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CONCLUSIóN Llegados al término de nuestro camino volvamos la mirada al origen y veamos cómo ha llegado Husserl al cumplimiento de su designio. Ante la disolución de la jerarquía de las cien- cias y de todos los valores humanos y la destrucción del mun- do que resultaba de ella consagró su vida a una tarea de re- construcción. I Para llegar a ello le fué preciso ante todo retomar al sentido originario del pensamiento filosófico, abandonar toda fácil "ideología" y toda "aventura metafísica", "volver a las cosas" y atenerse a ellas. La Filosofía primera de Aristóteles no aspiró a otra cosa que a destacar las condiciones inmediatas y evidentes del Ser en cuanto tal. Frente a los excesos espe- culativos de la Filosofía moderna la reacción positivista fué en este sentido salutífera. No pecó por carta de más sino por carta de menos. Su única falta fué no atenerse con rigor a los imperativos de su método. Aunque de signo negativo sus elucubraciones no dejaron de ser "ideologías" y "aventuras" y no siempre de la mejor especie. Entre la mente y las cosas in- terpuso toda suerte de prejuicios. Con Bergson piensa Husserl que es preciso llevar el "positivismo" a su plenitud y que la Filosofía resultaría fácil si ideas hechas de toda suerte no vi- nieran constantemente a interponerse entre nuestro espíritu y las cosas. I I ¡ El primer imperativo filosófico es mantener la vista clara y la mirada vigilante, ver las cosas donde están y destacarlas en .la plenitud de su apariencia. De ello resulta la reviviscencia 232

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CONCLUSIóN

Llegados al término de nuestro camino volvamos la mirada al origen y veamos cómo ha llegado Husserl al cumplimiento de su designio. Ante la disolución de la jerarquía de las cien­cias y de todos los valores humanos y la destrucción del mun­do que resultaba de ella consagró su vida a una tarea de re­construcción. I

Para llegar a ello le fué preciso ante todo retomar al sentido originario del pensamiento filosófico, abandonar toda fácil "ideología" y toda "aventura metafísica", "volver a las cosas" y atenerse a ellas. La Filosofía primera de Aristóteles no aspiró a otra cosa que a destacar las condiciones inmediatas y evidentes del Ser en cuanto tal. Frente a los excesos espe­culativos de la Filosofía moderna la reacción positivista fué en este sentido salutífera. No pecó por carta de más sino por carta de menos. Su única falta fué no atenerse con rigor a los imperativos de su método. Aunque de signo negativo sus elucubraciones no dejaron de ser "ideologías" y "aventuras" y no siempre de la mejor especie. Entre la mente y las cosas in­terpuso toda suerte de prejuicios. Con Bergson piensa Husserl que es preciso llevar el "positivismo" a su plenitud y que la Filosofía resultaría fácil si ideas hechas de toda suerte no vi­nieran constantemente a interponerse entre nuestro espíritu y las cosas. I I ¡

El primer imperativo filosófico es mantener la vista clara y la mirada vigilante, ver las cosas donde están y destacarlas en .la plenitud de su apariencia. De ello resulta la reviviscencia

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de dos palabras clásicas y ayer caducas: la palabra "fenóme­no" y la palabra "idea". "Fenómeno" era el ser mínimo, evanescente de la mera apariencia en oposición a la "cosa en sí". El "fenomenismo" que se funda en él reducía en fin de cuentas la realidad a la nada. Tras una crítica rigurosa sig­nifica ahora, de acuerdo con su raíz, todo 10 que se revela, todo aquello que se manifiesta por sí mismo en la plenitud de su irradiación y en virtud de su presencia originaria. Atenerse a los fenómenos es un imperativo de rev'erencia ante la reve­lación del ser. La palabra "idea", como los cantos rodados al correr del agua, perdió también su clásica acuñación. Nada más alejado de ella que las fluctuantes "ideas" reducidas a la función de sensaciones o imágenes. Tamb'ién la " idea" recobra ahora su primitiva significación. No es ya fantasma o fosfo­rescencia momentánea sinó visión, visión exacta y precisa de aquello que las cosas son. Los "fenómenos" se hallan impreg­nados de "ideas", tienen un ser propio e irreductible, una esen­cia y un sentido inequívoco y unitario. En virtud de ello es posible decir lo que son y formularlo en palabras claras. El sentido y la significación del mundo restituyen un sentido y una significación a las palabras. Reaparece el reino del lagos en la mente y en la realidad. El mundo recobra una estructura, un sentido y una dimensión de profundidad; las ciencias del Ser y del sentido su primacía. La Ontología y la Lógica con­dicionan de nuevo la tot.alidad de las ciencias y de los conoci­mientos particulares.

Sin -embargo, esta vuelta a la claridad helénica, hecha de miradas y de visiones luminosas, no podía realizarse sin más. No en vano introdujo el Cristianismo en el mundo del pensa­miento, por obra de San Agustín, la perturbación del espíritu. La vida interior irrumpe en el Cosmos griego y acaba por tragarse el mundo. De ello adquiere plena conciencia el idea­lismo moderno que arranca de Descartes. Sólo es posible que algo adquiera claridad y distinción en el interior de la vida de la conciencia. Sólo en el ámbito de la vida reverbera el mundo en la plenitud de sus formas. Y la vida -lo realmente vivido-

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es sólo aquello de 10 cual en una u otra forma nos damos cuen­ta, es decir, la conciencia personal.

Los seres que en la tradición helénica se hallaban sumidos y enclavados en el ámbito de los "transcendentales" y alcan­zaban en la posición absoluta de éstos la unidad de su múltiple sentido, se sumergen ahora en una nueva transcendentalidad. La conciencia transciende el sentido específico de los seres parti­culares, los engloba y les otorga un sentido unitario y una raíz común. La totalidad del mundo se halla sumergida en el flu­jo de 10 vivido. Sólo a partir de la vida de la conciencia es posible ver lo que el mundo contiene y destacarlo con eviden­cia. Las estructuras eternas del cosmos se hallan enclavadas en el flujo temporal de la conciencia. En la intencionalidad del sujeto toman su sentido todas las formas de la objetividad.

Claro es que la conciencia no es; como en el idealismo sub­jetivista, un "continente" -una ",osa"- en la cual se hallen incluí dos los fenómenos en calidad de "contenidos", sino irra­diación ilimitada hacia horizontes infinitos. En ella aparecen en visión transparente las esencias intemporales. Es el ámbito donde todo se constituye, la atmósfera que todo 10 impregna. No se halla en presencia de sus "estados subjetivos" o de sus representaciones sino en presencia inmediata del ser. El ser y la verdad hallan en ella su manantial y la garantía de su plenitud. Los datos de la intuición no necesitan ser compara­dos con nada que se halle más allá de ellos mismos. Ni tiene sentido alguno hablar de un "más allá". El primado de la conciencia transcendental da a toda intuición la dignidad de una instancia suprema.

La fundamentación de la comunidad intermonadológica incluye la arquitectura de las esencias en la esfera de la inti­midad interpersonal. Sólo en la comunión de los espíritus sur­ge una objetividad con sentido. El Cosmos griego era todo ar­quitectura y escultura. Penetramos ahora en la dinámica de su intimidad. Pasamos de lo externo a lo interno, de un mundo visto "desde fuera" ~l mundo del realismo helénico- a través de su destrucción por el idealismo subjetivista, a un

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mundo visto e iluminado "por dentro". La idea de una es- ' fera "transcendental" del ser, calcada en el paradigma de una substancia limitada y cerrada, ha sido substituí.da por la de una subjetividad infinita, ilimitada y abierta. La concepción arquitectónica del mundo obedecía ,a una mirada superficial. El Cosmos no es esencialmente arquitectura ni escultura sino comunidad y comunión.

A partir de este punto de vista se abre la posibilidad de realizar de una manera concreta y precisa la idea cartesiana de una ciencia universal asentada en un fundamento absoluto. Su posibilidad en forma de programa infinito queda demos­trada mediante la constatación de un punto de partida necesario y la invención de un método apodíctico adecuado a él.

La vida cuotidiana es una actividad "ingenua". Vivir en ella es entregarse al mundo que nos rodea. El pensamiento activo lo es t·ambién. Mediante él los acaecimientos del mun­do, los objetos ideales, los valores se destacan en el Cosmos. En una y otro vivimos de espalda a nosotros mismos, sin dar­nos cuenta de nuestra actividad personal. Las ciencias positi­vas no hacen sino elevar la "ingenuidad" natural a construc­ciones ideales de orden superior. Las funciones intencionales de las cuales provienen y en las cuales se fundan siguen ocultas.

Verdad es que las ciencias pretenden justificarse y descan­san siempre en una cierta crítica de sus principios. Pero su crítica no se basa en el análisis de las fundones intencionales ni en la exploración de sus horizontes. Los conceptos prime­ros en que se afianzan y determinan la esfera de sus investi­gaciones y el sentido de sus teorías tienen qn origen todavía "ingenuo". Sus horizontes y sus funciones intencionales per­manecen indeterminados e incógnitos y olvidada la raíz que los sustenta.

Sólo la Fenomenología pura es capaz de otorgar a la cien­cia plena conciencia de sí misma. Su radicalismo es inseparable de su universalidad. La plena explicitación esencial de sí mis-

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mo y de todas las intencionalidades propias nos · pone en pre­sencia de todas las posibilidades de constitución y, por tanto, de todas las formas posibles e imaginables de objetividad y de realidad innatas al yo personal y a la intersubjetividad trans­cendental.

Puesto que no halla la "realidad" ni los conceptos que la encuadran como algo dado y "ya hecho" sino que los retrotrae, los refiere y los extrae de la esfera originaria de la constitu­ción intencional y aclara e ilumina todos y cada uno de sus horizontes, es preciso que halle en su camino y llegue a deter­minar el sistema de categorías que define el sentido fundamen­tal de todos y de cada uno de los dominios científicos. En las investigaciones relativas a la constitución transcendental del mundo hallarán su sentido y su origen los conceptos del mundo, naturaleza, espacio, tiempo, animalidad, alma, or­ganismo, comunidad social, cultura, historia, etc., y su gé­nesis alcanzará una claridad perfecta.

Todas las ciencias a priori, todas las Ontologías -la Ontología formal y las Ontologías regionales- tienen su raíz en la Fenomenología transcendental y no son sino sus ramificaciones sistemáticas. Su sistema universal no es sino la expresión de la estructura universal a prion' innata a la esen­cia de la subjetividad y, por consiguiente, de la intersubjeti­vidad transcendental. Su desarrollo total nos daría el logos universal de todo ser real y posible. En una interpretación totalmente nueva alcanza nuevo sentido la vieja identificación de 10 real y lo racional. El desarrollo sistemático del logos implícito en el sentido de la intencionalidad es una auténtica Ontología universal. No una Ontología abstracta y vacía sino una Ontología concreta que incluye en sí todas las posibilida­des de la existencia. Esta Ontología universal y concreta, esta Lógica concreta del ser es apta para darnos un encuadramien­to primero en sí y con fundamento absoluto, de todas las actividades del Lagos intencional y entre ellas, las que consti­tuyen el sistema de las ciencias.

El orden de las disciplinas filosóficas y científicas queda

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así restituído a su normalidad primera. A la Filosoffa pri­mera, fundamento de todo ser real y posible, se substituye en primer lugar una Egología solipsística, -la dd yo reducido a la esfera primordial de la conciencia- e inmediatamente, la Feno;nenología intersubjetiva que surge inmediatamente de aquélla. Esta ciencia total de 10 a priori es la base de la Ontolo­gía formal- la Lógica y la Matemática pura- y de todas las Ontologías regionales relativas al ser y al valor. Las cien­cias particulares y sus métodos quedan encuadrados en éstas y sólo mediante ellas alcanzan clara conciencia de su sentido y de su misión. Toda la racionalidad de los hechos se reduce al a priori que llevan implícito.

Así se sitúa en el centro de la investigación fenomenológica el problema de la Lógica de la filosofía considerado como el problema de la constitución transcendental de la condencia pu­ra. El primado ontológico de ésta y la exigencia de una Cien­cia libre de presupuestos 10 lleva consigo de un modo necesa­rio. A la Lógica de la coherencia y de la no contradicción -objeto de la Ontología formal- se sobrepone una Lógica transcendental o material de la verdad en la cual y por la cual cesa toda ingenuidad. En ella el yo puro es al mismo tiempo objeto de la reflexión y centro de síntesis constituyentes. Es una reflexión sobre la reflexión en la cual el sujeto es a su vez objeto. El yo puro se hace objeto del conocimiento, tér­mino de la reflexión sobre la reflexión. Su instancia suprema es la razón universal plenamente consciente de sí misma.

De otra parte, 10 vimos ya, el de la reducción de todos los problemas transcendentes a los problemas de la vida de la con­ciencia convierte a la Fenomenología, en su última forma, en una Filosofía de la vida -de la vida pura- en un sentido completamente nuevo y enteramente opuesto a todo vitalismo. Todo halla su raigambre en la vida, pero en otra vida. No en la Biología empírica como torcidamente creyó el naturalismo positivista sino en la vida transcendental de la conciencia en ouya dinámica intencional se constituye el ser. La ciencia de la vida se confunde con la Ontología fundamental.

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Eliminada toda Metafísica ingenua, que opera sobre su­puestas "cosas en sí", la Fenomenología pura es una Metafí­sica en el sentido más auténtico de la palabra. No excluye ni evita los temas y los problemas que dieron aliento a la gran tradición filosófica. Antes los incluye y los considera en una nueva forma. Lo absurdo no eran los problemas mismos, como pensaron el positivismo y el criticismo, sino los métodos y las maneras de plantearlos. La Fenomenología está lejos de dete­nerse ni de rehuir, como otras Filosofías contemporáneas, los problemas más altos y últimos. En el interior de todas y de cada una de las esferas monádicas y en el seno de toda esfera monádica imaginable reaparecen los venerables problemas de la realidad contingente, de la vida y de la muerte, de la posibi­lidad de una vida auténticamente humana en el sentido más fuerte del término y entre ellos el problema de la historia y del destino temporal y eterno y todos los que han perturbado y apasionado a la humanidad en la tierra. En suma, los proble­mas éticos y religiosos en toda su plenitud.

La idea de una Ciencia universal propuesta por Descartes y los cartesianos deja de ser la de una teoría dedu'ctiva me­diante la cual todo lo real y lo posible se halle englobado en la unidad de un cálculo. No es posible decir ya que el mundo es el cálculo de Dios. Ni es el Coqito ya un axioma del cual sea preciso partir para llegar a la deducción del mundo. Liber­tados de la sugestión de la Nuooa scÍfmza sólo es posible llegar a la plenitud del Ser y a la trama real de la Razón mediante la conciencia completa, plena de sí mismo. Esta pose­sión plenaria, este conocimiento universal y 'concreto -moná­dico primero e intermon.ádico después- no es sino el desarrollo radical y universal de las Meditaciones cartesianas.

El oráculo délfico gnozi seauton adquiere nuevo y fe­cundo sentido. La ciencia positiva es la ciencia del ser perdido en el mundo. Es preciso primero perder el mundo mediante la epojé para hallarlo de nuevo plenamente iluminado por el proceso de la reflexión. "Noli foras ire, dice San Agustín, in te redi, in interiore homine habúat oeritas.

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Ahora bien: el pensamiento de Husserl evoluciona, como vimos, constreñido por las necesidades de su dialéctica interior desde un realismo lógico e intelectualista enclavado en la tra­dición platónica hacia una Filosofía de la vida en la cual la teoría de las esencias y, por tanto, la realidad de las ideas, se convierte en un momento esencial pero no único de una concepción ontológica mucho más amplia. Queda fuera de nuestro propósito apuntar aquí una crítica formal y externa de la concepción general expuesta y de cada uno de sus pasos. -Nos limitaremos, para terminar, a señalar algunas dificultades internas que han provocado aquella evolución y determinado derivaciones del pensamiento fenomenológico muy alejadas de 10 previsto por su fundador y aún contrarias a sus propó­sitos esenciales.

La crítica del psicologismo y la teoría de las esencias que resulta de ella constituyen un paso decisivo para afianzar el ideal de un conocimiento universal y necesario -libre de los azares del relativismo psicoiógico ~ histórico. El reino del Logos abre a la investigación filosófica un campo literalmente inagotable.

Sin embargo, en ello va implícita a la par la dificultad inherente a todo racionalismo: la afirmación de la primacía de lo intelectual y la valoración más alta de la activid.ad teo­rética en relación con las actividades sentimental y práctica. El ser sólo nos es dado en su plenitud en la intelección lógica. Toda interferencia de la emoción o de la voluntad enturbia la dara intelección de las esencias. Éstas, en su universalidad concreta, se oponen a la singularidad evanescente de los hechos empíricos y construyen el reino de lo inteligible. La Filosofía como ciencia rigurosa se funda en la posibilidad de traducir en menciones y significaciones unívocas las esencias formales y materiales y de comprobarlas en la plenitud de la intuición. Como vimos, en principio, todo puede traducirse en significa­ción y toda significación tiene, por serlo, la universalidad y la necesidad de las esencias lógicas 1) .

1) Cap. V.

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Desde los tiempos más remotos se ha destacado frente a la rigidez de los conceptos lógicos la heterogeneidad múltiple y proliferante de la conciencia y de la vida. La crítica de Berg­son y del pragmatismo representa la última y más penetrante discriminación de esta oposición radical entre los cuadros este­reotipados y vacíos del intelecto y la fluencia palpitante y creadora de la vida real.

Esta primera dificultad trata de salvarla Husserl mediante la admisión de las esencias inexactas y aún de su primacía en relación con las esencias exactas. Las esencias dejan de ser necesariamente esquemas ideales rígidos e inmóviles y se adap­tan amorosamente a los pliegues múltiples de la realidad. No sólo esto: desde el punto de vista ontológico el mundo de las ciencias exactas es sólo algo derivado y secundario que se afian­za sobre la realidad primaria del mundo inexacto, fluyente y vag~ que nos es dado en la percepción 1). Las esencias inexactas con toda su fluidez y su indecisión constituyen el núcleo on­tológico básico de toda realidad. Sólo a partir de él y por su referencia a él adquieren sentido las construcciones universales y necesarias de las ciencias.

Con ello se salva la antinomia éntre 10 cuantitativo y 10 cualitativo, entre 10 múltiple y 10 idéntico, entre la intuición y el concepto. El racionalismo pierde su esquematismo muerto y penetra profundamente en la palpitación de lo real. La pri­macía claramente establecida de la intuición sobre el juicio y la reducción del juicio a una mención compleja que aspira como las demás a la plenitud intuitiva 2) vienen a reforzar el carácter concreto y viviente de las esencias y trazan la vía mediante la cual el intelecto se pliega y penetra en el seno de 10 vital. El intelectualismo pierde el carácter rígido y de­ductivo que tuvo desde 'sus orígenes de acuerdo con el modelo matemático. La identidad de las significaciones y de las esen­Clas se hace compatible con la rica multiplicidad de la con­clenna y de la vida.

1) Cap. IV. 2) Cap. III Y IV.

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A pesar de estas profundas innovaciones el pensamiento de Husserl sigue impregnado de intelectua1ismo. En la cons~ titudón del ser los actos intelectuales -la percepción y el juicio- mantienen su primacía y son los únicos realmente constituyentes y objetivantes. El mundo, en su capa más radi~ cal, se noo revela como una realidad impasible e indiferente. Entre las realidades todas es la "cosa" física 10 fundamental. El mundo real en su núcleo básico nos es dado en el corto~

cimiento teórico. En las primeras investigaciones esta afirmación es radical.

Sólo la teoría nos pone en contado con el ser. La intencio~ na1idad no teorética -la del sentimiento y de la vo1untad­nada añade a la constitución del objeto. Se limita a referirse a los objetos previamente constituídos sin contribuir para nada a la configuración de su realidad. Los valores, correlato de aquellos actos, no pertenecen realmente a la objetividad ni forman parte real de los ' ob jetos a los cuales los atribuímos. Los proyectamos sobre ellos como una modificación intrans~ cendente.

La evolución del realismo de las ideas hacia un idealismo consecuente tiende a atenuar el primado absoluto de los actos representativos y de las "cosas" indiferentes que se constituyen ante ellos. Desde el punto de vista absoluto de la conciencia para la cual el ser. real se identifica con el ser vivido resulta difícil mantener la realidad del "ser" como exclusiva frente a la realidad del "valor". Si la intencionalidad es múltiple e irre·ductib1e y el ser se agota en su constitución intencional es forzoso que los actos de la vida emocional y activa y las categorías estéticas y prácticas que de ellos resultan contri~

buyan a la constitución del ser del mismo modo que los actos y las categorías de la vida teorética. Si el ser es 10 vivido en · la experiencia inmediata. habrá alIado de la objetividad teórica otros tipos de objetividad. La reducción del juicio y la per­cepción a la misma categoría de actos, diferentes sólo por el grado de su complejidad, refuerza la necesidad de admitir para toda intuición una realidad específica e irreductible. El ' reino

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de los valores añadirá a la realidad indiferente -"real" o " ideal"- una nueva región del ser. Las cosas usuales, los in­centivos de la acción, las máquinas, los libros, las obras de arte, la belleza, la fealdad, la justicia, la injusticia, la ele­gancia, la inelegancia,. . . dejarán de ser propiedades acceso­rias de las "cosas" y se convertirán en realidades plenas, con un sentido y una función en el Universo. Al lado de las ver-dades teoréticas fundadas en el juicio. y la percepción se darán verdades estéticas y prácticas relativas a los valores. Éstas como aquéllas podrán ser formuladas en menciones ine­quívocas y comprobadas en la plenitud de la intuición.

A pesar de ello, a pesar de la afirmación expresa del carác­ter ob jetivante para to-dos los actos de la vida intencional, la actividad representativa y 100s objetos in-diferentes siguen ocupando un lugar preponderante y privilegiado y la Teoría del conocimiento puro sigue siendo la base de toda la elabo­ración filosófica. Lios actos del sentimiento y de la voluntad se prenden sobre los de la vida representativa ' y constituyen sobre ellos actos y objetivida-des complejas que participan en la existencia de las realidades indiferentes y arraigan en ellas. Su originalidad es sólo parcial y condicionada. Son inten'CÍo­nalidades de segundo grado que necesitan para su existencia fundarse en una intencionalida-d primaria estrictamente repre­sentativa. Todas las esencias son significativas y en la signi­ficación va siempre implícita una objetividad lógica. La vida teórica es fundamental. Sus categorías no están en el mismo plano que las que derivan de la vida sentimental y práctica. Éstas se hallan con respecto ' a aquéllas en la relación de 10 fundado a aquello que le sirve de fundamento. De ahí que entre todas las cosas y todas las regiones las "cosas materiales" sigan en el centro de la realida-d. Antes de ser ' interesantes o valiosas las cosas son meras "cosas". Toda constitución, toda posición de un objeto lleva implícita una posición meramente dóxica. Previa a la valoración es la mera afirmación. Esta posición simple, exenta de toda modificación emotiva o prác­tica, es el fundamento de toda objetivida-d.

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Tenemos, por tanto, de una parte la clara distinción entre las esencias de cada una de las esferas y regiones y el recono­cimiento explícito del carácter irreductible de cada una de ellas. Todo intento de reducir los valores al ser indiferente o de deducirlos lógicamente de él sería · absurdo y pecaría contra los imperativos esenciales del método fenomenológico. De otra parte en todas las esencias y en todas y cada una de sus esfe­ras hallamos un núcleo meramente significativo, estrictamente lógico, un común denominador que nos permite vincularlo a las fórmulas intelectuales de la razón pura.

Esta afirmación de 10 racional en lo irracional, de 10 lógi­co en 10 ajeno a las categorías intelectuales da al pensamiento de Husserl una cierta oscilación y plantea en el seno de su doctrina el problema de la irracionalidad. Se hace difícil ver cómo es posible compaginar en la unidad de un objeto ambas intencionalidades, la de la mención lógica que constituye la mera "cosa" y la de los actos emocionales y prácticos que permiten el acceso al reino de los valores. Fundándose en ello y acudiendo a una larga tradición que inicia San Agustín y se manifiesta en todo su vigor en Pascal, afirma resuelta· mente Max Scheler los derechos del espíritu de "finesse" frente al espíritu geométrico y opone a las razones del intelecto las "razones del corazón". Los valores se destacan en su plena originalidad como objeto de intencionalidades no significati­vas. La afirmación de la peculiaridad de todas y cada una de las intenciones y de todas y cada una de las regiones es lle­vada a sus últimas consecuencias. La aceptación plena de la objetividad de 10 "irracional" lleva a la Fenomenología hacia senderos insospechados y plantea de nuevo y en forma con­traria al espíritu de su fundador el grave problema de la apa­riencia y la realidad -someramente planteado y sumariamente resuelto por él mediante la teoría de la experiencia concordan­te- y los problemas radicales del destino del hombre y de su relación con 10 Absoluto. Ello da lugar a una Teoría de los valores, a una Antropología filosófica y a la necesidad de una nueva Metafísica realista.

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Pero el problema de 10 irracional Sé plantea todavía en una forma más grave. Como vimos en el texto de nuestra exposición, los problemas constitucionales sobrepasan y des­bordan la Teoría del conocimiento y adquieren un carácter ontológico y metafísico. Se trata de poner en claro 10 que sig­nifica el hecho de la objetividad en todas y cada una de sus esferas y en la esfera radical de la conciencia en la cual hallan todas su manantial y su raíz.

Pero el afán racionalista, la decisión de elevar la Filosofía a la categoría de una ciencia universal apta para que colaboren en ella todos los hombres y todas las generaciones nos . obliga a seguir considerando a la ciencia como modelo de toda racio­nalidad y a otorgar al conocimiento filosófico una función análoga en la vida y en el destino del hombre al que ocupan en ella las ciencias puras.

De ahí que se dé por supuesto y apenas se plantee el dere­cho de la espe:culación a erigirse en rectora de la vida entera . El acto mediante el cual la conciencia filosófica "reduce" la realidad y la pone "entre paréntesis" para dejar de vivirla y hacerla objeto de pura contemplación desinteresada se sitúa de golpe en el centro de nuestras meditaciones. Para justificar el derecho de esta actitud " antinatural" y asegurar la validez de los actos reflexivos se limita Husserl a las breves conside­raciones que hemos expue-sto antes. La posibilidad de realizar aquel retorcimiento de la vida sobre sí misma y anular el curso de la vida espontánea no constituye propiamente un problema. Es el derecho apolíneo a la duda origen de toda CIenCIa y de toda especulación.

No tiene acaso suficientemente en cuenta que el acto me­diante el cual realizamos la reducción es un a'Cto contrario a la "ingenuidad" de la vida que supone violmcia y esfuerzo y, por tanto, libertad. Dando por supuesto que la realidad del mundo nos es dada fundamentalmente en la representa­ción y que la objetividad se revela ante todo en la percepción de las "cosas", olvida que el mundo es ante todo para la espon-

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taneidad de la existencia campo de acción y centro de interés, que la actividad y el aliciente de la vida preceden a la consi­deración desinteresada y que ésta no es, en último término, otra cosa que un acto de la vida misma que por su carácter excepcional requiere una explicación especialmente cuidadosa. Bergson se dió ya clara cuenta de estos problemas y cuidó de dar a su intuición un fundamento metafísico que la vinculara a la vida y al destino del hombre y al conjunto de las fuerzas que la definen y la sostienen y culminan en el acto de la libertad creadora.

La meditación más ceñida de estos problemas ha dado lugar al nacimiento de la llamada Filosofía "existencial" y a una nueva derivación heterodoxa de la Fenomenología lle­vada a cabo sobre todo por obra de Heidegger. Para éste hay todavía en la posición inte1ectua1ista de Husserl un residuo de "ingenuidad" no analizado. Da por supuesto sin más el derecho de la teoría. Partiendo de la vida o de la "existen da" misma y reconociendo que ésta en su libre espontaneidad no es percepción de "cosas" ni contemplación desinteresada sino solicitud y angustia ante la realidad incógnita y el abismo de la nada, los problemas constitucionales adquieren nueva sig­nificación metafísica y la posibilidad y la necesidad de la teoría y de la contemplación se ofrecen como un problema de la vida misma.

Vinculando estos problemas a una venerable tradición filosófica se plantea de nuevo con decisión, desde el punto de vista de la vida originaria, el viejo problema de los "trans­cendentales" aristotélicos y nos preguntamos por la "substan­cialidad de la substancia", por "el ser del ser". Llevada a sus últimas consecuencias la identificaGÍón de la existencia con el modo de constituirse intencionalmente y de hallarse en la vida, la contemplación deviene problema y se vincula Ínti­mamente a los enigmas primarios de la decisión y de la volun­tad. La Filosofía se convierte en problema para sí misma (Jaspers) .

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Ello nos lleva a considerar el- problema histórico de la vida y de la existencia humana en relación con la temporali­dad radical en la cual se constituyen y de la cual brotan. Los ob jetos de la percepción, la realidad de las "cosas" y las estruc­turas objetivas de la ciencia se constituyen históricamente como todos los objetos de la realidad. El hombre y su vida entera son esencialmente historia. El ser de su ser se estructura y se forma en el desarrollo de la pura temporalidad.

Como vimos Husserl se ha ocupado de estos problemas en sus últimas obras. Pero se opone en ellas resueltamente a toda interpretación antropológica o existencial. Ve en el irracio­nalismo que éstas llevan implícito el peligro más grave para su programa de una Ciencia rigurosa y última que sirve de base a un progreso seguro de la Humanid.ad sobre la tierra. Superado el relativismo y el escepticismo que resultan de la mentalidad positivista recaemos en un escepticismo metafísico y ontológico en el cual se desvanece toda posibilidad de con­tinuidad y de progreso. La Filosofía deja de ser una actitud metódica eS,trictamente científica y se convierte en una con­cepción personal sujeta a los cambios que lleva forzosamente consigo la constitución temporal de la existencia y de la per­sonalidad.

La crisis que esto lleva consigo promueve en Husserl un movimiento de decepción y la voluntad resuelta de defender los derechos del intelecto frente al escepticismo o al dogma­tismo que forzosamente resulta de una concepción en la cual la razón se convierte en un islote a la deriva en un Universo esencialmente irracional.

No es' posible exponer la argumentación de Husserl en defensa de la gran esperanza que cifró en su método. Lo que ha publicado sobre ello se limita a breves consideraciones. Es preciso aguardar la publicación de sus manuscritos inéditos.

Lo cierto es que la Fenomenología concebida 'COmo el ini-

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cío de una época de progreso decisivo en el planteamiento y la solución de los problemas últimos del hombre y de la realidad, se halla en el trance de convertirse de nuevo, en virtud de su propio desarrollo, en una serie de " filosofías" personales. ¿ Será éste el destino de toda Filosofía como 10 fué el de las que cOn idéntica esperanza fundaron en su tiempo Sócrates, Descartes o Kant? Tal es el problema.

Sea de ello 10 que fuere la actitud de Husserl ha permitido por 10 pronto desbrozar, frente al suicidio filosófico intentado por el positivismo y a la vaga concepción de la Filosofía como una " concepción personal del mundo" o como una "sabidu­ría" mundana, el camino de una auténtica meditación filosó­fica y abrir ante la mirada inquisidora el campo fe<:undo de una meditación ceñida y exigente. Su idea de la Filosofía como ciencia rigurosa tiene de común con la ciencia el imperativo de estricta objetividad y el ideal de una investigación impersonal en la cual puedan colaborar todos los hombres. Con ello vuelve a la idea helénica de una ciencia primera en la cual se halle in­cluída en principio la estructura necesaria del Universo. El ideal del conocimiento filosófiw no se halla subordinado a la idea de las denominadas ciencias particulares. Ocurre más bien todo lo wntrario. El ideal de la ciencia en todos y cada uno de suS departamentos se halla en estrecha dependencia y subor­dinación a la aspiración' de una ciencia universal mantenida por la Filosofía. La Filosofía no es una ciencia o una deriva­ción más o menos aproximada de las investigaciones cientí­ficas . Es por definición la Ciencia, el conocimiento del cual dependen y derivan las ciencias todas como depende en Platón la doxa de la epist'eme:

Sea cual fuere su destino la Filosofía de Husserl cierra re­sueltamente el camino a toda vaga elucubración cosmológica y a toda filosofía "literaria". Su afán cartesiano de eternidad hace de su vida una vida consagrada con devoción a la luz del pensamiento racional. Vió con dolor que el camino por él señalado conduce tal vez a regiones del pensamiento que ponen en crlSlS su aspiración más alta. Sin prejuzgar aquí la

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legitimidad y los límites de aquella aspiraClon, este esfuerzo para llegar a una región de claridad perfecta que por el hecho mismo de trascender al hombre oriente e ilumine sus destinos y la consagración incondicional de una vida entera a la verdad sobrepersonal, tienen en los momentos oscuros en que vivimos y que tan gravemente afectaron a 10 más íntimo de su vida, una grandeza evidente y una singular dignidad.

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