Campesindios: proximaciones a los campesinos de un continente colonizado

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 campesindios. aproximaciones a los campesinos de un continente colonizado Author(s): armando bartra Source: Boletín de Antropología Americana, No. 44 (enero - diciembre 2008), pp. 5-24 Published by: Pan American Institute of Geography and History Stable URL: http://www.jstor.org/stable/41426470  . Accessed: 18/02/2015 14:36 Your use of the JSTOR archive indicates your acceptance of the Terms & Conditions of Use, available at  . http://www.jstor.org/page/info/about/policies/terms.jsp  . JSTOR is a not-for-profit service that helps scholars, researchers, and students discover, use, and build upon a wide range of content in a trusted digital archive. We use information technology and tools to increase productivity and facilitate new forms of scholarship. For more information about JSTOR, please contact [email protected].  . Pan American Institute of Geography and History  is collaborating with JSTOR to digitize, preserve and extend access to Boletín de Antropología Americ ana. http://www.jstor.org

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Análisis sobre el campesinado y el indígena en la latínoamerica y propuesta de conceptos intermedio entre clase y cultura de campesindio

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  • campesindios. aproximaciones a los campesinos de un continente colonizadoAuthor(s): armando bartraSource: Boletn de Antropologa Americana, No. 44 (enero - diciembre 2008), pp. 5-24Published by: Pan American Institute of Geography and HistoryStable URL: http://www.jstor.org/stable/41426470 .Accessed: 18/02/2015 14:36

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  • armando bartra

    campesindios. aproximaciones a los

    campesinos de un continente colonizado

    Qu piensan los campesinos respecto al futuro? (...) Una clase de supervivientes no puede permitirse el lujo de creer en una meta en la cual la

    seguridad o el bienestar estn asegurados. El nico futuro es la supervivencia; y este es ya un gran futuro.

    John Berger Puerca tierra

    A fines de 1923, pocos das antes de que las tropas golpistas al servicio de la oli- garqua lo fusilaran, el gobernador de Yucatn, Felipe Carrillo Puerto, sintetiza en un artculo periodstico que result postumo, el significado del socialismo indge- na que se cocina en el estado: "Yucatn es maya. Fuimos fsicamente conquista- dos, (...) pero nuestra vida cultural persisti, (...) nuestro lenguaje, (...) nuestras costumbres, (...) nuestra religin bajo un nuevo nombre, (...) tambin nuestras relaciones sociales que han seguido realizndose a pesar de la negacin (...). To- do Yucatn estaba en manos de 200 propietarios. El indio fue arraigado como un rbol y era vendido con la tierra que cultivaba. El lugar del indio maya en la co- munidad como ciudadano libre, autosuficiente y seguro de s mismo, determinar la medida en que los sacrificios y la amargura de la revolucin tendrn que ser justificados. Lo dems es asunto sin importancia" (Paoli:217, 218).

    * Correo electrnico: [email protected]

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  • 6 BOLETN DE ANTROPOLOGA AMERICANA 44 ENERO-DICIEMBRE 2008

    En una entrevista realizada en 2007, el vicepresidente de Bolivia, lvaro Gar- ca Linera, resume en breves frases lo que representa la revolucin en curso en su pas: "La virtud de los aos 2000-2005 es que lo nacional popular indgena logr articular el debate pblico (...). Entre 2000 y 2005 lo indgena-campesino lo cambi todo, lo direcciono todo (...) sta es la revolucin simblica ms impor- tante que haya ocurrido desde los tiempos de Tpak Katari o desde Zrate Willka. Es una revuelta simblica en las mentes y en las percepciones de las personas (...) Evo significa el quiebre de un imaginario y un horizonte de posibilidades restrin- gido a la subalternidad de los indgenas" (Svampa: 147, 160).

    Entre uno y otro planteo trascurren ms de 80 aos. Pero la idea fuerza es la misma: en las sociedades mesoamericanas y andinas acabar con la minusvala indgena sustentada en el colonialismo interno es primer punto en el orden del da de la emancipacin. Y uno de los mayores contingentes libertarios es el que con- forman las mujeres y los hombres de la tierra, un actor que tiene su base socioe- conmica en la comunidad agraria y su raz en los pueblos originarios del Continente. En el presente ensayo abordo algunos problemas conceptuales que me suscita el trajn de los campesindios, este terco y aferrado protagonista de nuestra historia.

    An hay clases

    El enconado debate sobre la pertinencia de conceptos como clase, movimiento, sujeto, actor se dio en medio de una crisis de paradigmas: desde mediados del pasado siglo las magnas narrativas y los protagonismos histricos de gran calado eran paulatinamente desertados por no dar razn del mundo realmente existente. En la izquierda naufrag, entre otros, el dogma de que cursbamos la transicin global del capitalismo al socialismo y que el proletariado era la clase anfitriona del nuevo orden.

    Pero el descrdito de estas visiones de futuro es parte de una debacle todava mayor: la del determinismo histrico unilineal y providencialista. Un mito ideol- gico compartido por los creyentes del telos del Progreso, tanto en versin capita- lista: un reino futuro de opulencia con libertad individual, como en versin socialista: un reino futuro de opulencia con equidad social. Y cuando las prospec- tivas fatales, los futuros prepagados, las clases elegidas y los cheques posdatados a cuenta de bienestar se desacreditan, caen en desgracia tambin los histrionismos estelares y los grandes discursos histricos, ahora calificados de vaguedades, abs- tracciones ideolgicas, conceptos vacuos, disquisiciones metafsicas.

    Valgan dos autores emblemticos: Cornelius Castoriadis y Alain Touraine, para documentar el talante de los pensadores sociales de izquierda que en la se-

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  • ARMANDO BARTRA CAMPESINDIOS. APROXIMACIONES A LOS CAMPESINOS... 7

    gunda mitad del siglo XX se desmarcan del fatalismo histrico y su parafernalia ideolgica, para emprender la construccin de nuevos conceptos.

    Escribe Castoriadis: "Hay en la modernidad la tendencia nefasta (...) del pen- samiento a buscar fundamentos absolutos, certidumbres absolutas, proyectos ex- haustivos (...). As, la Historia es Razn, la Razn "se realiza" en la historia humana (...). El resultado final es que el capitalismo, el liberalismo y el movi- miento revolucionario clsico comparten el imaginario del Progreso y la creencia en que la potencia material y tcnica, como tal, es la causa o condicin decisiva para la felicidad o la emancipacin humana (inmediatamente o despus de un plazo, en un futuro ya descontado desde ahora)" (Castoriadis:21).

    Escribe Touraine: "Una tendencia profunda del historicismo (al hablar en nombre de un sujeto identificado con la historia), es eliminar a los sujetos, es de- cir los actores" (Touraine: 81), "Actor no es aquel que obra con arreglo al lugar que ocupa en la organizacin social, sino aquel que modifica el ambiente material y sobre todo social en el cual est colocado" (/6//:208), "El concepto de movi- miento social debe reemplazar el de clase social, as como el anlisis de la accin debe ocupar el lugar del anlisis de las situaciones" ( Ibid:240 ).

    Extravo mayor en el naufragio del providencialismo y del determinismo eco- nomicista, fue el concepto de clase social. Y es que la categora se haba empo- brecido lastimosamente quedando reducida a una suerte de cajonera construida a partir de la llamada base econmica , clasificatoria que serva para encasillar indi- viduos, que de esta manera aparecan como predestinados.

    Sin embargo, aunque ciertas lecturas de El capital , de Carlos Marx, puedan sugerir lo contrario, para el marxismo autntico las clases sociales no son adscrip- ciones fatales ni efecto automtico de la reproduccin del modo de producir, sino resultado de la prctica histrica de ciertas colectividades, del accionar de subjeti- vidades que son libres aun si su libertad se ejerce siempre en el marco de una circunstancia que heredaron y es por tanto una libertad socio econmicamente ubicada. Dicho de otra manera: las clases son a la vez constituidas por y constitu- yentes de las relaciones sociales, de modo que la proverbial lucha de clases no resulta de la existencia previa de estas sino que es el proceso por el que las clases se conforman y ocasionalmente se deshalagan.

    Hace medio siglo, cuando an eran pocos quienes se desmarcaban del concep- to clase por su presunto reduccionismo, escribi el historiador Edward Thompson, que era marxista ms no esquemtico: "La clase aparece cuando algunos hombres, como resultado de sus experiencias comunes (...) sienten y articulan la identidad de sus intereses (...). La conciencia de clase es la manera en que se traducen estas experiencias en trminos culturales, encarnndose en tradiciones, sistemas de valores, ideas" (Thompson:8).

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  • 8 BOLETN DE ANTROPOLOGA AMERICANA 44 ENERO-DICIEMBRE 2008

    Y no es casual que Thompson sea historiador, porque las clases se conforman polticamente en largos procesos histricos y se aprehenden intelectualmente a travs de abordajes historiogrficos. Sin duda las clases tienen efectos sociales, polticos, antropolgicos, sicolgicos y lingsticos, entre otros, y dejan huellas rastreables por las disciplinas que de estos mbitos de ocupan, pero la clave de su existencia no est en la reproduccin espacial de tales o cuales estructuras, sino en el despliegue temporal de las subjetividades. No son las diferencias analticas las que dan cuenta de los grandes actores sociales, sino la dialctica entendida como la capacidad de nihilizacin ontocreativa que es nuestra sea de identidad en tanto que seres histricos. En breve: las clases son hazaa de la libertad as sta sea siempre una libertad en la necesidad, una libertad situada.

    Antes de su descrdito conceptual, la lectura de la historia que enfatizaba el protagonismo de las clases, no por ello soslayaba la existencia de movimientos multiclasistas o transclasistas: acciones colectivas convergentes desplegadas por personas insertas en relaciones socio econmicas heterogneas, que sin embargo son capaces de conformar sujetos colectivos cohesionados y con visin de futuro (por ejemplo, los nacionalismos y las religiones, como palanca de movilizacin social), entidades que en protagonismo histrico nada tienen que pedirle a los sujetos clasistas.

    En este contexto, la crtica a las tentaciones reduccionistas y la postulacin de un repertorio de movimientos y actores de diferente calibre y ms comprensivo que el de las clases cannicas, hubiera sido un avance neto en el pensamiento social. Lstima que en el camino se perdieran ciertas dimensiones que siendo consustanciales a las clases ya no lo son a los actores debutantes.

    En su concepto clsico, las clases son entes globales aun si se actualizan en escala nacional, regional y local. Podramos decir, parafraseando a Immanuel Wallerstein, que por su contenido las clases de un sistema-mundo como el capita- lista, son clases-mundo. Las clases son tambin entes histricos, no slo como producto de un ms o menos prolongado devenir, sino como gestoras de futuro. Y la historia que construyen - aun si a veces los resultados discrepan de los prop- sitos pues, ya lo saba Sartre, estn marcados por la contrafinalidad - es por su perspectiva una historia mundial, como lo es el sistema en que se gestan.

    Globalidad e historicidad de las clases que no se reducen a un deber ser, a un postulado puramente deductivo, pues las sucesivas globalizaciones intensificaron sobremanera los flujos materiales y espirituales que recorren el planeta, mundiali- zando al capital pero tambin estrechando los lazos de unin entre los subalternos y dndole sustancia a la mundializacin desde abajo. As, el XIX y el XX fueron siglos de organismos hegemnicos multilaterales globales, pero tambin de inter- nacionalismos contestatarios: internacionales obreras, cratas, socialistas, social- demcratas, socialcristianas, de mujeres, de pacifistas, de estudiantes.

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  • ARMANDO BARTRA CAMPESINDJOS. APROXIMACIONES A LOS CAMPESINOS... 9

    Es claro tambin que los movimientos transclasistas que responden a agravios profundos o amenazas graves, tales como la resistencia al orden patriarcal, a la accin ecocida de la industrializacin y la urbanizacin, a la emergencia del fas- cismo, al sometimiento colonial, a la amenaza de guerra, a la erosin del mundo campesino, a la opresin sobre los pueblos originarios, entre otras causas, con- forman actores globales e histricos como las coaliciones antiimperialistas, los frentes populares antifascistas, las internacionales feministas, el pacifismo, el ambientalismo y convergencias ms recientes como "La va campesina" o el "Fo- ro Social Mundial".

    Y si hay sujetos histricos de peso completo, ms vale no perderlos de vista. La debilidad de los estudios acadmicos que adoptan la perspectiva del actor , privilegian el anlisis de los nuevos movimientos , enfatizan la dimensin territo- rial y tratan de aprehender las identidades , no radica entonces en que visibilicen el transcurrir local de la vida cotidiana, las acciones de colectividades cuyos miembros conviven es espacios sociales acotados, la produccin material y la simblica, los agravios y resistencias territorializadas, las pequeas historias que se niegan a diluirse en la grande. El riesgo est en que el nfasis en las subjetivi- dades y protagonismos locales haga borrosas a las clases y otros actores histricos y globales, agentes de gran calado cuya existencia es - entre otras cosas - resul- tado de estos mltiples microprocesos sociales, a los que a su vez retroalimenta. El peligro est en que al centrar la atencin en las pequeas identidades se deje de lado su adscripcin a identidades de mayor escala, en que los escenarios territoria- lizados del acontecer cotidiano obscurezcan el transcurrir estructural y sistmico del que forman parte, en que la cuenta corta sustituya a la cuenta larga y las efe- mrides suplanten a la historia.

    Y esto no se evita tendiendo lazos (interfases) a lo global entendido como contexto y echando vistazos a la historia reducida a antecedentes , sino recuperan- do una visin comprensiva de lo social; restableciendo un enfoque que - as sea de manera implcita - tenga siempre presente lo macrosistmico; restaurando la perspectiva totalizadora e histrica que se nos fue al drenaje a resultas del por dems plausible acabse de las metafsicas ideolgicas del siglo XIX y el XX.

    No propongo reducir los estudios empricos a ejercicios intrascendentes que no sirven mas que para corroborar verdades universales previamente establecidas. Reconozco y pondero la irreductible singularidad de los casos, pero lo excepcio- nal - y todo caso lo es en algn sentido - deviene iluminador si, y slo si, lo confrontamos con la normalidad, con una regularidad que no es generalidad vaca sino universalidad concreta precisamente por contener y ser sntesis provisional de mltiples singularidades, cada una de ellas ms o menos anmala.

    As plantea Italo Calvino, siguiendo a Cario Ginzburg, la dialctica entre los singular y lo universal: "Pero no es este quiz el movimiento de todo saber? Re-

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  • 10 BOLETN DE ANTROPOLOGA AMERICANA 44 ENERO-DICIEMBRE 2008

    conocimiento de la singularidad que escapa al modelo normativo; construccin de un modelo ms sofisticado capaz de estar en concordancia con una realidad ms accidentada y multifactica; nueva ruptura de las redes del sistema; y vuelta a comenzar" (Calvino:67).

    Cabra aadir a esta formulacin, que el "modelo normativo" no contiene ni- camente las reglas del juego, como quisieran algunos, sino tambin una hiptesis sobre la estructura del tablero y sobre la naturaleza de las piezas que en l se mue- ven, es decir una teora de la sociedad y de la historia.

    Una clase excntrica

    Para quienes hemos elegido el mundo rural como tema predilecto y a los peque- os productores agrcolas como apuesta, sera prdida grande el abandono del enfoque de clase y la renuncia a su necesaria puesta al da, porque los ya aejos esfuerzos por darle contenido al concepto clase campesina reverdecieron el reseco clasismo de manual.

    Por muchas razones result innovador ese ajetreo intelectual, entre ellas por- que mientras que burguesa y proletariado podan deducirse de una matriz eco- nmica simple, los campesinos se sustentan en una base compleja y mudable, de modo que la diversidad les resulta estructuralmente consustancial. As las cosas la unidad clasista del campesinado no es nunca algo dado, sino resultado - posible ms no cierto - de un proceso de convergencia, saldo de la siempre provisional unidad de una diversidad que jams cede del todo y ms bien se reproduce y profundiza. Otra diferencia sustantiva en el carcter de las diferen- tes clases es que el proletariado y la burguesa son centrales mientras que los campesinos se ubican en los mrgenes, son perifricos. Adems de que, a dife- rencia de los proletarios, los rsticos nunca han sido vistos como predestinados a ser los salvadores de la humanidad sino ms bien como anacrnicos y pres- cindibles, de modo que han tenido que terquear para ganarse un lugar en el futu- ro. Por si esto fuera poco, las clases cannicas lo son de la modernidad mientras que, en cuanto a sus races, el campesinado aparece como premoderno. Final- mente, del proletariado se dice que es una clase progresista que mira al porvenir y abomina del pasado - al que juzga infame prehistoria - mientras los campe- sinos son de algn modo conservadores, pues aoran el pasado, dudan del pro- greso y no fetichizan el porvenir. Resumiendo: los proletarios van en pos de una utopa racional mientras que los campesinos y los indios persiguen un mito... Mito que es tambin utopa, pues para ellos la preservacin del pasado y la construccin del futuro - que representan valores distintos pero no jerrqui- cos - son igualmente vinculantes.

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  • ARMANDO BARTRA CAMPESINDIOS. APROXIMACIONES A LOS CAMPESINOS... 1 1

    Conclusin insoslayable de todo lo anterior es que si nosotros queremos pensar a los campesinos como clase - a ellos les da igual pues ya tienen suficiente con tratar de pensarse como campesinos - tenemos que flexibilizar y enriquecer la categora misma de clase social. Y si resulta que pese al reacomodo conceptual de plano los rsticos rasos no caben, pues lstima por el concepto.

    Hay que decir, tambin, que la presunta conformacin del campesinado como una clase con pasado pero igualmente con futuro, es decir como un sujeto social histricamente viable, no es constatacin basada en datos duros ni resultado de alguna prospectiva cientfica, sino una arriesgada y comprometedora apuesta poltica. Apuesta sustentada, quiz, en evidencias objetivas y tendencias verifica- bles, pero en la que igual se puede ganar que perder. Albur cuyo resultado depen- de, cuando menos en parte, de la participacin de los apostadores en el propio proceso de autoconstruccin clasista. Sostener que el campesinado es una clase significa trabajar aqu y ahora para que lo sea. Y si no se pudo... pues ya estara de Dios, que lo bailado nadie nos lo quita.

    La palabra campesino designa una forma de producir , una sociabilidad , una cultura pero ante todo designa un jugador de ligas mayores, un embarnecido suje- to social que se ha ganado a pulso su lugar en la historia. Ser campesino es mu- chas cosas pero ante todo es pertenecer a una clase : ocupar un lugar especfico en el orden econmico, confrontar predadores semejantes, compartir un pasado tr- gico y glorioso, participar de un proyecto comn.

    En especial esto ltimo: participar de un sueo, compartir un mito y una uto- pa. Porque ser campesino en sentido clasista no es fatalidad econmica sino eleccin poltica, voluntad comn, apuesta de futuro. Los campesinos no nacen campesinos, se hacen campesinos: se inventan a s mismos como actores colecti- vos en el curso de su hacer, en el movimiento que los convoca, en la accin que ratifica una campesinidad siempre en obra negra.

    Por si quedara duda de que la condicin campesina no se agota en un modo de producir y de convivir, una de las organizaciones latinoamericanas ms represen- tativas del campesinado como clase, el brasileo Movimiento de los Sin Tierra (MST), est compuesta principalmente por marginados urbanos y rurales que quie- ren ser campesinos y han decidido luchar por ello. No es por lo que son en trmi- nos econmicos y sociales, sino por lo que han elegido ser , que los Sin Tierra , marchan en la avanzada del movimiento campesino mundial.

    Y si algunos se autonombran campesinos sin serlo todava, a otros que lo son desde hace rato les cuesta trabajo adoptar el apelativo. Hasta hace poco, los 200 o 300 mil agricultores familiares argentinos se definan como pequeos producto- res rurales que, segn esto, slo se distinguan de los agroempresarios por el ta- mao. Ms aun, se molestaban si alguien los llamaba campesinos: especie rstica propia de otros pases latinoamericanos, que no del suyo. Hizo falta una nueva

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  • 12 BOLETN DE ANTROPOLOGA AMERICANA 44 ENERO-DICIEMBRE 2008

    ofensiva expropiadora emprendida por el agronegocio; fueron necesarias heroicas luchas en defensa de la tierra, como la de Santiago del Estero a fines de los ochen- ta del siglo pasado; hubo que esperar a que se fueran conformando numerosas organizaciones locales, regionales y provinciales que en 2005 se integraron en el Movimiento Nacional Campesino Indgena, para que la palabra campesino pasara de sinnimo de torpeza tecnolgica y rudeza societaria, a motivo de orgullo. Y es que pequeo productor hace referencia a una escala y agricultura familiar a una economa, mientras que campesino designa un ethos y una clase, de modo que reconocerse campesino es el primer paso en el camino de reafirmar una especfica socialidad y - eventualmente - conformar un sujeto colectivo de primera divi- sin.

    No todos los movimientos sociales son clasistas, pero todos los movimientos clasistas de la modernidad son globales como lo es el orden inhspito en que se gestan. Y global es, desde hace mucho, la clase campesina que tachon el siglo XX de revoluciones agrarias. Globalidad de la que da razn no tanto la sociologa como la historia, de modo que para documentarla someramente, le seguir el ras- tro a un apotegma proverbialmente rstico.

    No hizo falta comunicacin por red para que la consigna "Semlia y Volia (Tie- rra y Libertad"), acuada en 1861 en la Rusia zarista, llegara a travs del anar- quismo europeo, en particular el espaol, al tambin crata Partido Liberal Mexicano y de ah al zapatista Ejrcito Liberador del Sur, de donde a su vez lo tom la insurgencia maya de los primeros veinte encabezada por Felipe Carrillo Puerto. Y el flujo ideolgico tambin va de regreso, pues el ucraniano Nestor Majno, lder del movimiento campesino que resisti el antirruralismo de los bol- cheviques en el poder, era conocido como el Emiliano Zapata ruso. Aos des- pus, la consigna "Tierra y Libertad" reaparece en Mxico en las recuperaciones de latifundios de los setenta y ochenta del siglo pasado y en el trnsito al tercer milenio se globaliza de nueva cuenta, retomada por neozapatismo indianista de Chiapas, que no slo reclama parcelas sino tambin el autogobierno de los territo- rios originarios. Maz y libertad!, clamaban hace unos das en el Zcalo de la ciudad de Mxico los animadores de la campaa "Sin maz no hay pas", que hoy el proyecto campesino incluye la tierra como medio de trabajo pero tambin el control del territorio, la posesin colectiva de los recursos naturales, la autoges- tin poltica y la recreacin de la economa moral, de la produccin-distribucin justas y solidarias de los bienes. Y este proyecto global - que bien visto es anti- capitalista - lo han ido consensuando entre todos en los ires y venires de una historia prolongada.

    Siempre acosados por un orden fiero que se las tiene sentenciada, los campesi- nos se organizan para resistir. En la base estn la familia y la comunidad, que en un mundo hostil devienen trinchera y parapeto, pero sobre ellas se edifican orga-

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  • ARMANDO BARTRA CAMPESINDOS. APROXIMACIONES A LOS CAMPESINOS... 13

    nizaciones de los ms diversos talantes y propsitos, acuerpamientos que pueden ser tnicos, econmicos, sociales o polticos; locales, regionales, nacionales o internacionales; puramente defensivos o de plano altermundistas.

    Organizacin rural es ante todo convivencia , encuentro de diversos con unidad de propsito y capacidad de concebir y realizar proyectos compartidos. La organi- zacin radica en la voluntad colectiva no en el aparato. Institucionalidad societaria o Estatal que no sale sobrando pero es instrumental y puede convertirse en fuente de inercias burocrticas en cuanto deja de animarla el espritu colectivo. El zapa- tismo histrico no encarnaba tanto en los jefes del Ejrcito Liberador o los gesto- res de la llamada "Comuna de Morelos", como en la voluntad emancipadora que los animaba a todos: el zapatismo era "Tierra y Libertad". Y de la misma manera, la organizacin campesina de nuestros das no son los dirigentes, gestores y ase- sores ni las estructuras poltico-administrativas que operan, sino el espritu que anima convergencias globales como "La va campesina" o nacionales como el "Movimiento de los Sin Tierra", de Brasil, y "El campo no aguanta ms", de Mxico, o campaas como las mesoamericanas "Sin maz no hay pas" y "Vamos al grano", de modo que en los momentos de reflujo o cuando este espritu falta, lo que resta son cascarones corporativos, lderes logreros y borregadas clientelares.

    La institucionalidad encarnada en aparatos gremiales, partidistas o de Estado, es insoslayable pues le da continuidad a un movimiento que por definicin tiene altas y bajas. Pero si sus animadores se desentienden de ella pronto se pervierte y lo que era vehculo de emancipacin deviene instrumento de sometimiento. La organizacin, como el amor, hay que renovarla todos los das.

    Diversos sus paisajes, diversas sus culturas, diverso su talante; cada vez ms multiusos y ms migrantes pero no por ello menos apegados a la tierra y a una costumbre que cambia para permanecer los campesinos no son retazos del pasado, no son pedacera descontinuada en un cajn de sastre, son - siguen siendo - una voluntad colectiva, una clase en vilo, un actor social en perpetua articulacin des- articulacin, un sujeto histrico que como pocos tiene pasado y que aspira a tener tambin futuro.

    "Saber cuando este modo de vida {que son los campesinos) puede dar origen a una clase - escribe Teodor Shanin - , es una cuestin que depende de las condi- ciones histricas. Podemos responder a eso si analizamos las circunstancias y verificamos que ellos luchan o no luchan por sus intereses, entonces sabremos si son una clase o no. Pero en todos los casos, cuando lucha y cuando no lucha, el campesinado es un modo de vida, y eso es esencial para comprender su naturale- za" (Shanin:37).

    Ejemplo de que los rsticos en accin colectiva y concertada pueden ir adqui- riendo caractersticas propias de una clase. . . y tambin de que pueden extraviarlas despus, es el movimiento mexicano conocido como "El campo no aguanta ms",

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  • 14 BOLETN DE ANTROPOLOGA AMERICANA 44 ENERO-DICIEMBRE 2008

    que se desarroll desde fines de 2002 y hasta mediados de 2004. En esta lucha confluyeron alrededor de dos docenas de organizaciones rurales, casi todas de carcter nacional o cuando menos multiestatal, que agrupaban a cientos de miles de campesinos del ms diverso talante productivo, tnico, gremial y poltico dis- tribuidos en todos los estados del pas. Convergencia que fue posible porque, ms all de su diversidad, comparten una exclusin como pocas incluyente encarnada en un repertorio de situaciones socioeconmicas hostiles que de diferentes mane- ras ponen en riesgo inminente su existencia como campesinos. Lesiva circunstan- cia cuyo origen coinciden en ubicar en el llamado neoliberalismo, una modalidad desmecatada del capitalismo impulsada por los gobiernos recientes, que de esta manera aparecen como antagonista principal de los trabajadores del campo. Com- parten tambin una idea fuerza: el restablecimiento de la seguridad y soberana alimentarias basadas en la pequea y mediana produccin, planteamiento que forma parte de la plataforma de la red global conocida como "La va campesina".

    No sin rispideces y jalonos estas coincidencias les permitieron realizar impor- tantes acciones conjuntas, entre ellas una gran marcha a la capital el 31 de enero de 2003, en la que participaron alrededor de cien mil campesinos de todo el pas y que oblig al gobierno federal a dialogar en el ms alto nivel. En la negociacin, el bando de los labriegos esgrimi un visionario proyecto de transformacin rural, propuesta comn que supieron consensuar no tanto a pesar de las diferencias sino gracias a ellas, pues la pluralidad de sus experiencias y saberes fue lo que les permiti articular un programa de mltiples dimensiones a la vez que integral, plataforma a la que algunos llamaron el "Plan campesino para el siglo XXI". De la tortuosa negociacin con el gobierno sali un Acuerdo Nacional para el Campo (ANC) que, aun estando muy por debajo de lo demandado, de haberse llevado a la prctica hubiese frenado el proceso de deterioro rural y creado condiciones para ulteriores y ms profundas reformas. Sabido es, sin embargo, que el gobierno no cumpli lo pactado y la convergencia que logr sacar el acuerdo no fue capaz de mantenerse unida para hacerlo valer.

    Una problemtica generalizada y estructural que los agravia como clase; un gobierno que siempre actu como su antagonista de clase; una convergencia y una movilizacin en las que por un tiempo se materializaron la unidad de clase de los ms diversos contingentes rurales; una bandera: soberana alimentaria, que sinte- tiza los intereses inmediatos de la clase campesina mundial; una plataforma pro- gramtica integral, visionaria, clasista; una negociacin y un acuerdo cuya importancia todos reconocieron y cuya insuficiencia en trminos de los intereses del campesinado como clase, tambin reconoci el conjunto de los contingentes participantes... As, la batalla de 2002-2004 fue un paso importante en la confor- macin como clase del campesinado mexicano. Experiencia trascendente y signi- ficativa por cuanto muestra que es posible la edificacin de un actor social clasista

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  • ARMANDO BARTRA CAMPESINDIOS. APROXIMACIONES A LOS CAMPESINOS... 15

    que represente el conjunto de los intereses de los trabajadores del campo. Lo que no significa que su permanencia y estabilidad como contingente unitario est ga- rantizada pues la experiencia demuestra que del mismo modo como un protago- nista social se articula tambin se desarticula. Y es que las clases son subjetividades en curso siempre en construccin por lo que es posible que tengan una vida inestable, sincopada, intermitente.

    De ethos a clase

    En un simposio reciente que tuvo lugar en Brasil, le pidieron a Teodor Shanin su definicin de campesino, a lo que el autor de libros clsicos sobre el tema respon- di, citando a su maestro el antroplogo chino Fei Hsiao-Tung, "campesinado es un modo de vida" (Shanin:37). Y continu: "El campesinado nunca es como su modelo. El modelo es una cosa y la realidad otra" {Ibid: 34). Luego desarroll el concepto. "Lina de las caractersticas principales del campesinado - dijo - es el hecho de que corresponde a un modo de vida, una combinacin de varios elemen- tos. Solamente si comprendemos que se trata de una combinacin de elementos y no de algo slido y absoluto, es que comenzaremos a entender realmente lo que es. Porque, si buscamos una realidad fija, no la vamos a encontrar en el campesi- nado" {Ibidem). "Hace aos, cuando era joven y bello, - rememor con humor e irona el clebre acadmico de la Universidad de Mosc - haba argumentos fuer- tes sosteniendo que los campesinos eran diversificados, mientras que el proleta- riado era nico y por eso era revolucionario" {Ibidem).

    Es obvio que el joven Shanin no estaba de acuerdo con esa tesis, ni lo est ahora, entre otras cosas porque tampoco el proletariado es homogneo. Pero lo cierto es que la pluralidad de talantes de los rsticos es extrema. Y, pienso yo, precisamente en esa diversidad radica su fuerza. No slo su fuerza, tambin su condicin contestataria y su nimo subversivo.

    Evidencia mayor de su vigor* es la tozuda persistencia histrica que han mos- trado los labriegos. Desde que el sedentarismo se impuso a la trashumancia, en todos los tiempos y sistemas sociales hubo comunidades rurales marcadamente cohesivas y sustentadas en la agricultura familiar; formas de vida nunca dominan- tes pero que han sido tributarias y soporte de los ms diversos modos de produc- cin.

    Esta pasmosa perseverancia proviene de la plasticidad de los rsticos rasos, de su capacidad para mudar de estrategia, que les permite sobreponerse a las peores turbulencias ambientales y societarias. Pero viene tambin de que madre natura cra campesinos arropando y premiando con sus frutos a quienes le hallaron el modo. Y de esta manera induce la reproduccin y permanencia de un ethos que de

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  • 16 BOLETN DE ANTROPOLOGA AMERICANA 44 ENERO-DICIEMBRE 2008

    antiguo aprendi a convivir en tensa, turbulenta e inestable armona con su medio natural. Y digo tensa, turbulenta e inestable con riesgo de incurrir en lo "poltica- mente incorrecto", porque la interaccin del hombre con la naturaleza no es baile de saln sino confrontacin rspida, a veces sangrienta y con frecuencia letal que en su significado simblico representa mejor el ancestral rito de la tauromaquia que el nado con delfines y los paseos con mariposas del ecologismo de cuento de hadas.

    Haba campesinos en las culturas mesoamericanas y andinas anteriores a la conquista. Entre los aztecas le daban cuerpo al calpulli : una comunidad agraria poseedora de tierras comunales de usufructo familiar que los macehuales trabaja- ban para su sustento y el pago de tributos; como lo hacan sin recompensa en tie- rras de pillali, propiedad de los seores, y en terrenos pblicos destinados al sostenimiento del templo ( teopantlalli ), del gobierno ( tlatocantlalli ) y de la guerra ( milchimalli ). Durante la Colonia en el mbito de los naturales, o Repblica de indios, se sigui trabajando el calpulli, aunque otros eran ahora los destinos el tributo, mientras que en la Repblica de espaoles, los sometidos trabajaban para s y para otros en "repartimientos", "congregaciones" y "reducciones". Durante el Mxico independiente se formaron vertiginosos latifundios y se titularon de grado o por fuerza los bienes comunales de los pueblos, pero la mayora de las familias rurales sigui trabajando parcelas propias - pequeas milpas o ranchos media- nos - , tierras tomadas en renta o aparcera, y a veces pegujales, cedidos por el hacendado a los peones para arraigarlos pero tambin para abaratar el costo mone- tario de su manutencin. Con la Revolucin se restableci un calpulli renovado - al que llamamos ejido - que coexiste con la pequea y mediana propiedad privada campesina y con el agronegocio, y en la cuarta dcada del pasado siglo cobr forma el cooperativismo agrario que con altas, bajas y mudanzas se mantie- ne hasta nuestros das. De este modo, transitando del calpulli precolombino al moderno calpulli ejidal, la comunidad agraria y la agricultura familiar siguen presentes en el escenario rural mexicano.

    Hay sin embargo diferencias de calidad en las modalidades de su permanencia. Las lneas de continuidad del ethos campesino pueden seguirse hasta muy atrs en el tiempo pues dan cuenta de una socialidad inmanente de larga duracin, pero los rasgos impuestos por su insercin en los sistemas mayores cambian con la mu- danza de estos sistemas. No es lo mismo que se apropien de tu excedente econ- mico los grupos guerreros y sacerdotales dominantes de un orden desptico tributario, que ceder tu plustrabajo a travs de un intercambio desigual de carcter mercantil propio del capitalismo. Y si las clases se definen no cada una en si misma, sino como sistemas de clases ms o menos contrapuestas que se reprodu- cen dentro de un determinado orden social, el campesinado moderno es una clase

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  • ARMANDO BARTRA CAMPESINDIOS. APROXIMACIONES A LOS CAMPESINOS... 17

    del capitalismo, lo que no obsta para que tenga la profundidad histrica que le otorga su milenario ethos. Ventajas de tener un origen precapitalista.

    As como los labriegos cambian de rostro para persistir en el tiempo, as son diversos en el espacio. En una misma poca y hasta en un mismo pas o regin, coexisten las ms variadas formas de ser campesino, en una diversidad que lo es de actividades productivas, pero tambin de escala, de insercin en el sistema mayor, de sociabilidad, de cultura.

    En el sentido econmico del trmino, tan campesino es el agricultor mercantil pequeo o mediano que siembra granos en tierras de riego o de temporal; como el milpero de autoconsumo que tambin trabaja a jornal para sufragar sus gastos monetarios; o el productor ms o menos especializado que cultiva caa, caf, pia, aguacate, tabaco u otros frutos destinados bsicamente al mercado. Son campesinos quienes viven del bosque o de la pesca, quienes recolectan candelilla, quienes cosechan miel, quienes destilan mezcal artesanal, quienes pastorean ca- bras o borregas, quienes ordean vacas y cran becerros. El campesino puede pro- ducir granos, hortalizas, frutas, flores, plantas de ornato, madera, resina, fibras, carne, leche, huevos; pero tambin quesos, aguardientes, conservas, embutidos, carnes secas, tejidos y bordados, loza tradicional, persianas de carrizo, escobas y escobetas... Es campesino el que tiene cien hectreas, el que slo dispone de algu- nos surcos o el que para sembrar arrienda tierras o las toma en aparcera. Pero, adems, hay variedad dentro de una misma familia, de modo que por lo general el ingreso domstico campesino tiene muchos componentes: bienes y servicios de autoconsumo; pagos por venta de productos agrcolas o artesanales; utilidades del pequeo comercio; retribuciones por prestacin de servicios; salarios devengados en la localidad, en la regin, en el pas o en el extranjero; recursos pblicos pro- venientes de programas asistenciales o de fomento productivo.

    En trminos sociales, el campesino no es una persona ni una familia ; es una colectividad, con frecuencia un gremio y - cuando se pone sus moos - una clase. Un conglomerado social en cuya base est la economa familiar multiactiva pero del que forman parte tambin y por derecho propio, quienes teniendo funcio- nes no directamente agrcolas participan de la forma de vida comunitaria y com- parten el destino de los labradores. Porque los mundos campesinos son sociedades en miniatura donde hay divisin del trabajo, de modo que para formar parte de ellas no se necesita cultivar la tierra, tambin se puede ser pequeo comerciante, matancero, fondera, mecnico de talachas, partera, peluquero, operador del caf internet, maestro, cura, empleado de la alcalda... Cuando en el agro hay empresas asociativas de productores, son campesinos sus trabajadores administrativos o agroindustriales, sus tcnicos, sus asesores... Y si los pequeos productores rura- les forman organizaciones econmicas, sociales o polticas de carcter regional, estatal, nacional, o internacional, se integran al gremio o a la clase de los campe-

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  • 18 BOLETN DE ANTROPOLOGA AMERICANA 44 ENERO-DICIEMBRE 2008

    sinos, los cuadros y profesionistas que animan dichos agrupamientos, cualquiera que sea su origen.

    Las mujeres de la tierra han sido por demasiado tiempo una mirada muda, un modo amordazado de vivir la vida. Pero algo esta cambiando: lo que fuera priva- do y silente se va haciendo pblico y alzando la voz. No slo sale a la luz el ex- haustivo trajn de las rsticas, tambin emerge poco a poco su filosa percepcin de las cosas. Una cosmovisin que descentra la hasta ahora dominante imagen del mundo propia de los varones. Y si ya eran muchos los rostros campesinos, hoy es patente que son ms pues hay que aadirles la mitad silenciada del agro: los ros- tros de las mujeres rurales antes ocultos tras la burka virtual del patriarcado.

    Adems de economa y sociedad, campesinado es cultura, de modo que el talante espiritual de los rsticos se trasmina de manera sigilosa o estentrea a mbitos sociales distantes del agro y que a primera vista le son ajenos. As, mu- cho hay de campesino en las redes de proteccin de base comunitaria y con fre- cuencia tnica, que establecen los migrantes transfronterizos. Mucho hay de comunidad rural en la intensa vida colectiva de los barrios perifricos, asenta- mientos precarios y colonias pobres de las grandes ciudades. Mucho hay de rsti- co en el cultivo de la familia extensa y el compadrazgo como sustitutos de la dudosa seguridad social institucional. Mucho hay de sociedad agraria en el culto guadalupano y la veneracin por las terrenales madrecitas santas; como lo hay en la tendencia a combinar tiempos de austeridad y momentos de derroche, que remi- te a la sucesin de periodos de escasez y de abundancia propia de la agricultura; como lo hay en el pensamiento mgico, en el nimo festivo y celebratorio, en el fatalismo...

    Y es que al irse erosionando el cimiento socioeconmico de su reproduccin como involuntario mediador entre el capital y la naturaleza - funcin sistmica que en ciertos lugares y momentos los campesinos representaron y an represen- tan - estos se desgajan y se dispersan. Pero los paradigmas societarios fraguados en su hbitat rural durante siglos no necesariamente se pierden sino que se incor- poran al equipaje cultural de la dispora y reverdecen en otros mbitos, como parte sustantiva de las estrategias solidarias y comunitarias de sobrevivencia que demanda una proletarizacin precaria y discontinua, que es lo que por lo general espera a sus portadores. Desarticulada la base material que soportaba su potencial conformacin como clase rural, el campesinado persiste como aroma cultural, como herencia de un ethos desarraigado pero vivo. Sin perder de vista que los efectos polticos de esta preservacin ex situ de la campesinidad son distintos de los de orden clasista que slo florecen en su hbitat originario y en relacin con sus proverbiales antagonistas rsticos.

    No slo el campesino de aqu es distinto del de all, sino que no es igual el campesino de ayer que el de hoy que el de maana. Ahora bien, esta pluralidad

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  • ARMANDO BARTRA CAMPESINDIOS. APROXIMACIONES A LOS CAMPESINOS... 19

    de dnde? yo percibo dos orgenes: uno en los modos diversos de relacionarse con la tambin ecodiversa naturaleza, que se expresan en multiplicidad de patro- nes tecnolgicos, productivos, societarios y simblicos, otro en las modalidades oblicuas e inestables con que los campesinos se insertan en el sistema mayor, de las que resulta un polimorfismo socioeconmico extremo que va del trabajo a salariado al autoconsumo, pasando por la agricultura comercial ocasionalmente asociativa.

    Sern sus compartidos quereres con la tierra y ser que a todos esquilma el sistema, pero el hecho es que - aun si tan diversos - hay en los campesinos un cierto aire de familia. Y en momentos cruciales, cuando la identidad profunda emerge alumbrando convergencias, rebeldas y movimientos multitudinarios, los multicolores hombres y mujeres de la tierra devienen clase, una clase sin duda heterodoxa, pero no por ello menos cohesiva, menos visionaria, menos clase.

    Ser campesino en tierra de indios

    Si el campesino son los muchos campesinos y su construccin como clase es cuento de nunca acabar, cabe preguntarse: cmo se ha ido inventando a s mismo el campesino especficamente latinoamericano?

    Con 42 millones de kilmetros cuadrados y 813 millones de habitantes, colo- reado por la multiplicidad de ambientes naturales y de culturas originarias y acli- matadas, dividido por la migracin en un mbito anglosajn y otro latino, fragmentado en decenas de estados nacionales a veces hechizos, y fracturado por la economa poltica entre un prepotente norte imperial y un escarnecido sur ter- cermundista nuestro continente es diversidad extrema y con frecuencia enconada. Variedad que no impide la lenta pero terca conformacin de un campesinado de vocacin continental. Y es que ms all de nuestras diferencias compartimos la condicin de colonizados. Hace 500 aos fuimos invadidos y esto nos marc a fuego.

    Los americanos de hoy provenimos sobre todo de la poblacin originaria, de la migracin europea y de los africanos trados como esclavos. Pero amerindios, criollos, mestizos, mulatos o zambos en nuestro origen est una urticante expe- riencia de conquista y colonizacin que dej su impronta sobre la sociedad conti- nental, aun la de aquellos pases con escasos vestigios de los originarios y de los transterrados a fuerzas.

    "Como en toda sociedad colonizada - escribe Romana Falcn - , el ancho y oscuro fondo de la pirmide social fue ocupado, primordialmente, por aquellos cuyas races se hunden en culturas anteriores a la conquista. Aunque con el correr del tiempo ( los pases ) se fueron haciendo intensamente mestizos en lo tnico y lo

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  • 20 BOLETN DE ANTROPOLOGA AMERICANA 44 ENERO-DICIEMBRE 2008

    cultural, nunca se alcanz a diluir la miseria y la subordinacin" (Falcn:49). Y esto vale para la conformacin de nuestras clases sociales.

    La comunidad agraria es ethos milenario, pero los hombres y mujeres de la tierra fueron recreados por sucesivos rdenes sociales dominantes y lo que hoy llamamos campesinos, los campesinos modernos, son producto del capitalismo y de su resistencia al capitalismo. Slo que hay de campesinos a campesinos y los de nuestro continente tienen como trasfondo histrico el sometimiento colonial y sus secuelas. Los campesinos de por ac son, en sentido estricto, campesindios.

    Se dir que no todos tienen ancestros originarios de por ac. Lo que es verdad, pero importa poco cuando de la clase campesina se trata, porque - ya lo he di- cho- sta tiene una base socioeconmica compleja y mudable, de modo que no todos los que de ella forman parte comparten el conjunto de atributos que la defi- nen: no todos los campesinos producen alimentos pero la cuestin alimentaria les compete como clase, no todos interactan con ecosistemas muy relevantes o en riesgo pero la cuestin ambiental les compete como clase y, de la misma manera, no todos tienen nexo genealgico con los pueblos originarios del Continente pero en tanto que clase ms les vale que reivindiquen la indianidad como sea identita- ria y la descolonizacin como consigna.

    En el multicolor y abigarrado mundo campesino las diferencias de ubicacin estructural o de genealoga dan lugar a identidades diferenciadas, cran tensiones si no es que contradicciones y a veces se expresan en antagonismos ms o menos enconados: proverbialmente el que existe entre quienes se desempean como jornaleros y los pequeos productores que son parte de sus empleadores; pero tambin la que se presenta entre las diferentes etnias y en particular entre indios de origen y mestizos; entre agricultores familiares grandes, medianos y pequeos; entre los campesinos que exportan y quienes venden en el mercado interno. Ad- mitiendo que esta diversidad histrica y estructural - que le da sabor al caldo y sustancia al melting pot - hace aun ms complicada la de por s compleja conver- gencia de los mltiples y variopintos campesinos, pienso sin embargo que la po- tencialidad clasista existe y con frecuencia se actualiza pues, pese a su extrema heterogeneidad, los subalternos rurales coparticipan de socialidades semejantes y comparten enemigos.

    Subestimar las diferencias en el seno del campesinado es tcticamente peligro- so, pero sobrestimarias conlleva un riesgo estratgico: en la revolucin rusa de 1917 la incapacidad de la corriente de la hegemnica corriente bolchevique del partido comunista para organizar a los trabajadores del campo, que a la postre fueron representados por el Partido Social Revolucionario, result del incorrecto anlisis de Lenin sobre las clases rurales; y si en algo hilaban fino Mao Tzedong y el Partido Comunista Chino, durante la guerra antijaponesa y la revolucin, era en distinguir el comportamiento de los diferentes sectores de la poblacin rural. En

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  • ARMANDO BARTRA CAMPESINDIOS. APROXIMACIONES A LOS CAMPESINOS... 21

    Nuestra Amrica , es patente el papel protagnico que en la Bolivia revolucionaria estn teniendo los campesindios , como lo son las diferencias que existen entre indios y mestizos, entre incadescendientes y otras etnias, entre quechuas y ayma- ras, entre aymaras pobres y acomodados, entre otros.

    El indio americano es al principio una invencin de la Corona Espaola. Categora impuesta con fines tributarios pero tambin poltico-morales pues suplantaba denominaciones autctonas y estableca una divisin del trabajo y una jerarqua social de naturaleza tnica y base comunitaria. Junto a los indios fueron apareciendo rancheros, granjeros, colonos; labriegos pequeos y media- nos que por lo general no eran indios pero tampoco campesinos propiamente dichos.

    Entre nosotros - que no conocimos al campesinado feudal del ancien regime europeo - el concepto de campesino, habitualmente asociado al de obrero, desig- na una clase de las sociedades poscoloniales y es obra de modernidad. Su uso se extiende por el Continente al calor de las mudanzas que arrancan hace un siglo con la Revolucin mexicana, trance inicitico que con la nueva Constitucin y la Reforma Agraria, institucionaliza al campesinado: un indito contingente social cuyo estatuto ya no remite a la etnia ni tiene origen colonial (tan as, que en Mxico a las tierras dotadas a los pueblos se les llama ejidos , trmino que viene del latn y de la tradicin europea, y no, por ejemplo, calpullis ). Y lo mismo suce- de aos ms tarde en Bolivia, donde "con la Revolucin Nacional de 1952 - escribe Carlos Vacaflores - los indgenas se campesinizan y se suscriben for- malmente a la ciudadana" (Vacaflores:203).

    Entre otras cosas debido a que en nuestro Continente opresin de clase y de raza se entreveran, el indio ancestral presuntamente transmutado en moderno campesino reaparece junto a este revestido de su especfica identidad. Y en mu- chos casos renace dentro de este, que lo descubre como su raz ms profunda. Recuperada su verdadera faz, en el ltimo tercio del siglo XX los indios ameri- canos debutan como tales en el escenario de la lucha social contempornea. An en pases como Chile y Argentina donde pocos se identifican con los pueblos originarios, el nuevo movimiento rural deviene con pertinencia y justicia un movimiento indio y campesino, campesino e indio. Convergencia plural pero unitaria donde, sin fundamentalismos pero sin renunciar a sus particularidades, todos son indios y todos campesinos, todos son campesindios . No es casual que la red global llamada "La va campesina" que agrupa a 140 organizaciones de 70 pases, entre ellas 84 americanas o caribeas, haya nacido hace 18 aos, en el corazn de nuestro continente, en el cruce de caminos e historias que es Cen- troamrica.

    La insoslayable presencia de lo tnico en el curso moderno de Latinoamrica se manifest de bulto en las revoluciones agrarias del pasado siglo y despus en el

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  • 22 BOLETN DE ANTROPOLOGA AMERICANA 44 ENERO-DICIEMBRE 2008

    discurso del indigenismo institucional. Pero tambin aparece en las propuestas polticas de la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA) y del Partido Comunista del Per, en los aos veinte; en el neokatarismo boliviano de los seten- ta; en la perspectiva de nacin pluritnica impulsada desde fines de los ochenta por el movimiento Pachakutic, en Ecuador; y desde los noventa en el altermun- dismo indianista del mexicano Ejrcito Zapatista de Liberacin Nacional (EZLN). Hoy, a la luz de la revolucin boliviana, es claro que en Amrica no habr cambio verdadero sin eliminar lo mucho que resta de colonialismo interno, sin erradicar tanto la explotacin de clase como la opresin de raza. Y sobre esto los campe- sindios americanos tienen mucho que decir.

    Hablo aqu del Continente todo y no slo de Nuestra Amrica, porque aun en los pases del extremo norte subsiste el sndrome colonial interno: estigma encar- nado en las etnias amerindias que sobrevivieron pero tambin en la duradera mi- nusvala asignada a los afrodescendientes y en el trato racialmente discriminatorio a la creciente migracin de mestizos latinoamericanos. Trashumancia con la que los pueblos originarios de Amrica toda se hacen presentes en un norte anglosajn que reproduce con ellos el racismo y los modos criollos del colonialismo interno propios del rea latina del Continente.

    Un combate como este, en parte sustentado en la comunidad agraria y la iden- tidad tnica de los originarios, adems de las tcticas convencionales de otras luchas puede emplear recursos mtico-simblicos. Palancas espirituales que resul- tan heterodoxas en una modernidad desencantada donde el racionalismo priva hasta en la lucha de clases, pero que han estado presentes en las agitaciones cam- pesinas cuando menos desde el siglo XII europeo, cuando los herejes recuperaban al cristianismo primitivo para demandar la igualdad y los milenaristas exijan la instauracin inmediata del Reino de Dios en medio de visiones apocalpticas, anuncios del juicio final, delirios, profecas y arrobamientos. En el siglo XIV el ingls Juan Ball recurra a la Biblia (y al humor socarrn) para dar nimos a los campesinos insurrectos: "Cuando Eva hilaba, cuando araba Adn, dnde estaba entonces el noble galn?" (Engels:28).

    "El mito milenario - escribi Jean Pierre Sironneau - no es solamente un absoluto recomenzar, una ruptura con el estado actual del mundo, sino tambin reinicio, restauracin de la pureza o de la potencia original. La imaginacin del futuro se apoya siempre sobre la memoria del pasado" (Sironeau:36). Y en esto est muy cerca de Georges Sorel, quin a fines del siglo XIX sostena que "los mitos revolucionarios permiten comprender la actividad, los sentimientos y las ideas de las masas populares que se preparan para entrar en una lucha decisiva; (y estos mitos) no son descripcin de cosas, sino expresin de voluntades" (Ibid: 31). Ideas que fueron rechazadas por los marxistas ortodoxos a quienes no mova un mito sino la profeca cientfica de la inevitabilidad del socialismo. Pero cuando el

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  • ARMANDO BARTRA CAMPES1NDIOS. APROXIMACIONES A LOS CAMPESINOS... 23

    sujeto libertario no es una clase moderna: el proletariado, sino los ancestrales campesindios , que reivindican 500 aos de resistencia, es inevitable - y pertinen- te - que la lucha se llene de imgenes, sentimientos, intuiciones que remiten a un pasado profundo; es previsible y deseable que el combate se ritualice y cobre un carcter no solo terrenal sino tambin simblico.

    Y en esto Bolivia es ejemplo privilegiado. Me deca hace unos meses Alejan- dro Almaraz, entonces Viceministro de Tierras en el gobierno de Evo Morales: "La importancia econmico-social de la revolucin agraria es enorme, pero tam- bin su importancia simblica (...). Lo que es an ms profundo en los pueblos indgenas". As, al alba del tercer milenio, los campesindios de Amrica - como en el siglo XVI los labradores insurrectos de Turingia que seguan a Tomas Mntzer - estn inmersos en una batalla de smbolos donde la utopa se traviste en mito y el mito en utopa.

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  • 24 BOLETN DE ANTROPOLOGA AMERICANA 44 ENERO-DICIEMBRE 2008

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    Fuente: http://www.diarionoticias.com.mx/tehuacan/noticias/noticia 1 0874.html/campesino maiz_570 1

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    Article Contentsp. [5]p. 6p. 7p. 8p. 9p. 10p. 11p. 12p. 13p. 14p. 15p. 16p. 17p. 18p. 19p. 20p. 21p. 22p. 23p. 24

    Issue Table of ContentsBoletn de Antropologa Americana, No. 44 (enero - diciembre 2008), pp. 1-212Front Mattercampesindios. aproximaciones a los campesinos de un continente colonizado [pp. 5-24]una disputa histrica: el modo de produccin en la nueva espaa [pp. 25-68]hacia una propuesta de periodizacin tridimensional [pp. 69-116]ensayo de interpretacin del anlisis estructural-fimcional materialista [pp. 117-126]la poltica del multiculturalismo [pp. 127-140]diversidad cultural en la globalizacin capitalista [pp. 141-152]apuntes para una antropologa del soma (amonita muscaria). religiosidad e interdisciplina [pp. 153-170]recuperando las "historias propias" desde prcticas etnogrficoantropolgicas: crtica a la historia acadmica hegemnica [pp. 171-182]antropologa y marxismo: consideraciones sobre la vigencia y el uso acadmico del paradigma marxista [pp. 183-200]los indgenas no son un problema, entrevista con hctor daz-polanco [pp. 201-212]Back Matter