Caligrafía de la luz

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Fotografías de Michael Jones, Antonio Lagos y Tomás Torres,

acompañadas de textos de artistas de Valparaíso.

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La imagen persistente

La imagen persistente es la que Michael ha dejado entre nosotros al llevar a cabo lo que sería su último trabajo fotográfico. Cada uno de sus amigos poetas y escritores ha quedado fijo a un determinado espacio porteño, cada cual solo y dueño de ese momento y lugar otorgado por Michael. Y el conjunto de esas imágenes se sitúa en los distintos bares elegidos, recodos de la conversación continua y de la amistad, templos contemporáneos en los que en algún momento determinado puede hacer su apari-ción el dios que le corresponde, pues si alguna divinidad quisiera manifestarse en el seno de lo humano para tratar con nosotros, de seguro lo haría en un bar, hablando y conversando de su doctrina en el lugar más apto para llegar al corazón humano.

La imagen persistente fue siempre la tarea de Michael, estampada en su soporte y hecha visible con sus procedimientos técnicos. Hoy, sin embargo, es Michael mismo que persiste en una imagen cuyo soporte es la mente y el recuerdo de sus amigos fotografiados en este libro que él quiso llevar a cabo, sabiendo que sería la última tarea fotográfica de su vida. Y esa imagen que persiste de hombres de palabra en el ámbito de mayor libertad para ella, el bar, nos hace conversar con la paradoja de la ausencia hecha visión, con Michael conformado en un mosaico compuesto en la mente de cada uno de sus amigos retratados y que al verse, junto a las palabras que ellos quisieron que fueran una suerte de lema para el lugar elegido, inevitablemente no pueden dejar de pensar en quien los llevó a situarse ante su cámara. Pues es hermoso decir con Schelling que el producto no debe hacer olvidar a quien lo produce.

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El mar aparece al final, en una fotografía tempestuosa que nos hace recordar que la navegación se sustenta en el naufragio. Sin embargo, los escritos que hacen la ronda a las fotografías no pueden hacerlo sino en bares porteños. He ahí la visión de Michael. La invención de una constelación de la amistad, donde los nombres de cada uno de los que la conforman, como signos de un zodíaco eventual, llevan adosados la inter-pretación de ese nombre o signo con el que se ubican en el cielo terrestre de los bares de Valparaíso. Así, Palomo Arriagada: Háblame de este incendio, Enrique Morales: Unas fotos de Valparaíso, Sergio Madrid: La playa, Juan Eduardo Díaz: Instantáneas {esto ha sido}, Carlos Henrickson: Nocturno del puerto, Juan Cameron: Porteñas, Bruno Cu-neo: Dos recuerdos de infancia, Virgilio Rodríguez: Marinero en la calle, Karen Devia: No hay nadie, Jaime Pinos: Bar. Aquí los bares no son más los lugares metafísicos, Samuel León: Políticamente incorrecto, Alejandra González: Todos los barcos están muertos, Allan Browne: Francisco Sazo: Valparaíso de pronto me dispara en este vaso de vidrio una palabra tuya, se desnuda, Katherine Alanis: poema g, Juan Mastrantonio: ¿Cuántos cerros tiene Valparaíso?, Pascuala Ilabaca: Nubes para los niños, Guillermo Rivera: Ciudad eter-na, Gonzalo Ilabaca: El retorno de un ángel, Karen Toro: Extrañarse la una a la misma, Enrique Winter : Influenza.

Extraño sería el que cada uno de estos signos interpretara el destino. Yo creo que están ahí para extender sus personas y sus misterios. Fotografías y palabras. Escribir con la caligrafía de la luz para que aparezca la realidad. Escribir con la tinta de la tiniebla para que resalte la luz. En esta visión maniquea de los dos reinos, se rompen los límites y se extiende el cariño y la amistad por una dimensión que aún no nos pertenece.

Virgilio Rodríguez

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Fotografías de Michael Jones, Antonio Lagos y Tomás Torres,

acompañadas de textos de artistas de Valparaíso.

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Hoy me di un ratito para mí bueno, quizás para ti también dejé descansando las lágrimas las gotas y el cansancio.Te he amado aquí en este Valparaíso donde ninguna esquina es igual a la otra pero tú las conoces todas, las nombras de memoria las absorbes y me las derramas cuando estoy contigo. Por eso quisiera que en este peldaño del puerto estés explicándome como el viento despeinó tanto a estos cerros tiñó de carbón el casco obrero necesito que me apagues con tu alma lo que veo.Si tan solo este puerto hubiese mirado con tus ojos verdes haber amado como tan solo se puede amar a ti haberse alzado con tus manos, hablado con tus besos quizás nada de esto hubiera pasado.Aquí estoy de nuevo Valparaíso aún me viste según la última sombra que tú y yo dejamos invernando en abril cuando el otoño aún recogía las hojas que se cayeron de nuestro poema de amor.H

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Tres fotografías de la ventana:

Una muestra al fondo un reflejo un rayo de sol chocando una casaque llega hasta aquí.

En otra, un poco de pintura en el vidriose interpone al lente.

La última, deja ver impecableel paisaje del que tantohablas allá lejos y aquí desaparece en silencio.U

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Casi no sé qué decir de esta playa donde vivo:el relato de una familia que puede terminar a manotazospor un pedazo de herencia, edificaciones que no resistenya los años de turbulencia marina e inmobiliaria.

Recuerdos también de toda una generación: de niños nos traían a jugar a esta bella playadonde había un túnel que ascendía hacia las dunasque ya no existen.

Un edificio que a veces parece un barco se convierteen un extraño pez sinuoso y devorador, despuéscomo una ola se renueva verticalmente y encalla sobre la duna.Uno aquí se hace parte de la resistencia.

Vine huyendo de un mal vulgar y otras cosaspara estar más cerca ahora de mis amigos,de mi familia y de la vera. Por la mañanala marea casi alcanza la ventana.

Un pequeño roquedal resiste en forma de isla.A veces cruzo la calle costera y bajo a la playacomo un turista melancólico va tras la imagencon una cámara en sus manos. Pero voy con las manos vacías.

A veces mirando a los pájaros he pensado en Diosy me parece oírlo en la música de mis pensamientospero cuando aparece el desamparo Él porta una espada y se muestra desconfiado, sectario y egocéntrico.

Así es como he vagado toda mi vidatal como navego ahora en la arena de esta playasolitario entre pájaros y dunas arrancadas del paisajefrente a un mar tan tranquilo como edificado.

Me acompaña la pobreza de mi fortuna:cuando el mar muda de color en el cielo irrumpealgo parecido a la alegría y entre las nubes he deseado ver a Dios.

Duele divisarlo con un filo que te parte en dos el alma, como un inútil vengador de cosas sin importancia, así como a ninguno le importa desde los balconesen esta época la obsolescencia de la playa.La

pLa

Ya

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Lo casual se parece a algo infinito comprimido perfecto en tres versos obsequiados por la calle.

La resonancia poética que se supone en el aire.

Un clown detenido en medio realiza la magia de transformar los rostros ajenos.

Entre los automóviles el espectacular show de Tuga.

La mirada expectante de los transeúntes es un mar de muecas coloridas que esperan el suicidio exquisito del payaso.

Como si todos esos rostros le pertenecieran.

A un costado de la plaza Victoria en medio de la calle un tumulto iracundo pierde el alma. Tuga sube a un taxi y se va por Pedro Montt para siempre. De fondo “Castillos en el Aire” de Alberto Cortez.

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