Capítulo 2. Los niños en la España del Antiguo Régimen

36
La vacunación contra la viruela se planteó en la Europa del siglo XVIII como uno de los pocos proce- dimientos eficaces para luchar con- tra la mortalidad infantil, el primero desde el punto de vista de la medici- na preventiva. Los niños van a ser, pues, protagonistas destacados en esta historia. Parecería que en el si- glo XVIII se hubieran aunado dos elementos de cambio fundamenta- les que acabaron por transformar el panorama de lo que había sido tradi- cionalmente el destino de gran par- te de la infancia: la muerte tempra- na e inevitable que conducía a una actitud fatalista. Estos nuevos ele- mentos fueron, por un lado, la nue- va actitud social frente a la infancia y, por otro, las novedades científicas en el campo de la medicina infantil y, de modo preferente, el descubri- miento de la vacuna. Por otro lado, fueron niños los que posibilitaron que la expedición balmisiana pudie- ra llegar a término. Los niños coru- ñeses no eran cualquier tipo de ni- ños, eran de un tipo especial, eran niños expósitos. Esto nos obliga a hacernos las siguientes preguntas: ¿Cuál fue el cambio de actitudes frente a la infancia a la que aludía- mos arriba? y ¿qué significaba formar parte del colectivo de expósitos en la España del periodo en el que se llevó a cabo la expedición? A estos dos interrogantes vamos a intentar contestar en este capítulo. Para ello, vamos a valernos de testigos excep- cionales, los propios médicos, en los testimonios privilegiados que nos han llegado a través de sus escritos. Pero no sólo ellos. Cuando hable- mos de los niños expósitos tendre- mos también la opinión de otro tipo de personajes de la sociedad de aquellos momentos, porque el pro- blema afectaba a toda la comunidad por igual. Por otro lado, una rigurosa nove- dad, las monografías sobre la salud y enfermedad de los niños en el perio- do moderno, entre los siglos XV 29 2. LOS NIÑOS EN LA ESPAÑA DEL ANTIGUO RÉGIMEN: CIENCIA, ACTITUDES SOCIALES Y POLÍTICAS DE PROTECCIÓN A LA VIDA

Transcript of Capítulo 2. Los niños en la España del Antiguo Régimen

Page 1: Capítulo 2. Los niños en la España del Antiguo Régimen

La vacunación contra la viruelase planteó en la Europa del sigloXVIII como uno de los pocos proce-dimientos eficaces para luchar con-tra la mortalidad infantil, el primerodesde el punto de vista de la medici-na preventiva. Los niños van a ser,pues, protagonistas destacados enesta historia. Parecería que en el si-glo XVIII se hubieran aunado doselementos de cambio fundamenta-les que acabaron por transformar elpanorama de lo que había sido tradi-cionalmente el destino de gran par-te de la infancia: la muerte tempra-na e inevitable que conducía a unaactitud fatalista. Estos nuevos ele-mentos fueron, por un lado, la nue-va actitud social frente a la infanciay, por otro, las novedades científicasen el campo de la medicina infantily, de modo preferente, el descubri-miento de la vacuna. Por otro lado,fueron niños los que posibilitaronque la expedición balmisiana pudie-ra llegar a término. Los niños coru-ñeses no eran cualquier tipo de ni-

ños, eran de un tipo especial, eranniños expósitos. Esto nos obliga ahacernos las siguientes preguntas:¿Cuál fue el cambio de actitudesfrente a la infancia a la que aludía-mos arriba? y ¿qué significaba formarparte del colectivo de expósitos enla España del periodo en el que sellevó a cabo la expedición? A estosdos interrogantes vamos a intentarcontestar en este capítulo. Para ello,vamos a valernos de testigos excep-cionales, los propios médicos, en lostestimonios privilegiados que noshan llegado a través de sus escritos.Pero no sólo ellos. Cuando hable-mos de los niños expósitos tendre-mos también la opinión de otro tipode personajes de la sociedad deaquellos momentos, porque el pro-blema afectaba a toda la comunidadpor igual.

Por otro lado, una rigurosa nove-dad, las monografías sobre la salud yenfermedad de los niños en el perio-do moderno, entre los siglos XV

29

2. LOS NIÑOS EN LA ESPAÑA DELANTIGUO RÉGIMEN: CIENCIA,

ACTITUDES SOCIALES Y POLÍTICASDE PROTECCIÓN A LA VIDA

Page 2: Capítulo 2. Los niños en la España del Antiguo Régimen

a XVIII, cumplieron una doble fun-ción. Por un lado, allí, entre sus pá-ginas, estaban depositados los sabe-res –los tradicionales y los nuevossurgidos de las orientaciones moder-nas– pero, además, estudiantes ymédicos noveles, podían aprender eldifícil oficio práctico de cómo ma-nejarse en situaciones reales, tantasveces imprevisibles en el caso de losniños, ejemplificando las normas deactuación en casos clínicos concre-tos. Recordemos que estamos en unmomento en el cual no se ha produ-cido todavía la institucionalizaciónde la pediatría como especialidadmédica.

Ciertamente, las obras pediátri-cas de los siglos XV a XVIII, hansido estudiadas sobre todo desde elpunto de vista de sus contenidos yno tanto desde su papel en la confi-guración de una nueva área de pro-fesionalización de los médicos, peroes evidente que, a través de sus pá-ginas, asistimos a los cambios que alo largo de estos siglos se estabanexperimentando desde el punto devista de las perspectivas de los mé-dicos y que la finalidad de su publi-cación iba, en muchas ocasiones,como en el caso de las obras sobreexpósitos, mucho más allá de lapura transmisión de saberes y prác-ticas. El niño, como materia alta-mente sensible, aparece a la miradade los médicos en su doble faceta de

conmiseración y de objeto de cono-cimiento científico. La importanciadel trabajo del médico y su crecien-te faceta de experto en estos temas,acabará cristalizando en la crea-ción, en el periodo inmediatamentep o s t e r i o r, de una nueva especiali-dad médica, la Pediatría. La espe-cialización nació en las salas de loshospitales creados por la Revolu-ción Francesa, pero los orígenes dela misma, hay que buscarlos tam-bién en las monografías publicadasen el periodo moderno y, como co-mentaremos más adelante, en loshospicios e inclusas ilustradas.

Más adelante y fuera del mundode los profesionales sanitarios, elsímbolo del gobierno de los niños hasido, sobre todo en el periodo con-temporáneo, los libros1 2. Los niñosdebían estar acompañados siempre«con su libro». El libro simboliza elrefinamiento de la civilización y laimportancia concedida a los libros ya la lectura, se convirtieron en laclave de la formación de las genera-ciones futuras. Los que en este tra-bajo vamos a analizar, cumplierontambién, de algún modo, esta fun-ción. Y muchas más.

30

12 BALLESTER AÑÓN, R. Los libros sobresalud y enfermedad de los niños en la Espa-ña Moderna. In: GRACIA, D. (ed.). De me -dicorum scientia. Seis disertaciones en torno allibro histórico-médico. Madrid, UniversidadComplutense, 2001, pp. 119-170.

Page 3: Capítulo 2. Los niños en la España del Antiguo Régimen

2.1. Poblacionismo, utilitarismo yfilantropía

Como es bien sabido, la expedi-ción balmisiana fue una empresa tí-picamente ilustrada. No es posiblecomprender su significado sin expli-car algunos de los aspectos demográ-ficos y sociales del contexto en elque se llevó a cabo. A lo largo del si-glo XVIII se inició un cambio en lapoblación europea que finalizarácon la instauración de un régimendemográfico moderno dentro delproceso denominado «transición sa-nitaria de la población europeo-oc-cidental» caracterizada por el au-mento progresivo de la poblacióndebido a la desaparición paulatinade las crisis de mortalidad y el au-mento de la esperanza de vida. Elconocimiento de la estadística favo-recerá la aparición de los estudiosdemográficos y la aparición de loscensos constituía una herramientade primer orden en el plano político.

La peculiar ideología política dela Ilustración despertó la preocupa-ción inmediata de los dirigentes porla situación demográfica de sus pue-blos. El testimonio de Federico II aVoltaire no puede ser más expresivo:«El número de hombres hace la ri-queza de los Estados[ ... ] considero alos hombres como una manada deciervos en el parque de un gran señorporque no tienen otra función que la

de poblar y llenar el recinto». El in-terés por parte del estado de mante-ner un número elevado de ciudada-nos explica la protección de los niñosilegítimos. Por otro lado, dentro deloptimismo pedagógico propio de laideología ilustrada, en el que la tareaeducativa era primordial y en el casode los niños abandonados dirá el mi-nistro Floridablanca que «la autori-dad se encargará de la educación deaquellos niños cuyos padres no cum-plan con esta obligación».

Junto a ello, un objetivo irrenun-ciable para las clases dirigentes: quelos ciudadanos sean ú t i l e s para el Es-tado. Había que evitar el ocio y favo-recer el desarrollo de los individuosya que los recursos humanos eran labase de la riqueza de los países. A estaconsideración se une la nueva sensi-bilidad que el ilustrado posee y queculminará en el periodo romántico,con la sustitución paulatina del prin-cipio de caridad por el principio de fi-lantropía. La promulgación de losDerechos del Hombre por la Asam-blea Constituyente Francesa de 1789fue el resultado final de reconoci-miento del valor del ser humano.

Pocas etapas históricas como éstason tan proclives al optimismo. Secree en la capacidad de los seres hu-manos para mejorar el mundo. Estaconfianza en el hombre se basa sobretodo en el valor concedido a la ra-zón, liberada de muchos prejuicios

31

Page 4: Capítulo 2. Los niños en la España del Antiguo Régimen

que tan negativos habían sido. Esparadigmática la imagen metafóricaque aparece en una de las obras deDiderot: se representa un mundo te-nebroso y decadente del cual surgeun niño sano y fuerte que va cre-ciendo y dominando esta estructurahasta que la derrumba. Este niño esla razón, que romperá las tinieblas yhará posibles las «luces».

¿Cuál fue el papel que jugó la me-dicina en este proceso de «descubri-miento» e interés por el niño? Va-mos a verlo.

2.2. La medicina de los niños en elcontexto europeo13

La tradición de la medicina antigua ymedieval y las primeras monografíasdel siglo XV

La existencia de elementos pro-pios y de una elaborada construc-

ción teorética sobre la naturaleza dela infancia en estado de salud y en-fermedad, es la herencia culturalque la medicina moderna recibió delmundo clásico a través del complejoproceso de transmisión de la cienciaantigua y tradicional. Desde el escri-to hipocrático Sobre la naturaleza delniño a las obras de Galeno y de So-rano de Éfeso y los escritos medieva-les bizantinos, islámicos y latinos, secontaba con un conjunto de docu-mentos muy variados en los que lousual era la inclusión de informacio-nes aisladas, a veces simples noti-cias, otras bastantes extensas y gene-ralmente dentro de una obra enforma de capítulo o capítulos especí-ficos. La existencia de auténticasmonografías pediátricas fue un fenó-meno más tardío como han señala-do entre nosotros López Piñero yBujosa14 –a los que vamos a seguir enesta parte de la exposición por haberclarificado de forma muy precisa nu-merosos errores que sobre estas pri-meras obras se iban arrastrando deunas a otras historias de la pedia-tría– siendo una excepción el titula-do Sobre el tratamiento de las puérpe -ras y de los niños , del médicohelenístico anterior al siglo II, Dam-nastes, estudiado por Sudhoff en

32

13 Para la elaboración de este capítulo hemosutilizado trabajos nuestros anteriores donde ellector interesado puede ampliar la informa-ción: BALLESTER AÑÓN, R. Factores bio-lógicos y actitudes vigentes frente a la infanciaen la sociedad española del Antiguo Régimen.A s c l e p i o, 1983, 3 5, 307-318; La historia clínicapediátrica durante el siglo XIX. Zaragoza, Uni-versidad, 1977; Ethicall perspectives in thecare of infants in 16t h- 1 7t h Century Spain. I n :KOTTEK, S., GARCÍA BALLESTER, L.Medical ethic problems in Medieval and Earlymodern Spain: an interfaith perspective. J e r u s a-len, The Magness press, 1994, pp.188-213.

1 4 LÓPEZ PIÑERO, J.M., BUJOSA HO-MAR, F. Los tratados sobre enfermedades in -fantiles en la España del Renacimiento. Valen-cia, Cátedra de Historia de la Medicina,1982.

Page 5: Capítulo 2. Los niños en la España del Antiguo Régimen

1925, quien estableció de forma pre-cisa los avatares de la obra que fuerecogida por Sorano de Efeso en suGynaecia, así como de las modifica-ciones y variantes del nombre delautor en diferentes ediciones y ma-nuscritos.

La P u e r i c u l t u r a de Sorano deÉfeso (s.II) es la primera de lasobras que ha llegado hasta noso-tros. Se trata de un anexo pediátri-co a su conocida obra tocogineco-lógica e inaugura rá la largatradición de literatura materno-in-fantil. Dicho anexo fue traducido allatín en el siglo V por Celio Aure-liano y en el VI por Muscio quienademás le dio un formato en formade manual con preguntas y respues-tas que tuvo una amplia repercu-sión. En la cultura árabe y tambiéndentro de esta tradición de unir lasenfermedades de las mujeres con lade los niños, se hallan dos autoresdel siglo X. Junto a esta línea queacabamos de citar, se desarrolló deforma paralela otra con un enfoqueestrictamente pediátrico. A ellapertenecería Sobre la curación de losn i ñ o s de Rufo de Éfeso (s. II), dadaa conocer por Ulmann en 1975 so-bre la base de fuentes bizantinas eislámicas. En el periodo medieval,esta línea que acabamos de señalarestuvo representada en el marco delos tres escenarios paradigmáticos:las medicinas bizantina, islámica y

de Europa latina, siendo Pablo deEgina y Rhazes en los siglos VII yIX respectivamente los más intere-santes y, como veremos más tarde,unos de los más citados en las fuen-tes renacentistas y del siglo XVII.El caso de la obra de Rhazes mereceun comentario aparte porque la tra-ducción latina de su tratado pediá-trico realizada en el Toledo del si-glo XII y que circuló en formamanuscrita bajo títulos que hacíanreferencia a las enfermedades in-fantiles (De agretudinibus puerorum,De curis puerorum in prima etate) a n-tes de que viera la luz como obraimpresa en 1481. Gracias a la eru-dita labor de Sudhoff, conocemosotros dos escritos monográficos me-dievales anónimos que aparecen ennumerosos manuscritos de los siglosXII al XV, con los títulos de P r a c t i -ca puerorum adhuc in cunabulis ja -centium y Practica Galeni de passio -nibus puerorum . Realmente soncompilaciones de datos proceden-tes de fuentes anteriores, claramen-te empobrecidas con respecto a susoriginales griegos, latinos, bizanti-nos o árabes. Las dos tradicionesanteriores, materno-infantil y pe-diátrica, tuvieron continuación enel Renacimiento. De este modo, elScwangern frawen un hebammenR o s s g a r t e n (Jardín de rosas para em-barazadas y comadronas) del ale-mán Eucharius Roesslin (1513),significa la continuación de la pri-

33

Page 6: Capítulo 2. Los niños en la España del Antiguo Régimen

mera de las líneas mientras que lasobras de Paolo Bagellardo, L i b e l l u sde aegritudinibus infantium ( 1 4 7 2 ) ,Bartholomäus Metlinger, Ein Regi -ment der jungen Kinder ( 1 4 7 3) y elOpusculum aegritudinum puerorum(1485) de Cornelius Röelans, seencuadrarían en la línea pediátrica.Realmente al menos dos de ellas, degran difusión, las de Bagellardo yRoesslin, eran reelaboraciones delos tratados de Rhazes y Muscio.Ciertamente y como señalan LópezPiñero y Bujosa, falta todavía unestudio riguroso que analice en pro-fundidad mediante métodos filoló-gicos e historiográficos adecuadosestas primeras fases de la literaturapediátrica europea.

Los nuevos libros sobre enfermedadesinfantiles en los siglos XVI y XVII. Lostratadistas europeos

El fenómeno de proliferación deobras monográficas sobre tema pe-diátrico en el mundo moderno, apartir del siglo XVI, hay que enten-derlo en clave de los importantescambios que marcaron la sociedad ycultura europeas en las que el huma-nismo y las nuevas corrientes peda-gógicas por un lado, y el papel cre-ciente de los estados en losproblemas de salud, por otro, sonelementos a tener en cuenta. En re-alidad, será el punto de partida de

perspectivas que, sin solución decontinuidad, veremos que alcanza-rán su madurez durante el sigloXVIII.

Una característica diferencial delas obras pediátricas, en estos mo-mentos, es el enriquecimiento, mu-chas veces sólo cuantitativo, de lapráctica totalidad de los capítulos yla ampliación del número de librosen varios países europeos. A los in-cunables que hemos citado proce-dentes de Italia (Bagellardo), Ale-mania (Metlinger) y Países Bajos(Röelans), siguieron pronto lasobras de Thomas Phayer en Inglate-rra (1545), Ferrarius en Italia(1577) y Simon de Vallambert enFrancia (1565), además de las espa-ñolas que veremos más adelante deforma separada.

Luis Mercado como modelo de acerca -miento de los médicos renacentistas a lapediatría

Dos obras representativas van amarcar el tránsito hacia un tipo demonografías con una elaboraciónteórica mucho más compleja y conintención sistemática: el Tratado so -bre enfermedades de los niños del ita-liano Girolamo Mercuriale y la obrade Luis Mercado. Vamos a utilizar aeste último como testimonio privi-legiado en esta etapa de no existen-cia de especialización, para analizar

34

Page 7: Capítulo 2. Los niños en la España del Antiguo Régimen

cómo se enfrenta a la herencia de laAntigüedad, el modo como se sirve,o cree servirse de ella y cómo de he-cho plantea y soluciona el problemade la tradición.

La monografía de J. Riera15 sobreMercado es un referente obligadopara acercarse a este autor, una figu-ra compleja y que se ocupó en sudensa obra de la infancia. Dispuestascronológicamente hay que señalar,en primer lugar, los últimos capítu-los pertenecientes al libro IV de suconocida obra tocoginecológica(1579) las pequeñas anotacionesexistentes en las Institutiones Medi -cae iussu Regio... (1594), la doctrinageneral de la conservación de la sa-lud con un apartado referido a losniños en el tomo I de la Opera omnia(1604) y, sobre todo, la más extensay sistematizada monografía de Mer-cado dedicada a la edad infantil(1611) principalmente en el libroprimero que está dividido en dospartes: la primera en la que ofreceuna serie de normas para la lactan-cia; en la segunda, referida a la edu-cación y el cuidado de los niños,analiza las «sex res non naturales» ysu uso en el niño. También el librosegundo, consagrado a la patologíainfantil, lleva algunas referencias deinterés para el tema. No fueron cir-

cunstancias excepcionales las quehicieron que Mercado se ocupara deestos problemas. En primer lugar,porque su aspiración fundamentalfue el ofrecer una reestructuracióndel saber médico tradicional para locual proyectó desde muy joven unaambiciosa exposición sistemáticadel mismo y en este sentido, siguien-do la ordenación más comúnmenteutilizada por la medicina tradicio-nal, se incluyen los principios parala conservación de la salud. En se-gundo término porque, como profe-sional de la medicina, no fue ajeno,como señala J. Riera, a la práctica dela Pediatría. Finalmente, destaque-mos un tercer aspecto, la situacióndemográfica, social y económica dela España de la época y la privilegia-da posición de Mercado. En diversasocasiones el autor se refiere al inte-rés que tiene el preservar la vida delos niños desde el momento del na-cimiento y las normas que reco-mienda van, de hecho, en esa línea.No obstante en ningún momentopretende una vulgarización deltema; no escribe en lengua vulgar,sino en latín y su público son los mé-dicos de su tiempo a los que en dife-rentes ocasiones tacha de poco ver-sados en la materia.

En los escritos de Mercado con-sagrados a temas pediátricos, apoyasus tesis fundamentales en la opi-nión de lo que llama unas veces «an-tiguos» y otras «autores», autores en

35

15 RIERA, J. Vida y obra de Luis Mercado. Sa-lamanca, Seminario de Historia de la Medi-cina Española, 1968.

Page 8: Capítulo 2. Los niños en la España del Antiguo Régimen

el sentido de que son los que hacenautoridad. ¿Quiénes son estas auto-ridades? Fundamentalmente las pro-cedentes de la Antigüedad Clásica:Hipócrates, Aristóteles y Galeno.

Los escritos de Mercado estánllenos de conceptos hipocráticos,fundamentalmente de tipo antropo-lógico, siendo el más utilizado el ti-tulado Sobre la naturaleza del niño.Pero, en otro orden de cosas, recogeasimismo algunas nociones básicascontenidas en Sobre el alimento; re-cuerda así, por ejemplo, que el pri-mer alimento que recibe el ser hu-mano es la sangre catamenialretenida en el útero gestante. Dichohumor, que se genera del alimento,baja por periodos naturales a la ma-triz, eliminándose después normal-mente, excepto en el periodo de ges-tación. En el útero grávido dichasangre permanece y se acumula entorno al embrión, posibilitando deeste modo su formación, su alimen-tación y la diferenciación de sus dis-tintas partes, fenómeno regido porel principio de «lo semejante hacialo semejante». También las reglaspor las que se rige la alimentacióninfantil más allá del periodo de lac-tancia están presididas por la nociónhipocrática de que, debido al creci-miento, estos organismos consumenmás calor innato y necesitan portanto, en relación con los adultos,un grado de nutrición proporcional-

mente mayor. Varios de los A f o r i s -mos son también citados y, en menorproporción, recurre también a otrostextos hipocráticos, aunque indirec-tamente, a través de los comentariosgalénicos

No menos importante es la utili-zación de la obra de Aristótelesprincipalmente Sobre la generaciónde los animales e Historia de los ani -males. Existen también referencias aautores de la Baja Antigüedad comoal discípulo de Herófilo, Apolonio,del que recoge observaciones de tipopráctico como la utilización de salen el caso de que escasee la leche denodriza. Son también conocidas porMercado las normas fundamentales,de tipo práctico, dadas por médicosbizantinos como Aecio de Amida yPablo de Egina. A través del Tetrabi -blon del primero, nuestro autor se fa-miliariza con las normas generalessobre lactancia (algunas de ellas nooriginales de Aecio sino de Soranode Éfeso y de Muscio, autor este úl-timo también citado por Mercado).La dietética de las embarazadas y delos niños, presente en la obra gine-cológica de Pablo de Egina, es co-mentada por el autor como en loscasos precedentes, es decir comonormas puramente prácticas.

Por su especial interés vamos adetenernos en la influencia que laobra de Galeno ejerce sobre Merca-do. Su galenismo, puesto de relieve

36

Page 9: Capítulo 2. Los niños en la España del Antiguo Régimen

por todos los autores que han estu-diado la obra del médico vallisoleta-no, es también patente aquí. Aun-que, de hecho, utiliza varios textosgalénicos principalmente de tipoanatomofisiológico como Sobre eluso de las partes, será la doctrina ge-neral sobre higiene infantil aquellaen la que se va a apoyar de modo in-mediato. Su objetivo parece ser elhacer conocer a los médicos estasnormas galénicas, actualizándolascon adiciones de autores posterioresy, sobre todo, con su propia expe-riencia. Es precisamente esta últimala que, a nuestro juicio, le obliga ai n t r oducir una serie de novedadescon respecto al primitivo texto galé-nico y estas novedades se haránespecialmente evidentes en el D epuerorum educatione obra pertene-ciente a la etapa más madura de suproducción científica.

Es escasa la presencia de fuentesárabes y no sólo por la parquedad decitas, sino porque, efectivamente, elpeso cualitativo de estos autores esmínimo. Ello llama la atención es-pecialmente si tenemos en cuentano sólo que Mercado fue duranteveinte años catedrático de Prima deAvicena en Valladolid, ciudad en laque, como comenta López Piñero, elavicenismo parece haber prolonga-do su vigencia mucho más tiempoque en otros lugares como Salaman-ca o Alcalá; si no porque la doctrina

contenida en el Canon, que sinteti -za las fuentes griegas y latinas y aña-de nuevos datos, influenció enorme-mente las numerosas publicacionesdedicadas al tema a partir del sigloXV y es muy evidente en autores delsiglo XVI como Lobera de Ávila.

En síntesis, en la obra pediátricadel autor que hemos tomado comotestigo, dos notas obligan, de algúnmodo, a matizar la imagen excesiva-mente rígida que Mercado ofrece ensus obras más doctrinales: 1) en va-rias ocasiones, el autor polemizaabiertamente con los autores árabes,fundamentalmente Avicena, insis-tiendo en que este autor se equivo-có. Pero además se observa tambiénen la fase más madura de su produc-ción científica una vuelta a la lectu-ra de los textos galénicos y aristoté-licos, revisión que puede hacerlecambiar de opinión en algunos as-pectos concretos. En definitiva, elcriterio de autoridad de los clásicosno aparece aquí como inmutablesino sujeto a revisión, aunque se tra-te de pequeños matices. 2) Frente aun tema muy concreto, el grado deconsistencia de la leche como indi-cador de calidad y su posible medi-ción, tópico recurrente desde laAntigüedad y que se repite miméti-camente, casi sin variaciones, desdeSorano, Aecio, Pablo de Egina oAvicena, hasta textos renacentistascomo los de Damián Carbó o Lobe-

37

Page 10: Capítulo 2. Los niños en la España del Antiguo Régimen

ra de Ávila, no se limita Mercado areproducir los procedimientos habi-tuales, sino que llega, incluso, a rea-lizar un sencillo experimento de suinvención. No obstante, habría quematizar que su actitud frente al ex-perimento fisiológico no es modernay no puede considerársele, por tan-to, como un precursor de las investi-gaciones analíticas sobre la lecheque se llevarán a cabo desde finalesdel siglo XVIII, pero sí que es muyimportante la postura adoptada porel autor, con la que finaliza sus co-mentarios sobre la lactis probatio: «Esnecesario aprender a examinar dete-nidamente la leche, con lo cual secometerán menos errores». Es decir,una vez más, la observación directade la realidad a través de los senti-dos, será, en último extremo, lo másaconsejable.

Los inicios de una nueva era. La pedia -tría europea en el Siglo de las Luces: li -bros, doctrinas, instituciones, sensibili -dades

El periodo ilustrado marca los orí-genes de la Pediatría en sentido mo-derno ya que todo lo existente conanterioridad, sin negar su indudableimportancia, hay que considerarlocomo meros antecedentes. Se trata,por otro lado, de una etapa típica detransición, cuyo final será la cristali-zación de la especialidad pediátrica,

con un cuerpo doctrinal propio yunos profesionales dedicados ex pro -f e s o a este quehacer, a partir de la pri-mera mitad del siglo XIX en la escue-la anatomoclínica de París. Lapreocupación científica por la infan-cia tuvo unas claras raíces de tipo so-cial acordes con el entramado ideoló-gico de la época. El «Siglo de lasLuces» tuvo como lema la confianzay el optimismo en la razón humana.La razón procede de la naturaleza yésta será otra de las nociones más im-portantes mediante la decisiva in-fluencia de Rousseau a través de unade sus obras emblemáticas, el E m i l i oun auténtico método mediante elcual se debe regir la educación infan-til, otro de los elementos fundamen-tales de la época, con las figuras deLocke y Pestalozzi como referentes.Ligados estrechamente a dichasorientaciones ideológicas estuvieronlos profundos cambios en los camposdemográfico, político y económico.Lo cierto es que la filantropía, por unlado, y el pragmatismo, por otro, hi-cieron que la salud y la enfermedad seconvirtieran en problemas centralespara la sociedad ilustrada.

En este panorama, todos los fac-tores convergieron hacia el «descu-brimiento del niño», frase feliz acu-ñada hace ya cuarenta años porPhilippe Ariès16. Aunque la tesis de

38

16 ARIÈS, Ph. L´enfant et la vie familliale dansl´Ancien Régime. Paris, Seuil, 1960.

Page 11: Capítulo 2. Los niños en la España del Antiguo Régimen

Ariès, la inexistencia de una delimi-tación clara del concepto de infan-cia, en coincidencia con la escasapreocupación social por estas etapasde la vida, antes del periodo ilustra-do, historiadores como Wilson, Hol-mes o Shahar17, entre otros, encuen-tran numerosos testimonios de lasituación contraria, en periodos an-teriores. El conocido libro de Lloydde Mause, se hace eco de un ciertogrado de sacralización de la obra deAriès. Lo que resulta difícilmentediscutible es que la elevadísima mor-talidad infantil comenzó a ser consi-derada, en términos generales, comoun escándalo moral y económico.Las cifras no podían ser más aterra-doras y haciéndose eco de esta situa-ción, Diderot, en la voz «Enfant» dela Encyclopédie française, s e ñ a l a b aque una cuarta parte de la poblacióninfantil moría durante el primer añode vida, un tercio en los dos prime-ros años y por lo menos la mitad enlos tres primeros años.

La infancia personificaba la «be-lleza natural» que debía ser conser-vada por medio de la educación yprotegida de la dañina influencia dela civilización. La meta común de laliteratura consagrada a los niños,tanto la realizada por médicos comopor personas ajenas a la medicina,era la pedagogía. Como hizo notar

Eduard Seidler1 8, no es infrecuentela aparición de escritos de pediatríapopular, reflejo, en temas infantiles,de la tradición de la literatura de po-pularización y divulgación médica.En esta línea, Brouzet en su Essai surl´éducation médicinale (1759) ponede relieve la inexperiencia de losmédicos en el manejo de las enfer-medades infantiles y que su trata-miento, por ello, debería dejarse enmanos de las madres, poseedoras dela sabiduría popular transmitida degeneración en generación. Estepunto de vista no era, sin embargo,la norma sino una excepción; lousual, por el contrario, era seguir latendencia propia de los escritos depopularización escritos por médicos,cada vez más expertos según su per-cepción, para las madres, ocupandocon su actividad profesional, los es-pacios que tradicionalmente habíanestado en manos de las mujeres, esd e c i r, medicalizando de forma cre-ciente el área del cuidado de los ni-ños en estado de salud y de enferme-dad, de manera análoga a lo en otroscampos, como la Obstetricia y Gi-necología se estaba prod u c i e n d o .Un clásico ya tardío es el libro deC.W. Hufeland, Guter Rath an Mut -t e r (1799) cuya finalidad, en pala-

39

17 SAHAR, S. Childhood in the Middle Ages.London, Rotledge, 1992.

18 SEIDLER, E. El desarrollo de la pediatríamoderna. In: LAÍN ENTRALGO, P. (dir).Historia Universal de la Medicina. Barcelona,Salvat, 1973, vol. VI, pp. 203-215.

Page 12: Capítulo 2. Los niños en la España del Antiguo Régimen

bras del autor, «no es hacer médicosa las madres, sino dar algunos con-ceptos fundamentales sobre los inci-dentes ordinarios que suceden en lainfancia y decirles cuáles de éstosson peligrosos y cuáles no lo son».

La reacción institucional, tantoprivada como pública, tuvo comoresultado la creación, en toda Euro-pa, de espacios arquitectónicos des-tinados a recoger los niños abando-nados u otros lugares similaresdonde se mezclaban niños sanos yenfermos con el denominador co-mún de la pobreza y el desamparo.La inclusa de Londres, por ejemplo,se inauguró en 1741, siendo el obje-to del libro de William Cadogan pu-blicado en 1741. El trabajo deArmstrong (1767) precedió en dosaños a la apertura de un «Dispensaryfor Children Poor». En Viena, elprimer hospicio creado en dicha ciu-dad data de 1787. En Francia, en1785, y a instancias de Luis XIV, unacomisión de la Académie des Scien-ces preparó un informe sobre la si-tuación sanitaria de l´Hôtel Dieu,donde podían encontrarse en la mis-ma cama hasta ocho o diez niños,siendo la mortalidad casi del 100%de los allí ingresados. Tres años mástarde, Tenon elaboró su famoso in-forme con recomendaciones para lareforma de los hospitales. Uno de losresultados fue que el asilo conocidocomo Maison de l´Enfant Jesus, aca-

bó transformándose, ya a principiosdel siglo XIX, en el primer hospitalespecializado en pediatría del mun-do: el Hôpital des Enfants Malades.Más tarde nos ocuparemos de la si-tuación de los niños expósitos en elcontexto español a través de lasobras publicadas, pero adelantemosque también aquí el fenómeno delsurgimiento de inclusas fue una rea-lidad. Muchas de ellas no eran denueva creación como sucedía, porejemplo, con la que es posiblementela mejor estudiada en todo el país, laInclusa de Madrid, que funcionabadesde 1572 aunque en el period oilustrado experimentó cambios sig-nificativos en consonancia con loque era el espíritu de la época. Exis-ten también excelentes estudios lo-cales en diversos lugares como Va-lladolid, Santiago de Compostela oSevilla entre otros.

Los saberes sobre patología y clí-nica infantiles siguieron los mismosavatares que los correspondientes ala edad adulta, sobre todo, porqueen estos momentos no existía un lí-mite definido de separación entreMedicina Interna y Pediatría que noexistirá como tal especialidad hastael siglo XIX. Sobre la base de la nue-va nosología inductiva y notativaapoyada en la experiencia que habíalanzado Sydenham, se observa en lapatología ilustrada un gran desarro-llo del empirismo clínico que se tra-

40

Page 13: Capítulo 2. Los niños en la España del Antiguo Régimen

dujo en Pediatría, como en los de-más campos, en el elevado númerode contribuciones de tipo nosográfi-co y semiográfico. De hecho, mu-chas de las enfermedades infantilesfueron descritas por primera vez eindividualizadas durante el sigloXVIII. La difteria fue cuidadosa-mente estudiada por John Fothergill(1748), J.B.L. Homel (1765) y Fran-cis Home (1765). R. Whytt se ocu-pó de la meningitis tuberculosa(1768) y G. Armstrong de la esteno-sis hipertrófica de píloro (1777).M . U n d e r w o od del esclerema neo-naturum (1784) y de las malforma-ciones cardíacas congénitas (1789)y así hasta una larga lista de autoresy descripciones, recogidas en tod a slas clásicas historias de la pediatría.Desde el punto de vista de los siste-mas patológicos vigentes, pod e m o sencontrar, ya en los inicios del Sete-cientos, una clara actitud frente a lasenfermedades infantiles en la obrade los grandes sistematizadores delBarroco que, como es bien sabido,incorporaron a la patología toda lagama de conocimientos existentesen su tiempo. Nos referimos natural-mente a Boerhaave, Stahl y Hoff-mann. En la obra de los tres se en-cuentran referencias a la patologíainfantil, utilizándola para ejemplifi-car sus planteamientos teóricos. Deeste modo el De infantium affectibus(1703) de G.E. Stahl es un claro ex-ponente de las concepciones ani-

mistas del autor que tanto influye-ron en las corrientes vitalistas poste-riores. F. Hoffmann, incluye en suPraxis clinica morborum infantum(1715), los conceptos fundamenta-les de sus patologías –la atonía y lahipertonía de las fibras– y de su sis-tema terapéutico. Otro tanto habríaque decir del eclecticismo del granHermann Boerhaave. Por otro lado,el interés de sus contribuciones radi-ca asimismo en la repercusión quetuvieron en la visión de los proble-mas patológicos infantiles.

En la segunda mitad del sigloXVIII, las tendencias dominantesfueron, por un lado, la patología sis-temática de tipo vitalista y las nomenos importantes –aunque quizáno suficientemente subrayadas en elmundo pediátrico– corrientes anti-sistemáticas que mantuvieron unaoposición dialéctica con los sistemasy que configuraron gran parte de lamedicina de estos momentos y de suevolución posterior. Las bases prin-cipales del vitalismo eran, por unlado, el animismo de Stahl y, porotro, la doctrina de la irritabilidadde Haller.

Un elemento importante es la si-tuación de las patologías infantilesdentro de los sistemas nosotáxicosdel siglo XVIII estudiados entre no-sotros por López Piñero. De hecho lanosotaxia histórico-natural iniciadapor Sauvages cuya base principal era

41

Page 14: Capítulo 2. Los niños en la España del Antiguo Régimen

el síntoma, había ido perdiendo ran-go científico por la variabilidad delcriterio adoptado. Las consecuen-cias inmediatas fueron de dos tipos:la primera fue la reducción de la no-sotaxia «more botanico» a un meroesquema didáctico. La segunda, in-sistía en buscar bases sólidas para laclasificación. En el primero de loscasos aludidos, uno de los síntomasde la pérdida de rango patológico dela nosotaxia fue la introducción depuntos de vista especializados. Deeste modo, el sistema de David MacBride (1778) incluía en una de suscuatro «clases» las enfermedades in-fantiles. Posiblemente los motivosque le impulsaron a ello fueron detipo pragmático: si los médicos con-taban, de hecho, entre sus pacientescon un número elevado de niños,era lógico que esto se reflejara de al-gún modo en los sistemas clasifica-torios. Sin embargo, otra lectura po-sible sería aquella que tuviera encuenta que la presencia específica ypropia de este grupo taxonómicosignificaba también el reflejo de lapersonalidad que dicha área médicaiba adquiriendo paulatinamentehasta desgajarse del tronco común.

Entre las monografías específica-mente pediátricas, dos destacaronpor su difusión y vigencia, la del bri-tánico Michel Underwood (1784) yla del sueco Rosen von Rosenstein(1778) muy rápidamente traducidas

a otros idiomas. En ambos, la clasifi-cación de las patologías infantilesno sigue sino un criterio puramentepráctico: afecciones más importan-tes o bien aquellas en las que el au-tor ha adquirido mayor práctica enprimer lugar. Después, una serie dereglas y preceptos higiénicos orde-nados por los síntomas más signifi-cativos o por el viejo sistema «a ca-pite ad calces». Esta ordenación semantuvo hasta que pudieron encon-trarse bases más firmes, fundamen-tadas en la anatomía patológica ycuyo exponente más claro fue laobra de Charles M. Billard, Tr a i t édes Maladies des enfants nouveau-néset à la mamelle (1828), sin duda laobra fundacional de la pediatríacontemporánea y de la que nos he-mos ocupado en otro lugar.

Junto a las nosotaxias, los conte-nidos de las obras y las tendenciasdoctrinales, es llamativa la presen-cia de una fuerte influencia de la pa-tología vitalista de la Escuela deM o n t p e l l i e r, formulada, como esbien sabido, por Bordeu y Marthez yuna de las raíces más hondas de lamedicina hospitalaria y la mentali-dad anatomoclínica. En Pediatría,esta corriente se manifestó más tar-díamente en la obra de los autoresfranceses François Rilliet y EugèneBarthez, ya en pleno siglo XIX. Porel contrario, el vitalismo escocés y elgermánico tuvieron un influjo in-

42

Page 15: Capítulo 2. Los niños en la España del Antiguo Régimen

mediato y directo en el campo quenos ocupa y el Guter Rath an Mutterüber die wichtigsten Punkte der physis -chen Erziehung der kinder in der Ers -ten Jahren de C.W. Hufeland (Ber-lín, 1799) el libro más significativoque refleja esta tendencia. En GranBretaña, la doctrina de W. Cullen,uno de los principales seguidores,como es sabido, del vitalismo de laEscuela de Edimburgo, a la hora deconcretar en qué consistía la «vis vi-talis» no se redujo a consideracionesabstractas sino que desplazó dichoprincipio al sistema nervioso, enuna suerte de vitalismo que se deno-minó «neuralpatología». En ella, elsistema nervioso era la pieza claveen la que se fundamentaba todo elfisiologismo y toda la patología yaque, según sus ideas, todas las enfer-medades eran, de algún modo, ner-viosas. Otra corriente que no dejóde estar presente en las interpreta-ciones patogénicas de la patologíainfantil fue el brownismo.

¿Qué significado tuvieron las di-ferentes corrientes y sistemas diecio-chescas para el desarrollo de la Pe-diatría? La respuesta radica en lautilización del cuerpo del niñocomo «laboratorio de pruebas» delas mismas. Aunque a partir de la se-gunda mitad del siglo XIX este pun-to de vista se afianzará, en el sigloXVIII, el organismo infantil, al en-contrarse en las primeras fases del

desarrollo, se considera que puedehacer más sencillo, a la mirada delmédico, la comprensión de los me-canismos etiológicos y patogénicosdel enfermar que el adulto. Pero a lavez, esta utilización pragmática,tuvo un efecto inesperado, puestoque el focalizar la atención hacia elniño, comenzó a hacerse visible eimportante para la ciencia el cuerpoinfantil, no sólo como referente, y acomenzar a estudiar sus peculiari-dades.

Lo cierto es que, debido a todasestas corrientes, se dejan de lado yalas interpretaciones humoralistas yconceptos como la «fragilidad natu-ral» de los niños por su especialcomplexión, sustituyéndose porotros esquemas que subrayan la exci-tabilidad del organismo infantil, laimportancia extraordinaria del sis-tema nervioso y su fácil irritabilidady, sobre todo, la peculiaridad de larespuesta generalizada frente a cual-quier proceso morboso local, a vecesmínimo (trastornos digestivos, den-tición, gusanos) debido a la cerrada«simpatía» existente entre las diver-sas partes del cuerpo a través delsistema nervioso. Con pequeñas va-riantes, éstos son los tópicos presen-tes en las obras pediátricas del sigloXVIII.

Sin embargo, no es posible dejarde lado lo que, en el día a día de lapráctica diaria, debió ser la regla,

43

Page 16: Capítulo 2. Los niños en la España del Antiguo Régimen

aunque no se fuera consciente deello. Nos referimos al peso de las co-rrientes antisistemáticas, cuya prin-cipal base era el método inductivomoderno y el atenimiento a una me-dicina basada en la observación clí-nica y en la experimentación. Suprograma, profundamente ecléctico,reunía elementos procedentes devarias tendencias, asimilando lo másaprovechable de cada una de ellas.En el campo pediátrico, pod e m o spersonificar esta actitud entre loscomponentes de la Alte Wi e n e rSchule, muchos de los cuales hicie-ron aportaciones relevantes en esteterreno. De este modo los Commen -taria in Hermanni Boerhaave Aphoris -mos de cognoscendi et curandi morbis(1765) de G. Van Swieten, incluyeun tratado sobre enfermedades in-fantiles. Otro tanto sucede con lasobras de Plenck y J. Peter Frankquien, además de sus contribucionesa la salud pública, realizó interesan-tes acercamientos a problemas comoel raquitismo en 1786.

Los libros de pediatría europeosdel siglo XVIII incluyen otros ele-mentos de gran importancia prácti-ca. De hecho, en línea con lo que es-taba sucediendo en otras áreas,empieza a configurarse un apartado,dentro de las obras, que cumplía lasfunciones de manual de métod opara el clínico con unas pautas con-cretas de actuación. El primer pro-

blema que se plantea es saber sihubo unas pautas distintas en el casode que el paciente fuese un niño yaque, como hemos indicado al princi-pio, no existe todavía desde el pun-to de vista de su institucionaliza-ción, una separación neta entre laPediatría y la Medicina Interna. Ensegundo lugar, se trata de ver en quéconsistieron estas diferencias, si esque las hubo. El análisis de las histo-rias clínicas pediátricas, nos da laclave para ver cómo esto sucedió, dehecho, en la práctica.

Los clínicos exigentes que inclu-yeron patografías pediátricas en loslibros de patología, o en las nume-rosas monografías que hemos co-mentado arriba, lo hacen con unafinalidad muy concreta: «sugerir alos médicos que no han tenido oca-sión de adquirir mucha experienciaen las enfermedades infantiles, al-gunas ideas sobre las mismas», indi-ca Underwood. De la descripciónde varias enfermedades individua-les podrá pasarse a la nosografía deuna determinada entidad nosológi-ca, de un tipo determinado de en-f e r m a r. Estos ejemplos pueden ser,además, de utilidad a los médicos,ya que es casi universal la creenciade que las enfermedades que afec-tan a los niños, aunque aparente-mente más complicadas que las delos adultos, se pueden reducir, en lapráctica, a un pequeño número de

44

Page 17: Capítulo 2. Los niños en la España del Antiguo Régimen

especies morbosas. Uno de los mo-dos de conocer estas afecciones es através de la lectura de casos clínicosrepresentativos de cada una deellas. Este modo de ver las cosas enel que las patografías, de las cualeshay numerosísimos ejemplos en lasmonografías pediátricas, dio lugar aque se acabaran perfilando una se-rie de normas metódicas en el actoclínico pediátrico que, tomandocomo base el patrón de Boerhaave,magistralmente estudiado por LaínEntralgo, añade elementos nuevoscomo cautelas en la exploración,pistas para recoger los datos de laanamnesis a través de las personasque rodean al niño, interpretaciónde los signos que aparecen. En defi-nitivo, un conjunto de elementosque procedían en realidad de la tra-dición práctica de la medicina delos niños aunque con la novedad deuna actitud metódica cada vez másrigurosa y un intento de recopila-ción sistemática. Desde nuestropunto de vista, fue este aspecto dela clínica y no tanto el de las varia-bles interpretaciones doctrinales, elque está en las raíces de la especia-lidad en sus inicios. Si ésta no cris-talizó en el siglo XVIII fue por laausencia de fundamentos de mayorsolidez como los que la nacienteAnatomía Patológica iba a propor-cionar en los primeros pases de lanaciente especialidad en el Ocho-c i e n t o s .

2.3. Los conocimientos médicos ysu aplicación al cuidado de lainfancia en España

Los estudios históricos sobre la Pedia -tría en la España moderna

Desde hace ya varias décadas, lahistoriografía médica española hadado a conocer lo que son, para el pe-r i odo moderno, los autores y las fuen-tes escritas más representativas de lapediatría hispana. En cuanto al tipode acercamiento historiográfico esdestacable el fuerte componente ha-giográfico que caracterizó a gran par-te de los primeros estudios y la nomenos intensa participación, aún apequeña escala, en la «polémica de laciencia española» de parte de los au-tores. También aquí se habla de unasuerte de edad de oro de la Pediatríaespañola y a los tratadistas del garro-tillo se les considera poco menos quesus héroes más significativos. Unidoa ello, la reivindicación, como puedeverse en la frase siguiente de una delas figuras más importantes de la Pe-diatría española de los inicios del si-glo XX, Andrés Martínez Vargas, dela Pediatría como un producto de ori-gen genuinamente español.

«Debemos hacernos dignos deella. España ha sido la primera na-ción en Europa que implantó la en-señanza oficial y obligatoria de la Pe-diatría, tal y como si respondiera conesta medida, a su intuición científica

45

Page 18: Capítulo 2. Los niños en la España del Antiguo Régimen

y a su abolengo. No ignoréis que Es-paña ha dado en los tiempos pretéri-tos la más copiosa literatura sobreenfermedades de los niños: recorde-mos a los médicos árabes de la escue-la cordobesa y otros que durante lossiglos XVI y XVII dieron a la luz losú n i c o s libros del mundo acerca de lasenfermedades de los niños. Por estosprecedentes históricos, carece defundamento la afirmación de que laPediatría es un arte genuinamentefrancés». Martínez Vargas, A., His-toria de la Pediatría Española. A c t aPediátrica, 25-26, 1945, pp. 1-70.

No son, en todo caso, muy abun-dantes los estudios históricos sobre laPediatría española del periodo mo-derno, aunque sí establece un capí-tulo importante dentro de obras deconjunto como la de Granjel1 9 q u econstituye, todavía hoy, la única sín-tesis existente entre nosotros. De suescuela derivan, por otro lado, la ma-yor parte de estudios sobre este pe-r i odo. Más reciente es la monografíade A. Orozco con una amplia cober-tura temporal, aunque limitada espa-cialmente a Andalucía y Extremadu-ra. Ya hicimos mención conanterioridad al estudio de López Pi-ñero y Bujosa Homar sobre la Pedia-tría renacentista. Los estudios sobreexpósitos a los que dedicaremos un

apartado especial y las investigacio-nes sobre instituciones hospitalariasque iremos citando oportunamente,son otros tantos lugares donde es po-sible encontrar información.

Desde la vertiente heurística eneste caso, como en otros muchos,nos ha sido de una gran utilidad laBibliographia Medica Hispanica, quepermite la localización de las obras yde su ubicación.

Autores, obras y contenidos

Las principales figuras que prota-gonizaron la tarea de incorporar aEspaña, a través de sus escritos, den-tro del movimiento que hemos vistoen el epígrafe anterior desarrollarseen Europa, son bien conocidas a tra-vés de los estudios de Granjel. Porello, no vamos a volver a transcribiraquí dichos datos sino intentar pro-fundizar en el análisis del contenidode las obras en su conjunto. Cree-mos que esta posibilidad es legítimaporque los libros pediátricos españo-les de los siglos XVI a XVIII cons-tituyen un cuerpo doctrinal co-herente y con un alto grado dehomogeneidad con respecto altema. Los criterios utilizados paraincluir uno u otro libro, vienen da-dos por las palabras clave que apare-cen en los escritos y que correspon-den, en primer lugar, a un núcleobásico de obras relativas a «enferme-

46

19 GRANJEL, L.S. Historia de la pediatría es -pañola. Salamanca, Publicaciones del Semi-nario de Historia de la Medicina, 1965.

Page 19: Capítulo 2. Los niños en la España del Antiguo Régimen

dades de los niños», «regimiento dela salud y conservación de la saludde las criaturas», «arte de las coma-dres y partos», así como textos mé-dicos generales que ofrecen datos degran utilidad para completar el pa-norama, sobre todo si, como hemosdicho, estamos en un momento enel cual no existe la institucionaliza-ción de la especialidad pediátrica.

La distribución de las publicacio-nes médicas que contienen aspectospediátricos, muestra un crecimientonotable a lo largo de todo el periodo.Los primeros textos sistemáticosproceden de la primera mitad del si-glo XVI (Damián Carbó, Lobera deÁvila); un aumento significativo seda en las últimas décadas del sigloXVI y los primeros años del XVII,siendo en esta etapa las obras de Pé-rez Cascales y Luis Mercado las demayor carga doctrinal y, en el casode Mercado, sin duda la más influ-yente y citada. Los idiomas utiliza-dos son latín y castellano. Esta últi-ma lengua predomina en los escritosorientados desde el punto de vistapráctico con reglas terapéuticas sen-cillas y consejos higiénicos elemen-tales. En una ocasión, un mismotexto se edita en ambas lenguas(Cristóbal Pérez de Herrera). Untema monográfico destaca sobre losdemás, el garrotillo o angina diftéri-ca, quince obras entre 1598 y 1630,pueden contabilizarse. Con este ma-terial como base, creemos que es po-

sible hablar de la existencia de unmodelo de rasgos bien definidos so-bre estas edades de la vida que, al serampliamente aceptado, influirá mu-cho más allá del ámbito puramentemédico, en otras esferas de la vidaintelectual y social. Dicho modelo,de procedencia escolástica, experi-mentará algunas variaciones a lo lar-go del periodo moderno e incluyeuna serie de lugares comunes o tópi-cos que a continuación vamos aanalizar: edades de la vida, naturale-za del niño en estado de salud y en-fermedad, conservación de la saludde los niños y terapéutica. Estos tó-picos representan puntos de vistasintéticos casi idénticos en los que ellenguaje tiene la función de comen-tar, interpretar y preservar los textosy, aunque aparecen obras originalesque no son pura exégesis o comenta-rio de autoridades, en líneas genera-les estos lugares comunes se mantie-nen a lo largo de todo el periodo.

Las edades de la vida del hombre20

La temporalidad es una constan-te en el pensamiento científico eu-

47

2 0 BALLESTER AÑÓN, R. Edades de lasmujeres edades de la vida del hombre. Tópi-cos y lugares comunes en la crianza médicaantigua y tradicional. In: PÉREZ CANTÓ,P., ORTEGA LÓPEZ, M. (eds.). Las edades delas mujeres. Madrid, Universidad Autónomade Madrid, / Instituto de la Mujer, 2002.

Page 20: Capítulo 2. Los niños en la España del Antiguo Régimen

ropeo-occidental. Hay dos formasdel tiempo que es útil distinguir: eltiempo histórico y el tiempo perso-nal o tiempo biográfico. Es evidenteque el tiempo es continuo pero tam-bién lo es que la continuidad no ex-cluye la articulación. El tiempo his-tórico está articulado en dossentidos. Por un lado, tienen una ar-ticulación menor que son las gene-raciones, y una articulación mayor,una especie de macroestructura queson las épocas. Algo parecido ocurreen la vida: la vida es también conti-nua desde el nacimiento hasta lamuerte pero está articulada en eda-des. Y ello ha sido evidente siempre,desde las culturas más antiguas se hareconocido la pluralidad de las eda-des y se ha tratado de definirlas. Ennuestro análisis queremos referirnosa dos aspectos: por un lado, vercómo en los textos pediátricos apa-rece el tema de las edades de la viday, en segundo lugar, el intentar veri-ficar la hipótesis de partida de queexisten diferencias significativas enla conceptualización de las edadesde la vida, dependiendo de si se tra-ta de uno u otro sexo. Si ello es así seañadiría evidencia a los resultadosde los estudios que hablan de la exis-tencia, desde los esquemas de laciencia antigua y tradicional, de dosmodelos distintos y jerarquizados.

Ya hemos comentado antes lapolémica existente entre los histo-

riadores de la infancia y que vamos aretomar aquí. Como se dijo, dichapolémica parte de la conocida tesisde Philippe Ariès formulada en losaños 60 sobre la inexistencia de unadelimitación clara del concepto deinfancia, en coincidencia con la es-casa preocupación social por estasetapas de la vida, antes del periodoilustrado. Por el contrario, historia-dores como Shahar, Stephen Wi l-son o Holmes entre otros, encuen-tran numerosos testimonios de locontrario en fuentes muy variadas.Desde nuestro punto de vista y cir-cunscribiéndonos a las fuentes his-tórico-médicas, parecen más plausi-bles las tesis citadas en segundolugar. En otro tipo de estudios reali-zados en los últimos años en nuestropaís sobre historia de la infancia enel Antiguo Régimen, se suelen man-tener las tesis de Ariès, si bien esverdad que el tipo de fuentes utiliza-das son de otras áreas diferentes a lasdel presente trabajo, como porejemplo mantienen: SantaolariaSierra, F. Marginación y educación.Historia social en la España Modernay Contemporánea. Barcelona: Ariel,1997 y Delgado B. [Historia de la in -f a n c i a. 2ª ed., Barcelona: Ariel,2000]. Sin duda la influencia deAriès entre nosotros ha sido funda-mental. En ciertas áreas, por ejem-plo, la Revista de Educación le dedicóun número monográfico a la «Histo-ria de la infancia y de la juventud»,

48

Page 21: Capítulo 2. Los niños en la España del Antiguo Régimen

nº 281, cuyo primer artículo era delautor francés. La traducción de suobra al castellano (Madrid: Taurus,1987) así como la de De Mause(Madrid: Alianza ed., 1982) hancontribuido, como indica B. Delga-do, a aumentar el interés por estostemas entre nosotros.

La existencia de un bien delimi-tado conjunto de saberes y prácticas,propias y específicas del periodo in-fantil, que dichas peculiaridadespueden rastrearse perfectamente enel arquetipo de las edades de la vida,así lo confirman, aunque ciertamen-te la ambivalencia de las actitudesde padres y madres, médicos y fami-liares y, de la sociedad en su conjun-to, es la norma, sobre todo si nos re-ferimos al tema de la percepción dela muerte de los niños. Desde los tra-bajos que se han ocupado del temade las edades de forma directa o in-directa, habría también que señalarlas aportaciones novedosas de histo-riadores como Shulamith Shaharque constituyen una importantebase de reflexión. Para esta autora,las edades de la vida que aparecenen las obras médicas, literarias y di-dácticas antiguas y tradicionales, secorresponden con la observaciónempírica a lo largo de siglos, de lasetapas en la formación de la perso-nalidad del niño verificada en el si-glo XX por los trabajos de Jean Pia-get y Erik Erikson entre otros.

Aunque a veces parece un poco for-zada esta correspondencia, no dejade tener su interés como si el viejotema de las edades fuera como unGuadiana que tiene sus fases de in-terés/desinterés, en función de losconocimientos y de las herramientasde análisis disponibles.

Los orígenes del tópico

Martín Martínez, en su MedicinaEscéptica (1748) pone en boca de lospersonajes ficticios que polemizanen la conversación sexta de la obra,relativa a «que sean las edades ycuántas», el hipocrático, el galénicoy el químico un interesante resumende las ideas que sobre este lugar co-mún tienen cada uno de ellos. El hi -p o c r á t i c o, desde una perspectivapoco dogmática, dice las siguientespalabras:

«No gastéis tiempo en eso (enver el número de edades) pues segúnlos fines que se han propuesto los au-tores, han dividido tan variadamen-te las edades que apenas hay núme-ro que no tenga su protección: talvez, edad se toma por aetas y esto estodo el curso de la vida; tal vez porlos dos extremos: mozos y viejos; talvez por los tres estados de Aristóte-les; tal por cuatro como Hipócrates,tal por cinco con Platón; otros danseis edades, otros ocho partiendo lavejez en vejez y decrepitud y la me-

49

Page 22: Capítulo 2. Los niños en la España del Antiguo Régimen

nor edad en infancia y puericia ytambién es de Hipócrates esta divi-sión. Los astrólogos dan siete por lafingida correspondencia a los plane-tas, hay quien de siete en siete añosadmite una edad y hasta doce edadesno faltan patronos...»

Por el contrario, el galénico ofre-ce el entramado doctrinal más co-mún:

«Las edades son los varios tem-peramentos o mutaciones que port odo el espacio de la vida inducenen el viviente las causas necesariase inevitables. Son varios los tempe-ramentos o mutaciones que por elespacio de la vida (inducen en el vi-viente las causas necesarias e inevi-tables). El temperamento que sacóel viviente de los principios de la ge-neración es el temperamento inna-to; éste se distingue (diferencia) enla(s) edad(es) porque en la vejez yase ha resuelto y borrado el templeque contrajo el viviente en la gene-ración... La causa del aumento enel niño es la mucha humedad y ter-nura de las partes que, al menor ím-petu del jugo nutritivo, cede y sedilata»

Finalmente, el químico se refierehasta a siete edades distintas, a sa-ber: infancia, puericia, pubertad,adolescencia, juventud, virilidad ysenectud. Las diferencias entre unay otra se realizan con un criterio pro-cedente de la pura observación de

los cambios corporales con una in-terpretación doctrinal provinientede los esquemas propios de la iatro-química.

No es posible entender estospuntos de vista si no nos remonta-mos a los orígenes. ¿De dónde pro-cede el tópico de las edades de lavida del hombre? Sin ningún génerode dudas su punto de partida hay quebuscarlo en la Antigüedad Clásica y,como sucede con el resto del con-junto de saberes biológicos y médi-cos, en el contexto armonizador queera la teoría humoral. Dicho con-cepto va a ser vehiculizado en el lar-go y complejo proceso de transmi-sión de la ciencia clásica occidentaltras pasar por el tamiz de la cienciaárabe y del mundo bizantino y vol-ver a la Europa Occidental a travésde ellos. Al exponer la doctrina delas edades de la vida del hombre trasel estudio de las cosas naturales o fi-siológicas, la I s a g o g e de Ioannitius,el texto escolar más importante dela historia del galenismo, dice:

«Cuatro son las edades, a saber,adolescencia, juventud, senectud ydecrepitud. La a d o l e s c e n c i a es decomplexión cálida y húmeda, enella crece y aumenta el cuerpo hastallegar a los veinticinco o treintaaños. A ella le sigue la juventud, quees cálida y seca y que conserva en superfección el cuerpo sin disminu-ción de sus fuerzas; ésta acaba a los

50

Page 23: Capítulo 2. Los niños en la España del Antiguo Régimen

treinta y cinco o cuarenta años. Acontinuación viene la senectud, fríay seca, en la que el cuerpo empieza adisminuir y decrecer algo, sin quefalte, no obstante, la fuerza; durahasta los cincuenta y cinco o sesen-ta años. Le sucede la decrepitud, consu concurrencia de humor flemáticofrío y húmedo; en ella se hace pre-sente la carencia de fuerza y ella,con el transcurso de los años, ponefin a la vida».

A través del fino análisis que so-bre este tema hizo Diego Gracia2 1,podemos seguir el razonamiento so-bre las edades de la vida y la natura-leza del niño en la Antigüedad clási-ca. Por su especial interés, vamos areproducir sus palabras. En el textocitado arriba se dice que la juventudsigue a la adolescencia, que es cáliday seca, perfectum sine diminutione vi -rium corpus conservans, conservandoel cuerpo sin disminución de susf u e rzas. La expresión, tan escueta,no es fácil de entender. ¿Cuál es susignificado? Por el contexto, co-menta Gracia, deducimos que hastalos cuarenta años, una vez acabadala juventud, empieza la «disminu-ción «, el «decrecimiento» del cuer-po humano, en tanto que la adoles-cencia, por el contrario, el cuerpo«aumenta». Parece que el period ode la juventud –entre los 25-40

años– es «perfecto», porque en él hafinalizado ya el proceso de creci-miento y no se ha iniciado todavíael de disminución o decrecimiento.En términos aristotélicos, la juven-tud es el periodo de la vida del serhumano que transcurre entre el finaldel proceso de «generación» y el ini-cio del de «corrupción». Ahorabien, en la filosofía aristotélica y,por extensión, en toda la filosofíaantigua, la «naturaleza» de un ser ouna cosa sólo existe perfecta una vezfinalizada la generación y aún noiniciada la corrupción. Lo cual plan-tea un grave problema, el de si elniño es un ser natural, es decir, el dequé sentido tienen la expresión «na-turaleza» aplicada al niño.

La generación del ser humano nofinaliza en el momento del naci-miento sino mucho después, cuandose alcanza la madurez biológica ypsicológica entre los veinticinco ylos treinta años. Sólo entonces elhombre es un «ser natural», es decir,en la plenitud de sus potencias y fa-cultades, tanto corpóreas como aní-micas; sólo entonces el hombre pue-de alcanzar su «perfección», la saludy belleza en el cuerpo y la bondad enel alma. Al hombre le pertenecenpor «naturaleza» estas propiedades,la bondad, la belleza, la salud. Másaún, en la naturaleza humana hayuna correlación perfecta entre cuer-po y alma y sólo en un cuerpo sano ybello puede existir un alma buena.

51

21 GRACIA, D. ¿Es el niño un ser enfermo?Jano, 662, 11- 23.

Page 24: Capítulo 2. Los niños en la España del Antiguo Régimen

Hasta que el hombre alcanza lamadurez y su naturaleza logra la per-fección, no puede considerarse nicomo sano, ni como bello ni comobueno. El niño, no es, en primer lu-g a r, sano, ya que su complexión ca-rece de temperancia. Como conse-cuencia, tampoco es bello. El niño,en fin, no es bueno. Las cualidadesdel alma se hallan determinadas, ent oda la tradición socrática, por lacomplexión humoral: no puede ha-ber un alma buena en un cuerpo in-temperado. Al niño no le pertenecela virtud como nota constitutiva desu naturaleza y, mucho menos, a laniña. Por ello, es fundamental la p a i -d e i a, tanto del cuerpo como del espí-ritu. En el primer caso, la d í a i t a c o nla adecuada regulación de las cosasque el galenismo definió como s e xres non naturales: medio ambiente,comida y bebida, movimiento y re-poso, sueño y vigilia, excreciones ysecreciones y afectos del ánimo.También es necesario ejercitarse encombatir la ignorancia y el vicio me-diante el conocimiento y la virtud.

El análisis de Gracia apunta a loque constituye el elemento nuclear:la naturaleza del niño en estado deenfermedad. Es decir, si por su natu-raleza intemperada, de hecho, s e rniño equivale a e s t a r enfermo; enotras palabras, el periodo de la in-fancia es, en sí mismo, contranatu-ral. La solución viene dada por la

idea de que el estatus del niño no esni natural ni contranatural sinoneutro. Así la naturaleza del niño secaracteriza por su n e u t r a l i d a d, untipo especial de intemperancia quele hace muy propenso a evolucionarfácilmente hacia el estado de enfer-medad, que de alguna manera le ale-ja de la salud y que requiere una cui-dadosa paideia desde el nacimiento.

La naturaleza del niño en estado de salud

Ya nos hemos referido en un epí-grafe anterior a cómo la tradiciónaristotélico-galénica considera alniño como una versión todavía im-perfecta del hombre adulto por sersu complexión cálida y húmeda, loque le hace estar sujeto a la máximacorruptibilidad. Frente a la mujer,también imperfecta, el niño es per-fectible, puesto que conforme vacreciendo el calor persiste pero lahumedad, cuyo exceso es muy perju-dicial sobre todo para el cerebro, vaaminorándose. Su complexión esdelicada y por ello «tienen los ner-vios débiles y molificados». Esta de-bilidad se pone de manifiesto enmuchos capítulos de las obras pediá-tricas y así se habla, por ejemplo, de«débiles osezillos... y sujetos tan fla-cos por su ternura y débil comple-xión» de blandura de los huesos dela calota que posibilita la apariciónde hidrocefalia; de debilidad en las

52

Page 25: Capítulo 2. Los niños en la España del Antiguo Régimen

túnicas que componen la estructuradel ojo, etc.

Por otro lado, las potencias ra-cionales –imaginación, pensamien-to y memoria– están muy poco desa-rrolladas al nacer. Sólo a partir delos siete años puede decirse que elniño ha entrado en la «edad de la ra-zón». Tienen una fuerte virtud natu-ral necesaria para el crecimiento. Elque crece necesita mucho alimento,lo que les hace muy voraces (Valles,Mercado Lobera de Ávila así lo afir-man).

Íntimamente ligado a la comple-xión natural del niño, los autoresofrecen lo que son las característicasmás significativas de la psicologíainfantil y que podemos resumir delmodo siguiente: hasta los siete años,no pueden entender ni distinguir elbien del mal. Tienen gran facilidadpara aprender pero les resulta muydifícil retener lo aprendido ya que sumente está demasiado ocupada enjuegos y alegrías. Se mueven muchoy aman sólo a quienes les consientensus caprichos. Lloran, ríen y hablanmucho. No son prudentes ni cons-tantes. Ellas, las niñas, tienen un as-pecto más agradable y risueño, peroson ligeras y envidiosas y tienen elcorazón mudable y engañoso.

En general, las observacionesanatomofisiológicas son glosas y co-mentarios a Aristóteles, Galeno, Pa-

blo de Egina o Avicena (éste último,por ejemplo, muy presente en laobra de Lobera), pero a finales delsiglo XVI se observa la incorpora-ción de la nueva anatomía vesalia-na: «el rechinar los dientes cuandohay lombrices intestinales, se debe aque los músculos que abren y cierranel ano se relacionan con el vientre yel cerebro como sabemos desde Ve-salio». Al margen de las descripcio-nes embriológicas, la primera vezque el niño aparece tal como es, esmás tardía, hacia 1680 con una vi-sión geométrica, plenamente mo-derna, del cuerpo del niño. Es quizáuno de los primeros lugares por don-de se irá resquebrajando el modeloescolástico al no establecerse dife-rencias cualitativas entre la natura-leza del niño y la del adulto.

Las enfermedades infantiles y la prácti -ca médica

Aquí los tópicos podemos agru-parles en torno a las respuestas dadasa tres cuestiones: ¿Por qué son tanfrecuentes las enfermedades de losniños?; ¿cuáles son sus causas?; ¿pormedio de qué señales se manifiestan?A estas tres preguntas añadiríamosuna cuarta y es la de desvelar qué tipode patología aparece en los textos.

Enferman más los niños que losadultos, sobre todo en los primerosdías de la vida y durante la lactan-

53

Page 26: Capítulo 2. Los niños en la España del Antiguo Régimen

cia, por su complexión humoral rei-teradamente citada: «Todos los ma-les en ellos proceden del exceso dehumedad, cualidad que con el calorhace que estos cuerpos sean tan pro-pensos a la enfermedad. Padecencon facilidad enfermedades porcualquier causa, tanto interna comoexterna y además influyen en elloslos accidentes que han padecido enel interior del útero y en los trabajosdel parto. Casi en cada autor se repi-ten frases parecidas a la siguiente:«Y porque así son sin número, si to-das las enfermedades las tuviera quee s c r i b i r, sería muy prolijo»; «Innu-merables enfermedades son las quehe visto en lactantes y niños» (Nú-ñez de Oria); «Hay mil afeccionesque afligen al niño» (Mercado). Enestas frases se observa una gran im-precisión, un temor a equivocarse, ainternarse en un terreno resbaladizoy lleno de dificultades y conjeturas.

La doctrina de las causas tienenuna factura claramente galénica,aunque desarrollada en algunospuntos: «Es una gran verdad que lahumedad en los niños es todo aque-llo que llamamos causa» No obstan-te, el médico tiene que distinguirentre lo que debe ser húmedo en lanaturaleza del niño, lo cual es salu-dable y necesario, de lo que efecti-vamente predisponga a las enferme-dades. No pueden dejarse lasdolencias infantiles en manos de co-

madres porque desconocen las cau-sas, ya que es precisamente este co-nocimiento por causas el que distin-gue al médico científico.

Los libros contienen una porme-norizada descripción de las sex resnon naturales como causa de enfer-medad y se alude, asimismo, a lascausas internas como los diferentestemperamentos individuales. Laetiología más comúnmente acepta-da en los niños más pequeños es lamala calidad de la leche de la madreo nodriza, su consumo excesivo o suritmo inadecuado. Por ello, la alte-ración inicial que produce la enfer-medad en la mayor parte de los ca-sos, es decir, la causa sinéctica, es lacorrupción inicial del alimento enel tubo digestivo que provoca, se-cundariamente, una afectación delcerebro –hacia el que ascienden losvapores nocivos– que comunica, asu vez, su daño a otras partes delcuerpo.

En lo que concierne a las señalesde enfermedad, señala Mercado quealgunos de los que consideran el artey método de curar las enfermedadesde los niños, confunden las causasque las incitan con las señales conlas que se dan a conocer. De los tresrecursos principales que señala LaínEntralgo al estudiar el diagnósticoen la medicina galénico-tradicional:exploración sensorial, comunica-ción verbal y razonamiento, sólo

54

Page 27: Capítulo 2. Los niños en la España del Antiguo Régimen

parcialmente podrán ser aplicadosen el caso del paciente-niño. Fre-cuentemente se repiten frases comola siguiente, correspondiente a Pérezde Herrera: «No pueden manifestar(las enfermedades) con quejas nimostrar enteramente por pulso, ori-na u otras señales y excrementos quesuelen en los adultos dar indicios deellas». No por ello, pese a este mar-cado pesimismo, dejaron de utilizarla observación sensorial y, sobret odo, recurrir a la experiencia, pie-dra de toque de los autores de lasmonografías. Puesto que el niño nosabe decir ni dar a entender sus mo-lestias, en este combate contra la en-fermedad, los médicos de poca expe-riencia yerran. Pérez de Herrerallega a decir que muchos niños mue-ren porque padecen dolor y aflicción«por no saber quejarse» y que «escosa de gran peligro aver de curarsólo por conjeturas cosas tan escurasy dudosas». Todos los tratadistas, sinexcepción, mencionan su trayecto-ria profesional como garantía de co-nocimiento práctico de la realidadde las enfermedades infantiles.

Pero volvamos a la pregunta ini-cial: ¿Qué enfermedades aparecen enlos textos y cómo se tipifican? Sondestacables los aspectos siguientes:

– La escasa novedad de los distintoscapítulos que enumeran la patolo-gía infantil. Generalmente se tra-ta de meras repeticiones de las

obras clásicas ya citadas, inclusocon idéntica ordenación. Una ex-cepción a valorar: la angina difté-rica o garrotillo, auténtica nove-dad en la literatura renacentistaespañola.

– Excepto algunas especies morbosas(sarampión, viruela, difteria, epi-lepsia), el resto de capítulos son unamera enumeración de síntomas:tos, vómitos, hipo, estornudos.

– Se estudian las enfermedades máscomunes y no se plantea en lasobras hacer listados nosológicosexhaustivos. Estas enfermedadesfrecuentes se refieren principal-mente a lo que podríamos englo-bar bajo el rótulo de trastornos di-gestivos y errores dietéticos en loslactantes. En los niños más mayo-res hay mayor frecuencia de pato-logía infectocontagiosa.

– Solamente cuando a finales del si-glo XVI aparece de forma epidémi-ca la difteria, 1613 es denominado«el año de los garrotillos», es cuan-do surgen estudios monográficos re-lativos a este tema como los clásicosy ya citados antes de Mercado, Pé-rez Cascales o Ruizes de Fontecha.

2.4. Los niños expósitos en la Es-paña Ilustrada

La existencia de monografías so-bre expósitos en la España moderna,

55

Page 28: Capítulo 2. Los niños en la España del Antiguo Régimen

es una clara expresión de algo quefue vivido como un problema por lasociedad de la época, muy en parti-cular en las publicadas en las últimasdécadas del siglo XVIII. Contamoscon excelentes trabajos que nos hanhecho conocer las dimensiones delproblema y alguno de ellos como elde Carreras22, el más completo desdeel punto de vista de la historia de lamedicina, cuenta, entre las fuentesmanejadas, con las de tipo impreso.No es necesario insistir demasiadoen la enorme relevancia de las mis-mas para cuestiones fundamentalesde tipo demográfico y social como elestudio de la pobreza. Junto a otrotipo de fuentes no impresas, son in-dispensables para poder reconstruircon precisión la gravedad de la si-tuación en lo tocante a la cuestión

de la morbilidad y mortalidad infan-tiles.

¿Quiénes fueron los autores de lasobras sobre infancia abandonada?.Eclesiásticos, políticos, filántropos ymédicos se reparten las autorías. Losprecursores, como señala A. Carre-ras, hay que buscarlos en el sigloXVII, en la obra de dos médicos,Cristóbal Pérez de Herrera (1604) y,sobre todo, en Luis Brochero(1626). Junto a ellos, un clérigo,Fray Tomás Montalvo, publicó unaPráctica política y económica de expósi -tos... (1700) tomando como base elmanuscrito del Rector del Hospitalde Expósitos de Granada, quien fa-lleció antes de que la obra viera laluz. Sin embargo, el grueso de las pu-blicaciones están concentradas enlas últimas décadas del siglo XVIII,dato coherente, como es bien sabi-do, con lo que fue la preocupacióndemográfica y toda la constelaciónde elementos que constituyen laIlustración en España y que, comoha sido repetidamente señalado port odos los historiadores de la infan-cia, aúna la sensibilidad prerromán-tica frente a la infancia con la visiónutilitarista de hacer de cada indivi-duo una persona útil a la sociedad.Pero también jugaron un papel rele-vante las circunstancias locales deun determinado país; en el caso quenos ocupa, la mayor parte de lasobras se publicaron durante el reina-

56

22 CARRERAS PANCHÓN, A. El proble -ma del niño expósito en la España Ilustrada. Sa-lamanca, Instituto de Historia de la Medici-na Española, 1977. Otros excelentestrabajos sobre expósitos son los siguientes:SANTALO, G. Marginación social y mentali -dad en Andalucía Occidental: expósitos en Se -villa (1613-1910). Sevilla, 1980. OROZCOA C U AV I VA, A. Historia médico-social delniño en Andalucía Occidental y Extremadura.Sevilla, Sociedad de Pediatría Occidental yExtremadura, 1990. SHERWOOD, J. P o -verty in Eighteenth Century Spain. The Wo -men and Children of the Inclusa. To r o n t o ,University of Toronto Press, 1988. VIDALGALACHE, F., VIDAL GALACHE B.Bordes y bastardos. Una historia de la Inclusade Madrid. Madrid, Compañía Literaria,1995.

Page 29: Capítulo 2. Los niños en la España del Antiguo Régimen

do de Carlos IV y el gobierno de Go-doy fue especialmente sensible a es-tos problemas, ya que como Carrerasindica y es fácilmente evidenciable,durante su privanza autores comoUriz, Iberti o Murcia, le dedicaronsus obras. En este sentido, las refe-rencias a expósitos están reflejadasen la actividad llevada a cabo porpersonajes fundamentales en la Es-paña ilustrada como Feijóo, Sar-miento, Jovellanos o Cabarrús, aun-que aquí nos vamos a limitar a lostrabajos monográficos sobre expósi-tos que, como comentábamos antes,tuvieron diferentes procedencias enconsonancia con lo que fue una pre-

ocupación compartida por ampliasesferas sociales. En las obras diecio-chescas aparecen políticos (AlbertoMegino), responsables organizativosde hospicios (Tomás Anzano), cléri-gos (Juan Antonio de Tr e s p a l a c i o s ,Joaquín Xavier de Uriz, AntonioArteta) y médicos (Santiago GarcíaJaime Bonells, José Iberti). De otrostratadistas sobre expósitos de grantrascendencia, como Ignacio M.Ruiz de Luzuriaga sólo nos ha llega-do su obra manuscrita.

El paternalismo fue el tipo rela-ción que se establecía entre el pod e rpolítico y religioso y los ciudadanos

57

Fig. 4. Grabado representando un torno tradicional para la recogida de los niños aban-donados en un hospital o en un hospicio.

Page 30: Capítulo 2. Los niños en la España del Antiguo Régimen

en el contexto del despotismo ilus-trado. El rey era el padre del pueblo yel Papa el representante de Cristo enla Tierra. La iglesia consideraba a susmiembros como formando parte dela familia cristiana y el estado consi-deraba a sus súbditos como hijos quedebían obediencia y lealtad. En elAntiguo Régimen se desarrolló unelaborado sistema de institucionescaritativas con objeto de mitigar laspésimas condiciones de vida dela mayoría de la población en elp e r i odo preindustrial. Los pobrescumplían, en este contexto, una im-portante función al ofrecer oportuni-dades de ejercer sobre ellos la caridadcristiana y la generosidad. Las inclu-sas dependían de la iglesia, del estadoo de particulares que veían a los po-bres en los términos que acabamos dec o m e n t a r. En el caso de España, ade-más, la protección de los expósitostenía además otro componente enrelación con otros países europeos: elhonor de la familia dependía, engran medida, de la honestidad de lasmujeres que la componían y que loshombres estaban obligados a prote-g e r. Así, la inclusa era una forma deproteger dicho honor, puesto que elhijo ilegítimo no tenía cabida en unafamilia honorable. Por medio de es-tos establecimientos, el rey, o la au-toridad eclesiástica, tomaba bajo susupervisión y cuidado estos niños,bajo su manto protector con una pa-ternidad subrogada.

El expósito como víctima y el ex-pósito como paciente son dos de losrasgos que en estas obras se puedenrastrear y que van indisolublementeunidos: tratadistas médicos y autoresajenos a la medicina, no dejan de su-brayarlo. Como veremos en un epí-grafe posterior, la especial relaciónque entre médicos y niños enfermosse produce, está marcada por la com-pasión, sentimiento que en el casode la infancia abandonada es toda-vía más marcado. Sobre todas lasobras, sin excepción, está pesandouna realidad: la dimensión de las ci-fras de mortalidad para la que se uti-lizan adjetivos muy variados, siendoel de «aterradora» uno de los másfrecuentes. Los testimonios de elloson tan abundantes en las fuentes dela época, que no parece que quepa lamenor duda de que, como decía An-tonio Bilbao, «exponer a esos niñosera la misma cosa que matarlos». Losdatos que ofrece Ignacio María Ruizde Luzuriaga en un documento esca-lofriante por lo que allí se contiene,Estadística Político-Médica o estadocomparativo de los Xenodochios... osea Casas de Amparo u Hospicios deMaternidad, Inclusas y Casas deHuérfanos o Desamparados de Espa -ña, dispuesta según el orden de los ar -zobispados y obispados con la mira deperfeccionar estos Establecimientos se -gún las mejoras de las demás nacionesde Europa (Mss. en 5 volúmenes es-crito entre 1817 y 1819 y que se

58

Page 31: Capítulo 2. Los niños en la España del Antiguo Régimen

conserva en la Real Academia Na-cional de Medicina de Madrid), elhospicio de Santiago de Composte-la contaba con 733 expósitos en1803, de los cuales murieron 558,siendo la tasa de mortalidad infantilde 761.2 por mil nacidos vivos. Paralos médicos constituía todo un reto,una de las fronteras que la enferme-dad ponía al arte de los galenos. Endefinitiva, la exposición no era sóloun tremendo problema social, tam-bién era un problema médico. Lascondiciones de los hospicios fueronun motivo más para que la medicali-zación de la actividad del cuidado delos niños se produjera en los térmi-nos que hemos comentado arriba.Estas instituciones, donde docenasde niños enfermaban y morían, eranuna excelente oportunidad paraaprender clínica infantil, para ob-servar las patologías más variadas,probar remedios y desarrollar nuevastécnicas. Como ha sido señalado porlos estudiosos del tema, podría darsela paradoja de que estos lugares, acu-sados con mucha razón de ser ellosmismos parte del problema, jugaranun papel positivo en el posterior de-sarrollo de la actividad pediátrica,ciertamente mediante un elevadísi-mo precio. No son pocos los ejem-plos en el mundo europeo de trans-formación de un hospicio o casa demisericordia, en un hospital pediá-trico. La propia Inclusa de Madrid esun ejemplo de esta evolución. Las

huellas de la nueva medicina paralos niños que estaba gestándose so-bre todo en la Francia del sigloXVIII, iba calando hondo en los es-critos de los médicos autores de li-bros sobre infancia abandonada.

Un elemento a destacar, aunquedesconocemos en qué medida se dioaquí, donde presumiblemente lo hi-ciera a menor escala que en el mun-do francés, fue la utilización de losexpósitos como cobayas humanopara experimentar diversos tipos deleches animales como sustitutas dela leche humana. Autores españolescomo Santiago García citan traba-jos foráneos como el experimentollevado a cabo en Rouen, donde secrearon las mejores condiciones delimpieza y cuidado para lactantespero a los que se suministró, para verlos resultados, leche de vaca, lo quefue una auténtica catástrofe. O losensayos hechos en l´Hôpital des En -fants Tr o u v é s parisino administran-do mercurio a las madres para tratarla sífilis hereditaria.

Un caso aparte, del que sí tene-mos constancia, es el de la vacuna-ción antivariólica, utilizada en losniños expósitos como una contribu-ción de los mismos al progreso de laciencia, lo que añadía utilidad a susvidas. El ejemplo paradigmático fue-ron los niños que partieron desde laInclusa de La Coruña en la expedi-ción de Balmis. En la polémica desa-

59

Page 32: Capítulo 2. Los niños en la España del Antiguo Régimen

tada en torno a la vacuna tambiénterciaron los responsables de las in-clusas y no siempre hubo una con-cordancia de puntos de vista entreellos mismos. Por ejemplo, pareceser que en principio se pensó que al-guno de los niños expósitos del via-je de Balmis proviniera de la inclusamadrileña, estando de acuerdo losmédicos. Pero como indicó haceunos años Paula Demerson, la acti-tud de la Junta de Damas del hospi-cio madrileño, que dirigía la marchade la institución, se mostró contra-ria a esta situación; con un criteriodistinto al de los médicos, conside-rando que los peligros que acarreabael viaje no podían compensar la ha-zaña filantrópica de Balmis y Sal-vany, cuando el bien que a los niñosse les reportaba era prácticamentenulo. Es importante señalar el mag-nífico trabajo realizado en la inclusamadrileña por esta Junta de Damasque dirigió la condesa de Montijo.Con su dedicación a los niños aban-donados, ayudaron mucho a mejorarsus condiciones de vida. Muy re-cientemente, Susana Ramírez haexhumado una serie de interesantí-simos documentos que el médicocubano Tomás Romay y Chacón,una de las figuras centrales, comoveremos, de la introducción de lavacuna en América, remitieron a laInclusa madrileña y que podrían ser-vir como guía de actuación para lasactividades llevadas a cabo en los lo-

cales del establecimiento madrile-ño, sobre todo teniendo en cuentala propia experiencia de Romaycomo médico de un establecimientobenéfico cubano donde también serecogían niños abandonados.

Sin embargo, en otros muchosmás casos, sabemos de la influenciade las obras de los médicos en lamarcha de las inclusas. Este es elcaso, por ejemplo, tanto de la pri-mera, como de la nueva y aumenta-da edición de la obra de SantiagoGarcía titulada Instituciones sobre lacrianza y física de los niños expósitosque, como señalan Florentina y Be-nicia Vidal, tuvieron una gran in-fluencia en las reformas llevadas acabo en la Inclusa de Madrid por laJunta de Damas de Honor y Mérito.

La penosa situación de los niñosen las Inclusas o en los espacios des-tinados a los mismos en los hospita-les nos es familiar a través de no po-cos estudios que se han ocupado deltema. Las patologías prevalentesaparecen en ocasiones en las obrasimpresas, aunque hay que decir quelas fuentes de archivo son muchomás relevantes para este tema. Unaenfermedad que aparece frecuente-mente es la sífilis y la pretendidatransmisión de la misma del niño si-filítico a la nodriza, causaba temor,repugnancia y rechazo a llevarse elniño a su propia casa, pese a la ne-cesidad económica. Las infecciones

60

Page 33: Capítulo 2. Los niños en la España del Antiguo Régimen

oftalmológicas eran muy frecuentesy se atribuían en ocasiones a la en-fermedad venérea. Procesos micóti-cos como el muguet y otro tipo deaftas bucales causaban muchasmuertes por desnutrición, al ser do-lorosa la ingestión de leche y negar-se a la lactancia. Sarna y tiña erandos acompañantes asiduas de los ex-pósitos, lo mismo que otras muchasafecciones dermatológicas. En oca-siones, el tratamiento dado a deter-minadas afecciones podía ser, en símismo el causante de efectos nega-tivos, como señala Ruiz de Luzuria-ga con respecto a la agresiva accióncurativa destinada a hacer desapare-cer la tiña, que causaba con poste-rioridad no pocas calvicies. Lasafecciones más graves, en este oscu-ro panorama eran las de tipo respi-ratorio y gastrointestinal, causadas,en no pocas ocasiones, por patolo-gía infectocontagiosa de etiologíadiversa, como difteria, sarampión oviruela. A este respecto, las I n s t i t u -ciones sobre la crianza física de los ni -ños expósitos de Santiago García,uno de los mayores conocedores deestos establecimientos, es muy inte-resante ya que, como parte del pro-ceso de medicalización que hemosmencionado, planeaba un tipo dehospicio que quedaba, al menos enparte, sometido a las reglas de unhospital para niños enfermos. Porejemplo, establecía no menos dedieciocho diferentes salas, dentro de

una de las dos grandes divisiones delestablecimiento: una, destinada alos niños sanos y otra sala para ni-ños enfermos con habitaciones se-paradas para albergar niños que pa-decieran diferentes enfermedades(patología ordinaria no grave, y en-fermedades contagiosas como las detipo respiratorio, gálicos, sarnas,herpéticos, aphtas, glositis, saram-pión y viruela).

Un capítulo fundamental en mu-chas de las obras sobre expósitos ymonografías enteras están dedicadasa la lactancia y a la utilización de lasnodrizas. Los médicos y administra-dores de los hospicios defienden condureza la necesidad de vigilar muyde cerca las acciones de las nodrizas,figuras clave para mantener la vidade los niños. Santiago García elabo-ra todo un programa de tareas a rea-lizar con los niños destinadas a lasn odrizas que permanecían en loshospicios: debían levantarse a las 5de la mañana en verano y a las 6 eninvierno, lavarlos con agua templa-da, cambiarlos tres o cuatro veces aldía y alimentarlos seis veces al día.Sus habitaciones tenían que perma-necer limpias y utilizar parte de sutiempo en preocuparse de la ropa delos niños. Cuando se les autorizaba asalir, siempre acompañadas, debíanir en grupos de cuatro y sólo podíanconversar con sus maridos o familia-res o con alguien que fuera conocido

61

Page 34: Capítulo 2. Los niños en la España del Antiguo Régimen

por los supervisores. Mucho más fre-cuentes en las obras son los listadossobre las características de una no-driza perfecta, como el haber sidomadre una vez y haber criado unhijo sano, tener buena dentadura ybuena complexión, entre otras mu-chas cualidades, físicas y morales,que difícilmente se encontraban enla realidad diaria de las nodrizas delas inclusas. La lactancia artificialera otro de los temas discutido porlos médicos, sobre todo a finales delsiglo XVIII por influencia de lasprácticas realizadas, sobre todo, enlos establecimientos franceses paraniños abandonados y algunos semostraban entusiasmados por lasnovedades técnicas en materia delactancia, ora con la mezcla de unou otro tipo de leche animal conotros alimentos, ora con los ensayoshechos mediante diferentes artilu-gios ideados con el objeto de que laleche llegara a las bocas de los lac-tantes directamente, como planteóGarcía, partidario de la utilizaciónde la leche de cabra. Junto a García,que hemos elegido como testigo,otros autores como Iberti o Bonellsson decididos defensores de la ali-mentación artificial a base de pa-pillas.

La búsqueda de nuevas formas dealimentar a lo expósitos era, en rea-lidad, una manera de evitar la de-pendencia absoluta de las nod r i z a s

en las inclusas. Puesto que en estosniños la lactancia materna, la de-seable y estimadísima por todos losautores de las obras, encabezadospor Jaime Bonells, era imposible, lalactancia artificial debía ser ensaya-da para evitar la lactancia mercena-ria, denostada en los tratadistas ilus-trados por los abusos que en dichasituación podían darse y que redun-daban en el empeoramiento de la si-tuación de los niños abandonados.Los principios generales que regíanla educación de los niños expósitoseran similares a los que no lo eran,esto es, el retorno a la naturaleza y elevitar todo aquello que coarta el de-sarrollo del individuo como perso-na. Por ello, desde el primer mo-mento, ya en la lactancia, sesuprimen fajas y corpiños que, comohabía dicho Rousseau, hacían pare-cer a los niños «como crucificadoscolgados de sus fajas, con el rostroamoratado, el pecho fuertementecomprimido privando la circulaciónde la sangre».

Tras la lactancia, cesaba en mu-chas ocasiones la atención de los po-deres públicos como se denuncia sis-temáticamente y no era infrecuenteque cuando llegaban a los cinco oseis años, estuvieran en la calle pi-diendo limosna. A. Carreras repro-duce el testimonio coetáneo de Me-léndez Valdés: «Tendidos [los niños]por las calles y plazas, comiendo in-

62

Page 35: Capítulo 2. Los niños en la España del Antiguo Régimen

distintamente cuanto les viene enmano, durmiendo, ya al sereno, ya alsol, sin abrigo ni reparo alguno, in-capaces de cuidar de sí mismos niconocer lo que puede dañarlos... yohe visto con dolor a muchos que pa-recían cadáveres».

Poco a poco se abrieron dos ca-minos que significaban una mejoraen esta horrible situación: pod í a nser adoptados por alguna familia obien, volver a la Inclusa a aprenderun oficio. La salida definitiva del es-tablecimiento se hacía entre los diezy los catorce años.

2.5. Los niños que participaron enla Expedición

Es difícil aventurar de formaexacta la cifra total de niños queparticiparon en uno u otro momen-to de la Expedición. Se habla siem-pre de los veintidós niños que par-tieron en la María Pita, pero fueron,de hecho, muchos más los que, a lolargo del viaje, se incorporaron alproyecto en las zonas donde la Ex-pedición iba pasando. Para empezar,como acabamos de comentar, desdela Inclusa madrileña se planteó eltema de escoger los que serían losprimeros que irían a La Coruña. Lanecesidad de su presencia venía ava-lada por no tener constancia de quela vacunación estuviera introducidaen la ciudad gallega. Finalmente

fueron diez los que partieron de Ma-drid 23. Los que partieron de La Co-ruña, por su parte, fueron escogidosdirectamente por las altas autorida-des eclesiásticas y también por el ci-rujano de mayor categoría y expe-riencia del Hospital Real deSantiago. Por otro lado, los requisi-tos exigidos desde el punto de vistatécnico por el Director de la Expedi-ción es que tuvieran entre 8 y 10años y que no hubieran pasado lasviruelas naturales. En el proyectoinicial se requería la presencia deuna docena de niños o poco más,cada 25 a 30 días. No siempre secumplió la condición de la edad y serecurrió a niños más pequeños o másmayores cuando hubo necesidad ytampoco el número de niños teóri-camente necesarios, pues la cifra fuemás reducida en general. En el tra-yecto más largo, desde Acapulco aFilipinas, también fué más elevadoel número de niños, alcanzando lacifra de veintiséis. Finalmente, notodos eran niños expósitos sino que,

63

23 En el Archivo General de Indias, Indife-rente General, 1558-A, aparece este tipo deinformación. S. Ramírez (2002,), Op. cit., p.112-113) que ha manejado, además, fuentesprocedentes del Archivo Universitario deSantiago de Compostela sobre el HospitalProvincial de Santiago, considera que si deMadrid salieron diez niños y de ellos sola-mente volvieron seis a la Inclusa, es de su-poner que los otros cuatro embarcaron conBalmis o fallecieron por el camino.

Page 36: Capítulo 2. Los niños en la España del Antiguo Régimen

a lo largo del viaje, muchos de elloseran cedidos por sus familias, a lasque se indemnizaba por dicha ce-sión. En un tramo del viaje –entreLa Habana y el Puerto de Sisal– nohubo niños sino esclavos para trans-portar la vacuna.

Ésta, en definitiva, es la historiade expósitos como los que partieroncon Balmis y Salvany. ¿Qué sucediófinalmente con los primeros veinti-dós niños cuando fueron devueltos aEspaña? No lo sabemos, pero no esaventurado afirmar que, tras habercumplido la función para la que ha-bían sido elegidos, la sociedad se ol-vidó de ellos. Quizá aprendieron al-gún oficio y pudieron incorporarse ala sociedad de forma menos traumá-

tica. Quizá sucumbieron en la pobre-za y la marginación como tantosotros niños abandonados. Algún his-toriador ha puesto en boca de Balmisun sentimiento de tristeza porque laspromesas que se habían hecho desdelos poderes públicos antes de la Ex-pedición y que están presentes en lacarta que Balmis escribió al ministrode Gracia y Justicia José Caballero,en cuanto a su cuidado, manuten-ción, educación y empleo, no se ha-bían cumplido. El Siglo de las Lucesque acababa de terminar había he-cho visible el problema de la infan-cia desvalida, pero las políticas deprotección social y la lucha contra lapobreza y las desigualdades, no ha-bían hecho más que empezar.

64