Cuento futuro.pdf

67
Cuento futuro Leopoldo Alas Clarín Obra reproducida sin responsabilidad editorial

Transcript of Cuento futuro.pdf

Page 1: Cuento futuro.pdf

Cuento futuro

Leopoldo Alas Clarín

Obr

a re

prod

ucid

a si

n re

spon

sabi

lidad

edi

toria

l

Page 2: Cuento futuro.pdf

Advertencia de Luarna Ediciones

Este es un libro de dominio público en tantoque los derechos de autor, según la legislaciónespañola han caducado.

Luarna lo presenta aquí como un obsequio asus clientes, dejando claro que:

1) La edición no está supervisada pornuestro departamento editorial, de for-ma que no nos responsabilizamos de lafidelidad del contenido del mismo.

2) Luarna sólo ha adaptado la obra paraque pueda ser fácilmente visible en loshabituales readers de seis pulgadas.

3) A todos los efectos no debe considerarsecomo un libro editado por Luarna.

www.luarna.com

Page 3: Cuento futuro.pdf

La humanidad de la tierra; se había cansadode dar vueltas mil y mil veces alrededor de lasmismas ideas, de las mismas costumbres, de losmismos dolores y de los mismos placeres. Has-ta se había cansado de dar vueltas alrededordel mismo sol. Este cansancio último lo habíadescubierto un poeta lírico del género de losdesesperados que, no sabiendo ya qué inventar,inventó eso: el cansancio del sol. El tal poeta erafrancés, como no podía menos, y decía en elprólogo de su libro, titulado Heliofobe: «C'estbte de tourner toujours comete c'à. A quoi boncette sotisse eternelle?... Le soleil, ce bourgeois,m'embète avec ses platitudes...», etc., etc.

El traductor español de este libro decía. «Esbestia esto de dar siempre vueltas así. ¿A québueno esta tontería eterna? El sol, ese burgués,me embiste con sus platitudes enojosas. Él creehacernos un gran favor quedándose ahí planta-do, sirviendo de fogón en esta gran cocina eco-nómica que se llama el sistema planetario. Los

Page 4: Cuento futuro.pdf

planetas son los pucheros puestos a la lumbre;y el himno de los astros, que Pitágoras creía oír,no es más que el grillo del hogar, el prosaicochisporroteo del carbón y el bullir del agua dela caldera... ¡Basta de olla podrida! Apaguemosel sol, aventemos las cenizas del hogar. El granhastío de la luz meridiana ha inspirado estepequeño libro. ¡Que él es sincero! ¡Que él es laexpresión fiel de un orgullo noble que despre-cia favores que no ha solicitado, halagos de losrayos lumínicos que le parecen cadenas inso-portables».

»Él tendrá bello el sol obstinándose en serbenéfico; al fin es un tirano; la emancipación dela humanidad no será completa hasta el día quedesatemos este yugo y dejemos de ser satélitesde ese reyezuelo miserable del día, vanidoso yfanfarrón, que después de todo no es más queun esclavo que signé la carrera triunfal de unseñor invisible».

Page 5: Cuento futuro.pdf

El prólogo seguía diciendo disparates que nohay tiempo para copiar aquí, y el traductor se-guía soltando galicismos.

Ello fue que el libro hizo furor, sobre todo enel África Central y en el Ecuador, donde todosaseguraban que el sol ya los tenía fritos.

Se vendieron 800 millones de ejemplaresfranceses y 300 ejemplares de la traducción es-pañola; verdad es que estos no en la Península,sino en América, donde continuaban los libre-ros haciendo su agosto sin necesidad de enten-derse con la antiquísima metrópoli.

Después del poeta vinieron los filósofos lospolíticos sosteniendo lo que ya se llamaba uni-versalmente la Heliofobia.

La ciencia discutió en Academias, Congresosy sección de variedades en los periódicos: 1.º, si lavida sería posible separando la Tierra del Sol ydejándola correr libre por el vacío hasta engan-

Page 6: Cuento futuro.pdf

charse con otro sistema; 2.º, si habría medio,dado lo mucho que las ciencias físicas habíanadelantado, de romper el vago de Febo y dejar-se caer en lo infinito.

Los sabios dijeron que sí y que no, y que quésabían ellos, respecto de ambas cuestiones.

Algunos especialistas prometieron romper lafuerza centrípeta como quien corta un pelo;pero pedían una subvención, y la mayor partede los Gobiernos seguían con el agua al cuello yno estaban para subvencionar estas cosas. EnEspaña, donde también había Gobierno y espe-cialistas, se redujo a prisión a varios arbitristasque ofrecieron romper toda relación solar en undos por tres.

Las oposiciones, que eran tantas como cabe-zas de familia había en la nación, pusieron elgrito en el cielo: dijeron los Perezistas y los Al-varezistas y los Gomezistas, etc., etc., que era

Page 7: Cuento futuro.pdf

preciso derribar aquel Gobierno opresor de laciencia, etc.

Los Obispos, contra los cuales hasta la fechano habían prevalecido las puertas del infierno,ensalzaban a todos los sabios e ignorantes quese declaraban heliófilos.

«Bueno estaba que se acabase el mundo; quepoco valía, pero debía acabarse como en el tex-to sagrado se tenía dicho que había de acabar, yno por enfriamiento, como sería seguro queconcluiría si en efecto nos alejábamos del sol...».

Una revista científica y retrógrada, que sellamaba La Harmonía, recordaba a los heliófobosuna porción de textos bíblicos, amenazándolescon el fin del mundo.

Decía el articulista:

«¡Ah, miserables! Queréis que la Tierra sesepare del Sol, huya del día, para convertirse en

Page 8: Cuento futuro.pdf

la estrella errática, a la cual está reservada eter-namente la obscuridad y las tinieblas, comodice San Judas Apóstol en su Epístola Univer-sal, v. 13. Queréis lo que ya está anunciado,queréis la muerte; pero oid la palabra de ver-dad:

«Y en aquellos días buscarán los hombres lamuerte, y no la hallarán; y desearán morir, y lamuerte huirá de ellos. (Apocalipsis, cap. IX, v.6.) -Porque vuestro tormento es como tormentode escorpión; vuestro mortal hastío, vuestroodio de la luz, vuestro afán de tinieblas, vues-tro cansancio de pensar y sentir, es tormento deescorpión; y queréis la muerte por huir de laslangostas de cola metálica con aguijones y con cabe-llo de mujer, por huir de las huestes de Abad-dón. En vano, en vano buscáis la muerte delmundo antes de que llegue su hora, y por otroscaminos de los que están anunciados. Vendrá lamuerte, sí, y bien pronto; se acabará el tiempo,como está escrito; los cuatro ángeles vendrán

Page 9: Cuento futuro.pdf

en su día para matar la tercera parte de loshombres. Pero no habéis de ser vosotros, mor-tales, quien dé las señales del exterminio. ¡Ah,teméis al sol! Sí, teméis que de él descienda elcastigo; teméis que el sol sea la copa de fuegoque ha de derramar el ángel sobre la tierra; te-méis quemaros con el calor, y morís blasfe-mando y sin arrepentiros, como está anuncia-do. (Apocalipsis, 16-9.) -En vano, en vano que-réis huir del sol, porque está escrito que estamiserable Babilonia será quemada con fuego.(Ibid., 18-8.)».

Los sabios y los filósofos nada dijeron a LaHarmonía, que no leían siquiera. Los periódicossatíricos con caricaturas fueron los que se en-cargaron de contestar al periodista babilónico,como le llamaron ellos, poniéndolo como ropade pascua, y en caricaturas de colores.

Un sabio muy acreditado, que acababa dedescubrir el bacillus del hambre, y libraba a lahumanidad doliente con inoculaciones de caldo

Page 10: Cuento futuro.pdf

gordo, sabio aclamado por el mundo entero, yque ya tenía en todos los continentes más esta-tuas que pelos en la cabeza, el Dr. Judas Adam-bis, natural de Mozambique, emporio de lasciencias a la sazón, Atenas moderna, JudasAdambis tomó cartas en el asunto y escribióuna Epístola Universal, cuya primera ediciónvendió por una porción de millones.

Un periódico popular de la época, conserva-dor todavía, daba cuenta de la carta del doctorAdambis, copiando los párrafos culminantes.

El periódico, que era español, decía: «Senti-mos no poder publicar íntegra esta interesantí-sima epístola, que esta, llamando la atención detodo el mundo civilizado, desde la Patagonia ala Mancha, y desde el helado hasta el ardientepolo; pero no podemos concederle más espacio,porque hoy es día de toros y de lotería, y nohemos de prescindir ni de la lista grande, ni dela corrida, la cual no pasó de mediana, entreparéntesis. Dice así el Dr. Judas Adambis:

Page 11: Cuento futuro.pdf

«...Yo creo que la humanidad de la tierradebe, en efecto, romper las cadenas que la suje-tan a este sistema planetario, miserable y mez-quino para los vuelos de la ambición del hom-bre. La solución que el poeta francés nos pro-puso es magnífica, sublime... pero no es másque poesía. Hablemos claro, señores. ¿Qué es loque se desea? Romper un yugo ominoso, comodicen los políticos avanzados de la cáscaraamarga. ¿Es que no puede llamarse la tierralibre e independiente, mientras viva sujeta a lacadena impalpable que la ata al sol y la luna dévueltas alrededor del astro tiránico, como elmono que, montado en un perro y con el cordelal cuello, describe circunferencias alrededor desu dueño haraposo? ¡Ah, no, señores! No esesto. Aquí hay algo más que esto. No negaré Yoque esta dependencia del sol nos humilla; sí,nuestro orgullo padece con semejante sujeción.Pero eso es lo de menos. Lo que quiere lahumanidad es algo más que librarse del sol... eslibrarse de la vida.

Page 12: Cuento futuro.pdf

»Lo que causa hastío insoportable a lahumanidad no es tanto que el sol esté plantadoen medio del corro, haciéndonos dar vueltas ala pista con sus latigazos de fuego, que unaantigüedad remota llamó las flechas de Apolo,como las vueltas mismas; esto, esto es lo tedio-so: este volteo por lo infinito. Hubo un tiempo,los sabios pueden decirlo, feliz para el mundo:fue el tiempo en que se creyó en el progresoindefinido.

»La ignorancia de tales épocas hacía creer alos pensadores que los adelantos que podíannotar en la vida humana, refiriéndose a los ci-clos históricos a que su escasa ciencia les permi-tía remontarse, eran buena prueba de que elprogreso era constante. Hoy nuestro conoci-miento de la historia del planeta no nos con-siente formarnos semejantes ilusiones; los cien-tos de siglos que antiguamente se atribuían a lavida humana como hipótesis atrevida, hoy sonperfectamente conocidos, con todos los porme-

Page 13: Cuento futuro.pdf

nores de su historia; hoy sabemos que el hom-bre vuelve siempre a las andadas, que nuestradescendencia está condenada a ser salvaje, ysus descendientes remotos a ser, como noso-tros, hombres aburridos de puro civilizados.Este es el volteo insoportable, aquí está la bro-ma pesada, lo que nos iguala al mísero histrióndel circo ecuestre... No se trata de una de tantasfilosofías pesimistas, charlatanas y cobardes quehan apestado al mundo. No se trata de unateoría, se trata de un hecho viril: del suicidiouniversal. La ciencia y las relaciones interna-cionales permiten hoy llevar a cabo tal intento.El que suscribe sabe cómo puede realizarse elsuicidio de todos los habitantes del globo en unmismo segundo. ¿Lo acepta la humanidad?».

Page 14: Cuento futuro.pdf

- II -

La idea de Judas Adambis era el secreto de-seo de la mayor parte de los humanos. Tanto sehabía progresado en psicología, que no habíaun mal zapatero de viejo que no fuera un Scho-penhauer perfeccionado. Ya todos los hombres,o casi todos, eran almas superiores aparte, l'eli-te, dilletanti, como ahora pueden serlo ErnestoRenán o Ernesto García Ladevese. En siglosremotos algunos literatos parisienses habíanconvenido en que ellos, unos diez o doce, eranlos cínicos que tenían dos dedos de frente; loscínicos que sabían que la vida era una banca-rrota, un aborto, etc., etc. Pues bueno; en tiem-pos de Adambis, la inmensa mayoría de lahumanidad estaba al cabo de la calle; casi todosestaban convencidos de eso, de que esto debíadar un estallido. Pero, ¿cómo estallar? Esta erala cuestión.

Page 15: Cuento futuro.pdf

El doctor Adambis, no sólo había encontradola fórmula de la aspiración universal, sino queprometía facilitar el medio de poner en prácticasu grandiosa idea. El suicidio individual noresolvía nada; los suicidios menudeaban; perolos partos felices mucho más. Crecía la pobla-ción que era un gusto, y, por ahí no se iba aninguna parte.

El suicidio en grandes masas se había ensa-yado varias veces, pero no bastaba. Además, lassociedades de suicidas o voluntarios de la muerte,que se habían creado en diferentes épocas, da-ban pésimos resultados; siempre salíamos conque los accionistas y los comanditarios de bue-na fe pagaban el pato, y los gestores sobreviví-an y quedaban gastándose los fondos de la so-ciedad. El caso era encontrar un medio pararealizar el suicidio universal.

Los Gobiernos de todos los países se enten-dieron con Judas Adambis, el cual dijo que loprimero que necesitaba, era un gran empréstito,

Page 16: Cuento futuro.pdf

y además, la seguridad de que todas las nacio-nes aceptaban su proyecto, pues sin esto norevelaría su secreto ni comenzarían los trabajospreparatorios de tan gran empresa.

Aunque ya no había Inglaterra hacía muchotiempo, pues se la había tragado el mar siglosatrás, no faltaban políticos anglómanos, y huboquien sacó a relucir el habeas corpus como ar-gumento en contra. Otros, no menos atrasados,hablaron de la representación de las minorías. Elloera que no todos, absolutamente todos loshombres aceptaban la muerte voluntaria.

El Papa, que vivía en Roma, ni más ni menosque San Pedro, dijo que ni él ni los Reyes podí-an estar conformes con lo del suicidio univer-sal; que así no se podían cumplir las profecías.Un poeta muy leído por el bello sexo, aseguróque el mundo era excelente, y que por lo me-nos, mientras él, el poeta, viviese y cantase, elquerer morir era prueba de muy mal gusto.

Page 17: Cuento futuro.pdf

Triunfó, a pesar de estas protestas y de lascorruptelas de algunos políticos atrasados, lagenuina interpretación de la soberanía nacional.Se puso a votación en todas las asambleas legis-lativas del mundo el suicidio universal, y entodas ellas fue aprobado por gran mayoría.

Pero, ¿qué se hizo con las minorías? Un es-critor de la época dijo que era imposible que elsuicidio universal se realizase desde el momen-to que existía una minoría que se oponía a ello.«No será suicidio, será asesinato, por lo quetoca a esa minoría».

«¡Sofisma! ¡Sofisma! ¡Metafísica! ¡Retórica!» -gritaron las mayorías furiosas-. «Las minorías,advirtió el doctor Adambis en otro folleto, cuyapropiedad vendió en cien millones de pesetas,las minorías no se suicidarán, es verdad; ¡pero lassuicidaremos!». Absurdo, se dirá. No, no es ab-surdo. Las minorías no se suicidarán, en cuantoindividuos, o per se; pero como de lo que setrata es del suicidio de la humanidad, que en

Page 18: Cuento futuro.pdf

cuanto colectividad es persona jurídica, y lapersona jurídica, ya desde el derecho romano,manifiesta su voluntad por la votación en ma-yoría absoluta, resulta que la minoría, en cuan-to parte de la humanidad, también se suicidará,per accidens».

Así se acordó. En una Asamblea universal,para elegir cuyos miembros hubo terribles dis-turbios, palos, pedradas, tiros (de modo y ma-nera que por poco se acaba la gente sin necesi-dad del suicidio); digo que en una Asambleauniversal se votó definitivamente el fin delmundo, por lo que tocaba a los hombres, y sedieron plenos poderes al doctor Adambis paraque cortara y rajara a su antojo.

El empréstito se había cubierto una vez ycuartillo (menos que el de Panamá), porque lahumanidad de entonces, como la de ahora, seprestaba a entusiasmarse, a suicidarse; se pres-taba a todo menos a prestar dinero.

Page 19: Cuento futuro.pdf

Con auxilio de los Gobiernos pudo Adambisllevar a cabo su obra magna, que por medio deaplicaciones mecánicas de condiciones quími-cas hoy desconocidas, puso a todos los hom-bres de la tierra en contacto con la muerte.

Se trataba de no sé qué diablo de fuerza re-cientemente descubierta que, mediante conduc-tores de no se sabe ahora qué género, convertíael globo en una gran red que encerraba en susmallas mortíferas a todos los hombres, velisnolis. Había la seguridad de que ni uno solopodría escaparse del estallido universal. Adam-bis recordó al público en otro folleto, al revelarsu invención, que ya un sabio antiquísimo quese llamaba, no estaba seguro si Renán o Fusti-gueras, había soñado con un poder que pusieraen manos de los sabios el destino de la huma-nidad, merced a una fuerza destructora descu-bierta por la ciencia. Aquel sueño de Fustigue-ras iba a realizarse; él, Adambis, dictador delexterminio, gracias al gran plebiscito que le

Page 20: Cuento futuro.pdf

había hecho verdugo del mundo, tirano de laagonía, iba a destruir a todos los hombres, ahacerlos reventar en un solo segundo, sin másque colocar un dedo sobre un botón.

Sin hacer caso de los gritos y protestas de laminoría, se dispuso en todos los países civiliza-dos, que eran todos los del mundo, cuanto eranecesario para la última hora de la humanidaddoliente. El ceremonial del tremendo trancecostó muchas discusiones y disgustos, y porpoco fracasa el gran proyecto por culpa de laetiqueta. ¿En qué traje, en qué postura, qué díay a qué hora debía estallar la humanidad?

Se aprobó que el traje fuese el de etiquetarigurosa entre las clases altas, y en las demás eltraje nacional. Se desechó una proposición desuicidarse en el traje de Adán, antes de lashojas de higuera. El que esto propuso, se fun-daba en que la humanidad debía terminar co-mo había empezado; pero como lo de Adán noera cosa segura, no se aprobó la idea. Además,

Page 21: Cuento futuro.pdf

era indecorosa. En cuanto a la postura, cadacual podía adoptar la que creyese más digna yelegante. ¿Día? Se designó el primero de año,por aquello de año nuevo, vida nueva. ¿Hora?Las doce del día, para que el sol aborrecidopresidiese, y pudiera dar testimonio de la su-prema resolución de los humanos.

El doctor Adambis pasó un atento B. L. M. atodos los habitantes del globo, avisándoles lahora y demás circunstancias del lance. Decía asíel documento:

«El doctor Judas Adambis

B. L. M.

al Sr. D...

y tiene el gusto de anunciarle que el día de añonuevo, a las doce de la mañana, por el meridia-no de tal, sentirá una gran conmoción en laespina dorsal; seguida de un tremendo estalli-

Page 22: Cuento futuro.pdf

do en el cerebro. No se asuste el Sr. D... porquela muerte será instantánea, y puede tener elconsuelo de que no quedará nadie para contar-lo. Ese estallido será el símbolo del supremomomento de la humanidad. Conviene tenerhecha la digestión del almuerzo para esa hora.

El doctor Judas Adambis aprovecha estaocasión para ofrecer... etc., etc., etc.».

Llegó el día de año nuevo, y a las once ymedia de la mañana el doctor Judas, acompa-ñado de su digna y bella esposa Evelina Apple,se presentó en el palacio en que residía la Co-misión internacional organizadora del suicidiouniversal.

Vestía el doctor rigoroso traje de luto, frac ycorbata negra y gasa en el sombrero. EvelinaApple, rubia, alta, de anchas caderas y vientrearrogante, de negro también, escotada y conmanga corta, daba el brazo a su digno esposo.La comisión en masa, de frac y corbata negra

Page 23: Cuento futuro.pdf

también, salió a recibirlos al vestíbulo. Entraronen el salón del Gran Aparato, sentáronse los es-posos en un trono, en sendos sillones; alrede-dor los comisionados, y en silencio todos espe-raron a que sonaran las doce en un gran relojde cuco, colocado detrás del trono. Delante deeste había una mesa pequeña, cuadrada, contabla de marfil. En medio de esta, un botónnegro, sencillísimo, atraía las miradas de todoslos presentes.

El reloj era una primorosa obra de arte. Esta-ba fabricado con material de un extraño pe-drusco que la ciencia actual permitía asegurarque era procedente del planeta Marte. No cabíaduda; era el proyectil de un cañonazo que noshabían disparado desde allá, no se sabía si enson de guerra o por ponerse al habla. De todassuertes, la tierra no había hecho caso, votadocomo estaba, ya el suicidio de todos.

La bala o lo que fuera se aprovechó parahacer el reloj en que había de sonar la hora su-

Page 24: Cuento futuro.pdf

prema. El cuco era un esqueleto de este pajarra-co. Entonces se le dio cuerda. No daba las me-dias horas ni los cuartos. De modo que sonaríapor primera y última vez a las doce.

Judas miró a Evelina con aire de triunfo a lasdoce menos un minuto. Entre los comisionadosya había cinco o seis muertos de miedo. Al co-misionado español se le ocurrió que iba a per-der la corrida del próximo domingo (los torosde invierno eran ya tan buenos como los deverano y viceversa) y se levantó diciendo... queél adoptaba el retraimiento y se retiraba.Adambis, sonriendo, le advirtió que era inútil,pues lo mismo estallaría su cerebro en la calleque en el puesto de honor. El español se sentó,dispuesto a morir como un valiente.

¡Plin! Con un estallido estridente se abrió laportezuela del reloj y apareció el esqueleto delcuco.

-¡Cucú, cucú!

Page 25: Cuento futuro.pdf

Gritó hasta seis veces, con largos intervalosde silencio.

-¡Una, dos!

Iba contando el doctor.

Evelina Apple fue la que miró entonces a sumarido con gesto de angustia y algo desconfia-da.

El doctor sonrió, y por debajo de la mesa quetenía delante dio a su mujer la mano. Evelina seasió a su marido como a un clavo ardiendo.

-¡Cucú...! ¡Cucú!

-¡Tres!... ¡Cuatro!

-¡Cucú! ¡Cucú!

-¡Cinco! ¡seis!... Adambis puso el dedo índicede la mano derecha sobre el botón negro.

Page 26: Cuento futuro.pdf

Los comisionados internacionales que aúnvivían, cerraron los ojos por no ver lo que ibapasar, y se dieron por muertos.

Sin embargo, el doctor no había oprimido elbotón.

La yema del dedo, de color de pipa culotada,permanecía sin temblar rozando ligeramente lasuperficie del botón frío de hierro.

-¡Cucú! ¡Cucú!

-¡Siete! ¡ocho!

-¡Cucú! ¡Cucú!

-¡Nueve! ¡diez!

Page 27: Cuento futuro.pdf

- III -

-¡Cucú!

-¡Once! -exclamó con voz solemne Adambis;y mientras el reloj repetía -¡Cucú!

En vez de decir: -¡Doce! Judas calló y opri-mió el botón negro.

Los comisionados permanecieron inmóvilesen su respectivo asiento. El doctor y su esposase miraron: pálido él y serio; ella, pálida tam-bién, pero sonriente.

-Te confieso -dijo Evelina- que al llegar elmomento terrible, temía que me jugaras unamala pasada.- Y apretó la mano de su marido,que tenía cogida por debajo de la mesa.

-¡Ya estamos solos en el mundo! -exclamó eldoctor con voz de bajo profundo, ensimismado.

Page 28: Cuento futuro.pdf

-¿Crees tú que no habrá quedado nadiemás?...

-Absolutamente nadie.

Evelina se acercó a su marido. Aquella sole-dad del mundo le daba miedo.

-De modo que, por lo pronto, todos esosseñores...

-Cadáveres. Ven, acércate.

-¡No, gracias!

El doctor descendió de su trono y se acercó alos bancos de los comisionados. Ninguno sehabía movido. Todos estaban perfectamentemuertos.

-Los más de ellos dan señales de haber su-cumbido antes de la descarga, de puro miedo.Lo mismo habrá pasado a muchos en el restodel mundo.

Page 29: Cuento futuro.pdf

-¡Qué horror! -gritó Evelina, que se habíaasomado a un balcón, del que se retiró corrien-do. Adambis miró a la calle, y en la gran plazaque rodeaba el palacio, vio un espectáculo tre-mendo, con el que no había contado, y que era,sin embargo, naturalísimo.

La multitud, cerca de 500.000 seres humanosque llenaba el círculo grandioso de la plaza,formando una masa compacta, apretada, decarne, no eran ya más que un inmenso montónde cadáveres, casi todos en pie. Un millón deojos abiertos, inmóviles, se fijaban con expre-sión de espanto en el balcón, cuyos balaustresoprimía el doctor con dedos crispados. Casitodas las bocas estaban abiertas también. Sólohabían caído a tierra los de las últimas filas, enlas bocacalles; sobre estos se inclinaban otrosque habían penetrado algo más en aquel marde hombres, y más adentro ya no había sinocadáveres tiesos, en pie, como cosidos unos aotros; muchos estaban todavía de puntillas, con

Page 30: Cuento futuro.pdf

las manos apoyadas en los hombros del quetenían delante. Ni un claro había en toda laplaza. Todo era una masa de carne muerta.

Balcones, ventanas, buhardillas y tejados,estaban cuajados de cadáveres también, y en lasramas de algunos árboles, y sobre los pedesta-les de las estatuas yacían pilluelos muertos,supinos, o de bruces, o colgados. El doctor sen-tía terribles remordimientos. -¡Había asesinadoa toda la humanidad!-. Dígase en su descargo -él había obrado de buena fe al proponer el sui-cidio universal.

¡Pero su mujer!... Evelina le tenía en un pu-ño.

Era la hermosa rubia de la minoría en aque-llo del suicidio; no tanto por horror a la muerte,como por llevarle la contraria a su marido.

Cuando vio que lo de morir todos iba deveras, tuvo una encerrona con su caro esposo; a

Page 31: Cuento futuro.pdf

la hora de acostarse, y en paños menores, con elpelo suelto, le puso las peras a cuarto; y unasveces llorando, otras riendo, ya altiva, yahumilde, ora sarcástica, ora patética, apuró losrecursos de su influencia para obligar a su Ju-das, si no a volverse atrás de lo prometido, acometer la felonía de hacer una excepción enaquella matanza.

-¿No tienes medio de salvarnos a ti y a mí?...

El doctor, aunque lo negó al principio, tuvoque confesar al fin que sí; que podían salvarseellos, pero sólo ellos.

Evelina no tenía amantes; se conformó consalvarse sola, pues su marido no era nadie paraella.

Adambis, que era celoso, casi sin motivo,pues su mujer no pasaba nunca de ciertas co-queterías sin consecuencia, experimentó gran

Page 32: Cuento futuro.pdf

consuelo al pensar que se iba a quedar solo conEvelina en el mundo.

Merced a ciertos menjurjes, el doctor se aislóde la corriente mortífera; mas, para probar la fede Evelina, no quiso untarla a ella con el salva-dor ingrediente, y la obligó a confiar en su pa-labra de honor. Llegado el momento terrible,Adambis, mediante el simple contacto de lasmanos, comunicó a su esposa la virtud de li-brarse de la conmoción mortal que debía acabarcon el género humano.

Evelina estaba satisfecha de su marido. Peroaquello de quedarse a solas en el mundo con él,era muy aburrido.

-¿Y cómo vamos a salir de aquí? Imposibleatravesar esa plaza; esa muralla de carne huma-na nos lo impedirá...

El doctor sonrió. Sacó del bolsillo del chalecoun pedacito de tela muy sutil; lo estiro entre los

Page 33: Cuento futuro.pdf

dedos, lo dobló varias veces y lo desdobló, co-mo quien hace una pajarita de papel; resultó unpoliedro regular; por un agujero que tenía latela sopló varias veces; después de meterse unapastilla en la boca, el poliedro fue hinchándose,se convirtió en esfera y llegó a tener un diáme-tro de dos metros; era un globo de bolsillo,mueble muy común en aquel tiempo.

-¡Ah! -dijo Evelina- has sido previsor, te hastraído el globo. Pues volemos, y vamos lejos;porque el espectáculo de tantos muertos, entrelos que habrá muchos conocidos, no me divier-te. La pareja entró en el globo, que tenía pordentro todo lo necesario para la dirección delaparato y para la comodidad de dos o tres via-jeros.

Y volaron.

Se remontaron mucho.

Page 34: Cuento futuro.pdf

Huían, sin decirse nada, de la tierra en quehabían nacido.

Sabía Adambis qué donde quiera que posaseel vuelo, encontraría un cementerio. ¡Toda lahumanidad muerta, y por obra suya!

Evelina, en cuanto calculó que estarían yalejos de su país, opinó que debían descender.Su repugnancia, que no llegaba a remordimien-to, se limitaba al espectáculo de la muerte entierra conocida... «Ver cadáveres extranjeros no laespantaría». Pero el doctor no sentía así. Des-pués de su gran crimen (pues aquello habíasido un crimen), ya sólo encontraba tolerable elaire; la tierra no. Flotar entre nubes por el diá-fano cielo azul... menos mal; pero tocar en elsuelo, ver el mundo sin hombres... eso no; no seatrevía a tanto. «¡Todos muertos! ¡qué horror!».Cuantas más horas pasaban, más aumentaba elmiedo de Adambis a la tierra.

Page 35: Cuento futuro.pdf

Evelina, asomada a una ventanilla del globo,iba ya distraída contemplando el paisaje. Elfresco la animaba; un vientecillo sutil, que ju-gaba con los rizos de su frente, la hacía cosqui-llas. «No se estaba mal allí».

Pero de repente se acordó de algo. Volvioseal doctor, y dijo:

-Chico, tengo hambre.

El doctor, sin decir palabra, tomó del bolsillodel frac una especie de petaca, y de esta sacó unrollo que semejaba un cigarro puro. Era unaquinta esencia alimenticia, invención del doctormismo. Con aquel cigarro-comestible se podíapasar perfectamente dos o tres días sin másalimento.

-No; quiero comer de veras. Vuestra comidaquímica me apesta, ya lo sabes. Yo no como porsustentar el cuerpo; como, por comer, por gus-to; el hambre que yo tengo no se quita con ali-

Page 36: Cuento futuro.pdf

mentarse, sino satisfaciendo el paladar; ya meentiendes, quiero comer bien. Descendamos ala tierra; en cualquier parte encontraremos pro-visiones; todo el mundo es nuestro. Ahora seme antoja ir a comer el almuerzo o la cena quetuvieran preparados el Emperador y la Empe-ratriz de Patagonia; ¡ea, guía hacia la Patagonia;anda, y a escape, a toda máquina!...

Adambis, pálido de emoción, con voz tem-blorosa; a la que en vano procuraba dar tonosde energía, se atrevió a decir:

-Evelina; ya sabes... que siempre he sido es-clavo voluntario de tus caprichos... pero en estaocasión... perdóname si no puedo complacerte.Primero me arrojaré de cabeza desde este glo-bo, que descender a la tierra... a robarle la co-mida a cualquiera de mis víctimas. Asesino fui;pero no seré ladrón.

-¡Imbécil! Todo lo que hay en la tierra es tu-yo; tú serás el primer ocupante...

Page 37: Cuento futuro.pdf

-Evelina, pide otra cosa. Yo no bajo.

-Y entonces... ¿nos vamos a morir aquí dehambre?

-Aquí tienes mis cigarros de alimento.

-Pero ¿y en concluyéndolos?

-Con un poco de agua y de aire, y de dos otres cuerpos simples, que yo buscaré en lo másalto de algunas montañas poco habitadas, ten-dré lo suficiente para componer sustancia de laque hay en estos extractos.

-Pero eso es muy soso.

-Pero basta para no morirse.

-¿Y vamos a estar siempre en el aire?

-No sé hasta cuándo. Yo no bajo.

Page 38: Cuento futuro.pdf

-¿De modo que yo no voy a ver el mundoentero? ¿No voy a apoderarme de todos lostesoros, de todos los museos, de todas las joyas,de todos los tronos de los grandes de la tierra?¿De modo que en vano soy la mujer del Dicta-dor in articulo mortis de la humanidad? ¿De mo-do que me has convertido en una pajarita...después de ofrecerme el imperio del mundo?...

-Yo no bajo.

-¿Pero, por qué? ¡imbécil!

-Porque tengo miedo.

-¿A quién?

-A mi conciencia.

-¿Pero hay conciencia?

-Por lo visto.

Page 39: Cuento futuro.pdf

-¿No estaba demostrado que la conciencia esuna aprensión de la materia orgánica en ciertoestado de desarrollo?

-Sí estaba.

-¿Y entonces?...

-Pero hay conciencia.

-¿Y qué te dice tu conciencia?

-Me habla de Dios.

-¡De Dios! ¿De qué Dios?

-¡Qué sé yo! de Dios.

-Estás incapaz, hijo. No hay quien te entien-da. Explícate. ¿No te burlabas tú de mí porquepredicaba, porque iba a misa, y me confesaba aveces? Yo era y soy católica, como casi todas lasseñoras del mundo habían llegado a serlo. Peroeso no me impedía reconocer que tú, como casi

Page 40: Cuento futuro.pdf

todos los hombres del mundo, tendrías tus ra-zones para ser ateo y racionalista, y recordarásque nunca te armé ningún caramillo por moti-vos religiosos.

-Es cierto.

-Pero, ahora, cuando menos falta hace, tevienes tú con la conciencia... y con Dios... Y abuena hora, cuando ya no hay quien te absuel-va, porque las mujeres no podemos meternosen eso. Eres tonto, Judas, siempre lo he dicho,eres un sabio muy tonto.

-Pues yo no bajo.

-Pues yo no fumo. Yo no me alimento conesas porquerías que tú fabricas. Todo eso debede ser veneno a la larga. A lo menos, hombre,descendamos donde no haya gente... en algunaregión donde haya buena fruta... espontánea,¡qué sé yo! tú, que lo sabes todo, sabrás dóndehay de eso: Guía.

Page 41: Cuento futuro.pdf

-¿Te contentarías con eso... con buena fruta?

-Por ahora... sí, puede.

Adambis se quedó pensativo. Él recordabaque entre los modernísimos comentaristas de laBiblia, tanto católicos como protestantes, sehabía tratado, con gran erudición y copia dedatos, la cuestión geográfico-teológica del lugarque ocuparía en la tierra el Paraíso.

Él, Adambis, que no creía en el Paraíso,había seguido la discusión por curiosidad dearqueólogo, y hasta había tomado partido, areserva de pensar que el Paraíso no podía estaren ninguna parte, porque no lo había habido.Pero era lo cierto que, hipotéticamente, supo-niendo fidedignos los datos del Génesis, y con-cordándolos con modernos descubrimientoshechos en Asia, resultaba que tenían razón losque colocaban el Jardín de Adán en tal paraje, yno los que le ponían en tal otro sitio. La conclu-sión de Adambis era: que «si el Paraíso hubiera

Page 42: Cuento futuro.pdf

existido, sin duda hubiera estado donde decíanlos doctores A. y B., y no donde aseguraban losPP. X. y Z.

De esta famosa disensión y de sus opinionesacerca de ella, le hicieron acordarse las palabrasde su mujer. -«¡Si la Biblia tuviera razón! ¿Sitodo eso hubiera sido verdad?». ¡Quién sabe!Por si acaso, busquemos.

Y después de pensar así, dijo en voz alta:

-Ea, Evelina, voy a darte gusto. Voy a buscareso que pides: una región no habitada que pro-duce espontáneos frutos y frutas de lo más de-licado.

Y seguía pensado el doctor: Dado que el Pa-raíso exista y que yo dé con él, ¿será lo que fue?

¿Seguirá Dios haciéndole producir tan sa-brosos frutos? ¿No se habrá estropeado algocon las aguas del diluvio? Lo que es indudable,

Page 43: Cuento futuro.pdf

si la Biblia dice bien, es que allí no ha vuelto aponer su planta ser humano. Esos mismos sa-bios que han discutido dónde estaba el Paraísono han tenido la ocurrencia de precisar el lugar,de ir allá, buscarlo, como yo voy a hacer.

Ellos decían: debió de estar hacia tal parte,cerca de tal otra; pero no fueron a buscarle. Talvez yo lo encuentre. Y bajando en globo, aun-que los ángeles sigan a la puerta con espadasde fuego, no me impedirán la entrada.

¡Oh, sí, busquemos el Paraíso! Paraíso paramí, porque será el único lugar de la tierra de-sierto: es decir, que no sea un cementerio; únicolugar donde no encontraré el espectáculohorrendo de la humanidad muerta e insepulta.

Abreviemos. Buscando, buscando, desde elaire con un buen anteojo, comparando sus in-vestigaciones con sus recuerdos de la famosadiscusión teológico-geográfica, Adambis llegó auna región del Asia Central, donde, o mucho se

Page 44: Cuento futuro.pdf

engañaba, o estaba lo que buscaba. Lo primeroque sintió fue una satisfacción del amor pro-pio... La teoría de los suyos era la cierta... El Pa-raíso existía y estaba allí, donde él creía. Lo raroera que existiese el Paraíso.

El amor propio por este lado salía derrotado.

Y todavía quería defenderse gritándole aJudas en la cabeza:

-¡Mira, no sea que te equivoques! No sea esouna gran huerta de algún mandarín chino o deun Bajá de siete colas...

El paisaje era delicioso; la frondosidad, comono la había visto jamás Adambis. Cuando éldudaba así, de repente Evelina, que tambiénobservaba con unos anteojos de teatro, gritó:

-¡Ah, Judas, Judas! por aquel prado se paseaun señor... muy alto, sí, parece alto... de batablanca... con muchas barbas, blancas también...

Page 45: Cuento futuro.pdf

-¡Cáscaras! -exclamó el doctor, que sintió unescalofrío mortal.

Y dirigiendo su catalejo hacia la parte a queapuntaba Evelina, dijo con voz de espanto:

-No hay duda... es él. ¡Él, mejor dicho!

-Pero ¿quién?

-¡Yova Elhoim! ¡Jehová! ¡El Señor Dios! ¡ElDios de nuestros mayores!...

- IV -

El autor de toda esta farsa necesita, al llegara este punto de su narración, interrumpirla,aunque lo sienta y mortifique a esas pléyadesde jóvenes naturalistas en román paladino, queno pueden ver sin disgusto que aparezca en lanovela o cuento, o lo que sea, la personalidad

Page 46: Cuento futuro.pdf

del escritor. Yo, de buena gana, continuaríasiendo tan objetivo como hasta aquí; pero notengo más remedio que sacará plaza mi humil-de personalidad, aunque sea pecando contratodos los cánones y Falsas Decretales del natura-lismo traducido al vulga-puck (lengua universaldel vulgo).

Esas pléyades de naturalistas imberbes (y nodigo pléyade, en singular, porque pléyades notiene ni puede tener singular, aunque lo olvi-den la mayor parte de nuestros periodistas) medispensarán; pero al presentar en escena nadamenos que al Deus ex machina de la Biblia, nece-sito hacer algunas manifestaciones.

Pintar a Jehová (así lo llama el vulgo) talcomo es, sin idealizarlo ni nada de eso, es em-presa superior a mis fuerzas, porque yo nuncale he visto.

Discuten los sabios si el mismo Moisés llegóa verlo cara a cara; algunos afirman que sólo

Page 47: Cuento futuro.pdf

una vez gozó de su presencia; pero yo, sin sersabio, me inclino al parecer de los que piensanque ni Moisés ni nadie puso en él los ojos en lavida. Otra cosa es aquello de sentir el Espíritudel Señor que pasa, el soplo divino que hiere elrostro, etc., etc. Eso es posible.

Más fácil me sería, una vez presentado enescena Jehová, hacer que su carácter fuera soste-nido desde el principio hasta el fin, como pidenlos preceptistas, que de camino son gacetilleros,a los autores de dramas y novelas. Para soste-ner el carácter de Jehová me basta con los do-cumentos bíblicos, pues se ve en ellos que suenergía no decae ni un momento y que en él nohay contradicciones; porque el haber hecho elmundo, y arrepentirse después, no es una con-tradicción, toda vez que, si a eso fuéramos, ahíestá Cánovas, que primero fue revolucionario ydespués se arrepintió, y la energía de Cánovas,sin embargo, está fuera de toda discusión. Y mealegro de haber citado a este personaje, porque

Page 48: Cuento futuro.pdf

si ustedes quieren buscarle a Jehová, según lepresenta la Biblia, un parecido, el mayor queencontrarán en la historia, para tener idea delZeus bíblico, será ese, Cánovas, el Feus mala-gueño.

Y ahora tengo que entendérmelas con lostimoratos y escrupulosos en materia religiosa,que acaso quieran ver ribetes de impiedad enmi cuento. No hay tal impiedad; primero yprincipalmente, porque sólo se trata de unabroma, y yo aquí no quiero probar nada, niacabar con la Iglesia de Pedro, ni siquiera conlos abusos del clero madrileño. Ni yo soy cléri-go de El Resumen, ni siquiera redactor de LasDominicales, ni ese es el camino. Por no ser, nisoy como el autor de Namouna, adorador deCristo y además de Ahura-Mazda y de Brahmay de Apis y de Vichnú, etc., etc. Estos eclecti-cismos religiosos no se han hecho para mí. Loque puedo jurar es que respeto a Jehová, escrí-base como se escriba, tanto como el que más, y

Page 49: Cuento futuro.pdf

que en este cuento no pretendo reemplazar lareligión de nuestros mayores por otra de miinvención. Para significar ese respeto precisa-mente, prescindo de los procedimientos natura-listas, y en vez de presentar al nuevo personajeobrando y hablando, como quiere la buena re-tórica, pasaré como sobre ascuas sobre todo loque se refiere a sus relaciones con Adambis, mihéroe, valiéndome de una narración indirecta yno de una descripción directa y plástica.

Apresúrome a decir que la bata que Evelinacreyó haber visto pendiente de los hombros delque se paseaba por aquel prado del Paraíso, nodebía de ser tal bata, ni las barbas, barbas; peroya saben ustedes que las mujeres todo lo mate-rializan.

Ello es que aquel era Jehová, efectivamente,y que se estaba paseando por aquel prado delParaíso, como solía todas las tardes que hacíabueno; costumbre que le había quedado desdelos tiempos de Adán. Adambis, aturdido con la

Page 50: Cuento futuro.pdf

presencia del Señor, de que no dudaba, pues sihubiese sido un hombre como los demás hubie-ra muerto a las doce de la mañana, Adambis,lleno de terror y de vergüenza, perdió los estri-bos... del globo, como si dijéramos; es decir,trocó los frenos, o de otro modo, dejó que lamáquina de dirigir el aerostático se descompu-siese, y el globo comenzó a bajar rápidamente yse enredó en las ramas de un árbol.

Evelina gritaba, espantando las aves del Pa-raíso, que volaban en grandes círculos alrede-dor de los inesperados viajeros.

Levantó el Señor la cabeza al oír tanto ruido,y viendo el trance, acudió a salvar a los náufra-gos del aire.

A presencia de Jehová, el doctor Judas per-manecía silencioso y avergonzado. Evelina mi-raba al Señor con curiosidad, pero sin asombro.Encontrarse con un Dios personal de manos aboca, le parecía tan natural, como le hubiera

Page 51: Cuento futuro.pdf

parecido la demostración matemática de queDios no existe. Lo que ella quería era tomaralgo.

Con arreglo a lo dicho, se renuncia a copiaraquí el diálogo que medió entre Jehová y elsabio de Mozambique. Pero se dirá la sustancia.

El Señor no abusó, como hubiera hecho Júpi-ter, o El Siglo Futuro, de su situación, que ledaba una superioridad incontestable. Nada depullas, ni de sarcasmos mucho menos. Dema-siado sabía él que Adambis, desde que habíaestudiado Anatomía comparada, se había pa-sado la vida negando la posibilidad de un Diospersonal. Los dos sabían esto. ¿Para qué hablarde ello?

Judas se creyó en el deber de humillarse y deconfesar su error. Pero Jehová, con una delica-deza que nunca tuvieron los Nocedales en suspalizas a La Unión, hizo que la conversacióncambiase de rumbo.

Page 52: Cuento futuro.pdf

Lo pasado, pasado. Ahora se trataba de re-formar la humanidad por segunda vez. Lo deAdán había salido mal; el remedio del diluviotampoco había probado; tal vez el mal habríaestado en dejar vivos a tantos parientes; unmundo que comienza entre suegros y cuñadas,no puede ir bien. Además, lo primero que habíahecho Noé, pasada la borrasca, había sido em-borracharse... Jehová esperaba más formalidadpor parte de Judas Adambis. Judas había aca-bado con la humanidad... Corriente. Poco sehabía perdido.

El pesimismo era la tontería que menos po-día tolerar Elhoim; la humanidad se habíahecho pesimista... bien muerta estaba. Ahora setrataba de otro ensayo: Adambis iba a repoblarel mundo, y si esta nueva cría salía mal tam-bién, bastaba de ensayos; la tierra se quedaríaen barbecho por ahora.

El matrimonio de Adambis y Evelina habíasido hasta entonces infecundo; pero con las

Page 53: Cuento futuro.pdf

aguas del Paraíso, Jehová prometía que la fe-cundidad visitaría el seno de aquella señora.

-No serán ustedes inocentes -vino a decirJehová- porque eso ya no puede ser. Pero estomismo me conviene. Inocente y todo, Adánhizo lo que hizo. Usted, señor Adambis, es unsabio verdadero, a pesar de sus errores teológi-cos, y quiero ver si me conviene más la supre-ma malicia que la suprema inocencia. Desdehoy llevan ustedes en arrendamiento todo estejardín amenísimo. La renta que me han de pa-gar serán sus buenas obras. Todo lo que uste-des ven es de ustedes.

-¿Absolutamente todo? -exclamó Evelina.

Y Jehová, aunque con otras palabras, vino adecir:

-Sí, señora... sin más excepción que una...insignificante. Pongo por condición... la mismaque puse al otro. No se ha de tocar a este man-

Page 54: Cuento futuro.pdf

zano, que en un tiempo fue el árbol de la cien-cia del bien y del mal, y que ahora no es másque un manzano de la acreditada clase de losque producen las ricas manzanas de Balsaín.Por comer de esos manzanos no sabrán ustedesni más ni menos de lo que saben, ni serán comodioses, ni nada de eso. Si Satanás se presentaotra vez y quiere tentar a esta señora, no lehaga caso ninguno. Como este manzano los haya porrillo en todo el Paraíso. Pero yo me en-tiendo, y no quiero que se toque en ese árbol. Sicoméis de esas manzanas... vuelta a empezar;os echo de aquí, tendréis que trabajar, pariráesta señora con dolor, etc., etc. En fin, ya sabenustedes el programa. Y no digo más.

Y desapareció Jehová Elhoim.

Y casi me alegro, porque ahora ya puedocopiar el diálogo textualmente.

Evelina encogió los hombres y dijo:

Page 55: Cuento futuro.pdf

-Tú, Judas, ¿qué opinas de todo esto?

-¡Figúrate!

-Valiente sabio estabas tú. Mira qué bienhacía yo en ir a misa, por un si acaso. Tú eresun tonto, que por poco nos haces condenarnosa los dos. Afortunadamente, el Señor parece unseñor muy amable...

-¡Oh! La Bondad infinita...

-Sí, pero...

-El Sumo Bien...

-Sí, pero...

-La Sabiduría infinita.

-Sí, pero...

-¿Pero qué, hija?

-Pero algo raro.

Page 56: Cuento futuro.pdf

-Y tan raro, como que es el único.

-No, no quiero decir raro en ese sentido, sinoen el de... ¡Mira tú que prohibirnos comer deesas manzanas como si fuéramos unos chiqui-llos!...

-Y no comeremos.

-Claro que no, hombre. No te pongas tanfiero. Pues por eso digo que es raro. ¿Qué tra-bajo nos cuesta a nosotros ponernos formales,y, escarmentados, prescindir de unas pocasmanzanas que son como las demás?

-Mira, en eso no nos metamos. Dios es Dios,¿estás? y lo que Él hace, bien hecho está.

-Pero confiesa que eso es un capricho.

-No confieso tal, ni tú tampoco; y te prohíboblasfemar en adelante. Por lo pronto, no pien-ses más en tales manzanas... que el diablo lascarga.

Page 57: Cuento futuro.pdf

-¡Qué ha de cargar, infeliz! Buena soy yo. Apropósito, tengo sed... deseo de eso, de eso... defruta... de manzanas precisamente, y de Balsa-ín.

-¡Mujer!

-¡Bobalicón! ¿No ha dicho que de esa clasehay aquí a porrillo? Pues vamos a buscar otroárbol igual, y me das un hartazgo. ¿Conoces túel Balsaín?

-Sí, Evelina. (Busca.) Aquí tienes otro árboligual que ese prohibido. Toma. ¿Ves qué her-mosa manzana? Balsaín legítimo.

Evelina clavó los blancos y apretados dientesen la manzana que le ofrecía su esposo.

Mientras Judas volvía la espalda y buscabaotro ejemplar de la hermosa fruta, una voz,como un silbido, gritó al oído de Evelina.

-¡Eso no es Balsaín!

Page 58: Cuento futuro.pdf

Tomó ella el aviso por voz interior, por reve-lación del paladar, y gritó irritada:

-Mira, Judas, a mí no me la das tú ¡Esto no esBalsaín!

Un sudor frío, como el de las novelas, inun-dó el cuerpo de Adambis.

-Buenos estamos -pensó-. ¡Si Evelina empie-za a desconfiar... no va a haber Balsaín en todoel Paraíso!

Así fue... a cien árboles se arrancó fruta: y lavoz siempre gritaba al oído de la esposa:

-¡Eso no es Balsaín!

-No te canses, Judas -dijo ella ya fatigada-.No hay más manzanas de Balsaín en todo elParaíso que las del árbol prohibido.

Hubo una pausa.

Page 59: Cuento futuro.pdf

-Pues hija... -se atrevió a decir Adambis- yaves... no hay más remedio... Si te empeñas enque no hay irás que esas... tienes que quedartesin ellas.

-¡Bien, hombre, bien; me quedaré! Pero no esesa manera de decírselo a una.

La voz de antes gritó al oído de Evelina:

-¡No te quedarás!

-Otro sería más... enamorado que tú. Claro,un sabio no sabe lo que es pasión...

-¿Qué quieres decir, Evelina?...

-Que Adán, con ser Adán, era más cumplidoamador que tú.

-Tengamos la fiesta en paz y renuncia al Bal-saín.

Page 60: Cuento futuro.pdf

-¡Bueno! Pues tú... ya que prefieres cumplirun capricho de quien hace una hora negabasque existiese, a satisfacer un deseo de tu mu-jer... tú, mameluco, renuncia a lo otro.

-¿Qué es lo otro?

-¿No se nos ha dicho que seré fecunda enadelante?

-Sí, hija mía; de eso iba a hablarte...

-Pues no hay de qué. Nada de fecundidad.

-Pero, hija...

-Nada, que no quiero.

-¡Así, perfectamente! -dijo la voz que lehablaba al oído a Evelina.

Volviose ella y vio al diablo en figura deserpiente, enroscado en el tronco del árbolprohibido.

Page 61: Cuento futuro.pdf

Evelina contuvo una exclamación, a unaseñal del diablo, que comprendió perfectamen-te; se dirigió a su marido y le dijo sonriente:

-Pues mira, pichón; si quieres que seamosamigos, corre a pescarme truchas de aquel ríoque serpentea allá abajo...

-Con mil amores...

Y desapareció el sabio a todo escape. Evelinay la serpiente quedaron solos.

-Supongo que usted será el demonio... comola otra vez.

-Sí, señora; pero créame usted a mí: debeusted comer de estas manzanas y hacer quecoma su marido. No digo que después seránustedes iguales que dioses; nada de eso. Pero lamujer que no sabe imponer su voluntad en elmatrimonio, está perdida. Si ustedes comen,perderán ustedes el Paraíso; ¿y qué? Fuera tie-

Page 62: Cuento futuro.pdf

ne usted las riquezas de todo el mundo civili-zado a su disposición... Aquí no haría ustedmás que aburrirse y parir...

-¡Qué horror!

-Y eso por una eternidad...

-¡Jesús! No lo quiera Dios. Venga, venga; yEvelina se acercó al árbol, arrancó una, dos, tresmanzanas, y las fue hincando el diente con ape-tito de fiera hambrienta.

Desapareció la serpiente, y a poco volvióAdambis... sin truchas.

-Perdóname, mona mía, pero en ese río... nohay truchas...

Evelina echó los brazos al cuello de su espo-so.

Él se dejó querer.

Page 63: Cuento futuro.pdf

Una nube de voluptuosidad los envolvióluego.

Cuando el doctor se atrevió a solicitarlasmás íntimas caricias, Evelina le puso delante dela boca media manzana ya mordida por ella, ycon sonrisa capaz de seducir a Saia Muní, dijo:

-Pues come...

-¡Vade retro! -gritó Judas poniéndose en salvode un brinco-. ¿Qué has hecho, desdichada?

-Comer, perderme... Pues ahora piérdeteconmigo, come... y yo te haré feliz... mi adoradoJudas...

-Primero me ahorcan. No, señora, no como.Yo no me pierdo. Tú no sabes cómo las gastaJehová. No como.

Irritose Evelina, y fue en vano. No sirvieronruegos, ni amenazas, ni tentaciones. Judas nocomió.

Page 64: Cuento futuro.pdf

Así pasaron aquel día y la noche, riñendocomo energúmenos. Pero Judas no comió lafruta del árbol prohibido.

Al día siguiente, muy de madrugada, se pre-sentó Jehová en el huerto.

-¿Qué tal, habéis comido bien? -vino a pre-guntar.

En fin, hubo explicaciones. Jehová lo supotodo.

-Pues ya sabéis la pena cuál es -vino a decir,pero sin incomodarse-. Fuera de aquí, y a ga-narse la vida...

-Señor -observó Adambis- debo advertir avuestra Divina Majestad que yo no he comidodel fruto prohibido... Por consiguiente, el des-tierro no debe ir conmigo.

-¿Cómo? ¿Y me dejarás marchar sola? -gritóella furiosa.

Page 65: Cuento futuro.pdf

-Ya lo creo. Hasta aquí hemos llegado. Aperro viejo no hay tus tus.

-De modo -vino a decir el Señor- que lo quetú quieres es el divorcio... quo ad thorum et habi-tationem.

-Justo, eso; la separación de cuerpos, que deci-mos los clásicos.

-Pero entonces se va a acabar la humanidaden muriendo tu esposa... es decir, no quedarámás hombre que tú... que por ti solo no puedesprocrear -vino a decir Jehová.

-Pues que se acabe. Yo quiero quedarmeaquí.

Y en efecto, se quedó Adambis en el Paraíso.

Y salió Evelina, arrastrada por dos ángelesde guardia.

Page 66: Cuento futuro.pdf

Renuncio a describir el furor de la desdeña-da esposa al verse sola fuera del Paraíso. LaHistoria no dice de ella sino que vivió sola al-gún tiempo como pudo. Una leyenda la suponeentregada al feo vicio de Pasifal, y otra másverosímil cuenta que acabó por entregar susencantos al demonio.

En cuanto al prudente Adambis, se quedó,por lo pronto, como en la gloria, en el Paraíso.

-¡Ahora sí que es esto Paraíso! ¡Dos vecesParaíso! ¡Todo es mío, todo... menos mi mu-jer!... ¡Qué mayor felicidad!...

Pasaron siglos y siglos, y Adambis llegó acansarse del jardín amenísimo. Intentó variasveces el suicidio, pero fue inútil. Era inmortal.Pidió a Dios la traslación, y Judas fue transpor-tado de la tierra, según ya lo habían sido Enochy algún otro.

Page 67: Cuento futuro.pdf

Así fue como, al fin, se acabó el mundo, porlo que toca a los hombres.