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  • 8/17/2019 De Galileo a Duhem

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    NOT

    p GALILEO A DUHEM

    Ya indiqué que, en función

    misma

    de su filosofía de

    las

    ciencias, Duhem redujo

    la

    revolución galileana a

    la

    mera

    continuación de los esfuerzos tle

    la

    Antigüedad

    y

    de

    la

    Edad Media. Para que la historia de la ciencia sea

    un devenir continuo, toda

    teoría

    científica debe ser

    considerada su

    specie aeternitatc 

    como un esquema

    formal cómodo,

    un

    resumen

    económico

    de

    la expe

    tiencia.

    Para

    apreciar

    las pretensiones realistas de Galileo,

    Ouhem se refiere a un texto clásico de Simplicio, quien

    a

    su

    vez

    transcribe

    un

    pasaje

    de Geminus (siglo

    1

    a.C.).

    He aquí el

    texto:

    Corresponde a

    la teoría

    física el examen de lo con

    cerniente a la esencia del cielo y de los astros a su

    poder, su calidad, su generación

    y

    destrucción;

    y por

    Júpiter, ella tiene

    también el poder

    de suministrar

    las

    demostraciones relativas a la magnitud la figura y el

    orden de dichos cuerpos.

    En

    cambio, la astronomía ca

    rece de aptitud para

    tratar

    de esas cosas primeras. Sus

    demostraciones tienen por objeto

    el

    orden de los cuer·

    pos celestes, pero sólo después de declarar que

    el

    cielo

    está verdaderamente ordenado. Ella discurre de las

    figuras, las magnitudes y las distancias de La Tierra, del

    Sol

    Y

    de la Luna; habla de eclipses, de conjunciones de

    nstros, de las propiedades cualitativas y

    cuantitativas

    de

    sus movimientos. Dado que

    la

    Astronomía depende

    la

    teoría

    que

    considera las figuras desde

    el

    punto de

    y•sta de la calidad, de

    la cantidad y

    de la magnitud, es

    JUsto que

    requiera el socorro

    de

    la

    Aritmética

    y

    de la

    Geometría; respecto de ~ q u e l l a s cosas,

    las

    únicas de las

    ue está autorizada a hablar es necesario que concuer·

    l con la Aritmética y la Geometría.

    Por otra

    parte a

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    80

    IDEA DE UNA HISTORIA

    DE LAS

    CIENCIAs

    menudo el astrónomo y el físico

    toman

    el

    mismo

    capf.

    tulo de la Ciencia como objeto de

    sus

    demostraciones.

    Por

    ejemplo, am bos

    se pr

    oponen probar

    que

    el Sol

    e

    grande o la Tierra esférica; pero sus caminos son di.

    ferentes.

    El

    físico debe

    demostrar

    cada

    una de

    sus pro.

    posiciones extrayéndolas de la esencia

    de

    los cuerpos

    de

    su

    poder

    , de

    Jo

    que

    más conviene a

    su

    perfección,

    su generación, de su transformación. En cambio, el

    astrónomo

    establece sus proposiciones mediante las

    circunstancias

    que acompañan

    a las magnitudes y figu.

    ras, mediante las particularidades cual

    itativas

    del movi.

    miento y el tiempo que corresponde a ese movimiento.

    A

    me

    nudo,

    el físico

    se

    restringirá a

    las causas y

    centra.

    r

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    8

    IDEA DB UNA

    HISTORIA

    DE LAS CIBNc:.tAa

    podía realmente subsistir en la naturaleza de las cosas

    Entonces

    se

    dio

    cuenta

    de

    que

    tal

    ordenamiento de

    l;Ú

    partes del

    Cielo

    no

    podía

    existir

    -porque

    si

    cada

    una de

    ellas estaba bien proporcionada en sí misma,

    la

    1eunión de

    todas

    ellas culminaba en la

    quimera

    más

    monstruosa-

    ;

    como ya he

    dicho, comenzó a preguntarse

    cuál

    podía

    ser,

    realmente

    , el sis

    tema del

    mundo. Esta

    vez ya no se

    trataba de

    ayudar al

    astrónomo -cuyos

    cálculos

    ya estaban hechos-

    sino de dilucidar

    uno

    de

    los

    grandes problemas de

    la filosofía

    natural.

    Una cosa

    era cierta:

    si

    con

    hipótesis fals

    as

    se

    había

    logrado sa.

    tisfacer las simples apariencias, esta finalidad

    se

    logra.

    r ía mucho mejor a partir de la auténtica constitución

    del Universo. Fue entonces que Copérnico, enriquecido

    por

    gran

    número

    de

    observaciones exactas

    sobre

    los

    mo-

    vimientos de las estrellas, emprendió la búsqueda infa.

    tigable

    de

    esta

    constitución; guiado

    por

    la

    autoridad

    de

    numerosos

    e ilustres autores antiguos, comenzó a con-

    side

    rar

    la movilidad

    de

    la Tierra y la inmovilidad del

    Sol

    sin

    ese ejemplo y esa autoridad, jamás

    esta

    idea

    l hubiera

    pasado por

    la

    mente

    , o bien le

    hubiera

    pa.

    recido, como ocurrió al principio según él mismo decla·

    1a,

    una inmensa paradoja).

    Finalmente, al

    cabo de

    pro-

    longadas observaciones, convencido

    por

    múltiples

    con-

    ccrdancias y por las más sólidas demostraciones, ese

    sistema

    le pareció

    tan

    en

    acuerdo con

    la armonía del

    mundo

    que

    estuvo absolutamente seguro de

    su verdad.

    Si introdujo ese sistema, no fue entonces para satis-

    facer las necesidades del astrónomo puro sino obede-

    ciendo a la necesidad de la naturaleza . . .

    Pero

    todavía

    es

    necesario

    considerar

    algo

    más

    : cuan·

    do

    se habla

    del movimiento o del reposo

    de

    la

    Tierra y

    del Sol, se

    plantea

    un dilema entre proposiciones con-

    tradictorias de

    las

    que

    una

    es

    necesariamente verdade-

    ra , sin

    que de

    ningún

    modo pueda

    afirmarse cuál

    de

    ellas

    lo es

    . O

    sea

    : si

    la

    movilidad

    de la

    Tierra

    y

    el

    movimiento

    del Sol son

    e he ho

    verdaderos, y

    la

    posi·

    ción contraria

    es

    absurda, ¿cómo sostener razonable-

    mente

    que

    esta

    última

    se adapta mejor,

    según

    el

    mo-

    vimiento

    y disposición

    de las estrellas

    , a las apariencias

    perceptibles; mejor, pues, que la posición verdadera?

    ¿Quién i

    gnora

    que, en la naturaleza, el conjunto de

    ac.flBL FICHANT

    83

    erdades

    forma

    un todo armonioso mientras que entre

    r hipótesis falsas Y los efectos ve rdaderos

    se

    manifies·

    1

    :

    una disonancia evidente? Veríamos entonces

    ajus·

    wrse la movilidad

    de

    la

    Tierra y

    la inmovilidad del

    sol

    con la disposición

    de

    todos los cuerpos del mundo

    y

    on

    todas las observaciones realizadas

    con la

    mayor

    recisión

    por nosotros

    mismos y por

    nuestros prede·

    ~ s r s

    ¿tal posición

    seria

    falsa? Si se considera

    como

    una verdad la inmovilidad

    de

    la

    Tierra

    y el movimiento

    el

    Sol , ¿éstos no podrían en ningún caso concordar con

    as otras

    verdades? Aun

    cuando se pudiera afirmar que

    ambas opiniones

    son

    falsas, sin

    duda habrá

    una

    más

    conveniente que la otra para

    dar cuenta de las

    aparien-

    cias

    . Pero

    de

    ahí a

    afirmar

    que

    entre esas

    dos propo-

    siciones una

    de

    las cuales es verdadera

    y

    la otra

    falsa-

    es esta

    última la

    ctue

    mejor

    refleja los efectos

    aturales, he aquí algo que supera mi imaginación.

    En

    consecuencia, agrego y respondo:

    puesto

    que Copérnico

    reconoce haber satisfecho ampliamente

    las

    exigencias de

    Jos astrónomos considerando como verdadera la hipó-

    tesis común,¿cómo es

    posible que haya querido o podido

    satisfacer de nuevo las mismas exigencias con una hi·

    pótesis

    errónea

    y estúpida?

    Llego así al

    nudo

    del problema, para

    mostrar

    cuán

    atento se debe ser

    cuando

    se discute

    este

    tema.

    Hasta

    ahora

    , los

    astrónomos admitieron dos

    tipos

    de

    supuestos : los

    primeros

    conciernen a

    lo absolutamente

    verdadero en la naturaleza; en cuanto a Jos segundos,

    fueron imaginados para

    dar

    cuenta de

    las

    apariencias

    de

    los movimientos astrales que se manifiestan en de-

    sacuerdo con las primeras

    y

    verídicas suposiciones. Es

    así

    que Ptolomeo,

    antes

    de consagrarse a la explicación

    dr:

    las apariencias, supone

    no

    ya como

    astrónomo sino

    cc

    ·mo filósofo e inspirado directamente en Jos

    filósofos

    que

    los movimientos celestes son todos circulares y

    I Egulares,

    esto

    es, uniformes;

    que

    el Cielo

    afecta

    la

    fonna de una esfera;

    que

    la Tierra ocupa el centro de

    In misma,

    que es

    esférica,

    que

    está inmóvil, etc. Más

    tarde, fijando su atención en las desigualdades que se

    observan

    en

    los movimientos y las distancias de los

    Planetas -desigualdades que parecen desmentir

    las

    Pritneras suposiciones naturales y

    admitidas-

    enuncia

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    84

    IDEA

    DB

    UNA HISTORIA

    DB

    LAS CmNCIAs

    un

    segundo tipo

    de supuestos cuya

    finalidad,

    sin

    olvidar

    supues tos precedentes,

    es permitir la comprensión

    del origen

    de

    las

    irregularidades

    evidentes

    que se ob..

    sL-rvan en el movimiento de los astros

    en su

    alejamiento

    y aproximación

    respecto

    a la

    Tierra. Para

    ello, intro