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Los Conventillos de Dueños Aires
La Casa Mínimaun estudio arqueológico
Daniel SchávelzonC o o rd in a d o r
EDICIONESTURISTICAS
Daniel SchávelzonEs especialista en arqueología urbana con maestría y doctorado en el exterior del país, Investigador Principal del Conicet, ha fundado el Centro de Arqueología Urbana (FADU, UBA) y el Area de Arqueología Urbana (DGPat, GCBA). Sus áreas de trabajo son la arqueología histórica, la que ha desarrollado e impulsado en Buenos Aires y otros sitios del país y del exterior y trabaja en temas de conservación del patrimonio cultural, políticas culturales y tráfico ilegal de obras de arte. Ha publicado más de veinte libros sobre estos temas. Es Profesor Titular en la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo (UBA). Ha recibido premios y becas internacionales, como la beca Guggenheim en varias otras.
Pablo López CodaArquitecto Restaurador. Perteneció al Centro de Arqueología Urbana (UBA) entre 1988 y 1995 y realizó el complejo rescate arqueológico en las Galerías Pacífico (1991). Sus trabajos de campo han servido a la datación de etapas constructivas en edificios de la época de Rosas como en el caso de este libro (1995), en la Casa Ezcurra (1997) y la Casa Elorriaga (1999). Es asesor en conservación y restauración de edificios patrimoniales y se desempeña como profesor de Tecnología de los Materiales (IUNA) y Técnicas Tradicionales de Construcción (CICOP). Es director de las obras de restauración edilicia realizadas por la Escuela Taller de Casco Histórico de la Secretaría de Cultura (GCBA).
Jorge RamosArquitecto dedicado a la historia se ha desempeñado como profesor de historia urbana y de la arquitectura en cursos de grado y postgrado en universidades de Cuba, México, Perú, Uruguay, Chile y Argentina. Como investigador fue miembro de comisiones asesoras del CONICET y realizó investigaciones sobre arquitectura prehispánica y colonial de Mesoamérica y moderna de Latinoamérica y el Caribe. Actualmente tiene cátedras en Mar del Plata y Buenos Aires, donde codirige el Instituto de Arte Americano. Ha publicado diversos libros y artículos.
sigue en la contratapa
Los Conventillos de Buenos Aires
La Casa Mínimaun estudio arqueológico
La presentación y disposición de:
LOS CONVENTILLOS DE BUENOS AIRES La Casa Mínima un estudio arqueológico
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ISBN: 987-9473-54-X
Primera Edición: 2005
Queda hecho el depósito que establece la Ley 11.723
Es una publicación de:Ediciones Turísticas de Mario Banchik Paraguay 2459 PB Buenos Aires - Argentina e-mail: [email protected]
Copyright © 2005 Ediciones Turísticas
Libro de edición Argentina Printed in Argentina
* catalogación en fuente Pag. 156
INDICE
PRESENTACION..........................................................................
INQUILINATO: LUCES Y SOMBRAS DEL HABITAR PORTEÑOJorge Ramos........................................................................................
Tipologías...........................................................................................El hábitat del inmigrante: hacinado, insalubre y costoso ......La vida doméstica.............................................................................Una construcción cultural...............................................................Pobres y famosos..............................................................................La protesta..........................................................................................Algunas propuestas para el habitar popular...............................Y ahora.................................................................................................
LA IDEA DE CONVENTILLOMario Sabugo....................................................................................
Introducción......................................................................................Acepciones y etimologías................................................................Higienismo.........................................................................................Tangos y poesía..................................................................................Narrativa.............................................................................................Crónica urbana y periodística........................................................Historia Social...................................................................................Historia urbana y arquitectónica..................................................Resumen.............................................................................................Conclusiones.....................................................................................Bibliografía.........................................................................................
LA CASA MINIMA: UNA HISTORIA Y UNA LEYENDAPablo López Coda.............................................................................
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ARQUEOLOGIA DE UN CON VENTILLO PORTEÑODaniel Schávelzon .........................................................................................103
I. In tro ducc ió n ............................................................................................. 103II. La Casa Peña: h istoria de una casa y un lo te ............................. 103III. Excavaciones en la C asa I (Casa M ín im a)............................. 110IV. Excavaciones en la Casa II (San Lorenzo 3 9 2 -3 9 4 )......... 110E xcavaciones.....................................................................................................110El Pozo 1 ......................................................................................................... 1 15El Pozo 2 ........................................................................................................... 116La C ám ara 1 .................................................................................................. 1 17La C ám ara 2 .................................................................................................... 118La C ám ara 3 .................................................................................................... 120V. Excavaciones en la Casa III (Defensa 7 6 8 ) ............................... 120Observaciones sobre el ed ific io ..............................................................120El Pozo 1 ........................................................................................................... 121El Pozo 2 (a ljib e )........................................................................................... 122VI. Excavaciones en la C asa IV (Defensa 7 7 4 ) ........................... 124El co n v en tillo ..................................................................................................124La H abitación 7 .............................................................................................127El Pozo 1 ........................................................................................................... 131VIL Las condiciones de vida en el co n v en tillo .............................132B ib lio g ra f ía .....................................................................................................141
LA CO CIN A Y LA CO M ID A EN UN CONVENTILLO PO RTEÑ O : SAN LORENZO Y DEFENSAM ario J. S ilve ira ..............................................................................................143
Hipótesis I .........................................................................................................146Hipótesis I I ....................................................................................................... 146Hipótesis I I I .....................................................................................................146ConclusionesH ipótesis I .........................................................................................................147Hipótesis I I ....................................................................................................... 149Hipótesis I I I .....................................................................................................149B ib lio g ra f ía ....................................................................................................... 1544 Los Conventillos de Buenos Aires
PRESENTACION
A quien hoy pase por la esquina de las calles Defensa y San Lorenzo, sitio habitual del turismo y de los memoriosos de la ciudad, le será señalada una pequeña puerta antigua que es designada con dos nombres propios: la Casa M ín im a y/o la Casa d e l Esclavo L iberto. Y pese a que ambas denominaciones son estrepitosas mentiras, tan absurdas que ni siquiera tienen sustento o que surgieron hace poco menos de veinte años, no sólo se lo sigue repitiendo sino que ha pasado a las guías de la ciudad y se ha consolidado el mito. Tanto que ya ni siquiera importa discutirlo, ahora lo que interesa es entender porqué lo que fue la puerta de servicio de una gran residencia de una familia aristocrática, se transformó en otra cosa, es más, con dos nombres propios.
Esto genera de por sí varias preguntas y de ellas las dos primeras son: ¿Qué le pasó a esa casa para ser recipiente de estas dos historias?, y luego ¿Porqué los porteños pusimos precisamente en ella el fruto de nuestro imaginario? Este libro no responde esos interrogantes en forma directa, ya que no fue ese su objetivo; pero las responde lateralmente, en la evidencia de lo encontrado y estudiado. Este es el resultado de un proyecto de investigación histórica y arqueológica y no de una indagación en la memoria colectiva, eso queda para otros y para el lector. Nos interesó este lugar en la ciudad porque era un caso excepcional para estudiar las transformaciones de la vida doméstica en Buenos Aires a lo largo de un siglo y medio, ver como de una primera modesta construcción se pasó a una gran residencia, la que luego se demuele parcialmente y subdivide en cinco para hacer en ella dos grandes conventillos y tres casas de alquiler. Una de ellas terminó siendo, una vez recortada para adaptarla al mito de ser mínima -entiéndase bien: se achicó la casa para que coincida con la mitología urbana- es decir: se hizo esta casita. El proceso pareció fascinante y es lo que se estudió desde la arqueología y desde la historia. A partir de allí nos preocupó entender la génesis del conventillo propiamente dicho como hábitat, su tipología y características, que son los otros aspectos que se tratan en el libro.
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En la década de 1970 Buenos Aires vivió un complejo proceso de recuperación del barrio de San Telmo, impulsado por diversos motivos. Se generaron actividades como la feria de anticuarios en plaza Dorrego, se construyó la historia mítica del San Telmo co lo n ia l (es arquitectura del siglo XIX tardía en su mayor parte y del siglo XX temprano el resto, no colonial), se impulsó el turismo, la radicación de anticuarios y la restauración de varias casas, incluyendo la instalación del Museo de la Ciudad que tanto ha hecho por este proceso, encabezado por José María Peña. Fue en esos años cuando la memoria de la ciudad se centraba en este pequeño sector, según algunos para liberar a la especulación inmobiliaria salvaje todo el resto -para catalizar las culpas dirán los más psicológicos-, que alguien compró un sector de la vieja Casa Peña, precisamente esa casita que había quedado de su subdivisión y la arregló para hacer la Casa Mínima. Por supuesto lejos estaba esta persona de imaginar siquiera eso: simplemente conservó buena parte de lo que había por su sabor antiguo, acorde a la nueva moda del barrio, cerró las puertas y ventanas de las paredes interiores que aun indicaban que esto era parte de algo más grande y eso fue todo. Al que la veía de afuera no le quedaban dudas que era diferente de las casas vecinas, nada indicaba que por dentro antes fueron una sola que llenaba un cuarto de manzana. El resto lo hizo el imaginario colectivo que necesitaba nuevos lugares para la memoria, este era perfecto, diferente, raro y conservado.
Si el patrimonio arquitectónico es destruido, el imaginario se fija en lo que queda, en donde puede, si no hay casas coloniales -no hay una sola entera en todo San Telmo, solo alguna fachada alterada y unas paredes interiores- inventamos un barrio entero, si no hay casas originales, usamos lo que haya suelto para cargarlo de nuevos contenidos, si no hay historias por contar, inventamos las que sean necesarias. Ese segundo paso se dio poco tiempo más tarde; así como la Casa Mínima nació con la democracia en mitad de la década de 1970, nuevamente en la mitad de la década siguiente, con el regreso de la democracia, la memoria hizo otro juego: comenzó la recu-6 Los Conventillos de Buenos Aires
peración de la historia de los grupos sociales marginados del pasado, en especial los afroporteños, los negros, ese 35% de los pobladores de Buenos Aires que habían sido borrados, desaparecidos de la historia del Liberalismo. Una larga serie de historiadores comenzaron a trabajar en forma sistemática demostrando la importancia que ese grupo humano tuvo en el surgimiento de la ciudad como el gran mercado negrero de Sudamérica, su papel en el trabajo urbano y su continuidad en la cultura, a veces disfrazada, a veces desfigurada, a veces apropiada por otros. Y no casualmente en el momento culminante en que el tema tomó estado público, en que se publicaron los primeros libros, que hubo eventos, congresos e incluso llegó a los diarios, cuando en el Cabildo se festejó el carnaval con tambores y las murgas fueron retomadas por el gobierno de la ciudad (elegido democráticamente desde 1996), nació de imprevisto el mito de que un negro tuvo una casa. ¿Puede haber algo mas racista y discriminador que esto?, casi imposible de imaginar: hubo una única vez un negro (liberto, por supuesto) que tuvo una casa (la más chica de la ciudad, también por supuesto). ¿Cómo explicar que ese tercio de los habitantes, miles por cierto, vivían en muchas casas que no eran para nada diferentes de las otras, ni más chicas ni distintas, quizás pobres, muy pobres, pero no siempre? Hoy por suerte ya se ha estudiado la arquitectura, barrios y edificios públicos para esa población y hechos por la población afro-porteña y nada tiene que ver con esto: el tener algo muy chico no quiere decir que haya sido para o por alguien muy pobre; menos aun estando sobre la Calle Real -actual Defensa- la más cara de la ciudad durante tres siglos.
La memoria se deposita, cubre ciertos edificios en forma de imaginario. Pero más que nada esto sucede cuando no puede descansar sobre sólidas bases científicas, cuando no hay investigación seria y metódica, cuando el patrimonio queda librado a la destrucción, cuando el mito gana a la ciencia, cuando el oscurantismo ocupa el espacio de la cultura. Si no ha quedado una sola de las Sedes de las Naciones -más de cincuenta- en que los negros se agrupaban para sus religiones, tradiciones, entierros y bailes en los inicios del siglo
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XIX, había que inventarla. La única Sede de Nación que ha quedado está en Chascomús y, no por casualidad, en 1950 la hicieron capilla católica rebautizándola como la Capilla de los Negros. Tenemos que viajar hasta ahí para ver, distorsionado, el último ejemplo que queda de quienes con su trabajo y esfuerzo construyeron nuestras ciudades y nuestro campo.
Un día nuestra sociedad comenzó a descubrir su verdadero origen, en una ciudad cuya tercera parte era de negros esclavos, que su propia clase dirigente hizo las riquezas con el contrabando, pero que éste era de carne humana y no de objetos, y eso fue muy duro. Hubo que humanizarlo, tener al menos un negro liberto con su casita, pobre pero digna; y la tuvo. Posiblemente la seguirá teniendo mientras no seamos capaces de elaborar nuestro propio pasado. Y quizás este libro, que tardó diez años en encontrar editor, sea un ejemplo más de la desmemoria; y no fue precisamente culpa de los autores. Pero por suerte (y por desgracia) después de hecho este estudio encontramos la casa de San Juan 338, sin duda la única entera que quedaba realmente colonial. Y pese a lo que se la estudió e investigó por tres años para tener la absoluta certeza de que era de un valor excepcional, no se la pudo conservar. Al menos para nosotros, las casualidades no existen.
Daniel Schávelzon Buenos Aires, navidad de 2004
Los Conventillos de Buenos Aires
INQUILINATO:LUCES Y SOMBRAS DEL HABITAR PORTEÑO
Jorge Ramos
Hacia 1880, al calor del liberalismo europeísta, el acelerado proceso de me- tropolización y la oleada inmigratoria se hace crítico el problema de la vivienda de los sectores populares en las principales ciudades argentinas, particularmente en Buenos Aires.
Por diversas causas, se produce el éxodo de las clases pudientes del sector sur del casco histórico, acentuándose la segregación social y comenzándose a diferenciar netamente el habitar de los diferentes grupos.
Las pésimas condiciones sanitarias de la ciudad tuvieron fuerte incidencia en esa relocalización habitacional. En 1867 habían aparecido algunas señales de alarma cuando los soldados que regresaban de la Guerra del Paraguay trajeron el cólera a la ciudad. Esto se agravó en los tres años posteriores con epidemias sucesivas de tifus, viruela y difteria. Estas dejaron miles de muertos, afectando a los barrios centrales de San Telmo y Mon- serrat, al sur de la Plaza de la Victoria, compartidos por viviendas burguesas y de trabajadores humildes. Pero el hecho
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más impactante fue la epidemia de fiebre amarilla de 1871. Ante la muerte de decenas de miles de personas, el pánico se apoderó de la población y la clase pudiente se mudó a zonas altas. Abandonaron los viejos caserones coloniales, presuponiendo que el foco era la suciedad de los conventillos donde se hacinaban los inmigrantes recién llegados... Diez años más tarde, sin embargo, científicos cubanos descubrirían que el verdadero portador y propagador de la fiebre amarilla era un mosquito.
A estas circunstancias se agregaron el constante aumento de la clase trabajadora en el casco céntrico, el surgimiento de la zona comercial y elegante a lo largo de la calle Florida (al norte de la Plaza), el afán de diferenciarse y el reajuste de los modelos residenciales de la elite que abandonaba la herencia hispánica para adscribirse a los modelos de la vivienda francesa y a la estética de la Ecole des Beaux Arts de París.
La historia paralela fue la persistencia y el crecimiento de la habitación popular en el casco histórico, en gran medida de inmigrantes, acuciados por la depresión económica y la superpoblación en Europa. Fueron atraídos por Buenos Aires, Rosario, Montevideo, Sao Paulo y otras ciudades sudamericanas entre 1880 y 1910. Según James Scobie: “com o la d em anda d e m ano d e obra en e l cen tro era g ra n d e (en con stru cción e industrias d e p ro cesam ien to p red om in aban los ex tranjeros) y e l bo leto d e tran vía aún era caro... estos r e c ién llegado s se con g r ega ron en los con v en til lo s cén tr ico s, en casas d e p en sión y d epa rtam en tos bara tos1 ”.
De este modo, se fueron perfilando los diferentes modos de habitación urbana con sus respectivas características funcionales, tecnológicas, estéticas y de formación del tejido de manzana. Consecuentemente se desarrollaron diversas series tipológicas, a saber:
La vivienda burguesa: Por una parte, los palacetes, botéis p a r t i- cu liers y p e tit s hotel, con plantas protocolares, secuencia vertical y estilo inspirados en los modelos urbanos borbónicos, de uso en10 Los Conventillos de Buenos Aires
Francia y por otra parte las casas de renta, adaptando al tipo de la casa colectiva en altura y los cánones del sistema compositivo beaux arts, imitando el im m eu b le a rapport parisino.
Vivienda de los genéricamente denominados sectores populares: En sus versiones unifamiliar y colectiva hubo gran diversidad tipológica, funcional y formal, así como de modos de producción (autoconstrucción, emprendimientos privados y planes oficiales). Si tomamos el período 1880-1945, entre las unifamiliares, cabe citar la casa chorizo (con o sin jardín al frente, de una o dos plantas), la inconclusa, la cajón y la casilla. Las colectivas, por su parte, fueron la casa de vecindad, los departamentos de pasillo lateral o central (también de una o dos plantas, hoy rebautizados como tipo casa), el pasaje, la casa colectiva, el barrio de viviendas individuales, el barrio-parque de pabellones multifamiliares, la tira de viviendas ferroviarias y -una de las más extendidas- el conventillo.
Tipologías
Desde la perspectiva social, el conventillo se constituyó en el tipo habitacional más significativo. Por un lado daba cuenta de la faz más inhumana del liberalismo con la desprotección de la clase trabajadora, el hacinamiento en tugurios céntricos de cuartos estrechos sin luz ni aire, pésimas instalaciones sanitarias y alquileres abusivos. Por otra parte, se constituía en un espacio cultural inte- grativo, de alta sociabilidad, donde convivían polacos, italianos y españoles con criollos del interior. Compartían fiestas, comidas y luchas reivindicativas, generando nuevas expresiones estéticas, musicales y de lenguaje (como el sainete, el tango y el lunfardo).
Era en Buenos Aires y Rosario2, la versión criollo-napolitana del slum británico, reproducido con el mismo nombre en Santiago de Chile, La Paz, Lima y Montevideo, como c o r t i jo en Sao Paulo3, como v ec in d a d en Ciudad de México4, m esón en Zacatecas (México) y en San Salvador (El Salvador) y ten em en t hou se e n Nueva York (Estados Unidos de América).
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Sus antecedentes más directos los encontramos en los corra les d e vec in os sevillanos, con habitaciones alrededor de un patio dispuestas en más de un nivel o en una versión local no tan estructurada: los cuartos p a ra ren ta de la época del Virreynato del Río de la Plata. En Argentina, su auge coincidió con la fuerte oleada inmigratoria de fin del siglo XIX.
Según Scobie, la cabeza de serie habrían sido dos conventillos de 30 piezas cada uno, construidos en 1867 por comerciantes italianos en Corrientes entre Talcahuano y Uruguay. Se multiplicaron de tal forma que en 1880 ya alcanzaban al 15% de la vivienda urbana3. En una fecha tan temprana como 1871, el diario La Prensa comentaba la generalización del “sistema d e con stru ir en p equ eñ os terrenos gra n can tidad d e habitaciones hechas con materiales d e p o co costo y d e tales cond iciones qu e produzcan un a lqu iler d e 3 a 4% ” lo que representaba una recuperación de la inversión en dos años y medio6.
Los hubo de dos tipos: los d e rezago7 y los de nu evo diseño. Los primeros aparecieron como adaptación de antiguas casas chorizo o casonas de patios, obsoletas o muy deterioradas, ubicando en cada cuarto una familia. Los segundos, que ya en 1880 constituían el 17%, fueron construidos por especuladores urbanos en base a una máxima explotación del lote, disponiendo una serie de habitaciones (de aproximadamente 4 x 4 x 4 m) para una familia en cada una de ellas, alrededor de un espacio abierto central y común: el patio del conventillo, donde lavaderos y sanitarios se agrupaban en batería. Podían tener dos niveles, en cuyo caso las escaleras sabían colocarse a mitad del patio.
Estos últimos son la versión más generalizada del tipo denominado c o n v en t i l lo , el que en el cambio de siglo XIX a XX no aparece con clasificación precisa en la documentación oficial. Algunas veces, como en los censos de 1887 y 1904, no se lo define explícitamente; otras veces se lo menciona ocasionalmente con ese nombre (censos de 1869 y 1895) y frecuentemente se lo de-12 Los Conventillos de Buenos Aires
nomina casa d e inqu ilina to . Pero si nos atenemos al citado censo municipal de 1904 podríamos establecer tentativamente que tanto el número de habitantes (en la enorme mayoría superior a treinta)8 como la disposición de las habitaciones en torno a un patio, con servicios comunes, caracterizan al conventillo; confirmado esto por su difundida aceptación en el habla popular.
Otro subtipo, en una o dos plantas, fue el de los con v en tillo s chorizo con distribución similar a los anteriores pero a simple crujía, dando sus habitaciones a patio lateral. Estos aparecieron, en gran medida, debido a la densificación urbana operada durante el proceso de metropolización, en el cambio de siglo XIX a XX. En ese momento se produjo un alza del valor de la tierra urbana, sobre todo en el área céntrica y barrios aledaños (entre 1886 y 1887 subió un 30/40%). Esto originó un reparcelamiento de las manzanas, estrechándose los lotes hasta frentes mínimos.
Al calor de esta especulación, que perseguía el máximo aprovechamiento del predio y la mayor renta de la inversión inmobiliaria, la arquitectura iba quedando condicionada en sus tipologías a la vez que redefinía el paisaje urbano. Esta fragmentación, que también se dio superponiendo plantas en altura, llegó a su máxima expresión en la vivienda para los sectores populares, afectando en particular las condiciones de habitabilidad de los conventillos.
Hubo otro tipo de conventillos muy difundidos en el barrio de La Boca, habitado por ligures (mayormente genoveses) y asociado a la actividad naval y portuaria desde la segunda mitad del siglo XIX. Esta composición social se modifica en la década del 40 del siglo pasado con el arribo de migrantes de nuestras provincias y luego, en los 60s y 70s con la instalación de uruguayos, chilenos, bolivianos y paraguayos, quienes modifican la población extranjera. A estos pobladores de conventillos se sumarán en los últimos años los llamados nuevos pobres. Allí las viviendas, inquilinatos en un gran porcentaje, tienen una firme identidad: son volúmenes
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Patio y escalera del conventillo de inmigrantes, en Independencia 356. Nov. 1907.
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cúbicos, a veces sobreelevados con pilotes (debido a periódicas inundaciones), de chapas onduladas de los más estridentes colores, utilizando en su origen los sobrantes de pintura de los barcos.
La generalización de este cromatismo espontáneo contribuyó en gran medida a una imagen barrial homogénea que tuvo algunas variaciones en el tiempo, pues a los colores poco saturados de la etapa fundacional los sucedió la paleta del pintor boquense Benito Quinquela Martín -extendida al mobiliario urbano y portuario-.
En los últimos años, al calor del turismo masivo, la tendencia a una policromía abusiva, estridente e impostada, se acentuó sobre todo en el área de la Vuelta de Rocha. Estos conventillos se disponen en el terreno como bloques de más de una planta, construidos por adiciones progresivas y separados por patios no tan amplios como los de los tipos antes mencionados. Patios característicos, con sus exentas escaleras de madera y circulaciones perimetrales a la manera de galerías-balcón. Son las mismas viviendas que el viajero francés Jules Huret, allá por el año 1910, describía como ... “constru idas con p lan cha s p in ta rra jeadas d e verd e o d e rosa v ivo p o r sus m ism os du eños y q u e se p a re cen a cabañas d e g itanos o bohem ios dispuestos a d e ja r e l lu ga r en cuan to sea p rec iso9 ”.
Esta particular tipología presenta un fuerte condicionamiento tecnológico y económico, relacionado a un sistema constructivo desplegado en varias zonas de América Latina: el balloon-fram e. El sistema, supuestamente inventado circa 1830 por el norteamericano George Washington Snow, consiste en una estructura de tirantes livianos, de 2” x 4”, separados 40 cm entre sí, conformando un entramado plano que se une por sus bordes con pisos y techo. En general se lo revestía con tablas, aunque en el caso de La Boca lo más frecuente es la chapa de cinc ondulada. Esta tecnología popular es de rápido montaje y no requiere mano de obra especializada debido al uso de herramientas simples y a una ornamentación en base a elementos intercambiables, normalizados en los pa ttem -book s o catálogos editados en Estados Unidos dé América. Fundamentalmente, se desarrolló en enclaves y centros de afluencia súbita de mano de obra (navales, cementeros, salitreros, petroleros, bananeros, azucareros, etc.) como versión local de las company-towns. Tal los casos de Chacabuco
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y Sewell en Chile; Tampico y El Oro en México; Quiriguá en la frontera hondureño-guatemalteca; Cerro de Pasco en Perú o incluso capitales como Belize City, San Salvador y San José de Costa Rica,
Muy emparentada con los casos que estamos analizando, otra tipología de vivienda colectiva que se desarrolló a comienzos del siglo XX fue la casa d e vecindad . Derivada del partido conventillo poseía un patio común de funciones más diversas y en vez de contar con un cuarto por familia con derecho a uso de lavadero y retretes comunes, cada unidad de vivienda tenía dos cuartos, cocina y baño incorporado, más un patiecito propio.
Tipos similares se encontraban en Alemania, Inglaterra, Italia y Rusia. También en Sevilla con la denominación casa d e vecinos (como evolución de los ya citados corrales de vecinos) y en México como otra variante de v ec in d a d , muy difundida en el Primer Cuadro y especialmente en el barrio de Tepito; con unidades más complejas donde el patiecito se denomina azotehu ela y que, al igual que en Buenos Aires, derivarán sustituyendo el patio común por un pasillo.
El hábitat del inmigrante: hacinado, insalubre y costoso
En cualquiera de sus versiones el conventillo fue, mayoritaria- mente, la vivienda de los inmigrantes. Algunas cifras nos pueden mostrar más cabalmente el incremento inmigratorio, sus ocupaciones y su relación con este tipo habitacional.
En la década de 1880 ingresaron a Argentina 649.000 inmigrantes, que prácticamente se duplicaron en la década posterior, cuando arribaron 1.142.000. Esa masa fue absorbida en gran parte por las ciudades, llegando a tener Buenos Aires -según el censo de 1887- un 53% de extranjeros. Ese mismo año, el 27% de la población vivía en conventillos (pico de la década) donde un 72% de sus moradores eran europeos de origen rural, en condiciones de hacinamiento creciente.16 Los Conventillos de Buenos Aires
Inquilinos mateando en una pieza.
Estos ocupantes, en una notoria mayoría italianos, debieron incorporarse a tareas urbanas. Si nos atenemos a los datos del Censo Nacional de 1869, en los conventillos del casco céntrico (Distrito I) más de la mitad de las mujeres trabajaban y lo hacían como sirvientas, planchadoras, lavanderas o costureras; mientras que la mayoría de los hombres eran peones y el resto se ocupaba de trabajos especializados (eran zapateros, sastres, empleados y en gran número obreros de la construcción). Veamos el incremento de conventillos y su población durante tres décadas del cambio de siglo XIX a XX.
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Los Conventillos de Buenos Aires
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Increm ento de conventillo s y su pob lac ión
Año Conventillos Cuartos Habitantes Habitantes/cuarto
1880 1.770 24.023 51.915 2,21883 1.868 25.645 64.156 2,51887 2.835 s/d. 116.167 s/d.1895 2.249 37.603 94.743 2,51905 2.297 38.405 129.257 3,41907 2.500 s/d. 150.000 s/d.
Fuentes: Dr. Guillermo Rawson, Censos Generales de la Ciudad de Buenos Aires y Departamento Nacional del Trabajo.
Es interesante constatar cómo situaciones similares se presentaban en países limítrofes. Los censos de Santiago nos indican que la mayoría de los conventillos se situaban en el sector céntrico y ultra Mapocho, dando para: 1910: 1.909 conv. = 17.000 cuartos = 72.000 hab. = 4,2 hab/cuarto, agravándose el problema hacia 1930. En ese año, la oleada de migrantes mineros por el cierre de las o fic in a s salitreras del norte del país, elevó los habitantes de conventillos al 50% de la población santiaguina, con un índice de 5,7 hab/cuarto y más de 2 personas por cama10.
En Montevideo, entre 1876 y 1908, hubo de 450 a 600 conventillos -sin hacinamiento considerable (2,7 hab/cuarto)- llegando a albergar a un 20% de la población, de los cuales un 54% eran italianos y españoles11.
En Sáo Paulo, que había decuplicado su población entre 1890 y 1920 con una fuerte inmigración italiana de tradición libertaria, se registraban también altos índices de hacinamiento en cortijos , con deficientes condiciones sanitarias, tornadas críticas durante el brote de viruela de 1885 y las sucesivas epidemias en la última década de aquel siglo. Siguiendo el ejemplo de Buenos Aires, se formó allí -a fines de 1907- el llamado com id o d e inquilinos., un movimiento de agitación popular para la rebaja de alquileres y mejoras edilicias.
Volviendo al ámbito porteño, sabemos que, fuera de los promedios de densidad apuntados, no era extraño encontrar a 6 ó 7
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hombres solteros ocupando una misma pieza con sólo 2 ó 3 camas o habitaciones con familias de 6 miembros más algunos parientes o paisanos alojados transitoriamente.
A estos índices de hacinamiento había que agregar las pésimas condiciones de higiene y mantenimiento general -responsabilidad de los propietarios- no obstante que, desde 1871, existía un Reglamento oficial para conventillos que establecía normas sobre construcción, materiales, terminaciones interiores, ventilación y disposición de letrinas.
En esta materia, es reveladora una visión del higienismo de la época sobre los primeros conventillos que encontramos en la Revista M éd ico Q u irú rgica . Tomo 8. Buenos Aires. Año 1871. pp. 116 y 117: “En Buenos Aires hay no m enos d e 200 conven tillos... en ellos v iv en las g en tes más su cias q u e p u ed e con ceb irse. Hay con ven tillo s d e 30 hab ita cion es d e 5 varas d e claro en las cuales v iv en hasta 168 persona s... H ay otros en q u e e l n úm ero ex ced e d e 200. Cada p iez a está d estin ada p a ra 8 personas. Estas p ieza s no tien en otra v en tila c ión q u e la p u er ta d on d e se en tra ... Hay con ven tillo s d o n d e se han en con trad o 80 y más (camas) en un salón colo cadas unas sobre otras a m anera d e cam arotes... A llí se p a ga p o r d o rm ir a tanto las 6 horas. En la cam a ca lien te q u e d e ja uno se a cuesta e l q u e llega... Cada vez q u e ha hab ido ep id em ia es en los con ven tillo s en d on d e ha ce f u r o r ”.
La persistencia de este habitar degradado hizo estragos durante la epidemia de peste bubónica de 1900 y la de viruela de 1901. Para paliar los problemas sanitarios se dictaron sucesivas ordenanzas y reglamentos municipales como los de 1871, 1887, 1893 y 1899, aunque los propietarios se resistían a su cumplimiento. Así ocurrió con los mínimos establecidos de duchas y letrinas, llegándose a registrar desproporciones de una ducha y una letrina cada 60 personas, no cumpliéndose tampoco con la separación mínima de 4 varas entre piezas y resumideros. A su vez los patios tenían pavimentos y drenajes deficientes, mientras que la superficie y altura de las piezas se había venido achicando y pocas veces se cumplía con la ventila- 20 Los Conventillos de Buenos Aires
ción mínima de banderola y ventana, por lo que sobre el fin de siglo el municipio tuvo que aumentar las inspecciones y sanciones12. A este déficit sanitario se agregaba el aumento creciente de los alquileres, lo que a su vez alentaba el hacinamiento. La renta de una pieza que en 1870 era de 4 pesos oro, 20 años después había subido a 8. En 1912 alcanzaba a 13 pesos oro en San Cristóbal y San Telmo y 18 pesos oro en Catedral al Sur y Socorro. Equivalía a cerca del 30% del salario de un peón de albañil, 22% de un medio oficial y 15% de un artesano especializado. De acuerdo con estadísticas de la época esto significaba que una pieza llegaba a costar 8 veces más que otra similar en Londres o París13.
Vacunación en un conventillo durante la epidemia de viruela. Abril de 1901.
La vida doméstica
En cada una de sus piezas las familias se acomodaban y organizaban su vida doméstica como podían. Era un ambiente único para dormir, comer y realizar labores, con una precaria ocupación de un sector del patio a la entrada de cada habitación, para cocinar. No siempre había cocinas comunes, siendo la situación más
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frecuente una repisa con cocinilla, Prim us o un brasero de carbón en el piso junto a cada puerta; ubicándolo algunas veces en el interior (sobre todo en invierno), con el consiguiente peligro de incendio o emanación de gases tóxicos. En conventillos más organizados se instalaban las cocinas en el patio, a manera de cuartuchos de madera junto a cada habitación.
El mobiliario consistía en una mesa, algunos bancos o sillas - generalmente de junco-, un ropero o ganchos para la ropa, algún baúl, cuadros de familia, imágenes religiosas, un farol a kerosene, catres o camas turcas (un bastidor metálico con elástico montado sobre cuatro patas de madera torneada), a veces camas superpuestas, un espejo, un aguamanil o palanganero, escupideras y, ocasionalmente, una máquina de coser. Muchos enseres se amontonaban apilados o colgados de la pared en el exterior, como bolsas de carbón, cajones de fruta, canastos, tachos, fuentones, tinas de madera, ollas, escobas, jaulas de pájaros, macetas, etc.
Pero también en algunos conventillos había piezas para grupos de hombres solos -generalmente inmigrantes solteros-, cuyos mobiliarios no diferían mucho de los descriptos. Y, con un arreglo contrastante con la humildad de sus vecinos, los conocidos cotorros14 o bulines15, típico hábitat del compadrito, ese tipo social híbrido de gaucho urbanizado y de inmigrante, frecuentemente dedicado a ca fisho16.
Para una visión del interior de un cotorro, nada más pertinente que la descripción de la pieza de El Cívico, famoso rufián descendiente de albanos, que de 1905 a 1908 ocupó la N° 15 del conventillo El Sarandí, en Sarandí entre Constitución y Cochabamba (parroquia de San Cristóbal): “Algunos m ueb les Luis XV, con m oñitos y muñecos. A lmohadones p in tados p o r am igos suyos en la cárcel. R etratos d e é l en p r o fu s ión (can tando, ba ilando o en fie s ta s cam pestres). Sobre la cab ecera d e la cam a los retratos d e los pad res d e La M oreira (su mujer, a la q u e explotaba), y a los costados dos largos tarjeteros, con recuerdos d e A ndalucía p a ra ella y saludos pa ra é l d esd e Ushuaia. En
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una cola d e crin, p e in es y p einetones. Una lám para a kerosén d e gran tamaño, qu e El C ívico p restaba a los vecinos, cu ando en e l p a tio había ‘b a ilon go ’... En e l f la n co visib le d e l ropero una costosa gu ita rra ... en una fu n d a d e terciopelo celeste, con un p a v o rea l bordado y d eba jo la pa lab ra 'R ecu erd o '; traba jo tam b ién ca rcela rio . S obre la cam a, una po licrom a m anta pam pa, qu e é l usaba adem ás pa ra los carnavales, en su disfraz d e matrero. A cada lado d e la cama, una a lfom bra flo reada , y a la cab ecera (hacia un costado, pa ra qu e no la ocu ltase e l m osquitero d e tu l blanco), una im agen d e San Roque. D ebajo d e la a lm ohada e l cu ch illo , la daga o e l sab le bayoneta (arm a d e guapos)... D ejaba d o rm ir sobre la m anta pam pa a su p erro fox terr ier llam ado Pito. En e l toilet, g ra n co lección d e adm in ícu los d e m aqu illa je y a tavío y fra sco s d e p e r fu m e (en tre ellos, e l in fa ltab le ‘Sola m ía ‘). En e l espejo d e l ropero, en los ángu los d e arriba, p in tados en varios colores, ram itos d e rosa... Una reposera d e v ia je en la qu e El C ívico... solía d o rm ir la siesta. En una rinconera, un relo j d e música, que, antes d e d a r la hora, tocaba los p r im ero s com pases d e l H imno N acional. En la p u er ta y en la v en tana, cortinas d e h ilo bordado. En una m esita con stru ida ad -hoc, e l equ ipo d e l mate. El m ate -d e tres p ie s - y la bombilla, d e p la ta y oro. La azu ca rera estaba h ech a con e l caparazón d e un p e lu d o . D el d in t e l pa rtía un toIdito pa ra e l m ate d e la tarde... en e l p a t io17 ”.
Una construcción cultural
Como habíamos comentado al comienzo, el conventillo era el espacio de la miseria pero, a su vez, de la solidaridad y la integración social, de una cultura de mezcla en formación. En ese mundo de anarquistas y poetas, gringos y compadritos, lavanderas y prostitutas, obreros y rufianes convivían lenguas como el lunfardo, el cocoliche y el idish, música criolla y del mediodía europeo, pucheros y mazamorras, pan con tocino y pa sta a sciu tta , borsch y fainá todo en un clima de trabajo y frecuente algarabía.
En una crónica de 1886, encontramos un significativo testimonio de ese mosaico social de etnias y labores: “En la p r im era p ieza
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v iv e un m a trim on io italiano, n i m uy jo v e n n i m uy viejo, zapatero e l m arido y cocin era d e circunstancia la m u jer; en la segunda una viuda con c in co hijos, sustentándose, no sin apuros, con e l trabajo d e dos d e ellos; en la tercera ha instalado su laboratorio y su fam ilia un qu ím ico d e pa co tilla , g ra n con fe c c ion a d o r d e toda clase d e aguas olorosas qu e colocadas en dos cestas, v en d e después adonde p u ed e con peines, cajas d e fós fo ro s y otros m enesteres; sigu e con su m u jer y dos hijos un vigilan te qu e no d eja d e p regun ta rse con fr e cu en c ia q u é p o rv en ir le está reservado a quien se pasará los días y las noches gua rdando lo qu e tien en los demás; en la otra celda, aunqu e se ha d ich o qu e sólo v iven tres vendedores am bulantes italianos, s é p o sitivam en te q u e p o r la n och e vien en ocho p o r lo m enos a tend er sus huesos, sin desnudarse siquiera, sobre esos dos m iserables je r g o n e s qu e se ven allá; en la sexta p ieza han instalado sus reales tres chinas, a las qu e no se les con o ce o ficio n i ocupación defin ida, p o r q u e p a san e l d ía tom ando m a te y só lo a l ca e r la ta rd e se dan una vueltita no se sabe p o r d ón d e18 ”...
Las historias de la vida de conventillo enriquecieron la cultura popular tematizando letras de tango, novelas, ensayos, versos atorrantes, sainetes y obras de teatro. Las referencias al con v en to o co n v o y , como se lo solía llamar entre los lunfas ya bien entrado este siglo, son innumerables con gran protagonismo de los hijos del inmigrante.
Entre los tangos cabe mencionar: Oro m uerto (1926) con letra de Julio Navarrine, que le canta a las p a ica s milongueras y a los pibes del patio; F lor d e fa n g o (1914) de Pascual Contursi, que narra el pasaje de una mina desde su cuna -que “fu e un con ven tillo a lum b rad o a k ero s én ”- a las “fa r ra s d e ch a m pá n ” del centro, para terminar, en su decadencia, alquilando una pieza en una “casa ‘e p e n s i ó n ”; y del mismo autor Ventanita d e a rraba l (1927) que describe: “en e l ba rr io Caferata, un v ie jo co n v en t i l lo con los p iso s d e ladrillo, m in ga d e p u er ta c a n c e l ”; El bu lín d e la ca lle A yacucho (1923) de Celedonio Flores que evoca un “cotorrito m istongo, tirado en e l fo n d o d e aq u e l con ven tillo , sin alfombras, sin lu jo y sin brillo ”.24 Los Conventillos de Buenos Aires
Muy tempranamente aparecen descripciones del habitar en el conventillo en la novela argentina. Probablemente la primera haya sido una pintura descarnada y algo siniestra, con el protagonismo de doña Catalina -una proxeneta trotaconventos- relatada por el Dr. Ceferino de la Calle (seudónimo de Silverio Domínguez) en Palomas y gavilan es (1886)19. Dentro del mismo género, encontramos En la sangre (1887), de Eugenio Cambaceres. Casi incursio- nando en el ensayo, hubo excelentes descripciones de las casas de inquilinato en Croquis bonaerenses (1896) de Marcos F. Arredondo, El con ven tillo (1918) de Luis Pascarella -comentando las penurias del inmigrante- a los que habría que agregar la amarga visión que aparece en La casa p o r d en tro (1921) de Juan Palazzo. Los que poetizaron la vida del conventillo son legión. Hasta Evaristo Carriego pocos eran los poetas que se habían ocupado de interpretar el mundo popular. Carriego, durante la primera década del siglo pasado, abre el campo con la serie El a lm a d e l su bu rb io , seguida por La can ción d e l barrio. A él le siguieron Fernández Moreno que le cantó a “esos solemnes caserones / que transform ó e l azar en con v en tillo” y, con una acentuada protesta social, Alvaro Yunque (Arístides Gandolfi Herrero) quien en sus Versos d e la ca lle (1924) da gran protagonismo a los inquilinatos. Del mismo modo, ya en el primer libro de Raúl González Tuñón (El v io lín d e l d ia b lo , 1926) encontramos los hermosos “Poemas d e l con v en tillo”.
Por su parte, el sainete (derivado del sainete criollo de la primera mitad del siglo XIX) y el grotesco se constituyeron en las principales dramatizaciones del habitar popular urbano. Mientras el grotesco se presentaba como un drama intimista, el sainete se desarrollaba como un género tragicómico de lenguaje coloquial en el escenario del babélico patio del conventillo y la infaltable milonga. En este género cabe señalar a dos autores: Carlos M. Pacheco y Alberto Vacarezza; el primero escribió Los disfrazados y El d iab lo en e l con v en tillo , mientras que el segundo se destacó por Tu cu n a f u e un c o n v en t i l lo , La com parsa se d e sp id e y una pieza paradigmática: El C on v en tillo d e la P a lom a (1929). Del teatro citaremos un clásico de Florencio Sánchez: El con v en tillo (1906).
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Plantas alta y baja. Conventillos de Ituzaingó 777179 y 823/27. Bencich hnos. Constructores.
De las visiones de investigadores contemporáneos, una interesante pintura de la vida cotidiana en el conventillo es la que resume Scobie: “Por lo g en era l la jom a d a se in iciaba temprano -a las 4 y 30 en verano y a las 6 en in viern o- cuando los hombres se marchaban... Poco después com enzaba e l a jetreo d e las mujeres y los niños mayores: pon ían agua o lech e en e l brasero, iban a l m ercado o regateaban en sus puertas con los vendedores ambulantes qu e ofrecían verduras o frutas. A las 9 los n iños pa rtían a reco rrer las ca lles en busca d e a lgún trabajo; los qu e ten ían 7 u 8 años asistían a l p r im ero o segundo g ra d o d e la escu ela primaria. Desde más temprano las mujeres y a habían com enzado su trabajo a desta jo -cosiendo, liando cigarros, p lan chando o lavando-. A las 11 y 30 regresaban los hombres pa ra com er d e prisa un pu ch ero aguachento o algún p la to hecho con maíz. La tarde traía e l bullicio que a m enudo se asocia con los conventillos... era com ún que los menores gritaran, riñeran26 Los Conventillos de Buenos Aires
y ju ga ran en e l patio. Los hombres volvían d e su trabajo a las 6 ó 6 y 30 y p o co después cenaban, p o r lo g en era l un gu iso; a las 10 y 30 casi todo e l m undo estaba en la cama. Los fer iados religiosos y pa trióticos rompían la rutina. Entonces los acordeones, vio lines y gu ita rra s tocaban danzas y canciones d e l viejo mundo, dando vida a estos am bientes grises20 ”
Pobres y famosos
Los barrios o parroquias de mayor concentración de conventillos, durante el cambio de siglo XIX a XX, se correspondían con un arco que rodeaba el casco céntrico: por el sur, San Telmo, Concepción, Boca y Barracas; por el oeste, Piedad y Balvanera; por el norte, San Nicolás y Socorro. Pero cerca de 1920, cuando el saldo migratorio vuelve a subir, se observa un crecimiento notable en el área céntrica -circunscripciones 12a, 13a y 14a 21- así como una extensión hacia el suburbio abarcando Palermo, Villa Crespo, cercanías de Chacarita y Bajo Belgrano.
Entre los más famosos -por diversos motivos- cabe mencionar: Las 14 P rovin cia s22, Babilon ia y Los Dos M undos, nombres alusivos a la multi-etnia de sus habitantes; los populosos El Palomar, M edio M undo, El M undo y Las Cuatrocientas; el C onventillo N aciona l (Serrano 148/158), asociado a la Fábrica Nacional de Calzado de Salvador Benedit en Villa Crespo23, luego rebautizado d e la Paloma en honor a una hermosa fabriquera que se mudó allí, inspirando el sainete de Alberto Vacarezza, en 192924; los patrocinados, como el San A ntonio y el San Gottardo-, los bravos, como El Lnfier- no y La C ueva N egra (Bolívar entre Cochabamba y Garay); Los Cuatro D iques (Ituzaingó 279/325) iniciador de la huelga de inquilinos y también conocido como C onvento d e l Puerto, en alusión a la disposición en planta de sus patios, semejante a los cuatro diques de Puerto Madero, al cual, promediando el movimiento sus habitantes rebautizaron La R evolu ción Social-, Vizcachero (Perú 972), El P ala cio M ish io y El P antano C riollo, destacados por su pobreza y precariedad. Otros famosos por las broncas frecuentes y
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la bravura de sus habitantes eran dos del Bajo Belgrano: el de Las B uenas Aguas, en Blandengues y Nahuel Huapi y el de la N egra Ju lia , en Blanco Encalada entre Arribeños y 11 de Septiembre.
La protesta
Uno de los conflictos sociales urbanos más importantes del comienzo de siglo tuvo como escenario a varios de estos conventillos y fue provocado por las desastrosas condiciones de habitabilidad, situación que desembocó en la huelga d e inquilinos de 1907 llevada a cabo por 120.000 moradores. Sus principales reclamos eran la reducción del 30% en las rentas, mejoras en las habitaciones y en la infraestructura sanitaria, eliminación del sistema represivo establecido por los reglamentos internos, limitación de atribuciones de los caseros o encargados, supresión de contratos leoninos (eliminación de los tres meses de depósito en garantía y flexibilidad en el vencimiento de los pagos). Por su parte el argumento de los propietarios (luego organizados en la Sociedad Corporación de Propietarios y Arrendatarios de la Capital), para justificar las rentas elevadas y la baja inversión en mejoras, era el fuerte aumento de impuestos municipales y territoriales, trasladados de inmediato a los alquileres.
El movimiento tuvo un alto poder de convocatoria y adhesión entre los vecinos, con alto protagonismo femenino y de luchadores sociales, especialmente anarquistas. La huelga duró poco más de tres meses. Se había declarado en el ya citado conventillo Los Cuatro D iques de Ituzaingó 279/325, con la inmediata adhesión del de Uspallata 449. El 13 de septiembre se hizo el llamado a huelga general, fijando lista de reclamos y una estructura territorial con un delegado por conventillo al Comité Barrial y delegados de éstos al Comité Central, con sede en Los Cuatro D iques. A su vez, en cada barrio, se formaron Subcomités de Propaganda y de Solidaridad con los detenidos. El territorio plegado abarcaba San Telmo, Boca, Barracas, Socorro, Balvanera y algunos suburbios más focos en Avellaneda y Lomas de Zamora. También tuvo28 Los Conventillos de Buenos Aires
repercusión inmediata en ciudades como Córdoba, Bahía Blanca y Rosario (130 conventillos plegados con epicentro en los barrios La República, Talleres y Súnchales).
El 19 de septiembre ya había 400 conventillos en huelga que alojaban a 20.000 inquilinos y a fines de ese mes ya eran 120.000 los inquilinos plegados (80% del total), pertenecientes a 2.000 conventillos. A principios de octubre -pico de la protesta- se formó la citada Corporación de Propietarios y comenzaron los desalojos con represión de los bomberos, la infantería y el escuadrón de seguridad de la Policía de la Capital al mando del Coronel Ramón L. Falcón. Simultáneamente se organizó la resistencia contra caseros, propietarios y oficiales de justicia, los atrincheramientos y multitudinarias manifestaciones callejeras (entre ellas la famosa Marcha de las Escobas, con las mujeres de La Boca a la cabeza). Mientras tanto, los desalojados acampaban en las plazas y en carros ofrecidos por el gremio de carreros, de la FORA.
Fuerza de bomberos preparándose a desalojar el conventillo de Perú 973. Nov. 1907.
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El 22 de octubre, en un combate a pedradas y tiros durante el desalojo del inquilinato de San Juan 677, cae asesinado de un tiro en la frente el obrero baulero Miguel Pepe, quien a sus 18 años se convierte en mártir del movimiento quedando varios resistentes heridos. En diciembre decayó la huelga y se disolvió el Comité Central. En síntesis, el episodio culminó en desalojos forzosos, violencia, represión, muerte y deportaciones (aplicando la Ley de Residencia, sancionada en 1902 por el gobierno de Roca)25.
Algunas propuestas para el habitar popular
Preocupado por la indigencia habitacional, el médico higienista Guillermo Rawson en su Estudio sobre las casas d e inqu ilina to d e B uenos Aires de 1884 (citado en nota anterior), recomendaba una reglamentación municipal para las mismas a la vez que impulsaba un plan oficial de construcción de vivienda obrera. En 1900, otro higienista francés -Samuel Cache- escribía Les lo g e - m en ts ou v r ier s a B u en os A ires donde realizaba un diagnóstico y proponía una serie de soluciones ligadas a la tipología fa la n ster io , de Fourier. Muy cercano a estas ideas, en 1887, el Ingeniero Andreoni proyectaba en Uruguay el F a lan ster io M on te v id ea n o , nunca construido.
Otras preocupaciones por la vivienda obrera, con diferentes proyectos, habían sido planteadas por Santiago Estrada en 1874, Alberto Navarro Viola en 1883 y los arquitectos Raymundo Batlle y Augusto Plou.
Con tipologías no muy explicitadas pero casi siempre en la tónica de la vivienda unifamiliar, despegándose del fantasma del hacinamiento en el conventillo, se promovieron diversos conjuntos obreros, a veces asociados a una planta industrial, en general limitados al trazadcf de calles y pasajes. Tal el caso de Villa Alvear en Palermo (1888) o la ya citada Fábrica Nacional de Calzado de Salvador Benedit, en Villa Crespo; ambos inconclusos.30 Los Conventillos de Buenos Aires
A medida que el crecimiento de los conventillos se acentuaba, afirmándose como la principal alternativa del habitar popular urbano, se ensayaron algunas propuestas orgánicas. En esta tónica se lanzó, en 1883, el primer plan de vivienda social promovido por el Estado. Fue cuando la Municipalidad de Buenos Aires proyectó 4 barrios obreros, acorde con las normas de Rawson, de los cuales sólo se edificó uno parcialmente, en 1885.
Se construyó en la entonces periferia urbana, con diseño del Arq. Juan A. Buschiazzo, disponiendo viviendas en tira separadas por jardines dentro de una manzana tradicional. Pero habría que esperar hasta la década de 1910 para que se encarara con firmeza la habitación de los sectores populares, apelando básicamente a tres tipologías: la casa co le c t iva (pensada como alternativa a la casa de inquilinato), los barrios de v iv ienda s in d iv idua les y los barrios- parque de p a b e l lo n e s m u lti fam ilia r es . Impulsados por el pensamiento higienista y socialista, por la encíclica D e c o n d i - t i o n e op ificum (más conocida como Rerum N ovaruni) de 1891 y fuertemente presionados por la protesta social, diversas sociedades de beneficencia, la cooperativa El Hogar Obrero, grupos como la Acción Católica, la Unión Popular Católica y la propia Municipalidad de Buenos Aires se hacen cargo del diseño, construcción y financiamiento de viviendas populares.
En 1905, se promulgó la primera ley nacional sobre vivienda obrera, que autorizaba a construir en terrenos fiscales y a su amparo, surgieron así el conjunto Butteler en 1907 y el Patricios en 1910. Pero la norma más importante fue la Ley Cafferata, promulgada en 1917 bajo el gobierno popular de Hipólito Yrigoyen. Se proponía expresamente eliminar los tugurios y conventillos y creaba la Comisión Nacional de Casas Baratas, fijando límites de alquiler y cuotas, cercanía a las fábricas, provisión de infraestructura urbana, materiales, alturas y dimensiones mínimas así como normas de ventilación e iluminación. Pero dicha Comisión tuvo siempre escasez de fondos y hasta 1943 sólo había construido 972 vivien-
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das, es decir un promedio de 60 viviendas por año. Por su parte, El Hogar Obrero había construido 86 viviendas desde 1905 (año de su creación) hasta 1927. Es evidente que en términos numéricos se estaba muy lejos de cubrir el déficit, residiendo el mayor valor de estas acciones en el ensayo de nuevos prototipos, pensados desde la perspectiva economicista, higienista o de reforma social según los propósitos de cada entidad promotora.
En el resto de América Latina también se observa cierta incapacidad y reticencia inicial de los gobiernos nacionales o municipales para abordar la cuestión de la habitación popular, quedando las primeras iniciativas a cargo de las sociedades de beneficencia o socorros mutuos o bien de los industriales para alojar a sus obreros. Las primeras leyes al respecto surgen -como en Argentina- en las dos primeras décadas del siglo XX, generalmente dirigidas a erradicar conventillos y tugurios, fijar normas de higiene y alentar al capital privado con exención de impuestos, manteniendo la garantía del lucro. Es así como se promulgan las leyes de 1900 en Brasil y de 1908 en Chile, surgiendo un rosario de experiencias que respondían a la categoría casas baratas, vigente en toda la región.
Y ahora...
En los albores del siglo XXI, con otra composición social -migrantes del interior pardo y de países limítrofes-, otras músicas, otras modas, otras cocinas, con una precaria partición privada de algunos servicios antes comunes, subsisten conventillos muy similares a los de cien años atrás. Pero hoy faltan los poetas.
Notas
1. James R. Scobie. Buenos Aires. Del centro a los barrios, 1870-1910. (Ia ed. 1974), p. 171. Ediciones Solar. Buenos Aires. 1986.2. Cfr. Diego Armus y Jorge Enrique Hardoy, “Conventillos, ranchos y casa propia en el mundo urbano d el novecientos ”, en Diego Armus (comp.). Mundo urbano y cultura popular. Sudamericana. Buenos Aires. 1990. pp. 153-193. Este artículo es uno de los
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pocos rastreos tipológicos de la vivienda popular del período en cuestión que hemos encontrado. En él, los autores -centrados en la ciudad de Rosario- analizan el crecimiento urbano, las características de los sectores populares y las tipologías de vivienda.3. Según el Relatório da Comissáo de Exame e Inspegáo das hab ita res operárias e cortijos no Distrito de Santa Efigénia, Sao Paulo, 1893, “elcortijo ocupa comúnmente un área en e l interior de una manzana: casi siempre un sector de un terreno cuyo fren te está destinado a tienda. Una puerta lateral da acceso por estrecho y largo corredor a un patio de 3 ó 4 metros de ancho en los casos más favorables. A este patio o área libre se abren las puertas y ventanas de habitaciones alineadas, todas del mismo aspecto, la misma construcción, las mismas divisiones internas y las mismas dimensiones. Raras veces cada casinha tiene más de 3 metros de ancho, 5 a 6 de fondo y 3 a 3,50 de altura con una capacidad para 4 personas como mucho... En e l patio hay una rejilla de desagüe, una canilla, un tanque de agua y una letrina” (traducción del autor). Citado en Eva Alterman Blay, Eu rúo tenho onde morar. Vilas operárias na cidade de Sáo Paulo, Nobel, Sao Paulo, 1985, pp. 66-68.4. En el caso de la ciudad de México, las vecindades (también conocidas como casas de vecindad), edificadas ex-profeso para la renta, tienen una larga historia, ya que datan del siglo XVII y se las supone construidas por iniciativa de la Iglesia, quien fuera durante la Colonia el mayor propietario rentístico de inmuebles. Al respecto cabe citar a Enrique Ayala Alonso, La casa de la ciudad de México. Evolución y transformaciones, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, México, 1996, p. 52: “La vecindad... sirve a un número bastante elevado de familias, las cuales habitan en uno o dos cuartos distribuidos alrededor de un patio de planta cuadrada o rectangular en cuyo perímetro se desarrolla un corredor porticado... en tanto que sus escasos servicios son de uso compartido y la escasez de locales propicia que los exteriores colectivos sirvan para la realización de múltiples actividades domésticas y laborales... (En un principio) sus destinatarios eran principalmente artesanos... Las unidades que se localizaban al fren te de la vecindad tenían accesorias y servían como talleres o tiendas ” . Esta tipología, a partir de 1880 se convirtió en una modalidad habitacional sumamente extendida. A la luz de estas referencias, es interesante observar la similitud entre los casos porteño, paulista y mexicano, contando con datos históricos equivalentes sobre los conventillos montevideanos, limeños y santiaguinos.5. James R. Scobie, op. cit., p. 189.6. La Prensa, 27 de febrero de 1871, p .l.7. Denominación que utiliza Diego E. Lecuona al estudiar las derivaciones de las primeras tipologías colectivas de vivienda en su La vivienda d e “criollos ”y “extranjeros” en e l siglo XIX. Editorial del Instituto Argentino de Investigaciones de Historia de la Arquitectura y del Urbanismo. Tucumán. 1984. Aquel capítulo constituyó una referencia importante para algunos de los tipos que estamos tratando. Cabe mencionar operaciones similares en el habitat popular de otras ciudades latinoamericanas. Tal el caso de Sáo Paulo, donde la ya citada Relación de 1893, registra “‘sobrados’ cuyos prim itivos aposentos fu eron divididos y subdivididos para alojar a numerosas fa m ilias, con algunos espacios de uso común, cocinas colectivas improvisadas, unas letrinas pésimamente instaladas y estrechos corredores con iluminación insuficiente ” (traducción del autor). Citado en Eva Alterman Blay, op. cit., p. 69. En México, por su parte,
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“muchas de las otrora magníficas mansiones pasaron a ser utilizadas como vecindades y p o r lo genera l cada una d e sus habitaciones sirvió como una sola vivienda con muy precarias condiciones de habitabilidad” . (Enrique Ayala Alonso, op. cit., p. 93).8. Según el censo de 1904, el 86% de los conventillos de Buenos Aires tenía más de30 habitantes, mientras que en el 60% de ellos se alojaban entre 30 y 100 habitantes, registrándose casos de conventillos con 300 inquilinos.9. Jules Huret, De Buenos Aires a l Gran Chaco, Hyspamérica, Buenos Aires, 1986, p. 58 (la . ed., Eugéne Fasquelle éditeur, París, 1911). Desde el campo de la antropología urbana hay un interesante estudio sobre los conventillos de La Boca: Ménica Lacarrieu, Que los conventillos no mueran: disputas por el espacio barrial, en Oscar Grillo et al., Políticas sociales y estrategias habnacionales, Espacio Editorial, Buenos Aires, 1995, pp. 62 a 119.10. Monserrat Palmer, Patricio Gross y Oscar Ortega. "La vivienda social chilena, 1900/50”, en revista ca. Santiago de Chile.11. Los datos precisos son:1876: 552 conventillos = 15.274 habitantes.1878: 589 conventillos = 17.024 habitantes, lo que equivalía al 14,5% de la población montevideana.1880: 469 conv. = 7.053 cuartos = 14.589 hab. = 2,1 hab/cuarto, viviendo en estas condiciones el 20% de los montevideanos.1882: 452 conv. = 6.365 cuartos = 13.826 hab. = 2,2 hab/cuarto.1884: 439 conv. = 6.436 cuartos = 14.650 hab. = 2,3 hab/cuarto.1908: 486 conv. = 8.400 cuartos = 23.000 hab. = 2,7 hab/cuarto.(Según Eduardo Acevedo. Anales históricos d el Uruguay. Montevideo. 1933, y Alfredo R. Castellanos. Historia d el desarrollo edilicio y urbanístico d e M ontevideo (1829- 1914). Junta Departamental de Montevideo. Montevideo. 1971.12. En un reciente trabajo de Verónica Paiva (Higienismo: ciencia, instituciones y normativa. Buenos Aires siglo XIX. Crítica. N° 82. IAA, FADU/UBA. Buenos Aires.31 oct. 1997) se hace referencia al problema de la higiene en los conventillos, destacando los artículos más importantes del “Reglamento para las casas de inquilinato, conventillos y bodegones ” del 16 jun. 1871; que luego se extenderían a todos los tipos de vivienda urbana con el “Reglamento de Construcciones ” de 1887.Además de estos Reglamentos, cabe mencionar una serie de Ordenanzas de los años 70s, y 80s, promulgadas para paliar la crítica situación en los conventillos, a saber: 23 mar. 1871: “Ordenanza sobre construcción de letrinas”.14 jun. 1871: “Ordenanza sobre inspección, vigilancia e higiene de los hoteles o casas habitadas p o r más de una fam ilia”.21 sep. 1871: “Ordenanza complementaria a la de construcción de letrinas ”.17 mar. 1879: “Ordenanza sobre pisos y asientos de letrinas”.11 jun. 1883: “Ordenanza sobre visitas periódicas dom iciliarias”.10 feb. 1885: “Ordenanza sobre clase de piso de los cuartos de las casas de inquilinato”. 14 sep. 1886: “Ordenanza complementaria a la anterior”.8 jun. 1887: “Ordenanza sobre el uso de camas superpuestas en las casas d e inquilinato, hospedajes, etc. ”.
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29 may. 1888: “Ordenanza sobre inspección d e casas d e fam ilia”.Sobre las influencias del higienismo en los conventillos de la ciudad de La Plata, remitimos al artículo de Gustavo Vallejo, “Higienismo y sectores populares en La Plata. 1882-1910”, en Estudios d el Habitat, IDEHAB, FAU/UNLP, Vol. II, No 5, La Plata, 1997, pp. 57-72. Un análisis pionero sobre el tema, con antecedentes y comparaciones con los inquilinatos europeos y norteamericanos (la tipología tenement house), haciendo a su vez una serie de propuestas de normativa, es el del Dr. Guillermo Rawson, Estudio sobre las casas de inquilinato d e Buenos Aires, escrito en 1884 y publicado con el mismo título por Sociedad Luz más de 40 años después.13. “Antes d e la guerra d e 1914 (nos dice Casimiro Prieto Costa), una pieza en Buenos Aires no costaba menos d e pesos 15... En París, la vivienda d e una pieza se alquilaba por pesos 3,70 mensuales, según informa Luden March en e l Boletín de Estadística d e París... En Inglaterra, donde la vivienda de una sola pieza había desaparecido casi, conservándose únicamente en algunos barrios d e Londres, e l alquiler oscilaba entre pesos 3 y 4 p o r mes... En la investigación de la División de Estadística d el Departamento Nacional d el Trabajo, (en Buenos Aires) e l alquiler d e esas miserables piezas insumía en algunos casos hasta el 28,7% d el total de los ingresos que tenía la fam ilia”... Esta cita corresponde a Casimiro Prieto Costa, “Las viviendas en la Capital Federal” , en Boletín d el Museo Social Argentino, IX, Buenos Aires, 1920, p. 542 y con el mismo título en Revista de Arquitectura, Buenos Aires, may. 1922, pp. 106 y 107.14. En lunfardo: cuarto de soltero. Del español cotarro : albergue nocturno para pobres y vagabundos, a través de la expresión esp. “alborotar e l cotarro”y por cruce con el esp. cotorra.15. En lunfardo: similar a cotorro. Del gergo o italiano jergal bolín: cama.16. En lunfardo: rufián que sólo explota a una mujer. Del véneto fio lo : muchachito, produjo cafiolo y la forma vésrica f o c a . Por juego paronomástico con el genovés stocchefisce: pez palo, produjo cafisho.17. Juan Sebastián Tallón. El tango en su etapa de música prohibida, citado por Jorge Páez, El conventillo. Centro Editor de América Latina. Bs. As. 1970. pp. 80 a 82.18. Aníbal Latino, Tipos y costumbres bonaerenses, Librería de Mayo, Buenos Aires, 1886, p. 94, Citado por Francis Korn, La población y la vivienda, en Margarita Gutman (ed.), Buenos Aires 1910: memoria del provenir, GCBA/FADU-UBA, Buenos Aires, 1999, pp. 100 a 102.19. Citamos un fragmento de Palomas y gavilanes. Félix Lajouane. 2\ ed. Buenos Aires. 1886. pp. 99 y 100: "La casa de inquilinato presentaba un cuadro animado, lo mismo en los patios que en los corredores. Confundidas las edades, las nacionalidades y los sexos, constituía una especie d e gusanera, donde todos se revolvían, saliendo unos, entrando otros, cruzando los más, con esa actividad diversa d el conventillo... Húmedos los patios, por a llí se desparrama e l sedimento d e la población; estrechas las celdas, p o r sus puertas abiertas se ve e l mugriento cuarto, lleno d e catres y baúles, sillas desvencijadas, mesas perniquebradas, con espejos enmohecidos, sus cuadros almazarronados, con los periódicos de caricaturas pegados a la pared, y, ese peculiar desorden de la habitación donde duermen seis, y donde es preciso dar buena o mala colocación a todo lo que se tenga”.
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20. James R. Scobie, op. cit., pp. 192 y 193.21. Fuente: Censo Municipal de Conventillos de 1919.22. Hay tres a los que se adjudica el nombre: el de Piedras 1268, entre Cochabamba y San Juan, el de Belgrano 450 y el de Defensa 755.23. Otra práctica habitual era la construcción de conventillos a cargo de empresas para alojamiento de sus operarios. Al respecto, J. F. Liernur cita los construidos por la curtiembre Alejandro Nogué de Rosario y por la fábrica de carnes conservadas Highland Scott Conning Company en Quilmes, Provincia de Buenos Aires, en 1890. Citado en Jorge Francisco Liernur, Casas y jardines. La construcción d el dispositivo doméstico moderno (1870-1930), en Fernando Devoto y Marta Madero (dir.), Historia de la vida privada en la Argentina, tomo 2, Taurus, Buenos Aires, 1999.24. Si bien para el sainete El conventillo d e la Paloma, Vacarezza se inspiró en el de la calle Serrano, algunos autores ubican al que lleva ese nombre en Defensa 375 (un edificio de tres cuerpos con patios, construido en 1885, aún existente). Para el de Serrano, el 21 de abril de 2004, el Gobierno de la Ciudad aplicó la normativa de catalogación preventiva para evitar su demolición mientras se gestiona la declaratoria de patrimonio histórico. Aún quedan allí estructuras y materiales originales, estando habitado por 16 familias.25. Para un análisis detallado de los desencadenantes y consecuencias de la huelga de 1907, recomendamos: Juan Suriano. La huelga de inquilinos de 1907. Centro Editor de América Latina. Buenos Aires. 1983. Para el caso de La Boca: Celia Guevara, Sergio Vega y Gabriel Atlas. Huelga de inquilinos en e l barrio d e La Boca. 1907. Critica. N° 78. IAA, FADU/UBA, Buenos Aires. TI jun. 1997.
Fotografías y dibujos
Archivo General de la Nación.Revistas Caras y Caretas y P.B. T.Molinari, Ricardo Luis. Buenos Aires, 4 siglos. Tipográfica Edit. Arg. Bs. As. 1984. Páez, Jorge. El conventillo. Centro Editor de América Latina. Buenos Aires. 1970. Asían, Liliana; Joselevich, Irene; Novoa, Graciela; Saiegh, Diana y Santaló, Alicia. Buenos Aires. Barracas, 1872-1970. Inventario de Patrimonio Urbano. Bs. As. 1990. Olds, H. G. Fotografías. 1900/1943. Fundación Antorchas. Buenos Aires. 1998.
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LA IDEA DE CONVENTILLO
Mario Sabugo
Introducción
Este trabajo tiene el propósito de presentar y ordenar una serie de evidencias acerca de la idea de con ven tillo tal como ésta se da en el ámbito geográfico y cultural de la ciudad de Buenos Aires, desde la época de su aparición hasta nuestros días. Tal idea de conventillo se entiende aquí como la denominación de un determinado tipo arquitectónico y residencial generada por convergencia de un conjunto de elementos discursivos. Esta modalidad de trabajo, que iniciamos con un estudio sobre las voces asociadas a la idea de la casa (Sabugo, 1989), está actualmente vinculada con las investigaciones que desarrollamos con vistas a un Diccionario del Habitar. Según la Teoría del Habitar (Doberti, 11) existirían dos sistemas a saber, el del hablar y el del habitar, ambos articulados alrededor de un núcleo de prácticas sociales y que deben entenderse en función de un contexto de legalidad, referente al accionar de las personas y un contexto de espacialidad, referente al estar de las cosas. De tal manera, este trabajo acerca de la idea de con ven tillo consiste en una exploración en el sistema del hablar, en particular en torno a una de sus unidades fónicas o voces.
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Este enfoque también se relaciona con los parámetros de Silva (1992), que elabora sus investigaciones en torno a la segmentación imaginaria del espacio de una ciudad, desde sus simbolismos y en torno a lo que denomina las imágenes imaginadas, entendidas predominantemente como una construcción social. Tratándose de imágenes e imaginarios, corren aquí como referencia pertinente las investigaciones de Bachelard (1957) acerca de la poética del espacio, que al abordar la casa en particular, va acumulando y yuxtaponiendo términos (refugio, albergue, habitación y así sucesivamente) que se requieren para poder expresar todos los matices y valores adheridos a la forma que estudia.
Nuestros objetivos también se vinculan con sucesivos trabajos de Rafael Iglesia (1992, 1996) en torno a las imágenes o imaginarios urbanos: ..."para in da ga r la im agen d e l espacio, e l espacio ta l com o se representa, es p o s ib le (y ú til) rea lizar una lectu ra d e lecturas, bu scando en los textos (lo m ism o p o d rá ha cerse con discursos no textuales, p o r e jem p lo visua les y aud iovisua les), las im ágen es d e la c iu d a d ” (Iglesia 1992, 6).
En suma, se pretende revisar todos los atributos y connotaciones que rodean a la voz con ven tillo , en vista de que esa voz denomina y por ello confiere identidad a una forma del habitar: “Las fo rm a s requ ieren ser nom inadas, a dqu ir ir un nom bre, pa ra ser ‘cosas’, pa ra estab lecer n ítid am en te su iden tidad , p a ra d elim ita rse con p r e c i sión y recortarse d e l m ed io q u e las rod ea” (Doberti, 12).
Por otra parte, vale recordar, a propósito de las palabras y el lenguaje, las indicaciones de Thomas Kuhn (1989, 91): “Cuando la p resen ta ción d e ejem p los fo rm a p a r te d e l p ro ceso d e ap rend iza je d e térm inos... lo q u e se a dqu iere es con o cim ien to d e l len gua je y d e l m un d o a la vez... estas dos clases d e con o cim ien to -con o cim ien to d e p a la bras y con o cim ien to d e la natura leza- se adqu ieren a la vez; en rea lid a d no son dos clases d e con ocim ien to , sino dos caras d e una m ism a m on eda q u e e l len gu a je p r o p o r c io n a ”.
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El procedimiento de este trabajo se inicia revisando diversas fuentes, a saber: diccionarios, narrativa, poesía, tango, crónicas urbanas, periodismo y diversas bibliografías disciplinarias; seleccionando puntualmente aquellos textos que contengan la voz investigada. A continuación, se transcriben las apariciones del término tal como aparecen en el contexto de los diferentes discursos. Posteriormente, se aíslan los elementos descriptivos o connotativos que acompañan a la voz con ven tillo y se los vuelca en una serie de tablas ordenadas según ciertos tipos de contenido. Queda de tal modo esbozado e ilustrado un universo de ideas e imágenes que, al acompañar en los diversos discursos la voz investigada, configurarían la idea de con v en tillo . Finalmente, con los resultados a la vista, se presentan algunos comentarios y conclusiones.
Se dejan de lado aquí las interrogaciones propias de los enfoques de carácter material o de carácter histórico y social. Sin embargo, al adoptar este encuadre exclusivamente conceptual, no solamente no se niegan o subordinan aquellas aproximaciones sino que, por el contrario se pretende lograr, junto con ellas, una convergencia hacia síntesis más abarcantes y satisfactorias. Asimismo quedan fuera del alcance de este trabajo las confrontaciones, distinciones o valoraciones de los contenidos hallados en base a la propia evolución histórica de las categorías discursivas empleadas.
Acepciones y etimologías
La palabra puede encontrarse bajo diversas formas: con v en tillo , conven tiyo, con ven to , convoy. Desde el punto de vista de las acepciones lexicográficas, con ven tillo se define como “casa d e v e c in d a d ’’ y es considerado un americanismo (Salvat). A su vez el término original convento representa la: “casa o monasterio en qu e v iven los religiosos o religiosas ba jo las reglas d e su in stitu to ”, o bien la: “com u n id a d d e religiosos o religiosas que habitan en una m isma ca sa”. En sus trabajos acerca del lunfardo, Gobello (1975) incluye el término con ven tiyo dentro de la categoría de len gua je g en era l, definiéndolo como: “casa
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d e vecindad, d e aspecto p o b re y con muchas habitaciones, en cada una d e las cuales v iven uno o varios ind ividuos o una fa m ilia ”. Anotando a continuación la regresión con ven to y el juego paronomástico de con voy (de con voy , vaquero montado, del estadounidense cowboy). La paronomasia podría también establecerse con el término castellano con voy (escolta, guardia o “con jun to d e los buques o carruajes, efectos o pertrech os esco ltados’), que deriva del francés convoi, a su vez de con vo - yer , escoltar y a su vez del latín conviare, éste de v ia , camino. Agrega Gobello el término con ven tiyero , chismoso.
Desde un ángulo etimológico, Corominas registra la aparición de la voz con v en to hacia 1220 y de su diminutivo con ven tillo hacia 1611. En ambos casos remite la etimología al latín v en ir e (ir, venir). Ya en pleno vocabulario latino, encontramos el verbo co n v e n io - v en i- v en tum con los significados de acudir, reunirse, agruparse junto a las enseñas, este último de connotaciones castrenses y el sustantivo co n v en tu s con la acepción institucional de asamblea, reunión o congreso, o bien de “com un id a d d e c iu dadan os” o “co lon ia rom ana”x. Por fin, puede anotarse la acepción que brinda actualmente el INDEC para una de sus categorías censales (1992, 20): “Casa d e inqu ilin a to : Vivienda con sa lida in d ep en d ien te a l exter io r con stru ida o rem od elada d e lib era d am en te p a ra q u e ten ga va rios cuartos con sa lida a uno o más espacios d e uso com ún . A lgunas fo rm a s son con o cid a s com o c o n v e n t i l l o s ”.
Higienismo
El N aciona l (1871, cit. Brailovsky y Foguelman) trae exasperadas expresiones periodísticas acerca de las epidemias y sus orígenes: “¡G uerra a m u er te a los c o n v en t i l lo s y fo c o s d e in fecc ión qu e existen en la ciudad !... Tenemos en cada co n v en t i l lo o casa d e hosped a je un f o c o d e in fe c c ión y la a u to r id ad no los desaloja, p u es ¡m anos a la ob ra ! R eúnanse los vecin os cuyas vidas están más am enazadas p o r e l f o c o d e in fe c c ión y desa ló jen lo p o r su p rop ia mano. ¡N ada d e con tem p la c io n e s !”.
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Gaché dice (1899, cit. Yujnovsky): “Cualquiera qu e haya p en etra do una vez en alguno d e estos antros d e m iseria que en Buenos Aires se llama con v en tillo se llamará una impresión tan dolorosa que no pod rá o lv idar jamás... Estas pequeñas piezas, sin a ire n i luz, llenas d e objetos viejos y fétidos, d e platos con restos d e com ida, d e cacerolas, d e escupideras, d e ropa sucia... en m edio d e gatos, perros, gallinas y loros, en una prom iscu idad que da horror... El espectáculo d e estas casas habitadas p o r num erosas fam ilia s venidas d e los países más lejanos, hablando idiomas d ife rentes, ha ce p en sa r en una p equ eña Babel transportada en tre nosotros”.
Wilde (cit. Gutiérrez y Suriano): “H ablamos d e las casas d e in quilina to pa ra los pobres... Un cuarto d e con v en tillo , com o se llam an esas casas ómnibus, qu e a lb ergan desd e e l pord iosero a l p equ eñ o industrial, t ien e una p u er ta a l p a tio y una ven tana, cu ando más; es una p ieza cuadrada d e cuatro m etros p o r costado, y s irv e pa ra todo lo sigu ien te : es la a lcoba d e l marido, d e la m u jer y d e la cría, com o d icen ellos en su len gu a je expresivo; la cr ía son 5 o 6 ch ico s d eb id a m en te sucios; es com edor, cocina, despensa, p a tio pa ra qu e ju e g u en los niños, sitio d on d e se d epositan los ex crem entos, a lo m enos tem pora lm en te, depósitos d e basura, a lm acén d e ropa su cia y lim p ia si la hay, m orada d e l p e r ro y d e l ga to , d epósito d e agua, a lm a cén d e com estib les; sitio dond e a rd e a la n och e un candil, una vela o una lám para; en f i n cada cua rto es un p a n d em ón iu m d on d e respiran con tra las p r escr ip cion es higién icas, con tra las leyes d e l sen tido com ún y e l buen gu sto y hasta con tra las ex igencias d e l organism o mismo, cuatro, c in co o más p erso nas. D e m anera qu e si hub iera a lgo h ech o con tra todos los p recep to s higién icos, a l h a cer un co n v en t i l lo no se habría a certado m e jo r”.
Taiana (1939, cit. Gutiérrez, Gutman): “elim in a r e l clá sico c o n v en tillo , la ‘bestia negra d e los higienistas, esas cu eva s q u e han dado tan to q u e h a cer a las au toridad es san itarias y q u e p u ed en vana glo riarse d e hab er ba tido e l r e co rd d e la m orta lidad y la in m o ra lid a d ”.
Nari (1993) aborda la cuestión planteada a fin de siglo por los higienistas en torno a la reproducción, entendida tanto en un sen-
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tido biológico (procreación y crianza de los niños, con matices de degeneración d e la raza) como social (de la fuerza de trabajo). Cita las observaciones de Guillermo Rawson, que requiere: “medidas urg en tes an te e l vertiginoso aum en to d e los habitantes d e con v en t il lo s y an te las tasas d e m orta lidad y m orb ilidad d iferen cia les d e la misma".
Tangos y poesía
Para una aproximación al cancionero de los tangos, empleamos una recopilación de amplia envergadura, que incluye más de 300 tangos (Romano, 1994). En el conjunto relevado, conventillo (o con v en to , o con voy) es, con once registros, uno de los términos de aparición más frecuente, solamente superado por casa y bulín. Examinemos, por orden cronológico, las obras seleccionadas:
Flor d e fa n g o (1917. Letra de Pascual Contursi. Música de Augusto Gentile), emplea el con ven tillo como matriz (o cuna) de una dramática biografía femenina. Otro atributo del sitio es el “a lum - brao a k erosén”.
“M ina q u e te m anyo d e ha ce rato, p erd ón a m e si te bato d e q u e y o te v i nacer.Tu cuna f u e un co n v en t i l lo a lum b rao a querosén .Ju sto a los ca to r ce abrileste en trega ste a la fa rra , las d elicia s d e l gotán .Te gu sta ban las alhajas, los vestidos a la m oda y las fa r ra s d e ch a m pá n ”...
M a rgo t (1919. Letra de Celedonio Flores. Música de Carlos Gardel y José Razzano) expone una biografía semejante a la de Flor d e fa n go . En este caso la primera referencia a conventillo va asociado a miseria, al contexto urbano del arrabal y la segunda a tristeza y al alumbrado a kerosén.42 Los Conventillos de Buenos Aires
“Se te em b ro ca d esd e lejos, p e la n d ru n a abacanada, qu e has na cido en la m iseria d e un co n v en to d e arrabal, p o rq u e hay a lgo q u e te vende, y o no s é si es la m irada, la m anera d e sentarte, d e cha rla r o estar parada, o ese cu erp o a costum brado a las p ilch a s d e perca l...
Ahora vas con los otarios a pasarla d e bacana a un lu joso reservado d e l P etit o d e l Ju lien ; y tu vieja , p o b r e vieja , lava toda la sem ana p a ́ p o d e r p a ra r la olla con p ob reza fra n c is ca n a en e l triste c o n v en t i l lo a lum brado a querosén .
El bu lín d e la ca lle Ay a cu ch o (1923. Letra de Celedonio Flores. Música de José y Luis Servidio). Según Romano (63), el referido bulín existió efectivamente en la calle Ayacucho 1443, esto es entre las calles Peña y Meló, actual barrio porteño de La Recoleta. Las actividades relatadas escapan evidentemente al contexto doméstico-familiar, adquiriendo connotaciones bohemias (la barra ocupada con el juego, la música, las bebidas y la mateada) y amatorias (la p ib a ) . Como atributos negativos del sitio, la falta de alfombra, lujo y brillo. Queda explicitado el bu lín o co torro como unidad interna del conventillo.
“El bu lín d e la ca lle A yacucho, qu e en m is tiem pos d e rana alquilaba, e l bu lín qu e la barra buscaba p a ’ ca er p o r la n o ch e a timbear...El bu lín d ond e tantos m u cha chos en su racha d e vida fu le ra en con tra ron m arroco y catrera, rech iflad o p a r e c e llorar...El p r im u s no m e fa lta b a con su carga d e a guard ien te y hab iendo agua ca lien te e l m ate era a llí señor.
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No fa lta b a la gu ita rra bien en cordada y lustrosa, n i e l bacán d e voz gan gosa con b erretín d e cantor.
C otorrito m istongo, tirado en e l fo n d o d e a q u el co n v en t i l lo , sin a lfom bra, sin lu jo, sin brillo; cuán tos d ía s fe l i c e s p a sé a l ca lo r d e l q u erer d e una p ib a q u e f u e mía, m im osa y sincera, y una n o ch e d e in v iern o fu le ra ha cia e l c ie lo d e un vu elo se f u e ”...
Oro m u er to (1926. Letra de Julio Navarrine. Música de Juan propone la visión del conventillo o con ven to en ocasión de
un baile y por eso en tra je d e etiqueta.
“El c o n v en t i l lo lu ce su tra je d e etiqueta, las p a ica s van llegando dispuestas a m ostrar q u e hay p ilch a s dom ingu eras, q u e hay p o r t e y hay silueta, a los ga rabos gu apos deseosos d e tanguear.La orquesta d e rep en te m úsica un tango fu lo , la barra se desgrana buscando en e l m ontón la p r in ces ita rosa d e en sortijado ru lo qu e espera a su Rom eo com o una b end ición .
El d u eñ o d e la casa a tien d e las visitas, los p ib e s d e l c o n v en to g r ita n en d erred o r ju g a n d o a la rayuela, a l rango, a la bolita,m ien tra s un g r in g o cu rda la va d e p a y a d o r”...
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Ventanita d e arraba l (1927. Letra de Pascual Contursi. Música de Antonio Scatasso) instala el conventillo en el preciso entorno de un barrio Caferata , indicando los pisos de ladrillo y la carencia de puerta cancel.
. . “En e l barrio Caferata, en un v ie jo c o n v en t i l lo con los p isos d e ladrillo m in ga d e p u er ta cancel, d on d e van los organ itos sus lam en tos rezongando, está la p ib a esperando qu e pa se e l m u cha cho aquél.
A quél qu e solito en tró a l c o n v en t i l lo ,ech ado en los ojos e l fu n g h i m arrón ; botín enterizo, e l cu ello con brillo, p id ió una gu ita rra y p a ’ ella ca n tó ”...
B andon eón arraba lero (1928. Letra de Pascual Contursi. Música de Juan B. Deambroggio) elige como elementos descriptivos del con ven to la carencia de revoques y la puerta con farolito. Más adelante, incluye la unidad interna de p ieza o bulín .
“B andon eón a rraba lero , v ie jo fu e y e desin flado, te en con tr é com o a un p eb e te qu e la m adre abandonó, en la pu er ta d e un co n v en to sin revoqu e en las paredes, a la luz d e un fa ro lito qu e d e n och e te a lum bró...
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Te l le v é pa ra m i p ieza, te a cu n é en m i p e ch o fr ío , y o tam b ién ab andonad o m e en con traba en e l bulín.Has qu erid o con so la rm e con tu voz en ronqu ecida y tu nota do lorida au m en tó m i b erre tín ”.
Uno y uno (1929. Letra de Lorenzo Traverso. Música de Julio Fava Pollero) emplea la forma convoy.
. . .“¿Q ué q u ed ó d e aq u el ja i l e f e qu e en e l ju e g o d e l am or d ecía siem pre: ''Mucha e fe m e ten go p a´ taya d o r? ’¿D ónde están aquellos brillos y d e v en to aq u e l p a co i q u e diqueabas, p o ligr iyo , con las m inas d e l c o n v o y ? ”...
Triste p a ica (1929. Letra de Homero Manzi. Música de Juan Pecci) escenifica el drama en un conventillo caracterizado por el patio, que dispone de una parra y además es calificado como patio viejo, de ladrillo e incluso p ro leta r io .
“Un p a tio d e c o n v en t i l lo ba jo la p a rra fu le r a y una v io la d om in gu era qu e esgun fia con su estrib illo ; un com pad re estilizado, sa lido d e los versos d e Carlos d e la Púa, y un lun fa rdo rem anyado, bacán d e la ganzúa p o r p u ra voca ción .
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Sobre e l v ie jo p a tio ‘e ladrillo pa ran dos p ib es un bolón y e l en ca rga o d e l c o n v en t i l lo tira la b ron ca con razón.Si p ega s d e repe, no vale, d ic e e l rebolo cascador, p o rq u e los p ib es d e l suburb io nun ca la gan an a tra ición .
C ien pa sion es se p r en d ieron en la an torcha d e sus ojos y en sus lindos labios rojos y en las cren chas d e su pelo , porque, igu a l qu e los gorriones, sus ve in te p r im avera s sangraban sus can cion es, en e l p a tio p ro leta r io p er fum ad o d e diosma, d e orégano y clavel.
Sobre e l v ie jo p a tio ‘e ladrillo tu vo e l lun fa rdo una ilusión, y la p eb e ta d e l c o n v en t i l lo en su p ron tu a r io f u e una flor .Pero en cegu ecid o d e celos e l otro taita com padrón , sin la nobleza d e los p ib es v in o d e rep e y lo mató".
El ch o c lo (1947. Letra de Enrique Santos Discépolo y Juan Carlos Marambio Catán. Música de Angel Villoldo) reitera el antiguo motivo del kerosén.
. . . “C aran can fun fa se h izo a l m a r con tu bandera y en un p e rn o m ez cló París con P u en te Alsina.
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Fuiste com pad re d e l g a v ió n y d e la m ina, y hasta com ad re d e l bacán y la pebeta .Por vos susheta, cana, reo y m ishiadura,se h icieron voces a l n a cer con tu destino,m isa d e fa ldas, kerosén, ta jo y cu ch illoqu e a rd ió en los c o n v en t i l lo s y a rd ió en m i corazón '...
F anga l (1953. Letra y música de Enrique Santos Discépolo, Homero y Virgilio Expósito) dota al conventillo de pisos de ladrillos, aljibe y parral.
“Yo la v i qu e se v en ia en fa lsa escuadra.Se ladeaba, se ladeaba, p o r e l b ord e d e l fan ga l.P obre m ina q u e n a ció en un co n v en t i l lo con los p isos d e ladrillos, e l a ljib e y e l parral.A lguien tiró la banana, qu e ella p isó sin querer, y ju stito , cu ando v i q u e se v en ía y a d ecú b ito dorsal,¡m e la a ga r r é1."...
El ú ltim o gu a p o (1958. Letra de Abel Aznar. Música de Leo Lipesker) retoma el tema del portón como acceso, con el accesorio del farolito.
“Con e l fu n y i tirao sobre un ojo y un am ago d e tanto a l andar, sin apuro, sobrando d e reojo, e l ú ltim o gu ap o ven d rá a l arrabal.Entrará p o r la ca lle angostita y a l p a sa r f r e n t e a l v ie jo portón , silbará p a ’ q u e vu elva a la cita la p ib a qu e es du eña d e su corazón.
El fa r o li to p erd id o , e l ca lle jón sin sa lida y e l c o n v en t i l lo f lo r id o
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sa ldrán d e l olvido, d e nu evo a la vida.El a lm acén d e los curdas, la luna sobre un puña l...Una ca ricia y un besoserán e l regreso d e l v iejo a r ra b a l”.
Guerin y Oliver (1985), en una cuerda semejante a la de este trabajo, han relevado estas y otras letras del cancionero popular porteño, e identifican el concepto de bulín/cotorro, “g en era lm en te in tegran te d e un co n v en t i l lo ”.
Tangos y también sainetes, escribió Alberto Vacarezza (1888- 1959) entre ellos Tu cuna f u e un co n v en t i l lo o El co n v en t i l lo d e La Paloma. Este último, al parecer, inspirado en una casa de Villa Crespo (en el 148 de Serrano o en el 152 de Thames, entre Muñecas y Murillo) que se habría llamado Conventillo Nacional a semejanza de una fábrica cercana, pese a lo cual Vacarezza prefirió la imagen de la Paloma. Al respecto, se ha sugerido que en 1929, mientras Vacarezza intentaba con esta obra producir el último y el más popular de los sainetes “H abía term inad o e l c o n v en t i l lo y estaba term inando com o in stitu ción cu ando Vacarezza estrenó e l suyo. Por eso quizá, p o rq u e suscitaba nostalgia en a lguna m ed ida, la g en te lo quiso ta n to ” (Aulicino, 1988).
En cuanto a la poesía propiamente dicha se ha revisado la recopilación de Horacio Salas (1968), hallando solamente esta obra de Mújica Láinez, Canto a B uenos Aires:
“C iudad d e hoy. C iudad d e los p e t i t - hoteles ( va n id ad d e mansardas y d e pu erta s can celes); d e los departam en tos lisos, q u e cuadricu lan las id én tica s vidas qu e a llí d en tro pu lu lan ; y d e los co n v en t i l lo s d e m iseria y d e broncas, con llan tos a filados y pa lab ro ta s ron ca s”...
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Narrativa
Con valor solamente referencial, por su fecha, vale la cita del realismo costumbrista de Fray Mocho (1897): “La n och e d e l d ía en que re c ib í m i nom bram ien to m e retiraba a m i m odesto cuarto d e c o n v e n t i l l o ”. Gómez Bas (1965, 13): “un ca serón um brío d e la ca lle Patagones, a lred edor d e l H ospital Rawson. Era una especie d e co n v en t il lo d isim u lado. O cupábam os e l ú ltim o d epa rtam en to a l fo n d o . La p a r ed d e l p equ eñ o pa tio in terior delim itaba con un corra lón d e caballos d e cochería , verdaderos m onum entos d e la raza equina, qu e du ran te la n och e en tera pa teaban los adoquines d e l suelo, coceaban los maderos d e l p eseb r e y re lin chaban enardecidos... f lo ta b a espeso un o lo r a estiér co l ferm en ta d o qu e an estes ia ba”. Kordon (1967, 42): “Veinte años atrás, a lqu ilar un departam en to en Buenos Aires no era d ifícil. Pero d e p ron to pa só a la historia e l clásico papel... que en las pu erta s o ventanas anun ciaban una p ieza o departam en to desocupado... Los trabajadores qu e llegaban d e l in terior sólo en e l p r im er m om en to consigu ieron ub ica ción en piezas d e casas d e v ec in d a d o los más populosos con ven tillo s. Pero a l m ism o tiempo, com o oscuros remansos fo rm ad os p o r los excedentes hu manos q u e en torren te iban afluyendo, fu e ro n apareciendo los barrios d e em erg en cia ”. Montes (1975, 17): “Vivíamos en un inquilina to d e la ca lle P ich in cha fr e n t e a l M ercado Spinetto. Era una saca vieja d e p la n ta baja, m ed ia cu ad ra d e lunga, q u e se a lqu ilaba p o r h a b ita cion es unidas com o ristra d e ajo. En e l escalafón d e la m ishiadura, e l inqu ilinato subía apenas un tablón más arriba d e l co n v en t iy o ”.
Geno Díaz (1982, 24) narra la génesis de un conventillo en la calle Murguiondo, barrio de Mataderos: “Los M oren o se fu e r o n . D esgracias d e fa m ilia y reveses d e fo r tu n a los lleva ron a h ip o teca r la casa y term ina ron p o r aventarlos... Los nu evos o cupan tes d e la casa fu e r o n llegando d e a po co . Inqu ilinos d e una pieza... La casona orgu - llosa se v o lv ió c o n v en t i l lo . A jada, d escon chada , a tosigados sus a m p lio s p a tio s p o r la p r o li fe r a c ió n d e co c in ita s d e m adera , ca gada d e pa lom as, d e p erro s y d e ch ico s f u e bautizada con un n om b re u ltra jan te: La Cueva d e l C han cho”.
50 Los Conventillos de Buenos Aires
Crónica urbana y periodística
... “se nota bastante descuido en algunas casas d e vecindad, pa rticu la rm en te las nombradas con ven tillo s ” en Francisco Dávila, La Babel Argen tin a , Bs. As., 1886 (cit. Gobello). Huret (1911) observando la Buenos Aires del Centenario, anota que: “Los barrios obreros están form ados p o r casas miserables... esas casuchas se llaman en la A rgentina con v en tillo s y son vastos pa tio s descubiertos dond e se ab re una serie d e tugurios obscuros y sin a ire que son las habitaciones. El p iso superior se com pon e d e una ga len a d e madera a cuya a lrededor se v e una serie d e habitaciones. Los inquilinos cocinan fu era , en hornillos p equ eñ os”. Pero a continuación incluye una sorprendente revelación, tal vez de segunda mano: “Esos con ven tillo s pasarán pron to a la historia. Todos los meses expropia y derriba algunos e l m unicip io en nom bre d e la h igien e pública , construyéndose en su lugar otros con v en tillo s coquetones, limpios y con todas las com odidades m odernas”.
Una aguafuerte de Arlt (1928), titulada El co n v en t i l lo d e nuestra literatura : “No ha ce mucho, en uno d e sus artícu los d e estética -qu e lo qu e m enos tien en es d e eso- e l señ or Lugones se quejaba d e q u e nuestros escritores se d ed ica ran a d escrib ir la m iseria in flu en ciados p o r ‘e l bo lch ev iqu ism o’ según él... Yo, en m i ca rá cter d e cronista, h e en trado a todas pa rtes y, sobre todo, a los con ven tillo s . Y m ientras oía las explicacion es d e sus habitantes, y o no a tend ía a la con versa ción sino qu e p e n saba. -¿Cómo es q u e esta g en te p u ed e resistir la vida en estas con d ic io nes? ¿Cómo estas m u jeres jóv en es , estos p ro leta r io s q u e no pa recen bru tos, se resignan a v iv ir años y años en d ieciséis m etros cuadrados d e p iso podrido , con techos d ond e pu lu lan las pu lga s y las arañas, a la som bra d e una muralla alqu itranada qu e es cien veces más d etestab le qu e la d e una fá b rica , soportando la con v iv en cia ob ligada con toda clase d e in d ividuos? Pero no, a l señ or Lugones le m olestan estas cosa s”.
El conventillo deriva en adjetivo al ser aplicado a un objeto por Arlt (1976), retratando un barrio de “casitas atorran tas” en su aguafuerte Silla en la vereda: “Está, después, la otra silla, silla con v en tillera ,
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silla d e jo v i e s ’, taños y ga la ico s; silla esterillada d e p a ja g ru esa , silla dond e ha cen filo so fía barata ex barrenderos y p eon es municipales, todos en mangas d e camiseta, todos ca ch im bo en b o ca”.
Borges (1930) refiriéndose a la génesis del tango: “Hay una h isto ria d e l d estin o d e l tango , q u e e l c in em a tó g ra fo p e r ió d ica m en te d ivu lga ; e l tango, según esa versión sen tim en ta l, habría na cid o en e l suburb io, en los c o n v en t i l lo s (en la Boca d e l R iachuelo, g en era lm en te, p o r las v irtudes fo to g rá fica s d e esa zona) ”.
Discépolo (1931, 55-56): “Yo m e m eto en e l ba rrio , corazón aden tro, y, después d e recorrerlo, te p r egu n to : ¿Está e l c o n v en t i l lo ? ¡Y no, n o está, c la ro q u e no está ! ¿M e en ten d és ahora? Yo no q u er ía en con tra r más e l co n v en t i l lo , y no lo en cu en tro . Toda aquella m iseria f u e ba rr ida p o r o tra organ iza ción . ¡La d e l am or!... El su bu rb io d e an tes era lin d o p a ra leerlo, p e ro no pa ra vivirlo ... está la casa tuya y no d e todos. Es más lin d a o m enos linda , p e r o ¡ c o n v e n t i l l o no es! D urante años y años los inqu ilin os d e l suburb io v iv ieron aquella c o m u n id a d absurda. La hu m illa n te com u n id a d d e l c o n v en t i l lo . Una oxidada sin fon ía d e latas. Toda una in tim id ad dom éstica a l aire, un verdad ero fe s t iv a l pa ra la profilaxis, ¡u n m undo d on d e e l ta cho era un tro feo y la rata un a n im a l d om éstico ! ¿ Vos no te acordás? Yo s í m e a cu erd o”. Sabugo (1987) retrata un caso en el barrio de Balvanera La v ir g en d e l con v en tillo - . “El c o n v e n t i l l o d e la ca lle M éx ico (N° 1860) p o see su p rop io cu lto, en tr e los ch ico s qu e ju e g a n (o se abu rren ) en los pasillos, las radios a todo lo q u e da, y los arom as d e las com idas d e l m ed iod ía , todo in clu id o p o r más o m enos 50 pa los v iejo s la p i e za... El c o n v en t i l lo d e la ca lle M éxico t ien e m uy p o co d e ‘fu n c io n a l ’ o deseable. S in em bargo , le ha to cado en su erte lo q u e p o r otros lados escasea, e l sitio d e lo sa grado”.
Finquelievich (1994) apunta la situación agónica del tipo: “d e trás d e este descenso d e inquilinos -d e 270.000 en 1973 a 70.000 en 1991- se escond e e l ‘traspaso’ d e p ob la ción ha cia los hoteles, originado en la d e ca d en c ia d e los v ie jo s in qu ilin a tos o c o n v e n t i l l o s ”. Rinaldi52 Los Conventillos de Buenos Aires
(1999): ‘A ctua lm en te p a r e c e sen cillo , p o rq u e este B oca y a lo gró dos títulos, p ero distinto era e l m om en to en qu e este m ism o equ ipo era sinón im o d e con ven tillo . Boca v iv ía d e p o lém ica en po lém ica , d e decla ra ción en declaración , y fu tbo lísticam en te era un tobogán sin f i n a l”.
Historia Social
Yujnovsky (1983) provee datos urbanos, poblacionales y económicos: “Poco an tes d e f i n d e siglo la p ob la c ió n d e los co n v en t i l lo s había llegado a 120.000 personas... a lr ed ed or d e un 20% d e l total. Pero con stitu ía un con jun to sum am en te con cen trado, y a q u e la m ayoría d e las casas estaban en los barrios cén tr ico s y p o r ello p esaban más qu e esa p r o p o r c ió n ”.
Armus y Hardoy (1990, 164, refiriéndose a Rosario): “La casa d e in q u ilin a to , o c o n v en t i l lo , con sistía en una s e r ie d e cu a rto s d e alquiler, p o r lo g en era l a lin eados f r e n t e a un p a tio d e uso com partido, con serv icio s com un es p reca rios o casi inexistentes, y una ún ica p u er ta com o m ed io d e com un ica ción con e l exterior... nun ca llegó a a lb erga r a más d e l 30% d e la p o b la c ió n tota l... Se com p ru eb a la lim ita d a im p o r ta n c ia d e l c o n v e n t i l l o en los m odos d e h a b ita r p opu la r ... a p e sa r d e las d ifu n d id a s im á gen es literarias... q u e en con tra ron en é l un pa rad igm a d e l a lo jam ien to d e los p ob res urbanos d e l n o v ec ien to s”.
Romero (1993, a, 46- 47) indaga en el rol del conventillo como ámbito social: “Por aqu ellos años d e l n ovecien tos, ha cin ad os en los con v en tillo s d e l cen tro y la Boca, m arginados y excluidos d e la so ciedad y la po lítica ... los sectores popu lares supieron crearse ám bitos y espacios d e reun ión”... y en su ulterior declinación: “Ese desgranam ien to d e la masa inm igra to ria , d e la q u e su rg ió e l m undo más com p le jo d e los sectores populares, tuvo en Buenos Aires un correla to espacial: la nueva red d e tranvías, los loteos d e tierras baldías, la extensión d e los p a v im en tos, y una ser ie d e cosas más, p o s ib ilita ron q u e m u chos traba jadores abandonaran los con v en tillo s d e la Boca o e l Puerto y se trasladaran a los barrios qu e su cesivam ente fu e ro n constituyendo las nuevas perifer ia s
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d e la c iu d a d ”. Romero (1995, b, 110): “(Los ám bitos)... fu e r o n en p r im er lu ga r e l ta ller y e l c o n v en t i l lo , en cuyo p a tio los cien id iom as d e la c iu d a d se in tegraron en uno p ecu lia r : e l c o co li ch e”. Rigotti (1996, 36, acerca de Rosario): . . . “e lp r o b lem a (de los conventillos), p o r lo m enos desde e l p u n to d e vista d e sus habitantes, no era su existencia... y a qu e garan tizaban a lo jam ien to barato, flex ib le y próx im o a los lugares d e trabajo. El tem a no era su errad ica ción o sustitución, sino n eu tra lizar sus efectos negativos. Para la g en te decen te: la am enaza higién ica , la prom iscu idad , la ca p a cid a d d e an ida r ideas revolucionarias. Para los inquilinos: n iveles m ín im os d e hab itab ilidad y lím ites a la vo ra cid ad e in d iferen cia d e los en ca rgados”.
Gutiérrez y Suriano (1985, 17) mencionan el Censo de 1887, según el cual: “En las n u eva s seccion es... (F lores y B elgran o)... e l cen so no m en cion a c o n v e n t i l lo s no s ien d o esto ex traño, p o rq u e los m oradores d e con ven tillo s son siem pre jo rn a lero s y operarios que, p o r razón d e sus ocupa cion es, no p u ed en a leja rse d e l c en tro d e l m u n ic ip i o ”. Más adelante (23), a propósito de los focos de la Huelga de Inquilinos de 1907 brindan elementos de posición urbana: “Si bien e l ep icen tro d e l con flic to fu e r o n los barrios d e La Boca, San Tel- m o y e l C entro, tam b ién a lcan z ó in ten s id a d en las p a rroq u ia s d e l P ila r y d e l S oco rro , d o n d e los in q u ilin a to s se co n fu n d ía n con los pa la cetes d e la ‘g en t e decenté" y se irrad ió a barrios más a lejados com o Villa Crespo y San B ernardo y tam bién a Avellaneda, Lomas d e Z amora, Rosario y B ah ía B la n ca ”. Los mismos autores (27) discrepan con otros trabajos al mantener que en el conventillo se da una uniformidad étnica y ocupacional, mientras que en el barrio posterior, en cambio, “se en con trab an m iem bros d e d i fe r en te o r ig en y p ro fe s io n es”. Por fin (24), esbozan el papel de la mujer, “en e l c o n v en t i l lo : estando a u sen te e l h om b re d u ra n te e l día, era ella q u ien organ izaba las tareas d e la v ida co tid iana : la a ten ción d e los niños, e l la vado d e la ropa a escond idas d eb id o a absurdas d isposiciones m un icipales, la p e lea p o r con segu ir un lu ga r en la soga d e seca r la ropa, las d is cu sion es con e l ca sero, e l rega teo d ia r io con los v en d ed o r es p a ra con segu ir a lim en tos a m e jo r p recio , co c in an d o en in cóm odos braseros
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y a m enudo traba jando en la p iez a com o costu rera , m odista, p la n chadora o aparadora”. Criterios semejantes sobre la acción femenina se encuentran en Nari (1993, 310).
Historia urbana y arquitectónica
Vilar (1935, Gutiérrez, Gutman): “El c o n v e n t i l l o en su más g ra v e aspecto, es decir, e l d e las zonas cén trica s o sobrepobladas es en su inm ensa m ayoría p r o p ied a d d e la g en t e llam ada 'pud ien te’ y en estas cond icion es su ex istencia qu e tien e toda la viveza d e un n egocio extorsivo, no t ien e a ten u an tes com o m ala a c c ió n ”. Scobie (1977) aborda el tema en su capítulo 4, “La Plaza y los co n v en t i l lo s En referencia al área del Centro: “aprox im adam ente una tercera p a r te d e la p ob la ción d e l área v iv e en co n v en t i l lo s en 1887; la c ifra absolu ta d e los habitan tes d e con ven tillo s sigu ió siendo la m isma en 1904, sum ando en ton ces un p o c o más d e un cu a rto d e la p o b la c ió n to ta l d e l á r ea ” (150). Señala su posición y connotación: “El c o n v e n t i l l o era e l a lo jam ien to ob rero más id en tifica b le y ca ra cterístico d e l cen tro d e la ciudad... El p a la cio era la exuberante expresión d e l m ateria lism o y d e l con sum o dispendioso p rop io d e la clase alta u rbana” (204). Indica su escala poblacional: “Pero la vida en esas casas (casas d e p ensión , d e pa rtam en tos p equ eñ os o estrechas casas d e dos p isos) d ifer ía p o co d e la d e l c o n v en t i l lo en cuan to a l tam año d e las habitaciones, las con d ic io nes d e ha cinam ien to y los servicios. En realidad, e l núm ero d e hab itan tes d e un c o n v e n t i l lo -g en era lm en te más d e tre in ta - p a r e c ía s er las cara cterística p r in c ip a l d e l c o n v en t i l lo ” (188). Y tipifica su morfología: “e l c o n v en t i l lo adoptó la p la n ta d e rectán gu lo a la rgado p rop ia d e la casa con p a tio y ad ecuada a la subd ivisión d e las manzanas en Buenos Aires... e l esquem a g en era l y la estru ctura d e l c o n v en t i l lo f u e m uy con stan te du ran te e l p er íod o q u e va desd e 1870 a 1910” (191).
Diez (1996, 37-38) incluye el término en sus minuciosas series tipológicas, aunque combinado, como conventillo chorizo (datándolo entre 1880 y 1915). Da la ubicación de un ejemplo en Perú 1162, San Telmo. Relaciona sus rasgos con la casa chorizo y en
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última instancia con la casa colonial de patios, por adecuación a un lote urbano lo más angosto posible y además: . . .“fu n c ion a n d o com o un inqu ilin a to , d o n d e cada h ab ita ción es ocupada p o r una fa m ilia distinta. Las escaleras se multiplican, habiendo típ icam ente tantas com o pa tio s tenga e l ed ificio, y p equ eños baños o retretes y cocinas d e uso co m ún se d istribuyen en la p lan ta baja y la p lan ta a lta”. Se refiere desde luego a nuestro tema, bajo el punto de vista arqueológico, Daniel Schávelzon (1996), que emplea el término en el título de su trabajo: El cotorro , a rq u eo log ía d e un c o n v en t i l lo . Silvestri (1997, 17) emplea la voz en el marco de una discusión sobre “El R iachuelo com o p a isa je”, a propósito de la película Riachuelo (1934), de Luis Moglia Barth: “Ya no aparecen los acen tos dem on íacos con que Gálvez p in taba la degrada ción boquense; p o r e l contrario, e l c o n v en t il lo es p resen tado com o una a rm ón ica com u n id a d ”, si bien la autora preferirá referirse en general a la que denomina casa boquense. Ramos (1998) lo caracteriza o bien como subtipo de rezago, (por adaptación de antiguas casas chorizo o casonas de patios) o bien como subtipo de nuevo diseño. Asimismo le confiere valor en tanto: “e l con ven tillo ... se constitu ía en un espacio cu ltu ra l integrativo, d e alta so ciab ilidad”.
Resumen
En esta parte, los elementos descriptivos o connotativos que en los textos citados acompañan a la voz conven tillo , son volcados (con indicación de su fuente) a distintas tablas ordenadas por tipos de contenidos, a saber: sinonimias, entorno urbano, componentes físicos, actividades y, en fin, componentes simbólicos y valorativos.
Sinonimias: Este primer tipo de contenidos se refiere a las palabras o expresiones halladas como sinónimos, o al menos, como equivalentes de con v en tillo .
Casa de inquilinato : Armus, Hardoy Casa de inquilinato : Wilde Casa de inquilinato : INDEC
Inquilinato : FinquelievichLos Conventillos de Buenos Aires56
Inquilinato (como función) : DiezCasa de hospedaje : El N acional Casa de vecindad : Gobello Casa de vecindad : Davila Casa de vecindad : Salvat
Cotorro : Schávelzon Caserón : Gómez Bas
Comunidad religiosa (convento) : Salvat Comunidad (conventus) : Spes
La equivalencia con v en tillo - casa d e in qu ilin a to subsiste desde su origen hasta las actuales categorizaciones censales; pero con las reservas que merece dada la cita de Montes (1975): “En e l esca la f ó n d e la m ish iadu ra , e l in q u ilin a to su b ía ap ena s un ta b lón más arriba d e l c o n v en t iy o
Entorno urbano: En este apartado pueden identificarse tres grupos de indicaciones geográficas. El primero posiciona el con ven tillo en el Centro, el Puerto y los barrios de San Telmo y La Boca.
Centro Centro Centro
Cercanía al Centro Zonas céntricas (o sobrepobladas)
Barrios céntricos La Boca La Boca
El Puerto San Telmo San Telmo
Gutiérrez y SurianoRomeroScobieGutiérrez y Suriano Vi larYujnovslcyRomeroGutiérrez y Suriano RomeroGutiérrez y Suriano Diez
En el segundo grupo, se mencionan otros barrios, entre ellos algunos del conurbano.
Recoleta : El bulín de la calle Ayacucho El Pilar : Gutiérrez y Suriano
El Socorro : Gutiérrez y Suriano Villa Crespo : Gutiérrez y Suriano
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San Bernardo : Gutiérrez y Suriano Avellaneda : Gutiérrez y Suriano
Lomas de Zamora : Gutiérrez y Suriano Balvanera : Sabugo
El tercer grupo (donde predominan las imágenes del tango) está en abierta contradicción con las indicaciones centrales del primero, incluso con la sorprendente mención de uno de los Barrios Caferata que, por tratarse históricamente de conjuntos oficiales de vivienda social, sería por ello incompatible con un conventillo.
Barrio Caferata : Ventanita de arrabal Arrabal : Margot
Suburbio : Borges Suburbio : Discepolo
Componentes físicos: Aquí agrupamos elementos descriptivos de la forma arquitectónica.
Ideas generales Subtipo de rezago : Ramos
Subtipo de nuevo diseño : Ramos Derivado tipológico de casa chorizo y : Diez
de casa colonial de patios Planta baja y alta (su distribución) : Diez Capacidad superior a 30 personas : Scobie
Rectángulo alargado : Scobie Esquema constante : Scobie
Aire y luz (carencia) : Gaché Aire y luz (carencia) : Huret
Alfombra, lujo, brillo (carencias) : El bulín de la calle Ayacucho Radios (sonido de) : Sabugo Aroma de comidas : Sabugo
Unidades de alojamiento definidas con términos muy variables Tugurios : Huret
Pieza : Bandoneón arrabalero Piezas (pequeñas) : Gaché
Pieza (cuadrada de 4 por 4) : Wilde Dieciséis metros cuadrados (pieza): : Arlt
Bulín : El bulín de la calle Ayacucho
Los Conventillos de Buenos Aires58
Bulín Bulín
Cotorro Cotorro Cuartos
Departamento (pieza como) depósito de excrementos
(pieza como) depósito de basura (pieza como) depósito de agua
(p. c.) almacén de ropa sucia y limpia (pieza como) comedor
(pieza como) cocina (pieza como) despensa
(pieza como) patio
Bandoneón arrabaleroGuerin y OliverGuerin y OliverEl bulín de la calle AyacuchoArmus y HardoyGómez BasWildeWildeWildeWildeWildeWildeWildeWilde
Patio como núcleoPatios amplios
Patio de ladrillo Patios vastos, descubiertos
Patio de uso compartido Patio proletario
Patios y escaleras (su correlación) Pasillos
DíazTriste paica HuretArmus y Hardoy Triste paica Diez Sabugo
Otros componentes físicosFarolito
Alumbrado a querosén Alumbrado a querosén
Querosén Pisos de ladrillo Piso de ladrillos
Pisos podridos Revoques (carencia)
PortónPuerta cancel (carencia)
Puerta (de acceso, única) Farolito
Parra Parral Parral Aljibe
M uralla alquitranada Sitio de culto
El último guapo Flor de fango Margot El chocloVentanita de arrabalFangalArltBandoneón arrabaleroEl último guapoVentanita de arrabalArmus y HardoyBandoneón arrabaleroTriste paicaFangalFangalFangalArltSabugo
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Cocinas (de uso común) : Diez Cocinas de madera (en patios) : Díaz
Baños y retretes (comunes) : Diez
Equipamientos personales y/o domésticosCatrera : El bulín de la calle Ayacucho
Objetos viejos y fétidos : GachéPrimus : El bulín de la calle Ayacucho
Guitarra : El bulín de la calle Ayacucho Hornillos : Huret
Tacho : Discépolo Latas (oxidada sinfonía) : Discépolo
Silla "conventillera" : Arlt
FaunaArañas : Arlt
Caballos : Gómez Bas Gallinas : Gaché
Gato : Wilde Gatos : Gaché Loros : Gaché
Palomas : Díaz Perro : Wilde
Perros : Díaz Perros : Gaché Pulgas : Arlt
Rata : Discépolo
Actividades: En este rubro encontramos dos conjuntos de referencias. Por una parte las actividades bohem ias narradas en El bulín d e la ca lle Ayacucho. Por la otra, las actividades domésticas y laborales atribuidas sin excepción a la mujer, sea esposa o madre.
ActividadesJuego : El bulín de la calle Ayacucho
Música : El bulín de la calle Ayacucho Bebida : El bulín de la calle Ayacucho
Mateada : El bulín de la calle Ayacucho Amor : El bulín de la calle Ayacucho
Reproducción biológica : Nari Reproducción de la fuerza de trabajo : Nari
Crianza de niños (la mujer) : Gutiérrez y Suriano Lavado de ropa (la mujer) : Gutiérrez y Suriano
Regateos (la mujer) : Gutiérrez y Suriano Cocina (la mujer) : Gutiérrez y Suriano
Trabajos: costurera, modista, : Gutiérrez y Suriano planchadora, aparadora (la mujer)Trabajo: lavado de ropa (la mujer) : Margot
60 Los Conventillos de Buenos Aires
Componentes simbólicos y valorativos: Aquí agrupamos ele mentos simbólicos y valorativos, que tiñen de modo probable mente indeleble el imaginario de la voz estudiada.
Elementos simbólicos y valorativos de carga emocional negativaCasas miserables Huret
Casas ómnibus WildeCuartos pandemónium Wilde
Cueva TaianaCueva del chancho DíazAntros (de miseria) Gaché
Foco de infección El NacionalAmenaza higiénica (gente decente) Rigotti
Nido de ideas revolucionarias (para la Rigottigente decente)
M iseria MargotMiseria Mújica LáinezMiseria DiscépoloTristeza MargotBroncas Mújica Láinez
Llantos afilados Mújica LáinezPalabrotas roncas Mújica Láinez
Comunidad humillante DiscépoloNegocio extorsivo Vilar
Elementos simbólicos y valorativos de carga emocional positivaImagen literaria
Ambito de acuñación de identidad Espacio cultural integrativo
Pequeña Babel (idiomas) Ambito de integración de idiomas
(el cocoliche) Ambito de uniformidad
étnica y ocupacional Alojamiento obrero característico
Alojamiento barato, flexible, próximo al trabajo (para sus habitantes) Tango (sitio de su nacimiento)
CunaComunidad armónica
Armus y HardoyRomeroRamosGachéRomero
Gutiérrez y Suriano
Scobie (opuesto al palacio) Rigotti
BorgesFlor de fango Riachuelo
Conclusiones
Las apariciones más antiguas, dentro de las informaciones aquí utilizadas, serían las correspondientes al censo de 1869 (Scobie, 1977, 188), en forma de anotaciones marginales, carentes de criterios uniformes de calificación. En el otro extremo cronológico, la utilización del término en el contexto periodístico deportivo por Rinaldi (1999) demuestra su actual vigencia, aunque con derivación hacia un carácter valorativo, coincidente con la acepción dada por Gobello a la voz con v en tiy ero e incluso con la ironía de Arlt (1928) acerca de nuestra literatura. En las categorías censales oficiales (INDEC, 1992) el término queda actualmente subsumido en la categoría casa d e in q u ilin a to y al ser adoptados sucesivamente estas categorías en diversos estudios sociales y/o urbanísticos (Gobierno de la Ciudad, 1998; Honorable Senado de la Nación, 1998) el término con ven tillo tiende a desvanecerse y apenas se lo reconoce por estar englobado en la categoría de los inquilinatos.
Asumiendo, desde luego, la relatividad de las muestras aquí empleadas (que podría ser ampliada) y asimismo la relatividad del método adoptado (que podría ser refinado), creemos que el Resumen por tipos de contenido (en tablas) ha permitido replantear y exponer ordenadamente la multitud de ideas e imágenes adheridas a la voz estudiada, por medio de una rica y variada gama de connotaciones. Pero también abundan en este imaginario las imprecisiones y las contradicciones, especialmente visibles en los contenidos de en to rn o urbano y de com pon en tes s im bólicos y va lora tivos. En cambio, tienden a ser más consistentes los conjuntos informativos referentes a a ctiv id a d es y com pon en tes fís ico s . En este último caso, todo confirma un cierto partido arquitectónico basado en la serie “p u er ta - p a tio - p iez a s”.
El Resumen presentado hace más nítidas las coincidencias y también algunas discrepancias; por tanto tiende a replantear algunos problemas, como por ejemplo: ¿Es el conventillo un fenó-62 Los Conventillos de Buenos Aires
meno propio del cen tro o de los barrios céntricos, o bien es propio del arrabal y del suburbio? ¿Es el conventillo una Babel de idiomas o un sitio de uniformidad étnica y laboral? ¿Es el conventillo la armónica comunidad del film R iachuelo o la humillante comunidad discepoliana?
Tocará a otros estudios, entre ellos los referidos a evidencias materiales, históricas y sociales, profundizar o reformular la cuestión del c o n v en t il lo aprovechando los resultados de este trabajo. Desde nuestro punto de vista, basta haber demostrado la multiplicidad y variedad de las nociones involucradas y como las mismas convergen en la configuración de la idea de con ven tillo .
Nota
1. “El territorio hispano (romano) se divide en tres provincias (Tarraconense, Bética y Lusitania)... a su vez, cada provincia se d ivide en conventos jurídicos, a cargo d e un cuestor residente en la ciudad cabecera d el convento, a la que concurren los demas pueblos de esa circunscripción para dirim ir sus pleitos y abonar tributos ” (Sabugo, 1983, 23).
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LA CASA MINIMA: UNA HISTORIA Y UNA LEYENDA
Pablo López Coda
El barrio de San Telmo tiene algunos lugares que nos permiten imaginar cómo fue Buenos Aires en el pasado. El pasaje San Lorenzo es uno de ellos, porque mantiene ciertas características que lo diferencian cada vez más del resto de la ciudad. Son apenas dos cuadras, desde Av. Paseo Colón hasta Defensa al 700, donde el tiempo parece no pasar o al menos pasar más lentamente. El pavimento empedrado colabora a la ambientación y regula la velocidad de los pocos autos que pasan, transformando esos doscientos metros en un oasis de silencio. Sus edificios, a pesar de tener distintas alturas y estilos, mantienen una armonía general de conjunto. Una curiosa construcción de dos plantas y poco más de tres metros de frente, conocida como la casa m ín ima, casa angosta o casa d e l esclavo se destaca del resto de los edificios. Está ubicada en el pasaje San Lorenzo 380, a metros de su intersección con la calle Defensa. La fachada tiene una puerta al medio y sobre ésta una ventana y un modesto balcón en el primer piso. La cornisa superior es su única ornamentación. Parece ser más angosta de lo que es, por el efecto que produce su ubicación
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respecto de las casas linderas, que tienen casi la misma altura a pesar de ser de una sola planta. Pero la fama de la casa m ín im a nació a partir de una romántica leyenda. Se dice que fue construida por un esclavo liberto, en una pequeña porción de terreno cedido por su antiguo amo, en agradecimiento a sus servicios y para que tuviera su vivienda de hombre libre. Esta historia le agrega el encanto suficiente para convertirla en un referente histórico del barrio. Ultimamente, se ha convertido en un lugar obligado de visita para turistas nacionales y extranjeros, a tal punto que ya es un lugar de interés histórico que trasciende los límites de lo barrial, convirtiéndose en un referente para toda la ciudad. Este trabajo se propone conocer cuál fue la verdadera historia de esta finca, cuando y por qué se construye una vivienda tan pequeña; tratando de descubrir que hay de cierto en la historia del esclavo liberto. La metodología de trabajo consistió en buscar información sobre esta casa y sus antiguos propietarios en archivos y comparar esos datos con los provenientes del análisis constructivo de la casa.
La cantidad de notas periodísticas y fotografías existentes, indican que siempre llamó la atención de los porteños. Tanto es así, que en los archivos nacionales, existen fotografías desde por lo menos 19091 y el mismo Jorge Luis Borges se fotografió junto a ella. El poeta Baldomero Fernández Moreno la describió de esta manera: “ Una Fachada lisa, con una p u er ta d e dos hojas en e l m ed io p in ta d a s d e v e r d e con una cer ra d u ra y fa l l e b a d e h ierro , y con e l núm ero en alto, com o una f l o r en la solapa. Es d e dos p lantas. Exactam en te en cim a hay un ba lcon cito con barrotes v er tica les d e h ierro ; detrás d e la v id riera d e dos ho ja y las dos cortin illa s iguales, p l ie g u e a p liegu e. A un lado d e l ba lcón un ca charro con gera n io s rojos, a l otro lado otro ca charro con gera n io s rojos. En e l in terva lo cua tro macetas. Y lu ego , la co rn isa : un rep u lgo d e argam asa . La casa se p r o lo n ga ha cia atrás, p e ro p a r e c e só lo con esa hab ita ción , con esa celda 1 ”.
A partir de la década de 1980 su fama se fue acrecentando con la publicación de un breve párrafo en la revista B uenos Aires nos cu en ta , que mezcla la ficción con la realidad: “En g e n e r a l estas68 Los Conventillos de Buenos Aires
casas d e redu cidas p ropo rcion es eran p a ra los esclavos lib ertos a q u ien es sus a n tigu o s du eñ o s les asignaban , d en tro d e su p rop ied a d , un p eq u eñ o y redu cid o espacio p a ra qu e levan taran sus v iv ienda s d e h om bres libres. Los espacios eran m ín im os, las v iv ien d a s tam b ién . A la m u er te d e esos lib ertos la p r o p ied a d vo lv ía a sus du eñ o s orig ina les, razón p o r la cu a l quedan m uy p o co s vestigios d e estas casas 3 ”
La Casa Mínima en Febrero de 1909 y en Noviembre de 1930. AGN.
No existen pruebas suficientes para suponer que existieron viviendas pequeñas construidas específicamente por esclavos negros para su usufructo personal, ubicadas en el terreno de sus amos. A mediados del siglo XIX, los propietarios preferían subdividir sus grandes casonas en piezas de alquiler para el comercio o para la
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habitación, obteniendo así una renta mensual segura ya que los alquileres en esa época eran altísimos4. El relato transcripto, que carece de referencias históricas concretas, fue repetido varias veces en diversos artículos de diarios y revistas, incluso por el último de sus ocupantes. Esa fábula, generada en una revista para guías de turismo, provocó un efecto sin precedentes en la arquitectura histórica de Buenos Aires, a tal punto que se llegó a pedir que la Comisión Nacional de Monumentos la incluyera dentro de la nómina de edificios históricos para que se la preservara. Pero, el argumento del esclavo liberto, no fue suficiente para convencer a las autoridades de la Comisión. Como corresponde en estos casos, no se dejaron seducir por una frase sin una investigación histórica que sirviera para sustentarla.
A fines de 1994, realizamos trabajos de investigación que derivaron en importantes descubrimientos arqueológicos, históricos y constructivos. Parte de los mismos se dieron a conocer en medios periodísticos5 para divulgar los avances de esta investigación. Pero aún así, la leyenda del esclavo liberto, sigue siendo una verdad irrefutable para los vecinos del barrio, para el periodismo y la famosa historia se enriquece día a día con descripciones tan nuevas como difíciles de comprobar: “Hasta no ha ce m ucho, los vecin os más v ie jo s reco rd aban q u e a l l í v iv ían unos m u la tos -qu izá d e s c en d ien tes d e los p r im it iv o s hab itan tes- q u e tejían redes pa ra los p e s ca d o res q u e trabajaban en Paseo Colón, hasta d on d e llegaba e l río 6 Esta información, pertenece a un artículo publicado en mayo de 1999, que comienza de esta manera: “Pocos saben qu e en San Telmo ha sob rev iv id o hasta hoy una casa bastante pa rticu la r, la ú ltim a d e lib ertos con q u e con tó Buenos Aires." Como vemos, ya se afirma que está a punto de desaparecer el último ejemplo de un tipo de casa de Buenos Aires, que en realidad nunca existió.
Se inventó un modelo de vivienda determinada para dar un marco constructivo simpático a algunos datos reales, como por ejemplo el buen trato general que se daba a los esclavos en Buenos70 Los Conventillos de Buenos Aires
Aires7. El mito, tal vez tenga relación con una costumbre que realmente existió, que consistía en hacer enterrar a algunos sirvientes leales cerca de sus amos8. Esta mezcla entre fantasía y realidad hace que la historia sea tan creíble como errónea. A continuación trataremos de aclarar algunos de estos puntos a través del análisis de la historia documental y constructiva de la casa m ín im a .
La historia documental: Todo comienza en Buenos Aires a fines del siglo XVIII cuando los hermanos Andrés y Francisco de la Peña Fernández, españoles eu ropeos como solía llamarse a los emigrantes de la península, forman una sociedad para comercializar cueros. Matías Sosa, uno de sus clientes en la vecina orilla oriental, contrajo deudas por la compra de 700 cueros y otras obligaciones en moneda corriente, con Francisco de la Peña y Hermanos, en 17929. También tenemos noticias de las actividades comerciales de la sociedad por otros: “quatro cien tos cu eros q u e fu e ro n a Cádiz en la fra ga ta M in erva en e l año d e m il o ch o cien to s d iez 10 ”. El beneficio de dicho embarque correspondía a Doña Ventura Lezica de Peña, por entonces viuda de Francisco de la Peña, quien debió morir antes o durante la revolución de mayo de 1810u.
Este dato no es posible confirmarlo porque su testamentaria no pudo ser localizada en los archivos. Los cargamentos de cuero y otras mercancías de exportación se almacenaban en edificios llamados barracas ubicados por lo general en las proximidades del río, para permitir un fácil acceso de las mercaderías a los barcos. Andrés de la Peña Fernández escribió en 1822 su testamento y declaraba que era: ...“v ecin o d e esta c iu d a d (Buenos Aires), na tu ra l d e la villa d e Bousas obispado d e Z uy en los Reynos d e España, h ijo le jítim o d e D on Jo sé d e la Peña y D oña M aría Josefa Fernández, y a f in a d o s : estando en p i é y aunqu e a lgo achacoso d e salud, en m i en tero y sano ju ic io . . . d e cla ro p o r ún icos b ien es m íos, la Casa B arra ca d e l ba jo d e l H ospital (que en la a ctu a lid ad está a lqu ilada á D on Sebastián Lezica)... y... la m ita d d e l va lo r d e la Barraca d e l R iachuelo, p o r p er ten e ce r le la otra m ita d a D on M artín G regorio Yañez 12”.
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La Casa Mínima en 1950 (J.A.A.).
El bajo del Hospital Real o de San Martín, también llamado de los Betlemitas (entre las calles Defensa, México y Balcarce), es la zona existente al sur del Museo del Ejército. Se lo denominaba el bajo porque efectivamente la topografía de la calle Defensa presentaba una depresión, que aún puede notarse, desde Belgrano hacia el sur, a pesar de las sucesivas nivelaciones realizadas en la ciudad a lo largo de los últimos ciento cincuenta años. Por la zona más baja, pasaba el cauce del arroyo tercero del sur junto al Pasaje San Lorenzo donde está la Casa Mínima. Este sector perteneció originalmente a Antón de Porras, según el repartimiento de tierras realizado por Juan de Garay a los primeros vecinos de Buenos Aires13. Esta zona, hasta bien entrado el siglo XIX, se inundaba con facilidad y producía malos olores por la basura allí acumulada y trastornos al transporte de mercaderías que ingresaban desde el sur de la provincia hasta el mercado de la Plaza de Mayo, por la calle Defensa. A pesar de estos inconvenientes, la zona se encontraba bastante consolidada en la década de 1750, según consta en uno de los planos de la época14, pero en la manzana de Defensa y San Lorenzo había solo dos casas aisladas y no estaban en el terreno que estudiamos.72 Los Conventillos de Buenos Aires
Andrés de la Peña declara como suya la casa del bajo del hospital pero no adjunta el correspondiente título de propiedad ni da mayores datos que sirvan para poder constatar que se refiere a la casa que estamos estudiando. En su tiempo, todos debieron conocer precisamente la ubicación del terreno al que se refería Don Andrés, algo que para nosotros se torna más difícil en función del tiempo transcurrido desde entonces. En abril de 1823, apenas fallecido Don Andrés, sus hijos Luis y Juan Andrés, su cuñada Ventura Lezica y el primogénito de ésta Juan Bautista Peña, deciden la: ... “ven ta d e la barraca q u e d e jó e l f in a d o (la del Riachuelo), a Don Jo sé Serna y a l p r o c ed e r en la a ctu a lid a d a fo rm a liz a r la com p e ten te escritu ra nos en con tram os con qu e se han estraviado los títu los d e p rop ied a d d e l terreno en qu e e l f in a d o ed ificó la Barraca, y com o d e las p ro lija s inqu isicion es q u e h em os h ech o no hayam os p o d id o a v er iguar, n i siqu iera la O ficina d on d e f u e otorgada la escritu ra 15 ”...
Estado de la Casa Mínima en 1994.
Piden entonces al Sr. Juez de primera instancia, a fin de acreditar la propiedad del terreno y para ello piden al caballero Síndico de Ciudad que les reciba la declaración escrita y rubricada de
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testigos para que informaran sobre las siguientes preguntas: Io Si decía haber conocido al finado Don Andrés. 2o Si les consta que dicho finado ha poseído el terreno por espacio de veinte y tantos años, quieta y pacíficamente y si han conocido otro dueño. 3o Si no es así, que lo digan en ese momento. Además, peticionaban que después de aprobada la información presentada comisionaran al oficial de justicia, escribano y actuario para que: . . “pa sando a la barraca m en cionada p ro ced a n a m ensurar e l terren o con p resen cia d e los do cum en to s q u e ten gan en sus respectivas posesiones los vecin os co lin d a n tes , a so ciá n d o se tam b ién p a ra esta d i l ig en c ia d e D on J o s é Ma. M anso a gr im en sor d e c iu d a d 16 ”.
Una vez en el lugar, todos los testigos responden a lo solicitado y uno de ellos, Santiago Gutiérrez, responde a la segunda pregunta diciendo: “Que p o r espacio d e d iez y seis años (desde 1807) ha visto p o s e e r qu ieta y p a c í fica m en te a e l f in a d o D on Andrés d e la Peña Fernández, y no ha con o cid o más du eñ o q u e é l y su com pañ ero D on M artín G regorio Yañez 17”. Esta afirmación es el único registro de todo el documento en donde queda claro y explícito que se trata de la barraca del Riachuelo, por ser ésta la declarada como propiedad compartida con Yañez. El 22 de mayo de 1823, después de realizada la mensura definitiva del terreno, junto a las declaraciones de los vecinos colindantes, se certificó la posesión del terreno y barraca del Riachuelo a Andrés de la Peña Fernández y sus albaceas concretaron finalmente la venta, utilizando ese documento como título de propiedad.
Esta era la manera legal de certificar la posesión pacífica y las mejoras realizadas en un terreno ocupado en los últimos años del virreinato. Después de la Independencia, especialmente entre 1820 y 1830, se confiscaron terrenos y bienes pertenecientes a españoles que vivían en el país. Tal vez, Andrés de la Peña, no realizó los trámites para legalizar su propiedad para eludir una posible expropiación. Debió suceder lo mismo con la casa barraca del bajo del hospital que fue, hasta bien entrado el siglo diecinueve, una zona anegada por las crecientes del arroyo Tercero del Sur.74 Los Conventillos de Buenos Aires
Los expedientes de esta testamentaria no especifican su ubicación exacta y no aportan ninguna otra información sobre el tema. Pero, en su testamento, hay un dato que sirve para aclarar definitivamente el mito de la casa del esclavo liberto porque dice: . . “es m i vo lu n ta d d e ja r com o d e jo lib re d e toda serv idum b re p a ra después d e m is días a la m orena Josefa m i esclava, en rem unera ción d e lo b ien y f i e lm en t e q u e m e tien e servido, cu ya carta d e resguardo, le otorgarán y en trega rán m is a lbaceas 18
El texto es contundente, no cede parte del terreno a su esclava ni menciona siquiera, alquilarle una habitación19. Por otra parte, ceder un espacio privado para usufructo particular del esclavo podía llegar a plantear futuros reclamos de posesión de la propiedad por el liberto o sus herederos. Además declara: ...“que debo a m i cuñada D oña Ventura Lezica seis m il trescientos treinta y dos pesos, p ro ced en tes d e do te y h eren cia pa terna que lo depositó en m i p o d er siendo la expresada can tidad e l líquido descontando la p la ta qu e le h e en tregado pa ra la m anutención d e la fam ilia , desde la m uerte d e su m arido 20 ”. Esta mención nos confirma que Francisco de la Peña ya estaba muerto antes de 1822 y su hermano Andrés se había quedado a cargo del manejo del dinero de la viuda. Por ser Don Andrés soltero, sin heredero alguno, ni descendiente ni ascendente, los albaceas serían sus sobrinos Luis y Juan Andrés de la Peña, la señora Doña Ventura Lezica y su hijo Juan Bautista de la Peña, un personaje clave de aquí en adelante en lo referente a los asuntos comerciales de la familia Peña.
Como no pudieron hallarse las testamentarias de Francisco de la Peña Fernández, ni de los sobrinos Luis y Juan Andrés, los transcriptos son los únicos documentos de la propiedad del bajo del hospital, correspondiente a Defensa y San Lorenzo, antes de 1822. Es posible que ese terreno estuviese en condiciones precarias hasta fines del siglo dieciocho, cuando Don Andrés de la Peña lo mejoró edificando la casa barraca del hospital. La ocupación por muchos años le permitió, aunque sin tener el correspondiente título de propiedad, alquilar la finca a Sebastián Lezica quien tal vez la siguió utilizando hasta su muerte.
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Puerta de la habitación en altos con pintura rojo punzó de la época de Rosas.
76 Los Conventillos de Buenos Aires
Interior de la habitación, se puede observar el piso de madera de 1870 y las vigas o tirantes de madera de 1861.
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Vista de la cornisa superior de la fachada con su estructura de ladrillos.
Lo cierto es que fallecida Ventura Lezica, casi cuarenta años después, se plantearía otra vez la necesidad de legalizar una propiedad como sucedió antes con la barraca del Riachuelo’1. Su testamento, redactado el 21 de febrero de 1848, en el ítem 2o declara que sus bienes: . . “consisten en dos fin ca s , la una es en La qu e vivo, ca lle d e Chacabuco... la otra en la ca lle d e la R econquista n ú m ero c ien to och en ta ... más lo q u e m e corresponda en los b ien es d e m i f in a d o h erm an o D on S ebastián L ezica 12 ”. Durante muchos años Ventura Lezica fue la encargada de percibir el dinero proveniente de los alquileres de Defensa y San Lorenzo, pero es curioso que en su testamento no mencione ser dueña de esa finca. La señora Ventura Lezica cayó en cama víctima de una enfermedad en octubre78 Los Conventillos de Buenos Aires
de 185723, que la obligó a quedar en cama hasta su muerte, sucedida el 5 de abril de 1861. Su testamento, fue abierto trece años después de ser escrito, sin agregados ni modificaciones y, como hemos visto, sin declarar entre sus bienes la propiedad de Defensa y San Lorenzo.
Los vínculos de parentesco entre las familias estaban consolidados por fuertes relaciones comerciales. Este hecho comienza a hacerse evidente y a verificarse en los documentos a partir de este momento. Juan Bautista Peña, es nombrado albacea en primer lugar en el testamento de su madre y, como hijo primogénito, se hizo cargo de los arreglos funerarios de rigor que incluían el tradicional chocolate y bizcochos servido a los asistentes24.
Apenas pasado un mes del fallecimiento, comienza a ocuparse de la sucesión de su madre para dividirla equitativamente con sus otros seis hermanos y mediante un escrito presentado al juez de primera instancia, le manifiesta: ...“deseo cu an to an tes p r o c e d e r a l arreglo d e esta testam entaria. Al efecto p id o la au torización necesaria p a ra p r o c ed e r a los in ven ta rio s y tasaciones p rop on ien d o a l m aestro m ayor en e l ramo d e a lbañilería Dn. Jo sé M aría Vaca pa ra qu e a vista d e ojos p ra ctiqu e las tasaciones d e las dos fin ca s, una sita en la ca lle d e C hacabu co y la o tra en la ca lle d e la D efen sa d e las q u e hab la la cláusula 2 a d e l testamento. P ido se haga a vista d e ojos pa ra ev ita r las dem oras y gastos q u e o r ig in a la tasación deta llada , y q u e en ú ltim o resultado p rod u ce los m ismos e fe c to s 25 ”. Aquí se menciona por primera vez el terreno de la calle Defensa, pero en reemplazo de la propiedad de la calle Reconquista 180, que era en verdad la que fue declarada en la cláusula 2a del testamento. Esta finca, seguramente fue vendida antes de iniciar estos trámites, ya que no existe ningún registro posterior. El deseo de arreglar la testamentaria era, en realidad, poder incorporar legalmente a la herencia las casas de Defensa y San Lorenzo, de las que la familia Peña no tenía el correspondiente título de propiedad. La intención de tasar “a ojos vista” evitaría conocer en detalle las características detalladas de cada una de las propiedades, colocándole un precio ajustado a la realidad.
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La tasación se realizó al día siguiente de firmado el documento anterior y es la única descripción constructiva de la casa existente en los archivos. Lamentablemente, se la hizo de manera muy escueta, privándonos de conocer en detalle los materiales utilizados, la calidad de los ambientes, etc. El tasador, designado por el albacea, era un constructor de reconocida trayectoria en el rubro de albañi- lería, que había trabajado anteriormente para la familia. Su tasación es la única referencia constructiva de la finca, por eso la transcribimos textualmente: “Tazación p ra ct ica d a p o r e l m aestro m ayor qu e p r im a á vista d e ojos en todos sus “ram os” d e una casa p erten ecien te a la testam entaria d e Da Ventura Lezica d e Peña cita en la Calle D efen sa ha ciendo ángu lo d e esquina á la d e Sn. Lorenzo señalada p o r la Calle D efensa con los núm eros 230, 232, 234, 2 3 6 y 238 y p o r la Calle d e Sn. Lorenzo con los ñus. 36, 38, 40 y 42 p ra ctica da d icha opera ción á p ed im en to d e su A lbacea; cu yo p o r m enor es com o sigue:
Terreno: El d e d icha f in ca se com pon e d e 3 3 ¼ V d e fr e n t e a l oeste con 3 3 ¼ d e fo n d o . Con bu ena vereda d e p ied ra g en o v esa á las dos calles. Y se halla ed ificado en el, un a lm acén esquina á las dos calles; un cuarto y un saguan y otro cuarto d e tejas unas, otro in terior tam bién d e teja; uno d e azotea a l fo n d o ; cosina pozo d e balde y letrina. Y a la ca lle d e Sn. Lorenzo dos p iezas á la ca lle con dos zaguanes, un dorm itorio y cosina, una p iez ita d e altos sobre e l ed ificio d e la calle. Otras dos piezas in teriores todo cercado d e pared , un dorm itorio pa ra e l a lm acén y cosina. Todo con buenas maderas, p a r te con pa lm as y otras con tirantes, todo d e buena calidad, regulares pu erta s C° C° Y e l qu e p r im a según su cien cia y con cien cia , taza d icha f in c a en todos sus ramos; con in clusión d e su terreno, en la can tidad d e doscien tos cin cu en ta m il pesos M/Cte, Im porta la p resen te tazación la can tidad d e doscientos cin cu en ta m il pesos M I Cte, Buenos Ayres mayo 8 d e 1861. J o sé M aría Baca 26 ”.
La tasación describe el edificio sobre la calle San Lorenzo N° 36 que incluye lo que hoy conocemos como casa mínima. Según este documento, el terreno era un cuadrado que medía 33 varas
de lado y se especifican algunos de los materiales utilizados, que serán analizados más adelante. Un año antes de hacer esta80 Los Conventillos de Buenos Aires
tasación, el maestro Baca había realizado otra para Josefa Peña, ocupándose del rubro de albañilería27. El detalle minucioso de materiales y costos realizado en esa oportunidad, contrasta con la tasación a o jo s v ista de las casas de Chacabuco N° 20 y la de Defensa y San Lorenzo. Esta ocupa tan solo dos carillas escritas en letra grande mientras que la otra, tiene trece carillas en letra pequeña. La urgencia del albacea nos privó de tener una descripción detallada de la casa que nos permita hacer un estudio de las transformaciones realizadas desde entonces. A un mes de la tasación, el albacea espera que el juez de primera instancia dé por aprobados los inventarios y las tasaciones realizadas en las dos fincas, de las cuales no especifica la dirección para no contradecir el testamento de su madre, y continua pidiendo que “A probados q u e sean los in v en ta rio s y tasaciones sería n ecesa rio p r o c ed e r a la d iv is ión d e los bienes, p e ro ésta no p rod u cir ía resu ltados po sitivo s n i nos sa lvaría d e la m ancom un idad , si no se p r o c ed e d esd e ahora a la en a gen a ción d e las dos f in ca s en lo q u e según en tiend o están con form es todos los in te resados. Para ab rev ia r p u es trám ites p id o a u sted se sirva d ecr e ta r la ven ta d e am bas p rop iedad es en rem ate p ú b lico f i ja n d o los d ía s1*”.
Detalle del revoque de barro y bosta de la pared este de la habitación.81
Estarcido recuperado en la Casa 3.
En este momento, la estrategia del albacea estaba en el punto de mayor riesgo, pues aún no habían sido aprobadas las tasaciones y todavía podía comprobarse que la finca de la calle Defensa se tasó en lugar de la de Reconquista N° 180, pidiendo además que sean rematadas. El juez de primera instancia Alejo B. González recibe el expediente y ratifica: ... “la m anifesta ción d e b ien es a sí com o a l m aestro m a yor en las op era cion es q u e ha p ra c t i ca d o 2v .. aceptando, de esta forma sencilla, la propuesta de Don Juan Bautista Peña. El mencionado juez sería más tarde sobrino político del albacea al casarse con su sobrina Celina Peña y Castro, hija menor del primer matrimonio de su hermano José María Peña30.
A principios de octubre de 1861 se autoriza a que: ...“sean ven d idas en rem ate p ú b lico las fin ca s testamentarias, señalándose a l efecto los días q u e d eba ten er lu ga r y anunciándose p o r los diarios y pa ra jes d e co s tu m b re31 ”. En el expediente se adjunta un recorte del periódico La Tribuna con la disposición del juez González, con fecha 10 de diciembre de 1861, de hacer almonedas y remate bajo las galerías de la Casa de Justicia en las tardes de los días 8, 9 y 10 de enero de 1862. Este remate incluía las dos casas, la de Defensa esquina San Lorenzo y la de Chacabuco N° 20. Durante los días 8 y 9 de enero82 Los Conventillos de Buenos Aires
el acto terminó después de puesto el sol, sin que se hubiera presentado licitador alguno32. Al día siguiente, por medio del pregonero, se hizo comunicar en alta e inteligible voz el precio de las dos casas. José María González Garaño ofreció $167.000 por la propiedad de la calle Defensa. La puja continuó con ofertas sobre la propiedad de la calle Chacabuco y Adam Hunt ofertó el precio más alto que fue de $290.000. Luego Juan A. Rodríguez mejoró la oferta de la de la calle Defensa en $214.500 y ...“ d ich a s oferta s pregonada s qu e fu e r o n vo lv ió a m ejorarlas D on J o s é M aría González G araño o fr e c ien d o p o r la p r im era casa d e la ca lle d e la D efensa la can tid ad d e doscien tos v e in te y seis m il qu in ien tos pesos, y p o r la segun da, la d e doscien tos n oven ta y un m il pesos m oneda corrien te, y d e cla rando qu e e l rem ate se ha cía pa ra Don J o s é M aría Peña 33 Dentro de los trámites administrativos realizados por la compra en remate de las dos propiedades, se pudo verificar que no tenían hipotecas desde 1829 ni embargos desde 186034. Es decir, que ambas propiedades fueron ocupadas de manera estable por lo menos desde la época de Rosas. Este dato se ratificó en el análisis constructivo de la casa y la excavación arqueológica realizada31.
El 26 de marzo de 1862: ..D el Sr. Ju ez o to rgó ... e s cr itu ra d e ven ta a fa v o r d e J o s é M aría P eña d e la casa fo rm a n d o esqu ina a la ca lle D efensa y San Lorenzo, lib r e d e g ra va m en 36”... Y lo mismo hizo con la otra propiedad, por el precio estipulado en el remate. De esta manera, José María Peña pudo recuperar los dos bienes de la familia pagando la suma total de $517.500, es decir $2.500 menos del precio de la tasación que realizó el maestro Baca por indicación de su hermano. Una vez obtenidas las escrituras, el albacea presentó al juez un interesante escrito que, al exponer asuntos referidos a la forma de realizar el reparto de los bienes, describe y deja constancia de como se suma la propiedad de la calle Defensa a los bienes de su madre: “En las in fo rm a cion es q u e se levan taron pa ra a cred ita r la p r op ied a d d e am bas fin ca s , t ien e VS. ju s tifica d o s los h echos q u e m en cionam os, y además, en tr e los papeles, hem os en con trad o una liq u ida ción estra jud icia l, d e la so c ied a d q u e
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ten ía Dn. F rancisco P eña con sus h erm anos en la q u e se a d ju d ica a aq u e l la m en cionada f in c a Calle d e la Defensa. A la m u er te d e l exp resado Dn. Francisco Peña, sus h ijos no h icieron d iv isión d e la casa Calle d e la D efensa, y la d e ja ron pa ra q u e su Sra. M adre a tend iese á sus n ecesidades con los a lqu ileres q u e p rodu cía : esta es la razón p o r qu e la m en cionada f in c a apa rece en tr e los b ien es d e la Sra.37”.
La verdad es que no se incluyó ningún documento extrajudicial que adjudique a Francisco Peña la propiedad, a menos que el al- bacea se esté refiriendo a alguno de los recibos de compra y venta de cueros descriptos al comienzo de este trabajo, que nada tiene que ver con un título de propiedad. Así, se intentó legalizar la venta y posterior compra en remate, de un bien del que no se tenía título de propiedad. Por este motivo, el albacea presentó este informe recién al finalizar la operación de compra de la finca. Un nuevo escrito, presentado en febrero de 1862, tuvo el objeto de legitimar: . .. "los más d e cua ren ta años e jer c ien d o a ctos d e d om in io y s e ñ o r ío 38”... que su madre ejerció en la finca de la calle Defensa y San Lorenzo, ya que: ..." l a señora D oña Ventura... ha d isfru ta d o esclu sivam en te d e sus a lqu ileres ín tegros en los m uchos años d e su larga v iu d a d 39”... Los recibos de alquiler podían ser, en todo caso, los únicos documentos existentes que relacionaran a la familia con esta propiedad.
Es interesante, la diferencia de modalidad empleada en la venta de la finca del Riachuelo y la de la calle Defensa. En la primera, se realizó el procedimiento ordinario para obtener la escritura de una propiedad ocupada pacíficamente. En la que nos ocupa, la habilidad de Juan Bautista Peña sirvió para que la familia pudiera recuperar obteniendo un legítimo título de propiedad de una finca que no había sido declarada en el testamento de su madre, después de haber percibido por más de cuarenta años el usufructo de los alquileres que la mencionada finca le produjo. El sagaz albacea fue además un brillante empresario y una persona muy vinculada a la sociedad porteña.84 Los Conventillos de Buenos Aires
Troncos de palma con clavos de hierro forjado encontrados en la Casa 1.85
Santiago Calzadilla lo describe así: “Eran m uy buenas y p o r end e m uy frecu en tada s las tertulias qu e nos daba e l señor don Juan Bautista Peña, e l h om bre d e rostro más adusto en la calle, y e l más agradable, am eno y com un ica tivo en su casa 40”... Ese hombre, llegaría años más tarde a ocupar importantes cargos públicos en la ciudad. En 1891, la propiedad quedó en poder de Enrique Peña, hijo de José María. Al morir Enrique Peña, le sucedieron en partes iguales sus hijos Enrique José Alberto y Elisa Celestina Peña. Esta última, por fallecimiento de su hermano, quedó como única heredera de la finca y fue la última propietaria de apellido Peña. En 1925, la habían heredado Enrique Carlos María y Carlos Augusto Picardo. Finalmente, en 1988 fue vendida a su actual dueño, que gentilmente nos permitió acceder a su terreno para realizar este trabajo.
Ya hemos visto como los hermanos de la Peña ocuparon el terreno de Defensa y San Lorenzo a comienzos del siglo XIX. La familia Peña siempre mantuvo en alquiler esta propiedad y nunca la utilizó como residencia particular. La primitiva barraca fue alquilada antes de 1822, a don Sebastián Lezica. Durante los cuarenta años sucesivos, doña Ventura Lezica vivió, según consta en recibos de pago41, de los alquileres que esta finca producía. En el año 1861 fue alquilada a tres señores: Miguel Bosch, Antonio Salvó y Jacques Jassan42 y también hay documentos de cobro de alquileres entre 1885 y 1890 a favor de Enrique Peña. Pero más allá de la: . . . “p iez ita en altos sobre e l ed ific io d e la c a l l e”... no hay otra descripción sobre la Casa Mínima y resulta difícil comprender cómo, cuando y por qué surgió la necesidad de crear una construcción tan angosta. La respuesta está contenida en la misma tasación que describe por primera vez la casa que, por haberse hecho con apuro, no tiene las medidas reales del terreno.
Al pasar la propiedad a manos de Enrique Peña, en 1891, se repite la información registrada en la tasación de 1861 respecto de las dimensiones del terreno. Es decir, que las fachadas forman un cuadrado pero la realidad física indica que el terreno es un rectángulo, por ser la fachada San Lorenzo más larga que la de Defensa43.86 Los Conventillos de Buenos Aires
En abril de 1895 se aprobaron los planos de la nueva instalación sanitaria. En aquellos años se decidió cambiar la blanca fachada colonial por un almohadillado de revoque símil piedra, más acorde con la moda de la época. Seguramente al momento de comenzar los trabajos de mensura para los planos de obra surgió la duda. La escritura decía que ambas fachadas eran iguales, pero las medidas tomadas en el lugar indicaban que la propiedad tenia una vara de más sobre la calle San Lorenzo. ¿Cómo se podía justificar esa diferencia de medidas? La solución fue bastante simple. Los constructores demolieron todas las fachadas coloniales de la finca menos un sector de 2,67 m sobre el frente de la calle San Lorenzo, junto a la medianera este. Esta medida no fue arbitraria, pues se obtiene calculando 33 varas 1/3 tomando 0,75 m como unidad de medida por cada vara44. El proyecto integraba interiormente lo que conocemos como casa mínima, pero manteniendo un tramo de escasos tres metros de la fachada colonial. Ese sector parecía exteriormente una casita con acceso independiente y una habitación pero, detrás de esa fachada angosta, la vivienda avanzaba detrás del nuevo frente y superaba el doble de la superficie que aparentaba. Pero no deja de llamar la atención que la habitación en altos se haya mantenido sin ninguna transformación. Como la propiedad fue pasando de mano en mano a través de distintas sucesiones y nunca fue vendida, no se necesitó aclarar los problemas de mensura45.
Entre 1900 y 1930, la extraña vivienda de la calle San Lorenzo debió quedar por algún tiempo deshabitada hasta que algún intruso tuvo la feliz idea de cerrar la pared oeste del patio, formando así una vivienda independiente como la que se quiso aparentar. Una fotografía, tomada en 1930, muestra a dos hombres -probablemente ocupantes- parados frente a la puerta de la casa, ocultando su identidad frente al indiscreto fotógrafo. Los Picardo, descendientes de los Peña, debieron desconocer los antecedentes de esta propiedad y, por temor o desconocimiento, toleraron la ocupación de esta parte del terreno que Don Juan Bautista Peña había hecho tasar sin rigor. Después de varias décadas de ocupaciones transitorias, en 1988 la casa mínima fue vendida junto con el resto de la
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esquina a su actual propietario, quien finalmente tramitó la unificación de los lotes de la esquina de Defensa y San Lorenzo, conforme a la realidad física del terreno. De esta manera, la casa mínima quedó incluida nuevamente dentro de la histórica finca del bajo del hospital a la que en realidad siempre perteneció.
La historia constructiva: La restauración arquitectónica y la arqueología histórica son disciplinas científicas que actúan directamente sobre el patrimonio de la ciudad. Todos los edificios se construyen con materiales que son propios de cada época y en todo espacio habitado se utilizan determinados objetos que inevitablemente se deterioran, se rompen y descartan junto con el resto de la basura doméstica. De la misma manera, materiales provenientes de una demolición se suelen emplear en las nuevas construcciones o reformas. Analizando, cuidadosamente, los materiales y las técnicas constructivas de los edificios más antiguos y excavando arqueológicamente los terrenos que estos ocupan, podemos recuperar la información que contiene la ciudad que habitamos. El resultado que obtenemos asociando esa información, con la obtenida en archivos, nos permite escribir la historia de la ciudad desde una perspectiva más amplia y humana que si nos limitáramos a analizar solamente documentos históricos o planos de edificios. Pero para poder leer el edificio de esta forma es necesario que se encuentre lo más orig ina l posible, es decir, sin intervenciones recientes profundas que alteren esa información. El análisis que sigue se publica tal como fue escrito en 1994, antes de que se hicieran cambios en la fachada y el interior de la casa mínima para adaptar el edificio al proyecto turís- tico-cultural Z an jón d e Granados.
En el catastro de la ciudad realizado por Pedro Beare a mediados del siglo XIX, se delimitan con bastante precisión y detalle las manzanas de la ciudad. Este terreno, identificado con el número II, figura a nombre de José María Peña y con Madelana Butter como vecina, lindera al este sobre la calle San Lorenzo. Según la información del catastro, sus medidas eran: 33 varas 1/3 de frente y 34 varas 1/3 de fondo. Existían solo cuatro habitaciones en planta baja de88 Los Conventillos de Buenos Aires
material (ladrillo y cal) y otras doce de madera. Había seis ventanas con rejas de hierro y la vereda era de piedra como lo indicaba la tasación de 1861. Además, era la única finca de la manzana que tenía alumbrado con faroles a gas, mientras que las restantes continuaban con el sistema de alumbrado con aceite46.
Respecto al conjunto construido, se puede observar que las habitaciones de material conforman el perfil de ambas calles y las de madera están en el interior. Esta información contradice al tasador Baca pero, confiamos en el tasador que seguramente debió tener acceso a las habitaciones interiores. Un dato importante es que el acceso, de lo que hoy es la casa mínima, está identificado como zaguán sin la habitación en altos. Además muestra claramente que la esquina tiene acceso por las dos calles, no tiene ochava y coincide plenamente con la descripción de 1861. El proyecto de 1895 de la nueva instalación sanitaria, dejaba fuera de servicio a los antiguos aljibes, pozos de basura y cisternas aunque el plano indica su ubicación.
Las habitaciones de alquiler se habían modernizado, pero aprovechando parte de las construcciones existentes. Por ejemplo, permanecía el alm acén esquina sin ochava y doble acceso, a la vez que no se demolieron algunos de los gruesos muros coloniales. En otros sectores se realizaron profundas transformaciones, como en Defensa 774 al 778. Allí se construyó en dos lotes la clásica tipología de conventillo de habitaciones alineadas que comparten un patio y servicios comunes. El patio, en este caso, era un pasillo angosto, pues una pared medianera lo dividía por el medio. El lote con frente sobre San Lorenzo se dividió en tres casas de alquiler con accesos independientes. Es decir que a principios de 1900, estaban en alquiler cinco unidades, pertenecientes a la misma propiedad, tres sobre San Lorenzo y dos sobre Defensa. Estos fueron los únicos planos detectados y, por su antigüedad, no coinciden con la realidad constructiva del terreno al momento de comenzar los trabajos de campo47. Por eso, fue necesario realizar un relevamiento de todo el terreno, con la finalidad de hacer un plano de los restos constructivos existentes.
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El terreno, según la nomenclatura parcelaria48, comprende sobre la calle Defensa los números 760, 768, 774, 776 y 778; mientras que sobre el pasaje San Lorenzo los números 380 (correspondiente a la casa mínima), 392, 394 y 400. El estudio de las transformaciones realizadas en todo el terreno, fuera de la Casa Mínima, merece un estudio más profundo y excede los límites de este trabajo. De todas maneras, apuntaremos las observaciones constructivas más importantes relacionadas con la investigación histórica realizada. Dividiremos los distintos lotes que conforman el terreno en: Casa 1, que comprende la esquina y el bloque constructivo existente sobre la calle San Lorenzo; Casa 2 el lote sobre Defensa unida a los fondos de la casa 1 y Casa 3, el lote contiguo sobre Defensa hacia Independencia. La Casa Mínima será analizada por separado. 90 Los Conventillos de Buenos Aires
En el plano realizado en 1994, tomando las medidas en el lugar, se puede observar que en las habitaciones de la casa 1 fueron aprovechados algunos de los muros maestros de la primitiva construcción, que se diferencian por tener espesores de sesenta o setenta centímetros y derrames en los vanos. Las paredes internas eran de un ladrillo o de ladrillo y medio de ancho, todas con junta de tierra romana y algunas fueron construidas sin cimientos. Lodos los revoques detectados eran a la cal, con distinto tipo de inertes agregados. En el terreno ya se habían demolido las cubiertas y parte de los muros internos, dejando sólo las fachadas con su altura completa. Fue necesario retirar gran cantidad de escombros y basura acumulada, hasta llegar al nivel del piso de las edificaciones. Entre los materiales de demolición había tirantes de madera
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dura y troncos de palma que sirvieron a la estructura de los techos originales, como los descriptos en la tasación de 186249. Uno de los pasillos internos tenía un cielorraso suspendido del que se retiraron algunos clavos de hierro de manufactura semi-indus- trial. Una habitación conectada por este pasillo, tenía sus paredes decoradas con un estarcido tipo em papelado , con decoración floral en color azul sobre fondo verde claro50.
Plano obras de salubridad. Abril 1895.
92 Los Conventillos de Buenos Aires
Junto al muro de la fachada San Lorenzo, a diez metros la Casa Mínima, se encontró durante la excavación arqueológica una moneda de cobre de dos centavos con fecha de 1852, junto a un contexto de baldosas francesas de Le Havre51. Es probable que las habitaciones del frente tuvieran ese tipo de piso de baldosas, colocadas (c. 1850) en reemplazo de los enladrillados que fue el tipo de solado detectado en gran parte de la casa 1, especialmente en la ochava. Pero, los pisos de revestimiento existentes eran mosaicos modernos o entablonados de madera de pinotea, con cámara de aire, colocados (c. 1895) en reemplazo de los mencionados de baldosa. En el sector donde funcionó el baño de la casa mínima, quedaron colocadas algunas baldosas francesas de Marsella52, correspondientes al piso de la cocina de 1895.
Los cimientos del muro de la fachada San Lorenzo, junto a la casa mínima, están realizados con siete hiladas de ladrillos, hasta llegar a una profundidad de -0,40 m del nivel de piso de la vereda. Seguramente la casa mínima tiene el mismo esquema de cimientos. En la casa 1 se detectaron construcciones de provisión y almacenamiento subterráneo de agua (aljibes, cisternas, pozos ciegos) pertenecientes a las distintas intervenciones realizadas en el siglo XIX.
La casa 2, fue profundamente transformada en las últimas décadas y quedan muy pocos detalles constructivos de interés. Tal vez, el más interesante sea un conducto de desagüe pluvial de cinc, existente en la medianera que la separa de la casa 3, que fue cubierto con fragmentos de tejas coloniales que pertenecían a las cubiertas de la primitiva construcción de madera. Sobre esta medianera, se descubrieron dos aljibes que fueron compartidos por ambas casas y que debieron tener un brocal semicircular a cada lado de la medianera. Había también un brocal de aljibe que no tenía pozo ni cisterna. Estaba simplemente colocado sobre el piso como decoración. La casa 3 mantenía la disposición en planta de habitaciones alineadas sobre la medianera sur. Estas habitaciones medían 4 x 3,30 m y ventilaban a un pasillo común. La cubierta
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de las habitaciones era a un agua, con pendiente hacia el patio y en lugar de tejas estaba revestido exteriormente con baldosas francesas53, cubiertas con membrana asfáltica. Los pisos eran enladrillados, cubiertos con distinto tipo de revestimientos. Las paredes interiores tenían aplicados estarcidos simples, con guardas de diseño floral. Sus motivos fueron relevados gráfica, cromática y fotográficamente.
La Casa Mínima, a pesar de su antigüedad, se encuentra en buen estado de conservación. Esto no es producto de ningún proyecto de preservación, se debe a que casi siempre estuvo habitada y sus ocupantes realizaron el mantenimiento básico (eliminar goteras, reparar carpinterías, etc.) en busca de confort, respetando lo original54. La fachada, se mantiene casi igual a como se la puede observar en las fotografías de 1909 y 1930: las medidas son 3,27 m de ancho (incluyendo 0,30 m de medianera a cada lado) y 10 m de alto, con revoque liso blanqueado y una sola moldura a modo de cornisa superior. Es probable que la casa tuviera guardapolvos sobre los vanos y otro tipo de perfil en la cornisa. Las puertas de acceso no son las que la casa tuvo en origen. El ancho del vano debió ser mayor que el actual, con una puerta de una sola hoja de bastidor superior curvo. Pudo tener, al igual que las puertas de esa época, una moldura guardapolvo sobre el vano. En la fachada existen dos tipos distintos de ladrillos, que indican que fue reformada en el último tercio del siglo XIX.
Un desprendimiento de revoque existente bajo el balcón, permite diferenciar claramente los ladrillos originales de los colocados para realizar un nuevo dintel en la puerta, de ladrillos más largos y de menor espesor. Este dintel debió ser colocado cuando fueron cambiadas las puertas de acceso, probablemente en 1885. Como se puede ver en la fotografía tomada en 1909, ya estaban colocadas las nuevas puertas, que corresponden a tipologías de 1880/1910. El interior de la planta baja se encuentra transformado, especialmente desde el patio hacia el fondo. El muro este mide 0,82 m de espesor,94 Los Conventillos de Buenos Aires
con un rebaje de 0,14 m en el vestíbulo, para permitir que las puertas de acceso abran al interior con comodidad. Para pasar del vestíbulo al zaguán hay un desnivel de tres escalones.
El zaguán, mide tan solo 1,20 m de ancho y tiene 4,88 m de largo, rematando en un arco de manipostería que conduce al patio. En este arco debió existir a fines del siglo XIX una reja cancela de hierro55. Sin embargo, el espacio del vestíbulo y del zaguán se mantiene. El fondo del patio fue modificado en 1895 para adaptar allí una cocina. La cubierta de este sector estaba demolida, pero mantenía aún tres tirantes de madera dura y el piso enladrillado. El baño, no está dentro de los límites de la casa actual y fue realizado por los ocupantes en el terreno lindero al oeste, mediante un orificio practicado en la medianera. El solado del vestíbulo, como el del zaguán, es de mosaicos calcáreos decorados con un motivo geométrico central y una guarda de borde. Los del patio, del mismo material, son de un solo color y forman un damero rojo y amarillo. Ambos solados debieron colocarse en la misma reforma en la que se colocaron las puertas del acceso.
En el plano de 189556 se observa la escalera que conduce a la habitación, que era de un solo tramo y estaba apoyada en la medianera este, aprovechando el espacio que deja un martillo del terreno. Esa escalera fue cambiada hace algunos años por otra metálica, tipo ca ra co l, para obtener mayor superficie libre en el patio. El balcón interior tiene un solado de 0,70 x 2,00 m de baldosas cerámicas rojas de Le Havre57. Una primera inspección a este solado, realizada en 1992 desde el terreno lindero58, me permitió confirmar que la construcción es tan antigua como parece, descartando así la posibilidad de que se trate de un ejemplo de arquitectura neocolonial. Tiene una austera baranda de barrotes redondos de hierro. El vano de la puerta de acceso a la habitación mide 0,82 x 2,10 m. El dintel está realizado con tres vigas de madera dura, con un rebaje curvo en la cara inferior que sigue la línea curva del bastidor superior de la puerta. Esa carpintería
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mantiene la tradición colonial en su manufactura: bastidor superior curvo, tableros salientes y robustos goznes forjados. Su cerradura original fue retirada al igual que los pasadores forjados (superior e inferior). De la parte baja de la puerta solo queda el bastidor lateral izquierdo, el resto debió romperlo alguien tratando de entrar por la fuerza. Pero lo más interesante de esta puerta es que su pintura original, parcialmente oculta bajo dos tonos de verde, es de color rojo punzó.
El descubrimiento de este tipo de pintura” aplicada directamente sobre el sustrato de madera, indicaría que la habitación en altos fue edificada antes o durante el gobierno de Juan Manuel de Rosas (1829-1852) es decir, al menos veinte años antes de la tasación del maestro Baca.
El interior de la habitación mide 2,06 m de ancho x 5,20 m de largo. Los muros tienen 0,70 m de ancho, con el típico derrame interior que permitía abrir correctamente las carpinterías hacia dentro, iluminando mejor el ambiente por la refracción de la luz que allí se producía. Conserva sus revoques originales hechos con barro batido y bosta, blanqueados a la cal. Este tipo de revoque60 es característico de las construcciones coloniales y se usó hasta 1860/ 70, cuando fue prohibido, al igual que los muros de adobe, por razones de higiene. Por eso, esta puede ser la única habitación de Buenos Aires que todavía conserve esta clase de revoques61.
Los muros están construidos íntegramente con materiales porosos (ladrillo con mortero de barro, revoque de bosta y blanqueo a la cal) por lo tanto son muy permeables, permitiendo de esta manera que la humedad no se acumule en los muros provocando deterioros. A eso se debe que estos antiguos revoques no se hayan desprendido de los muros. El solado interior es de tablas de madera, de cinco pulgadas de ancho, unidas con machimbre. El revestimiento original debió ser de baldosas francesas de Le Havre, iguales a las del balcón interior, pero debió ser reemplazado (c.96 Los Conventillos de Buenos Aires
1870) por el actual revestimiento de madera, apoyado sobre listones directamente sobre el piso, es decir, sin su característica cámara de aire. La estructura del techo está realizada con tirantes de madera dura colocados en dirección este - oeste.
Un entramado de seis alfajías de madera de quebracho o lapacho colocadas cada 0,50 m sostienen la losa, realizada con cuatro hiladas cruzadas de ladrillos de la segunda mitad del siglo diecinueve. Toda la estructura de madera y ladrillos esta pintada de blanco a la cal. Esta era la técnica utilizada en la primera mitad del siglo XIX porque: ...“En las p a red es so lo se em p leab a e l b lan queo, tan to a l ex terio r com o in te r io rm en te ; la p in tu ra a l ó leo y e l em papelado casi no se conocían , y m enos e l cielorra so 62 ”...
La puerta vidriada exterior es de dos hojas que abren al interior. El dintel está realizado con la misma técnica empleada en la puerta opuesta. Es decir, con vigas de madera duras colocadas a filo de los revoques interior y exterior, cubriendo 0,70 m corres-
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Planta de la habitación en el estado actual.
pondientes al espesor del muro de fachada. Cada hoja de carpintería mide 1,83 m de altura máxima y 0,49 m de ancho. Tiene dos goznes sujetos con cinco remaches pasantes cada una y la vidriera separada en tres paños de aproximadamente 0,30 x 0,30 m. No tiene sus postigos de madera originales en el interior, aunque todavía están colocados los tres machos de los pernos. Las molduras bota agua de ambas carpinterías se han perdido y, para evitar el ingreso de agua de lluvia al interior, se colocó un umbral de 10 cm de cemento revestida con una tabla de madera de 5,5 cm de espesor. La hoja izquierda carece de sus pasadores forjados originales y se encuentra más deteriorada, por haber estado expuesta a las lluvias procedentes del este. El tablero inferior es de reposición y reproduce con esmero el diseño de la hoja derecha. La cara interior de ésta, tiene colocado el retén de la traba horizontal, una planchuela de hierro forjado en forma de L, colocada a 1,07 m. El piso del balcón que da a la calle San Lorenzo mide 0,34 m de ancho x 1,75 m de largo. En la fotografía de 1909, se distingue claramente la estructura de madera que sostiene el balcón, realizada con los mismos tirantes del piso, que sale en voladizo hasta el filo exterior, pero en 1930 ya se encontraba como lo vemos hoy sin los tirantes a la vista. La baranda de hierro, habría sido colocada a mediados del siglo XIX, ya que tiene el diseño y la técnica de construcción de la época63.
A modo de conclusión, podemos decir que la primera finca fue edificada en la década de 1820 y que de su frente original solo queda una pequeña franja, ubicada junto a la medianera este del terreno sobre la calle San Lorenzo. Ese sector, no fue edificado como una casa individual sino que en realidad es uno de los zaguanes de la primitiva construcción. Desde él, se accede a la pequeña habitación en altos que figura en la tasación de 1861 y que tiene una puerta con pintura exterior rojo punzó, aplicada durante el gobierno de Rosas. A fines del siglo XIX, un error matemático en la conversión de las medidas del lote de varas a metros, lo salvó de ser modificado junto con el resto de los frentes de la98 Los Conventillos de Buenos Aires
esquina de San Lorenzo y Defensa. Ese error de medidas sirvió para mantener en pie esta antigua construcción. Y la apócrifa leyenda del esclavo, para motivarnos a estudiarla y conservarla.
Notas
1. Esta foto de 1909 y otra más de 1930 se encuentran en el Archivo Gral. de la Nación.2. “La casa mínima d el liberto”; Buenos Aires nos cuenta. N° 3. San Telmo: La Historia de un largo tiempo, editada por Elisa Casella de Calderón. Año 1982. pp. 27.3. Op. Cit. pp. 28 y 29. Hubo otras ediciones de la misma revista con el mismo texto y distinto diseño de páginas. Esta historia refuerza su credibilidad al estar publicada junto a la fotografía de un anciano negro liberto que, según el epígrafe, fue esclavo de la familia Urquiza.4. Mac Cann, William. Viaje a caballo p o r las provincias argentinas. Hyspamérica Ediciones Argentinas. Buenos Aires. 1986. pp.128 y 129.5. “Casa mínima por error”. Diario Clarín arquitectura. Buenos Aires. 30 de enero de 1995. pp. 7. También se filmó un breve documental emitido en varias oportunidades durante 1995 en el programa los unos y las otras, conducido por Mónica Gutiérrez y producido por Paula Andalo, en la señal de cable VCC.6. “Una historia de mínima". La Nación. Sec. 4. pp. 8. Bs. As. 11 de mayo de 1999.7. Un Inglés. “Cinco años en Buenos Aires”. Hyspamérica Ediciones Argentinas. Buenos Aires. 1986. pp. 78 y 79.8. En el cementerio de la Recoleta existe una lápida de mármol blanco, colocada junto a la suntuosa bóveda de Bernabé Sáenz Valiente. Se encuentra dentro de los límites de la parcela, pero fuera de la bóveda. Aún puede leerse la siguiente inscripción: “Catalina Dogan fa lleció e l 31 d e agosto d e 1863 a los setenta y cinco años d e edad. Fue en su humilde clase de sirvienta un modelo de fid elidad y honrades (sic!) ”.9. Mathías Sosa. Testamentaria N° 8416. Año 1797. Fs. 13 a 16. AGN.10. Andrés de la Peña Fernández. Testamentaria N° 7389. Año 1823. Fs. 5r. AGN.11. Es muy probable que la familia de la Peña haya defendido la causa realista, pues en aquellos años tenían vínculos comerciales y parte de la familia en España.12. Op. Cit. Andrés de la Peña... Fs. 1 a 2. Sebastián Lezica era hermano de Ventura Lezica de Peña.13. Tullard, A. Los planos más antiguos de Buenos Aires 1550-1880. Peuser Editores. Buenos Aires. 1940. pp. 12.14. Plan de la Ville de Buenos Ayres. Autor anónimo. Existente en el museo del Banco de la Nación Argentina.15. Andrés de la Peña Fernández. Testamentaria. Año 1823. N° 7389, Fs. 7r.16. Op. Cit. Fs. 7v.17. Op. Cit. Fs. 8v y 9r.18. Op. Cit. Item 8o. Fs. 3v.19. Sabemos que esa casa estuvo alquilada durante décadas y por relatos de un
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viajero, sabemos que entre 1820 y 1825:... “Elalquiler es elevado: d e sesenta a ochenta pesos p o r una casa d e regular tamaño". Un Inglés. Cinco años... Pag. 28.20. Op. Cit. Fs. 3r.21. Recordemos que esa barraca fue inmediatamente vendida después de la muerte de Andrés de la Peña a un tal José Serna, La hija mayor de Ventura Lezica, se llamaba Josefa Peña de Serna, casada antes de 1862.22. Ventura Lezica de Peña. Testamentaria. Año 1861. N° 6534 (Tomo 1). Foja 13v.23. Este dato proviene de 212 misas que la señora contrató y que no pudo pagar a causa de su enfermedad. Op. Cit. Fs. 180 v.24. Por ese servicio se pagaron 90 pesos, según consta en el inventario de gastos de Juan Bautista Peña. Ventura Lezica de Peña... (Tomo 1). Fs. 80r.25. Ventura Lezica de Peña... (Tomo 1). Fs. 19r y 19v. La nota fue presentada el 7 de mayo de 1861 y el juez de primera instancia era V. Martínez.26. Ventura Lezica de Peña... (Tomo 1). Fojas 22r y 22v.27. En esa oportunidad discriminó detalladamente en cuatro carillas todos los materiales que componían la propiedad, metrajes, precio, etc. Esa tasación incluía además los rubros de carpintería y herrería, realizados con igual detalle. Josefa Peña de Díaz. Testamentaria. Año 1860. N° 7420. Fs. 230 a 237.28. Ventura Lezica de Peña... (Tomo 1) Fs. 82v.29. Op. Cit. Fs. 83 bis: Fecha 20/6/1861.30. Peña, José María / Peña, Enrique. Testamentaria. Año 1895. N° 7723.31. Ventura Lezica de Peña... (Tomo 1). Fs. I49r.32. El resultado del remate fue publicado en la Revista comercial y Administrativa el 9/1/62 y en El Nacional del 10/1/62.33. Ventura Lezica... Fs. 149r a 150v. Lo actuado fue aprobado por el Juez Gonzá- lez el 14/1/1862.34. Op. Cit. Fs. 166v y 167r.35. Se descubrió que la pintura original de una de las puertas de la habitación en altos tenía pintura color rojo punzó en la cara externa y en uno de los pozos de basura estudiados, se excavó un jarro de loza blanca con decoración anular en rojo, que tiene impresa la inscripción: VIVA LA FEDERACION y sobre ésta, el busto de Juan Manuel de Rosas. Este jarro, una vez estudiado y restaurado por Viviana Cardozo, fue entregado al Museo de la Ciudad.36. Op. Cit. Fs. I67v. Firma Cabral, Fs. N° 150 de su registro.37. Ventura Lezica ... Fs. 169v y 170r. Este documento fue fechado el 10/5/1862 y firmado por todos los herederos y sus representantes.38. Op. Cit. Fs. 216 a 218 nota presentada al juez de 1a instancia Alejo B. González.39. Op. Cit. Fs. 181 r.40. Calzadilla Santiago. Las beldades d e m i tiempo. Edit. Estrada. Bs. As. pp. 144/45.41. Por la suma de $34.293 por las dos fincas en un lapso de diez meses, correspondiendo $17.020 por la finca de la calle Defensa y San Lorenzo. Op. Cit. Fs. 178.42. En ese año de 1861, alguno de ellos: Miguel, Antonio o Jacques, seguramente tuvo la suerte de caminar de noche por la calle Defensa hacia el sur, doblar por San100 Los Conventillos de Buenos Aires
Lorenzo y caminar algunos pasos sobre una buena vereda de piedra genovesa sintiendo en su cara la brisa suave del río. Llegó hasta el N° 380, donde quedaba su casa. Abrió el cerrojo de la pesada puerta, subió los tres escalones de mármol blanco y siguió por el zaguán, pasó la cancela de hierro y tomó la escalera de dos tramos que estaba a la izquierda, junto a la medianera. Escuchó el crujir de los escalones de madera hasta que llegó a la galería de baldosas rojas de Le Havre. Con la otra llave abrió la puerta, robusta pero de regular calidad, todavía pintada con el rojo federal. Encendió una vela o una lámpara y dejó sus cosas junto a la doble puerta vidriera de esa piezita en altos que daba sobre la calle San Lorenzo. De esa manera, con todo dispuesto, se acostó mirando la cubierta hecha con tirantes de buena calidad, las paredes revocadas con barro y bosta blanqueadas a la cal, para así quedar dormido, hundido en sus propios pensamientos.43. En el plano de catastro de la ciudad, realizado por Pedro Beare en la década de 1860/70, la parcela en cuestión, mide una vara más sobre San Lorenzo que sobre Defensa, equivalentes a 29,72 x 28,66 m utilizando como unidad de medida 0,866 m por cada vara. Estas dimensiones se ajustan a lo existente en la actualidad.44. En lo que refiere a la conversión de varas a metros, en la República Argentina la equivalencia reconocida por el comité de pesos y medidas es de 1 vara = 866 mm. La vara era una medida usada antiguamente en España para la mensura de terrenos y que fue transmitida a Hispanoamérica en la época de la colonia. Pero como en su país de origen la vara no tenía una medida única (existiendo la vara andaluza, la castellana, etc.), fue transmitida de diversas formas a América Latina. El error cometido en la conversión de varas a metros es posible que se base en una errónea consideración de equivalencia o en un error matemático.43. El terreno tiene además un martillo interior (donde está la escalera que conduce a la habitación en altos) que aumenta algunos metros la superficie total.46. En la manzana de enfrente, entre San Lorenzo y Chile, 7 tenían alumbrado a gas, 6 a aceite y 3 tanto a gas como a aceite.47. El proyecto fue realizado por el centro de arqueología urbana, IAA, FADU, entre diciembre y enero de 1994.48. Dirección de Catastro, Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, junio de 1944.49. En la habitación de la esquina (Defensa y San Lorenzo) se encontró: 1 tirante de madera dura de 17,5 x 11 cm (4,5” x 7”) x 2,37 m de largo y 3 palmas de 2 m de largo y alrededor de 0,45 m de diámetro.50. La fotografía de este estarcido fue publicada en: López Coda Pablo. Los estarcidos en Buenos Aires. Temas de Patrimonio Cultural II. Secretaría de Cultura del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. EUDEBA. Buenos Aires. 1999. pp. 130.51. Una de ellas tenía parte del sello de fabricación E.DUB... (E. DUBOSC.HAVRE) el resto eran lisas en ambas caras, todas tenían 2,1 cm de espesor. López Coda, Pablo. Las baldosas...52. Era un grupo de quince baldosas de 20,3 x 20 y 1,9 cm de espesor marca: L. ETIENNE - AUBAGNE. La fecha de fabricación de este material corresponde al período 1880-1910. López Coda, Pablo. Las baldosas cerámicas...
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53. La marca del fabricante era : Pierre Sacoman - Marseille. c. 1880/1910. Op. Cit. Las baldosas...54. Los materiales y las técnicas empleadas para realizar este tipo de trabajos fueron básicas y elementales y las intervenciones poco dañinas. Por ejemplo, para resolver filtraciones de la azotea, se colocó una membrana exterior y al persistir las goteras en la habitación de altos, se colocó un film de polietileno cubriendo la superficie dañada, sujetado con listones clavados a los tirantes del techo, dejando una cámara de aire entre la estructura y el polietileno. Este cielorraso improvisado permitía ventilar la estructura y tenía además la pendiente suficiente como para conducir el agua hacia uno de los rincones de la habitación, donde seguramente habría un balde. Una intervención tan ingeniosa como ésta es, sin proponérselo, un acto de conservación edilicia ya que es efectiva y reversible, no modifica lo existente y puede ser retirado sin causar destrucción. De la misma manera, en la habitación, se realizaron reparaciones en las puestas vidriadas que dan a la calle. En este caso se copiaron las molduras de los tableros de la parte baja con la intención de repararla, pero además, reconstruyendo la forma original. Las maderas del piso, se encontraban deterioradas por el agua que ingresó hasta que las puertas fueron reparadas. Como solución se colocó un trozo de alfombra, que mantenía el nivel del piso e impedía filtraciones de aire o agua.55. Esa reja, le quitaría la austeridad que tiene hoy en día esta construcción, evidenciando aún más que se trata de un zaguán y no del acceso a una pequeña casa.56. Plano de obras de salubridad del radio antiguo. Enero de 1895. Archivo de O.S.N.57. Estas baldosas fueron de uso frecuente en Buenos Aires entre 1840 y 1860, estos escasos dos metros cuadrados son los únicos que se conservan colocados en una casa particular de la ciudad. Los tipos y variedades de este tipo de solados han sido estudiados en: López Coda, Pablo. La baldosa cerámica en el Río de la Plata. Crítica. N° 50. Instituto de Arte Americano e investigaciones Estéticas Mario J. Buschiazzo. EA.D.U. Universidad de Buenos Aires. 1995.58. Gentileza del arq. Pablo Scannone.59. El mismo color rojo punzó pude encontrarlo en 1997 en la puerta de la casa que fue de María Josefa Ezcurra (Alsina 463). La cara interna de esa puerta conserva todavía el 90% de ese tipo de pintura. También se descubrió ese color en las carpinterías de la planta alta.60. El precio de una vara cuadrada de revoque embostado y blanqueado era de un peso en 1835 y según una tasación realizada por el maestro Baca en 1860, el mismo revoque viejo valía dos pesos, mientras que un piso de ladrillos usado costaba 4 pesos.61. Un pequeño sector de revoque embostado y blanqueado se conserva en una pared ubicada en la cocina de la Santa casa de Ejercicios Espirituales construida en 1795, situada en la Av. Independencia y Salta.62. Wilde, José A. Buenos Aires desde 70 años atrás. EUDEBA. Bs. As. 1960. pp. 20.63. Esta baranda de balcón es similar a la que existió en la calle Defensa 386, publicada en: Nadal Mora, Vicente. Herrería Artística d el Buenos Aires Antiguo. Dirección General de Cultura. Buenos Aires. 1957. pp. 84.
102 Los Conventillos de Buenos Aires
ARQUEOLOGIADE UN CONVENTILLOPORTEÑO
Daniel Schávelzon
“La arqueo logía p od rá exhum ar e lem en tos d e la ciudad, p e ro será to ta lm en te in ú til pa ra re cob ra r e l cora je, o un p in ga jo d e po llera d e p erca l, qu e más qu e un vestigio era un ex cip ien te d e belleza. ¿Q ué arqueología p od rá recobrar e l pa so quedo d e M itre p o r la vereda d e la ca lle San M artín, e l ap lom o d e l Payo Roque o la ch iflada d e Juan Carlos Bazán? La arqueo logía nos d evu e lv e desechos d e los tiempos, restos d e vidas que y a no son; cosas, sólo cosas en suma. La historia le p o n e lágrimas a las cosas y tam bién ternura; la arqueología es rescate p ero la historia es resu rrección”.
José Gobello, 1986
I. Introducción
El párrafo que he incluido en los renglones precedentes, más allá de las virtudes retóricas, no es realmente cierto. No es que la nostalgia no sea hermosa y que nos haga reflexionar sobre el paso de la vida y el tiempo..., por el contrario eso es cierto, lo que no es cierto es que la arqueología sólo sirva para rescatar ob jetos. Estos son parte de la cultura mate-
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rial del ser humano: los cimientos de una casa, un tenedor o una pollera de percal, muchas botellas de vino o unos pocos botones, todos por igual nos hablan de lo mismo, de las mujeres y los hombres que los usaron. Buen ejemplo son los estudios que acompañan a este capítulo y en los cuales se ha logrado reconstruir parte de la alimentación a partir de los huesos que fueron a la basura o identificar semillas de plantas usadas para cosas tan humanas -y cruciales- como abortar o teñir la ropa de rojo punzó. Y por cierto la historia no nos habla de eso, es más, ni siquiera nos habla de este conventillo y cuando lo hace en planos veremos que dicen muchas verdades y también varias mentiras. Creo que es posible, desde la arqueología histórica, romper esa imagen del arqueólogo como ju n ta d o r d e cosas viejas, tratando de penetrar en la historia de uno de los conjuntos del hábitat de Buenos Aires más significativos e interesantes: el conventillo. Ni más ni menos que el trillado conventillo.
El conventillo es quizás una de las formas del hábitat urbano más estudiados en Buenos Aires. Existe una enorme bibliografía escrita con visiones diferentes y que llegan desde la historia social, la demografía urbana, la historia de la arquitectura, la literatura, el surgimiento de las ideas políticas, el tango, la historia oral e incluso el higienismo del siglo XIX. Las formas de acercarse han sido múltiples y diversas, pero pese a eso hay temas aún opacos o que parecen no estar claros. En este caso nos interesaba buscar respuestas a varias preguntas: 1) ¿Cómo era la estructura material de un conventillo?, 2) ¿Coincidía o no la realidad con la legislación municipal higienista? y 3) ¿Era posible reconstruir parte de la vida cotidiana por fuentes no documentales (cultura material, zoológicas, botánicas, arquitectónicas)?
Por otra parte, si bien había larga bibliografía como dijimos, en ningún caso hubo acercamientos a ejemplos reales: ¿Cuánto medía un cuarto?, ¿De qué era el piso?, ¿Tenían pintadas las paredes?, ¿Cómo se iluminaban?, ¿De qué era el piso del patio? y en el tiempo las preguntas en detalle penetraban hacia los cambios -o los no cambios- que pudieran haber ocurrido por las imposiciones de nor- 104 Los Conventillos de Buenos Aires
mas cada vez más estrictas hacia finales del siglo XIX. ¿Esas ordenanzas fueron aceptadas y si se obviaron qué pasó y cómo vivía esa gente? Otro conjunto de dudas que teníamos rondaba lo siguiente: ¿Los conventillos se habían construido de una sola vez por un proyecto y obra específica o eran el resultado de un proceso en el tiempo de transformación de edificios viejos por agregación de divisiones? o ¿eran casos diferentes y coexistentes en la ciudad?
Con todo este conjunto de interrogantes nos acercamos a un caso muy peculiar, significativo y ampliamente conocido: la casa- conventillo que estaba ubicada en la esquina de Defensa y San Lorenzo, que incluía varias construcciones que parecían ser diferentes: la falsamente denominada Casa Mínima, San Lorenzo 392 y 394, Defensa 768 y Defensa 774.
En ese momento todo el conjunto estaba seriamente en ruinas, los techos caídos y a su vez sus escombros cubiertos por toneladas de basura moderna, plantas crecidas que ya tenían muchos metros de altura y muros parcialmente derruidos.
Lo realizado se centró en excavar las casas numeradas II y IV, estudiar los pozos ciegos de las cuatro y sus materiales, hacer la reconstrucción completa del proceso de transformación así como el uso del conjunto y gracias a Mario Silveira tenemos los estudios de la fauna utilizada en la alimentación. También se presentan los estudios de arquitectura y de la Casa I hechos por Pablo López Coda en este mismo libro, a lo que deben sumarse los estudios paleobotánicos hechos por la Dra. Ana D’Ambrogio. El Dr. Martín Kugler de Nuremberg clasificó las pipas de caolín.
II. La Casa Peña: historia de una casa y un lote
La ciudad de Buenos Aires, tal como fue trazada en origen, era una rígida cuadrícula o al menos así la imaginó Garay al igual que muchos otros funcionarios públicos que pensaban mirando un plano y no la realidad. Desde el inicio fue necesario ir corrigiendo,
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enderezando, abriendo calles, cortando casas, obligando a aceptar las ordenanzas a habitantes a quienes la realidad le mostraba pautas de funcionamiento muy diferentes a las de la burocracia. Ya en 1608 fue necesario retrazar la ciudad que había "perdido e l ru m b o" de sus calles y manzanas. La historia del grupo de edificios en la que vamos a penetrar está indisolublemente unida a esta heterodoxia del trazado, y sin las excepciones a la regla de la ortogonalidad rigurosa jamás hubiera podido existir. No debemos olvidar que nuestra imagen de una ciudad estrictamente reticular, con líneas de fachadas fijas e inamovibles, es un desarrollo del final del siglo XVIII y que llevó mucho más de un siglo lograrlo.
Sabemos que el límite sur de la ciudad era, a diferencia del oeste, un hecho físico: el Tercero del Sur, el arroyo que se formaba cuando llovía y que empantanaba toda la zona. Era el límite concreto que hacía difícil transitar y en especial cruzar hacia lo que a partir del siglo XVIII sería el Alto de San Telmo y más allá todo el sur. Por suerte mucho se ha escrito sobre este arroyo que atrasó mucho el loteo de esta manzana, ya que los olores e inundaciones la hacían sólo apta para que se instalaran casas pobres, muchas veces sin la propiedad efectiva del terreno. Recordemos que allí se arrojaba también la basura de la ciudad. Fue precisamente el trazado sinusoide del Tercero el que fue creando esa doble manzana que forma la calle San Lorenzo y el ancho excesivo de la calle Chile a partir de Defensa hacia el río. Hacia 1860 comenzaron los proyectos y primeras obras para entubar el Tercero. Se fue haciendo lentamente, lote por lote, vendiendo el terreno de arriba y quedando el túnel por debajo. La calle Chile dejó de ser la salida del agua y el entubamiento pasó debajo de la manzana que quedó entre esa calle y San Lorenzo. Esta mantuvo su trazado ya que las preexistencias eran tan fuertes que debió ser imposible modificar las viviendas que estaban construidas sobre ella.
En la esquina de San Lorenzo y Defensa, en el lado sureste, debió haber al menos una casa muy modesta desde 1750 aproximadamente. Aparece en forma poco clara en los planos de la época106 Los Conventillos de Buenos Aires
y debe ser similar a otras casas cuyas evidencias arqueológicas ya han sido halladas en la zona y que indican la existencia de una sola pieza con un patio al borde del arroyo. El terreno era de propiedad municipal. Hacia 1840, no tenemos la fecha exacta, se construyó una casa bastante importante para su época: la de la familia Peña. Se trataba de un ejemplo de esa arquitectura que malamente se llamó pos-colonial y que tenía un frente continuo sobre las dos calles, una entrada principal y una de servicio -que dará mucho que hablar más adelante-, dos patios interiores y un bloque importante -en su tamaño- hecho de madera y posiblemente para la servidumbre. Se trataba de una adaptación sui-generis del esquema de las casas d e pa tio a una esquina. Existe una notable falta de documentación sobre esta casa y suponemos que se trata de algo común en la zona: la tenencia poco clara del terreno.
Plano de la manzana con la planta de la Casa Peña hacia 1860 (Catastro Beare); a la derecha se ve aún el arroyo Tercero del Sur sin rellenar. La casa ocupa el terreno que luego se dividirá en cuatro casas.
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Sobre la primera ocupación del predio no hay datos documentales ni registro alguno al menos hasta el siglo XVIII, lo cual coincide con lo excavado. No se registró material hasta esa época, lo cual es muy diferente de lo encontrado en la vereda de enfrente, Defensa 751 u otras orillas del Tercero del Sur un poco más al oeste como bajo la Imprenta Coni. Es en los planos de 1750, en el de Cabrer de 1770, en el de 1782, en el de Boneo de 1785 y en el de 1800 cuando se ve dibujada con toda exactitud una construcción pequeña en el sitio. De todas formas no se define con mucho detalle, salvo el hecho de que efectivamente había algo construido. Por las condiciones del sitio suponemos que debe haber sido una casa d e un cuarto, típicas de la época. La arqueología ha mostrado la presencia de un piso de ladrillos, muy destruido, ubicado en la esquina del conjunto que debe haber sido el de esa casita, hay cerámicas y algunos fragmentos de vidrios que con toda certeza pertenecen a la época, como veremos más adelante.
En algún momento que fechamos hacia 1840 se construyó la casa de la familia Peña, una vivienda importante en su tiempo y cuyo análisis no ahondaremos ya que ha sido hecho por Pablo López Coda. Pero se trataba de una casa con una entrada principal y un acceso de servicio, un pequeño primer piso y dos patios rodeados en la parte posterior por construcciones de madera, tal como lo muestra el Catastro Beare un decenio más tarde. Buena parte de los pisos de esta casa fueron hallados en buen estado al igual que los cimientos, parte de los muros, los pozos ciegos, los pozos de basura y todo su contenido. Pero hacia 1870/75 hubo un cambio importante en el conjunto: la gran casa unifamiliar se subdividió en cuatro: dos sectores -los de la calle Defensa- fueron demolidos para construir dos conventillos (denominados desde ahora Casas III y IV) y cuya historia detallamos más adelante. La parte construida en ladrillos sobre San Lorenzo y la esquina misma quedó divida en otras dos casas (I y II) tal como se ve bien en el catastro de Calaza de 1887 y los planos que quedan en los archivos como los de Obras Sanitarias. Hacia 1915 la Casa II sufrió un cambio en la fachada, abandonando108 Los Conventillos de Buenos Aires
Plano que muestra, en 1887 (plano de Galarce), la forma en que fue subdividido el terreno de la casa Peña para que quede en cinco lotes, dos de ellos muy reducidos y otros dos para construir los conventillos.
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el estilo clásico de tradición hispánica para pasar a ser un ejemplo de la arquitectura academizante de su tiempo. De esta forma la casa I quedaría como un relicto, como un fragmento aislado que llevó a ser denominada Casa Mínima y que creó otras fantasías de la imaginación porteña por sus reducidas dimensiones. A partir de ese momento comenzó el abandono, caída de techos, apertura de ventanas y puertas, demolición de paredes y cambio de pisos hasta el derrumbe de todo el conjunto.
III. Excavaciones en la Casa I (Casa Mínima)
Por objetivos de preservación y de las obras de restauración que iban a emprenderse en ese sector del edificio no se hicieron excavaciones arqueológicas, además que durante nuestro trabajo el sitio fue utilizado para depositar ladrillos. Las observaciones de arquitectura fueron hechas por Pablo López Coda y se presentan en otro artículo de este mismo libro.
IV. Excavaciones en la Casa II (San Lorenzo 392-394)
Excavaciones
La casa II fue excavada en un importante porcentaje, exactamente el 50% de la parte liberada de escombro. Se trabajó en una amplia superficie -coincidente con la esquina-, ya que al ser retirado el escombro nos encontramos que las paredes habían sido demolidas. Queda un gran espacio abierto delimitado a su vez por paredes modernas y un pilar al centro. Al menos ese ambiente ocupa el espacio de lo que fueron cuatro habitaciones de la vieja Casa Peña, lo que comprobamos por la presencia de cimientos y diferencias de pisos en la excavación. Hay que destacar que gran parte de la casa II no se había limpiado de escombro al hacerse este trabajo de investigación, lo que impidió excavar en otros sectores de la misma. Se procedió mediante el sistema de superficie abierta, es decir, ir cubriendo una amplia superficie al mismo tiempo, en lugar del110 Los Conventillos de Buenos Aires
Plano de los dos conventillos gemelos que cubrieron el patio del fondo de la vieja Casa Peña, según el plano de 1895, indicando los sitios excavados (línea oblicua), las áreas cubiertas por demolición (punteado) y ubicando los baños y el aljibe.
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sistema tradicional de cuadrículas. Primero se retiró un piso hecho de baldosas plásticas de marca Flexiplast, dejando a la vista un piso de mosaicos graníticos. Este piso, que fechamos tentativamente hacia 1930, está asociado en sus bordes a baldosas francesas marca Pierre Guichard fabricadas en Marsella. Este parece ser el piso anterior que fue casi totalmente destruido. En ese momento, además del piso, se construyó un enorme sótano de hormigón armado que hizo imposible excavar más ampliamente la casa. Estas obras fueron muy destructivas y alteraron los niveles de piso en toda la construcción, reusaron materiales -las baldosas francesas del siglo XIX- y se pasaron caños de agua, rompiendo cimientos y pisos más viejos. Es posible que la tierra extraída del sótano haya sido usada en otros sitios como relleno, lo que intentaremos demostrar más adelante.
El piso de mosaicos, después de ser cuadriculado fue levantado en cuatro grandes sectores -tal como se ve en las fotos- dejando lugares para transitar. Debajo se encontró un piso en regular estado de conservación hecho de ladrillos de 35 x 1 6 x 5 cm, cuyas medidas coinciden con los cimientos de toda la casa y las paredes aún en pié. Debido a esto lo asumimos como el piso de la Casa Peña. Entre esos dos pisos -el de mosaicos y el de ladrillos- hay un contrapiso de 6 cm de espesor que incluye gran cantidad de fragmentos de baldosas francesas y de revoques de cal. Si bien es imposible comprobarlo, dejamos asentada la hipótesis de que debió existir un piso de baldosas el que fue levantado totalmente para ser reusado al colocar los mosaicos. Si fuera así, podría coincidir con las modificaciones a la Casa Peña hechas hacia 1915. Asociado a los cimientos y ese piso de ladrillos se halló un pozo -el número 1 descrito más adelante- y que fue parte de la casa, posiblemente coincidente con un baño. Fue cegado hacia 1890/5 al ser cancelada la instalación sanitaria antigua. Por debajo de este piso, que fue levantado en varios sectores, quedó a la vista un relleno de tierra de 20 cm compuesto por escombro de demolición y objetos diversos -lozas, metales y vidrios- de mitad del siglo XIX. Debajo se hallaban los restos muy destruidos de otro piso de ladrillos colocado sobre un contrapiso de
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tierra negra, carbón y polvo de ladrillo de menos de 2 cm de espesor. Este esquema ocupacional se repite en todo el sector, mostrando una secuencia que parece coincidir con la información documental y cartográfica: una primera casa muy simple, la construcción de la casa Peña hacia 1840, la transformación en casas de alquiler y conventillos hacia 1870, una remodelación fuerte hacia 1915, otra hacia 1930 en que se inicia el uso comercial y el deterioro continuo de allí en adelante hasta hoy.
Sector de la esquina durante las excavaciones: se ha retirado parte del piso de mosaicos, dejando expuesto el enladrillado de fines del siglo pasado y parte de los cimientos de paredes demolidas. Las franjas de piso que se cruzan son parte del sistema de excavación.
La excavación del sector, incluyendo los pozos de sondeo iniciales y el levantar los pisos, permitió hallar un conjunto de objetos que habían quedado incluidos entre los diferentes niveles y por diversos motivos. Un caso interesante es la presencia de dos botellas de cerveza -hechas de gres- de la marca H. K enn ed y-B a rrow fie ld s Pottery-52-G lasgow , incluyendo sus plomos de seguridad del cierre en que se podía leer la palabra ROSARIO, lo que significa que había sido rellenada al menos una vez. Fueron puestas enteras debajo del piso de ladrillos y se rompieron por el peso de éste. Hay al menos dos agrupaciones de vidrios, uno de botellas de ginebra y otro de vino color verde que suponen acciones similares a la ya descrita, es
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decir colocación intencional, el resto parecen haber sido fragmentos menores mezclados con la tierra usada para nivelar entre un piso y el siguiente. Podemos citar materiales de construcción, hierro, vidrios de todo tipo, el plomo del recubrimiento del pico de una botella que decía P in i H nos.-C ia.-Lda.-P ineral, un termómetro de vidrio soplado, una bolita de vidrio, un grafito, tres pipas de caolín, fragmentos de tubos de quinqué, de damajuanas y monedas de las fechas 1882, 1884, 1906, 1908, 1913, 1925, 1939, 1975 y 1977. Las cerámicas presentan también materiales de épocas diversas: desde cerámica indígena, tinajas, mayólicas y porcelana.
Una sección del piso expuesto, nótese que había sido construido usando ladrillos rotos al medio, es decir con lo más barato que había en el mercado en su época. Las juntas son de cal y tierra.
Por debajo del piso más antiguo se hallaron objetos que corresponden al siglo XVIII: tinajas, cerámicas indígenas y mayólicas de Triana y Alcora. A diferencia de los anteriores, son fragmentos más grandes y que pueden reunirse entre sí, indicando un patrón de actividad en el sitio totalmente diferente del superior. Lo hemos interpretado no como material de relleno de construcción o asociado con ella sino como parte de la vida cotidiana de la primera casa que existió en el sitio. Si bien más adelante se hace un 114 Los Conventillos de Buenos Aires
estudio de estos objetos, podemos decir que los vidrios son mayo- ritarios: 458 fragmentos de los cuales 271 son de botellas de vino y ginebra; también hay 85 fragmentos de cervezas de gres. Las cerámicas son 18 en total.
Algunas de las múltiples monedas de cobre, níquel y plata que fueron halladas en las excavaciones de la Casa Peña, éstas provienen de debajo del piso de la Casa II.
Dibujos de vidrios trabajados en su superficie con amoladora, de una jarra y varios vasos, de los primeros años del siglo XIX.
El Pozo 1
Se halló durante la excavación de la habitación y al ser abierto su cúpula mostró ser del tipo habitual en las instalaciones sanitarias de desagüe. Mide 90 cm de diámetro interior y los ladrillos de la cúpula descienden hasta 1,10 metros, donde se apoya directamen-
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te en la tosca del terreno. El relleno parece haber sido hecho en coincidencia con el piso de mosaicos ya descrito, hacia 1930, e intervenciones ulteriores en la parte superior fueron acompañadas por monedas de 1952 y de 1975. Ambos casos corresponden a cañerías. El rellenado del pozo, posiblemente hecho hacia 1895 en su parte inferior, muestra evidencias estratigráficas de dos etapas o al menos dos tipos de tierra diferentes y seguramente a cronologías distintas, tal como muestran los materiales de su interior. La excavación se llevó hasta los 4,50 metros de profundidad, debiendo ser necesario suspenderla por los riesgos que presentaba.
El Pozo 2
Este pozo fue hallado después que el grupo de arqueólogos se retiró del edificio, por lo que sólo se pudo regresar para hacer observaciones y excavar hasta la base de la cúpula. Estaba ubicado en el ángulo suroeste de una pequeña habitación, posiblemente un baño y que había sido remodelado totalmente en épocas recientes. El pozo medía 1,65 metros de diámetro y estaba cubierto por una bóveda de ladrillos que fue rota por una cañería de fibrocemento. Tras la colocación de éste se rehicieron los pisos con un alisado de cemento sobre un contrapiso de cal y escombro. Es evidente que este piso moderno se colocó más bajo que el original, dejando el extradós de la cúpula casi en contacto con el piso. Se profundizó la excavación hasta 1,60 metros. La bóveda estaba hecha con ladrillos que medían 35 x 18 x 4 cm y unidos por cal. Estaba rota, rebajada, con el caño citado en su interior y habían usado ladrillos rotos como parte del nuevo relleno. En el interior había dos monedas de 1978 que posiblemente datan el acontecimiento. El material cultural recobrado por debajo de esa intervención muestra haber sido un relleno arrojado al ser clausurado parte del sistema a finales del siglo XIX: baldosas del Havre (fábrica Dubosc) y de Aubagne -posiblemente del piso antiguo-, una porcelana europea, dos lozas sanitarias y cuatro lozas de vajilla: dos Creamware, una Pearlware y otra blanca. Los vidrios son116 Los Conventillos de Buenos Aires
negros, verdes e industriales. Hay también objetos de hierro, bronce, cobre y hojalata así como huesos vacunos. La imposibilidad de completar la excavación dificulta comprender mejor la situación.
Cimiento de un muro destruido a finales del siglo XIX del que sólo se halló una hilada de ladrillos.
La Cámara 1
Esta cámara fue descubierta al excavarse en lo que fue la cocina de la llamada Casa Mínima (Casa I) y donde se nos indicó que se había producido un hundimiento reciente. Los pisos superiores fueron excavados como parte de otro trabajo (Zarankin s/f, 1996) y quedó a la vista un pozo excavado en la tosca de un metro de diámetro, de forma tronco-cónica, rellenado con tierra perfectamente limpia y similar a la tosca en que estaba cavado. Al vaciarlo se halló la entrada a una cámara rectangular abovedada en ladrillos de 34 x 1 8 x 4 cm que medía 1,50 por 1,15 metros en dirección este-oeste y que coincidía con el pasillo que la cubría. Era parte de la edificación misma de la Casa Peña y la fechamos hacia 1840. Esta estructura estaba también rellena con tosca limpia de cualquier material cultural.
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Interpretamos esto como una cámara de desagüe nunca utilizada -¿cambios en el proyecto original?- y que en algún momento se decidió cancelar. Para no destruir la bóveda que podría producir hundimientos en el futuro, se procedió a excavar un pozo a su lado hasta llegar a ella. Se penetró por ese agujero rellenándolo con la misma tosca del pozo y tapándolo. Sin dudas una operación compleja pero no rara en su época. Un siglo más tarde lo que se hundió no fue la cámara sino el pozo.
La Cámara 2
Esta cámara, la más grande del lugar, era en realidad un enorme pozo de basura de la época de la Casa Peña. Sus dimensiones eran 2,10 por 3,20 metros y hecha con ladrillos de 36 x 1 7 x 4 cm. Estaba abovedada y sus paredes eran de ladrillos en buena parte y fue cancelada hacia finales del siglo XIX, aunque parece que dejó de usarse mucho antes, quizás treinta años. Pero una serie de baños que se edificaron encima rompieron la bóveda, ya que el piso se hundía una y otra vez, debido al relleno no compactado del interior. Encontramos siete pisos superpuestos en forma de remiendos y rellenos para nivelar el piso del baño. En uno de esos arreglos los obreros se olvidaron las herramientas dentro de un caño y taparon todo con cemento. Se encontró una cantidad verdaderamente importante de objetos cotidianos, en su mayor parte enteros, cuya enumeración es imposible de hacer aquí y, al interesado, lo referimos a publicaciones sobre lo descubierto (Schávelzon 1996, 1998, 1999). Podemos enumerar 539 huesos, 1.069 fragmentos de lozas, 45 cerámicas, 1.516 vidrios además de juguetes, pipas, cortaplumas, cubiertos y herrajes. En este conjunto se destacan las lozas tipo Creamware (252) y Pearlware (324), las botellas (877), los vasos (114) y copas (57). El grupo pertenece a un contexto de basura doméstica, ya que es posible ver que los objetos destinados a la alimentación son la absoluta mayoría (2.825), los de uso personal son 231 y los destinados al trabajo no existen. Los estudios de los restos vegetales y faunísticos se presentan por separado.118 Los Conventillos de Buenos Aires
Dibujo de un pequeño frasco de un producto medicinal proveniente de Londres fabricado a finales del siglo XVIII en vidrio soplado.
Motivo ornamental de un bol inglés: las decoraciones floridas parecen haber sido las favoritas en la casa durante muchos años.
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Un cañón de bronce de pocos centímetros, usado como juguete en la mitad del siglo XIX, proviene del pozo de basura.
La Cámara 3
Esta cámara fue observada mientras se hacían los trabajos de retiro de escombro después de terminada la excavación. Pese a eso se logró liberar una buena parte de ella y estudiarla. Se trataba de un pozo rectangular abovedado de 1,05 metros de ancho y 2,40 metros de largo y que fue excavado hasta 1,83 metros de profundidad, donde fue necesario suspender. Los ladrillos miden 37 x 18 x 5 cm. La bóveda fue destruida casi totalmente para pasar caños hacia 1950/60. Era evidente, en la observación, que el nivel original del piso era bastante más alto y fue rebajado al colocarse un piso de mosaicos con su contrapiso el que estaba metido en la bóveda misma, ya rota. La parte superior de la cámara fue rellenada en esa ocasión con escombro. Los muros tenían 1,53 metros de alto y luego seguía directamente la tosca. En la excavación hecha en el interior se observó que el escombro de la bóveda había sellado la tierra y el relleno más antiguo (debajo de los 53 cm) hasta una profundidad de cerca de un metro. Todo corresponde a un contexto domiciliario de finales del siglo XIX o muy a los inicios del siglo XX, incluyendo material de construcción, botellas, cerámica, botones, algún cubierto de mesa, porcelana y muchos fragmentos de botellas de cerveza de gres. Las cifras pueden verse en los anexos.
V. Excavaciones en la Casa III (Defensa 768)
Observaciones sobre el edificio
La denominada Casa III es sin duda la más deteriorada del conjunto, a tal grado que en épocas recientes (posiblemente en la década de 1970) se la destruyó totalmente en su interior, dejando únicamente las paredes medianeras y un par de muros antiguos en la parte posterior. La intención fue tener lugar libre para un comercio y se construyó un nuevo baño en coincidencia con el antiguo, los pisos y sus niveles, así como los revestimientos de paredes son todos nuevos por lo que es difícil siquiera imaginar su120 Los Conventillos de Buenos Aires
forma original. Gracias al plano de Obras Sanitarias ya citado, hecho en 1895, es que podemos saber que se trataba de un conventillo gemelo a la Casa IV, construidos ambos en un mismo momento y en forma espejada, separados por la medianera.
Estado del conjunto de edificios sobre la calle Defensa (1999).
El Pozo 1
Este pozo fue descubierto en las operaciones de construcción y se hicieron observaciones sobre lo que estaba a la vista. Era imposible excavarlo por el grado de destrucción que presentaba, sin un sistema que lo apuntalara o previa su reconstrucción total. Interpretamos que el deterioro se debió a la presencia de una cañería de desagüe pluvial que, en algún momento del siglo XX temprano, cortó la bóveda rompiéndola y luego chorreando agua por un siglo. Además un cambio en los niveles de piso dejó lo restante de la bóveda casi al nivel de los mosaicos, por lo que se destruyó lo que hubiera quedado de esa primera intervención. El pozo medía 120 cm de diámetro, tuvo cúpula de ladrillos de 28 x 14 x 4 cm y un muro cargaba sobre él. El pozo parece haber sido rellenado
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muy recientemente y en el sector superior excavado se hallaron tres monedas de 1976 y dos de 1978. Está compuesto por escombro de demolición proveniente del edificio mismo. Posiblemente haya coincidencia entre la destrucción de los muros internos de esta casa para adaptarlo al comercio que allí funcionó en la década de 1970 y el relleno de este pozo al ser redescubierto cuando se colocaban los mosaicos del piso.
Vista del interior de los conventillos antes del inicio de las excavaciones, sin techo, paredes derrumbadas y vegetación que cubría todo el conjunto.
El Pozo 2 (aljibe)
El pozo que suponemos haya sido el aljibe estaba ubicado en la pared medianera entre las casas III y IV y fue hallado desde la casa III, aunque en realidad corresponde a ambas. Se trata de un pozo que no figura en los planos -luego veremos porqué- y que debió haber sido construido desde el primer momento de la obra ya que la medianera de ladrillos unidos con tierra pasa por encima. En reali-122 Los Conventillos de Buenos Aires
dad está muy cerca de donde debió existir el aljibe, tal como lo indican los planos que luego veremos y que distan de decir la verdad por muchas razones de peso. Dado que este pozo fue descubierto después de terminada la excavación arqueológica pautada con el propietario, sólo se pudieron hacer observaciones sobre su forma y función. Se excavó desde la Casa IV una cuadrícula en su parte exterior hasta la profundidad de la cúpula, en que se llega a la tierra estéril.
Cúpula de un pozo ciego bajo el único baño de los conventillos. La pared divisoria cruzaba por encima para que sirviera a los dos al mismo tiempo; el conducto a la izquierda recibía también el agua de una canilla.
El pozo debió medir casi dos metros de diámetro irregular. Un caño de fibrocemento, asociado a tres monedas de 1978, indica la fecha en que la cúpula fue rota y todo colapso hacia el interior. A un lado del caño habían depositado, enteros, un plato de loza Festival con las letras PFN y una aceitera de vidrio. Interpretamos que se trató de un simple pozo de balde y no de un verdadero aljibe, ya que estaba excavado en la tosca misma. La cúpula es posterior y parte del sistema para cancelarlo fue hecho hacia 1900 o después.
Lo excavado es una cuadrícula de un metro de lado que dejó expuesto un sector de cúpula que forma una cuarta parte de la original -aunque derruida-. Esto puso en evidencia que la excavación original, hecha por los poceros, fue muy amplia en ese sector
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-de casi tres metros de diámetro- y se reducía al ancho del pozo al llegar a la base de apoyo. El sector fue rellenado luego con tierra y escombro conteniendo gran cantidad de detritus orgánicos, hierro de flejes de barril, hueso, carbón, clavos de perfil circular, vidrios y materiales constructivos fechables hacia 1900. En el ángulo sureste de la excavación se halló un grupo de objetos que parecería pertenecer a una época anterior al conjunto y por el grado de compactación de la tierra y su coloración es posible pensar que se trata de una parte no excavada en su momento y que quedó sin tocar. Contenía dos vidrios negros de botella de vino soplada, trece fragmentos de una botella de ginebra cuadrada, cinco fragmentos de una botella de vino verde posiblemente francesa con terminación del siglo XVIII tardío, una piedra de chispa y una loza Creamware. Suponemos que todo corresponde a los primeros años del siglo XIX.
VI. Excavaciones en la Casa IV (Defensa 774)
El conventillo
Si bien este edificio es un conventillo en sí mismo, tal como vimos al inicio de este estudio, se trata en realidad de otra de las particiones de la antigua Casa Peña desde cerca de 1875 en que fue construido. Quedó ubicado sobre el fondo del terreno en lo que era una construcción de madera y parte de los patios de fondo. Al iniciarse el trabajo todo estaba en ruinas, se habían caído todos los techos y el escombro estaba bien compactado. Sobre él se habían amontonado bolsas de basura reciente y habían crecido plantas de más de dos metros. De los muros sólo quedan sectores de un metro de altura cubiertos por el escombro, que al ser retirado en forma cuidadosa fue delineando el patio, las habitaciones, el zaguán y cada uno de los sectores que conformaban el conventillo. Lo asombroso es que mostraba no haber tenido cambios importantes desde que había sido construido, más de un siglo atrás, a diferenciade su vecino que había sido totalmente destruido. El retiro manual del escombro permitió llevar un control de lo removido y recuperar un conjunto de objetos que luego se interpretan.124 Los Conventillos de Buenos Aires
Dos perfiles estracigráficos de la excavación de la Casa II, se observa debajo del piso superior un enladrillado de finales del siglo XDC (piso 2) y más abajo una capa de tierra negra con ladrillos (piso 3) que representa la Casa Peña original a mitad del siglo XIX.
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El edificio constaba, según lo observado y coincidentemente con los planos disponibles, de un zaguán y un largo patio a cuyo lado sur se abrían las habitaciones una junto a otra, aprovechando el espacio al máximo. La habitación del frente era un poco más amplia y debió funcionar como negocio a la calle, fue tardíamente unida a la segunda habitación. Al final del patio había un único baño y tres piletas para lavar la ropa se hallaban ubicadas sobre la pared medianera. Al parecer se aprovecharon paredes más antiguas, las que se destacan por ser mucho más anchas que las otras. Luego las describimos pero la diferencia se da también en la dimensión de los ladrillos y en el tipo de mezcla que los une. El baño, coincidente con el del otro lado de la medianera, compartía un único pozo y lo mismo pasaba con el aljibe.
El conventillo muestra en toda su construcción evidencias indiscutibles de haber sido hecho todo en un mismo momento -aunque hay muchos cambios ulteriores-. Es fruto de un p ro y ec to específico y no resultado de adicionar habitaciones o de transformar lentamente la casa anterior. Algunos pozos de sondeo, más las excavaciones hechas por la empresa constructora -además de lo que describiremos para la Habitación 7- indican que la casa antigua fue demolida aunque muchos de sus ladrillos fueron reusados, incluso parte de las paredes mismas cuando coincidían con lo nuevo. Pero el mortero para asentar los ladrillos era más de tierra que cal y los revoques fueron de la peor calidad posible, mostrando reparaciones constantes.
Quedaría un detalle por citar, en las excavaciones se observó en la última habitación de este edificio, la existencia de una caja de hierro que podría haber sido un decantador de grasa del desagüe de una pileta de cocina (Zarankin y Senatore s/f). Lamentablemente no fue identificado como tal en su momento, ni se amplió el estudio al respecto. Por esto es imposible saber si se agregó o no una cocina, tal como la Municipalidad obligó a hacer a partir de 1909 a todos los conventillos urbanos.126 Los Conventillos de Buenos Aires
La Habitación 7
En esta habitación se decidió hacer un estudio sistemático en paredes y pisos. Las dimensiones internas son de 3,36 por 4,00 metros, por lo que la superficie cubierta es de 13,44 metros cuadrados. El cuarto abre hacia el pasillo por una puerta que tenía marco de madera y tiene otras dos puertas hacia las habitaciones aledañas, lo que no figura en los planos. El muro frontal mide 35 cm de espesor y los laterales sólo 15 cm de ancho, lo que para los estándares de la época era extremadamente poco. Presentan varias capas de pintura superpuesta, todas a la cal. La pared del frente es más ancha porque debió ser portante del techo. La entrada mide 1,40 metros de ancho y las laterales 0,75 metros. El piso, que quedó a la vista al retirarse el escombro, es de ladrillo con un sector en la entrada de mosaico. Una canaleta de 5 cm de ancho, que corre todo a lo largo de la base de las paredes, indica la presencia de un piso de madera colocado encima de los ladrillos, posiblemente asociado al sector con mosaicos. En algunos rincones aún quedaban fragmentos de madera empotrados en el inicio del revoque. El machimbre debió de ser de pino, en tablas de 2,5 cm de espesor y 8 cm de ancho.
En la parte posterior del piso hay faltantes de ladrillos y la terminación está hecha con cal alisada burdamente. Al observar esos arreglos se notó que la pared medianera tenía un revoque totalmente diferente de las demás paredes, de mejor calidad. AJ hacer las calas de color de los muros se encontró que también la pintura era diferente: de color morado y amarillo presentaba evidencias de estarcidos decorativos. Al hallar esto se siguió ese nivel de pintura encontrando que, pese a ser el primero sobre la medianera, cubría en los demás muros otras tres capas de pintura, indicando que se trataba de una pared más nueva que se unió a las viejas unificando todo con el mismo color. Esto permitió establecer una hipótesis secuencial: hubo que demoler la medianera al construir la casa vecina -cerca de 1915/20- y se rehizo con más calidad que la preexis-
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tente, pintándose las habitaciones completas incluyendo la decoración estarcida. Fue necesario romper los pisos en esa zona para rehacer los cimientos y luego fue reparado sólo con cal, ya que se colocó el nuevo piso de madera y mosaico sobre el ladrillo. Pero como todo presentaba obvios signos de deterioro se repararon las mochetas de las puertas -con cemento y no con cal-, se arreglaron los revoques caídos y se colocó la instalación eléctrica en el techo, en realidad una sola salida para una lámpara sin ningún enchufe visible. Posiblemente en ese momento se clausuraron definitivamente las puertas entre las habitaciones. El nuevo techo fue hecho con tejas francesas sostenido por vigas de hierro (al parecer las originales eran tejas españolas colocadas sobre vigas de madera, al menos esa es la evidencia arqueológica). La pintura original del cuarto era de color blanco, la que fue cubierta por una nueva del mismo color, luego celeste y más tarde terracota, que es el que une ambas épocas de construcción. Más tarde, se pintó todo de color celeste con estarcidos en rojo oscuro y guinda, luego todo crema, más tarde verde y al final látex blanco. Por lo observado, nunca se contó con más equipamiento que una lámpara en el techo con el caño que conducía el cable a la vista. El piso mostraba evidencias de fuego, posiblemente provenientes del típico brasero para cocinar y calentarse así como había carbón acumulado en el piso.
En el escombro se hallaron tejas francesas marca Sacoman y fragmentos de molduras de yeso, lo cual llama mucho la atención por ser un tipo de ornamento que no se espera encontrar en este tipo de arquitectura, incluyendo un motivo central de techo con la perforación para colgar una lámpara eléctrica. También se halló la cadena de hierro de la que colgaba, una roldana y un rosetón metálico. Otros objetos son: herrajes de la puerta y caños de electricidad en cuyos extremos había papel periódico enrollado con las fechas 1920 y 1921.
Una vez levantado todo el escombro se procedió a limpiar con cuidado el enladrillado para observar su patrón de disposición y luego a excavar en las juntas y en los zócalos. Allí se encontraron128 Los Conventillos de Buenos Aires
Fotografía de la habitación 7 del conventillo una vez completado el retiro de escombro y antes de proceder a la excavación.
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objetos que responden posiblemente a dos patrones de actividad: juegos de niños (bolitas) y basura doméstica caída y perdida en las juntas o bajo el entablonado: fragmentos de lozas, de vidrios, dos botones de nácar, un peso de balanza y un tapón de aceitera. En los espacios bajo los zócalos, en cambio, los objetos parecen responder a una situación muy diferentes: usados como relleno junto con la cal se colocaron seis fragmentos de una misma botella de ginebra cuadrada, una lámina de hojalata y un pico de botella transparente. En la parte central posterior del piso se hizo una cuadrícula de excavación. Bajo los ladrillos se halló un nivel de relleno de tierra negra que incluía fragmentos de ladrillos de 1 5 x 4 cm (y posibles 32 de largo), cal y otros materiales de inicios del siglo XX. Por debajo de este estrato de 60 cm estaba la tierra estéril. A unos 30 cm de la medianera se encontró la marca de una zanja que incluía ladrillos del cimiento, coincidente con la hipótesis de que la pared había sido rehecha y no era la original. En la pared al patio se hizo una cala de exploración vertical y se encontró el sistema de desagüe del techo. Era un caño de hojalata de sección circular amarrado al muro con grandes clavos de perfil cuadrado y, para reforzar, se usaron fragmentos de tejas curvas. Todo el sistema es muy simple, la cal es muy pobre y todo aparenta haber sido hecho con el mínimo esfuerzo y recursos.
Una vez levantado todo el escombro se procedió a limpiar con cuidado el enladrillado para observar su patrón de disposición y luego a excavar en las juntas y en los zócalos. Allí se encontraron objetos que responden posiblemente a dos patrones de actividad: juegos de niños (bolitas) y basura doméstica caída y perdida en las juntas o bajo el entablonado: fragmentos de lozas, de vidrios, dos botones de nácar, un peso de balanza y un tapón de aceitera. En los espacios bajo los zócalos, en cambio, los objetos parecen responder a una situación muy diferentes: usados como relleno junto con la cal se colocaron seis fragmentos de una misma botella de ginebra cuadrada, una lámina de hojalata y un pico de botella transparente. En la parte central posterior del piso se hizo una cuadrícula de excava-130 Los Conventillos de Buenos Aires
ción. Bajo los ladrillos se halló un nivel de relleno de tierra negra que incluía fragmentos de ladrillos de 1 5 x 4 cm (y posibles 32 de largo), cal y otros materiales de inicios del siglo XX. Por debajo de este estrato de 60 cm estaba la tierra estéril. A unos 30 cm de la medianera se encontró la marca de una zanja que incluía ladrillos del cimiento, coincidente con la hipótesis de que la pared había sido rehecha y no era la original. En la pared al patio se hizo una cala de exploración vertical y se encontró el sistema de desagüe del techo. Era un caño de hojalata de sección circular amarrado al muro con grandes clavos de perfil cuadrado y, para reforzar, se usaron fragmentos de tejas curvas. Todo el sistema es muy simple, la cal es muy pobre y todo aparenta haber sido hecho con el mínimo esfuerzo y recursos.
El derrumbe del techo se produjo con partes de la lámpara que colgaba de él: cadena y tapa de metal conservados entre el escombro de la habitación 7.
El Pozo 1
El denominado Pozo 1 de la Casa IV corresponde al pozo ciego del baño del conventillo, el que era compartido con su vecino. El estado de destrucción era tremendo debido a dos motivos: del
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lado de la Casa IV se pasaron varios caños que fueron rompiendo el conjunto, pero del lado de la Casa III la construcción de nuevas instalaciones destruyeron todo hasta más de un metro de profundidad. Esto hizo muy compleja la excavación, a tal grado que la pared medianera que le pasa por encima amenazó colapsar completa -pese a su apuntalamiento preventivo- habiendo tenido que suspender las excavaciones. Del lado del conventillo que estamos detallando, el pozo se conservó en mejor estado ya que siguió sirviendo como tal aunque conectado con las cloacas desde inicios del siglo XX. Al parecer por lo recuperado tras la suspensión del pozo se instalaron inodoros -quizás dos- hechos de gres, luego comenzaron los cambios una y otra vez haciendo rellenos, pisos, atravesando con caños de fibrocemento, plomo, cerámica vitrificada y hierro en diversas oportunidades, en especial en la década de 1970 que parece ser la más agresiva en todo el edificio. Si se observa el registro de los materiales hallados en la excavación se notará que se trata de rellenos alterados una y otra vez en donde conviven objetos de tres siglos diferentes. Dos monedas halladas entre los fragmentos de los inodoros indican las fechas 1884 y 1972, extremos de estos grandes cambios.
VII. Las condiciones de vida en el conventillo
Mucho sabemos sobre los conventillos, es cierto, pero las excavaciones descritas nos permiten acercarnos a una visión quizás de mayor detalle observando ciertos aspectos de la cotidianidad, en especial sobre las condiciones de vida de sus ocupantes. Así podemos reflexionar sobre una de las formas del hábitat urbano en la segunda mitad del siglo pasado.
Centrémonos en la Casa IV, de la que tenemos mayor información: en primer lugar es evidente que la construcción del conventillo que reemplazó a la Casa Peña, fue hecha de la peor calidad posible. En tiempos en que la arquitectura se caracterizaba por anchos y sólidos muros, profundos cimientos y techumbres de132 Los Conventillos de Buenos Aires
calidad, nos encontramos aquí con cimientos mínimos, paredes de 15 cm, revoques tan pobres que debieron comenzar a caerse de inmediato, enladrillados sobre la tierra y sin ventanas. El agua se extraía de un pozo y no de un aljibe, que compartían todos los habitantes de los dos conventillos. Un único baño en cada edificio de una sola letrina que también compartían su pozo ciego. No había cocina y en el patio había dos piletas para lavar -luego aumentadas a tres-. Todo esto servía a catorce habitaciones y, por lo tanto, a posiblemente igual número de familias.
Al colocarse el agua potable y las cloacas en algún momento cerca de 1895 las cosas debieron mejorar un poco, al menos en la higiene, aunque no demasiado por cierto. Cuando se hizo el gran arreglo hacia 1920 parecería que lo que más cambió fue la decoración -estarcidos y molduras de yeso- y la luz eléctrica, aunque el nuevo techo de tejas francesas debió ayudar. De todas formas, la falta de cieloraso debió mantener el calor en verano haciendo la vida insufrible en esos cuartos. La falta de enchufes indica el control del consumo eléctrico que debió hacerse por parte del casero. También en el interior se debía cocinar -prueba de ello es el carbón y la ceniza acumulados- y el brasero serviría para calentarse en invierno. Cuando se colocó el entablonado debió quedar flojo, ya que las bolitas y otros objetos pasaron por sus agujeros hacia abajo.
Bolitas de vidrio fabricadas por soplado unas y en máquina otras, usadas por los niños que jugaron en la pieza del conventillo.
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El estado del conjunto de edificios sobre la calle San Lorenzo (1999).
Desde el punto de vista de las ordenanzas municipales el conventillo estuvo siempre en infracción: desde 1890 todas las habitaciones debían tener ventanas, desde 1887 los cimientos debían contar con capa aisladora de la humedad y desde 1904 se debía contar con cocina (Sánchez, 1993). Desde 1871 los pozos de los baños no podían ya ser del tipo del encontrado -es decir absorbentes-, desde 1861 no se podía tener pozos de agua a menos de un metro de una pared y menos aún de compartirlo con el vecino como era este caso. El baño debía estar al menos ocho metros alejado del aljibe o pozo de agua, lo que no se cumplía. Entre las habitaciones y la letrina debían existir al menos cuatro varas de distancia. Cabría recordar que el plano entregado a Obras Sanitarias mentía ostensiblemente al ubicarlo a la distancia reglamentaria lo que la excavación mostró que no era cierto. No hace falta destacar la irregularidad de todo el conjunto y el hecho de que había sido construido violando reglamentaciones, lo que se fue acumulando con los años. En realidad, prácticamente, el Regla-134 Los Conventillos de Buenos Aires
mentó de Casas de Inquilinato de 1871 no era respetado de ninguna forma, a tal grado que en 1904 aún el 22% de los conventillos ¡no tenían baño! (Suriano, 1983).
Un último tema que llama la atención: la existencia de puertas entre habitaciones siguiendo el sistema de las casas-chorizo, cuando sabemos que en un conventillo cada pieza era un mundo independiente del otro y que incluso en este caso fueron canceladas. ¿Se trataba de una argucia del constructor para que el plano fuera aprobado como casa unifamiliar? ¿Era sólo otra mentira más?
Los conventillos de este tipo, y de otros también, constituyeron sitios tremendos para la vida familiar, en especial de los inmigrantes provenientes de lugares en que las condiciones de relación social debieron ser muy diferentes. Para el censo de 1887 el 72% de los habitantes del centro urbano eran extranjeros y el 66% de los que vivían en conventillos venían del exterior y si le agregan sus hijos la cifra subía al 92% (Scobie, 1977). La homogenización espacial a la que debían amoldarse debió ser -más que la pobreza- muy dura. Recordemos que las ordenanzas vigentes de la época indicaban un mínimo de 30 metros cúbicos por persona y de 70 para tres (desde 1871), pero la realidad era muy diferente tanto por la especulación de los propietarios como por las necesidades de los inquilinos. Una estadística de 1907 indica que en 708 piezas relevadas en 23 conventillos vivían 3.146 personas, es decir un promedio de 4,45 en cada una (Spalding, 1970, 461). Para 1880 ya existían 300 conventillos construidos a nuevo de entre los 3.000 que había en la ciudad (Scobie, 1977).
Una buena descripción de la situación de la vida en estos ambientes la dejó Alfredo Palacios en su famosa tesis de 1900: “La v iv iend a d e l traba jador en Buenos Aires es p o r regla g en e ra l una p i e za estrecha (4 m d e la rgo p o r 3 m d e an ch o ) q u e p id e a g r ito s ser an ja lbegada. El m ob ilia rio consiste en dos catres, m uchas veces cam as d e hierro, unos cuan tos asien tos d e esterilla rota, una m esa p a ra co -
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mer, m u chos harapos asidero d e g érm en es in fecciosos y a lgunos cuadros cu e lga n d e las p a r ed e s h e ch o s con f i g u ra s d e ca ja s d e fó s fo r o s o d e c ig a r r i l lo s” (García Acosta, 1988, 91).
Pero Palacios no se contenta con esta descripción y continua diciendo que: ... “e l aseo t ien e h o rro r a los con v en tillo s (...) la luz t ien e vergü enza d e a lum bra r tan ta inm und icia (...) en esas p equ eña s p ieza s d on d e la in fecc ión a tm osférica es constante, m ueren , no v iven , los ob rero s” (1988, 92).
Sin ser contemporáneo pero con la misma visión nos dice José Panettieri que la pieza era también: “com edor, co cin a y despensa, p a tio pa ra qu e ju e g u en los n iños y sitio dond e se depositaban los ex crem entos, a l m enos tem poralm en te; depósito d e basura, a lm acén d e ropa sucia y limpia, si la hay; m orada d e l p e rro y d e l gato, depósito d e agua y d e com bustib le; a l f in , cada cuarto d e estos es un pa n d em ón iu m ” (1968).
¿Es posible imaginar que hacia 1920 este conventillo su b ió d e cla se so c ia l al modernizarse, poner la luz, molduras decorativas y pinturas en las paredes? Quizás sí sea válido pensarlo y viene al caso una descripción de esta situación que quedó patente en los escritos de Aníbal Latino, en sus Tipos y costumbres bonaerenses de 1886. Allí Latino imagina que obliga al intendente de la ciudad a visitar algunos conventillos, con la cara cubierta por los olores y uno de los edificios elegidos parecería ser exactamente éste, uno más de lo que abundaban alrededor de la actual Plaza de Mayo. La visita es a uno remodelado, arreglado a nuevo: “Nos ha llam os f r e n t e a uno d e los con v en tillo s d e segunda cla se (la sup er ior): le ech a rem os una rápida ojeada (...): tien en su revoque, sus rejas y hasta sus repisas y adornos. Por den tro p a recerá a p r im era vista qu e no p u ed e ob jetarse tam poco g ra n cosa sobre la com od id ad y b ienestar d e sus moradores; en los pa tio s bien embaldosados nótase una limpieza, sino completa, satisfactoria; no se ve en ellos más estorbo qu e uno u otro horn illo a l lado d e a lguna puerta , las p iezas están am baldosadas o con tarima, p in tada s o empapeladas, tien en cielo-rasos, son más espaciosas, no se observa n i en las pa red es
136 Los Conventillos de Buenos Aires
in teriores n i en las ex teriores esa f e a ld a d q u e p resen tan las q u e han p erd id o la capa que ocu ltaba e l barro y e l ladrillo, o bien esas manchas negruzcas y relucientes que fo rm an un solo cu erpo con e l empapelado, e l yeso y la madera (...) Y sin em bargo estas viviendas no son otra cosa que c o n v en t i l lo s ’ (1984, 71).
Este conventillo sirve así como ejemplo concreto para ilustrar no sólo una forma de vida de los grupos populares urbanos durante más de medio siglo, sino también para entender el mecanismo de tamización social establecido por la sociedad liberal de la generación de 1880, que actuaba como separador entre los supuestamente capaces y trabajadores de los incapaces o vagos. Como un filtro establecido por los grupos dirigentes -propietarios y especuladores a su vez-, junto con un estado que no intervenía en la vida privada. El mito de que el que era pobre lo era por propia voluntad y que la sociedad les daba a todos por igual la misma oportunidad para crecer, estaba profundamente arraigado y justificaba y aún apoyaba la existencia de este tipo de hábitat donde el proceso se llevaba a cabo.
Uno de los muchos platos decorados con flores policromadas de loza inglesa.
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Fuente de gran tamaño de loza Creamware de finales del siglo XVIII, proveniente de Inglaterra.
Las conocidas bacinillas para las viviendas que aún no tenían baños ni agua corriente, hechas de loza inglesa tipo Whiteware.
Los Conventillos de Buenos Aires138
Plato de loza Pearlware de borde decorado rojo, se trata de una tipo de vajilla muy común en la ciudad en los inicios del siglo XIX.
Otros dos platos de loza con motivos florales, importados de Inglaterra: representan el gusto porteño en la mitad del siglo XIX.
Tapa de una sopera de loza decorada con motivos floréales que se transformó en la habitual de las mesas porteñas por su bajo costo entre 1850 y 1880.
Dos platos de la vajilla más común en el pozo de basura, de loza inglesa blanca.
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Decoración de un bol con motivos chinescos, la otra variedad que el gusto de la población aceptó con mayor placer.
Dos platos ingleses de loza, decorados con motivos impresos chinescos, de tipo Pearlware, provenientes del pozo de basura mayor, fabricados antes de 1830.
140 Los Conventillos de Buenos Aires
B i b l i o g r a f í a
Borri, Alicia; Corbacho, María y Ugolini, Marta. “El conventillo: una realidad social del Ochenta”. Colección de estudios históricos sobre la ciudad de Buenos Aires. N° 1. pp. 15-26. Junta Central de Estudios Históricos. Buenos Aires. 1986.Buschiazzo, Mario J. La arquitectura en la República Argentina: 1810-1930. Mac Gaul. 2 vol. Buenos Aires. 1971.Domínguez, Manuel. “La vivienda colonial porteña”. Anales d e l Instituto d e Arte Americano. Vol. 1. pp. 65-86. Buenos Aires. 1948.Gaché, Samuel. Les logements ouvrier a Buenos Aires. París. 1900.García Costa, Víctor. La miseria en la República Argentina. Centro Editor de América Latina. Buenos Aires. 1987.Latino, Aníbal. Tipos y costumbres bonaerenses (1886). Hyspamérica. Bs. As. 1984. Matamoro, Blas. La casa porteña. Centro Editor de América Latina. Bs. As. 1971. Nari, Marcela. “Del conventillo a la casita propia: vivienda y reproducción en la ciudad de Buenos Aires”. Pensar Buenos Aires, pp. 303-315. Instituto Histórico. Bs. As. 1994. Paez, Jorge. El conventillo. Centro Editor de América Latina. Buenos Aires. 1970. Panettieri, José. Los trabajadores. Editorial Jorge Alvarez. Buenos Aires. 1968. Sánchez, Sandra. Inmuebles urbanos incorporados a l mercado en Buenos Aires entre 1870 y 1940: casa de fam ilia e inquilinato. Beca de Iniciación al CONICET. Bs. As. 1993. Schávelzon, Daniel. Arqueología Histórica de Buenos Aires (II): túneles y construcciones subterráneas. Corregidor. Buenos Aires. 1992.Schávelzon, Daniel. Arqueología Histórica de Buenos Aires (III): excavaciones en la Imprenta Coni. Corregidor. Buenos Aires. 1994.Schávelzon, Daniel. “El Cotorro: arqueología d e un conven tillo”. Crítica. N° 73. Instituto de Arte Americano. Buenos Aires. 1996.Schávelzon, Daniel. “Riqueza e importación entre 1800 y 1850: comparación entre contextos excavados en Buenos Aires ”. 1ras Jomadas d e Historia y Arqueología d el siglo XIX. pp. 132-140. Facultad de Ciencias Sociales. Universidad Nacional del Centro. Olavarría. 1998.Schávelzon, Daniel. The Historical Archaeology o f Buenos Aires. Plenum Press. New York. 1999.Schávelzon, Daniel y Silveira, Mario. Arqueología histórica d e Buenos Aires (IV): excavaciones en Michelangelo. Corregidor. Buenos Aires. 1998.Scobie, James. “El impacto de las migraciones en la estructura urbana”. Actas y memorias del XXXIX Congreso Internacional de Americanistas. Vol. 2. pp. 271-291. Lima. 1966. Scobie, James. Buenos Aires, d e l centro a los barrios (1870-1910). Solar-Hachette. Buenos Aires. 1977.Spalding, Hobart. La clase trabajadora argentina: documentos para su historia. Editorial Galerna. Buenos Aires. 1969.Suriano, Juan. La huelga de inquilinos. Centro Editor de América Latina. Bs. As. 1983. Zaranquin, Andrés y M. X. Senatore. “Una aproximación teórica a l trabajo d e arqueo-
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142 Los Conventillos de Buenos Aires
LA COCINA Y LA COMIDA EN UN CONVENTILLO PORTEÑO: SAN LORENZO Y DEFENSA
M ario J . Silveira
En la esquina de las calles Defensa y San Lorenzo, en un solar donde quedaban restos de antiguas construcciones, se realizaron excavaciones arqueológicas durante los años 1994 y 1995. Los antecedentes y detalles de la excavación se han dado a conocer en otro capítulo de este libro. Como resultado de los trabajos se rescataron distintos objetos, entre ellos algunos centenares de fragmentos óseos en distintos sectores del predio. Estos sectores se excavaron abriendo distintas cuadrículas en las cuales se pudo determinar la presencia de algunas estructuras (pozos, cámaras de basuras). Al respecto remitimos al lector al plano general para apreciar lo excavado. En trabajos anteriores ya se ha presentado un análisis detallado de la zooarqueología de la Casa Peña (Silveira, 1996 y Silveira, Mari y Pratolongo, 1998), por lo tanto en este haremos un resumen de los resultados que hemos elaborado en esos trabajos. En síntesis, lo que queremos presentar en el resultado del estudio de los huesos de animales que fueron usados por los habitantes del lugar en sus diferentes épocas de vida.
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En la Casa Peña, tal como la denominamos por la familia propietaria, hemos diferenciado 18 unidades de análisis. Cada una de ellas fue el resultado de la excavación de una habitación en una de las casas o diferentes cuadrículas dentro de éstas, o estructuras en el caso que éstas se hubieran manifestado. Pero no todas las unidades tuvieron el mismo interés para el análisis: hay dos aspectos que valoramos, primero que el conjunto de hallazgos no hubiera tenido problemas graves de redepositación. Esto es que la basura no estuviera mezclada por situaciones posteriores al primer abandono de la misma. Esto es un riesgo alto en casas del siglo pasado o anteriores, debido a los sucesivos reciclados que tuvieron. Segundo, que la representación obtenida fuera cuantitativamente significativa. Esto quiere decir un nivel mínimo de 100 fragmentos, aunque lo ideal es tener un muestreo de algunos centenares.
La metodología que se utilizó consiste en el análisis de cada pieza ósea para determinar taxonomía, es decir el reconocimiento de a qué animal corresponde, haciendo observaciones sobre el estado del material, fracturas, huellas de corte, marcas y otros aspectos similares usando una lupa de diez aumentos. En cuanto a la postura teórica hemos seguido los lincamientos de otros autores, privilegiando una fuerte relación interdisciplinaria, en particular con la historia. Utilizamos ambas fuentes en un mismo plano de importancia, de todas formas los resultados que presentamos se refieren al registro arqueológico, utilizando los testimonios históricos para plantear hipótesis y comprender mejor el registro analizado (Henry, 1991; Landon, 1996; Funari, 1997 y Lyman, 1994). De Henry utilizamos su concepto de con du cta d e con sum o , definiendo esta como la conducta que los consumidores hacen visible en un examen cuidadoso de obtención, uso, precios, disponibilidad de productos, servicios y todo lo referente que pueda satisfacer sus necesidades. Un con sum id or es un individuo o grupo que adquiere productos o servicios para su propio uso o para algunos que los usan. El acto del consumo, sin embargo, no es sólo una conducta económica es también una conducta social. Así como144 Los Conventillos de Buenos Aires
un medio de llegar a fines, un camino que conduce a un determinado objetivo o fin. El estudio de la conducta de consumo es interdisciplinario, conducido primariamente por los investigadores de mercado: ... “esbozado sobre fu n d am en to s dom ésticos d e p s ico logía, sociología , p s ico lo g ía social, an trop o logía y e con om ía ”. Una conducta de consumo está relacionada con varios factores, pero hay dos que son básicos y que queremos destacar: poder adquisitivo y status de un grupo. Este puede ser definido como. . . “una co le c t iv id a d cuyos m iem bros m uestran creen cia s com unes, valores, actitudes, standards d e condu cta , a sí com o tam bién sím bolos q u e represen tan a l g r u p o ” (Henry, 1991: 360).
Uno de los objetivos que nos hemos impuesto en los análisis zooarqueológicos en la ciudad de Buenos Aires, es tratar de determinar conductas de consumo de los distintos grupos que formaban parte del tejido social de un pasado que va del comienzo fundacional hasta fin del siglo XIX. Esto es percibido como un proceso de cambio durante el desenvolvimiento de la ciudad, en ese lapso de tiempo, tratando de determinar los procesos de cambio de conducta de consumo a través del tiempo. Un factor que consideramos para la interpretación de los resultados es el contexto total de los hallazgos, debido a que su anáfisis permite inferir cronología y aspectos de status de cada una de las unidades que hemos considerado relevantes. En este trabajo, por lo tanto, presentamos cual fue el resultado del análisis de los restos óseos, aspecto que en relación a la comida esta sesgado hacia lo que se comía en cuanto a carne, por lo tanto estamos describiendo únicamente la conducta de consumo de carne. Se tratará de diferenciar también cronología y grupo social.
En total se analizaron 3.895 fragmentos óseos (en algunos casos hay piezas enteras, en general autopodios, falanges y metapodios en el caso de animales medianos y grandes, aunque para los chicos (ratas o lauchas por ejemplo) hay huesos largos enteros o vértebras e incluso mandíbulas y cráneos. De todos éstos se reconoció y pudieron ser clasificados 1.463 fragmentos, el resto (2.432) son astillas de
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tamaño pequeño que hacen imposible asignarles algún nivel de determinación. Se observará que cuando no se podía asignar restos a un animal en particular, lo hacíamos a nivel de familia, orden o clase.
Sobre la base del estudio de los planos disponibles, el estado en que se encontró el predio y la información histórica, se pueden proponer las siguientes hipótesis previas al análisis del material:
Hipótesis I
Qué se podía diferenciar material de las distintas épocas durante las cuales fue ocupado el solar. Recordamos cuales fueron éstas:
A. Anterior a la ocupación de la familia Peña, es decir durante el siglo XVIII y en el XIX hasta 1830, que es cuando la familia Peña ocupa el predio.
B. Durante el tiempo que estuvo la familia Peña, 1830-1870.C. Durante la época en que la casa grande se fraccionó presen
tando una alta ocupación. Etapa del conventillo.D. Etapa final, de las primeras décadas del siglo XX, con ocupa
ción de locales y habitaciones, que habría durado hasta 1970.
Hipótesis II
Se privilegia la habitación 3, que en realidad es el pasillo del conventillo según muestra el plano al que hemos hecho referencia, como probable receptáculo de basura de la época de la familia Peña, ya que se trata de un área que fue parte del patio de la casa de esa familia.
Hipótesis III
Que se pueden determinar Conductas de Consumo para las distintas épocas en que el predio estuvo ocupado, o sea las cuatro que ya hemos definido.146 Los Conventillos de Buenos Aires
En la casa Peña en definitiva se han aislado 18 unidades para analizar por separado, pero no todas tienen la misma importancia. Sobre la base de determinar tanto lo cuantitativo como que se traten de conjuntos originales, es decir sin redepósitos de distinto origen. Sólo 4 de ellas tienen elementos como para determinar Conductas de Consumo. Estas son:
1. Unidad de la Casa 1, Cámara 2 (195 fragmentos reconocidos).2. Unidad de la Casa 1, Hab. 6 (98 fragmentos reconocidos).3. Unidad de la Casa 3, Hab. 3, cuadrículas “A”, “B”, Sondeo
y ampliación del mismo (748 fragmentos reconocidos).4. Unidad de la Casa 3, Habitación 3, cuadrícula “C” (188 frag
mentos reconocidos).
Veamos en que quedan las hipótesis propuestas luego de la información que nos brindan estas unidades, luego de realizados los análisis:
Hipótesis I
Ni el registro óseo ni tampoco el no óseo permiten diferenciar si hay material que se pueda asignar a la primera ocupación del lote inicial. Los datos de los contextos en las distintas unidades no óseos hablan sólo de cerámica importada del inicio del siglo XIX. Por lo tanto el resto del contexto, que incluye el material óseo, se adscribiría a esa época. En resumen no hay información para el primer momento de ocupación del predio.
Para el segundo momento, en cambio, todas las unidades a que hemos hecho referencia más arriba parecen corresponder a mediados del siglo XIX, por datos tanto del contexto óseo como no óseo. En el primer caso por la loza europea y en el segundo porque los cortes registrados con serrucho pueden corresponder a un momento de transición desde mediados del siglo XIX hasta 1870, en que la familia Peña abandona la casa.
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Los cortes con serrucho o sierras marcan un momento cronológico en el trozamiento de los animales, tanto en matadero como en carnicería. Hasta mediados del siglo XIX el trozamiento de la carne en Buenos Aires era muy sumario y tosco, el instrumento que más se utilizaba era el hacha. Los testimonios nos dicen: “Luego les sacan e l cu ero y lo descuartizan con hachas en tres masas longitudina les” c. 1826-1827 (Beaumont, 1957:114). “Extendía e l ca rn icero sobre e l suelo (con barro o con p o lvo ), un cu ero en e l que destrozaba la ca rn e con hacha, p u es en ton ces nad ie soñaba en d iv id ir los huesos con serruc h o ’ c. primeras décadas del siglo XIX (Wilde, 1060:224). El corte con serrucho se efectúa bien pasado mediados del siglo XIX.
Para los dos momentos más tardíos, el conventillo y el siglo XX la información es más pobre. En primer lugar, porque ya la basura era objeto de recolección sistemática por parte de un sistema que se puso en práctica en Buenos Aires a fines de la década del 1890. El problema de la basura en la ciudad comienza desde que esta era una aldea pequeña en el siglo XVII. Los testimonios nos dicen que recién a principios del siglo XIX se intentó un sistema de recolección, pero era parcial y discontinuo.
Es a partir de Caseros que hay un inicio de solución (Prignano, 1998), aunque la propia Municipalidad reconoce que recién en 1896 hay un sistema en toda la ciudad que periódicamente recoge la basura (Memoria Municipal, 1897). De todos modos no se descarta que algunos restos pudieron quedar en el predio, pues la casa se recicló cuando se retiró la familia Peña, transformándose en conventillo a partir de 1870. Esto da un margen de casi 25 años hasta que se estableció el retiro eficaz de la basura. También hay que recordar, como se demostró para la Casa Ezcurra (Schávelzon y Malbrán ms, Silveira y Mari ms.) que hay claras evidencias arqueológicas que indican que la basura se siguió arrojando en los predios de las casas.
Quizá los restos de la Unidad Casa 1, Habitación 6, podrían corresponder a la época del conventillo y aunque la información148 Los Conventillos de Buenos Aires
es escasa cuantitativamente, es de interés por lo que sugiere. También, los hallazgos de la unidad de la Casa 1, Habitación 5, cuadrículas A-A', pueden ser muy tardíos y corresponder a la parrilla que estuvo activa hasta 1970, aunque los pocos restos reconocidos (36) la sitúan fuera de análisis. En definitiva, sólo hemos diferenciado con cierta seguridad restos óseos que corresponden al segundo momento, entre 1830 y 1870, cuando el predio estuvo ocupado por una familia de la clase alta de Buenos Aires.
Hipótesis II
Los restos óseos hallados en la Casa 3, Habitación 3, tanto en las cuadrículas A, B, sondeo y la ampliación del mismo, como en la cuadrícula A hallados en la tierra del viejo patio de la casa, pueden asignarse al segundo momento. Se confirmó que el pasillo era un área de interés en cuanto a hallazgos.
Hipótesis III
En cuanto a Conducta de Consumo, los datos obtenidos en nuestro análisis, como los del resto del contexto, indican que puede atribuirse Conducta de Consumo a los ocupantes del predio de mediados del siglo XIX o sea para la familia Peña.
Veamos en forma comparativa los datos, denominando a las unidades que consideraremos en el mismo orden que utilizamos más arriba, es decir:
1. Unidad Casa 1, Cámara 2 (195 fragmentos reconocidos).2. Unidad Casa 1, Habitación 6, cuadrícula A (98 fragmentos
reconocidos).3. Unidad Casa 3, Habitación 3, cuadrículas “A”, “B”, Sondeo
y ampliación del mismo (748 fragmentos reconocidos).4. Unidad Casa 3, Habitación 3, cuadrícula “C” (188 frag
mentos reconocidos).149
Los reconocimientos para estas unidades son los siguientes:
Animal UnidadNombre científico Nombre común 1 2 3 4
Bos taurus vacuno 74(6) - 28(1) 7(2 )Ovis aries ovino 13(2) 22 (6) 33 (2) 14(1)Sus scrofa cerdo - - 3(1) 2(1 )Canis familiaris perro - - 1(1) -Gallus gallus gallina - 1(1) 55(5) 5(1)Meleagris gallo pavo pavo - - 1(1) -Nothura maculosa perdiz chica - - 3 (2 ) 3 (1 )Rhynchotus rusfences perdiz colorada - - 1(1) 1(1)Eudromis elegans martineta - - 1(1) -
Ana flaviarostris pato barcino - 1(1) - -
Ratus ratus rata - - 1(1) -
Mus musculus laucha - 1(1) - -
Anatidae pato/ganso - - 4 2Ave indeterminada aves - 1 67 -
Mammalia indet. mamíferos indet. 108 72 345 114Rodentia indet. roedores indet. (chicos) - 1 8 2Pez indet. peces indet. - 4 123 8
Los números que no están entre paréntesis corresponden al NISP de especie (cantidad de fragmentos reconocidos para cada especie). Entre paréntesis se coloca el número mínimo de las especies involucradas, esto es la cantidad de animales que representan los restos analizados. Luego para fam ilia (caso Anatidae), orden (como Rodentia) o clase (como M am malia o peces) va el número de especímenes reconocidos.
Una primer mirada hace que separemos 1 y 2 de 3 y 4. Lo de la Unidad Casa 1, Habitación 6 (2), aunque no llega a 100 fragmentos, lo hemos incluido por tratarse de un caso interesante. Recordemos los datos, en primer lugar entre los animales reconocidos predomina Ovis aries (ovino) con un 95,6%, en segundo lugar llama la atención un número mínimo de individuos alto, 8 individuos, para sólo 22 fragmentos, o sea que casi cada tres fragmentos correspondían a animales distintos. Más aún, los fragmentos denotan una alta selectividad pues corresponden a cortes del cuarto delantero que abarca la paleta y el húmero, que son porciones con alta cantidad de carne. Además, el 66,6% de M am m alia indeterminada corresponde a M 2 (1)(1), o sea de posible atribución a Ovis aries.150 Los Conventillos de Buenos Aires
Incluso de los 48 fragmentos de M 2, 19 corresponden a fragmentos de paletas y diáfisis (parte media del hueso) de húmeros 39,6%, y de vértebras y costillas un 16,33%.
En resumen, hay no sólo predominancia de un animal (ovino) sino también de una parte del mismo, el cuarto delantero con el probable agregado del corte costillar. Todos los restos en buen estado de conservación, con un aserrado en un fragmento de M 2 (también hay cuatro cortes de serrucho en fragmentos de M 1).
Nuestra primera presunción, por las condiciones de hallazgo, es que se trata de restos óseos generados en el segundo momento de la ocupación del predio es decir cuando vivió en el solar la familia Peña. Sin embargo, se puede también especular que pudo provenir de la época inicial de los conventillos, cuando los ocupantes deben haber tenido problemas, para deshacerse de la basura y es posible que hubiera material que se habría enterrado en la misma casa. Esto habría alterado los pisos, aspecto de difícil contrastación si no se tomó en cuenta previamente o porque hubo reciclados que impiden la observación. Es difícil con los datos disponibles inclinarse por una u otra posibilidad. Pero tanto para un caso como para el otro, entre otras cosas, estos hallazgos de la unidad podrían estar indicando etnicidad del grupo que consumió el animal (Henry, 1991 y MacKee, 1987). En definitiva una Conducta de Consumo de difícil atribución.
Para el caso 1, Unidad Casa 1, Cámara 2, también habría un consumo selectivo, pero en este caso de Bos taurus y de las mandíbulas del mismo (figura N° 2). En efecto, si bien hay representación de todos los cortes: cuartos delanteros, traseros y costillar, un alto número de piezas (39,6%) corresponden a mandíbula, premolares y molares de la misma, al punto que el número mínimo de cinco ejemplares, se obtiene con las piezas dentales. Si estos restos corresponden a la segunda época indica ¿Selección de una comida o de algún estamento social de la casa Peña, como por
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ejemplo negros o indios de servicio, o selección de una parte del animal para preparar algún tipo de comida, como la utilización de la lengua por ejemplo? O ¿Un consumo de distribución, donde la lengua era para comidas de los señores y el resto de la cabeza para el personal de servicio? Estos son interrogantes que aún no tienen respuesta. Respecto a O vis av ies hay una representación más amplia de cortes del animal, aunque como se observa en la figura 3, faltan partes de los cortes. El cuarto delantero sólo con un fragmento de radio, el trasero con fragmento de tibia, no hay vértebras cervicales, ni torácicas, ni costillas. Esto es debido a un muestreo escaso ya que sólo hay trece piezas.
Los casos 3 y 4 estarían mostrando una clara tendencia de Conducta de Consumo donde:
1. Se habría consumido tanto vacuno como ovino, donde si bien el número de fragmentos de cada animal y el número de ejemplares implicados son similares (figuras 3, 4, 5, 7 y 8). Sin duda que el primero tiene un rinde que aproximadamente sextuplica al anterior, lo que hace una preferencia hacia ese tipo de carne.
2. Un consumo variado de aves, tanto doméstica como de caza, aunque en el caso 3 hay más énfasis en ave doméstica (fig. 6).
3. Consumo bajo de cerdo.4. Consumo de peces mucho mayor en 3 que en 4.
Sumadas las dos podrían estar indicando la tendencia de consumo de una familia de clase alta de Buenos Aires entre 1830 y 1870.
Como conclusión final se puede decir que la Casa Peña nos brindó información de Conductas de Consumo, siempre referido a la carne, para un grupo social de clase alta y para mediados del siglo XIX, época donde aún se mantenían muchas de las viejas costumbres coloniales. Hubo además consumo selectivo de carne de cordero y de cuarto delantero vacuno que no podemos atribuir152 Los Conventillos de Buenos Aires
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a ningún grupo social, ni tampoco a una cronología segura, aunque presumimos que puede ser de fines de siglo XIX y una selección especial de carne y cortes que bien podría relacionarse con etnicidad. En definitiva, esta información se suma para un trabajo más ambicioso que consiste en tratar de determinar Conductas de Consumo de distintos grupos sociales en la ciudad de Buenos Aires y que cambios se fueron produciendo a lo largo de cuatro siglos.
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1. Historia Argentina-Buenos Aires(prov). I. Título CDD 982.11
SE T E R M IN O D E IM P R IM IR E N S E T IE M R E D E 2 0 0 5
E N C P C , S A N T IA G O D E L E S T E R O 338 LA N U S O E S T E - B U E N O S AIRES
A R G E N T IN A
Mario SabugoNacido en Buenos Aires en 1976, es arquitecto por la Universidad de Buenos Aires, en la que se desempeña como investigador y Profesor Titular de Historia de la Arquitectura y el Urbanismo, en de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo. Consejero del Consejo del Plan Urbano Ambiental del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y ha publicado numerosos artículos y libros sobre arquitectura e historia urbana.
Mario SiiveiraEs antropólogo doctorado en Filosofía y Letras en la Universidad de Buenos Aires, ha hecho su especialidad la arqueología y es un conocido especialista internacional en zooarqueología. Actualmente es Investigador del Centro de Arqueología Urbana (UBA) y de la Universidad Nacional del Co- mahue. Ha publicado numerosos trabajos científicos en el país y el exterior, siendo un experto en la historia de la alimentación en Argentina.
A quien hoy pase por la esquina de las calles Defensa y San Lorenzo, sitio habitual del turismo y de los memoriosos de la ciudad, le será señalada una pequeña puerta antigua que es designada con dos nombres propios: la Casa Mínima y/o la Casa del Esclavo Liberto. Y pese a que ambas denominaciones son estrepitosas mentiras, tan absurdas que ni siquiera tienen sustento o que surgieron hace poco menos de veinte años, no sólo se lo sigue repitiendo sino que ha pasado a las guías de la ciudad y se ha consolidado el mito. Dicha propiedad formó parte de una renombrada familia y luego fue un conventillo. Fue parte del sistema habitacional de numerosos pobladores de la ciudad durante varias décadas.
Este profundo trabajo de investigación aborda diferentes aspectos: Su historia, la etimología, la narrativa y la música que en él se gestaron y el pormenorizado estudio arqueológico de la míticamente llamada Casa Mínima.