Carrileras en red, fase 1

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CARILERAS EN RED, FASE 1 Día 1 Los preparativos para el viaje llevaron más tiempo de lo pensado, en un momento no creía que lo podíamos hacer, viajar a la zona sur de El Carmen de Viboral a visitar a los músicos populares de esta región, lugar húmedo y cálido, de vegetación diversa y exuberante, grandes árboles y ríos que han denominado un lugar mágico conocido hoy día como el Cañón del Rio Melcocho. Día 2 La salida estaba prevista para las seis treinta de la mañana, la preparación de los víveres y maletas de viaje hacia suponer que todo sería un viaje normal a cualquier otro, pero no fue así, pues la vida misma siempre se presenta de a poquitos para que uno no la pueda descifrar del todo, grandes sorpresas nos esperaban. Salimos en la mañana rumbo a El Cañón del melcocho, varios transportes son necesarios para hacer el trayecto, a cada momento en que nos acercábamos, más evidente es nuestro viaje al pasado. El recorrido desde El Carmen de Viboral, Oriente de Antioquia (6˚04´53.18”N 75˚20´01.25”O, 1214msnm) hasta la autopista Medellín-Bogotá, allí nos encontramos la primer imagen propia de ese territorio, Honorio, un personaje alto y delgado, vestido con pantalón y camisa azul claro, sombrero aguadeño, abundante barba, se hace notar gracias a un perro cazador que lo acompaña y que "late” (ladra) a cada momento, esperamos lo que dura un tinto caliente y un cigarrillo hasta que llegó el bus, las maletas al maletero junto con el perro que es metido en un costal. Los ladridos del animal nos acompañan durante todo el trayecto, la ruta, Belén (6˚10´45.63”N 72˚22´02.79”O, 2083msnm) municipio de San Francisco, pasando por marinilla (6˚10´25.78”N 75˚20´05.05”O, 2089msnm), el santuario (6˚08´18.29”N 75˚15´51.43”O, 2117msnm), Cocorná (6˚02´59.74”N 75˚10´00.68”O, 1141msnm) hasta llegar al corregimiento de la piñuela, lugar donde nos espera un bus de escalera o chiva, llegamos a las 8 de la mañana. Allí en La Piñuela (5˚59´42.99”N 75˚07´48.47”O, 1026msnm), ya se empezaba a sentir una atmosfera diferente, el clima templado de este lugar, la mezcla de los pobladores con los que estamos de paso, las compras de último minuto, los dulces para los niños, la carne, las tiendas que abren, el calentado de frijoles con arroz y carne, el pan caliente, todos se apuran a empacar, hay que esperar a que llegue la escalera, en el rostro de la gente la sensación tiempo vacio porque aún falta por recorrer. Todo transcurre en una cierta calma que solo es alterada por los gritos de algunos personajes que llaman a sus amigos y conocidos para comentar la novedades del día, se revisa de nuevo el equipaje, que nada falte, de pronto, se escucha el sonido de las cornetas de un carro que se aproxima, por el sonido del motor se supone que es grande, quienes saben se preparan porque el que ha llegado no es cualquier carro, es la escalera que nos llevara otro tramo del trayecto. El Carro algo destartalado, con abolladuras, la pintura corroída, el sonido estridente del motor, es conducido por Ariel, un joven de estatura media, que al igual que su carro muestran la manera en que los caminos por donde transita han dejado huella de las correrías y acarreos. Adelante, arriba, en la parte de atrás, que ponga los costales ahí, los animales allá, súbase, bájese que ya nos vamos, mientras la gente guarda, mira y revisa de nuevo sus paquetes. La escalera arranca, el viento en la cara mientras se observa la belleza del lugar ubicado en un balcón rodante, carros de escalera, paisajes que hablan de la diversidad cultural y natural de la región. El Raudal, El Retiro, Agualinda, El porvenir, La Cristalina, Santa Rita, El Roblal palabras que denominan los territorios que hacen parte de la región del Melcocho, para darle sentido a estas palabras y tener un referente mental de lo que son es necesario visitarlos y para ello pasar por el puente que cruza el rio santo domingo, anteriormente puente colgante (5˚55´54.13”N 75˚08´33.83”O, 745msnm). El vaivén de la escalera, el sonido del motor y la madera que se tensiona por lo irregular del terreno, los paisajes cafeteros, las fuentes de agua, son la constante hasta llegar a El Retiro, fonda arriera desde hace muchos años, la casa vieja en la que a su alrededor se ha construido un pequeño poblado, a la sombra de un gran mango que durante muchos tiempos pasados es la sombra de mulas y arrieros que llegan a este lugar como punto inicial o final del camino de herradura (5˚55´54.93”N 75˚08´32.47”O, 748msnm) Es la una de la tarde, Después de bajar las maletas y los costales es necesario contar con la ayuda de las personas que viven en esta región y de su conocimiento para cargar las mulas que nos llevaran trocha adentro, el clima más cálido, húmedo, con poco viento, hace que la ropa se pegue al cuerpo. La necesidad de movilidad, hace pensar en los primeros pobladores de estas tierras y como aún perviven estas comunidades desde hace mas de cien años en el mismo territorio físico, con las limitaciones de acceso y como las mulas y la arriería es útil en el mundo moderno y tecnológico. Los cascos se entierran en el lodo, el sonido de la succión que genera es acompañado de los gritos y silbidos de los arrieros, nos apuramos en seguir el paso de estos personajes aguerridos y toscos, visten de botas, jeans y camisas por lo general de manga larga, de sobrero o gorra si se es joven, el zurriago en mano y siempre pendientes de la carga por si es necesario parar y "requintar” (acomodar) para equilibrar el peso. Ahora la carretera dio paso al camino de herradura, lo desconocido del territorio nos adentra en un lugar que puede ser peligroso si no se poseen las habilidades y conciencia de los riesgos que existen por el solo hecho de estar ahí, las serpientes, ríos, riscos, caminos que se cruzan.

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Realización de ocntenidos multimedia con los musicos campesinos del El Carmen de Viboral-Colombia

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CARILERAS EN RED, FASE 1 Día 1 Los preparativos para el viaje llevaron más tiempo de lo pensado, en un momento no creía que lo podíamos hacer, viajar a la zona sur de El Carmen de Viboral a visitar a los músicos populares de esta región, lugar húmedo y cálido, de vegetación diversa y exuberante, grandes árboles y ríos que han denominado un lugar mágico conocido hoy día como el Cañón del Rio Melcocho. Día 2 La salida estaba prevista para las seis treinta de la mañana, la preparación de los víveres y maletas de viaje hacia suponer que todo sería un viaje normal a cualquier otro, pero no fue así, pues la vida misma siempre se presenta de a poquitos para que uno no la pueda descifrar del todo, grandes sorpresas nos esperaban. Salimos en la mañana rumbo a El Cañón del melcocho, varios transportes son necesarios para hacer el trayecto, a cada momento en que nos acercábamos, más evidente es nuestro viaje al pasado. El recorrido desde El Carmen de Viboral, Oriente de Antioquia (6˚04´53.18”N 75˚20´01.25”O, 1214msnm) hasta la autopista Medellín-Bogotá, allí nos encontramos la primer imagen propia de ese territorio, Honorio, un personaje alto y delgado, vestido con pantalón y camisa azul claro, sombrero aguadeño, abundante barba, se hace notar gracias a un perro cazador que lo acompaña y que "late” (ladra) a cada momento, esperamos lo que dura un tinto caliente y un cigarrillo hasta que llegó el bus, las maletas al maletero junto con el perro que es metido en un costal. Los ladridos del animal nos acompañan durante todo el trayecto, la ruta, Belén (6˚10´45.63”N 72˚22´02.79”O, 2083msnm) municipio de San Francisco, pasando por marinilla (6˚10´25.78”N 75˚20´05.05”O, 2089msnm), el santuario (6˚08´18.29”N 75˚15´51.43”O, 2117msnm), Cocorná (6˚02´59.74”N 75˚10´00.68”O, 1141msnm) hasta llegar al corregimiento de la piñuela, lugar donde nos espera un bus de escalera o chiva, llegamos a las 8 de la mañana. Allí en La Piñuela (5˚59´42.99”N 75˚07´48.47”O, 1026msnm), ya se empezaba a sentir una atmosfera diferente, el clima templado de este lugar, la mezcla de los pobladores con los que estamos de paso, las compras de último minuto, los dulces para los niños, la carne, las tiendas que abren, el calentado de frijoles con arroz y carne, el pan caliente, todos se apuran a empacar, hay que esperar a que llegue la escalera, en el rostro de la gente la sensación tiempo vacio porque aún falta por recorrer. Todo transcurre en una cierta calma que solo es alterada por los gritos de algunos personajes que llaman a sus amigos y conocidos para comentar la novedades del día, se revisa de nuevo el equipaje, que nada falte, de pronto, se escucha el sonido de las cornetas de un carro que se aproxima, por el sonido del motor se supone que es grande, quienes saben se preparan porque el que ha llegado no es cualquier carro, es la escalera que nos llevara otro tramo del trayecto. El Carro algo destartalado, con abolladuras, la pintura corroída, el sonido estridente del motor, es conducido por Ariel, un joven de estatura media, que al igual que su carro muestran la manera en que los caminos por donde transita han dejado huella de las correrías y acarreos. Adelante, arriba, en la parte de atrás, que ponga los costales ahí, los animales allá, súbase, bájese que ya nos vamos, mientras la gente guarda, mira y revisa de nuevo sus paquetes. La escalera arranca, el viento en la cara mientras se observa la belleza del lugar ubicado en un balcón rodante, carros de escalera, paisajes que hablan de la diversidad cultural y natural de la región. El Raudal, El Retiro, Agualinda, El porvenir, La Cristalina, Santa Rita, El Roblal palabras que denominan los territorios que hacen parte de la región del Melcocho, para darle sentido a estas palabras y tener un referente mental de lo que son es necesario visitarlos y para ello pasar por el puente que cruza el rio santo domingo, anteriormente puente colgante (5˚55´54.13”N 75˚08´33.83”O, 745msnm). El vaivén de la escalera, el sonido del motor y la madera que se tensiona por lo irregular del terreno, los paisajes cafeteros, las fuentes de agua, son la constante hasta llegar a El Retiro, fonda arriera desde hace muchos años, la casa vieja en la que a su alrededor se ha construido un pequeño poblado, a la sombra de un gran mango que durante muchos tiempos pasados es la sombra de mulas y arrieros que llegan a este lugar como punto inicial o final del camino de herradura (5˚55´54.93”N 75˚08´32.47”O, 748msnm) Es la una de la tarde, Después de bajar las maletas y los costales es necesario contar con la ayuda de las personas que viven en esta región y de su conocimiento para cargar las mulas que nos llevaran trocha adentro, el clima más cálido, húmedo, con poco viento, hace que la ropa se pegue al cuerpo. La necesidad de movilidad, hace pensar en los primeros pobladores de estas tierras y como aún perviven estas comunidades desde hace mas de cien años en el mismo territorio físico, con las limitaciones de acceso y como las mulas y la arriería es útil en el mundo moderno y tecnológico. Los cascos se entierran en el lodo, el sonido de la succión que genera es acompañado de los gritos y silbidos de los arrieros, nos apuramos en seguir el paso de estos personajes aguerridos y toscos, visten de botas, jeans y camisas por lo general de manga larga, de sobrero o gorra si se es joven, el zurriago en mano y siempre pendientes de la carga por si es necesario parar y "requintar” (acomodar) para equilibrar el peso. Ahora la carretera dio paso al camino de herradura, lo desconocido del territorio nos adentra en un lugar que puede ser peligroso si no se poseen las habilidades y conciencia de los riesgos que existen por el solo hecho de estar ahí, las serpientes, ríos, riscos, caminos que se cruzan.

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La compañía de Arbey Martínez, músico de la vereda El porvenir, ayuda a no pensar en estas situaciones y a disfrutar de los paisajes y los sonidos de la naturaleza, las plantas e insectos. Los caminos pedregosos se interrumpen por pequeñas vegas del rio, las casas realizadas en materiales propios de la región, casi vernáculas, son adornadas por jardines y cultivos de cebolla, así como la mirada de los que las habitan mientras saludan a nuestro paso. El camino va descubriendo a cada momento paisajes, montañas, animales, plantas, quebradas y ríos, el sonido de la naturaleza es interrumpido por momentos por las voces entrecortadas de quienes no habitamos esta región, el clima hace estragos en nosotros, caminamos por cuatro horas hasta llegar a una Vega más grande que las anteriores, algunas vacas nos observan, arboles de guayaba dominan el paisaje en primer plano, al fondo se divisa el inicio del cañón del melcocho, arriba las cumbres de las montañas cubiertas de niebla. Son las cinco y treinta de la tarde, los rayos del sol no logran iluminar las profundidades del cañón, (5˚53´18.82”N 75˚11´14.97”O, 1058msnm), lugar donde pernotaríamos las próximas cinco noches, la selva. A lo lejos, la luz tenue de las velas en las ventanas de las casas que dejamos a nuestro paso. Más adelante se escucha el ladrido del perro que ha acompañado nuestra travesía desde la autopista Medellín Bogotá, ya no se ve pero es inconfundible el sonido que desde las ocho de la mañana es parte de nuestro viaje. Llegamos a la casa de Doña Dolly y Don Raúl, dos de los habitantes de la Vereda El porvenir, quienes han tenido este lugar como su territorio, el hogar donde se crío la familia a través de la transmisión del conocimiento desde la oralidad y a partir de la enseñanza directa de las actividades cotidianas, garantía de esto es la falta de energía eléctrica y de medios masivos de comunicación, las rutas de acceso en deficientes condiciones y el aislamiento natural han permitido que las tradiciones, la oralidad, costumbres, creencias se mantengan en la memoria de sus habitantes. Los primeros pobladores de esta región, provenía del municipio de El Santuario (5̊47´45.95”N 752̊5´43.67”O, 2139msnm) Oriente de Antioquia, eran Familias de Leñadores que recorrían los bosque vírgenes en busca de maderas finas como el comino crespo (Aniba perutilis Hemsl.) para la construcción de las vías del ferrocarril de Antioquia, al principio, cuentan las personas mayores, que solo entraron en busca de la madera, pero con el tiempo se desplazaron y encontraron lugares más propicios para construir una casa, despejar un claro en el bosque y tener ganado, y posteriormente poblar este lugar que es denominado El Cañón del Rio Melcocho, el melcocho es un árbol que se encontraba en esta región en gran abundancia, el cual hasta hace poco no se conocía su familia y clasificación en la botánica en el momento casi extinto en la región, zona endémica de esta especie. Después de comer y descansar del recorrido, vamos a dormir, el sonido del río, la lluvia, los zancudos… sonidos no frecuentes y en medio de tanto silencio irrumpen en nuestros oídos acostumbrados al ruido de las maquinas, me concentro y escucho pero el cansancio es más fuerte que la voluntad. Día 3 Al día siguiente despierto y escucho las voces de nuestros hospederos, me levanto y voy a la ducha para despertar gracias al agua refréscate de este lugar, limpia. El desayuno es abundante chocolate hecho en casa, pan de queso horneado con leña (madera) queso hecho en casa, arepas, mantequilla, todo recién hecho, con los aromas propios y los sabores inigualables a los acostumbraos, después de tan deliciosa exquisitez, nos preparamos para salir a la escuela de la vereda a encontrarnos con los músicos y la comunidad de esta zona de el Carmen de Viboral, la estrategia, un sancocho comunitario. Camino a la escuela pasamos por varias casas, no se observa a nadie en los alrededores, parecen solas, bajamos al rio a ver "El Coica” un remanso en El Cañón, la lluvia ha he continuamos en el camino nos espera Arbey Martínez (Zapote) músico de la vereda y quien aportará las yucas para dicha receta tradicional, sancocho de gallina, caminamos hasta el sembrado, en el camino hablamos del clima y de las frecuentes lluvias, del nivel del río, y de la caza de animales como un deporte del campo, al no tener otras maneras de divertírsela caza es una actividad recreativa para estas personas, es algo aprendido de sus antepasados, de los primeros pobladores de este territorio. Cuando llegamos al cultivo, Arbey saca su machete, corta un palo y labra una tosca herramienta similar a un recatón, arranca una mata y después otra y otra, otra , aun no hay yuca, sin ninguna prisa corta una planta y la siembra de nuevo y dice: para la semilla….coge el palo recién convertido en herramienta y escaba suavemente al lado de los tallos, pronto saca varias yucas, cuando lo hace me cuenta que la música es una manera de relajarse y hacer algo diferente a las labores del campo, que cuida tres finas, y que a ratos coge la guitarra y practica pero que ya no tanto como antes, que le aprendió a su hermana cuando la visitaba, ella le enseño algunos acordes y así conoció la música. Después en la vereda, cuenta, se encontró con otras personas que también tenían ese gusto y practican y sacaban canciones y con el tiempo ya los nombraban como los músicos de la vereda, luego conocieron a un funcionario del municipio, que fue a construir la escuela (oficial de construcción) y en los ratos libres les enseñaba otros acorde y así practicando se fue aprendiendo. Cuenta que su hermano (Javier, Cantautor) daba serenatas en la región, que en una noche muchas veces daban varias serenatas en distintas veredas, que el también lo hizo y la costumbre era nunca cobrar. Desde hace 15 años conforma la agrupación tradicional de la vereda junto con Don Arturo (El Tigre) Y Rigo, Llevamos medio costal de yucas frescas, recién arrancadas de la tierra, de regreso a la escuela cogemos guayabas y hablamos de su hermano, hace varios años que tienen un conflicto que los ha llevado a alejarse, no se hablan, pero me cuenta de las habilidades que posee su hermano para la composición, le expreso que lo quiero conocer, en ese momento el me dice, mire ahí viene, giro mi cabeza y veo la silueta de un hombre bajito, a sus espaldas una escopeta, lo acompañan

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dos perros cazadores que ladran, camino hacia el mientras saludo, me presento y lo invito a acompañarnos en la escuela, acepta y nos despedimos, continuamos nuestro camino. Llegamos a la escuela, allí nos esperaban nuestros compañeros, encendiendo el fogón de leña para preparar el alimento para nuestros invitados, Arbey se marcha, mientras pelamos, calentamos, cortamos y picamos, vertemos y salamos y volver a calentar, el sancocho está listo, huele delicioso, nos sentamos a esperar, son las 11: 30 am , la cita es a las 12:00, esperamos, son las doce y aun no llega nadie, pasa una, dos horas y nadie, asustados decidimos servir nuestro almuerzo, comemos y poco a poco empiezan a llegar. La comunidad llega, son las tres de la tarde, nos integramos alrededor de lo primario, el alimento, después inicia el ritual, la fiesta, los músicos sacan los instrumentos, afinan, se miran y empieza a sonar la música, carrilera, popular o guasca, la gente mira y se una como público, al rato llega Javier, hasta el momento la rumba no había iniciado. Después de tomar la tan citada sopa, Javier se une al concierto improvisado y con un aire casi de juglar empieza a interpretar sus canciones no antes si hacer los respectivos preámbulos respecto a las vivencias, anécdotas e historias que las suscitaron y que en medio de sus trabajos fueron transformadas en versos y música. La reunión convertida en fiesta se prolonga hasta las diez de la noche, ha llovido, compartimos con la comunidad y está con nosotros, nos despedimos y partimos de regreso a la casa, los arroyos ahora son quebradas que desembocan a pocos metros en el gran río, es peligroso estar allí afuera, llegamos sin ningún percance, a pocos metros de la casa comienza a llover de nuevo, corremos, la cama nos espera. Día 4 En la mañana del día siguiente salimos a recorrer la vereda, visitamos algunos lugares ideales para la grabación de los clip musicales, la belleza del paisaje nos deja atónitos, perplejos de tanta belleza pasamos el día y la noche sin imprevistos. Día 5 madrugamos más que de costumbre, la falta de energía eléctrica ha generado un cambio en nuestros hábitos cotidianos, dormir más temprano para levantarse antes, desayunamos una gran variedad de alimentos, cocidos en el fogón de leña (madera), pan de queso, arepa de maíz, pan de yuca, chocolate, además del queso elaborado con la leche fresca, la habilidad de Doña Dolly para preparar los alimentos con las técnicas tradicionales de la cocina antioqueña, la forma de cuidar el fuego, de atizar y sazonar deja ver los años de experiencias vividas y el gusto que tiene de servir, igual que sus vecinos. Después de desayunar nos preparamos para salir hacia La Cristalina, vereda de la región, a una hora de camino a caballo, Doña Dolly ha preparado un fiambre envuelto en hoja de plátano, una gran sorpresa, nos dirigimos a realizar el taller con los músicos de esta vereda, allá nos esperan, saben de nuestra visita, empacamos y salimos. Camino a la vereda La Cristalina, hablamos de las vivencias tenidas hasta el momento y la manera en que queremos presentarlas en un producto audiovisual, un gran reto si lo que se busca es documentar la cotidianidad e identidad de los habitantes de esta región enmarcada en la historia, las tradiciones, costumbres, estilos y maneras de entender la vida y la rigurosidad de abordar estas situaciones sin alterar en gran medida la naturalidad en la que se vive. Dejamos la reflexión y nos centramos en llegar pronto, aun es temprano pero hay un trayecto por recorrer, las indicaciones no nos fueron claras y perdemos el camino, nos toma cerca de media hora retomar el sendero que nos lleva a La Cristalina, poco después de un rato de ir en el camino correcto nos encontramos con una señora que camina en dirección contraria, saludamos y corroboramos si este es el camino correcto, ella asiente y nos dice que siguiendo derecho el camino llegamos, continuamos. Al rato llegamos a una casa donde una mujer de avanzada edad recolecta una guayabas directamente del árbol, la saludamos, ella se sorprende pues no había notado nuestra presencia, ella saluda, le preguntamos por la casa de Norberto, un joven de la vereda que integra el conjunto de música, ella nos dice que vive en esta casa, que ella es la madre pero él no está, contesta, esta hacia la escuela, agrega después de desear un buen día seguimos. Continuamos nuestro camino, a paso tranquilo llegamos a una pequeña colina, después de llegar a su cima descubrimos el bello paisaje que esconde, es la vereda, grandes tercos se ven a la distancia, el lugar es un pequeño valle en medio de las cimas de las montañas y el cañón del rio melcocho. Ya en la escuela, esperamos a que los músicos de la vereda lleguen, es medio día, hace calor, el sol es fuerte pero las corrientes de viento frio que descienden de las montañas refrescan a su paso, son intervalos de calor y frio, la espera se hace corta. Son las dos, los músicos llegan, son tres jóvenes, sus edades no suman 70 años, ellos son los que busca mantener un legado musical de la música guasca o carrilera, son conocidos en la vereda, tienen gran expectativa a partir de nuestra primer conversación donde se les contó acerca de la grabación de una des su creaciones, "¡los estábamos esperando!” expresa Norbeiro. Conversamos mientras preparamos el chocolate y la parva (pan) para las personas que llegaron al lugar, entre ellos los estudiantes de la escuela rural donde una la clase se compone de todos los grados escolares, las clases se dictan a intervalos, segmentos de primero a quinto años, tareas para unos, para los otros, cuando terminan la comunidad y los niños toman el chocolate. Los músicos de le Vereda la Cristalina, en El Carmen de Viboral se imaginan como será su video musical, hablan de la riqueza natural de la región, el trapiche, la tierra fría, las caídas de agua, de los paisajes, ellos saben su papel en la

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recuperación de la tradición oral, los relatos del territorio que habitan, la memoria que los mantiene con un vinculo profundo con estas tierras, montañas y riscos. La música que interpretan habla de la gente, es un ritmo cadencioso, se hace inevitable encontrar en su manera de interpretar esta música la picardía juvenil, en la fiesta, ellos pueden amanecer tocando, literalmente, sin repetir una sola canción, a pesar de ser jóvenes en la región se les reconoce como los músicos de la vereda. La expectativa es expresada con agradecimiento de poder saber que es importante que los visiten, ellos no buscan un reconocimiento, solo poder contar sus vivencias y experiencia rural, su conocimiento e idea que por habitar en medio de las montañas no están solos, hacen parte de una sociedad, sus alegrías y vivencias cotidianas enmarcadas en su creación musical. Son las cuatro de la tarde y nos encontramos a dos horas de camino, debemos regresar pronto debido a que la lluvia esta próxima a caer, montamos nuestros caballos y nos encaminamos rumbo al cañón no antes sin despedirnos de las personas que nos acompañaron en la tarde. De camino a la casa de Doña Dolly nos perdemos de la ruta, otra vez, ahora solo toca bajar y llegar al rio, lo hacemos, está oscureciendo cuando llegamos al rio, no tardamos en encontrar el camino real, nos apuramos, cuando llegamos son las seis de la tarde. La pesadez en los ojos hace notar el cansancio de los días anteriores, vamos a descansar después de la cena. Día 6 Visitamos a los músicos de la vereda el porvenir en sus casas, allí conocemos acerca de su entorno, mas de su cotidianidad y quienes son como personas que sufren y tejen alegrías, expectativas y deseos además de su capacidad creadora e interpretativa, recorremos la vereda casa a casa, preguntando cuando el camino se confundía con otro hasta llegar donde cada uno de ellos. Día 7 Despertamos temprano, las maletas listas desde el día anterior fueron amarradas a la bestia, mientras los zapotes frescos caían del árbol, el olor a borojó, y guayaba nos inundaba, empacamos y nos despedimos de Doña Dolly. Don Raúl, su esposo había salido muy temprano, antes de salir el sol, a su labor desde hace más de sesenta años, construir casas, clavando, calculando cortando y puliendo, da forma a la madera hasta formar las bases y estructura que rápidamente toman la forma de una casa, él desde sus vivencias, su paciencia y su conocimiento es parte de la memoria viva de este territorio. Nos despedimos y caminamos de regreso, tardamos 9 horas en estar de nuevo en la cabecera municipal del Carmen de Viboral.