Cuentos breves

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CUENTOS BREVES ITALIA NARDOCCI FIGUEROA (2000) Historia Virtual (Paulo y Alcione) -¿Cómo sabes? A lo mejor, el próximo puede “ser” tu año, contesto distraídamente, mientras miro una fotografía de S. Tunik con los desnudos del Parque Forestal. A pesar del frío invernal, me contagia la expresión alegre de millares de ojos sin nada que esconder. Sus cuerpos se ven tan ligeros como las aves del cielo devorados por el aire. Allí donde se disipa el miedo y muchas veces la pena negra que embota, por lo general, la vida del hombre y mujer santiaguinos. -Sí, contesta Paulo, (28 años, arquitecto recién egresado) sin mayor entusiasmo, sentado como de costumbre frente al computador encendido, donde se observa un plano panorámico de la plaza del balneario de Llo Lleo. -Oye, a propósito aún no me cuentas nada acerca de la “garota” que conociste a través de Internet. Me contaron que viene en julio a conocerte... -Sí, chateamos un tiempo, como seis meses, más o menos. Presiento que ella es algo especial, no sé. Siempre imagino que he conocido primero su alma antes que su pelo o sus piernas, contesta Paulo, sin sacar la vista de la pantalla. -Qué romántico, quisiera saber más... -Alcione Mattos Ferreira, 26 años, vive en Río de Janeiro con sus padres y hermano menor (19) Trabaja en Alpina Briggs, una empresa inglesa de defensa ambiental. Habla portugués, inglés y un poco el español. Su nombre significa: pájaro carpintero, estrella mas grande de la constelación de Tauro y planta marina, además tiene una voz de gatita mimosa más dulce que la miel, me dice Paulo sin respirar y quien ha dejado de pulsar el teclado. Entonces, girando una vuelta completa en

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CUENTOS BREVES ITALIA NARDOCCI FIGUEROA (2000)

Historia Virtual (Paulo y Alcione)

-¿Cómo sabes? A lo mejor, el próximo puede “ser” tu año, contesto distraídamente, mientras miro una fotografía de S. Tunik con los desnudos del Parque Forestal. A pesar del frío invernal, me contagia la expresión alegre de millares de ojos sin nada que esconder. Sus cuerpos se ven tan ligeros como las aves del cielo devorados por el aire. Allí donde se disipa el miedo y muchas veces la pena negra que embota, por lo general, la vida del hombre y mujer santiaguinos.-Sí, contesta Paulo, (28 años, arquitecto recién egresado) sin mayor entusiasmo, sentado como de costumbre frente al computador encendido, donde se observa un plano panorámico de la plaza del balneario de Llo Lleo.-Oye, a propósito aún no me cuentas nada acerca de la “garota” que conociste a través de Internet. Me contaron que viene en julio a conocerte...-Sí, chateamos un tiempo, como seis meses, más o menos. Presiento que ella es algo especial, no sé. Siempre imagino que he conocido primero su alma antes que su pelo o sus piernas, contesta Paulo, sin sacar la vista de la pantalla.-Qué romántico, quisiera saber más...-Alcione Mattos Ferreira, 26 años, vive en Río de Janeiro con sus padres y hermano menor (19) Trabaja en Alpina Briggs, una empresa inglesa de defensa ambiental. Habla portugués, inglés y un poco el español. Su nombre significa: pájaro carpintero, estrella mas grande de la constelación de Tauro y planta marina, además tiene una voz de gatita mimosa más dulce que la miel, me dice Paulo sin respirar y quien ha dejado de pulsar el teclado. Entonces, girando una vuelta completa en la silla se explaya con gran entusiasmo hablando de ella con su mirada resplandeciente, casi como susurrando.-¡Ay, que emocionante! Cuéntame todo, digo cerrando el álbum para continuar mañana con el trabajo. Total, aún resta algún tiempo para plotear los planos y dar el último toque a las fotografías a la noche.

El primer sábado de julio, Paulo salió camino del aeropuerto en busca de Alcione. Tan sólo porta una mochila azul en la espalda y despidiéndose de su madre en la puerta le comunica desde la puerta que no llegaría a dormir esa noche, como ninguna de las siguientes mientras duró la estadía de la morenaza en Chile. Llegó en bus hasta la Alameda y, en seguida, subió a un colectivo hasta el aeropuerto donde se entretuvo todo el camino imaginando cómo sería aquel primer encuentro, enfrascándose en el paisaje mientras el automóvil avanza con dificultad entre una columna de vehículos y una avenida de palmeras, entonces comenzó a sentir un vacío en el estómago que le resultó muy difícil de soportar. Entonces decidió como otras veces que resulta muy bueno recorrer hacia atrás en el tiempo, rebobinando la realidad para mirar las cosas con cierta distancia y tratar de calmarse un poco, y de esta

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manera disfrutar tanto de la hermosa arboleda a la entrada del aeropuerto, como continuar imaginándose a Alcione. Dios, pensó, mueve las piezas del ajedrez con mucha precisión y sabiduría, así nosotros no podemos hacer nada, salvo ponernos en camino y ejecutar sus deseos. Por muy variado que sea el abanico de posibilidades que se nos abre, siempre será superior aquella fuerza que emana de su voluntad cuando deseamos emprender algo en la vida. Ahora que ya se encuentra a muy pocos pasos de la entrada principal, sintió un ardor insoportable bajo la piel mientras camina con los ojos enrojecidos mientras, también comenzó a sentir los pies y manos muy helados tanto a causa del frío como de la emoción. Menos mal que el sol aunque ceniciento se asomó solamente para recibir a Alcione aquella mañana. De pronto, obligado a salir de la superficie memorial, divisó frente al panel de aterrizajes a Mónica y Belfor, pareja de amigos chileno- brasileño encargados de recibir y dar hospitalidad a Alcione. Después de intercambiar algunas brevísimas frases de saludo Paulo, consultó inmediatamente si ya había aterrizado el avión, mientras el sol, cada vez más irreal, apenas entibia ese mediodía. Cuando se encontró frente a frente con sus ojos sonrientes se sintió desfallecer, nunca imaginó que Alcione fuera tan bella y luminosa. La atrajo hacia sí torpemente, con timidez y luego se fundieron en un largo abrazo sin despegar la mirada uno del otro. Se quedaron así varios segundos (o minutos) sin escuchar la voz del mundo a su alrededor, así tan quietos y silenciosos como el firmamento mismo.Durante su permanencia en Chile, Paulo y Alcione, se hicieron inseparables. Un ávido deseo los redujo a una sola persona amorosa, unas veces abrazados o simplemente besándose, destilaban a todas luces un torrente de pasión en sus miradas. A veces, ella reclinaba su cabello encrespado y revuelto sobre el pecho semidesnudo de Paulo, consumido por la dicha inmensa de sentirse amado por primera vez. Desde un principio, sintió que la amaba más que a nadie en el mundo y los veinte días que pasaron juntos se esfumaron con rapidez.Soy tuyo para siempre, le dijo un día y quiero casarme contigo. Antes de despedirse, mirándolo profundamente, Alcione se lo miró con los ojos humedecidos y entregándole un sí como respuesta se perdió detrás de una hermética puerta del aeropuerto Pudahuel, dejándolo consumido en una pena negra que incluso le acalambró brazos y piernas, paralizándolo varios minutos. En el bus de regreso, Paulo oculta su tristeza bajo unos lentes oscuros, cuando el sol parece que se arrancó detrás de Alcione. Pero, algo le dice que esa despedida no será para siempre, pues está decidido a seguirla hasta los confines para conseguir el gozo de su compañía. Ya no concibe la vida sin ella y comienza de inmediato a lanzar las redes en torno a su destino que ha cambiado bruscamente el rumbo, dejándolo ante un muro divisorio: antes y después de haberla conocido. Así, como decide que nada puede volver a separarlos, viajó en septiembre para conocer a los padres de Alcione, con un anillo de compromiso en su bolsillo que le regaló su madre y tiene una piedra cristalina. Una vez acordada la boda, fijaron inmediatamente la fecha de la ceremonia: ocho de febrero del año dos mil tres. Ahora que se acerca Navidad a Paulo sólo le queda esperar. Brotaron hojas, plantas y el

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verano alienta sueños desquiciados en la mayoría de la gente. Más, Paulo y Alcione, confían en su Amor como en el futuro. Ojalá, ella, obtenga pronto un buen trabajo en Chile y quizá, a él le aumenten un poco el sueldo o encuentre otro trabajo mejor. Pero, ojalá que este amor perdure para siempre en el tiempo real y por toda una eternidad.

Perdida en el Encuentro

La noche anterior a la lectura de poemas, Bárbara N, no consiguió dormir siquiera una pestañada. “Un día de abril / cuelga del abismo / y rueda al vacío / la cara más hostil / en gélido descenso / decide cortar al viento / y a duras penas salva / el rostro innumerable / del miedo en el espejo”…repite varias veces con voz monótona, paseándose en el dormitorio, gesticulando sin descanso y levantando al mismo tiempo ambos brazos en ademán teatral. Ahora se siente arrepentida, no de participar del Encuentro Internacional de Escritoras en Arica, donde ha conocido gente de toda Sudamérica, sino por dejarse convencer de la Presentación de su libro, prestándose a tal evento, ya que conociéndose bien, presiente de antemano que nunca logrará salir invicta del asunto. A las nueve de la mañana, se sienta en el comedor semivacío del hotel a tomar un café hirviendo, mientras casi no siente pies y manos congelados a causa del nerviosismo que la consume. El mar encrespado, tiene un matiz otoñal mientras, el cielo ceniza de octubre promete lluvia, a pesar, que está en la ciudad de la Eterna Primavera. Bárbara, cierra los ojos un instante, después de mirar el libro que publicó sobre la mesa, con la portada “Ninfeas con lirios y ramas”de Claude Monet, no solamente disfruta del sosiego del momento, sino de la belleza que le evocan esas imágenes y ahora más que nunca, encuentra muy acertada la elección de sus editores. Ojalá, que ahora en este paseo encuentre un poco de relajo, ya que sólo encuentra una que otra persona cuando camina sola en la playa después del desayuno. A pesar de todo, siente poco entusiasmo y quisiera comprender mejor porqué, por un lado se siente feliz de concretar sus anhelos, después de escribir horas y horas sin descanso y por otro, se sorprende del desánimo que la posee desde que publicó ese libro y más que nada, desde que escribió el último verso entregado a la Editorial. Ahora se siente desmotivada, hasta el extremo de no salir en semanas ni a la puerta de su casa antes de recibir la invitación para viajar a esta hermosa ciudad, haciendo esfuerzos sobrehumanos para levantarse del hoyo oscuro y sin salida que imagina por delante. Nunca más volverá a escribir una línea, pues siente vacía la cabeza de ideas, a quién le interesa la poesía, nadie la lee ni entiende. Incluso ha pensado en retomar sus clases de pintura en Bellas Artes, buscando otro camino de expresión…De pronto Bárbara, sentada en la arena apoya su cabeza entre las rodillas y tomándose la cara con ambas manos, solloza como una niña que no tiene claro porqué siente pena. El sol, en su plenitud divide cielo y tierra en azul intenso y verde esmeralda respectivamente, antes

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del mediodía. Se acerca la hora de la presentación y Bárbara, ya de vuelta en el hotel, se toma todo el tiempo necesario arreglándose para lucir un aspecto mejor. Después de la ducha, su pelo castaño oscuro brilla reflejando los últimos rayos de luz zodiacal, resaltando sus ojos pardos entre las facciones perfectas del rostro. Una blusa blanca de encaje, pantalón y mantilla negra en la espalda, más un ramo de azahar en la mano completan el atuendo. Antes de salir tiene una extraña sensación, la misma que siente desde que no autorizaron a su gran amiga y escritora, Alma del Canto, para realizar su presentación, con ella se sentiría mucho mejor en este momento tan importante de su vida. “Un día de abril, martillea aún con fuerzas en su cabeza cuando sale de la pieza a las siete de la tarde… El teatro, lugar donde generalmente se efectúan las ceremonias del Encuentro, aún permanece casi vacío cuando llega Bárbara, sólo una que otra persona de los diferentes países invitados conversa en voz baja o sencillamente, cada cual permanece en asientos aislados o arrinconadas en los extremos, como el grupo de uruguayas que divisa en ese momento. Sobre la mesa del escenario sólo hay un florero, algunos libros y un jarro con tres vasos para el agua. A ambos lados de las corridas de asientos, en vez de muros o telón de fondo, unas desteñidas cortinas verdes, caen pesadamente cubriendo casi la mitad de la mesa. Bárbara, como nunca, encuentra eterna la espera y una vez repleto el recinto, el Alcalde de la ciudad, dice unas palabras de bienvenida, también el Director del Ateneo, saluda cálidamente a los invitados agradeciéndoles su asistencia y realizando una breve reseña de la obra poética de Bárbara, quién permanece silenciosa a su lado. En seguida presentan a “un estrambótico escritor francés” vestido con chaqueta de buzo, quién canturreó con guitarra en mano, repitiendo incansable “no lo soporto…Ay…que me dejes…no lo puedo soportar…Ay, ay”“Un día de abril, comenzó a decir Bárbara, con triste y lejana voz, que no parecía la de ella misma…Cada vez más fuerte tiene un martilleo en las sienes, con ganas de llorar y escapar luego de allí. Entonces, lee muy rápido para finalizar luego y balbuceando algunas palabras ininteligibles de despedida, se levantó ansiosamente tomando junto con su libro el ramo de azahares entonces, se enreda con los pies en la cortina, agarrándola con fuerzas entre sus manos para no caer al suelo y comienza a caminar al mismo tiempo que penetra en un oscuro laberinto, tan desolado como desconocido, sin embargo, continúa avanzando extrañada sin imaginar que ha bajado redondeando la tarima hacia el fin del túnel que forma el espeso cortinaje a ambos lados, única razón por lo demás, del porqué no divisa ni un solo rostro ni menos encuentra salida del atolladero. Dónde está la gente piensa, mientras camina cabizbaja con la sensación que se ha develado ante ella, la otra cara del mundo real. Por fin, escucha los gritos desesperados de alguien, que corre detrás para sacarla oportunamente de la carpa circense, la que sólo se afirma de largos y gruesos palos enterrados en el piso de tierra…Una vez que sale al exterior, despeinada y confusa, fuera del tupido cortinaje, todavía agradece que al menos nadie, no tiene idea si por indiferencia o de buena educación, la mira con demasiada insistencia, seguramente para no avergonzarla más aún. Aquel día, Bárbara, prometió nunca más en la vida presentar un libro. Solamente con uno basta, incluso, ya tuvo de sobra con la experiencia. Después de algunos débiles y

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muy poco entusiastas aplausos de la gente, todos pasaron a un comedor amplio y mal iluminado, cayendo como estampida sobre la mesa y devorándose sólo en pocos minutos, los platillos con pan y galletas, y después de beber con asombrosa avidez todo el vino tinto que sirvieron los mozos rápidamente fueron retirándose del lugar.

Un disparo del Flash

Viviana despierta recordando claramente un sueño con sus padres y familiares muertos y piensa que, sólo a través de la memoria, puede rescatar tantos momentos felices del pasado. Con los años, todo la conmueve y sus ojos giran como un pequeño visor que siempre se encuentra con situaciones dramáticas, ya sea en la calle o frente al televisor: niños pobres, ancianos, campesinos le recuerdan lo difícil que resulta vivir en este mundo actual tan convulsionado y catastrófico. Algunos sentimientos entramados junto a cientos de figuras geométricas, la repliegan a un espacio poco iluminado y muros altísimos, más cuando el trabajo en la oficina se vuelve interminable mientras piensa en Gabrielito, su niño, quien pasa todo el día en el jardín y al que va a buscar corriendo justo a las seis de la tarde, o bien, si se atrasa, a casa de su abuela. Así y todo, a Vivi le agrada pensar que todo se puede arreglar en el futuro, para continuar sin desmayos en sus desvelos de madre soltera._ Acompáñame a vender una pulsera de oro, ya que no se puede usar en la calle debido a los continuos asaltos, le dijo un día por teléfono a Consuelo, su mejor amiga. Además, cualquier día se me puede perder y ya no quiero ningún recuerdo de Pato._ Vamos al mismo joyero a quien le vendí las colleras de oro de mi papá, contesta su amiga entusiasmada. El sábado te paso a buscar a las cinco y no tomes té antes de salir, porque después de pagar las cuentas nos comeremos un “sandwich-ito” para conversar. Tengo un vale del Metro con descuento para el Burger, así que yo invito._ Bueno, voy a dejar un rato a Gabriel con mi mamá.El sábado en la tarde, sentadas en el patio de comida de un conocido mall de la capital, Viviana y Consuelo, conversan animadamente tomándose un helado de yogurt como postre y endulzar sus vidas. _ Oye, cómo van las cosas en la escuela, pregunta Vivi._ Más o menos. Me rebajaron doscientos mil pesos de sueldo, también me quitaron algunas horas de clases, más encima, tengo que trabajar sábado por medio en las mañanas._ Qué lata, cómo sería si el colegio no perteneciera al Opus Dei, dice Vivi._ Sí, todos los días tengo que asistir a misa y confesión diaria, no puedo trabajar con pantalones ni blue jeans ni menos demasiado chascona, contesta._ Qué viejas tan lateras…Oye, cómo sigue tú mamá, dice Vivi cambiando de tema.

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_ Bien, ahora está con Claudia, no puedo dejarla sola en casa porque se acostumbró a salir al centro en Metro. Cómo lo hallas._ Una gracia a su edad, con más de ochenta años, contesta Vivi, saboreando con lentitud su delicioso helado de frutas silvestres. Y todavía está tu tía de visita, la hermana de tu mamá._ Sí, no sabes lo que pasó, la otra noche se levantó medio dormida a lavarse los dientes y como está medio cegatona, en vez de la pasta dental, tomó del botiquín una tintura de pelo argentina llamada Bonmetique. Para qué te cuento, se despellejó y se le hinchó toda la boca. Fue tragicómico y ni siquiera podíamos reírnos ante ella, dice Consuelo. _ Y aún continúa la misma nana en tu casa, la Marta, pregunta Vivi._ Claro, sigue igual de estrafalaria, llega siempre a las diez de la mañana, así que mi mamá queda sola todo ese tiempo, porque continúo saliendo a las seis y media de la mañana a trabajar, menos mal que ahora está mi tía, agrega Consuelo, un poco molesta._ Ah…Encuentro tan raro como habla tu nana, tiene un sonsonete muy especial al comenzar con su largo interrogatorio por el teléfono antes de comunicarme contigo. ¿Con todas las personas hace lo mismo?_ Sí, me imagino, ya se lo he dicho innumerables veces a mi mamá, continúa Consuelo, que la encuentro tan patuda y más encima siempre pasada a “copete”...Además, tú sabes bien que no la trago mucho, desde aquella vez en que me contestó muy mal y nos agarramos las dos._NOooo… Bueno si tú mamá no tiene problemas, mira si la Marta hace las cosas y además está todo el día en casa hasta que tú llegas, mejor no pienses mal y relájate mujer, finaliza Vivi, levantándose de pronto del asiento acordándose de Gabrielito.Pasan dos semanas y ahora la primavera enlaza los diferentes sentimientos que embargan a nuestra protagonista, formando un verdadero ramillete de alegres esperanzas que coloca en un florero chino sobre el arrimo de la chimenea. Después de rociar esas flores que nunca se marchitan porque nutren la vida cotidiana, Viviana comienza a escribir en una hoja reciclada de la oficina con el propósito de participar en un concurso de Cuentos. Muy distraída, apenas escucha la voz de su amiga Consuelo, saludándola cariñosamente por el teléfono._ Hola cómo estás, aún crees que tu nana no te puede ver ni dibujada._Sí no sabes nada, anteayer encontré dos clavos grandes, uno en cada zapallito italiano relleno a la hora de la comida, dice Consuelo dando fe hasta del número de pulgadas de éstos. Si no me fijo bien, ahora no te estaría contando el cuento…_ Todavía estás tomando antidepresivos, pregunta Vivi._ Sí, unos más fuertes aún, el siquiatra me los está quitando, poco a poco. Porqué._ Es mejor que los dejes de una vez y para siempre, pienso que te hacen mal._ Acaso crees que estoy inventando cosas, contesta Consuelo, alzando un poco la voz._ Perdona, no te enojes, todo lo que me dices resulta tan extraño, dice Vivi antes de cortar. Igual que en una “perfomance” artística, retornando a la realidad que recoge todos los fragmentos, a través de un vidrio blanco sobre otro y otro…Así, sucesivamente hasta el fin último que significa ver descarnadamente el sinsentido de la vida, piensa Vivi, algo triste a

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causa de la increíble depresión que está afectando en estos momentos a su amiga del alma, se siente muy afligida pues no tiene idea siquiera como puede ayudarla. Igual que en la emisión de colores de una toma fotográfica, entre el disparo del obturador y la apertura del diafragma: “Toda fuente de luz puede ser considerada un cuerpo negro”. Además, como la única forma de plasmar en un solo segundo un espacio de tiempo que, a diferencia de la retina, puede guardarse en un álbum y un día cualquiera nos puede refrescar la memoria, reflexiona Vivi, mirando con nostalgia una fotografía de sus padres con Gabrielito en brazos.

Una Mirada por la Ventana

La señora María, enfermera de profesión nunca se casó ni tuvo hijos, a los setenta y cinco años de edad todos los días camina varias cuadras a la redonda por recomendación del mismo médico que la operó del corazón hace un tiempo. A pesar, que pensó que hasta ahí no más había llegado, continúa vivita y coleando pues, nunca perdió la fe ni las esperanzas. Durante su paseo siempre se detiene ante la imagen de la Virgen del Rosario, al frente del Convento de los Mercedarios, a la vuelta de la esquina de su casa. Después de persignarse, enciende una vela, o bien, si le trae una flor de su jardín, ruega devotamente algunos minutos por su hermana inválida quién, había fallecido hace dos años atrás. Camina sin prisa y pensativa, comúnmente con las manos en los bolsillos porque nadie la espera en casa. Algunas veces, especialmente en primavera o verano, suele sentarse en la plaza del barrio a mirar jugar a la pelota a los escolares o simplemente para conversar con alguna vecina al mediodía. La última vez que la encontré, una mañana que salí de compras, recuerdo que le dije: _ Qué bien se ha recuperado de su operación, me alegro tanto por usted._ Fíjese que tengo buen ánimo para hacer las cosas como también salir a mis diligencias. Hoy día mismo me invitaron a almorzar a la casa de un sobrino muy cariñoso conmigo, quién vivió un tiempo en Estados Unidos, tiene dos hijos, es arquitecto y ahora se radicó en Chile nuevamente. Es el único pariente que tengo, le llevo de regalo un reloj de bolsillo que perteneció a mi padre, también algunos mapas y planos que él mismo realizó de la casa. Usted sabe que mi padre también era arquitecto. Para qué guardo tantas cosas, así me desprendo poco a poco, de algunas. Es increíble como se heredan las vocaciones, el hijo menor de mi sobrino también estudia lo mismo, terminó diciendo la Mariíta, frotándose las manos con expresión de orgullo y con su voz quebrantada de la emoción. _ Pienso dejarle mi casa a él y mis pocas pertenencias a una vecina que se preocupa cuidándome cuando

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estoy mal de salud. Nunca le abro la puerta a nadie, usted sabe que la gente está muy mala y hasta llegan a matar por mil pesos, dijo antes de despedirse continuando su camino.Pasaron cerca de dos meses y llegó el día del Censo Nacional. Cristián P., alumno de un prestigioso liceo santiaguino, salió muy contento de su casa porque que él mismo se ofreció con entusiasmo para realizar las encuestas necesarias y recorrer el barrio de la señora María. El último miércoles de abril amaneció frío y algo lluvioso. Un bus que esperaba en la puerta del Liceo lo llevó hasta Lo Prado y una vez allí, comenzó a caminar hasta la cuadra que se le había destinado, entonces, observó la primera casa color amarillento de la esquina, bastante deteriorada y pegada a la vereda. Una anciana lo mira con curiosidad desde el interior de una ventanilla repleta de macetas con rojas gardenias y de donde emana un fuerte olor a parafina. Cristián, se detuvo golpeando suavemente en el número 352 de la calle Isla Desolación, arreglándose antes muy bien la bufanda y el pelo, aguardando con ansias su primera entrevista. No tardó en escuchar un ruido de llaves del interior, entonces apareció en el umbral la misma anciana con una desteñida bata de levantarse y un gorro rojo de lana. Cristián mostrando su credencial dijo con timidez _ Soy del censo._ Adelante joven contestó amable la mujer, abriendo la puerta hasta atrás._ Cristián, entró al pequeño living donde observó un viejo sofá, una mesita con un televisor blanco y negro, más una silla. Al otro extremo de la habitación, una mesa de comedor pequeña cubierta con un mantel plástico de cuadrillé blanco y rojo con la taza del desayuno todavía encima, producen una triste impresión al joven convencido de la triste soledad de la anciana. Íntimamente hace una rápida comparación con su abuela materna, más que nada cuando la señora María, no comprende ni escucha muy bien las preguntas de la encuesta. La voz de la mujer a punto de extinguirse igual que el sonido que hace una radio mal sintonizada le confiere a ésta un aspecto lejano como salido de un túnel del tiempo. Cristián, con paciencia repite varias veces las mismas preguntas con fuerte voz para que la señora María escuche bien. Después de beber hasta el fondo un deslavado jugo que cariñosamente le sirvió la anciana, Cristián, tendiendo su mano dijo. _ Bueno señora María, debe cuidarse mucho, muchas gracias. Hasta luego. Una vez en la calle con una expresión melancólica en los ojos, los que se apiadan de la solitaria dama, ya que así le habían enseñado a referirse de las personas como ella, comenzó a caminar por la vereda. Una brisa fresca agitó un poco el pelo de su frente y antes de golpear en la casa vecina, Cristián, vuelve su cabeza para dar una última mirada a la ventana donde la señora María, sonriendo con sus ojillos brillantes se despide cálidamente agitando ambas manos en señal de adiós.

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Las Torres Gemelas

ssegundo martes de septiembre, María de los Ángeles, se levantó más temprano que de costumbre para ir a su oficina, semana tras semana, entre alegrías y penas, desde su juventud casi nunca se tomaba un descanso. Sus días transcurrían entre el apego a su trabajo y, de vez en cuando, una que otra salida con un grupo reducido de selectos amigos que conocía desde que comenzó a residir en Nueva Cork, cinco años atrás. De origen latino, 35 años, soltera y buena moza, (como dicen en Chile) sin sobresaltos económicos gracias a su habilidad para los negocios, dedica el tiempo completo a la venta de seguros en la oficina S.K. con varias sucursales en otras grandes ciudades del mundo, como la ubicada en la torre uno, World Traed Center, hacia donde ahora se dirige. Vestida con un elegante traje de dos piezas azul y una fina blusa de broderie blanca, se acentúa mucho más el color mate de su rostro además enmarcado por su abundante cabello castaño rizado. A las siete diez en punto de la mañana, salió de su lujoso departamento con un maletín de cuero negro lleno de documentos en una de sus manos.

Mientras camina en dirección a la estación del metro, recibió e hizo varias llamadas a través del celular, recordándole flores, galletas y otros detalles a su secretaria, quien es la encargada de preparar una reunión programada a las nueve de la mañana, la que debía resultar perfecta, pues se trataba de negociar con altos ejecutivos japoneses de una empresa constructora muy importante. En su ánimo tranquilo como en sus ojos serenos, nada hacía presagiar los tristes acontecimientos que viviría sólo unas pocas horas más adelante. En el metro, la mayoría de la gente permanecía silenciosa, con aire indiferente como de preocupación en sus miradas, igual que si hubieran pasado la noche en vela. Nadie se mira entre sí por miedo a revelar los secretos más íntimos escondidos en la profundidad de su conciencia.M. A., encontró a duras penas un asiento al lado de una ventanilla y en seguida se hundió en sus pensamientos. En la noche anterior, su madre viuda como también su única hermana menor le habían confirmado al fin su visita largamente esperada y postergada por diferentes razones, entre ellas la enfermedad incurable de esta última, quien residía y trabajaba en Boston hasta que, su madre, decidió hacerse cargo de los cuidados y de la compañía tan necesaria en esos difíciles momentos. Entonces ambas abordarían el avión en Nueva Jersey, ciudad donde su hermana había sido invitada insistentemente por una ex compañera de colegio. Desde que tenía memoria ayudó a ambas con algún dinero para sus gastos e incluso con los pasajes para viajar en las vacaciones, por lo demás siempre abriga las esperanzas de que alguna vez se instalen definitivamente a vivir todas juntas. Sólo era cosa de tiempo. Una vez fuera del metro, M.A, volvió a sus preocupaciones habituales e inmediatamente sus pasos se confundieron con el tráfago inmenso de la ciudad algo fría y otoñal.

A las ocho y diez en punto, como todos los días, entró a la torre resplandeciente y saludando a varias personas conocidas se perdió de pronto en uno de los múltiples

El

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ascensores repletos de gente. Todo era pulcritud y orden, especialmente en su oficina y comenzando por su secretaria, quien muy bien maquillada y vestida para la ocasión la saludó amablemente. Comenzaron de inmediato los últimos preparativos para la reunión mientras los minutos transcurrían entre un torrente de papeles cuando los primeros rayos del sol hacían notar su débil aparición. Entonces, M.A, sumida silenciosamente en su trabajo escuchó el lejano motor de un avión que la trajo a la realidad y, aunque, faltaban algunos minutos para las nueve, ya el timbre anunciaba con insistencia la llegada de una persona justo en el momento preciso cuando el ruido del avión antes lejano se fue acrecentando, entonces llama a su secretaria y asomándose a la ventana miró con sorpresa un avión Airlines aproximándose como una flecha entre los rascacielos, a muy baja altura y en dirección directa a la torre, casi encima de ella, entonces horrorizada presenció una gran llamarada producto de la colisión además del gran estruendo que sobrevino enseguida.

De allí en adelante todo fue un caos, la gente corría despavorida en busca de salvación, dejando zapatos y cosas regadas por el suelo en medio de una atroz confusión, gritos, sonajera de vidrios y un olor profundo a combustible acrecentándose cada vez más. M.A, se abalanza a descender las escaleras presurizadas de emergencia, como trastornada y presa del miedo mientras, una espesa bruma ya no dejaba ver claramente los rostros. De pronto, la voz amada de “alguien”, que la toma cariñosamente de una mano le recordó a su querida madre cuando avanzaba hacia una salida donde llegó sin saber cómo. Una vez abajo continuó corriendo hasta salir de ese infierno y llegar a la calle donde otros afortunados como ella corrían aterrorizados sin mirar atrás, hasta perderse, empolvados completamente como estatuas de sal, desde la cabeza hasta los pies y justo en el mismo instante en que se escuchó un segundo impacto de avión en la otra torre gemela.

Sólo algunas horas más tarde, una vez en su departamento M.A, se enteró por las noticias de la televisión que se trató de un ataque terrorista que había secuestrado aviones comerciales, confirmando con estupor que en uno de ellos, en el primero, viajaban su querida madre y hermana...

Diversión, samba y sol

Ángel y Loreto, llevan algún tiempo viviendo juntos. Médico y sicóloga, sin duda forman una pareja dispar, y así como se aman suelen odiarse después de largas jornadas de trabajo en un hospital durante las mañanas y también realizando consultas en una prestigiosa clínica privada de Santiago. Ángel, de carácter bastante abúlico tiene como única entretención pasar horas frente al computador después del trabajo. Loreto, muchas veces

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incluso ha pensado en enviarlo a dormir al living, cansada porque se despierta con el ruido que hace Ángel antes de acostarse en la madrugada. Algún tiempo, ella pensó en volver a vivir sola nuevamente, pero aún lo ama aunque este hombre la mate del aburrimiento. En las noches después de comer algo liviano Loreto, impuso a Ángel algunas obligaciones como ayudarla en la cocina y ordenar un poco el departamento en general, sin embargo, después él siempre encuentra un motivo para escabullirse en silencio a encender el computador. Loreto, en cambio después de ordenar su ropa para el otro día, ritualmente escucha las noticias de la televisión mientras se saca el maquillaje y enseguida antes de dormirse lee una hora algún libro que siempre hay en su velador. Aburrida de la rutina, un día, propuso a Ángel hacer un viaje el próximo verano._ Bueno, dijo él, preocúpate de todo porque tengo turnos extras._ Y adónde vamos._ A cualquier parte, a dónde quieras finalizó él. Loreto, en sus horas libres contrató un tour Via Tam a Florianópolis- Curitiba, con siete noches de alojamiento incluido los desayunos brasileros, más siete cenas buffet y algunos tours. Se sentía muy contenta y entusiasta con la idea de conocer otras playas para variar y divertirse, muy segura de que Ángel se olvidaría un poco de su pasatiempo. El veinte de febrero a las nueve de la mañana, el avión aterrizó en Florianópolis y un “transfer” los esperaba en el aeropuerto para llevarlos al hotel Atoba Praia con una hermosa vista al mar. Después de arreglar sus cosas en la habitación y cambiarse ropas más ligeras, bajaron a tomar desayuno con sucos, frutas y yogur en abundancia los que Loreto disfrutó como nunca, en cambio Ángel apenas prueba su café con tostada y miel. _Vamos a la sala del chat a comunicar que llegamos bien, dijo él. Una vez en la playa, caminaron sin rumbo por varios minutos los que a Loreto le parecieron interminables debido al calor sofocante, ya que Ángel no quiso sentarse ni sacarse la ropa. Loreto que ya no soporta más, de pronto corre hacia el mar hundiéndose en las olas para refrescarse y, una vez en la arena, se rocía protector solar en todo el cuerpo antes de acostarse en su toalla. Ángel, en una silla no decide aún sacarse la ropa por temor a quemar su piel tan alba como la nieve. No puede negar sus ancestros alemanes, ojos celestes y mejillas sonrosadas, le dan el aspecto de alguien que promociona una cerveza alemana. Sólo le falta el gorro tirolés. Durante la hora del almuerzo Loreto, buscó algunas caras conocidas de chilenos que alojaban allí mismo para conversar y ellos le informaron del paseo a Cristo Luz, antes del atardecer. Llegada la noche, Loreto divisa las luces lejanas de toda la bahía desde una pequeña loma mientras, Cristo en la Cruz, ilumina como un padre amoroso a los turistas. Loreto, muy emocionada toma una mano de Ángel, quién impasible saca innumerables fotos al Cristo Luz desde todos los ángulos y colores posibles, hasta que Loreto cansada comienza a bajar ladeando el pequeño cerro detrás de la gente que ya apenas se divisa en la oscuridad, alcanzando rápidamente a dos hermanas chilenas con las que se fue conversando animadamente. Al día siguiente, igual que en los anteriores, se levantaron a las siete de la mañana para un tour a la Colonia Blumenau, Loreto pensó que Ángel disfrutaría mucho del paseo pero, éste comportándose tan indiferente como siempre sólo compró de recuerdo dos vasos de cerveza para sus padres, sin hacer mayores

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comentarios. Después del viaje, muy cansados y bastante relajados llegaron a dormir porque al día siguiente harían un paseo en barco a la playa Laranjeira motivo por el que tenían que levantarse nuevamente muy temprano. La playa resultó con paisajes paradisíacos y tan arenas blancas que Loreto, por un momento se sintió casi feliz tomando sol al lado de Ángel, quien comenzó los preparativos para ir a bucear a una isla cercana. A las dos de la tarde, Loreto, miró desaparecer la pequeña embarcación en el mar azul. Después de dormitar un rato la despertó el ruido de la gente bailando samba con la música de un altoparlante a todo volumen. El mismo guía afro americano alto y musculoso del barco, le enseña en ese momento a un grupo a bailar con ritmo frenético y Loreto, levantándose de la arena se une alegremente a ellos. Mientras cimbra su delgado talle con soltura, de pronto el guía muy cercano la toma por sorpresa con ambas manos de la cintura y comienza a moverse, apretándola más y más con su cuerpo ardiente, entonces ella dejándose llevar del ritmo levanta sus brazos por encima de su cabeza y acerca la de él junto a sus mejillas, frotando su cuerpo con el moreno sin saber porqué lo hacía, en un juego de movimientos susurrantes y en un arranque insolente, sólo por desconsuelo ante la actitud cada vez más indiferente de Ángel. Continuó bailando la tarde entera hasta que desapareció el sol, así como también la gente. Loreto llevada por un deseo incapaz de resistirse voló extasiada en alas de sus impulsos en brazos del guía y en su mirada opaca, donde se congeló todo posible sentimiento amoroso, a pesar, que años después, aún sueña en las noches con el moreno. Loreto, volvió al hotel sólo una hora antes que Ángel, quien como llegó tan agotado se quedó inmediatamente dormido encima de la cama y ella antes de bajar lo cubrió con su pareo y bajó sola un rato al comedor donde después de comer algo liviano, bebió una caipiriña para celebrar junto a toda la gente, su última noche en Curitiba. En el aeropuerto de Pudahuel pocos momentos después de descender del avión, como ambos no tenían que trabajar todavía, Ángel, invitó a Loreto al cine porque le confesó que hace mucho tiempo tenía ganas de ver la película chilena “El Rey de los Huevones”. Idea que Loreto inmediatamente aceptó encantada, esperando con ansias que llegara muy pronto el día siguiente para disfrutar de la cinta con un agrado especial.

Una Mujer horadada

Vamos a tomar pronto todos juntos el tren nocturno, pues faltan horas de desvelo aún, se necesita mucho cincel y martillo para alivianar un poco los sueños, aquellos que es muy posible que se cumplan un día bajo la sombra de los cimientos o arriba de una estrella herida por un relámpago salido de la mirada envidiosa del pez oscuro bajo la tierra. Por nuestros anhelos más banales. Como querer ser recordados en la memoria de miríadas que hoy tampoco existen, salvo en el humo que se llevó una nube". Dice Mario García. De la forma como tú quieras. Con los ojos en la espalda, una mujer "fragmentada", según sus propias palabras, a ella la horadaron con un sable traicionero por todas partes, mientras la noche pétrea

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cae sin compasión sobre la ciudad desvelada, escarchando las penas prendidas del árbol que está al fondo del patio. Hay que apresurarse, para desleír los segundos en los huesos que comenzaron a corroerse dentro de las cataratas, pues quedaron aplastados entre las páginas del Libro sin fin, igual a la película de Charles Chaplin en la matiné dominical. Alguien corrió las cortinas de organdí, para sentir el paso del aire al compás de los acordes infinitos del tiempo sobre un campo de malezas. Abriendo una brecha insondable en la muralla.Obsesión de Mario García y sus mujeres de piedra. Poeta del año 1960. Producto del Taller Literario de Miguel Arreche en la Municipalidad de Macul. Por su corta edad, escribe con letra cuneiforme sobre tablillas, algunos jeroglíficos que aún están en estudio por aquellos grandes entendidos en la materia y motivo por lo que estuvo a punto de ser desalojado de su propia casa y condenado por sus vecinos en varias ocasiones, siendo declarado Hijo Molestoso y Desagradable de la Comuna de Macul, especialmente por su afición a trabajar en las noches. De otras malas costumbres poco se sabe aún, salvo que se alimenta de frutas, porque hace años que no come carne y bebe solamente agüita de hierbas, desde que enfermó gravemente al desayunar sólo champagne con helado de piña desde adolescente. Se hizo muy popular y admirado en el Taller, más que nada entre las niñas y otras no tanto, por su cariñosa afición a regalar chocolates, pero muy pronto, su fama de "enfant terrible" se extendió como el fuego cuando no aparecía con las tareas literarias a tiempo. Ahora con el tiempo se conoce de sobra el motivo. Obsesión de nunca acabar que recién está comenzando. Mujeres deformadas, seres míticos, mientras el mundo continúa su marcha sin inmutarse, bajo el mismo hilo conductor de hace siglos, buscando entre los escombros el papel de su propia identidad. Con cincel y martillo desparrama sus trozos en medio de la noche desierta, pues continúa muy enfrascado en funcionar bien y donde ya nunca más encajaron juntos, una vez que ambos se soltaron de las manos y la mujer escapa atrás de la línea durante la puesta del Sol. Del frío de la indiferencia, es que ambos no pueden tocarse aún.

Mito con Patas

Los primeros días de febrero y con un calor sofocante me encontré con Mario G. en la Feria del Libro usado en calle Sto. Domingo en pleno centro santiaguino._ Hola, al fin resucitaste, le dije. Cómo estás._ Bien, Italia y tú. Recién llegué de Papudo, porque ahora estoy trabajando ahí._ Ah, si lo hubiera sabido antes, contesté. Pasé diez días maravillosos allá mismo con mis nietos, los suegros de mi hija me prestaron su casa en diciembre._ Si hubiera sabido, te hubiera llevado a conocer mi taller…_ Hummm…Sí.

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Después de cachurear más de dos horas en mesones con libros de hojas amarillentas y en vista de que ya comenzaban a cerrar el lugar, después de ofrecerle mi auto hasta Pedro de Valdivia, ambos comenzamos a caminar con paso lento y pensativo hacia calle Alameda en busca del estacionamiento. A las diez y media de la noche comenzó a correr un airecillo bien fresco, casi frío. Algo después y frente a la bella fachada de la Iglesia de la Merced totalmente iluminada, me sentí presa de la nostalgia como una niña de veinte años mirando hacia el cielo del imponente lugar. En ese momento miré de reojo a Mario, quien como siempre cargaba en uno de sus brazos una pesada mochila negra con libros y sus figuras de piedra. Soy un “pica piedras”, se presenta siempre a sí mismo ante la gente que aún no lo conoce bien. Su pelo oscuro, brillante y ondulado cayó pesadamente como una cascada sobre su espalda cuando de pronto se saca una boina de cuero también negra que dejó totalmente al descubierto su cabeza y su frente húmedas con gotas de transpiración._ ¡Ah! Tienes el cabello largo y yo que pensé que te habías quedado calvo, comenté._ No, sonrió. En la parte de adelante me corto yo mismo el pelo porque me crece hacia adelante y me aburre un poco ya que lo tengo muy crespo y también igual que en esta ocasión se me pasa algo la mano (¿?)_ Me dijiste que estás trabajando, me alegro mucho, al fin decides aprovechar tu talento…Y has expuesto tus trabajos en algún lugar._ Sí, pero nunca solo, siempre con más gente, se apresuró a decir._ Porqué. ¿No te atreves, a qué le temes tanto? contesté._ Sucede que no estoy dispuesto a vender ninguna de mis cosas, entonces en esas condiciones a ningún galerista puede interesarle._ No piensas que es un poco egoísta de tu parte esa posición al respecto, alguien puede ser feliz en adquirir alguna escultura para sí. Quizás podrías hacer algunas copias, hay algo muy especial también en eso de desprenderse con alegría de las cosas que uno hace…_ Es que yo solo lo veo como un acto de vanidad, más que nada, contestó Mario muy serio. Así solamente a uno lo alaban como a la vez critican, dejándolo caer después como quieran. Además, me exigen trabajar con tiempos determinados y me estreso demasiado, entonces después finalizo en el médico, en cambio ahora hasta puedo tomar un poco de trago. Mira con dos trabajos que le envío a un amigo que vive en España, puedo vivir tranquilo todo el resto del año sin mayores problemas, como aún ni siquiera tengo hijos._ ¿Ni señora tampoco? Respondo con ironía._ No, ya sabes que terminé para siempre con la Erika…_ ¿Ah, sí? Bueno, ahora debes pensar un poco en tu vida, porqué no te vas a Europa._ Mis amigos siempre me dicen lo mismo, pero no puedo hacerlo ya que debo cuidar a mis padres ancianos. Como soy hijo único, voy día por medio a darles sus medicamentos y los vecinos me cuentan que mi mamá sale a regar el pasto a las cuatro de la mañana y al otro día sale a comprar con toda la blusa sucia. En cuanto a mi papá lo único que hace es leer el diario todo el día sentado en el living. Ahora ya sé a quién salí, dice Mario, mis viejos son un “caso” pero me siento en la obligación de cuidarlos, aunque ya no viva con ellos que

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me lo dieron todo. Una vez quisieron adoptar un hijo y yo no se los permití, quizá haya cometido un grave error…_ Sabes lo que pienso, creo que son disculpas solamente porque no quieres tomar las riendas de tu vida, algo temeroso. Tienes que dar el salto de una vez por todo, ya no eres un adolescente, tienes 40 años y es hora de cortar el hilo, le dije._ Por eso ahora estoy escribiendo otra vez, los domingos en la tarde voy al taller de Paz Molina en el café Literario de Providencia ¿Vamos, te entusiasmas también con la idea?_ La verdad es que por el momento no mucho, de pronto siento que…_ Me contaron que hay un Encuentro en Brasil, ahora que tienes una nuera de Río de Janeiro, me interrumpe Mario, agregando que incluso la Paz le contó que también pueden ir hombres. Mira vamos al taller y presenta algunos trabajos para que te conozcan un poco mejor._ Sería feliz si me invitaran contesté pero, el día domingo es un poco complicado para mí ya que por lo general almuerzo con mis hijos y nietos. Bueno pero resumiendo, finalmente: te consideras un Escultor que escribe o un Escritor que esculpe, pregunto un poco antes de llegar._ Creo que ambas cosas, contesta evadiendo mirarme a través de sus oscuros y gruesos lentes ópticos que encubren más que nada su pensamiento. Después de una despedida rápida cuando se baja del auto en Irarrázaval con Pedro de Valdivia y mientras continúo mi camino, pienso que Mario solo es un Mito entre el ambiente literario santiaguino, donde cada escritor se inventa un personaje que calce bien a su medida. Es un Escritor que nadie ha leído nunca lo que escribe y un Escultor, que hace mujeres imaginarias de piedra y las que prefiere “enterrar” antes que nadie las mire ni menos nadie las toque con sus manos, algo privativo suyo y de nadie más. Dicho por él mismo: “la tierra las preservará intactas” para las generaciones del futuro, aquellas que seguramente poseerán más mérito que nosotros para sostenerlas con amor, entregándoles un lugar privilegiado para ser admiradas hasta la eternidad.

El Guardián de la Virgen

El domingo 24 de diciembre amaneció con el cielo cubierto y un viento juguetón sobre la ciudad en calma. A las diez en punto de la mañana, esta vez no fueron los ladridos de Ronco los que me obligaron a abrir los ojos, sino un extraño silencio. Corrí las cortinas y bajo la imagen de la Virgen de la Merced, frente a mi ventana, aún ardían algunas velas chorreando cera hasta la vereda, pero Ronco, el perro negro abandonado por sus dueños cuando se cambiaron de domicilio, no se divisaba por ningún lado. El plato de agua que

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nunca le faltó gracias a un vecino de buen corazón, se encontraba vacío a un lado de la ventanilla de vidrio aún con las luces encendidas ¡Qué raro, pensé! Dónde se habrá metido Ronco durante la noche, quizá alguien compadecido de su suerte le abre la puerta de su casa y así no duerme a la intemperie ni tampoco bajo de los automóviles, donde se protege del frío de la noche y especialmente de la madrugada. Después de tomar café pensando en los últimos preparativos de la cena Navideña, miré el regalo de Ronco que yo misma había dejado en el árbol, un gran paquete de alimento que le llevaría al vecino, un músico joven y delgado que vive justo al lado de mi casa, a quién escucho con placer tocar guitarra y siempre miro alimentar al perro. Antes de salir de compras, pregunté al guitarrista por Ronco. _No sé donde está, me contestó, desde que me robaron el auto de la calle. Como siempre ladró mucho antes del alba, lo que no me extrañó pero, en la mañana después de levantarme me encontré con la sorpresa: sin auto y a Ronco igual que si se lo hubiera tragado la tierra. Después cenar y repartir los regalos, aquella Navidad solo quedó el suyo en el árbol como único testigo de su ausencia…

Fin de semana

Cuando Macarena abrió la ventana, el primer sábado de diciembre, entró un fuerte aroma a Flor de Manzano, colonia suave que perfumó a una generación entera de quinceañeras durante la década de los años sesenta. Se sentó un momento en el sillón cama de la pieza de alojados, para echar a rodar los sueños que desde muy temprano cantan y repiten sin cansancio ¿Has visto a mi tío Agustín?, mientras la radio transmite un programa de música seria, todas las almas gritan un slogan en la voz del camión municipal ¡No lance la basura al suelo! "Con un milagro de primavera rechinan las rejas del barrio residencial donde vive, un perro ladra de rabia y salen las nanas a comprar el pan con un llamativo vestido dominical. A las seis y media un choroy lanza su proclama: abran las ventanas hasta atrás, el eclipse ya pasó, hasta el año dos mil diez no habrá otro igual", terminó de escribir la Maca y recordó que todavía no iba a la feria a comprar lechugas, ya eran las diez de la mañana y parece que contigo nunca más "puro pan y cebolla", gritó Alberto antes de salir dando un tremendo portazo. ¡Quiero comida y no chatarra, pues no sé qué haces el día entero mientras yo trabajo como un animal! Seguramente nadie tiene más de lo que necesita y ella tenía con creces una vida plena y tranquila. Sus ojos se sumergieron nuevamente al fondo del parque de los mercedarios, aquel montaje desplegado sin compasión por el gran verdor que delira tanta locura, dejándola inmóvil otra vez durante interminables minutos, mientras algunos automóviles anuncian sobre la marcha fenómenos inigualables, como la Luna difuminándose aún en el cielo a esa hora de la mañana. Un monótono borboteo de la llave mala del lavamanos acrecienta una avalancha de recuerdos inclementes que la sumen en una gran nostalgia, hostigándola hasta tal punto, que

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no la dejan moverse del lugar. Los pájaros giran el placer de las paredes llenas con imágenes fosforescentes, despertando los presagios semidormidos en un leve abandono que le entrecierra los párpados, hasta encender la alerta atrasada con la hora de levantarse. Una fotografía de Carlos en el velador, la mira en forma inquisidora y una leve brisa mueve las cortinas hasta atrás, avivando los sortilegios errantes, mientras las horas avanzan con su fuego escarlata. Al abrir de nuevo los ojos, divisó un palomo recién nacido, casi desplumado arriba de los cables telegráficos, pero saltó asustadísima cuando recordó que la Mariposa había parido hace poco dos gatos preciosos, algo moteaditos blanco con negro y bajó corriendo la escala para darles de beber un poco de leche.

Hay olor a edad

Igual que un moscardón, el llanto de una sirena se aleja y después vuelve cada vez con más insistencia, durante aquella tarde de un domingo cualquiera al comenzar el mes de noviembre. Los rayos del sol, se filtran a través de las hojas de los plátanos orientales de la calle y penetran por la ventana del dormitorio, describiendo un balanceo nervioso con sus ramas, lo que a momentos, parecen brazos alargándose hasta alcanzar el interior. Todo está muy silencioso, salvo el runruneo que persiste en volver cada cierto espacio de tiempo indefinido, que tal vez podría tratarse de horas o de segundos... Acurrucada como una oruga trata de no pensar más en nada y fijando la mirada en las cortinas algo desteñidas y parchadas, abre los ojos nuevamente cuando ya son las siete de la tarde. Las pupilas están rojas y siente su pelo enmarañado que le cubre toda la frente, dándole un aspecto desgreñado y de pronto, se levanta de un salto para mirar la puerta de calle desde la escala, abierta de par en par, y sólo se tranquiliza al recordar que hoy era domingo y quiso cerciorarse bien de que los niños no se encontraran jugando solos en la vereda. Efectivamente allí estaban con Ricardo su padre, quien fumaba y leía el diario sentado en el alero de la puerta de entrada. El tono rosa del cielo, como también algunos nubarrones violetas, acapararon sus ojos algo empañados todavía por el sueño y se recostó nuevamente en la cama donde volvió a dormirse hasta la mañana siguiente.

Una mañana de agosto.

Cuando a Dina se le perdieron las llaves del cajón, dio vueltas la casa patas para arriba buscándolas, por cielo y tierra, hasta que vació la cartera, desparramando sobre el cubrecama pinches, aspirinas, lápices labiales, boletas, aros, scotch, cremas, monedas y otra gran variedad de cosas, imposibles de enumerarlas todas, y siempre en espera, de un orden que prometía

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hacer y que nunca cumplió, "por falta de tiempo". Enseguida salió a caminar hasta la plaza cercana para relajarse un poco, lugar donde se refugiaba muchas veces, tanto del barullo continuo, como de la televisión o del teléfono que no cesan de sonar, más cuando los niños están en la casa. Allí se tranquilizó por algunos momentos, mirando como los estudiantes jugaban felices con el aire perfumado de los cerezos florecidos, mientras una retahíla de recuerdos, comenzó a formar una nube pasajera sobre el banco de piedras donde se encontraba, sombreando poco a poco, la armonía de esa mañana al finalizar agosto. Un airecillo fresco levantó un remolino de polvo hasta las nubes, evaporando todo lo que encontraba a su paso, llevándose la claridad donde reverbera el sosiego de las horas, sin anteojos aún y, deslizando algunas gotas, desde los cúmulos hasta la calzada, donde comenzaban a circular los primeros automóviles al trabajo, reflejando en el espejo retrovisor, aquellos sombríos problemas del vivir cotidiano y soslayando los cambios expresivos del rostro en los arbustos, bastante secos con el invierno. A medida que trataba de recordar, dónde habría guardado esas llaves, justo ahora, que necesitaba llevar ese importante papel a la notaría, mientras más penetraba en ese oscuro pasillo de la memoria, éste se adensaba cada vez, hasta que decidió no volver a pensar en el asunto y, pedir mientras tanto, una copia del documento y, así, sortear de esta manera el problema, aunque fuera momentáneamente. Pues todos los días se repetían lo mismo en su quehacer, salir corriendo, ya sea, por una razón u otra, al banco, supermercado o reuniones de padres, envuelta en un vendaval que no terminaba nunca, hasta que llegaba la noche y caía rendida en la cama, entonces, por algunos segundos, tenía la impresión que el reloj del velador inventaba ese silencio con el que se desbocan los sueños sin cumplir aún, (y que nunca se cumplirán). Pero, lo más importante, sucedía cuando traspasaban esa alambrada que los separa de una triste realidad, desparramando una larga estela luminosa con sus ruedas de fuego, a todo su alrededor, e incluso, muchas veces, ayudados por la Luna que le daba un encanto especial a la noche, porque así, ella podía revocar todas sus penas hasta la mañana siguiente y apagar entonces, tranquilamente la razón con el lápiz invisible del tiempo y con el cual era posible escribir su porvenir en las paredes del cielo, mientras entrecierra los ojos, para no mirar la araña que tejía su hechizo en el cajón del closet, el cual ahora había quedado cerrado, quizá, para siempre. Así no se sorprenderá tanto con esos atropellados recuerdos, saliendo como aves nocturnas, hasta perderse ante sus ojos en el inmenso mar de la memoria, describiendo con sus olas embravecidas, todo el poder que todavía ejercen sobre ella, dejándola sumida en un desierto inhóspito y, en lo más íntimo de su ser, vagando por aquellas calles atestadas de gente sin rostro ni nombre, ya sea en las altas cumbres o en los arrecifes, y donde a nadie le importan sus preocupaciones. Entonces ella saca de nuevo unas fuerzas increíbles y evadiendo con bastante dificultad los escollos del camino cotidiano, vuelve a entrar en el jardín donde está la flor azul de su infancia, igual de resplandeciente que entonces, donde silba la brisa que trae el aroma de los dulces de leche que hacía su madre, deteniéndose allí durante algunos segundos. Hasta que divisa la puerta de la notaría, más allá de la esquina, justo cuando son las doce y aún no prepara el almuerzo y más encima, tiene que ir a buscar a

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los niños al colegio y para rematarla hay una fila interminable de gente esperándola en la notaría...