Cuentos. Fernando Silva Alberto Maravilla Texto

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Leer los cuentos de don Fernando Silva es como encontrar una de esas viejas fotografías que cierta vez guardamos, de eso hace ya mucho tiempo, en algún olvidado cajón. Sus cuentos saben a antaño, a tiempo pasado y como esas fotografías, que creíamos perdidas para siempre, si algún color los define ese debería ser el sepia. Pero lo verdaderamente sorprendente es que el lenguaje que utilizan los personajes de estos cuentos es totalmente actual; es un lenguaje, un léxico que se puede escuchar en cualquier momento, en cualquier calle de cualquier pueblo o en cualquier mercado del territorio nacional. Don Fernando, como esos entomólogos que con su red atrapan mariposas al vuelo, recoge los giros lingüísticos propios del habla nicaragüense, ese pueblo tan propio y tan cercano, ese español hablado que el paisanaje ha hecho tan particular, definitivo y definitorio. No hay frase en su literatura que no permanezca viva en el habla cotidiana de este país, que no pueda ser escuchada en cualquier lugar donde se presente una situación análoga a cualquiera de las planteadas en cualquiera de sus cuentos. Esto convierte a don Fernando en una especie de antropólogo literario y, sobre todo, en un estudioso y compilador de la expresión oral, en un especialista del lenguaje, en un lingüista. Por eso, poner en escena sus cuentos es poner en escena no tanto situaciones, mensajes, moralejas, propuestas educativas o reflexivas que inviten a cambiar el modo de pensar del espectador, no. Poner en escena sus cuentos es activar un lenguaje antiguo y extraordinariamente expresivo que es lo mismo que decir extraordinariamente eficaz. Por eso los estratos más populares de la población nicaragüense siguen manteniéndolo y lo utilizan como se utiliza una herramienta eficaz, por muy simple que ésta sea. Los cuentos de don Fernando fijan en el tiempo situaciones cotidianas que viven personajes corrientes. Al igual que el buen fotógrafo atrapa con su cámara instantes irrelevantes en personajes anónimos pero, al mismo tiempo y eso es lo interesante, absolutamente universales, don Fernando

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Leer los cuentos de don Fernando Silva es como encontrar una de esas viejas fotografías que cierta vez guardamos, de eso hace ya mucho tiempo, en algún olvidado cajón. Sus cuentos saben a antaño, a tiempo pasado y como esas fotografías, que creíamos perdidas para siempre, si algún color los define ese debería ser el sepia. Pero lo verdaderamente sorprendente es que el lenguaje que utilizan los personajes de estos cuentos es totalmente actual; es un lenguaje, un léxico que se puede escuchar en cualquier momento, en cualquier calle de cualquier pueblo o en cualquier mercado del territorio nacional. Don Fernando, como esos entomólogos que con su red atrapan mariposas al vuelo, recoge los giros lingüísticos propios del habla nicaragüense, ese pueblo tan propio y tan cercano, ese español hablado que el paisanaje ha hecho tan particular, definitivo y definitorio. No hay frase en su literatura que no permanezca viva en el habla cotidiana de este país, que no pueda ser escuchada en cualquier lugar donde se presente una situación análoga a cualquiera de las planteadas en cualquiera de sus cuentos. Esto convierte a don Fernando en una especie de antropólogo literario y, sobre todo, en un estudioso y compilador de la expresión oral, en un especialista del lenguaje, en un lingüista. Por eso, poner en escena sus cuentos es poner en escena no tanto situaciones, mensajes, moralejas, propuestas educativas o reflexivas que inviten a cambiar el modo de pensar del espectador, no. Poner en escena sus cuentos es activar un lenguaje antiguo y extraordinariamente expresivo que es lo mismo que decir extraordinariamente eficaz. Por eso los estratos más populares de la población nicaragüense siguen manteniéndolo y lo utilizan como se utiliza una herramienta eficaz, por muy simple que ésta sea. Los cuentos de don Fernando fijan en el tiempo situaciones cotidianas que viven personajes corrientes. Al igual que el buen fotógrafo atrapa con su cámara instantes irrelevantes en personajes anónimos pero, al mismo tiempo y eso es lo interesante, absolutamente universales, don Fernando describe en su narrativa esos mismos personajes, las situaciones profundamente humanas que los enfrentan a un momento de eternidad y, sobre todo, el sentir de sus emociones expresado en sus maneras de hablar y comunicarse, perpetuada generación tras generación. Les invitamos a “escuchar” estos cuentos porque las situaciones planeadas les serán sorprendentemente familiares, pero sobre todo porque la manera de hablar de sus personajes es la manera de hablar del pueblo, de su pueblo, de usted.

Alberto Maravilla