CH. 23 The Rise of the Fascism and Totalitarian States
Transcript of CH. 23 The Rise of the Fascism and Totalitarian States
CH. 23 The Rise of the Fascism and Totalitarian States 1. Introducción
“Hay que hacer seguro el mundo para la democracia”, declaró el presidente
Woodrow Wilson cuando los Estados Unidos se involucraron en la Primera
Guerra Mundial en 1917. Pero la derrota de las Potencias Centrales no produjo
ese resultado. Las esperanzas de democracia pronto se vieron aplastadas por la
paz desalentadora que vino; una paz en la cual incluso algunos ganadores de la
guerra se sentían como perdedores.
En el lado perdedor también bullían los rencores. La ira se notaba más entre los
alemanes, quienes sufrían por los duros términos del acuerdo de paz dispuestos
por el Tratado de Versalles. Mientras hervía la amargura, las naciones se
esforzaban por reconstruir sus economías devastadas por la guerra.
En consecuencia, la paz de la década de1920 estaba marcada por agitación e inestabilidad dentro y entre las
naciones. El descontento se intensificó en la década de 1930, cuando la Gran Depresión, que comenzó en los
Estados Unidos, se extendió por el mundo. Los tiempos difíciles que siguieren, sumados a las tensiones que ya
existían, motivaron a algunos pueblos a respaldar a líderes autocráticos que les prometían orden, prosperidad y
un futuro mejor. Para muchos, el sacrificio de su libertad exigido por estos líderes parecía un precio justo a
cambio de los beneficios que ofrecían. Aparecieron dictaduras en Alemania, Italia, la Unión Soviética, Hungría,
Portugal, Polonia, Rumania y otros países.
Temas
Interacción cultural El fascismo era una ideología que situaba el patriotismo, la lealtad a líderes fuertes y el
bienestar del estado por encima de los derechos y libertades de los ciudadanos.
Sistemas políticos El desorden político y económico generado por la Primera Guerra Mundial y la Gran
Depresión contribuyó a la difusión del comunismo y el fascismo y ayudó a dictadores totalitarios a llegar al
poder.
Sistemas económicos Bajo el fascismo y el comunismo, muchas actividades económicas quedan bajo control
estricto del gobierno.
2. Italia bajo Mussolini Italia adoptó una posición de neutralidad cuando estalló la Primera Guerra Mundial. Sin
embargo, ciertas ofertas secretas (y a veces vagas) de que recibiría territorios en Europa,
África y Asia Menor fueron el señuelo que la llevó a unirse a los Aliados contra las
Potencias Centrales en 1915. La guerra resultó muy impopular entre las tropas italianas,
compuestas en su mayoría por campesinos obligados a pelear por una causa que no
comprendían. Miles de obreros en el país, obligados a trabajar bajo una disciplina militar,
también se oponían a la guerra. Cuando esta finalizó, los motines por pan, las huelgas y
otras protestas antibélicas hicieron necesario restablecer el orden con tropas. Encima de
esto, el acuerdo de paz le concedió a Italia menos territorio del esperado.
Problemas y agitación en la posguerra Las escasas ganancias italianas en la guerra se obtuvieron a un costo
muy alto. Unos 600,000 italianos murieron y otros 950,000 fueron heridos. El dinero acuñado por el gobierno
para pagar por la guerra produjo una inflación desastrosa. Para 1920, la lira (la moneda italiana) valía solo la
sexta parte de lo que valía antes de la guerra. Los precios se dispararon y, en consecuencia, los ahorros
perdieron su valor. Al mismo tiempo, el desempleo se acentuó, ya que el gobierno estaba cancelando sus
pedidos de artículos de guerra. Encima de estas crisis económicas, los trabajadores sin empleo tenían que
competir por las plazas vacantes con los soldados que regresaban de la guerra.
Se extendieron las huelgas, con los sindicatos exigiendo salarios más altos. Se presentaron escaseces de
alimentos cuando los trabajadores del campo hacían huelgas. Otras huelgas paralizaron los ferrocarriles y el
servicio postal. En muchas regiones urbanas, se produjeron demostraciones masivas y huelgas industriales. En
las zonas rurales, los campesinos arrebataban las tierras de los terratenientes. Buena parte de esta agitación
estuvo encabezada por reformistas radicales socialistas y católicos, aunque estos dos grupos desconfiaban uno
del otro.
En 1920, el Partido Socialista ocupaba el mayor número de puestos en el parlamento italiana. Los reformistas
católicos también habían formado un partido política, llamado el Partido Popular. Juntos, los dos partidos
controlaban el gobierno nacional y casi la mitad de los gobiernos municipales. Algunos socialistas llegaron a
pedir una revolución como la Revolución Bolchevique Rusa de 1917.En 1921, los socialistas radicales formaron
el Partido Comunista Italiano.
Muchos italianos se alarmaron grandemente por estos hechos. Bandas de veteranos de guerra, estudiantes y
otros atacaban a los reformistas socialistas, destruían diarios socialistas y oficinas sindicales y desbarataban
huelgas. Los terratenientes e industriales ricos, que se oponían al socialismo, daban dinero para ayudar a estos
grupos. Un veterano de guerra y antiguo socialista llamado Benito Mussolini dirigía uno de estos grupos anti-
socialistas de ala derecha.
El ascenso de Mussolini Luego de tener varios empleos, incluso dos como maestro de
escuela, Mussolini se convirtió en jefe de redacción del principal periódico socialista
italiano en 1912. Sin embargo, renunció a este cargo cuando decidió apoyar el ingreso de
Italia en la Primera Guerra Mundial, y enseguida quedó expulsado del Partido
Socialista. Otros que apoyaban sus opiniones en favor de la guerra le dieron dinero para
fundar un periódico nuevo, Il Popolo d'Italia (El Pueblo de Italia). Herido en la guerra,
Mussolini regresó a su periódico. Asegurando que hablaba por los soldados y
trabajadores, usó el periódico para atacar a los socialistas como traidores
antipatrióticos. Sugirió que se necesitaba un dictador capaz de dar un buen manejo a los
problemas sociales y económicos de Italia.
A comienzos de 1919, Mussolini organizó un movimiento político nuevo. Al principio, sus partidarios sumaban
menos de 200. Eran una mezcla de veteranos de guerra, ex socialistas, revolucionarios y otros
descontentos. Mussolini les decía el fascio di combattimento (el haz de combate). El nombre salió de los fasces,
o haces de ramas de abedul atadas con tiras de cuero, que eran símbolo de autoridad en Roma
antigua. Ilustraban la idea de la fuerza mediante la unidad y le dieron su nombre al fascismo.
El grupo de Mussolini tenía su base en Milán, ciudad del norte de Italia. En otras ciudades surgieron grupos
similares. Estos grupos obraban independientemente pero recibían su inspiración de las ideas, palabras y
acciones de Benito Mussolini. Cada grupo tenía “brigadas de acción” que patrullaban su ciudad, atacando a las
organizaciones de socialistas, comunistas, republicanos, católicos y sindicalistas. Pronto, estas bandas armadas
llegaron a controlar muchas zonas rurales también. Se les rebautizó Camisas Negras por las camisas que
formaban parte de su uniforme.
Mussolini organizó a sus seguidores como partido político en 1921. Rodeado de sus partidarios vestidos de
camisa negra, inspiraba a las multitudes en concentraciones públicas fascistas con sus gestos grandiosos y su
oratoria dramática. Los hechos que citaba frecuentemente eran errados y sus ataques mal dirigidos, pero las
multitudes se dejaban arrebatar por la ira, fuerza y espíritu resuelto que él proyectaba. Con el respaldo de
industriales, grandes terratenientes, tenderos y otros miembros de la clase urbana medio alta, el número de
fascistas creció de menos de 1,000 en 1920 a más de 250,000 para mediados de1922. Los fascistas capturaron
35 puestos en el parlamento italiano en las elecciones de 1921 y se convirtieron en el partido de
la coalición gobernante.
Mussolini toma el poder Mussolini tenía muy poco respeto por el gobierno democrático de Italia, que él
consideraba débil e ineficaz. En una concentración con 40,000 miembros del partido en octubre de 1922,
declaró: “O nos entregan el gobierno, o lo tomaremos, marchando sobre Roma”. Unos días después, cuando
25,000 Camisas Negras marchaban hacia Roma, el primer ministro se dispuso a sacar al ejército para
aplastarlos. Sin embargo, el rey, temiendo una rebelión en el ejército o una guerra civil, decidió más bien
nombrar a Mussolini primer ministro y pedirle que formara un nuevo gobierno.
Durante los 18 meses siguientes, Mussolini encabezó un gobierno de coalición mientras
iba concentrando el poder en sus propias manos. Convirtió a sus Camisas Negras en la
milicia nacional de Italia. También hizo aprobar en la legislatura una ley que permitía a
los fascistas asegurar la mayoría en el parlamento en 1924. Cuando el jefe del Partido
Socialista declaró que las elecciones eran fraudulentas, fue asesinado por un matón
fascista que tenía conexiones con el gobierno de Mussolini. Los partidos de oposición
renunciaron al parlamento como protesta. Desaparecida la oposición, Mussolini comenzó
a darle nueva forma a Italia como un estado totalitario. Una ley aprobada por el
parlamento fascista en diciembre de 1925 lo convirtió de hecho en dictador y Mussolini
tomó el título de Il Duce (el Líder).
Solamente la Iglesia Católica, con su sede en el Vaticano en Roma, quedó libre del dominio fascista. Mussolini
se ganó astutamente la cooperación de la iglesia en 1929 firmando un tratado con el papa.El tratado hacía de la
Ciudad del Vaticano un estado independiente. También reconocía las leyes de la Iglesia Católica sobre el
matrimonio como leyes del estado italiano y permitió que la iglesia impartiera instrucción religiosa en las
escuelas italianas. Para conservar estos beneficios, se persuadía a los funcionarios católicos de que aceptaran el
dominio fascista.
La vida bajo el dominio fascista “El fascismo niega que la mayoría, por el simple hecho de ser una mayoría,
pueda dirigir la sociedad humana”, declaró Mussolini. “Niega que los números solos basten para gobernar por
medio de una consulta periódica”, es decir, de elecciones. Fue así como se abolieron las elecciones. Los
alcaldes y consejos municipales quedaron remplazados por funcionarios nombrados. Los partidos de oposición
y los sindicatos laborales quedaron disueltos, y matones fascistas asesinaron a algunos de sus jefes.
“Todos los individuos o grupos son relativos, y ha de concebirse de ellos solamente en su relación con el
Estado”, escribió Mussolini explicando el fascismo en 1932. Esta parte de la filosofía fascista tenía por objeto
poner fin a los derechos y libertades del individuo. La libertad de expresión y el derecho de reunión
desaparecieron. Se impuso una fuerte censura a la prensa y a dos nuevos medios de comunicación: las películas
y la radio. Los edificios públicos y las escuelas estaban cubiertos de lemas como “Mussolini siempre tiene la
razón” y “¡Cree! ¡Obedece! ¡Lucha!”. En los salones de clase aparecieron libros de texto nuevos que reflejaban
el punto de vista fascista. Se ejercía presión fuerte sobre los padres para que inscribieran a sus hijos en grupos
de jóvenes fascistas. El control lo imponían el ejército y la policía, así como una enorme red de espías y policías
secretos. Se establecieron tribunales especiales para juzgar a todo el que se opusiera al fascismo o a Il
Duce. Miles de italianos fueron encarcelados o despachados a vivir en islas apartadas.
Muchos italianos, especialmente de la clase media, aceptaron estos cambios. Cansados de huelgas, motines y
caos en general, estaban dispuestos a someterse a una dictadura si Mussolini era capaz de restablecer el orden y
la prosperidad económica
El Estado corporativo En 1926, Mussolini empezó a manejar la economía italiana conforme a un principio
llamado corporativismo. Los trabajadores de una industria se convertían en parte de una organización
supervisada por el gobierno y llamada una corporación. Los empleadores industriales también tenían su
corporación. En 1934, un decreto gubernamental unificó a estos grupos, formando corporaciones de
trabajadores y propietarios para 22 industrias grandes. Los negocios en estas corporaciones continuaban siendo
de propiedad privada, pero dentro de cada corporación, representantes de los trabajadores, los propietarios y el
gobierno fijaban los precios, salarios y horas laborales.
Con este programa, Italia desarrolló industrias eficientes de acero, energía, químicos y otras, que ayudaron al
país a soportar la Gran Depresión. Los programas enormes de obras públicas emprendidos por Mussolini en la
década de 1930 también sirvieron para combatir la Depresión. Miles de trabajadores desempleados encontraron
trabajo en la construcción de carreteras, drenaje de pantanos y construcción de ciudades nuevas en las tierras
reclamadas.
Los programas sociales y económicos de Mussolini le valieron la admiración de quienes habían perdido su fe en
el liberalismo y la democracia. Muchos lo consideraban un genio por su capacidad genial de transformar a su
nación dividida y desmoralizada. Pero bien entrada la década de 1930 su política exterior estaba llevando a
muchos, en Italia y en otros países, a cambiar de opinión.
La política exterior de Mussolini se contaba entre los que se
sintieron traicionados por los Aliados cuando se repartieron los
imperios Alemán y Otomano después de la Primera Guerra
Mundial. A Italia prácticamente le negaron territorios nuevos en
África y el Medio Oriente. Mussolini les dijo a los italianos que él
rectificaría esa falta y le devolvería a Italia la gloria de la época del
Imperio Romano.Empezó a cumplir esta promesa en 1935
invadiendo a la nación de Etiopía en el oriente de África.En Etiopía,
el ejército italiano obró de modo despiadado. Hicieron masacres y
aplicaron gas venenoso, lo cual horrorizó al resto de Europa. La
ayuda de Mussolini a las fuerzas fascista en una guerra civil en España le costó más apoyo
internacional. Además, empezó a despertar temores en su propio país.
Mientras otros dirigentes europeos se volvían en contra de Mussolini, este se iba acercando a otro dictador
fascista: Adolfo Hitler de Alemania. En 1939, alió a Italia con Alemania en un tratado llamado el Pacto de
Acero, una alianza que llevó a la desastrosa intervención italiana en la Segunda Guerra Mundial. El desastre
militar italiano en la Segunda Guerra Mundial acabó por determinar el derrocamiento de Mussolini en 1943 y su
muerte a manos del pueblo italiano en 1945.
3. Hitler y Alemania nazi Mientras Italia se inclinaba al fascismo después de la Primera Guerra Mundial,
Alemania se inclinaba a la democracia… por lo menos en un principio. En noviembre
de 1918, dos días antes de la rendición alemana en la Primera Guerra Mundial, el
emperador alemán huyó del país y los dirigentes alemanes formaron una república. Se
eligió una Asamblea Nacional para redactar una nueva Constitución. La asamblea se
reunió a comienzos de 1919 en la ciudad de Weimar (Ví-mar).
La Constitución que emergió era extraordinariamente democrática. El jefe del gobierno
no sería un monarca sino un presidente elegido por el pueblo. Las mujeres recibieron el
derecho de votar (derecho que aún no existía en los Estados Unidos). Por último, la
Constitución reconocía el derecho de todos, incluso los radicales opuestos a la
democracia, de difundir sus opiniones.
El nuevo gobierno de Alemania se llamó la República de Weimar, por la ciudad donde se había redactado su
Constitución. Aun después que el gobierno se trasladó a la capital, Berlín, en la primavera de 1920, el nombre
quedó.
Inestabilidad y descontento La República de Weimar estuvo en apuros desde el principio. Un problema
enorme que tenía era que algunos de sus líderes habían firmado el detestado Tratado de Versalles en junio de
1919. El tratado despojó a Alemania de su imperio de ultramar y le quitó parte del propio territorio
alemán. Obligó a Alemania a firmar una cláusula de “culpabilidad por la guerra” en la cual tuvo que aceptar la
responsabilidad por haber comenzado la guerra. También le exigió billones de dólares en reparaciones por los
daños causados por la guerra. Para muchos alemanes, los líderes que firmaron el tratado eran traidores. Unos
empezaron a preguntarse si los dirigentes de la nueva república habían sido responsables de la derrota germana
en el campo de batalla también. Estas actitudes socavaron la legitimidad política de la República de Weimar
desde sus comienzos.
Además de los pagos enormes por concepto de daños de guerra, Alemania sufrió otras dificultades después de la
guerra. La paz no trajo un regreso a la prosperidad económica. La escasez de alimentos persistió y el desempleo
siguió siendo alto. El país estaba azotado por huelgas, violencia callejera y amenazas de revolución de la
derecha y la izquierda. Aparecieron grupos organizados conocidos como Freikorps. Dirigidos por antiguos
oficiales del ejército, contaban entre sus miembros a ex soldados, trabajadores desempleados y descontentos en
general. La mayoría eran intensamente nacionalistas y derechistas radicales. En marzo de 1920, una de estas
bandas arrebató brevemente el control del gobierno, con la pretensión de restablecer la monarquía. El golpe de
estado fracasó cuando los comunistas y socialistas convocaron una huelga general que paralizó a Berlín.
El descontento de los alemanes con la república se manifestó en las primeras
elecciones, celebradas en junio de 1920, cuando el gobierno de Weimar perdió su
mayoría. Más del 25 por ciento de los miembros elegidos al Reichstag, o
parlamento alemán, querían abolir la Constitución. Ningún grupo volvió a tener la
mayoría en el parlamento. Una serie de coaliciones políticas inestables intentaron
gobernar. Para 1930 se habían formado más de una docena de gobiernos de
coalición, pero ninguno pudo tomar medidas eficaces para resolver los grandes
problemas.
En un esfuerzo por estimular la economía, ganar el apoyo del público y manejar su
deuda de guerra arrolladora, el gobierno imprimió dinero en cantidades. El
resultado fue una inflación desbocada. En 1920, un dólar de los Estados Unidos
valía 40 marcos alemanes. Dos años más tarde, equivalía a 18,000 marcos. A
mediados de 1923, el marco estaba perdiendo valor a una velocidad sorprendente. En un caso, el precio de un
pan subió de 20,000 marcos a 5 millones en un día. Al final de 1923, la espiral de inflación estaba tan
descontrolada que un dólar estadounidense equivalía a 4.2 trillones de marcos alemanes. Se necesitaban
carretillas para cargar el dinero de las compras diarias. Los ahorros de toda una vida ya no alcanzaban ni para lo
más básico y necesario. La gente con ingreso fijo vio desbaratadas sus finanzas.
El caos generado por la inflación desbocada despertó el radicalismo, tanto de derecha como de izquierda, en la
sociedad germana. Los comunistas vieron la oportunidad para una revolución de estilo bolchevique. Las fuerzas
de los Freikorps sofocaron levantamientos izquierdistas por toda Alemania. En Munich, Adolfo Hitler, líder del
Partido Nacional Socialista Alemán de los Trabajadores, que era de derecha, también vio oportunidades en la
agitación causada por la crisis económica.
Hitler y los nazis Hitler, como Mussolini, prestó servicio en la Primera Guerra Mundial. Nació y se crio en
Austria pero se mudó a Munich, Alemania, en 1913.Cuando estalló la guerra, se presentó al ejército alemán
como voluntario. Prestó servicio durante toda la guerra pero fue herido. Estaba restableciéndose en un hospital
cuando Alemania se rindió. Hitler quedó desencantado y enfurecido por el desenlace de la guerra. Veía como
criminales a los líderes alemanes que firmaron la rendición y el Tratado de Versalles.
Hitler salió del hospital y en 1919 y regresó a Munich. No tardó en afiliarse a un pequeño partido derechista, el
Partido Alemán de los Trabajadores, fundado ese mismo año. En 1920, el partido cambió su nombre a Partido
Nacional Socialista Alemán de los Trabajadores, conocido también como el Partido Nazi. La palabra Nazi se
deriva de las palabras alemanas para Nacional Socialista.
Hitler trabajó fuertemente para conseguir más afiliados al partido. En Munich había muchos veteranos de guerra
descontentos y personas opuestas a la República de Weimar. Había unos 30,000 miembros del Freikorps en esa
región. Hitler trajo a muchos de ellos al partido. Los nazis premiaron sus esfuerzos haciéndolo su jefe en
1921. Uno de sus primeros actos fue formar un ejército privado con los miembros del partido pertenecientes al
Freikorps. Estos se convirtieron en la SA (del alemán para División de Asalto), o Camisas Pardas por el color de
su uniforme. Parecidos a los Camisas Negras de Mussolini, proveían seguridad en las concentraciones públicas,
marchaban en desfiles y aterrorizaban a los comunistas y otros enemigos del partido.
Hitler formuló una plataforma de 25 puntos para el Partido Nazi. Pedía que
Alemania rechazara el Tratado de Versalles y que ampliara su territorio para
incluir a todos los pueblos de habla germana. Otras metas eran negar la ciudadanía
y el poder político a los que no fueran de etnia alemana, especialmente los
judíos. Hitler proclamó que los alemanes eran superiores a todos los demás
pueblos y que los problemas del país eran culpa de sus dos grandes enemigos: los
comunistas y los judíos. Condenó al gobierno de Weimar por no resolver los
problemas de Alemania y prometió restablecer la grandeza alemana creando un
Tercer Reich, es decir un tercer Imperio Alemán para remplazar aquel que los
Aliados les habían arrebatado.
Este mensaje gustó a muchos desempleados: ex soldados, pequeños agricultores y
miembros de la clase media baja. En 1923, el Partido Nazi contaba unos 55,000
miembros. Hitler decidió que era hora de proceder. En noviembre de 1923, una
fuerza de Camisas Pardas y otros partidarios de los nazis intentaron arrebatar el gobierno estatal de Bavaria en
Munich. Hitler esperaba contar con el apoyo de otros grupos que también estaban agitando contra el gobierno
de Weimar. No lo tuvo, y el golpe fracasó luego de un cruce de fuego con la policía. Hitler fue encarcelado
nueve meses. Aprovechó el tiempo para escribir un libro, Mein Kampf (Mi lucha), que esbozaba sus planes para
restablecer la grandeza de Alemania.
Ascenso de Hitler al poder Liberado de la cárcel en 1924, Hitler se dedicó a reconstruir el Partido
Nazi. Decidió tomar el poder por medios legales. Organizaría un partido nacional capaz de conquistar el poder
por medio de elecciones y se valdría de propaganda para conseguir apoyo de las masas. Pronto aparecieron
grupos nazis en toda Alemania, y en 1928, los afiliados al partido sumaban más de 100,000. Sin embargo, ese
año las elecciones al Reichstag (el parlamento alemán) dieron a los nazis solo 12 puestos de los 463 que había
en el parlamento.
Cuatro años después, todo había cambiado. ¿La razón? La Gran Depresión. Cuando el mercado de valores de
los Estados Unidos se desplomó hacia fines de 1929, este país suspendió sus préstamos a Alemania. La
economía germana necesitaba los préstamos. El desempleo subió del 8.5 en 1929 al 30 por ciento en 1932. La
producción industrial se redujo casi a la mitad y las exportaciones alemanes se redujeron en dos tercios. Los
bancos quebraron y se secó el crédito. Cuando los agricultores empezaron a quebrar, volvió el hambre.
Los nazis lanzaron una campaña de propaganda intensa. Hacía énfasis en un mensaje que gustaría a los
trabajadores desempleados, agricultores y jóvenes deseosos de respaldar los ideales del nacionalismo
alemán. Los nazis dijeron que los responsables de la crisis económica eran el Tratado de Versalles, el gobierno
de Weimar, los comunistas y los judíos. Prometieron restablecer el orden, la prosperidad y el orgullo
nacional. El mensaje nazi también gustó a los alemanes de clase media que se veían afectados por la Depresión
o que habían perdido su estatus en la década de 1920. Hacia finales de 1932, el partido tenía más de 1.4
millones de afiliados.
La desesperación de la época inclinó a los votantes más hacia el punto de vista
extremista de los nazis. En las elecciones de 1930, el número de nazis en el
Reichstag dio un salto de 12 a 107. En 1932, llegó a 230. Sin ser mayoría, los nazis
eran, con mucho, el partido más grande en el parlamento. Después de meses de
tardanza, en enero de 1933 el presidente de la república, Paul von Hindenburg,
nombró con renuencia a Hitler como canciller, el cargo más alto en el gabinete.
Hitler al mando Una vez en el poder, Hitler procedi>ó rápidamente a terminar
con la república y formar un estado fascista totalitario. En marzo de 1933, un
incendio destruyó el edificio del Reichstag. Hitler culpó a los comunistas y
convenció al presidente Hindenburg de que autorizara a los Camisas Pardas para
que los aplastara. También convenció al Reichstag de que pasara una ley que le
daba personalmente la facultad de gobernar de emergencia. Hitler se valió de esta
ley para poner a Alemania totalmente bajo el control nazi. Los demás partidos
políticos quedaron prohibidos. Se nombró a nazis como jefes de todos los gobiernos estatales y locales. Los
sindicatos laborales quedaron disueltos y se remplazaron con organizaciones nazis. Muerto Hindenburg en
1934, Hitler combinó los cargos de presidente y canciller y tomó el título de Führer (Líder).
Hitler aplastó igualmente a todos sus posibles rivales, incluso dentro del Partido Nazi. En una noche de junio de
1934, hizo matar al jefe y muchos comandantes de la SA. También hizo asesinar a opositores políticos fuera del
partido. Hitler tomó como su ejército privado la SS (SchutzStaffel o “Escuadra de Defensa”), tropas de elite que
juraban lealtad personal al Führer.
La SS se encargó de la seguridad interna en Alemania. Unas unidades obraban como policía y hacía redadas de
personas consideradas por los nazis como enemigos del estado. Las detenciones, que en un principio se
concentraban en comunistas y socialistas, se extendieron pronto a otros grupos y en especial a los judíos. La SS
contaba con la ayuda de la Gestapo, la policía secreta nazi. Los oficiales de la Gestapo recurrían a la tortura, el
terror y otros métodos brutales para conseguir información.
Poco a poco, los nazis tomaron el control de todos los aspectos de la vida. La mayoría de los alemanes
apoyaban el gobierno nazi o por lo menos lo aceptaban. Estaban cansados de la inestabilidad y la agitación que
eran característicos de la República de Weimar. Muchos vieron con buenos ojos un gobierno fuerte y
aparentemente eficaz. El desempleo se redujo al regresar los alemanes a trabajar en enormes proyectos de obras
públicas. Muchos hallaron trabajo en las fábricas de armas, pues Hitler se disponía a restablecer el poderío
militar alemán. Muchos que se oponían al dominio nazi huyeron del país. La mayoría de los demás quedaron
reducidos al silencio por temor, con la esperanza de que alguien por fin derrocara a Hitler.
La campaña contra los judíos Hitler había explicado su punto de vista intensamente antisemita en su
libro, Mein Kampf. Escribió que los judíos eran “un parásito dentro de la nación” y “una amenaza”. Llegó a
verlos como la encarnación del mal. Días después de asumir control, Hitler inició su campaña contra los judíos
alemanes. Empezó con ataques de los Camisas Pardas contra comunidades judías en todo el país. La policía no
detuvo los ataques. Los actos de violencia contra negocios judíos y sus empleados obligaron a muchos a
cerrar. Los miembros de SA y la SS fijaban letreros en que advertían al público que no entrara en tiendas que
pertenecían a judíos. Más tarde, se obligó a todos los negocios de judíos a fijar letreros que indicaban que eran
propiedad de judíos.
Los nazis quisieron eliminar a los judíos de la economía alemana limitando su capacidad para trabajar. En abril
de 1933, se obligó a todos los judíos en cargos del gobierno a renunciar. En enero de 1934, se les prohibió que
trabajaran en negocios no judíos. También se prohibió que se dedicaran a la agricultura. Sus tierras se
confiscaron y se entregaron a agricultores no judíos. Se fijaron límites al número de judíos que podían enseñar
en las escuelas y ejercer la medicina y el derecho. Las comunidades judíos formaron organizaciones para ayudar
a los desempleados.
En 1935, todos los judíos perdieron su ciudadanía. Se prohibieron los
matrimonios entre judíos y otros alemanes. La ley definía como judío a
todo el que tuviera más de un abuelo judío. Más tarde, se les obligó a
todos a llevar tarjeta de identidad. Al mismo tiempo, los nazis promovían
e incluso organizaban actos de violencia cada vez mayores contra la
población judía. Los peores ocurrieron la noche del 9 de noviembre de
1938, cuando lanzaron ataques contra las comunidades judías en todo el
país. El populacho se metió a golpes a las casas, arrastraron de la cama a
los judíos y los golpearan. Más de 1,000 personas murieron. Escuelas,
cementerios y sinagogas judías sufrieron destrozos. La multitud destruyó
miles de negocios de judíos y saquearon sus tiendas. El terror recibió el
nombre de Kristallnacht , “La noche de los vidrios rotos”.
Cuando Hitler subió al poder, miles de judíos huyeron de Alemania aunque les exigían que dejaran atrás su
dinero. La emigración legal se suspendió en octubre de 1938, cuando todos los judíos tuvieron que entregar sus
pasaportes. A comienzos de 1939, Hitler declaró que la guerra significaría el “exterminio de la raza judía en
Europa”. Con el estallido de la Segunda Guerra Mundial en septiembre de 1939, Hitler echó a andar sus planes
de genocidio.
4. La Guerra Civil Esanola Aunque España conservó su neutralidad en la Primera Guerra
Mundial, estuvo envuelta en una guerra en Marruecos. Como
resultado, el país padeció agitación muy parecida a la que se vivió en
Italia y Alemania después de la guerra.
Marruecos se había convertido en un protectorado español y francés
en 1912. Cuando algunas tribus marruecas se opusieron al dominio
español, España despachó tropas a conquistarlas. El resultado fue una
guerra larga y costosa. Las luchas duraron hasta 1926. Mientras tanto,
más y más ciudadanos españoles se manifestaron contra la
guerra. Cuando se llamaron a filas más tropas, hubo motines y
revueltas por toda España. Los protestadores radicales quemaron iglesias y conventos. A estas perturbaciones se
sumaron agitadores comunistas, huelgas y asesinatos.
El rey de España y el parlamento parecían incapaces de restablecer el orden y de ganar la guerra. En 1921, el
rey autorizó una campaña “final” para alcanzar la victoria en Marruecos. La ofensiva terminó en una espantosa
masacre de las tropas españolas y produjo una crisis política. La crisis terminó con un golpe de estado
encabezado por el general Miguel Primo de Rivera que derrocó al gobierno en 1923. Aunque el rey siguió en el
trono, Primo de Rivera disolvió el parlamento y gobernó como dictador. Lo mantuvo en el poder el ejército, con
apoyo de los conservadores que deseaban el orden social.
Primo de Rivera puso fin, con éxito, a la guerra en Marruecos. Sus políticas económicas y tus programas de
obras públicas fueron de provecho para España y redujeron el desempleo. Pese a ello, para 1930 había perdido
el apoyo del ejército y el rey lo obligó a renunciar. Sin embargo, los años de cooperación del rey con un
dictador le habían costado el apoyo del público. Un año después, él también dimitió y España se convirtió en
una república.
La República Española En 1931 se eligió un gobierno izquierdista. Su principal apoyo venía de la clase
obrera. Los líderes del gobierno se comprometieron a convertir a España al socialismo por medio del proceso
democrático. Iniciaron una serie de reformas laborales y de tierras y debilitaron el poder de la Iglesia Católica
situando la educación bajo el control del estado. Pero la izquierda se dividió por desacuerdos sobre el ritmo de
cambio. Esta división dio lugar a que saliera elegido en 1933 un gobierno derechista apoyado por españoles
ricos y por la iglesia. El nuevo gobierno echó por tierra las reformas. En toda España estallaron revueltas, que
las autoridades sofocaron rápidamente.
Los partidos de izquierda se unieron en una coalición llamada el Frente Popular, con la esperanza de recuperar
el control del gobierno. Los otros partidos formaron una coalición contraria llamada el Bloque Nacional. Uno de
sus miembros era la Falange, partido nuevo inspirado en el fascismo italiano. Cuando el Frente Popular ganó las
elecciones de 1936, se produjeron motines y otros actos de agitación. El Bloque Nacional le rogó al ejército que
salvara a España del socialismo y el comunismo.
La Guerra Civil y el fin de la república En julio de 1936, se sublevaron unas unidades del ejército español. A
ellas se sumó el general Francisco Franco, comandante del ejército español en Marruecos. Con sus tropas,
Franco atravesó el estrecho de Gibraltar e invadió el sureste de España. Otro general rebelde se tomó partes del
norte. Los rebeldes escogieron a Franco, héroe de la Guerra de Marruecos, como su líder. Respaldado por la
Falange, Franco montó un gobierno en la ciudad norteña de Burgos. Se trataba de una dictadura militar fascista
en la cual él asumió el título de Caudillo, o “Líder”.
El gobierno rebelde solamente dominaba parte del
país. El Frente Popular mantuvo el poder en otras
regiones, incluidas muchas de las ciudades. En algunos
lugares, milicias de trabajadores armados por el Frente
Popular ayudaban a las tropas del ejército a derrocar a
sus oficiales de clase alta. Estas tropas seguían fieles al
gobierno izquierdista. Lo que siguió fue una guerra
civil cruenta, en que cada gobierno procuraba ganar el
control de toda España. Los seguidores del Frente
Popular, que era el gobierno elegido, tomaron el
nombre de republicanos. Los rebeldes se dijeron
nacionalistas.
Dada su estrecha relación con el partido Falange fascista, los nacionalistas recibieron ayuda de Hitler y
Mussolini. Italia envió 70,000 soldados y Hitler proveyó aviones de guerra y pilotos. Ambos dieron tanques,
artillería y soldados para manejarlos. Por su parte, los republicanos contaban con el respaldo de unos 60,000
voluntarios extranjeros anti-fascistas, republicanos, comunistas y otros. De estos extranjeros, unos 40,000
pelearon en lo que se llamaron las Brigadas Internacional, que estaban en su mayoría bajo comandantes
comunistas. La Unión Soviética dio tanques y aviones a los republicanos.
Ambos lados aplicaron mano fuerte para controlar la agitación en las regiones que dominaban. Pero los
nacionalistas se mostraron especialmente brutales. Aplicaron una política de terror deliberado. Franco se valió
de su fuerza aérea alemana para bombardear a Madrid y otros centros de populación. Al final, la superioridad de
su ejército logró agotar a las fuerzas republicanas. En marzo de 1939 los nacionalistas se tomaron por fin a
Madrid. El gobierno republicano, así como unos 500,000 soldados y civiles, huyeron cruzando la frontera a
Francia.
España bajo Franco La paz no trajo consigo el fin del terror nacionalista. Franco continuó gobernando durante
años con los poderes de emergencia que había obtenido durante la guerra. Después de la Segunda Guerra
Mundial, la opinión mundial hostil a él lo tildó de “último dictador fascista viviente” y España siguió muy
aislada por la comunidad mundial. Aunque suavizó su mando ligeramente en sus últimos años, su dictadura
persistió hasta su muerte en 1975.
5. Stalin y la Union Sovietica La muerte de Vladimir Lenin en 1924 desató una lucha por el
liderazgo de la Unión Soviética. Al final, esta lucha por el poder la
ganó José Stalin. En 1929, ya controlaba tanto al Partido Comunista
como al estado soviético.
El ascenso de Stalin al poder Al contrario de la mayoría de los
líderes comunistas, Stalin no era ruso. Nació y se crio en Georgia,
región al norte de Turquía sobre el mar Rojo que Rusia controlaba
desde tiempo atrás. Aprendió ruso en la escuela y siempre lo habló
con un claro acento georgiano. Expulsado de la escuela en 1899, se
involucró con unos radicales que intentaban derrocar al zar de
Rusia. Se afilió a los social demócratas, y cuando estos se dividieron en 1903, tomó el partido de los
bolcheviques y se hizo seguidor devoto de Lenin.
Para 1912, Stalin había sido detenido seis veces por actividades revolucionarias. Además, había cambiado su
apellido verdadero por el de Stalin, derivado de la palabra rusa stal, que significa “acero”. En 1912, Lenin lo
nombró en un cargo de liderazgo en el Comité Central del Partido Bolchevique. Stalin fue detenido de nuevo en
1913 y lo exiliaron en Siberia. Cuando le permitieron regresar en 1917, no llegó a Georgia sino que se fue a San
Petersburgo, capital de Rusia, donde acababan de derrocar al zar Nicolás II. Stalin cumplió un papel principal
en la Revolución de Octubre, que finalmente llevó a los bolcheviques al poder, y en la guerra civil que siguió
después.
En 1922, Stalin llegó a ser secretario general del Comité Central, es decir el jefe de la rama que manejaba las
operaciones diarias del partido. Otros comunistas de alto rango consideraban que este puesto, con todo su
papeleo, era rutinario y aburrido. En cambio, Stalin lo empleó para influir en los nombramientos a comités
importantes y a posiciones clave dentro del partido. Con estas tácticas pudo acrecentar su apoyo en el partido a
la vez que debilitaba a León Trotsky, sucesor previsto de Lenin.
Tras la muerte de Lenin, Stalin se alió con otros dos comunistas de alto rango para sacar a Trotsky de la
dirección del partido en 1925. En seguida formó otra alianza para sacar a sus primeros aliados. Cuando tuvo
fuerza suficiente, aprovechó su posición de secretario general para expulsar a este segundo grupo de aliados
también. Trotsky se exilió en México, donde Stalin lo hizo asesinar en 1940.
La economía soviética Stalin continuó apoyando al Comintern, la organización formada por Lenin para
fomentar las revoluciones comunistas en todo el mundo. Pero la meta principal de Stalin era convertir a la
Unión Soviética en una nación industrial fuerte y moderna. Remplazó la Nueva Política Económica de Lenin
(NPE) con otra estrategia económica. Fijó metas de producción quinquenales, es decir para un período de cinco
años. Esta política significaba un regreso al comunismo de la guerra, la economía de planificación central que
vino después de la revolución de 1917.
El Primer Plan Quinquenal se centraba en la industria y la agricultura. Las autoridades
confiscaron los negocios pequeños que Lenin había permitido bajo la NEP. Obligaron a
los campesinos a combinar sus tierras para formar granjas grandes de propiedad del
estado, llamadas “colectivas”. Los que se oponían se exponían a ataques de las tropas
rusas. La “policía política” de Stalin detuvo a miles de campesinos y los ejecutó o los
hizo trabajar hasta morir de agotamiento en los campos penales de Siberia.
Para 1932, tanto la sociedad como la economía soviéticas estaban bajo mucha
presión. La mayoría de las industrias incumplían sus metas. La producción agrícola
había bajado pero se fijaban cuotas de producción irreales por lo altas. En Ucrania,
agentes del gobierno tomaban los alimentos para cumplir las cuotas, dejando muy poco para alimentar a la
población. Entre 1932 y 1933 unos cinco millones de ucranianos murieron de hambre.
No obstante, Stalin anunció que el Primer Plan Quinquenal había cumplido sus metas y lo suspendió un año
antes de tiempo. Lanzó el Segundo Plan Quinquenal en 1933. Este se centró en la producción de bienes para el
pueblo. Sus metas eran más realistas y la producción industrial aumentó. En 1938, un Tercer Plan Quinquenal
pasó el énfasis a la producción de armas mientras Hitler llevaba a Europa más y más al borde de la guerra. Las
políticas económicas de Stalin lograron crear una economía industrial, pero la agricultura siguió dando malos
resultados.
El Terror de Stalin El fracaso del Primer Plan Quinquenal aumentó la oposición a Stalin. En 1934, el líder
lanzó una campana de terror para eliminar esta oposición y lograr el control total del gobierno. El asesinato de
un funcionario comunista importante —un rival cuya muerte probablemente fue por orden del propio Stalin—
dio la justificación para la mano dura. Stalin hizo detener a casi todos los miembros del Comité Central del
partido. Las detenciones marcaron el comienzo de lo que llegó a conocerse como la Gran Purga: un esfuerzo
por eliminar a todo el que pudiera ser “enemigo del pueblo”.
Decenas de altos dirigentes comunista fueron arrastrados a Moscú y sometidos a juicio. En estos “juicios farsa”
los obligaban a confesar crímenes ficticios contra la Unión Soviética y los sentenciaban a muerte. Entre los
ejecutados estaban los antiguos aliados de Stalin en las luchas por el poder de finales de los años
veinte. También murieron ejecutados muchos jefes militares. Al mismo tiempo, la policía secreta hizo redadas
secretas de miles de comunistas en rangos más bajos. Entre ellos había funcionarios locales del partido, gerentes
de fábricas, oficiales militares y funcionarios del gobierno. La policía detuvo igualmente a ciudadanos
corrientes: ingenieros, abogados, maestros, escritores, artistas y muchos más. Unos fueron muertos a bala, otros
despachados a campos penales.
Al año de iniciada la Gran Purga, había más de 2 millones de
personas detenidas en campos penales. La mayoría de estos campos
estaban en el extremo norte de Siberia, cerca del Círculo Ártico. En
1937 y 1938, la policía secreta montó tribunales especiales para
juzgar a la gente y sentenciarla a muerte antes de detenerla. De este
modo se ejecutó a cientos de miles de personas, que se enterraron
secretamente en fosas comunes.
Cuando la Gran Purga terminó, alrededor de 1940, casi la mitad de
los miembros del Partido Comunista, que habían sumado 2.3
millones, habían sido ejecutados o habían muerto en los campos penales. Igual cosa ocurrió a unos 4.5 millones
de personas del público general.
Muchos partidarios del comunismo depositaron su fe en el experimento soviético. Pero el gobierno de Stalin
demostró que el comunismo estaba lejos de ser una solución ideal a los problemas de la sociedad
capitalista. Cuando acabó con los derechos y libertades económicos y personales para satisfacer las necesidades
del estado, el comunismo se redujo a uno tipo más de totalitarismo. Hoy el término “estalinismo” sigue
empleándose para describir un dominio totalitario brutal.
Resumen En esta lección, aprendiste sobre el auge de los gobiernos totalitarios en las décadas de 1920 y 1930. Los años entre la Primera Guerra Mundial y la Segunda Guerra Mundial estuvieron marcados por gobiernos fascistas y totalitarios en una escala sin precedentes. Interacción cultural Mussolini Hitler, Franco y Stalin prometieron restablecer el orden en sus naciones y devolverles su grandeza. Ninguno respetaba la democracia ni las libertades del individuo. Muchos ciudadanos llegaron a estar de acuerdo con estos líderes, pensando que era más importante una nación fuerte que derechos individuales.
Sistemas políticos En España, Italia y Alemania, los gobiernos democráticos no pudieron restablecer la estabilidad ni la prosperidad después del caos producido por la guerra. En Italia, Mussolini derrocó al gobierno amenazando recurrir a la fuerza. Hitler se valió del sistema democrático alemán para tomar el poder. En España, Franco logró el poder derrotando al gobierno elegido en una guerra civil. Los tres líderes aplicaron violencia y terror contra su pueblo para afirmar su poder. En la Unión Soviética jamás hubo democracia, y Stalin se valió de medios igualmente brutales para lograr el control total del Partido Comunista que estaba en el poder, y de la nación. Sistemas económicos Bajo Mussolini y Stalin, el gobierno se involucraba en el manejo de la economía de la nación. Mussolini formó corporaciones en que los trabajadores y dueños estaban obligados a cooperar en la determinación de salarios, precios y niveles de producción que luego estaban sujetos a la aprobación del gobierno. En el estado comunista de Stalin, el gobierno era dueño de todos los medios de producción y determinaba qué y cuánto se produciría. Alemania nazi ejercía un control económico menos directo. Tanto Hitler como Mussolini lanzaron grandes programas de obras públicas para eliminar el desempleo generado por la Gran Depresión. Hitler también aplicó armas económicas en su brutal campaña de persecución contra los judíos del país.