Capítulo IV El fraile de la Merced

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CAPÍTULO IV Cómo Lázaro se asentó con un fraile de la Merced, y de lo que le acaeció con él Tuve que buscarme un cuarto amo, y éste fue un fraile de la Merced, hacia el que me dirigieron las mujerzuelas a las que me he referido, que tenían con él un trato muy “familiar”. Este fraile era gran enemigo de los oficios religiosos y de comer en el convento. Al día siguiente, como me parecía que allí no estaba seguro, me fui a un pueblo que llaman Maqueda. Para mi desgracia me encontré con un clérigo, le pedí limosna y él me preguntó si sabía ayudar a misa. Yo dije que sí, pues era verdad, porque, aunque el pecador del ciego me maltrataba, me enseñó mil cosas buenas, y una de ellas fue esa. Finalmente, el clérigo me admitió a su servicio. Este amo me dio los primeros zapatos que rompí en mi vida, pero no me duraron ni ocho días, ni yo pude resistir sus andanzas. Y por esto, y por otras cosillas que no digo, lo dejé.

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CAPÍTULO IV

Cómo Lázaro se asentó con un fraile de la Merced, y de lo que le acaeció con él

Tuve que buscarme un cuarto amo, y éste fue un fraile de la Merced, hacia el

que me dirigieron las mujerzuelas a las que me he referido, que tenían con él

un trato muy “familiar”. Este fraile era gran enemigo de los oficios religiosos y

de comer en el convento.

Al día siguiente, como me parecía que

allí no estaba seguro, me fui a un pueblo que

llaman Maqueda. Para mi desgracia me

encontré con un clérigo, le pedí limosna y él

me preguntó si sabía ayudar a misa. Yo dije

que sí, pues era verdad, porque, aunque el

pecador del ciego me maltrataba, me enseñó

mil cosas buenas, y una de ellas fue esa.

Finalmente, el clérigo me admitió a su

servicio.

Este amo me dio los primeros zapatos que rompí en mi vida, pero no me

duraron ni ocho días, ni yo pude resistir sus andanzas. Y por esto, y por otras

cosillas que no digo, lo dejé.