Crianza_Producción de Víctima y Agresor

8/2/2019 Crianza_Produccin de Vctima y Agresor

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ARTCULO ESPECIAL

Archivos de Psiquiatra. 2010;73:8 (22-octubre-2010) www.archivosdepsiquiatria.es

Cmo los criamos? La produccin

de la vctima y el agresor

Inmaculada PALANCA MARESCA*

RESUMEN

En el presente trabajo se realiza una reflexin sobre los factores que favorecen el

crecimiento como ser humano del nio, cuales son las circunstancias actuales en las

que transcurre la vida de los nios y adolescentes, y hasta qu punto se respetan las

condiciones en las que deben criarse para ser capaces, por un lado, de protegerse y

resistir la agresin cuando es posible y, por otro lado, de respetar y contemplar al

otro como ser humano. Para ello, se realiza un anlisis sobre los procesos previos a la

situacin devictimizacin que han favorecido, directa o indirectamente, la produccin

de la vctima y el agresor. Se distinguen en este trabajo dos niveles: en uno, la

produccin llammosle intrapsquica de vctimas y agresores, que ocupar la

primera parte y en otro la produccin social del la vctima, en el sentido de

adquisicin de un rol ya sea de victima o de agresor, que centrar la segunda parte.

Se destacan, por su contribucin a este proceso, el papel de la crianza en los primeros

aos de vida, la educacin en la familia y la escuela y la influencia de los medios de

comunicacin y las nuevas tecnologas de comunicacin y ocio. En ltimo trmino

este trabajo pretende destacar la importancia de los procesos de prevencin de los

procesos de victimizacin en menores, con el principio bsico de que habilitar,

capacitar y educar es ms fcil e incluso menos costoso a largo plazo que re-habilitar

y re-educar.

PALABRAS CLAVE:PALABRAS CLAVE:PALABRAS CLAVE:PALABRAS CLAVE: Infancia. Vctimas. Agresor. Educacin.

* Psiquiatra Hospital Universitario Puerta de Hierro Majadahonda

Correspondencia: Dra. Inmaculada Palanca. Servicio de Psiquiatra. Hospital Universitario Puerta de Hierro

Majadahonda. Manuel de Falla, 1. 28222 Majadahonda. Madrid (Espaa)

Correo electrnico: [email protected]

RECIBIDO: 4-5-2010 ACEPTADO: 11-10-2010


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I. PALANCA MARESCA

Archivos de Psiquiatra. 2010;73:8 (22-octubre-2010) www.archivosdepsiquiatria.es 2222

How do we bring them up? The production of the victim and

aggressor

SUMMARYSUMMARYSUMMARYSUMMARY

The present article offers an analysis on the different factors involved in promoting

the development of children as a human beings and on the present circumstances

involved in the development of toddlers and adolescents. We will further focus on the

extent to which the conditions required in order for children to develop the ability to

protect themselves while avoiding aggression, and of observing other individuals as

fellow human beings, are actually respected. In order to proceed with our research,

we will analyze the situation preceding the victimization process, which has directly

or indirectly promoted the appearance of both the victim and the aggressor. Two

different levels will be identified in this article: the first will be based on the

intrapsychic production of victims and aggressors. The second will focus on the

social production of the victim, in the sense of the acquisition of either the victims

or the aggressors role. Due to their essential significance, the main features

pertaining to the upbringing process, both in families and schools, and to the

influences derived form the media will receive special attention. Finally, this article

aims to stress the importance of preventing the victimization process in youngsters,

based on the principle that enabling and educating them is easier and cheaper than

rehabilitation and re-education.

.

KEY WORDS:KEY WORDS:KEY WORDS:KEY WORDS:Children. Crime victims. Aggression. Education.


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CMO LOS CRIAMOS? LA PRODUCCIN DE LA VCTIMA Y EL AGRESOR


La verdadera medida del progreso de unanacin es la calidad con que atiende a susnios: su salud y proteccin, su seguridadmaterial, su educacin y socializacin y el

modo en que se sienten queridos, valoradose integrados en las familias y sociedades enlas que han nacido.

(UNICEF, 2007)

INTRODUCCIN

Cuando nos enfrentamos a las situaciones de victimizacin infantil y, ms an, en

aquellas en las que existe una doble participacin como vctima y agresor del menor, se

nos encienden todas las alarmas, nos cuestionamos desde la raz la naturaleza del ser

humano y nos preguntamos qu ha ocurrido para que se den esas atrocidades, qu est

pasando, estamos haciendo algo mal?

A esta preocupacin por la vctima infantil slo se puede acceder cuando se toma

conciencia de su existencia, cuando se destierran creencias errneas sobre la mayor

resistencia de los nios, la confusin del silencio con el olvido, la confusin de sus

limitaciones y diferencias en la expresin de su malestar con la ausencia del mismo, ycuando se puede afrontar, en definitiva, el sufrimiento propio, la impotencia y el

sentido de fracaso como adulto que conlleva hacerse sabedor del dao inflingido a un

nio. Por eso, la identificacin de la vctima infantil y el reconocimiento de la misma

por los adultos, es decir, por aquellos que tienen en su poder el hacerla visible, no

siempre es un proceso fcil.

El objetivo de este trabajo no es tanto traer la vctima al debate, cuando ya se ha

hecho vctima, si no retroceder a los procesos previos a esta situacin que han

favorecido, directa o indirectamente, la produccin de la vctima y el agresor. Y puede

ya adelantarse que, si resultan llamativas las lagunas y fallos en la deteccin eintervencin posterior de los menores vctimas, todava resulta ms incomprensible e

incuestionable la escasez, por no decir ausencia, de medidas de prevencin de este tipo

de situaciones, all donde se pueden llevar a cabo antes de que se inicien.

Se pretende tambin incitar a una reflexin sobre cules son los factores que

favorecen el crecimiento como ser humano del nio, cuales son las circunstancias en las

que transcurre la vida de nuestros nios y adolescentes, y de hasta qu punto se

respetan esas condiciones en las que deben criarse para ser capaces, por un lado, de

protegerse y resistir la agresin cuando es posible y, por otro lado, de respetar y

contemplar al otro como ser humano.


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Me voy a situar principalmente, por tanto, en un nivel comprensivoyexplicativo

del fenmeno de la victimizacin en menores, centrndome en dos aspectos bsicos: las

condiciones actuales de crianza en la familia y la educacin, en sentido amplio.

Destacar las condiciones de crianza en los primeros aos de la vida, por lo

determinante de esta etapa de la vida en la construccin del ser humano (a pesar de que

sea algo sistemticamente ignorado) y tambin porque considero que habilitar y

capacitar es ms fcil que rehabilitar, y que educar es ms fcil que reeducar. Ni ms ni

menos porque el desarrollo, plstico y flexible hasta el final del ser humano est

marcado por perodos crticos o sensibles en los cuales el aprendizaje de

determinada capacidad est especialmente facilitado y cuando ese perodo pasa, se

puede reaprender y rehabilitar, pero con unos apoyos y ayudas que no siempre estn

disponibles; cada cosa a su tiempo no sera una mxima educativa sino una exigencia

marcada por el propio neurodesarrollo.

Para aproximarme a este tema, al igual que para entender el desarrollo global del

nio, me sito en un esquema de comprensin sistmico que considera al nio como

un ser nico, dotado de unas caractersticas propias, que entran en compleja

interaccin con un entorno que tiene diferentes niveles de significacin e influencia.1

Con este modelo, rechazo de base cualquier explicacin simplista o unicausalsobre la

victimizacin infantil. Estoy centrada tambin en las situaciones de victimizacin que

se producen ms frecuentemente en nuestro contexto social (maltrato, abuso,

negligencia, acoso escolar, ciberbulling, etc.), frecuente en pases industrializados y por

tanto, no traigo al debate otros factores que tienen un peso indudable en otro tipo de

situaciones menos frecuentes en nuestro entorno.

Igualmente, quiero distinguir en este trabajo dos niveles: uno, la produccin,

llammosle intrapsquica, de vctimas y agresores, que ocupar la primera parte y

otro, la produccin social del la vctima, en el sentido de adquisicin de un rol ya sea

de victima o de agresor, que centrar la segunda parte.

CMO LOS CRIAMOS?

Dice Fernando Sabater,2 ilsofo y educador, que los humanos nacemos demasiado

pronto, sin cuajar del todo [] nuestra humanidad biolgica necesita una confirmacin

posterior, un segundo nacimiento en el que, a travs de nuestro propio esfuerzo y de la

relacin con otros humanos se confirme definitivamente; humanidad que encierra

esos atributos como la empata, la compasin por el prjimo o la benevolencia, que

estn ausentes en todas las victimizaciones, pero de forma ms llamativa, puesto que la

indefensin e inocencia de la vctima es ms evidente, en las que se llevan a cabo contra

menores o por menores.

Qu duda cabe que este segundo nacimiento socializador tiene lugar, aunque no

exclusivamente, en la familia.


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La crianza en la familia

La familia espaola ha sufrido grandes y rpidas transformaciones durante la segunda

mitad del siglo XX y ms en los ltimos 30 aos. Estos cambios han acarreado

indudablemente modificaciones sustanciales en la crianza de los hijos. A partir de losaos 50 del siglo XX se dio la transicin de la familia extensa a la familia nuclear, en los

aos 60 se observaron los primeros signos de cambios familiares, siendo a partir de los

aos 80 cuando los cambios se acentan y la familia nuclear deja de ser casi universal

aproximndose a pautas del resto de Europa.3

Las preguntas que surgen son: Responden las condiciones actuales de crianza a las

necesidades del nio para crecer de forma sana como un ser humano capaz de

respetarse a s mismo y a los dems? Cmo afectan todos estos cambios a la

produccin de menores vctimas y agresores? En 2008, Rygaard,4 experto dans en

trastornos del vnculo, afirma: Nos ha llevado dos millones de aos clarificar y refinar

la relacin temprana madre-hijo y apenas 15 aos destruirla. Es esto exagerado o

cierto?

Sealar aquellos cambios que tienen una mayor repercusin en la crianza:3,20

El cambio ms obvio y conocido en la familia ha sido sin duda la incorporacin de la

mujer al trabajo fuera de casa. Esto, entre otras muchas cosas, ha transformado la

relacin madre-hijo llevndola a una forma completamente nueva de apego. Las

condiciones de aprendizaje para desarrollarse como ser humano cambiaron 180 grados.

Hoy somos, probablemente, la nica especie de mamferos donde la madre y el beb no

son inseparables hasta por lo menos los dos o tres primeros aos de vida.4

Los cambios en la crianza comienzan desde el primer momento:Los nacimientos se

han trasladado del hogar al hospital, con lo cual el primer contacto fsico (tctil y

vestibular), crucial pero reparable en la formacin del vnculo con el beb, ya no

depende de la decisin de los padres sino del equipo mdico, con los padres como

espectadores, a veces detrs del cristal.4

La siguiente separacin madre-hijo impuesta es la reincorporacin al trabajo a los

cuatro meses (cinco en algunos casos), tempransima comparada con otros pases, y

muy prematura sin duda, para el momento del desarrollo del nio. La duracin de la

baja maternal media comunitaria es de 29 semanas. Las bajas por maternidad

presentan fuertes contrastes entre los socios comunitarios. Noruega con 96 semanas es

el pas con ms ventaja. En el resto de Europa, mientras cinco pases ofrecen ms de 40

semanas de descanso a las trabajadoras que tengan un nio, la legislacin de la mayora

de los estados contempla la concesin de entre cuatro y cuatro meses y medio. 5 Hoy, en

los pases industrializados, el 80% de los pequeos entre 6 meses y 3 aos pasan la

mayor parte del las horas de vigilia en una guardera.4,20 Esto hace que desde muy

temprana edad el nio tiene que reconocer a un nmero ms o menos previsible de

adultos y de otros nios que, frecuentemente, se intercambian como en un

calidoscopio.

Pero no nos engaemos, la pronta incorporacin a la guardera no viene solo

determinada por la duracin de la baja maternal, si no tambin por la presin social a


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la socializacin prematura de los nios (para que aprendan a ser solidarios, a

compartir, a ser autnomos, etc.), desde su ms tierna infancia. Cuando quizs todava

no han adquirido herramientas bsicas para poder manejarse sin angustia en el

mundo externo (no han adquirido la seguridad de que no los abandonan cada vez

que su madre se va, constancia de objeto: un ao) y adems, cuando todava, porque

no les corresponde, no tienen el menor inters en otros nios, ms all de la

curiosidad puntual: el juego en paralelo, normal en la primera infancia, se interpreta

errneamente como dificultad para compartir. Pero sin embargo, hoy es un valor

el nio que no extraa, que se va con cualquiera (indicador de riesgo de patologa

vincular) y preocupan los nios con mamitis (etapa evolutiva necesaria) o los muy

movidos (por angustia: los han abandonado!) o que no comparten sus juguetes con

dos aos (normales). Contrasta esta aceleracin en la promocin de la independencia y

la socializacin precoz, que se mantiene en los aos siguientes (campamentos,

internados, caminos escolares, etc.) con el resultado obtenido unos aos despus: la

prolongacin de la adolescencia, el retraso de la emancipacin del joven y los ms

frecuentes problemas de socializacin, tanto de violencia, como de aislamiento social.

Son hechos relacionados?

Pero, detenindonos por un momento aqu: Qu importancia tiene la crianza en

los primeros aos de vida? Desde la descripcin inicial del apego por Bolwby en los

aos 60 del siglo XX hasta las ms recientes y apasionantes investigaciones sobre la

neurobiologa del apego, el cerebro social o los experimentos sobre la interaccin

gentico-ambiental, tenemos una considerable evidencia de que el vinculo afectivo que

se establece con el principal cuidador en los primeros dos aos de vida representa el

sustrato para otras tres capacidades que son crticas para las interacciones humanas:

confianza, empata y desarrollo moral.1,4,6,7 El tipo de vnculo que se establece en la ms

temprana etapa de la vida queda indeleblemente marcado en el individuo sirviendo de

patrn interno a partir del cual se establecern el resto de las relaciones

interpersonales. La percepcin, interpretacin, vivencia interna y la respuesta

emocional a las mismas se establece basada en esa relacin primera. Sin duda y por

fortuna, el ser humano tambin est dotado de una plasticidad por la cual otros factores

tanto genticos como ambientales podrn reforzar o contrarrestar a lo largo de la vida

la influencia de esta huella primaria. Pero su carcter bsico determinante est ah.

Algunos procesos que son bsicos en la produccin futura de vctimas y agresores se

inician en el contexto de esa primera relacin:

La capacidad de amar y de sentir afecto hacia otros y la inhibicin de conductas

violentas depende muy estrechamente de los contactos fsicos (y por ende emocionales)

que hayamos tenido (y hayamos sido capaces de experimentar) tempranamente en

nuestra vida. Existe un volumen creciente de experimentos en los que se observa que la

calidad de los cuidados maternos, frente a la ausencia de los mismos o la sustitucin de

la madre por la crianza en compaa de iguales, evita en individuos genticamente

predispuestos el desarrollo de conductas de agresividad e inadaptacin social, y

promueve la empata y conductas prosociales.1,4,7


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A partir de los 6 meses de vida, el beb va estableciendo una diferenciacin entre el

yo y el otro como alguien separado de uno mismo pero igual a uno: es decir como

sujeto con estados mentales similares a los nuestros y de los que depende la calidad

de los nuestros. Esta diferenciacin se va desarrollando en el marco de una relacin con

una madre suficientemente buena, que nutre afectivamente pero tambin frustra,

imponiendo con ello progresivamente el principio de realidad que saca al nio del

egocentrismo y la omnipotencia.8,9 Contemplado este proceso desde otra perspectiva

ms educativo-filosfica, dice Sabater2 que la primera asignatura de una educacin

humanizadora, es ensear al hombre a ser hombre y el primer objetivo de esa

asignatura, es hacernos conscientes de la realidad de nuestros semejantes, lo cual no

equivale simplemente a la destreza estratgica de leer sus mentes para prevenir sus

reacciones y adelantarnos a ellas y condicionarlas en nuestro beneficio, si no que

implica, ante todo, atribuirles estados mentales similares a los nuestros y de los que

depende la propia calidad de los nuestros (empatia). Por tanto, implica

considerarles sujetos y no meros objetos, protagonistas de sus vidas y no meros

comparsas vacas de la nuestra.2 Esa es, para muchos, la base del proceso de

socializacin, pero primordialmente el fundamento de la humanizacin efectiva de los

seres humanos potenciales. Considero que este proceso va a ser crucial en la

produccin de la vctima, en el sentido de que los fallos en esta diferenciacin y

consideracin del otro como objeto y no como sujeto favorecern lo que Enrique

Baca10 describe como la cosificacin de la vctima, proceso por el cual la vctima es

despojada de toda caracterstica humana que pueda despertar piedad, solidaridad o

culpa. En el caso del nio agresor, es como si no fuera necesario cosificar, porque no

estuviera completado el proceso de humanizacin del otro por fallos en el aparato

interno del nio y/o en el sistema, que se producen muy precozmente y no son

reparados ms tarde. Se entiende as que las intervenciones que promueven los

procesos de mentalizacin (toma de conciencia de los pensamientos y sentimientos

de uno mismo y de los otros) sean efectivos en disminuir la victimizacin en los

colegios, ms que las intervenciones sobre alumnos problemticos, segn estudios

recientes.11,12

Los procesos bsicos de autorregulacin, es decir, la capacidad de soportar la

frustracin, la capacidad de recuperar un estado de bienestar tras el disconfort, de

desarrollar recursos internos para controlar la intensidad y la expresin de los estados

internos y las emociones, se establece inicialmente en el marco de esa relacin madre-

hijo, donde sta, con sus intervenciones, va conformando, con una traduccin biolgica

en la misma arquitectura cerebral, la capacidad para tomar conciencia de los estados

internos del nio y la habilidad de adaptar los procesos internos como pensamientos,

emociones, mecanismos fisiolgicos (respiracin, frecuencia cardiaca, tensin arterial)

a las oportunidades y demandas sociales.6,7,20 Alan Schore,13 experto en neurobiologa

del vnculo, defiende que la madre ejercita el control emocional ayudando al beb a

calmarse y excitarse de una forma emptica. Si esta comunicacin no se realiza

regularmente entre los 10-18 meses, el crtex prefrontal debilita el control de laamgdala, el centro del estado de alarma del cerebro lmbico (emocional). Ms tarde, el


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nio no ser capaz de tranquilizarse solo o de controlar la intensidad de su emocin en

general y ser ms difcil enserselo.14

Para que este proceso de formacin del vnculo tenga lugar es necesario, entre otras

cosas, la presencia fsica, accesibilidad, estabilidad, estructura, predictibilidad y

continuidad en la relacin con el cuidador principalque ejerce la funcin materna.1,4

Cuando este proceso no se realiza adecuadamente, observaremos ms tarde

alteraciones ms o menos graves en la construccin del mundo interno del nio que se

traducen en dificultades para la interaccin social.15 Son menores con trastornos del

vnculo, cuya carta de presentacin son las conductas disociales. En el peor de los

casos, cuando la experiencia ha sido muy carencial o traumtica, el menor no es capaz

de establecer relaciones mutuas empticas y duraderas. Tendr una habilidad muy

reducida para responder emocional y socialmente de una manera adecuada. Ante esta

limitacin, el nio se adaptar aprendiendo a imitar no importa que rol, modelos de

comportamiento o emociones sin ninguna experiencia interna que le corresponda,

obsesionado por el control del mundo que percibe tan hostil como el que ha vivido.1,4

Son nios pre-sociales (no han adquirido las herramientas bsicas internas para la

interaccin emptica con los dems) que ms tarde desarrollarn conductas violentas o

abiertamente antisociales. Y lo peor es que las estrategias que podran considerarse

reparadoras (los buenos tratos), no les llegan, porque es como su sistema de

descodificacin de la realidad distorsionase la recepcin de los mensajes,

transformndolos sistemticamente en hostiles. En otros casos en los que la relacin ha

sido inconstante, con ausencia fsica o emocional de la madre, menos graves pero ms

comunes en algunas vctimas, se desarrollar un vnculo inseguro que engendra nios

inhibidos, ansiosos, temerosos, inseguros y evitativos en las relaciones sociales. 1 La

prevalencia de trastornos del vnculo en poblaciones infantiles de riesgo (hogares

disfuncionales, adoptados tras institucionalizacin, maltrato y negligencia) es del 22-

56%.4 Las interrupciones del contacto en los primeros aos de vida se consideran

determinantes en las disrupciones del vnculo: en estudios en chimpancs, que la

comunidad cientfica considera extrapolables a humanos, se observa como las

separaciones repetidas por cortos espacios de tiempo de la madre cuidadora dan lugar a

adultos con comportamiento inseguro, temeroso, que reclaman atencin,

constantemente abrazados unos a otros y sin participar en actividades normales como

el juego, la bsqueda de alimentos o el despiojamiento. Cuando los bebs chimpancs

haban estado separados continuamente durante el primer ao (separacin de larga

duracin), haban desarrollado comportamientos agresivos de lucha/fuga, no podan

reconocer a otros monos ni someterse a las reglas de la sociedad del chimpanc, y por

eso los otros los evitaban. Eran asociales. Estos comportamientos estaban

correlacionados con un menor desarrollo de las estructuras cerebrales del sistema

lmbico.4

La cuestin es, por tanto, si en las condiciones actuales de crianza en los primeros

aos: puede el vnculo establecerse adecuadamente cuando el contacto con la madre

est impedido por problemas de salud del beb (las incubadoras), o por dificultadespersonales de la madre (rasgos de personalidad, estado emocional, riesgo social) no


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atendidas? Cmo afecta al apego la ruptura de contacto cuando la madre se

incorpora prematuramente al trabajo con un mes (muchas trabajadoras autnomas) o

4-5 meses, el resto? Cunto tiempo de separacin diaria de la madre puede soportar

el beb sin que repercuta en el establecimiento de ese vnculo?, o lo que es lo mismo,

cmo repercuten las largas jornadas laborales en la crianza de los ms pequeos?

Cmo repercute la entrada en guardera a tan tempranas edades? Pueden

experimentar la accesibilidad necesaria con sus cuidadores profesionales cuando las

ratios son mnimas? Debe resultar inquietante la larga jornada que los nios

pequeos pasan en una institucin con otros nios pequeos y muy pocos

profesionales?En un estudio de guarderas realizado por el Instituto Nacional para la

Salud Infantil y el Desarrollo Humano en EEUU (NICHD) en 2003 se demostr que las

guarderas son un buen medio de ocupacin para los nios; sin embargo se observ una

tendencia para los nios menores de dos aos que pasan mucho tiempo en la guardera

a desarrollar problemas de comportamiento.4

Las alternativas a las guarderas son, en quien quiere y lo puede costear (a menudo

trabajando y ausentndose ms), las cuidadoras, mujeres en su mayora inmigrantes

con frecuentes historias personales de abandonos y carencias, que se recambian de

forma a veces intolerable para la estabilidad del nio, dejndolo en el mejor de los

casos en los que ha existido una buena relacin, confuso y triste en un abandono

repetido de figuras que para ellos son familia.

Pero retomando de nuevo los cambios en las familias:

Otra alternativa en los cuidados auxiliares de los primeros aos (y a veces se

prolongan mucho ms) son los abuelos, pero el rol de estos ha cambiado

radicalmente: si antes eran transmisores de su cultura, apoyo y respiro de los padres

a la vez que referencias afectivas para los nietos, ahora, si estn, suelen ser

sobrecargados con una responsabilidad excesiva en su cuidado, no siendo posible o ya

aceptable aquello de que los eduquen los padres, porque los abuelos ni son padres, ni

quieren serlo, pero tampoco pueden ser abuelos. En otras ocasiones, ms frecuentes

especialmente en grandes ciudades, los abuelos han desaparecido: las distancias

geogrficas, las viviendas ms pequeas y la imposibilidad de cuidarlos a ellos, se los

han llevado con sus irritantes conocimientos tradicionales dejando tras de s a sus

desconcertados vstagos que se convierten en padres como buenamente pueden,

orientados en el mejor de los casos por enfermeras a domicilio, asesores familiares,

revistas sobre nios2 o Google, donde se puede aprender de todo. Llama la atencin

cmo en esta poca de la superinformacin, donde la teora sobre psicologa infantil

y la divulgacin de manuales de educacin no tiene precedentes, coexista con las

dificultades de la puesta en prctica de los mismos: la aplicacin inflexible de los best-

sellers de la educacin y la confusin generalizada de conceptos. Los padres quieren

pautas, pero para poder aplicarlas con sentido tienen que entender. Entender

obliga a reflexionar y a esto no todos estn dispuestos/capacitados. La adecuada

informacin de los padres respecto a las necesidades evolutivas de los hijos es

fundamental. En el Informe Mundial sobre la Violencia y Salud de la OMS (2003)16 serefiere que los padres que maltratan a sus hijos quiz no estn bien informados y


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tengan expectativas poco realistas acerca del desarrollo del nio. Las investigaciones

han encontrado que estos padres responden con mayor irritacin y fastidio ante los

estados de nimo y el comportamiento de sus hijos, que los apoyan menos, son poco

cariosos, no juegan con ellos, desatienden sus demandas, y son ms dominantes y

hostiles.16

Pero todo este aluvin de informacin sobre nios tiene su sentido: nunca antes el

nio ha sido tan importante en la familia. Puede decirse que, incluso en familias ms

desfavorecidas, el nio es, al menos en las formas, el bien ms preciado, adquiriendo

un enorme tamao dentro de la estructura familiar. Los padres se desviven por ellos,

los llevan a donde haga falta (los depositan?) cuando tienen problemas (jams los

pedagogos, logopedas, pediatras y todos los psi han tenido ms trabajo), se les

aplauden con entusiasmo todos los xitos, se les excusan los errores, condicionan las

actividades del tiempo libre, se gasta lo que nunca en compras para ellos, se convierten

en el centro de la vida familiar y ellos, desagradecidos, no se sienten satisfechos, se

recluyen en sus habitaciones rodeados de sus ventanas virtuales con el mundo y

piden ms y ms: Ms de qu, realmente? Ms padres (aunque se dediquen a ellos

como compradores o acompaantes a la tienda) o ms objetos consumibles de

capricho?

Otros cambios importantes acontecidos en las familias son los cambios en la

estructura familiar: la explosin del nmero de divorcios, que a veces se reconstituyen

en nuevas familias de miembros que tienen que volver a definir sus roles, o el

incremento de familias monoparentales,4 fruto de rupturas pero tambin de la

maternidad buscada con las nuevas formas de gestaciones (in vitro, en vientre de

alquiler, en adopcin, etc.) y adems, tanto por parte de hombres como de mujeres,

porque ya los nios, en el mximo alarde de independencia de los adultos, no necesitan

para venir al mundo el acuerdo o la concurrencia de dos personas, ya sean del mismo o

de ambos sexos. Sin la menor intencin de cuestionar la idoneidad de estos nuevos

tipos de familia, no puedo honestamente negar que son situaciones innegablemente

ms difciles de afrontar para los nios, cuyas consecuencias, si las hay, conoceremos

slo con el tiempo y las investigaciones y observaciones rigurosas y desprovistas de

sesgo ideolgico. De momento, slo observamos una correlacin estadstica entre las

ms antiguas familias no tradicionales (monoparentales, divorciadas) y un

incremento de problemas de diversa ndole en sus vstagos. Es indudable, por otra

parte, que otros factores de riesgo que rodean a estas familias con ms frecuencia que a

las tradicionales, constituyen factores mediadores de esta correlacin. En los Estados

Unidos, por ejemplo, es tres veces ms probable que las madres solteras informen que

administran castigos fsicos severos, en comparacin con las madres de hogares que

cuentan con los dos progenitores. Se han comunicado resultados similares en

Argentina. En el mismo Informe Mundial sobre Violencia y Salud de la OMS (2003)16

donde se dan estos datos, se constata que los ambientes familiares inestables, en los

cuales se cambia con frecuencia la composicin del hogar cuando se van unos

miembros de la familia y llegan otros, son una caracterstica particularmente observadaen los casos de descuido crnico o negligencia.


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Incluso dentro de las familias tradicionales los roles parentales progresivamente

estn cambiando, fruto de la igualdad entre sexos. En declive la familia patriarcal y

borrosa la figura del padre como referente de autoridad en la familia, este participa de

forma mucho ms activa en la crianza de los hijos.2 Valga como ejemplo la observacin

tanto ma como de otros compaeros mdicos del incremento de padres que

acompaan a la consulta a sus hijos en lugar de las madres y nuestra ambivalencia ante

tal hecho: satisfaccin por el avance que supone y preocupacin por la desaparicin de

la madre, a la que hay que insistir para que acuda para realizar una anamnesis que

slo ella puede hacer.

Tambin es un hecho en las nuevas familias el envejecimiento de los padres y la

reduccin del nmero de hijos en la familia, que si bien puede prevenir el maltrato

relacionado con mayor nmero de hijos y condiciones de hacinamiento, se ha asociado

ms bien con la aparicin del hijo nico como el que se describe en el sndrome del

emperador, descrito en Japn y antecedente del maltrato ascendente.17,18

En el otro extremo, emergen los nios de la llave,19 hijos solos, carentes de

supervisin parental por circunstancias laborales extremas de precariedad o xito

absorbente de los padres. La supervisin parental de las actividades de los hijos est

relacionada con la aparicin de trastornos del comportamiento fuera del hogar. La

larga jornada laboral y la falta de medidas de conciliacin de la vida laboral y familiar

hacen que los padres estn ausentes mayor tiempo del deseable. Segn una encuesta

reciente comentada en prensa nacional, los espaoles somos los europeos que menos

tiempo pasan con sus hijos. La consecuencia no solo es la falta de supervisin

necesaria (que puede darse en presencia fsica de los padres), si no tambin la soledad

que siente sin duda el nio, y tambin el adolescente, que no se ve compensada en la

mayora de los casos con otros adultos de referencia.

Habra que aadir, adems, que el problema no es slo no estar, sino que cuando

el tiempo se puede compartir, cada vez se hace menos: a pesar de que los hijos pasan

ms tiempo en casa que antes (salen menos, no hay plaza del pueblo, no hay campo

para correr, no es seguro salir a la calle), existe una tendencia la desfamiliarizacin

del ocio: desde la entrada cada vez ms temprana en redes sociales dentro del

ordenador, el uso de la televisin como descanso parental, la dispersin a todo tipo de

actividades durante los fines de semana para que los nios desarrollen todo su

potencial y sean competitivos, lo cierto es que las actividades de ocio compartidas, en

las que disfrutar unos con otros, son escasas. Adems, una parte del ocio destinado a

los jvenes est ligado al consumo y se suele concentrar en espacios cerrados donde se

renen, segn horarios, edades y actividades. La preocupacin de los padres se centra

en lo que hacen y por dnde estn y no en las amistades o compaas de sus hijos,

cuando esto es determinante.

Por ltimo, pero ms importante que todo, ha cambiado en la familia su funcin

educativa. El desarrollo moral y la adquisicin de la capacidad de autorregulacin

emocional u autocontrol, que previenen de la agresin a otros, son logros que el menor

adquiere slo mediante la educacin, educacin que requiere, inevitable e


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inexcusablemente, de disciplina y autoridad.2 Quin y cmo se ocupa de esto en la

crianza actual?

LA EDUCACIN

La educacin en la familia

El papel educativo de los padres es algo indiscutible. A travs de la educacin los nios

acceden al mundo social de la convivencia y de la verdadera autonoma. La educacin

sirve para formar a un nio a un nivel individual, pero sobre todo, le posibilita

pertenecer a un tejido social ms amplio.1

En la familia el nio aprende, o debe aprender, aptitudes tan fundamentales como

hablar, andar, vestirse, aplazar la satisfaccin de necesidades bsicas, obedecer a losmayores, proteger a los ms pequeos y distinguir en un nivel primario lo que est bien

de lo que est mal. Todo ello conforma lo que los socilogos llaman socializacin

primaria, por la cual el nio se convierte en un miembro estndar de la sociedad.

Despus, la escuela, los grupos de amigos, el lugar de trabajo, etc., llevarn a cabo la

socializacin secundaria, en cuyo proceso se adquirirn competencias y conocimientos

de alcance ms especializado. Si la socializacin primaria se realiza exitosamente la

secundaria ser mucho ms fructfera porque tendr ms base donde asentar sus

enseanzas; en caso contrario, los maestros y compaeros debern perder mucho

tiempo puliendo y civilizando (es decir, haciendo apto para la vida civil) a quien debera

estar ya listo para menos elementales aprendizajes. Sin embargo, este protagonismo

para bien o para mal de la familiaen la socializacin primaria, atraviesa un indudable

eclipseen la mayora de los pases, lo cual se convierte en un serio problema para la

escuela y los maestros.2

Educar a un nio o a una nia es ante todo un proceso relacional. Hasta el punto

que algunos autores defienden que los nios y nias aprenden para alguien1. Barudy

distingue cuatro contenidos en los procesos educativos: el afecto, la comunicacin, el

apoyo en los procesos de desarrollo y la exigencia de madurez y el control. Para adquirir

controles internos, los nios primero necesitan conocer la experiencia de regularse

mediante fuerzas de control externo; estas fuerzas es lo que conocemos como

disciplina.1

El papel estructurante y socializador de la disciplina est fuera de toda duda. Sin

embargo, actualmente el ejercicio de un estilo de disciplina coherente, consistente y

consecuente, afectuosa y firme, se convierte para los padres en una ardua tarea cargada

de prejuicios y desinformacin. A menudo se olvida que los nios han de ser educados y

preparados para ser adultos, no para seguir siendo nios. Si los padres no ayudan a sus

hijos con su autoridad afectuosa a crecer y prepararse para ser adultos, sern las

instituciones pblicas las que se vern obligadas a imponerles el principio de realidad a

la fuerza.2


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Y es que, siendo ms conocidos los incuestionables efectos dainos de la disciplina

punitiva, destructora de la autoestima del menor y modelo de conducta a imitar,

perpetuadora de numerosos problemas, nos encontramos sin embargo en un momento

por muchos considerado como una crisis de autoridad.1,2,4,17,18

La autoridad en la familia debera servir para ayudar a crecer a los miembros ms

jvenes, configurando lo que en jerga psicoanalitica conocemos como principio de

realidad.2 Este concepto implica la capacidad de restringir nuestras propias apetencias

en vista de las de los dems, aplazar la satisfaccin de algunos placeres inmediatos por

la consecucin de objetivos recomendables a medio o largo plazo, pasar del placer al

deber. Es decir, implica la imposicin de un control externo para la autorregulacin.

Los nios, a partir de los dos aos, van adquiriendo la capacidad de suprimir o retrasar

sus impulsos a tocar objetos prohibidos o de no hacer algo que desean pero que se les

prohbe. Para ello necesitan la imprescindible ayuda de adultos que frustren, es decir,

que no satisfagan inmediatamente sus demandas. Pero las prcticas en la familia han

cambiado: obsrvese la tendencia actual a limpiar las casas de objetos, no ya

potencialmente peligrosos para el nio (tapa-enchufes, protege-esquinas, etc.) si no de

aquellos susceptibles de resultar atractivos a la vez que sonoramente frgiles, con tal de

no decir al nio seriamente aquello de eso no se toca. As, al pequen que empieza a

andar, se le despeja el camino para que no tenga traba alguna en ejercer su santa

voluntad, no sea choque con algo que tengamos que negarle.

Cuando los lmites externos no existen, hay consecuencias. Primero, no se pueden

interiorizar, dando lugar, por un lado a una enorme angustia e inseguridadprovocada

por el temor del nio, que se sabe vulnerable, a su propio podero y busca, en la

repeticin y escalada de conductas mal reguladas, los lmites que no le ponen, que le

den seguridad. Segundo, no se puede iniciar el desarrollo moral, cuya primera fase es

la internalizacin de las normas externas impuestas (no dialogadas ni consensuadas)

por los padres.

El primer nivel del desarrollo moral exige la existencia de unas normas de cuyo

incumplimiento se derive un castigo cuya evitacin es la nica razn para actuar

correctamente. La amenaza de la prdida de amor de las personas que dictan esas

normas es la motivacin ltima. Desde este Estadio I se evolucionar hacia un

cumplimiento de la norma slo cuando es en inmediato inters de alguien: de uno

mismo o de otras personas concretas por las que uno puede preocuparse (un hermano,

un amigo, el padre, etc.) (Estadio II).20 En este primer nivel preconvencional las

normas son algo externo a uno mismo. Este nivel es el que existe en los nios menores

de 9 aos y en algunos adolescentes y adultos delincuentes, en la descripcin de

Kohlberg.20 Para acceder al siguiente nivel convencional, ms maduro en el que se

utilizan otras razones para un correcto comportamiento, entre las que entra el

bienestar del otro e implica una perspectiva del individuo en relacin con otros

individuos, conciencia de sentimientos compartidos que tienen preferencia sobre los

intereses individuales y donde lo que est bien es vivir en la forma que la gente de

alrededor espera de uno mismo y ser bueno es importante es imprescindible tenerla capacidad de ponerse en el lugar del otro, es decir, la empata.20


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Nos encontramos en un momento en el que se observa una cierta detencin, ms

all de los 9 aos, en el nivel de desarrollo moral preconvencional ms inmaduro de

muchos menores? La ausencia de normas y castigos (se entiende que proporcionados y

adecuados) y las dificultades para la apreciacin del otro como sujeto separado y no

como un objeto mero brazo ejecutor de los deseos del nio, extensin funcional de

s mismo de la que se deriva entre otras cosas la ausencia de empata, pueden

contribuir a esta falta de conciencia social que observamos en algunos nios mayores

y adolescentes. Este perodo desde los 9 aos en adelante es donde se empiezan a

observar graves conductas que predicen una evolucin posterior hacia la violencia. La

plasticidad a esta edad con una intervencin adecuada es sin duda mayor que cuando

se consolida esta moralidad egocntrica e individualista en la adolescencia. Pero de

momento y a estas edades, los nios no hacen mucho ruido y es fcil mirar hacia otro

lado para ocuparse irremediablemente de ellos cuando llegan en peores condiciones a

la adolescencia.

De todo esto se deduce que cuando no existe esta autoridad que dicta la norma y

la hace respetar con cario pero firmemente, el nio queda atrapado en el

egocentrismo, la omnipotencia, la inseguridad, y en el peor de los casos, la falta de

respeto a las normas sociales de convivencia. Pero quin asume la desagradable tarea

de contradecir los deseos del omnipotente nio? Y quin lo hace si sus padres le

protegen y justifican?

Diversas causas pueden concurrir en esta desgana de la familia en sus funciones

educativas especficas, an cumpliendo otras adecuadamente. Adems de las

sociolgicas a las que ya he hecho referencia (falta de tiempo, cansancio, prdida de

hbitos y rutinas familiares), se mencionan otras ms profundas, de carcter ms

psicolgico o moral. Por ejemplo, el fanatismo por lo juvenil en los modelos

contemporneos de comportamiento. Lo joven es el ideal de nuestra poca. Sin

embargo, dice Sabater y estoy de acuerdo: para que una familia funcione

educativamente es imprescindible que alguien se resigne a ser adulto.2 El padre que

no quiere figurar sino como el colega de su hijo o la madre cuya mayor satisfaccin

es que la confundan con la hermana mayor de su hija, sirven para poco y la formacin

de la conciencia moral y social de los hijos no sale demasiado bien parada y desde

luego, las instituciones que se hacen cargo de los nios sufren una peligrosa

sobrecarga.2

Esta adolescentizacin de los padres coincide con el adelanto artificial cada vez

mayor del inicio de una estereotipada adolescencia.21 La presin del mercado de

consumo (que inventa los teenagers) y el desconcierto de los padres ante las conductas

irrespetuosas de sus nios, les llevan a interpretarlas/justificarlas como el inicio de

la preadolescencia (la pre-preadolescencia), aun conscientes de lo improbable de su

propuesta (pero con 9 aos, Doctora, es demasiado pronto, no? ). Lo contrario

obliga a preocuparse y tomar medidas.

Cuanto menos padres quieren ser los padres, ms paternalista se exige que sea el

Estado y sus representantes en las instituciones2 La transferencia, cargada deambivalencia y culpa, de la autoridad y funcin educativa de la familia al colegio es la


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primera derivada de la prdida de autoridad en la familia. Los padres y otros familiares

a cargo de los nios sienten desnimo o desconcierto ante la tarea de formar pautas

mnimas de su conciencia social y las abandonan a los maestros, mostrando luego tanta

mayor irritacin ante los fallos de stos cuanto que no dejan de sentirse oscuramente

culpables por la obligacin que rehyen. Perdida tambin cada vez ms esta batalla en

la escuela, se reclama a los poderes polticos y legislativos que reinstauren ellos la

autoridad del profesor. En ocasiones, las familias acuciadas por la necesidad de acabar

con las situaciones de tensin o con los malos tratos de que son objeto por parte de los

jvenes, piden ayuda a los servicios sociales comunes o especializados, en donde no es

fcil que encuentren porque no suele haberlos programas de intervencin, ni

recursos especficos para afrontar este tipo de situaciones. A lo largo de este proceso,

algunos menores se psiquiatrizan, como si la creacin misma de este menor difcil

fuese un problema mental del menor, y se redirigen hacia recursos sanitarios pblicos o

privados que los distraen por un tiempo del ltimo paso. El ltimo paso en este

progresivo traspaso de autoridad o externalizacin del problema de su ausencia, es

el depsito del menor en la Justicia: la imposicin de horarios de vuelta a casa como

medida judicial es un clarsimo ejemplo y el incremento de las denuncias de agresiones

de hijos a padres la ms grave consecuencia, el ltimo eslabn en esta cadena de

prdida de autoridad. Segn el Informe Anual del Defensor del Menor de la Comunidad

de Madrid del ao 2006,22 en el ao 2005 se presentaron en Espaa ms de 6.000

denuncias por maltrato de hijos a padres, con una clara tendencia al alza en los aos

previos; slo el 10% de los menores agresores presentan trastornos mentales o de la

personalidad. El 56% viven en familias monoparentales. Los padres llegan a solicitar a

la Administracin que se haga cargo de esos nios cuyas conductas son incapaces de

controlar, an a riesgo de perder la tutela sobre ellos. Y pueden acabar incluso

planteando una demanda ante el Ministerio Fiscal o el Juzgado, o bien formulando una

queja al Defensor del Pueblo. Cuando los padres han delegado su responsabilidad en la

ley, la intervencin de la Justicia aporta una nueva dimensin al conflicto. El tema es

serio porque revela el desvalimiento de muchas familias para educar a sus hijos y sobre

todo lo desorientadas que pueden llegar a estar. Desvalimiento, porque un buen

nmero de padres, por distintas razones, ya no pueden compensar con sus enseanzas

las influencias negativas que los menores reciben de otras instancias sociales y porque

hartos de buscar ayuda solo encuentran rechazo. Desorientacin, porque muchos de

esos padres acaban achacando a sus hijos la culpa de lo que les ocurre, al sentirse

incapaces de percibir dnde radica su problema, como afirma el Defensor del Pueblo en

su Informe 2009.23 En el mejor de los casos en los que por fin se le da una respuesta al

menor, hay que regresar al principio, reeducar y rehabilitar lo que no se ha habilitado

antes; se ha de recorrer la misma senda, pero al revs, de delante hacia atrs y esta vez

machete en mano para ir desbrozando y abrindose paso entre la maleza de los

malos aprendizajes que se han realizado hasta el momento.

La crisis en la asuncin de la autoridad familiar, y el abandono de las familias que

comienzan con los problemas que se derivan de esto, coincide con el cuestionamientode las figuras paternas y de los adultos cuando stos aparecen en los medios


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audiovisuales, tanto en la programacin infantil como en la juvenil, especialmente de

las figuras masculinas. Segn el Informe del Defensor del Menor del ao 2006 (Que

menores ven los menores en televisin):24 Muchos padres representados en la

televisin son inmaduros, egostas, ignorantes. Esa deslegitimacin de la autoridad

hace que los lmites impuestos por los adultos no se presenten como normas

fundamentadas, sino como reglas ms o menos arbitrarias que pueden y deben

transgredirse. En el caso de los nios, el miedo, la visin amenazante del mundo

adolescente y adulto, supone un freno para esa trasgresin. Pero no ocurre as con los

adolescentes, cuya imagen construida se caracteriza por el narcisismo y la

omnipotencia: la deslegitimacin de los adultos conduce en buena medida a cuestionar

la posibilidad de evolucin y maduracin (los adultos como adolescentes aosos) y

explica porqu la norma de relacin de los adolescentes con ellos es horizontal, no

jerrquica, promiscua incluso en el terreno sexual.

Es necesario, pues, pedir responsabilidad a los padres por los actos cometidos por

sus hijos? Es justo hacerlo si no se les han ofrecido las ayudas necesarias para

aprender a ejercer su parentalidad? Han hecho algo las instituciones para prevenir la

peor evolucin de estos menores con alta predictibilidad de conductas violentas?

La educacin en el medio escolar

Pero no todo es la familia. Y adems, como sabemos, la experiencia en la familia no

siempre es positiva. En ilustrativas palabras de Sabater: la familia brinda un men

lectivo con mnima o nula eleccin de platos pero con gran condimento afectivo de lo

que ofrecen[], por eso lo que se aprende en la familia tiene una indeleble fuerza

persuasiva, que en los casos favorables sirve de acrisolamiento de principios

moralmente estimables, pero en los desfavorables hace arraigar otros que ms tarde

sern casi imposibles de extirpar. Es entonces cuando, el medio escolar adquiere una

importancia fundamental en situaciones de riesgoy en este sentido, dice Rygaard:4 el

medio escolar es la segunda fuente de cuidados, buenos tratos y seguridad despus del

hogar, a veces incluso la nica.

A medida que el nio crece, la presencia de adultos significativos en otros entornos

en los que el menor se desenvuelve puede influir positivamente en el desarrollo de los

nios cuando sus padres estn incapacitados o les falta disponibilidad. Estos adultos

actan como tutores de resiliencia, compensan las carencias de cuidados paternos y

permiten la elaboracin del sufrimiento de aquellos. En esta perspectiva, tambin el

apoyo de iguales sirve para la proteccin psicolgica para los hijos de padres con

diferentes incompetencias transitorias o con incompetencias mltiples y crnicas.1

El problema es: Qu situacin atraviesa actualmente el sistema educativo? Cmo

afecta esto a la educacin, y tambin a la crianza de los nios? En 2008, Educacin ha

sido, un ao ms, el rea que ms quejas de los ciudadanos ha suscitado en la Oficina

del Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid.25 Los problemas referidos aconvivencia en los centros escolares han sido objeto de atencin preferente.


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Los contenidos de la educacin

Se ensea en todas partes y por parte de todos, a veces de modo espontneo y otras con

mayor formalidad, pero qu es lo que debe ensearse y debe aprenderse? Los nios

acceden hoy da a la escuela probablemente con un ncleo bsico de socializacin

insuficiente para encarar con xito la tarea de aprendizaje. Las dificultades ya

mencionadas en la familia hacen que se pospongan para la entrada al colegio las tareas

bsicas educativas. Y esto es un problema. Cuando la familia socializa, la escuela

puede ocuparse de ensear. Ahora que la familia no cubre plenamente su papel

socializador, la escuela comienza a ser objeto de nuevas demandas para las cuales no

est preparada.2

El cambio ms importante que abren las nuevas demandas de la educacin es que

ella deber incorporar de forma sistemtica la tarea de la formacin de la

personalidad;2 la escuela debe, no solo formar el ncleo bsico del desarrollo cognitivo,

sino tambin del desarrollo de la personalidad; no solo transmitir conocimientos si no

tambin educar y socializar. La ayuda en la primera etapa escolar para el desarrollo de

habilidades de relacin interpersonal, aprender qu significan sus propios sentimientos

y los de los dems, aprender a escuchar, a estar disponible, a hacerse entender (gran

descubrimiento saber que los dems no adivinan el pensamiento y que uno tiene que

expresarse). El desarrollo del orden, obediencia, sinceridad, basados en las rutinas y los

hbitos en las primeras etapas de escolarizacin es fundamental. Ms adelante, a partir

de Primaria los nios deben sumar a lo anterior lograr la perseverancia, constancia,

responsabilidad, paciencia (posponer la gratificacin inmediata), sociabilidad, de tal

manera que cuando sean adolescentes puedan desarrollar la lealtad, la confianza, el

respeto y el altruismo. Nada de esto es posible de conseguir sin la colaboracin de la

familia. Continuamente vemos cmo los profesores de educacin infantil hacen

psicoeducacin con los padres sobre cuestiones bsicas y como los nios desarrollan

ms problemas de conducta en casa que en el colegio, porque entran por la puerta de su

hogar y pierden los referentes de hbitos y rutinas que les dan seguridad.

Por otro lado, una de las principales tareas de la enseanza siempre ha sido

promover modelos de excelencia y pautas de reconocimiento que sirvan de apoyo a la

autoestima de los individuos, que contribuyan a crear una identidad del menor. Los

valores que desde la escuela se inculquen, irn modelando o y configurando su forma

de ser y su personalidad. Si la escuela renuncia a este designio, los nios y adolescentes

negociarn su autoestima en otros mercados, buscarn modelos con los que

identificarse o contra los que rebelarse, porque humanamente nadie puede hacerse en

ausencia de referentes.2 La escuela, en mayor grado de lo que podemos constatar,

compite ahora con otras partes de la sociedad que ofrecen tambin valores, compite con

otras antiescuelas en la provisin de distincin, identidad y autoestima.2,26 Los

modelos brindados por los medios audiovisuales, las pandillas callejeras, los

movimientos violentos, sustituirn a la educacin moral, quizs con deplorables efectos

para la sociedad. Mientras tanto, la escuela est buscando su lugar simblico y moral enesta sociedad en cambio profundo y rpido.


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Para que esa educacin en valores se pueda dar, en la escuela debe existir la

implicacin y el respeto mutuo entre los roles del profesorado, del alumnado y de la

familia ante cualquier situacin que pueda tener lugar, segn afirman especialistas en

la materia, y el sentido comn. Es esta la situacin actual?27,28,30,31Las cifras de estrs

laboral en profesores, de agresiones verbales y fsicas a maestros, de acoso escolar en

sus distintas formas, hablan por si solas. Con gran frecuencia, el porcentaje de nios

con acoso escolar y de profesores agredidos por alumnos o por padres se convierte en

noticia de informativos. Tambin es significativa la queja de las vctimas de la falta de

intervencin del profesorado en estos casos. Un 25% de vctimas de acoso escolar

sealan como motivo de la agresin que el profesorado no hace nada 28 Sin embargo,

en el Informe del Defensor del Pueblo sobre Violencia Escolar del ao 2007 29 se seala

que se ha dado una mayor implicacin del personal educativo en la resolucin de este

fenmeno, pasando de 10,7% en el ao 1999 al 15,3% en el estudio del ao 2007. 29

Probablemente esto, y las polticas educativas de prevencin e intervencin seguidas en

estos aos han contribuido a la disminucin de la incidencia de las conductas de

maltrato ms frecuentes y menos graves, como se observa en el mismo Informe. Es

decir, cuando se emprenden acciones, se consiguen resultados. Segn el mismo

Informe, el 13% de las vctimas no recibe ayuda de nadie y este porcentaje aumenta

para las agresiones ms graves. Llamativo cuando la mayor parte de stas tienen lugar

en clase y en el patio, lugares bien visibles, porque adems son ms frecuentes en

Primaria, cuando no tienen permisos para salir del centro.29,30 Sabemos cul es el papel

del grupo en el mantenimiento de estas conductas, pero tambin es cierto que en la

gran mayora de los casos son los amigos la principal fuente de ayuda, seguida por los

profesores y finalmente por los padres, que parecen ser los ltimos en enterarse e

intervenir.

En este contexto escolar de victimizacin entre iguales es especialmente evidente la

dificultad para la deteccin, la permisividad y justificacin de la misma, al considerarla

como cosas de nios o experiencia para hacerse fuerte y tambin la importancia

de los observadores (adultos y menores) en su mantenimiento.17,19,29,30

La figura del profesor

Los que trabajamos con nios sabemos que, cuando un nio tiene problemas, el

profesor es determinante: la capacidad de observacin y comprensin de las conductas

del alumno, el grado de implicacin, su capacidad para manejar las conductas

problema, as como de reforzar los aspectos positivos que en l pueda haber, son

fundamentales en la evolucin que van a tener esas dificultades y en la construccin de

la identidad del menor. Aunque muchos nios son afortunados por tener estos

profesores, otros muchos, por diversas circunstancias no lo son y los profesores,

especialmente en grados superiores, se limitan a impartir el contenido tcnico de la

asignatura, desentendindose de otros aspectos y entonces, el pronstico sin duda esms sombro.


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Pero las razones de este replegamiento del profesor en la estricta labor

desafectivizada de transmisor de informacin, tiene sus razones, y ellos mismos sufren

las consecuencias. Son la profesin junto con los mdicos que ms sufren el sndrome

del quemado.30 Realmente, ms all de las caractersticas individuales de cada

maestro, la escuela arrastra el problema bsico de la escasa formacin del profesorado

para hacer frente a la compleja tarea de ensear y educar, y mucho menos para

enfrentarse a conductas difciles en los alumnos. Cuando lo nico que se valora es la

instruccin y cuando las herramientas de las que se disponen son la nula capacitacin

psicopedaggica que la Universidad ofreci en el periodo de formacin inicial a unos

profesionales que tienen que ensear y educar a nios y adolescentes, no se puede

exigir otra cosa.2

Con esta situacin del profesorado, son altamente improbables los beneficiosos

procesos de idealizacin, identificacin y modelado positivo del profesor como figura

referente alternativa en los casos ms necesitados y tambin en los menores que

crecen en medios adecuados. Pasados los primeros cursos, la indiferencia, cuando no el

desprecio, hacia esta figura del maestro, es la norma.

La educacin en las otras escuelas

A la clsica y tradicional escuela de la calle, de los amigos del barrio, las pandillas y

los compaeros, especialmente en la etapa adolescente, se unen hoy da, desde muy

tempranas edades, otras fuentes educativas. No slo la familia o la escuela han

cambiado en la sociedad. Como hemos visto, el rol del menor tambin lo ha hecho, en

parte como consecuencia inevitable de lo anterior, en parte fruto del avance en las

tecnologas de la comunicacin y el ocio.

Los medios audiovisuales ejercen un enorme poder en el desarrollo de la

personalidad del nio por la gran cantidad de tiempo que pasa un menor ocupado en

ver la televisin, jugando con videojuegos, navegando libremente por Internet. De

todos ellos, la televisin es considerada como el medio de ms influencia. De todos es

conocido que uno de los contenidos a los que ms se ven expuestos lo menores es la

violencia. Las investigaciones afirman que el 85% de los programas de ficcin contiene

violencia, por lo que para hacernos una idea, un adolescente, antes de acabar este

perodo evolutivo, habr contemplado ms de 13.000 muertes.30 Teniendo en cuenta

que el hbito de ver la televisin se inicia a los dos aos, se considera que, en promedio,

los jvenes entre ocho y 18 aos ven unos 10.000 actos de violencia al ao en

televisin.30 La correlacin positiva entre la exposicin a la violencia exhibida en los

medios y el comportamiento agresivo est fuera de duda: produce efectos a corto plazo

del comportamiento agresivo, ms en nios y jvenes con tendencias ms agresivas.

Del mismo modo que se establece esta correlacin, tambin debera investigarse ms la

influencia de los medios en las relaciones interpersonales y en los rasgos individuales

que tiene el espectador como empata, insensibilidad, hostilidad y falta de respeto.30


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Segn la Academia Americana de Psiquiatra del Nio y el Adolescente, el tiempo

que los nios pasan viendo la televisin (all un promedio de tres horas diarias) est

influyendo en el desarrollo del sistema de valores, en la formacin del carcter y la

conducta.30 En Espaa, segn el Informe sobre televisin del Defensor del Menor del

2006 la media es de dos horas diarias, a partir de las 9 de la noche, y de programas que

ahora se denominan series familiares, no sujetas a la normativa de programacin

infantil porque estn fuera de la franja horaria.24

La identificacin con los protagonistas violentos, la imitacin por condicionamiento

vicario (se reproduce el modelo socialmente aceptable), la prdida de sensibilidad ante

cualquier hecho agresivo o violento, explicado por la habituacin, el aprendizaje por

condicionamiento clsico (asociacin conflicto-respuesta violenta), etc., son mecanis-

mos que intervienen en el incremento observado de conductas violentas con la

exposicin repetida a imgenes.24,26,30 Adems de ste riesgo directo, que lo es ms para

los ms predispuestos, organismos internacionales han llamado la atencin sobre el

incremento de la pasividad intelectual, limitacin de la creatividad y exclusin de otro

tipo de actividades enriquecedoras por el uso indiscriminado y masivo de televisin. Se

generan estereotipos, modelos de convivencia, valores y actitudes que no se corres-

ponden con la realidad social.30

Por otro lado, las nuevas tecnologas (Internet, mviles, videojuegos, etc.) han

introducido una serie de cambios en el mundo relacional del menor:

Han cambiado, en una parte, el modo de interaccin social entre iguales, con los

aspectos beneficiosos que esto tiene y tambin con los riesgos que puede conllevar

cuando se emplean en sustitucin o como compensacin de falta de relaciones reales

satisfactorias con los iguales. El uso del Messenger se inicia ya desde muy temprana

edad, siendo un medio de comunicacin imprescindible para un tercio de los jvenes

espaoles de 12 a 24 aos.30

El libre acceso a la navegacin por Internet, a pesar de los controles paternos que se

pueden establecer, hace que el acceso a contenidos inadecuados para el menor sea un

riesgo, lo mismo que el anonimato facilita conductas de acoso, peligros fsicos en citas

con desconocidos y prdida de la privacidad.24

La informacin, sea por Internet, sea a travs de la televisin, llega a los menores sin

ningn tipo de filtro o adaptacin por edades;24 son los menores ms informados de la

historia, otra cosa es el uso que hacen de la informacin que reciben y si la pueden

elaborar o no. Si antes los padres eran los que decidan cuando el menor reciba

determinado tipo de informacin, hoy stos no tienen ningn control del tempo para

informar a sus hijos. A las tradicionales enseanzas entre iguales se ha sumado el

bombardeo de informacin, explcita u subliminal, sobre todo tipo de contenidos. Si a

los padres se les exige control, tambin es cierto que es prcticamente imposible de

ejercerse a partir de determinada edad; es como ponerle puertas al campo. Una vez

ms, la educacin previa a esta etapa es imprescindible para lograr un uso responsable

de las nuevas tecnologas.


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LA PRODUCCIN SOCIAL DE LA VCTIMA

Por ltimo, har referencia a algunos aspectos en la produccin social de la vctima,

en tanto vctima ya identificada, para bien o para mal. Partimos de que la apariencia de

la vctima infantil es siempre de inocencia, vulnerabilidad y fragilidad y por tanto lareaccin socialsuele ser de rechazo visceral por el agresor y compasin por la vctima.

Pero este reconocimiento y solidaridad inmediata con la vctima infantil no siempre

ocurre as. Por varias razones: porque la distincin entre agresor y vctima es a veces

compleja, cuando no coinciden en el mismo menor; porque alrededor de la infancia

existen mltiples mitos que interfieren con el reconocimiento de la vctima (justifica-

cin de situaciones que sera impensable entre adultos), porque la utilizacin interesa-

da de los menores vctimas por los adultos de su entorno y la infrecuente falsedad del

testimonio infantil hacen que en ocasiones la inocencia de la vctima infantil sea puesta

en duda y la victimizacin misma, cuestionada.

Adems, se da la circunstancia que en el nio, mucho ms que en adultos, no suele

existir una conciencia vctima(no se siente mal tratado, sino confuso) y los meca-

nismos de culpa, vergenza, negacin, racionalizacin, etc., actan intensamente al

servicio de la extraordinaria dependencia del entorno y de sus semejantes en la que el

nio se encuentra. Por tanto, podramos decir que en ltimo trmino, es el adulto quien

debe interpretarle al nio o traducirle el malestar difuso o la confusin que siente

y hacrsela ver como una situacin en la que est siendo injustamente tratado. En ese

momento el nio adquiere la conciencia, ms all del conocimiento que obviamente ya

tiene, de haber sido agredido. Si el adulto no lo ve, quizs el nio tampoco lo haga,

aunque lo sufra. Es el adulto quien decide, al hacerlo visible, cundo un nio es

vctima y cuando no. La gran mayora de las vctimas infantiles, que son ocultas, no

existen para sus conciencias y esto puede tener las peores consecuencias. Y las cifras

alarman: segn se reitera en la literatura cientfica, slo un 20% de casos de maltrato

infantil llegan a detectarse.31 Si no se detectan no acceden a ayudas. A diferencia de los

adultos, los nios no piden ayuda por si mismos, aunque en algunos tipos de

victimizacin, esto puede estar cambiando gracias precisamente a las polticas que

facilitan la denuncia sin riesgo por los menores (Protgeles, telfonos de denuncias,

etc.).

Con todo esto, estamos hablando de la subdeteccin global de las situaciones de

victimizacin infantil, basada en la tradicional negacin, minimizacin y raciona-

lizacin por parte de los adultos de la violencia contra los menores, favorecida por el

uso de mecanismos similares en los nios y la difcil deteccin y por actitudes acti-

vamente pasivas, de denegacin de auxilio, de los adultos en casos visibles. Pero no es

este el nico problema que afecta a la identificacin de los menores vctimas. En los

ltimos veinte aos se ha producido un progresivo inters de la comunidad cientfica y

una mayor especializacin de los profesionales, el rol social de la vctima ha cambiado

radicalmente, en parte influido por el inters meditico de estos casos y el concepto

mismo de vctima se ha extendido hasta el absurdo. Con todo ello, observamos con


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ms frecuencia otro tipo de situaciones en las que parece existir una produccin de

vctimas relacionadas con diversas circunstancias entre las que destacara:

La sobreidentificacin: basada en la hipersensibilidad e hiperalerta de profesionales

que se identifican masivamente con la supuesta vctima, llevando a falsas identi-

ficaciones de consecuencias negativas para el inocente agresor.

Utilizacin torticera de las vctimas infantiles por parte de los adultos de su

entorno. El ejemplo ms claro: situaciones de separaciones y divorcios conflictivos,

entre los que se incluyen la violencia de gnero.

La oferta de la identidad, crea la vctima: Creacin artificial (produccin casera)

de la vctima. En estos casos es generalmente un progenitor ansioso por defender los

derechos de su hijo el que otorga un significado a la conducta que se ha ejercido con el

nio interpretndola como una agresin injusta ms o menos grave por la que reclama

una compensacin, emprendiendo una serie de acciones durante las cuales el nio, sin

entender muy bien lo que est ocurriendo, adquiere a esa nueva identidad, con la

misma naturalidad con la que acepta sin cuestionarse la imagen que en espejo le

devuelven de s mismo los adultos que le rodean, construyendo as su identidad de

vctima y adhirindose a ese rol haciendo lo que se espera de l como vctima. La oferta

de esa identidad, crea la vctima, de la misma manera que la oferta crea la demanda: si

se puede ser vctima, porqu no serlo?, ms cuando cualquier privacin de un

derecho puede ser vulgarmente entendida hoy como una victimizacin.

La denuncia como amenaza: El menor, que haciendo uso de los derechos que

ostenta y de los que, precisamente los que menos lo necesitan, est bien informado,

amenaza con la denuncia contra aquellos que l considera que atentan contra los

mismos. Es el menor que utiliza la denuncia como una amenaza o una venganza.

Cadena imparable de revictimizaciones de las vctimas: protocolos de exploracin

mdica mal implementados, falta de coordinacin en las medidas iniciales, tiempos

largos para tomar medidas de proteccin adecuadas, falta de medidas de proteccin del

menor en los procesos judiciales, y ms situaciones que a veces hacen que inicie otra

cadena de victimizaciones secundarias una vez detectado el caso.

Y por ltimo, y no por ello menos importante, los menores agresores. Slo cuando

matan con especial inquina preocupan, (especialmente por el castigo que se les

impone) pero quin hizo algo antes? Es de sobra conocido el valor predictivo para la

delincuencia en adolescentes de las conductas agresivas en la edad infantil, pero no se

acta ah. Cuando hay sntomas evidentes de riesgo el coste de la intervencin en un

reducido nmero de estos menores, antes de que cometan delitos, es altsimo, pero

menor que los costes despus de que entren en la carrera de la delincuencia y la

marginacin social. Nadie apuesta por ello. Hay una clamorosa ausencia de centros

para estos menores en el Estado Espaol. Se espera a que delincan gravemente para

remitirlos a los centros de menores infractores en los que hay que ensearles todo lo

que no se ha hecho antes y a partir de ah, se abre otro debate.


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