De la economía ecológica al ecologismo popular

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Este material es para uso de los estudiantes de la Universidad Nacional de Quilmes, sus fines son exclusivamente didácticos. Prohibida su reproducción parcial o total sin permiso escrito de la editorial correspondiente.

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Por: Joan Martínez Alier

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PROLOGO A LA SEGUNDA EDICIÓN

Diseño de la portada: Helena de la Guardia © Joan Martínez Alier

© de esta edición: ICARIA Editorial, S.A. Comte d'Urgell, 53, pral. 1.a

08011 Barcelona

Primera edición: febrero 1992 Segunda edición revisada y ampliada en 4 capítulos: septiembre 1994 ISBN: 84-7426-227-5 Depósito Legal: B. 30.888-1994

Impresión y Encuadernación: Tesys, S.A. Manso, 15-17 - 08015 Barcelona

Impreso en España Prohibida la reproducción total o parcial

La primera edición de este libro apareció en febrero de 1992, la segunda (enviada a la imprenta antes del levantamiento Zapatis- ta en Chiapas) tiene cuatro nuevos capítulos y algunos párrafos nuevos en casi todos los otros, además de este nuevo prólogo don- de quiero exponer resumidamente el tema principal del libro: el ecologismo popular, es decir, el ecologismo de los pobres. Con- trariamente, la interpretación sociológica presentada por Ronald Inglehart en 1977 (en La revolución silenciosa), atribuyó el naci- miento del ecologismo a un cambio de valores sociales en las so- ciedades occidentales prósperas, orientadas ahora cada vez más hacia cuestiones «postmaterialistas» de calidad de vida. No sólo desde el ámbito de la sociología académica sino desde la crítica marxista, el ecologismo fue visto inicialmente como un fenómeno típico de sectores prósperos de los países ricos, sin relación con la tradición de solidaridad universal característica del pensamien- to socialmente progresista. Así pues, en la izquierda marxista de los años 1970 hubo un repudio generalizado del ecologismo, con pocas excepciones. ¿Por qué ese repudio? Porque, además de ese origen social sospechoso, el ecologismo apreciaba la naturaleza y no adoraba el progreso tecnológico (cuando los Partidos Comu- nistas aún predicaban la «revolución científico-tecnológica» y eran pro-nucleares), el ecologismo lamentaba los desastres estéti-

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ÍNDICE

Prólogo a la segunda edición.......................................................... 5

INTRODUCCIÓN ECONOMÍA ECOLÓGICA Y ECOLOGIS- MO POPULAR............................................................................... 17 ¿Valores postmaterialistas?.............................................................. 20 Neopopulismo ecológico ................................................................. 22 Los capítulos de este libro ............................................................... 27

I LA ECONOMÍA ECOLÓGICA DE NICHOLAS GEOR- GESCU-ROEGEN........................................................................... 33 La economía ecológica y sus precursores........................................ 37 Situar la economía dentro de la ecología......................................... 40 El crecimiento económico............................................................... 43 Libertad de migración ..................................................................... 45 Externalidades y la tasa de descuento ............................................. 46 Tecnologías prometeicas ................... : ........................................... 49 Nota bibliográfica ........................................................................... 50

II POLÍTICA ECONÓMICA Y POLÍTICA ECOLÓGICA ................ 51 La percepción ecológica y la política ambiental internacional 52 Elementos de economía ambiental neoclásica................................. 53 El efecto invernadero, una externalidad invalorable........................ 58

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La dudosa contabilidad de la energía nuclear ................................... 60 La energía y la economía: una perspectiva histórica ........................ 63 El eco-marxismo: ¿demasiado tarde y demasiado poco?.................. 68 La ecología y economías planificadas del Este de Europa:

postmortem ................................................................................. 73 El concepto de desarrollo sostenible, un instrumento inade-

cuado para una política demográfica y ambiental ....................... 78 Una conclusión política.................................................................... 82

III POBREZA Y MEDIO AMBIENTE: UNA CRITICA DEL INFORME BRUNDTLAND .......................................................... 87 Introducción..................................................................................... 87 ¿Qué significa «desarrollo sostenible»?........................................... 89 El crecimiento económico basado en la exportación ........................ 90 La noción de capacidad de sustentación y la tesis de Boserup 96 La capacidad de sustentación de una economía abierta .................... 100 El uso de fertilizantes ....................................................................... 102 Migración y capacidad de sustentación ............................................ 105 ¿Es la pobreza una causa de degradación ambiental?....................... 106 La utilización de leña y la deforestación .......................................... 109 La pobreza y el ambiente urbano...................................................... 115 Ecología y programas de «ajuste».................................................... 117 ¿Una condicionalidad ambiental? .................................................... 118 Los gastos protectores y el nivel de ingresos: la ley de Lei-

pert.............................................................................................. 120 La ecología y los «bienes posicionales»: ¿un Fordismo sin

Fords?............................................................................................. 122 El criterio de Krutilla y la tesis de Inglehart ..................................... 125 La creencia en el crecimiento económico puede ser contra-

producente................................................................................... 126 La historia social desde un prisma ecológico ................................... 129

IV ECONOMÍA Y ECOLOGÍA POLÍTICA DE LA AGRO- BIODIVERSIDAD CAMPESINA................................................... 131 Luchas campesinas por el control de las semillas ............................ 133 La crítica ecológica de la agricultura moderna................................. 136 Una bifurcación política................................................................... 138 Recursos genéticos y agroecología campesina................................. 141

V TRAS LA CONFERENCIA DE RIO: ¿MERCADEO DE LA NATURALEZA O ECOLOGISMO POPULAR? .................... 151

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Introducción ..................................................................................... 151 Respuestas sociales a las externalidades.......................................... 154 Los conflictos distributivos como conflictos sobre la valo-

ración ........................................................................................ 157 ¿Un eco-impuesto europeo? ............................................................. 159 El comercio libre y los costes ambientales: el debate sobre el

NAFTA ...................................................................................... 162 ¿Derechos iguales a la capacidad de la Tierra de «limpiar» el

C02? ........................................................................................... 166 La biodiversidad agrícola ................................................................. 169 La Madre de todas las Papas ........................................................... 172 Los Derechos de los Agricultores.................................................... 175 Los Pobres venden barato................................................................ 179 Conclusión ...................................................................................... 184 Apéndice: Correspondencia con el Director del INBIO de

Costa Rica.................................................................................. 187

VI LA HISTORIA ECONÓMICO-ECOLÓGICA: TEMAS PRINCIPALES ............................................................................... 191 Los sistemas energéticos ................................................................. 192 Historia económica e historia ecológica .......................................... 195 ¿La longue duréel............................................................................ 200 ¿Por qué no ha habido una historia ecológico marxista?................. 201 ¿Una teoría del intercambio ecológicamente desigual?................... 205 Historia de la contaminación atmosférica ....................................... 208 Urbanismo ecológico y Ecología urbana......................................... 209 Historia de la tecnología y gestión de los riesgos............................ 211 Formas de propiedad y uso de los recursos naturales....................... 212 El caso de la pesca tradicional en Kerala ......................................... 216 Historia del ecologismo popular ..................................................... 217 Una conclusión ................................................................................ 222

Vil HACIA UNA ECONOMÍA ECOLÓGICA ...................................... 225 Principios de la Economía Ecológica............................................... 226 Equidad con Sustentabilidad............................................................ 227 El papel de los movimientos ecologistas ......................................... 227 Instrumentos de la economía ecológica ........................................... 228 Política ambiental acordada............................................................. 228 Tarifas eléctricas y de agua.............................................................. 229 Cambio de la estructura del gasto público ....................................... 229 Sustituir la Contabilidad Macroeconómica...................................... 230

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Los daños producidos por el tráfico motorizado .............................. 230 Otro ejemplo: recuperación y reciclaje de Residuos Sólidos

Urbanos ...................................................................................... 231 Combatir el desempleo cambiando la estructura de la eco-

nomía ......................................................................................... 232 Los intereses del capital ................................................................... 233 Comercio y medio ambiente ............................................................ 233

VIII NOTAS DE HISTORIA SOCIO-ECOLOGICA DE LOS ANDES............................................................................................ 237 El ecologismo de los pobres ............................................................ 238 Explotación exterior, desestructuración social interna, de-

gradación ecológica, intercambio desigual................................. 240 El caso del guano y de la harina de pescado del Perú...................... 245 El orgullo agroecológico andino...................................................... 248 ¿Ventajas comparativas o seguridad alimentaria? ........................... 253 ¿Acceso abierto a todos o propiedad comunal?............................... 256 Neo-narodnismo ecologista ............................................................. 261

IX URBANISMO Y ECOLOGÍA EN BARCELONA......................... 267 Introducción .................................................................................... 267 La conurbación barcelonesa ............................................................. 270 El Delta del Llobregat ...................................................................... 276 La ecología de la ciudad................................................................... 278 Las paradojas del «modernismo» ..................................................... 283 Horrores corbuserianos .................................................................... 293

X NUEVOS MOVIMIENTOS SOCIALES EUROPEOS: DES- DE LOS ANOS 1950 HASTA EL ECOLOGISMO ACTUAL. 299 Los años 1960 .................................................................................. 302 Nuevas ideas, nuevos movimientos ................................................. 307

XI LA CONFLUENCIA EN EL ECO-SOCIALISMO ......................... 315 El marxismo y la ecología energética humana de Podolinsky 319 La especificidad de la ecología humana .......................................... 321 La distinción entre economía y crematística.................................... 324 Las raíces de los Verdes .................................................................. 326 Ciencia, tecnología y sociedad ........................................................ 333

Bibliografía ..................................................................................... 341 Las raíces de los Verdes .................................................................. 356

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I

LA ECONOMÍA ECOLÓGICA DE NICHOLAS GEORGESCU-ROEGEN

La obra de Georgescu-Roegen es el principal fundamento de la crítica ecológica de la ciencia económica convencional. Este capí- tulo quiere explicar sus conceptos y razonamientos. Además de su papel decisivo en la consolidación de la economía ecológica, la obra de Georgescu-Roegen actualmente conserva importancia en otros dos campos de la economía teórica: la teoría del consumo y la economía agraria. Un famoso artículo de 1960, «Economic Theory and Agrarian Economics», en Oxford Economics Papers, que leí con perplejidad cuatro años después de su publicación, presentaba modelos de economía congruentes con las ideas de los populistas pro-campesinos del Este de Europa, y citaba la traduc- ción alemana anterior a la guerra de 1939-45 de algunos textos de Chayanov (que en el mundo académico anglosajón era conocido hasta el momento sólo por pequeños extractos en la antología de Sociología Rural de Pitirim Sorokin). El elogio populista de la racionalidad económica campesina, en situaciones de alta densi- dad de población, tiene argumentos tanto de eficiencia económica como de equidad (contra los ataques anti-campesinos de la eco- nomía liberal y de la economía marxista). Georgescu-Roegen es

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ante todo un teórico de la economía, pero tiene un trasfondo polí- tico narodnik. Otro rumano contemporáneo, David Mitrany, es- cribió una conocida diatriba populista contra la colectivización estalinista, Marx against the peasant: Georgescu-Roegen ha com- partido esta línea política populista pro-campesina, inusual en los países del norte de Europa, pero no ha sido un dogmático anti- marxista. Así, aparte de algún artículo que ha escrito con modelos matemáticos de economía marxista, ya en el año 1960, en ese artí- culo de economía agrarista, Georgescu-Roegen citaba incluso la carta de Marx a Vera Zasulich de 1881 y sus borradores, para de- mostrar que el propio Marx no era tan anti-campesino como podía parecer, y que había considerado caminos hacia el socialismo me- nos industrialistas, menos proletarios, menos unilineales y parti- distas, que sus seguidores bolcheviques. Ahora bien, en 1960 Georgescu-Roegen aún no unía la crítica ecológica de la econo- mía y el elogio populista de la economía campesina. La crítica ecológica muestra que el incremento de productividad de la agri- cultura capitalista moderna depende crucial mente de la infravalo- ración de los inputs de energía de los combustibles fósiles. De- pende también del valor nulo o escaso que se ha dado a la contaminación por pesticidas y fertilizantes y a la pérdida de bio- diversidad.

En los años 1970, la investigación de la economía campesina que se había iniciado muchas décadas antes en Europa oriental, tuvo un florecimiento en América latina y otras regiones del Ter- cer Mundo. Los aportes de la antropología económica y de otras disciplinas condujeron a establecer teórica y empíricamente que las familias campesinas producían bajo una forma específica de organización y con una lógica o racionalidad económica propia, lo cual cuestionaba la racionalidad económica de la empresa capita- lista (sin olvidar, desde luego, que la discusión sobre qué es en efecto una empresa capitalista está bien viva). Las ideas de Cha- yanov de los años 1920 (e incluso las de Georgescu-Roegen de 1960, expresadas en el lenguaje formalizado de la teoría económi- ca) tuvieron en los años 1970 una recepción algo más fácil a pesar de una doble oposición: algunos marxistas se han opuesto a tales

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«populismos», y los teóricos liberales del desarrollo modernizador continuaron viendo el campesinado como algo llamado a desapa- recer. Sin embargo, se abrió paso la idea de que existen diversas formas de organización social de la producción, con su lógica co- rrespondiente. Sin abarcar todavía aspectos ecológicos como el flujo de energía, la biodiversidad y el policultivo, los ciclos de nutrientes, la contaminación (como más tarde iba a hacer Toledo, 1989, con su modelo de lógica económico-ecológica de la pro- ducción campesina), el interés por la racionalidad económica campesina llevó a Georgescu-Roegen a cuestionar necesariamente la lógica capitalista del mercado. Hay ahí una obvia continuidad entre esos estudios de economía campesina de Georgescu-Roegen y la nueva economía ecológica a la cual él iba a contribuir decisi- vamente a partir de 1966, pero esa continuidad no ha sido especí- ficamente señalada por el propio Georgescu-Roegen.

Nicholas Georgescu-Roegen nació en Constanza, Rumania, en 1906, y ha sido una persona de una vitalidad envidiable. En 1980 estuvo media semana en Barcelona, alojado modestamente en el Hostal de Sant Paneras en Bellaterra, que le recordaba la Rumania de antes de la guerra. Llegó al aeropuerto un día de mayo ya cali- ginoso, después del mediodía, y tras un viaje muy largo desde Florencia (donde recibió un doctorado honoris causa) vía Milán. Esa misma tarde estuvo hablando en la Universidad Autónoma en Bellaterra. Empezó su conferencia en inglés, algún estudiante se quejó, y siguió en un francés perfecto, sin ninguna interrupción. Cuando acabó, un joven profesor que recién había regresado a Barcelona con su doctorado en economía por la Universidad de Minnessota, le hizo una pregunta punzante, y Georgescu-Roegen, que en 1980 ya era muy sordo y cascarrabias, le contestó con un: Are you an economist?, cosa que divirtió muchísimo a los estu- diantes radicales que aún había en la época.

Georgescu-Roegen era diabético. Ponía un papelito dentro de cualquier bebida alcohólica para medir el azúcar, bebía si acaso grappa seca y helada. De Barcelona partió para Nashville, Ten- nessee (un viaje de muchas horas) donde vivía desde 1949, profe- sor de la universidad de Vanderbilt. Entre los muchos méritos de

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Nashville, Tennessee, una ciudad del sur de los Estados Unidos que es la capital de la country music si no me equivoco, no está, sin embargo, el de ser un buen lugar para probar diversos tipos de grappa helada. Georgescu-Roegen ha sido uno de los grandes nombres de la diáspora rumana, comparable a Cioran o Ionescu o Mircea Eliade. Ha sido, también, una persona discriminada en el ambiente universitario norteamericano que, sin embargo, es mu- cho más abierto que el europeo. Debería haber estado en una de las grandes universidades norteamericanas cosmopolitas. En la Universidad de Vanderbilt no tuvo estudiantes que sean econo- mistas ecológicos actualmente conocidos: Herman Daly es el úni- co. Situado en un lugar marginal en la academia norteamericana, tal vez debido en parte a una cierta falta de gracias sociales, Geor- gescu-Roegen no ha creado escuela.

En Rumania, Georgescu-Roegen (que no era de familia rica a pesar del apellido doble) había hecho estudios universitarios de matemáticas, influido por un profesor de la escuela primaria. Se doctoró en París con una tesis de estadística, Le problème de la recherche des composantes cycliques d'un phénomène, publicada en 1930, y después pasó dos años entre 1930-32 como becario post-doctoral en el University College de Londres, donde trabajó con Karl Pearson, el conocido filósofo de la ciencia, estadístico y propagandista de la eugenesia. Volvió a Rumania, como profesor de estadística de la Universidad de Bucarest, y en 1934 (con vein- tiocho años) ganó una fellowship Rockefeller para ir a Harvard, donde permaneció hasta 1937. Allí aprendió economía y empezó a publicar artículos de economía, sobre la teoría del consumo. Fue contemporáneo intelectual de Samuelson, Leontieff, Sweezy. En Harvard le protegió Schumpeter (nacido en 1883), de quien nunca había oído hablar, pero con quien tenía en común el interés por los ciclos económicos. Hay una anécdota conocida de Georgescu- Roegen que iba de despacho en despacho como nuevo «research fellow», y que no sabía qué contestar exactamente a la habitual y cordial pregunta norteamericana, what can I do for you?, hasta que llegó al despacho de Schumpeter quien le hizo la pregunta más fácil, what can you do? El mismo Georgescu-Roegen pensa-

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ba haberse equivocado al regresar a Rumania en 1937, allí perma- neció hasta 1948, primero en su cátedra de Bucarest, después también haciendo trabajos administrativos. Fue miembro de la Comisión de Armisticio al final de la guerra cuando entró el ejército soviético, y huyó por mar en 1948 hacia Turquía, y des- pués hacia Estados Unidos. En 1949 fue nombrado profesor en el Departamento de Economía de la Universidad de Vanderbilt (y en 1976, a los 70 años, profesor emérito). Mi impresión es que Geor- gescu-Roegen pensaba que debería haber sido profesor en Har- vard. Pero Schumpeter murió en 1950. La historia reciente de la economía ecológica habría sido más fácil con Georgescu-Roegen en Harvard.

La economía ecológica y sus precursores

Ahora bien, en 1949, cuando Georgescu-Roegen fue por se- gunda vez a los Estados Unidos, aún no había hecho ninguna contribución a la crítica ecológica de la ciencia económica y, por tanto, la causa de su alejamiento de Harvard no fue su ecologis- mo. Claro que cualquier economista rumano podía ser fácilmente consciente del agotamiento de un recurso natural como el petró- leo, así como de la cuestión del intercambio desigual que la expor- tación de recursos naturales a cambio de productos manufactura- dos plantea. Al citar a Georgescu-Roegen el nombre de Ma- ïnolescu, un teórico del corporativismo de los años 1930, en un intento algo grosero de averiguar sus ideas políticas de aquellos tiempos, el mismo Georgescu-Roegen me recomendó la obra an- terior de Maïnolescu sobre comercio internacional donde defiende el proteccionismo en los países no industrializados. A pesar de una consciencia difusa del papel de los recursos naturales en la economía, nada sorprendente en una persona interesada en la eco- nomía agraria y defensora del campesinado, hay que decir que el opus magnum de Georgescu-Roegen no se publicó hasta 1971, cuando el autor tenía ya la edad de jubilarse, y no hay ningún texto de Georgescu-Roegen sobre las relaciones entre termodi- námica y economía anterior a 1966, cuando publicó una larga in-

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troducción a sus artículos recogidos bajo el nombre de Analytical Economics. Posiblemente Georgescu-Roegen había tenido interés por las relaciones entre las leyes de la termodinámica y las regu- laridades de las sociedades humanas desde los años 1920. Siendo estudiante en París leyó la Mécanique Statistique de Emile Borel, el supervisor de su tesis doctoral. Para mí que este sedimento de cultura científica, y más concretamente la memoria de las polémi- cas sobre la supuesta contradicción entre la segunda ley de la ter- modinámica y la teoría de la evolución biológica, influyeron en la obra posterior de Georgescu-Roegen The Entropy Law and the Economic Process publicada en 1971, y escrita a partir de 1964. Así, Jacques Grinevald, uno de los lectores más fieles de Geor- gescu-Roegen, ha podido escribir que Vernadsky y Lotka inspira- ron la obra de Georgescu-Roegen. Las ecuaciones de dinámica de poblaciones de Lotka-Volterra tenían que serle conocidas desde los inicios de su carrera, y seguramente leyó pronto el libro de Lotka de 1925, Elements of Physical Biology. Georgescu-Roegen atribuye a Lotka, correctamente, la distinción entre consumo en- dosomático y consumo exosomático de energía, que es un princi- pio básico del análisis de la ecología humana. Tenemos instruc- ciones genéticas por lo que se refiere al consumo endosomático, pero la especie humana no tiene instrucciones genéticas respecto al consumo exosomático. De hecho, lo que discutimos en econo- mía ecológica es si la elasticidad-ingreso del consumo exosomáti- co de energía (y de materiales) es mayor que cero, o incluso ma- yor que la unidad, o si por el contrario, es posible desligar los incrementos de consumo de los aumentos de los inputs de energía (y materiales) en la economía, mejorando lo que hoy día se llama a menudo el «metabolismo industrial». Por otro lado, Vernadsky había publicado en París, en los años 1924 y 1926, dos obras rele- vantes, La Géochimie y La Biosphère, pero de la estricta indepen- dencia y la originalidad de la economía ecológica de Georgescu- Roegen tengo una pequeña prueba personal. En La Géochimie, Vernadsky habla brevemente de Sergei Podolinsky, un autor ucraniano fallecido joven que en 1880-83 había aplicado los principios de la termodinámica de los fenómenos biológicos al

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estudio de los fenómenos económicos. Sin embargo, Georgescu- Roegen desconocía a Podolinsky hasta que yo mismo le enseñé en Bellaterra en mayo de 1980 el trabajo que Naredo y yo habíamos publicado en Cuadernos de Ruedo Ibérico, así como las fotoco- pias de los artículos de Podolinsky y de sus cartas a Marx sobre economía y energía. Más tarde Georgescu-Roegen sugirió el título de la versión inglesa de nuestro artículo, «A Marxist Precursor of Energy Economics: Podolinsky», y nos hizo comentarios detalla- dos. Por ejemplo, Georgescu-Roegen había leído atentamente La Dialéctica de la Naturaleza de Engels. Ya sea por una cuestión de estrategia político-profesional, bien por un respeto científico pro- fundo al marxismo, a pesar de que Georgescu-Roegen conocía a fondo La Dialéctica de la Naturaleza nunca ha querido insistir en las desafortunadas observaciones de Engels sobre la segunda ley de la termodinámica, y ha preferido destacar la anticipación de Engels para combatir una absurda teoría del valor-energía cuando escribió ya en 1875 que «alguien intente convertir el trabajo es- pecializado en kilográmetros y determinar las diferencias salaria- les siguiendo este criterio».

Georgescu-Roegen ha tenido siempre mucho cuidado en buscar y citar con honestidad científica a los precursores de sus ideas. Pe- ro el hecho es que a pesar de la larga historia de reflexiones sobre la economía desde la termodinámica, nunca antes ha habido una escuela de economía ecológica. Georgescu-Roegen desconocía a Podolinsky, desconocía a Popper-Lynkeus, desconocía a Pfaun- dler, y desconocía a Patrick Geddes. Tampoco había leído a Fre- derick Soddy. Sin embargo había leído, antes de 1971, las quejas de Hayek contra la «energética social» y también conocía, por Hayek (1952), el artículo de Max Weber (1909) contra Wilhelm Ostwald, en defensa de la economía neoclásica.1

1. Esta historia intelectual de la economía ecológica está recogida en mi libro, con Klaus Schlüpmann, La economía y la ecología. Ver también, de J. M. Naredo, La economía en evolución.

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Situar la economía dentro de la ecología

La crítica ecológica de la ciencia económica empezó hace más de cien años. Esta Economía Ecológica está hoy representada por Georgescu-Roegen y por un número pequeño pero creciente de autores. Los críticos ecológicos de la economía han argumentado que los economistas deberían estudiar el flujo de energía en la economía sin olvidar los flujos de materiales. En la discusión so- bre las relaciones entre energía y economía ha habido dos posi- ciones erróneas y una correcta. Mirowski es autor de un gran libro fascinante sobre esta cuestión,2 pero Mirowski sólo considera las dos posiciones erróneas, y no tiene en cuenta la correcta. Una po- sición errónea es la «teoría del valor-energía» que algunos ecólo- gos, como Howard Odum y algunos discípulos suyos, han pro- puesto. Georgescu-Roegen ha protestado mucho contra este «dogma energético». La segunda posición errónea se basa en el isomorfismo entre las ecuaciones de la mecánica y las ecuaciones del equilibrio económico de la economía neoclásica después de 1870, que llevó a la doctrina absurda de que, en los intercambios económicos, había un intercambio de «energía» psíquica o social. Hace cien años autores como Winiarski, propusieron que la Eco- nomía era una Física Social, es decir que los intercambios dentro de la sociedad humana estudiados por los economistas eran pare- cidos a algunos fenómenos de la naturaleza estudiados por los fí- sicos. El uso, en la Economía, de alguna matemática de la Física, hacía pausible esta analogía, pero describir los fenómenos de la economía con un lenguaje físico-matemático es distinto a aplicar conceptos físicos (como la ley de la conservación de la materia, y las leyes de la termodinámica) para alcanzar una profunda com- prensión de cómo la economía humana está inmersa en los ecosis- temas. Esta sería la tercera posición, es decir la de Georgescu- Roegen y la de sus precursores y discípulos (Daly, Narcdo, Altva- ter...). La tercera posición ve la economía no como una corriente

2. Ph. Mirowski, More heat than light, Cambridge U.P., 1989.

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circular o espiral de valor de cambio, un tiovivo entre productores y consumidores, sino como un throughput entrópico de energía y de materiales, que atraviesa la economía. Así una historia eco- nómica inspirada por la economía ortodoxa estudiaría especial- mente las transacciones mercantiles y utilizaría las categorías de la ciencia económica, pero una historia económica inspirada por la economía ecológica, estudiaría por ejemplo los sistemas ener- géticos de la humanidad. Esta historia económica inspirada por Georgescu-Roegen está empezando.

Mirowski piensa que la ciencia económica no ha olvidado el estudio de la energía, sino al contrario, además de aquellos que han propuesto una teoría del valor-energía, y además de los que han visto la economía como física social en el sentido literal (pensando que había intercambios de «energía» psíquica o social), también los economistas ortodoxos han estado obsesionados por la energía (según la visión peculiar de Mirowski) ya que todo el edificio analítico de la economía neoclásica u ortodoxa tiene en su base la «metáfora de la energía». Pero yo creo que Mirowski con- funde las analogías formales con el estudio substantivo de la eco- nomía desde la perspectiva ecológica. La ciencia económica efec- tivamente ha usado las matemáticas de la mecánica, desde los primeros economistas neoclásicos (como Jevons y Walras). Por tanto, desde este punto de vista formal, no puede decirse que haya habido un divorcio entre Economía y Física. Pero, a la vez, los economistas neoclásicos (tal como Patrick Geddes señaló ya a Walras en su correspondencia de 1883) se han despreocupado to- talmente del marco biofísico en el que necesariamente se inscribe la economía humana y de hecho se puede ser un competente eco- nomista e ignorar la Segunda Ley de la Termodinámica. Por el contrario, la actual economía ecológica (a diferencia de la eco- nomía neoclásica) ve la economía humana inmersa en un ecosis- tema más amplio. La economía ecológica estudia (desde un enfo- que reproductivo) las condiciones (sociales o de distribución de los patrimonios e ingresos, temporales, espaciales) para que la economía (que chupa recursos y excreta residuos) encaje en los ecosistemas, y (desde un enfoque asignativo) la economía ecoló-

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gica estudia también la valoración de los servicios prestados por el ecosistema al subsistema económico.

La economía neoclásica analiza los precios (es pues una «crematística») y tiene una concepción metafísica de la realidad económica que funciona como un perpetuum mobile lubricado por el dinero. Las empresas venden bienes y servicios, y con esto re- muneran los factores de producción (tierra, trabajo y capital).

La economía ecológica ve el planeta Tierra como un sistema abierto a la entrada de energía solar. La economía necesita entra- das de energía y de materiales. La economía produce dos tipos de residuos: el calor disipado (por la Segunda Ley de la Termodi- námica), y los residuos materiales, que mediante el reciclaje pue-

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den volver a ser parcialmente utilizados. El funcionamiento de la economía exige un suministro adecuado de energía y materiales (y el mantenimiento de la biodiversidad), y también exige poder dis- poner de los residuos de manera no contaminante. Los servicios que la naturaleza presta a la economía humana no están bien valo- rados en el sistema de contabilidad crematística propio de la eco- nomía neoclásica.

En este contexto, ¿qué relaciones hubo entre dos grandes críticos de la economía neoclásica que fueron casi contemporáneos, Sraffa y Georgescu-Roegen? Este era ya muy mayor cuando llegó el de- safío sraffiano, y nunca ha escrito sobre Sraffa. ¿Puede haber un Sraffa ecológico? La posición de Georgescu-Roegen respecto al valor que proviene del consumo como enjoyment of life, lo separa de los esquemas sraffianos en los que la demanda está ausente. Además, los esquemas sraffianos de reproducción económica ven la economía igual que la teoría económica neoclásica, como un proceso circular («reproducción sencilla») o espiral («reproducción ampliada»), aunque sin la mediación de los equilibrios entre oferta y demanda. Los esquemas marxistas o sraffianos no incluyen el agotamiento de recursos y otros efectos irreversibles como la pro- ducción de desechos, y les falta (como a la economía neoclásica) una visión entrópica de la economía y no consideran de qué manera los valores de la economía (los «precios de producción») serían modificados. Recientemente, el joven economista ecológico Martin O'Connor ha escrito una tesis doctoral en vías de publicación que «ecologiza» la economía sraffiana.

El crecimiento económico

Soddy, uno de los precursores desconocidos de Georgescu- Roegen, había insistido en la imposibilidad del crecimiento expo- nencial de la economía, debido a la existencia de la ley de la en- tropía, y también señaló que la sustitución de recursos naturales por lo que los economistas llaman «capital», tenía límites, porque para la producción y la operación del capital hacen falta recursos natura- les. Este argumento fue utilizado por Georgescu-Roegen (sin citar a

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Soddy) en su respuesta al artículo con el que Solow (Premio Nobel de Economía por sus modelos metafísicos de crecimiento económi- co) intentó defender el honor de los economistas después de 1973. Solow afirmó que, si nos quedamos sin recursos naturales, «otros factores de producción, especialmente el trabajo y el capital repro- ducible, pueden servir de sustitutos» y que, por tanto, «el mundo puede continuar, de hecho, sin recursos naturales, de manera que el agotamiento de recursos es una de esas cosas que pasan, pero no es una catástrofe» (Solow, 1974, 10-11). Cuando Solow recibió el Premio Nobel antes que Georgescu-Roegen, la única protesta pú- blica que conozco fueron algunas cartas al Economic and Political Weekly de Bombay (una excelente revista), por economistas de la India discípulos a distancia de Georgescu-Roegen, como Narindar Singh (autor de un notable libro de economía ecológica, 1977). Hay que citar los comentarios muy explícitos de Georgescu-Roegen so- bre los modelos de crecimiento económico de Solow: «Solow afir- ma que el crecimiento económico puede continuar exponencial- mente hasta el «Día del Juicio Final»... Es necesario que afirme esto con toda su fuerza para ahorrarse dos preguntas desagradables. La primera es el destino de los pobres. Las naciones desarrolladas (y por tanto poderosas económica y militarmente) sostienen el axioma desesperante que el destino de los pobres puede mejorar sólo si los ricos se hacen aún más ricos, y esto se refleja en la idea de la factibilidad y deseabilidad del crecimiento económico. La se- gunda cuestión, por analogía, es el destino de la posteridad. Sin lu- gar a dudas, podemos decidir libremente que la desigualdad entre los contemporáneos no es un tema para la ciencia económica. Pero, ¿quiere la economía adoptar abiertamente esta posición y justificar así las fulminaciones de Thomas Carlyle y de John Ruskin? Y si consideramos que la desigualdad entre dos comunidades contempo- ráneas —por ejemplo, los Estados Unidos y Etiopía— es asunto nuestro, ¿por qué rehusar el estudio de la desigualdad entre comu- nidades no contemporáneas?» (Georgescu-Roegen, 1986, 12-13).

Los economistas ecológicos no somos, en principio, pesimistas. Así en el próximo capítulo explicaré cómo el ver la economía entrópicamente no implica ignorar las propiedades antientrópicas

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de la vida, o en general, de los sistemas abiertos a la entrada de energía. Si pasamos la página del título del libro de Georgescu- Roegen, The Entropy Law and the Economic Process (1971), constatamos que Georgescu-Roegen considera los sistemas que reciben energía del exterior (como la Tierra) en términos de un desarrollo constante de organización y complejidad. Georgescu- Roegen citó continuamente el libro de Schrödinger, de 1945, What is Life? Sin embargo, Georgescu-Roegen es enemigo de quienes profesan la fe del crecimiento económico y del progreso tecnológico que les permite sacar del orden del día el problema de la distribución actual de los bienes entre ricos y pobres, y también el problema del reparto intergeneracional de recursos escasos y de contaminantes y el problema del impacto destructivo humano so- bre otras especies. Georgescu-Roegen es claramente igualitarista. Su radicalismo quizá ya estaba presente en su artículo de econo- mía neoclásica «Marginal Utility of Money and Elasticities of Demand» (Quartely Journal of Economics, Mayo 1936), en el que se establecía una jerarquía de necesidades que no estaba basada únicamente en preferencias inescrutables de los consumidores.3 Frente a la política ambiental basada en la aceptación del mundo social como es y en la aplicación cosmética de algunas pequeñas y arbitrarias correcciones, los economistas ecológicos plantean las cuestiones de fondo.

Libertad de migración

El año 1971 fue el año de los grandes libros sobre economía y ecología. Se publicó el libro de Barry Commoner y el de Howard Odum y también el de Georgescu-Roegen, así como el Manifiesto para la Supervivencia, una obra colectiva organizada por Edward Goldsmith, editor desde entonces de The Ecologist. Después se añadiría el Informe Meadows del Club de Roma, un documento

3. John M. Gowdy, «Georgescu-Roegen's Utility Theory applied to Envi- ronmental Economics», EABS Conference, Roma 28-30 Nov. 1991 (v. nota bi- bliográfica al final de este capítulo).

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notable por la campaña publicitaria que le rodeó. Hoy, el oportu- nismo del Club de Roma le lleva a defender la energía nuclear con la excusa del incremento del efecto invernadero. Por ejemplo, el presidente de la sección española del Club de Roma, Pere Duran Farrell, fue el impulsor de la construcción de la central nuclear de Vandellòs I, productora no sólo de electricidad sino también de plutonio como él mismo señaló orgullosa y públicamente. El Club de Roma es un fenómeno social publicitario que debería estudiar- se en la Facultad de Ciencias de la Información. Los grandes li- bros sobre las relaciones entre la economía y la ecología de 1971 son anteriores al informe del Club de Roma y uno de ellos es el de Georgescu-Roegen. Pero a pesar de su preeminencia intelectual, éste no fue invitado por las Naciones Unidas a la famosa confe- rencia sobre el Medio Ambiente en Estocolmo en 1972, sino que asistió a una conferencia paralela por invitación de la asociación pacifista Dai Dong. Redactó el manifiesto, Toward a Human Eco- nomics... E incluso en este foro alternativo, no-estatal, la propues- ta de Georgescu-Roegen de permitir el libre movimiento de todos los seres humanos al lugar de la Tierra que quisieran, sin restric- ciones de pasaporte o visado, fue recibida sin entusiasmo, como una propuesta demasiado utópica. Hubiera valido la pena presen- tar de nuevo esa propuesta en la Conferencia de Río de Janeiro de junio de 1992 ya que la prohibición de migraciones va siendo ca- da día más fuerte a medida que las desigualdades aumentan. Nos vamos dando cuenta de que la distribución territorial de la pobla- ción en el mundo es una gran cuestión de ecología humana, que simultáneamente es una gran cuestión política, para la cual ni economistas ni ecólogos tienen solución.

Externalidades y la tasa de descuento

Ni Coase, con su famoso artículo de 1960 sobre la atribución de «derechos de propiedad» sobre el ambiente y el mercado de exter- nalidades, ni Pigou que escribió en los años 1920 y propuso gravar con impuestos a quienes contaminan, figuran entre las fuentes de inspiración de Georgescu-Roegen, que no es un environmental and

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resource economist sino algo nuevo, un ecological economist o, como él mismo se ha llamado, un bioeconomist. El libro de Geor- gescu-Roegen de 1971 tiene una estructura muy diferente de los li- bros de texto de lo que se ha dado en llamar environmental and re- source economics como por ejemplo el de David Pearce y Kerry Turner, o tantos otros desde la ola de interés por los temas ambien- tales de mediados de 1970. Estos economistas neoclásicos, un tanto reciclados, discuten las externalidades en un marco sincrónico, y las diferentes maneras de fingir que se pueden internalizar (reduciéndolas a valores crematísticos). Después hablan de la eco- nomía de los recursos naturales, renovables o no, y en ese punto introducen la discusión sobre la tasa de descuento y el criterio de Hotelling. El libro de Georgescu-Roegen no habla mucho de las externalidades, y menos aún intenta convencer al lector de que és- tas puedan ser internalizadas (por ejemplo, preguntando a quienes las sufren qué cantidad pagarían para eliminarlas, o qué cantidad de dinero estarían dispuestos a aceptar a cambio de sufrirlas con resig- nación). Estos métodos de internalización de externalidades, más o menos ingeniosos, son incapaces de afrontar la cuestión de la asig- nación intergeneracional. Es fácil dibujar curvas en las que el be- neficio marginal privado de una empresa contaminadora se cruce con el «coste externo marginal» (expresado en dinero) para deter- minar así un nivel óptimo de contaminación, que se puede intentar conseguir mediante un mercado de externalidades (como el que propone Coase) o mediante un impuesto pigouviano, o con normas físicas obligatorias y un sistema de multas, o vendiendo licencias administrativas de contaminación. Es fácil dibujar estas curvas, pe- ro la mayoría de externalidades no sólo tienen efectos actuales (la importancia económica de los cuales podemos calibrar observando su repercusión eventual sobre los precios de propiedades perjudica- das, o preguntando a los perjudicados, siempre que éstos se perca- ten de ellas y estén dispuestos a valorarlas en dinero), sino que las externalidades también tienen, especialmente, efectos futuros. La localización de la curva de «coste marginal externo» dependerá de la tasa de descuento o actualización que se aplique, y por tanto la discusión de la tasa de descuento tendría que ser anterior, en los li-

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bros de texto, a la discusión de la evaluación de las externalidades En el llbro de Georgescu-Roegen de 1971, cuyo enfoque es más «reproductivo» que «asignativo», no hay una discusión explicita de la tasa de descuento, pero pocos años después en diversos colo- quios habló de ello. Dijo, por ejemplo:

«Demos una ilustración elemental. Consideremos una

población de tres individuos, uno de los cuales morirá cada

día. Si entre los tres tienen seis raciones diarias de comida, ¿cómo tendrían que distribuirlas? La distribución tendría que hacerse descontando el futuro según la probabilidad de

supervivencia, esto da la distribución 3,2,1, y no la distri- bución igualitaria 2,2,2. Vemos, pues, que la moralidad del carpe diem tiene mucho sentido, ya que los humanos so- mos mortales. Ahora bien, para las entidades casi inmorta- les, como son la nación y aún más claramente la humani- dad, el descontar el futuro es erróneo desde cualquier punto

de vista... Naturalmente si todas las utilidades futuras son tratadas de igual manera, entonces la elegante solución de Hotelling no sirve de nada. El foco del problema cambia totalmente. La solución analítica es distribuir los recursos con igualdad a lo largo del tiempo, aunque en este caso un horizonte temporal infinito lleva al resultado paradójico de que cada año se puede consumir una cantidad nula [o in- finitesimal] de recursos... (Quizá) en lugar de basar nues- tras recomendaciones en el principio archisabido de ma- ximize la «utilidad», tendríamos que minimizar el arre- pentimiento futuro. Esta parece ser la única receta razona- ble, no creo que pueda llamársele racional, para afrontar la incertidumbre más incierta de todas, la incertidumbre históri- ca» .4

4. Nicholas Georgescu-Roegen,. «Comments on the papers by Daly and

Stiglitz» en V. Kerry Smith, Scarcity and Growth Reconsidered, Johns Hopkins Press, Londres, 1979, 95-105.

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Otros economistas de inclinación ecológica (como Ciriacy- Wantrup) propusieron también ese «principio de precaución» ante la incertidumbre futura, un tipo de incertidumbre al que no cabe aplicar el cálculo actuarial con que se analizan (y aseguran) mu- chos riesgos. Ese tipo de incertidumbre lleva, en la literatura eco- nómica, los nombres de Knight-Shackle-Georgescu-Roegen.

Tecnologías prometeicas

Con posterioridad a su libro de 1971, Georgescu-Roegen intro- dujo la diferencia entre tecnologías factibles y tecnologías viables. También ha utilizado la noción de tecnologías «prometeicas». Son clasificaciones diferentes a las habituales de los economistas, por ejemplo según las tecnologías impliquen un ahorro de capital o trabajo. La historia de la tecnología de la humanidad, explica Georgescu-Roegen, contiene tantas «recetas» factibles que no po- dríamos hacer una lista completa. Por ejemplo, hacer pan, aserrar árboles, vacunarse contra la viruela, enviar una persona a la luna, calentar una casa y mover un coche sólo con energía solar. Sin embargo hay «recetas» tecnológicamente todavía no factibles: va- cunarse contra el cáncer, controlar una explosión termonuclear pa- ra utilizarla en un motor. Ahora bien, para que una tecnología sea viable y pueda hacer crecer la economía, no es suficiente que esté compuesta de «recetas» factibles, es necesario que además incluya una «receta» de captación de «baja entropía» del medio ambiente, es decir, de captación de energía y materiales que podamos poner a nuestra disposición. Esta captación tiene que cumplir una con- dición muy especial, una condición «prometeica». Prometeo dio el fuego a los griegos, el fuego convierte unos materiales fríos en energía calorífica, lo que permite no sólo cocinar y calentar el ambiente sino también la metalurgia de metales, y la cerámica. Pero la energía de la leña de los bosques no es suficiente... Tam- poco lo es el carbón, el petróleo o el gas natural, no sólo porque son agotables, sino también por la contaminación que producen, contaminación que en las tablas input-ouput de Georgescu- Roegen está incluida. Estamos, pues, a la espera de una nueva

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tecnología «prometeica». La consciencia colectiva de esta situa- ción explica el entusiasmo, en la primavera de 1989, ante el gro- tesco espectáculo de la «fusión en frío», de algunos científicos, periodistas y políticos. El sobrio The Economist anunció a toda portada la llegada de la «fusión en frío». También explica las olas de fervor por los experimentos, más serios, de fusión (en caliente), aunque la tecnología no está ni mucho menos a punto. En los úl- timos párrafos del último capítulo de este libro, retomaré la dis- cusión sobre la percepción y valoración sociales de los cambios tecnológicos (siguiendo la «epistemología política» de Funtowicz y Ravetz).

Nota bibliográfica

Hasta ahora el estudio más completo de la obra de Georgescu- Roegen, con amplia bibliografía, ha sido publicado por sus com- patriotas J.C. Dragan y M.C. Demetrescu, Entropy and Bioeco- nomics: the New Paradigm of Nicholas Georgescu-Roegen, Na- gard, Milán, 1986. Ver también los últimos artículos de y sobre Georgescu-Roegen en las actas del Congreso sobre Entropía y Bioeconomía, Fondazione Dragan, Roma, Nov. 1991 (publicadas por E.A.B.S., Fondazione Dragan, Via Larga 11, Milán, 1993).

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