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Capítulo 2: El reinado de Fernando VII La crisis del poder liberal Mientras las Cortes y la Regencia estuvieron recluidas en Cádiz, su poder y su carácter liberal no estuvieron amenazados. La mayoría reformista en la cámara, el ambiente político de la ciudad e incluso su propio ensimismamiento en el paso histórico que estaban dando al dotar a España de su primera constitución, les impidieron constatar que un amplio sector del país, no sólo no estaba de acuerdo con esas medidas, sino que estaba dispuesto a lo que fuera para evitar su puesta en práctica. Algunos diputados se opusieron desde el principio a la redacción de una Constitución y al resto de las iniciativas legislativas de las Cortes, pero su escaso número y el insignificante eco de sus objeciones llevaron a los liberales a subestimar la influencia de estos “serviles”, como empiezan a denominarlos. Pero a partir de mediados de 1812, los franceses empiezan a retroceder y a aumentar por tanto el territorio sobre el que las instituciones gaditanas ejercían su poder. Paradójicamente, será este hecho el que haga entrar en crisis a la incipiente revolución liberal española, a provocar conflictos que solo perjudicarán a su causa y a reforzar al sector reaccionario favorable a la vuelta a la monarquía absoluta. La oposición de nobleza y clero era lógica y se contaba con ella. Después de todo, eran los

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Capítulo 2: El reinado de Fernando VII

La crisis del poder liberalMientras las Cortes y la Regencia estuvieron recluidas en Cádiz, su poder y su carácter liberal no estuvieron amenazados. La mayoría reformista en la cámara, el ambiente político de la ciudad e incluso su propio ensimismamiento en el paso histórico que estaban dando al dotar a España de su primera constitución, les impidieron constatar que un amplio sector del país, no sólo no estaba de acuerdo con esas medidas, sino que estaba dispuesto a lo que fuera para evitar su puesta en práctica. Algunos diputados se opusieron desde el principio a la redacción de una Constitución y al resto de las iniciativas legislativas de las Cortes, pero su escaso número y el insignificante eco de sus objeciones llevaron a los liberales a subestimar la influencia de estos “serviles”, como empiezan a denominarlos.

Pero a partir de mediados de 1812, los franceses empiezan a retroceder y a aumentar por tanto el territorio sobre el que las instituciones gaditanas ejercían su poder. Paradójicamente, será este hecho el que haga entrar en crisis a la incipiente revolución liberal española, a provocar conflictos que solo perjudicarán a su causa y a reforzar al sector reaccionario favorable a la vuelta a la monarquía absoluta.

La oposición de nobleza y clero era lógica y se contaba con ella. Después de todo, eran los estamentos privilegiados del Antiguo Régimen y las medidas de las Cortes reducían o eliminaban muchas de sus prebendas y prerrogativas y equiparaban su influencia política a la del resto de los ciudadanos. La eliminación de los señoríos jurisdiccionales y del resto de los privilegios feudales de los nobles, limitaban sobre todo su poder y en menor medida sus ingresos, ya que se les garantizaba el derecho a la propiedad sobre sus tierras solariegas. Los nobles se opusieron en todos los ámbitos a la aplicación de las políticas dictadas por las Cortes y convirtieron las previstas elecciones a los ayuntamientos, en un pulso entre el nuevo poder civil y su autoridad tradicional.

La Iglesia salía peor parada, ya que se procedía a la desamortización de las tierras y edificios de las órdenes religiosas, a la eliminación de tributos que la iglesia cobraba, como el diezmo y el voto de Santiago y a la supresión de instituciones tan poderosas e influyentes como la

Inquisición. No es de extrañar que los púlpitos de las iglesias se convirtieran en centros de agitación y propaganda antiliberal.

Pero también amplios sectores populares empezaron a oponerse al gobierno liberal, incluso de forma violenta. Las causas de este rechazo son varias, empezando por que las Cortes comenzaron a ejercer su control sobre el territorio en muy mal momento. Para el pueblo español, los peores años de la guerra tal vez fueran los dos últimos. Tras cuatro años de conflicto, el país estaba arrasado y millones de personas habían perdido su medio de vida. A ello se unieron las malas cosechas de 1812 y el incremento de la actividad militar, con todo lo que esto conlleva: requisas, aumento de las contribuciones de guerra, levas, destrucción de cosechas y enseres... El resultado fue la peor hambruna de toda ésta época, hecho del que muchos culparon al nuevo Estado.

1. Referencia: 153-22695

Monumento a la Constitución de 1812 en Cádiz: Obra de Aniceto Marinas. Detalle de la parte superior del mismo. La ciudad de Cádiz puede considerarse como la cuna del liberalismo español. Mientras las Cortes se mantuvieron aisladas en la ciudad, los reformistas no encontraron contestación a sus decisiones, pero cuando su poder se fue extendiendo por todo el país, la oposición absolutista se fue haciendo más fuerte.

Pero la impopularidad creciente de las Cortes también debe achacarse a sus propios errores, sobre todo en lo que respecta a la aplicación del derecho a la propiedad. El pleno disfrute de las tierras, garantizado por la constitución de 1812, permitió a los propietarios de estas, en su mayoría nobles y en menor medida inversores burgueses que las subarrendaban, incrementar libremente los arriendos y alquileres lo que perjudicó especialmente a los campesinos medios y acomodados. Por otro lado, la privatización de las tierras comunales, convertidas en propiedad individual por la desamortización, dejó sin su medio de vida tradicional a los campesinos más humildes. Estos sectores que se hubieran beneficiado del fin del pago de tributos a sus señores previsto por las leyes, vieron como los nobles recurrían con éxito a los tribunales para detener la medida. En resumen, el campesinado sólo percibió los inconvenientes de la revolución liberal, sin disfrutar de ninguna de sus ventajas.

En otro orden de cosas, el establecimiento de impuestos unificados tuvo como resultado que muchos campesinos que tradicionalmente no pagaban gracias a las excepciones que recogían los fueros tradicionales de determinadas regiones (País Vasco, Navarra...), empezaran a hacerlo ahora, hecho que se entendió como un agravio y una prueba del carácter interesado y codicioso del nuevo poder.

La reacción de las Cortes a la contestación que empezaban a suscitar sus decisiones, tampoco contribuyó a aumentar su popularidad. Inseguras de su posición, no se disolvieron una vez redactada la Carta Magna como ellas mismas habían determinado que debía hacerse y retrasaron todo lo posible el abandono de su bastión de Cádiz, temerosas del ambiente que se estaba creando en el resto del país. Al final se vieron obligadas a disolverse y convocar elecciones a nuevas Cortes Ordinarias, para ver como en la nueva cámara que se reunirá en Madrid en octubre de 1813, la proporción de partidarios de la vuelta al absolutismo era mucho mayor que en Cádiz.

El retorno del rey

Estaba claro que en España había dos bandos enfrentados, pero aun no se sabía cual era más fuerte. Ambos tenían sus apoyos populares, pero estos eran cambiantes y dependían más de factores intuitivos y sentimentales que de los intereses objetivos de cada sector social implicado o de posiciones políticas claras. Por lo tanto la resolución del conflicto quedaba en manos de otros dos actores principales: el ejército y el rey.

1. Cuadro Anecdótico: “El ejército tras la Guerra de la Independencia”El ejército español de 1814 no tenía nada que ver con el de 1808. Al comenzar la Guerra de la Independencia, se trataba de un ejército clásico del Antiguo Régimen. Un ejército profesional, en el que toda la oficialidad pertenecía a la nobleza y en el que los soldados recibían una paga a cambio de combatir. Cuando era necesario, se recurría a las levas o movilizaciones obligatorias (que solo afectaban a los más pobres y de forma aleatoria) o a los regimientos señoriales que los nobles organizaban con sus siervos y a su propia costa.

Pero cuando estalló la guerra todo empezó a cambiar. Se produjo una rápida sustitución en la cadena de mando, a medida que se producían bajas, degradaciones o deserciones, con lo que el conflicto se convirtió en una excepcional ocasión para los ascensos de rango dentro del

ejército. Pero además, ingresaron en las fuerzas armadas numerosos plebeyos gracias a su valía o determinación en el combate. Algunos eran jefes de milicia, otros líderes guerrilleros, muchos héroes de guerra (seguía siendo difícil entrar en el ejército sin ser noble) y casi todos influidos por el liberalismo. Cuando la guerra termina, sólo el 25% de los oficiales eran nobles y dentro de este cuerpo se habían extendido de forma notable las ideas progresistas. La guerra había cambiado el ejército español, pero no del todo. De los casi 500 militares que alcanzaron el generalato durante la Guerra de la Independencia solo 9 no pertenecían a la nobleza. Por lo tanto la cúpula militar seguía siendo absolutista.

Aparte de esta división ideológica y social que presentaba el ejército, éste empezará a actuar de forma autónoma en muchas ocasiones, respondiendo más a sus intereses corporativos que a motivaciones ideológicas. Se va a convertir así, en el árbitro y protagonista de los cambios políticos que se suceden en el país durante el siglo XIX. Los dos sectores del ejército asociarán los intereses generales del país a los de la institución militar y a considerarse a sí mismos como “salvadores de la patria”. La época de los “espadones” estaba a punto de comenzar.

No estaba claro que haría el ejército, donde existía una profunda división entre liberales y absolutistas. El otro factor determinante para la resolución final del conflicto que se planteaba en España tras la Guerra de la Independencia, era la actitud que tomaría Fernando VII. Hoy resulta incluso patética la ingenuidad de los liberales, que confiaban ciegamente en que el rey aceptaría el cambio político de buen grado y juraría la Constitución. Tal vez fuera la ambigua cautela que mostró Fernando desde su liberación, lo que les llevó a engaño.

2. Referencia: 50-126

Retrato ecuestre de Fernando VII por Francisco de Goya. Museo Bellas Artes de San Fernando. Madrid. La vuelta del rey tras su dorado exilio en Francia, significo el fin de la primera experiencia liberal en España. Goya, que fue hasta su muerte pintor de cámara oficial del rey, pintó pocos retratos de este y lo hizo con desgana por el poco aprecio que le profesaba. Aquí lo vemos caracterizado como gran caudillo militar, lo que puede interpretarse como un gesto entre la adulación y la burla por parte del pintor aragonés.

El Tratado de Valençai se firmó el 11 de diciembre de 1813. Por el mismo, terminaba el estado de guerra entre Francia y España y Napoleón reconocía a Fernando como rey. A cambio este se comprometía a que España no participara en ninguna coalición antifrancesa. Es decir, desde ese momento era libre de volver a España, pero deja pasar un tiempo hasta estar seguro de la fuerza de los partidarios del absolutismo.

No pisa suelo español hasta marzo de 1814 entrando en el reino por la frontera catalana, en la que el general Copons le comunica en nombre de la regencia que debía firmar la Constitución, a lo que Fernando no se niega y mantiene su ambigua actitud. En vez de dirigirse directamente a Madrid, viaja en barco a Valencia donde en abril de 1814 recibe el Manifiesto de los persas, un documento firmado por los diputados reaccionarios de las cortes, que era al mismo tiempo una defensa teórica del absolutismo y una incitación al golpe de estado. También en Valencia recibió el apoyo del general Elío, lo que le garantizaba la postura del ejército. Una vez seguro de la situación, firmó en mayo el Decreto de Valencia, por el que se declaraban ilegales las Cortes así como todas sus medidas y decretos incluida la constitución de 1812, amenazando con la pena de muerte a cualquiera que se opusiera.

2. Cuadro anecdótico: “El decreto de Valencia”

Este es el primero de los tres textos que se incluyen en este capítulo y que constituyen documentos históricos de gran valor, ya que marcan, respectivamente el inicio de cada uno de los tres períodos en los que suele dividirse el reinado de Fernando VII: Sexenio absolutista, Trienio liberal y Década ominosa. También ilustran la capacidad de este personaje para cambiar de actitud y opinión de forma radical. Resulta una cruel paradoja, que un rey con una conducta personal tan innoble, haya sido probablemente el que más entusiasmo popular encontrara en la historia del país.

Como Príncipe de Asturias, se mostró resentido, rencoroso y traicionero con su padre y desleal con sus colaboradores; durante su cautiverio en Francia, zalamero y servil con Napoleón e insensible con su pueblo; a su vuelta como rey, falso al principio y a continuación mezquino y desagradecido con los que habían luchado en su nombre; cobarde y cínico durante el trienio liberal y de una crueldad inaudita, de la que fueron victimas tanto liberales como absolutistas, al final de su reinado. Sin embargo el pueblo lo idealizó hasta convertirlo en el mito del Deseado, el buen rey que llegaría a aliviar sus males y a restituir la

justicia. Sus partidarios (y el mismo) justificaron sus bandazos políticos y su falta de palabra, en sus cautiverios, reales o supuestos, a manos de siniestros enemigos de la patria, argumento aceptado por la mayoría al menos hasta el fin de su reinado.

“Declaro que mi real animo no es solamente no jurar ni acceder a dicha Constitución ni decreto alguno de las Cortes Generales y extraordinarias (...) sino el de declarar que la Constitución y tales decretos nulos y de ningún valor y efecto, ahora ni en tiempo alguno, (...) y sin obligación en mis pueblos y súbditos de cualquier clase y condición a cumplirlos y guardarlos”

“Y como el que quisiese sostenerlos y contradijese esta mi real declaración (...) atentaría contra las prerrogativas de mi soberanía y felicidad de la Nación (...) declaro reo de lesa majestad a quien tal osare o intentare, y que como a tal, se le imponga la pena de vida, ora lo ejecute de hecho, ora por escrito o de palabra, moviendo o incitando, o de cualquier modo (...) persuadiendo a que se observen y guarden dicha Constitución y decretos.”Decreto de Fernando VII de 4 de mayo de 1814

Los liberales cogidos (inexplicablemente) desprevenidos por la medida, abandonados por sus partidarios en el ejército y olvidados por el pueblo, demasiado entusiasmado ante la vuelta del rey cautivo, del Deseado, cayeron sin oponer resistencia. Tampoco podían esperar ayuda de Europa: Napoleón había abdicado en abril y en el continente se extendía el espíritu del Congreso de Viena, que implicaba la vuelta al absolutismo, en las personas de los reyes legítimos según los usos del Antiguo Régimen.

Aunque algunos como Toreno consiguieron huir, la mayoría fueron encarcelados, deportados u obligados a pasar a la clandestinidad. La experiencia liberal había acabado de momento y España volvía al absolutismo más radical.

La vuelta del absolutismo (1814 – 1820)Toda Europa estaba envuelta en un proceso de restauración de la monarquía absoluta, inspirado por el Congreso de Viena, en el que las potencias que habían triunfado definitivamente sobre Napoleón, determinan el nuevo mapa de Europa, la vuelta de las dinastías depuestas desde 1792 a sus respectivos tronos y las medidas necesarias para frenar nuevos sobresaltos de tipo liberal o nacionalista, que cuestionaran el

poder de los reyes tradicionales o el equilibrio europeo. Pero algunos como Luis XVIII en Francia, aceptaron pragmáticamente los cambios producidos en su país durante los períodos revolucionario y napoleónico, estableciendo regímenes semiconstitucionales mediante el procedimiento de “Cartas otorgadas”.

No es el caso de España, donde Fernando VII y su camarilla de colaboradores se empeñaron inicialmente en restablecer la situación española de 1808 o incluso remontarse más atrás, rechazando incluso medidas tomadas en la época del reformismo borbónico y desmontando de forma sistemática todas los cambios impulsados por las Cortes de Cádiz o por el gobierno de José Bonaparte.

No solo se volvió al absolutismo político, sino que se restituyeron todos sus privilegios a la nobleza y el clero, así como a otras instituciones obsoletas como la Mesta, los gremios, las pruebas de limpieza de sangre para ingresar en el ejército o la Inquisición, mientras se producía una represión general de todo aquello que sonara a liberal.

Pero la realidad es terca y la situación de España tras la Guerra de la Independencia hará inviable una vuelta atrás de esa magnitud. El país estaba arrasado, la población y el consumo menguados, su agricultura en crisis, sus industrias destruidas, lo que provocará una invasión de manufacturas extranjeras que desequilibrará la balanza comercial. El comercio con América interrumpido casi desde 1795 y las colonias de ese continente en armas contra España. A esta crisis económica de enormes proporciones acompañaba una gravísima bancarrota del Estado, agobiado por las deudas contraídas durante la guerra y por el esfuerzo económico necesario para sofocar la rebelión de las colonias americanas.

Esto obligó al rey y a sus ministros a respetar o restaurar finalmente, algunas de las medidas tomadas durante los períodos reformistas anteriores, desde el despotismo ilustrado, hasta la época liberal. Tal es el caso de los ministerios creados por Carlos III, la no devolución de propiedades desamortizadas o la restauración modificada del sistema de recaudación implantado por las Cortes de Cádiz (la “contribución única”), que obligaba al pago de impuestos a los estamentos privilegiados. La vuelta del feudalismo al medio rural, cuya manifestación más grave fue la restitución de los señoríos jurisdiccionales, empezó a provocar graves tensiones en el campo español, cuya expresión más violenta fue el fenómeno del “bandolerismo”. Ante esto, en 1819 el Estado recuperó la competencia

en el nombramiento de tribunales, que la Constitución de 1812 le otorgaba.

3. Cuadro anecdótico: “El bandolerismo”

El fenómeno del bandolerismo, es muy antiguo en España. Existen referencias a él, en escritos de época romana y también medieval, tanto en la España musulmana como en la cristiana. Siempre hubo gente que empujada por la miseria, la injusticia, sus cuentas pendientes con la ley o las tres cosas, se vio obligada a “echarse al monte” y vivir como proscritos dedicándose al robo, la extorsión o el contrabando. Formaban grupos no muy numerosos (varias decenas a lo sumo) que aprovechaban las ventajas que les daba un terreno abrupto y bien conocido por ellos, para cometer sus fechorías y escapar de las fuerzas del orden, a veces durante años.

Pero será durante el reinado de Fernando VII, cuando el bandolerismo se convierta en un mal endémico y se cree la imagen que hoy tenemos de él. La causa profunda de que el fenómeno crezca como nunca en esta época, es la grave crisis agraria que el país sufrió desde principios del siglo XIX. El mantenimiento de los privilegios feudales y unas reformas de tipo liberal mal planteadas, no hicieron sino agravar esta situación, lo que unido a una administración de justicia arbitraria y controlada por los poderosos, llevó a muchos campesinos arruinados o agraviados a elegir el camino de las armas y la delincuencia como modo de vida.

Otro factor que intervino en el aumento del bandolerismo a partir de 1814, fue la Guerra de la Independencia. El papel en esta de la guerrilla había sido fundamental y miles de españoles habían nutrido las filas de las partidas guerrilleras. En ellas habían encontrado reconocimiento popular, instrucción militar, autoestima e incluso un modo de vida, más seguro, libre y lucrativo, del que hubieran tenido en la retaguardia o en el ejército. Cuando terminó el conflicto y fueron desmovilizados, para muchos el futuro solo era el hambre, la miseria y el sometimiento a sus viejos amos y optaron por permanecer en el monte. Como decía Benito Pérez Galdós, a muchos guerrilleros, solo les separaba del bandolero “un gramo de moral”.

Aunque el fenómeno se extendió por toda España, será en las sierras andaluzas donde alcance más difusión y se cree la imagen romántica del bandolero. Eran personajes que tenían todos los elementos necesarios para resultar fascinantes desde el punto de vista del romanticismo del

XIX: rebeldía, por su negativa a aceptar el orden establecido; tipismo, por su indumentaria y armamento (capa, faja, patillas, “faca”, trabuco, pañuelo en la cabeza y sombrero calañés), difundidos por el arte de la época; heroísmo, ya que se crea el mito del bandido generoso que roba y desafía a los poderosos y reparte entre los pobres; y un destino trágico: casi invariablemente el bandido moría joven a manos de las fuerzas del orden, bandoleros rivales o renegados.

El auge de la actividad bandolera obligó a la creación de cuerpos especiales para su persecución como los “migueletes”, en los que a veces terminaron integrándose antiguos bandoleros como “El Tempranillo”. Pero el fin del bandolerismo lo traerá la modernización del país, las mejoras en transportes y comunicaciones (ferrocarril y telégrafo), y la creación de la Guardia Civil, en cuyos cometidos originales se incluía la persecución de esta actividad, cosa que realizó con gran efectividad y dureza, aplicando con liberalidad la “ley de fugas”.

La timidez y tardanza de estas medidas no impidieron que la situación de crisis y atraso de España se consolidara en todos los ámbitos. La ausencia de reformas e iniciativas anclarán a la economía y a la sociedad española en un estancamiento desesperante, que no hará más que agravar la situación del país. Aun así las expresiones de descontento popular no son especialmente llamativas en esta época, salvo el ya citado caso del bandolerismo, imperando más bien una resignación fatalista, entre la desesperanza y la fe ciega que todavía inspiraba Fernando en algunos sectores del pueblo. Son los años de la “España negra” que Goya primero y más tarde pintores como Alenza y Lucas reflejarán en sus obras.

3. Referencia: 50-7639

“Una escuela” por Eugenio Lucas (1824-1870). Óleo sobre tela, Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana. Cuba. Este pintor del siglo XIX se vio muy influenciado por Goya, sobre todo en lo que se refiere a los temas elegidos para sus cuadros: escenas populares, autos de fe de la Inquisición, aquelarres, corridas de toros... Supo reflejar como pocos el ambiente de represión, ignorancia y oscurantismo que caracterizó el reinado de Fernando VII y que ha dado la imagen de lo que se conoce como la “España negra”.

Descontento en el ejército

Uno de los sectores de la sociedad donde el descontento se iba haciendo más patente era el ejército. El tamaño de este tras la Guerra de la Independencia era excesivo contando con unos efectivos de más de 180.000 soldados en la península. Sólo se explica el mantenimiento de este volumen de tropas, por las tensiones y problemas que hubiera podido crear una desmovilización masiva y rápida. Pero la hipertrofia del ejército, trajo consigo el deterioro del nivel de vida de los miliares: sueldos congelados, atraso en las pagas, inactividad forzosa, deterioro de los acuartelamientos e interrupción de las posibilidades de ascensos que había proporcionado la guerra. Por otro lado, Fernando VII, siempre desconfiado y mezquino, promocionó a los mandos más mediocres y desconocidos, relegando a destinos y cargos secundarios a los de probada valía y a los héroes de la Guerra de la Independencia como Palafox, Espoz y Mina, El Empecinado, Lacy, Copons o Díaz Porlier, creándose un gran resentimiento entre estos, al ver como se olvidaba su destacada actuación en la guerra. El objetivo no era sólo reducir las posibilidades de actuación de estos militares, cada vez más influidos por las ideas liberales, sino evitar encumbrar a personajes de renombre que pudieran hacer sombra a la figura del rey.

Las conspiraciones de militares contra Fernando VII, se iniciaron inspiradas en parte por los ideales liberales y en otra por despecho, ante el trato que les daba el rey por el que habían luchado. Muchas de estas conjuras encontrarán cobertura en la masonería y otras sociedades secretas que se habían extendido en España, sobre todo entre el estamento militar. El método seguido cuando pasaban a la acción era el del “pronunciamiento”: un militar se declaraba en rebeldía y se “pronunciaba” a favor de una u otra causa, con la esperanza de que cundiera el ejemplo y otras guarniciones le siguieran.

4. Referencia: 400-1962

“Iniciación de un aprendiz en una logia masónica”. Grabado del siglo XIX. Las conjuras contra Fernando VII, fueron protagonizadas principalmente por militares, pero algunas de ellas se apoyaron en la estructura clandestina de sociedades secretas como la masonería, que dio cobertura a estos complots de ideología liberal. A veces se ha resumido el papel de los liberales durante el reinado de Fernando VII con la siguiente frase: “durante el sexenio absolutista, conspiraron; durante el trienio liberal, gobernaron y durante la década ominosa, se exiliaron”

Espoz y Mina, el líder guerrillero de Navarra fue el primero. Durante la guerra se había mantenido alineado con los absolutistas, pero los desaires del rey hacia él y sus tropas, le empujaron en 1814 a una rebelión que fracasó tras un infructuoso intento de tomar Pamplona. Se vio obligado a huir del país y abrazó la causa liberal.

Al año siguiente, Díaz Porlier, encarcelado tan solo por su parentesco con el liberal Toreno, consiguió desde su cautiverio levantar en armas a la guarnición de La Coruña, a la que se unió la de El Ferrol. Pero suboficiales pagados por el gobierno le asesinaron antes de que el pronunciamiento cuajara. En 1817 será el general Lacy quien lo intentará en Cataluña, fracasando también este intento que terminó con el fusilamiento de su protagonista.

5. Referencia: 50-366“Fusilamiento de Torrijos y sus compañeros” por Antonio Gisbert. Una de las constantes del reinado de Fernando VII, fueron los pronunciamientos protagonizados por militares de ideología liberal. El de Torrijos se produjo en 1831 y como muchos otros, fracasó lo que llevó a la muerte a sus protagonistas

Las conspiraciones de tipo liberal menudearon en los años 1818 y 1819 con la participación no sólo de militares, sino también de funcionarios, ex guerrilleros, comerciantes, burgueses e incluso algunos sacerdotes. Todas fracasaron ya fuera por su insuficiente preparación o por el escaso eco y apoyo popular que encontraron.

En enero de 1820, un numeroso ejército se concentraba en los alrededores de Cádiz. Su misión era dirigirse a Buenos Aires y terminar con el foco rebelde del Río de la Plata, como ya se había hecho con el de Caracas. Pero el coronel Rafael de Riego al mando de uno de los regimientos destinados a América, formó a sus tropas en la localidad de Cabezas de San Juan y proclamó la constitución de 1812. Tras tomar Arcos de la Frontera, se dirigió a Cádiz confiando en el levantamiento de la ciudad, cuna del liberalismo español. Pero la insurrección fracasó y su ataque fue rechazado por la guarnición. Se abrió un período de incertidumbre en el que la columna de Riego deambula por Andalucía esperando un levantamiento general que no se producía, mientras que las tropas enviadas a detenerle tampoco se decidían a hacerlo. Cuando ya todo parecía perdido y solo contaba con cincuenta hombres, el

pronunciamiento fue seguido por guarniciones de Galicia, Oviedo, Murcia, Zaragoza, Pamplona, Barcelona, Cádiz y finalmente Madrid, donde además estalló una rebelión popular en apoyo al golpe. El rey Fernando, terminará por plegarse a los hechos y aceptará jurar la Constitución el 9 de marzo de 1820.

4. Cuadro anecdótico: “Marchemos todos y Yo el primero...”Esta frase que otras fuentes recogen como “Marchemos francamente y yo el primero...” y que cierra el manifiesto de Fernando VII, en el que hace pública su decisión de acatar la Constitución, se ha convertido en un paradigma del cinismo y la doblez política. La facilidad con que el rey afirmaba cosas que no tenía intención de cumplir, solo es comparable a la ingenuidad con que era creído, pese a faltar a su palabra de forma sistemática. He aquí el contenido de este singular documento histórico:

“Españoles: cuando vuestros heroicos esfuerzos lograron poner termino al cautiverio en que me retuvo la mas inaudita perfidia, todo cuanto vi y escuché, apenas pisé suelo patrio, se reunió para persuadirme de que la nación deseaba ver resucitada su anterior forma de gobierno; (...). Pero mientras yo medita maduramente con la solicitud propia de mi paternal corazón las variaciones de nuestro régimen fundamental, que parecían más adaptables al carácter nacional y al estado presente de las diversas porciones de la monarquía española, así como más análogas a la organización de los pueblos ilustrados, me habéis hecho entender vuestro anhelo de que se restableciese aquella Constitución que entre el estruendo de las armas hostiles fue promulgada en Cádiz el año de 1812, al propio tiempo que con asombro del mundo combatíais por la libertad de la patria.”

“He oído vuestro votos y cual tierno padre he condescendido a lo que mis hijos me reputan conducentemente a su felicidad. He jurado esa Constitución por la cual suspirabais, y seré siempre su más firme apoyo. Ya he tomado las medidas oportunas para la propia convocatoria de las Cortes. En ellas, habiendo reunido a vuestros representantes, me gozaré de concurrir a la grande obra de la prosperidad nacional (...)

“Marchemos francamente, y Yo el primero, por la senda constitucional; y mostrando a la Europa un modelo de sabiduría, orden y perfecta moderación.”Gaceta Extraordinaria de Madrid12 de marzo de 1820

El trienio liberal (1820 – 1823)El triunfo del pronunciamiento llevó a la constitución de una Junta Provisional Consultiva cuya primera medida fue la restitución de todas las leyes y decretos de las Cortes de Cádiz. Resulta extraño que los partidarios del Antiguo Régimen no reaccionaran ante la victoria de sus enemigos políticos de forma más contundente, sobre todo ante la debilidad que mostraron más tarde los liberales. De hecho son absolutistas declarados como el general Ballesteros, gobernador militar de Madrid y el conde de la Bisbal, los que convencen finalmente al rey para que acatara la Constitución. Las personas influyentes del anterior régimen, no sólo aceptaron la restauración de las instituciones liberales, sino que se integraron en ellas conservando así su poder. De esta manera, los absolutistas convirtieron su derrota en un repliegue táctico en espera de tiempos mejores.

Por otra parte el campo liberal va aparecer desde el principio dividido claramente en dos facciones cuyas posturas irán separándose progresivamente: los moderados o “doceañistas” (en referencia a la constitución de 1812) y los llamados exaltados, por su encendido discurso político o “veinteañistas” por la fecha del levantamiento de Riego.

5. Cuadro anecdótico “Moderados y Exaltados”Los moderados limitaban sus aspiraciones a la vuelta a la Constitución de 1812 y consideraban que esto solo sería posible con el acuerdo del rey, con el que las Cortes tendrían que contar y compartir soberanía. Aplicarán reformas administrativas y legales, racionalizando la administración y organización territorial del país según el modelo liberal, pero garantizando sobre todo el orden y el respeto a la propiedad privada. Desconfiaban de las masas populares que habían participado en la revolución y las excluyeron de la vida política, aplicando un sufragio censitario muy restrictivo. Casi todos formaban parte de familias acaudaladas por ser grandes terratenientes (muchas de origen noble) o por su actividad financiera. Los dirigentes moderados como Agustín de Argüelles o Francisco Martínez de la Rosa eran veteranos políticos de las Cortes de 1812 que habían sufrido la represión absolutista con la cárcel o el destierro y que veían la posibilidad que les había sido negada hasta ahora, de asentarse en el poder. Este además les permitiría disfrutar de las posibilidades que ofrecía la reanudación de las desamortizaciones de tierras de la iglesia, para así aumentar su patrimonio y propiedades.

Los exaltados pertenecían a una generación más joven de liberales que nunca habían llegado al poder. Sus dirigentes más notables eran Arturo Alcalá Galiano, el propio Riego y Juan Álvarez Mendizábal, responsables respectivamente estos dos últimos, de los aspectos militar y político del pronunciamiento de 1820. Eran partidarios de ampliar el sistema electoral a las clases medias y populares por convencimiento y por que sólo así, podrían desplazar del poder a las viejas familias liberales o absolutistas que lo monopolizaban. Su extracción social no era muy distinta a la de los moderados, aunque entre ellos tenían más peso la burguesía comercial y las profesiones liberales como médicos, abogados y periodistas. Eran partidarios de profundizar y acelerar las reformas de manera revolucionaria, valiéndose para ello si fuera preciso, de la fuerza militar del ejército o de la Milicia Nacional que se creará, a imitación de la Guardia Nacional francesa. Partidarios de la monarquía parlamentaria, deseaban que el rey se limitara al ejercicio del poder ejecutivo, pero la actitud de obstrucción sistemática del monarca a cualquier tipo de reforma, provocará en ellos una hostilidad creciente hacia Fernando VII, aunque sin llevarles a posturas republicanas.

Durante la primavera de 1820 se produjeron elecciones a ayuntamientos, diputaciones y a las Cortes, que se constituyeron con una clara mayoría de “doceañistas” y una ausencia casi total de serviles y exaltados. Estos últimos pusieron en duda la representatividad de estas elecciones, pero encontraron dos cauces para canalizar su actividad política: las sociedades patrióticas y la Milicia Nacional.

6. Referencia: 301-457

“Insurrección de la Milicia Nacional en Valencia en 1822” Litografía de J. Serra y de Vidal de mediados del siglo XIX. La Milicia se convertirá en uno de los protagonistas del Trienio Liberal. Formada por clases medias y bajas de las ciudades, será un aliado del ala radical del liberalismo español y protagonizará levantamientos y rebeliones en defensa del orden constitucional, amenazado por el rey y sus partidarios.

Los clubes o sociedades patrióticas eran foros de reunión y discusión política que van a proliferar por toda España en los meses que siguieron al pronunciamiento. Tenían la misión de defender la Constitución y la causa liberal, fiscalizando la actuación de los nuevos gobernantes. Se

convirtieron en activos instrumentos de propaganda a través de tertulias, publicaciones y panfletos. 6. Cuadro anecdótico: “La Milicia Nacional”La creación de la Milicia Nacional había sido decidida por las Cortes de Cádiz durante la Guerra de la Independencia, para articular los numerosos cuerpos armados compuestos por civiles, que habían organizado las Juntas provinciales. Las nuevas Cortes harán efectiva su vuelta como la de tantas decisiones del anterior período liberal. Estaba concebida como un cuerpo armado civil, cuya misión era defender la Constitución al margen del ejército. En principio se pretendía que sólo se integrasen en ella los ciudadanos con cierto nivel de renta, ya que tendrían que costear su uniforme y armamento. Pero muchos ayuntamientos, la institución encargada de organizar localmente estos grupos, empezaron a sufragar estos gastos, lo que permitió que se integrara en la milicia parte de la población urbana más humilde. Los exaltados impulsarán su creación de forma entusiasta e influirán ideológicamente en ella, lo que convertirá a la Milicia Nacional en un importante aliado del ala izquierda del liberalismo, que participará abiertamente en numerosas revueltas organizadas por este sector. Disuelta tras el trienio liberal, volverá a reorganizarse y disolverse varias veces con nombres como Milicia Urbana o Guardia Nacional, hasta su disolución definitiva en 1876 por el gobierno de la Restauración presidido por Cánovas del Castillo.

Los moderados en el poderDurante los dos primeros años del trienio, los moderados controlaron tanto las Cortes como el gobierno, en el que se sucedieron los gabinetes de Argüelles, Bardají y Martínez de la Rosa. Su labor legislativa estuvo enfocada a la restitución de leyes y decretos de las Cortes gaditanas que no habían podido hacerse efectivos, como la nueva división territorial, redacción de un Código Penal, reforma de la enseñanza (Ley de Instrucción Pública), la creación de la Milicia Nacional, reducción de los tributos cobrados por la iglesia, reforma de las órdenes regulares y desamortización de la mitad de las tierras de la Iglesia y de los mayorazgos. Intentaron finalizar también con el pago de los tributos a la nobleza, paralizado en 1812 por los tribunales, obligando a los señores y no a las villas, a probar el carácter contractual de dichos pago. También se intentó que las tierras comunales desamortizadas, se subastaran en lotes pequeños, al alcance de los campesinos de las localidades afectadas.

Pero todas estas medidas se vieron dificultadas, cuando no sin efecto, por las necesidades recaudatorias (la bancarrota de Estado alcanzaba cifras record) y por la postura obstruccionista del rey, que utilizó de forma sistemática su derecho al veto contemplado por la Constitución. El descontento se empezó a extender tanto entre las clases populares urbanas, lo que fue rentabilizado por los liberales exaltados, como entre el campesinado, lo que será utilizado por los absolutistas, que empezarán a organizar en zonas rurales de Navarra, País Vasco, Aragón, Castilla la Vieja y Cataluña, grupos armados cada vez más numerosos y adiestrados a los que denominarán “voluntarios realistas”. Estos grupos llegarán a sitiar Pamplona y a controlar el valle del Segre, donde constituirán una “Regencia”, ya que consideraban que el rey estaba de nuevo cautivo.

Referencia: 50-3060

7. Francisco Martínez de la Rosa. Óleo de Gabriel Maureta (Granada, 1787- Madrid, 1862). Se trata tal vez de uno de los políticos más activos e ubicuos de la historia de España. El radical liberalismo que mostró en su juventud, se fue atemperando y se convirtió en el máximo representante español del llamado liberalismo doctrinario. Su presencia política será constante y discontinua hasta su muerte, coincidiendo con los períodos en los que los liberales moderados están en el poder.

La reacción de los moderados ante este doble frente que se abría contra su política, será inicialmente reprimir al ala izquierda del liberalismo, prohibiendo las sociedades patrióticas, disolviendo el ejército que iba a ser enviado a América y del que había surgido la revolución de 1820, restringiendo la libertad de prensa y expulsando de Madrid a Riego, cuya presencia había provocado desórdenes. Fernando, creyó ver en esto un signo de debilidad en el campo liberal y realizó una serie de nombramientos claramente inconstitucionales, designando a notorios absolutistas para importantes puestos militares y eclesiásticos. Esta provocación del rey unida al aumento de la actividad de los “voluntarios realistas”, obligaron a los moderados a buscar la unidad de los liberales, anulando las medidas represivas y rehabilitando a los exaltados represaliados.

Espoz y Mina fue enviado al norte donde controló con eficacia y contundencia la rebelión absolutista, pero la situación política y económica, no dejaba de deteriorarse: la rebelión americana avanzaba, reactivándose el foco independentista de Venezuela, de donde Simón Bolívar consigue expulsar al general español Morillo tras la batalla de

Carabobo. El doble esfuerzo bélico (en América y en el norte de España), obliga a nuevas levas y a subidas de impuestos, lo que hace crecer el descontento entre los campesinos. La venta de las tierras desamortizadas se convierte en un desastre, ya que se realiza en grandes lotes y al mejor postor, debido a la urgencia del gobierno por recaudar fondos, lo que solo va a beneficiar a la nobleza y a determinados inversores de la burguesía. Incluso la reducción del diezmo acaba por perjudicar a los campesinos: el pago de este se hacia mayoritariamente en especie, por lo que al introducir los agricultores este grano en el mercado, se produce un hundimiento de los precios de los productos agrarios por exceso de oferta.

8. Referencia: 50-105558“Francisco Espoz y Mina” (1781 – 1836) Óleo anónimo. Espoz y Mina es una presencia constante durante el primer tercio del siglo XIX español. Fue guerrillero durante la Guerra de la Independencia, conspirador contra Fernando VII, exiliado político y general liberal. Mostró valor y constancia aunque también crueldad, sobre todo en la represión de los levantamientos realistas.

Por otro lado el rey continua con su actitud provocadora lo que va a ser motivo de nuevos conflictos dentro del campo liberal, ya que los exaltados critican cada vez con más energía la actitud conciliadora de los moderados con el monarca y el hecho de que éste les siga encargando formar gobierno, pese a haber perdido su mayoría en las Cortes en las elecciones de 1822. Tras una serie de incidentes de gravedad creciente (como la llamada “Batalla de las Platerías”), la Guardia Real intentará desde su acuartelamiento de el Pardo, un golpe de estado, que será abortado en las calles de Madrid por la Milicia Nacional. El fracaso del pronunciamiento, deja en evidencia a los moderados y compromete seriamente la posición del rey, quien ante la presión de las masas madrileñas cada vez más hostiles a la corona, se ve obligado a ceder y sustituye en agosto de 1822 a Martínez de la Rosa, por el “veinteañista” Evaristo de San Miguel al frente del gobierno.

El fin del trienioLa llegada de los exaltados al poder abría esperanzas de cambio y mejora, al menos para sus bases sociales. Democratizaron y aumentaron la autonomía de ayuntamientos y diputaciones y bajo su gobierno convirtió en realidad el fin de los tributos feudales a nobleza y clero. Pero por otro lado, perdieron la última oportunidad de zanjar el problema y la sangría que significaba la rebelión de las colonias americanas,

rechazando un posible compromiso de tipo federativo con ellas, con lo que se mantuvo el carísimo esfuerzo bélico en ultramar. Los desastres naturales y epidemias que se produjeron en 1823 y el escaso tiempo que retuvieron el poder impiden hacer una valoración más profunda de la conveniencia de su política.

7. Mapa: “La Emancipación de las Colonias de América”Durante el reinado de Fernando VII se producirá la pérdida de la totalidad de las colonias españolas en América continental. Esta se inició con la Guerra de la Independencia, se aceleró durante el Trienio Liberal y culminó durante la “Década Ominosa” tras la batalla de Ayacucho de 1824.

Esta estuvo centrada en la represión y control de la insurrección realista que avanzaba en las regiones del norte. Se reforzó a la Milicia Nacional y al ejército con más medios y nuevas levas y será durante el gobierno de los exaltados cuando Espoz y Mina concluya con éxito su campaña en el valle del Segre, tomando Seo de Urgel y expulsando a la denominada regencia absolutista fuera de España. Se tomaron además enérgicas medidas contra destacados serviles y se cerraron varios monasterios implicados en la rebelión. Los motines populares de carácter anticlerical derivaron en algunos excesos que no pudieron ni quisieron ser evitados por las autoridades liberales, a las que se les acusó de incitar a estos actos.

Para los absolutistas, resultaba evidente que no era posible derribar el gobierno liberal con sus propias fuerzas, por lo que el rey llevaba tiempo en contacto con la Santa Alianza, a la que terminó recurriendo para recuperar su poder absoluto. Esta alianza militar formada por las potencias absolutistas tras la derrota de Napoleón, tenía como misión abortar posibles rebrotes del liberalismo en Europa y veía con preocupación los procesos revolucionarios que se desarrollaban en Portugal, España, Nápoles y otros estados italianos y a las que se conoce como revoluciones de 1820. Tras superar sus desavenencias internas se decidió a intervenir en España tras el Congreso de Verona. La encargada de hacerlo será la Francia de Luis XVIII, recién admitida como potencia en el concierto europeo. Los franceses organizarán un ejército al que se bautizará como “Los 100.000 hijos de San Luis”, en honor al patrón de Francia y recalcando así su carácter confesional. No en vano el argumento final que se dio a su intervención fueron las muertes de

religiosos producidas durante la represión de la rebelión realista en Cataluña.

Las tropas francesas cruzaron la frontera en abril de 1823, precedidas de las partidas realistas que se habían refugiado en el país vecino. El ejército español se desmoronó por la deserción de numerosos militares serviles o moderados como Morillo, Ballesteros o la Bisbal. Incapaces de enfrentarse a la invasión a campo abierto, algunos militares liberales se atrincheraron en ciudades como Barcelona, donde Espoz y Mina resistió un asedio de varios meses.

9. Referencia: 400-4772

“Toma de Cádiz por el ejército francés de los “100.000 hijos de San Luis”. Grabado del siglo XIX. El Duque de Angulema, sobrino de Luis XVIII de Francia e hijo del Futuro Carlos X, dirigió esta fuerza militar, que aplastó el liberalismo en España. Otro tanto ocurría simultáneamente en Italia y Portugal, ya que la Santa Alianza supo controlar y abortar esta oleada liberal que se desarrolló en estados del sur de Europa y a la que se conoce como “revoluciones de 1820”.

Los liberales en el poder optaron por abandonar Madrid y retirarse a Sevilla, llevándose con ellos al rey. Allí San Miguel dimitió y fue sustituido al frente del gabinete por Calatrava. Este será quien decida guarecerse en Cádiz en espera de un levantamiento popular como el de 1808, que nunca llegó a producirse. Ante la negativa del rey a seguir al gobierno, será declarado loco y obligado a hacerlo. La ciudad talismán del liberalismo terminó por caer tras la toma por los franceses de la fortaleza del Trocadero. En octubre de 1823, Fernando VII será liberado indemne y el Duque de Angulema jefe de los “100.000 hijos de San Luis”, obtuvo una doble satisfacción: como francés, entrar victorioso en la ciudad nunca conquistada durante la Guerra de la Independencia y como absolutista, acabar con el gobierno constitucional.

8. Mapa: “El recorrido de los 100.000 hijos de San Luis”El principal ejército francés precedido por los realistas, avanzó en dirección a Madrid y de allí a Cádiz con la misión principal de liberar a Fernando VII. Otras fuerzas secundarias barrerían el resto de las regiones de España, sin encontrar mayor resistencia que algunas ciudades como Barcelona que aguantaron algunos meses sitiadas. Las fuerzas francesas del Duque de Angulema, establecieron cuarteles de ocupación, pero su principal papel mientras estuvieron sobre suelo

español fue evitar, sin mucho éxito, el ensañamiento de los realistas con los vencidos.

La “Década Ominosa” (1823 – 1833)Por segunda vez la constitución era abolida y Fernando VII recuperaba su poder absoluto. Se inicia así este contradictorio período histórico al que los historiadores liberales calificaron de “ominoso”, adjetivo que el diccionario define como azaroso, de mal agüero, abominable...

9. Cuadro anecdótico: “Otra vez el absolutismo”Una vez que las tropas de la Santa Alianza y los voluntarios realistas restauran a Fernando en su poder absoluto, él deja de aparentar después de tres años de componendas y de un mal disimulado desacuerdo con el régimen constitucional. En este tercer y último texto, de los que ilustran el capítulo dedicado a Fernando VII, el rey nos obsequia con su auténtico pensamiento. Es significativo que utilice por dos veces el adjetivo “democrático”, como si se refiriera al más horrible de los vicios y al origen de todas las desgracias del país: no se podía dejar el gobierno de la nación, en las manos del pueblo. Ni siquiera es cierto que el pueblo hubiera redactado ni ejecutado la Constitución; lo que se niega es todo lo que no venga de la soberanía de origen divino, de las tradiciones y de las leyes antiguas.

“Bien públicos y notorios fueron a todos mis vasallos los escandalosos sucesos que precedieron, acompañaron y siguieron al establecimiento de la democrática Constitución de Cádiz en el mes de marzo de 1820: la más criminal traición, la más vergonzosa cobardía, el desacato más horrendo a mi Real Persona, y la violencia más inevitable, fueron los elementos empleados para variar esencialmente el Gobierno paternal de mis reinos en un código democrático, origen fecundo de desastres y desgracias (...).

“El voto general clamó por todas partes contra la tiránica Constitución; clamó por la cesación de un código nulo en origen, ilegal en su formación, injusto en su contenido, clamó finalmente por el sostenimiento de la santa religión de sus mayores, por la restitución de sus leyes fundamentales, y por la conservación de mis legítimos derechos, que heredé de mis antepasados, y que con la prevenida solemnidad habían jurado mis vasallos”.Fernando VII en 1823

Una vez más el “rey felón”, como ya le llamaban los liberales, faltó a las promesas de perdón ofrecidas en Cádiz, a cambio de ser liberado e inició una represión contra sus enemigos políticos aun más feroz que la de 1814. Se crearon juntas de depuración que anularon los nombramientos y decisiones de la caída administración liberal y se persiguió con saña a los partidarios de la constitución. Los hitos más notables de la represión contra los liberales durante este período serán los humillantes ahorcamientos de Riego y “El Empecinado”, el fusilamiento sin juicio del general Torrijos en la playa de Fuengirola o la ejecución en el garrote vil de Mariana Pineda, joven granadina a la que se sorprendió bordando una bandera con el lema ley, libertad, igualdad. Los más destacados liberales eligieron el exilio como alternativa y salvo algunos intentos frustrados de pronunciamiento preparados desde el extranjero (como el ya citado de Torrijos), los liberales dejaron de constituir una amenaza para el régimen.

10. Referencia: 050-11294

“Rafael Riego conducido al cadalso” Riego fue considerado por los liberales como un héroe en vida y como un mito tras su ejecución en la horca en la Plaza de la cebada de Madrid, el 7 de noviembre de 1823. La bárbara represión desatada por Fernando contra los liberales tras la llegada de los “100.000 hijos de San Luis”, estuvo como en este caso o el de “El Empecinado”, agravada por la forma vergonzante que el rey eligió para ejecutar a sus enemigos. Ambos eran militares y les hubiera correspondido el fusilamiento como pena, por lo el rey se ensañó condenándoles a una muerte considerada humillante.

Pero junto a la dureza de esta política, se produce un progresivo acercamiento del rey a posturas reformistas moderadas. La desastrosa realidad económica del país y la obcecación del monarca en conseguir fondos para organizar la reconquista de las colonias americanas, le obligarán a recurrir a ministros con pasado ilustrado o levemente liberal, que llevarán a cabo reformas encaminadas a liberalización de la economía española y tangencialmente conseguirán que se suavice la política represiva, impidiendo que se restituyera el anacrónico Tribunal de la Inquisición y consiguiendo del rey amnistías parciales, rehabilitaciones en el ejército y la vuelta progresiva de muchos afrancesados.

El más destacado de estos herederos del despotismo ilustrado será Luis López Ballesteros, titular del Ministerio de Hacienda entre 1823 y 1832.

En este período se modernizará la administración central ante la imposibilidad de gobernar con las instituciones heredadas del Antiguo Régimen, creándose el Consejo de Ministros, que redujo en algo el poder de las “camarillas” que habían dictado la política Real en el anterior período absolutista. En el aspecto económico hay que destacar la primera elaboración de unos Presupuestos generales del Estado, la promulgación de un Código de Comercio, la creación del Banco de San Fernando (heredero del creado por Carlos III), la fundación de la Bolsa de Madrid y la creación del Ministerio de Fomento, para modernizar las obsoletas infraestructuras del país.

10. Cuadro anecdótico: “El origen del carlismo”Pese a la extrema timidez de las reformas realizados por los ministros de Fernando VII, un sentimiento de indignación empezó a surgir entre el sector más intransigente del absolutismo a los que inicialmente se denominó apostólicos y más tarde “carlistas” ya que se irán aglutinando en torno a la figura de Carlos Maria Isidro, hermano del rey, que capitaneará sus protestas en una actitud de creciente rebeldía contra el monarca. Este grupo estaba formado por sectores de la nobleza y el clero, que desconfiaban de cualquier política que no fuera la recuperación de los privilegios que poco a poco habían ido perdiendo el los distintos períodos reformistas y que se sentían desplazados de los nuevos círculos del poder. Pero también contarán con un gran apoyo popular que se alimentará del descontento que persistía en el campo español, para el que el paso de la economía feudal a la de mercado estaba resultando realmente traumático y perjudicial. A esto se unía en otras regiones (País Vasco y Navarra), la defensa de sus fueros, costumbres y tradicional autogobierno, amenazados por el carácter unitario e igualador de la legislación liberal. Pese a que en el carlismo subyacen muchos síntomas de revolución popular contra el nuevo orden económico y político, se justificará ideológicamente en la conservación de las tradiciones locales, conectando así con el nacionalismo decimonónico; en la defensa de la más rancia ortodoxia católica y en una visión romántica del absolutismo, encarnada en la figura del “buen monarca”. Su lema Dios, Patria, Rey resume este ideario.

Este sector integrista será la oposición más activa y peligrosa a la que Fernando VII tuvo que enfrentarse en la última fase de su reinado. En 1827 firmarán un manifiesto en el que se critica la política “tolerante” de Fernando y piden su sustitución en el trono por su hermano Carlos. La declaración provocará levantamientos de los “realistas puros” en Cataluña (“malcontents”) y Levante. Al descontento existente en esta

zona por la pobreza, epidemias, temblores de tierra y aumento de la presión fiscal, se unía la acción del bajo clero que asociaba todas las desgracias a la modernización y llevó a este movimiento a peticiones tan extravagantes como la restitución de la Inquisición. Sólo la actuación del ejército y la intervención personal del rey, al que los sublevados suponían secuestrado por los “impíos”, sofocará la rebelión tras el fusilamiento de numerosos carlistas.

11. Referencia: 50-4701“Carlos María Isidro de Borbón” por Vicente López. El hermano pequeño del rey, sabrá aglutinar en torno suyo a los defensores del Antiguo régimen y provocar un conflicto dinástico que se saldó con tres guerras civiles.

El pleito dinásticoEn los últimos años del reinado de Fernando VII, España estaba al borde del abismo: las colonias de América continental se habían perdido definitivamente, tras la batalla de Ayacucho de 1824 y la declaración de independencia de Bolivia en 1825; las reformas de Ballesteros no tuvieron el éxito esperado, continuando la bancarrota del Estado y la crisis agraria; los liberales se volvían a mostrar activos intentando en 1830 nuevos pronunciamientos, que provocaron a su vez más medidas represivas como el cierre de la universidad; y por último la actitud se los apostólicos era cada vez más desafiante, confiados en su apoyo popular y en la fuerza de los “Voluntarios Realistas”. Esta organización se había institucionalizado tras la caída de los liberales, para sustituir a la “Milicia Nacional” en el control del orden interno y contaba con unos 120.000 hombres, casi el doble que el ejército tras la purga de los militares liberales.

12. Referencia: 80-6586“La enfermedad del Rey Fernando en septiembre de 1832” por Federico Madrazo. Esta obra refleja el punto álgido del problema sucesorio que se dio al fin del reinado de Fernando VII y en el que las fuerzas absolutistas intentaron cambiar la sucesión arrancando la firma de un moribundo. La propaganda liberal convirtió la recuperación del rey en un milagro conseguido gracias a los cuidados de Maria Cristina.

Pero lo que marcó el final del reinado de Fernando y la historia posterior del país fue un problema sucesorio. El rey seguía sin descendencia tras su tercer matrimonio, por lo que en 1829 contrajo matrimonio con su sobrina Maria Cristina de Nápoles. Fruto de este matrimonio nació en

1830 su heredera Maria Isabel, futura Isabel II. Hasta ese momento el heredero de la corona había sido Carlos, ya que la ley Sálica que regía en la casa de Borbón, determinaba que la sucesión al trono sería siempre por vía masculina. Fernando resucitará una decisión de las Cortes de 1789 (la “Pragmática sanción”), que desposeía a Carlos de sus derechos y convertía a Isabel en futura reina de España. Los absolutistas y gran parte de los cortesanos, cerraron filas en torno a Carlos y su intransigente postura, forzó a Fernando a rectificar momentáneamente su decisión.

11. Cuadro Anecdótico “Los sucesos de La Granja”El 14 de septiembre de 1832, el rey Fernando VII empeoró de la enfermedad de gota que sufría, mientras estaba pasando una temporada en el Palacio de La Granja de San Ildefonso. Temiéndose por su vida, el ultra conservador ministro Francisco Tadeo Calomarde, acompañado de la camarilla absolutista de la corte, presionó a la joven reina Maria Cristina para que el rey dejara sin efecto la Pragmática Sanción. Anteriormente Calomarde había intentado que Carlos María Isidro aceptara a Isabel II como reina legítima bajo su regencia, pero la negativa de este a ninguna propuesta que no lo hiciera rey de pleno derecho, llevó a los conjurados a obtener una firma del moribundo rey que dejaba sin corona a Isabel. Se volvía por tanto a aplicar la ley Sálica y Carlos se convertía de nuevo en heredero al trono.

Pero en este punto, interviene en la historia la hermana de Maria Cristina, la Infanta Luisa Carlota, casada a su vez con el hermano menor del rey, Francisco de Paula. Llegó a palacio enfurecida por la débil resistencia de su hermana y tras convocar a Calomarde, le propinó una sonora bofetada mientras lo tildaba de miserable y rompía el decreto con la firma real, a lo que este se dice que reaccionó con la flemática frase de: “manos blancas no ofenden”.El rey experimentó una milagrosa recuperación y ya dueño de sus actos, destituyó a Calomarde que tuvo que marchar al exilio y restituyó los derechos de la futura Isabel II en diciembre de 1832.

Durante unos días Carlos volvía a ser el heredero, pero tras los confusos sucesos de La Granja, Fernando volverá a promulgar la Pragmática lo que convertía a Isabel en sucesora y a su madre Maria Cristina en regente. Casi viuda, asediada por los partidarios de Carlos y dispuesta a defender los derechos su hija, buscará apoyo en los liberales, nombrando primer ministro a Cea Bermúdez. Las Cortes convocadas en 1833 jurarán a Isabel como Princesa de Asturias y heredera a la corona. La

negativa de su tío a reconocerla, le costará el destierro a Portugal. La reina decretará una amnistía parcial para los liberales y depurará a los “carlistas” más notables con cargos en la administración y el ejército.

13. Referencia: 50-3312

´´El Somatén en la montaña. Cercanías de Berga. Cataluña”. Grabado coloreado de 1875. La Ilustración Española y Americana. Antes aún de la muerte de Fernando VII, los carlistas ya estaban en armas contra la joven reina designada como sucesora al trono. Contaban a su favor con la existencia de grupos armados como los “voluntarios realistas” y de otras organizaciones tradicionales de autodefensa como el Somatén catalán. Debido a esto, los carlistas contarán con armas y tropas instruidas desde el principio del conflicto.

Cuando Fernando VII muere en septiembre de 1833, ya se había iniciado una guerra civil. La primera de las tres “Guerras carlistas” que arrasarán el país durante lo que quedaba del siglo XIX.

12. Cronología del reinado de Fernando VII (1814 -1833)

Restauración del absolutismo (1814 -1820)

1814Marzo: Fernando VII vuelve a EspañaAbril: “Manifiesto de los persas”Mayo: Decreto de Valencia Disolución de las Cortes y persecución de los liberalesSeptiembre: Levantamiento de Espoz y Mina1815Pronunciamiento de Díaz Porlier1816Conspiración del triánguloIndependencia de Argentina1817Pronunciamiento de Lacy en Cataluña1818Independencia de Chile1819Constitución de la República de ColombiaLa corona recupera la jurisdicción sobre los señoríos1820

Enero: Pronunciamiento de Riego en Cabezas de San Juan

El trienio liberal (1820 – 1823)

1820Marzo: Fernando VII jura la Constitución de 1812Gobierno de Arguelles. Supresión definitiva de la Inquisición1821“Batalla de las Platerías”. Disolución de la Guardia de Corps.Independencia de México 1822Junio: Aprobación del Código PenalJulio: Intento de golpe de Estado de la Guardia RealAgosto: Gobierno de el exaltado Evaristo San Miguel. Levantamientos absolutistas en Navarra, Cataluña y ValenciaCampaña de Espoz y Mina en Cataluña. Expulsión a Francia de la regencia absolutista1823Abril: Entrada en España de los “100.000 hijos de San Luís”Octubre: Rendición de Cádiz. Fernando VII recupera el poder

La “Década ominosa” (1823 – 1833)

1823Ahorcamiento de Riego1824Gobierno de Cea BermúdezBatalla de Ayacucho1825Ahorcamiento del absolutista BessieresAhorcamiento de “El Empecinado”Independencia de BoliviaGobierno del duque del Infantado1827Rebelión de los “Malcontents”1828Formación en Manresa de la Junta Central suprema carlista, posteriormente ejecutada.Ejecución del liberal Miyar1829Boda de Fernando VII con Maria Cristina de Nápoles1830

Firma de la Pragmática Sanción. Abolición de la ley Sálica.Nace Maria Isabel (futura Isabel II)1831Ejecuciones de los liberales Torrijos y Mariana Pineda1832Septiembre: Breve restauración de la ley Sálica (“sucesos de La Granja”)Octubre: Gobierno interino de Maria Cristina. Amnistía parcial y reapertura de la universidad. 1833Junio: Carlos María Isidro expulsado a Portugal tras negarse a jurar a Isabel como reina.Septiembre: Muere Fernando VII. Inicio de la 1ª Guerra Carlista