Con un vestido rojo

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1 Con un vestido rojo Alumnos de 4º de ESO Lengua castellana y literatura Santa Teresa de Lisieux, Barcelona Sant Jordi 2016

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Libro escrito colaborativamente por 35 alumnos de cuarto curso de ESO.

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Con un vestido rojo

Alumnos de 4º de ESO Lengua castellana y literatura Santa Teresa de Lisieux, Barcelona Sant Jordi 2016

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Con un vestido rojo

CAPÍTULO 1

25 de diciembre de 2005

Ya era de noche en la fría y nevada

Pelee, una pequeña isla en medio del

lago Erie cercana a la frontera entre

Canadá y los Estados Unidos.

La Navidad invadía las calles y el pueblo

estaba de celebración. Todos bailaban,

reían, bebían. En resumen, eran felices

y disfrutaban de las fiestas como nunca

lo habían hecho.

A una distancia prudencial, en una

esquina de la plaza mayor, se

encontraba Evah con un deslumbrante

vestido rojo. Llevaba toda la noche

sintiéndose observada y —culpando al

alcohol de todas sus penas— pero

seguía bebiendo para intentar animarse

y olvidar.

Entrada la madrugada, Evah ya no se

encontraba demasiado bien y decidió

irse a casa. De camino, tuvo la

sensación de que alguien la continuaba

observando, así que aceleró un poco el

paso. Tan rápido iba y tan preocupada

estaba que, sin darse cuenta, se

encontró en la playa de Pelee. El dolor

de cabeza cada vez era más intenso así

que decidió sentarse unos segundos en

la orilla para intentar descansar y

reponer fuerzas. Antes de levantarse,

oyó unos pasos tras de ella y, sin poder

reaccionar, una sombra se le apareció

armada. Intentó gritar, huir,

defenderse, pero le fue imposible.

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—No, por favor… —suplicó mientras su

rostro se llenaba de lágrimas.

—Demasiado tarde… —le respondió la

maldita sombra y antes de que Evah

pudiera suplicar por su vida una vez

más, quedó inconsciente por un fuerte

golpe en la cabeza.

20 de marzo de 2006

Empezaba a hacer calor en Pelee. La

gente ocupaba las calles. La primavera

alegraba el pueblo, principalmente

porque el lago Erie se había

descongelado y ya se podía ir a

disfrutar de las bonitas vistas que

regalaba la playa.

Matthew River, el cura del pueblo,

había salido a pasear por la arena. A

mitad de la caminata, vio algo extraño

que flotaba en el agua. Era de un color

rojizo, pero la distancia que le separaba

de aquello desconocido, no le permitía

saber exactamente qué era. Decidió

acercarse y, una vez en la orilla, se dio

cuenta que lo que había visto era el

cuerpo de una mujer sin vida: estatura

media, pelirroja, pálida, muy delgada.

Juraría que esas facciones le sonaban

de algo… pero como el cuerpo estaba

de espaldas, y el terror que sentía no le

dejaba concentrarse, no pudo

reconocerla. Aterrorizado, llamó a la

policía del estado para que se hiciera

cargo del cadáver.

En media hora llegó el equipo de

investigación que iba a encargarse del

caso con la Inspectora Jane Cotch al

mando. El forense ya estaba al lado del

cadáver realizando la inspección

rutinaria y los técnicos estaban

buscando pistas y haciendo fotografías

del escenario del crimen. Mientras, la

capitana ordenó a uno de los detectives

que interrogara al padre River y ella se

acercó a hablar con el forense para

conocer todos los detalles sobre la

víctima.

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—¿Eso es todo lo que os ha contado?

—preguntó la inspectora Jane mientras

caminaba hacia una de las cafeterías de

Pelee, acompañada por su equipo.

—Sí, bueno, los médicos han dicho que

aún está traumatizado por el accidente.

–respondió Donald, que había sido el

encargado de interrogar al Padre River,

aguantando la puerta para que los

cuatro pudieran entrar al

establecimiento.

—¡Patrañas! Lo que le pasa a este

hombre es que nos esconde algo, no

me fío… —saltó Blur mientras buscaba

con la mirada una mesa donde poder

sentarse todos juntos. Al encontrarla,

empezó a caminar en esa dirección,

obligando a sus compañeros a seguirlo.

—¡No seas idiota, Blur! Que tú seas un

insensible no significa que todo el

mundo lo sea… Deja al pobre hombre

tranquilo. Él no está acostumbrado a

estas cosas —dijo finalmente Cosima,

mientras se sentaba y le hacía un gesto

a una camarera para que se acercara.

—Un café descafeinado de máquina,

por favor –pidió amablemente.

Todos eligieron sus desayunos y una

vez la muchacha se había ido,

retomaron la conversación.

—Sigo sin fiarme… —repitió Blur, a lo

que Jane y Cosima respondieron con un

movimiento de ojos altamente

comunicativo.

—Bueno, ahora lo que tenemos que

hacer es buscar pistas, pruebas… ¿Por

dónde queréis empezar? –dijo la

inspectora Cotch mostrando como

siempre su insaciable curiosidad y sus

prisas por hacerlo todo con extrema

rapidez.

—¡Podríamos comenzar por la playa!

Sería lo más obvio, ¿no?… — respondió

Donald como si fuera lo más normal del

mundo.

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—Bien, pues entonces terminemos de

desayunar y vayamos —añadió Cosima

con su típica sonrisa.

Finalmente llegaron los resultados de la

autopsia. Se detectaron varias drogas

poco comunes en el organismo de la

víctima, entre ellas metoxetamina.

También se constató la contusión

mortal que tenía en la cabeza.

Asimismo, se le practicaron varios

análisis para confirmar que la mujer

encontrada en el lago habría muerto a

principios de invierno de 2005 y que su

cuerpo habría quedado congelado bajo

la gruesa capa de hielo durante toda la

estación invernal.

Después de varios días de investigación,

el equipo no encontró pruebas o

testigos suficientes para defender una

teoría consistente sobre la muerte de

Evah Grannis. La autopsia sirvió para

identificar o recrear la escena del

crimen, pero para poco más. Por dicha

razón, el equipo de investigación tuvo

que volver a la capital sin resultados

positivos, sólo con los archivos sobre lo

poco que habían descubierto.

Caso: La mujer del vestido rojo

Lugar: Isla de Pelee, Ontario, Canadá.

Víctima: Evah Grannis. 50 Años.

Canadiense. Encontrada flotando cerca

de la orilla de la isla de Pelee. Adicta a

la bebida.

Causa de la muerte: Golpe en la

cabeza, en la parte occidental.

Provocado con alguna pieza de hierro.

Información adicional: Evidencia de

líquidos tóxicos en su organismo

(metoxetamina).

Conclusión: Asesinato.

Estado del caso: ABIERTO.

CAPÍTULO 2

Primavera de 2010

El inspector Louis Harrison se levantó

temprano con intención de pasar un día

tranquilo en la comisaría en la que

trabajaba. Fue descalzo y en pijama

hasta el comedor, donde encontró una

taza humeante de café recién hecho y

un plato de tostadas con mermelada.

—Buenos días, cariño —susurró una

suave voz detrás de él.

—Buenos días, Travis —respondió Louis

bostezando.

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Louis se dio la vuelta y saludó a su

pareja de manera cariñosa,

abrazándolo y posando un suave beso

en su mejilla sin afeitar. Desde esa

posición podía ver el tatuaje que Travis

llevaba en uno de sus musculosos

brazos, una pluma de ave que se

desvanecía formando la figura de unas

pequeñas golondrinas. No pegaba

mucho con su estilo. Era más adecuado

para el típico hombre alto y fuerte con

el que te daría miedo encontrarte en

un callejón, pero todos sus tatuajes

tenían un significado. Este en concreto

simbolizaba al propio Louis.

«Una pluma es delicada, frágil y

preciosa, y sirve como atuendo para los

pájaros, unas criaturas esbeltas,

pequeñitas y listas, sin miedo a nada.

Este tatuaje refleja mi amor por ti en

todos los sentidos.»

Esas habían sido exactamente las

palabras de Travis, que habían quedado

grabadas en la cabeza del joven

inspector, que se acababa de dar

cuenta de que haría tarde al trabajo si

no se daba prisa.

Louis cogió una de las tostadas, le pegó

un mordisco y, sin dejarla en el plato,

fue a cambiarse de ropa de manera

apresurada.

—Este chico no para quieto —murmuró

Travis divertido mientras veía como iba

de un lado a otro de la casa.

Louis llegó puntual a la comisaría, dejó

la chaqueta en el ropero y se dispuso a

prepararse otro café cuando de pronto,

oyó que lo llamaban por teléfono.

Cinco llamadas perdidas de Jack.

—¿Pero qué…? —Susurró Louis antes

de responder a la llamada de su

hermano.

—¡Louis! ¿Se puede saber por qué no

contestabas? —Gritó Jack a través del

auricular del teléfono.

Jack era ocho años mayor que Louis. Al

contrario que su hermano, era alto y

llevaba el pelo corto. En lo que sí se

parecían era en su faceta algo

temperamental. Hacía poco que se

había ido de viaje con su familia a

Pelee, una isla en medio de un lago que

en Ontario, Canadá.

—Calma, Jack, ¿se puede saber qué ha

pasado?

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—¡Hemos encontrado un cadáver! ¡Un

cuerpo, Lou, un cuerpo! Estaba

paseando con Delphine y los niños por

las orillas de la isla y nos hemos

encontrado un maldito cadáver.

—¡Cálmate! Explícamelo todo desde el

principio.

—Sí, sí… Hoy nos hemos despertado

temprano para ver salir el sol en la

playa. Estábamos sentados en la arena

cuando… Sophie ha visto algo que

flotaba en el agua. Delphine se ha

quedado con los niños y yo he ido a ver

qué era. Sinceramente esperaba

encontrar el cuerpo de un hombre

flotando entre las olas.

Louis escuchaba todo lo ocurrido

asintiendo con la cabeza a cada rato y

con expresión de incredulidad.

—¿Habéis llamado a la policía local?

¿Estáis todos bien? ¿Delphine, Liz,

John…? ¿Tú? —preguntó Louis,

preocupado por su familia.

—Sí, han llegado hace nada. Y nosotros

estamos bien, no te preocupes.

Recuerda que Liz apenas tiene cinco

años, y es la mayor, no entiende lo que

está pasando, pero tampoco parece

importarle.

—Está bien… Cuando sepas algo más de

ese hombre llámame de nuevo.

Comentaré el caso con mis

compañeros, a ver si nos permiten

acercarnos por jurisdicción.

—Gracias hermanito. Te llamaré en un

par de horas.

Louis dejó el teléfono sobre la mesa

intentando procesar la información.

—Relájate, te cogerá dolor de cabeza si

piensas demasiado —dijo una voz

femenina tras él.

Al girarse vio a Beth Cooper, su jefa,

que caminaba con mirada risueña por

los pasadizos de la comisaría. Sin duda,

era la mejor jefa que Louis había tenido

y no sólo por el hecho de que había

sido su única jefa hasta el momento.

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Beth era una mujer fuerte e inteligente,

muy independiente y sus comentarios

solían llevar una buena dosis de ironía.

En lo que al aspecto respecta, no se

quedaba corta; era delgada pero

esbelta, de estatura media y casi

siempre llevaba el largo pelo moreno

claro recogido en una cola de caballo

que imponía.

— Buenos días Beth, quería comentarte

una cosa: es sobre un cuerpo que se ha

encontrado esta mañana en una isla…

no sé por qué, pero me tiene intrigado.

– ¿Intrigado…?

— Ven a la sala y nos lo comentas a

todos, ¿sí?

— Claro, ningún problema.

Cuando Louis acabó de contar la

historia, todo eran miradas confusas y

cerebros pensando a toda velocidad.

— Chico —dijo Donna Jeans, la

capitana de la división del equipo de

Beth—. ¿Cómo dices que se llamaba la

isla?

— Pelee, está en medio del lago Erie,

no muy lejos de aquí.

— Disculpadme un momento.

Donna salió de la habitación y volvió

unos minutos después con un montón

de papeles en las manos. Se sentó de

nuevo y le dio unos cuantos informes a

Louis para que echara un vistazo.

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Caso: La mujer del vestido rojo

Lugar: Isla de Pelee, Ontario, Canadá.

Víctima: Evah Grannis. 50 Años.

Canadiense. Encontrada flotando cerca

de la orilla de la isla de Pelee. Adicta a

la bebida.

Causa de la Muerte: Golpe en la

cabeza, en la parte occidental.

Provocado con alguna pieza de hierro.

Información adicional: Evidencia de

líquidos tóxicos en su organismo

(Metoxetamina).

Conclusión: Asesinato.

Estado del caso: ABIERTO.

— Bien —dijo Louis al terminar de leer

el informe— creo que esto nos puede

servir y ayudar, aunque ciertamente

hay poca información…

— ¿Qué propones hacer?

— Sugiero un viaje a Pelee, a lo mejor

podemos colaborar con los policías

locales para investigar el caso.

— Beth, ya que el señor Harrison está

bajo su responsabilidad, propongo que

usted y su equipo empiecen la

investigación conjunta del caso abierto

de Evah Grannis y del nuevo caso a

resolver.

— A la orden —respondió Beth

enérgicamente. Estaba tan impasible

como siempre, pero Louis notó que

algo más se escondía tras ese velo de

tranquilidad.

CAPÍTULO 3

Ese mismo día, a primera hora de la

mañana, acordaron emprender el viaje

hacia el lugar de los hechos. De

momento, solo iban a desplazarse

Beth, David, Cosima y Louis. Y, Johnny

Clyde, el nuevo del grupo, se iba a

quedar la central ya que, siendo

informático, podría ayudarles mucho

más desde allí porque disponía de todo

su equipo. Esta decisión hubiera

decepcionado a cualquier otro

integrante del grupo, pero Clyde sabía

que sería mucho más útil y además, se

había enterado de que la producción de

un anuncio de cereales para mantener

la línea cerca de la zona donde

trabajaba era inminente y por lo tanto,

podría intentar ligar con alguna actriz

en sus tiempos muertos.

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Al atardecer Louis llegó a casa dándole

vueltas a la escena que habían tenido

que presenciar Jack, Delphine y los

niños en la playa de Pelee.

Al abrir la puerta, Louis fue recibido

amorosamente por Travis que se dio

cuenta de que algo no andaba bien,

pero con una felicidad incontenible

quiso contarle la noticia cuanto antes.

—Lou, ¿sabes aquel día que me tatué el

gemelo? Cuando me hice amigo de la

tatuadora…—dijo Travis entusiasmado.

—Sí, claro. ¡Cómo no me voy a acordar!

¡Esa chica era majísima! Pero… ¿por

qué me cuentas eso ahora?

—Pues se ve que hace unos días le

llegaron los bocetos que le mandé, y

me ha llamado para que trabaje con

ella haciendo los diseños a los clientes.

—¡Eso es fantástico!

Travis rebosaba alegría, pero al ver que

su pareja no compartía su emoción, se

preocupó. Le preguntó sobre su estado

de ánimo y si algo iba mal y Louis, de

inmediato, sintió la necesidad de

compartir sus sentimientos con Travis.

Le contó lo que le había sucedido a su

familia en Pelee. Y un poco triste le

comunicó su inminente marcha.

—Mañana parto unos días con destino

a la isla de Pelee ya que a mi grupo de

investigación se le ha asignado el caso…

—Bueno, pues no estés triste por eso,

lo importante es que todos estamos

bien. Ahora sólo queda que vosotros

hagáis como siempre y descubráis a ese

malvado que va congelando gente —

bromeó Travis con intención de animar

a Louis.

Este soltó una pequeña carcajada, le

abrazó y se sentó en la mesa que

estaba puesta con la comida a punto de

servir. Cenaron sin pensárselo y se

acostaron pronto porque a la mañana

siguiente a más de uno le tocaba

madrugar.

Eran las siete y Louis iba ya de camino

a comisaría mientras Travis continuaba

en casa durmiendo. Llegó puntual

como casi siempre y todos

emprendieron el viaje de unas tres

horas hasta llegar a las orillas del lago

para desde allí, coger un ferry que les

llevaría a su destino. Una vez en el

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coche, el silencio se apoderó de ellos,

hasta que Cosima recibió una

notificación en su móvil y les alertó.

—Chicos, mirad esto. Me acaba de

llegar un correo del cuerpo de policía

de Pelee —dijo Cosima segundos

después de oír el zumbido de su móvil.

—Léelo en voz alta —le sugirió Beth,

mientras todos los presentes dejaban

de lado lo que estaban haciendo y

prestaron atención.

Para: [email protected]

De: [email protected]

Asunto: El hombre trajeado

Hola, buenos días:

Les escribo para transmitirles la

información que hemos podido obtener

del fallecido y las primeras

observaciones hechas por el médico

forense.

El cadáver fue encontrado en la orilla

de la isla de Pelee. El fallecido se

llamaba Vance Flymen era un hombre

de aproximadamente unos 30 años de

edad. Era alto, fuerte, moreno y con el

pelo teñido de rubio. Fue encontrado

unos meses después de su muerte ya

que el lago había estado congelado

(exactamente igual que en el caso

anterior).

Se ha constatado asimismo que murió

desangrado tras un golpe en la cabeza,

con signos evidentes de ahogamiento y

de posible intoxicación.

¡Que tengan un buen viaje!

—¿Qué os parece chicos? —preguntó

Cosima.

—¡Extraño!— Exclamaron todos a una.

—A mí me parece que tiene mucha

similitud con el caso anterior que

quedó sin resolver. Lo conocí de

primera mano porque participé en la

investigación —dijo Cosima con una voz

bastante seria.

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—¿Louis, tú has hablado con tu

hermano? —preguntó Beth con la

mirada centrada en él.

—Sí, hablé ayer con él pero no le quise

preguntar mucho ya que noté que tenía

la voz un poco tensa —dijo el joven.

—Normal. Yo de ti le alertaría de que

vamos a tener que interrogarle. De

momento es nuestro primer testigo y

además él ha sido la persona que ha

encontrado el cuerpo —puntualizó la

inspectora Cooper.

—Supongo que por eso no tendrá

ningún tipo de problema. Él tiene la

conciencia muy tranquila— comentó

Louis.

—Cambiando de tema, Cosima,

¿recuerdas a alguno de los testigos del

otro caso que estuviera en contacto

con el homicidio? —preguntó David.

—Recuerdo que el Padre River, el

encargado de la iglesia de Pelee, estaba

muy afectado. Fue él quien encontró el

cuerpo de Evah Grannis sin vida.

—Bueno ya veremos lo que nos depara

la investigación. Ahora toca descansar

que en unas horas deberemos estar a

tope —dijo la inspectora jefe y a su vez

conductora.

Después de esta conversación pocas

cosas más se dijeron y siguieron el

camino en silencio.

Al llegar a la zona de embarque del

ferry se dieron cuenta que justo en ese

mismo momento acababa de partir uno

y que deberían esperar al siguiente que

no salía hasta la media tarde…

CAPÍTULO 4

Los investigadores decidieron entonces

tomar algo en un bar cercano al puerto.

No fue una comida de lo más cómoda

porque la tensión cortaba el ambiente.

Dos horas más tarde, el ferry llegó y los

policías partieron rumbo a Pelee y fue

en ese momento, cuando Louis

aprovechó un pequeño despiste para

ausentarse.

Se dirigió hacia la proa del barco y con

la mirada perdida en el mar, encendió

un cigarro. No podía evitar pensar en la

posibilidad de que su hermano

estuviera, de alguna manera,

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relacionado con el caso y, apoyado en

la barandilla, susurró para sí:

—Espero que mi hermano se tome a

bien el interrogatorio…

En ese momento apareció David Rings,

el jefe del equipo, y le dijo:

—No te tortures más Louis. Deja el

tema y vamos a echar una partida de

cartas.

—Vale, pero no te enfades y no lances

las cartas al agua cuando pierdas —

respondió con una sonrisa cómplice.

Los dos no pudieron evitar mirarse al

pensar en los secretos que podían estar

ocultos bajo el agua y que aún debían

resolver.

Una vez llegaron a Pelee, fueron

directamente al apartamento de Jack,

el hermano de Louis. Y al verse, los dos

se fundieron en un gran abrazo. Jack les

invitó a pasar, y les ofreció algo para

beber. Asimismo, envió a sus hijos a

jugar al jardín con su mujer, ya que era

plenamente consciente de la mala

relación existente entre ella y Louis.

Acto seguido, Jack les explicó todo lo

que había presenciado:

—Era primera hora de la mañana.

Todos nos habíamos despertado muy

temprano para ver el amanecer y hacer

algunas fotos del paisaje. Fuimos a la

playa porque nos habían dicho que se

trataba del mejor lugar para

contemplar la salida del sol. Pero el

ansia por llegar nos condujo a nuestro

destino demasiado temprano así que

aún era oscuro cuando llegamos.

Aprovechando que llevaba mi cámara

nueva que, por cierto, hace unas fotos

con una gran resolución… Bueno, Esto

es lo que me dijo el dependiente de la

tienda donde la fui a comprar, aunque

a mí me gustaba más el modelo LX-360

que…

—Seguro que es de los mejores

modelos que hay actualmente en el

mercado y que tú eres un gran

fotógrafo, pero ahora esto no es

importante. Céntrate —le ordenó la

jefa.

—Está bien, está bien… Pues os

quedaréis con las ganas de saber cómo

compré la cámara...

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Como iba diciendo… al salir el sol,

hicimos unas fotos pero, al revisarlas,

descubrimos una silueta en una de

ellas. Miramos hacia el lugar donde se

ubicaba en la foto, pero había

desaparecido. Nos acercamos para

asegurarnos y fue entonces cuando lo

vimos. Nunca olvidaré su rostro. Su

cuerpo estaba atrapado entre las rocas

y solamente le sobresalía la cabeza.

Llamamos rápidamente al cuerpo de

policía. Nos hicieron unas preguntas y

nos dejaron marchar a casa. Esto es

todo lo que os puedo explicar.

Los inspectores estuvieron conver-

sando durante un buen rato y le

pidieron a Jack que les enseñara las

fotos que habían tomado en la playa

aquella mañana.

Después de meditar unos minutos

sobre la historia que les acababa de

contar Jack, la inspectora Cosima se

dirigió hacia Jack y le dijo:

—¿Podrías enseñarnos esas fotos, por

favor?

—Ahora resulta que sí que queréis ver

mi cámara, ¿eh? —respondió Jack

antes de ir en su busca.

Los detectives pudieron ver que,

efectivamente, se observaba la silueta

de la que les había estado hablando

Jack. Y enviaron las fotos a Johnny, el

informático del cuerpo de policía, para

que se encargara de ellas.

En ese momento en Toronto…

Canadá…

—¡Maldita sea! —exclamó Johnny–

Ahora que estaba a punto de conseguir

el número de una de esas chicas…

Se dirigió rápidamente a su santuario

—así es como llamaba a su oficina

donde tenía todos sus aparatos

informáticos y pasaba gran parte del

día— y, en un segundo, ya estaba

manos a la obra. No tardó nada en

analizar las imágenes que le acababa de

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enviar Cosima. Y aunque consiguió

ampliar la imagen en cuestión de

segundos para averiguar la identidad

de la silueta, no logró la identificación

facial. Llamó a Cosima y le dijo:

—He conseguido ampliar la foto y

parece ser que se trata de una chica

joven. Te la envío por WhatsApp.

Desde Pelee…

—Gracias —le respondió Cosima y se

dirigió a Jack, le enseñó la foto y le

preguntó:

—¿Reconoces a esta joven?

—No —le contestó Jack—, pero quizás

el cura de este pueblo os pueda echar

una mano. Se llama Matthew River, y lo

podéis encontrar en la iglesia. Es un

hombre de unos 65 años y lleva

viviendo aquí toda su vida, así que

conoce a cada una de las personas del

lugar. No sé… a lo mejor os puede

ayudar a identificarla.

Los inspectores salieron del

apartamento de Jack y se dirigieron

hacia la iglesia.

CAPÍTULO 5

Al llegar a la misma, encontraron al

cura en el jardín podando los arbustos.

Al verlos, el padre River dejó por

completo lo que estaba haciendo y se

dirigió hacia ellos para preguntarles

qué querían.

—Buscamos a Matthew River —dijo

David amablemente.

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—Soy yo. ¿Les puedo ayudar en algo?

—preguntó el padre.

Louis respondió:

—Sí, somos detectives del equipo de

investigación de la policía de Toronto.

Nos han asignado el caso del fallecido

Vance Flymen. Veníamos a hacerle

unas preguntas.

—De acuerdo. Pasen ustedes,

estaremos más tranquilos dentro.

Ya en el interior, el equipo empezó a

interrogar al Padre River.

Al acabar con la batería de preguntas

fueron en busca de Mia Faith, a quien

el cura había mencionado en su

reciente conversación. Mia era una

joven del pueblo con problemas con las

autoridades y que, a su parecer, podría

estar implicada en el último asesinato.

De camino a su centro operativo, se

sentían observados, eran conscientes

de que eran el centro de las miradas.

Habitualmente en Pelee, al ser un

pueblo pequeño, la gente estaba

acostumbrada a ver siempre las mismas

caras y en las mismas casas, así que,

cuando hay gente nueva o extranjera,

sus habitantes se fijan en ellos más de

lo normal.

La casa de la muchacha era el típico

piso de estudiantes y lo compartía con

dos amigas suyas que se encontraban

de viaje de intercambio en París. Los

inspectores llamaron a la puerta pero

nadie contestó. Insistieron pero

seguían sin responder. Cuando estaban

a punto de echar la puerta abajo

oyeron un grito que provenía del

exterior. Era Mia y mostraba cara de

enfado.

—¿Sólo porque he tenido unos

problemas con la poli ya vienen a

derrumbar mi puerta?

—¿Mia Faith? —preguntó Beth sin

esperar respuesta—, policía de

Toronto. Hemos venido a hacerle unas

preguntas sobre el reciente homicidio

de Vance Flymen.

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—¿Sería tan amable de dejarnos

entrar? —preguntó Beth.

—De acuerdo, pero no más de veinte

minutos, tengo prisa —añadió Mia.

Al entrar en su casa vieron que todo

estaba bastante desordenado y

pudieron intuir que era una persona

despreocupada. Mia les acompañó

hasta el salón, donde procederían a

interrogarla.

—¿Cuánto tiempo hace que vives en

Pelee? —preguntó Cosima.

—Bueno, yo he vivido aquí desde que

nací, pero hace un año que vivo sola, ya

que mis padres se tomaron unas

“vacaciones” en Argentina para estar

con mis abuelos maternos —respondió

Mia.

—¿Llegaste a conocer a Vance Flymen?

Es el hombre de la foto —preguntó

Louis, enseñándole un retrato de Vance

días antes de su muerte.

— Pues resulta que sí. Yo trabajo de

camarera en el Café de la Bahía, cerca

de la playa. Hace unas semanas ese tal

Vance vino a almorzar con su mujer, y

yo les serví. Me contaron que

disfrutaban de unas vacaciones porque

estaban muy agobiados por su negocio

en Londres. Tenían, parece ser, serios

problemas económicos —les comentó

Mia.

—Gracias por responder a nuestras

preguntas —dijo Louis.

—De nada —contestó la muchacha.

Una vez finalizado el interrogatorio, los

policías le pidieron a Johnny si podía

localizar el domicilio de Vance en

Londres para poder hablar con su

esposa y averiguar algo más sobre su

empresa.

—No sé el porqué… pero ese tipo,

Vance Flymen, me da mala espina —

dijo David, mientras se encendía un

cigarrillo.

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—A mí también. Y mira que yo no suelo

juzgar un libro por su portada —

intervino Cosima, frunciendo el ceño e

intentando alejarse tanto como podía

del apestoso olor a tabaco.

Johnny tardó poco en descubrir la

dirección de Vance y el equipo

inmediatamente pidió permiso tanto a

la capitana Jeans como a Scotland Yard

(la policía inglesa) para que les dejaran

ir a Londres con el objetivo de

proseguir con la investigación. En

cuanto tuvieron los permisos

necesarios, tomaron el primer vuelo

disponible.

Aterrizaron en Heathrow después de

ocho horas de vuelo y cogieron un taxi

para acercarse hasta el que era el hogar

de Vance. Llamaron al timbre dos veces

y cuando iban a llamar una tercera,

alguien les abrió la puerta.

CAPÍTULO 6

La puerta se abrió de golpe y un

hombre bien vestido, de unos 60 años,

salió disparado hacía nosotros mientras

que de fondo se oían los gritos,

extremadamente agudos e irritables,

de una mujer aparentemente joven.

—No necesito tu dinero, ya tengo

suficiente con la herencia.

En ese momento, a todos se les pasó

por la cabeza la misma idea: ¿podría ser

que detrás de esa voz se escondiera

una asesina?

—Perdone, ¿podríamos pasar a hacerle

unas preguntas? —preguntó Beth con

un tono agradable y amistoso.

—Ya habéis oído lo que le he dicho a mi

padre, no necesito más problemas—

dijo la joven. La sospechosa era

delgada, con un pelo rubio y largo y

tenía las facciones de la cara demasiado

perfectas para no haberse operado

nunca.

—Solo queremos que responda unas

preguntas sobre su marido —dijo Louis.

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—Estoy demasiado ocupada como para

perder el tiempo en tonterías. Ya

estuvo bien lo que le pasó a aquel

imbécil.

En ese momento, la cara de Beth

empezó a mostrar enfado y, con voz

fuerte y autoritaria, y agarrando a la

joven por los hombros, dijo:

—¿Tonterías? Esto no es ninguna

tontería. Así que siéntese en la butaca y

responda a las preguntas.

Pocas veces habíamos visto a Beth tan

enfadada. Era una persona que no se

alteraba con facilidad pero, sí se

tomaba muy en serio su trabajo así

que, si alguien ignoraba a algún

compañero, ella lo defendía. Esa

reacción provoco una leve sonrisa en

David.

Después de esa respuesta tan

contundente, la chica se sentó sin decir

nada.

—Ahora que estamos todos más

calmados, ¡empecemos! ¿Tú nombre es

Lindsey O’Connell verdad? —dijo Beth.

Antes de que la chica pudiera

responder, Cosima se levantó y le hizo

una pregunta que no estaba planeada:

—Espera, ¿has dicho O’Connell? Si no

recuerdo mal este es el apellido de

Henshel, el propietario de una empresa

rival de la de la víctima.

De repente, la cara de Lindsey se

transformó en cara de preocupación.

—Sí, es cierto, soy la hija de Hershel

O’Connell, ese hombre al que acabáis

de ver salir.

—¿Por qué estabais discutiendo? —

preguntó David con cierta curiosidad.

—Porque él cree que después de no

quererme comprar el chalet en Suiza,

puede venir aquí y ofrecerme un

préstamo para que yo pueda adquirirlo.

Lo siento, pero Lindsey O’Connell no se

deja comprar tan fácilmente.

En ese momento, todos los del equipo

pusieron una cara de indiferencia, ellos

trabajando para poder ganar un sueldo

decente a fin de mes y esa “Barbie”,

porque tanto por su aspecto como por

Page 20: Con un vestido rojo

19

su carácter lo parecía, enfadada por no

poder conseguir uno de sus caprichos…

—Está bien. Volvamos a las preguntas

—prosiguió Beth— ¿Cuándo fue la

última vez que vio a Vance con vida?

—Pues, no sé, creo que el día anterior a

que muriera, cuando nos discutimos

por culpa de esa indeseable, Rena

Lovely. ¡Para eso están tus amigas para

que se estén tirando a tu marido a tus

espaldas! —respondió Lindsey muy

indignada.

—¿Perdone? ¿Acaba de decir que

Vance le estaba siendo infiel? —

preguntó Louis con énfasis.

—Sí. Yo de ustedes iría a hablar con ella

antes de venir a mi casa a molestarme.

Además… ¡miren qué hora es! Tengo

que irme al spa para desestresarme.

—Está bien —dijo Beth—. De todos

modos, siga en la ciudad por si se la

necesita para cualquier otra aclaración.

Y si recuerda algún dato que considere

pertinente para la investigación,

contacte con nosotros.

Aunque ya habían conseguido

interrogar a una posible sospechosa,

salieron de la vivienda con un aire de

intranquilidad manifiesto.

—Tengo la sensación de que nos oculta

algo —dijo Cosima.

—Yo también, pero aun así vamos a

hablar con esa tal Rena Lovely —dijo

David mientras marcaba el número de

Johnny.

—¿Hola? ¿Johnny? Necesitamos la

dirección de Rena Lovely.

—Eee vale. Tomad nota. Calle Morley,

número 23— y colgó el teléfono.

—Venga chicos vamos— les animó

Cosima.

CAPÍTULO 7

Cosima y el resto del equipo tomaron

entonces el camino hacia la calle

Morley. Justo al doblar la esquina,

vieron cómo una hermosa mujer

pelirroja, de unos 30 años, salía del

número 23, para hacer un poco de

deporte. Iba equipada con un chándal

de color fucsia y una mochila de

Page 21: Con un vestido rojo

20

deporte del mismo tono. Los agentes

gritaron el nombre de Rena en

repetidas ocasiones, pero ella no les

pudo oír ya que llevaba puestos unos

auriculares con la música a todo

volumen.

De todas maneras, decidieron llegarse

hasta el número 23 para preguntar al

resto de los vecinos si quien habían

visto salir era realmente Rena Lovely.

La vecina del 21, una mujer mayor de

unos 70 años, les confirmó que Rena

era la chica que buscaban y que habían

visto hacía pocos minutos. Practicaba

habitualmente deporte; solía hacerlo

cada día e invertía en esa distracción

más de una hora, así que la anciana les

invitó a pasar a su casa a tomar uno de

los pastelitos que había hecho y los

detectives —sin pensárselo dos veces—

decidieron aceptar ya que aquella

agradable señora tenía cara de ser muy

buena cocinera.

Pasada una hora y media, vieron desde

una de las ventanas como la misma

mujer pelirroja volvía a casa. Se

despidieron amablemente de la

anciana y le agradecieron su atenta

hospitalidad. Se dirigieron entonces

hacia la puerta contigua y, cuando iban

a llamar al timbre, se dieron cuenta de

que esta había quedado entreabierta.

Aun así, decidieron llamar porque no

entendían que fuera correcto entrar en

casa ajena sin el permiso de su

propietaria.

Rena, con un tono amargado y a

regañadientes, les exigió que le

enseñaran su documentación y

posteriormente les invitó a pasar. Les

ordenó con pocos modales que se

sentaran en el salón y les comunicó que

iba a darse una ducha rápida.

Los agentes estaban sorprendidos por

la actitud de aquella mocosa.

Habitualmente, cuando enseñaban sus

credenciales la gente solía mostrarse

mucho más respetuosa con ellos, pero

entendieron que con Rena las cosas no

iban a ser como con el resto.

Pasados unos diez minutos, apareció

vestida con unos ceñidos tejanos y una

Page 22: Con un vestido rojo

21

holgada camiseta roja. Se sentó en la

única silla que quedaba vacía y dejó

que empezara el turno de preguntas.

—¿Vance te avisó que se iba de

vacaciones? —preguntó directamente

Louis.

—No me avisó en persona, pero una

vez estaba allí me envió un mensaje de

que estaría unos días fuera —contestó

Rena.

¿Tuviste alguna rencilla con él antes de

que se fuera a Pelee? —preguntó

Cosima con curiosidad.

—No, nosotros siempre nos llevábamos

bien, alguna vez habíamos discutido

pero hacía ya mucho tiempo que ni nos

peleábamos. Puede que haya tenido

algo que ver la pésima relación con su

mujer, ya que las últimas veces que

vino a mi casa... ¡estaba de un mal

carácter! —respondió Rena.

—De acuerdo, muchas gracias por

atendernos. Quizás algún día que otro

volvemos a pasarnos por su casa —

concluyó Beth mientras todos se

levantaban, dispuestos a salir del

apartamento.

—Sí, puede que volvamos y nos la

llevemos maniatada y dando el caso

por caso cerrado —murmuró David,

que enseguida vio a esa chica metida

entre rejas y declarada culpable.

Ya fuera del edificio, los policías

discutieron y sacaron algunas

conclusiones que terminaron en la

decisión de ir en busca del señor

O’Connell.

—Llamemos a Johnny para que nos

proporcione la dirección —propuso

Louis.

—De acuerdo, ya le llamo yo —dijo

Cosima. Y comunicó con él

inmediatamente.

—¡Johnny! ¡Hola, cielo! Localiza a

Heshel O’Connell.

—Ahora mismo, —respondió Johnny—

mmm... Calle Lombard Street, número

134-138.

—Muchas gracias. ¡Hasta pronto! —

añadió Cosima.

Se dirigieron hacia la empresa del señor

O’Connell y durante el trayecto, fueron

pensando en las preguntas que le

Page 23: Con un vestido rojo

22

formularían. Y aunque se desplazaron

en taxi, el trayecto se les hizo bastante

largo porque distaba bastante de la

casa de Rena.

Cuando llegaron, entraron por la puerta

principal de la empresa y…

CAPÍTULO 8

Accedieron al edificio y se encontraron

en una recepción enorme que tenía un

aspecto impoluto impresionante. El

suelo brillaba y las paredes eran de un

blanco perfecto. Todo estaba

impecable.

Reinaba un silencio sepulcral solo

interrumpido por alguna que otra

llamada que sonaba desde un

mostrador donde un hombre y una

mujer trabajaban con sus ordenadores

atendiendo las llamadas. A un lado,

había un ascensor la puerta del cual

estaba protegida por un “segurata”.

Como la mujer estaba atendiendo una

llamada, Beth y su grupo se dirigieron

directamente al hombre.

—Perdone, tenemos que hablar con el

señor O’Connell, ¿podría decirnos

donde está su despacho? —dijo Beth.

—Lo siento, pero el presidente no

atiende visitas sin autorización ni cita

previa— respondió el recepcionista.

—En ese caso... ¿Es esta placa

suficiente autorización para hablar con

él? —le contestó Beth con un tono

burlón.

—Oh, lo siento; pasen, pasen —

respondió el recepcionista. Acto

seguido fue a hablar con el guardia de

seguridad del ascensor, pidiéndole que

llevara a los policías al despacho del

presidente. Después de eso, volvió sin

pensárselo al mostrador.

—Sigan a ese hombre, él les llevara al

despacho del Sr. O’Connell —les

comunicó el recepcionista.

Page 24: Con un vestido rojo

23

Mientras se dirigían hacia el ascensor,

David pensó: “Seguro que Beth no le ha

enseñado la placa al recepcionista de

primeras para poder reírse un poco de

su cara al ver que era policía...”

Subieron hasta la séptima planta y una

vez allí anduvieron por un largo pasillo

que les llevaría finalmente al despacho

del presidente. Entraron sin pensárselo.

Era un despacho muy sobrio, moderno,

con toques blancos y negros. Lo que

más destacaba, no obstante, era un

gran cuadro con las letras HEC escritas

en azul marino que colgaba en una

pared y debajo de las mismas se podía

leer: Hershel Energy Corporation.

Previamente, los policías habían

indagado sobre la empresa. Al parecer,

HEC era una multinacional distribuidora

de gases licuados y petróleo, una de las

más importantes del Reino Unido.

El señor O’Connell estaba sentado en

su butaca, examinando con

preocupación unos documentos. Al

verlos, guardó los papeles y les pidió

que tomaran asiento.

—Siento mi rudeza, pero, ¿cuál es el

propósito de esta visita? —preguntó.

—Somos investigadores del cuerpo de

policía de Toronto, y tenemos que

hacerle unas preguntas sobre un caso

de asesinato. ¿Conocía usted a un

hombre llamado Vance Flymen? —le

respondió Beth.

—Sí. Ya estaba enterado de su muerte.

Conocía a ese hombre y me parecía una

persona muy honesta —se lamentó

O’Connell.

—Era el marido de mi hija. Las pocas

veces que el trabajo me permitió hablar

con él, disfruté bastante de su

conversación —afirmó—. Dejando de

lado lo personal, me parece que

también era empresario. Creo que

dirigía una empresa, pero nunca me

interesó especialmente.

—¿Podría decirnos cómo era la relación

de su hija con Vance? – prosiguió Beth.

—No tenía mucho tiempo para ir a

visitarlos, ya que el trabajo me tiene

muy ocupado. Entenderán que dirigir

una empresa como HEC no es una tarea

fácil... Bueno, diría que solían tener

algunos encontronazos, pero teniendo

en cuenta que Vance era un empresario

como yo, encuentro normal que las

cosas en casa estuvieran algo tensas.

Mi hija tiene un carácter muy especial,

Page 25: Con un vestido rojo

24

y llevando la vida de un ajetreado

empresario, es normal que Vance

estuviera algo estresado. Since-

ramente, no había nada inusual en su

matrimonio —dijo Hershel O’Connell.

—Bueno, la siguiente pregunta es sobre

su empresa... —empezó Beth.

—¡Dios mío! ¡Qué tarde es! — exclamó

O’Connell, interrumpiendo a Beth

después de haber echado un vistazo a

su reloj.

— Lo siento mucho, pero debo irme.

Tengo una reunión con unos accionistas

en Fulham dentro de media hora.

Andamos con algunos problemas

últimamente. Debo irme inme-

diatamente. No obstante, si quieren

seguir con las preguntas, pueden hablar

con mi socio, Michael McCoin. Él les

responderá todo lo que deseen saber.

Vive en el 12 de Huntley Street. Ahora,

perdonen, necesito que se vayan, debo

cerrar mi despacho —concluyó

O’Connell.

Ya en la calle, los investigadores

comentaron que les había parecido

poco sospechoso, pero que igualmente

tenían que seguir investigando sobre él

y sobre su círculo de conocidos.

Dado que Huntley Street no quedaba

demasiado lejos, decidieron acercarse

caminando a casa de McCoin.

En menos de una hora se encontraban

delante de la puerta del número 12. Al

ver la cantidad de timbres que tenía el

interfono del edificio, se dieron cuenta

de Hershel no les había indicado el piso

de su socio y lo maldijeron por ello.

Fueron turnándose para llamar al

cuadro completo de los interfonos,

hasta que una voz les dijo que sí, que

por fin estaban hablando con la

persona que buscaban.

CAPÍTULO 9

— ¡Buenos días! Sentimos molestarle,

pero tenemos que hacerle unas

preguntas relacionadas con el asesinato

de Vance Flymen —dijo Beth,

enseñando su placa cuando Michael

abrió la puerta.

Page 26: Con un vestido rojo

25

—Por supuesto, pasen —se apartó de

la puerta, gesto que los inspectores

interpretaron como que ya podían

acceder a la casa.

La vivienda era bastante pequeña, con

escasa decoración y muebles antiguos.

Además, estaba situada en uno de los

barrios de las afueras de la ciudad.

—Tomen asiento donde quieran, o,

mejor dicho, donde puedan —dijo

intentando aliviar la tensión. A

continuación, añadió:

—Siento el desorden, no suelo tener

muchas visitas.

—No se preocupe —dijo Louis

sentándose en una butaca libre.

Inmediatamente, sus compañeros

hicieron lo mismo.

—Acabamos de tener una pequeña

charla con su actual jefe, el señor

Hershel O’Connell. Él nos ha dicho que

usted podría contestarnos una serie de

preguntas sobre la empresa de Vance

ya que mantenían el contacto por

cuestiones laborales.

—Así es, era su socio, estaba a cargo

del departamento de finanzas de la

empresa del señor Flymen —respondió,

demasiado tranquilo, Michael.

—¿Le importaría explicarnos el motivo

por el cual usted dejó de trabajar para

el señor Vance y se pasó a la empresa

de O’Connell, la competencia? —

preguntó Cosima, curiosa por conocer

el motivo.

En seguida, todos los inspectores se

dieron cuenta del repentino cambio de

humor de Michael por mucho que

intentó disimularlo.

Antes de contestar, se aclaró la

garganta. Y, desde el punto de vista de

los detectives, se le veía ciertamente

incómodo.

—¡Ay!, me siento un completo

maleducado. No les he ofrecido nada.

¿Les apetece algo? ¿Café? ¿Agua? ¿Un

refresco? —dijo Michael, dejando

entrever a los inspectores que era un

tema delicado del cual no quería

hablar.

Page 27: Con un vestido rojo

26

—Ahora que lo dices… —Intentó decir

David, pero fue interrumpido por Beth

que impuso su autoridad:

—No, gracias señor McCoin, pero

estamos aquí para obtener

información, para intentar resolver el

caso. Así que, por favor, conteste a las

preguntas que le hacemos.

Michael volvió a sentarse dándose

cuenta de que no había escapatoria.

—Díganos, ¿por qué se cambió a la

competencia? ¿Problemas con su jefe,

tal vez? —dijo Cosima insistente.

—Si están insinuando que yo lo maté,

están muy equivocados. Sí, mi relación

con Vance no era de las mejores, pero

eso no significa que deseara su muerte.

Aunque tal vez debería haberlo hecho,

el muy cretino salía con mi exmujer y

me dejó sin un duro —dijo él,

indignado.

Después de todos los problemas que

me causó, no me pareció mala idea

fichar por la empresa de Hershel, sin

una crisis financiera por la que

preocuparse y donde me

proporcionaban un salario parecido. Y,

además, sin tener aguantar al pesado

de Flymen. Vaya… un chollo— añadió

después, con un notable desprecio y

respondiendo, al fin, a la cuestión

realizada por Cosima.

Se hizo un silencio sepulcral mientras

los inspectores procesaban toda la

información que el ex socio les había

dado y Louis tomaba nota de lo más

relevante.

—¿Vance y Rena estuvieron juntos

antes o después de su divorcio? —

preguntó David.

—¿Y eso qué más da? La cuestión es

que mi jefe y mi exmujer se liaron, no

hay más— respondió él, mostrando

claramente su enfado por el tema.

—¿Si Rena y usted ya no estaban juntos

por qué le molestó tanto que

mantuvieran una relación? —cuestionó

Louis.

—¿Le parecería bien que su exmujer y

su jefe, al cual no soporta, se

“enrollaran”? —le replicó al inspector

con otra pregunta.

Page 28: Con un vestido rojo

27

Los miembros del equipo aguantaron

las carcajadas y Louis, sonriente,

contestó:

—No creo que eso llegue a pasar

nunca, pero, supongo que lo tuvo que

pasar mal. Y… dígame, ¿hizo algo al

respecto? ¿Hablar con él? ¿Con ella?

A pesar del hecho de que McCoin no

parecía tener ganas de seguir hablando

sobre eso, Louis insistió.

—No encuentro que este tema esté

relacionado con la empresa del señor

Vance, razón por la cual han venido

aquí. Así que si no les importa… —e

incitó a que dejaran de preguntar sobre

la relación de Rena y Vance.

— Bien. Según lo que nos han dicho, la

empresa estaba pasando por serios

problemas de viabilidad. ¿Cómo le

afectó eso a usted? —quiso saber Beth.

—¿Qué? Que… ¿cómo me afectó?

Siento faltarle el respeto, señora, pero

me parece una pregunta un tanto

estúpida. Me bajaron el sueldo y mi

vida cambió por completo. Mi mujer

me dejó, entre otras cosas por eso, y

me tuve que mudar a este barrio de

mala muerte y aquí estoy, viviendo en

este tugurio. Pero, sin duda, como

pueden ver, ese bache ha sido lo mejor

que me ha podido pasar —dijo con un

tono irónico.

—De acuerdo. ¡No se altere! —dijo

David; y, antes de poder añadir algo

más, su teléfono le interrumpió.

—Disculpen, es algo importante, debo

contestar. Beth, acompáñame, por

favor —dicho esto, salieron los dos

jefes del pequeño comedor donde

estaban sentados.

Unos minutos después, regresaron a la

sala.

—Chicos, tenemos que irnos, es

urgente —comunicó Beth impaciente.

Los demás inspectores se empezaron a

levantar y David, viendo la cara de

confusión de Michael, añadió:

—Siento las molestias. Gracias por la

información que nos ha proporcionado,

si se acuerda de algún dato importante

que no nos ha comentado, aquí tiene

mi número — y le entregó una tarjeta.

Page 29: Con un vestido rojo

28

—Me alegro de haberles sido útil. —

Dicho esto, McCoin se levantó y

acompañó a los inspectores a la

entrada para despedirles.

CAPÍTULO 10

—Buen momento para que se estropee

el ascensor... —refunfuñó David.

Los inspectores bajaron corriendo las

escaleras intrigados por saber qué era

tan importante como para tener esa

prisa en marcharse. Ya en el exterior,

Beth les explicó el contenido de la

llamada. Jonnhy había descubierto que

existía una relación profesional entre

Evah y Hersel O’Connell.

Los dos trabajaban en diferentes

empresas, pero desde hacía poco,

habían empezado un proyecto en

común que suponía una gran inversión

de capital. El objetivo era financiar la

creación de una nueva cadena de

empresas petrolíferas en los Emiratos

Árabes —informó Beth.

—Por motivos que desconozco esta

serie de empresas no llegaron a

ponerse en funcionamiento. Debemos

hacerle otra visita al Sr. O’Connell, y

pedirle una explicación sobre la

información que nos ha llegado y qué

relación mantenían él y su empresa con

Evah —añadió Louis.

Esta vez O’Connell no se podría librar

del interrogatorio. Es de extrema

necesidad saber lo que sucedió durante

este último año.

Beth llamó a la compañía y la

recepcionista le pasó con el secretario

del Sr. O’Connell que les comunicó que

todavía estaba reunido.

No obstante, Beth y su equipo llegaron

de inmediato al número 53 de Sloane

Street. Esta vez entraron accedieron al

edificio con aires desafiantes y con un

claro objetivo: Hersel O’Connell,.

Page 30: Con un vestido rojo

29

En la recepción les atendió una mujer

rubia, un tanto mayor, que les

comunicó que no podían pasar a la sala

de reuniones. Pero en cuanto Louis les

mostró la placa policíaca, su rostro

cambió por completo y no tuvo más

remedio que darles las indicaciones de

dónde se encontraba la misma.

Sin pensárselo dos veces,

interrumpieron en la reunión donde

estaban Hersel O’Connell, su abogado,

y sorprendentemente, Lindsey

O’Connell, su hija.

Al ver a los agentes, el abogado de

O’Connell se levantó enfurecido:

—¿Cómo se atreven a interrumpir una

cita privada entre un abogado y sus

clientes? Les exijo que se retiren

inmediatamente o de lo contrario

llamaré a la policía.

—No se preocupe, la policía ya está

aquí —añadió, con un toque de

sarcasmo, la agente Cosima.

—Bien, ahora que ya estamos todos

presentes, agradecería que nos

acompañaran a comisaría — dijo Beth.

—Lindsey, deberías irte a casa cariño.

No te preocupes, papá estará bien —

dijo con un tono cariñoso e

irreconocible Hersel O’Connell.

—Disculpe señor, pero deberíamos

interrogar también a su hija,

básicamente para ir descartando

sospechosos. ¿No tendrá ningún

inconveniente en eso?, ¿no? —

preguntó Louis.

—No, por supuesto que no —respondió

él en un tono nervioso notándosele la

voz quebradiza.

Una vez en comisaría, los separaron en

diferentes salas. El interrogatorio dio

comienzo con Hersel O’Connell.

Beth, molesta por las complicaciones

que estaba teniendo el caso, miró

fijamente a los ojos del Sr. O’Connell y

le preguntó:

Page 31: Con un vestido rojo

30

—¿Le suena de algo… empresa

petrolífera en los Emiratos Árabes? Nos

ha llegado una información muy

interesante y justamente usted parece

estar relacionado con ella, o mejor

dicho usted sería en realidad uno de

sus fundadores.

O’Connell no daba crédito a lo que

estaba oyendo. Sus ojos reflejaban su

asombro, no podía creerse cómo la

inspectora y sus agentes podían haber

llegado a conocer dicha información.

—Conteste, Sr. O’Connell —insistió

Beth.

—Sinceramente, no sé de qué

demonios me están hablando. ¿Creen

realmente que un hombre que gana

miles de millones de libras al año,

malgastaría su tiempo en la creación de

otra empresa internacional con la que

igual podría llegar a arruinarse? Me

parece que está muy equivocada

inspectora. Vaya, me parece que no es

tan buena como quiere aparentar —

dijo Hersel para desviar la atención de

Beth.

—Bien, ya que le veo muy seguro de sí

mismo, y sin ganas de querer hablar,

igual Lindsey sí quiere contarnos algo

que valga la pena —dijo la inspectora,

esperando una reacción en aquel

hombre.

Sin ni siquiera darle oportunidad de

contestar, se fue de la sala dirigiéndose

al final de la comisaría donde había una

pequeña habitación en la que se

encontraba Lindsey O’Connell.

CAPÍTULO 11

En la puerta, Louis esperaba para

hacerle el interrogatorio:

—¿Has sacado alguna información

sobre la relación de Hersel con la

empresa de los Emiratos Árabes? —

preguntó Louis.

—No, —suspiró Beth— pero creo que

tengo una idea de cómo hacer hablar a

los O’Connell —dijo Beth con una

actitud muy convincente.

—¿En serio vas a hacerlo otra vez? —

preguntó Louis llevándose su mano

derecha a la cara. Entonces Beth sonrió

de aquella manera tan particular y

abrió lentamente la puerta.

Page 32: Con un vestido rojo

31

Entraron los dos, primero Beth y luego

Louis. Lindsey estaba muy tranquila,

casi ni se le notaba la respiración. A

primera vista parecía una persona

agradable y abierta, pero a los pocos

minutos se dieron cuenta de que era

alguien totalmente diferente. Era fría y

calculadora.

Al entrar en la sala, Beth cogió una silla,

la separó de la mesa, la giró y se sentó

de cara a la sospechosa. Beth puso

sobre la mesa un vaso de agua y

preguntó a Lindsey si quería. Ésta negó

con la cabeza.

Beth se quedó inmóvil, con los ojos

fijados en el rostro de la sospechosa y

sin decir palabra. Al cabo de unos

segundos, que se hicieron eternos,

Lindsey empezaba a sentirse incómoda

y notaba como su respiración se

aceleraba así que, para disimularlo dijo

un poco nerviosa:

—No van a conseguir que les diga nada.

Así que Beth, con un poco de chulería

contestó:

—Sólo con tus gestos podemos

averiguar casi todo lo que queremos

saber.

Otra vez irrumpió el silencio. Esta vez,

Lindsey estaba mucho más inquieta

que antes. ¿Cómo podían obtener

respuestas sin que ella contestara a

nada? ¡No tenía sentido! Así que al

final, harta de ese jueguecito decidió

hablar:

—Mire, yo sólo quiero irme a casa. Así

que contestaré a sus preguntas.

—¿Qué sabes de la empresa de tu

padre? —dijo Louis.

—No mucho la verdad, mi padre es un

hombre que se preocupa mucho por su

trabajo, pero es muy reservado y no me

cuenta demasiado —dijo Lindsey,

tratando de convencerlos—. De vez en

cuando, me habla sobre alguna gran

inversión, pero nada más.

—¿Te ha hablado recientemente sobre

alguna intervención realizada en una

supuesta empresa de los Emiratos

Árabes? —preguntó Beth intentando

sacar alguna información útil.

Page 33: Con un vestido rojo

32

—No, nunca me ha hablado de tal

adquisición, pero sí recuerdo que

recientemente me comentó algo sobre

una compra de una pequeña empresa,

que sacaba petróleo del Polo Norte —

afirmó la muchacha.

—Dijo que esa operación le iba a dar

muchos beneficios, pero no sabía que

había una bolsa de petróleo

inexplorada debajo del Océano Ártico.

—¿Nunca te mencionó nada sobre

algún futuro negocio? —preguntó

Louis.

— Ahora que lo dice, me habló de que

estaba preparando una gran inversión,

pero no me dijo dónde iba a ser —

respondió Lindsey.

Los dos detectives se miraron a los ojos

y salieron de la sala.

—¿Crees que esa puede ser la inversión

de los Emiratos Árabes? —cuestionó

Louis.

—No lo sé, pero una cosa la tengo

clara, voy a hacer hablar al señor

O’Connell sea como seadijo con firmeza

Beth.

Al entrar en la habitación Hersel, este

se encontraba sentado y se notaba que

tenía los nervios a flor de piel.

—Hemos estado con su hija y... —

intentó hablar Louis mientras era

interrumpido por su compañera.

—Nos ha dicho que usted tiempo atrás

hizo una inversión millonaria en una

empresa petrolífera de los Emiratos

Árabes —Beth mintió descaradamente.

—Esa chica no tiene remedio —se

lamentó Hersel.

—Bueno… supongo que sabréis que

Vance no se pasó a mi empresa por

dinero. Verán… la empresa rival, estaba

interesada en un negocio, pero en

breve iba a cerrar sus puertas. Cuando

Vance llegó a mi oficina, se presentó

Page 34: Con un vestido rojo

33

humildemente. Me comunicó que

quería cambiar de empresa porque

estaba harto de su jefe y me dejó caer

que tenía una información valiosa. Sin

pensármelo le hice un contrato y me

informó de todo lo que había ocurrido

durante los últimos años.

—¿Pero eso no es todo?, ¿verdad? —

preguntó Louis.

—Está usted en lo cierto —continuó

Hersel.

CAPÍTULO 12

—¿Qué quiere decir con eso? —replicó

Beth con ganas de saber por fin lo que

se traían entre manos esas dos

empresas.

—La primera vez que me preguntasteis

por ello, ya os dije que a mí la empresa

petrolífera no me proporcionaba

ningún beneficio, al contrario de lo que

mi hija os ha contado —dijo O'Connell

con una actitud provocadora.

—Entonces, ¿por qué desperdiciar un

buen negocio por algo sin futuro? —

insistió Louis ya desconcertado.

—Aquí está el truco, amigos. Creo que

ha llegado el momento de contaros el

plan para la salvación de mi empresa, el

motivo por el cual mi empresa sigue

funcionando a la perfección y la de

Vance hace tiempo que ya no es una

competencia —afirmó Hersel, mostrán-

dose despreocupado.

—¡Salvación! —exclamaron al unísono

los dos inspectores que se miraron

confundidos al escuchar tales palabras.

—En efecto. El otro día os hice creer

que HEC tenía beneficios, pero la

verdad es que estábamos a punto de

entrar en quiebra. Cuando Michael me

visitó para cambiarse a mi empresa, me

contó sus motivos matrimoniales, pero

eso no fue lo que me interesó sino la

clave para hundir a mi empresa rival, la

empresa de Vance — se sinceró Hersel.

Antes de que los inspectores pudieran

contestarle, los gritos de su hija,

Lindsey, quejándose por llegar tarde a

la sesión de peluquería de las 20:00h,

se escuchaban desde la sala en la que

se encontraban, mientras ella esperaba

inquieta a su padre para marcharse.

Page 35: Con un vestido rojo

34

Al ver que su hija no paraba de chillar,

Hersel miró hacia la puerta e hizo un

intento por levantarse de la silla. De lo

que no se acordaba el señor O’Conell

era que estaba maniatado con unas

esposas.

—No se preocupe. En seguida

terminamos. Continúe —dijo Beth

sintiendo indiferencia por los caprichos

de Lindsey.

Y al ver que Hersel se quedaba

completamente en silencio, pensando

en su pobre niña, continuó con las

preguntas.

—¿Insinúa que la clave era la empresa

de los Emiratos Árabes? —dijo Beth

creyendo conocer la respuesta.

—Efectivamente. Tal vez deba retirar

mi acusación anterior, puede que sea

más lista de lo que parece —confirmó

el hombre entre sonrisas.

Beth, mirando el reloj, le lanzó una

mirada de desesperación dándole a

entender que debía continuar con su

historia.

—Como os decía, Michael me

proporcionó una información útil sobre

la competencia... ¿Habéis oído a hablar

de los “topos”? Bien, supongo que os

debéis imaginar el plan de venganza de

Michael para su exmujer, Rena. Ella era

el topo y, a la vez, también fue nuestro

medio para lograr el éxito. ¿Utilizasteis

a Rena haciéndole creer que la

empresa petrolífera era de gran

beneficio y así, hacer que esa

información llegara a Vance que,

convencido e invirtiendo todo su

dinero, llevaría a cabo este proyecto

arruinándose por completo? —se

arriesgó a decir Louis.

Beth, convencida y sabiendo lo que

debían hacer ahora, agarró a su

compañero por el brazo y dio por

finalizada la conversación mientras le

agradecía a O'Conell su sinceridad.

La inspectora aprovechó entonces para

contarle sus conclusiones sobre el

interrogatorio. Se dedicaron, asimismo,

a recoger toda la información y revisar

las pistas del caso y se dieron cuenta de

que ya había oscurecido y que todo

parecía estar igual de confuso que al

principio, por lo que, decidieron dar por

Page 36: Con un vestido rojo

35

terminada la jornada laboral. Ya

seguirían a la mañana siguiente.

De vuelta al hotel, Beth y Louis

decidieron pasar por el bar restaurante,

pero no encontraron a nadie. Aunque

era temprano, parecía que todos

habían decidido acostarse.

—Era de esperar —dijo Beth— este

caso es agotador. Vamos Louis, nos

merecemos un descanso. Y decidieron

seguir los mismos pasos.

—Está bien, buenas noches capitana —

contestó Louis.

—Buenas noches detective. —Y ambos

se dirigieron a sus respectivas

habitaciones.

CAPÍTULO 13

A la mañana siguiente, Louis se

despertó sobresaltado al recibir una

llamada de la capitana:

—Buenos días dormilón. Tenemos una

nueva pista y te necesitamos —dijo

Beth con un tono bastante eufórico—.

¿Acaso no has recibido el mensaje de

Cosima? Bueno, no importa, te espero

en recepción. ¡Dáte prisa!

—Me visto y en diez minutos estoy allí

—respondió.

Beth y Louis se reunieron con sus

compañeros para conocer las

novedades.

—He encontrado una pista clave para el

caso —dijo David atribuyéndose todo el

mérito.

—Hemos encontrado. No eres el único

que trabaja… —respondió Cosima con

tono de reproche.

—Sí, sí por supuesto —afirmó David

con indiferencia.

—¿Nos podéis contar ya cuál es la

famosa pista? —preguntó Beth irritada.

—Hemos localizado los documentos de

Vance Flymen y nos hemos percatado

de algo inusual… —contó David— No

hay archivos de su vida poco antes de

que se casara con Lindsey.

Page 37: Con un vestido rojo

36

—¿Y qué tiene que ver esto con

nuestro caso? —preguntó Louis

intrigado.

—¿Y tú te haces llamar detective? —

exclamó Cosima— Está claro que tenía

una identidad falsa… Vance Flymen no

existe, es sólo una tapadera, y tenemos

que descubrir su verdadera identidad.

—Voy a llamar a Johnny —dijo David.

—Hola Johnny. Necesitamos tu ayuda.

Métete en la base de datos y busca si

Flymen podría ser conocido por otro

nombre.

Beth le cogió el móvil a David y añadió:

—Espera. Tengo una corazonada…

Prueba a buscar a Vance con

características físicas distintas, por

ejemplo, con el pelo pelirrojo, creo que

ya sé quién es nuestra misteriosa

víctima— ordenó.

Mientras Johnny buscaba lo que le

habían encargado, la capitana ordenó a

Louis y Cosima que trajeran a Linsdsey

a comisaría y se ocuparan de nuevo de

su interrogatorio. No podía ser que su

propia mujer desconociera su gran

secreto.

Lindsey mostraba su enfurecimiento, y

cuando Louis y Cosima entraron por la

puerta, ésta saltó a la mínima.

—¿Qué queréis? —preguntó malhumo-

rada la chica.

—Tenemos más preguntas sobre tu

marido —respondió Louis.

—¿No os he dado ya suficiente

información? —dijo a la defensiva

Lindsey.

—Las preguntas las hacemos nosotros y

si no quieres responder nos veremos

obligados a detenerte por obstrucción a

la justicia —dijo de mala gana Cosima.

Page 38: Con un vestido rojo

37

—Está bien, está bien… ¿Qué queréis

saber? —respondió algo más calmada.

—Hemos descubierto que tu marido

tenía una doble identidad, ¿Estabas al

corriente? —preguntó Cosima.

—No, yo no sé nada sobre eso —

respondió Lindsey.

—¿Me estás diciendo que no sabías

nada siendo su esposa? —prosiguió

Louis.

—Eso es exactamente lo que estoy

diciendo. Si queréis más información

deberíais preguntarle a su amante. No

sé si os habéis dado cuenta, pero no

estábamos demasiado unidos —les

contó Lindsey.

Estaba claro que la joven decía la

verdad y que no sabía de lo que le

hablaban los inspectores y, acto

seguido, le contaron a Beth lo que

Lindsey les había dicho. La inspectora

les encargó entonces que interrogaran

a Rena a ver —si al menos ella— les

proporcionaba algún detalle

significativo.

Rena esperaba indignada en la sala de

interrogatorios...

—¿Por qué huías? —preguntó Cosima.

—Estoy asustada… Lo único que sé es

que Vance, bueno mejor dicho Daniel,

me dijo que no se lo podía contar a

nadie, y poco después murió así que

podéis entender el porqué no lo he

mencionado antes —explicó Rena con

lágrimas en los ojos.

—Está bien, está bien… te creemos —

dijo Beth.

En ese preciso instante, recibieron una

llamada de Johnny.

—Chicos, he encontrado un hombre

parecido a Vance, pero con el pelo

pelirrojo. Su nombre es Daniel Grannis

—les contó Johnny.

—Espera un momento… En el primer

caso, el que quedó abierto... ¿La

víctima no se apellidaba Grannis? —

preguntó Louis.

—En efecto —contestó Cosima.

Page 39: Con un vestido rojo

38

—Mis sospechas son ciertas, creo que

las dos víctimas tienen algún

parentesco —afirmó Beth.

—Chicos sigo aquí y he encontrado la

relación entre las dos víctimas. Evah y

Daniel Grannis eran madre e hijo —les

contó Johnny.

—Entonces es muy probable que los

motivos para los dos asesinatos estén

relacionados — explicó David.

— Yo buscaría entre los testigos de los

dos casos e intentaría encontrar alguna

relación, aunque sea mínima—

propuso Louis.

—Me parece una buena línea de

investigación. Volvamos al hotel para

reunir toda la información y

comunicarle a la capitana lo que hemos

descubierto —propuso Cosima. El hotel

se había convertido en el centro de

operaciones on-line.

Rebuscaron entre los archivos de los

casos y descubrieron algo interesante:

—El padre River encontró la primera

víctima. Quizás sabe algo sobre su hijo

Daniel y si alguien tenía interés en

matarle —propuso David.

—Sí, creo que deberíamos volver al

lugar de origen de las víctimas y

enfocar el caso con la nueva

información —intervino Beth.

Así que regresaron al hotel y

compraron los billetes para volver a

Canadá. Todo empezaba a tener

sentido.

A la mañana siguiente se dirigieron al

aeropuerto y emprendieron el vuelo.

CAPÍTULO 14

Era un día nublado y empezaba a

chispear en Canadá.

—Señores pasajeros, les anunciamos

que en breve vamos a aterrizar. Por

favor abróchense los cinturones de

seguridad y coloquen bien sus asientos.

Gracias y esperamos que hayan tenido

un buen vuelo —anunció el coman-

dante.

Nada más llegar recogieron su equipaje

de mano y bajaron del avión

abriéndose paso entre los pasajeros

que se interponían en su camino. Este

caso les estaba colmando la paciencia y

Page 40: Con un vestido rojo

39

tenían unas ganas infinitas de dar por

concluida la investigación.

A la salida del aeropuerto tomaron un

taxi.

—A la iglesia de Pelee, y deprisa por

favor —dijo Beth enérgicamente.

El taxista arrancó lo más rápido que

pudo, tanto que parecía que iban a

tener un accidente en cualquier

momento. En su apresurado viaje en

taxi sortearon el tráfico y finalmente los

agentes llegaron a su destino.

—Nueve dólares por favor —dijo el

taxista.

—Aquí tiene. Quédese el cambio —dijo

Cosima mientras soltaba con

brusquedad el dinero.

—Muchas gracias por traernos tan

rápido— y cerró la puerta.

Llegaron en la iglesia y en el jardín se

encontraba el padre River, como de

costumbre podando los arbustos.

Sorprendido por su presencia,

rápidamente se ocultó dentro de la

iglesia. Louis corrió tras de él...

—¡Espere, espere! —pronunció casi sin

aliento.

—¡Lo siento, pero ahora tengo mucha

prisa! —contestó el padre River con

aspecto algo nervioso.

—Debemos hacerle unas preguntas,

padre— respondió Louis con una voz

temblorosa por haber corrido tras él.

—De verdad, tengo prisa. Dentro de

una hora tengo una boda y aún no he

preparado los papeles ni me he puesto

la casulla —contestó intentando que

los detectives desistieran de su

objetivo.

—Llegaran los novios y yo aún estaré

preparando la ceremonia—añadió.

—¿Necesita una hora para ponerse una

casulla? Lo siento, padre, pero sabemos

Page 41: Con un vestido rojo

40

que usted está ocultando algo, y sea lo

que sea, ya es tarde para excusas —dijo

Beth.

De pronto, se creó un silencio

incómodo.

—Creemos que usted sabe más cosas

de las que nos ha contado. No nos

iremos de aquí hasta que sepamos la

verdad... —insistió Cosima.

Durante unos segundos el padre

parecía estar en estado de shock. Ni

siquiera era capaz de pestañear. Salió

de la iglesia y se sentó en un banco de

piedra cercano a los arbustos que

estaba cortando cuando llegaron.

Tras unos minutos de silencio, empezó

a hablar nervioso:

—Fue la peor noche de mi vida. Yo

estuve ahí, lo vi todo. Solo había salido

a dar una vuelta como de costumbre.

Las gotas le corrían por la frente...

—Con la edad uno empeora y los

médicos siempre me aconsejan que

caminar es bueno para la salud. Todo el

día de pie en la iglesia no me deja

mucho tiempo para descansar y...

—Padre, al grano, por favor —

interrumpió Louis, impaciente.

—Sí, perdón. Estaba paseando cuando

de repente los vi…

—¿A quién vio, padre? —lo interrumpió

Cosima.

—A un hombre y a una mujer. Ocurrió

el invierno del 2005. Lo recuerdo como

si fuera ayer. Era una noche oscura y

había un poco de niebla. El viento

soplaba muy fuerte y casi era mejor

quedarse en casa —dijo con los ojos

cerrados.

Una lágrima se deslizó por su mejilla

arrugada.

—Vi a una mujer corriendo hacia la

orilla del lago, detrás la seguía un

hombre. Pensé que era una pareja que

simplemente jugaba. Ya sabéis…

tonterías de enamorados. Era una

pareja joven y me recordó mis años de

juventud. Estuve un rato

observándolos. Pero lo que creía que

era un juego, no fue así. Antes de que

Page 42: Con un vestido rojo

41

yo pudiera hacer nada, la atrapó y la

mató.

—No lo entiendo —dijo Cosima un

poco confundida—. Entonces... quién

mató a Evah Grannis… ¿fue un

hombre?

CAPÍTULO 15

—¡Cariño, ya estoy en casa! —dijo

Louis en voz muy alta mientras se

quitaba los zapatos y cerraba la puerta

de entrada.

—Buenos días, cielo, ¿qué tal ha ido el

viaje? Debes de estar muy cansado... le

respondió enseguida Travis dándole un

suave beso en la mejilla.

—A pesar de que tengo un exagerado

jetlag, ha sido divertido trabajar fuera

—le contestó el policía, soltando una

pequeña risotada irónica.

—Voy a echar una cabezadita, si no te

importa —añadió.

Y cuando se disponía a entrar en el

dormitorio… se giró, miró a Travis

durante unos segundos y suspiró un “te

quiero” que su pareja no pudo oír.

Y de repente, se despertó aterrado y

amarado entre sudor.

—Tranquilo, sólo era una pesadilla.

Estás a salvo. No te va a pasar nada… —

le susurraba Travis al oído.

Con los primeros rayos de sol, Travis se

despertó. Estaba muy preocupado por

su pareja. ¿Qué le debía ocurrir a

Louis? ¿Cuál era el motivo de su

pesadilla? Y con miles de pensamientos

rondándole por la cabeza, se dirigió

hacia la cocina.

Al cabo de un par de horas se despertó

Louis entre bostezos. El apartamento

olía a café y a tostadas recién hechas.

Se levantó y siguió ese agradable aroma

arrastrando los pies y aún con la

angustia de la pesadilla a flor de piel.

—¿Cómo has dormido cariño? Me has

tenido preocupado durante toda la

noche… —le dijo Travis mientras Louis

devoraba una de las tostadas con

mermelada que tanto le gustaban.

Page 43: Con un vestido rojo

42

—Si te digo la verdad, no muy bien. El

caso que estoy investigando me está

volviendo loco —respondió mirando al

vacío.

—Anda, cuéntame lo que te inquieta —

le sugirió su pareja, dándole al mismo

tiempo un abrazo por la espalda.

—Como te mencioné, este caso es un

tanto inquietante. Ayer fuimos a ver al

padre River que fue el que encontró el

cadáver de una de las víctimas.

Sabíamos que nos escondía algo, pero

no sabíamos la gravedad del asunto.

Yendo al grano. Él estuvo en el lugar del

crimen cuando ocurrió todo y nos dijo

que el asesino era un hombre. Sí, sí,

como lo oyes, ya sabemos el sexo del

asesino. Pero eso no nos ayudó mucho

así que decidimos continuar con el caso

de Vance —continuó explicando—.

Hace poco descubrimos que Vance, no

sé si lo recuerdas, se cambió de

identidad unos años atrás. Entonces

decidimos ir a interrogar a su exmujer,

Lindsey O’Connell…

—¿Lindsey O’Connell? —cortó Travis.

—¿Te suena? —preguntó extrañado

Louis.

—¿Bromeas? ¡Fue mi mejor amiga

durante los años de instituto! —

Exclamó el otro, sin entender como esa

chica se había podido meter en un lío

como ese.

— ¿Cuándo fue la última vez que la

viste? —preguntó el policía, adoptando

un tono más serio.

—Tal vez hará cuatro o cinco meses.

Ella asistió a la reunión de exalumnos

que hicimos, ¡Y qué alegría volver a

verla después de tantos años!

Recordamos los viejos tiempos

cuando…

—Travis, vayamos al grano —respondió

tajante Louis—. ¿Te contó algo que te

hiciera sospechar de ella? ¿Te habló de

su vida amorosa? ¿Mencionó al difunto

y exmarido Vance Flymen? ¿Te insinuó

que tenía planes de matar a alguien?

—Vaya, cariño ¡qué indirecto! —

bromeó Travis, con el objetivo de

rebajar un poco el tono de la

conversación.

—Pero no, no me acuerdo. Hace ya

cinco meses desde que nos vimos y ya

sabes que mi memoria no da para

mucho —continuó, dándose cuenta de

Page 44: Con un vestido rojo

43

que no era el mejor momento para

bromear.

—¡Vamos Travis! ¡Haz memoria! Es

importante, muy importante —le

insistió Louis, empezando a perder los

papeles.

—Ah, espera… Puede que recuerde

algo... Antes de marcharnos, me

comentó algo de unas vacaciones… Sí,

que pronto se iría a Pelee de

vacaciones. Dijo que tenía que zanjar

un asunto personal, y tenía que hacerlo

lo antes posible. Por supuesto, no le

pregunté nada al respecto ni le di

importancia al tema. ¿Qué podía tener

de raro irse de vacaciones con su

marido? —y, al pronunciar esa última

frase, los dos se miraron al mismo

tiempo. ¡Habían dado en el clavo!

—¡Acompáñame a comisaría! Tus

declaraciones son nuestras pistas más

fiables en este momento.

Cuando cruzaron la puerta de entrada

de la oficina, se olía el mismo aroma a

café de hacía unas horas, esta vez

mezclado con un cierto olor a crimen.

Sentado en una silla junto a la oficina

de Cosima, se encontraba el padre

River. Estaba rojo y no se distinguía

muy bien, pero parecía que estaba

llorando.

—¡Chicos! ¿Qué hacéis aquí? Hoy no es

el día de traer a tu novio al trabajo que

yo sepa —bromeó Beth.

—Tú te lo traes cada día y nadie dice

nada al respecto —contraatacó

divertido Louis refiriéndose a David.

—Jefa, bromas aparte, hay algo que

debe saber.

La puerta metálica se cerró tras sus

espaldas mientras los dos policías y el

testigo tomaban asiento.

—Bien, Travis… ¡cuéntanos todo lo que

sepas! Y recuerda que todo lo que digas

será grabado. Cualquier cosa, por muy

insignificante que parezca, puede ser

clave para la investigación —puntualizó

Beth.

CAPÍTULO 16

En la sala de interrogatorios sólo

estaban Beth, Louis y obviamente

Travis. Los demás detectives,

impacientes por resolver este caso, se

Page 45: Con un vestido rojo

44

quedaron detrás del espejo de una sola

dirección.

Travis estaba un poco nervioso. No era

una sala muy cálida que digamos y

pensar que en esa silla se habían

sentado ladrones y asesinos… le daban

escalofríos. Pero tenía a Louis delante y

su presencia consiguió tranquilizarlo.

—Está bien Travis, vamos a empezar

con las preguntas ¿de acuerdo? —dijo

Beth con un tono suave y amable. Le

dio al botón de start de su grabadora y

añadió:

—Todo lo que digas será grabado,

¿estás de acuerdo?

—Sí, sí. Contestaré a todo lo que

queráis saber —respondió Travis un

poco más relajado.

—A ver, Travis —dijo Louis—, ¿qué fue

exactamente lo que te dijo Lindsey?

—Me comentó que se había casado con

un hombre llamado Vance, y que éste

tenía negocios con su padre, ya que

también era propietario de una

empresa. Pero no quiso entrar en más

detalles sobre los negocios de su padre,

y además a mí tampoco me interesaban

mucho —explicó Travis a ambos

detectives.

— ¿Te dijo algo más sobre su marido?

¿Sobre su relación? —preguntó esta

vez Beth.

Y entonces, Travis contestó con

asombro:

—¡Sí! Ahora recuerdo. ¡Me dijo que

Vance le había sido infiel! Es verdad, a

partir de ahí la conversación fue un

poco más interesante. Me contó que la

llevaba engañando durante mucho

tiempo con una chica llamada…

—Rena, Rena Lovely —le interrumpió

Louis.

— Eso ya lo sabemos.

Entonces Travis dirigió a su pareja una

mirada un tanto desafiante y dijo:

—Pues a ver si sabéis esto. Me

comentó que se iban de vacaciones a

Pelee para intentar salvar su

matrimonio, pero ella no estaba

dispuesta a perdonarlo después de

haberla engañado e intentar arruinar a

su padre.

Page 46: Con un vestido rojo

45

—¿Cómo? —preguntó Beth con

asombro—. ¿Lindsey creía que Vance

quería arruinar a su padre? ¡Pero si era

justamente al contrario!

— Pues eso es lo que ella pensaba… —

continuó Travis— Así que, según ella,

una vez finalizadas las vacaciones en

Pelee, todo esto habría terminado.

Beth y Louis se miraron y rápidamente

se levantaron de sus sillas. Él se acercó

a su pareja, le dio un beso en la frente y

susurró:

— Tú siempre sabes arreglar las cosas.

Gracias.

Y salieron de la sala, dejando a Travis

allí sentado.

Todo el equipo se reunió en el

despacho de Beth. Minutos después, la

inspectora llamó a la oficina de

Scotland Yard para preguntarles si ellos

podían seguir la investigación en

Londres y sacar una confesión a

Lindsey. Les traspasó la documentación

necesaria y aceptaron cerrar el caso por

ellos en la ciudad británica.

También les indicó qué hacer, cómo

presionar a Lindsey, les detalló sus

puntos débiles y les advirtió que, si su

padre se enteraba de que querían

acusarla de asesinato, haría todo lo

posible para que no la implicaran y

quedara limpia.

Esa misma noche, llamó Curtis, el oficial

al mando en Londres, para informarles

que tal y como Beth se temía, al

llevarse a Lindsey para interrogarla, su

padre había intervenido y enviado un

abogado.

—Le explicamos la declaración de

Travis y que con la misma le caerían

unos cuantos años —contaba Curtis.

—Le dije que lo sabíamos todo. Que

había matado a la madre para que su

padre no se arruinara, y al ver que la

historia se repetía con Vance, también

mató a éste, tal y como nos habías

Page 47: Con un vestido rojo

46

especificado. También le hemos

explicado que si se declaraba culpable

podríamos hacer un trato y reducirle la

pena —siguió.

—Pero nada, el abogado no la dejaba

hablar —concluyó.

—¿Entonces nada? —dijo Beth. Se

notaba el tono de decepción en su voz.

—No he acabado. Horas después,

cuando ya no estaba Lindsey en

comisaría, apareció su padre. Nunca

adivinarías qué dijo — soltó Curtis.

—¡Se declaró culpable! ¡De los dos

crímenes! ¿Tú te crees? — dijo entre

carcajadas.

—Eso sí que es querer a una hija y lo

demás son tonterías. Ahora tenemos

un buen dilema. ¿Qué hacemos?

A la mañana siguiente, mientras la

mayoría del equipo aún dormía, Beth y

David en comisaría trazaban posibles

opciones y un plan para averiguar de

una dichosa vez la verdad. ¿Sería

realmente Hersel el asesino? ¿O sería

Lindsey? Y el asesino del primer crimen,

¿sería diferente al del segundo o

estarían delante de un doble asesinato?

—Creo que se nos escapa algo Beth —

dijo David pensativo.

—Sí, deberíamos mirarlo desde otra

perspectiva, reorganizarnos —afirmó

echando un vistazo a la pizarra que

contenía toda la información del caso.

Entonces David se levantó, e hizo

desaparecer toda la información:

—Empecemos desde el principio. El

primer asesinato… Evah Grannis…

testigos…— dijo David pensando en voz

alta, mientras apuntaba los datos en la

pizarra.

Pero de pronto, Beth se levantó de su

silla y exclamó:

—¡Eso es! ¡El Padre River nos dijo que

el asesino de Evah era un hombre!

—Pero, ¿cómo demostramos que fue

Hersel? Hay muchos hombres en el

mundo —preguntó David con un tono

sarcástico.

Page 48: Con un vestido rojo

47

—Déjadme hacer una llamada —

respondió Beth mientras se iba a su

despacho.

Al cabo de unos minutos, regresó

frente a la pizarra junto con David, y

con una sonrisa les explicó:

—¿A que no sabes quién comió por

última vez en el restaurante Bangkok,

el único restaurante tailandés de

Pelee?

—¡Sorpréndeme!— contestó David,

aun sabiendo la respuesta.

—Evah Grannis. Según el forense

comió arroz con curry, un plato muy

popular de ese restaurante. Y ¿adivina

quién pagó con su tarjeta Platinum? —

continuó Beth enseñándole el registro

del restaurante.

—No puede ser.

—Sí. Ya tenemos al asesino del primer

crimen. ¿Pero cómo demostramos que

el señor Hersel mató a Vance? —

preguntó Beth pensativa.

David respondió:

—Pues con la misma táctica.

Empezando desde el principio,

teniendo en cuenta testigos y

coartadas. ¿Por qué estaba Vance en

Pelee?

—Porque estaba de viaje… con su

mujer —contestó Beth.

—Pero, ¿no se declaró culpable el

señor Hersel de este asesinato? ¿Estaba

también allí con ellos?

—No me lo había planteado.

Deberíamos comprobarlo —sugirió

Beth.

David llamó a Johnny y puso el altavoz,

para que ambos pudieran escuchar

la conversación.

—Buenos días, David, dime ¿qué

necesitas? —respondió Johnny al tercer

tono.

Page 49: Con un vestido rojo

48

— Busca dónde estaba el señor Hersel

el día del asesinato de Vance. Busca sus

llamadas de esa fecha y cualquier pago

realizado con tarjeta.

—Espera un segundo...Er… Em… según

su teléfono llamó a su socio Michael y

esa llamada pasó por el repetidor en

Hong Kong.

—¿Hong Kong? ¿Qué hacía Hersel allí?

—preguntó Beth curiosa.

—¡Oh!, hola, Beth. Según la

información localizada en Google y en

las redes sociales, estuvo dando una

conferencia sobre negocios en la

Universidad de Hong Kong. Hay

muchísimas imágenes suyas con los

estudiantes. Se ve que allí es muy

conocido —explicó Johnny. Entonces

los dos inspectores se miraron

sorprendidos y David dijo:

—Gracias Johnny, creo que has resuelto

el caso —y colgó el teléfono.

—Bien, David, deberíamos volver a

llamar a Scotland Yard —dijo Beth

mientras volvía a entrar en su

despacho.

—Oficina de Scotland Yard. Dígame —

dijo una voz refinada y coqueta al otro

lado del teléfono.

—Buenas noches, quiero decir, buenos

días. Necesito hablar con el inspector

Curtis sobre el caso Grannis. Dígale que

soy la inspectora Beth Cooper…

Fuera del despacho de Beth esperaba

David, impaciente por acabar de una

vez con ese maldito caso y poder

celebrarlo con ella.

Se quedó unos diez minutos

observando cómo se tocaba el pelo

mientras hablaba por teléfono y de

pronto se le dibujó una sonrisa al ver

que Beth lo volvía a hacer. Ese gesto

con las manos que tanto la

caracterizaba y que tanto le gustaba a

él…

Page 50: Con un vestido rojo

49

De pronto, ella salió de su despacho y

se dirigió hacia donde se encontraba su

compañero. Éste no paraba de mirarla

fijamente, un poco intimidante, así que

preguntó:

—David, ¿Todo bien?

—Sí, sí. Perfectamente —dijo David

disimulando y recuperando la

compostura—. ¿Qué te han dicho los

londinenses?

—Ahora mismo van a por nuestros

sospechosos. Mañana por la mañana

tendremos noticias. Así que ven

temprano.

David asintió y volvió a observar a Beth

mientras recogía sus cosas. Al cabo de

unos instantes ésta se dirigió al

ascensor y mientras se cerraban las

puertas le dijo:

—Buenas noches.

CAPÍTULO 17

A la mañana siguiente, David se levantó

con mucha prisa. ¡Se había dormido!

Miró el despertador y eran las nueve de

la mañana. Se duchó rápidamente y ni

desayunó. Sin pensárselo se puso lo

primero que encontró en el armario y

se dirigió a comisaría.

Se abrieron las puertas del ascensor y

antes de que él pudiera dar un paso

más Beth apareció de la nada:

—Llegas tarde —dijo con tono seco. Y

de pronto, su expresión cambió, pero

se giró para disimularla. Quería

maltratar un poco a su compañero.

Estuvo callada durante unos instantes.

David rompió el silencio, no podía más,

tenía que preguntarle sobre el

desenlace del caso:

—¿Puedes parar de torturarme con

este infinito silencio? ¿Qué ha pasado

con el caso?

—Lo sabrías si hubieras sido puntual —

dijo ella regodeándose.

—Si sabes que me lo vas acabar

contando. ¡No te hagas la dura!

—Verás, Curtis siguió mis pasos al pie

de la letra y ¡Cómo no! Han dado sus

frutos. Tenemos la confesión de

Lindsey.

Page 51: Con un vestido rojo

50

—¿Y Hersel? —cortó David. Actuaba

como un niño queriendo escuchar el

final de un cuento.

—¡Qué va!, no ha querido decir nada.

Pero no necesitamos su confesión.

Tenemos el testimonio del padre River,

tiene motivo y oportunidad y además

tenemos la prueba de que pagó la cena

de la noche del crimen. Por si fuera

poco, también hemos encontrado un

camarero que afirma que vio a Hersel

meter algo en su bebida y según él,

cuando se fueron, ella parecía bastante

borracha.

—¿Y con eso ya será suficiente para

incriminar al señor O’Conell? —pre-

guntó David no muy convencido.

—Según el fiscal sí. Además, el

inspector Curtis me ha dicho que su

abogado le está intentando convencer

para que haga un trato —continuó

Beth.

—Otro caso resuelto. ¿Lo celebramos?

¡Vamos, te invito a una copa!

—Eh… está bien, tampoco tenía planes

—dijo Beth haciéndose la dura. Los dos

se levantaron, cogieron sus abrigos y se

dirigieron al ascensor esperando en

silencio a que éste llegara. Cuando ya

accedieron dispuestos a llevar a buen

puerto su pequeña cita, alguien sujetó

la puerta. Era Cosima:

—Chicos… lo siento, pero tenemos otro

asesinato por resolver.

—Está bien David. Esa copa tendrá que

esperar —dijo Beth con un pie fuera del

ascensor.

Entonces él, mientras observaba cómo

ella se alejaba con un poco de

decepción por su cita perdida, soltó un

pequeño suspiro y la siguió.

Otra vez será…

Page 52: Con un vestido rojo

51

RELACIÓN DE AUTORES

Marina Abad

Berta Arqué

Gema Beltrán

David Biarge

Sofia Buscarons

Anna Cantero

Èlia Carpena

Carles Carrasco

Arnau Casas

Víctor García

Blanca García

Adrià González

Itziar Guerrero

Marta Lloret

Carlos López

Judit Mainou

Oscar Martínez

Berta Mayolas

Naroa Montoya

Víctor Paniello

Alba Planchart

Laia Rascón

David Ray

David Revilla

Marc Romera

Àlex Rourera

Mireia Rovira

Núria Rufes

Àlex Salvador

Elena Santos

Carlota Serra

Eric Serrano

Laura Tena

Carla Versloot

Anna Vilanova

Page 53: Con un vestido rojo

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