DE LA P ASION A VIRTUDnos fuerte en el organismo (2). GÉNESIS y TENDENCIAS DE LAS PASIONES Génesis...

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DE LA PASION A LA VIRTUD EUSEBIO CEBALLOS PIÑAS Introducción. Génesis JI lendencia de las pasio11es. 51/. bondad JI malicia moral. A1nbito de las pasiones. Dominio de la voluntad. ¿ Pasión dirigida-virtud? INTRDuccróN Hay en el hombre una como doble ley o impulso moral que .le empuja en dos direcciones contrarias : santidad y perversión. Cualquiera que ausculte un ¡POCO en su propia conciencia oirá sin gran dificultad dos kltidos opuestos. Tendemos a la perfección y tendemos al vicio. Surge, pues, imperiosa la pr,egunta: ¿ Hay en ,el homb.re un doble principio de acción? A primera vista la res- puesta parece afirmativa. Sin embargo, la realidad es de otra manera. Nosotros, aten- diendo a la naturaleza humana, vemos que la voluntad puede ejer- ,cer un control sobre todas las potencias. Y esas 'pasiones im,perio- .sas, instintivas, atávicas, deben someterse al yugo de la voluntad. y de ésta, únican'\ente de ésta, salen ya di'rigidas para encuadrar- se en el ,marco del vicio o la virtud. Pero no hay en la vida moral lb ulJ11ana dos círculos cerrados con sistema propio. Sólo hay círcu- los concéntri'cos cuyo eje es la voluntad. Vamos, pues, a se'g'uir el camino de las pasiones desde. que nacen· hasta que mueren. Veremos cómo todas tienen que cruzar ,entre su génesis y su término por ese punto intermedio de la vo- luntad humana, y cómo ésta puede hacer de ellas cuando quiera un instrumento apto ¡para sus fines. N uestra pregunta, pues, es ésta: ¿, Puede la pasión ser un instrumento al servicio de la virtud? ¿ Es canalizahle en obras de santidad? Nos inworta ¡mucho hacer aq'td una aclaración, La palabra pa- sión ha sido tomada en muchas acepciones. Cualquiera que hojee un poco los psicólogos modernos podrá ver inmediatamente que .a la palabra pasión responde una multitud de conceptos aproxi- mados pero no muy precisos, claros y terminantes. Nosotros la ernpleamos en el sentido escolástico. Usando palabras de nuestro profesor, el Rvdo. P. Glaudio de Jesús Crucificado, llamamos pa- siones a los actos de las potencias apet,i,tivas (1). De igual modo, (1) p, CLAUDlQ DE JESÚS CRUCIFICADO: Teología ele la pe1'fección cristiana, Salamanca, -página 21.

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  • DE LA P ASION A LA VIRTUD

    EUSEBIO CEBALLOS PIÑAS

    Introducción. Génesis JI lendencia de las pasio11es. 51/. bondad JI malicia moral. A1nbito de las pasiones. Dominio de la voluntad.

    ¿ Pasión dirigida-virtud?

    INTRDuccróN

    Hay en el hombre una como doble ley o impulso moral que .le empuja en dos direcciones contrarias : santidad y perversión. Cualquiera que ausculte un ¡POCO en su propia conciencia oirá sin gran dificultad dos kltidos opuestos. Tendemos a la perfección y tendemos al vicio. Surge, pues, imperiosa la pr,egunta: ¿ Hay en ,el homb.re un doble principio de acción? A primera vista la res-puesta parece afirmativa.

    Sin embargo, la realidad es de otra manera. Nosotros, aten-diendo a la naturaleza humana, vemos que la voluntad puede ejer-,cer un control sobre todas las potencias. Y esas 'pasiones im,perio-.sas, instintivas, atávicas, deben someterse al yugo de la voluntad. y de ésta, únican'\ente de ésta, salen ya di'rigidas para encuadrar-se en el ,marco del vicio o la virtud. Pero no hay en la vida moral lb ulJ11ana dos círculos cerrados con sistema propio. Sólo hay círcu-los concéntri'cos cuyo eje es la voluntad.

    Vamos, pues, a se'g'uir el camino de las pasiones desde. que nacen· hasta que mueren. Veremos cómo todas tienen que cruzar ,entre su génesis y su término por ese punto intermedio de la vo-luntad humana, y cómo ésta puede hacer de ellas cuando quiera un instrumento apto ¡para sus fines.

    N uestra pregunta, pues, es ésta: ¿, Puede la pasión ser un instrumento al servicio de la virtud? ¿ Es canalizahle en obras de santidad?

    Nos inworta ¡mucho hacer aq'td una aclaración, La palabra pa-sión ha sido tomada en muchas acepciones. Cualquiera que hojee un poco los psicólogos modernos podrá ver inmediatamente que .a la palabra pasión responde una multitud de conceptos aproxi-mados pero no muy precisos, claros y terminantes. Nosotros la ernpleamos en el sentido escolástico. Usando palabras de nuestro profesor, el Rvdo. P. Glaudio de Jesús Crucificado, llamamos pa-siones a los actos de las potencias apet,i,tivas (1). De igual modo,

    (1) p, CLAUDlQ DE JESÚS CRUCIFICADO: Teología ele la pe1'fección cristiana, Salamanca, -página 21.

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    para Tanquerey las pasiones son movimientos impetuosos del ape-tito sensitivo acompañados de 'una comn'oción refleja 1nás o me-nos fuerte en el organismo (2).

    GÉNESIS y TENDENCIAS DE LAS PASIONES

    Génesis .~La pasión~ecíamos-es un acto, un movimiento, un impulso, una tendencia. Pero nos es muy difícil el concebir un movimiento lanzado al acaso y sin motivo que 10 justifique. Es preciso, pues, conocer ahora cómo surge esa tendencia, por qué surge, a quién debe su aparición.

    y ante esta pregunta la solución que daremos es ésta: la pa-sión surge por efecto de un conocimiento. La economía psicoló. gica de la pasión reducida a SltS c01nponentes más ele11'/'entales consiste: en el conocimiento de 'un bien atractivo o de 'Un mal q'Ue repele, en tt,na excitación del alm'u qtte codicia este bien o qtte' se defiende contra este mal, en 'una reacción fisiológica paralela y proporcional a esta excitación y a aquel conocimiiento (3).

    La razón no puede ser más clara para quien considere un pocO' la naturaleza de nuestros apetitos. Podemos descubrirlo, además, en la observación diaria. Todo apetito, si no quiere quedarse en puro ente de razón, es apetito de algo. Pero ¿ cómo se pondrán en relación la codicia latente en nuestra conciencia y los objetos que le convienen? Sólo hay un intermediario: el conocimiento (4).

    Siendo la pasión un movim,iento, un acto esencialmente apeti-tivo, no podemos ni siquiera imaginarla como privada de un ob-jeto al cual se dirige. Objeto que, en nuestro caso, no puede ser otro que un bien sensible, puesto que si a las potencias cognosci-tivas corresponde como objeto la verdad, a las apetitivas corres-ponde ,en cambio la bondad, el bien, como objeto propio.

    De aquí que toda potencia apetitiva está llamada por su pro-pia constitución y naturaleza a la posesión de su bien propio o adecuado. De aquí que las pasiones no reconozcan otra razón de ser ni otra finalidad 'que la de adherirse al bien sensible en el cual hallan satisfecha su innata tendencia.

    Con que exista algo apetecible no basta. El apetito puede igno-rarlo y entonces es claro que no se mov,erá hacia ello. ¿ Quién duda que hay muchísimas cosas ¡hacia las cuales no senti'mos nin-guna inclinación precisamente ¡porque las ignoramos? El correr de los tiempos ,nos va mostrando realidades a las cuales nuestros antepasados no tenían ningún afecto por serles desconocidas. Es decir, para que surja la pasión no bastan la potencia y el objeto aislados. Siguiendo un paralelismo con el orden del conocer, en el cual se necesita para 'que se dé el acto del conocimiento, ade-más del entendimiento y la cosa, el contacto de ambas, la aproo

    (2) TANQUEREY: Compendio de teología. /Ucética y mística. Madrid, 1930, c. 3, pág, 515. (3) NOBLE, E. D., O. P.: Psi.calagía. de las pasiones. Buenos AireS', 1945, c. 1, ,pág. 23. (4) NOBLE, E. D" O. p.: C. IV, pág. 50.

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    ximación de los dos, así de una manera análoga, si no hay a1go que una el apetito con lo apetecible no surgirá la pasión.

    Se requiere, pues, como algo indispensable, como una condi-ción «sine qua non»,' que haya un lazo que una la potencia con el objeto. En ,nuestro caso, la pasión con el bien apetecido. Las po-tencias no caminan en el vado, a la caza de un hipotético objeto. Es preciso que antes 10 Co.nozcan para desearlo. El repetido «nihil volitum, quin praecognitum» es de una evidencia meridiana, cO'm-prdbado, además, por una experiencia universal.

    Necesita la pasión un puente para pasar a la O'tra ribera, allí donde se halla su dicha. Necesita un caminO' para llegaT al tér-mino. Necesita un medio. que la una al o.tro extremo. Y ese puen-te, ese camino, y ese nwdio no son otros que el previo conoci-miento del obj,eto.

    Este papel múltiple, pues, está reservado al conocimiento pri-mariamente. Decimos ¡primariamente porque es cierto que el co-nocimi,ento tiene sus suplentes: la i'maginación y las reacciones fisiológicas: «El conocimiento-afirma el P. Noble, O. P.-tiene sustit'utos muy idóneos ... , la m,emoria, que conserva los recuerdos de las impresiones recibidas ... , y la íimaginación, qtte las estimula med'iant,e ntwvas combinaciones» (5).

    «Además, la imaginación hU11wna no se contenta con reprodu-cir los contenidos de las percepciones, sino q'ue llega a producir formas nuevas» (6),

    Respecto a las reacciones, dice el citado P. Noble: «Toda emo-ción está necesariamente enlazada con movimientos fisiológicos ex-ternos e internos, sin los cuales no pttc'de existir. Por donde entre' el estado orgánico y el estado psíquico, hay re'versibilidad y re-cíproca inf11~encia» (7).

    Tendencia.-Las pasiones So.n actos prinwrdiales del apetito en prosecución del bien sensibl'e conveniente, hztida del mal discon-veniente (8).

    «Todo conocVm1,cnto ha sido otorgado para desea:r el bien: ell sensible, para el bien sensible; el mental, para el inteligible; en suma, para que desee el bien tMW vez conocido y al desearle le siga hasta unirse y concordarse con él mientras esto sea posi-ble» (9).

    No hace falta tampoco remontarse a muy altas regio.nes me-tafísicas para aclarar esta verdad. Para nadie, en efecto, es un misterio que el objeto apetecido no ha de salirse de la esfera pro-pia del que apetece. Es de una evidencia m'áxima el 'que todo ob-jeto que supere la capacidad receptiva de cualquier potencia queda excluído «ipso facto» de ser poseído por aquélla.

    (5) . NOBLE, E. D., O. P.: C. IV, pág. 51. (6) PALMÉS, FERNANDO M., S. J.: PSicOlogía EXj)el"i1nental y Fi'IOs6jica. Barcelona, 1948,

    e. XII, pág. 160. (7) NOBLE, E. D., O. P.: Oj). cit., c. IV, pág .. 51. (8) CLAUDIO: Oj). cit., pág. 21. (9) VIVES, JUAN LUIS: Tratad·o del alma. Colee. Austral, 2." ed., c. 11, pág. 96.

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    Por razones ((a prion» se pudiera comprobar extensamente, ya que es de absoluta necesidad 'que toda potencia sólo capte aquello para 10 cual está capacitada. Y sólo puede penetrar en su ámbito 10 que se acomode a ella. Nadie puede ponerlo en duda, a no ser que eche por la borda la 1l1Üsma evidencia de los principios meta-físicos.

    Pero es que además, por razones de experiencia cotidiana, ten-dremos que admitirlas. Un recipiente de litro, por mucho que nos esforoemos, nunca podrá recibir más del litro. Y tendríamos que ampliarlo o modificarlo si quisiéramos introducir en él 'mayor can-tidad de líquido.

    y en el orden del conocimiento, jamás la piedra podrá' tener sensaciones, por la sencilla razón de que carece de vida sensitiva; 1'0 mismo que un animal, jamás tendrá discursos y raciocinios, porque carece de intelecto. Como en el orden de los apetitos, ja-más una pasión se lanzará a la 'conquista de un bien moral por la única y sencilla razón de que hasta allí no alcanza su tendencia. Lo que es recibido~dirán 10s escolásticos---'se recibe según el m'O-do del recipiente. Nadie qui,ere 10 que es i'nabordable. Y resulta de una claridad n~eridiana que el bien moral está mUy por encima de cualquier potencia apetitivo-sensitiva. Lo sensitivo no puede evadil'se de 1'0 sensible. Siendo, pues, la facultad ¡pasional algo sensitivo, es evidente que su objeto, su bien, su perfección está encerrada dentro de un mismo círculo.

    Resulta más claro si consideramos que la pasión es igual-to-mada en sus elementos químicamente puros-en el animal que en el hombre. Y nadie puede tributaT a los animales una capacidad de bien moral. ((Los bienes sensibles son los q7~e dian lngar a las pasiones propiarnente dichas» (10).

    No es preciso someter aun análisis una Ipor una las once pa-siones conocidas para deducir esta verdad de su referencia a un bien sensible. Basta un argumento general para todas, que por estar sacado de la propi'él naturaleza de ellas, de la consideración de sus elem.entos constituivos, tiene validez universal. Los bienes sensibles son captados por los sentidos. La vista se exalta por la contemplación de los ab,ietos estéticos, mientras que el oído, por ejemplo, goza el percibir los sonidos. Cada cual apetece los propios, pero todos ellos son sensibles.

    Si, pues, pueden ser captados por los sentidos, la consecuen-cia lógica es que esos bienes son proporcionados a diehas facul-tades. Proporción que {mÍ'camente puede existir siendo ellos del orden sensible.

    SU BONDAD Y MALICIA l\IOK\L

    Ocurre ahora una' pregunta que muchas veces nos sale al paso cuando hablamos de pasiones. ¿, Son buenas o son malas las pa-

    (lO) NOBl,E, E. D., O. P.: 01), cit., c. nI, piig. 43.

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    siones? En ,la dirección espiritual este tema qflora con mucha fre-cuencia. Se suele dq.r una respuesta genérica que, por abarcarlo todo, 10 confunde todo y no soluciona nada. Quienes afirman ca-tegóricamente que son buenas o son ¡malas, no hacen sino sem-brar oscuridades en el tema. .

    Se !hace necesario en esta materia el proteder con suma cau-tela, sobre todo cuando el ,que interroga es inexperto y pudiera tomar nuestras soluciones como principios irreformables e inape-lables. Hay que des:1i.ndar los terrenos. Saber separar lo. moral de 10 físico. Todo tránsito de 10 físico a 10 'moral y viceversa puede engendrar confusiones. Y por eso es pr,eciso establecer entre ellos una radical división de conceptos.

    La .cuestión estriba, pues, en entender bien la naturaleza de la pasión. Se puede responder afirmativa o negativamente según el concepto 'que se tenga de la pasión. Si por pasión se toma el -vicio arraigado o la concupiscencia en su peor sentido, está claro que no podemos hablar de ninguna bondad mo.ral en dla. La pa-sión así entendida sólo puede tener malicia, no bondad. O lo que es 10 mismo, queda confundida con el pecado. Pero entonces esta pregunta es contradictoria, sería .Jo mismo que interrogar si el pecado es bueno.

    Mas si por pasión se entiende, como lo hace'mos nosotros, un acto del apetito sensitivo, una mera tendencia a un' bilen sensiple, entonces la respuesta cambia completamente. Ento.nces ya no es lícito hablar de una malicia moral como antes, y sí, en cambio, es valedero habla'r de una indiferencia moral junta con una bon-dad ontológica o física. .

    De esa ~nd¡ferencia moral puede sacarse 10 que se quiera: bienes o males 'mo.rales. Y la encargada de ello es la voluntad. No cabe, pues, tratar de la moralidad de las pasiones, si a éstas las consideramos aisladas. La pasión como puro acto de nuestras facultades sensitivas está fuera del ca'mpo de 10 nl,oral. Son sen-cillamente amorales. «Las pasiones-dice Santo To.más-p'Uede1t tomarse en 'Un sentido l1alu.ral o en 'wn sentido moral. En el pr~mero no les pertenece el bi.en o el mal moral, en el segu:ndo sí por lo q'Ue tienen de volwntad JI de razón» (11).

    Absolutamente habli1ndo, o sea vista su naturaleza, quedan en ·otro terreno disünto de 10 moral. Formularesía pregunta es 10 mismO que inquirir, verbigtacia, si el dinero es bueno o es malo, si el cine es lícito o ¡¡¡cito. En todos estos casos cabe siempre la misma respuesta. Son huenosen el orden físico, porque condu-cen a sus fines, y So.n indiferentes en el orden moúll, porque to-davía no han penetrado en este campo.

    La pasión, en efecto, pr,es'CÍnde totalmente de este matiz de moralidad que 'se le quiere dar. Ella va derechamente a su objeto

    (11) SANTO Tm,,\s DE AQUINO: SWl1G Teológica. lCH, q. x...~IY, a. IV.

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    sin más complicaciO'hes. El sentidO' adivina su bien sensible y ha:.. cía . él se encamina cO'n' toda su fuerza.' Allí donde puedél sacar «tajada»~valga la frase----lSe presenta, y allí dO'ndeprevea un daño, . es decir, un mal sensible, no aparece. PerO' mientras sea nada más que eso, Un mO'vimientO' de aproximación hacia un bien sen-sible O' de fuga de un mal talmbién sensible, está todavía muy le-'jos de 10 moral.

    Para dilucidar, pues, nuestra cuestión hay que tener en cuenta~ 't:;stos dO's principios admitidos rpor todosrlO's moralistas de todo el mundo: 1.0) Que ~ma acción tanto tiene de moral cuan~o tiene de voluntaria. Esto quiere decirse que ,\a' moral está toda ella ence-rrada dentrO del campO' de la voluntad, y aun los mismos pen'-séllmieritos, si no llevan el marchamo de la voluntad, son. franca-· mente amorales. Es, por tamto, constitutivo, algo esencial e. im-prescindible a la rmoral la voluntariedad. 2.°) Que la pasión puede preceder a la volu~ttad y obrar sin contar con ella. Si, pues, eln)... con tramoS un movimiento del étipetito sensitivo que todavía nO' ha llegado a la esfera de 10 voluntario, «ipso facto», podemos con toda seguridad ·excluirlo de lO' moral. No podremos. decir que la pasión se opone o se acomoda a la moral, sino sencill3Jmente que es distinta y está fuera de ella. Se requiere, pues, que su círculo se rompa y que entre de lleno ,en el círculO' de la voluntad.

    Con ella por guía veamos todos los cambios que se operan:

    Antes\ ,era amO'ral ... ." » » actus hO'mirnis . , . »

    ))

    )) actus naturae. ". » actus necessarius.

    ." Ahonaes moral. » )) actus h:u'manus.

    »

    »

    » actus personae. » actus libero

    Como vemO's, la pasión bajo el dominio de la voluntad sufre profundas alteraciones. Es decir, lo m'Oral es el reinO' de la vo-

    ·luntad. Y a medida que el acto ° la pasión se acerca a ella, tantO' más 'moral será. Y si se aleja completamente de la voluntad de tal manera 'que sea imposible el encuentro, ya deja de ser, «ipsO' faotO» , moral. Por es.o todo 10 que impide, aum,enta o disminuye 10 voluntario, ilmpide, aumenta 'O disminuye en el mismo grado 10 moral. . Es, pues,' de una evidencia meridiana. que las pasiones tienen que permanecer. en la puerta de la moralidad hasta ta'nto que la voluntad quiera servirse de ellas. Y tanto rmás de 'moral tiene 11111.1 pasión cuanto más tenga de voluntaria. De una man~m, indirecta lo señala el viejo Aristóteles. cuando hace depender tanto el vicio como la virtud de nosotros. Son sus palabras: «N o ofrece la 1nás pequeña duda que la virtu,d depende de nosotros y en ig1.tal forma el vicio ... N o es menos irracional sostener que el que hace mal no tien,e la voluntad de hacerse malo)) (12). Y siguiendO' sus pa-sos, el Aquinatense afi¡[iffia: «Las pasiones en cuanto movimien-

    (12) ARISTÓTELES: Moral a Nic6maco. Col. Awtral, e, VI, ¡pág, 97,

  • · DE LA PASIÓN A LA ·VIRTUD

    · tos +rracionales del apetito no tienen bondad ni mal'Íc'ia, mas si obedecen, a la razón y a la vol'u.ntad, si lo tienen)) (13).

    Analicemos un poco la ¡pasión para ver' cómo ella es indiferente para el bien o para el mal. Es ella un impulso, UiD moverse hacia un objeto: Todo impulso requiere estas tl"es cosas: a) El punto de arranque. b) El punto de llegada; y e) El ni,ismo movimiento. En la pasión es muy fácil descubrir esos tf'eselementos: a) El punto de partida está situado en Ja misma potencia alpetitiva, en nuestra

    · facul1:ad de 'querer o desear lo sensible. b) El punto de arribo está allí donde está 'el objeto al cual tiende; y e) El movimiento es el mismo acto pasionaL

    Examinando uno por. uno estos tres elementos se destubre rá-pidamente su aspecto sensible.

    A) El término «a qUO)) o punto ,de partida lo es por serlo la potencia que lo produce. Hem,os dicho antes que la pasión es un acto del apetito slensitivo. De aquí se deduce con rigurosidad ló-gica que el' acto debe ser de la misma naturaleza que la potencia que lo produce. A potencias sensitivas corresponden actos sensi-tivos como a potencia cognoscitivas corresponden actos cognosci-tivos.

    El famoso principio ,escolástico «nema dat quod non habet)) tie-· ne aquí su plena realización. Es imposible quede Uiná piedra ];1'0-te una sensación o de un animal un raciocinio, decíamos antes. Y es imposible también, afirm3l111,OS ahora, que de un sentido o fa-cultad sensible brote una volición. ¿ Va a ser el efecto mayor que la causa? ¿ Podrá producir la. simiente un árbol de distinta es-pecie?

    Tendremos, pues, que' negar la 'voluntariedad. que es indis,-pensable para la moralidad si Ino quenemos caer .en los mayores absurdos filosóficos. Todo efecto debe esta,r precontenido en la causa, y si no está allí de ninguna manera puede llamarse efecto de aquella causa. Lo será de otra. Y si nosotros examinamos el principio fontal de la 'Pasi6n, la facultad apetitivo-lsensitivo y ve-mos 'que allí todo es sensitivo si somos lógicos, forzosamente ten-dremos que concluir que los actos por ella realizados, son también sensibles ..

    . Si, en cambio, por nl,ás que la anaEcemos y descompongamos, no hallamos allí Inada 'que diga «voluntariedad)) y después !halla-mos esa voluntariedad en la pasión, forzosamente deduciremos que

    · eso es un elemento extraño que le ha v'enido de otra fuent,e: de la voluntad.

    B)El término ad quem, también cae dentro de lo sensible. «La pasión, en efecto,. tiende a un CYbjeto que esté en consonancia con ella misma. Ya dijimos antes, al hablar de su tendencia, que la pasión se dirige hacia un bien sensible o huye un mal también del mismo género. Y si es verdad el aforismo de que «el acto se

    (13) SANTO TOMÁS: I-Il, q, XXIV, a. 1.

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    especifica

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    grose'ro proPio de un hombre q1M no conoce m siente absoluta-mente nada» (16).

    Curundo una pasión se trueca en hábito, tiende a apoderarse de todo el hombre. «La costumbre-dice Vives-arrastra hacia sí el espíritu al cU'al se adhirió y forma la llamada propensión. Ctbando un hábito se arraiga por el 1tSO continuo, adiquiere casi fuerza de naturaleza, invitándonos a obrar de igu,al modo sin difi:cttltad y hasta con gustO» (17).

    Pooem:os, pues, afimnar que la pasión, cualquiera que sea, bue-na o mala, puede absorber las ,energías operativas de,1 alma y ejer-cer su influjo en la atención, en la razón y en la voluntad. (Y esto prescindiendo de casos patológicos anormales, en los cuales la pa-sión puede negar a anular todas las potencias.) Vamos, pues, a examinar el influjo de la ¡pasión en las demás facultades. Habla-remos en esta materia por boca de los más autorizados psicólogos: , Atención.-Si en alguna parte influyen las pasiones, evi'dente-mente es en la atención. La experiencia en esta materia no puede ser más abrumadora. Cuando. hay un objeto ,que nos impresiona, fácilmente, casi sin darnoS' cuenta, nuestra atención se concentra toda en él. A veces, haciendo. un esfuerzo supremo, se consigue alejar la atención de aquel objeto, pero al poco tiempo. notamos con sorpresa, .que la atención se ha ido deslizando. suavemente otra vez hacia el miSmo objeto.

    Objeto que la ¡pasión presente 'cargado de afectividad, objeto que insensiblemente llamará nuestra atención. Esto es de una ex-periencia cotidiana innegable.

    El P. Laburu, S. J., hablando. de la vida afectiva, dice: «La ley primordial es qtte los estados afectivos favorecen el curso de las imágenes e ideas que causan similares estados afectivos al ac-tual qu,e tiene el "yo" e i,nhibe e imPide las imágenes e ideas que tiene'/'/, un tono afectivo contrario. La afectividad intensa sobre algo hace desap'arecer del cmnpo de la conciencia el interés y la aten-ción, para las we1111ás cosas» (18).

    Razón.-Es, sin duda, la facultad más refractaria al influjo de las pasiones, sin duda ninguna por ser espiritual y por ser del orden del conocimiento. Sin embargo, aUln1que sea a base de ro,-deos, la pasión ¡logra introducirse también en ella. La ¡pasión, en efecto, influye más eficazm,ente en la vÜllulntad, pero a través de esta 'misma volunta,d extiende SIUS ilnfluencias hasta el mismo cen-tro del pensamiento.

    H Bm'DS deducido del P. Noble estas ideas: «A l concentrar en sí misma la pasión todos los fenómenos de la conciencia lleva con-sigo igualmente la razón med'iante este im~p,Hlso convergente. Fi-jada en este sentido la atC11Lción del espíritLt es natural que la pa-

    (16) ARISTÓTELES: Op. ci.t" e, VI, pág, 97. (17) VIVES, JUAN LUIS: Oj), ci,t" c. XV, pág. 113, (18) LABURU, JosÉ A. DE, S, J,: PsiCOlogía Médica, Montevideo, 1946, e, xv, pág. 1617.

  • EUSEBIO CEBALLOS PIJlíAS

    swn utilice en favor suyo la razón» (19). «Pero si la pasió1't, al aPlicar el entendimiento a su objeto pred'ilecto, .le cO'IJuunica más penetrante agudeza, en cambio le cierra los ojos para t,odo lo que, 1M sea ese objeto.»

    Vohmtad.~Es ciertQ-,y esto 10 hemos de defender con .la mis~ ma tenacidad de un dogma-que la voluntad es dueña y señora de sus actos. Y no puede admitirse en ,est'e terr~no el determinismo, como si nosotros fuéramos criaturas movidas por fuerzas fatales y ciegas. , ,

    Al hablar, pues, del influjo de la pasión en la voluntad! no 10 tomamos como si este influjo' fuera una causa que necesarialmente moviera nuestra facultad intelectual apetitiva. Es cierto .que se dan caSos en Ique ;la voluntad' queda anuladp. por la pasión, pero eso no pasa de ser fenómenos patológicos, de los cua¡'es ahora no tra,,-tamos.

    No decimos, pues, que la voluntad obre necesariamente, movi-da por la pasión. Pero sí es cierto que la voluntad, aun siendo libre, prestemásfá:cilmehte St~ adhesión a :un objeto que la pasión le presente. ' ,

    La voluntad sól6 se mueve ante el bien. Y la pasión,-es in-negable-sabe presentar muy bienIos objetos a la vOlluntad para moverla en la dirección 'más favora:ble.

    'También aquí llega e,I influjo de la pasión. « Un estado predo,.-minante, pasional att1nenta la volición en el sentido de su tenden-cia» (20). '

    «La carga afectiva grata es un valor acftual para la volun-tad,» (21). , , , ,

    Es, pues, claro que al a:ceptar estas afirmaciones: que nos ha_ cen estos autores no las tomamos 'en un sentido absOlluto y nece,. ,sario. Ni ellos mismos pretenden afirmar con ello que es la pa?ión quien efectivamente dirige toda la actividad humana: De otra suer-te tendríamOS que el hombre no obraría voluntarirumente, puesto que sus pasiones trabajan su ,razón y su voluntad obligándola en su propio sentido. Hemos, pues, de aoeptar t3JIes princitpios con algunas limitaciones. Es cierto que la pa:sión presenta tanto al entendÍ'miento como a la vohll1tad los objetos bajo la apariencia más agradable y seductora y que éstos Imuclhas V(3Ces seducidos por ese brillo se dejan llevar de la pasión. Mas evidentem'ente ni la ra-zón ni la voluntad son siervos de la pasión, sino que pueden sobre-ponerse a ella. ,y si alguna vez se esclavizan 10 hacen abdicando de su soberanía.

    DOMINIO DE LA VOLUNTAD

    Evidt'ntemente en la constitución orgánica y fisiológica del

    (19) NOBI"': oP. cit" c. v, pág. 60 (20) NOBLE: op, cit" e, V, pág, , 60. (21) LABUIW: 01', cit., c. XV, pág. 13e,

  • JDE LA PASIÓN A LA VIRTUD 31~:

    hombre hay múltiples actos 'que escapan aldO'miniO' de la ,~O'lun~ télJd. SO'n todO's esos que en lalmoral cO'nocemos con el nombre d~ '~(

  • 312 EUSEBIO CEBALLOS PIÑAS,

    tad, O, en otros términos, si el hombre libremente, y por tanto res-ponsablemente, puede refrenar sus pasiones cuando tiende a po-nerse en pugna con la ley moral y mode1'arlas y guiarlas hacia el cmnplimiento del deber (23).

    Asentado este ,principio, varnos a examinar la pasión en sus di-versos estados para v,er córno la voluntad ejerce su acción sobre' ellas. Así, pues, tornernos este esquerna:

    ant;ecedente.

    ¡J' , ~ aSlOn ' ....... ( Génesis ..... .

    consiguiente. Duración.

    Génesis.-En su nacilrn,ientOo las pasiones unas v,eces brotan con anteriOoridad a la voluntad, otras son producidas pOor ella. Conoce-rnos estos fenómenos con el nombre de {(pasión antecedente» y ((pasión consiguiente». '

    Sabemos, en efecto, ¡que toda pasión es un impulso. a un objeto sensibl;e conocido. Pero ese conocimiento unas veces puede ser me-ramente sensitivo o puede, además, ser intelectivOo. En el primer oa,so la pasión brota con a¡n:terioridad a todo actOo vOoluntario: un hambriento, en efecto, no necesita mucha reflexión para que, al ver un manjar, nazca en él espontáJneamete el deseOo de la cOomida. Aquí, corno vemos, la voluntad no interviene para nada.

    Pero 'hay otros casos en que ella detenmina el nacimiento de la pasión. Ella, en efecto, puede imperar a la razón 00 a la fantasía para 'que r,epresenten la imagen de un bien sensible cua,lquiera a cuya aparición el apetito no puede por menos de brotar. EstO' ocu-rre en' la vida con más frecuencia de 101 que se cree. Son todos esos estados afectivos del «soñar despiertOo», son tO'dos los idealismos y todas las ¡nostalgias de la juventud.

    Con vigorosos trazos nos lo dice Santo Tomás: «La cualidad precedente no se subordina al imperio de la razón, pu,es procede de la naturaleza o de alguna rnoci'ón p,recedente que no puede aquie-tarse inmediatamente; pero la c'lutlidad consecuente sigue al i1n-perio de la razón; pt~es sigue al 1n'OVino1ento local del corazón, el cual se mueve diversamente según los diversos (LCtOS del apetito sensitivo» (24).

    . Dnrac¿ón.-Aquí la voluntad ejerce un control ciertamente grande, pero no a'bsoluto. En teoría pudiera ella cortar toda la pasión radicalmente. Pero en la pt áctica las fuertes inclinaciones de' la naturaleza, los hábitos profundamente arraigados, etc., im-piden que su dominio sea absoluto.

    (2,3) NOBLE: Op. cit., c. 1, pág. 78. (Parte segUl1da.) (24) SANTO TOMÁS: I-II, q, XVII, a VII.

  • Di: LA PASIÓN A LA VIRTUD

    Declamos que la pasión se illin"lenta del conocimiento propor-cionado bien por los sentidos, bien por la imaginación, las pos-turas del cuerpo ° por la mem,oria movida por la voluntad. Esto supuesto, el único medio de darle la muerte y haüer que su dura-ción sea más corta consistirá en cortarle el alimento. Como para conquistar una ciudad, 10 mejor es privade de los víveres. Con quitar, pues, ~l conocimiento (alimento de la pasión) se le puede dar la muerte. Y si ese conocimiento es de sensación, la voluntad hará 'que se abstenga de esa sensación; si es de imaginación, hará que ésta cambie de imágenes.; si' de actitudes que adopte el cuer-pb, otras distintas, y así la pasión, bloqueada, no tiene más re-medio que rendirse.

    Y, en caso contrario, si queremos que la pasión aumente, no tenemos que hacer otra cosa que proporcionarle el alimento.

    La voluntad puede intervenir en e'\ curso pasional. Por eso para una recta educación de las pasiones es preciso conocer algo sobre su HlOdo de proceder, estudiar su «psicología). Aspecto este muy estudiado por los psicólogos modernos. La voluntad ha de contro~ lar tanto la génesis como la duración de las mismas, ha de impe-dir la fOfll"lación de hábitos que luego querrá desalojar. Como muy atinadamente dice Laburu: «Se debe vigilar para que 1ta se acos-twntbre el Yo a regirse por solas las tendencias afectivas. Preten-der que no perttbrben al Yo resultancias de hechos psíquicos que se consintieron y fomentaron en úempos anteriores es pretender an1¡,[ar las molestias y dolores provinientes de venenos y tóxicos i1¡geridos» (25).

    Sobre todo, es de una inwortancia decisiva el Hl,al o el bien que puede causar la imaginación. Palmés 10 señala: «La imagina-ción p;¡,wde definirse: la facnltad de reprodudr el conocimiento die los objetos materiales JI concretos anteriorme1tte percibid'os, en au-sencia del excitante que los produjo» (26). Y más adelante añade: «El que es aficionado a alg1t1la cosa piensa espontáneame1tte en eUa y nadie ignora cuán poderoso es el amor para evocar imáge-nes y conocimientos pretéritos.» (27).

    No es menos claro Lindworsky en estas palabras: « Un afecto, sólo deja aparecer las imágenes que le corresponden.» (28).

    Hay que saber adaptarse a la psicología afectiva. No fomentar sentimentalismos o ·estados afectivos ,que se pegan a la voluntad con una vistosidad insospechada.. Contra un estado afectivo el me-jor remedio es crear otro estado afectivo contrario: «Toda ocupa-ción intensa del esPírih¡. disminuye la fHerza de una asociación creada inmediatamente antes.» (29).

    (25) LABURU: Op. cit., c. XXXI, ,pág. 285. (26) PALMÉS, FERNANDO l'vI" S. J.: Op. cit" c. XIII, pág. 183. (27) PALMÉs, FERNANDO :M., S. J.: Pág. 183. (28) LINDWORSKY, JUAN, S. J.: Psicología Exp&l'imental. Bilbao, 1946. Lib. III, c. IX.

    pág. 006. (29) FRoBES-MENCHACA: Tratado de Psicologla Experhnental. T. 2, pág. 591.

  • 314

    Sobre todo, tien:en una importancia insospechada las Jeye!, de la vida senümental que extractamos de Li,ndworsky: «Ley del con-traste: un sentim:iento aumenta por su sentimiento de contraste ... , Ley de la s1~cesión: una serie de sentimientos de gusto o qisgusto significa un aUmento del correspondiente sentimientOl) (30). Y .del P. Palmés la ley de la semejanza, que él enuncia así: «Los c0'n-tenidos de conocimientos actuales y, :en general, cualquier ~stado de condencia, tienen tendencia a evocar otros semejantes de expe-riencia pasada» (31).

    Como resumien podemos establecer este principio del citado P. Claudio de Jesús Crucificado, que, hablando de ·la purificación de las pasiones, dice: «Para esto nos ha de guiar wn princiPio ge-neral, a saber, que la vol'wntad tiene dominio sobre toda pasió'n en estado normal por fuerte q1te sea, y aunque se halle dich¡a pa-sión reforzada por el temperam.ento y hábitos pasionales» (32).

    ¿ P,~sI6N DIRIGIDA - YIRTUD?

    Nos encontramos al final del camino de las pasiones'. Hémbs visto CÓmO la voluntad puede 'controlarlas y dirigirlas hada él bien. Ahora tocamos el punto más álgido de la cüesti6n: ¿ la pa-sión así dirigida 'Puede llegar a perder su nombre de pasi6n y lla~ marse virtud? Este tema es de una importancia decisiva. Quienes «a priori» juzgan las pasion,es como moralmente malas están en gran peligro de caer en un pensamiento externo y debilitados «a radice» para 'ca,minar por la virtud. Si la pasión, en efecto, no puede ser domeñana, caemos ,en una especie de fatalismo o deter-minismo moral impidiendo así todo intento de purificar las pasio-nes y hacerlas servir a la' virtud. En cambio, es de una eficacia consoladora inapreciable el partir ya desde "el comienzo con la ab::: sol uta convicción de que si la pasión a veces entorpece la virtud, también en muchos casos la fomenta y la ayuda maravillosamente. Es esta la pdmera i.mpresión ¡que. se destaca de la Hagiogr;:fía cristiama. También los santos sintieron el empuje viscoso de las pasiones y supieron encauzarlas.

    ¿ Puede la pasión convertirse, transformarse en virtud? En nuestro tema nos oeñimos a una ,moral natural. Tratam,os de ver si la ¡pasión puede ser buena. en .el orden moral natural. Nos aso-mamos al caJmpo de lo sobrenatura,l, pero sin entrar en él. -

    Prescindimos aquí, como es de suponer, de las virtudes infu-sas,que Dios nos regala amorosamente. Esas no nos vienen por l"epetición de actos, sino por libre donación divina. Es más, si ,se trata de las «per se infusas», por muchos actos que ejecutemos, jamás podríamos conseguirlas por nuestras propias fuerzas.

    (30) LINDWORSKY: 01), cit. Lib. III, c. IX, pág. 362. (31) PALMÉS: Op. cit., c. XIII, pág. 182. (32) p. CLAUDIO: Op. cit., pág. 23.

  • DE. LA PASIÓN A LA, VIRTUD 315

    Silnembargo, el optimismo sobre nuesti:as pasiones tampoco debe ser exagerado. Debemos ver qué ;es lo que ·puede hacer,pero a1.mismo tiempo conviene saber hasta dónde llegan sus límites y

    . donde no. pueden penetrar por más .que se esfuercen. No debemos ,confiar demasiado en ellas, ni canonizarlas «a priori». .

    Hemos de dar antes una lig,era noción de la virtud para luego ,confrontada con la pasión y ver hasta qué punto son o no reduc-tibles.

    Sin pretender ahondar m,ucho, pues, no tratamos de virtudes, :adelantamos esta definición: «hábito que nos ilndina al bien obran). En Desumen, hallamos en el concepto de virtud estos tres elemen-tos: A) Hábito. B) Operativo. C) Del bien. Lo primero indica que a la virtud se llega por la repetición de actos. Lo segundo nos ,está señalando que no es algo, especulativo, sino práctico. Lo ter-cero nos señala que su objeto es algo bueno y con esta única nota 'se diferencia del vicio, pues en los otros dos elementos conviene cCon ella. Para que la pasión pudiera identificarse cÜln la virtud tendría. que constar de los mismos elementos 'que ella. En caso contrario huelga toda semejanza y toda identidaid.

    Examinemos estos datos y veremos cómo ,la pasión ,no puede ser nunca virtud. A 10 ,más que puede y debe aspirar es a ser un ínstrumento de ella. Se neoesitarían en la pasión ,estas tres notas: A) Hábito. B) Operativo. C) Bueno,: .

    Hábito.-A ¡nadie se le ocurre negar que la pasión puede llegar .a ser hábito, porque su ,misma conciencia le arrojada la primera piedra. Y la vida ordinaria nos brinda ejemplos de hÜlmbres domi-nados de sus pasiones. Nosotros mismoS' podemos crearnos há-bitos pasionales con sólo dejarnos adormecer por unapasióncua,l-quiera. Y u)na vez adquirido ese hábito, todo el mundo sabe cuán difícil es desalojarle. La pasión ar:raigada presta una aptitud in-mensa, una facilidad insospedhada para los propios actos. Pero a la vez da una torpeza extremada para realizar Jos actos contraPios. Así se explica cómo 'es tan difícil cambiar de hábitos contrarios: de la imperfección a la virtud.

    Operativo.-Por su ,misma naturaleza la pasión: tie¡nde a la prác-tica. Casi la misma definición que dimos de la pasión nos 10 está diciendo: ,la pasión es un acto de una facultad apeti'tiva . .y el ape-tito no 'es algo enmarcado en la pura regiÓtn, de las cosas abstrac-tas. El apetito es siempre un impuJso, un acercarse a un objeto para poseerlo, para gozarlo. Gozo y posesión que implican siem-prre una operación anterior de contacto.

    B~teno.-Hasta aquí ha llegado la pasión, pero de aquí no pasa. Ha de quedarse en .la entrada. La bondad de la pasión es pura-mente física, pero de ninguna manera moral.

    Aquí es donde se halla la profunda diferencia entre pasión y virtud. Están encerradas en dos círculos irreductibles: la primera

  • 316 EUSEBIO CEBALLOS PIÑAS,

    en el bien sensible y la segunda en el bien moral, bienes que son por naturaleza irreductibles.

    Este es el ún.ico obstáculo que le queda a la pasión y que nO' puede superar. VimoS' 'que la pasión puede llegar a ser por la re-petición de actos un hábito operativo, pero de ninguna manera puede llegar a ser una virtud.

    A la pregunta, pues, que hicimos debemos reSiponder con un categórico no. La pasión, como tal, ja:más es virtud, aunque, eso' sÍ, puede servirla y ayudarla mucho.

    La razón ya ,la hemos apuntado antes al, hablar de su tenden-cia y de su moralidad: la pasión, químicam:ente pura, es un acto del apetito sensible. Y 10 sensible, cOmO tal, no. es bueno ni malo, en el orden moral, no ,es virtuoso, aunque puede ayudar.

    Virtud y pasión son conceptos comp.letam,ente d'iversos. No con-trarios, n.i opuestos, sino diferentes, en distintos planos. ¿ La vir-tudes pasión? No. ¿ La pasión es virtud? No. La causa es siem-pre la 111,isma. La virtud, puede uti'lizar la pasión, pero para ser virtud, ha de añadir un nuevo elemento extraño: la voluntariedad y esto Üene que pedírselo prestado a la voluntad.

    Reduciendo, pues, la virtud y la pasión a sus elementos esen-ciales, vemos ,que hay entre ellas una profunda diferencia que las separa y que las hace conceptualmente irreductibles. Hay siempre la misma valla; 110 voluntario, que, como tal, es un elemento ajeno al concepto de pasión y está por encima de él.

    Pero aunque distintas, no podemos decir por eso que sean con-trarias, ni opuestas. La pasión ayuda poderosall~ente a la virtud. y todos los santos nos dan el ejemplo de ser unos perfectos doma-dbres de sus pasiones, haciendo uso de ellas para conquistar así la santidad y la perfección.