Escribí esta poesía en marzo del 2007. Antes, el Otoño no me gustaba. Me parecía que era una estación triste. La luz cambiaba, las hojas se caían, todo quedaba como vacío… Alguien al escucharme una vez me dijo: “esa sí que es una buena conexión con los ciclos, con las estaciones, con la naturaleza…” Me llamó la atención el comentario, porque sentía que era verdad. Me di cuenta de que eso afuera espejaba mi adentro. Me di cuenta de cuánto me costaba dejar ir, soltar, vaciarme. Yo siempre quería Primaveras y Veranos… expansión. En los siguientes Otoños, la sensación fue cambiando, y cada vez puedo entregarme más. Claramente el sufrimiento viene cada vez que queremos retener algo… Y si queremos que algo nuevo nazca… hay que hacer lugar. El Otoño es para mí, ahora, el bendito tiempo que me brinda y me espeja esta oportunidad.

Danza de Otoño

Música de otoño baila hoy mi alma.Es un ritmo suave,un compás más lento.Y ya no es tan verdeel traje que llevo,viró al color ocrealgo amarillento…

Como es allí afueradicen que es adentro.Yo también soy árbol que suelta lo viejo.También soy lo viejoque se va soltando,y soy lluvia, soy tierra,también soy el viento.

¡Ay…! ¿Vos qué te pensastemi árbol amigo?¿que el otoño es tuyo?No… El también es mío.Vení, acercate,te digo un secreto:lo que a vos te pasa,en mí, va por dentro.

Por eso te miro,y a veces te admiro…¡Con cuánta solturacambiás tu vestido!

Desde mi ventanaa veces te espío…Te pones tan lindocuando llega el frío.Y al mirarte digo:“¡Quiero hacer lo mismo!”Y cerrando los ojos, muy hondo respiro.Es como pararmeerguida a tu lado,y vivir en miesto que te escribo:

Me gusta cuando las hojas

se curvan sobre su pecho,aceptando así este tiempoque llama a mirar adentro.

Vestidas de mil coloresY en absoluto silencio,

cuando seguras se sientense van entregando al viento.

El árbol, erguido y fuerte,lento se va despojando

de aquello que hace unos meseslo ayudó a ser un gran árbol:ese que albergaba nidos,

daba tregua en esas siestas,de pájaros era descanso,

de flores y frutos fiesta.

Como mirando hacia el cielo

y extendiendo bien los brazos,afirmado en sus raíces,

va soltando sus regalos.Regalos que en su momentocantos de primavera cantaron,

pero que ahora son lastre,de otoño no cantan cantos.

Y el árbol en el inviernonecesita estar liviano.

Y sólo soltando aquelloque sirvió en algún momento,

puede el árbol quedar librepara que llegue lo nuevo.

Y aunque de sus ojos caigan

por cada hoja una lágrima,son sólo de gratitud

por estos ciclos que acaban.

Y pese a su cara tristemientras despide lo viejo,

brilla escondida en su almala promesa de lo nuevo.

Y cuando, atento, percibe

que llega su amigo el Viento,le entrega sus partes confiado,cada una, en su momento…

Y el Viento, Señor de otoño,en sus brazos infinitos,recibe con delicadeza

las ofrendas de su amigo.

Las va tomando una a una,y en una amorosa danza

les revela a aquellas hojasla experiencia más sagrada:

así, muy cerca del final,

el Dulce Amante concedebellas alas a sus hojas

para que en sus brazos vuelen.

Ellas, como mariposas,baten sus alas al viento…

Y lo que visto de afueraparece no durar nada,

para la hoja es un éxtasis:¡del tiempo está liberada!

En el suelo, dulcemente,

son así depositadas.Madre Tierra las recibey, en su calor, abrigadas,

se van quedando dormidas…no sin antes despedirse

de sus otras camaradas:

“¡NOS VEMOS EN PRIMEVERA!”

susurran las hojas caídas,“¡SI! ¡SEREMOS SAVIA DE NUEVO,

SEREMOS OTRA VEZ VIDA!”

Luz L. M.Marzo, 2007