A RASDE LONA…

MIGUELGARCÍA

Durante mi incursión en las filas del periodismo deportivo, pude ver que nadie tomaba en serio a la lucha libre de Saltillo cuando el tema se ponía a disposición de los periodistas. Las fuentes principales de información eran equipos locales de beisbol, soccer y futbol americano: ningún reportero de experiencia quería perder tiempo con la llamada “farsa bruta”.

A RASDE LONA...

Quien ha compartido un lugar en las salas de redacción, sabe que la distribución de fuentes de noticias es una guerra sin cuartel. En 2008, yo me convertí en el novato a quien le fue asignada dicha cartera, la de la lucha, entre otros roles igual de banales para mis tiernas aspiraciones profesionales. Es duro el golpe que conduce del aula universitaria a la realidad. Aún así, el pancracio era materia de trabajo e implicaba sacarle algún beneficio.Los primeros cuestionamientos salieron a relucir apenas conocí los pormenores de este mestizaje entre atletas, cirqueros y actores enmascarados.

Cómo vivirán la lucha libre

sus protagonistas en el ring?

¿Lo apreciarán como arte, deporte

o pasatiempo? ¿Qué les dirán

en su casa cuando regresan

sangrantes, con moretones o

lesiones graves? ¿En el trabajo

sabrán de su otra identidad?

Debido a mi complexión y triste

figura, nunca lo sabré. No me

siento capaz, físicamente apto, ni

con el valor necesario para formar

parte de ese hermoso ejercicio de

la imaginación.

Sólo algunos afortunados pueden vivir de este deporte. La mayoría conserva un empleo para subsistir o mantener a la parentela: el mariachi, el veterinario, el panadero, el abogado, el profesor de escuela, el trailero y el ministro religioso, todos conceden su mayor esfuerzo para brindar un buen espectáculo y regresar sanos y salvos a casa. De cualquier condición social, alta o baja, ellos destinan su tiempo libre para entrenar cómo echar maroma, caer, dar un brinco, aplicar unas pinzas o llavear, para ejercerlos al más alto grado de exigencia con frenesí, ritmo y violencia, pues alcanzan su metamorfosis entre sudor y adrenalina.

“[En aquel tiempo] quien mandara a México un dibujo del Santo a una

revista que editaba José G. Cruz, le mandaban una máscara y el hermano de mi amigo me la dio. Yo me la puse para ir al gimnasio. Me la ponía para hacer ejercicio sobre la tarima y para echar maromas. Después nos hicieron un ring, pero yo iba con ella. A raíz de esa máscara, seguí como luchador”, expresó el hoy extinto Zorro Plateado, don José Aguirre Quirino.

“Cuando estoy en la casa no se habla de lucha libre, y en la arena soy Piloto 2000... Los he hecho entender que también es mucho el amor a la lucha libre”, precisó el enmascarado con antifaz de aviador, ídolo de Saltillo y albañil de oficio.

La riqueza del tema proporciona también el conflicto de identidad

entre el personaje y su portador, esa doble personalidad de súper héroe o súper villano. “Soy rudo sólo por mi ego, por ser alguien diferente, para hacer, decir y verme como quiero”, aclaró una vez el médico y rudo, Destructor. Su doble apariencia, la del salvavidas y del rufián que infunde miedo, es una riquísima veta para explotar.

El tema no se circunscribe a la bipolaridad. El heredero del Zorro Plateado, abogado de profesión, sigue una sola línea de conducta como el que imparte justicia. “Mi personalidad arriba como abajo del ring es la misma. Lucho por los valores, por

la decencia, la dignidad”, comentó. “Me gusta enaltecer mi deporte, que la gente vea que soy un hombre preparado en lo que hago”.

Como ídolos del pueblo, encarnaciones de la multitud, los luchadores brotan del anonimato y se convierten en representaciones de sus deseos u odios por más inocentes, vulgares o grotescos que se exhiban sobre el cuadrilátero. Su condición popular no puede marginar a la lucha libre de la cultura por la consigna frecuente de que en distintos sectores no es aceptado exponerla bajo la luz del sol. No cabe escandalizarse o pecar de buenos modales cuando se asiste a una función para disfrutar actos apreciados o no por la afición.

Como en cualquier carnaval, la lucha libre es un espacio abierto

de maledicencias y no apto para reproducirse en sitios pomposos, como “respuesta al plan de [dotar de] invisibilidad a lo que no consta en actas o ceremonias solemnes”, según dijo Carlos Monsiváis. “Lo popular es también la exploración del gusto por el mal gusto”.

La lucha libre ha dejado de estar estigmatizada como el reflejo del gusto poco refinado del sector popular en la población mexicana. Al contrario, las muestras pictóricas, fílmicas o documentales sobre el tema de la lucha libre consideradas

obras del arte mayor o la alta cultura aumentan su presencia en museos, galerías o librerías; aprovechan los nuevos soportes de los medios de comunicación para expandir su esencia por cada rincón del mundo. Sin embargo, cada región, cada zona del país cuenta con un sello de identidad propio por naturaleza. Los regios no luchan igual que los laguneros; tampoco los chilangos que los jarochos. Bueno, los gladiadores de Saltillo aportan su matiz a la identidad de por sí policroma del folclor saltillense arriba del cuadrilátero.

(Cuatrociénegas, 1986) Es licenciado en Letras Españolas por la Universidad Autónoma de Coahuila. Se ha dedicado tanto al periodismo deportivo como a la docencia, complementando esas labores con su actividad literaria. Obtuvo mención honorífica en el Premio Nacional de Cuento Criaturas de la Noche, además de la beca del PECDA en el año 2012. Ha publicado en distintas revistas y suplementos de literatura en el estado. Obtuvo además el Premio Municipal de la Juventud en el municipio de Cuatrociénegas, en el área de medios de comunicación.

El proyecto Saltillo, a ras de lona…, de Miguel Ángel García, busca dibujar el paisaje

Miguel Ángel

García Torres

más acabado de la lucha libre en la ciudad de Saltillo, tanto en su historia como en el presente y el futuro. En sus textos mezcla la crónica con la entrevista, linda con géneros como la crítica y el ensayo, para entregarnos vivos a estos personajes, con y sin máscaras, a los cuales describe a través de sus hazañas sobre el ring, su pensamiento y su vida cotidiana.

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