Ciceron, Marco Tulio - Catilinarias (Texto Latín - Español)

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Marco Tulio Cicerón CATILINARIAS

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Las cuatro catilinarias de Cicerón. Versión en latín y español.

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  • Marco Tulio Cicern

    CATILINARIAS

  • SUMARIO INTRODUCCIN 1. Semblanza biogrfica de Marco Tulio Ci-

    cern 2. Una vida marcada por la oratoria. 3. De Cicern a Cicern 4. Las Catilinarias . 5. Las Filpicas [omitidas en esta edicin] 6. Traduccin y revisin. Cronologa . Bibliografa .

    Primera Catilinaria

    Segunda Catilinaria

    Tercera Catilinaria

    Cuarta Catilinaria

  • INTRODUCCIN 1. SEMBLANZA BIOGRFICA DE MARCO

    TULIO CICERN MARCO Tulio Cicern nace en el ao 106

    a.d.C. en el seno de una familia ecuestre de la ciudad latina de Arpino. Su padre, de salud enfermiza, se dedic con poco xito a la lite-ratura pero, y quiz por eso mismo, se pre-ocup de llevar en temprana hora a sus dos hijos, Marco y Quinto, a Roma para mejorar su educacin. En Roma, Cicern sigui las enseanzas de dos grandes oradores del momento, Marco Antonio y Lucio Craso, a los que en agradecimiento y recuerdo hizo poste-riormente protagonistas del tratado De Ora-tore. Del 86 al 84 asisti a las lecciones del poeta griego Arquas, al tiempo que s rela-cionaba tambin con el poeta trgico Accio. En torno a los veinte aos escribi lo que se supone que es su primera obra, el tratado retrico De inuentione. En el ao 81, a los veinticinco de edad, pronuncia el Pro Quinc-tio, su primer discurso pblico, y al ao si-

  • guiente ya se atreve a acometer un caso de mayor trascendencia poltica cuando pronun-cia el Pro Sexto Roscio Amerino, en el que se enfrenta a un protegido del dictador Sila. Tras ganar el proceso, en parte para quitarse de en medio y en parte para pulir los defectos asiticos de su oratoria, demasiado ampulo-sa, decide retirarse a Grecia, donde perma-necer desde el 79 al 77 instalado en Atenas y Rodas, ciudad esta ltima en que tendr ocasin de seguir las enseanzas de Moln. Tras regresar a Roma inici su carrera poltica ejerciendo en el 75 el cargo de cuestor en Sicilia. La buena imagen que dej en la isla le permitira luego reunir con facilidad pruebas contra C. Verres, quien en el ejercicio de su consulado en esta isla (73-71) explot y humill a los sicilianos ms all de todo lmite razonable. As, en el 70, al tiempo que des-empeaba el cargo de edil, denunci y logr la condena de Verres, pese a que la defensa de ste estaba encomendada a Hortensio Ortalo, el ms clebre orador del momento. Su xito y las circunstancias en que fue lo-grado aumentaron muchsimo su popularidad

  • en Roma y lanzaron definitivamente su ca-rrera poltica: edil curul en el 69, pretor en el 66, cnsul en el 63. En el desempeo del consulado descubri y abort la conjuracin de Catilina, lo que le llev a la cima de la glo-ria poltica, pero tambin le atrajo las antipa-tas y el odio de un sector de la sociedad. As, en el 58 se ve abocado al exilio a consecuen-cia de una ley propuesta por el tribuno de la plebe Clodio, por la que se condenaba genri-camente a todo el que hubiera condenado a muerte a ciudadanos romanos sin juicio pre-vio. Tras ao y medio, ya en el 57, pudo Ci-cern regresar a Roma gracias a la interce-sin de Miln, otro tribuno de la plebe. Sin embargo, las circunstancias polticas en Roma ya haban cambiado y distaban mucho de las del 63, cuando el cnsul Cicern y el Senado controlaban la situacin; era el momento del primer triunvirato (Csar, Pompeyo y Craso) y las libertades de la repblica se resentan de esta situacin de dictadura compartida. Aun as, en el 51 se hace cargo del gobierno de Cilicia, de donde regresa en plena guerra civil entre Csar y Pompeyo; tras muchas

  • dudas acaba por inclinarse por este ltimo poco antes de que Csar le derrote en la ba-talla de Farsalia (ao 48). Durante la dictadu-ra de Csar (48-44) se avino a intentar algn acercamiento al nuevo poder, mas sin parti-cipar activamente en poltica, lo que le permi-ti dedicarse por entero a su obra filosfica y retrica. En estos aos sufre tambin diver-sas desgracias familiares: divorcio de Teren-cia (46), muerte de su hija Tulia (45). Tras el asesinato de Csar (15 de marzo del 44) in-tenta recuperar la libertad de la repblica y el poder del Senado reverdeciendo viejos laure-les. Enfrentado a Marco Antonio, lugartenien-te de Csar, lograr en principio hacerle fren-te con la colaboracin de Octavio, sobrino e hijo adoptivo del dictador, pero la posterior alianza de Marco Antonio, Octavio y Lpido, antiguo jefe de la caballera cesariana (se-gundo triunvirato), le resultar fatal a Cice-rn: pagar con su vida los ataques dirigidos a Marco Antonio en sus Filpicas.

  • 2. UNA VIDA MARCADA POR LA ORATORIA No creemos que pueda quedar ninguna

    duda de que Cicern es fundamental y bsi-camente un orador; tanto por formacin co-mo por actividad, Cicern es un orador que ejerci de poltico gracias al apoyo que le prestaron siempre sus cualidades y su forma-cin oratoria. Desde sus comienzos en la vida pblica todo su itinerario va estrechamente ligado a sus discursos. Las Verrinas lo eleva-ron al primer puesto entre los oradores, las Catilinarias le sirvieron de apoyo para alcan-zar la cima poltica y, al tiempo, acabaron acarrendole el destierro, las Filpicas, en fin, fueron su sentencia de muerte poltica y, con-secuentemente, tambin fsica, al haber per-dido toda su fuerza y poder.

    Mas no slo son los grandes discursos, los ms famosos, los que compartimentan y marcan la vida de Cicern, sino que tambin los discursos que podramos llamar ordinarios son fiel reflejo de esta caracterizacin de Ci-cern. As pues, los discursos son, junto con

  • las cartas, la nica actividad literaria constan-te de nuestro Marco Tulio. Desde su pionero Pro Quinctio del ao 81 hasta la ltima de las Filpicas, ya en el 43, los discursos recorren acompasadamente su vida, dejando nica-mente lagunas temporales aqu y all, cuando las ausencias de Roma, voluntarias o forza-das, o la situacin poltica adversa le conmi-nan al silencio. En esos casos, slo las epsto-las nos permiten suplir los huecos. Con todo, no debe olvidarse que las cartas, a di Te-rencia de los discursos, no las escribi en ningn caso con la intencin de publicarlas, circunstancia que nos permite establecer una diferencia clara con respecto a su actividad oratoria. sta nos presenta la cara pblica de Cicern, al Cicern poltico, al Cicern de puertas afuera; las cartas, en cambio, son el reflejo de sus preocupaciones- ms ntimas, de un Cicern ms humano y ms temeroso.

    Frente a esta dilatada constancia, el resto de su actividad artstica o es fruto de una poca o refleja el complemento terico de la actividad principal, o ambas cosas a la vez. As, las obras filosficas las escribe todas en-

  • tre el 54 y el 44, en slo diez aos; y an po-dramos comprimir ms esta dcada, ya que las obras de filosofa poltica (De re publica y De legibus) se elaboran y ven la luz entre el 54 y el 52, en tanto que el resto, las propia-mente filosficas (Paradoxa stoicorum, Aca-demica, De finibus, Tusculanae disputationes, De natura deorum, De senectute, De diuina-tione, De fato, De amicitia, De officiis, etc.) se comprimen en realidad en una estrecha franja que abarca del 46 al 44 y que coincide en lo poltico con la dictadura de Csar y en lo familiar con el divorcio de Terencia y la muerte de su hija Tulia. De esta rapidez de concepcin y elaboracin no puede desligarse el concepto que tena el propio Cicern de su produccin filosfica. l era plenamente cons-ciente de la carencia de originalidad de pen-samiento en estas obras y hasta lo dice ex-presamente en una carta a su amigo tico (Ad Att. XII, 52, 3) al sealar que no se trata ms que de la reproduccin de ideas y pen-samientos entresacados de diversos autores y que todo su mrito consiste en darles forma latina, echando mano del inmenso caudal de

  • su elocuencia. Es decir, que tambin en esta actividad, en tanto que creador de la termi-nologa filosfica latina, se muestra Cicern como orador o maestro del lenguaje.

    Por lo que hace a las obras retricas, de-jando de lado el De inuentione, obra de ju-ventud, probablemente del 86, stas se con-centran tambin en un perodo corto de tiem-po, el que va del 55 al 44, sin que debamos, por otro lado, olvidar que tanto el De Oratore como las Partitiones oratorias, el Brutus, el Orator, el De optimo genere oratorum o los Topica no son otra cosa que el complemento o base terica de su arte oratoria. De hecho, Cicern fue el primer orador que se atrevi a exponer de forma detallada y precisa los fun-damentos tericos de su actividad, que se pueden resumir sumariamente en la conjun-cin de una buena tcnica, aprendida en la escuela y en el foro, y el talento y la capaci-dad natural. Ciertamente Cicern posea las dos cosas y las posea bien, de otra forma difcilmente hubiera podido alcanzar el ttulo de prncipe de la oratoria. Mas, para desgra-cia nuestra, la actividad oratoria slo se refle-

  • ja plidamente en la escritura. Podemos cier-tamente analizar y destacar la forma compo-sitiva y la disposicin de un discurso, su ar-gumentacin y los recursos retricos que uti-liza: adecuacin al contexto, captatio beneuo-lentiae, irona, stira, adulacin, retrato de personajes, descripcin de situaciones, con-traposiciones, perodos, ritmo creciente o decreciente, etc., pero estamos condenados a permanecer siempre ciegos y sordos ante lo que debi ser un complemento nada secun-dario: tono, timbre, gestos, miradas, silen-cios, golpes de efecto, etc. Sucede adems con relativa frecuencia que los discursos que nos han llegado no se corresponden con los que realmente fueron pronunciados; pues si, por una parte, la existencia de esclavos co-pistas, encargados de tomar al pie de la letra las intervenciones de su amo, nos podran llevar a confiar en la fidelidad al discurso ori-ginal, por otra sabemos a ciencia cierta que Cicern retocaba y alteraba segn su conve-niencia los discursos; ello explica que las Ca-tilinarias no se publicaran hasta tres aos despus de la conjuracin y que en ellas no

  • aparezcan incriminaciones comprometedoras para Csar, que seguramente s figuraran en los discursos realmente pronunciados. Por otro lado, conservamos numerosos discursos que Cicern no pronunci nunca: la serie completa de las Verrinas es una obra de ga-binete que va mucho ms all de la corta intervencin que tuvo Cicern; la segunda Filpica, la obra maestra de la invectiva, nun-ca fue pronunciada, lo que de paso quiz le alarg algo la vida a Cicern.

    3. DE CICERN A CICERN Entre la pronunciacin de las Catilinarias

    (ao 63) y la de las Filpicas (aos 44-43) transcurrieron veinte aos. Cabe, entonces, preguntarse hasta qu punto es el mismo el Cicern que se nos hace visible en estas dos muestras supremas de su elocuencia. Consi-derando que el tema que se debate en los dos casos es similar: un intento de atentar contra el Estado y contra el poder estable-cido, no puede en principio extraarnos que en las dos obras se repitan ideas propias o

  • connaturales a una situacin de este tipo: es preferible la muerte a la esclavitud, la tira-na hace al hombre esclavo, un final noble aporta fama y gloria, lo que asegura la in-mortalidad del hroe.... No puede asimismo extraar que se repitan en una y otra obra los tpicos y episodios histricos de referen-cia necesarios para justificar determinadas formas de pensar o de actuar: la supresin de la monarqua, la frustracin de todos los intentos de restitucin real o la inutilidad de toda tentativa revolucionaria como la de los Gracos. Mas, al margen de todas estas ma-nifestaciones ms o menos obligadas, sa-bemos cmo es el Cicern que se nos presen-ta en uno y otro caso? En ambos casos nos encontramos con el mismo Cicern poltico que se presenta como salvador de la patria, frente a los dems que slo se preocupan de aniquilar el Estado; es el Cicern que quiere esconder los intereses de partido tras los in-tereses de la repblica. Es el mismo Cicern vanidoso y engredo que se nuestra como personaje singular por haber alcanzado cotas nunca antes vistas de admiracin y agrade-

  • cimiento pblicos que se les niegan a los de-ms. Es el mismo Cicern preocupado por la gloria eterna: Nada me importan esos silen-ciosos y mudos monumentos que puede a veces conseguir el menos digno. En vuestra memoria, ciudadanos, revivirn mis servicios, aumentarn vuestros relatos, y vuestras obras literarias les asegurarn la inmortali-dad (Cat. III, 11); La vida que nos da la naturaleza es corta, la que le devolvemos, siendo honrada, es de sempiterna memoria. Si la reputacin no durase ms que nuestra vida quin sera tan insensato que intentara adquirir fama o gloria a costa de tantos tra-bajos y peligros? (Fil. XIV, 2).

    Pero simultneamente vemos a dos Cice-rones radicalmente distintos. En las Catilina-rias topamos con un Cicern seguro de s mismo, hipcritamente preocupado hasta la exasperacin por cuestiones de detalle proce-dimental, con una persona que dice, amaga y no acta; que plenamente fiada en la supe-rioridad de su posicin no quiere dejar ningn resquicio a las dudas o a los rumores sobre su actuacin. En cambio, el Cicern de las

  • Filpicas ya es otro; y si por un momento lle-ga a pensar ante la novedad de los hechos que le puede ser dado repetir la gloria de su consulado, pronto ya alcanza a ver que la situacin es irrepetible; no existe ya frente a la subversin la unanimidad de todos los r-denes de la que haca gala en las Catilinarias; ahora, en el 44 y en el 43, ni hay unanimidad de rdenes ni unanimidad dentro de un mis-mo orden. Marco Antonio, su adversario, tie-ne destacados y distinguidos partidarios de-ntro del propio Senado, capaces de dar la cara y defenderle; y stos no tenan nada que ver con la bajeza y ruindad moral atribuidas a Catilina. Sus propuestas ya no se aprueban por unanimidad, incluso empiezan a ser de-rrotadas. Cicern se ve inseguro y l, que ha hablado hasta la saciedad de la gloria alcan-zable por medio de una muerte noble, rehsa participar en una embajada de mediacin, manifiestamente preocupado por su seguri-dad, al punto de no temer desdecirse de su primera oferta de participacin. Tenemos tambin a un Cicern adulador de sus cir-cunstanciales aliados, entre ellos Octavio,

  • sobre quien en su correspondencia anunciaba profundas reservas. Ahora, su tradicional in-decisin se ha acentuado, va y viene, sin nor-te y sin motivo. Su fuerza y su elocuencia no han menguado, pero el equilibrio de poderes es muy diferente, por ello sus argumentos, falaces o veraces, se atienden y escuchan menos. Su muerte inevitable es el indicio in-equvoco de que el mundo ha cambiado.

    4. LAS CATILINARIAS

    Con el nombre de Catilinarias o Discursos contra Catilina conocemos las cuatro alocu-ciones pronunciadas por Cicern entre el 8 de noviembre y el 5 de diciembre del ao 63, cuando en su condicin de cnsul descubri y desbarat un intento revolucionario encabe-zado por Lucio Sergio Catilina que tena como objetivo final la subversin total de las es-tructuras del Estado romano e incluso la des-truccin de Roma y el asesinato de los ciuda-danos ms representativos del partido aristo-crtico. En este sentido, la tentativa de Catili-

  • na no puede considerarse en ningn caso como un fenmeno aislado, sino que debe situarse en el marco de la profunda inquietud social que sacudi Roma en la primera mitad del siglo I a.d.C. y que podra tener una refe-rencia o punto de partida en los intentos de reforma agraria encabezados por los herma-nos Tiberio y Cayo Graco, quienes en el ejer-cicio del tribunado de la plebe intentaron so-lucionar la penosa situacin del campesinado a base de repartir entre los ms pobres una parte del terreno pblico obtenido por el Es-tado en sus guerras de expansin y que, de hecho, se encontraba usufructuado por la nobleza. La violenta reaccin senatorial no slo condujo a la derogacin de las leyes promulgadas y a la muerte de los dos tribu-nos (Tiberio fue asesinado en el 133 y Cayo en el 121), sino que instaur un perodo re-accionario de dominio total de la aristocracia senatorial que se extendi hasta el ao 108; en este ao Mario, un caballero nacido en Arpino, la villa natal de Cicern, obtiene la eleccin consular al tiempo que se hace cargo como comandante en jefe de la guerra contra

  • el rey de Numidia, Jugurta, que estaba cau-sando continuas derrotas a los ejrcitos de Roma. Con Mario se inicia un perodo de pre-dominio popular que le llevar a repetir el consulado del 104 al 101. La posterior reac-cin aristocrtica vino de la mano de Cornelio Sila, un antiguo lugarteniente de Mario que es elegido cnsul en el ao 88, despus de poner fin a la guerra social declarada por los aliados itlicos en demanda del derecho de ciudadana. Sin embargo, casi de manera inmediata, Sila tiene que partir para Asia pa-ra hacerse cargo de la guerra contra Mi-trdates, rey del Ponto, circunstancia que aprovechan los partidarios de Mario para hacerse de nuevo con el poder y para realizar una masacre indiscriminada de elementos senatoriales. Mario muere en el 86 y Sila, tras derrotar a Mitrdates, regresa en el 83 y responde con la misma moneda al instaurar un terrible rgimen de proscripciones. Con-vertido en dictador en el 82, abdica en el 79 y se retira a la vida privada muriendo al ao siguiente. La desaparicin de Sila supone la irrupcin en la escena poltica y militar de un

  • nuevo lder aristocrtico, Pompeyo el Grande, que ser el encargado de acabar con los res-tos de la resistencia mariana, con la nueva rebelin de Mitrdates y con el creciente peli-gro de la piratera en el Mediterrneo. Por estos aos, en el 73, se produce tambin la rebelin de los esclavos comandada por Es-partaco. Como puede pues colegirse el clima social est lo suficientemente alterado como para propiciar nuevos intentos.

    As las cosas, un patricio arruinado, disolu-to y emprendedor, Lucio Sergio Catilina, cree llegada su ocasin y piensa en la posibilidad de reunir a su alrededor el amplio desconten-to de las clases populares. Lo intenta primero por la va legal, presentando su candidatura al consulado del ao 65, pero el Senado lo borra de la lista de candidatos a consecuencia de los excesos cometidos durante el ejercicio de su pretura en frica en el ao 67. Ante este desaire, Catilina, con el supuesto apoyo de Csar y Craso, intenta dar un golpe de mano consistente en asesinar a los dos cn-sules el mismo da de su toma de posesin, el primero de enero del ao 65. La falta de

  • coordinacin entre los conjurados abort este intento como tambin lo hara con una se-gunda tentativa planeada para el 5 de febrero del mismo ao. Estas intentonas se conocen como la primera conjuracin de Catilina, si bien persisten actualmente dudas sobre su existencia, dada la ausencia total de conse-cuencias para los implicados. A finales del 64 present de nuevo Catilina su candidatura al consulado, esta vez en alianza con Cayo An-tonio Hbrida; en su programa electoral se contemplaba la abolicin de las deudas y el reparto de tierras. El temor de los propieta-rios los uni en su contra, lo que propici el acceso al consulado de Marco Tulio Cicern, un horno nouus, sin pasado poltico destaca-do, y con l a M. Antonio Hbrida. Esta se-gunda humillacin debi ser definitiva para Catilina, que plane el que deba ser el inten-to definitivo: a fines del ao 63, a punto de concluir el consulado de Cicern, presenta de nuevo Catilina su candidatura al consulado, al tiempo que rene un ejrcito de descontentos en Etruria a las rdenes de Manlio, un antiguo centurin, y disea un amplio plan de desr-

  • denes en diferentes ciudades de Italia, as como el incendio de Roma y el asesinato de los miembros ms destacados de la nobleza. Cicern, enterado de la trama por las confi-dencias de Fulvia, amante de Quinto Curin, uno de los conjurados, rene el 20 de octubre del 63 el Senado y hace pblica la fecha del 27 del mismo mes como la fijada para el le-vantamiento del ejrcito de Manlio y las del 28 y 29 como las previstas para el incendio de Roma y el asesinato generalizado de todos los opositores a Catilina. El Senado concede poderes excepcionales a Cicern, al tiempo que se aprestan tropas para enfrentarse al ejrcito rebelde. Ante la ausencia de pruebas incriminatorias Catilina permanece en Roma con la intencin de dirigir la revuelta interna. En este estado de cosas, el 8 de noviembre Cicern convoca el Senado y pronuncia ante l la primera Catilinaria, que como puede deducirse no tiene como finalidad descubrir la conspiracin sino forzar la salida de Catilina de Roma; de hecho, es un golpe de efecto porque Cicern segua careciendo de pruebas concluyentes. En cualquier caso, la interven-

  • cin de Cicern tiene xito y Catilina abando-na Roma esta misma noche. Al da siguiente (9 de noviembre), en la segunda Catilinaria, Cicern comunica al pueblo los hechos acae-cidos el da y la noche anteriores. A partir de este momento la situacin se mantiene esta-ble hasta que la noche del 2 de diciembre son detenidos en las afueras de Roma unos lega-dos de los albroges, un pueblo de la Galia, con cartas comprometedoras de los conjura-dos dirigidas a Catilina y a la asamblea de este pueblo. Era la prueba que necesitaba Cicern para detener a los implicados. As lo hace y a la maana siguiente rene el Sena-do, le presenta las pruebas y fuerza la confe-sin de los acusados. Por la tarde de este mismo da pronuncia ante el pueblo la tercera Catilinaria dando cuenta de lo acaecido la vspera y en la sesin del Senado tenida por la maana. La cuarta Catilinaria, en fin, es la intervencin de Cicern ante el Senado dos das despus para pedir una decisin sobre la pena a imponer a los conjurados. De las dos alternativas que se presentaron, condena a muerte y condena a cadena perpetua, se im-

  • puso la primera, que contaba con el apoyo de Cicern. Por su parte, Catilina perecer un mes ms tarde, el 5 de enero del 62, luchan-do al frente de su ejrcito en la batalla de Pistoya.

    5. LAS FILPICAS Con el nombre de Filpicas se nos han con-

    servado catorce discursos pronunciados por Cicern entre el 2 de setiembre del ao 44 y el 21 de abril del 43, en los que pretende desenmascarar y poner coto a los intentos hegemnicos de Marco Antonio. Si bien son catorce los discursos conservados, posible-mente no sea ste el nmero total de los pronunciados por Cicern sobre este tema, si tenemos en cuenta que un gramtico del si-glo IV, Arusiano Mesio, cita dos frases saca-das de unas supuestas Filpicas XVI y XVII. Con respecto a la denominacin de Filpicas, hay que decir que el nombre que cabra espe-rar que se les hubiese aplicado a estos dis-cursos sera el de Antonianas (Antonianae) al

  • ser Marco Antonio el destinatario de ellas, de la misma manera que hablamos de Catilina-rias con respecto a los discursos dirigidos contra Catilina; y de hecho este nombre de Antonianas es el que usan Sneca el rtor y Aulo Gelio y, seguramente, el primero en el que pensara Cicern, ya que la denominacin de Filpicas es una sugerencia en tono de broma que le hizo Cicern a su amigo y co-rresponsal tico y que ste acept tras haber ledo la quinta y la dcima. Y ser precisa-mente ste el nombre ms divulgado en la transmisin del texto. No hace falta indicar que el nombre de Filpicas es una imitacin del nombre de los discursos pronunciados por el orador griego Demstenes (siglo IV a.d.C.) contra el rey Filipo II de Macedo-nia por sus intentos expansionistas sobre Grecia.

    De las catorce Filpicas conservadas, on-ce lo fueron ante el Senado y dos ante el pueblo; estas ltimas, de ordinario ms breves, suelen ser el resumen de una intervencin anterior ante el Senado ajusta-das a las condiciones del nuevo auditorio.

  • Mencin aparte merece el segundo de estos discursos contra Marco Antonio, ya que no fue nunca pronunciado; y ciertamente hay que darle la razn a Cicern por su prevencin por pronunciarla primero y por hacerla pblica despus, ya que si las Filpicas suelen considerarse en su conjunto como la culminacin y compendio de la elocuencia de Cicern, la segunda es la obra maestra de la invectiva; en ella Cicern usa extensamente todos los re-cursos retricos y todos los medios a su alcance para denigrar la figura de Marco An-tonio y la de todos sus seguidores. En conse-cuencia no es de extraar que sea esta Filpi-ca la que se ha beneficiado del mayor nmero de traducciones, incluso en castellano, lengua poco favorecida por las tra-ducciones de estos discursos ciceronianos.

    Por lo dems, las Filpicas son un excelen-te documento para conocer de primera mano los acontecimientos polticos sucedi-dos en Roma durante los aos 44 y 43 a.d.C., con independencia de que, al igual que suceda con las Catilinarias, muchas de

  • ellas fueran retocadas antes de su publica-cin. De ello tenemos adems pruebas es-critas en la correspondencia entre tico y Cicern, en la que ste le aconseja la intro-duccin aqu y all de cambios de estilo y de vez en cuando le comenta la conveniencia de silenciar el nombre o la intervencin de tal o cual personaje, no siendo raros los casos en que Cicern le hace caso.

    En cuanto a los antecedentes poltico-sociales de la situacin aqu descrita, puede decirse que se inician inmediatamente des-pus del fracaso de la conjuracin de Catilina. Recordemos que Catilina haba muerto en enero del 62; pues bien, a finales de este ao Pompeyo regresa a Roma, donde celebra en honor de multitudes su triunfo, pero de forma imprevista rechaza, en contra de lo que esperaba todo el mundo, hacerse con la dictadura. Esta indecisin de Pompeyo acab por resultarle fatal, pues a consecuencia de ella se llega en el ao 60 a un reparto del poder e influencias entre Csar, Pompeyo y Craso en lo que se conoce como el primer triunvirato; de esta situacin

  • sacar ms ventajas que nadie Julio C-sar que de esa forma consigue el consu-lado del ao 59 y luego el gobierno de la Galia transalpina, lo que le permitir hacerse con los servicios de un poderoso ejrcito. Estos aos marcan, por otra parte, un de-cidido declive de la actividad poltica de Cicern, que en el ao 58 se ve abocado a exiliarse ante el acoso del tribuno de la plebe Clodio que le acusaba de haber hecho ejecutar sin juicio a los implicados en la conjuracin de Catilina. La muerte de Craso en el 53 en el transcurso de su expe-dicin contra los partos precipit la situa-cin y condujo al enfrentamiento directo entre Pompeyo y Csar. ste atraviesa con su ejrcito el Rubicn en el 49, lo que le pona fuera de la ley; Pompeyo escapa de Ro-ma cruzando el Adritico; Csar le persi-gue y en enero del 48 en la batalla de Far-salia lo derrota marcando el principio de lo que ser su dictadura personal. Pompeyo, por su parte, se refugia en Egipto y es asesinado por orden del rey Ptolomeo XIV, deseoso de ganarse el favor de Csar.

  • Finalmente, tras cuatro aos de poder abso-luto, Csar es asesinado el 15 de marzo del 44 (las idus de marzo) en el curso de un complot senatorial encabezado por Dcimo Bruto y Cayo Casio. A travs de las Filpi-cas se puede seguir casi el da a da de una situacin polticamente inestable por la falta de un poder fuerte quesirva de referencia. As, asistimos, de una parte a los intentos de Marco Antonio, lugarteniente de Csar, de vengar la muerte de ste y de su-cederle en el control poltico de Roma, De otra parte, vemos a Cicern y con l a una parte importante de la aristocracia senatorial que creen llegado un nuevo perodo de bo-nanza para sus intereses a travs de la vuelta del antiguo esplendor republicano. Si la dis-puta hubiera tenido que dirimirse entre estas dos fuerzas quiz les hubiera quedado alguna oportunidad a Cicern y al partido que repre-sentaba; sin embargo, la situacin distaba mucho de esta aparente simplicidad, pues junto a estos factores intervienen otros que acabarn siendo decisivos: la aparicin en escena del sobrino e hijo adoptivo de Julio

  • Csar, Csar Octavio, que, presentndose en un primer instante como garante de la liber-tad de la repblica y de la autoridad del Se-nado, acabar por pactar con Marco Antonio y dar un giro definitivo a la situacin; tampoco debe dejarse de lado el papel tambin deter-minante que tuvo Lpido, gobernador de la Galia narbonense y antiguo comandante de la caballera de Csar, que tambin acab por inclinarse por Marco Antonio y que constituy junto con ste y Octavio el llamado segundo triunvirato.

    6. TRADUCCIN Y REVISIN Para la revisin de las Catilinarias hemos

    tenido en cuenta la edicin de H. Bornecque publicada por Les Belles Lettres1 y la de A. C.

    1 Cicron. Discours. Tome X: Catilinaires. Texte tabli par Henri Bornecque et traduit par douard Bailly. Pars, Les Belles Lettres, 19698.

  • Clark publicada por Clarendon Press.2 En el caso de las Filpicas las ediciones de referen-cia son las del propio A. C. Clark en la misma editoria3' y la de A. Boulanger y P. Wuilleu-mier en Les Belles Lettres.4 En ambos casos hemos respetado las traducciones divergen-tes que pudieran corresponder a variantes en la interpretacin del aparato crtico. Asimis-mo, e intentando mantener el estilo del tra-ductor, hemos respetado, en la medida que ello no supusiera una tergiversacin del sen-tido, la diferente estructura compositiva de la

    2 M. Tulli Ciceronis orationes. I. Recognouit breuique ad-notatione critica instruxit Albertus Curtius Clark. Oxonii, e typographeo Clarendodiano, 1970 (reimp.). 3 M. Tulli Ciceronis orationes. II. Recognouit breuique adnotatione critica instruxit Albertus Curtius Clark. Oxonii, e typographeo Clarendoniano, 1983 (reimp.). 4 Cicron. Discours. Tome XIX: Philippiques I a IV. Texte tabli et traduit par Andr Boulanger et Pierre Wuilleumier. Pars, Les Belles Lettres, 19632; Cicron. Discours. Tome XX: Philippiques V a XIV. Texte tabli et traduit par Pierre Wuilleumier. Pars, Les Belles Let-tres, 19733

  • traduccin respecto al texto latino, pese a que la traduccin presenta una clara tenden-cia a cortar los perodos ciceronianos que se deshacen en frases independientes, coordina-das o yuxtapuestas, con especial predileccin por las construcciones interrogativas. Con todo, no podemos dejar de sealar que el tono de la traduccin es muy adecuado al nivel del lenguaje parlamentario que se espe-ra de un discurso, siendo una buena muestra del estilo parlamentario del siglo XIX.

    Sobre el traductor, Juan Bautista Calvo, no tenemos referencias directas, de manera que seguramente hay que dar por buena la infor-macin suministrada por Marcelino Menndez Pelayo en su Bibliografa Hispano-Latina Cl-sica: Juan Bautista Calvo creo que era seu-dnimo o ms bien segundo nombre y se-gundo apellido del mismo editor don Luis Na-varro.5 Luis Navarro es un erudito y perio-dista espaol muerto en Madrid en el ao 5 Bibliografa Hispano-Latina Clsica. II. P. 430. Edicin nacional de las obras completas de Menndez Pelayo. Madrid, CSIC, 1950.

  • 1901. Crtico experto de arte lleg a ser aca-dmico numerario de la Real Academia de San Fernando. Se dedic tambin a la poltica consiguiendo un escao de diputado en el perodo de la Restauracin, pero cansado pronto de esta actividad concentr sus es-fuerzos en la publicacin de la Biblioteca Cl-sica, que edit prcticamente a sus expensas.

  • CRONOLOGA 131-121 Intentos reformadores de los

    Gracos. 111-105 Guerra de Jugurta. 108 Nace Lucio Sergio Catilina. 106 Nace en Arpino (pequea villa

    del Lacio) Marco Tulio Cicern. 91-88 Guerras sociales en Italia. 88-85 Primera guerra contra Mitrda-

    tes, rey del Ponto. Hecho destacado es el asedio y saqueo de Atenas por parte del general romano Sila. La guerra aca-ba con la firma de un tratado en-tre Mitrdates y Sila.

    87-83 El cnsul Cinna con la ayuda del general Mario instaura en Roma el go-bierno del partido popular, caracte-rizado por la persecucin sistemtica de los miembros de la nobleza. Mario muere en el 86 y Cinna es asesinado en el 84. Con el regreso de Sila de Oriente la si-tuacin desemboca en una guerra civil.

    86 Nace el historiador C. Salustio Crispo.

  • 83-82 Guerra civil entre el partido aristcrata y el popular. A la victoria de la aristocracia comandada por Sila le sigue una tremenda represin. Segunda guerra contra Mitrdates.

    82-79 Dictadura de Sila. 81 Cicern pronuncia a los veinti-

    cinco aos su primer discurso (Pro Quinctio). 80-72 Rebelin de Sertorio en Hispa-

    nia. Vencido por Pompeyo, muere asesinado (72).

    75 Cicern desempea la cuestura en Sicilia.

    74-61 Tercera guerra contra Mitrda-tes. Supone un nuevo xito de Pompeyo que la concluye en el 61.

    73-71 Rebelin de los esclavos co-mandada por Espartaco.

    70 Consulado de Craso y Pompe-yo. Cicern pronuncia las Verrinas.

    69 Cicern ejerce la edilidad curul. 66 Cicern desempea el cargo de

    pretor. Circulan rumores en Roma sobre un primer complot de Ser-gio Catilina.

  • 63 Consulado de Cicern. Cicern aborta la conjura de Catilina y pronuncia las cuatro Catilinarias.

    60-53 Csar, Pompeyo y Craso consti-tuyen el primer triunvirato.

    59-50 Campaa de Csar en las Ga-lias.

    58-57 Exilio de Cicern, acusado de excederse en la represin de la conjura de Catilina.

    55-54 Desembarco de Csar en Brita-nia.

    49-48 Guerra civil entre Csar y Pom-peyo. Csar alcanza la victoria en la batalla de Farsalia. Pompeyo se refugia en Egipto donde muere asesinado (48).

    47-44 Dictadura de Csar. 46 Csar derrota a los republica-

    nos en Tapso. 45 Csar derrota al ejrcito pom-

    peyano de Hispania en la batalla de Munda. 44 Asesinato de Csar (15 de mar-

    zo). El 2 de setiembre Cicern pronuncia la primera Filpica.

  • 43 Cicern contina con la pronun-ciacin de las Filpicas. Marco Antonio, Octa-vio Augusto y Lpido integran el segundo triunvirato. Proscripciones polticas y asesinato de Cicern.

    42 Los tiranicidas Bruto y Casio sucumben en la batalla de Filipos ante Marco Antonio y Octavio.

    30 Batalla de Accio. Muerte de Marco Antonio y Cleopatra. Comienza el prin-cipado de Augusto.

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  • M. TVLLI CICERONIS ORATIONES IN CA-TILINAM

    In Catili-nam I

    In Catili-nam II

    In Catili-nam III

    In Catili-nam IV

    PRIMERA CATILINARIA PRONUNCIADA el 8 de noviembre del ao

    63 ante el Senado. Con abrupto e incisivo inicio, Cicern pre-

    tende conmover y predisponer a su auditorio a acoger duramente las revelaciones que se propone hacer inmediatamente. La finalidad de esta primera Catilinaria no slo consiste en la denuncia pblica de la trama de la conspiracin, sino tambin pretende poner de

  • manifiesto que l, el cnsul Cicern, dispone de medios no declarados que le permiten es-tar perfectamente enterado de las intrigas de los conjurados. Todo ello con el objetivo final de que Catilina, confundido e inseguro, aban-donara Roma y se uniera al ejrcito de Man-lio, ya alzado en armas, declarando abierta-mente de esa forma sus intenciones. Este hecho servira adems como autoinculpacin que suplira la escasez de pruebas; escasez que se colige de la pblica presencia de Cati-lina en Roma y de su asistencia a las sesiones del Senado. El discurso incluye una etopeya de Catilina que insiste sobre el carcter licen-cioso de sus actividades y una caracterizacin social de sus partidarios.

    Cicern consigui el objetivo que se haba propuesto y Catilina abandon Roma ese mismo da.

  • ORATIO IN L. CATILINAM PRIMA

    1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28 29 30 31 32 33

    [1] I. Quo usque tandem abutere, Catilina, patientia nostra? quam diu etiam furor iste tuus nos eludet? quem ad finem sese effrenata iactabit audacia? Nihilne te nocturnum praesidium Palati, nihil urbis vigiliae, nihil timor populi, nihil concursus bo-norum omnium, nihil

    1. Hasta cundo has de abusar de nuestra paciencia, Catilina? Cundo nos veremos libres de tus sediciosos intentos? A qu extremos s arrojar tu desenfrenada au-dacia? No te arre-dran ni la nocturna guardia del Palatino, ni la vigilancia en la ciudad, ni la alarma

  • hic munitissimus habendi senatus locus, nihil horum ora voltusque move-runt? Patere tua consilia non sentis, constrictam iam horum omnium scientia teneri coniu-rationem tuam non vides? Quid proxi-ma, quid superiore nocte egeris, ubi fueris, quos convo-caveris, quid consilii ceperis, quem nos-trum ignorare arbi-traris? [2] O tempo-ra, o mores! Sena-tus haec intellegit.

    del pueblo, ni el acuerdo de todos los hombres honrados, ni este protegidsimo lugar donde el Sena-do se rene1, ni las miradas y semblan-tes de todos los se-nadores? No com-prendes que tus de-signios estn descu-biertos? No ves tu conjuracin fracasa-da por conocerla ya todos? Imaginas que alguno de noso-tros ignora lo que has hecho anoche y antes de anoche; dnde estuviste; a

    1 El templo de Jpiter Esttor, situado en la falda del Pa-latino.

  • Consul videt; hic tamen vivit. Vivit? immo vero etiam in senatum venit, fit publici consilii par-ticeps, notat et des-ignat oculis ad caedem unum quemque nostrum. Nos autem fortes viri satis facere rei publicae videmur, si istius furorem ac tela vitemus. Ad mortem te, Catilina, duci iussu consulis iam pridem oporte-bat, in te conferri pestem, quam tu in nos [omnes iam diu] machinaris.

    quines convocaste y qu resolviste? Oh qu tiempos! Qu costumbres! El Se-nado sabe esto, lo ve el cnsul, y, sin embargo, Catilina vive! Qu digo vi-ve? Hasta viene al Senado y toma parte en sus acuerdos, mientras con la mi-rada anota los que de nosotros designa a la muerte. Y noso-tros, varones fuer-tes, creemos satisfa-cer a la repblica previniendo las con-secuencias de su furor y de su espa-da! Ha tiempo, Cati-lina, que por orden

  • del cnsul debiste ser llevado al supli-cio para sufrir la misma suerte que contra todos noso-tros, tambin desde hace tiempo, maqui-nas.

    [3] An vero vir am-plissumus, P. Scipio, pontifex maximus, Ti. Gracchum me-diocriter labefactan-tem statum rei pu-blicae privatus inter-fecit; Catilinam or-bem terrae caede atque incendiis vas-

    Un ciudadano ilustre, P. Escipin, pontfice mximo, sin ser ma-gistrado hizo matar a Tiberio Graco por intentar novedades que alteraban, aun-que no gravemente, la constitucin de la repblica2; y a Cati-

    2 El tribuno de la plebe Tiberio Sempronio Graco propuso en el ao 133 a.d.C. una reforma agraria que provoc la

  • tare cupientem nos consules perfere-mus? Nam illa nimis antiqua praetereo, quod C. Servilius Ahala Sp. Maelium novis rebus stu-dentem manu sua occidit. Fuit, fuit ista quondam in hac re

    lina, que se apresta a devastar con la muerte y el incendio el mundo entero, nosotros, los cnsu-les, no le castiga-remos? Prescindo de ejemplos antiguos, como el de Servilio Ahala, que por su

    reaccin de los aristcratas. stos, incitados por Publio Escipin Nasica, que en estos momentos era un simple particular, le dieron muerte. Ntese cmo el cargo de Pontfice Mximo se considera de carcter religioso y en ningn caso le libraba a Escipin de su condicin de simple particular. 3 A Cayo Servilio Ahala se le atribua la muerte en el 439 de Espurio Melio, un rico plebeyo que a base de repartir trigo gratis entre el pueblo se haba hecho sospechoso de querer instaurar una tirana. 4 En la reunin del Senado del da 21 de octubre por un senadoconsulto ltimo se le haban concedido a Cicern poderes dictatoriales.

  • publica virtus, ut viri fortes acrioribus suppliciis civem per-niciosum quam acerbissimum hostem coercerent. Habemus senatus consultum in te, Catilina, vehemens et grave, non deest rei publicae consi-lium neque auctori-tas huius ordinis; nos, nos, dico aper-te, consules desu-mus.

    propia mano dio muerte a Espurio Melio porque proyec-taba una revolu-cin.3 Hubo, s, hubo en otros tiempos en esta repblica la norma de que los varones esforzados impusieran mayor castigo a los ciuda-danos perniciosos que a los ms acer-bos enemigos. Te-nemos contra ti, Catilina, un sever-simo decreto del Senado;4 no falta a la repblica ni el consejo ni la autori-dad de este alto cuerpo; nosotros, francamente lo digo,

  • nosotros los cnsu-les somos quienes la faltamos.

    [4] II. Decrevit quondam senatus, ut L. Opimius consul videret, ne quid res publica detrimenti caperet; nox nulla intercessit; interfec-tus est propter quasdam seditionum suspiciones C. Grac-chus, clarissimo pa-tre, avo, maioribus, occisus est cum libe-

    2. En pasados tiem-pos decret un da el Senado que el cn-sul Opimio cuidara de la salvacin de la repblica, y antes de que pasara una sola noche haba sido muerto Cayo Graco por sospechas de intentos sediciosos;5 sin que le valiese la fama de su padre,

    5 El cnsul Lucio Opimio hizo matar en el ao 121, en virtud del primer senadoconsulto ltimo dado por el Se-nado, a Cayo Sempronio Graco, hermano de Tiberio, por insistir en las reformas agrarias iniciadas por su hermano.

  • ris M. Fulvius consu-laris. Simili senatus consulto C. Mario et L. Valerio consulibus est permissa res publica; num unum

    abuelo y anteceso-res,6 y haba muerto tambin el consular M. Fulvio7 con sus hijos. Idntico de-creto confi a los

    6 El abuelo materno de los Graco era P. Cornelio Escipin Africano, el vencedor de Anbal, y su padre, Tiberio Sempronio Graco, haba sido cnsul por dos veces y censor (169); pasaba por ser un gran poltico y estratega y hombre de proverbial austeridad. 7 Marco Fulvio Flaco, amigo de Cayo Graco, fue cnsul en el 125 y tribuno de la plebe en el 122; sus intentos por extender la ciudadana a todos los italianos le valieron tambin la muerte. 8 En el ao 100 el tribuno de la plebe L. Apuleyo Saturni-no y el pretor C. Servilio Glaucia propusieron la creacin de colonias y la distribucin de tierras para el estableci-miento de veteranos; al aspirar Saturnino a repetir el tribunado y Glaucia a alcanzar el consulado, los cnsules C. Mario y L. Valerio obtuvieron del Senado un senado-consulto ltimo que llev a aqullos a la prisin y a la muerte.

  • diem postea L. Sa-turninum tribunum pl. et C. Servilium praetorem mors ac rei publicae poena remorata est? At [vero] nos vicesi-mum iam diem pa-timur hebescere aciem horum aucto-ritatis. Habemus enim huiusce modi senatus consultum, verum inclusum in tabulis tamquam in vagina reconditum, quo ex senatus con-sulto confestim te interfectum esse, Catilina, convenit. Vivis, et vivis non ad deponendam, sed ad confirmandam au-

    cnsules C. Mario y L. Valerio, la salud de la repblica. Transcurri un solo da sin que el castigo pblico se cumpliese con la muerte de Saturnino, tribuno de la plebe y la del pretor C. Sevilio?8 Y nosotros, senadores, dejamos enmohecer en nuestras manos desde hace veinte das la espada de vuestra autoridad! Tenemos tambin un decreto del Senado, pero archivado, co-mo espada metida en la vaina. Segn ese decreto tendras que haber muerto al

  • daciam. Cupio, patres conscripti, me esse clementem, cupio in tantis rei publicae periculis me non dissolutum videri, sed iam me ipse inertiae nequiti-aeque condemno.

    instante, Catilina. Vives, y no vives para renunciar a tus audaces intentos, sino para insistir en ellos. Deseo, padres conscriptos, ser cle-mente; deseo tam-bin, en peligro tan extremo de la rep-blica, no parecer dbil; pero ya con-deno mi inaccin, mi falta de energa.

    [5] Castra sunt in Italia contra popu-lum Romanum in Etruriae faucibus conlocata, crescit in

    Hay acampado en Italia, en los desfila-deros de Etruria, un ejrcito dispuesto contra la repblica9

    9 Las tropas de Catilina estaban acampadas en Fiesole a las rdenes de Manlio.

  • dies singulos hos-tium numerus; eo-rum autem castro-rum imperatorem ducemque hostium intra moenia atque adeo in senatu vi-demus intestinam aliquam cotidie per-niciem rei publicae molientem. Si te iam, Catilina, com-prehendi, si interfici iussero, credo, erit verendum mihi, ne non potius hoc om-nes boni serius a me quam quisquam cru-delius factum esse dicat. Verum ego hoc, quod iam pri-dem factum esse oportuit, certa de

    crece da por da el nmero de los ene-migos: el general de ese ejrcito, el jefe de esos enemigos est dentro de la ciudad y hasta lo vemos dentro del Senado maquinando sin cesar algn dao interno a la repbli-ca. Si ahora or-denara que te pren-dieran y mataran, Catilina, creo que nadie me tachara de cruel, y temo que los buenos ciudadanos me juzgaran tardo. Pero lo que ha tiem-po deb hacer, por importantes motivos no lo realizo todava.

  • causa nondum ad-ducor ut faciam. Tum denique interfi-ciere, cum iam ne-mo tam inprobus, tam perditus, tam tui similis inveniri poterit, qui id non iure factum esse fateatur. [6] Quam-diu quisquam erit, qui te defendere audeat, vives, et vives ita, ut [nunc] vivis. multis meis et firmis praesidiis ob-sessus, ne commo-vere te contra rem publicam possis. Multorum te etiam oculi et aures non sentientem, sicut adhuc fecerunt,

    Morirs, Catilina, cuando no se pueda encontrar ninguno tan malo, tan per-verso, tan semejante a ti, que no confiese la justicia de tu cas-tigo. Mientras quede alguien que se atre-va a defenderte, vivirs; pero vivirs como ahora vives, rodeado de muchos y seguros vigilantes para que no puedas moverte contra la repblica, y sin que lo adviertas habr, como hasta ahora, muchos ojos que miren cuanto hagas y muchos odos que escuchen cuanto

  • speculabuntur atque custodient.

    digas.

    III. Etenim quid est, Catilina, quod iam amplius expectes, si neque nox tenebris obscurare coeptus nefarios nec privata domus parietibus continere voces co-niurationis tuae po-test, si illustrantur, si erumpunt omnia? Muta iam istam mentem, mihi crede, obliviscere caedis atque incendiorum. Teneris undique; luce sunt clariora nobis tua consilia omnia; quae iam mecum licet recog-

    3. A qu esperar ms, Catilina, si las tinieblas de la noche no ocultan las ne-fandas juntas, ni las paredes de una casa particular contienen los clamores de la conjuracin? Si to-do se sabe; si se publica todo? Cam-bia de propsitos, creme; no pienses en muertes y en incendios. Cogido como ests por to-dos lados, tus desig-nios son para noso-tros claros como la luz del da, y te lo

  • noscas. voy a demostrar.10

    [7] Meministine me ante diem XII Ka-lendas Novembris dicere in senatu fore in armis certo die, qui dies futurus es-set ante diem VI Kal. Novembris, C. Manlium, audaciae satellitem atque administrum tuae? Num me fefellit, Ca-tilina, non modo res tanta, tam atrox tamque incredibilis, verum, id quod mul-

    Recuerdas que el 21 de octubre dije en el Senado que en un da fijo, el 27 de octubre, se alzara en armas C. Manlio, secuaz y ministro de tu audacia?11 Me equivoqu, Catilina, no slo en un hecho tan atroz, tan incre-ble, sino en lo que es ms de admirar, en el da? Dije tam-bin en el Senado que habas fijado el

  • to magis est admi-randum, dies? Dixi ego idem in senatu caedem te optuma-tium contulisse in ante diem V Kalen-das Novembris, tum cum multi principes civitatis Roma non tam sui conservandi quam tuorum consi-liorum reprimendo-rum causa profuge-runt. Num infitiari potes te illo ipso die meis praesidiis, mea diligentia circumclu-sum commovere te contra rem publicam non potuisse, cum tu discessu cetero-rum nostra tamen, qui remansissemus,

    28 del mismo mes para matar a los ms ilustres ciuda-danos, muchos de los cuales se ausen-taron de Roma, no tanto por salvar la vida como por impe-dir la realizacin de tus intentos. Nega-rs acaso que aquel mismo da, cercado por las guardias que mi diligencia te haba puesto, ningn movimiento pudiste hacer contra la re-pblica y decas que, aun cuando los de-ms se haban ido, con matarme a m, que haba quedado, te dabas por satis-

  • caede te contentum esse dicebas?

    fecho?

    [8] Quid? cum te Praeneste Kalendis ipsis Novembribus occupaturum noc-turno impetu esse confideres, sensistin illam coloniam meo iussu meis praesi-diis, custodiis, vigi-liis esse munitam? Nihil agis, nihil moli-ris, nihil cogitas, quod non ego non modo audiam, sed etiam videam plane-que sentiam. IV. Recognosce tandem mecum noctem illam superiorem; iam intelleges multo me

    Qu ms? Cuando confiabas apoderarte de Preneste12 sor-prendindola con un ataque nocturno el primero de noviem-bre, no advertiste las precauciones por m tomadas para asegurar aquella colonia con guardias y centinelas? Nada haces, nada inten-tas, nada piensas que yo no oiga o vea o sepa con certeza. 4. Recuerda conmigo lo de la pasada no-che: ya comprende-rs que es mayor mi

  • vigilare acrius ad salutem quam te ad perniciem rei publi-cae. Dico te priore nocte venisse inter falcarios--non agam obscure--in M. Lae-cae domum; con-venisse eodem com-plures eiusdem amentiae sceler-isque socios. Num negare audes? quid taces? Convincam, si negas. Video enim esse hic in senatu quosdam, qui tecum una fuerunt.

    vigilancia para salvar la repblica que la tuya para perderla. Aludo a la noche en que fuiste entre fal-carios13 (hablar sin rebozo) a casa de M. Leca14 donde acudie-ron muchos cmpli-ces de tu demencia y tu maldad. Te atre-ves a negarlo? Por qu callas? Si lo nie-gas, te lo probar. Aqu en el Senado estoy viendo algunos de los que contigo estuvieron.

    [9] O di inmortales! ubinam gentium sumus? in qua urbe vivimus? quam rem

    Oh dioses inmorta-les! Entre qu gen-tes estamos! En qu ciudad vivimos! Qu

  • publicam habemus? Hic, hic sunt in nos-tro numero, patres conscripti, in hoc orbis terrae sanctis-simo gravissimoque consilio, qui de nos-tro omnium interitu, qui de huius urbis atque adeo de orbis terrarum exitio cogi-tent! Hos ego video consul et de re pu-blica sententiam rogo et, quos ferro trucidari oportebat, eos nondum voce volnero!

    repblica tenemos! Aqu, aqu estn en-tre nosotros, padres conscriptos, en este consejo, el ms sa-grado y augusto del orbe entero, los que meditan acabar conmigo y con todos vosotros, y con nuestra ciudad y con todo el mundo. Los estoy viendo yo, el cnsul, y les pido su parecer sobre los negocios pblicos, y cuando conviniera acabar con ellos a estocadas, ni aun con las palabras se les ofende.

    Fuisti igitur apud Fuiste, pues, Catili-

  • Laecam illa nocte, Catilina, distribuisti partes Italiae, sta-tuisti, quo quemque proficisci placeret, delegisti, quos Ro-mae relinqueres, quos tecum educe-res, discripsisti urbis partes ad incendia, confirmasti te ipsum iam esse exiturum, dixisti paulum tibi esse etiam nunc morae, quod ego viverem. Reperti sunt duo equites Romani, qui te ista cura liberarent et sese illa ipsa nocte paulo ante lucem me in meo lectulo interfecturos [esse]

    na, aquella noche a casa de Leca, repar-tiste Italia entre tus cmplices, determi-naste adnde deba ir cada cual de ellos, elegiste los que haban de quedar en Roma y los que lle-varas contigo, sea-laste los parajes de la ciudad que haban de ser incendiados, aseguraste que par-tiras pronto, dijiste que si demorabas algo tu salida era porque an viva yo. Ofrecironse enton-ces dos caballeros romanos a librarte de ese cuidado, prometiendo ir aque-

  • pollicerentur. [10] Haec ego omnia vix-dum etiam coetu vestro dimisso com-peri; domum meam maioribus praesidiis munivi atque firma-vi, exclusi eos, quos tu ad me salutatum mane miseras, cum illi ipsi venissent, quos ego iam multis ac summis viris ad me id temporis ven-turos esse praedixe-ram.

    lla misma noche po-co antes de amane-cer a mi casa para matarme en mi pro-pio lecho.15 Todo esto lo supe poco despus de termina-da vuestra junta, puse en mi casa ms numerosa y fuerte guardia; a los que enviaste a saludar-me tan de madruga-da, cuando llegaron a mi puerta les fue negada la entrada, pues ya haba anun-ciado a muchos y excelentes varones la hora en que iran a visitarme.

    V. Quae cum ita 5. Siendo esto as,

  • sint, Catilina, perge, quo coepisti, egre-dere aliquando ex urbe; patent portae; proficiscere. Nimium diu te imperatorem tua illa Manliana castra desiderant. Educ tecum etiam omnes tuos, si mi-nus, quam plurimos; purga urbem. Magno me metu liberabis, dum modo inter me atque te murus in-tersit. Nobiscum versari iam diutius non potes; non feram, non patiar, non sinam. [11] Magna dis inmortali-bus habenda est atque huic ipsi Iovi

    acaba, Catilina, lo que empezaste, sal por fin de la ciudad; abiertas tienes las puertas; parte. Ya hace das que tu ejrcito, a las rde-nes de Manlio, te aguarda como gene-ral. Llvate contigo a todos los tuyos; por lo menos al mayor nmero. Limpia de ellos la ciudad. Me librars de gran miedo cuando entre t y yo estn las murallas. Ya no pue-des permanecer por ms tiempo entre nosotros; no lo tole-rar, no lo permitir, no lo sufrir. Mucho

  • Statori, antiquissimo custodi huius urbis, gratia, quod hanc tam taetram, tam horribilem tamque infestam rei publicae pestem totiens iam effugimus.

    tenemos ya que agradecer a los dio-ses inmortales y a este Jpiter Esttor, antiqusimo protec-tor de Roma, por habernos librado tantas veces de tan perniciosa, cruel y terrible calamidad.

    Non est saepius in uno homine summa salus periclitanda rei publicae. Quamdiu mihi consuli desig-nato, Catilina, insi-diatus es, non publi-co me praesidio, sed privata diligentia defendi. Cum proxi-mis comitiis consula-ribus me consulem

    No se consentir ms que por un solo hombre peligre la repblica. Cuando elegido cnsul pusis-te contra m ase-chanzas, Catilina, no me defend con la fuerza pblica, sino con mi propia caute-la. Cuando en los ltimos comicios

  • in campo et compe-titores tuos interfi-cere voluisti, com-pressi conatus tuos nefarios amicorum praesidio et copiis nullo tumultu publi-ce concitato; deni-que, quotienscum-que me petisti, per me tibi obstiti, quamquam videbam perniciem meam cum magna calami-tate rei publicae esse coniunctam.

    consulares, siendo yo cnsul, quisiste matarme a m y a tus dems competi-dores en el Campo de Marte,16 ataj tus malvados intentos con el auxilio de mis amigos y allegados, sin causar alarma alguna en el pblico; por ltimo, siempre que atacaste a mi persona te rechac personalmente, aun-que saba que a mi muerte iba unida una gran calamidad para la patria.

    [12] Nunc iam aper-te rem publicam universam petis,

    Pero ya atacas a toda la repblica, ya pides la muerte para

  • templa deorum in-mortalium, tecta urbis, vitam omnium civium, Italiam [de-nique] totam ad exitium et vastita-tem vocas. Quare, quoniam id, quod est primum, et quod huius imperii disci-plinaeque maiorum proprium est, facere nondum audeo, fa-ciam id, quod est ad severitatem lenius et ad communem salutem utilius. Nam si te interfici iussero, residebit in re publi-ca reliqua coniurato-rum manus; sin tu, quod te iam dudum hortor, exieris, ex-

    todos los ciudada-nos, y la ruina y de-vastacin para los templos de los dio-ses inmortales, para las casas de la ciu-dad, para Italia en-tera; por lo cual, aunque no me atre-vo a ejecutar lo que es privativo de mi cargo y autoriza la prctica de nuestros mayores, tomar una determinacin menos severa y ms til al bien comn. Porque si ordenara matarte quedaran en la repblica las bandas de los dems conjurados; pero si te alejas (como no

  • haurietur ex urbe tuorum comitum magna et perniciosa sentina rei publicae. [13] Quid est, Catili-na? num dubitas id me imperante face-re, quod iam tua sponte faciebas? Exire ex urbe iubet consul hostem. Inte-rrogas me, num in exilium; non iubeo, sed, si me consulis, suadeo.

    ceso de aconsejarte) saldr contigo de la ciudad la perniciosa turbamulta que es la hez de la repblica. Y qu, Catilina! Vacilas acaso en hacer, porque yo lo mande, lo que es-pontneamente ibas a ejecutar? El cnsul ordena al enemigo salir de la ciudad. Pregntasme: Para ir al destierro? No lo mando; pero si me consultas, te lo aconsejo17

    VI. Quid est enim, Catilina, quod te iam in hac urbe delec-tare possit? in qua

    6. Porque, Catilina, qu atractivos pue-de tener ya para ti Roma, donde, fuera

  • nemo est extra is-tam coniurationem perditorum homi-num, qui te non me-tuat, nemo, qui non oderit.

    de la turba de perdi-dos, conjurados con-tigo, no queda nadie que no te tema, na-die que no te abo-rrezca?

    Quae nota domesti-cae turpitudinis non inusta vitae tuae est? quod privata-rum rerum dedecus non haeret in fama? quae lubido ab ocu-lis, quod facinus a manibus umquam tuis, quod flagitium a toto corpore afuit? cui tu adulescentulo, quem corruptelarum inlecebris inretisses, non aut ad auda-ciam ferrum aut ad

    Hay alguna clase de torpeza que no man-che tu vida domsti-ca? Hay algn g-nero de infamia que no mancille tus ne-gocios privados? Qu impureza no contemplaron tus ojos, qu maldad no ejecutaron tus ma-nos? Qu deshonor no envolvi todo tu cuerpo? A qu jo-venzuelo de los se-ducidos por tus ha-

  • lubidinem facem praetulisti? [14] Quid vero? nuper cum morte superio-ris uxoris novis nup-tiis domum vacuefe-cisses, nonne etiam alio incredibili scele-re hoc scelus cumu-lasti? quod ego praetermitto et faci-le patior sileri, ne in hac civitate tanti facinoris inmanitas aut extitisse aut non vindicata esse vi-deatur. Praetermitto ruinas fortunarum tuarum, quas omnis inpendere tibi proxumis Idibus senties; ad illa venio, quae non ad

    lagos no facilitaste para la crueldad la espada, para la luju-ria la antorcha? Qu ms? Cuando ha poco la muerte de tu primera esposa te permiti contraer nuevas nupcias, no acumulaste a esta maldad otra verda-deramente incre-ble?18 Maldad que callo y de buen gra-do consiento quede ignorada, para que no se vea que en esta ciudad se co-meti tan feroz cri-men o que no fue castigado. Tampoco hablar de la ruina de tu fortuna, de

  • privatam igno-miniam vitiorum tuorum, non ad do-mesticam tuam diffi-cultatem ac turpitu-dinem sed ad sum-mam rem publicam atque ad omnium nostrum vitam sa-lutemque pertinent. [15] Potestne tibi haec lux, Catilina, aut huius caeli spiri-tus esse iucundus, cum scias esse ho-rum neminem, qui nesciat te pridie Kal-endas Ianuarias Lepido et Tullo con-sulibus stetisse in comitio cum telo, manum consulum et principum civitatis

    hablar de la ruina de tu fortuna, de que ests amenaza-do para las prximas idus.19 Prescindo de la ignominia privada de tus vicios, de tus dificultades y ver-genza domsticas, para concretarme a lo que atae a la repblica entera, a la vida y conserva-cin de todos noso-tros. Puede agradarte, Catilina, el ambiente de esta vida, la luz de este cielo sabien-do que nadie aqu ig-nora que la vspera del primero de ene-

  • interficiendorum causa paravisse, sceleri ac furori tuo non mentem ali-quam aut timorem tuum sed fortunam populi Romani obsti-tisse?

    hablar de la ruina de tu fortuna, de que ests amenaza-do para las prximas idus.19 Prescindo de la ignominia privada de tus vicios, de tus dificultades y ver-genza domsticas, para concretarme a lo que atae a la repblica entera, a la vida y conserva-cin de todos noso-tros. Puede agradarte, Catilina, el ambiente de esta vida, la luz de este cielo sabien-do que nadie aqu ig-nora que la vspera del primero de ene-

  • ro,20 al terminar el consulado de Lpido y Tulo, estuviste en los comicios armado de un pual, reunis-te gente para ase-sinar a los cnsules y a los principales ciudadanos, y que frustr tu criminal tentativa, no el arre-pentimiento ni el temor, sino la fortu-na del pueblo roma-no?21

    Ac iam illa omitto--neque enim sunt aut obscura aut non multa commissa postea--quotiens tu me designatum, quotiens consulem

    Y omito hablar de otros crmenes, o por sabidos, o por cometidos poco des-pus. Cuntas ve-ces intentaste ma-tarme siendo cnsul

  • interficere conatus es! quot ego tuas petitiones ita coniec-tas, ut vitari posse non viderentur, par-va quadam declina-tione et, ut aiunt, corpore effugi! nihil [agis, nihil] adse-queris [, nihil moli-ris] neque tamen conari ac velle desis-tis. [16] Quotiens tibi iam extorta est ista sica de mani-bus, quotiens [vero] excidit casu aliquo et elapsa est! [ta-men ea carere diu-tius non potes] quae quidem quibus abs te initiata sacris ac devota sit, nescio,

    electo y sindolo en ejercicio? Cuntos golpes, al parecer imposibles de evitar, has dirigido contra m y yo esquiv la-dendome o, como suele decirse, hur-tando el cuerpo? Nada haces, nada consigues y, sin em-bargo, no desistes de tus propsitos y maquinaciones. Cuntas veces se te ha quitado ese pual de las manos? Cuntas por acaso cay de ellas? Y, sin embargo, apenas puedes sepa-rarlo de ti, ignorando yo la especie de con-

  • quod eam necesse putas esse in consu-lis corpore defigere.

    sagracin o devocin que te obliga a esti-mar indispensable clavarlo en el cuerpo de un cnsul.22

    VII. Nunc vero quae tua est ista vita? Sic enim iam tecum loquar, non ut odio permotus esse vi-dear, quo debeo, sed ut misericordia, quae tibi nulla debe-tur. Venisti paulo ante in senatum. Quis te ex hac tanta frequentia totque tuis amicis ac neces-sariis salutavit? Si hoc post hominum memoriam contigit nemini, vocis expec-

    7. Pero cules tu vida ahora? Porque quiero hablar contigo de modo que no pa-rezca me inspiras el odio que mereces, sino la misericordia a que no eres acree-dor. Entraste ha po-co en el Senado. Quin, de tan nu-meroso concurso, de tantos amigos y pa-rientes tuyos, te salud? Si no hay memoria de que esto haya ocurrido a na-

  • tas contumeliam, cum sis gravissimo iudicio taciturnitatis oppressus? Quid, quod adventu tuo ista subsellia vacue-facta sunt, quod omnes consulares, qui tibi persaepe ad caedem constituti fuerunt, simul atque adsedisti, partem istam subselliorum nudam atque ina-nem reliquerunt, quo tandem animo [hoc] tibi ferundum putas?

    die, esperas acaso que formulen las pa-labras el seversimo juicio del silencio? Que, al sentarte, no han quedado vacos los asientos inmedia-tos? No has visto a esos consulares re-petidas veces desti-nados por ti a la muerte, abandonar sus asientos cuando ocupaste el tuyo, dejando desierto el espacio que te ro-dea? Qu piensas hacer ante tal des-vo?

    [17] Servi mehercu-le mei si me isto pacto metuerent, ut

    Si mis esclavos me temieran como los ciudadanos te te-

  • te metuunt omnes cives tui, domum meam relinquendam putarem; tu tibi ur-bem non arbitraris? et, si me meis civi-bus iniuria suspec-tum tam graviter atque offensum vi-derem, carere me aspectu civium quam infestis om-nium oculis conspici mallem; tu cum conscientia scelerum tuorum agnoscas odium omnium ius-tum et iam diu tibi debitum, dubitas, quorum mentes sen-susque volneras, eorum aspectum praesentiamque vi-

    men, pensara en dejar mi casa, y t no resuelves aban-donar esta ciudad. Y si viera que mis con-ciudadanos tenan de m, aunque fuera injustamente, sospe-cha tan ofensiva, preferira quitarme de su vista a que me mirara todo el mun-do con malos ojos. Y t, que por la con-ciencia de tus mal-dades sabes el justo odio que a todos inspiras, muy mere-cido desde hace tiempo, vacilas en huir de la vista y presencia de aque-llos cuyas ideas y

  • tare? Si te parentes timerent atque odis-sent tui neque eos ulla ratione placare posses, ut opinor, ab eorum oculis ali-quo concederes. Nunc te patria, quae communis est pa-rens omnium nos-trum, odit ac metuit et iam diu nihil te iudicat nisi de parri-cidio suo cogitare; huius tu neque auc-toritatem verebere nec iudicium seque-re nec vim perti-mesces?

    sentimientos ofen-des? Si tus padres te temieran y odiaran y no pudieras aplacar-los de modo alguno, creo que te alejaras de su vista. Pues la patria, madre comn de todos nosotros, te odia y te teme, y ha tiempo sabe que slo piensas en su ruina. No respeta-rs su autoridad, ni seguirs su dicta-men, ni te amedren-tar su fuerza?

    [18] Quae tecum, Catilina, sic agit et quodam modo tacita

    A ti se dirige, Catili-na, y, callando, te dice:23 Ninguna

  • loquitur: "Nullum iam aliquot annis facinus exstitit nisi per te, nullum flagi-tium sine te; tibi uni multorum civium neces, tibi vexatio direptioque socio-rum inpunita fuit ac libera; tu non solum ad neglegendas le-ges et quaestiones, verum etiam ad evertendas perfrin-gendasque valuisti. Superiora illa, quamquam ferenda non fuerunt, tamen, ut potui, tuli; nunc vero me totam esse in metu propter unum te, quicquid increpuerit, Catili-

    maldad se ha come-tido desde hace aos de que t no seas autor; ningn es-cndalo sin ti; libre e impunemente, t solo mataste a mu-chos ciudadanos24 y vejaste y saqueaste a los aliados;25 t, no slo has despre-ciado las leyes y los tribunales, sino los hollaste y violaste.26 Lo pasado, aunque insufrible, lo toler como pude; pero el estar ahora ame-drentada por ti solo y a cualquier ruido temer a Catilina; ver que nada pueda in-tentarse contra m

  • nam timeri, nullum videri contra me consilium iniri posse, quod a tuo scelere abhorreat, non est ferendum. Quam ob rem discede atque hunc mihi timorem eripe; si est verus, ne opprimar, sin falsus, ut tandem aliquando timere desinam."

    que no dependa de tu aborrecida mal-dad no es tolerable. Vete, pues, y lbra-me de este temor; si es fundado, para que no acabe con-migo; si inmotivado, para que alguna vez deje de temer.

    [19] VIII. Haec si tecum, ita ut dixi, patria loquatur, non-ne impetrare de-beat, etiamsi vim adhibere non possit? Quid, quod tu te ipse in custodiam dedisti, quod vitan-

    8. Si, como he dicho, la patria te habla en estos trminos, no deberas atender su ruego, aunque no pueda emplear co-ntra ti la fuerza? Qu significa el haberte entregado t

  • dae suspicionis cau-sa ad M'. Lepidum te habitare velle dixis-ti? A quo non recep-tus etiam ad me venire ausus es at-que, ut domi meae te adservarem, ro-gasti. Cum a me quoque id respon-sum tulisses, me nullo modo posse isdem parietibus tuto esse tecum, qui magno in periculo essem, quod isdem moenibus contine-remur, ad Q. Mete-llum praetorem ve-nisti. A quo repudia-tus ad sodalem tuum, virum optu-mum, M. Metellum,

    mismo para estar bajo custodia?27 Qu indica el que t mismo dijeras que, para evitar malas sospechas, queras habitar en casa de M. Lpido?28 Y no recibido en ella, te atreviste a pre-sentarte ante m y me pediste que te acogiera en la ma. Te respond que no poda vivir contigo dentro de los mis-mos muros, puesto que, no sin gran pe-ligro mo, vivamos en la misma ciudad, y entonces fuiste al pretor Q. Metelo;29 y rechazado tambin

  • demigrasti; quem tu videlicet et ad cus-todiendum diligen-tissimum et ad sus-picandum sagacis-simum et ad vindi-candum fortissimum fore putasti. Sed quam longe videtur a carcere atque a vinculis abesse de-bere, qui se ipse iam dignum custodia iudicarit!

    por ste, te fuiste a vivir con tu amigo el dignsimo M. Mete-lo,30 que te pareci sin duda el ms dili-gente para guardar-te, el ms sagaz para descubrir tus proyectos y el ms enrgico para repri-mirlos. Pero crees que debe estar muy lejos de la crcel quien se ha juzgado a s mismo digno de ser custodiado?

    [20] Quae cum ita sint, Catilina, dubi-tas, si emori aequo animo non potes, abire in aliquas te-rras et vitam istam

    Siendo esto as, Ca-tilina, y no pudiendo morir aqu tranqui-lamente, dudas en marcharte a lejanas tierras para acabar

  • multis suppliciis ius-tis debitisque erep-tam fugae solitudi-nique mandare? "Refer" inquis "ad senatum"; id enim postulas et, si hic ordo [sibi] placere decreverit te ire in exilium, optempera-turum te esse dicis. Non referam, id quod abhorret a meis moribus, et tamen faciam, ut intellegas, quid hi de te sentiant. Egrede-re ex urbe, Catilina, libera rem publicam metu, in exilium, si hanc vocem exspec-tas, proficiscere. Quid est, Catilina?

    en la soledad una vida tantas veces librada de justos y merecidos castigos? Propn al Senado, dices, mi destierro, y aseguras que, si a los senadores parece bien decretarlo, obe-decers. No har yo una propuesta con-traria a mis cos-tumbres; pero s lo necesario para que comprendas lo que los senadores opinan de ti. Sal de la ciu-dad, Catilina; libra a la repblica del mie-do; vete al destierro, si lo que esperas es or pronunciar esta palabra. Qu es

  • ecquid attendis, ec-quid animadvertis horum silentium? Patiuntur, tacent. Quid exspectas auc-toritatem loquen-tium, quorum volun-tatem tacitorum perspicis?

    esto, Catilina? Repa-ra, advierte el silen-cio de los senadores. Consienten en lo que digo y callan. A qu esperas la autoridad de sus palabras si con el silencio te dicen su voluntad?

    [21] At si hoc idem huic adulescenti op-timo, P. Sestio, si fortissimo viro, M. Marcello, dixissem, iam mihi consuli hoc ipso in templo iure optimo senatus vim et manus intulisset. De te autem, Catili-na, cum quiescunt, probant, cum pa-tiuntur, decernunt,

    Si lo que te he dicho lo dijera a este exce-lente joven, P. Sex-tio,31 a este esfor-zado varn, M. Mar-celo,32 a pesar de mi dignidad de cnsul, a pesar de la santidad de este templo, con perfecto derecho me hiciera sentir el Se-nado su enrgica protesta. Pero lo oye

  • cum tacent, cla-mant, neque hi so-lum, quorum tibi auctoritas est videli-cet cara, vita vilis-sima, sed etiam illi equites Romani, honestissimi atque optimi viri, ceterique fortissimi cives, qui circumstant sena-tum, quorum tu et frequentiam videre et studia perspicere et voces paulo ante exaudire potuisti. Quorum ego vix abs te iam diu manus ac tela contineo, eos-dem facile adducam, ut te haec, quae vastare iam pridem studes, relinquen-

    decir de ti y, perma-neciendo tranquilo, lo aprueba; sufrin-dolo, lo decreta; callando, lo procla-ma. Y no solamente te condenan stos, cuya autoridad debe serte por cierto muy respetable cuando tan en poco tienes sus vidas, sino tam-bin aquellos ilustres y honradsimos ca-balleros romanos, y los esforzados ciu-dadanos que rodean el Senado, cuyo n-mero pudiste ver hace poco y com-prender sus deseos y or sus voces; cu-yos brazos armados

  • tem usque ad portas prosequantur.

    contra ti estoy con-teniendo, y a quie-nes inducir fcil-mente para que te acompaen hasta las puertas de esta ciu-dad que proyectas asolar.

    [22] IX. Quamquam quid loquor? te ut ulla res frangat, tu ut umquam te corri-gas, tu ut ullam fu-gam meditere, tu ut ullum exilium cogi-tes? Utinam tibi is-tam mentem di in-mortales duint! ta-metsi video, si mea voce perterritus ire in exilium animum induxeris quanta

    9. Pero qu estoy diciendo? Haber algo que te conten-ga? Ser t capaz de enmienda? Meditar t la huida? Esperar que voluntariamente te destierres? Ojal te inspirasen los dio-ses inmortales tal idea! Veo, sin em-bargo, si mis exhor-taciones te indujeran a ir al destierro, la

  • tempestas invidiae nobis, si minus in praesens tempus recenti memoria scelerum tuorum, at in posteritatem im-pendeat. Sed est tanti, dum modo ista sit privata calamitas et a rei publicae pe-riculis seiungatur. Sed tu ut vitiis tuis commoveare, ut legum poenas per-timescas, ut tempo-ribus rei publicae cedas, non est pos-tulandum. Neque enim is es, Catilina, ut te aut pudor um-quam a turpitudine aut metus a periculo aut ratio a furore

    tempestad de odio que me amenaza, si no ahora, por estar fresca la memoria de tus maldades, en lo porvenir. Poco me importa con tal que el dao slo a m alcance y no peligre la repblica. Pero en vano se esperar que te avergences de tus vicios, que temas el castigo de las leyes, que cedas a las necesidades de la repblica; porque a ti, Catilina, no te retrae de la vida licenciosa la ver-genza; ni del peli-gro el miedo; ni del furor la razn.

  • carit.

    [23] Quam ob rem, ut saepe iam dixi, proficiscere ac, si mihi inimico, ut praedicas, tuo con-flare vis invidiam, recta perge in exi-lium; vix feram ser-mones hominum, si id feceris, vix molem istius invidiae, si in exilium iussu consu-lis ieris, sustinebo. Sin autem servire meae laudi et glo-riae mavis, egredere cum inportuna sce-leratorum manu, confer te ad Man-lium, concita perdi-tos cives, secerne te

    Por lo cual, como repetidamente te he dicho, vete, y si, cual dices, soy tu enemigo, excita co-ntra m el odio yen-do derecho al destie-rro. Apenas podr sufrir las murmura-ciones de las gentes si as lo haces; ape-nas soportar el enorme peso de su aborrecimiento, si por mandato del cnsul vas al destie-rro. Pero si quieres procurarme alaban-zas y gloria, sal de aqu con el modest-simo grupo de tus

  • a bonis, infer patriae bellum, exsulta im-pio latrocinio, ut a me non eiectus ad alienos, sed invita-tus ad tuos isse vi-dearis.

    malvados cmplices; nete con Manlio; rene a los perdidos, aprtate de los bue-nos; haz guerra a tu patria; regocjate con este impo latro-cinio para que se vea que no te he echado entre gente extraa, sino invita-do a que te unas a los tuyos.

    [24] Quamquam quid ego te invitem, a quo iam sciam esse praemissos, qui tibi ad Forum Aure-lium praestolarentur armati, cui iam sciam pactam et constitutam cum

    Pero por qu he de invitarte, cuando s que has enviado ya gente armada a Foro Aurelio33 para que te aguarde; cuando s que est ya conveni-do con Manlio y se-alado el da; cuan-

  • Manlio diem, a quo etiam aquilam illam argenteam, quam tibi ac tuis omnibus confido perniciosam ac funestam futu-ram, cui domi tuae sacrarium [scelerum tuorum] constitutum fuit, sciam esse praemissam? Tu ut illa carere diutius possis, quam vene-rari ad caedem pro-ficiscens solebas, a cuius altaribus saepe istam impiam dexte-ram ad necem ci-vium transtulisti?

    do s que ya has enviado el guila de plata34 que confo ser fatal a ti y a los tuyos, y a la cual hiciste sagrario en tu casa para tus malda-des? Podrs estar mucho tiempo sin un objeto que acostum-bras a venerar cuan-do intentas matar a alguien, pasando muchas veces tu impa diestra de su ara al asesinato de un ciudadano?

    [25] X. Ibis tandem aliquando, quo te iam pridem ista tua

    10. Irs, por fin, adonde te arrastra tu deseo desenfre-

  • cupiditas effrenata ac furiosa rapiebat; neque enim tibi haec res adfert dolorem, sed quandam incre-dibilem voluptatem. Ad hanc te amen-tiam natura peperit, voluntas exercuit, fortuna servavit. Numquam tu non modo otium, sed ne bellum quidem nisi nefarium concupisti. Nactus es ex perditis atque ab omni non modo fortuna, ve-rum etiam spe dere-lictis conflatam in-proborum manum. [26] Hic tu qua lae-titia perfruere, qui-bus gaudiis exulta-

    nado y furioso, que no te ha de causar esto pena, sino in-creble satisfaccin. Para tal demencia te produjo la naturale-za, te amaestr la voluntad y te reser-v la fortuna. Nunca deseaste, no digo la paz, ni la misma guerra como no fue-se una guerra crimi-nal. Has reunido un ejrcito de malva-dos, formado de gente perdida, sin fortuna, hasta sin esperanza. Qu contento el tuyo! Qu transpor-tes de placer! Qu embriaguez de rego-

  • bis, quanta in volup-tate bacchabere, cum in tanto nume-ro tuorum neque audies virum bonum quemquam neque videbis! Ad huius vitae studium medi-tati illi sunt, qui feruntur, labores tui, iacere humi non solum ad obsiden-dum stuprum, verum etiam ad facinus obeundum, vigilare non solum insidiantem somno maritorum, verum etiam bonis otio-sorum. Habes, ubi ostentes tuam illam praeclaram patien-tiam famis, frigoris,

    cijo cuando en el crecido nmero de los tuyos no oigas ni veas un hombre de bien! Para dedicarte a este gnero de vida te ejercitaste en los trabajos, en estar echado en el suelo, no slo a fin de lo-grar los estupros, sino tambin otras maldades, velando por la noche para aprovecharte insidio-samente del sueo de los maridos o de los bienes de los incautos. Ahora po-drs demostrar tu admirable paciencia para sufrir el ham-bre, el fro, la falta

  • inopiae rerum om-nium, quibus te brevi tempore con-fectum esse senties. [27] Tantum profeci tum, cum te a con-sulatu reppuli, ut exsul potius temp-tare quam consul vexare rem publi-cam posses, atque ut id, quod esset a te scelerate suscep-tum, latrocinium potius quam bellum nominaretur.

    de todo recurso que dentro de breve tiempo has de sentir. Al excluirte del con-sulado,35 logr al menos que el dao que intentaras co-ntra la repblica co-mo desterrado, no lo pudieras realizar como cnsul, y que tu alzamiento contra la patria, ms que guerra se llame la-trocinio.

    XI. Nunc, ut a me, patres conscripti, quandam prope ius-tam patriae queri-moniam detester ac deprecer, percipite,

    11. Ahora, padres conscriptos, antici-pndome a contestar a un cargo que con justicia puede diri-girme la patria, os

  • quaeso, diligenter, quae dicam, et ea penitus animis ves-tris mentibusque mandate. Etenim, si mecum patria, quae mihi vita mea multo est carior, si cuncta Italia, si omnis res publica loquatur:

    ruego escuchis con atencin lo que voy a decir, y lo fijis en vuestra memoria y en vuestro entendi-miento. Si mi patria, que me es mucho ms cara que la vi-da; si toda Italia, si toda la repblica dijera:

    "M.Tulli, quid agis? Tune eum, quem esse hostem comperisti, quem ducem belli futurum vides, quem expec-tari imperatorem in castris hostium sen-tis, auctorem sceleris, principem coniurationis, evoca-

    Marco Tulio, qu haces? Permitirs salir de la ciudad al que has demostrado que es enemigo, al que ves que va a ser general de los suble-vados, al que sabes aguardan stos en su campamento para que los acaudille, al

  • torem servorum et civium perditorum, exire patiere, ut abs te non emissus ex urbe, sed immissus in urbem esse videatur? Nonne hunc in vincla duci, non ad mortem rapi, non summo suppli-cio mactari im-perabis? [28] Quid tandem te impedit? mosne maiorum? At persaepe etiam pri-vati in hac re publica perniciosos cives morte multarunt. An leges, quae de civium Romanorum supplicio rogatae sunt? At numquam in hac urbe, qui a re

    autor de las malda-des y cabeza de la conjuracin, al que ha puesto en armas a los esclavos y a los ciudadanos perdidos, de manera que pa-rezca, no que le has echado de Roma, sino que le has tra-do a ella? Por qu no mandas prender-le, por qu no orde-nas matarle? Por qu no dispones que se le aplique el ma-yor suplicio? Quin te lo impide? Las costumbres de nues-tros mayores? Pues muchas veces en esta repblica los particulares dieron

  • publica defecerunt, civium iura tenu-erunt. An invidiam posteritatis times? Praeclaram vero populo Romano re-fers gratiam, qui te, hominem per te cognitum nulla commendatione maiorum tam ma-ture ad summum imperium per omnis honorum gradus extulit, si propter invidiam aut alicuius periculi metum sa-lutem civium tuorum neglegis. [29] Sed, si quis est invidiae metus, non est ve-hementius severita-tis ac fortitudinis

    muerte a los ciuda-danos perniciosos.36 Las leyes relativas a la imposicin del suplicio a los ciuda-danos romanos?37 Jams en esta ciu-dad conservaron derecho de ciudada-na los que se sus-trajeron a la obe-diencia de la repbli-ca. Temes acaso la censura de la poste-ridad? Buena mane-ra de mostrar tu agradecimiento al pueblo romano, que, siendo t conocido nicamente por tu mrito personal, sin que te recomendase el de tus ascendien-

  • invidia quam iner-tiae ac nequitiae pertimescenda. An, cum bello vastabitur Italia, vestabuntur urbes, tecta arde-bunt tum te non existumas invidiae incendio conflagra-turum?"

    tes, te confiri tan temprano el ms elevado cargo, eli-gindote antes para todos los que le sir-ven de escala, ser abandonar la salva-cin de tus conciu-dadanos por librarte del odio o por temor a algn peligro! Y si temes hacerte odio-so, es menor el odio engendrado por la severidad y la fortaleza que el pro-ducido por la flo-jedad y el abando-no? Cuando la gue-rra devaste Italia y aflija a las poblacio-nes; cuando ardan las casas, crees que

  • no te alcanzar el incendio de la indig-nacin pblica?

    XII. His ego sanctis-simis rei publicae vocibus et eorum hominum, qui hoc idem sentiunt, men-tibus pauca respon-debo. Ego si hoc optimum factu iudi-carem, patres con-scripti, Catilinam morte multari, unius usuram horae gladiatori isti ad vivendum non dedissem. Etenim si summi viri et claris-simi cives saturnini et Gracchorum et Flacci et superiorum

    12. A estas sacrat-simas voces de la patria y a los que en su conciencia opinan como ella, responde-r brevemente. Si yo entendiera, padres conscriptos, que lo mejor en este caso era condenar a muerte a Catilina, ni una hora sola de vida hubiese conce-dido a ese gladiador; porque si a los gran-des hombres y emi-nentes ciudadanos la sangre de Saturnino, de los Gracos, de

  • complurium san-guine non modo se non contaminarunt, sed etiam honesta-runt, certe veren-dum mihi non erat, ne quid hoc parricida civium interfecto invidiae [mihi] in posteritatem re-dundaret. Quodsi ea mihi maxime inpen-deret tamen hoc animo fui semper, ut invidiam virtute par-tam gloriam, non invidiam putarem.

    Flaco y de otros mu-chos facciosos no les manch, sino les honr, no haba de temer que por la muerte de este ase-sino de ciudadanos me aborreciese la posteridad.38 Y aun-que me amenazara esta desdicha, siem-pre he opinado que el aborrecimiento por un acto de justi-cia es para el abo-rrecido un ttulo de gloria.

    [30] Quamquam non nulli sunt in hoc or-dine, qui aut ea, quae inminent non

    No faltan entre los senadores quienes no ven los peligros inminentes o, vin-

  • videant aut ea, quae vident, dissimulent; qui spem Catilinae mollibus sententiis aluerunt coniura-tionemque nas-centem non cre-dendo corrobo-raverunt; quorum auctoritate multi non solum improbi, verum etiam in-periti, si in hunc animadvertissem, crudeliter et regie factum esse dicer-ent. Nunc intellego, si iste, quo intendit, in Manliana castra perve