Cuentos terror III
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Cuentos
para
halloween
Volumen III (Grupo B)
Colección de cuentos escritos por
alumnos/as de educación primaria.
Índice de cuentos
Autor/a: Título: Página
Víctor González…….. La casa abandonada….........…... 3
Jorge Pacheco……….. Un susto de muerte……………. 4
José M. Pallarés…..… Las terroríficas aventuras de
la calabaza gigante…….……..... 6
Patricia de la Torre….. La noche de brujas…………..… 8
Beatriz Caldera……… Un halloween aterrador…….…. 10
Elena Torres…………. Una noche de halloween
inolvidable…………………..… 12
Jaime Hidalgo………... Terror en Parquesol…………… 14
Nacho M. Herrero……. Las calabazas zombis……..…... 16
Bruno Borrelli………... Sombras en el tejado…………... 18
Alex Rivera…………… Herobrine is watching you…….. 20
Carmen Báez…………. Campamento en Casivoi………. 21
La casa abandonada
Un grupo de amigos salieron de acampada a un bosque en la
provincia de Palencia. Después de haberse acomodado
decidieron salir a dar un paseo por el bosque, al cabo de un
rato, se encontraron una casa abandonada y muy tenebrosa.
Luis, que era el más valiente de todos, decidió entrar y ver lo
que había.
Se oían ruidos espeluznantes y terroríficos, al ver que no salía
y que se hacía de noche, acordaron entrar en su búsqueda y le
encontraron en una esquina temblando. Les contó que en la
casa se oían gritos y numerosos llantos de bebés en la parte
superior, decidieron subir para comprobar lo que sucedía. Se
dieron cuenta de que solo era una ventana entreabierta; de
repente, se oyó un espantoso llanto en la parte inferior de la
casa. Bajaron sin hacer el mayor ruido posible, oyeron un gran
estruendo como si la puerta se hubiera cerrado de un portazo y,
en efecto, la puerta estaba cerrada. Los niños recordaron que la
habían dejado abierta. Los amigos muy asustados decidieron
marcharse y volver al día siguiente. Ya en el campamento,
pactaron que no se irían sin saber lo que sucedía en aquella
casa.
Al día siguiente, todos se
levantaron muy temprano
y con ganas de descubrir
lo qué pasaba. Ya todos
listos para la aventura se
pusieron a buscar la casa
misteriosa, les costó
mucho trabajo
encontrarla de nuevo.
Decididos entraron en la
casa y se dividieron en grupos para buscar el origen de aquellos
ruidos.
Al final comprobaron que algunos de los ruidos eran debidos a
que la casa era vieja, estaba abandonada y muy deteriorada;
igualmente los sollozos que parecían de bebés eran en realidad
gatos recién nacidos que vivían en sótano de la casa; también
como estaban asustados el miedo les ocultaba la realidad. Lo
que habían sentido era fruto de su imaginación.
Al finalizar ese fin de semana todos se reían de sus miedos. Víctor González.
Un susto de muerte
Había una vez una niña que se llamaba Raquel. Tenía 6 años.
Se acercaba la noche de Halloween y ella tenía mucho miedo.
Sus padres le decían que no pasaba nada, pero ella no se lo
creía.
Iban pasando los días y ella decía:
- Papá, ¿qué va a pasar cuando llegue?
- ¿Cuándo llegue qué? -decía su
padre.
- ¡Halloween, papá, que no te enteras!
- contestó Raquel.
- Pues nada, que los niños se
disfrazarán y pedirán caramelos por
las casas. Será muy divertido, no te preocupes, que no pasará
nada -dijo el padre.
Cuando llegó la noche de Halloween, Raquel se metió en la
cama y se arropó hasta la cabeza.
En ese momento llamaron al timbre y entonces Raquel contuvo
la respiración y agarró la manta con mucha fuerza.
Eran los vecinos que venían a traerles una calabaza típica de
Halloween. En ese momento el padre de Raquel le dijo a su
hija:
- ¡Ves como no pasa nada!
Raquel no dijo nada.
A los cinco minutos se oyó el timbre otra vez. También se oyó
un grito y un portazo.
- ¡¡Zombies!! -gritó la madre de Raquel asustada.
- ¡Ah! ¡Papá, ves como tenía que tener miedo! -gritó Raquel,
muerta de miedo.
- ¡¿Ahora qué hacemos?! -dijo el padre.
- Llamemos a la policía -dijo la madre.
- ¡Claro, para que se rían de nosotros! -dijo de nuevo el padre.
Ringg, ringg, sonó el teléfono. La madre lo cogió con mucho
miedo.
- ¿Quién es?
- Soy yo, el abuelo. ¡No os asustéis, que soy yo con mis
marionetas! -dijo con tono graciosillo y risa malévola. Jorge Pacheco.
Las terroríficas aventuras de la calabaza gigante
Había una vez un niño que se llamaba Timy, que era rechazado
por la gente y siempre estaba pensando en una calabaza
gigante para que se comiera a la gente
que le estaba rechazando e insultando.
El monstruo tenía un cuerpo formado
por raíces.
Su deseo se iba a cumplir en la noche
más terrorífica del mundo, la noche de
Halloween.
Decía a sus amigos que se fueran con él
a su huerto para rezar por la Gran
Calabaza de Halloween; pero, como era
de esperar, sus amigos no le creyeron e insultaron al pobre
Timy por creer en una cosa que era totalmente falsa, que sólo
era fruto de su imaginación.
Él no sabía que se iba a cumplir su deseo. Entonces llegó ese
día cuando Timy se fue a su huerto donde tenía plantada la
calabaza más grande de la ciudad y empezó a rezar:
- ¡Oh, grandiosa calabaza, que surge de las raíces! ¡Oh,
grandiosa calabaza, ven por favor!”.
Lo recitaba todo el rato y de repente: ¡Puff! Salió esa grandiosa
calabaza que le dijo:
- Todo lo que quieras te lo haré realidad.
Entonces, como el niño tenía tanto odio en su pequeñito
corazón, deseo la creación de los monstruos más terroríficos
que existiesen.
El primer monstruo fue una creación de un doctor que tenía dos
tornillos alrededor de la cabeza, una ropa roída por las ratas y,
el toque final, una fuerza espectacular: era el gran
Frankenstein.
Timy de momento se conformó con
eso; así que fue de casa en casa
pidiendo chucherías para él y sus
monstruos. Pero la gran calabaza
gigante no se conformó; así que se fue
comiendo poco a poco a las personas
que había en la ciudad hasta dejarla sin
habitantes.
El niño imaginó a otro monstruo para
que se enfrentara a las personas de todo el mundo.
Poco a poco el mundo se fue acabando; menos los amigos
suyos que pensasen lo mismo que él.
Empezaron a conquistar el mundo. Los gobernantes fueron
cediendo su poder a Timy y a sus amigos: España, Rusia,
Suecia y más.
El último monstruo que iban a imaginar era tan grande, tan
destructor, tan fuerte que conquistaría el mundo por fin; pero
los monstruos se rebelaron contra los niños, matándolos y
destruyendo el mundo.
De esta forma el mundo se acabó en la noche de Halloween. José María Pallarés.
La noche de brujas
Monteverde es un pueblo muy pequeñito, sus pocos habitantes
viven de la ganadería y de la agricultura, y la mayoría era gente
mayor. Solo nueve niños en edad escolar, alegran las calles y
parques cuando el tiempo lo permite.
En septiembre comenzaron las clases para los pequeños. Ese
curso estrenaban profe nueva. El primer día, todos acudíamos
con gran ilusión.
- ¿Cómo será la maestra nueva? -decía Celia, que era la más
charlatana.
- No sé -contestó Carlos, que era muy tímido y le gustaba
hablar poco.
- Yo me la imagino gorda y con gafas como las de siempre
-dijo Pedro, que era muy decidido y bromista.
- Yo pienso que este curso va a ser muy especial -pensaba en
voz alta Paula.
Paula era la mayor de la clase; tenía 8 años, sus ideas siempre
les parecían de sabia.
Estaban todos sentados en clase, muy alborotados, cuando se
abrió la puerta.
- ¡Buenos días, chicos! Soy Leo y voy a ser vuestro profesor;
pero no vengo solo, traigo a Fani, que es mi hija y también será
compañera de clase.
Fani era muy guapa, su melena era larga y morena, los ojos
grandes y oscuros. Su forma de vestir era un poco extraña a la
vez que divertida.
Muy pronto nos hicimos muy amigos de ella. Las madres
decían que era una niña un poco rarita; pero nosotros
disfrutábamos mucho jugando con Fani.
El día 31 de octubre nos invitó a pasar la tarde en su casa. Vivía
en una casa muy grande a las afueras del pueblo. Alrededor de
la vivienda tenía una gran huerta en la que Leo trabajaba
después de las clases.
Nos propuso preparar una fiesta que se llamaría “La noche de
las brujas”.
Salimos a recoger plantas aromáticas y hojas de flores para
preparar pócimas.
Cuando llegó la noche, para sorpresa de todos, Fana vino a la
habitación disfrazada de bruja y su padre venía detrás con un
pequeño quemador en las manos.
Nos sentamos en una alfombra muy grande alrededor del
quemador, que estaba encendido. Parecía que Fana había
tenido una transformación.
Arrojaba al recipiente, muy despacio y profundizando, hojas
de romero, pétalos de rosa, pelos de su peluca y líquido rojo.
Entonces empezó a decir:
- “Sapo, sapito,
Que me vaya mejorcito.
Caldero, calderito,
Que me abunde el dinerito”.
Todos estábamos un podo asustados; pero disfrutábamos.
Fue una noche estupenda que nunca olvidaremos.
Y desde entonces parece que todo nos fue mucho mejor. Patricia de la torre.
Un halloween aterrador
Había una vez dos hermanos, Marcos y Lucía, vivían con sus
padres, Carlos y Miriam. Su casa era muy grande con piscina y
camas elásticas en el jardín. Marcos tenía 13 años y Lucía 11
años.
Todos los días al venir del colegio comían, hacían los deberes
y cuando acababan llamaban a sus amigos para que fueran a su
casa a jugar a las camas elásticas y a bañarse en la piscina.
A Lucía, lo que más le gustaba era la Navidad, las vacaciones,
Semana Santa…; pero lo que más le gustaba de todo era
halloween.
En halloween solían quedar los amigos de Marcos, los amigos
de Lucía y ellos para ir por las casas pidiendo chuches y algo
de dinero. ¡Se lo pasaban pipa!
Este año a Lucía y a Marcos se les ha ocurrido quedar con los
amigos para ir a merendar a su casa, que la van a decorar y
luego ir a pedir. A sus amigos les ha parecido buena idea. Así
que este año el halloween será en casa de los Prieto.
Una tarde, cuatro días antes de Halloween, Marcos y Lucía se
han puesto a preparar la casa para la fiesta. Se han dado cuenta
de que les falta un detalle muy importante: una calabaza. Se
han puesto de camino a una tienda de disfraces para ver si allí
podrían encontrar una. De paso ya compraban los disfraces
terroríficos para la súper fiesta. Por suerte la han conseguido
encontrar, era la última. ¡Qué suerte han tenido!
Se han comprado unos disfraces súper chulos: Lucía un disfraz
de bruja y Marcos un disfraz de vampiro.
Llegó el día de Halloween.
- Marcos, ¡qué nerviosa estoy, ya ha llegado! ¡Por fin!
Marcos y Lucía esperaban impacientes en el sofá para ir
corriendo a abrir la puerta nada más que oyeran el timbre.
- Din dong.
Marcos y Lucía salieron disparados a abrir la puerta. Eran sus
amigos, que venían disfrazados de zombis, de payasos
malignos…
Ya eran las 9:30, habían acabado de merendar y decidieron
salir a pedir. Todo les iba bien cuando, de repente, Leonor, la
mejor amiga de Lucía gritó. Todos se asustaron.
- ¿Qué pasa Leo?
- Que de repente algo me ha… como atravesado.
Ven a un fantasma, salen corriendo y entran en una casa
abandonada. Cuando entran no hay luz, los interruptores no
funcionn. Marcos se da cuenta de que en la calabaza tenía dos
velas; no les iban a durar mucho encendidas, pero por lo
menos…
Miran a los alrededores, lo único que ven son esqueletos, pelos
por el suelo, calabazas que de repente se ponen a hablar, etc.
- Tenemos que salir de aquí como sea. ¡Esto es una casa
terrorífica!
- Pero es que fuera está el fantasma.
- ¿Qué prefieres, un fantasma o una casa aterradora?
Se deciden por salir al exterior; pero la manilla… ¡se ha roto!
Lucía piensa que podían escapar por la ventana que tenían en
frente. Justo al acabar de decir esa frase escuchan una voz
lejana.
- ¿Qué hacéis en mi casa? ¿Quién os ha dado permiso? ¡Salid
ahora mismo!
- ¡Ahhhhhhhhhhh, salgamos de aquí!
- La manilla está rota, ¿recuerdas?
- Por la ventana, como ha dicho mi hermana.
Intentan salir, pero al retirar la cortina se encuentra tras el
cristal a una bruja con verrugas, con pus por la cara… Los 8
chicos van a un rincón, se acurrucan entre ellos para pasar el
menor miedo posible; cuando de repente se apaga la luz de las
velas de Marcos y empieza a sonar una música terrorífica y se
enciende una luz roja.
- ¡Uuuuuhhhh, si os movéis os como a todos, uuuuuuhhh!
- No, por favor ¡no queríamos molestar, sólo queríamos
escapar de un fantasma que estaba fuera! ¡No nos hagas nada!
De repente la puerta se empieza a abrir con un sonido
chirriscante. Al verlo, Marcos, Lucía, Leonor, Juan, Patricia,
Javier y Carlos salen al exterior.
- Falta Lucas, ¿qué vamos a hacer? -dice lamentándose.
De pronto ven a Lucas asomado a una ventana del piso de
arriba que se cae al suelo. Marcos y Carlos, los que eran más
fuertes, le cogen y se van todos corriendo.
Al día siguiente Lucía deja de pensar que halloween es el
mejor día del año, para pensar que es el peor día que ha
existido nunca. Beatriz Caldera.
Una noche de halloween inolvidable
Luna estaba en la cama leyendo. Ya había cenado y siempre
solía leer un rato antes de dormir. Era viernes por la noche y
sus padres habían salido a cenar con unos amigos. No
acostumbraban a dejarla sola por la noche; pero ella había
insistido, ya era mayor.
De repente oyó unos pasos en el hall que sigilosamente se
encaminaban por el pasillo. Luna soltó el libro, apagó la luz y
metió la cabeza entre las sábanas conteniendo la respiración y
paralizada de terror. Pero en ese momento tuvo una gran idea.
Sería ella la que asustaría a quien fuese que estuviera en el
pasillo.
Se levantó de la cama, cogió la sábana y se la puso por encima
como si fuera un fantasma. Luego cogió una red que le había
regalado su padre y salió al pasillo sigilosamente. Ya en el
pasillo, una sombra se acercaba. Ella, aunque estaba
aterrorizada, decidió seguir adelante con su plan y dijo:
- ¡Soy el fantasma de Halloween y estoy repartiendo sustos por
todo el barrio!
Y enseguida echó su red sobre la sombra del pasillo y se lanzó
sobre ella.
- ¡Aaaahh! !Aaaahhhh! ¡Socooorroooo! ¡Déjame en paz! ¡Yo
sólo he venido a ver a Luna!
Al oír esto, Luna se dio cuenta de que la sombra era su amiga
Violetta e inmediatamente se levantó, se sacó la sábana y
ayudó a su amiga a deshacerse de la red y a levantarse.
- ¿Qué haces aquí a estas horas? -dijo Luna.
- No, ¿qué haces tú así disfrazada y dándome un susto de
muerte? -contestó Violetta.
- No, yo he preguntado primero Violetta, así que respóndeme.
- Bueno, pues me encontré a tus padres en la escalera y me
dijeron que podía entrar a verte, porque te quedabas por
primera vez sola en casa, y cuando me estoy acercando a tu
habitación se te ocurre hacer el loco como de costumbre, y
darme un susto de muerte. ¿Me lo puedes explicar?
- Pues yo, que estaba tranquilamente leyendo en mi camita, oí
unos pasos en el hall y lógicamente me asusté; pero como soy
un poco gamberra decidí ser yo la que asustara.
- ¡¡Menuda noche de terror!!, -dijeron las dos amigas a coro y
empezaron a reírse.
Pero sus risas desaparecieron cuando escucharon que alguien
estaba intentando entrar en la casa. Corrieron rápidamente a la
habitación de Luna y se escondieron debajo de la cama.
Oyeron cómo la puerta se abría y alguien avanzaba por el
pasillo. Los pasos se oían cada vez más cerca y las niñas se
abrazaban más y más fuerte conteniendo la respiración.
Estaban aterrorizadas, ¿cómo acabaría la noche de Halloween? Elena Torres.
Terror en Parquesol
Érase una vez en una noche de Halloween, la historia de cinco jóvenes
de sexto de primaria y uno de quinto que se fueron por casi todo
Parquesol en busca de caramelos.
En la víspera de Halloween decidieron de qué iba a ir cada uno
disfrazado. Carlos iría de fantasma, Adrián iría de esqueleto, Juan iría
de diablillo, Jaime iría de esqueleto con guadaña, Pablo iría de
calabaza gigante humana y Jaio, que es el de quinto, iría de vampiro.
Primero se reunieron. Carlos, Adrián y Jaime esperaron a los demás.
Cuando estuvieron todos reunidos, el primer lugar al que fueron para
pedir caramelos fue la plaza. Pero paso una cosa: no había nadie en la
plaza. Los seis se sorprendieron muchísimo, porque todos los años
había bastante gente en la plaza. Así que fueron casa por casa a pedir
caramelos.
Entonces fueron a la única casa que no habían ido a pedir caramelos,
pero algo extraño había en esa casa. Resulta que, de casualidad, Pablo
había visto a un chico que entró en esa casa a pedir caramelos y
todavía no había salido. Claro está, Pablo se lo dijo y tanto Jaime
como Jaio, tragaron saliva con miedo; pero Juan, Carlos y Adrián no
le creyeron y, sobre todo, Juan que le empezó a llamar gallina.
Pablo llenó de rabia entró y, de repente, la puerta se cerró de golpe
dejando a Pablo encerrado en aquella casa tan tenue.
Todos se quedaron sorprendidos y a Juan se la saltaban las lágrimas,
porque por su culpa Pablo estaba encerrado.
Mientras, en el interior de la casa estaba Pablo llorando y temblando
de miedo. Por suerte, como iba disfrazado de una calabaza gigante
humana, tenía calabazas con farolillos y pudo ver el interior de la
casa. También se podía comunicar con los demás porque la puerta no
estaba nada insonorizada.
Pablo les contó que dentro no veía muy bien el fondo; pero lo que sí
veía era un cuadro enorme de Francisco Franco y a su lado, pintado
con grafiti, había un cuadro de Juan Carlos I. Todos se quedaron aún
más sorprendidos al oír lo que les decía su amigo Pablo. Los cinco
estuvieron a punto de tirar la toalla; pero, de repente y sin que ni
siquiera el mismo se creía lo que decía, Jaime dijo:
- ¡Esto es lamentable!, hay un amigo ahí dentro y nosotros sólo
pensamos en no cometer el error que ha cometido Pablo. Yo digo que
entremos ahí y salvemos a nuestro amigo.
Juan siguió a Jaime, apoyando lo que él decía. Al final todos quedaron
en rescatar a Pablo.
Resulta que la guadaña de Jaime tenía un poco de filo y pudo romper
el cristal de una ventana resquebrajada. Jaime y Juan, que eran los
más fuertes, consiguieron entre los dos meter a Carlos, Adrián y a Jaio
en la casa. Ellos dos no consiguieron entrar; pero daba igual porque
los cuernos del disfraz de Juan eran en realidad unos walkie-talkies y
podían comunicarse. Siguieron adelante Jaio, Carlos y Adrián, en
busca de Pablo; pero no le encontraron. De repente y cuando estaban a
punto de dejarlo oyeron:
- ¡¡¡AAAAAAAAAAAAH!
Se oyó desde el centro de la casa y, sin pensarlo dos veces, Carlos,
Adrián y Jaio corrieron hacia donde oyeron el grito: ¡Pablo estaba
atrapado en una telaraña gigante!
Se lo explicaron a Juan y a Jaime por los walkie-talkies, y a Jaime se
le ocurrió un plan: que Pablo utilice los farolillos de sus calabazas
para quemar la telaraña.
Así lo hicieron y funcionó. Todos se alegraron; pero algo no iba bien.
De repente el suelo empezó a temblar y del cuadro de Franco salió su
fantasma que empezó a lanzarles calaveras que se convertían en
esqueletos que iban a por ellos. Pablo les lanzaba las calabazas que
tenía para quemarles; Carlos les tapaba con su sábana para dejarles
aturdidos y luego machacarlos de una simple patada; Adrián les
lanzaba los huesos de plástico que tenía, y Jaio les pillaba por sorpresa
y luego les mordía haciendo que se les desprendieran los huesos.
Cuando se dieron cuenta de que los chicos estaban en peligro, Juan y
Jaime fueron a ayudarles, y Jaime les salvó cuando los esqueletos
estaban a punto de matarles. Entonces vino Juan a todo correr y se
tropezó con una calavera y cayó sobre el fantasma de Franco que hizo
que se le cayera el disfraz dejando al descubierto su identidad.
¡Era Álvaro!, un chico de la parcela que no tenía ningún amigo allí.
Al día siguiente jugaron con él y pasaron uno de sus mejores días de
todos los santos. Jaime Hidalgo.
Las calabazas zombis
Javier tenía catorce años. Ya había cenado y se había ido a su
cuarto a jugar a la playstation3. Era viernes por la noche y sus
padres habían salido a cenar con unos amigos y aunque él
quería ir con ellos, no se lo permitieron.
De repente, oyó unos pasos en el hall. Alguien sigilosamente
caminaba por el pasillo.
Javier apagó la televisión, apagó la luz y se escondió entre las
sábanas conteniendo la respiración y paralizado de terror.
Sacó la cabeza entre las sábanas y
vio a una calabaza-zombi gigante.
Las calabazas-zombis gigantes
son unos seres terroríficos que
aparecen, aunque nadie sabe por
qué, a finales del mes de octubre y
a principios de noviembre. Se
alimentan de cualquier cosa, pero
lo que más les gusta, sobre todas las cosas es… ¡la carne
humana!
Como vivía en un bajo salió por la ventana de su habitación.
Fue hacia el salón y, como su padre era policía, cogió la pistola
que allí escondía. También cogió las llaves del coche de su
madre y salió pitando a buscar a sus padres.
Resultó que había miles de calabazas zombis comiéndose a las
personas.
Su madre cogió de la guantera otra pistola. Empezaron a
disparar y a atropellar a las calabazas, pero estas no morían.
Luego fueron al laboratorio de su abuelo, que era científico y
había desarrollado un potentísimo fertilizante. Su abuelo les
construyó unas pistolas de agua para lanzar el súper
fertilizante.
Se volvieron a montar en el coche, ahora con el abuelo.
Empezaron a disparar el fertilizante, y las calabazas crecían tan
rápido, que explotaban.
Pasaron al lado de un huerto de calabazas y entonces supieron
de donde procedían. Entraron en el huerto y rociaron la tierra y
las calabazas-zombis, y así consiguieron exterminarlas.
Por fin Javier pudo volver a su casa y dormir tranquilo. Nacho Miguel Herrero
Sombras en el tejado
Hacía tiempo que Elena les decía a sus padres que ella podía
quedarse sola en la casa y que ellos podrían, finalmente, salir
por la noche a cenar a ese restaurante del centro, donde
preparaban unas pastas italianas deliciosas.
Aquel viernes de enero, los padres accedieron y aunque
preocupados por dejar a su única hija al mando de la casa,
pensaron que ya era hora de dar el paso. Al fin y al cabo, Elena
ya contaba con 14 años.
Su madre, antes de meterse en el coche, le recordó que no
abriera la puerta de casa a ninguna persona desconocida y que
cualquier problema, la llamase al móvil que Elena había
memorizado hace ya mucho tiempo.
La “reina de la casa” disfrutaba de unos bocados dignos de la
realeza: pizza, Coca-Cola light y helado de vainilla y
chocolate, sus gustos preferidos.
Mientras veía la televisión en el salón, se pasaban las horas y,
cuando caía la medianoche y el sueño estaba a punto de
apoderarse de ella, sobresaltada escuchó pasos fuera de la
puerta de su casa.
El primer intento de Elena fue cubrirse su cabeza con la manta
azul y gris, que su madre siempre deja en el respaldo del sofá,
pero pensó que debía interesarse más por esos ruidos,
desconocidos y peligrosos ruidos, que se dirigían hacia la casa.
Llena de coraje, fue de puntillas hacia la ventana que estaba
junto al portal y sigilosamente miró entre las cortinas hasta que
se dio cuenta que no había nadie. En ese momento oyó el ruido
más horroroso que había oído nunca, los mismos pasos que
había escuchado antes, se habían dirigido hacia la casa vecina,
pero en su camino habían derribado la barbacoa que su padre
tanto quería, y habían espantado a su perra Fiona hasta hacerla
ladrar muy fuerte y desesperada.
Ahora mismo, sus ojos y su boca no dejaban de abrirse; se
quedó sin aliento y casi sin respiración.
Una sombra gris se transformaba en verde y luego en roja y, a
la velocidad de un rayo, subía por la pared de la casa vecina; la
abandonada y derruida casa vecina, cuyos dueños habían
decidido vender en los años 80 del siglo pasado.
Siguió a aquella sombra hasta el tejado. En tres segundos
estaba en lo más alto y allí pasó lo inesperado. La criatura se
giró y con sus ojos brillantes como diamantes blancos clavó su
mirada sobre Elena, quien quedó de piedra y congelada del
susto. Ese momento, que sólo fue un instante, para Elena se
transformó en “horas”. Allí seguía mirándola, con gesto
desafiante hasta que decidió volver sobre sus pasos y dirigirse
a la casa de Elena, quien en un plis-plás, cerró ventanas y
puertas y se puso bajo la mesa de madera del salón. Llamó a su
madre y casi sin poder hablar le dijo:
- ¡Mamá, ven lo más pronto que puedas, hay alguien fuera que
quiere entrar en nuestra casa y tengo mucho miedo, mamá,
mucho miedo!
- Estamos llegando -dijo su madre con tono firme y
tranquilizador.
No hubieron de pasar cinco minutos cuando escuchó las llaves
de su padre en la puerta.
Elena, salió corriendo al encuentro feliz de sus padres mientras
se fundían en un abrazo interminable. En ese momento Elena
les señalaba la casa abandonada y les contaba lo que había
sucedido, pero ya no había nadie. Ni ruidos, ni ladridos, ni
siquiera hacía frío.
El tiempo pasó y Elena nunca pudo olvidar, las sombras del
tejado… Bruno Borrelli.
Herobrine is watching you
Herobrine es una entidad desconocida considerada
"Creepy-pasta" (leyenda). Es una entidad humana, pero con
los ojos blancos, y muchas veces visto como un minero
muerto.
En Meriland se abrió una feria y mucha gente acudió a la
inauguración y se cerró muy tarde, pero el guardia se quedó
hasta la madrugada y luego cambió por otro. Así fue la primera
semana.
Pero el martes de la siguiente semana, el guardia se encontró
con una sombra y la persiguió, pero desapareció. Otro día el
guarda se lo contó a su jefe y se rieron de él, pero intentó
demostrarlo.
Y esa noche se llevo una cámara para grabarle; pero esa noche
no apareció y hasta el siguiente martes no volvió. Y el guardia
intentó hacerle una foto, pero Herobrine le robo la cámara y le
lanzó al suelo. El guardia le dijo al jefe que o le creía o dimitía
y el jefe desesperado le propuso ir con él para verle, y el martes
siguiente el jefe y el guarda se llevaron una linterna y de
repente, detrás suyo apareció una sombra que se llevó al jefe.
El guarda salió corriendo y Herobrine lo placó y desapareció.
El guarda apareció en un mundo extraño oscuro y desértico en
el que había ríos de lava con pirámides de arena y perfectas
torres de cristal hasta el cielo.
De repente apareció Herobrine con una espada oscura y le
golpeó con ella. El guardia, casi a punto de caer rendido al
suelo, salió corriendo y Herobrine se paró en el sitio.
El chico encontró una construcción extraña y se creyó que
podría esconderse de él entrando; pero cuando entró, hoyó
como un clac y se alarmó así que huyó de allí y salvo la vida.
Corrió durante horas y al día siguiente encontró una nota
extraña en el suelo y Herobrine apareció detrás suyo y el
comenzó a leer la nota.
Mientras la leía, el mundo se iba deshaciendo y Herobrine le
atravesó con la espada; pero el guarda consiguió acabar de leer
la nota y Herobrine y el guarda desaparecieron en la nada. Alex Rivera.
Campamento en casivoi
Había una vez, tres trillizas: Carol, Nuria y Vego. Fueron a una
tienda a comprar una muñeca para su campamento de invierno
a Casivoi. Carol la compró azul; Nuria, roja y Bego, verde.
En el campamento estaban en
habitaciones diferentes, cada una con
tres amigas.
Por la noche la muñeca azul desapareció
y también una amiga de Carol. En la
habitación de Nuria y en la de Bego pasó
lo mismo.
Al despertar no podían moverse, excepto
Bego que al oír los gritos fue a su habitación y ¡no estaban
sujetas por nada!
Era mágico. La noche siguiente pasó lo mismo, pero
desaparecieron dos; y así hasta que desaparecieron todos/as
del campamento.
Cuando estaban las tres solas y estaban desayunando se oyó
una voz que decía:
- Nuri, Nuri, soy tu muñeca y estoy en el parque, ¡ven a jugar
con migo!
Y Nuria salió y desapareció.
Luego llamaron a Bego y también picó y desapareció.
Cuando llegó a casa no volvieron a salir hasta que la dijeron el
secreto.
Pero, ¿sabéis qué paso? Que le gastaron una broma porque era
halloween. Carmen Báez.