Cartas Españolas . 11-1832

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ECONOMÍA PUBUCA. FOMENTO DE IÍA MARINA NACIONAL. OONSTRUCaON DE mJQUES PROPIOS. / : ^ CARTA III  v^¿;;^ Madrid  39 <fe yunio <fe iKSa. . •**-nngo mío: contindo la materia de la carta anterior. Dirigiendo la palabra don Agapito á su amigo don Caliste, co menzó á hablarle así. -  -  Don Agapito.  Extraña V. que no haya entre nosotros, aquellos Brandes empresarios que hacen el tráfico de la madera de construc ción naval en otros paises, y deáuce de aquí, que no será tan dtil ***e comercio, como se exagera; y tal vez que nos conviene mucho • •as comprar buques del extrangero. — Esto es lo mismo, que si se *ímirase V. de que en nuestro siglo no se hagan ya aquellos grandes 'copios de las ricas telas de Lyon, de los preciosos encajes de la *^landes, y de los tapices franceses Cada siglo tiene sus necesida des,  porque tiene su gusto: tal vez mañana pasará la moda de los Regidos de algodón con que vemos inundada la Europa, y entonces; ¿quién acopia lo que no se consume? Supongamos que este ramo de industria prevaleciese y prospera se tanto, entre nosotros, que nos hiciésemos independientes del ex trangero, y que ningún consumidor pidiese una pieza de percal; ¿quién seria el que fuese á la Inglaterra, ó á la Francia, á com prar este género, que sabe no es ya de consumo? — Explicaré mi >oea, por si V. no hubiese comprendido todavia mi objeto.—Nó ** compra lo que no se vende; y no se vende, lo que no se  a • •ne,  sea la causa la que se quiera.-—Estamos en posesión de

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    ECONOMA PUBUCA.

    F O M E N T O D E I A M A R I N A N A C I O N A L .

    OONSTRUCaON DE mJQUES PROPIOS. / : ^

    C A R T A I I I

    v^;;^

    Madrid

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    = )

    los gastos de pro uccio n; y ni se pro hib en , n i se recargan hasta es

    tablecer un n iv el , en favor de ella, los productos de la industria

    idntica del extrangero. Y le est trazada la senda al consu mi

    d o r , y ab ierta la sima que ha de tragar al productor nacional:

    ste no puede competir con el ex trang ero, y el consumidor v

    buscarlo porque le llene cuenta; y entonces, quin acopia las pri

    meras materias para una industria que ha desaparecido? Esto es

    cabalm ente lo que ha sucedido con nuestra construccin naval.

    En materias econmicas y de administracin, no sirve un pensamien

    to aislado; una idea, por excelente que sea: se necesita un sistema;

    y todo sistema para que sea bu en o, debe componerse de partes h o -

    mtgenas: de otro modo edificaramos por un lado, y des truiram os

    por otro. De qu servir ab rir las pu er tas , y aun con vida r

    las prim eras m aterias exticas necesarias nuestra in dust ri a , si

    al mismo tiempo oprimimos sta con un peso que no puede soste

    n e r ; si gravamos luego sus productos con mil derechos de diferentes

    denominaciones, que desnivelan su precio, y sostienen la diferencia,

    en favor de los productos semejantes de produccin ex trang era?

    Yo creo, que no se necesita, ni atn de elementos de economa pol

    tica para conocer estas verdades relativamente la materia que nos

    ocupa. Queremos favorecer la construccin na v a l, sin el inc on

    veniente de alzar demasiado el precio de nuestros buques? pues fran

    quense las puertas las p rimeras materias que necesitemos: sean

    libres de derechos de entrada,

    pguenlos muy moderados, la ar

    bola dura , el cob re, la b re a , el alqu itr n, qu e se introduzca para

    este ob jeto: comprndanse tambin stas ltimas m aterias en la l i

    bertad de derechos de consumo acordada para la arboladura y m a

    deras de construccin: recargese, si no se proh iben , los buques ex

    trang ero s, lo menos en un a o a S por l o o sobre su valor: dispn

    seseles los derechos de tonelada, anco raje, almirantazgo y o tr os ,

    los buques espaoles y extrango-os que importaren maderas de cons

    tru cc in ; pero no o tr as , siempre que acreditasen , que sus carga

    mentos ocupan la mitad por lo menos, de las toneladas que midiesen:

    fomntense las empresas particulares: ofrzcanse en propiedad, por

    determinado tiempo, censo, si se quisiese, terre nos propios en

    nuestras riberas para establecer astilleros y careneros cercados , con

    facultad de adelantar ,sus obras basta la lengua del agua, y para al

    macenes de depsitos de m i e r a s : sea la libertad de construir tan

    absoluta que no tenga que te m e r , que la molesta intervencin de

    ninguna autoridad, ni territorial ni Je marina, pueda paralizar d-

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    fecta 5 indirec tam ente estas em pre sas; antes bien , qne las aai ilier i,

    >n todos los medios que estuviesen su alcance: imiten el egemplo

    le las mas ilustradas en esta pa rt e, prohibiendo que ning n buq ue

    loe no sea construido en la nacin, pueda tomar nuestra bandera,

    DO haberse na ciona liza do , en el caso de no adoptarse la pro hib icin ,

    por m edio del derecho que se fijase la construccin extrangera;

    pierdan su nom bre , y chese abajo la bandera nac ional , en el caso

    Me se carenen en el extrangero, por mas importe que el de tres pe-

    os fuertes por ton ela da , mientras no se justifique com peten tem ente

    necesidad de esta carena para continu ar su viage y retornar su

    f i ** este mod o se fomentarn la con stru cci n, la industria

    ' la agrcola y comercial; y se evitarn tambin los perjuicios

    H e trae consigo la adquisicin de buques extraos, que generalmen-

    encnbre el dolo y la mala f , siendo los compradores espaoles

    nos meros nom bre s, que llevan la propiedad del b u q u e , sindolo

    aimente del extra nger o, que es el que reporta la m ayor parte del

    e ne fa cio . V V . aqui un verdadero sistema de proteccin y fo

    to: un cuerpo regu lar de disposiciones razo na bles , que aconseja

    uen ju ic io , y que lejos de destruirse unas o tr a s, su accin es

    3> simple, y_conspira siempre un mismo fin.

    feS una felicidad el poder aux iliar la industria d ir ec ta m en te , sin

    1

    e naya obstculos que rem over , errores qu e c or re gi r, deas que

    tticar, que es lo que sucede frecu ente m ente , v que sirve de m a

    teria ' I ' j *

    a a la critica para deslumhrar la m uc he du m br e, hacind ole

    ^ eer que el Gobierno no tiene ilustracin, que le falta celo, que

    a perdido el buen camino A m igo m i: permtame V . est d i -

    Si'esion, que es un desahogo de mi nimo; aunque parezca inoportu-

    a no dejar de producir algn fruto en los hombres qne piensan y

    >en juzgar. S e encuentra el G ob ier no , vece s, en circunstan-

    as tan dif cile s, que no le es posible vencer la resistencia que le

    Opone un orden extranatural de cosas: no puede salvar el todo, y sal-

    a prudentemente la parte; entonces la ignorancia y el inters alzan

    gr i to , y le acusan desapiadadamente: lo calumnian, y se esfner

    1 a envilecerlo los ojos de un rnlgo ciego, que no conoce, ni las

    rcunstancias en que obr , ni las dificultades qu e se opusieron i

    ^^ buenos deseos. N o me cabe d u d a , de que un papel publicado

    *> un p eridico de Nu ev a- Y or kc , en que se califica de dbil el Go-^

    ^ er n o d eS . M . , y pone una corona al Intendente de la Hab ana,

    porque salv con su firmeza y perseverante c e lo , los intereses m er ^

    cantiles y agrcolas de las posesiones pacficas y de la M e tr p o li ,

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    obra de naestras mismas nanos: lleva el sello de noestra traicin y

    perfidia: es deb nuestro Gobierno, porque cuando los mares esta

    ban cubiertos de ios piratas de Colombia, y el comercio llevaba sus

    clamores los pies del Trono para que se le permitiese caminar en

    carrnages seguros, en buques extrangeros, accedi S. M ., aunque

    con dolor, estos deseos, no y concediendo privilegios particulares,

    las mas veces injustos, sino permisos generales y co m unes . N o

    podia proteger los intereses de nuestra navegacin, y los de la i n

    dustria, agricultura y comercio, y salv la parte que le era posible:

    la exportacin de nuestros productos. Y, porque el Intendente re

    cord principios ya olvidados, hecbos harto conocidos, y propuso el

    remedio de convoyes peridicos, que resisti el mismo comercio,

    se le considera un hroe de patriotismo, y se le admira tanto, cuan

    to se degrada al Gobierno de S. M ., que no necesitaba de estos

    recuerdos, ni de estas lecciones. El Gobierno obr como podia y

    debia obrar: el Intendente obr cmo una autoridad celosa por el

    bien de su patria, no y por los consejos que dio, sino por la gene

    rosidad con que se ofreci sostener aquellos convoyes peridicos.

    Don Calisto

    No solo disimulo V . esa preciosa digresin , sino

    que le doy muchas gracias por ella , y no me parece tan fuera de

    tiem po, como Y .: el objeto de ella es demostrarnos, que para el

    fomento de nuestra construccin naval, no necesitamos vencer resis

    tencia s, y que el camino est limpio y despejado: el ejemplo de V ,

    contrasta maravillosamente con el que nos ocup a, y tiene con l

    mucha analoga: nos prueba la importancia de esta industria para el

    com ercio, y an para la independencia nacional. Si hubisemos

    conservado, no hubisemos enteramente olvidado nuestra co ns

    truccin antigua, hubiramos tenido en esa poca una respetable

    marina mercante, y la Real que siempre es su efecto: no hub ira

    mos necesitado de auxilios extraos para surcar los mares los hu

    biramos limpiado de piratas, y tal vez vencido esos intereses, 6

    esos celos mercantiles, que soplaron, atizaron el fuego de las dis.^

    cordias civiles en esa desgraciada parte del mundo, que llora hoy,

    6

    debe llorar la emancipacin de su madre-patria. Y, no solamente

    es preciosa la digresin de Y . por este lado, sino que lo es tambin,

    porque nos pone , bajo su verdadero punto de vista, las combinacio

    nes econitaicas del Gobierno de S. M . , y le defienden con la e lo

    cuencia de ios hechos, de los sarcasmos, y de las indecentes diatr i

    bas con que TaiiamQte pretende un puqado de hombres poco espao

    les

    gn

    ss sentimiento i despojai le del prestigio de l opinin mraL

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    5)

    Don Agapito.

    Cnanto celebro ver V . tan dcil los principios

    e la razn com n; y con cuan ta complacencia no le oigo profesar

    as buenas doctrin as, y hacer justicia los hombres pblicos que la

    acrecen

    Don Calisto.

    To vaya V . tan ad elan te: yo nunca he negado , ni

    puedo negar que la adquisicin de un ramo de industria nuevo, la

    estauraclon de otro antig uo, pero y olvidad o, no sea siempre un

    allazgoprecioso. Q u i n podr dud ar de que nos es siempre

    "*"', construir, dentro de nuestra casa, los buques para nuestro co

    mercio? somos una nacin esencialmente com ercian ta, y atn doble-

    cente com ercian ta, porque tenemos una larga costa en ambos m a-

    **, y m uchos y excelentes frutos que exportar, una inmensa produc

    cin que favorecer, y una industria que crear perfecc ionar; pero;

    podremos cambiar de senda repentinamente, y sin preparacin?

    No seria mas prudente cam inar por ella, hasta que hubisemos*

    abierto otra, que nos desviase del precipicio, que aquella nos con

    duce? medios hay de hacerlo: medtense y pnganse en ejecucin:

    nas entre tanto no ser jus to, que compremos nuestros buques al

    extrangero, y porque no los hacemos, y porque podemos adquirir

    los con mucha mas economa

    Don Agapito.

    No me he olvidado de las otras dificultades que

    ">e opuso V . , y que me hizo olvida r, por un m om ento, mi fatals i

    ma dig resi n; y las cuales tienen mucha afinidad con este nuevo

    pensamiento su yo , y prometo satisfacer ellas maana por la n o

    che , porque ya se nos ha hecho ta rd e, y an hemos perdido n u e s

    tro delicioso rato de juego.

    Excuso, amigo mi, repetir V. lo que acaba de decirnos nues

    tro amigo

    Don Agapito

    y me limito prometer V . tambin , por

    mi p a rt e , la continuacin y fin de esta sesin, repitindom e suyo

    afectsimo

    Manuel Mara Gutirrez.

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    ECONOMA INDUSTRIAL.

    C A R T A I V .

    V>iontmuo, amigo m i , la educacin de mi alumno labrador V iv i

    mos en una ciudad industriosa, donde hay un curso de geom'etra v

    de mecnica aplicadas las artes; y la verdad, que nos es necesal

    rio.

    l.as aplicaciones alivian nuestro espritu del peso de las ideas

    abstractas; asi como la sombra de un bosque descansa nuestro

    cuerpo de la fatiga que hemos sufrido, atravesando una vasta llana-

    ra rida y seca.

    Reconoceremos en este curso los tringulos, cuadrados, rom

    boides, y los circuios y figuras de objetos regulares, v deobiio,

    mtricos; gozar del placer de ver mi afumno ' e L a m T g u n

    v ez , ya conoca yo eso, y sabia alguna co sa ." este placer tan puro

    que se siente hasta en los mas vastos desarrollos de la razn huma

    na, cuando por un punto de contacto, una relacin que no habial

    mos previsto, se unen la cadena de nuestros conocimientos, otros

    conocimientos incoherentes y aislados.

    Mayor todava ser este placer, que es puramente de la vista

    cuando pasaremos la mecnica apJicada las artes. Desde que na '

    cemos, conocemos prcticamente las leyes de la mecnica; pero con

    mucha imperfeccin: guardamos el equilibrio: hacemos mover nues

    tros juguetes, ya hacia adelante, ya hacia atrs; en lnea recta y e^

    mea curba y sobre sus propios ejes. Cuando las conociremos en

    leona, presidirn nuestros movimientos: sern mas giles nuestro

    ejercicios , y no ser esta agilidad el resultado de repeticiones enoji

    sas de movimientos mecnicos, que no dirige la razn , sino obra de

    nuestra m ente. ^

    Visitaremos los talleres, donde se trabaja la madera, el hierro

    la tierra, o la piedra ; no para mirar, sin pensar; sino para aplicar

    nuestros conocimientos las operaciones del obrero

    El carpintero, el sastre y picapedrero delinean tambin con el

    cartabn, el comps y la regla, y tiran sus paralelas y perpendicu-

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    '"^s y bu sca n y en cu en tr an el aplom o y el n ive l. Q u plac er el

    t testro, cua nd o ha llarem os en la pr ctica nue stros conocimientos

    ' qu vanidad tan p u r a , s i podemos dec i r le a l o b re ro , " ten em os

    nacer te un re ga lo : te demo st raremos que tu mtodo ,

    es

    i n u -

    ' mente penoso , 6 te puede conduci r a l e r ror "

    Aunque aprenda de nosot ros un mtodo t i l ,

    l e h a y a m o s h e -

    abandonar una ma la ru t i n a , y nues t r a a lma haya expe r im en ta -

    ^ aquel placer generoso que go za , cuando difunde en tre los ho rn

    os algunos conocim ientos ti l es , , no nos en vanezc am os po r eso;

    porque ser m uy fcil al ob rer o pr o b a rn o s, qu e sabe en su oficio

    l^n veces m a s , que nosotros . Ins tru ya m os s in org ul l o; y seamos d-

    ^ 'les para apre nd er . Es to va le m a s , que da r un a l imo sna: la c a r i

    no hace al ho m br e un regalo qu e le hu m illa : el de la instru cci n

    ^

    e leva, y con tr ibuy e l iber tar lo de necesidades futura s .

    Vis i ta rem os las t ie n da s , t a l le re s , mo l ino s , ba tanes , t e ja res y

    ^ b ri ca s , s i las hu b ie se , y en todas par tes verem os apl icaciones de

    le st ra geo m etr a y m ec n ica : ta l vez olvidaremos los pr incipios;

    pero aprenderemos la prct ica , y la ut i l idad de el los .

    tiH estas diferentes co rr e r l as , un pa dr e juicioso observar las

    mpresiones de su a lu m n o , la ap t i tu d m as m enos m arcada , que

    "manifieste, la vista d e c ierto s tra b aj o s, y qu iz po dr conocer su

    locacin pa r t ic u l ar : si descubr ie re su inc l inac in es ta , aque l la

    p ro fes in , podr ab r i r l e e s ta c a r r e ra , y ha ce r lo , un ap li cado l a

    b r ad o r , un f ab r ican te l abor ioso , un comerc ian te p ru den tem en te

    atrevido,

    q gran pro pieta rio deca su hijo : **Amigo m i : si no lom as

    i n es ta d o , tu vida ser u na cadena de pr ivaciones y de t rabajos:

    t endrs tus h i jos ; pe ro

    cmo podras a l im en ta r lo s , y t r ans m i t i r l e s

    aquel mismo b ien es ta r , que yo pu die ra t ran sm i t i r te t , s i fueses

    hijo tnico, la m it a d , si fueseis d o s , y la ter ce ra pa rt e , si tres ;

    porq ue no esperes de m , qu e yo deje en la m iser ia los m eno res

    pa ra hacer opulento a l m ay o r , y que la vanidad m e haga m al pa- '

    "e para que vosotros seis malos hermanos. Si te oprimiese la des

    grac ia ; s i un infor tun io imp revis to te a r reba tas e tu fo r t u n a , como

    ' ' ecnentemente sucede; qu hars ; qu ser de t ; cu l tu oprobio?

    M end iga r s de pu e r t a en pu e r t a ? P ue s b i en , t r a ba ja ; ocpa te

    siempre , y mejorars la exis tencia de tu famil ia : cr iars y educars

    tus h i jos , aun cuando perd ieses toda la herenc ia que yo te lego ,"

    X, cu les fueron los frutos de estos sabios consejos? U n a s i m

    ple car ta que se pr ese nt en un a discusin pb l ica- , os los rev ela rn .

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    El genio de la retrogradacion perseguia inhamanam eiite todoe los

    hijos menores: l se indignaba al ver, que la igualdad presidia, asi

    en las pequeas, como en las grandes fortunas: quera fundar el

    privilegio, con ayuda de la ley, para hacer venerable, si posible fue-

    se , un error: que la ley misma estipulase un derecho, que poco

    poco fuese aniquilando la propiedad. El hijo de aquel gran propieta-

    rio, que escuch con docilidad, y abraz sus prudentes consejos, es-

    criba sus hermanos

    Amigos mios

    somos tres, y yo el mayor:

    nuestros padres no tuvieron que llorar la muerte de ninguno de sus

    hijos, y les debemos la vida, la salud, y la educacin. Nuestra tier-

    na madre no quiso confiarnos mugeres mercenarias, y nos alimen-

    t con leche de sus pechos; y nuestro virtuoso padre nos form por

    sus excelentes principios, inspirndonos el respeto la religin , el

    amor al orden , la justicia y las ley es , y sobre todo de la patria

    que es inseparable de la veneracin y fidelidad al Soberano. Nunca

    permiti, que ningn maestro nos ensenase mas, que lo que l no

    nos podia ense ar: ni ellos pudieron conocer cul de nosotros le

    amaba y respetaba mas; ni nosotros conocer el objeto de su predilec-

    cin. Yo mismo no pude conocer, que era vuestro mayor, sino por-

    que sen t , que era el que mas os amaba: crecimos en nn mismo

    amor al trabajo y la gloria , y en un mismo deseo de ser tiles i

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    ( 9 )

    de nuestros placeres ,

    de nuestros deseos p r j el bien del d los

    dems; y cuanto mayor es aquel sacrificio, tanto mas gramde es el

    mrito de la virtud. No aspiremos la perfeccin , que es dada

    muy pocos: contentmonos con una virtud comn, pero prctica.

    *^No hagamos otros lo que no quisiramos que nos hiciesen

    e l los :

    este es el fundamento de la moral. No mintamos, ni engae-

    mos , porque no quisiramos ser engaados: el mentiroso nunca es

    cre ido : la verdad leja de serlo en su boca: todos le ev ita n : no tiene

    amigos verdaderos; y los que hoy le desprecian, maana le detestan.

    H oy su m entira es inocente : luego lleva la m alic ia: jura para que

    todos la crean ; y ya en este punto el embustero es un criminal, un

    perjuro ; y el que solo mereca el menosprecio, merece la infamia,

    un presidio, tal vez la muerte.

    Desgnesele algunos de aquellos hombres viciosos, embusteros y

    embaucadores, quienes no hubiese alcanzado la ley, y que vean

    por s mismos, que todo el mundo huye de ellos, los desprecia, y

    habla con disgusto y aun con horror.

    Otro de los vicios mas abominables es la hipocresa: es el de las

    almas infam es, es la mscara de los cobardes : al hipcrita de corte

    de ciudad, de colegio de barra, de regimiento de taller, todo

    hom bre de bien lo dete sta: comunmente es mas grande el m eno s-

    precio con que se les m i r a , que el deseo que ellos puedan tene r de

    la venganza.

    No quisiera yo, que la juventud consumiese su tiempo en lalcci

    tura de novelas y romances morales, sino en una historia positiva y

    real de los viciosos y criminales, quienes hubiese castigado la ley.

    Si Walter Scottf olvidando muchos de sus sueos, nos diese un ex-

    trac to juicioso de la vida de ciertos ind ivid uos, q Jtene^ amonest

    la polica , que castig luego la ley con una m u l ta , Qna corta r e -

    clusin

    que se vieron despus condenados por ella salir la ver-

    genza , al presidio; y despus escapado de l , hacerse un salteador

    de caminos, y un asesino, y acabar, por ltimo, en el cadahalso,

    ba ria un servicio muy importante la humanidad : este libro de

    verdades tiles seria mucho mas precioso, que tantos como salen de

    su pluma , llenos de brillantes quimeras.

    Nada fija la atencin del pu eb lo , ni tiene poder en la infancia,

    como la realidad de las cosas: es el imperio de la verdad : un hecho

    sieqipre es posible, y siempre verdadero: los de la historia del hom-

    bre no sern inenos interesantes; y las realidades reemplazarn ios

    romances.

    TOMO V I. a

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    ( l o )

    Y o enseara mi alu m no , con el ojemplo en la m an o, que

    puede ocultarse en las tiniebla s, una culpa aislada, un crim en c o n -

    tra el orden soc ial, y el bien de nuestros sem ejan tes; pero que es

    imposible que no se descubran m uchas cu lp as , y mu chos crmenes

    de una misma especie: la historia de los tribunales nos ensea, que

    rara vez es castigado el hombre por su primera cu lp a: rara vez

    muere un gran criminal sin que la ley lo castigue; y rara vez ocul-

    ta el vicioso sus delitos, de modo que no acabe deepreciado y detes-

    tado de los hom bres. N o esperemos un milagro para cada una de

    nuestras acciones: un delator calumnioso recibir hoy la recompensa

    de su gran crimen; y mientras que sus vctimas se consumen en un

    cala bo zo, com er en fonda , pasear en litera , y vivir un palacio;

    pero llegar su dia, y ser abominado, y detestado, y feufrir, no el

    rigor de las reconvenciones de un a conciencia p u r a , que no tien e,

    sino la severidad de las le y e s , y la inexorable vengan za del D ios

    que protege la inocencia y la virtud.

    A si ensear m i alum no la funesta tendencia de los hb itos,

    y le dir : no te acostumbres m c n li r, porque m entirs siempre:

    no tomes nada de nadie, ni aun por pasatiempo, porque maana se-

    rs un lad ron zue lo, y al otro dia un gran la dr n :'' de este modo

    hab r coinenzado darle una educacin pr c tic a, la que podr

    tambin concurrir mi muger, y la cual es infinitamente mas precio-

    sa , que la que com unm ente se da la juv en tud , que se form a, c r e -

    ce y sue le llegar la edad de veinte a o s, sin haber conocido el

    mundo: entra luego en l, y encuentra, que no es el de los libros, y

    tiene que abandonar los principios que aprendi, como sueos de vi-

    sionarios, y quimeras de colegios. Yo no quiero que mi alumno ame

    hr virtud por inters, sino por su belleza y encanto.

    Dejaremos esta materia para la Carta siguiente.

    Manu el Mara Gutirrez

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    ( )

    COMEUCIO.

    Francia.

    D ecr eto de 6 de junio. A rti cu lo i.*' Los derec ios de

    entrada de las m er ca de ra s, que se expresarn , quedarn reducidos

    dos meses despus de la publicacin del presente decret; saber:

    Madera de cedro

    y de

    acayoiba 6 anacardo

    la mitad d Tos

    derechos fijados por leyes de 2 8 de abril de 1 8 1 6 , y 7 de junio

    de i S a o , cuando fuesen importadas directam ente de pases situados

    fuera de Europa, y en buque francs.

    Madera de ^bano

    , id. 4 francos por kilgrama (u n kilgram a,

    dos libras, dos onzas y trece adarmes , peso de Castilla).

    Madera do

    sopan

    y cara gna , id. importada directamente por

    buques fran ceses, de paises situados al oeste del cabo H o rn : pieles

    brutas curadas, peletera, quina, vainil la , carao, y ruibarbo, bajo

    las mismas condiciones, la mitad de los derechos de entrada.

    Algodn de larga seda

    el mismo derecho, que el de

    corta seda.

    Artculo a.^rLos derechos de salida de las mercaderas, que se

    designarn, quedan reducidos; saber:

    Vino en pipas en ba rr iles , una cntim a por hectolitro (4 9

    azumbres): en botel las, c inco id.

    Mquinas tiles instrumentos mecnicos

    para las artes y o fi -

    cios , asi mo nta da s, como en piezas su elt as , y cuya exportacin f u e -

    se permit ida por la ley de 37 de marzo de 1 8 1 7 , ' / ; po"" >o o de

    u valor.

    A rtcu lo 3.*' Los derechos de entrada de las a lfom bra s, y n i -

    tratos de sosa y potasa; y el premio de salida, que gozan hoy la ca-

    simira, y otros tegidos batanados, continuarn como lo estn, y se

    exigirn aqu ellos, y se pagar s te , con arreglo los decretos de i 3

    d e m a rzo d e i 8 3 i .

    Los fund am entos de este decreto so n: la reduccin del derecho de

    salida sobre las mquinas instrumentos m ec ni co s, hacia ya m u -

    cho tiempo, que el comercio la reclamaba: prohibida, antes de aho-

    r a ,

    y reducida despus un derecho de 2 por 100 de su valor, era

    hoy iniit il la prohibicin, y excesivo el derecho; porque ni aquella,

    ni ste teuian un objeto de conveniencia pblica, cual haba sido el

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    I . )

    de reservarse la Francia el exclusivo de los medios del trabajo, que

    deseaba tener secretos. Esta especie de restriccin, en el dia, era en-*

    teramente vana, atendidos los progresos que b^cen, en todas partes,

    la invencin y la perfeccin de todos los ramos de industria , y la

    sama facilidad con que se difunden los conocimientos , por m edio de

    los dibujos sobre escalas: todo el efecto de la proh ibicin , de un

    derecho alto de salida, seria impedir que las mquinas fuesen, como

    deben se rlo , un objeto de fabricacin pr op ia, y de cambios T en -

    ta/osos.

    E n las mismas razones se funda la reduccin del derecho de s a

    lida de los vinos, porque las mismas necesidades tiene que satisfacer

    el G obierno. E l arancel vigente es bastante m ode rado ; pero no se

    ijinda en ningn principio slido de economa polt ica ; importa

    m u c h o , que el estado evite hasta la apariencia de agravar las m u

    chas circunstancias, que se oponen la exportacin de los productos

    de la vid.

    La reduccin del derecho de entrada de algunas maderas exti

    cas necesarias para las obras de ebanistera, aumentar el trabajo de

    los obreros, libertando la industria de la anticipacin de un dere

    cho bastante considerab le, y extender el consumo. ;

    L a reduccin de el derecho que pagan m uc ho s artc ulo s, que

    pueden importar, directamente los buques franceses, db los paisas s i

    tuados al oeste del cabo Horn , establecer aquella tasa diferencial,

    que hasta ahora no se haba establecido, como para las principales

    mercaderas de la India, y que es absolutamente indispensable para

    estimular la navegacin de largo curso.

    El derecho que hasta aqu han pagado los algodones en rama de

    cierta especie , conocidos con el nombre de

    larga seda

    , .se fundaba

    nicam ente en el mayor v a lo r, que stos tenian , con respecto los

    de

    corta seda

    pero.esta razn ya no existe , porque los mtodos de

    la fabricacin se han mejorado ta n to , que los algodones d e o rta

    seda , cuyas excelentes calidades se confunden con los de larga seda,

    dan casi unos mismos res ulta do s; fuera de que esta disposicin la

    reclamaba la indu stri a, ser tambin un acto de equidad para los

    paises productores del algodn, larga seda, los cuales ofrece gene

    rosamente los medios de concurrir aquellos mercados, sin incon-r

    veniente al guno , antes por el con trario , con el beneficio de su rti r

    las fbricas francesas. Co rresponder y estar en perfecta arm ona

    con la que aquel Gobierno acaba da tomar cn.favor de los vinos, ea

    uupais, como la Francia , que ofrece tan grandes salidas.

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    *3)

    Se aa to rl za , por otro de cr et o, la entrada condicional de los

    aceites de C olza lino y adormideras procedentes de los pases ex-

    tra ng er os , cercanos al R h in , efecto de purificarlos en la Alsacia,

    Y

    reexportarse la Suiza: las condiciones que se sujeta esta medida

    estn muy sabiamente combinadas para precaver todo abuso, y ase

    gurar los intereses del tesoro, y de la agricultura francesa.

    Francia 18 de junio. Por un decreto de S. M . se m an da , que

    los baq ues franceses procedentes de los puertos del Reino unido de

    Inglaterra y de Irlanda, de sus posesiones en Europa, no paguen

    en adelante, por derecho, y medio derecho de tonelada, mas que

    uu franco y 5o cntimas por cada una , entendindose lo mismo con

    los baqu es britnicos procedentes de los mismos p u ert o s, con carga,

    sin ella.

    EgiptQ.

    Escrbese de Sm irn a, que un bricl: francs procedente

    de A lejand ra, entr en aquel puerto el 27 de A br il, y llev U

    noticia que M chem et A l habia pasado notas todos los agentes ex

    trangeros en Egipto, declarando que sus diferencias con la Puerta

    no alte rarian las relaciones m ercantiles , y ofreciendo solemnemente

    proteger el com ercio, por todos los medios que pu die se , y castigar

    los piratas, si habicse algunos, que se quisiesen aprovechar de las

    circttostancias actuales.

    San Esteoan 7 de Ju n io . Escriben de Leipsicl:, con fecha 20

    de m a y o , que hace 2 a os , que no se ha visto una feria mas rica,-

    ei artculo de sedera es el que se ha vendido mejor.

    Habana 29 Abril..Hay mucha actividad en el comercio. Es de

    pr es um ir, que el azcar bajar de precio el mes de ju nio: el p ro

    ducto de la cosecha excede en 80.000 cajas al del ao ltimo, y la

    exportacin desde i.** de enero ha sido l o ^ . o o o cajas^ y la del caf

    S i a . o o o arrobas. Las ventas son len tas, sin duda por las ltimas

    fiestas: los precios corrii^tes son: la terciada de 5 7 rs. plata: la

    Manca de 10 11 V^ *l c a l e , segn su calidad, de 9 11 ' / , p e-

    01. Cambia sobre Loodreiidk 9 ^ 10 p . 1 0 0 : sobre Par s la par;,

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    o

    VIAGES MODERNOS.

    El Redactor de N ew -Y or k del 3 del mes de setiembre de 1831

    contiene la curiosa relacin siguiente:

    El sbado pasado llegd este puerto la goleta Antartic, capitn

    M or re l, despaes de una ausencia de dos a o s, en cuyo tiempo ha

    estado haciendo el trfico en las islas del Pacfico del Sur, habiendo

    perdido 19 hombres de su tripulacin en un encuentro que tuvieron

    con los habitantes de una isla recien descubierta.

    E n

    f

    Morning Courier se han publicado muchas pa rticu larid a

    de s en este viage que eslan llenas de in te r s, por lo que extracta-^

    tnos lo mas nota ble. ,

    La

    Antartic

    se hizo la vela de N cw -Y o r k en setiemb re

    de i 8 a 8 , para ir cargar pieles de foca s, como vulgarm ente se

    llaman, becerros marinos. En octubre siguiente toc en las islas de

    Cabo Verde, donde embarc la sal necesaria para preservar las pie

    les que esperaba acopiar. D esde all tom el rum bo de la N ue va

    G elandia; pero salindole vanas sus esperazas de conseguir all p i e

    l e s ,

    determin el capitn variar el viage, y dio la vela para Manila.

    En la travesa se encontr el

    3 de febrero con un grupo de is^

    las , seis en n m e r o , las cuales no estando en la carta , las llam

    el grup o de

    Westerjield

    Son pequeas, y una cresta de rocas cor

    re de una isla i otra. A l dia siguiente descubri tier ra otra vez v

    ha ll qu e era otro grupo de islas qiie se extenda com o 7 5 m illas

    de Norte Sur, y no hallndose stas tampoco mencionadas en nin

    guna carta , las llam el grupo de

    Berght.

    Aqu se comunic con los

    naturales , pero no le fue posible obtener de ellos informe alguno en

    cuanto las ventajas aliciente que proporcionaban sus islas; y asi

    continu su camino. El dia a5 vio tierra otra Vea, que era una isla

    larga y baja, que parrcia llena de arcos, sin ver, sin embargo., ni-U

    gun rastro de ha bita nte s, y la llam isla de

    Livingston.

    El 9 de

    marzo lleg M a n il a , y all se resolvi equipar su buque para

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    ( i 5 )

    liacer u n viagc las islas de

    Feje

    en busca de un cargam ento de

    Beach le Mar

    ( i ) , c a r e y , c .

    P a ra proseguir su viage zarp de M ani la e l i a de aL ri l , y d e s

    pu s de pasa r las is las de has y-Wallace el 9 de mayo puso el

    nombre de

    Maticas

    seis is las b a ja s, donde los na tur ale s vinieron

    en co ntra r con l , pe ro viendo qu e no tena n cosa q ue mereciese la

    ate nc in , fue corta su perm ane ncia . Los natu rale s le indicaro n que

    m as al N o rt e enc ontra r a gran cant idad del ar t c ulo q ue buscab a.

    Siguiendo la d i reccin que le h ab lan d a d o , pas u n gru po de is las

    l lamadas por los naturales Tama Tam; otro grup o de nom inado en la

    arta del Joven Guillermo , y las islas de Monte-verde Santo.

    E l capi tn M orr el parece ha be r tenido poco t ra to con los n a t u

    rales de estos lugares, y esto solamente por conseguir de el los algu

    nos cocos y fruta del p a n , habindo se cerciorado de que no posean

    ot ra cosa. M orr el describe estos h om bre s como notable m ente al tos

    y robustos, hacindole sospechar algunas veces por sus movimientos,

    q u e tena n in tenciones hos t i les , y o t ras los vcia perfectamente p a c

    ficos y sin armas.

    1 22 de ma yo ocu rr i un ac c id en te , qu e no l e hab an dado

    importancia , pero que ha s ido anotado despus cuidadosamente como

    un o de los sucesos ma s se alados del vag e. TJn paja ri to tan neg ro

    como la t in ta v ino bordo de la goleta , y no le pudieron echar de

    el la . Algunos de los de la t r ipulacin, con la credul idad de marine

    r o s ,

    creyendo ser ave de mal ag ero quc r iau m at ar le , pero co m

    plac ido e l cap i tn de su per fec ta m an se du m br e , de te rm in co nse r

    va rte la vid a, A l dia siguiente fueron desc ubie rtas un as islas que

    se dio despus el nombre de Islas del Degello y el pajar i to a l ins

    tan te vol t ie rra . M uc ho sent im iento ha h abido despu s bo rdo ,

    por hab er le de jado esc ap ar , porque m uchos l e ha n a t r ibu id o insen -

    satame,nte las desgracias que se siguieron.

    1 3 de m a y o , p u e s , estaba la goleta la vista de seis is las

    todas pequ eas con una cadena de rocas que l as a t ra ve sa ba , co r ta

    da t recho s por un cana l peque o de como t o o y ard as de anch o.

    Las is las parecan muy fruct feras , y se vean var ias canoas grandes

    del lado de ade ntro del ar re ci fe , y habiend o m and ado al l e l bote

    y encont rando- con m ucho

    Beach le Mar

    de excelente cal idad , d e

    ter m in el cap i tn po ne r los medios de conseguir un cargam ento

    ( ) ) Es un pescado i que los chinos son muy aficionados, y el cual pa -

    San precio alto; no (|bemos cul ser su nombre en castellano.

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    , 6 )

    de este g^nfiro en aqnel parage . Despus de dar fondo y hacer vei*

    preparativos necesarios, se mand tierra pa rte de la tripulacin

    el 26 , con el objeto de desmontar el terreno de rboles y maleza y

    fabricar una ca sa , donde gua rdar el Beach le Mar curarlo y pre

    pararlo para poderlo transportar.

    Los natura les hab ian venido la banda de la. goleta en varias

    canoas gran de s, trayendo cocos y conchas. Ellos e ran neg ro s, de

    grande estatura , y algunos parecan m uy agudos. N unca hablan

    visto ningn hom bre bl an co , y asi creyeron que los que iban en

    la goleta Antartic estaban pintados de blanco, y procuraban restre

    gndose da r su cutis el mismo color que el de los extrangeros. Sus

    ideas estahan reducidas al pequeo grupo de islas en que vivan ,

    aunque tenian unas imperfectas nociones de otro grupo que est

    alguna distancia del su yo, de donde ellos crean que proceda la

    goleta.

    La tripulacin del bote haba levantado una fragua en tierra ;

    los naturales robaron algunas herramientas del arm ero , lo que* i n

    dujo al capitn mandar otro bote con una tripulacin bien arma

    da, y as se les oblig volver las cosas robadas; pero entonces se

    manifestaron los naturales en actitud host il, sacaron sus arcos y s

    prepararo n para la descarga. Las tripulaciones determ inaron ap od e

    rarse de la persona del gefe principal, lo que efectuaron y le lleva

    ron . bordo con otros m ucho s; mas ellos se echaron por la noche

    al agua y llegaron nadando la orilla.

    A la maana siguiente la gente fue tierra trabajar como de

    costumbre. A las ocho volvieron la goleta almorzar, dejando tres

    hombres en tierra para cuidar las h erram ientas; 33 de los n a tu ra

    les cercaron estos tres y estaban punto de comenzar el ataq ue ,

    de que desistieron solamente porque vieron qne haba vuelto el bote

    tierra. Al medioda salieron de las otras islas varias canoas, y te

    miendo el capitn que rompiesen las h ostilida des , reforz la gente

    de tier ra hasta completar 21 ho m b re s, y recomend al oficial que

    los mandaba la mayor precaucin contra las asechanzas de los na tu

    rales , de lo que l sin duda no cuid m u ch o , porque stos poco

    despus les dieron un repentino y vigoroso ataque general desde el

    m on te ; dos de la tripulacin que estaban en el b o te , tuvieron ju s

    tam ente tiempo para desatracarle. Guando estuvieron fuera del ah-

    cance de las flechas se m antuvieron la vista y recogieron tres,

    que se liabian salvado nadando. La lancha que despach el-capitn

    con diez hombres armados al or la algazara de los naturales^ salv

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    7 )

    dos hombres mas, habiendo destrozado todos los demais con excep

    cin de uno, cuyo hado mencionaremos despus.

    capitn Morral se encontr imposibilitado de proseguir el ob

    jeto de su viage, con una tripulacin tan disminuida, v por consi

    guiente determin regresar Manila, para conseguir un refuerzo de

    gente. Lleg el 3 5 de junio, y habiendo embarcado 14- hombres

    m a s ,

    sali otra vez el 8 de agosto. E l i 3 de setiembre lleg otra

    vez las islas donde haba perdido su gente, y por cuyas circuns

    tancias las llam

    Islas del egello

    pero no bien habian dado fondo,

    cuando fue atacado por los naturales en sus canoas, los que sin em

    bargo tuvieron que retirarse por el vivo fuego que se les hizo desde

    la goleta.

    Poco despus lleg la goleta una canoa pe qu e a, en la que

    con regocijo universal de cuantos estaban bordo, hallaron uno de

    sus antiguos compaeros, Leonardo Shaw , quien al tiempo de la

    mortandad se escondi entre la maleza del bosque y se libr del de

    gello. Asi permaneci oculto quince d ia s , subsistiendo de cocos,

    cuando fue descubierto por los naturales y herido cruelmente.

    El capitn Morrel supo por este hombre, que estaban colgados

    la puerta de la casa del cacique los crneos de 13 de sus compa

    eros , y que pocos dias antes habian tenido los natu rale s una cn-^

    snlta entre s , sobre m atar y comer al m ismo declarante Shaw ;

    pero que lo habian dilatado por estar ausentes algunos de los caudi

    llos , y despus le m andaron bordo con proposiciones al parecer

    pacficas. Mientras estuvo Shaw en la isla, fue empleado por los na

    turales en fabricar cuchillos del fierro que habian obtenido del bu

    que; era tratado muy mal, dndole apenas comida bastante con que

    poder vivir. l representa la isla como bajo el dominio de un caci

    que que manda con poder absoluto; cada una de las otras islas tie

    ne un gefe subordinado con otros muchos que dependen de l. Dice

    que no pudo descubrir entre ellos ningn asomo de religin, ni

    apariencia de reverenciar un poder supremo. Los gefes practican

    la poligamia, pero los dems en general no tienen mas de una mu-

    ger: stas son castas y recatadas, porque sus maridos las matan sin

    escrpulo alguno por la menor sospecha de infidelidad. Shaw cree

    que matan todos los nios excepto los del Cacique, no habiendo per

    cibido ningn otro entre ellos. Sus chozas son fabricadas de carrizos

    y de ramas del rbol de coco, cuyo fruto, pltanos y pescados es

    todo su alimento. L as islas estn todas cubiertas de bosques, en

    que solo hay algunas sendas angostas de p i e , y las chozas es -

    ToMO V L 3

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    i 8 )

    tan solamente en la cos ta del m ar por la conveniencia de pescar.

    P a ra proteger la gente que trabajaba en tie rra hizo el ca pi

    tn Morrel construir una especie de batera sobre las copas de dos

    rboles grandes como de 4 o pies del suelo y montada por 4- ped re

    ros de b ro nc e , colocando en ella 16 hom bres de los de mas co n

    fianza con fusiles y prov isiones, pe ro apenas se haba concluido,

    cuando vinieron los naturales en gran fuerza y atacaron los hom

    bres de abajo ; entonces con gran asombro suyo se rompi el fuego

    de la bate ra sobre ell os , y fueron rechazados con gran prdida.

    Pasamos en silencio, dice el Morning Courier,la compra de la

    isla hecha

    U gefe , la muerte de ste y otros pormenores. Todos

    los esfuerzos del cap itn M orrel no fueron bastantes p a ra . pacificar

    los hab it an te s, quienes continuaron las hostilidades pesar de la

    mucha prdida que tuvieron y del incendio de sus chozas, hacin

    dole coa el tiempo perder la esperanza de conseguir ningn carga

    mento

    t

    pescado en sus playas.

    E l cap itn M orrel continu todava su viage hizo otros m u

    chos descubrimientos, que son ya propiedad suya, y espera volver

    cosechar el fruto de ellos en otro viage mas propicio.

    Mr. Morrel ha trado consigo uno de los naturales de la isla

    del Degello y otro de otra que descubri despus, los cuales

    se ensean al pblico en

    Tammany Hall,

    como objetos de cu rio si

    dad . Su intencin es volver con ellos su p a s , donde espera que

    el buen trato que les ha dado le asegurar mejor recibimiento entre

    sus paisanos, y que los conocimientos que habrn adquirido aqu,

    sern los medios de introduc ir entre ellos algunas de las ventajas

    de la civilizacin.

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    ( 9 )

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    nia, la context yo , qne

    todo se andar si el palo no se rompe

    y trazas

    lleva el tal seuo r de n o dejarlo tan p ro nt o. Ma.s si bien es cie rto qn e la

    hice callar, no asi call mi imaginativa que roe inclin pensar qne la chica

    podra tener razn, y que si en lo sucesivo hablamos de juzgar con acierto

    de los dramas que nos presente en sus cuadros familiares, era indispensable

    an te todas cosas hacernos to ma r con ocim iento exacto del lugar de la escena.

    Fue tanta la fuerza que me hizo esta consideracin que me determin

    escribirle V . , y para mas emp earle en mi obje to, y sin que sea vist o

    querer intro du cirm e en su te rr en o, me ha parecido conven iente hacerle

    un a ligera descripcin de la casa en que yo viv en M ad ri d , por si en ella

    encuen tra alguna algunas circunstancias que puedan aplicarse cm od a-

    mente las dems.

    Per o antes de dar prin cipio mi bosquejo ser bien enterar V . de

    que mi marcha M ad rid , fue conv idad o por los veraces ofrecimientos de

    un antiguo amigo, sugcto de consideracin en la corte, el cual exigi de mi

    la circunsta ncia de haber de habitar en su ca sa, con el objeto de iio ap ar -

    tarn os un pun to en m is correras por el pu eb lo; la posicin social de m i

    am ig o, y sus mas que medianas facultades, me conv enciero n de que sus

    ofertas no le serian molestas, y acept el convite.

    D i fondo en un a de las cinco grandes calles que desembocan en la

    famosa puerta del S o l, y delante de un luengusittio casern . La m ultit ud

    de sus balcones y ve nta na s, la elegancia de su pintu ra an rec ien te, y las

    denlas circunstancias qne constituan su adorn o exte rior , me afirmaron en

    la idea de que iba habitar en un palacio y en el seno de las como didades;

    per o puse el pie en el po rta l, y desapareci la ilu si n , echando de ver po r

    m i desgracia que este era el prim er petardo que se m e ofreca en M adrid.

    Po r de p ro n to , el tal portal era medianamente estrec ho , oscuro y pr ol on -

    gado, y la mitad de su espacio hallbase acotado por un remendn de zapa-

    t o s , qu e falta de po rtero egercilaba no mal el oficio de de spe rta do r; la

    ptra mitad se hallaba interrumpida por el

    doble

    y repugnante depsito i n -

    dispensable en los portales de la corte; por manera que para ganar la escala

    fr a forzoso atravesar ent re am bos escollos: es verdad que en logrando p i-

    llar sta , ya podia un o olvidarse de aq uello s, para ocuparse exclusivam ente

    en las rev ue ltas, desniveles y tortuosidades de ta n ingeniosa arq uitectu ra;

    solo tenia una co ntr a tan prolijo ex am en , y era qne si por casualidad se

    oian resonar en la parte mas alta las rotun das pisadas del aguador as tu ri a-

    n o, no habla m as remedio que volve r bajarse hacer que l volviese s u -

    bir, por la imposibilidad de hallar paso simultneo. El adorno de tan mag-

    nfica escalinata era correspondiente, y consista en una barandilla de hier-

    ro enemiga natural de todo guante de color, unas ventanas que daban un

    pa tio, cubiertas con vidr ios verduscos y ennegrecidos por las moscas

    excepcin emp ero de algunos mas claros que los de V en eca , por do nde se

    tran sm ita n o solo la luz sin o el aire y el ag ua ), y en lo alto de toda la f -

    brica un tragaluz, que propiamente se la tragaba y an tambin una nu-

    merosa cohorte de vichas cenlpdos que habitaban aquellas regiones. Delante

    de la meseta principal u n vaso de vidr io enclavado cerca de una ven tan illa

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    2 l )

    pres taba su escasa luz d u ra n te las pr im er as ho ras de la noche. P o r l t im o,

    en cada descanso haba dos t res mas puer tas que indicaban otras tantas

    ha bi ta c io ne s sepa rad as , y a l ]ado de cada una colgaba u n pedazo de corde ,

    u n h i lo d e a l a m b r e ,

    un a cadena tosca de hi er ro pa ra l lama r . Exce ptanse

    s in embargo a lgunas puer tas de l p i so t e rce ro , donde s in neces idad de l l amar

    sol an abr i r a l menor ru ido de botas .

    M i am ig o , segn pu de aver ig uar du ras pe na s , ocupaba una de l as

    habi tac iones pr incipales N o puedo negar V, que la pr i m era vis ta de e lla

    m e cau.'i m ucha ex l racza , no ace r tando en co n t r a r la mas mn im a a n a

    loga entre las circunstancias de el sugeto,

    y

    las de la habi lac ion; pero poco

    poco me fui con ven cien do d e que to do consiste en los nom br es de las cosas

    m as qu e en las cosas m ism as , y que ta l p odr ia m i parec erm e es t recha y

    mezquina venta que no fuese s ino esplndido y cmodo cas t i l lo . Despus de

    un a antesala qu e po r lo breve pod r ia pasar po r es dr j ul o , se en tra ba en e l

    g r a n

    saln

    que consis t a en un

    cuadri

    n o m a s

    longo

    que de u no s t r e in ta

    pies por veinte de ancho. Compart an la pared de fachada dos balcones , de

    jan do en el me dio un espacio suficiente para un esp ejo , un a mesa con u n

    relo x y dos qu in qu s . La p in tu ra de toda la sala era sencil la de color de

    caa in t er ru m pi da en las esquina s po r fa jas de ot r os colores : un sof , una

    docen a de si l las, cu at ro chu che ras en las r in co n er as , .seis vistas de la

    Sui-

    za

    en las pa red es , un a m odesta lm pa ra pend iente del techo y un velador,

    colocado debajo concluan e l ad or no del sa ln pr inc ip al : e l

    gabinete

    i n m e

    d ia to jugaba por el mism o es t i lo , s i b ien os ten taba dos m uebles m a s , s a

    ber : e l indispensable brasero , y una jaula dorada cerca del balcn. La a lco

    ba pr in cip al no tenia mas re lieve qu e la cam a l isa , l lan a , y l impia de c o l

    gaduras y garambainas . Pasbase despus unos

    dormitorios

    guisa de c a

    m aro tes de f ra ga ta , tan espaciosos que e l du rm ien te poda m uy bien fo r

    m ar se una perfecta idea de so lt im a m an si n. E n seguida m e oste nt mi

    amigo sus

    galeras

    que era n dos co rredo res cuyas inevi tables paredes se

    iba n desgastando en los codos de los t rans e nte s . Estas es taban ado rnad as

    con colecciones m uy entre te nida s de m apas de las provin cias de Valaqu ia y

    Moldavia .

    T a m b i n te n e mo s a q u n u e s t r o j a r d n ' ' ( me d ijo a s o m n d o me u n

    es t recho pa t o dond e cam pab an has ta unos ocho t i e s to s , y cuya e leva

    da a l t ur a cruz ada en todas d i recciones de cue rda s l lenas de rop as puestas

    se ca r , le dab an c ier ta semejanza a l in t er ior de un bu qu e emp avesado) .

    Luego me llev al

    comedor;

    verdad es qu e entonc es es taba haciendo de

    sala

    fe a o ; despus m e m ost r su / ud ib , cuya s vis tas agradables sobre u n

    tejadil lo le hac an m uy pro p sito para el caso. Y el

    tocador

    de tn es

    posa Ic dije yo ? Ya le he m os dejado ad ela nte en aquella pieza, do nd e te n

    g o mi

    biblioteca.

    Ta m bi n esa ? T am bi n esa. E n efecto , luego

    pasamos por la biblioteca, y vi sobre una mesa dos legajos de diarios de avi

    sos , una gu ia de fo ra s te ro s , un c a le nd ar i o , un tom o 4- de l Qui jo te y u n a

    novela sen t im enta l qu e el m aest ro de bai le haba pre s tado la se or i ta .

    Por l t imo vimos a

    cocina

    que e ra ancha com o cano n de ch im enea , y t an

    clara como las soledades de Gngora: no tengo uecesidadi de advertir que se

  • 7/23/2019 Cartas Espaolas . 11-1832

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    a a )

    hallaba adicionada con l u tr ec ho r ecin to qne mas lejos de ella debia co lo

    carse , porque ya se sabe qa e sta es circunsta ncia indispensable en las co ci

    nas de M ad rid ; de all se pasaba un a dispensa lo suficientemente hmeda

    para prestar cierto saborete todos los bastim ento s en ella ap ia do s, y p or

    ltimo, se bajaba los

    stanos

    y

    bodegas,

    cuya su extensin era tal que ba-

    bia que mirarlos desde la escalera siempre que estaban surtidos de un carro

    de carbn

    &

    dos arrobas de v ino .

    Tal amigo mi era la habitacin principal de esta casa; juzgue V. ahora

    de las dems. Pues siendo cual era tenia dos tiendas, y en ellas vivan un

    som brerero y nn eban ista; el zapatero del portal dorroia en nn ch iriv ili l de

    la escalera, nn maestro de esgrima en el entresuelo, nn empleado y un co-r

    mercian te en los prin cipa les , un m aestro de escuela y un sastre en los se

    gu nd os; un m dico, una mod ista, y nn abogado en los terceros; un m sica

    de regimiento, un grabador, un traductor de comedias y un barbero ocu

    paban las bo ard illas, y hasta en un desvancilto qne caia sobre stas babia

    encontrado su asiento un matemtico, que llevaba publicadas varias obser

    vaciones sobre las principales alturas del globo.

    Po r lo que m i toc a, bien pronto empec suspirar por las co m od i

    dades que estaba ac os tum br ad o, y asi es que los cua tro meses a ban don

    aquella mansin y volvf esta provincia; pero jurle V. que no pude ha

    cerlo sin notab le deterio ro de m is sen tid os; pues gracias la escasa luz qn e

    el patio empavesado nos suministraba perd algunos grados de vista; mi ol

    fato lleg casi neutralizarse co n las con tinu as exhalaciones de los po zos,

    albatales, comunes y vertederos de la tal casa; por una consecuencia inme

    diata vin o resentirse el ^ s l o qu e siempre tuve del icado, el odo perdi

    su natural fineza con la bataola del za pa ter o, del eban ista, del esgrim idor,

    de los chicos de la escuela y del m s ico , y solo el tacto lleg sutilizrsem e

    hasta un po nt o tal que atajaba en su ca m ino en el pu nt o y hora q ue quera

    las antropfagas chinches que paseaban mi persona en aquellas fementidas

    alcobas durante la hora de la siesta.

    He aqu curiossim o seAor, la pintura fiel de m hab itacin en M adrid:

    ign or o si las dem s hab lo tan solo de las de la clase m edia ) se le pa re ce n, y

    en este ca so , no puedo menos de compadecer V V . porque pagan pre

    cio de oro tantas inconv eniencias, mientras aqu disfrutamos habitaciones

    cm odas y an regaladas po r lo qu e ah cuesta una boardilla. De todos mod os

    espero qne roe contex te para desen ga arm e, y qu e reconozca desde ahora

    uno de sus apasionados en = El provinciano.

    Y

    el parante

    poco deseo so de decidir tama a cnesCion deja po r hoy i

    so s lectores la propiedad de inclinarse al partido que bien q u ie ra n , y al

    provinciano

    la posesin de egercitar su despiadada stira con tra las ca sas

    de Madrid.

    El curioso parlante.

  • 7/23/2019 Cartas Espaolas . 11-1832

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    3)

    EL TRASPONER DEL SOL.

    Qae hermoso y caan brillante

    Por la azulada esfera

    Descendiendo al ocaso

    El Sol su carro muestra

    Cuan luciente le cien

    Su divina cabeza

    Las mas flgidas nnbea

    En celestial diadema

    Los mgicos colores

    Que el prbma reverbera

    En rosados matices

    Bajo sus pies ondean.

    Mil antorchas y llamas

    Iluminan la senda,

    Por veloces giran

    Las cristalinas ruedas.

    Magnficos los cielos

    Su pompa y gala ostentan

    Al astro, que cual Rey

    Sos mbitos pasea.

    De prpura ora cubren

    Las bvedas eternas,

    Con las mas gayas flores

    Que d la primavera.

    Sus pabellones de oro

    Solcitos despliegan,

    O en sos quicios de ncar

    Faustos doseles cuelgan.

    Que luminosos rayos

    i En que visos se anega

    I^ luz como brillan

    lves purpreas hebras

    El Dios v hendiendo ir

    Y con potente diestra

    La cuadriga fulgente

    Detiene en su carrera.

    Todo el orbe humillado

    muda reverencia,

    Iilega entonce

    rendirle

    Tribato en su grandeza.

    Ta un crdeno celage

    Veloz gira, y se acerca,

    Y sbito entre luces

    En an volcan se incendia.

    Ya un vapor tremolando

    Velar su faz desea,

    y trnalo en un iris

    Que el viento bate y juega.

    Entre carmn las nubes

    Colmpianse serenas,

    Alfombrando lo.i cielos

    Con ormeses y sedas^

    Mil sutiles neblinas

    Bordadas de oro y perlas

    Cual trasparentes gasas

    Del Sol el disco velan.

    Se abrasan sus rayos

    Y rasgndose, sueltas

    Cual leve tia caen.

    En mil rojas banderas.

    Oh hermoso Dios del dia.

    Que pincel, di, pudiera

    Fingir tus esplendores

    el brillo de tus trenzas

    Parece qae en an trono

    De cristales te asientas,

    Y que mil otros

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    Mil colosos de fargo

    Que vista y mente arredran.

    1 Sol sus caballos

    Afloja ya las riendas

    y rpido desciende

    AI lecho d le esperan;

    Va trasponer los montes

    Y alzando la faz bella

    Sus mismas maravil las

    Mas gozoso contempla.

    Se ve saltar tres veces

    Caal si al cnit quisiera

    De nuevo levantarse

    Con reanimadas fuerzas.

    dando entre esplendores

    El Dios de la ausencia

    Con lnguida luz tiSe

    Las cumbres mas excelsas.

    1 spero Nevada

    Levanta la alba cresta

    Por recoger ansioso

    Las ultimas centel las:

    T su prpura y rojo

    Contrasta en tal alteza,

    Co n la plata que el D an ro

    Derrama en la floresta.

    La mole de la Albambra

    Se desvanece incierta

    Entre el verde sombro

    De oscuras alamedas;

    D acaso entre cipreses

    V la mente suspensa

    Vagar con faz llorosa

    La sombra de Zalema.

    Al fin el Sol bailado

    Del rosicler que siembra

    Al re ino de Neplaao

    Arrebatarse deja.

    Eclipsa el ancho disco,

    Y las ebrneas puertas

    Tras la deidad del da

    El occidente cierra.

    Bardado el orizonte

    De extremo extremo qaeda

    Con una faja de oro

    De azul y de azucenas.

    Acaso mi adorada

    All en la orilla opuesta

    Tambin admira absorta

    Tan celestial escena.

    Gozla al par ufano,

    Que ya por vez primera,

    n mi inocente gusto ,

    Gusto la ingrata encuentra

    bonito.

    El Solitiwio

    En la boda de un Am igo.

    La flor con que las ramas del maniano

    U n t i empo coron Marzo ate r id o .

    Logr po r f in del viento emb ravecido

    Burlar la rabia y el furor insano.

    Dieron para gozarla en nuestra mano,

    Ta transformada en fruto apetecido,

    Ro co m atinal A br il florido,

    Y Agosto ardiente fuego meridiano.

    Asi fue tu pasin; flor delicada

    Cuyo matiz guardse siempre i leso

    Entre hielos, y escarchas, y rigores ;

    Mas boy es fruta hermosa y sazonada,

    Pnes da del himen eo el casto beso

    La merecida palma ta s amores. H. V .

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    a5)

    E^tJita Semanal,

    BENDICIN,

    EN EL

    REAL MONASTERIO

    DE SAN

    GERNIMO

    DE lAS

    BANDERAS Y ESTANDARTES DADOS POR LA EXCELSA M A R A

    C R I S T I N A D E

    O R R N

    AL

    E J E R C I T O

    Y

    V O L U N T A

    R I O S

    REALISTAS.

    lacion. en t e ra d l a ca p i t a l t r ns i t o de S S . MM.. C o n c u r r i e r o n al pa-

    T o M O V I . 4

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    a6 )

    seo del Pr ad o, de gran gala tod

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    ^7)

    sarracenos I ado ram os, SeSor , vuestros d ec ret os , y os damos gracias

    por vuestras misericordias. Pero atin no las creemos cumplidas para

    con este vuestro pueblo; an esperamos un PRNCIPE que haga las de-

    licias de los espaoles; y de todos modos os bendecimos por haber m o ll i-

    Xpilcado los preciosos vastagos de la Real Fam ilia.

    La suntuosida d del te m p lo ; la belleza de sus adorn os y colgaduras i la

    prpfnsion de lucesj la extraordinaria concurrencia, .su feliz y oportuna co

    loca ci n, (*) el m otiv o de esta funcin religiosa y ma gnffira, la presencia

    de nuestro AU GU STO SO BE RA NO , y la de la angelical R E IN A , coya

    noble y sublime in.spiracion era debido un acto tan imponente y grandioso,

    han producido un efecto cuya exacta descripcin no alcanza nuestra plu

    m a ; pero que quedar por largo tiem po fijo en ta m em oria del leal pueblo

    iMdriieuo.

    Las tropas desfilaron despus presencia de nuesti^os amados Soberano,

    qu e se hallaban colocados en ana herm osa tienda de cam paa constru ida al

    intento junto la fuente de N eplo no . El nom bre de M ARA CRISTINA,

    intr pre te fiel de los sentim ientos generosos de su m agnn imo Esposo , v o

    lando de labio en labio, y bendecida generalmente, fue en tan solemne oca

    si n , com o en tod as, un verdadero talismn para el entusiasmo pblico,

    q ue nun ca se desm iente cuan do se trata de poner en evidencia el am or que

    los espaoles profesan ios Reyes, y los principios d s lealtad acrisolada.

    Tenemos la vista los diarios de comercio, art^ y l iteratura de Sevilla

    de los dias 1 3 , i 6 y 17 de junio l tim o, que anu ncian la salida de la s e -

    i iora Enriqueta Cari en otras dos n o c h e s . Las del l a y iG estaban de s

    tinadas qoe diese nuevas muestras de su habilidad musical, y se esperaba

    que su grata voz excitara de nuevo las sensaciones de placer, que ha sabido

    inspirar los filarmnicos de aquella capital de provincia, de quienes habia

    recibido los justos aplausos, que reclaman el mrito y el anhelo de compla*^

    cer. ^ Cinco so n , pu es , las funciones que ha d a d o, renovando el gusto

    qu e ibrm aqtiella ca p ita l, desde la feliz poca filarmn ica, qu e fij la

    Passarnif

    dejndola el sefitimiento de que haya sido tan co rto el period o

    en q ue ha podido osten tar esta cantatr iz, las gracias de su voz y de su p er -

    Mna, y la noble envidia de aquellos quienes la suerte tiene preparada esta

    dicha, y de los cuales puede prometerse de antemano recoger nuevos laure

    les eje cu t la coar ta pieza ofre cida , qu e fue la aria del m aestro Nicolini,

    con toda maestria .Sabemos, que en la noche del a i sal i por la -primera

    vez la escen a, en el teatro de C diz, donde fue tan general el entusiasm o,

    que los vivas y aclamaciones no la dejaban continuar. U muy digna de

    leerse la carta de gracias y de despedida de sta reconocida y modesta can

    tatriz al editor del diario de comercio de Sevilla , inserta en el del domina-

    g I 7 de jun io.

    (* ) Los comisionados para esta funcin m ilita r y religiosa lian sido los scBores

    oUciaies del Ministerio de Guerra Cunde del Real Aprecio, don Francisco de Pau

    la Fenech y Venegas y don Jos Goniale Merino.

  • 7/23/2019 Cartas Espaolas . 11-1832

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    .8 )

    LA TROMPETA

    ^^SMK ^M^

    LITERARIA

    P U B L I C A C I O N E S R E C I E N T E S

    A D V E R T E N C I A .

    El

    juicio

    de las

    obras

    se

    hace

    por l Redaccin y no se

    admi ten

    los

    airtculus

    ya

    formados; solo

    si el

    ejemplar

    de la

    o b r a

    que se

    devuelve

    despusdepublicada. No seexige ninguna retrib uci n perosonpreferidos en el

    turno ios suscriptoresd t s Cartas.Se

    circulan tambin

    los

    prospectos: todo segn

    las bases manifestadas

    en el

    nmero

    4o de

    este peridico.

    B E B E R E S T A T R X B V C I O X I E S BE X OS C O a a E G Z B O K E S

    J U S T I C I A S

    T

    A T n i M T A M I E N T O S

    BB

    E S P A A . O b r a e sc rit a

    por

    los l icenciados

    don

    Manue l

    L.

    O r l i z

    de

    Z iga abogado

    de los

    Reales C o n

    sejos del

    i lustre Colegio

    de

    Sev i l l a

    y

    fiscal

    de

    M a r i n a

    de la

    p rov inc i a

    de la

    m i s m a

    y don

    Caye t ano

    de

    H e r r e r a a b og ad o

    de los

    Reales Consejos

    y del

    i lust re Colegio

    de

    C d i z : t o m o p r i m e r o : M a d r i d a b r i l

    de

    i 8 3 a : i m p r e n t a

    de

    don

    T o m s J o r d n ca lle

    de

    Toledo .

    Se

    vende

    en la

    l i b r e r a

    del

    p rop io

    impresor ca l lede la Concepc in Gern ima 38 rs. en rst ica .

    No

    es

    menor cargo

    del

    buen corregidor gobernar

    la Repblica gue administrar

    en

    ella

    l

    Justicia pues

    ambas cosas miran

    l

    bien pblico

    y d l s

    necesida-

    desde l vida humana.

    BOSADILLA

    en su introdaccion al t. x

    Nada

    mas

    d i s c r e to com o

    la

    sen tenc ia

    de

    e s te c lebre ju r i s -consul to espa-

    S o l s u p o n i e n d o

    los

    co r r eg ido re s

    y

    a lc alde s m ayore s i n t e rv in i en do

    en el

    g o b i e r n o m u n i c i p a l

    de los

    p u e b l o s

    y por

    consecuenc ia nada

    mas

    t i l pa r a

    estos funcionar ios pbl icos como

    el

    t e n e r

    mano compi l ac iones

    del

    cmulo

    legal y pos i t ivo de e st e r a m o i m p o r t a n t e de a d m i n i s t r a c i n que por c a n

    sas

    que no son del

    c a s o e n u m e r a r

    se

    com plica cada

    dia

    indef in idamente .

    C la ro

    es que

    todos

    los

    concejales subal ternos

    de

    jus t ic ia

    no

    pocos of ic inis

    t a s

    y

    co : in tos

    en fin

    t engan

    que

    fr isar

    sus

    in tereses

    con los

    a y u n t a m i e n t o s

    y economa

    de los

    pueblOiS todos es tos re pe l im os

    no

    p u e d e n m e n o s

    de

  • 7/23/2019 Cartas Espaolas . 11-1832

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    ^ 9) , .

    apreciar esta obra inte res an te, y ain por eso urga tan to sn necesidad. Es

    cierto que un letrada haborioso inteligente, y de vasta leccin de libros, pue

    de formarse p ron taa rids resinencs q ue llenen tales va co s; pero estas cua

    lidades uo soB nada volgares en el da, y por otra parte siempre es til para

    el super ior go bierno de que tales con ocim iento s se generalicen , pues asi no

    solo se bar obedecer mas expeditamente, sino que impondr con mas lleno

    de iuStificacion la temida responsabilidad los empleados ma liciosos n e

    gligentes. Por cierto que merecen alto elogio los dos seores L. Ortiz de Zi-

    ga y Herrera por solo el hecho de emprender tal obra, y uias cierto es, que

    nadie con tal n ot ic ia , lOS confu ndir co n el enjam bre de noveles abogados,

    que im provisados por ensalmo al abrigo de desrdenes que llam aron la

    atencin del gobierno, salieron al mondo legal y poltico con el ttulo en la

    m an o y la ignoran cia en tre las dos cejas. Estos laboriosos jvenes han c o m

    prendido la obligacin que contraen los que se dedican al estndio de la Jus

    ticia y del Gobierno de la sociedad humana , y su laboriosidad, y las primi

    cias que ya ofrecen de sus ta re as , dan esperanza de ver en ellos algn dia

    dignos sucesores de los M atienzos, Villadiego , Gm ez y tantos otro s com o

    han ilustrado la Jurisprudencia Espaola.

    La introduccin la obra est escrita en nn biKn tono didctico , mny

    ageiio del estilo farandulereseo de la C u ri a, pues en las discusion es forenses

    asi como hastian los afeites nimiamente retricos, asi tambin deben repug

    nar aquellos discursos fraguados, como suele decirse, flojo hilvn, desmaza

    ladamente y sin nin g n corte ni conveniencia alguna. En esta intro du ccin

    bosquejan su idea los au to re s, y se prop onen la div isin cuate rnaria de la

    o1>ra, cuya p rimer parte trata del gobiern o poltico de los pu eb los ; la se

    gunda del eco nm ico; la tercera del m todo exactivo de con tribu cion es y

    reem plaz os, y en la ltima se clasifican ciertas materias que aun qu e an e

    jas la adm inistracin de justic ia, tienen mas ntim o y natural enlace

    con el presente plan de los autores. Esta divis in no s parece m uy bien , y

    solo hub iram os deseado que se m otivar a el paso de nn a ma teria otr a

    m ostra nd o la afinidad que tu vi es en , com o lo verifica magistralmente A r -

    nald o en su Ins titu a. Esto ayuda eslabonar las ideas en la men te del

    letrado y ya se sabe que el poseer una ciencia no es tan to tener m uch os

    prin cip ios y axiom as en la cabeza, com o el tenerlos ordenados en su filia

    cin rigorosa. Por otra parte, esta es y no otra la diferencia esencial qoe puede

    existir entre un jurisconsulto y un fiel de fechos practicn y paradislero. Los

    seores Orliz y Herrera dividen los ttulos de su obra en captulos y no en ar-

    tcnlos prrafos, en lo cual nos parece haber un error ideolgico, pues la

    palabra

    captulo

    n o encierra una idea subalterna la de

    titulo

    antes bien

    ellas dos significan la gradual inmed iata div isin que adm ite la voz

    libro:

    la diferencia que aparta la sinonimidad de entrambas es que

    titulo

    es la r

    brica de nn

    libro

    que ensea y explica qoe dispone y ordena; y el

    c p-

    tulo

    es la divisin de otro

    libro

    que rdala hechos que cuenta fbulas: aca

    so se podrn confundir, escribiendo vuela-pluma, nn significado con otro;

    per o nun ca se gueden hacer suba lternas nna de otra aquellas palabras qu e

    son iguales en dignidad y que desenv uelven el mis m o ord en de ideas. N os

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    3o)

    hem os detenido en ejla explicacin , ya por no hablar .al vie nt o, y ya por U

    importancia qae damos a exactitud rigorosa siempre que se tratan m a

    terias legales que ensean el mando los uqos y la obediencia los otros.

    Toda la prim er parle de esta obra form ando el tom o prim ero ya dado

    luz , est desempeada co n una erudicin legal m uy pro fun da, con oci n-

    dose por tales m aestra s que los aa tore s han bebido tan to raudal de no ci o

    nes y noticias no solo en los cdigos pa trio s, compiladores an tig uo s, y c o

    lecciones de cdalas y de cr et os , si no qa e lleno s de laboriosidad infatiga^ble

    han con saltado los archivos y secretaras de direcciones y oficinas su p er io

    res del reino, de modo tal que no conocemos libro alguno en su especie que

    pueda rivalizar con este. N o porque los prcticos encuen tren alguna om i

    sin olvido en las varias y complicadas materias que. han desem pead o

    los aatores, crean tener derecho para mirar con desden trabajo tan especio

    so y difcil, pues sabido es que eii las compilaciones, la perfeccin debe bus

    carse no absoluta sino relativa , remedindose tan leve d efecto con ad iccio -

    nes y suplem entos su ces ivo s, cual lo verificaron siemp re n o solo Elizon do,

    Ag uirre y M ar tn ez , sino los colectores de cdulas y decretos pubticado

    desde el reina do del seor don Carlos III hasta el dia. Par a m ues tra de las

    omisiones qne nuestro dbil entender se han deslizado en el primer ttulo,

    no ta re m os , que hablando de los diezmos se han olvidado los aatores el ci - ,

    tar la real orden de i 4 de diciembre de 18 16 en c[ae se fijan las inaltas d e,

    los que contra veng an al p ag o, y la pena de cincu enta azotes para los q a e

    no paedan satisfacer su responsabilidad pecuniaria: todo este decreto cita

    d o , mas que otra co sa , pertenece la jurisdiccin gubernativa. N o h u

    biera sido snperflao el haber aadido continuacin de los diezmos la par

    te relativa al vo to de Sa nt ia go , determ inand o lo que m andan las leyes , lo

    qne observa la prctica y la diferencia que se no ta en el pago en el re i

    n o de Gr anad a: igual adiccion pudiera hacerse relativamen te la Sa nta

    Bula no ser qae los seores Ortiz y Herrera de intento hayan dejado este

    asu nto para cuan do traten de los im pue stos y exaciones. Co n respecto a l

    captu lo de costum bres pblicas, vagos y mal en tre ten ido s, no sabemos si

    los aatores habrn visto un prontuario penal impreso en Madrid princi

    pio de este si g lo , y qa e c ontien e ciertas noticias curiosas sobre stos y,

    otros pan tos gu ber nat ivos : om itim os el sealar p un to fijo el ao de la

    impresin de este opsculo por no teera mano nuestros apantes y papeles.

    La parte del to m o publicado qa e habla d e la enseanza pblica , de la

    polica, del ornato de los pueblos, y de la conservacin de monumentos an

    tiga os , est desempeada con m uch o esmero sin que en ella puedan haber

    tenido los aatores otra guia que sa buen celo y laboriosidad, pues no c o

    noc em os com pilacin alguna qne ha ya tratado estas ma terias separada y

    detenidam ente. El tt ulo no ven o q ue habla de los Ayan tam.ientos abraza

    cum plidam ente s o ob je to , y el captulo que habla de las obligaciones de los,

    concejales y subalternos est perfectamente redactado, y no alcanzamos c

    m o se les escap los aato res el d ar u na breve idea de los alarifes y ala-

    mines pblicos, oficios que anualmente suelen nombrarse en los pueblos de

    alguna con siderac in. P or sup one r que tendr lugar en otra parte de la

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    ( 3 , )

    obra n o echam os de men os qnf algnna idea de los oficios pdblicos qa e en

    dist intas pocas fueron enagenados por la cor on a, y qa e con diversos no m

    bres ba n tenido tanta parte en la adm inistrac in m unicipal. Si por acaso

    no entr en el plan de los antores este ponto para nosotros de bstanle im

    portancia ,

    facilis est litura

    con un pequeo apndice en el tomo inmediato

    est lleno tal vaco.

    . El t tulo dcimo con qae conclay e esta primera parte ea m ny precioso,

    tan to ,por las noc iones que encierra sob re el bne n rgimen de los pueb los,

    com o por un modelo de ordena nzas m on icip eles qie all se propon e. Este

    modelo contiene i ; o a rtculos ordenados en seis tt ul os , donde se derram an

    ideas luminosas sobre las den uncia s, snrtido y venta de al im ent os; di ve r

    siones , ornato pblibo y otros puntos del mayor inter s , que demnestran

    cua n penetrados se bailan los antores de las altas obligaciones del Cor reg i

    d o r , y cuan familiarizados estn con los principios eco n m icos , y con las

    exigencias de nn pueblo civi l izado. Pero con todo esto, el modelo propuesto

    mas bien debe llamarse

    ordenanzas urbanas econmicas

    que no

    mwiicipa-

    tes i n o ser qu e se diga q ue los 1 70 artculos presentados solo son una

    X>equeSa pa rle del gra n edificio legal qu e debe levan tarse para felicidad de

    los pueblos. El cdigo m unicip al es preciso que abrace desde los prim eros

    derechos y obligaciones de la universalidad de un pu eblo hasta las ltimas

    cuestiones de un v ecino con otr o que sean ajanas del orden jud icial, y p or

    lo tanto para bosquejar un proyecto tal y de tanta trascendencia, es nece

    sario una escala mayor y dimensiones mas gigantescas que las escogidas por

    los seores Ortiz y Herrera. Cartas de p obla cin , fueros par ticular es, c os

    tumbres venerandas, combinado todo con los principios econmicos y con

    el espritu de asociacin y de p rosperidad del d ia , exijen grande pre pa ra

    c i n ,

    m ucho estad io y el apoy o m as decidido del gobiern o para presentar

    sobre el orden municipal un trabajo dign o del alto objeto qu e s e dirige.

    Extrangeros de un mrito dist inguido se ocupan con gran dil igencia al pre

    sente en el estudio de nuestra legislacin municipal antigua, encontrando

    cada paso m uchas cosas que a d m ir ar , y que acaso algn dia las verem os

    adoptadas por otros paises. Las ordenanzas otorgadas la ciudad de san Fe

    l ipe Jliva por el seor Felipe Y , es mon um ento qne debe consultarse

    para abrazar casi todos los pontos que puede exigir un proyecto municipal.

    Para facilitar el est ad io de estas cu es tion es, acaso presentarem os en estas

    cartas algn discurso sobre la centralizacin independencia municipal

    pu nt o que tanto divide las alias capacidades econ m icas y estadsticas de

    Francia.

    Volviendo la obra de los seores Ortiz y Herrera repetiremos lo que

    al principio hemos indicado; saber, que dicba obra era ya una necesidad

    imperiosa , y qae la publicacin ser de grande y conocida utilidad, princi

    palmente para los propios Ayu nta m iento s, cuyos individuos deben es tu

    diarla incesantem ente si han de dar expedicin y buen giro los n egocios

    del coman. Las observaciones qne nos hemos tomado la libertad de hacer >

    los autores llevan solo p or objeto la ma yor perfeccin de la ob ra , tanto

    mas fci l cuanto que solo pnede consist ir en adiciones sucesivas, como lam-

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    3 0

    bien se apim u arriba. Nosotros qne tenemos fondaidet motivos para apre

    ciar cual sea boy ia el e

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    E C O N O M A P U B L I C A

    F O M E N T O D E L A M A R I N A N A C I O N A L

    CONSTRUCCIN DE BUQUES PROPIOS.

    C A R T A I V r LTIMA

    Madrid

    3

    de

    ulio

    de

    i833.

    M apreciable amigo: es don Agapito el que toma la palabra

    on ^g-a/jio. N ue str as jarcias ha dicho V . , que no pueden

    competir con las extraas, y que por lo mismo las excluye la isla de

    Cuba, resistiendo dar cumplimiento la Real orden que las pro

    teg a. Permtame V . que le diga, que aqu hay un e rr o r, y una

    equivocacin. Yo he visto las jarcias, que se fabrican en Mlaga, en

    nada inferiores las mejores extrangeras: las del Ferrol y Norte de

    Espaa no les desmerecen; y no hace muchos aos que el cxtrangero

    venia comprar Cdiz las que se hacian en los puntales y agua

    da; sta industria nada tiene de difcil: nuestros camos son de di

    ferente calidad ; y nuestro suelo lo produce abun dantem en te; pero

    aunque no lo tuvisemos, pudiramos suplirlo con el de Riga, y

    nada perderamos en ello. Asi es, que dirigindome una tarde, en

    el a o , me pa rec e, de 1 8 20 , un fabricante de Mlaga muy a c

    tivo y emprendedor, y cuya industria me pareca iba en decadencia,

    le preg un t: C m o e s , que no noto ya aqu aquel movimiento

    que en el ao de 1 8 1 7 ? N o lo hay, me contest, porque no se

    consume mas jarcia, que para algunos jabeques, y dos tres bom

    bardas , que suelen recalar aq u de Ca rtagena; y aunque hace ya

    algunos aos, que no se ha consumido para los aparejos de buqus

    nu es tro s; sin em bargo , el comercio nos la compraba para llevarla

    la Habana: en el dia hasta este recurso nos falta, porque aquella

    sla se surte casi exclusivamente de la extrangera; de modo que si la

    prohibicin de s ta , un fuerte recar go , no favorece la nu estra,

    ni industria acab, y yo y mis operarios, tendremos que aprender

    otro oficio; porque en el estado de decadeacia, por mejor dec ir.

    TOMO V I . 5

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    ( 3 4 )

    de parlisis en que se encaentra nuestra construccin naval, no hay

    que esperar, por aho ra, ni acaso en mu cho t ie m po , que uos anime

    y fomente ."

    Es to explica , amigo m o , el por qu la is la de Cu ha , ha rec ha

    za do , como dice V . , nuestra jarcia. N o es cie rta m en te, porque sea

    inferior la extrangera; ni tampoco , porque sea mas cara: aun que lo

    fu e se , la isla deberia recibirla , y hacer por la M etrpo li el sacrifi

    cio , qu e sta ha ce por ella , excluy endo del consumo , los azc ares

    y frutos coloniales extrangeros para favorecer su produccin : se ha

    dicho, es verdad, que la resistencia cumplir la citada Real orden,

    nace del tem or de que falte la jarcia necesaria para la s necesidad es

    de la is la; mas yo lo tengo por un pretexto, asi como me lo ha pa

    recido tambin el que las harinas espaolas, caso de ser exclusivas

    a ll , pudiesen faltar y producir la ha m br e, en aos esc aso s, en la

    pe nn sula : ambas cosas las oi go , y las recibo como una s hiptesis,

    qu e nunca podran realizarse : otros son los m otiv os ; pero no son de

    este lug ar: bstame haber indicado V . , qu e el hech o es cie rto , y

    la deduccin es falsa. L o m ismo q ue de la jarcia, digo V . de la s

    lonas: fbricas tenemos en muchos puntos de la pennsula ; primeras

    m atefias nos sob ran ; y cuando los veleros del Fe rrol prefieren las

    arag onesas, es n a pru eba , s in rp lica, de que son ti les para su

    consumo, y que no otra cosa falla, que el que nuestra construccin

    lo fomente y generalice. V e V . , pue s, cuan infundada es aquella

    dolorosa exclamacin d c V . : " Q u c lejos estamos de poder ge ne

    ralizar la industria de las jarcias, y lonas, y hacernos independientes

    del ex tra ng ero '' Estam os lejos tnicamente, porque no h ay c on s

    truccin ; hya la : y entonces V . mism o se admirar de v er renacer,

    de entre sus cenizas, tantos ramos de diferente industria, como po

    seamos en los sentidos da s de nuestra opu lencia y pode*-; y , q u

    poco se necesita para que la tenga m os N o hay que hacer m as que

    producir la necesidad; remover los obstculos; obrar roas bien nega

    tiv a , que po sitiva m ent e, aunque la idea no est expresada con toda

    la exactitud lgica.

    Don Caliso Y , b ien ; cm o obrarla V . , s i se hallase en el caso

    de pode r tom ar todas las disp osicio nes, que V . juzgase cond ucentes

    este fin; qu consejos daria "V. sobre ello, si se le pidiesen ? Yo

    creo , que todos estamos eacuerdo en los principios; y ^u e si n ue s

    tras opiniones difieren e n -alguna cosa , no e s sin o en lo accid enta l;

    esto es, en el modo y tiempo de favorecer este importante ramo de

    industria. Q ui n ser el que n o conv enga , en que nos es ti l e x -

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    ( 3 5 )

    plotar la m ina de un trabajo prod uctiro de riqu eza, de pod er, y

    aun de independencia nacional ?

    Don Agapito. Ya be indicad o, antes de a h o ra , aunque de paso,

    y sin objeto entonces determinado , cules serian m is disposiciones,

    si yo pudiese tomarlas , mis consejos, si se me pidiesen. Quise de-

    mostrar los beneficios que produce siemp re un bu en sis tem a, y los

    males que acarrean aquellas medidas econmicas, que se toman en

    fuerza de unos principios generales, de unas'ideas aisladas, de unas

    brillan tes, pero vanas teoras. A h o r a , que V . me circunscribe

    ciertos lmites, y me obliga concretar mi doctrina, le responder

    en cuatro palabras; pero antes me perm itir, que satisfaga la u l -

    tima objeccion, que me opuso, y que me parece toca esencialmente

    la materia.

    M e dijo V . ; y qu iere V . que renunciemos de golpe de los

    auxilios exiran gero s, sin asegurar an te s, con nuestra produccin el

    consumo nac ion al? '' Y o no quiero nada de go lp e: no saco las cosas

    de sus quicios: sigo la marcha pausada, gradual y lenta, que la na-

    turaleza sigue en sus obras: este es mi m od elo ; q ui er o , que hasta

    las costumbres, las leyes, las mejoras, las verdades, todo en fin, sea

    efecto del t ie m p o, de la ilustr aci n, de los adelantamientos de la

    razn human a. Nad a se hace b i e n , sin preparacin : el mejor suelo

    1)0 pr od u ce , ni aun con la mejor sem illa , si antes no se barb echa ,

    y se ara , y se limpia el fruto de todo cuan to le vi cia : por eso soy

    tan enemigo de aquellos no vad ores, que llevan en s u estandarte el

    impo y sacrilego lema de, ^recedant vetera, nova sint amnia.

    Yo quiero, que el comerciante tenga medios de comprar naves,

    con toda la comodidad posible, mientras que no se construyan dentro

    de la na ci n, y que se permita por cierto ti e m p o , que pudiera ser

    de un ao, la compra de naves extrangeras; pero no en el lodo, sino

    en parte; esto e s , Ferrol t iene i c o naves de 20 0 toneladas: cuatro

    quin tas partes de estas 1 0 0 , deberan ser de construccin espaola,

    y la quinta restante de la extrangera: pasado este trmino, deberla

    prohibirse, con lodo rigor, la adquisicin de todo buque extrangero.

    La ley de Aranceles impon e solamente el i por 10 0 los b u -

    que s exirangeros , al m ismo tiempo qu e recarga el dere cho de los

    efectos navali's : yo desearla , qu e aquel se aum entase , mientra s no

    se verificase la prohibicin ; au nqu e , repito , que para an im ar este

    importante ramo de in dustria , ser siempre m i opin in , que se cier-

    ren las puertas para siempre los buques e xira ng ero s, que qu is ie -

    ran inscribirse en nuestra m alr ca la qu e la band era espaSuIa no

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    36)

    tremole sino en los construidos en nuestros astilleros y ri b e ra s s e -

    llndolos y marchamndolos con caracteres indelebles desde que s a -

    lieren de su cuna para que no pueda hacerse ninguna suplantacin.

    Y pues que al cabo del ao debera pre sum irse que el co m er-

    cio tenia ya satisfechas sus necesidades con los buques connaturali-

    zados

    no deberan adm itirse m as ; y sella r resellar y filiar aquellos

    de todos modos para impedir los fr aud es que pudieran inten tarse:

    nuestros cnsules en paises extrangeros deberan vel ar con mucho

    celo

    este p u n to y da r cuenta al Gobierno de lo que observasen

    para precaver el m a l para rem ediarlo. Guando nuestros buques

    filiados hiciesen viage al ex trang ero deberan reconocerse pro lija-

    m ente asi su en trad a como su salida; y sus capitanes pr ese n-

    ta r con los documentos de naveg aci n una certificacin de nuestros

    cnsules por la que acreditasen la identidad del b u q u e y el no h a -

    berse carenado de firme en pas extrangero: la falta de esta sola cir-

    cunstancia deberla bastar para que se borrase de la m atrcula y se

    considerase como ex trang ero con todo su cargamento.

    Aun restaria combatir aquel otro enemigo quien tanto teme:

    la libertad de las provincias exentas: si tanto aman sus fueros sean

    en horabuena extrangeras en todo lo econmico porque no es justo

    que por gozar ellas de sus privilegios sufra la nacin los males de

    un contrabando horroroso y que no pueda el Gobierno de S. M .

    concertar las medidas que rec laman las necesidades de sus pueblos. As

    nos aprovecharamos de nuestras ricas minas de h ie rr o del ciamo

    que se cosecha en muchas provincias del re in o y cuyo plan to ha

    dism inu ido por falta de venta y consumo; fomentaramos las m u -

    chas fbricas de be tu ne s que ya tenemo s y que dan todo el alq u i-

    trn y brea que pueda necesitarse; y las ricas minas de Rio T in to

    que producen todo el cobre que puede