Castellanos Moya - Insensatez

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Libros de Horacio Castellanos Moya en Tusquets Editores HORACIO CASTELLANOS MOYA INSENSATEZ ( ANDANZAS El arma en el hombre Donde no estén ustedes Insensatez Desmoronamiento El asco En TUSQUETS EDITORES MÉXICO Baile con serpientes

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Libros de Horacio Castellanos Moya en Tusquets Editores

HORACIO CASTELLANOS MOYA INSENSATEZ (

ANDANZASEl arma en el hombre Donde no estn ustedes Insensatez DesmoronamientoEl asco

En TUSQUETS EDITORES MXICOBaile con serpientes

TUS:O sal!. -

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llorando a causa -estaba seguro yo- del mal llamado amor y que a continuacin encontrara en m al oyente cautivo para borbotar, an sorbiendo_]!lQcos,,s;,g,ra1}1 "' el chico se llamaba Hl,l,mberto, tambin trabajaba en el Arzobispado cuando se conocieron,quin me lo haba contado?, pero tres semanas atrs l haba viajado al Pas Vasco, donde estudiara una maestra en Ciencias Polticas, lo que de ninguna ma nera explicaba su llanto, le hice ver, tajante, que na die en sus cabales llora porque el amante se haya ido de viaje, a menos que se haya ido con otra persona y que se meta en la cama con esa persona, dije, fasti diado, porque el peor fastidio es una mujer llorona, y sta moque entonces con mayor-virulencia, exi gindome que le revelara quin me haba contado su drama, como si se necesitara la lengua de un chismo so para enterarse de lo que el sentido comn deca, le expliqu, ya evidentemente incmodo, con el me sero fisgoneando desde la barra, ique no queremos otra cerveza, contrahecho!, me hubiera gustado gri tarle, pero en ese momento Pilar comenz a gemir fuera de todo control que l la haba engaado des de el principio de la relacin, pero ella slo se haba dado cuenta cuando Itzel, la rival vencedora y por su-\ puesto compaera de trabajo, viaj tambin hacia el! Pas Vasco, apenas una semana despus de Humber to, sin ningn motivo ni explicacin, dijo an sor biendo mocos, a lo que yo respond que el motivo iba entre las piernas de Humberto, con el gesto de un experto en relaciones de pareja, y luego le ofrec mi

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1mejor hom la: es distintivo de las personasinteligentes dar graoas cu ndo pue en deshacerse sin ningn esfuerzo deun C()11)'1lge traJdor y deleznable, habida cuenta de quenseguida y sin mayor problema que dan a d!spos1c1n para iniciar una nueva aventura que les p_ermitaentregarse como nunca lo hicieron con el traido,r que tampoco lo mereca. Y le sonre para que terminara de entender. Pero la Pilarica vol vi a _las andadas, con un llanto ya francamente gro sero, irrespetuoso hacia mi persona, que slo quera beber unas cervezas y tantear la posibilidad de sedu cir a una chica que pareca guapa e inteligente, craso error, _que la guapura con mocos no cuaja ni la inte hgenoa con llanto, por lo que le hice una seal al contrahecho para que trajera otras dos cervezas dis puesto a ponerme de pie tal como mi vejiga lo e iga, pero en ese momento ella en un exabrupto mascu ll qe 1que ms le dola era que le haba entregado mll dolare,s como prstamo amoroso a su queridoHumbertoeste raudo los haba ocupado para pagarel boleto aereo de la tal Itzel. iCarajo! -le espet al contrahecho, quien temeroso puso las cervezas sobre11_11esa-, ha escuchado usted?, esta nia le paga los v aJes a la amante de su novio, iquin tuviera una no-v1a as1';...1 La v1'ct1. m. edsu propia estupidez de pron-to deJo de llorar, ng:da en su s1lla, como si hubieradespert do_ de un sueo, asombrada, incluso con ga nas de m 1gnarse, me pareci, por lo que alc mi cer v_eza y d!Jesalud, no precisamente pensando en ella smo en Humbe1to, un chico a todas luces listo y con

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futuro, y tambin en Itzel, cuya absoluta falta des crpulos haba encendido mi imaginacin, por lo que le pregunt a Pilar qu tipo de animal. era esa chi ca que con su dinero le haba birlado a su novio, u plan tan perfecto, reconoc, que slo poda haber SI do concebido por una mujer, pero mi acompaante seria e indignada no dijo palabra. Me encontr de momento en una situacin incmoda, ya que nada me repugna tanto como una mujer que llora a causa de su propia estupidez y que adems busca mi con miseracin, pero al mismo tiempo nada excita tanto mi fantasa como la posibilidad de fornicar con una chica guapa y recin abandonada a causa de su pro pia estupidez con la cual podra ensaarme grata mente durante el ejercicio amatorio, de ah que no supiera si decirle a Pilar que diramos por terminada nuestra velada lagrimosa y procediramos a pagar ca da cual las cervezas que haba bebido, o por el con trario, activar mis artilugios de seduccin para seguir adelante. Mi agudo sentido de la intuicin me dijo que ella padeca una situacin semejante, ya que por un lado estaba rr!uy molesta porque yo me haba bur lado de su estupidez, y en especial frente arcontrahe cho, pero por el otro necesitaba compaa y quiz no quisiera regresar tan pronto a su casa a sumergirse en las pantanosas aguas de la mortificacin. Por suerte en ese instante aterrizaron en nuestra mesa dos chi cos entusiastas que trabajaban en el Arzobispado, al parecer muy amigos de Pilar, a quienes yo nicamen te conoca de vista y que con la mayor naturalidad to-

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ruaron asiento, pidieron sendas cervezas y ldgraron desenredar el nudo que haba entrampado nuestra velada, lo que interpret como una seal del cielo en el sentido de que deba persistir con Pilar porque un buen polvo, de ser posible, relajara mis nervios y gra tificara mis sentidos luego de uria semana de perma necer encerrado leyendo slo sobre cadveres y tor turas.Cuando pasadas las once de la noche abordamosel taxi que nos conducira al apartamento de Pilar, yo ya estaba indigesto a causa de las dos horas en que tuve que tragar una tras otra cancin de la tan caca reada Nueva Trova Cubana>>, entonadas por un prima te de rizos colgantes que hizo de Pilar la corista por excelencia, que la toledana se desgaitaba como si de esa forma.fuera a recuperar los mil dlares y el no vio perdidos, mientras yo engulla mis cervezas un poco irritado ya, aunque me cuidaba muy bien de que no se me notara, hast que por fin termin la tan da del primate de rizos cplgantes, Pilar vio su reloj con un respingo y dijo que al siguiente da haba que tra bajar, con el gesto de la maestra de escuela que repren de a sus pequeuelos, ponindose de pie y llamando al mesero para que nos trajera la cuenta, lo que me sorprendi positivamente, dada la cantidad de cerve zas que ella haba ingerido y la torcedura en su mira da, yo supuse que me tocara sacarla en vilo de la tal Bodeguita de, Enfrente, cosa que no sucedi, sino que ambos abordamos el taxi que supuestamente nos con ducira primero a su apartamento, donde ella bajara,

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. 1y luego al mo, donde yo bajara, cosa que tampoco sucedi, porque una vez que llegamos a su apartamento yo tambin me qued con el argumento de que 1aprovechara para conocerlo y beber la ltima cerve za, con el consentimiento de ella, claro est, no hu biera podido ser de otra forma. Olvid decir que Pilar era una castellana tpica: culona, delgada, de busto ms bien pequefio, cejas pobladas, la nariz respingona, el hablar gangoso y atropellado, con un faldn a cua dros suba las escaleras que conducan al segundo pi so donde estaba su apartamento, seguida por mis ojos engolosinados con su trasero bamboleante que tuve ganas de pellizcrselo, pero la confianza no era tanta, pese a los coqueteos en La Bodeguita de Enfrente y a una que otra rozadura, esper hasta que estuvimos en la cocina, luego que ella sacara sendas cervezas del fri gorfico, para embestir como Dios manda, mi boca en su boca poco abierta para mi gusto, mis manos acari ciando .su nuca, su espalda y enseguida duro que aprie ta sus ncas nalgas, las cuales pronto tendran que ser carne para mi mordisqueo, segn yo deseaba, a me dida que la iba conduciendo, sin soltarnos las bocas ni mis manos sus nalgas, hacia el sof de la sala don de.caos horizontales y yo proced, como la lgicalo md1caba, a sobar sus pequefios pechos y luego, conun audaz movimiento, mi palma estuvo en su pubis y el cordial se desliz en su humedad, algo tan natu rl que su reaccin me dej anonadado, porque de s blto ella fue una quinceafiera virgen a quien le dicen que el lobo ha llegado disfrazado de verga, por Dios,

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me hizo a un lado y se retrajo, diciendo .no puedo>>, con dos mil afias de culpa secndole el cofio, repitin dose ; pra convencerse, en el rostro-la mueca de dolor, que lo de Humberto estaba tan fresco que ella era incapaz de hacer el amor con otro hom bre, que la perdonara, qtie la cotil.prendiera, no tena que ver conmigo, hasta que ella no superara lo su cedido con Humberto no sera capaz de estar con otro, insista, aunque yo le gustara y se sintiera bien conmigo, no poda. Y entonces toda la pereza del mundo cay sobre mis hombros, porque me haba metido al cine equivocado a ver una vieja y aburrida pelcula que ya poda contar con los ojos cerrados de tantas veces vista, una pereza tan grande y paraliza dora que ni siquiera tuve arrestos para ponerme de pie y salir en busca de un taxi, lo que deb haberhecho, sino que me arrellan en un silln' frente a ella, aferrad9 a mi cerveza, y con resignacin volv apresenciar el drama' de la Pilarica, el chico listo y la prfida compafiera de empleo, con la letana del amor propio hecho pedazos, elllantoy los mocos de rigor, hasta que no tuve ms alternativa que volver al sof donde ella gema, a compadecerla, a permitirle que llorara en mi hombro mientras yo olfateaba su cabello porque usaba un champ desconocido, fuer te el olor, a decir verdad, casi desagradable, y al con solarla palp la suavidad de 1a piel de sus brazos y po co a poco fui maniobrando de nuevo, con cierta expectativa, a ver si con una segunda _;1J: _gi_d_a_logra ba vencer sus defensas. El beso fue ms prolongado,

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debo reconocerlo, incluso pude hacerle abrir la boca tal como a m me gusta, tambin mi mano alz su faldn a cuadros y acarici sus muslos, con largueza, disfrutando de sus vellos un tanto gruesos para mi gusto, pero en el momento en que me acercaba a su coo, rondndolo, ella retiraba mi mano, susurraba, pero sin rechazarme, como si yo me fuera a pa sar la noche besndola y calentndome, por lo que decid hacer un movimiento radical y me baj, para comrmela y de una buena vez meterle el cordial en el culo, caraja, que ya los huevos me hervan, pero ella se incorpor de sbito, la seorita avergonzada al otro lado del silln, que mejor lo dejramos, dijo, se vera pero sin reproche. Me voy, dije. Entonces ella se abland, pero no en el sentido en que yo deseaba, si no que dijo , necesitaba compaa, la chica con quien comparta apartamento no estaba, otra espaola del Arzobispa do en gira por dominios indgenas, y yo poda que darme en la habitacin de sta, en vez de arriesgarme a salir a la calle tan tarde en la noche, dijo, ponin dose de pie y tomando mi mano para que la acom paara a las habitaciones, gesto al que acced porque la tercera era la vencida, y en su cama, mejor, que no estaba en mis planes irme mordido, dicho sea de pa so, por eso apenas repar en la habitacin de Ftima, as se llamaba su compaera de apartamento, y ms bien acompa a Pilar a su guarida, donde la cama me pareci lo suficientemente ancha como para que reto zramos a gusto, el escritorio demasiado chico y los t-

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tulos de su librero realmente espeluznantes, tal-como se lo hice saber cuando ella se encaminaba al bao a

,prepararse para la cama, como muy bien supuse ' ymientras esperaba_ a que Pilar saliera con su baby do!! corto y transparente, lo ms sexy, me dediqu a fisgo near entre sus pertenencias, a vuelo de pjaro, pero en verdad atento a que la toledana me diera un gra to deleite, por eso cuando la vi salir con aquel pija ma franquista utilizado en conventos de poca pret rita para que las novicias ni siquiera pudieran meter sus manos en sus partes pudendas, mi sorpresa fue ab soluta, slo pude exclamar y eso?!, que nunca haba visto yo semejante prenda seguramente heredada de su madre y entregada a sta por una estricta madre su periora, un pijama que en verdad era un traje de as tronauta, slo faltaba la escafandra, pens, an asom brado, hasta le pregunt si debajo de ese traje de astronauta no se haba puesto tambin un cinturn de castidad, pues jams en mi vida haba visto uno, que me dejara verlo, le rogu, pero en vez de darme respuesta alguna se meti bajo las cobij;1s, dijo que es taba muerta de cansancio y me pidi que por favor apagara la luz.

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Despert yo aquella maana sin imaginar la cana llada que me esperaba. Permanec plcidamente va rios minutos bajo las sbanas, en mi apartamento del edificio Engels, arrullndome, recibiendo en mis ma nos ahuecadas el calor de los testculos, feliz al recor dar que se era un viernes, escuchando la n,comprend entonces, lo cual por supuesto me perturb enextremo, que casi me puse a gritar y a manotear en la barra dehaf Len porque esa difamacin acuchilla ba arteramente mi amor propio y al mismo tiempo desencadenaba mi paranoia al grado que ya no quise otro cortadito ni pude terminar los churros, sino que paguTy'p rtThacia el Arzobispado atragantado por la rabia, seguro de que mi amigo Erick y el chiquitn de nombre Mynor ya habran ledo la columna de ma rras y tendran ms informacin al respecto. Pero ni uno ni otro estaban en sus oficinas cuando a m meurga comentar con alguien li!....

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las labores de quien me haba contratado, cuando lo nico que yo poda sacar en claro de su cuchicheo conspirativo era que estos sujetos realmente descon fiaban de m, y que n1. Iamigo Er1cFi eC hiquitn del bigotito mexicano haban tenido el valor de de crmelo, sino que haban enviado al galante gachupn para que me hiciera tragar la pldora de que por un problema de tiempo seguramente yo no podra ver ni corregir el captulo del informe relativo a la inteligen cia militar. Ipa yo, pues, a reaccionar ante semejante canallada, con la estentrea indignacin que amerita ba, sin importarme en ese instante la presencia de la mesera que nos cambiaba los platos, cuando el zama rrn, quiz intuyendo la borrasca inminente, me pre- gunt como al vuelo si yo saba lo que era El Archi vo, una pregunta hecha con el candor d quien se refiere a una biblioteca infantil. o a la gaveta donde los nios guardan los rompecabezas, una pregunta que slo pudo causarme el mayor eilpor, al grdo que tar d varios segundos en reaccionar, lelo como estaba yo ante la imprudencia de mi interlocutor, que no se ha blaba de El Archivo en un lugar pblico, menos en. un restaurante ubicado apenas a dos calles del pala cio presidencial, en cuyos aposentos tena precisa mente su sede El Archivo, un restaurante en el que

ijj sin lugar a dudas coman diariamente no pocos oficiaj les y especialistas de esa oficina siniestra cuyo nombre

il )os!J::a haba pronunciado con tanta ligereza y que yono pronunciara de la misma manera, ni de ninguna,porque de pronto fui presa de un ataque de pnico,

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atizado por cierta mirada de soslayo que se permiti la mesera antes de empujar la puerta batiente de la co cina, una miradita que en otra circunstancia yo hubie ra interpretado como la natural curiosidad femenina ante la guapura del hidalgo caballero, pero que en tonces slo pudo provocarme ese ataque de pnico que me tena paralizado, transpirando, seguramente con la presin arterial por las nubes, porque El Archi vo era precisamente la oficina de inteligencia militar desde donde se planificaban y ordenaban los crme nes polticos mencionados en el informe que reposa ba sobre mi escritorio y que haba sido redactado ni ms ni menos que por el gachupn boca floja que ahora esperaba tan campante a que yo comenzara a farfullar sobre la oficina inmencionable, algo que no sucedera, porque cuando logr salir de mi estupor, cuando por fin pude vencer mi ataque de pnico fue gracias a otra descarga de adrenalina producida por el hecho de que la mesera trajera los postres y el caf cu no apenas comenzbamos el segundo plato, pract1ca comn en un restaurante siempre con oficinis tas en espera de mesa libre a esa hora de almuerzo hubiera pensado yo en otro momento, pero no en torrees, cuando tal premura slo me pareci la cons-f tatacin de que esa mujer era una confidente de los imilitares que ya nos tena en la mira y slo quera re-\confirmar el tema de nuestra conversacin antes de lproceder al chivatazo, de ah que sin ton ni son co- 'menzara yo una febril perorata que el tal Joseba noesperaba: lo 1LYS:.m .ac!111ir:le. EsJJ_afl _ _hl_lucha

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_del_pueblo vasco, le dije atropellando las palabras, y de esa lucha me fascina la tctica etarra de ejecutar a sus vctimas por la espalda con el certero tiro en la nu ca, la audacia de tomarlos por sorpresa, de aprovechar que son civiles desarmados y que estn de espaldas para despacharlos sin que se percaten siquiera, le dije con una intensidad que a veces logro, la idea de eje- 1 cutar a una vctima en tales circunstancias slo pue de ser producto de la brillantez de un valiente estra tega que no se permite la mnima derrota, la idea de formar a la juventud vasca en la prctica y la admi:acin de un crimen tan perfecto en que la vctima mdefensa carece de cualquier capacidad qe reaccin me parece que nicamente puede inspirarla el nacio- . nalismo ms depurado, agregu ya casi sin aliento, i . mientras la mesera pona sendas tazas sobre la mesa, con la expresin de quien no se est enteran do de lo que tanto se entera, y Joseba estaba estupe facto, como si no supiera decidir si enfrentaba una procaz provocacin o a un delirante, cuando el solo propsito que agitaba las incoherencias de mi lengua era hacer a un lado el tema que me espantaba, salir del ataque de pni.co que slo ceda al conjuro de la perorata que, dada la incomodidad de mi interlocu tor y sin que yo supiera por qu, enseguida me lleva referirme a las}'irtudes de la tolerancia democrtica-ga_ol>, de las funestas botas de soldado al novio que llegara al da siguiente; una pelota de ping-pong re botando con la mayor intensidad a medida que Fti ma alcanzaba su orgasmo y me gritaba ,, como si yo fuera el novio tan espera do, cuando mi sola urgencia era que ella me desmon tara para ir presto por el spray con desodorante am biental que estaba en el bao. Qtle la naturaleza es caprichosa lo supe una vez que ella, saciada y sin aliento, not que yo an estaba templado, una erec cin que no responda en absoluto a mi estado de nimo y ante la cual Ftima volvi a meter mi miem bro en su boca luego de decir , momento en el que me recrimin no tener el valor para hacerla a un lado, detest esa mana de quedar bien y ese miedo a lastimar al prjimo que me impeda pedirle que se detuviera, decirle que todo ha ba sido un equvoco, que se relajara y enseguida fue ra al bao a tomar una ducha mientras yo preparaba la cama, aunque en verdad hubiera preferido llamar un taxi para que la llevara de inmediato a su casa. Pe ro nada dije, sino que la dej hacer hasta que pronto comprend que venirme era lo ms sano, que deba de jarme de tonteras, concentrarme en su succin y olvi

esa noche sin pies ni cabeza, de evitar que mis hue vos quedaran acalambrados, pero ya era demasiado tarde y al poco rato ella sac mi t_mbr _gdo de su boca y dijo que estaba ans:::cta, que meJors-furamos a la habitacin a meternos bajo las s banas, a lo que acced con la situacin yat talmente fuera de mi control. Y camin delante de m a saltitos coquetos sin que yo suspirara por ninguno de los in negables atributos de su cuerpo, opacados por la de sagradable idea de que el hedor de sus pies se im pregnara en mi cama y me obligara a pedir un cambio de sbanas antes de tiempo, mi cama que ya no sera la misma, mucho menos cuando ella ya ten dida comenz de inmediato a contarme sobre el no vio que al da siguiente esperaba, un mayor del ejrci to uruguayo destacado en este pas coino parte del contingente militar de las Naciones Unidas que su pervisaba el cumplimiento de los acuerdos de paz fir mados por el gobierno y la guerrilla, un tipo tierno y carioso que en ese mismo instante seguramente pre paraba sus maletas en un hotel de Nueva York con su emocin puesta en la chica que al da siguiente lo re cibira en el aeropuerto y que ahora reposaba a mi la do, desnuda bajo las sbanas; un militar a quien ella llamaba cariosamente Jota Ce, que as le gustaba quele dijeran, me explic Ftima, aunque su nombre fuera Juan Carlos Medina, el mayor Juan Carlos Medina, para ms seas, prefera que sus amigos y ella le lla maran de esta manera, Jota Ce, dos iniciales que re

espanto, mientras Ftima me revelaba su decisin de irse a vivir con Jota Ce en pocos das, que ya los pla nes estaban acordados y ella trasladara Sus brtulos desde donde la Pilarica hacia el amplio y moderno apartamento que Jota Ce disfrutaba en la exclusiva Zona 14 de la ciudad, una mudanza que -como ella misma reconoci al tiempo que se arrumaba en la ca ma- transgreda algunos de sus principios, en especial aquellos relacionados con la pobreza y el sufrimien to de los indgenas con los que trabajaba, y que tam bin le generara cierta incomodidad, dada la escasez de transporte pblico en esa zona para ricos. Pero la relacin con Jota Ce estaba por sobre todo, dijo, acostada boca abajo, con la sbana cubrindole la mi tad de la espalda, l era un tipo incomparable, madu ro, doce aos mayor que ella, muy comprensivo, a tal grado que compartan todo lo que suceda en sus vi das, incluidos los >, como ella los llam, refirindose a las iJ!fJd !idades, porque haban pasado varios periodos separad;s;cuando l viajaba a la sede de las Naciones Unidas en Nueva York y ella se internaba en el altiplano, mascull, soolienta, en tre bostezos, aunque hasta entonces, en los siete meses de relacin, slo Jota Ce haba confesado con total franqueza un encuentro paralelo>> sin impor tancia, que Ftima haba comprendido y perdonado, en tanto que ella nada haba tenido que confesar. No le irs a contar lo nuestro, murmur, con cautela, que ya mi susto era demasiado al saber que la chica que empezaba a dormitar a mi lado era el coo propiedad

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de un milico, caramba, que yo estaba a punto de des lizarme en el tobogn del terror y buscaba a tientas una mnima agarradera para sostenerme, pero Ftima apenas se volte, con las palmas de las manos juntas como almohada bajo su mejilla, y me dijo que claro que se lo dira, se era el pacto que haban hecho, contarse siempre la verdad, tenerse toda la confian za, y ella odiaba sobre todo la simulacin y la men tira. No quise volteada a ver, ni argumentar a favor del silencio, sino que imagin que aquello era una broma, su forma de burlarse de m, aunque su tono no deja ra lugar a dudas, ms temprano que tardle revelara al milico nuestra relacin y ste reaccionara como cualquier hombre al que le J2Il!ll'!l.1QLCUS:W..Q.s, con la misma rabia y ceguera, peor an dada la circunstan cia de que se trataba de un milico acostumbrado a re solver sus problemas por la va expedita de las armas, y como no le pegara un tiro a ella, me lo pegara a m, lo ms probable, o a ambos, me dije sumido en una creciente vorgine de paranoia. Iba entonces a pe dirle a Ftima que no fuera inconsciente, que no se fuera de la boca, decir la verdad a veces tontera es, y hasta suicida, como en este caso, cuando era eviden te que el milico la haba enredado en esa madeja de confesrselo todo con fines aviesos, que se llevara mi humanidad entre laspatas y de la manera ms irres ponsable pondra en riesgo mi vida; iba a exigirle a Ftima que no fuera ingenua, que tuviera sentido co mn, cuando ella comenz a roncar con la mayor desfachatez, hecha un ovillo, plcida en su sueo

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profundo, ajena a mi angustia, dejndome en un as fiXiante estado de agitacin interior, a tal punto de desmoronamiento que slo se me ocurri apagar las luces y tenderme en la cama con el mximo sigilo, como si as pudiramos pasar inadvertidos, como si de tal forma pudiera borrar de una vez para siempre

gros, vaya ocurrencia, que el iedo to?o lo distorsio na y yo estaba con taquicardia, transpirando, segura mente con la presin arterial por las nubes, con la certeza de que ahora s corra peligro. No pl]de :-ns:me puse de pie, con la ansiedad destilando, Y fm a: la

lasala a pasearme como preso en capilla, que as me senta con la sentencia de muerte roncando en la ca-

esa nocbe equvoca, propicia tan slo para mi supli

ma y '

perspectiva de una noche

. .s1mestra,

. a me.nos

cio, una nocbe en la que el placer de la carne apenashaba sido una coartada para sumirme en el infierno de la mente, como ya lo dije, porque en esa penum bra de ruidos sospechosos comprend que yo me ha ba puesto a tiro del tal Jota Ce, que nada le costara matarme y hacer pagar a los milicos locales el costo de mi vida gracias al hecbo de que yo era el correc tor de las mil cien cuartillas en las que se documen-, taba el genocidio que stos haban perpetrado contra; sus mal llamados compatriotas, o lo que era an peor,pens revolvindome en la cama, los sabuesos de la inteligencia militar, enterados ya de mi con la cbica de Jota Ce, me liquidaran y con vertiran mi muerte en un crimen pasional, un mag nfico golpe a tres bandas que les permitira cimbrar simultneamente a los curas del Arzobispado, a los ob servadores militares de las Naciones Unidas y a los cooperantes espaoles, todos de una u otra forma empecinados en fastidiar al ejrcito. Ni duda cabe de que fui presa del peor de los terrores, como si la muerte estuviese respirando a mi lado, como si los ronquidos de la bella durmiente fueran el sonar de la trompeta que anuncia la llegada de los heraldos ne-

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que me zan1para de un trago un whisky tnr:le, hcordel que careca, o que tomara una e:te dos1s de xotn el ansioltico del cual yo debla mgenr 1,5 mlh grams en la maana y otra dosis similar ef!.la nocbe,tal como el mdico me haba recetado vanos mesesatrs uando sufr el percance por $LrtQJlo._sDhre-e-1primer presid -l!fri - no de.ll:!:i,f> -,Y- SJ!:le _rrg;_h_bia OOiigad"-'--s EuL e!l g, un ans1 ht1co deque me mantena lo ms alejado pos1ble, sm cumphr la receta temeroso como soy de las adicciones y a sabien ds de que mi carcter compulsivo me hubiera lleva do a atracarme hasta la intoxicacin. Me tragu dos pastillas de 1,5 milig:a os ada una y me :mse a leer la extensa hoja de md1cac10nes del me?J.cament?,con el vaso de agua en la mano y el propos1toe distraerme' de dejar de pensar en las. con.secueno. as de mi relacin con Ftima, de reduc1r m1 angust1a paraluego irme a la cama a intentar dormir, lo cual. -seg? el texto que lea- no iba a suceder an es de tremta mi nutos, periodo que tardaba la pas 1llen hacer su efecto, por lo que an presa del abat1m1ento no pu e hacer otra cosa que dejarme caer en el sof, escenano

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de mi catstrofe, y tomar mi libreta de apuntes de la mesita del centro para hojearla y conducir mi aten cin a otras voces y otros mbitos, pero al noms abrirla me encontr con la ltima frase apuntada an tes de salir del Arzobispado, una frase que agit to dava ms mi nimo, la frase Si yo me muero, no s quin me va a enterrar dicha por un anciano quich a quien el ejrcito dej en el mayor de los desamparos, al masa crar a sus hijos, nueras, nietos y dems familiares, enun -d-e-s--a-m---QgQ tan extremo que el ltimo lamento de este sobreviviente en su testimonio era Si yo me mue-ro, no s quin me va a enterrar, el pobre anciano, una pregunta que de inmediato me hice y se estamp en mis hocicos comD mariposa negra, porque yo tampo. co tena quien me enterrara en caso de que el tal Jota Ce o los especialistas de la mal llamada inteligen cia militar decidieran eliminarme, nadie se hara cargo de mis restos si algo me suceda, pens con tris teza, ni los pocos familiares que quedaban en mi pas ni ninguno de mis conocidos en esta tierra ajena se haran cargo de mis huesos, me lament ya en un es tado de autoconmiseracin, quiz slo mi compadre Tato senta hacia m el cario suficiente como para hacer una colecta a fin de conseguir los fondos nece sarios para un entierro digno, para que mi cadver no permaneciera en la margue hasta que fuera vendido como desperdicio a cualquier facultad de medicina, me dije con los ojos acuosos, a punto de la depresin, porque me senta en el peor de los desamparos, sin el sufrimiento del anciano indgena cuya frase me haba

sumido en tal estado de nimo, debo reconocerlo, pe. ro casi tan sol y abandonado como l, aunque una chica durmiera en mi cama, la chica intensame tedeseada que me haba posedo sin que yo tuviera dis frute alguno y cuya imprudencia ahora amenazaba con empujarme a la muerte. Regres a la habitacin, a tenderme bajo las sbanas, a respirar acompasada mente, tratando de concentrarme en el aire que en traba y sala por mis fosas nasales, ajeno a1.tl!f9 de los pies de Ftima, que mis preocupaciones ya eran otras, con la intencin de que la pelotita de ping-pong re botara cada vez menos hasta conciliar el sueo.

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Nueve

Vaya sorpresa la que tuve cuando esa maana me enter de que una rn. i ! }? ,l,!Ei !eE -s a la que apenas vea de vez en cuando recorrer los pasillos delpalacio arzobispal era @_!!!iswa shicasuTIJ._te. tin:w:2estab r-; ,,cof;;' t y1;" ffi(;C1n'irisufladas de aire librey buenas vibraciones, por lo que de inmediato sal de la cama a equiparme con mi sudadera, mis pants y mis zapatillas tenis, que slo tena que correr la puer ta de cristal para salir a trotar y a re.inv

l texto, que el tiempo apre.:

ras en los contenidos ni loco me metera- fueron per

miaba, persista en mi tra5ajocmo obseso hasta queal paso de las horas mi concentracin languideca y. una vez ms era posedo por la isma imagen, me pona de pie y me transformaba en- t'temet cta vio Prez Mena, oficial a cargo del pelotn destacado para la masacre, as que entraba de nuevo a la choza de esos indios de mierda que slo entenderan el in fierno que les esperaba cuando vieran girar por los ai res al beb que yo mantendra tomado de los tobillos para reventar su cabeza de carne tierna contra los hor cones de madera. Y era el reguero de sesos palpitan tes el que me haca volver en m, descubrirme en me dio de la habitacin, agitado, transpirando, un tanto mareado por los movimientos vertiginosos hechos cuando giraba al beb por los aires, pero al mismo tiempo con una sensacin de levedad, como si me hubiera quitado una carga de encima, como si mi transformacin en el teniente que reventaba la cabeza de los bebs recin nacidos contra los horcones fuera

meando a grado tal que de pronto estuve fuera de m,y cuando mis ojos no estaban repasando el texto en la pantalla era mi mente la que se transportaba al tea- tro de los hechos y entonces ella ya no era ma, si al guna vez lo haba sido, sino que se paseaba a su an- tojo, la muy reporterita, por la explanada de la aldea donde los soldados machete en mano tasajeaban a los pobladores maniatados y puestos de hinojos, o entraba a la choza donde los sesos del beb volaban por e:cin op.ortun.l; con tal atropello que mi compadreTato slo atinaba a decirme que me calmara, como si yo hubiera estado para contar con calma, cuando loque trataba de transmitirle eran mis sospechas de quela agresin de la que acababa de salir indemne por un pelo pudiera estar relacionada con la conspiracin..de la que fui testigo a travs de la vent;na l.ndTs eta.