Cornejo Polar, Antonio. Ensayo sobre el sujeto y la representación en la literatura...

14
Saul Sosnowski is collaborating with JSTOR to digitize, preserve and extend access to Hispamérica. http://www.jstor.org Ensayo sobre el sujeto y la representación en la literatura latinoamericana: Algunas hipótesis Author(s): Antonio Cornejo-Polar Source: Hispamérica, Año 22, No. 66 (Dec., 1993), pp. 3-15 Published by: Saul Sosnowski Stable URL: http://www.jstor.org/stable/20539734 Accessed: 02-10-2015 03:14 UTC Your use of the JSTOR archive indicates your acceptance of the Terms & Conditions of Use, available at http://www.jstor.org/page/ info/about/policies/terms.jsp JSTOR is a not-for-profit service that helps scholars, researchers, and students discover, use, and build upon a wide range of content in a trusted digital archive. We use information technology and tools to increase productivity and facilitate new forms of scholarship. For more information about JSTOR, please contact [email protected]. This content downloaded from 132.248.9.8 on Fri, 02 Oct 2015 03:14:48 UTC All use subject to JSTOR Terms and Conditions

Transcript of Cornejo Polar, Antonio. Ensayo sobre el sujeto y la representación en la literatura...

Page 1: Cornejo Polar, Antonio. Ensayo sobre el sujeto y la representación en la literatura hispanoamericana (1).pdf

Saul Sosnowski is collaborating with JSTOR to digitize, preserve and extend access to Hispamérica.

http://www.jstor.org

Ensayo sobre el sujeto y la representación en la literatura latinoamericana: Algunas hipótesis Author(s): Antonio Cornejo-Polar Source: Hispamérica, Año 22, No. 66 (Dec., 1993), pp. 3-15Published by: Saul SosnowskiStable URL: http://www.jstor.org/stable/20539734Accessed: 02-10-2015 03:14 UTC

Your use of the JSTOR archive indicates your acceptance of the Terms & Conditions of Use, available at http://www.jstor.org/page/ info/about/policies/terms.jsp

JSTOR is a not-for-profit service that helps scholars, researchers, and students discover, use, and build upon a wide range of content in a trusted digital archive. We use information technology and tools to increase productivity and facilitate new forms of scholarship. For more information about JSTOR, please contact [email protected].

This content downloaded from 132.248.9.8 on Fri, 02 Oct 2015 03:14:48 UTCAll use subject to JSTOR Terms and Conditions

Page 2: Cornejo Polar, Antonio. Ensayo sobre el sujeto y la representación en la literatura hispanoamericana (1).pdf

Ensayo sobre el sujeto y la

representaci?n en la literatura latinoamericana:

algunas hip?tesis*

ANTONIO CORNEJO-POLAR

Ahora es mejor y peor. Hay mundos de m?s

arriba y de m?s abajo

Jos? Mar?a Arguedas

Somos contempor?neos de historias diferentes

Enrique Lihn

Lo mejor que hay para la memoria es el tiempo

Montejo/Barnet

Se me ocurre que hemos caminado m?s de lo

que llevamos andando

Juan Rulfo

Visto en grueso, el proceso de la literatura y del pensamiento cr?tico lati

noamericano de las ?ltimas d?cadas parece haberse desplazado secuencial

mente, aunque no sin obvios y densos entrecruzamientos, entre tres grandes

agendas problem?ticas, agendas que sin duda est?n relacionadas con situa

ciones y conflictos socio-hist?ricos harto m?s englobantes y sin duda mu

cho m?s comprometedores.

Antonio Cornejo-Polar (Lima, 1936). Profesor em?rito y ex-rector de la Universidad Nacio

nal Mayor de San Marcos. Es profesor de la Universidad de California, Berkeley, donde

ocupa The Class of 1941 World War II Memorial Chair of Spanish American Literature.

Sus ?ltimos libros son: La novela peruana (1989), La formaci?n de la tradici?n literaria en

el Per? (1989) y Clorinda Matto de Turner, novelista (1992). Es director de la Revista de

Critica Literaria Latinoamericana.

Versi?n de la conferencia ofrecida por el autor en la reapertura del programa de doctorado

en literatura hispanoamericana en la Universidad Nacional de San Marcos.

3

This content downloaded from 132.248.9.8 on Fri, 02 Oct 2015 03:14:48 UTCAll use subject to JSTOR Terms and Conditions

Page 3: Cornejo Polar, Antonio. Ensayo sobre el sujeto y la representación en la literatura hispanoamericana (1).pdf

4 SOBRE EL SUJETO Y LA REPRESENTACI?N...

1. La del cambio, v?a la revoluci?n que estaba ah?, "a la vuelta de la es

quina", en esa iluminada e ilusa d?cada de los 60, cuando la imaginaci?n y las plazas parec?an ser nuestras y nuestros el poder, la voz y la capacidad de

inventar el amor y la solidaridad de nuevo. Es el tiempo de la "nueva narra

tiva", de la poes?a conversacional, del teatro de creaci?n colectiva, pero tambi?n de los himnos callejeros y los graffiti que pintaban de esperanza to

das nuestras ciudades; y ?en el campo de la cr?tica? el momento de la

acelerada y algo ca?tica modernizaci?n de su arsenal te?rico-metodol?gico. 2. La de la identidad, nacional o latinoamericana, en la que nos recogi

mos una vez m?s, ahora un poco defensivamente, como en el seno de una

obsesi?n primordial, tal vez para explicar la tardanza y el desvanecimiento

de tantas ilusiones, pero sobre todo para reafirmar, desdichadamente m?s

con metaf?sica que con historia, la peculiaridad diferencial de nuestro ser y conciencia y la fraternal unidad de los pueblos al sur del R?o Grande. Por

entonces se puso ?nfasis en la valoraci?n del realismo m?gico y del testi

monio que, aunque por contrastadas v?as, mostraban la consistencia y la in

cisividad de lo propio de nuestra Am?rica, a la vez que ?en el plano de la

cr?tica? se produc?a el gran debate sobre la pertinencia de construir una

teor?a espec?ficamente adecuada a la ?ndole de la literatura latinoamericana.

Por esos a?os el marco referencial casi obligado era el de las versiones m?s

duras, y tal vez menos perspicaces, de la teor?a de la dependencia. 3. La de la reivindicaci?n de la heter?clita pluralidad que definir?a a la

sociedad y cultura nuestras, aislando regiones y estratos y poniendo ?nfasis

en las abisales diferencias que separan y contraponen, hasta con beligeran

cia, a los varios universos socio-culturales, y en los muchos ritmos hist?ri

cos, que coexisten y se solapan inclusive dentro de los espacios nacionales.

Fue ?es? el momento de la revalorizaci?n de las literaturas ?tnicas y otras

marginales y del afinamiento de categor?as cr?ticas que intentan dar raz?n

de ese enredado corpus: "literatura transcultural" (Rama), "literatura otra"

(Bendez?), "literatura digl?sica" (Bail?n), "literatura alternativa" (Lien

hard), "literatura heterog?nea" (que es como yo prefiero llamarla), opciones que en parte podr?an subsumirse en los macro-conceptos de "cultura h?bri

da" (Garc?a Canclini) o "sociedad abigarrada" (Zavaleta), y que ?de otro

lado? explican la discusi?n no s?lo del "cambio de noci?n de literatura"

(Rinc?n) sino del cuestionamiento radical, al menos para ciertos periodos, del concepto mismo de "literatura" (Mignolo, Adorno, Lienhard).

Me interesa reflexionar un momento sobre c?mo y por qu? la b?squeda de la identidad, que suele estar asociada a la construcci?n de im?genes de

espacios s?lidos y coherentes, capaces de enhebrar vastas redes sociales de

pertenencia y legitimidad, dio lugar a la inquieta celebraci?n de nuestra

configuraci?n diversa y m?ltiplemente conflictiva. Tengo para m? que fue

This content downloaded from 132.248.9.8 on Fri, 02 Oct 2015 03:14:48 UTCAll use subject to JSTOR Terms and Conditions

Page 4: Cornejo Polar, Antonio. Ensayo sobre el sujeto y la representación en la literatura hispanoamericana (1).pdf

ANTONIO CORNEJO-POLAR 5

un proceso tan imprevisible como inevitable, especialmente porque mien tras m?s penetr?bamos en el examen de nuestra identidad tanto m?s se ha

c?an evidentes las disparidades e inclusive las contradicciones de las im?ge nes y de las realidades ?aluvionales y desgalgadas? que identificamos como Am?rica Latina. Ciertamente ese proceso ven?a de lejos: as?, en las

primeras d?cadas de este siglo, la historiograf?a latinoamericana ejecut? la

compleja operaci?n de "nacionalizar" la tradici?n literaria prehisp?nica, co

mo en el XIX se hizo con la colonial, pero la armadura positivista de ese

pensamiento hist?rico, que interpreta los procesos como unilineales, perfec tivos y cancelatorios, enclaustr? tal tradici?n en la profundidad de un tiem

po que semejaba ser arqueol?gico, presuponiendo ?adem?s? que aqu?llas literaturas hab?an dejado de producirse con la conquista. S?lo mucho des

pu?s la ins?lita articulaci?n de los aportes de la filolog?a amerindia con los

de la antropolog?a puso en evidencia la importancia de las literaturas nati

vas coloniales y modernas y la consiguiente necesidad de incluirlas como

parte de todo el proceso hist?rico de la literatura latinoamericana ?y no

s?lo en su primer tramo. Es claro que de esta manera variaba decisivamente

el corpus de nuestra literatura, ofreciendo adem?s ocasi?n para que otras li

teraturas marginadas ingresaran en ?l, y se generaran condiciones propicias

para intentar una reformulaci?n incisiva, a fondo, de su canon tradicional.

He querido hacer este recuento para subrayar que el actual debate sobre

la proliferante dispersi?n de nuestra literatura y de la ?ndole rispida de su

constituci?n, como que es hechura de desencuentros, quiebras y contradic

ciones, pero tambi?n de soterradas y azarosas intercomunicaciones, es con

secuencia del progresivo y org?nico ejercicio del pensamiento cr?tico lati

noamericano y de su fluida relaci?n con la literatura que le es propia. En

otra ocasi?n he se?alado que si bien el gran proyecto epistemol?gico de los

70 fracas?, pues es obvio que de hecho no existe la tan anhelada "teor?a li

teraria latinoamericana", en cambio, bajo su impulso, la cr?tica y la historio

graf?a encontraron formas m?s productivas ?y m?s audaces? de dar raz?n

de una literatura especialmente escurridiza por su condici?n multi y trans

cultural.

No cabe desapercibir, sin embargo, que en un determinado momento la

muy densa reflexi?n latinoamericana sobre la poliforme pluralidad de su li

teratura se cruz?, y en varios puntos decisivos, con la difusi?n de categor?as

propias de la cr?tica postestructuralista o ?en general? del pensamiento

postmoderno. Temas definidamente post, como los de la cr?tica del sujeto, el replanteamiento esc?ptico sobre el orden y el sentido de la representa

ci?n, la celebraci?n de la espesa heterogeneidad del discurso o el radical

descreimiento del valor y la legitimidad de los c?nones, para mencionar

s?lo asuntos obvios, se encabalgan inevitablemente con la agenda que ya

This content downloaded from 132.248.9.8 on Fri, 02 Oct 2015 03:14:48 UTCAll use subject to JSTOR Terms and Conditions

Page 5: Cornejo Polar, Antonio. Ensayo sobre el sujeto y la representación en la literatura hispanoamericana (1).pdf

6 SOBRE EL SUJETO Y LA REPRESENTACI?N...

ten?amos entremanos. Esta hibridaci?n no deja de ser curiosa ?y habr?a

que trabajarla, en otra ocasi?n, con puntual esmero; primero, porque es sin

tom?tica la frecuencia con que los postmodernos metropolitanos acopian ci

tas y referencias incitantes de autores latinoamericanos, de Borges a Garc?a

M?rquez, pasando eventualmente por Fuentes, Cort?zar o Puig; segundo,

porque el borde, la periferia, lo marginal parecen ser cada vez m?s excitan

tes, ciertamente bajo el supuesto de que en la realidad lo sigan siendo; y ter

cero ?la enumeraci?n podr?a seguir? porque parad?jicamente "la

condici?n postmoderna", expresi?n del capitalismo m?s avanzado,

parecer?a no tener mejor modelo hist?rico que el tullido y deforme

subcapitalismo del Tercer Mundo. Obviamente todo esto invita a la iron?a,

pero opto: 1) por reconocer que el postestructuralismo nos ha dotado de

instrumentos cr?ticos m?s finos e iluminadores, pero tambi?n: 2) por enfatizar que nada es tan desdichado como el prop?sito de encajar? y a

veces encajarnos a nosotros mismos? en los par?metros post mediante

algo as? como la estetizaci?n de un mundo de injusticias y miserias atroces.

Tambi?n es desdichado el esfuerzo por leer toda nuestra literatura, y

siempre, bajo el parad?jico canon cr?tico de una cr?tica que no cree en los

c?nones.

En todo caso, sea de esto lo que fuere, me interesa ahora retomar el tema

de la desestabilizadora variedad e hibridez de la literatura latinoamericana.

Inicialmente, para dar raz?n de ella, se ensayaron alternativas macrocom

prehensivas: as?, por ejemplo, se trat? de deslindar los grandes sistemas lite

rarios, el "culto", el "ind?gena", el "popular", para se?alar s?lo los de m?s

bulto, advirtiendo al mismo tiempo sus estratificaciones interiores, con ?ni

mo de construir una imagen de nuestra literatura como un inestable sistema

de sistemas ?tarea harto dif?cil, aunque en curso, sobre todo por las obvias

carencias de informaci?n acerca de los dos ?ltimos y por el d?ficit de herra

mientas te?rico-metodol?gicas adecuadas a tales materias, seg?n se advierte en el tratamiento ?cierto que ahora m?s sutil que hace una d?cada? de la

literatura oral. Tal vez por esto inicialmente se prefiri? auscultar la diver

sidad multiforme dentro del primero, el "ilustrado". En este orden de cosas

habr?a que recordar que Losada intent? una suerte de regionalizaci?n que

permitiera comprender las notables diferencias entre ?sea el caso? las

literaturas andinas, rioplatenses o caribe?as y se propuso auscultar en cada

caso el funcionamiento paralelo de subsistemas fuertemente diferenciados, casi a la vez que Rama propon?a distinguir entre las literaturas producidas en las grandes urbes, abiertas a la modernidad transnacionalizadora, y las

que son propias de las ciudades provincianas, las "trastierras", casi siempre

impregnadas a?n de usos y valores rurales y ciertamente menos atentas a

los reclamos de la modernidad, planteamiento que lo conducir?a, por una

This content downloaded from 132.248.9.8 on Fri, 02 Oct 2015 03:14:48 UTCAll use subject to JSTOR Terms and Conditions

Page 6: Cornejo Polar, Antonio. Ensayo sobre el sujeto y la representación en la literatura hispanoamericana (1).pdf

ANTONIO CORNEJO-POLAR 7

parte, a elaborar la categor?a de "ciudad letrada" y, por otro, a examinar los

cruces de la modernidad y la tradici?n en la literatura transcultural.

Ciertamente la perspectiva anal?tica, que separa lo distinto para no rein

cidir en globalizaciones tan abstractas como hechizas, no invalida, sino m?s

bien urge, el estudio de la red de relaciones que se teje entre esa diversidad a ratos agobiante. De hecho, es lo que realiza espl?ndidamente Rama bajo el magisterio de la antropolog?a de Ortiz ?que renueva, profundiza y per

fecciona; lo que intent? hacer al observar el funcionamiento de los procesos de producci?n de literaturas en las que se cruzan dos o m?s universos socio

culturales, desde las cr?nicas hasta el testimonio, pasando por la gauchesca, el indigenismo, el negrismo, la novela del nordeste brasile?o, la narrativa

del realismo m?gico o la poes?a conversacional, literaturas a las que llam?

"heterog?neas"; o lo que propone Lienhard bajo la denominaci?n de "litera

turas alternativas" en las que, por debajo de su textura "occidental", subya cen formas de conciencia y voces nativas.

Ahora bien: ?es posible conducir el an?lisis de estas literaturas hacia di

mensiones y funciones m?s puntuales? Es lo que pretendo hacer, por cierto

que bajo forma de hip?tesis muy provisional, con respecto al sujeto y la re

presentaci?n de la literatura latinoamericana ?o de algunos sectores de

ella.

Parto de dos estudios cl?sicos, a veces injustamente olvidados por la ma

rea post-moderna: Mimesis de Auerbach, y de las muy sagaces reformula

ciones que ha hecho Costa Lima de sus planteamientos, y El espejo y la

l?mpara de Abrams. Es claro, siguiendo al segundo, que la experiencia y el

concepto modernos del sujeto son indesligables de la imaginaci?n y el pen samiento rom?nticos, especialmente enf?ticos, sobre este punto, en materias

art?sticas y literarias y en sus respectivos correlatos te?rico-cr?ticos. Un yo exaltado y hasta mudable, pero suficientemente firme y coherente como pa ra poder regresar siempre sobre s? mismo: el "desborde de los sentimientos"

jam?s deja exhausta la fuente interior de la que surge, de la misma manera

en que, por ejemplo, el casi obsesivo t?pico del viaje, en el tiempo o en el

espacio, jam?s pone en cuesti?n la opci?n del regreso al punto originario (la

subjetividad exacerbada) de ese desplazamiento. Querr?moslo o no, el ro

manticismo se convirti?, en esta y otras materias, en algo as? como en el

sentido com?n de la modernidad, por lo que no es nada casual que Benja

min, que nunca pudo dejar de auscultar con pasi?n el sentido (o el sinsenti

do) de lo moderno, dedicara su tesis doctoral al romanticismo temprano y a

la construcci?n dentro de ?l de la imagen del sujeto autoreflexivo y en m?s

de un sentido aut?nomo. Por esto, cuando se comienza a discutir la identi

dad del sujeto y la turbadora posibilidad de que sea un espacio lleno de

contradicciones internas, y m?s relacional que autosuficiente, lo que se

This content downloaded from 132.248.9.8 on Fri, 02 Oct 2015 03:14:48 UTCAll use subject to JSTOR Terms and Conditions

Page 7: Cornejo Polar, Antonio. Ensayo sobre el sujeto y la representación en la literatura hispanoamericana (1).pdf

8 SOBRE EL SUJETO Y LA REPRESENTACI?N...

pone en debate, al menos el marco dentro del cual se reflexiona, no es otro

que la imagen rom?ntica del yo. Me interesa a?adir (pero Abrams no tiene

la culpa de esto) que en lo que toca a la identidad de los sujetos sociales, las

formulaciones rom?nticas sobre el "esp?ritu del pueblo", u otras similares, no fueron desplazadas por el concepto marxista de clase social; y no lo fue

ron porque, pese a que esa no es exactamente la idea que proviene de tal

fuente, la clase fue imaginada como una totalidad internamente coherente.

De alguna manera la categor?a de clase social, en la interpretaci?n

simplificadora que acabo de resumir, tiene la misma funci?n que la idea

rom?ntica del yo en el debate moderno sobre las identidades sociales.

Pero el sujeto, individual o colectivo, no se construye en y para s?; se

hace, casi literalmente, en relaci?n con otros sujetos, pero tambi?n (y deci

sivamente) por y en su relaci?n con el mundo. En este sentido, la mimesis

no se enclaustra en su funci?n re-presentativa de la realidad del mundo,

aunque hubo extensos periodos en los que esta categor?a se interpret? as?, y correlativamente como un "control del imaginario" personal o socializado;

m?s bien, en cuanto construcci?n discursiva de lo real, en la mimesis el su

jeto se define en la misma medida en que propone como mundo objetivo un

orden de cosas que evoca en t?rminos de realidad independiente del sujeto

y que, sin embargo, no existe m?s que como el sujeto la dice. Espero que

quede claro que no postulo que la realidad no exista, sino que en cuanto

materia de un discurso (y la realidad lamentablemente no habla por s? mis

ma) es una rispida encrucijada entre lo que es y el modo seg?n el cual el su

jeto la construye como morada apacible, espacio de contiendas o purifica dor pero desolado "valle de l?grimas": como horizonte ?nico y final o como

tr?nsito hacia otras dimensiones transmundanas. En otros t?rminos, no hay mimesis sin sujeto, pero no hay sujeto que se constituya al margen de la

mimesis del mundo.

Freno el temple teorizador, que por lo dem?s no es mi devoci?n preferi

da, opto por focalizarme en el tema del sujeto y vuelvo a mi obsesi?n ame

ricana. Insisto, pues lo he mencionado otras veces, que en Am?rica Latina

el debate acerca del sujeto, y de su identidad, tiene un origen mucho m?s

antiguo y pone en juego un arsenal ideol?gico premoderno. Me refiero a la

discusi?n teol?gico-jur?dica sobre la condici?n del indio, cuyas bases son

medievales, discusi?n en la que lejanos y algo estrafalarios eruditos, flan

queados por Arist?teles y los Padres de la Iglesia, conced?an o negaban la

condici?n humana de los seres de las Indias ?que es, sin duda, el presu

puesto de toda imagen de identidad: animal, salvaje, hombre? o en el me

jor de los casos med?an escrupulosamente e? grado, la magnitud y la consis

tencia de nuestra barbarie. No tengo prueba irrefutable, por cierto, pero

sospecho que el obsesivo auscultamiento de la identidad americana tiene

This content downloaded from 132.248.9.8 on Fri, 02 Oct 2015 03:14:48 UTCAll use subject to JSTOR Terms and Conditions

Page 8: Cornejo Polar, Antonio. Ensayo sobre el sujeto y la representación en la literatura hispanoamericana (1).pdf

ANTONIO CORNEJO-POLAR 9

mucho que ver con ese debate cuyo contexto no era tanto el remoto espacio

espa?ol, en el que se esgrim?an los argumentos, cuanto la englobante condi

ci?n colonial de las Indias, condici?n que destrozaba al sujeto y pervert?a todas las relaciones (consigo mismo, con sus semejantes, con los nuevos se

?ores, con el mundo, con los dioses, con el destino y sus deseos) que lo

configuran como tal. En m?s de un sentido, la condici?n colonial consiste

precisamente en negarle al colonizado su identidad como sujeto, en trozar

todos los v?nculos que le confer?an esa identidad y en imponerle otros que lo disturban y desarticulan, con especial crudeza en el momento de la con

quista, lo que no quiere decir ?como es claro? que se invalide la emer

gencia, poderos?sima en ciertas circunstancias, de nuevos sujetos a partir y

respetando ?pero renov?ndolos a fondo, inclusive en su forma de constitu

ci?n? los restos del anterior.

Sin embargo, a?n en estos casos, el sujeto que surge de una situaci?n co

lonial est? instalado en una red de encrucijadas m?ltiple y acumulativamen

te divergentes: el presente rompe su anclaje con la memoria, haci?ndose

m?s nostalgia incurable o rabia mal contenida que aposento de experiencias

formadoras; el otro se inmiscuye en la intimidad, hasta en los deseos y los

sue?os, y la convierte en espacio oscilante, a veces ferozmente contradicto

rio; y el mundo cambia y cambian las relaciones con ?l, superponi?ndose varias que con frecuencia son incompatibles. Estoy tratando de dise?ar la

?ndole entreverada de un sujeto que precisamente por serlo de este modo

resulta excepcionalmente cambiante y fluido, pero tambi?n ?o mejor al

mismo tiempo? el car?cter de una realidad hecha de fisuras y super

posiciones, que acumula varios tiempos en un tiempo, y que no se deja de

cir m?s que asumiendo el riesgo de la fragmentaci?n del discurso que la re

presenta y a la vez la constituye. Sujetos y mimesis, entonces, discontinuos,

dispersos y descentrados, azarorosamente instalados en los precarios bordes

de lo uno y lo otro, lo propio y lo ajeno, la identidad y la alteridad.

No intento ni lamentar ni celebrar lo que la historia hizo; quiero, al

menos por el momento, zafarme del cepo que impone el falso imperativo de

definir en bloque, de una vez y para siempre, lo que somos: una identidad

coherente y uniforme, complaciente y desproblematizada (la ideolog?a del

mestizaje ser?a un buen ejemplo), que tiene que ver m?s con la metaf?sica

que con la sociedad y la historia. En otras palabras: quiero escapar del

legado rom?ntico ?o m?s gen?ricamente, moderno? que nos exige ser lo

que no somos: sujetos fuertes, s?lidos y estables, capaces de configurar un

yo que siempre es el mismo, para explorar ?no sin temor? un horizonte

en el que el sujeto renuncia al imantado poder que recoge en su seno ?para desactivarlas? todas las disidencias y anomal?as, y que ?en cambio? se

reconoce no en uno sino en varios rostros, inclusive en sus transformismos

This content downloaded from 132.248.9.8 on Fri, 02 Oct 2015 03:14:48 UTCAll use subject to JSTOR Terms and Conditions

Page 9: Cornejo Polar, Antonio. Ensayo sobre el sujeto y la representación en la literatura hispanoamericana (1).pdf

10 SOBRE EL SUJETO Y LA REPRESENTACI?N...

m?s agudos. Por lo dem?s, cada vez tengo mayores sospechas acerca de que el asunto de la identidad est? demasiado ligado a las din?micas del poder:

despu?s de todo es una elite intelectual y pol?tica la que convierte, tal vez

desintencionadamente, un "nosotros" excluyente, en la que ella cabe con

comodidad, con sus deseos e intereses ?ntegros, en un "nosotros" ex

tensamente inclusivo, casi ontol?gico, dentro del cual deben apretujarse y hasta mutilar alguna de sus aristas todos los concernidos en ese proceso en

el que, sin embargo, no han intervenido. Lo digo ir?nicamente: no s? si esta

afirmaci?n del sujeto heterog?neo, y de la realidad pluralmente ambigua que tanto lo hace cuanto mima su andadura heter?clita, implica una condici?n

pre o postmoderna. Intuyo, pero dejo el asunto ah?, que lo que est? enjuego es la aceptaci?n o el rechazo de la existencia de varias modernidades en al

guna de las cuales el sujeto podr?a desparramarse por el mundo, nutri?ndose

de varios humus hist?rico-culturales, sin perder por eso su condici?n de tal.

Perm?tanme que todo lo anterior lo examine en dos discursos ejemplares. El primero requiere alguna contextualizaci?n. Se trata de un testimonio, ge nerado por las inquietudes de dos "intelectuales solidarios" que no se inte

resan para nada en la literatura, sino en la antropolog?a, y que deciden me

terse en la boca del lobo: las comunidades y ayllus de las zonas m?s

remotas del remoto Apurimac, en la sierra sur del Per?, donde se ha desa

rrollado, nadie sabe desde cu?ndo, una cultura del robo: son los temibles

abigeos que roban ganado, pero tambi?n cosechas, casas y ropa, con la mis

ma frecuencia con que ellos mismos son expoliados a veces por sus v?cti

mas de la v?spera. Es un curios?simo caso en el que la persistencia en lo

propio (todos son monolingues quechuas, por ejemplo) se combina desi

gualmente con otros procesos de trans o aculturaci?n, tan agudos, a veces,

que estos ayllus reinterpretan desde el margen los propios mitos ind?genas. Es significativo, en este orden de cosas, que la figura mesi?nica de Inkarr?,

que en el resto del mundo andino promete con su resurrecci?n el regreso triunfal del tiempo incaico, se interprete aqu?, en Nosotros los humanos, como una figura ajena y sin vigor: Victoriano Tarapaki, el abigeo que ofrece su testimonio, dice que "cuando se termin? su tiempo [el de los gen

tiles] Inkariy se anul?", asumiendo ?por cierto? que ?l y los suyos viven en el tiempo que cre? Cristo y que, por consiguiente, su condici?n es la de

cristianos. Sucede, empero, que el relato de la vida, pasi?n y muerte de Je

s?s, que es recordado por Victoriano como un "cuento" que oy? narrar a

otro abigeo en la c?rcel, demuestra que la comunidad se ha apropiado de la

historia b?blica seg?n sus necesidades y de acuerdo a las normas de su vida

cotidiana: Cristo viene al mundo para "robar" el tiempo de los gentiles, es

perseguido y muerto por los poderosos de entonces, logra resucitar con la

ayuda del "buen ladr?n" y huye al "mundo de arriba", al cielo, llev?ndose como bot?n el tiempo antiguo para imponer uno nuevo, el de los cristianos

This content downloaded from 132.248.9.8 on Fri, 02 Oct 2015 03:14:48 UTCAll use subject to JSTOR Terms and Conditions

Page 10: Cornejo Polar, Antonio. Ensayo sobre el sujeto y la representación en la literatura hispanoamericana (1).pdf

ANTONIO CORNEJO-POLAR 11

que, como su hacedor, es el tiempo de los ladrones, su tiempo, el de los abi

geos.

Obviamente esta reformulaci?n del relato b?blico, que se convierte en

mito de origen de los ayllus de Apurimac, merecer?a un cuidadoso examen

antropol?gico, que est? fuera de mi alcance, pero tambi?n un an?lisis de su

construcci?n discursiva. Apuntar? s?lo algunos aspectos aludiendo en espe cial al notable p?rrafo final de la narraci?n. Es el siguiente: "Dice que nuestro Dios est? sentado all? encima [en el cielo]. Por eso ni teniendo

pena, ni llorando, no logramos hacernos escuchar. Con seguridad nos es

cucha s?lo de vez en cuando, a media noche, cuando los runas [indios] de

todo el mundo est?n en silencio".

Prescindo de los problemas espec?ficos de todo discurso testimonial, que en este caso son especialmente complicados porque implican no s?lo actos

de transcripci?n y traducci?n sino tambi?n porque ?en cuanto al relato en

cuesti?n? se trata de una narraci?n o?da por el testimoniante de labios del

tayta Melcho, un narrador ind?gena respetado precisamente por su maestr?a

fabuladora y por ser algo as? como el archivo viviente de las tradiciones

orales de la comunidad: "son estas palabras [las de Melcho] las que puse en

mi cabeza", dice Victoriano. De esta manera, prescindiendo del transcrip tor-traductor, el cuento es emitido por dos narradores, el primero de los

cuales, a su vez, remite a una memoria social extendida. Ciertamente la pa

labra "dice" con que comienza la cita es la traducci?n gramatical del valida

dor quechua no personalmente aseverativo, pero en este caso puede leerse

como la remisi?n del discurso a una agencia colectiva, m?s o menos remo

ta, que es la que en ?ltima instancia legitima social y sem?nticamente el re

lato.

Pero no se trata s?lo de la socializaci?n y acumulaci?n de emisores, lo

que es com?n en la literatura oral, sino del intrincado tejido cultural que re

vela un discurso en el que tanto se escucha el sermonario de la evangeliza ci?n colonial cuanto la voz andina, antigua y moderna, y ?claro? las cre

pitaciones de ese ?spero entrecruzamiento. Desde esta perspectiva la misma

palabra "dice" tiene otros dos emisores: el evangelizador y el narrador que

chua, ambos como figuras culturales que acumulan siglos de experiencia, raz?n por la cual la historia ?ntegra es en realidad dos ?o m?s? historias

superpuestas. Una afirma la resurrecci?n de Cristo y su ascenci?n al cielo, obviamente como signos mayores de su poder divino; mientras que la otra, sin negar esos predicados, dibuja la imajgen de un Dios insensible, poco bondadoso para con sus hijos, a quienes no escucha en sus tribulaciones,

para culminar con la tr?gica iron?a final: Dios "nos escucha s?lo de vez en

cuando, a media noche, cuando los runas de todo el mundo est?n en silen

cio", frase en la cual ?por si fuera poco? se connota la servidumbre col?

This content downloaded from 132.248.9.8 on Fri, 02 Oct 2015 03:14:48 UTCAll use subject to JSTOR Terms and Conditions

Page 11: Cornejo Polar, Antonio. Ensayo sobre el sujeto y la representación en la literatura hispanoamericana (1).pdf

12 SOBRE EL SUJETO Y LA REPRESENTACI?N...

nial del indio, sometido al silencio, pero tambi?n una inesperada fuerza: la

que permite universalizar su queja y su experiencia y hablar en nombre de

los "runas de todo el mundo". De este modo, pues, la historia nos llega a

trav?s de dos narradores reconocibles, Melcho y Victoriano, que sin embar

go se diluyen en un sujeto plural extendido en un tiempo de incierta crono

log?a, y de otro ?al que he definido como el evangelizador? que propone su propia trama y obviamente su propio significado, desde un tiempo tam

bi?n imprecisable, a partir de una perspectiva de la que quedan marcas tan

evidentes como corrosivamente disturbadas y subvertidas.

Es claro que frente a un texto de esta ?ndole no tendr?a el menor sentido

preguntarse por la identidad del sujeto que lo enuncia y que ?en cambio?

se impone la necesidad de auscultar las ondulantes oscilaciones de un espa cio ling??stico en el que varias y borrosas conciencias, instaladas en cultu

ras diversas y en tiempos desacompasados, compiten por la hegemon?a se

m?ntica del discurso sin llegar a alcanzarla nunca, convirtiendo el texto

?ntegro en un campo de batalla, pero tambi?n de alianzas y negociaciones, donde fracasa irremediablemente todo recurso a la subjetividad individuali

zada, con su correlato de identidades s?lidas y coherentes, y sus implican cias en la cr?tica y hermen?utica literarias.

El segundo texto que quiero analizar ?y tendr? que hacerlo brevemen

te? es un fragmento del espl?ndido cap?tulo inicial de Los r?os profundos de Jos? Mar?a Arguedas. Como saben, ese cap?tulo relata en primera perso

na el descubrimiento del Cusco por un adolescente hijo de mistis pero cria

do en y por un ayllu indio, personaje que tiene rasgos ?aunque sesgados? que remiten a la biograf?a del propio Arguedas. El fragmento que me inte resa expresa su deslumbramiento ante los viejos muros incaicos del Cusco.

Es ?con algunas elisiones? el siguiente:

Eran m?s grandes y extra?as de cuanto hab?a imaginado las piedras

del muro incaico [...] Me acord?, entonces, de las canciones quechuas

que repiten una frase pat?tica constante: "yawar mayu", r?o de sangre;

"yawar unu", agua sangrienta; "puk'tik' yawar k'ocha", lago de san

gre que hierve; "yawar wek'e", l?grimas de sangre. ?Acaso no podr?a

decirse "yawar rumi" piedra de sangre o "puk'tikyawar rumi", piedra

de sangre hirviente? Era est?tico el muro, pero herv?a por todas sus l?

neas y la superficie era cambiante, como la de los r?os en verano, que

tienen una cima as?, hacia el centro del caudal, que es la zona terrible,

la m?s poderosa. Los indios llaman "yawar mayu" a esos r?os turbios,

porque muestran con el sol un brillo en movimiento, semejante al de

la sangre [...]. ??Puk'tik yawar rumi! ?exclam? frente al muro, en

voz alta.

This content downloaded from 132.248.9.8 on Fri, 02 Oct 2015 03:14:48 UTCAll use subject to JSTOR Terms and Conditions

Page 12: Cornejo Polar, Antonio. Ensayo sobre el sujeto y la representación en la literatura hispanoamericana (1).pdf

ANTONIO CORNEJO-POLAR 13

Aunque la subjetividad del personaje-narrador preside todo el fragmento

(tanto que introyecta la palabra y el canto ajeno en el espacio ?ntimo de su

memoria), me parece evidente que esa subjetividad, pese a su fuerza, s?lo

existe en el di?logo con otra, por cierto colectiva, que define su alteridad

desde el nivel material y decisorio del idioma. Despu?s de todo es la evoca

ci?n de las canciones quechuas la que en realidad permite entender el mudo

mensaje de las piedras milenarias, pero no la que socializa dentro de la mo

dernidad del g?nero novela la ?ndole de tal entendimiento que debe ser in

mediatamente trasvasado al espa?ol, en una extensa vacilaci?n que acent?a

la aguda inestabilidad, que en este caso es a la vez diferencia y v?nculo, de

un texto biling?e. La traducci?n, que formalmente marca al quechua con

it?licas y comillas, desaparece al final cuando la exultante exclamaci?n de

Ernesto borra la ajenidad que marcan las comillas y es ?l quien grita desde

s? mismo, y no desde el recuerdo de canciones o?das antes, que las piedras son realmente "puk'tik yawar rumi", piedra de sangre hirviendo. De esta

manera, si el fragmento remite al narrador del texto, desdoblado entre su

condici?n de tal y la memoria que pone en ejercicio, tambi?n se vincula con

el sujeto de las canciones evocadas, cada cual con su propio idioma, pero desde una perspectiva que quiere ser englobante: los cantos quechuas son

traducidos para formar un discurso biling?e y al final una frase quechua,

que el narrador perspicazmente ha traducido antes, se extiende como reso

nancia ?ltima; en otros t?rminos, el biling?ismo aparentemente queda re

suelto en esa frase que, por su posici?n, resulta de alguna manera transidio

m?tica. En cierto sentido es a la vez quechua y espa?ol. Ciertamente esta

combinatoria de sujetos y lenguajes, con sus inestables desplazamientos,

implica a su vez una compleja operaci?n que traslada la oralidad originaria a la escritura, aunque en la ficci?n del texto la conclusi?n, obviamente es

crita, se autoimagine dentro de la oralidad: "exclam? [...] en voz alta",

leemos, con lo que se establece ?tambi?n aqu?? algo as? como un espacio

de convergencias, ambiguo e incierto, pero imaginariamente eficaz.

Sucede, sin embargo, que la complicada y sagaz construcci?n del sujeto es del todo indesligable del ejercicio mim?tico que realiza. Por lo pronto, en el fragmento ?ntegro se despliega intensamente una armaz?n anal?gica

mediante la cual el muro incaico (que es el referente espec?fico) est? des

plaz?ndose sin pausa hacia dimensiones articulatorias, generadas por la me

moria en una suerte de asociaci?n libre, acumuladas en la serie r?o-agua

lago-l?grima, que en todos los casos se definen por tener como materia la

sangre. Es sintom?tico que esta suerte de epistemolog?a comparativa, que conocemos desde las cr?nicas en sus formas m?s primitivas, se instale en

este caso a partir de objetos no s?lo dis?miles sino, en m?s de un sentido, contradictorios: entre la solidez inmutable de la piedra y la fluidez sin me

This content downloaded from 132.248.9.8 on Fri, 02 Oct 2015 03:14:48 UTCAll use subject to JSTOR Terms and Conditions

Page 13: Cornejo Polar, Antonio. Ensayo sobre el sujeto y la representación en la literatura hispanoamericana (1).pdf

14 SOBRE EL SUJETO Y LA REPRESENTACI?N...

sura del agua, materia ?sta que de inmediato se trasmuta en sangre, preser vando su ?ndole l?quida pero transformando, a fondo, su naturaleza y sus

significados culturales o ?si se quiere ser m?s espec?fico? sus convencio

nes y sentidos art?sticos.

No hay ninguna raz?n objetiva que explique que la visi?n de la piedra

traiga a la memoria la del agua-sangre; pero existe, en cambio, una conste

laci?n de muy variadas razones de otro tipo, tan diversas que, por un lado,

podr?a remitir a la dislocada imagen vanguardista, que a veces se infiltra en

el indigenismo, y, por otro, para apuntar s?lo a los extremos, al binarismo

andino y a la vez al unimismamiento de las materias con que el mundo, se

g?n la conciencia quechua, est? hecho. Intuyo, sin embargo, que todos estos

vaivenes entre la piedra que es piedra pero tambi?n agua y tambi?n sangre son como ensayos de la espl?ndida visi?n/versi?n final: aquella que co

mienza dubitativamente ("?podr?a decirse?"), y luego explota en una afir

maci?n gozosa y tr?gica: "piedra de sangre hirviente", que ?por lo dem?s,

significativamente? es la ?nica que aunque se apoya en la tradici?n de la

canci?n quechua no la repite. Sin duda su origen est? en "lago de sangre

que hierve", pero su atrevid?sima creaci?n consiste en convertir el agua en

piedra y en imaginar el hervor imposible, pero sem?nticamente pleno, de esa materia ins?lita. Caben, como es claro, decenas de lecturas, pero prefie

ro detenerme primero en una que sit?e en la piedra el orden andino primor dial, figure en la sangre la historia de su destrucci?n y avizore en el hervor

la evanescencia de ese tiempo de llanto y su sustituci?n por otro a?n indefi

nible, lo que corresponder?a ?con modificaciones inevitables? a la con

ciencia andina que afirma el agotamiento del tiempo y su sustituci?n por otro que surge, absolutamente diferente, de una cat?strofe c?smica; en este

caso, la sustituci?n de lo s?lido (la piedra) por lo l?quido (la sangre) y por el

vapor que por su propia ingravidez deja abiertas opciones m?ltiples, aunque resulte imposible no asociarlo al hervor de la ira que presagia la demorada

respuesta a agravios seculares. Creo que no cabe desapercibir, empero, que el mismo texto ofrece otra lectura, lectura que resumo crudamente en estos

t?rminos: si la constituci?n del sujeto y su lenguaje admite el deslizamiento

entre lo individual y lo colectivo, entre las viejas canciones y la novela mo

derna, entre el quechua y el espa?ol, entre la oralidad y la escritura, para concluir en un indeciso y dubitativo acoplamiento de subjetividades, con

ciencias, lenguas y c?digos culturales distintos, entonces la compleja mime

sis que suscita el muro incaico bien podr?a formular la utop?a que disuelve en el hervor ?s?mbolo de un nuevo tiempo? la contradicci?n de la piedra y la sangre (contradicci?n que puede abarcar desde lo m?tico hasta lo hist?

rico y de lo colectivo hasta lo personal) e instaura la imagen de un cosmos

tan inquietante, puesto que se funda en el fuego y en la ebullici?n que pro

This content downloaded from 132.248.9.8 on Fri, 02 Oct 2015 03:14:48 UTCAll use subject to JSTOR Terms and Conditions

Page 14: Cornejo Polar, Antonio. Ensayo sobre el sujeto y la representación en la literatura hispanoamericana (1).pdf

ANTONIO CORNEJO-POLAR 15

duce, cuanto integrado y englobante. M?s inquietante a?n: en quechua, se

g?n Lira, la palabra "nina" quiere decir "fuego" pero tambi?n "palabra" (o lo que "puede ser dicho"), sinonimia asombrosa que permite husmear la

funci?n del lenguaje poliforme y multivalente, quechua y espa?ol, canci?n

y escritura, antiguo y moderno, como fuerza ?gnea que incendia la "piedra de sangre" y la hace hervir para mudar la condici?n de un mundo y un

tiempo agotados por el sufrimiento secular y cotidiano de todo un pueblo. Tal vez, entonces, sujeto y mimesis no sean m?s que el haz y el env?s de

una operaci?n discursiva que delata la disgregaci?n y la violencia de la rea

lidad y erige ?desde la carencia, la nostalgia y el deseo? la gran utop?a de

la perfecci?n arm?nica del hombre y del mundo y de ambos como instan

cias de un solo cosmos viviente. Sin embargo, como el sujeto se escurre a

trav?s de mil y una figuraciones m?s o menos ef?meras y el objeto de la mi

mesis aparece, se desvanece y vuelve a instaurarse, en el espesor de un

tiempo que fluye y se adensa, entonces ser?a posible leer la utop?a arguedia na no en t?rminos de s?ntesis conciliante sino de pluralidad m?ltiple, inclu

sive contradictoria, que no abdica frente al turbador anhelo de ser muchos

seres, vivir muchas vidas, habitar muchos mundos. Despu?s de todo, en Los

r?os profundos, como en el testimonio de Victoriano, aunque sin duda en

distintos niveles y con diversas profundidades, el discurso semeja ser un es

pacio disputado por varias voces a trav?s de un di?logo que no siempre es

dial?ctico (seg?n lo advirti? Bajt?n varias veces) puesto que bien puede

prescindir de la s?ntesis superadora y acojerse al coexistir, intervinculante

pero no totalizador, en un espacio que en s? mismo parece o carecer de l?mi

tes o ser ?inclusive en su centro? s?lo un abierto, inestable y poroso bor

de.

Naturalmente no toda la literatura latinoamericana ofrece el mismo senti

do, pero vastos sectores de ella parecen aconsejarnos olvidar la obsesi?n

por una identidad que nos defina para siempre, dentro de un mundo hier?ti

co, a la vez que nos reta a la aventura de instalarnos en el riesgoso pero in

citante margen donde yo y el otro se confunden frente al hirviente espejo de

un mundo que acoje sin reparos mutaciones y disidencias. Opci?n de tensa

e intensa plenitud y pluralidad, sin duda, pero tambi?n compromiso de ja m?s celebrarla mientras la discriminaci?n, la miseria y la injusticia la inva

liden perversamente en el cotidiano vivir de la vida de nuestros pueblos. Mientras Dios escuche s?lo cuando los runas est?n en silencio.

This content downloaded from 132.248.9.8 on Fri, 02 Oct 2015 03:14:48 UTCAll use subject to JSTOR Terms and Conditions