Cuaderno de Nueva York. José Hierro

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    Jos Hierro

    Cuaderno

    de Nueva York

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    R U O : J U A N M A N U K I. M I R A N D A

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    poesa Hiperin, 326

    JOS HIERRO

    C U A D E R N O D E N U E V A Y O R K

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    Este libro ha sido galardonado con el P r e m i o F r a n c i s c o d e Q u e v e d o d e P o e s a , concedido por el Ayuntamiento de Madrid en su edicin de 1999.

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    poesa H ip en n

    Coleccin dirigida p o r Jess M u i k i t i z

    Diseo grfico: Equipo 109

    Cubierta: Barthokli, La Libertad iluminando el mundo, 1886

    Primera edicin: mayo, 1998

    Segunda edicin: junio, 1998

    Tercera edicin: septiembre, 1998

    Cuarta edicin: diciembre, 1998

    Quinta edicin: enero, 1999

    Sexta edicin: abril, 1999

    Sptima edicin: mayo, 1999

    Octava edicin: septiembre, 1999

    N ovena edic i n: noviem bre , 1999

    Dcima edicin: enero, 2000

    U ndcim a edicin: noviembre, 2000

    CopyrightJos H ierro, 1998

    Derechos de edicin reservados: EDICIONES HIPERIN S.L.

    Calle de Salustiano Ozaga, 14 28001 M ad rid * Tfho.: 91 577 60 15

    h t tp : / /www.h iper ion .com * e-mnil: [email protected]

    ISBN : 84 -751 7-58 9-9 * De psito legal: M -466 66-2 000

    Artes Grficas Gminis, S.L. * San Sebastin de los Reyes Madrid

    Ln reproduccin total o parcial de este libro, d o autorizada por la editorial,

    vulnera derechos reservados. Cualquier utilizacin debe ser previamente concertada.

    IMPRESO EN ESPAA UN IN EUROPEA

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    A

    Jos Oliuio Jim nez

    porque en su casa fraterna

    West Side, 90 Streetcercana al Hudson

    se me apareci

    mgicamente

    la ciudad de New York.

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    PRELUDIO

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    Despus de miles, de millones de aos,

    mucho despus

    de que los dinosaurios se extinguieran,

    llegaba a este lugar.

    Lo acompaaban otros como l,

    erguidos como l

    (como l, probablemente, algo encorvados).

    A partir de onomatopeyas,

    de monoslabos, gruidos,

    desarroll un sistema de secuencias sonoras.Podra as memorizar sucesos del pasado,

    articular sus adivinaciones,

    pues el presente l lo intua no comienza ni fin aliza

    en s mismo, sino que es punto de interseccin

    entre lo sucedido y lo por suceder,

    llama entre la madera y la ceniza.

    Los sonidos domesticados decan

    mucho ms de lo que decan

    (originaban crculos concntricos

    como la piedra arrojada al agua

    que se multiplicaban, se expandan,

    ii

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    se atenuaban hasta regresar a la lisura y el sosiego):

    y todos perciban su esencia misteriosa

    que no saban descifrar.

    Con reverencia temerosa

    escuchaban mensajes tan incomprensibles

    como os de a llama, la ola, el trueno

    (tal vez con la misma inquietud con que escuchamos al doctor

    que diagnostica nuestro mal

    utilizando tecnicismos nunca odos,

    de manera que no sabemos

    si impasible y profesional

    es nuestra muerte lo que anuncia

    o es la vida).

    Nadie comprendi entonces sus palabras.

    Por eso andan, ahora, las palabras,

    pasando por los vientos,

    vidas de que alguno las recoja

    siglos despus de pronunciadas.Y aqu estn aguardando que alguno las escuche,

    aqu donde confluyen Broadway y la Sptima Avenida.

    Fue aqu donde l me vio,

    donde narr la crnica

    de este instante en que estoy evocndolo.A qu, entre anuncios luminosos,

    en la ciudad de Nueva York.

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    I

    ENG AO ES GRANDE

    Engao es grande contemplar de suerte

    toda la muerte como no venida,

    pues lo que ya pas de nuestra vida

    es no pequea parte de la muerte.

    L o p e d e V e g a

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    RA PSODIA EN BLUE

    Durante una gira de conciertos,

    Wolfgang Amadeus M ozart

    comunic a su padre el descubrimiento

    de un sonido muy peculiar,

    como de oboe que puli su acentoprimitivo, nasal y campesino

    y asimil el lenguaje cortesano.

    Dios sabe cuntas cosas le dira sobre el color, el timbre, la versatilidad,

    registros, maravillas potenciales

    del instrumento que cantaba

    con gallarda y con melancola.

    (Unfiln no beneficiado:

    pero Wolfgang saba, lo ley en Unamuno,

    que las cosas se hicieron, primero,

    su ((para qu, despus.)

    El clarinete suena ahora

    al otro lado del ocano de los aos.

    Var en las playas trridas de los algodonales.

    All muri muertes ajenas y vivi desamparos.

    Se someti y sufri, pero se rebel.Por eso canta ahora, desesperanzado y futuro,

    con alarido de sirena de ambulancia

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    o de coche de la polica.

    Suena hermoso y terrible.

    Por favor, por amor, por caridad:que alguien me diga

    quin soy, si soy, qu hago yo aqu, mendigo.

    Las ardillas-esfinges de Central Park

    me proponen enigmas para que los descifre:

    viva y deje vivir.

    Y siento miedo. Soy el nio

    que en el pasillo oscuro oye el jadeo del jaguar,

    y canta, y canta y canta para ahuyentarlo,

    para que la sombra no sea.

    El cementerio entre los rascacielos

    no radia nuevas de la muerte.

    (igual que los sarcfagos romanos,

    utilizados como jardineras

    en las que los colores de las flores

    nos hacen olvidar el fnebre destinopara el que haban sido imaginados.)

    Aqu no ha muerto nadie nunca.

    Aqu nadie morir nunca.

    Hubo excepciones: semidioses-filntropos, estrellas del cine o del deporte,

    economistas, escritores, senadores y presidentes

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    que algn da zarparon con rumbo a otras galaxias

    y dejaron en son de despedida

    sus nombres cincelados sobre placas de mrmol

    en las fachadas de ladrillo rojo.Aqu la muerte es la desconocida,

    la inmigrante ilegal: se la deporta

    a su pas de origen. No es de buen gusto mencionarla.

    Viva y mire vivir.

    La ciudad borbotea: las burbujas

    revientan en la superficie...

    esa vieja de piel de cuero requemado

    que increpa a las estrellas...

    el msico harapiento que arranca con dos palos

    sonidos de marimba o de vibrfono

    a una olla de cobre... el que golpea

    con las palmas de las manos,

    a la puerta del supermarket,

    embalajes vacos en los que dormitaban

    ritmos feroces de la jungla...ancianos apoyados en bastones

    o conducidos plidas piernas flccidas

    en sus sillas de ruedas que oh prodigio!,

    cuando doblan la esquina de las calles

    reaparecen en las avenidasluminosos, metamorfoseados

    en estampida de muchachos giles,

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    patinadores imantados por la flauta de Hamelin,

    que les llega a travs de los auriculares...

    Quin que es podra no cantaral costear los puestos de hortalizas y frutas

    cebollas, zanahorias, aguacates, manzanas,

    fresas, bananas y grosellas acabadas de barnizar?...

    esa gaviota que dispara una pluma sobre mi cabeza,

    y atina, y me vulnera, y sangroy me desangro frente al oleaje

    de flores y ms flores y colores tras de los que sonren

    mgicos ojos orientales... el balins que pasa

    con su pareo ajedrezado, blanco y negro,

    arrastra un carro abarrotado

    de maravillas pestilentes extradas de los contenedores,

    (dlar a dlar, brasa a brasa

    va ahorrando el fuego de la pira

    con el que pagar el peaje del padre

    hasta el pas del otro lado de las nubes)...

    en la Milla de los Museos,Felipe IV, de salmn y plata,

    escucha a ese chismoso de Montesquiou-Charlus

    husped tambin de Frick-

    cotillear, proustiano y minucioso,

    sobre la vida de las damas, dueasde los perros de porcelana

    que pasea un portero engalonado.

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    Los prismas de cristal, humo y estao

    se otoan al atardecer y depositan,

    sobre la seda fra y violeta del ro,

    monedas de oro viejo, de inmaterial cobre parpadeante.La boca de la noche las engulle. Asaeteados

    se desangran los edificios

    por sus miles de heridas luminosas.

    La ciudad, hechizada, se complace

    en su imagen refleja, y se suea a s mismatransfigurada por la noche...

    Transfigurado por la noche, oficio

    el rito de la transfiguracin

    con libaciones de ginebra, bourbon,

    whisky, tequila, ron, humanizadas

    por el zumo de lima, acida y verde,.

    que habla mi misma lengua con acento ms dulce.

    Alguien me advierte que estoy solo.

    Tomo a mi nio de la mano para espantar el miedo.

    Y no hay nio. No hay nadie,y yo lo necesito antes de que me vaya,

    antes que todo se evapore en la fragilidad de la memoria.

    He de recuperar la realidad

    en la que yo no sea intruso.

    As que pongo rumbo a la calle 90, o a la 69, nunca lo supe, o lo he olvidado

    en el West Side donde algo prodigioso

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    pudo haber sucedido o podr suceder.

    Subo, Calisto, por la escala de seda

    hasta la planta cuarta, o quinta, o dcima.

    Y la ventana est apagada. Y no est Melibea.O tal vez sigue los pasos

    de D. Francisco de Quevedo

    que avanza cojeando, sorteando las cacas de los perros,

    o que nunca haya sido Melibea ms que un velln del sueo

    del converso de Talavera de la Reina.

    La geometra de New York se arruga,

    se reblandece como una medusa,

    se curva, oscila, asciende, lo mismo que un tornado

    vertiginosa y salomnica.Qu, quin es esta sombra, este chicano

    que en espaol torpsimo, filtradas,

    aterciopeladas sus palabras por el humo de la marihuana

    susurra rencoroso, mirndome sin verme,

    ellos me han robado el idioma?

    N o puedo ms. Vomito

    blasfemias y jaculatorias de poseso.

    Grito, me desgaifo, rezo, ronco en latn de iglesia

    las divinas palabras cuyo sentido vagamente intuyo:

    ad D eu m qui Icetificat juven tutem meam,

    canto a seis voces mixtas responsorios

    de Palestrina y de Victoria

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    acompaado por el son del ro en pena,

    por los orculos amarillos de la luna menguante:

    o vos omnes qui transistis per viam

    atendite et videte. ..Los ltimos murcilagos

    con alas de cartn acanalado y destellos de fsforo,

    amortajan a la ciudad. Luego, regresan

    a las cuevas de los contenedores.

    Y he aqu que tintinea una campana,

    no en campanario ni en espadaa con cigeas

    sino grabada en una cinta magnetofnica.

    Anuncia que la noche es ya domingo

    y vuelve todo a ser claridad y presente.

    La seda peregrina del Hudson,

    incansable y majestuosa,

    conduce a la ciudad hasta la libertad

    y la purificacin definitiva de la mar

    siempre reciennaendo.

    Buenos das.

    En qu lugar del tiempo se ha fundido

    la msica que los astros destilaban

    con la que compusieron el alcohol

    y la sombra?

    Sobre la orilla de la playadel alba de la bajamar brilla el azul del cielo.

    Lstima grande que haya sido verdad tanta tristeza!

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    EL LAD

    I

    Mister Eisen, con el ndice de su mano izquierda

    contrada por la artrosis,

    seala, o dibuja, temblorosamente,

    piezas curiosas, concentradasen el escaparate del anticuario

    de M adison Avenue.

    Al otro lado del vidrio de seguridad

    entre cabezas jbaras de larga cabellera

    (posiblemente falsas, pues est prohibido

    la posesin y venta de estos horrores reducidos),

    abanicos de ncar y marfil

    con pases decorados con buclicas, convencionales,

    escenas versallescas,

    elpeti t point, ingenuoMary Jones, 1904, enmarcado,

    impertinentes de plata sobredorada,

    fanales en los que viven mgicamente

    flores, mariposas, colibres disecados,

    pginas de antifonario doradas por el sol de Solesmes,el samovar de plata o bruma

    estaba l, cerezo, limoncillo, nogal,

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    con cuatro clavijas menos,

    desacordado de loco.

    II

    Son su msica, por vez primera

    a la orilla del Arno, del Sena,

    del Danubio de gabarras y aceite.Despus atraves el ocano,

    enmudeci, sobrevivi, sobremuri.

    Escuch los mariachis entre el humo de la marihuana,

    el coruscante saxofn del gringo

    (as lo fijara en su memoria),

    el clarinete bajo

    de canto triste y coda de arrepentimiento,

    el bandonen del tango de Buenos Aires,

    la guitarra del Sacromonte.

    Lo escuch todo, con nostalgia del rumor del bosque

    que haba sido su origen,

    frente al estuario en el que fuego y oro desembocan.

    III

    Mister Eisen toma el lad en sus manos

    torpes y corvas como garras,

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    pero llenas de amor:

    restaa las lceras de la madera,

    acaricia y barniza la convexidad de la caja

    crneo, pecho, cadera, nalga ,tensa y templa las cuerdas.

    Y la madera renacida

    huele de nuevo a bosque,

    a saln cortesano, a rosa de Cremona.

    IV

    Mister Eisen se asoma

    al brocal del lad

    un instante antes de que en la superficie del agua,

    en el punto donde cay la lgrima, la hoja

    que origin los crculos concntricos

    que se expandan y desvanecan...

    (pero est confundiendo las cosas,

    porque ahora est, sin sospecharlo,

    desandando el camino,

    contradiciendo al tiempo,

    pues ocurre que los crculos se contraen,

    son cada vez menores,

    retroceden hacia su punto de partida).Deca que poco antes de regresar a su origen

    se ha formado el anillo en el agua de msica.

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    V

    Mister Eisen quiere no ver la mano

    que ,ha tomado el anillo recuperado,se lo coloca en uno de los dedos,

    en el que nunca estuvo y debi haber estado.

    Ya no es el agua del lad

    lo que resuena movida por las cuerdas,

    ni el agua del East River

    en cuya orilla se produce el prodigio,

    sino el agua domada del estanque

    de la Casa de Campo de Madrid.

    Descienden por la escala

    de los trastes los dedos,

    cada vez ms agudos los sonidos,

    cada vez ms desamparados,

    hasta el brocal del pozo.

    Y lo que suenan son las msicas

    recuperadas del naufragio,

    misteriosas y tenues, y antiguas, y resucitadas,pavanas y gallardas,

    arrojadas por la marea

    a estas orillas de cristal y metal.

    Llegaron en la panza de instrumentos o naves,

    sobrevivieron a los dasy ahora suenan en Nueva York,

    taidas por los dedos torpes de Mister Eisen,

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    y suenan, y suenan, y suenan

    y nunca dejarn de sonar,

    porque el lad,

    cree equivocadamente Mister Eisen,

    ha recuperado su cuerpo y su alma.

    VI

    Pero sta es otra msica, no aqulla.Mister Eisen, Mister Pigmalin,

    enamorado de su obra,

    no sabr nunca que el alma encerrada

    en la entraa de la madera,

    existi antes que l,

    y nunca ser igual.

    Besa su mano taedora

    que ha domado los sones.

    Se resiste a aceptar

    que l no es el dios que crea de la nada,

    sino slo un luthier, tcnica y artesana ,

    y que la msica acordada que nace de sus dedos

    son con transparencia irrepetible

    hace ya varios siglos

    y lo que ahora se escuchaes un eco que llega, atravesando el tiempo,

    melanclicamente.

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    BEETH OVEN AN TE EL TELEVISOR

    El alemn de Bonn identificaba

    todos los sones de la naturaleza:

    el del mar, el del ro, el del viento y la lluvia,

    el canto del ruiseor, el de la oropndola, el del cuco.

    Un da, cant un ave, y l no oa su canto:fue la primera seal de alarma.

    Luego avanz implacable la sordera

    hasta desembocar en la noche de los sonidos.

    Compuso, desde entonces, imaginndolos.

    Nunca pudo escuchar su misa en Re,

    sus ltimos cuartetos, su ltima sinfona.

    Luis van Beethoven muri en mil ochocientos veintisiete

    (es lo que piensan los desinformados),

    pero yo lo he visto en el Lincoln Center.

    Fue en los aos noventa. Ocupbamosasientos contiguos. Yo lo reconoc

    por su expresin huraa y tierna y feroz.

    Y tambin por el desalio de que nos hablan sus bigrafos.

    Escrib en mi programa estas palabras:

    Excelente concierto. Y l asinti:No se moleste en escribir, oigo perfectamente.

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    Despus, en el descanso, hablamos de su msica,

    (sin duda se dio cuenta

    de que acababa de reconocerlo.)

    Avisaron que haba que volvera la sala para escuchar el plato fuerte,

    la Novena. Pero l, van Beethoven,

    dio media vuelta, y se marchaba.

    Pero, precisamente ahora? le pregunt.

    Yo regreso al hotel. Voy a escuchar

    la Novena Sinfona en el televisor,

    la transmiten en directo, contest.

    Me permite que le acompae?, dije.

    Y se encogi de hombros.

    Pues aqu acaba todo.

    Nos sentamos ante el televisor.

    Escuchamos el golpe de la batuta

    sobre el atril. Silencio. Y la orquesta rugi.

    Entonces, Ludwig van Beethoven

    se levant y apag el sonido.Ahora s que el silencio era absoluto.

    Canturreaba a veces, levantaba la mano

    para indicar la entrada a los timbales

    en el Scherzo. Llor con el adagio,enardeci cuando cantaba el coro

    las palabras de Schiller.

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    Yo nunca podr or, nadie podr,

    lo que l oa. Finaliz el concierto.

    Fue entonces cuando se levant,

    y se acerc al televisor,

    recuper el sonido.

    Las cmaras enfocaban ahora

    al pblico enardecido.

    Van Beethoven oa, en mil novecientos noventa,

    los aplausos que no poda or en Viena,

    en mil ochocientos veinticuatro.

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    BALLENAS EN LONG ISLAND

    I

    Las he visto varadas en la playa.

    Los nios han abandonado

    carruseles, montaas rusas,

    nubes de azcar, blanca o rosa, palomitas de maz

    y suspendidos de sus cometas de colores

    han llegado a la orilla. Atrs qued

    la msica crispada de los altavoces.

    Ahora escuchan otra msica ms sosegada y misteriosa:

    jadeo de olas, disnea de cetceos agonizantes,

    chillidos de las aves marinas,

    estremecedora polifona.

    Los nios, desconectados de lo fabuloso,

    saben que es imposible que a Jons

    se lo tragase una ballena,como cuenta la Santa Biblia,

    porque al final de la caverna amenazadora

    una garganta angosta permite slo el paso

    de minsculos pececillos, plancton, polen marino

    que atravesaron las barbas filtradoras.(Ignoran, sin embargo, que estas barbas

    fueron antao utilizadas

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    para acentuar la delgadez del talle de las damas.

    Slo Dios sabe qu habr sido de ellas,

    dnde estarn ahora pudrindose!)

    II

    Son, desde luego, extraos pero no infrecuentes

    estos suicidios colectivos.

    Los bilogos, oceangrafos, ecologistas

    nada pueden hacer por reintegrar a los cetceos

    a su hbitat, a su medio natural;

    no slo por su peso y su volumen, sino

    porque estn decididas resignadas

    a morir. (Se barajan hiptesis

    diferentes y contradictorias: alguna,

    tal vez, resolver el enigma).

    Hay quienes atribuyen el suceso

    a una avera, una desconexin

    -por el m om ento indemostrableen el sofisticado sistema de radar

    que utilizan en sus desplazamientos.

    Quin sabe cul ser la causa

    de esta agona a la que yo asist

    en las arenas de Long Island!

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    III

    Yo s lo s. Yo he descifrado

    el, para los dems, indescifrable cdigo,

    oh mi piedra Rosetta de estrellas y de olas!

    Los ballenatos, los jvenes, los tiles,

    los que regresan a la mar

    tras culminar estas expediciones

    hablaban en sus asambleas nocturnas,

    mientras dorman las ballenas madres,

    de la necesidad imperiosa de liberarse de este lastre

    de ancianas jubiladas,

    de toneladas de disnea y sordera.

    Con fuegos o aguas de artificio,

    pirotecnia, acuatecnia,comunicaron su resolucin:

    Nosotros os conduciremos

    a unas playas calientes,

    a unos lugares a los que no llegan

    tempestades, tmpanos, balleneros;all disfrutaris del merecido descanso

    despus de tantas aventuras,

    tantos afanes, tantos riesgos.

    Las dejaron varadas en la arena.

    Hasta maana, les dijeron,

    sabiendo que no volveran.

    Hasta maana .

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  • 7/22/2019 Cuaderno de Nueva York. Jos Hierro

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    V

    Hasta maana. Fue el ltimo mensaje.

    Y ya no habr maana.Ahora las moribundas,

    ciegas y sordas tienen la mirada del recuerdo

    puesta en sus ballenatos, indefensos

    frente al testuz terrible de las olas heladas,

    los tmpanos, las hlices, los arpones,desvalidos, sin rumbo

    por esos mares de Dios.

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  • 7/22/2019 Cuaderno de Nueva York. Jos Hierro

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    BAILE A B O R D O

    Juan Sebastin (Bach, naturalmente)

    y Mahalia (Jackson, claro) concelebran

    su rito, ro que se desplaza inmvil

    hacia la mar, que es el morir.

    Juan Sebastin, con sus dedos de viento o tiempo,

    arranca sones hmedos al teclado del Hudson.

    Y los tubos del rgano

    casas de cuarenta pisos, servidumbre de color

    los agrandan, amueblan el espacio,

    suben interminables y paralelos

    hasta el umbral de las estrellas

    agazapadas en la bruma.

    Quin habr convocado a esta hora,

    en este espacio navegante

    al que ha llegado de Alemaniaen su nave bien temperada,

    al que aherroj su sufrimiento

    en las mazmorras de la matemtica

    y a la africana esclava

    en cuya sangre se disuelveel gemido de los azotados,

    encadenados, des-selvados,

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  • 7/22/2019 Cuaderno de Nueva York. Jos Hierro

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    hacinados en las sentinas trridas

    de los barcos de asfixia, vmito, ltigo,

    sobre las olas repetidas y sobrecogedoras,

    hasta aportar a los algodonalesdel doloroso y hondo Sur!

    Las barras del comps, la norma, el orden,

    las herramientas de quien nunca sufri

    (como si alguien pudiese no haber sufrido nunca!)

    o que disciplin su sufrimiento,

    lo dom, lo embrid

    en las rejas del pentagrama,

    y la vaharada de len y buitre,

    de flores podridas y de insectos feroces,

    la sncopa, el jadeo, la agona del swing,

    y los gritos no temperados,

    el ritmo libre como el oleaje,

    se han dado cita aqu, esta tarde,

    en los ros que cien la ciudad,

    rgano, selva de metal y luz y escalofroy de deslumbramiento, y de nostalgia futura,

    porque maana ya ser otro da.

    Los pasajeros de la embarcacin,

    veinte dlares, cena y baile incluidos ,charlan, ren, beben y cantan.

    Algunos contemplamos el prodigio.

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  • 7/22/2019 Cuaderno de Nueva York. Jos Hierro

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    (Majestuosas, las gaviotas

    acompaan a los viajeros.

    Casi nadie lo advierte.)

    Y de pronto, sobre el preludiofiltrado por los siglos que el viejo JBach desgrana,

    vuelan los alaridos de una fiera,

    pura naturaleza ajena al tiempo:

    Canta Mahalia, subrayando, contradiciendo,

    complementando con su sufrimiento

    a Juan Sebastin Bach, el que nunca sufri.

    El friso de Nueva York majestuoso y geomtrico

    es ahora jungla. Se retuercen

    los bloques impasibles, lo mismo que serpientes,

    me rodean, me envuelven; nos envuelven.

    Tomo en mis brazos a la desconocida.

    Maana habremos vuelto cada uno a su tierra.

    Pero ahora giramos, arrebatados por la msica,

    lloramos sobre el hombro de Mahalia

    y sobre la empolvada peluca de Juan Sebastin

    una msica irrepetible, porque antes no exista.Alrededor, gira la ciudad, irrepetible,

    giramos y giramos hasta morir,

    porque por fin nos hemos descubierto.

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  • 7/22/2019 Cuaderno de Nueva York. Jos Hierro

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    CANTAN DO EN YIDDISH

    I

    He aprendido a no recordar.

    Me asomo cada da al azogue del lago.

    El agua como la piedra o el oxgeno

    no tiene ac o all, recuerdos o proyectos.Tan slo su piel muda

    segn la inclinacin del sol, ms oro o cobre,

    segn las fases de la luna-

    pero es siempre la misma carne intemporal.

    He aprendido a no recordar.

    Vine con nada apenas: un fsil

    (tiene forma de corazn),

    unas hojas rojizas de haya (Buchenwald,

    disecadas entre las pginas de un libro),

    una estrella amarilla...Y paro de contar.

    La imagen duplicada, narcisa,

    que me contempla desde la superficie,

    es siempre joven. N o la erosionaronni pesadumbres, ni silencios, ni aoranzas.

    Vive inmutable en su fanal,

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  • 7/22/2019 Cuaderno de Nueva York. Jos Hierro

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    en su escalofro, en su burbuja transparente,

    en su lgrima de cristal 110sometida al tiempo.

    Detrs de m (y delante, en la escena melliza)pasa la caravana majestuosa de las nubes.

    Borran en el azul las figuras trazadas

    con dolor y con sombra. Todo se vuelve

    luminoso y resplandeciente,

    pues nada ha sucedido, ni podr suceder.

    II

    Sobre las pginas amarillas, arrancadaspor los dedos del viento sur al bosque de noviembre,

    suenan los pasos de mis compaeros

    aterciopelados por el tapiz de oro marchito.

    Estn a mis espaldas,

    y tambin ante m en el relmpago del lago.

    El agua -siempre el agua! ,

    compasiva y pu rificado s,

    difumina los surcos de los rostros

    y misericordiosamente vela,

    con su ptina piadosa,el estao de los cabellos. Y suenan los armnicos

    de muchos das y de muchas noches,

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  • 7/22/2019 Cuaderno de Nueva York. Jos Hierro

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    de innumerables horas desandadas

    hacia su fin, hacia su origen.

    Vmonos ya me dicen ensimismado:empieza a atardecer. Les obedezco.

    Solidario, solitario, ajeno, marcho con ellos

    por una dim ensin diferente, liberada

    de la servidumbre del tiempo.

    Sbitamente, mgicamente, el lagorasga la seda de sus aguas.

    Nuestros pies chapotean en el limo verduzco,

    pisan despus en el asfalto.

    Y atravesamos el desfiladero de acero y de cristal,

    volmenes impvidos

    constelados de gotas de sudor

    de la luna creciente, de los astros elctricos.

    Avanzamos, araas al acecho,

    sobre la red de calles y avenidas.

    Palpita, parpadea la ciudad, incendiada de flores,

    frutas, envases de cartn, latas, botellas vacas.En los acuarios de los escaparates nadan

    los maniques calvos y desnudos

    o cubiertos de tules, linos, pieles

    (salvad a los visones, a las chinchillas, a los leopardos!

    reza un cartel, portado igual que un estandartepor un hombre andrajoso).

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  • 7/22/2019 Cuaderno de Nueva York. Jos Hierro

    39/106

    III

    Hemos llegado, como cada tarde,

    al punto exacto en el que los indiosvendieron a los holandeses

    su derecho de primogenitura

    por treinta dlares de plata. Qu se fizieron

    vendedores y compradores?

    Yerran sus sombras tras los posters de Warhol,o se ahogaron en los espejos de Rothko,

    inventor del silencio.

    Porque reina el silencio

    en esta calle. Y al trasponer la puerta,

    el silencio resulta doloroso. (Una luz azulada

    ilumina, lunar, la mesa donde

    un hombre sincero de donde crece la palma

    cincelaba, tallaba, brua las palabras

    ms hermosas del espaol, las ms recin nacidas

    y las enfilaba en proclamas, esperanzas, nostalgias,

    sin sospechar que redactaba su testamentode muerte y esperanza

    corroborado cara al sol.)

    El instante se ha congelado en noche o azabache.

    Y prodigio diario una nievecada en otro cielo, en otro reino extrao,

    colma los jarros, trae a nuestros labios

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  • 7/22/2019 Cuaderno de Nueva York. Jos Hierro

    40/106

    el amargor antiguo, desata nuestras lenguas.

    Y ellos, mis compaeros, los supervivientes,

    los que no tienen fuerza para recordar,

    hablan y ren, hablan, hablan, hablan.Yo escucho sus palabras, da a da.

    Las escriben siempre las mismas

    sobre su pergamino que ellos no ven.

    Son un humus depositado ao tras a o -

    sobre un texto antiguo.

    V

    Yo alegrar tu corazn, reza una leyendaalrededor de la boca del jarro de cerveza.

    M mano, la del ensimismado, la del silencioso

    que ha aprendido a no recordar,

    vierte sobre el pergamino que ellos lo dije ya?- no ven,

    el contenido de uno, dos, tres, no s cuntosjarros de cerveza. Y las palabras

    que balbucean, o garrapatean, se disuelven,

    emergen en el palimpsesto

    los signos anegados, las palabras primeras

    raspadas, desvanecidas, espectralesque daban testimonio de sucesos,

    crnicas desoladas y sombras,

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  • 7/22/2019 Cuaderno de Nueva York. Jos Hierro

    41/106

    que ya no quieren recordar,

    que ya no saben descifrar.

    Viejos, cegatos, acurrucados en la desmemoriacomo el nio en los brazos de la madre,

    no tienen fuerza para desafiar, para enfrentarse

    con los signos antiguos que relatan historias

    de las que fuimos protagonistas y memorialistas.

    Rescato ahora, desentierro ahora,

    pasado medio siglo,

    los signos desvados y resucitados. Dibujan

    -y con qu nitidez!

    filas interminables de nios, de mujeres, de viejos

    hambrientos, esquelticos, desamparados,

    rebaos resignados, sacrificados funcionariamente

    en el ara del dios Gas. Convertidos en nube

    en el horno del dios Fuego. Mein Gott!

    Y zumba el canto salmodiado

    en nuestra lengua cmplice.Estaba todo aqu dormido bajo el texto evidente.

  • 7/22/2019 Cuaderno de Nueva York. Jos Hierro

    42/106

    V

    Me asfixiara si ahora no cantase

    el canto aqul. Me llegan con nitidez las notasagazapadas en el pergamino. Las recupero.

    Recupero sones, palabras olvidadas.

    Me asfixiara si no las cantase ahora.

    Y alzo en mi mano el jarro de amargor

    blanco y rubio, como si brindase a no s qu.Y canto con voz ronca yo s que desafino

    ante el racimo de supervivientes, de sordos.

    Canto yo, el mudo, el ensimismado,

    el repentinamente loco y ebrio,

    el que ha roto el silenciopor vez prim era. Y nadie me acompaa.

    Me contemplan perplejos.

    Muevo el jarro a manera de batuta

    como hacen los borrachos. Quiero que canten,

    que me acompaen, que naden, que nademos,

    slo por esta vez, por el agua de sombra

    que un da atravesamos.

    N o recuerdan el son ni las palabras

    anegadas en el olvido.

    Sonren compasivos, comprensivos,

    y no comprenden nada. M e contem plodetrs de una cortina de silencio.

    Silencio.

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  • 7/22/2019 Cuaderno de Nueva York. Jos Hierro

    43/106

    Un instante despus

    (como si nada hubiese sucedido)

    reanudan la conversacin,

    reemprenden la tarea cicatrizadorade restaar con palabras nuevas

    las heridas antiguas.

    Al fin, como si nada hubiese sucedido

    (pero, es que algo ha sucedido?) digo:

    Vmonos: es hora de volver a casa,como todas las noches.

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  • 7/22/2019 Cuaderno de Nueva York. Jos Hierro

    44/106

    ALMA M AHLER HOT EL

    Vago por los pasillos de este hotel

    construido en los aos veinte

    (cuando los gansters, la prohibicin,

    cuando Al Capone, emperador de Chicago).

    Recorro los pasillos fantasmales de un hotelque ya no existe, o que no existe todava

    porque estn erig indolo delante de mis ojos,

    piso a piso, da a da,

    a lo largo del mes de abril de 1991:

    es una proa que navega hacia Times Square,

    en donde encallar.

    N o estuve aqu, no estar aqu

    para ver su culm inacin en la planta 40,

    revestido por la cota de malla nocturna

    lluvia frentica de estrellas

    de lucirnagas rojas, verdes, amarillas, azules,que proclaman el triunfo de las tecnologas

    made inJapan, in Germany; in U.S.A.

    Este hotel (y si he dicho otra cosa,

    ahora me desdigo) fue construido en 1870.Habr quien pueda asegurarme

    51

  • 7/22/2019 Cuaderno de Nueva York. Jos Hierro

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    que no es slo una pesadilla

    que va a desvanecerse al despertar?

    Me detengo no puedo continuarante la puerta de la habitacin 312.

    Soy un viajero que ha llegado

    de otro nivel del tiempo

    pero no s si pasado o si futuro

    (ya no estoy seguro de nada).

    Puede que an no haya llegado,

    que no haya estado aqu jams,

    que ni siquiera exista yo,

    o que no sea real mi sufrimiento.

    Alma, mi amor le grito susurrando,

    le susurro, gritando, ante la puerta,

    los brazos extendidos,

    en la mano la espada flamgera,

    para que no transpongan el umbral

    del paraso recobrado en esta habitacin;para que no me hieran.

    Alma, mi amor, no entres.

    N o quiero que suceda lo que ya sucedi,

    lo que va a suceder.

    N o me ven ni me oyen.Penetran a travs de m: soy humo

    ellos son humo.

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  • 7/22/2019 Cuaderno de Nueva York. Jos Hierro

    46/106

    Oigo sonar la transparencia helada

    de las copas; pronuncian

    palabras que no querra escuchar,

    confundidos sus cuerpos en el xtasis.Alma, mi amor, siempre me herirs.

    Me abro las venas, me desangro,

    como el afluente en el ro caudal,

    por el torrente de mi msica.

    Ella restaar la herida,

    contendr, piadosa, la hemorragia.

    Alma, mi amor, y nadie escucha mis palabras.

    Este hotel fue derruido

    en 1870, en 1920, en 1991.

    O acaso nunca haya existido.

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  • 7/22/2019 Cuaderno de Nueva York. Jos Hierro

    47/106

    LA VENTANA INDISCRE TA

    I

    Im p r o m p t u

    D e pronto, sin saber por qu... de pronto...

    sin tan siquiera sospecharlo, ..

    ...depronto... el torbellinoj el huracn,

    la tempestad crispando la cresta de las olas,

    disparndolas contra el cielo negrsimo. ..

    ...depronto.,. nuestros cuerpos destruidos,

    enlazados, recinnacidos, agonizantes,

    parpadeantes, sumergidos, nadando

    en nuestro irrepetible acuario azul de nunca ms y msica...

    dos llamas plidas que lamen, muerden,

    y chispas del ocaso en los ojos canela,

    ojos garzos, y negros de noche,

    de uva, oliva, de verdor submarino......no s... asomados al reino del espliego,

    metlico y morado a la luz de la luna,

    sobrevolando las colinas

    acariciadas, desgarradas

    por el canto del grillo por el motor de la chicharra

    ...depronto... descabalgado de Pegaso...

    (porque Pegaso existe

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  • 7/22/2019 Cuaderno de Nueva York. Jos Hierro

    48/106

    no es fbula ni mito:

    yo he acariciado muchas veces

    las plumas de sus alas)

    ...d e pronto... sin saber por qu,los moradores del alczar de la felicidad,

    los que oan tintinear sobre las losas

    las monedas de plata desprendidas del beso

    ...de pronto... sin tan siquiera sospecharlo.

    Todo ha quedado incluido en un bloque de hielo

    congelado, hechizado, paralizado, inmvil,

    fo silizado como un p e z o un insecto

    en la transparencia del mbar.

    (No mires, beso tus ojos para que no veas

    para que no veas lo que veo

    enfrente de nuestra ventana.)

    II

    T r e s v e n t a n a s

    Aqu no hicieron alto nunca

    el sol del medioda, el zumbido del viento.

    (Demasiado al norte este patio, este pozo,

    este hueco prismtico y sombrosin noticia de las estaciones.)

    Tan slo una pareja de palomas

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  • 7/22/2019 Cuaderno de Nueva York. Jos Hierro

    49/106

    baja, de cuando en cuando,

    y condecora los alfizares

    con estigmas de lepra nauseabunda.

    Despus, desaparece.

    Estrechas, casi gticas, tres ventanas intentan

    contradecir la lobreguez endmica,

    la tarea paciente del humo y de la lluvia

    con su luz de oro enfermo.En la central (imperio mgico del gato

    y del pez, prisionero en su pecera),

    dos siluetas ancianas tras los cristales turbios

    representan, da tras da,

    su minscula historia:he aqu el Gran Teatro del Mundo.

    Probablemente era ya vieja la casa

    cuando llegaron ellos, presuntamente jvenes.

    Aqu cursaron el aprendizaje

    de envejecer. Tienen ahora

    la casa y ellos

    idntica vejez, impermeable a las horas.

    En el sof, codo con codo,

    imantados por la fosforescencia

    de la pantalla del televisor

    esperan (no lo saben, no mires) la llegada

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  • 7/22/2019 Cuaderno de Nueva York. Jos Hierro

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    de la nave que habr de conducirlos

    a la tierra de promisin, al paraso olvidado.

    Y esto es todo. Y es siempre. Y nunca.

    Dan las agujas del reloj

    nuevas de la llegada de la noche.

    Simultneas, las sombras se levantan.

    Se extingue la luz de hoja seca.

    Unos minutos o unos siglos despus

    (aqu el tiempo no cuenta)

    se encienden las ventanas laterales

    a cada lado del espacio oscuro

    en el que el gato ronronea

    y el pez suea riberas de jade tembloroso.

    Poco despus se apagan.He aqu el Gran Teatro de la Sombra.

    Los cuerpos, acostados, remotos

    oyen idnticas palabras

    llegadas de la misma estacin emisora,con la radio pegada a la oreja,

    muy baja de volumen

    para no molestar a los vecinos.

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  • 7/22/2019 Cuaderno de Nueva York. Jos Hierro

    51/106

    E Z R A P O U N D

    A c o t a c i n p r im e r a

    Desconectado de su lugar y de su tiempo,

    extravagante americano nacido en Gran Bretaa,

    a contratiempo, a contraluz, a contralugar.

    Todo, hasta su lengua materna,le vino estrecho. Por eso recurra

    al griego clsico, al latn,

    al provenzal antiguo, al italiano del Dante, al chino.

    En Spoleto salmodiaba

    con susurro anciansimo, en italiano,

    una sutil manera de venganza

    algunos de sus Cantos Psanos,

    escritos en ingls, como es sabido.

    Esto ocurra aos despus

    de su exaltacin del fascismo

    Inglaterra mi natura, Italia mi venturaUSA m i sepultura .

    Porque fue en USA donde estuvo

    al borde de la ejecucin

    gas, horca, silla elctrica, inyeccin letal

    o cualquier otra forma de exterminiocivilizada y piadosa.

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  • 7/22/2019 Cuaderno de Nueva York. Jos Hierro

    52/106

    Antes haba sido la jaula, la vergenza,

    la befa, el improperio. Finalmente,

    el psiquitrico.

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  • 7/22/2019 Cuaderno de Nueva York. Jos Hierro

    53/106

    Mo n l o g o

    Mis cantos definitivos. Los de la plenitud y el miedo. Tengo

    miedo. Tengo soy, estoy jaula. Las palabras ms eficaceslas de mi lengua y las ajenas, vivas y muertas, oxidadas y an

    hermosas, mgicas como el chino, de llave inencontrable,

    como el bengal. Miedo, jaula, escribo. Miro a cada instante

    la puerta cerrada. Podra entrar por ella el doctor, el coronel,

    el judo, el sayn, el comunista con su escalpelo, su espada, suestrella, su ltigo, su hoz. Traen la jaula en la mano, para en

    cerrarme, y en ella permanecer hasta el fin de mis das. Sin

    papel, sin pluma mi mano. As, cmo sobrevivir, escribir, li

    berarme del tiempo? Traen el dolor: nada me importa. Del

    dolor irresistible nacen estos ltimos cantos. Los ms intensos que jams pude soar. Alguien no s quin los en

    tender. Tal vez. T.S. Eliot los corrija y depure como yo co

    rreg los suyos primeros. La jaula. Pero dentro. Fuera de ella

    escribo los ltimos cantos que arranqu a la vida. Los escri

    bo dentro de la jaula de mi vida. N o podra escribirlos en mi

    memoria, como con un dedo, sobre el vidrio empaado por

    el fro de afuera. Necesito verlos, no slo recordarlos. Tenerlos

    presentes ante mis ojos, no como nufragos, pecios sobre la

    arena. Mis salvadores.

    Sangro palabras por mis venas ancianas, me desangro so

    bre el papel. Mi sangre ir a algn banco de sangre y alguien,un da, la solicitar para sobrevivir. Tengo sangre, miedo, jau

    la. Tengo Dorothy, Shirley, Caroline, o como se llame esta

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  • 7/22/2019 Cuaderno de Nueva York. Jos Hierro

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    mujer, estas mujeres de verde y blanco almidonado. Me re

    corta la barba, arregla el embozo de mi cama, me anima a

    comer con voces desafinadas, com o si me creyese tonto o

    sordo estas comidas repugnantes que saben a clnico, a puritanos, a Amrica, me inyecta y me hace tragar pldoras de

    muchos colores. A Mae, o Dorothy, o Carmen, o como se lla

    me le entrego cada tarde mis cantos, mis papeles, cantos ro

    dados y redondeados po r el sufrimiento. El doctor lo pe rm i

    te. Sabe que escribir es una excelente terapia para los locos.Ella es mi cmplice. Guarda mis cantos. Se los entrego, nu

    merados, plegados, ordenados, despus de besarlos en son de

    despedida provisional. Beso la mano de ella, de ellas. Pongo

    en mis labios el dedo ndice, recomendndole silencio y se

    creto. Slo ellas deben verlos. No quiero que los utilicen

    como pruebas contra m. Autoinculpaciones subconscientes

    del arrepentido o el obstinado, traidor, fascista, colaboracio

    nista, hijo de puta. Quiero que nadie ponga su mirada en es

    tas lceras. El pus le saltara a los ojos. Yo no soy traidor a mi

    nica patria que es la poesa. No quiero su comprensin, su

    compasin ni su desprecio. Ms miedo, ms jaula, ms muer-"te. No s si sueo cuando doy a Doris, Gladys, a Miss Figura

    almidonada, oficiosa figura de cera, mis testimonios, mi tes

    tamento. Vuelvo a besar su mano, agradecido como un perro.

    Le recuerdo que estos pjaros de papel volarn algn da, se

    posarn en manos amigas. Me salvarn. N o quiero sombra, hielo vaco. Buenas noches, Helen, Margaret, Anne, o como te

    llames.

  • 7/22/2019 Cuaderno de Nueva York. Jos Hierro

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    Y cuando abre la puerta, y me saluda desde el umbral de

    esta habitacin sin ventanas, sin espejo cmo ser mi ros

    tro? sin nada que me permita suicidarme, oigo el rumor

    del ro que no me dejan ver, el East River, el East Tiber queme trae palomas de Roma.

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  • 7/22/2019 Cuaderno de Nueva York. Jos Hierro

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    Ac o t a c i n f i n a l

    Dorothy ese es su nombre ha cerrado la puerta.

    Lleva en su mano la bandejacon los restos de la comida.

    Acto seguido, como hace

    todos los das,

    arroja al incinerador

    vasos y platos de cartn, cubiertos de plstico.Finalmente, como todos los das,

    los papeles que escribe el loco

    de la habitacin 109.

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  • 7/22/2019 Cuaderno de Nueva York. Jos Hierro

    57/106

    I I

    PECIOS DE SOMBRA

    D e pura sombra, oh pura sombra! lleno

    A . M a c h a d o

  • 7/22/2019 Cuaderno de Nueva York. Jos Hierro

    58/106

    Hablaban con bocas de sombra,

    susurraban sucesos mgicos,

    historias de herrumbre y de musgo

    (no saban que estaban muertos,

    y yo no quera apenarlos).Fui reconstruyendo sonidos

    que en el sueo significaban

    para interpretarlos despierto

    y atribuirlos a unos labios.

    (Quera conocer el nombre

    de quienes me hablaban en sueos:

    la rosa no olera igual

    si su nombre no fuese rosa.)

    Rescat, lcido y sonmbulo,

    los vestigios que la marea

    llev a mi playa de despierto;

    con ellos construira un puente

    desde el soar hasta el velar:

    as tendran consistencia

    las palabras impronunciables

    que yo escuch cuando dorma,

    fantasmal materia de sueo.

    67

  • 7/22/2019 Cuaderno de Nueva York. Jos Hierro

    59/106

    La mano es la que recuerda.

    Viaja a travs de los aos,

    desemboca en el presente

    siempre recordando.

    Apunta, nerviosamente,

    lo que viva olvidado,

    la mano de la memoria,

    siempre rescatndolo.

    Las fantasmales imgenesse irn solidificando,

    irn diciendo quin eran,

    por qu regresaron.

    Por qu eran carne de sueo,puro material nostlgico.

    La mano va rescatndolas

    de su limbo mgico.

    69

  • 7/22/2019 Cuaderno de Nueva York. Jos Hierro

    60/106

    E l a m o r estaba escondido

    como la almendra en la corteza.

    Agazapado suavemente,

    circulando clidamente.

    Y era preciso detenerlo,

    paralizarlo, congelarlo,

    encadenarlo en lneas, ritmos,

    desarraigarlo de su trnsito,

    darle bulto, darle reposo,

    encerrarlo en unas figuras

    que no sean hija ni madre,

    sino materia del amor,

    sino parpadeo de estrellaque no se extingue nunca. Llama

    salvada de su acabamiento,

    hecha presente para siempre.

    71

  • 7/22/2019 Cuaderno de Nueva York. Jos Hierro

    61/106

    Estbamos, estaban

    sumidos en el tiempo.

    Desvlalos, nostalgia.

    Primavera, despirtalos.

    Restituye, regresa

    las sombras a su reino.

    Dales vida. Recobren

    la verdad que tuvieron.

    Que el vino les pregunte

    con su dorado acento

    y que ellos le respondan

    con palabras de fuego,

    con palabras de sombra,con sonido de viento,

    con aroma de bosque

    que calla su secreto.

    73

  • 7/22/2019 Cuaderno de Nueva York. Jos Hierro

    62/106

    M U JER AN TE EL ESPEJO

    I

    Estatua. Diosa. Estatua de una diosa.

    Detrs estaba el mar Mediterrneo.

    Y haba quin se acuerda ya viedos,

    olivos, mrmoles.

    Mas los azules se desvanecieron.

    El mar azul o era hum o azul? es plata,

    es rosa seca. Mrmoles, olivos,

    slo son bruma.

    He aqu la estatua destronada, diosa

    exiliada en un mundo que no es suyo.

    Ha entrado silenciosamente. Mira,

    por la ventana,

    ese paisaje que la desconoce,

    en el que el tiempo deja sus arrugas.

    Se ha sentado en el lecho. Est escuchando:

    alguien se acerca.

    75

  • 7/22/2019 Cuaderno de Nueva York. Jos Hierro

    63/106

    II

    Alguien se acerca. O ya est aqu. Me mira.

    Mira el sof. Mira los cortinajes.Alguien espera. Est detrs de m.

    Alguien me mira.

    Inesperadamente, el huracn.

    Convierte todo en curva, en arabesco.Ha entrado el viento, el huracn. Desnuda,

    me est mirando.

    Me est mirando el huracn. Me asomo

    al estanque, al espejo. Soy Narcisaque se mira en el agua congelada,

    cristal y azogue.

    Alguien me mira. Alguien espera. El viento

    amansa el agua del estanque. Pienso

    en lo que pensar de m la imagen

    que me contempla.

    76

  • 7/22/2019 Cuaderno de Nueva York. Jos Hierro

    64/106

    Q u ser de vosotras, Marta,

    Azucena, Laura... Oleaje

    de caderas, cabellos, pechos.

    Oleaje tallado en humo,

    vestido de melancola,

    de sonrisas hacia las dunas

    plateadas. Y el cielo aqul,

    azul y fro, que enmarcaba

    al Minotauro pensativo...

    Marta, Azucena, qu habr sido

    de vosotras, clida msica

    entre espejos y cortinajes.

    Ahora sois ritmo, sois volutasde humo, vedijas de las nubes,

    ojos de niebla, donde un da

    palpitaba la juventud.

    77

  • 7/22/2019 Cuaderno de Nueva York. Jos Hierro

    65/106

    E l s o l de octubre cie

    al paisaje maduro.

    Otorga a lo que vive

    su plenitud de fruto.

    El aire se hace de oro,

    se enjoya de susurros,

    panal de los dulzores,

    reino del ritmo puro,

    meloda de flautaque derrumba lo oscuro,

    entra por la ventana,

    dibuja desde el jbilo

    seres con sosegadavocacin de desnudo,

    criaturas del gozo

    que llegan de otro mundo.

    79

  • 7/22/2019 Cuaderno de Nueva York. Jos Hierro

    66/106

    U n c o n t in e n te olvidado,

    madera de la penumbra.

    Tengo que restituirlo

    a la luz que fue su cuna.

    Ya no recuerdo cmo era,de qu sustancia de luna.

    N o volv al reino perdido,

    y no podr volver nunca.

    Me sumo en la mar. Rescatorfagas de criaturas,

    rfagas de son humano,

    criaturas de la lluvia,

    rfagas resucitadas,

    infantilmente nocturnas.

    Rfagas, rfagas, rfagas

    talladas en sombra pura.

    81

  • 7/22/2019 Cuaderno de Nueva York. Jos Hierro

    67/106

    SLO MATERIA de sombras,

    criaturas de la noche,

    nubes espectrales, seres

    dolorosamente informes,

    visiones o pesadillas

    llegadas no s de dnde,

    rfagas resucitadas

    que fueron mujeres y hombres,

    que tuvieron carne y sueosdonde anidaban los soles

    y ahora son slo penumbra,

    ros de negros acordes,

    tristezas desenterradas,pesadillas o visiones,

    llamando siempre a la puerta

    de quienes no los conocen.

    83

  • 7/22/2019 Cuaderno de Nueva York. Jos Hierro

    68/106

    APUNTE DE PAISAJE

    Las nubes puestas a secar al sol.

    Los ciruelos condecorados por la primavera.

    Abril, de manos hmedas,

    acaricia la frente de los arces.

    La lengua prpura del atardecerlame la curva de las lomas de plomo

    y las convierte en carne tibia.

    Todo ha sido creado

    para mayor gloria del viento del oeste

    que despeina las aguas del lago.

    (Ms all, la ciudad, desplegadas las velas de cemento

    navega hacia su olvido, noche, sueo, nunca.)

    85

  • 7/22/2019 Cuaderno de Nueva York. Jos Hierro

    69/106

    ESPEJO

    E n otro ciclo, en otro reino extrao,

    mis trabajos se vieron en mi cara.

    L o p e d e V e g a

    Ese desconocido, ese recin llegado

    que habla solo no sabe que lo escucho

    y que pregunta, no s a quin, por qu volviste?mientras borra con una blanca nube

    los trabajos tatuados en su cara,

    los zarpazos del tiempo,

    y que otra vez pregunta por qu volviste?

    ese, al que veo y al que escuchodesde el lado de ac del espejo,

    dnde, con quin estar hablando?

    87

  • 7/22/2019 Cuaderno de Nueva York. Jos Hierro

    70/106

    A CONTRATIEMPO

    Este poema tiene un son

    que no es el suyo. Imaginad

    que estamos bailando un bolero.

    Pero la msica que suena

    yo no la oigo: es otro ritmo,otro comps, el que yo llevo.

    Bailo a destiempo, a contratiempo.

    Mi pareja se queja porque

    la estoy pisando. Cmo puedo

    decirle que escucho una msica

    que ya son o no son nunca?

    Nos sentamos. N o nos miramos.

    (No nos veramos).

    El son

    de este poema no es el suyo:

    llevamos msicas distintas.

    Por eso el baile es imposible

    y debo desistir.

    89

  • 7/22/2019 Cuaderno de Nueva York. Jos Hierro

    71/106

    COPLILLA DESPUS DEL 5 . B O U R B O N

    Pensaba que slo habra

    sombra, silencio, vaco.

    Y muri. Estaba en lo cierto.

    El mismo Dios se lo dijo.

    91

  • 7/22/2019 Cuaderno de Nueva York. Jos Hierro

    72/106

    I I I

    POR NO ACORDARME

    Qu peds, que no escriba o que no viva?

    Haced vos con m i pecho que no sienta

    que yo har con mi pluma que no escriba.

    L o p e d e V e g a

  • 7/22/2019 Cuaderno de Nueva York. Jos Hierro

    73/106

    ADAGIO PARA FRANZ SCHUBERT

    (Quinteto en Do mayor)

    A Paca Aguirre

    I

    Apenas vaho sobre el cristal

    con ademanes de ceniza, con estelas de niebla,

    seala el mayordomo el lugar reservado

    a cada uno de los comensales,

    y susurra sus nombres con slabas de rfaga.

    Franz -todos bebe copas, copas, copas

    de un oro ajado, de un resplandor marchito,

    una luz madurada en otras tierras

    diluidas en la memoria.

    Dnde estarn los compaeros que no ve?

    Acaso fueron arrastrados por las aguas de Herclito

    hasta donde el ocaso se remansa y languidece.Han cesado las risas. Las palabras son ascuas.

    Todo es en este instante

    desolacin, herrumbre, acabamiento.

    Huele a manzanas y a membrillos

    demasiado maduros.

    95

  • 7/22/2019 Cuaderno de Nueva York. Jos Hierro

    74/106

    A travs del ojo de buey

    Franz contempla los das

    que se aproximan navegando.

    La ciudad que lo espera le saluda

    con sus brazos alzados a las nubes,

    enfundados en terciopelo gris.

    Paralizado, congelado, el tiempo

    va adquiriendo la ptina de estar atardeciendo

    otondose sobre el mar,sobre la muerte, sobre el amor, sobre la msica

    que se libera, misteriosamente,

    de nadie sabe qu prisiones.

    II

    Esta msica lleva mucha muerte dentro.

    El amor lleva dentro mucha msica,

    mucho mar, mucha muerte.

    La muerte es un amor que habla con el silencio.

    El amor una meloda hija del mar y de la muerte:

    asciende, gira, enlaza el cuerpo, lo encadena

    hasta asfixiarlo despiadadamente.

    96

  • 7/22/2019 Cuaderno de Nueva York. Jos Hierro

    75/106

    III

    La nave fantasmal pero real navega

    sobre al amor, sobre la muerte(tambin sobre el olvido),

    y glisa sobre el arpa de las olas,

    navega sobre el agua como el lad sobre la msica

    (y es que msica y mar tienen el mismo origen).

    Este mar lleva dentro mucha msica,

    mucho amor, mucha muerte.

    Y tambin mucha vida.

    IV

    ...Y tambin mucha vida.

    N o slo la que testimonia

    el hervor de los brazos blanqusimos de las olas

    al otro lado del cristal solar, lunar del camarote,

    sino la que agoniza en el lado de ac.

    Abanicos de plumas y de oroempiezan a girar.

    Giran y giran cada vez ms vertiginosamente

    acelerando, siempre acelerando

    absorbidos, cautivos, reclamados por bocas abisales,

    fraques azules, grises, rumor de besos y batir de alas,

    ojos ennoblecidos por las lgrimas,labios besados hondamente, que por eso

    tienen ms vida que quitar,

    97

  • 7/22/2019 Cuaderno de Nueva York. Jos Hierro

    76/106

    y el giro, el giro, el vrtigo del vals,

    el del polaco tsico

    que escuchaba en la Valldemosa invernal

    golpear insistente sobre el suelo la gota de agua.El vals futuro, felicidad or ida

    de la dinasta risuea de los vieneses

    resucitados cada 1 de enero en los televisores,

    supervivientes de un imperio feliz e injusto

    que ya no puede ser.Son absorbidos, chupados, esclavizados

    por lo hondo tenebroso. En el embudo

    caen y desaparecen gotjeos de las aves

    de los bosques de Viena, huspedes de las ramas

    hmedas de los tilos y los abedules,

    aroma de grosellas y frambuesas,

    de fresas y de arndanos: todos aprisionados

    en las redes de escarcha del otoo.

    El implacable sumidero

    devora tules, sedas, lmparas de luz azulada,

    nubes que se suicidan arrojndoseal hueco que termina

    en el corazn verde del mar,

    en la hoguera sombra y helada de la nada,

    en lo fatal, irreversiblemente mudo.

    Los invisibles compaeroscontemplan aterrados y desamparados

    ese derrumbamiento que acaba en el silencio.

    98

  • 7/22/2019 Cuaderno de Nueva York. Jos Hierro

    77/106

    V

    ...El silencio que surca el atad de caoba.

    En el silencio Franz contempla, evoca ahoraa sus desvanecidos compaeros.

    Con la clarividencia del moribundo

    oye su despedida, sus adioses

    con voces de violines, de viola, de violonchelos.

    Sonaban a diamante y penumbra.

    La nave o atad? en que Franz llega,

    irremediablemente solo, cabecea sobre las ondas,

    las azota su quilla con ritmo sosegado:

    chasquido, pellizcado, pizzicatto sombro

    entre dos nadas, entre dos nuncas.

    VI

    ...Entre dos nuncas. El recin llegado

    contempla el cielo encajonadoentre dos muros, entre dos sombras, entre dos silencios,

    entre dos nadas.

    Sentado sobre su banco de cemento

    saca de su bolsillo unos trozos de pan,

    los desmiga. Da de comer a las palomas.

    99

  • 7/22/2019 Cuaderno de Nueva York. Jos Hierro

    78/106

    VILLANCICO EN C EN TRA L PARK

    Maanicas floridasdel fro invierno

    recordad a mi nio

    que duerme al hielo.

    L o p e d e V e g a

    Visti la noche, copo a copo,pluma a pluma,

    lo que fue llama y oro,

    cota de malla del guerrero otoo

    y ahora es reino de la blancura.

    Qu hago yo, profanando, pisando

    tan fragilsimo plumaje?

    Y arranco con mis manos

    un puado, un pichn de nieve,

    y con amor, y con delicadeza y con ternura

    lo acaricio, lo acuno, lo protejo.

    Para que no llore de fro.

    101

  • 7/22/2019 Cuaderno de Nueva York. Jos Hierro

    79/106

    HABLO C O N GLO RIA FUERTES

    FRENTE AL W ASHINGTO N BRIDGE

    Pasea con el luto de viuda de s misma,

    payasa, miliciana,

    entre los arces plateados de New Jersey

    (o tal vez sean pinos, encinas, jaras y retamasde Chozas de la Sierra... Yo ya no s).

    La navaja del ro corta pan y tomate

    de la tarde que se evapora.

    Don Gil, Jilguero de las calzas verdes,asado con madera del cajn de la portera,

    miraba compasivo

    cmo acunan tus brazos esquelticos,

    mientras dan de mamar a la guerra de nunca,

    teta arrugada, guerra guerreada,

    y todo lo dems.

    Y todo blanco y negro. Y desvado.

    U n hom bre levantaba su cabeza de ortiga

    en el menesteroso anochecer.

    Mendigos con fusiles (que yo los vi pasar

    porque t los mirabas).Y nios muertos que esquivabas para no pisarlos

    en la calle de Atocha

    103

  • 7/22/2019 Cuaderno de Nueva York. Jos Hierro

    80/106

    (nunca los vi ni quise verlos),

    y aquel puente estrechsimo que no es el ms con ms

    de Nueva York, sino de nieve y de cellisca,

    (yo lo he visto, y lo veo, y seguir vindolo,

    con las mujeres de bano y marfil arrugado,

    porque era entonces todo blanco y negro).

    Y ahora vuelve sin Filis, cabalgando su cncer,

    hasta maana, Filis!

    Ms tarde, en tu memoria cristalizaban sombras,

    entre los rascacielos de acero y miel:

    sombras de mondas de patatas

    que has olvidado, pues 110 quieres morir,

    no queremos morir,

    y fachadas de catedrales bordadas de palomas,y que maana no ser otro da,

    y otra sombra resbalando sobre una lgrima,

    enhebrando una aguja, zurciendo una bufanda

    a la sombra de una lenteja.

    104

  • 7/22/2019 Cuaderno de Nueva York. Jos Hierro

    81/106

    LOS CLAUSTROS

    No, si yo no digo

    que no estn bien en donde estn:

    ms aseados y atendidos

    que en el lugar en que nacieron,

    donde vivieron tantos siglos.All el tiempo los devoraba.

    El sol, la lluvia, el viento, el hielo,

    los hombres iban desgarrndoles

    la piel, los msculos de piedra

    y ofrendaban el esqueleto

    fustes, dovelas, capiteles-

    al aire azul de la maana.

    Atormentados por los cardos,

    heridos por las lagartijas,

    cagados por los estorninos,

    por las ovejas y las cabras.

    No, si yo no digo

    que no estn mejor donde estn

    en estos refugios aspticos

    que en las tabernas de sus pueblos,ennegrecidos los pulmones

    por el tabaco, suicidndose

    105

  • 7/22/2019 Cuaderno de Nueva York. Jos Hierro

    82/106

    con el porrn de vino tinto,

    o con la copa de aguardiente,

    oyendo coplas indecentes

    en el tiempo de la vendimia,rezando cuando la campana

    tocaba a muerto.

    No, si yo

    no dir nunca que no estnmucho mejor en donde estn

    que en donde estaban...

    Estos claustros...!

    10 6

  • 7/22/2019 Cuaderno de Nueva York. Jos Hierro

    83/106

    LEAR KING EN LOS CLAUSTROS

    Di que me amas. Di te amo.

    Dmelo por primera y por ltima vez.

    Slo: te amo. No me digas cunto.

    Son suficientes esas dos palabras.

    Ms que a mi salvacin, dijo Regania.Ms que a la primavera, dijo Gonerila.

    (No sospechaba que mentan.)

    Di que me amas. Di te amo,

    Cordelia, aunque me mientas,

    aunque no sepas que te mientes.

    Todo se ha diluido ya en el sueo.

    La nave en que pas la mar,

    fustigada por los relmpagos

    era un sueo del que an no he despertado.

    Vivo brezado po r un sueo,

    inerme en su viscosa telaraa,

    para toda la eternidad,

    si es que la eternidad no es un sueo tambin.

    La tempestad me arrebat al Bufn,

    al picaro azotado, deslenguado, insolente,

    que era mi compaero, era yo mismo,

    107

  • 7/22/2019 Cuaderno de Nueva York. Jos Hierro

    84/106

    reflejo mo en los espejos

    cncavos y convexos que invent Valle-Incln.

    Los brazos de las olas me estrellaron

    contra el acantilado. Y un buen da,

    ya no recuerdo cundo, despert,

    y hall sobre la arena

    piedras labradas con prim or,

    sillares corrodos, lamidos y araadospor los dientes y garras de las algas.

    Entonces, desatado del sueo,

    comenc a rehacer el mundo mo

    que se desperezaba bajo un sol diferente.

    Y aqu est al fin, delante de mis ojos.

    Oigo cmo jadea

    con la disnea del agonizante, del sobremuriente.

    Espera a que t llegues

    y me digas, te amo.

    Conservo aqu los cielos que viajaron conmigo

    grises torcaces de Bretaa, cobaltos de Provenza,

    ndigos de Castilla.

    Slo t eres capaz de devolverles

    la transparencia, la luminosidad

    y la palpitacin que los hacan nicos.

    Aqu estn aguardndote.

    108

  • 7/22/2019 Cuaderno de Nueva York. Jos Hierro

    85/106

    Quiero orte decir, Cordelia, te amo.

    Son las mismas palabras que salieron

    de labios de Regania y Gonerila,

    no de su corazn. Ms tardese deshicieron de mis caballeros,

    hijos del huracn, bravucones, borrachos,

    lascivos, pendencieros... Regresaron

    al silencio y la nada.

    La niebla disolvi sus armaduras,sus yelmos, sus escudos cincelados,

    aquel hervor y desvaro

    de guilas, quimeras, unicornios,

    cisnes, delfines, grifos...

    Por qu reino cabalgan hoy sus sombras?

    Mi reino por un te amo, sangrndote en la boca.

    Mi eternidad por slo dos palabras.

    Susrralas o cntalas sobre un fondo real

    agua de manantial sobre los guijos,

    saetas que desgarran con su zumbido el aireas! la realidad har que sean reales

    las palabras que nunca pronunciaste

    jpor qu nunca las pronunciaste!

    y que ultrasuenan en un punto

    del tiempo y del espaciodel que tengo que rescatarlas

    antes de que me vaya.

    109

  • 7/22/2019 Cuaderno de Nueva York. Jos Hierro

    86/106

    Ven a decirme te amo;

    no me importa que duren tus palabras

    lo que la humedad de una lgrima

    sobre una seda ajada.

    En esta paz reconstruida

    s que es tan slo un decorado represento

    mi papel; es decir, finjo,

    porque ya he despertado.Ya no confundo el canto de la alondra

    con el del ruiseor. Y aqu vivo esperndote,

    contando das y horas y estaciones.

    Y cuando llegues, anunciada

    por el sonido de las trompas

    de mis fantasmales cazadores,

    s que me reconocers

    por mi corona de oro (a la que han arrancado

    sus gemas las urracas ladronas)

    por la escudilla de madera que me leg el bufn

    en la que robles y arces depositan

    su limosna encendida, su diezmo volandero,

    el parpadeo del otoo.

    Ven pronto, el plazo ya est a punto

    de cumplirse. Y no me traigas florescomo si hubiese muerto.

    Ven antes de que me hunda

    n o

  • 7/22/2019 Cuaderno de Nueva York. Jos Hierro

    87/106

    en el torbellino del sueo.

    Ven a decirme te amo y desvancete en seguida.

    Desaparece antes de que te veasumergida en un licor trmulo y turbio,

    como a travs de un vidrio esmerilado.

    Antes de que te diga:

    Yo s que te he querido mucho, .

    pero no recuerdo quin eres.

    ni

  • 7/22/2019 Cuaderno de Nueva York. Jos Hierro

    88/106

    O RA CIN EN COLUMBIA UNIVERSITY

    A Dionisio Caas

    Bendito sea Dios, porque invent el silencio,

    y el chirrido de la chicharra,

    y el lagarto de fastuoso traje verde,

    y la brasa hipnotizadora

    (horizontal crepsculo pudo haberla llamado

    don Pedro Caldern de la Barca en el declive del Barroco).

    Bendito sea Dios que invent el agua,

    el agua sobre todo.

    Bendito sea Dios porque invent el amanecer

    y el balido que lo poblaba.

    Ahora vuelvo a escuchar aquella meloda.

    El arroyo arpegiaba sobre cantos rodados,

    haca el contrapunto.

    Suena el concierto en mi memoria.O puede que se trate

    de una msica diferente:

    la que escuch, primero, entre los arrayanes de Granada

    Federico Garca Lorca,

    y luego aqu, rescatada,en Columbia University.

    1 1 3

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    Bendito sea Dios que invent los prodigios

    que contaba mi padre

    perfumado de espliego y de tomillo.

    Eran historias de ciudades mgicasen las que el agua circulaba

    por venas de metal, agua caliente y fra

    (nos lo contaba al borde del regato,

    helado en el invierno, seco en esto:

    Venga, a lavarse, coo, guarros.

    Y obedecamos).

    Bendito sea Dios porque invent la cabra

    la cabra que rifaba por los pueblos

    mucho antes que Pablo Picasso,

    con barriga de cesto de mimbre

    y tetas como guantes de bronce.

    Maldito sea Dios porque invent el estao

    parpadeante del olivo,

    ramas y tronco de Laoconte,

    y aquella sombra trgica de catafalco y oro:un rayo congelado en la mano siniestra

    y en la diestra un crepsculo.

    Maldito sea Dios porque invent a mi padre

    colgado de una rama del olivo

    poco despus de recogerse la aceituna.N o puedo perdonrselo.

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  • 7/22/2019 Cuaderno de Nueva York. Jos Hierro

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    Pero eso fue ms tarde.

    Antes fueron los nios.

    Bendito sea Dios que invent aquellos nios,

    vestidos como prncipes o pjaros.Con voces de cristal, Pap, decan a su padre.

    Bendito sea Dios por inventar una palabra

    milagrosa, jams oda,

    y su padre corresponda

    con vaharadas de ternura.

    Maldito sea Dios, porque yo quise

    arrezagarme en la ternura

    pronunciando la mgica palabra

    entonces descubierta. Pap? Mariconadas,

    si te la vuelvo a or te llevas una hostia.

    Bendito sea Dios porque invent los aos,

    1970, 1980, 1990...,

    invent el fuego, el oro viejo

    de los arces de otoo,

    y estos ros profundos como penas,

    largos como el olvido o el recuerdo,

    hospitalarios, generosos,

    por los que la ciudad va navegando

    hasta la mar, que es el morir.

  • 7/22/2019 Cuaderno de Nueva York. Jos Hierro

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    Bendito sea Dios que invent libros sabios.

    Se daba nombre en ellos

    a lo que antes no lo tena.

    Bendito sea Dios porque invent licenciaturasmasters, campus con risas y con marihuana,

    laboratorios y celebraciones

    con cantos en latn, gaudeamus igitur,

    todo situado en niveles distintos del tiempo.

    Bendito sea Dios que invent la memoria

    y que invent el silencio de este lugar asptico,

    y las venas metlicas ocultas

    en las que el agua espera

    unas manos liberadoras que les devuelvan su cancin.

    Ahora s que mi padre est vengado.

    Mi padre, descolgado del olivo

    pronuncia con mis labios las palabras totmicas,

    y se estremece este recinto sagrado.

    Coo, joder, carajo, a lavarse la cara, hostias.

    Y abro los grifos, lavabos, duchas, retretes,se desbordan las aguas que l soaba

    en la choza de adobe y paja,

    cantan la gloria de la recuperacin,

    y mi padre navega por las aguas,

    le provoco, gritndole desconsolado.Pap!. Mariconadas, me contesta.

    Pap!. Maricona... glu, glu,

    i i 6

  • 7/22/2019 Cuaderno de Nueva York. Jos Hierro

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    ahogado, recuperado,

    navegante por los canales de oro,

    vivo ya para siempre.

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    CUPL PARA MIGUEL DE M OL INA

    Llorando, siempre llorando

    M . d e M o l i n a

    El viento caracolea

    entre los prismas metlicos.

    Es el mismo que arpegiabaen las ramas de los lamos

    (aquellos!). Y yo lo escucho

    (nunca dej de escucharlo),

    Uomndoj siempre llorando.

    Se funden aguas atlnticas

    con las del Mediterrneo.

    La corriente del East River

    se ha guadalquivirizado.

    Aromas de las biznagas,pirotecnia de naranjos,

    gumas del eucalipto

    y parpadeos del lamo

    rasgan este cielo que

    posa garzas en mi mano:

    luego emigran, ro arriba,

    me dejan desamparado,

    llorando, siempre llorando.

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  • 7/22/2019 Cuaderno de Nueva York. Jos Hierro

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    Estoy viviendo, o muriendo,

    sueos mil veces soados.

    Llueve polen de ceniza

    sobre mis hombros ancianos.Q u fu e de tanto galn?

    De qu modo liberarlos

    del laberinto de sombras,

    de los fnebres espacios?

    Su paso ha dejado surcosen la arena de mis prpados;

    pero ya no puedo verlos:

    yerran por dorados mbitos,

    y aqu me dejan, sin alma,

    llorando,a la orilla del East River,

    llorando, siempre llorando,

    siempre llorando.

    120

  • 7/22/2019 Cuaderno de Nueva York. Jos Hierro

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    A ORILLAS DEL EAST RIV ER

    I

    En esta encrucijada,

    flagelada por vientos de dos ros

    que despeinan la calle y la avenida,

    pisoteada su negrura por gaviotas de luz,descienden las palabras a mi mano,

    picotean los granos de roco,

    buscan entre mis dedos las migajas de lgrimas.

    Siempre aspir a que mis palabras,las que llevo al papel,

    continuasen llorando

    de pena, de felicidad, de desesperanza,

    al fin, todo es lo mismo ,

    porque yo las haba llorado antes;

    antes de que desembocasen en el papel blanqusimo,

    en el papel deshabitado, que es el morir.

    Dejaran en l los ecos asordados, empaados,

    de lo que tuvo vida.

    Alguien advertira la humedad de las lgrimas,

    llorara por seres que jams conoci,

    que acaso no es posible que existieran

    aunque estuvieron vivos

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  • 7/22/2019 Cuaderno de Nueva York. Jos Hierro

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    en el recuerdo o en la imaginacin.

    Lloraramos todos por los desconocidos,

    los para mi difuminados

    en la magia del tiempo.

    Contra las estructuras

    de metal y de vidrio nocturno

    rebotan las palabras an sin forma,

    consagradas en el torbellino helado,y no me hacen llorar.

    Yo ya no s llorar. Y mira que he llorado!

    II

    Yo ya no lloro,

    excepto por aquello que algn da

    me hizo llorar:

    los aviones que proclamaban

    que todo haba terminado;

    la estacin amarilla diluida en la noche

    en la que coincidan, tan slo unos instantes,

    el tren que parta hacia el norte

    y el que parta hacia el oeste

    y jams volveran a encontrarse;y la voz de Juan Rulfo: diles que no me maten;

    y la malaguea canaria;

    122

  • 7/22/2019 Cuaderno de Nueva York. Jos Hierro

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    y la nia mendiga de Lisboa

    que me pidi un besio.

    Yo ya no lloro.N i siquiera cuando recuerdo

    lo que an me queda por llorar.

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  • 7/22/2019 Cuaderno de Nueva York. Jos Hierro

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    EN SO N DE DESPEDIDA

    N o vine slo por decirte

    (aunque tambin) que no volver nunca,

    y que nunca podr olvidarte.

    Emprendo la tarea

    (imposible, si es que algo hay imposible)

    de racionalizar, interpretar, reconstruir y desandar

    aquellas fbulas y hechizos

    que gracias a ti fueron realidad.

    Recupero los pasos iniciados a la orilla del ro

    y que desembocaban en Kiss Bar (aunque no estoy seguro

    dnde estaba el principio y dnde el fin).

    Estoy cansado, muy cansado.

    Don Antonio Machado dijo hace ms de medio sigloSoy viejo porque tengo ms de sesenta aos,

    que es mucha edad para un espaol.

    (Sin comentarios.)

    He vivido das radiantesgracias a ti. Entre mis dedos se escurran

    cristalinas las horas, agua pura. Benditas sean.

    I25

  • 7/22/2019 Cuaderno de Nueva York. Jos Hierro

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    Fue un tercer grado carcelario:

    regresas a la crcel por la noche,

    por el da espejismo te sientes libre, libre, libre.

    Nadie pudo, ni puede, ni podr por los siglos de los siglosarrebatarme tanta felicidad.

    Yo no he venido te lo dije

    para decirte adis. S que no me echars de menos,

    y eso que yo soaba ser todo para ticomo t lo eres todo para m.

    ay vanidad de vanidades y todo vanidad!

    N o te im portuno ms (ni siquiera s si me escuchas).

    Bebo el ltimo whisky en el Kiss Bar,

    la ltima margarita en Santa Fe,

    rodeo luego la ciudad y su muralla de agua

    en la que ya no queda nada que fue mo.

    Desisto de adentrarme en su recinto,

    no tengo fuerzas para celebrar

    la melanclica liturgia de la separacin.

    Slo deseo ya dormir; dormir;

    tal vez soar...

    12 6

  • 7/22/2019 Cuaderno de Nueva York. Jos Hierro

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    EPLOGO

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    VIDA

    A Paula Romero

    Despus de todo, todo ha sido nada,

    a pesar de que un da lo fue todo.

    Despus de nada, o despus de todo

    supe que todo no era ms que nada.

    Grito Todo!, y el eco dice Nada!.

    Grito Nada!, y el eco dice Todo!.

    Ahora s que la nada lo era todo,

    y todo era ceniza de la nada.

    N o queda nada de lo que fue nada.

    (Era ilusin lo que crea todo

    y que, en definitiva, era la nada.)

    Qu ms da que la nada fuera nadasi ms nada ser, despus de todo,

    despus de tanto todo para nada.

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    NDICE

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    Pgina

    P R E L U D I O

    Despus de miles, de millones de aos... 11

    I. EN G A O ES GRA ND E

    Rapsodia en blue 15

    El lad 23

    Beethoven ante el televisor 29

    Ballenas en Long Island 33

    Baile a bordo 39

    Cantando en yiddish 43

    Alma M ahler hotel 51

    La ventana indiscreta 55

    Ezra Pound 59

    II . PECIOS DE SOMBRA

    Hablaban con bocas de sombra.,, 67

    La mano es la que recuerda... 69

    El amor estaba escondido,,. 71

    Estbamos, estaban... 73

    M ujer ante el espejo 75

    Qu ser de vosotras, Marta... 77

    133

  • 7/22/2019 Cuaderno de Nueva York. Jos Hierro

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    Pgina

    E l sol de octubre cie.. . 79

    Un cont inen te o lv idado . . . 81

    S lo m ateria de s o m b r a s . 83

    Apunte de paisaje 85

    Espejo 87

    A contratiemp o 89

    Coplilla despus del 5. bourbon '91

    III. P O R N O A C O R D A R M E

    Adagio para Franz Schubert 95

    Villancico en Central Park 101

    Hablo con Gloria Fuertes frente al W ashington Bridge 103

    Los claustros 105

    Lear King en los claustros 107

    O racin en Colum bia University 113

    Cupl para M iguel de Molina 119

    A orillas del East R iver 121

    En son de despedida 125

    EPLOGO

    Vida 129

    134

  • 7/22/2019 Cuaderno de Nueva York. Jos Hierro

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    La p r i m e r a

    Q se compuso ,e d i c i n d e Q i m p r i m i yCu a d e r n o d e encuadern enN u e v a Y o r k

    Q

    la Comunidad

    de Jos Hierro,

    Q O Autnoma de

    n" 326 de la

    c o l e c c i n Madrid en la

    d e p o e s a primavera del

    H i p e r i n , a o 1 9 9 8 .

    O VOS OMNES QUI TRANSISTISPER VIAM ATENDITE ET VIDETE...

  • 7/22/2019 Cuaderno de Nueva York. Jos Hierro

    106/106

    La obra de Jo s H ie r r o ocupa un lugar fundamental en la poesa espa-

    ola del ltimo medio siglo. Desde 1947, ao en que se publica su

    primer libro, Tierras sin nosotros, y gana el premio Adonis con

    Alegra, hasta este Cuaderno de Nueva Yorkde 1998, ttulos como

    Con las piedras, con el viento, Quinta del 42, Cuanto s de m,

    Libro de las alucinacioneso Agendahan ido marcando una trayec-

    toria impecable, permanentemente enriquecida y renovada, que ha

    sido reconocida con numerosos premios como el Nacional de la

    Crtica en dos ocasiones, el Prncipe de Asturias, el Nacional de las

    Letras Espaolas y el Reina Sofa de Poesa.

    Con su maestra habitual, Hierro establece en este libro un dilo-go mltiple con la gran ciudad en que tiempo y espacio entrelazan

    sus coordenadas. Asoman as en sus poemas figuras tan diversas co-

    mo Beethoven y Gershwin, Alma Mahler y Ezra Pound, Miguel de

    Molina y Franz Schubert o Gloria Fuertes y Lope de Vega.

    Un libro nico de un poeta nico.