CIRIA Politica y Cultura Popular

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Texto. Politica Y Cultura Popular: La Argentina peronista 1946 - 1955 Autor. Alberto Ciria Capitulo 4: El Peronismo En Educación Y Cultura El propósito de este capítulo no es la elaboración teórica de conceptos como cultura popular o de masas, ni siquiera el de una "cultura nacional y popular" en las huellas de Gramsci. Su fin es acotar ciertas características de la autopercepción cultural del peronismo a través de publicaciones oficiales y, en ocasiones, del propio Perón. Como ejemplos se emplean, además, libros de texto para las primeras letras, también se consideran las medidas concretas para facilitar el acceso mayoritario a manifestaciones culturales y artísticas. Sólo a partir de este tipo de análisis basado en los hechos, y no en idealizaciones de los mismos, podrá empezarse a distinguir entre cultura populista y cultura popular. Cultura, o la autopercepción oficial Se parte de la base de que "el sometimiento económico y político del país se advertía en el orden cultural donde las cosas del espíritu valían siempre que tuviesen el sello extrajero” (Cultura para el pueblo, 6). A ello se agregaba el carácter minoritario y elitista de las empresas culturales en la Argentina preperonista. En consecuencia, la gratuidad y la extensión de la cultura y educación a vastas mayorías se convirtieron en principios clave de la política cultural oficial. Esa minoría culta era a la vez el gobierno del país. De ahí que el folleto de propaganda peronista insista en que Perón logró "...recuperar para la Argentina no sólo su patrimonio material sino sus fuentes y ámbitos espirituales" (7). En la Constitución reformada en 1949 ("Derechos de la educación y la cultura" (Constitución, 1950:28) y en el Segundo Plan Quinquenal (El pueblo a través, 1955:283-285) se establecen los principios fundamentales de la concepción cultural que se promovió desde el poder. La cultura es un bien común, y tanto ella como la enseñanza en todos sus niveles está dirigida al pueblo. Dijo Perón: "Yo no creo que sea un pueblo culto el que tiene cuatro o cinco buenos artistas y cuatro o cinco sabios, y los demás son ignorantes en lo uno y en lo otro. Yo prefiero un pueblo que tenga una cultura y una ciencia medianamente desarrollada pero en gran profusión dentro del elemento popular" (Cultura para el pueblo, 16). Plan Quinquenal afirmaba que la Doctrina Nacional era "una nueva filosofía de la vida". La cultura nacional tenía que conformarse a aquélla, pues "debe ser como la misma doctrina: simple, práctica, popular, cristiana y humanista" (El pueblo a través, 1955:283). Si por un lado son frecuentes las manifestaciones oficiales en el sentido de una absoluta libertad individual para el arte y la cultura, los textos oficiales recalcan que la cultura nacional debe inspirarse en las expresiones universales clásicas y modernas y en la cultura tradi- cional argentina. En vez de transformaciones de hondo contenido revolucionario, o incluso reformista, se procura adaptar y distribuir mejor lo existente, como se hacía en otras esferas. Entre las medidas propuestas para fomentar actividades culturales están la asistencia técnica y económica, la jerarquización de formas culturales de origen popular, la difusión del libro argentino, la creación de una Academia Nacional de la Lengua 1 para preparar un eventual "Diccionario Nacional" de la misma. La tradición se define como "...la recopilación y difusión de lo autóctono": el fuerte contenido idealista del concepto incluye al folklore —música, danzas, literatura, costumbres, UNTREF VIRTUAL | 1

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Capitulo 4: El Peronismo En Educación Y Cultura El propósito de este capítulo no es la elaboración teórica de conceptos como cultura popular o de masas, ni siquiera el de una "cultura nacional y popular" en las huellas de Gramsci. Su fin es acotar ciertas características de la autopercepción cultural del peronismo a través de publicaciones oficiales y, en ocasiones, del propio Perón. Como ejemplos se emplean, además, libros de texto para las primeras letras, también se consideran las medidas concretas para facilitar el acceso mayoritario a manifestaciones culturales y artísticas. Sólo a partir de este tipo de análisis basado en los hechos, y no en idealizaciones de los mismos, podrá empezarse a distinguir entre cultura populista y cultura popular. Cultura, o la autopercepción oficial Se parte de la base de que "el sometimiento económico y político del país se advertía en el orden cultural donde las cosas del espíritu valían siempre que tuviesen el sello extrajero” (Cultura para el pueblo, 6). A ello se agregaba el carácter minoritario y elitista de las empresas culturales en la Argentina preperonista. En consecuencia, la gratuidad y la extensión de la cultura y educación a vastas mayorías se convirtieron en principios clave de la política cultural oficial. Esa minoría culta era a la vez el gobierno del país. De ahí que el folleto de propaganda peronista insista en que Perón logró "...recuperar para la Argentina no sólo su patrimonio material sino sus fuentes y ámbitos espirituales" (7). En la Constitución reformada en 1949 ("Derechos de la educación y la cultura" (Constitución, 1950:28) y en el Segundo Plan Quinquenal (El pueblo a través, 1955:283-285) se establecen los principios fundamentales de la concepción cultural que se promovió desde el poder. La cultura es un bien común, y tanto ella como la enseñanza en todos sus niveles está dirigida al pueblo. Dijo Perón: "Yo no creo que sea un pueblo culto el que tiene cuatro o cinco buenos artistas y cuatro o cinco sabios, y los demás son ignorantes en lo uno y en lo otro. Yo prefiero un pueblo que tenga una cultura y una ciencia medianamente desarrollada pero en gran profusión dentro del elemento popular" (Cultura para el pueblo, 16). Plan Quinquenal afirmaba que la Doctrina Nacional era "una nueva filosofía de la vida". La cultura nacional tenía que conformarse a aquélla, pues "debe ser como la misma doctrina: simple, práctica, popular, cristiana y humanista" (El pueblo a través, 1955:283). Si por un lado son frecuentes las manifestaciones oficiales en el sentido de una absoluta libertad individual para el arte y la cultura, los textos oficiales recalcan que la cultura nacional debe inspirarse en las expresiones universales clásicas y modernas y en la cultura tradi-cional argentina. En vez de transformaciones de hondo contenido revolucionario, o incluso reformista, se procura adaptar y distribuir mejor lo existente, como se hacía en otras esferas. Entre las medidas propuestas para fomentar actividades culturales están la asistencia técnica y económica, la jerarquización de formas culturales de origen popular, la difusión del libro argentino, la creación de una Academia Nacional de la Lengua1 para preparar un eventual "Diccionario Nacional" de la misma. La tradición se define como "...la recopilación y difusión de lo autóctono": el fuerte contenido idealista del concepto incluye al folklore —música, danzas, literatura, costumbres,

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etc. — de los sectores populares. Se llegó incluso a proyectar la "...futura implantación de cursos de divulgación argentina en distintas universidades europeas y norteamericanas" (Cultura para el pueblo, 22-24) El propio Perón, en ocasiones, reforzaba el tradicionalismo cultural de su régimen al propiciar el cultivo de "las seculares virtudes hogareñas", y al afirmar: "tengo fe en las mujeres de mi patria como reserva moral de la argentinidad, puesto que ellas, como madres actuales o en potencia, son la raíz de nuestro pueblo" (Manual del peronista, 1954:106-107). No sólo la propaganda oficial, sino destacados intelectuales de la época, desde los comienzos de la primera presidencia, enfatizaron el carácter telúrico, de ser nacional de los principios culturales del movimiento peronista. Las evoluciones ideológicas posteriores de Carlos Astrada o Leopoldo Marechal introducirían cambios sustanciales en sus propias perspectivas, pero no son contemporáneas del período 1945-552. La obra colectiva Argentina en marcha, publicada por la Comisión Nacional de Cooperación Intelectual (1947) es buen repositorio de opiniones como las citadas. El filósofo Carlos Astrada (Argentina en marcha, 1947:15-58) propone el surgimiento del hombre argentino, "ni europeo, ni primitivo", a través del regreso a un mito gaucho abandonado por la oligarquía liberal en el poder: se trataría, en síntesis, de "redescubrir con pasión de argentinidad la propia tierra", o sea la urbanización de la pampa en su sentido más amplio. Mientras algunos autores se refieren a la "herencia de la latinidad", el jurista Lucio M. Moreno Quintana (175-217) aprueba tempranamente la tercera posición internacional, a su juicio heredera de la tradición hispánica, que ha formulado el Presidente Perón. Destacando cierto tinte yrigoyenista en las ideas de Perón —el pacifismo, la fraternidad americana y la cooperación mundial --, Moreno Quintana considera que sólo esa posición hará autónoma a la Argentina de los dos colosos en pugna: "El materialismo ateo de los soviéticos que pretende arrasar al mundo cristiano, y Ia plutocrasia avallasadora de los estadounidenses que quiere someterlo a su órbita". El antropólogo José Imbelloni (221-308), luego de extensas consideraciones sobre los méritos de incrementar las migraciones europeas (apoyando al pasar las recientes medidas del gobierno de Perón, contrarias a las restricciones de la década del treinta), formula este interesante concepto aplicado a la que considera revolución peronista: "...en su mayoría las revoluciones verdaderamente eficaces han sido movidas por el impulso de la tradición y guiadas en el sentido de un "retorno". Para no abundar en citas similares, las ideas de Leopoldo Marechal son definitorias. El movimiento iniciado el 4 de junio de 1943 ha conseguido recuperar un país enajenado. Esta Revolución tiende "a lograr una adecuación del Estado a los intereses del Hombre", y no a la inversa. La originalidad de la misma —en medidas tales como la enseñanza de la religión en las escuelas—radica en "...un retorno a los conceptos tradicionales acerca del hombre y su destino, y en un rappel à l 'ordre, lanzado entre dos corrientes, el capitalismo y el marxismo, antagónicas entre sí, pero vinculadas entrañablemente por un común denominador materialista, ya que una y otra ven en el hombre solo a un "individuo" económico, y no, también, a una "persona intelectual".

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Marechal tiene ideas claras sobre creación y asimilación de la cultura: "Dentro del conjunto social los creadores forman, empero una minoría, una élite, que puede ser fecunda si con su actividad trasciende a los otros, o puede malograrse en el estéril aislamiento de una "torre de marfil". La mayoría de los hombres que integran un pueblo entran en el panorama de su cultura sólo como "asimiladores", cada uno en la medida de su receptividad. Entre la minoría creadora y la mayoría asimiladora debe existir, pues, un contacto efectivo y permanente, una relación que llamaríamos amorosa, gracias a la cual el creador sale de su mundo para trascender a los otros y lograr un "objetivo humano" y gracias a la cual el asimilador participa de iluminaciones que no está en su naturaleza producir". Luego de sostener, realistamente, la vinculación entre las tradiciones artísticas y culturales de nuestro pueblo con la "gran tradición grecolatina e hispana", advierte Marechal con aire profético: "...en los movimientos revolucionarios que, como el nuestro, sacuden todas las fibras de un país, es frecuente y hasta inevitable que algunos estratos inferiores de la cultura salgan a la superficie y se abroguen derechos que, en esa materia, sólo confieren la capacidad y el talento creador" (Argentina en marcha, 121-136). La cultura que privilegia el fácil acceso, incluso la gratuidad, a sus productos y artefactos, tiene paralelos importantes en otros campos donde el peronismo dejó huellas permanentes en la sociedad argentina. La función social de la propiedad es el más obvio (cfr. arts.38 al 40, Constitución, 1950:32) El conocimiento científico es "un bien individual en función social" (Cultura para el pueblo, 37). En la medicina social "confluyen todos los afanes de nuestro Movimiento Pe-ronista". "Todas las profesiones que se llaman todavía liberales, casi como un signo de una época que nosotros queremos superar, no son, no deben ser profesiones liberales, sino sociales" (el subrayado es mío, A. C., Manual del Peronista, 1954:86,103). Mutatis mutandis, la función social de la vivienda es un caso específico de la propiedad en general: se la debe considerar un bien de familia (La vivienda propia,1953). El Estado debe auspiciar el amplio desarrollo de la vivienda propia por todos los medios, tanto en la ciudad como en el campo. Los conventillos y las casillas de emergencia serán reemplazados por "la amplia y aireada casa colectiva" al estilo monobloque, además de "barrios de casas individuales". La vivienda familiar debe ser adecuada, higiénica, cómoda y económica; el Banco Hipotecario y el Instituto Nacional de Previsión Social brindarán préstamos hipotecarios a bajo interés y largos plazos. La función social de la vivienda comprende: a) la dignificación del individuo; b) el mantenimiento de la salud física del pueblo; y c) la elevación de sus condiciones morales: "La meta definida es llegar, dentro de un plazo no muy largo, a que cada obrero y empleado posea su vivienda propia".3 La propaganda oficial, hasta 1955, percibía con claridad el juste milieu peronista. El justicialismo busca "que desaparezca la explotación del hombre por el hombre, colocando el capital al servicio de la humanidad". Difícil será encontrar una formulación más paradigmática que esta: "No se ha buscado una proletarización de las masas, ni una atomización de los capitales; se ha perseguido, con estrictos fines de justicia social, elevar el nivel medio de las poblaciones, y hacer que la mayoría de los ciudadanos alcanzasen los beneficios que antaño estaban reservados para grupos privilegiados" (La función del capital: 18,7,9).

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Las primeras palabras Dentro de una muestra significativa de textos escolares, procedentes de tres editoriales especializadas, antes y después del peronismo en el poder, Estrada, Kapelusz y Laserre, pueden advertirse ciertas constantes en la presentación y el tipo de mensajes destinados a los alumnos de primero inferior a tercer grado, o sea de 6 a 9 años de edad, entre 1952 y 1954. En muchos casos, se empieza a escribir con breves frases al estilo de "Esta es Evita. ¡Nos amó tanto!" (Veronelli, 1954:19), o de "Perón nos ama. Nos ama a todos. Por eso todos lo amamos. ¡Viva Perón!" (Veronelli, 1954:25). Y también: "Eva amó a mamá. Eva me ama" (Gutiérrez Bueno, 1954 a :5). Existen dos áreas de énfasis y repeticiones, en la mayoría de los textos analizados. Someramente, son: a) el paralelo entre el peronismo (muchas veces Perón) y personajes o episodios de la historia patria, dentro de lo que se puede llamar la historia liberal o tradicional, nunca la revisionista; y b) la enumeración de las conquistas del peronismo en el poder, en todos los terrenos de la realidad nacional, con especial referencia a la obra de Perón y Evita en tal sentido. En el primer aspecto, estos son algunos ejemplos: la declaración de la independencia política en la ciudad de Tucumán, el 9 de julio de 1816, y la declaración de la independencia económica, en la misma ciudad y fecha, pero de 1947: "Eran otros días. Eran otros hombres. Pero tenían el mismo amor por la Patria que los hombres de entonces" (Silveira,195 3 : 5 5). El 12 de agosto de 1806, las tropas de peninsulares y criollos del todavía Virreinato del Río de la Plata a las órdenes de Santiago de Liniers reconquistaron la ciudad de Buenos Aires de sus invasores ingleses: "Pero esa libertad se vio empeñada porque muchas de nuestras riquezas aún estaban en manos extranjeras. Perón, que tanto nos quiere, luchó sin tregua para reconquistar de nuevo la Patria. Esta segunda Reconquista nos ha dado la Libertad que ya nadie nos podrá quitar". (Picollo, 1953:73). Perón es frecuentemente comparado con San Martín, desde el "libro de lectura inicial" que identifica a ambos, en uniforme militar, y en iconografías sumamente conocidas como "El Libertador General San Martín. El Libertador General Perón" (Gutiérrez Bueno, 1954b: 69). Para el texto de lectura de tercer grado, el paralelo adquiere formas definitivas: llegaron ambos al mundo con un destino marcado, en épocas distintas y difíciles para la Patria. Ambos se caracterizaron por ser infatigables defensores de la libertad. Y además: "San Martín y Perón son los realizadores y conservadores de los principios que animaron a los hombres de Mayo"."Perón, como San Martín, es para sus partidarios insustituible; y para sus enemigos, un luchador incansable y victorioso" (Bruzzone, 1954:126). La Plaza de Mayo es presentada como "escenario de acontecimientos trascendentales", desde las invasiones inglesas y los sucesos del 22 al 25 de mayo de 1810, hasta el 17 de octubre de 1945 (Bruzzone, 1954: 41). Fechas importantes —no sólo en la historia nacional—como la recordación del 1° de mayo, cambian de contenido y se peronizan: "El 1° de Mayo los trabajadores salían a gritar su dolor y su amargura por la injusticia y el abuso. Cantando himnos de rebelión, desfilaban amenazantes... (...) Hoy, este pueblo trabajador ha recibido justicia y protección", "...mientras en

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este día de regocijo expresa al querido Líder toda su gratitud", en las concentraciones anuales en Plaza de Mayo (Gutiérrez Bueno, 1954a: 29). La referencia a próceres de la historia tradicional argentina es común y frecuente; Rosas y los caudillos jamás se hacen presentes. Comentando, por ejemplo, los nombres que recibieron luego de su nacionalización las líneas ferroviarias principales —Generales Bartolomé Mitre, Julio A. Roca, Justo José de Urquiza, Manuel Belgrano, Domingo Faustino Sarmiento y José de San Martín—, el texto para segundo grado señala que es "un homenaje a seis de los grandes hombres que ocupan un lugar destacado en nuestra Historia, porque el general Perón quiere que el nombre de nuestros próceres esté siempre en los labios de todos. Así parece que siguen estando a nuestro lado" (Lerdo de Tejada y Zubillaga, 1953:68). El segundo aspecto, o sea la realidad del presente, tiende a adquirir marcado carácter triunfalista en la Nueva Argentina. Entre muchísimas referencias, son comunes los elogios a los Derechos del Trabajador, de la Ancianidad y la Niñez; a la obra de la Fundación Eva Perón, y sobre todo a la persona de su creadora4 ; a la marina mercante; a Aerolíneas Argentinas; a los servicios públicos nacionalizados; al aeropuerto de Ezeiza; al gasoducto Presidente Perón; a la fabricación de automóviles en el país; al Turismo Social ("establecido por el general Perón", mediante el cual "podemos disfrutar del mar, la montaña y los bosques de nuestra Patria" (Alfaro,1953:7); al feriado en los días sábados; al pan dulce y la sidra para Navidad, que llegan hasta los más alejados y humildes rincones de la Argentina y a la reivindicación nacional de las islas Malvinas, en formulaciones tipificantes. También es importante destacar la forma didáctica en que temas algo más abstractos, corno la definición del justicialismo, eran presentados consistentemente a los niños. Los ejemplos son autoexplicativos. Una madre conversa con sus dos hijos, que preparan una composición escolar sobre el justicialismo. Para ayudarlos a entender el tema, la madre dice que es difícil definir, en abstracto, colores como el blanco, y resulta más fácil pensar en cosas de color blanco, como la nieve, la leche, el algodón, la cabeza de la abuela, la franja del medio de la bandera argentina. "Lo mismo ocurre con el justicialismo. Ustedes son aún muy pequeños para explicar qué es, pero en cambio conocen muchas cosas justicialistas: las vacaciones pagas, el aguinaldo, los derechos del trabajador, las casas para obreros, los sanatorios y provedurías, la Fundación Eva Perón... "—Y que ahora, nosotras las mujeres votamos— interrumpe graciosamente Elenita. “— Y que en la Nueva Argentina, los únicos privilegiados somos nosotros— concluye Eduardo. "Y se sentaron a escribir su composición" (Silveira, 1953:119). Otro enfoque, complementario del anterior: "La maestra habló así, aquel día, víspera del 1° de Mayo: "—El Justicialismo, niños míos, es algo muy sencillo de explicar y comprender: "¿Véis como el sol brilla para todas las tierras y calienta por igual a todos los hombres? "¿Véis también como el mar inmenso entrega sus riquezas a todo aquél que se las reclama con

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trabajo y con tesón? “¿No ha dispuesto Dios el aire para que lo respiren chicos y grandes, ricos y pobres? "Aplicad ese principio a la obra de los hombres y tendréis el Justicialismo "Su creador, el general Perón, lo 'ha puesto en práctica buscando que el bienestar llegue también hasta los pobres que nunca tuvieron nada. "Así como nadie puede privar a otro de la luz, el agua y el aire, nadie tiene derecho a privar.del bienestar a sus semejantes" (Gutiérrez Bueno, 1954a: 26-27). Las metáforas fueron de uso frecuente. El texto La balanza desarrolla una particularmente eficaz: "La maestra trajo a la clase una balanza de dos platillos. "—A ver, Esteban —dice a un compañero—. Pon la mano aquí. "Esteban apoya la mano en un platillo y la balanza se inclina. "A ver tú, Aníbal. Pon tu mano en el otro platillo. (Aníbal es el menor de nuestros compañeros). "¡Señorita! —dice Aníbal. Esteban es más grande y hace más fuerza que yo! "Bueno —contesta sonriendo la maestra—. Yo te ayudaré. Y poniendo su mano en el platillo de Aníbal, equilibra la balanza. “Así era antes. El pobre no podía hacer valer sus derechos, porque la mano del rico pesaba demasiado en la balanza. "Hoy, el gobierno pone su mano en el platillo del pobre, y los dos platillos están iguales. "Es el justicialismo" (García, 1954:93-94). La ilustración reproduce a dos hombres que se dan la mano: el primero como dueño de un automóvil y de traje, el otro con ropas de trabajo y sosteniendo una bicicleta. Los dos platos de la balanza, equilibrados, refuerzan el mensaje. Luisa F. de García, Obreritos, Bs.As., Ed. Kapelusz, 1954, 2a. ed. [2° grado: libro de lectura]. El resumen de la lección deducida de los textos escolares me parece bien representado por esta cita. Luego de copiar un pensamiento de Perón, las autoras editorializan: " ¡Qué fácil es entender lo que dice el general Perón: " ¡Hasta los niños lo comprenden cuando hablal... “Es que sus palabras son para todos: niños, ancianos, pobres y ricos. "¡Son palabras para el pueblo!..." (Lerdo de Tejada y Zubillaga, 1953:27; véase también el capítulo 5). En ocasiones, el profundo sentido distributivo y reformista del peronismo trasciende los textos y se tipifica en ciertas ilustraciones. La acuarela de Humberto Gómez titulada "Derechos del Niño, de la Ancianidad, del Trabajador, de la Familia y de la Educación y la Cultura", es un caso límite y esclarecedor (Bruzzone, 1954: entre 12 y 13). En la sala de estar de una vivienda estilo clase media de la época, un padre joven sentado en el sillón predilecto atiende la consulta del hijo en edad escolar: curiosamente, ambos llevan corbata. La madre tiene en brazos a la hija menor, con un moño en la cabeza, y le está por dar una galletita. El abuelo, pipa en boca, lee tranquilamente el diario. Amalia Luisa Bruzzone, Ronda del gran amor, Bs.As., Angel Estrada y Cía, S.A., 1954. [3° grado: libro de lectura].

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Catolicismo y laicismo: vaivenes reactivos. Los debates sobre implantación de la enseñanza de la religión católica en escuelas de enseñanza primaria, posprimaria, secundaria y especial (Dips., X, 6 y 7-III-47:586-621), y los ocurridos casi ocho años después para derogar la anterior ley 12.978 (Dips., 13-V-55:212: 244) permiten apreciar el carácter básicamente reactivo de muchas políticas del peronismo en el poder. Algunos voceros cambiarán de posición con el transcurso del tiempo, y siempre la justificarán por su lealtad al Líder. El debate de 1947, técnicamente, trató la homologación del decreto 18.411, del 31 de diciembre de 1943, dictado por el gobierno militar. Sin embargo, Joaquín Díaz de Vivar, como miembro informante de la mayoría, intentó dar un enfoque más amplio y generalizado a la cuestión: "...es intelectualmente lícito establecer como una sinonimia cierta que el mundo occidental es el mundo cristiano o, si se prefiere, el mundo de la catolicidad". Por lo tanto, la religión católica tiene origen directo en la hispanidad, y se opone históricamente al laicismo de la ley 1.420, "intento de descastización" frente a "la trilogía calumniada: Hispanidad, catolicidad y oscurantismo". Luego de excursos sobre la religión de próceres como Belgrano y Sarmiento, Díaz de Vivar aprobó las consecuencias favorables de la aplicación de dicho decreto durante los pasados tres años, y la escasa incidencia de esos gastos para el presupuesto nacional. Silvano Santander manifiesta que el problema es "...asunto exclusiva y puramente político Ello es asumido en buena medida por Bustos Fierro, cuando declara que la Cámara asiste "al curioso espectáculo de que un hombre desposeído del don sobrenatural de la fe (el propio Bustos Fierro), esté como legislador de la Nación defendiendo la enseñanza del cristianismo y de la religión católica en las escuelas del Estado, y de que otro hombre, también legislador de la Nación (Emilio J. Ravignani, de la UCR), que acaba de decir estas candentes palabras: "no cederemos a nadie nuestra sinceridad en las creencias católicas", haya en definitiva propugnado un régimen jurídico, mediante el cual la enseñanza pública ha de desenvolverse sin Dios". Por encima de disidencias como la de Cipriano Reyes y de apologías favorables a la vigencia de la ley 1.420 como la de Gabriel del Mazo, el bloque mayoritario termina refiriéndose al cumplimiento de promesas electorales y a lo que César Guillot considera una diferencia esencial en las posiciones ideológicas de ambos campos: la "racionalista y pragmatista" de la UCR frente a la "dogmática y espiritualista" del peronismo (Dips., X, 13 y 14-II -47:846). La votación en general es de 86 por la ratificación del decreto sobre enseñanza religiosa, contra 40 sufragios negativos: ausencias significativas son los dos diputados conservadores Pastor y Díaz Colodrero y los laboristas Reyes y Gericke. Ya en las postrimerías del conflicto entre el régimen peronista y la iglesia católica, que fue uno de los episodios más significativos de la época entre fines de 1954 y 1955 (Gambini, 1971), el Congreso volvió a ser centro de un debate de sentido exactamente opuesto al anterior: la consideración del proyecto de ley, venido a Diputados en revisión del Senado, para derogar la ley 12.978. En la ocasión Miguel Angel Martínez (UCR, Santa Fe), en representación de la minoría, acompaña la propuesta, pero con el añadido de que se disponga la vigencia integral de la ley 1.420 junto con la derogación adicional de todas las disposiciones contradictorias de la misma.

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La diputada Concepción Barreto, luego de ritualizada mención a Eva Perón, manifiesta que la sanción legal de 1947 sólo sirvió para recoger tempestades, por haber complicado las relaciones entre César y Dios: “... si el principio de autoridad que es condición de vida y de desarrollo de la sociedad se subordina a sistemas ajenos a los instituidos jerárquicamente en una nación libre", la juventud se rebelará contra sus maestros y se opondrá a los intereses del pueblo. Martínez se remite a los debates de 1883, y también a los de 1947. Insiste en la libertad de enseñanza dentro de la Constitución, repite la línea oficial de la UCR y retorna al concepto de la escuela neutra de la ley 1.420 (al pasar, solicita la urgente descentralización de la enseñanza y la autonomía para las universidades). La bancada peronista sostiene que la ley debe derogarse por haber perdido actualidad, ya que las cátedras de religión se están utilizando con fines políticos. Bustos Fierro, uno de los sobrevivientes de 1947, vuelve a intervenir en los debates de 1955. Reitera que la ley 12.978 fue sancionada "sin ningún compromiso político inmediato, sin ningún problema electoral cercano". Cuestiona las agoreras "profecías desmentidas" de 1947 sobre una alianza permanente entre la cruz y la espada. Critica al clericalismo que descuida la "conducción de las almas" para dedicarse a auspiciar partidos confesionales: la referencia era a los intentos proselitistas demócrata-cristianos en los gremios y en la constitución de una organización política. Asimismo, considera contrario a los preceptos de la ley de 1947 que la iglesia entre en el terreno de las organizaciones del pueblo que no profesen tal credo religioso. Rodolfo Weidmann apoya la ley 1.420, y se opone a la resolución del ministerio de Educación, con fecha 16 de noviembre de 1954, que autoriza la actuación de consejeros espirituales en las escuelas, los cuales son colaboradores de la Fundación Eva Perón y la Fundación Evita. Su colega Teodoro E. Marcó evoca el ejemplo de Alemania nazi, al afirmar que el peronismo sabe que "resultaría incompatible en un Estado totalitario como el nuestro el poder temporal con el poder espiritual de la religión”. De ahí la coherencia de la UCR en votar contra la ley 12.978, en esta ocasión y también en los debates de 1947, frente al oportunismo del PP. Oscar Alende, luego de recapitular la historia de las relaciones entre el peronismo y la iglesia, se refiere a la carta pastoral de 1951 que apoya a los partidos favorables a la enseñanza religiosa, "...con lo cual prácticamente la Iglesia oficial aconsejaba votar en 1951 por el Partido Peronista". El mismo Alende sugiere, a partir de indicios contemporáneos, que el conflicto con la iglesia es una verdadera cortina de humo para ocultar otros planes oficiales en marcha.6

La Cámara de Diputados aprobó finalmente la derogación de la ley 12.978 por 132 votos a favor y 11 en contra (todos estos de la UCR). El tema religioso continuó siendo preocupación del Congreso en 1955, eclipsando a las denuncias opositoras sobre carencia de libertades públicas, por ejemplo. En el fondo, se discutía a qué esfera competía adoctrinar a los alumnos de las escuelas públicas que en pocos años más serían ciudadanos: el catolicismo, en la interpretación de la jerarquía eclesiástica, o el justicialismo del régimen. Otra batalla más sobre el control de la internacionalización de valores.

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Así deben entenderse los debates sobre la que sería ley 14.404, de 1955, sobre reforma parcial de la Constitución Nacional "en todo cuanto se vincula a la Iglesia y a sus relaciones con el Estado, a fin de asegurar la efectiva libertad e igualdad de cultos, frente a la ley" (Dips., 18-V-55 :256-297, 19-V-55:300-349). El asunto se desvanecería muy pronto del panorama político, como consecuencia del frustrado alzamiento del 16 de junio de 1955, la efímera pacificación y el estallido de la "Revolución Libertadora" en setiembre. El diputado peronista Ventura González recurre esta vez a antecedentes legislativos décimonónicos sobre la separación entre iglesia y Estado —con citas de José Manuel de Estrada— para defender viejas posiciones laicistas sobre igualdad ante la ley y libertad de cultos, que ahora pasan a ser conquistas democráticas en la interpretación del PP. Mauricio Yadarola reprocha esta nueva contramarcha del peronismo, afín a la invocación del nacionalismo económico en los primeros años y a la actual subordinación al capital extranjero y la entrega del petróleo. Como "...Perón se siente demasiado fuerte y entonces no le interesa la Iglesia, ni Dios, ni su doctrina...", lo que busca es catequizar a la juventud con la Doctrina Nacional, y atraer a los estudiantes con las ventajas materiales de la Unión de Estudiantes Secundarios. Esta es una de las causas reales del conflicto con la iglesia. En cambio, para el oficialismo, tal separación (Celina E. Rodríguez) es "...un anhelo de la voluntad popular" que debe cumplirse: la "Doctrina Justicialista es, sin duda alguna, la expresión cabal del dogma cristiano". El debate reproduce los antagonismos de los últimos años: Alende defiende la posición oficial de la UCR para oponerse a toda reforma constitucional mientras no existan garantías a la libertad de expresión; José V. Tescrieri proclama su fe cristiana mientras fustiga al clericalismo (que era básicamente lo sostenido por la CGT); Delia D. de Parodi dice que la reforma está destinada "a suprimir un aspecto material: el sostén económico dado a un culto" por el Estado; Carlos Perette recuerda las excelentes relaciones entre el régimen peronista y la jerarquía eclesiástica: el candidato del PP a la vicepresidencia, Alberto Teisaire, visitó a arzobispos y obispos de las diócesis por donde llevó a cabo su campaña en 1954. En setiembre del mismo año se constituyó en el despacho del Presidente Perón una comisión para estudiar la igualdad jurídica de hijos legítimos y naturales —los cardenales Santiago L. Copello y Antonio Caggiano figuraron entre sus miembros—, y con ello se menoscabó la competencia exclusiva del Congreso en la materia.7 El proyecto de convocatoria a elecciones de constituyentes (que nunca se llevaron a cabo) resulta aprobado por 135 votos a 12. Dentro del marco general de esa época, Diputados también aprobó un proyecto de ley, venido en revisión del Senado, que derogó las exenciones de impuestos, tasas o contribuciones a las instituciones religiosas, sus templos, conventos, colegios y demás dependencias (Dips., 20-V-55:359-379). Como en casos anteriores, el principal argumento peronista (Antonio Hermida) es la igualdad ante la ley, afectada hasta ese entonces por una anomalía fiscal, y por ello se aclara que esta derogación nada tiene que ver con el sostenimiento del culto católico. En otra inversión o

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trastocamiento de posiciones ideológicas, el radical Santiago Fassi defiende la posición institucional privilegiada de la iglesia católica en el derecho público y privado. El despacho es aprobado por 112 votos contra 9. Universidad, estudiantes y profesores En un trabajo anterior (Ciria y Sanguinetti, 1968: 123-124) se sintetizó de este modo la política universitaria del peronismo: "...1°) eliminar a los docentes opositores, sin fijarse en su mérito científico, y reemplazarlos por elementos adictos, sin contemplar tampoco méritos de otro orden; 2°) dictar una nueva ley que, anulando la autonomía, le permitiera controlar a las autoridades de la universidad; predicar, por algún tiempo, el apoliticismo; 3°) iniciar la difusión de su doctrina, y copar el movimiento estudiantil creando entidades que gozarían del apoyo oficial; 4°) fracasado ese objetivo, reprimir a los alumnos opositores con la violencia que resultase necesaria". Los docentes que se encaramaron en masse a la universidad después de los agitados sucesos de 1945-46, el tipo de enseñanza impartida y la politización de los últimos tiempos, son los temas desarrollados de preferencia en la literatura antiperonista. Precisamente, son los aspectos que dejan de lado los defensores de la universidad del primer peronismo, cuando subrayan el antilimitacionismo, la gratuidad de la enseñanza superior, etc. (Taiana, Primera Plana, 15-VIII-72:28-29; Puiggrós, 1974). Como en otros ejemplos que rescato, el punto de análisis equilibrado se ubica a medias entre ambas excecivas versiones, y no simplemente por eclecticismo. Ni todos los profesores entre 1946-55 eran "flores de ceibo" en la terminología opositora de la época, ni todos los que regresaron a sus cátedras después de 1955 poseían elementales cualidades docentes, de investigación o simplemente éticas, por más que exhibieran sus cicatrices de la resistencia.8

La ley 13.031 sobre universidades aprobada por el Congreso en 1947 dio motivo a una confrontación en el campo de las ideas, bastante conocida en general. El debate era especialmente propicio para la oposición radical, que contaba en sus filas con ex-profesores, profesionales y hasta archiveros del movimiento de la Reforma Universitaria de 1918. El conflicto también recogía elementos de los debates sobre enseñanza religiosa.9

Los argumentos (Dips.,Il,23 y 24-VII-47: 661-790) enfrentaron a las primeras espadas de ambos bloques. La voz cantante de la UCR fue por Gabriel de Mazo, Antonio Sobral y Alfredo D. Calcagno. La nueva legislación pretendía organizar y encauzar las actividades en las casas de altos estudios. Leonardo Obeid enumera las misiones de la nueva universidad, de acuerdo al sector mayoritario: el estudiante que egrese de ellas debe ser "un buen argentino, un hombre culto y un buen profesional”. Calcagno defiende el proyecto en minoría firmado junto a Dellepiane, que recogía la tradición reformista, sin "ninguna esperanza" sobre sus esfuerzos. Proféticas referencias, entre otros comentarios aluden a que las universidades se convertirán "en meras dependencias administrativas del Estado", y como tales sujetas a los vaivenes de la política. Pese a la retórica

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oficial sobre "oligarquías universitarias", Calcagno recuerda a funcionarios de extracción conservadora que se desempeñaron en los claustros a partir de 1943, y que en ese momento eran ministros, embajadores, etc.: José Arce, Oscar Ivanissevich, Ramón Carrillo, Ricardo Labougle, Hugo Oderigo. Muchos habían firmado el manifiesto de adhesión a la candidatura presidencial de Robustiano Patrón Costas, bête noire del movimiento militar del 4 de junio de 1943 (Ciria,1975: 98-99). La síntesis de Calcagno es que la universidad peronista tendrá un "fin político militante", contrario a la libertad y democracia de la postulada por la UCR. Por su parte, en julio de 1948 vuelven a enfrentarse casi paradigmáticamente dos concepciones políticas, y acaso vitales, de los primeros años optimistas del peronismo en el poder. Se trata de las discusiones acerca de la creación de la Universidad Obrera Nacional, sobre proyecto del Poder Ejecutivo venido en revisión del Senado (Dips., K2 l,2 l -VII-48 : 197 3-2001; 22-VII-48:2067-2077). Dellepiane se queja de que la bancada mayoritaria no contesta a sus pedidos de antecedentes nacionales o extranjeros sobre el tema de la creación de esa "institución superior de enseñanza técnica dependiente de la Comisión Nacional de Aprendizaje y Orientación Vocacional".10 Discrepa con el criterio de ser obrero para ingresar a la Universidad Obrera (la califica de "universidad de clase"), y sostiene que la Universidad Nacional establecida por ley 13.031 (1947) no ha conseguido abolir los privilegios económicos castigados en tal debate, y por ello se pretende ahora crear un instituto de esa naturaleza. El nostálgico tono de principios de siglo es evidente: “Desearía que los diputados obreros que se sientan en esta Cámara tuvieran la cultura sobre doctrinas revolucionarias que poseían los obreros de los cuales tuve la suerte de ser compañero". Bustos Fierro, universitario peronista, se congratula en cambio de que "...esta creación es un galardón de originalidad de la revolución nacional peronista", y que la paternidad de la iniciativa "pertenece exclusivamente al presidente de la República". Volviendo a la ley 13.031, esta eliminó muchos aspectos de la autonomía universitaria, que antes y después de la época fue una de las mayores reivindicaciones del movimiento reformista. Por ejemplo, el Rector de la Universidad era designado por el Poder Ejecutivo, y duraba tres años en sus funciones (art. 10, ley 13.031). Los profesores titulares eran también nombrados por el Presidente de la República, a partir de una terna de candidatos elevada por la Universidad, previo concurso (art. 46). La ley era muy clara acerca de la función específica de las universidades: "... no deben desvirtuar en ningún caso y por ningún motivo sus funciones específicas. Los profesores y alumnos no deben actuar directa ni indirectamente en política, invocando su carácter de miembros de la corporación universitaria11, ni formular declaraciones conjuntas que supongan militancia política o intervención en cuestiones ajenas a su función específica, siendo pasible, quien incurra en trasgresión a ella, de suspensión, cesantía, exoneración o expulsión según el caso (...)"12 Concurrentemente, la representación estudiantil se había reducido a un delegado por cada escuela (art.84) en el respectivo Consejo Directivo, elegido por sorteo entre los diez alumnos que cursaban el último año y hubieran obtenido las más altas calificaciones (art.85). Los mismos intervenían con voz, pero sin voto, en los debates (art. 86).

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A partir del decreto 6.401 (1950) se estableció una conquista fundamental, que perduraría por tres décadas: la eliminación de aranceles universitarios y la consiguiente gratuidad de la universidad abierta al pueblo. La nueva etapa universitaria del peronismo se caracterizó por dos series de desarrollos. En primer lugar, y con base en la Constitución reformada en 1949 y la ley 14.184 de 1952, se hizo obligatorio el dictado de "Cursos de Formación Política". Paralelamente, en muchas casas de altos estudios se constituyeron sucursales de la Confederación General Universitaria, intento peronista por desplazar de la actividad a ex-centros y federaciones estudiantiles que habían mantenido la oposición al régimen desde la autopercepción de la generación del 45. A mi juicio, el tema menos analizado es el de los cursos. La Constitución decía que "las universidades establecían cursos obligatorios y comunes destinados a los estudiantes de todas las facultades para su formación política, con el propósito de que cada alumno conozca la esencia de lo argentino, la realidad espiritual, económica, social y política de su país, la evolución y la misión histórica dé la República Argentina, y para que adquiera conciencia de la responsabilidad que debe asumir en la empresa de lograr y afianzar los fines reconocidos y fijados en esta Constitución" (art.37,IV, ap.4 in fine, "Derechos de la Educación y la Cultura", Constitución, 1950:28). La implementación de tal disposición dejó mucho que desear. En manos de docentes que deseaban asegurar sus vínculos con el régimen, en la abrumadora mayoría de los casos los cursos sólo dispensaban consignas y slogans, a caballo entre un ingenuo triunfalismo de las realizaciones peronistas y la satanización del pasado previo a 1943. Algún autor (Kleiner, 1964:134-139) ha ejemplificado los rasgos de catolicismo tomista medieval y nacionalismo xenófobo que tomaron muchos de esos cursos, y las reacciones del alumnado al respecto. Yo apenas deseo circunscribir el análisis a la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, en los años 1953-55. Hacia 1952 las autoridades (Juan Antonio Villoldo, Delegado Interventor; Samuel M. Nóblega Soria, Secretario de la Intervención) practicaron una encuesta sobre el movimiento justicialista y esa casa de estudios, donde se recabó del personal docente breves respuestas a tres preguntas básicas: cuál es la misión de la Facultad de Derecho con "respecto al movimiento Justicialista que orientan al Excmo. señor Presidente de la República General de Ejército don Juan Perón y su dignísima esposa doña Eva Perón"( El Movimiento Justicialista, 1952:5); cuál es la tarea específica de la cátedra o instituto a cargo del encuestado; y cuáles los medios más adecuados para ello. Una somera revisión de las 116 respuestas arroja abrumadora mayoría de versiones católicas, tradicionales, derechistas y "occidentales y cristianas" del peronismo jurídico y docente, con muy contadas excepciones. El Derecho Civil bajo el peronismo "no es ya el derecho del ‘homo homini lupus' —como lo predicaban los santones del individualismo egoísta— sino el derecho del hombre social, del hombre político, cuyo primer derecho es el que se lo deje cumplir con el deber de servir al bien de todos" (Ignacio B. Anzoátegui, 28). El civilista Manuel Aráoz Castex precisa, de modo mucho más-orgánico que sus colegas, que el valor jurídico fundamental del justicialismo es la justicia social: el

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trabajo es la "expresión de la dignidad humana y medio único para alcanzar el bienestar"; la tierra es un "bien de producción y no de renta, correspondiente a quien la trabaja"; la familia es el "núcleo primario de la sociedad protegido por el Estado"; y la propiedad es un "derecho subjetivo condicionado a su función social" (33). Entre críticas al verbalismo de la vieja Facultad y descubri-mientos de raíces tomistas en la Tercera Posición, varias voces destacan la catolicidad y la hispanidad como dimensiones históricas argentinas (tal es el caso de Joaquín Díaz de Vivar, 89). El civilista Fernando Legón acota que "burla tanto los propósitos oficialistas el obrero que no trabaja como el estudiante que no estudia" (139). Su colega Javier López propone: "el nuevo concepto constitucional de la propiedad como función social, que no debe ser referido tan sólo al dominio, sino también a todos los derechos, introduce una nueva manera de interpretar el alcance de los viejos preceptos, y da base a todo un movimiento legislativo que se manifiesta particularmente en las leyes sobre locación urbana y rural y en la compra-venta de inmuebles por mensualidades, sin contar con todo el amplio campo del derecho laboral, que independizado ya del civil, se ha constituido en una rama autónoma" (147). Romanistas y otros civilistas elogian a la antigua equitas que recoge el justicialismo, lo mismo que la protección que el movimiento brinda a la familia como "sociedad natural". Luis María Seligman Silva busca un estilo argentino para la cátedra y la investigación, donde "España y la Cristiandad" ocupen un lugar de privilegio: de ahí saldrá "una educación humanista y cristiana" (que) es la más completa, y es la única justicialista" (251-252). Para Eduardo R. Stafforini, colaborador inicial de Perón en materias laborales, el Movimiento Justicialista "...procura un adecuado equilibrio entre la libertad y la solidaridad, entre los derechos individuales y los derechos sociales" (257). La respuesta de John William Cooke, profesor de Economía Política, debe recordarse con mayor extensión por la posterior importancia ideológica que adquirió su figura13. En 1952 Cooke (78--82) criticaba al "diletantismo de buen tono" y las "discusiones bizantinas" de la universidad anterior al peronismo. Ahora el país vive una Revolución Nacional, "que no ha sido interrumpida por el triunfo y la toma administrativa y constitucional del poder, sino que sigue su marcha y su proceso". La nueva universidad tiene que alejarse de la lucha partidaria: "sus profesores deben aspirar a formar discípulos y no a conquistar prosélitos", sin usar la cátedra como "tribuna para desbordes obsecuentes" ni como "barricada". La Facultad superará cien años de "orientación defectuosa, que ha distorsionado la mentalidad de muchas generaciones argentinas". No seguirá repitiendo fábulas oligárquicas sino que estudiará a fondo la historia nacional. Su fin será formar "técnicos capaces" sin desviaciones profesionalistas o excesivamente especializadas. Para su cátedra, Cooke reivindica precursoramente el estudio de la realidad, y no el recurso a una "mentalidad libresca y teórica." Negando "vigencia total e igualitaria" a las llamadas leyes económicas, indica que en el mundo actual "vemos una lucha entre naciones económica y técnicamente avanzadas que se disputan los mercados, las zonas de influencia, las materias primas —la hegemonía, en una palabra— de las naciones económica y técnicamente atrasadas". Por lo tanto, las teorías elaboradas en países imperialistas no son de inmediata aplicación en países coloniales o semicoloniales. En Sudamérica, la tragedia "tiene su origen, precisamente, en la desconexión entre la mentalidad de quienes han tenido los comandos de la dirección política por

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un lado, y la tierra y su hombre por otro". De ahí la importancia docente de formar profesionales con "conciencia nacional", y que busquen el cambio de sistema económico. Si por un lado el Cooke de la época sugiere que los principios de la Revolución Nacional deben "ser cimentados científicamente", los elementos que propone se acercan más a Bergson que a Marx: la vivencia y la autocrítica. Esta última ha de basarse en intuiciones intelectuales y emotivas, que complementarán a la intuición volitiva para aprehender las dimensiones específicas del caso argentino: "La Economía Política es una ciencia que da normas a la voluntad social del país". Pero las exhortaciones de Cooke resultaban una mera expresión de deseos en su Facultad de Derecho. Hacia 1953, un destacado encuestado tenía a su cargo uno de los "Cursos de Formación Política". En sentido opuesto a Cooke, el profesor dedicó una clase de 45 minutos —el recuerdo personal es inolvidable— a exponer la doctrina económico-social del justicialismo. A modo introductorio dedicó no más de diez minutos a criticar los errores de la concepción marxista, superada en la Argentina por el propio justicialismo. Este tambien había hecho redundante al capitalismo individualista.14

Temas del peronismo en el teatro independiente No es propósito de este apartado considerar, desde un punto de vista cronológico, la historia del teatro independiente en la Argentina, y más concretamente en la ciudad de Buenos Aires. Este fenómeno originado en la década del treinta —Leónidas Barletta fundó el Teatro del Pueblo en 1930— experimentó un verdadero renacimiento en los primeros años del cincuenta, para culminar culturalmente después del derrocamiento de Perón (Dragún, 1980:11-16). A fines del cuarenta se produce un fenómeno que rompe, precursoramente si se quiere, las barreras entre teatro independiente (de aficionados, vocacionales) teatro comercial (profesional). El conjunto La Máscara, con dirección de Carlos Gorostiza y Pedro Doril, estrena la obra del primero El puente —dos actos con dos movimientos en cada uno de ellos—, el 4 de mayo de 1949. A poco del éxito de público, la compañía encabezada por Nélida Quiroga y dirigida por quien fuera el maestro del grotesco, Armando Discépolo, presenta otra versión de El puente en el Teatro Argentino, con algunos de los actores originales. La edición consultada de El puente es de 1954; Carlos Gorostiza la adaptó y dirigió para el cine en 1950, pero sin éxito de taquilla. Gorostiza (1920) escribió en la década peronista El fabricante de piolin, estrenada por Narciso Ibáñez Menta en 1950; El caso del hombre de la valija negra (1951); Marta Ferrari (1954); la adaptación de la novela de Guillermo House El último perro, presentada por el elenco oficial del Teatro Nacional Cervantes en 1954; y El reloj de Baltasar (1955). La estructura dramática de El puente ha sido bien resumida por Juan Carlos Ghiano (1973:25): "El puente se sitúa en 1947 y en una esquina de barrio porteño, exponiendo dos concepciones de la vida: la de la gente humilde y la de la burguesía acomodada. Ambos sectores sociales se enfrentan con motivo de un accidente en la construcción de un puente; en la catástrofe muere uno de los muchachos de la barra y el ingeniero que dirige la obra; esta solución de muerte es subrayada por el equívoco final, con el trueque de los cadáveres".

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Los recuerdos personales del estreno comercial por Nélida Quiroga compiten con la relectura del texto de Gorostiza. Los primeros evocan la presencia y el lenguaje de la esquina porteña, y sobre todo a los muchachos de la barra, que comentan y acotan la acción simultánea: la calle y el interior de la casa del ingeniero. Los dos protagonistas ausentes y simbólicos —Andresito y el ingeniero Luis— son reflejados en el diálogo de parientes y amigos, dentro de una simetría social-dramática que hoy resulta algo envejecida: madre viuda y abnegada, hija soltera enamorada e hijo que no puede continuar estudios y ahora es obrero de la construcción; padre viudo y algo independiente de ideas, hijo soltero "niño bien" e hija casada con un próspero profesional. Luego de retóricos enfrentamientos entre formas de ser de dos clases sociales, con ciertos referentes a la sociedad argentina de fines del cuarenta, el final aporta su vieja lección: la muerte comunica a ambos mundos en el dolor postrero. Primero me interesa puntualizar algunos temas de esa sociedad circundante, en años que dieron en verse como el apogeo del peronismo en el poder: las crisis suceden cuando no hay guita y te rajan del laburo, pero para los comerciantes no hay tales crisis; la "falta de sirvientas" es un verdadero problema para los grupos acomodados (dice un personaje secundario: la doméstica "...va a trabajar a una fábrica. Vos sabés, estas chirusas, con tal de trabajar poco hacen cualquier cosa"...) El Padre, único personaje que módicamente reflexiona sobre sí mismo y su coyuntura, apunta: "Vea. Antes las clases sociales eran dos. Aquí estaban los de arriba y aquí estaban los de abajo. Ahora no. Ahora todo está más entreverado. Ahora hay una escalera. (Ese es su argumento) Eso es. Una escalera. Cada uno tiene un escalón. Unos están abajo de todo y otros arriba, pero hay un montón de escalones llenos de gente. Y todos luchan por subir y por no bajar, ¿comprende? Entonces no hay tiempo para otra cosa. El de abajo le hace cosquillas al de arriba, y el de arriba le tira patadas al de abajo. ¿Se da cuenta? De vez en cuando, alguno se escurre y sube: y otro le pega un resbalón y cae. Pero esas son excepciones". Y poco después: "En mis tiempos, sacando algunos anarquistas y otros cuantos socialistas, todos vivían tranquilos. Los de arriba, contentos. Y los de abajo, bueno, los de abajo, al menos vivían resignados. Pero hoy en día...". El Padre contrasta las fáciles riquezas especulativas hechas en negocios inmobiliarios con el afecto a las cosas que se poseen, lejos de su mero valor de cambio, y dice irónicamente: "¿Qué importa que todas las biblias de todos los planetas digan bien claro que la tierra es para trabajarla? Mejor es comprar y vender".15 Cuando alguien le señala que se pone "...del lado de esos vagos, que están todo el día haraganeando" los muchachos del barrio y de la barra-, el Padre define su posición sobre las clases sociales, el ellos-nosotros que es uno de los esquemas dramáticos de El puente: "El error en que toda ‘vuestra' clase incurre, queridas señoras, es el de pensar que ‘sois' diferentes... (Pequeña pausa) Un día, Jesucristo dijo: Todos en este mundo son iguales... o algo por el estilo. Desde entonces, hasta el más tonto lo sabe; y sí a alguien se le ocurriera repetirlo ahora, lo llamarían Perogrullo. Pero sin embargo, eso es lo que menos se ve. Ejemplo: ‘vosotras' ‘habéis’ hablado de esos muchachos como de gente diferente. Pero no ‘habéis' pensado, ‘queridas señoras' en que ellos están allí... porque nosotros estamos aquí' (el subrayado es mío, A.C.). En el primer movimiento del segundo acto, la solidaridad espontánea se pone de manifiesto cuando los muchachones de la barra empiezan una colecta para aliviar la apremiante situación económica de la Madre y de Angélica. La dicotomía ellos-nosotros vuelve a asomar: "Con nosotros es diferente. Nosotros tenemos que ayudarnos. ¿Quién nos va a ayudar? ¿Tu tía? No. Nosotros tenemos que

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ayudarnos. Entre nosotros nadie se rebaja ni nadie se humilla. Si no fuera así no podríamos vivir. (Corta pausa) Ir a pedirle a ellos sí es humillarse" (el subrayado es del original, A. C.). En sentido simétrico pero inverso, las clases autopercibidas como altas también tienen ese punto de vista. Elena, interesada en el dinero y las cosas materiales, le dice a la Madre que procura el adelanto de los sueldos del hijo ausente: "Tengo por costumbre no dar limosnas ni prestar plata. Para mí, las dos cosas tienen igual significado. En este mundo todos tienen la misma oportunidad. El que no la sabe aprovechar, allá él. Nosotros no tenemos porque después ir salvándolos de los apuros. Mejor es darles una lección". Sólo el Padre, que en cierta medida se ha separado intelectualmente de su clase, le alcanzará dinero a la Madre. Pero ya será inútil para el Hijo: su cadáver es entregado, por error, en la casa del ingeniero. La "triste invasión de la calle" lo acompaña, y la barra de sus amigos le rinde postrer homenaje. El puente, en su momento, combinó aspectos del teatro popular —sainete, comedia costum-brista— y hasta del cine argentino sobre finales del treinta y principios del cuarenta, con los del teatro "de ideas". La obra de Gorostiza, no explícitamente política ni tampoco peronista en sentido partidario, reflejaba y reformulaba el candente tema de la conciliación de clases en la sociedad civil. Hoy se la sigue viendo como punto de partida del nuevo teatro nacional.16 José Marial (1963) resumió bien la situación del teatro independiente cuando Agustín Cuzzani (1924) empezó a hacerse conocer en Buenos Aires: "No obstante las periódicas amenazas, la clausura del teatro IFT y el decidido empeño de las esferas oficiales por inficionar a la escena independiente, a través de muestras y concursos y convertirla en adláter de la política oficial, el movimiento impulsa su labor y desde sus respectivos tinglados cada teatro cumple su actividad con heroico empeño, con decidida visión". Cuzzani, en buena medida, representó la transición entre los finales del peronismo y las nuevas corrientes, teatrales y político-ideológicas, del cincuenta y del sesenta (para un análisis estético cfr. Kuehne, 1976:37-58). Sus dos farsátiras iniciales o "farsas trágicas", Una libra de carne (1954) y El centro-forward rnurió al amanecer (1955), impactaron a sectores intelectualizados de clase media y pequeña burguesía urbanas, con motivo de sus respectivas puestas en escena por Los Independientes y La Máscara. Esos estratos sociales, precisamente, habían auspiciado con su asistencia a espectáculos el ascenso de los conjuntas independientes como minoritario, pero importante, fenómeno cultural. Cuzzani, en la época, parecía mucho más original de lo que evaluaciones posteriores han establecido: era, sin embargo —y de ahí su vigor histórico— la versión local de un teatro más prestigioso de crítica social: "Las intervenciones corales subrayan la dimensión social de la pieza, con su empeño de acusar a todas las clases, y a todos los oficios y profesiones del presente, en un país no localizado aunque el idioma aluda a la Argentina" (Ghiano, 1973:32). Ambas obras, Una libra de carne y El centro forward murió al amanecer, tocan temas "sociales": la usura o el deporte como negocio; emplean personajes populares, empezando por los respectivos protagonistas, el empleado Elías Belúver y el crack Aristides "Cacho" Garibaldi (el jurado de la primera está integrado por una maestra normal, un visitador médico, un corredor de lapiceras a bolilla, un rentista, un ama de casa y un jubilado); usan coros y recitados —también un narrador— para acompañar y acotar una acción dividida en breves sketches o escenas. Hay resabios

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expresionistas adicionados de un coloquialismo idiomático que serán característicos de Cuzzani. Las tesis a defender no son demasiado originales, pero apuntan a elementos cruciales de nuestro siglo: la alienación del hombre en su sociedad lo lleva a tratar a sus semejantes como mercancías. Con dinero se "compra" un ser humano; por dinero se "vende" otro. La libertad, en ambos casos, desaparece. El hombre —algunos hombres— puede volverse "lobo para el hombre": hay villanos-capitalistas que se llaman Lupus y Cannis... Una libra de carne (Cuzzani, 1954) recuerda desde su título al Mercader de Venecia de Shakespeare. El abogado izquierdista, pero no peronista, dice la solapa de esa primera edición, "...que conoce de cerca la hipocresía de una justicia formal, ha querido pintar justamente el drama del hombre acorralado por la fría ley de una sociedad que no perdona nada, y que empareda sen-timientos y sueños entre un cheque y un pagaré". La obra se desarrolla en la sala de audiencias públicas de un tribunal, y relata la vida rutinaria del honesto tenedor de libros Elías Belúver. Movido por una dura existencia, Belúver firma un contrato leonino y al no poder cumplirlo, es llevado a ceder una libra de su propia carne como pena. El acreedor Tomás Shylock García reclama la sanción moralizadora, nudo dramático de la pieza. Belúver ha trabajado en el mismo empleo durante dieciocho años, y soportado durante igual lapso los rezongos de su esposa en el hogar. Un diagnóstico médico le impide continuar llenando con letra gótica asientos en los libros de contabilidad de su empresa: tiene rotos "los nervios, el sistema vegetativo, el vagotónico y el parasimpático". Su patrón lo incita a renunciar "volunta-riamente", y la indemnización consiste en una carta de recomendación para que trate de hallar otro empleo similar en alguna firma del ramo. El Rentista, miembro del jurado que ha de decidir la suerte de Belúver, acota intencionadamente en el contexto de la época: "Una cabal demostración de armonía entre el capital y el trabajo”. Belúver, por menos sueldo, llena gruesos folios con letra cursiva en negocios más modestos. Ahora, la ropa oscura le provoca nuevos contratiempos en la salud. El diagnóstico del especialista fuerza a Belúver a dejar ese empleo, y a colocarse en otro pero con el salario aún más reducido. El coro (literal) de acreedores lo asedia día y noche para que pague sus deudas. Cae por fin en las garras del prestamista, cuya hipocresía está pintada a trazos gruesos por el autor. Los préstamos a interés compuesto y acumulativo se suceden hasta llegar a la situación límite de la pieza. Por falta de garantías adecuadas, Belúver firma el documento que lo compromete, en caso de no poder abonar a Tomás Shylock García la suma de $ 4.213,14, a que le sea "...cortada del pecho, cerca del corazón, una libra de carne en beneficio y propiedad exclusiva de mi acreedor, con intervención judicial y las formalidades de ley" El cerco se cierra. Otro médico le prohibe trabajar, le recomienda reposo y evitar preocupaciones. Belúver es juzgado ante el jurado de sus pares. Cada uno de sus miembros lo condena: el Rentista, en representación del capitalismo competitivo, fundamenta su opinión en la libertad de contratación del artículo 1197 del Código Civil. El juez ordena ejecutar la sentencia. Tres "enfermeros con guardapolvo y delantal de carnicero, manchados de sangre y muy sucios", separan la libra de carne con enormes cuchillos. El juez la coloca en la balanza, mientras el defensor acude al antecedente jurisprudencial veneciano. El acreedor sólo tiene derecho a la

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carne, pero no a la sangre del deudor. Mientras el defensor amenaza con responsabilizar a García por lesiones, tentativa de homicidio y daños y perjuicios, el juez comprueba que el procesado carece de una sola gota de sangre en el cuerpo. La libra de carne, en consecuencia, es entregada al prestamista. Los ujieres desocupan la sala, los periodistas deforman la verdad de lo ocurrido en el tribunal, y un Hombre pregunta qué sucederá con Belúver, que sigue sin trabajo y es devuelto a una sociedad egoísta. Mientras los ujieres lo desalojan, el Hombre se interroga a gritos por qué Belúver no tenía sangre, y nadie le responde. Este personaje simbólico alcanza a decir que los vampiros patrones, acreedores, jurados le chuparon la sangre, y deben ser castigados. El autor acota: las "luces de la sala se encienden bruscamente y la estatua de la justicia se desploma agobiada". La idea central de Cuzzani, en Una libra de carne, se contrapone a la concepción peronista de la justicia social: los tribunales del trabajo, por ejemplo, tendían a equilibrar los intereses de la parte más débil, el trabajador, mediante la intervención especializada de los nuevos jueces, muchas veces favorable a los obreros. En esta obra, en cambio, no hay justicia comprensiva sino justicia de clase: quienes aparentan defender posiciones antagónicas en el contexto tribunalicio, son buenos camaradas fuera del juzgado: el abogado defensor y el fiscal no se diferencian una vez terminado el rol profesional-social de cada uno. En El centro forward murió al amanecer, como en Una libra de carne, Cuzzani "parte de un núcleo pequeño de problemas populares" que tienen "la ambición de proyectarse hacia los conflictos más universales de nuestra civilización" (Cuzzaní, 1955: 7). El contexto de la época insistía en la promoción oficial del deporte, tanto de aficionados como profesionales, las transferencias de futbolistas a precios muy elevados, las dedicatorias de victorias deportivas a Perón y Evita, los campeonatos infantiles auspiciados por la Fundación de Ayuda Social (ver capítulo 2).17 En su técnica Cuzzani muestra influencias cinematográficas como empleo de racconti, y hasta el origen de su título en El general murió al amanecer (argumento de Clifford Odets; dirección de Lewis Milestone; con Gary Cooper, Madeleine Carroll y Akim Tamiroff,l 936). El circo y el sainete criollos, en su momento, habían fecundado a Una libra de carne. En una plaza pública. el Guardián advierte a un Vagabundo que pronto va a tener lugar una ejecución ordenada por la justicia, y por ello todo debe disponerse para la función: en ambos sentidos, el teleológico y el teatral, como acota Cuzzani. Desde la ventana de la cárcel cae un "cuaderno de gruesas tapas", que el Vagabundo empieza a leer con curiosidad. Las memorias de un condenado a muerte se escenifican ante los espectadores para que se enteren de la verdad de los hechos. Junto al patíbulo levantado en la plaza, el Vagabundo da a conocer la simple historia de Cacho Garibaldi. Famoso hasta hace pocos meses por sus hazañas futbolísticas en el modesto Nahuel Athletic Club, Garibaldi todavía conserva su corazón de aficionado al deporte profesional, como suelen idealizar los hinchas a sus ídolos. Los equipos poderosos ofrecen comprar al jugador, pero el pase no se concreta: Garibaldi comenta que "el Nahuel es como mi casa..." Pero el embargo judicial promovido por una compañía acreedora del club dispone que Garibaldi sea"...vendido y rematado en pública subasta al mejor

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postor". El jugador protesta: "Ustedes no pueden sacarme a remate como si yo fuera una valija de fibra o un ropero usado. ¡Yo soy un ser humano!". Su caricaturesco abogado agota los recursos. Mas el remate tiene lugar, con el obvio paralelo argentino de las subastas anuales de campeones de las razas bovina, ovina, caballar, etc., en las exposiciones de la Sociedad Rural, antes, durante y después de la década peronista. El multimillonario Ennésimo Lupus paga al fin la cifra más elevada del año, y confiesa: "Me interesó, pagué su precio y ahora me lo llevo". En el palacio de Lupus, Cacho Garibaldi se incorpora a la colección de seres humanos del magnate: la bailarina clásica Nora Rodrigova, el profesor Walter Egon Udo Hans Von Westerhausen, Hamlet (un actor que es de verdad Hamlet), y King-Kong, el hombre-mono del circo. Lupus explica al ingenuo Garibaldi que, como coleccionista de seres vivos, su placer consiste en sentirse admirado y envidiado por quienes conocen de su gusto por las piezas únicas. Salvo ocasionales visitas guiadas para turistas, Lupus no permite que los nuevos esclavos practiquen sus respectivas habilidades en público. A la oferta de Lupus (acá tendrá el crack todos los placeres) Garibaldi contesta: " ¡No! ¡Yo quiero irme! ¡Yo quiero mi libertad!"18 Este es el tema que predomina en el tercer acto, al proponer Cacho a Nora que huyan juntos ("y he aprendido que solamente libre vale la pena la vida"), para compartir una idílica e improbable vida futura: él trabajando como masajista o entrenador, ella dando lecciones de danzas en su casa. Cacho Garibaldi, por fin, responde a la nueva locura de Lupus, establecer un vivero o cria-dero de "ejemplares humanos selectos" comenzando con el apareamiento de Nora y King Kong, con un argumento definitorio: el futbolista estrangula al millonario. El Vagabundo comenta: "Ocurre siempre que un muchacho sencillo, acorralado y a zarpazos, toma sobre sí una tarea que sólo pueden realizar multitudes enteras". Un juicio de cuervos condena al ex-futbolista a la horca en forma sumaria. El racconto termina, y la plaza pública será escenario de la inminente ejecución. Un anunciador presenta a los asistentes al "afamado industrial señor Cannis", el rey de las sogas que se emplearán para cumplir la sentencia. Su acento es ligeramente norteamericano, acaso para sugerir en los espectadores las negociaciones petroleras entonces en marcha. El final es una breve alocución de Garibaldi: muere el individuo, pero la humanidad se encamina seguramente hacia los "amaneceres que cantan". No hay mensajeros reales, como en Brecht, que salven al protagonista. Es sabido que la propaganda directa contra el régimen se hallaba severamente limitada, tanto en el teatro como en otros campos artísticos. Los espectáculos revisteriles se concentraban en la escatología, pero la censura municipal de Buenos Aires llegaba a prohibir, por su carácter ateo, a Albert Camus cuando Margarita Xirgu estrenó El malentendido a fines de mayo de 1949 (detalles en Rodrigo, 1974:273-276; y Lottman, 1979: 470-471). Incluso en el cine, ciertas películas extranjeras no pudieron exhibirse en público durante el primer peronismo. Uno de los casos más resonantes fue Decepción (All the King's Men, 1949), el importante film de Robert Rossen sobre la novela de Robert Penn Warren que pintaba la historia de la vida, triunfos y muerte de un demagogo del Sur de los Estados Unidos. El personaje de Willie Stark no sólo se basaba en el político Huey Long (véase el capítulo 1) sino que, tal como lo interpretaba Broderick Crawford, ofrecía interesantes paralelos con el líder justicialista.

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Hay dos ejemplos, dentro del teatro argentino producido en los años 1946 a 1955, que ayudan a aprehender el clima cultural de la época, sobre todo en sus complejos aspectos latentes. Carlos Carlino (1910-1981) fue autor del drama rural La biunda, estrenado por la Compañía Argentina de Comedia del primer actor Pascual Naccarati, el 11 de noviembre de 1953. El reparto incluía a las actrices Gloria Ferrandiz, Lydia Lamaison e Inda Ledesma en el papel principal (el texto de La biunda en Ghiano, 1973:157-203) En este caso, el resumen argumental puede ser muy breve. Con amplias deudas hacia Florencio Sánchez (La gringa), Jacinto Benavente (La malquerida) y Federico García Lorca (Bodas de sangre), la acción tiene lugar hacia 1910 en la pampa gringa santafesina. Biunda es la hija adolescente de la pareja de chacareros acomodados Checo y Catalina. También la (inconsciente) rival de su hermana mayor Redenta, que sigue soltera. Botto, rico agricultor muchos años mayor que Biunda, acepta que su futura esposa -en metáfora campera- sea como una "cortadora de alfa de segunda mano", y decide compartir su vida con la joven. Biunda, que no revela el nombre de su amante, ha sido embarazada por Bernal, inspector de langostas, a quien Redenta azuza para que se escape con la joven, en la misma noche de sus bodas con Botto, so pena de denunciarlo públicamente. Checo verbaliza oscuros sentimientos de deseo físico por su hija, a la que compara con su propia madre. Catalina nos hace saber que ella se casó sin amor, y ahora sólo practica una sorda resignación. Cuando la tragedia acosa, Biunda se ahorca fuera de escena. Su suicidio impacta a todos los presentes. Uno de los invitados a la fiesta de casamiento, Moncho, mientras trata de sostener al vencido Checo, con su mano libre le arroja al novio Botto "el tul y la corona de azahares de la novia", como acota escénicamente Carlino, y le dice con amargura: "Che, novio... está colgada como una lámpara apagada... Y dejó esto para vos". Entonces "la gasa baja como una paloma herida de muerte". Si me he detenido en esta última descripción fue para recordar ahora palabras muy posteriores de Carlos Carlino (en Ghiano, i 973:154-155), sobre que significó La biunda en el contexto de su época, a veinte años de distancia. Aparte de destacar elementos autobiográficos, el autor dice que intentó "encarecer la necesidad de que las mujeres ejercieran también el oficio de la libertad". Y, finalmente: "Además, acuné la secreta esperanza de que los espectadores advirtieran que esa gimnasia del ademán debía alcanzar a todos, puesto que escribí mi obra en una época argentina de movimientos reprimidos, de libertad disminuida, por lo menos para un sector social. Esto está tan escondido al parecer, que nadie lo advirtió. Por lo cual entiendo que mi reservada intención es un fracaso de expansión. No se ha visto en ese velo que se echa a volar por el aire al finalizar el drama el manifiesto que yo trataba de difundir"(el subrayado es mío A.C.). El otro caso es El herrero y el diablo, estrenada el 10 de noviembre de 1955 en el Teatro de la Luna, pero concebida, escrita y en ensayo antes del derrocamiento de Perón. La obra se presentaba como "una fiesta teatral compuesta por Juan Calor Gené sobre el capítulo XX de Don Segundo Sombra de Ricardo Güiraldes" (Güiraldes y Gené,1957). Sobre una leyenda universal —el diablo/la muerte burlados por la astucia de un pícaro— Gené compuso un ingenioso retablo escénico, ubicado en una Tierra Santa muy parecida a la pampa

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argentina, en tiempos de las luchas civiles del siglo pasado. Al final de la acción, las tropas se rebelan y exigen la renuncia inmediata del Gobernador. Por boca del Comandante, invocan la "justa cólera" del Pueblo, para "acabar así con una época de infortunio y alevoso tratamiento de los derechos republicanos". La farsa termina con este diálogo: "Médico.- (Borracho, pero ahora sólo de alegría.) ¡Acá hay Gobernador para rato! "Abogado.- (Más borracho que él). ¿Con la Miseria en el poder? ¡Gobernador para siempre! ¡Viva la Libertad! "Todos.- ¡Viva! ¡Viva la Libertad! "Borrachera general". Jorge Montes se permitió criticar un supuesto cambio del final, actitud que "ahora tiene poca virtud y la acerca excesivamente a la temática imperante en la plaga revisteril que asola nuestros escenarios". A lo cual respondió el adaptador Gené: "Para quienes en oportunidad del estreno de la pieza en el "Teatro de la Luna" de Buenos Aires, en noviembre de 1955, vieron en este de-senlace (el "triunfo de la astucia criolla aún sobre los designios divinos", que Gené reconoce como su aporte a la escenificación) una alusión directa a los hechos de trascendental importancia política que acababa de vivir el país en septiembre de ese año, es bueno aclarar una vez más que la obra estaba terminada en marzo de 1955 tal como se estrenó, sin que los hechos mencionados nos hayan movido a modificar una sola letra del texto original. La mecánica institucional argentina abunda en hechos como el del final de esta pieza. No fue culpa nuestra si la sensibilidad política de circunstancias del público y de ciertos sectores de la crítica limitaron la sátira a la última conmoción armada sufrida por nuestra Patria"(Güiraldes y Gené, 1957 :4 ,h ). Sobre música clásica y el teatro Colón Las actitudes del peronismo oficial sobre música clásica y el teatro lírico podrán apreciarse mejor a través de breves y concretas referencias de la época. Por un lado, se crearon organismos musicales que la Argentina reclamaba: la Orquesta Sinfónica del Estado es un buen ejemplo, y la serie de conciertos a precios populares que ofrecía regularmente cumplía con los principios de difusión accesible que ya he comentado. Por el otro, se le asignó un magro presupuesto, no contaba con local adecuado para ensayos y carecía de re-glamento de trabajo adecuado. Los problemas no terminarían, tampoco, en 1955. A lo anterior se sumó un "ridículo proteccionismo" (Arizaga, 1963) que obligaba a ejecutar una (breve) partitura de compositor argentino en todos los conciertos y recitales que no estuviesen dedicados a un único autor o escuela musical. Aparte de fomentar la creación de "festivales caprichosos e insólitos" para evadir la obligación legal, la medida fue acatada sin entusiasmo por los intérpretes extranjeros y no contribuyó, realmente al fomento de nuevos compositores locales: los repertorios sinfónicos fatigaron por años El gaucho con botas nuevas de Gilardo Gilardi o la Huella y Gato de Julián Aguirre. Tampoco produjo resultados creativos otra disposición que obliga a difundir un 50% de música argentina por las radios.

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Otra iniciativa útil para introducir música clásica a públicos urbanos fueron las Orquestas de Radio del Estado, la Sinfónica y la Juvenil, esta última fundada por Luis Gianneo. Los conciertos gratuitos de los jueves por la noche, en el amplio salón de Actos de la Facultad de Derecho porteña, presentaban a los mejores directores argentinos junto a distinguidos visitantes del extranjero como Ataulfo Argenta y Antal Dorati: causó ingenuas polémicas el estreno de unos movimientos sinfónicos sobre temas de tango del juvenil Astor Piazzolla, por ejemplo. Radio del Estado difundió también obras dramáticas del repertorio nacional e internacional, sin olvidar clásicos, en sus ciclos de "Las dos carátulas". Dentro de un panorama musical de primer nivel durante la década 1946-55, que incluyó la fundación de entidades privadas como Amigos de la Música y al Mozarteum Argentino, la ciudad de Buenos Aires contó desde fines de 1946 con una Orquesta Sinfónica Municipal, que en sucesivas encarnaciones también sufriría restricciones presupuestarias y trabas burocráticas. En el interior, y con dispares resultados, se fundaron o continuaron sus actividades algunas orquestas meritorias, como la Sinfónica de la Universidad Nacional de Tucumán. Según lo establecían criterios oficiales, la gratuidad y la apertura a sectores populares —giras al interior— eran aspectos fundamentales de la cultura en función social. En consecuencia, varias salas teatrales pasaron a ser patrimonio del pueblo, bajo administración oficial. En la ciudad de Buenos Aires ello ocurrió con el Colón; el Cervantes, sede de la Comedia Nacional, el Seminario de Estudios Dramáticos y el Instituto de Estudios de Teatro, donde cumplió destacada labor el poeta Juan Oscar Ponferrada; el viejo teatro Municipal; y el Enrique Santos Discépolo19, dedicado de preferencia a obras de autores nacionales y festivales infantiles, de acuerdo con la programación de la Secretaría de Prensa y Difusión. La municipalidad porteña contaba con el anfiteatro Popular "Eva Perón", en el Parque Centenario, durante la temporada estival. En La Plata, el Teatro Argentino era oficial, y cumplía funciones paralelas al Colón, con cuerpos estables en las diversas especialidades; el Teatro del Lago abría los veranos. El Teatro Colón, por muchos motivos, es ciertamente simbólico del tipo de política cultural seguido por el peronismo en el poder. La posición oficial destacaba que en el Colón "...se fue creando un pernicioso clima de "elite" estimulado por una aristocracia en condiciones de poseer costosos abonos" (Cultura para el pueblo: 47). Por lo tanto, "la revolución peronista termina con estos privilegios y abre las puertas del teatro Colón a las clases humildes dedicándoseles funciones especiales y gratuitas para los gremios. 20 Un somero repaso a las temporadas anuales (Puente, 1963) no sólo indica la presencia de cantantes estelares de la época, grandes directores de orquesta y escena, sino además estrenos contemporáneos que agilizan los repertorios tradicionales: Honneger, Roussel, Janacék, Alban Berg. Horacio Sanguinetti ha sintetizado la realidad de los cambios introducidos por el régimen en el Colón: "Por una parte, lo democratizó un tanto, estableciendo funciones sindicales y a precio estímulo. Lo convirtió en escenario político de discursos presidenciales, y organizó espectáculos extraños a la tradición ópera-ballet-concierto. Por ejemplo, Barrault, o —máxima audacia, casi en vísperas de su derrocamiento— el tango con Mariano Mores" (1967:67-77). Si bien se suprimieron las funciones de etiqueta, durante los primeros años del peronismo se continuó la costumbre de ofrecer galas para fechas patrias o de homenaje a ilustres

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visitantes: "En suma, la apertura superficial del Teatro distó mucho de ser una auténtica revolución cultural". Tango: nostalgias y evocaciones Cada vez que se analiza el tema del tango en la década del 40, se coincide en calificar a Homero Manzi (1905-1951) como el poeta que "le canta a las cosas que van desapareciendo lentamente" (Salas, 1968:48). Y cada vez que se considera el tema de los intelectuales que se acercaron al peronismo naciente, los glosadores invocan la ambición de Manzi en el sentido de dejar de ser hombre de letras para hacer letras para los hombres. Pero tanto para Manzi como para Enrique Santos Discépolo (1901-1951), Cátulo (González) Castillo (1906-1975) y otros letristas, compositores y poetas de la música popular, los ateos del cuarenta y del cincuenta los ven dedicarse a la evocación nostálgica del barrio, los amigos, el propio pasado tanguero, las cosas que se fueron. Conviene recordar apenas algunos datos básicos (para un análisis parasociológico de las relaciones entre el tango y el peronismo, con importantes intuiciones, cfr. Matamoro, 1969). En el período de este libro la obra de Discépolo en el tango es muy breve: una nueva letra canyengue para la música de El choclo, del pionero Angel Villoldo (1947); Y Cafetín de Buenos Aires (1948, música de Mariano Mores), responso a las amistades juveniles anudadas en esa vieja institución porteña. Para el cine, Discépolo escribe y actúa sobre todo en El hincha (1951), dirigida por Manuel Romero, que no pasa de un agudo costumbrismo. Para el teatro, en colaboración con Julio Porter, interpreta y se dirige en Blum (1949), donde reformula un viejo tema: el dinero no brinda felicidad. Manzi, en los mismos años, continúa escribiendo argumentos cinematográficos con Ulyses Petit de Murat, pero su obra más personal se concreta después de la separación artística de este último. El poeta del tango es autor del libro y codirige, con Ralph Pappier, Pobre mi madre querida (1948), cálida elegía a los antiguos corralones de la Boca, con Emma Gramatica y Hugo del Carril; y El último payador (1950), romántica biografía de José Betinotti. En la canción popular, es muy conocida la línea sentimental pero escasamente sensiblera de Homero Manzi. No sólo el neoclásico Sur (1948, música de Aníbal Troilo), sino Romance de barrio (1947), Barrio de tango (1948), Recordando (1948) y Che, bandoneón (1950), todos con música de Troilo. Las milongas en colaboración con Sebastián Piana también pertenecen al género. La evocación alcanza resonancias casi metafísicas y religiosas en el tributo de Manzi-Troilo a Discepolín (1951): "Sobre el mármol helado, migas de medialuna "y una mujer absurda que come en un rincón; "tu musa está sangrando y ella se desayuna: "el alba no perdona, no tiene corazón. -------------------------------------------------------

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"La gente se te arrima con su montón de penas "Y tú las acaricias casi con un temblor; "te duele como propia la cicatriz ajena; "aquél no tuvo suerte; y ésta no tuvo amor" (Salas, 1968:104). En la precisa época que muchos consideran como última gran expresión del tango cantado en cuánto a creadores e intérpretes, la mirada de Manzi —y no sólo Manzi—volvía hacia atrás y no abarcaba el presente de la Nueva Argentina en construcción, pese a las obvias simpatías políticas del poeta, a partir de orígenes en la UCR.21 Dejando de lado los visajes y ademanes caricaturescos en un Alberto Castillo, o la inventiva melódica de Osmar Maderna (1919-1951) en Lluvia de estrellas o Concierto en la luna, el compositor e intérprete Aníbal Troilo (1914-1975) y el poeta Cátulo Castillo encarnan asimismo la veta nostálgica ya aludida: Patio mío (1953), Una canción (1953) y La cantina (1954). El sainete musical El patio de la morocha, estrenado con gran éxito de público el 24 de abril de 1953 en el teatro Enrique Santos Discépolo, es representativo de la tendencia que vengo comentando. Parafraseando a Oscar Wilde, podría decirse que más que en sus obras los autores de tango peronistas ponían su peronismo en la vida como funcionarios de entidades gremiales, propagandistas y burócratas culturales: así, entre 1954 y 1955 Cátulo Castillo fue Presidente De la Comisión Nacional de Cultura. Quien examina con algún cuidado las letras de los autores citados más arriba —para no mencionar al prolífico Enrique Cadícamo o a Homero Expósito— no puede imaginar que la sociedad argentina, y la porteña, experimentaban cambios de magnitud señalados en otro lugar (Cina, 1981:37-51).22 En cambio, las charlas radiales de Discépolo sobre libretos propios ("Pienso y digo lo que pienso"), emitidas en 1951, merecen el recuerdo. Constituyen uno de los mejores testimonios de propaganda política peronista para releer y analizar. Discepolín, uno de los artistas más conocidos del país, enfrentó en 37 breves monólogos a un invisible "Mordisquito", contrera paradigmático que representaba a los opositores de clase media con aspiraciones de status. La génesis de los microprogramas ha sido bien descrita por Galasso (1967: 161-169). Discépolo corporiza a un peronista de corazón, sencillo, intencionado, urticante con sus adversarios: este chisporroteo verbal puede compararse favorablemente a los monólogos del periodista Américo Barrios, que con monotonía estilística proclamaba las maravillas del Edén justicialista (“¿No le parece?"). Como en el caso de Frankestein, "Mordisquito" no sólo aludió a la oposición cerril al peronismo sino al propio personaje anónimo de Discépolo.23 El esquema de estas charlas contrasta el ayer lleno de defectos y promesas incumplidas —no el idealizado ayer del tango— y el presente vibrante, lleno de realizaciones (las citas son de una edición contemporánea, sin pie de imprenta ni fecha de publicación, ¿A mí me la vas a contar?). La escala es nacional, y no abarca únicamente a la gran ciudad y sus arrabales transformados en pueblos suburbanos. Los textos repiten argumentos oficiales sobre el resentimiento de la oposición, incapaz de entender el carácter de revolución pacífica del peronismo: economía de abundancia, bien distribuida y con pleno empleo. Discépolo condena al rumor y chisme maliciosos, y cuestiona la nostalgia evocativa: "No, no creas que voy a hablarte en nombre de la nostalgia y que voy a evocar melancólicamente la zanja cargada de ranas impermeables, ni el potrero adonde

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íbamos a comer el huevito de gallo o el farol que apuntalaba las espaldas dramáticas del guapo". "El suburbio de antes era lindo para leerlo, pero no para vivirlo", y el viejo conventillo ha sido reemplazado por "las casitas dignas, que hacen flamear la banderola roja de un techo, el trapo verde y fragante de los jardines bien cuidados". Discépolo recalca el carácter nacional del peronismo al reprochar a "Mordisquito": "La geografía de tus sentimientos terminaba en la Avenida General Paz... y el resto era, para vos, una especie de cambalache folklórico...". Los gauchos imaginados por los porteños eran en verdad peones mal pagados, lo cual ya no ocurre en el presente. Los asilos de huérfanos son hoy "hogares". Las mujeres, compañeras en el hogar, lo son ahora en el trabajo junto a sus hombres, ya que ganan igual sueldo que los maridos e hijos; además, pueden votar y ser elegidas. En los ingenios azucareros del Norte se explotaba a los trabajadores: ahora cobran salarios justos y reciben atención médica. A veces, las síntesis eran agudísimas: "A mí no me duele que vos tengas más... me duele que los demás no tengan nada. ¿Te has olvidado que la vida de los otros vale tanto como la tuya? Por eso me escribís diciendo que este gobierno ha desatado una tormenta de clases. ¡Qué error el tuyo! Lo que ha desatado este gobierno no es una tormenta de clases, sino que ha desatado a un montón de clases que vivían en la tormenta... sin paraguas, sin comida, sin más sueños que los que dan el cansancio y la miseria" (el subrayado es mío A.C.). Las reformas del régimen son aplaudidas y glosadas de modo directo: la flota mercante es la tercera del mundo, en 1950 Aerolíneas Argentinas ha transportado 50.000 pasajeros más que en el año anterior, en el último lustro se han construido más escuelas que en los cien años precedentes, etc. La desalienación de los trabajadores es un proceso abierto por el peronismo: "El obrero es ahora dueño de su vergüenza y se mueve en el mundo de su trabajo no como una cosa nunca identificada, sino como una cosa en potencia, que puede mejorar el destino de sí mismo y de sus aparceros". Discépolo repite el agradecimiento personal del pueblo hacia Perón y Eva Perón, pero la idea-fuerza de las charlas es que todo tiempo pasado fue peor, en comparación con el peronismo en el poder: nótese el énfasis contrario en los tangos finales de Discépolo y los de sus contemporáneos. Cuando el autor de Cambalache (1935) habla de las elecciones de 1951, recuerda la era del fraude electoral paralela a ese gran tango: "Entonces el escrutinio no era una ceremonia sido una complicidad" (...) ¿Te acordás, Mordisquito? Eran los años del comité que chorreaba vino barato y olla a empanadas gratuitas; los años en que los muertos abandonaban su indiferencia y se incorporaban a la caravana de los que votaban al oficialismo (...)" La historia del equilibrista (charla XXXIV) es buena síntesis de nociones justicialistas sobre las bondades intrínsecas del sistema presidido por Perón —quien llegó a citarla con aprobación, todavía en vicia de Discépolo24 y de críticas malintencionadas procedentes de adversarios a ultranza. El charlista y su amigo Pepe van al circo para presenciar el número de un equilibrista famoso: "Se subía a una escalera parada de punta... y al llegar allá arriba, ponía un banquito, sobre el banquito un tarro de yerba... después del tarro, un asiento de bicicleta, también haciendo equilibrio el asiento!... Y allí se sentaba él, y mientras la escalera daba vueltas sobre sí misma...

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este bárbaro hacía juegos malabares con tres botellas en las marlos... con los dos pies tocaba el arpó, y claro, todos aplaudíamos como locos! ¡Figurate! ¡Un número estupendo! Pero... Pepe movió la cabeza como la movés vos, desdeñando... ¿ Y sabés que dijo? ‘Sí, bueno... pero el arpa no la toca bien!'... ¿Y qué querías? ¿Un concierto de la Wagneriana? Jesucristo se asomó sobre el perro muerto y descubrió que sus dientes eran hermosos... pero ni Pepe ni vos buscan los dientes del perro... sino que buscan el arpa del equilibrista" La última charla —Discépolo moriría poco después, el 23 de diciembre del 1951— confiesa la "dicha de asistir a una revolución como la presente, con la que se le ha dado tanta felicidad a un pueblo con tan poco dolor..." Proteccionismo y banalidad en el cine El cine comercial es otro buen ejemplo para apreciar las vinculaciones entre régimen político y formas de entretenimiento popular. El cine argentino obtenía éxitos de público, y no sólo en la Capital Federal, desde finales del treinta. También, como la radio, estaba creando astros y estrellas para las masas: Luis Sandrini y Pepe Arias son apenas dos de esos nombres25. La canción popular aportaba las voces y presencias de Libertad Lamar-que y Hugo del Carril, con prestigios provenientes de la radio, las giras personales y los discos de 78 revoluciones por minuto: el cine nacional los recibió y promovió a mayor escala. Ya desde el treinta, directores como Manuel Romero, Francisco Mugica y Leopoldo Torres Ríos habían mostrado las posibilidades de la conciliación de clases, el amor que rompe las barreras sociales, y hasta la dificultad de adaptarse a la gran ciudad, experimentada por recientes migrantes del interior. Los sectores más populares de la ciudad de Buenos Aires, por ejemplo, estaban habituados a las novelas radiales, así como los de provincias aplaudían a los "buenos" y abucheaban a los "villanos" en las giras de dichos elencos. El cine nacional aprovechó y perfeccionó tal tradición, mientras las minorías urbanas de clase media y alta preferían el cine francés o la producción de Hollywood. El cine criollo, para esos sectores, era otra expresión un tanto chabacana y pobretona de la industria nacional. La historia ideológica del cine argentino en el primer período peronista todavía está por escribirse: aportes previos pueden consultarse en Di Núbila (II, 1959), y en el reduccionismo clasista de Posadas (1973:59-119). Mis comentarios, en cambio, aludirán a varios problemas de lo que podría llamarse la política cinematográfica del peronismo, con características similares a las practicadas en otras áreas. La ley 12.999 de 1947 —y sus modificaciones posteriores— dispuso la obligatoriedad de exhibir películas argentinas en todos los cines del país. Este sano propósito, tal como ocurrió en otras latitudes mundiales, favoreció por años la manufactura de filmes de ocasión o quickies para cubrir tales porcentajes "reservados" a la producción local. A través del Banco de Crédito Industrial se otorgaron muchos préstamos sin garantías reales, que dieron lugar a dos acontecimientos significativos. Por un lado, la consolidación "típica" de la

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productora Argentina Sono Film, fundada en 1933 por Angel Mentasti y dirigida desde los cuarenta por sus hijos Luis Angel y sobre todo Atilio Mentasti. El sello sobrevivió largos años la caída del peronismo, y merecería una monografía especializada (por el momento véase Kuhn, 1981:247-264). Por el otro, la proliferación de aventureros y advenedizos que buscaron en el cine otro camino fácil para ganar buenos pesos, medrando con la protección oficial. Los ya citados créditos, los subsidios indiscriminados, la drástica reducción de estrenos extranjeros durante largas temporadas, etc., tuvieron desastrosas consecuencias. Al cine argentino se le cerraron prácticamente los mercados de América Latina, que había conquistado hacia principios del cuarenta con sus melodramas tangueros, comedias costumbristas y capocómicos. El cine mexicano desplazó a los productos rioplatenses en gran parte de América Central y caribeña. El mercado doméstico resultó insuficiente para las adaptaciones de obras famosas, las comedietas y los filmes escapistas. A ello acompañaba la crisis periódica y repetida de la película virgen, que debía importarse, con el inevitable y lucrativo mercado negro. Otro vínculo simbólico entre cine nacional y sistema político fue la trayectoria de Raúl A. Apold (los datos principales figuran en Di Núbila, II, 1959, passim). Su nombre evoca el cine comercial exhibido durante el peronismo y resume la obsesiva propaganda del régimen, de la cual fue uno de sus principales hacedores desde altos cargos en Prensa y Difusión, Informaciones, etc. Apold había sido ex-jefe de publicidad en Argentina Sono Film y hacia 1946 fue nombrado director del Noticiero Panamericano, para pasar luego a Sucesos Argentinos: con el correr del tiempo, ambos semanarios de noticias filmadas se transformaron en vehículos de propaganda oficial y "negra". En 1947 Apold fue designado Director de Difusión de la Subsecretaría de Informaciones de la Presidencia de la Nación. En marzo de 1949 Apold pasó a ser Subsecretario de Informaciones y "se convirtió en zar del cine". Para 1951 el funcionario reconocía la crisis en la industria: "Pareciera que la protección oficial sólo estimuló el aumento en número de películas, pero no en calidad; nuestros productores... se han desinteresado de todo lo que no sea la faz meramente comercial... Los quebrantos que han sufrido o sufren algunas empresas son debidos a la mala organización, frondosos presupuestos administrativos, mala comercialización de las películas y mala calidad de las mismas... Los mercados extranjeros se conquistan y se mantienen a base de competencia, de calidad en las películas, de espíritu comercial y de propaganda, y nuestros productores han descuidado últimamente todos esos factores".26 En 1953 Apold reiteraba: "Es preciso destruir a los aventureros de nuestro cine. El que se erige en productor, sin antecedentes en la industria, con avidez de enriquecerse a toda costa, dejando en el camino a obreros sin trabajo, devorando para su beneficio personal los creditos oficiales, asignándose grandes sueldos y realizando viajes de turismo con dichos créditos, no depositando aportes jubilatorios de sus obreros... va a desaparecer de inmediato. Todos los cañones dispararán contra esos parásitos". Sin embargo, productoras como General Belgrano y su director Enrique Carreras continuaron fabricando filmes de fórmula: la cancionista y actriz Lolita Torres, el cómico Alfredo Barbieri, la rumbera Amelita Vargas. Como en otros terrenos culturales, el fácil acceso al cinematógrafo figuró entre las características de la época: las localidades se mantuvieron prácticamente "congeladas" a precios bajos, incluso

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cuando una moderada inflación empezó a mostrar su rostro. Y, en marzo de 1954, el gobierno montó con éxito un operativo de prestigio: el Primer Festival Cinematográfico Internacional, en el balneario de Mar del Plata. Entre otros, Errol Flynn, Joan Fontaine y Edward G. Robinson iniciaron desfiles artísticos que no se interrumpirían después de 1955, en nuevas versiones de la muestra. Los límites voluntariamente asumidos no me permiten la crítica de títulos individuales, de Las aguas bajan turbias (1952, Hugo del Carril) o Pelota de trapo (1948, Leopoldo Torres Ríos). La propaganda directa y obvia fue la excepción antes que la regla en el cine, a diferencia del resto de la sociedad: El baldío (1952, Carlos Rinaldi, sobre la pieza teatral del burócrata Raúl A. Mendé bajo el seudónimo de Jorge Mar) no tuvo casi continuadores. En cambio, el estilo peronista más típico asumió el "todo tiempo pasado fue peor" que describí al ocuparme de los monólogos radiales de Discépolo. Las referencias al ayer debían contrastar con el presente perfecto y triunfal. Di Núbila (II, 1958: 118, 155, 172) brinda tres casos concretos. En Almafuerte (1949, Luis César Amadori), buen representante del género biográfico, "...se suprimieron aspectos fundamentales de su personalidad y su lucha y se le hicieron decir dudosas frases proféticas acerca de un sospechoso Mesías". En la multimillonaria y multiestelar Deshonra (1952, Daniel Tinayre, con Tita Merello, Mecha Ortiz y Fanny Navarro) se "procuró demostrar que los brutales métodos carcelarios de antes habían sido reemplazados por un humano concepto de la reeducaciön de los reclusos". Y en Barrio gris (1954, Mario Soffici), cubre una primera novela de Joaquín Gómez Bas, se obligó al director "... a consignar que en el paraíso justicialista aquellos barrios grises habían sido reemplazados por otros blancos donde imperaba el confort y donde los niños podían jugar felices". Una agenda necesaria Todavía se carece de estudios críticos sobre la cultura popular y de masas, y las manifestaciones literarias más tradicionales, entre 1946 y 1955. Para la ficción elaborada y consumida durante esos años es válida la opinión de Juan Carlos Portantiero: "Toda la época del peronismo es (...) un momento de vacío creador para nuestra novelística. Porque salvo en intentos aislados (Velázquez, Speroni, Gálvez), de escasa calidad, el movimiento triunfante no encontró reflejo literario y porque la intuición de la realidad se hizo muy precaria en los novelistas de la década anterior que aún se mantenían en actividad y que no querían ser anexados por el régimen" (1963; cfr. también Portantiero, 1961)27. Parece haber consenso en cuanto al hecho de que el peronismo, tanto en teatro como narrativa, no produjo "...ninguna obra memorable" (Goldar, 1969: 186; cfr. además 1971; y Orgambide, 1978/79:17-26), aunque se discrepe sobre las razones del fenómeno. La poesía tampoco se ha examinado en profundidad, tratando de diferenciar una la mayoría de esfuerzos laudatorios a Evita y a Perón de los versos que encarnaban mejor la fuerza del lenguaje y las reivindicaciones populares. Hay por lo menos dos antologías (Monti, 1954; Alessandro, 1966) indispensables para esa tarea, que asimismo brindan oportunos recordatorios de la Peña de Eva

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Perón y de un concurso --declarado desierto— de sonetos al general Perón, organizado en 1954 por el Sindicato de Vendedores de Diarios, Revistas y Afines que dirigía Napoleón Sollazo (Alessandro, 1966: 20-21,27). Siempre en el terreno literario, los apuntes de Goldar (1969:146-150) sobre el suplemento cultural del diario La Prensa, expropiado en 1951 y administrado hasta 1956 por la CGT, reclaman un desarrollo más específico, por tratarse de una empresa poco corriente en el contexto de su tiempo. Del mismo modo, se empieza a contar con análisis de la temática antiperonista en los cuentos de Ezequiel Martínez Estrada (Borello, 1979: 153-158) y con lecturas literario-sociológicas de la revista Sur (King, 1981:57-58), que ayudan a completar el panorama de estas cuestiones. Para la cultura popular y de masas ya se cuenta con una serie importante de ensayos, aparte de los archivos. Pienso en los suplementos culturales del matutino Clarín —fundado en 1945, y que sería en sí mismo un oportuno tema de investigación—, en el desaparecido La Opinión, en la revista Todo es Historia y en varias colecciones del Centro Editor de América Latina como "La historia popular". Desde 1951 hubo un canal de televisión que trasmitía desde Buenos Aires, pero el auge de este nuevo medio de comunicación es posterior a la caída de Perón. La radiofonia, en cambio, junto a revistas de la época desde Rico Tipo o Patorucito, ofrecen una rica cantera para estudiar de modo sistemático los mensajes, receptores, géneros populares como novelas radiales, censura y autocensura, etc. El contenido y la forma de las relaciones entre el Estado y sus redes de radiodifusión siguen reclamando la atención contemporánea. Estudios sobre la vida cotidiana como el de Goldar (1980) aparte de lejanos modelos europeos, se entroncan con el Martínez Estrada de La Cabeza de Goliat (1957), magistral punto de partida en 1946 de un género que, desde diversas perspectivas, incluye aportes de Juan José Sebreli (sobre todo Buenos Aires, vida cotidiana y alienación [1964], Blas Matamoro y Julio Mafud. Sobre estos cimientos podrá irse levantando el edificio que indague, las estructuras y productos culturales de 1946-55: este capítulo sólo aportó algunos ladrillos a la construcción. Notas 1 En los debates sobre organización de Academias científicas oficiales (Dips.,Vl, 29-IX-50: 3651-3663) la oposición radical

destacó el creciente avance del Poder Ejecutivo sobre terrenos tradicionalmente ocupados por organizaciones voluntarias:

el mismo reglamentaría el funcionamiento de academias oficiales o nacionales, y también reorganizaría las privadas de

Letras, Bellas Artes, Historia, etc.

Tres años después (Dips., IV, 9-XII-53:2464-2492) se aprobó la ley que establecía Premios al Mérito en el arte, la ciencia y

la técnica: el Presidente de la República entregaría medallas a quienes se destacaran en dichos campos, siempre en

conformidad "a los postulados de la doctrina nacional". La UCR subraya la contradicción entre el proyecto en examen y el

estado de liquidación de la Sociedad Científica Argentina, el colegio Libre de Estudios Superiores (sus cursos fueron

suspendidos en 1953 por haberles "...faltado entonces la exigida autorización policial" [Giusti, 1954], el Colegio y la

Asociación de Abogados, el Centro de Estudiantes de Ingeniería, la proscripción de la Federación Universitaria Argentina y

la clausura de más de cien diarios y periódicos en todo el país.

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2 Carlos Astrada se acercó notoriamente al marxismo, luego de su escala existencialista. Los cambios ideológicos en

Leopoldo Marechal pueden medirse comparando su novela Adán Buenosayres (1948) - "verdadero entierro y réquiem del

martinfierrirmo" (D. Viñas, 1982:6) - con El banquete de Severo Arcángelo (1965) y Megatón, o la guerra (1970). En el

sesenta, Marechal combinó su peronismo con la admiración por la Revolución Cubana: la crítica lo colmó de elogios, y

contribuyó a una evaluación más integral de su obra.

3 El día de la llegada de Perón a Ezeiza, 17 de noviembre de 1972, el canal 11 de televisión trasmitió un programa titulado

"Los peronistas de la primera hora". Uno de los entrevistados, Raúl Bustos Fierro, se refirió a un proceso de socialización que

en rigor implicaba el afianzamiento de la propiedad privada: "el justicialismo quiere un país de propietarios, no de proletarios".

4 Eva Perón es presentada como figura impar del mundo y de América toda, a la vez que poseedora de virtudes domésti-

cas y corrientes (el cariño por su perrito blanco, llamado "Monito", que "desolado y nervioso" la sigue extrañando después

de su fallecimiento. [Lerdo de Tejada y Zubillaga, 1952:67]. No faltan las referencias a cuentos para niños, y los paralelos

entre sus protagonistas ficticios y Evita (Picollo, 195 3: 5 7-70). Para relacionar los libros de lectura que vengo comentando

con las secciones infantiles de publicaciones como Mundo Peronista, véase el capítulo 5.

5 Un ejemplo de los conceptos que volverían a aflorar en 1982, durante la guerra de las Malvinas con Gran Bretaña

(García, 1954:111): "Las Malvinas son argentinas. Lo fueron siempre. Forman parte de nuestro territorio. Por debajo del

mar se continúan con nuestro suelo. Cuando nuestro país declaró su libertad, heredó todos los derechos que España tenía

sobre aquellas islas. En varios casos envió expediciones y designó un gobernador en ellas.

"En 1833, sin embargo, tropas inglesas se instalaron por la fuerza en esa parte de nuestro territorio. Los pocos soldados

argentinos que había en las Malvinas no pudieron impedir ese atropello.

"Pero la Patria jamás renunció ni renunciará a sus derechos.

"Hoy y siempre, los niños de la Nueva Argentina deben decir: ¡Las Malvinas son nuestras!!

“¡Y será un día de júbilo para todos cuando la bandera azul y blanca vuelva a ondear en ellas!"

6 El texto del documento episcopal citado por Oscar Alende era, esencialmente, el mismo de las pastorales emitidas en

1931 y 1945, en distintos contextos históricos (Ciria, 1975:238-248). Las referencias a la "cortina de humo" en el conflicto

con la iglesia comprendían aprestos recientes de colaboración estratégica entre la Argentina de Perón y los Estados

Unidos, probables soluciones entreguistas al tema del petróleo, y también la siderurgia y la hidroelectricidad, etc. (cfr.Dips.,

13-V-55:232).

7 Aparte de conocidas explicaciones sobre motivos tácticos que llevaron al gobierno peronista a homologar la enseñanza

religiosa en 1947, no siempre se recuerda esta otra: en previsión de una gran inmigración europea luego de la segunda

guerra, la religión en las escuelas obraría como factor de cohesión social (varias entrevistas, Proyecto de Historia Oral).

Miel Asquía (entrevista) recordó conflictos entre la curia y las autoridades del Estado por el control de los nombramientos

docentes en religión. También se refirió a la preocupación clerical por los "intrusos" en el marco de la familia legítima,

destacando que por fin se llegó a una transacción sobre el porcentaje a heredar en el caso de hijos extramatrimoniales, en

el texto de la ley respectiva. El entrevistado no sólo aprobó el sigiloso procedimiento seguido para la sanción del divorcio

vincular (ley 14.394 de 1954) sino que destacó los efectos adversos que la progresiva imposición a los legados produjo en

la jerarquía eclesiástica.

El conflicto entre Perón y la iglesia provocó crisis de conciencia en muchos peronistas católicos. Diaz de Vivar (entrevista)

es un caso paradigmático: a muchos años de distancia, manifestó que todavía se reprochaba haber votado a favor del

divorcio en 1954, abandonando por esa vez su lema de "vivir orgullosamente".

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8 Cuando me desempeñaba como representante estudiantil reformista en el Consejo Superior de la Universidad de Buenos

Aires, en 1959-60, tuve oportunidad de verificar lo sugerido en el texto. Uno de mis profesores de Derecho, profesional del

antiperonismo, husmeaba metódicamente los antecedentes de candidatos a cargos docentes. En dichos concursos su voz se

alzaba con regularidad para impugnar a todo aquél que, a su juicio, hubiera mostrado tolerancia o simpatía por el régimen

depuesto. El profesor de Derecho, poco después, se vio obligado a abandonar su cátedra y desaparecer de la vida pública

universitaria cuando se verificaron las acusaciones de plagio cometido en una de sus escasas publicaciones académicas.

9 La ley 14.297 (1953) introdujo otras reformas al régimen universitario vigente (los debates, en Dips., IV, 18-XII-53: 2672-

2792). En la ocasión, Santiago Nudeirnan criticó las actividades partidistas de la Confederación General Universitaria

(CGU) y la falta de vigencia de los principios reformistas de 1918. Para indicar el nivel internacional de la nueva

Universidad peronista, Joaquín Diaz de Vivar proporcionó una nómina de ilustres conferenciantes que visitaron la Facultad

de Derecho entre 1949 y 1953: José Vasconcelos, Hans Kelsen, René David, Eugenio D'Ors, Hans Freyer, etc.

10 Ya en los años del treinta el Presidente Lázaro Cárdenas había .auspiciado la creación en México del Instituto

Politécnico Nacional, para atraer a jóvenes obreros y capacitarlos en distintas especialidades, la tensión entre el Poli y la

Universidad Nacional Autónoma de México, con una clientela masiva de sectores medios, ha sido una constante de las

décadas transcurridas.

11 El apoliticismo universitario de la primera época peronista dio paso, años después, a una excesiva politización de las

casas de estudio, más superficial y agresiva que otra cosa. El paralelo con las fuerzas armadas es interesante; para las

distintas etapas en el ejército, desde el constitucionalismo inicial al adoctrinamiento justicialista, véase Rouquié (1978).

12 Las universidades del segundo peronismo se politizaron al máximo, y fueron cunas de activismo partidario. Desde fines

de 1974, bajo la presidencia de Isabel Perón, se volvió al modelo del texto legal de 1947: curiosamente, el encargado de su

aplicación fue el veterano de la primera hora Oscar Ivanissevich, en representación de la derecha del movimiento.

13 Compárese la exposición de John W. Cooke que gloso en el texto con su trayectoria posterior a 1955, donde se convirtió

en progenitor intelectual de una generación de nuevos militantes de la izquierda peronista, con influencias del marxismo

desarrollado por Fidel Castro (cfr. Cooke, 1972 a y 1972 b).

14 Ernesto Goldar ha sacado conclusiones, cercanas a mi texto, sobre el contenido de la Revista de la Universidad de

Buenos Aires, dirigida por el Padre Hernán Benítez entre 1947 y 1954. La publicación refleja los intereses de un

"nacionalismo sin pueblo", que pasa "de la sacristía a las aulas", y que a poco colaborará en el golpe liberal y militar de

1955. Las conclusiones de Goldar (1969:145) son tajantes. En la Revista "... 1) no hay ‘nacionalismo', ni aún de derecha,

sino simplemente españolismo franquista ; 2) exceptuando algunas secciones literarias donde se incluyen poetas

argentinos, las colaboraciones tratan sobre filosofía, teología, o trabajos sobre literatura extranjera; 3) no aparecen artículos

científicos; hay una única (y lógica) excepción: en 1947 Oscar Ivanissevich, rector de la U.B.A., publica un trabajo de clínica

quirúrgica; 4) ningún análisis sobre la realidad económico-social del peronismo; 5) nada sobre sociología o derecho

argentino; 6) tampoco sobre psicología y pedagogía; 7) ningún trabajo histórico, más aún, ninguna referencia al

revisionismo histórico; además, en 1954, se publica una nota sobre Esteban Echeverría de contenido liberal; 8) la ausencia

de notas bibliográficas indica también falta de colaboradores y dinamismo; 9) todos los colaboradores son católicos; 10) el

90 % son extranjeros".

15 La referencia al contexto argentino está dada por el slogan "La tierra es para el que la trabaja", frecuentemente

empleado por el peronismo en su retórica oficial. La realidad de las reformas agrarias comprendió modificaciones

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importantes a las leyes de arrendamientos y aparcerías, algunas expropiaciones simbólicas en la provincia de Buenos

Aires, y el énfasis en que la tierra era un bien de trabajo y no renta.

16 El teatro comercial del periodo peronista prolongó, en general, los rasgos de la década anterior, y no será comentado

aquí. El teatro llamado oficial tampoco fue centro de creatividad dramática. Algunas excepciones: Clase media, de Jorge

Newton, y Antígona Vélez, de Leopoldo Marechal. La primera (Newton, 1949) se estrenó en el Teatro Municipal de la

ciudad de Buenos Aires, y exploraba el impacto del peronismo en sectores de la pequeña burguesía. Su autor pasaría a

ocupar luego la dirección de Mundo Peronista (ver capítulo 5).

Antígona Vélez (Marechal, 1970) se estrenó en el Nacional Cervantes en 195 . Se trataba de una tragedia pampeana en el

siglo XIX, con raíces griegas, bíblicas y lorquianas.

17 El tema de la política deportiva del peronismo reclama un estudio monográfico serio, a partir del fútbol, boxeo, automovi-

lismo y otras especialidades; de algunos ídolos representativos de las primeras del movimiento, como el boxeador José

María Gatica (Montes, 1978); y de las escasamente exploradas relaciones entre los deportes y la política, desde el

cuarenta en adelante. La revista Primera Plana, en su historia del peronismo, aportó ideas muy útiles sobre esta temática:

"Era preferible que los fanáticos se pelearan por divisas deportivas y no políticas, que el pueblo siguiera dividido en clubes

y no en partidos" (6-IX-66:40).

18 Ciertas referencias de Cuzzani aluden muy concretamente a anécdotas de la realidad cotidiana de los años cincuenta,

aparte de su énfasis en los grandes temas. Daré un solo ejemplo. Al aparecer el coro de hinchas, con sus cánticos y gritos

característicos, uno de ellos dice: " ¡Che, referí; ¡Devolvé las Malvinas!". La Asociación del Fútbol Argentino había

contratado árbitros ingleses para reemplazar a los locales por varias temporadas, suponiendo que aquellos resultarían más

imparciales en sus decisiones: los jueces extranjeros y sus intérpretes locales pronto ingresaron al folklore deportivo.

19 El edificio para el nuevo Teatro Municipal General San Martín se empezó a construir bajo Perón, y fue inaugurado en la

presidencia de Frondizi. Los cambios de nombres en el caso del Teatro Enrique Santos Discépolo, ex-Presidente Alvear, y

viceversa, han sufrido los vaivenes normales de la vida política argentina de los últimos treinta años. También las

modificaciones afectaron a calles de la ciudad de Buenos Aires: Canning pasó a ser Raúl Scalabrini Ortiz después de 1973,

y volvió a su antigua denominación después de 1976.

20 Mundo Peronista (15-IX-51:15) destacaba la opinión positiva que las llamadas funciones gremiales habían despertado en "los

más grandes artistas del mundo" visitantes del Colón. Tullio Serafín, por ejemplo, expresaba que los obreros "—no analizan, ellos

sienten; pero sienten y captan como ningún otro público de este Teatro, porque ellos se dan a lo bueno sin reserva".

21 Una placa en el cementerio de Chacarita en Buenos Aires expresa esta síntesis de la vida de Homero N. Manzione: "A

Homero Manzi/ poeta del pueblo/ periodista/ autor de hermosas poesías y brillante/argumentista cinematográfico, /líder de

la Reforma Universitaria, /Presidente de "S.A.D.A.I.C" [Sociedad Argentina de Autores y Compositores] / político/

enamorado de las causas populares, por ello,/ comenzó su lucha admirando a H. Yrigoyen/ y terminó su vida luchando por

la democracia". La inauguraron "sus amigos", el 3 de mayo de 1953.

22 Las letras de Homero Expósito, en ocasiones, apuntan a temas más actuales que los ejemplos tangueros mencionados

en el texto. Pueden recordarse Farol, Pueblito de provincia y el crítico Tristezas de la calle Corrientes (Expósito, 1978).

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23 Durante la campaña electoral de 1972-73 Leónidas Lamborghini escribió para Juan Carlos Gené los breves monólogos

de El Toto, un personaje radial "entre cómico y didáctico" (Ulanowsky 1973:22) que cumplía parecidas funciones al

"Mordisquito" de Discépolo pero sin alcanzar su carnadura. Los microprogramas de Radio del Plata eran reproducidos en el

diario peronista Mayoría, a modo de columna de humor político.

24 En el discurso pronunciado al recibir el diploma de ingeniero militar honoris causa, el 21 de setiembre de 1951, dijo Perón:

“Algunos que me critican dicen que he desequilibrado un poco la economía. Esto me recuerda un cuento de Discepolín: Un

día fue al circo con un amigo que siempre veía la parte mala de las cosas; un equilibrista puso sobre una pértiga una mesa;

sobre ella una silla, sobre la silla una botella y se paró de cabeza sobre la botella. Con el pie sostenía un arpa y con las

manos la tocaba. Este buen señor, comentando el espectáculo, expresó: "No me gusta como toca el arpa" (De Perón,

1952: 185).

25 Pepe Arias es buen ejemplo de cómo se desempeñaron algunos artistas muy populares durante el peronismo. El gran

monologuista del frívolo teatro Maipo se había consagrado por su intencionada crítica a tirios y troyanos. También fue uno

de los primeros ídolos del cine nacional, desde la década del treinta. Después de 1946 Arias se desvaneció del espectáculo

revisteril, prosiguiendo su labor en radio y cine con resultados varios. Con posterioridad al 16 de junio de 1955 Pepe Arias

volvió a la revista con su impar monólogo "El último afiliado", recibido con estrepitosos aplausos por las plateas del "sábado

a la noche".

26 Las cifras de producción entre 1946 y 1955 pueden consultarse en Di Núbila (II, 1959). Mundo Peronista (15-1-52:22)

critica duramente a los productores cinematográficos y señala que el cine criollo debe reflejar la realidad peronista del

presente, cosa que no ocurre pese a los créditos ofíciales.

27 La referencia de Portantiero es a novelas como Pobres habrá siempre (1944) y El juramento (1954) de Luis Horacio

Velázquez; Las arenas (1954) de Miguel Angel Speroni; y El uno y la multitud (1955) de Manuel Gálvez. Sobre la narrativa

entre 1946 y 1955 puede verse el número especial de la revista Contorno (1955), "dedicado a la novela argentina", que

abrió rumbos en el análisis de literatura y sociedad: compáreselo con el grueso reduccionismo clasista de Jorge Abelardo

Ramos (1954), para citar apenas otro testimonio de esa época.

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