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romanticasdescargas.blogspot.com Danielle Steel No Hay Un Amor Más Grande Título de la edición original: No grealer love Para Beatriz, dulce niña especial, me llenas de gozo, amor y admiración. Muchacha valiente, que tu vida sea siempre fácil, en mar calmado, con gente buena, suaves brisas, días soleados, y si la tormenta llega, algún día, recuerda cuánto te queremos. Y para John, para quien jamás ha existido, jamás existirá, jamás podría existir... un amor más grande que el mío por ti. Ningún amor más grande, y mi corazón y mi vida enteros, para siempre jamás. D. S. 10 de abril, El único sonido en el comedor era el tictac del grande y recargado reloj de la repisa de la chimenea y el ocasional crujido de alguna gruesa servilleta de hilo. Había once personas en el enorme comedor, y hacía tanto frío que Edwina apenas podía mover los dedos. Se los miró y vio cómo relucía su anillo de compromiso bajo la luz matinal; entonces sonrió, mirando al otro lado de la mesa, hacia sus padres. Incluso con los ojos bajos podía ver la sonrisa en los labios de su padre. Y estaba segura de que, por debajo de la mesa, tenía tomada la mano de su madre. Cuando estaban en su ambiente, siempre bromeaban y reían; se susurraban alegremente, y a sus amigos les gustaba decir que no les extrañaba que tuvieran seis hijos. A los cuarenta y un años, Kate Winfield todavía parecía una niña. Tenía una figura ágil y una cintura esbelta; si se iba detrás de ellos a cierta distancia, a menudo era difícil distinguir a Kate de su hija mayor, Edwina, que también era alta, tenía el pelo oscuro y reluciente y grandes ojos azules. Estaban muy unidas, igual que toda la familia. Era una familia en la que sus miembros reían, hablaban, gritaban, se abrazaban, bromeaban y a diario se hacían travesuras. Ahora le resultaba difícil a Edwina mantener una expresión seria mientras observaba a su hermano George producir nubes de vapor con el aliento en el gélido comedor que su tío Rupert, lord Hickham, gustaba de mantener ligeramente más frío que el Polo Norte. Los Winfield no estaban acostumbrados a esto, sino a las comodidades de su vida americana en el clima cálido de California. Habían venido desde San Francisco un mes atrás para ver a sus tíos y para anunciar el compromiso de Edwina. Sus vínculos con Inglaterra parecían repetirse.

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    Danielle Steel

    NNoo HHaayy UUnn AAmmoorr MMss GGrraannddee

    Ttulo de la edicin original: No grealer love Para Beatriz, dulce nia especial, me llenas de gozo, amor y admiracin. Muchacha valiente, que tu vida sea siempre fcil, en mar calmado, con gente buena, suaves brisas, das soleados, y si la tormenta llega, algn da, recuerda cunto te queremos. Y para John, para quien jams ha existido, jams existir, jams podra existir... un amor ms grande que el mo por ti. Ningn amor ms grande, y mi corazn y mi vida enteros, para siempre jams.

    D. S. 10 de abril, El nico sonido en el comedor era el tictac del grande y recargado reloj de la repisa de la chimenea y el ocasional crujido de alguna gruesa servilleta de hilo. Haba once personas en el enorme comedor, y haca tanto fro que Edwina apenas poda mover los dedos. Se los mir y vio cmo reluca su anillo de compromiso bajo la luz matinal; entonces sonri, mirando al otro lado de la mesa, hacia sus padres. Incluso con los ojos bajos poda ver la sonrisa en los labios de su padre. Y estaba segura de que, por debajo de la mesa, tena tomada la mano de su madre. Cuando estaban en su ambiente, siempre bromeaban y rean; se susurraban alegremente, y a sus amigos les gustaba decir que no les extraaba que tuvieran seis hijos. A los cuarenta y un aos, Kate Winfield todava pareca una nia. Tena una figura gil y una cintura esbelta; si se iba detrs de ellos a cierta distancia, a menudo era difcil distinguir a Kate de su hija mayor, Edwina, que tambin era alta, tena el pelo oscuro y reluciente y grandes ojos azules. Estaban muy unidas, igual que toda la familia. Era una familia en la que sus miembros rean, hablaban, gritaban, se abrazaban, bromeaban y a diario se hacan travesuras. Ahora le resultaba difcil a Edwina mantener una expresin seria mientras observaba a su hermano George producir nubes de vapor con el aliento en el glido comedor que su to Rupert, lord Hickham, gustaba de mantener ligeramente ms fro que el Polo Norte. Los Winfield no estaban acostumbrados a esto, sino a las comodidades de su vida americana en el clima clido de California. Haban venido desde San Francisco un mes atrs para ver a sus tos y para anunciar el compromiso de Edwina. Sus vnculos con Inglaterra parecan repetirse.

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    La hermana de Kate, Elizabeth, se haba casado con lord Rupert veinticuatro aos atrs, y haba ido a Inglaterra para convertirse en la segunda vizcondesa y la duea de Havermoor Manor. A los veintiuno, haba conocido a lord Hickham, mucho mayor que ella, cuando ste fue a California con unos amigos, y se enamoraron. Ms de dos dcadas despus, a sus sobrinas y sobrinos les resultaba difcil entender esa atraccin. Lord Hickham era distante y brusco, inhospitalario en extremo; jams pareca rer y era evidente para todos ellos que le era extremadamente desagradable tener nios en su casa. No era que le desagradaran, explicaba siempre ta Liz, slo que no estaba acostumbrado a ellos, ya que no los haba tenido. Con esto explic el porqu no le haba divertido nada que George le pusiera varios renacuajos en la cerveza, despus de que to Rupert fuera a cazar patos con su padre. En verdad, Rupert haca mucho tiempo que haba dejado de querer tener hijos. Mucho tiempo atrs, pens que necesitaba un heredero para Havermoor Manor y sus otras grandes fincas, pero al final fue evidente que eso no formaba parte del Gran Plan. Su primera esposa haba sufrido varios abortos antes de morir de parto diecisiete aos antes de que se casara con Liz. Y siempre haba echado la culpa a Liz por no darle hijos; no es que quisiera tantos como Kate y Bertram, y con toda seguridad habra querido que se hubieran comportado mejor que stos. Era absolutamente asombroso, le asegur a su esposa, lo que les dejaban hacer a esos nios. Pero los americanos eran conocidos por eso. No posean ningn sentido de la dignidad o el control, ninguna educacin ni disciplina de ninguna clase. Sin embargo, le tranquilizaba enormemente que Edwina se casara con el joven Charles Fitzgerald. Quiz, despus de todo, exista alguna esperanza para ella, haba dicho de mala gana cuando Liz se lo cont. Lord Hickham tena setenta aos, y no le haba gustado la idea cuando Kate escribi a su hermana y le pregunt si podan ir todos a pasar unos das. Iban a ir a Londres a conocer a los Fitzgerald y anunciar el compromiso, pero a Rupert le horrorizaba la idea de que todos ellos despus fueran a Havermoor. -Qu? Con toda su prole? Se mostr horrorizado cuando Liz, amablemente, se lo plante a la hora del desayuno. Entonces casi era Navidad, y ellos queran ir en marzo. Liz haba esperado que, con tiem po para tranquilizarle, Rupert les permitira ir. Liz ansiaba que su hermana fuera a su casa y que sus hijos le alegraran sus tristes das. Haba llegado a odiar Havermoor en los veinticuatro aos de vivir all con Rupert, y echaba de menos a su hermana y la feliz infancia que haban compartido en California. Era difcil vivir con Rupert, y su matrimonio nunca haba sido lo que ella haba soado. Al principio, le impresionaron su aire digno, su ttulo, su gran educacin con ella, y sus historias acerca de la "vida civilizada" que llevaban todos en Inglaterra. l tena veinticinco aos ms que ella y, cuando lleg a Havermoor, a Liz le sorprendi encontrar la finca triste y deprimente y en tan mal estado. Rupert, en aquellos das, tambin mantena una casa en Londres, pero al cabo de poco tiempo, Liz descubri que nunca la utilizaba. Despus de cuatro aos de no poner los pies all, se la vendi a un buen amigo.

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    Tener hijos les habra podido ayudar, crea ella; estaba ansiosa por tener una familia y or voces jvenes y alegres resonando en los sombros pasillos. Pero, ao tras ao, se fue haciendo evidente que ste no iba a ser su destino, y viva slo para ver a los hijos de Kate en sus raras visitas a San Francisco. Al final, incluso esos pequeos placeres le fueron negados, cuando Rupert se puso demasiado enfermo para viajar mucho tiempo y, por fin, anunci que era demasiado viejo. Reumatismo, gota y la simple vejez le impedan recorrer el mundo y, como necesitaba que su esposa lecuidara noche y da, Liz se encontraba atrapada en Havermoor con l. Ms a menudo de lo que a ella le gustaba admitir, se encontraba soando que regresaba a San Francisco, pero no haba podido ir all en aos. Todo lo cual haca ms importante para ella la visita de Kate y los nios; estuvo ms que agradecida cuando Rupert, finalmente, dijo que podan ir siempre que no se quedaran mucho tiempo. Esto result an ms maravilloso de lo que Liz haba esperado. Haca varios aos que haban ido por ltima vez y ella se senta llena de gozo. Sus largos paseos en el jardn con su hermana eran lo que haba anhelado en los aos transcurridos. En otro tiempo, las dos haban sido como gemelas; ahora, Liz estaba asombrada de ver a Kate tan guapa y con un aspecto tan joven. Estaba an, evidentemente, muy enamorada de Bert. Eso le haca lamentar ms an a Liz haberse casado con Rupert. Con los aos, se haba preguntado con frecuencia cmo habra sido la vida de no haberse convertido en lady Hickham y, en cambio, haberse casado con alguien de su pas. Ella y Kate haban sido muy despreocupadas de jovencitas, felices en casa, con sus complacientes padres. A los dieciocho aos haban sido presentadas en sociedad, y durante un corto perodo de tiempo se lo haban pasado de maravilla yendo a cenas, bailes y fiestas; despus, demasiado deprisa, apareci Rupert y Liz se fue a Inglaterra con l. De algn modo, aunque haba vivido en Inglaterra ms de la mitad de su vida, Liz nunca poda sentir que verdaderamente perteneciera a ese lugar. Jams haba podido alterar el curso de nada que Rupert ya hubiera establecido en Havermoor Manor antes de que ella llegara. Era casi como una invitada, una invitada sin ninguna influencia, ningn control y que, adems, ni siquiera era bien recibida. Como no haba "producido" un heredero, su presencia all pareca no tener sentido. Su vida contrastaba totalmente con la de su hermana Kate. Cmo poda entenderlo Kate? Con su guapo esposo, joven y con el cabello oscuro, y seis hermosos hijos que haban llega do como regalos del cielo en intervalos regulares durante los casi veintids felices aos que llevaban casados. Tenan tres hijos y tres hijas, todos llenos de alegra y buena salud, con la belleza e inteligencia de sus padres y buen sentido del humor. Lo extrao era que, aunque Kate y Bert parecan casi demasiado bienaventurados, cuando les vea, no le caba ninguna duda de que se lo merecan. Aunque Liz haba envidiado a su hermana durante aos, y a menudo lo deca, nunca se senta celosa. Todo pareca bien, Kate y Bert eran bsicamente buenos y decentes. Ellos tambin eran conscientes de la alegra de que disfrutaban, y a menudo se lo decan a los nios. Eso haca que Liz se sintiera nostlgica por lo que nunca haba conocido... el amor de un hijo...

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    y la evidentemente clida relacin amorosa que Kate comparta con su esposo. Vivir con Rupert haba hecho que Liz, con los aos, se volviera callada. Pareca haber muy poco que decir, y no haba nadie a quien decrselo. Rupert nunca se interesaba por ella, y s por sus fincas, sus patos, sus gallos, sus faisanes y, cuando era ms joven, sus caballos y sus perros, pero una esposa le resultaba relativamente poco til, en especial ahora, con la gota fastidindolo gran parte del tiempo. Ella poda llevarle el vino, llamar a los criados y ayudarle a meterse en la cama, pero su dormitorio estaba lejos, muy lejos del de ella, y haba sido as durante muchos aos, cuando l comprendi que ella no le dara hijos. Lo nico que compartan era el pesar, un hogar comn y la fra soledad de aquella casa. Todo esto haca que la visita de los Winfield fuera como abrir las persianas, correr las cortinas y dejar entrar el sol y el aire fresco de una primavera californiana. Alguien tena hipo; luego otro ahog una risita, en el otro extremo de la mesa de donde Liz y Kate se sentaban, a ambos lados de lord Rupert, quien pareci no haberlo odo. Las dos mujeres intercambiaron una sonrisa. Liz pareca diez aos ms joven que cuando haban llegado. Ver a su hermana y a sus sobrinos siempre reavivaba su abatido nimo. A Kate se le parta el alma al ver cunto haba envejecido su hermana, lo solitaria que viva all en el campo, en una casa que odiaba, con un hombre que claramente no la amaba y con toda probabilidad nunca la haba amado. Ahora senta la angustia de su partida. En menos de una hora se habran ido, y slo el Seor saba cundo volveran a Inglaterra. Kate la haba invitado a ir a San Francisco a preparar la boda de Edwina, pero a Liz le pareca que no poda dejar a Rupert tanto tiempo y le prometi ir en agosto, para la boda. El hipo en el otro extremo de la mesa era casi un alivio; Kate mir a Alexis, de casi seis aos de edad. George le susurraba algo, y Alexis estaba a punto de estallar en carcajadas. -Chssst -susurr Kate, sonrindoles, y mirando a Rupert. Su mesa del desayuno sola parecer un picnic del Cuatro de julio, pero aqu tenan que comportarse; los nios esta vez haban seguido las reglas de Rupert y l pareca haberse ablandado un poco con la edad. Haba llevado a Phillip, de diecisis aos, a cazar varias veces y, aunque Phillip haba admitido a su padre que lo detestaba, siempre fue educado, le haba dado las gracias a su to y haba ido con l. Pero Phillip era as, quera agradar a todos, era siempre muy amable, caballeroso, educado, y asombrosamente reflexivo para un chico de su edad. Costaba creer que slo tena diecisis aos; era claramente el ms responsable de todos los hijos Winfield. Excepto Edwina, claro; pero ella tena veinte aos, ya era adulta y al cabo de cinco meses tendra un hogar propio y un esposo. Un ao despus, quiz tendra un hijo propio. Difcil de creer, no dejaba de recordarse Kate, que su hija ya tuviera edad de casarse y de tener hijos. Ahora iban a casa a hacerse cargo de todos los preparativos para la boda; Charles regresaba a Estados Unidos con ellos. El tena veinticinco aos y estaba perdidamente ena morado de Edwina. Se haban conocido, por casualidad, en San Francisco, y haban mantenido relaciones desde el verano anterior. La boda sera en agosto; se llevaban con ellos metros y metros de exquisita tela que Kate y Edwina haban comprado en Londres para su vestido.

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    Kate iba a encargar a su modista de San Francisco que lo bordara con diminutas perlas; el velo lo confeccionara una francesa que acababa de llegar a Londres procedente de Pars. Lady Fitzgerald iba a llevrselo cuando fuera a San Francisco a finales de julio. Y entretanto habra montones de cosas por hacer. Bertram Winfield era uno de los hombres ms prominentes de California. l y su familia posean uno de los peridicos ms arraigados de San Francisco, y tena que invitar a cientos de personas a la boda. Kate y Edwina haban tardado un mes en hacer la lista; ya haba en ella ms de quinientas personas. Pero Charles slo se haba redo cuando Edwina le advirti que podra haber ms. -Habra sido muchsimo peor en Londres. Hace dos aos, cuando se cas mi hermana, hubo setecientos. Gracias a Dios yo estaba en Delhi. Durante los ltimos cuatro aos haba estado viajando. Despus de pasar dos aos en la India en el Ejrcito, se haba aventurado a ir a Kenia, donde haba pasado un ao, viajan do y visitando a amigos; a Edwina le encantaba orle contar sus aventuras. Le haba rogado ir a frica a pasar la luna de miel, pero l crea que sera mejor ir a algn sitio ms civilizado. Planeaban pasar el otoo en Italia y Francia, y queran estar de regreso en Londres para Navidad. En secreto, Edwina esperaba estar embarazada para entonces. Estaba locamente enamorada de Charles, quera tener una familia numerosa como la suya y una relacin feliz como la que siempre haba visto en sus padres. No es que no discutieran de vez en cuando: s lo hacan, y los candelabros casi vibraban en su casa de San Francisco cuando su madre realmente perda los estribos, pero, junto con la furia, siempre haba amor, ternura, perdn y compasin. Se saba que, pasara lo que pasara, Kate y Bertram se amaban, y eso era exactamente lo que Edwina quera cuando se casara con Charles. No aspiraba a nada ms ni nada menos que eso; no necesitaba a un hombre importante, o un ttulo y una bonita finca. No quera ninguna de las cosas que en otro tiempo atrajeron a ta Liz hacia to Rupert. 1Ella quera bondad, sentido del humor y una mentalidad abierta; alguien con quien pudiera rer, hablar y trabajar duro. Era cierto que su vida sera fcil, a Charles le gustaban los deportes y salir con amigos, y nunca se haba visto obligado a tener que ganarse la vida, pero tena los valores que haba que tener y la respetaba; un da obtendra el escao de su padre en la Cmara de los Lores. Igual que Edwina, Charles quera al menos media docena de hijos. Los padres de ella haban tenido siete, aunque uno haba muerto al nacer, un chico que estaba entre ella y Phillip, lo cual haca sentirse a Phillip an ms responsable con todo. Era como si ocupara el lugar de otro al ser el hijo mayor; todo lo que haca, o que le afectaba, pareca aadir ms responsabilidad sobre los hombros de Phillip. Todo esto haca la vida muy sencilla para George, quien, a los doce aos, senta que su nica misin en la vida era divertir a todo el mundo, y la responsabilidad era la cosa que tena ms lejos de su mente en cualquier momento. Torturaba a Alexis y a los pequeos siempre que poda, le pareca que le tocaba a l alegrar la conducta ms austera de su hermano mayor, y lo lograba hacindole la petaca en la cama, o metindole inofensivas serpientes en los zapatos; un ratn bien colocado era til de vez en cuando, o pimienta en el caf de la maana, para empezar bien el da.

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    Phillip estaba convencido de que George le haba sido enviado para amargarle la existencia, y durante sus raras y extremadamente cautas persecuciones del otro sexo, George siempre apareca, dispuesto a prestarle su experta ayuda. George no era tmido con las chicas, ni con nadie, en realidad. En el barco, cuando iban a Inglaterra, dondequiera que Kate y Bertram fueran, eran saludados por conocidos de su segundo hijo varn... "Ah, son los padres de George!" Kate se encoga por dentro, preguntndose qu habra hecho; Bertram rea, divertido por las inofensivas travesuras del chico y su carcter animado. La ms tmida era la que vena a continuacin, la pequea lexis, con su aureola de rizos rubios y enormes Ojos azules. Los otros tenan todos el pelo oscuro y los ojos azules, igual que Kate y Bert, en cambio Alexis era tan rubia que su pelo casi pareca blanco a la luz del sol. Era como si los ngeles hubieran dado a George toda su malicia y valor y a Alexis algo muy delicado y raro. Dondequiera que iba, la gente la miraba y comentaba lo bonita que era. Y al cabo de unos minutos, ella desapareca en el aire, slo para reaparecer, sin ruido, como si volara con alas silenciosas. Ella era la "niita" de Kate y el "beb especial" de su padre; era raro que hablara con alguien ms. Viva feliz en los confines de su familia, todos la protegan. Siempre estaba all, silenciosa, mirando, pero hablando muy poco. A veces se pasaba horas en el jardn, confeccionando guirnaldas para el pelo de su madre. Sus padres lo significaban todo para ella, aunque tambin quera a Edwina. Pero Edwina en realidad estaba ms unida a la siguiente, Frances, de cuatro aos de edad. Fannie, la llamaba todo el mundo; Fannie de las dulces mejillas redondeadas, manos regordetas y piernecitas robustas. Tena una sonrisa que derreta el corazn de todos, en especial el de su padre; al igual que Edwina, tena los ojos azules y el pelo negro reluciente. Se pareca muchsimo a su padre, y tena su buen carcter. Siempre estaba contenta y sonrea, era feliz dondequiera que estuviera, igual que el pequeo Teddy. Este tena dos aos, y era la nia de los ojos de su madre. Ahora empezaba a hablar y a descubrir todo lo que le rodeaba, con la cabeza llena de rizos y una alegre risa. Le encantaba escapar corriendo y hacer que Oona la persiguiera. Esta era una chica irlandesa, muy cariosa, que haba dejado Irlanda a los catorce aos, y Kate haba tenido la suerte de encontrarla en San Francisco. Tena dieciocho arios y representaba una gran ayuda para Kate con todos los nios. Oona le reprochaba a Kate que malcriaba al pequeo Teddy. Ella, riendo, lo admita. A todos los mimaba a veces, porque los quera mucho a todos. A Kate le maravillaba lo diferentes que eran todos, personas nicas e individuales, y cunto variaban sus necesida des. Todo en ellos era diferente: sus actitudes, sus aspiraciones, sus reacciones ante ella, ante la vida y los dems... desde la timidez y temores de Alexis, al sentido de la responsabilidad de Phillip, pasando por la completa falta de ella que mostraba George y la fuerte y tranquila seguridad en s misma de Edwina.

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    Haba sido siempre tan reflexiva y amable, pensando en todos antes que en s misma, que ahora era un alivio para Kate verla perdidamente enamorada de Charles y disfrutando de ello. Se lo mereca. Durante aos, haba sido la mano derecha de su madre, y a Kate le pareca que haba llegado el momento de que Edwina tuviera su propia vida. Slo deseaba que no se trasladaran a Inglaterra. Era la segunda vez en su vida que perda a alguien a quien quera porque parta a tierras lejanas. Slo esperaba que su hija fuera ms feliz de lo que haba sido su hermana all; pero, por fortuna, Charles era completamente diferente de Rupert. Charles era encantador, inteligente, atractivo y bueno; Kate crea que sera un esposo maravilloso. Iban a reunirse con Charles aquella maana en el muelle White Star de Southampton. Haba accedido a regresar a Estados Unidos con ellos, en parte porque no poda sopor tar la idea de no ver a Edwina durante los siguientes cuatro meses y tambin porque Bert haba insistido en que viajara con ellos como regalo de compromiso. Iban a navegar en un barco recin construido, en su primer viaje. Todos estaban enormemente excitados. Todava se hallaban sentados en el comedor de Havermoor Manor; lexis empez a rer en voz alta cuando George dijo algo terrible en voz baja e hizo ms vapor con su aliento en el glido aire. Bertram iba a reir a sus hijos cuando Rupert por fin se levant y fueron libres de irse. Bert dio la vuelta a la mesa para despedirse de l y estrech la mano de su cuado. Y por una vez, Rupert lamentaba de veras verle partir. Le gustaba Bert, y con los aos incluso Kate le haba llegado a gustar, aunque todava no estaba seguro de sus sentimientos con respecto a los nios. -Ha sido maravilloso estar aqu contigo, Rupert. Devulvenos la visita en San Francisco -dijo Bertram; y casi lo dijo de corazn. -Me temo que ya no puedo hacerlo. Ya haban acordado que Liz ira a San Francisco para la boda, con los padres de Charles. Estaba satisfecha porque Rupert la dejaba ir, apenas poda esperar. Ya haba comprado su vestido en Londres con Kate y Edwina. -Si te ves con nimos, ven. Los dos hombres volvieron a estrecharse la mano. Rupert se haba alegrado de que hubieran ido, y ahora se alegraba de que se marcharan. -Escrbenos y cuntanos lo del barco. Debe de ser algo impresionante. -Pareca celoso, pero slo un momento. Esta vez Liz no senta ninguna envidia. Slo de pensar en barcos ya se mareaba. Tema la travesa que debera efectuar en julio.- Escribirs acerca de ello en el peridico, Bert? Bert sonri. Raras veces escriba algo para su peridico, salvo algn editorial ocasional, cuando no poda contenerse. Pero esta vez, tena que admitirlo, haba pensado en ello ms de una vez. -Quiz lo haga. En este cuando lo publiquemos.

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    Rupert pas un brazo alrededor de los hombros de Bert, y le acompa a la puerta, mientras Edwina y Kate reunan a los pequeos con Oona, la chica irlandesa, y se ocupaban de que todos fueran al bao antes de partir para Southampton. Todava era temprano; el sol apenas se vislumbraba y les esperaba un trayecto de tres horas hasta Southampton. Rupert haba ordenado a su chfer y a dos de los mozos de cuadra que les llevaran a Southampton en tres coches con el poco equipaje que an quedaba. La mayora de los bales haban sido enviados el da anterior y les estaran esperando en sus camarotes. Los nios se haban instalado en los tres coches: Edwina y Phillip con parte del equipaje, y George, que insista en caso, te mandar un ejemplar 1sentarse con el mozo de cuadras que iba al volante; Oona con Fannie y el pequeo Teddy y el resto de las bolsas en otro coche; Kate y Bertram iban a ir en el Silver Ghost del propio Rupert con lexis. Liz se haba ofrecido a ir con ellos, pero Kate haba insistido en que era un viaje demasiado largo. Se veran al cabo de cuatro meses, y sera demasiado triste regresar sola en el vaco convoy. Las dos mujeres se abrazaron y, por un largo momento, Liz la apret contra s, sin saber por qu se senta tan emotiva aquella maana. -Id con cuidado... Te echar tanto de menos... Esta vez le pareca doloroso verla partir... como si no pudiera soportar ms despedidas. Liz volvi a abrazarla, y Kate se ri, enderezando el elegante sombrero que Bertram le haba comprado en Londres. -Agosto llegar antes de que te des cuenta, Liz -susurr Kate a su hermana-, y volvers a estar en casa. Le bes la mejilla, luego se apart para mirarla, deseando que Liz no tuviera un aspecto tan estropeado y abatido. Le hizo pensar otra vez en el traslado de Edwina a Inglate rra cuando se casara con Charles; Kate slo rezaba por que la vida de su hija resultara ms feliz que la de su hermana. Le desagradaba estar tan lejos, al igual que la idea de dejar a Liz all, mientras Rupert daba instrucciones a los conductores y les urga a marcharse para que no perdieran el barco. Quedaban menos de cinco horas para que zarpara. -Zarpa a medioda, no? Sac el reloj de su bolsillo y consult a Bert, mientras Kate daba un ltimo abrazo a Liz y suba al coche, arrastrando a Alexis. -S. Llegaremos con tiempo de sobra. Eran las siete y media de la maana del diez de abril. -Que tengis buen viaje! Es un gran barco! Feliz travesa! Se despidi con la mano cuando el primer coche arran c, y Liz se qued cerca de l cuando sigui el segundo coche y despus el ltimo, mientras Kate les deca adis desde la ventanilla con una amplia sonrisa, Alexis en su regazo y Bertram sentado a su lado rodendole los hombros con un brazo. -Os quiero...! -grit Liz mientras ellos se alejaban con el rugido de los motores-. Os quiero... Las palabras se desvanecieron y Liz se sec una lgrima de los ojos sin estar segura de por qu se senta tan preocupada. Era una tontera, ya que les vera en agosto.

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    Sonri para s y sigui a Rupert para entrar en casa. El se encerr en su biblioteca como habitualmente haca por las maanas, y Liz regres al comedor y contempl los asientos vacos, los platos que eran retirados y una terrible sensacin de soledad se apoder de ella. La habitacin que haba estado llena de vida y de gente a la que ella amaba ahora se encontraba vaca, y ella volva a estar sola, mientras su familia se diriga hacia Southampton. 1Al acercarse al muelle de Southampton, el coche en el que viajaban Kate y Bertram iba en cabeza del convoy que formaban los automviles de lord Hickham hasta el lugar donde embarcaban los pasajeros de primera clase. En el segundo coche, George daba saltos sobre su asiento, y Edwina al final tuvo que insistir en que se sentara antes de que les volviera locos a ella y a Phillip. -Mralo, Edwina! Sealaba las cuatro impresionantes chimeneas del barco, mientras Phillip le urga a calmarse. A diferencia de su hermano menor, ms impresionable, Phillip haba ledo bas tante acerca del barco en cuanto supo que iban a viajar en su primera travesa. Haba otro barco casi idntico, el Olympic, que navegaba desde el ao anterior, pero ste era el mayor barco que exista. El RMS Titanic era mayor que su barco hermano, la mitad ms grande que cualquier otro transatlntico en funcionamiento en cualquier parte del mundo, y George qued sobrecogido cuando lo vio. El peridico de su padre lo haba llamado "La maravilla de los barcos" cuando haban publicado la noticia, y en Wall Street se le llamaba "El especial de los millonarios". Era un privilegio extraordinario viajar en su primer viaje. Bert Winfield haba reservado cinco de los veintiocho camarotes especiales de la cubierta B, los cuales eran una de las muchas caractersticas que distinguan a este barco de cualquier otro en funcionamiento. Estos camarotes tenan ventanas en lugar de portillas y estaban bellamente decorados con antigedades francesas, holandesas y britnicas. La White Star Line se haba superado a s misma en todos los aspectos. Y los cinco camarotes de los Winfield se conectaban entre ellos como para hacerlos parecer una suite muy grande, ms que varias habitaciones contiguas. George iba a dormir con Phillip, Edwina con Alexis, Oona con los dos pequeos, Fannie y Teddy, y Bertram y Kate se alojaban en el mayor de los camarotes, justo al lado del que ocupaba su futuro yerno, Charles Fitzgerald. Prometa ser una travesa festiva, y George apenas poda esperar a subir a bordo; sali del coche a toda prisa un momento ms tarde y se encamin a la pasarela. Pero su hermano era demasiado rpido para l, lo agarr del brazo y lo devolvi a donde Edwina estaba ayudando a su madre con los otros. -Adnde crees que vas, jovencito? -enton Phillip, pareciendo ms su padre que l mismo, mientras George le echaba una mirada de intensa irritacin. -Empiezas a parecerte al to Rupert. -No me importa. T te quedas aqu hasta que pap diga que puedes subir al barco. Mir por encima del hombro de Edwina y vio a Alexis encogerse contra las faldas de su madre, y a la niera bregar con los dos ms pequeos, que estaban llorando. -Ve a atender a Teddy. Oona est intentando ayudar a mam a organizar las maletas. Y su padre estaba despidiendo a los chferes de lord Hickham.

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    Era la clase de situacin que a George le encantaba, el caos total, que le permitira desaparecer y hacer exactamente lo que quisiera. -Tengo que hacerlo? Puso cara de horror ante la idea de tener que hacer de canguro cuando haba tanto por descubrir. El impresionante casco del Titanic se hallaba a su lado en el muelle y lo ni co que George quera hacer era subir a l para descubrir todos sus secretos. Tena mucho por explorar, y apenas poda esperar a comenzar. -S, tienes que ayudar -gru Phillip otra vez, empujan do a George en direccin a los ms pequeos, mientras l iba a ayudar a su padre. Por el rabillo del ojo vio entonces que Edwina tena dificultades con Alexis. -No seas tonta. -Estaba arrodillada al lado de la pequea en el muelle, con su elegante vestido nuevo de lana azul que se haba puesto el da que fue a conocer a los padres de Charles-. De qu tienes miedo? Mira. -Edwina seal el enorme barco-. Es como una ciudad flotante; dentro de pocos das estaremos en Nueva York y all tomaremos el tren para San Francisco. Edwina intentaba explicrselo y hacerlo parecer una aventura, pero Alexis estaba aterrorizada ante la visin de aquella enorme masa que era el barco, se hundi en las faldas de su madre y se ech a llorar otra vez soltndose de Edwina. -Qu ocurre? Kate mir a su hija mayor y trato de or lo que le deca a pesar del ruido, mientras la banda que tocaba en el puente se lanzaba a hacer sonar un ritmo sincopado. Pero aparte de eso, hasta el momento no haba habido mucho barullo. Al parecer la White Star Line haba decidido que demasiado alboroto resultara vulgar. -Qu ha ocurrido? -Kate intentaba calmar a Alexis. -Tiene miedo -articul Edwina con los labios, y Kate asinti. Siempre era a Alexis a quien aterrorizaban los acontecimientos nuevos, la gente nueva, los lugares nuevos; tuvo miedo al viajar en el Mauritania y haba preguntado a su madre repetidamente qu ocurrira si se caa al agua. Kate le acarici los sedosos rizos dorados con su mano enguantada, y se agach para susurrarle un secreto al odo. Sus palabras provocaron una sonrisa en los labios de la nia, cuan do le record que dentro de cinco das sera su cumpleaos. Iba a cumplir seis; su madre le haba prometido una fiesta de cumpleaos en el barco y otra cuando llegaran a San Francisco. -De acuerdo? -le susurr a la asustada nia, pero Alexis 2se limit a negar con la cabeza y se ech a llorar otra vez, agarrndose a su madre. -No quiero ir. Y entonces, antes de que la nia pudiera decir nada ms, se sinti cogida por unas manos fuertes e izada sobre los hombros de su padre. -Claro que s, cielo. No querrs quedarte aqu en Inglaterra sin nosotros, verdad? Claro que no, tontita. Todos nos vamos a casa en el barco ms maravilloso jams construido. Y sabes lo que acabo de ver? He visto a una nia de tu edad; apuesto a que antes de llegar a Nueva York os habris hecho la mar de amigas. Ahora, vamos a subir a bordo y a ver cmo son nuestras habitaciones, de acuerdo? La sostuvo con firmeza sobre sus hombros; ella haba dejado de llorar cuando l se agarro del brazo de su esposa y condujo a su familia por la pasarela.

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    Dej a Alexis en el suelo cuando se encontraron a salvo a bordo del barco; la nia se agarr con fuerza a su mano mientras suban la gran escalera que llevaba a la cubierta superior y atisb por las ventanas del gimnasio para ver el famoso camello elctrico. Haba gente por todas partes contemplando el bello escenario, los hermosos artesonados y obras en madera, las complicadas araas, los cortinajes, los cinco pianos de cola. Incluso Alexis estuvo callada mientras recorran el barco antes de ir a la cubierta B y a sus camarotes. -Es impresionante, eh? -dijo Bert a Kate; ella sonri. Ella adoraba la idea de estar a bordo con l. El barco tena un aspecto acogedor, seguro y romntico, suspendido entre dos mundos, todo confortable y bien cuidado. Por una vez, Kate tena intencin de dejar que Oona se ocupase de los nios ms de lo que sola hacer, y Kate iba a relajarse con su esposo. l haba parecido particularmente encantado al ver el gimnasio y cuando atisb la sala de fumadores, pero Kate sonri y agit un dedo ante l. -No, no lo hars! Quiero pasar mucho tiempo contigo en este viaje. Se acerc ms a Bert un momento y l sonri. -Quieres decir que Charles y Edwina no son los nicos jvenes amantes en este barco? -le susurr a su esposa, sin soltar la mano de Alexis. -Espero que no. Kate le sonri significativamente y con la mejilla con las yemas de los dedos. -Est bien, todo el mundo, qu os parece si vamos a nuestros camarotes, deshacemos el equipaje y luego exploramos un poco? -No podemos ir ahora, pap? -suplic George. Estaba a punto de estallar de excitacin, pero Bert insisti en que sera ms fcil si dejaban que los pequeos vieran sus habitaciones y se instalaran; luego l mismo acompaa ra a George en sus aventuras. Pero la tentacin era demasiado fuerte para George; antes de llegar a la cubierta B, dos pisos ms abajo del gimnasio, George haba desaparecido y Kate estaba preocupada por saber adnde haba ido, y quera que Phillip fuera a buscarle. -Djale, Kate. No puede ir lejos. Siempre que no baje del barco, no le pasar nada, y est tan excitado por estar a bordo que no bajara por nada en el mundo. Ir a buscarle yo mismo cuando nos hayamos instalado. Kate, indecisa, accedi, pero le preocupaba qu travesura pudiera hacer. Pero en cuanto vieron los encantadores camarotes que Bertram haba reservado para ellos, todos se sintie ron demasiado felices para pensar en nada ms; se alegraron de ver a Charles cuando lleg unos momentos ms tarde. -Puedo pasar? Asom la cabeza por la puerta del saln principal, su cabello oscuro perfectamente peinado, sus ojos azules bailando cuando vio a su futura esposa; ella se puso en pie de un salto cuando le vio y cruz la salita de estar privada que Kate y Bertram tenan intencin de utilizar si queran alejarse de los nios. -Charles! suavidad le roz Edwina se sonroj y se ech a sus brazos, el cabello del mismo color que el de l, sus ojos de un azul an ms oscuro; todo en ella daba fe de su felicidad; l la alz en volandas y la hizo girar mientras Alexis y Fannie rean entre dientes. -Qu es lo que os hace tanta gracia a vosotras dos? A Charles le encantaba jugar con las nias, y crea que Teddy era el beb ms dulce que jams haba visto. l y Phillip eran buenos amigos, e incluso el alocado de George le diverta. Era una familia maravillosa, y estaba profundamente agradecido por haber encontrado a Edwina.

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    -Habis visto ya a los perritos? -pregunt a las nias por encima del hombro de Edwina. Fannie dijo que no con la cabeza, pero Alexis pareci preocupada-. Esta tarde iremos a verlos, despus de vuestra siesta. Para ellas era casi una figura paterna, igual que Edwina era como otra madre. -Dnde estn? -pregunt Alexis ahora por los perros. -En jaulas, muy abajo; no pueden salir -la tranquiliz Edwina. lexis no abandonara el camarote durante el resto del viaje si crea que poda existir el peligro de tropezarse con un perro en los pasillos. Edwina dej los nios al cuidado de Oona y sigui a Charles a su camarote. El padre de Edwina le haba reservado una habitacin encantadora; lejos de los ojos escrutadores de los nios, atrajo a Edwina hacia s y la bes suavemente en la boca, mientras Edwina contena el aliento, olvidndolo todo salvo la potente presencia de su futuro esposo. Haba momentos, como ste, en que se preguntaba cmo podran esperar hasta agosto. Pero no caba ninguna duda en ese aspecto, ni siquiera en aquel romntico barco. Edwina jams traicionara la confianza que sus padres tenan en ella, ni lo hara Charles, pero sera difcil contenerse hasta mediados de agosto. -Le gustara dar un paseo, seorita Winfield? -Charles sonri a su prometida al ofrecerle esta invitacin. preocupada, ansiosa 2-Me encantara, seor Fitzgerald. l dej su grueso abrigo sobre la cama y se prepar para pasear por cubierta. No haca demasiado fro en el puerto; estaba tan contento de verla que no poda pensar en nada ms. Slo haban estado separados unos das, pero cada hora les pareca demasiado; Edwina se alegraba de que regresara a San Francisco con ellos. Habra sido insoportable si no lo hubiera hecho. -Te he echado muchsimo de menos -le susurr ella mientras suban la gran escalera hasta la cubierta de paseo que quedaba justo encima de ellos. Yo tambin, amor mo. No falta mucho para que nunca ms tengamos que separarnos, ni un momento. Ella asinti feliz, mientras pasaban por delante del caf francs con terraza, con su pequeo bulevar enfrente y la rpida conversacin de los camareros franceses, que mira ron a Edwina y sonrieron con admiracin. Muchos de los pasajeros de primera clase parecan intrigados por el pequeo bistrot. Era una novedad que no exista en ningn otro barco, igual que otras muchas caractersticas del Titanic. Pasearon hasta la otra mitad de la cubierta de paseo, con su enorme seccin acristalada que permita contemplar el mar y quedar a resguardo del tiempo. -Tengo la sensacin de que vamos a encontrar muchos rincones acogedores en este barco, amor mo. Charles sonri y le apret la mano; Edwina se ech a rer. -George tambin. Ya se ha perdido camino de los camarotes. Ese nio no tiene remedio. No s por qu mi madre no le estrangula. Edwina pareca exasperada al mencionar a su hermano. -No lo hace porque es encantador -le defendi Charles-. George sabe exactamente hasta dnde puede llegar. En realidad no poda estar en desacuerdo, aunque a veces a Edwina le habra gustado estrangularle ella misma.

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    -Supongo que es eso. Es sorprendente lo distinto que es de Phillip. Phillip jams habra hecho una cosa as. _Tampoco yo, de nio. Quiz por eso ahora le admiro. ojal lo hubiera hecho. Y George nunca tendr que lamentar nada que "habra tenido que hacer". Estoy seguro de que no dejar nada por hacer. Se ech a rer, y Edwina le mir, sonriendo feliz, mientras Charles le pasaba un brazo sobre los hombros y contemplaban el enorme barco apartarse lentamente del muelle. Edwina se encontr rezando porque su padre hubiera estado en lo cierto y George no hubiera abandonado el barco durante su breve excursin. Pero por alguna razn, igual que su padre, sospechaba que no lo habra hecho, que haba demasiadas cosas que ver all, sin dejar el barco. Mientras miraban, las resonantes sirenas del barco sonaron e hicieron imposible toda conversacin. Flotaba una sensacin de nerviosismo en el aire, y Charles la abraz y la bes suavemente mientras escuchaban las sirenas que ululaban por encima de ellos. Ayudado por seis remolcadores, el barco fue arrastrado fuera del puerto y entr en el canal, rumbo a Cherburgo, donde tenan que recoger ms pasajeros antes de ir a Queenstown, luego a alta mar y a Nueva York. En cuestin de minutos, hubo un breve interludio de excitacin que los que se encontraban abajo no pudieron ver; pero los pasajeros de cubierta contemplaron con asombro cmo el enorme barco se deslizaba por delante de un transatlntico britnico y uno estadounidense, atracados debido a una reciente huelga de marineros. El New York de The American Line haba sido abarloado al Oceanic de la White Star; los dos pequeos transatlnticos estaban de lado, con lo que el paso para el Titanic resultaba extremadamente estrecho. Se oy un ruido repentino de lo que casi parecan disparos de pistola, y sin previo aviso las cuerdas que unan el New York al Oceanic cedieron; el New York se arrastr hacia el Titanic hasta quedar a pocos centmetros y pareca que iba a chocar con ste por babor. Con una serie de rpidas maniobras, uno de los remolcadores que ayudaba al Titanic a salir del puerto pas un cable al New York y los marineros de cubierta 22pudieron detener su arrastre antes de que colisionara con el Titanic. Entonces el Neto York fue remolcado y el Titanic pudo salir de puerto y dirigirse hacia Cherburgo. Haba estado a punto de recibir el impacto del otro barco. Lo haba evitado una serie impresionante de maniobras. Los pasajeros sintieron como si hubieran presenciado una exhibicin de notable habilidad. Pero el Titanic pareca invencible, invulnerable a todo. Era tan largo como cuatro manzanas de casas, doscientos sesenta y cuatro metros, como Phillip les haba informado con precisin, y no era fcil de maniobrar. -Eso estaba tan cerca como me ha parecido? -pregunt Edwina, hipnotizada por lo que acababa de presenciar. Su prometido asinti. -Eso creo. Tomamos una copita de champn en el Caf Parisien para celebrar nuestra partida sin novedad? Edwina asinti feliz y se encaminaron al caf con terraza, donde, al cabo de pocos minutos, un George sin aliento y ligeramente desaliado logr encontrarles.

    SERVIDOR DAVSAResaltado

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    -Qu haces aqu, hermana? Apareci en el bulevar caf, con la gorra ladeada, la camisa fuera de los pantalones y una rodilla de los pantalones inmunda. Pero en su vida haba parecido ms feliz. Yo podra hacerte la misma pregunta. Mam te ha buscado por todas partes. Qu demonios has estado haciendo? -le reprendi Edwina. -Tena que explorar, Edwina. -La mir como si ella fuera extremadamente estpida, y luego lanz una mirada a Charles-. Hola, Charles, cmo ests? -Muy bien, gracias, George. Cmo es el barco? Slido? Te gusta? -Es magnfico! Sabas que hay cuatro ascensores y cada uno va a nueve pisos? Tambin hay una cancha de squash, y una piscina; llevan un coche nuevo a Nueva York, un Re nault, y hay algunas mquinas fantsticas en la cocina. No he podido entrar en tercera clase cuando lo he intentado, pero he visto la segunda y parece que est bien, haba una nia muy agradable -inform; su futuro cuado pareca muy divertido, pero Edwina estaba horrorizada ante las hazaas de su hermano menor. No tena control de s mismo, y ni siquiera se senta turbado por su descuidado aspecto. -Me parece que has echado un buen vistazo a todo, George. Bien hecho -le felicit Charles; el nio sonri con orgullo-. Has estado ya en el puente? -No. -El nio pareci decepcionado-. Todava no he tenido tiempo de echar un vistazo al puente. He estado all, pero haba demasiada gente para ver lo que pasaba. Tendr que volver ms tarde. Querrs ir a nadar despus del almuerzo? -Me gustara mucho, si entra en los planes de tu hermana. Pero Edwina echaba chispas. -Creo que deberas echarte una siesta, con Fannie y Teddy. Si crees que puedes correr por todo el barco, comportndote como un jovencito salvaje, te espera una sorpresa desagradable, ma o de mam y pap. -Oh, Edwina! -gru el nio-, no entiendes nada. Esto es realmente importante. -Tambin lo es comportarse como es debido. Espera a que mam vea tu aspecto. -Qu es esto? -La voz de su padre habl desde detrs de Edwina; haba cierta nota divertida en ella-. Hola, Charles... Hola, George, veo que has estado ocupado. George tena una pequea mancha de grasa en la cara; nunca haba parecido ms complacido con la vida o ms a sus anchas, mientras su padre le miraba con franco buen humor. -Esto es fantstico, pap. -Me alegra orlo. Pero en ese preciso instante, Kate se acercaba y vio a su hijo, y cuando lleg junto a ellos le rega. -Bertram! Cmo puedes permitirle que vaya con ese aspecto! Parece... parece un golfillo! -Oyes eso, George? -le pregunt su padre con calma-. Dira que es hora de asearse. Te sugiero que vayas a tu cama rote y te pongas algo menos... menos usado...

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    antes de que tu madre se inquiete demasiado. Pero su padre pareca ms divertido que molesto, y el muchacho le sonri con una amplia sonrisa reflejo de la suya. Kate lo encontraba mucho menos divertido y dijo a George que se diera un bao y se cambiara de ropa antes de reaparecer. -Oh, mam... George mir implorante a Kate, pero no sirvi de nada. Ella se subi una manga, le tom la mano y le hizo bajar la escalera, donde le dej con Phillip, que estaba examinando la lista de pasajeros, esperando encontrar a alguien conocido. Los Astor se hallaban a bordo, por supuesto, y el seor y la seora Isidor Straus, de la familia propietaria de Macy's. Haba muchos, muchos nombres famosos, y tambin varios jvenes, pero ninguno que Phillip conociera, todava. Pero haba visto varias jvenes damas que le atraan, y esperaba conocerlas durante la travesa. Todava examinaba la lista de pasajeros cuando su madre acompa a George a la habitacin y pidi a su hijo mayor que se ocupara de que se lavara y se portara bien; Phillip prometi hacer todo lo que pudiera, pero George ya estaba impaciente por volver a salir. Todava quera visitar la sala de calderas y el puente, y volver a la cocina, pues haba varias mquinas que no le haban dejado utilizar, y un ascensor del que an tena que averiguar si iba ms arriba o mas abajo que los otros. -Es una pena que no te marees -le dijo Phillip con aire triste mientras Kate regresaba con los otros a la cubierta de paseo. Ella y su esposo disfrutaron de un agradable almuerzo con Edwina y Charles; luego se reunieron con Phillip, George y Oona con los pequeos despus de echar su siesta; Alexis pareca un poco menos preocupada por el barco. Estaba fascinada por la gente que charlaba y paseaba por todas partes, y haba conocido a la nia que su padre le haba mencionado anteriormente. Se llamaba Lorraine; en realidad su edad se 3acercaba mas a la de Fannie. Tena tres aos y medio, un hermano pequeo llamado Trevor y eran de Montreal. Tena una mueca igual que la de Alexis. Eran muecas como adultos; Alexis llamaba a la suya seora Thomas. Se la haba regalado ta Liz el ao anterior en Navidad y Alexis iba a todas partes con ella. La de Lorraine tena casi la misma cara, pero su sombrero y abrigo no eran tan elegantes como los que ta Liz haba enviado; la seora Thomas llevaba un vestido de seda rosa, que Edwina le haba confeccionado, debajo del abrigo de terciopelo negro con el que vena. Tambin llevaba botines. Aquella tarde, Alexis se la llev con ella mientras iba por la cubierta de paseo con sus padres. El barco atrac en Cherburgo a la hora en que Alexis se acostaba. Los pequeos ya dorman y George haba vuelto a desaparecer. Kate y Edwina se vestan para la cena, mientras Charles, Phillip y Bertram esperaban a las seoras en la sala de fumadores. Aquella noche cenaron en el comedor principal, en la cubierta D, los hombres con frac, por supuesto, y las mujeres con los exquisitos vestidos que haban comprado en Londres, Pars o Nueva York. Kate llevaba la increble gargantilla de perlas y diamantes que haba pertenecido a la madre de Bertram.

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    El comedor mismo era excepcionalmente bello, con trabajos en madera tallada, reluciente latn y araas de cristal; los trescientos pasajeros de primera clase que cenaban all parecan imgenes de un cuento de hadas en la profusamente iluminada sala. Edwina pens que nunca haba visto nada tan hermoso mientras miraba a su alrededor; luego sonri a su futuro esposo. Despus de cenar, se sentaron en la sala de recepciones contigua, donde escucharon a la banda del barco durante horas; por fin Kate bostez y admiti que estaba tan cansada que apenas poda moverse. Haba sido un da largo, y se alegr de regresar a sus camarotes con su esposo y su hijo mayor. Edwina y Charles decidieron quedarse un poco ms, y Kate no puso objeciones. Cuando Phillip comprob que George estaba profundamente dormido en su cama, todos quedaron aliviados. Al da siguiente, a medioda, efectuaron su ltima escala, para recoger pasajeros en AnCbh (Queenstown); de pronto, mientras contemplaban a los pasajeros que suban a bor do, desde lo alto Oona profiri un grito y se aferr a la barandilla de la cubierta de paseo. -Oh, Dios mo, seora Winfield! Es mi prima! -Cmo puedes verla desde aqu? -Kate no pareca convencida. La chica era muy emotiva, y no careca de una viva imaginacin-. Estoy segura de que no puede serlo. -La reconocera en cualquier parte. Tiene dos aos mas que yo, y siempre fuimos como hermanas. Es pelirroja, y tiene una nia pequea, y las veo a las dos... Seora Winfield, lo juro! Ha estado aos hablando de ir a Estados Unidos... Oh, seora Winfield. -Haba lgrimas en sus ojos-. Cmo la encontrar en el barco? -Si realmente es tu prima, lo preguntaremos al contador. l puede comprobar la lista de pasajeros de tercera, y si es ella, aparecer su nombre. Cmo se llama? -Alice O'Dare. Y su hija, Mary Ahora tendr cinco aos. Kate no desaprovech la informacin. Si tena dos aos ms que Oona, tendra veinte... con una hija de cinco aos... no pudo evitar preguntarse si exista un marido, pero no quiso ofender a Oona preguntndoselo; supuso, correctamente, que lo ms probable era que no lo hubiera. -Puedo jugar con su nia? -pregunt Alexis. Hoy se senta mejor. Despus de pasar una noche en una cama cmoda, el Titanic no pareca tan temible; todos los camareros y camareras eran tan agradables con ella que en reali dad estaba empezando a disfrutar. Fannie tambin lo encontraba divertido. Aquella maana haba subido a la cama de Edwina y haba encontrado all a Alexis; muy pronto Teddy tambin se uni a ellas, y un poco ms tarde, George apareci y se sent en el borde de la cama de Edwina, hacindoles cosquillas a todos, hasta que sus gritos y carcajadas despertaron por fin a Oona. sta entr corriendo, y sonri cuando les vio. Igual que la sonrisa de oreja a oreja que esboz cuando encontr el nombre de su prima en la lista de pasajeros. All estaba: Alice O'Dare.

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    Fue a decrselo a Edwina, mientras se vesta para cenar en el A la Carte Restaurant con Charles y sus padres. -Seorita Edwina... yo tena razn... era mi prima la que hoy ha subido al barco. Lo saba. No la haba visto en cuatro aos y no ha cambiado nada! -Cmo lo sabes? Edwina le sonri. Era una muchacha dulce, y saba que Oona quera de verdad a los nios. -Una de las camareras se ha quedado con los pequeos una hora, durante la siesta, mientras yo he bajado a tercera clase para verla. Estaba en la lista de pasajeros, ha dicho el contador, y tena que verla. Y entonces, como para defenderse, aadi-: La seora Winfield lo saba. Se lo he preguntado y me ha dicho que poda ir. -Estoy segura de que todo est bien, Oona. -A veces Edwina se encontraba en una difcil posicin, pues no era duea ni nia; saba que Oona y los otros de la casa a veces la vean como a una espa, porque podra mencionar algo a su madre-. Tu prima debe de haber estado muy contenta de verte, estoy segura. Mir con amabilidad a la muchacha, sintindose aos luz mayor que ella. Aliviada y feliz, Oona sonri. -Es una chica muy guapa, y la pequea Mary es un encanto. Slo tena un ao cuando la vi por ltima vez. Y es igual que Alice cuando era nia! El pelo rojo como el fuego. Se ri, contenta, y Edwina sonri, mientras se pona unos pendientes de diamantes de su madre. -Va a Nueva York? La joven irlandesa asinti, sintindose bendecida por el destino. -S. All tiene a una ta y unos primos, pero le he dicho que vaya a California. Dice que lo intentar. Har lo que pueda para ayudarla. 3Edwina le sonri. La muchacha pareca feliz, era agradable para ella tener parientes en el barco; y entonces de pronto pens en algo que saba que su madre tambin habra pensado. -Te has lavado bien las manos cuando has regresado? -S. Pareca un poco dolida, pero lo entendi. Para ellos, tercera clase era como una enfermedad, un lugar que nunca se vea y que no se quera ver. Pero no estaba tan mal como Oona haba esperado. No se asemejaba nada a su camarote, por supuesto, y ninguno de los elementos del mismo era elegante, pero era decente y estaba limpio; les llevara a Amrica sanos y salvos; al final, eso era lo nico que importaba. -No es tener suerte, seorita Edwina? Ir en el mismo barco... nunca cre que tendra tanta suerte. Sonri a Edwina otra vez y regres a su camarote a vigilar a los nios, mientras Edwina entraba en el saln para reunirse con sus padres y Charles. Aquella noche iban a ce nar en el elegante A la Carte Restaurant, y Edwina pens que estaba de acuerdo con Oona, mientras cruzaba la habitacin sonriendo a su prometido.

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    Todos eran muy afortunados, benditos, por la vida que llevaban, la gente a la que queran, los lugares a los que acudan y este hermoso barco que les llevaba a los Estados Unidos en su primer viaje. Mientras permaneca de pie cogida de la mano de Charles, con su vestido de satn azul plido, el cabello recogido sobre la cabeza, el anillo de compromiso reluciendo en su dedo, Edwina Winfield se dio cuenta de que en toda su vida jams haba sido tan afortunada o tan feliz. Y al encaminarse al saln del brazo de Charles, mientras Kate y Bertram charlaban animadamente, se dio cuenta de que iba a ser una noche especial, un preludio a toda una vida maravillosa.Los das en el Titanic parecan transcurrir con tranquilidad y placenteros. Haba mucho que hacer y aparentemente muy poco tiempo para hacerlo. Todo era demasiado agradable, fcil, suspendido entre dos mundos, en un barco que lo ofreca absolutamente todo, desde comidas exquisitas hasta partidos de squash, piscinas y baos turcos. Phillip y Charles disfrutaron de varios partidos de squash; montaban en bicicletas fijas y los caballos mecnicos cada maana, mientras Edwina probaba la novedad del ca mello elctrico. En cambio, George suba en los ascensores y haca amigos. Toda la familia almorzaba junta cada da. Luego, cuando los pequeos iban a dormir la siesta con Oona, Kate y Bertram daban largos paseos por la cubierta de paseo, hablando de cosas que haca aos no haban tenido tiempo para hablar. Pero los das transcurran demasiado deprisa, terminaban casi antes de que se dieran cuenta. Pasaban las veladas cenando en el comedor principal o en el incluso ms elegante A la Carte Restaurant, donde los Winfield fueron presentados a los Astor por el capitn Smith el segundo da del viaje. La seora Astor hizo comentarios a Kate acerca de su encantadora familia; por varias cosas que dijo, Kate dedujo que la flamante seora Astor estaba encinta. Era considerablemente ms joven que su esposo, y parecan estar muy enamorados. Cuando Kate les vio juntos despus de aquello, siempre hablaban tranquilamente o estaban tomados de la mano; una vez les haba visto besarse cuando se dirigan a su camarote. Los Straus eran una pareja que Kate haba decidido que tambin le gustaban. Nunca 3haba visto a dos personas tan compatibles y evidentemente enamoradas despus de tantos aos. Durante una o dos conversaciones que haba mantenido con la seora Straus, averigu que tena un maravilloso sentido del humor. En total haba trescientos veinticinco pasajeros de primera clase, muchos de ellos interesantes, otros muy conocidos; Kate haba disfrutado particularmente al conocer a una mujer llamada Helen Churchill Candee. Era escritora, haba escrito varios libros y pareca interesada en una gran variedad de temas. Tambin ella era objeto de inters por parte de muchos. Kate haba observado repetidas veces que la atractiva seora Candee raramente estaba rodeada por menos de media docena de hombres, algunos de ellos los ms atractivos que se hallaban a bordo, con la excepcin del propio esposo de Kate. -Ves lo que habras podido hacer con tu vida, si no estuvieras atada a m? -brome Bert mientras paseaban por delante de la tumbona de la seora Candee, donde un grupo de hombres esperaban ansiosos sus palabras. Kate oy repicar su risa cuando se alejaban.

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    Era algo que Kate Winfield nunca haba pensado. La sola idea de llevar una vida como la de la seora Candee la haca sonrer. Amaba su propia vida, con sus hijos y su esposo. -Me temo que jams servira como mujer fatal, cario. -Por qu no? -Pareca dolido, como si ella dudara del buen gusto de l-. Eres muy guapa. -Qu tontera. -Le dio un beso en el cuello y luego mene la cabeza, con una sonrisa infantil-. Probablemente siempre estara con un pauelo en la mano, sonando la nariz a alguien. Creo que estoy destinada a ser madre. -Qu desperdicio... cuando habras podido tener a toda Europa a tus pies, como la ilustre seora Candee. Bromeaba, pero tambin estaba muy enamorado de ella, igual que ella lo estaba de l. -Prefiero tenerte a ti, Bertram Winfield. todo eso. No necesito 3-Supongo que debera estar agradecido. La mir y sonri, pensando en los aos que haban compartido, la felicidad, las alegras, las penas. Vivan bien; no slo eran amantes sino buenos amigos. -Espero que Edwina y Charles tengan algn da lo que nosotros tenemos. Lo dijo suavemente; Bert saba que lo deca de corazn. Yo tambin. A pesar del aire fro que se haba levantado aquella tarde, se detuvo, atrajo a su esposa hacia s y la bes con fuerza-. Quiero que sepas cunto te quiero -le susurr al odo, y ella sonri. l estaba mucho ms serio que de costumbre; ella le acarici el rostro antes de volver a besarle. -Ests bien? Pareca muy ardiente, lo que era inusual en l. Asinti: -S, estoy bien... pero a veces no hace dao pronunciar esas palabras en lugar de slo pensarlas. Siguieron paseando, tomados de la mano. Era domingo por la tarde; aquella maana haban asistido al oficio divino del capitn Smith y rezado por "los que estn en el mar". Era un da tranquilo; empezaba a hacer tanto fro que casi todo el mundo estaba en el interior. Ellos se detuvieron, miraron el gimnasio y vieron all a la seora Candee con el joven Hugh Woolner. Bertram y Kate siguieron paseando; por fin decidieron entrar a tomar el t. Haca demasiado fro para quedarse ms tiempo fuera. Una vez dentro, se fijaron en que John Jacob Astor estaba tomando el t con su joven esposa, Madeleine, en un rincn del saln; luego vieron a George, con Alexis, tomando el t con dos seoras de edad al otro lado de la habitacin. -Mrale -sonri Bert-. Slo Dios sabe qu har ese chico cuando crezca. A veces me estremezco cuando lo pienso. Dej a Kate en su mesa del saln y fue a presentarse a las dos seoras de edad que entretenan a sus hijos. Les dio las gracias efusivamente por su amabilidad y despus llev a los nios a la mesa donde Kate les esperaba.-Qu demonios hacis aqu? -les pregunt, con expresin

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    divertida al ver que Alexis pareca bastante cmoda con dos extraos, lo cual era raro en ella-. Y, qu ha sido de Oona? George contest feliz. -Ha ido a visitar a su prima, y ha dejado a los pequeos con una camarera. Yo le he dicho que iba a llevar a Alexis a donde estabais vosotros -dijo, encogindose de hombros- y me ha credo. -George me ha llevado al gimnasio -anunci Alexis con orgullo- y a la piscina, y hemos subido y bajado en todos los ascensores. Y despus me ha dicho que tendramos que en contrar a alguien que nos diera pastelitos, y eso hemos hecho. Han sido muy amables -explic con su cara angelical, satisfecha con su gran aventura-. Les he dicho que maana es mi cumpleaos. Eso era cierto. Kate haba encargado un pastel de cumpleaos para ella el da anterior, y Charles Joughin, el jefe de panaderos, haba prometido hacerlo con azcar glas y flores de color de rosa; sera una sorpresa para Alexis. -Bueno, me alegro de que os hayis divertido. -Bert an sonrea, incluso Kate ri al escuchar las descripciones que Alexis hizo de lo que haban hecho-. Pero quiz la prxima vez ser mejor que vengis con nosotros, en lugar de autoinvitaros a tomar el t con extraos. Georges sonri a los dos; Alexis se arrim a Kate, quien le dio un beso en la mejilla y la atrajo hacia s. A Alexis le encantaba estar cerca de su madre as, le gustaban su calor y su suavidad, la sensacin que le produca su cabello cuando volva la cabeza y el olor de su perfume. Haba un vnculo especial entre las dos. No se poda negar, as era; eso no significaba que Kate quisiera menos a los otros. Slo que, en ciertos momentos, Alexis era muy especial. Kate quera a todos los dems, pero Alexis tena una especie de necesidad de ella que ninguno de los dems pareca tener. Era como si Alexis nunca se hubiera separado de ella; quiz nunca lo ha 3gra y, pensaba a veces Kate, quiz nunca tendra que hacerlo. A veces Kate esperaba poder conservarla cerca para siempre, en particular si Edwina se iba a vivir a Inglaterra. Edwina y Charles entraron en el saln un poco ms tarde, despus de su paseo. Cuando vieron a Bert y a Kate, les saludaron con la mano. Edwina an trataba de calentarse las manos mientras se acercaban a ellos. -Fuera hace un fro espantoso, verdad? Edwina volva a sonrer. Ahora siempre lo haca. Kate pensaba que nunca haba visto a nadie tan feliz, excepto quizs ella misma cuando se cas con Bert. Era como si estu vieran hechos el uno para el otro. La seora Straus tambin lo haba mencionado; se haba fijado ms de una vez en los jvenes, y le coment a Kate que formaban una pareja encantadora, y que esperaba que fueran muy felices. -Me pregunto por qu hace tanto fro -dijo Edwina a su padre despus de encargar t y tostadas con mantequilla-. El tiempo es ms desapacible que esta maana. -Estamos mucho ms al norte. Si nos fijamos esta noche, puede que incluso veamos algunos pequeos icebergs -dijo.

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    -Es peligroso? Edwina se mostr preocupada, tostadas, pero su padre neg con zarla. -No es peligroso para un barco como ste. Ya has odo lo que dicen del Titanic. es insumergible. Se necesitara mucho ms que un iceberg para que un barco as se hundiera y, adems, estoy seguro de que, por si existe algn peligro, el capitn est actuando con gran cautela. De hecho, haban estado navegando a casi veintitrs nudos todo el da, lo cual era una buena velocidad para el Titanic Por la tarde, mientras ellos tomaban t y coman tosta das, el Titanic ya haba recibido tres avisos de hielo de otros barcos, el Caronia, el Baltic y el Amerika, pero el capitn Smith todava no haba reducido la velocidad. No le pareca que tuviera que hacerlo, pues vigilaba con atencin todas mientras llegaban su t y la cabeza para tranquili 3las condiciones. Era uno de los capitanes ms experimentados de la White Star. Despus de los aos que haba trabajado en la empresa, se retiraba al finalizar este prestigioso viaje final. Bruce Ismay, el director de la White Star Line, tambin iba a bordo. Haba visto uno de los avisos de hielo y lo haba guardado en el bolsillo despus de discutirlo con el capitn. Aquella noche Kate acost a los nios porque Oona haba vuelto a tercera clase a visitar a su prima; una camarera haba prometido hacer de canguro hasta que regresara. Pero a Kate no le importaba. Le gustaba cuidar de los nios ella misma; en realidad, lo prefera. Observ que haca ms fro que antes y sac ms mantas para abrigarlos. Cuando aquella noche fueron al A la Carte Restaurant, y se detuvieron fuera un segundo para respirar un poco, el ambiente era glacial. Iban comentando que Phillip haba conocido a una chica. Durante varios das, la haba estado contemplando desde la cubierta de arriba. Ella iba en segunda clase; era una muchacha atractiva, pero no hallaba la forma de que l pudiera hablar con ella. Varias veces ella haba levantado la mirada hacia l, y Phillip iba cada da al mismo sitio con la esperanza de volver a verla. Kate tema que se hubiera resfriado al estar en el exterior con aquel fro glacial. Pero al parecer la chica haba sido mucho ms sensata, o quiz lo eran sus padres. No haba aparecido; Phillip se haba mostrado deprimido toda la tarde y al final decidi no bajar a cenar. -Pobrecito -dijo Edwina compasiva a su madre cuando se sentaron a la mesa. Su padre estaba hablando con el seor Guggenheim; se interrumpi brevemente para decir algo a W T. Stead, el conocido periodista y escritor. Haba escrito varios artculos para el peridico de los Winfield de San Francisco, varios aos atrs. Por fin, Bertram se reuni con su familia. -Quin era ese hombre con quien hablabas, cario? -le pregunt Kate curiosa.Haba reconocido a Stead, pero no conoca al otro hombre. -Benjamin Guggenheim. Le conoc en Nueva York hace varios aos -explic l, pero sobre este tema no fue muy explcito. Kate se pregunt si era debido a la mujer que le acompaaba, una rubia explosiva, pues algo le deca que no era su esposa y, cuando lo pregunt, su esposo no pareci inclinado a comentarlo con ella.

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    -Ella es la seora Guggenheim? -No lo creo. El tema qued zanjado; Bert se volvi a Charles y le pregunt si haba adivinado correctamente la distancia recorrida aquel da. _Eran quinientas cuarenta y seis millas; Bert to dava no lo haba adivinado, pero Charles s, y haba ganado una pequea cantidad de dinero el primer da. La travesa haba resultado ser una maravillosa oportunidad para conocerse. Y hasta el momento, a Bert y a Kate les agradaba cmo era Charles, y saban que su hija iba a ser muy feliz una vez se casaran. -A alguien le interesa dar un paseo rpido? -sugiri Bert cuando salieron del concierto en la sala de recepciones. Cuando pusieron un pie fuera, result que haca demasiado fro. ste era absolutamente glacial, y las estrellas brillaban. -Dios mo, qu fro hace. -Kate sinti un escalofro a pesar de su abrigo de pieles-. Esta noche hace un fro horrible. La noche era clara como el cristal. Lo que ninguno de ellos saba era que el operador de radio haba recibido avisos de otros dos barcos, durante la cena, respecto a los icebergs que haba en aquella zona. Sin embargo, los responsables estaban seguros de que no tenan nada que temer. Eran las diez y media cuando bajaron a la cubierta B; Bert y Kate hablaron en voz baja mientras se desvestan, mientras Charles y Edwina seguan hablando y tomando champn en el saln que todos compartan. Eran las once cuando Kate y Bertram se acostaron y apagaron la luz, aproximadamente en el mismo momento en que el cercano California adverta por radio del iceberg que acababan de avistar. Pero el operador de radio del Titanic, Phillips, estaba muy ocupado radiando mensajes personales de los pasajeros a la estacin repetidora de Cape Race, en Terranova. Phillips haba dicho con brusquedad al California que no le interrumpieran. An tena docenas de mensajes de los pasajeros que enviar, y ya haba odo antes lo del hielo. Pero esta vez no le pareci necesario advertir al capitn. ste haba visto los mismos mensajes antes, sin alterarse, as que el California cerr la transmisin y no dio la situacin de este ltimo iceberg. Phillips sigui enviando sus mensajes a Cape Race; Kate y Bertram se quedaron dormidos, mientras los nios soaban en sus habitaciones y Edwina y Charles se acurrucaban en el sof del saln y hablaban de sus esperanzas y sueos mientras se acercaba la medianoche. Todava estaban hablando cuando el barco dio una ligera sacudida, una especie de vibracin, como si hubieran chocado con algo, pero no un golpe fuerte, y no sucedi nada espe cial. Por eso pensaron que, fuera lo que fuese, no poda haber sido muy importante. Siguieron hablando unos minutos; luego Edwina advirti que haba desaparecido cierto zumbido, y con l, una sensacin familiar de vibracin. El barco se haba detenido; por primera vez, Charles pareci preocupado. -Crees que ocurre algo? -pregunt Edwina con preocupacin, mientras miraba por la ventana de estribor; pero no vio nada. -No creo. Ya has odo lo que ha dicho hoy tu padre. Este barco es insumergible. Probablemente dejan descansar los motores, o estn cambiando de rumbo, o reajustando algo.

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    Estoy seguro de que no es nada. -Pero de todos modos recogi su abrigo y bes a Edwina suavemente en los labios-. Ir a echar un vistazo y te dir lo que pasa. Yo tambin voy. -Hace demasiado fro, Edwina. Qudate aqu. -No seas tonto. Haca ms fro en casa de mi to Rupert, dentro, a la hora del desayuno. l sonri, y ayud a Edwina a ponerse el abrigo de pieles de su madre. Estaba convencido de que no ocurra nada. Fuera lo que fuese estaba seguro de que lo estaban arreglando y volveran a ponerse en marcha en poco rato. En los pasillos, se encontraron con otros pasajeros curiosos, como ellos, gente en camisn y abrigo de pieles, an con frac y traje de noche, o con albornoz y las piernas desnudas. Al parecer un buen nmero de personas, incluido John Jacob Astor, haban percibido algo extrao y queran saber qu haba ocurrido. Pero una vuelta por cubierta no les indic nada excepto lo que ya saban, que el barco se haba detenido, y tres de las cuatro grandes chimeneas echaban humo al cielo nocturno. Pero no pareca haber seales visibles de peligro. No haba ningn gran misterio que resolver, nada importante pareca suceder; un camarero explic que haban "chocado con un pequeo trozo de hielo", pero que no haba de qu preocuparse. El seor Astor regres junto a su esposa, y Charles y Edwina volvieron a entrar para protegerse del fro; les dijeron que no haba nada que temer. De hecho, si queran, todava se poda ver un trozo de hielo en la zona de recreo de tercera clase; haba gente en cubierta, a popa, contemplando cmo los pasajeros de tercera, mucho ms abajo, se lanzaban bolas de nieve y pedazos de hielo entre risas. Pero aquella clase de emocin no atraa a Charles o Edwina quienes, despus de determinar que no haba ocurrido nada serio, decidieron regresar a sus camarotes. Faltaban entonces cinco minutos para la medianoche; cuando entraron en su saln privado, encontraron a Bertram que les esperaba con gesto preocupado. -Sucede algo con el barco? Susurraba porque su esposa estaba dormida, pero estaba preocupado desde que los motores se haban detenido. -Al parecer no -respondi enseguida Charles, dejando su grueso abrigo sobre una silla mientras Edwina se quitaba el abrigo de pieles de su madre-. Hemos chocado con un poco de hielo, pero nadie parece preocupado. La tripulacin est tranquila, y en cubierta no se ve nada. Charles tena aspecto relajado, y Bertram pareci aliviado. Ahora se senta un poco tonto por haberse preocupado, pero tena una familia, y quera estar seguro de que todo iba bien. Les dio las buenas noches, dijo a Edwina que no se quedara levantada hasta demasiado tarde, y regres a la cama, exactamente a las doce y tres minutos, al mismo tiempo que mucho ms abajo de las cubiertas, los fogoneros luchaban furiosamente para apagar los fuegos de las calderas del enorme barco; entraba agua por debajo de la puerta de la sala del correo. El Titanic en realidad haba chocado contra un iceberg y los primeros compartimientos estancos estaban llenos de agua, por la hendedura que el iceberg haba causado. En el puente, el capitn Smith, Bruce Ismay, el director de la White Star Line, y Thomas Andrews, el constructor del barco, se mostraban incrdulos y trataban de determinar cun desesperada era la situacin.

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    Las conclusiones de Andrews estaban lejos de ser esperanzadoras. No haba remedio: con cinco de sus compartimientos llenos de agua, el Titanic no poda mantenerse a flote durante mucho tiempo. El barco insumergible se estaba hundiendo. Ellos crean que podran mantenerlo a flote durante un tiempo, pero nadie poda asegurar cunto. Cuando Bertram Winfield volvi a la cama, pens por un instante que el suelo bajo sus pies estaba un poco inclinado, pero estaba seguro de que se equivocaba. Cinco minutos despus de medianoche, a instancias de Thomas Andrews, el capitn Smith mir a los oficiales que se hallaban en el puente y les dijo que sacaran los botes sal vavidas. Hasta entonces no haban efectuado simulacros, no tenan prctica, no se haban preparado. ste era el barco que no poda hundirse, del que nunca tendran que preocuparse. Ahora, todos los camareros de primera clase estaban llamando a las puertas; en un instante Bert volva a estar en la habitacin. Haba odo las voces en el momento en que Charles abri la puerta del saln, pero no pudo entender lo que decan. Ahora las oy con demasiada claridad. El camarero sonrea, y les hablaba con amabilidad, como si fueran nios y quisiera que le escucharan, aunque su intencin era que no se sobresaltaran o asustaran. No obstante, era evidente tambin que quera que obedecieran, y rpido. -Todo el mundo en cubierta, con los chalecos salvavidas puestos. Enseguida! No sonaron campanillas, ni sirenas, no hubo alarma general. De hecho, el silencio era fantasmagrico, pero el semblante del camarero indicaba que hablaba en serio; Edwina aceler, como haca cuando uno de los nios se haca dao, y de pronto supo que tena que moverse con rapidez para echar una mano a su madre con los otros. -tTengo tiempo de cambiarme? -pregunt Edwina al camarero antes de que ste pasara al siguiente camarote. l se limit a menear la cabeza y le habl por encima del hombro. -No lo creo. Qudese como est y pngase el chaleco salvavidas. Le ayudar a no tener fro. Slo es una precaucin, pero debe subir inmediatamente. Por una fraccin de segundo Edwina mir a Charles y l le apret la mano, mientras su padre iba a despertar a su madre y a los nios. Oona estaba con ellos, pero igual que Kate y los nios, estaba profundamente dormida en su camarote. -Os ayudar a despertar a los nios -se ofreci Charles. Fue a despertar a Phillip y a George, recogi sus chalecos salvavidas y les urgi a que se dieran prisa, tratando de no asustarles demasiado, aunque era difcil no hacerlo. Slo George lo encontraba divertido, pero el pobre Phillip pareca terriblemente preocupado cuando se puso el chaleco salvavidas sobre su ropa y Charles le enseaba cmo funcionaba. Edwina despert primero a Alexis, zarandendola con suavidad y con un rpido beso; despus sac a Fannie de su cama y sacudi ligeramente el brazo de Oona, pero la mucha cha la mir con los ojos abiertos de par en par mientras Edwina trataba de explicarle lo que ocurra sin asustar a los nios. -Dnde est mam? Alexis estaba aterrorizada, y corri de nuevo a la cama mientras Edwina le deca a Oona que se ocupara de Teddy; entonces apareci Kate, ponindose la

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    bata sobre el cami sn, con aspecto adormilado pero tranquila, y Alexis se arroj a sus brazos. -Qu sucede? -Kate pareca confusa y pas la mirada de su esposo a su hija, y luego a Charles-. Me he perdido algo crucial mientras dorma? Le pareca haber despertado en mitad de un drama y no tena ni idea de lo que ocurra. -No estoy seguro. -Bertram fue sincero con ella-. Lo nico que s es que hemos chocado contra un bloque de hielo; dicen que no es nada serio, al menos es lo que le han dicho a Charles hace media hora, pero ahora quieren que vayamos todos a cubierta, con los chalecos salvavidas. -Entiendo. Kate ya estaba mirando a su alrededor; vio los pies de Edwina. Llevaba unas delicadas sandalias plateadas con tacones; en cubierta se le congelaran los pies en menos de cinco minutos. -Edwina, cmbiate los zapatos, Oona, ponte el abrigo, y ponles el chaleco salvavidas a Fannie y a Teddy. Charles ya le estaba ayudando, mientras Bertram se colocaba unos pantalones encima de su pijama y se cambiaba las zapatillas por calcetines y zapatos. Se puso un jersey que lle vaba en el equipaje y que todava no se haba puesto; luego se puso el abrigo y el chaleco salvavidas y llev un vestido de lana a Kate a la habitacin donde estaba ayudando a Alexis a vestirse; entonces, Bertram se dio cuenta de pronto de que el suelo ahora haca mas pendiente; por primera vez desde que haba despertado, sinti miedo. -Vamos, nios, daos prisa -dijo, tratando de parecer seguro de s mismo, aunque no lo estaba. Phillip y George estaban a punto. Edwina llevaba abarcas y su abrigo, sobre su vestido de noche de satn azul; Charles haba logrado ayudarle a vestir a Fannie, Teddy y Alexis y a ponerles el chaleco salvavidas. Slo Oona iba de un lado a otra descalza y en camisn. Y Kate estaba ponindose sobre la bata el vestido grueso que Bert le haba dado, mientras se pona zapatos cmodos y despus su abrigo de pieles. -Tienes que vestirte -le susurr Edwina a Oona. No quera asustar a los nios ms de lo que ya lo estaban, pero quera que la joven comprendiera la importancia de la situacin. -Oh, Alice... Tengo que ir con mi prima Alice y la pequea Mary... Las lgrimas asomaban en su rostro y se retorca las manos mientras iba de un lado a otro del camarote. -No hars tal cosa, Oona Ryan. Te vestirs y vendrs con nosotros -replic Kate. Kate an sujetaba a lexis de la mano y, aunque la nia estaba aterrada, ya no protestaba. Saba que estara bien, siempre que permaneciera con su madre y su padre. Todos estaban a punto excepto Oona, quien de pronto se sinti demasiado asustada para unirse a ellos. -No s nadar... no s nadar... -gritaba. -No seas ridcula.

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    -Kate la agarr del brazo e hizo una sea a Edwina para que empezara a salir con los otros-. No tienes que nadar, Oona. Lo nico que tienes que hacer es venir conmigo. Vamos a subir a cubierta un momento. Pero primero vas a vestirte. Le puso uno de sus propios vestidos, se arrodill a sus pies y le ayud a ponerse los zapatos, le puso un abrigo sobre los hombros, agarr un chaleco salvavidas y, en cuestin de minutos, estuvieron detrs de los otros. Pero ahora los pasillos estaban abarrotados de gente que se diriga hacia las cubiertas, con atuendos igualmente peculiares, el chaleco salvavidas puesto y caras preocupadas, aunque algunos rean y decan que todo aquello les pareca una locura. Para entonces eran las doce y cuarto, y el radiotelegrafista Phillips efectuaba su primera llamada pidiendo ayuda, mientras el nivel del agua suba rpidamente debajo de las cubiertas, mucho ms deprisa de lo que el capitn Smith haba esperado. Al fin y al cabo, slo haca media hora que haban chocado con el iceberg. La cancha de squash estaba llena hasta los topes, y Fred Wright, el profesor de squash, no le dijo nada al joven Phillip cuando le vio camino de los botes salvavidas. -Debera haberme llevado las joyas? -pregunt de pronto Kate a Bert, preocupada. Era la primera vez que pensaba en ello, y ahora no quera volver atrs. Slo llevaba su anillo de boda, que era lo nico que realmente le importaba o quera. -No te preocupes por eso. -Sonri y le dio un apretn en la mano-. Te comprar otras chucheras si... si extravas stas... No quiso decir "pierdes", por temor a lo que ello implicaba. Sbitamente se sinti aterrorizado por lo que iba a sucederles a su esposa e hijos. Subieron a la cubierta de botes, y cuando Bert mir en el gimnasio, vio a John Jacob Astor y a su esposa sentados tranquilamente en camellos mecnicos. l quera protegerla del fro; tema que si se asustaba y pasaba fro, pudiera perder el beb. Los dos llevaban chalecos salvavidas; l tena otro sobre el regazo y, mientras hablaban, l jugueteaba con su cortaplumas. Los Winfield pasaron de largo del gimnasio, y llegaron a babor, donde la tripulacin estaba bajando ocho botes salvavidas mientras la banda empezaba a tocar. A estribor tambin bajaban otros ocho, cuatro hacia la proa, cuatro hacia la popa; tambin haba cuatro botes de lona hinchables. No era una visin alentadora; al contemplar cmo preparaban los botes, Bert pudo sentir que el corazn le lata con fuerza y apret la mano de su esposa. Kate llevaba a Fannie en un brazo, y Alexis se mantena tan cerca de ella como poda, mientras Phillip llevaba al pequeo Teddy. Permanecieron muy juntos en el fro, incapaces de creer que en aquel gran barco, insumergible, estaban preparando los botes salvavidas y ellos esperaban, en plena noche, para subir a ellos. Un murmullo de voces recorra la multitud; un momento ms tarde, Kate vio a Phillip hablando con un chico con el que haba entablado amistad al comienzo del viaje. Se llamaba Jack Thayer y era de Filadelfia. Sus padres aquella noche haban asistido a una cena ofrecida por los Wideners, tambin de Filadelfia, para el capitn. Jack no se haba unido a ellos, y ahora hablaba con Phillip; los dos muchachos sonrieron un momento, y luego Jack avanz hacia otro grupo, buscando a sus padres.

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    Kate tambin vio a los Allison de Montreal, con la pequea Lorraine aferrada a la mano de su madre y a su querida mueca. Se estaban quedando atrs; la seora Allison se sujetaba con fuerza al brazo de su esposo, y la institutriz llevaba al pequeo en brazos, envuelto en una manta para protegerle del aire helado del Atlntico Norte. El segundo oficial Lightoller estaba encargado de llenar los botes salvavidas a babor; a su alrededor haba una educada confusin. Nunca se haba efectuado un simulacro de naufragio, tampoco haba tareas asignadas para nadie que no fuera la tripulacin, e incluso sta no estaba muy segura de dnde tena que estar y qu tena que hacer en casos as. Pequeos grupos de hombres bajaban los botes salvavidas al azar, y arrojaban en ellos linternas y latas de galletas, pero las multitudes seguan quedndose atrs mientras los tripulantes se acercaban a los pescantes y empezaban a hacer girar las manivelas que apartaban los botes y los descendan hasta donde pudieran ser abordados por el grupo extremadamente vacilante que los observaba. La banda tocaba un ritmo sincopado; entonces Alexis se ech a llorar, pero Kate la sujetaba con fuerza y se agach para recordarle que, en aquel momento, ya era su cumpleaos, y ms tarde tendra regalos, y quizs incluso un pastel. -Ms tarde, todos estaremos sanos y salvos de nuevo en el barco, y tendrs un bonito da de cumpleaos. Kate volvi a acomodar a Fannie en su cadera y atrajo a Alexis hacia s, mientras miraba a su esposo. l trataba de es cuchar lo que se deca en los grupos que les rodeaban, para ver si alguien tena alguna informacin que l todava no conociera. Pero nadie pareca saber qu pasaba, salvo que iban a cargar los botes salvavidas, las mujeres y los nios primero, y ningn hombre de momento. Entonces, la banda empez a tocar an ms fuerte y Kate sonri a todos, disimulando el terror que estaba empezando a sentir al mirar los botes salvavidas. -Nada puede ir mal, de lo contrario la banda no tocara una msica tan bonita, no? Intercambi una larga mirada con Bertram, y se dio cuenta de que l tambin estaba asustado, pero ahora poco podan decirse, con los nios a su lado. Todo pareca estar sucediendo muy deprisa. Edwina estaba cerca de Charles; l charlaba con unos jvenes. Ella y Charles estaban agarrados de la mano en el fro aire nocturno. Haba olvidado ponerse unos guantes, y l in tentaba calentarle los helados dedos sujetndolos entre los suyos. Entonces llamaron a las mujeres y los nios; todo el mundo pareci retroceder cuando el segundo oficial Lightoller les dijo que avanzaran con rapidez. Nadie se atreva a creer que existiera realmente algn peligro. Un grupo de mujeres pareci vacilar, y entonces sus esposos se pusieron al mando. Los seores Kenyon, Pears y Wick acompaaron a sus esposas y les ayudaron a bajar, mientras ellas les rogaban que no las hicieran marchar sin ellos. -No sean tontas, seoras -dijo el esposo de alguna para que todos le oyeran-, todos estaremos de nuevo en el barco a la hora del desayuno. Sea cual sea el problema, para en tonces ya lo habrn solucionado; piensen en la aventura que habrn vivido. Pareca tan jovial que algunos rieron, y algunas mujeres ms avanzaron tmidamente. Muchas de ellas llevaban consigo a sus doncellas, pero a los esposos se les peda que se que daran. Slo subiran mujeres y nios.

    SERVIDOR DAVSAResaltado

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    Lightoller no tolerara que ningn hombre pensara siquiera en subir a un bote salvavidas. A pesar de las protestas de las mujeres, Lightoller no lo permiti. Slo mujeres y nios. Y mientras repeta estas palabras, de pronto Oona mir a Kate y se ech a llorar. -No puedo, seora... no s... no s nadar.,. y Alice... y Mar-y.. Empez a retroceder y Kate vio que iba a echar a correr. Entonces se apart un poco de Alexis, y trat de consolar a Oona mientras avanzaba con calma hacia ella, pero de pronto, con un gran aullido, desapareci, corriendo con todas sus fuerzas, en las entraas del barco, para encontrar la puerta por la que anteriormente haba pasado para ir a tercera clase a visitar a su prima. -Voy a buscarla? -pregunt Phillip a su madre con ojos preocupados cuando ella volvi a donde estaban los nios, y Kate mir ansiosa a Bertram. La pequea Fannie lloriqueaba, mientras Edwina ahora sostena a Teddy en sus brazos. Pero Bertram no quera que ninguno de ellos fuera corriendo tras Oona. Si era tan tonta como para retroceder, tendra que subir a un bote salvavidas en otra parte del barco y reunirse con ellos ms tarde. No quera que ninguno de ellos se perdiera, era imperativo que todos permanecieran juntos. Kate vacil, y luego se volvi a l. -No podemos esperar? No quiero dejarte. Quiz si esperamos, lo cancelarn todo y no tendremos que hacer pasar a los nios por todo esto para nada. Pero mientras hablaba, la cubierta se inclin un poco ms; Bertram saba que no se trataba de un ejercicio. Aquello era serio, y cualquier retraso por su parte podra ser fatal. Lo que no saba era que, en el puente, Thomas Andrews haba informado al capitn de que les quedaba poco ms de una hora para mantenerse a flote, y que haba botes salvavidas para menos de la mitad de las personas que iban a bordo. Realizaban frenticos esfuerzos por ponerse en contacto con el California, que se hallaba slo a diez millas, pero no lo lograban por mucho que lo intentaba el operador de radio. -Quiero que os vayis ahora, Kate. Bert pronunci estas palabras con tranquilidad, y ella mir a los ojos de su esposo y tuvo miedo de lo que vio en ellos. Vio que l estaba preocupado y que tena miedo, ms miedo del que jams haba visto en l. Y entonces, instintivamente se volvi para buscar a Alexis, que haca slo un momento se encontraba a su lado. Por una vez, no estaba enterrada en las faldas de su madre, y Kate la haba soltado de la mano al ir tras Oona. Pero cuando ahora Kate se volvi, Alexis no estaba all. Kate se volvi varias veces, mir a su alrededor en la multitud, y mir a Edwina para ver si estaba con ella; pero Edwina estaba hablando tranquilamente con Charles, mientras que George pareca cansado y menos excitado que media hora antes. Se anim visiblemente cuando hubo una explosin de cohetes que se elevaron en el aire iluminando el cielo nocturno a su alrededor.

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    Slo eran las doce y cuarenta y cinco, apenas haca una hora que haban chocado con el iceberg que no poda daar al barco insumergible. -Qu significa eso, Bert? -susurr Kate, mirando an hacia todos lados en busca de Alexis. Quizs estaba hablando con la nia de los llison, o comparando las muecas, como haban hecho en otras ocasiones. -Significa que esto es muy serio, Kate -le dijo Bertram-. Debes irte con los nios enseguida. Y esta vez ella vio que lo deca de veras. Le apart la mano y vio que haba lgrimas en sus ojos. -No s adnde ha ido Alexis dijo Kate, con un tono de creciente pnico en la voz, y Bert mir frentico hacia la multitud, pero no la vio-. Supongo que estar escondida. La tena agarrada de la mano hasta que he corrido detrs de Oona... Acudieron lgrimas a sus ojos-. Oh, Dios mo, Bert... dnde est? Adnde puede haber ido? -No te preocupes, la encontrar. Qudate aqu con los otros. Se abri paso entre la multitud, mir en todos los grupos y en todos los rincones, corriendo de un grupo de gente a otro. Pero Alexis no estaba en ninguna parte. Volvi apresurado a Kate, y mientras sostena al beb e intentaba seguir la pista a George al mismo tiempo, ella mir con ojos frenticos a su esposo, preguntando una cosa, pero l mene la cabeza como respuesta. -Todava no -le dijo-, pero no puede haber ido lejos. Nunca se aleja mucho de ti. Pero pareca preocupado y confundido. -Debe de haberse perdido. Kate estaba al borde de las lgrimas. No era momento para que una nia de seis aos desapareciera, en los tensos instantes en que los pasajeros del Titanic suban a los botes salvavidas. -Estar escondida. -Bert frunci el ceo con aire desdichado-. Ya sabes el miedo que tiene al agua. Y el miedo que haba tenido de subir a este barco, y cmo Kate la haba tranquilizado dicindole que no le poda ocurrir nada. Pero haba ocurrido, y ahora ella haba de saparecido, mie