Cuento encadenado con título

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“LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ”

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“LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ”

Todo ocurrió en el Barranco de los Cernícalos”, contaba el alto pino a todos los demás que escuchaban atentos la misteriosa historia.

“Un grupo de estudiantes visitaba el barranco. Después de andar y andar, decidieron sentarse a desayunar alrededor de una piedra. La maestra llevaba en su bolsillo algunas cosas, por si acaso algún estudiante se hiciera daño con las ramas o resbalara. Sin darse cuenta, la botellita de alcohol se salió de su bolsillo mientras desayunaba. Cuando todos habían terminado de comer, recogieron y continuaron su recorrido pero…¡La botellita de alcohol se había quedado en el suelo! Al cabo de varios minutos el sol, que no había dejado de brillar, dejó caer un ardiente rayo que impactó en un trozo de cristal abandonado. A su vez, el rayo rebotó en el cristal y cayó directamente sobre la botella de alcohol. El líquido se calentó y se calentó hasta que empezó a arder. El fuego avanzaba como una flecha, quemando todo a su paso. El barranco se destruyó, incluida toda su vegetación, hasta el viejo pino canario ardió. Los animalillos que allí vivían huyeron del lugar: los lagartos, los cernícalos, los conejos, los canarios, etc.

Pasado algún tiempo, con las lluvias del invierno le salieron nuevas hojitas al pino, que como estaba pegado al suelo por sus grandes raíces, no pudo escapar. Estuvo muy sólo hasta la primavera. Poco a poco el barranco volvía a tener pequeños arbustos y florecillas. Los animalillos fueron regresando a su casa. El primero en llegar fue el cernícalo, que con su elegante vuelo recorrió todo el barranco y llegó hasta dónde estaba el gran pino.

En su viaje el cernícalo pasó por Lomo Magullo, por el Balcón de Telde y por las playas. En la playa de Melenara vio una estatua de Neptuno preciosa que salía del agua. Estando allí observó que una noche se reunió mucha gente en la arena, se agrupaban alrededor de hogueras. Al principio el cernícalo se asustó, pero se dio cuenta que celebraban una fiesta y preguntó a una gaviota la cual le contó que era la noche de San Juan o noche de Brujas. Las

personas bailaban alrededor de las hogueras para eliminar las cosas malas, algunos valientes saltaban por encima de la hoguera. Después la gente se metía en le agua de la playa para purificarse.

El cernícalo estaba muy emocionado contando todo esto a su amigo el pino, y contento de haber vuelto a su hogar, que poco a poco volvía a parecerse al precioso barranco que era antes del incendio.

Algunos días después llegó el lagarto y después de dar una vuelta por le barranco, fue a buscar a su amigo el pino. Allí estaba también su amigo el cernícalo, por lo que le lagarto se emocionó muchísimo. Les contó a sus dos amiguitos todo lo que había visto fuera del barranco. Había estado dando vueltas por las calles de Telde hasta que una noche entró en una casa. Allí conoció a un simpático perrito que, viendo el miedo que tenía el lagarto al ver el fuego de la cocina, le enseñó que el fuego podía ser bueno. En la cocina le mostró el fogón y como el fuego era muy útil para cocinar los alimentos. Luego le mostró una estufa que servía para mantenerlos calentitos en los días de mucho frío. El lagarto y el perrito subieron entonces a la azotea de la casa y desde allí vieron la azotea del colegio Fernando León y Castillo que estaba llena de paneles solares. Esos paneles, le explicó el perrito, ayudaban a transformar el calor del sol en energía.

A medida que el lagarto contaba su pequeña aventura, los animales del barranco se fueron reuniendo alrededor del alto pino e iban escuchando las historias que cada uno había vivido fuera de su hogar.

Todos pensaban en la cantidad de cosas que habían

aprendido, los nuevos lugares visitados y las nuevas amistades que habían hecho y se dieron cuenta, que hasta de lo peor podemos sacar cosas buenas.

FIN