Crash course

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Introducción Bienvenidos al Crash Course. El usamericano Chris Martenson se doctoró en ciencias en la Duke University (Durham, North Carolina). Es autor del Crash Course, que rápidamente recibió grandes elogios y alcanzó una enorme popularidad en su versión inglesa original. El Crash Course pretende ayudarles a comprender la naturaleza de algunos retos de extraordinaria gravedad para nuestra economía y su futura prosperidad. Lo que están ustedes a punto de ver es una versión muy resumida de un seminario de entre 6 y 8 horas que Chris Martenson ha estado impartiendo desde hace cuatro años en su país, Usamérica. Gracias a Manuel Talens, quien ofreció gratuitamente su tiempo y esfuerzo para traducirlo al español, nos complace presentarles el Crash Course de Chris Martenson en español. Esperamos que les sea provechoso. Hola, me llamo Atenea Acevedo y soy la presentadora de esta serie. El Crash Course integra diversos temas aparentemente dispersos para formar una sola narración. Hablaremos de economía, energía y medio ambiente, y ello porque en la encrucijada de tales temas es donde se cuenta la historia más trascendental de cualquier generación. Una vez concluida esta presentación ustedes comprenderán y pensarán la economía de manera totalmente distinta. Voy a ofrecerles un marco que clarificará lo que, para mucha gente, es un asunto profundamente confuso. Chris Martenson necesitó varios años para recopilar y desarrollar la información de este breve curso en una narración altamente condensada. Debo advertirles que para algunos de ustedes no será fácil, porque hablaremos de algunos cambios descomunales que, preciso es reconocer, son muy dificultosos de concebir. Pretendo cambiar sus opiniones e incluso puede que me enfrente a algunas de sus creencias más arraigadas (por ejemplo, “El crecimiento es bueno” y “El futuro se parecerá al pasado” o “El dólar es un valor seguro”). Trataré de convencerlos de que ya va siendo hora de que aprendan, presten atención y actúen. Capítulo 1: Tres Creencias Es muy importante que distingamos entre hechos, opiniones y creencias. Trataré con todas mis fuerzas de ser muy clara cuando presente hechos, ofrezca una opinión o comunique mis creencias. Lo dejaré claro desde el principio: tengo tres creencias que voy a compartir con ustedes y, a continuación, les explicaré cómo fue que llegué a ellas. La primera es que los próximos veinte años serán completamente distintos de los últimos veinte. ¿Por qué es importante esta creencia? Pues porque tendemos a basar nuestra opinión sobre el futuro en nuestra experiencia del pasado reciente. Es algo que forma parte de la naturaleza humana, pero que se convierte en un lastre gigantesco en momentos decisivos. Déjenme decirles que somos testigos de un CAMBIO MASIVO. Cuando empecé a impartir este curso hace tres años solía decir que un cambio masivo se avecinaba. Pues bien, aquí lo tenemos, creo que ya está en marcha y voy a decirles por qué. Mi segunda creencia es que es posible subrayo posible que el ritmo o el alcance del cambio pueda sobrepasar la capacidad de nuestras instituciones sociales y de servicios para adaptarse a él. El huracán Katrina nos enseñó que una ciudad importante de Usamérica podía quedar devastada y quedarse así durante años. He aquí un ejemplo de cambio importante cuya rapidez de aparición sobrepasa nuestra capacidad de respuesta. Los tipos de cambios que anticipo en nuestro paisaje económico son peores que los del Katrina. Mucho peores. Mi tercera creencia es que no carecemos ni de tecnología ni de los conocimientos necesarios para construirnos un futuro mejor. De lo que sí carecemos es de voluntad política, lo cual refleja el hecho de que "Nosotros, el pueblo" todavía no hemos elevado nuestras voces al unísono para que tenga lugar un cambio fundamental y verdadero. Recuerden, se trata simplemente de mis creencias ahora y me reservo el derecho a cambiarlas si surgen nuevas informaciones que sugieran un error por mi parte.

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Introducción

Bienvenidos al Crash Course.

El usamericano Chris Martenson se doctoró en ciencias en la Duke University (Durham, North Carolina). Es

autor del Crash Course, que rápidamente recibió grandes elogios y alcanzó una enorme popularidad en su

versión inglesa original. El Crash Course pretende ayudarles a comprender la naturaleza de algunos retos de

extraordinaria gravedad para nuestra economía y su futura prosperidad. Lo que están ustedes a punto de ver es

una versión muy resumida de un seminario de entre 6 y 8 horas que Chris Martenson ha estado impartiendo

desde hace cuatro años en su país, Usamérica.

Gracias a Manuel Talens, quien ofreció gratuitamente su tiempo y esfuerzo para traducirlo al español, nos

complace presentarles el Crash Course de Chris Martenson en español. Esperamos que les sea provechoso.

Hola, me llamo Atenea Acevedo y soy la presentadora de esta serie. El Crash Course integra diversos temas

aparentemente dispersos para formar una sola narración. Hablaremos de economía, energía y medio ambiente, y

ello porque en la encrucijada de tales temas es donde se cuenta la historia más trascendental de cualquier

generación.

Una vez concluida esta presentación ustedes comprenderán y pensarán la economía de manera totalmente

distinta. Voy a ofrecerles un marco que clarificará lo que, para mucha gente, es un asunto profundamente

confuso. Chris Martenson necesitó varios años para recopilar y desarrollar la información de este breve curso en

una narración altamente condensada.

Debo advertirles que para algunos de ustedes no será fácil, porque hablaremos de algunos cambios

descomunales que, preciso es reconocer, son muy dificultosos de concebir.

Pretendo cambiar sus opiniones e incluso puede que me enfrente a algunas de sus creencias más arraigadas (por

ejemplo, “El crecimiento es bueno” y “El futuro se parecerá al pasado” o “El dólar es un valor seguro”). Trataré

de convencerlos de que ya va siendo hora de que aprendan, presten atención y actúen.

Capítulo 1: Tres Creencias

Es muy importante que distingamos entre hechos, opiniones y creencias. Trataré con todas mis fuerzas de ser

muy clara cuando presente hechos, ofrezca una opinión o comunique mis creencias.

Lo dejaré claro desde el principio: tengo tres creencias que voy a compartir con ustedes y, a continuación, les

explicaré cómo fue que llegué a ellas.

La primera es que los próximos veinte años serán completamente distintos de los últimos veinte. ¿Por qué es

importante esta creencia? Pues porque tendemos a basar nuestra opinión sobre el futuro en nuestra experiencia

del pasado reciente. Es algo que forma parte de la naturaleza humana, pero que se convierte en un lastre

gigantesco en momentos decisivos. Déjenme decirles que somos testigos de un CAMBIO MASIVO. Cuando

empecé a impartir este curso hace tres años solía decir que un cambio masivo se avecinaba. Pues bien, aquí lo

tenemos, creo que ya está en marcha y voy a decirles por qué.

Mi segunda creencia es que es posible – subrayo posible – que el ritmo o el alcance del cambio pueda

sobrepasar la capacidad de nuestras instituciones sociales y de servicios para adaptarse a él. El huracán Katrina

nos enseñó que una ciudad importante de Usamérica podía quedar devastada y quedarse así durante años. He

aquí un ejemplo de cambio importante cuya rapidez de aparición sobrepasa nuestra capacidad de respuesta. Los

tipos de cambios que anticipo en nuestro paisaje económico son peores que los del Katrina. Mucho peores.

Mi tercera creencia es que no carecemos ni de tecnología ni de los conocimientos necesarios para construirnos

un futuro mejor. De lo que sí carecemos es de voluntad política, lo cual refleja el hecho de que "Nosotros, el

pueblo" todavía no hemos elevado nuestras voces al unísono para que tenga lugar un cambio fundamental y

verdadero.

Recuerden, se trata simplemente de mis creencias ahora y me reservo el derecho a cambiarlas si surgen nuevas

informaciones que sugieran un error por mi parte.

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Capítulo 2: La sigla "EEMA"

¿Qué es lo que quiero decir cuando afirmo que "un cambio masivo ya está en marcha"? Bien, llegados a este

punto tenemos que escarbar en una sigla compuesta de cuatro letras, "EEMA", y tres conceptos, y en ello

pasaremos el tiempo restante del Crash Course.

La primera "E" de la sigla "EEMA" es la Economía, que es la lente a través de la cual el Crash Course observa

todo. La Economía se subdivide aquí en cuatro áreas principales: 1) Dinero exponencial; 2) El primer colapso

de la historia de una borrachera mundial de dinero a crédito; 3) Una población que envejece y 4) La incapacidad

nacional para el ahorro. Si no les parece claro lo que estas cuatro áreas significan, no se preocupen; vamos a

analizar cada una de ellas en detalle.

La segunda "E" de la sigla "EEMA" es la Energía y en ella analizaremos lo que el pico del petróleo significa

para un sistema económico basado en una continua expansión. Este tema es lo bastante importante como para

que le dedicase en exclusiva un Crash Course, pero no puedo y, por eso, no lo haré.

Y, por último, las letras "MA" de la sigla "EEMA" corresponden al Medio Ambiente, el cual ejercerá un peso

económico incognoscible, pero significativo, debido a la disminución de los recursos y a otras presiones del

sistema cuando las dos "E" afecten su dinero y reclamen su atención.

La historia que voy a contarles gira en torno a la sigla "EEMA" y tratará de demostrar que nuestro sistema

monetario está perversamente situado fuera de la realidad, será víctima de una grave inestabilidad y,

posiblemente, terminará por colapsarse.

Justo es decir que nunca hemos tenido que enfrentarnos a sucesos o, si se quiere, a problemas tan enormes como

éstos.

Nunca.

Habrá quienes se asusten y quienes se sientan estimulados, todo dependerá de su modo de pensar. Una manera

de mantener el control sobre los acontecimientos es armarse de información precisa y detallada. Esto es

exactamente lo que pretende el Crash Course.

Si se consideran por separado, cada una de las subdivisiones de cada uno de los componentes de la sigla

"EEMA" podría acaparar por sí sola su atención. Sin embargo, afirmo que tales problemas están tan

entrelazados que no es posible resolverlos de forma aislada. Los componentes de la sigla "EEMA" deben por

fuerza considerarse como una unidad.

¿Qué es lo que los vincula? Los vincula un factor todopoderoso, que necesitamos desesperadamente

comprender. Les ruego que me acompañen en el Capítulo 3, dedicado al crecimiento exponencial.

El Crash Course Capítulo 3: Crecimiento

exponencial

En el Crash Course aprenderemos algunos conceptos fundamentales. El más importante de todos ellos es el

crecimiento exponencial. Una comprensión cabal de este concepto mejorará nuestras posibilidades de vivir un

futuro mejor.

He aquí un clásico gráfico que muestra el crecimiento exponencial. Se trata de una curva en forma de “palo de

hockey”, que representa una cantidad de algo a lo largo del tiempo. Para que una curva termine pareciéndose a

ésta, ese algo que representa debe crecer de forma porcentual a lo largo del tiempo.

Cuanto más lenta sea la tasa porcentual de crecimiento más prolongado será el tiempo que se necesita para que

la curva adopte la forma de un palo de hockey.

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Otro concepto que debe quedar claro en este gráfico es que una vez que la función exponencial empieza a

“repuntar”, incluso si la tasa porcentual de crecimiento se mantiene constante y, posiblemente, bastante baja, las

cantidades siguen aumentando cada vez con mayor rapidez.

En este caso particular estamos ante una curva de algo que históricamente ha crecido a una tasa inferior al 1%

anual. Se trata de una curva que representa la población mundial. Dado que crece aproximadamente al 1%

anual, se necesitan varios miles de años para poder detectar esta forma de palo de hockey. La línea verde

representa el pasado, mientras que la línea roja es la proyección más reciente de Naciones Unidas con respecto

al crecimiento de la población durante los próximos 42 años.

Es muy posible que cualquier persona con mente matemática se esté preguntando en este momento por qué no

representamos esta información como suele ser habitual o incluso por qué lo hacemos de forma imprecisa.

Esas personas con una mente matemática han aprendido a definir el crecimiento exponencial por medio de la

tasa de cambio, mientras que nosotros lo presentaremos aquí por medio de la cantidad de dicho cambio. Ambas

formas son válidas, sólo que una expresa más fácilmente una fórmula y la otra permite que la mayoría de la

gente la comprenda mejor de forma intuitiva.

Contrariamente a la tasa de cambio, la cantidad de ese cambio no es constante, ya que crece cada vez más

conforme va transcurriendo el tiempo y ésa es la razón por la que para nosotros la cantidad es más importante

que la tasa. Se trata de un concepto tan primordial que dedicaré el siguiente capítulo a su explicación.

Las personas de mente matemática podrían decir también que en una curva exponencial no existe una fase de

“repunte”, pues éste es un artefacto que se debe a dónde situamos la escala de la izquierda. Es decir, si el eje de

la izquierda está ajustado correctamente, todo gráfico exponencial adopta siempre la forma de un palo de

hockey en cada momento temporal.

No obstante, si se conocen los límites o la línea divisoria de lo que se está midiendo, es posible establecer el eje

de la izquierda y entonces el momento del “repunte” será absolutamente real y de una importancia excepcional.

Se trata de un detalle fundamental y nuestro futuro depende de que muchos de nosotros lo comprendan.

Por ejemplo, se considera que la capacidad total de la tierra para acoger seres humanos está situada en algún

lugar de esta zona, con un margen de error de unos pocos miles de millones, más o menos. Esto hace que el

momento del “repunte” sea algo muy real y de enorme importancia para nosotros, no un engañoso artefacto

gráfico.

Lo único que deseo que recuerden es el concepto de “aceleración”, la noción esencial de las funciones

exponenciales.

El rasgo clave del crecimiento exponencial puede conceptualizarse de dos maneras, ya sea como la cantidad que

se va añadiendo conforme se crece en cada unidad de tiempo adicional o bien como el menor tiempo que

transcurre entre cada una de las unidades de cantidad que se van añadiendo. En ambos conceptos lo

fundamental es la “aceleración”.

Lo explicaremos por medio del crecimiento poblacional: si empezamos con un millón de personas y

establecemos que la tasa de crecimiento es un mero 1% anual, veremos que se necesitarían 694 años para

alcanzar la cifra de mil millones de personas. Cien años después habríamos alcanzado los 2 mil millones de

personas y para llegar a los 3 mil millones sólo necesitaríamos 41 años más. Luego, 29 años, después 22 y, por

último, 18 años para alcanzar la cifra de 6 mil millones de personas. Así, se necesita cada vez menos tiempo

para añadir cada unidad de mil millones de personas. Ahora nos ocuparemos de la “aceleración”.

Este otro gráfico representa el consumo de petróleo, que es quizá el recurso natural más importante y que ha

estado creciendo a una tasa mucho más vertiginosa, de casi el 3% anual. La forma de palo de hockey que adopta

la curva puede detectarse al cabo de sólo 150 años. También aquí podemos determinar el eje de la izquierda,

puesto que conocemos con una precisión razonable la cantidad máxima de petróleo que el mundo puede

producir. De nuevo, el “repunte” es de una importancia fundamental para nosotros.

Y aquí tenemos la curva de la creación de dinero usamericano, cuyo crecimiento exponencial ha alcanzado unas

tasas increíbles, que oscilan entre el 5% y el 18% anual. Ello hace que esta curva sólo haya necesitado unas

pocas décadas para adoptar el aspecto de un palo de hockey.

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Y aquí tenemos el uso mundial del agua, la extinción de especies, la sobreexplotación pesquera y la

deforestación. Todos estos recursos son finitos, como también lo son otros recursos esenciales, bastantes de los

cuales están llegando a sus límites.

Éste es el mundo en que vivimos. No cabe la menor duda de que la cadencia del cambio se está acelerando.

Vivimos en un tiempo en el que los seres humanos van a tener que enfrentarse por fin a la realidad de que

nuestro sistema de dinero exponencial y uso exponencial de recursos naturales se topará contra los rígidos

límites de la Física.

Y detrás de todo esto, lo que determina cada tramo de cada una de las curvas es el número de personas que

viven en el planeta.

Consideradas por separado, cada una de estas curvas podría llamar la atención de cualquier persona sensata,

pero es preciso comprender que, de hecho, todas ellas están relacionadas y conectadas entre sí. Todas son

curvas de crecimiento compuesto y están animadas por fuerzas de crecimiento compuesto.

Para resolver una sola de ellas es preciso comprender cómo se relaciona con las demás, así como con otras que

no mostramos aquí, porque todas se entrecruzan y superponen.

El hecho de que vivamos aquí, en presencia de muchas curvas de crecimiento exponencial que se relacionan con

todo, desde el dinero hasta la población, pasando por la extinción de las especies, tiene enormes implicaciones

para nuestra vida y para las vidas de quienes nos sucederán.

Por eso hay que prestarles la mayor atención posible.

Veamos ahora un ejemplo que nos ayudará a comprender mejor estas curvas.

Los invito a acompañarme en el Capítulo 4, titulado “El problema es la función exponencial”.

Gracias por su atención.

El Crash Course Capítulo 4: El problema es la

función exponencial

Esta breve presentación pretende ayudarlos a comprender el poder de la función exponencial. Si la población, la

demanda de petróleo, la oferta de dinero o cualquier otra cosa aumentan con respecto a su proporción actual y

dicho crecimiento se expresa mediante un gráfico a lo largo de un período determinado, dicho gráfico adoptará

la forma de un palo de hockey.

Dicho de manera más simple, todo aquello que crece porcentualmente a lo largo del tiempo lo hace de forma

exponencial.

Para ilustrar el poder del crecimiento exponencial utilizaré un ejemplo tomado de un magnífico trabajo del Dr.

Albert Bartlett.

Supongamos que dispongo de un cuentagotas mágico y que deposito una gota de agua en la palma de su mano

izquierda. La magia del cuentagotas permitirá que esa gota de agua duplique su tamaño cada minuto.

Al principio, parece que no está sucediendo nada, pero al cabo de un minuto esa pequeña gota habrá alcanzado

el tamaño de dos pequeñas gotas.

Un minuto después, la gota inicial se habrá convertido en una pequeña cantidad de agua de un diámetro

ligeramente inferior al de una moneda.

Cuando pasen seis minutos en la palma de su mano habrá agua suficiente para llenar un dedal.

Supongamos ahora que llevamos ese cuentagotas mágico al estadio de béisbol Fenway Park y que a las 12 en

punto del mediodía depositamos una gota de agua en el montículo del pitcher.

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Para que este ejemplo se vuelva más interesante, supongamos también que el Fenway Park es un estadio

completamente hermético al agua y que usted está esposado a un asiento en la parte más alta de las gradas.

Ahora le pregunto: “¿De cuánto tiempo dispone para quitarse las esposas y escapar?” ¿Cuándo se llenará de

agua el estadio? ¿En unos días? ¿En unas semanas? ¿Unos meses? ¿Unos años? ¿Cuánto tiempo tardará en

llenarse?

Le daré unos cuantos segundos para que lo piense.

La respuesta es que tiene usted 49 minutos para quitarse las esposas y escapar. En menos de 50 minutos la

pequeña gota de agua depositada por el cuentagotas mágico se las ha arreglado para llenar por completo el

estadio Fenway Park.

Ahora le preguntaré otra cosa: ¿A qué hora sólo un 7% de la capacidad del Fenway Park se habrá llenado de

agua y en qué momento se dará usted cuenta del inminente peligro que corre?

¿Quiere adivinarlo? La respuesta es a las 12:45. Ha de saber que si cuando el agua sólo haya cubierto un metro

y medio de la altura del estadio aún está usted tratando de quitarse las esposas o esperando que vengan en su

ayuda, sólo dispondrá de cuatro minutos para liberarse antes de que le cubra.

Este ejemplo ilustra a la perfección las características fundamentales del crecimiento compuesto. Las funciones

exponenciales hacen que todo se acelere y se complique en los últimos momentos.

Usted estuvo sentado durante 45 minutos y parecía que el nivel crecía con lentitud y, de repente, en cuatro

minutos, ¡el estadio se llenó! … y rebosó.

Este ejemplo se basa en un artículo extraordinario del Dr. Albert Barttlett, que explica y describe de forma

sencilla el proceso de crecimiento exponencial; dicho artículo se encuentra en nuestro apartado “Lecturas

esenciales”. El Dr. Bartlett dijo: “La mayor debilidad de los seres humanos es su incapacidad para comprender

la función exponencial”. Y tenía toda la razón.

Si han llegado a comprender esta función, empezarán a entender la urgencia que me embarga, pues una vez que

se llega a la parte vertical de una gráfica de crecimiento exponencial ya no queda prácticamente espacio de

maniobra. El tiempo se acelera.

Esto hace que la función exponencial sea el concepto clave de nuestro Crash Course.

Pero, ¿qué tiene esto que ver con el dinero, con la economía y su futuro? Se lo voy a explicar en un momento.

Los espero en el Capítulo 5, titulado “Crecimiento frente a prosperidad”. Gracias por su atención.

El Crash Course Capítulo 5: Crecimiento frente a

prosperidad

Ahora voy a presentar el segundo concepto clave. Para ello, citaré a un filósofo del siglo XIX.

He aquí la cita.

“Toda verdad pasa siempre por tres fases. Al principio se la ridiculiza. Luego se la rechaza con violencia. Y al

final se la acepta algo como evidente.”

Esta perspicaz cita pertenece a ese hombre de aspecto tan feliz que aparece aquí abajo a la derecha.

En algún momento de los próximos 20 años el concepto que voy ahora a presentar será también “evidente”.

Pero, por ahora, muchos lo consideran ridículo.

Este concepto gira en torno al crecimiento.

El crecimiento es bueno, ¿no? Todo el mundo desea que la economía crezca, ¿no es verdad? Pero, ¿por qué?

Pues porque si una economía crece eso significa que estamos prosperando. El crecimiento ofrece oportunidades

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y a todos nos gustan las oportunidades. A mí, al menos, me gustan. Y ésa es la tendencia general en nuestros

días.

Por eso, mucha gente está convencida de que crecimiento equivale a prosperidad.

Pero, ¿acaso es verdad? ¿Y si no lo fuese?

Si uno lo piensa con detenimiento, las cosas crecen como consecuencia del exceso de algo. Por ejemplo, nuestro

cuerpo sólo crece si le aportamos un exceso de alimentos. Si las calorías que ingerimos equivaliesen a las

calorías que quemamos, nuestro cuerpo no aumentaría de peso, pero tampoco lo perdería. Un estanque sólo

aumentará de nivel si le llega más agua que la que pierde.

Por eso, puede decirse que todo crecimiento depende del exceso de algo.

De manera similar, la prosperidad depende del exceso de algo. Veamos otro ejemplo. Imagínese que su familia

consta de cuatro miembros y que su salario es de 40.000 dólares al año, con los cuales les alcanza justo para

vivir, es decir, cuando llega el último día del año a su familia no le queda ni un solo dólar. Pero, de repente, a

usted le suben el sueldo un 10%, es decir, 4000 dólares, y entonces su familia se ve ante la disyuntiva de

escoger entre tener un nuevo hijo, es decir, crecer, o gozar de una mayor prosperidad utilizando los 4000

dólares para gastar un poco más por persona. Lo que no podrá hacer es ambas cosas a la vez. En este ejemplo, el

exceso de dinero sólo le permite hacer una cosa de dos, así que deberá escoger: ¿hará que su familia crezca con

un nuevo hijo o aumentará su prosperidad? Y lo que es verdad para una familia de cuatro miembros lo es

también para un pueblo, un Estado, un país y, claro, para todo el mundo.

De este ejemplo podemos deducir un concepto muy sencillo pero fundamental, y es que crecimiento no equivale

de ninguna manera a prosperidad. Lo que estuvo ocurriendo durante los últimos siglos nos convenció de que

ambos conceptos estaban vinculados, ya que hasta hace muy poco siempre hubo suficiente exceso de energía

como para que pudiésemos disfrutar a la vez de crecimiento y de prosperidad.

Es decir, nunca tuvimos que elegir entre ambas cosas.

El economista Malcolm Slesser, del Resource Use Institute of Edinburgh, en Escocia, ha calculado que más de

la mitad de la energía existente en el mundo se utiliza hoy en día simplemente para crecer.

Lo cual nos plantea la siguiente pregunta: ¿Que ocurrirá cuando lo que se utilice simplemente para crecer ya no

sea “más de la mitad”, sino el 100 % de nuestro exceso de dinero o energía? Pues sucederá que la prosperidad

se estancará.

¿Y que ocurrirá si el exceso no alcanza ni siquiera para crecer? Bueno, cuando llegue ese momento

conoceremos lo que es un crecimiento negativo y una prosperidad negativa, es decir, un decrecimiento y un

aumento de la pobreza, lo cual no es de ninguna manera el futuro que deseo.

Por eso, el mayor desafío al que nos enfrentamos hoy es el de establecer cómo queremos utilizar el exceso de

dinero o de energía de que disponemos para poder salir adelante. Por mi parte, deseo que continúen los avances

en eficiencia energética, tecnología médica y todo lo que una sociedad moderna puede ofrecer. Y eso es lo que

estamos poniendo en peligro si nos permitimos hacer lo fácil, es decir, simplemente seguir creciendo, en vez de

hacer lo correcto, que es utilizar nuestro exceso de dinero y energía para preparar un futuro más próspero.

De manera que ya lo sabemos: El concepto clave N.º 2 del Crash Course es que crecimiento no equivale a

prosperidad.

Y ahora que ya hemos descrito los dos conceptos clave, estamos listos para explorar en el próximo capítulo eso

que solemos llamar “dinero”.

El Crash Course Capítulo 6: ¿Qué es el dinero?

Antes de empezar nuestro viaje a través de la Economía, el Medio Ambiente y la Energía, necesitamos

comprender qué es esa entelequia que solemos llamar dinero.

El dinero es algo tan consustancial a nuestra vida diaria que probablemente no hemos pensado nunca en analizar

qué es o qué representa.

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El dinero es una creación humana tan esencial que, si de repente desapareciese, en su lugar surgiría

espontáneamente otra forma de dinero, que podría ser, por ejemplo, vacas, tabaco, pan, cáscaras de frutos secos

o incluso conchas de nautilo.

Sin dinero no existirían las complejas especializaciones laborales de la actualidad, porque el trueque es algo

muy incomodo y dificultoso. Pero lo más importante es que cada tipo de sistema monetario tiene sus pros y sus

contras y todos ellos imponen sus propias reglas, favoreciendo algunos comportamientos y restringiendo otros.

Nos bastará con abrir cualquier libro de texto para saber que el dinero debe tener tres características. La primera

es que debe ser una reserva de valor. Tanto el oro como la plata cumplieron perfectamente esa función, ya que

eran escasos, su extracción en las minas necesitaba mucha energía humana y no se corroían ni deterioraban. Por

el contrario, el dólar usamericano no cesa de perder valor con el tiempo, lo cual penaliza a quienes ahorran e

impone la necesidad de especular o invertir.

Una segunda característica es que el dinero, como medio de intercambio, necesita que la población lo acepte de

intermediario en todas sus transacciones económicas. Y la tercera característica es que el dinero debe ser una

unidad de medida, es decir, ha de ser divisible y cada unidad ha de ser equivalente a las demás. La “unidad de

medida” usamericana es el dólar. Los diamantes tienen mucho valor, pero no sirven como “dinero”, ya que no

son perfectamente equivalentes entre sí y su división les hace perder valor. Por eso, los diamantes no son una

buena “unidad de medida”.

Bla, bla, bla… pero, entonces, ¿qué es de verdad el dinero? La definición que a mí me gusta es muy sencilla:

El dinero es una retribución a cambio de un trabajo humano.

Con muy escasas excepciones, prácticamente todo lo que podemos comprar con nuestro dinero requiere de

trabajo humano. He dicho que se trata de una retribución, no de una reserva, y ello porque el trabajo humano en

cuestión podría haber tenido lugar en el pasado o quizá todavía no haya sido realizado.

El concepto de dinero como retribución a cambio de un trabajo humano es importante y más tarde lo iremos

desarrollando, especialmente cuando lleguemos al concepto de deuda.

Tal como dijimos en una imagen anterior, literalmente cualquier cosa puede ser considerada dinero, es decir,

vacas, pan, conchas, tabaco, etc. Sin embargo, el dólar usamericano, al igual que todas las monedas modernas,

es un ejemplo de dinero denominado fiat. Fiat es una palabra latina que significa “hagamos que así sea”, y si el

dinero fiat posee un valor es porque un gobierno decreta que así sea. Su valor es, por lo tanto, enteramente

imaginario.

Lo cual nos lleva a una pregunta crucial: ¿Que es exactamente un dólar usamericano?

En otros tiempos, todo dólar usamericano estaba respaldado por una determinada cantidad de plata u oro de

valor intrínseco. En este ejemplo, podemos ver que el dólar portaba el nombre del Tesoro usamericano y que

estaba respaldado por una cantidad determinada de plata, pagadera al portador a la vista, es decir, bastaba con

sólo presentarlo.

Por supuesto, eso era en los años treinta del pasado siglo, pero aquellos días se fueron para no volver. Los

dólares actuales son una deuda de la Reserva Federal, entidad privada a la que se ha encomendado que gestione

la provisión de dinero usamericano. Esta función le fue concedida en 1913 mediante una ley conocida como

Federal Reserve Act.

Es de señalar que los dólares modernos carecen de cualquier indicación de que el portador pueda cambiarlos por

algo. Eso se debe a que ahora ya no están respaldados por nada que sea tangible. En vez de ello, el “valor” del

dólar se basa en un juego de lenguaje: en el hecho de que es ilegal rechazar dólares en pago de algo y de que

son la única forma aceptable para pagar impuestos.

La provisión de dinero de una nación necesita una gestión muy cuidadosa, pues de no ser así la inflación podría

destruir la unidad monetaria De hecho, existen más de 3800 ejemplos de monedas en papel que existieron en el

pasado y que ya no existen. Muchos de esos ejemplos son billetes usamericanos, que hoy tienen valor como

objeto de colección, pero carecen de cualquier valor monetario. No resulta difícil mostrar ejemplos

maravillosos, pero ya no funcionales, de billetes procedentes de Argentina, Bolivia, Colombia y de centenares

de otros países.

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¿De qué manera la hiperinflación destruye una moneda?

Hay un ejemplo relativamente reciente que sucedió en Yugoslavia entre los años 1988 y 1995. Antes de 1990, el

dinar yugoslavo poseía un valor mensurable: era posible comprar cosas con él. Sin embargo, a lo largo de los

años ochenta, el gobierno yugoslavo mantuvo un déficit persistente en su balanza de pagos, que compensó

imprimiendo papel moneda. A principios de los noventa, el gobierno había agotado sus propias reservas de

divisas fuertes y empezó a saquear las cuentas privadas de sus ciudadanos. Esto hizo que fuese necesario

imprimir billetes de una denominación cada vez mayor, lo cual culminó en este ejemplo asombroso de un billete

de 500.000 millones de dinares. La inflación en Yugoslavia llegó a ser del 37 % al día. Lo cual significa que los

precios se duplicaban cada 48 horas, más o menos.

Trataré de concretar la idea. Supongamos que el 1 de enero de 2007 usted tenía un centavo de dólar y con él

podía comprar algo. A razón de una inflación diaria del 37%, el 3 de abril de 2007 hubiese usted necesitado un

billete de mil millones de dólares para comprar la misma cosa. Por el contrario, si el 1 de enero usted hubiese

poseído mil millones de dólares guardados en una maleta, el 3 de abril sólo habría podido comprar algo por

valor de un centavo.

Está claro que si hubiese tratado de ahorrar durante aquel período lo habría perdido todo, lo cual quiere decir

que los países cuyo dinero es inflacionario penalizan a quienes ahorran. A la inversa, los países cuyo dinero es

inflacionario fomentan el gasto y exigen que el dinero se invierta o se especule con él, para al menos tener la

posibilidad de que su valor aumente en la misma proporción que la inflación. Por supuesto, invertir y especular

implica riesgos, por lo que es lícito afirmar que los sistemas con dinero inflacionario obligan a sus ciudadanos a

que arriesguen sus ahorros.

Vale la pena que reflexionemos sobre esto que acabo de decir: obligan a sus ciudadanos a que arriesguen sus

ahorros.

Pero como la experiencia muestra que la mala administración de las monedas es algo muy frecuente, además de

reflexionar sobre lo que acabo de decir es todavía más importante que vigilemos a los administradores de

nuestro dinero para asegurarnos de que no están actuando de manera irresponsable al crear demasiado dinero de

la nada, con lo cual destruyen nuestros ahorros, nuestra cultura y las instituciones, a causa de la inflación.

¡Un momento! ¿He dicho que nuestros administradores crean dinero de la nada?

Pues sí. Eso es lo que he dicho.

Se trata de un proceso tan importante para su futuro, mi futuro, nuestro futuro, que dedicaremos los dos

próximos capítulos a aprender cómo se crea el dinero.

Si están listos, pasen al siguiente capítulo.

El Crash Course Capítulo 7: Cómo se crea el dinero

En este capítulo estudiaremos el proceso mediante el cual se crea el dinero.

Permítanme que les presente a John Kenneth Galbraith. Durante muchos años fue profesor en la Universidad de

Harvard y también intervino en el mundo de la política durante los gobiernos de Franklin D. Roosevelt, Harry

S. Truman, John F. Kennedy y Lyndon B. Johnson; entre los diversos puestos que ocupó, fue embajador de

Usamérica ante la India durante el mandato de Kennedy.

Fue uno de los pocos galardonados en dos ocasiones con la Medalla presidencial de la libertad.

Se trata claramente de un personaje fuera de serie. Acuñó una frase famosa sobre el dinero: “El proceso que

permite crear dinero es tan sencillo que nadie se lo puede creer”. A continuación vamos a ocuparnos de ese

proceso.

No se preocupen si no comprenden esta primera parte que trata de la creación del dinero, porque es algo

verdaderamente difícil de imaginar y mucho más de aceptar. Se trata de un proceso muy simple, pero muy

difícil de aceptar.

Page 9: Crash course

En primer lugar, veamos la manera en que los bancos crean dinero.

Si nos olvidamos por un momento de aclarar de dónde sale el dinero, supongamos que una persona llega a una

ciudad con 1000 dólares en el bolsillo y que, por suerte, en esa ciudad acaba de abrir sus puertas un nuevo

banco, que todavía carece de depósitos. Esa persona deposita sus 1000 dólares en el banco, tras lo cual posee un

valor activo de 1000 dólares (constituido por su cuenta bancaria), mientras que el banco tiene un valor pasivo de

1000 dólares (constituido por esa misma cuenta bancaria).

Hay que saber que existe un reglamento federal, según el cual los bancos pueden prestar una fracción, es decir,

una parte del dinero que la gente les deja en depósito. En teoría, a los bancos se les permite que presten hasta

90% del dinero que la gente les deja en depósito, pero tal como veremos más adelante, la proporción se sitúa

más cerca del 100% que del 90%. Dado que los bancos guardan como reserva sólo una fracción del dinero que

la gente les deja en depósito, esa cantidad se denomina “reserva bancaria fraccional”.

Pero volvamos a nuestro ejemplo. El banco tiene ahora 1000 dólares en depósito, pero los bancos no obtienen

ningún beneficio de esa manera, sino más bien pidiendo dinero prestado a una tasa de interés y prestando luego

ese mismo dinero a otra tasa más elevada.

Dado que cualquier banco puede prestar hasta un máximo de 90% de sus depósitos, el banco de nuestro ejemplo

se las arreglará para encontrar a alguien deseoso de que le presten 900 dólares.

Este prestatario, una vez obtenido el préstamo, se gasta dicho dinero entregándoselo a otras personas, quizás a

su contador, quien, a su vez, lo deposita en un banco. Puede tratarse del mismo banco o de uno diferente, pero

eso no cambia de ninguna manera el sentido de esta historia.

Con ese nuevo depósito, el banco tiene otros 900 dólares en su haber y, con suma rapidez, encuentra a otra

persona deseosa de pedir prestado el 90% de esa cantidad, es decir 810 dólares.

Así tiene lugar un segundo préstamo, esta vez de 810 dólares, que el prestatario no tarda en gastar y que otra

persona vuelve a depositar en el banco, lo cual quiere decir que dicho banco dispone de otro nuevo depósito de

810 dólares disponibles para que alguien se los pida prestados. Con lo cual el banco presta el 90% de los

810 dólares, es decir, 729 dólares, y la historia sigue su curso de la misma manera hasta que nos encontramos

con que el depósito original de 1000 dólares ha engordado hasta un total de 10.000.

Pero, ¿estamos hablando de dinero real? Pueden estar seguros de que sí, sobre todo si los tienen en su cuenta

bancaria. Pero si estudiamos lo ocurrido con detalle nos daremos cuenta de que han sucedido tres cosas: En

primer lugar, el banco tiene 1000 dólares en reserva; en segundo, hay un total de 10.000 dólares en varias

cuentas bancarias y, en tercero, existe una nueva deuda de 9.000 dólares. Los 1.000 dólares originales están en

reserva en el banco, pero cada nuevo dólar, es decir, los otros 9000, sólo empezaron a existir una vez prestados

y están “respaldados” por una cantidad equivalente de deuda. ¿Qué les parece? ¿Se lo pueden creer?

Vale la pena señalar que si todas y cada una de las personas que han depositado esos 10.000 dólares en el banco

tratasen de sacarlos al mismo tiempo, el banco no podría dárselos, puesto que no los tiene. El banco únicamente

tiene 1000 dólares en reserva. Ni uno más. Esto quiere decir que este mecanismo de crear dinero a partir de

nuevos depósitos funciona de maravilla… siempre que a nadie se le ocurra no devolver su préstamo. Si esto

sucede, las cosas empiezan a complicarse. Pero ésa es otra historia, que retomaremos más adelante.

Por ahora, lo que quiero que comprendan es que el dinero sólo empieza a existir una vez que los bancos lo

prestan. Por el contrario, una vez devueltos los préstamos, el dinero “desaparece”.

Así es como se crea el dinero. Los invito a verificarlo por sí mismos. Un lugar donde pueden verificarlo es la

propia Reserva Federal, que ha publicado un libro en forma de cómic, del cual yo he sacado este excelente

ejemplo. Pueden encontrar el vínculo en el sitio web de la Reserva Federal, bajo el rubro Artículos esenciales.

Pero se habrán dado cuenta de que he dejado algo muy importante fuera del relato: el interés. ¿De dónde sale el

dinero para pagar los intereses de todos los préstamos? Si todos los préstamos se devolviesen sin ningún interés

podríamos anular por completo todas las transacciones, pero si en ellos incluimos el factor interés veremos que,

de repente, no llega el dinero para pagar todos los préstamos.

Está claro que algo no cuadra en esta historia, así que necesitaremos saber de dónde sale ese dinero. Una vez

que lo sepamos aclararemos otro ministerio: ¿De dónde proceden los 1000 dólares iniciales?

Page 10: Crash course

¿Cuál es el propósito de esta historia? ¿Por qué durante los últimos minutos hemos estado estudiando el

mecanismo de la creación del dinero? Pues porque para poder apreciar las implicaciones de las deudas

descomunales que hemos acumulado, en primer lugar deben ustedes entender cómo es que se crean las deudas.

Ésa es una razón. Pero la razón más importante está ligada a los gráficos exponenciales que hemos estudiado

antes, en el Capítulo 3. Veamos, entonces, la continuación de esta historia en el Capítulo 8, titulado La Reserva

Federal. Adelante.

El Crash Course Capítulo 8: La Reserva Federal

Veamos ahora dónde se crea el dinero. Sucede así:

Supongamos que el Congreso necesita más dinero del que tiene. Ya lo sé, se trata de una suposición bastante

imprecisa... Quién sabe, a lo mejor lo necesita porque ha hecho algo históricamente estúpido, como por ejemplo

bajar los impuestos mientras que estaba metido en dos guerras al mismo tiempo… Pero lo cierto es que el

Congreso no tiene dinero, así que transmite una solicitud al Departamento del Tesoro para gastos adicionales.

Lo que ahora voy a decir puede que les sorprenda o que los deje consternados, o quizá no, pero lo cierto es que

el Departamento del Tesoro vive en la precariedad más absoluta y raramente tiene dinero en su poder para más

de dos semanas.

Así que el Departamento del Tesoro, con vistas a obtener fondos, le da al botón de la impresora e imprime

bonos del Tesoro, que son la manera con la que el gobierno usamericano pide dinero prestado. Un bono tiene un

“valor nominal”, que es la cantidad por la que se vende, y tiene también una tasa de interés que debe pagar al

comprador. Eso significa que si alguien compra un bono cuyo valor nominal es de 100 dólares y cuya tasa de

interés anual es de 5%, esa persona paga 100 dólares por el bono y, un año después, obtiene 105 dólares.

Los bonos del Tesoro se venden en subastas programadas de antemano de forma regular y puede decirse sin

temor al error que la mayoría de tales bonos se venden a grandes bancos, como los de China y Japón en fechas

recientes. En la subasta, los bancos compran los bonos y el dinero de dicha compra se ingresa en las arcas del

Tesoro, desde donde se desembolsa para financiar los programas gubernamentales.

Les prometí que les revelaría la manera en que nace el dinero, pero todavía no lo he hecho, ¿verdad? Los bonos

se compran con dinero que ya existe. El dinero se crea en el siguiente paso, cuando la Reserva Federal compra

un bono del Tesoro a un banco.

La Reserva Federal hace lo siguiente: simplemente transfiere al banco una cantidad de dinero equivalente al

valor nominal del bono y, a cambio, toma posesión de éste. Se trata de un trueque de bono por dinero.

Pero, ¿de dónde diablos salió ese dinero? Buena pregunta. El dinero salió de la nada, ya que la Reserva Federal

crea dinero cuando “compra” esta deuda. El nuevo dinero de la Reserva Federal siempre se cambia por deuda,

así que ya lo saben.

¿No me creen? Lo que sigue es una cita textual de una publicación de la Reserva Federal titulada Putting it

Simply, que podríamos traducir libremente como Diciendo las cosas claras. La cita es: “Cuando usted o yo

firmamos un cheque, nuestra cuenta bancaria debe tener fondos suficientes para cubrirlo, pero cuando la

Reserva Federal firma un cheque no existe un depósito bancario del cual sacar el dinero para ese cheque.

Cuando la Reserva Federal firma un cheque está creando dinero.”

(silbido de admiración) ¡Eso sí que es tener un poder extraordinario! Mientras que usted o yo tenemos que

trabajar para ganar dinero, invertirlo y correr un riesgo para hacerlo crecer, la Reserva Federal simplemente

imprime todo lo que le place, cuando lo desea, y luego nos lo presta a través del gobierno usamericano, y

además con interés.

Pero como es un hecho histórico probado que más de 3.800 tipos de papel moneda (y también de moneda en

metálico) han terminado perdiendo todo su valor debido a una mala administración, ¿les parece insensato

afirmar que quizá deberíamos vigilar con sumo cuidado si la Reserva Federal está actuando responsablemente, o

no, con nuestra unidad monetaria?

Ahora ya sabemos que existen dos tipos de dinero.

Page 11: Crash course

El primero es el crédito bancario, un dinero que sólo empieza a existir una vez prestado, como hemos visto. El

crédito bancario es un tipo de dinero cuyo valor es equivalente al de la deuda a él asociada. Esta deuda tiene un

interés que debe pagarse.

El segundo tipo de dinero nace de la nada y eso es lo que estamos viendo en estos momentos.

El proceso mediante el cual se crea dinero es tan simple que nadie se lo puede creer, así que no se preocupen si

tienen que volver a estudiar varias veces este capítulo. Algunas personas han tenido que asistir cuatro o cinco

veces a mi seminario antes de empezar a comprender todas las implicaciones de este concepto.

Por eso, si ya lo han comprendido, felicidades. Pueden sentirse orgullosos, porque no es fácil.

Lo que ya han aprendido nos permite ahora formular dos nuevos conceptos clave de extrema importancia:

El primero de ellos, el Concepto clave N.º 3, es que todos los dólares están respaldados por deuda. En el

banco, todo nuevo dinero empieza a existir una vez prestado. En la Reserva Federal, el dinero se crea de la nada

y luego se trueca por deuda gubernamental con una tasa de interés. En ambos casos, el dinero está respaldado

por deuda. Se trata de una deuda que paga intereses. De este concepto clave podemos deducir una trascendente

afirmación, a saber, “es ineludible que cada año se preste dinero nuevo, el cual sólo empieza a existir después

del préstamo, para cubrir los pagos de los intereses de todas las deudas acumuladas”.

Si elaboramos un poco esta afirmación, veremos que, año tras año, toda la deuda acumulada aumentará al

menos en la tasa de interés que conlleva dicha deuda. Esto quiere decir que, cada año, la deuda debe crecer a

una tasa determinada. Dado que nuestro sistema monetario, basado en la deuda, crece continuamente a una tasa

determinada, se trata de un modelo de sistema exponencial. De lo cual se puede deducir que la cantidad de

deuda acumulada por el sistema siempre será superior a la cantidad de dinero existente.

Por mi parte, no voy a juzgar este sistema ni a decir si es bueno o malo. Sencillamente, es lo que es. Sin

embargo, si ustedes comprenden cómo funciona, estarán en mejor situación para comprender que el futuro

potencial que le espera a nuestra economía no es ilimitado, sino que depende de las reglas inherentes al sistema.

Lo cual nos conduce al Concepto clave N.º 4, según el cual el crecimiento perpetuo es un requisito del sistema

bancario moderno. De hecho, de él podemos deducir una regla: Cada año se deberán conceder nuevos créditos

(préstamos) por una cantidad por lo menos igual a la de los pagos por intereses acumulados dicho año. Sin un

aumento continuo de la provisión de dinero, las deudas acumuladas no podrían pagarse, aumentaría la

morosidad y, posiblemente, el sistema se vendría abajo. La morosidad es el talón de Aquiles de un sistema

monetario basado en la deuda, cuyo funcionamiento ya explicamos en el ejemplo bancario del capítulo anterior.

Por eso, todas las fuerzas institucionales y políticas de nuestra sociedad deben evitar tal desenlace.

El sistema bancario está obligado a crecer de forma continua, no porque eso sea bueno o malo, sino

simplemente porque es así como está diseñado. Es algo inherente al sistema, de la misma manera que la

gasolina es inherente al motor de mi coche. Personalmente, me encantaría que mi coche pudiese funcionar con

agua, pero no hay nada que hacer, porque no lo diseñaron así.

Si comprendemos la necesidad de un crecimiento continuo estaremos mejor preparados para tomar decisiones

informadas sobre qué puede pasar en el futuro y qué deberemos hacer para aumentar nuestras posibilidades de

éxito.

Desde un punto de vista existencial, podríamos también preguntarnos cuál es la viabilidad a largo plazo de un

sistema que debe crecer exponencialmente mientras que, al mismo tiempo, existe en un planeta esférico, es

decir, limitado. La cuestión clave que esto plantea es la siguiente: “¿Es posible modificar nuestro actual sistema

monetario para que sea estable, justo y útil cuando no crece?”

Así que estamos ante la siguiente disyuntiva: ¿Qué pasa cuando un artificioso sistema monetario, creado por el

ser humano, que está obligado a crecer porque lo diseñaron así, se topa con los límites físicos de un planeta

esférico?

Otra de mis creencias es que durante mi vida adulta seré testigo de la colisión entre un sistema de crecimiento

infinito y un planeta de límites finitos, y mucho me temo que esa colisión ya se ha iniciado. Siento una enorme

curiosidad por ver cómo terminará todo esto.

Page 12: Crash course

Se trata de algo de proporciones gigantescas, de algo más aterrador que interesante. Bueno, si ustedes quieren

que el futuro sea como el pasado, estoy de acuerdo en que parece aterrador. Pero si su visión del futuro es más

flexible, entonces tienen la oportunidad de obtener el máximo posible de lo que ese futuro nos ofrezca. Los

tiempos que nos ha tocado vivir son maravillosos, estimulantes y sin parangón alguno. Por mi parte, me encanta

estar viviendo aquí y ahora, con ustedes.

En el próximo capítulo nos ocuparemos de añadir contexto a nuestro sistema monetario. En él aprenderán que

nuestro sistema monetario puede estudiarse desde dos perspectivas distintas, bien como una obra maestra de

sofisticada evolución o bien como un breve experimento histórico que todavía no ha cumplido los 37 años. Los

espero en el Capítulo 9, titulado “Brevísima historia del dinero usamericano”.

El Crash Course Capítulo 9: Brevísima historia del

dinero usamericano

Antes de ocuparnos de los acontecimientos actuales debemos conocer las circunstancias que nos condujeron a

ellos.

Me propongo ofrecer una versión extraordinariamente breve de la reciente historia monetaria usamericana. Este

capítulo pretende demostrar que el gobierno de Usamérica ha alterado radicalmente las reglas en situaciones de

emergencia y que nuestro sistema monetario es mucho más reciente de lo que ustedes creen.

Después del pánico de 1907, cuando el banquero privado J.P. Morgan intervino como prestamista de última

instancia, los bancos iniciaron una campaña a favor de una solución gubernamental. En 1913 se decidió la

creación de un cártel, auspiciado por el gobierno federal, que recibió el nombre de Reserva Federal. Dicho

cártel aparentaba ser gubernamental, pero en realidad no lo era. La masa monetaria de la Reserva Federal debía

permanecer en manos de las entidades bancarias que formaban parte del cártel, no el gobierno usamericano ni

tampoco el público. Esta situación no ha cambiado en la actualidad. Por eso, lo que denominamos Reserva

Federal es en realidad un cártel bancario auspiciado por el gobierno federal y autorizado a crear dinero mediante

préstamos.

En los años treinta estalló una burbuja especulativa alimentada por la Reserva Federal, lo cual dio lugar a

numerosas quiebras bancarias y la provisión de dinero disminuyó casi un tercio en tres años. A pesar de que sus

estatutos la constituían como prestamista de última instancia, la Reserva Federal no logró impedir un

catastrófico colapso bancario.

En 1933, el entonces recién elegido presidente Franklin D. Roosevelt decidió enfrentarse al desplome de la

provisión monetaria con medidas drásticas. Para lograrlo, confiscó todo el oro que estaba en manos privadas e

inmediatamente devaluó el dólar usamericano. Antes de la confiscación, la onza de oro valía aproximadamente

21 dólares, mientras que después su valor alcanzó los 35. No pasó mucho tiempo antes de que las obligaciones

contractuales del gobierno de Usamérica, tales como los bonos pagaderos en oro, fuesen anuladas con el aval de

la Corte Suprema. Sirva esto de ejemplo de cómo los gobiernos, en situaciones de emergencia, pueden cambiar

las reglas y saltarse sus propias leyes.

Todo el oro confiscado terminó en las bóvedas de seguridad de la Reserva Federal, en el Fondo Monetario

Internacional o “en los libros” de la Reserva Federal. En total se intercambiaron 11 mil millones de dólares por

261 millones de onzas del oro nacional. En otras palabras, el control absoluto de la provisión de oro de la nación

más poderosa y próspera de la Tierra se entregó a cambio de 11.000 millones de dólares, todos ellos creados de

la nada, lo cual dio lugar a una enorme penuria en los depósitos de la Reserva Federal. Por curiosidad, ¿han

tratado alguna vez de levantar ladrillos de oro de 32 kilos de peso?

En cualquier caso, para terminar con la zozobra de la Gran Depresión y de la guerra, así como para sentar las

bases de una recuperación mundial, en 1944 tuvo lugar una conferencia en Bretton Woods (New Hampshire), a

la que asistieron los principales países aliados. En reconocimiento de que Usamérica constituía entonces casi la

mitad de la economía mundial, el dólar usamericano fue designado moneda de reserva internacional. Todas las

demás monedas tenían tasas fijas de cambio con respecto al dólar, el cual a su vez podía canjearse por oro a

35 dólares la onza.

El sistema de Bretton Woods fue el preludio de un período de prosperidad y rápida recuperación económica,

pero tenía un fallo. Ninguna de sus cláusulas impedía que la Reserva Federal usamericana incrementara su

Page 13: Crash course

provisión de billetes. Como era de esperar, el respaldo en oro de cada dólar disminuyó sin cesar, de tal modo

que no había suficiente oro para respaldar todos los dólares emitidos.

Entre tanto, conforme se intensificaba la guerra en Vietnam, Usamérica iba acumulando déficits presupuestarios

e inundando el mundo con dólares de papel. Francia, en aquel entonces gobernada por el presidente Charles De

Gaulle, empezó a sospechar que Usamérica sería incapaz de cumplir con sus obligaciones de Bretton Woods,

las cuales le exigían canjear su exceso de dólares por oro.

Cuando Francia cambió su excedente de dólares por oro, las reservas que el Tesoro usamericano tenía de este

metal disminuyeron de forma alarmante. Por último, el presidente Nixon declaró fuerza mayor el 15 de agosto

de 1971 y “cerró de un golpe la ventana del oro”, eliminando la convertibilidad del dólar. Esto es lo que suelen

hacer los gobiernos en tiempos de guerra y Usamérica siguió dicha tendencia. Pero esta vez el mundo entero se

vio afectado, porque la eliminación de la convertibilidad del dólar en oro destruyó las bases del sistema de

Bretton Woods.

Sin el respaldo del oro, desaparecieron los límites físicos que hubiesen podido impedir la proliferación

desenfrenada de billetes de dólar.

Puesto que ahora sabemos que todos los dólares están respaldados por deuda, ¿qué creen que sucedió con la

deuda usamericana una vez que dejó de existir el rigor externo del oro? Tratemos de averiguarlo.

Este gráfico muestra la deuda federal usamericana desde 1959 hasta 2004. Es de señalar que se parece mucho a

cualquiera de los gráficos exponenciales que ya hemos estudiado. Pero fíjense que la curva empezó a subir

inmediatamente después de que Nixon cerrase de un golpe la ventana del oro, es decir, cuando eliminó el último

vestigio de limitación física externa del sistema. Y fíjense también en la enorme celeridad con que la deuda se

ha incrementado en los últimos tiempos. Durante los últimos años hemos sido testigos de la mayor y más rápida

acumulación de deuda federal de toda nuestra historia, y ello debido en gran medida a un experimento que

nunca antes se había puesto en práctica desde el nacimiento de este país. Me refiero a la implicación en dos

guerras exteriores y al recorte de los impuestos, ambas cosas al mismo tiempo.

Esta rapidísima acumulación de deuda no es ningún proceso misterioso, sino más bien una consecuencia

totalmente previsible de haber cerrado de un golpe la ventana del oro. ¿Cuánto tiempo podremos aguantar así?

Por desgracia, no existe una respuesta convincente, aparte de ésta: “tanto como nos lo permitan los extranjeros”.

Una segunda consecuencia, previsible y relacionada, tiene que ver con la cantidad total de masa monetaria en

circulación. Recuerden, todo el dinero empieza a existir cuando lo prestan, de forma que la curva de la deuda

federal debería poder indicarles la tendencia de la curva del dinero usamericano entre los años 1959 y 2007,

representada en el siguiente gráfico. Lo primero que hemos de señalar es que este país necesitó más de 300

años, desde la llegada del primero de los colonizadores de Nueva Inglaterra hasta 1973, para generar nuestro

primer billón de dólares de masa monetaria. Debo aclarar que, en español, un billón es un millón de millones, es

decir, la unidad seguida de doce ceros (1.000.000.000.000).

Todas las carreteras, los puentes, los mercados de cada rincón de cada pueblo, los barcos y los edificios, desde

la primera colonia hasta 1973, sólo necesitaron un billón de dólares de masa monetaria.

¿Cuánto tiempo necesitó nuestro más reciente billón de dólares? Fue creado de la nada durante los últimos

cuatro meses y medio. Y ahora les pregunto: “¿Qué pasará cuando nuestra nación cree de la nada un billón de

dólares cada cuatro semanas? ¿Y cada cuatro días? ¿O cada cuatro horas? ¿Y si fuese cada cuatro minutos? ¿A

dónde lleva esto, si no es a la hiperinflación y a la destrucción del dólar y, por añadidura, de nuestra nación?”.

Si observamos estos acontecimientos en orden temporal, veremos que la Reserva Federal fue creada en 1913.

Sólo veinte años después, en 1933, nuestro país se adentró en una forma de bancarrota y entregó sus existencias

colectivas de oro, por imperativo legal, a la Reserva Federal. Once años después de aquello, el dólar

usamericano fue elegido moneda de reserva internacional con un respaldo explícito de oro, el cual fue

unilateralmente eliminado por el presidente Nixon 27 años más tarde.

En efecto, el actual sistema monetario mundial de monedas sin respaldo alguno sólo tiene 37 años. No fue algo

planeado, simplemente surgió a consecuencia de una crisis. El incanjeable dólar usamericano sigue siendo una

popular moneda de reserva por pura conveniencia, pero nada implica ni garantiza que siga siéndolo.

Únicamente Usamérica es capaz de utilizar su cada vez más erosionada moneda de reserva para pedir dinero

prestado e imprimir billetes de dólar con los cuales financiar sus déficits de la balanza comercial. Sin embargo,

Page 14: Crash course

conforme el dólar vaya perdiendo su situación privilegiada de moneda de referencia a causa de estos excesos,

Usamérica se verá obligado a escoger entre exportar más para pagar las importaciones o seguir incrementando

sus deudas de forma exponencial. Si tales acciones hacen que el dólar siga cayendo, otros países se verán

tentados de devaluar sus propias monedas para no quedarse atrás y seguir siendo competitivos.

Es evidente que estamos al borde de un período inflacionario, lo cual nos lleva al Capítulo 10, titulado “La

inflación”.

El Crash Course Capítulo 10: La inflación

Antes de adentrarnos en el estudio de las condiciones económicas actuales nos ocuparemos de un nuevo

concepto clave, que es la inflación.

La mayoría de nosotros cree que la inflación se debe al aumento de los precios, pero no es así. Imaginemos que

una manzana y una naranja valen 1 dólar este año, pero 10 dólares al siguiente. Dado que su gusto por las

manzanas y las naranjas no cambia de un año para otro, lo que de verdad ha cambiado es su dinero, pues ha

perdido valor.

La inflación no está causada por el aumento de los precios. El aumento de los precios es más bien un síntoma de

la inflación. La inflación está causada por la presencia de demasiado dinero circulante con respecto a los bienes

y servicios que de verdad existen en la realidad. Lo que nos suele sorprender es el aumento del precio de las

cosas pero, de hecho, la inflación es simplemente la pérdida de valor del dinero debido a su exceso en el

mercado.

Veamos un ejemplo. Supongamos que alguien está en una balsa salvavidas en medio del mar y otra persona a

bordo tiene una naranja que desea vender. Sólo una de las personas presentes en la balsa tiene dinero: 1 dólar.

La naranja se venderá, pues, por 1 dólar. ¡Un momento! Justo antes de que le vendan la naranja a esa persona

usted encuentra un billete de 10 dólares en el fondo de su bolsillo. ¿Cuál cree que terminará siendo el precio

final de la naranja? Exacto, 10 dólares. Pero sigue siendo la misma naranja, ¿no? Lo que ha cambiado de la

naranja de un minuto al siguiente no es su utilidad o sus características, sino más bien la cantidad de dinero que

hay en la balsa. Así que podemos formular el siguiente principio: La inflación, siempre y en todas partes, es un

fenómeno monetario.

Y lo que es verdad a bordo de una pequeña balsa salvavidas en medio del mar también lo es en un país. Voy a

ilustrar esto que digo por medio de un largo recorrido a través de la historia usamericana.

Estamos viendo un gráfico que representa los niveles de los precios en Usamérica. Se inicia a la izquierda en

1665 y progresa más de 300 años hasta 2008, situado a la derecha. Pero en este momento únicamente vemos en

el gráfico la inflación del período que va desde 1665 hasta 1776. En la columna vertical las cifras indican los

niveles de los precios, no la tasa de inflación. Ahora bien, me podrían preguntar: “¿Cómo se pueden comparar

los precios de 1665 a los de 1776 o, menos aún, a los de 2008? La vida ha cambiado mucho a lo largo de todo

ese período.” Incluso si ha sido necesario que me tome algunas obvias libertades, lo que se aquí se compara son

las cosas básicas de la vida. En 1665 la gente tenía que alimentarse igual que en 1776. La gente debía utilizar un

transporte, recibir una educación y vivir en casas en 1665 igual que en 1776. Lo que aquí se compara es el costo

relativo de la vida en un período con el costo relativo de la vida en el siguiente. Es decir, la inflación.

En 1665, al costo básico de la vida se le ha atribuido un valor de “5”. Lo que a mí más me sorprende de este

gráfico es que desde 1665 hasta 1776 no hubo ninguna inflación. Durante 111 años un dólar ahorrado era un

dólar ahorrado. ¿Son capaces de imaginar lo que significaría vivir en un mundo en el que fuese posible ganar

1.000 dólares hoy, enterrarlos en su jardín dentro en una cajita y que 111 años después alguno de sus

tataranietos los encontrase al plantar un árbol y pudiera comprar las mismas cosas que esos 1.000 dólares

permiten comprar en la actualidad?

No se trata de una pregunta fantasiosa sacada de una novela barata: hubo una época en que ésa fue la realidad

en nuestro país. Durante aquel período la economía de este país se basaba en el estándar de la plata y el oro y

gozó de un enorme desarrollo con una estabilidad casi perfecta de los precios en tiempos de paz. Sin embargo,

estalló una guerra, la denominada Guerra revolucionaria o Guerra de la independencia contra Gran Bretaña, y el

país fue incapaz de costearla con el oro y la plata del Tesoro.

Así que fue necesario imprimir un papel moneda que se llamó “continental” y que en un principio estuvo

respaldado por una cantidad especificada de oro o plata en el Tesoro. Pero la guerra fue mucho más costosa de

lo esperado, y ello obligó a seguir imprimiendo “continentales”. Hasta que los británicos, conscientes de los

Page 15: Crash course

efectos corrosivos de la inflación en una sociedad, empezaron a falsificarlos y a distribuir enormes cantidades

de falsos continentales, hasta que la nueva moneda empezó a perder valor.

No pasó mucho tiempo antes de que apareciese la inflación y Abigail Adams, la mujer de John Adams, el

segundo presidente de Usamérica, se quejó amargamente de lo caro que se había puesto todo.

Según puede verse en el gráfico de la inflación, la guerra revolucionaria de independencia hizo que el nivel de

los precios pasase de “5” a “8”. Después de la guerra, la ciudadanía rechazó tajantemente los continentales, pues

prefería seguir con el oro y la plata. Vale la pena señalar que los precios regresaron pronto a sus niveles de antes

de la guerra.

El segundo episodio de inflación también tuvo lugar durante una guerra y también a causa de la

superabundancia de papel moneda. De nuevo, a la conclusión de la guerra los precios volvieron relativamente

pronto a los niveles anteriores a la guerra y se mantuvieron estables otros 30 años. A estas alturas ya hemos

avanzado casi 200 años en el gráfico, pero el costo de la vida seguía siendo el mismo que en 1665. Es algo

fascinante.

Pero, de nuevo, estalló una guerra –esta vez la guerra civil–, que fue única en su género. Para financiarla, el

Norte se vio obligado a imprimir un tipo de moneda cuyo nombre sigue vigente, pues no es otro que el de

nuestra moneda actual. Por supuesto, en aquel tiempo el reverso del billete era verdaderamente verde. Y de

nuevo regresó la inflación, directamente relacionada con la guerra, pero desapareció una vez que ésta terminó.

Ya han transcurrido 250 años de esta historia y el costo de la vida seguía siendo el mismo que al principio. ¿Se

lo pueden imaginar?

Pero vino otra guerra, ésta mucho peor que cualquiera de las anteriores y, de nuevo, regresó la inflación.

Y luego otra, muchísimo mayor que cualquiera de las precedentes y, ¿lo adivinan?, también fue inflacionaria.

Pero esta vez sucedió algo extraño. La inflación no desapareció, siguió su curso hasta el inicio de la siguiente

guerra. Pero, ¿por qué? Hubo dos razones. La primera fue que el país ya había abandonado el estándar del oro

por un estándar de papel moneda fiat administrado por la Reserva Federal, y los ciudadanos ya no disponían de

ningún otro dinero al cual regresar. Y, en segundo lugar, ésta fue la primera vez que la maquinaria de la guerra

no fue desmantelada tras la conclusión de las hostilidades.

En vez de ello, se mantuvo una movilización total para una prolongada guerra fría, que fue un conflicto tan

inflacionario como la peor de las guerras.

Y, si observamos en retrospectiva todo este período histórico, podemos formular un principio muy obvio: Todas

las guerras producen inflación, sin excepción alguna.

Pero, ¿por qué? Es muy sencillo. Cada vez que el gobierno aumenta el déficit crea las condiciones necesarias

para la inflación. Sin embargo, si el gasto que produce dicho déficit se utiliza para infraestructuras provechosas,

tales como carreteras o puentes, esa inversión se volverá rentable lentamente al estimular la productividad y

favorecer la creación de nuevos bienes y servicios que “absorberán” este gasto con el tiempo.

Las guerras, sin embargo, son algo especial. En ellas se derrochan enormes cantidades de dinero en cosas que

sólo sirven para destruir. El dinero se queda en casa, pero los productos creados con él se envían fuera para

destruir otros bienes. Cuando una bomba estalla no deja beneficios residuales en la economía nacional. Por eso

el gasto de una guerra es el más inflacionario de todos los gastos. Es una doble maldición, porque el dinero

permanece y sigue ejerciendo su mágico maleficio, mientras que los productos creados desaparecen. E incluso

si los productos creados no se destruyen al hacerlos explotar, los beneficios económicos residuales que dejan

son prácticamente nulos para tratarse de una maquinaria tan especializada, por muy extraordinaria que sea su

tecnología.

Lo extraño es que los medios dominantes usamericanos han presentado las dos guerras más recientes como algo

relativamente “indoloro” para el ciudadano medio, y ello a pesar de los aplastantes indicios de lo contrario.

De hecho, en este gráfico de los precios de materias primas durante 15 años observamos que por más de 10 años

tales precios oscilaron en una estrecha banda limitada por las dos líneas verdes paralelas. Sin embargo, y espero

que no les resulte sorprendente, poco después del inicio de la guerra en Iraq los precios de esas materias primas

empezaron a subir y en los cinco años que han transcurrido crecieron casi un 140%. Lo que pagan ustedes ahora

por la gasolina y los alimentos lo confirma.

Page 16: Crash course

Así que si alguien trata de decirles que no han hecho ningún sacrificio a causa de esa guerra, díganle que es

mentira, pues ya han sacrificado una parte importante de sus ahorros y de su salario.

Pero volvamos a nuestra historia. Aquí vemos la inflación entre 1665 y 1975. Puesto que ahora sabemos lo que

hizo Nixon el 15 agosto de 1971, ¿cuál creen que será el aspecto que adoptará gráfico entre 1975 y hoy en día?

Éste es el mundo que hemos conocido. Hemos vivido durante tanto tiempo en la abrupta subida de la curva y

estamos tan acostumbrados a ella que casi la consideramos normal.

El hecho de que la inflación sea hoy algo permanente y vaya aumentando a una tasa porcentual hace que

nuestro dinero pierda valor de forma exponencial.

Eso es lo que esta gráfica en palo de hockey nos está diciendo a gritos.

¿Qué significa vivir en un mundo donde el dinero pierde valor de forma exponencial? Ustedes saben bien lo que

significa, porque viven en él. Significa que uno debe trabajar cada vez más y con mayor ahínco para no

quedarse atrás y significa verse obligados a tomar decisiones enormemente arriesgadas a la hora de invertir, en

un intento de hacer crecer nuestros ahorros lo suficiente como para evitar las pérdidas producidas por la

inflación.

Significa que ahora necesitamos dos salarios, mientras que antes nos bastaba con uno, y significa que nuestros

niños crecen solos, porque tanto al padre como a la madre no les queda más remedio que trabajar fuera. Un

mundo en el que el dinero vale cada vez menos resulta diabólicamente complicado y no deja margen alguno

para el error, sobre todo a quienes carecen de los medios necesarios o de las conexiones apropiadas.

Y eso no tiene por qué ser así. De hecho, durante la mayor parte de la historia de nuestro país no fue así. Me

cuesta mucho creer que la inflación sea algo obligatorio y con una función esencial para el bienestar, puesto que

entre 1665 y 1940 este país fue testigo de un enorme progreso sin que hubiese ningún tipo de inflación

continuada.

Este capítulo tiene como objetivo mostrarles que nuestro país no siempre vivió bajo un régimen de inflación

perpetua y que, desde un punto de vista histórico, la inflación es algo muy reciente.

Para añadirle perspectiva a todo esto, veamos ahora los momentos en que nuestro país abandonó el estándar del

oro, primero de forma interna y luego por completo.

Es posible que se queden sorprendidos, como a mí me sucedió, al descubrir que la inflación no es una de esas

leyes misteriosas que rigen la naturaleza, como lo es la ley de la gravedad, sino un claro asunto de política

económica.

De manera que ya podemos conceptualizar el Concepto clave N.º 5: La inflación, siempre y en cualquier lugar,

es un fenómeno monetario.

Y, si lo expresamos de otra manera, también podremos decir que la inflación es un acto político deliberado.

Alguien dijo con sarcasmo: “El papel moneda termina siempre por volver a su valor intrínseco, cero”. Ese

alguien fue Voltaire, en 1729. Por supuesto, fue demasiado pesimista en su evaluación, su valor intrínseco no es

cero, como bien lo prueba la fotografía de esta mujer alemana, que la muestra aprovechando la energía

intrínseca de estos billetes para quemarlos en su caldera y transformarlos en calor.

John Maynard Keynes, el padre de la rama de la economía que hoy domina nuestras vidas, dijo lo siguiente

sobre la inflación:

“Lenin tenía toda la razón, no hay manera mejor, más sutil o segura de destruir las bases de una sociedad que

corromper su moneda.

Mediante un proceso continuo de inflación, los gobiernos pueden confiscar, en secreto y sin que nadie se dé

cuenta, una parte importante de la riqueza de los ciudadanos.

Este proceso utiliza todas las fuerzas ocultas de la economía para destruir y lo hace de una manera imposible de

diagnosticar.”

Page 17: Crash course

Dado que los arquitectos y administradores de nuestro sistema monetario son muy conscientes de los efectos

destructores y corrosivos de la inflación, es lógico que nos preguntemos qué es lo que buscan.

Para terminar, en este Capítulo 10 del Crash Course señalaremos las conexiones de tres detalles muy

importantes:

1: En 1971, Usamérica y, por extensión el mundo entero, eliminaron la última relación con el oro y las

limitaciones que éste imponía; a partir de entonces el endeudamiento federal inició una escalada sin retorno.

2: Al mismo tiempo, la provisión de dinero “inició a su vez su escalada sin retorno” y empezó a crecer a una

velocidad mucho mayor que la de los bienes y servicios existentes en la realidad.

Lo cual nos lleva al punto 3, que es la inflación, es decir, el resultado totalmente predecible de los puntos 1 y 2.

Pim, pam, pum. Uno, dos y tres. Los tres están interconectados, los tres expresan lo mismo y ejercen una

influencia devastadora para nuestro futuro.

Si son ustedes de la opinión que no pasa nada si estos tres gráficos siguen creciendo de forma exponencial hasta

el infinito, ya pueden abandonar el Crash Course.

Pero si no lo creen, probablemente les interese continuarlo.

Es de una importancia fundamental que comprendan la manera en que estos tres puntos se interconectan, que

evalúen los riesgos que corren y que tomen las decisiones que se imponen ante la posibilidad de que el futuro

sea radicalmente distinto del presente.

Ahora, una vez que hemos estudiado la función exponencial, el dinero y la inflación, disponemos ya de las

herramientas necesarias para abordar los restantes capítulos del Crash Course.

Pero antes debemos conectar unos cuantos puntos más. Los espero en el Capítulo 11, titulado “¿Cuánto es un

billón?”. Adelante.

El Crash Course Capítulo 11: ¿Cuánto es un billón?

A lo largo del Crash Course nos encontraremos a menudo con cifras expresadas en billones. ¿Cuánto es un

billón? He de confesarles algo: Ni yo mismo estoy seguro de poder imaginarlo.

Un billón es una cifra extraordinariamente grande y me parece que vale la pena que dediquemos un par de

minutos para tratar de aclarar el concepto.

En primer lugar, hablemos de números.

1.000 es un 1 seguido de 3 ceros.

Un millón es 1.000 veces mil y se expresa con un 1 seguido de 6 ceros. Hasta aquí no tengo problemas para

conceptualizar las diferencias entre ambas cifras. No es lo mismo tener 1.000 dólares que 1.000.000 de dólares

en el banco. Eso está claro.

Un millardo es mil veces mayor que un millón, se trata de 1.000 millones y se expresa con un 1 seguido de 9

ceros.

Un billón es mil veces mayor que un millardo y se expresa con un 1 seguido de 12 ceros.

De manera que un billón está formado por mil millardos y, por lo tanto, es un millón de millones. He de

confesarles algo: ¡No logro imaginarme lo que eso significa! No soy capaz de visualizarlo, así que utilizaré otro

método para tratar de que les quede claro.

Supongamos que a cualquiera de ustedes le doy un billete de 1.000 dólares y le digo que se lo gaste con un

amigo en una sola noche. Estoy seguro de que se divertirían mucho.

Page 18: Crash course

Supongamos ahora que tuviesen en sus manos un fajo de billetes de 1.000 dólares, es decir, un fajo de 10 cm de

espesor. Si así fuese, los felicito, serían millonarios.

Pero supongamos ahora que deseasen entrar en la elite de privilegiados que poseen un millardo, es decir mil

millones de dólares. ¿Qué altura alcanzaría el fajo de billetes de mil dólares necesarios para alcanzar un

millardo?

La respuesta es que ese fajo alcanzaría una altura de 109 metros, es decir, un tercio de la altura de las Torres

Petronas, de Kuala Lumpur (Malasia).

Veamos ahora cuál sería la longitud de un fajo de billetes de 1.000 dólares que totalizase el billón de dólares.

¿Qué altura tendría? Piensen en una respuesta.

Pues bien, ese fajo alcanzaría los 108 kilómetros de altura.

Y estoy hablando de un fajo, es decir, de billetes puestos uno sobre otro, no uno tras otro. Estoy hablando de un

sólido fajo de 108 kilómetros de billetes de 1.000 dólares. Eso es un billón de dólares.

¿Todavía no son capaces de imaginarlo?

Muy bien, imagínense que van en un coche por una carretera y en la veredas de la derecha hay depositado un

larguísimo fajo de billetes de 1.000 dólares. Es decir, una hermosa, compacta y rectangular columna de billetes

de 1.000 dólares que serpentea a su derecha junto a la carretera conforme van manejando.

Ustedes avanzan sin parar durante más de una hora, rrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr, y durante todo el trayecto el fajo de

billetes de 1.000 dólares los va acompañando.

Dicho de otra manera, el dinero creado de la nada por nuestro sistema económico durante los últimos cuatro

meses y medio, convertido en billetes de 1.000 dólares y depositado en un fajo a lo largo de la carretera,

cubriría el trayecto desde Springfield, en Massachusetts, hasta Albany, la capital del estado de Nueva York.

Así que ya lo sabemos: pueden visualizar el fajo conduciendo su coche junto a él o andándole por encima o de

cualquier otra forma que quieran expresarlo.

Pero no se equivoquen, un billón es una cifra descomunal, gigantesca, desorbitada, y no deberíamos confiarnos

demasiado por el simple hecho de que sus proporciones fuera de lo común no nos permiten conceptualizarlo. Al

contrario, lo que deberíamos hacer es reaccionar.

Tengan en mente esto que les digo cuando hablemos de las deudas totales y los pasivos de Usamérica, que

alcanzan muchas decenas de billones de dólares. Los espero en el Capítulo 12, titulado “La deuda”.

El Crash Course Capítulo 12: La deuda

Con este capítulo iniciamos la segunda parte del Crash Course. Aquí encontrarán la información que nos llevó a

mí y a mi familia a hacer profundos cambios en nuestras vidas, nuestra casa y mi trabajo, o incluso en dónde

comprar nuestros alimentos. Con los conocimientos que han adquirido hasta ahora ya pueden comprender de

qué manera los componentes de la sigla EEMA, es decir, Economía, Energía y Medio Ambiente, se entrecruzan

y convergen en una estrecha ventana al futuro: Los próximos veinte años. Los datos que presentaré a partir de

ahora me han llevado a la conclusión de que los próximos veinte años van a ser totalmente distintos de los

últimos veinte. Debo advertirles algo: este material puede ser espeluznante y quizás algunos de ustedes lo

encuentren difícil de soportar.

Así que empezaremos esta segunda parte con “La deuda”. Estudiaremos dos nuevos conceptos clave, de los

cuales uno es esencial. Se trata del siguiente: Las deudas que no cesan de crecer dan por supuesto de forma

implícita que el futuro va a ser mejor que el presente. En este capítulo examinaremos con todo detalle dicha

afirmación.

Pero antes necesitamos aprender unas cuantas definiciones. Una deuda financiera es la obligación contractual

de devolver una cantidad específica de dinero en un momento dado del futuro. El concepto de deuda está

perfectamente caracterizado en el Derecho, de tal manera que podemos decir que una deuda es un contrato legal

mediante el cual se entrega hoy dinero a condición de que se devuelva en el futuro… con intereses, claro.

Page 19: Crash course

Las deudas pueden adoptar muchas formas. Las hipotecas y los préstamos para comprar un coche se denominan

“deudas garantizadas”, porque siempre existe un bien recuperable ligado a la deuda. Las deudas de las tarjetas

de crédito se denominan “deudas no garantizadas”, ya que no existe ningún bien recuperable ligado a dicha

deuda en caso de omisión del pago debido.

Para los ciudadanos ordinarios sólo hay dos maneras de cancelar una deuda. Pagarla por completo o no pagarla,

en cuyo caso se incurre en mora. Si las personas poseyesen una prensa de dinero, como es el caso del gobierno,

tendrían una tercera opción: imprimir dinero para pagar la deuda. Este método es un impuesto disfrazado, ya

que elimina artificialmente valor de todo el dinero existente y transfiere valor a los acreedores. En lo personal,

lo considero como una forma de morosidad, que castiga preferencialmente a quienes ahorran y a los más

indefensos frente al impacto de la inflación.

En abril de 2008 las obligaciones de la deuda pura del gobierno usamericano alcanzaban los 9 billones

(9.000.000.000.000), 444 millardos (444.000.000.000) de dólares. Esto es sólo la deuda. Una vez que se añaden

los pasivos del gobierno, en especial el Medicare y la Seguridad Social, la cifra se multiplica entre 5 y 8 veces.

En el próximo capítulo analizaremos los pasivos, de manera que por el momento los dejo de lado. Ahora nos

centraremos simplemente en la deuda; nos bastará con saber que la deuda es sólo una parte de la historia.

Bien. A continuación veamos este gráfico de la deuda total de Usamérica, es decir la suma de las deudas

federal, estatal, municipal, corporativa y privada, representada por la línea roja, en comparación con la renta

nacional total, representada por la línea amarilla. La deuda total usamericana actual asciende a más de 48

billones (48.000.000.000.000) de dólares. Vale la pena recordar que se trata de 48 fajos de billetes de 1000

dólares, cada uno de los cuales mide 108 km.

Si ajustamos esos niveles de deuda a la población y a la inflación a lo largo del tiempo para poder comparar

cosas iguales, veremos que en 1952 la deuda total equivalente por persona era de 76.000 dólares, mientras que

hoy es de 183.000. Una deuda de 183.000 dólares per cápita significa que hoy en día la media por familia de

cuatro personas en Usamérica alcanza los 732.000 dólares de deuda. Esta es una manera muy útil de enfocar la

deuda, puesto que no importa si quien la debe es una agencia gubernamental, una corporación o un individuo, se

trata de deudas de nuestro país y es la ciudadanía quien reembolsa todas ellas. Por eso, el estudio de las deudas

per cápita o por grupo unifamiliar ofrece un cuadro real de la situación.

¿Pueden las deudas seguir creciendo más rápidamente que los salarios necesarios para devolverlas? No, de

ninguna manera. En algún lugar de la ecuación existe un límite matemático.

¿Estoy acaso diciendo que todas las deudas son “malas”? No, de ninguna manera. Ha llegado el momento de

ofrecer una nueva definición. La denominada deuda de inversión permite que ésta se pague por sí sola. Un

ejemplo sería la típica beca de estudios que ofrece la oportunidad de obtener en el futuro un mejor salario. Otra

sería el préstamo que se pide para aumentar el número de mesas de un exitoso restaurante. En la jerga de los

banqueros esos ejemplos se denominan “deudas que se pagan por sí solas”, porque esos préstamos aumentan las

ganancias necesarias para la devolución de la deuda. ¿Y qué decir de los préstamos cuyo fin es el consumo,

como son los que se toman para comprar un coche más lujoso o para ir de vacaciones o para fabricar más

armamento? Esos préstamos se denominan “deudas que no se pagan por sí solas”, debido a que no generan

ninguna ganancia futura. Así que NO TODAS las deudas son malas, únicamente lo son las improductivas.

Durante los últimos 5 años la deuda usamericana ha crecido en más de 16 billones y la mayor parte de ella

pertenece a la categoría de deudas que no se pagan por sí solas. Lo cual tiene profundas implicaciones para el

futuro, porque los préstamos que no se pagan por sí solos no generan liquidez y la renta nacional ordinaria

futura deberá utilizarse para pagar el consumo de hoy en día. Esto significa que habrá menos liquidez para

gastos discrecionales en el futuro.

Entonces, ¿qué es realmente una deuda? Una deuda consiste en obtener dinero ajeno para gastarlo hoy. Puede

ser para comprar un coche mejor y poder disfrutarlo hoy mismo. Pero, en el futuro, los montos que deberemos

dedicar a reembolsar esa deuda no podremos utilizarlos para comprar otras cosas o para ahorrar. De manera que

podemos decir que una deuda representa el consumo del futuro, pero disfrutado en el presente. Siempre que sea

yo quien decida endeudarme y pagar personalmente dicha deuda el problema será únicamente mío.

No obstante, si consideramos que nuestros niveles actuales de deuda exigirán el esfuerzo de futuras

generaciones para devolverla, entramos de lleno en los aspectos morales de esta historia. ¿Es realmente justo

que una generación gaste muy por encima de sus medios y espere que las generaciones posteriores renuncien a

su propio consumo para pagar la deuda de quienes las precedieron? Como podemos ver en estos gráficos, esa es

Page 20: Crash course

precisamente la situación en que vivimos hoy. A menudo me pregunto si mis hijos aceptarán semejante acuerdo.

Lo dudo mucho.

En el Capítulo 4 aprendimos que el dinero es una retribución a cambio de un trabajo humano y ahora acabamos

de aprender que la deuda es la obligación de pagar con un dinero retribuido en el futuro, de manera que

podemos combinar estas dos definiciones para llegar al Concepto Clave N.º 6: La deuda es la obligación de

pagar con la retribución que se obtendrá a cambio de un trabajo humano futuro. La deuda es la obligación de

pagar con la retribución que se obtendrá a cambio de un trabajo futuro. Cuando lleguemos al capítulo que se

ocupa de las personas nacidas inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial y del reto demográfico al

que se enfrenta nuestro país recordaremos este importante concepto.

Si los actuales niveles de la deuda se estudian con perspectiva histórica y se comparan con el Producto Interno

Bruto (PIB), se observa que no tienen precedente alguno y el gráfico incluso sugiere que estamos viviendo en la

mayor burbuja crediticia de todos los tiempos. La deuda crediticia total actual se eleva a más del 340% del

Producto Interno Bruto (PIB). Tal como podemos ver en este gráfico, la última vez que la deuda tuvo un

parecido, aunque sólo remoto, con los niveles actuales fue en los años treinta, lo cual es ya en sí mismo una

explicación. Las laxas políticas crediticias del gobierno federal dieron lugar a los “locos años veinte”, que se

vieron seguidos de inmediato por una burbuja crediticia, la cual provocó once años de contracción económica y

penurias, todo ello comúnmente denominado Gran Depresión. Nótese que la curva que representa la relación

entre la deuda y el PIB no empezó a subir hasta después de 1929. ¿Cuál es la explicación? ¿Acaso hubo más

préstamos? No, la curva del gráfico empieza a subir en 1929 porque las deudas permanecían, mientras que la

economía se iba hundiendo, lo cual dio lugar a ese pico.

Fuera de la anomalía de la Gran Depresión, nuestro país ha mantenido siempre una deuda inferior al 200% de

nuestro PIB. Fue sólo a partir de mediados de los años ochenta cuando esa relación dejó de respetarse, lo cual

nos permite afirmar que nuestra experiencia nacional con tales niveles de deuda es un fenómeno históricamente

corto, de sólo veintitrés años. ESTE gráfico, más que ningún otro, me ha llevado a concluir que los próximos

veinte años van a ser totalmente distintos de los últimos veinte. No alcanzo a ver de qué manera podríamos

evitarlo si observamos la curva rodeada de la elipse de color rojo.

Sobre la base de la curva de este gráfico, puede afirmarse que la totalidad de nuestro universo financiero ha

emitido una hipótesis sustancial y colectiva con respecto al futuro. Puesto que una deuda es la obligación de

pagar con un dinero que se espera ganar en el futuro, cada expansión incremental del nivel de la deuda da por

supuesto que el futuro será mejor que el presente.

Se trata de una suposición totalmente descabellada. Y me estoy refiriendo a la suposición de que el futuro será

mejor que el presente. Explicaré por qué:

Una deuda se paga siempre en el futuro y los préstamos se otorgan con la suposición de que serán devueltos

junto con los intereses devengados. Si este año se otorgan más créditos que el anterior, eso significa que se

espera, que se supone, que en el futuro existirá la capacidad de devolver esos préstamos. Y dado que nuestros

niveles de deuda superan hoy en día el 340% de nuestro PIB, se da por supuesto que nuestro futuro PIB será

superior al actual. Inmensamente más elevado. Se venderán más coches, se consumirán más recursos, se ganará

más dinero, se construirán más casas… y todo ello será muy superior a hoy en día, únicamente para tener la

posibilidad de devolver los préstamos QUE YA NOS HEMOS GASTADO. Pero vemos que cada trimestre que

va pasando nos metemos en más deudas a una velocidad cinco o seis veces superior al crecimiento de nuestra

economía. Incluso si somos muy optimistas con respecto al crecimiento futuro, dicha trayectoria es insostenible.

Nuestros bancos, nuestros fondos de pensión, nuestra estructura gubernamental y todo lo que está ligado a una

continua expansión de la deuda impiden ese crecimiento perpetuo. De manera que podemos ya formular el

Concepto clave N.º 7 del Crash Course.

Nuestros mercados de la deuda dan por supuesto que el futuro será (mucho) mejor que el presente.

Pero ¿qué sucederá si eso no es verdad? ¿Qué pasará si en el futuro no podemos pagar todas esas deudas?

Bueno, se puede decir que si eso sucediera se llegaría a un mismo resultado pero de dos maneras diferentes. Ese

resultado único es que las deudas deberán disminuir, mientras que las dos maneras diferentes de llegar al

resultado son la mora en los pagos o la inflación. El concepto legal de mora es fácil de explicar: las deudas no

se pagan, con lo cual los deudores se convierten en morosos, y los acreedores de tales deudas impagadas no

reciben el dinero que se les debe. El sistema, pues, estalla. Los pasivos disminuyen. ¿Qué pasa si el futuro no es

lo bastante mejor para pagar las deudas? Las moras son simplemente una manera de no pagarlas.

Page 21: Crash course

En cambio la inflación es algo más confuso, así que veamos un ejemplo: supongamos que usted vende su casa a

alguien y acepta que el comprador le firme un pagaré por valor de 500.000 dólares, el cual deberá abonarle en

un único plazo de 650.000 dólares al cabo de 10 años. Bien, pero ¿acaso esos 650.000 dólares, incluso si el

comprador se los llega a pagar en el momento pactado, serán suficientes para que usted, teóricamente, pudiese

comprar la misma casa? Es verdad que a usted le han pagado, pero la obligación que usted aceptó de su deudor

para que éste le pagase con un dinero futuro ha quedado muy reducida por la inflación. En el caso de que su

deudor escoja la mora, su dinero sigue teniendo un valor, pero el problema es que a usted no se lo devuelven.

En el caso de que se llegue al resultado a través de la inflación, a usted le pagan, pero difícilmente podrá

comprar algo con ese dinero. En ambos casos su futuro fue peor que su presente y el impacto es casi el mismo,

aunque las maneras de llegar a él son muy distintas.

Así que deberá usted hacerse las siguientes preguntas: ¿Se ha metido en demasiadas deudas que deberá devolver

en el futuro? Y si es así, ¿qué escogerá, incurrir en mora o enfrentarse a la inflación? Las decisiones que deberá

tomar en su vida futura serán muy distintas y dependerán de si su respuesta a la primera pregunta es “SÍ” o es

“NO” y de si su respuesta a la segunda pregunta es “mora” o es “inflación”. Así que vale la pena que se lo

piense bien.

Veamos ahora lo que acabamos de aprender:

1. Concepto Clave N.º 6: La deuda es la obligación de pagar con la retribución que se obtendrá a cambio de un

trabajo humano futuro.

2. Nunca antes ha sido tan alta la deuda per cápita de este país. En este país nos hemos metido en un atasco sin

precedentes.

3. Durante los últimos cinco años la deuda se ha incrementado en 16 billones de dólares y prácticamente todo ese

dinero fue para el consumo. De ello se deduce que el futuro consumo deberá reducirse enormemente o bien

entraremos en un período de destrucción de la deuda, ya sea por mora o por inflación.

4. Y, por último, el Concepto Clave N.º 7: Nuestros mercados de la deuda dan por supuesto que el futuro será

mucho mejor que el presente.

Este último punto incide en dos áreas fundamentales, que serán objeto de futuros capítulos del Crash Course.

Nuestro sistema económico y, por extensión, nuestro tren de vida, se basa en la deuda, y la deuda se basa en la

suposición de que el futuro será siempre mejor que el pasado. Por lo tanto, es vital que estudiemos

detenidamente esta suposición, porque si es falsa también lo serán otras cosas que ahora damos por descontadas.

Los espero en el Capítulo 13, “La incapacidad nacional para el ahorro”.

El Crash Course Capítulo 13: La incapacidad

nacional para el ahorro

Si han completado el capítulo anterior sobre la deuda, puede que se estén preguntando si sus ahorros o sus

activos les permitirán hacer frente a tal endeudamiento. En el próximo capítulo me ocuparé de los activos. En

este capítulo presentaré pruebas fehacientes de que Usamérica se ha mostrado incapaz de ahorrar dinero en

todos los estamentos de su sociedad, lo que convierte a su gobierno en insolvente. Les aclaro que utilizo el

término insolvente con todo el peso de su significado. Mientras que la quiebra es un proceso legal que se inicia

cuando los desembolsos de dinero no alcanzan para pagar las deudas, la insolvencia tiene lugar cuando los

pasivos exceden a los activos, lo cual es el primer paso en el camino que lleva directamente a la quiebra.

La finalidad del Crash Course consiste en ofrecerles el contexto y los datos necesarios para que sean capaces de

evaluar con precisión las probabilidades y los riesgos que correrá nuestra economía durante los próximos años.

Mi opinión es que los próximos veinte años van a ser completamente distintos de los últimos veinte, y en apoyo

de esta afirmación me propongo guiarlos por el terreno de seis áreas esenciales. La Deuda, el Ahorro, los

Activos, la Demografía, el Pico del petróleo y el Cambio climático Cualquiera de ellos puede plantear

gravísimos problemas por sí solo, pero la combinación de dos o tres a la vez… bueno, prefiero dejar que lo

evalúen ustedes.

Este gráfico muestra la tasa de ahorro personal desde el año 1959. La tasa de ahorro personal es la diferencia

entre los ingresos y los gastos de todos los ciudadanos de Usamérica, expresada como porcentaje. Un 10%

indica que por cada dólar que se ganó se ahorraron, es decir, no se gastaron, 10 centavos. Fíjense que la media

histórica de la tasa de ahorro personal a largo plazo de la ciudadanía usamericana, entre 1959 y 1985, fue del

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9,2%. A título comparativo, la ciudadanía europea ahorró el 10% y la población china un sorprendente 30% de

sus ingresos.

Los ahorros son algo importante desde el punto de vista individual, ya que nos permiten salir a flote en tiempos

de dificultades económicas, mientras que en el plano nacional son esenciales para la formación de un capital de

inversión (es decir, propiedades, plan económico y equipamiento, todo ello fuente de futura riqueza).

Es posible que hayan leído en fechas recientes que la tasa de los ahorros personales ha descendido hasta los

mínimos históricos de la Gran Depresión. De hecho, la tasa de ahorro personal ha disminuido

ininterrumpidamente desde 1985 hasta la fecha, lo cual indica que los titulares que les estoy mostrando no son

un problema pasajero, sino la culminación de una erosión del ahorro que se inició hace 23 años y se ha

convertido en un rasgo cultural de los ciudadanos de Usamérica.

Sin embargo, no somos una nación de términos medios y este gráfico oculta de alguna manera el hecho de que

los muy ricos están ahorrando increíbles cantidades de dinero, mientras que las tasas de ahorro de los muy

pobres son profundamente negativas.

¿Por qué esto que acabo de decir es importante? Porque el gran filósofo griego Plutarco ya lo dijo una vez: “El

desequilibrio entre ricos y pobres es el problema más antiguo y fatídico de todas las repúblicas”.

¿Qué otra cosa podemos observar en este gráfico? Para los no iniciados, la caída persistente de los ahorros nos

dice que la ciudadanía tiene el convencimiento implícito de que en el futuro habrá crédito disponible, lo cual

hace que hayamos sustituido la vieja mentalidad, que consistía en “ahorrar antes de gastar”, por otra que nos

impulsa a “comprar ahora mismo y pagar mañana”. Como vemos en este gráfico, la tasa de ahorro empezó a

declinar en torno a 1985.

Hummmm… esperen un poco… ¿Se acuerdan de que ya estudiamos este mismo período histórico en el último

capítulo, cuando hablábamos de la deuda? Pues sí. Claro que lo estudiamos. A pesar de que este gráfico muestra

juntas TODAS las deudas en todos los sectores y el que acabamos de ver se refiere sólo a los ahorros

personales, debemos tomar nota de que nuestra tolerancia nacional con respecto a la deuda empezó a crecer en

1985, es decir, exactamente en el mismo momento en que nuestros ahorros empezaron su largo declive hasta

cero.

Para creer que el futuro será mejor y más esplendoroso que el presente es preciso creer antes que vivir sin

ahorrar y tener muchas deudas es el camino que conduce a la prosperidad. Como mínimo diré que yo no me lo

creo, porque me parece que tiene poco sentido, ya que eso transgrede varias leyes de la naturaleza.

Otra categoría de ahorro es la de las pensiones y los fondos para la jubilación. También las autoridades estatales

y municipales han dejado de ahorrar, lo cual hace que las pensiones muestren unos números rojos que ascienden

a 1 billón de dólares. Esto significa que, dado que el dinero provenía de los impuestos, tanto los estados como

las municipalidades escogieron gastárselo en otras cosas, en vez de invertirlo en fondos de pensiones. Supongo

que la idea era gastar hoy, a la espera de que a alguien se le ocurra cómo pagarlo mañana. Bueno, para muchos

estados el futuro ya no es mañana: está aquí.

Cuando afirmo que las pensiones estatales y municipales muestran números rojos por valor de 1 billón de

dólares, ¿qué significa eso? ¿Cómo se calcula? Los números rojos por valor de 1 billón de dólares son lo que

denominamos Valor Neto Actual o, si lo prefieren, “VNA”.

El cálculo del Valor Neto Actual consiste en sumar todas las entradas de dinero (en este hipotético ejemplo,

1000 dólares por año durante seis años) y restarles los futuros desembolsos de dinero, para así hallar el valor

NETO. Dado que un dólar de hoy vale más que un dólar del futuro, los futuros desembolsos de dinero han de

descontarse y contabilizarse en el PRESENTE. Hallamos el NETO de todas las entradas de dinero y de los

desembolsos futuros y los descontamos en el PRESENTE para determinar si el valor es negativo o positivo. Eso

es el Valor Neto Actual.

Esta es la metodología utilizada para calcular el valor de los fondos de pensiones estatales y municipales. Al

crecimiento del valor de los activos de los fondos de pensión, más los ingresos futuros en concepto de

impuestos, se les restan los desembolsos monetarios a los pensionistas y el valor alcanzado se retrotrae al

presente. Todo indica que para que los fondos de pensión simplemente tuviesen un valor de cero sería necesario

inyectarles hoy mismo 1 billón de dólares.

Page 23: Crash course

Los cálculos del VNA nos dejan ver bien claro que el futuro ya está calculado, de manera que no vale la pena

esperar que sea diferente y mejor, porque la cosa no funciona nunca así. Si para llegar a un valor cero hemos de

ingresar 1 billón de dólares en los fondos hoy mismo, pero no lo hacemos, el año próximo la cantidad a inyectar

será mayor. La única manera de que fuese menor sería que hubiese menos gente cobrando sus pensiones de

jubilación o bien que los activos de los fondos creciesen muy por encima de la supuesta tasa de crecimiento que

hemos utilizado para calcular el VNA.

Siguiendo con esta historia, vemos ahora que las corporaciones están obteniendo los mayores niveles de

beneficios desde hace décadas, pero también han optado por descuidar sus fondos de pensiones para dar

preferencia a otras formas de gasto y muestran unos números rojos de 1 billón y medio de dólares en su Valor

Neto Actual.

Dado que los fondos de pensiones se invierten típicamente en bonos y acciones en una proporción, grosso

modo, de 60/40, cualquier recesión o caída del mercado aumentará los pasivos. En parte, estos números rojos de

los fondos de pensiones se deben a las extremadamente bajas tasas de interés hoy disponibles, por cortesía de

Alan Greenspan y Ben Bernanke, los dos últimos gobernadores de la Reserva Federal, y también porque el

Standard & Poors 500, principal índice del mercado de valores, es prácticamente el mismo desde hace nueve

años. Y eso solamente si NO ajustamos los resultados a la inflación. Si lo hiciéramos, la cosa sería más grave.

Dado que la mayoría de los fondos de pensión dan por supuestos unos intereses anuales de entre el 8% y el

10%, y dado que las ganancias en el mercado de valores han sido nulas durante nueve años, los números rojos

de los fondos de pensiones son comprensibles.

Pero si volvemos nuestra mirada al gobierno federal, las cifras empiezan a dar realmente miedo. David Walker,

el recientemente jubilado contralor de Usamérica, quien para mí es un auténtico héroe por haber denunciado

con valentía y sin descanso los imponentes números rojos del gobierno usamericano, dijo una vez refiriéndose a

éste:

1. Su situación económica es “peor de lo que admite”.

2. Sigue un modelo de “negocio ruinoso”.

3. Le esperan “déficits presupuestarios, de la balanza de pagos, del ahorro... y de liderazgo”.

Tiene toda la razón. Aquí vemos cómo algunos datos lo confirman. Tomé esta tabla del informe anual del

gobierno de Usamérica, que se encuentra en el sitio web del Departamento del Tesoro. De nuevo, veamos las

cifras de VNA. La primera es un pasivo de casi 9 billones de dólares, que representa el Neto total del gobierno

usamericano, pero sin incluir el pasivo de la Seguridad Social y el Medicare.

De nuevo, eso significa que, al día de hoy, TODAS las entradas del gobierno usamericano, MÁS el valor de

todos sus activos, MENOS sus desembolsos implican que necesita 8,9 billones de dólares para poder equilibrar

pasivos con activos.

Pero eso no es ni siquiera la quinta parte del todo. Si a esa cifra le añadimos los desembolsos futuros de la

Seguridad Social y del Medicare, el pasivo asciende a más de 53 billones de dólares, según los propios cálculos

del Departamento del Tesoro.

¡Híjole! ¡Un momentito! [con asombro] ¡Eso es más de cuatro veces el PIB! Lo cual significa que el gobierno

americano es insolvente. Pero entonces, ¿por qué esa insolvencia no es el tema número uno de la campaña

presidencial? El futuro de un país tan endeudado es tan incierto que se dirige derechito a la bancarrota.

En caso de que estén pensando que quizá el gobierno usamericano tenga dinero disponible en algún lugar, algo

así como el que esconde plata debajo del colchón, vean esta fotografía, en la que George Bush posa junto a la

totalidad del Fondo Fiduciario de la Seguridad Social. Eso es todo, no hay más... la totalidad del fondo

fiduciario se encuentra en una carpeta de tres anillos con hojas de papel en las que se dice que el gobierno

usamericano se ha gastado todo el dinero y lo ha reemplazado por bonos especiales del Tesoro.

Pero… ¿acaso los bonos del Tesoro no son una obligación del gobierno de Usamérica? ¿Cómo es posible que el

gobierno se deba dinero a sí mismo? No es posible. Todas las entradas del gobierno proceden de los

contribuyentes o de préstamos, de manera que cuando llegue el momento de cancelar esos bonos especiales, el

dinero sólo podrá provenir de los contribuyentes o de préstamos adicionales. Si fuera posible que uno se debiese

dinero a sí mismo y lo devolviese con intereses, todos seríamos inmensamente millonarios con sólo firmar

cheques a nuestro propio nombre. No cabe duda de que estamos ante una noción absurda, fácilmente

desmontable.

Page 24: Crash course

En cualquier caso, según la agencia gubernamental de la que uno obtenga las cifras, el pasivo del gobierno

federal se encuentra en algún lugar entre 53 billones y 85 billones de dólares. Es una cifra tan descomunal que

incluso a este monito se le han puesto los pelos de punta. Como para probar que el crecimiento es imposible con

un Valor Neto Actual negativo, esta cifra ha crecido en casi 40 billones de dólares durante los últimos 10 años,

ya fuese en malos tiempos o en tiempos de bonanza.

Y, por último, el ahorro está relacionado con la inversión. Según la Sociedad Usamericana de Ingenieros

Civiles, también en eso andamos con números rojos. En el año 2005, esta sociedad evaluó el estado de

conservación de 12 categorías de infraestructuras, entre ellas puentes, carreteras, canalizaciones de agua potable

y plantas de depuración de aguas negras. La Sociedad Usamericana de Ingenieros Civiles catalogó a Usamérica

con un grado “D” y calculó que harían falta 1,6 billones de dólares durante los próximos cinco años para reparar

los desperfectos según los estándares mundiales. Dado que aquella evaluación se hizo en 2005 y la inflación de

los productos fabricados con metal y asfalto ha crecido enormemente, habrá que redondear esa cifra a 2 billones

de dólares.

Y si ponemos junto todo lo anterior, veremos que nuestra incapacidad personal para el ahorro es el reflejo de la

incapacidad de estados y municipios para el ahorro; que ambas son la imagen especular de una incapacidad

corporativa para el ahorro y que todas ellas quedan empequeñecidas por la gigantesca incapacidad del gobierno

federal para el ahorro. Por si eso fuera poco, también sufrimos una profunda incapacidad para invertir. Todos

estos déficits me hacen concluir que los próximos veinte años van a ser totalmente distintos de los últimos

veinte.

Éste es nuestro legado –el mundo económico y físico que vamos a dejar a quienes nos sucederán– y la mayoría

de todas esas facturas deberán pagarse durante los próximos veinte años. ¿Es eso demasiado lejano en el tiempo

como para empezar a preocuparnos? De ninguna manera, si consideramos el alcance de los déficits.

¿Cómo pudimos llegar a esta situación? ¿Cómo pudo suceder? Yo, que fui consultante de algunas compañías

incluidas en la lista Fortune 500, encontré una explicación para esta situación, que empieza desde la cúpula.

Cuando los directivos de una de las compañías que evaluaba eran unos insensatos desde el punto de vista

económico o consideraban con desprecio a sus subordinados, el mismo comportamiento se iba reflejando de

forma descendente, en todas las capas de la compañía.

Nuestro gobierno ha actuado con una política insensata de acumulación de deudas mientras que, al mismo

tiempo, dejaba de ahorrar y de invertir; igual hicieron los estados, las municipalidades, las corporaciones y los

ciudadanos de a pie.

David Walker tenía toda la razón cuando dijo que “al gobierno de Usamérica le esperan déficits… de

liderazgo”. Es la cúpula quien marca el paso. Estas cosas deberían ser el centro de nuestros debates políticos,

pero no se discuten en ninguna parte. Vivimos en un profundo déficit de liderazgo.

En el próximo capítulo nos ocuparemos de los activos y veremos cómo reaccionan frente a nuestras deudas y

frente a nuestra incapacidad nacional para el ahorro. Allá nos vemos.

El Crash Course Capítulo 14: Activos y Demografía

Tal como hemos aprendido en los dos capítulos anteriores, nuestra nación padece unos niveles de

endeudamiento hasta ahora desconocidos y muestra asimismo una incapacidad histórica para el ahorro.

Como algunos podrían rezongar que no es justo que miremos únicamente del lado de la deuda y de la

incapacidad para el ahorro, ahora vamos a ocuparnos de los activos. Al fin y al cabo, ¿qué importancia tiene si

alguien no ahorra nada y debe 1 millón de dólares, si posee 10 millones de dólares en el banco? Esa es una

buena pregunta, así que veamos los activos.

Para empezar, ¿qué es un activo? Una definición podría ser que los activos son bienes que alguien posee en

propiedad y que son convertibles en dinero; por ejemplo, recursos totales de una persona o negocio, tales como

dinero en efectivo, pagarés y cuentas por cobrar, carteras de valores, existencias, fondos de comercio,

mobiliario, maquinaria o propiedades inmobiliarias.

Un activo es algo de valor que puede cambiarse por dinero, que da acceso al dinero o que ayuda a ganar dinero.

También podríamos decir que los activos son depósitos, bienes inmobiliarios, acciones o bonos, así como las

cosas que poseemos, lo cual incluye la mayor parte de eso que solemos considerar activos.

Page 25: Crash course

Aquí sólo vamos a estudiar los activos domésticos, puesto que, como ya vimos antes, los pasivos y los activos

del gobierno federal y de los diferentes gobiernos estatales de la Unión son, en realidad, pasivos de sus

ciudadanos. Pero no olviden que en el Capítulo 13 vimos que el valor neto total del gobierno de Usamérica

arrastra un pasivo de entre 50 y 85 billones de dólares en números rojos. De hecho, ese desequilibrio entre

activos y pasivos no es una pesada carga que el gobierno de Usamérica lleva sobre los hombros. No, de

ninguna manera. Son ustedes y yo y todos los demás ciudadanos quienes la llevamos sobre nuestros propios

hombros. Las deudas y los pasivos nacionales son, por lo tanto, nuestros. En el ámbito privado, los activos de

las compañías pertenecen por completo a los accionistas y propietarios de bonos de las compañías, no a las

compañías en sí mismas. ¿Y a quién pertenecen las compañías? En última instancia, a ciudadanos privados.

Dado que la ciudadanía constituye el ámbito privado o doméstico (del latín domus, es decir, hogar), podemos

examinar los activos domésticos, deducir algunos pasivos importantes y obtener así una perspectiva bastante

clara de cuál es la situación.

Y lo haremos así porque la Reserva Federal busca el valor doméstico neto y estos datos suelen aparecer

ampliamente en los medios. De hecho, según la Reserva Federal, el valor doméstico neto se ha incrementado en

casi 20 billones de dólares en sólo cinco años –una proeza increíble–, una “riqueza” bastante superior a la que

nuestro país logró amasar desde su nacimiento hasta finales de los años ochenta. Y es de señalar que se trata

sólo de activos netos, de manera que la Reserva Federal y mucha gente de los medios pretenden que esa cifra,

sólo ligeramente inferior a 60 billones de dólares de valor neto, demuestra que a los usamericanos les va muy

bien y que los niveles de endeudamiento que padecemos no son motivo de preocupación, por muy rápido que

crezca la deuda.

Pero antes de que echemos las campanas al vuelo a causa de esa sorprendente riqueza de las cifras, será preciso

señalar que dicho informe contiene dos errores fundamentales y una falacia, de los cuales han de ser ustedes

conscientes. Porque, como siempre, el diablo se encuentra en los detalles. Antes de que les explique, quiero que

observen este período que va desde el año 2000 al 2003. Esa caída en el valor doméstico neto se debió al

colapso del mercado bursátil que tuvo lugar entre 2000 y 2003, y que provocó tal pánico en la Reserva Federal

que Alan Greenspan bajó a toda prisa la tasa de interés hasta un 1%, y dio así el pistoletazo de salida a la mayor

burbuja crediticia e inmobiliaria de toda la historia. Esa caída en el valor doméstico neto conduce a la siguiente

observación: Las deudas son fijas. Cuando alguien se mete en una deuda, su valor no fluctúa, sólo va creciendo

plácidamente hasta que el deudor termina por pagarla. El valor de las deudas no varía con las condiciones

económicas generales ni tampoco si el deudor tiene trabajo o lo ha perdido. Los activos, en cambio, son

variables, fluctúan: a veces ganan valor y a veces lo pierden. Lo cual nos lleva al Concepto Clave N.º 8 del

Crash Course: Las deudas son fijas, pero los activos son variables, fluctúan.

Bien. ¿De dónde procedían esos 19,8 billones de dólares de nuevo valor doméstico neto? En torno al 80% de

ese crecimiento procedía del aumento de activos financiados, mientras que el 20% restante procedía del

crecimiento inmobiliario y de otros activos tangibles.

Ahora sabemos que el 72% del valor doméstico neto total consiste en activos financiados, que totalizan unos 41

billones de dólares, mientras que los activos tangibles son el 28% restante y ascienden a unos 16 billones de

dólares.

Y si ahora examinamos esos activos con mayor atención, veremos que los 41 billones de dólares de valor neto

en activos financiados consisten en cosas como fondos de pensión, activos de negocios en manos privadas,

depósitos, acciones y bonos, que se pueden recomponer aproximadamente en estas cuatro clases: Acciones,

bonos, dinero en metálico o en depósito, y los activos de negocios en manos privadas.

Los otros 16 billones de dólares en activos tangibles consisten principalmente en bienes inmobiliarios, que

constituyen el 75% de este grupo, y en bienes de consumo duraderos, que podrían ser su coche, su secadora o su

horno de microondas, si es que tienen uno. Excepto en el caso del dinero en metálico, para poder obtener la

riqueza inherente a cada uno de estos bienes es necesario venderlos primero.

He aquí una regla general de los mercados de bienes de consumo: Las cosas SUBEN de precio cuando hay más

compradores que vendedores, y BAJAN de precio cuando hay más vendedores que compradores. No se olviden

de esta regla, porque la necesitaremos dentro de un momento, cuando estudiemos la demografía.

Veamos ahora la enorme falacia que esconde el informe de la Reserva Federal sobre la riqueza doméstica. Para

explicarla voy a centrarme en el mercado inmobiliario. Supongamos que poseen una casa que compraron por

250.000 dólares y que, en los últimos tiempos, digamos desde hace cinco años, ha aumentado de valor y ahora

vale 500.000 dólares. La Reserva Federal considera que su riqueza neta aumentó 250.000 dólares. Bien. El

Page 26: Crash course

problema es que no resulta fácil obtener en mano esa riqueza. Por supuesto, es posible pedir dinero prestado

dejando la casa en garantía, pero eso no libera la riqueza, únicamente transforma parte de ella en deuda. Pero

supongamos que venden la casa. ¿Qué pasaría si quisieran mudarse a una casa equivalente? Porque en algún

sitio hay que vivir. Todas habrán subido de precio también, de manera que será necesario gastarse 500.000

dólares para comprar una casa equivalente, así que la supuesta riqueza sigue sin aparecer por ninguna parte. De

hecho, la única manera de liberar dicha riqueza y obtenerla en metálico consistirá en comprar una casa menor (o

vivir de alquiler). Pero eso conduce a la pregunta retórica del día: ¿Es posible que todo el mundo se pueda

comprar una casa menor? Quizá ustedes puedan, pero no todos podrán. Al menos no sin crear en el camino una

superabundancia de casas grandes y una desesperante escasez de casas pequeñas. Y si no todos podrán hacerlo,

eso significa que es imposible obtener el valor total o la riqueza material en todas las casas. De manera que el

numerito de la riqueza con el que nos obsequia la Reserva Federal es muy gracioso si se mira individualmente,

pero carece de sentido si se considera la totalidad de la población. La misma dinámica se pone en marcha con

los demás activos: Es necesario que haya suficientes compradores, porque de no ser así, la riqueza es tan inútil

como una barca encallada en la playa.

Dije también que hay dos grandes errores en el informe de la Reserva Federal sobre la riqueza doméstica: el

primero es que, por alguna razón misteriosa, la Fed no incluye los pasivos generales del gobierno cuando

calcula la riqueza doméstica neta. ¿Acaso no sería sensato que en la Reserva Federal los redujese de la riqueza

doméstica? Al fin y al cabo, ¿quién que no sea contribuyente en el ámbito doméstico va a terminar pagando

esos pasivos? Nadie, por supuesto. Si la Reserva Federal los dedujese, el valor doméstico neto caería por debajo

de cero, así que no es difícil adivinar por qué la Fed se cuida mucho de incluir esos pasivos. Pero yo soy de la

opinión que un buen administrador de la política monetaria nacional debería preocuparse por presentar la

situación de la manera más exacta posible, tal como es.

El segundo error es que los datos están presentados como si se aplicasen a todos los ciudadanos del país de

forma equivalente. Pero no es así. Es de señalar que el 1% de los ciudadanos más acaudalados posee el 35% de

TODA la riqueza doméstica y el 56% del valor de TODAS las acciones. Si no distinguen bien ese 1% de

ricachones en esta imagen les pido disculpas; se trata de una delgadísima raya roja situada por encima de la

porción verde de la columna. Está ahí, no se ve, pero se bifurca en dos flechas rojas. Lo extraordinario es que

nuestro mercado bursátil sigue subiendo, pero por cada billón de dólares que crece, 560 millardos se van a los

bolsillos de una de cada cien familias.

El 20% de los ciudadanos más acaudalados (la porción verde de la columna) posee el 85% de TODA la riqueza

doméstica neta y el 80% del valor de TODAS las acciones. Eso significa que el 80% inferior de los ciudadanos

de este país, representados en color amarillo, sólo posee el 15% de la riqueza total e incluso entre ellos la

distribución de la riqueza se acumula en su parte superior.

Recuerden, ya lo dijo Plutarco: El desequilibrio entre ricos y pobres es el problema más antiguo y fatídico de

todas las repúblicas. Lo primero que viene a la mente es que ese estado de cosas hará que nuestra crisis

crediticia sea peor de lo que nos dicen. De la misma manera que a finales de los años veinte, antes del inicio de

la Gran Depresión, la enorme brecha que existía entre ricos y pobres hizo que la gravedad de la crisis no

dependiese de la media de la riqueza, sino de su distribución, ASÍ SUCEDERÁ AHORA. Si una amplia franja

de la población carece de los medios para capear el temporal, éste será más largo y más penoso de lo que podría

haber sido. ¿Qué significa que el 80% de nuestra población sólo posea un escaso 15% del total de la riqueza?

Significa que los recientes esfuerzos de la Reserva Federal para poner cantidades masivas de dinero a la

disposición de los bancos más ricos e importantes, a expensas de las clases más desposeídas, no solamente

fueron un grave error, sino también algo cruel y fuera de lo común. Lo cual me lleva a hacer una fácil

predicción: La disparidad de la riqueza en Usamérica dificultará nuestra recuperación y hará que empeore

nuestra situación económica.

Sigamos. Para poder comprender por qué he estado insistiendo en esta noción de activos cuyo valor fluctúa y

depende de la proporción de compradores frente a vendedores, haremos ahora una rápida incursión en el terreno

de la demografía.

Recuerden que el gobierno de Usamérica no sólo ha sido incapaz de ahorrar en cualquiera de los programas de

ayuda social que controla, sino que todos ellos muestran cantidades astronómicas de números rojos, del orden

de decenas de billones de dólares. Esta situación ha sido posible porque tales programas de ayuda social no son

cuentas de ahorro, sino que se nutren de las transferencias de riqueza que produce el trabajo y, por lo tanto,

dependen de que la relación entre trabajadores activos y personas jubiladas sea positiva. Los déficit de estos

programas se han visto exacerbados por una perturbadora tendencia. En 1950, había siete trabajadores activos

por cada persona jubilada y el sistema estaba equilibrado. El año 2005, la relación había bajado a sólo cinco

Page 27: Crash course

trabajadores activos por persona jubilada y el sistema ya emitía señales de peligro. Cuando llegue el año 2030 la

relación habrá caído a un valor impracticable de menos de tres trabajadores activos por persona jubilada.

Esta tendencia se debe al denominado boom de la natalidad, es decir, el enorme número de personas que

nacieron inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial debido a la esperanza que alimentó la llegada

de la paz. Veamos ahora los datos demográficos de Usamérica. Cada barra horizontal representa a todas las

personas vivas, en un momento dado, por grupos de cinco años de edad: los denominados grupos etarios. El eje

vertical muestra la relación de todos los grupos etarios, desde menos de 5 años de edad hasta más de 100, y el

eje horizontal expresa el número de millones de tales personas. Pues bien, en el año 2006 las personas que

nacieron inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial, esas que la lengua inglesa denomina baby

boomers, constituían un grupo compacto de 75 millones, distribuidos en las cuatro barras rojas centrales.

Observemos ahora ese “espacio vacío” de población que se encuentra cercado de verde por debajo de los baby

boomers. No parece muy grande, pero constituye un peligro de graves proporciones para nuestros programas de

ayuda social, pues complicará enormemente nuestros esfuerzos por resolver los niveles de deuda que

acarreamos y nuestra incapacidad nacional para el ahorro.

Esta imagen muestra una distribución más “normal” de la población, tal como era en Usamérica en 1900. Los

humanos habían evolucionado así durante milenios. Se trata de una pirámide. También aquí vemos la

distribución por grupos etarios de cinco años de edad. Los varones están situados a la izquierda, en rojo, y las

mujeres a la derecha, en amarillo. Una distribución así está perfectamente preparada para financiar programas

de ayuda social como los de Usamérica, basados en transferencias directas de riqueza desde los trabajadores a

las personas jubiladas.

Pero si representamos este mismo tipo de gráfico de acuerdo con los datos del año 2000, el “bulto” panzudo que

se observa, debido a los baby boomers, es muy aparente. Este perfil demográfico no solamente pone en peligro

los programas de ayuda social, sino que supone un reto todavía mayor a la hora de resolver nuestros problemas

de deuda e incapacidad para el ahorro, e incluso para el valor de nuestros activos.

Explicaré por que: Las personas nacidas después de la Segunda Guerra Mundial, es decir, los baby boomers,

son la generación más rica de la historia, poseen casi todos los activos existentes y van a necesitar enajenarlos

para costear sus jubilaciones.

¿A quién creen ustedes que los baby boomers piensan vender sus activos? ¿A este muchacho? Incluso si la

generación de este muchacho pudiese de alguna manera permitirse comprar esos activos, el problema es que no

es lo bastante populosa como para comprarlos.

Lo repito, para poder costear sus sueños de jubilación, los baby boomers van a tener que vender sus activos.

Pero ¿a quién?

Y, por último, si el endeudamiento masivo acumulado durante los últimos 23 años se debió al convencimiento

de que el futuro iba a ser mucho mejor que el presente, también deberíamos preguntarnos cómo podrá ser eso

posible, si los baby boomers están empezando a jubilarse y la gente que viene tras ellos es menos numerosa.

¡Carajo! Lo mejor que puede hacer la generación que ahora está entrando en el mercado es prepararse para

trabajar duro, muy duro. Lo más penoso es que esos jóvenes empiezan a trabajar sobrecargados con el mayor

endeudamiento personal de la historia, debido a los préstamos que tuvieron que solicitar para costear sus

estudios.

Este tipo de perfil demográfico nos va a acompañar durante décadas, pues no hay manera de hacerlo

desaparecer a voluntad ni mediante política alguna. Se trata de algo inherente a la vida y más nos vale

reconocerlo y enfrentarnos a él, no ignorarlo.

La jubilación de los baby boomers ya ha empezado y su cadencia se irá acelerando durante los próximos 15

años, lo cual hará que los próximos VEINTE, lo repito, sean completamente distintos de los últimos veinte.

Y, ahora, ha llegado el momento ocuparnos de las burbujas artificialmente creadas en torno a los activos. Si de

verdad desean saber qué es lo que nos espera en el futuro inmediato y por qué la Reserva Federal ha sucumbido

al pánico, es necesario que comprendan cuáles son los mecanismos destructores de tales burbujas. Los espero en

el Capítulo 15, titulado “Burbujas”.

El Crash Course Capítulo 15: Burbujas

Page 28: Crash course

Ahora, una vez estudiados los activos de Usamérica, dedicaremos este capítulo a comprender las denominadas

burbujas, para saber qué son, cómo se forman y cuáles son sus consecuencias. De manera específica

examinaremos con todo detalle la burbuja inmobiliaria, porque está sucediendo en estos momentos y es la

mayor de toda la historia, además de, probablemente, la más destructora.

A lo largo de la historia, el estallido de las burbujas financieras ha sido casi siempre traumático. Las agitaciones

sociales, políticas y económicas tienen la mala costumbre de suceder a las burbujas financieras, toda vez que la

destrucción de la riqueza es uno de sus rasgos característicos.

En todo comportamiento económico irracional puede que resulte difícil distinguir entre una burbuja, una

obsesión y un mero toque de exuberancia. El término burbuja se reserva para el colmo de la locura, y ya se sabe

que la historia es rica en locuras.

Antes, las burbujas solían aparecer una vez en cada generación, ya que se necesitaba tiempo para olvidar el

dolor que causaban sus daños. En estos momentos nos estamos enfrentando al estallido de una segunda gran

burbuja financiera, la burbuja inmobiliaria, pero entre el estallido de la primera, que fue la burbuja de las

punto.com, y esta de ahora sólo han pasado 10 años, lo cual es algo asombroso y, desde luego, no tiene

precedentes.

Pero ¿cómo podemos saber que estamos en medio de una “burbuja financiera”? ¿A qué se parecen estas

burbujas y cuándo debemos esperar su estallido?

La Reserva Federal suele decir en sus comunicados que no es posible predecirlas, así que las descubrimos

cuando estallan. Pero sí que es posible y su definición es bastante simple: “Existe una burbuja cuando la

inflación del precio de un bien de consumo crece por encima de lo que los salarios pueden soportar”. Una

burbuja es la imagen metafórica de las personas cuando abandonan la razón y la prudencia en manos de la

esperanza y la codicia.

De entre la lista burbujas, obsesiones y excesos que acabo de mostrar, veamos ahora una de las burbujas más

interesantes, que tuvo lugar en Holanda en el siglo XVII. Por alguna razón, la gente de aquella época se

encaprichó con los tulipanes y vio en ellos un camino infalible hacia la riqueza, tras lo cual se inició una

obsesión financiera. Sí, estoy hablando de los tulipanes, esas flores que nacen de bulbos. La burbuja empezó

cuando se desarrollaron hermosas y únicas variantes de tulipanes en diversos colores, después se incrementó el

comercio de los bulbos y tuvo lugar una locura especulativa. En el momento álgido de la burbuja, un solo bulbo

de la variedad más codiciada, la Semper Augustus que vemos aquí, valía exactamente el mismo precio que la

mejor casa del mejor canal.

Pero llegó un momento en que se dieron cuenta de que es posible cultivar muchos tulipanes si uno se lo propone

y que aquellos bulbos eran, al fin y al cabo, sólo bulbos.

Dicen los anales que la locura de los tulipanes terminó todavía más repentinamente de lo que había empezado,

casi de un día para otro al principio de la nueva temporada de ventas, en febrero de 1637. Aquel día, empezó a

soplar un viento silencioso que únicamente los perros y los compradores podían escuchar, y los precios

mordieron el polvo.

Este ejemplo ilustra las características de las burbujas. La primera es que se autorrefuerzan en la subida, lo cual

quiere decir que la subida de los precios se convierte en la justificación para que suban todavía más y, la

segunda, que una vez disipada la ilusión, el globo se desinfla en un momento y para siempre.

Un segundo ejemplo de burbuja tuvo lugar en el siglo XVIII y ha pasado a los anales con el nombre de “La

burbuja de la South Sea Company”. La South Sea Company, que en español podríamos traducir como la

Compañía de los Mares del Sur, fue una empresa a la que se otorgó el monopolio del comercio con América del

Sur mediante un tratado con España. De hecho, los beneficios de la compañía eran bastante ordinarios antes de

que el monopolio gubernamental animase a la gente a especular a lo loco sobre la base de su futuro valor

potencial, de manera que el precio de sus acciones subió como la espuma. Los especuladores ni siquiera se

detuvieron a pensar en un hecho muy extraño, que la South Sea Company se anunciaba como “Una compañía

para llevar a cabo una empresa muy ventajosa, pero nadie sabe cuál”.

A Sir Isaac Newton le preguntaron una vez sobre la subida continua del precio de las acciones de la South Sea

Company, y respondió que “no podía calcular la locura de la gente”. Es posible que inventase el cálculo y

describiese la ley de la gravedad, pero terminó perdiendo más de 20.000 libras esterlinas cuando estalló la

Page 29: Crash course

burbuja, lo cual demuestra que la inteligencia no garantiza estar a salvo de los instintos animales despertados

por una burbuja en expansión.

En 1720 surgió una obsesión que es un ejemplo de libro de burbuja financiera. En ella están reflejados dos

rasgos esenciales y adicionales de las burbujas. Son aproximadamente simétricas en el tiempo y en el precio.

Quiero decir que, sea cual sea el tiempo que tarde en crearse la burbuja, tardará aproximadamente el mismo

tiempo en estallar, y los precios en volver a sus niveles anteriores, si no es que más bajos. Aquí podemos ver

esos rasgos perfectamente plasmados. Observen esta forma. La volveremos a ver otra vez, y otra, y otra.

Y esto es un gráfico del índice Dow Jones que se inicia en 1921. La burbuja bursátil que precedió a la Gran

Depresión siguió la misma trayectoria descendente y necesitó el mismo tiempo para inflarse como para

desinflarse, tras lo cual los precios descendieron aproximadamente a los mismos niveles del comienzo.

Aquí, la línea azul representa el precio de las acciones de General Motors entre los años 1912 y 1922, mientras

que la línea roja representa el precio de las acciones de Intel entre 1992 y 2002. En esos dos períodos las

acciones de las dos compañías se vieron envueltas en una burbuja. Es de señalar que los datos sobre los precios

de ambas acciones son muy similares, y ello a pesar de que una era una compañía fabricante de automóviles y la

otra se dedicaba a la fabricación de microchips de alta tecnología y que, además, las dos burbujas estuvieron

separadas por un lapso de 80 años.

El hecho de que las burbujas muestren los mismos comportamientos en los precios a lo largo de los siglos

quiere decir que no son artefactos de sistemas financieros particulares, sino más bien algo creado por las

emociones humanas, en especial la codicia, el miedo y la esperanza. Tales emociones no han cambiado con el

tiempo y esa es la razón por la que uno debería agarrar con fuerza su billetera cada vez que escuche las palabras

“Esta vez es diferente”.

En algún momento la gente empezó a creer lo que se decía de las casas. Todo el mundo parecía convencido de

que una casa era el camino que lleva a la riqueza. Y que, además, era un camino mágico capaz de transportar a

la gente a un mundo ideal, incluso si pasaba el día sentada en un sofá bebiendo cerveza.

Pero es imposible que eso sea verdad, deberíamos haberlo sabido. El problema es que las burbujas enloquecen a

las masas. A pesar de lo que diga la gente, lo que establece el precio de la vivienda a largo plazo es el costo de

construir una casa nueva, lo cual quiere decir que el precio lo establece la inflación.

Este sorprendente gráfico del precio de la vivienda ajustado a la inflación, diseñado por Robert Shiller, muestra

que entre 1890 y 1998 el precio de la vivienda siguió estrechamente, y en paralelo, el recorrido de la tasa de

inflación. Cada vez que la línea del gráfico sube, el precio de las casas sube con mayor rapidez que la tasa de

inflación y cada vez que la línea baja, pierde terreno con respecto a la inflación.

A lo largo de todo este período de 118 años la media del índice del precio de la vivienda fue de 101,2, lo cual

significa que el precio de la vivienda ajustado a la inflación fue aproximadamente similar durante todo ese

período. Los precios del mercado inmobiliario fueron estables en comparación con la inflación, luego cayeron

antes y durante la Gran Depresión, se estabilizaron de nuevo y, más tarde, subieron espectacularmente después

de la Segunda Guerra Mundial.

¿Ven esa pequeña joroba que hay aquí? Se debió a una burbuja inmobiliaria que todavía recuerdo, porque tuvo

mucho impacto en la zona del noreste del país donde vivía en aquel momento y no he olvidado que pasaba con

mi bicicleta junto a muchas casas abandonadas a medio construir. He de señalar que esta burbuja inmobiliaria

regresó a la línea de base de manera simétrica, al igual que había sucedido con la burbuja de 1989.

Pero si las dos burbujas que acabamos de ver fueron inmobiliarias, ¿qué es esta? Esta burbuja inmobiliaria no

tiene precedente histórico ni puede compararse con nada que hayamos vivido antes, ni siquiera remotamente

para servirnos de guía con respecto al impacto que pueda tener.

Y veamos también que esta burbuja no apareció de repente en 2004. Empezó en 1998 y, cuando llegó el año

2000, ya había eclipsado a las dos anteriores. Podrían preguntarse: “Si la Reserva Federal tenía acceso a estos

datos y sabía que estábamos metidos en una burbuja inmobiliaria ya en el año 2000, ¿por qué entonces continuó

bajando agresivamente las tasas de interés hasta el 1% y las mantuvo en ese porcentaje durante un año, entre

2003 y 2004?”

Se trata de una pregunta muy pertinente, a la que voy a responder enseguida.

Page 30: Crash course

Si nos basamos en este gráfico, ¿dónde y cuándo se puede predecir que la burbuja regresará a los niveles de

precios del inicio? Bueno, las leyes de la simetría sugieren que ese momento se situará en torno al año 2015,

mientras que la historia sugiere que los precios bajarán un 50% en términos reales.

Otra manera de mirar el problema es según la capacidad de comprar de la gente. Lo repito, a largo plazo es

imposible que el precio medio de la vivienda suba más rápidamente que la media de los salarios. Pero, ¿por

qué? Pues porque la cantidad de dinero que la gente puede destinar al pago limita el precio de las casas.

Este gráfico compara la media de los salarios con la media del precio de las casas. Las burbujas de 1979 y 1989

no parecen muy importantes en este gráfico, pero lo fueron. Están señaladas por flechas negras. El hecho de que

la media de los salarios no se desviase mucho de los precios de la vivienda anteriores a las burbujas ayudó a

limitar el impacto del estallido de ambas burbujas, por muy doloroso que fuese, ya que el recorrido de los

salarios y los precios de la vivienda no fue muy largo antes de reencontrarse de nuevo.

Pero ¿y esta vez? Lo repito, carecemos de precedentes históricos para analizar la diferencia entre las subidas de

los salarios y del precio de la vivienda y vemos que, ya desde 1999, existían signos preocupantes de que las

cosas se estaban saliendo de control. Si nos basamos únicamente en el aumento de los salarios, ¿cuánto debería

caer el precio de la vivienda para que ambas líneas se reencuentren otra vez? La respuesta es un 34% en el

ámbito nacional, lo cual indica que todavía no han bajado lo suficiente: y como las burbujas son propensas a

pasarse cuando van cuesta abajo, tampoco se puede descontar que la caída sea de entre el 40% y el 50%.

También podemos estimar al azar que el precio de la vivienda podría tocar fondo entre 2000 y 2015. Recuerden

que existe una burbuja cuando la inflación del precio de un bien de consumo crece por encima de lo que los

salarios pueden soportar. Y eso es exactamente lo que vemos en este gráfico.

¿Y que hacían los de la Reserva Federal durante todo ese tiempo? Estaban escribiendo trabajos de

“investigación” en los que se convencían a sí mismos de que no había burbuja inmobiliaria, como puede

comprobarse en este estudio de 2004: “Are Home Prices the Next Bubble?”, [es decir, “¿Será el precio de la

vivienda la próxima burbuja?”].

El resumen inicial del estudio empezaba bien: “Los precios de la vivienda han subido mucho desde mediados de

los años noventa. Se teme que formen parte de una burbuja y sean vulnerables a un colapso, lo cual podría

afectar a la economía usamericana”.

Pero luego la conclusión principal del texto daba un volantazo y se salía de la carretera. Veamos: “Sin embargo,

un análisis cuidadoso del mercado usamericano de la vivienda en años recientes no encuentra motivos para esa

inquietud. La subida de los precios se debe ampliamente a características intrínsecas del mercado: los precios de

la vivienda suben cuando aumentan los salarios familiares y bajan cuando sube la tasa de interés hipotecario.”

¡Un momento! ¿Qué dicen? ¿Que “suben cuando aumentan los salarios familiares”? ¿Cómo? Uno de los hechos

mejor conocidos de estos tiempos es que los salarios familiares no han subido NADA durante los últimos ocho

años si se ajustan con la inflación, y ése es uno de los principales fracasos de esta década. Una afirmación así

demuestra que la Reserva Federal está plagada de investigadores ineptos o parciales, y si yo tuviera que elegir

una de esas dos categorías para que nos saque de este desastre, no sé cuál de ellas sería peor.

Pero a los investigadores de la Fed les pasó simplemente lo que a otros muchos millones de personas: que

fueron víctimas de la absurda frase “Esta vez es diferente”. Así son las burbujas. La gente pierde el sentido

común, se aferra a todo tipo de razones para justificar lo que hace y, de repente, un día desaparece la ilusión y lo

que parecía más claro que el agua deja de tener sentido. Y el día que eso sucede, el destino de la burbuja se

reduce a calcular la velocidad con la que estallará.

¿Qué importancia tiene eso para nosotros? Mucha, porque sufriremos sus secuelas durante mucho tiempo.

Aunque resulte tentador echarle la culpa de lo que está sucediendo a la burbuja inmobiliaria, vale la pena

recordar que el tremendo aumento del precio de las casas fue en sí mismo un síntoma de una burbuja crediticia

enloquecida.

A finales del año 2000, cuando la burbuja crediticia estaba estallando, el crédito total concedido se elevaba a 27

billones de dólares. A finales de 2007 era ya de 48 billones de dólares. Este aumento de 21 billones de dólares

en préstamos es cinco veces mayor que el aumento en el PIB usamericano durante el mismo período. Cualquier

intento que se haga para entender la burbuja crediticia debe tener en cuenta este aumento masivo de la deuda.

Page 31: Crash course

Pero, tal como señalamos en un capítulo anterior, esta burbuja crediticia se ha estado creando durante 25 años.

Para poder desentrañar la maraña multigeneracional de esta parranda crediticia van a hacer falta muchos

cambios de actitud y de costumbres.

Una de las razones de que cualquier burbuja, pero en especial una burbuja inmobiliaria como ésta, sea tan

destructiva es que las inversiones que suelen hacerse son malas.

Se construyeron demasiadas casas, demasiados centros comerciales, demasiados departamentos, y casi todos

ellos demasiado grandes y mal situados con vistas a un futuro en el que la energía será muy cara. Lamento decir

que todos esos billones de dólares se fueron al cubo de la basura y lo peor es que el mal uso impidió que se los

dedicara a otras cosas de verdad necesarias.

La Escuela Austríaca de Economía ha definido de forma escueta e históricamente certera la manera en que suele

terminar una burbuja crediticia. Según Ludwig Von Mises,

“No hay manera de evitar el colapso final de un boom debido a la expansión del crédito

Sólo hay dos alternativas: que la crisis llegue antes, tras el abandono voluntario de la continua expansión del

crédito, o después, tras la catástrofe final y completa del sistema monetario implicado.”

Personalmente estoy de acuerdo con esa definición y por eso prefiero colocar mi dinero fuera de la senda que

lleva a un potencial colapso del dólar. Como nación, hemos hecho desesperadamente todo lo posible para no

abandonar la expansión del crédito, lo cual hace que el destino más probable de nuestra moneda sea su

hundimiento definitivo.

En cuanto al momento, la verdad es que no se hubiera podido escoger peor. El hecho de tener que ocuparse de

una burbuja inmobiliaria es lo último que necesitábamos en este momento de la historia, pero eso es lo que hay.

Tanto la Reserva Federal como Washington han mostrado una incapacidad administrativa y un descontrol tales

que se les debería caer la cara de vergüenza.

¿Qué podemos esperar de una burbuja crediticia que estalla? Dicho en pocas palabras, todo lo que se alimenta y

crece a consecuencia de un crédito excesivo y fácil termina por colapsarse. Desconfío especialmente de las

acciones bursátiles, de los bonos de alto rendimiento y, por supuesto, del mercado inmobiliario.

Creo que hay pocas maneras convencionales de proteger los bienes que poseemos y, por eso, los invito a que

empiecen a preguntarse (y, si tienen un asesor o una consejera, a que empiecen a preguntarle también a esa

persona) cuál es la mejor manera de proteger sus bienes. Si lo hacen se alegrarán.

Recuerden: esta vez probablemente NO es diferente.

Los espero en el Capítulo 16, en el que estudiaremos hasta qué punto nos hemos complacido en creer medias

verdades y otro tipo de mentiras. Su título, “Las cuentas no cuadran”.

Gracias por su atención.

El Crash Course Capítulo 16: Las cuentas no

cuadran

¿Qué pasaría si fuese verdad que, como Kevin Phillips afirmó recientemente en un artículo de la revista

Harpers, “Las estadísticas son instrumentos vitales para calcular el vigor de la economía usamericana, pero

desde los años sesenta Washington ha estado embaucando a su ciudadanía y acreedores con estadísticas

oficiales manipuladas”?

¿Que pasaría si nuestras decisiones individuales, corporativas y gubernamentales estuviesen basadas en datos

profundamente inexactos, cuando no totalmente falsos?

Ésa es la razón por la que en este capítulo vamos a estudiar los métodos que sirven para calcular la inflación y el

producto interno bruto, también denominado PIB.

Page 32: Crash course

Como ustedes ya saben, la inflación es un acto político deliberado. Si es demasiado baja nuestro actual sistema

bancario corre el riesgo de quebrar; mientras que si es demasiado alta la mayoría de la gente pierde sus ahorros

y crece el nerviosismo político. Así que el truco está en mantener la inflación a la temperatura de Ricitos de

Oro, ni demasiado caliente ni demasiado fría.

La inflación tiene dos componentes. El primero es la simple presión que ejerce sobre los precios debida a la

existencia de una cantidad demasiado grande de dinero circulante. El segundo depende de las expectativas que

tenga la gente sobre la inflación que se avecina. Cuando la gente cree que la inflación permanecerá bajo control,

se dice que las expectativas están bien ancladas. Pero si la gente espera una subida de los precios, entonces

tiende a gastar su dinero antes de que pierda valor, lo cual retroalimenta la inflación y la hace subir. Cuanto más

rápido gasta la gente, más rápido aumenta la inflación. Zimbabwe es un perfecto ejemplo moderno de esta

dinámica.

De acuerdo con estos principios, la política oficial sobre la inflación consta de dos componentes: el primero

consiste en regular la emisión de moneda y el segundo en anclar las expectativas inflacionarias.

¿De qué manera se anclan? Con el tiempo, esta manera ha ido reduciéndose a poco más que decirle a la gente

que la inflación ha bajado un poco o, a veces, mucho más de lo que lo hizo en realidad.

Los detalles de cómo se las arregla el gobierno para hacer esto son más complicados, pero vale la pena

estudiarlos. Dejaré claro desde este momento que los trucos y las artimañas que vamos a estudiar no han sido

obra de un gobierno en particular o de un partido político concreto. En realidad fueron aumentando con cada

gobierno durante los últimos 40 años.

Con Kennedy, a quien le molestaban sobremanera los altos índices de desempleo, se introdujo una nueva

clasificación que eliminaba de los titulares a los denominados “trabajadores desmoralizados”, es decir, aquellas

personas que ya ni siquiera buscaban trabajo, lo cual hizo bajar las cifras de desempleo.

Johnson creó el “presupuesto unificado” que disfrutamos hoy en día, el cual transfiere los fondos excedentarios

de la Seguridad Social al presupuesto general, donde se gastan pero no se incluyen como parte integrante del

déficit.

Richard Nixon nos legó la denominada “inflación central”, que excluye los alimentos y la gasolina, lo cual, tal

como dijo con sorna Barry Ritholtz, equivale a publicar sólo la exflación de la inflación. Por último, Bill

Clinton nos dejó el inextricable laberinto estadístico que constituye hoy en día el método oficial con el que

calculamos la inflación.

Cada uno de los cambios fue dando lugar a una nueva manera de calcular y notificar la inflación que,

inevitablemente, presentaba los resultados no como son, sino de color de rosa, es decir, según tales datos la

actividad económica iba siempre en aumento, la inflación era menor (muchísimo menor) y había empleo para

todos. Por desgracia, el impacto acumulativo de todos estos datos manipulados ha dado lugar a que nuestros

cálculos económicos hayan perdido toda relación con la realidad. La verdad es que nos estamos siempre

contando mentiras podridas, que distorsionan nuestras decisiones y ponen en peligro nuestro futuro económico.

Empezaremos por la inflación, que depende del Bureau of Labor Statistics, en español algo así como la “Oficina

de estadísticas laborales”, más conocida por su sigla, BLS. El BLS comunica la inflación mediante un índice

específico, denominado índice de precios al consumidor o IPC.

Si ustedes tuviesen que calcular la inflación, probablemente tratarían de saber el precio de una canasta básica de

un año para otro, restarían ambas cantidades y hallarían la diferencia entre ellas. De hecho, ese método sería el

mismo que se utilizó oficialmente en este país hasta principios de los años ochenta.

Pero en 1996 Clinton puso en práctica los resultados de la Comisión Boskin, con los cuales ahora se calcula la

inflación por medio de tres rarezas: Sustitución, coeficiente de ponderación y hedonismo. Para empezar, a causa

del denominado efecto de sustitución ya no se calcula simplemente el costo de bienes y servicios de un año para

el otro. Gracias a la Comisión Boskin hoy damos por sentado que cuando el precio de algo sube, la gente

compra otra cosa más barata. Así que, por ejemplo, cuando el precio del pescado sube demasiado, se le elimina

de la canasta básica y se le sustituye por otro alimento más barato, como pueden ser las salchichas. Mediante

esta metodología, según el BLS el precio de los alimentos subió un 4,1% de 2007 a 2008.

Sin embargo, el Farm Bureau, que podríamos traducir al español como la Oficina de agricultura, no calcula la

inflación de esta manera, sino que de un año para otro utiliza la misma canasta básica con treinta productos.

Page 33: Crash course

Pues bien, según el Farm Bureau, los precios subieron un 9,2%, no el 4,1% que pretendía el BLS. Como verán,

se trata de una enorme diferencia. Si he de fiarme de cómo lo vivimos en mi familia a la hora de comprar, creo

que fue el Farm Bureau quien estableció la verdadera tasa de inflación.

Una de las consecuencias del uso del factor sustitución es que el cálculo de la inflación deja de ocuparse del

costo de la vida y pasa a ocuparse del costo de la supervivencia.

Además, cualquier cosa cuyo precio sube demasiado rápidamente queda sometida al denominado “coeficiente

de ponderación geométrica”, con lo cual la ponderación de tales bienes y servicios es menor a la hora de

establecer el IPC, porque se supone que la gente los comprará menos. Si echamos mano de dos fuentes

estadísticas distintas del gobierno, encontraremos que la asistencia sanitaria constituye el 17% de nuestra

economía total, es decir, del PIB, pero en los cálculos de la canasta básica, que sirve para calcular el IPC, sólo

representa el 6%.

Y puesto que los costos de la asistencia sanitaria están subiendo con enorme rapidez, el resultado de haber

incluido una ponderación mucho menor es una reducción artificial de las cifras de la inflación. Si en vez de eso

se utilizase el porcentaje real del gasto sanitario, nuestro IPC sería significativamente mayor.

Pero el ajuste más descabellado de todos se obtiene a través del factor denominado “hedonismo”, palabra griega

que significa el placer como fin supremo de la vida. Se supone que el factor hedonismo ajusta las mejoras en la

calidad, sobre todo las que conducen a un mayor provecho o utilidad del producto, pero se ha trampeado su uso.

Veamos un ejemplo. Tim LaFleur es un especialista en televisores a sueldo del Bureau of Labor Statistics, que

como sabemos es el organismo gubernamental donde se calcula el IPC. Me imagino que Tim trabaja en un sitio

parecido a éste. En 2004 observó que un televisor de 27 pulgadas se vendía por 329,99 dólares, es decir el

mismo precio que en 2003, pero la pantalla era de mejor calidad. Una vez tomada en cuenta esta mejora

subjetiva, ajustó a la baja el precio de dicho televisor, es decir, le rebajó 135 dólares, lo cual le permitió concluir

que la mejor calidad de la pantalla equivalía a una reducción del 29% en el precio. El precio reflejado en el IPC

no fue el de la tienda, es decir, 329,99 dólares, que es lo que la gente debía pagar, sino 195 dólares. ¿No es

extraordinario? Para él, sí. Bureau of Labor Statistics los televisores cuestan menos, lo cual significa que hay

menos inflación. Lo malo es que cuando uno va a comprarlos tiene que pagar 329,99 dólares.

El hedonismo es un viaje sin boleto de regreso. Si este año compro un nuevo teléfono para sustituir al viejo y

ese nuevo teléfono tiene más botones, el BLS dirá que el precio ha caído. Pero si el nuevo aparato sólo me dura

ocho meses en vez de los 30 años que he tenido el viejo, nadie se ocupará de ajustar esa pérdida. En pocas

palabras, el factor hedonismo se basa en la improbable suposición de que las nuevas mejoras son siempre

beneficiosas y equivalen a una rebaja del precio.

Con el tiempo, el BLS ha ampliado el uso de los ajustes hedonísticos y ahora los aplica a todo: DVD, autos,

lavadoras, secadoras, refrigeradores e incluso libros de texto universitarios. El factor hedonismo sirve hoy en

día para ajustar el 46% del IPC total.

¿Qué pasaría si eliminásemos todas esas confusas manipulaciones estadísticas para calcular la inflación como

en los viejos tiempos? Por fortuna alguien ya lo hizo. John Williams, del sitio web shadowstats.com, se ha

dedicado a rastrear minuciosamente todas las modificaciones estadísticas realizadas a lo largo del tiempo y ha

anulado sus efectos.

Según Williams, si hoy calculásemos la inflación de la misma manera que a principios de los años ochenta, ésta

se situaría en torno al 13%, en vez del 5% que nos cuentan. Lo cual es una diferencia apabullante del 8%, que

explica a la perfección lo que vivimos en el día a día. Eso explica por qué la gente tiene que pedir prestado más

y ahorrar menos. Sus ingresos verdaderos son inferiores a lo que se nos dice. Una tasa mayor de inflación

quiere decir mercados de trabajo más frágiles y niveles de deuda más elevados. Representa con mucha mayor

fidelidad el crecimiento de la masa monetaria, y muchas cosas que resultaban difíciles de explicar con los datos

oficiales de baja inflación de repente adquieren sentido.

El costo social de engañarnos a nosotros mismos es enorme. Para empezar, si la inflación se calculase como

antes, los desembolsos de la Seguridad Social, cuyos aumentos se basan en el IPC, serían un 70% más elevados

de lo que son, pues dado que los aumentos del Medicare están asimismo vinculados con el IPC, los hospitales

tienen cada vez más dificultades para equilibrar sus presupuestos y el resultado es que muchas comunidades

pierden servicios. Ésas son las verdaderas consecuencias.

Page 34: Crash course

Pero además de pagar menos con los cheques de ayuda social debido al falseamiento de la inflación, los

políticos sacan provecho de otra manera muy importante.

El producto interno bruto, el PIB, sirve para saber si nuestra economía va bien o mal. En teoría, el PIB es la

suma total de todas las transacciones con valor añadido en el interior de nuestro país durante un año dado.

Pero veamos un ejemplo de hasta qué punto el PIB se ha extraviado en los meandros de la irrealidad. La cifra

oficial del PIB en 2003 fue de 11 billones de dólares, lo cual implica que en 2003 hubo transacciones

económicas con valor añadido, basadas en dinero, de 11 billones.

Pero en realidad nada de eso sucedió.

En primer lugar, esos 11 billones incluían 1,6 billones de imputaciones, en las que se suponía que se había

creado un valor económico, pero en realidad tales transacciones nunca ocurrieron.

La mayor parte de tales imputaciones correspondió al “valor” que el propietario de una casa recibe por el simple

hecho de no tener que pagarse una renta a sí mismo. ¿Ahora entienden? Si usted ya ha pagado su casa por

completo y no debe nada de la hipoteca, el gobierno añade la renta que supuestamente debería pagarse a sí

mismo por vivir bajo ese techo y añade dicha cantidad al PIB.

Otro truco es el beneficio que usted recibe por el hecho de que su banco no le cobre por las transacciones de su

cuenta bancaria. A esas transacciones gratuitas el gobierno les imputa un valor, ya que si no fuesen gratuitas

usted debería pagar por ellas. Más claro, agua. Así que ese valor se calcula al azar y se añade también al PIB.

Calculadas juntas, estas dos imputaciones añaden más de 1 billón de dólares a nuestro PIB.

Pero, además, el PIB contiene muchos elementos hedonísticamente ajustados. Por ejemplo, las computadoras

están hedonísticamente ajustadas para tener en cuenta el hecho de que, como son más rápidas y tienen muchas

más prestaciones que en años pasados, ayudan a que nuestra producción económica aumente.

Ese truco permite que cuando se vende una computadora por 1.000 dólares su contribución al PIB sea siempre

superior a los 1.000 dólares. Por supuesto, todo ese dinero extra es ficticio, ya que ni existe ni nunca cambió de

manos.

Lo curioso es que, en el cálculo de la inflación, los ajustes hedonísticos se utilizan para reducir el precio

aparente de las computadoras, mientras que en el cálculo del PIB se utilizan para lo contrario, es decir, para

aumentar su precio aparente. Por ello, el factor hedonismo es una maniobra para reflejar precios mayores o

menores, aunque siempre falsos, según resulte más conveniente.

¿Y a cuánto ascendieron los ajustes hedonísticos totales en 2003? A la escandalosa cifra de 2,3 billones de

dólares. Tomado en su conjunto, eso significa que 3,9 billones de dólares, es decir, el 35% de nuestro PIB, se

basó en transacciones inexistentes, que nadie pudo ver, registrar o tocar. Puritito humo. Eran transacciones

inventadas, modeladas o imputadas, pero que no aparecen en ninguna cuenta bancaria, pues no hubo dinero

alguno que cambiase de manos.

Por eso, cada vez que alguien les diga cosas como “nuestro nivel de endeudamiento es todavía bastante bajo con

respecto al PIB” o “el porcentaje del PIB que representan los impuestos es el más bajo de la historia”, no

olviden que, como el valor del PIB está artificialmente elevado, toda operación matemática que utilice

CUALQUIER COSA como numerador y el PIB como denominador dará un cociente artificialmente bajo.

A continuación procederemos a vincular inflación y PIB. El PIB que publica el gobierno está siempre ajustado a

la inflación, lo cual quiere decir que ya se le ha restado la inflación. Eso es lo que se denomina PIB real,

mientras que antes de haberlo ajustado a la inflación es el PIB nominal. Se trata de una operación importante,

porque se supone que el PIB representa la producción real, no el impacto de la inflación.

Por ejemplo, si toda nuestra economía consistiese en producir lámparas de lava y fabricásemos una un año y

otra al siguiente, deberíamos calcular que el crecimiento de nuestro PIB es cero, ya que la producción habría

sido exactamente la misma.

De manera que si vendiésemos una lámpara de lava por 100 dólares un año y por 110 dólares al siguiente, y al

PIB no le restásemos el aumento del precio, nuestro cálculo habría introducido inadvertidamente un crecimiento

del 10%. En este ejemplo, la economía real de la lámpara de lava posee un valor de 100 dólares, mientras que el

Page 35: Crash course

valor de su economía nominal es 110 dólares. Pero lo que cuenta es la economía real, porque lo que el PIB trata

de medir es la producción, no el precio.

¡Aaaaaah! Ahora empezamos a entender la segunda razón por la que a Washington le encanta que la inflación

oficial sea baja: es porque el PIB se expresa en términos reales. Los datos del gobierno indican que en el tercer

trimestre de 2007 nuestro PIB experimentó un fuerte y asombroso crecimiento del 4,9%. Por aquellos días,

muchos políticos declararon con orgullo que aquella excelente noticia se debía a la bajada de los impuestos,

etc., etc. Lo que no dijeron, o si lo dijeron fue con la boca pequeña, es que el PIB nominal era del 5,9%, del cual

se dedujo una inflación tan ridícula que deja con la boca abierta –el 1%– para poder llegar a ese magnífico

resultado final del 4,9%.

En caso de que alguien quisiera creer en la veracidad de ese porcentaje del 4,9% que nos endosaron, tendría

antes que aceptar sin pestañear que nuestra inflación nacional era del 1% justamente durante el mismo período

en que el petróleo valía cerca de 100 dólares el barril y cuando en todo el mundo se disparaba de forma

irrefutable.

Para que no lleguen a pensar que he escogido maliciosamente un caso aislado de astucia estadística, veamos

ahora este gráfico del denominado deflactor del PIB, que es una medición específica de la inflación que se

sustrae del PIB nominal para revelar el PIB real. Como pueden ver, durante los pasados 15 trimestres, el Bureau

of Economic Analysis, es decir, la Oficina de análisis económicos, ha estado tranquila y sistemáticamente

sustrayendo porcentajes cada vez menores de inflación, lo cual es un insulto al sentido común, sobre todo si se

tiene en cuenta la inflación en el mundo real. Recuerden, cada porcentaje de inflación que se subestima es un

porcentaje del PIB que se exagera.

Si esto que les digo no es engañarnos a nosotros mismos, entonces habrá que pensar que estamos delirando. Me

gustaría que se acordasen de esta trampa falaz cada vez que alguien les diga que “nuestra robusta economía

sigue en expansión”.

Si en vez de hacer caso de las cifras oficiales las calculásemos nosotros mismos o utilizáramos las de John

Williams, veríamos que hace ya bastante tiempo que entramos en recesión. ¡Vaya, vaya!

De repente muchas cosas que resultaban difíciles de entender adquieren sentido. Negocios que pierden fuerza,

ejecuciones hipotecarias, pérdidas de empleo, aumento de los déficits presupuestarios, reducción de las entradas

públicas en concepto de impuestos, disminución de las ventas de automóviles… todo eso se debe a la recesión,

no a ninguna expansión.

Y los mismos trucos estadísticos que acabamos de desenmascarar se utilizan en los datos de la renta, el

desempleo, el precio de la vivienda, los déficits presupuestarios y prácticamente en cualquier otra estadística

económica gubernamental. Cada uno de esos datos está sesgado por una serie de truculencias estadísticas que

los muestran de color de rosa.

Estamos en medio de una temible crisis crediticia, en una burbuja que ha estallado y en la primera ola de

jubilaciones de baby boomers, de manera que lo que necesitamos es información creíble para poder salir del

hoyo, no mentiras. Terminaré con otra cita de Kevin Phillips: “…es posible que nuestra nación lamente un día

el haberse olvidado de la historia, del riesgo y del sentido común”.

Esa es la razón por la que deberían preocuparse de aprender algo tan aburrido como la manera de calcular el

PIB y la inflación.

Y ahora ya saben por qué las cuentas no cuadran. Los espero en el Capítulo 17, Parte A, en el que hablaremos

del pico del petróleo y su relación con nuestro futuro económico.

El Crash Course Capítulo 17a: El pico del petróleo

Este capítulo sobre el pico del petróleo es trascendental. Recordarán que en el Capítulo 3 dije que vincularíamos

los componentes de la sigla “EEMA”. Por el momento vamos a vincular Economía y Energía. Se trata de uno

de los capítulos más importantes del Crash Course y deseo reconocer públicamente mi deuda con los cientos de

estudiosos que, con suma dedicación y paciencia, fueron reuniendo los datos aquí presentados y trabajaron sin

descanso para avanzar en la comprensión del papel que desempeña la energía en nuestras vidas. Rindo aquí

homenaje a esas y a muchas otras fuentes.

Page 36: Crash course

La energía es la sangre que da vida a cualquier economía. Pero cuando una economía se basa en un sistema

monetario de deudas exponenciales y al mismo tiempo necesita para funcionar un suministro también

exponencial de energía, la oferta existente de dicha energía exige la mayor atención.

Si nos detenemos en el consumo de energía en Usamérica, representado aquí por este gráfico del Departamento

de Energía, veremos que el petróleo representa más del 50% de nuestra energía anual. Si se consideran juntos el

petróleo y el gas natural, ese porcentaje alcanza y sobrepasa el 75% de nuestra energía, calculada en cuatrillones

de BTU, es decir, de British Thermal Units o unidades térmicas británicas, que representan la cantidad de

energía necesaria para elevar un grado Fahrenheit la temperatura de una libra de agua en condiciones

atmosféricas normales.

Vamos a examinar el petróleo con todo detalle, pero prácticamente todo lo que diga sobre el petróleo puede

aplicarse al gas natural.

Para poder comprender lo que significa el “pico del petróleo” es necesario que sepamos cómo están físicamente

estructurados los yacimientos y de qué manera se extrae el petróleo. Existe la falsa idea de que basta con

colocar una plataforma petrolífera encima del yacimiento, perforar luego un agujero y por fin insertar una

tubería para que, a través de ella, empiece a brotar el petróleo proveniente de un gran lago subterráneo hasta

que, un día, cuando ha salido todo, el pozo se seca.

No es así. En realidad los yacimientos subterráneos están formados por roca sólida y el petróleo se encuentra en

rocas porosas, como arenisca, las cuales permiten que el petróleo fluya a través de grietas y poros. No existen

grandes cavernas o lagos de petróleo en el subsuelo. El petróleo ha de ser extraído cuidadosamente de una

matriz rocosa muy sólida.

Para entenderlo mejor, se puede comparar un yacimiento de petróleo a un Bloody Mary, en el cual el petróleo

sería el cóctel de vodka y tomate, mientras que la roca sería el hielo picado. Cuando se perfora un yacimiento, la

cantidad de petróleo que brota al exterior sigue un patrón previsible a lo largo del tiempo, que termina

pareciéndose a una curva en forma de campana. Al principio, para seguir con el símil del Bloody Mary, cuando

descubrimos la bebida, nuestra copa sólo tiene un popote para sorber, pero luego, con la excitación que provoca,

otros se apuntan y le van introduciendo cada vez más popotes, lo cual hace que aumente la cantidad de líquido

que sale al exterior. Pero llega un momento en que, por muchos sorbetones que se den o muchos popotes que se

añadan, el Bloody Mary ya se terminó y lo único que queda en la copa es el hielo. Así es como funciona un

pozo de petróleo.

Cada uno de los yacimientos de petróleo explotados hasta la fecha ha mostrado ese mismo perfil de extracción.

Y lo que es verdad para un yacimiento es también verdad para todos los demás considerados en su conjunto,

porque si los pozos individuales alcanzan un pico, la suma de todos los pozos también la alcanza. Por eso, el

pico del petróleo NO es una teoría abstracta, sino la descripción de un fenómeno físico perfectamente

caracterizado.

Lo que sí es algo teórico es cuánto petróleo queda por descubrir, pero el proceso mediante el cual los pozos

petrolíferos se agotan está perfectamente comprendido. El pico del petróleo es un hecho incuestionable.

También es preciso añadir que pico del petróleo NO equivale a “fin del petróleo”. Cuando se alcanza el pico,

todavía queda más o menos la mitad del petróleo en el interior del pozo.

Pero una vez que se llega a esta mitad del camino sucede algo muy interesante. Mientras que, al principio, el

petróleo brota del subsuelo con mucha presión, una vez que ya sólo queda la mitad debe ser laboriosamente

bombeado hacia afuera, obviamente a un alto precio. De la misma manera que durante la parte ascendente de

esta curva en forma de campana de extracción de cada barril es barata, la parte descendente de la curva se

vuelve cara y cada nuevo barril es más costoso en tiempo, dinero y energía necesarios para su extracción. Hasta

que llega un momento en que cuesta más extraer un barril de petróleo que su valor neto y es en ese momento

cuando se abandona el pozo.

Veamos ahora nuestra propia experiencia en Usamérica. Desde el primer pozo que se perforó en 1859 hasta el

año 1970 la extracción de petróleo procedente del subsuelo, representada por la línea azul, fue en aumento. Pero

después de aquel punto empezó a disminuir. Por lo tanto, se dice que Usamérica alcanzó el pico de su

producción petrolífera en 1970, con una cantidad inferior a 10 millones de barriles al día. En la actualidad,

produce menos de 5 millones de barriles al día. Ésos son los hechos.

Page 37: Crash course

Si se considera SOLAMENTE nuestro consumo de petróleo en este país, la diferencia hasta alcanzar los 15

millones de barriles que consumimos al día debe obtenerse mediante importaciones. Lo cual quiere decir que

importamos 2/3 de nuestras necesidades diarias.

Pero si alguien quiere producir petróleo primero tiene que descubrirlo, ¿no? Porque lo difícil es bombear algo

sin haberlo encontrado antes. Los hallazgos de yacimientos de petróleo en Usamérica llegaron a su pico en

1930, lo cual quiere decir que entre aquel año, 1930, y el pico de la producción de 1970 transcurrieron 40 años.

No olviden esa cifra, 40 años.

Veamos una interesante aportación al margen: Supongan que quisiéramos eliminar nuestra “dependencia” del

petróleo importado y decidiésemos reemplazar esos 10 millones de barriles diarios por otras formas de energía.

Esos 10 millones de barriles de petróleo que importamos equivalen en poder energético a 750 centrales

nucleares. Pero si pensamos en los problemas que hemos tenido con las 104 que ahora funcionan en nuestro

país, creo que no exagero si digo que la energía nuclear no es una candidata realista para compensar la

reducción de las importaciones de petróleo. Entonces, ¿hasta qué punto deberíamos incrementar nuestra

producción actual de energía solar, eólica y de biomasa? Bien, deberíamos multiplicarla por un factor de 2.000.

Ojo, no estoy hablando del 2.000%, sino de 2.000 veces nuestra producción actual.

Pero si ahora desviamos nuestra mirada hacia los hallazgos de yacimientos de petróleo en el resto del mundo,

veremos que fueron aumentando década a década hasta la de los sesenta y, a partir de entonces, empezaron a

disminuir también década a década. Las proyecciones futuras son incluso más sombrías. ¿En qué momento se

sitúa el pico exacto de los hallazgos de pozos de petróleo? Exactamente en 1964, hace ahora más de 40 años, lo

cual no es ninguna teoría, sino otro hecho cruel, frío e incuestionable.

Recuerden, para poder producir petróleo primero hay que descubrirlo.

Y éste es el tercer y último hecho incuestionable que quiero presentarles sobre la producción: Se trata de un

gráfico que muestra solamente la producción de crudo convencional en el mundo, es decir, no incluye los

biocombustibles y otros líquidos que, en conjunto, ascienden sólo a 10 millones de barriles al día. El crudo

convencional posee el mayor poder energético de todos los combustibles y, por sí solo, es el responsable del

crecimiento mundial de los últimos 100 años. Aquí podemos ver que, por la razón que sea, la producción de

petróleo se ha estancado en una curva de recorrido plano, horizontal, desde mediados del año 2004. Desde

luego, el precio no ha tenido nada que ver con ese recorrido plano, porque subió de 50 dólares el barril en 2005

hasta 120 dólares en 2008.

Y si alguna vez el mercado necesitó petróleo con urgencia fue esta vez.

¿Es posible, pues, que este gráfico nos esté diciendo que la producción de crudo convencional ha llegado al

pico? Desde luego, la doble señal de un rápido aumento del precio junto a una producción de recorrido plano

parece indicarlo claramente. Vale la pena recordar que el pico mundial de los hallazgos de petróleo ocurrió

exactamente 40 años antes de que la curva de este gráfico de producción dejase de subir, lo cual parece ser una

repetición de los 40 años que también transcurrieron en Usamérica entre el pico de los hallazgos locales de

yacimientos y el pico de producción de éstos. Expresado de esta manera quizá no parezca grave, así que lo diré

sin pelos en la lengua: Si de verdad hubiésemos llegado al pico del petróleo mundial, tal como estos datos

sugieren que es posible, la situación sería gravísima.

Sin embargo, lo verdaderamente inaplazable en este momento no es la identificación del momento exacto del

pico del petróleo, que no es más que un dato académico de cara a la galería, sino el hecho peligrosísimo de que

los trastornos económicos empezarán tan pronto como exista una diferencia entre la oferta y la demanda.

Este gráfico nos ofrece una manera muy sencilla e inteligente de entender el problema de la oferta y la

demanda. Lo desarrolló un geólogo de Dallas llamado Jeffrey Brown y lo denominó Export Land Model, que

podría traducirse por Modelo de exportación interna. Supongamos un hipotético país que produjese 2 millones

de barriles de crudo al día y cuya producción estuviese disminuyendo a una tasa del 5% anual. Vemos aquí que

ese país podría exportar 2 millones de barriles, pero al cabo de 10 años las exportaciones habrían disminuido a

1.250.000 barriles al día. Hasta aquí no parece haber problema. Pero ahora supongamos que ese mismo país

necesite petróleo para su consumo interno, como les sucede a todos los países, que consumen 1 millón de

barriles al día y cuya demanda interna aumenta a una tasa del 2,5% anual. Eso también parece razonable.

¿Qué sucederá con las exportaciones en este modelo? Pues que al cabo de 10 años caerán a cero. Éste es el

milagro del interés compuesto que ya estudiamos al principio del Crash Course, pero a la inversa, pues las

exportaciones disminuyen tanto por el declive del propio petróleo como por el aumento del consumo interno. Se

Page 38: Crash course

trata de un escenario muy realista, porque hoy en día ya podemos observar que la producción está en declive,

incluso si la demanda está subiendo en muchos países. En el caso de México, que en la actualidad es el tercer

exportador de petróleo a Usamérica, el declive de su producción y el aumento de su consumo interno eliminarán

por completo sus exportaciones en 2011 o 2012. ¿Dónde encontrará Usamérica una nueva fuente de petróleo en

los próximos tres o cuatro años?

Lo que está en disputa es el momento preciso en que tendrá lugar el pico del petróleo, ya que las estimaciones

varían entre ahora mismo y dentro de 30 años. Pero, tal como ya he dicho antes, el momento preciso de dicho

pico es sólo un dato académico de cara a la galería, puesto que el auténtico problema es qué pasará cuando la

demanda mundial de petróleo supere a la oferta disponible. Será en ese preciso momento cuando los mercados

petroleros cambiarán para siempre y, con toda probabilidad, sucederá de la noche a la mañana. En primer lugar,

seremos testigos de incrementos masivos del precio del petróleo, eso será algo ineludible. ¿Recuerdan cuando la

“escasez” de alimentos nos sorprendió de repente en febrero de 2008? Se debió a la percepción de que la

demanda excedía a la oferta, lo cual condujo a que muchos países prohibiesen de forma inmediata las

exportaciones de alimentos. Esta misma dinámica de acaparamiento nacional será con certeza uno de los rasgos

del mercado mundial del petróleo cuando surja la percepción de que existe escasez de crudo. Cuando suceda,

nuestras inquietudes con respecto al precio pasarán a segundo plano, reemplazadas por el terror que nos

producirá la escasez.

Pero si queremos comprender por qué el petróleo es tan importante para nuestra economía y nuestra vida diaria

es preciso que sepamos antes qué es lo que nos proporciona sin que, aparentemente, nos demos cuenta. Si

valoramos cualquier fuente de energía es porque podemos ponerla a nuestro servicio. Por ejemplo, cada vez que

ustedes prenden una bombilla de 100 vatios es como si tuviesen a su servicio a un ser humano que pedalease

con todas sus fuerzas para mantener iluminada esa bombilla. 100 vatios es la energía que utiliza una sola

bombilla. En la sombra, sin que nadie los vea, es como si cuando ustedes dejan correr el grifo, se duchan con

agua caliente o quitan el polvo con el aspirador tuviesen 50 empleados pedaleando desesperadamente para

producir la energía que requieren esos actos cotidianos. Cincuenta “esclavos” son muchos más que los que

poseían los reyes del pasado. Por eso podría decirse que, hoy en día, todos vivimos como reyes en este país, sin

embargo no le damos importancia, porque nos parece la cosa más normal del mundo.

Veamos ahora cuánto trabajo humano equivalente contiene un galón, es decir 3,78 litros de gasolina, que es

nuestro líquido favorito. Para saberlo, introduzcan un galón de gasolina en el depósito de su coche, manejen

hasta que se agote y, luego, regresen a casa empujando el coche. Es la mejor manera de enterarse. Para

expresarlo en cifras, un galón de gasolina, es decir, 3,78 litros, contiene la energía equivalente de 500 horas de

dura labor humana, es decir, 12 semanas y media de trabajo a razón de 40 horas por semana.

Entonces, ¿cuánto vale un galón de gasolina? ¿4 dólares? ¿10 dólares? Si tuviesen que pagar a razón de 15

dólares la hora a este pobre hombre para que empujase el coche hasta su casa, el galón de gasolina alcanzaría el

valor de 7.500 dólares.

Veamos otro ejemplo. Se calcula que la cantidad de alimentos que el usamericano medio consume cada año

requiere el equivalente energético de 400 galones, es decir, de 1.512 litros de petróleo en concepto de

producción y transporte.

A razón de 4 dólares el galón, la factura asciende a 1.600 dólares, lo cual a simple vista no parece exagerado.

Sin embargo, si consideramos que esos 400 galones representan la energía equivalente de 100 seres humanos

trabajando todo el año 40 horas por semana, la cosa cambia por completo. Vista desde este ángulo, su dieta

personal hubiese estado fuera del alcance de la mayoría de los reyes del pasado. Para ponerlo en el contexto

real, digamos que la producción y distribución de alimentos acaparan 2/3 de nuestra producción interna de

petróleo. Ésa es una de las razones por la que el cese de las importaciones sería, por decirlo suavemente,

problemático.

Pero aparte de que el petróleo trabaja sin descanso en la sombra para facilitarnos la vida, y ello sin parangón

alguno con cualquier momento histórico anterior, este líquido es un milagro en otros muchos aspectos. Esta

fotografía muestra a una típica familia usamericana a la que se le pidió que exhibiese delante de su casa todos

sus objetos derivados del petróleo. ¿Que les parece?

¿Creen que sería fácil reemplazar el petróleo de nuestra economía, basada en el consumismo y el crecimiento?

No, no sería fácil. En la actualidad utilizamos el petróleo principalmente para el transporte, que acapara en torno

al 70% de todo el consumo, como muestra la línea roja. Dicho porcentaje puede descomponerse en bloques, que

incluyen el transporte en sí mismo, en azul; las necesidades de la industria, en rosa; el hogar, con la calefacción

y las idas y venidas entre el hogar y el trabajo, en amarillo. ¿Saben a que corresponde esa delgada banda color

Page 39: Crash course

violeta? Al petróleo utilizado para generar electricidad. Exceptuando los biocombustibles, que comentaremos

más adelante, lo único que producen todas las fuentes de energía renovable es calor o electricidad, lo cual

significa que incluso si TODA la electricidad y la calefacción que ahora nos ofrece el petróleo pasáramos a

producirla con energías renovables, lo único que habríamos solucionado sería esa delgada banda color violeta.

Por no hablar de los procesos industriales, en los que el petróleo alimenta prácticamente de forma exclusiva

innumerables necesidades de la vida diaria, como son los fertilizantes, los plásticos, las pinturas, las fibras

sintéticas, innumerables procesos químicos y los viajes en avión. El problema es que si consideramos otras

fuentes potenciales de energía, la triste realidad es que son incapaces de proveer tales necesidades.

Los biocombustibles y el carbón podrían potencialmente ocuparse de tales funciones, pero desde luego no sin

un programa masivo de reinversiones y, de ninguna manera, a corto plazo.

Veamos ahora unos pocos hechos incuestionables. Para poder producir petróleo primero hay que encontrarlo, ya

lo hemos dicho; por eso, el Hecho incuestionable N.º 1 es que el pico de los hallazgos mundiales de petróleo se

alcanzó en 1964. En Usamérica, el pico de los hallazgos nacionales de petróleo se alcanzó en 1930 y, 40 años

después, sobrevino el pico de la producción. Hoy, en 2009, hace ya 45 años que se alcanzó el pico de los

hallazgos mundiales de petróleo.

El Hecho incuestionable N.º 2 es que la producción mundial de crudo convencional ha permanecido plana

durante los últimos cuatro años, y ello incluso si los precios subieron un 140%. Si se consideran juntos los

hechos incuestionables 1 y 2, podría decirse que existe la posibilidad de que hayamos alcanzado el pico del

petróleo. Si fuese verdad, más nos valdría haber empezado a prepararnos hace una década, si no más, para este

momento.

El Hecho incuestionable N.º 3 es que la importación usamericana de petróleo equivale en energía a 750

centrales nucleares, lo cual es siete veces el número de centrales nucleares que ya tenemos y casi el doble del

número total de centrales nucleares que existen en el mundo.

Retomemos ahora los conceptos claves del Crash Course. El Concepto clave N.º 9 es que el pico del petróleo es

un proceso bien establecido, que describe desde el punto de vista físico la manera en que envejecen los

yacimientos de petróleo. Disponemos literalmente de miles de estudios sobre esto, de manera que no es un

concepto abierto al debate. Lo único que cabe discutir es cuándo llegará este pico.

El Concepto clave N.º 10 es un secreto a voces del que ni siquiera nos damos cuenta: La cantidad de trabajo que

el petróleo realiza para el usamericano medio equivale al trabajo de cientos de esclavos que éste tuviese a su

disposición. Es ese trabajo que realiza el petróleo lo que hace que nuestras vidas sean como son,

asombrosamente confortables en comparación con los modelos históricos del pasado. El tipo de vida que lleva

cualquier familia de clase media en Occidente sería la envidia de los reyes medievales.

El Concepto clave N.º 11 es que el petróleo es una sustancia mágica, de abastecimiento finito, pero de una

importancia ilimitada. No se trata de ninguna exageración.

La transición desde una fuente energética a otra es una proposición endiabladamente cara, que plantea retos

descomunales en lo que respecta al costo, a la escala y al tiempo. Los humanos necesitaron muchísimos años

para pasar desde la madera al carbón como fuente energética mejor. Luego, durante varias décadas hicieron la

transición desde el carbón al petróleo, por la misma razón que sus antepasados, la mejora energética. Sin

embargo, los candidatos que hoy existen para sustituir al petróleo carecen de capacidad energética para mejorar

la del propio petróleo. La tecnología no es una fuente de energía –puede ayudarnos a explotar nuestra energía

con mayor eficiencia–, así que confundir tecnología con fuentes de energía es un enorme error.

Y, por último, es fundamental que nos preparemos para cuando la oferta de petróleo se vea excedida por la

demanda. Lo cual da lugar al Concepto clave N.º 12: Las exportaciones de petróleo están bajando por dos

razones: el aumento de la demanda y la disminución de la producción. Lo cual significa que el momento en que

las naciones del mundo se den cuenta por fin de que no hay bastante petróleo para todos puede llegar mucho

más pronto de lo que cree la mayoría. Las funciones exponenciales son un concepto difícil de entender para los

seres humanos y las exportaciones de petróleo están sujetas doblemente a este concepto, razón por la cual la

tasa de declive en la producción de petróleo es sorprendentemente elevada.

Con dichas palabras se termina este brevísimo recorrido por el pico del petróleo. Si todavía no conocen en

profundidad lo que es el pico del petróleo deberían darse prisa en aprenderlo, porque es algo de suma

Page 40: Crash course

importancia para su futuro. En mi sitio web pueden encontrar toda la información necesaria sobre libros

esenciales, artículos esenciales y páginas sobre recursos.

En el siguiente capítulo hablaremos de la intersección entre Energía y Economía. En él demostraré por qué no

fue algo casual que nuestro sistema monetario, basado en la deuda, empezase a crecer precisamente en el mismo

momento en que se descubrió una fuente de energía de alta calidad, capaz de crecer exponencialmente a su lado,

el petróleo.

Los espero en el Capítulo 17, Parte B, titulado “Economía de la energía”, en el cual estudiaremos la importancia

de la energía para nuestros sistemas económicos y monetarios particulares.

Gracias por su atención.

El Crash Course Capítulo 17b: Economía de la

energía

En este capítulo entramos en la línea de pensamiento que guía mis hábitos adquisitivos y de inversión, y que se

me ha ocurrido llamar economía de la energía.

Cuando se empezó a utilizar por primera vez el petróleo con fines industriales, la población mundial contaba

con 1.500 millones de personas y los barcos de vela todavía surcaban los mares junto a los barcos de vapor.

Desde entonces, la población mundial se ha cuadruplicado, la economía es veinte veces mayor y el uso de la

energía se ha multiplicado por más de cuarenta.

Todos somos conscientes de los enormes beneficios obtenidos de esta explosiva liberación del potencial

humano. Para poder apreciar la fragilidad que pone en peligro la persistencia de tal abundancia deberemos

comprender el papel que la energía representa actualmente en la conformación de nuestra sociedad.

En el Capítulo 5 del Crash Course expliqué que tanto el crecimiento como la prosperidad dependen de los

excedentes. Pero no sólo el crecimiento y la prosperidad dependen de los excedentes, también es el caso de otro

importante elemento social. Si consideramos que este rectángulo amarillo representa la totalidad de la energía

alimentaria disponible para los seres humanos de una sociedad y luego establecemos la cantidad exacta de

alimentos que esos seres humanos necesitan únicamente para obtener más alimentos y permanecer con vida,

veremos que su sociedad sería muy rudimentaria y no demasiado compleja.

Si en vez de eso fuesen capaces de producir un poco más, es decir 1,2 calorías por cada caloría gastada, habrían

alcanzado el mismo equilibrio energético que existía en los tiempos medievales. Ese escaso 20% de excedente

energético basta para que existan jerarquías acaudaladas, aparezcan especializaciones en el trabajo y se

construyan grandes obras arquitectónicas.

Con el necesario excedente energético, los seres humanos pueden llevar a cabo en poco tiempo importantes y

complejas creaciones, como demuestran estas dos fotografías de Dubai, país rico en petróleo, tomadas con una

diferencia de 17 años.

Lo cual nos lleva a formular el Concepto clave N.º 13 del Crash Course: “La complejidad social se basa en la

energía excedentaria”. Las sociedades que pierden complejidad sin desearlo son claramente lugares poco

agradables para vivir. Si se tiene en cuenta lo que acabo de decir, ¿acaso no deberíamos determinar con atención

cuál es nuestro excedente de energía… y de dónde procede?

A continuación vamos a estudiar la noción de presupuesto energético. Es exactamente lo mismo que el

presupuesto doméstico, pero en su ecuación no se utilizan dólares. Funciona de la siguiente manera:

En cualquier momento dado existe una cantidad definida de energía disponible para el uso que uno quiera darle.

En este bloque amarillo incluiremos todas la energías disponibles, solar, eólica, hídrica, nuclear, del carbón,

petróleo, gas natural… y cualquier otra que se nos pudiera olvidar en este momento.

Se trata de nuestra energía total para darle el uso que mejor nos plazca. Pero si queremos disponer de más

energía al año siguiente, es obvio que deberemos reinvertir algo de esta energía en tratar de encontrar más

energía. También deberemos invertir en construir y mantener la infraestructura que nos permita acumular y

Page 41: Crash course

distribuir energía, y mantener una sociedad compleja. Se trata de carreteras, puentes para oleoductos, torres de

alta tensión, edificios, etc.

El resto de la energía se dejará para el consumo. Una parte va a las necesidades básicas para vivir, tales como

agua, alimentos y vivienda, y otra para consumir a discreción, ya se trate de viajes de placer, fiestas o regalos.

Para simplificar esto un poco más, podemos dividir el uso de la energía en dos grandes bloques: La energía que

debe reinvertirse para mantener todo en marcha (en rojo) y la energía que se utiliza a discreción (en verde).

Este presupuesto energético se gestiona exactamente igual que el de los ingresos económicos. Supongamos que

su familia dispone de 50.000 dólares al año y que sus impuestos sobre la renta ascienden el 30% de esta

cantidad. Eso significa que su familia dispone de 35.000 dólares para comprar alimentos, gasolina para el coche,

pagar la vivienda y, probablemente, algunas otras cosas. Si por alguna razón esto se invirtiese y, de improviso,

su familia dispusiera de sólo 15.000 dólares para los gastos del hogar, la situación cambiaría drásticamente. Es

posible que su familia sólo pudiese entonces costearse los alimentos y la vivienda, y tuviera que renunciar al

coche, a nuevos aparatos electrónicos y a las vacaciones. Su vida se vería simplificada por la fuerza, porque no

podría costearse ciertas cosas. No sería agradable.

Me gustaría que empezasen a reflexionar sobre la cantidad de energía que sería necesario reinvertir para obtener

más energía, algo así como si se aplicasen a sí mismos un impuesto sobre su salario.

Les diré por qué.

Olvídense de cuánto cuesta la energía, porque eso es irrelevante, sobre todo en los tiempos actuales, en los que

el dinero se imprime de la nada, sin respaldo alguno. En vez de eso, vamos a centrarnos en cuánta energía se

necesita para obtener más energía y voy a demostrarles que eso es lo único que importa. Por fortuna, se trata de

un concepto fácil de captar: se denomina “Energía neta”.

Para calcular la energía neta hay que dividir la cantidad de energía que obtenemos por la cantidad de energía

que hemos utilizado para obtener dicha energía. Es decir, la energía obtenida dividida por la energía invertida.

La energía invertida equivale a los impuestos, mientras que la energía obtenida equivale al salario que traemos a

casa. Imaginen que toda la energía necesaria para perforar un pozo de petróleo fuese un barril de petróleo y que

de dicho pozo se obtuviesen 100 barriles. Podríamos decir que la energía neta obtenida sería el cociente de 100

dividido por 1. Los impuestos pagados serían un barril por cada 100 o, dicho de otro modo, el 1%. Otra manera

de expresarlo, que encontrarán con frecuencia en los textos anglófonos dedicados a la energía, es Energy

Returned on Energy Invested, o bien su sigla EROEI. En español esto significa “energía obtenida de la energía

invertida”. Por el momento, en este capítulo, vamos a utilizar únicamente el concepto de “energía obtenida

dividida por energía invertida”, ya que es más fácil de visualizar y esencialmente se trata de la misma cosa.

Vamos ahora a visualizarlo comparando con imágenes la relación entre la energía obtenida y la energía

invertida. La parte roja de este gráfico es la cantidad de energía invertida, mientras que la parte verde es la

cantidad de energía obtenida, o energía neta. Están dispuestas de tal manera que la suma de ambas es siempre el

100% (véase la ordenada del gráfico). En este primer escenario la energía obtenida, dividida por la energía

invertida, produce 50 unidades energéticas, lo cual quiere decir que se utilizó 1 unidad de energía para producir

50 unidades de energía (véase la abscisa del gráfico). En otras palabras, se utilizó el 2% de la energía para

encontrar y producir energía, lo cual nos dejó un 98% de energía neta para utilizar a placer. Podríamos también

denominar esta parte verde como “energía excedentaria disponible para la sociedad”.

Incluso si el cociente de energía neta subiese a 15, la energía excedentaria disponible para la sociedad seguiría

siendo bastante alta.

Por supuesto, esta energía excedentaria es la que sustenta todo nuestro crecimiento económico, nuestro progreso

tecnológico y nuestra maravillosamente rica y complicada sociedad.

Quiero que ahora presten atención a lo que sucede en esta parte del gráfico, entre las unidades energéticas 10 y

5 de la abscisa. La energía neta disponible para la sociedad, representada con el color verde, empieza a adoptar

una forma de palo de hockey, que debería serles familiar tras haber estudiado el capítulo que trata del

crecimiento exponencial. Pero este palo de hockey es descendente. Por debajo de la unidad energética “5”, la

línea del gráfico se despeña y se convierte en cero al llegar a la unidad “1”. Cuando se necesita 1 unidad de

energía para obtener 1 unidad de energía, el excedente energético es cero y ya no vale la pena molestarse en

obtenerlo. Por debajo de la unidad energética “5” estamos ya al borde del precipicio de la energía.

Page 42: Crash course

Para poder entender en toda su profundidad la importancia de este gráfico, veamos nuestra experiencia con la

energía neta en lo que respecta al petróleo. En 1930, las estimaciones eran que por cada barril de petróleo

utilizado para encontrar petróleo se producían 100 barriles, lo cual significaba que la energía neta era de 100 por

1 y, por eso, el botón azul que representa a 1930 está situado a la izquierda superior del gráfico. En 1970, los

yacimientos eran mucho menores y el petróleo con frecuencia más profundo y difícil de extraer, por lo que la

energía neta obtenida había bajado a un valor de 25 barriles por cada 1 utilizado para extraerlos. Pero seguía

siendo una buena relación y la zona verde situada por debajo del botón azul correspondiente es todavía muy

grande. En los años noventa esta tendencia decreciente continuaba y la energía neta obtenida estaba situada

entre 18 y 10 barriles por cada barril.

¿Y cuál es la situación hoy en día? Se estima que el petróleo extraído en fechas recientes está arrojando una

energía neta de sólo 3 barriles por cada barril utilizado para la extracción. ¿Por qué ha disminuido tanto la

energía neta? Porque en el pasado se necesitaba una cantidad relativamente escasa de energía para crear una

pequeña plataforma petrolífera de metal y los yacimientos que se encontraban eran masivos, abundantes y

relativamente poco profundos. Ahora se necesita mucha más energía para encontrar energía. Los barcos

destinados a la prospección submarina y las plataformas petrolíferas son descomunales cuando se comparan a

escala con las humildes plataformas de los años treinta. Y hoy se perforan pozos a grandes profundidades para

encontrar pozos cada vez menores que producen cada vez menos petróleo, todo lo cual afecta enormemente el

valor de la energía neta.

¿Y qué puede decirse de las cantidades supuestamente masivas de petróleo que contienen las arenas y la pizarra

bituminosas? Sí, me refiero a esas que en un tiempo alguien describió como equivalentes a “varias Arabias

Sauditas”? Los valores de energía neta de las arenas bituminosas y de la pizarra bituminosa son especialmente

bajos y su energía neta no es de ninguna manera comparable al 100 por 1 que existía en Arabia Saudita.

Además, los costos en agua y en deterioro del medio ambiente asociados con estos yacimientos son

inquietantemente altos.

¿Y qué decir de las fuentes de energía renovable? El metanol que puede obtenerse de la biomasa exhibe un

valor de energía neta de 3, mientras que la energía neta del biodiésel es de aproximadamente 2. El etanol

obtenido del maíz, si somos generosos, podría producir una energía neta justo por encima de 1, pero según

algunas fuentes su energía neta también podría ser negativa. Si añadimos todas las demás nuevas fuentes de

combustibles líquidos que acabamos de mencionar veremos que seguimos estando situados en algún lugar “del

precipicio energético”. A menos que encontremos rápidamente la manera de incrementar la energía neta de esas

opciones, simplemente obtendremos cada vez menos energía excedentaria para nuestras necesidades básicas y

para el uso a discreción.

Las energías solar y eólica son capaces de producir cifras bastante altas de energía neta, pero producen

electricidad, no combustibles líquidos, para cuya distribución y uso ya hemos hecho grandes inversiones. Por

cierto, ¿dónde meteríamos aquí la denominada “economía del hidrógeno”? ¡Aquí!, porque no existen reservas

de hidrógeno en ningún sitio de la Tierra, ya que deben crearse a partir de otras fuentes de energía, sin energía

neta alguna. En otras palabras, el hidrógeno es un pozo sin fondo que pierde toda la energía que se le introduce.

Para crear hidrógeno perdemos energía, y cuando digo esto no es que sea pesimista, sino que estoy refiriéndome

a una ley. Para ser exactos, a la segunda ley de la termodinámica. Dado que el hidrógeno es un transportador de

energía, no una fuente de energía, resulta más preciso que lo describamos así: el hidrógeno es una batería.

Supongamos ahora una hipótesis absurda: que el Congreso tomase la decisión de, ejem, hacer funcionar nuestra

sociedad con etanol de maíz. Espero que nuestros políticos no lo hagan, porque demostrarían que están

completamente locos. ¿Que podríamos esperar? Bien, si ajustamos nuestro gráfico para que refleje esa

hipotética decisión, lo que vemos es una zona enorme de color rojo y una estrecha banda de color verde. Los

impuestos serían demasiado elevados, mientras que los ingresos familiares serían mínimos. Lo curioso es que,

de todas las alternativas energéticas posibles, ésta es la que propuso el Congreso.

Aparte, por ejemplo, de enviar barriles de petróleo a la atmósfera (los creo capaces), resulta difícil imaginar una

idea más absurda.

Vale la pena señalar que, incluso si el gobierno subvencionase por completo el etanol, hasta tal punto que éste

se vendiese a 1 centavo el galón, no pasaría mucho tiempo antes de que todos estuviésemos arruinados.

Las razones de esa ruina hipotética ya las hemos explicado. Cuanta menos energía excedentaria haya, menos

compleja puede ser la sociedad. Bajo el régimen del etanol muchos de nuestros trabajos más valorados

desaparecerían. Los especialistas que regulan la idoneidad de los aditivos alimentarios, por ejemplo, tendrían

que convertirse en agricultores. Los oncorradiólogos pediátricos se convertirían en curanderos. Los

Page 43: Crash course

coordinadores de comunicaciones regionales del Midwest para los Juegos Paralímpicos… bueno, ésos perderían

el empleo o tendrían que buscarse cualquier otro trabajo. Y así sucesivamente. Si tratásemos de vivir con el

etanol como combustible líquido, perderíamos rápidamente todos los puestos especializados que asociamos a la

idea de una sociedad moderna, porque no habría prácticamente energía excedentaria.

El gráfico del principio, que mostraba un rico equilibrio entre energía reinvertida y consumida, se convertiría

rápidamente en esto a causa de la mínima energía neta obtenida, puesto que el etanol y otras fuentes de escasa

energía son incompatibles con nuestro estilo de vida actual. Esta imagen se convertiría en esta otra.

Antes de terminar, veamos los dos Conceptos clave que debemos retener. El Concepto clave N.º 13 es: “La

complejidad social se basa en la energía excedentaria”. Esto hace que tanto el etanol de maíz como el hidrógeno

estén descartados de antemano. El Concepto clave N.º 14 es: “El precio de la energía es irrelevante. Lo que

cuenta es la energía neta.” Si queremos mantener nuestra sociedad tal como es, deberemos dominar este

concepto… y sin perder ni un solo segundo.

Los espero en el Capítulo 17, Parte C, titulado “Energía y Economía”.

Gracias por su atención.

El Crash Course Capítulo 17c: Energía y Economía

Por fin ha llegado el momento de vincular la economía con la energía. ¡Por fin!

En una reciente entrevista, Peter Schiff, de Euro Pacific Capital, describió la Economía como “la ciencia de

satisfacer demandas ilimitadas con recursos limitados”. Si les diesen a escoger, la mayoría de los seres humanos

preferirían vivir como multimillonarios, pero está claro que no es posible, incluso con la superabundancia de

energía excedentaria que tenemos. Hemos sido lo suficientemente afortunados como para disponer de

cantidades ingentes de energía excedentaria con la cual trabajar.

Y aquí es donde la historia se vuelve interesante de verdad. ¿Se acuerdan de los gráficos exponenciales que les

mostré? En teoría, no habría nada malo en vivir en un mundo lleno de curvas exponenciales de crecimiento y de

declive, siempre que dicho mundo no tuviese fronteras. Sin embargo, las funciones exponenciales adquieren una

enorme importancia cuando se acercan a los límites físicos, como parece ser el caso del petróleo en un futuro

muy cercano. Tanto los hallazgos como la producción de petróleo indican que podríamos haber llegado ya al

límite exponencial del petróleo.

Tanto la población como el dinero y el petróleo exhiben un comportamiento exponencial. De estos tres factores,

podemos afirmar sin temor a equivocarnos que la población y el sistema monetario dependen totalmente de la

expansión continua de la energía petrolera.

Lo cual da lugar a las siguientes preguntas: ¿Qué pasaría si nuestros sistemas económico y monetario, basados

en la función exponencial, más que una prueba sofisticada de la evolución humana en grado superlativo, fuesen

únicamente un artificio debido al petróleo? ¿Que pasaría si nuestra fecunda complejidad social y todos nuestros

billones de dólares de riqueza y deudas fuesen simplemente la expresión humana de la energía excedentaria que

bombeamos del subsuelo? Se trata de preguntas de ningún modo banales.

Pero, de forma mucho más inmediata, todos nosotros estamos en nuestro derecho de inquietarnos por lo que

sucederá cuando el petróleo empiece a disminuir. Y fíjense bien que no hablo de inquietarnos si empieza a

declinar, sino cuando empiece a declinar, porque sucederá, de eso no cabe la menor duda. Durante ese período,

¿qué será de nuestro sistema monetario exponencial, basado en el endeudamiento? ¿Podrá incluso seguir

funcionando en un mundo en el que el crecimiento constante haya dejado de existir? Son preguntas muy

pertinentes, que merecen respuestas adecuadas.

Mi opinión es que la inestabilidad financiera que experimentamos hoy en día se debe, al menos en parte, a los

primeros balbuceos de este proceso.

Y si emplazamos el consumo del petróleo en un contexto temporal de cuatro mil años, enseguida vemos surgir

toda clase de dudas perturbadoras, más aún si le superponemos una curva de crecimiento poblacional. Juntos,

estos gráficos nos dicen que necesitaríamos al menos una pequeña dosis de planificación sensata que

reemplazase el habitual blablablá de los discursos electorales.

Page 44: Crash course

Los bancos centrales alcanzaron la madurez de forma coincidente con la aparición de una fuente de energía

exponencialmente explotable y, tras un breve lapso, llegaron a ser todopoderosos y reverenciados. Hubo

sistemas de dinero fiat que nacieron y que el viento se llevó, pero el actual avanza empujado por un viento de

cola energético de 1 billón de barriles de petróleo que está a punto de convertirse en ciclón devastador.

El hecho de distribuir participaciones cada vez mayores de dinero durante un período de crecimiento constante

es una tarea agradable, que goza de gran apoyo político y popular. Pero el hecho de desempeñarse en un mundo

de energía evanescente es una perspectiva totalmente nueva para cualquier institución política o financiera, pues

convierte la ciencia de satisfacer demandas ilimitadas con recursos limitados en algo todavía más difícil, si no

imposible, ya que el sistema no está capacitado para esa eventualidad.

Así que nos corresponde a nosotros preguntarnos qué deberíamos esperar en el futuro de un sistema monetario

cuya piedra angular es, para empezar, errónea. ¿Qué pasaría si el convencimiento de que el futuro no sólo será

mejor, sino exponencialmente mejor que el presente, fuese incorrecto?

Este convencimiento, esa certeza, salta a la vista en el gráfico que compara la deuda de Usamérica con su PIB.

La elipse roja deja bien clara la profunda creencia de que el futuro será muchísimo mejor que el presente.

Piensen que la economía total de Usamérica asciende a unos meros 14 billones de dólares, mientras que el total

de su deuda crediticia sobrepasa los 49 billones de dólares. Eliminen unos cuantos ceros y redondeen las cifras,

y se darán cuenta de que es lo mismo que si un banco presta 500.000 dólares a alguien cuyo salario sólo

asciende a 140.000 dólares.

Si supiésemos que el porcentaje actual de carga fiscal de ese deudor se va a duplicar, y luego a triplicar, ¿sería

lógico concederle el préstamo? Para nuestra nación, el fin del petróleo barato significa una reducción mantenida

y permanente del dinero que nos quedará en el bolsillo después de pagar los impuestos.

Lo cual da lugar a mi siguiente pregunta: ¿Quién, en su sano juicio, prestaría cada vez más dinero a alguien

cuyos ingresos tienen garantizada la disminución?

He aquí la síntesis de todas estas cuestiones: Veamos en primer lugar las certezas. Sabemos que la energía es la

fuente de todo crecimiento y complejidad. Sabemos que la energía excedentaria está disminuyendo. Sabemos

que la era del petróleo barato se ha terminado. Y sabemos que, a causa de todo eso, los costos del petróleo

exigirán una proporción cada vez mayor de nuestro presupuesto.

Y todas estas certezas hacen que corramos algunos riesgos: el riesgo de que nuestro sistema de dinero

exponencial deje de funcionar en un mundo cuya energía excedentaria disminuye. Sencillamente, no está

preparado para esa eventualidad.

Y existe el riesgo de que nuestra sociedad se vea obligada a reducir su complejidad. Si lo piensan bien, esta

última frase está cargada de tragedia.

Y, por último, existe el riesgo de que, incluso si el petróleo disminuye, el impulso del sistema monetario siga

creando las condiciones necesarias para la hiperinflación.

Cada una de dichas certezas incrementa los riesgos y este Crash Course trata de eso: de evaluar tales riesgos y

de decidir lo que una persona adulta y prudente debería hacer, si fuese posible hacer algo, para adaptarse a la

realidad y enfrentarse a los riesgos.

He considerado detenidamente todo lo anterior y, tras pensarlo bien, he aquí mis predicciones. Recuerden, ya lo

dije al principio y lo vuelvo a repetir: me reservo el derecho a cambiar mis opiniones en el caso de que surjan

nuevos datos que lo permitan.

1. Se mantendrá a toda costa el statu quo. Los políticos ocultarán la verdad; las estadísticas económicas harán

que los números cuadren cada vez menos y los bancos centrales continuarán inyectando cada vez más dinero en

un sistema que, en esencia, vive alejado de la realidad.

2. Habrá hiperinflación. El precio de cualquier cosa está en función de la masa monetaria y de la cantidad

existente de dicho producto en el mercado. Y puesto que literalmente todos y cada uno de los sistemas

monetarios fiat se derrumbaron por esas mismas razones, se puede razonablemente concluir que el futuro será

testigo de una cantidad cada vez mayor de dólares sin respaldo. Al mismo tiempo, la disminución de la energía

excedentaria hará que cada vez haya menos bienes en el mercado. Ambas cosas, juntas, significan inflación.

Page 45: Crash course

Los puntos 1 y 2 darán lugar, con toda lógica, al punto 3. El nivel de vida bajará. Sin embargo, mi caso es la

prueba viviente de que, incluso si el nivel de vida de una persona baja, la calidad de su vida puede aumentar.

Sí, es perfectamente posible que esté refiriéndome a acontecimientos que duren largo tiempo, incluso décadas, y

es casi seguro que tales acontecimientos se verán influidos por cambios en el comportamiento y la tecnología.

Pero hay algo imposible de negar y es que estamos desperdiciando un tiempo precioso, más la energía que

todavía tenemos a nuestra disposición, en un intento desesperado, insensato y, a fin de cuentas, sombrío con tal

de preservar el statu quo. No deberíamos caer en esa trampa. No, no deberíamos caer en esa trampa.

Y, con estas palabras, hemos llegado casi al final. Lo siguiente que nos queda por hacer es vincular la Economía

y la Energía al Medio ambiente en un capítulo que tratará de la extracción exponencial de recursos naturales y

de la modificación/agotamiento de ecosistemas fundamentales.

Los invito a acompañarme en el Capítulo 18, titulado “El medio ambiente”.

Gracias por su atención.

El Crash Course Capítulo 18: El medio ambiente

Los felicito, acaban de llegar al último de los capítulos del Crash Course dedicados a la acumulación de datos.

Los dos capítulos restantes estarán dedicados a resúmenes y conclusiones.

Permítanme empezar diciendo que no voy a hablar del calentamiento global. En vez de ello, quiero centrarme

en inquietudes más mundanas, menos complicadas y, con toda seguridad, mucho más inmediatas.

El objetivo principal del Crash Course consiste en mostrarles la discordancia existente entre un sistema

monetario exponencial, que impone un credo de crecimiento constante, y el hecho incuestionable de que

vivimos en un planeta esférico. En este capítulo, algunos de ustedes se van a quedar sorprendidos cuando sepan

que nuestro planeta es muchísimo más pequeño de lo que creían.

Esta curva explica por qué. Es una curva poblacional.

Sepan que la población mundial sobrepasó en 1960 la cifra de 3.000 millones de seres humanos y que las

proyecciones indican que habrá que añadir otros 3.000 millones en sólo 42 años más. De modo que toda la

historia de la humanidad necesitó llegar hasta 1960 para alcanzar los 3.000 millones de habitantes pero, ahora,

en sólo 40 años habremos añadido 3.000 millones más.

¿Recuerdan el ejemplo que les di en el Capítulo 4, el del estadio de béisbol Fenway Park, en el cual se

necesitaban 44 minutos para llenar de agua el 3% de su volumen, pero sólo 5 minutos más para llenar el 97%

restante? Ésa es la dinámica de este juego.

Antes de que consideremos el hecho de que en sólo 40 años habremos duplicado nuestra población, déjenme

mostrarles el lío en que nos hemos metido quienes ya estamos en este mundo.

Este año habrá 70 millones más de seres humanos que el año pasado sobre la superficie del planeta. Sí, 70

millones más. Para que puedan conceptualizar esto que les digo, sepan que esa cantidad multiplica por tres el

número de habitantes que viven en las diez ciudades más populosas de Usamérica. El crecimiento de la

población mundial es equivalente a la población conjunta de esas 10 ciudades multiplicada por tres cada año

durante los próximos 40 años. Así funciona el valor exponencial.

Más gente significa más necesidad de recursos. Más aluminio, más alimentos, más bienes de consumo

transportados a más lugares… y más coches. Siempre más coches.

Y en caso de que alguno de ustedes cometa el error de creer que no es tan grave, porque lo más probable es que

esa gente vivirá en China, en un tugurio sucio, con un burro y un cesto de mimbre para ir tirando, permítanme

que les muestre una de las ciudades de mayor y más rápido crecimiento del planeta. Se llama Shenzhen y está

en China. En muchos aspectos es más nueva y más moderna que la mayoría de las ciudades occidentales. Esto

es a lo que aspira todo el mundo.

Page 46: Crash course

La gente es igual en todas partes. Todos queremos vivir en ciudades esplendorosas y a todos nos gusta comprar

cosas bonitas en barrios elegantes. Al margen de esto, les contaré que las estimaciones de la población china

varían entre 1.300 y 1.600 millones de habitantes. Eso significa que podrían ser 300 millones más… o 300

millones menos. El margen de error es de 300 millones. De manera que, para los chinos, los 300 millones de

usamericanos seríamos eso, un “margen de error”.

De hecho, las cinco ciudades más populosas de Usamérica, juntas, tienen menos habitantes que la ciudad más

grande de China.

Pero permítanme que regrese a la estimación anterior, según la cual dentro de 40 años habrá otros 3.000

millones de personas sobre la superficie del planeta.

Una característica que los seres humanos compartimos con todos los organismos vivos es que hacemos uso en

primer lugar de los recursos de mayor calidad que obtenemos con mayor facilidad. Cuando se trata de los

recursos naturales del planeta, siempre empezamos por las tierras más fértiles, los árboles más altos y los

bancos de peces más populosos. Es decir, está en nuestra naturaleza el explotar en primer lugar los recursos de

mayor calidad.

Llegados a este punto, les recordaré que el petróleo es un recurso natural finito y, por esa razón, cada pozo

individual y todo el conjunto de los yacimientos petrolíferos del planeta exhiben un perfil clásico de extracción,

que se asemeja a una curva en forma de campana.

Este ejemplo particular, referido al petróleo, puede generalizarse para crear un perfil general de extracción de

todos los recursos naturales, según el cual empezamos a explotar primeramente los recursos más cercanos, más

ricos, más accesibles y de mayor calidad, para después pasar a explotar otros recursos cada vez más

dificultosos, más pobres, más escasos o más distantes. El corolario de ese comportamiento es que, con el

tiempo, conforme nos vemos obligados a explotar recursos más dificultosos, la energía necesaria para

obtenerlos va en aumento y, con ella, los costos. Sobre eso no cabe la menor duda, es un hecho incuestionable.

Veamos un ejemplo: los primeros europeos que llegaron a este país se encontraron con cosas realmente

espectaculares que estaban a la vista de todos, como puede ser esta enorme pepita de cobre. Pronto, todas

aquellas enormidades desaparecieron y entonces hubo que centrarse en pepitas de menor tamaño que, por

supuesto, no tardaron en desaparecer también. Lo siguiente fue explotar las menas de mayor concentración.

Para quienes no lo sepan, una mena es un mineral, extraído por minería de un yacimiento, del cual se puede

obtener un metal mediante un proceso metalúrgico.

¿Y qué hacemos en la actualidad?

Ahora nos dedicamos a explotar yacimientos como el de la mina de Bingham Canyon, en Utah. Mide 3

kilómetros de anchura y 1.200 metros de profundidad y, cuando se empezó a explotar, era una montaña. De ella

se extrae mineral cuya concentración de cobre es del 0,2%. ¿Creen ustedes que sus propietarios iban a hacer

todo ese esfuerzo si todavía pudiesen encontrar pepitas de cobre en el lecho de un arroyo? De ninguna manera.

Pero estudiemos este asunto con mayor detalle. ¿Ven ese camión ahí abajo? Su motor funciona con un

combustible derivado del petróleo; con diésel, para ser más exactos. Si no existiese combustible para hacer

andar ese camión, ¿con qué creen que transportaríamos fuera de la mina el mineral extraído? ¿A lomo de burro?

Esos camiones transportan 255 toneladas por carga. Supongamos que un burro podría transportar unos 65 kilos

en cada viaje. Eso quiere decir que el camión transporta en un solo viaje el equivalente a la carga de unos 3.500

burros. Son muchos burros.

¿A dónde quiero llegar? Pues a que un agujero en la tierra que mide 3 kilómetros de anchura y 1.200 metros de

profundidad es una demostración espectacular de despilfarro energético. En los tiempos que corren, ahora que

la energía empieza a escasear, me parece improbable que podamos excavar muchos más hoyos como éste, lo

cual quiere decir que el cobre empezará a escasear también.

Y aquí es donde esta historia se vuelve interesante de verdad. La cantidad de energía y de dinero que se

necesitan para extraer cualquier mineral o metal está en función del grado de la mena. El grado de una mena es

el porcentaje de la sustancia deseada que se encuentra en su interior. Por ejemplo, una mena de cobre con un

grado del 10% contiene 10% de cobre y 90% de cualquier otra sustancia. Esa otra sustancia, que se desecha, se

denomina ganga. Si calculamos cuánta ganga tenemos que extraer de la mena –y luego desechar– para obtener

el metal puro deseado, podremos representar gráficamente la operación de esta manera: ¿Les resulta familiar?

Debería, porque se trata de un gráfico exponencial.

Page 47: Crash course

Este gráfico nos dice que si tuviésemos una mena con un grado de cobre del 2% (véase la abscisa)

necesitaríamos extraer 500 kg de mena (véase la ordenada) para obtener 1 kg de cobre. Sepan que si en este

gráfico he utilizado el grado del 0,2% se debe a que es exactamente el mismo de la mina de cobre de Bingham

Canyon. Un porcentaje tan bajo explica por qué el agujero es tan descomunal. Y también nos explica que, sin la

ayuda de esos camiones gigantescos, probablemente no podríamos extraer minerales de un grado tan bajo. Lo

cual quiere decir que hemos llegado al extremo de la derecha de esta curva en forma de campana, tanto en lo

que respecta a la energía como al costo.

Pero, ¿acaso nos dedicamos a explotar yacimientos tan poco productivos como el de Bingham Canyon porque

nos gusta el desafío que representan las menas de bajo grado? No, lo hacemos porque ya hemos acabado con

todas las menas de alto grado –habidas y por haber– y ahora tenemos que conformarnos con éstas. Lo hacemos

porque no tenemos otra opción. Lo hacemos porque en solo 200 años hemos acabado con todas las menas de

alto grado.

Veamos otro ejemplo, esta vez relacionado con el carbón. La producción de carbón, calculada en toneladas

extraídas, ha venido creciendo sin descanso al ritmo del 2% anual desde los años cuarenta. Este tipo de

crecimiento –estable, continuo y exponencial– es exactamente lo que exigen nuestra economía y nuestra

sociedad. El presidente Bush afirmó una vez que tenemos por delante 250 años de carbón, con lo cual quiso

decir que esta flecha roja que aquí ven puede seguir subiendo en esa dirección durante 250 años más. En otras

palabras, no corre ninguna prisa, porque disponemos de una ingente cantidad de carbón a la espera de que

vayamos a buscarlo.

Pero ese cuento tiene truco. El carbón se presenta en la naturaleza de varias formas, cada una de ellas con

grados distintos de concentración. La forma más apetecible es la antracita, un carbón de aspecto negro, duro y

brillante. La antracita es el carbón que desprende más calor al arder, tiene un bajo contenido de humedad y es

muy apreciado en la industria del acero. Luego viene el carbón bituminoso, con algo menos de energía por kilo

de peso. Después, el subbituminoso. Y, por último, el denominado lignito, cuyo alto contenido de humedad y

muy baja energía hacen que sólo sirva para quemar. Después del lignito vienen… bueno, las piedras, que arden

sólo ligeramente menos que el lignito.

Veamos entonces cuál es la historia minera de la antracita en Usamérica. ¿Han observado la tendencia de este

gráfico? La razón por la que ya casi no se extrae antracita es que está prácticamente agotada. En cuestión de

unos 100 años hemos agotado la antracita que nos legó la naturaleza y que se había ido formando a lo largo de

cientos de millones de años.

De manera que, una vez agotada la antracita, hemos pasado a explotar la forma de carbón que le seguía en

calidad energética, es decir, el carbón bituminoso. Y vale la pena señalar que en 1990 la producción de carbón

bituminoso empezó a declinar. ¿Sería acaso porque dejó de interesarnos este carbón de menor grado? No, lo que

sucedió es que también empezó a agotarse. Naturalmente, pasamos entonces a explotar el que venía después en

calidad, el carbón subbituminoso, que vemos aquí completando la diferencia. Y ahora incluso el lignito ha

entrado en el juego, pero yo no espero de ningún modo que esa línea verde y descendente vuelva a subir antes

de que lleguemos al pico del carbón subbituminoso.

Y ahora veamos la parte más interesante de esta historia. ¿Se acuerdan de que les dije que el contenido en calor

o energía libre disponible del carbón empeoraba progresivamente con cada grado de concentración? Si

representamos en un gráfico la cantidad total de energía obtenida, el 100%, no las toneladas extraídas de carbón,

el cuadro cambia por completo. Mientras que las toneladas, representadas por la flecha roja, han ido

aumentando a una tasa del 2%, aquí vemos que la energía total, representada por la línea verde, se ha estancado

sin subir nada en absoluto durante los últimos nueve años. ¡Aaaaaah! ¿Significa eso que estamos utilizando

energía y gastando dinero para extraer cada vez más carbón y, sin embargo, obtenemos cada vez menos energía

de tales esfuerzos? Veamos esta imagen de nuevo. ¿Dónde creen que estamos en esta curva? ¿Están aún por

llegar los mejores años? ¿Se sienten seguros con los “250 años de carbón” que el presidente Bush dijo que

teníamos por delante?

La energía neta del carbón varía ampliamente, pero al extraer lignito estamos ya muy abajo en la curva de

energía neta.

Bueno, de acuerdo, pero podemos cambiar al uranio, ¿no? ¿Les parece que nos olvidemos del peligro radiactivo

y construyamos cientos de centrales nucleares?

Page 48: Crash course

Bien, pero el problema es que este cuento también tiene truco. Si observamos los grados de las menas de uranio

existentes, veremos que varían desde una alta gradación, del 20%, hasta una muy baja, del 0,007%. Sólo el 30%

de todas las menas conocidas o supuestamente existentes son de una concentración superior al 0,1%, lo cual

deja un 70% por debajo de ese porcentaje. Únicamente un país, Canadá, tiene reservas probadas de un grado

superior al 1%, mientras que 11 países ya han agotado por completo sus menas de uranio.

Teniendo en cuenta estos grados de concentración tan extremadamente baja, los rendimientos son bastante

mediocres, como cabía esperar. En esta parte de la curva es donde se encuentra el 70% de las reservas conocidas

de uranio, que requieren la extracción de entre 1.000 y 20.000 kg de mena para, una vez procesada, poder

obtener 1 kg de óxido de uranio.

Está claro que, al igual que sucede con el cobre, estamos bajando por la cuesta de unas concentraciones cada

vez menores de uranio… y eso exige matemáticamente cada vez más energía a un costo mayor.

Para quienes no lo sepan, les diré que Francia obtiene el 90% de su electricidad de centrales nucleares, pero su

propia extracción de uranio llegó al pico a finales de los años ochenta, mientras que Usamérica sobrepasó antes

su propio pico, a principios de la misma década. Ambos países han dejado bien atrás el pico del uranio. De

manera que si el uranio es la energía del futuro, el futuro estará en cualquier sitio, menos en esos dos países.

De hecho, esta misma regla natural se aplica a cualquier cosa en la que los humanos hemos metido nuestra

mano. El fósforo (un mineral esencial para la agricultura), la pesca marítima y cada uno de los metales nos

cuentan la misma historia. Nos estamos quedando sin materias primas de alto grado. Ya existe escasez de la

mayoría de ellas o bien está a punto de aparecer durante las próximas décadas. Y, sin embargo, todas esas

evaluaciones suponen que existe suficiente energía para poder excavar cuantas minas kilométricas al aire libre

nos apetezcan, a la búsqueda de las últimas menas de bajo grado.

Pero lo que de verdad nos cuenta esta historia es que nosotros, la especie humana, ya hemos agotado las menas

más ricas del planeta, ya hemos arrasado todas las fuentes accesibles de energía y ya hemos sobreexplotado las

tierras más fértiles. Hay quien dice que por cada fanega de trigo que llega al mercado se pierde una fanega de la

mejor tierra. En tal sentido, dado que se necesitan cientos de años para formar unos pocos centímetros de la

mejor tierra, podríamos decir que nuestros agricultores están explotando el suelo como si fuese una mina.

Durante los relativamente pocos años transcurridos desde que se descubrió el petróleo, hemos consumido las

menas y la energía que habían necesitado varios cientos de millones de años para depositarse y hemos agotado

la tierra fértil cuya creación necesitó miles de años. No exagero al decir que, a escala humana, una vez que todo

eso desaparece, desapareció para siempre.

Otra prueba del efecto mortífero de la actividad humana es que algunos ecosistemas están empezando a emitir

señales de estrés. Un ejemplo de ello es la extinción de especies, pero hay otros muchos, tales como las zonas

muertas que están apareciendo por todo el globo en los mares poco profundos.

De hecho, basta con mirar a nuestro alrededor para ver lucecitas rojas que se encienden por doquier en nuestro

tablero de mandos colectivo, las cuales van desde la extinción de especies hasta el agotamiento de los océanos,

pasando por la depauperación de los acuíferos, la aridez de tierras fértiles, el declive de la energía y otras

muchas más.

En mi caso, cuando se enciende una luz roja en el tablero de mandos de mi coche, me detengo y voy a ver qué

está pasando. Pero observo que en vez de hacer lo mismo, el mundo pisa con más fuerza el pedal del acelerador.

Todo este capítulo se reduce a lo siguiente: en nuestro planeta cada año nacen 70 millones de seres humanos. Lo

cual significa que a lo largo de los próximos 40 años deberemos resolver el problema de cómo vivir en un

mundo cuyos recursos se agotan si, al mismo tiempo, la población aumenta a una tasa descomunal del 50%.

Mi opinión es que, si somos inteligentes, podríamos resolverlo. Pero si escogemos seguir creciendo porque eso

es lo que exige nuestro sistema monetario y porque ésa es la posición inamovible de nuestros políticos, entonces

lo más probable es que sigamos avanzando a toda velocidad hasta estrellarnos contra un muro. La lección

parece clara: o cambiamos voluntariamente ahora o nos veremos forzados a cambiar involuntariamente después.

Pero regresemos a la Economía. Su principal suposición, según la cual el futuro no sólo será mejor, sino

exponencialmente mejor que el presente, va a tener que enfrentarse con esta realidad. Sostengo que las

limitaciones que se oponen a esa presunción económica van a ser muy reales durante los próximos 20 años.

Page 49: Crash course

De manera que, por fin, ha llegado el momento en el Crash Course de interconectar los tres componentes de la

sigla “EEMA”. ¿Recuerdan? Economía, Energía y Medio Ambiente. Nuestra ECONOMÍA se basa en un

sistema monetario exponencial que explícitamente instaura un paradigma de crecimiento continuo e

implícitamente supone que el futuro será mucho mejor que el presente. El crecimiento requiere energía, no hay

manera de eludir dicho principio. La tendencia decreciente que se observa en el ámbito de la ENERGÍA se

opone por completo a la suposición sobre la cual se basan nuestro sistema económico y nuestro estilo de vida.

El pico de la energía es algo muy real y muy cercano.

En el ámbito del MEDIO AMBIENTE, está fuera de duda que los seres humanos ya hemos agotado

prácticamente todos los recursos de alto grado y ahora estamos en camino de hacer lo mismo con los recursos

de bajo grado, todo ello para mantener nuestro estilo de vida. El estrés del biosistema ya ha empezado a emitir

señales de alarma en nuestro tablero de mandos. El plan de seguir consumiendo como hasta ahora, mientras que

la población mundial aumentará en un 50% durante los próximos 40 años, es irrealizable. De hecho, es

cualquier cosa menos un plan.

Puesto que somos testigos del agotamiento de los recursos, cuyo grado energético no cesa de disminuir, la

extracción exponencial y continuada de recursos es una actitud fantasiosa, carece de sentido. Pero cuando

asociamos esa realidad a lo que ya sabemos de nuestras reservas de energía, esta historia se vuelve todavía más

irrealizable.

Pues todos y cada uno de los recursos medioambientales clave de alto grado, de los cuales dependemos –

metales, minerales, tierra fértil, agua, pesca marítima y todo lo demás–, ya están agotados y la continua

extracción de los recursos de bajo grado no hará sino aumentar la competición a la búsqueda de una energía

cada vez más escasa, que necesitaríamos más bien para el transporte, para construir viviendas y para

protegernos del frío.

Si consideramos esto como un todo, está bien claro que nuestro auténtico desafío consiste en adaptarnos a un

mundo obligado a decrecer, no a un mundo que siga creciendo; un mundo en el que deberemos dedicar más

energía a gestionar cuidadosamente la que tenemos, no a buscar nuevas fuentes energéticas para seguirlas

explotando. Tenemos un sistema económico, cuya razón de ser es crecer, emparejado con un sistema energético

que no puede crecer… y ambos están vinculados a un mundo cuyos recursos se están agotando a toda

velocidad. De los tres componentes de la sigla EEMA, será el Medio Ambiente quien nos impondrá el ritmo

del cambio. Tenemos la obligación de estar preparados. De eso trata el Crash Course.

Lo diré de forma todavía más sencilla, porque deseo que les quede absolutamente claro: nuestra economía debe

crecer para sostener un sistema monetario que requiere crecimiento, pero a esto se opone un sistema energético

incapaz de crecer y ambos sistemas están vinculados a un mundo natural al borde del colapso.

Terminaré diciendo que, si estuviese convencida de la insolubilidad de estos problemas, no habría dedicado a

tiempo pleno, por mi cuenta y riesgo y sin ayuda económica de nadie, los últimos cuatro años de mi vida para

poner a punto este Crash Course. Me considero optimista y quiero un futuro mejor para todos.

No podemos permitir que nadie nos venga con cuentos chinos de que nos esperan 250 años de carbón. Debemos

enfrentarnos a la realidad.

Debemos desarrollar el sentido de las prioridades y olvidarnos de posiciones adolescentes, según las cuales no

puede a pasar nada… porque hasta ahora no ha pasado. Ya va siendo hora de que empecemos a preocuparnos de

las generaciones futuras. ¿Cómo queremos que nos juzgue la historia? ¿Cuál es nuestro legado?

Para bien o para mal, nos ha tocado vivir en uno de los momentos más cruciales de la historia de nuestra

especie, igual de trascendental como fue la bipedestación de los seres humanos primitivos. ¿Cuál es el papel que

nos gustaría representar? ¿Deberíamos vivir acosados por el miedo o desarrollar un sentido de la

responsabilidad?

La única manera de que un obstáculo se convierta en infranqueable es dejarlo crecer sin hacer nada.

Dicho lo cual, ha llegado el momento de que evaluemos todos estos obstáculos y decidamos un plan de acción

para hacerles frente. Los espero en el Capítulo 19, titulado “El incierto futuro”.

Gracias por su atención.

Page 50: Crash course

El Crash Course Capítulo 19: El incierto futuro

Han llegado al capítulo en el que todo lo aprendido hasta ahora en este Crash Course confluye en un mismo

punto. A continuación les ofreceré una panorámica exhaustiva de cómo todos nuestros problemas se relacionan

entre sí, de tal manera que es necesario considerarlos en conjunto si realmente queremos encontrarles solución.

Revisemos, pues, las tendencias fundamentales, que parecen converger en una estrecha franja del futuro.

El curso se inició con una idea general del dinero y dejó claro desde el primer momento que éste sólo empieza a

existir una vez prestado, con intereses, lo cual da lugar a enormes presiones para que la cantidad del crédito, o el

dinero, crezca constantemente a un porcentaje anual. Ésta es la auténtica definición del crecimiento

exponencial, fácilmente demostrable en nuestro dinero y, por supuesto, en los gráficos que representan la

inflación.

Una vez que tuvimos esta dinámica en mente, afrontamos los datos sobre la deuda, que es la obligación de

pagar con un dinero aún inexistente y que se ganará en el futuro; dicha deuda excede con creces todos los

parámetros históricos. La otra cara de la moneda, que en sí misma representa ya una tendencia sociológica, es la

constante erosión del ahorro, observada durante exactamente el mismo lapso en que crecía la deuda, de tal

manera que nos encontramos al unísono con los mayores niveles de endeudamiento junto a los menores niveles

de ahorro de la historia.

A continuación vimos que nuestra incapacidad para el ahorro afecta a todos los niveles de la sociedad y se ha

trasladado incluso a una desesperante ausencia de inversiones en infraestructuras.

Lo siguiente que aprendimos fue cómo los activos, en especial la vivienda, fueron creciendo ficticiamente en el

interior de una prolongada burbuja, que hoy en día está explotando y cuyos mortíferos efectos tardarán muchos

años en desaparecer. Al estallar, las burbujas crediticias provocan un pánico financiero que destruye gran parte

del capital. En realidad, eso que acabo de decir no es del todo verdad; la siguiente cita lo explica mejor:

“El pánico no destruye el capital, únicamente revela hasta qué punto el uso de dicho capital para obras

totalmente improductivas ya lo había destruido de antemano”.

- John Stuart Mill, economista político (1806-1873)

Aprendimos entonces que las autoridades gubernamentales no suelen arreglar el daño producido por una

burbuja al estallar, ya que sus intentos para limitar más daños suelen errar el tiro. El daño estaba hecho de

antemano. Se debió a la construcción desaforada de demasiadas casas, de demasiados centros comerciales,

vendidos luego a precios demasiado altos, así como a la superabundancia de demasiados bienes importados y

comprados a crédito. Todo eso era un daño anterior al estallido de la burbuja. Así que ahora toca encontrar a los

responsables, pero esa gente del gobierno se las está arreglando para asegurarse de que sean ustedes quienes la

pagarán.

Después, aprendimos que el déficit más profundo del gobierno usamericano se sitúa en el ámbito demográfico,

detalle que lo convierte en un problema imposible de arreglar mediante políticas, leyes o, simplemente,

optimismo. Se trata de un hecho incuestionable, de una inconveniencia debida a circunstancias sociológicas, tan

fuera de nuestro alcance como la ley de la gravedad, pero un hecho al fin y al cabo.

Y ese hecho tiene que ver con los baby boomers. Supimos que los activos con los que estos baby boomers

solían alardear de su riqueza (es decir, sus acciones, sus bonos y sus viviendas) tenían que ser vendidos como

condición sine qua non para que los boomers obtuviesen liquidez. Y fue en ese momento cuando planteamos

que la población nacida después de ellos era menos numerosa y no había bastante gente para comprarlos. ¿Qué

suele suceder en situaciones como ésta? Pues que cuando hay más vendedores que compradores, el valor

disminuye.

Durante mucho tiempo las cifras económicas que el gobierno solía mostrarnos habían sido manipuladas de

antemano, hasta tal punto que dejaron de reflejar la realidad. Y si es un hecho que los datos falsos conducen

siempre a tomar malas decisiones, no es de extrañar que hoy día nos encontremos sumidos en esta situación. Si

queremos preparar un plan estratégico y con sentido común para el futuro, es imprescindible que hagamos antes

una evaluación fidedigna de cuál es nuestra verdadera situación.

Page 51: Crash course

Más tarde, en tres capítulos fundamentales, aprendimos que la energía es la fuente de cualquier actividad

económica y que el petróleo es, de lejos, la fuente de energía más importante de todas. Nuestro edificio

económico está construido sobre la suposición de un crecimiento ilimitado de suministros energéticos, lo cual es

un concepto fácilmente refutable.

Todo pozo petrolífero y todo el conjunto de los yacimientos petrolíferos del mundo inician su declive al llegar

al denominado pico del petróleo. El pico del petróleo no es una teoría, sino una observación real del

envejecimiento de los pozos petrolíferos. Continuamos luego explorando la obvia tensión entre un sistema

monetario que implanta como norma el crecimiento exponencial y el hecho de que nuestra principal fuente

energética ya ha llegado al pico… o lo hará muy pronto. En cualquier caso, Usamérica ni siquiera ha empezado

a invertir en un futuro que se caracterizará por la ausencia de petróleo barato. Ni siquiera se nos ocurrió hacer

un “plan B”.

Por último, observamos que el medio ambiente –es decir, los recursos y los sistemas naturales de los cuales

dependemos– está dando claros signos de agotamiento, toda vez que nuestra población también crece de manera

exponencial y eso acelera la explotación, asimismo exponencial, de tales recursos. El resultado es que asistimos

a un rápido y alarmante desfallecimiento de los ecosistemas. Vimos que, incluso cambios mínimos en los

ecosistemas, como pueden ser los patrones pluviales, pueden generar costos masivos, generalmente no

planificados, que serán prioritarios por delante de otras necesidades.

Es verdad, de la misma manera que en el pasado tuvimos que enfrentarnos a otros problemas, en el futuro

tendremos que enfrentarnos a éstos. Lo inquietante es que todos aparezcan a la vez.

Ahora ha estallado la burbuja inmobiliaria, justo en el momento en que empieza a jubilarse la primera oleada de

baby boomers. Al mismo tiempo, cuando llegamos al pico del petróleo la demanda excede a la oferta, lo cual

obligará a hacer ajustes enormemente caros, con costos aún desconocidos que se asociarán a la disminución de

los recursos, y todo ello junto a un cambio climático que merodea en el entorno y hará su aparición en un futuro

no lejano. Y, por encima de todo esto, como una espada de Damocles que limita nuestras opciones, están

nuestra incapacidad nacional para el ahorro y la inversión, y nuestros descomunales niveles de deuda, que no

tienen precedente histórico alguno.

Todos estos eventos cronológicos, que irán apareciendo desde ahora mismo hasta el año 2020, representan retos

masivos que convergen en un excepcionalmente corto período.

Y de todo ello surgen las siguientes preguntas: “¿De dónde saldrá el dinero para enfrentarnos a todos esos retos,

si carecemos de ahorros y nuestras deudas son insuperables?”

Cualquiera de estos acontecimientos, por sí solo, será ya una pesada carga para nuestra economía nacional. Dos

de ellos, si suceden a la vez, podrían ser perturbadores. Pero ¿y si fueran tres los que surgen simultáneamente?

No es difícil prever que el resultado podría ser la destrucción económica de nuestro país o, quizá, la caída del

dólar como reserva de riqueza.

¿Cuántos billones de dólares necesitaremos para financiar la jubilación de los baby boomers? ¿Cuántos billones

para renovar nuestra infraestructura del transporte o para hacer frente al pico del petróleo? ¿De dónde saldrán

las decenas de millones para compensar los déficits de los programas de pensiones y ayuda social? ¿De qué

manera podríamos cumplir nuestras promesas de jubilación y ayuda social, si estamos ya agobiados por la

pesada carga de este endeudamiento, el mayor de toda nuestra historia? ¿De dónde saldrá el dinero para reparar

el desastre provocado por el estallido de la burbuja crediticia? ¿Hasta qué punto subirán los precios de los

alimentos y los minerales en el futuro, ahora que el petróleo ha llegado o está llegando al pico y el aumento

poblacional exige cada vez más de unos recursos cada vez menos abundantes?

Cada una de esas tendencias o amenazas necesitará años, si no décadas, para ser resuelta y, sin embargo, las

tenemos ya estacionadas frente a nuestra puerta, sin que por ello exista todavía en el ambiente ninguna

discusión o planificación nacional digna de ese nombre. Cada día que pasa perdemos un tiempo precioso,

mientras que los problemas van creciendo, aumentando su costo y volviéndose más difíciles de resolver. Ganar

tiempo no es una estrategia y el tiempo demostrará que, en el fondo, es una táctica que lleva al desastre.

La madurez de una nación se demuestra enfrentándose a la complejidad y planificando el futuro. Pero, en mi

opinión, con muy pocas excepciones, nuestra dirigencia política y corporativa no hace nada. Tenemos que

cambiar eso.

Page 52: Crash course

Ya va siendo hora de que abandonemos nuestra idea adolescente de que el pastel es nuestro, de que tenemos

derecho a comérnoslo… y a pagarlo con dinero prestado.

Ya va siendo hora de que volvamos a vivir ateniéndonos estrictamente a lo que nos permita nuestra situación

económica. Tenemos que establecer prioridades, hacer un presupuesto y respetar ambas cosas.

¿Y ustedes? Si no lo han hecho ya, deberían admitir la posibilidad de que, quizá, el camino hacia el futuro no

sea derecho. Quién sabe si será tortuoso y los lleve a algún lugar inesperado. El azar ha hecho que estén

viviendo uno de los momentos históricos más interesantes de la especie humana, en el que grandes cambios

pueden ocurrir. Tales cambios pueden ser aterradores o estimulantes, en sus manos está elegir qué pretenden

que sean.

¿Qué debemos hacer? ¿Qué pueden hacer ustedes, cuáles son los pasos a tomar de inmediato?

Los espero en el último capítulo del Crash Course. Gracias por su atención.

El Crash Course Capítulo 20: ¿Qué debo hacer?

Este capítulo integra definitivamente todos los anteriores y trata de responder la pregunta “¿Qué debo hacer?”

La formularé de nuevo. “¿Qué debemos hacer?” Porque los posibles cambios que es preciso llevar a cabo no los

puede hacer una sola persona.

El Capítulo 20 no va a ser una simple lista de cosas que hacer. En vez de ello, reflejará mi objetivo de que cada

persona asuma la responsabilidad de sus propias acciones.

El Capítulo 20 ofrecerá un marco de acción. Se trata de una manera de estructurar la multitud de cosas que

podrían hacer dentro de una lista de prioridades que realizarán. Considérenlo como un plan personal para

minimizar los riesgos.

En estos momentos estoy preparando una serie de videos que expondrán en detalle las soluciones que propongo

para el país y para el mundo.

Bueno, si ya han visto todo el Crash Course serán conscientes de que la Economía, la Energía y el Medio

ambiente están interrelacionados. De manera más específica, ya estarán al corriente del desajuste que existe

entre un modelo económico que está obligado a crecer y el mundo físico del pico del petróleo y de la

disminución de los recursos. Lo más probable es que no podamos resolver por separado ninguno de los

problemas de estos tres componentes de la sigla EEMA, ya que, de hacerlo, simplemente crearíamos nuevos

problemas en los otros dos. En realidad, no hay solución posible dentro del statu quo, lo cual significa que es

bastante posible que nuestro futuro colectivo no sea una extrapolación lineal del presente. Nuestro reto como

individuos consiste en aceptar la posibilidad de que el futuro será muy distinto del presente.

Creo que el futuro no se decide tirando los dados y que podemos minimizar los desajustes de nuestras vidas en

el futuro si actuamos hoy mismo.

En cierto sentido me alegro de haber tardado en escribir este último capítulo, porque eso nos ha permitido asistir

al pánico financiero que tuvo lugar en los últimos meses de 2008 y ahora nos permite vislumbrar adónde nos

llevará todo esto.

Los rescates multimillonarios con los que diversos gobiernos han intentado salvar a los bancos en todo el

mundo pretenden al 100% preservar el statu quo.

Pero ninguno de esos problemas se va a resolver salvando el sistema bancario; de hecho, algunos empeorarán.

El hecho de que nuestros dirigentes hayan escogido aumentar nuestra deuda en unos cuantos billones de

dólares, en un intento desesperado de conservar el sistema que teníamos, indica que, en la balanza, el peso de

los problemas se ha inclinado algo más del lado de la ciudadanía y las pequeñas comunidades.

Parte de las complicaciones con las que me he topado a la hora de escribir este capítulo sobre “¿Qué debemos

hacer?” es que no sé que es lo que ustedes piensan. Todo el mundo ocupa un lugar preciso en la amplia gama de

certezas posibles, que va desde suponer que la situación actual será sólo una pequeña interrupción del

crecimiento económico hasta quienes están convencidos de que vamos directo a un crack monumental. Todos

tenemos nuestra propia idea preconcebida.

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Y dependiendo de dónde nos situemos, tanto el número de cosas que podríamos hacer como la urgencia de

acometerlas es mayor o menor.

Según esto que acabo de decir, ¿por dónde empezamos? ¿Por dónde empezaríamos, con tantas variables y cosas

por hacer?

Está claro que necesitamos un plan de acción.

Este plan de acción consta de cuatro pasos. Lo primero que han de decidir es si van a reaccionar. Sin este

compromiso no tiene ningún sentido continuar el curso. En segundo lugar, necesitan conocer su situación y,

para esto, les propongo que lleven a cabo eso que en ciencias sociales denominan el Análisis FODA, es decir, la

evaluación personal que les permitirá descubrir sus Fortalezas, Oportunidades, Debilidades y Amenazas. En

tercer lugar, deberán escoger entre la infinita lista de cosas que podrían hacer y, en cuarto, deberán establecer

prioridades dentro de esa lista, porque es imposible hacerlo todo. El conjunto de esas cosas constituirá su plan

de acción.

Empecemos por el paso N.º 1 – El plan de acción.

Pero en primer lugar, añadiremos algunos detalles al conjunto de cosas que he mencionado. En este momento

podríamos quizá evaluar los posibles trastornos que pueden preverse, empezando por ninguno en absoluto, es

decir, la preservación del statu quo, lo cual significaría que los principales riesgos desaparecerían rápidamente.

El siguiente paso sería una prolongada recesión con todo lo que eso conlleva. A continuación situaríamos un

derrumbe del sistema económico y, por último, podríamos vislumbrar el colapso de los servicios que en la

actualidad presta el Estado a todos los niveles.

Sé positivamente que nuestro futuro está en algún lugar de este abanico de posibilidades; el problema es que no

sé exactamente dónde y no puedo descartar ninguna de ellas, así que necesito sopesarlas todas.

Imaginemos cómo podría discurrir una de ellas y veamos cómo podríamos reaccionar. Vayamos, por ejemplo, a

la tercera posibilidad: el derrumbe del sistema económico.

Sin preocuparnos sobre si habrá o no crisis financiera, digamos simplemente si esa posibilidad nos parece

verdadera o falsa. Es decir, puede ser que suceda o que no suceda. Espero que todos estemos de acuerdo en que

la dualidad de posibilidades “verdadera/falsa” cubre la totalidad de los posibles escenarios.

Y, siguiendo con este mismo procedimiento, diremos que o bien estaban preparados de antemano para la crisis

o no lo estaban. De nuevo, la respuesta que elijan para mitigar el impacto de una crisis financiera es verdadera o

falsa.

Veamos ahora qué sucedería si fuese verdad que la crisis tiene lugar y que estaban preparados lo mejor posible

para ella. Enhorabuena, hicieron todo lo que estaba en su mano.

Pero ¿qué sucedería si la crisis no tuviera lugar y no se hubiesen preparado para ella? Enhorabuena de nuevo,

hicieron lo que estaba en su mano. Como verán, los resultados son equivalentes, por lo que podemos eliminarlos

del marco de decisiones. En cada caso, el resultado fue el mejor posible, de manera que no vale la pena

compararlos.

Pero ¿qué sucedería si la crisis no tuviera lugar y sí se hubiesen preparado? ¿Qué podría pasar? ¿Qué es lo peor

que podría suceder en este caso? Bueno, probablemente perdieron algo de dinero (quizá la oportunidad de

obtener ganancias de capital en el mercado de valores) y perdieron algo de tiempo, pero lo peor es que

terminaron sintiendo cierta vergüenza, lo cual no es muy agradable.

Comparemos ahora las casillas en las que la crisis financiera sí tuvo lugar pero no se prepararon. ¿Qué podemos

enumerar aquí? Es posible que sufriesen grandes pérdidas si trataron de hacer ajustes repentinos bajo presión,

con poco tiempo y escasos recursos, en cuyo caso se recriminarán por el hecho de haber acertado en sus

predicciones y de no haberse preparado en consecuencia. Es evidente que podrían recriminarse muchas cosas

más, pero para lo que aquí nos interesa, basta con eso.

Ahora lo que tenemos que hacer es comparar estas dos casillas. Eso es. ¿Cuál es el peor de los escenarios?

¿Dónde les gustaría estar? Todos somos diferentes, claro está, pero yo soy de aquellos que no se perdonarían

nunca el hecho de haber previsto lo peor sin prepararme en consecuencia. Podría perdonarme más fácilmente el

errar en las predicciones y haberme preparado. Pero eso vale únicamente en mi caso. Cada uno debe decidir

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cuál de ambas casillas le corresponde mejor. Pero si escogieron las casillas de arriba, tendrían que preguntarse:

“¿Qué es lo que me impidió reaccionar?”

Se trata de algo más que simplemente responder “verdadera o falsa”. Supongan que repasamos de nuevo lo que

hemos elegido con respecto a la posibilidad de una crisis financiera, que va desde “preservación del statu quo”

hasta “el sistema se va a derrumbar y dejará de funcionar durante un tiempo”. Vamos a suponer que cada uno

hace una evaluación diferente y veamos cuáles son las posibles consecuencias.

Podríamos encontrar que una persona considera como extremadamente difícil que ocurra algo muy malo

mientras que otra pretenda casi lo contrario. En cierto modo, ambas coinciden en que la posibilidad de que algo

malo suceda es superior a cero. Cuando una posibilidad puede tener un impacto muy grande, un adulto prudente

podría reaccionar a dicho riesgo, incluso si es poco probable.

Siempre que exista un riesgo potencial y que los costos potenciales de no reaccionar sean menores que los

costos de reaccionar, no vale la pena hacerlo. Nos enfrentamos a un dilema: reaccionar o no reaccionar.

Bueno, consideramos que han decidido reaccionar, pero ¿dónde? En este Crash Course hemos estado hablando

de cambios muy importantes. ¿Por dónde empezar en este enorme universo de posibles acciones?

Llegados a este punto les recomendaría que dedicasen una hora a evaluar su situación personal. En mi sitio web,

www.ChrisMartenson.com, encontrarán la manera de hacerlo en la sección ACT (actuar).

Tiene 3 componentes. Su evaluación personal debería incluir sus necesidades actuales y futuras, sus ganancias

actuales y futuras, lo cual incluye todos sus bienes, así como algunos detalles relativos a cómo acceder a ellos.

Otros detalles, que yo denomino fundacionales, son igual de importantes, si no más, que los puramente

económicos. Por último, es preciso considerar todas sus necesidades físicas Lo bueno de llevar a cabo su propia

evaluación personal es que se darán cuenta de que sus vidas dependen enormemente de muchas cosas que dan

por supuestas.

Una vez completada su autoevaluación, tendrán una idea más clara de dónde están sus fortalezas y dónde sus

debilidades. La autoevaluación personal es, por lo tanto, el punto de partida, representa su posición con respecto

al mundo exterior.

Ahora, debemos ir al mundo exterior y enumerar por orden de posibilidades los riesgos que existen para

compararlos con nuestra evaluación personal.

Las tres dimensiones que utilizaremos para evaluar los acontecimientos y riesgos son: el tiempo (es decir, la

cercanía o la urgencia del riesgo o acontecimiento); el impacto (grande o pequeño) y la probabilidad del

acontecimiento.

En el caso del tiempo, agruparemos los acontecimientos según su posible aparición. El primer horizonte

temporal yo lo establezco entre 0 y 2 años y en él tendrá lugar el estallido de la burbuja inmobiliaria, el estallido

de la burbuja crediticia y, posiblemente, un derrumbe bancario sistémico. Poco después, preveo el cruce de la

oferta y la demanda de petróleo, problemas con la jubilación de los baby boomers y el posible inicio de una

elevada inflación. Todavía más tarde, preveo grandes problemas como la insolvencia nacional, quizá el fin del

dinero fiat y el inicio de un nuevo modelo económico.

Dado que no puedo responder a todos esos retos a la vez, me centraré en los que me parecen más cercanos. De

nuevo, podrían incluir cosas muy diferentes en cada uno de esos horizontes futuros y serían las cosas que

deberían utilizar en su análisis personal. Estas que vemos aquí son las mías. Para ilustrarlo mejor, veamos un

ejemplo basado en la posibilidad de una bancarrota bancaria sistémica.

Luego, dividiré las cosas según su impacto y su posibilidad. Si entienden de seguros, ya habrán comprendido el

proceso que viene a continuación. Piensen en el seguro contra incendios de una casa. No lo presento aquí

porque sea un acontecimiento probable (no lo es), sino porque su impacto es catastrófico. Es decir, en este caso

una persona prudente combinará impacto y probabilidad para llegar a la decisión de que el hecho de asegurar su

casa contra el fuego tiene mucho sentido.

Así, esta manera de proceder vale para los demás aspectos de su vida. Supongamos que construimos un gráfico

sencillo de 2 x 2 casillas y que en este eje dividimos la probabilidad de acontecimiento en “alta” y casilla

“baja”, mientras que en el otro eje dividimos el impacto en “alto” y “bajo”.

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No deberíamos malgastar nunca ni nuestro tiempo ni nuestro dinero en algo que tiene un bajo impacto y

también una baja probabilidad. No vale la pena preocuparse por este tipo de cosas.

Si algo tiene un alto impacto y una gran probabilidad se trata de una urgencia. Estas cosas pasan siempre al

primer lugar.

Las cosas que tienen un alto impacto pero poca probabilidad requieren una mayor consideración, pero

generalmente nos ocupamos de ellas en esta otra casilla. Después, a veces nos ocupamos de cosas que tienen un

bajo impacto pero alta probabilidad, sobre todo si tienen un buen y fácil remedio.

Y éste es el terreno en el que podrían suceder las cosas que me preocupan. La manera en que rellenen estas

casillas dependerá de su edad, de sus medios económicos, de su situación familiar y de otros factores.

Dado que considero que existe un 50% de posibilidades de que haya un colapso económico sistémico durante

los próximos dos años, considero que se trata de algo con un alto impacto y una alta probabilidad, lo cual quiere

decir que su riesgo exige mucha atención por mi parte.

Continuemos con este ejemplo. Con esta parrilla en mente, debemos establecer los riesgos asociados con un

colapso económico sistémico mediante el uso de una tabla como ésta.

En primer lugar, evaluaremos la probabilidad de que haya cierres bancarios masivos como “alta”, el impacto

como “alto” y, por lo tanto, el rango de este acontecimiento como “alto”.

A la misma conclusión llegaremos con los bancos en los que guardamos nuestros ahorros. Pero podríamos

también evaluar el riesgo de trastornos de la distribución de alimentos como “medio” y el de la destrucción del

dólar como “media”, porque ambos tienen un alto y un bajo que, juntos, dan medio. Los recortes

presupuestarios del gobierno podríamos clasificarlos como de riesgo “bajo”. Éstos son algunos ejemplos. A esta

lista habría que añadirle otras cosas.

Aquí se trata de evaluar la probabilidad y el impacto de cada acontecimiento que, según nosotros, se aplica al

escenario que estamos estudiando. Cuando hayan completado esto, tendremos una lista clasificada por orden de

mayor a menor.

Les recomiendo que cuando hagan este ejercicio, procuren rodearse de amigos que compartan sus ideas, ya que

ellos pensarán en cosas que a ustedes se les podrían olvidar, es más divertido y se termina más rápidamente.

Ahora tienen que crear una lista. Lo hacen filtrando aquellos acontecimientos que sean más inminentes,

probables y con mayor impacto según su autoevaluación. Les garantizo que, cuando lo hagan, terminarán con

una larga lista de cosas que podrían hacer.

Ahora ha llegado el momento de establecer prioridades.

En primer lugar la lista puede dividirse en cosas que quieren o pueden hacer y en otras que no quieren o no

pueden hacer. Puede que una persona se sienta capaz de poner sus bienes a producir mientras que otra los tenga

bloqueados en un fondo.

Las cosas que puedan o quieran hacer las dividiremos en tres niveles de acción, tales como el nivel 1, que se

iniciará y completará antes de pasar al nivel 2, el cual se hará siempre antes que el nivel 3. Esto hace que sea

mucho más fácil empezar, dado que las listas son más manejables.

De las cosas que no pueden o no quieren hacer, sus opciones incluyen las de encontrar a alguien que pueda

hacerlas (aquí se integra la comunidad) o dejarlas como están y no preocuparse de ellas nunca más.

Pero volvamos a nuestro ejemplo: supongamos que después de haber filtrado sus acontecimientos clasificados a

la luz de su autoevaluación concluyan que tienen una larga lista de acciones que les gustaría llevar a cabo. Lo

más seguro es que haya demasiadas cosas para poder hacerlas a la vez y habrá llegado el momento de utilizar el

sistema de los tres niveles para identificar las que sean más fáciles, con un menor costo y con mayor

probabilidad de éxito.

¿Cuál es el nivel 1? Consiste en las cosas más fáciles, rápidas y de menor costo, que exigen menos ayuda

exterior y no precisan ningún cambio en su modo de vida. En este ejemplo, podríamos definir que si sacásemos

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un poco de dinero en metálico del banco, éste nos protegería del riesgo de no poder comprar en el caso de que

los bancos y los cajeros automáticos dejasen de funcionar. Esto es fácil de hacer. El mayor riesgo que se corre

es poder pensar más tarde que fue una tontería si no sucede nada, de manera que entonces simplemente

depositamos el dinero de nuevo el banco. Podríamos también diversificar los depósitos, en caso de que la

parálisis bancaria no fuese universal, sino que afectase sólo a algunos bancos. Por último, podríamos decidir

cubrirnos contra una gran pérdida del poder adquisitivo, como la que se sufrió en la Argentina con el cierre de

bancos. El oro es uno de los métodos más seguros de conservar un valor similar al dinero, pero fuera del sistema

bancario. Haremos todas estas cosas antes incluso de empezar a pensar en pasar al nivel 2.

Luego, pasaremos al nivel 2, que consiste en aquellas cosas capaces de solucionar las mayores deficiencias de

su autoevaluación y requieren una gran inversión de tiempo, dinero y energía.

Por ejemplo, inicie un programa de ahorro para que pueda permitirse cosas necesarias o piense en la manera de

crear una protección alimentaria para su comunidad o de implicarse mucho más con sus vecinos y la gente de su

localidad.

Una vez realizadas estas cosas del nivel 2 habrá llegado el momento de pasar al nivel 3, que es el más difícil de

todos. Se trata de las decisiones que implican los mayores cambios en su vida, tales como la mudanza a otro

lugar lejos de su residencia o el aprendizaje de nuevas habilidades o incluso el cambio de trabajo. Lo más

importante es que deberán resistir el impulso de perder tiempo o energía en estas acciones hasta que hayan

hecho grandes progresos en las de los niveles 1 y 2.

Si todas estas cosas les parecen difíciles y esperaban que el Capítulo 20 consistiera en una lista más sencilla de

“cosas que hacer”, lo único que puedo decirles es que no existen respuestas fáciles para la magnitud de los retos

a los que nos estamos enfrentando. Este capítulo podría constituir por sí mismo un curso entero y en mi sitio

web pienso incluir algunos videos que exploren dichas cuestiones en mayor detalle

Lo que he estado tratando de hacer hasta ahora es prepararlos mentalmente para la idea de que los próximos

veinte años van a ser muy distintos de los últimos veinte.

De manera más específica, creo que todos necesitamos estar preparados para una catástrofe económica, y eso no

porque estemos seguros al 100% de que sucederá, sino porque no estamos seguros al 100% de que no sucederá.

Lo prudente de toda persona adulta es identificar los riesgos y hacerles frente.

Y creo que necesitamos estar preparados para la posibilidad –he dicho bien la posibilidad– de que nuestros

sistemas de sostén más básicos cesen de existir. La sociedad actual suele considerar “impensables” las cosas

que han ido surgiendo de este análisis, pero hace unos 100 años la absoluta dependencia que hoy tenemos de un

sistema que nos permite un suministro puntual de cosas básicas habría sido considerada una locura.

En último lugar, creo que el futuro va a desplazarse desde la cultura del “Yo” a la cultura del “Nosotros”, de

regreso a una era de antaño en la que los vecinos no eran necesariamente amables entre ellos, pero sí se

ayudaban. En tanto que personas informadas, a partir de ahora tienen la responsabilidad de ayudar a los demás

lo mejor que puedan. Es posible que los demás lo sepan y lo consientan, pero también lo es que tengan que

actuar de manera más indirecta si advierten que no están preparados para enfrentarse a los cambios.

Y termino rogándoles que reaccionen. Ahora que ya han completado el Crash Course, espero que estén de

acuerdo en que los retos a los que nos enfrentamos no reciben la atención adecuada ni en nuestra nación ni en el

mundo. He creado el Crash Course para llegar a la gente, persona por persona, porque creo que algunos de los

riesgos a los que nos enfrentamos avanzan con mayor rapidez que el proceso político. Creé el Crash Course

para que puedan comprender lo que está sucediendo y para ayudarles a descubrir que el futuro podría ser muy

diferente del pasado.

Necesito su ayuda para poder difundir este mensaje. Cientos de miles de personas ya han seguido el Crash

Course en todo el mundo sin que yo lo haya publicitado. Esto se debe a que gente como ustedes se lo ha pasado

a sus amigos, a sus parientes o a sus compañeros de trabajo. Pero yo quiero que lo vean millones de personas.

Tenemos que crear un impulso que haga imparable la concientización popular en estos asuntos.

He dedicado cuatro años de mi vida y buena parte de mis ahorros para crear este curso y ponerlo gratuitamente

a la disposición de todo el mundo. Cualquier ayuda de su parte sería bienvenida. Si creen haber obtenido algo

de él, si les ha conmovido o si ha cambiado su manera de pensar, espero que consideren la posibilidad de

“retribuir” lo recibido donando algún dinero. ¿Cuánto? Yo diría que una cantidad que no fuese ni excesiva ni

minúscula.

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Es necesario que el Crash Course se estudie en todos los ámbitos de poder, necesito entrenar a otros para que

puedan enseñarlo, he de desplazarme a todos los lugares posibles, procurar su traducción a muchas lenguas y

expandir su contenido, añadir nuevo material y lograr que este esfuerzo siga avanzando.

Necesito cualquier ayuda que puedan ofrecerme, incluso si se trata únicamente de enviar el enlace de Internet a

otras personas para que puedan hacer el Crash Course. Yo haré mi parte, ustedes la suya. Lo prometo, porque al

fin y al cabo somos nosotros quienes definiremos el futuro. Gracias por su atención.