Cuaderno de Mujer. Mme. B.B

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Transcripción Europea XVIII. Cuaderno de quejas y reclamaciones de las mujeres. Madame B*** B*** 1789 País de Caux. La aurora luce, las tinieblas se disipan: el astro del día se acerca, el cielo brilla… su esplendor es un feliz presagio. ¡Oh poder supremo!, haz que este símbolo inflame todos los corazones, reanime nuestras esperanzas y corone nuestros deseos. ¿Cómo no confiar después que el monarca ha manifestado a su pueblo sus paternales sentimientos; a permitido a cada individuo presentar reclamaciones, comunicar sus ideas, tratar, discutir, por vías impresas, todos los temas políticas que pronto pasaran por las manos de la augusta asamblea que se prepara? En este momento de una revolución general, una mujer sorprendida por el silencio de u sexo, cuando tendría tantas cosas por decir, tantos abusos por combatir, tantas quejas por presentar, una mujer se atreve a elevar su voz para defender la causa común; va a diferirla al tribunal de la nación, & su justicia ya le asegura el éxito. Perdona, ¡sexo mío!, si he creído legitimo el yugo bajo el que vivimos desde hace tantos siglos; estaba persuadida de tu incapacidad & de tu debilidad; no te creía capaz, en la clase inferior o indigente, mas que de hilar coser & dedicarte a cuestiones económicas familiares, & el juego me parecía que debían ser tus ocupaciones esenciales. No había adquirido suficiente experiencia para discernir que todos estos ejercicios son, al contrario, los obstáculos para el desarrollo del talento. Pero ¡cuán desengañada estoy desde que he visto, con tanta sorpresa como admiración, en la calce en donde, o por principio o por necesidad, los hombres permiten a las mujeres compartir sus trabajos, unas cavar la tierra, sujetar la reja del arado, conducir la posta; otras

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Transcripción Europea XVIII.

Cuaderno de quejas y reclamaciones de las mujeres.

Madame B*** B***1789

País de Caux.

La aurora luce, las tinieblas se disipan: el astro del día se acerca, el cielo brilla… su esplendor es un feliz presagio.

¡Oh poder supremo!, haz que este símbolo inflame todos los corazones, reanime nuestras esperanzas y corone nuestros deseos.

¿Cómo no confiar después que el monarca ha manifestado a su pueblo sus paternales sentimientos; a permitido a cada individuo presentar reclamaciones, comunicar sus ideas, tratar, discutir, por vías impresas, todos los temas políticas que pronto pasaran por las manos de la augusta asamblea que se prepara?

En este momento de una revolución general, una mujer sorprendida por el silencio de u sexo, cuando tendría tantas cosas por decir, tantos abusos por combatir, tantas quejas por presentar, una mujer se atreve a elevar su voz para defender la causa común; va a diferirla al tribunal de la nación, & su justicia ya le asegura el éxito.

Perdona, ¡sexo mío!, si he creído legitimo el yugo bajo el que vivimos desde hace tantos siglos; estaba persuadida de tu incapacidad & de tu debilidad; no te creía capaz, en la clase inferior o indigente, mas que de hilar coser & dedicarte a cuestiones económicas familiares, & el juego me parecía que debían ser tus ocupaciones esenciales. No había adquirido suficiente experiencia para discernir que todos estos ejercicios son, al contrario, los obstáculos para el desarrollo del talento.

Pero ¡cuán desengañada estoy desde que he visto, con tanta sorpresa como admiración, en la calce en donde, o por principio o por necesidad, los hombres permiten a las mujeres compartir sus trabajos, unas cavar la tierra, sujetar la reja del arado, conducir la posta; otras emprender largos & penosos viajes, por motivos de comercio, con un tiempo malísimo!

Añadiré que, a pesar de la imperfección de nuestra educación, podemos citar varias mujeres que han dado al publico producciones útiles & brillantes1

En fin ¿no hemos vistos alguna sujetar las riendas del gobierno con tanta sabiduría y previsión como majestad?2

¿Qué mas nos falta para probarnos que tenemos derecho a lamentarnos por la educación que nos dan, por el prejuicio que nos convierte en esclavas, & por la injusticia con la cual se nos despoja al nacer por lo menos en varias provincias del bien que la naturaleza & la equidad parece que deben asegurarnos?.

Dicen que es cuestión de otorgar a los negros su liberación; el pueblo, casi tan esclavo como ellos, va a recuperar sus derechos, es a la filosofía que ilumina la nación a quienes deberemos estos beneficios; ¿seria posible que estuviera muda para con nosotras, o que, sordos a su voz, & insensibles a su luz, los hombres persistieran en querernos hacer victimas de su orgullo o de su injusticia?

1 Leemos con placer las obras de madame Dacier, madame des Houliéres, madame du Bocage; madame la marquise du Châtelet, mademoiselle de Lussan. &-c. 2 Pertenecen a este grupo: Isabel, Reina de Inglaterra, Catalina, esposa de Pedro el Grande; Catalina Segunda, reinante en la actualidad; & María, reina de Portugal.

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¡Oh diputados e la nación!, a vosotros os invoco: ojalá pudierais penetraros de los mismos sentimientos que me animan, & de la necesidad de trabajar por el éxito de mis justas quejas, con la influencia de vuestras luces & la sabiduría de vuestras deliberaciones.

No engañareis mi espera; tengo como garantes los sufragios de infinidad de ciudadanos ilustrados que han puesto en vuestras manos su destino & su suerte, & la obligación contraída por vosotros de concurrir a la reforma de los abusos & de los prejuicios absurdos o atroces que deshonran la monarquía francesa.

Desde esta confianza me atrevo a asumir la defensa de mi sexo, & mi pluma tímida pero alentada por la bondad de mi causa, se ejercita por primera vez.

Me doy cuenta de que mi reclamación permanecerá en primer lugar y por lo menos inconsiderada: La admisión de las mujeres en los estados-generales es, exclamarán, una pretensión de un ridículo inconcebible; jamás las mujeres han sido admitidas en los consejos de los reyes o de las republicas. Hay más; las soberanas que han gobernado estados desde Semíramis hasta nuestros días, sólo han admitidos hombres en su consejo. La divisas de las mujeres es trabajar, obedecer & callarse.

Éste es ciertamente un sistema de siglos de ignorancia, en los que los más fuertes han hecho las leyes; & sometido a los más débiles pero hoy la luz & la razón han demostrado su absurdidad.

No aspiramos a los honores del gobierno ni a las ventajas de ser iniciadas en los secretos del ministerio; pero creemos que es totalmente equitativo permitir a las mujeres, viuda o solteras que posean tierras u otras propiedades, que lleven sus quejas al pie del trono; que es igualmente justo recoger sus sufragios, puesto que se ven obligadas como los hombres a pagar imposiciones reales & a cumplir los compromisos del comercio.

Se alegará quizás que todo lo que es posible darle es permitirle hacerse representar, por procuración, ante los estados-generales.

Se podría responder que, estando demostrado, y con razón, que un noble no puede representar a un plebeyo, ni éste a un noble, del mismo modo un hombre no podría, con mayor equidad, representar a una mujer, puesto que los representantes deben tener absolutamente los mismo intereses que los representados: las mujeres no podrían, pues, estar representadas más que por mujeres.

Pero si no pueden hacerse oír, si la política del gobierno puede más que la justicia, si todo acceso a los depositarios de sus destinos les es prohibido, ¡Oh ciudadanos virtuosos & sensibles!, tomad por lo menos en consideración la inequidad ligada al prejuicio que las hace victimas & responsables de los desordenes de aquellos de vuestro sexo que, con sus esfuerzos, sus engaños, su negra perversidad, logran engañarlas, abusan de su credulidad con sus promesas, subyugarlas con sus juramentos, triunfar sobre su debilidad, sobre su inexperiencia, sobre su virtud.

Prejuicio que imprime sobre su frente un carácter imborrable de ignominia, mientras que el infame sobornador se regocija de sus éxitos, se glorifica con las lágrimas que ha hecho derramar, con las trampas que ha tendido a la inocencia, con la vergüenza & y la desgracia de su desventurada víctima.

¡Hombres perversos & injustos!, ¿Por qué nos exigiríais más firmeza que la que tenéis vosotros mismos? ¡Por qué nos imponéis la ley del deshonor cuando con vuestras maniobras habéis sabido hacernos sensibles & obtener la confesión? ¿Qué derecho tenéis para pretender que debemos resistir a vuestras apremiantes inoportunidades cuando no tenéis el valor de dominar el desenfreno de vuestras pasiones?

¡Ah!, sin duda, tal prejuicio es indigno de una buena constitución; indignaría a cualquier nación menos frívola & más consecuente con sus principios.

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Pero ¿qué medio se podría emplear para establecer el equilibro entre dos sexos formados del mismo limo, que experimentaban las mismas sensaciones, que la mano del creador ha hecho el uno para el otro, que adoran el mismo Dios, que obedecen al mismo soberano? & ¿por qué es necesario que la ley no sea uniforme entre ellos, que uno lo tengo todo & que el otro no tenga nada?

¡Ah! Nación ligera pero ilustrada, retoma tu energía, coge con mano firme la balanza de la justicia & la antorcha de la filosofía; después, detén tu mirada sobre los vicios de tu legislación dada a luz en las tinieblas por la ignorancia & la barbarie; gime por todos los males que han causado; & date prisa en responder al deseo de tu soberano que te reúne para estipular los intereses de su pueblo, suprimir los abusos, regenerar la constitución francesa con nuevas leyes.

Tienes, pues, el poder de hacerlas uniformes; tienes el deber de corregir las sinuosidades que desorientan cada día a los oficiales encargados de aplicarlas. Es absolutamente necesario, digo, destruir todos los defectos monstruosos de las leyes que han envilecido, corrompido el espíritu de la nación & gangrenado sus costumbres.

No es, pues, solamente por la reforma de las leyes por lo que podemos orgullecernos de trabajar en su regeneración & aniquilar los prejuicios. Además, que estas leyes, dictadas por la sabiduría, sean una defensa contra la opresión & se conviertan en el asilo de la inocencia.

Entonces, nuestros dos sexos, virtuosos por principio, disfrutarán de la paz que inspira una dulce & mutua confianza. El hombre, tranquilo en el seno de la familia, ya no temerá que su amigo seduzca a su mujer o a su hija & deshonre su casa.

Vosotros, que vais a convertiros en los árbitros del bien o del mal, ocuparos de cambiar las reglas de nuestra educación.

No nos criéis ya como si estuviéramos destinadas a los placeres del serrallo.Que nuestra felicidad no sea únicamente gustar, puesto que un día compartiremos

vuestra buena o malo fortuna.No nos privéis de los conocimientos que puedan incluso permitir que os ayudemos o

bien con nuestras consejos o bien con nuestros trabajos.No son las futilidades con las que nos llenan nuestras cabezas las que nos permitirán

reemplazaros cuando por muerte natural o prematura nos dejéis encargadas del sostén & de la educación de vuestros hijos.

Las personas ociosas & frívolas ya que no se divertirán, a decir verdad, en los círculos de las mujeres, con las puerilidades de sus conversaciones; pero también las personas sensatas verán, con satisfacción, a madres de familia razonables & alegres, ocuparse fructíferamente del cuidado de sus asuntos domésticos, discutir con conocimiento & discernimiento los intereses públicos; su espíritu enriquecido & libre de intrigas, de celos & sin perifollos hará su comercio & sus conversaciones tan agradables como útiles.

Reuniros hijas de Caux & vosotras, ciudadanas de las provincias regidas por costumbres tan injustas & tan ridículas, penetrad hasta el pie del trono, interesad todo lo que lo rodea; reclamad, solicitad la abolición de una ley que os reduce a la miseria desde que llegáis al mundo, para transportar al mayor de vuestros hermanos casi toda la fortuna de vuestros padres & que os priva absolutamente de todas las sucesiones posibles de vuestra familia cuando tenéis hermanos.

Esta costumbre inicua ha hecho posible decir que un padre podía casar a su hija por un sombrero de rosas.

Ella es además la causa del mal, entendimiento que existe en las familias: el hermano mayor, rico en relación a sus hermanas, se aleja de ellas o por orgullo o por interés; teme que la humillen o tenerlas a su cargo.

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¡Padres sensibles, & vosotros, seres privilegiados a quienes la elección de la patria hará ilustres para siempre, apoyad estas reclamaciones! Pensad que el odio, los celos, la discordia & la desunión reinarán eternamente entre vuestros hijos cada vez que no tengáis el derecho de repartir por igual vuestra fortuna.

No perdáis de vista que en Normandía, sobre todo, la muerte de un padre sume a sus hijas en la miseria en la miseria si no había previsto su situación social & las libras a la merced de un hermano ordinariamente duro & imperioso.

Pensad además que, aunque los padres hagan algunos sacrificios sobre sus economías a favor de sus hijas, no están nunca en situación de procurarles alianzas adecuadas.

¿Acaso la sana razón no debe verse herida por tal costumbre que ha sido, sin duda, inventada para poblar provincias en las que hombres orgullosos & tiranos han venido a establecerse?

Reuníos, pues, para trabajar en su proscripción.Que el amor por el bien público sea vuestra brújula & que, penetrados por lo

sublime de vuestras funciones, ninguna consideración pueda separaros de ella.Que la bondad del monarca & el espíritu de patriotismo, dirigidos por vuestras luces

& por la sagacidad de este hombre inmortal cuyo nombre pasará a todas generaciones futuras, aseguren a Francia la felicidad que espera. Será vuestra boda; & el medio de fijarla es que las leyes sean tan claras & tan precisas que la pasión & la codicia no puedan esconderse en ellas bajo falsas interpretaciones.

Que sean de ahora en adelante comunes a todas las providencias; que sean dictadas por la razón, la sabiduría & la justicia, & nada faltará a vuestra gloria.

Europa, atenta & los ojos fijos en vuestros trabajos, mirará Francia como a una nueva Grecia; & nuestros rivales, con el despecho en su corazón, se verán obligados a admiraros.

Yo debería terminar aquí la tarea que me he impuesto al coger la pluma; pero me felicitaría por añadir algunas reflexiones, si una de ellas pudiera contribuir al bien general.

Empezaré por las que se relacionan con el tema principal de la solicitud pública: la deuda nacional.

Mucha gente piensa que el gobierno tendría buenas razones para repercutir, sobre el clero & la nobleza, los atrasos de los justos impuestos de los cuales se libraron sin el consentimiento de la nación. A mí no me corresponde combatir esta opinión casi general; pero me parece que el estado podría encontrar otros recursos:

1.º En la confiscación, para su provecho de todos los bienes que debieron entrar a formar parte de los dominios del rey al morir, sin descendientes, varios soberanos cuyos estados estaban situados al Sur de Francia & cuyos propietarios actuales solamente tendrían títulos de una posesión usurpada.

2.º Los que han sido cedidos por medio de legados , o de otro modo, en condiciones imposibles. Si se hurgara en los archivos de los capítulos, de las abadías & comunidades religiosas, se encontrarían, entre sus documentos, títulos de propiedad tan indignantes como ilegítimos, como los que han despojado de su fortuna a padres de familia suficientemente ignorantes o suficientemente fanáticos para dejarlo todo a la iglesia, depositaria de los bienes de los fieles (según la moral de algunos ministros) & distribuidora de las gracias del Eterno, cuyas gracias ella devolvería a los participantes por sus sacrificios.3

3 En los documentos de la abadía de los benedictinos de Saint-Evroult, diócesis de Lizieux, debe existir una acta de donación de un bien a favor de los monjes, bajo responsabilidad & condición por su parte de

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¿Es, pues, posible que a finales del siglo dieciocho aún se sea esclavo del fanatismo & que no se puedan hacer investigaciones & reclamaciones sin ser considerado anatema, porque han sido sacrificadores del Dios que adoramos los que han engañado la credulidad de los pueblos?

No sería una mano profana la que se acercara al arca sagrada; al contrario, sería un acto de justicia conforma a las leyes que no permiten que un ladrón, cuando así lo reconoce, disfrute tranquilamente del fruto de su crimen; o los objetos robados son restituidos a quienes pertenecen o son confiscados a favor del rey.

Todos los bienes mal adquiridos yo los añadiría, pues, a los de las casas religiosas suprimidas (de los jesuitas,4 por ejemplo) formaría con este conjunto una masa que serviría para liberar la nación; & si todos estos recursos fueran insuficientes, establecería un impuesto simplemente sobre los objetos dedujo, guardándome de tocar los comestibles, ni aquello que pudiera entorpecer la prosperidad del comercio & menos todavía el pueblo indigente & laborioso.

Dentro del clero existen también una clase tan respetable por sus costumbres como por los servicios que rinde a todos los ciudadanos y que merece vuestra atención: son los curas a quienes podemos llamar justamente iglesia enseñante. La mayoría de ellos al igual que su vicarios, que comparten su celo & sus trabajos, no tienen lo suficiente para vivir; el gobierno debe sentirse en la obligación de proporcionar con mayor igualdad los bienes legítimos de la iglesia a fin de que estos ministros, realmente necesarios, encuentren en sus ganancias los medios para llevar a cabo sus funciones & socorrer a los ciudadanos avergonzados de su pobreza que solamente se atreven a declarar a su sacerdote la miseria que los angustia.

Se podría decir mucho más sobre el clero: pienso muchísimas más cosas sobre ellos; pero no corresponde a una mujer dar a este tema toda la extensión que merecería. Yo quería tan sólo echar una ojeada a los recursos que el estado puede encontrar en la confiscación de los bienes injustamente poseídos & que mantener las propiedades no puede herir el deber de un soberano.

Que vuestras observaciones se refieran también a los medios para hacer florecer el comercio en Francia; él es el nervio principal de un estado. No permitáis que sea envilecido por bancarrotas fraudulentas.

Estableced que los que declaren bancarrota y que no demuestren claramente las pérdidas reales, serán marcados con una B impresa en la mejilla para anuncia a todo el universo que, en Francia, los comerciantes son deshonrados cuando les falta probidad.

Que los gastos judiciales sean moderados; que un acreedor no se vea forzado a sacrificar una parte de su fortuna para hacer condonar a un incumplidor.

Que se proscriban los fallos de sobreseimiento & los salvoconductos que son un atentado a la propiedad; & que si se permite que los fallos de defensa subsistan, no ocasionen más gastos al acreedor que al deudor.

Con esta orden, restableceréis la confianza; vuestros barcos serán acogidos en todos los puertos de Europa, & el nombre francés será recomendado en el extranjero.

Decidid que sólo serán condenados a muerte los que sean culpables de asesinato o de lesa majestad; que los demás criminales sean marcados, no en el hombro, sino en la mejilla con una letra que anuncie al público la clase de crimen que han cometido & que

asegurar el paraíso al benefactor, a su esposa y a su hijo mayor.Dupleix, Mézerei & historiadores franceses nos enseñan que San Bernardo, en tiempo de la cruzada, prometía a los cruzados que vendían sus tierras a precios infames o las daban a los Bernardinos tantos lugares en el paraíso como los que abandonaban en la tierra.4 Las ganancias de los bienes de los jesuitas no han podido liquidas sus deudas, desde hace casi treinta años. Los gastos de dirección lo absorben casi todo: los abogados & procuradores están interesados en eternizarlos; habría que remediar este abuso.

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todos, marcados por el sello de la reprobación, sean empleados en trabajos públicos, tan necesarios para Francia, o bien para hacer canales, cortar montañas, secar marismas o bien para limpiar las ciudades, suavizar los caminos & mantenerlos.

Que sean puestos bajo el mando de la gente segura que responda por ellos, no por miedo a que se pasen a un país extranjero, a donde llevarían la marca de su inequidad, sino para tener seguras sus personas & preservarse de nuevas fechorías que serían capaces de cometer.

No dudéis que no habría menos criminales si la muerte no fuera su castigo & no terminara su penosa existencia.

Dirigiéndome a los diputados del tercer estado de las provincias con fama de extranjeras, les diría: ¡seres desgraciados!, ha llegado el momento de reclamar contra la servidumbre a la que vuestros tiranos os han reducido; hasta ahora sólo habíais disfrutado del derecho de adopción; sed desde ahora hijos legítimos: convertíos en completos franceses.

Renunciad a las pretendidas franquicias, que vuestros señores soberanos os hacen pagar demasiado caras, por los derechos que se han reservado sobre vuestras personas así como sobre vuestras propiedades de las que vuestros hijos & herederos legítimos se verán frustrados si en el instante fatal en el que dejéis de existir, el azar o las ocupaciones les han alejado de vosotros, y que os privan de la dulce satisfacción de decir como nosotros: trabajo para mis hijos.

Pedid juntos con todos los miembros que formarán la asamblea nacional; obtened, decidid & por últimos disponed.

Que la nación reunida sea una única familia, regida por la misma costumbre, con un único peso & una única medida.

Que las barreras que nos separan & nos prohíben, por así decirlo, la facultad de ayudarnos mutuamente procurándonos los productos de nuestras diferentes provincias, sean llevadas a las fronteras.

En fin, seamos todos hermanos & todavía mejor, seamos amigos; defendamos con valor nuestra patria; amemos a nuestro rey; que la probidad & la justicia dirijan nuestras acciones & seremos felices.

B*** B***