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CHRISTIE, Neil (ed.) Landscape of Change. Rural Evolutions in Late Antiquity and the Early Middle Ages. Ashgate. Aldershot, 2004, 324 pp. En los últimos años se ha venido des- arrollando una intensa investigación acerca del paso del mundo antiguo al medieval y se han generado perspectivas innovado- ras que han convertido a este periodo en el escenario de importantes debates y de sustanciales cambios en lo que hasta hace poco era el paradigma dominante de la “caída y decadencia”. Una buena muestra de ello es la formidable colección The Transformation of the Roman World, finan- ciado por la European Science Foundation (ESF), cuyos resultados han sido publica- dos en diversos volúmenes que representan una magnífica muestra de cuáles son ahora las preocupaciones y las claves para com- prender mejor este complejo proceso. En tal sentido, se subraya un planteamiento que supere tanto los estrechos márgenes de la cronología tradicional –considerando como elemento fundamental la “larga duración”, en la que resultan básicos los cambios que se llevaron a cabo en la época bajoimpe- rial– y de la especialización, fomentando el diálogo y el debate entre colegas de dis- tintas áreas. El factor explicativo se ha des- plazado de las ópticas catastrofistas hacia una noción más amplia –y quizá por ello más vaga– como es la de transformación. Dentro de este contexto, las aportaciones llevadas a cabo desde la arqueología han sido y son determinantes. Nuevos estudios, producto tanto de proyectos de reciente ejecución como de replanteamientos de viejos temas, han proporcionado interpre- taciones que no pueden dejarse de lado. Para ello, los arqueólogos, o al menos una parte de ellos, han optado por superar lo meramente arqueográfico para ofrecer explicaciones, las cuales han sido recogi- das parcialmente por los historiadores de los textos escritos. Este diálogo, sin embar- go, sigue siendo incompleto, ya que cho- can tradiciones, intereses y preocupaciones muy diferentes, que dificultan un mejor entendimiento, pero se han dado ya pasos de enorme importancia. El libro que aquí comentamos se ins- cribe en esa línea de investigación y su edi- tor, Neil Christie, ha participado en las actividades del proyecto de la ESF. Se trata de un trabajo volcado en las fuentes arqueo- lógicas y centrado en analizar los cambios producidos en los territorios del antiguo Imperio Romano entre los siglos IV al VII. Para ello, se presentan una serie de análisis regionales, que cubren prácticamente todo el espacio bajo dominación romana, y del que emerge un cuadro general, más allá de las particularidades de cada uno de los esce- narios, una diferencialidad que no conviene olvidar. Dos aspectos destacan desde la introducción del editor como puntos de referencia. Por un lado, la renovación de la metodología arqueológica, que se ha per- feccionado en las últimas décadas y que está dando resultados muy diferentes a los que se conseguían anteriormente. Las téc- nicas de prospección han impactado de manera notoria y esto ha provocado un nuevo tipo de información, pero también algunos problemas derivados de la depen- dencia de materiales de superficie, algunos de los cuales, como las cerámicas comunes, no son fácilmente detectables. Las técnicas derivadas de la “arqueología del paisaje” han sufrido un fuerte desarrollo y este tipo de estudios resulta un instrumento indis- pensable, aunque imperfecto, para conocer © Ediciones Universidad de Salamanca Stud. hist., H.ª mediev., 23, 2005, pp. 297-323

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CHRISTIE, Neil (ed.)Landscape of Change. Rural Evolutions inLate Antiquity and the Early Middle Ages.Ashgate.Aldershot, 2004, 324 pp.

En los últimos años se ha venido des-arrollando una intensa investigación acercadel paso del mundo antiguo al medievaly se han generado perspectivas innovado-ras que han convertido a este periodo enel escenario de importantes debates y desustanciales cambios en lo que hasta hacepoco era el paradigma dominante de la“caída y decadencia”. Una buena muestrade ello es la formidable colección TheTransformation of the Roman World, finan-ciado por la European Science Foundation(ESF), cuyos resultados han sido publica-dos en diversos volúmenes que representanuna magnífica muestra de cuáles son ahoralas preocupaciones y las claves para com-prender mejor este complejo proceso. En talsentido, se subraya un planteamiento quesupere tanto los estrechos márgenes de lacronología tradicional –considerando comoelemento fundamental la “larga duración”,en la que resultan básicos los cambios quese llevaron a cabo en la época bajoimpe-rial– y de la especialización, fomentandoel diálogo y el debate entre colegas de dis-tintas áreas. El factor explicativo se ha des-plazado de las ópticas catastrofistas haciauna noción más amplia –y quizá por ellomás vaga– como es la de transformación.Dentro de este contexto, las aportacionesllevadas a cabo desde la arqueología hansido y son determinantes. Nuevos estudios,producto tanto de proyectos de recienteejecución como de replanteamientos deviejos temas, han proporcionado interpre-taciones que no pueden dejarse de lado.Para ello, los arqueólogos, o al menos una

parte de ellos, han optado por superar lomeramente arqueográfico para ofrecerexplicaciones, las cuales han sido recogi-das parcialmente por los historiadores delos textos escritos. Este diálogo, sin embar-go, sigue siendo incompleto, ya que cho-can tradiciones, intereses y preocupacionesmuy diferentes, que dificultan un mejorentendimiento, pero se han dado ya pasosde enorme importancia.

El libro que aquí comentamos se ins-cribe en esa línea de investigación y su edi-tor, Neil Christie, ha participado en lasactividades del proyecto de la ESF. Se tratade un trabajo volcado en las fuentes arqueo-lógicas y centrado en analizar los cambiosproducidos en los territorios del antiguoImperio Romano entre los siglos IV al VII.Para ello, se presentan una serie de análisisregionales, que cubren prácticamente todoel espacio bajo dominación romana, y delque emerge un cuadro general, más allá delas particularidades de cada uno de los esce-narios, una diferencialidad que no convieneolvidar. Dos aspectos destacan desde laintroducción del editor como puntos dereferencia. Por un lado, la renovación de lametodología arqueológica, que se ha per-feccionado en las últimas décadas y queestá dando resultados muy diferentes a losque se conseguían anteriormente. Las téc-nicas de prospección han impactado demanera notoria y esto ha provocado unnuevo tipo de información, pero tambiénalgunos problemas derivados de la depen-dencia de materiales de superficie, algunosde los cuales, como las cerámicas comunes,no son fácilmente detectables. Las técnicasderivadas de la “arqueología del paisaje”han sufrido un fuerte desarrollo y este tipode estudios resulta un instrumento indis-pensable, aunque imperfecto, para conocer

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qué sucede en los campos. Por otro lado,la crítica y abandono de ciertas visionescatastrofistas, que han dominado la expli-cación –y entre las que destaca el supuestodescenso de la población rural–, así comolas interpretaciones en clave nacionalista,apenas tomadas en consideración por losespecialistas, pero con hondas raíces en elimaginario popular. Tomando ambos pun-tos como ejes directrices del volumen, eltexto de W. Borden y R. Hodges sobre el actual territorio albanés –con el sugerentetítulo de Balkan Ghosts?– resulta ejemplar ymuy esclarecedor de un caso sin apenasrelevancia en los circuitos académicos. Enél se realiza una crítica demoledora a lospostulados potenciados por el régimen deEnver Hoxha sobre este periodo histórico,con una resistencia de los pobladores iliriosautóctonos frente a la invasión eslava, quepuede leerse como una traslación de losproblemas de Albania dentro del bloquesocialista, pero que han calado y continúanofreciéndose como la explicación domi-nante en el país balcánico.

A partir de esos parámetros, los estu-dios que componen el libro se mueven endos planos distintos. En un primer nivel,se realiza un acercamiento regional, quepermite profundizar en la evolución par-cializada de cada zona de estudio. En unsegundo nivel, se comprueban una serie defenómenos más o menos generalizados yque, teniendo en cuenta los grados y dife-rencias existentes, proporcionan una visióncompleja de cada uno de ellos. No preten-demos ser exhaustivos, pero nuestra lecturanos permite señalar al menos cuatro gran-des apartados. El primero de ellos se vin-cula a las transformaciones que se operanen las villae y que permiten dar una ima-gen menos catastrofista de sus últimasfases. Así, S. Scott estudia los estableci-mientos vilicarios en Italia y Gran Bretaña,poniendo de relieve cómo las villae rica-mente construidas y decoradas componíansólo una parte de la realidad, en la que se

concentraba el exhibicionismo de unas eli-tes apegadas al Imperio y en una situaciónde fuerte competencia. Estos edificios sun-tuosos eran un mensaje de poder que secomplementaba con otras villae de propor-ciones y riqueza inferior y que en ambasregiones debieron resistir el final del Impe-rio. Esa evolución es magníficamente ilus-trada por el artículo de A. Chavarría sobreHispania, cuyos resultados ha presentadotambién en otros foros. Esta investigadorarechaza la visión “catastrofista” y niega laexistencia de una decadencia absoluta pro-vocada por las tensiones aparejadas a laimplantación de poderes bárbaros. Por elcontrario, se aprecia con claridad la trans-formación de estos complejos, pudiéndoseestablecer al menos dos fases. La primeracomenzaría en algunos casos en el siglo IIIy estaría marcada por la transformación dezonas residenciales en productivas, comoresultado de una concentración de la pro-piedad fundiaria. Una segunda fase afecta-ría básicamente a las villae del interiorpeninsular, sobre todo a las que estabandotadas de edificios suntuosos, muchas delas cuales se vieron gradualmente ocupadasen el siglo VI por enterramientos. En estecaso, sería el efecto más visible de la crisisde un grupo social, de rango senatorial yapegado al Imperio, cuyas bases de poderquedaron seriamente erosionadas, sin queello supusiera un abandono del lugar ni unproceso de decadencia demográfica.

Un segundo gran apartado es la for-mación de nuevos paisajes, que quizá nosean tan nuevos, sino que respondan a unaevolución compleja, hasta ahora pocotenida en cuenta. En ese plano, el ámbitoitaliano ha ofrecido en los últimos tiemposun gran dinamismo y de él se hace eco P. Arthur. Su trabajo, sin embargo, desplazael centro de atención de la llanura del Po y de la Toscana, regiones donde la investi-gación es más potente, al Mezzogiorno. Destaca el papel de determinados núcleosintermedios, los vici, cuya vitalidad llegaría

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al menos hasta el siglo VI, para dar lugarposteriormente a un proceso de progresivapérdida de importancia, frente al auge denuevos asentamientos rurales encaramadosy construidos en madera. Con posteriori-dad, el incremento de las necesidades urba-nas y la expansión de determinados grandesmonasterios potenciaron el hábitat agru-pado y una intervención cada vez mayorde los señores. Por otra parte, G. D. R.Sanders analiza el caso del Peloponeso, enespecial la región de Corinto, para la quese ha defendido una explicación “catastro-fista” muy ligada a la presencia de los godosy a su carácter destructor. Sin embargo, lasintervenciones arqueológicas están poniendode manifiesto una realidad mucho másmatizada, en la que destaca la cristianiza-ción topográfica de Corinto y la continui-dad de la población en el ámbito rural,realizando una aguda crítica a los trabajosde prospección efectuados y, en especial, ala lectura que se ha hecho de ellos. K. Darkse mueve en esa misma línea a la hora de explicar los fenómenos que actúan en la evolución del paisaje de Gran Bre-taña entre los años 300 a 700, propo-niendo vías alternativas a las explicacionesmás catastrofistas. Dark limita el alcancede la ruptura provocada por el abandono dela isla por parte de Roma en 410, seña-lando que el paisaje romano-británico secaracterizaría por la presencia de villae enalgunas zonas, mientras que al norte y aloeste éstas prácticamente no existirían. Lasvillae palatinas indicarían un proceso depolarización social, que perjudicó a otrospropietarios, y que se fundamentaba enmedios de legitimación vinculados al paga-nismo romano. La desaparición de Romatrajo consigo un colapso de ese modelo,detectándose la ocupación de las villae porhabitantes que construían sus casas enmadera, siguiendo modelos británicos pre-existentes, al mismo tiempo que se hizopatente un cambio en los mecanismos delegitimidad, que potenciaron el papel del

cristianismo –sobre todo a partir de losmonasterios–, favoreciendo así un menorexhibicionismo social. Este fenómeno vinoacompañado de un resurgir de determina-dos castra asociados a la formación de nue-vas monarquías en un ambiente de ausenciade un poder fuerte; se construyó así un pai-saje “tardoantiguo” con el que se encontra-ron los anglo-sajones.

La creación de nuevos paisajes fue, portanto, el fruto de un complejo proceso detransformaciones que no ha de contem-plarse necesariamente como caótico. Encualquier caso, y como un tercer aspecto,conectado con el anterior, resaltan determi-nadas experiencias que pueden calificarsecomo más rupturistas y que coinciden condos ámbitos distintos. Uno de ellos es elnorte de África, en especial la actual Túnez,donde A. Leone y D. Mattingly centran suatención. Aun desestimando las interpreta-ciones más catastrofistas que relacionan lainvasión vándala con el declive del sistemaeconómico y político, surge la evidencia deuna profunda reorganización en las provin-cias de Zeugitana, Byzacena y Tripolitania.Sin duda se mantuvo una densa ocupaciónhumana y el impacto vándalo no trajo con-sigo ni mucho menos un caos, pero seobserva un desarrollo sobre todo de ciertasáreas suburbanas, frente a las rurales, y unareorientación de las producciones destina-das al comercio. En Zeugitana, la reorgani-zación debió efectuarse ya en época vándalacomo consecuencia de las confiscaciones,pero en las otras dos provincias no sedetecta hasta más adelante, manteniendocierto aislamiento. Sobre esa infraestructurase establecería el poder musulmán en elsiglo VII, que fue progresivamente modifi-cando el paisaje. Más brusco aparece elmodelo de cambio en la zona del bajoDanubio, en el entorno de la actual Bul-garia, donde el sistema de villae, según A. Poulter, desapareció rápidamente a fina-les del siglo IV. Se trataba, sin embargo, de

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un entramado sin bases autóctonas, desarro-llado por las necesidades de las autoridadesromanas, cuyo final, provocado sobre todopor la fuerte militarización generada a raízde su conversión en una zona fronterizadefendida por los foederati godos, no supusoun abandono de “larga duración” del campo.De hecho, se plantea la aparición de sitiosde altura, que pueden compararse con loscastra albaneses que estudian Bowden yHodges, que no debían tener sólo una fun-ción militar, sino también relacionada conla ordenación del paisaje local. En cambio, laprogresiva expansión de los eslavos inauguróun periodo de mayor oscuridad, debido a laopacidad de su cultura material.

Por último, otro argumento de pesose refiere a la formación de las aldeas medie-vales. Varios de los trabajos señalados, auncentrándose en otros aspectos, ponen demanifiesto la formación de un hábitat ruralen estos siglos que sería el precedente de las aldeas medievales, como sucede con lospoblados encaramados italianos. Sin em-bargo, dos de los artículos se enfocan másclaramente hacia esa problemática. H. Ha-merow realiza un rápido balance sobre laarqueología del periodo anglo-sajón, muyvolcada en los patrones de asentamiento yen las formas constructivas, mostrando laformación de determinados asentamientosa partir de construcciones en madera. Peroquizá el análisis más elocuente provenga deP. Périn y su estudio de los poblados mero-vingios y carolingios, planteando una visiónmuy distinta a la ofrecida por R. Fossier enalgunos de sus estudios. Frente a la idea deunos asentamientos “inciertos”, “inestables”y “pobres”, la evidencia arqueológica, ela-borada a partir de intervenciones de urgen-cia, destaca que fueron asentamientos bienadaptados al medio ambiente y a las vías decomunicación, relativamente dispersos ymóviles, pero dentro de una larga duración,debido a sucesivas reconstrucciones. Dehecho, en algunos de ellos se aprecia la exis-tencia de sectores dedicados a la actividad

artesanal, áreas destinadas a centros de cultoe incluso necrópolis que deben asociarse anúcleos aún no conocidos. Périn consideraque estos poblados corresponden a una fase inicial de poblados que evolucionaránposteriormente a la fase de aldeas; el cam-bio en torno al año mil no supuso unamodificación de la evolución, pero sí hubouna reorganización desde el siglo IX promo-vida por los señores.

Hay, desde luego, otras temáticas queaparecen por el libro, como el peso de loeclesiástico. En cualquier caso, nuestra lec-tura ha recogido éstas como las más rele-vantes. El conjunto del volumen ofreceuna serie de reflexiones de tipo teórico ymetodológico que permiten erosionar eledificio “catastrofista”, partiendo de la ideade la evolución y transformación. Éstaúltima implica, como se observa en los dis-tintos artículos, tanto rupturas como con-tinuidades y es en el juego entre amboselementos donde pueden apreciarse varia-ciones regionales incuestionables. Ahorabien, quizá sería necesario abordar la com-paración entre experiencias dispares para irmás allá de la negación de la visión caóticadel periodo y se echa de menos más estu-dios comparativos, no sólo en este libro,sino en general en la investigación. Podría-mos así entrar en una nueva fase en lacomprensión de las transformaciones deesta época, gracias a la sólida base que nosproporcionan estudios como los que aquíreseñamos. Pero no todo está hecho, nimucho menos. La idea del editor no eratanto dar respuestas, como proporcionarnuevos interrogantes y nuevas vías explica-tivas, y consideramos que tales objetivosestán cumplidos con creces. Es necesariamucha más investigación, mucho más tra-bajo de campo y también mucha más refle-xión. En ese sentido, una carencia notoria,aunque cada vez lo es en menor medida,estriba en la ausencia de análisis sobreaquellos núcleos rurales que no correspon-den a las villae. Sin negar la importancia

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de las transformaciones en el sistema vili-cario, resulta algo paradójico que las afirma-ciones sobre la presencia de otros modelosde hábitat no puedan sustentarse en estu-dios concretos y en una reflexión basadaen casos de ese tipo. Y en ese sentido debeplantearse el análisis de los sitios de altura,un fenómeno plural y complejo, pero conramificaciones al menos en buena parte dela Europa meridional, y del que sólo sehacen algunas menciones. Al mismo tiem-po, hay que abrir más cauces a la colabo-ración con historiadores del texto escrito,algo que, de todos modos, no es fácil porel peso de tradiciones muy diferentes. Aunsiendo conscientes de las limitaciones, estelibro representa una magnífica aportaciónal conocimiento del paisaje rural en la Anti-güedad tardía, con unas propuestas teóricasy metodológicas innovadoras, serias y biensustentadas, que enlazan con las líneas porlas que se mueve lo más renovador delpanorama historiográfico europeo sobreeste periodo.

Iñaki Martín Viso

VALENTI, MarcoL’insediamento altomedievale nelle campagnetoscane. Paessagi, popolamento e villaggi traVI e X secolo.Fondazione Monte dei Paschi di Siena.Progetto «Archeologia dei Paesaggi Medie-vali».Ed. All’Insegna del Giglio. Università degliStudi di Siena.Siena, 2004. 162 pp.

De todos es conocida la situación queatraviesa hoy día el medievalismo en tornoal “cisma” existente entre historiadores yarqueólogos. De igual manera, a nadie sele escapa la necesidad que ambas partes tie-nen de trabajar en común. No obstante, ysiendo conscientes de dicho problema,

parece evidente el empeño que aún mues-tran ambos “grupos” por trabajar de formaindependiente. Aun así, un trabajo de inves-tigación apoyado únicamente en el análisisde las fuentes documentales, o por el con-trario, de las fuentes arqueológicas, no essuficiente como para abordar con garantíasla construcción de un cuadro histórico.

En esa línea, y como uno de los ejem-plos más significativos dentro del panoramaeuropeo, se ubica el trabajo que, desde losúltimos años de la década de los noventa,se ha venido desarrollando en torno al estu-dio de los Paisajes Medievales de la Toscana(Italia). Estamos hablando del ambiciosoproyecto llevado a cabo por el Área deArqueología Medieval de la Universidad de Siena, en general, y el grupo de investi-gadores capitaneados por Marco Valenti, enparticular.

Fruto de esa línea de investigación deorigen sienés es el presente trabajo sobre el que centraremos nuestra atención a lolargo de las siguientes páginas.

El estudio aparece estructurado en tornoa seis partes que, en líneas generales, abor-dan algunos de los temas que, relacionadoscon las dinámicas socioeconómicas altome-dievales, mayor interés han despertado enlos últimos años dentro del panorama cien-tífico europeo. Entre estos contenidos cabedestacar el análisis que se hace de los prin-cipales problemas y deficiencias de los estu-dios realizados a lo largo de los últimostreinta años. Ante tal situación, el autornos propone un método de investigaciónque, apoyado en el desarrollo de una seriede intervenciones arqueológicas centradassobre una serie de espacios determinados yla propia confrontación de estos datos deorigen arqueológico con aquellos prove-nientes de las fuentes escritas, pretendesuperar aquellas lagunas interpretativas quehan caracterizado al mencionado panoramahistoriográfico. Por último, el autor abordauna serie de cuestiones que vienen a corro-borar los interesantes resultados obtenidos

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gracias a la aplicación del citado métodode investigación, configurándose éste comoun claro intento por abordar la elaboraciónde un cuadro histórico en el que las limi-taciones informativas, de las que anterior-mente hemos hablado, queden reducidasen gran medida.

Tal y como hemos comentado ante-riormente, dicho trabajo se centra en elestudio de la organización socioeconómicadel campo altomedieval toscano. No obs-tante, debemos ser conscientes de que dichocontexto geográfico no es uno de los muchosejemplos insertos dentro de la órbita euro-pea, sino que el campo toscano debe serentendido como un interesante laboratoriosobre el que se ha desarrollado una meto-dología que supera en gran medida a aque-llos parciales y sesgados estudios realizadoscon anterioridad.

En líneas generales, la historiografíaeuropea de los últimos treinta años haestado marcada por estudios que han giradoen torno a aquellos datos referentes a losgrandes patrimonios monásticos, los cualesestaban circunscritos al periodo compren-dido entre los siglos IX y XI, dándole prota-gonismo a los aspectos jurídicos, económicosy sociales, y que en definitiva partían deseries documentales cuya aportación infor-mativa podría ser calificada como de sub-jetiva y limitada. De esta forma, podríamosdecir que la estrategia seguida a nivel euro-peo no ha perseguido con decisión la ver-dadera problemática que supone el estudiodel poblamiento altomedieval. Por normageneral, los esfuerzos se han centrado en elestudio de las formas de poblamiento des-arrolladas tras el hundimiento de los teóri-cos sistemas latifundistas tardoimperiales,parándose en una fase cronológica com-prendida entre el final del siglo VI y los ini-cios del VII y retomando el hilo cronológicoa partir de la segunda mitad del siglo IX,momento en el que comienzan a irrumpircon mayor fuerza las mencionadas seriesdocumentales. De esta forma se ha omitido

cualquier tipo de interpretación que hagareferencia a una fase cronológica en la que,con toda certeza, comenzaron a desarro-llarse con mayor vigor una serie de procesosque, en definitiva, terminarían por configu-rar una sociedad “feudal”. Por razones deesta índole, trabajos como el que aquí esta-mos presentando suponen un salto metodo-lógico cualitativo y que gracias a los datosofrecidos por el desarrollo de un métodoarqueológico, han comenzado a abrirse unaserie de vías que a la postre serán las encar-gadas de superar esas lagunas informativasde las que anteriormente hemos hablado.

Por tanto, el método de investigaciónque Valenti pretende mostrarnos a partir deeste trabajo parte de tres premisas principa-les. En primer lugar, dicho autor intentacomprender el proceso a partir del cual seformaron y qué aspecto tenían los centrosde poblamiento rural tras el fin del sis-tema de villas que en principio caracterizóa la tardoantigüedad. Por otro lado, dentrode este proceso de investigación, se intentareconocer la tipología de los citados espaciosde hábitat, diferenciando los asentamientosentre ellos, y cuáles pueden ser los indica-dores útiles para poder comprender una dis-tribución social, económica o demográfica.Por último, se intentan analizar aquellosaspectos diacrónicos que pudieron caracteri-zar la organización de los espacios ruralesmedievales, en este caso de la Toscana.

Así pues, y en clara alusión al corpusmetodológico, con este trabajo el autorintenta superar los métodos más difundi-dos en lo que a esta temática se refiere. Pornorma general, este tipo de cuestiones sue-len ser planteados abordando aspectos rela-cionados con la crisis del poblamiento y dela organización productiva tardorromana,parándose el análisis en torno a la mitaddel siglo VI. Tal y como hemos apuntadoanteriormente, este tipo de análisis tien-den a centrarse en evidenciar el colapso del“sistema de villas” y los diversos efectosregionales de esta crisis. Por tanto, para la

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elaboración de este trabajo se desarrollóuna metodología que tomaba como pilarbásico del paisaje, en este caso toscano, elcastillo. Según esto, dicho elemento eracapaz de representar el componente demayor evidencia dentro del propio paisaje.Con este fin, el equipo capitaneado porMarco Valenti ha desarrollado una serie decampañas de prospección y excavaciónarqueológica sobre estos espacios y su pai-saje, a partir de las cuales han sido capacesde plantear una nueva vía de estudio entorno al surgimiento y composición del sis-tema de poblamiento altomedieval, dejandoentrever un fenómeno de poblamiento conuna red ya estabilizada y sobre la cual ya se gestionaban los medios y la fuerza de producción. Por otra parte, y en granmedida gracias al uso de una informáticaaplicada a este tipo de cuestiones, debemosdestacar que una de las virtudes del estu-dio pasa por la realización de un análisistanto a micro-escala (la pequeña estructuray su funcionalidad), como a macro-escala(el asentamiento como conjunto de estruc-turas que lo connotan), configurando deesta forma una óptima retrospectiva delhábitat rural y todos sus componentes a lolargo de la Alta Edad Media. De esta forma,y condicionado en parte al acierto quesupone la elección de este tipo de estrate-gia, Valenti ha intentado transmitir la ideade que esta red de castillos constituye laseñal más evidente del nuevo panoramasocial, político y económico, el cual veníasiendo asumido por los grupos de grandesy medianos propietarios y que en defini-tiva suponía la transformación de un sistemaprecedente.

A modo de conclusión, debemos decirque ésta es una contribución que ha inten-tado moverse en el panorama de la investi-gación europea en cuestiones relacionadascon el poblamiento del campo altomedie-val, centrándose en una interpretaciónestructural y funcional de los espacios dehábitat y la modelación de éstos bajo un

perfil socio-económico. Tal y como hemosapuntado anteriormente, se han intentadosuperar algunas de las lagunas que hancaracterizado al panorama científico euro-peo de las últimas décadas, desarrollandouna metodología interpretativa que contri-buyese a comprender en qué sentido evolu-cionaron los espacios de hábitats ruralesentre los siglos VII y X, además de como ypor qué motivos se dieron estas transforma-ciones, llegando incluso a uniformar conclaro acierto aquellos indicadores arqueoló-gicos con los que se cuenta para el estudiode estas diacronías.

Iker Gómez Tarazaga

VELÁZQUEZ SORIANO, IsabelLas pizarras visigodas. (Entre el latín y su dis-gregación. La lengua hablada en Hispania,siglos VI-VIII).Real Academia de la Lengua-Instituto Cas-tellano y Leonés de la Lengua.Burgos, 2004, 630 pp.

Una particularidad del medievalismohispánico reside en la dejación que hahecho del mundo post-romano y visigodo.Aquello que en otros países de nuestroentorno es considerado como materia deinvestigación y conocimiento del especia-lista en Historia Medieval, en España esabandonado y apenas estudiado. Resultacurioso observar cómo son algunos escasosespecialistas en Historia Antigua los quehan llevado a cabo esa tarea, alejándose delos círculos de mayor peso dentro de sumundo académico. Los siglos V al VIII sehan convertido en una “tierra de nadie”historiográficamente hablando, lo que pro-voca una situación paradójica: un periododifícil de encajar en las categorías tempo-rales y académicas en las que nos manejamos, pero también un terreno sobre elque se puede y debe trabajar mucho y en

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el que no cabe una sola tradición historio-gráfica. En tal sentido, los medievalistas, ymás en concreto aquellos que dedican suinvestigación a la Alta Edad Media, debenrevisitar estos siglos, sobre todo para aban-donar clichés que lastran las interpretacio-nes sobre las épocas posteriores. No setrata tanto de ocupar en forma de presuraun espacio vacío, sino de aportar, en undiálogo con los especialistas en HistoriaAntigua que debería ser enriquecedor, unaperspectiva distinta.

Por otro lado, estos siglos gozan de unabien ganada fama de oscuridad; las infor-maciones, tanto escritas como arqueológi-cas, son escasas y ofrecen serios problemas.En todo ello parece evidenciarse una “invi-sibilidad arqueológica”, propiciada por loscambios dentro de los grupos aristocráticos,como bien han señalado algunos investi-gadores. El periodo post-romano en laPenínsula Ibérica no es una excepción, loque, unido a su carácter de episodio margi-nal para los especialistas tanto de HistoriaAntigua como de Historia Medieval, dacomo resultado un frecuente abandono desu estudio. En este panorama, resulta cho-cante observar la escasa atención que se hadado a un material único, una fuente deindudable riqueza, aunque también de unagran complejidad, como son las denomina-das pizarras visigodas. Se trata de un con-junto de textos hallados en el centro de laPenínsula Ibérica y conocidos desde hacedécadas, gracias a los trabajos seminales deM. Gómez-Moreno y, sobre todo, M. C.Díaz y Díaz. Pero ha sido la profesoraVelázquez quien nos ha proporcionado enlos últimos quince años sucesivas cuidadasediciones que vienen a resolver en buenamedida el espinoso problema de la lecturade tales textos. Su tesis doctoral, publicadaen 1989, ofrecía ya un caudal de respuestassobre estas pizarras, a lo que se añadió unamagnífica edición en la prestigiosa editorialBrepols en el año 2000, en la que añadíaunas cincuenta nuevas pizarras y que incluía

fotografías de las piezas, pero que, a cam-bio, se presentaba en un formato escasa-mente manejable y con un precio excesivo.Sin embargo, la Real Academia de la Histo-ria y el Instituto Castellano y Leonés de laLengua han tenido la acertada idea de pro-poner a la profesora Velázquez una nuevaedición, más ligera, que aporta los dibujosde algunas piezas, así como se insertan nue-vos hallazgos.

El material que compone este corpusse ha venido identificando con una docu-mentación privada datada entre los siglosVI y VII, si bien hay algunos ejemplos pos-teriores. Se percibe claramente la existenciade una diversidad de funciones, entre lascuales son fácilmente identificables las decarácter religioso. Pero además, y ese es elobjetivo principal, aunque no único, de laautora, permiten conocer la evolución dellatín tardío hacia el romance en un con-texto cotidiano. De hecho, el interés filo-lógico, sumado a los estudios acerca de losniveles de alfabetización, ha sido prepon-derante frente a una escasa utilización comofuente historiográfica. Curiosamente, es lapropia I. Velázquez la que se hace eco dela importancia de estas piezas, tratando de ofrecer una explicación social, económicay cultural de este material. En tal sentido,el libro es modélico en cuanto a su doblepreocupación, filológica e histórica. Puededefinirse como un estudio seminal, desde elque debe partir necesariamente cualquierinvestigación y reflexión sobre el tema.

El libro se divide en tres partes. Unaprimera orientada a la presentación de unatipología documental, en la que presentaun sólido análisis diplomático, y de unainterpretación social y cultural de las piza-rras. El segundo capítulo ofrece una ediciónde las piezas –un total de 163–, acompa-ñada de una versión castellana y de unestudio específico de cada una de ellas. Porúltimo, se nos presenta un estudio sobre lalengua empleada en el corpus. Como puedecomprobarse, se trata de aunar el análisis

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histórico, el filológico y el estrictamentedestinado a la edición del material. Nues-tra lectura se ciñe sobre todo a los dosprimeros capítulos, es decir, los más “his-tóricos”, debido a que no disponemos deuna competencia suficiente para valorar elúltimo de ellos. En relación con la edicióndel material, de nuevo I. Velázquez nosofrece una espléndida lectura de estos tex-tos, que podemos definir como endiabladospor su fragmentación y mala conservación,en la que no se evitan determinadas dudasque enriquecen precisamente al lector.Además de añadir diez piezas nuevas res-pecto al libro del año 2000, lleva a caboalgunas relecturas. Una buena prueba deello es la pizarra 2, procedente de Santibá-ñez de la Sierra, donde la autora ha modi-ficado el significado de las líneas finales, alidentificar un nombre personal Gratus envez de un participio gratus (contento), loque conlleva una transformación radicaldel contenido de la pieza, que parece refe-rirse ahora al pago de algún tipo de peaje.En éste, como en otros casos, la autorarefiere otras lecturas realizadas, lo que per-mite al lector contar con todos los elemen-tos de análisis. Un aspecto muy destacablees la presentación de una versión caste-llana, que facilita la tarea de comprensióndel texto, un aspecto que se orienta haciael profano en el tema que puede así valo-rar mejor el contenido de cada pieza. Esteesfuerzo, efectuado sobre esa minoría depizarras cuyo estado de conservación no estan fragmentario como la media, es loa-ble, se desarrolla desde planteamientosfilológicos bien asentados y supone unaapuesta arriesgada, ya que la autora tieneque dar una interpretación. Se trata de unaspecto que hasta ahora no se había lle-vado a cabo y que supone, a nuestro jui-cio, un gran acierto.

De todos modos, la lectura de las pie-zas realizada por la autora no debe enten-derse como definitiva, porque, como ellamisma señala, quedan siempre aspectos

dudosos en las piezas, a raíz de su fragmen-tación. A pesar de ello, puede hablarse deuna edición casi definitiva, fundamento de cualquier análisis. Aun así, algunas tra-ducciones resultan conflictivas y quizá enellas pesa demasiado la influencia de la cul-tura clásica. Un ejemplo de ello es la piza-rra 20, procedente de Pelayos, donde serepite la expresión suscepimus per castros,que tendría un significado tributario, frentea la función escolar que en 1989 daba lapropia I. Velázquez. La autora traduce cas-tros –que aparece en vez de castra– comoaldeas, debido a que en el latín clásicodicho término disponía de un contenidomilitar, que no posee en este contexto.Pero creo que puede sustituirse aldea sim-plemente por castro, es decir, por esossitios de altura que son ocupados o reocu-pados de manera generalizada en la Mesetatras el colapso del sistema romano, unfenómeno ampliamente documentado yque también puede rastrearse en el áreageográfica de dispersión de las pizarras.Dicha pizarra podría estar incluso ofre-ciendo información sobre la captación tri-butaria a partir de territorios vertebrados oidentificados con determinados sitios dealtura, lo que representa un ejemplo de lariqueza de significados que revela el corpus.Por tanto, y alabando el esfuerzo y, engeneral, el acierto de las traducciones, elinvestigador debe estar atento a otras posi-bles lecturas.

En cuanto al estudio más histórico, I.Velázquez realiza un excelente análisis de los contenidos culturales. No obstante, elmayor interés, desde nuestro punto de vista,reside en la explicación social y económicade este material, donde se puede establecerun debate enriquecedor. La autora apuestade nuevo por comprender determinadostextos en los que figuran antropónimosvinculados a cantidades en especie (dis-tribvtiones rei frvmentariae y vectigalia rervmrvsticarvm) como ejemplos del pago de unarenta a un gran propietario. Se trata de

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una hipótesis ya clásica, que también hasido retomada recientemente en un magní-fico trabajo de A. Chavarría. Pero la mismaI. Velázquez expresa algunos matices a esaidentificación, gracias a la relectura dedeterminadas piezas. Así se plantea que elsignificado de algunas pizarras se relacionecon el pago de tributos, como indicaría laya señalada pizarra número 2 o, más clara-mente la 97, en la que parece encubrirseun pago en cabezas de ganado al era{ra}rio.Esta posibilidad, que ya fue apuntada porF. Retamero y que Pérez-Prendes, desdeotra óptica, también ha señalado en elcatálogo de una reciente exposición sobrelas pizarras, abre nuevas perspectivas, quealgunos hemos tomado en serio a partir denuestra propia lectura. Sin embargo, ambasexplicaciones no tienen por qué entenderseen términos de oposición absoluta, debidoa que la afirmación del carácter tributariono elimina el significado claramente domi-nical de otras piezas, pero también porquela captación del impuesto debió realizarsea través de los grupos dominantes en lazona, aunque habría que estudiar detalla-damente de qué gran propiedad estamoshablando. En cualquier caso, el materialpuede ser interpretado desde varios ángu-los, lo que pone de manifiesto su interés ypluralidad, aspectos que quedan reflejadosen la exposición de I. Velázquez.

Este volumen pone en la mesa delinvestigador un material en buena medidadesentrañado y depurado, ofreciendo ade-más vías de interpretación. Resulta, portanto, forzoso tomar en consideración unmaterial único, tanto por la época comopor su proveniencia de las comunidades yde los grupos aristocráticos locales. Y, sinembargo, continúan faltando análisis quesuperen la mera utilización de las pizarraspara ilustrar fenómenos que se dan porsupuestos en la Hispania visigótica o quetracen visiones de conjunto, más allá deacercamientos parciales. No es éste el lugar

para dar un elenco de las vías de investiga-ción, pero no quisiera dejar de mencionaralgunos aspectos a los que conviene pres-tar atención. Una vía, ya señalada y sobrela que algunos hemos empezado a trabajar,es el contenido tributario de algunas piza-rras. Para ello, resulta indispensable efectuarcomparaciones con otros materiales coetá-neos, como las tabletas Albertini o, muyespecialmente, los documentos contablesmerovingios; de hecho, el estudio de lospapiros de Rávena de los siglos V al VIInos ha permitido comprobar las diferenciasentre una documentación creada para ges-tionar una gran propiedad en un contextomuy ligado a la civitas y otra surgida desdeun mundo sin claras referencias urbanas ycon un contenido que no se ajusta a la ges-tión de la gran propiedad. Pero también, yen ello deberán dedicarse muchos esfuer-zos, es necesario emprender un estudioriguroso de las pizarras con signos numéri-cos, y no sólo de las que ofrecen textos.Debe tenerse en cuenta que este tipo dematerial supera con creces el número de laspizarras escritas, y probablemente estemoshablando de más de un millar de hallaz-gos. Sin olvidar los textos analizados porI. Velázquez, conviene analizar con deteni-miento estas pizarras, las denominadas detipo “Lerilla”, en las que el significado tri-butario parece aún más factible, aunque enabsoluto cabe descartar otros posibles. Todoello precisa de un mejor conocimiento de ladocumentación arqueológica, pues no ha deolvidarse que estas piezas pueden y debenentenderse dentro de un contexto material.Por desgracia, la mayoría de los hallazgoscarecen de una adecuada contextualizaciónarqueológica, aspecto que I. Velázquez hadestacado en otras ediciones y que en éstaúnicamente trata de forma breve. Es impres-cindible emprender la tarea de interveniren determinados lugares a fin de conocermejor esos contextos y, de esa manera, pro-fundizar en una explicación de estas piezas,a nuestro juicio un elemento clave para

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comprender la evolución de los territoriosdel centro peninsular. Se trata de tareaspendientes para el investigador, un pro-grama de actuación que exige la suma deesfuerzos para “coger al toro por los cuer-nos”, pero para el que contamos ya conuna base firme, proporcionada por la pro-fesora Velázquez.

En definitiva, la publicación de estelibro es una magnífica iniciativa editorial,por la que cabe dar la enhorabuena a lasentidades que se han preocupado por lle-varla a cabo. Y también debemos agradecera I. Velázquez el excelente libro que nosproporciona a los investigadores. El mejorreconocimiento posible es emprender ya latarea de tomarnos en serio este material yrealizar nuevos análisis y estudios que desen-trañen el mundo que revelan parcialmentelas pizarras.

Iñaki Martín Viso

RECUERO ASTRAY, ManuelAlfonso VII (1126-1157).La Olmeda.Burgos, 2003, 319 pp.

Hablar de las primeras décadas delsiglo XII en los reinos de León y de Castillasupone hablar, fundamentalmente, de lasucesión de Alfonso VI y del controvertidoreinado de su hija y sucesora, doña Urraca.Todo ello, para preparar el terreno al aná-lisis de una figura clave en esta centuria que ahora nos ocupa. Nos referimos aAlfonso VII, el emperador, que conside-ramos clave para el estudio del siglo XIIporque lleva a cabo actuaciones políticasinnovadoras para su época y porque, a pesarde la división de los reinos de León y deCastilla con que finaliza su reinado, siendoésta la herencia de sus sucesores, prepara elcamino a la nueva política que habrá dedesarrollarse en los años futuros.

Hoy por hoy, y a falta de nuevos estu-dios que aporten más conocimientos sobreel reinado de este monarca leonés, no cabeduda que uno de los mayores hitos de sureinado es la proyección política peninsularque logra tras someter, bajo la fórmula delvasallaje, a la mayoría de las autoridadespolíticas de la Península –reyes, príncipes ycondes–, hecho que le permite intitularseemperador en 1135, situándose por encimade todas ellas.

Ha habido autores que se han perca-tado de la importancia del siglo XII parael reino de León y también del vacío deconocimiento que tenemos respecto alemperador Alfonso VII. Es, por ejemplo,el caso de J. M.ª Fernández Catón quien,a través de la recopilación de la documen-tación del Archivo de la Catedral de León,ha afirmado que el reino de León alcanza sumayor esplendor, precisamente en este sigloXII, con la coronación de Alfonso VII comoemperador1. Otros autores, como F. LuisCorral, han hablado de la necesidad de lle-var a cabo trabajos de peso para entenderel siglo XII, ya que, hasta el momento, losesfuerzos en este sentido se han quedadosólo en intentos2.

No hay, por tanto, un estudio a fondoque nos permita llenar el vacío a quehemos hecho alusión y alcanzar un gradoaceptable de conocimiento sobre el reinadode Alfonso VII.

A pesar de todo, y aunque este trabajono aporta grandes novedades respecto a sus obras anteriores sobre el emperador,Manuel Recuero Astray intenta abordar elestudio de la vida de este monarca leonés y,

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1 FERNÁNDEZ CATÓN, J. M.ª Colección do-cumental del archivo de la Catedral de León (775-1230), vol. V (1109-1187). León, 1990, p. XI.

2 LUIS CORRAL, F. “El Motín de la Trucha:Realidad política en torno a una leyenda”. Anua-rio del Instituto de Estudios Zamoranos Florián deOcampo. 2002, vol. 19, pp. 381-382, nota 17.

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si bien es cierto que aún no se ha desarro-llado una investigación de peso que permitaplantear hipótesis y conocer nuevas lucessorteando las sombras a que nos lleva laignorancia acerca de muchas cuestiones quese plantean en el reinado del ilustre empera-dor, sí nos ofrece datos biográficos y crono-lógicos que nos permiten seguir el itinerariode Alfonso VII y acercarnos a la temáticacon seguridad.

Recuero, a lo largo de la obra, abordala vida de Alfonso VII haciendo referenciaa los principales acontecimientos que tie-nen lugar, no sólo en su reinado, sino tam-bién antes de que alcanzara el trono deLeón y hasta su muerte. Para ello divide laobra en seis partes: en la primera de ellashace alusión a aspectos de la infancia deAlfonso VII que repercutirán en su ascensoal trono leonés, tales como los problemassucesorios de Alfonso VI; el matrimoniode su madre con Alfonso I de Aragón y deNavarra, como un intento de salvar lasucesión de Alfonso VI y el acceso al trono–aunque este matrimonio trajo consigo otrasperturbaciones dinásticas–; y, por último,la influencia en el infante Alfonso delobispo Gelmírez de Santiago y las expecta-tivas de sucesión una vez proclamadoAlfonso VII rey de Galicia y roto el matri-monio de su madre, doña Urraca, con elrey aragonés. A pesar de la brevedad deesta primera parte, creemos que en ella seplantean acontecimientos primordiales paratener en cuenta el ascenso al trono delinfante Alfonso, si bien es cierto que seechan de menos hipótesis, aún no del tododesarrolladas, en torno a la cuestión de lasucesión de Alfonso VI y a cómo ésta seresuelve en el ascenso al trono del infanteAlfonso, futuro Alfonso VII.

En la segunda parte de la obra, Recue-ro hace hincapié, sobre todo, en el itinera-rio geográfico de Alfonso VII. De maneraque, a través de la documentación que haanalizado en su estudio, es capaz de mos-trarnos dónde y cuándo se encontraba el

monarca en los inicios de su reinado, infor-mación que nos seguirá proporcionando alo largo del libro y que, como hemos dichoantes, es de suma importancia, pues per-mite adentrarnos en el estudio de este rei-nado con la seguridad de no dudar de ciertascuestiones y con la garantía de que sabe-mos si el monarca se encuentra, o no, enun lugar y momento determinados. Y estalabor de análisis de la documentación esalgo que hemos de agradecer a la obra de Manuel Recuero Astray. Además, esteapartado también es de especial importan-cia porque el autor nos informa de cadauna de las adhesiones políticas que va asu-miendo Alfonso VII, una vez que éste esentronizado en León en 1126, hecho quedemuestra, una vez más, el rastreo de ladocumentación de la época de Alfonso VIIque el autor lleva a cabo. Cabe destacar,también, la política de pacificación conque Alfonso VII empieza su andaduracomo gobernante, pues a la muerte de sumadre, doña Urraca, éste había heredadoun reino dividido por las guerras entre ellay Alfonso I de Aragón y de Navarra, y hos-til, en algunas zonas de Castilla, al nuevomonarca, pues no hay que olvidar queCastilla fue lugar de un continuo conflictobélico entre doña Urraca y el aragonés yque, finalmente, muchas zonas quedaronbajo poder de éste.

La tercera y la cuarta parte puedentenerse en cuenta de forma conjunta puescontienen una serie de temas que culmi-nan en la coronación imperial de 1135. Enesta etapa de la vida de Alfonso VII tienenlugar la mayoría de sus logros como gober-nante y la puesta en práctica de la ideaimperial leonesa, que venían desarrollandosus antepasados desde el siglo X, y queAlfonso VII alcanza a través de una proyec-ción política peninsular a gran escala. A esterespecto, Recuero trata el matrimonio condoña Berenguela, hija del conde de Barce-lona, Ramón Berenguer III, como un hechoque constituye una firme alianza política

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entre León y los condes de Barcelona, y apartir del cual Alfonso VII desarrollará uncomplicado engranaje de vasallajes y fideli-dades, no sólo con el conde de Barcelona,sino también con el rey de Aragón –quedesde 1137 serán la misma persona–, y conel rey de Navarra, obligado a jurar fidelidaddado el poder que Alfonso VII era ya capazde ejercer. Es en este momento cuando elmonarca leonés empieza a consolidar y arecuperar posiciones en Castilla, llegando a ocupar también Zaragoza a la muerte deAlfonso I. Sin embargo, los problemas másgraves va a tenerlos con Portugal, que cadavez irá adquiriendo más prerrogativas deindependencia. Aquí Recuero plantea lacoronación imperial como una medida desolución a los problemas con Portugal, puessegún cree el autor, Alfonso VII pretendíaque Alfonso Enríquez de Portugal le reco-nociera emperador para que éste viera ensu figura a alguien que estaba por encimade él; sin embargo, de nada sirvió al empe-rador este juego político pues, finalmente,Alfonso Enríquez se acogió a la Santa Sedepara declararse vasallo de ésta, situadalógicamente por encima del emperador, yconseguir así la independencia deseada,de manera que el reconocimiento imperialpor parte de Alfonso Enríquez y su jura-mento de vasallaje únicamente sirvieron paraque Alfonso VII reconociera a éste comorey de Portugal. Al final de este periodo,Alfonso VII el emperador había conse-guido el vasallaje de las autoridades másimportantes de la Península: el rey deNavarra, el rey de Portugal, el conde-reyde Aragón y Cataluña, algunos reyes detaifas e incluso condes de más allá de losPirineos le reconocieron vasallaje.

Finalmente, también creemos conve-niente agrupar la quinta y sexta parte, puesa ellas Recuero ha dedicado los aconteci-mientos más importantes de los últimosaños del reinado y de la vida del empera-dor. Nos referimos a la actuación políticaen al-Andalus, que, tras la coronación del

emperador, tenía en Toledo la principal pla-taforma del avance cristiano, que, sin duda,se vio facilitado por el debilitamiento y laposterior desintegración del imperio almo-rávide. Las conquistas de esta época se veránconsolidadas gracias a la repoblación conce-jil y a la política foral que se despliega enlas nuevas zonas de dominación cristiana.Pero, es en 1147 cuando tiene lugar una de las actuaciones más loables de la capaci-dad política del emperador: la conquista deAlmería, que se logra a partir de una coordi-nación de fuerzas, peninsulares e internacio-nales, bajo la dirección de Alfonso VII. Eneste momento se confirma cómo la políticadel emperador, basada en los juramentos devasallaje, consigue lanzarse a una campañaque interesa, no sólo a las autoridades penin-sulares en su avance hacia el sur musulmánde la Península, sino también a los genove-ses y pisanos que ven cómo la piratería, cuyofoco importante se desarrolla en Almería,perjudica enormemente a sus operacionesmercantiles y comerciales.

Sin embargo, el año 1147 marca tam-bién, según el autor, un cambio político enla que va a ser la última década de gobierno,y de vida, del emperador. Recuero refleja,en esta parte, a un Alfonso VII decadente,que renuncia, en cierta medida, a las gran-des alianzas vasalláticas porque la expansióncristiana hacia el sur se ha visto, otra vez,interrumpida por la presencia de unos nue-vos invasores: los almohades. Éste es paraRecuero el máximo signo de debilitamientodel emperador, que, según él cree, huye delprotagonismo, tras la muerte de su esposadoña Berenguela que ha puesto en peligrolas relaciones de vasallaje que mantenía conNavarra y Aragón-Cataluña. Finalmente, elautor confirma esta supuesta decadenciacon la segregación de León y de Castilla aque se había destinado la sucesión entre sushijos Fernando y Sancho, una vez muertoel emperador.

Creemos que es de justicia matizarque el emperador nunca renunció a las

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relaciones de vasallaje que habían sido eje fundamental de su política, sino que,incluso, estableció nuevos vasallajes conjefes de al-Andalus como el conocido reyLobo de Murcia; llevó a cabo tratados conAragón, como el de Tudején de 1151, quesentaba las bases para consolidar las zonasde influencia y de expansión de Castilla y de Aragón; y, por último, nunca aban-donó las campañas en al-Andalus, pues laesperanza de la defensa de Almería acabócon la vida del emperador.

Sonia Vital Fernández

LAPEÑA PAÚL, Ana IsabelSancho Ramírez. Rey de Aragón (¿1064?-1094) y rey de Navarra (1076-1094).Ediciones Trea. Estudios Históricos laOlmeda.Gijón, 2004, 314 pp.

El libro que nos presenta Ana IsabelLapeña Paúl, responde al género biográfico,género que en los últimos años esta teniendobastante auge, sobre todo en lo referente ala vida de monarcas de la historia de España.Hay un interés por hacer colecciones com-pletas de biografías de personajes, buscandoun público más amplio que el mero espe-cialista en la materia. Éste es el propósitode la Colección Corona de España dondese incluye dicha obra, más concretamenteen la Serie reyes de Aragón y Navarra. Sepercibe a lo largo de la obra que la autora,para llevar a cabo la labor de hacer una bio-grafía de Sancho Ramírez, toma el modelode la realizada por Carlos Laliena Corbeasobre el rey aragonés Pedro I, sucesor delmonarca en cuestión, en el año 2001.

Ana Isabel Lapeña es la persona másadecuada para la realización de la biografíade Sancho Ramírez, debido a que es unagran conocedora de la documentación de laépoca, como lo demuestran sus numerosas

publicaciones anteriores, sobre todo de laprocedente del monasterio oscense de SanJuan de la Peña. Este monasterio estuvomuy vinculado al monarca biografiado pordiferentes aspectos, tanto por la predilecciónde su padre el rey Ramiro I como por lasestancias de Sancho Ramírez durante suinfancia, además de ser el lugar elegido porel monarca para implantar las novedadesde su política religiosa unida al papado y,sobre todo, por ser el monasterio que dis-frutó de numerosas donaciones concedidaspor el mismo rey, que se constatan en sudocumentación.

La autora nos presenta la vida del reySancho Ramírez, su época y su legado, apesar de las dificultades encontradas a causade una importante sequedad de las fuentes,sobre todo para conocer el ámbito más per-sonal y los aspectos más particulares delmonarca aragonés. Por lo tanto, la obra pasaa ser una exposición del panorama político,social, eclesiástico, incluso urbanístico delúltimo tercio del siglo XI, del pequeñoreino de Aragón y de Navarra, donde sedestaca la obra del monarca aludido. Tam-bién hay que subrayar, como apunta lamisma autora, que se pretende con ello quela obra tenga un carácter más divulgativo yno sea muy especializada.

La obra se estructura en siete capítu-los, dedicados a diferentes aspectos de lavida y época del rey aragonés, e incluye unextenso y completo apéndice documental.El primer capítulo se centra en el círculomás próximo al monarca, referente a susfamiliares más cercanos, padres, mujeres ehijos, educación y desarrollo de su infanciahasta que es nombrado rey del pequeñocondado de Aragón en el año 1064. Deestos personajes más cercanos al círculo delmonarca se habla muy someramente, ya quela mayoría de los aspectos que se apuntanson simplemente hipótesis o deduccionesque se intuyen a través de una documen-tación con otros cometidos. Un segundocapítulo se ha dedicado exclusivamente a la

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Iglesia, muy acertado puesto que la aporta-ción de este monarca a la Iglesia aragonesaes lo más destacable. Sancho Ramírez va arealizar una política religiosa innovadora ensu reino, debido a que es el introductor delrito romano en el pequeño reino aragonés,además de convertirse en feudatario delPapa, sometiéndose a los postulados de laSanta Sede. El tercer capítulo, más breve, secentra en el alzamiento de Sancho Ramí-rez como rey de los pamploneses, haciendoalarde a la ampliación de su dominio alincorporar el reino de Pamplona, inclu-yendo, asimismo, una nueva sede episcopaldonde introducir la reforma eclesiástica. Enel cuarto capítulo, la autora hace hincapiéen la figura del rey como protagonista delimpulso urbano en sus dominios tanto ara-goneses como navarros; destaca el caso dela ciudad de Jaca, basándose en la conce-sión del Fuero por parte del monarca parafavorecer las actividades mercantiles y lallegada de francos. Se hace un pequeñoanálisis de dicho fuero y su repercusión enla formación del burgo de Jaca. Tambiénconcede el mismo fuero a otras ciudadescomo Estella y Sangüesa, ubicadas a lo largodel Camino de Santiago. Por consecuenciaSancho Ramírez con esta política de poten-ciación de los burgos, a través de las con-cesiones de fueros, va a impulsar el Caminode Santiago. El quinto capítulo lo dedica ala conquista y repoblación, en el cual noshace un recordatorio de los enfrentamien-tos bélicos entre el monarca y su huestecontra los musulmanes de la taifa zara-gozana limítrofe con su pequeño reino.Durante este reinado se producen algunosavances, pero no consigue su principal pro-pósito de reconquistar la ciudad de Huesca,que lo conseguirá su hijo Pedro I. El balancedel territorio reconquistado durante el rei-nado de Sancho Ramírez es considerable,si partimos de que cuando se inició sumandato dominaba un pequeño reino pire-naico con escasa capacidad bélica; ahora alfinal de su reinado había llegado a las tierras

llanas, dominando posiciones fundamen-tales como Ayerbe, Graus, Alquézar yMonzón y amenazaba claramente algunasposiciones básicas para los islámicos de laMarca Superior. Este monarca había pre-parado durante su reinado la entrada a lasricas tierras del valle del Ebro, que sussucesores acabarán por reconquistar. Laautora hace ahínco en que las grandes con-quistas posteriores se deben a la estrategiatomada en estos momentos por el monarcaSancho Ramírez. En el mismo capítulo hacereferencia a la repoblación como fenómenoparalelo a la conquista de territorio, procesoen el que el monarca tiene también unpapel clave a la hora de conceder fueroscon el fin de convertir las zonas reconquis-tadas en puntos de atracción de nuevasgentes. El monarca encomendaba la acciónrepobladora a particulares con una finalidadde tipo militar, y también a institucionesreligiosas que actuaban por cuenta propia,como San Juan de la Peña, y a otras queseguían las indicaciones del monarca, comoSanta María de Alquezár. Se hace mencióna estudios anteriores realizados por DuránGudiol sobre la procedencia de los repobla-dores; en esta zona los habitantes de lacomarca del río Gállego van a tener unimportante papel repoblador, además delos repobladores, aunque en menor medida,de origen ultrapirenaico. En el sexto capí-tulo la autora se detiene en la proyeccióneuropea del monarca, mediante una polí-tica de alianzas matrimoniales, así comoen la introducción de influencias europeasa través del auge del elemento transmisor,el camino de Santiago, por su paso por elterritorio aragonés. Se dejan ver esas influen-cias en diferentes aspectos; en el plano eco-nómico y social, por la llegada y ubicaciónde gentes foráneas en los diferentes burgospotenciando la actividad mercantil; en elplano artístico, mediante la introducción deun nuevo estilo, el románico; en el planoeclesiástico, mediante la introducción delrito romano. Durante el reinado de Sancho

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Ramírez podríamos decir que se produceuna europeización de su pequeño reino.El último capítulo lo dedica a explicar lamuerte del monarca durante su intento dehacerse con Huesca, ciudad anhelada porel monarca que no logró conquistar du-rante su reinado. Además hace un pequeñobalance de los aportes del monarca al reinode Aragón y Pamplona durante su man-dato, y finalmente la última parte del capí-tulo lo dedica a sus sucesores Pedro I yAlfonso I el Batallador, mencionando lasdiversas conquistas y la gran expansión queexperimenta el reino de Aragón duranteestos reinados.

En cuanto a la selección documentalque se aporta en la obra, está dividida encuatro apéndices. Un primer apéndice,titulado documentación sanchorramirense,es una selección de textos de la época delmonarca de diferentes procedencias, deinterés para el lector ya que son documen-tos que se han mencionado durante la obray la autora los ha considerado fundamen-tales para el conocimiento de la época de Sancho Ramírez. El segundo apéndice contiene algunos fragmentos de dos cróni-cas de gran interés para el tratamiento deltema: es la crónica de San Juan de la Peña(versión aragonesa), la crónica de los reyesde Navarra del Príncipe de Viana. El ter-cer apéndice es una selección de textos,referentes a Sancho Ramírez, de la crónicade Jerómino Zurita, cronista de Aragón enlas Cortes del mismo reino de 1548, deno-minada Anales de la Corona de Aragón.Finalmente un cuarto apéndice dedicado auna selección de fragmentos, también refe-ridos al mismo monarca, de los Anales delReino de Navarra, realizada por José Moret,que fue nombrado cronista de Navarra en1654. Los apéndices representan una selec-ción de las fuentes más relevantes utilizadaspor la autora y suponen una aportaciónbastante interesante y acertada para com-pletar la obra.

En definitiva estamos ante una obradonde la autora ha pretendido realzar lafigura de Sancho Ramírez. Rey poco cono-cido hasta ahora, del que sólo se ponía derelieve su política eclesiástica, por la intro-ducción de las directrices de Roma en elreino de Aragón y posteriormente, también,en Navarra y por situarse bajo el serviciodel Papado, aceptando la superioridad delpoder espiritual sobre el temporal. La his-toriografía se ha centrado en su antecesorRamiro I, por ser el primer monarca arago-nés, y en sus sucesores, Pedro I y Alfonso Iel Batallador, sobre todo en este últimopor sus extensas conquistas a costa de losandalusíes, acrecentando de forma consi-derable el reino de Aragón, dejando almonarca Sancho Ramírez un poco olvi-dado. Además la obra pretende ofrecer unpanorama completo de la época de San-cho Ramírez y su aportación que supusouna renovación de las estructuras econó-micas, sociales, eclesiásticas, jurídicas yartísticas, además del impulso que dio alcamino de Santiago, con lo que se podríadecir que europeizó el pequeño territorioaragonés poniendo las bases para la estruc-turación posterior del gran reino que lle-gará a ser con sus sucesores.

Finalmente, decir que la obra estámuy bien estructurada y es de muy fácillectura, pero, como es frecuente en el génerobiográfico, no se aporta nada nuevo de lopublicado anteriormente, sino que es unarecomposición de la época de Sancho Ramí-rez y los aspectos fundamentales ya estu-diados en lo que es destacable la acción delmonarca. A pesar de ello, no hay que qui-tarle mérito a la autora, puesto que SanchoRamírez merecía una biografía renovada,hasta ahora no producida debido a la difi-cultad que supone la escasa información queofrecen las fuentes para conocimiento de lafigura personal del monarca en cuestión.

M.ª Carmen Hernández Charro

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BARRUSO BARES, Pedro y LEMA PUE-YO, José Ángel (coords.)Historia del País Vasco. Edad Media (siglosV-XV).Hiria.San Sebastián, [2004], 518 pp.

El volumen dedicado a la Edad Mediade la Historia del País Vasco, publicada porla editorial Hiria, pretende condensar, enpoco más de 500 páginas, 1.000 años dehistoria de la actual Comunidad AutónomaVasca, empeño no pequeño y del que tantoel libro como sus autores salen excelente-mente bien parados.

Y para esta labor varias son las víasque los coordinadores –Pedro Barruso yJosé Ángel Lema– han seguido. Por unlado, han buscado a los mejores especialis-tas en cada una de las facetas a estudiar. Porotro, han sabido resaltar un tema muchasveces olvidado: las fuentes con las quecuenta el historiador, tanto las propias de laEdad Media como las de la Edad Moderna,con sus claroscuros. Y en tercer, aunque noúltimo, lugar, han encuadrado excelente-mente la historia medieval vasca en su con-texto, siendo éste, a nuestro entender, unaspecto fundamental y no siempre suficien-temente realizado en las obras escritas sobreesta zona y etapa de la historia.

Todos los autores están vinculados a losestudios de tema medieval y al mundo uni-versitario, bien en la UNED, Iñaki GarcíaCamino y Arsenio Dacosta Martínez, bienejerciendo como profesores en la Facultadde Historia de la Universidad del País Vascocomo es el caso del resto. Y todos muestraninquietudes historiográficas de amplio cali-bre y un sólido pasado como investigadoresa sus espaldas. Por ello no es extraño que,junto a los temas de historia política, apa-rezcan excelentes estudios del mundo rural,urbano y, sobre todo, de la sociedad vasca,con sus peculiaridades, tratando extensa-mente temas como el banderizo.

El primer capítulo, realizado porAgustín Azkarate, se corresponde con laspostrimerías del Imperio Romano y los muymal conocidos, para ese área, siglos que lesiguieron (siglos V-VIII). Y el autor, especia-lista en arqueología, después de demostrarla ineludible necesidad de contar con estaciencia para estudiar la historia altomedie-val vasca, plantea algunos de los debatesque han cuajado la historiografía sobre esteperiodo –determinismo geográfico, inde-pendencia respecto al reino de Toledo,grado de cristianización...– tomando, valien-temente, posiciones en todos ellos. Una vezrealizada esta tarea, el autor recorre los yaci-mientos mostrando al lector las más intere-santes aportaciones y hallazgos de éstos.

A partir de este momento, terminadoel capítulo 1, el libro se centra, mayoritaria-mente, en las fuentes escritas. Quizás así seexplique el capítulo 2, en el que José Anto-nio Munita, experto en estas lides, se enfrentaa la cronística, no sólo medieval, sino tam-bién moderna. Es difícil saber discernir laverdad y la intencionalidad de los autores delpasado entre el amasijo de datos, leyendas einformaciones no siempre del todo veraces.Y lo consigue. Las crónicas castellanas, lasnavarras, crónicas autóctonas, como la cono-cidísima de Lope García de Salazar, e inclu-so textos parcialmente literarios, como “LaGuerra de Navarra”, poema de Guilhem de Anelier, son estudiados y extractados por el autor. Martínez de Zaldibia, Isasti,Henao u Ohienart son también estudiados,someramente, en este capítulo.

El capítulo 3, realizado por José ÁngelLema, exige una labor de síntesis excepcio-nal. La historia política de cada uno de losterritorios históricos aparece reflejada aquí.La vizcaína y alavesa desde su aparición enlas fuentes escritas, en el siglo VIII, y la gui-puzcoana, más tardía, desde el siglo X. Lassucesivas basculaciones entre Castilla yNavarra, la formación y evolución delSeñorío de Vizcaya, los señoríos trastáma-ras, el surgimiento de una red urbana cada

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vez más desarrollada, exigente y produc-tiva, son algunos de los elementos tratadoscon soltura y fluidez por el autor.

Por su parte Arsenio Dacosta, en elcapítulo 4, estudia las instituciones de go-bierno del País Vasco medieval. Y lo hacedesde una doble perspectiva: diacrónica ysincrónica. Tomando los tres territoriosactuales de forma unitaria, va viendo lasprincipales organizaciones institucionalesque fueron apareciendo en ellos y apuntaposibles vías explicativas de otras que, exis-tiendo en los reinos a los que estaban ads-critos estas zonas, no aparecen reflejadosen las fuentes. Hermandades y villas son dospilares de esta organización y eso se per-cibe en su estudio. Los agentes de la sobe-ranía, la fiscalidad, la justicia, así como lascofradías o la organización eclesiástica, for-man parte del estudio diacrónico. Merece lapena resaltar el apartado final en el que reca-pitula y muestra el autor cómo, ante proble-mas similares, las soluciones adoptadas porunos y otros actores –fundamentalmente la baja y media nobleza y elites villanas– fueron muy diferentes, apuntando con ellosu evolución en la Edad Moderna.

Iñaki García, en el capítulo 5, rescataun tema muchas veces olvidado por loshistoriadores: el mundo rural en los siglosIX a XII. Deslumbra la dinámica de crea-ción de villas, la extensa y bien organizadared urbana que surge en esos años. Pero,como nos recuerda el autor, también surgeuna red rural que ha sido, en palabras delautor, “el armazón básico” de la actual redde pueblos y aldeas. Y, además de utilizarlas escasas fuentes escritas que ofreceninformación sobre el tema, la arqueología,la observación atenta y el conocimiento,palmo a palmo, del territorio objeto deestudio, permiten al autor completar estatarea, conjugando estudios en detalle conuna labor de síntesis que muestra cómo laorganización del espacio y la feudalizacióndel mismo, dos aspectos que están íntima-mente ligados, acercan la historia del País

Vasco a la del resto de Europa. Y a esta labordedica este autor el capítulo 6. La aristocra-cia y los campesinos son los dos principalesprotagonistas en este capítulo, en el que lapequeña explotación campesina, las grandespropiedades laicas y eclesiásticas, las rentasagrarias, exenciones e impuestos, aparecendetalladamente estudiadas.

César González realiza el capítulo 7.En el mismo se analizan los procesos defundación de las villas guipuzcoanas, vizcaí-nas y alavesas, más de 70 núcleos en menosde 300 años. Después de un primer acerca-miento a las fundaciones y a sus fueros, elautor estudia detenidamente lo estratégicode sus emplazamientos, así como su morfo-logía, la organización social y la demografía,al igual que las dedicaciones económicas, laconflictividad social y la organización polí-tica de estas villas. En todos los aspectosreseñados Vitoria ha sido objeto de especialatención por parte del autor.

El capítulo 8, realizado por José ÁngelLema, complementa el anterior. Las activi-dades económicas de las villas y sus habi-tantes son estudiadas pormenorizadamente.Las ferrerías y la producción del hierro, laconstrucción naval y la elaboración de otrasmanufacturas, la pesca y el comercio te-rrestre con Navarra, Aragón y Castilla, conVitoria como eje vertebrador, y, por supuesto,el marítimo, tanto el atlántico como medi-terráneo, son las metas que se plantea elautor. Y, además de estudiar estas dedica-ciones el autor profundiza en los efectosque las nuevas vías de desarrollo económicotuvieron sobre las villas vascas, con la crea-ción de cofradías, el desarrollo de las víasde comunicación y de todo tipo de regla-mentos e instituciones tendentes a poten-ciar estas enriquecedoras actividades.

Si el capítulo 8 trataba de las activida-des industriales y comerciales, el 9 estádedicado al mundo rural desde el momentoen que lo dejó el capítulo 6. Jon AndoniFernández de Larrea estudia el campo vascoen los siglos finales de la Edad Media. Y el

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autor comienza por la demografía, y lospatentes efectos que la crisis tuvo en Álavay Vizcaya –en Guipúzcoa la falta de datosimpide que se puedan conocer las conse-cuencias–. Después, el autor se plantea sipueden mantenerse los viejos tópicos sobreel campo medieval del País Vasco. Su deta-llado análisis nos muestra cómo la crisis dela Baja Edad Media también se dejó sentiren él, comenzando a mostrar indicios derecuperación solamente a partir de 1450con la puesta en cultivo de terrenos antesabandonados. También muestra cómo lasactividades ganaderas estuvieron más liga-das al ganado vacuno que al ovino y cómola trashumancia, en caso de darse, siemprefue de muy corto radio, dentro de los mis-mos valles, rompiendo así con algunos delos tópicos existentes sobre el campo vascoen este periodo.

José Ramón Díaz de Durana, en elcapítulo 10, estudia los aspectos sociales dela crisis de la Baja Edad Media. Y centrasu atención, especialmente, en un aspectomuy significativo de la historia bajomedie-val vasca: la lucha de bandos, sin abando-nar otros aspectos como las herejías, siendola más conocida la de Durango, y los mo-vimientos antisemitas. Y plantea, despuésde una breve pero esclarecedora revisiónhistoriográfica, que la lucha de bandos es uncajón de sastre donde todos los conflictosque se manifiestan en la sociedad de lossiglos XIV y XV son denominados así. Elautor estudia, detalladamente, esta conflic-tividad: enfrentamientos señores-campesi-nos, concejos-linajes nobiliarios, oligarquíasvillanas-sectores populares, luchas internobi-liarias, etc. Además, extiende sus conclu-siones a los primeros decenios del siglo XVI,cuando se hacen patentes las consecuencias deestos enfrentamientos, con la atenuaciónde las cargas campesinas, la preponderancia delas oligarquías villanas y, sobre todo, laextensión de la llamada “hidalguía univer-sal” en Guipúzcoa y Vizcaya.

El último capítulo de la obra, el 11,está realizado por Iñaki Bazán. En él se daun repaso a las características propias de loque el capítulo denomina “la civilizaciónvasca”. Organización eclesiástica, clero depatronato laico y religiosidad popular nosiempre se dieron la mano. La heterodoxiay la superstición estaban a la orden del día.La vida cotidiana también tiene cabida eneste capítulo: costumbres culinarias, formasde vestir, la casa, el ciclo vital son aspectostratados aquí. La criminalización de la prác-tica de los juegos de azar es, por ejemplo,tratada con meticulosidad. El uso del caste-llano y variedades dialectales del vascuence,la literatura, el románico y el gótico y susmanifestaciones en las provincias vascas sontambién objeto del interés del autor.

Por último, una extensa y bien seleccio-nada bibliografía, con más de 350 referen-cias, busca ayudar a los lectores a profundizaren cualquiera de los temas tratados.

Soledad Tena García

VANOLI, AlessandroLe parole e il mare. Tre considerazioni sull’immaginario politico mediterraneo.Aragno.Torino, 2005, 175 pp.

Decía Antoine Prost, describiendo lalectura que Paul Ricoeur hizo de la obracumbre de Fernand Braudel, que el histo-riador francés, parcial heredero de los dife-rentes movimientos antihumanistas por losque abogaba la intelectualidad francesa demediados del siglo XX –fundamentalmenteel estructuralismo–, deshumanizó la historiaelevando la geografía a la categoría de per-sonaje. Los diferentes niveles de El Medi-terráneo en tiempos de Felipe II narran, alimbricarse, el declive de este espacio comoteatro privilegiado de la historia mundial.El Mediterráneo de Braudel, afirma Prost,es el héroe de esta historia.

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El mar que Vanoli nos presenta es,como casi todas las obras de historia redac-tadas tras la publicación de El Mediterrá-neo, heredero del texto de Braudel; es, sinembargo, un mar heroico, previo a la hege-monía de la política atlántica, suma de cul-turas y alambique multiforme en el que laalquimia de la historia ha refinado el voca-bulario del que ha nacido buena parte delacervo cultural que todavía nos pertenece.Y no es un accidente geográfico convertidoen personaje, ni tiene relación alguna conlas teatrales bambalinas positivistas de lasque Braudel lo liberó; el Mediterráneo queVanoli nos presenta es una voz; palabras,tal y como reza el título. Un título que asíentendido puede parecer tautológico, peroque dista mucho de serlo: las palabras, elmar, se construyen como objeto de estudiodel mismo modo que se construye la iden-tidad de los que reclaman su herencia. Elaudaz estudio que Vanoli propone no es unageografía ni una historia al uso, sino una car-tografía cognoscitiva que convierte el ima-ginario político mediterráneo en puerto dedestino, auténtica Ítaca a la que no ansia-mos llegar, pues el placer que depara la lec-tura de este prodigio de erudición nos llevaa desear que sea largo el viaje.

Tres son los ensayos reunidos en estevolumen. Todos giran en torno a un Medi-terráneo geográfica y culturalmente cons-truido como centro, siguiendo un inteligentey erudito recorrido por las ideas que lo hanatravesado y que le han dado forma a lolargo de la historia. El primero de ellos, titu-lado “L’immagine e la geografia”, atañe alpropio nombre que griegos, romanos, bizan-tinos, musulmanes y judíos han dado al mar;y a las ideas que tal denominación esconde:se trata de un espacio geográfico y humano,político y cultural. Vanoli se pregunta en quémedida han contribuido a elaborar modeloscomunes las diferentes representaciones delespacio que los habitantes de las dos orillasdel mar han utilizado para definirlo, paradefinirse en relación a un espacio común

que es al tiempo una frontera. ¿Cómo pon-derar la diferente relación de fuerzas, las afi-nidades y los antagonismos que se aprecianen la circulación de estas ideas? En primerlugar, como aclara en las conclusiones, hayque ignorar la fastidiosa pátina de irenismoque reviste estos problemas; tal y como elautor afirma en las páginas finales: “dar aesta circulación de conceptos un valor éticoo moral es el mejor modo de impedir sucomprensión” (p. 164). Si alguien busca enestas páginas el espíritu del ecumenismobienpensante que caracteriza buena partede los ensayos contemporáneos se llevaráuna decepción.

La relación entre las representacionesgeográficas y los conceptos políticos es ana-lizada por Vanoli a través de los textos delos geógrafos, de los que es buen conoce-dor pues ya había publicado con anteriori-dad una obra dedicada a este género1. Elthálassa de las polis y las colonias griegas,un Mediterráneo que es el mar por anto-nomasia, es seguido por el mare nostrumde los romanos, que privatiza el espaciomarítimo; también incluido en el imagina-rio judío como geografía de la diáspora,como espacio poblado, en virtud del textobíblico, por los descendientes de Noé. Escurioso comprobar a este respecto que lashistorias árabes también recogen este pasaje:Tubal es para los autores musulmanes ellegendario primer morador de al-Andalus,como podremos leer mucho tiempo despuésen casi todas las crónicas e historias localesespañolas, en parte debido a la influencia deun italiano que gozó de gran fama en nues-tro país y al que Vanoli bien podía haberconcedido un lugar en estas páginas: Gio-vanni Nanni, Annio de Viterbo como se leconoció en España, autor de una celebérrimay mediterránea farsa que consiguió engañar apropios y extraños; también perfecto ejemplo

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1 VANOLI, Alessandro. I cammini dell’Occi-dente. Il Mediterraneo tra i secoli IX e X. Torino,2001.

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del poder de la traducción que el autor ana-lizará en el segundo ensayo2.

Pero sin duda las reflexiones más inte-resantes del capítulo son las dedicadas a laconcepción del mar y, por extensión, la ideadel propio mundo entre los musulmanes,una concepción fundamentada en el idealde unidad del islam, sometido a una únicaautoridad califal, donde dar al-islam se oponea dar al-harb. El Mediterráneo irrumpe amenudo en esta dicotomía: se convierte enfrontera. Frontera que adquiere un sentidopropio en cada orilla, que permite las dife-rentes representaciones de la alteridad, seaen términos religiosos, como los que sostie-nen el vocabulario medieval, sea en térmi-nos de civilización como los que nutren losescritos de los autores del XVIII y el XIX, oen los términos nacionales que sustituirán aanteriores fórmulas identitarias y nos per-miten concebir el presente.

El segundo ensayo, titulado “Traduzionee potere”, propone una reflexión que partede los estudios de Lotman y Uspenskij acercade la apropiación de las categorías culturalesque permiten aprehender la realidad que per-cibimos3, así como su mutación en funciónde las expectativas y la herencia cultural delos que se apropian de ellas; un términoresume bien este problema: traducción.

La traducción es una operación quedebe ser entendida como un proceso con-flictivo en el que las diferencias culturalesdefinen las modalidades de apropiación delos diferentes textos y los conceptos queéstos transportan. Vanoli se atiene, a esterespecto, a la definición de cultura propug-nada por Clifford Geertz, que define estanoción en términos semióticos: “un esquemahistóricamente transmitido de significacio-nes representadas en símbolos, un sistemade concepciones heredadas y expresadasen formas simbólicas por medios con loscuales los hombres comunican, perpetúany desarrollan su conocimiento y sus actitu-des frente a la vida”4.

El concepto de “medicina” permite aVanoli hacer esta reflexión: ¿cómo evolu-ciona la percepción de una idea como la de“medicina” a medida que circula a lo largode las culturas y los tiempos de este Medite-rráneo que aglutina la historia que se ha pro-puesto estudiar? Traducir una idea y llevarlapor el Mediterráneo, éste es el misterio queel historiador italiano nos descubre.

Partiendo de la definición de medi-cina enunciada por Avicena a inicios delsiglo XI en su famoso al-Qanu @n fı @-t.-t.ibb,Canon de medicina, Vanoli estudia la apro-piación que el sabio de Bujara hace de latradición aristotélica transmitida y reno-vada por autores islámicos como ar-Ra@zı @ oal-Fara @bı @. Si para éstos, como para el esta-girita, la medicina era un “arte” –s.ina @‘a–,en el paradigma que promulga Avicena lamedicina ocupa un puesto destacado entrelas ciencias: “Afirmo que la medicina–t.ibb– es la ciencia –‘ilm– que estudia losestados –ah.wa @l– del cuerpo humano,teniendo en cuenta aquello que está sanoy lo que está alejado de la salud, para pre-servar la salud, cuando la haya, y devol-verla si es que se ha perdido” (p. 59).

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2 Vid. NANNI, Giovanni. Título Opuscula inhoc uolumine co[n]tenta, Archilocus de te[m]porumantiquitate & homeris octo. Philonis breuiariu[m] dete[m]poribus sacrae scripturae. Berosus chaldeus de ori-gine & successione regnoru[m]. Manethon aegyptiussubsecutus berosum in historia. Metasthines persa qui& ipse berosum subsecutus est. Myrsilus lesbius qui deitaliae antiquitate scripsit. Xenophon historicus de quo-runda[m] aequiuocatio[n]e. Sempronius romanus deitaliae descriptione. Fabius pictor historicus de italiaeantiquitate. Catonis censorii de originibus fragmentum.Antonini pii ex itinerario italiae descriptio. Burgos,1512. Y sobre este personaje y sus mistificaciones:CARO BAROJA, Julio. Las falsificaciones de la historia(en relación con la de España). Barcelona, 1991.

3 LOTMAN, J. M. y USPENSKIJ, B. A. Tipo-logia della cultura. Milano, 2001.

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4 GEERTZ, Clifford. “La religión como sis-tema cultural”. En La interpretación de las culturas.6ª reimp. Barcelona, 1995, p. 88.

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Vanoli ve en esta temprana aceptaciónde la clasificación griega el resultado de lalabor de traducción de las obras médicasclásicas, así como la incorporación al árabedel vocabulario propio de las categoríasaristotélico-galénicas que sostienen la teo-ría de los humores y, consecuentemente, laidea de techné aceptada por los primerosautores musulmanes.

En el siglo XII Gerardo de Cremonallega a Toledo donde consagra buena partede su vida a traducir al latín algunas de lasobras cumbres de la ciencia árabe. Entreellas se encontraba el Canon de Avicena,cuya versión latina reproduce verbatim laspalabras antes enunciadas que definen lamedicina como una ciencia –scientia–, nocomo un arte. Sin embargo, añade Vanoli,el término latino scientia no remite al árabe‘ilm, por más que sea una traducción lite-ral, sino a la noción griega de epistéme quees la que verdaderamente permite entendereste concepto. La ciencia médica de Avi-cena se presenta al lector de su versiónlatina, al lector que lee el concepto descientia y no el de ‘ilm, con una vertientepráctica. Si bien Avicena dice lo mismo enárabe que en latín, el resultado de la lec-tura de ambas versiones, de su apropiaciónpor parte de unos lectores definidos social,cultural e históricamente, es muy diferente.Éste es el problema que Vanoli nos descu-bre bajo el flujo de textos traducidos y deideas transmitidas a lo largo de las orillasdel Mediterráneo.

¿Cuál es la diferencia entre Ibn S. ı @na@ yAvicena, entre Platón y Afla@tu@n? Cuando enel Toledo conquistado para la cristiandadpor las armas de Alfonso VI, primero, ypara la cultura europea por la pluma deGerardo de Cremona, después, Ibn S. ı @na@ seconvierte en Avicena, el autor y su obra se sumergen en un nuevo sistema referen-cial, donde Aristóteles y Platón dialogabancon San Agustín y con los evangelios.

Pero el latín no fue la única lenguaque vio traducir el Canon de Avicena; laidea, como dice Vanoli, también se tradujo

al hebreo. Se conocen, de hecho, tres im-portantes traducciones del texto a esta len-gua. La convivencia del pueblo judío en losdiferentes países de la diáspora, y la incar-dinación de sus referentes culturales en losde las sociedades de las que formaban partellevan al historiador italiano a desconfiar,con muy buen juicio, de un concepto tanengañoso como el de “cultura judía”. Unaprevención que debería seguirse especial-mente en nuestro país donde un uso com-pletamente irreflexivo de este conceptopermite seguir manteniendo el disparate de“la España de las tres culturas”. La conclu-sión que Vanoli extrae al cotejar estas tra-ducciones con el original árabe es similar:la medicina –refoah–, está íntimamente unidaa la imagen del médico –rofe–, con clarasraíces bíblicas; y la figura de un “profesio-nal” es condición necesaria para definir lamedicina como techné.

La conclusión que Vanoli nos ofrecees obvia: la traducción como paso de unsistema de referencia a otro no es una ope-ración neutra; pero las consecuencias meto-dológicas de esta constatación nos han deservir para trabajar con los textos de otramanera: detrás de la traducción de una ideasiempre hay un proceso de institucionaliza-ción, siempre pueden atisbarse movimien-tos políticos que tienen por objeto laconstrucción, siempre interesada, de unacierta identidad. La advertencia de Vanolinos pone en guardia ante la percepción,muy común, de un continuum cultural queparte de las fuentes de la filosofía griegapara desembocar, a través del enorme caucede traducciones árabes, en el Mediterráneocristiano. La traducción, como dice el ada-gio italiano, es siempre traición, pero nouna simple traición textual; de ahí la pre-vención y el recelo con que las diferentesformaciones culturales han observado estaforma de apropiación: ¿qué mejor ejemploque el de Ibn ‘Abdu @n que alertaba a suscorreligionarios contra la lectura que de lasobras árabes hacían judíos y cristianos,

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siempre prestos a atribuirse sus méritossegún el conservador escritor sevillano?5.

El carácter activo, en modo algunoneutro, de los procesos de mediación,transmisión y apropiación de textos eideas, debe animarnos a rechazar de unavez por todas la imagen de una culturaárabe “intermedia”, mero puente entre elmundo clásico y la Europa que habría deflorecer en el Renacimiento; incluso de laintermediate civilization que postulaba Goi-tein para evitar este reduccionismo6. Lapropuesta de Vanoli, provocadora y sutil,puede ser una gran ayuda para comenzar acaminar en esta dirección.

El tercero de los ensayos que recogeeste volumen es el titulado “Uno spazio diconflitti”. El cometido del autor es, denuevo, seguir la pista de una idea que evo-luciona a lo largo del tiempo y que sufrediferentes modificaciones en función de laapropiación que de ella hacen las diferen-tes culturas mediterráneas. Los conflictos alos que alude el título gravitan en torno a un concepto capital, el de enemigo. Vanolinos ofrece en estas páginas un soberbioejemplo de rigor histórico, pues elude lascaracterizaciones al uso y analiza este con-cepto como lo que es: una idea social e his-tóricamente determinada.

El estudio de la apreciación del ene-migo nos permite observar las definiciones

culturales desde el prisma de diversas cate-gorías. Vanoli estudia la creación del “otro”,pero no de un “Otro” con mayúsculas pos-modernas; se trata de un otro multiformey plural, producto de las diferentes estrate-gias que permiten definir la alteridad enfunción de los intereses que determinanhistóricamente la relación entre los dife-rentes pueblos, fundamentalmente las con-flictivas relaciones entre cristiandad e islam;una representación de la alteridad que en lahistoriografía española dio valiosos frutos alestudiar la desaparición de al-Andalus7.Vanoli nos advierte de las trampas que nostienden los textos, insiste en que la semán-tica del discurso polémico es ineficaz paraestudiar la caracterización del enemigo, enque hay que superar las simplificaciones alas que hemos reducido conceptos como elde cruzada o reconquista.

Es en este contexto en el que apareceun segundo concepto tratado por el histo-riador italiano en otros trabajos, el de fron-tera. No se trata de una frontera física, sinode una idea que subyace en todas las apre-ciaciones de este volumen y en la que seescuchan los ecos de los muchos y sugeren-tes debates que, incluso en nuestros días,provoca una obra maestra de la historiogra-fía americana: The significance of the frontierin American history (1894) de FrederickJackson Turner8. La Turner’s frontier ha sidoun concepto capital en numerosos estudiosaunque, por desgracia, no ha gozado degran predicamento entre los arabistas. El

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5 El pasaje del tratado de h. isba dice exacta-mente en la traducción de Emilio García Gómez: “No deben venderse a judíos ni cristianos librosde ciencia, salvo los que traten de su ley, porqueluego traducen los libros científicos y se los atri-buyen los suyos y a sus obispos, siendo así que setrata de obras de musulmanes”, en LÉVI-PROVEN-ÇAL, É. y GARCÍA GÓMEZ, E. Sevilla a comienzosdel siglo XII. El tratado de Ibn ‘Abdu @n. Madrid,1948, pp. 172-173.

6 GOITEIN SHELOMO Dor. “Between Helle-nism and the Renaissance–Islam, the intermediatecivilization”. Islamic Studies, 1963, vol. 2, pp. 217-233.

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7 MAÍLLO SALGADO, Felipe. De la desapari-ción de Al-Andalus. Madrid, 2004, especialmenteel capítulo “La falsa apreciación del otro y de laidea de sí mismo”, pp. 17-24.

8 TURNER, Frederick Jackson. The signifi-cance of the frontier in American history: from pro-ceedings of the forty-first annual meeting of the StateHistorical Society of Wisconsin (1894) (ed. facsí-mil). Michigan, 1966; hay traducción española:La frontera en la historia americana. San José: Uni-versidad Autónoma de Centro América, 1986.

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solipsismo en el que muchos de ellos vivenrespecto a los estudios que se realizan enotros ámbitos historiográficos es de todosconocido. Alessandro Vanoli ya reflexionóacerca de estos problemas en un libro deimprescindible lectura, consagrado a estu-diar el concepto de reconquista9. No sé deningún otro trabajo que haya explotado estaidea con el rigor del italiano y que haya de-parado los sugerentes resultados que encon-tramos en este ensayo, al margen de losestudios consagrados a la frontera turcaque siguieron a la obra pionera de WilliamH. McNeill, Europe’s steppe frontier10. De-bemos, por tanto, destacar el valor de lasreflexiones de Vanoli, no sólo por el placerque depara su lectura y por la clarividen-cia que derrochan, sino también por la im-portancia de esta orientación multidisciplinar,por el valioso ejemplo que su curiosidadintelectual y su erudición pueden dar alanquilosado mundo del arabismo.

En este caso, como en los dos ensa-yos anteriores, las cavilaciones de Vanoli ysu pesquisa nos llevan desde el panfleto deHungtinton hasta la “invención” de lascruzadas en el mundo islámico que estu-dió Sivan. Desde el atentado de las TorresGemelas hasta la idea de reconquista. Dela Chanson de Roland hasta el Quijote. De laconquista de los territorios americanoshasta las luchas contra el Imperio Oto-mano. De la invención de los árabes osarracenos por los padres de la Iglesia a ladiferente apreciación de las cruzadas porlos teólogos protestantes. Y siempre arrojaluz sobre las muchas sombras que el trata-miento de estos conceptos proyecta sobre

la historia, denunciando las simplificacio-nes que constriñen nuestra comprensióndel pasado. La oposición binaria que con-diciona nuestra mirada se resquebraja conlas sugerencias y preguntas del italiano.

Por último es muy de agradecer que,después de reflexionar en estos tres ensayossobre la percepción que las diferentes cul-turas estudiadas tienen de su posición enel mundo, en el Mediterráneo, Vanoli sedetenga por unos instantes en la posiciónque el propio historiador ocupa en el senode la tradición historiográfica y en el con-junto de las ciencias. No es en absolutonormal leer este tipo de reflexiones en lapluma de un arabista, ni encontrar referen-cias a autores que se han interrogado acercade los problemas que plantea la operaciónhistoriográfica que desarrolla el historiadoral escribir un texto, autores como el recien-temente desaparecido Paul Ricoeur o comoel inclasificable Michel de Certeau. Al finy al cabo estos ensayos dan forma a untodo difícilmente catalogable, un ensayofascinante que navega entre la historia y laantropología.

Una de las referencias capitales que sedescubren en este bello libro, el antropó-logo estadounidense Clifford Geertz, afir-maba que: “Para la imaginación histórica,‘nosotros’ es una coyuntura en una genea-logía cultural y aquí es la herencia. Para laimaginación antropológica, ‘nosotros’ esuna entrada en una inscripción cultural yaquí es la casa propia”11. Nosotros hemossido, somos el Mediterráneo, creadores y a la vez producto del immaginario politicoestudiado por Vanoli: ¿es este aquí “la heren-cia” o la “casa propia”? La inclusión de lahistoria europea en una tradición cultural,necesariamente plural, nos plantea unproblema que, con motivo de la entrada de

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9 VANOLI, Alessandro. Alle origini dellareconquista. Torino, 2003; especialmente pp. 212y 390 y ss., en las que reflexiona sobre los con-ceptos de frontera empleados por Sánchez-Albor-noz y Menéndez Pidal.

10 MCNEILL, William H. Europe’s SteppeFrontier. Chicago, 1964.

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11 GEERTZ, Clifford. Reflexiones antropológi-cas sobre temas filosóficos. Barcelona, 2002, p. 86.

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los países de Europa Oriental en la UE yla posible admisión de Turquía, exige serabordado sin caer en simplificaciones ni endeterminismos, huyendo de la exclusiónconservadora que convierte al Mediterráneoen una enorme pila bautismal y del absurdoecumenismo de quienes abogan por las tesismulticulturalistas. El valioso ejemplo deVanoli, definiéndose como historiador quese cuestiona su posición en la casa heredadadel Mediterráneo, debe iluminarnos parano arrinconar en el desván todo aquello

que nos incomode. Porque las preguntas queeste libro provoca no son cómodas, ni fáci-les de responder; pero su lectura es suma-mente placentera. Los sugerentes peligrosde este tentador Mediterráneo por el que elhistoriador italiano navega nos seducen eincitan a reflexionar. Y no mentiríamos aldecir, con Leopardi, y a despecho de lostemores que nuestro futuro y pasado nos ins-piran, que il naufragar è dolce in questo mare.

Ignacio Sánchez

RESEÑAS

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© Ediciones Universidad de Salamanca Stud. hist., H.ª mediev., 23, 2005, pp. 297-323