Celos y Caramelos

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Title Page*** Historia corta. ***SeanLacey

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Tammy FalknerNight Shift Publishing

(Los Hermanos Reed #2.5)

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*** Historia corta. *** Sean ha estado enamorado de Lacey desde que puederecordar, pero ella lo ha empujado con fuerza a la zona delos amigos y planea dejarlo allí. O eso es lo que él piensa. Lacey puso a Sean en la zona de los amigos, pero ahoraestá lista para más. Sólo que él no hace ningún intento. Lacey entra en un concurso en el que un beso será elpremio. ¿Podrá Sean ganar el concurso? ¿Podráconquistar a la chica?

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SeanVeo a mi mejor amiga en el mundo mientras maquilla sucara. Creo que es aún más hermosa cuando no usamaquillaje. —No creo que esto sea una buena idea protesto—, viendoa mi al rededor. Pero incluso yo admito que Lacey estáque echa humo. Sus piernas son de un kilómetro de largo,y su vestido escotado está lo suficientemente profundo quelas olas redondas de sus pechos se están burlando de mí.Mírate, Sean, hijo de puta estúpido. No puedes tocar. — N o e s como q ue estoy ofreciendo m i virginidad almejor postor protesta—, parpadea sus ojos mientrasaplica las capas pesadas de rímel a sus pestañas. Deslizael cepillo lentamente por las hebras minúsculas de pelo, yse sienta de nuevo, bate sus pestañas, y me mira porencima del hombro en el espejo. Saca la lengua. —¿No es lo mismo que estar ofreciendo tu virginidad? —me quejo. Algún hombre de edad universitaria, un imbécilplagado de hormonas adivinará e l número de caramelosde goma en su jarro, y el bastardo con suerte llegará abesarla. Él conseguirá besar a mi chica. Bueno, ella nosabe que es mía, pero lo ha sido durante todo el tiempoque puedo recordar. No puedo recordar un solo momentoen que Lacey no estaba en mi vida. Y la idea de que algún

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imbécil poniendo su boca sobre la suya tiene a mi corazóntropezando en mi pecho como si estuviera corriéndoselejos sin mí. Lacey comienza a pintar perfectamente sus labios bonitos,llenos,y besables con un tono horriblemente sexy de colorrojo brillante. Golpea sus labios y hace una cara besitohacia el espejo. No puedo ver más. Simplemente nopuedo. Vuelvo a caer sobre la cama en su dormitorio ytiro mi brazo sobre mis ojos, gimiéndome a mí mismo. No es justo que me pueda deshacer con un simple beso alespejo cuando ella ni siquiera me ve como un hombreverdadero, vivo, de carne y hueso. Todavía me ve comoel chico que creció en la casa de al lado. Parece olvidarque yo fui el que sostenía su cabello mientras devolvía susprimeros tragos de tequila. Se olvida que yo soy el quellevó su equipaje por tres tramos de malditas escalerascuando la instalé en su dormitorio. Yo soy el que la abrazó cuando Dusty Forbes la dejó en elbaile de bienvenida. Yo fui el que dejó a mi propia cita—que era algo seguro, por cierto— de pie sola junto a lapared mientras yo recuperaba a Lacey desde el baño demujeres y acaricié su cabello hasta que pudo respirar. Se olvida que la vi desnuda. Está bien, no estaba

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completamente desnuda, pero era lo suficientementecerca. El que diseñó los bikinis con esos pequeñostriángulos que cubren las partes íntimas debe darse unamaldita medalla. O enterrarse dos metros bajo tierra. Noestoy seguro cuál. La cama se sumerge mientras se sienta en ella, y levanta elbrazo de encima de mis ojos. Es tan hermosa con sucabello rubio rojizo que cuelga sobre sus hombros. Pareceque ha estado dando vueltas en la cama con alguien, perosé que no lo hizo porque vi todo su trabajo durante unahora para que se vea de esa manera. Su cadera toca la mía, y se inclina sobre mí,sosteniéndose en su antebrazo. Me mira, pero no dicenada. Me pongo duro inmediatamente. Me alegro de queme está mirando la cara y no la entrepierna, ya queobtendría el sobresalto de su vida si mirara hacia abajo enestos momentos. Pero no piensa en mí de esa manera. Dijoeso. Lo dijo, en voz alta y clara, que no iba a ir allíconmigo. No quería perder a su mejor amigo, si las cosasno funcionaban. No necesitaba ese mal, decía. Menecesitaba, como más que un ex novio. Necesita que seasu mejor amigo. Así que eso soy. Pero buen Dios, la quiero.—¿Qué? — Me quejo.

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—Deja de poner mala cara— dice en voz baja. Empujahacia arriba su brazo apoyado y coloca esa mano sobre mipecho, su codo se clava en mi vientre mientras me mira. —Deja de tratar de atravesarme— gruño y ajusto su codo.Pero no quiero que se mueva. Me gusta tenerla tan cerca.Si esto es todo lo que puedo conseguir, lo tomo. Pongo mimano sobre su rodilla desnuda y dibujo remolinos sobreella con mi pulgar. Ella sacude la cabeza, su rostro suave. Sus ojos verdesparpadean a mí mientras su mirada brinca alrededor de micara. —¿Es sólo un beso? —Me dice en voz baja. —¿Por quéestás todo enojado por un beso?— Ella me está estudiando demasiado de cerca. —No estoy enojado, — protesto. —Has estado abatido desde que te dije sobre larecaudación de fondos, Sean dice—. ¿Cuál es tuproblema? Es por caridad, por amor de Dios. —Pone sumano libre sobre su pecho—. Mi beso va a alimentar a lasvíctimas de violencia doméstica. Estoy haciendo mi parte

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para una mejor comunidad. Miro hacia su boca. Dios, podría simplemente deslizarmis dedos en su cabello, tirar de ella hacia mí, y besarlajusto aquí y ahora. Pero no lo haré. Porque no me quiere. —No puedo creer que vayas a besar a un desconocido. —Presiono mis dientes—. No lo hagas. —He besado hombres antes, Sean —me recuerda. Megustaría que mantenga esa mierda para sí misma. —¿Y si es un tipo grande, tonto con mal aliento ?—pregunto. —¿Y si es un tipo grande y musculoso que huele como túy besa como un Dios? —pregunta. Sonríe, las comisurasde sus labios se inclinan hacia arriba tan hermoso. Susdedos tocan mi antebrazo de manera ligera, y traza lostatuajes que adornan mi brazo desde la muñeca hasta elhombro. Cada pelo de mi cuerpo se levanta, y levanto mimano de la rodilla y enrosco mis dedos con los de ellapara que pare. —Si tengo suerte, va a ser todo tatuado, también. —Miraa la distancia, su mirada ya no está en mí.

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—Cariño, si quieres besar a alguien que se parezca a mí yhuela como yo, creo que puedo acomodarme para que notengas que besar a un extraño.Sus ojos se desplazan de nuevo para encontrarse con losmíos, y podría también apenas haberme dado un puñetazoen el estómago. Mira a mis ojos y clava su mirada como siestuviera buscando en mi alma. Puede buscar en ella encualquier momento. Mierda, se la daría, si ella laquisiera. Pero no soy yo quien quiere. Eso, lo ha dejadobien claro. —Si alguna vez te besara, nunca sería capaz de parar —ledigo en voz baja. Mi voz suena como si hubiera sido arrastrada por uncamino de grava ida y vuelta, y odio que me pueda afectarde esta manera. —Pruébalo —me dice, y entonces se lame sus labios rojocereza. No rompe el contacto visual. Me muevo rápidamente. Esta es la primera vez que hahecho una oferta como esta, y mi instinto me dice que va aretirarla. Tomo su cuello con mi mano y tiro de ella haciamí. Mi suave tirón le trae al ras contra mi pecho, y el pesode ella se asienta contra mí y se siente tan bien. Sus labiosestán tan cerca de los míos que su inhalación es mi

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exhalación. Mi mano tiembla, ya que sostiene su nuca, porlo que trabajo mis dedos en el cabello de la parteposterior de su cabeza. La sostengo quieta y miro en susojos verdes. —Dime que quieres que te bese y me tienes, cariño —lesusurro. Tiembla y se mueve sobre mi pecho muyligeramente, su boca moviéndose más cerca de la mía.Tan cerca. Sólo un poco más cerca. Casi puedosaborearla. —Quiero que me beses —susurra—. Por favor. De repente, se abre la puerta, y Lacey salta, separándonosen un potente salto definitivo. Mierda. Saco la almohadade detrás de mi cabeza y la coloco en mi regazo,sentándome en el borde de la cama. Friday, la compañera de habitación de Lacey, entra en lahabitación. Friday se detiene, su mirada se mueve deLacey a mí y de nuevo. Las respiraciones de Lacey son pesadas, y puedo decirque está molesta por haber sido atrapada así. —Gran sincronización, Friday— le digo en voz baja.

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—¿Ustedes dos estaban a punto de hacerlo? —preguntaFriday, su sonrisa maliciosa. Apunta a Lacey y luego a mí,y luego va y viene? —Miren ustedes dos —alardea. Sumirada se estrecha—. ¿Qué me he perdido? pregunta. Friday trabaja en la tienda de tatuajes a la que me gusta ir.Se llama Reed, y he conocido a Logan, uno de los artistas,desde que empezamos la universidad. Él y Friday sonbastante cercanos. —¿Dónde está Logan? —le pregunto. Necesitamoscambiar de tema. ¿Ha venido contigo? Ella asiente y sacude con el pulgar hacia la puerta. —Están justo detrás de mí. —Los anchos hombros deLogan llenan la puerta. Retrocede y su novia, Emily, entrapor la puerta antes que él. —Jesucristo —dice Logan. Logan es sordo, pero perdióla audición cuando tenía trece años así que tiene muybuena voz. También es muy intuitivo, y es muy bueno ensituaciones de lectura. —Podría cortar la tensión aquí conun cuchillo —nos dice. Mira hacia atrás y adelante entreLacey y yo. Sus ojos se posan en mí y supongo que me veforcejeando cuando rompe en una sonrisa. —¿Cortaste elqueso, amigo? —me pregunta—. Porque ella se ve como

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que hiciste algo que inclinó su mundo de lado. Lacey arquea una ceja hacia mí como si estuvieralanzando la pelota en mi lado. Puedo lanzarla alto denuevo o puedo optar por dejarla allí.—Algo así —le digo, pero estoy mirándola a ella y no aél. Veo a Emily traducir para él en el lenguaje de signospor el rabillo de mi ojo. Lo siento, —murmuro. Por logeneral, soy más cuidadoso frente a él cuando hablo, peroquería ver la cara de Lacey. Sus mejillas son de color derosa, y está arrastrando los pies. Quiero rebobinar yvolver a donde estábamos antes de que Friday irrumpieraen la habitación. —Te ves muy bonita, dice Logan a Lacey. Gracias,murmura. Ella está tan preciosa. Bonita no comienza a describir lomaravillosa que es. Es ingeniosa y es inteligente y es...Ella no es mía. —Voy a ir a hacer mi colada, —le digo. Tengo quelargarme de aquí. —¿Una excusa probable? —dice Friday. Pero la sonrisaen su cara muere cuando yo frunzo el ceño hacia ella. Meestá cuestionando sin decir una palabra, y no puedo

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contestarle. —Iré contigo,—dice Logan mientras se pone de pie. Seinclina y besa a Emily en la frente, y ella toma su camisa,haciendo un puño con su mano en el tejido y tirando de élhacia abajo para que pueda darle un beso de verdad. —Voy a estar de vuelta en un momento —le dice Logan. Ella asiente, y Logan abre la puerta para que yo puedaseguirlo afuera. Mi instinto me dice que no deje esto sinterminar. —Espera —pide Lacey. Me vuelvo, lleno de esperanza. ¿Quiere que me quede?Podríamos correr a todos y volver a lo que estábamoshaciendo. Podría besar a la chica que quiero más que anada ni a nadie. Podría hacerla mía. Podría derramarle micorazón. Podría decirle que la amo y siempre lo haré. —¿Qué? —pregunto en voz baja. —¿Vienes a mi cabina? —pregunta—. ¿Para losresultados del concurso? ¿Y ver a otro hombre besarla?No creo.

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—Tengo un montón de ropa que lavar —le digo. Ellainhala de forma rápida y parpadea aún más rápido. —¿Vas a encontrarnos para cenar después? —pregunta,con voz temblorosa. —¿A dónde vas? —Si voy, voy a tener que verla con sulápiz de labios chupado de su cara, y realmente no quiero. Ella toma una nota adhesiva y escribe algo. Lo tomo de sumano, que está sacudiéndose ligeramente. —¿Estás bien? — Ella asiente, mirando a todas partesmenos a mí. —Nos vemos en la cena —dice. Meto la nota en mi bolsillo, sin siquiera molestarme enmirarla. Le hago una seña a Logan y él me precede hacia la puerta.Sigo, cerrándola detrás de mí quedamente. Quiero cerrarde golpe, pero no quiero que ella sepa cómo me siento. —¿Qué mierda pasó entre ustedes dos? —pregunta Logantan pronto como se cierra la puerta.

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Me encojo de hombros. Logan es famoso por sus encogidade hombros. Debe aceptar la mía. Pero no lo hace. Encambio, me da un puñetazo en el hombro. Mierda, eso duele. —¿Qué diablos? —pregunto. —¿Qué pasó? —me pregunta. Y me mira fijamente a losojos. —Nada —le digo. Niego. No pasa una maldita cosa. —Amigo, tenías una almohada sobre tus piernas y estabassaliendo de su cama cuando entramos. Algo sucedió. —Me empuja con el hombro, casi me derribó. Logan es unchico grande. Un poco más grande que yo, y soy un tipogrande—. Por no hablar de que ella se veía como siacabara de ser follada. Me detengo y me giro a mirarlo. Levanto mis dos manosponiéndolas contra su pecho y lo empujo tan fuerte comopuedo. —No vuelvas a hablar mierda de ella así de nuevo —leadvierto. Logan da unos pasos hacia atrás. Entonces, medice sonriendo.

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—Ya era hora —. Levanta una mano para chocar loscinco conmigo. —Vete a la mierda —le digo en su lugar, y sigocaminando hacia mi dormitorio. No puedo llegar losuficientemente rápido. —¿La besaste? —me pregunta. Me sonríe de nuevo, ysiento un tirón de sonrisa en mis labios. Pero no dura másde un minuto. Su jovialidad no es contagiosa. —Yo estaba a punto... pero ustedes entraron —lereconozco. —Ella te quiere, hombre. Está tan enamorada como tú.Confía en mí. — Me niego. —No es cierto. —Sí lo es. —Me da palmadas en el hombro—. Le dijo aEmily. Emily me dijo. —Hace una pausa y luego me dice— No hay de qué. —¿Qué dijo? —me pregunto. Probablemente no quierosaber.

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—Dijo que quiere tener a tus bebés. —Él salta hacia atráscuando voy a darle un puñetazo, y se ríe. —Cállate —le digo—. Esto es serio. —¿Por qué es todo tan serio, de repente? —preguntaLogan—. Esta mierda ha estado pasando entre ustedes dospor mucho tiempo. ¿Por qué de repente importa tanto? —El concurso es hoy. Están sorteando un beso de ella. —Lanzo un suspiro—. Un afortunado ganador va a poder abesar a la mujer que amo. Delante de todo el mundo. —Oh, mierda. —Logan respira—. Eso sí es una mierda. —Le pedí que no fuera —le confieso. —Por lo tanto, ve a comprar todos los boletos —diceencogiéndose de hombros, como si acabara de resolver lapobreza mundial o el SIDA. —No funciona de esa manera. Tienes que adivinar elnúmero de caramelos en su frasco. Si dices el númeroequivocado, no consigues nada. Si dices el númerocorrecto, llegas a besarla. —Por lo tanto, tenemos que averiguar cuántos caramelos

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están en su frasco —dice con sencillez. Me mira—. ¿Visteel frasco? Asiento. —Es un frasco de pepinillos. —Le extiendo mis manospara mostrarle el tamaño—. De este tamaño de altura. —Así que tenemos un frasco de ese tamaño y tenemos quellenarlo de caramelos y luego contarlos. Por lo menosentonces puede acercarse, ¿no? Me froto una mano por mi cara. —Esto es una estupidez. Nunca lo haré. Cada conjeturacuesta un dólar. — Meto la mano en mi bolsillo y saco mibilletera. Esta casi vacío. —¿Y simplemente vas a dejar que alguien más la bese? —Si no estoy allí, no lo veré. —Me encojo de hombros,tratando de ocultar el hecho de que me siento como siestuviera siendo destripado. Él me mira fijamente. No dice nada. —Si se tratara de Emily, compraría todos los malditos

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pepinillos y caramelos en el estado de Nueva York. Nohay manera que dejaría que mi chica fuera besada por unimbécil. —Tienes razón —le digo. —Tenemos que ir a la tienda.—La esperanza brota dentro de mí. ¿Tengo algunaposibilidad? No lo sabré hasta que lo intente, supongo. Logan y yo vamos de compras, y después de queconseguimos todos nuestros suministros, me mira y dice: —Espero que te guste los pepinillos, amigo, porquevamos a tener que comer toda esta jarra para poderllenarlo con caramelos. Miro el frasco. —No me gustan los pepinillos mucho. ¿Y a tí? Logan desaparece en la parte superior mientrascaminamos de regreso al dormitorio y comienza acomérselos. Esto es lo que significa la amistad. Él crujecada bocado una y otra vez hasta que se los traga, yentonces busca por un segundo y pasa de mí, tomando otropara sí mismo. Detiene a un extraño en la calle. —¿Quieres un pepinillo? —le pregunta. El desconocido

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lo elude— ¿Qué? — pregunta—. Actúas como si cada díaalguien te ofreciera un pepinillo gratis. El hombre sigue caminando. —Amigo, creo que él pensó que quieres decir unpepinillo. —Hago comillas en el aire cuando digo lapalabra pepinillo. —¿Cómo iba a significar un “pepinillo” cuando estoy aquíde pie sosteniendo un frasco de pepinillos encurtidos? —me pregunta.Me encojo de hombros. —No pareces ser su tipo de todos modos. —Soy demasiado bonito para él, ¿no? —me pregunta.Logan esta todo tatuado arriba, además de ser enorme. —Eso tiene que ser. En el momento en que llegamos a la residencia deestudiantes, todos menos d o s pepinillos s e h a n i d o ydejamos un rastro de gente comiendo pepinillos en nuestropaso. Eructo en mi puño cerrado.

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—Nunca voy a comer otro pepinillo de nuevo. Logan arroja los dos últimos en los arbustos fuera de laresidencia de estudiantes. —No puedo comer otro —me dice, eructando. Lava el frasco y lo seca, y luego empezamos a vertercaramelos en el envase vacío. Bolsa tras bolsa. Cuandoestá lleno, miro a Logan y le digo: —¿Cuánto es eso? —¿No contabas? —me pregunta. —¿Se suponía que yo debía llevar la cuenta? —Mierda —me dice. Luego les vuelca sobre la cama, yempezamos a contar. Voy a ganar este concurso así sea la última cosa que haga. —Si compro veinte números, diez antes y después denuestro conteo, ¿crees que voy a estar seguro? Sólo tengoveinte dólares después de los pepinillos.

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Él señala a mi teléfono. —¿Tienes FaceTime en esa cosa? —pregunta. Asiento y se lo paso. Lo abre y lo apoya sobre la mesafrente a él. Suena, y por último, el hermano mayor deLogan, Paul, contesta. Se queda mirando la pantalla hastaque reconoce Logan. —¿Qué carajos quieres? —pregunta—. ¿Y de quién es elteléfono del que estás llamando? —Está señalandomientras habla en voz alta. Logan se ríe y me tira en el marco. —Es de Sean. —¿Qué pasa, Sean? —pregunta Paul. Saludo con la mano. —¿Tienes algo de dinero? —le pregunta Logan. Los ojosde Paul se estrechan. —¿Por qué? —Sean necesita comprar un beso de su chica. —La frentede Paul se levanta.

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—¿Pagas por sexo ahora, amigo? — pregunta. Levanta susmanos cuando empiezo a protestar—. No es que crea quees una mala idea, ni nada. Un hombre tiene que hacer loque un hombre tiene que hacer.Me río. No puedo evitarlo. —Ya sé. No puedo pedirte dinero. No te preocupes.Logan no debería haberte llamado. Pero Logan se abalanza. —Así que, ¿tienes dinero? —le pregunta. Paul suelta un suspiro y se vacía los bolsillos. Veo unoscuantos dólares flotando. Él grita hacia la parte posteriorde su apartamento. —¡Sam! ¡Matt! —Ambos hermanos caminan hacia lahabitación. —¿Nos llamaste? —dice Matt. —Este pendejo necesita un poco de dinero para que puedacomprar una prostituta. —Apunta hacia mí.—Ella no es una prostituta —protesto. Pero Logan está riendo como loco por ahora. Y Matt y

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Sam lucen divertidos, también. —¿Efectivo? —le pregunta Logan. —Algo —dice Paul. —¿Puedes traerlo? —¿Dónde? —Ven a la escuela. Para el puesto de besos. En el patio. Paul exhala un suspiro. —Voy a estar allí. —El teléfono muere. —¿Crees que tendremos suficiente? —Me estoy poniendoansioso ahora. —Tendrás má s d e l o q ue crees. —Logan palmea unamano sobre mi hombro y la aprieta. Dios, espero que esto funcione.

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Lacey Gruño en voz alta tan pronto como la puerta se cierradetrás de Sean y Logan. —¡Aghh! —Quiero golpear algo.Quiero gritar. Quiero… besar a Sean. Quiero besarlotanto. —Escúpelo —dice Friday mientras se sienta al lado deEmily y apoya su cabeza en su mano. Ella no dice nadamás. Sólo espera. —Ni siquiera sé por dónde empezar. —Mi voz sequiebra, y odio cuando se quiebra. —Empieza p o r e l final —dice Emily—. ¿Qué estabapasando cuando llegamos? —Nada —gruño—. Ni una cosa. Igual que siempre. —Había algo. Algo más que la tensión sexual de siempreentre los dos. ¿Finalmente hizo un movimiento? Sacudo mi cabeza. Él no lo hizo. No realmente. —Él insinuó que podría hacer un movimiento. Así que, ledi una apertura.

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Eso es todo. —Él estaba tomándola —dice Friday—. La apertura. Emily ríe. —Él quiere tomar su apertura, eso sí es cierto —bufa ella.Le lanzo una almohada, pero ella sólo la atrapa. —Pensé que esta cosa del beso lo haría reaccionar. Perosupongo que a él no le importa tanto como pensé. —A él le importa —dice Emily. Yo me niego. —No es cierto —Le importa. Se lo dijo a Logan. Y Logan me dijo a mí.—Mi vientre revolotea. —Logan debe haber escuchado cosas. —Emily bufa otravez. —Quiero decir… —Sé lo que quieres decir —me dice Emily, sonriendo—,Logan puede ser bastante intuitivo con algunas cosas. Y sesiente seguro de que Sean te quiere. Y Sean dijo que

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mucho. Friday mordió su labio, luego agregó: —Probablemente no debería decirles esto, pero… —¿Qué? —pregunto. —¿Sabes que consiguió un nuevo tatuaje la semanapasada? —preguntó. No sabía así que no respondo. —¿Qué consiguió? —pregunté al contrario. Ella inhala, sopesando su decisión de decirme. Entoncesestalla. —Es una abeja. —Oh mierda —digo. —¿Qué? —pregunta Emily—. ¿Qué me perdí? —Él me llama mielcita cuando está siendo todo dulceconmigo. —Friday asiente. —Metí la pata cuando le dije que sólo quería quefuéramos amigos.

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—Logan dice que los novios son amigos que consiguenhacer a las chicas venirse. —Emily se río. Consiguió estasoñadora mirada en su cara y suspira—. Una y otra vez… —¿Qué si jodí mi oportunidad para siempre? —pregunto.Lágrimas en mis ojos. —Oh, no llores —dice Friday—. Estropearás tumaquillaje. —Luces ardiente, por cierto —me dice Emily. —Gracias —murmuro. Ajusto mi vestido. Nunca muestro mucho escote. —Mejor bajo a la cabina. La venta sólo durará una hora, yentonces el beso pasará. Emily frunce el ceño. —¿Qué pasa cuando tengas que besar a un chico extraño?—me pregunta.

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—Entonces supongo que consigo besar a un chico extraño.—Me encojo de hombros. No puedo salirme de esto ahora—. Esperaba que Sean lo hiciera, sabes… pero él no lohizo. —Te pusiste a ti misma en semejante predicamento —dice Emily. Me apachurro en una silla. —Dímelo. —¿Por qué querías ser sólo amigos? —pregunta Friday—. No creo que me lo dijeras nunca. Es bastantemalditamente obvio que tienes sentimientos por él. —Tenía miedo —admito—. No puedo vivir sin él. Él esmi mejor amigo. ¿Qué si empezamos a salir y entoncestodo falla? Lo perdería para siempre. — Me niego—.Sólo no puedo permitir que eso pase. —Hago una mueca—. Puedo haber cometido un error dándole ese pedazo depapel, pero voy al azar. Si no, nunca lo sabré. Lo amo.Sólo necesito que me ame de vuelta. —¿Qué error? —pregunta Emily. —¿Qué pedazo de papel? —pregunta Friday justodespués. Me niego.

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—No importa. Él o se presenta o no. Me pongo mis sandalias y recojo mi jarro con caramelos.Es grande y pesado, pero no tengo que caminar muy lejos. —¿Quieren venir? —pregunto. Friday bufa esta vez. —No me perdería esto por nada del mundo. Caminamos a la cabina, y me siento en mi escaparate.Emily y Friday me ayudan a tomar promesas por una horacompleta. La gente escribe sus nombres y adivinanzas enun pedazo de papel, y Friday los ordena mientras girandentro, lanzando fuera los que no están ni siquiera cerca.Mantenemos los dos más cercanos al número actual,ambos por encima y por debajo. Sólo habrá un ganador,pero es el que llegue más cerca el que me besará. Veo a Sean en la multitud. Está caminando con Logan ytres de sus hermanos. Hay un amplio camino alrededor deellos. Son chicos de apariencia temible, eso es seguro.También hacen girar cabezas en cada sentido de lapalabra. Pero ninguno de los chicos Reed es tan apuestocomo Sean. Sus ojos castaños se encuentran con los míos,y él aparta la mirada. Baja su gorra de béisbol, escudandosus ojos en sombras así no puedo ni siquiera verlos.

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Logan me tiende un billete de diez dólares y diezestimaciones. —Oh, no lo creo —respira Emily. Él le guiña un ojo, y ella cruza sus brazos bajo sus pechos.Él le curva un dedo, y ella sacude la cabeza. Ella señalaalgo realmente rápido. Él se ríe y señala de regreso. Todala tensión deja su cuerpo, y se desinfla. —No voy a besarte —le digo a Logan—. Dale su dinerode regreso. —Me muevo hacia Emily. Pero ella solo ordena a través de sus entradas y mantieneuno al lado. Lo tomo de ella. Está cerca. Realmente cerca. —Emily —le advierto. Ella me sonríe. No tengo ni idea de lo que está pasando. Los hermanos de Logan todos tienen suposiciones,también, y cada uno de ellos me da una pila de billetes.Emily y Friday los revisan y tiran uno afuera, desechandoel que pertenecía a Logan. Gracias a Dios. Emily memataría si besaba a su novio. No sería capaz de hacerlo.Simplemente no lo haría.

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Hasta el momento, el hermano de Logan, Matt es el máscercano, pero no le puedo decir eso. Friday y Emily continúan tomando el dinero mientrashablo con los hombres que paran para comprar losbilletes. Cuando la hora se ha terminado, mi corazón seacelera y mis poros están sudando. Logan me entrega unpañuelo de papel y apunta a la frente. Me la seco. Sobre la hora, suena el timbre y el locutor me llama alescenario. —Y ahora, los resultados del concurso de besos —dice ellocutor. Mira a Friday que tiene el boleto ganador en lamano—. ¿Tenemos un ganador? Ella asiente y camina por el escenario. Se detiene y haceuna reverencia cuando obtiene abucheos y silbidos. Ellaes muy Katy Bonita-Perry con sus tatuajes, vestidos deépoca, y el peinado viejo de moda. Pone el boletoganador en la mano extendida del locutor. —Y el ganador es… —canta. Él espera, abriendolentamente la doblada hoja de papel, prolongando elsuspenso. Apenas puedo oírlo por encima de mi propiocorazón, que está latiendo como loco. ¿Es demasiadotarde para echarse atrás? Mierda. No quiero hacer esto—.

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¡El ganador es la persona que adivinó mil doscientoscuarenta y ocho! El público está en silencio, y todos los participantes semiran el uno al otro. Pero entonces oigo un pum, pum,pum, pum mientras alguien viene por las escaleras a laplataforma. Veo la gorra de béisbol antes de ver el restode él, y espero por Dios que sea la gorra de Sean. PeroSean ni siquiera compró un billete. Ni uno solo. Sin embargo, es su mirada marrón la que se encuentra conla mía. Es su gorra de béisbol, y esos son sus tatuajes. Sonsus anchos hombros y sus largas zancadas que comen ladistancia entre nosotros. Él gira su gorra hacia atrás y mira abajo hacia mí. Sedetiene con menos de un centímetro de sobra entrenosotros. —Felicitaciones. —Chillo de la emoción—. Ni siquieracompraste un billete. ¿Cómo lo hiciste...? —Compré ciento cuarenta y dos boletos, tontita —medice. Mi corazón tropieza un latido. —¿Lo hiciste? —Todo lo que tenía que comprar era uno.Puse el número ganador en el pedazo de papel que le di.

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Él asiente, y toma mi rostro entre sus manos. Sus pulgaresdibujan pequeños círculos en mis mejillas mientras susdedos se enroscan en el cabello en mis sienes. —Tú no viste el papel que te di.... —Mi corazón late confuerza como loco. —¿Qué papel? —pregunta. Su sonrisa es suave yacogedora, y quiero caer en él. —El que puse en tu bolsillo. Su ceño se frunce. —No importa —le digo, sin aliento. Él gastó cientocuarenta y dos dólares por un beso que ya poseía en másde un sentido. Si amara a este hombre más, seríapeligroso. Él mira a mis ojos, sin moverse. Va a darme un beso,¿verdad? —¿Cuál es el plan aquí? —Voy a besar a mi chica —dice, sonriéndome. Mirespiración se ensancha. —Pero tú tienes que decir sí, primero. —No me ha dejado

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irme. Me está sosteniendo con fuerza, obligándome amirarlo a los ojos—. Esto no va a ser cosa de una solavez. No puedo ni siquiera pensar, y ¿quiere que mecomprometa? —No lo es. —Yo respiro. —¿Me lo prometes? –Su mirada busca la mía como sifuera a encontrar los secretos del universo allí.—Lo juro por tu vida —le digo. Él se ríe. —¿Mi vida? Asiento. Sus cejas se juntan. —¿No se supone que tienes que jurar por tu propia vida? —Mi vida no significa nada si no estás en ella. Sus manos comienzan a temblar contra mi cara, y cierralos ojos y toma un profundo respiro.

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Los hermanos de Logan comienzan a cantar. —Beso, beso, beso, beso... —Y la multitud se une. —Será mejor que me beses —le digo—. O se van ainquietar. —Una lágrima rueda por mi mejilla, y él lalimpia con el pulgar, su mirada suave y cálida. Sus ojos abiertos, y se inclina más a mí. Me paro depuntillas para llegar a él, porque no puedo esperar unsegundo más. Se detiene a un suspiro de distancia de mí,al igual que lo hizo en la habitación. Espera. —Tú tienes que cerrar la distancia —Me dice. Me estáhaciendo elegir. Caigo en él y presiono mis labios contra los suyos. Secongela. Pero entonces comienza a besarme y todos losfuegos artificiales en la feria estatal no podían compararsecon los que tengo e n mi cabeza. Sus labios son suavespero urgentes. Son amables pero insistentes. Son suavespero firmes. Su cabeza se inclina y lame a través de lacostura de mis labios. La abro para él, un gemido dejandomi garganta completamente espontaneo. Su lengua toca lamía, y el roce de terciopelo de él investigando mi bocahace que mis rodillas comiencen a temblar. Enredo mi

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lengua con la suya, y nada nunca se ha sentido tan correctocomo estar con él. Dios, este hombre puede besar. Robamis pensamientos, me lleva en su interior y se niega adejar que me vaya. No quiero soltarlo. Quiero darle unbeso para siempre y ni siquiera nunca acudir por oxígeno.A lo lejos oigo al locutor que tose en el micrófono, perono me importa ni tampoco a Sean. Me besa y me siguebesando hasta que borra el recuerdo de cada otro besoque he experimentado de mi cabeza. Nunca habrá otrobeso como este. No para mí. Él es el único. Él siempreserá el elegido. —Vamos a tener que conseguir la manguera, creo —diceel locutor. Abro los ojos, y Sean abre los suyosexactamente al mismo tiempo. Retira su lengua de mi bocay cierra los labios, besándome rápidamente, una y otravez, y entonces me deja ir. Me tambaleo sobre mis pies, yél alcanza una mano para sostenerme, riendo mientras lohace. —¿Estás bien? —pregunta. Se aferra a mi codo hasta quearroja un brazo alrededor de mis hombros.Asiento. No puedo hablar. No puedo reunir suficienteingenio. La multitud se vuelve loca. Sean toma mi mano y me llevaa la orilla del escenario. Mis rodillas temblorosas apenas

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me llevan, pero lo sigo. Logan y sus hermanos chocan loscinco con Sean a medida que nos acercamos, y Emily yFriday sólo se ríen. —¿Cómo estuvo? —pregunta Emily. No necesito responder. Lo pueden ver en mi cara. Levantola vista hacia Sean, y él sonríe hacia mí. Es todo lo quesiempre quise. No puedo imaginar mi vida sin él. —Estremecedor —Admito. Él me aprieta, su rostroradiante. Entrecierro mi mirada y saboreo mis labios—.Pero por alguna razón, él sabe a encurtidos. —Oh, Dios mío —chilla Emily—. ¡Lo mismo sucede conLogan! —Les dispara una mirada inquisitiva. Sean se ruboriza a un color escarlata. Hay una historiaallí. Es sólo que no sé lo que es. Pero él me lo dirá. Novoy a dejar que lo evite. Mete la mano en el bolsillo y hace estallar un puñado decaramelos de goma en la boca. Logan hace lo mismo.Logan apunta a la boca de Sean. —Amigo —dice—. Ese color no es genial en ti.

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Miro a Sean, y mi lápiz de labios está corrido por toda suboca. Me río. Debo estar igual si él luce así. Él seca lascomisuras de mis labios con los pulgares. —La próxima vez, voy a usar rosa —le susurro. —No me importa lo que uses —me dice. Su mirada esardiente, y mi vientre se voltea—. Me gustaría verteusando nada. —Me mira a los ojos, con una expresiónllena de anhelo. Aprieta sus labios a los míos brevemente—. No puedo acostumbrarme al hecho de que puedobesarte cada vez que quiera. —¿Quién lo dice? —me burlo. —Eso es lo que los novios hacen, Lacey —me dice, comosi necesitara recordármelo. Mi estómago se agita denuevo. Me paro de puntillas y tiro de su cabeza hacia lamía. Lo beso, agarrándome de la parte posterior de sucuello, hasta que los dos estamos sin aliento, y estoylloriqueando. —Seh —estoy de acuerdo—. Eso es lo que los novioshacen. Fin

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Copyright © 2014 by Tammy FalknerCelos y Caramelos (Just Jellybeans and Jealousy)Spanish EditionNight Shift PublishingCover design by Tammy FalknerCover photo by Yuri Arcurs - Fotolia.comISBN-10:1634550064ISBN-13:978-1-63455-006-2 All rights reserved. No part of this book may bereproduced or transmitted in any form or by any means,electronic or mechanical, including photocopying,recording, or by any information storage and retrievalsystem without the written permission of the author, exceptwhere permitted by law. This book is a work of fiction. Names, characters, places,and incidents either are products of the author’simagination or are used fictitiously. Any resemblance toactual persons, living or dead, events, or locales isentirely coincidental.