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De hecho, solo unos afios mas ta rde, en 1324, Marsi lio de Padua postula ria la po-

breza como la unica base no solo de la perfeccion cristi ana , sino ta rnbien, y esto es

10que nos interesa primordialmente, de una sociedad democratica'".

A 10 l argo de siglos de modernidad, el termino «multitud» no es utilizado en

otras par tes del rnundo con elsentido polit ico tecnico que cobra en la Inglaterra del

siglo XVII, pero el espectro de una multitud de los pobres circula por el globo y

amenaza el imper io de la propiedad alli donde este arraiga. Aparece, por ejemplo,

en las grandes guerras campesinas del siglo XVI emprendidas por Thomas MUnzer y

los anabaptistas contra los principes alemanes-'. En las rebeliones contra los regime-

nes coloniales europeos, desde el ataque de Tupac Katar i al dominic espaf iol en La

Paz en 1781 ala rebe lion india cont ra el dominic de la Compafifa britanica de las

Indias orientales en 1857, la mult itud de los pobres desaf ia a la republica de lapro-

piedad. Y en e lmar, por supuesto, l a mul titud puebla los c ircuitos maritimes de la

produccion y el comercio, asi como las redes piratas que los depredaban. Tambien

en este caso, l a imagen negat iva es la que nos es transmit ida con mayor fuerza: l a

mult itud es una hidra de mil cabezas que amenaza la p ropiedad y el orden+', Pa rte

de la amenaza de esta mult itud es su multipl icidad, compuesta a veces de combina-

ciones de marineros, esclavos fugitives, sirvientes, soldados, comerciantes, peones,

renegados , naufragos, piratas y muchos otros que circulan por los grandes oceanos .

Sin embargo, l a amenaza es tarnbien que esta mul titud socave la propiedady susestructuras de dominic. Cuando hombres de poder y propiedad alertan de la peli-

grosa hidra que anda suelta por los mares, no estan contando cuentos de nif ios, sino

que intentan aprehender y neutral izar una verdadera y poderosa amenaza polit ica.

Por Ult imo, Jacques Ranc ie re comprende la natur aleza de la pol it ica misma en

te rminos muy proximos a los que encon tramos en los deba tes de l siglo XVII acerca

10 Sobre la teoria jur idica del f ranciscanismo en relaci6n con la pobreza , vease Giovanni Tarel lo ,

«Profili giuridici della questione della poverta nel francescanesimo prima eliOckham», S c ri tt i i n m em o-

r ia d i A n to ni o F al cb i, Milan, Giuff re , 1964, pp. 338-448. Sobre la afi rmaci6n f ranciscana de la pobreza

en tanto que perspectiva pol it ica conternporanea, en el contexto de la teologia de la l iberaci6n, vease

Leonardo Boff, S ai nt F ra nc is : A M o de l/ or H u ma n L ib er at io n, Nueva York, Crossroad, 1982 [ed. cas t. :

L a o ra ci6 n d e S an F ra nc is co , u n m en sa je d e p az p ar a e l m u nd o a ct ua l, t rad. deJesus Garda-Abr il Perez ,

Malia fio , Sal Ter rae, 2009] . Sobre la afi rmaci6n de la «suprema pobreza» en Marsi lio, vease Defender

of Peace, t rad. de Alan Gewir th, Nueva York, Columbia Univers ity Press , 1956, en par ti cular el segun-

do eli scurso, caps. 12-14, pp. 187-233 [ed. cas t. : E I d ef en so r d e l a p az , t rad. de Luis Mar tinez Gomez,

Madrid, Tecnos, 2009].

11 Vease Fran~ Mehring, A bs olu ti sm a nd R ev olu tio n i n G er ma ny , 1525-1848, Londres , New Park

Publications, 1975.

12 Vease Pete r L inebaugh y Marcus Rediker , T he M an y- He ad ed H yd ra , Boston, Beacon Press ,

2000 [ed. cast. : L a h id ra d e fa reuoluaon: m a ri ne ro s, e sc la vo s y c am p es in os e n l a b is to ri a o cu lt a d el A tl dn -

tico, t rad. de Mercedes Garda Garmi lla, Barcelona, Cri ti ca , 2005] .

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dela mult itud. Para Ranciere, «la base de toda lapoli tica es la lucha entre los pobres

y los ricos» 0, para ser mas precisos, continua, la lucha entre los que no par ticipan

en modo alguno en la gestion del cormin y aquel ios que la contro lan-'. La poli ti ca

existe cuando aque lios que no t ienen ningun derecho a ser tenidos en cuenta, ta l y

como escribe Ranciere, pasan a contar de algun modo. La parte de aquel ios que no

tienen ninguna par te, elpart ido de los pobres esuna excelente def inicion inicial de

la mult itud, siempre que afiadamos inmediatamente que elpar tido de los pobres no

eshomologo en modo alguno alpar tido delos r icos. El par tido de los r icos hace una

falsa afirmacion de universal idad, pretendiendo representar a toda la sociedad bajo

e l semblante de la propiedad privada, cuando de hecho se basa s610 en una identi -

dad excluyente, cuyas unidad y homogeneidad estan garantizadas por la tenencia de

propiedades. Por el contra rio, el pa rtido de los pobres no es una identidad de una

porci6n excluyente de la sociedad, s ino mas bien una formacion de todos aquelios

que estan inserto s en los mecanismos de la producci6n soc ia l sin tener en cuenta e l

rango y la propiedad, en toda su diversidad, animados por una producci6n abierta

y plura l de subje tividad. Po r su mera existencia, la mult irud de los pobres supone

una amenaza objet iva para la republica de la propiedad.

~Quien odia a los pobres?

A menudo parece como si todo el rnundo odiara a los pobres. Desde luego 10

hacen los r ices, que suelen vest ir su aversion con paf ios morales -como silapobreza

fuera els igna de un fracaso inter ior- u ocultandola a veces con expresiones de pena

y compasi6n. Hasta los no tan pobres odian a los pobres, en parte porque ven en

el ios una imagen de aquel io en 10que podrian no ta rdar en convert irse. Lo que hay

detras del odio a los pobres en sus diferentes formas es el miedo, puesto que los

pobres const ituyen una amenaza directa ala propiedad -no s6lo porque carecen de

r iqueza y podrian incluso estar jus tificados para robar la , como en elnoble Jean Val-

j ean , sino tambien porque ti enen el poder de socavar y derriba r la republica de la

propiedad-. «La vilmultitud, yno elpueblo, es10que queremos excluir», proclama

Adolphe Thiers en una ses i6n dela Asamblea Nacional Francesa en 1850. La multi-tud espeligrosa y debe ser proscri ta por laley, continua Thiers, porque es tan rnovil

e imposible de aferrar como un objeto unificado de dominic!". Todos estos ejemplos

13 Jacques Rancierc, Disagreement , t rad. de Juli e Rose, Minneapoli s, Un ive rs it y o f Minne so ta

Press , 1999, p. 11 [ed. cas t. : EI d e sa cu e rdo, Buenos Aires, Nueva Vision, 1996].

14 Adolphe Thiers, c it ado enJeff rey Schnapp y Mat thew Tiews (eds. ), Crowds, Stanford, Stanford

Univers ity Press , 2006, p. 71.

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de odio y miedo deben leerse ala inversa, como una afirmacion 0 almenos un reco-

nocimiento de la potencia de los pobres.

Junto ala his toria de las maniobras pract ices -que dividen a los pobres, privando,

les delos medios de accion y expresion, etc.-, tenemos elhistorial igualmente largo de

los esfuerzos ideologicos para domesticar, socavar y anular la potencia de los pobres.

Resulta interesante el hecho de que tantas de estas operaciones ideologicas sehayan

l levado a cabo dentro de l contexto de la teologia y de la doc trina c ristianas, ta l vez

preci samente porque la amenaza que para e l imperio de la propiedad suponen lospobres se ha hecho sentir con tanta intensidad dentro del crist ianismo. El papa Bene-

dicto XVI, en suendclica de2006 Deus c a ri ta s e s t, trata de impugnar directamente las

bases biblicas de la potencia de los pobres y rnistificarla ideologicamente. Afirma que

e lmandamiento apostolico de tener en cormin todos los bienes espoco viable en el

mundo moderno y ademas la comunidad cristiana no debe abordar tales cuestiones de

justicia social, sino dejar que las resuelvan los gobiernos. Lo que defiende en sulugar

es la act ividad car itat iva en favor de los pobres y los sufr ientes, presentando a los po-

bres como objetos de las tima en vez de como sujetos potentes, No hay nada muy ori-

ginal en la operacion de Benedicto XVI. No es mas que el Ultimo epigono de una

larga linea de cruzados ideologicos cristianos contra los pobres'".

Un pinaculo (0 nadir) del esfuerzo ideologico encaminado a suprimir la potencia

de los pobres mediante la mistificacion esla breve conferencia de Martin Heideggerenjunio de 1945ti tulada sencil lamente «La pobreza»( «Die Armut»). La escena dela

conferencia es drarnatica y relevante. Desde marzo del mismo afio, cuando las tro-

pas francesas cruzaron elRill, Heidegger y algunos de sus colegas del Departamento

de Filosofia de la unive rsidad de Friburgo se hal laban refugiados en e l castil lo de

Wildens tein enlas colinas de la Selva Negra ales te de la ciudad, donde continuaban

dando conferencias. A finales de junio la l legada de tropas francesas al cas ti llo era

inminente, y sin duda Heidegger estaba perfectamente alcorr iente de que elejercito

sovietico estaba en la ori lla del Elba, Viena habia caido y Berlin no podia tardar mu-

cho en hacerlo. Para su conferencia final, decide hacer un comentario sobre una frase

de Holderl in , escri ta en los afios f inales del s iglo XVIII, durante la Revolucion fran-

cesa: «Entre nosotros, todo esta concentrado en 1 0 ~spit itual; nos hemos hecho po-

bres para hacernos ricos». Y en los margenes de l manuscrito, en el punto en el que

lee la f rase por primera vez, ai iade: «Por que , en el momenta presente de la historia

mundial , eli jo hacer un cornentar io sobre esta frase para nosotros quedara claro por

medio del cornentario rnismo». Heidegger, arrostrando un desastre de proporciones

hi storicas -el final del proyecto naz i, el final de Alemania y del pueblo a leman ta l y

15 Papa Benedic to XVI, God isLove, San Francisco, Ignat ius Press , 2006 [ed. cas t. : Deus cariias

est, Madrid, Encuentro, 2008].

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como el los concibe, y el avance del comunismo-, responde con un discurso ontolo-

gico sobre la pobreza=.

Comencemos explorando el contenido filosotico de la conferencia, aunque Hei-

degger ya ha indicado que su pleno significado solo se revela ra en relacion con su

momento de la his toria mundial . Heidegger continua, s iguiendo su metodo habi-

tua l, cuestionando cada te rmino clave de la frase de Holderl in, ~Que quiere dec ir

Holderlin con «nosotros»? La respuesta es sencilla: nosotros alemanes. ~Que quiere

decir con «espir itual»? A los lectores de Heidegger tampoco les sorprendera esta

respues ta: con espir itual quiere decit la relaci6n ontologies esencial, esto es, el he-

cho de que la esencia humana se define por su re lac i6n con el se r. De esta suerte , la

concentra cion en 1 0 espir itual, la ins is tencia en elser ,prepara a Heidegger para una

lectura ontologies de la pobreza y la riqueza en la segunda mitad de la frase. La

pobreza, comienza, no tiene que ver en realidad con las posesiones , como indicar ia

el uso habitual, segun el cualla pobreza seria un estado de no tener los bienes mate-

ri ales indispensables. La pobreza no remi te al t ener sino a l ser. «La esencia de la

pobreza res ide en un ser . Ser verdaderamente pobre s ignitica: ser de tal manera que

no carecemos de nada, salvo de 1 0 no necesario»!". Llegado a este punto, Heidegger

corre el ri esgo de llegar a la conclusion bana l de que la pobreza se define por lane-

ces idad y por ende la res tr iccion, mientras que la r iqueza, que ofrece el privilegio de

acometer 0 no necesario, escapaz delibertad. Sin embargo, esa concepcion, adernasde ser banal , no puede explicar la causa lidad de la frase de Holderlin que conduce

del hacerse pobres alhacerse ricos.

Heidegger resuelve el enigma, tal y como suele hacer, recurriendo a la etimologfa

alemana. La vieja palabra alemana [ri, de la que der ivan /reie 0 el ingles free (libre),

significa preservar 0proteger, permitir que algo resida en su propia esencia. Liberar

algo, continua, significa guardar su esencia contra toda restriccion de la necesidad.

De esta suerte, ell iberar de la l iber tad revierte 0 t ransforma la necesidad: «Asi, la

neces idad no es en modo alguno, como la concibe toda la metaf is ica, 1 0 opues to de

lal ibertad, sino que mas bien solo la l iber tad es en si misma neces idad convert ida»,

Esto le permite a Heidegger colar el efecto que buscaba. Es cierto, por supuesto, que

los pobres carecen de 1 0 no necesar io , que esta en elcentro dela l iber tad: «Lo que nos

falta no 1 0 tenemos, pero 1 0 que nos fal ta es 1 0 que nos tiene». Reconocemos esto en

16 Martin Heidegger, «Die Armut», Heidegger Studies, vol. 10, Berlin, Dunker &Humblot , 1994,

pp. 5-11. Las t raducciones son nuest ras, Para el re la to de la escena de la conferencia de Heidegger , se-

guimos la excelente int roducci6n de Phi lippe Lacoue-Labarthe a la edici6n f rancesa del texto, Mar tin

Heidegger, La pauureie, Est rasburgo, Presses Univers it ai res de Strasbourg, 2004, pp. 7-65. E-W von

He rrmann explic a en su nota edito rial (p . 11) al a public aci 6n o rig inal del texto en Heidegger Studies

que Heidegger aiiadi6 en elmargen la f rase acerca de la his toria mundial .

17 Ibid., p.8 .

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lamedida en que «todo esta concentrado en10espiri tual», esto es, enla relacion con

el ser en la esencia de la humanidad. Inc luso en nuest ro carecer pertenecemos, en

cierto sentido, mediante nuestra relacion con el ser, con la l iber tad de 10no necesa-

r io: «Una vez que la esencia de lahumanidad se atiene apropiadamente ala relacion

entre l iberar elser yla humanidad, esto es, una vez que la esencia humana carece de

10no necesar io , entonces la humanidad se hace pobre en el verdadero sentidox-l ''.

Hacerse pobre conduce a hacerse rico porque lapobreza misma caracter iza una rela-

cion con elser ,y en esa relacion laneces idad se convierte en liber tad, esto es, lapre-servac ion y protecc ion de su esencia propia . De esta suerte, se r pobre es en si mis-

mo, concluye Heidegger, ser rico.

Quienes no esten iniciados en las complejidades de la f ilosof ia heidegger iana

podrian perfectamente preguntarse en este punto: ~para que entregarnos a semejan-

te gimnasia solo para confundir la distinci6n entre pobreza y riqueza? La respuesta,

como elpropio Heidegger nos dice en sunota almargen del comienzo, ha de encon-

trarse en la s ituacion «hist6r ica mundial» que arros tra, en concreto la inminente

derrota nazi y las tropas sovieticas que se aproximan. Recordemos que en otro lugar

de su obra Heidegger expresa su anticomunismo en terminos ontologicos. Una de-

cada antes , por ejemplo, en su I n tr o du c ci 6n a l a m e ta fi si ca , afuma que, desde elpunto

de vista metafisico, Estados Unidos y laUnion Soviet ica estan unidos en realidad en

proyectos de una tecnica desencadenada. A su juicio, son esto s pueblos para loscuales todo no esta concentrado en 10espiri tual . Ahora bien, ~por que tendr ia Hei-

degger que decidir en junio de 1945 investigar la posicion ontologies de la pobreza?

La respuesta parece ser que considera que una determinada idea de la pobreza es la

esencia del comunismo y su principal atractivo, razon por la cual quiere combatir al

enemigo en su propio terreno. De hecho, labatal la de Heidegger contra elcomunis-

mo se torn a explici ta en las paginas f inales de la conferencia. Los pobres no se opo-

nen a los r icos , como imagina que afirma el comunismo, s ino que el verdadero s ig-

nif icado de la pobreza puede descubr irse solo desde la perspectiva «espiri tual» que

reconoce la relacion de la esencia humana con el ser!" .

Desde luego, se trata de un desafio estramb6tico e infructuoso a la ideologia co-

munista, pero 10que mas nos preocupa aqui es el modo en que Heidegger mistifica

la potencia de los pobres y como, so pretexto de salva r e l concepto de pobreza , en

18 Ibid., pp. 8 y 9.

19 Asimi smo, .Sl av oj Z iz ek muest ra como Heide gg er t rad uce s u an ti comun ismo a un argumen to

on to lo gi co e n su s c on fe re nc ia s d e 1942 sobre el h imno d e Holde rl in <<£1I st er», ce nt ri ind os e e n l a

exp licacion de Heidegger ace rca de 1a«esenc ia de lav ictoria» en referenda a 1aba ta lla de Sta lingrado .

Mas en general , Z izek a firma que los e lementos cen trales de la ontolog ia deHe idegge r funcionan como

una apologia del militarismo nazi. Vease Slavoj ZiZek, Th e P a ra ll ax V i ew , Cambridge, Mass., MIT Press,

2006, pp. 275-285 led . cas t. : V i si on d e p a ra la je , Buenos Aires , Fondo de Cultu ra Econorn ica, 2006].

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realidad 10condena. Aunque a ojos deHeidegger los pobres son dignificados por su

relaci6n con el ser, permanecen completamente pasivos en esta relacion, como cria-

turas impotentes frente a un dios todopoderoso. A este respecto, la aproximacion

de Heidegger a los pobres no es en realidad mas que una version mas sof is ticada de

la caridad de l papa Benedicto XVI. Los pobres pueden ser un objeto de lastima y

generosidad cuando y solo cuando su potencia seha vis to completamente neutral i-

zada y su pasividad ha s ido asegurada. Y elmiedo a los pobres que apenas se escon-

de tras esa apariencia benevola esta inmediatamente unido almiedo al comunismo(encarnado para elpapa por la teologia de la l iberacion).

Heidegger establece ese vinculo explici to entre pobreza y comunismo, pero de-

bemos recordar tambien hasta que punto a menudo el odio a los pobres sirve de

mascara para el racismo. En el caso de Heidegger, cabe imaginar un argumento es-

peculat ivo, siguiendo a Adorno, acerca del vinculo en laAlemania nazi entre la per-

sonalidad autor itar ia y el antisemitismo-". Y, si nos trasladamos al contexto de las

Americas, sucede casisiempre que el odio a los pobres expresa un racismo apenas ocul-

to 0 desplazado. La pobreza y la raza estan tan int imamente unidas en todas las Ame-

r icas que ese odio esta inevitablemente entrelazado con el asco hacia los cuerpos

negros y con una repugnancia hacia las personas de piel mas oscura. «Las diferen-

cias de raza y los diferenciales de clase sehan cimentado conjuntamente en este pais

en un crisol de miseria y sordidez», escriben Henry Louis Gates Jr . y Cornell Westacerca de Estados Unidos , «de tal suer te que pocos de nosotros saben donde empie-

zan unas y donde acaban las otrasv". Alli donde hay odio a los pobres, esprobable

que no muy lejos acechen elmiedo y elodio raciales.

Otra conexion, que no es tan obvia, vincula la subordinacion ontologies de los

pobres de Heidegger ala teologia polit ica de Carl Schmitt y su afirrnacion del poder

soberano trascendente. Esta conexion podria parecer contraintui tiva, puesto que

Heidegger ins is te tanto en elf inal dela rnetaf is ica y se niega a ubicar elser como una

esencia trascendente, que ocuparia, en el ambito de la ontologfa, una pos icion ana-

loga a la del soberano politico de Schmitt. Sin embargo, elvinculo aparece claramen-

te en el extrema opuesto, en su menosprecio y miedo de la potencia de la inma-

nencia. La idea del poder soberano de Schmitt y su teoria del FUhrer intentan

contener polit icarnente, del mismo modo que el analisis de Heidegger la denigra

onto16gicamente, la multi tud de los pobres y su potencia. Setrata de un momenta

en el que no esun hecho irrelevante 0 anecdotico que tanto Schmitt como Heidegger

20 Vease Theodor Adorno, Else Frenkel Brunswik, Dan ie l Lev inson y R. Nevitt Sanford, T he A u-

t h or i ta r ia n Pe rsona l it y , Nueva York, Harpe r & Bro thers, 1950 led . cas t. : La p e rs o na l id a d a u to r it ar ia ,

Buenos Aires, Paidos, 1965].

21 Henry Louis Gates J r. y Cornell West, The Future a/Race, Nuev a York, Knopf , 19 96 , p. xi ii .

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apoyaran elregimen nazi. No debe prohibirse enmodo alguno aprender delos pen-

sadores reaccionarios, yde hecho muchas escuelas izquierdistas se han apoyado con-

siderablemente en la obra de Schmi tt y Heidegger en los ult imos afios, pe ro no de-

bemos olvidar nunca que eran reaccionarios, algo que se revela indefectiblemente

en su obra22.

Lo que Heidegger y Schmit t no impugn an, sino que senc il lamente mistifi can e

intentan contener, esuna relacion ontologies con los pobres que apunta en la direc-

cion opuesta, basada en la innovacion , la subje tiv idad y la potencia de los pobres

para intervenir en la realidad establecida y crear ser . Esto puede ser espir itual, en el

sent ido de que plantea una re lac ion en tre la human idad y e l ser, pero es tarnb ien

igualmente material en sus pract icas corp6reas y materiales . Esta es la potencia on-

to16gica de los pobres que queremos inves tigar -que esta en el centro de una idea de

comunismo a la que Heidegger y Schmitt no sabr ian c6mo hacer frente.

Pobreza y potencia

En el curso de las grandes revoluc iones burguesas de los siglos XVII y XVIII, el

concepto de la mult itud esborrado del vocabular io polit ico y legal , y mediante este

borrado la concepci6n de la republica (respublica en vez de res communis) termina

s iendo def inida estrictamente como un ins trumento para afirmar y salvaguardar la

propiedad. La propiedad es la clave que define no s6lo la republica s ino tambien el

pueblo, los cuales se pos tulan como conceptos universales, pero en realidad exclu-

yen ala mult itud de los pobres.

Esta exclusion es el contenido esencial de la division conceptual de Hobbes entre

lamulti tud y elpueblo. El reyes elpueblo, declara Hobbes, porque elpueblo, a dife-

rencia de la rnulti tud, esun su jeto unifi cado y por ende puede se r represen tado por

una unica persona. Sobre la superficie su distincion es sencillamente geornetrica: el

pueblo esuno (ypor ende capaz de soberan ia), mien tras que la mult itud es plural (y

por ende incoherente, incapaz de dominarse) . Esto no esmas que una traducci6n del

debate sobre la f is ica de los cuerpos que vimos en relacion con Boyle y Spinoza, con

una breve extensi6n para indicar las consecuencias polit icas . Sin embargo, en estepunto tenemos que formula r la pregunta: (que hay de tras de la unidad de l pueblo

para Hobbes? En el discurso politico dela Inglaterra del siglo XVII no esraro concebir

the people como freeholders, esto es, aquelios que tenian suf icientes propiedades

22 Sobre lahipotesi s de una fuerte relacion teoretica ent re Heidegger y Schmi tt , vease Jean-Claude

Monod, Penser l ' ennemi, Paris, La Decouverte, 2007, Y Carlo Galli, Genea log ia de l la po l i ti ca : Car lSchmi t t

e l a c r i si d e l p e ns ie r o p o li ti co m o de r no , Bolonia, Il Mulino, 1996.

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independientes que les facultaban para votar a los rniembros del Par lamento. Dicho

de otra manera, la cola que mantiene unido a este pueblo, y cuya carencia dicta laplu-

ra lidad de la mul titud, es la p ropiedad. Hobbes expresa con mayor claridad aun en

Behemoth lafunci6n de lapropiedad alobjeto de expulsar del pueblo a los pobres. La

unica gloria de los comerciantes, escribe, «cuya profesi6n es su gananda privada»,

consiste en «hacerse excesivamente ricos gracias a la sabidurfa en la compra y venta»

y«en hacer que los pobres les vendan sutrabajo a los precios f ijados por elios ,y asi los

pobres, en su mayoria, podrian vivir mejor trabajando en Bridewell [carcel] que hilan-

do, tej iendo y otros trabajos de los que son capacesv" . La carencia de propiedades ,

que exc luye del pueblo a los pobres, no esun hecho cont ingente para Hobbes, sino

una condici6n necesar ia y constantemente reproducida que perrnite a aquelIos que

tienen propiedades mantenerlas e incrementarlas. La multitud de los pobres esel pilar

esencial que sostiene alpueblo y su republica de la propiedad.

Maquiavelo nos muestra esta relaci6n desde el otro lado e ilumina la res istencia

que anima a los pobres. «Desnudadnos a todos y vere is que somos parecidos» , es-

cribe en un discurso inventado para un rebe lde an6nimo en la revue lt a de los ciom-

pi, los cardadores de lana del s iglo XIV, contra elpopolo grasso, los florentinos ricos.

«Vestidnos con sus ropajes y a elios con los nuestros», continua el agitador de Ma-

quiavelo, ref ir iendose a los r icos propietar ios de la fabrica de lana, «ys in duda algu-

na nosotros pareceremos nobles y elIos innobles, puesto que solo la pobreza y la r i-

queza nos hace desiguales». Los pobres no tienen por que sentir remordirnientos por

la violencia de sus rebeliones, porque, «alli donde hay, como en nuestro caso, miedo

de l hambre y de la pri si6n, no puede y no debe haber miedo de l infi erno», Los sir-

vientes fie les, expl ica e l orador, no dejan de ser sirv ientes, y las buenas personas

siempre son pobres. Asi, pues, ha liegado el momento «no s6lo de liberarnos de

e lios, sino de volvernos tan superiores a el los que tengan mas rnot ivo de lamento y

de miedo de vosotros que vosotros de elIos»24.Lo central de este pasaje esel hecho de

que la pobreza no es una caracte risti ca de la naturaleza humana en cuanto ta l. En

otros textos, Maquiavelo cae en una version natural is ta de la pobreza y la fragilidad

humanas, lamentando el des tino de la humanidad en un universe cruel e insens ible,

como hiciera Lucrecio antes que eI y Leopardi despues . «Todo animal entre noso-

tros nacio completamente vestido», proclama, por ejemplo, en EI asno de oro. «S6loelhombre nace desnudo [ignudo] de toda pro tecci6n; no tiene p iel , n i pi ia, ni plu-

23 Thomas Hobbes, Behemo th , edic ion de Ferd inand Tonni es , Nueva York , Ba rnes & Noble,

1969, Dialogo 3, p. 126 led. cas t. : Behemo th , t rad. de Miguel Angel Rodil la , Madrid, Tecnos, 1992] .

24 Niccolo Machiavelli, F loren ti ne Hi s t o r ie s , t rad. de Laura Banfield y Harvey Mansf ie ld, J r. , Prin-

ceton, Princeton Univers ity Press , 1988, Libro 3, cap. 13, pp. 122-123 led. cas t. : H i s to r ia d e F l or e n ci a :

l a s I s t o ri e F ioren ti no , t rad. de Fel ix Fernandez Murga, Madrid, Tecnos, 2009] .

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rna, ni lana, ni cerda ni escamas que le si rvan de proteccionx-". Pero esta l inea rea-

lista tradicional, que deriva del caracter estatico de los viejos analisis materialistas,

no satisface a Maquiavelo. Por el contrario, su metodo materialista necesita tornarse

a leg re -no solo rea list a, sino tarnbien dinamico y rebelde , como en e l caso de los

ciompi, contra la propiedad y sus instituciones.

Maquiave lo reve la aqui un camino alt erna tivo fundamental dentro del pensa-

miento poli tico moderno, que postula a los pobres no solo como el r esto que de ja la

aprop iac ion violenta ll evada a cabo por lo s poderes nac ientes del capi tal , no solo

como prisioneros de las nuevas condiciones de la produccion y la reproduccion,

s ino tambien como una fuerza de res is tencia que se reconoce como explotada den-

tro de un regimen que sin embargo ll eva las marcas del comun: una vida soc ia l co-

rmin , una riqueza socia l cornun, El pobre ocupa una posicion paradoj ica , a la vez

excluido e incluido, 10 que res a lta una se rie de cont radicciones soc iales -entre la

pobreza y la r iqueza, en primer lugar , pero tambien entre la subordinacion y la pro-

duccion, y la jerarquia y el cormin-. Sin embargo, 10 mas importante de la alternativa

que Maquiavelo revela es que esas contradicciones sociales son dinamicas, estan

animadas por el antagonismo y la resistencia. La clave de sus his torias y analisis po-

l it icos es la progresion que conduce de la indignacion a la creacion de desordenes

sociales 0 revueltas (tumulti), y a su vez pone las condic iones para la rebel ion de la

multi tud, que esta excluida de la r iqueza pero incluida en su produccion. La huma-nidad nunca esta desnuda, nunca se caracte riza por la vida desnuda, sino que esta

s iempre ves tida, dotada no solo de histor ias de sufrimiento, s ino tambien de capaci-

dades de producir y de la potencia de rebelarse.

Spinoza traslada esta alternativa maquiaveliana y, entre muchos otros avances

conceptuales, realza los aspectos corporeos de esta potencia. No solo reconoce que

el cuerpo esun lugar en el que se expresan la pobreza y las necesidades, sino que in-

sist e tambien en que en e l cuerpo reside una potencia cuyos l imites son aun desco-

nocidos: «Nadie ha determinado hasta elmomento 10 que puede hacer un cuerpov".

Conecta estas dos condiciones , pobreza y potencia, en una dinamica que lucha por

la producc ion de la comunidad. Cuando Spinoza comenta la ignorancia de los ni-

nos , por ejemplo, ola debil idad de nuestros cuerpos 0 la brutalidad de la condicion

social humana, plantea tarnbien tales estados de pobreza como el punto de par tidade una logica de t ransformacion que sale de Ia soledad y de la debi lidad por medio

de la construccion de la socialidad y el amor. La potencia que Spinoza identif ica en

25 Niccolo Machiavel li , «The. Golden Ass», Machiavelli: The Chief Works, 3 vols. , Allan Gilbert

(ed.) , Durham, Duke Univers ity Press , 1965, cap. 8,vv.118-123,2:772 ( traduccion modif icada) .

26 Baruch Spinoza, Ethics, Complete Works, trad. de Samuel Shirley, Indianapolis, Hackett , 2002, Li-

bra 3,proposic ion 2,escolio, p. 280 [ed. cas t. : Etica, t rad. deVidal Pef ia Garda, Madrid, Alianza , 2010] .

68

estas diferentes formas puede resumirse como una busqueda del comun: del mismo

modo que en la epistemologia se centra en las «nociones comunes» que constituyen

la racional idad y nos dan una mayor potencia de pensa r, y en la eti ca orienta la ac-

cion hacia los bienes comunes , tambien en la polit ica Spinoza busca mecanismos

a cuyo traves los cuerpos singulares pueden componer conjuntamente una potencia

cormin. Esta potencia cornun, gracias ala cualla mult itud combate lapobreza y crea

riqueza comun, es pa ra Spinoza la principal fuerza que sost iene la posibil idad de

la democracia.

Marx made un paso mas a esta trayectoria alternativa, confirmando la intuicion de

Maquiave lo segun la cuall a potencia de los pobres esta en e l centro de la rebe lion

social yla hipotesis de Spinoza segun la cualla potencia de lamultitud es esencial para

1 a posibilidad de la democracia. Como estos ultimos, Marx comienza su razonamiento

con la pobreza, identif icando el origen de la forma propiamente capital is ta de la po-

breza en los largos y variados procesos de la llamada acumulacion primitiva. Cuando

son separados de la ti erra y de todos los demas medios de producc ion, los trabaja-

dores son doblemente libres: libres en elsentido en que no estan atados ala servidumbre

y tarnbien libres en la medlda en que no tienen gravamenes, esdecir, ninguna propie-

dad 0ni s iquiera derecho alguno a acceder a lat ier ra. El proletariado es creado como

una multitud de los pobres: «La capacidad de trabajo», escribe Marx, «desprovista de

los medios detrabajo y delosmedios devida es[ . . . J la absoluta pobreza en cuanto tal yel obrero [esJ la mera personificacion de la capacidad de trabajo [ . .. J. En cuanto tal ,

conceptualmente hablando, es un indigente». El indigente de l que Marx habla aqui

hace referencia no solo a aquellos que viven en la miseria al limite de la inanicion, sino

a todos los trabajadores enla medida en que su trabajo vivo esta separado del trabajo

objet ivado acumulado en el capital . Pero la desnudez y la pobreza son solo una cara

del problema. Como Maquiavelo y Spinoza, Marx vincula directamente lapobreza del

proletariado con su potencia en el sentido en que el trabajo vivo es «la pos ibil idad

general de la riqueza material» en la sociedad capitalista. De esta suerte, eltrabajo vivo

es ala vez la «pobreza absoluta» como objeto y la «posibilidad general» como sujeto.

Marx concibe esta comb inacion explosiva de pobreza y potencia como la maxima

amenaza ala propiedad privada, insita en su corazon rnismo-".

27 Kar l Ma rx , «Economi c Manusc ri pt o f 1861 -63», t rad. de Ben Fowkes , Ka rl Marx y Fr iedri ch

Engels, Collected Works, vol . 30, Nueva York, International Publi shers, 1982, p. 40. Vease tambien

Grundrisse, t rad. de Mar tin Nicolaus, Nueva York, Vintage, 1973, pp. 295-296 [ed, cast.: Elementos

[undamentales para la critica de la economia politica, trad, de Pedro Scaron, Madrid, Siglo XXI, 1976] .

Coincidimos en 10 fundamental con las lecturas de Dussel delos bor radores suces ivos del Capital sobre

e st e tema . No sor prende, hab ida cuent a de su i nte re s en y de su a socia ci 6n con la teol og ia de la libe-

radon, que Dussel semost rara par ti cularmente sensible a la preocupacion de Marx sobre la pobreza .

Vease Enrique Dussel, Towards an Unknown Marx: A Comment ar y on t he Manusc rip ts o f 1861 -63 ,

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En este punto, es probable que algunos lectores objeten que nuestra dependen-

cia de conceptos como pobreza y multi tud confunde s in remedio las categor ias mar-

xistas , ocultando la diferencia, por ejemplo, entre la miseria «precapital is tax que

resulta de la expropiacion violenta y la miseria propiamente capital is ta del trabajo

asalariado y de la explotacion. En este sentido, traicionamos elrnetodo materialista

de Marx y dis torsionamos el caracter de clase de su analisis. jNi siquiera los socia-

l is tas utopicos, nuestros cri ticos pueden exclamar, mist if ican tan completamente el

analisis de la explotacion en Marx y el socialismo cientifico! Sostenemos, sin embar-

go, que nuestro enfoque estan materialista como los analisis marxistas tradicionales,

pero en par te a causa de la naturaleza cambiante del trabajo y de la explotacion, que

abordamos en detalle en capitulos posteriores, echamos abajo algunos de los Iimites

convencionalmente trazados alrededor de la clase obrera. Un cambio importante es

que hoy la explo tac ion ti ende a no se r ya una func ion productiva, sino mas b ien un

mero ins trumento de dominio. Esto secorresponde con elhecho de que, de diferen-

tes maneras en distintos contextos en todo el mundo, a medida que los modos de

vida y de trabajo caracterizados por lamovilidad, la f lexibi lidad y la precariedad son

cada vez mas duramente impuestos por los regirnenes capital is tas de produccion y

explotacion, los trabajadores asalariados y los pobres ya no estan sometidos a con-

diciones cualitativamente diferentes, sino que ambos se han visto igualmente absor-

bidos en la mult itud de productores. Los pobres, reciban sa la rios 0 no , ya no estanlocalizados solo en el origen historico 0 en las fronteras geograficas de la produccion

capita li st a, sino cada vez mas en su co razon -y de esta suerte la mul ti tud de los po -

bres surge tambien en el centro del proyecto de transformacion revolucionaria/".

t rad. de Yo landa Angul o, F red Mosel ey (ed.) , Londr es , Rou tledge, 2001, e specia lmente pp. 6 -11 Y

240-245 [ed, cast.: Ha c ia u n M a r x d e sc o no c id o : u n c o me n ta r io d e l os m a n us c ri to s d e l 61-63, Mexico DF,

Siglo XXI, 1988].

28 Bever ly S il ve r de sar ro ll a un a rgument o s im ila r cuando hace hi ncap ie en que se t ra zan lim ite s

en torno a 10 que ha de considera rs e cl as e obre ra de t al s uer te que con f re cuenci a s e obvi a el modo

como el gene ra y l a r aza son const it ut ivas de la s i den ti dades de cl as e. Para anali za r el modo en que la s

clases t rabajadoras sehacen y se deshacen, rel ine un modelo polanyiano (que ins is te en la explotaci6n

como explotaci6n y violencia l y un modelo marxiano (cent rado en los fen6menos econornicos). Vease

Beverly Silver, Forces 0 / L a bo r : W o rk er s ' M o v em e n ts a n d G l ob a li za ti on s in c e 1870, Cambridge, Cam-

bridge Univers ity Press , 2003, especia lmente pp. 16-25 [ed, cast.: F u e r za s d e t r ab a jo : l o s mo v im ie n to s

obreros y l a g l ob a li z ac i 6 n d e s de .1870, t rad. de Juanma ri Madari aga, Madri d, Akal , 2005 ]. Par a una

excelente discusi6n de estos asuntos en relaci6n con la idea marxiana de acumulaci6n primi tiva , vease

Sandro Mezzadra, «Artualita della preistoria: Per una rilettura del cap. 24 del Capitale, 1» , L a c o n d iz i on e

postcoloniale, Verona, Ombre Cor te , 2008, pp. 127-154.

70

D e corpo re 1Biopolitica como

acontecimiento

Pinto. Soy naturaleza, soy verdad.

Gustave Courbet

•Para comprender como ent iende el biopoder Michel Foucaul t, tenemos que si-

tuarnos en el contexto dela teor iamas amplia del poder que desarrol la en elper iodo

en que empieza a trabajar con elconcepto, la segunda mitad dela decada delos seten-

ta, en Vigi far y cast igar (1975) y el primer volumen de la H i st or ia d e f a s ex u al id a d

(1976). En estos libros, la idea de poder de Foucault siempre es doble. Dedica la

mayor parte de su atencion a los regimenes disciplinarios, las arquitecturas de poder

y las aplicaciones del poder a traves de redes dis tr ibuidas y capilares , un poder que

no rep r ime tanto como produce suje tos. Sin embargo, a 10 largo de estos libros, a

veces en 10que parecen apartes 0 notas al margen, Foucault teoriza tarnbien cons-

tantemente un ot ro de l poder (0 incluso otro poder) pa ra el que parece incapaz de

encont rar un nombre adecuado. Resistencia es el t ermino que emplea con mayor

frecuencia, pero este no recoge en realidad 10que esta pensando, puesto que res is -

tencia, tal y como sesuele entender, es demasiado dependiente de y esta subordina-

da a lpoder a l que se opone . Cabria sugeri r a Foucaul t la idea marx ista de «cont ra-

poder» , pero este te rmino impl ica un segundo poder que es hornogeneo respecto a

aquel al que se opone . A nuest ro juic io, l a mejor definic ion de l ot ro de l poder que

atraviesa aquellos l ibros es1ade una produccion alternativa de subjetividad, que no

solo resiste a1poder , s ino que tambien busca autonomia respecto a este.

Esta comprens ion de la duplicidad del poder nos ayuda a abordar las tentativas

de desarrollo del concepto de biopoder por parte de Foucault. Tambien aqui, la

atenc ion de Foucaul t se centra p rinc ipalmente en e lpoder sobre la vida -0, a deci r

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verdad, en el poder de administra r y produc ir la vida- que func iona mediante el go-

bierno de las poblaciones, gestionando su salud, sus capacidades reproductivas, etc.

Pero hay s iempre una corriente menor que ins iste enla vida como res is tencia, como

un poder otro dela vida que lucha por una existencia alternativa. La perspectiva de

la resistencia aclara la diferencia entre estos dos poderes : el biopoder contra el que

luchamos no es comparable en su naturaleza 0 forma con el poder de la vida me-

diante el cual defendemos y buscamos nuestra l iber tad. Para marcar esta diferencia

entre los dos «poderes de vida», adoptamos una distinci6n termino16gica, sugerida

por los escri tos de Foucault pero no usada coherentemente por este, entre biopoder

y biopolitica, donde elprimero puede definirse (con cierta tosquedad) como poder so-

bre lavida y elsegundo como elpoder dela vida de res ist ir y determinar una produc-

ci6n alternativa de subjetividad.

Sin embargo, las principales corrientes de la interpretaci6n de Foucault no com-

prenden adecuadamente la natur aleza dual de la biopoli tica. Una corri ente , que

se presenta primero con Francois Ewald ymas tarde con Roberto Esposito, analiza el

terreno dela biopoli tica principalmente desde elpuntode vis ta de lagest i6n norma-

tiva de las poblaciones. Esta equivale a una administraci6n actuarial de la vida que

por regla general exige concebir a los individuos desde un punto de vista estadistico,

clasi ticandolos en grandes conjuntos normativos, que se tornan mas coherentes a

medida que los microsistemas que los componen son desubjet ivados y homogenei-zados. Aunque esta interpretaci6n tiene el merito de la fidelidad filo16gica (aunque

con una perspectiva bas tante estrecha sobre el opus foucaultiano) , no nos entrega

mas que una imagen «liberal» de Foucaul t y de la biopol iti ca, en la medida en que

no postula cont ra este poder amenazador y omniabarcante sobre la vida ningun

poder alternativo 0 res is tencia efect iva, s ino s6lo un sentido impreciso de cri tica y

de indignaci6n moral".

Una segunda corriente principal , que se centra en la interpretaci6n de Giorgio

Agamben (yque surge hasta cierto punto de la obra deJacques Derrida yJean-Luc

Nancy), acepta que la biopoll tica es un terreno ambiguo y confl ictivo, pero concibe

que la resistencia aetna s6lo en sulimite mas extremo, en los margenes de una forma

total itar ia de poder , al borde de la imposibi lidad. Aqui estos autores bien podrian

estar interpretando los famosos versos del poema «Patmos» de Holder lin: «Wo aberGefahr ist,wachst / Das Rettende auch» (<<puesalli donde hay peligro / crece tambien

10que salva»). De esta suerte, esta corriente de interpretaci6n S 1 que distingue hasta

c ierto punto la biopol iti ca de l biopoder, pero deja la biopol it ica impotente y sin

subjet ividad. Estos autores buscan en Foucault una def inicion de la biopoli tica que

1 Vease Francois Ewald, I :Etat-providence, Pads, Grasset , 1986, y Rober to Esposito, Bios: Biopo -

l i ti c s and Ph i lo sophy , t rad. de Timothy Campbel l, Minneapol is , Univers ity ofMinnesota Press , 2008.

72

la despoje de toda pos ibil idad de acci6n aut6noma y creat iva, pero en realidad recu-

rren a Heidegger en estos puntos del analisis para negar toda capacidad construct i-

va de resistencia biopoli tica. Agamben transpone la biopoli tica a una clave teologi-

co-poli tica, afirmando que la {mica pos ibil idad de ruptura con elbiopoder reside en

la actividad «ociosa» (inoperositd), una negativa rotunda que recuerda a la idea hei-

deggeriana de Gelassenbeit, completamente incapaz de construir una alternativa-.

Por Ult imo, podemos construir algo asi como una tercera corriente de interpre-

taci6n de lab iopoli tica, por mas que por regla genera l no se plantea en re ferenc ia a

Foucault y su terminologia, que incluye a autores que entienden la vida en referen-

cia a invariantes de existencia naturalistas y/o trascendentales. Desde esta perspec-

t iva, se concede una cierta autonornia ala subjetividad biopoli tica, por ejemplo en

las estructuras 16gico- lingil is ticas invar iantes propues tas por Noam Chomsky 0 la

duraci6n onto16gica de las relaciones lingiiisticas y productivas pre e interindividua-

les en autores como Gi lbert Simon don, Bernard Stiegle r y Peter Sloterdi jk. Pero

esta subjetividad, aunque planteada como resistencia a las estructuras de poder exis-

tentes, carece de un caracter dinamico porque esta encerrada en su marco invar ian-

te y naturali sta. La resistencia biopol iti ca de estas invariantes nunca puede crear

formas alternativas de vida}.

Ninguna de estas interpretaciones captura 10que para nosotros es10mas impor-

t ante en la idea foucaul tiana de biopoli tica. Nuestra lectura no s610 identi fica labiopolitica con las potencias productivas localizadas de la vida -es decir, la produc-

cion de afectos y lenguajes a traves de la cooperaci6n social y de la interacci6n de

cuerpos y deseos, lainvenci6n de nuevas formas dela relaci6n con uno mismo y con

los demas, etc.- , sino que afirma tambien la biopoli tica como la creaci6n de nuevas

subjetividades que sepresentan ala vez como resistencia y como desubjetivaci6n. Si

permanecemos demasiado atados a un analisis filo16gico de los textos de Foucault,

2 Vease Giorgio Agamben, H om o s ac er ; y Jean-Luc Nancy, T h e I n op e ra t iv e Communi ty , t rad. de

Peter Connor, Lisa Garbus, Michael Hol land y Simona Sawhney, Minneapol is , Univers ity ofMinneso-

ta Press , 1991 [ed, cas t. : Hom o s a ce r; t rad. de Antonio Gimeno Cuspinera , Valencia, Pre-textos, 2006;

Jean-Luc Nancy, L a c o mu ni da d d es ob ra d a, t rad. de Pab lo Pere ra Pelmazan, Madr id , Ar ena Lib ros ,

2001 ]. Los p rime ros tr abajo s de J acques De rr ida, como L a e sc ri tu ra y l a d i/ er en ci a y M t ir g en es d e l a

filosofia, aunque adoptan un enfoque radicalmente diferente , l legan a resul tados s imilares . En algu-

nos aspectos, l a obra tardia de Derrida intenta def inir un enfoque pol it ico en terminos «biopol it icos»,

Vease en particular Specters 0 / Marx , t rad. de Peggy Kamuf , Nueva York, Routledge, 1994 [ed. cas t. :

E sp ec t ro s d e Ma r x, t rad. deJose Miguel Alarcon y Crist ina de Peret ti , Madrid, Trotta, 1998J , y Politics

o f F r i endsb ip , t rad. de George Col lins , Londres , Verso, 1997 [ed, cas t. : P o lf ti c as d e l a am i st a d, t rad. de

Patricio Pefialver y Paco Vidar te , Madrid, Trotta, 1998] .

3 Vease, por ejemplo, Noam Chomsky y Michel Foucaul t, T h e C h om s ky -F ou c au lt D e ba te , Nueva

York, New Press , 2006 [ed, cas t. : L a n a tu ra le za h um a na :j us ti ci a v er su s p o de r: u n d eb a te , t rad. de Leo-

nel Livchits, Madrid, Katz, 2006].

7 3

 

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podriamos pasa r por al to la cuesti6n cent ral: sus ana li si s del biopoder apuntan no

solo a una descripci6n ernpirica de c6mo funciona el poder para y a traves de los

sujetos, sino tambien al potencial de producci6n de subjetividades altemativas, in -

dicando de tal suerte una distinci6n entre formas de poder cualitativamente diferen-

tes. Esta cuestion esta implicita en la afirmaci6n de Foucault segun la cualla libertad

y la res is tencia sonprecondiciones necesarias para el ejercicio del poder . «Cuando

se define el ejercicio del poder como un modo de acc i6n sobre las acc iones de los

demas, cuandc se ca racteri zan estas acc iones por e l gobiemo de los hombres porparte de otros hombres -en el mas amplio sentido de la expresi6n-, se incluye un

elemento importante: la l iber tad. El poder se ejerce s6lo sobre sujetos l ibres, y solo

en la medida en que son lib res [ ... J. En el coraz6n mismo de la relaci6n de poder , y

provocandola constantemente, estan la contumacia de la voluntad y la intrans igen-

cia de la libertads-". Bajo esta luz, la biopol1tica se presenta como un acontecimien-

to 0, en realidad, como un rupidis imo tej ido de acontecimientos de liber tad.

La biopolitica, a diferencia del biopoder, tiene el caracter de un acontecimiento ante

todo en el sentido de que la «intransigencia de la libertad» desbarata el sistema norma-

t ivo. El acontecimiento biopoli tico procede del exter ior en la medida en que rompe la

continuidad de la historia y el orden existente, pero debe entenderse no solo negativa-

mente, como ruptura, sino tambien como innovaci6n, que surge, por asi decir lo , del

interior. Foucault aferra el caracter creativo del acontecimiento en su obra tempranasobre la [ingiiistica: l aparo le interviene en y desbarata l a l a ng u e como un acontecimiento

que tambien se extiende mas alia de esta como un momenta de invencion lingiiistica' .

Sin embargo, para el contexto biopolitico necesitamos comprender el acontecimiento

no solo en los terrenos Iingiiisticos y epistemologicos, sino tambien en losantropol6gicos

y onto16gicos, como un acto de libertad. En este contexto, el acontecimiento marcado

por la interrupci6n innovadora de l a p a ro l e mas alia de f a l a ng u e se expresa como una

intervenci6n en elcampo dela subjetividad, con suacumulaci6n de normas y de modos

de vida, mediante una fuerza de subjetivaci6n, una nueva producci6n de subjetividad.

Esta irrupci6n del acontecimiento biopol1tico es la fuente de innovaci6n, asi como el

criterio de verdad. Una teleologia materialista, esto es, una concepci6n de la historia que

surge desde abajo guiada por los deseos de aquellos que lahacen y por su busqueda de

lalibertad, seconecta aqui, parad6jicamente, con una idea nietzscheana del eterno retor-

no. La singularidad del acontecimiento, impulsada par la voluntad de poder, demuestra

4 Michel Foucault, «The Subject and POWeD>,Hubert Dreyfus y Paul Rabinow,Michel Foucault:

Beyond Structuralism and Hermeneutics, Chicago, University of Chicago Press, 1982, pp. 221-222.

5 Sobre la innovaci6n linguistica en Foucault, veaseJudith Revel,Foucault, Paris, Bordas, 2006, y

Arnold Davidson, The Emergence 0 / Sexuality: Historical Epistemology and the Formation 0 / Concepts,

Cambridge, Mass., Harvard University Press, 2001.

7 4

la verdad de 10etemo; elacontecimiento, yla subjetividad que 10anima, construye y da

signif icado a la histor ia , desplazando toda idea de la his toria como progres ion lineal

definida por causas detenninadas. Comprender esta relaci6n entre el acontecimiento y

laverdad nos permite descartar la acusaci6n de relativismo que tantas veces esesgrimida

contra la biopolftica de Foucault. Y reconocer la biopolitica como un acontecimiento

nos permite entender la vida como un tej ido de acciones constitut ivas , asi como com-

prender eltiempo en terminos de estrategia.

En este punto, 1 a idea foucaultiana de acontecimiento esfacilmente distinguible de

lapropuesta por Alain Badiou. Badiou ha hecho un gran servicio planteando elaeon-

tecimiento como la cuesti6n central de la filosofia contemporanea, proponiendolo

como ellugar de la verdad. El acontecimiento, con su multiplicidad irreductible, esto

es, su naturaleza «equivoca», sus trae, segun Badiou, el examen de las verdades de la

mera forma del juicio, La diferencia entre Badiou y Foucault a este respecto sepone

de mani fiesto con la mayor c la ridad si observamos donde cen tra su atenc i6n cada

autor, desde elpunto de vista temporal, con respecto alacontecimiento. En Badiou un

acontecimiento -como la crucifixion y resurreccion de Cristo, la Revoluci6n frances a

o la Revoluci6n cultural china, por citar sus ejemplos mas frecuentes- cobran valor y

significado primordialrnente despues de haber tenido lugar. Por esta raz6n se con-

centra en la intervenci6n que, retrospectivamente, da significado al acontecimiento y

en la fide lidad y en los p rocedimientos genericos que continuamente se remi ten al

mismo. Por el contrario, Foucault hace hincapie en la producci6n y la productividad

del acontecimiento, que exige una mirada prospectiva antes que retrospectiva. El

acontecimiento esta, por asi decir lo , dentro de la existencia y de las estrategias que la

atraviesan. Dicho de otra manera, 10que el enfoque del acontecimiento de Badiou no

llega a comprender es el vinculo entre la libertad y la potencia, en el que insiste

Foucault, desde dentro del acontecimiento. De hecho, un enfoque retrospectivo del

acontecimiento no nos permite el acceso ala racionalidad de la actividad insurreccio-

nal , que debe luchar dentro de los procesos his t6ricos para crear acontecimientos re-

volucionarios y romper con las subjetividades politicas dominantes. Sin la 16gicainter-

na del hacerse delos acontecimientos, s610cabe afirmarlos desde elexterior como una

cuest i6n de fe, repit iendo la paradoja que se suele atr ibuir a Ter tuliano, «Credo quia

absurdum», «Creo porque es absurdos' ',

, 6 La teoria delacontecimiento recorre toda la obra de Badiou. Para un tratarniento representativo,

veaseAlain Badiou, Being and Event, trad. de OliverFeltham, Nueva York, Continuum, 2005, partes

4 y 5, pp. 173-261 [ed. cast.:El ser y el acontecimiento, trad. de RaUlJ. Cerdeiras, AlejandroA. Cerletti

y Nilda Prados, Buenos Aires, Manantial, 1999]. Para la afirmaci6n de Badiou segun la cual losmovi-

mientos politicos contemporaneos no pueden romper con «las subjetividades politicas dominantes»

habida cuenta de los actuales mecanismos de dominaci6n, vease «Prefazione all' edizione italiana»

AlainBadiou,Metapolitica, Napoles, Cronopio, 2001, pp. 9-15, e specialmente pp. 13-14. '

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El acontecimiento biopoli tico que plantea la producci6n de la vida como un acto

de resistencia, innovaci6n y liber tad nos devuelve a la f igura de la mult itud como es-

trategia polit ica. Consideremos, para poner un ejemplo desde un dominio muy dife-

rente, elmodo en que Luciano Bolis, un partisano antifascista italiano, plantea en sus

memorias la relaci6n entre los granos de arena y la res is tencia de la mult itud (en ter-

minos que recuerdan las hojas de hierba democni ticas de Walt Whitman) . Bol is es

perfectamente consciente de que su sacr if icio ess6lo un grano de arena en eldesier to

entre los sufr imientos de la mult itud que par ticipa en la lucha. «Creo s in embargo»,

explica, «que el deber de los supervivientes es escribir la his toria de esos "granos de

arena" porque incluso aquellos que, por circunstancias particulares 0 por diferentes

sensibi lidades, no formaban par te de esa "mult itud" comprenden que nuestra Libe-

raci6n y el conjunto de valores que expresa se pag6 con sangre, ter ror y esperanzas y

todo cuanto hay detras de la palabra "partisano", que continua siendo incomprendi-

da, vilipendiada y rechazada con vacua autocomplacencias-' . La biopolitica esuna re-

laci6n partisana entre la subjetividad yla historia que esta trabajada por una estrategia

multitudinaria, formada por acontecimientos y resistencias, y articulada por un dis-

curso que vincula latoma de decis i6n polit ica con la construcci6n delos cuerpos enla

lucha. Gil les Deleuze presenta laproducci6n biopoli tica de lavida de un modo igual-

mente par tisano, como «creer en el mundo», cuando lamenta que hemos perdido el

mundo 0 este nos ha sido arrebatado. «Creer en el mundo estambien suscitar aconte-cimientos, por mas pequeiios que sean, que escapan del control, 0hacer nacer nuevos

espacios-tiempo, incluso de superticie 0volumen reducidos [... J . La capacidad de re-

sistencia 0 por el contrario la surni si6n a un cont rol han de juzgarse en e l ambi to de

cada tentativae", Los acontecimientos de resistencia no solo tienen elpoder de escapar

del control , s ino tambien de crear un nuevo mundo.

Como ejemplo fina l de la potencia biopolit ica de los cuerpos, procedente no

obs tante de otro dominio, consideremos un pasaje del serm6n del Maestro Eckhart ,

«La virginidad del alma»:

Ahora iatended y observad con aplicacionl Sielhombre fuera siempre virgen, no

daria ningun fruto. Para hacerse fecundo, es necesario que sea mujer. «Mujer» esla

palabra mas noble que puede atribuirse al almay esmucho mas noble que «virgen».

Esbueno que elhombre conciba a Dios en sfmismo, y en esa concepcion eles puro

y sin mancha. Es mejor, sin embargo, que Dios fructifique en el, pues la fecundidad

del don no esmas que la gratitud del don, y asfel espiritu sehace mujer enla grati-

7 Luciano Bolis, I I m i o g ra n el lo d i s a b b ia , Tur in, Einaudi , 1946, p. 4.

8 Gilles Deleuze, Negotiat ions, t rad. de Mar tin joughin, Nueva York, Columbia Univers ity Press ,

1995, p. 176 [ed. cas t. : Conversaciones, t rad. deJose Luis Pardo, Valencia, Pre-textos, 1995] .

76

tud que renace yen la cual elhombre engendra, de nuevo, a Jesus en el corazon

paterno de Dios".

Eckhart intenta l lamar nuestra atenci6n sobre la productividad de l aconteci -

miento biopolitico, pero ique carga trae consigo r Para lee r un pasaje como este , es

prec iso pasar por decadas de teoria feminista como si de otros tantos bafios en di -

solvente fotografico se tratara: comenzando por el analisis de Simone de Beauvoir

acerca del modo en que la Mujer es un constructo patriarcal que subordina a las

mujeres, en buena medida atandolas a las capacidades reproductivas bio16gicas; lue-

go por las estudiosas religiosas feministas que revelan las modalidades del patriarca-

do especl lcamente cristi anas y la persi stenc ia de la dicotomia virgen/puta y, por

Ultimo, las te6ricas politicasfeministas que demuestran c6mo funcionan las figuras

de muje r en el canon de la fi losofia polit ica europea como indicado res de caos y fe-

cundidad pel igrosa que deben se r excluidas de l dominio publico. A medida que

vamos arran cando esas capas masculinistas y heterosexistas, la imagen del pasaje de

Eckhart que sube ala superficie [resulta indudablemente queers La productividad

estal la a medida que el hombre deviene mujer, yaqui las visiones mis ticas de Eck-

hart recuerdan los delirios del presidente Schreber, quien, como informa Freud, cree

que seesta convirt iendo en mujer para ser fecundado por Dios y alumbrar a una nue-

va raza humana. Resulta interesante que en Eckhart la productividad coincida conelmomento de atravesamiento de los generos. (~Podria reconocer Eckhart la misma

productividad en la masculinidad femenina que la que encuentra en la feminidad

masculina?) De hecho, el acontecimiento biopolitico es siempre un acontecimiento

queer, un proceso de subjetivaci6n subversiva que, haciendo afiicos las identidades

ylas normas dominantes, revela elvinculo entre potencia y libertad, inaugurando asi

una producci6n alternativa de subjetividad.

De esta suerte, elacontecimiento biopoli tico rompe con todas las formas de sus-

tancialismo 0 conceptualismo metafisicos. El ser se hace en el acontecimiento. Re-

sulta interesante sefialar la fuerte resonancia de esta idea del acontecimiento biopo-

Iitico con el pragmatismo estadounidense. «Si la naturaleza nos parece sumamente

uniforme», escribe Charles Peirce, «se debe tan s6lo a que nuestras capacidades se

adaptan a nuestros deseos»!". En efecto, los pragmatistas proponen un analisis per-format ivo dei acontecimiento biopo lit ico y demuestran que e l movimiento de las

9 Reiner Schiirmann, edicion y comentario, M e is te r E c kh ar t: M y st ic a n d P h il os op h er , Blooming-

ton, Indiana Univers ity Press , 1978, p. 4 led. cas t. : E l/ ru to d e l a n ad a, edici6n y traducci6n de Amador

Vega Esquerra, Madrid, Siruela , 1998, p. 42] .

1 0 Charles Peirce, Elements 0 / L o g ic , Co l le c te d P a p er s 0 / Cha r le s S a n de r s P e ir c e, Charles Hartshor-

ne y Paul Weiss (eds. ), Cambr idge, Mass. , Harvard Univers ity Press , 1960, p. 474.

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potencias biopoli ticas funciona igualmente en la direccion opues ta: dicho de otra

manera, nuestros deseos tarnbien se adaptan ala naturaleza. Volveremos sobre este

punto en De homine 1alfinal de la segunda parte (y los lectores deben tener presen-

te que estas discusiones a modo de conclus ion pueden leerse separadamente como

una sola argumentacion continua).

78

SEGUNDA PARTE

La mod er nid a d (y lo s paisajes

d e l a a lte rmode rn id ad)

~ar tim~s hacia elcosmos; preparados para cualquier cosa [ . .. J. Y,sin embargo,

S1 consideramos las cosas con mas detenimiento, nuestro entusiasmo se

revela como una farsa completa. No queremos conquis tar e l cosmos; tan s610

que remos ext ender l os lim ite s de la ti er ra a la s f ront er as del cosmos L . .J. No

t enemos nece si dad de ot ro s mundos. Nece sitamos espe jo s. No sabemos que

hacer con otros mundos.

Stanislaw Lem, Safaris

 

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· 1 Antimodernidad

como resistencia

Como muestr a l a expe rienc ia india , el c ese f orma l del domin io co lonia l,

consi der ado en sf r nismo , apenas contr ibuye a pone r f in a l gob ier no del s aber

colonialista .•

Ranajit Guha, A Rule a /Prope rty fo r Benga l

Poder y resistencia dentro de la modernidad

La modemidad es siernp re dos. Antes de exponerla en te rminos de raz6n, Ilus-

tracion, la ruptura con la tradicion, el laicismo, etc., la modernidad debe concebirse

como una relacion de poder : dominio y res is tencia, soberania y luchas por la l ibera-

cion' . Esta concepci6n se contrapone a la narrativa habitual segun la cualla rnoder-

nidad surgi6 de Europa para enfrentarse en las colonias con 10 premoderno, se

conciba este como 10 barbaro, 10 religioso 01 0 pr imi tivo. «No hay modern idad sin

colonialidad», afirma Walter Mignolo, «porque la colonialidad es constitut iva de la

modemidadx-, Es const itutiva en la med ida en que carac te riza la je rarquia que est a

en el coraz6n de la modernidad. De esta suerte, la modernidad no reside tan so lo en

1 Sobre l a dobl e nat ura le za de la moder nidad y l a re la ci6n j er ar qui ca que l a defi ne , vease Michae l

Hardt y Antonio Negri, Empire, Cambri dge, Mass ., Ha rva rd Un ivers it y P res s, 2000, pp. 69- 92 [ed.

cast.: Imperio, t rad. de Alcira Bixio, Barcelona, Paid6s, 2002] .

2 Walter Mignolo, The Idea a/Latin America, Cambr idge, Blackwell , 2005, p. xii i [ed. cas t. : Idea de

America Latina, t rad. de Juli et a Ba rba y S ilv ia J awe rbaum, Ba rcelona , Ged is a, 2007 ]. Sobr e la def in i-

cionde la modernidad como gesti6n de la relaci6n centro-peri feria en el s i stema mundo, vease tambien

Enrique Dussel, Etica de fa liberacion, Madrid, Trotta, 1998, pp. 19-86.

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Europa 0 en las colonias, sino en la re lac i6n de poder que se exti ende entre ambas",

Y, por 1 0 tanto , las fuerzas de la antimodernidad, como es el caso de las res is tencias

cont ra el dominic co lonia l, no estan fuera de lamodernidad, sino que estan comple -

t amente en su interior, es decir, dentro de la relaci6n de poder.

El hecho de que la antimodernidad forme parte de la modernidad es parte al

menos de 1 0 que los hi storiadores tienen en mente cuando insisten en que la expan-

si6n europea en las Americas, Asia y Africa ha de concebirse no como una serie de

conquistas, sino de ericuentros colonia les. La idea de conquista t iene c iert amente laventaja de hacer hincapie en la violencia y la brutalidad de la expansi6n europea,

pero tiende a presentar a los colonizados como sujetos pas ivos . Ademas, irnplica que

la civil izaci6n preexistente fue el iminada y reemplazada por la del colonizador, 0

que se conse rv6 intacta como un afuera del mundo colonia l. Esta concepc i6n t radi-

ciona l desc ribe ala soc iedad colonia l india , por ejemplo , t al y como escribe Ranaj it

Guha, «como una replica de la cultura l iberal burguesa dela Gran Bretafia del s iglo XIX

o como la mera supervivencia de una cultura precapitalista anter iors" , La rnoderni-

dad yace entre ambas, por asi decirlo -es decir, en la jerarquia que vincula entre sf

a dominantes y subordinados-, y ambos lados se ven modifi cados en la relaci6n. La

idea de encuent ro res a lta l a dualidad de la relaci6n de poder y los procesos de rnez-

c la y transformac i6n que resul tan de la lucha de dominic y resi st enc ia.

Trabajando desde elpunto de vis ta de los encuentros coloniales, los his toriadores

documentan dos hechos importantes: en muchos casos las civilizaciones precolonia-

les est a n muy avanzadas , son r icas , complejas y sof is ticadas, y las contr ibuciones de

los colonizados ala l lamada civil izacion moderna son importantes y en gran medida

desconocidas . Esta perspectiva acaba con las dicotornias habituales entre 1 0 tradi-

cional y 1 0 moderno, 1 0 salvaje y 1 0 civilizado. Y, 1 0 que resul ta mas relevante para

nuestra argumentaci6n, los encuentros de la modernidad revelan procesos constan-

tes de transformaci6n mutua.

Mucho an tes de la l legada espanola a l Mexico central , por e jemplo, los nahua (es

decir , los habitantes del reino azteca que hablan nahuatl) construyeron ciudades alta-

mente desarrolladas, llamadas altepetl, aproximadamente del tarnafio de las ciudades-

Estado rnediterraneas. Un al tepe t l se organiza con arreglo a una logica ce1ular 0mo-dular , enla que las diferentes par tes dela metr6polis se corresponden con una rotaci6n

ciclica ordenada de las tareas de trabajo y de los pagos al soberano. Despues de la

3 Dussel inventa el termino «transmodernidad» para denominar una idea de modernidad que no

es europea , si no un f enomenr; p lanet ar io . Vease Enr ique Duss el, The Invention 0 / the Americas, trad.

de Michae l Ba rbe r, Nueva York, Cont inuum, 1995.

4 Ranajit Guha, Dominance without Hegemony: His tory and Power in Colonial India, Cambridge,

Mass. , Harvard Univers ity Press , 1997, pp. 97-98.

82

rendici6n de Cuauhternoc ante Cortes en 1521, e l altepetl no es reemplazado sin mas

por las formas urbanas europeas, pero tampoco sobrevive intacto . Todos los primeros

asentarnientos y formas administrativas espafiolas -la encornienda, las parroquias ru-

rales, las municipalidades indias y las jurisdicciones administrativas- estan construi-

dos sobre altepetl preexis tentes y se adaptaron a su forma". Asi, pues, la civil izaci6n

nahua no sobrevive inalterada pero tampoco la espanola. Por el contrar io , ademas de

las estructuras urbanas y las pract ices adrninistrativas, la musica, e1lenguaje y otras

formas culturales se ven progres ivamente mezclados , f luyendo por innumeros carni-nos en ambos sentidos del Atlantico, transformando a las dos par tes".

Mucho antes de la formaci6n de Estados Unidos, para poner otro ejemplo mas

directamente polit ico, los iroqueses desarrollaron un s is tema federal ista para ges tio-

nar las relac iones ent re se is nac iones -Mohawks, Oneidas, Onondagas, Cayugas,

Tusca roras y Senecas- con cont roles y contrapesos, separaci6n ent re autoridades

mili tares y civiles y otras caracterist icas que ser ian incluidas mas tarde en la Consti-

tuci6n estadounidense . E l federal ismo iroques fue muy discut ido y admirado en los

Estados Unidos del s iglo XVIII entre f iguras como Benjamin Franklin y Thomas J ef-ferson. La ayuda materia l de los nat ives americanos a los co lonos europeos -como

planta r cosechas, sobrevivi r a los inviernos duros, e tc.- se ha v isto incorporada ala

rni tologia nacional, pero las formas polit icas estadounidenses suelen presentarse

como si tuvieran un origen puramente europeo". El objeto de estos ejemplos no es

otro que el de demostrar la mezcla y la transformaci6n mutua que caracteriza a los

encuentros de la modernidad.

Sin embargo, el problema con estos ejemplos es que no hacen hincapie en la

violencia y en la relaci6n de poder des igual de la modernidad. Las fuerzas dominan-

tes de la modernidad no encuentran meras dz/erenc ias sino resistenc ias. Lo que la

his toriografia coloniall lev6 a cabo principalmente y ha de ser rebatido, como expli-

ca Ranaji t Guha, «es un truco de magia para hacer que la resi st enc ia desaparezca de

lahistor ia polit ica de India bajo el dominio bri tanicos" , Hay algo psicotico en la idea

de que la modernidad es una invenc i6n puramente europea , puesto que se ve cons-

5 James Lockhart, The Nahuas after the Conquest, Palo Alto, Stanford Univers ity Press , 1992, p. 14.

Vease tambien Michael Ennis , «Histor ic iz ing Nahua Utopias», tes is doctora l, Duke Univers ity, 2005.

6 Vease, por ejemplo, Serge Gruzinski, The Conquest a/Mexico: The Incorporation a/Indian Societies

into the 'vVestern World, 16th-18th Centuries, t rad. de Eileen Corr igan, Cambr idge, Pol ity Press , 1993.

7 Sobre el f edera li smo i roques, vea se I ri s Mar ion Young, «Hybr id Democr acy : Ir oquois Fede-

ral ism and the Postcolonia l Project», Pol it ical Theory and the Rights 0 / Indigenous Peoples, Duncan

Iv is on, Pau l Pa tt on y Wil l Sanders ( eds. ), Cambr idge, Cambri dge Un iver sity P re ss , 2000, pp . 237 - 258,

y Donald Gr inde y Bruce Johansen , Exemplar 0 / Liber ty: Nat ive America and the Evolution 0 /Demo-

cracy, Berkeley, Univers ity of Cal ifornia Press , 1991.

8 Ranajit Goha, Dominance without Hegemony, cit ., p . 89.

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tantemente obligada a negar el papel del resto del mundo en la construccion y el

funcionamiento de la modernidad, en par ticular de aquellas par tes del mismo subor-

clinadas aldominic europeo. Antes que de una especie de represion psiquica, podriamos

pensa r mejor en esta denegacion como un ejemplo de /orclusi6n en el sentido psicoa-

nalit ico. Mientras que el elemento 0 la idea reprimidos, explican los psicoanalistas,

estan profundamente enterrados, 1 0 forcluido es expulsado al exterior del inconscien-

te, de tal suerte que el ego puede actuar como si la idea no se le hubiera ocurrido ja-

mas . Asi, pues, mientras que, cuando 1 0 reprimido retorna al sujeto neurotico, surge

desde el interior, 1 0 forcluido es exper imentado por el psicotico como una amenaza

desde el exter ior. En este caso, el elemento forcluido no es solo la his toria de las con-

tribuciones a la cultura y la sociedad modernas por par te de los pueblos y las civil iza-

ciones no europeas, que hace que parezca que Europa es la fuente de toda innovaci6n

moderna, sino tambien y sobre todo las innumerables resistencias dentro y contra larno-

dernidad, que constituyen el principal elemento de peligro para su autorrepresenta-

c ion dominante. A pesa r de toda la furibunda energia empleada en expulsa r al o tro

«antimoderno», la resistencia permanece en el interior".

Insisti r en que las fue rzas de la ant imodern idad estan dentro de la modernidad,

en el te rreno cormin del encuent ro, no equ ivale a deci r, desde luego, que el mundo

moderno es homogeneo. Los geografos se quejan con razon de que, a pesar de que

constantemente se habla de espacio, las discusiones teoreticas contemporaneas de laposcolonial idad y la globalizacion presentan por regla general espacios que son ane-

micos, desprovisto s de verdaderas d ifer encias'", E l modelo cent ro-pe rifer ia es un

marco que captura e fect ivamente en terrninos espaciales la dual idad de la relacion

de poder de la modernidad, puesto que e l cent ro dominante y las perife rias subor-

dinadas solo existen uno en relacion con las otras, de tal suerte que la periferia es

s is ternat icamente «subdesarrollada» para ajustarse a las neces idades de desarrollo

del centro!'. Sin embargo, estas geograf ias de la modernidad fracas an cuando conci-

ben la resistencia como algo exterior respecto al dominic. En tantas ocasiones Europa

u «Occidente» es presentado como homogeneo y unifi cado, como el polo de domi-

9 Nos apoyamos en terminos muy generales en la idea de fordusi6n 0 repudio (forclusion) deLacan. Vease Dylan Evans, An Introductory Dictionary of LacanianPsychoanalysis,Nueva York, Rout-

ledge, 1996,pp. 64-66.

10 Vease, por ejemplo, Matthew Sparke, In The Spaceof Tbeory: Post/oundational Geographies 0/

the Nation-State, Minneapolis, University ofMinnesota Press, 2005, yJames Ferguson y Akhil Gupta,

«Spatializing States':Towards an Etnography ofNeoliberal Govemmentality», American Ethnologist 29,

4 (noviembre de 2002), pp. 981-1002.

11 La teoria de los sistemas mundo presenta el modelo centro-periferia mejor articulado y mas

influyente. Vease Immanuel Wallerstein, World-Systems Analysis: An Introduction, Durham, Duke

University Press, 2004.

84

nio en esta relacion, haciendo invi sible la la rga histo ria de las luchas de liberacion y

de las luchas de clases europeas'<. Y,en la misma medida, muchos analisis descuidan

las formas de dominio y control locali zadas fuera de Europa, concibiendolas como

meros ecos de la dominac i6n europea . Este error no puede corregirse sin mas rnul-

t ipli cando los centros y las perife ria s -encont rando centros y peri feri as dentro de

Europa, por ejemplo, as! como dentro de cada pais subordinado-. Para comprender

la modernidad, tenemos que dejar de asumir que el domin io y la resistencia son ex-

ternos uno respecto ala otra, presentando la antimodernidad en el exter ior, y recono-

cer en cambio que las res istencias marcan diferencias que estan dentro. Las geogra-

Has resul t antes son a lgo mas complejo que la ciudad frente a lcampo, Europa frente

a su exterior, 0 el Norte global f rente al Sur global.

Una consecuencia final de defini r l a modernidad como una re laci6n de poder es

elminado de toda idea de modernidad como un proyecto inacabado. Sipensaramos

que la modernidad es una fuerza puramente cont rapuesta a la ba rbarie y la irr acio-

na lidad, entonces el esfue rzo encaminado a comple ta r la modernidad podria verse

como un proceso necesar iamente progres ivo, una idea compartida por J iirgen Ha-

bermas y los demas teoricos socialdemocratas que hemos discutido anteriorrnente-',

Sin embargo , cuando comprendemos la modernidad como una relac i6n de poder,

comple tar la modernidad no esmas que continuar con 1 0 mismo, reproducir el do-

minio. Mas modernidad 0 una modernidad mas completa no es una respuesta pa ranuestro problema. iAl contrar io! Para las primeras indicaciones de una alternativa,

debemos invest iga r en su lugar la s fue rzas de la antimodernidad, es deci r, la s resis-

tencias internas de la dominaci6n moderna.

La propiedad de esclavos en la republica moderna

La his toria de la modernidad y la his toria del republicanismo estan entrelazadas

has ta tal punto que a veces se tornan indist inguibles. Como vimos antes , var ias con-

cepciones diferentes de la republica compiten en los s iglos XVII y XVIII, Y algunas de

e lia s hacen re ferencia a a lgo muy parec ido a l imperio de la mult itud, pero solo una

12 Vease Neil Lazarus, «The Fetish of "The West" in Postcolonial Theory», Marxism, Moderni!J&

and Postcolonial Studies, Crystal Bartolovich y Neil Lazarus (eds.), Cambridge, Cambridge University

Press, 2002, pp. 43-64.

13 Vease Jurgen Habermas, «Modernity: An Unfinished Project», Habermas and the Unfinished

Project 0/ Modernity, Maurizio Passerin d'Entreves y Seyla Benhabib (eds.), Cambridge, Mass., MIT

Press, 1997,pp. 38-58, y The PhilosophicalDiscourse o/Modernity, trad. de Frederick Lawrence, Cam-

bridge, Mass., MIT Press, 1987 [ed. cast.: EI discursofilosofico de la modernidad, trad. de Manuel

Jimenez Redondo, Madrid, Taurus, 1993].

85

 

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concepcion - la republica de la propiedad- emerge como dominante. Esta republica

se a justa tan bien a la modernidad porque las re lac iones de propiedad son una for-

ma -una forma privilegiada - de la relacion de poder que la const ituye. Un terreno

par ticularmente revelador en el que inves tigar esta relaci6n int ima entre republica,

propiedad y modernidad es, t al vez parad6j icamente, la histo ria de la esclavitud

moderna . La esc lavi tud es un escandalo para la republica, aunque, a 10 largo de l si-

glo XVI I I y bien ent rado el XI X , la esclavitud negra y la trata de esclavos son caracteris-

t icas prominentes e incluso centrales de los gobiernos republicanos en toda Europa y

en las Americas. En Estados Unidos las relaciones y la producc ion esclavi st as son

piedras angulares explicitas de la republica y de su economia, En Francia e Inglaterra,

aunque no hay un mimero comparable de esclavos dentro de las fronteras nacionales,

la esclavitud yla trata de esclavos son elementos integrales de las economias naciona-

les, los debates polit icos y las administraciones coloniales. No es preciso escarbar en

exceso bajo la superficie para comprobar con que firmeza esta arraigada la esclavitud en

la republica. Asi, pues, la pregunta que hay que hacerse es: ~por que, s i la esclavitud

es tan hostil a las ideas normativas del republicanismo y de la modernidad, la esclavi-

tud func iona tanto t iempo dentro de las republicas modernas, no como un residuo

per ifer ico del pasado, s ino como uno de sus pilares centrales?

La esclavitud es un escandalo para la republica, en primer lugar , porque viola los

principios ideologicos cardinales de la republica: igualdad y liber tad. Otros sectoresde lapoblacion, como las mujeres y quienes carecen de propiedades , estan privados de

derechos politicos e igualdad par las constituciones republicanas, pero la desigualdad

y la falta de libertad de los esclavos plantean la contradiccion ideologica mas extrema.

Aunque muchos textos republicanos de los siglos XV1I y XI X plantean la esclavitud

como elprincipal adversario en contrapos ici6n al cual se def inen la l iber tad yla igual-

dad, por regla general invocan la esclavitud antigua e ignaran la esclavitud de su pro-

pia epoca, la esclavitud negra de las Americas, que sustenta sus propias sociedades!".

Esta ceguera ideologies es par te de una operacion que intenta hacer que los esclavos

desaparezcan 0, cuando su existencia no puede ser negada, expulsarlos como residuos

del mundo premoderno y por 10tanto ajenos a la republica y la modernidad.

E1 segundo modo en que la esclavitud es un escandalo para 1 a republica es que

viola la ideologia capital ista del trabajo l ibre. La ideologia capital is ta tambien usa la

esclavitud como elprincipal telon de fondo negativo: lal ibertad sedefine por elhecho

de que eltrabajador asalariado posee supropia fuerza de trabajo y por 1 0 tanto eslibre

de intercambiarla por un salario. Como propietar ios de su fuerza de trabajo, los obre-

ros , a diferencia de los esclavos, pueden ser absorbidos ideologicamente dentro de la

republica de la propiedad. Ademas, toda vez que la esclavitud-mercancia [ cba tt e l s l a-

14 VeaseSusan Buck-Morss, «Hegel and Haiti», CriticalInquiry 26,4 (verano de2000), pp. 821-865.

86

very] confunde la divis ion esencial entre trabajo y propiedad, los esclavos constitu-

yen elpunto de maxima contradiccion ideologies dentro de la republica de lapropie-

dad, el punto en el que pueden preserva rse la libe rtad 0 la propiedad pero no ambas

ala vez. Aqui las operaciones ideologicas republicanas y capital istas tratan de nuevo

de hacer desaparecer a los esclavos, 0 expulsarlos como meros residuos de relaciones

economicas premodernas que el capital terminara expulsando de su historia'".

Sin embargo, hacer que desaparezcan los esclavos no es sencil lo cuando la cues-

tion no solo es ideologica, sino ta rnbien materi al y economica. La relacion ent re es-

clavitud y trabajo asalariado es dif icil de desenmarafiar en el curso de esta his toria.

Si concentramos nuest ra a tenc ion en los pa ises de Europa occidenta l, como hacen

muchas de las histori as, el desarrol lo de la produccion capit ali st a puede terminar

pareciendo relat ivamente separada de la produccion esclavista 0, a 10sumo, como si

la trata de esclavos y la produccion esclavista proporcionaran una de las principales

fuentes de r iqueza que hacen pos ible el surgirniento del capital indus tr ial en Europa.

Asimismo, como han sefialado muchos his toriadores , el s is tema de plantacion escla-

vista experimenta con e l plan de produccion, perfeccionandolo, con la divi sion del

trabajo y los regfmenes discipl inar ios que la fabrica indus tr ial terminara poniendo

en practice. Sin embargo, desde esta perspectiva la esclavitud y el capitalismo pare-

cen formar una secuencia temporal , como si e l capita l y la modernidad fueran hos-

t iles a la esclavitud y, lenta pero f irmemente, terminaran poniendole f in .

No obstante, desde el momento en que ampliamos nuestra vis ion y reconocemos

que e l contexto esencia l para el nacimiento y e l crecimiento del capit al reside en los

anchos circuitos de trans ite de seres humanos , r iqueza y mercancias que se extienden

mucho mas all a de Europa , entonces podemos ver que 1a esclavitud esta completa -

mente integrada en la produccion capita li st a durante al menos el siglo XV1I y buena

par te del XI X: «La esclavitud de los negros en Surinam, en Brasi l, en las regiones sure-

f ias de Norteamerica [ . .. J es un pivote sobre e l cua l gi ra el si st ema industria l de hoy

dia en lamisrna medida que la maquinar ia , el credito , etc.» , escribe Marx, «Sin escla-

vi tud no habria algodon; sin algodon no habria industri a moderna. La esclavitud ha

dado valor a las colonias, las colonias han creado el comercio mundial y el comercio

mundial es la condicion necesaria de la gran indus tr ia mecanizadas-' ". Los esclavos ylos proletarios desempeiian papeles complementarios en la division mundial capitalis-

15 Sobre las contradicciones de los esclavos y la propiedad en el desarrollo del capitalismo, con

un hincapie en los origenes de la especulaci6n financiera, vease Ian Baucom, Specters 0 / the Atlantic:

Finance Capital, Slavery, and the Philosophy o/History, Durham, Duke University Press, 2005.

16 Carta de Karl Marx a Pavel VasilyevichAnnenkov, 28 de diciembre de 1846, Karl Marx y Frie-

drich Engels, Collected Works, vol. 38, Nueva York, International Publishers, 1982, pp. 101-102 [ed,

cast.:Miser ia de laf i l o s o f i a , Mexico DF, SigloXXI, 1987].

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ta del trabajo, pero los esclavos deJamaica, Recife y Alabama no estan a decir verdad

menos dentro de las economias capital is tas de Inglaterra y Francia que los obreros de

Birmingham, Boston y Paris. De esta suerte, en vez de asumir que las relaciones capi-

talistas necesariamente corroen y destruyen la esclavitud, tenemos que reconocer que

a 10largo de los siglos XVII y XIX ambas se respaldan mutuamente mediante un plan de

segregacion general izada, de tal suer te que una de ellas selocaliza por regla general en

la ori lla occidental del Atlantico y la otra en la oriental" .

Sin embargo, nada de esto permi te comprender la jera rquia rac ial que es la esen-

c ia de la esclavi tud moderna. Del mismo modo que la esclavitud esv ista como una

aberracion en la republ ica de la propiedad, e l r ac ismo tambien es concebido, desde

una perspectiva ideologica similar, como un elemento externo y una dis torsion de la

modernidad, que , una vez mas, conduce a la hipotesis del inacabamiento, como si

la modernidad, perfeccionandose, des terrara f inalmente el racismo. Sin embargo, el

reconocimiento de la re lacion inte rna de la esc lav itud negra con la republ ica de la

propiedad nos permite ver elracismo enla modernidad no solo como una ideologia,

s ino tambien como un sistema de pract icas materiales e ins ti tucionales : una estruc-

tura de poder que se exti ende mucho mas ali a de la in st ituci6n de la esc lavi tud. Asi,

pues, la persistencia de je rarquias racia les en la modernidad, no s6lo en la esclavi -

tud, sino tambien en las innumerables ot ras formas que estas cobran, no es un signa

de que la modernidad esta «inacabada», sino que indica mas bien la relac i6n intima

ent re raza y modernidad-". Dedamos an tes que sin colonia lidad no hay moderni -

dad, yaqui podemos ver que la raza desempefia un papel igua lmente const itutivo.

Los tres funcionan conjuntamente como un complejo -modernidad, colonialidad,

rac ismo- en e l que cada uno de e lio s si rve de sosten necesario de los demas,

Asi , pues, la esclavitud podria servir como emblema de la psicosis de la republica

de la propiedad, que prese rva su coherencia ideologies mediante e l repudio 0 la

forclusi6n, negandose a reconocer la existencia de la realidad traumatic a de la escla-

vitud 0 expulsandola al exte rior. Sin duda , esto expl ica en parte por que la Revolu-

ci6n ha iti ana ha sido tan ignorada en la hi storia moderna . Despues de todo, la Revo-

luci6n haitiana, como dedamos mas arriba, esmucho mas fielala ideologia republicana

que las revoluciones inglesa, estadounidense 0 frances a, al menos en un aspecto

17 Sabre la relaci6n hist6rica entre la esclavitud y la producci6n capitalista, vease Sidney Mintz,

Sweetness and Power: The Place 0 / Sugar in Modern History, Nueva York, Penguin, 1985;Immanuel

Wallerstein, The Modern World-System: Mercantilism and the Consolidation 0 / the European World-Economy, 1600-1750,Nueva York, Academic Press, 1980 [ed. cast.:EI moderno sistemamundial, vol.II,

Madrid, SigloXXI, 22010],Y Robin Blackburn, TheMaking o/New WorldSlavery,Londres, Verso, 1998.

18 Sabre la centralidad de la raza para la modernidad, vease Paul Gilroy, The BlackAtlantic, Cam-

bridge, Mass., Harvard University Press, 1993 [ed. cast.: El Atldntico negro, trad. de Marta Malo de

Molina, Madrid, Akal, en prensa]. .

88

central : s i todos los hombres son iguales y libres, entonces absolutamente ninguno

puede ser esclavo. Y sin embargo Haiti rara vez aparece en las exposiciones his tori-

cas de la Epoca de la revoluci6n. El curso de la Revoluci6n haitian a esta lieno de

fuerzas contradictories, reveses tragicos y resultados desastrosos, pero no deja de ser,

pese a todo, l a primera revoluc i6n moderna con tra la esc lav itud , raz6n por la cual

podriamos li amarla la primera revolucion propiamente moderna. Sin embargo, si

asi 10hicieramos, considerariamos la republica y la modernidad solo con arreglo a sus

autodef iniciones ideologicas, y no a su sus tancia material e ins ti tucional y,mientras

que la Revoluci6n haitiana extiende las primeras, traiciona esta Ult ima. Liberar a los

esc lavos vio la e l imper io de la propiedad, y legi slar cont ra la divi sion racial (como

hace la Const ituci6n ha it ian a de 1805, cuyo art iculo 14 decla ra negros a todos los

haitianos con independencia del color de la piel) socava lajerarquia racial ins ti tucio-

nalizada. Tal vez no deber ia sorprender que la Revoluci6n haitiana constituye para

la inmensa mayoria de los r epubl icanos europeos y norteamericanos de su epoca (y

de la nuestra) un acontecimiento impensable. Tiene que ser s ilenciado 0 desterrado

porque revela la profunda contr adicci6n entr e la ideologia y la sustancia del repu-

blicanismo y la modernidad-",

Una de las ventajas de reconocer la intima re laci6n ent re la esc lav itud y la repu -

blica moderna -y mas en generalla duplicidad de la modernidad- es que pone de

rel ieve la potencia de los esclavos y su res istencia. Cuando el esclavo es concebidocomo una ca tegoria abstracta, con frecuenc ia es expuesto como una figura de sub-

yugaci6n absolu ta, como un sujeto que se ha visto comple tamente p rivado de Iiber-

tad. De esta suerte, los esclavos presentan un caso limite util de la afirmaci6n de

Foucault, citada mas arr iba, segun la cual elpoder solo se ejerce sobre sujetos l ibres.

En efec to, si los esclavos estuvie ran bajo un dominio absoluto, no se eje rce ria nin-

gun poder sobre elios, de acuerdo con Foucault . Pa rece cont radictorio desde lue -

go, afirmar que los esc lavos son l ibres. La idea de Foucaul t es que todos los su jetos

tienen acceso a un margen de libertad, por mas estrecho que pueda llegar a ser, en

el que se basa su capacidad de resistir. Asi, pues, decir que el poder se ejerce solo

sobre «sujetos l ibres» s ignifica a decir verdad que elpoder se ejerce solo sobre suje-

tos que resisten, suje tos que e je rcen su libertad antes inc luso de la apl icaci6n del

. poder, Desde esta perspect iva , los esclavos son mas libres no desde la puesta de sol

19 Sobre la importancia de la Revoluci6n haitiana para comprender la naturaleza de la moder-

nidad y en concreto sobre la idea de repudio, vease Sibylle Fischer , Modernity Disavowed: Haiti

and the Cultures 0 / Slavery in the Age 0 / Revolution, Durham, Duke University Press, 2004. Vease

tarnbien la Constituci6n haitiana de 1805, que Fischer incluye como apendice, pp. 275-281. Obser-

vese que incluso en la Constituci6n haitiana la propiedad privada es declarada sagrada e inviolable

(articulo 6).

89

 

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hasta e l amanecer, cuando estan fuera de l alcance de lla tigo del amo, sino cuando

res is ten contra el ejercicio del poder sobre ellos". Baruch Spinoza hace una atirma-

cion s imilar y la :6. jaa un fundamento ontologico: «Nadie puede transferir tan com-

pletamente su derecho a otro todo su derecho, y por ende su potencia, hasta el

punto de deja r de ser un ser humano, nihabra jamas un poder soberano que pueda

hacer 1 0 que le plazcax-" . La res is tencia de los esclavos l leva all imite la relacion entre

pobreza y potencia ejercida como liber tad.

En terminos historicos, esta reflexion ilustra el papel decisivo que desernpefiaron

las revueltas, rebeliones y exodos de los esclavos. La esclavitud esderr ibada no por la

buena conciencia de los valores republicanos, como si no fuera mas que un res to pre-

moderno; ni por las fuerzas progres is tas del capital , como sifuera una forma precapi-

tal is ta para cuya completa eliminacion el capital neces ito t iempo. Por elcontrario, la

esclavitud es destruida por las resistencias de los propios esclavos, que la hicieron insos-

t enible como forma de gobie rno y no rentab le como forma de producc iorr". W E. B .

Du Bois proporciona un ejemplo extremo de esta hipotesis cuando sostiene que

los esclavos son protagonistas de su propia emancipacion en Estados Unidos y deter-

minan elresultado de la Guerra de Secesion. Para sabotear la economia del sistema de

plantacion e interrumpir elf lujo de alimentos y otras provisiones para elejerci to Con-

federado, explica, los esclavos pusieron en marcha un exodo, «una huelga general que

involucre directamente alf inal tal vez a medio millen de personas», que contr ibuye ahundir a los combatientes confederados'" . Du Bois propone esta huelga general como

un emblema que condens a la larga histor ia de la res is tencia de los esclavos y,1 0 que es

mas importante, demuestra hasta que punto los esclavos negros son sujetos l ibres que

dese rnpefian un pape l de terminante no solo en su propia emanc ipacion , sino en e l

curso dela humanidad en su conjunto. «Fue elpropio negro», afirma Du Bois, «e l que

forzo la consideracion de esta incongruencia [entre democracia y esclavitud], que hizo

inevitable la emancipacion e hizo que elmundo moderno considerara almenos , cuan-

do no aceptara completamente la idea de una democracia que incluyera a hombres de

20 Esta perspectiva foucaul ti ana se asemeja en algunos aspectos a la de George Rawick, F r om S un -d ow n t o S u nu p: T he M ak in g 0 / t he B la ck C ommu ni ty , Westpor t, Connect icut , Greenwood Press , 1972.

21. Baruch Spinoza, Theo log i ca l-Po li t ica l T rea t ise , t rad. de Samuel Shi rley, Indianapoli s, Hackett ,

2001, c ap . 17, p . 185 [ ed. ca st.: Tra tado t eo log i co- po li t ico , t rad. de Ati lano Dominguez, Madrid, Alian-

za, 1990].

2 2 Vease Robi~ Blackburn, T he O v er th r ow 0/ Co lo n ia l S l av e ry , Londre s, Ver so , 1988 ; Y Yann

Moulier Boutang, De l'e sc la u ag e a u s a la r ia t: E c on o mi e b is to ri qu e d u s al ar ia t b ri de , Par is , PUF, 1998 [ed.

cast.: D e l a e sc la v it ud a l t ra b aj o a sa la rt ad o , t rad. de Be fia t Ba lt za , Mar is a Per ez Co lina y Raul Sanchez

Cedillo, Madrid, Akal, 2004J.

23 W.E. B. Du Bois, Black Recons truc t ion , Nueva York, Russell & Russell , 1935, p. 67.

9 0

todas las razas y coloress-". De esta suerte, las res istencias y las revueltas de los escla-

vos esclarecen la contradiccion que habita en el corazon de la republica de la propie-

dad y de la modernidad en su conjunto.

Podemos encontrar fenornenos s imilares en la segunda ola de la servidumbre yla

esclavitud en Europa del Este, que se extiende desde la res tauracion de las relaciones

feudales en el siglo XVII, a raiz de las guerras de religion, hasta el nacimiento del

Estado-nacion. Tanto Marx como Max Weber se centran en esta historia, no solo

porque rompe con la teoria dete rminist a de los estad ios de desarrol lo de l modo de

produccion -sino tarnb ien porque muestra como , ya en el periodo preindustri al, la

movilidad y lal ibertad de la fuerza de trabajo constituye una potencia de res is tencia

y antagonismo que el capital no puede tolerar-. De hecho, estas formas de servidum-

bre son finalmente destruidas, en parte, por la huida de los campesinos hacia las

metropolis de Europa occidental. Mediante el exodo, e1 antagonismo del siervo res-

pecto al senor se transforma en el antagonismo «abstracto» y objetivo de la clase

obre ra fren te a la clase capit ali sta". Dna vez mas, l a idea es que inc luso en circuns-

tanc ias de servidumbre , los «suje tos l ibres» ti enen el poder de resist ir, y que esa re-

si st enc ia , una fuerza de ant imodernidad, resul ta c lave para comprender los mov i-

mientos de la historia moderna. .

Lo que esta ref lexion sobre la res istencia de los esclavos deja claro es que, aunque

los esclavos puedan sufr ir 1 0 que Orlando Pa tt erson ll ama una «muerte soc ial», si-guen vivos en su resistencia. Los seres humanos no pueden ser reducidos a «vida

desnuda», si con ese termino des ignamos a quienes les ha s ido arrebatado todo mar-

gen de l ibe rtad y la potencia de resisti r". Los seres humanos estan «desnudos» solo

en e l sentido maquiaveli ano que di scuti amos mas ar riba : ll enos de rabia, potencia y

esperanza . Y esto nos devue lve a la definicion rni sma de la modernidad resalt ando

el hecho de que su doble naturaleza se caracteriza no solo por la jerarquia, sino

tambien por el antagonismo. La resist enc ia de los esc lavos no es una fuerza de ant i-

modernidad porque sea contra ria a los valores ideologicos de libert ad e igua ldad

-por e l cont rario, como expl ica Du Bois, las rebe liones de los esc lavos se cuentan

ent re los ejemplos mas re levantes de esos valores en la modernidad-, sino porque

24 WE. B. Du Bois, T he G ift a /B la ck F olk, Nueva York, AMS Pre ss, 1971 , p .139 [ ed . c ast .: La s

a lm a s d el p u eb lo n eg ro , Le6n, Serv ic io de Publi ca ciones de l a Un ivers idad de Le6n, 1995 ].

25 Vease Fu rio Ferr ar esi y Sandr o Mezzadr a, i nt roducc i6n a Max Weber , Da l la t e rr a alla fabbrica:

S c ri tt i s ui l av o ra to ri a g ri co li e 1 0 S t at o n a zi o na l e (1892-1897) , Bar i, Laterza , 2005, pp. vii-xliv , y Yann

Moulier Boutang, De l'esclauage au sa la ri a t , cit ., pp. 109-130.

26 Vease Orlando Pat terson, S la ve ry a nd S oc ia l D ea th , Cambr idge, Mass. , Harvard Univers ity

Press , 1985. Sobre la «vida desnuda», vease Giorgio Agamben, H o mo s ac er : S ov er ei gn P ow er a nd B ar e

Life, t rad. de Daniel Hel ler-Roazen, Stanford, Stanford Univers ity Press , 1998 led. cas t. : H om o s ac er .

t rad. de Antonio Gimeno Cuspinera , Valencia, Pre-textos, 2006] .

91

 

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desafia la relaci6n jerarquica que habita el coraz6n de la relaci6n de poder de la

modernidad. La ant imodernidad, concebida de este modo, esta en el inte rior de y

resulta inseparable de la modernidad misma.

La colonialidad del biopoder

La antimodernidad es mantenida bajo control en la re laci6n de poder de la mo-

dernidad no solo mediante formas extern as de subyugaci6n -desde el latigo del

propieta rio de esclavos y 1 a espada del conquistador a la policia y la prisi6n de la

sociedad capital is ta-, sino tambien y sobre todo mediante mecanismos internos de

subjetivaci6n. Las tecnicas e instrumentos del triunvirato modernidad-colonialidad-

racismo impregnan y envuelven a las poblaciones subordinadas. Por supues to , con

esto no se pretende dec ir que lamodernidad consi st e en un control total y absoluto,

sino mas bien centrar una vez mas nuestra atenci6n sobre las resistencias que nacen

dentro de lamodernidad. Dicho de otra manera, la omnipresencia del poder moder-

no corresponde al origen interno de la antimodernidad.

Algunos de los trabajos mas influyentes en los estudios poscoloniales hacen hinca-

pie en la efect ividad de los modos de representaci6n y de las construcciones ideo16gi-

cas para demostrar la naturaleza omnipresente 0 incluso omniabarcante del podercolonial. El estudio sobre el orientalismo de Edward Said, por ejemplo, demues tra

hasta que punto las representaciones de las poblaciones colonizadas y dominadas -en

novelas, historias, documentos administrativos y otros innumerables textos- no s610

legit iman la jerarquia colonial en las mentes de los colonizadores, sino que tambien

moldean la conciencia de los colonizados" , La celebre y provocadora afirmaci6n de

Gayatri Spivak, segun la cuallos subalternos no pueden hablar, pone el centro de aten-

cion en elpoder ideo16gico de las representaciones. En el confl icto en Torno ala prac-

t ica del sati, 0 quema de viudas, entre la ideologia colonia l brit anica y la ideologia

patriarcal tradicional, las viudas en la India colonial, sostiene Spivak,ocupan una po-

sici6n abyecta, doblemente si lenciada: han de hacer frente, por un lado, aldiscurso de

«hombres blancos que salvan a mujeres morenas de hombres morenos» y,por elotro,

ala afirmaci6n tradicional que dice que «las mujeres quieren morir». Tales constructos

ideo16gicos saturan completamente la escena colonial, eclipsando completamente, en

elejemplo de Spivak, toda posici6n desde la cual podria hablar la mujer subaltema-".

27 Edward Said, Orienta l i sm; Nueva York,Pantheon, 1978 [ed. cast.: Orienta l i smo, trad. de Maria

Luisa Fuentes, Madrid, Debate, 2002].

28 Gayatri Spivak, A C r it iq ue a /P o st co lo ni al R e as on , Cambridge, Mass.,Harvard University Press,

1999 [ed. cast.: C r it ic a d e l a r a zo n p o sc o lo n ia l, trad. de Marta Malo de Molina, Madrid, Akal, 2010J.

92

Estos analisis de las construcciones ideo16gicas y representacionales son tan podero-

sos en par te porque demuestran elmodo en que la colonialidad se consigue y seman-

t iene no s610mediante la violencia y la fuerza, que, aunque generalizadas, no dejan

nunca de ser aislables y limitadas, sino tarnbien mediante al menos el consentimiento

tac ito ante los modos de conciencia y las formas de conocimiento coloniales que se

extienden sin limites por toda la sociedad.

Las instituciones religiosas manejan algunos de los instrumentos mas poderosos

del control ideo16gico colonial moderno. Todas las religiones principales han tenidoque ver en esto - is lam, hinduismo y confucianismo de diferentes maneras, y hoy las

igles ias crist ianas evangelicas y pentecostales , que estan viviendouna enorme ex-

pansi6n en Africa y America La tina, desempefian un pape l predominante-, pero la

Iglesia ca t6lica merece una menc i6n especial , habida cuenta de su larga historia de

conquis ta y colonizaci6n y de su int ima relaci6n con la conquis ta y la colonizaci6n

europeas. Constituye ya un lugar cornun que, durante toda la conquista y la coloni -

zaci6n espafiola de las Americas, los frailes y sacerdotes de la Iglesia cat6lica funcio-

naron como complementos ideologicos y morales de los soldados y generales de la

corona espafiola. La Iglesia no solo emprende 1 a tarea de convert ir a los paganos al

crist ianismo, s ino que tambien idea elaboradas estructuras ideologicas acerca de la

naturaleza y las capacidades de las poblaciones nativas, poniendo en tela dejuicio su

capacidad para el razonamiento, su capacidad para hacerse cristi anos, e incluso su

humanidad. Lo que tal vez resulte mas extraordinario de estos constructos ideologi-

cos racistas y colonial istas en la Iglesia cat6l ica es su durabil idad: has ta el papa Be-

nedicto XVI podia repe tirlos en una visi ta a Brasil de 2007: «Cristo es el Salvador

que anhelaban en s ilencio», afirma, en referencia a las poblaciones de las Americas .

«~ecibieron elEspiri tu Santo que vino para hacer provechosas sus culturas, pur if i-

candolas y desarroli ando las numerosas semi llas que la Palabra encarnada habia

plantado en elios , guiandolos asf por los caminos del Evangelio. En efecto, la procla-

maci6n de Jesus y de su Palabra no impl icaron en ningun momento una alienaci6n

de las culturas precolombinas , ni fue 1 a imposici6n de una cultura extranjerae-", El

constructo ideo16gico, como se pone de manifies to en las afirmaciones del papa, es

y debe se r a lgo interno para los subyugados, de tal suerte que sea experimentadocomo algo que ya estaba presente, esperando a ser actual izado, y no como algo que

lieg6 como una imposici6n des de el exterior. .

Ni que decir t iene que esmuy importari te cri ticar estos t ipos de representaciones

y de constructos ideologicos, como hacen muchos estudiosos coloniales y poscolo-

niales, pero tales proyectos presentan una limitaci6n. La cri tica de la ideolozia siem-b

.29 Papa. Benedicta XVI, «Inaugural Address of the Fifth General Conference of the Bishops of

Latin America and the Caribbean», 13 de mayo de2007 lwww.vatican.va].

93

 

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pre asume que, en Ul tima instancia , a pesar de su omnipresencia, la ideologia es de

a lgun modo ex terior respecto a , 0 al menos separable de los sujetos subyugados (0

sus intereses). Dicho de otr a manera, la s noc iones de ideologia y representac ion no

van 1 0 suf icientemente lejos para aferrar la profundidad del complejo modernidad-

colonialidad-racismo. Por regla general , cuando el racismo 0 el «pensamiento ra- .

cial» es considerado una ideologia, por ejemplo, se plantea como una aberracion 0

fracaso de la modernidad y por 1 0 t anto, por mas generali zados que esten , como si

estuvieran relat ivamente separados de la sociedad moderna en su conjunto. Sin em-

bargo, elracismo, al igual que la colonialidad, no solo es interno, s ino tambien cons-

t itut ivo de la modernidad. Es «inst itucional», como sostienen Stokely Carmichael y

Charles Hamilton, en elsentido en que elracismo no es solo una cuest ion individual

de tendenciosidad 0 pre juic io, sino que va mucho mas al la de l ambito de la ideolo-

gia, que el racismo se encarna y se expresa en todas las disposiciones administrati-

vas , economicas y sociales del poder '" , «Dna concepcion semejante», escribe Barnor

Hesse, «desplaza el acento desde el universo ideologico aparentemente autonorno

de ideas codif icadas de f isonornias diferenciadas y de metaforas de sangre autocto-

nas a los "regimenes de prac ti cas'l»? '. Dicho de o tra manera, Hesse sugie re que se

comprende mejor el racismo no como una ideologia, sino como gubernamentalidad.

Se tra ta de un desplazamiento importante : l a relacion de poder que define e l com-

plejo modernidad-colonialidad-racismo es primordialmente una cuest ion no de sa-ber sino de hacer: de am que nuestra critica deba centrarse no en 1 0 ideologico 0 1 0

epistemologico, sino en 1 0 polit ico y 1 0 ontologico. Reconocer el racismo y la colo-

nia lidad de la modernidad como biopoder contribuye a reali za r el cambio de pers-

pectiva haciendo hincapie en que el poder no solo regula formas de concienc ia, sino

tambien formas de vida que envuelven completamente a los sujetos subordinados, y

centrando la atencion sobre el hecho de que este poder es productivo -no solo una

fuerza de prohibic ion y represion exte rna respecto a las subje tiv idades, sino tam-

bien y sobre todo una fuerza que las genera internamente.

Asi , pues, volviendo a la Iglesia catol ica, podriamos considerar como un prototi-

po de su e jerc ic io del biopoder la tri st emente celebre Inqui sicion espanola, que en

el siglo X V I I estaba solidamente asentada en Peru y en otros lugares de las Americas

como el princ ipa l pil ar del regimen colonia l. La Inquisicion es desde luego una es-

30 Stokely Carmichael y Charles Hamilton, B la c k P o we r , Nueva York, Vintage, 1967 [ed, cast.:

P od e r N eg ro , trad. de Florentino M. Tomer, Mexico DF, SigloXXI, 1967].

31 Bamor Hesse, «Irn/Plausible Deniability: Racism'sConceptual Double Bind», Social Identi t ies 10,

1 (2004). Vease tambien Hesse, «Discourse on Institutional Racism», I ns tit ut io na l R ac is m i n H ig he r

Education, Ian Law, Deborah Phillips yLaura Turney (eds.), Londres, Trentham Books,2004, pp. 131-

148.Mas en general, sobre la centralidad dela jerarquia racial para eldesarrollo del Estado modemo,

vease David Theo Goldberg, T h e R a ci al S ta te , Oxford, Blackwell, 2002.

94

tructura ideologica, que desarrol la e impone def iniciones sumamente ref inadas de 1 0

que signifi ca ser espafiol y c risti ano, descubriendo y desenmasca rando a infieles,

here jes y enemigos de la Iglesia y de la corona, pero es asimismo una burocracia su-

mamente desarrollada que inventa los s is temas de protocolos, procedimientos, re-

glamentos y regis tros que mas tarde constituiran las burocracias del Estado moder-

no. La Inquisic ion de Lima es, antes que un resto de irracionalidad premoderna , un

lugar tan apto como cualquie r ot ro para ident ifi car e llugar de nac imiento de la mo-

dernidad, en la medida en que re line el pensamiento racia l, la co lonialidad y las es-

truc turas administ rativas que producen de un modo paradigmatico las je rarquias y

las relac iones de poder que definen lamodernidad. Esposible que la Inquisic ion sea

un ejemplo ext remo, pero plantea en terminos muy claros e lmodo en que los sujetos

son produc idos mediante la confesion de verdades, l a observancia del comporta-

miento correcto y otras innumerables pract icas yprocedimientos . Los poderes de la

modernidad-colonial idad-racismo nunca han s ido fenomenos meramente superes-

tructurales , s ino que son mas bien aparatos mater iales que atraviesan la existencia

colectiva de las poblaciones dominadas y engloban sus cuerpos , produciendo inter-

namente las formas de vida32.

Sila colonialidad es una forma de biopoder, que funciona internamente, produ-

ciendo formas de vida, ~signif ica esto que las res is tencias no tienen cabida y necesa-

r iamente seran derrotadas? Nathan Wachtel , planteando esta cuest ion en terminoshis toricos mucho mas especif icos , pregunta s i las revueltas anticoloniales fueron

todas verdaderamente derrotadas: «Pues S1»,responde, «si pensamos en las suertes

dela guerra yla si tuacion colonial. Pero sabemos que las revueltas nativas , conforme

al contexto en el que se desarrollaron, pudieron cobrar formas diferentes». Los

araucanos en Chile adoptaron algunos ins trumentos de guerra europeos, rnientras

que los indios peruanos se apoyaron mas en rnetodos tr adic iona les, y hubo formas

general izadas de resistencia pas iva a pequefia escala. Sin embargo, Wachtel llega ala

conc lusion de que debemos permanecer abiertos a una inversion de los resul tados

que esperamos encontrar . Algunas veces, 1 0 que parece una derrota resul ta se r una

victoria y viceversa -y de hecho medir la victoria y la derrota de esa manera tal vez

no sea el cri terio mas uti l-33• Esto nos devuelve a nuestra cuest ion teo r ica mas gene-

"ral: elhecho de la dimension omniabarcante y del ejercicio capilar del biopoder, que

32 En todo este paragrafo seguimos el esclarecedor analisis de Irene Silverblatt, Mo de r n I nq u i-

s it io ns : P er u a nd th e C ol on ia l O rig in s o f t he C iv il iz ed W or ld , Durham, Duke University Press, 2004.

33 Nathan Wachtel, T h e V is io n 0/ t he V an qu is he d: T he S pa ni sh C o nq ue st 0/ P e ru t hr o ug h I nd ia n

Eyes, 1530-1570, trad. de BenReynolds y Sian Reynolds, Nueva York, Barnes &Noble, 1977 [ed. cast.:

L os u en cid os : L os i nd io s d el P er u [ re nt e a la c on qu is ta e sp an ol a, trad. de Antonio Escohotado, Madrid,

Alianza, 1976].

95

 

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envuelve completamente a los sujetos, (signi:fica que no hay lugar para la resistencia?

Esta cuest i6n resuena con las numerosas objeciones planteadas contra los estudios

de l poder de Foucault, que suponen que todo 1 0 que es interno respec to al poder es

funcional a este. Sin embargo, para comprender esta cuest ion, nos es necesario el

t ipo de inversion de la perspectiva que indica Watchel . No debemos pensar elpoder

como 1 0 primordial y 1 a resi stenc ia como una reacci6n a aquel ; por el contrario, por

mas parad6jico que parezca, la resistencia es anter ior al poder . Aqui podemos apre-

ciar toda la importancia de 1 a afirmaci6n foucaultiana segun la cual el poder s6lo se

ejerce sobre sujetos l ibres. Sulibertad es anter ior alejercicio del poder , y su res is ten-

ciano es mas que e l esfuerzo de promoci6n , expansi6n y re fuerzo de esa libertad. Y

en este contexto el suefio de un afuera, de un punto de vista 0 apoyo exte rior de la

resistencia es tan futil como despotenciador.

Asi, pues, nuest ro proyecto conceptua l podria configurarse como un quiasmo.

Un movimiento desplaza el estudio del complejo modernidad-colonialidad-racismo

desde la posici6n externa de la ideologia a la posici6n intern a del biopoder. Y el

segundo semueve en la direcci6n opues ta, abr iendo desde elinterior de las res is ten-

c ias antimodernas a las luchas biopol it icas que son capaces de ruptura y de la cons-

trucci6n de una alternativa.

96

Ambivalencias

de la modernidad

Alegria imagine un m~n~"nF'1 mundo suspendido en la oscuridadhasta que

de r epente resplandeci6 una llama, a la que siguieron otras, que for-

maron u n collar ardiente de par las dosAmericas.• Marmon Silko,Almanac 0/ the Dead

El marxismo y la modernidad

Respecto a la modernidad la t radic i6n marxista es

contradictoria. Contiene una corriente poderosa que celebra como

progreso y denigra todas las fuerzas de la antimodernidad como db"''''c''~1;'''''

so, pero incluye tambien una linea de antimodernidad, que se

con mayor claridad en las posiciones teoreticas y politicas estrecnamerrte

a las luchas de clases. Las resistencias a l capit al de obreros,

aquellos que se ven sometidos al control capital ista const ituyen una

de antimodernidad dentro de la modernidad.

La obra de Karl Marx proporciona una s6lida base para la concepc i6n quetifica modernidad con progreso. En las secciones de los Grundrisse UC;'J1LdUi~~

analisis de las «formas que preceden ala producci6n capital is ta», por ejemplo,

t e en las conexiones de te rmini stas que v inculan los modos de producc i6n asiati co y

de la Antigiiedad (esclavista) ala formaci6n del modo capital is ta . Esta lectura teleo-

logica de la his toria econ6mica plantea divis iones entre formas y pract icas econ6mi-

cas que a veces estaban presentes en el mismo periodo historico, y conduce todo

infa liblemente, en la epoca de Marx, a la central idad del modo de producci6n capi-

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De homine 1La razon biopolitica

Imaginemos a personas que s610pudieran pensar en voz alta (del mismo

modo que hay personas que s610pueden leer en voz alta).

Ludwig Wittgenstein, Investigaciones filosoficas, n."331

En su H is to ria d e l a l oc ur a, Foucault no solo expone en detalie como se inven-

ta la locura mediante una serie de cercamientos y exclusiones de mentalidades y

poblaciones, y no solo, reve lando esa hi storia , tra ta de socavar e l imperio sobera-

no de la razon, sino que apunta tambien a otra verdad que yace mas alia de la 10 -

cura. «c:Es posible», conjetura Foucault, «que la produccion de la verdad de

la locura se manifieste en formas que no son las de las relaciones de saber?»l. La

perspectiva de la altermodernidad yace en esa otra racionalidad, que se extien-

de mas ali a de l pa r razon/ locura. Ahora bien, c:cua l es la verdad m a s a lI a de la 10 -

cura? 0, dicho de modo mas sencillo, c:como es posible esa otra y donde cabe

encontrarla?

Una respuesta log ica a estas cuest iones consi st e en buscar una verdad y una ra-

cionalidad fuera. De hecho, en el mismo momenta en que citamos el estudio de la

.Iocura de Foucaul t, debemos extenderla mas al ia de los [imites europeos de su pen-sarniento para analizar los efectos de la razon colonial sobre los colonizados y sobre

1 Michel Foucault, «Le pouvoir psychiatrique», Dits et ecrits, 4 vols., Paris, Gallimard, 1994,2,

p..686.Vease tambien Iacritica de Foucault deJacques Derrida, «Cogito and the History ofMadness»,

Writing and Difference, trad. de Alan Bass, Chicago, University of Chicago Press, 1978, pp. 31-63 [ed.

cast.: La e s cr it u ra y l a d i fe ren ci a , trad. de Patricio Pefiaiver, Barcelona, Anthropos, 1989], y Michel

Foucault, «Rcponse a Derrida», Dits et ecrits, 2, pp. 281-295.

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l a atribucion de la locu ra a los misrnos/ . Algunas de las c riti cas mas poderosas de la

epistemologia en la segunda mitad del s iglo XX fundan efect ivamente puntos de vis ta

fuera 0 en otro lugar , basados enla identidad yen laposicion delos subordinados . «La

razon de Caliban» y las epistemologias descoloniales son ejemplos que se enfrentan al

eurocentr ismo; asimismo, las epistemologies feminis tas han impugnado la fuerza de

dorninacion de genera en la produccion de pensamiento y de conocimiento' .

Una de las grandes contr ibuciones de estos marcos ha consist ido en desenmasca-

rar la falsa universalidad y objet ividad de las epistemologias tradicionales, demos-

trando que aquellos sistemas de conocimiento estan incrustados dentro de las jerar-

quias y de las relaciones de poder que caracterizan a la modernidad.

E l punto de vista exte rior y la fundamentacion en la identidad que dan su poten-

cia a tales criticas epistemologicas tambien pueden resultar ser una lirnitacion, algo de

1 0 que muchos de sus practicantes son profundamente conscientes. Donna Ha-

raway, por e jemplo, adviert e que toda busqueda de un punto de vista fue ra, basado

en una identidad, esta tefi ido del sue fio de una vuel ta a lJ ardin del Eden, a un lugar

de absoluta pureza", Otra manera de plantear este peligro, por utilizar ellema de

Fanon que rescatabamos mas arriba, es que tales p royec tos corren e l rie sgo de que-

da rse atascados en la antimodernidad. En la epi stemolog ia como en la po lit ica, es

preciso que nos centremos en las fuerzas de la cri tica y la res is tencia que estan dentro

de la modernidad y desde esa posicion inte rna descubrir los med ics de creacion deuna alternativa. El trans ite desde la anti ala altermodernidad, en el contexto episte-

mologico, debe conducir a una concepcion biopoli tica de la racionalidad.

Dos intuiciones nos s irven como guias iniciales para explorar el ter reno de la razon

biopolitica, En primer lugar, la experiencia del comun proporciona un marco para sal ir

del atolladero epistemologico creado por la oposicion entre 1 0 universal y 1 0 particular.

Una vez que hemos cri ticado los falsos universales que caracterizan ala racionalidad

moderna dominante, toda nueva tentativa de prom over verdades universales es jus ta-

mente vista con recelo, porque la critica ha desenmascarado no solo esas pretensiones

2 Vease Johannes Fabian, Out 0/ Our Minds: Reason and Madness in the Explorations 0 / Central

A/rica, Berkeley,University of California Press, 2000.3 Ademiis de Henry, Caliban's Reason, cit., veaseWalter Mignolo, «The Geopolitics ofKnowledge

and the Colonial Difference», South Atlantic Quarterly 101, 1 (invierno de 2002), pp. 57-96. Para una

buena panoriimica de las variantes de las epistemologies feministas, vease Linda Alcoff y Elizabeth

Potter (eds.), Feminist Epistemologies, Nueva York, Routledge, 1993, y Sandra Harding (ed.), The

Feminist Standpoint Theory Reader, Nueva York, Routledge, 2004.

4 Vease Donna Haraway, «A Cyborg Manifesto» y «Situated Knowledges: The Science Question

in Feminism and the Privilege ofPartial Perspective», Simians, Cyborgs, and Women: The Reinvention

of Nature, Nueva York, Routledge, 1991, pp. 149-181y 183-201 [ed. cast.: Ciencia, cyborgs y mujeres,

trad. deManuel Talens, Madrid, Catedra, 1995].

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espedficas de universalidad, sino tambien la base trascendente 0 trascendental a partir

de la cual seproclaman las verdades universales. Sin embargo, no es suficiente lirnitar-

nos s in mas, en reaccion a esto Ult imo, a los saberes par ticulares s in pretens ion alguna

de verdad. El comun atraviesa diagonalmente la oposicion entre 1 0 universal y 1 0 par-

t icular . El uso normal de los terminos «sentido comun» y «saber cormin» aferra algo

de 1 0 que tenemos en mente en la medida en que se ext ienden mas a li a de las l imita -

ciones de 1 0 par ticula r y comprenden una ciert a generalidad soc ial , pe ro por reg la

general estos terminos conciben el cormin como algo pas ivo, ya dado en la sociedad.

En cambio, nosotros nos concentramos, siguiendo la concepc ion de las «noc iones

comunes» de Spinoza, en la producci6n y la product iuidad del comun mediante practi-

cassociales colectivas. Como 1 0 universal, el cornun reivindica laverdad, pero, en lugar

de descender desde 1 0 alto, esta verdad es construida desde abajo",

Esto nos conduce directamente a nuestra segunda intuicion orientadora: la episte-

mologia tiene que fundarse en el terreno de la lucha -lucha que no solo impulsa la

cri tica de la presente realidad de dominacion, sino que anima tambien la const itucion

de otra realidad- . Decir que laverdad se construye desde abajo s ignifica que seforja a

traves de la res is tencia y de las pract ices del cormin. A S 1 , pues, nuestra concepcion de

1 0 biopoli tico y de su desarrollo no ess inmas analogs al trans ite polit ico de la antimo-

dernidad ala altermodernidad, como indicabarnos mas arr iba. En cierto sentido esel

proceso mismo de lucha v isto ahora a traves de un nuevo atributo -una lucha biopo-l it ica que produce almismo tiempo una nueva realidad y una nueva verdad.

Descubrir una base de saber en elcomun implica, en primer lugar , una cri tica de la

pretens ion de objet ividad de la tradicion cientif ica pero una cri tica que, desde luego,

no busca un afuera de esa tradici6n. Por el contrario, esa critica surge desde el in-

terior, a traves de 1 0 que Foucault denomina «[a insurreccion de los saberes [ .. .J contra

los efectos de poder centralizadores que estan unidos a la institucionalizacion y

el funcionamiento de todo discurso c ienti tico organizado en una sociedad como la

nuestra»>, La cri tica de la objet ividad de la ciencia, que esta aliada con la polit ica de

laverdad que ha respaldado y desarrollado las pract icas coloniales, capital is tas, mas-

culinistas e imperiales de la dorninacion, se ha vuelto ahora algo convencional, pa-

sando a gozar de una amplia aceptacion, almenos dentro de los drculos acadernicos

5 Vease, por ejemplo, la esclarecedora discusi6n de Antonio Gramsci acerca del «sentido cormm»

en «Critical Notes on an Attempt at Popular Sociology», Selection fron the Prison Notebooks , trad.

de Quintin Hoare y Geoffrey Nowell Smith, Nueva York, International Publishers, 1971, pp. 419-

472. Sobre las «nociones comunes» en Spinoza, veaseMartial Gueroult, Spinoza, vol. 2, L'Ame, Paris,

Aubier-Montaigne, 1974, pp. 324-333.

6 l'vIichelFoucault, Society Must Be Defended, trad. de David Macey, Nueva York, Picador, 2003,

p.9 [ed. cast. :Ha y q u e d ef en d er l a s o ci ed ad : c ur so d el C o ll eg e d e F ra n ce (1975-1976), trad. de Horacio

Pons, Madrid, Akal, 2003].

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progresista s. Sin embargo, 10 que nos interesa especi ficamente y se pone de mani -

fi esto sobre todo desde la perspec tiva interna e insurreccional es que aqui se forma

a un suje to cornun que no tiene nada que ver con 10 t rascenden tal .

En efecto, la emergencia del cornun es10que ha a tra ido a tantos autores a laspo-

sibilidades epistemo16gicas y politicas abiertas por las ideas de juegos de lenguaje y de

formas de vida de Wit tgenstein. «Entonces, (dices que aquel lo en 10 que los seres

humanos coinciden decide 10que es cierto y 10que es falso?», se pregunta ret6r ica-

mente Wittgenstein. Y responde: «Cier to y falso es aquello que dicen los seres huma-

nos, yen ellenguaje coinciden los seres humanos . Esto no esninguna coincidencia de

opiniones , s ino de la forma de vida [Lebensforml>', Tenemos que destacar dos aspec-

tos dela operaci6n deWittgens tein . En primer lugar , fundando laverdad en ellengua-

jey en los juegos de lengua je, ar ranca la verdad a toda fi jaci6n en 10 t rascenden tal y

la s itua en elterreno f luido y cambiante de la pract ica, desplazando los terminos de la

discusi6n del conocer alhacer. En segundo lugar, tras desestabilizar la verdad, devuel-

ve a esta una consistencia. La pract ica l ingiiist ica es const ituyente de una verdad que

es organizada en formas de vida: «Imaginar un lenguaje s ignifica imaginar una forma

de vida»8. Los conceptos de Wittgenstein consiguen eludir, por un lado, la experiencia

individual y casual y,por el otro, las identidades yverdades trascendentales, revelando

por e l cont rario, ent re 0 mas al ia de estas, e l comun. Al fi n y al cabo, el lenguaje y los

juegos de lenguaje son organizaciones y expresiones del comun, como 10es la idea deuna forma de vida. La biopoli tica deWittgenstein pasa del conocimiento a traves de la

pract ica colectiva a la vida, todo ello en elterreno del comun",

Muchos otros ejemplos de la tradici6n f ilos6f ica de la cri tica de la epistemologia

estan asimismo vinculados al comun. Por ejemplo, mas arr iba hemos explorado bre-

vemente el camino en la fenomenologia que lleva de Merleau-Ponty a Levinas y

Derrida, en el que la critica del conocimiento se asocia a una analitica del Mitsein

(es tar con), que es, desde luego, otra poderosa concepci6n del comun. Sin embargo,

la cuesti6n no estriba en la referencia al comun, sino en d6nde se sinia este -ya sea

que el comun se vea , por un lado , natural izado 0 de una u otra manera hipostasiado

0, por el ot ro, fundado en la pract ice colectiva-. Conside rese , por ejemplo, el tipo de

hip6stasis que es habitual en la antropologia funcionalista y en la sociologia. Philippe

Descola caracteriza ese funcionalismo como una perspectiva en la que todos los ele-

7 Ludwig Wjttgenstein, Philosophical Investigations, trad. de G. E. M. Anscombe, Oxford, Black-

well, 1953, n." 241, p. 75 [ed. cast.: Investigaciones filosoficas, trad. de Alfonso Garda Suarez y Ulises

Moulines, Barcelona, Critica, 2008].

8 Ib id . , n.o 19,p. 7.

9 Para una tesiswittgensteiniana sobre elpaso del conocer al hacer y dela epistemologiaa la acci6npo-

lftica,veaseLinza Zerilli,Feminism and the Abyss 0/ Freedom, Chicago,Universityof Chicago Press, 2005.

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mentos consti tutivos de un conjunto natura l concuerdan -con base en un lugar defi -

nido- y s irven asi para perpetuar una total idad estable'". Del mismo modo que Claude

Levi-Str auss afi rma que «todo uso del concepto de identidad debe comenzar con la

cri tica de esta noci6n», es decir , la cri tica de toda «identidad sus tancial» , todo uso de

lanoci6n del comun debe comenzar tambien por su cri tica!' . De esta suerte, el comun

ocupa la posic i6n parad6j ica de un fundamento 0 presupuesto que es tambien el re -

sultado del proceso. Asi, pues, llegados a este punto de nuestra investigaci6n, nuestro

analisis debe apuntar no al«ser comun», s ino al «hacer el comun»,

Algunos antrop6 logos contemporaneos, emprend iendo un camino paralelo a l

nuest ro, l legan a una conclusi6n similar ace rca del papel del comun en una raciona-

lidad alternativa y biopolitica, que vaya mas alia de la divisi6n entre naturaleza y

cultura, entre Naturwissenscha/ten [cienc ias de la natu raleza ] y Geisteswissenschaf

ten [ciencias del espir itu] . Eduardo Viveiros de Castro, por ejemplo, uti liza la onto-

logia no moderna de los amerindios de la Amazonia brasileiia como un punto de

vista pa ra cri ti car la tradic i6n de la epistemologia moderna . Provocativamente,

plantea la perspectiva amerindia como una inversi6n de una serie de posiciones

convencionales de la f ilosof ia moderna para explicar las consecuencias del hecho de

que los amerind ios condban a los animales y a ot ros no humanos como «personas»,

como espec ies de humanos, de tal suerte que las interacc iones humanas con 10que

normalmente sel lamaria «naturaleza» cobran la forma de algo asi como «relacionessociales». De resultas de ello, mientras que la f ilosofia moderna (de Kant a Heisen-

berg ) postula que el punto de vista crea el obje to, aqu i el punto de vi sta c rea el suje-

to y, mientr as que la fi losofia moderna conc ibe una naturaleza y muchas culturas,

aqui hay una cultura (todos son en c ierto sentido humanos) pero muchas na turale-

zas (que ocupan mundos d iferentes). De esta suerte , Vivei ros de Castro descubre, a

diferencia del «multiculturalismo» de la filosofia moderna, un «multinaturalismo»

amerindio: «Dna cultura, muchas naturalezas -una epistemologia, multiples ontolo-

gias- . El perspectivismo implica elmultinaturalismo, puesto que una perspectiva no

esuna representac i6n. Dna perspect iva no es una representac i6n porque las rep re-

sentaciones son una propiedad de la mente 0 de l esp iritu, mientras que el punto de

vi sta esta situado en e l cuerpo», y «10que l lamo "cuerpo" no es s in6nimo de sustan-

cia caracte risti ca 0 de forma fij a; en este sentido, el cuerpo es una conca tenaci6n de

afectos 0 de modos de ser que constituyen un babituss'«. Las ontologias multiples

10 Philippe Descola, Par-dela nature et culture, Paris, Gallimard, 2005, pp. 129-131.

11 Claude Levi-Strauss, L i ld e nt it e : S em in a ir e interdiscipl inaire, Pads, PUF, 1983, p. 331 [ed. cast.:

La i d en ti d ad , trad. de Beatriz Dorriots, Barcelona, Petrel, 1981].

12 Eduardo Viveiros de Castro, «Exchanging Perspectives: The Transformation of Subjects into

Objects in Amerindian Ontologies», Common Knowledge 10, 3 (2004), pp. 474-475.

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no implican divis iones f ijas entre los entes. Antes bien, Viveiros de Castro describe,

en su estudio de la cosrnologia arawete , un universo en e l que e l devenir antecede al

ser y en el que la relaci6n con la alteridad no es sin mas un medio de fundar la iden-

t idad, s ino un proceso constante: devenir jaguar, devenir otro' ". Nuestro prop6sito

aqui -asi como elde Vivei ros de Castro- no es defender una ontologia amerindia no

moderna, s ino mas bien usar esa perspectiva para cri ticar la episternologia moderna

y empuja rla a una rac iona lidad a lte rmoderna . Como vimos en e l r ecorrido que h ici -

mos por Wi ttgenste in, tambien aqui esp rec iso un desplazamiento de acento desde

el conocer al hacer , generando una multipl icidad de seres constantemente abier tos

a la alteridad que son revelados a traves de la perspectiva del cuerpo, que es una

concatenaci6n de afectos 0 de modes de ser, esto es, de formas de vida -todo 10 cual

se apoya en un proceso de hacer el comun,

Bruno Latour llega por medios dife rentes a una afirmac i6n similar, a saber, que

el comun ha de ser construido, pero en ese punto se da por satisfecho y llega a la

conclusi6n: debemos organizar los tdtonnements, es decir , el tanteo de ensayo y error

de la exper iencia. Estamos de acuerdo con Latour en que, entre naturaleza y cultura,

s iempre exper iment amos el mundo en fragmentos, pero nosotros ins is timos en una

potencia mucho mayor, no de recornponer total idades perdidas, s ino de expresarlas

en el tej ido de una experiencia comun y ,a t ra ue s d e l a p r dc ti ca , constituir a par tir de

ellas una nueva forma de vida!".Cuando ponernos tanto en fasis en e 1 comun, como hacemos aqui , e s probable

que haya quienes objeten que ello equivale a adoptar un supuesto de mismidad 0 de

identidad que rechaza 0 niega la diferencia. Por e 1 contrar io , debemos recalcar que,

cuando el cormin aparece en el pensamiento de Wittgenstein 0 de Viveiros de Cas-

tro , acarrea una afirmaci6n de singu laridades. Las concepciones de los juegos de

lenguaje y de las formas de vida de Wittgenstein presentan e 1 comun solo en la me-

dida en que engranan la alt eridad: e l comun esta cornpuesto de interacciones entre

singularidades, tales como las singularidades de la expresi6n Iingiiistica. Esto mismo

es cierto en e 1 caso de las ontologias mult iples amerindias y de los procesos de deve-

nir que describe Viveiros de Castro. Las diferencias de perspectiva sefialan diferen-

c ias no solo de opiniones 0principios, s ino tambien que mundo habitamos -0 a

decir verdad, indican que habitamos mundos diferentes- . Y sin embargo todo mundo

se def ine por devenires, constantemente engranados con la alter idad. Mientras que

13 Eduardo Viveiros de Castro, From the Enemy's Point of View: Humanity and Divinity in an

Amazonian Society, trad. de Catherine Howard, Chicago, University of Chicago Press, 1992 [en la

edicion original en portugues: Arauiete: Os deuses canibais,1986]

14 Vease Bruno Latour, Politics a/Nature, trad. de Catherine Porter, Cambridge, Mass., Harvard

University Press, 2004.

138

identidad y diferencia se colocan en una relaci6n de oposici6n, e 1 comiin y la s ingu-

laridad no solo son compatibles, sino rnutuamente constitutivos.

Estamos ya en condiciones de ofrecer provisionalmente tres caracterist icas que

habria de cumplir una raz6n biopoli tica: tendr ia que poner la racionalidad al servicio

de la vida; l a tecnica al servicio de las necesidades ecologicas, donde por ecol6gico

entendemos no s6lo la preservaci6n de la naturaleza, s ino el desarrol lo y la reproduc-

ci6n de relaciones «sociales», como dice Viveiros de Castro , entre humanos y no hu-

manos, y la acumulaci6n de la riqueza alservicio del cormin, Esto deja meridianamen-

te claro (recorriendo ahora los mismos tres puntos en orden inverse) que lavalorizaci6n

econ6mica yano esposible salvo par tiendo de la apropiaci6n social de los bienes co-

rnunes, que la reproducci6n del mundo de la vida y de su entorno f isico ya no esposi -

ble salvo s i las tecnologias estan directamente controladas por el proyecto del comun

y que la racionalidad yano puede funcionar salvo como un ins trumento de lal ibertad

cormin de la mult itud, como un mecanismo para la ins ti tuci6n del comun.

Sin embargo, todo esto permanece exanime e inerte a no ser que la raz6n bio-

politica se asiente en el terreno de la practica colectiva, don de el est a do de ser en

comun se transforma en un proceso de hacer el comun. La practica colectiva de la

razon biopoli ti ca t iene que cobra r la forma de la i nues t igac ion e s t ra t e gi c a , una forma

de mi lit anc ia . Esto es necesa rio, en primer lugar, porque , como sosten iamos en De

corpore 1, en el contexto biopolitico la verdad nace y muere como un aconteci-miento del ser, producido por una experiencia comun. Spinoza comenta con sor-

na en c ierto mornento que, para expresar la verdad de l sesterc io 0 del escudo (dos

monedas dife rentes) que tengo en mi mana y cap tar su valor, tengo que re feri rme

a la voz cormin que les da valor mone tario. La verdad s6lo puede se r proc lamada

en voz alta. Sin embargo, en De bomine 1vemos que la verdad no s6lo debe ser

proclamada, s ino tambien obrada, 1 0 que Spinoza identif ica con la f6rmula expe-

rientia siue praxis [experiencia 0pract ica ], el principio de una verdad formada por

e l activisrno de sujetos que quie ren vivir una vida comun, Ningunafuerza trascen-

dente 0 trascendental puede interponerse entre los sujetos y la verdad, entre los

c iudadanos y su potenc ia. «En 10 que respecta a la po lit ic s», escribe Spinoza, «la

diferencia entre Hobbes y yo L. . ] consi ste en que yo conservo siempre inc6lume

el derecho natural y en que yo defiendo que, en cualquier Estado, al magistrado

supremo no le compete mas derecho sobre los si ibdi tos que e l que corresponde ala

potes tad can que €I supera al subdito, 10 cual sucede siempre en elEstado naturalx. '" .

Proclamada en voz al ta, la verdad esp roducida en la acci6n real izada eri cornun, sin

intermediarios.

15 Baruch Spinoza, carta 50 ajarig Jelles, Comp le t e Works , cit., pp. 891-892 [ed. cast.: Correspon-

d e n c i a , ed. y trad. de Atilano Dominguez, Madrid, Alianza, 1988,pp. 308-309].

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El tipo de investigaci6n estra tegica que tenemos en mente se asemeja , por una

parte, a la «en cuesta de fabrica» marxista tradicional que investigaba las condiciones

y relaciones de los trabajadores mediante una combinaci6n entre distancia sociologica y

objet ivos polit icos pero que seguia s iendo fundamentalmente externa respecto a la

situacion, en manos de la e lit e intelectua l del partidol", Por otra parte , tambien se

asemeja al t ipo de producci6n interactiva de conocimiento habitual en los teach-ins de

la decada de los sesenta, que justamente se concebia como un t ipo de prac tica eti ca,

completamente inmersa en eltej ido comun de la s ituacion social pero que no era real-

mente movilizada como una acci6n polit ica' ", Una tercera concepci6n seacerca mas a

la investigad6n estra tegica que tenemos en mente , pues incorpora e lementos de las

dos ultimas, pero va mas alla de eilas: el uso de la idea de disposi t ivos por parte de

Foucault, esto es, de los mecanismos rnareriales, sociales, afectivos y cognitivos que

operan en la producci6n de subjetividad. Foucault def ine el disposi t ivo como una red

de elementos heterogeneos orientados por un fin estrategico:

Por disposit iuo entiendo -digamos- una especie de formacion que, en un momen-

to his torico dado, ha tenido la funci6n principal de responder a una urgencia. El

dispositivo tiene, pues, una funci6n estrategica dominante [1 0 que supone] que se

trata de una determinada manipulacion de relaciones de fuerzas, de una intervenci6n

racional y concertada en esasrelaciones de fuerzas, tanto para desarrollarlas en unadirecci6n como para bloquearlas 0 para estabilizarlas y utilizarlas. Por 1 0 tanto, el

disposit ivo esta siempre inscrito en un juego depoder [ j eu d e p o u o oi r }, pero asimismo

esta siempre unido a uno 0varios limites de saber, que nacen del mismo pero que a

su vez 1 0 condicionan",

La idea de saber estrategico de Foucault nos permite concebir la produccion

colectiva del comun como una intervenci6n en las relaciones de fuerza actuales ten-

dente a subvertir los poderes dominantes y a reorientar las fuerzas en una direcci6n

dete rminada. En este sentido, la producci6n est rategica de conocimiento i rnplica

inmediatamente una producd6n alternativa de subjetividad. La dinamica del dispo-

sitivo no s6lo se ext iende desde un proceso de conocimiento ala prescripcion de la

subjetividad, sino que esta siempre abierta a la constitucion del comun, des d e el

16 Vease Gianf ranco Pala (ed.) , «L' inchiesta opera ia di Marx» (1880), Quaderni rossi 5 (abril de

1965), pp. 24-30.

17 Sobre 1a logica de los teach- ins en la decada de los sesenta , vease , por ejemplo, Marshal l Sahlins,

«The Future of the Nat ional Teach-In: A His tory» (1965), Cu lt u re i n P ra ct ic e , Nueva York, Zone Books ,

2000, pp. 209-218.

is Michel Foucaul t, «Le jeu de Foucaul t» , D i ts e t e cr it s, cit ., 3, pp. 299-300.

140

interior, podriamos decir, de la historia y de la vida, comprometiendose en elproce-

so de revolucionamiento de las rnismas. De esta suerte, la raz6n biopoli tica se def ine

por una espede de resonancia ontologies entre los disposi t ivos y el comun,

Sin embargo, todo 1 0 que acabamos de decir a traves de Foucault se ha alcanzado

a t raves de una se rie de caminos di ferentes mediante las di scusiones inte rn as de los

movimientos de la multi tud en las ult imas decades. Uno de estos caminos part ie de

la crisis de los movimientos obreros industriales y de sus saberes cientff icos en la de-

cada de los sesenta. Los intelectuales dentro y fuera de las fabricas lucharon para

a rrebatar el proceso de producd6n de conoc imiento a la jerarquia del pa rtido, de-

sarroilando un metodo de «coinvest igaci6n» para construir junto a los trabajadores

saberes a lte rnativos desde aba jo que estan completamente dent ro de la si tuacion e

intervienen en las relaciones de poder actuales'" . Otro camino ha sido fraguado por

profesores y estudiantes que saca ron su traba jo de las universidades tanto para po-

ner sus habil idades al servicio de los movimientos sociales como para enr iquecer su

invest igad6n aprendiendo de los rnovimientos y partic ipando en la producci6n de

conocimiento que en eilos se desarroila. Esta inves tigaci6n militante no se concibe

como un servic io a la comunidad -como un sacri ficio de valor academico para cum-

pli r una obligacion moral-, sino como algo superior desde el punto de vista acade-

mico porque abre a una mayor potencia de producd6n de conocimiento/". Un ter-

cer camino, que se ha desarrollado principalmente entre los movimientos globales

en los ult irnos aiios , adopta los rnetodos de «coinvest igacion» desarroilados exper i-

mentalmente en las fabric as y los apl ica a todo el te rreno de la producci6n biopoli-

tica. En centros sociales autogestionados y univers idades n6madas, en si tios web y

revistas de movirniento, se han desarroilado formas extraordinariamente avanzadas

de conoc irniento mil it ante que estan comple tamente alojadas en los circuitos de la

pract ica social' ". Por todos estos caminos , la inves tigacion estrategica es s iempre

la producci6n de conocimiento mediante disposi t ivos. Es compromiso act ivo con la

producci6n de subjetividad para transformar la realidad, 1 0 que en Ultima instancia

implica la producci6n de nuevas verdades. «Los suefios revolucionarios manaban del

compromiso polit ico como una erupci6n», escribe Robin Keiley; «los movimientos

19 Vease Romano Alquati , S u ll a F ia t e d a lt ri s cr it ti , Miliin, Feltrinelli , 1975, y P e r f a re c o n rt c er c a,

Turin, Velleita Alternative, 1993.

20 Vease, por ejemplo, Char les Hale, «Activi st Research v.Cul tura l Cr it ique», Cul tura l An th ropo -

logy 21,1 (2006), pp. 96-120.

21 Vease, por ej emp lo , MID Solano y Colectivo Situaciones, L a b i po t es i s 891, Buenos Aires , De

mano en mano, 2002; Col lert ivo Edu-factory (ed.) , I : uni versi t d g loba le , Roma, Manifestolibri, 2008 [ed.

cast. ampliada: Edu-factory y Universidad N6mada (eds.), L a u n iv er si da d e n c on /l ic to . C a pt ur as y [ u g as e n

e l m e r ca d o g lo ba l d e l s a b er ;Madrid, Traficantes de Suefios , 2010] ; y Mar ta Malo (ed.) , No ci o ne s c omune s .

E x p er i en c ia s y e n s ay o s e n tr e i n ue s ti g ac i on y m i li ta n c ia , Madrid, Traficantes de SUellOS, 2004.

141

 

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sociales co1ectivos son incubadores de nuevo conocimientov", A deci r ve rdad, la in-

ves tigaci6n estrategica es algo de 10que uno no puede hablar s ino la esta haciendo.

Seguimos buscando confirmaciones y ver if icaciones de nuestra pract ica en la rea-

l idad, esperando que sean revolucionarias, dice Enzo Melandr i, pero en realidad no

fal tan confi rmac iones. Las que fal tan son las revo1uciones. Tenemos que dejar de

centrarnos en elpajar y encontrar 1aaguja. Las cosas saldran bien 0 mal dependien-

do de las suertes inciertas de la revoluciorr",

22 Robin Kelley,Freedom Dreams, Boston, Beacon Press, 2002, p. 8.

23 Sustituimos «analogias por «confirmaci6n» cuando parafraseamos aqui a Melandri, sin apar-

tamos en exceso, 0 asi lo esperamos, de su significado. Vease Enzo Melandri, L a l in ea e i l c ir co lo ,

Macerata, Quodlibet, 2004, p. 810.

142

TERCERA PARTE

E I c ap ita l (y las lu cha s po r la riqu eza com un )

Asi, pues, exigimos y decidimos tomar tanto tierras como bosques comunales

como medios de nuestro sustento, y considerarlos como nuestros iguales, no

nuestros superiores, sabiendo perfectamente que Inglaterra, nuestra tierra

natal, tiene que ser un tesoro cormin de medios de sustento para todos, sean

quienes sean.

Gerrard Winstanley et al., «Declaraci6n del pueblo

pobre y oprimido de Inglaterra»

 

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3.1Metamorfosis de la

composicion del capital

E l e fe cto de una es cr it ur a en l en gua e xt ra nj er a so bre nu es tro a nimo e s c omo

el efecto de las perspectivas repetidas y v is ta s en la carna ra oscura, que pueden ser

tan distintas y corre sponder f ie lmen te a los objetos y perspec tivas rea le s en fun-

cion d~que l a camara es ta a ju st ad a p ara v er ter la s co n p re ci si on ; d e t a l su er te q ue

todo e le jec ta depende de fa cdmara oscura antes que delobjeto real.

Giacomo Leopardi, Zibaldone

La composicion tecnica del trabajo biopolitico

La producc ion economica esta atravesando un periodo de transicion, en el que

cada vez mas los resultados de la produccion capi tali st a son relaciones soc iales y

formas de vida. Dicho de otra manera, la produccion capi tali st a esta tornandose

biopol itica. Antes de empezar a inventa r nuevas herramientas pa ra esta nueva S 1-

tuacion, hemos de volver al metodo de Marx para comprender el estado actual de

la vida econornica: investigar la composicion del capital, 10 que implica dis tinguir la

proporcion y el pape l de la fuerza de trabajo y del capital constante en los procesos

"de produccion contemporaneos. Y, en concreto, tenemos que invest igar en primer

lugar la «cornpos icion tecnica» del capital 0, en realidad, la composicion tecnica

del trabajo para ver if icar quien produce, que produce y como produce en la econo-

rnia global de hoy dia. La determinacion de los contornos generales de la composi-

cion tecnica del trabajo nos dara una base no solo para reconocer las formas con-

temporaneas de la explotaci6n y el control capitalistas , sino tarnbien para evaluar

los medios que tenemos a nuest ra disposicion para un proyecto de Iiberacion del

capital.

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Tres tendencias principales des tacadas por los estudiosos de la economia polit ica

nos ofrecen una buena primera aproximac ion a las transformaciones ac tuales que

esta sufriendo el trabajo en muchas partes de l mundo. En primer lugar, esta la ten-

dencia a la hegernonia 0 la preponderancia de la produccion inmate rial en los pro-

cesos de valorizacion capital ista' . «La dimension inmaterial de los productos», afir-

ma Andre Gorz, su valor s imbolico, estet ico y social, «predomina sobre su realidad

material»2. Irnagenes, informacion, conocimiento, afectos, codigos y relaciones so-

ciales, por ejemplo, estan l1egando a adquirir mas peso que las mercancias materiales

o los aspectos mater iales de las mercancias en el proceso de valor izacion capital ista.

Desde luego, esto no s ignifica que la produccion de bienes mater iales, tales como los

automoviles 0 el acero, esten desapareciendo 0 incluso descendiendo en cantidad,

sino mas bien que su valor depende cada vez mas de y esta subordinado a los fac to-

res y bienes inmater iales, Las formas de trabajo que producen estos bienes inmate-

riales (0 los aspectos inmateriales de los bienes rnateriales) pueden ser denominadas

coloquialmente el trabajo de la cabeza y el corazon, incluyendo formas de trabajo de

servicios , t rabajo afect ivo y cognitive, aunque no deber iamos dejarnos engaf iar por

estas s inecdoques convencionales: el trabajo cognitivo y afect ivo no esta ais lado en

organos especi ficos, sino que involucra conjuntamente cuerpo y mente . Dicho de

otra manera, por mas que los produc tos sean inmateri ales, el acto de produc ir sigue

siendo tan corporeo como inte lec tual . Lo que es comun a estas di ferentes formas detraba jo, una vez que abst raemos sus dife rencias concretas, queda expresado de la

mejor manera par su caracter biopoll tico. «Si nrvieramos que aventurar una respues-

t a ace rca del mode lo emergente en las proxirnas decadas», propone Robert Boyer,

«probablemente tendriamos que referi rnos a la producci6n del ser humano par e l

ser humano y explorar inmedia tamente el contexto insti tucional que permit iria su

emergencias-' . Y, como sef iala Chris tian Marazzi , la transicion actual en la pro due-

cion capital ista apunta a un «modele antropogenetico» 0, con otras palabras, a un

giro biopoli tico de la economia. Los seres vivos como capital f ijo est a n en el centro

de esta transformacion, y la produccion de formas de vida esta tornandose en la

base del valor afiadido. Este esun proceso en e l que la puesta a l t rabajo de facul ta-

des, cornpe tenc ias y saberes humanos -las adquiridas en el puesto de traba jo pero,

con mucho mayor motivo, las acumuladas fuera del trabajo en la interaccion con

sistemas productivos automatizados y digital izados- es directamente productiva de

1 Sobre la hegemonia ernergente de la producci6n inrnaterial , vease Michael Hardt y Antonio

Negri, Multi tude, Nueva York, Penguin, 2004, pp. 103-115 [ed. cast.: Multi tud, t rad. de}. A.Bravo,

Madrid, Debate, 2004].

2 Andre Gorz, Elmmateriel, Paris, Galilee, 2003, p. 35.

3 Robert Boyer, L a C r oi ss a nc e , d e bu t d e s ie c le . Paris, Albin Michel, 2002, p. 192.

146

valor", Asi, pues, un rasgo distintivo del trabajo de la cabeza y del corazon es que,

paradojicamente, el objeto de produccion es en realidad un sujeto, definido, por

ejemplo, por una relacion social 0 una forma de vida .

La segunda tendencia principal dela composicion tecnica del trabajo es la l1amada

feminizacion del trabajo, que por regla general hace referenda a tres cambios relativa-

mente separados. En primer lugar , cuantitat ivarnente, indica el rapido aumento en la

proporcion de mujeres en el mercado de l trabajo asalariado en las ultimas dos 0 tres

decadas en partes del mundo tanto dominantes como subordinadas. En segundo lu-

gar , la feminizacion del trabajo sef iala un cambio cuali tativo de lajornada de trabajo y

por ende la «tlexibil idad» del trabajo para las mujeres tanto como para los hombres .

Ha habido un rapido declive de lajornada de trabajo dividida regularmente y que ha-

bia sido conseguida por muchos traba jadores, sobre todo en Europa y algunos ot ros

pai ses dorninantes, que permiti a ocho horas de trabajo, ocho horas de ocio y ocho

horas de suefio, El empleo a riempo parcial e informal, los horarios irregulares y los tra-

bajos multiples -aspectos que durante mucho tiempo han sido caracteristi cos del

trabajo enlaspar tes subordinadas del mundo- estan general izandose ahora incluso en

los paises dominantes. En tercer lugar, la feminizacion del trabajo indica como las cua-

l idades que tradicionalmente han estado asociadas al «trabajo de las mujeres», tales

como las tareas afecrivas, emocionales y relacionales, estan volviendose cada vez mas

centrales en todos los sectores del trabajo, aunque de formas diferentes en disrintas par-tes del mundo. (Yesto encaja con elpredominio dela produccion biopoli tica que cons-

t ituye la primera tendencia.) En este contexto, se viene abajo la divis ion econornica

tradicional entre trabajo productivo y reproductive, a medida que laproduccion capi-

tal is ta aspira cada vez con mayor claridad ala produccion no solo (ytal vez illsiquiera

con un rango principal) de mercancias, sino tambien de relaciones sociales y de formas

de vida . A medida que la divi sion temporal entre riempo de traba jo y t iempo de vida

setorna confusa, la potencia productiva del trabajo esta transformandose en una po-

tencia de generar vida social. Podemos aceptar eltermino «feminizacion» para indicar

estos carnbios siernpre que se enunc ie con ironia amarga, puesto que no ha tenido

como resultado la igualdad de genero illha destruido la division de genero del trabajo.

jAl contrario! A las mujeres seles exige eltrabajo afecrivo de forma desproporcionada

.dent ro y fuera de l traba jo. De hecho, toda mujer que no este dispuesta a rea lizar tra-

bajo afect ivo cuando le sea requerido -sonreir adecuadamente, tender al resquemor,

tejer relaciones sociales y par regla general dar cuidado y crianza- es vis ta como una

espec ie de monstruo. Ademas, a pesar de su ent rada masiva en la fue rza de trabajo

salarial, en muchos paises del mundo las mujeres siguen siendo las principales respon-

4 Christian Marazzi, «Capitalismo digitale e modelio antropogenetico di produzione», Reinventa-

r e i l l au o ro , jeari-Louis Laville (ed.), Roma, Sapere, 2000, 2005, pp. 107-126.

147

 

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sables del trabajo domestico y reproductivo no pagado, almisrno tiempo que soportan

el mayor peso de los trabajos en el sector informal en las areas tanto rura les como ur-

banas. La doble jomada de t raba jo de lasmujeres es un obstaculo poderoso para una

mayor educaci6n y un mayor acceso a trabajos mejores y mejor pagados . Las transfor-

maciones del trabajo con arreglo a algunas cualidades tradicionalmente asociadas con

el trabajo de las mujeres y la en trada creciente de muje res en la fue rza de t rabajo asa-

lar iada han tenido como resultado en lamayoria de los casos un empeoramiento de las

condiciones para las mujeres (asi como para los hombres). Los aspectos engafiosos del

terrnino «ferninizacion» son un motive por el cual consideramos mas util, siempre que

tengamos presente la naturaleza de genero de estos procesos, entender estos cambios

como los de un trabajo que deu i ene b i opo li ti co , que hace hincapie en las fronteras cada

vez mas borrosas entre trabajo yvida, y entre producci6n y reproduccion" .

La tercera tendencia p rincipal de la composic ion tecnica de l traba jo es el resul-

tado de nuevas pautas de migrac ion y de procesos de mezcla social y racial. Todos

los ambitos de las empresas capital is tas en los paises dominantes, desde las enormes

corporaciones a las pequefias empresas, desde la agr icultura ala manufactura, desde

el trabajo domestico ala construcci6n, necesi tan f lujos constantes de migrantes tan-

to legales como ilegales para complementar la fuerza de trabajo local-y esto genera

continuamente confl ictos ideologicos dentro de las clases capital istas , como vere-

mos mas tarde, puesto que se ven obligadas por sus carteras a favorecer los flujosmigratorios , pero se oponen a elios en su conciencia moral , nacionalista y a menudo

racista-. Asimismo, hay enormes flujos intemacionales de trabajo sur-sur y migracio-

nes masivas dentro de cada pais, a menudo en sectores muy espedficos dela produc-

ci6n. Estas migraciones transforman los mercados de trabajo en terminos cuantita-

tivos, haciendolos propiamente glob ales, por mas que, des de luego, los movimientos

del traba jo no sean l ibres, sino que se ven muy constref iidos a trayecto rias muy es-

pecif icas , que con frecuencia acarrean peligros extremos. AI mismo tiernpo, los mer-

cados de trabajo sehan vis to tarnbien transformados cuali tativamente. Por una par te,

el genero de la migracion esta cambiando, de tal suerte que las muje res est a n cons-

t ituyendo una porcion creciente de los flujos, t anto para aceptar trabajos tradic io- .

nalmente indicados para las mujeres -como eltrabajo domestico, el trabajo sexual , el

cuidado de los mayores y de enfe rmeria- como para ocupar puestos de baja cuali fi-

5 Sobre la feminizacion del t rabajo, vease Guy Standing, «Global Feminizat ion through Flexible

Labor: A Theme Revisited», World Development 27,3 (rnarzo de 1999) , pp. 583-602; V. Spike Peter-

son, A CriticalRewriting of Global PoliticalEconomy, Londres , Routledge, 2003, pp. 62·65; Valenti -

ne Moghadam, Globalizing lVomen, Ba lt imore , Johns Hopk in s Un ivers it y Pr ess , 2005, pp. 51 -58, y

Nazneed Kanj i y Ka lyan i Menon -Sen , «Wha t Does the Femin is at ion o f Labou r Mean for Sus ta inabl e

Livel ihoods», International Ins ti tute for Environment and Development , agosto de 2001.

148

cac i6n y de empleo intensivo de mana de obra en los secto res manufac ture ros, tal es

como la e lectronica, el textil , e l calzado y e l juguete, en los que hoy predominan las

trabajadoras j6venes . Este cambio camina conjuntamente con la «feminizacion» del

trabajo, asociado a menudo al estereotipo racial de los «dedos agiles» de las mujeres

del Sur global . «Las ideas de fiexibilidad, temporalidad, invisibilidad y domesticidad

en la natural izaci6n de las categorias del traba jo», escribe Chandra Mohanty, «son

cruciales en la construccion de las mujeres del Tercer Mundo como una fuerza de tra-

bajo barata e idoneas" , Por otra par te, la migracion laboral esta (ys iempre ha estado)

caracterizada por la divis ion racial y el confl icto . A veces , las migraciones resal tan las

divis iones raciales globales del trabajo cruzando sus fronteras, y otras veces, sobre

todo en los paises dominantes, las jerarquias raciales se toman en detonantes del con-

flic to. Sin embargo, l a migraci6n, aun cuando crea cond iciones de dureza y suf ri-

miento extraordinarios , s iempre conserva el potencial de subvert ir y transformar la

division rac ial , en terminos tanto economicos como socia les, mediante el exodo y

la confrontaci6n.

Estas tres tendencias principales plantean importantes desaf ios a los conceptos y

rne todos tradicionales de la economia polit ica , en gran medida porque la produc-

ci6n biopolitica desplaza e l centro econ6mico de gravedad de la produccion de

mercancias mater iales a la de relaciones sociales, confundiendo, como hemos dicho,

la divis ion entre producci6n y reproducci6n. Los valores y actives intangibles, comolos denominan los economistas, plan tean un problema porque los metodos de ana-

li sis econ6mico descansan por regla general en medidas cuan tit ativas y calculan el

va lor de objetos que son contables, ta le s como coches, ordenadores y tone ladas de

Trigo.Asimismo, la critica de la economia politica, incluyendo la tradici6n marxista,

ha solido centrarse en la med ida y en los metodos cuanti tat ivos para comprender e l

plusva lor y la explotaci6n. Sin embargo, los produc tos biopoli ti cos tienden a exce-

der toda medida cuantit ativa y a cobrar form as comunes, que son facilmente com-

partibles y difi cil es de cercar como propiedad privada. Si volvemos a Marx desde

esta nueva perspectiva, adver timos que la progres i6n de las def iniciones del capital

en su obra nos ofrece de hecho una clave importante para analizar este contexto

biopol iti co. Aunque la riqueza en la sociedad capita li st a aparece en pr imer lugar

como una inmensa colecci6n de mercandas, Marx revela que en rea lidad e l capita l

esun proceso de creaci6n de plusvalor mediante la producci6n de rnercancias , Pero

Marx desarrolia ulter iormente esta penetrante intuicion y descubre que, en su esen-

6 Chandra Mohanty, «Women \"'V'orkers and Capi ta li st Scr ipts», Feminist Genealogies, Colonial

Legacies,Democratic Futures,M. Jacqui Alexander y Chandra Mohanty (eds. ), Nueva York, Routledge,

1997 , p . 20. Wase t amb ien v . Spike Peterson, A Global Rewriting of Global Political Economy, cit.,

pp.65-68.

149

 

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cia, el capital esuna re la c i6n soc ia l 0, a decir verdad, la reproduccion constante de una

re lacion socia l mediante la creacion de plusvalor a t raves de la produccion de mer-

candas. Reconocer el capital como una relacion social nos ofrece una primera clave

para analizar la produccion biopolitica.

Michel Foucault aprecia toda la extraiieza y la r iqueza de la l inea del pensamiento

de Marx que ll eva a la conclusion de que «l'homme produit l'homme», l lamando la

atencion sobre el hecho de que no debemos entender la frase de Marx como una ex-

presion de humanismo. «Para rni , 1 0 que debe ser producido no es el hombre tal y

como la naturaleza 10 disefio, 0 como prescribe la naturaleza; debemos producir algoque todavia no exi ste y que no sabemos 1 0 que sera.» Tambien previene contra una

comprension de esto como una mera continuac ion de la produccion economica en-

tendida en un sent ido convencional: «No estoy de acuerdo con aquel los que en tien-

den esta produccion del hombre por el hombre como algo que se rea lizari a como la

produccion de valor , la produccion de r iqueza 0 de un objeto de uso economico; por

el contrar io , es la des truccion de 10 que somos y la creacion de algo completamente

otro, una innovacion tota ls". Dicho de otra manera , no podemos entender esta pro-

duccion en terminos de sujeto productor y objeto producido. Antes bien, tanto produc-

tor como produc to son sujetos: los se res humanos producen y los se res humanos son

producidos. Foucault advierte claramente (sin dar la irnpresion de haber comprendi-

do plenamente sus consecuencias) el caracter explosivo de esta s ituacion: el proceso

biopoli ti co no se l imita a la reproducc ion del capit al como una re lac ion soc ial , sino

que presenta tarnbien el potencial de un proceso autonomo que podria destruir el

capital y crear algo completamente nuevo. La produccion biopoli tica y estas tres ten-

dencias principales que hemos perfilado implican, como es obvio, nuevos mecanismos

de explotacion y de control capital istas , que exploraremos con mayor detal le a conti-

nuacion, pero no debemos apartar lavis ta desde elprincipio , s iguiendo laintuicion de

Foucaul t, del modo en que la produccion biopoli tica, en par ticular en los modos en

que excede los limites de las relaciones capitalistas y remite constantemente al comun,

concede al trabajo una creciente autonomia y proporciona las herramientas 0 las ar-

mas que podrian empufiarse en un proyecto de liberacion.

La explotaci6n biopolitica

Poniendo de mani fiesto los con tornos generales de la composicion tecnica del

t raba jo =quien produce, que producen y comc--, hemos abordado la primera mi tad

7 Michel Foucault, «Entretien» (con Duscio Trornadori), D i ts e t e c ri ts , 4 vols., ci t . , 4,p.74.En este

punto dela entrevista Foucault discute sus diferencias con la Escuela de Francfort,

150

del metodo de investigac ion de la composicion de l capit al de Marx, en 1 0 que atafie

a la forma emergente de la produccion biopoli tica. Pasamos ahora a la «composi -

cion organics», que consiste en la relacion entre capital var iable y capital con stante

0, expresandolo en terrninos que sugieren la meta fora «organicax de Marx, ent re

trabajo vivo ytrabajo muerto (en forma de maquinas, dinero, mater ias primas y mer-

candas) . Invest igando la composicion organica del capital conternporaneo, tendre-

mos que abordar las nuevas condiciones de la produccion de plusvalor en el contex-

to biopoli tico, asi como las nuevas formas de explotacion. Dicho de ot ra manera, l a

composicion organica no solo hace referencia a las condiciones «objetivas» de la pro-duccion capital is ta , s ino tambien y con mayor razon a las condiciones «subjet ivas»

contenidas en la relacion antagonis ta entre capital is tas y obreros, que se expresan

como explotacion y revuelta.

La acumulacion capitalista en nuestros dias ocupa una posicion cada vez mas

externa respecto a lp roceso de produccion, de tal sue rte que la explotacion cobra la

forma de la e xp ro p ia c i6 n d e l c om u n , Este cambio puede reconocerse de dos form as

principales . Los estudiosos que cri tican el neoliberalismo a menudo hacen hincapie

en que hoy la acumulacion capi ta lista es cada vez mas una operac ion de pill aj e que

funciona mediante la desposesion, transformando en propiedad privada tanto la r i-

queza publica como la riqueza poseida soc ialmente en cornun", Naomi Klein, por

ejemplo, se s irve de la nocion de «capitalismo del desas tre» para analizar elmodelo

de poli ti ca economica neolibe ral apli cado en muchos pai ses en todo el mundo , que

se aprovecha de un momento de conrnocion, tan to si ha side del iber adamente gene-

rado rni lit ar y pol it icamente como si ha sido el result ado de un desast re medioam-

biental , para favorecer la privatizacion masiva de las indus tr ias publicae, de las es-

tructuras publicae de proteccion social, de las redes publicae de transporte, etc." , Los

estudiosos que se ocupan de las regiones subordinadas y sobre todo aquellos paises

en los que las est ructuras estata les son parti cula rmente debiles, incluyendo a mu-

chas par tes de Africa, resal tan casos en los que la acumulacion neoliberal implica la

expropiacion del comtin principalmente en forma de recursos naturales. Los proce-

sos de extraccion -de petroleo, diamantes , oro y otras materias - prosperan en zonas

devas tadas por la guerra sin Estados soberanos ni estructuras juridicas solidas, Las

8 Vease, por ejemplo, los analisis del neoliberalisrno de David Harvey en T he N ew I mp er ia li sm ,

Oxford, Oxford University Press, 2003 led. cast.:E I n u e vo imp er i al ismo , trad. deJuanmari Madariaga,

Madrid, Akal, 2004], y A B r ie /H i st or y o j N e ol ib e ra li sm , Oxford, Oxford University Press, 2005 led.

cast.: Bre ve h i st o ri a d e l n e o li b e ra l ismo , trad. de Ana Varela Mateos, Madrid, Akal, 2007]. Vease tam-

bien Aihwa Ong, Neo li b e ra l ism a s E x c ep t io n , Durham, Duke University Press, 2006.

9 Naomi Klein, T he S ho ck D o ct ri ne , Nueva York, Metropolitan Books, 2007 led. cast.: Naomi

Klein, L a d oc tr in a d el shock: e l a u ge d e l c a pi ta li sm o d e l d e sa s tr e , trad. de Isabel Fuentes Garcia e t a l. ,

Barcelona, Paid6s, 2009].

151

 

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compafiias capital istas extranjeras, a menudo empleando a pocos trabajadores loca-

les, ext raen riqueza y la t ransportan fuera del pais con modalidades que recuerdan

e l s aqueo l levado a cabo bajo los regimenes coloniales en el pasado!". Asi, pues, no

causa sorpresa que los estudiosos marxista s hayan ded icado una nueva atenc i6n en

los ult imos afios a l concepto de acumulaci6n pri rnit iva, puesto que ese concepto

permitio a Marx comprender la acumulac i6n de riqueza fuera del proceso de pro-

ducci6n capital ista, mediante la expropiacion directa de la r iqueza humana, social y

natural-vendiendo, por ejemplo, a esdavos afr icanos alos propietar ios de plantacio-

nes, 0 saqueando el oro de las Americas-. S in embargo, los estudiosos marxis tas con-

ternporaneos suelen desviarse de Marx, como vimos en la segunda par te, mostrando

que no hay ninguna relaci6n his t6rica l ineal entre tales mecanismos de acumulaci6n

prirnit iva y los procesos de producci6n capital is ta , ninguna his toria progresiva del

desarrollo enla que la primera da paso ala segunda, s ino mas bien un vaiven constan-

te en elque la acumulaci6n prirnit iva reaparece constantemente y coexiste con la pro-

ducci6n capitalista. Y, en lamedida en que la economia neoliberal dehoy dia favorece

cada vez mas la acumulaci6n mediante la expropiac i6n del comun , el concepto de

acumulaci6n prirnitiva se torna en una herramienta analitica mas central si cabe!'.

Sin embargo, la primera forma de la expropiaci6n del cormin, que se centra en

las polit icas neoliberales entendidas como desposesi6n y expropiaci6n, no nos pro-

porc iona recursos suficientes para ana lizar la composic ion organica del capit al,

Aunque art icula plenamente las polft icas de Estado y las suer tes del trabajo muerto ,

dice poco acerca de otro elemento necesa rio para una invest igacion de la cornposi-

cion organica del capital : la productividad del trabajo vivo. Por expresarlo en otros

terminos, los econornis tas polit icos (ylos cri ticos de la economia polit ical no debe-

r ian darse por sat is fechos con exposiciones del neoliberalismo que plantean la acu-

mulaci6n capital is ta tan solo 0 principalmente como la expropiaci6n de la r iqueza

existente, El capital es y tiene que ser en esencia un sistema productivo que genera

riqueza a traves de la fue rza de traba jo que emplea y explota.

Una segunda forma de expropiaci6n de l cornun, que se cent ra en la explo tac i6n

del trabajo biopoli tico, nos perrnite emprender mucho mejor una inves tigaci6n mar-

xiana de la composici6n organica del capit al. Las tres principales tendencias de la

transformaci6n de la composicion tecnica del trabajo que bosquejabamos mas arr i-

ba estan todas implicadas en la producci6n deformas comunes de r iqueza, tales como

10 Sobre las econornias de extracd6n en el sur y el centro de Africa, veaseJames Ferguson, Global

Shadows: A/r ica in the Neoliberal World Order; Durham, Duke University Press, 2006, pp. 194-210.

11 Sobre Ia acumulaci6n primitiva, vease Jason Read, The Micro-Politics 0/ Capital, SUNY Press,

2003, y Sandro Mezzadra, «Attualita della preistoria», La cond i zione pos tcolon iale , Verona, Ombre

Corte, 2008, pp. 127-154.

152

saberes, informacion, imageries, afectos y relaciones sociales, que posteriormente son

expropiadas por el capi ta l pa ra genera r plusva lor. Observese inmedia tamen te que

esta segunda forma remite principalmente a una idea del cormin diferente del de

la primera. La primera esuna idea tradicional relat ivamente inerte, que por regla ge-

neral supone los recursos naturales . Los primeros te6ricos sociales europeos rnoder-

nos conciben el comun como munificencia de la naturaleza a disposici6n de la huma-

nidad, incluyendo. la t ierra fer ti l de labranza y los frutos de la t ierra, formulandolo a

menudo en terminos religiosos mediante referencias alas Santas Escrituras. John Locke,

por ejemplo, prodama que «Dios, como dice e l r ey David, Sa lmos, Cxv. 16, ha dado

la tierra a los hijos de los hombres; la ha dado ala humanidad en comuns ". La se-

gunda idea del cormin es dinamica; sup one tanto el producto de l trabajo como los

med ios de la producci6n futura. Este comun no es 5610 la ti erra que compart imos,

s ino tarnbien los lenguajes que creamos, las pract icas sociales que fundarnos , los rno-

dos de socialidad que def inen nuestra relacion, etc. Esta forma del comun no sepres-

ta a una logica de la escasez como en el caso de la primera: «Aquel que recibe una

idea de mi», afirma Thomas Jefferson en una observaci6n ya celebre, «recibe elmis-

mo inst rucc i6n sin mermar la mia ; del rni smo modo que aque l que enciende su vela

con la mia recibe luz sin deja rme a rni sin e ll a»!'. La expropiacion de esta segunda

forma del comun -el comun art if icial 0, en real idad, e l comun que desdibuja la divi-

si6n ent re natura leza y cul tura - es la clave de comprensi6n de las nuevas formas deexplotaci6n del trabajo biopolitico.

Cuando analizamos la producci6n biopoli tica, nos vemos devueltos de la explo-

taci6n a la ali enacion, invirt iendo la trayectoria del pensamien to de Marx -sin vol -

ver , sin embargo, alhumanismo de su juventud- . La producci6n bicpoli tica presen-

ta, en efecto, las caracterist icas de la alienaci6n en nuevas y des tacadas formas. Por

ejemplo, con respecto al trabajo cognitive y afect ivo, el capital aliena del trabajador

no s610 el produc to de l trabajo, sino e lp roceso de tr abajo mismo, de ta l suerte que

las y los trabajadores no sienten sus propias capacidades de pensar, amar y cuidar

cuando estan t raba jando'". Pe ro esta fuerza de atracc i6n de la categoria de ali ena -

12 John Locke, Second Treatise 0/ Government, Indianapolis, Hackett, 1980,p. 18 [ed. cast.:Segun-

do tratado sobre elgobierno civ il : un ensayo acerca del verdadero origen, alcance y f in del gobierno civ il ,

trad. de Carlos Mellizo, Santiago Diaz-Hellin y Victor Mendez, Madrid, Tecnos, 2010].

13 Thomas Jefferson a Isaac McPherson, 13de agosto de 1813, The Writings of Tbomas [efferson,

Andrew A. Lipscomb y Albert Ellery Bergh (eds.), 20. vols., Washington DC, Thomas Jefferson Me-

moria! Association, 1905, 13,p. 333.

14 Sobre el concepto de alienaci6n respecto a!trabajo afectivo, vease Kathi Weeks, «Life within

.and against Work: Affective Labor, Feminist Critique, andPost-Fordist Politics», Ephemera 7 1(2007),

pp. 233-249. Vease tambien Christophe Dejours (ed.),Plaisir et souffrance dans le travail 2 vols., Paris,

Aocip, 1987-1988; Lafonction psychologique du travail Paris, PUF, 1999.

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ci6n se debe tarnbien alhecho de que algunas caracterist icas estrechamente vincula-

das a la explotaci6n, sobre todo las que indican el pape l product ivo del capit al, se

han debili tado. El capit al-por mas que pueda constrefi ir el trabajo biopol iti co, ex-

propiar sus productos , e incluso en algunos casas proporcionar los ins trumentos de

producc i6n- no organiza la cooperaci6n produc tiva. En referencia a la gran indus-

tri a, Marx reconoce que el pape l esencial del capita li st a en el proceso de produc-

cion, que esta cla ramente vinculado a los mecani smos de explotacion, consiste en

proveer coop erac ion, es deci r, en reunir a lo s traba jadores en la fabrics, darl es la s

herramientas para que trabajen juntos, proporcionarles un plan para que cooperene imponer su cooperac ion. E l capit ali st a asegura la cooperac ion, imagina Marx,

como el genera l en el campo de batall a a el di rector de orquesta'". Sin embargo, en

la producci6n biopoli tica el capital no determina la disposici6n cooperativa, oal

menos no en la misma medida. El trabajo cognitivo y el traba jo afec tivo producen

por regla general cooperaci6n autonornamente respecto al poder de man do capita-

l is ta , incluso en algunas de las circuns tancias de mayor explotaci6n y constricci6n,

como en los servicios de atenci6n telefonica 0 en los servicios de comidas. Los me-

dios de cooperaci6n intelectuales , comunicativos y afect ivos son creados por regla

genera l en los encuent ros produc tivos mismos y no pueden ser di rigidos desde el

exter ior. De hecho, podriamos decir incluso que, en lugar de proveer cooperaci6n,

el capital e x pr o pi a l a c o op e ra c io n como un elemento cent ral de la explotac i6n de la

fuerza de trabajo biopoli tica. Esta expropiacion tiene lugar no tanto desde eltraba-

jador individual (porque la cooperaci6n implica ya una colectividad) , s ino mas cla-

ramente des d e el ambito del trabajo social, operando en el plano de los flujos de

informaci6n, de las redes de comunicacion, de los codigos sociales, de las innovacio-

nes l ingiiist icas y de las pract icas de los afectos ylas pasiones . La explotaci6n biopo-

li tica i rnplica la expropiaci6n del comun, en este sent ido, en el plano de la pro duc-

cion social y de la pract ica social.

De esta suerte, el capi tal captura y expropia e l valor a t raves de la explotacion

biopoli tica que esproducida, en cierto sentido, externamente respecto almismo. No

esninguna coincidencia que, a medida que la producci6n biopoli tica se torna hege-

monica, los economistas usan con mayor frecuencia la nocion de «externalidades»

para entender el aumento y la perdida de valor. Afi rman, por e jemplo, que una po-

blacion can buena formaci6n esuna externalidad positiva para una corporaci6n que

opera en un pais especff ico, mientras que una poblacion con bajos niveles de forma-

cion es una externalidad negativa: la productividad de la corporaci6n se eleva a

15 Sobre la cooperaci6n, vease Karl Marx, Capital, vol . 1 , t rad. de Ben Fowkes, Nueva York,

Vintage, 1976, pp. 439-454 [ed. cast.: El capital, Libra I, t rad. de Pedro Scaron, Madrid, Siglo XXI,

1984].

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desciende can arreglo a factores que Ie son completamente externos". Volveremos

can mayor deta lle sobre la cuesti6n de las external idades, pe ro podemos formula r

aqui la hip6tesis de que los economistas reconocen la importancia creciente de fac-

ta res extern os respec to al capita l porque de hecho , invirti endo la formulaci6n eco-

nornica convencional, el capital escada vez mas externo respecto alproceso produc-

t ivo y a la generac i6n de la riqueza . Dicho de ot ra manera, e l t rabajo biopoli tico es

cada vez mas aut6nomo. El capi ta l es depredador, como afirman los ana lista s del

neol ibera lismo, en la medida en que trata de captura r y expropiar la riqueza comun

producida aut6nomamente.Para plantea r esta misma cuest i6n con una te rminologia econ6mica diferente y

desde una perspect iva a lgo diferente, la explo tac ion de la fuerza de t rabajo y la acu-

mulaci6n de plusvalor deben se r entendidas no en refe rencia al beneficio, sino a la

renta capitalista'], Mientras que el benef icio es genera do principalmente mediante

la implicaci6n interna en elproceso de producci6n, larenta se concibe por regla gene-

ra l como un modo exte rno de ext racc i6n. En la decada de los t reinta, John Maynard

Keynes predijo y salud6 con agrado la perspectiva de la«eutanas ia del rentista» y par

10tanto la desapar ici6n del «inversor sin funci6n alguna» como figura principal del

capital . Concebia «el aspecto rentista del capital como una fase de trans ici6n que des-

aparecera cuando haya hecho su trabajo». El futuro del capital per teneda alinversor

capitalista activamente implicado en la organizaci6n y la supervisi6n de la producci6n 18.

En cambio, en las redes contemporaneas de la producci6n biopoli tica, la extracci6n

de valor del comun es rea li zada cada vez mas sin que el cap ita lista intervenga en su

producci6n. Esta primada renovada de la renta nos proporciona elementos esenciales

para comprender par que el capital f inanciero, junto con elinmenso estrato que Key-

nes denigra en tanto que inversores s in funci6n alguna, ocupa hoy una posicion cen-

tral en la gesti6n de la acumulaci6n capi tal ista , capturando y expropiando el valor

creado en un plano muy des ligado del proceso de trabajo.

Cabe una observaci6n f inal sabre los conceptos de Marx: en diferentes puntas de

nuestra obra hemos considerado uti l la idea de subsunci6n rea l de Marx, por la cua l

entiende un momento en el que el capital ya no se limita a absorber dentro de sus

procesos discipl inar ios y sus procesos de producci6n actividades laborales preexis -

t entes, creadas fue ra del capi tal (esta es tan s610 una subsunci6n formal ), sino que

16 Sobre las externalidades en economia, vease Yann Moulier Boutang, Le Capitalisme cognitif,

Paris, Amsterdam, 2007, y Carlo Vercellone, Capitalismo cognitivo, Roma, Manifestolibri, 2006.

17 Vease Carlo Vercellone, «Finance, rente et travail dans' Ie capitalisrne cognitif», Mul ti tudes 32

(marzo de 2008), pp. 32-38.

18John Maynard Keynes, The General Theory 0/ Employment, Interest and Money, Londres, Mac-

millan, 1936,p. 376 [ed. cast.: Teoria general del empleo, e l tnteres y el dinero, t rad. de Eduardo Hor-

nedo, Madrid, Fondo de Cultura Econ6mica, 1980].

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crea de hecho formas de traba jo nuevas y propiamente capit ali stas, integrando e l

t raba jo plenamente, por asi decirlo, dent ro del cuerpo capita lista . En el contexto

biopoli tico, podria decirse que el capit al subsume no s610 e l t raba jo sino a la socie -

dad en su conjunto 0, en real idad, l a vida socia l misma, puesto que la v ida es tanto

10que se pone a t rabajar en la producc i6n biopoli tica como 10que esp roducido. Sin

embargo, esta re lac i6n entre capit al y vida soc ial product iva ya no es orgdnica en el

sentido en que Marx entendia ese te rmino, porque el capi tal es cada vez mas exter-

no y desempefia un papel cada vez menos funcional en elproceso productivo. Antes

que un 6rgano que funciona dentro del cuerpo capit ali st a, la fue rza de traba jo bio-pol iti ca esta tornandose cada vez mas aut6noma, mientras que el capi tal se l imi ta a

gravitar sobre ella de forma paras itar ia con sus regimenes disciplinarios, sus apara-

tos de captura, sus mecanismos de expropiacion, sus redes f inancieras , etc. La rup-

tura de la relaci6n organica y la crec iente autonomia de l traba jo estan en el coraz6n

de las nuevas formas de crisis de la producci6n y el control capitalistas, a las que

dedicamos ahora nuestra atenci6n.

Crisis de la producd6n y el control biopoliticos

El capital esta en crisis. (Y que? Leemos todos los dias en los per iodicos noticias

sob re las cri si s: c risis bursat ile s, c risis de c redito, c risis hipotecarias -todo tipo de

cri si s-. Algunas personas perderan dinero y ot ras se haran ricas. Bubo un t iernpo en

el que habia quienes c reian que los desequi librios objetivos de la economia capit a-

lista, sus ciclos y sus crisis endemicas de producci6n, circulaci6n y realizacion termi-

narian conduciendo a su derrumbe. Por el contrario, como nos han mostrado los

analisis mas sagaces del capital , este funciona averiandose 0, para ser mas exactos ,

mediante la des trucci6n creat iva l levada a cabo mediante las crisis. De hecho, en los

regimenes econ6micos neoliberales conternporaneos, la crisis y el desastre se han

vuel to cada vez mas importantes en tanto que palancas para privati zar los bienes

publicos y poner en marcha nuevos mecanismos de acumulaci6n capitalista'". Pero

no todas las crisis capitalistas son 10mismo-", Mientras que las crisis econ6micas ob je -

tivas pueden ser funcionales para la acumulaci6n capital is ta , las crisis que son subjeti-vas ypoliticas (0, en realidad, igualmente econ6micas ypolfticas) plantean una verda de-

raamenaza para elcapital . Este t ipo de crisis surge hoy en elcontexte dela producci6n

biopolitica, en la que las potencias de la nueva cornposicion tecnica de la fuerza

19 Vease de nuevo Naomi Klein, T h e S ho c k D o ct ri ne , cit.

20 Sobre las formas de las crisis concebidas por la econornia politica tradicional, vease Adelino

Zanini, E co nom i c P h il o so p h y, Oxford, Peter Lang, 2008.

156

de t rabajo no pueden ser conten idas por las modalidades de control capita list a; de

hecho, el ejercicio del control capital is ta esta tornandose cada vez mas en una argo-

lla para la productividad del trabajo biopolitico.

Antes de bosquejar los contornos de la crisis actual, tenemos que recordar las

carac teri st icas basicas de una crisis similar del control capi tal ista que surgi6 en la

decada de los setenta del siglo pasado, despues de que las luchas obreras y sociales de

la decada de los sesenta socavaran las bases del modelo de l Estado del bienestar en

los paises dominantes. La crisis del Estado y de laproducci6n capital ista en ese per io-

do fue provocada no solo por las luchas obreras que reivindicaban constantementesa la ries mas al tos, una mayor redi st ribuc i6n de la riqueza y mejoras de la calidad de

vida de las clases trabajadoras, s ino tambien por una insubordinaci6n general izada-

de los traba jadores junto a una serie de otros mov irnientos soc iales, mas 0 menos

coordinados, que hacian reivindicaciones sociales y politicas cada vez mayores. Samuel

Huntington tuvo almenos algun presentimiento del peligro cuando se lamentaba de

que «negros, indios, chicanos, grupos etnicos blancos, estudiantes y mujeres» estaban

crean do con sus reivindicaciones al Estado no solo una crisis econ6mica y f iscal, s ino

tambien, y 10 que es mas grave, una cri si s de cont rol". Sin embargo, es importan te

s ituar estas crisis en relaci6n con las otras crisis y con las transformaciones resultan-

tes del capital y del Estado. El Estado del bienestar mismo sirvio durante var ias deca-

das como una respuesta eficaz a las cri sis generadas principalmente por las luchas

obreras de las primeras decadas de l siglo xx, pero en la dec ada de los setenta sus

mecanismos ya no podian controlar las nuevas fuerzas soc iales y econ6micas que

habian surgido. En respuesta a la crisis de la decada de los setenta, se produjo un

desplazamiento del Estado del bienestar alEstado neoliberal y a las form asbiopoli-

t icas de producci6n y control .

Leemos estos sucesos histor icos conforme a una relaci6n constante y de determi-

naci6n reciproca entre estructuras de dominic capital is ta yluchas de liberaci6n. (Du-

damos en llamar dialectica a esta relaci6n, porque no hay una resoluci6n sintetica, sino

s610 un mov irniento de un lado a otro.) Por una parte, l as luchas obre ras y sociales

determinan la reestructuraci6n del capital y,por otra, esa reestructuraci6n condiciona

los terminos delas luchas futuras . Dicho de otra manera, en cada epoca del desarrollo

capital is ts, con cada transformaci6n de la composici6n tecnica del trabajo, los traba-jadores uti lizan los medios a su disposici6n para inventar nuevas formas de revuelta y

de autonomia respecto al capital y ,en respuesta a esto, el capital se ve forzado a rees-

tructurar las bases de producci6n, explotaci6n y control , t ransformando de nuevo la

composici6n tecnica; llegado este punto, los trabajadores vuelven a descubrir nuevas

21Vease Michel Crozier, Samuel Huntington y Joji Watanuki, T he C ri sis 0/ Democracy, Nueva

York, NYU Press, 1975, p. 61.

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armas para nuevas revueltas, y as! sucesivamente. Nues tra hipotes is , pues, es que hoy

nos acercamos a otro momenta de este tipo de cri si s.

Pa ra una primera aprox irnacion a la c risis biopolit ica actual, podemos volver a

las tres tendencias generales en la transformacion del trabajo de las que hablabamos

mas arriba . Cada tendencia indica estra tegias del control capi ta lists de la fuerza de

trabajo, pero en cada caso encontramos que los mecanismos de control contradicen

la productividad del trabajo biopoli tico y obs truyen la creacion de valor , exacerban-

do asi la crisis. Respecto ala primera tendencia, el desarrol lo de las formas cogniti-

vas, afect ivas y biopoli ticas de trabajo, las estrategias del poder de mando capital is tase desarrollan intensiva y extensivamente. Las estrategias intensivas fundamental-

mente dividen y segmentan el campo cormin de la cooperacion productiva, estable-

ciendo una suerte de puestos de mando fronteri zos gracias a los cuales la s agenc ias

privadas y/o estatales observan y regulan los procesos de produccion a traves de

diferentes tecnicas de discipline, vigilancia y supervision. Otras estrategias intensi-

vas drenan el cormin que s irve de base para la produccion biopoli tica, desmantelan-

do, por ejemplo, las ins ti tuciones de la educacion publica mediante la privatizaci6n

.de la educacion primaria y la ret irada de la t inanciacion de la educacion secundar ia .

Las estrategias extensivas estan tipif icadas por el funcionamiento de las f inanzas,

puesto que esta no interviene directamente en las redes productivas, sino que se

extiende por encima de estas , expropiando y privatizando la r iqueza cormin alojada

en los saberes , codigos , imageries, pract icas afect ivas y relaciones biopoli ticas acu-

muladas que producen. De est a suerte, los procesos de apropiacion por parte del

capital se contraponen al cormin que el trabajo biopoli tico crea socialmente. A este

respecto, el mundo financiero, en su relat iva separacion, remeda (0, a decir verdad,

ref leja e invierte) los movimientos de la fuerza de trabajo social. S in embargo, cuan-

do reconocemos el comun, no como objeto, sino como sujeto del desarrollo, esta

c la ro que la mult itud que lucha por mantener y reproduc ir sus «fo rmas de vida» no

puede ser tratada con los regimenes tradicionales de disciplina y control . Tal y como

demuestran la crisis de las hipotecas subprime estadounidenses y la pos terior crisis

economica global , cuando el Estado se ve obligado a resca tar a los bancos para co-

rregir los excesos de la iniciat iva privada y garantizar elbienes tar social, el conil icto

en tre capi tal y trabajo vivo empieza a tener lugar en el t erreno de las finanzas.Aqui nos top amos con la primera contr adiccion, porque tanto las estra teg ias de

control intensivas como las extensivas destruyen el comun, las primeras segmentan-

do 0 drenando las bases comunes de produccion y las ult imas privatizando los resul-

t ados comunes. La produc tividad del trabajo biopol it ico se reduce cada vez que e l

cormin es des truido. Consideremos, par ejemplo, la produccion de conocimiento

cientif ico, un campo muy especializado pero que comparte las caracterist icas bas i-

cas de la produccion biopoli tica en su conjunto. Para que el conocimiento cientif ico

158

pueda produci rse, la informacion, los metodos y las ideas relevantes produc to de la

act ividad cientif ica pasada deb en ser abier tos y estar acces ibles a una amplia comu-

nidad cientif ica, y debe haber mecanismos de cooperacion y circulaci6n sumamente

desa rroll ados ent re di ferentes laboratorios e investigado res, a tr aves de revist as,

con ferencias, e tc . Cuando se produce nuevo conocimiento, debe se r puesto a su vez

en cornun al objeto de que la produccion c ient ihca fu tura pueda ut ili za rlo como una

base. En este sentido, la produccion biopoli tica debe establecer un circuito vir tuoso

que lleva del comun existente a un nuevo comun, que a su vez sirve en el momenta

s iguiente de expansion de la producci6n. Sin embargo, la segmentaci6n y expropia-cion del comun dest ruye inevit ablemente este ci rcui to virtuoso, de ta l suerte que el

capital se torna cada vez mas en una argolla sobre la producci6n biopoli tica.

Una segunda estrategia de control capit ali sta, que corresponde ala «feminiza -

cion de l t raba jo», es la imposic i6n de la precariedad, organizando todas las formas

de trabajo confo rme a las moda lidades inf init as de la fl exibilidad del mercado. En

Europa y en J apon, don de en la segunda mi tad de l siglo XX porciones considerables

de la fuerza de trabajo dis frutaron de un empleo relat ivamente estable y garantizado

con una jornada laboral estric tamente regu lada , el proceso de deveni r preca rio del

trabajo en estas ult imas decadas ha s ido par ticularmente vis ible. Los trabajadores se

ven cada vez mas obligados a pasar por multiples trabajos, tanto en el curso de la

vida labo ral como en e l de una jornada de t rabajo. A S 1 , pues, un aspecto cent ral de

la precariedad consi st e en que imp one un nuevo regimen de tiempo con respecto ala

jornada de traba jo, asi como a la vida labo ral-o , dicho de o tra manera , la preca rie -

dad es un mecanismo de control que determina la temparalidad de la jornada de

trabajo, destruyendo la division entre tiempo de trabajo y tiempo de no trabajo,

exigiendo, no que los trabajadores trabajen todo e l tiempo , sino que esten constan-

temente disponib les para trabajar-22. Desde luego, la preca riedad del t raba jo no es

nueva para mujeres y minorias raciales en los paises dominantes 0 para la inmensa

mayoria de los trabajadores, hombres y mujeres , en los paises subordinados, don de

los acuerdos labora les informales han sido la norma durante mucho tiempo. Ahora

la precar iedad se esta genera li zando en todos los niveles de la fuerza de trabajo en

todo e lmundo y,par ai iadidura , esta cobrando fo rmas nuevas y extre rnas. Un e jem-

p lo antropologico anecd6tico ilu st ra esta precariedad extrema . En un barrio en el

22 Sabre la p re ca ri edad en Europa , vease Anne Gr ay, U n so c ia l E u ro p e: S o ci al P r ot ec ti on o r F le x-

ploi tat ionr, Londres , Pluto Press , 2004; Andrea Fumagal li , B i o ec o n om i a e c a p it a li sm a cognit ioo, Roma,

Caracci , 2007 [ed. cas t. : Bioeconomia y capital ismo cogniiiuo, trad. de Antonio Anton Hernandez.Toan

lVIiquelGual Vergas y Emmanuel Rodri guez Lopez, Madr id , Tra fi cante s de Sue fi os , 2010 ]; Eve lyne

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Le-Strat, L 'E x pe r ie nc e d e l'autonomie, Par is , L'Harmattan, 2005, y Antonella Corsani y Maurizio Laz-

zarato, Intermittents e t p reca i res , Par is , Amsterdam, 2008.

159

 

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extrarradio de Monrovia, Liber ia , informa Danny Hoffman, un hombre llamado Mo-

hammed organiza y despliega a miles de muchachos almismo tiempo, muchos de ellos

antiguos combatientes en Liberia 0 Sierra Leona, para una ser ie de empleos informa-

les . Un ilia envia a hombres a trabajar temporalmente a una mina de dia:mantes i legal

en elsudeste de Liber ia; otro i lia dis tr ibuye a hombres para que trabajen en una plan-

taci6n de caucho en otra par te del pals; puede llegar incluso a enviar 2.000 personas a

un lugar concreto para que posen como ex combat ien tes pa ra un programa de desa r-

me a lobjeto de recibir fondos de una agencia de la ONU, y sus hombres estan perma-

nentemente disponibles para operaciones militares . Estos hombres const ituyen uncaso extremo de trabajo precario: una popu la ti on f l o tt an t e [poblaci6n flotante] que es

int initamente f lexible y rnovil y esta perpetuamente disponible para cualquier t ipo de

trabajo". Ha dejado de resultar uti l pensar esto como un ejerciro indus tr ial de reserva

a como cualquier modalidad de ejercito de reserva, puesto que no corresponde a nin-

gun «ejerci to permanente», esto es, a ninguna fuerza de trabajo estable. 0, para ser

mas exactos , bajo los regimenes de control de laprecar iedad, toda la fuerza de trabajo

se torna en e jer cito de rese rva, en la que los trabajadores estan constantemente de

guardia, a disposicion del patr6n. De esta suerte, cabria concebir laprecar iedad como

una especie de pobreza, una pobreza temporal, en la que a los trabajadores les esarre-

batado el control sobre su propio tiempo.

La precariedad del trabajo plantea la segunda contradiccion, puesto que invierte

el control del t iernpo exigi do por la produccion biopoli tica. La produccion de ideas ,

imagenes 0 afectos no puede limitarse faci lmente a inte rvalos espedficos de l d ia,

razon por la cualla produccion biopoli tica t iende a corroer las divis iones convencio-

nales de la jornada laboral entre tiempo de trabajo y tiempo de no trabajo. La pro-

ductividad del trabajo biopolitico, yen concreto la creatividad implicada enla produc-

cion biopol iti ca , prec isa de la libert ad de los produc tores para organizar su p ropio

tiempo; pero el control impuesto por la precariedad confisca el t iempo, has ta tal pun-

ta que, cuando se esta en una situaci6n precaria, no se ti ene ti ernpo propio alguno.

Desde luego , siernpre se puede pensa r y produc ir afec tos par enca rgo, pe ro solo de

manera rutin aria y mecanica, l imitando la creat ividad y la productividad potencial .

Asf, pues, la con trad icc ion se si tua ent re la product ividad del traba jo biopol it ico

cuando se le perrnite organizar el t iempo aut6nomamente y los gri lletes impuestosal mismo por la preca riedad, que le arrebatan e l control .

Una tercera estrategia de control capital is ta , que se corresponde con las crecien-

tes migraciones y mezclas de fuerza de trabajo, irnplica la construccion de barreras,

f is icas y sociales, para encauzar e interrumpir f lujos de trabajo. El reforzamiento de

23 Danny Hoffman, «The City asBarracks: Freetown, Monrovia, and the Organization ofViolence

inPostcolonial African Cities», Cul tura l An th ropo logy 22,3 (2007), pp. 400-428.

160

las f ronteras existentes y las creaciones de nuevas fronteras seve acompafiado a me-

nudo de una espec ie de pan ico moral e incluso de tipo civ ili za torio. El miedo a que

Estados Unidos se vea invadido por los mexicanos 0Europa par los musulmanes se

mezcla con y respalda estrategias encaminadas a bloquear la movil idad lab oral. Las

viejas herramientas del radsmo y de la segregacion racial son afi ladas como armas de

cont rol t anto en los paises dominantes como en los subordinados en todo e lmundo.

El levantamiento de barr eras se p roduce no solo en las f ronte ras nac iona les, sino

tambien y tal vez con mayor r elevanc ia den tro de cada pa is, de un ex trema a o tro de

los espac ios metropol it anos y de los pa isajes rurales, segmentando ala poblacion eimpidiendo la mezcla cul tural y social . Ademas de los muros levantados cont ra las

migraciones en la fronter a, t enemos que atender tambien a los e fec tos sabre el esta-

tuto de il ega l sobre las poblaciones dent ro del pal s. Ser c landestino no so lo priva a

las personas de los se rvic ios socia les y de los derechos de ciudadania , sino que tam-

b ien los disuade de ci rcular en y de mezclarse libremente con otros segmentos de la

sodedad. Si l a precariedad crea una pobreza de t iempo, a su vez las barre ras geogra -

f icas y sociales intensifican una pobreza de espacio.

La cont radicc ion que para la produccion supone el bloqueo de las migradones y

la creac ion de divisiones resul ta obvia, al menos en uno de sus aspectos. Cuando los

gobiernos en los .paises dorninantes «logran» impedir la entrada de inmigrantes, las

empresas no tardan en condenar la escasez de mana de obra: (quien recogera los

tomates y las manzanas?; (quien cuidara de los mayores y hara el trabajo domesticoj';

quien t raba ja ra en las maquilas cuando no haya tr abajadores i legales? «Seria mas

facil, alli donde la propiedad esta bien asegurada», se fia laba Bernard Mandevi ll e

hace mas de doscientos alios, «vivir sin dinero que sin pobres; porque (quien iba

entonces a hacer el trabajo?»24. La contradiccion respecto almovimiento yla mezcla

se repite con mayor intensidad aun en un nivel mas profundo. Para aumentar la

productividad, la produccion biopoli tica no solo t iene que controlar sus rnovimien-

tos, sino tambien las inte racc iones constantes con los demas, con los que son cul tu-

ral y socialrnente diferentes, en una s ituacion de igualdad. Los economist as contem-

poraneos hablan mucho de creat ividad, en sectores tales como el disefio, la creaci6n

de marcas, las indus tr ias especializadas, la moda y las indus tr ias culturales, pero par

regla general ignoran elhecho de que la creat ividad del trabajo biopoli tico exige unacultura igualitar ia abier ta y dinamica con f lujos y mezdas culturales constantes" . El

24 Bernard Mandeville, T he F a bl e 0/ t h e B e e s, citado en Marx, Capital , cit., Libra 1,p. 764.

25 Richard Florida afirma que la «clase creativa» prospera en una sociedad caracterizada par la

tolerancia, la apertura y la diversidad; vease T he R is e 0 / t he C r ea ti ve C la ss , Nueva York, Basic Books,

2002 [ed. cast.:L a c la se c re at iv a: la t ra ns /o rm a ci6 n d e l a c u lt ur a d el t ra ba jo y e lo ci o e n e l s ig lo XXI, trad.

deMontserrat Asensio Fernandez, Barcelona, Paid6s, 2009].

161

 

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control mediante la clausura del espacio yla imposicion de jerarqufas sociales esuna

argolla para la productividad. Desde esta perspectiva, 1acontradiccion es en reali-

dad un confl icto ent re 1a inc lusion y la exc lusion y se pone de mani fiesto en e lambi -

to gubernamen tal con la crisi s de ambos mode los dominan tes de integracion: la es-

trategia republicano-asimilacionis ta que cas i s iempre suele asociarse a Francia y la

estrategia multicultural tipica de Gran Bretafia. (Estados Unidos ha experimentado

con y ha promovido ambas estrategias, combinandolas en diferentes medidas .) Estos

modelos estan en cri si s porque , a pesar de las afi rmaciones en sentido contra rio, su

obje tivo compartido consi st e en crear y mantener la s je rarqu ias soc ia les y cerra r elespacio social, 10 que impide la produccion biopolitica.

Estas tres con trad icc iones apuntan al hecho de que las estra tegias y las tecnicas

de explotacion y control de l capi tal t ienden a se r argolla s para la produc tiv idad del

trabajo biopoli tico. El capital no consigue generar un circuito vir tuoso de acumula-

cion, que conduc iria del cornun exi stente a t raves de la producc ion biopoli ti ca a un

nuevo cormin ampliado que a su vez si rve de base de un nuevo proceso produc tive .

En cambio, cada vez que e l capit al inte rviene para controlar el trabajo biopol iti co y

expropiar el comun, obs taculiza el proceso, forzandolo a renquear, discapacitado.

Desde luego, no es este un fenomeno completamente nuevo. Desde tiempos de

Marx, la cri tica de 1aeconomia po lit ica se ha cent rado en 1a cont radiccion entre 1a

naturaleza social de la produccion capital is ta y la naturaleza privada de 1aacumula-

cion capital is ta; pero en el contexto de la produccion biopoli tica la contradiccion se

ve drast icamente intensificada, como si seviera elevada a una potencia super ior.

162

La lucha de clases

de la crisis al exodo

\,

Estoy yaharto de este tono arido;

ami papel de diablo he devolver .

Johann Wolfgang von Goethe, Fausto

La relaci6n social abierta entre trab'aj,o y capital

En el contexto de la produccion biopoli ti ca Be; .mosdescub ierto que el capi tal

ha de ser entendido no solo como una relacion soclal, sino como una relacion so-

cial abierta. Anteriormente, el capita l reunia en su s~:t ;lola fuerza de trabajo y el

poder de man do sobre el trabajo 0, en lengua je marxiano, e ra capaz de const ruir

una composic ion organics del capit al va riable (la manoHe obra asalariada) y el

capi tal constante. Pero hoy hay una ruptura crec iente den tbo de la composic ion

organic a del capi ta l, una descomposicion progresiva del capi til ,en la que el capi -

tal variable (y sobre todo la fuerza de trabajo biopolitica) estaseparandose del

capit al constante con sus fue rzas polit icas de poder de mando y cori trol . El traba-

jo biopolitico tiende a generar sus propias formas de cooperacion social y a pro-

ducir valor autonomarnente, De hecho, cuanto mas autonorna es la organizacion

socia l de la produccion biopoli ti ca, mas produc tiva es. De esta suerte, e}.capita l

tiene cada vez mas dificultades para crear un ciclo coherente de produccion y

sintetizar 0 subsumir 1a fuerza de trabajo en un proceso de creac ion de va lonTa]

vez ni siquie ra deberiamos segui r usando el t errnino «cap ita l va riab le» para hacer

referencia a esta fuerza de trabajo, toda vez que su relacion productiva con el ca-

pi tal constante es cada vez mas tenue .

163

 

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5.2Lo que queda

del capitalismo

La negaci6n de la producci6n capitalista seproduce por sfmisma, con la ne-

cesidad de un proceso natural. Es lanegaci6n dela negaci6n.Esta restaura lapro-

pieda~individual pero sobre el fundamento de la conquista alcanzada par la era

capitalista: la cooperaci6n de trabajadores libres y supropiedad colectivasobre la

tierra y sobre losmedios de producci6n producidos por el trabajo mismo.

Karl Marx, E l c a p it a l

EI ciclo biopolitico del cornun

La clave para comprender la produccion economica hoy ese1comun, como fuerza

produc tiva y como la forma en que se produce la riqueza. Pero la propiedad privada

nos ha vue1to esnipidos , como dice Marx, [ tan esnipidos que nos mostramos ciegos al

comun! Parece que los economistas y los polit icos solo pueden ver e1mundo como si

estuviera dividido entre 10 privado y 10 publico, controlado por los capitalistas 0 con-

t rolado por el Estado, como si e1comun no exi st iera . En real idad, los economistas

reconocen positivamente e1cormin, pero por regla general 10 expulsan de las autenti-

cas relaciones economicas, reduciendolo a «economfas externas» 0 sencillamente «ex-

ternalidades». Sin embargo, para comprender la produccion biopolitica, tenemos que

invertir esta perspectiva e i n te r ior izar l as ex te rnal idades produc ti uas , l1evando e1comun

alcentro de lavida economica. El punto devista del comun revela c6mo cada vez mas

en el curso de la presente transici6n e l proceso de valorizaci6n economics se torna

cada vez mas un proceso interno de las estructuras de la vida social '.

1 Sobre la interiorizaci6n de las externalidades econ6micas en el contexto de la producci6n «cog-

nitiva», vease Carlo Vercellone (ed.), S omm e s- no u s s o rt is d u c a pi ta li sm e i nd u st ri el ?, Paris, La Dispute,

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El concepto de externalidad tiene una larga histor ia en elpensarniento economi.

co. A principios del s iglo xx, Alfred Marshall usa la expresion «economia externa»

para hacer ref erenc ia a la ac tividad economics y a l desarrol lo que t iene lugar fuera

de la empresa 0 industria individual, incluyendo el desarrollo y el conocirniento

exper to que se desarrolla socialmente en los distri tos industriales- . La expresion es

uti li zada cada vez con mayor frecuenc ia en la bibliografi a economics posterior del

siglo xx, pero los signi li cados de la expresion son diversos y a menu do ambiguos.

Desde luego, esto no deberia sorprender, puesto que «economia externa» es esen-

cialmente una expresion negativa, que des igna a todo cuanto esta fuera de la econo-mia propiamente dicha, fuera del ambito de los intercarnbios de propiedad privada.

Asi, pues, para la mayor par te de los economistas , economia externa sencillamente

da nombre a to do 1 0 que queda en un ex terior oscuro. En la decada de los c incuenta,

J. E. Meade esc larece algo de 1 0 que designs la expresion di st inguiendo entre dos

tipos de economia externa 0 «deseconornia»: «factores no pagados», entre los cuales

inc luye la act ividad de polinizacion de los arboles fruta les por pa rte de las abe jas; y

la«atmosfera», que incluye 1acantidad de lluvia en elhuerto" , Sin embargo, no cuesta

reconocer que cada uno de estos factores tiene tambien componentes humanos y

sociales: actividades human as no pagadas, tales como el trabajo dornestico, y atmos-

feras socia les, incluyendo todas las que afec tan a l entorno na tura l -por ejemplo, e l

modo en que la tala excesiva de arboles afec ta a la cant idad de l luvia-. Incluso para

la produccion de manzanas podemos ver f aci lmente como estos fac tores «exter-

nos», que apuntan a lcornun, ti enen una importanc ia centra l. La cuestion se pone de

1 0 mas interesante cuando los economistas , dan dose cuenta de que no pueden seguir

ignorando todo 1 0 que es exter ior almercado, selanzan ala ofens iva contra ello. Las

econornias externas, segun algunos economistas, son «rnercados ausentes» 0 incluso

indices de «fracasos del mercado». Nada debe estar fuera del mercado, y no deber ia

haber ningun bien productive «sin propietarios», sostienen estos economistas, por-

que tales externalidades escapar ian de los mecanismos de eficiencia impuestos por

el mercado",

2003; y,con algunas reservas respecto a esta perspectiva , Yann Moulier Boutang, Le cap it a li sme cogni-

ti/, Par is , Edi tions Amsterdam, 2007.

2 Sobre la idea de economias externas de Marshal l, vease Renee Prendergast , «Marshall ian Exter -

nal Economies», E co n om i c J o u rn a l 103, 417 (ma rzo de 1993 ), pp . 454 -458, y Mar co Bel landi , «Some

Remarks on Marshal l ian External Economies and Industrial Tendencies», T h e E c o n om i c s 0/ A lf re d M a r -

shan edici6n de Richard Arena y Michel Quere , Nueva York, Palgrave Macmi llan, 2003, pp. 240-253.

3 J. E. Meade, «Ex te rnal Economie s and Dis economie s in a Compet iti ve S ituat ion», Economic

Journa l 62 245 ( rnarzo de 1952), pp. 54 -67 .

4 Vease Andreas Papandreou, Ext erna li t y and Ins t it u t ions , Oxford, Clarendon Press , 1994, pp. 53-57.

En todo este paragrafo seguimos la excelente his toria del concepto de externalidad de Papandreou.

286

El cornun se ha vuel to mas visible en los u ltimos afios en g ran medida grac ias al

trabajo no de economistas, sino de abogados y jur istas. En efecto, los deba tes sobre

la propiedad intelectual hacen imposible no centra rse en e l comun y en su inte rac -

c ion con e l publico. «El recurso mas importante que gobernamos como un proco-

rmin abier to», escribe Yochai Benkler , «sin el cual no podria concebirse la humani-

dad, es todo el conocimiento y la cultura anteriores al siglo xx, la mayor parte del

conocirniento cientit ico de la primera mitad del siglo XX ybuena parte de la cienc ia

y de los conocimientos academic os conternporaneos»". Este conocimiento y cultura

cormin que hemos here dado es distinto de y a menudo entra en conflicto tanto con

1 0 privado como con 1 0 publico. El confli cto de l cormin con la propiedad privada es

casi sie rnpre el cen tro de atencion: patentes y formas de copyright son los dos meca-

nismos para convert ir el conocimiento en propiedad privada que han desempefiado

los pape les mas prominentes en los ul tirnos afio s, La relacion del comun con 1 0 pu-

blico es igualmente importante, pero suele verse eclipsada. Es importante mantener

conceptualmente separado el cormin -como elconocimiento yla cultura comiin- de

las disposiciones piibl icas e ins ti tucionales que intentan regular el acceso al mismo,

Por eso resulta tentador pensar las relaciones entre 1 0 privado, 1 0 publico y el cormin

como triangulares, pero asi se da tarnbien. la irnpres ion de que los tres podrian cons-

tituir un sistema cerrado en el que el cormin se colocaria entre los otros dos. Por el

contra rio, el comun existe en un plano dif eren te respecto a 1 0 privado y 1 0 publico,

y es fundamentalmente autonomo de ambos.

En el ambito de la economia de la informacion y de la produccion de conoci-

miento esta completamente c laro que la l ibert ad del comun es esencial para la pro-

duccion. Como sefialan a menu do los profesionales de internet y del sof tware) el

acceso al cormin en el en torno de red =conocimientos comunes, codigos comunes,

circuitos de comunicacion comunes- esesencial para la creat ividad y el crecimiento.

La privatizacion del conocimiento y del codigo mediante los derechos de propiedad

intelectual , sost ienen, f rustra la produccion y la inn ovacion destruyendo la libertad

del cornun", Es importante advertir que, desde el punto de vista del comun, la na-

rracion habitual de la l iber tad economica se ve comp1etamente inver tida. Segiin esa

narracion , la propiedad privada es e llugar de la libert ad (asi como de la e fic iencia ,

la discipl ina y la innovacion) que ses i tua en oposicion al control publ ico . Ahora, pore l contra rio, el comun es ellugar de la l ibe rtad y la innovac ion -libre acceso, l ibre

5 Yochai Benkler , «The Pol it ical Economy of the Commons», Upgrade 4,3 (junio de 2003), p. 7.

6 Vease, por ejemplo, Lawrence Lessig, F re e Cu l tu r e , Nueva York , Pengu in, 2004 [ed. c as t. : Po r

u n a c u lt ur a l ib r e, tr ad . de Ant oni o C6rdoba Corne jo y e la st ico.net , Madri d, Tra fi cante s de Suef io s,

2005J, y Kembrew McLeod, F r ee d om o f E x pr e ss io n : R e si st an c e a n d R e pr e ss io n i n t he A g e o f I n te ll ec tu a l

Property, Minneapol is , Univers ity of Minnesota Press , 2007.

287

 

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uso, l ibre expresi6n, l ibre interacci6n- que se sima en oposici6n al control priuado,

es decir , al control ejercido por la propiedad privada, sus estructuras jur idicas y sus

fuerzas de mercado. En este contexto, la l iber tad solo puede ser l iber tad del comun.

En la e ra de la producci6n biopolit ica, e l com em , que antes era presentado como

algo externo, esta tornandose en algo completamente «interior izado». Dicho de otra

manera, el cormin, en sus formas tanto naturales como art if iciales, esta tornandose

en el elemento central y esencial en todos los sectores de la producci6n econ6mica.

Asi, pues, en lugar de ver el comun en forma de externalidades como «mercados

ausentes» 0 «fracasos de mercado», debemos, por e l contra rio, ver la prop iedadprivada en terminos de «comun ausente» y «fracas os del comlin».

Una vez que adoptamos el punto de vista del comun, muchos de los conceptos

centra les de la economia polft ica ti enen que se r repensados. En este contexto, por

ejemplo, valor izaci6n y acumulaci6n cobran necesar iamente un caracter social y no

individual. El cormin existe en y es puesto al trabajo por redes sociales amplias y

abiert as. Asi, pues, la c reac ion de valor y la acumulaci6n de l conn in remiten ambas

a una expansi6n de las potencias productivas sociales. En este sentido, el crecimien-

to economico t iene que entenderse como el crecimiento de la sociedad. Sin embar-

go, «c recimiento socia l» puede parecer un concepto demasiado vago y abstracto

para result ar util aqui , Podemos dar a esta idea de acumulac ion mas prec ision £10-

sofica -reconociendo, por supuesto, que esto no contribuira en exceso a contentar a

las mental idades de cuf io .mas economico - concibiendola en terminos de un senso-

r io social . La acurnulacion del comun no significa tanto que tenemos mas ideas , mas

imagenes, mas afectos, etc., sino, 1 0 que es mas importante, que nuestras potencias

y sentidos aumentan: nuestras potencias de pensar, sentir , de relacionarnos unos con

ot ros, de amar. Asf, pues, en te rminos mas pr6ximos a los de la economia , este ere -

cimiento implica tanto un stock crec iente de l comun accesible en la sodedad como

tambien una mayor capacidad productiva basada en el comun.

Uno de los hechos que nos hacen repensar tales conceptos de la econornia en

terminos sociales es que la produccion biopoli tica no seve constrefi ida por la logica

de la escasez. Tiene la caracterist ica unica de que no destruye 0 disminuye las mate-

rias primas a parti r de las cua les produce riqueza . La producci6n biopolitica pone el

bios a trabajar sin consumirlo. Ademas, su producto no es exclusive . Cuando com-par to una idea 0 imagen contigo, rni capacidad de pensar con ella no seve disminui-

da; por e l contrario, nuest ro inte rcambio de ideas e imageries aumenta rni s capaci -

dades. Y la producc i6n de afec tos, los c ircui tos de comunicaci6n y los modes de

cooperaci6n son inmediatamente sociales y compartidos.

Las caracteristicas de Ia produccion biopolf tica nos fuerzan tambien a repensar el

concepto de ciclo economico. Entender elciclo econ6mico es la esencia de todo curso

de macroeconornia, Las economias capital is ras bajo la hegemonia de la produccion

28 8

indus tr ial se mueven per iodicamente mediante una secuencia repetida: expansion,

maximo, descenso, recesion, expansion, etc. Por regla general, los economistas se cen-

tran en las causas «objetivas» del ciclo , tales como la int lacion, las tasas de desempleo

y los desequilibr ios entre oferta y demanda, y por eso prescriben soluciones f iscales y

monetar ias para moderar los per iodos de auge y caida, tratando de mantener las tasas

de crecimiento yempleo almismo tiempo que ponen coto ala inf lacion. Cuando ana-

lizabamos los ciclos de negocios industriales en nuestros trabajos anteriores, conside-

rabamos mas escIarecedor poner de rel ieve las causas «subjet ivas», sobre todo el re-

chazo y la resistencia organizados de los trabajadores contra el poder de mandocapital ista. Desde luego, la insurgencia obrera a menudo esta «detras» de muchos de

los indicadores econornicos objetivos, tales como la inflacion, los desequilibrios entre

oferta y demanda ylasperturbaciones de laproduccion yla dis tr ibucion, Por ejemplo,

esta perspectiva considera las crisis f iscal y economica de la decada de los setenta a la

luz de laproliferacion yla intensidad delas luchas obreras enla decada delos sesenta/ .

De hecho, almenos desde 1 a decada de los treinta los gobiernos han tratado de ges tio-

nar las fluctuaciones del ciclo de negocios con politicas sociales que abordan las causas

«subjetivas» mediante programas relativos a salaries, empleo y proteccion social. Sin

embargo, tanto s i la consideramos objet iva como subjet ivamente, la per iodicidad del

ciclo de negocios indus tr ial a traves de auges y caidas permanece, a veces moderada

pero no negada por las politicas fiscales, monetarias y sociales.

El ciclo biopoli tico es muy diferente. La economia s igue sometida a crecimiento y

reces ion, pero estos fenomenos han de entenderse ahora en relacion con las cualidades

del comun, Hay formas per judiciales.asi como benef icas del cormin, como hemos in-

sistido repetidamente, y,mientras que algunas instituciones sociales promueven el co-

rmin, otras 1 0 corrompen. Siel crecimiento economico biopolitico se concibe como un

proceso de composicion social , que aumenta nuestras potencias sociales generales,

entonces la reces ion debe entenderse como descomposicion social, en el sentido en

que algunos venenos descomponen un cuerpo. Las formas noc ivas del comun y las

instituciones que 1 0 corrompen destruyen la riqueza socia l y ponen obstaculos a la

productividad social. Toda vez que uno de los factores centrales necesar io para la pro-

ductividad biopoli tica es la autonomia de las redes productivas respecto al poder de

mando capitalista y las inst ituciones sociales corruptas , la lucha de clases cobra a me-nudo la forma de exodo, sustrayendose del control y fundando la autonomia. Los in-

. dicadores cuantitativos de los economistas profesionales apenas. contribuyen a escla-

7 Para un ejemplo de interpretacion de las luchas obreras como el motor de los ciclosy las crisis

econornicas, vease Antonio Negri, «Marx on Cycle and Crisis», Revolution Retrieved, t rad. de Ed

Emery yJohn Merrington, Londres, Red Notes, 1988, pp. 43-90 [ed. cast.: La forma-E stado , trad. de

Raul Sanchez Cedillo, Madrid, Akal, 2003].

2 8 9

 

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recer este terreno biopoli tico, en par ticular porque la produccion del comun excede

constantemente no solo las relaciones de control , sino tarnbien los marcos de medida.

Por elcontrario, los indicadores econornicos utiles tendrian que ser cualitativos. (Cua-

les son las cualidades de l comun que consti tuyen la sociedad? (Basta que pun to es

accesible el comun para las fuerzas productivas sociales? (Basta que punto son auto-

nomas las redes productivas respecto a las formas de control? (En que medida las

ins ti tuciones sociales promueven u obs truyen elacceso a y la productividad de las for-

mas benefices del comun? Sitales indicadores existieran, rastrearian un ciclo biopoli-

t ico que esfundamentalmente arr itmico, def inido por umbrales de composicion y des-composicion social. Pero una ciencia economica adecuada de la produccion biopolitica

esta todavia por inventar.

El Tableau economique del comun

En 1758 Francoi s Quesnay publ ico la primera version de su Tab leau e conom ique ,

que presenta los equil ibrios de la inversion y el consumo en la economia agr icola. Su

tabla traza los inter cambios mone tarios en toda la sociedad a modo de un zigzag: los

artesanos compran grano, los agricultores compran productos de artesania, los terrate-

nientes comercian con mercaderes extranjeros , etc. Los movimientos en zigzag del

dine ro demuestran la coherencia del sistema economico, toda vez que cada c lase

social depende delas demas para comprar yvender . La tabla de Quesnay pretende de-

mostrar dos afumaciones centrales de la doctrina fisiocratica: la riqueza de una nacion

no sedefine por eloro yla plata de sus fondos, sino por su producto neto, yla agr icultu-

ra esel unico sector productivo de la economia, toda vez que se entiende que la artesa-

cia y lamanufactura no generan mas valor del que es invert ido en elias. Asi, pues, para

Quesnay elplusvalor esextraido principalmente por los terratenientes enforma de renta.

Karl Marx estaba fasc inado por el Tab leau e conom ique , y en muchos aspectos sus

analisis de la reproduccion simple y ampliada del capital se esfuerzan en formular para

la econornia industrial 1 0 que Quesnay mapeo para la agr icola, ras treando las trayec-

tor ias del valor a traves de los circuitos de la produccion, circulacion, intercambio y

consume capital istas . Dos de las diferencias importantes que def inen la obra de Marxrespec to a la de Quesnay son que el t raba jo, yno la t ierra , es la fuente de la riqueza en

,la economia capitalista, y que elsistema capitalista no esun equilibrio estable, sino que

precisa de una expansion constante, de una busqueda continua de nuevos mercados ,

nuevos mater iales, nuevas fuerzas productivas, etc. En este s is tema, el plusvalor es

extraido principalmente por los capitalistas en forma de ganancia.

Boy neces itamos crear un nuevo Tab leau e conom ique que exponga la produccion,

circulacion y expropiacion del valor en la economia biopolitica. Con esto no seafirma,

29 0

por supuesto, que la produccion indus tr ial yano esun sector importante de la econo-

rnia, del mismo modo que la central idad del capital indus tr ial en Marx no implicaba

que la agr icultura hubiera dejado de ser importante. Por el contrar io , nuestra afirma-

cion es que la produccion biopoli tica esta volviendose hegemonica en la economia

contemporanea, ocupando elpapel que la industria desempefio durante bas tante mas

de c ien afios, Del mismo modo que en e lperiodo anterio r la agricul tura tuvo que in-

dustrializarse, adoptando los metodos mecanicos, las relaciones salariales, las relacio-

nes de propiedad y la jornada labo ral de la indust ria, aho ra la indus tr ia tendra que

tornarse biopoli ti ca e integrar en un lugar cada vez mas centra l redes de cornun ica -cion, circuitos intelectuales y culturales, la produccion de imageries y afectos, etc. Di-

cho de ot ra manera , l a industri a y todos los dernas sectores de produccion se veran

progresivamente obligados a obedecer al Tab leau e conom ique del connin.

Sin embargo, c rear un nuevo Ta b le a u e c on om iq u e se topa con dos dif icultades

inmediatas. En primer lugar , la autonomia del trabajo biopoli tico amenaza la cohe-

rencia de la tabla, llevandose un lado de los zigzags de Quesnay. El capital sigue

dependiendo del tr abajo b iopol iti co, pero la dependencia de l trabajo biopo lit ico

respecto a l capit al se to rna cada vez mas debi l, A di ferencia del t raba jo industri al ,

que depende del poder 'de mando capital is ta 0de a lguna otra forma de gest ion para

proveer de materiales e imponer las relaciones de cooperacion necesar ias para la pro-

ducc ion, e l trabajo biopol iti co ti ende a tener acceso di rec to a l comun y a la capac i-

dad de generar cooperacion internamente. En segundo lugar , aunque las tablas eco-

nornicas suelen lienarse de cantidades, lavida social, el corntin y todos los productos

de la producc ion biopoli tica desa fian y exceden la medida. (Como podemos crear

una tabla economica llena de cualidades? (Como podemos cuadrar las entradas y

salidas de elementos cualitativos para deterrninar el equilibrio del sistema? Conside-

remos, por ejernplo, e lhecho de que la produccion de subje tividad es cada vez mas

cent ral pa ra la generac ion biopol it ica de valo r. La subje tividad es un valor de uso

pero que tiene la capacidad de producir autonornamente, y la subjetividad es un

valor de cambio pero que es imposible de cuant ificar. Es evidente que esta tendra

que ser un tipo de tabla diferente", .

Las expresiones que Marx desarrolia para la produccion ihdus tr ial s iguen siendo

uti les en el contexto de la producci6n biopoli tica, pero tienen que ser reformuladas.

Por ejemplo, el divide lajornada laboral entre el t iempo de trabajo necesar io , durante

el cua l e l valo r necesa rio para reproduci r l a soc iedad de trabajadores es creado, y el

8 Para los analisis que ponen de relieve de maneras muy diferentes la autonornia y la creatividad

del trabajo biopolirico, vease McK=ie Wark, A H a ck er M a n if es to , Cambridge, Mass., Harvard Uni-

versity Press, 2004 [ed, cast.: U n m a n i/ ie s to h a ck er , trad. de Laura Manero Jimenez, Barcelona, Alpha

Decay,2006], y Richard Florida, T h e R is e 0 / t he C r ea ti ve C l as s , cit.

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ti empo de t rabajo excedente, en el que e l plusvalor apropiado por el capit ali st s es

generado. En el contexte biopolitico, e l t ra b aj o n ec es ar io t ie ne q u e s er c on si de ra do 1 0

q ue p ro du ce e l c om u n, porque en el cornun esta alojado el valor necesario para la re-

produccion social . En el contexte del capital indus tr ial, las relaciones salariales eran

un campo primordial del confl icto de clase en tome altrabajo necesar io , en el que los

trabajadores luchaban para aumentar 10que era considerado socialmente necesar io y

los capitalistas intentaban disminuirlo. En la economia biopolitica este conflicto con-

tinua, pero las relaciones salariales ya no 10contienen. Este conflicto setorna cada vez

mas en una batalla en tome al cornun. La reproduccion social basada en el comun

podria parecer similar a posiciones promovidas por teoricos del «capital social», quie-

nes, como vimos antes, apuntan a las necesidades y los mecanismos de la repro due-

c ion soc ial, insi st iendo en que no pueden se r sat isfechas unicamente a traves de los

salar ios. Sin embargo, por regIa general los defensores del «capital social» recurren a

propues tas socialdemocratas de actuacion gubemamental para garantizar la repro-

duccion social. En cambio, la reproduccion social basada en el cormin tiene que con-

cebirse fuera de la ges ti6n 0 elpoder de mando privado 0 publico.

Si el traba jo necesario y e lvalor que genera son concebidos con arreglo a las re-

des de reproduccion social en el comun, entonces tenemos que entender el plustra-

bajo y elplusvalor como las formas de cooperaci6n social y los elementos del comun

que son apropiados por e l capi tal . Lo que el capita l expropia no es la riqueza indi-vidual, s ino el resultado de una potencia social. As!, pues, la tasa de plusvalor , para

reescribir la definicion de Marx, es la expresi6n del grado de explotaci6n por el ca -

pi tal no s6lo de la fue rza de t rabajo del t rabajador, sino tambien de las potencias

comunes de producc i6n que consti tuyen la fuerza de traba jo social ". De result as de

e llo, la cont radicci6n que Marx invoca a menudo entre 1.1natura leza soc ia l de la

producci6n capital is ta y el caracter privado de la acumulaci6n capital is ta se torna

cada vezmas extremo en la era biopolit ica . Y no hay que olvidar que, cuando el capi -

t al acumula el comun y 10hace privado, su produc tividad se ve bloqueada 0 disrni -

nuida. Se trata , pues, de una s ituacion extraordinariamente violenta y explosiva, en

la que las fue rzas produc tivas soc iales, que son antagoni sta s y aut6nomas, dentro y

fuera del mercado, son necesarias para la acumulaci6n capital ista, pero amenazan su

poder de mando. El capi tal , por as!' decirlo, ti ene ellobo agarrado por las orej\a s: si

continua agarrandolo, terminara rnordiendolo; si 10suelta, no sobrevivira'" .

9 Para la definicion de la tasa de plusvalor de Marx, que reescribimos aqui, vease Karl Marx, Ca-

pital, voL I, c it., p. 326. .

10 Thomas Jefferson usa esa expresion -«tenemos ellobo agarrado por las orejas>>- para ilustrar

por que, en su opinion, Estados Unidos no podia continuar con elsistema de esclavitud negra ni abo-

lirlo. Vease jefferson aJohn Holmes, 22 de abr il de 1820, Writings, cit., pp. 1433-1435.

292

E1capital se define por la crisis. Race casiun siglo, Rosa Luxemburgo llegaba a esta

conclusi6n cuando reconoci6 que los ciclos expansivos de la reproducci6n capitalis-

ta conducian inevitablemente a guerras interimperialistas. Aqui vemos la crisis tambien

dentro de la relacion de capital misma, donde el capital se enfrenta a formas de fuerza

de trabajos social crecientemente aut6nomas, antagonistas e inmanejables. Dos opcio-

nes parecen disponibles para mantener elcontrol capitalista: la guerra 0 las finanzas. La

opci6n de la guerra se intento y en gran medida se agot6 con las aventuras mil itares

unilateralistas de los ult imos afios. Las medidas de segur idad, el encarcelamiento, la

vigilancia de la poblaci6n, la erosion del conjunto basico de derechos civiles yhumanos

podrian aumentar el control a corto plazo pero tambien socavar 1 a productividad, tanto

mas si cabe en la economia biopolitica, don de la libertad, la comunicaci6n yla interac-

ci6n social son esenciales. La aristocracia global contribuy6 a poner fin al unilateralis-

mo y suregimen militar, como vimos antes, en parte porque era malo para los negocios.

La opci6n financiers esmucho mas eficaz. En muchos aspectos, la Iinanciarizacion ha

sido la respuesta capitalista a la crisis de la relaci6n social fordista y de las demas bases

sociales en las que descansaba el capital industrial. 5610las finanzas son capaces de se-

guir los circuitos de producci6n social de la economia biopoli tica, rapidamente cam-

biantes y crecienternente globales, extrayendo riqueza e imponiendo poder de mando.

5610las finanzas son capaces de supervisar e imponer la flexibilidad, movilidad y pre-

cariedad de la fuerza de trabajo biopolitica, iY alrnismo tiempo reducir las partidas degas to del Estado del bienestar! La clave de las f inanzas es que s iguen s iendo externas

respecto al proceso product ivo. No intentan organizar la fuerza de t rabajo socia l 0

dictar como esta ha de cooperar. Conceden ala produccion biopoli tica su autonomia y

sin embargo selas arreglan para extraer riqueza de ella a distancia!' .

Un Tab leau e conom ique del cornun no puede ser creado en la forma que uti lizaron

Quesnay y Marx para las economias agr icola e indus tr ial respectivamente. Aquellas

tablas trazan las l ineas no s6lo de los intercambios, s ino tambien de las relaciones de

interdependencia entre los diferentes actores econ6micos y,en Ult ima ins tancia, las

clases sociales . Con la creciente autonomia del trabajo biopoli tico alojado en el co-

rnt in , la reciprocidad de esas relaciones se rompe.Por supues to , el capital s igue nece-

si tando e l trabajo para produci r la riqueza de la que puede apropiarse, pero se topa

con un antagonismo y una resistencia crecientes por parte del trabajo biopolitico. Asi,

pues, en vez de una tabla econ6mica de intercambios, 10que encontramos aqui esuna

tabla de luchas, que tal vez podriamos organizar en tres columnas . La primera colum-

na se def ine por la defensa de lal ibertad del trabajo biopoli tico. La cornposicion de la

fuerza de trabajo posindus tr ial se caracteriza por una movilidad y una f lexibi lidad

11 Vease Christian Marazzi, Capital and Language, trad. de Gregory Conti , Cambridge, Mass.,

MIT Press, 2008.

293

 

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forzadas, por lafalta de contratos f ijos y de puestos de trabajo garantizados, de donde

se desprende la obligaci6n de migra r de un empleo a otro en e lcurso de una carrera y,

en ocasiones, en el curso de una jomada labora l y, en muchos casos, la obl igac i6n de

migra r a grandes di st ancias a t raves de la ciudad y de los cont inentes en busca de tra-

bajo. E l t rabajo biopolit ico no rechaza la movi lidad y la fl exibi lidad per se (como si

sonara con una vuelta alpuesto f ijo de laf i ibrica fordista) , s ino que rechaza tan s6lo el

control extemo sobre las mismas . La productividad del trabajo biopoli tico precisa de

auronomia para determinar sus propios movimientos y su transformaci6n; precis a

de la l iber tad para construir encuentros productivos , formar redes de cooperaci6n,

sustraerlas de relaciones perjudiciales, etc. Asi, pues, lasluchas en esta primera columna

son luchas del c o mu n c on tr a e l t ra b aj o -es deci r, que rechazan e lpoder de mando so-

bre el trabajo, en defensa delas potencias l ibres de la creat ividad-. La segunda colum-

na se def ine por la defensa de la vida social . En el s is tema fordista el salario, comple-

mentado por los servic ios de l Estado del bienestar, estaba destinado a garant iza r l a

reproducci6n del proletariado, aunque a menudo no conseguia cumplir ese objet ivo.

Hoy la clase de trabajadores precarios, elprecariado, tiene Una relaci6n completamen-

te diferente con e l capita l, y se apoya en rentas y medios de reproducci6n que puede

recoger de otras fuentes de r iqueza social. De esta suer te, las luchas en esta segunda

columna podrian concebirse en terminos del c om u n c on tr a e l s a la r io -es deci r, en de-

fensa de una renta para reproducir la vida social pero contra la dependencia crecien-temente violenta e inestable dictada por las relaciones salariales-. Una tercera columna

de nuest ra tabla tendria que definirse por la defensa de la democracia. Estas luchas

estan aun en su infancia, pero tendran que inventar ins ti tuciones sociales para conse-

guir la organizaci6n dernocratica de las fuerzas productivas sociales, proporcionando

un fundamento estable para la autonomia de la producci6n biopoli tica. Las luchas en

esta tercera columna seran, pues, luchas d el c om u n c on tr a e l c ap ita l. Rellenar las co-

lumnas de esta tabla esta poniendose alorden del dia.

El uno se divide en dos

A mediados de la decada de los sesenta, en medio del fervor de la Revoluci6n

cultural, los intelectuales chinos que seguian a Mao Zedong proclamaban el eslogan:

«El uno se divide en dos», como un llamamiento ala continuaci6n de la lucha de cla-

ses yuna afirmaci6n de laperspectiva proletaria. Sus oponentes, afirmaban, adoptaban

la perspect iva burguesa y se guiaban por el lema: «El dos se fun de en uno»12. Este

12 Este episodic ideo16gico dela Revoluci6n cultural ha inspirado, entre otros, a Debord y Badiou. Vea-

se Guy Debord, T h e S o c ie t y 0 / t h e Spec tacl e , t rad. de Donald Nicholson-Smi th, Nueva York, Zone Books ,

29 4

lema maoista i lustra la crisis del capi tal que hemos venido anali zando en esta pa rte

dellibro. A medida que el trabajo biopolitico se toma cada vez mas aut6nomo y

antagonista respecto a la gesti6n y el poder de mando capit ali st as, el capi tal t iene

crecientes dif icultades para integrar el trabajo dentro de sus estructuras de dominic.

En el contexto de la producc i6n indust rial la capacidad de l capit al de integra r el

trabajo se da por descontada. Conceptualmente, esto seexpresa con la mayor claridad

cuando Marx, analizando elproceso de producci6n, divide elcapital entre capital cons-

tante -todos los elementos productivos que tan s6lo transfi eren su valor a l valor de l

producto, tales como las mater ias primas y las maquinas- y el capital var iable, esdecir,lafuerza de trabajo, cuyo valor var ia en elsentido de que aporta mas valor alproducto

que su propio valor , el salar io . El concepto misrno de capital var iable coloca la fuerza

de trabajo, y por ende la clase obrera como un todo, dentro del capital. Esta integraci6n

del trabajo dentro del capital no significa, desde luego, que eltrabajo sea siempre pacifi-

coy funcional aldesarrollo capitalista. Por el contrario,la larga historia de los movimien-

tos obreros industriales radicales revela que el trabajo esta dentro y contra el capital,

bloqueando, saboteando ysubvirtiendo su desarrollo. Una delas grandes contribuciones

de los anali si s de Mario Tronti en la decada de los sesenta consi st i6 en demostrar la

prioridad de las luchas obreras respecto al desarrollo capitalista. «Tenemos que invertir

elproblema», escribe, «cambiar de direccion y comenzar desde elprincipio -y elprin-

cipio es la lucha de la clase obrera-. En el ambito del capital socialmente desarrollado,

el desarrollo capital is ta esta subordinado a las luchas obreras , viene despues de estas y

tiene que hacer que elmecanismo polit ico de su propia reproducci6n se corresponda

con estas»!'. Cabria pensar la revuelt a de la clase obrera que anali za Tronti como un

ejemplo del uno que se divide en dos , puesto que en larevuelta los obreros demuestran

su autonomia y su antagonismo respecto a los propietar ios capital is tas, pero en mo-

mentos pos teriores , cuando lahuelga termina, eldos vuelve a fundirse en uno. 0, para

ser mas exactos, la dialectics de Tronti esun movimiento en dos partes: las luchas obre-

ras fuerzan al capital a reestructurarse; la reestructurad6n capitalista destruye las viejas

condiciones de la organizaci6n obrera y pone otras nuevas; nuevas revueltas obreras

fuerzan al capital a reestructurarse de nuevo, y asf sucesivamente. Sin embargo, esta

dialect ica en dos partes, en la medida en que no pasa a la act ividad revoluc ionaria,

nunca hace pedazos la relaci6n intema con el capital .El transi te de la economia indus tr ial ala economia biopoli tica cambia esta s irua-

cion, realizando y extendiendo a determinados aspectos elplan que Tronti previ6 en

1994, p. 35 [ed, cast.: L a so ci e da d d e l e s p ec t dc u lo , t rad. deJose Luis Pardo, Valencia, Pre-textos, 22010], y

Alain Badiou, T h e Cen tu r y, trad, de Alberto Toscano, Cambridge, Polity, 2007, pp. 58-67 [ed. cast. : EI s ig io ,

Buenos Aires, Manantial, 2005].

13 Mario Tronti, O p er ai e c ap it at e, segunda edici6n, c it ., p . 89.

29 5

 

miento del trabajo en la sociedad (desde el punto de vista espacial) y en la vida

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dominantes, de centra lizar la s fuerzas product ivas e integ rar la fuerza de t raba jo

dentro del capital . Sin embargo, como hemos vis to , el agotamiento de las potencias

hegemonic as e integradoras de l cap ita l basado en la empresa no implica el fina l del

desarrol lo capit al ista. En lugar del capita l basado en la empresa ha surgido un capi -

tal basado en la sociedad, en el que la sociedad como un to do es la sede principal de

la actividad produc tiva y, por consiguiente, la princ ipa l sede de l confl icto laboral y

de la revuelta contra el capital '" . En este terreno social de la produccion biopoli tica,

en el contexto del capital con base en la sociedad, los mecanismos de integra cionque func ionaban en e l capi tal con base en la empresa yano func ionan. Aquf el uno

se divide verdaderamente en dos : una fuerza de trabajo crecientemente autonoma y,

por 10 tanto, un capital que se torna cada vez mas en puro poder de mando. De esta

suerte, l a fue rza de trabajo de ja de se r capita l vari able, integrado dentro de l cuerpo

del capital , sino una fuerza separada y cada vez mas opues ta '" .

La divi sion en dos es el resul tado de un doble movimiento. En un lado, e l t raba-

jo biopoli ti co a firma cada vez mas su autonomia . No solo es progresivamente mas

capaz de organiza r la cooperacion produc tiva y la au togest ion de la producc ion so-

cial, s ino que adernas todos los mecanismos del poder de mando capital ista impues-

tos sobre el disminuyen su produc tividad y generan an tagonismo. En e lo tro lado, el

capital se ve cada vez mas obligado a excluir al trabajo de sus relaciones, por mas

que tenga que extraer r iqueza del mismo. Las caracrerist icas de la cornposicion tee-

nica del trabajoque anali zabamos en la tercera parte demuest ran este doble rnovi-

miento. Por ejemplo, en la produccion biopoli tica hay una disolucion progres iva de

la jornada laboral. La promesa industrial fordista de ocho horas de trabajo, ocho

horas de tiempo libre y ocho horas de suefio, que en realida:d se aplicaba a relat iva-

mente pocos trabajadores globalmente, ya no s irve de ideal regulador . En los secto-

res tanto privi legiados como subordinados de la econornia esa divis ion entre t iempo

de trabajo y t iempo deno traba jo esta viniendose abajo. Y, 10 que es mas importante,

la s tempora lidades de la vida de fabr ica -sus rne todos de gest i6n de ti empo, su pre -

c ision temporal y su disciplina temporal , que se generali za ron fuera de la fabrica a

la soc iedad como un todo- ya no son va lidas. En muchos aspectos, a los trabajado-

res se los deja que organic en el los mismos su tiempo , 10 que a menu do es una tareaimposible. Los soci6logos alemanes hablan de una Entgrenzung derArbeit (una per-

dida de limites 0 eliminaci6n de las fronteras del trabajo) para refer irse al derrama-

14 Llamamos a esta situacion, siguiendo a Marx, la subsunci6n real de la sociedad en el capital.

Sobre la idea de subsunci6n real de Marx, vease Capital , cit., Libra I, pp. 1019-1038.

15 Para un analisis que anticipa esta situaci6n en la decada de los setenta.rvease Antonio Negri,

«Marx on Cycle and Crisis», R e v o lu t io n R e t ri e ve d , cit., pp. 43-90.

296

(desde e lpunto de v ista temporaljl", Un segundo ejemplo estrechamente relaciona-

do con el anter ior es la creciente precariedad del trabajo en la produccion biopoli ti -

ca . El empleo estable y garant izado era en muchos aspec tos el epi tome de la natura-

leza interna del t raba jo indust rial dentro del capi ta l. En el ext remo, era la imagen de

los fi eles tr abajadores y sus famil ias protegidos por la empresa durante toda su vida

labora l y despues de esta, Sin embargo, haciendo que el trabajo sea crecientemente

precario para una parte cada vez mayor de la mana de obra, el capit al esta desterran -

do, expu lsando el trabajo, rompiendo vfnculos de estabil idad, pro tecci6n social yapoyo. La di solucion de la jornada laboral y la c reciente preca riedad de l trabajo no

s ignifican, desde luego, que los trabajadores esten libres de la dominacion capital is -

ta -inada de eso!-. Los t raba jado res todavia ti enen que buscarse lav ida en el mundo

de las mercancias con arreglo a las temporal idades mercanti lizadas de la vida social

capit al ista . Los t raba jadores precarios t ienen que pensarse a sf mismos todavia , 0

incluso mas aun, como mercancias . Todos los trabajadores s iguen estando en aspec-

tos muy importantes sometidos ala dorninacion capital ista.

A S 1 , pues, cuando decla ramos que «e l uno se divide en dos», no estamos procla -

mando la desapar iciorr 'del capital , s ino identif icando la creciente incapacidad del

capit al pa ra integra r l a fue rza de trabajo dent ro de S 1 mismo y,por 10 tanto, sefialan-

do la ruptura del concepto de capit al en dos subje tividades an tagonista s. La si tua-

cion result ante se caracteriza por una doble prcduccion de subjetividad 0, para ser

mas exac tos, po r la producci6n de dos sub jet ividades opuestas y en confl icto que

cohabi tan en el mismo mundo social . Un poder capi tal ista que esta perdiendo pro-

gresivamente su papel productivo, su aptitud para organizar la cooperaci6n produc-

tiva y su capacidad de controlar los mecanismos sociales de la reproducci6n de la

fuerza de trabajo cohabi ta, a menudo con inqu ietud, con una mul ti tud de subjet ivi -

dades productivas que estan adquiriendo cada vez mas las capacidades constituyen-

tes necesar ias para sos tenerse a S 1 mismas aut6nomamente y crear un nuevo mundo.

~Es posible, a estas alturas, reintegrar a la clase trabajadora dentro del capital? Esta

es la i lusion promovida por la socialdemocracia, que analizabamos anter iormente.

Esto i rnpli ca ria, por un lado, recrear los mecan isrnos mediante los cua les e l capi ta l

puede engranar, ges tionar y organizar las fuerzas productivas y,por el otro, resucitarlas estructuras del Estado del bienestar y los mecanismos sociales necesarios para que

16 Sobre la disciplina temporal industrial y su generalizaci6n progresiva a toda la sociedad, vease

E. P.Thompson, «Time,Work-Discipline, and Industrial Capitalism»,Past &Presen t 38 (1967),pp. 56-97.

Sobre los debates entre sociologos alemanes sobre la E n tg r en z un g d e r A r b e it , vease Karin Gottschall y

Harald Wolf, «Introduction: \Vork Unbound», Cri t i ca l Soc io logy 33 (2007), pp. 11-18.Queremos agra-

decer a Stephan Manning por llamar nuestra atenci6n sobre esta bibliograffa.

297

 

e l cap ita l garanti ce la reproduccion socia l de la clase t rabajadora. Sin embargo, no enmanos dela mult itud, un ins trumento delibertad, dotado dela capacidad de derro-

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creemos que, aun existi endo una voluntad polit ica de hacerlo por parte de las el ite s,

ello sea posible. La liebre yaha sido levantada y,nos gus te 0no, no va a volver a enca-

marse . 0, d icho de otra manera, la vie ja dialec tica en tres partes, que crea ria una uni-

dad a par tir de las dos subjetividades en confl icto , no volvera a funcionar . Sus preten-

s iones de unidad e integracion no son a estas alturas mas que falsas promesas.

La principal estrategia capital is ta para conservar el poder en esta s ituacion divi-

dida, como dedamos antes, es el cont rol financ iero. Marx ant icipo esta situacion en

muchos aspectos en sus ana li si s de la naturaleza dual del dinero. En su cara pol fti-camente neutral , el dinero esel equivalente universal y elmedio de intercambio que,

en la sociedad capit ali st a, representa e l valor de las mercandas basado en la cant i-

dad de trabajo consolidado en elias. Sin embargo, en su otra cara el dinero, como

ter reno exc lusivo de la representac i6n de l valor, e jerce el poder de mando sobre el

trabajo. Es una representac ion de la riqueza de la produccion socia l, acumulada en

manos privadas, que a su vez tiene el poder de dominar la produccion social". El

mundo de las f inanzas, con sus complejos ins trumentos de representacion, extiende

y ampl lii ca estas dos ca ras del dinero, que juntas son esenc iales pa ra expropiar el

valor de y ejercer el control sobre la produccion biopoli tica,

Despues de identifi ca r esta s dos ca ras del dine ro, Marx destaca el hecho de que

entran en confl icto una con otra y de esta suerte registra un antagonismo social entre

la representacion del valor del trabajo como equivalente general del intercambio de

mercandas y las condiciones de la produccion social dominadas par e l capit al. Una

estrategia anticapital is ta tradicional para enfrentarse ala dominacion del dinero con-

s is te en destruir ambas funciones de representacion -el iminando no solo el poder de

mando capital is ta , s ino tambien elpapel del dinero como equivalente general- cons-

truyendo un s is tema de intercambios basado en eltrueque y/o en representaciones ad

hoc del dinero, mientras se sueiia con una vuelta a un mundo antediluviano de valores

de uso. Una segunda estrategia consiste en defender una cara del dinero y ataca r la

otra : conservar el dinero como la representacion del valo r pero dest ruir su poder de

representar el campo social general de la produccion, que desempefia un papel deci-

sivo en el poder de mando, con el ideal de l comercio justo y de los inte rcambios igua-

les. (Es posible una tercera estrategia que conservara ambas funciones representativasdel dinero, pe ro a rreba tara su cont rol al capita l? (Podria e l poder del dine ro (y de l

mundo delas f inanzas en general) de representar elcampo social dela produccion ser ,

17 Par a una i nt er pre ta ci on de l «Cap itu lo s ab re el d inero» de lo s Grundrisse de Marx, vease Anto-

nio Negri, Marx beyond Marx, t rad. de Har ry Cleaver, Michael Ryan y Mauri zi o Vi ano, Nueva York,

Au tonomed ia , 1991 , pp . 21- 40 [ed. c ast .: Marx mas a ll « de Marx, tr ad . de Car lo s Pri eto del Campo,

Madrid, Akal, 2001].

29 8

ca r a la miseria y la pobreza? Del mismo modo que el concepto de trabajo abst rac to

era necesario para entender la clase obrera indus tr ial como un sujeto coherente y acti-

vo, incluyendo a trabajadores en una amplia variedad de sectores diferentes, (propor-

cionan igualmente las abstracciones del dinero y de las finanzas los instrumentos para

hacer la mult itud a par tir de las dis tintas formas de trabajo f lexible, movil y precario?

No podemos responder aun demanera sat is factor ia a estas preguntas , pero nos parece

que los esfuerzos de reapropiacion del dinero en este sentido apuntan en la direccion

de la act ividad revolucionaria hoy. Y esto marcaria una ruptura def init iva del uno di-

vidido en dos.

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