moneda que se gana en Bolivia. Eso genera curros de todo tipo. Gente que cruza animales por unas monedas, caminos alternativos donde circula mercadería, convivencia total entre lo ilegal y lo legal. El circo que arman es increíble, los papeles que llenamos, tantos datos, ¿Irán a parar a algún lado?Villazón de noche no nos pareció muy pintoresco, se había hecho muy tarde en el cruce de frontera y no quedó otra que hacer noche ahí. El hospedaje salía 25 Bolivianos por los dos, así era, 1 metro x 1 metro. A nosotros nos servía, necesitábamos gastar poca plata y salir al otro día, en el pri-mer cole que saliera hacia Tupiza, nuestro primer paraje en tierra boliviana. Los micros acá viajan hasta el tope. Gente parada, perros, los caminos con abundante ripio. Ahora es-tán haciendo todo nuevo, pero falta, eso hace que los viajes se hagan más largos.

17

ÏTupiza nos recibió con el sol, conseguimos una buena ha-bitación en un hostal cerca de la plaza, ahí nos atendió Ri-chard, oriundo de aquí y gustoso de la música romántica. Charlamos rato largo, entre cocina y guitarreada. Al toque conocimos a Joaquín y Nati, una pareja de rosarinos artesa-nos con quienes pegamos buena onda. Nos dicen que por la tarde van a ir a la plaza a tirar el paño. Nos sumamos con los libritos y encaramos hacia esos lados.

Punto y aparte acá

Festejo en forma de palabras abrochadas, desparramadas en un paño, dibujadas por las amigas que por alli andan. Libritos armados de forma casera. Urgentes, porque salen de donde todo tiembla. Ofreciéndolos acá, en una plaza de Bolivia. Y encima estoy con vos. Puff que soñé con esto. Hoy es lo soñado, la fantasía, lo imaginado. Nos gusta así, sien-do y conociendo. Cambiamos dos libritos por 10 pesos bolivianos y esto nos da de comer.En la mañana siguiente salimos de caminata, con Nati, Joa-quín y una pareja de Tucumanos de la cual no recuerdo los nombres. Salimos hacia las afueras del pueblo, con agua, frutas y unos sánguches. Caminamos sólo un ratito y ahí estaba el valle, majestuoso. Todos los colores dispersados en la inmensidad. La tarde entera para dispersarse por este lugar. Viajar es lo mas lindo de pasear.

18

ÏLuego de tres días en Tupiza decidimos seguir viaje y enca-rar hacia Potosí, lugar que teníamos ganas de visitar. Llega-mos luego de ¿16? horas de colectivo, por camino bastante ripioso. Al llegar nos desayunamos el caos. La primera im-presión fue la de una terminal que parecía un estadio de la N.B.A. Contraste absoluto con todo lo demás. De ahí un co-lectivo que nos dejó en el centro, la iglesia, la plaza. Potosí es una ciudad que se construyó en base a la improvisación. Los españoles llegaron atraídos por el cerro rico, sin saber que iban a encontrarse con tanto para robar. Así fue que se fueron acomodando, como fueron llegando. Y vaya que en-contraron cosas que hoy en día al cerro le siguen sacando. Se fue formando la ciudad, desordenada, apurada. Las ca-lles son muy empinadas y tienen muchas curvas raras. Nos hospedamos en un hospedaje de 20 bolivianos, luego de un rato de caminar. Eran las diez de la mañana así que decidi-mos aprovechar la cama y descansar.

Hay un mundo que sucede en tu soñar y me gusta desper-tarme y que me lo cuentes.

Anduvimos por la ciudad y luego salimos hacia el ojo del Inca. Un día entero de estar tirados en un agujero de agua que tenía unos veintipico de grados contrastando con el viento frío que soplaba afuera. agua, a más de 4000m de al-tura. Adentro calentita, afuera otra realidad. Sumergido, los dedos arrugados, salimos y el frío nos apuró el secado. Nos besamos, la malla te quedaba muy bien, me entusiasma sa-ber que pronto iremos hacia las playas y con poca ropa nos

19

vamos a ver. De ahí volvimos hacia Potosí, a tirar un rato el paño a la plaza. La realidad del lugar a veces te sobrepa-sa. Una ciudad completamente saqueada por los buitres del mineral, un pueblo agotado, acostumbrado a padecer sin parar. Alcohol potable como escape de la realidad. En la pla-za escuhé a un minero contar cómo había quedado su salud luego de trabajar en la mina, también contaba que a cierta edad él se tuvo que retirar, y que lo relegó a su hijo, quien ahora en la mina está. Como si fuera un estigma a heredar, una condena que no frena.

Un día nos pasó esta historia que te voy a contar. Estábamos en la terminal esperando el colectivo, se nos acercó un chico. Nosotros en el piso con todos los bolsos, y el paño con los libritos. El nene inquieto y charlatán se nos acercó a preguntar qué era lo que estábamos vendiendo, le contamos, y nos comentó que a él le encanta leer. Se llama Alfredito, me lo cuenta mientras mira un librito y hojea otro. Al toque nos sale decirle que le convidamos uno, que se lo lleve y así va a poder leerlo mas tranquilo. Él nos mira de a miguitas, como que no tiene ganas de usar el tiempo en otra cosa que no sea leer. Se acercan dos ami-gos y comienzan a molestarlo, a darle golpes y a cargarlo. Le dicen que pague el libro, que lo debe pagar. Nosotros saltamos y les contamos a los dos pibes que se lo habíamos regalado. Ellos siguen discutiendo, Alfredito sigue leyendo. Nos dicen que trabaja con narcos, que tiene los bolsillos inflados. Él no les pasa ni cabida y sigue en lo suyo, leyendo y pispeando de refalón que no se acerquen a molestarlo. Nosotros observamos la situación, escuchando las dos ver-siones, lo más real era la mirada de Alfredo, así que a él le creemos, nos da dos pesos bolivianos, nos agradece el libri-to y se va leyendo. Al rato lo veo paseando su cuerpo por

20

la terminal, vendiendo caramelos y golosinas antes de que arranquen los colectivos. Nosotros despachamos las cosas y nos subimos al micro que nos depositará en La Paz. Aco-modamos el culo en el asiento y nos sorprende Alfredito subiendo al colectivo. Se presenta, sonriendo y contento, y canta unas canciones a capela mientras el chofer prepara todo para arrancar. Pasa por nuestro asiento y nos sonríe, yo le doy los dos pesos que antes él me había convidado, me mira y me desea buen viaje.

Arrancar, volver hacia La Paz. Uno o dos días nomas. De ahí tomar unas combis que nos lleven hacia Sorata, lugar de selva y humedad del cual escuchamos muy bien hablar.

Ï¿Qué voy a escribir?¿Qué tengo para decir?Se acerca una chola y se lleva un fanzine, me deja 20 centa-vos de boliviano. Poco me importa el dinero, me fascina la idea de que se lleve un par de papeles abrochados con mis adentros redactados. Estamos en La Paz, Bolivia, recién lle-gaditos desde Potosí, vamos descubriendo la América que nadie nos contó en el colegio. Donde nos hablaban de un tal Colón, que decían que era un conquistador, nos hablaban de encuentro de culturas, nos sometieron por siglos a falsa información, nos quisieron hacer ver luz donde sólo habi-ta la oscuridad. Sus barcos, sus presos, sus vicios, la maldad amalgamada en cada acto. Acá a uno le dicen gringo y tiene que agachar la cabeza, por tanto daño que hicieron y hacen

21

los que vinieron a usurpar éstas tierras. Donde la tierra es madre, donde la semilla brota para luego ser compartida. Hoy los días acá me tienen conociendo historias de luchas y alegrías. Absorbiendo 500 años de injusticias. Estamos acá sentaditos, en la plaza central de La Paz. Con sus cholas y sus polleras, con sus bailes y sus sombreros. Con el arco iris en la bandera que flamea. Con la feria como máximo expo-nente comercial

Viajar, estar, seguir, compartirEncontrar la fuerza en tu abrazoHoy en La Paz, mañana quién sabeLa ruta sigue eterna como la magia del aprender¿Hola que tal?¿Vamos a almorzar?Comida vegetal en algún sucucho de La PazY reírnos, compartirnosCompañeras de viaje De mochilas al cielo

La Paz es un hermoso caos. Llegamos de madrugada y nos costó hospedarnos, fuimos al Carretero, paraje recomendado y no había lugar. Visitamos 2 sitios más que nos habían pasa-do la data y tampoco nada. Estuvimos caminando casi toda la mañana y terminamos durmiendo en un hospedaje arriba del Hard Rock Café de La Paz. Si, no leíste mal, acá también llega el rock con su careta capital. Lo interesante es que la aliena-ción suele ser distinta por estos lugares. No les pasan cabida, no entran en su cultura, ni hard rock ni mc donalds, Bolivia es

feria y comprarle en la calle a las cholas. El tránsito es un abe-cedario de bocinas, tocan todo el tiempo, en todo lugar, pero a diferencia de la Argentina acá parece que lo usan distinto. No es que tocan bocina como pensando “Hijo de puta, avanza”, sino que más bien parece un lenguaje sensorial. Por la mañana no se puede dormir. A las siete comienzan a sonar los ruidos y uno da vueltas en el colchón intentando obviarlos. Pero se hace difícil y terminamos levantándonos y yendo a pasear. An-duvimos todo el día girando por las plazas, el mercado de las brujas, el bar el Alamir donde nos clavamos un litro de licuado. También compramos auriculares Filip en la calle a 15 Bolivia-nos el par. De ahí volvimos ya decididos a despertarnos al otro día y arrancar hacia Sorata. Nos tomamos un colectivo bien tempranito. Nos acercó hacia la zona del cementerio, donde salen las combis. Compramos algo de comer y nos subimos. Un camino de puna total, con el Illimani y sus 6.000 metros observando esta ruta de habas, papas y horizonte nevado. Una chola subió a mitad de camino, en la combi no había mas lugar para nada, por eso nos llamó la atención que el tipo fue-se a parar. Frenó al costado de la ruta y la chola subió por la escalerita hacia el techo. Viajó más de 30 kilómetros sentada en el portaequipaje y luego se bajó, saludó y se perdió en el paisaje solitario.

24

ÏInteracción con un ente de la plaza.

Suena la campana de las siete en SorataSuena a lataMientras yo sentado todo lo observo, mate y alpargatasCon los libritos ando, paseando, descubriendo mis vergüen-zas para ofrecer lo redactado

Mochila y voyA la mierda el miedo

Hoy por BoliviaMañana veremosMientras pasa, yo solo me entrego y lo dejo serSale pa’ afuera alguna sensación que quizas algun dia alguien podrá leerPierdo el timón de tan humilde creaciónY así lo comparto con el de al lado, con el de atrás, el de abajo, el de los costados¿Quien me da el renglón para escribir?Dejo para otro momento las preguntas y vuelo sobre este jardín subversivoDe palabras hacia fueraDe alfabetizar el sentimiento De buscar la maneraNo tiene carriles este intentoA veces hay que doblar y dejar de ir derechoCon lo puestoDialogando, conversando

Conocer mil puntos de vista que siempre coinciden en algoEl hacer las cosas con amorLa semilla del cambioQue me sorprende con cielos que interpreto de nuevo, para así poder corregirEs que nada es como ayer, no me puedo permitir quedarlaPrefiero desaprender de nuevo, tomar la responsabilidad y aprender de hacerle caso a lo que sientoQue no soporta ataduras, que detesta lo cerradoPido cielo bien abierto para nutrirme con su voluntadY darNo olvidar dicha actividadEl ejemplo provoca cambios

Cuidame el paño que voy al baño. Se me acerca un nene y se me pone a hablar, me pide galletitas, le digo que no tengo más, se me queda mirando y yo empiezo a redactar.Hoy cambié libritos por algo de dinero y con eso mismo pienso comprar un mango gigante para regalarte y un pa-quete de galletitas de maizena para acompañar. Y así entre las nubes, festejar. Este encuentro, este momento. Esto que nos regalamos, seguir paseando. Conociendo mi mundo en el tuyo, buscando lo nuestro.

27

Un casamiento a la boliviana tomó por asalto el dia. Era de mañana, ponele que las 11. Estábamos todas sentadas en la terraza mirando las montañas, el cielo y las cosas que suceden con dicha interacción, cuando escuchamos de lo alto bajar música, algún tipo de vibración. Un casamiento se acercaba al alojamiento, irrumpía por la puerta principal y plantaba un baile con banda en vivo y birra caliente en la puerta de nuestra habitación. Nosotras medio que despa-bilándonos nos acomodamos con nuestro mate y nuestra tuca a este nuevo panorama que ahora adornaba el patio de el mirador. Pintó la birra caliente, la fiesta, el casamiento se apoderó de nuestra mañana, de nuestra situación. Estuvie-ron dos horas tocando música en vivo, bailando, festejando, rodeados de un silencio que los avalaba. Luego se fueron, siguieron su caravana, buscando algún otro lugar donde los agasajaran. Nosotras retomamos la mañana jugando un tru-co entre el mate y el tucón. Un sol tibio de mediodía, un cuaderno y un renglón.

ÏEs veinte de enero por la mañana. Estamos en El Alto, ven-dría a ser una especie de conurbano de Bolivia pero a una elevada altura, como que La Paz es una olla y el alto rodea todo desde la montaña. Hoy nos vamos hacia Tocaña, una comunidad afro boliviana en las afueras de Coroico donde se va a hacer un encuentro sobre liberación animal. Hacia allá vamos, son tres horas de viaje. Acamparemos durante

28

una semana que durara el encuentro. Parece que va a estar bueno, diverso, hay gente de todos lados con ganas de ac-tivar. Mucha contra información dando vueltas, mucho fanzine, mucho por hacer y mucho qué decir. Conocimientos dando vueltas y listos para ser compartidos. Aprender del otro, increíble acción. Reciclar, reducir, reutilizar, fijarse bien lo que uno va a consumir. Hacernos cargo de nuestra basu-ra, alimentarnos sin depender del sufrimiento de los anima-les, no meternos con sus vidas, cuestionar y replantear tanta dieta de sangre y excesos.

De las yungas de Bolivia, viene la saya…

Tocaña nos recibió con la humedad de la selva. Una comu-nidad afro boliviana enclavada en los cerros, tupida de ve-getación por cada rincón, gente de sonrisa grande y buen café, mucho mango y bananas para comer. La hoja de coca decora los bordes de los caminos y se extiende por la in-mensidad del lugar. Salimos a caminar cuando la lluvia lo permite, ayer con Ipi estuvimos bajo un árbol de mangos comiendo y recolectando. Llevamos para el campamento y compartimos dicho sustento. Tocaña nos recibió lista para bailar. Una cuerda de tambores que sonaba sin parar, la saya haciéndose presente en este inmenso contexto estelar. El segundo encuentro de liberación animal nos tiene acam-pando acá. Hay buenos talleres para hacer, gente copada para conocer. De varios países hasta acá llegaron y hoy to-dos nos encontramos para reflexionar sobre la problemática de comerse un animal. ¿Te comerías a tu perro?Te lo pregunto en serio.

29

ÏSiete días bajo una nube de humedad, infinidad de mangos comidos, charlando con seres de todo el mundo sobre la problemática generada a partir de ingerir y explotar a un animal. El encuentro estuvo bien, muy concurrido y nutri-tivo. Talleres de todo tipo, desde hacerse una toallita reuti-lizable hasta yoga por las mañanas. Desde Tocaña volvimos hacia La Paz y desde ahí nos fuimos derechito hacia Copa-cabana a pasar unos pocos días antes de encarar el ingreso al Perú. Pasar primero por Arequipa para luego ir hacia las playas. De Copacabana hacia Arequipa derechito. Atrás Bolivia y sus lluvias y hola Perú y sus lluvias. Un micro nos acercó hacia la frontera donde teníamos que realizar el papelerío. La parti-cularidad de esta es que no contaba ni con un solo policía, muchas casas de cambio y otro colectivo que nos esperaba vacío del otro lado para terminar el viaje que ya habíamos pagado. De ahí dos horas hasta Puno y otro cambio de mi-cro. El culo ya cansado, cuatro horas más y a Arequipa arri-bamos. Banana y pan, dieta nómade que hoy nos alimenta. Mate en la terminal, el gustito de llegar. Ahí conocimos a dos chicos de Caballito, Leandro y Renzo, charlamos un rato sobre los libritos y resultó ser que el loco también escri-bía, así que intercambiamos unos fanzines y salimos todos juntos en busca de un hospedaje. Un taxi que a la larga era más barato que un colectivo, un sol por cabeza, y nos dejó adentro del hospedaje, cerca del centro. Rony era el nombre del taxista más copado de Arequipa. Nos llevó derecho a la pocilga más económica de la ciudad, entró y se puso a pelear

30

el precio, nos bajó las cosas del auto y se fue sonriendo. Nos acomodamos, fumamos un porro que habíamos traído desde Sorata y la siesta se volvió casi inmediata para to-das. Elegí salir a dar una vuelta en esa mañana que estaba totalmente nublada. Me fui a recorrer, a ver si podía mover algún librito para conseguir algo de plata. Encaré hacia la plaza principal, en el Perú suelen decirle plaza de armas. De ahí un policía me corrió al toque, me dijo que ahí no podía vender. De buena gana me comentó que podía ir a la plaza San Francisco, desde donde ahora escribo. Aquí dejan par-char tranquilo, no pasa tanta gente pero se torna entreteni-do, cuesta mucho hacer que la gente se acerque a mirar un libro, más cuando quizás uno no tiene la actitud determi-nante de encarar las mesas de un bar y atomizar, como diría algún amigo uruguayo. Hay un museo, recorro Arequipa mientras intento volver a palabras todo lo que veo, mucha construcción colonial, la resaca del Inca, sobre esas fachadas hoy el capital aglome-rado le pone onda a su robo cotidiano. Compañías de segu-ros, viajes millonarios, Machu Pichu hasta en la sopa (y eso que todavía falta para Lima), el comercio y su típico barullo. Le meto una finta al mercadeo del viajero asalariado que en 20 días revienta todo el capital acumulado y recauda-do a costa de su libertad. Vacaciones que suceden fugaces, porque hay que volver a la oficina a trabajar, dejar de ser, sacarse las ojotas, ponerse el traje y volver al escritorio a obedecer. El sueldo fijo, la empresa, el patrón.Anárquico me muevo hoy, haciendo lo que me da la gana, el tiempo que me haga falta, dueño de mi ayer, de mi hoy. No existe mañana. El clic donde no es estar de viaje, sino estar viviendo mientras brota el movimiento. Conociendo esta América tan difícil de colonizar. Aunque bombardeen con la peste de la frivolidad, con el turismo del derrochar,

31

poca percepción de lo esencial en el despilfarro occidental. Es que la ciudad no te suelta ni cuando estás de vacaciones, te tragaste el verso de la falsa libertad, asalariaron tus días, y ya no podés respirar. Y asfixiado es imposible poder crear algo que te ayude a ser, mas fácil se vuelve elegir la como-didad, aunque te mate de a poco. Volver al circo, después de darle un nariguetazo a la libertad. Acomodar el culo de nuevo a la ciudad y dejarse llevar por el vicio y el humo, por el cemento y el consumo.Una señora se me acerca y se pone a charlar sobre lo que para ella significa el escribir, lo asocia con el compartir, me habla de cierta conexión, me susurra algo del amor. Me hace un mimo y me cambia el escrito que se había puesto medio denso. Me alimento de la sonrisa de la señora, para volver cami-nando al hospedaje más alegre.

Se aguanta el chaparrón mientras sigo en la plazaSentada en una escalerita, veo a las nenas que jueganÉpocas sin colegios, se vuelven dueñas de sus mañanasCaminan los lugareños de un lado para el otroYo deseo un termo de agua caliente Observo Observo

Actividad constante de este deambularCada ciudad pueblo tiene su plazaY yo ahí suelo sentirme a gusto

A un costadito, calladitaPercibiendo emociones

32

Transcribiendo sensacionesBusco parecidos en las carasMe parece un juego fantásticoMe invento algo divertidoCon la imaginación despegoHacia ese abismo coloridoQue nace en melodía desde un costado cercano donde tres compañeras chilenas le meten ritmo a esta mañanaSu canción habla de terrazasYo me adueño de su lírica y recuerdo mi casaMis amigas, mi gente, las plantasLa terrazaEse lugar donde algo pasaDonde se disfrutaSe comparteHoy voy de carreteraDe un lado al otroChapoteando en la marea“Van al mar, van al mar”Cantan ahora y me sienta bien pensarQue al pacífico voyA bañarme en su alegríaA recibir la fruta que crece a su alrededor

Pleno suburbio de la ciudad, donde se cruzan las autopis-tas y los hipermercados abundan. Sentados en un shopping, mesa de 5, mojados, cansados. En el patio de comida, sin comprar nada, viendo si los de las demás mesas dejan algo. Los de traje nos miran, la gente tira la comida, nosotros lle-gamos antes que los que limpian y rescatamos unas papas fritas. Ahora nos vieron, pero parece no importarles, como que entienden el juego. El problema son los de traje que están cerca de la escalera mecánica, esos trabajan de bu-

chones y miran atentos todo lo que hacemos. Tenemos un termo de mate y estamos sentados en un shopping gigante en la segunda ciudad más grande del Perú. Estamos feli-ces, alrededor nuestro explota la sociedad del espectáculo, como en el libro 1984. Los de traje miran, yo busco comida. Estoy en Perú pero podría ser Morón o Palermo. La gente derrocha y a nosotros nos alcanza con un termo. Las con-ductas compulsivas del consumo no conocen de fronteras, son un cáncer global que te hace sentir cierta sensación de familiaridad en cualquier lugar. Entramos a esta mierda porque estábamos todos mojados, pegamos una mesa para descansar y una especie de merienda de reciclado. Cenando de arriba, la gente nos mira, enajenados caminan, el entor-no asfixia. Nosotros seguimos acá, autónomos y temporalesSalvajes y libres. Un guardia me corta la carrera hacia una mesa, me clava la vista y hace que me quede sentado. Veo desde ahí cómo tres bandejas con masa de esa media china, que creo que se llama guantan con tamarindo, se van al tacho. Yo tenía hartas ganas de comerlas. Y el de traje me privó de dicha emoción. Voy a andar atento a ver si pinta otro pedazo de algo, hay pizzas, papas fritas, algún taco. El hambre abunda y estoy todo mojado. La autonomía y la libertad dependen de la voluntad y hasta en un lugar tan manipulado uno puede salir bien parado. Después nos esfu-mamos, volamos hacia otro lado, y seguimos creando nues-tras propias alegrías, fuera de todo ese simulacro.

34

35

ÏHola Pacífico, buenas noches pa’ ti. No nos conocemos, yo soy Fer y hace mucho que tenía ganas de venir. Llegamos de noche a Camaná, costa sur del Perú, la lluvia quedo atrás y ahora abunda el olor a mar. Desde el pueblo-ciudad, hacia la punta (como le dicen a la playa acá) hay un largo trecho. Aquí en el Perú funcionan unas motos tipo cg150 con una carrocería muy pintoresca que hacen de taxi. Nos subimos a una y el tipo entendió plaza en vez de pla-ya, es que nosotros hablamos mucho con la “ye” y aquí no se acostumbra. Nos bajamos a las 3 cuadras en la plaza, solo un mal entendido, volvimos hacia arriba a buscar otro mototaxi y por fin encaramos hacia la playa. Era un tramo largo, y el loco se quedó sin nafta a mitad del camino. Nos bajamos en medio de la ruta, con la luz cortada, estrellas adornando la situación, ruta, pasto, viento con sal. El pibe que manejaba frena a otro mototaxi y le pide que le trai-ga gasolina del grifo, nos quedamos charlando, esperando. Luego un tirón más y acá estoy en la playa, esperando a Ipi que fue a ver si encontraba a Nico y Laisa. En 5 minutos vi a 5 personas hacer pis. El pacífico los mira, y no se qué más escribir. Voy a acampar en la parcela más grande del mundo, la playa, libre y gratis. Mañana me quiero amanecer como el sol, y después de darte el beso de cuando recién me levan-to, tirarme al mar en calzón.Acampamos y no cenamos, un rato a un bar en forma de bienvenida y la playa como camping. Un altercado para contar, sucedio antes de irnos a acostar. No habíamos armado la carpa, recién llegábamos. Laisa y Nico andaban por la orilla a los besos y los abrazos.

36

De golpe se acercó un tipo desde la nada, y aprovechando que ellos estaban en el piso, les empezó a pegar. Los chicos reaccionaron de toque y Nico lo empezó a correr al grito de “vení para acá”. Muy raro que a las piñas nos reciba Camaná, muy raro este chabón, envidioso del amor, que les cagó el momento. No pasó a mayores igual, fue sólo ese susto y hoy nos reímos al contarlo.Acá en el Perú te dejan acampar en la playa, la policía pasa y no dice nada, pareciera una locura si estuviéramos en Mar del Plata, pero aquí no nos molestan y nos ahorramos unas cuantas monedas. La punta, que es donde estamos, queda a unos diez minutos de colectivo, te cobran un sol por per-sona. Hace calor y mucho, el mar está helado y hermoso. Frío y vistoso. Me meto todo el tiempo, estuve esperando mucho este momento. El agua, la sal, y toda la arena que se me queda pegada. Me gusta chuparme la sal que me queda en el cuerpo. La gente que utiliza este punto como veraneo suele ser en su mayoría de Arequipa. Algún viajero siempre nos cruzamos, más que nada en la plaza, parcheando. Ayer mismo, un colombiano que no recuerdo el nombre nos pasó un par de datos para seguir camino y dormir barato. Nos habló de Paracas, del oasis de Ica, de que en Nazca se puede trabajar bien y puede conseguirse una pieza por menos de 10 soles al día. Los libritos se van moviendo, despacio, de a poquito, las mañanas pasan entre estiramiento y guitarra, mientras Ipi sigue la fiaca en la carpa. Al mediodía el sol pega fuerte. Nico improvisó un rancho con un sobre techo que oficia de living, ahí abajo nos protegemos del sol del mediodía, mien-tras le damos duro a la comida. Hoy tocan hamburguesas de lentejas y arroz con puré, comida de lujo en condiciones precarias, los gourmets de la playa, con mugre y en patas. Es que nos gusta tanto comer. Las mochilas viajan llenas de

37

semillas, avena, frijoles. Sano y barato. Y así ir ahorrando el billete, para poder viajar un largo rato.

Atención!!Comunicado de excepción!!

A este cuaderno ayer lo agarró una ola. Estábamos en la playa, tomando mate dentro de la carpa, atardecía y que-mábamos una flor al viento. La ola vino, se acercó, cada vez más, parecía que no iba a llegar, pero llegó. Nos mojo todo, tuvimos que levantar el acampe. En este cuaderno salado y seco, sobre sal del pacifico, voy escribiendo este renglón.

ÏHoy un mes de viaje, arribando hacia Ica, bordeando el Pa-cífico por una ruta desértica, arena por todos lados y el mar asomando. Sur del Perú. Luego de unos cuantos días de pla-ya en Camaná decidimos seguir ruta y encaramos hacia Ica, a visitar el oasis de Huacachina, “El oasis de américa”, nom-bre extravagante que recibe este ojo de agua rodeado por arena, hoteles para turistas con recursos abultados (o cam-bio favorable) y restaurantes donde el plato vale 2 días de alojamiento. Desde Ica salen las excursiones hacia las líneas de Nazca, algo que por lo que me han contado es magnifi-co de ver, de experimentar. La excursión para que valga la pena tiene que ser en avión, y esos lugares hoy están fuera de nuestro alcance ya que el billete requerido equivale a la comida de un mes entero. Llegamos a Ica de mañana, tempranito, un taxi nos llevó por 1 sol cada uno hasta el oasis. Nos bajamos y aquí estamos.

38

La altura de las dunas deslumbra. Espejo solitario de agua en medio de la arena dominante. Vamos a acampar hoy acá, armar la carpa cuando caiga el sol. En este momento estoy en una especie de rambla donde abundan las ofertas “Tou-rist”. Moviendo algún librito, pasando el rato. Jamás había visto tanta arena junta, hacia donde uno mire aparece una duna, el infinito acá es de arena y esta extendido por todos lados. Al mediodía, cuando el sol rostiza la piel se vuelve imposible caminar descalzo por el arenal, quema de verdad, pican los pies y no queda otra que saltar. Un desierto de postal, veo tablas de sandboard bajando, la noche va lle-gando y el viento vuela los libros del paño. Ipi quedó a la orilla del lago, con las chicas y las mochilas. Hoy cumplimos un mes viajando juntos. La ruta paseandola de a dos nos llena de momentos para reir. Tanto vivir, tanto compartir, amontonando lugares y sensaciones que vamos a recordar toda nuestra vida, volviendo real ese deseo tan grande que teníamos de viajar. Un paseíto, con dos manzanas.

Seguimos en ruta con Laisa y Nico, dos personas muy agrada-bles. Ellos seguirán subiendo un poco más, quieren un rato más de playa antes de comenzar a bajar. Hoy nos pasó algo muy raro mientras armábamos las carpas, una secuencia muy parti-cular y divertida. Desde un bote estaban filmando un videoclip de un tal Stalin Manrique. Cumbia balada excesivamente ro-mántica peruana. Al estilo de delfín hasta el fin. Camisa blanca bien abierta, anteojos de sol extravagantes y aros de oro. Ob-vio que no nos perdimos la posibilidad de acercarnos con Nico y declarar con total impunidad que “en Argentina, también se escucha Stalin Manrique”. Increíble momento. A eso le suce-dió una tarde enterita de tomas cada vez más bizarras, con él siempre bailando y haciendo playback mientras el productor lo agitaba y ponía play y pausa en el reproductor estilo huevito

39

que utilizaban para musicalizar la situación. Tomas como la de él bailando con medio cuerpo dentro del agua o subido a un árbol con mucha pose de galán. Ojala lo editen rápido y gracias al quilombo globalizado podamos verlo por YouTube.

Ï

Paracas, un balneario ubicado a 25 km de Pisco. Zona por-tuaria, mucho pez que dejó de ser libre y cambió su nombre a pescado. Todo en la zona muy contaminado, consecuencia del mercado. Son 20 km de ruta donde solo se ven grandes aglomeraciones con chimeneas y portones donde salen y entran camiones repletos de mercancías, pescados y deriva-dos. Al llegar a Paracas todo cambia, un malecón de no más de 3 cuadras lleno de restaurantes y un mar que entra cálido y sin olas, casi un río. Es una bahía hermosa. Hay pelícanos y delfines dándonos el buen día cuando el sol asoma y en la carpa ya no se puede estar más. En ese momento con Ipi abrimos el cierre de la carpa para dejar circular el aire y ob-servamos, entre mimos y lagañas, cómo la naturaleza se va despertando. Como el cielo va cambiando de colores. La gente suele venir aquí de paso. En su mayoría vienen, comen algo, hacen la excursión y se van. Salen unos barcos hacia Isla Ballestas en la cual habitan lobos marinos y de-mases bichos marítimos. La excursión cuesta unos 25 soles y te llevan y te traen en 3 horas. Todavía no la hicimos, no hay presupuesto, veremos si en estos días podemos rega-tear algún precio. Hacia el oeste de la playa asoma un hotel 5 estrellas y mu-chas casas al estilo country. De esas apologías al cemento en plena costa, que uno las ve y le da impotencia saber que

40

con el poder del billete se compraron la playa y la convir-tieron en propiedad privada. Hacia allá caminamos ayer, y al llegar a la parte de la playa donde comienza el lujoso hotel, encontramos la puerta abierta. Nos mandamos, ob-vio. Las cuatro, bastante roñosas, llenas de arena, sin haber visitado en el ultimo tiempo un baño ni nada parecido. Pero somos gringos para el común del lugar, y eso te da cierta impunidad. Bienvenidas a la burbuja del turismo y el lujo, ostentación hasta en el toallón. Tomando sol, en la piscina. Nos metimos al agua, nosotras y nuestra mugre, regando con cloro natural su fantasía. Fue muy divertido, nuestro lío metido en la pileta burguesa, donde las chicas se sienten princesas y los hombres jamás se sacan la careta. Salimos y seguimos. Al salir del hotel, el de la puerta nos saluda con un gesto amable, y de esta manera nos da un pie para vol-ver. Otro chapuzón, ahora con más tranquilidad, un rato en la reposera, una lavada de bolas y a continuar. Nos secamos con sus toallones y nos rajamos de esa burbuja morbosa.

Pega fuerte el Sol, el agua calma. Cocinamos con fuego, vi-vimos en la playa. Y eso está bueno porque así ahorramos garrafa. Se pone lindo de noche con la luna asomando infi-nita e inmensa convidándonos un momento de comunión, porque cocinar sin gas no es sólo ahorrar garrafa, sino que también es volver a disfrutar de ese ritual que el fuego nos ofrece. Nos quedamos un gran rato todas colgadas mirando la inmensidad del gran abuelo. En silencio le agradecemos el calor y el alimento.

Agitamos un campamento donde no había ni una carpa! La cosa fue así: con Ipi, Nico y Lai llegamos a Paracas y nos metimos en la playa a buscar un sitio donde armar. No había nadie acampando. Estaba todo bien para parar en

41

el lugar, así que decidimos sacar cubre techos y estacas y ponernos a armar las carpas. Con el día fue cayendo gente, Marianito Bosquecito y Gaby, ocuparon la “parcela” de al lado, amigo del pago del oeste que en la ruta nos vinimos a cruzar. Luego llegaron otros chicos que se pusieron un poco mas allá y así se fue armando el rancho en esta playa tan lin-da donde encima hay flores para fumar. Un pibe que trabaja en la playa me ofrece, compro y me pongo a picar. Faltaban los liyos así que le comento al waiki y me lleva al pueblo a comprar. Paseamos por todos los mercaditos pero en nin-guno se decidía a entrar. La cosa es que al llegar al local lo veo que pide un papel higiénico, un elite, de esos que no raspan tanto la cola y tienen un envoltorio de calidad. Liyos no había en el lugar, entonces los pibes se las ingeniaban y con el envoltorio del papel higiénico armaban los churros. Graciosa situación. Yo no entendía nada. Me adapté al to-que, y me puse a fumar.También acá conocimos a una pareja muy graciosa de la cual no recuerdo sus nombres. Andaban las dos en un corsa, parando en Paracas hace un rato ya. Llevaban consigo una parrilla y el pibe tenía la posta para armar chorizos. Enton-ces iban cayendo a las ciudades, a las playas, a donde sea y conseguían la materia prima, él se ponía a trenzar y vendían choripán. La argentinidad al palo, señores! Imaginate a un marplatense con pinta de surfer vendiendo choripán en un puerto de Perú. Uno en la ruta se va cruzando con gente que tiene mil historias para ganar el mango. Músicos, artesanos, escritores, cocineros, magos. Pero la del choripán me pare-ció de lo más ingenioso. Más allá de que la carne apeste

De paracas se corrió el final, cuando estábamos listos para irnos (eso quiere decir carpas desarmadas y mochila al hom-bro) conocimos a un Argentino y una Peruana que andaban

42

de viaje con sus dos niños, Canadienses de nacimiento. Lar-ga historia la de sus días. Se conocieron viajando. Él había rajado de argentina meses antes de que explote todo en la crisis del 2001, y ella andaba enfilando su viaje a Canadá, así que se enamoraron allá. Tres hermosos niños fue el re-sultado de su estadía en el frío. Se movían en una gran ca-mioneta, así que a la mañana temprano nos llevaron a todos de paseo a la reserva nacional de Paracas. Inmenso lugar de playas vírgenes. Colores en tonos tierra, aves anarquistas por todos lados, y el viento golpeando con fuerza sobre la capota de la camioneta. Todo un día de contemplar, la geo-grafía caprichosa, las rocas, el espectáculo de la erosión. Regresamos cansados, cuando el sol se iba y llegaba la no-che. Entre todas armamos un fuego y una gran chapateada con frijoles para ponerle un moño gastronómico a tan linda jornada.

Ï

Camino a LimaNo olvidar comprar comidaUn micro que va costeando la PanamericanaOlor a ciudad colando por las ventanasSolo de paso por acá, no hay ganas de estar en la ciudadRechazo hacia el humo y su combustion

Seguir camino hacia el norteUna playa más tranquila, un malecón

43

ÏEste escrito nace en Huanchaco, hacia acá nos mudamos, costa-balneario de la provincia de Trujillo. Un paso fugaz por Lima nos hizo dar cuenta de que no teníamos ganas de soportar tanto ruido, así que decidimos encarar para este lado en busca de una playa más tranquila. Abundante surf, la ola es muy larga, los mototaxis cambia-ron el reggaetón por el reggae. Gringos con tablas por todos lados. Chicas en malla. Estamos parando en el hospedaje de Javier, el vivió en argentina 15 años y tiene un hospe-daje muy cálido donde por 10 soles por día cocinamos y descansamos. Llegás y te sentís en tu casa, el loco nos dio las llaves. Imagínate que un día nos levantamos y no había nadie en el hospedaje, sólo la gente que estaba parando. Sobre la mesa había una nota de Javier que decía “Chicas, salí un rato, vuelvo a las 10:30, pórtense bien”. Tan cómodas que aquí la quedamos. Con Ipi paseamos, cocinamos, nos festejamos. Seguimos con Nico y Lai en este lugar. Parece que luego de la estadía acá, ellas comenzarán el camino de regreso, así que aprovechamos a full estos días que nos quedan para divertirnos con ellas.Un loco me pregunta si conozco los fanzines de Carlitos Ro-dríguez, cuando me dice nekro respondo que sí, me compra 3 por 5 soles y charlamos un poquito. Mucho chileno paseando, mucho colombiano, poco mexi-cano. Vamos hacia el norte de esta bonita América y cada vez se pone más cálido. Mientras paso el rato escribiendo sobre lo que hago, la lapicera agota su tinta y el lápiz deja todo el cuaderno manchado. Voy poniendo una especie de punto a

44

este intento de verso, vuelve el chileno, medio asustado, y es que el muy colgado en el paño la cámara había dejado. Yo ni la vi, estaba sobre un fanzine, ese que un día hice allá por la Casa Frida. En una noche de juego infantil, cortar y pegar, un texto por aquí, una imagen por allá. Una historia que viaja hacia otro lugar, impulsada por esa necesidad vital de compartir.

Atardeciendo lejos de mi habitaciónUn par de zapatillas, la carpa, un pantalón largo, la mochilaLa casa en la espaldaPasando los díasAprendiendo de la ruta y sus alegrías

Pacífico va el mar y a mí se me viene cantarExtrañando el barrio, la amistad que anda por alláDespidiendo al Sol que se raja a descansarEn buzo y en playa Algún lugar del Perú

La gente que parcha al lado mío goza y camina con su voluntad de no aferrarse a las sillas y salir a patear el mundo. Haciendo uso de esta manera de su innata libertad de vagabundear.

Frenar un segundo

Al caos de la poesía voy a darle salidaDestruyendo miedos de mi historia, las barreras de mis díasTodas las cosas que haría un día las cambié por realidadAutogestionando el camino y el pan

Sin cambiar el tiempo por dineroAbsurda barrera mental

45

Dejando la teoría le di paso al andarHiperactivo, inquieto, feliz, molestoEncontré la libertad de buscarCaminando por andar, convirtiendo el hoy en el llegarY de acá volver a arrancarTranquilo, con fe en mi voluntad

El fuego en redondel se empapa de marSi la fantasía me viene a buscar yo por ahí voy a andarTanteando a ciegas el espacio de lo que vendráLos hechos irán llegando y me tendré que ir acomodandoMientras miro la inmensa olla de agua que se mastica al Sol Escribiéndome ..….Pensándome ……. Paseándome

La gente suele correr la cara cuando uno ofrece un libritoDesde el punto de vista económico quizás me hubiera con-venido aprender a hacer aritosLas palabras en un paño y hartas ganas de ir al bañoMientras varios ignoran mi presencia pasa otro y me dice “No, gracias”Yo voy a seguir intentando, para mostrar lo que escribiendo andoAunque la venta me cueste, y no entienda al mercadoUna orquesta suena de fondo en la costa de HuanchacoLa brisa me da risa, y las malas caras cansancioSuelo inventar un juego y completo frases que quedan inconclusas

46

Por ejemplo quizás digo “Buenas tardes” y nadie responde del otro ladoEntonces dentro mío completo con un “Buenas tardes para cambiar esa cara de culo”Todo por dentro, es decir que no hago pública mi falta de respetoSon solo cosas que invento para pasar el tiempoEs que a veces me aburroY la imaginación inventa formas de mantenerme entretenidoTambién suele pasar que me arrebato en el afán de vender algo y voy de una con el chamullo mercantil, sin siquiera decir un “Hola”En esos casos recibo un “Buenas”Ahí es cuando paso de gracioso a maleducadoDe escritor a vendedorDe palabreríos a fanzinesDe versos que quedan inconclusos y nunca se definen

ÏAyer nos fuimos de Huanchaco y nos costó bastante despe-gar, estábamos muy a gusto en la casa de Javier. Nico y Laisa, con quienes veníamos compartiendo ruta, co-menzaron a bajar. La ruta hacia arriba sigue de a dos. Un lindo mes transcurrimos acompañados por las chicas, linda gente va conociendo uno en el camino. Ipi no quiere más mate y yo también estoy bastante lleno. No se avista ningún rioplatense cerca para compartir el má-gico brebaje, así que me envicio y termino el termo yo solo, luego arreglaré mis cuentas con el inodoro. Conseguimos yerba y liyos. La yerba para darle cuerda al mate, los lillos para darle candela al pitillo. Estoy sentado

47

esperando un bus en Piura. Dieta nacional, mate y pan. Ipi está haciendo un sudoku de un diario que nos encontra-mos en la calle. Recién llegamos de dar un paseo por Piura buscando un lugar donde nos conviden agua caliente. Se hizo difícil, la gente acá desayuna muy fuerte. Pedir agua caliente sonaba raro para ellos. El buen día lo capitalizan en un pollo, un ceviche, una sopa. Livianito, como para ir arrancando. El mercado de la ciudad es gigante, puestos que sólo venden bananas, papas de todos los colores, piñas que parecen pelotas de futbol, bananas verdes, amarillas, chiquitas, medianas, grandes. Por un sol te venden un jugo de piña que te deja regulando. Nos tomamos uno y nos compramos 13 bananas por el mismo precio que el jugo, un sol. Mejor precio del viaje conseguido. La ruta de la banana, abunda y abusamos, en Argentina sale mucho más caro. Recién fui al baño, entre banana pan y mate ya me estaba cagando. Al querer abrir la puerta veo que estaba ocupado, y adentro había un tipo haciéndose la paja, una situación de mierda, ya que después tuve que cagar donde el tipo se había masturbado.Entre un mate y otro hago tiempo en mi cuaderno, veni-mos mal dormidas. Meto un caño al renglón y divago sobre lo que sigue. Destino próximo, Piura- Loja, situación, micro colchón, frontera en el medio, tramitar los papeles y seguir el curso hacia arriba donde la selva ya se avecina.

ÏLoja nos da la bienvenida al Ecuador, el sol en dólar se con-virtió y el cambio todavía corre a nuestro favor. Tomamos un micro en la terminal, Loja es la ciudad grande más cercana a Vilcabamba. Un dólar con treinta para una

48

hora y cuarto de viaje, cincuenta y dos kilómetros por una ruta plagada de bananas y agradable humedad. Digo agra-dable porque poco se parece a la que estamos acostum-brados allá. Esa humedad que vuelve todo pegajoso acá no existe, porque todo es absorbido por la vegetación, equi-librando el clima hacia lo ideal. Llegamos de noche y co-menzamos a caminar en busca de algún lugar barato para quedarnos. El pueblo es muy tranquilo, y por esas horas de la noche suele no haber nadie en la calle. Llegamos al pri-mer hospedaje, frente al terminal. Nos salía carísimo así que intentamos negociar. Que somos dos pero podemos dormir en un colchón, que nos acomodamos en cualquier rincón. Nada. Cero hospi-talidad, o pagas los 6 dólares o acá no te quedás. Dimos marcha atrás, a buscar otro lugar, 6 dólares por dos da 12 y con esa plata necesitamos vivir una semana, no un día. Nos alejamos del pueblo, buscando el Parador Turístico que nos habían nombrado ya. Pasamos sobre un puente donde co-rría un pequeño caudal de agua. Respiramos, agradeciendo estar acá, la montaña se mete en nosotros y el caminar se convierte en flotar. A lo lejos se escucha el aullido de algún animal, pequeños nos sentimos viéndonos como una por-ción de todo este marco natural donde habita el hombre, pero también lo hace la diversidad. Llegamos al parador turístico y nos atendió un hombre solitario que andaba mi-rando televisión. Nos ofrece por cinco dólares cada uno un colchón. Negociamos ir por siete los dos. Nos duchamos, descansamos. La ventana de este hospedaje da a la mon-taña y es muy familiar su construcción. Tiene balcón, me asomo y miro Vilcabamba desde la habitación. Construcción gigantesca arrebatándole naturalidad a la región. Parece un edificio de esos bien peronistas que tienen los sindicatos, con lugar para un montón. Por suerte la selva es mas tupida

49

que cualquier intento de cemento.Pasamos esa noche y al otro día hicimos uso de la opción del camping. Un dólar por día y a tirar la carpa a un terreno que queda a cincuenta metros del hospedaje. Terrible vista del pai-saje. Armamos la carpa. Re inventamos el amor sobre las bolsas que hacen de colchón. Festejamos el caudal de las ganas refle-jadas en la saliva de los dos. Nos respiramos hondo, sintiendo como late el otro. Descubrí el ahora manifestado en percep-ción, en tacto. Escalé la espalda que me llevó a viajar por aro-mas que antes no existian, por novedad en colores. Viajamos entre dedos que vienen y van, humedad, moviendo las estacas, la carpa de lugar. Después dibujamos con fibras y nos dormi-mos esperando el buen día.

Hoy cumplo años. Lo primero que hago es levantarme e ir a mear. En este caso el baño es la falda de un cerro acá en el sur del Ecuador. Mi desayuno consta de leche de avena y ba-nanas. Ipi sigue durmiendo en el colchón. Hay un tímido sol que ilumina el rocío de la noche que pasó y penetra suave por los dedos de quien escribe, acariciando contento el ren-glón. Escucho que en la carpa de al lado se despierta Ma-rian Omm. Tomo la iniciativa como quien ejecuta la acción. Camino 30 metros hacia el matorral y traigo leña para prender el fuego. El primer mate del día es todo lo que deseo. A la yerba la hacemos viajar por todos lados. El mercado nos la ofrece como producto importado, a veces a precios eleva-dos, siempre compramos. Los del sur, los que vivimos más abajo, no podemos levantarnos si no mateamos. ¿A quien se le puede ocurrir despertar sin un amargo? Primero la fruta y la avena, un ratito en el medio y luego viene la infusión.Prendo el fuego, ramita, papel, sin alcohol. Pequeñas llami-tas apoderándose del entorno y generando un principio de calor. Se suma una rama mas gorda a la situación instalando

50

la sensación de que el ritual se concreta. Busco la olla y le pongo un litro de agua. Acomodo las ramas y formo una es-pecie de hornalla con dos piedras. Con el agua al fuego me dispongo a encontrar la bombilla y el mate. Vacío su conte-nido sobre el pasto. Lo lleno con yerba y espero que el agua llegue al punto de quererse tomar. La sirvo despacio, como quien no tiene ningún apuro y el mundo se le reduce a un presente de estar descalzo en este lugar, en este momento, esperando que vos te despiertes para poder sacarte todo lo que tengas puesto. Sigue el día que luego de pasar por su mediodía se nubla. Vamos un rato hacia la plaza a parchar. Vilcabamba es difícil para vender. Resulta que yo ofrezco libritos en los bares, y están todos escritos en castellano, acá pocos hablan esta lengua. Mas allá de que esto sea Ecuador, el turismo gringo es tanto que hace que sean mayoría los que en los bares es-tén sentados. Por eso se me complica un poco vender. Siem-pre igual la magia sale y juntamos un billete para aguantar. Lo más lindo de parchar es charlar, con Wally, Haydé y Ma-rian Omm. Así nos conocimos y así nos encontramos, par-chando para viajar, parchando para charlar.

52

Acampando aquí desde hace una semana, veníamos a Vil-cabamba con muchas ganas. Por el camino nos habían ha-blado mucho de este magnífico lugar. Más que nada nos lo había agitado Marianito Bosquecito, allá por la costa del Perú, cuando nos cruzamos. Entre mochila, micros y chaufa, hacia acá nos acercamos. Un valle verde y rebalsado de fer-tilidad. El pueblo tranquilo, caminan las mañanas los hom-bres y las mujeres que tienen curtido el lugar, su tierra, su tranquilidad, sanos, relajados. Se habla mucho de este lugar en términos de longevidad. Dicen que por estos lados hubo seres que llegaron a vivir 115, 120 años, lo que suele decir-se un veterano. También nos cuentan que las propiedades del agua de hierro que baja en un pequeño caudal desde el vientre de las sierras, ayuda a la buena vida que se respira por aquí. Pasear es verlos caminar por las calles, con sus go-rros y sus bastones, alegres y andantes. También nos habla-ron de las otras propiedades, la de los extranjeros, que vie-nen con sus dólares a esta región y ejercen la colonización contemporánea, donde el billete es rey y regulador. Caminar el pueblo y observar la cartelería de los negocios puede darnos un panorama de qué tipo y de cómo se fomenta el turismo y el mito de la longevidad en esta región. “Avenida Eterna Juventud” es el nombre de su calle principal. En las cuadras que limitan a la plaza también está el "Mini Market Longevo" y otro comercio con el nombre "Vida eterna". Compartimos el habitat con Wally, Hayde y Marian Omm. Los dos chicos oriundos del Oeste, del famoso conurbano. Ella, del Uruguay, gente linda para matear. De toque pega-mos onda y compartimos lugar en la feria, luego se sumaron al acampe que con Ipi habíamos comenzado. Ahí nos que-damos, armamos la rancheada, la cocinita a leña, a merced de la brisa, en un valle que invitaba a quedarse largo rato colgado, disfrutando, contemplando. En nuestro caso pun-

53

tual nos revolcamos por el pasto. Largas jornadas de carpa, colores en las paredes de nailon, fibras y dibujos liberando nuestro momento.

A c á e s t a m o s ¡L i b e r a d o s ¡

Hacemos música, cocinamos, las chicas producen para el paño, vamos al río. Yo recién hoy agarré el cuaderno donde todo este cuento cuento. Tuvimos una situación muy particular acampando en este lugar. Había dos peruanos, madre e hijo, muy secuenciosos. La primera vez que se acercaron Ipi me dijo “Estos parecen de alguna película rutera de esas de gente que se anda es-capando de la ley, o de alguien” El pibe se llamaba Sebas-tián, el nombre de ella no lo recuerdo. Sebastián tiene 29 años, y una tensión en su mirada que pocas veces había visto. Es más, creo que nunca había estado frente a un ser que tenga ese hierro en el entrecejo. Su madre al principio parecía de lo más normal, si es que esa palabra tiene algún significado. La historia es digna de ciencia ficción. Sebastián tenía una conducta esquizofrénica. Hablaba muchas veces y se trababa. La madre lo asistía todo el tiempo, lo tenía com-pletamente empastillado. Supuestamente, ellos escapaban del ex marido, es decir el padre de Sebastián, que era un político importante del Perú que les hacía la vida imposi-ble en todos lados. Le seguían los pasos, contrataban gente que los perseguía, espías, detectives. Un policial made in Ecuador con dos actores del Perú. La intención era drogar a Sebastián, tenerlo anestesiado, entonces esta gente man-dada por el ex marido se infiltraba entre ellos y esparcía un

54

polvo maligno que lo mantenía drogado todo el tiempo, lo desequilibraba. Es decir, que en todos lados había un infil-trado que le seguía los pasos. En principio ella comenzó a dudar de la cocinera del hospedaje donde estaban paran-do. Tenía la certeza de que ella era la enviada en cuestión y se empecinaba en que Sebastián no tenga contacto con ella. Luego comenzó a dudar de una austríaca que estaba acampando con nosotros, que era más buena que un jugo de naranjas cuando estás recién levantado. A diferencia de la cocinera, la austríaca estaba con nosotros, y ella y Sebas-tián se nos habían pegado, aunque por momentos inten-tábamos no pasarles cabida. Se sucedieron secuencias que fueron entre tristes y graciosas. La madre no dejaba que la austríaca se acerque a Sebastián y se ofrecía constantemen-te de barrera humana ante cualquier roce o mirada. Todo muy ridículo. Estábamos todos cenando en el Rumy Wilco, otro camping donde paraban unas amigas, y medio que nos cortó el mambo.Con Sebastián a veces salían charlas medias escalofriantes, mucha alusión al sexo, el macho dominante, miradas pesa-das y comentarios como “Te pareces a mi ex novia” nos ha-cían poner bastante incómodos. Siempre andaba medicado, empastillado al tope, con su mamá al lado. Suele quedar más loco el que quiere curar a un supuesto desequilibrado. Sebastián nos contaba de su esquizofrenia y su doble perso-nalidad, cuando ejercía actos buenos era Sebastián, cuando las malas intenciones se adueñaban de él aparecía Adrián. Los echaron del hospedaje, les dijeron que se tenían que re-tirar. Una noche la madre no tenía la medicación y Sebastián se alteró al punto de agarrarla del cuello y armar un gran escándalo. Esa noche, unos chilenos que paraban en el hotel con ellos se nos acercaron a las carpas y nos preguntaron si teníamos marihuana para hacer un te, porque Sebastián

55

estaba muy alterado por no haber podido tomar la medi-cación. Una terrible trama policial. Mambos, dignos de un cuento de ciencia ficción.

Punto y aparte

Sigo. Casi dos meses de viaje, nos levantamos a la maña-na y cada vez nos tenemos más ganas. De aquí nos iremos rumbo a las playas, por ahora no sabemos cuándo. La plata ya es poca, aunque poco venimos gastando. Se comienza a extrañar un poco el barrio, la sala de ensayo, mi baño, la planta de la terraza, la fainá de Ravizza, el olor de las calles de Padua. Viajar todavía me prende fuego y me llena de alegría. Pero van apareciendo sentimientos de nostalgia, los recitales, las bandas, la bicicleta, las mañanas. Igual segui-mos en la ruta y acá la magia continúa. Desde el Ecuador redacto, en mi cielo me siento afortunado, de viajar con vos al lado, sentirme compañero y también acompañado, brin-do en renglones por el acontecimiento mas sincronizado de mis últimos 26 años. Despertar con vos en este ahora, en este acá.

Cuánta gente que hay viajando. Qué increíble es la acción del movimiento, de quienes no soportan las ciudades, las rejas de los trajes, las delimitaciones de la sociedad que anda con todo tan planeado, la inercia del quieto confundida con progreso y salario. La ruta se presta para la interacción con personajes de todos lados. Una Austríaca que había estado vendiendo pastillas en Europa para pagarse el pasaje, un yanki loco que transportaba San Pedro como si fuera jugo tang, un Francés que andaba en patas porque el tacto del piso le daba la salvia que lo hacía vomitar felicidad y esta-

56

llar su canto sobre la brasa de un chapati, un Colombiano salido de otro plano que se insertó en el momento indicado en el que un casamiento sucedía, y peló la gaita y la poesía, alegrando la fiesta de los loquitos que bailaban y cenaban un exquisito bacanal cocinado con el amor de las manos y la gracia del vegetal. Todos hablamos distinto, a veces, se da imposible la comunicación por el factor del lenguaje. Sin embargo hay otro engranaje que nos hace conectar, y se da un hermoso intercambio, virtuosos momentos pasados, un brote de comunidad, lo más lindo de ir a buscar leña es cocinar. El amor puede salvar al mundo, que quede acá, manifestado. Lo veo en la panza de Haydé, mientras Wally vuela de fiebre de la felicidad que lo encontró bien parado. El wawita se viene para Julio y ellos tienen pensado quedar-se en Vilcabamba a tenerlo, que el entorno sea el indicado. Nosotros ya nos anotamos como tíos.

La harina suele ser una gran aliada del mate. Por eso via-jando, no hay nada mejor que el chapati. Harina, agua y sal. Tridente de ingredientes que componen la alimentacion de un chapatista, que partiendo de estos tres puede aventurar-se en el vasto universo de combinar. Chapati con un poco de aceite, para que quede con mas humedad. Chapati con orégano, para matear cuando se val el sol. Chapati con germen de trigo, harinas de todos los tipos, semillas, avena, para los que prefieren algo más nutritivo que la harina blanca.Hacer el fuego, sentir su calor, juntar las ramas, ser paciente en la acción. Mezclar ingredientes, amasar y esperar. Re en-contrase con el bollo, amasar y volver a esperar.(atencion acá, entregale tus mejores intenciones a ese bollo, él luego te alimentará) Separar y estirar, calentar la sartén y adentrarse en la coc-ción. Dejar al fuego hacer el resto, alimentarlo cada tanto,

57

para que la llama experimente la magia de ayudar a la hari-na. Luego viene la degustacion. El primero hay que comer-lo, compartirlo con todos los que estén al lado. El método puede ser este: cortar un pedazo y pasarlo, estilo carioca. El resto va al plato que comienza a acumular para luego pasar al piso/mesa donde la manada en ronda disfruta del hecho consumado.Ingredientes para crear un momento ideal: Chapati, mate, río y/o mar.

Marianito Bosquecito y Gaby, su compa, están acampando en un predio llamado Rumí Wilco. Es una reserva inmensa donde se puede parar en carpa por 3 dólares y por 7 en una especie de cabaña, ahi tambien esta parando Adriana otra amiguita viajera, oriunda de La Plata. Solemos ir a comer a su lugar, también ellas suelen venir acá. El lugar ya es ceja de selva, lo que hace que la vegetación sea abundante, mu-cha humedad y un río que cruza fuerte y frío. Ayer hicimos jornada de chapuzones, con guerra de lodo incluída. Están trabajando cosechando café y a cambio de eso le de-jan más barato el hospedaje. La reserva termina en el alambrado de un yanki loco que compró parte de la naturaleza. Antes no estaba el tipo y la reserva seguía. Ahora tuvieron que poner un cartel de “No Pasar” porque parece que este está bien loco y ya sacó a un par a punta de arma. La gente desequilibrada está en todos lados, en el medio de la selva, en la ciudad, en los conurbanos. Los insectos son los dueños de este lugar. La tijereta, las arañas, los mosquitos con tamaño de manzana, todos con-viven aquí con el aire y el río, con el mundo y su vacío. Una

58

noche fuimos a cenar y un Italiano cocinó espagueti. Esta-ban ricos pero eran pocos, así que con arroz tuvimos que reforzar. Luego volvimos todas caminando por los senderos iluminados sólo por la luna. Los murciélagos que se nos pre-cipitaban, una linterna que alumbraba la nada. Cruzamos el río, llegamos al pueblo y nos fuimos a descansar.

Camino como quien recién despierta y quiere clavarse un container de frutas. Voy hacia el centro y lo veo a Marianito Bosquecito. Nos saludamos entre charla y lagaña. Me dice que la mañana es el mejor horario para los avistamientos. Que la plaza central del pueblo es el lugar indicado para esto. Avistamiento de longevos, Vilcabamba y sus desper-tares. Con todo el respeto que los abuelos se merecen, es saludable verlos sonreír mientras se saludan y charlan. Ver-de y cielo, mientras de lo alto bajan. Se sientan un rato en el banco de la plaza. Rindiéndole culto al estar.

59

“CHICHO” (adaptación rutera de un tema de PatYt)

Chicho tiene un pachamamboCon un gallo en VilcabambaLo corre por el camping,Pero nunca lo agarra.

Pareciera que lo quiere comerY ahí el gallo se pone a correrEl se escapa volandoTrepando un árbol muy alto

Chicho Chicho Chicho Chicho ChichoNo te comas al gallito chicho!Chicho Chicho Chicho Chicho ChichoÉl es tu amigo, Chicho

(Ragamuffin)Él ladra, paseaTe acompaña hasta el pañoCorreteando a los gringos es que él pasa el ratoEs un perro callejero que no tiene horario

60

ÏLapicera nueva para comenzar a escribir, de vicio nomás, entre-tener al aburrimiento con el papel y la birome. Ipi dibuja al lado mío, yo pienso en mi tío, en todo lo que de él he aprendido. Un capo el tío Alberto, cuando tenía… ponele que 12, me invitaban él y mi tía Mimi a cenar todos los lunes y nos clavábamos el último partido de la fecha. Ponele que podía ser un Colón-Argentinos o un Central- Gimnasia de Jujuy. La tía co-cinaba papas fritas con hamburguesas, y yo la pasaba realmente bien. Luego, como a los 15, yo tenía algunas inquietudes con el formato comunista, y él me charlaba, me contaba historias y yo flasheaba. También escribía poesías hermosas y pintaba cuadros de cacerolas.

Dejamos Vilcabamba con la alegría de haber conocido personas hermosas con las que compartimos una docena de días increí-bles. Ayer, en el camping, organizamos un casamiento jipi. Por iniciativa de Marianito Bosquecito, encaramos una cena con ce-remonia y regalos. Wally y Haydé, las homenajeadas, no estaban al tanto de la sorpresa. Todo salió genial, hasta apareció Jorge, Colombiano que tocaba la gaita y se improvisó una terrible mú-sica de entrada a la “boda”. Luego comimos de lo lindo y siguió el baile a pura gaita, tambor y guitarra. Noche alegre de gente hermana, festejando el encuentro de dos almas que se aman. Luego del baile hubo panqueques de postre y les entregamos los regalos. Fotos impresas en forma de cuaderno de viaje don-de cada uno dejó sus deseos escritos. Todo muy rico, nadie ha-bló de despedidas, solo de caminos que siguen, que contagian, que se multiplican. Un gesto, no es nada complicado.

61

Seguimos acá, en la terminal esperando el bus. Nos vamos hacia la playa, aquí dicen que el agua ya comienza a ser mas cálida. La idea es encontrarnos con Marian Omm más al norte y quizas seguir viaje juntos

ÏMe lavo los dientes con la lapicera y de esta manera pongo el buen día agradeciendo esta luz que recién llega. Son las 7 de la mañana en este lado del Ecuador. Guayaquil city, uoooooo oooo!En Argentina son dos horas más, ponele que las nueve, más de 300 personas deben estar clavándose un pancho en la estación. Ipi y yo, nosotros dos, recién llegamos a esta ciu-dad que es la capital. Bajé del micro y me despeinó un avión. Hay más gente que en un estadio de futbol (con acento en el bol). Guayaquil se ve gigante, nosotros tomamos café y jugamos al chin- chon. Me gusta mirarte cuando tenés las cartas en la mano. Te reís y me mirás, mezclás, cortás. Me gusta mirarte haciendo cualquier actividad y quiero aprove-char para contarte algo.Sshhhhhhhhh, te lo digo despacito: qué linda que te queda la ruta.Esperamos un rato más y nos vamos corriendo de este lugar. Ya se huele mar.

ÏDesde que salí de Argentina que me inquieta el tema de los baños. Por decisión de los pocos de siempre, se ha natura-

62

lizado la absurda situación en donde el pis es el capital y mercancía es el inodoro. Por ejemplo, en Bolivia uno puede elegir si con el único peso boliviano que le queda se compra 5 bananas y se alimenta todo el día o se hecha una meadita en un baño “público”. En Ecuador manejan precios diferen-ciales. No es lo mismo el sorete que el meo. 0,05 de dólar por un pis y 0,10 por la caca. En Perú un pis es un sol, aun-que no está tan arancelado. En los restaurantes o los bares suelen coparse si uno anda apurado, o casi meado. En Boli-via el rubro comercial “tengo un baño” tomó tal dimensión que la gente tiene un baño como podría tener un almacén. Hasta en una municipalidad me cortaron mi libertad vital de mear. Ah, pero ahí fue dentro de sus impuestos y su le-galidad. El municipio autónomo de Potosí (descolonizar es descubrirnos sin conquistador) me otorgó un ticket por el uso del establecimiento sanitario. Por la Argentina recuerdo el caso de San Nicolás. Paso por esos lados desde chiquito, parador de ruta, híper plagado de gente. Yo paraba mucho cuando me comía el cuento del fútbol y gastaba la plata que juntaba en ir a ver a River. Y ahí siempre frenábamos, comprábamos cerveza y sánguches de mortadela. Lugar de confluencia de varios puntos del país, familia que viaja a algún lado, camioneros, un par de barras gedes. En ese mar-co, y volviendo al tema de los baños, recuerdo que en esa época había un hombre con sus rollitos de papel, su radio y su platito de colaboraciones por mantener el lugar limpio y ordenado. La cuestión es que un día, al llegar a ese para-dor, descubrí que algo había cambiado. Molinetes en fila, de frente al baño, un señor tuneado de seguridad bien peina-dito parado al costado. La obligación de comprar un cospel de 0,50 ctvs. Ir a la barra y en lugar de comprar comida o bebida pedir “Hola, me da una ficha que me estoy meando”. La inercia conviviendo por todos lados, la gente pasando,

63

como si nada hubiera cambiado. Me fastidia que no te quie-ran dejar ni mear! En Bolivia y Perú el estado cobra altísimas multas por hacer pis en la vereda. ¿Pero qué hace uno si anda por la calle y se está meando y ningún ser humano se apiada de él convidándole la acción básica de ir al baño? Yo prefiero el árbol, apesta ver como se desintegran por esa maldita plata. Si hay alguien laburando es distinto, la per-sona esta ahí, ganándose el mango. Que pague el servicio el terminal, o quien sea que con esa aglomeración de gente ande lucrando. Así está la situación con los inodoros en es-tas partes de Latinoamérica. Mientras paseo, baños veo, con distintos precios, con distintos chamuyos. Quiero caminar por donde no mande el capital. Donde abunde la yapa, el convidar. Solo por dar y levantar una sonrisa. Que al fin y al cabo también se trata de una actividad vital ¿Quieren aran-celarlo como al mear?

ÏEl agua acá ya está calentita y transparente. Punto y sigoAhora vamos con lo descriptivo. Salimos de Guayaquil lo más rápido posible. Varios partidos de chin chon en una ter-minal que parecía un aeropuerto. Ahí pasamos toda nuestra mañana entre las cartas y el café. Nos subimos a un bus que nos cobró 5 dólares para transportarnos por un lapso de dos horas. Primer acercamiento al Pacifico del Ecuador. Sali-nas, edificios al estilo Miami pero más rudimentario. Muchas construcciones de esas que se hacen altas para demostrar lo ostentosos que son, de esas que muchas veces, como por ejemplo en San Bernardo, tapan al mismísimo sol. Averigua-mos por un lugar para parar y nada bajaba de los 10 dólares.

64

Salimos rápido, asustadísimos con el entorno. De ahí retro-cedimos hasta Santa Elena para agarrar otro colectivo que nos lleve a Montañitas. En el calor de dicha situación conocí el agua de coco, brebaje mágico para afrontar el agobio de la ruta. Al caer nos cruzamos con Pablo, que anda con su compañera, Nati. Están subiendo en esto de encarar la ruta, con el foco puesto en México, pero sin ningún apuro. Traba-jan con comida en la playa y ella vende mallas. Nos convida-ron el dato de un camping tranquilo y hacia allá fuimos. Dos dólares por día, pocas carpas y poca rumba, nos sentimos cómodos y nos instalamos. Montañitas es un lugar natural-mente maravilloso, inundado por los vicios, los hoteles, el/la merca do. Abundancia de gringos y malucos enfies-tados. Mucha rumba. Ron y droga. Por momentos incomo-da. Entro en la negatividad de convivir con tanto consumo. Cuando camino la playa con Ipi vuelve la paz. Nos vamos a pasear hacia la punta, donde hay piedras erosionadas por el mar llenas de pececitos, autopistas de cangrejos, algas y atardeceres de pelícanos volando y sol sanando cualquier tipo de malestar.

La quedamos en Montañitas. El campin bajó de 2 dólares por día a 1,50 y encima nos regalaron dos bolsas de arroz. Ipi está trabajando en un bar de mesera, labura a la noche, y cuando sale de trabajar siempre rescata una pizza y nos va-mos a la playa a comer y mirar el mar. Yo trabajo caminando la arena, vendiendo hamburguesas de lentejas a un dólar la unidad. Hago 15 por día, y tipo doce salgo a patear. Vendo un par, busco algún argentino que este mateando, le dejo el tupper con la comida para que me lo tenga y me meto un rato al mar. Luego salgo, tomo un mate más y sigo con la venta. Tengo un grito de venta que es algo así...

65

“Hamburguesas de lentejaaaaas, hamburguesas de lenteja-aaaas, rico y sano cheeeeeeee! “

Pegué onda con dos vendedoras con las que podemos tro-car. Una me da un coco helado, la otra, ensalada de fru-ta con leche condensada. También conocí a un chileno que hacía tatuajes de henna y me regaló una tuca. Así pasan las jornadas de playa, entre mate y lentejas. Tipo 2 termino y me voy al camping a almorzar con Ipi. O nos quedamos en la playa, la que pinte. Nos cruzamos con una amiga de ella ayer, mientras comprábamos un helado. Almendra y el Negro vienen subiendo también. Ayer tocaban con su ban-da en un bar y fuimos a verla. Nos quedamos en la puerta, mientras escuchábamos como cantaba “Mama África” yo buscaba un liyo por todos lados. No hay kiosco en todo Montañitas que venda papel para armar, viajero. Un conse-jo, se lo ví hacer a un parcero, traerse una caja de liyos para trabajar en el paño puede ser un negocio genial. Además, nunca te faltará papel para fumar.

Voy a contarle al cuaderno algunas de las tantas cosas que no suelo decir. Se me presenta una traba, un problema que no deja darle curso a mi interacción con el renglón. La poesía, que no es tuya, que no es mía, que por el aire anda buscando algún conec-tor para trascender y volverse expresión. Voy distante del papel, aunque abunda la inspiración y el contexto pida tinta y renglón. Dejé un tiempo de escribir. Porque creo necesario asumir que no siempre hay algo qué decir. El silencio pesa tanto como la palabra. (Nada). Enfoco al centro, hacia adentro, con mis tripas hablo. Sentir y hacer, no obedecerle ni a un patrón ni a un papel. Dejarme remontar, disfrutar el vendaval.

66

Salir mugriento de experiencia, enchastrado de paciencia.

Arriba de un bondi ahora, yendo hacia La Libertad a com-prar materia prima para poder trabajar. Lino, para las ham-burguesas ligar. Viviendo en Montañitas, relajados, sin tiem-po estimado. Ayer llegó Mariano y nos cambió un montón el ánimo. El trabajo viene bien, Ipi sigue en el bar y yo sigo con las lentejas en la playa. Está bueno, me gusta lo que hago, la gente se copa, flashean con lo de las lentejas. Preguntan recetas, te tiran un “mmm, qué rico”. Después también están los que se ríen o te gritan “Carne carne!” Como si fuera un partido de fútbol y yo fuese barrabrava de los vegetales.

Caminando esta historiaSin tiempo ni horaComparto con el de al ladoDisfruto del respetoDel espacio habitado

Sin mas ni menosBuscando los igualesTransito los lugaresConociendo realidades

De todo hay en todos ladosUno tiene que andar pillo, no tan colgadoLa experiencia que nos da la realidadLa que no enseñan en la universidadLa de la calle, las rutas

Poniéndose a prueba con la energía en cualquier ladoSin estancamientos

67

Sin lujoSalgo con 6 mates en la panza y subo a un colectivo de ma-ñana con gente recién levantadaMe deslizo por la costa del Ecuador Observo la ruta plagada de bananas al sol, esperando la cosecha sanaY brinco de alegría sobre la arena del lugarDespacio voySin día y sin reloj

Sin tiempo y sin reloj no es "no hacer nada"Sino que es elegir los momentos para trabajar de buena y sana ganaY así, utilizar el tiempo restante (Siempre que sea abundante)Para compartir espacio con el silencioCharlar con amigosVolar en carpa Tomar mate, pitar hierba y tocar la guitarra

Sin reloj y sin patrón sigue la revuelta en este espacio autó-nomo y liberado por la voluntad de caminar sin atarse a la comodidad y al verso social del trabajar.El arte del ocio, nombre de ese libro que quise siempre leer y jamás lo encontréPor eso me puse a vivirlo

Te cuento esta situación que es la que cambió el viaje, vea-mos cómo pasó todo esto. Era la tardecita, esa hora donde se va el sol y Montañitas se vuelve un tránsito de trago y espera. Ipi trabajaba en el bar, yo fui con Marian Omm a par-

68

char y pintó ir a comprar el pan para hacer las hamburtejas del día siguiente. Llegamos al lugar, la panadería de siem-pre, la de los colombianos que está en la entrada de la ruta. Hasta el momento todo normal, nada salido de lo habitual. La cosa es que al llegar lo primero que veo es a un perro, un cachorro, de no más de dos meses. Sin dejarme pensar y sin ni siquiera hablar Marian Omm me dijo “Ese es el perro que andaban buscando, con el que van a viajar”. Lo agarré, lo acaricié y miré con cara de qué lindo perro al tipo que me vendía el pan. Él me dijo, “Parce, llévelo si lo quiere cuidar y alimentar, estaba abandonado en la ruta, justo hoy lo salva-mos de que lo pise un camión”. Me convenció, y el nombre surgió enseguida. Parcero, el perro que al lado nuestro hoy camina, oriundo del Ecuador. Salimos de la panadería con la bolsa de pan calentito y el perro en la mochila. Llegamos al bar para darle semejante noticia a Ipi, nos paramos en la puerta buscándola pero ella no estaba. Había salido a vo-lantear, por suerte la cruzamos, se acercó al parche donde estábamos y ahí se lo presentamos. La felicidad tiene cara de perro, lo comprobé en ese momento. A partir de ahora siempre seremos tres, y todavía queda tanto por recorrer. Parcero es como decir amigo en Colombiano, o algo pare-cido, es una palabra que usan afectuosamente. Así se llama este perro viajero, que anda como quiere, nos trajo mucha alegría a estos días. Le preparamos la comida, su amigo, Marian Omm ya le tejió un collar que luce en su cuello. Pe-rro viajero con olor a ruta, con genes de sal.

Primera noche con el amigo Parcero en carpa. Ipi le da co-mida y le saca las pulgas. Su cara refleja una felicidad que no recuerdo haber sentido ni observado en ningún otro ser, en ningún otro momento. Se la ve feliz con su nuevo amigo

69

de cuatro patas. Me mira, yo escribo y me río. Desde hoy viajaremos con un perro. Un sentido nuevo a experimentar en este intento de andar relajadas por este mapa traducido en ahora, en vida. Lo más lindo de viajar sin tiempo es la de vivir siempre el momento presente, sabiendo que no hay a donde ir ni a donde volver. Sólo hay que estar. Y acá hoy estamos tres. El nuevo se llama Parcero, y duerme acostado sobre la puerta de la carpa de Marian Omm. Hola Parcero, perro viajero. Qué lindo conocerte. Te cuento que largos trechos recorreremos. Vos sos del mar, conocerás las montañas. Conocerás las soledades, la ciudad. Paseare-mos los tres bajo este cielo, pisando esta tierra, volviéndola un increíble lugar para estar.

En Montañitas pasa una vez por semana el camión que re-coge la basura. Pasan con un terrible sistema de sonido, pasando una canción publicitaria sobre el cómo y el cuándo sacar la basura. La canción tiene el ritmo de “La Ventanita” del grupo Sombras, en la época que cantaba Daniel Agosti-ni. A continuación la letra. Y a gozar!

“A sacar la basura que ya viene el carro, sólo en fundas cerradas, no debes olvidarlo...es tan bonito limpiar tempranito, las calles, aceras y bordillos...trabajemos por Santa Elena, manteniéndola por siempre bella......

vamos, vamos a sacar la basura!!!

70

(falso tsunami)

Dormir en carpa es acampar en cualquier lugar, viajar de mochila es viajar con pocas pretensiones. La comodidad pasa a decimonoveno plano. Suceden cosas locas en la ruta, como por ejemplo estar durmiendo y que pase un tipo ca-minando por la acera del camping gritando que hay un aler-ta de tsunami. La naturaleza había pegado duro en el Japón y los coletazos se esperaban por toda la costa del Pacífico. En realidad no sé si se esperaba algo o no, lo que pasa, que como la naturaleza se levanta, y realmente ya nadie entien-de nada de lo que pueda llegar a pasar, por las dudas (como casi todas las medidas que se toman) se está en estado de alerta. Los turistas y los viajeros corrían por todo el pueblo con sus valijas con rueditas y sus mochilas. Yo salí en patas y en cuero, versión recién levantado, sin entender mucho, sin entender nada. Me acerqué hasta el centro y vi cómo la gen-te evacuaba, algunos deliraban, otros exageraban, los del pueblo andaban tranquilos, a un ritmo mas paisa. Los hoteles se vaciaron completos, los camping quedaron desolados y los comercios cerrados. Nosotros esperamos las noticias de la tarde para ver qué hacer, la gente de la comuna anda-ba tranquila y relajada, más allá de todas las precauciones tomadas. El gentío acudía a la altura de las montañas para ponerse a salvo de salpicarse, hundirse o ahogarse en agua.A las cinco de la tarde llegaron las noticias de que en las islas Galápagos el sacudón de agua no había golpeado. Vol-vió la tranquilidad. A medias, los que paranoiquean seguían en esa. El resto relajamos del todo mientras veíamos el no-ticiero en la tele del único lugar abierto que había quedado en un pueblo desierto que suele caracterizarse por el ruido. La gente había rajado, la playa abundaba en perros, olas y

71

soledad. Si hay perros, sol y mar, nada malo puede pasar. Parcero me mira acostado, volviendo la frase real. Mientras el mundo esperaba un tsunami, yo sólo contemplaba calma, un atardecer magnífico. Pude ver cómo un surfista me pa-saba corriendo por al lado y se metía al agua en solitario, a empaparse con su fuego, a mojar sus deseos de felicidad. Nada malo podía pasar, se sentía, son esos días particulares en que la naturaleza dice basta y el ser humano deambula confundido, sin noción de qué hacer ni de cómo actuar.Japón arrasada por el agua, temblores por todos lados, pa-ranoia generalizada. Ni la fuerza de cien mil humanos puede hacer nada cuando la naturaleza dice que la corten, que ya está, que no jodan más porque se va a pudrir todo. Nada que se pueda calcular, aunque siempre la tendencia sea a todo explicar, como si todo estuviese regulado por estadís-ticas y mediciones que lo único que demuestran es que el camino elegido fue el equivocado.Nosotros así lo vivimos, tranquilos y sin hacer tanto ruidoAún estamos vivos, y más relajados.

Encuentro latinoamericano de estimulantes naturales

Era de tarde en la playa del Pacífico. Arena en la mañana y a relajar las ganas. Se duerme cómodo en este camping ren-tado. La diversidad arriba de una mesa, la colombiana con su café, el uruguayo y su mate y una argentina del norte, de la bonita puna, compartiendo la sabiduría de la hoja de coca. La marihuana corría, como suele ser habitual en estos ambientes de gente donde el día transcurre con delay y el tiempo es un factor que está planchado. Tarde de estimu-lantes naturales latinoamericanos, y la maría como regu-

72

lando este encuentro tan zarpado. La cafeína aceleraba la historia con cada sorbo derramado. La mateína acompañaba el acelere, más con la velocidad que cebaba aquel uruguayo, con pinta de latino curtido en una cárcel de los Estados Uni-dos. La hoja de coca proporcionaba la charla poniéndonos en sintonía con la tierra, con el momento, con el encuentro, con la fraternidad compartida. Rodaba dulce la energía por estos lados de la vida, equilibraba esta historia la virtud de la sativa, regalo del rico suelo, estimulante de los sentidos de estos tipos que pasaban sus días aislados de la historia de la mentira, el poder y la codicia e integraban a las plan-tas a sus días, pues por ellas subsistían, y porque tenían la certeza de que las plantas no son como las pintan. Eran ellas las que le daban la comida y ahora en este instante sus es-tímulos viajaban alucinados por el cielo gracias al estímulo en forma de vida que los sacaba a pasear. Ahí andaba, Latinoamérica unida alrededor de una mesa, en alguna playa del Pacífico, celebrando el encuentro, cagados de calor. Quizás por eso tomaron tal decisión, y al rato de viajar por el éter se fueron al agua a darse un chapuzón, y es ahí donde todavía hoy siguen nadando.

Desarrollé la capacidad de comunicarme con un perro y tra-tarlo de usted.. Se llama Parcero, y viene de un lugar donde hace mucho calor. La costa del Ecuador, montañés, de co-mer plátano verde y ver chicas correr.No le cabe mucho el agua, aunque nació pegadito al marViaja en una mochila escondiéndose del ser humano espe-cista que en transportes públicos no lo deja entrar. Se aguanta el meo, espera a que el micro pare a cenar.Ahí baja medio con carpa y descarga su vejiga en la ruta.En los hospedajes lo discriminan, en algunos hasta tienen

73

una foto de él en la puerta con un prohibido entrarEn otros pocos se copan y logra por fin parar a descansarLo suyo es la ruta, no puede estar mucho tiempo encerrado

Marian Omm un ser de gran color, la amistad que la ruta nos regaló. Sus ocurrencias, su bondad, una sonrisa siempre dispuesta, un momento para disfrutar. Con Ipi pegaron alta onda, nos pasamos las tardes, las noches charlando sobre la maravilla del andar. El es el un gran amigo del Parcerito. Si no fuera por su ocurrencia, quizás nunca lo hubieramos adoptado. Un grande Mariano, la ruta nos regaló un perrito y un hermano.

ÏNos vamos, después de mas de un mes. Hicimos una mo-neda, así que podemos seguir. Atrás queda Montañitas que nos dio al Parcerito más lindo, ese cachorro abandonado que ahora nos acompaña. Duerme en la carpa con nosotras, ya está vacunado y desparasitado por un veterinario que se llama Wilmer. En este momento escribo al costado de la ruta, mientras esperamos un dedo. Queremos ir hacia arriba, la ruta de la costa del Ecuador es hermosa, y las playas se ponen cada vez más cargadas de vegetación.

Pum! Pintó un dedo. Pasamos por Olón donde dormimos la siesta más linda de nuestras vidas, viajamos en un jeep que nos alcanzó hacia el norte por una ruta terriblemente

74

copada mientras del reproductor de cd no paraba de sonar la bossa nova. Hacia Puerto López vamos, dedo en un ca-mión de verdes, que son como las bananas pero distintas, entrando a todos los pueblitos, agitando desde el acoplado al grito de “Hay verde, hay verdeeee”. Muy divertido dedo. Apenas subimos al acoplado, el tipo nos dijo que comiéra-mos lo que quisiéramos. Parcerito duerme sobre las bana-nas mientras a Ipi se le vuelan los pelos y yo escribo todo lo que pasa. Pasamos por Puerto López, vimos un rato el mar y de ahí seguimos la ruta hacia Manta. El dedo había funcio-nado todo el día pero ya estábamos cansados, así que de-cidimos tomar un micro y subir derecho hasta Esmeraldas, bien al norte. Como mucho no nos gustó al llegar, volvimos a la ruta y con el dedo comenzamos a bajar. La quedamos por Mompiche.

ÏPumm! Al llegar, Pablito por ahí andaba caminando, nos contó que conoció a un argentino que tenía un hostel y con Nati ahí andaban laburando, que fueramos con él que nos podía conseguir lugar para parar. Siempre nos salva este chico, che... Acampamos al lado de ellos, en un terrenito a 20 metros del mar. Mompiche es genial. Llegamos justo cuando había terminado la temporada por lo que reinaba una absoluta tranquilidad. Las calles que ingresan al pueblo no son asfaltadas. Una lluvia había pasado hace poco y eso hacía que la entrada se estuviera un poco empantanada. Al llegar al mar lo que más me sorprendió fue ver a todos los pibitos metidos con las tablas de surf al mar, sensación de barrio, como si estuvieran jugando un picado pero con las olas, surf de verdad, nada de sponsors ni de frivolidad, es

75

hermoso verlos andar, comunión con el mar. Pueblo de pes-cadores, casas de paja, abundante coco, hombres tejiendo redes para salir a pescar, un hermoso atardecer en el mar, y en el medio de todo eso, nosotros tres vagabundeando por acá.

Coco, surf y malecón. Pasear un atardecer relajado es lo mejor que hay para hacer. Apología del estar sin preguntar. Recién pintó guitarreada en el hostal donde trabaja Pablito y el cordobes del cual no recuerdo el nombre. Tomamos mate, luego nos fumamos la yerba que guardaban en frasco y en la heladera. Esto no es más que una manera, viajar es fomentar la percepcion del movimiento. La manera es el intento. Mompiche está construida en gran parte por caña. Las casas se levantan del suelo para prevenirse de las crecidas y las grandes lluvias que inundan. Veo todo esto mientras camino a comprar naranjas rodeado por niños que sonríen y me acompañan. La caña de bambú abunda en las construcciones del lugar, es lo que la tierra da para poder levantarse un rancho. Hermosas moradas que miran al mar, niños surfistas, brisa de sal.Hay un momento del día que la marea deja la playa descubier-ta, libre para caminarla. Sucede entre la mañana y el medio-dia. Palmeras con cocos, arena de harina. Nos dirijimos hacia la punta donde un viejo árbol decidió plantarse. El mar sube por la tarde, regando sus raíces, su base. Eso hace que cuando la marea baja uno pueda observar entramados de raíces for-mando figuras sobre la arena. Parcero duerme en una sombra sacada de algun cuento. Vos me mirás, yo describo lo que va a pasar. El horizonte es un silencio de agua y sal. Tus piernas un lugar a acariciar. Frenar acá. Jugar con los dedos, invocar al placer. Recorrerte como si fueras

76

el cielo. Con la diferencia que recorrer el cielo es metáfora, lo veo. En cambio, cuando me adentro en vos y me da por pasear el cielo se vuelve tan real que me invita a recorrerlo con fuerza, como si fuera mar. Con paciencia, sabiendo que cada dedo que se desliza por tu espalda de fuego reaviva este inocente incendio de dos almas amalgamando sus ganas. Magia es, por ejemplo, producir fuego a través del tacto.

Campamento cerca del mar, haciendo fuegos con una islan-desa y un colombiano. El terreno donde estamos, a escasos 30 metros del mar, es propiedad del dueño del hostal donde trabaja Pablito. Ayer vino el tipo con su compañera y sus dos hijos. A partir de su estar, nuestra estadía se volvió más pesada, vigilada. Así que decidimos caminar algún que otro atardecer más y encarar la retirada de ese lugar. Salir de Mompiche fue salir en camión. Dedo a un recolector. Parce-ro e Ipi viajando en la cabina, yo en la montaña de basura que inundaba el acoplado. Nada mejor que viajar gratis. No importa si es con la comodidad de un auto familiar, una 4 x 4 o en este caso, lugares como estos que parecen un disparate. Viajar gratis es festejar los dedos como si fueran goles. Andar con la incertidumbre de estandarte en cada parada. De donde nos dejó ese camión, nos levantó al rato un pescador. Viajamos en la parte de atrás de su camioneta. Enseguida Parcero se durmió y nosotras dos jugamos un rato. La vegetación copada de bananas. Humedad hermosa que nos deleitaba con el verde. Pájaros de todos los tama-ños, la naturaleza que afuera de ese auto sucedía.

Pensaba en lo que creamos al compartir...

77

Marzo, todavia ruteandola. La noticia de la primera Flia Oes-te en casa me pone ansioso y con ganas de teletransportar-me ¿Que es la F.l.i.a?La Flia es la feria del libro independiente y amiga, autogestiva an-dariega, amorosa, alternativa.Movida que nació por Buenos Aires allá por el 2006 como un encuentro alternativo a la convencional feria del libro donde sólo pueden acceder los que tienen dinero. De ahí en más, la Flia se contagió por todos los rincones de los corazones. Propagándose como hormiguitas que te arman un circo de letras en cualquier plaza. Varios lugares de la Ar-gentina y de Latinoamérica se contagiaron de esta movida. Horizontal, divertida, la Flia no tiene sponsors ni es bancada por nadie más que sus participantes. Participar es gratis y se arma entre todas y todos.

No estaré en Ituzaingó porque elegí viajar. Pero la vida da más. Resulta que Ipi tiene una amiga llamada Almendra que nos la cruzamos en Montañitas, una loca muy copada, viajera, cantora. Al hablar de la Flia, y al contarle todo esto que me sucedía, me cuenta que le había llegado la noticia de que los primeros días de abril se iba a realizar la primera Flia Bogotá. Con Ipi dijimos, guauuuuu! Hay que ahorrar. Pusimos manos a la obra y nos predispusimos para en abril estar por la capital de Colombia. Contacté a las chicas de Bogotá, buena onda, les comenté que yo participaba de las Flias de Capital, que me gustaría viajar para esa fecha, mangueando hospedaje, algún lugar donde podernos quedar. También teníamos la punta de Ka-rolina, una colombiana que conocimos en el encuentro de

78

liberación animal en Bolivia. Colombia, vamos hacia allá, que viva la Flia, que cada día es más infinita, que viva la hermandad, que viva el ahora y el acá.

No me convencía subir así de rápido, pero Ipi quería llegar para la Flia y por suerte me transimitió esa energía. Será de a poco, tenemos tiempo, la idea es pasar un rato por Quito, conocer y de ahí emprender la aventura hacia tierras colombianas donde la feria del libro independiente y au-togestiva rompió las fronteras y allí se planto para florecer en su primera edición. Nos alejamos de la playa, encaramos hacia las sierras. Ecuador es un país fantástico y de territorio muy pequeño. Eso nos permite estar en un par de horas en la sierra, luego de haber disfrutado largo tiempo del Pacífi-co y sus bondades. Vamos a Quito, tranquilitos, con nuestro amigo perrito descansando en su mochila. Con ganas de conseguir yerba para matear, con la incerti-dumbre a cuestas de quien solo anda por andar.

ÏLlegamos a Quito, la terminal queda en las afueras de la ciu-dad así que tomamos el trole, que es como un tren eléctrico que circula con recorrido de colectivo por toda la ciudad. Primer viaje en bolso con Parcero, la costa era más agrada-ble para estas situaciones, por lo que vemos acá la ciudad se va a poner más difícil para poder movernos y hospedarnos. Igual no tenemos ningún tipo de prisa, así que llegaremos a donde sea. La seguridad del terminal no ve a Parcero que asoma su ocico desde el bolso. Viajamos una hora hasta

79

llegar a nuestra parada, la plaza Santo Domingo. Bajamos y un morocho grandote nos pregunta si buscábamos el hostal Sucre. Claro que sí! Respondemos...Nos guía cómo llegar, nos da su tarjeta, nos desliza que su nombre es Santiago y que es uno de los dueños. Que le digamos al que atiende que hablamos con él, así no tendre-mos problemas con la estadía del canino. Increíble situación resolviendo un tema que no era menor. Al llegar al hostal, José, una persona difícil para tratar. De una nos dice que no, que no se puede entrar con perros. Le contamos del encuentro con Santiago, jerarquizando la situación por su condición de dueño. Nada, seguía con el no clavado. De golpe entra en escena corriendo como un equino una her-mosa perra blanca con rutas de pelos en su cara. Su nombre es Colombia, la conocimos en Montañitas. Tras de ella, a un paso, un poco más tranquilos, aparecen Vale y Matuco, sus amigos viajeros. Tambien los conocimos en la costa, com-partiendo yerba y ocio. Parcero enseguida reconoce a su amiga y se ponen a jugar en el medio de la recepcion. Vale aprovecha la hermosura del momento para agitarlo a José para que nos deje hospedarnos. El alivio viene pegado al convencimiento. Nos abrazamos con Colombia, Vale y Ma-tuco y nos vamos a dormir. Nos sacamos las mochilas , nos desparramamos. Parcero nos mira casi dormido, acostado sobre una mochila, feliz y agotado. El cuarto es pequeño y no tiene ventanas. Lo transmutamos en sueño, como dos seres que necesitan descanzar para luego seguir paseando.

La gente en la plaza grande de Quito se aglomera, mientras yo me enriedo con el cierre de mi campera para poder sacar mi lapicera, que por cierto es nueva. Hoy preparé

80

quince sanguches de hamburguesas de lentejas, ahora sólo me quedan tres. Costó, pero se vendió. Le pifiamos al lugar, tendríamos que haber ido de una a la universidad, ahí hay gente que quizás entendería más el mambo de la comida vegetariana, ir a la plaza principal de Quito a vender ham-burguesas de lentejas es en Plaza de Mayo. Igual bien, sa-lieron, vamos haciendo la moneda del día para viaje poder seguir, mientras se acerca una chica que se llama Alicia y me distrae el escribir. En la plaza la gente discute sobre un próximo referéndum aquí en el Ecuador. Lo de siempre, un sí, un no. Un hombre gobernando sobre un montón. Como si el caos, la armonía y la anarquía pudieran controlarse con la desición impuesta por las jerarquías. Quito es muy boni-to, llueve y sale el sol. La ciudad se presta al juego del bu-siness pero luego que cae la noche vuelve la tranquilidad. A mí la inspiración no me anda buscando, ni ayer ni hoy, por el momento solo redacto palabras que siento que no llegan a reflejar mi emoción. Ahora me voy a ir un rato hacia la calle más careta de estos lados, donde abundan los bares con cervezas exóticas y la cultura más amiga del capital. Voy a ir con los libros, a ver si puedo meter un dedo en alguna yaga, a contarle a la señora de etiqueta que un extranjero también puede trabajar, que existe otra forma de viajar, que poco tiene que ver con el turismo aburrido de días progra-mados, hoteles caros y exceso. Contarles que Latinoaméri-ca se sigue despertando y somos varias las que la estamos caminando, compartiendo, recorriendo, haciéndonos cargo del ser, sin ninguna voluntad de obedecer.

La voluntad, qué buen invento!

Bien utilizada es el sustento que lleva vitalidad a cada in-tento. En la plaza la gente sigue gritando, arruinando su voz

81

y su salud en nombre de los que siempre tranzan, de los políticos del billete disfrazados de militancia, diciendo que el poder es del pueblo mientras el dólar hace mas caro todo lo que pesa la balanza, autorizando la minería que toda vida perjudica, que mata, y contamina. Latinoamerica sigue esta politica en toda la region, lo mismo que pasa en Argenitna. Disfrazan el discurso bajo la justicia social mientras conta-minan el agua por presiones del capital, del dinero, la coor-poracion, monsanto, la barrik gold y todos los billetes due-ños de esta region amparados bajo la mentira del progreso ¿Qué progreso puede existir dentro de un sistema que arrui-na el entorno natural?

Un perro ecuatoriano se caga arriba de una cama en un hos-pedaje de Quito. Cuatro franceses aprovechan las ventajas del cambio del euro y la droga barata de Latinoamérica para enroscarse con cocaína y escabio en la terraza de este sitio. Es un mes que no recuerdo el nombre, y el número es el vein-tipico. Abajo, un tal José, a quien no le simpatizan mucho los argentinos, corta el chorro musical de esa guitarra desafina-da que buscaba melodías en plena madrugada. Dos nenes brasileros, pero cuyos padres son uruguayos, que hace siete años viven viajando, juegan con papel picado en el piso de un living compartido con mapas y sillones que abundan por todos lados. Un colombiano que no duerme de noche y tampoco lo hace de día. Una chica que chorrea co-lores cuando camina cose una toallita femenina reutilizable para poder transmitirle a otras mujeres que en la higiene de una también se puede dar una mano para dejar de destruir-nos con tanta basura. Ella cose y suelta palabras que comen-ta de noche y sin ningún apuro. El mismo perro que cagó la cama en un principio, ahora duerme despatarrado en el mis-

82

mo colchón cagado, que antes fue limpiado, con jabón y una esponja, con papel higiénico y una bolsa, duerme y sueña cosas que me salen interpretar, piensa donde va a despertar-se mañana, si en la ciudad, la montaña o el mar. En el living de abajo un tipo se cambia frente al espejo. Está disfrazado del chapulín colorado, con el chipote chillón y todo. Se mira al espejo y se acomoda la calza, fijándose que le apriete bien el culo. Mientras tanto, deja a su hija suelta todo el día en el hospedaje, se la ve falta de afecto, además de que tiene mucho hambre, el tipo no le da mucha bola, casi la ignora. En otra pieza un pibe bajonea de madrugada una olla de gar-banzos con papas hervidas y brócoli, le mete ajo picante en cantidad, le pica hasta el apellido, un viaje psicodélico de ají en plena madrugada, cuando el silencio gana la pulseada en este hospedaje, en una cama deshecha con las sábanas man-chadas. Donde la misma chica que antes cosía las toallitas femeninas, ahora baila con los auriculares al taco al ritmo de “Plan b” de Massacre, mientras fantasea que está en el medio de un pogo de algún transpirado conurbano recital.

Quito, alto lugar empinado. El Sucre es un buen lugar para quedarnos. Está lleno de locos (como vos y yo), mambos de todos los tamaños. A la vuelta hay un gran mercado donde conseguir fruta y verdura fresca y barata. Cocinamos bas-tante, además de lo que solemos cocinar para trabajar. Me gusta comer unas bananas bañadas con chocolate y puestas en el freezer que salen 10 centavos de dólar. Estamos yendo a parchar a la universidad, salen los fanzines y la comida sana y rica che! También aprovechamos el verde del lugar para pasear con el perro que gusta de desarrollarse en luga-res con aire y verde para mear.

83

ÏDe Quito a subir por el cordón de sierras para llegar a la frontera con Colombia. Pasamos por Otavalo, lugar donde dicen que se hace la feria más grande de América. Cuadras y cuadras de artesanías, en su mayoría reventa, pipas de tagua, piedras, macramé. Paseamos un rato, compramos pi-pas para vender o trocar y nos fuimos a un chifa a almorzar. Salimos hacia la ruta entrada la tardecita a buscar movili-dad para seguir nuestro camino hacia la frontera. Subimos a dedo un tramo grande en un fiesta con tres adolescentes serranos con quienes fuimos todo el viaje escuchando bandas de rock locales y contándoles cómo es eso de viajar con un perro. Nos dejaron en Ibarra, a un tirón de la frontera, esperamos a un micro que nos acercó hasta Tulcán para de ahí cruzar por el puente internacional Rumichaca.

ÏQué alegría no encontrarse con la parafernalia militar que flasheaba que iba a haber en este lugar. Frontera colombia-ecuador, ni un milico vigilando la cues-tión. Pasamos a Parcero sin ningún problema y cambiamos plata con un pibe que nos invita a fumar mientras nos cam-bia el capital. Bienvenidos a locombia, una lluvia nos vino a recibir. Parcero se hizo amigo de un perro al toque. Lo olía, lo perseguía. El perrito se llamaba Toby y quien lo acompa-ñaba un tipo de nombre Leo. Era de noche en la frontera y Leo nos preguntó cómo pensábamos llegar a Ipiales, primer pueblo que hay al cruzar. Le dijimos que no sabíamos, que

84

queríamos ir hasta el terminal y descansar y quizás mañana ya mas tranquilos seguir subiendo hacia Bogota. Él estaba ahí porque había ido a despedir a su compañera que viajaba a Bolivia y volvía hacia la ciudad de Pasto con el auto solo. Nos ofreció acercarnos hasta dicho lugar, 300 kilómetros de una ruta de montaña. Claro que dijimos que sí y nos subi-mos al su clio. Paramos a tomar un tintico con una arepa y seguimos hasta llegar a Pasto. Parcero no paraba de jugar con Toby mientras nosotros comíamos un pan y charlába-mos con Leo que nos ofreció pasar la noche en su casa. Nuevamente respondimos que sí. Nos bañamos, cenamos y nos fuimos a acostar. Al otro día nos levantamos y nos arrimó hasta el terminal de la ciudad de Pasto, donde nos subimos al micro para llegar a Bogotá. En el micro nos ro-baron. Resulta que yo tenía la mochila agarrada con los pies y nos la sacaron. Ipi quedó sin papeles, yo zafé porque los tenia encima junto con la plata. Nos agarro harta bronca en el momento. Luego relajamos y nos dispusimos a afrontar la situación con la mayor tranquilidad posible. Colombia nos recibió con toda la ambigüedad, por un lado la hospitalidad de Leo que nos invitó a pasar la noche y nos dio de cenar y desayunar, también el pibe que cambiaba plata que nos daba de fumar. Por otro lado, los giles que se llevaron los documentos que al fin y al cabo son papeles de mierda que ni les sirven, pero que nosotros necesitábamos para viajar porque somos individuos de una sociedad que usa papeles para testificar identidad. También se llevaron la cámara de fotos, con todas las fotos del viaje y varios videí-tos que habíamos grabado con Ipi y Parcero.Ahora estamos en Bogotá, acabamos de llegar. Nos toma-mos un colectivo cerca del terminal que nos llevó al barrio donde vive Karolina, una chica que conocimos en el encuen-tro de liberación animal y que nos va a hospedar en estos

85

días. Karo tiene bicicletas y nos las presta para pasear. Voy a ver si puedo ir a alguna de las reuniones de la Flia Bogotá, conocer a la gente que acá activa y disfrutar del estar acá en esta capital que hoy nos recibe nublada y con lluvia por desparramar.

Parcero se te complica estar acá. Cada vez que vamos por la calle, y te queremos llamar, cuando gritamos “Vení parcero”, se dan vuelta un par. Es que en esta ciudad, mi amigo perro, tu nombre significa compadre, amistad, entonces cada vez que tenemos que recurrir a llamarte confundimos a los tran-seúntes que andan por el lugar y confunden el grito que va dirigido al perro como un grito hacia ellos. Tranquilo Parcerito, con el tiempo quizás lo entenderás. Mientras sigamos paseando los tres, amigo perrito, que todavía nos quedan hartos lugares por conocer.

Bogotá despide humoComo cualquier capitalEl consumo es uno, es un cáncer globalSolo cambia el acento, la costumbre, la culturaPero todo responde al mismo patrónCemento matriz, alienando a la gente al tedio de sus díasResistir es existir y nosotros seguiremos aquíPedaleando, que es como remar pero en biciActivos, subterráneos, amigos del error, seguimos intentandoNo nos paran los afiches de héroes patriotas con metralletasNo mordemos el chupetín salarial de la empresa, del capitalVamos esquivandoPropagando

86

Porque el regocijo de haberlo intentado es más fuerte que todas nuestras trabas mentalesY por eso vamosDespacito, constante, caminamosA la libertad soñada no le queda más que volverse realidadVoluntad infinita de quien anda por andar

Conocí a Lucas en las reuniones de la Flia Bogotá. Llegamos a la ciudad el martes, buscamos el departamento de Karo y ahí nos quedamos. Me prestó una bici y crucé la ciudad a pedal para llegar a la reunión. Surrealismo fliero abordando la situación. La Flia con otra tonada sonaba. La hermandad liberada, rompiendo fronteras, uniendo la buena madera. El lugar era un garaje que funcionaba como cine club, un cuar-to dentro de la kasita audiovisual. Me presente, dije “Hola soy Fer” y no mucho más. Charlamos temas organizativos de la feria que estaba por llegar. Luego salimos con un par a hacer la pegatina. Harina mezclada con agua y el rodillo listo para pegar cartel. Salimos Lucas, Mateo, Laura y yo. Mi emoción dentro de este cuadro se volvió netamente adoles-cente condimentada con punk rock. Imaginate estar en otro país, otro lugar, agitando la F.l.i.a con los parceros de Bogo-tá. Hartas ganas de fumar, nadie tenía para convidar. Lucas me dijo “Calma parcero, luego vamos a mi casa y fumamos un bareto”. Bienvenidos a la capital de locombia, conseguí lo que quieras, verde o cristal. Tomar o fumar. Paramilita-res, gobierno, militares, todos compartiendo el negocio de narco traficar. Salimos a patear la ciudad. Pegando un cartel por acá, otro por allá. Caminamos un par de horas reco-rriendo varios recovecos de la ciudad y al terminar fuimos a lo de Lucas a comer. Lucas alquila una pieza en la casa de

87

una señora de unos setentaipico a quien él llamaba cariño-samente la mami. También paraba ahí un gringo del cual no recuerdo el nombre. Entramos al departamento y fuimos a la pieza de Lucas, en el cenicero la tuca. Antes de empezar a fumar entra la mami con un camisón de súper abuela, el tejido en la mano y un plato con un terrible cogollo y una tijera en la otra. La habíamos despertado al entrar, así que se acerco a la pieza a tejer, charlar, convidar y compartir un momento bien chévere. Los cuatro dentro de la pieza fuman-do flor y escuchando mano negra. Al rato se sumó el gringo, que había pegado flores y eso le despertaba una sonrisa, mas allá de que Lucas le decía que había pagado caro. La verdad, lo que compró el chabón era un regalo, imaginate que por 50 pesos en lugar de medio ladrillito prensado te den una ziploc de flores de como 50 gramos. El tema es que Lucas contaba que en Cali era más barato que en Bogotá, como en toda capital, se abusaban al cobrar. La flor llevó a colgar, y en ese momento pude observar que en la pared de este departamento de Bogotá colgaba un afiche de una Flia en sociales. Un gustito hermoso flotando en el aire. La Flia que me trajo hasta acá, Bogotá, el Lucas, el parcero, el humo que hoy veo. Al rato de todo esto le pintó el bajón a la mami, quien en todo el tiempo anterior había tejido lo equivalente al pelaje de dos obejas. Fue a la cocina en busca de algo para picar. Pintó algo con carne así que le comenté que era vegetariano, que le agradecía pero prefería pasar. Me puso cara de abuela que no comprendió. Se quedó unos segundos callada y enseguida me ofreció fruta con su mejor sonrisa y su mejor humor. Me cuenta mientras yo muerdo el carozo de la fruta que me regaló. “A mi marido una vez le había agarrado eso del vegetarianismo. Por suerte después se le pasó”

88

89

Qué asco me dan los uniformes, hacen sentir al mediocre, enorme. El policía con su gorro y su bastón, el militar ca-muflado y con el pelo recién cortado. Todos los días repetir la misma situación, obedecer órdenes de algún mayor, sin darle lugar al sentido común para resolver las situaciones, solo órdenes. El uniforme castra al ser humano, lo hace ser un ser subordinado. No importa qué piense o qué sienta la individualidad, el uniforme siempre tiende a emparejar todo, cualquier pelo que sobresalga de su rapada cabellera tiene que ser desterrado. El uniformado siempre es servicial al estado, que en todos los casos es un estado corrupto. ¿O alguien conoce alguno que no cumpla con este requisito? Si el estado es corrupto y ladrón, el uniformado es cómplice de dicha acción. Es su brazo armado, su ley, su arma para sembrar el pánico.La bronca me brota hacia fuera porque me revienta los que solo obedecen y encima andan con un arma en la cintura. Nada cuestionan, siguen inertes la estafa social, sirviéndole al poder de turno, manipulando la libertad de cada indivi-dualidad. Uniformes al servicio del billete, en todo el mundo es igual. Hoy lo compruebo aquí en Bogotá, la mierda es mierda en cualquier lugar. Disculpe señorita policía, no es cuestión de nacionalidad. A mí no me gusta ese cuento ba-rato de las fronteras. La humanidad es humanidad y punto. La gente buena abunda acá y allá, como también abunda la gente mala y los uniformados. La diferencia es que a mi nadie me dice qué tengo que hacer ni que pensar. En cam-bio usted, señorita oficial, vive una vida de obedecer a los demás. Esa es la diferencia. No es cuestión de nacionalidad, es hacerse cargo de la vida de uno, del derecho a la libertad, claro que quizás usted no entienda de qué le hablo, ya que

90

usted, señorita oficial, eligió seguir las órdenes del estado opresor, siempre la mandó un mayor y lo que yo le diga so-bre la libertad no lo va a entender, pues usted se ocupa de quitársela a los demás, siempre con la premisa que marca sus días. Recuérdelo, señorita oficial, o b e d e c e r . Si ni si quiera puede elegir qué ropa se va a poner, es esclava del uniforme. La decadencia del hombre. Se levanta a la ma-ñana, se peina, se cambia, y sale a la calle a servir al poder ¿Nunca pensó en algo mejor para hacer? ¿Nunca le llamo la atención que pasaría si fuera usted y no un soldado del sistema? Hay otras maneras, en serio señora oficial, suelte su chapa y su ego a la mierda e indague sobre la libertad.Esta historia se redacta hoy acá, quizás luego se amontone con otras más y en forma de papel abrochado salgan a via-jar. Usted seguramente envejecerá en la bruma de Bogotá, presa del uniforme que le castró el pensar y el actuar. Resis-tir es existir, señora oficial, no me hable de mala educación con el uniforme de esa institución a la que representa, por favor. Obedecer no es ser. Usted llama grosería a no ser sumiso a las injusticias, a no quedarse callado ante el ava-sallamiento de la fuerza pública. A plantarse y discutir con alguien que sólo puede imponer poder. Pero no se preocupe señorita oficial, ya le voy a correr de ahí esa bicicleta que tanto le molesta.

No sé si pongo la pava porque realmente tengo ganas de tomar unos mates o si sólo lo hago porque dicha actividad me hace sentir cerca de casa. Escribo desde algún departa-mento de la lluviosa Bogotá. En la esquina, un estadio de fútbol muy grande, el campin. Si tuviera que compararlo con algún lugar de Capital Federal podría ser Nuñes o Villa Urquiza. Quiero pegar una teletransportación directa a mi

91

casa, un ratito, con pasaje de vuelta, ir y regresar. Me metí un rato a internet y me invadió el extrañar. La sensación hace temblar mi pulso que deforma el renglón. Es difícil expresar lo que agita el corazón. La hermandad a la distan-cia, los amigos son la familia que uno elige en la vida, los abrazo a la distancia y me llenan de alegría. Con el primer mate comienzan a bajarme las fichas de cuando decidimos involucrarnos en la movida, en realidad no se decidió nada, así sale, así salía. Libres de todo cuento, subsistiendo con lo puesto. Casa Frida, hacia donde hoy escribo, tantos lindos momentos ahí transcurridos. La certeza de que en esa casa algo pasa. Y la distancia que todo lo agiganta. Tercer mate, voy a dejar de escribir y me voy a ir a pedalear la noche de Bogotá. Perderme en mil quinientas historias, chocar de frente contra una arepa, pasear.

Hoy, Flia en Bogotá

Un mate en el medio de un living de una casa abierta de Bo-gotá. Cuatro colombianos versionan a Piazzola en mambo rockero. La Feria del libro independiente y autogestiva de Bogotá recibe a la noche y el mate se convierte en el com-pañero ideal. Agradable situación generada a partir de la interacción de la ronda con el alrededor. Viene un loco y me agarra la zapatilla, arranca un cordón, lo utiliza para simular un símbolo de amistad y me da la mano izquierda. Me cuen-ta que usa ésa porque es la que está más cerca del corazón. La banda cambió, ahora suena un tema de Almendra, y un man toma de arrebato el escenario para rifar una remera con la realidad escrita de que las plantas no son como las pintan. Cambio tinta roja por negra y todo comienza a verse mejor. Pequeños milagros, como dice Ale Raymond. Todos

92

andan festejando esta historia que hace un par de años por Bs As brotó. Y así va la autogestión. Derrotando a los egos personalistas y logrando que las ideas y las ganas superen las barreras de las personas. Infinita Flia que me llena de emoción. Como si estuviera en el estacionamiento de socia-les, o en alguna casona del conurbano.

Qué chimba otro mate!

Le meto pausa a tanta emoción, respiro. Mejoro la caligrafía sobre el papel y escribo con atención. El corazón bombean-do a diez mil, unas ganas locas de seguir con este vicio ex-quisito de la libertad. Qué lindo cuando los que nos salimos de los renglones nos podemos juntar. Qué lindo ser tan anormal. La Flia hoy esta acá, en Bogotá. Libre y despre-cupada. Desertora del montón. Disconforme de alimentar vanidades y egos personales. Transformadora de nuestras realidades. Y de esa forma logramos que sigan ocurriendo estos pequeños milagros, que hoy acá festejamos. Gracias Flia infinita por mantenerme con ganas.

Flia en la ksita, Parcero pasea y nunca para de comer. Todos le convidan algo y él contento da tantas vueltas que casi no se deja ver. Corre por todo el predio, ya se hizo amigo de otro perro que lo llevó a conocer el vecindario donde encontraron una caja llena de huesos que los estaban espe-rando. Cambié fanzines con casi todos los puestos. Vendi-mos un montón, ser extranjeros parece que nos trajo algún tipo de beneficio mercantil. Recién en un cuarto proyectaron “Los subterráneos”, un documental sobre la Flia. Me emocionó dicha situacion, me sensibilizó ver el agite que viene desde hace varios años sucediendo allá por la ca-

93

pital. Verlo en imágenes en el documental y tambien sentir-lo en carne propia en este acá. Bogotá, Colombia, arriba de la línea ecuatorial. La flia llegó y parece que se va a quedar.

Qué chimba, salio otro Hola que tal!

Hay palabras abrochadas, editadas, que a algún lugar hoy van a parar. Hay una sensación, un estado que sólo en la Flia logro experimentar. Y me alegra esta realidad del hoy que hace que pueda disfrutar esa sensación en esta región. Viajar con libros, encontrarse con una feria. Sincronizando el disfrutar.

Un colombiano que me cuenta que conoció al caballero rojo de Caradagian repartiendo volantes de una tangueria en pleno San Telmo. Una clase de salsa improvisada en el medio del living de una casa rentada. Ron en caja. La Kcita audiovisual, hogar de la primera Flia Bogotá, hoy nos que-damos a dormir acá, nos recibieron de maravilla, bareto tutu legal. Una chica cuenta la historia de una pareja asesinada por paramilitares en la costa del país, otra pinta latas re-cicladas en el patio, mientras con Camilo charlamos de la importancia de estos espacios donde se gestan las movi-das que suelen llamarse culturales, o contraculturales. Las alternativas a lo estatal, a lo privado, a lo insípido. Afuera cae agua sin parar desde hace más de 30 horas. La ruta que nos tiraba a arrancar y el destino que nos deja sentados en este living, la ksita, Bogotá. Acá los locos andan tomando mate también, muchos anduvieron por Argentina de paseo o estudiando, y trajeron hacia acá la ronda, el ritual a un país donde el tintico suele ser lo habitual. Agricultura ur-bana surcando los techos, fabricando lugar para cosechar

94

donde no lo hay, hoy nos convidan de su primera siembra, materializada en arvejas. La lluvia me charla y me dice que no va a parar, el living en ojotas y medias, una radio que no para de ladrar. El hambre habitante preferencial de mi pan-za, la pereza de la casa que no me ayuda a ningún tipo de almuerzo activar. Todo el día para redactar, tocar la guitarra, interactuar con la planta madre de la percepción. La prime-ra edición de la Flia Bogotá es lo que hoy nos acercó hasta acá. La buena onda de la gente que habita el lugar hizo que nos quedemos un par de días parando acá, compartiendo el cuarto, las flores, el alimento. No puedo evitar recordar al Oeste. Todo acá adentro me suena familiar a lo que en casa podría pasar, sentirse a gusto es una sensación que vale la pena experimentar. Aquí o allá, donde quiera que uno este. La clave es andar sincero, sedentario o viajero, haciendo lo que quiero.

Una idea que se va y me deja pagando con la lapicera en la manoUna idea que se pierde cuando intento redactar

A esa idea que se va, el pensamiento no la encuentraLa mente hace mucha fuerza pero no la puede recordar

Una más que se amontona en ese éter infinitoDonde habitan las emociones que al papel no logro bajar

Una idea reprimida que se vuelve punto de partidaPues la inspiración quedó regulando busca algo

No siempre hay algo para decir

95

No siempre es necesario escribirA veces prefiero regalarle a mi imaginación mis mejores cuentos, mi mejor renglón

Por eso hay viajes que son más personales y otros que po-demos compartirLa emoción estremece y en esos momentos no hace falta ninguna palabraOtras veces el alma elige fluir en vocabulario y nos ayuda a compartirNuestro intento más profundo, nuestras ganas de decir

Y es que el cuento está en intentarloEn vivir para disfrutar cada sorbo del díaSin olvidarnos de indagar en este invento de sociedades, culturas, manifiestos

Afuera los dogmasY toda esa gente que se piensa que tiene la posta de decirte lo que tenés que hacerResistir es existirTe cuento, por si te interesa

Hoy fuimos a parchar a la nacho. Así le dicen acá a la uni-versidad pública. Complejo enorme donde conviven todas las ramas de la educación convencional. Acá lo de público es ficción. El que quiera estudiar, tendrá que pagar. Costosas matrículas, educación devenida en comercio, en inversión. El estado como gestor. Los estudiantes frente a este panora-ma tienen que inventar alternativas de todo tipo para

96

recaudar el capital. Es por eso que aquí se puede observar kioscos ambulantes armados por alumnos. La oferta abunda en variedad. Comida, golosinas, minutos para celular. Los climas están caldeados en la lluviosa Bogota. El capital quiere meterse aún más en la ya poco pública universidad. Quieren disfrazar una privatización. Por eso mañana habrá una manifestación convocada por los alumnos que ya están podridos de poner plata para estudiar. Sigo caminando este inmenso complejo. Vuelvo al puesto. Ipi vendió un funzine y a mi me quedan cinco hamburtejas en la bandeja. Me siento a descansar mientras en todas las paredes observo gente grafitear. Recién le vendí una ham-burteja a un grafitero que me contó el por qué de esta ma-siva pintada que acontece hoy. Resulta que a los aburridos decanos de esta supuesta universidad pública no les gusta la libre expresión manifestada en sus blancos y aburridos muros de contensión. Por eso, cada tanto, destinan efectivo del abultado presupuesto en comprar cantidad de pintura blanca para tapar lo que fue hecho por la voluntad del pue-blo. Esto genera un ida y vuelta constante ya que los que acuden a este lugar a estudiar no soportan la pulcritud pri-vada/estatal, vuelven y volveran a volcar sus colores sobre los muros las veces que haga falta. Se acerca uno de traje. Su pinta refleja a un profesor pero con aires de un puesto mas buchón. Sus ganas de trepar es-tán a la vista, decano, director. Nos pregunta por el puesto. Le decimos que estamos viajando y que vinimos a parchar. Nos dice que no se puede, que eso es exclusivo para el alumnado. Igual se hace el copado y nos dice que por ese día está todo bien pero que otro día no volvamos. Qué ma-ravilla el estado! Vuelve el estudio una mercancía, un bien arancelado, pero se hacen los que le dan una mano al alumnado dandoles la exclusividad de la venta ambulante en el

97

ámbito de la facultad para poder solventar los gastos que dicha entidad, en teoría estatal, les genera. Unos truchos, desde cualquier cristal con que los mires. Me quedan cuatro hamburtejas. Así que, antes de buscar un árbol que oficie de baño, me siento con Ipi a compartir un almuerzo. Parcero corre por el pasto que por suerte abunda. Se le nota la abstinencia de correr. Estamos durmiendo en un departamento y se le hace difícil el contacto con la vere-da. Hay que confesar que muchas veces la gente se acerca al puesto por la precencia del cachorro, del perro. Eso genera momentos para charlar sobre cómo llegamos hasta aquí. Y si la jugada sale bien se terminan llevando un funzine. No nos sale ni ahí la pose de vendedores. Pero se nota que cuando ponemos esa actitud, el paño y el tapper se vacían más rapido. Con la tarde cayendo los tres nos disponemos a volver. Ha sido un día agitado y me estoy muriendo de sed.

ÏNos fuimos de Bogotá con lluvia, parecía que nunca iba a parar. Camilo, uno de los amigos de la ksita nos lleva en su auto hacia el terminal de colectivos. La Flia llegó para que-darse a Bogotá. La idea trascendió a las personas y logró que la feria del libro independiente y autogestiva se repro-duzca libre por todo el cosmos. Linda experiencia haber es-tado acá compartiendo el milagro.Un gran rato de espera en la terminal, pasajes súper ca-ros y muchas ganas de arrancar. Campamento al piso, como solemos acostumbrar, las mochilas a un costado, el perro, el mate, el paño. Parcero se acomoda como si ya estuviera acostumbrado, como si supiera que en las terminales debe-

98

mos esperar si es que maás barato queremos viajar, como si supiera que él a los micros medio que entra de contraban-do, porque algunos choferes no lo quieren en su micro via-jando. Se despereza y acomoda su mentón sobre mi pierna, así se duerme, así vive él la espera.Luego de averiguar en todas las boleterías conseguimos el mejor precio que pudimos regatear. Veinte horas nos sepa-ran de la frontera con el Ecuador. Dormir y esperar llegar. Para acercarnos a Quito, volver al hospedaje a ver si todavía quedaban algunos viajeros amigos y descansar

A las 18 horas de viaje se acercó uno de los que manejaba el micro y nos preguntó cómo era que estábamos viajando con un perro. Que lo habían visto por las cámaras internas del circuito de seguridad del micro y que eso no se podía, que estábamos en falta. Le argumentamos que no sabíamos nada, que en Bogotá no nos habían hecho drama, nos hi-cimos los sorprendidos como quien dice “Ah, mirá, che, no sabía” El conductor se copó y nos dejó seguir. Parcerito se durmió y dejó de insistir con eso de jugar.

Cruzamos la frontera. Agotados ya de viajar, decidimos dar un tirón más y tomar un bus derecho a Quito. Llegamos de madrugada. Ese día en la ciudad tocaba Ozzy Osbourne y mientras esperabamos el colectivo que nos lleve al hospe-daje un tipo nos regalo porro y dos pulseritas de Bob Marley

99

Un par de días más acá. Volvimos a Quito derechito, luego de haber participado en la primera Flia Bogotá. Llegamos y encaramos derechito hacia el hospedaje “Sucre” donde todavía quedaban amigos. Matuco y Vale todavía seguían pegados ahí. A ellos los habíamos conocido en Montañitas y fueron los impulsores en el ejemplo de que se puede viajar con un perro. Ellos andan desde hace ya varios meses con una perrita que apodaron ”Colombia”. La habían comprado en Cuzco, donde al parecer, por lo que nos contaron, en al-gunos mercados te venden a los perros que andan abando-nados por la calle. Pagaron 5 soles y ahora tienen una her-mosa compañera de viaje. Colombia es la mejor amiga de Parcero (más allá del juego de palabras que esta definición puede generar). Están todo el día de paseo. Cuando esta-mos en el hospedaje suelen andar por la terraza, realizando expediciones de pis y caca que ponen de muy mal humor a José, que es el loco que trabaja aqui. Al entrar, tuvimos pro-blemas de nuevo con él. Resulta que José nos vio con el pe-rro y no nos quería dejar hospedarnos ahí. Lo convencimos después de horas de charlar contra un tipo que suele ser más duro que Ricardo Montaner en el programa de Susana.Volvimos a la universidad, obvio que a trabajar, a ninguno de los dos nos dio ganas de estudiar a esta altura del reco-rrido. Armamos el paño de fanzines en la puerta de la fa-cultad y llevamos hamburguesas de lentejas para vender. La idea también era contactar a Javier, un chico que cruzamos a la ida antes de rajar hacia Bogotá. El loco había quedado re cebado con la idea de la Flia, y estaba la posibilidad de al regreso realizar una Flia acá. Digo estaba porque el loco no me respondió más un mail y tampoco lo volví a ver. Así que hasta acá parece haber llegado la emoción de la primera Flia en el Ecuador. Asé que, si alguien lee esto y vive en el ecua-

100

dor, podría agitar una copada y organizar esta feria hermosa por su aire de diversidad y autogestión.Aprovechamos la estadía en la universidad para llevar a Par-cero a la veterinaria. En la facultad de dicha actividad suelen ser más baratas las consultas y justo lo tenemos que vacu-nar. A la que nos atiende le contamos que venimos viajan-do, y que al perro lo encontramos. Le hablamos de nuestra situación de mochila, de poco capital. Sensibilizada la se-ñora, que podriía ser mi mamaá, nos cobra sólo los medi-camentos. La lluvia suele marcar el pulso de estos días en la ciudad. Estamos por comenzar a bajar ya, encarar hacia Vilcabamba, visitar a Haide, Wally y el Wawita que por esos lados andan festejándose.

A los que peregrinan ahí abajo los agita un hombre desde un micrófono predicando por Dios. Hablan del perdón, de redención, mientras la “fiesta” es escoltada por impecables uniformes portando armas de suculento calibre. Postal co-tidiana la del militar peregrinando. Mientras, los niños cre-cen con esa imagen, de tanto hombre armado. Legitimando desde chiquitos esa macabra familiaridad con los mecanis-mos de control. Y la iglesia de anfitriona, celebrando la añe-ja convivencia entre el fusil y la religión.

(Como dato extra de este escrito podríamos agregar que el que llevaba la cruz tuvo que soportar el peso completo de dicho símbolo, ya que la cruz se le cayó sobre el pie y se lo quebró. Todo pudo observarse desde el ventanal del hostal Sucre)

101

ÏUn micro de un tirón nos depositó en esta situación. Vil-cabamba de nuevo, el sur del Ecuador. Derechito los tres a acampar y salir rajando a la plaza a ver si encontrábamos a los chicos. Claro que ahí estaban, parchando con el resto de la gente, Haide con terrible panza, Wally ya sin las rastas. Quedamos en ir mañana a almorzar y conocer la casita que consiguieron para transitar este presente momento que los abraza a la espera del niño o niña que los llenará de mo-mentos nuevos. El lugar es tranquilidad, lleno de verde, lejos de cualquier capital. La naturaleza intacta, un buen lugar para arrancar.

Lluvia por la noche, este día decidimos comenzar a volver. Larga charla en la carpa y extrañitis general, escuchando Drexler en un equipito a batería, mientras la lluvia golpea-ba despacito sobre un cubretecho que por suerte tenía los tirantes bien estirados, logrando de esta forma evitar que cole el agua. La idea es cruzar Perú rápido y pasar unos días por la Isla del Sol. Antes teníamos que ir a comer a lo de los chicos pero nunca llegamos. Con las verduras largo rato caminamos, bordeando un río que bajaba libre estirando su caudal por todo el valle, acompañando nuestra caminata por el monte, buscando una casa que nunca pudimos en-contrar.

102

ÏQueda poca plata, así que cruzamos el Perú durmiendo de bus en bus. En una de las paradas que suelen hacerse, don-de no bajamos, se nos acerca el chofer a nuestro lugar. Los dos completamente dormidos, enroscados entre piernas y asientos. El tipo nos despierta de buen modo y nos pregun-ta si nosotras somos las que viajamos con el perro. Respon-demos que sí, con nuestra típica cara de recién levantadas y vemos que Parcero no está al lado nuestro. “Está abajo”, susurra el chofer. Ni me desperezo y salgo corriendo a bus-carlo. Bajo del colectivo y ahí está él esperando. Con su tí-pica cara de despistado, con un charco de pis a su lado. Un capo el perro. Un aplauso para el chofer! Si no fuera por él, quizás el Parce no estaría en este momento al lado nuestro, echado.

ÏUn altercado en migraciones nos demoró la entrada a Boli-via. Ipi viene viajando con pasaporte provisorio, que le die-ron en la embajada Argentina en Bogotá. Los milicos bo-livianos le querían dar sólo 48 hs para cruzar, más allá de que el papel decía que valía por 60 días y no pasaron ni 30. Hay algo que me calienta en verte discutir, pero no viene al caso. La cosa es que después de media hora de intentar ha-cer que los milicos utilizen el sentido común, nos firmaron la entrada a Bolivia con 10 días de plazo, los cuales nos van a sobrar, ya que iremos a la Isla del Sol unos pocos días y luego haremos un fugaz paso por La Paz.

103

Perú paso en tres días. Al cuarto ya estábamos en Copaca-bana. Nos hospedamos en el lugar más barato y nos fuimos a pasear. Había fiesta en el lugar. Fuimos a un comedor y vimos pasar toda la joda mientras nos comíamos una con-tundente sopa de maní. Parcero dormía bajo la mesa, cada tanto rescataba algún pedazo de algo. Estuvimos una sola noche en Copacabana, nos levantamos al otro día tempra-no y nos fuimos a la orilla a embarcar. Diez bolivianos para llegar en lancha a la isla del sol. Arrancó el motor y Copa-cabana en el horizonte se desvaneció. Lago adentro es ma-ravillosa la situación, montañas, verde, viento. La naturaleza entera formando un solo color.

La Isla del Sol en Abril tiene mejor color que en enero, cuan-do decidimos no ir. Los viajeros de temporada ya estarán en sus casas y la isla presenta una desolación perfecta para disfrutar. Nos hospedamos en un lugar frente al lago. Mien-tras Ipi cose una alforja, yo arranco en patas hacia el lago. Me meto de a poco. A veinte metros veo un bote anclado. Camino despacio por el agua y hacia él llego. La superficie de agua me cubre hasta la rodilla. Me siento sobre el bote, acomodo la guitarra y canto para el viento todas las cancio-nes que se. A lo lejos lo veo a Parcerito, jugando en la orilla, el frío me hace un tatuaje que dice:“Cuando los seres pierden su conexión con la naturaleza, con el cielo y la tierra, no saben ya como nutrir su ambiente , ni como gobernar su mundo, que es otra manera de decir lo mismo. Los seres humanos destruyen su ecología a la par que se destruyen unos a otros. Desde ese punto de vista, sanar nuestra sociedad va de la mano de sanar nuestra conexión personal y elemental con el mundo fenomenal ” (*)

(*) Chogyam Trungpa. Shambhala, La senda sagrada del guerrero

104

Lo maravilloso del ahora. Acá, en el lago, en patas y guita-rreando, lejos del tedio de la ciudad, lejos del aburrimien-to que estanca la virtud. Salgo del lago, me voy directo a cocinar, un lugareño me convida habas de su cosecha y las hiervo con tranquilidad.Tambien me convida maíz, el cual decido guardar para luego reproducir su semilla cuando es-temos de regreso en casa. Cenamos habas con papas y nos vamos a acostar. Mañana regresaremos hacia Copacabana y de ahí derechito a la paz.

Ranchada en la pieza del hospedaje. Leche de avena de me-rienda, combustible contra el frío. El perro corre a lo lejos, quedo jugando solito cerca del lago. Lo observo y pienso qué cosas sentirá por dentro. Lo agarramos de la calle, muy pequeño, lo sacamos de su Montañitas natal. Hoy corre chanchos en el Titicaca, les la-dra. Mañana quién sabe con qué te encontrarás. Venís des-de el mar, traés su sal. Diste el toque de magia, una hermosa compañía en este viajar.

Entramos los dos en la cama. Piel, afuera la ropa. Despues de pasearnos, te quedás dormida. Mis dedos te miran, mis ojos te rascan la espalda. Dormida, acaricio la vida. Tu cuerpo reposa sobre una cama destendida. Charlo con tu silencio, con la respiración que forma melodías que te depositan en el sueño. Siento tu viajar dentro del universo onírico, donde ocurren fabulosas historias que me contarás al despertar. Escucharte, babearme, volver cada instante novedad. Si tu-viera que describir un habitat propicio para los dos sería un colchon. O la sombra de algún abuelo árbol que nos reciba. Qué bien te sienta el estar dormida. Esta es una de las tí-

105

picas charlas que tengo con vos. Cuando mis dedos pasean tu espalda y hace un rato ya que el sueño se apoderó de tu razón. Me acomodo en cucharita y me despido del renglón.

Atrás queda la Isla del Sol, el bote se mueve y Parcero duer-me la siesta. Dos chicas sentadas enfrente tienen una calco-manía en su cara que dice “Compré todas las excursiones”. Volver cuesta treinta bolivianos y no hay otra opción, medio que se aprovechan de dicha situación. Te dicen una cosa, luego te cobran otra. Me llamó mucho la atención, al lle-gar a la isla, ver un cartel que rezaba la frase “Proyecto de desarrollo competitivo de los andes”. Firmaban empresas, las mismas de siempre, Codepsa, Repsol, ¿Qué hacen esos pulpos del dinero metiendo sus tentáculos en esta región? Un bajón, llegó el dinero, y acá se quedó, como pasa ya en todos lados, como estamos acostumbrados. Como hace 500 años pero ahora disfrazado en otro traje, el esclavo sigue siendo el mismo y el que manda es el capital.

ÏLlegamos a La Paz de noche, nos hospedamos frente a la terminal y con la poca plata que queda, nos disponemos a cenar. Un chino barato, proteína oriental.Cuatro meses de ruta para llegar a este ahora. En el medio una fiesta, selva, ríos, olas. Las ganas, la magia que se gene-ra cuando dos personas se olvidan de las preocupaciones, de las horas y salen a buscar nuevos aromas. Amistades nuevas, como Marian Omm, como Parcero. De lo más rico que tuvo y tiene la ruta, claramente se destaca la fruta. Mango querido, voy a extrañarte cuando esté por el conurbano y en

106

alguna verdulería cheta te vea, con el precio muy elevado. Banana, siempre estarás, en cada verdulería, en cada casa. Pero no con esa abundancia, tampoco serás tan barata. Se-rás una fruta importada que viaja congelada de país a país, que artificialmente es madurada. Al verde solo lo cruzaré en Liniers, quizás en algún paseo lo vuelva a comer. Papaya, no nos vimos tanto, pero fue un rico gusto haberte conocido. Volvemos hacia el país donde no existe el maracuyá, pero si abundan la manzana y el durazno. Al coco lo voy a extrañar como a ninguna. Seremos dos extraños en la fría Buenos Ai-res. Sin embargo, nunca olvidaré esa agüita que traés. Esos mediodías de playa y sol, tomándote en pajita para luego rasparte por dentro. Todas estas frutas que aquí cuento, nos convidaron su alegría, su dulzura, sus vitaminas.

Último ratito dentro de Bolivia. Luego de viajar varias horas, llegamos a la frontera. Frío en el micro, frío al bajar. Ma-drugada congelada, una caricia de té con pan. Esperar. Las fronteras tienen horarios de apertura, como cualquier ins-tancia comercial. En el tumulto de migraciones una cholita se ofrece para ayudarnos a cruzar a Parcero. Nos dice que ella se ocupa de cruzar animales, perros, conejos, gallinas. Por una colaboración, nos hace el favor. La frontera para entrar a Argentina es un poco más jodida, así que acepta-mos la oferta y pasamos sin perro el control. Del otro lado, paradito y con su correa/cordón, nos esperaban Parcero y la chola. Le agradecemos y le damos cuatro pesos, que era lo que nos quedaba. Nos trata de ratas y no quiere soltar al perro. Le decimos que no tenemos más, que ni sabemos si nos alcanza para regresar. Medio que de prepo le sacamos al perro mientras ella se queda lanzando insultos al aire. No hay más señora, a esta altura del viaje. Mejor relaje, ya ven-drán propinas mejores

Ï

108

ÏVolviendo hacia el sur, tranquilas y extrañando. Más de 120 días donde la ruta hizo de casa, donde hablar de cama era referirse a la carpa. Las fronteras cruzadas, el perro que a todos lados nos acompaña. Los dedos, los buses, los malestares, las ganas. Las tres renaciendo constantemente en el camino, mojándonos en otro mar, en otros ríos. La selva, la montaña, el llano, la ciu-dad, el Titicaca que me mira, pega fuerte el sol en este día. Voy haciendo tiempo, navegante del renglón, la lapicera se la robé a los que trabajan en migración. De acá, de La Paz, ya iremos hacia Villazón y de ahí cruzar a La Quiaca para regresar a casa. Desmenuzar cuadernos que hablan de rutas, ponerme a editar. Sentimientos en papel del viaje de dos seres que se salieron del reloj, que se aferraron al amor y salieron a la ruta a jugar a ser felices, salieron dos y volvieron tres, el amor engorda todo. Lo vivido y experimentado suele hacernos aprender cuando ya se convirtió en pasado. Es decir que cuando algo ya ha ocurrido, todavía nos seguirá ensañando. Dejo de escribir forzado porque el perro se escapa. Parcero, el perro viajero, se convirtió en el tercero de este grupo, un gran compañero que aprendió a aguantarse el meo para pasar in-advertido en los colectivos, que come brócoli, banana y hasta avena dulce. Que creció como medio metro y ya no entra en su mochila. Que pide que compremos un bolso nuevo para regresar a la Argentina. Que conoce mil rutas, mu-chas casas en distintos países y hasta asistió a una Flia en Bo-gotá. Aprendió a andar sin correa a la par nuestra. Nosotros andamos sueltos, así es como se anda la libertad, y a él eso le transmitimos aunque a veces nos haga poner miedosos cuando cruza la calle sin mirar o entra a algún comedor popular a ver si algún hueso puede rescatar. Él va, prueba y error, perro viajera que come y disfruta, amigo mío y de Ivi, hijo de la ruta

109

La ropa mojada colgadaEl frio en las ojotasLas hambres volviéndose pluralAgua, un libroLa vida a mi antojo

A veces olvido que yo comando mi cuentoY me hago amigo de los nudos

La certeza es estaQuiero que todos mis dias sean liberados al andarOportuna afirmaciónUna frase dentro de un montónNo espero nada de mañanaQuiero ser el hoy que recupera las ganasOcuparme solo de dicho asuntoNo pienso estar preocupadoPre-ocupadoPre-sidentePre-nupcialPre-cipitadoPrecoz relato, de un tipo barato que deambula por las ter-minalesLos ríos, los maresOportuno momentoLa palabra, que maravilloso invento!Hago lo que quiero¿No es hermoso eso?¿Cuántos hacen lo que quieren?¿Cuántos salen de las redes?¿Cuántos se sacan el traje?Deserción del engranaje, jugando en el patio de atrás

110

Escapando al especularCada día es un abismo, no hay nada que planearNinguna carrera, ninguna facultadAndo muy inquieto y solo puedo anotarNadie sabe que va a pasar, por eso gasto mi pólvora en pa-sear, viajarHay tanto para delirar!Para el ser social convencional soy un loquitoQue viva la locura! Que viva la libertad!Dos abuelas me miran mal, tienen olor a perfume mezclado con humedad.Encaran al que vende pasajes y le dicen “Hola, ¿me das el boleto mas caro?”Me miran con su alturaCon su falso bienestar generado por el capitalTengo varias cosas contra la sociedad actual, pero lo mas significante radica en algo muy puntualAlgo que leí en un libro, en un renglónQue decía algo así como: “Dime camarada sol, ¿No te parece una reverenda burrada regalarle un día como este al patrón?”

111

Ï

El degradé del amanecer me despierta y me hace ver que estamos por los llanos. Se respira regreso y por los carte-les de publicidad entiendo que estamos por Rosario. Quiero llegar, saludar, comer y cagar. Ya mi cuerpo pide algo más que agua y pan. Ivi y el parce duermen y me miran. Con un gesto les agradezco la magia compartida. Los días, los meses, las semanas. Las ganas. La claridad se hace día en el momento que asoma el Sol. La mujer de al lado me dice buen día y yo respondo con alegría. Me entusiasma saber que va a ser bueno este día. Con un regreso a cuestas. Con Ivi, Parcerito y las mochilas.

112

Los dibujos de tapa y del interior fueron hechos

por Iva Nette

Los textos fueron escritos x Fer Diaz

Diagramación x Fer Diaz con la tutoria de la capa

de Luli a Secas

Contactopedaleandoescribo.blogspot.com

[email protected]

Fb:NuevaYntencion Ediziones

Fb: Iva Nette

Primer edicion, Enero del 2013

Esta edicion se imprimio, se cocio a mano y se encuaderno

en el Valle de Traslasierra, Cordoba, Mayo del 2014

Un monton de ejemplares viajando por ahi

Distribuye por el oeste y las rutasDel Refalon ediziones

delrefaló[email protected]

Si te pinta, podes reproducir los textos y los

dibujos. Si queres avisa, vamos a ponernos

contentxs. Y si te olvidas, tampoco importa mucho.

113

L i b r o L i b r e e I n d e p e n d i e n t e

Este libro existe gracias a las relaciones humanas

que se forman en la genial F.L .I.A .

La F.L .I.A es un universo alternativo, abierto a todas las

escritoras y artistas independientes, donde

prevalece la horizontalidad y se aprecian las

creaciones por su valor artístico y no material.

Este mágico universo lo hacemos colectivamente,

entre todos y todas las que queremos y creemos en una

nueva forma de generar espacios libres, derribando estruc-

turas monopólicas con amor y autogestión.

Vale la pena conocerla, vivirla, activarla y compartirla.

Estas ferias se hacen por diferentes ciudades de America y del mundo.

Buscala en tu ciudad, hacela, difundila, participá.

www.fer iadel l ibroindependiente.blo gspot .comwww.f l iaoeste.blo gspot .com

s e t e r m i n a r a d e i m p r i m i r p a s a d o m a n a n a , n o h a y a p u r o