Cantinflas Siglo XXI

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EMEEQUIS | 08 DE SEPTIEMBRE DE 2014 34 El Can del sig ÓSCAR JAENADA, ACTOR ESPAÑOL

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Muchos creen que Cantinflas fue el mejor actor de comedia de la historia de México. Pero Mario Fortino Alfonso Moreno Reyes...

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Óscar Jaenada, actor español

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Relativamente poco conocido fuera de España, el actor catalán

Óscar Jaenada ha acometido uno de sus principales retos profesionales:

personificar a Cantinflas, el peladito de barrio, el cómico de carpa,

el mexicano de cepa pura.

por Guillermo rivera • @GuillermoriverV

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Poseedor de una incipiente carrera internacional, Jaenada dio en el blanco al caracterizar al cantaor Camarón de la Isla y

próximamente lo veremos personificando al Che Guevara. Mientras tanto, se dispone a convencer a los mexicanos de que

su entrenamiento como teatrero de la calle le ayudó a no distorsionar el espíritu de Mario Moreno en la película

Cantinflas, que pronto se estrenará en México.

SSentado en la butaca, Óscar se encuentra a punto de girar la cabeza hacia la izquierda y esa acción, aunque él no lo sepa aún, marcará su vida. Harto de ver la misma película durante los últimos días, cansado de su estado inerte, ignora el filme y aunque sabe que es difícil hallar otra atracción en la sala oscura, apenas iluminada con las escenas de colores brillantes de la proyección, busca algo, cualquier cosa.

No se conforma con ver la misma historia. Sin pensarlo, gira y observa a las dos personas cercanas a él en la hilera de butacas. No es que note alguna particularidad en ellas. Su perfil es similar al de los demás: parejas o familias que buscan en el cine del barrio un poco de diversión.

Las mira porque no sabe qué más hacer. Se inquieta. Y así como ve a esas personas, por ociosidad, voltea a ver más rostros. Y después a otros.

Días después, Óscar está en la sala de nuevo, más fasti-diado que antes, pues las ideas para matar el tiempo se agotaron. Se aburre casi hasta el sueño, pero justo en ese momento las risas del público lo despiertan. Óscar voltea a todos lados y observa las reacciones. Se da cuenta de que no todos ríen. Algunos arquean las cejas y fruncen el ceño, otros sueltan la carcajada.

La mayoría mantiene los ojos fijos al frente, con la boca semiabierta, mostrando expectativa ante la siguiente escena.

¿Qué ven? Óscar se asoma a la pantalla de nuevo. En los rostros de los personajes ficticios aprecia emociones simi-lares a las del público.

Un actor, se asombra, es capaz de provocar intensas emociones. Óscar sólo tiene 10 años.

Casi tres décadas después, el niño observador es el actor que interpreta a Mario Moreno en la película Cantinflas. Además del parecido físico con Moreno, Jaenada tenía algo en su favor para ganar el papel: la empatía hacia las perso-nas que generaron sus visitas al cine.

—Algo sucedió, poco a poco. Esa empatía es algo impor-tante para todos los que se dedican a la actuación —sinte-tiza Óscar Jaenada en el enlace telefónico con emeequis, durante su paso por Nueva York, donde estuvo para pro-moverCantinflas—. Implica intentar colocarse en cualquier cerebro, entender todas las reacciones y expresiones po-sibles, aunque provengan de un asesino de niños o de un

artista que hace piruetas musicales con una guitarra. Cada uno es un universo.

La metamorfosis de Óscar comenzó en aquella butaca. Con el tiempo supo que un actor debe entender todo tipo de razonamiento. Si esto se consigue, el público creerá en su interpretación de un personaje. En su Mario Moreno Cantinflas, por ejemplo.

* * *E l anuncio de lona cuelga debajo de la ventana del

primer piso. Las cuatro letras impresas en el rótu-lo, que juntas forman la palabra “CINE”, destacan

en el edificio de la transitada avenida en Barcelona. Pero además del letrero en la fachada, no existe otra señal de la existencia de un cine. Es una casa, propiedad de la abuela de Óscar. El cine se localiza en la planta baja del edificio, pero la entrada se encuentra en una vía que pasa desaper-cibida, perpendicular a la avenida principal, a calle y media de la casa.

El trato fue justo. La administración del cine visitó a la mujer para proponerle un trato: si permitía colocar el le-trero en la zona frontal de su domicilio, obtendría las cor-tesías que quisiera para cualquier película. La abuela acep-tó porque todos ganaban. El cine, porque incluso el más distraído voltearía a ver las brillantes letras. Y ella, ocupa-da en distintas labores por esos días.

Su hija llegaba a casa siempre con la misma petición. Tenía que ir a trabajar y no podía cuidar a su hijo. A Óscar. En la noche regresaría por él. Unas horas nada más. La abuela respondía que no tenía mucho tiempo tampoco. Pero está bien, que lo deje, cedía.

El abuelo falleció. Ella tuvo que cubrir los gastos. ¿Qué hacer con su nieto? Después de un rato, le surgió la idea: La abuela toma del brazo al niño. Salen de casa, caminan por la avenida principal y siguen a la calle del cine. Entran al establecimiento. Ella pide un boleto en taquilla y se lo entrega a Óscar. Le dice que entre a ver la película, que regresa por él más tarde. Da media vuelta y se retira. Su nieto se enfila hacia la sala de proyección.

Así que de ahí en adelante Óscar pasará tardes enteras en el mismo lugar viendo la misma película. En ocasiones ve dos distintas dos veces cada una. Hay mucho tiempo,

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pero no opciones. ¿Qué hace? Pues eso. Seguir sentado durante días frente a la enorme pantalla hasta el mo-mento en que se le ocurre voltear a otro lado.

* * *E l sueño de Óscar Jaenada no era ser actor. An-

helaba ser ingeniero aeronáutico. Pero tras su experiencia cinematográfica infantil, se inclinó

por la creación de personajes e historias. La idea se apropió también de su libreta y su pluma. Perdió el in-terés por resolver ecuaciones.

—Preferí buscar sentimientos —cuenta Jaenada al teléfono, con una voz recia y veloz, distinta a la de Ma-rio Moreno, más pausada y tenue.

Su preparación como actor comenzó en los escenarios. A los 13 años presentó una obra de Shakespeare. Pero cuando quiso estudiar actuación, le negaron el acceso a la escuela. Le dijeron que su inscripción no era válida. Des-pués ingresó a una escuela privada, pagando una cantidad que en ese momento le pareció una fortuna. “Aprender” a actuar lo hacía sentir incómodo. Quería contar historias y ahí era imposible. Era muy básico, ordinario.

—Mi aprendizaje vino de otra manera: haciendo tea-tro de calle, teatros alternativos —recuerda el catalán—. A mí me cogió un poco tarde, o un poco asalvajado, el intento de encerrarme entre cuatro paredes para ins-truirme. La idea no me satisfacía. Aunque me gustaría tener mucha más teoría de la que poseo, mi camino fue otro.

Se impacientaba. Por eso, junto con tres colegas, fundó en Barcelona la compañía de teatro L’Endoll, donde escribió y presentó varias obras de teatro, algu-nas de contenido antibelicista.

Quería trabajar así. Ser autodidacta.Quería un teatro radical. Con el teatro de calle, mar-

chando por los pueblos de su provincia, Óscar estaba seguro de que podría lograr sus objetivos. Pero como su actividad artística no generaba recursos, consiguió tra-bajo en una discoteca.

Con el tiempo se cansó. Decidió migrar en busca de algo más serio. Estaba convencido: actor tenía que ser.

A los 20 años se mudó de Barcelona. Consiguió apoyo para continuar con el teatro de calle, pero tenía un obje-tivo mayor. Algo faltaba. En Estados Unidos, la industria cinematográfica es Hollywood. En España es Madrid. A Madrid se mudó.

* * *D os audiciones y un viaje de Madrid al Distrito

Federal, en México, patrocinado por él mismo. Jaenada hizo lo que nadie para quedarse con el

papel. Y logró, para enojo de muchos mexicanos que lo llamaron “gachupín”, convertirse por varias semanas en uno de los actores y comediantes universales de la historia de México. En Cantinflas, que consiguió miles de adeptos con una sencilla frase en la película homó-nima de 1940: “Ahí está el detalle”.

El detalle de Óscar Jaenada, nacido el 4 de mayo de 1975 en Esplugues de Llobregat, Barcelona, fue viajar a México con recursos propios para realizar, una vez más, el casting. El actor siguió el proyecto mucho antes de que cayera en manos de Kenio Films, hace unos tres años, después de que naufragara el intento pre-vio, que comenzó en 2008.

Reticente al principio, atenazado en parte por el escep-ticismo, el director de la película, Sebastián del Amo, que convenció a los críticos en 2012 con El fantástico mundo de Juan Orol, reconoció a Jaenada. Él se ganó el papel pese a que la producción tenía en mente a otro actor de origen mexicano. El catalán también convenció a los productores Adolfo Franco y Vidal Cantú, y, más difícil aún, a los in-versionistas del filme.

En México, la película se verá en salas a partir del 18 de septiembre. Ya debutó en Estados Unidos. Las críticas son, hasta el cierre de la edición, favorables en general. Recau-dó 3.2 millones de dólares. Y eso es bueno, tomando en cuenta que la producción tuvo un costo total de 40 millo-nes de pesos.

Las reacciones en torno a la actuación de Óscar Jaenada son entusiastas. El actor recibe elogios.

Este día de finales de agosto, el español tiene prisa. Debe sortear decenas de entrevistas hoy y hasta el próximo mes. Y está consciente de que uno de los objetivos de la prensa mexicana es averigüar cuáles fueron las dificultades de interpretar a Mario Moreno. Por eso, para comenzar, el catalán tiene algo que decir sobre esa crítica simplona, la de que no es mexicano.

—Venga, que a mí ese escepticismo me viene muy bien. Pero, vamos, yo confío mucho en mi trabajo, en mi disci-plina. Si hay desconfianza, perfecto. Yo, después, intento reconvertir eso en sorpresa y en admiración. Ya lo verán.

Disfruta del prejuicio. Al tanto del peso del personaje, de la expectativa que genera la película y la duda sobre su actuación, Jaenada se instaló en México cuatro meses antes de que comenzara la filmación. Un acercamiento interpretativo no bastaba. Quería crear una copia fiel. Ya en el Distrito Federal contrató a un foniatra para aprender el español mexicano y a una profesora de danza para que le mostrara cómo bailar con los pies cruzados. No se con-formó. También reclutó al mejor imitador de Cantinflas, Celedonio Núñez, para apropiarse de todos los ademanes y demás trucos del original.

Venga, que a mí ese escepticismo me viene muy bien. Pero, vamos, yo confío mucho en mi trabajo, en mi disciplina. Si hay desconfianza, perfecto. Yo, después, intento reconvertir eso en sorpresa y en admiración. Ya lo verán.

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Hace algunos meses, Jaenada declaró que no era sufi-ciente contar con el parecido físico: “Había que comer como él, respirar como él. Llevaba un tiempo ponerse en sus zapatos”.

El catalán vio al menos 10 veces cada una de las más de 60 películas de Cantinflas. Quemó tres reproductores de dvd. “Me interesaba tener ese acento especial en casa. Rayé un poco en el friquismo, pero sabía lo que me estaba jugando”. Durante esos meses mantuvo el método. No se quebró. Dormía ocho horas al día. El resto lo dedicaba a imitar los bailes y voces cantinflescas, a documentarse sobre la cultura y sociedad mexicanas de aquella época en la que Mario Moreno se impuso en las pantallas grandes.

Un reto fue personificar a Cantinflas y otro, más com-plicado, a Mario Moreno. Lograr una imitación casi exac-ta del primero fue el resultado de un rígido trabajo y dedi-cación. El vasto material sobre el personaje ayudó mucho. Respecto a Mario... el actor reconoció lo difícil que fue entender al ser humano. Ese fue su mayor desafío. “De ese hombre no tenía nada. Un par de entrevistas. Me inte-resaba el artista. Ese trabajo fue duro porque tuve que hacer preguntas incómodas a gente muy cercana. Lo difí-cil son los cuatro segundos que dura una pregunta un poco maleducada”.

Jaenada conversó con el hijo adoptivo de Mario Moreno, Mario Arturo Moreno Ivanova. ¿Quién mejor que él para conocer detalles sobre los humores constantes del actor o sobre la relación entre él y la esposa del actor, Valentina Ivanova?

Como en todas las películas inspiradas en hechos reales, en Cantinflas las licencias están presentes. Y las historias humanas, los conflictos personales, las infidelidades amo-rosas, por ejemplo, apenas se abordan.

Es, sobre todo, la historia de la relación entre Mario Mo-reno y su personaje. Un filme que borda las etapas artísti-cas del actor, desde su origen humilde hasta su incursión en escenarios internacionales, en el sindicato de actores y en la política. La cinta tiene el propósito de rendirle tribu-to, con matices históricos y actuaciones que logran soste-ner la película.

Nadie quiere, y menos el hijo del homenajeado, además productor ejecutivo de la película, generar polémicas in-necesarias cuando el objetivo es simplemente rendir un homenaje.

* * *L a noticia no sorprendió a nadie. Tarde o tempra-

no sucedería. Pero pese a ser personas de esfuer-zo y trabajadoras, sus padres no tenían demasia-

do que aportar.—Me voy a Madrid —les dijo hace casi dos décadas—.

En verdad, quiero ser artista.—Bueno, pero con el poco dinero que hay, no esperarás

que te solucionemos eso —comentó su padre.Los padres de Óscar le desearon suerte. Que se vaya.

Que se dé el golpe en la pared. Ya regresará. Confiaron en que así sería. Pero, contrario a esa apuesta, a su hijo le salieron bien las cosas. Lo más difícil fue lo económico,

sufrir el estrés mensual de no tener recursos para la ren-ta. Pero no padeció hambre. Trabajó como mesero y pronto consiguió pequeños roles en televisión, en la serie El comisario. Después, obtuvo su primer papel pequeño en el cine, en la película Aunque tú no lo sepas, del año 2000.

—No cambiaría por nada en el mundo esa experiencia. Gracias a ello, hoy estoy donde estoy. Lo veo como parte de mi evolución y proceso —dice el actor al recordar su primera etapa artística.

Su primer gran triunfo vino enseguida. No cualquiera consigue una nominación al Premio Goya, el reconoci-miento cinematógráfico más prestigioso en España, a Mejor Actor Revelación, por un personaje que es, preci-samente, una calca de su yo juvenil: Alfredo Baeza, en la comedia dramática de Achero Mañas, Noviembre.

Alfredo es, como Jaenada en su adolescencia, un transgresor que busca, con ayuda del teatro de calle, una sacudida social. Junto con sus compañeros, que comparten el mismo sueño artístico, invade las avenidas madrileñas. Se pintan los rostros de colores. Sombras que cubren la zona superior de los rostros, rojas narices de payaso que contrastan con la pintura blanca de men-tón y mejillas. El aspecto es grotesco. Su vestimenta, extravagante: colores chillones y ácidos, un híbrido entre punks y bufones.

Provocan a los transeúntes, los invitan a formar parte del espectáculo. Quieren exterminar al público pasivo. Y, así, lograr reacciones distintas en su comportamiento cotidiano, aunque eso implique violentar las leyes de la vía pública. O incluso arriesgar la vida.

—Sí que fue el primer protagonista que me llegó con fuerza, con un director de una identidad como Achero Mañas. A la hora de la audición, tuvo mucho que ver que yo tuviera un cierto bagaje y control de lo que significa estar en la calle y los límites que existen. La serenidad. Eso ayudó a quedarme con el papel. Cuento más de 50 personajes. Las ocasiones en las que he tenido que repre-sentar a un actor son dos: a Alfredo y Mario Moreno. Por lo tanto, hay mucho de común entre ellos y yo: un actor es lo que soy y por lo que vivo.

—Hoy, en la vida real, ¿qué tan subversivo eres?—Antes lo era demasiado, hasta que aprendí de Alfre-

do. Aprendí de la utopía, de lo difícil que es ese pensa-miento. Pero sí, era igual a él hasta que hice a este perso-naje.

—¿Ya no existen residuos de ese Óscar? —Te diría que, tal como concibo este arte, esto va

unido a… la lucha va unida inexorablemente a mi ca-rrera. Esta capacidad de empatía nos hace tener muy bien los pies en el suelo en ciertas cosas. Entender enseguida la mentira, eso me ha ayudado mucho para protestar, para, junto a más compañeros, denunciar la mentira evidente.

—¿Mentira evidente? —Se trata de entender y descubrir la mentira. Al buen

actor es muy difícil de engañarlo. Reconoce los gestos faciales. Trabaja con eso. Sabe los trucos. En un sitio, en un lugar, o en una época en la que el engaño está tan

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latente, sobre todo en España, el protestar y decir “no es verdad, señores, nos están engañando”, es una obligación del actor.

* * *E l cabello abultado y revuelto recuerda la

melena de un león. Es la mayor caracterís-tica física de Camarón de la Isla, el cantaor

andaluz, uno de los más importantes dentro del flamenco. A Óscar Jaenada le llegó la consagración actoral después de interpretar a ese personaje en la cinta Camarón, de 2005. Aquella vez la duda se disparó. Sin fundamento, la crítica gritó que él no podía quedarse con el papel. Si no canta, no es gi-tano y no es andaluz, no podría interpretar a Ca-marón de la Isla.

Se equivocaron. Por su actuación, Jaenada ganó el Premio Goya a la Mejor Interpretación Masculina Protagonista. Fue el resultado de me-ses de preparación.

Un par de años antes, Óscar realizó algunas comedias. Como Luis Buñuel en su momento, declaró en el estreno de alguna que pertenecía al grupo de “las alimenticias”. Sólo la había filmado por el dinero.

—Alguna consecuencia me comí de ello —re-conoce el catalán—. En ese momento era joven. Eso pasó. Pero creo que no hay que engañar a la gente, ni decirle que van a ver la película de su vida si no es así. El mercado de la industria en España es más pequeño a la hora de hacer pelí-culas. Un actor tiene que hacer muchísimas para poder dedicarse a esto. El resto del tiempo se ocupa en aprender para proyectarlo después en personajes. En España, el actor está obligado a hacer tres películas anuales. No es como en Esta-dos Unidos, que con una película tiras dos años. Intentas que la mayoría, sobre todo ahora, que ya llevamos un tiempo en esto, tenga una ética y una calidad cinematográfica, pero hay que luchar y a veces agarrarse a ciertos proyectos en los que uno está… no incómodo, pero tampoco empatizas al cien por cien.

El actor, director y guionista Jaime Chávarri sal-vó a Jaenada de ese breve encasillamiento en la comedia. Le envió el guión sobre la vida de Cama-rón de la Isla. Óscar no conocía al personaje. Cuan-do supo que fue un cantaor, fue el primero en du-dar. Él no sabía cantar. Pero su hermano Víctor Jaenada lo convenció de aceptar el papel.

Comenzó la transformación: dejó que el cabello le creciera, aprendió a fumar, a palmear, a respirar como Camarón. Lo difícil fue imitar el comporta-miento. La intención de Chávarri era presentar la vida de un hombre que quiere encajar en una socie-dad que lo juzga por sus raíces gitanas. Un persona-je complejo, reservado, adicto a algunas drogas. Y, finalmente, abatido por un cáncer de pulmón.

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—Ocurrió lo mismo que con Cantinflas: la selec-ción fue muy criticada —compara Óscar sin reprimir su entusiasmo, adelantando una segunda victoria−. Pero la resolución y los premios dijeron la última palabra.

A ese nuevo triunfo le faltaba algo. Un sello. Ós-car se lo inventó. Declaró que su interpretación de Camarón lo marcaría “lo mismo que me marcó hacer de papá Noel hace 15 años en un mercado de Barcelona”.

* * *E l catalán sabía que tenía a su favor el pareci-

do en las facciones. Lo observas y recuerdas el rostro del personaje de bigotito recortado. Cejas

gruesas y amplias, mentón pronunciado, nariz larga y recta. Es él, comprobó Sebastián del Amo, cuando Jae-nada le envió una fotografía caracterizado como el actor mexicano ganador del Globo de Oro en 1956 gracias a Around the World in Eighty Days.

Pero en sus vidas personales Jaenada y Moreno se pa-recen muy poco. Lo sabe Óscar, quien interpretó al se-gundo durante varias semanas. Existen similitudes ar-tísticas: la actuación y una cierta educación teatral.

—La mayor virtud de Mario Moreno —introduce Jaenada— fue la importancia que consiguió con un per-sonaje en una época en la que no había internet. La tele-visión era escasa. El cine era para ricos. Es una virtud que llegara hasta España, que cruzara toda Sudamérica. Sin redes sociales ni nada por el estilo. Si hoy en día, que tenemos todo eso, es difícil, imagínate entonces. Pero creo que su virtud de traspasar fronteras se convirtió en su mayor defecto. Esa dedicación a un personaje lo llevó a olvidarse un poquito de su vida.

Jaenada peleó por conseguir el personaje de Mario Moreno debido a su relevancia histórica dentro del cine.

—Le debían un homenaje, no sólo al personaje, sino también al creador. Creo que las circunstancias y el momento en que yo me encontraba, eran muy propicios para enfrentarme a este desafío. No más. Simplemen-te, un actor tiene que aceptar retos. Yo me quise inmis-cuir en éste. De pequeño no entendía el cine de Can-tinflas ni mucho menos, pero sí recuerdo a mis papás riendo con sus películas, cuando yo tenía unos 12 años. Y eso, al menos a mí, me provocó muchas ganas de lu-char por el papel.

No fue la única experiencia infantil de Óscar relacio-nada con Cantinflas. Las caricaturas del personaje se reproducían por todas partes en tierra barcelonesa. Pero su edad era insuficiente para entender el humor político y social que de aquel personaje mexicano. Más tarde, en la adolescencia, Óscar vio El bolero de Raquel, la primera película en colores que protagonizó Mario Moreno. Sus años le permitieron un mejor entendimiento sobre el cómico.

Fue la primera vez que su elocuencia —o falta de— atra-pó la atención del catalán.

* * *H oy, Óscar Jaenada es un actor que lo mis-

mo trabaja en Hollywood que en la in-dustria latinoamericana. Participó en The

Losers, donde actuó al lado de Jeffrey Dean Morgan, Zoe Saldana y Chris Evans. Era 2010. La película, que re-cibió críticas mixtas por parte de la prensa estaduni-dense, fue la primera superproducción cien por ciento estadunidense de su carrera.

Unos tres años antes, el catalán llegó a Los Ángeles. Como cuando dejó Barcelona para instalarse en Ma-drid, salió de España en busca de nuevos mercados.

—¿Hollywood es ese monstruo que dicen, que te devora y doblega a sus normas?

—En mi caso, no. Yo aterricé ahí hace siete años. Después de The Losers, hice Pirates of the Caribbean (en la que interpreta a un pirata español, al lado de Johnny Depp y Penélope Cruz). Rechacé otras superproduc-ciones porque no las creí convenientes. Pero me iba a trabajar a otras partes del mundo. No me gusta estar en un solo lugar. Creo que vuelvo para febrero del año que viene al cine de Hollywood.

Jaenada tiene pendiente el estreno en Estados Uni-dos de Hands of stone, con Robert De Niro, Ellen Barkin y John Turturro. La película es sobre la vida del legen-dario boxeador panameño Roberto Manos de Piedra Durán, interpretado por el actor venezolano Édgar Ramírez. Jaenada hace un papel secundario.

De corazón nómada, el actor decidió que no se va a quedar de manera permanente en ningún sitio. Ni en España, ni en México y menos en Estados Unidos. Su única certeza es que le interesa hacer todo tipo de cine.

—Me gusta aprender y voy a seguir haciéndolo, voy a buscar el proyecto que más me guste, esté aquí o allá. Sin duda, no puedo estar encerrado.

—¿Cómo aprovechas el éxito de actores como Anto-nio Banderas, Javier Bardem y Penélope Cruz?

—Pues gracias a Antonio Banderas, el español pudo estar en Hollywood. Gracias a Bardem, el español en Hollywood es buenísimo. Y gracias a Penélope, el español en Hollywood puede estar en todas partes. Ellos abrieron una brecha para todos los demás. De hecho, la primera vez que estuve en Los Ángeles sin conocer nada, casi de la misma manera en la que llegué a Madrid, tuve la suer-

Gracias a Antonio Banderas, el español pudo estar en Hollywood. Gracias a Javier Bardem, el español en Hollywood es buenísimo. Y gracias a Penélope Cruz, el español en Hollywood puede estar en todas partes.

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te de contar con ellos, de que me dejaran estar en su casa. Son grandísimos compañeros, grandísimos artistas de los que aprendo cada día.

* * *J aenada dice a la prensa que los actores no tienen

nacionalidad, que él se considera un ciudadano del mundo. Y sí. Últimamente incursiona en

cintas dispares: históricas (Che), políticas (la española Todos estamos invitados, donde interpreta a un joven miembro de la organización terrorista ETA que se recu-pera en un hospital de pérdida de memoria, tras un atentado fallido perpetrado por él mismo) e incluso de acción y aventuras (Pirates of the Caribbean).

Apenas había estrenado la española Todos estamos

invitados, en 2007, cuando ya se incorporaba al reparto de Che, con Benicio del Toro como Ernesto Che Gueva-ra y Demián Bichir como Fidel Castro, dirigida por uno de los directores consentidos de Hollywood, Steven Soderbergh. La película, una producción de España, Francia y Estados Unidos, representó su primer coque-teo con el cine estadunidense. En ella, Jaenada perso-nificó a un integrante de la guerrilla cubana.

Ahora, el actor adelanta que, en breve, va a encarnar a Ernesto Che Guevara en su próximo rodaje. La trama girará en torno a los pensamientos del argentino en la cárcel durante las últimas horas antes de su ejecución.

—Me voy a embarcar en esta película y me parece muy interesante poder vivir eso. Ya con Benicio vi el trabajo que hizo con el Che: espectacular. Es parte de la historia nuestra, me parece necesario hablarlo. Para estar en

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favor o en contra del personaje histórico, hay que ha-cerlo con propiedad y conocimiento, ¿no? Pero, desde luego, me parece una persona admirable y del cual voy loco por interpretar.

El actor español se debate entre la animadversión que le provoca la política de su país y la convicción de que, como sea, es importante manifestarse.

—¿Qué te provoca la crisis económica en España?—Asco. Muchísima vergüenza y asco. Es una situación

que debe de cambiar ya. Este país se está desangrando. Los jóvenes están huyendo. El paro nos está masacrando y la clase política sigue diciendo que todo va muy bien. Siguen enriqueciéndose los bancos, siguen empobrecien-do a la gente, cerrando escuelas, cerrando hospitales. La situación de España es desastrosa. Como español, siento mucha vergüenza de lo que está pasando ahí.

—¿Qué les dejó el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero?

—Lo peor. El Partido Socialista Obrero Español y el Partido Popular son lo mismo. Es un bipartidismo que llevan dorándose la píldora desde la transición, tapan-do crímenes, tapando cosas que no se pueden tapar. Ellos se retroalimentan haciéndose ver como enemi-gos que no son. La clase política muerta española es este binomio PP-PSOE. Con Mariano Rajoy está em-peorando la situación. Hay más paro ahora, más crisis, más deuda exterior. Cada vez es peor.

* * *L a cámara de video apunta al rostro de Óscar.

Él mira fijamente al frente cuando confiesa que apenas un día antes no pudo evitar las lágrimas

en su camerino tras la finalización del rodaje de Can-tinflas. El video en YouTube fue subido hace un año, el 9 de agosto. Dos días antes, Jaenada había grabado su última escena en los Estudios Churubusco. En el video, su figura es similar a la de Mario Moreno, pare-ciera que continúa caracterizado del personaje o que se resiste a abandonarlo.

—El trabajo está hecho —dice en el video—. La ver-dad es que uno se libera y dan ganas de llorar. Liberar-se, porque desde hace mucho tiempo había mucha presión, pero también amor y respeto por lo que haces. Esto me ha pasado pocas veces, pero sí que me gusta que sea en la intimidad porque lloras como un niño.

Un año después, la expectativa sigue.—Has declarado que cuando haces cine no te inte-

resa llegar a más gente, sino que las personas con re-cursos vayan a verte a las salas.

—Con esto quiero decir que cuando haces televisión te plantas en la casa de la gente. Las personas están en sus hogares, tranquilas, en ropa interior, y la tele llega y se planta. Es una programación impuesta, no decides qué ver. Eso es la tv. En cambio, si alguien quiere ir al cine, debe ducharse, alistarse, salir a la calle, llegar al cine y hacer cola para comprar su boleto. Eso denota interés por querer ver y escuchar. Yo necesito esa gen-te. No quiero soltar arte ni discurso ni una palabra a

quien le da igual escuchar. A mí me interesan quienes quieren saber algo más. A ésos me dirijo. A mí, la gente sin inquietudes no me interesa.

* * *Ó scar convenció al director Sebastián del Amo, a

los productores e inversionistas e incluso al re-parto de Cantinflas. Tras el estreno en Estados

Unidos, recibe elogios. Pero queda un pendiente. En Cantinflas Movie, perfil de la película en Facebook,

el debate sigue. Mientras los menos opinan que lo im-portante es el homenaje, la mayoría continúa molesto por la selección del actor.

Y ese es el pendiente: convencer a los expertos en Cantinflas, al resto de los mexicanos.

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