C. ALTAMIRANO. Historia de Los Intelectuales en a.L

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Dirección general del proyecto:Carlos Altamirano

Comité académico:Nora Catelli, Horado Crespo,

Arcadio Díaz Quiñones, lean Franco, Javier Garcíadiego,

Claudia Lomnitz, Sergio Miceli, Jorge Myers

Editores:Volumen 1:Jorge Myers

Volumen ll: Carlos Altamirano

Historia de los intelectualesen América Latina

Director: Carlos Altamirano

I. La ciudad letrada, de la conquista al modernismoEditor del volumen: Jorge Myers

• conocimiento

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Primera edición, 2008

© Katz EditoresCharlone 216C1427BXF-Buenos AiresFernán González, 59 Bajo A28009 Madridwww.katzeditores.com

cultura Libre

© Carlos Altamirano

ISBN Argentina: 978-987-1283-78-1ISBN España: 978-84-96859-36-4

1. Historia Intelectual. 1. Altamirano, Carlos, dir.CDD 306.42

El contenido intelectual de esta obra se encuentraprotegido por diversas leyes y tratados internacionalesque prohíben la reproducción íntegra o extractada,realizada por cualquier procedimiento, que no cuentecon la autorización expresa del editor.

Diseño de colección: tholón kunstImpreso en la Argentina por Latingráfica S. R. L.

Hecho el depósito que marca la ley 11.723.

Índice

9 Introducción generalCarlos Altamirano

29 Introducción al volumen 1Losintelectuales latinoamericanos desde la coloniahastael inicio del siglo xxJorgeMyers

I. EL LETRADO COLONIAL

53 Gente de saberen losvirreinatosde Hispanoamérica(siglos XVI a XVIII)

Osear Mazín79 Hacia un estudio de las élites letradas en el Perú

virreinal: el caso de laAcademiaAntárticaSonia V. Rose

94 Brasil: literaturae «intelectuales" en elperíodocolonialLaura de Mello e Souza

11, ÉLITES CULTURALES y PATRIOTISMO CRIOLLO:

PRENSA y SOCIEDADES INTELECTUALES

lal El letrado patriota: loshombresde letrashispanoamericanos en la encrucijada del colapsodel imperio españolen AméricaJorgeMyers

145 Redactores, lectores y opinión pública en Venezuela a finesdel perlado colonial e inicios de la independencia (1808-1812)

PauletteSilva Beauregard

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168 Losjuristas comointelectuales y el nacimientode los estados naciones en América LatinaRogelio Pérez Perdomo

184 ':4. la altura de las luces del siglo":el surgimientode un clima intelectualen la BuenosAiresposrevolucionariaKlaus Gallo

205 Traductores de la libertad: el americanismode los primeros republicanosRafael Rojas

227 Tres etapas de laprensapolítica mexicana del siglo XIX;

el publicista y los orígenes del intelectualmodernoElías I. Palti

242 Loshombresde letras hispanoamericanosy elproceso de secularización (1800-1850)

Annick Lempérierc

111. LA MARCHA DE LAS IDEAS

269 La construcción del relato de losorígenesen Argentina, Brasily Uruguay: lashistorias nacionalesde Yarnhagen, Mitre y BauzáFernando J. Devoto

290 El erudito coleccionista y losorígenes del americanismoHoracio Crespo

312 Intelectuales negros en el Brasildel siglo XIX

Maria Alice Rezende de Carvalho334 "República sin ciudadanos": historiay barbaries

en Cesarismo democráticoJavier Lasarte Valcárcel

IV. ENTRE EL ESTADO Y LA SOCIEDAD CIVIL

363 Tres generaciones y un largo imperio:fosé Bonifácio, Porto-Alegre y Ioaquim NabucoLilia Moritz Schwarcz

387 Nuevos espacios de formación y actuación intelectual:prensa,asociaciones, esfera pública (1850-1900)

Hilda Sabato412 El exilio de la intelectualidadargentina:

polémicay construcción de la esfera públicachilena (1840-J850)Ana María Stuven

441 Losintelectuales y elpoderpolítico: la representaciónde los científicos en México del porfiriato a la revoluciónClaudio Lomnitz

465 Maestras, librepensadoras y feministasen laArgentina (1900-1912)

Dora Barrancos

V. EXILIOS, PEREGRINAJES Y NUEVAS FIGURAS

DEL INTELECTUAL

495 Cronistas, novelistas: la prensaperiódica como espaciode profesionalización en la Argentina (1880-1910)

Alejandra Laera513 El modernismoy el intelectualcomo artista: Rubén Daría

Susana Zanetti544 Camino a la meca: escritores hispanoamericanos

en París (1900-1920)

Beatriz Colombi

,67 Colaboradores'73 Índice de nombres

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Introducción generalCarlos Altamirano

Las élites culturales han sido actores importantes de la historia de América

Latina. Procediendo como bisagras entre los centros que obraban comometrópolis culturales y las condiciones y tradiciones locales) ellas desem­

peñaron un papel decisivo no s6lo en el dominio de las ideas, del arte ode la literatura del subcontinente, es decir, en las actividades y las produc­

ciones reconocidas como culturales, sino también en el dominio de lahistoria política. Si se piensa en el siglo XIX, no podrían describirse ade­

cuadamente ni elproceso de la independencia, ni eldrama de nuestras gue­

rras civiles, ni la construcción de los estados nacionales, sin referencia al

punto de vista de los hombres de saber, a los letrados, idóneos en la cul­tura escrita y en el arte de discutir y argumentar. Según las circunstancias,juristas y escritores pusieron sus conocimientos y sus competencias lite­rarias al servicio de los combates políticos, tanto en las polémicas como enel curso de las guerras, a la hora de redactar proclamas o de concebirconstituciones, actuar de consejeros de quienes ejercían el poder políticoo ejercerlo en persona. La poesía, con pocas excepciones, fue poesía cívica.

El vasto cambio social y económico que posteriormente, en el últimotercio del siglo XIX, incorporó a los países latinoamericanos a la órbita dela modernización capitalista, existió antes, como aspiración e imagen idea­lizada del porvenir, en los escritos de las élites modernizadoras. La mar­cha hacia el progreso tomó diferentes vías políticas, desde la tórmula delgobierno fuerte a la república oligárquica más o menos liberal, pero todascontaron con su gente de saber y sus publicistas. Había que unificar elEstado y consolidar su dominio sobre el territorio que cada nación hispa­noamericana reclamaba como propio, redactar códigos e impulsar la edu­cación pública. Esas tareas no pudieron llevarse adelante sin la coopera­ción de "competentes", nativos o extranjeros, que pudieran producir yofrecer conocimientos, sean legales, geográficos, técnicos o estadísticos.

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Tampoco sin quienes pudieran suministrar discursos de legitimacióndestinados a engendrar la alianza incondicional de los ciudadanos con "su"Estado -cnarrativas de la patria, de la identidad nacional, del pueblo enlucha por la nación en los campos de batalla-. Brasil, cuya independenciano había conocido las rupturas ni las vicisitudes de sus vecinos, se pusoinstitucionalmente a la par del resto de los países latinoamericanos en 1891,

al adoptar el modelo de la república y dejar atrás el orden monárquico.En el siglo xx la situación y el papel de las élites culturales varió de un

país al otro, según las vicisitudes de la vida política nacional, la compleji­zación creciente de la estructura social y la ampliación de la gama de losproductores y los productos culturales. Pero, hablando en términos gene­rales, digamos que desde fines del siglo anterior los indicios de diferencia­ción entre esfera política y esfera cultural se harían cada vez más evidentesy que la división del trabajo comenzó a desgastar los lazos tradicionalesentre los hombres de pluma y la vida política. El desarrollo de la instruc­ción pública amplió el mercado de lectores y poco a poco comenzó a ger­minar aquí y allá una industria editorial. Pero la literatura, al menos la lite­ratura de y para el público cultivado, no se transformó por ello en unaprofesión -seguiría siendo una ocupación que no daba dinero- y los empleosmás frecuentes para quienes quisieran vivir de la escritura o del conoci­miento disciplinado en estudios formales fueron el periodismo, la diplo­macia y la enseñanza.

Nuestros países ingresaran can retraso en el mundo moderno y cultu­ralmente continuaron desempeñando el papel de provincias de las grandesmetrópolis, sobre todo de las europeas, que funcionaban como focos decreación y prestigio de donde provenían las ideas y los estilos inspirado­res. América había llegado tarde al banquete de la civilización europea,según afirmó en 1936 Alfonso Reyes,en una fórmula que se haría célebreporque resumía un sentimiento generalizado en las élites culturales deAmérica Latina. No obstante, aunque lejos de los centros en que se inven­taban las doctrinas y se experimentaban las nuevas formas, hemos tenido,corno en otras partes, hombres de letras aplicados a la legitimación delorden e intelectuales críticos del poder, vanguardias artísticas y vanguar­dias políticas surgidas de las aulas universitarias. El APRA (Alianza Popu­lar Revolucionaria Americana), fundada en México en 1924 por un líderdel movimiento estudiantil peruano, Haya de la Torre, es sólo el ejemplomás logrado, pero no el único, de esas vanguardias políticas que estimulóa lo largo de América Latina el movimiento de la Reforma Universitaria.Las revoluciones del siglo xx en América Latina -la de México en 1910 y lade Cuba en 1959- interpelaron a los intelectuales y conmovieron sus modOl.

INTRODUCCiÓN GENERAL I 11

de pensar y de actuar, pero no sólo en esos países sino a lo largo de todoel subcontinente.

No resulta dificil, en suma, identificar Iaíebor de estasfiguras.Sin embargo,aunque sabemos bastante de sus ideas, no contamos con una historia de laposición de los hombres de ideas en el espacio social, de sus asociaciones ysus formas de actividad, de las instituciones y los campos de la vida inte­lectual, de sus debates y de las relaciones entre "poder secular" y"poder espi­ritual", para hablar como Auguste Comre. Hay excelentes estudios sobrecasos nacionales, por cierto, y el Brasil y México son los países que llevanla delantera en este terreno, pero carecemos de una historia general.

la historia de los intelectuales admite más de un abordaje y cada uno deellos puede contener su parte de verdad, aunque no sea la verdad completa.Por amplia que sea la concepción, difícilmente pueda hacer justicia a todoslos hechos dignos de ser considerados y algunos aspectos del tema queda­rán en la penumbra. La historia de los intelectuales en América Latinaque presentamos aquí no escapa seguramente a tales limitaciones, peroserán sus lectores, no quienes la hemos hecho, los que se hallen en mejorposición para juzgarlas. Quisiera exponer brevemente los razonamientosy los criterios que orientaron la formulación inicial del proyecto del quenació la Historia de los intelectuales en América Latina y me valdré para eso,aquí y allá, de argumentos expuestos ya en otras partes. Desde que la ideaechó a andar a comienzos de 2005 tuvo varios momentos de reflexión colec­tiva y de ajustes. Más adelante voy a referirme a las etapas de ese trabajoque llevó del bosquejo preliminar a su forma actual.

Como nada es diáfano y unívoco en el vocabulario relativo a los inte­lectuales, tal vez sea necesario introducir algunas indicaciones sobre el sen­tido que le otorgamos a esta noción empleada hasta aquí sin mayor espe­cificación. El término "intelectuales" no evoca multitudes en ningún lugar

del mundo -tampoco, por supuesto, en América Latina-. Al igual que encasi todas partes, también en esta región el espacio característico de losintelectuales es la ciudad..aunque su ambiente no sean únicamente las capi­tales o las grandes ciudades (el esquema de Edward Shils [19811 de "metró­polis" yvprovincias" en la vida intelectual resulta aquí muy pertinente). Lacondición urbana define igualmente el tipo de cultura en que ellos se for­man, una cultura de patrón europeo occidental que, desde la conquista y

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la colonización ibéricas, tiene su sede y sus focos de irradiación en las ciu­dades (Romero, 1986). Los programas de autonomía cultural respecto deEuropa, que desde los años del romanticismo han nacido y renacido, unay otra vez, nunca implicaron la renuncia a la matriz occidental ni a laslenguas recibidas del Viejo Continente. Tampoco cuando los intelectualesy el Estado revalorizaron las culturas indígenas y la de los pueblos de pro­cedencia africana, ni cuando se buscó en esas fuentes los orígenes de unaidentidad nacional o continental. En fin, la permanencia de aquella matrizpuede reconocerse sin esfuerzo en las disciplinas que cultivan las univer­sidades latinoamericanas, en los géneros discursivos con que los escrito­res ponen en forma el deseo de expresión literaria yen elvocabulario desus debates ideológicos.

A fines del siglo XIX el conjunto de quienes en el continente podían cla­sificarsebajo la denominación de intelectuales era aún muy reducido. Tome­mos el ejemplo que nos ofrece el crítico argentino Roberto Giusti al refe­rirse a la creación delAteneo, la sociedad intelectual que se fundó a mediadosde 1892 para favorecer las actividades literarias y artísticas en Buenos Aires.La reunión promotora se llevó a cabo en la casa del poeta Rafael Obligadoy se mezclaron en ella integrantes de al menos dos generaciones, la del ochen­

ta y la de sus sucesores. Fue muy numerosa, observará Giusti (1954: 54):

Concurrió tout Buenos Aires, todo o casi todo lo que la ciudad tenía derepresentativo en el campo de la cultura, escritores, artistas, músicos,aficionados a las letras, personas ilustradas que no desdeñaban, al mar­gen del ejercicio de la actividad profesional o política, el buen libro, elbuen teatro o la plática culta e ingeniosa.

Ahora bien, la lista de asistentes que registra no alcanza los cincuenta nom­bres, entre los que no figura el de ninguna mujer. Una pequeña comuni­dad intelectual masculina en la ciudad que está a punto de convertirse, conla llegada de Rubén Dario, en la "capital del modernismo" para toda laAmérica hispana. Admitamos que la lista de Giusti podía ser selectiva (noincluía sino a los que consideraba prominentes) y que a la casa de RafaelObligado tal vez no hayan concurrido todos los habitantes posibles de larepública porteña de las letras. Los nombres que podrían añadirse, sinembargo, no alterarían básicamente las exiguas dimensiones de esa repú­blica. La situación no era demasiado diferente en las otras capitales lati­noamericanas.

Ladelgada capa de personas cultivadas de fines del novecientos se ensan­chó en la centuria siguiente, junto con el crecimiento demográfico de la

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región, el desarrollo de las ciudades, la extensión del sistema de enseñanzayel afianzamiento de la educación superior, que ampliaron y diversificaronlas funciones y las profesiones intelectuales. En la segunda mitad del si­glo xx, en particular en los años sesenta y setenta, el aumento de estudian­tes y diplomados se volvió masivo. Este crecimiento continuado amplió eluniverso de donde se reclutan los intelectuales, mejor dicho, de quienes sonsocial y culturalmente percibidos como tales, un reconocimiento que no seextiende por igual a todos los que ejercen funciones y labores intelectualesen la vida social. Para hablar con los términos de Randall Collins (2000):

no todos se hallan en el "centro de la atención" ni igualmente próximos aese centro. Ese interés desigual refleja la estratificacián del campo intelec­tual, donde la autoridad (o el prestigio, o la reputación) no se halla pareja­mente distribuida -algunos individuos y algunos grupos alcanzan más aten­ción que otros-. Hay siempre quienes desempeñan posiciones eminentes enla conversación intelectual, los que ocupan elcentro. Cuando se hace refe­rencia a la influencia de los intelectuales, cuando se juzga si han tomado elpartido correcto o se les reprocha su abstención o su docilidad, se piensabásicamente en esa franja de mayor visibilidad y audiencia, una minoría res­pecto del entorno mucho más amplio de las profesiones intelectuales.

¿De dónde procede ese reconocimiento? De la opinión de la comuni­dad intelectual, pero no sólo de.ella. Un estudio de RodericA. Camp (1982)

sobre los intelectuales contemporáneos en México nos provee de un ejem­plo. Para responder a la pregunta de quiénes son los intelectuales en estepaís, Camp llevó a cabo una encuesta entre tres grupos: académicos nor­teamericanos especializados en México, políticos mexicanos e intelectua­les mexicanos, y a cada uno de los encuestados les solicitó una lista de laspersonalidades que consideran destacadas en la vida intelectual mexicanadesde 1920 a 1980. De las respuestas obtenidas confeccionó tres listas deacuerdo con los nombres más citados dentro de cada uno de esos grupos.Al analizar los tres conjuntos, Camp hará varias observaciones: que laslistas sólo concordaban parcialmente; que era mayor la coincidencia entrelos mencionados por los académicos norteamericanos y los intelectualesmexicanos, que los que surgían de las listas de políticos; que éstos apre­ciaban más a los abogados que a los literatos, y a intelectuales que se con­sagraban al servicio público que a los independientes, muy valorados, asu vez, por los intelectuales que respondieron a la encuesta; en fin, que enel juicio de los académicos norteamericanos pesaba mucho que los auto­res hubieran sido traducidos en los Estados Unidos. Sobre la base de losnombres más frecuentemente citados en las tres listas, Camp estableció elcuadro de lo que titula la élite intelectual mexicana entre 1920 y 1980, un

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elenco de 53 figuras que encabezan JoséVasconcelos, Octavio Paz,VicenteLombardo Toledano y Daniel Cosía Villegas.

El número de los integrantes de ese vértice podría ser mayor (por ejem­plo, si se sumaran todos los nombres citados en las respuestas de los tresgrupos encuestados por Camp), pues los límites del espacio central nuncason estrictos ni estables. Podría además ampliarse el foco y prestar aten­ción no sólo al centro sino también a la periferia, o aun registrar sobretodo a los que desconocen o desafían la autoridad del centro. Ciertamente:poner en entredicho las jerarquías culturales instituidas y proclamar unalegitimidad alternativa, llamando la atención sobre obras o autores mar­ginales, es una estrategia también practicada por los intelectuales latino­americanos. De todos modos, siempre se trataría de la rehabilitación deindividuos y círculos restringidos. Que el reconocimiento no alcance porigual a toda obra y a toda trayectoria, que los laureles de la historia, comodice Carlos Monsiváis, se distribuyan sólo entre unos cuantos, es lo quehabilita el uso de la noción de élite intelectual, que no se emplea para juz­gar una orientación ideológica aristocratizante -hay élites populistas ydesde la tercera década del siglo xx el populismo es una de las tradicionesintelectuales fuertes en América J atina sin..a para indicar un lugar en eldiferenciado espacio de la cultura.

Más allá de lo que enseñe sobre la vida cultural mexicana, el estudio deCamp nos hace ver igualmente algunos hechos de.akance más 8.enef'alin primer lugar, que el intelectual no tiene una sola audiencia, un solopúblico, y que los criterios de los propios intelectuales para juzgar la rele­vancia de sus pares no son los mismos que rigen para aquellos que, sibien se interesan por las ideas y discuten las definiciones sobre la marchadel mundo que producen los intelectuales, no giran en la órbita de la vidaintelectual. En segundo término, que el concepto de intelectual resulta irre­ductible al de una categoríasocioprofesional.pues con esetérmino seagrupay se identifica a un abigarrado conjunto de personas que poseen conoci­mientos especializados y aptitudes cultivadas en diferentes ámbitos deexpresión simbólica (literatura, humanidades, derecho, artes, ete.), y queproceden de diversas profesiones.

A manera de conclusión de estas consideraciones preliminares pode­mos extraer un perfil de los intelectuales, un esbozo que no vale sino comouna primera aproximación a nuestro tema, el de su historia en AméricaLatina. Los intelectuales son personas, por lo general conectadas entre síen instituciones, círculos, revistas, movimientos, que tienen su arena enel campo de la cultura. Como otras élites culturales, su ocupación distin­tiva es producir y transmitir mensajes relativos a lo verdadero (si se pre-

INTRODUCCiÓN GENERAL I 15

fiere: a lo que ellos creen verdadero), se trate de los valores centrales de lasociedad o del significado de su historia, de la legitimidad o la injusticia delorden político, del mundo natural o de la realidad trascendente, del sen­tido o del absurdo de la existencia. A diferencia de élites culturales delpasado, sean magos, sacerdotes o escribas, la acción de los intelectuales seasocia con lo que Régis Debray llama grajoestera -es decir, con el dominioque tiene su principio en la existencia de la "imprenta,los libros, la prensa-oSu medio habitual de influencia, sea la que efectivamente tienen o sea a laque aspiran, es la publicación impresa (Debray, 2001: 75). Los intelectua­les se dirigen unos a otros, a veces en la forma del.debate, pero el destina­tario no es siempre endógeno: también suelen buscar que sus enunciadosresuenen más allá del ámbito de la vida intelectual, en la arena política.Más aun, a veces quieren llegar a la sede misma del poder político. Comoescribió WolfLepenies (1992: 8): "El intelectual es un viajero, pero de tantoen tanto quiere hacer también de maquinista".

En América Latina y hasta avanzado el siglo XIX esa esfera de la culturaintelectual estuvo bajo el poder de los varones, fueran descendientes defamilias de fortuna, herederos de un capital cultural o autodidactas "hijosde sus obras", como Sarmiento. Las mujeres no.,partici.Rarían en ella sinomarginalmente. Sólo desde entonces, aunque lentamente, y sobre tododesde la segunda mitad del siglo xx, aquella supremacía comenzaría a redu­cirse. Por lo dicho hasta aquí, casi ni es necesario destacar que en esta visiónel intelectual no es una fis.,ura eterna que atraviesa las épocas y las cultu­ras, sino una especie'rnoderna,

II

La noción de intelectual tiene una historia, una historia que se desarrollóen diferentes contextos sociales,culturales y políticos, yAmérica Latina fueuno de ellos. Tampoco aquí brotó de golpe, sin progenitores ni tradicio­nes. El hecho de que no contemos con una historia general de estos gru­pos en nuestros países no significa que no se haya hablado y escrito sobreellos, sobre su papel en el pasado y su misión en el presente. Por el con­trario, en torno de estas cuestiones se han construido varias genealogíasque proporcionaron modelos e imágenes duraderos para la identifica­ción de los intelectuales.

Al menos hasta mediados del siglo xx, la concepción del hombre deletras como apóstol secular, educador del pueblo o de"la nación, fue segu-

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16 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA

ramente el más poderoso de esos modelos que se encarnaban en ejem­plos dignos de admirar como de imitar. El prototipo se forjó en la culturade la ilustración y les proporcionó a nuestros ilustrados una imagen de supapel social. El discurso americanista se entretejió tempranamente con esarepresentación de los hombres de saber y en el panteón de las personali­dades del continente añadió, junto a los héroes de la emancipación -losLibertadores-, a los héroes del pensamiento. A veces, como en este pasajede Pedro Henríquez Ureña (1952: 25), los héroes de la palabra alcanzabanen ese panteón un lugar más elevado que los hombres de acción:

La barbarie tuvo consigo largo tiempo la fuerza de la espada; pero elespíritu la venció, en empeño como de milagro. Por eso hombres magis­trales como Sarmiento, como Alberdi, como Bello, corno Hostos, sonverdaderos creadores o salvadores de pueblos, a veces más que los liber­tadores de la independencia.

Al hablar de americanismo nos referimos a la empresa intelectual de estu­dio y erudición destinada a indagar, valorizar y promover la originalidadde América Latina, tal como se la podía descubrir en su literatura y en loslegados de su historia cultural. Laoda Alocución a laPoesía, de Andrés Bello,aparecida en Londres en 1823,suele ser citada como acta de nacimiento delamericanismo, una tradición en que se inscriben los nombres de José MaríaTorres Caicedo en Colombia, el de Juan María Gutiérrez en la Argentina,ya la que el uruguayo José Enrique Rodó va a conferir sentido militante(Ardao, 1996). En el siglo xx, la continuación y el cuidado de esta empresatuvieron sus grandes nombres en Pedro Henríquez Ureña, Mariano PicónSalasy Alfonso Reyes.La vocación del americanismo no era conservadora.Se lo concebía como parte de una promesa utópica, la "utopía de América",que buscaba en el pasado no sólo valores a salvar del olvido, sino tambiénlos elementos que anunciaban su independencia intelectual o preparabanlo que debía ser su originalidad moderna. El agente por excelencia de esaobra era la "inteligencia americana", como llama Rodó -y Reyes después­al cuerpo ideal de las minorías ilustradas, investidas de la misión de ofre­cer luz y guía en un continente vasto, tumultuoso y rudo, inhospitalariopara el espíritu. Ellas debían operar la síntesis entre la cultura europea yla realidad natural y cultural de América.

La representación del hombre de letras como apóstol y visionario, quehonra a su país con sus obras y lo inspira con su pensamiento y su accióncívica, cristalizó muy tempranamente. Se la encuentra ya bajo la plumade Esteban Echeverría y Juan Bautis1a Alberdi en el Río de la Plata. La

INTRODUCCIÚN GENERAl I '7

imagen se convirtió en un paradigma influyente a la hora de evocar a losescritores y los pensadores de América Latina, al menos a los considera­dos mentores y guías, a los considerados Maestros. El modelo sirvió igual­mente corno criterio valorativo para juzgar y eventualmente condenar aquienes no estuvieran o no hubieran estado a la altura de su papel. Fue loque hizo elescritor e ideólogo aprista Luis Alberto Sánchez, que en los añostreinta entabló un proceso a l<flíteratura modemistay sobre todo a los inte­lectuales que llama "arielistas" por su identificación con el credo idealistade Rodó: "Los arielistas tuvieron lo que en Rodó habría sido deseable: poder.Nuestros gobiernos indoamericanos están plenos de mandarines arielis­tas, que constituyen una clase cerrada de monopolizadores del saber" (San­chez, 1933).En Balance y liquidación delNovecientos (1940), Sánchez amplióel dictamen. ¿Qué les reprocha a los modernistas en este libro polémico,un tanto repetitivo y apresurado en las generalizaciones, aunque tambiénlleno de ideas y de observaciones agudas? Inconsecuencia entre la palabray la acción, elhaber sido claudicantes ante los poderosos, y también su este­ticismo, su horror a las muchedumbres, su desconfianza de la democracia,su europeísmo. Al elenco de los intelectuales desertores Sánchez opon­dría otro, el de los que consideraba verdaderos Maestros, denominadostambién como Maestros de la Juventud porque el movimiento de la ReformaUniversitaria los había tenido corno guías: Alejandro Korn y José Ingenie­ros, Emilio Frugoni y José Vasconcelos, entre otros.

No es necesario desconocer la gran obra que muchos estudiosos lleva­ron adelante bajo el signo del arnericanismo, para admitir que la imagende los intelectuales como grupo entregado a la salvación cultural de sus pue­blos, idealización que iba asociada con la noción de "inteligencia ameri­cana", ya no corresponde a nuestras exigencias de conocimiento histórico.Elpunto de vista preceptivo en la consideración de los intelectuales ha tenidomás de una versión, pero cualquiera de ellas alienta un discurso edificante,no sólo cuando se despliega como elogio, sino también cuando tiene comopropósito la reprobación. Como lo muestra el libro de Sánchez mencio­nado: el panteón puede ser revisado, pueden quitarse algunas figuras o aña­dirse otras, pero sin romper con la concepción normativa,~e en cualquierade sus versiones gira en torno del valor sagrado de una misión intramun­dana. No se trata, en suma, de invertir el relato épico para alimentar elgénerohistoriográfico opuesto, el de la desacreditación de los intelectuales. Eldesafío de concebir actualmente una historia de los intelectuales latinoa­mericanos tiene como primera exigencia salir de esta problemática, que sehalla tan arraigada, y buscar otros ángulos de visión para elaborar los temasy los problemas de una historia más terrenal de estos grupos y sus figuras.

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18 I HISTORIA DE lOS INTElECTUALES EN AMÉRICA lAllNA

111

Hay trabajos que enseñaron nuevos modos de enfocar la historia de los

intelectuales en América Latina, y no quisiera proseguir con estas consi­deraciones preliminares sin hacer mención a uno de ellos, el provocativo

ensayo de Ángel Rama, La ciudad letrada,que ha dejado una larga estela

en los estudios de historia de la literatura latinoamericana de los últimos

veinte años. Demos sólo unos pocos ejemplos de esa huella: "Temas yproblemas de una historia social de la literatura hispanoamericana" y "La

formación del intelectual hispanoamericano en el siglo XIX", dos largos

estudios de Rafael Gutiérrez Girardot (2001); el importante libro de Julio

Ramos, Desencuentros de la modernidad en América Latina (1989), que sedesarrolla en diálogo y debate con los juicios de Rama; la tesis de Magda­

lena Chocano Mena, La fortaleza docta. Elite letrada y dominación socialen México colonial (siglos XVI-XVII) (2000), que somete a una validaciónhistoriográfica la idea central de La ciudad letrada.

¿Cuál es, a nuestro juicio, el mérito de este ensayo, tan elogiado como

discutido, Laciudadletrada? Recordemos brevemente la tesis central. Desdela fundación del régimen colonial hasta la mayor parte del siglo XIX, nos

dice Rama, las élites letradas formaron parte del sistema de poder.

Una pléyade de religiosos, administradores, educadores, profesionales,

escritores y múltiples servidores intelectuales, todos esos que maneja­ban la pluma, estaban estrechamente asociados a las funciones del poder

y componían lo que Georg Friederici ha visto como un país modelo de

funcionariado y de burocracia (Rama, 1984:33).

¿Cuál ha sido la función de esas élites dentro del sistema de poder? Pro­

ducir discursos de legitimación del orden social, incluida la definición de

la cultura legítima, que no era otra que la de los mismos letrados. Sobre elfondo de esta prolongada continuidad que liga a la gente de saber con laestructura de la dominación social, se despliegan los cambios o disconti­

nuidades en las modalidades de ese papel social y los discursos corres­

pondientes de legitimación: por ejemplo, el cambio del discurso religiosode dominación a los discursos ideológicos modernos. De la empresa de

evangelizar se pasa a la de educar: "Aunque el primer verbo fue conju­

gado por elespíritu religioso yel segundo por el laico, se trataba del mismoesfuerzo de transculturación a partir de la lección europea" (ibid.: 25).

La razón de la dilatada conservación de su preeminencia residió en que

durante siglos las minorías letradas retuvieron el monopolio de la escri-

INTRODUCCiÓN GENERAL I 19

tura en una sociedad analfabeta. La relación básica entre el universo de

la cultura escrita y el de la cultura oral, el de las minorías ilustradas y el

mundo popular, no cambiará con las revoluciones de independencia, ni

después, con la construcción de los estados nacionales ni con "ese segundo

gran parto continental que fue la modernización" (ibid.:146). Rama regis­tra, por cierto, las mutaciones que experimentó la vida social y política de

estos países, así como la aparición de nuevas profesiones intelectuales y

nuevas formas de vivir de la destreza en la cultura escrita, desde el perio­dismo a la docencia y la diplomacia. Sin embargo, pese a los cambios, hasta

comienzos del siglo xx persistió en las filas de los Intelectuales moderni­

zadores "la tenaz tendencia aristocrática de los letrados" (ibid.: 153). Esdecir, la reivindicación del "capital cultural", para emplear el lenguaje de

Pierre Bourdieu, corno factor de excelencia social. Sólo poco a poco, en

la primera y sobre todo en la segunda década del nuevo siglo comenzaríaa hacerse visible un nuevo escenario intelectual, particularmente en la

región del Río de la Plata, en concomitancia con la aparición de partidos

nacionales de base popular, el desarrollo de una cultura de masas (teatro,

literatura de folletín, música popular) yel surgimiento de escritores de ori­gen más plebeyo que los tradicionales. En estos escritores, muchos de

ellos autodidactas y sensibles a las doctrinas sociales de la época, percibe

Rama el abandono de ese criterio de la superioridad social fundada en la

disparidad cultural.Bastan estas pocas indicaciones para ver la variación que Laciudadletrada

introducía en una tradición con la que el propio Rama estaba ligado, la

del americanismo.Aunque sus principios ideológicos eran otros, más radi­

cales que los del liberalismo que había animado el pensamiento de los maes­tros del americanismo,la obra crítica de Rama en relación con la literatura

y la cultura latinoamericanas se conecta con esa tradición. Laciudadletrada,sin embargo, introduce un sacudimiento, es decir, algo más que la sola radi­

calización de aquella empresa (que ya tenía, por otra parte, su ala izquierda).En contra del análisis marxista corriente, que concibe a las élites cultura­

les como representantes, más o menos disimuladas, de clases definidas en

términos socioeconómicos, Rama subraya el margen de autonomía delos grupos intelectuales. Esas élites, observa, situándose explícitamente

en la huella de Karl Mannheim, no deben ser consideradas como simples

mandatarias de otros poderes (instituciones o clases sociales), porque se

perdería de vista "su peculiar función de productores, en tanto concien­cias que elaboran mensajes, y, sobre todo, su especificidad corno diseña­

dores de modelos culturales, destinados a la conformación de ideologías

públicas" (ibid.:38). Dicho de otro modo: ellas no sólo secundan a un poder,

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20 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA

sino que también son dueñas de unpoder. Para el Rama de La ciudad

letrada, el monopolio de la escritura representa un poder~ la mayor ymás I?rovocativa novedad de su ensayo radica en la relevancia 9..ue otorgaa esta dimensión sociopolítica de la cultura escrita en la interpretacióndel comportamiento de los letrados latinoamencanos-.

¿Seapartaba así de la tradición americanista? Probablemente Rama sólopensara que esa tradición no podía ser continuada sin romper con partede ella, es decir, sin rehacerla. Se le han formulado objeciones a la narra­tiva de La ciudad letrada. La más frecuente es que el poder descriptivo einterpretativo de la noción de "letrado", entendida corno categoría fun­

cional al sistema de dominación política, se debilita a medida que el aná­lisisse aleja del período de la independencia. Al prolongar su vigencia hastafines del siglo XIX, Rama le hace perder nitidez y penetración histórica. Esel reparo que formula, por ejemplo, Julio Ramos en Desencuentros de lamodernidad en América Latina. De todos modos, corno muestra el propioRamos, no es necesario suscribir sin reservas la visión de Rama para valo­rar lo que ella ha enseñado.

IV

En Hispanoamérica, escribió Tulio Halperin Donghi, el intelectual pro­cede del letrado colonial, es decir, de quien ejercía en el viejo orden lastareas y la representación de la cultura savant. Entre aquel antepasado y elintelectual moderno latinoamericano no hay,sin embargo, una línea con­tinua, sino transiciones, dislocamientcs, metamorfosis:

Esa metamorfosis -observa- no la atraviesan tan sólo quienes se sien­ten apresados en la figura del letrado, encerrada en límites ideológicosy de comportamientos rígidamente definidos; deben afrontarla tambiénquienes ven derrumbarse el contexto histórico que ha sostenido su carrerade letrados, y se adaptan como pueden a uno nuevo, que no siempreentienden del todo (Halperin Donghi, 1987: 55).

Las transformaciones conciernen, pues, tanto a la situación de las élitesilustradas, corno a las recontiguraciones del espacio social en que ellas de­sempeñan un papel y a las representaciones ideológicas de ese I?apel. Lahipótesis de Halperin Donghi tiene la virtud de que permite construir entorno de ella una génesis social del intelectual y los jalones de un itinerario.

INTRODUCCIÓN GENERAL I 21

Digamos que en un momento de ese recorrido se insertó el vocablo "inte­

lectual" como término de definición y de autodefinición.En nuestros países, mejor dicho, en el discurso de sus escritores se regis­

tra muy precozmente el empleo del término que en 1898 recibió su granbautismo político en Francia, con el caso Dreyfus. Se lo encuentra, porejemplo, bajo la pluma de Rodó, en una carta abierta al escritor venezo­lano César Zumeta de agosto de 1900 en que anuncia la inminente apa­rición de Ariel, el ensayo que habría de convertirlo en uno de los Maes­tros de América: "Es, como se verá, una especie de manifiesto dirigido ala juventud de nuestra América. [... ] Me gustaría que esta obra mía fuerael punto de partida de una campaña de propaganda entre los intelectua­les de América" (Stabb, 1969: 61). Se lo halla igualmente en Manuel Gon­zálezPrada y en José Ingenieros, otros dos nombres asociados con el magis­terio, entre espiritual y político, dellatinoamericanismo. González Pradadio a leer el r- de Mayo de 1905, en la Federación de Obreros Panaderosdel Perú, una conferencia dedicada al tema de "El intelectual y el obrero",consagrada a discurrir sobre las tareas y los deberes del hombre de cul­tura (González Prada, 1982:191). Probablemente haya sido Ingenieros quienle diera un tratamiento más recurrente a la cuestión del papel de los inte­lectuales, con variaciones que reflejaban los cambios de su juicio respectode la marcha del capitalismo, no sólo en la Argentina, sino en escala mun­

dial (Falcón, 1985).

Ahora bien, datos como éstos, por cierto, no hablan por sí mismos y de­ben ser puestos en su contexto e interrogados para ver qué significado debe­mos atribuirle a su empleo. ¿Laaceptación temprana del término "intelec­tual" era el índice de un cambio en la situación efectiva de los escritores,un signo de autonomización de las prácticas intelectuales, separadas deotras actividades sociales y ejercidas por personas que eran ya reconoci­das por su consagración a esas prácticas? ¿O sólo constituía una ilustra­ción más de que nuestros hombres de letras pensaban -y se percibían a símismos- de acuerdo con las nociones de un lenguaje ideológico pres­tado? ¿O bien, se trataba de una mezcla de las dos cosas? Después de laPrimera Guerra Mundial, el uso del término intelectual se hace cada vezmás frecuente, sobre todo en los medios culturales de izquierda, y en losaftos veinte ya se,volverá.carricntc.

No es posible hablar de intelectuales sin hablar de ideas. ¿No es lo pro­pio de estas figuras el producir y transmitir enunciados sobre el mundo?sin embargo, una historia de los intelectuales no puede reducirse a (ni con­fundirse con) una historia de ras ideas. Aunque se alimente de ellas,del dis­curso que la imaginación social de las élites ha puesto en forma, así como

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22 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA

de las representaciones que éstas han forjado sobre sí mismas, tales ele­mentos no pueden constituir la única materia, menos aun la única fuentede referencias de esa historia. No sólo los textos. sino el ejercicio mismo depensar y escribir textos en talo cual momento histórico resultan mejor com­prendidos si no hacemos abstracción de sus condiciones de existencia. Perolos textos, conviene añadir, no se prestan sino raras veces al conocimientoinmediato, requieren por lo general del esfuerzo de la interpretación. Enotras palabras: la historia de los intelectuales no exime de sus tareas a la his­toria intelectual, que trabaja sobre los "hechos de discurso" bajo la idea deque ellos dan acceso a un desciframiento de la historia que no se obtienepor otros medios. Ese trabajo específico tiene instrumentos propios.

En los últimos diez, quince años, se asiste a un renacimiento de la histo­ria política en América Latina, tal como puede apreciarse en la prolifera­ción de estudios sobre ciudadanía, republicanismo, desarrollo del sufragioo surgimiento de una esfera pública en nuestros países. Este resurgimientoha vuelto a atraer la atención sobre el papel histórico de los grupos ilustra­dos, lo que no puede sino estimular la investigación sobre los intelectua­les.Ahora bien, una historia de los intelectuales latinoamericanos, ¿podríacentrarse sólo en el papel político de las élites culturales? Este enfoque, quese apoya en una dimensión básica de la definición social de los intelectua­les, probablemente sea hoy el más extendido. Aun los ensayos de sociolo­gía de la intelligentsia que se realizaron en nuestros países hacia fines de losaños sesenta y comienzos de la década siguiente contribuyeron a reforzaresta óptica, pues esos trabajos tenían como problemática la actitud de los.intelectuales respecto de la modernización (Bonilla, 1967; Marsal, 1971).

El hecho es, sin embargo, que los intelectuales no son actores políticossino en ocasiones. Por cierto, su actividad supone -y se halla en relacióncon- determinadas configuraciones de la vida social, corno el Estado, elpoder religioso y el sistema educativo, las divisiones de clase, las fracturasétnicas y la pluralidad de visiones del mundo. Selos encuentra muchas vecesenrolados y divididos en eldebate cívico. Pero ellos producen también esce­narios propios, de menor escala, espacios creados por grupos y redes de con­géneres (sociedades de ideas, movimientos literarios, revistas). Se reúnenallí, en esas microsociedades, para disertar, debatir, demostrar, aunque tam­bién para denunciar y rivalizar por controlar el centro de la atención.

Estos variados ámbitos o contextos pueden ser estudiados de manerasdiferenciadas, pero no hay por qué pensar que esas maneras diferentes seanobligadamente incompatibles o incomunicables entre sí. La reciprocidadde perspectivas diferentes puede ser productiva. Una historia de los inte­lectuales debería activar la exploración de diversas canteras y alimentarse

INTRODUCCiÓN GENERAL I 23

del aporte de varias disciplinas, más o menos próximas. Entre estas disci­plinas vecinas, las más obvias son la historia de las ideas, la historia de laliteratura... la historia política y la sociología de los intelectuales. Pero hayotros campos de conocimiento menos obvios, aunque no por eso menosimportantes, como la historia de la prensa y la historia de la edición. Enotras palabras: una historia que tome en cuenta la diversidad de formasque adoptó la acción de los intelectuales a lo largo de dos siglos sólo puedeser fruto de la colaboración de estudiosos de diferentes disciplinas, desdela historia política a la historia de la literatura latinoamericana, pasandopor la sociología de la cultura y la historia de las ideas.

v

Definir y encauzar estos razonamientos generales en un proyecto de tra­bajo factible requería de compañeros de viaje, es decir, de colegas que sesintieran atraídos por la idea de una historia de los intelectuales en Amé­rica Latina. Como nos parecía que la labor cooperativa era necesaria desdeel comienzo, es decir, en el planteo inicial de las líneas y los temas en tornode los cuales podría ordenarse la propuesta de una historia de los intelec­tuales, invitamos a varios estudiosos de diferente formación a integrar uncomité académico para elaborar el diseño de una obra que no quisiera sersimplemente una compilación de trabajos. Se constituyó así un comitéintegrado por Nora Catelli, de la Universidad de Barcelona, Horacio Crespo,de la Universidad Autónoma de Morelos, Arcadio Díaz Quiñones, de laUniversidad de Princeton, lean Franco y Claudia Lomnitz, de la Univer­sidad de Columbia, Javier Garcíadiego Dantas, del Colegio de México, Ser­gio Miceli, de la Universidad de Sao Paulo, Jorge Myers y yo, de la Univer­sidad Nacional de Quilmes. Un subsidio del Rockefeller Archive Centerpermitió financiar un taller de trabajo del comité, que se reunió en NuevaYork durante los dias II y 12 de mayo de 2006.

En esa reunión se acordó un recorte temporal, se trazaron las líneas deun temario y se acordó un cronograma de trabajo. Labúsqueda de los cola­boradores se regiría por ese temario básico. El esquema de desarrollo adop­tado tomó como punto de arranque el siglo XIX -en que se verifica, juntocon los movimientos de la independencia, el largo pasaje de las minoríasletradas tradicionales a las nuevas categorías intelectuales-. Para que se hicie­nn más evidentes tanto los elementos de herencia como la ruptura con ellItr.do colonial, nos pareció necesario que esta parte fuera precedida por

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24 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMtRICA LATINA

una sección consagrada a la gente de saber en la era colonial Todo estosería el objeto de un primer volumen, dedicado a lo que podríamos deno­minar las genealogíasdel intelectual en América Latina. En lo relativo al sigloxx, creímos que su estudio no debía extenderse más allá de los años ochentade la última centuria. No sólo porque fuera necesario un margen para laperspectiva histórica, sino también porque fue hacia fines de esa décadacuando comenzó a hacerse evidente que asistíamos a mutaciones de dife­rentes órdenes, desde políticos a tecnológicos y culturales, que indicaban elfin de una época y el comienzo de otra, también en la vida intelectual.

Algunos de esos cambios eran de alcance global, como la disgregaciónde la Unión Soviética y de los regímenes comunistas en la Europa del Este,desmoronamiento institucional, político e ideológico que puso fin a lo queEric Hobsbawm llamaría el"siglo xx corto", un siglo que, no sólo a su jui­cio, había comenzado en 1914, con la Primera Guerra Mundial. El colapsode los estados comunistas alteró el mapa del poder mundial surgido de laSegunda Guerra e infligió un golpe devastador a las fuerzas de la izquierdaoccidental, al menos al sector de la izquierda que los tenía por estados-guía.En los países de la Europa latina, donde los partidos comunistas eran másque grupos militantes, es decir, donde encarnaban la esperanza de millo­nes de personas, la crisis los llevó a la búsqueda de una nueva identidad(como en Italia) o a la condición de menguadas minorías políticas (comoen Francia). América Latina no estuvo en el centro, pero su izquierdatampoco escapó a los efectos sísmicos de ese derrumbe. Salvajemente repri­mida y perseguida bajo las dictaduras del Cono Sur, ella debió hacer lascuentas no sólo con el pasado inmediato, sino igualmente con ese vertigi­noso cambio de los puntos de referencia. Todos los esfuerzos por desig­nar nuevas ciudadelas avanzadas y nuevos custodios de la autoridad revo­lucionaria, así sea a escala regional, no han logrado motivar expectativasequiparables a las del pasado. La izquierda intelectual latinoamericana,como es obvio, tampoco podía sustraerse al sacudimiento.

Igual alcance general tienen otros hechos, como la mediatización de lavida política y la vida cultural, que desde los años ochenta es un tópico enlos análisis de la escena contemporánea en los países occidentales. Tam­bién en América Latina los intelectuales son habitualmente consultadospor los medios de comunicación masiva a propósito de los acontecimien­tos más diversos, y tanto la idea como la imagen del intelectual mediáticose ha instalado igualmente en nuestros países,con el mismo valor crítico conque la noción segeneralizó en otras partes. A la rareza de la aparición medié­tica del intelectual de hace treinta años, se puede contraponer la inter­vención sobreabundante de la actualidad. Igualo mayor relieve aun debe

INTRODUCCiÓN GENERAl I 25

atribuirse al conjunto de fenómenos que se reúnen bajo el término glo­balización y que alteran, como en todas partes, el paisaje social y políticoy cultural del subcontinente (Garretón, 2002). La dinámica globalizadorano ha dejado intactas las condiciones del trabajo intelectual y la figura delos intelectuales "en red" se hace cada día más frecuente. Paralelamente aestos signos de la llamada mundialización cultural, resalta el desarrollode los movimientos de identidades étnicas, uno de los hechos políticos yculturales más notables de las últimas dos décadas en América Latina. Estosmovimientos, que tienen sus grupos intelectuales, rechazan el proyectode la mestización que estaba en el corazón del pensamiento y la acción delindigenismo, pues el mestizaje implicaba la filtración y,finalmente, la diso­lución de las lenguas y las civilizaciones aborígenes en una cultura nacio­nal de matriz occidental. Las corrientes "indianistas" quieren conservarsu lengua y su cultura, disponer de sus tierras y gobernarse de acuerdocon sus tradiciones y sus valores.

No creo que sea necesario continuar con este rápido inventario de impre­siones sobre fenómenos recientes para que resulte claro por qué, dadoque los cambios aún están en curso, nos pareció aconsejable hacer de losaños ochenta del siglo xx la década en que se fijaría el límite de la indaga­ción que debía abarcar el proyecto. La parte consagrada al siglo xx cortoserá el objeto del segundo volumen.

Sobre la base de estos recortes temporales, se trató de encontrar, en lamedida de lo posible, temas que "cruzaran" las sociedades, las culturas,los marcos políticos nacionales, y permitieran, sin traicionar la particula­ridad de cada uno de esos espacios, hacer visibles y comprensibles lasconvergencias y las diferencias entre las comunidades intelectuales, seandel área latinoamericana o ajenas al subcontinente. Obviamente, la preo­cupación por evitar la sumatoria de casos nacionales o regionales no podíallevar a ignorar la especificidad de algunas experiencias particulares, ya sealas de un país o las de un área regional. En otras palabras: corno se repitetanto en las descripciones como en los análisis de América Latina, cual­quiera sea la dimensión que se considere, también en este caso hubo quehacer un balance entre eleje de los elementos comunes y el eje de la diver­sidad en el espacio regional. Todas estas aclaraciones no están destinadas,por supuesto, a eximirnos de la responsabilidad por las elecciones hechasenel terreno de los temas y por la representatividad acordada a ciertos casosya ciertas experiencias nacionales.

A la hora de pensar en los colaboradores, sólo tuvimos en cuenta trescriterios: la competencia del estudioso al que se invitara a escribir, elcrucede perspectivas disciplinarias diferentes y la mezcla de investigadores de

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26 I I-JISTORIA DE lOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA

más de una generación. No debe esperarse de esta obra, pues, la unidadde una ideología ni de un método. Buscamos, en cambio, favorecer encuen­tros de trabajo entre quienes contribuyeran a la escritura de la obra, hastadonde fuera posible dados los medios con que contábamos. El objetivono era homogeneizar sino favorecer la escucha mutua y la conversaciónintelectual. Con este propósito, el Programa de Historia Intelectual de laUniversidad Nacional de Quilmes organizó en noviembre de 2006 un colo­quio de cuatro días sobre historia de los intelectuales en América Latina.Del coloquio participó una parte de los colaboradores de la obra, quienestuvieron ocasión de exponer y discutir las primeras hipótesis de sus traba­jos. Con el mismo espíritu, Arcadio Díaz Quiñones impulsó la reunión"Towards a New History of Latin American and Caribbean Intellectuals",que se llevó a cabo en la Universidad de Princeton, en abril de 2007, con elapoyo del Program in Latin American Studies, el Department of Spanishand Portuguese Languagesand Cultures, el Department ofHistory, el DavisCenter for Historical Studies y el Princeton Institute for International andRegional Studies. Una parte de los colaboradores que no asistieron al colo­quio anterior pudieron concurrir a esta reunión, en que sediscutieron algu­nos temas y perspectivas de la historia de los intelectuales.

Laorganización del primer volumen ha estado al cuidado de JorgeMyersy la del segundo a mi cargo. Debo hacer aquí una mención especial a Ser­gio Miceli, quien coordinó la colaboración de los investigadores brasile­ños. No puedo dejar de destacar la ayuda que he recibido de todos losmiembros del comité académico en la tarea de buscar e incorporar a laobra a estudiosos competentes. Por último, quiero agradecer a las institu­ciones cuyo apoyo ha hecho posible este emprendimiento: la UniversidadNacional de Quilmes y su Programa de Historia Intelectual, cuyas filasintegro desde hace más de una década; la Agencia Nacional de PromociónCientífica y Tecnológica, que ha subsidiado actividades del Programa deHistoria Intelectual; el Rockefeller Archive Center, que apoyó el primerencuentro del proyecto que dio origen a esta historia.

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Introducción al volumen ILos intelectualeslatinoamericanos desde la coloniahasta el inicio del siglo xxJorge Myers

Una pregunta central preside este primer volumen de la Historia de los inte­lectuales enAméricaLatina: ¿en qué consistió ser un "intelectual" en Amé­

rica Latina antes de comienzos del siglo XIX? Ella no sólo recorre todos

los trabajos aquí reunidos, sino que organiza la propia estructura de estetomo. Sólo un análisis que privilegie la relación entre elcontexto sociocul­tural de una época dada y los significados posibles que podían emergerde ese contexto podrá dar nacimiento a una historia coherente, persua­siva,del particular desarrollo de la actividad de los expertos en el manejode la palabra escrita (o de las técnicas retóricas para el dominio del dis­curso oral docto) en esta región del planeta. Ese contexto estuvo marcadoen su origen por un hecho decisivo: la profunda ruptura cultural efectuadapor el sometimiento -mediante una guerra de conquista- a sus invasoreseuropeos de los habitantes autóctonos del continente americano. La his­toria americana posee raíces profundas que en el caso de las sociedadesmesoamericanas y peruanas se remontan a muchos siglos antes delcomienzo de la era cristiana: en la medida en que aquellas sociedades cuyosinstrumentos de escritura eran relativamente desarrollados -los pueblosmaya, los rnixtecas, los zapotecas, los nahuas- han sido estudiadas con pro­fundidad cada vez mayor, la antigüedad profunda de la historia americanano ha podido dejar de tornarse más evidente.

El hecho de que la historia de la región que luego de la conquista se con­vertiria -lenta y contradictoriamente- en "América Latina" no comienzacon la llegada de los europeos es hoy un punto de partida ineludible para

cualquier historiador. La particular textura que adquirió aquella rupturaentre el universo cultural habitado por los pueblos indígenas -con sus for­lb.. políticas, religiosas, "económicas" propias, con sus lenguas, sus hábi­

b Ysus creencias también propios- y el nuevo universo cultural confor­••do por la imposición de formas políticas. religiosas, económicas o

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30 I HISTORIA DE lOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA

culturales originadas en la región ibérica de Europa ha sido y sigue siendomateria de controversia: ¿cuánto de cambio radical y cuánto de continui­dad y permanencia hubo? Por un lado, las culturas nativas no sólo nodesaparecieron con la llegada de los europeos, sino que en ciertas regio­nes -es el caso de la "lingue geral" hablada por los primeros pobladoresportugueses del litoral paulista y carioca, es también elcaso del bilingüismoparaguayo y de otras zonas del continente-la cultura indígena supo impo­nerse (al menos durante las primeras épocas de la colonización) a la delos conquistadores. Por otro lado, aun cuando en gran parte de las tierrasde conquista la cultura ibérica se convirtió en hegemónica por decisión desus nuevos señores -rnilitares, civilesy eclesiásricos-, con sus lenguas y susprácticas sociales y religiosas, las culturas autóctonas ejercieron una siste­mática resistencia a aquella tarea de transformación cultural, y a vecesdemostraron una asombrosa capacidad de supervivencia bajo condicio­nes de vida por cierto deplorables. La historia de los intelectuales latinoa­mericanos no puede prescindir, por ende, ni del legado de las civilizacio­nes precolombinas ni de la continuada presencia indígena en el seno de lasnuevas sociedades surgidas del hecho de la conquista -una presencia queen regiones corno las de Nueva España/México o el Altiplano peruano hasido contundente hasta el presente-. Sostener, como algunos historiado­res tradicionalistas lo han hecho, que la cultura intelectuallatinoameri­cana existe en una relación de perfecta continuidad con la tradición medie­val de los pueblos de la península ibérica resulta hoy una posición, cuandomenos, poco convincente.

No es, sin embargo, posible reconstruir la historia sistemática de los"intelectuales" -es decir, de los expertos en el manejo de los recursos sim­

bólicos- de aquellas sociedades precolombinas debido al simple (y lamen­table) hecho de la insuficiencia del registro escrito que de ellas ha perdu­rado. Aun en aquellos casos en los que han llegado hasta nosotros ciertashuellas escritas acerca de su historia -los glifos mayas, cuyo desciframientoha avanzado velozmente en las últimas décadas, o los códices pictográfi­cos de los pueblos de Oaxaca y del valle central de México-, la evidenciaque le ofrecen al historiador es demasiado fragmentaria como para per­mitir otra cosa que una historia eminentemente "especulativa" de sus pen­sadores y sus poetas. Es ésta la razón por la cual esta Historia de los inte­lectuales en América Latina se abre con la conquista y la posteriorcolonización ibérica de las tierras americanas: sin ninguna intención denegar la importancia del legado precolombino ni la ininterrumpida pre­sencia hasta el presente de las culturas indígenas (y de las africanas, trans­portadas a esta región por el vehículo de la esclavitud), el análisis de las

INTRODUCCiÓN AL VOLUMEN I I 3]

prácticas culturales asumidas por los expertos de la palabra durante elrégi­men colonial se ha concentrado casi exclusivamente en aquéllas desarro­lladas por españoles y portugueses.

El carácter específico de las funciones intelectuales ejercidas en la pri­mera etapa colonial (1492-1630/1650), así como del tipo específico de exper­tos encargados de su ejercicio, exige también una rigurosa atención al con­texto cultural general de la época y a los recursos simbólicos y los sistemasconceptuales disponibles entonces. Si algunos de los exploradores, los con­quistadores y los funcionarios reales de aquellos años poseyeron una cul­tura letrada relativamente sofisticada -cinspirada durante el siglo XVI enel ideal renacentista de "las armas y las letras': como en el caso paradig­mático de Alonso de Ercilla-, los elementos básicos para la conformación deun espacio institucional letrado relativamente complejo (como aquéllosde Portugal y España) tardarían en cristalizar. Es por eso que en aquellaprimera época se estableció la tradición de perdurable arraigo en las socie­dades latinoamericanas consistente en cierto monopolio eclesiástico de lasfunciones intelectuales. Como muestran los tres trabajos que dan inicio aeste volumen, los principales actores intelectuales durante los primerossiglos de dominación colonial fueron miembros del clero: desde Barto­lomé de Las Casas, José de Acosta y Antonio Vieira hasta los curas revo­lucionarios de los primeros años del movimiento de independencia, lacultura letrada colonial -eun cuando experimentó cierta incipiente com­plejización y secularización en la segunda mitad del siglo XVIII- fue en granmedida consustancial al universo simbólico de las doctrinas del catoli­cisma. La"conquista espiritual e intelectual" de las poblaciones vencidas acomienzos del siglo XVI recayó exclusivamente sobre las espaldas de losmiembros del clero católico, y muy en particular sobre las del sector máspropiamente letrado de la Iglesia, conformado por las órdenes religiosas.Dominicanos, franciscanos y, luego de iniciado el siglo XVII, jesuitas asu­mieron toda una amplia gama de actividades intelectuales relacionadasdirectamente con la labor que ellos consideraban la única legítima desdeel punto de vista católico: el reemplazo de las religiones autóctonas poraquélla -que se pretendía universal- de los conquistadores ibéricos. Elestu­dioprotoantropológico de las costumbres, las creencias y los valores de losdistintos pueblos indígenas, el aprendizaje de sus lenguas con el fin de con­feccionar los primeros diccionarios de las mismas y las primeras traduc­ciones de algunas porciones del acervo bibliográfico doctrinal del cristia­nismo a tales lenguas, la docencia en aquellos idiomas tan distantes en su..tructura de las indoeuropeas, fueron sólo algunas de las tareas asumi­das por los miembros del clero regular en aquel periodo.

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32 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA lATINA

Dos observaciones importantes se desprenden del cotejo de los trestrabajos que abarcan la era colonial en Nueva España, elPerú y las capita­nías y los virreinatos lusoamericanos. Primero, que la exploración histó­rica del impacto "estructural" de aquella temprana hegemonía clerical den­tro de la conformación del poder colonial, es decir, de las huellas de largaduración que pudo haber dejado en la práctica intelectual de los letradosiberoamericanos aun luego de consumada la progresiva separación entrela esfera de lo religioso y la esfera de lo secular, está aún por hacerse.Siguiendo la estelade las inquietudes esbozadas por Ángel Rama en su libropóstumo, La ciudad letrada (algunas de las cuales han sido retomadas y

reproblematizadas en la obra más reciente de Magdalena Mena Chocano,La fortaleza docta, mientras que otras ya estaban presentes ~al menos enparte- en obras anteriores, como la de Mariano Picón Salas,De laconquistaa la independencia),resulta lícito formular la pregunta histórica acerca dela relación entre el ejercicio del poder y el ejercicio de la autoridad en lapráctica de los intelectuales latinoamericanos aun después de consumadala ruptura con las madres patrias ibéricas, ya que el patronato espiritualejercido por los regulares sobre sus súbditos indígenas consistió más enuna relación de poderque en una semejante a la autoridad persuasiva quedesde los siglos XVIII y XIX ha tendido a ser considerada la principal herra­mienta con que cuentan los "intelectuales" para lograr efectos materialesen el mundo social que habitan.

Segundo, la lectura de los tres artículos -<leMazín, Rosey Mello e Souza­hace emerger con gran fuerza la profunda desemejanza que marcó la res­pectiva evolución de las instituciones de la cultura intelectual en Hispanoa­mérica y en Lusoamérica durante la era colonial. Mientras que junto a lasórdenes religiosas volcadas a tareas misioneras España fundaba universi­dades e imprentas en todas las principales ciudades de sus dominios, Por­tugal sólo auspiciaba la presencia de aquellos expertos de la conversiónreligiosa, ne$ando sistemáticamente a sus súbditos de ultramar tantoimprentas cuanto instituciones universitarias locales. Mientras que undenso tejido institucional plantado en el seno de las prolíferas ciudadesque España sembró en los territorios de su imperio creaba las condicio­nes para una gradual ampliación del número y de la complejidad de lasactividades intelectuales desarrolladas en suelo hispanoamericano, en laLusoamérica de conformación más preponderantemente rural (otra dife­rencia significativa entre las dos regiones perspicazmente señalada ya en ladécada de 1930 por Sérgio Buarque de Holanda en su clásico libro Raízesdo Brasil) la formación de un primer "sistema literario" habría de versediferida hasta casi tmalizado el siglo XVIII. Mientras que la era barroca

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(1630-1750) presenció en Hispanoamérica los primeros intentos seriospor formar ámbitos de sociabilidad intelectual y literaria por fuera de unestricto marco eclesiástico -ecademias, cenáculos, grupos de lectura ydiscusión- y también la aparición de las primeras hojas volantes y los perió­dicos de la región, aquel doble proceso de expansión de las institucionesculturales relacionadas con las funciones intelectuales, y de "autonomiza­ción" frente a los poderes fácticos de la Iglesiay (en medida mucho menor)del Estado, se postergaría en el Brasil hasta un período muy próximo altraslado de la corte a Río de Ianeiro a principios del siglo XIX. Sibien huboescritores -letrados, poetas, historiadores, iluminados proféticos como elpadre Antonio Vieira- antes de la era de los árcades lusoamericanos, nohubo una cultura letrada plasmada en un sistemainstitucionaldurante casitodo elperíodo colonial-hecho que enfatiza Mello e Souza en su artículo-.

Ello implica un tercer elemento de desfasaje entre el ritmo de desarro­llo de la cultura letrada lusoamericana v el de la América hispana. La cul­tura del barroco -marcada por una creciente intervención de letrados lai­cos en la producción artística, literaria e intelectual de la región- cedió pasoa la cultura de la ilustración de un modo más temprano y más contundenteen la segunda que en la primera de esas regiones. Si el pleno florecimientode los "gens de lettres"y los"gens de savoir" de la ilustración española reciénsedaría en el marco -y sobre todo como consecuencia posterior a su implan­tación- de las llamadas "reformas borbónicas" iniciadas en el reinado deCarlos 111 (1759-1788) y esporádicamente continuadas por su sucesor-Car­los IV (1788-1808)-, los primeros signos de un cambio de clima intelec­tual profundo se hicieron sentir ya desde mediados del siglo XVIII. En laNueva España -donde la ilustración hispanoamericana sin duda tuvo sucentro, su teatro de mayor auge-, toda una pléyade de escritores -cons­cientes de la temprana tradición de reflexión científica iniciada por pre­cursores del siglo anterior, como el polímata Carlos Sigüenza y Góngora­no sólo elaboraron un discurso ilustrado, sino que lo hicieron circularpúblicamente a través del vehículo de la prensa periódica local. Escritos yreflexiones de autores como Antonio Alzate, Antonio de León y Gama oAndrés del Río acerca de los nuevos debates científicos -como aquel entorno de la naturaleza del flogisto u oxígeno que enfrentó a Priestley y aLavoisieren la Europa de las Luces- o acerca de sus propios ensayos en dis­tintas ciencias, contribuyeron a pluralizar la gama de tareas intelectualesque el contexto de la época tornaba disponibles. Coronada por la funda­ción del Colegio de Minas en la Ciudad de México, la cultura ilustrada dela segunda mitad del siglo XVIII hispanoamericano presenció la fundaciónde jardines botánicos, zoológicos, observatorios astronómicos y de toda

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una gama de nuevas sociedades "científicas", como las sociedades econó­micas (también llamadas de "amigos del pais"). La trama de la sociabilidadcultural de la época adquiría una densidad desconocida hasta entonces.Si la Nueva España -la colonia más rica en recursos materiales y simbóli­cos de todo el imperio- fue el epicentro de la nueva cultura ilustrada, laproducción de letrados compenetrados con los ideales de la ilustraciónibérica -que, a diferencia de la francesa o la inglesa, buscó conciliar losvalores de la fe heredada con aquéllos de la nueva ciencia de la naturalezay del hombre- proliferó en todas las colonias del vasto imperio. Nacía deeste modo, frente al letrado eclesiástico y/o evangelizador de la primeraetapa colonial-figura cuyo franco declive terminaría por confirmarse conla expulsión de los jesuitas en 1767-, y frente al letrado barroco del sigloXVII,

un nuevo conjunto de posibles ejecutores de las tareas intelectuales asu­midas por las sociedades iberoamericanas en vísperas de la crisis defini­tiva del orden colonial: el del letrado patriota y el del publicista ilustrado

(que aunque muchas veces pudieron coincidir en una misma persona, nonecesariamente resultaban figuras equivalentes).

Prueba de este anisomorfismo de las dos nuevas figuras es el caso delos jesuitas americanos convertidos en letrados patriotas luego de su expul­sión de los dominios españoles. Suspendidos entre dos universos intelec­tuales -el del catolicismo de la contrarreforma y el más reciente de laciencia moderna y de la ilustración-, aquellos escritores jesuitas -historia­dores y apologistas de sus respectivas colonias de origen, como el mexi­cano Francisco JavierClavijero o como el abate Juan Malina de Chile- mar­caron de algún modo un camino alternativo para el desarrollo de la funciónintelectual en América Latina. Como bien lo ha señalado Mariano PicónSalas en su clásico estudio de la década de 1940 antes mencionado, esemomento de la historia cultural e intelectual de América Latina -y pese alhecho de que desembocó en un callejón sin salida- no pasó sin dejar algunahuella en la práctica intelectual del continente (más allá de cuán discuti­ble resulte su naturaleza específica).

Síntoma de la creciente crisis del orden imperial, tanto en Hispanoamé­rica cuanto en Lusoamérica la emergencia de un tipo de intelectual nonecesariamente enmarcado dentro de los parámetros de legítima activi­dad que sancionaban las sociedades de Antiguo Régimen -sea por desarro­llar un discurso alternativo al emanado desde la metrópoli acerca de lospueblos americanos, sea por insinuar críticas a ciertos aspectos muy aco­tados del sistema imperante (de un modo sutil y que, como regla general,no confrontaba directamente con el universo doctrinal ni institucionalde la Iglesia Católicaj-, tanto el letrado patriota cuanto el escritor ilustrado

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experimentarían un brusco desplazamiento en 10que respecta al lugar queocupaban en el interior de las sociedades americanas como consecuenciadel derrumbe de los imperios español y portugués luego de la invasiónnapoleónica de 1807-1808. La sección más voluminosa de este volumen estádedicada a examinar en profundidad, y desde distintas perspectivas de aná­lisis, los efectos que, derivados de esa revolución política y social, contri­buyeron a modificar el lugar de los escritores públicos y la naturaleza delas funciones intelectuales que ellos fueron llamados a ejercer en un con­texto tan distinto. Desde el punto de vista de la construcción social de laactividad intelectual en las sociedades iberoamericanas, un aspecto crucialseñalado en varios de los artículos aquí incluidos es el de los grupos socia­les más proclives o mejor posicionados para ejercer tareas de "intelec­tual" dentro del nuevo orden postimperial. Si el clero fue la fuente parexce­llence de los ejecutantes de las funciones del intelecto en la primera eracolonial y aun en la era barroca, si en los años de la ilustración y de la cri­sis imperial otros grupos sociales -corno los funcionarios de la Corona,los sabios especializados en alguna de las nuevas ciencias, los jesuitas des­castados, o los abogados y los juristas- comenzaron a competir con los pri­meros por ese lugar de primacía, las primeras décadas posteriores alderrumbe español y portugués en lasAméricas presenciaron una crecientediversificación y modificación en la estructura de reclutamiento de los cua­dros «intelectuales" de los nuevos estados. El grupo social conformado por

los especialistas en derecho -de creciente presencia en las postrimerías dela colonia, como lo señalan dos artículos centrados en la experiencia cara­queña, el de Rogelio Pérez Perdomo y el de Paulette Silva- pasó a conver­tirse en uno de los principales sostenes de la función intelectual duranteel siglo XIX. En todos los rincones del imperio, figuras como los Egaña,Mariano Moreno, José María Luis Mora -cuya doble condición de sacer­dote y abogado sirve de indicio acerca de la complejidad de las transfor­maciones en curso durante la primera mitad de ese siglo-, José BonifaciodeAndrada e Silvay tantos otros, pasaron a ocupar un lugar central en laagitada discusión política que desencadenó la revolución de independen­cia, incidiendo en algunos casos de un modo decisivo en la construccióndel nuevo orden institucional de repúblicas e imperios. Antiguos funcio­narios de la burocracia colonial-Belgrano en el caso delVirreinato del Ríode la Plata, Salas en el caso chileno, para dar sólo dos ejemplos- pasarona desempeñar también, en muchos casos, un rol central en los debates yen las confrontaciones surgidos de la ruptura del orden colonial: el sector"patriota" del antiguo funcionariado colonial se constituyó, junto al tra­dicIonal sector del clero v del más nuevo de los abogados y iuristas, en otro

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semillero de "intelectuales". Más importante aun para el futuro fue la apa­rición, también en el contexto agitado de los años de la lucha por la inde­pendencia y por la construcción de los estados sucesores de los dos respec­tivos imperios, de una nueva función social asociada directamente a unnuevo tipo de actor intelectual: el periodista político convertido en publi­cista crítico y doctrinario.

Si muchos de los periodistas activos en la primera mitad del siglo XIX oaun en los años intermedios de ese siglo -cuando la lucha por la cons­trucción de un orden institucional estable culminó en la erección de esta­dos-naciones como México, la Argentina, el Perú y aun (sostendrían algu­nos historiadores) el Brasil de la mayoría de edad de Pedro II~ llegaron aesa función desde posiciones profesionales sólidamente consolidadas enotros campos -ebogados, comerciantes, funcionarios, "carreristas de larevolución",militares letrados, clérigos-, hubo una tendencia marcada haciala configuración de un campo autónomo o semiautónomo de la prensa.Por un lado, en las primeras décadas del siglo XIX figuras como José Joa­quín Fernández de Lizardi, Carlos María de Bustarnante, Antonio Nariño,Vicente Rocafuerte, Ignacio Núñez o los hermanos Juan y Florencia Varelacomenzaron a construir una figura pública cuya principal fuente de legi­timidad provenía de su ejercicio tenaz y prolífico de la pluma aplicada alos periódicos políticos. Si casi todos los miembros de esa nueva cohortede escritores públicos pudo ostentar títulos profesionales en otros campos,fue la actividad periodística la que les franqueó el camino hacia una pro­minente visibilidad pública: hacia un lugar próximo al de los nuevos "nota­bles" que habían tomado el relevo de los representantes del rey en la admi­nistración de las nuevas repúblicas hispanoamericanas. En algunos casos-es el temprano de Ignacio Núñez, el periodista "oficial" del grupo riva­daviano en la Buenos Aires de la década de 1820, es el más tardío de aquelperiodista por antonomasia, Domingo Faustino Sarmiento-, fue elpropiooficio de periodista el único título auténtico que esos escritores pudieroninvocar como fuente de su legitimidad en tanto actores en las discusionespúblicas que conmovieron a las sociedades latinoamericanas desamarra­das de sus antiguas metrópolis europeas. En ocasiones -yen la primeramitad del siglo XIX, quizás en la mayor parte de las ocasiones-, como enel caso del mexicano Tornel, del ítalo-argentino Pedro de Angelis o demuchos periodistas del imperio en el Brasil, la escritura pudo estar al ser­vicio del orden establecido, pero también, aunque de un modo más com­plejo y ambivalente de lo que algunas vecesse ha supuesto, comenzó a cris­talizar una escritura de crítica y de oposición a los regímenes imperantes.La emergencia de un discurso de oposición a los poderes fácticos -cuyo

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ritmo estuvo regulado por los distintos regímenes de prensa adoptadosen distintas épocas y en los distintos estados de la región, en algunos delos cuales se enfatizó la censura oficial, mientras que en otros se enfatizóla relajación de controles externos- marca una clara ruptura con las con­diciones socioculturales presentes en la época colonial. No porque no exis­tiera la posibilidad de cierta crítica a las decisiones emanadas de la corteen elAntiguo Régimen iberoamericano -siempre existieron múltiples víasaltamente institucionalizadas para someter a cuestionamiento las deci­siones del monarca o para recomendar cambios de política-, sino porqueesta crítica ahora circulaba públicamente. El nuevo periodismo, por su pro­pia naturaleza, implicaba la existencia de un público y, más aun, de unpúblico indiferenciado. En vez de los escasos funcionarios (y quizás a vecesdel propio monarca) que habían constituido el único público legítimo parala recepción de discursos críticos durante el Antiguo Régimen, el perio­dismo político surgido durante las revoluciones de independencia y expan­dido sin cesar en los años posteriores presuponía la existencia de una masa(cada vez mayor) de lectores cuya opinión era reputada como política­mente importante. Lacentralidad de esta situación novedosa aparece refle­jada en este volumen en el hecho de que los trabajos de Paulette Silva,ElíasPalti, Hilda Sabato, Ana María Stuven, Lilia Moritz Schwarcz, Maria AticeRezende de Carvalho, Alejandra Laera y Susana Zanetti examinan de unmodo más o menos directo el fenómeno del periodismo y de la nueva escri­tura pública, que se convirtió en la tarea "identitaria" -por así descri­birla- de los actores intelectuales latinoamericanos durante el largo sigloXIX. Más aun, muchos de los artículos que no se centran en cuestiones rela­cionadas con el ejercicio de la escritura pública aluden a este rasgo tan cen­tral de la actividad intelectual decimonónica.

Si la transformación de la estructura de los actores sociales que contri­buían con sus "cuadros" a la actividad intelectual en los nuevos países dela región fue un rasgo que marcó al siglo XIX latinoamericano -ya que laemergencia de nuevas grupos profesionales, es decir, de nuevos tipos deespecialistas en saberes y prácticas poco visibles en la era colonial consti­tuyó una ruptura significativa con el contexto anterior-, las transforma­ciones societales más amplias que en el transcurso de ese siglo comenza­ron a desdibujar y aun a eliminar de manera contundente las institucionesy los sistemas de relación social heredados de la colonia también incidie­ron de modo decisivo sobre las condiciones de posibilidad para el ejerci­cio de una función intelectual en América Latina. En sociedades en lasque el dominio de la letra escrita era privilegio de unas pequeñísimas mino­rías, la muy tentativa y lenta expansión del universo de la escolarización

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infantil impulsada en la primera mitad del siglo XIX por los estados-suce­sores -a pesar de su tan reducida dimensión en todos los países de la región­desde la segunda década de ese siglo comenzaba ya a transformar las con­diciones de circulación y recepción de los discursos escritos. Si resulta ana­crónico y un tanto impreciso hablar, para aquellas épocas tan tempranas,de la existencia de una "esfera pública" tout court, algunos de los elemen­tos correspondientes a esta herramienta heurística comenzaban a crista­lizar: la expansión de una prensa periódica que algunas veces escapaba delas amarras de la censura, la consolidación de un pequeño -eunque apa­sionado- público lector cuyos límites no siempre coincidían con los delasélitesgobernantes, la perduración y transformación de espaciosde socia­bilidad letrada por fuera de los recintos de la Iglesia y del Estado, algunosIncipientes amagos de asociaciones literarias, científicas o de discusión deideas -casi siempre efímeros y fracasados-, la iniciación de una intensaactividad parlamentaria en algunos de los nuevos estados.

Todos estos elementos, en gran medida desarticulados entre sí y con unapresencia esporádica y de escasa penetración social en el período anteriora los años 1840 y 1850, señalaban sin embargo un cambio frente a las con­diciones socioculturales que habían definido los parámetros de la activi­dad intelectual en la época colonial. En aquella Sattelzeit de la era previaa las"reformas u organizaciones nacionales",las continuidades podían per­cibirse con tanta fuerza como las transformaciones -como nos lo recuerdaAnnick Lernpériere en su artículo, que, entre otras facetas de la vida inte­lectual en Chile en el siglo XIX, interroga la cuestión de la esfera pública-.Muchas veces -como ha sostenido Carlos Forment en su libro publicadoen 2003 sobre la esfera pública en México y en el Perú durante el siglo XIX,

Democracy in Latin America 1760-1900- los cambios y las transformacio­nes sesolapaban, presuponiéndose mutuamente: en ciertos contextos nacio­nales y en ciertas épocas, las prácticas de sociabilidad articuladas en tornode la Iglesia podían convertirse en vehículos de ruptura más eficaces aunque las nuevas formas de sociabilidad laicas que habían comenzado airradiarse por todo el continente americano a partir de las Reformas Bor­bónicas. En el marco de ese panorama signado por continuidades subte­rráneas y por rupturas espectaculares pero a veces poco profundas, elentorno socialde las prácticas intelectuales comenzaba sin embargo a modi­ficarse de un modo decisivo. En la segunda mitad del siglo XIX, una ver­sión de la "esfera pública" teorizada por Habermas a partir de las intui­ciones de Constant, Tocqueville y Weber (entre otros) comenzó a cobrarsustancia en los principales países de la región: en Brasil, México. Chile,Argentina, Uruguay, Perú y algunos otros. Tanto en México como en la

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Argentina -como lo señalan, con distintos enfoques, Hilda Sabato y ElíasPalti- el espacio de la polémica pública y de la experiencia asociativa seexpandió por fuera del marco estrictamente estatal, aun cuando la rela­ción entre las nuevas iniciativas surgidas de la sociedad y los nuevos due­ños del poder político en América Latina fuera compleja y desde ningúnpunto de vista unilateral. El espacio para el ejercicio de la "autoridad" delpublicista, del escritor público, del sabio¡ experimentó una constante y

sólida expansión en la segunda mitad del siglo XIX, si bien sus límites per­manecieron indefinidos y esporádicamente sometidos a la voluntad delos regímenes políticos. El incremento del número de periódicos publica­dos y de su tirada, la complejización de la oferta de géneros que acom­pañó el crecimiento del público lector, la lenta cristalización de u~ uni­verso editorial articulado en torno de las leyesdel mercado, la multiplicaciónde espacios de sociabilidad por fuera del Estado y de la Iglesia, el auge cons­

tante de un intenso movimiento asociativo, todos estos elementos marca­ron un cambio decisivo en el contexto social y cultural en el que debíaactuar el escritor pública, el especialista en la función intelectual.

Inmediato preludio a esa transformación del contexto en cuyo interiordebían desenvolver sus actividades, elromanticismo literario y artístico leshabía ofrecido a los escritores del siglo XIX un conjunto de imágenes através de las cuales representar el lugar que ocupaban y las funciones quecumplían en un medio social latinoamericano. A partir de la década de1830, un conjunto de tópicos discursivos que enfatizaban la "autonomía"del pensador, del poeta, del artista. en relación con las convenciones vigen­tes en su sociedad, comenzaron a circular y a ser readaptados a las condi­ciones imperantes en los países de la región. La figura del "intelectual" lati­noamericano se complejizó a través de alusiones al poeta nacional, vatede su pueblo, al intérprete de los rasgos culturales más profundos inscri­tos en la "psique" nacional, al historiador y al profeta de las nuevas nacio­nes. Sipara Paul Bénichou el "tiempo de los profetas" correspondió sobretodo a aquella nutrida galería de reformistas sociales salidos a luz durantelos convulsionados años 1830 y 1840 en Francia, en América Latina eseoficio "profético" estuvo muy directamente emparentado con una disci­plina, un campo de estudios, cuyo endeble nivel de desarrollo en casi todos10. países de la región preocupaba sobremanera a las élites intelectualeslocales: la historia patria, la historia nacional. En el Brasil, en México, enChile, en la Argentina, en el Uruguay, y en casi todos los demás países de la

NIlón, los historiadores ocuparon el lugar de los profetas "utópicos" deFrancia y Europa, ya que en países que necesitaban conocer con urgenciala respuesta a aquellas dos preguntas sarmientinas -¿de dónde venimos?

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¿a dónde vamos?- el futuro posible aparecía como una función del cono­cimiento adecuado del pasado nacional. Aquella historia, militante en elcontexto de una política que en todas las nuevas naciones, con mayores ymenores niveles de intensidad, demostró ser facciosa, prometía restituir alas élites letradas una clave borrada por la dominación colonial de Españay Portugal: una comprensión profunda de la naturaleza de las propias socie­dades que permitiera pensar la manera de encaminarlas mejor hacía un des­tino -meta paradigmáticamente decimonónica- de progreso. En este volu­men -y sin agotar las posibles vías de entrada a esta cuestión tan central­Fernando Devoto ha cotejado la práctica de un conjunto de historiadoresnacionales en el sur del continente sudamericano, mientras que HoracioCrespo ha buscado indagar en las huellas del "americanismo" que también.concitaba a los practicantes de esa disciplina (y a todo un universo de acto­res sociales afines).

Sobre el final del siglo XIX, cuando la consol idación de los grandesrotativos de proyección continental -como La Nación de Buenos Aires­permitía a los escritores ya los pensadores del continente imaginar la posi­bilidad de una profesionalización del oficio de escritor, y cuando la par­cialliberalización de muchos regímenes políticos de la región insinuabala próxima aparición de un sistema político democratizado -un cambioque no cesaría de interpelar de distintos modos a los intelectuales delcontinente durante casi todo el siglo xx-, las condiciones precarias quehabían debido enfrentar los publicistas, los letrados, los escritores públi­cos durante gran parte del siglo anterior parecían volverse cada vez másremotas. Sin embargo, el desarrollo histórico del oficio intelectual en lospaíses de la región no puede ser adecuadamente analizado si se pasan poralto hechos como los exilios y las migraciones de los escritores o la exis­tencia de grupos subordinados cuyo acceso a la imprenta y a los espaciosde discusión pública, aun cuando no totalmente vedado, padecía de impor­tantes limitaciones. En Lusoamérica tanto como en Hispanoamérica lalucha política entablada entre facciones opuestas se vio acompañada pormomentos de represión y censura que derivaron en el exilio de indivi­duos y a veces de camadas enteras de letrados y publicistas. El ejercicio dela pluma, al igual que en la Europa continental del siglo XIX, podía poneren peligro la vida y los bienes del escritor; y como en el viejo continente,los desplazamientos de los escritores y de los publicistas políticos les per­mitieron adquirir una conciencia más clara de la dimensión "europea" desu cultura literaria -como cuando Madame de Stael "descubrió" el roman­ticismo durante su viaje forzado a las tierras bañadas por elRin-, muchospublicistas y letrados del siglo XIX latinoamericano -Vicente Rocafuerte,

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Juan María Gutiérrez, Félix Varela, Rubén Darío- adquirieron su primeranoción acerca de la dimensión latinoamericana de la experiencia política,social y cultural por la que estaban pasando las distintas regiones del con­tinente en la era postimperial. Fue en ciudades como Santiago de Chile,Valparaíso, Montevideo o Río de Ianeiro donde los escritores argentinosy uruguayos de la generación "romántica" lucharon por sobrevivir, esta­blecieron sus primeras asociaciones más o menos permanentes, publica­ron sus obras más célebres y dieron impulso a decenas de periódicos polí­ticos y literarios durante las décadas de 1830 y 1840: al verse obligados avivir en sociedades distintas de la suya se sintieron impulsados por la fuerzade los hechos a establecer lazos con sus pares chilenos, brasileños o de otrospaíses, y a participar no sólo en los debates referidos a su propia patria sinotambién en aquéllos referidos a su tierra de refugio. Más aun -observaciónaguda formulada por Rafael Rojas en su artículo dedicado al exilio cubanoe hispanoamericano en Filadelfia durante las décadas de 1820 y 1830-, elexilio era muchas veces la condición necesaria, sine qua non, para poder"visualizar" a América Latina como una unidad -cultural, política, o socialy económica-o Es probable que el "amerícanismo" político de un VicenteRocafuerte nunca hubiera podido adquirir la precisión y la fuerza que des­tilan sus escritos sin la penosa prueba del exilio. El exilio ampliaba los hori­zontes intelectuales de los escritores públicos. les permitía formar lazostransnacionales Íntensos y duraderos -como aquéllos forjados entre muchosmiembros de la generación argentina de 1837y de la chilena de 1842-, yenmuchas ocasiones los ayudaba, finalmente, a mirar su propia patria, consus específicos conflictos y dilemas, con nuevos ojos. No es, por ende, retó­rica la siguiente pregunta: ¿hubiera podido Sarmiento haber escrito su céle­bre Facundo sin su experiencia previa del exilio chileno?

Además de las expulsiones y los exilios impuestos por la convulsionadavida política de los países latinoamericanos, también hubo migracionesespontáneas, decididas libremente por los propios escritores. Los motivosdetrás de una decisión por cierto drástica podían ser muy variados -razo­nes económicas, la búsqueda de una ciudad-vitrina a través de la cual poten­ciar la propia fama, el deseo de viajar y conocer otros horizontes, cuestio­nes familiares y/o de salud, o el ejercicio de aquella función de Estado queya a fines del siglo XIX comenzaba a convertirse en la profesión por anto­nomasia de los intelectuales, la diplomacia-, pero como regla general sereducían a dos: la estrechez económica v/o la estrechez intelectual de la tie­rra de origen. En el caso de Rubén Daría -cuyos desplazamientos apare­cen señalados en el artículo que Susana Zanetti dedica a ese escritor moder­nista-, su Nicaragua natal le ofrecía un medio demasiado provinciano y

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oscuro para el ejercicio de su indudable talento poético: Santiago, BuenosAires, Madrid se le antojaron, por ello mismo, destinos cosmopolitas ytan apetecibles como las capitales mundiales (como París) que más tardeincorporaría a su inquieto itinerario. Cada vez más letrados y escritores-sobre todo luego de los importantes avances en la regularidad y la velo­cidad de los traslados que la carrera del vapor inauguró para tantas ciu­dades latinoamericanas- escogerían instalarse en las metrópolis cultura­lesque les resultaban más accesibles.Nueva York,Nueva Orleéns, Filadelfia,Londres, Berlín, Roma y Madrid: todas estas ciudades se convirtieron enanfitrionas de importantes colectividades de intelectuales latinoamerica­nos. Paris.la capital intelectual del mundo enlos últimos años del siglo XIX,

durante aquella "Belle époque" de la "haute bourgeoisie" a la que pondríafin la Gran Guerra y sus secuelas, fue de todas ellas la que más intensa­mente suscitó el deseo de los escritores. Vitrina por excelencia, una tem­porada de residencia en París se convertía -ya en la década de 1870- en unrito de pasaje por el que debían atravesar todos los escritores e intelectua­les dignos de tal apelativo. Más aun, sobre el fin del siglo comenzaron acongregarse en la ciudad-luz importantes comunidades de emigrados pro­venientes de todos los países de América Latina. En el seno de aquellascomunidades -con sus espacios y sus reglas de sociabilidad, con sus ritua­les y sus premios, con su peculiar adaptación de los usos de la bohemia,estudiados por Beatriz Colombi en este volumen- escritores peruanos ymexicanos, argentinos y brasileños, tejerían lazos más o menos permanen­tes con sus pares de otras ciudades y países; y en algunos casos -como eltan citado (y más tardío) de Miguel Ángel Asturias- descubrirían de unmodo fulminante la realidad de su propia patria de origen. Hacia el findel siglo XIX los desplazamientos -forzados o voluntarios~ se habían con­vertido en una parte .importante del currículo de los intelectuales latino­americanos; más aun, en una marca de legitimidad.

La conformación del espacio de las actividades intelectuales no podíasino registrar la estructuración de las relaciones de poder en la sociedaden general. En sociedades donde la educación de las mujeres había estadolimitada casi exclusivamente a las hijas de las familias de la élite colonial,y aun en ese caso con el propósito de dotarlas de un mínimo barniz cul­tural que las preparara para la vida conyugal, las oportunidades para queaparecieran intelectuales mujeres eran escasas. Los casos de Sor JuanaInés de la Cruz y de un puñado de otras mujeres letradas a lo largo del perío­do colonial ponen de relieve la ausencia casi completa de las mujeres de lafunción intelectual con anterioridad a la independencia. A lo largo del si­glo XIX, esa situación cambiaría muy paulatinamente. Un número creciente

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de muieres, en México. en Chile, en el Perú, comenzaron a presidir "salo­nes" en sus hogares, donde se reunían políticos y letrados para conversarde los temas más candentes del día: en algunos casos, como el de MariquitaSánchez de Mandeville (en la primera mitad del siglo XIX) o el de JuanaManuela Gorriti en el Perú en la segunda mitad del mismo, las propiasanfitrionas eran también "intelectuales".

Elespacio de la prensa periódica también les estuvo al principio vedado.En la primera mitad del siglo XIX algunas muieres lograron redactar perió­dicos efímeros, dirigidos a veces a un público que sepretendía femenino.Esasituación comenzó a modificarse de un modo más tangible en la segundamitad del siglo, como consecuencia de la expansión de las oportunidadeseducativas abiertas a las mujeres y elcrecimiento de un público lector feme­nino que ese cambio trajo aparejado. Proliferaron los "Álbumes de seño­ritas", las revistas de moda, los periódicos con "lecturas decentes" para lasmadres de familia y sus hijas. En sociedades en las que el dominio de laescritura seguía siendo un privilegio eminentemente masculino, algunasmujeres lograron destacarse como escritoras de folletines para los diariosde la época y corno traductoras. Hubo, sin embargo, un espacio culturaldonde desde un inicio se les adjudicó un lugar destacado a las mujeres:los nuevos sistemas de educación pública provincial y nacional impulsa­dos por Sarmiento en la Argentina y por José Pedro Varela en el Uruguay.En la institución escolar se les abría a las mujeres un campo relativamenteamplio de actividades que -en sus niveles superiores, corno los colegiosnormales que debían formar a las maestras- implicaban un contacto intensocon los productos más complejos de la cultura letrada. Más importanteaun, el contacto diario entre los alumnos -riiños y niñas- y las maestras"sarmientinas'' o "varelianas" no pudo sino efectuar una lenta modifica­ción en la representación social tradicional de la relación entre las muje­res y el universo de los saberes doctos. De ese modo, poco a poco la pre­sencia de mujeres periodistas, de mujeres escritoras, de mujeres al frentede revistas y de grupos literarios dejaría de ser vista como una anomalíaen las sociedades latinoamericanas. Si en el siglo xx toda una pléyade demujeres pudieron incidir de un modo decisivo en la vida cultural de susrespectivos países -Rosario Castellanos}Victoria Ocampo, Cecilia Meire­les, Clarice Lispector,Gabriela Mistral, v tantas otras- ello se debió en partea la lenta apertura de la esfera pública en los países latinoamericanos a laparticipación de las mujeres qua intelectuales en sus debates y activida­des, durante el siglo anterior.

Otros grupos sociales, además de las mujeres, debieron lidiar con limi­taciones muy específicas a su condición de escritores públicos. Si pocos

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fueron los escritores con antepasados indígenas que durante el siglo XIX

hicieron de su condición étnica una marca explícita en relación con el desem­peño de sus actividades intelectuales, la situación de los descendientes delos africanos fue bien distinta. Inmersos en sociedades donde la esclavi­tud perduró hasta las últimas décadas del siglo XIX, y donde las restriccio­nes que pesaban sobre los negros libres eran muchas, la condición racialse volvió para muchos escritores negros una cuestión central. Escritoresafrocubanos -como el poeta "Plácido", ejecutado por las autoridades colo­niales, o José Luis Manzanero, el autor de un bello libro de memorias dela esclavitud- no podían eludir el tema de la identidad racial cuando inter­venían en los debates públicos y en la vida literaria de su patria. En paísesdonde la ruptura del vínculo colonial había abierto el camino a la aboli­ción de las diferencias de castas y de la esclavitud (abolición gradual, porcierto), la desigualdad racial también fue tema de discusión: en el Uruguayy en la Argentina, un nutrido grupo de periodistas que se identificabanante su público como negros editó en los años 1860 y 1870 una serie deperiódicos dedicados a combatir la discriminación racial y a abogar pormejores condiciones de vida para un sector de la sociedad que había con­tribuido con una cuota muy elevada de muertos en las guerras civiles y deindependencia. Algunos de estos periodistas"sociales" ingresarían a las filasdel anarquismo, que comenzaba a consolidarse como corriente militantea fines de la década de 1870.En elcaso del Brasil, la situación específica delos escritores negros tendió a poner de manifiesto la compleja ambigüe­dad de las relaciones sociales y raciales en aquella monarquía que habíalogrado la independencia sin necesidad de una revolución. Los tres escri­tores analizados por Maria Alice Rezende de Carvalho -el periodista abo­licionista André Reboucas, el poeta simbolista Ioáo da Cruz e Sousa, y elnovelista de comienzos de la era republicana, Lima Barreto- ejemplificanen sus propias vidas las presiones intensas a las que estaban sometidos losintelectuales negros en una sociedad donde el hecho "esclavócrata" habíasido tan central. Suspendidos entre posiciones de élite -que ocupabanpor sus vínculos familiares, por su educación o por su actuación pública­y posiciones de extrema marginalidad -a las que eran relegados por el colorde su piel-, la importante producción periodística y literaria de estos escri­tores se desenvolvió en el contexto de vidas desesperadas, vidas secas, cuyofinal no pudo sino ser, ineluctablernente, trágico. Quizás el más patéticode los tres finales esbozados en ese artículo es el de Lima Barreto, alcohó­lico y víctima de una enfermedad mental en sus últimos años de vida. Ensociedades cuya aceptación de la legitimidad del escritor negro era tanambivalente, el suicidio o la locura parecían ser el único destino legítimo

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para intelectuales que provenían de los grupos sociales más marginadosde su nación.

Hubo, sin embargo, oportunidades además de presiones en el nuevoorden social construido en el Brasil luego de la creación del imperio. Enun país donde nunca hubo una ruptura tajante con el orden colonial,sino una transición suave, gradual, hacia formas de gobierno postabsolu­tistas, guiada por los propios miembros de la élite esclavócrata que allí

gobernaba, el espacio para la discusión pública, para el debate político,para la propuesta de reformas y de cambios no cesó de ampliarse a lolargo del siglo XIX. Si la historia de los intelectuales brasileños -tan distintade aquélla de los hispanoamericanos en la era colonial- tendió a confluirhacia problemáticas y patrones semejantes a los de sus pares hispanopar­lantes a lo largo de los siglos XIX y XX, importantes diferencias marcaronel ejercicio de la función intelectual en tierras lusófonas. En primer tér­mino, la existencia de una corte, con sus rituales, sus rangos y su pompa,ponía en el centro de la sociedad política y cultural a la figura de un árbi­tro colocado por encima de los demás ciudadanos. Como lo demuestra elartículo de Lilia Moritz Schwarcz, hasta 1889la figura del emperador -aunaquélla de ese Pedro II cuyas aficiones científicas y cuya inteligencia tantocautivaron a Sarmiento- fue central para el desenvolvimiento de la vidacultural. Los tres pensadores cuya trayectoria Moritz Schwarcz analiza -IoséBonifacio, Porto-Alegre y Ioaquirn Nabuco-, "cuyo pensamiento era euro-.pea pero cuya realidad era brasileña': no pudieron eludir la presencia delhecho monárquico -que legitimaba la continuidad de un orden estamen­tal-, ni tampoco la ubicua presencia de la esclavitud en una sociedad quedesde la década de 1850 al menos se pretendía "liberal': A díferencía de la.mayor parte de los países de la América antes española, donde luego delderrumbe del imperio los letrados y los publicistas se hallaron arrojadosa una suerte de vacío institucional que les permitió cobrar un protago­nismo que de otro modo quizás les hubiera sido escatimado, los intelec­tuales brasileños -desde los más descollantes, como aquéllos estudiadospor Moritz Schwarcz y por Rezende de Carvalho- debieron desenvolver&US actividades en el interior de marcos institucionales más sólidos yesta­bles, y en un universo social donde las normas heredadas del Antiguo Régi­men sólo se transformaban de un modo lento y -habrían dicho los defen­lOres del "poder moderador"- elegante.

Hubo también importantes parecidos de familia entre los intelectualeslusófonos y los hispanohablantes de América, comenzando por el predo­minio de un tipo específico de intervención pública: el ensayo de discu­síén política. En un universo literario donde las obras religiosas -rnísales,

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vidas de santos, manuales de devoción cristiana, etc.- seguían ocupandoun espacio muy importante en los anaqueles de las librerías, donde las obrascientíficas, aunque no del todo ausentes, tendieron a escasear antes de ladécada de 1870, donde las "bellas letras", aunque obtuvieran mayor reso­nancia pública que aquellos otros tipos de producción escrita, sólo comen­zarían a tener una presencia indisputablemente sólida luego del adveni­miento del "modernismo': el género que convocó a casi todos los letradosy publicistas del continente entre 1807 y 1880 fue el ensayo político. Casisiempre puesto en circulación en las páginas de los periódicos, antes de serreeditado bajo forma de folleto, los poetas, los médicos, los abogados, loscuras, todos ellos, si deseaban intervenir en los debates contemporáneos,debieron aplicar su pluma a la discusión política. No sólo los "especialistas"en política -Ios juristas, los políticos "prácticos" que se disputaban bancasparlamentarias y cargos de gobierno, los militares adeptos a la "carrera dela revolución"-, sino cuanto escritor que el pequeño público lector de laépoca asociaba con géneros más propiamente "literarios" como la poesía,la novela o el relato costumbrista -Fernández de Lizardi, Andrés Bello,JoséMármol, BlestGana, Machado de Assis,Justo Sierra, Melchor acampo,Mariano Otero, Guillermo Prieto, Vicente Fidel López. Juana ManuelaGorriri-. se vieron convocados a participar directamente en los debates con­cretos de su época. Ese ensayo de discusión política -género central en laproducción intelectual del siglo XIX- podía abarcar desde obras de carác­ter claramente periodístico -defensas de la actuación de gobierno del autoro del padre del autor, ataques ad hominem contra los enemigos políticos,libelos satíricos dirigidos contra grupos y partidos, reconstrucciones supues­tamente imparciales de la última guerra civil o del último golpe de Estado­hasta obras más complejas que a veces se solapaban con el naciente génerode la historia patria -las obras de Alamán y Mora, el Facundo de Sarmiento,las obras históricas de Vicuña Mackenna, de Barros Arana, de Mitre y deLópez. Um estadista do imperio, de Ioaquim Nabuco-. Fue sólo en las últi­mas décadas del siglo XIX cuando un desplazamiento desde esaposición tancentral comenzó a insinuarse: el renovado prestigio de las ciencias natura­les y exactas, movilizado por los distintos positivismos que surgieron en elcontinente, llevó a que las obras de "ciencia social" compitieran por esa cen­tralidad con aquéllas de índole más tradicionalmente política; mientras quela creciente complejización de los universos de lectura impulsados por laemergencia de un mercado editorial más sólido que antes abría espaciosa una nutrida literatura de ficción dirigida a un público lector popular, y aotros tipos de intervención en el debate político, aquéllos impulsados porlas nuevas militancias revolucionarias.

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CONCLUSIÓN

Para retomar la cuestión de las distintas figuras de intelectual que jalona­ron el desarrollo de la "ciudad letrada" latinoamericana desde la coloniahasta comienzos del siglo xx, una importante mutación se produjo en lasúltimas dos décadas del siglo XIX, que de algún modo marcó el cierre denuestro corto siglo XIX latinoamericano y el comienzo de nuestro largosiglo xx. En el marco de un espacio social para la práctica intelectual quese ampliaba hasta abarcar sectores más amplios de la sociedad -en México,en el Brasil)en la Argentina y en el resto de los países de la región- surgie­ron cuatro nuevos arquetipos del intelectual latinoamericano -perfiles deintelectual que a veces coincidían en una misma persona, pero que podíanno hacerlo-: el "cícntífíco'; el intelectual militante de la revolución social,el intelectual modernista y el escritor "popular". Apoyándose en el presti­gio que la filosofía positivista le había conferido al método científico -unprestigio que la teoría de la selección natural potenció aun más-, los inte­lectuales especializados en "ciencias de la sociedad" -la sociología de Comtey Spencer, la psiquiatría, la criminología, la medicina laboral, etc.-, pasa­ron a ocupar un lugar central en el debate público de las sociedades lati­noamericanas durante las últimas décadas del siglo XIX. Si su relacióncon los regímenes políticos que entonces detentaban el poder fue comoregla general ambivalente -Claudio Lomnitz nos recuerda en su sutil estu­dio del discurso en contra de "los científicos" del porfiriato que su rela­ción con el gobernante supremo fue bastante más compleja de lo que lapropaganda política emanada de la Revolución permitió entender-e, casitodos los grupos positivistas -en el Chile de la República Parlamentaria,en la Primera República Brasileña, en el México de Porfirio Diaz, en laVenezuela de Juan Vicente Gómez, en la Argentina del "Orden Conserva­dor"- ocuparon espacios próximos a aquéllos habitados por las élites socia­les y políticas de sus respectivos estados. Cabe subrayar, sin embargo, nosólo que esa proximidad estuvo siempre marcada por tensiones, sino quelas lecturas de sus obras que buscaran reducirlas a meras apologías de los

regímenes vigentes -como Javier Lasarte ha demostrado con precisión y

rigor en su artículo dedicado a examinar la obra más conocida de Valle­nilla Lanz, Cesarismo democrático- acabarían por distorsionar y aplanar sucontenido mucho más de lo aconsejable: aunque a veces muy sesg,adas y

muy políticamente comprometidas, las obras de los "positivistas de go­bierno" nunca dejaron de exhibir un alto grado de complejidad, ni de estarhabitadas por matices muy sutiles y apreciaciones ambivalentes de la rea­lidad que buscaban describir. Al mismo tiempo que se consolidaba la figura

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del intelectual como "científico" de la sociedad, emergía en casi todos lospaíses de la región un nuevo tipo de intelectual, cuyo lejano antecedentedebería buscarse en los carbonarios y mazzínianos exiliados a la regiónen las décadas de 1820 y 1830: el intelectual militante de la revolución social.Con la aparición de los primeros núcleos de la "Asociación Internacionalde los Trabajadores" en Buenos Aires, en México, en Río, a partir de la dé­cada de 1870, cenáculos y pequeños grupos anarquistas y marxistas comen­zaron a intervenir en el debate público con periódicos y panfletos. Diri­giéndose explícitamente a los sectores de clase obrera de las sociedadeslatinoamericanas, los dirigentes de aquellas primeras organizaciones socia­listasy de círculos anarquistas -muchas vecesde un origen socialno obrero­incluyeron tanto a mujeres cuanto a hombres. En el caso de la Argentina-como ha subrayado Dora Barrancos- la militancia anarquista fue otroespacio de gran importancia para la mujer intelectual. Devotos del libro-como ha subrayado Régis Debray en un artículo reciente, "Socialismand Print", publicado en la New Left Review 46, de julio-agosto del 2007-,

los miembros de las militancias articuladas en torno de la revolución social,y que en el caso del socialismo marxista pronto comenzarían a contar conpartidos políticos propios -el primero de ellos en América Latina, el Par­tido Socialista de la Argentina, fue fundado por Juan B. Justo en 1896-,

estuvieron siempre compenetrados con las tareas-que tradicionalmentese han asociado con el ejercicio de la función intelectual: la publicaciónde periódicos y libros a favor de su causa, la organización de centros deestudio y de adoctrinamiento, la intervención en los debates públicos nacio­nales con posiciones precisas ya veces contundentes.

Frente a los ambiguos encantos de la ciencia y de la revolución social,el intelectual modernista de Hispanoamérica (que en el caso brasileñocorrespondería a los simbolistas y parnasianos de las últimas décadas delsiglo XIX) invocó el placer de la literatura entendida como un fin en símisma. Nunca del todo desentendido de la realidad social y política quelo rodeaba -como han sostenido sus impugnadores-, la práctica de laliteratura, y sobre todo de la poesía, era representada como una tarea queexigía saberes especializados y el dominio de técnicas que no estaban alalcance de todos. La literatura, en vez de ser un simple pasatiempo -comosurge de tantos "álbumes de poesías" de señoritas románticas de México,de la Argentina, del Brasil-, era defendida como una práctica noble y exi­gente: tan noble y tan exigente que requería cierta autonomía frente a laspresiones políticas y sociales diarias que asolaban a las naciones latinoa­mericanas. (Que ello no implicaba un "apoliticismo" ha sido enfatizadopor Susana Zanetti en su artículo sobre Rubén Darto.) Si el "modernista"

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se dirigía de preferencia a élites letradas cuyo refinamiento literario les per­mitiría captar la perfección estética de su obra, otra figura consagrada a laliteratura como vocación profesional también surgía en las últimas déca­das del siglo XIX: el escritor de literatura "popular': Siel argentino EduardoGutiérrez con su serie de novelas sobre "gauchos malos" -como JuanMoreira- pudo lanzar, gracias a la popularidad de su obra, toda una indus­tria de "pulp fiction" gauchesca, fenómenos semejantes aparecían casi almismo tiempo en México, en partes del Brasil, en Chile, y en otros paísesde la región. Al igual que el militante de la revolución social, el escritor defolletines producidos en serie industrial, aunque presente ya en la esferapública de las naciones latinoamericanas del siglo XIX, era más un indiciode las transformaciones que la industria cultural y los medios masivos decomunicación operarían en el transcurso del siglo xx, que un auténticorepresentante de la práctica intelectual más típica del siglo XIX: es decir,mientras que antes de 1900 no pudo sino ser una anomalía, luego de esafecha se convertiría -lenta pero tenazmente- en la norma.

Todas estas figuras nuevas, que representaban los modos cada vez másdiversos con que se podía encarar la tarea intelectual, y que emergieronen los umbrales del siglo xx, se inscribían sin embargo dentro de unahistoria previa: una historia de larga duración. Es a la luz de esta historiaplurisecular que aparece con gran nitidez la especificidad de la intelli­

gentsia latinoamericana. En muchos aspectos parecida a la intelectuali­dad francesa -cuyos representantes más destacados operaron, qué dudacabe, como modelos y arquetipos para los escritores latinoamericanosdurante gran parte del siglo XIX- el universo social conformado por losescritores y los publicistas latinoamericanos era sin embargo también dis­tinto. Enmarcados en un contexto social, cultural y político muy alejadodel francés (o del europeo o norteamericano en general), los intelectua­les del continente, aun cuando creían estar imitando un modelo galo oeuropeo, no podían sino adaptar y transformar en su propio accionar aaquella figura modélica. La relación que mantenían con su sociedad, conlos poderes institucionales y fácticos que se desarrollaron en la regióndesde la conquista hasta la Revolución Mexicana, con sus propios pares,respondía a presiones y exigenciassurgidas del propio medio en que debíanactuar, y a cuyas reglas y expectativas debían adaptar su discurso y suacción. Este volumen, sin pretender agotar todos los posibles enfoques ytemas que podrían estar presentes en una historia de los intelectuales lati­noamericanos, propone, por ende, una serie de momentos, de figuras y

de problemas que analizan la historia específica, contextualizada, de losIntelectuales latinoamericanos. Atentos a la especificidad de cada época

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y de cada país, los artículos que lo integran han buscado ofrecer un pano­rama general de lo que ha sido la identidad y la función de los intelec­tuales en América Latina durante sus cuatro primeros siglos de historia.Si no todos los países ni tampoco todas las figuras descollantes han halladoalbergue en sus páginas, ello se debe al hecho de que ésta es una obra queha buscado abrir un campo, indicar interrogantes, plantear hipótesisque sirvan para orientar investigaciones futuras. La historia intelectualdel continente latinoamericano recién comienza, y este libro es un mues­trario de sus primeros frutos. Dar un comienzo no es poco.

The Cloisters, 2008

1El letrado colonial

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Gente de saber en losvirreinatos de Hispanoamérica(siglos XVI a XVIII)

Óscar Mazín

Los intelectuales no existieron como tales en los virreinatos de la NuevaEspaña y del Perú. A partir del célebre caso Dreyfus (¡894), que diera a lapalabra su sentido actual, nuestra noción del intelectual supone la posi­bilidad de hacer la crítica del Estado-nación de manera independiente.Ahora bien, esta última entidad tampoco se dio en las llamadas Indias occi­dentales entre los siglos XVI y XVIII. Nuestro enfoque debe, por lo tanto,prescindir de la consideración del origen y la consolidación del Estado ensu progreso lento pero inexorable. Recordemos que en aquellos siglos elpoder político no constituía una esfera pública distinta de una sociedadformada por cuerpos. Por el contrario, se hallaba siempre disperso y lajurisdicción del rey concurría con las de otras instancias de autoridad.Por lo tanto, es impensable entender la "posición intelectual" de aquelentonces sin una cosmovisión en la que intervenga un conjunto muy ampliode conocimientos, de ideas y creencias.

La extrema parcelación del conocimiento prevaleciente en nuestros díastampoco nos sirve para entender a sus exponentes de hace cuatro o cincosiglos. Esa fragmentación minimiza, y aun falsea, un ambiente otroraconvencido de la unidad del saber y de la pluralidad de las lenguas y de las"artes" que lo expresaban con orden, razón y concierto. De acuerdo conuna tradición ininterrumpida y sin solución de continuidad entre la Penín­lula Ibérica y las Indias occidentales, desde muy antiguo se escogió en laprimera el modelo ideal de la "escuela de Atenas" y se reclamó para las.egundas su adscripción legítima a "las costumbres de España". Este solobecho es testimonio de movilidad y de contactos muy estrechos a lo largoCe siglos con el resto de la cuenca mediterránea, es decir con Grecia, conaizancio. incluso con el Oriente y con el norte de África. La imagen deIquella "escuela" no correspondió a la filosofía, sino al conjunto de las artestiberales cuyo conocimiento llevaba a una cosmología centrada en el horn-

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bre y su universo. No había, pues, separación de saberes, aunque sí unacierta especialización: un médico era al mismo tiempo gramático y filó­sofo natural; un jurista habría estudiado filosofía y teología e incluso mate­máticas; un matemático conocería la astrología, la música y la filosofía.Pensamiento jurídico, filosófico y científico fueron, pues, las diversas face­tas de un mismo saber (Rucquoi, 1998: 246). Nuestro propósito es trazaraquí las líneas maestras de esesaber en la Nueva España y en el Perú, echandouna mirada comprensiva a los personajes que lo profesaron de manerasobresaliente. A falta entonces de "intelectuales", nos parece que "gente desaber" es un término justo, pues aun cuando la voz "letrado" designó enlos siglos XVI y XVII a aquellos que ejercían las letras, ella acabó aplican­dose con prioridad a los juristas abogados.

Es preciso añadir que la tradición del saber de origen mediterráneoantes evocada fue indisociable de una profunda convicción docente quehizo de la enseñanza una práctica medular. Convencidos de que "la igno­rancia es madre de todos los errores", y por lo tanto de que el saber es undeber, los reyes hispánicos adoptaron las divisas de rex magistery de rexsapiens. La permanencia de las escuelas palatinas y el papel fundamentaldesempeñado durante siglos por la corte en la vida cultural -recorde­mos elreinado epónimo de Alfonso X elSabio, entre 1252y 1284, o la biblio­teca del Escorial de Felipe II, cuyo reinado se extendió de 1556 a 1598- ates­tiguan que aquéllas no fueron meras invocaciones o un simple deseopiadoso. Soberanos y grupos dirigentes favorecieron el conocimiento yla enseñanza: de las grandes figuras de "hombres doctos" de la Hispaniavisigótica a las "escuelas" de traductores de los siglos XII y XlII; de la crea­ción de las universidades a las disputas jurídico-teológicas en torno de lajusticia de la guerra; de las grandes compilaciones legislativas del siglo XIII

a la Recopilación de leyes de Indias; de los cosmógrafos, los humanistas ylos letrados de los siglos xv y XVI a los polígrafos y los biblíógrafos del sa­ber americano del siglo XVIII.

Reiteremos. Sin solución de continuidad respecto de la Península, lasIndias de Castilla fueron un terreno no menos fértil para la expresión deesa honda vocación por el saber y la enseñanza. Díganlo, si no, la contro­versia sobre la legitimidad de la conquista y la naturaleza de los indios, laavidez de los frailes de conocer la religión y las costumbres de las socieda­des autóctonas o la práctica del rey de España de conocer para gobernar,es decir, de "disponer de una información segura y detallada de las cosas delas Indias". Díganlo, en fin, los colegios primitivos y la fundación tempranade universidades en México y Lima (1551-1553); las enseñanzas de los jesuitasexpulsas o incluso de los funcionarios de la primera mitad del siglo XIX,

GENTE DE SABER EN lOS VIRREINATOS DE HISPANOAMÉRICA I 55

necesitados del conocimiento de las prácticas jurídicas, administrativas ycontables "coloniales".

La continuidad de la vocación por el saber y la enseñanza es aun másmanifiesta si consideramos que la vida de muchos de sus exponentes enla Nueva España y en el Perú transcurrió en ambas orillas del Atlántico.Sus orígenes, sus travesías de ida y vuelta, sus impresores, sus lenguas, losgéneros literarios de que echaron mano, sus redes, en fin, sus conoci­mientas, son representativos de una civilización inserta en el marco de unaentidad geopolítica a escala planetaria, la entonces llamada "monarquíaespañola". En consecuencia, el desempeño de los autores, pero también susobras, cobran sentido en el contexto de la movilidad, de la circulación, locual excluye definitivamente de nuestro enfoque las historias nacionalespor resultar, además de anacrónicas, estrechas. En la Península Ibérica losdesplazamientos repetidos a lo largo de siglos acostumbraron a las perso­nas a concebir un mundo cuyos horizontes fueron siempre más vastos quelos de su terruño. De ahí la importancia esencial de los lazos de parentescoen eldesplazamiento de los hombres en dirección a ultramar y de regreso,o bien dentro del Nuevo Mundo. Recordemos la trayectoria de cronistascorno el inca Garcilaso, el dramaturgo Juan Ruiz de Alarcón o juristas cornoAntonio de León Pinelo y Juan de Solórzano Pereyra; pero también la degente que viajó del virreinato septentrional al meridional o a la inversa,como el padre jesuita José de Acosta, eloidor Valdés de Cárcamo, el arqui­tecto Francisco Becerra, que trabajó en la fábrica de las catedrales de Pue­bla de los Ángeles y del Cuzco, o bien el barón de van Humboldt.

Por otra parte, el modelo familiar, empleado tradicionalmente comometáfora de la relación que unía al rey con sus vasallos, tomó todo su sen­tido en las sociedades de las Indias. Se pensó y se enseñó a pensar a la fami­lia, tanto la nuclear como la extensa, como un todo solidario represen­tado por el apellido. La presencia en ella de muchos menores acentuó laimportancia de la educación básica impartida en casa por padres, abue­los, tías y nodrizas durante los años primeros de la vida. Por lo demás, afalta de un verdadero poder central, en las Indias los hombres se halla­ron abandonados a ellos mismos. Por lo tanto, las relaciones con indivi­duos de prestigio y poder fueron casi la única vía de acceso a funciones,cargos y distinciones, y de ahí la importancia de las clientelas y del patro­cinio que en su seno hallaron autores, docentes y artistas. La corte deMéxico, por ejemplo, resultó primordial para la obra de sor Juana Inésde la Cruz, quien se benefició del amparo y la protección de la virreina.Pero también resultó decisiva la correspondencia entre grupos anima­dospor el saber en diferentes regiones.

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En una monarquía de escala planetaria, gobernada por escrito y a dis­tancia, es preciso considerar que las ideas, los textos y los objetos circula­ron rápidamente a través de territorios tan diversos como los Países Bajos,Italia o el Extremo Oriente. En 1556, menos de veinte años después dehaberse introducido la imprenta en la capital de la Nueva España, las pren­sas del colegio jesuita de Goa publicaron su primera obra, las Conclusio­nes philosophicas. El 12 de julio de 1605, seis meses después de su apari­ción, 262 ejemplares del Quijote zarparon de los muelles de Sevilla a bordodel Espíritu Santo para llegar a Veracruz tres meses más tarde. Ninguna otraciudad de las Indias acogió en el siglo XVII a tantos escultores y pintores

sevillanos como Lima (Mazfn, 2007).No obstante, los cambios de orientación introducidos al filo del tiempo,

las líneas maestras aquí trazadas se hacen eco de un sistema fincado en siete"artes" liberales; tres orientadas al lenguaje y cuatro a la naturaleza. Imbui­dos de las estructuras y los supuestos de esa tradición milenaria, traduc­tores, gramáticos, juristas, astrónomos, matemáticos, músicos, cronistasy poetas vertieron el néctar de las civilizaciones autóctonas en los odres delsaber antiguo. Y es que los virreinatos americanos no fueron menos tri­butarios de la vocación del saber y la enseñanza de cuño mediterráneo, quedel estímulo ejercido por el Nuevo Mundo y sus indios sobre la imagina­ción y la creatividad, principal incentivo para el surgimiento de un pen­

samiento original.El encuentro con otras lenguas y horizontes no era inédito, contaba en

la Península Ibérica con un haber de siglos de contactos con el árabe y elhebreo. Así, la necesidad de traducir y de comprender nuevas realidadesen las Indias hizo que la gramática, primera de aquellas "artes", desembo­cara en la "ciencia del bien decir" o retórica, antes que en una dialécticade índole puramente especulativa asimilada a la lógica. Según veremos, elraciocinio seencaminó más bien a la filosofía natural y a las teologías moraly positiva. Se trata del celebérrimo trivium o cúmulo de disciplinas con­cebido como útil a las ciencias "civiles", o sea fundamentalmente al dere­cho, tanto el secular o "civil" como el canónico o eclesiástico heredadopor las escuelas de Roma; un saber práctico antes que especulativo que per­mitió la gobernación de los pueblos en la vida urbana. Análogamente alderecho, la medicina encontró un lugar en esa construcción, ya que elcuerpo humano era la representación del universo, el microcosmos quese integraba al macrocosmos. Este primer conjunto formó parte, pues, dela categoría de las obras didácticas específicas de lo que se conoce como la"tradición gramatical meridional" frente a las corrientes especulativas y

teóricas más características de la Europa central y del norte.

GENTE DE SABER EN lOS VIRREINATOS DE HISPANOAMÉRICA I 57

Pero si las materias del trivium debían "hacer al hombre bien razonado",las del quadrivium buscaban "hacer sabio al hombre", ya que por ellas semostraba"la natura de las cosas" y,aunque estas últimas hubiesen existidoantes de que se les diera un nombre, sólo se podía enseñar el quadriviumdespués del trivium porque "las cosas no se pueden enseñar ni aprenderde partida, sino por las voces y por los nombres que han" (Alfonso el Sabio,1930: 194)· Los saberes que permitían conocer el número y la medida delas cosas eran por lo tanto la aritmética, la música, la geometría y la astro­logía. Para este otro conjunto, el cosmos era una obra de arte preñada demisterios: enlaces ocultos, tramas invisibles de los fenómenos, relacionesnuméricas que explicaban su armonía. Así, la geografía, la náutica, la cro­nometría, la astronomía y las matemáticas coadyuvaron a determinar yexplicar la naturaleza y las dimensiones del Nuevo Mundo.

Laempresa consistente en construir reinos cristianos semejantes a los dela Península Ibérica fue determinante para que durante siglos prevalecieraen las Indias ese sistema de conocimiento y de enseñanza fincado en las"artes". Como lo muestra el método prescriptivo de los colegios jesuitasconocido como ratio studiorum (su versión definitiva data de 1599), esesistema incorporó igualmente el conjunto de las "humanidades" (studiahumanitatis) mediante el cual disciplinas como la poética, la filosofía moral,la pedagogía, la historia, la geografía. las matemáticas y la física fueron rei­vindicando cierta autonomía frente a los antiguos trivium y quadrivium.Algo semejante ocurrió en el terreno de las artes mecánicas conforme losartistas plásticos reclamaron un estatuto que diferenciara y enalteciera nosólo sus oficios, sino su enseñanza en "academias" (Iacobs, 2002).

Por otra parte, la historia del saber en las Indias no puede desvincu­larse de su red de ciudades, la más grande de la monarquía española, sólocomparable a la del imperio romano del siglo 11.Para el año 1580 el númerode fundaciones urbanas en las Indias llegaba al medio millar. Esa red requi­rió de unas mismas estructuras jurídicas y de gobierno, es decir de un

aparato administrativo que uniera los territorios entre sí (Calvo, 1999).Lasdisciplinas asociadas al derecho tuvieron, por lo tanto, una importancia

radical. Lo mismo se puede decir de aquellas vinculadas a la lengua sipensamos en el afán de cristianización en el seno de sociedades multirra­ciales producto de las corrientes migratorias, del mestizaje y de la inte­Bración cultural. Por eso el derecho, la lengua y la religión se identifica­ron entre sí,ysiguieron una misma evolución. Lacristianización no supusoen una primera época el aprendizaje del españolo del portugués sino porparte de las élites. Así, las lenguas autóctonas subsistieron, llegaron a escri­birse y aun a enseñarse como lenguas de cultura. El sermón, clave de lec-

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tura moral y de buen uso de la lengua, arma persuasiva y disuasiva porexcelencia, consagró su celebridad en las Indias.

Relatar y conservar los hechos consumados en el Nuevo Mundo e inda­gar la historia y las costumbres de los indios, previa a su cristianización,hizo de las crónicas y de las descripciones de índole etnográfica una nece­sidad esencial. Los viajes de descubrimiento y de conquista dieron lugar ala escritura de epopeyas, aunque también, según veremos, fueron nume­rosos los certámenes poéticos y las obras líricas en que autores diversosreflejaron las tensiones y las aspiraciones de las nuevas generaciones delos criollos, los "españoles de ultramar".

Disponer de información segura y detallada sobre las cosas de las Indiaspropició todo tipo de empresas científicas y tecnológicas, de encuestas yexploraciones durante las cuales geógrafos, astrónomos, botánicos, natu­ralistas y geólogos elaboraron por todas partes inventarios sistemáticos,según tendremos ocasión de ver de manera concreta en las páginas quesiguen. Por otra parte, al ser la implantación del cristianismo el principalcontenido del arte en las Indias occidentales, no se pudo prescindir de laenseñanza del sistema de códigos visuales y auditivos desarrollado durantesiglos en Europa: la representación de la figura humana, las convencionespara la construcción de espacios mediante la perspectiva, la utilización dela luz, el conocimiento de la técnica y la función del color, las tradicionesgestuales, el canto llano y la polifonía.

Las Indias no fueron ajenas a esas otras corrientes científicas moder­nas atentas a la regularidad y la recurrencia de fenómenos del mundo físicomediante la formulación de leyes. Ellas penetraron en ambos virreinatosal menos desde el primer tercio del siglo XVII. Sin embargo, los discípulosy los seguidores de Copérnico, de Galileo, de Descartes y de Newton des­collaron de manera más decisivaa partir de la segunda mitad del siglo XVIII.

Con todo, ninguna de aquellas corrientes logró imponerse a la antigua tra­dición del saber y la enseñanza de raigambre mediterránea. Explica segu­ramente ese desfase el arraigo poderoso de dicha tradición en la formaciónde las sociedades hispanoamericanas, y no un simplista "atraso" de losvirreinatos españoles de América respecto de los paradigmas científicoseuropeos de índole mecanicista. Lainmensidad humana y físicadel NuevoMundo presentó un enorme desafío a la empresa de cristianización, pobla­miento y gobernación. Tal reto exigió respuestas "sintetizadoras" dotadasde estabilidad y de permanencia con que abarcar la diversidad autóctonay asumir las expresiones hispánicas nuevas tanto en Mesoamérica comoen los Andes. Cuando a mediados del siglo XVIII el jesuita Francisco JavierClavijero (I737-1787) decidió soslayar los nuevos esquemas de clasificación

GENTE DE SABER EN lOS VIRREINATOS OE HISPANOAMtRICA I 59

propuestos por sabios europeos contemporáneos, como Carlos Linneo,esgrimió que los de tipo tradicional eran "más acomodados a la inteli­gencia de toda clase de personas" (Trabulse, 1994).

SABER Y LENGUAJE

Lenguas y géneros literarios

Lengua culta heredera de siglos de contactos con diferentes pueblos yreligiones, el español entró en su fase de apogeo a partir de la fundaciónde los reinos de las Indias. En ellos convivió con el portugués y con muynumerosas lenguas autóctonas. 1492, el mismo año del descubrimientode América, fue el de la aparición de la Gramática de la lengua española, laprimera de su género en Europa. Su autor, Elio Antonio de Nebrija (1444­1522), escribió en su prólogo que la lengua era la compañera del impe­rio. Pronosticó así su vigorosa expansión y su encuentro con otras len­guas hasta nuestros días. Pero aun si el español y el portugués fueron laslenguas oficiales de los reinos, bien lejos estuvieron de suplantar a las len­guas indias que, según vimos, llegaron a escribirse y a enseñarse en lasuniversidades. La cristianización de los indios, análoga a su hispaniza­ción, no supuso en una primera época el aprendizaje del español sinopor parte de las élites. En cambio hay que subrayar que la evangeliza­ción no se dio sin un esfuerzo de traducción. El núcleo de esa empresafue la adopción de la lengua latina, lo cual constituyó una revolución téc­

nicay epistemológica. Gracias al latín, el clero procedente de la Penín­sula y las élites autóctonas aprendieron a escribir las lenguas del NuevoMundo, que hasta entonces no poseían sino una escritura ideográfica. Laescritura del náhuatl y de otras lenguas meso americanas en caracteresalfabéticos permitió la redacción en ellas de textos literarios y de docu­mentos numerosos. La situación en la Nueva España fue diferente al Perúpor elhecho de que los aztecas o mexicas no habían impuesto el náhuatl,sino admitido y conservado la utilización de lenguas complejas como elmaya y sus variantes, así como el zapoteca, el mixteco, el tarasco y elotomí. Los incas, en cambio, privilegiaron el quechua y el aimara en detri­mento de lenguas secundarias con tal de consolidar la unidad de su impe­rio. La Gramática o arte de la lengua general del Perú (Valladolid, 1560),

del dominico fray Domingo de Santo Tomás (1499-1570), es el primercompendio de filología y al mismo tiempo el primer diccionario dedi­cado al estudio del quechua.

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60 I HISTORIA DE lOS INTELECTUALES EN AMÉRICA lATINA

¿Cómo conservar memoria de lo que se esfuma cada día cuando los ante­

pasados no dejaron en los Andes nada comparado a los códices y las pintu­ras de los indios de la Nueva España? Dos fueron los objetivos del género

conocido con elnombre más bien vago de "crónicas": primero relatar y con­

servar los hechos. Enseguida indagar las costumbres de las poblacionesautóctonas. Durante mucho tiempo, tales escritos fueron el único medio

para dar a conocer las Indias al Viejo Mundo. Constituyeron, pues, un pri­mer puente entre ambas orillas del Atlántico. Mediado por las convencio­

nes de la transmisión oral, es decir retóricas, el género evolucionó rápida­

mente hacia formas más elaboradas, sobre todo la historia puesto que ella

fue desde antiguo uno de los temas favoritos de los españoles en la Penín­

sula Ibérica. Entre sus autores figuran los mismos conquistadores; tanto

los grandes jefes como Hernán Cortés (ca. 1485-1547), como los soldadosmiembros de las expediciones. Al día siguiente de la derrota de Gonzalo

Pizarro (1511-1548) en el Perú, elInca sostuvo una larga entrevista con Pedro

Cieza de León (1520-1554), un soldado español apasionado por las cosas anti­

guas que participó en la fundación de ciudades del Nuevo Reino de Gra­

nada como Cartagena y Antioquia (actual Colombia). Cieza viajó despuésal Cuzco en busca de información para su Crónica del Perú, que empezó a

escribir en 1541. Se trata de una especie de recorrido geográfico, etnográ­fico e histórico que describe las costumbres y elmodo de vida de los indios.

Su segunda parte rastrea la historia y la genealogía de los soberanos incas y

relata la conquista del Perú y las guerras sucesivas entre los conquistadores.

Describir las "recitaciones" de los ancianos y los sabios del Cuzco o deMéxico- Tenochtitlán y sus respectivas provincias como "cantares, villanci­

cos y romances" equivalía a atribuir a esos textos el carácter explícito de

narraciones históricas. Religiosos como fray Bernardino de Sahagún (ca.1500-1590) aplicaron encuestas a los indios ancianos de México a efecto de

recuperar el conocimiento de todos los aspectos de la civilización prehis­pénica, de todas las "Cosas de la Nueva España". Desde su travesía sobre el

Atlántico, fray Bernardino había emprendido estudios de náhuatl graciasa los príncipes aztecas que Cortés había enviado a España y que regresa­

ban a México en el mismo barco que elfranciscano. Durante los casi treinta

años que duró esa gigantesca tarea, se habló en torno de ese fraile latín, espa­ñol, náhuatl, otomí; se desplegaron pencas de agave cubiertas de signos mul­

ticolores; los jóvenes indios letrados corrigieron los manuscritos que habían

comenzado a elaborarse años atrás. El Códice florentinoy la Historia de lascosas de Nueva España son una enciclopedia del mundo prehispánico,

Desde fines del siglo XVI hicieron su aparición autores nacidos en las

Indias como el célebre mestizo del Cuzco, Garcilaso de la Vega (1539~1616),

GENTE Dt SABER EN LOS VIRREINATOS DE HISPANOAMÉRICA I 61

hijo de un conquistador y de una princesa india. Sus Comentarios realesde los Incas (1609) y su Historiadel Perú (1617) lo consagran como el gran

historiador de los Andes. Los primeros mitifican el pasado prehispánico.

Al mismo tiempo, y bajo una mirada providencial ya cristiana, en la segunda

el autor exalta la implantación europea. Los jesuitas y Garcilaso constru­

yeron una imagen del imperio incaico antiguo inspirado en el modelo dela Roma clásica, que proporcionó un marco o contexto explicativo a los

estudiosos de la cultura, la historia y la política. Subyacía a tal actitud no

sólo la continuidad de la tradición mediterránea del saber y la enseñanza,

sino el reconocimiento del imperio como una forma distinta y legítima

de gobierno para las Indias.Tanto entre los autores peninsulares como entre los de origen ameri­

cano, la nostalgia del pasado se tiñó de una reflexión sobre la escritura,"maestra de la vida, luz de la verdad" y sobre la perennidad del recuerdo.

"Mi pluma, escrihió Cieza, no tiene la soltura ni la belleza de los bachille­

res y letrados españoles, pero está impregnada de la verdad" (Bernand y

Gruzinski, 1993). Digamos de paso que la distinción entre lo "sabio" y lo

"popular" no funciona para gran parte de los siglos de los virreinatos, pues

presupone que quienes se adscriben a lo primero han estudiado, mien­

tras que los "populares" no tuvieron nada que ver con la cultura. El estado

de la enseñanza y el número de aquellos que tuvieron acceso a ella en lossiglos XIX y XX no nos pueden servir de referencia, por mucho que sigamos

bajo la influencia de un positivismo que quiere que la cultura haya sido elprivilegio de unos cuantos para luego, a lo largo de la historia, haber sido

progresivamente arrancada por las "clases populares".

Las indagaciones, las idas y venidas del cronista mestizo Fernando de Alva

Ixtlilxóchitl (1578~1650) por las comarcas de la cuenca de México revelan laexistencia de verdaderas redes de letrados indios que mantuvieron el recuerdo

de las cosas de antaño hasta los albores del siglo XVII. Esos sabios recogían

las tradiciones orales, coleccionaban las pinturas o redactaban en españolo

en náhuatlla narración "de las grandes cosas acontecidas en estas tierras".

A esta memoria fija la acompañó una memoria viviente: a saber, unos ana­

les ya de la época virreina! inscritos en la perspectiva mundial de la monar­

quía católica. Fueron redactados por indios como elseñor chalea DomingoChimalpahin (r579~166o).El mundo de este autor consta de cuatro partes

con una capital mundial, Roma, y un señor universal, el rey de España.

Tales textos circularon y los"principados" indios los transcribieron haciendo

deellos una fuente de inspiración para las generaciones por venir.Inspirados a menudo en el romance, forma métrica castellana en ver­

lOS octosílabos, los viajes de descubrimiento y las conquistas suscitaron la

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62 I HISTORIA DE LOS INIELECTUAlES EN AM~RI(A LATINA

escritura de epopeyas. Sus autores tuvieron la impresión de ser los conti­nuadores de las tradiciones peninsulares que, como el Poema de Mío Cid,cantaron las glorias de la antigüedad y la "reconquista". La más célebre es

La Araucana, de Alonso de Ercilla (1533-1.594), cuya primera parte vio laluz en 1569· Nacida de la resistencia india a la penetración española en Chile,describe minuciosamente los hechos y lasgestasde héroes españoles e indios.Esta obra, que ubica al lector en esa frontera del imperio, dio lugar a un sub­género, elde las guerras de Arauco, que contó con numerosos émulos.

En tanto género literario, laevolución del sermón corrió pareja en el Perúa la campaña de homogeneización lingüística. La publicación de piezasoratorias se vio nutrida por la de diccionarios y gramáticas. Sus conteni­dos sirvieron de base no sólo para la transmisión ora] de la cultura cris­tiana. Los sermones fueron igualmente esenciales para la alfabetizacióny su dominio se convirtió en un símbolo de prestigio en las ciudades. Lasgrandes piezas retóricas eran escuchadas en las catedrales y en las gran­des parroquias; en palacio, en las iglesias del clero regular y en los claus­

tros universitarios. El período 1550-1700, ° de esplendor de las letras his­pánicas, correspondió a una predicación rica en conceptos que buscódespertar la sensibilidad y la imaginación del auditorio; de la gente sen­cilla tanto como de los letrados y de los artistas. Gracias a los sermones ypregones, la población iletrada no quedó al margen de la educación. Sehallaba expuesta a la lectura en voz alta, práctica de uso común en los bar­cos, posadas, plazas, iglesias y traspatios de las casas, lo que ayudaba aasimilar ideas y a transmitirlas. Miguel Sánchez (1.594-1674), Antonio deAlderete (su obra se conoció alrededor de 1650) y Pablo Salceda (1622­

1688) fueron predicadores célebres del siglo XVII que arrobaron a las mul­titudes en la Nueva España. Juan de Espinosa Medrana (1632-1688), apo­dado el "Lunarejo"; fue el más grande predicador del Perú. A propósitode la utilización de las lenguas y literaturas griega y latina en la oratoriasagrada, Espinosa gustaba decir: "con las humanidades no probamos nada,aunque explicamos mucho". La evolución del género desembocaría en eldiscurso cívico del siglo XIX.

Fueron numerosos los certámenes poéticos, sobre todo en ocasión defiestas y ceremonias donde la agudeza y el concepto se ponderaban comolos máximos valores de un escrito. Tres poetas peninsulares, dos de los cua­les viajaron a las Indias, se hallan entre los principales inspiradores de talesjustas: Garcilaso de la Vega (1501-1536, quien no cruzó elAtlántico), Gutie­rre de Cetina (1520-1557?) y Juan de la Cueva (1550?-1609). Diversos auto­res reflejaron en sus obras líricas las tensiones y los afanes de las nuevasgeneraciones criollas. Los hijos de españoles nacidos en América, como

GENTE DE SABER EN LOS VIRREINATOS DE HISPANOAMÉRICA I 63

Bernardo de Balbuena (1562-1627), mostraron desde niños gran facilidadpara la composición de versos. Su Grandeza Mexicana (México, 1604)

destila el elogio entusiasta jamás dirigido a la capital de la Nueva España.Fue después de 1650, bajo e! signo de! barroco, que la poesía lírica dio enlas Indias sus mejores frutos. En ella los temas religiosos se mezclan conel sentimiento amoroso con frecuencia llevado a la hipérbole; el elogio ala retórica participa de los juegos del espíritu y del malabarismo verbal.Juan del Valle Caviedes (1652-1697), calificado a menudo de "Quevedoperuano", fue considerado elmejor escritor satírico de Lima. Sor Juana Inésde la Cruz (1648-1695), religiosa de la orden de San Jerónimo llamada el"Fénix mexicano", logró expresar su espíritu profano y su pasión por elsaber. Lo hizo desde una celda conventual seguramente de dimensionesgenerosas, ya que contó con una biblioteca de cinco mil volúmenes ade­más de instrumentos astronómicos y musicales. Su obra es muy variada:numerosos poemas de circunstancia pero también de amor, sobre todosonetos, y un extenso poema filosófico, Primero sueño, intento de pene­trar los arcanos del mundo mediante la intuición poética. Sor Juana escri­bió igualmente piezas de teatro sacro y profano.

Una de las primeras formas dramáticas fueron los autos sacramenta­les, representaciones de los misterios de la fe adaptados como instrumen­tos de evangelización en los claustros y en los atrios. El teatro, sin duda elmás célebre de los géneros del Siglo de Oro, se halló bastante extendido enlas Indias. Era elvehículo que expresaba la actualidad bajo diferentes apa­riencias imaginadas por la creatividad de los dramaturgos. Sin embargo,los autores prefirieron las representaciones que acompañaban los grandesacontecimientos, sacros o profanos, como el Corpus Christi y aquellas otrasfunciones concebidas para un público más reducido, los virreyes y su corteen palacio o los religiosos en sus conventos. Las piezas edificantes como Lavida y milagros de Santa Rosa del Perú, de Agustín Mareta y Cavana (1618­

1669), alternaron con sainetes populares como La Clementina del penin­sular Ramón de la Cruz (1731-1794). El arte dramático fue no sólo repre­sentado, sino también muy leído. Incluso se escribieron tratados o "artes"para la elaboración de comedias. Los textos se popularizaron no obstantela censura eclesiástica. Tres son los dramaturgos hispanoamericanos másrepresentativos: el "mexicano" Juan Ruiz de Alarcón (1581-ca. 1639), cuyaVerdad sospechosa inspiró el Menteur a Pierre Corneille; la ya mencionadasor Juana Inés de laCruz, cuyascomedias como Los empeños deuna casa sus­citaron enérgicas reacciones del arzobispo de México, y Pedro de Peralta yBarnuevo (1669-1747), cortesano peruano fiel a la estética de la comediamitológica de escenografía compleja.

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64 I ~ISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA

ElderechoToda la organización social y política de las Indias se fincó sobre un ordennormativo y jurisdiccional sofisticado. El rey de España heredaba unatradición mediterránea que durante siglosvinculó el poder a un saber esen­cialmente jurídico en el que confluían tanto la potestad espiritual comola temporal. La justicia fue, de hecho, el principal atributo de la realeza.Dictar leyes y hacerlas respetar a dos mil leguas allende los mares consti­tuyó un reto. Los ibéricos en uno y otro lado del Atlántico fueron los úni­cos en haber confrontado una empresa de tal envergadura. Diversas auto­ridades hacían las leyes en nombre del rey: las audiencias o los tribunalessuperiores, el virrey y los obispos reunidos en concilio a convocatoria delsoberano, en el nivel local; el Consejo de Indias como instancia supremade gobierno y de justicia en la corte del monarca.

La Facultad de Derecho, con cinco años de duración, estructuraba elpensamiento según las grandes tradiciones culturales del Occidente:Sagradas Escrituras, Padres de la Iglesia, concilios, derecho civil con susdos grandes núcleos (romano y justinianeo), derecho real, jurispruden­cia y sobre todo el derecho eclesiástico o canónico en su apogeo medie­val. Tanto en los claustros universitarios como en las bibliotecas, fue elderecho el saber predominante.

Desde los primeros tiempos, la legislaciónindiana tuvo una fuerte dimen­sión judicial y contenciosa en razón de las denuncias relacionadas con laspoblaciones autóctonas. La explotación de estas últimas fue denunciadadesde 1511 especialmente por los religiosos. Se suscitó así una larga con­troversia en ambos lados del Atlántico de la que fray Bartolomé de LasCasas(1474-1566) fue la figura sobresaliente. ¿Era legítima la conquista? ¿Con qué

derecho ejercía la Corona su dominio sobre el Nuevo Mundo? ¿Cuáleseran en consecuencia los límites y los fines de la empresa? Durante másde medio siglo, el debate alimentó la elaboración de un derecho especí­fico para las Indias. Merecen mención aparte las Leyes Nuevas de 1542-1543promulgadas por Carlos Va instancias de LasCasasy de los teólogos tomis­tas de Salamanca como Francisco de Vitoria (14S3?-1546), que preveían,con la prohibición de la esclavitud de los indios, la supresión progresiva

de las encomiendas.Marcados por el peso de su expresión oral, es decir retórica, los textos

referentes a la controversia sobre la legitimidad de la conquista surgieronen los claustros de las universidades de México y de Lima, de Salamancao de Valladolid de Castilla. Ante todo, dichos escritos echaron los cimien­tos para diferentes proyectos de acción concreta. Los indios, en principioconcebidos con la ayuda de nociones instrumentales preestablecidas tales

GENTE DE SABER EN LOS VIRREINATOS DE HISPANOAMÉRICA I 65

como el concepto medieval de guerra justa o el de infidelidad, contribu­yeron a modificar esas percepciones hasta el punto de dar origen a lasprimeras normas del derecho internacional. De manera paralela, aqueldebate permitió reafirmar el principio cristiano de la unidad del génerohumano. Labula Sublimis Deusde 1537, dedicada a los indios del Nuevo Mun­

do, extendió sus términos a todos los pueblos gentiles que aún quedabanpor descubrir.

Otros textos jurídicos fueron los cedularios o compilaciones de instruc­ciones, provisiones y ordenanzas reales dirigidas a todas las provincias delimperio, como la de Vascode Puga (?-1576) para la Nueva España, de 1563,o la Recopilación de lasOrdenanzasde la Audiencia de Santa Fe de Bogotáde 1573. Desde 1570 existió un proyecto para elaborar una gran recopila­ción de leyes,empresa en la que trabajaron los juristas del Consejo de In­dias. Uno de sus autores más activos fue don Juan de Solórzano Pereyra(1575-1655), antiguo oidor de la Audiencia de Lima que llegó a ser conse­jero del rey. En 1647Solórzano hizo publicar un erudito tratado, la Polí­tíca indiana, basado en textos suyos anteriores redactados en latín (DeIndíarum Jure). Organizada en seis libros, esa obra expone los principalescriterios del orden social en las Indias. Comienza por los títulos que jus­tificaron el descubrimiento y la apropiación de los territorios con el finde cristianizar a los indios; expone enseguida el principio de libertad deestos últimos y en consecuencia los límites impuestos por la legislación alos servicios personales de los naturales y a las diferentes cargas impositi­vas pagadas por ellos, sin olvidar los privilegios de los que eran beneficia­rios. Solórzano reflexionó igualmente sobre el régimen de las encomien­das, su justificación y los problemas de usufructo y sucesión que planteaban.Trató igualmente de los diferentes poderes e instituciones en las Indias:empieza por las de índole eclesiástica, destacando el patronato del rey y lajurisdicción diocesana encabezada por los obispos. El gobierno secular ocivil es objeto de la parte quinta de la obra. En ella insiste en los munici­pios, núcleo político de la nueva sociedad al que según el autor deberíaestar subordinada la gestión de los virreyes y de las audiencias. La obra secierra con el tema de la real hacienda o real fisco y las diferentes fuentesde ingreso en las Indias.

El proyecto de gran recopilación progresó finalmente entre los deceniosde 1610 y 1630. Su publicación en Madrid, sin embargo, debió esperar hastael año de 1681 bajo el titulo de Recopilación deleyes de losreinos de lasIndias.Lasdisposiciones por entonces vigentes, con menciones sumamente escue­tas de sus precedentes, fueron organizadas por libros a la manera de losgrandes cuerpos romanos de derecho como el de Teodosio y el de Iusti-

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66 I HISTORIA DE lOS INTELECTUAlES EN AMÉRICA LATINA

niano; visigóticos como el Libro de los jueces o bien como las grandescompilaciones castellanas del siglo XIII, sobre todo las SietePartidas (1272)

bajo Alfonso X el Sabio.El derecho canónico estuvo principalmente caracterizado por la publi­

cación de los concilios, cuyos contenidos privilegiaron los aspectos disci­plinares y de pastoral que requería el régimen de cristiandad de las nue­vas sociedades, antes que los de carácter dogmático y especulativo. Los másimportantes fueron los terceros concilios de Lima (1583) yde México (1585).

Filosofía y teologíaLa dialéctica, que lleva a la filosofía y a la teología, formó parte de las mate­rias del trivium en el antiguo sistema de las artes liberales. Tanto en las casasyen los colegios de formación de las órdenes religiosas como en las uni­versidades de todas las Indias se enseñaron la lógica, la filosofía natural y

la teología. Después de la gramática y la retórica venía la etapa dedicada a laformación filosófica, también conocida con el nombre de "artes", que em­pezaba por los estudios de lógica seguidos por los de física y metafísica.En lógica se analizaban las operaciones del intelecto, los conceptos univer­sales, las nociones de identidad, de género y de especie. Los textos funda­mentales fueron los de Aristóteles, expuestos o resumidos por comenta­ristas. En física los temas se agrupaban en tres libros: el que trataba de losprincipios intrínsecos de los cuerpos naturales, de su forma sustancial yde su unión en un todo; el referente a las causas externas de los cuerposnaturales y aquel que estudiaba el movimiento, la acción, el lugar, elvacíoy el infinito. De acuerdo con una tradición castellana de origen medieval,muchos profesores y autores insistieron en la filosofía natural como unintento de explicación racional de los fenómenos naturales. En ello eranherederos del saber de Tomás de Aquino y de sus discípulos. En metafísica,conocida como "filosofía ultranatural': se abordaba el ser, sus atributos, elser posible y el ser concreto, la sustancia y los accidentes, la subsistencia,los seres malos y quiméricos, los orígenes y el fin de las cosas, finalmenteel alma. No se consideraba la formación filosófica como una especialidaden sí misma, sino más bien como un ciclo propedéutico que proporcio­naba los conceptos clave para las facultades superiores como derecho,teología y medicina. Hasta ahí llegaban los estudios de muchos alumnos,razón por la cual el bachillerato en artes fue la norma.

Ahora bien, la filosofía desempeñó en los virreinatos una función anci­lar frente a la teología o estudio de la divinidad. Los cursos de esta últimareagrupaban dos ramas: la dogmática y la moral. La primera, de carácter

GENTE DE SABER EN lOS VIRREINATOS DE HISPANOAMÉRICA I 67

especulativo, consistía en una reflexión sistemática sobre la revelación cris­tiana de acuerdo con las diferentes opiniones -todas generalmente demétodo escolástico~de las principales escuelas teológicas. Llevada a susúltimas consecuencias, esta rama conducía a la pura contemplación y seapartaba de la filosofía aristotélico-tomista. AlIado de esta teología espe­culativa, que por momentos llegó a parecer demasiado intrincada, sobretodo a los filósofos naturales, terminó por prevalecer la teología positiva,que insistía en la recopilación y la crítica directa de las fuentes: SagradasEscrituras, Padres de la Iglesia, el magisterio, es decir, las enseñanzas delos obispos, la historia de la Iglesia, el derecho canónico y la filología.

El problema central del pensamiento filosófico y teológico en los virrei­natos se situó en el terreno de la conciencia, ahí donde los individuos rea­lizan juicios de tipo moral acerca de lo bueno y lo bello, de lo verdadero y

de lo justo. Su formulación principal se hizo eco de una cuestión por enton­ces relevante en el pensamiento europeo: a saber, que las realidades huma­nas se interpretaban a partir de la distinción entre naturaleza y gracia divina.Por un lado, el hombre es un ser frágil con una inclinación natural al pecado;por el otro, esta misma naturaleza le otorga el poder divino para encon­trar y seguir el camino de la salvación. Entonces, ¿cómo encontrar y jus­tificar una vía intermedia entre el poder pleno de Dios y la libertad humanaque permitiera distinguir elbien del mal? El problema contraponía en rea­lidad dos concepciones filosóficas y teológicas: una representada por sanAgustín y otra por santo Tomás de Aquino. Dicho de otra manera, el retofilosófico consistió en definir si se podía delinear una tercera vía entre posi­ciones que habían llegado a parecer irreductibles, pero que arrancaban dedos modelos perfectamente ortodoxos para la fe católica. En esta labor,los centros de enseñanza tanto de la Nueva España como del Perú juga­ron un papel determinante, en particular los de los jesuitas y los domini­cos. En consecuencia, numerosos teólogos, filósofos, juristas y predicado­res enseñaron que había un espacio que Dios había determinado mantenerlibre a fin de que el hombre pudiera ejercitar su inteligencia. Reconocidoese lugar como lo propio del ser humano, se abrió el problema de losmárgenes en los que debía desarrollarse el ejercicio libre de la inteligen­cia. Ahora bien, al reconocer al menos parcialmente el legado de la escuelaclásica de los escépticos, esta doctrina, llamada probabilismo, mantuvo elprincipio de incertidumbre para apreciar las cosas humanas y de la natu­raleza. Ella podía, por lo tanto, atentar contra las interpretaciones más radi­cales del principio de autoridad.

Las repercusiones políticas no se hicieron esperar. Las enseñanzas pro­babilísticas reforzaban las formas contractuales del poder político here-

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68 I HISTORIA DE lOS INTELECTUAlES EN AMÉRICA LATINA

dadas de la Edad Media peninsular. Ellas no habian dejado de insistir, porejemplo, en que conforme al carácter compuesto, es decir distendido y plu­ral de la monarquía, la Corona debía tomar en cuenta y asumir las circuns­tancias propias, es decir la individualidad de cada uno de los reinos. Esasenseñanzas, sin embargo, entraron en conflicto con los principios deldespotismo ilustrado de los Barbones, incluso les resultaron contrarias.Tales principios presuponen la existencia de un "norte fijo" o marco inva­riable de referencia que evita tomar caminos o vías de navegación erró­neas. Se hallaba fincado en una interpretación rigorista tanto de las Sagra­das Escrituras como del derecho, según la cual el probabilismo no invitabasino al libertinaje y a la relajación de la ley.Preocupados por poner a salvoun modelo filosófico que ante todo garantizara los intereses de la dinastíaborbónica, los obispos ilustrados lamentaron los efectos de las enseñan­zas probabilistas: poder excesivo de los confesores sobre los súbditos,relajación de los votos monásticos y religiosos, todo tipo de subversión yhasta el regicidio. La relación con la autoridad debía, por lo tanto, serunívoca y rechazar toda diversidad de interpretaciones resultante del fue­ron interno de los súbditos (Zermeño, 2001).

Como doctrina y escuela de pensamiento, el probabilismo se inscribeen una tradición plurisecular de adaptaciones: las más notables son la rea­lizada por Tomás de Aquino de la filosofia de Aristóteles y la que filósofosnaturales castellanos hicieron de este mismo pensador y de autores talescomo Avicena y Averroes. Intervenía igualmente en esa cadena la escuelajesuítica desarrollada por Francisco Suárez (1548-1617), de raigambre tomista,sumamente influyente en las Indias entre 1670 y 1723, fecha esta última enque se estableció en la Universidad de México una cátedra de teología sua­reciana. Algunos jesuitas de la Nueva España, como Antonio Núñez de

Miranda (1618-1695) y Pablo Salceda, produjeron libros de texto sobre lascientía media, como también se llamó a las doctrinas probabilistas.

MedicinaEn los cronistas e historiadores del siglo XVI como Gonzalo Fernández deOviedo (1478-1557), fray Bernardino de Sahagún o el padre José de Acosta(1540-1600) se hallan descripciones detalladas de prácticas médicas y tera­péuticas que suelen echar mano de informantes indios médicos. En el Cole­gio primitivo de Santa Cruz de Tlatelolco de México (1536) existió ya unacátedra de medicina que dio lugar a la redacción de un primer texto de far­macología, el Herbario de la Cruz Badiano. Éste contiene remedios vege­tales, clasifica los síntomas de algunas enfermedades y las agrupa en cua-

GENTE DE SABER EN lOS VIRREINATOS DE HISPANOAMÉRICA I 69

dros clínicos que facilitan la identificación del padecimiento. De hecho lafarmacoterapia y la botánica estuvieron vinculadas de manera estrecha.

Desde sus inicios, las universidades de México y Lima contaron confacultades de Medicina y cátedras respectivas de Anatomía y Cirugía dedonde surgieron tratados de ambas ramas con remedios inspirados en laterapéutica autóctona, como el del doctor Francisco Bravo (publicado enMéxico, 1570). Lafacultad se centraba en el estudio de los tratados de Hipó­crates y de Galeno, así como de los sabios árabes Rhazes y Avicena. Sinembargo, los médicos y los cirujanos fueron escasos en las Indias, razónpor la cual los ayuntamientos se vieron precisados a autorizar el ejerciciode la medicina a barberos cuyos conocimientos se fincaban en terapéuti­cas como sangrías y purgas. Por otra parte, como letrados universitarioslos médicos solían participar en el mantenimiento del orden y del buengobierno. Asistían a los virreyes en asuntos de "policía" que tocaban cier­tos aspectos relativos a la salud. Establecido a partir del primer tercio delsiglo XVII, el tribunal del "Protomedicato" tuvo por finalidad asesorar a losvirreyes, examinar a los aspirantes a ejercer la medicina, la cirugía, la far­macia; vigilar la buena calidad y los precios de los remedios y las drogasque se expendían en las boticas, o establecer cuarentenas en ocasión delas epidemias. Sus miembros escribieron sobre temas como eluso del agua,los alimentos o el peligro de las epidemias, aunque se pronunciaron igual­mente en materia de meteorología, sobre eclipses o los cometas y sus res­pectivas influencias astrológicas en la salud de los hombres.

Fueron los médicos el grupo de sabios más asiduo y consistente en losvirreinatos. No obstante, pocas veces llegaron a expresar nuevas teorías. Lacontinuidad de los principios aristotélico-galénicos fue manifiesta a pesarde la aceptación de la teoría de la circulación de la sangre, de la anatomíapatológica o de la química de la digestión. En consonancia con la orden defusión de los estudios de medicina con los de cirugía, desde la década de 1760

tuvo lugar la fundación de realesescuelasde esta última disciplina en ambosvirreinatos, así como la instalación de una academia pública de medicinacon aprobación de la universidad y del Protomedicato (Trabulse, 1994).

SABER Y NATURALEZA

Es en el conjunto del antiguo quadrivium donde se aprecian síntomastendientes a la especialización, sobre todo a partir del último tercio del sigloXVIII. Ellos se hallan asociados a la penetración de las corrientes científi-

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70 I HISTORIA DE lOS INTELECTUALES EN AMERICA LATINA

cas modernas de índole mecanicista y experimental. Sin embargo, tales sín­tomas no llegaron todavía a impedir que, por ejemplo, un agrimensorpudiera seguir siendo a la vez un hábil matemático "puro" o un astrónomoacucioso. Por otro lado, ciencias como la física no lograron todavía diso­ciarse de los estudios de filosofía. La química se mantuvo vinculada aantiguas disciplinas como la farmacoterapia o la metalurgia. En su acep­ción más amplia, las comunidades científicas ilustradas, tanto peruanacomo mexicana, mantuvieron un carácter enciclopédico.

Astronomíay matemáticasLas civilizaciones prehispánicas de América alcanzaron logros en materiade numeración y de cómputos calendáricos. ¿Cómo olvidar el sistema vige­simal maya o los quipus con que se registraban los conocimientos astro­nómicos? No obstante, es indudable que dicho saber influyó poco en laciencia europea y en el sistema de paradigmas científicos del siglo XVII

(Trabulse, 1994). Las matemáticas especulativas o las aplicadas contarondesde el siglo XVI con estudiosos en ambos virreinatos; de Juan de PorresOsario (su obra se conoció alrededor de 1580) y fray Antonio de la Calan­cha (1584-1654) a Agustín de la Ratea a fines del siglo XVIII. Como en otrosdominios del saber, el perfil pragmático acabó por imponerse. Fue el delos ingenieros y los maquinistas el grupo que imprimió mayor alientomecanicista a sus escritos. También descollaron como fermento del cam­bio de una tradición científica a la siguiente. A causa de un interés prác­tico relacionado principalmente con la minería, apareció uno de los pri­meros libros científicos publicados en el continente americano. Se trata delSumario compendioso de lascuentasdeplata y oro que en losreinos del Perúson necesarias a los mercaderes y todogénero de tratantes, conalgunasreglastocantes a laaritmética (México, 1556). Este tipo de manuales, útiles en ope­raciones mercantiles, fueron de uso común por su provecho en la conver­sión de valores, en los cálculos del impuesto del quinto real y para diver­sas operaciones aritméticas.

En su libro Physica Speculatio (México, 1557) e! agustino fray Alonso de

la Veracruz (1507-1584), uno de los primeros catedráticos de la Universidadde México, dedicó la última parte a la astronomía. Es el más remoto testi­monio de esa ciencia en la Nueva España. En él, Veracruz expuso el sis­tema del mundo según los cánones del gcocentrisrno ptolemaico. En el Perú,el antes mencionado padre jesuita José de Acosta vislumbró la existenciade una suerte de fuerza inmaterial que, a semejanza del magnetismo celeste,sustentaba a la Tierra en el espacio. Concibió un cosmos finito limitado en

GENTE DE SABER EN LOS VIRREINATOS DE HISPANOAMÉRICA I 71

su parte externa por la esfera de las estrellas fijas cuyo centro era la Tierra.Por su parte, en 1638 e! fraile mercedario fray Diego Rodríguez (1598-1668)

determinó la longitud de la ciudad de México (101027' 30" al occidente deParís) con mayor precisión que el sabio alemán Alexander van Humboldten 1803. Los astrónomos elaboraban almanaques y calendarios o bien deter­minaban las posiciones geográficas de algunos puntos. Destaca la familiaZúñiga y Ontiveros, que en México contó con varias generaciones de impre­sores, astrónomos y matemáticos. Felipe, de la misma familia, observó en

esa capital e! paso de Venus por e! disco de! sol e! 3 de junio de 1769.

La náutica, tan estrechamente ligada a la matemática y a la astronomía,produjo obras importantes como la Instrucción náutica, para el usoy regi­miento de lasnaos, su traray su gobierno ... (México, 1587) de Diego Garclade Palacio (?-1595), quien disertó sobre la esfera, las mareas y sus efectossobre la navegación. La celeridad con que las llamadas "artes de navegar"fueron traducidas a los idiomas de los rivales de España en el comercio inter­océanico pone de manifiesto su importancia. Exponían de manera sucintalos conocimientos meteorológicos indispensables para los marinos.

Desde el primer tercio del siglo XVII se dejó sentir una corriente renova­dora de los estudios matemáticos y astronómicos, si bien tímidamente. Sedebe en parte al ya mencionado fray Diego Rodríguez, con quien lograrondifusión y exposición en las aulas las teorías de Copérnico. Tycho Brahe,

Kepler y Galileo en astronomía y física; y las de Tartaglia, Cardano y Neper

en matemáticas. Fue Rodríguez el primer titular de la cátedra de astrología

y matemáticas erigida en la Universidad de México en 1637. Su homólogo enlos Andes fue el agustino fray Antonio de la Calancha, cuyas observacionesdieron lugar al conocimiento del cielo austral de la Cruz del Sur.Elmomentoculminante de las controversias obedeció al tema de los cometas y a su pre­sunto carácter maléfico.Mientras que eljesuita Eusebio Francisco Kino (1645­

1711) sostenía postulados de la astrología judiciaria, en su Libraastronómicade 1681, publicada en 1690, el criollo de México Carlos de Sigüenza y Gón­gora (1645-1700) se mostró partidario de Copémico, Kepler y Descartes. Laconfrontación también se dio a mediados del siglo XVIII en torno de la natu­raleza de los rayos y los relámpagos, aun cuando décadas antes el baróme­tro, el termómetro, la bomba neumática y el microscopio habían tomadocarta de naturaleza en las grandes capitales de las Indias. Si bien los jesuitasle contaron entre los principales propagandistas de las nuevas teorías, pre­valecieron las reservas y las omisiones. El interés por los fenómenos físicosyla comprobación experimental se puso de manifiesto durante el últimotercio del siglo XVIII en los Elementa recentoris philosophiae del oratorianoBenito Díaz de Gamarra y Dávalos (1745-1783) (Trabulse.jccq).

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72 I HISTORIA DE lOS INTELECTUAlES EN AMÉRICA lATINA

Música

En tanto que saber asimilado al antiguo quadrivium, la música fue unosde los medios privilegiados de la cristianización. La mayor parte de la quese conserva es religiosa y se halla en los archivos de las iglesias catedrales,de las órdenes religiosas o en los fondos de ciertas bibliotecas. En cambio,la música profana parece haber sido transmitida por tradición oral. Los ins­trumentos españoles como elarpa y la guitarra fueron rápidamente adop­tados y dominados por los músicos locales. En el siglo XVII la guitarra fueel instrumento preferido gracias a la posibilidad de llevarla consigo a todaspartes. En razón de sus antecedentes africanos, americanos y en menormedida europeos, los instrumentos de percusión también fueron comu­nes entre la gente mezclada y los negros.

En el transcurso del siglo XVI el repertorio musical tuvo por fuente deinspiración las escuelas de Toledo, Segovia, Sevilla y Lisboa. Desde el prin­cipio aparecieron en las Indias los primeros repertorios de canto llano ogregoriano, procedentes en general de la catedral de Toledo, hogar de! cantomozárabe. El Nuevo Reino de Granada, la actual Colombia, poseyó muchoslibros de cánticos, seis salterios grandes de Toledo y,precediendo a la impor­tante reforma de 1547, seis manuales de Sevilla. Hubo que esperar a la segundamitad del siglo XVI para que se verificaran dos fenómenos de importan­cia capital: por un lado, el ordenamiento del culto conforme al rito sevi­llano y, por otro, la aparición y el desarrollo de escuelas locales de com­posición de gran riqueza.

El3 de julio de 1547, e! papa Pablo IV promulgó una bula que privilegióel rito de la catedral de Sevilla en el ámbito de la polifonía vocal, en parti­cular para el repertorio de la Semana Santa. Esta medida se extendió muyrápidamente a las catedrales de Santa Fe de Bogotá, Puebla de los Ángeles,Lima, El Cuzco y México. Los contactos estrechos de esas catedrales conlas de Toledo y Sevilla permitieron la difusión de las obras de los grandespolifonistas españoles. Se dieron, en consecuencia, movimientos e influen­cias determinantes en la formación de los compositores americanos.

Los indios asociaron hábilmente ciertas fiestas locales de los tiemposde su gentilidad con el calendario cristiano. Era un proceder tolerado, puesfavorecía la participación de los pueblos autóctonos en las fiestas de la nuevareligión. Fue a partir de esa participación en el culto, además de la adop­ción y la ejecución de los nuevos instrumentos, que la música de origeneuropeo incorporó algunas prácticas y carices musicales autóctonos y afri­canos, confiriéndole así un carácter original. Se sabe que desde 1543 elcabildo catedral de México reclutó instrumentistas indios como músicosde su capilla. En el siglo XVI se inventó uno de los artificios sonoros más

GENTE OE SABER EN lOS VIRREINATOS DE HISPANOAMÉRICA I 73

eficaces, el acompañamiento de coros por bajos de cuerdas. La correcta uti­lización de estos últimos -con encordadura muy gruesa a base de tripa dellama trenzada y arcos amplios y duros que exigen el ataque claro y brevede cada nota- permite una potente difusión del sonido a todos los espa­cios de las iglesias. Como en los coros de los Andes predominaban las vocessopranos y los niños cantores, y escaseaban las voces graves, recurrir aesos instrumentos de cuerda de gran calibre facilitó la difusión en recin­tos como las misiones jesuitas de Mojos y Chiquitos. Estudioso de la físicaen el campo de la acústica, el padre mercedario Francisco de Salamanca(1667-1737) ocupó la cátedra de Artes en e! convento del Cuzco (1687-1690).Allí construyó un órgano portátil de madera de cedro y compuso villan­cicos muy difundidos en el Perú. Además de músico, fue pintor diestro,poeta, catedrático y predicador de indios y mestizos.

En términos artísticos, hubo en el antiguo virreinato del Perú dos polosde atracción en el siglo XVII: en el sur, el de Potosí y Chuquisaca, nombreindio de la actual ciudad de Sucre que se llamó también La Plata; en la zonacentral, el eje Lima-Cuzco, que fue el más activo. Por razones tan diversascomo la alternancia de maestros de capilla, el prestigio de los músicos, lavariedad de encargos recibidos o la vitalidad de la emulación entre las gran­des ciudades, la obra de los compositores se difundió por todos lados. Enlos siglos XVII y XVIII sobresalieron Cristóbal de Belsayaga (1575-1633),Juande Araujo (1646-1712), Roque Ceruti, (?-1760), José de Orejón y Aparicio(1706?-1765) y Tomás de Torrejón y Ve!asco (1671-1733) cuya ejecución dela Púrpura de la Rosa en 1701, en Lima, marcó la primera representaciónde una ópera en el Nuevo Mundo. En la época en que los colonos de Bos­ton componían rudos "aires fugados", los maestros de capilla de las cate­drales de la Nueva España producían una música extraordinariamenterefinada, desde Guatemala en el sur hasta las misiones de California en elnorte. Pocas metrópolis musicales de las Indias pudieron rivalizar en sofis­ticación y esplendor con México. A los grandes maestros polifonistas como

Hernán Franco (1535-1585) y Juan Gutiérrez de Padilla (1605-1664) se suma­ron en e! siglo XVIII Manuel de Zumaya (1690-1755) e Ignacio de Jerusa­lén. Zumaya fue uno de los primeros músicos del Nuevo Mundo en com­poner una ópera, Parténope (1711) yuno de los primeros criollos designadoscomo maestro de capilla, primero en México (1715-1738) y luego en Oaxaca(1738-1755). Jerusalén nació en Lecce (Italia) en 1710 y sus contemporá­neos lo describen como un "portento musical': En 1746ya componía paralacatedral de México, donde tres años después obtuvo el puesto de maes­tro de capilla, que conservó hasta su muerte en 1769 (Mazín, 2007).

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74 I HISTORIA DE lOS INTELECTUAlES EN AMERICA LATINA

Historia naturalLas tentativas de dar a las Indias un lugar en el mundo, de revelar sus secre­tos, remedios y maravillas, desembocaron en tratados de historia naturalsólo difícilmente discernibles de la "historia moral", conforme al estilo clá­sico grecorromano. Se trata de sumarios de los fenómenos más comunes,así como de inventarios de la flora y la fauna. Lasplantas del Nuevo Mundofueron tenidas por más numerosas, más abundantes y más eficaces quelas del Viejo. A indios y a eclesiásticos se deben algunas de esas encuestas.El ya mencionado franciscano fray Bernardino de Sahagún dedicó unaparte de su Historia general. .. a las plantas y los remedios de las Indias. Eseesfuerzo sólo puede compararse con la expedición encabezada por el médicoFrancisco Hernándcz (1517-1587), quien parece haber velado por la saluddel príncipe heredero, el futuro Felipe 1I (1527-1598). Enviado por estemonarca, recorrió la Nueva España entre 1570 y 1577. Sus descripciones ydibujos de zoología, mineralogía y botánica constituyen una suma excep­cional que le valió el sobrenombre de "Plinio del Nuevo Mundo". Obrascomo ésta y la Historianaturaly moraldelasIndiasdel padre José de AcostaS. J. figuraron entre los informes primeros que se tuvieron en Europa sobrelas características y propiedades de las nuevas tierras. El segundo arribóal Perú en 1572. Durante su estancia de unos quince años en las Indias enseñóen la Universidad de San Marcos de Lima e hizo viajes científicos. A dife­rencia de otros autores, cuyas obras insisten en la descripción, Acosta dauna explicación de filiación aristotélico-tomista centrada en las causas ylos efectos. Justificó la autonomía de un proyecto científico juzgándolo"útil" para la empresa de la cristianización y el poblamiento. La indaga­ción de carácter filosófico-teológico abordó cuestiones de historia moralcomo las derivadas del uso y la difusión del chocolate, que hicieran escri­bir a Antonio de León Pinelo (1590?-166o) un tratado curioso: Cuestiónmoral, si el chocolate quebranta el ayuno eclesiástico, trátasede otras bebi­das, confecciones que se usan en variasprovincias (Madrid, 1636).

Una cierta especialización, aunque sobre todo el deseo de clasificar y sis­tematizar, se advierte en el siglo XVIII. Las Noticias americanas (1772) de

Antonio de Ulloa (1716-1795) íncluyen pormenores de flora y fauna de laNueva España. No obstante, el grueso de sus descripciones atañe a la Amé­rica meridional. Desde su célebre viaje por ésta, en 1734, Ulloa había seña­lado la necesidad de investigar la parte septentrional para complementode la que él y Jorge Juan y Santacilia (1713-1773) realizaran en elvirreinatodel Perú. Con este fin ideó un cuestionario que abarcaba temas topográ­ficos, físicos,botánicos, zoológicos, geológicos e históricos. Bajo la jefatura

de Charles Marie de La Condarnine (1701-1774) se autorizó a ingresar en

GENTE DE SABER EN lDS VIRREINATOS DE HISPANOAMERICA I 75

el virreinato del Perú a la primera misión geodésica francesa organizada en1735 por la Academia de Ciencias de París. Mediría un arco de meridianoen tierras equinocciales. Así,elconocimiento exacto de los diámetros terres­tres permitiría confirmar la revolución del planeta sobre su eje, fenó­meno estrechamente relacionado con el sistema celeste de Galileo.

Geografía y cartografía"Conocer mejor el espacio para gobernarlo mejor" fue una divisa del reyFelipe 11. Esta inquietud por la eficacia se llevó al extremo cuando la Coronaorganizó una gran encuesta en todas las Indias a raíz de otra ordenada añosantes para Castilla. Entre 1579 y 1586105 funcionarios de todos los territo­rios tuvieron que responder a un cuestionario de cincuenta preguntas. Másde doscientas respuestas han llegado hasta nosotros. Constituyen un géneromuy preciado conocido bajo el nombre de "relaciones para la descripciónde las Indias" o "Relaciones geográficas". Se refieren a la geografía, al tem­peramento y la calidad de las ciudades, al número de habitantes y al gradode integración cultural de los indios. Nunca cesó la descripción de los terri­torios, en particular la que privilegió la circunscripción diocesana comounidad, en razón de que la diócesis llenó el vacío que suscitaban la estre­chez del territorio comprendido por las alcaldías mayores y corregimien­tos, y la jurisdicción sumamente vasta de las reales audiencias. Varias seriesde "relaciones geográficas" del siglo XVIII, semejantes a las del siglo de laconquista, se han conservado procedentes tanto de la Nueva España comode los virreinatos meridionales. Sólo que estuvieron diseñadas más parafines científicos especializados como el Jardín Botánico o elGabinete Realde Historia Natural, que para servir a propósitos de gobierno.

Desde las primeras décadas del siglo XVI se elaboraron los primeros pla­nos cartográficos del continente americano. Partiendo de Zihuatanejo en1527, Alvaro de Saavedra y Cerón (?-1529) logró llegar hasta las islas deGuam, Mindanao y las Molucas. Dos brillantes gestas lograron Ruy Lópezde Víllalobos (1500-1544) y Miguel López de Legazpí (1503?-1572). El pri­mero, al llegar a las filipinas, y el segundo al fundar Manila y enviar a frayAndrés de Urdaneta (1508-1568) a regresar del Asia a América. Por losaños de 1560a 1580 se realizaron una serie de otras empresas científicas y

de exploraciones. Pedro Sarmiento de Gamboa (1532-1592) exploró elocéa­no Pacífico a partir del Perú. Descubrió las islas Salomón y sobre todo, en1580,fue el primero en conseguir cruzar el estrecho de Magallanes a con­tracorriente, empresa cuyo itinerario narró en el Derrotero al estrecho deMa¡:allanes. Isídro de Antonio y Antillón navegó en 1603 el litoral de la Alta

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76 I HISTORIA DE lOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA

California acompañado del matemático y astrónomo jesuita Eusebio Fran­cisco Kino, quien levantó un mapa preciso de California demostrando queno se trataba de una isla. Pero la labor de los astrónomos también logrócompilar observaciones de eclipses, movimientos planetarios y posicioneslunares que fijaron con precisión las coordenadas geográficas de muchospuntos en ambos virreinatos. Finalmente, la expedición del barón e inge­niero berlinés Alexander van Humboldt constituye el modelo de los gran­des viajes científicos de! siglo XVIII. Acompañado del médico y botánicofrancés Aimé Bonpland, se embarcó hacia las Indias en 1799. Durante loscinco años que duró elperiplo, desde los llanos de Venezuela hasta México,pasando por la cuenca de! Orinoco y la cordillera de los Andes, guió a lossabios el deseo de medir la naturaleza sin olvidar e! estudio de las socie­dades de los países que atravesaban. Al describir al hombre americano, rec­tificó los errores de Buffon sobre la debilidad del indio y su uniformidadracial. Probó además e! origen asiático de los americanos autóctonos.

Minería y metalurgia

Los metales preciosos, masivamente exportados, sostuvieron buena partede la política de la Corona y aseguraron la defensa del imperio. Ningúnotro sector muestra de manera tan evidente corno éste el cariz pragmá­tico característico del saber y la enseñanza en las Indias. El impulso a laextracción argentifera provino de un hallazgo científico: la introducción,por Bartolomé de Medina (1530-1580), del procedimiento de amalgama­ción a base de mercurio llevado a efecto en la Nueva España en 1555-1556,

que suplió el método de molienda y fusión. Aparecieron varios tratadossobre explotación minera y beneficio de metales; entre ellos, los de AlonsoBarba (1569-1662) y Juan de Oñate (1550?-1626) son los más importantes.El padre Alvaro Alonso Barba, llegado al Alto Perú antes de 1588, instalósu propio laboratorio en una hacienda jesuita próxima a Chuquisaca. Enél leía a los naturalistas clásicos y a los alquimistas del Medioevo. Estudiabala naturaleza de los minerales y en 1609 descubrió el procedimiento debeneficio de la plata por cocimiento. Escribió en el Potosí Arte de los meta­

les en que se enseña el verdadero beneficio de los de oro y plata de azogue(Madrid, 1540).

La fundación del real Seminario de Minería en México y Lima, por losaños de 1790 y 1792, marca un momento crucial en la historia de la cienciay la tecnología, ya que cubrió los requerimientos de metalurgia mediantela impartición de química, mineralogía geológica y topografía. Pero, ade­más, la metalurgia dio lugar a la enseñanza de disciplinas tan abstractas

GENTE DE SABER EN LOS VIRREINATOS DE HISPANOAMÉRICA I 77

como e! cálculo diferencial e integral, la geometría analítica y el álgebra,así como la dinámica, la hidrodinámica, la electricidad, la óptica y la astro­nomía. El Colegio de Minería de México contó con un selecto grupo decientíficos como Fausto de Elhuyar (1755-1833), su primer director.Andrés

del Rio (1764-1849), Francisco Antonio Bataller (1751-1804) y Luis Lind­ner (?-1805). Los dos primeros intentaron introducir bombas hidráulicasen diversas minas. En 1802 elbarón van Humboldt vio funcionar la que Del

Río calculó y construyó para las minas de Morán, en Pachuca, la primerade su especie construida en América.

CONCLUSiÓN

De lo aquí expuesto se desprende que la unidad del conocimiento y lapluralidad de lenguas y géneros que lo expresaron dio lugar, en Iberoa­mérica, a una república del saber fincada de manera prioritaria en la tra­dición antigua de las artes liberales y las humanidades. Se trata de una espe­cie de sistema que asumió siempre el conjunto geopolítico y cultural de lasIndias, aun si sus autores se referían a una comarca en particular o a unosolo de los virreinatos. También en todo momento sus contenidos com­binaron un perfil doble, el conocimiento y la enseñanza. Conscientes deese conjunto como parte de una misma monarquía, algunos sabios con­sagraron toda o una parte de su vida a dar cuenta de los logros culturalesindianos. Lo hicieron en la forma de grandes acopios bibliográficos. Figu­ran entre ellos el ya mencionado Antonio de León Pinelo, a quien se debeun Epítome de la biblioteca oriental, y occidental, náutica y geográfica ...

(Madrid.Ieac), Juan José de Eguiara y Eguren (1695-1763), quien en reac­ción a vituperios que denostaban la capacidad de los americanos para elconocimiento hizo publicar en 1755el primer tomo de su Bibliotheca Mexi­

cana. Está finalmente Mariano Beristáin de Souza (1756-1817), que, apo­yado en parte en la obra de Eguiara, construyó una Biblioteca Hispano­

americana Septentrional (México, 1816-1821).

La historia de la cultura en las Indias de Castilla es impensable sinla cir­culación de hombres, escritos y objetos por los horizontes transoceánicosde las monarquías ibéricas. Los nacionalismos nos llevaron casi a perderde vista el conjunto y hoy requerimos de trabajos de síntesis que lo resti­tuyan. El carácter práctico y docente, antes que especulativo y teórico, delos contenidos del saber, resultó imprescindible para la empresa plurise­cular de poblamiento, gobernación y cristianización de escala continental.

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78 I HISTORIA OE LOS INTElECTUALES EN AMERICA LATINA

Un proceso de tal envergadura demandó respuestas sintetizadoras capa­cesde abarcar la diversidad autóctona y de asumir la aparición de un NuevoMundo con un mínimo de estabilidad y permanencia. Creo que en estoúltimo radica una de las claves de relectura de la república de! saber queaquí intentamos esbozar. Marcada por su duración y su acción en pro­fundidad -desde luego superior a la de los posteriores imperios inglés y

francés-, Iberoamérica virreinal es acaso la aventura más colosal y origi­nal que pueblos del Occidente europeo hayan jamás emprendido en ultra­mar. Se trata de una herencia que la independencia no pudo borrar.

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Hacia un estudio de las élitesletradas en el Perú virreinal:el caso de la Academia AntárticaSonia V. Rose

Seha afirmado a menudo que la historia intelectual del virreinato del Perúaún está por hacerse, aseveración que sigue siendo válida, pues han pri­mado para la región los trabajos de historia institucional, económica y,en menor medida, los de historia política y etnohistoria. Sin embargo, e!campo de la historia intelectual ha comenzado a interesar cada vez más alos estudiosos, y a los trabajos fundadores de la primera mitad de! siglo xxse han sumado otros más recientes.

Cabe, sin embargo, preguntarse el porqué del escaso interés que hadespertado la historia intelectual (en comparación al menos con los otroscampos ya mencionados). Una razón probablemente se encuentre en lanecesidad de trabajar con un corpus de textos de difícil acceso. No merefiero tanto a la falta de ediciones asequibles -que es, por otra parte, acu­cianre- como a la exigencia de adentrarse en una sociedad (la del antiguorégimen) con códigos, gustos y mentalidad muy lejanos de los nuestros.Como señaló lúcidamente Isaías Lerner (1998: 79), la formación actual delos investigadores no prepara para este tipo de trabajo, y de allí, por ejem­plo, que e! corpus de textos en neolatín despierte tan poco entusiasmo enla investigación. Razones más complejas -que no cabe aquí sino mencio­nar-, subyacentes, explican este desinterés.

Una de ellas es elhecho de que el corpus artístico de las sociedades ante­riores al romanticismo está alentado por el proyecto <iniciado por loshumanistas- de imitación de los clásicos, de exhumación, restauración y

conservación de su legado. Marcados aún por ideas de corte romántico,muchos críticos de los siglos XIX y XX se han sentido incómodos ante auto­res para quienes e! concepto de creación original carecía de sentido. Estasideas se han ido dejando de lado, como lo prueban los numerosos traba­jos sobre la cultura letrada europea de los siglos XVI a XVIII que han apa­recido en las últimas décadas. Sin embargo, estas ideas parecen tener una

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80 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA lATINA

vida más larga en lo que concierne a la cultura letrada en las Indias. Talvez esto se deba a que la actividad intelectual indiana fue juzgada -a par­tir del siglo XIX, cuando comienzan a aparecer los estudios, y durante elsiglo xx- como mero espejo o copia de la actividad de la metrópoli o-apartir de los años sesenta del siglo pasado-, corno una producción perifé­rica, de segunda clase, artísticamente mediocre. De allí que gran parte delos estudiosos que se han dedicado a ella se esforzaran por disculpar, jus­tificar o paliar esta dependencia, que permanecía -al igual que el juicio devalor que alentaba el planteamiento- incontestada.

Otro aspecto que ha motivado la actitud crítica de los estudiosos anteestos autores -o que los ha puesto ante la necesidad de disculparlos- es larelación de dependencia que tuvieron respecto de la Corona, la nobleza ola Iglesia.Criticar o defender esta situación, sin embargo, es ignorar o pasarpor alto el entramado dentro del cual funcionaba la creación artística enlas sociedades de antiguo régimen: el artista trabaja por encargo, dentrode un engranaje de mecenazgo secular o eclesiástico en el que busca ingre­sar. La crítica literaria que se ha ocupado del período de dominio políticoespañol ha tenido un acercamiento al fenómeno literario, ya sea exclusi­vamente estético y dominado por juicios de valor, ya sea estructuralistainmanentista, o bien, últimamente, neohistoricísta. En todos los casos, elloha influido no sólo en el canon de textos que la crítica literaria ha cons­truido (pues es inevitable que se construya uno), sino en la interpreta­ción y en el juicio sobre los mismos y sobre sus autores. Igualmente, hallevado a soslayar la relación del poeta con el poder y con la política, tantoen lo que hace a las relaciones de mecenazgo dentro de las cuales lleva acabo su labor como en su participación en políticas determinadas.

Sin embargo, este estado de cosas parece haber comenzado a cambiarcon la aparición de ciertos estudios sobre la cultura letrada en Indias. Men­ciono sólo unos libros representativos. Primero, el de Magdalena Chocano(2000) sobre las élites intelectuales de la Nueva España, que sepamos elprimer trabajo englobante sobre los letrados novohispanos que refle­xiona sobre "el significado y los usos de la labor intelectual" en un contextohistórico definido. Igualmente consagrado a la Nueva España es el volu­men editado por Raquel Chang Rodríguez (2002), que reúne una serie detrabajos sobre la Nueva España. Para el Perú, puede mencionarse la obrade Carlos García Bedoya (2000) y la de José Antonio Rodríguez Garrido(véase, por ejemplo, 2004). Tenemos igualmente noticia de un simposioorganizado por Pilar LatasaVassallo y Christian Büschges,dentro del marcodel XII Congreso de la Asociación de Historiadores LatinoamericanistasEuropeos, que tuvo lugar en Oporto en 1999,"Poder y sociedad: cortes

HACIA UN ESTUDIO DE LAS ÉLITES LETRADAS EN EL PERÚ VIRREINAL I 81

virreinales en la América hispánica, siglos XVI, XVll y XVIII". La publica­ción de las actas estaba anunciada para 2003 pero, que sepamos, las mis­mas no han visto aún la luz.

Dentro del proceso general de translación que caracteriza al períodode dominación hispánica de las Indias, es el trasvasamiento de una cul­tura letrada a los territorios conquistados lo que diferencia a España deotros poderes coloniales -cuyo auge fue posterior- tales como Inglate­rra, Francia y los Países Bajos. La cuestión es central, pues es la partici­pación en la cultura letrada la que permitirá a los distintos individuosingresar a los círculos de poder y formar parte de las élites dominantes-o, al menos, codearse con ellos-o En el caso de las Indias hispanas, losmedios institucionales de acceso a esa cultura han sido instalados en terri­torio americano por la Corona. En efecto, contrariamente al caso de lascolonias de América del Norte y del Brasil portugués u holandés, desdemediados del siglo XVI las Indias españolas solicitan y consiguen univer­sidades, colegios e imprenta. Pueden recordarse algunas fechas que dancuenta de ello: la temprana real cédula de fundación de la Universidadde Santo Domingo, las de instauración, en 1551, de universidades en Limayen México, la implantación de imprentas en ambas ciudades -1539 parala segunda y 1583 para la primera-.

Este estado de cosas les abre a ciertos sectores de la población, prácti­camente desde un comienzo, la posibilidad de una educación, la que, a suvez,hace posible su accesoa una serie de cargos dentro de la Iglesia,la admi­nistración o la universidad. Y aunque se trata de un ingreso restringido aciertos grupos, la situación no es, sin embargo, tan clara o esquemáticacomo suele creerse y requeriría más espacio del que es posible dedicarleaquí. Lacuestión de la exclusión del mundo indígena de la sociedad letradaes uno de los ejes del libro de Chocano (2000: 35), quien también men­ciona el problema de la exclusión de las mujeres.

Puede afirmarse, entonces, que la situación mencionada permite, eincluso anima, desde muy temprano, la formación de una élite letradaque habrá de gobernar y que será clave en la implementación del sistemapolítico hispánico en el nivel local. Dicha élite funcionará igualmente enel nivel imperial, inicialmente, debido a una movilidad relacionada con eltipo de ocupación que ejerce el individuo (letrado, comerciante, soldado),luego, debido a los cargos que ocuparán sus miembros en distintos reinosamericanos, asiáticos o españoles dentro de la administración. La movili­dad y la importancia de estos agentes sociales, mediadores o passeurs, hasido planteada en la serie de coloquios organizados por Serge Gruzinski(cf. Ares y Gruzinski, 1997; Loureiro y Gruzinski, 1999,entre otros).

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82 I HISTORIA o¡ LOS INHlECIUAlES EN AMtRICA LATINA

Para aprehender el fenómeno de translatio y de actualización del pen­samiento europeo en Indias -proceso que constituye la base de la forma­ción de la cultura iberoamericana- es fundamental el estudio de la con­

formación, la preparación y la actividad de los individuos y los gruposque formarán las élites letradas. Si bien el fenómeno de translatio es reco­nocido y su existencia afirmada por los estudiosos, carecemos en granmedida de trabajos sobre sus formas y sus modalidades, así como sobre laextracción social, la educación, la mentalidad del grupo que habrá de domi­nar las instituciones civiles y religiosas, quienes serán los agentes de latranslación, es decir de los letrados. "Letrado" en su acepción generali­

zada de jurista y abogado, pero también en el sentido de "hombre debuenas letras, el que es versado en buenos autores, cuyo estudio llamanpor otro nombre letras de humanidad", primer significado anotado porSebastián de Covarrubias (1995).

Nuestro conocimiento también es escaso en lo que respecta a los otrosvectores que hicieron posible el proceso de translación: las corporacionesdentro de las cuales funcionaron los letrados -es decir, la universidad, loscolegios realeso de las órdenes religiosas, las academias- y sobre los mediosde los que dispusieron para difundir sus obras y crear una república delas letras -es decir, la celebración de fiestas y exequias, de justas y certá­menes poéticos, la imprenta yel comercio de libros-o Este último aspecto,por otra parte, ha recibido particular atención en los últimos años, luegodel impulso que a su estudio dieran Guillermo Lohmann Villena (1944) elrving Lconard (1949) (ef. Harnpc-Martínez, 1996;Gonzálcz Sánehez, 1999;Guibovich Pérez, 2001).

Este artículo se inscribe dentro de un proyecto de mayor aliento, queme ocupa de un tiempo a esta parte, sobre la creación de una repúblicade las letras en el Perú virreina] (véase Rose, 2006, 2005, 2003, 2000, 1999).El trabajo, centrado en los hombres (¿y las mujeres?) de letras que pro­yectaron la creación de una academia, estudia principalmente la relaciónde éstos con el poder y su deseo y necesidad de crear un espacio letradodentro del cual funcionar; como lo veremos más adelante, un espacio "antár­tico". (Para una biografía detallada de ellos, cf. Rose, en prensa.)

Los límites temporales de mi trabajo están dados por las fechas de com­posición de la primera y la última obra de quienes tuvieron como proyectola fundación de la academia: 1578 y 1617.Me refiero a El Marañón de Diegode Aguilar y de Córdoba -obra que permaneció inédita hasta el siglo xx y

cuya primera redacción data de 1578-, y a la Segunda Parte del parnaso

antártico, de Diego Mexía de Fernangil, cuyo manuscrito autógrafo fue fir­mado en Potosí en 1617. Dos de las cuatro obras de Pedro de Oña <otro

HACIA UN ESTUDIO DE LAS runs LETRADAS EN El PERÚ VIRRtlNAL I 83

hombre de Ictras que participó en el proyecto- son de fecha más tardía ypertenecen, en todo sentido, a otra época: su Vasauro (redactado hacia 1635)

y ElIgnacio de Cantabria (Madrid, 1636).Se trata igualmente de un perío­do que se justifica históricamente. Su inicio coincide con el gobierno delvirrey Francisco de Toledo (1569-1581), es decir, elmomento en que, luegode cuatro décadas de anarquía intermitente, el reino es organizado polí­tica y económicamente y en el que se establece una estructura dentro dela cual las élites letradas pueden afirmarse y florecer. Su fin, unas cuatrodécadas después, coincide con los gobiernos del marqués de Montescla­ros (1608-1615) -cuando ya se ha constituido una cultura de cortc-, y deFrancisco de Borja. príncipe de Esquilache (1615-1621) -quien la conso­lida-. Cabe recordar que este período es fundacional en más de un sen­tido: establecimiento del Tribunal de la Inquisición, llegada de la Compa­ñía de Jesús y fundación de sus colegios, incluyendo el de hijos de caciquesa comienzos del siglo XVII, secularización de la Universidad de San Mar­cos (a la que se dotará de rentas bajo el gobierno de Esquilache), implan­tación de la imprenta, fundación del Colegio Mayor de San Felipe y SanMarcos y del Seminario Conciliar Santo Toribio.

En sentido amplio, la delimitación del ámbito está determinada por lazona de actuación de los poetas (en el sentido más amplio del términoen la época, es decir, los hombres de letras), lasAudiencias de Quito, Limay Charcas. Sin embargo, el fenómeno letrado es un fenómeno urbano y-sin negar que haya habido otras ciudades con una ingente vida cultural,al menos en un momento dado, como es el caso de Huánuco a fines delsiglo XVI, o del Cuzco- es Lima la que, por ser cabeza de reino y concen­trar todos los poderes, será el centro de mayor peso. Aun cuando vivieranen otras regiones del reino, es en el espacio letrado limeño donde aspirana actuar los personajes asociados con el proyecto de la academia.

Mi objetivo en el presente trabajo es plantear la cuestión del estudio delas élites letradas en el reino del Perú, y para ello me centraré en el grupoque proyectó la creación de la Academia Antártica.

LA ACADEMIA COMO EJE DEL ESPACIO LETRADO

La creación de un espacio letrado en el reino del Perú y las prácticas desociabilidad que lo acompañan no es un proceso aislado. Por el contrario,está en consonancia con dos procesos paralelos que tienen lugar en Europaentre los siglos XIV y XVI: la creación de espacios letrados seculares y el sur-

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84 I HISIORIA DE lOS INIElECTUALES EN AMtRICA LATINA

gimiento de la figura que, anacrónicamente, podemos llamar el intelectual

(cf. Viala, 1985; Chartier.rcvó: 45-80; Strosetzki, 1987; Iouhaud, 2000: Mer­

lin, 1994: Miller, 1998).

Dentro de estos procesos, las academias cumplen una función clave.

Los estudios que se les han consagrado -en el caso español- datan de hace

más de treinta años y se centran en su funcionamiento, enfocándolas den­

tro del ejercicio de la literatura en sentido estricto o de la actividad poética,

y fuera del espacio público al cual pertenecen. A los clásicos estudios de

losé Sánehez (1951,1961) Yde Willard F.King (1963: Anejo x), se suman loseruditos trabajos de Aurora Egida para las academias aragonesas (entre otros,

1984: 101-128). Sólo recientemente se ha comenzado a estudiarlas dentro

del espacio público, atendiendo a su función socio política dentro de éste y

a su relación con las estructuras de poder. Un enfoque interesante en este

sentido es eldeAnne Cruz (1995: 72), quien se acerca a las academias a tra­vés del estudio de sus determinantes históricos y sociopolíticos,

con miras a situarlas dentro de un campo cultural más amplio, cuyos

límites -aquellos que separan las esferas públicas y privadas- eran cons­

tantemente transgredidos, tanto por la relevancia de los puestos políti­

cos que ocupaban sus miembros como por las oportunidades que lasreuniones les abrían a sus miembros.

Como bien señala Cruz (ibid.: 72 y ss.), el estudio de las academias nos lleva

a la cuestión del mayor control que habrán de ejercer los círculos de podersobre la actividad poética durante el siglo XVll y -agregaría yo- la fun­

ción de los hombres de letras en la politica del Estado. Iouhaud (2000), por

su parte, ha planteado la paradoja que surge de este estado de cosas, pues

es a comienzos del siglo XVII -cuando el intelectual ha ganado en indepen­

dencia y en prestigio- que su dependencia de los círculos de poder secu­

lares y políticos se vuelve más estrecha. Dicho en otras palabras. lo que seplantea es la relación entre el Estado moderno y el arte, elcontrol que aquél

ejerce -o intenta ejercer- sobre éste y la función de éste en la política de

aquél. Llevando la cuestión al plano de la poesía, Cruz (1995: 72 y s.) sos­

tiene que es necesario dilucidar "de qué manera las academias llegaron a

influir y dar forma a la producción poética contemporánea y en qué grado

dicho control determinó los límites de su calidad estética al igual que surecepción". Por otra parte, el surgimiento y el auge de las academias se

encuentra en estrecha relación con el crecimiento de la burocracia -que

se nutre de las redes clientelares de los nobles que residían en la corte- y,

si bien dicho incremento es particularmente tangible desde la época de

HACIA UN ESTUDIO DE LAS ÉlITES lETRADAS EN El PERÚ VIRREINAL I 85

Felipe I1I,comenzó bajo Felipe 11 (cf Elliott, 1990: 259-260). El proceso de"institucionalización" de la poesía coincide con el mencionado incremento

de los puestos burocráticos, pues esta función exige un grado de erudición

y de cortesanía cuya posesión parece garantizar la pertenencia a una aca­

demia. Es la academia -en tanto espacio de particulares que forman, porotra parte, una corporación- la que permite, en gran medida, a los indi­

viduos que aspiran a cargos ya sea el ingreso a la élite gubernativa (tal el

caso de un funcionario), ya sea trabar relación con quienes pertenecen a

ésta (tal, generalmente, el caso del hombre de letras, aunque a menudo éste

y aquél son la misma persona). Iauralde Pou (1979) señala que "se preten­

día en las academias la cualificación literaria por un alto grado de tecnifi­

cación profesional. esto es, literaria" (citado en Cruz, 1995: 78). El ejerci­

cio de la letra, pues, se convierte en medio privilegiado de movilidad social.Lo será también en el caso del reino del Perú. La presencia de letrados

se remonta al período inmediatamente posterior a la fundación del virrei­

nato (1542), cuando se establecieron ciertas instituciones -Audiencía,Cabildo- para las cuáles ellos eran requeridos en la capital. Sin embargo,

no será sino hacia las últimas décadas del siglo XVI que el número deletrados se incrementará y que la élite letrada se consolidará en tanto tal,

mientras que su conformación étnica y social se irá volviendo más com­

pleja a medida que transcurre el tiempo. En principio, es posible distin­

guir dos ámbitos dentro de los cuales se mueven los letrados (aunque éstos

no estén tan separados como puede parecer): el eclesiástico y el secular.

Predominan en ellos -en la capital del virreinato-Jos peninsulares (ya sealos que residen por un número determinado de años en el reino, ya sea los

que permanecen y se arraigan, debido a su ingreso en redes locales, tantofamiliares como clientelares), y los criollos. aunque sin duda ingresan tam­

bién mestizos. A los descendientes de los conquistadores y los primeros

pobladores -sean o no encomenderos-, se suman los funcionarios envia­

dos por la Corona, además, por supuesto, de todos aquellos que dictan

cátedra en la universidad. El grupo de mecenas potenciales, por su parte,se irá igualmente diversificando pues a las élites gubernativas provenien­

tes de la Península y a los beneméritos y notables locales, se les unirán

grupos ascendentes como los mercaderes, que se benefician del comercio

creciente no sólo con la Península sino con la Nueva España y las Filipi­

nas, o los mineros y azogueros enriquecidos por la producción minera. (cf.Lockhart, 1982: Schroter y Büsehges [eds.], 2000).

Las redes clientelares irán, pues. cambiando su conformación y nucleán­dose en torno de diferentes personajes, tanto en la esfera secular como

en la religiosa. Para el ascenso social de estos grupos, la universidad y sus

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86 I HISIORIA Df LOS INTELECTUALES EN AMtRICA LATINA

colegios y los colegios de las órdenes serán instrumentales. La academia,corno ya lo hemos sugerido. será una puerta privilegiada de acceso a loscírculos de poder, y ello explica que, a fines del siglo XVI, un grupo dehombres de letras se decida a proyectar la creación de una de ellas en laciudad de Lima.

Los motivos de los hombres de letras para desear fundar o pertenecera una academia son múltiples. Uno de ellos, y no el menor, fue el deseo deintegrar esa comunidad erudita universal dentro de la cual se movían loshumanistas, y que les daba acceso a redes que hacían posible el estableci­miento de amistades con las que se intercambian ideas, libros, objetos. Laacademia, en efecto, hacía posible al hombre de letras entrar en contactocon otros poetas y hombres de letras, pero también significaba la posibi­lidad de establecer relación con los notables, que les facilitarían la obten­ción de cargos burocráticos o puestos políticos de mayor o menor impor­tancia, o que actuarían como mecenas, lo que les permitiría iniciar ocontinuar una carrera dedicada a las letras. Laacademia fue, pues, un medioal igual que un fin. en tanto que legitimaba la actividad del hombre de letrasuna vez que éste lograba ingresar a ella (cf. Egida, 1976: 130; Iauralde Pou,

1979: 740, nota 35)·Lo dicho anteriormente puede trasladarse del nivel personal al colee­

tivo: la existencia de la academia da prestigio a una ciudad o a una región,la legitima y le depara un lugar en el mapa letrado imperial. Las acade­mias españolas proliferan no sólo en la corte sino también fuera de ella,en los grandes centros urbanos: Toledo, Sevilla, Granada y en varias ciu­dades de Aragón, Cruz (1995: 80-81) reflexiona sobre la relación de estasacademias, alejadas geográfica y psicológicamente del centro del poderpolítico, con la corte madrileña, y señala que si bien su creación respondea la necesidad de paliar el aburrimiento de la provincia -así lo declaranalgunas-, el deseo de emular y sobrepasar la actividad cultural de la cortees claro en la mayoría de ellas.

Lasituación de alejamiento respecto del centro del poder no puede sinoser una cuestión central en el proyecto de formación de una academia enla ciudad de Lima: si Zaragoza se creía abandonada por la Corona y Sevi­Hase sentia lejana de Madrid, ¿qué podia decirse de la ciudad de Lima y delreino del Perú a fines del siglo XVI? Para entonces, la ciudad cuenta ya conuna vida cultural en plena efervescencia y residen en ella, o la visitan depaso, una serie de letrados, artistas y poetas cuya presencia y activida­des van creando un espacio dentro del cual funcionan. Lohmann ViIIen a(1990: IX-XIV) nos ha brindado un panorama de la vida cultural de la ciu­dad durante esta época (cf. también Chang Rodríguez. 1983; Bellini, 1988:

HACIA UN ESTUDIO DE LAS ÉllTES LETRADAS EN El PERÚ VIRREINAL I 87

112 Yss.). La construcción de dicho espacio comienza, así, nutrida por lasexigencias de reconocimiento, legitimación y valoración de las élites de unaciudad que intenta competir intelectualmente con la otra capital virreinal-la ciudad de México- y de una región que había ingresado al imaginarioeuropeo definida por sus riquezas y hasta entonces valorada exclusiva­mente por la abundancia de sus metales (cf. Colombí-Monguió, 1999: 75­

91). El proyecto de formación de una academia en la ciudad de Los Reyessurge, pues, de dichas exigencias.

EL CASO DE LA ACADEMIA ANTÁRTICA

El nombre mismo de la Academia Antártica denota una doble vertiente:por una parte, la filiación clásica y peninsular, por otra parte, el enraiza­miento en un espacio desde el cual se crea. Un espacio que, por lo demás,no existe y que hay que construir: un locus que está en proceso de crea­ción y que comprende un territorio metafórico, unas obras, unos autores,es decir, un parnaso antártico o austral. No en vano el adjetivo (cf. Pirbas,2000: 191-213;2004) se repite en los títulos de las obras de sus miembros:La Miscelánea antártica, de Miguel Cabello Balboa, la PrimeraPartede laMiscelánea austral,de Diego Dávalos y Pigueroa. la PrimeraPartedel par­nasoantártico, de Diego Mexía de Fernangil (seguida por una segunda parteque perpetúa el nombre). Emblema y signo a la vez, el proyecto de crearuna academia reclama y exige un reconocimiento de la labor intelectuallocal, a la vez que intenta demostrar que el Nuevo Mundo aporta al Viejono sólo riquezas materiales, sino también claros ingenios (cf. Rose, 1999).

Pero, a esta altura, cabe preguntarse qué sabemos de la existencia de laAcademia Antártica. Alberto Tauro del Pino (1948)-el único que le dedicóun libro- acentuó su elusividad ya desde el título: Eíusividady gloria de laAcademiaAntártica;Lohmann VilIena (1944: XII), por su parte, la ha cali­ficado de "fantasmal" (d. también Miró Quesada, 1962: 77-136). En efecto,dado que -como ocurre en el caso de muchas otras academias- no existedocumentación sobre ella, yasean actas o correspondencia. no se sabe exac­tamente quiénes la conformaban, dónde se reunían, qué actividades lle­vaban a cabo en las supuestas reuniones, ni tampoco es posible determi­nar cuándo se iniciaron éstas o cuándo concluyeron. Sabemos de laexistencia de la Academia gracias a tres fuentes principales: a) elsoneto queGaspar de Villarroel y Coruña dedica, en nombre de la Academia Antár­

tica, a Pedro de üña y que aparece en el paratexto del Arauco domado

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(Lima, Antonio Ricardo, 1596); b) la mención que de ella se hace y el elo­gio con que se corona, uno a uno, a sus miembros en el "Discurso en loorde la poesía", cuya autora es la Poetisa Anónima y que fue publicado en elparatexto de laya mencionada Primera Parte delparnasoantárticode Mexíade Fernangil (Sevilla, 1608); c) el soneto de Pedro de Oña en nombre de laAcademia (en ibid.í,

Sin embargo, la inexistencia de datos sobre el funcionamiento puntualde la academia no parece esencial para el acercamiento que he planteadoanteriormente, es decir, para el estudio de los aspectos ideológicos y socio­políticos del proyecto de academia dentro del espacio letrado que, porentonces, se está construyendo. Lo que cuenta es la existencia en el virrei­nato de un grupo de personas dedicadas al ejercicio de las letras, con inte­reses comunes, y, como veremos enseguida, con un proyecto común, queentran en relación con otros grupos de letrados, con los virreyes y con altosfuncionarios de quienes esperan el mecenazgo; un grupo muy móvil, quecircula por el virreinato del Perú, guarda contacto con la Nueva España ysigue activo en el ámbito cultural de la Península.

Sobre la base de los ya mencionados elogios que prodiga la Poetisa Anó­nima, Tauro (1948: 17) estableció una lista de diecinueve miembros, a loscuales añadió el nombre del capitán Pérez Rincón, cuyo soneto aparece alfinal de la ya mencionada Primera Parte delparnasoantárticode Mexía deFernangil. Partiendo de esta lista, podemos establecer tres grupos: a) auto­res de quienes existe al menos una obra conocida: la Poetisa Anónima,Diego de Aguilar y de Córdoba, Miguel Cabello Balboa, Diego Dávalos yFigueroa, Diego de Hojeda, Diego Mexía de Pernangil, Pedro de Oña, a

quienes podemos agregar los nombres de Enrique Garcés (más conocidopor haber introducido el azogue en el Perú que por sus traducciones) yde Juan de Miramontes y Zuázola, relacionados con la Academia; b) auto­res de quienes se conoce al menos una composición poética: Cristóbal deArriaga, Francisco de Pigueroa, Pedro de Montes de Oca, Luis Pérez Ángel,Cristóbal Pérez Rincón, Juan de Portilla y Agüero, Juan de Salcedo Villan­drando, Gaspar de Villarroel y Coruña; c) autores que sólo conocemos porreferencia: Pedro de Carvajal-se conoce una epístola que le fue dirigida(cf Chang Rodríguez, 1977: 83-92)-, Antonio Falcón (señalado por la Poe­tisa Anónima como director espiritual de la Academia Antártica), DuarteFernández, Luis Sedeño, Juan de Gálvez.

En cuanto al programa de la Academia Antártica -que podemos recons­truir en sus grandes líneas a través de las obras de los autores-e, su obje­tivo fue llevar los studia humanitatis al Nuevo Mundo. Si los humanistasintentaron reconstruir el edificio de la sabiduría antigua, que considera-

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ban se hallaba en escombros luego del Medioevo, la Academia Antárticase propuso trasladar el edificio de la cultura grecolatina ya actualizadapor el humanismo renacentista e implantarla en una región lejana y per­cibida como bárbara. En la yamencionada Primera Parte delparnasoantár­tico -"El autor a sus amigos't-, Mexía de Fernangil menciona explícita­mente la "barbarie" cuando dice estar "barbarizando entre bárbaros" (1608).

Sin embargo, el término (cuyos ecos humanísticos son claros) no se refierelos indígenas, sino a los mismos españoles, quienes, según el autor, ya seapor incapacidad o por estar embebidos en actividades pecuniarias, no seocupan de las letras. Mencionemos sólo dos aspectos centrales del pro­grama: la traducción y la difusión del saber y el cultivo de la historiogra­fía y la construcción de una memoria antártica.

La traducción y la difusión del saberEs bien conocido que uno de los objetivos centrales del humanismo euro­peo -con miras a "debelar la barbarie"- era exhumar y revivificar los cono­cimientos que la humanidad había tenido en la época de la Antigüedadgrecolatina y que se habrían perdido durante la época medieval. Paralograrlo, había que volver a las fuentes originales, lo que requería la puri­ficación de la lengua latina que había sido corrompida y, además, el de­sarrollo de una actitud crítica hacia los textos y las traducciones -actitudque llevaría al nacimiento del método filológico-o La búsqueda de versio­nes depuradas y fidedignas de textos llevó, claro está, a una preocupaciónnueva por la lengua y por las modalidades de la traducción. Por otra parte,el afán por difundir los conocimientos hizo de la traducción una tarea cen­tral -cabe mencionar, aunque sean demasiado conocidos, el proyecto deedición de la Biblia Políglota y el de traducción de Aristóteles que alentóel cardenal Cisneros en la Universidad de Alcalá y que quedaría incon­cluso-. Las traducciones de textos clásicos y, posteriormente, italianos,no cesan a lo largo del siglo xvr. Beardsley Ir, (1970: 3-11) cuenta 154 obrasde la Antigüedad clásica traducidas para 1617.

La traducción, por otra parte, ocupa un lugar de importancia dentrode las obras conocidas de los autores cuyo proyecto fue el de fundar la Aca­demia Antártica, dado que de un corpus de dieciocho obras que han lle­gado hasta nosotros, cuatro son traducciones y una incluye traduccionesde poesías. Las primeras, cronológicamente, son las tres traducidas porEnrique Garcés: Francisco Patricio de Reyno,y de la institvcion del qve hade Reynar (Luis Sanchez, Madrid, 1591); LosSonetosy Canciones del PoetaFrancisco Petrarcha (Madrid, Guillermo Droy, 1591); LosLvsiadas de Lvys

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90 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA

de Camoes(Madrid, Guillermo Drouy, 1591). Sigue la obra de Diego Mexiay Fernangil, la Primera Parte del parnaso antártico (Sevilla, Alonso Rodri­guez Gamarra, 1608), traducción de las veintiún epístolas de amor, queincluye las escritas por heroínas de la Antigüedad a sus amantes o espososy las respuestas de tres de ellos, en tercetos, y de la Invectiva contra Ibis.Finalmente, la Primera Parte de la Miscelánea austral r... ]Con la Defensade Damas (Lima, Antonio Ricardo, 1602), de Diego Dávalos y Figueroa,incluye una serie de traducciones de composiciones poéticas de VittoriaColonna y de Tansillo, insertadas en los coloquios en verso y en prosa queintercambian dos interlocutores, Delio y Chilena, en su jardín de la ciudadde La Paz, y que versan sobre la poesía, el amor y otros tópicos.

El cultivo de la historiografíay la construcción de una memoria antárticaLa filología. y también la historiografía, constituyen las bases sobre lasque se fundó el humanismo europeo. La época del Renacimiento marcael desmembramiento de la ecúmene cristiana de la Edad Media y -aun­que de modo diferente en los distintos reinos europeos- la gestación de losestados modernos. La preocupación de los humanistas por el pasado his­tórico no sólo se manifiesta en un cambio profundo en la manera dehacer historia, sino también en el surgimiento de la historia local o nacio­nal -articulada o no con la historia universal-o La historiografía estará alservicio de la política de las ciudades-Estado -Milán, Florencia, Venecia,Népoles, el Vaticano- o de las familias que las rigen y,como consecuenciade ello, se cultivarán las historias dinásticas y las historias locales.

La reflexión sobre el pasado o la necesidad de dejar por escrito las haza­ñas de los contemporáneos está presente en varias obras de los miembrosde la Academia Antártica y se plasma en diversos géneros. El género histo­riográfico es utilizado por Diego de Aguilar y de Córdoba en su ya men­cionada obra El Marañón, que trata precisamente de esa zona y narra laexpedición de Lope de Aguirre. La miscelánea permite a Cabello Balboaen su Miscelánea antártica tratar largamente la cuestión central del origendel hombre americano y la historia de los incas hasta la llegada de los espa­ñoles, y a Dávalos y Figueroa, en su Miscelánea austral, plantearse breve­mente ciertos aspectos del pasado indígena. La poesía heroica, por su parte,fue practicada probablemente por Cabello Balboa (en la Volcánea, perdida),por Pedro de Oña en su Araucodomado y por Juan de Miramontes y Zuá­zola en sus ArmasAntárticas,poema que si bien trata la toma de Cajamarcay las guerras civiles se centra en las acciones cuasi contemporáneas de los

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piratas Drake, Oxenham y Cavendish. y aunque la mirada histórica de losintegrantes de la Academia Antártica no se plasma en una historia del reino,toca cuestiones centrales para el mismo (el origen del indio americano, latiranía de Lope de Aguirrc, las guerras del Arauco, los ataques de los pira­tas) y contribuye así a la construcción de una memoria antártica.

CONCLUSIÓN

En las páginas anteriores he intentado plantear la cuestión del estudio delas elites letradas en el virreinato del Perú, sobre la base de uno de sus ejes-la academia-, y de un caso particular -el de la Academia Antártica-. En loque respecta a ésta, su estela se difuminó pronto: en 1629,Antonio de LeónPinelo menciona en su Epítome a tres de sus miembros; en 1732, Pedro dePeralta y Barnuevo, en su Lima Fundada, cita a uno solo y, en 1737 Barcia,en su edición ampliada del Epítomede Pinelo, recuerda a cinco. El interés dela Academia Antártica es, sin embargo, múltiple: por el valor intrínsecode las obras de sus miembros, por su laborde mediación de la cultura huma­nista y del italianismo en el virreinato del Perú, y, finalmente, por la fun­ción que cumplió en el establecimiento de una cultura de corte virreinal yen la construcción de un pensamiento letrado dentro de aquella sociedad.

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Brasil: literaturae "intelectuales"en el período colonial*Laura de Mello e Souza

PROBLEMATlZACIÓN, CONCEPTO, RECORTE

A diferencia de otras disciplinas que forman parte de las llamadas cien­cias humanas (una denominación más abarcadora que "ciencias sociales",

pues da cabida a diversos campos del conocimiento dedicados al estudiodel hombre, de su cultura, de su acción, etc.), la historia es una disciplinacuya especificidad deriva de su intento por comprender fenómenos rela­cionados con la vida humana desde una perspectiva espacial y temporal(Braudel, 1969). Más que de la producción de teorías -una tarea impres­cindible para muchos de sus parientes, corno los antropólogos, los psicó­logos, los sociólogos-, el historiador se interesa por la vida humana engeneral, pero la sitúa en contextos específicos, con lo cual cuestiona lapertinencia y la viabilidad de aplicar conceptos -por principio, atempo­rales y generales, pues tienen un carácter eminentemente explicativo- inde­pendientemente de la dimensión temporal. Un buen ejemplo de esto es eldel concepto de capitalismo, que surgió en la época de apogeo del mundoburgués y fue aplicado, con bastante ligereza, a épocas en las que elcarác­ter de la riqueza no residía en eldinero ni en la necesidad de incrementarloconstantemente, ya sea sobre la base de la circulación de mercancías, ode su producción, o incluso sobre la base de la transformación del propiocapital -ese dinero que, según la formulación clásica de Marx, generamás y más dinero- en mercancía privilegiada. No hubo, pues, un capita­lismo en Cartago, a pesar de que los cartagineses hayan sido notables co­merciantes en la Antigüedad.

La perspectiva adoptada en este trabajo es esencialmente histórica y,portanto. se cuestiona acerca de la legitimidad de definir como intelectuales a

~ Traducido por Ada Solario

BRASIL· LITERATURA E "INTELECTUALES" EN EL PERíODO COLONIAL I 95

aquellos que, en el pasado colonial del Brasil, tuvieron una actuación yun papel semejantes a los de los hombres que hoy podrían ser designadosde ese modo sin problema alguno. En efecto, como en el caso del con­cepto de capitalismo, el de intelectualfue acuñado en un momento histó­rico particular, entre fines del siglo XIX y comienzos del siglo xx. Por cierto,a partir de los escritos del pensador marxista italiano Antonio Gramsci fueposible pensar en un concepto más amplio de intelectual, más referido alquehacer humano y menos tributario de la cultura letrada de las élites(Gramsci, 1979). Y es posible incluso que debido al peso y al prestigio delpensamiento gramsciano, algunos ilustres historiadores no hayan vaciladoen dejar de lado los escrúpulos mencionados, considerados tal vez rebus­camientos irrelevantes: así, Iacques Le Goff, uno de los mayores medieva­listas franceses, escribió un pequeño e iluminador libro cuyo título fueLos intelectuales de la Edad Media (Le Goff, 1957). No obstante, en lasreflexiones que se desarrollan en este artículo se evita usar el concepto de

intelectualy se opta por el de letrado.El problema de fondo que se plantea, y que es central para los histo­

riadores, es el del anacronismo: por un lado, los conceptos son históricosy,por lo tanto, específicos, limitados a las épocas en que fueron produci­dos; por otro lado, son atemporales y,en función de este atributo, deben sergenerales para poder explicar. Un problema análogo se plantea cuando sehace referencia al Brasil y al brasileño antes del surgimiento de la nación,que tuvo lugar con la independencia política en 1822.Resulta inexacto hablarde un pasado colonial brasileño pues la colonia (yen rigor, ¿no habríaque emplear el plural y decir las colonias?) no era brasileña, sino portu­guesa, y sus habitantes no se veían, por lo general, como fundamentalmentedistintos de los del Reino, el lugar hacia donde casi siempre deseaban regre­sar (Souza, 2004: 347-361; Novais,1997: 13-39). Pero tornar ese camino puedellevar al nominalismo y,en última instancia, al pirronismo (Hazard, 1961),

con lo cual se echarían por tierra consensos sin lograr a cambio establecer

nuevos parámetros.Con la convicción de que la historia es, como dijo Edward P. Thomp­

son (1981), la disciplina del contexto, se ha optado por encaminar el debateen torno de la designación que resulte más adecuada al período que se ana­lice; esto es, una acepción más laxa para los tres primeros siglos de lacolonización portuguesa en América, y una más estricta para el siglo XVIII.

Por lo tanto, más allá de las variaciones y de los matices, se ha privile­giado el mundo de la cultura escrita y erudita con el propósito de com­prender el papel que esos individuos tuvieron en la sociedad de su tiempo,asi como las relaciones que establecían con ellay entre sí.Para ello fue nece-

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96 I HISTORIA DE lOS INTELECTUALES EN AMtRICA LATINA

sario hacer elecciones, establecer clivajes y destacar, del conjunto de las pro­ducciones literarias, aquellas en las que tales relaciones se manifestaronde manera más evidente.

¿Literatura brasileña?A partir de la independencia del Brasil y la instauración del imperio, en1822, los letrados del nuevo país se empeñaron en buscar en el pasado loselementos que mostrasen las raíces de una identidad nacional. Tanto lostributarios del pensamiento ilustrado corno los adeptos al romanticismoconcebían la historia como progreso y,por ello,en los fenómenos que obser­vaban no podían dejar de ver la culminación o la consecuencia obvia defenómenos anteriores, con lo cual les conferían una racionalidad y unainteligibilidad que, por lo general, les eran ajenas.

En ese sentido, para esos intérpretes la literatura llevada a cabo en sueloamericano antes de 1822 contenía los gérmenes de la brasileñidad. o bien,

pura y simplemente, era ya brasileña. Los románticos desempeñaron unpapel muy importante en la génesis de esa tradición, como puede verseen el caso de Ioaquim Norberto de Sousa Silva y de los varios textos queescribió sobre la literatura brasileña, recientemente compilados en Histó­ría da literaturabrasileira (Silva, [. N., s/f).

De Sousa Silva pensaba que" [u1n pueblo que no tiene una literaturadifícilmente llegará a ser una nación", pues la nacionalidad se nutría delas glorias pasadas y "de las tradiciones de sus mayores, cuyos nombres ypreciosos trabajos la literatura, como un eco inmortal, repetirá hasta lasmás remotas generaciones de la tierra" (ibid.: 112). A fines de la década de1850 y comienzos de la de 1860, defendía la existencia de una literatura bra­sileña ante aquellos que, como elgeneral Abreu e Lima, sostenían una posi­ción opuesta. Para estos últimos, las manifestaciones literarias realizadasen el Brasil hasta ese momento (el general escribió acerca de este tema en1835) eran inexpresivas o, cuanto mucho, estaban subordinadas a la litera­tura portuguesa, ya de por sí bastante limitada (ibid.: 66-67). Por el con­trario, para De Sousa Silva la naturaleza física del país, pródiga y grandiosa,era razón suficiente para explicar la necesidad de una literatura, que, porotra parte, ya había existido incluso entre los pueblos indígenas que habi­taban el territorio antes de la llegada de los portugueses. Al sostener estaposición, De Sousa Silva también pretendía demostrar que la lengua y laliteratura no se hallaban obligatoriamente asociadas, ya que la literaturaera más la expresión de un carácter nacional que de una identidad lin­güística: podía haber, por tanto, una literatura brasileña en lengua portu-

BRASIL: liTERATURA E "INTELECTUALES" EN El PERíODO COLONIAL I 97

guesa. Invocaba los testimonios de cronistas contemporáneos que, comoGabriel Soares de Sousa o el padre jesuita Pemáo Cardim (ibid.; Cardim,1978), habían registrado cantos y danzas entre los indígenas de los prime­ros tiempos, y tomaba partido por la capacidad poética de los Tarnoios,influida por la naturaleza "espléndida" y"portentosa" de la situación natu­ral: la bahía de Guanabara (Cardim, 1978: 170).

Oliveira Lima -uno de los primeros autores brasileños que se ocupa­ron específicamente del período colonial-, si bien divergía con De SousaSilvapues ubicó el nacimiento de la literatura brasileña en la segunda mitaddel siglo XVIII, coincidía con éste en lo que respecta a la relevancia de loscuentos y los poemas indígenas, que, junto con las tradiciones africanas,consideraba decisivos para la elaboración de una literatura popular (Lima,1984: 79-83). Sin embargo, Oliveira Lima no se detuvo en la cuestión de laexistencia de una literatura brasileña en el período colonial.

Los presupuestos de De Sousa Silva tuvieron una larga vida en la histo­ria de la literatura brasileña, aun cuando se manifestasen a veces de manera

algo subterránea. Alfredo Bossi, por ejemplo, consideró que Antonio Can­dido estaba equivocado al considerar que sólo fue posible una literatura bra­sileña a partir de fines del siglo XVIII, cuando ya se había constituido un sis­tema literario (Cándido, zooób; Bosi, 1980). Según Bosi, Gregório de Matosy el padre Antonio Vieira ya escribían literatura brasileña, pues tanto susensibilidad como sus modelos y el dialecto en que se comunicaban eranbrasileños. En la crítica a Can dido, planteó que eran las academias del sigloXVIII las que habrían proporcionado la materia con que se formó el sistemaliterario, y condenó esa perspectiva por considerarla eminentemente insti­tucional. Sin embargo, para Candido, la idea de sistemaimplicaba la dialéc­tica entre la producción literaria y la sociedad en la que ésta se incluía, entreel producto y elpúblico lector -lo que sólo tuvo lugar a fines del siglo XVIII-,

por lo que su concepción trasciende el marco estrictamente institucional.También se encuentran ecos de la posición de De Sousa Silvaen JoséAde­

raldo Castello, un importante investigador del Movimiento Academicista.En A literatura brasileira, el autor no encara una discusión más conceptual-no cuestiona si, de hecho, es posible pensar en una literatura brasileñaanterior al siglo XIX- y admite "como nuestro primer documento literariola Cartade Pero Vazde Caminha"; escrita en 1500, en el momento del arribode la expedición de Cabral a Bahía, pues allí se "anuncia el principio de lainteracción de las influencias externas e internas" (Castello, 2004: 51).

En uno de los más recientes libros generales sobre la literatura brasi­leña, su autor, Luís Roncari, torna la precaución, ya de entrada, de recor­dar que en 1500 los portugueses "llegaron a las tierras que hoy forman el

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98 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA

Brasil", y no a un país. Y a continuación explica que prefirió que el pri­mer capítulo se titulase "El Brasil en la literatura", y no "La literatura enel Brasil" -como lo había hecho Afránio Coutinho-, porque el Brasilsólo entra "como objeto de la narrativa", de modo tal que la Carta deCaminha discurre sobre la tierra y sus habitantes a los que toma, por tanto,

como objeto (Roncari, 1995: 19,26).

¿Intelectuales o letrados?Por lo visto hasta ahora, puede decirse que el objeto-Ia nueva tierra, su rea­lidad específica, la esclavitud, la colonización, la naturaleza tropical, lainmensidad del territorio, la amenidad del clima, etc.- ha bastado paradefinir como brasileña la literatura practicada en el Brasil desde la llegadade los portugueses. Sin embargo, es necesario apreciar que, tanto comoen la relación establecida con el medio, el problema reside en la sensibili­dad y en la conciencia de los autores, es decir, de los sujetos. Y éstos no sesentían brasileños, ya que, como observó Roncari, el Brasil no existía: losletrados de entonces, religiosos o seculares, eran Iusoamericanos, lusobra­siieños o,como solían autodenominarse,portugueses delaAmérica (Schwartz,2003; Souza, 2006). Debían obediencia al rey de Portugal, eran sus vasa­llos y no pensaban en la independencia: plantear la cuestión de maneradiferente es partir del resultado para llegar al origen.

Cuando el historiador tiene como objeto de estudio la literatura, esmucho lo que le debe al crítico en lo que respecta al análisis interno de lasobras y a la comprensión de los estilos y de las escuelas. Pero,a la vez,puedeayudar a entender los aspectos externos: el medio social en el que la lite­ratura floreció, así como cuestiones relativas a los autores y al contexto his­tórico. En ese sentido, contaminados en todas partes por sentimientosregionales y por cierto malestar ante la dominación del reino, los habitan­tes de la América portuguesa pueden considerarse como lusoamericanos,pero sobre todo corno lusobrasileños: la primera denominación parece ade­cuarse más a la primera mitad del siglo XVIII, pero no obtuvo mayor reso­nancia; en cambio, la segunda, que se aplica mejor al último cuarto de aquelsiglo -cuando se fue configurando en el plano político la idea de un impe­riolusobrusíleño-, sí ganó notoriedad (Lyra,1994;Souza, 2006). y lo mismopuede decirse acerca de la literatura que se producía: en lugar de hablarde la literatura brasileña del período colonial, o de la literatura colonialbrasileña, es posible referirse a la literatura lusoamericana y,con mayor pre­cisión, a la literatura lusobrasileña, pues la denominación da cuenta, demanera simultánea, de la cronología y de la problemática.

BRASIL. LITERATURA E "INTELECTUALES" EN EL PERíODO COLONIAL I 99

En elestudio del período colonial también se plantea la dificultad de con­siderar como intelectuales a aquellos que desarrollaban actividades vincu­ladas a las letras. Es sabido que el concepto tiene una historia, que se sitúaa fines del siglo XIX y comienzos del xx, más exactamente en el momentodel caso Dreyfus en Francia y del surgimiento de la idea del hombre de letraspolíticamente comprometido (la célebre carta de Émile Zola es de 1898).Con el propósito de no caer en elanacronismo, es preferible por tanto desig­nar como letrados a los "intelectuales" del período en análisis: letradosíusobrasiíeños, hombres de condición secular o eclesiástica; poetas líricos,

épicos o satíricos; autores de tratados sobre la tierra, sus accidentes, su fauna,su flora, su población; historiadores de las órdenes religiosas o de la colo­nización portuguesa; moralistas; genealogistas; y,ya hacia el fin del perío­do, autores de tratados de mineralogía, economía, agricultura.

En Portugal, al menos desde la segunda mitad del siglo xv, se llamabaletrados a las personas envueltas en diversas actividades: las de la literaturapropiamente dicha -la crónica histórica, la poesía-, pero también las de lajurisprudencia y la administración del reino (Rebelo, 1998; 113-133). Comohan demostrado algunos estudios recientes, ellos tuvieron un papel cen­tral en la construcción de la monarquía moderna. Ahora bien, este trabajono se ocupa de ellos, ni tampoco de los que llegaron a América en los dosprimeros siglosde la colonización, sino de quienes, bajo el impacto del nuevomedio, produjeron escritos más volcados a los objetos específicos que ya semencionaron, llevaron sus actividades hacia un espacio cada vez más públicoy contaron con un círculo cada vez más amplio de lectores; de aquellosque actuaron dentro de un sistemaliterario, según la concepción de Anto­nio Candido: hombres, por tanto, del siglo XVIII lusobrasileño.

LITERATURA Y VIDA SOCIAL

Limitacionesinstitucionales y socialesAdemás de las consideraciones que implican la caracterización y el recortedel sujeto histórico que luego se llamaría "intelectual", es necesario prestaratención a ciertas peculiaridades fundamentales, algunas derivadas de lapolítica colonial portuguesa en América, otras inherentes a la situación peri­férica del territorio, todas ellas importantes en la configuración de un con­texto específico muy distinto del europeo. Por lo tanto, es necesario consi­derar al sujeto y elcontexto en su dimensión temporal y espacial, históricaygeográfica, a fin de lograr una comprensión lo más abarcadora posible del

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objeto en estudio: el "intelectual", o, mejor, el letrado lusobrasileño y lasrelaciones que estableció con la sociedad a lo largo del siglo XVIII.

En virtud de la condición colonial, de la situación periférica, de la polí­tica adoptada por el reino y del tipo de sociedad que se fue constituyendo,el universo cultural de la América portuguesa se organizó a pesar de unconjunto de carencias: estuvieron ausentes las universidades, las bibliote­cas públicas, la prensa periódica y las editoriales, las cortes y la vida pro­piamente cortesana, la libertad intelectual -pues la censura de ideas y delibros se mantuvo activa todo el tiempo- y una red urbana uniformementedistribuida, ya que cada región -excepto la de Minas- sólo contaba conuna ciudad o villa digna de ese nombre, que en la mayor parte de los casosse situaba en la franja costera.

A diferencia de las colonias españolas en América, donde se crearonuniversidades desde la primera mitad del siglo XVI, en la América por­tuguesa no hubo instituciones de ese tipo antes del siglo xx. A pesar deque ha sido poco estudiado en profundidad, el tema fue y continúa siendoobjeto de controversias e hipótesis diversas; entre ellas, la teoría de queal obligar a las élites a estudiar en Coimbra la Corona buscó moldearlasde acuerdo con los parámetros portugueses, evitando así la circulación deideas heterodoxas y el desarrollo de un pensamiento crítico, lo cual, enúltima instancia, podría llevar a la independencia. El papel que deberíanhaber desempeñado las universidades quedó en parte a cargo de los prin­cipales colegios jesuitas del territorio, como el de Bahía -que en más de

una ocasión reclamó que se le concediese la equiparación con los estu­dios universitarios-, y de otras instituciones religiosas de enseñanza, comolos conventos de franciscanos, benedictinos y carmelitas, donde, ademásde la educación básica, se dictaban unos pocos cursos de educación supe­rior (Villalta, 1997: 330-385).Tras la expulsión de los jesuitas en 1759, ganómayor importancia elSeminario de Olinda, en Pernambuco, donde se des­

tacaron los padres oratorianos (Carvalho, 1960: 76-87; Neves, 1984). Detodas maneras, no es posible comparar el impacto social ni la función deesas instituciones con los de las universidades, lo que significó una granpérdida para el medio cultural de la América portuguesa, que permane­ció más limitado, aislado y cerrado sobre sí mismo, en contraste notoriocon lo que ocurría en otras regiones americanas, como el Perú, México oNueva Granada.

Lo mismo sucedió con la impresión de libros y con la prensa periódica:el Brasil no contó con ellas hasta 1808,cuando la corte de Braganza se tras­ladó a Río de Ianeiro, huyendo de la invasión francesa de Portugal, y elpríncipe regente, ante la necesidad de hacer públicos los actos del gobierno,

BRASIL: LITERATURA E "INTELECTUALES" EN EL PERIODO COLONIAL I 101

creó la Imprenta Regia (Moraes, 1993: 17-31). Más allá de ciertos intentosaislados, como el de Antonio Isidoro da Fonseca, en 1747, -que logró rea­lizar en Río de Ianeiro un impreso sobre la entrada del obispo Don Anto­nio do Desterro en la ciudad-vía Imprenta Regia,creada mediante un edictoel 13de mayo de 1808, fue la primera que existió en el territorio (Mon­teiro, 1993).Así, todos los habitantes de la América portuguesa que desea­ran ver sus trabajos en letra impresa tendrían que hacerlo en el Reino, yfue allí donde se imprimieron las principales obras de la literatura luso­brasileña del siglo XVIII, como los sonetos de Cláudio Manuel da Costa ola Históriada América Portuguesa, de Sebastiáo da Rocha Pitta.

Sin embargo, muchos textos manuscritos circularon de mano en mano,y dieron lugar a lecturas compartidas, propiciaron discusiones, alimenta­ron nuevas ideas o simplemente popularizaron a ciertos autores en unatierra de escasos recursos intelectuales y de numerosos iletrados. Fue asíque la Clavis Prophetarum, del padre Antonio Vieira,llegóa fecundar extem­poráneos sueños milenaristas en el primer cuarto del siglo XVIlI y en unmedio rudo y convulsionado, el de los primeros arrabales yasentamien­tos urbanos auríferos de la capitanía de Minas Gerais (Rorneiro, 2001). Estoconfirma la hipótesis de que se ha otorgado un peso exagerado al papelque los libros impresos tuvieron en las sociedades tradicionales (BauzaÁlvarez, 2002). En Bahía, se ha comprobado la existencia de talleres decopistas, por aquel entonces ya ausentes en Europa, lo que representa unasupervivencia de raíz medieval que encontró un suelo fértil en una socie­dad corno la lusobrasileña, Por último, siempre restaba el subterfugio dehacer circular los propios libros, socializándolos y permitiendo que unnúmero mayor de lectores sacase provecho de un único ejemplar, comose hizo evidente en las inconfidéncias [conjuraciones1de fines del siglo XVIII

(Minas Gerais, 1789; Río de [aneiro, 1794; Salvador de Bahía, 1798),en lasque estuvieron presentes la posesión y la circulación de libros y panfletosprohibidos y sediciosos.

La circulación de libros socializaba su propiedad y así se buscaba sor­tear dos importantes obstáculos para la constitución de un público lectory de relaciones dinámicas entre la producción letrada y su consumo: la faltade bibliotecas y la presencia de la censura. En efecto, antes de 1808no hubobibliotecas públicas en la América portuguesa, y las que de algún modocumplieron ese papel fueron las bibliotecas de los conventos y los monas­terios. Por esta razón, el traslado de la Real Biblioteca, luego de la llegadade la familia real, fue un hecho extraordinario y constituyó un símbolo almismo tiempo poderoso y ambivalente. Por un lado, confirma la gran rele­vancia que la dinastía otorgaba a los libros -acumulados a lo largo de los

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102 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA

siglos por medio de compras y de donaciones-, lo cual ponía de relieveno sólo el interés de los gobernantes por la cultura, sino también el pres­tigio del que gozaban junto a las demás casas reinantes; por otro lado, mani­fiesta el carácter exclusivista que el gobierno y las élites atribuían al cono­cimiento, algo que sin duda dejó una marca indeleble en la historia delBrasil (Schwarcz, 2002). Ante la falta de bibliotecas públicas o de acceso alas de los conventos, las "librerías" -corno se las llamaba por entonces-e,aun cuando casi siempre fueran de pequeño tamaño, se multiplicaban entrelos particulares, y algunas de ellas llegaron a contar con una cantidad sig­nificativa de títulos, corno la del canónigo LuísVieira da Silva,en Mariana,

Minas Cerais, y la del padre Agostinho Comes, en Salvador, ambas en lasegunda mitad del siglo XVIII. Esas"librerías" solían estar ligadas a un usoprofesional y,entre las que se conocen, las de mayor tamaño apenas supe­raban los mil volúmenes (Frieiro, 1981; Villalta,1997: 330-385; 1999).A pesarde la censura, existente en Portugal desde el siglo XVI y ejercida en todo elimperio por tres instancias, dotadas de reglas y principios propios -la In­quisición, el Ordinário (un tribunal de jueces eclesiásticos) y la Mesa doDesembargo do Pa,o (tribunal superior del reino l-, los libros prohibidoscircularon con bastante facilidad entre las élites cultas, que muchas vecessolicitaban licencia para poder leer esas obras -Spinoza, Voltaire, Mon­tesquieu.-, y que otras tantas lo hacían a escondidas. A partir de 1768,aúnbajo el gobierno del marqués de Pombal, la censura de libros y publica­ciones quedó bajo la jurisdicción de un nuevo organismo, la Real MesaCensoria, pero con don Juan ya establecido en Río de [aneiro, el Desem­bargo do Pavo volvió a ocuparse del asunto (Neves, 1984). Sin embargo, lasbrechas encontradas para burlar esa vigilancia no impidieron que la malafama de la monarquía portuguesa circulase por la Europa culta, que veíaal país como retrógrado y oscurantista y hacía uso de los prejuicios habi­tuales entre los pueblos del Norte cuando se refieren a los del Sur. A pesarde que los letrados lusobrasilenos más importantes solicitasen y obtuvie­sen la autorización para leer obras prohibidas, el hecho de que existieraninstituciones destinadas a combatir el libre pensamiento tuvo un peso inne­gable en la limitación del desarrollo de la sociabilidad letrada y del espí­ritu crítico, que se mantuvieron estrechos, vacilantes y confinados a círcu­los restringidos y temerosos de represalias y denuncias.

Por último, la transformación de ese universo estrecho y restringidotambién se enfrentaba a los obstáculos impuestos por las característicasdemográficas de la América portuguesa: una población escasa, disconti­nua y dispersa; pocas ciudades de cierto porte, y ausencia de algo seme­jante alas cortes locales, tan comunes en Europa (Novais, 1997). En ese con-

BRASIL: liTERATURA E "INTELECTUALES" EN EL PERIoDO COLONIAL I 103

tinente, el surgimiento en elMedioevo tardío de los letrados estuvo direc­tamente relacionado con la administración y la sociabilidad de las cortesseculares y eclesiásticas, y muchos de ellos eran, en el ámbito del renací­

miento del derecho romano, hombres de leyes.Laausencia físicadel Estado-cuya sede estaba en Lisboa-, así como la inexistencia, debido a las carac­terísticas de la administración del imperio portugués, de cortes virreina­les -como las de Lima o México en la América española- o eclesiásticas(durante los dos siglos, en el territorio lusoamericano sólo hubo obispa­dos en Bahía y en Olinda), limitaron considerablemente la acción de losletrados en la América portuguesa. Mientras que España transfirió a susterritorios conquistados instituciones del reino, y los dotó de tribunaleslocales del Santo Oficio, de universidades y de administradores agracia­dos con el título de virreyes y que tenían jurisdicción sobre circunscrip­ciones territoriales consideradas como virreinatos, Portugal mantuvo unorden mucho más centralizador. Reos, herejes, estudiantes y decisiones,todo ello quedaba en manos del reino.

Sin embargo, aun cuando en rigor no hubo un estilo de vida cortesanoen la América portuguesa, es posible verificar momentos y aspectos de unasociabilidad de tipo cortesano en Bahía,antes de 1763,y,desde ese momento,en Río de Ianeiro.Ias dos ciudades que fueron sede del gobierno general ycuyos ocupantes, eventualmente, recibían el título de virreyes -cn reali­dad, más honorífico que efectivo-o Asimismo, sin dejar de reconocer elinmenso foso existente entre ambos lados del Atlántico, alguna que otracabeza de capitanía mostró cierta sensibilidad letrada de tipo cortesano,como, por ejemplo, Vila Rica entre 1763 y 1789.

Academias

En función de los límites que se han señalado, la sociabilidad letrada y lapráctica literaria del siglo XVIII se llevaron a cabo, en gran medida, en losespacios privados y en elámbito de las academias. Estasinstituciones, comu­nes en la Europa culta del siglo XVII, se multiplicaron a lo largo del sigloXVIII con la propagación de las Luces.

En el territorio lusoamericano, comenzaron a surgir a comienzos delsiglo XVIII, aunque a veces no llegaban a durar más que una única o ape­nas unas pocas sesiones: en 1711, en Río de Ianeiro, la Academia Cientí­fica; en los años 1724 y 1725, en Salvador de Bahía, la que fue la primera delas sociedades literarias, la Brasílica dos Esquecidos; también en 1725, peroen Río de Ianeiro, la de los Secretos, que sólo llevó a cabo una reunión; en1736, de nuevo en Río pero ya durante el gobierno de Gomes Freire de

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104 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA

Andrade, luego conde de Bobadela, la de los Felizes; en 1752, también bajoel gobierno de Bobadela e incentivada por él, otra academia fluminense: lade los Seletos; en 1754 y en 1759, dos nuevos intentos en Salvador de Bahía:la de los Renascidos y la Brasílica dos Renascidos, respectivamente; porúltimo, otra vezen Río de Janeiro -ya sede del Estado del Brasily con admi­nistradores que, al menos nominalmente, ostentaban el título de virreyes-,la Científica, en 1771, fundada por médicos, reorganizada con el nombre deSociedad Literaria de Río de Ianeiro en 1786y que funcionó de maneraintermitente hasta 1795 (Castello, 1969, 2004: Candido, 2006b: 107).

En su mayoría, esas academias tuvieron una vida efímera y fueron, segúnAntonio Candido, "una especie de colectividad al mismo tiempo autora yreceptora de la subliteratura reinante", típica de un contexto en el que elpúblico lector y consumidor de literatura aún no se había constituido (Can­dido, 2006b: 77-78). Sus integrantes eran magistrados, clérigos, propieta­rios de tierras y de minas que en las horas libres se dedicaban a las letras.Por lo tanto, eran instituciones sin especialización alguna, si bien, ya haciafines del siglo, en la Academia Científica y luego en la Sociedad Literariafiguraron médicos con intereses científicos y técnicos. Además, algunas fue­ron capaces de crear redes de sociabilidades letradas interregionales, pormedio de socios supernumerarios, como ocurrió en la AcademiaBrasílicados Renascidos, con lo cual se daba un paso en el sentido de cierta auto­conciencia, o, como afirmó Antonio Cándido, se verificaba un "primerremedo de conciencia literaria común" (Candido, 2006 b: 150; Kantor, 2004).

También sobresalieron las academias de circunstancia, u ocasionales,organizadas para celebrar nacimientos, casamientos y muertes, reales oprincipescos; ingresos de prelados, que llegaban a la sede de sus diócesis,o de enviados diplomáticos provenientes de otros reinos; fiestas religiosasen general, entre las que se contaban las organizadas por cofradías y her­

mandades (Jancsó y Kantor, 2001: 170-195; Lara, 2001: 151-165; Ávila, 1971:113-125). Esas academias de circunstancia trascendían el ámbito eminen­temente privado, más propio de las academias permanentes y temporarias,y se abrían hacia el espacio público, poniendo en escena fiestas y repre­sentaciones, empuñando carteles con dísticos, con lo que penetraban enla sociedad más amplia y,al mismo tiempo, neutralizaban, invertían y refor­zaban jerarquías consagradas. De ese modo, ejercían una función ritualcapaz de quebrar el ritmo más lento de la vida cotidiana.

A título de ejemplo, fueron varias las Exequiasque dejaron material lite­rario escrito, como las de don Juan V,en Sao loño del Rei (1750-1751) yenVila Rica (1751); las de la infanta doña María Francisca Dorotea, en Para­catu (1771). Todasrepresentaron ocasiones de congraciamiento y de refuerzo

BRASIL: LITERATURA E "INTELECTUAlES" EN EL PERíODO COLONiAl I 105

del poder de los reyes, que se encontraban separados de los súbditos porun océano pero necesitaban de esos ritos en la medida en que reforzabanel absolutismo monárquico. Asimismo, teatralizaban la idea bien barrocadel rasero: de que todos somos polvo, y al polvo volveremos. Reconociendoel dolor del rey don José J, que también era padre de familia, los versosfúnebres sobre la muerte de la infanta recuerdan ese destino común delos hombres:

Que és vivo, e que hás de morrer,

É certo, e ninguém o ignoraMas quando há de ser a hora,Nao o podereis saber (Souza, 2001: 170-180).*

EncomiosLospoemas en alabanza de lasautoridades no deben verse como mera emu­lación, sino también como expresiones de un tipo de sociabilidad circuns­crita a la pequeña "corte" que gravitaba en torno de gobernadores de capi­tanías importantes -como Minas Gerais- o de la ciudad que, al menosvirtualmente, era la cabeza administrativa de la colonia -como Bahía yRío de Ianeiro-. Parte significativade la producción de los consagrados área­des Iusobrasileños -sobre todo Cláudio Manuel da Costa, pero también

Tomás Antonio Gonzaga yAlvarenga Peixoto- está constituida por ese tipode poesía, en la que se alababa no sólo la figura del gobernante sino tam­bién la de su familia, en un intento por "exaltar" un patrón "familista'' en

la acción colonizadora de los portugueses de América (Souza, 1999: 175-199).Por cierto, la alabanza a los reyes y a los poderosos fue una de las expre­

siones del contexto ilustrado en Portugal y en sus conquistas, e incluso enestas últimas sirvió como una forma de llegar "a la reflexión sobre pro­blemas locales" (Candido, 2006b: 110-111). Pero lo que interesa destacaraquí es el hecho de que la sociabilidad y el encomio se insertaron en unambiente que, aun cuando fuese muy limitado, tenia ciertos aires del espí­ritu cortesano consagrado en Europa desde el Renacimiento, y en el quela lisonja y el elogio no tenían el tinte peyorativo que a veces se les atribu­yen desde una visión contaminada por concepciones actuales.

Los poemas laudatorios o encomiásticos marcaron la sociabilidad depor lo menos una de las villas mineras del siglo XVIIl, Vila Rica. Entre

• [Que estás vivo y que has de morir,! es cierto, y nadie lo ignora/ mas cuándo ha deser la hora,/ no lo podrás saber.)

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106 I HI~10RIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA

1763 Y1791, Cláudio Manuel da Costa y Alvarenga Peixoto practicaron el

género con cierta regularidad. En ese contexto, tuvo lugar un aconteci­miento importante, en 1768, cuando Da Costa ofreció una pieza teatral y

poemas encomiásticos al Parnaso Obsequioso, academia de circunstancia

que también inauguró la Colonia Ultramarina de la Arcadia Romana (Can­

dido, 2006b: uo-nr). En ese momento, el poeta se volcó hacia los proble­

mas sociales, más concretos y palpables que la temática que lo había ocu­

pado hasta entonces, sobre todo en los sonetos -las "dulces fatigas delamor">, e introdujo en la forma laudatoria cierto carácter de resistencia yde crítica (Candido, 2006b: 11O-IU).

En particular, en torno de uno de los gobernadores de Minas, don

Rodrigo José de Meneses, se constituyó un tipo peculiar de sociabilidadasentada en el encomio pero marcada con un fuerte tono afectivo. Cláu­

dio Manuel da Costa, Gonzaga y Alvarenga Peixoto dedicaron varios poe­

mas a la familia de don Rodrigo, pero ninguno al propio gobernante, loque se aparta de la mayor parte de la literatura del género. Esta particula­

ridad parece indicar una re!ación más estrecha entre el gobierno y las éli­tes locales: Da Costa había sido secretario de dos gobiernos anteriores y

era abogado; Gonzaga era el oidor de Vila Rica, yAlvarenga, luego de haber

ejercido el mismo cargo en la Comarca de Rio das Mortes, más al sur, ydonde se destacaba la villa de Sao joao del Rei, pasó a dedicarse a la explo­

tación de sus minas y tierras particulares, y fue uno de los grandes pro­

pietarios de aquella región (Maxwell, 1977). Más aun, gobernador y élites

locales buscaban soluciones comunes para el impasse económico de la capi­

tanía, en la que el oro era cada vez más escaso. Por último, don Rodrigo

fue el primero de los gobernadores de Minas en hacerse acompañar porla familia: mujer, dos hijos nacidos en Portugal, un tercero en el viaje

hacia la colonia, y ya en Minas fue padre tres veces más. En ese contexto,

la sociabilidad literaria que se insinuaba en el palacio del gobernador, los

poemas laudatorios y la solidaridad horizontal que englobaba a miembros

de las élites y proyectos del gobierno local son caras de una misma moneda.

GenealogíasLas genealogías -r-O, como se decía en la época, las nobiliarquias- tuvieron

en la América portuguesa un objetivo social y político obvio: el enalteci­

miento de las élites regionales. Al hacer público el engrandecimiento de lasfamilias más importantes, exaltando su tradición y sus hazañas, ellas tras­

cendieron el espacio privado. Florecieron en el Nordeste -Pernambuco y

Bahía- y en la capítanía de Sao Paulo desde fines del síglo XVII ya lo largo

BRASIL: LITERATURA E "INlEI.EClUAlE5" EN El PERíODO COLONIAL I 107

de! XVIII, Yexpresaron la tensión entre las fuerzas regionales y los propó­

sitos centralizadores y unitarios de la Corona portuguesa. No es casual, portanto, que hayan surgido en las capitanías de población más antigua ydonde

la función colonizadora estuvo a la par de las acciones armadas, lo que jus­

tificó las eventuales aspiraciones de las élites a atribuirse tintes de nobleza

a la moda europea, conquistadora y guerrera. Tampoco es casual que en

las regiones de población más reciente, como Minas, surgidas ya bajo elsigno del comercio, nunca haya habido mayor interés por ese tipo de escri­

tos y que e! tema de la "invención" de sus tradiciones sólo se manifestara

en el siglo XIX, cuando la sociedad se hizo rural en mayor escala. Otras

regiones, como Río de Ianeiro, a pesar de ser antiguas y belicosas por fuerza

de la codicia internacional que, desde el siglo XVI, había logrado estable­

cer asentamientos franceses en la bahía de Guanabara, prestaron poca aten­ción a la justificación escrita de sus glorias. En efecto, no hay nobílíar­quias fluminenses que se remonten al período colonial, y las élires de allí

pronto se dedicaron a las gestiones comerciales, sobre todo las ilícitas, pre­

firiendo actividades lucrativas, como el tráfico de esclavos, a los argu­

mentos que fundamentasen una nobleza más que discutible.En el Nordeste, la lucha de los habitantes contra los invasores holande­

ses sirvió de argumento para la elaboración de los más importantes escri­

tos genealógicos de la América portuguesa. Los colonos fundamentaron sus

demandas de un reconocimiento real-mercedes, hábitos religiosos, ven­

tajas pecuniarias, honores-- en el hecho de haber reconquistado el territo­

rio al costo de su "sangre, vida y haciendas". Como elfenómeno ya fue admi­rablemente estudiado por Evaldo Cabral de Mello, se prefirió considerar

aquí el ejemplo de Sao Paulo, que además pone en evidencia los resenti­

mientos de orden político y geopolítico, muy típicos del siglo XVIII, cuando

la antigua región azucarera se vio amenazada por elascenso del centro-sur

que produjo la explosión de la actividad mínera (Mello, 1986,1995).

En la segunda mitad del siglo XVIIT,dos autores paulistas yuno de MinasGerais de origen paulista produjeron obras en las que se registra el senti­

miento de orgullo que los habitantes de Sao Paulo sentían por sus raíces:

Pedro Taques de Almeida Paes Lerne, fray Gaspar da Madre de Deus y Clau­

dia Manuel da Costa, que escribieron la Nobiliarquia Paultstana, la Memó­riaHistórica da Capitania de sao Pauloy el poema VilaRica,precedido de

un Fundamento Histórico (Candido. 196]: 161-191). Sao Paulo y Minas

eran regiones con una estructura social menos rígida que la del Nordeste,ya sea por el mestizaje de las élites paulistas, o por la rapidez con que se

produjo elpoblamiento de Minas, lo que impidió una estratificación social

más sedimentada (Souza, 2(06).

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108 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA

Con el descubrimiento de las Minas, en gran parte promovido por pau­listas, los antiguos y arraigados intereses agromercantiles de las zonasazucareras comenzaron a clamar contra el peligro del sur. El contextopernambucano, en el que Loreto Cauto y Borges da Fonseca construye­ron imágenes edificantes sobre los héroes de la Restauración, era sustan­cialmente distinto del contexto de las capitanías centro-meridionales, don­de los paulistas se empeñaron en embellecer las andanzas en los sertones(Castello, 2004: 96-97; Kantor, 2004; Mello, 1986, 1989: 268-269). En efecto,Pernambuco fue muy pronto una región neurálgica en la economía y enla política del imperio portugués de América, abierta a las grandes rutasmercantiles del Atlántico, dotada de una aristocracia consolidada, apor­tuguesada y, cuando no totalmente blanca, empeñada en serlo; en cambio,Sao Paulo se mantenía, si no excéntrica, más cerrada sobre sí misma y sobresu mestizaje, y allí se habló, hasta el siglo XIX, la lengua general indígena

(Russell-Wood, 1999: 100-118).

Tras haber perdido la autonomía administrativa por casi dos décadas,

los letrados paulistas procuraron recrear el pasado, idealizándolo y confi­gurando ideológicamente aquello que, sobre todo en el siglo xx, pasó aser el "paulistanismo" En un intento por mostrar virtudes allí donde prác­ticamente sólo se veían vicios, la literatura de los linajistas paulistas tam­bién era, pero no sólo, una respuesta a la mala fama de los aventureros delos sertones, considerados como brutales cazadores de indios y de negrosprófugos. Si los pernambucanos eran vasallos reconocidos como especia­les -ya en el siglo XVII tuvieron diócesis, obispo, ciudad, y, al expulsar alos holandeses, dieron pruebas inequívocas de fidelidad al rey-, los pau­listas eran casi siempre una piedra en el zapato, y el arte de bien gobernarconsistía muchas veces en hacer que el Estado metropolitano lograse sacarprovecho de esos hombres difíciles.

Los primos Pedro Taques y Fray Gaspar pertenecían a las élites ban­deirantes, al grupo de los primeros colonizadores de Sao Paulo y de loshombres que se internaron en los sertones expandiendo la frontera por­tuguesa, como Pernáo Dias Pais. Taques fue un funcionario real en la zonade la frontera, y su historia se confunde con la de los hombres turbulen­tos que marcaron los primeros tiempos de la ocupación de Mato Grossoy de Goiás. Con el tiempo, se vio decepcionado por no haber obtenidolas mercedes y los honores que le habían prometido como pago por susservicios (Taques, s/f: 10-13).

El regionalismo y el orgullo paulista, que ya eran muy acentuados enTaques, crecieron a medida que se arraigó en él el resentimiento por la for­tuna y por las mercedes evaporadas, con lo cual también aumentó su ani-

BRASil: LITERATURA E "INTELECTUALES" EN EL PERíODO COLONIAL I 109

mosidad hacia la administración metropolitana. Mientras se lamentaba dever a Sao Paulo subordinada a Río de Ianeiro y juntaba papeles para, al­gún día, reivindicar en la corte lo que juzgaba ser su derecho, Pedro Taquestuvo que ganarse la vida, y como escribiente de la Intendencia, Comissariae Guardamoria del distrito del Pilar, vivió en Goias con su mujer -desdeentonces afectada por una malaria incurable- y un hijo pequeño. En 1755,realizó el viaje soñado, pero llegó a Lisboa días antes del terremoto y, acausa de la catástrofe, perdió una suma considerable de dinero y todos losdocumentos con los que pretendía comprobar sus derechos. Pero el mal,corno en el refrán, trajo algún bien: fue entonces que tuvo la oportunidadde conocer y convivir con Diogo Barbosa Machado, Antonio Caetano deSousa y Monterroyo Mascarenhas, que, sin duda, influyeron sobre sus estu­

dios genealógicos (Taunay, 1953: 28-31). También en la corte obtuvo elcargoremunerado de tesorero mayor de la Bula de la Cruzada en las capitaníasde Sao Paulo, Goiás y Mato Grosso, con lo que logró una situación finan­ciera desahogada durante algún tiempo (Taunay, 1953: 30). Pero entoncesacaeció una nueva desgracia. Acusado de desviar el dinero recaudado -loque de hecho hacía, ya que se lo prestaba a sus conocidos, usando los bienespúblicos como si fuesen propios-, fue suspendido en sus funciones, se leincautaron sus bienes y una vez más se vio sumido en la mayor pobreza.En ese período difícil, ya muy enfermo a causa de una parálisis casi gene­ral, se dedicó con más ahínco a sus obras, buena parte de las cuales -incluidauna historia de la guerra de los emboabas-" no llegó hasta nosotros.

A ese tiempo desdichado pertenece la Nobiliarchia, forma final del tra­bajo benedictino de una vida tras documentos esparcidos por varios archi­vos de América y de Portugal, fuente imprescindible para el estudio de lasociedad paulista del siglo XVIII pero, al mismo tiempo, fruto del resenti­miento de un aristócrata decadente en la periferia del imperio portugués.En el marco del delirio grandilocuente característico de los linajistas, quesitúan a todas las familias en el tronco de reyes godos y merovingios, PedroTaques se muestra más comedido (Taunay,1953: 60). Sin embargo, elempeñopor conferir tintes de nobleza a la modesta sociedad de Sao Paulo del sigloXVIII raya en la ficción. En efecto,la valoración de la esclavitud yde los esta­tutos de la pureza de sangre revela que el linajista provinciano seguía elpatrón de la ideología dominante no sólo en Portugal, sino en toda la Penín-

* Entre 1707 y 1709, tuvo lugar la Guerra de los Emboabas, un conflicto entre losmineros paulistas, por un lado, y los comerciantes portugueses y de otras regiones,por otro, que pugnaban por acceder a las minas de oro de Minas Gerais. Estosúltimos recibieron el mote despectivo de emboabas (del tupí, aves con plumashasta los pies) en alusión a las botas que usaban. [N. de la T.]

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110 I HISTORIA DE lOS INTELECTUALES EN AMÉRICA lATINA

sula Ibérica, y que, en ese aspecto, estaba en perfecta sintonía con los jui­cios de la monarquía y del imperio. Como todos los hombres de su época,se vio atrapado por las contradicciones ineludibles de una sociedad que seconstruía sobre la base de la inequidad.Ia explotación, el mestizaje y la exclu­sión. Condenó las uniones de paulistas insignes con negras, cerró los ojosante el mestizaje con los indios y siguió adelante con su estima, absurda enaquel contexto, por la sangre pura (ibid.: 206). Fue el antepasado intelec­tual de toda una élite paulista habituada a invocar antecedentes indígenascuando los rasgos fisonómicos acusan un mestizaje inocultable.

Más allá de los vicios estructurales, laobra de 'laques reflejaladifícilcoyun­tura de mediados del siglo XVIll y expresa una reacción ante los resentimien­tos de los plantadores de caña por la pérdida gradual de su preeminenciaeconómica. En efecto, aun cuando formaran parte de una banda de mesti­zos sanguinarios, rebeldes y alborotadores, los paulistas, así como las minasque descubrían, socavaban la esclavitud de los cañaverales y atraían hacia elSudeste el centro político de la América portuguesa. El linajista fue el pri­mero en elaborar ideológicamente la respuesta a los ataques activados porel resentimiento de la élite azucarera del Nordeste (Taunay, s/f 48). Taquesy también su primo fray Gaspar revelan los rasgos inequívocos del regiona­lismo, una forma de sentimiento que, anterior al nacional, expresaba porentonces el amor a la tierra y daba indicios de la oposición a la metrópolis.

Apoyados en un rigor mayor y en la tradición de la erudición históricadel siglo XVII, éste es el sentido más profundo de la dura crítica que PedroTaques y fray Gaspar dirigen a Rocha Pitta, el historiador baianense (deBahía) de la América portuguesa, quien, según "laques, era proclive a escri­bir "sin la lección de los archivos, y más por vanidad que por celo", siguiendoinformaciones de personas apasionadas, "llevado por su fantasía y su ere­dulidad, sin hacer los exámenes necesarios" y,por ello, incurriendo en cra­sos errores al tratar aspectos de la historia paulista. Fray Gaspar da Madrede Deus acompañaba el juicio de su pariente: "no se fíen del autor de laAmérica portuguesa, que muchas vecesclaudicaba al salir fuera de su patria",o sea, de Bahía (ibid.: 34).

Desde una perspectiva forzada, si no programática, Taques se jactaba deuna nobleza análoga a la de cualquier aristócrata europeo, aferrándose a"nociones de jerarquía social" y al "prestigio de los privilegios de la san­gre" (ibid.: 45). Si el sustrato histórico y concreto del que podía echar manoeran las lides predadoras en los sertones de los hombres del Planalto, unasveces exaltadas, otras detractadas por los demás habitantes de la Américaportuguesa así como por los del reino, los aires de nobleza configuraronen su caso el mito disponible para usos ideológicos.

BRASIL" lITtRATURA E "INTELECTUAlES" EN EL PERíODO COLONIAl I 111

Por más portugueses y fieles al trono que se sintiesen Pedro Taques yotros hombres de su tiempo, la visión que tenían de su vida cotidiana yde la sociedad en las regiones donde vivían sonaba, desde una perspectivaestrictamente metropolitana, incoherente, extravagante e incluso ridícula.Aun cuando tuviesen elementos comunes, que a la distancia se tornan másclaros para el historiador -incluso algunos historiadores pueden ver al con­junto de los linajistas como expresiones de una incipiente conciencia bra­sileña-, cada una de esas perspectivas resultaba ajena para la otra: la dePedro Taques para Rocha Pitta, y viceversa. Era difícil, por entonces, sepa­

rar vicios y virtudes.Los casos de Sao Paulo y de Minas fueron algo diferentes. Para bien o

para mal, Sao Paulo contagió a Minas. Sin embargo, en Minas el sentidode exaltación fue distinto pues la región apenas llegaba a tener un siglo deexistencia: Cláudio Manuel da Costa tuvo que inventar una tradición, ypara ello acopló la nueva y poco sedimentada capitanía a la historia másantigua de Sao Paulo. Las hazañas de los bandeirantes y la antigüedad delpoblamiento paulista sirvieron de antídoto para el rápido y tormentosoproceso de ocupación del territorio de Minas. Al juzgar de manera posi­tiva a los paulistas, se soterraban lasdescalificacionesque desde un comienzohabían incidido sobre los habitantes de Minas.

De esta manera se levantaban las bases del orgullo paulista, que fue lafuente inspiradora en la construcción de toda una historiografía. El regio­nalismo ufano fue la respuesta ideológica a la generalización de las desca­lificaciones o, por lo menos, a las ambigüedades. Como buena ideología,pulió las contradicciones inherentes al papel histórico de los paulistas ypuso de relieve, separándolas, las virtudes que hasta entonces siempre sehabían mostrado junto a los vicios.

LITERATURA Y CONCIENCIA DE LA ESPECIFICIDAD

Durante las guerras contra los holandeses (1642-1654), que fueron decisi­vas para su expulsión de las tierras del Nordeste, comenzó a aflorar entrelos habitantes de la colonia, si bien de manera intermitente, algo semejantea una conciencia de la diferencia o de la especificidad de la condición colo­nial (Mello, 1986; Schwartz, 2003: 217-271). En los dos primeros siglos dela colonización, el territorio tuvo dos denominaciones que se alternaronsegún elcontexto: Terra de Santa Cruz y Brasil (Souza, 2002: 61-86). Sibienterminó por imponerse la segunda, surgida en el ámbito del comercio de

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112 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA

larga distancia del siglo XVI, hubo un interregno en el que los letrados per­tenecientes a las academias de Bahía del siglo XVIII fortalecieron, inclusopor medio de recursos historiográficos, la idea de que el territorio consti­tuía una América portuguesa (Kantor, 2004).

Aún no se ha estudiado la relación entre los diferentes nombres del terri­torio y el porqué acerca del uso de cada uno de ellos,ni cómo surgió paula­tinamente el sentimiento de pertenecer a una esfera específica,distinta de laeuropea y que, en ellímite,podría tornarse incompatible con ella.Sinembargo,es posible afirmar que la conciencia de esa especificidad creció a lo largo delsiglo XVIlI, y que ello también tuvo sus manifestaciones literarias.

En relación con esta cuestión, resulta necesario retomar una de las ideascentrales que Antonio Candido plantea en Formariioda literatura brasileira:

en la segunda mitad del siglo XVIII, el arcadismo constituyó un momentoprivilegiado porque proporcionó el espacio en el que los hombres de letraspudieron expresar, en un contexto nuevo y específico, la tensión entre pri­mitivismo y civilización (Candido, 2006b: 41-73). Poetas como CláudioManuel da Costa y Tomás Antonio Conzaga. nacidos ---como el primero­o residentes -como el segundo- en la capitanía de Minas Gerais, traduje­ron esa tensión a buena parte de su obra. Cláudio Manuel da Costa fue par­ticularmente sensible a la naturaleza montañosa de su tierra natal, y viviódividido entre el deseo de ser europeo y un sentimiento más profundo quelo ataba a Minas. En los versos siguientes es posible ver tanto esa sensibili­dad hacia el paisaje corno su personalidad fraccionada. En el primer caso:

Destes penhascos fez a naturezaO berco cm que nasci! oh quem cuidara,Que entre penhas tao duras se criaraUrna alma terna, um peito sem dureza! (Costa, 1903: 151).*

y en el segundo:

Torno a ver-vos, ó montes; o destino

Aqui me torna a por nestes oiteiros;Onde um tempo os gabóes deixei grosseirosPelo Traje da Corte rico, e fino (Costa, '903: 133)."

~ [¡De estos peñascos hizo la naturaleza/la cuna en que nací! [Oh, quién cuidara,que entre rocas tan duras se criara/ un alma tierna, un pecho sin durezal]

** [Vuelvo a veros, oh montes; el destino/ me trae de regreso a estos oteros;! dondeun tiempo los gabanes dejé groseros/ por el traje de la Corte rico y fino.]

BRASil: LITERATURA E "INTELECTUALES" EN EL PERíODO COLONIAL I 113

Como también mostró Antonio Candido, el arcadismo, marcado por elmito de la edad de oro, hizo que en la colonia el "interés por la armonía ola desarmonía de la naturaleza" se sumase -o diese lugar- al "interés porla armonía o la desarmonía del universo social" (Candido, 2006b: 67). Hijode padre "brasileño", pero nacido en elReino, Tomás Antonio Gonzaga semostró más sensible respecto del tejido social que del medio físico de laregión minera. Crítico de la sociedad de arribistas que en muy breve tiempose había formado en la región -las minas fueron descubiertas en 1694 y,en el último cuarto del siglo XVIII, este estado ya contaba con casi 380.000habitantes-, Gonzaga opuso en un poema el cálculo mezquino del avaroy la actividad aleatoria, aventurera, de la minería, a las faenas del espíritu,sugiriendo que éstas no podrían florecer en aquel suelo:

Beije pois ° torpe avarentoAs arcas de barras cheias;Eu nao beijo os vis tesauros ... (Gonzaga, s/f: 34-3S).>t

Pero fue en las Cartaschilenas -cuya autoría se ha establecido con bastanteseguridad- donde Tomás Antonio Gonzaga profundizó la crítica a la socie­dad minera de su época, a pesar de que los estudiosos de hoy destaquende ellas su carácter conservador (Furtado, 1997), el que de hecho existe,como puede percibirse en sus consideraciones sobre el supervisor de lasobras de la prisión que se construyó en Vila Rica en la década de 1780:

Preza-se de fidalgo, e nao se lembra,Que seu pai foi um pobre, que viviaDe cobrar dos contratos os dinheiros,De que ficou devendo grandes somas,Sinal de que ele foi um bom velhaco (Gonzaga, '995: 98)."

Pero Gonzaga también fue capaz de indignarse con el sufrimiento de losdesfavorecidos, como manifestó en su retrato de los presos:

Passam, prezado amigo, de quinhentosOs presos, que se ajuntam na cadeia.

~ [Bese,pues, el torpe avaro! las arcas de lingotes llenas;/ no beso yo viles tesoros ... ]~~ [Se precia de hidalgo, y no recuerda! que su padre fue un pobre, que vivía! de

cobrar de los contratos los dineros.z que quedó debiendo grandes sumas.z señalde que fuera un buen bellaco.]

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114 I HISTORIA DE LOS INTELECTUAlfS EN AMÉRICA LATINA

Uns dormem encolhidos sobre aterra,Mal cobertos dos trapos, que molharamDe dia no trabalho: os outros ficamAinda mal sentados, e descansamAs pesadas cabecas sobre os bracos

Em cima dos joclhos encruzados (Gonzaga. 1995: 103).*

Nacido en Río de laneiro, Inácio José de Alvarenga Peixoto, otro poetaarcade, pasó parte de su vida en Minas, y fue, como Da Costa y Gonzaga,

incriminado en la Inconfidencia mineira (1789). A pesar de que su arteno alcanzó elnivel de los otros dos compañeros, uno de sus poemas poseegrandes cualidades: el Canto Genetíiaco, ya mencionado por su carácterencomiástico. pero cuya mayor importancia radica en que revela una com­prensión rigurosa de los mecanismos de la explotación colonial, traspa­sando, en este sentido, los límites del reformismo ilustrado. Alvarenga vela relación entre el centro y la periferia del sistema en términos comple­mentarios: las bellas obras de la cultura europea -"corintios palacios","dóricos templos", "jónicos altares"> se realizan gracias a los

lenhos duros,filhos desses sertóes feios e escures r... [.**

y el respeto que Europa rendía tanto a la monarquía portuguesa como asu poderío económico se debe sobre todo a las colonias, en particular aMinas, "tierra bárbara, pero bendecida", que hombres de razas diversas seesfuerzan para hacerlas rendir:

Eles mudam aos rios as eorrentes,rasgam as scrras, tendo sempre armadosda pesada alavanca e duro malhoos fortes bracos feitos ao trabalho (Lapa, 1960: 33-38).H*

[Pasan, preciado amigo, de a quinientos/ los presos, que se juntan en la circcl.zUnos duermen encogidos en la ttcrra.z mal cubiertos con los trapos, quemojaran/ de día en el trabajo; los otros,! todavía mal sentados, descansan/ laspesadas cabezas en los brazos/ sobre sus rodillas cruzadas.][leños duros,! hijos de esos sertones feos y oscuros ... ]¡Ellos cambian de los ríos las corrientes,/ rasgan las sierras, y tienen siemprearmados/ con la pesada palanca y el duro mazo/los fuertes brazos hechos altrabajo.]

BRASIL: LITERATURA E "INTELECTUALES" EN El PERíODD COLONIAL I 115

Durante el siglo XVIII, la literatura fue un vehículo importante para laexpresión de la conciencia de que los habitantes de América se iban tor­nando sustancialmente diferentes de los del reino, quienes vivían en lametrópolis de un imperio del que se consideraban sus señores y,por ello,mejores que todos los demás súbditos. Entre 1789 y 1798,en el contextode las revoluciones burguesas que sacudieron a tantos pueblos a amboslados del Atlántico, en la América portuguesa se produjeron tres movi­mientos, considerados entonces como Inconfidencias, en los que el sen­timiento de la particularidad americana -en este caso, un sentimientoregionalizado que se expresó en Minas Gerais (1789), en Río de [aneiro(1794) yen Bahía (1798)- ganó cuerpo en los escritos, en las discusionesy, en grados variables, en la rebeldía de varios letrados importantes. Sibien no se va a evaluar aquí la radicalidad de esos movimientos, hay queseñalar que, a la luz de los estudios más recientes, parecería cada vezmás evidente que entre aquellos hombres eran pocos -si es que huboalguno- los que pensaban verdaderamente en la ruptura con Portugal.Más bien, pretendían una participación mayor y más efectiva en loscuadros de la administración americana, así como en la representación-según el modelo norteamericano- en los organismos que dirigían elimperio desde Lisboa. Entre 1789 y 1808,pensaron, con certeza, que el Bra­sil debería ser el gran socio de Portugal en la constitución de un imperiolusobrasileño.

En 1808, la llegada de la corte provocó grandes cambios. Las naves quetraían a la familia real también trajeron los cofres que contenían la mayorparte de la documentación burocrática esencial para el gobierno del impe­rio, las máquinas para la puesta en marcha de la Imprenta Regia, los librosque dieron origen a la Biblioteca Nacional, que aún hoy continúa exis­tiendo. Los Braganza no trajeron consigo los cursos de enseñanza supe­rior, que sólo fueron creados en el siglo XIX, pero, en cuanto al resto, esta­ban dados todos los elementos para que el espacio público se ampliase ysurgiese un nuevo tipo de "intelectual", como el periodista Hipólito Joséda Costa, que pasó buena parte de su vida escribiendo desde Londrespero contó con el apoyo de sectores de la monarquía: un intelectual másactivo,más comprometido, más radical. Pero si bien fue mucho lo que cam­bió, no cambió todo, y ello ni siquiera hubiese sido posible. Los hombresde letras aún permanecieron por más de un siglo aferrados al orden, a lasconvenciones, a las élites de las que todos habían salido.

Estas breves consideraciones sobre el letrado lusoamericano, o lusobra­silcño de los tiempos coloniales también pretenden constituir un aportepara profundizar, en una claveeminentemente histórica, la reflexión acerca

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116 I KISTORIA OE lOS INTELECTUALES EN AMtRICA LATINA

del complejo papel del intelectual en la sociedad brasileña. Parte de loque hoy somos, con nuestras cualidades y con nuestros muchos defectos,viene, al parecer, de muy lejos.

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11Élites culturales y patriotismocriollo: prensa y sociedadesintelectuales

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El letrado patriota: los hombresde letras hispanoamericanosen la encrucijada del colapsodel imperio español en AméricaJorge Myers

DEFINICIONES HISTÓRICAS: PATRIOTAS y LETRADOS

Entre la década de 1780 -cuando la independencia norteamericana, pri­mero, y la Revolución Francesa, luego. conmovieron los cimientos del anti­

guo régimen europeo y transatlántico- y la de 1820, cuando el derrumbedefinitivo de esa monarquía en suelo americano transformó súbitamenteel entorno institucional y político en cuyo interior ellos debían actuar, losescritores públicos hispanoamericanos, hasta ese momento enmarcadosdentro de las instituciones culturales y académicas del imperio español, y

constituidos en un estamento colocado al servicio de la monarquía y desus representantes en América, experimentaron una transformación pro­funda en su situación y en sus atributos. Esa transformación dio origen auna categoría particular de escritor público: el letrado patriota. Obligadosa pronunciarse acerca del futuro rumbo de sus respectivas tierras de ori­gen -es decir, de sus patrias- como consecuencia de la profunda crisis gene­rada en la monarquía española por la invasión napoleónica y la doblerevolución que siguió en su estela -la de los constitucionalistas de Cádiz yla de las insurgencias autonomistas y republicanas en suelo americano-e, losletrados se vieron arrojados hacia una situación inédita que los obligó a asu­mir la compleja tarea de actuar con cierta autonomía (relativa ysujeta a dis­tintas intervenciones represivas) frente a los poderes públicos y a conver­tirse en artífices -más aun que en voceros- de las nuevas identidadesregionales que comenzaban a surgir de las ruinas del imperio caído. Elproceso mediante el cual surgió esta nueva figura de escritor público fuesumamente complejo y atravesó al menos tres etapas: la de los primerosdefensores de las cualidades positivas de los americanos frente a la críticao el desprecio peninsular -entre los cuales descollaron como grupo los jesui­tas expulsados del continente americano-, la de los llamados "precursores",

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122 I KISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA

quienes en el contexto ambivalente y de incierto porvenir que se abrió conlos comienzos de la crisis del antiguo régimen defendieron primero la igual­dad de los derechos de los súbditos hispanoamericanos del rey frente a losde sus súbditos peninsulares, para luego convertirse en los primeros voce­ros -aislados y de escaso impacto político- de una posible renegociacióndel pacto de dominación colonial-cuyas alternativas iban desde una mayorparticipación en las decisiones imperiales hasta la independencia plena-,hasta desembocar finalmente en la novedosa figura de los letrados al ser­vicio del nuevo régimen, cuyo estatuto en relación con los nuevos poderesse habría visto sustancialmente modificado en elsentido de una mayor auto­nomía de maniobra (sin que los complejos lazos de subordinación a los mis­mos hubieran sido enteramente desatados). El elemento común a los tresmomentos de este proceso fue la constitución del escritor letrado en un"intelectual" cuya tarea se definía primordialmente por su calidad de "vocero"de lo que percibía como los intereses de su patria natal.

Si se examina cuidadosamente la trayectoria de una selección represen­tativa de estos "patriotas letrados", una conclusión que emerge con granfuerza es que fue el cambiante contexto político y sociocultural -con susamenazas, sus presiones y también sus oportunidades- el que determinósu transformación en patriotas) y no el marco ideológico específico con elque ellos pudieron haberse identificado de antemano. Esta observaciónno implica que las opciones ideológicas les hayan sido indiferentes ni quelo hayan sido en relación con las consecuencias de su accionar -ellas sinduda ejercieron un papel central-, sino que su condición de "patriotas" sur­gió independientemente de aquellas opciones. Más bien, esas opciones sur­gieron como parte de la necesidad de negociar su posicionamiento en elinterior de un panorama marcado por cambios vertiginosos y de resulta­dos inciertos. Cada uno de estos escritores, con los mayores o menoresrecursos culturales que pudo haber obtenido de su formación bajo la colo­nia, debió definir su identidad ideológica en elmarco de un universo socio­cultural y político cuyos contornos se habían vuelto de pronto imprevisi­bles y ambiguos. Algunos, como los jesuitas que escribieron las primerashistorias reivindicativas del pasado americano -precolombino y/o colo­nial-, por ejemplo elnovohispano Francisco Javier Clavijero (1731-1787, exi­liado en Italia en 1767), o elabate chileno luan Malina (1740-1829), articu­laron una descripción y la defensa de sus patrias de origen utilizandoexclusivamente las herramientas intelectuales que les ofrecía la herenciaintelectual católica -marcada en el caso de los jesuitas por una fuerte infle­xión filosófica neoescolástica o suarista, y por una tradición de estudioshistóricos y filológicos moldeada en los cánones de la temprana moderni-

EL lETRADO PATRIOTA I 123

dad-o Otros. de aquella primera generación pero cuya obra fue elaboradaen un período algo posterior, como el también jesuita Juan Pablo Vis­cardo y Gnzmán (1748-1798) -pernano de origen y autor de la célebre Carta

a los hispanoamericanos publicada por el venezolano Francisco de Miranda(1750-1816) por primera vez -en francés- en 1799, lo hicieron empleandoun lenguaje y un sistema de referencias intelectuales que hundían sus raí­ces en la ilustración, razón por la cual David Brading lo ha apodado "unpatriota criollo y un philosophe". Entre los llamados "precursores", muchosde los cuales comenzaron su carrera pública corno parte de la segundacarnada de letrados patriotas antes mencionada y la concluyeron entre losiniciadores de la tercera, primó un clima de ideas fuertemente marcado porla ilustración y por los debates desencadenados por la Revolución Francesay sus repercusiones europeas: sin embargo, también entre este grupo apa­recen figuras como el mexicano Fray Servando Teresa de Mier (1763-1827),

cuya formación académica inicial no se diferenció demasiado de la quepudo haber recibido cnalqnier letrado del "Siglo de Oro" o del barrocomaduro hispanoamericano. En el caso de este último letrado, su primercontacto sistemático con el cuerpo de ideas emanadas de la ilustración die­ciochesca recién tuvo lugar durante su exilio en Filadelfia en la década de1820, cuando ya hacía muchos años que se había convertido en uno de losprincipales defensores letrados de la insurgencia mexicana e hispanoame­ricana. Finalmente, si las opciones por una u otra filiación ideológica.se

volvieron más complejas luego de 181011812,mientras que la relación entrelos propósitos perseguidos a priori por los letrados, los escritores públi­cos, y su preferencia por uno u otro sistema doctrinario -un republica­nismo de raíz rousseauniana o un liberalismo inspirado en las doctrinas deBenjamin Constant, una consustanciación con la tradición constitucio­nalista de Cádiz o con el federalismo de raigambre norteamericana- se vol­vía más directa, más estrecha, no por ello dejaron de estar en gran medida

determinadas -opciones y relaciones- por su posición específica en elmarcodel nuevo sistema de alianzas y de enfrentamientos a que la revolución habíadado lugar. Si bien hubo algunos letrados -corno regla general una mino­ría, integrada en muchos casos por aquellos, como Mariano Moreno (1778­

isu), que quedaron excluidos de un rol público en un momento tem­prano de la revolución- que se mantuvieron "fieles" a los principios queinicialmente habían sostenido, la tendencia más general fue hacia ciertopragmatismo, cierta labilidad doctrinaria. Los cambios bruscos de posi­ción ideológica, el eclecticismo conceptual, la ambivalencia discursiva, fue­ron la marca dominante aun entre los miembros de la tercera camada depatriotas letrados. Trayectorias como las de Simón Bolívar (1783-1830),

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124 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA

Andrés Bello (1781-1865), Vicente Rocafuerte (1783-1847), el padre Félix

Varela (1788-1853), o (para tomar el ejemplo de un intelectual cuya trayec­

toria corresponde al cierre del ciclo más que a su inicio) el padre JoséMaríaLuis Mora (1794-1850) estuvieron marcadas por constantes virajes ideoló­gico-políticos en función de su relación concreta -en términos de su posi­cionamiento en elinterior de un campo de fuerzas en pugna- con la cam­biante realidad política y en función también de la interpretación que

ellos hacían de la misma.Cabe subrayar además que si no todos los publicistas que contribuye­

ron a redefinir la función intelectual del escritor público mediante su iden­tificación con un ideal "patrio" fueron ilustrados ni emplearon herramien­tas intelectuales que hoy asociamos con una tradición "moderna" dediscusión, tampoco todos los intelectuales hispanoamericanos ilustradospueden ser considerados ni "precursores" ni "letrados patriotas", como confrecuencia ha ocurrido, sobre todo en la historiografía previa a los añosochenta. Un hombre político, un funcionario, fuertemente identificadocon las ideas de la ilustración, como luan Pablo de Olavide (1725-1803),

aristócrata peruano al servicio del rey, difícilmente puede ser conside­rado un publicista "patriota", y ello a pesar de su ruptura con la monarquíay su alineamiento con la Revolución Francesa luego de haber sido conde­

nado por la Inquisición española como hereje.Aunque el elenco de "patriotas letrados" es vasto -por sólo mencionar

algunos autores, además de los ya referidos, están, entre otros, el venezo­lano Simón Rodríguez (1771-1854), el argentino Manuel Belgrano (1770­

1820), el chileno Juan de Egaña (1768-1836), el peruano/argentino Bernar­dino Monteagudo (1785-1825), el "oriental" Dámaso de Larrañaga (1771-1848,

consejero durante un tiempo del caudillo José Gervasio de Artigas), el alto­peruano Vicente Pazos "Kanki'' (1779-¿1851?), el colombiano Francisco dePaula Santander (1792-1840), los centroamericanos José Cecilia del Valle

(1776-1834) y Antonio José Irisarri (1786-1868), o los mexicanos Andrés

Quintana Róo (1787-1851),Manuel Crescencio Rejón (1799-1849), Lorenzode Zavala (1788-1836), Carlos María de Bustamante (1774-1848), entre muchí­

simos otros-, este trabajo se organiza alrededor de un reducido númerode figuras, todas ellas emblemáticas de las distintas trayectorias posiblesque pudo haber seguido la carrera de un "letrado" entre 1780 y 1820: FrayServando Teresa de Mier, Vicente Rocafuerte, Mariano Moreno, y el "pre­cursor" neogranadino, Antonio Nariño (1760-1823). Han quedado excluí­

dos de esta exposición los "letrados patriotas" de la primera etapa por elhecho de que la problemática que suscitan implicaría la necesidad de untrabajo más largo y complejo de lo que las dimensiones de este libro per-

EL lETRADO PATRIOTA I 125

mitirían. También han sido excluidos de este texto los tres principales"patriotas letrados" de Venezuela -Francisco de Miranda, Simón Bolívary Andrés Bello- en función de consideraciones semejantes: la complejidadde su trayectoria política e intelectual haría demasiado extenso y complejoun texto que aspira a la síntesis expositiva -y ésta es también la razón porla que no aparecen otras importantes figuras rioplatenses, mexicanas o chi­lenas-o Cada uno de los tres patriotas venezolanos ostenta una carreratan amplia y de significados y repercusiones tan complejos que ofrecerlesmenos que un libro sería una injusticia póstuma.

UN PRECURSOR: ANTONIO NARIÑO y LA CAMBIANTE DEFINTCIÓN

DE LA IDENTIDAD DE LOS ESPAÑOLES AMERICANOS

Nacido en el seno de una familia de los sectores menos pudientes de la élitede Nueva Granada, Antonio Nariño hizo una carrera meteórica en la buro­

cracia colonial de aquel virreinato: en 1789, a los 29 años, fue nombradotesorero real del virreinato por el virrey Ezpeleta (1789-1797), un funcio­nario vinculado al sector "ilustrado', y con quien en un primer momentoNariño mantuvo una estrecha relación. Casi al mismo tiempo se le enco­mendó el lucrativo puesto de director del estanco de quinina. Simultáne­

amente con sus tareas de funcionario público participó activamente enla incipiente transformación de los espacios de sociabilidad intelectual. Enun momento en que los ámbitos de sociabilidad más tradicionales, comola universidad y las academias, comenzaban a perder algo de la centralidadque habían ostentado en épocas anteriores, Nariño ejerció un rol directoen la creación de "tertulias ilustradas", es decir, centros de reunión ubica­dos en casas particulares de miembros de la élite letrada donde se discu­tía la producción intelectual europea e hispanoamericana, y sobre todoaquélla vinculada con el movimiento de la ilustración. La "tertulia delCasino", por ejemplo, fundada en su casa en 1789, revistió un carácterpúblico. Otras tertulias públicas, como aquélla denominada por los con­temporáneos la "tertulia Eutropélica"; en cuyas reuniones participó el céle­bre botánico José Celestino Mutis, llegaron a editar periódicos: uno de losprimeros periódicos neogranadinos, el Papel Periódico, una publicaciónde difusión del pensamiento ilustrado, pasó a ser editado por esa tertuliaa partir de su número 86 (1793). Junto a las tertulias abiertas al público

letrado en general, comenzaron a surgir en esa misma época -a veces enrelación con la expansión del movimiento masónico, a vecescomo centros

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de conspiración inspirados en las propuestas de las revoluciones nortea­

mericana y francesa- tertulias o asociaciones clandestinas, como la "ter­tulia del Santuario", formada por elcírculo áulico de la tertulia del Casino.

Miembros de ambas tertulias -Ia pública y la secreta- habrían fundado

en algún momento entre 1789 y 1793 una agrupación con fuertes tintesmasónicos, "el Arcano Sublime de la Filantropía". En sus reuniones, ade­

más de Nariño y otros ilustrados neogranadinos, estuvo presente un fran­

cés que más tarde sería acusado de conspirar contra el régimen estable­

cido, Luis de Rieux. Fue en el contexto de esta emergencia de nuevospatrones de sociabilidad intelectual que Nariño tomó la decisión de publi­

car en 1793 una traducción al español de Losderechos del hombrey del ciu­dadano promulgados por la Asamblea Nacional Francesa, una iniciativa

que marcaría el futuro rumbo del hasta entonces relativamente exitoso

burócrata colonial. Según ciertas versiones en que se amparó la posterior

acusación al funcionario, se habrían publicado 400 ejemplares. Según ver­siones favorables a la defensa de Nariño, se habrían destruido todos los

ejemplares excepto uno antes de entrar en circulación, o sólo se habría

llegado a imprimir un ejemplar antes de que las autoridades decidieranintervenir. Nariño fue inmediatamente colocado bajo prisión preventiva

mientras avanzaba su proceso, con lo que comenzó un peregrinaje por dis­

tintas prisiones y confinamientos, marca común en la trayectoria vital degran parte de los "letrados patriotas" activos en los años de la crisis y del

derrumbe del imperio español. Recién en 1795 pudo presentar su defensa,

un alegato redactado por él, y que constituye el primer escrito políticoimportante del futuro presidente de Cundinamarca.

Más importante que elgesto -hasta el presente muy debatido en cuanto

a su intencionalidad última- de publicar un texto que, aunque mal visto

por las autoridades españolas, ya había conocido traducciones públicas

previas en periódicos de la Península, fue la argumentación desarrollada

en su defensa. Allí emerge con toda claridad que la condición identitariaque Nariño reconocía como propia era la de súbdito del monarca español

y por ende de ciudadano del imperio. Acerca de su publicación, objeto

del proceso a que fuera sometido, alegó lo siguiente (Nariño, 1946: 40):

res un] papel que nada contiene, que ya no esté impreso y publicado en

esta corte, donde se han impreso y publicado otros infinitamente peo­res, y todos corren libremente por elespacio inmenso de la monarquía.

Vuestra Alteza se dignará comparar, juzgar y decidir si a la vista de los

papeles que corren en la Nación, será un delito la publicación delos Dere­ehasdel hombre.Y si yo, por haberlo sólo querido publicar, hab" mere·

EL LETRADO PATRIOTA I 127

ciclo la dilatada prisión que ha cerca de once meses que estoy padeciendo,

y los infinitos daños que he sufrido en mis intereses, en mi familia, en

mi salud, mi honor, cuando los autores y redactores de semejantes escri­

tos se hallan libres de tantas calamidades que a mí me afligen, quizá con

aceptación y fortuna por haberlos publicado. Uno es el piadoso Monarcaque a todos nos gobierna; unos mismos somos todos sus vasallos; unas

son sus justas leyes; ellas no distinguen el premio ni el castigo a los que

nacen a los cuatro grados y medio de latitud, de los que nacen en los cua­

renta: abrazan toda la extensión de la monarquía, y su influencia bené­

fica debe comprender igualmente a toda la Nación l...].

Es decir que en 1795, antes que considerarse a sí mismo un precursor de la

independencia -a diferencia de otros autores, corno Miranda o Viscardo,

que por esos mismos años ya comenzaban a enunciar públicamente esa

posibilidad-, se veía como un defensor de la igualdad de los derechos delos súbditos españoles de ambos lados del Atlántico. La"nación" a que per­

tenecía era la "nación española", es decir el imperio. El otro argumento de

cierta densidad que contenía ese escrito, de menor importancia desde la

perspectiva que aquí se desea explorar, aunque sin duda un indicio claro

del punto de partida de su periplo ideológico de los años posteriores, fue

su afirmación de que no había nada que la Declaración contuviera que noestuviera ya consagrado por la "benéfica" tradición legal y constitucional

española. Sobre la base de este enunciado, si otro hubiera sido su destino

concreto podría haber desembocado a110s más tarde en una posición pró­xima a la de los constitucionalistas de las Cortes de Cádiz,

Sin embargo, considerando sin fundamento los argumentos que el reo

esgrimiera en su defensa, fue hallado culpable por el tribunal que lo juz­gaba de sedición, traición y rebeldía contra el gobierno y sentenciado a la

confiscación de todos sus bienes, a un exilio perpetuo de Nueva Granada

ya prisión perpetua en un presidio del Viejo Mundo. Su abogado defen­

sor, Ricaurte, también fue condenado, por supuesta complicidad con su

defendido, a diez años de prisión, durante cuyo transcurso falleció. Tras­

ladado en 1796 a España, donde debía purgar su pena en el presidio de

Cádiz -entonces considerado uno de los más arduos-, Nariño logró esca­par del buque que lo conducía al llegar éste a puerto, y se dirigió a Madrid,

donde peticionó directamente al monarca -Carlos IV (1788-1808)- para

que le permitiera ser juzgado por el propio Consejo de Indias. Godoy, elfavorito del rey, desaconsejó tal medida por imprudente. Desahuciado de

toda esperanza en España, huyó a la Francia republicana, y llegó a París

en julio de 1796. Permaneció en Prancia hasta mediados de 1797, con via-

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128 I HISTORIA DE LOS INTELECTUAlES EN AMÉRICA LATINA

jes intermitentes a Gran Bretaña. En París mantuvo contactos con un miem­bro importante del Directorio, Tallien, a través de la amante de éste, TeresaCabarrús, aristócrata española. Regresó de incógnito a Nueva Granada amediados de 1797 con la intención de fomentar una rebelión -convertidopor la fuerza de su propia circunstancia en "precursor" de la independen­cia-, pero al poco tiempo perdió toda esperanza de éxito -claro indicio delaislamiento social de los "precursores" en los años anteriores al colapsode 1808- y se vio obligado a entregarse a las autoridades el 19 de julio deese mismo año. En prisión en Nueva Granada desde 1797 hasta 1803, fuepuesto en libertad condicional por razones de salud durante ese últimoaño. Entre 1803 y 1807 libró una batalla judicial para lograr que al menosuna parte de sus bienes confiscados le fueran restituidos. Sin embargo, en1809 fue arrestado nuevamente por estar implicado en la creación en agostode ese año de la Junta de Quito. Condenado a muerte, permaneció en pri­sión bajo condiciones extremas hasta mayo de 1810. Puesto en libertad unavez más por motivo de su salud (aunque en este caso también pesara lain~ertidumbre creciente acerca de la situación política del virreinato), sedeclaró partidario abierto de la creación de la Junta de Gobierno en SantaFe de Bogotá el 20 de julio de 1810. Durante sus años en prisión habíaproducido varios escritos con propuestas concretas de reformas econó­micas y políticas (sólo publicados más tarde), y ahora se unió a la emer­gente falange de periodistas políticos que proliferaron al amparo de una

mayor libertad de prensa.A partir de 1810 comenzaba la etapa más activa de su vida como letrado

y como político. Dedicado a recuperar su salud y sus bienes entre diciem­bre de 1810 y julio de 1811, fundó entonces La Bagatela, un semanarioque duró 38 números, hasta su cierre en abril de 1812. De tendencia anti­federalista, utilizó su periódico para colocarse a la cabeza de la oposiciónal primer presidente de Cundinamarca, Jorge Tadeo Lozano. A partir de suprimer número, La Bagatela insistió en la necesidad de una inmediata de­claración de la independencia, prédica que contribuyó a la realización efec­tiva de la declaración de independencia del 20 de julio de 1813,cuando yael propio Nariño era presidente de Cundinamarca -una de las soberanías

políticas que emergieron del colapso del Virreinato de Nueva Granada(otras fueron, del lado patriota, las Provincias Unidas, la efímera Repú­blica de Cartagena y la igualmente efimera de Tunja, mientras que del ladorealista otro conjunto importante de provincias se mantuvo leal al virrey,entre ellas Pasto y Panamá)-. En un clima de lucha política crecientementefacciosa y marcada por las tensiones generadas por la emergencia de la gue­rra entre «patriotas" y "leales", por un lado, y entre los propios "patriotas",

EL LETRADO PATRIOTA I 129

por otro lado, su periódico defendió la creación de un fuerte poder cen­tral emanado de un sufragio masculino lo más amplio posible -sostuvoque uno de los propósitos de la revolución había sido que hasta los arte­sanos y los zapateros pudieran votar como ciudadanos- y apoyado enuna amplia libertad de prensa. Otros periódicos que también contribuye­ron a crear el nuevo espacio sistémico de debate público y de lucha de ideasentre los letrados fueron el Diario Político, también centralista y editadoen Bogotá, cuyos directores fueron Joaquín Camacho y Francisco José deCaldas -otra figura descollante entre la élite ilustrada de los últimos añosdel virreinato- (46 números aparecieron entre el 27 de agosto de 1810 y el10de febrero de 1811), y el periódico ElArgos, de tendencia federalista y edi­tado en Cartagena.

Como resultado de su prédica periodística, el 19 de septiembre de 1811

Antonio Nariño se convirtió en el segundo presidente de Cundinarnarca,puesto que ocupó hasta 1814. En 1812 recibió poderes dictatoriales otorga­dos por la Legislatura para hacer frente a la amenaza simultánea de los sece­sionistas de la Confederación de Tunja y de los realistas que aún controla­ban importantes zonas del territorio neogranadino. En 1813, se convirtióen general en jefe del ejército de Cundinamarca, a cuya cabeza marchó con­tra los realistas. Luego de una larga y desastrosa campaña militar, el ahorageneral Nariño debió rendirse, Yvolvió a prisión el 14 de mayo de 1814.Luegode una serie de prisiones en las Américas fue trasladado a la prisión de Cádiz,donde permaneció entre 1816 y 1820, cuando el gobierno liberal estable­cido como consecuencia del pronunciamiento de Riego lo puso en liber­tad. Retornado a su patria -aureolado por su fama de "precursor" y "fun­dador" de la patria neogranadina- fue nombrado por Simón Bolívar,quienveía en él a un político poco peligroso como rival pero de gran prestigio,vicepresidente en ejercicio de la presidencia de Nueva Granada entre 1821

y 1823. Es decir, ante la ausencia de Bolívar. entonces en campaña, se con­virtió en el primer mandatario en ejercicio y en un freno para las ambicio­nes políticas de un enemigo del Libertador, Francisco de Paula Santander.En ese carácter, inauguró el Congreso de Cúcuta, que en 1821 redactó ypromulgó la constitución de la Gran Colombia. En 1823. como consecuen­cia de una lucha facciosa cuyo sentido ya no atinaba a comprender plena­mente, debió hacer frente a graves acusaciones acerca de su gestión, que lo

llevaron nuevamente a un juicio, en el que fue absuelto, lo que le permitióasumir el cargo de senador nacional. A fines de ese año falleció.

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130 I HISTORIA DE LOS INJELECTUiHES EN AM[RICA LATINA

DE FRAILE HEREJE A DEFENSOR DE LA INDEPENDENCIA AMERICANA:

FRAY SERVANDO TERESA DE MIER

Si el entorno ideológico de! que había surgido Nariño estuvo marcado casi

enteramente por la circulación de las ideas de la ilustración y de los revo­lucionarios franceses, otro fue e! origen intelectual de uno de los princi­

pales letrados patriotas mexicanos, Fray Servando Teresa de Mier. Nacido

en Monterrey, ciudad de provincia de! Virreinato de Nueva España -una

marca que se repetiría en e! caso de gran parte de los líderes insurgentes-.

procedía -como ha enfatizado Christopher Domínguez Michael (2O(4) ensu excelente biografía de este prócer- de un linaje emparentado con la élite

más encumbrada de su ciudad. Su padre, pariente lejano de una familia

del mismo apellido perteneciente a la nobleza española, realizó una exi­

tosa carrera burocrática en la propia provincia natal del futuro Fray Ser­

vando, mientras que su madre, según el hijo escritor -quien por cierto noera ajeno al arte de la fabulación-, habría sido una descendiente directa de!

rey azteca, Cuauhtémoe. A los 16 años se trasladó a la ciudad de México,

y allí, en 1779, ingresó en la Orden Dominicana, donde recibió una edu­cación católica tradicional. En 1792, luego de completados sus estudios y

de haber entablado relaciones estrechas con algunos círculos de la élite ecle­

siástica y civil, se le concedió la licencia para predicar. Consecuencia de suvertiginoso ascenso social y profesional, hasta formar parte de los secto­

res eclesiásticos más próximos al virrey y al arzobispo, pronunció en 1794

ante éstos y todas las corporaciones eclesiásticas y civiles el célebre Ser­món que, al igual que el gesto ilustrado de Nariño, marcaría el comienzo

de sus desgracias personales. Allí, enfrentado a la ortodoxia reinante en la

iglesia mexicana, y apoyándose por una parte en una extraña mélange defuentes donde aparecían desde escritos apócrifos de Santo Tomás, apóstol

de la India, hasta textos de Athanasius Kircher, y por otra parte en la inter­

pretación de toda aquella tradición heterodoxa que había sido elaborada

por un oscuro personaje -Iosé Ignacio Borunda, una suerte de Menocchio

mexicano de clase media-, sostuvo que el propio Santo Tomás habría

sido el introductor del culto a la Virgen de Guadalupe en México -una vir­

gen de tez oscura que pocos años después de la conquista había permi­tido una fusión sincrética entre el culto indígena a la diosa Tonantzín y e!

católico a la Virgen María-. La reacción de las autoridades fue contundente.

Se le suspendió la licencia para predicar y fue sometido a un proceso ecle­

siástico. Pocos meses después, en 1795, fue condenado a pena de prisión,

primero en México y luego en el presidio de San Juan de UJú•. De .UI fuetransportado a Cádiz, donde luego de un breve periodo de libertad con-

El lETRADO PATRIOT¡\, I 131

dicional fue otra vez reducido a prisión, esta vez en la también notoria cár­

cel de Las Caldas. Permaneció preso hasta 1800.

Luego de años sin que se dictara una sentencia clara en su contra, fue

puesto en libertad como consecuencia de una recomendación de la RealAcademia de la Historia, que consideró que si bien sus argumentos podían

ser erróneos no podían ser desechados a priori, ni considerados motivo

de prisión. Sin embargo, mientras se le preparaba un nuevo juicio, huyó

del convento en la ciudad de Burgos donde en el ínterin había sido confi­nado, para pasar a residir, al igual que Nariño algunos años antes, en la

Francia napoleónica, donde permaneció entre 1800 y 1802. Según su pro­

pio relato ~que muchas veces es tan poco confiable que roza lo nove­

lesco- habría sostenido allí una disputa teológica en un templo judío, cuyo

éxito fue tan fulminante que una bella, joven y muy rica mujer de aquella

colectividad le habría propuesto matrimonio: desenlace que por respetoa sus votos habría rechazado terminantemente.

En París conoció a Simón Rodríguez, el antiguo maestro de Bolívar, y

juntos abrieron una academia para enseñar español. Su primer contacto

directo con la cultura europea moderna se produjo entonces: hasta esa

fecha había habitado un universo cultural conformado enteramente porlas creencias y las enseñanzas del catolicismo. Para obtener recursos, tra­

dujo el Atala de Chateaubriand, y a partir de ese momento comenzó una

serie de viajes, uno de cuyos resultados fue su transformación en un letrado

defensor de la independencia de los americanos. Para resumir, estuvo en

1802-1803 en Italia, donde fue secularizado. No se conoce bien el motivo desu regreso ese año a España, donde fue inmediatamente arrestado y pasó

en la cárcel los años 1803-1804. Puesto en libertad, permaneció en Españaentre 1804 y 1805. Finalmente, en la etapa final de ese tenso interludio entre

su vida de fraile y su nueva carrera de letrado patriota, entre 1805 y 1808

pasó a residir en Lisboa.

Su vida propiamente política comenzó entre 180S y 1811, cuando en cali­dad de capellán militar decidió unirse a la guerrilla catalana que luchaba

contra el invasor francés. Fue en ese contexto que, esta vez por brevísimo

tiempo, fue apresado por los franceses (1809). En 1811, crecientemente iden­

tificado con la causa de la insurgencia mexicana y cada vez más enemis­tado con la actitud española ante el movimiento de creación de juntas en

las colonias americanas, decidió trasladarse a Inglaterra, donde residió

hasta 1814, y donde participó en una polémica con el liberal español JoséBlanco White acerca de la política seguida por los liberales españoles en

relación con las Américas. Durante su temporada inglesa, terminó de redac­

tar su primera obra de gran envergadura. publicada en 1813: la Historiade

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la revolución de Nueva España. En aquel texto -su segunda intervenciónpública como letrado defensor de la independencia arnericana-, luego dealudir a la grave crisis por la que atravesaba la lucha americana, procedióa defenderla con distintos argumentos, entre los cualeselmás enfático -queretomaba y actualizaba la posición de un autor muy admirado por él,Bartolomé de Las Casas- fue su señalamiento de la falta de títulos legíti­mos de la monarquía española a la posesión de sus territorios de Amé­rica. Enfatizando que los rebeldes eran los descendientes de los indígenasdespojados de sus derechos soberanos a partir de la conquista, invocó el

clásico argumento humanista según el cual la conquista no genera dere­chos de parte del conquistador ni obligación política de parte de los con­quistados. En 1814, convertido ya en una figura pública entre los emigra­dos hispanoamericanos, pasó brevemente a París, para luego retornar aLondres. Durante aquellos años llegó a aceptar, aunque sólo por muy brevetiempo, los argumentos del abate de Pradt en favor de la monarquía cons­titucional como mejor forma de gobierno para los nuevos estados ameri­canos, y además se declaró -posición consecuente con la anterior- admi­radar del sistema constitucional británico.

Sin embargo, a partir de su residencia (entre 1816 y 1817) en los EstadosUnidos, se convirtió lentamente -no sin reparos y con cierta vacilación­en un republicano fervoroso. Junto con Francisco Javier Mina, uno de loslíderes militares de la insurgencia mexicana (que a partir de 1816 habíaingresado en una etapa de progresiva derrota), organizó y participó en unaexpedición militar contra el virreinato, cuyo fracaso lo precipitó una vezmás hacia el interior de una celda carcelaria. Su confinamiento duraría estavez más de cuatro años: de 1817 a 1821. Trasladado a La Habana ese últimoaño, pudo huir a Filadelfia,donde pasó a formar parte de la nutrida comu­nidad de exiliados hispanoamericanos (que en otro capítulo de esta obraestudia Rafael Rojas) que allí había fijado su residencia. Entregado a unafebril carrera como publicista -en favor de la república en principio, acep­tando el imperio por pragmatismo si resultaba el único modo de concre­tar la independencia de México- finalmente regresó en libertad a Méxicocomo consecuencia del Plan de Iguala, que hizo de ese país un Estado inde­pendiente y de su autor, el general Agustín de Iturbide, emperador delmismo. En su Memoria Político-Instructiva, publicada en Filadelfia en 1821,

había resumido sus argumentos en contra de la monarquía -basándosemás en la iniquidad moral de los reyes bíblicos y su condena divina queen argumentos más recientes y laicos (aunque éstos, por cierto, no esta­ban del todo ausentes)-. Más aun, es en ese texto en el que había definidola identidad americana con la frase contundente: "todas nuestras madres

EL LETRADO PATRIOTA I 133

fueron indias",A diferencia del primer Nariño, para el Mier tardío la bre­cha que separaba a la "nación española" de la "nación americana" era con­

tundentemente clara e irreparable.Más por pragmatismo político que por sus principios, aceptó en 1822

reconciliarse con el régimen imperial, y se convirtió en diputado al Con­greso Constituyente Mexicano. Descubierto por los agentes del empera­dor en plena actividad conspirativa contra éste -ya que su republica­nismo no había cesado de radicalizarse luego del retorno a su patria natal-,padeció entre 1822 y 1823 su última prisión. Como consecuencia de la caídadel efímero Agustín 1,pasó de la cárcel al segundo Congreso Constituyente,en calidad de diputado por Nuevo León (1823-1824).Alejadode la vida poli­tica activa a partir de esa fecha, fue nombrado -tardía compensación porel acontecimiento que había dado inicio a su accidentada vida de perse­guido político- "historiógrafo de la República mexicana" A diferencia deNariño nunca se casó, ni quedó en sus numerosos escritos ningún indiciode atracción alguna que haya sentido por alguna mujer. En 1827, conver­tido en un "prócer" del nuevo régimen republicano y con un aposento per­manente en el propio Palacio Presidencial -que le había sido concedidocomo un premio por sus esfuerzos propagandísticos en pro de la inde­

pendencia y de la república- falleció en 1827·

DE ARISTÓCRATA ILUSTRADO Y DIPUTADO DE CÁDIZ

A PATRIOTA HISPANOAMERICANO Y GOBERNANTE ECUATORIANO:

VICENTE ROCA FUERTE

Vicente Rocafuerte nació en 1783 en el seno de uno de los clanes aristo­cráticos más poderosos de su ciudad natal, Guayaquil. Su padre, españolde origen, había llegado a esa provincia en calidad de capitán del ejércitoreal, donde se casó con María Josefa Tecla Rodríguez de Bejerano y Lava­yén, hija de un capitán español y de una criolla emparentada con las fami­lias aristocráticas de la región. El hermano de su madre llegó a ser elgober­nador colonial de la provincia. La familia de Rocafuerte poseía haciendasproductoras de caña de azúcar, tabaco y algodón y destilerías de aguar­diente, y además de estar involucrada en varias empresas comerciales, eradueña de una empresa naviera. Según su propio relato, Rocafuerte se formóen un ambiente rodeado de esclavos, sirvientes y clientes familiares: unaeducación que, al parecer, sentía que lo preparaba para el mando. En 1793,

gracias al apoyo financiero de un tío ingresó al Colegio de Nobles Ameri-

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canos en la ciudad de Granada, en España. De allí, a principios de 1800,

pasó al College de Saint-Germain-en-Laye, fundado por Napoleón parala educación de la nueva nobleza imperial, donde fue condiscípulo de[éróme Bonaparte, hermano del emperador, y de otros miembros de lanueva élite imperial francesa. Durante su residencia en París, conoció ade­más a Simón Bolívar,de quien fue un amigo de juventud. En 1805, la derrotaespañola en la batalla de Trafalgar dejó a su familia sin medios para enviarleel dinero que financiaba sus estudios y su estadía en Europa, razón por lacual debió regresar a su Ecuador natal en 1807. Durante el curso de sus estu­dios, había recusado la carrera militar, para concentrarse en cambio en losestudios filosóficos, literarios y de lenguas clásicas y modernas.

Heredero de la hacienda paterna "El Naranjito" se mantuvo al margendel movimiento insurgente que creó la Junta de Quito en 1809. Aunque leofreció refugio a uno de los líderes de la misma luego de su supresión, todasu actividad de aquellos años indica que siguió formando parte del sectorde la oligarquía criolla leal a las autoridades de Sevilla, primero, y de Cádiz,luego. Dedicado a sus empresas entre 1811 y 1812, viajó a Europa en ese últi­mo año por placer, y durante su estadía en España, en 1813, fue nombradodiputado por la provincia de Guayaquil en las Cortes de Cádiz (en granmedida porque elCabildo de Guayaquil consideró que ese nombramientosuponía un importante ahorro de recursos del Estado). Sin embargo, comosu itinerario lo había llevado a visitar Inglaterra -donde financió la publi­cación del Discurso sobre lasmitasdeAméricade otro patriota letrado ame­ricano, José Joaquín Olmedo (1780-1847), que había sido pronunciado anteesas mismas Cortes-, Suecia, Noruega, Finlandia, y finalmente Rusia, hasta1814 no se enteró de su designación. Se integró a las Cortes -ya traslada­das a Madrid, como consecuencia de la restauración del rey Fernando VII.....:en abril de 1814 y cesó en sus funciones un mes después, como conse­cuencia de la restauración del régimen absolutista. Identificado, aparen­temente, con el ideal liberal de la Constitución de 1812, rechazó la invita­ción a una audiencia con elrey,y eligió en cambio proferir elgesto simbólicode visitar a los diputados presos.

Enterado de que se había emitido una orden para su captura, huyó aFrancia: como aún no podía volver ni a España ni a Guayaquil decidió,tranquilamente, continuar su gira por Europa. Viajó extensamente por elsur de Francia, pasó seis meses en Roma, donde por influencia de suscontactos familiares elaún poco doctrinario liberal aceptó recibir la OrdenPapal de la Espuela de Oro, lo que lo convirtió en el primer hispanoame­ricano del siglo XIX que alcanzó tan alto honor. Nápoles era su albergueturístico cuando se enteró de que su gesto "contestatario" había sido per-

EL LETRADO PATRIOTA I 135

donado y que podría regresar, sin temor a represalias, a Guayaquil. Apro­vechó su viaje de regreso para conocer La Habana yPanamá y en 1817arribóa su ciudad natal. Entre ese año y 1819 se dedicó exclusivamente a la admi­nistración de sus negocios particulares, que prosperaron. Cuando se acer­caba elejército de Bolívar a la Audiencia de Quito, abandonó una vez mássu patria, en esta ocasión para no volver hasta 1833. Como en elcaso de epi­sodios anteriores, existen múltiples evidencias que apuntalan la hipótesisde que aun en momento tan tardío de la lucha por la independencia per­manecía leal a la Corona española y -liberal muy moderado- prefería unrégimen monárquico a uno republicano.

Fue recién a partir del estallido del segundo levantamiento liberal enEspaña, esta vez en contra del propio Rey Deseado, cuando comenzó laverdadera carrera política de Rocafuerte. Residente en Cuba en ese rno­mento, se relacionó con una sociedad secreta de patriotas cubanos. A par­tir de entonces sus tomas de posición se volverían más contundentes, y conel tiempo fue deslizándose hacia posiciones cada vez más reñidas con elliberalismo gaditano que había constituido su marco político-ideológicooriginal. La fuerza de las cambiantes circunstancias políticas y las presio­nes a las que ellas lo sometieron lo obligaron a desplegar sus -amplios~

recursos culturales, puestos al servicio de la propaganda revolucionaria.En Cuba, regida ahora según los términos de la Constitución de 1812, querestablecía la libertad de prensa, Rocafuerte emergió por primera vez comoun escritor público y participó intensamente en el debate político que seinició entonces. Su posición en el interior de ese campo de discusión erala de un defensor acendrado del régimen constitucional vigente y la de unenemigo igualmente acérrimo de la independencia. Según Rocafuerte, lalucha en Cuba no debía plantearse entre españoles y americanos, sino entrelos defensores del orden constitucional y los defensores del absolutismo.

Como consecuencia de su actuación pública, las sociedades secretas deLa Habana, en comunicación con sus pares de Caracas, propusieron aVicente Rocafuerte cuando Bolívar solicitó a sus aliados políticos en Cara­cas y en La Habana que buscaran a una persona idónea para entablar unanegociación diplomática con el nuevo gobierno español, con la intenciónde obtener un reconocimiento a la independencia de la Gran Colombia yun pronto fin de la guerra. En esa decisión tuvo un peso fundamental susimultánea amistad con Bolívar, por un lado, y con muchos de los diputa­dos españoles a las nuevas cortes, por otro lado. A mediados de 1820 publicóen la prensa española diversos artículos urgiendo un pronto acuerdo: comoconsecuencia de la indiferencia o de la hostilidad de los diputados libera­les y convencido de que -fruto de la lucha facciosa intensa que presen-

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ciara en la capital imperial- el régimen liberal duraría poco, habría aban­donado antes de finalizado el año toda esperanza de lograr su cometido.Desde ese momento se convirtió en un defensor sistemático de la indepen­dencia de América y en un enemigo de la continuidad del vínculo colo­nial con España. Luego de su regreso a Cuba en 1821,jamás volvería a pisarsuelo español. Tras una breve estadía en la Gran Colombia motivada máspor sus intereses económicos que por sus ideas políticas, aceptó el encargoque le ofreciera un grupo de mexicanos, opuestos a la creación de! régi­men imperial en su país, de hacer campaña en la prensa extranjera encontra de la monarquía y a favor de la república. El contacto con los Esta­dos Unidos -estuvo en lasciudades de Baltimore y de Filadelfia,donde esta­bleció lazoscon los exiliados hispanoamericanos allí residentes- obró sobresu ideario de un modo tan fulminante como en el caso de Mier: el repu­blicanismo doctrinario definiría desde entonces su pensamiento político(etapa de su vida activaque RafaelRojasanaliza extensamente en su artículoincluido en este volumen). En Filadelfia publicó la primera obra de refle­xión política que revestía cierta envergadura -Ensayo político: El sistemacolombiano, popular, electivo y representativo, es el que más convienea laAmérica índependiente-, tratado en defensa del sistema republicano. Sos­tenía allí que la república hispanoamericana debía inspirarse en los prin­cipios norteamericanos sin por ello perder de vista su propio contexto.Además de sus referencias norteamericanas, ese texto traslucía cierto cono­cimiento de las obras de Montesquieu, Rousseau y Pilangieri, entre otros.Es en esa obra donde también aparece explicitada de un modo contun­dente la posición acerca de la identidad política de las nuevas soberaníasque definió la idiosincrasia de su propio patriotismo letrado: "la patria esAmérica': Como enfatizó Jaime Rodríguez O. (1975) en su importante estu­dio sobre este letrado y político, el rasgo distintivo del patriotismo de Roca­fuerte fue su exaltado hispanoamericanismo. En sus escritos, quizá de unmodo más claro aun que en la obra de Bolívar -la cual debió responderde un modo más intensamente directo a los zigzagueasy las contorsiones desu propia actuación como político y como militar-, aparecía enunciada lanoción de una única patria hispanoamericana.

En 1823 abandonó los Estados Unidos para dirigirse a Maracaibo, enVenezuela, con la intención de obtener apoyo gran colombiano para lospartidarios de la independencia de Cuba -gestión que pronto fracasó-oDeregreso ese mismo año a México, donde se naturalizó como ciudadano,aceptó en 1824 el nombramiento como encargado de negocios -el más altocargo en ese momento- de la Legación Mexicana en Londres. En funcio­nes diplomáticas hasta 1829, negoció el tratado de reconocimiento de la

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independencia de México por parte de Gran Bretaña y la concesión de unpréstamo. Allí mantuvo vínculos con Bernardino Rivadavia, con AndrésBello,con e!liberal gaditano exiliado JoséCanga Argüellesy con otros espa­ñoles e hispanoamericanos que entonces se encontraban en Londres. Ade­más de sus actividades diplomáticas, prosiguió allí su carrera de publicista,entregando a la imprenta londinense numerosas obras en defensa de laindependencia, del sistema republicano y del hispanoamericanismo. En1830 regresó a México, país donde permanecería hasta 1833. Aliado al sec­tor más liberal de la élite política mexicana, publicó en 1831un Ensayo sobrela tolerancia religiosa que generó una importante polémica, y participó enuna discusión pública muy áspera con el entonces ya "conservador" LucasAlamán, político, periodista y futuro historiador de su país. Cabe señalarque al margen de su actividad como escritor político, Rocafuerte no des­cuidó sus negocios empresariales: en 1831construyó uno de los primerosedificios de la capital mexicana iluminados a gas, que contaba ademáscon un restaurante que se puso de moda. A partir de 1832, en medio deuna intensa lucha facciosa, Rocafuerte comenzó a transitar por una seriede condenas a prisión intermitentes, que lo decidieron a regresar en 1833

a su patria natal.Allífue nombrado de inmediato diputado al Congreso Nacional. Como

consecuencia de su apoyo a una rebelión militar en contra del primerpresidente ecuatoriano, el general Juan José Flores, se convirtió al pocotiempo en gobernador rebelde. Luego de numerosas peripecias -entre lascuales aparecen breves temporadas de exilio, prisiones y aun acuerdosefímeros con el gobierno de Plores-, Rocafuerte se convirtió en el princi­pallíder de la oposición a ese caudillo. En 1835 alcanzó la magistraturasuprema de su república natal, al ser nombrado el segundo presidente cons­titucional (1835-1839). Alejado de la presidencia, fue ungido con el cargode gobernador (esta vez constitucional) de su provincia natal (1839-1843).

Durante el transcurso de ese mandato, se casó por primera vez (1842),

con Baltasara Calderón, mujer bella (según su retrato) de 36 años, prove­niente de la aristocracia de Guayaquil y su sobrina en tercer grado. Dipu­tado al Congreso Constituyente de 1843, su enemistad con Flores provocóun exilio de dos años en Lima, donde utilizó su pluma contra el gober­nante ecuatoriano. Durante sus últimos años, luego de la caída de Floresen 1845 y su muerte en 1847, ocupó diversos cargos diplomáticos y la pre­sidencia del Senado.

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DE PROTEGIDO DEL OBISPO DE CHARCAS A TRIBUNO

DE LA REVOLUCiÓN: MARIANO MORENO

Los principales datos de los que disponemos acerca de la vida de MarianoMoreno, el primer secretario de la Primera Junta de Gobierno de BuenosAires y primer editor del periódico oficial del nuevo régimen, La Gaceta,provienen de la biografía publicada en Londres en 1812 por su propio her­mano, Manuel Moreno. Como fue el caso de numerosos letrados compro­metidos con la causa patriótica en Hispanoamérica, Moreno era hijo depadre español y madre criolla: Manuel Moreno Argumosa, español de ori­gen, y Ana María Valle, hija de un importante funcionario criollo, el teso­rero de las Cajas Reales en Buenos Aires. El padre, según su hijo, proveníade una familia de la ciudad de Santander, "de pobres recursos", "que sub­sistía de su labranza", razón por la cuál emigró a Buenos Aires en 1766.Allí, mediante sus contactos santanderinos, obtuvo en 1767el nombra­miento de "escribiente" en un buque comercial, que lamentablemente nau­fragó en Tierra del Fuego. Luego de meses corno náufrago, pudo ser res­catado, y juró nunca más pisar un barco, promesa que habría cumplido.Obtuvo un empleo subalterno en las Cajas Reales y se casó con la hija de susuperior. El primogénito de una familia de catorce hijos fue Mariano Mo­reno, nacido en 1778. De recursos modestos, elentorno familiar de Morenose caracterizó por la gravedad de sus hábitos y por su respeto al estudio y alas tradiciones establecidas. El joven sobresalió como estudiante de prime­ras letras, y logró atraer desde temprana edad una mirada favorable sobresu persona por parte de los curas más ilustrados de la ciudad. Los padres.muy católicos, deseaban que su hijo siguiera la carrera eclesiástica y sufrecuentación de los curas locales dio impulso a esa esperanza. Por ello,cuando el obispo San Alberto de Charcas visitó Buenos Aires, los protec­tores eclesiásticos locales de Moreno lograron que éste asistiera a su exa­men final (público y oral) en elReal Colegio de San Carlos -colegio secun­dario considerado entonces la máxima instancia educativa en la ciudad-oComo consecuencia, el obispo ofreció a la familia de Moreno convertirseen su protector, y financiarle los estudios en la distante ciudad universita­

ria de Chuquisaca, a la que se trasladó en 1799.Interrumpido el viaje poruna grave enfermedad -a juzgar por los síntomas que describe ManuelMoreno, quizá se tratara del mal de Chagas-, pudo comenzar sus estu­dios universitarios recién en 1800, cerca de cumplir los 21 años de edad.Recibió alojamiento gratuito en la casa de un amigo del obispo, el canó­nigo Terrazas, y por consejo de éstos -que habían advertido la falta de voca­ción de Mariano Moreno- emprendió un doble curso de estudios, en teo-

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logíay en derecho (sin informarles a los padres acerca de esta última carrera).Moreno obtuvo primero el título de doctor en teología, y luego se incor­poró a la Academia para el estudio del derecho, donde obtuvo el grado debachiller pero no de doctor (pues el costo que esto implicaba era dema­siado elevado). La noticia de esta decisión provocó, según su primer bió­grafo, días de duelo en el hogar paterno, que se intensificaron cuando llególa noticia de que el hijo destinado a la sotana se había casado con la hijade una viuda residente en aquella ciudad altoperuana. Rasgo de época, la

esposa de Moreno tenía entonces tan sólo 14 años.Los primeros escritos de Moreno fueron redactados en el contexto de

su profesión de abogado. En ellos se perfilaba ya la marca de sus lecturasilustradas (llevadas a cabo en la biblioteca privada del obispo San Alberto,del canónigo Terrazas y en las de los conventos de la ciudad), entre las cua­les, además de referencias a L'Encyclopédie, aparecían otras a obras deVoltaire, Montesquieu, Filangieri y Rousseau. Al igual que Narino y Roca­fuerte -y ello a pesar de la diferencia en su respectivo origen social y en elcontexto académico en el cual se formaron-,la impronta ilustrada fue deci­siva en el pensamiento de Moreno. En 1802 redactó una disertación jurí­dica dirigida al rey, "Sobre el servicio personal de los indios en general ysobre el particular de yanaconas y mitaxios", en cuyas páginas pedía la abo­lición de los servicios forzados. En relación con elyanaconazgo, declaraba:"Nada debe estar más distante de un buen ciudadano que la criminal hol­

gazanería; pero nada debe estar más lejos de un hombre libre que la coac­ción y fuerza a unos servicios involuntarios y privados". Su conclusión-en el latín de rigor en tales escritos- era que la introducción de ese tipode servicio había sido lícita en su origen, pero que mudados los tiemposahora se hacía necesaria su abolición. Llegaba a la misma conclusión en

lo que se refiere a la legitimidad de la mita.Aunque tal escrito no le valió una persecución tan severa como la que

padecieran Nariño o Mier algunos años antes, elataque frontal contra unode los principales privilegios de los mineros de Potosí, al que se sumaronuna serie de conflictos con los jueces de su jurisdicción, creó un clima hos­til en torno suyo, razón por la cual en 1805 decidió regresar a BuenosAires. Los próximos seis años, de cambios vertiginosos en el imperio y enel Virreinato de Buenos Aires, lo convertirían en uno de los primeros ideó­logos empeñados en definir el sentido de la "Revolución de Mayo" de 1810.

Moreno -Ietrado en ambos sentidos de la palabra- se mantuvo en granmedida al margen de los acontecimientos provocados por las dos invasio­nes inglesas y por el derrocamiento de un virrey y el nombramiento deotro francés -aunque redactó un testimonio inconcluso acerca de las inva-

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siones que traslucía su lealtad al imperio español-o Fue sólo en 1809,Iuegode la entrada en Buenos Aires del último virrey, Baltasar Hidalgo de Cis­neros, considerado por muchos un adepto al ideario de la ilustración,cuando Moreno se convirtió en un escritor público, como consecuencia desu célebre alegato en defensa del gremio de los hacendados y en contrade las pretensiones monopolistas del Consulado de Cádiz: una defensa que-cnmarcada por cierto en el contexto de la grave crisis imperial y la inte­rrupción de las comunicaciones permanentes con España- incidió sobrela decisión del virrey de autorizar temporalmente y como medida de urgen­cia el libre comercio. Ese texto, armado sobre la base de fuentes ideológi­cas eclécticas, como fue el caso de casi todos los escritos de Moreno, defen­día -citando a Adam Srnith, a Filangieri y a Iovellanos, entre otros- elderecho natural al libre comercio, por un lado, y los efectos benéficos delmismo -tanto para España cuanto para el Río de la Plata-, por otro. Redac­tado en septiembre de 1809,ese escrito le confirió un lugar de gran visibi­lidad pública en el preciso momento en que se intensificaba la actividadconspirativa en Buenos Aires, como consecuencia del derrumbe cada vezmás definitivo del gobierno provisorio con sede en Sevilla. Durante 1810participa en muchas de las reuniones de los distintos grupos que buscabandefinir el rumbo futuro del virreinato, cuyo supremo mandatario perdíadía tras día una nueva porción de su legitimidad. Fue así como, luego dehaber participado de manera destacada en los preparativos para las "jor­nadas de Mayo" de 1810, fue nombrado secretario de la Primera Junta deGobierno, y.más importante aun desde la perspectiva de su rol como escri­tor público, director y principal redactor del periódico oficial del nuevogobierno, La Gaceta de Buenos Aires.

En síntesis, Moreno interpretó los hechos de Mayo como una revolu­ción -en el sentido moderno que comenzaba a adquirir ese término­que ponía fin al antiguo régimen (Halperín Donghi. 1961;Goldman, 1992).

Debía imperar a partir de entonces la libertad de imprenta, debían de­saparecer los rangos de nobleza y las distinciones entre las castas racia­les, debían suprimirse los honores al primer magistrado del Estado, pueséste era simplemente un ciudadano más en un pueblo de ciudadanos igua­les entre sí. Más aun, en su fundamental artículo sobre la"Misión del Con­greso" sostenía que el rey cautivo, Fernando VII, nunca aceptaría gober­nar bajo un sistema constitucional, por lo cual las provincias del Río dela Plata debían adoptar una constitución propia, y, aunque no lo decíaexplícitamente, sugería que debían buscar la independencia. Finalmente,en el artículo donde proponía la publicación de una traducción al caste­llano del Contrato social de Rousseau, que debía servir como un manual

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de ciudadanía, expresaba a la vez sus convicciones ilustradas y su razo­nado escepticismo acerca del posible desenlace del movimiento iniciadounos meses antes:

Si los pueblos no se ilustran, si no se vulgarizan sus derechos, si cadahombre no conoce lo que vale, lo que puede y lo que se le debe, nuevasilusiones sucederán a las antiguas y después de vacilar algún tiempoentre mil incertidumbres, será tal vez nuestra suerte mudar de tiranos,sin destruir la tiranía.

Progresivamente enfrentado con el presidente de la Junta, fue separadode ella en diciembre de 1810, y,nombrado ministro ante las cortes de Ingla­terra y Brasil, se le encomendó una negociación con esas dos potenciasen procura de su apoyo al nuevo régimen rioplatense. Para ello, partióde Buenos Aires en 1811 y en abril de ese año murió camino a su destino

londinense.

CONCLUSIONES

Elpropósito de los perfiles biográfico-intelectuales presentados en las pági­

nas anteriores ha sido precisar con mayor nitidez los rasgos específicos dela figura de lo que aquí hemos denominado el "letrado patriota", figuradecisiva en el proceso de conformación de una nueva relación de poderentre la élite letrada y elpoder político en Hispanoamérica: una nueva rela­ción que incidiría de un modo decisivo en la futura evolución de la figuradel "intelectual" en la región. De los casos examinados se desprenden lassiguientes conclusiones: primero, que el rasgo principal que definió a estetipo de escritor público fue su voluntad -esumida corno regla general deun modo reticente y sólo luego de una constatación (a veces en carnepropia) de la creciente crisis del orden imperial español- de convertirseen representante de la patria a la que pertenecía. Segundo, en tanto searrogaba el derecho de representar por escrito a la patria de su pertenen­cia, asumía también la tarea de definir cuál era la naturaleza de esa patria.Lasalternativas eran muchas, como lo demuestran las trayectorias intelec­tuales esbozadas: desde una identificación profunda con la monarquíaimperial como patria de todos sus ciudadanos, hasta una defensa acérrimade la ciudad y la microrregión por ella gobernada como la patria que debe­ría convertirse en el nuevo sujeto de soberanía. Por otra parte, si los escri-

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tares públicos que adquirieron protagonismo durante los años transcu­rridos entre 1780 y la década de 1820 pudieron concebir que este rollesincumbía legítimamente, ello se debió precisamente a la crisis y al pro­gresivo derrumbe de los encuadres institucionales que hasta ese momentohabían servido como marco de "contención" de la actividad intelectual:es decir, del sistema general de poder que había definido un complejoentramado de espacios de sociabilidad, jerarquías y vínculos de mando ysubordinación aceptados hasta ese momento como legítimos. En el con­texto de esa crisis de legitimidad y de la creciente incertidumbre acerca dela diferencia entre un curso de acción lícito y otro ilícito, los escritorespúblicos pasaron ~de manera ardua y de ningún modo lineal, ya que eseresultado fue la consecuencia enteramente imprevista del proceso histó­rico general en que debió desenvolverse la intervención individual decada uno de ellos- de ser los agentes y aliados del poder público -agentesmuchas veces insumisos y aliados casi siempre incómodos- a ser actoresdotados de cierto grado de autonomía propia. Durante aquel período bisa­gra, cuando el orden antiguo se derrumbaba y los perfiles del orden nuevoaún estaban por definirse, los escritores públicos pudieron convertirse encompetidores por derecho propio con quienes tradicionalmente habíansido los encargados del poder en el mundo español-el monarca, sus minis­tros, los funcionarios de las burocracias civil,eclesiásticay militar-o Duranteun período relativamente acotado, el capital simbólico de los especialistasen el empleo del discurso escrito se convirtió -en algunas regiones al menos,y con variaciones significativas de un momento a otro en cada región- enun capital político real, al menos en elplano de la lucha por definir los con­tornos del nuevo orden que tan trabajosamente comenzaba a emerger. Esemomento del "letrado patriota" no perduró, pero dejó una marca profundaen la representación que de sí mismos construyeron los escritores públi­cos, los publicistas, los "intelectuales" de Hispanoamérica. En la décadade 1830, los hombres y las (escasas)mujeres de letras de las camadas "román­ticas" comenzaban ya a sentirse subordinados nuevamente ~y a veces deun modo que les parecía más brutal que bajo el antiguo régimen- a losnuevos poderes fácticos que habían consolidado (aunque más no fuera porbreve temporada) su dominio en el interior de las nuevas soberanías his­panoamericanas. Sin embargo, el imaginario del letrado agente de su pro­pio destino y del destino de su patria forjado en los años anteriores siguióejerciendo una poderosa influencia sobre su modo de concebir el legí­timo desempeño de la función intelectual.

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Redactores, lectores y opiniónpública en Venezuela a finesdel período colonial e inicios dela independencia (1808-1812]Paulette Silva Beauregard

La introducción de la imprenta en Venezuelasuele vincularse con los com­plejos y contradictorios procesos que llevaron a la declaración de la inde­pendencia a principios del siglo XIX. La imagen emblemática de esa aso­ciación es la famosa y fallida expedición a Coro realizada en 1806 porFrancisco de Miranda (1750-1816). En efecto, una de las naves llevaba abordo una imprenta que le había servido al "Precursor" para la reproduc­ción de sus proclamas, un arma de muy amplio alcance que, desde finesdel siglo XVIII, no dejará de intervenir de manera decisiva en los procesospolíticos en el hoy territorio venezolano.

Otras capitales coloniales habían tenido imprenta mucho antes de losmovimientos independentistas. En la Capitanía General de Venezuela,sin embargo, la introducción de la imprenta, de una manera legal y a unaescalaconsiderable, está efectivamente ligada a las luchas que tuvieron lugarcomo consecuencia de la invasión napoleónica y su repercusión en tie­rras americanas. Sin embargo, sobre este punto parece indispensable mati­zar. Por una parte, en estas descripciones no se suele considerar el hechode que había otras maneras de circulación de la información. Yme refierono sólo a las formas orales, sino también a otros modos de reproducciónde los escritos distintos de la imprenta. Por ejemplo, las cartas, muchasveces privadas, eran un espacio común para la difusión de noticias y latranscripción de documentos, fragmentos de libros e, incluso, de otras car­tas que también transcribían pasajes de otros textos (con lo que se creabauna red de circulación difícil de calibrar en la actualidad). Lacopia manus­crita de varios ejemplares de un mismo texto también servía para estosfines (a veces se trataba de traducciones de obras no necesariamente pro­hibidas). Elotro matiz se refiere al hecho de que la primera imprenta ofi­cial, la que publica en 1808 la Gaceta de Caracas (considerada el primerimpreso periódico venezolano), no puede asociarse en el momento de su

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aparición con la causa en favor de la independencia. Por el contrario, laGaceta de Caracas surge como un esfuerzo desesperado de las autorida­des coloniales por contar (con) una versión oficial de la delicada y confusasituación que se vivía en la península, cuando no sólo había que vigilarposibles movimientos contra la Corona (como la expedición de Miranda),sino encauzar la interpretación de los hechos para mantener unidos a lossúbditos por lazos de fidelidad al rey.

Como puede seguirse en el trabajo de Pedro Crases (1981), el redactorde esta primera época de la Gaceta de Caracas fue Andrés Bello (1781-1865),quien se mantuvo en esta función hasta su partida a Londres en la misiónque emprendió junto a Bolívar en junio de 1810. De hecho, publica en losprimeros meses de ese mismo año y en el mismo taller elCalendario Manual

y Guía Universal de Forasteros en Venezuela para el año de 1810 (conside­rado elprimer libro publicado en Venezuela) y,junto con Francisco Isnardi,proyecta la edición de una revista, El Lucero. (Hay muy pocos datos sobrela vida de Isnardi, se sabe que nació en Piamonte y llegó al oriente vene­zolano a fines del siglo XVIII; su participación en el gobierno de la Pri­mera República produjo su detención en 1812 y su muerte en Ceuta.) Apartir de estas consideraciones, creo necesario detenerme en el oficio deredactor que ejercieron Bello y los letrados que lo sucedieron en los pri­meros años de la Gaceta de Caracas (1808-1812). Sin embargo. quiero acla­rar que no me interesaré por las "obras" que éstos produjeron como "auto­res", sino por la muy compleja red de intercambios de diversos tipos queplantea la labor que realizaron como redactores, aspecto que nos permi­tirá comprender su función como letrados más allá de las reductoras imá­genes que han prevalecido en los estudios sobre el siglo XIX hispanoame­ricano. Supongo indispensable una indagación de este tipo pues en losestudios sobre el intelectual del siglo XIX se descuida con frecuencia unaetapa que juzgo decisiva: la de la introducción de la imprenta a una escalaconsiderable en territorios americanos. que no en vano es casi simultáneaen muchos casos a los movimientos independentistas, también asocia­dos, como se sabe, a una intensa circulación de escritos (hasta la creaciónde los virreinatos de Nueva Granada y del Río de la Plata, en el siglo XVIII,

en la América hispánica había imprentas sólo en Perú y en Nueva España;sin embargo. en las primeras décadas del siglo XIX comienzan a abrirsetalleres de impresión en distintas ciudades y se registra un incremento del

número de impresos en los lugares en los que ya las había, como BuenosAires). De qué modo estos hechos modificaron la función y e! trabajo delletrado en un momento de cambio y de fundación de un nuevo sistemapolítico. son aspectos que aguardan por estudios detenidos.

REDACTORES, LECTORES Y OPINiÓN PÚBLICA EN VENEZUELA (lBOB·1Bll) I 147

Al menos tres problemas difíciles aparecen cuando se intenta realizarun trabajo de este tipo. El primero se refiere a la escasez de investigacio­nes sobre la circulación de impresos a fines del período colonial que dencuenta de las vías de penetración y de difusión de las ideas y que no se limi­ten a un país particular (por lo demás, las áreas de influencia y de inter­cambio durante la colonia no son las mismas que se crearon después dela independencia). El segundo se relaciona con la caracterización del inte­lectual del siglo XIX que ha construido la crítica, pues, como ha señaladoJavier Lasarte (2003: 48) sobre el "siglo XIX estrecho", si "algo predominaen las representaciones académicas sobre la post independencia es la figu­ración de! letrado de! XIX como un sujeto uniforme, rápidamente tipifi­cado". La concepción que ha prevalecido es aquella que, inspirada por losestudios de Rama (1984), supone muy pocos cambios entre la colonia y elperíodo inmediatamente posterior, lo que lleva a pensar en un letradoaislado en una amurallada "ciudad escrituraría" al servicio de! nuevo podery, sobre todo, desligado de la ciudad "real" y oral. Por último, se encuen­tra la frecuente interpretación lineal y maniquea de los sucesos previos alos movimientos independentistas, que se suelen tener como anteceden­tes necesariamente vinculados a éstos, a partir de una división que entiendea la metrópolis como siempre tradicional, al margen de las nuevas ideasliberales, y a los americanos desde muy temprano independentistas y des­lastrados de las concepciones tradicionales y coloniales (Guerra, 1994).

LA CIRCULACIÓN DE IMPRESOS A FINES DEL PERíODO COLONIAL

A pesar del interés que en los últimos años han despertado las historiasde la lectura y del libro. son pocas las investigaciones recientes que se detie­nen en los modos de circulación de las ideas y los muchos contactos queefectivamente hubo entre las colonias españolas y otros territorios a finesdel período colonial e inicios de la independencia. En elcaso de Venezuela,contamos con algunos estudios, como los de Pedro Grases, Ildefonso Leal,Elías Pino Iturrieta y Elena Plaza, que muestran muchas diferencias conrespecto al cuadro que presenta Subercaseaux (2000), por ejemplo, parael caso de Chile, entre las que se destaca la presencia en la Capitanía deVenezuela de un grupo importante de personas que poseían y leían impre­sos, no pocos de ellos prohibidos por la Inquisición, y no sólo dentro dela élite (Leal, 1998; Plaza, 1989,1990). Tal vez la situación geográfica deesta capitanía, así como su posición marginal dentro del sistema colonial

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sirvan para explicar la diferencia. En efecto, los estudios sobre la lectura yla circulación de impresos suelen presentar las zonas marginales de laCorona española como territorios especialmente vulnerables para la pene­tración de libros prohibidos y el comercio ilícito de impresos, sin contarcon que, como indica F. López (2003:346), a "Cédiz llegaban y se vendían,para España y América, casi todas las obras prohibidas por la Inquisición,y esto no era un secreto para nadie".

De hecho, se sabe que los ingleses iniciaron a fines del siglo XVIII unacampaña en favor de la independencia -no hay olvidar el apoyo que die­ron a Miranda-, arremetida en la que participó muy activamente el gober­nador de la isla de Trinidad y que levantó sospechas e investigaciones porparte del Santo Oficio de la Inquisición. Como destaca Pino Iturrieta (1991:31): "Al decir del propio Capitán General, ya para las postrimerias delXVIII la Provincia estaba inundada por 'multitud de gacetas, diarios y suple­mentos' repletos de absurdas proposiciones, muy emparentadas con lasideas 'diabólicas' que desde París pregonaban los revolucionarios". Al pare­cer, ya para 1789 el mal estaba hecho, como lo deja ver el siguiente frag­mento del edicto que publicó el Tribunal de la Inquisición:

Sabed, que teniendo noticia de haberse esparcido, y divulgado, en estosReynosvarios Libros, Tratados y Papeles,que [... ] parecian formar comoun codigo teorico-practico de independencia l ...] hemos hallado, quetodos l ...] manifiestan ser producciones de una nueva raza de Filóso­fos (en Plaza, 1989: 331; en ésta y las siguientes citas mantengo la orto­grafía y la puntuación de la transcripción consultada).

Elena Plaza muestra, además, las numerosas dificultades que tuvo la Inqui­sición en esta capitanía, vinculadas no sólo con su ubicación geográfica, sinotambién con algunos obstáculos insalvables.como elhecho de que el impor­tante puerto de La Guaira ofrecía muchos peligros para la navegación y eldesembarque y,por lo tanto, las labores de vigilanciay revisión de los buquesno podía realizarse según lo estipulado. Más aun, Plaza (1989: 350) cita undocumento en el que el vicario de La Guaira confiesa su fracaso al revisarlos buques, debido a "los peligros de! embarque, desembarque i abordagesen tan mal muelle i mala mar". Por esta razón, añade, en las inspecciones"solo saldrá a la luz un ramillete o libro de devoción, quedando así frustradotanto trabajo". De hecho, las autoridades intentaron controlar incluso la lle­gada de algunos objetos que "pasan por de moda" en los que habia imáge­nes a favor de la Revolución Francesa, como cajas de rapé y tabaco, relojeso brazaletes (Plaza, 1990: 341).Aparte de otros sucesos que involucran la

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circulación de papeles a fines del siglo XVIII, en 1806las autoridades inqui­sitoriales inician en Caracas una averiguación pues han tenido "noticia quemuchas personas de ambos sexos de esta ciudad retenian, y leian librosprohibidos", como señala el propio comisario, pero los resultados al parecerfueron infructuosos dado el"'desorden' que reinaba en Caracas" (Plaza,1989:350-351). Entre los libros prohibidos listados en esta pesquisa, se encuen­tran obras de Rousseau,Voltairey Condillac, y muy especialmente obras lite­rarias (como la Julia, la Eloisa o el Eusebio). El examen realizado por Plaza(ibid.: 350)le permite llegar a esta conclusión: "La lectura de libros prohibi­dos parece haber sido una ocupación muy frecuente en Caracas".

Asimismo, el trabajo emprendido por Ildefonso Leal con testamentosy listas de pasajeros que se embarcaron en Sevilla con rumbo a las Indiasindica que desde muy temprano llegaron al territorio hoy venezolanomuchos libros, prohibidos o no, y que éstos pasaron por la vía del prés­tamo a muy distintas manos, no siempre de la élite. Leal (1979: 19) señala,incluso, que son "pocos, escasos, los testamentos donde no figure aunquesea una ligera mención de un libro, bien se trate de un cartulario, un sila­bario, un breviario, un catecismo o cualquier manual de rezo".A partir deestos documentos, Lealafirma que hubo un intenso intercambio de librosen el período colonial que contradice la visión habitual según la cual lasleyesy las reglamentaciones impidieron la circulación de impresos en Amé­rica. Según Leal, la ficción, prohibida expresamente por las leyes de Indias,pasó casi libremente a la Venezuela colonial, razón por la cual El Quijote"figura como uno de los libros más vendidos en Venezuela en el año 1682"(ibid.: 59). Sin embargo, son los libros religiosos los que destacan en estaslistas, especialmente aquellos dedicados a las vidas de santos (ibid.: 42 ) .

Estos estudios permiten llegar a varias conclusiones. La primera es quedesde las últimas décadas del siglo XVIII circularon en Venezuela diversostipos de impresos relacionados de muy distintas maneras con las ideas ilus­tradas y/o independentistas. La difusión de estas ideas parece concentrarseen las élites, pero movimientos como el motín de José Leonardo Chirinos(1795) y la Conspiración de Gual y España (1797) revelan que tambiénhabían circulado en otros sectores, como el de los pardos, los negros libresy los esclavos. Por otra parte, la tenencia de impresos no indica necesaria­mente el contacto con nuevos ideales. Como se desprende del trabajo deLeal, hubo una importante circulación de impresos pero en su mayoríareligiosos. En este sentido, hay que agregar que se trata de textos asociadosa formas de lectura que favorecen la memorización para su empleo en ritua­les religiosos. Leal llama la atención sobre e! hecho de que esta bibliotecareligiosa (eI70% de los textos inventariados) se compone de libros que

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tuvieron muchas generaciones de lectores, como es el caso del Catecismode Ripalda, editado por primera vez en 1616 y que aún se leía profusamentea lo largo del siglo XIX. Quizá lo más importante que haya que subrayarsobre esta literatura religiosa sea tanto su "lectura intensiva': que lleva a lamemorización, como su permanencia dentro de la cultura por períodosde muy larga duración, tal vez como efecto de ese tipo de lectura, aso­ciada a ritos y prácticas cotidianas. Con esto no quiero desestimar la impor­tancia de la difusión de libros prohibidos, sino recordar la presencia y elpeso de los textos religiosos que también circularon abundantemente enel territorio hoy venezolano y que se relacionan con modos de pensar yde sentir muy arraigados en la sociedad de ese entonces y que serán deci­sivosen los debates que veremos más adelante. Por otra parte, no debe pen­sarse que los libros que ofrecían ideas novedosas eran necesariamente per­seguidos por lasautoridades coloniales,pues como apunta Simón Rodríguez

(1771-1854) en 1794, "[ cjada día se dan obras a la prensa por hombres hábí­les sobre los descubrimientos que sucesivamente se hacen en la Agricul­tura y Artes, y éstos circulan en todo el Reino para inteligencia de los quelas profesan" (1979: 375).De hecho, esa división que coloca elconocimientode las nuevas ideas siempre en el bando de los patriotas y los revoluciona­rios tampoco se apega a la realidad, pues una institución tradicional comola Universidad de Caracas jugó un papel importante en la difusión de lasideas modernas. Bello,por ejemplo, tuvo en esta institución por profesor aRafael Escalona Arguinzonis, quien difundió "las ideas filosóficas de auto­res innovadores", conocidos gracias a "su profesor Baltasar de los ReyesManero, quien había iniciado a partir de 1778, en la universidad caraqueña,la enseñanza de la filosofía racionalista de Locke, Condillac, Newton, Spi­noza, entre otras pensadores" (Cunill Grau, 2006: 21); entre los pocos datosque brinda Cunill Grau sobre Escalona Arguinzonis se menciona que tuvoa su cargo la cátedra de filosofía en la Realy Pontificia Universidad de Cara­cas. La universidad permite, así, comprender la heterogeneidad, las diferen­tes mezclas y las apropiaciones de textos que caracterizan el período.

LA APERTURA DE LA IMPRENTA

Puede conjeturarse que el aviso que publica la Gaceta de Caracas en su pri­mera entrega, titulado significativamente "Apertura de la imprenta", salióde la pluma de Bello, el redactor de esa publicación en ese entonces. Lasprimeras líneas señalan con claridad el interés de las autoridades colonia-

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les y los elogios que deben recibir por haber logrado una imprenta paraCaracas: "Se debe al espontáneo interés del gobierno ya la concurrenciade otras autoridades el logro de un establecimiento que por muchos añosha envidiado Caracas a otras poblaciones de menos consideración" (Gacetade Caracas, 24 de octubre de 1808, p. 1). El gobierno complace así los "jus­tos deseos" de los caraqueños, quienes necesitaban una imprenta desdehacía mucho tiempo. La prensa pretende apuntar a una doble función: porun lado, atender necesidades colectivas, como la "instrucción pública" yla recreación (ambas asociadas en un mismo proyecto: ilustrar); ypor otro,satisfacer algunas demandas privadas. La primera aparece en el aviso delmodo siguiente: "La utilidad de un establecimiento de esta clase, en unaciudad como Caracas, no puede dejar de ser obvia a cualquiera de susilustrados habitantes, no sólo bajo los puntos de vista que ofrecen la Agri­culturay el Comercio, sino también la Política y las Letras" (ibid.). Por estemotivo pide a "todos los Sujetos y Señoras que por sus luces e inclinaciónse hallan en estado de contribuir a la instrucción pública y a la inocenterecreación que proporciona la literatura amena, ocurran con sus produc­ciones en Prosa o Verso, a la oficina de la Imprenta" (ibid.).

Llama la atención que elaviso incluya como posibles autores a las muje­res; de hecho, supone que entre las personas ilustradas e interesadas enlas letras hay mujeres, pero recordemos que aparecen también en las lis­tas de los poseedores de libros, prohibidos o no. Sobresale la diferencia quehace entre las materias, entre las cuales distingue la "literatura amena': rela­cionada con la "instrucción" y la "recreación". Ilustrar y recrear son asídos objetivos centrales, incluso por encima de la religión que, significati­vamente, no aparece entre los temas para los posibles libros que proponeel aviso. El mercado que se vislumbra es el siguiente:

Se imprimirá cuanto se pida: Libros de uso común en lasAulas de la uni­versidad, escuelas, conventos e Iglesias; estados, circulares, hojas deservicios y demás que se ofrezca en los tribunales y oficinas públicas;esquelas de convite, papeleras y todo cuanto sea necesario a los caba­lleros particulares (ibid.).

Aparte de los "Sujetos y Señoras" que quieran imprimir sus trabajos, seencuentra, entonces, un público potencial que echaba en falta la imprenta:los establecimientos de educación, la Iglesia, las oficinas públicas y la éliteque hace convites y necesita papelería. Los impresores muestran así la gamade intereses que pretendían cubrir y que, con seguridad, no surgieron repen­

tinamente con la instalación de la prensa en Caracas.

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Las condiciones en las que serán tratados esos temas -creferidos a las"Ciencias y Artes", y no a la religión- aparecen claramente en el aviso:

Al mismo tiempo que se solicita la asistencia de todas las personas ins­truidas en las Ciencias y Artes,se da al Público la seguridad de que nadasaldrá de la Prensa sin la previa inspección de las personas que al intentocomisione el Gobierno, y que, por consiguiente, en nada de cuanto sepublique se hallará la menor cosa ofensiva a la Santa Religión Católica,a las Leyes que gobiernan elpaís, a las buenas costumbres, ni que puedaturbar el reposo o dañar la reputación de ningún individuo de la socie­dad, a quien los propietarios de la Prensa tienen en el día el honor depertenecer (ibid.).

La pertenencia al grupo de los propietarios es presentada corno garantía deque no habrá excesos y de que nada debe temerse, por tanto, de la nuevaimprenta (aunque en otro plano, podría decirse que lo mismo hará la Juntapocos años después cuando decida quiénes serán los electores para selec­cionar a los diputados del primer Congreso de Venezuela). En este sentido,también es un aval la censura previa que establece el gobierno. El primerimpreso que se publica, La Gaceta de Caracas, muestra con claridad que secumplía meticulosamente con estos requisitos (aunque pronto alterará superfil): sus páginas están dedicadas a copiar documentos, cartas, noticiasde otros periódicos que muestran la condena "general" a Napoleón.así comoel valor y el patriotismo de los españoles que rechazan al invasor. Se trata,entonces, de una recopilación de fragmentos tornados de distintas fuentes,pero todas encaminadas a lograr una posición unánime frente a los aconte­cimientos (no debe pensarse que este deseo de unanimidad desaparece conla colonia, pues incluso en Simón Rodríguez [1990: 17] puede encontrarseuna visión unanimista de la opinión pública, como por ejemplo cuando dice"Hasta elente de la razón de la democracia, tiene que unificarse y decir: Lavoz delpueblo... y no lasvoces"). A esto se agregan algunas noticias locales:precios de los principales productos, llegada de buques a los puertos; yasun­tos particulares: avisos de ventas de muebles e inmuebles o sobre la fuga deesclavos, pero también sobre la venta de libros o el anuncio de un maestroque ofrece sus servicios para la enseñanza de las primeras letras.

La Gaceta de Caracas se propone publicar por entregas una "relación"de lo acontecido en España a partir de la invasión napoleónica, presentandoasí una versión oficial de los hechos, elaborada a partir de los papeles ofi­ciales, con el fin de crear una opinión favorable a las autoridades colonia­les. Dice el redactor que" [p locos habrá sin duda que no hayan leido la mayor

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parte de ellos; pero serán muchos los que deseen poseer una colección taninteresante; y no hay un medio tan cómodo, para satisfacer sus deseos, cornoel de presentarla por partes en la gaceta" (Gaceta de Caracas, 24 de octubrede 1808, pp. 1Y2). Se trata, entonces, de la reproducción de textos yacono­cidos por los lectores, pero que merecen coleccionarse y guardarse. Sirven,así, para reforzar la posición oficial y construir con cada entrega un relatoque permita poner algún orden en la historia que se está viviendo.

LECTORES, REDACTORES Y OPINiÓN PÚBLICA

Estos avisos que acabamos de citar muestran una situación muy com­pleja con relación a la circulación de los escritos en el momento en que seestablece oficialmente la imprenta en Venezuela. Por una parte, tenemosla existencia de posibles "autores", hombres y mujeres, que podrían estarinteresados en publicar sus textos para un público potencial que la imprentano tiene dudas en convocar también. Por otro lado, la existencia de unared de escritos que se conocen, se leen o se escuchan y seguramente se inter­cambian de muy diversos modos (orales y escritos), compuesta segura­mente por libros, pero sobre todo por periódicos, hojas y cartas que lle­gan del exterior a través de los buques (y de cuyo movimiento se informaen la propia gaceta), o producidos en el mismo territorio. El trabajo delredactor se relaciona precisamente con esta red tanto escrita como oral-muchas veces se intenta salir al paso de los rumores que circulan en Cara­

cas- y su tarea se enuncia de la siguiente manera:

Comprenderá este papel cuanto merezca a la noticia del público, resu­miendo lo mejor y más interesante de los papeles públicos nacionales

y extranjeros, y de las cartas o papeles particulares; y se procurará quelas noticias que se inserten tengan el grado posible de autenticidad o

de probabilidad (ibid.).

Aunque predominarán las noticias políticas ligadas a los acontecimientosque ocurren en España, la Gaceta de Caracas se propone también dar otrotipo de información, como es el caso de "los descubrimientos relativos ala agricultura y a la industria de estas provincias" (ibid.). Estos otros inte­reses, así como el énfasis dado a los asuntos políticos, son muestras del pro­

ceso de laicización y diversificación de la lectura que se da de un modocada vez más acusado en el mundo hispánico a partir del siglo XVIII. De

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hecho, el periódico mismo nos coloca de plano en un tipo de impreso"moderno", que favorece la llamada lectura extensiva, que va de un textoa otro. Y es aun más interesante que el trabajo del redactor en este caso serelacione directamente con este tipo de lectura, pues, como señalé con ante­rioridad, es el encargado de recopilar, clasificar, escoger, resumir y ponerorden en los materiales que recibe para formar con ellos un nuevo texto.Es él mismo un lector "moderno", que toma de varias fuentes, Saca deaquí y de allá, traduce de varias lenguas, calibra el crédito que se le puedadar a una información según las fuentes o los intereses en juego, para cons­truir un nuevo discurso. Y a pesar de que al introducir una imprenta sebuscaba unanimidad, el periódico, así sea una gaceta oficial, puede impli­car la presencia de varias voces. Incluso, podernos pensar que el periódicopuede borrar las fronteras entre autor y lector, al aceptar las colaboracio­nes, las cartas y los avisos enviados por los lectores. Inaugura, sin duda,un nuevo espacio en el que se convoca a participar a los lectores (el avisode apertura de la imprenta no deja dudas en este sentido). Esto quiere decirque se convierte en un terreno en el que se apela a un público cada vezmás amplio, pensado como un grupo anónimo y potencialmente en expan­sión, y no como un grupo cerrado y limitado. Aunque no debe exage­rarse, pues los índices de analfabetismo eran efectivamente enormes, noestá de más insistir también en que el periódico busca la ampliación delpúblico en la medida en que su éxito económico, el poder salir con regu­laridad, depende de las suscripciones y las ventas. No se puede olvidarque la suscripción es un contrato en el que el lector se siente con derechoa exigir y en cierto modo lo coloca en una situación en la que puede par­ticipar, generalmente a través de cartas al redactor, cuando siente sus dere­chos vulnerados (hay avisos de este tipo en la Gaceta de Caracas).

Algunos ejemplos pueden servir para explicar mejor lo que indico. Enla entrega del 5 de mayo de 1809, encontramos un extracto de las noticiasmás importantes publicadas en los periódicos europeos, realizado por un"colaborador". Al principio se presentan las noticias tomadas de las gace­tas del gobierno metropolitano C'copiaremos para satisfacer la curiosi­dad pública los extractos de las gacetas del gobierno hasta el 21 de Noviem­bre, formados por una persona inteligente, que las ha tenido a la vista enla isla de Puerto Rico, y se ha servido favorecernos con ellos" [Gaceta de

Caracas, 5 de mayo de 1809, p. 3]); pero luego se refiere a las que aparecenen otros periódicos europeos. La situación de guerra hace que no se pue­dan tener por ciertas todas lasnoticias publicadas,razón por la cual el colabo­rador señala:"Los papeles Holandeses, escritos, como se sabe, bajo la férulade Bonaparte, insisten esparciendo la noticia de la paz entre Francia yAus-

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tria; pero los periódicos Ingleses ofrecen conjeturas bastante fundadas yprobables para despreciar la aserción de los primeros" (ibid., p. 4)· Es unaverdadera guerra de información en la que se echa mano de cualquiertáctica para desenmascarar al enemigo. La importancia de la prensa parala guerra -de la prensa como parte de la guerra misma o de la prensa comoarma de guerra- puede seguirse en la relevancia que se le da a las cartas quese interceptan y se publican con el fin de mostrar que en otros periódicos sedan noticias inexactas: "Por una carta interceptada se sabe que es falsocuanto se ha dicho acerca de la venida de Bernadote a la Península conrefuerzos" (ibid.). Así, una forma manuscrita y privada sirve para desen­mascarar a la prensa, revelación que se hace a través de la imprenta. Aun­que el periódico reclame mayor credibilidad, parece incorporarse al cir­cuito del rumor en una sociedad en la que este último debe haber tenidoun papel muy importante, y en un momento en el que con seguridad losrumores proliferaron y tuvieron un rol destacado en la formación de opi­niones. Vemos, así, cómo la circulación de periódicos se inserta dentro deuna compleja red que incluye formas orales y escritas, privadas y públi­cas, con autoría y anónimas, oficiales y clandestinas.

También es necesario examinar la importancia que reviste la fuente dela información en un momento en que una noticia podía cambiar signifi­cativamente el curso de los acontecimientos, pues promueve el distancia­miento de la palabra impresa (quién enuncia, en qué circunstancias y conqué objetivos). De hecho, el periódico alienta una actitud crítica y distan­ciada que, seguramente, no estaba entre las motivaciones que llevaron a lasautoridades coloniales a introducir una imprenta en Caracas. En otras pala­bras: al valerse de la imprenta y publicar un periódico para controlar lainterpretación de los hechos, se estaba introduciendo también un caballode Troya,pues la lectura de periódicos, así sea de un mismo periódico, pro­duce semejante distanciamiento en la medida en que el lector puede com­probar cómo cambia el carácter de una noticia al pasar el tiempo (Briggsy Burkc. 2002: 87); Ymás aun si se vive en una situación de guerra, cuandola palabra impresa forma parte del arsenal para combatir al enemigo. Laprensa introduce así una situación en la que se hace imposible no enten­derla corno parte de la guerra, como indica el colaborador en el fragmentoantes citado, a pesar de que intente imponerse a los medios tradicionalesde comunicación (rumores o pasquines). De hecho, lo que se produce deuna manera inmediata es una mezcla de estos medios, razón por la cualencontramos con mucha frecuencia en la Gaceta de Caracas cartas "priva­das" o respuestas a rumores que se publican para mantener informados alos lectores. Pero de este modo se amplía, sin duda, el número de los que

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pueden acceder a esa información -la lectura de gacetas en voz alta paraun público no alfabetizado era una práctica común-o La gaceta publicaba,por ejemplo, informaciones orales de los viajeros que llegaban al Puerto deLa Guaira, como la siguiente: "o. Mariano Campins que vino de pasajeroen la misma lancha, añadía decirse en Barcelona que el ejército de Iosefhabía sido batido el 15 de Octubre". E inmediatamente se agrega: "El silen­cio del Sr. Gobernador de la Trinidad, del de Cumaná y del Comandante

de Barcelona no permiten todavía dar ascenso a esta noticia" (Gaceta deCaracas, 23 de diciembre de 1808, p. 4). De este modo tenemos la publica­ción de un rumor, pero, al mismo tiempo, el distanciamiento con respectoa lo que se indica, así sea debido a que se espera una confirmación oficial.

Es esta situación en la que ya la prensa -y no me refiero sólo a la Gacetade Caracas, sino a los otros impresos que seguramente llegaban en cada vezmayor abundancia y que precisamente ésta trataba de controlar ofreciendouna versión oficial- había creado un espacio para el intercambio. el dis­tanciamiento y la discusión, lo que permitió la acogida de los periódicosliberales españoles, con lo que, según F. X. Guerra (1994), se produce la"mutación ideológica" y la aparición de voces abiertamente distintas pormedio de la prensa. Éste es el caso de la publicación en febrero de 1810(antesde los sucesos de abril, conviene destacarlo) de un resumen del prospectode El voto de la naciónespañola, periódico de tendencia liberal y que F. X.Guerra menciona entre los impresos españoles vinculados a "la mutaciónideológica" que favoreció la causa de la independencia. El resumen del pros­pecto aparece con elsignificativo título "Literatura patriótica", y señala queen una gaceta anterior:

Dijimos que los periódicos procuraban fijar en España la opinión públicade un modo conveniente, y creemos por lo mismo oportuno dar idea deuno de estos papeles que ha llegado a nuestras manos, con el fin de demos­trar que ninguna clase de servicio es ajeno del patriotismo (Gaceta deCaracas, 16 de febrero de 1810, p. 3).

Como queda claro, ya se habla aquí de "opinión pública"y del trabajo quese dan los periódicos para fijarla. en este caso con conocimiento de causa,pues Bello no hacía otra cosa como redactor de la gaceta. Poco después,la Gaceta de Caracas (27 de abril de 1810, p. 1) abre con estas palabras:"Cuando las sociedades adquieren la libertad civil que las constituye entales es cuando la opinión pública recobra su imperio". El redactor seescuda en el hecho de que son los periódicos españoles los que intentanfijar la opinión pública para entregar un resumen de un periódico deten-

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dencia liberal (no podré detenerme en las discusiones sobre este concepto;para el período que trabajo, conviene revisar el libro de Guerra) Lempé­riere et al. [19981). De este modo, muestra claramente en qué consistía sulabor, lo que podría tenerse como un guiño, aunque seguramente no lohaya sido, en la medida en que parte del reconocimiento de su propio tra­bajo para fijar la opinión pública. Un periódico liberal español era aco­gido, entonces, nada menos que por el órgano oficial del gobierno colo­nial, como el encargado de fijar la"opinión pública" en Caracas (se continúala entrega en la edición del ie de marzo, precisamente con un artículo titu­lado "La libertad de la Prensa es la base principal de la instrucción pública").

Algunos meses después, en octubre de 1810, esto es, cuando Bello ya seencontraba en Londres, aparece en la gaceta una carta que merece espe­cial atención. Me refiero a la "Carta del Protoescritor de Anónimos", diri­gida al redactor del periódico. Comienza así:

Carta del Protoescritor de AnónimosSeñor Redactor: La nueva Aurora que apareció en el horizonte de

Venezuela desde el 19 de abril de este año, ha causado en mí tal furor yflujo de ensuciar papel y dirigir circulares a todas partes, que ha lle­gado el caso de variar mi forma natural de letra [... ]. Me falta tiempo

para multiplicar las copias de tantas cartas y papeletas que me dirigenlos amigos, y de los manifiestos y proclamas que yo trabajo con el finde sembrar la cizaña en todo el territorio de Venezuela (Gaceta de Cara­cas, 9 de octubre de 1810, p. 2).

Después de mostrar las posibilidades de circulación de sus escritos queabren los sucesos de otras regiones americanas, señala la necesidad que tie­ne de acceder a los beneficios que brinda la imprenta:

Me es insoportable el gasto de escritorio; yo debo abstenerme de escri­bientes para evitar el descubrimiento [... J. He creído, pues, oportunoacudir a V. para que tenga la bondad de ahorrarme tanto trabajo pormedio de su periódico. Olvide V. las injurias con que le hayan lasti­mado mis manuscritos (ibid., pp. 2-3).

El periódico también permite el anonimato, pero además la carta adoptaa veces un tono tan jocoso y ambiguo que no permite una interpretaciónclara: ¿se trata de una estrategia para conseguir más lectores? ¿Es la cartauna invención que busca la protección de quien la escribe? Sin duda, pero¿quién escribe?: ¿el redactor de la gaceta? Podría ser: la estrategia del dis-

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fraz fue común entre los escritores de! siglo XIX, lo que incluye el uso deseudónimos y la invención de supuestos lectores que envían cartas a laredacción. Sin embargo, e! "protoescritor de anónimos" pide al redactorque olvide las ofensas que le había hecho en su periódico manuscrito. Estaspreguntas, entonces, no tienen respuestas precisas. En cualquier caso, laaparición de una voz disonante, claramente distinta (incluso, en elsupuestode que sea la del mismo redactor que se desdobla en esta carta), mereceuna revisión. Es la posibilidad de mostrar otras perspectivas con relacióna los acontecimientos lo que justamente reivindica:

Son tan notorias las utilidades de este nuevo periódico, que parecesuperfluo referirlas. Por su defecto ha carecido el público de la satisfac­ción de haber visto entre otros papeles importantes, la carta de la Mar­quesa de Carballo [... ], la papeleta de la batalla de Ronquillo [... ] yotras que se ha circulado por Caracas, Valencia y Puerto Cabello.

Se hubiera visto impreso el famoso Treno [... ] que escribí por centu­plicado a costa de una resma de papel, menos diez cuadernillos, y circu­lé a Barinas y demás lugares dignos de semejante pieza, en cuya compo­sición desplegué y apuré todos los resortes de la elocuencia (ibid., p. 3).

La censura, como es de suponer, había limitado la circulación de escritoscontrarios al gobierno colonial, por lo que se necesitaron estrategias comoésta para burlarla. Propone, cuando ya las circunstancias permiten pensaren salir de la circulación manuscrita -aunque no del anonimato-, abrir unasuscripción aparte para otra serie de la gaceta que saldría con sus produc­ciones y las que recibe de sus "corresponsales". Como muestra de lo quepodría ofrecer, presenta un "Capítulo de Cartas escritas desde Cádiz por unEuropeo vecino de Caracas a una persona de su amistad y confianza" (ibid.).La carta se refiere a la situación en España y se detiene al final en los con­flictos, incluso en los rumores, que han surgido contra e! reconocimientode la Regencia como depositaria de la soberanía. Dice:"Solo Puerto Rico hareconocido hasta hoy la Regencia" (ibid., p. 4). El anonimato permite así laaparición de una voz abiertamente a favor de la independencia y la liber­tad y,lo que es más importante, que reivindica la rebeldía:

Yoescribo verdades desnudas. Tal es la de ser peligroso que los pueblosapetezcan su libertad, e independencia; esto es, que aborrezcan la tira­nía y el despotismo, atribuyendo a este principio la ruina de los espíri­tus rebeldes, la caída de los hombres sabios, y el trastorno de los máspoderosos imperios (ibid., p. 3).

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Podría tratarse, entonces, de la expansión, gracias a la imprenta, de unacomunidad de lectores que se comunicaban a través de cartas, pero tam­bién de la utilización de un género -el epistolar- que se mantiene, talvez como estrategia retórica que se refuncionaliza, a pesar de que ha cam­biado e! medio. Sería, así, otra muestra de las diversas mezclas que se danentre sistemas de circulación diferentes, que se cruzan, conviven y se man­tienen en tensión durante largos períodos. También de la apropiaciónque hace la imprenta de los sistemas anteriores, lo que permite la amplia­ción de una comunidad de lectores que comparten textos, así sea de

manera desigual.

EL REDACTOR Y LA "PROPIEDAD LITERARIA"

Lo primero que debe señalarse sobre la "autoría" en la Gaceta de Caracases que el papel del redactor es anónimo. Ahora bien, en el anonimato hayuna dimensión con textual, relacionada con el entorno cultural e histórico,que reclama atención, pues es posible que el nombre del redactor fuesedel dominio público y por eso mismo innecesario o redundante colo­carlo en elperiódico, lo que no quiere decir, por supuesto, que no sea impor­tante considerar si el nombre aparece o no en elescrito. El redactor, cuandofirma, siempre emplea esa fórmula: "El Redactor". El trabajo de producirlos textos, o, mejor, de escogerlos, resumirlos, traducirlos, compendiar­los, en fin, el proceso de composición y producción de cada una de lasentregas a partir de muy diversos materiales estaba a su cargo. Una disputapor la propiedad de la Gaceta de Caracas, que se produjo en 1812entre Fran­cisco Isnardí y Jaime Lamb -crespectivamente, el redactor de la gaceta y elpropietario de la imprenta para eseentonces-, permitirá comprender mejoreste problema (se conoce muy poco sobre la vida de Lamb. Se sabe quellegó a La Guaira junto con el impresor M. Gallagher en 1808). El asuntointeresa porque se trata de una disputa legal por los derechos de propie­dad intelectual que, para elcaso de un periódico que resumía o tomaba deotros periódicos buena parte del material que publicaba, no resulta fácilde establecer, pero sobre todo porque el trabajo de redactor se podía con­fundir con el de impresor. El hecho, asimismo, es revelador de las polémi­cas que abrieron tanto el nuevo sistema de gobierno como los nuevosideales asumidos por sus impulsores (no está de más subrayar sobre esteasunto que las polémicas sobre los derechos de autor suelen tenerse comoun indicador del proceso de profcsionalización de los escritores).

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160 I HISTORIA DE LOS INTELECTUHES EN AMÉRICA LATINA

La disputa comienza por un reclamo hecho por Isnardi debido a queLamb seniega a pagarle sus honorarios como redactor del periódico. Lamb,a su vez, reclama sus derechos como propietario de la gaceta: "Los due­ños solos tienen el derecho y privilegio de emplear un Editor, si el caso lorequiere; el cual es sola y justamente considerado como los demás emplea­dos de la Imprenta, y puede ser despedido o detenido, según se juzga nece­sario" (Grases, 1981: 191). Grases aclara que Lamb, quien no hablaba espa­ñol, emplea la palabra "editor" en el sentido que tiene en inglés (cercanoa "redactor" en español). La palabra "redactor", también importante enesta pesquisa, aparece por primera vez en el diccionario de la Real Aca­demia en 1817 -lo que no deja de ser significativo- con la siguiente defi­nición: "El que redacta" (Real Academia Española, 1817: 738). "Redactar"es definida en el mismo diccionario del siguiente modo: "Poner por ordeny por escrito autos, providencias, noticias, avisos &. Redigere" (ibid.). Demodo que Bello e Isnardi "redactaban" la gaceta, esto es, "ponían orden"a los muchos textos que, como hemos visto a lo largo de este trabajo,recibían y escogían -hasta podría decirse que hacían digest-, mientras queLamb imprimía el producto final de ese trabajo. La controversia, ade­más, muestra con claridad que el oficio de redactor debía ser remunerado,tanto en el período colonial como después.

Las autoridades se inclinan a favor de Isnardi, a quien se le concede lapropiedad de la gaceta, pero Lamb invoca los principios liberales que seirán adoptando a partir del 19 de abril de 1810 para que se revise esadecisión y se queja de que el"Gobierno transfiera la propiedad del dueñoa la persona Empleada por él" (Grases, 1981: 192). Más adelante agrega:"El derecho de propiedad es la base de la Libertad, y se respeta religio­samente entre todas las naciones civilizadas" (ibid.). Estos argumentosno estaban lejos de los ideales republicanos, pero los problemas no sólose relacionaban con la propiedad intelectual de la gaceta sino tambiéncon el hecho de que ésta era para ese momento el periódico oficial de lanueva república, razón por la cual pasaba por un proceso de revisión yde censura. Es por este motivo que Lamb finaliza su exposición conestas palabras:

Que se les permite continuar sin molestación en su derecho de propie­dad [... J; que si ellos están obligados a pagar un Editor, que a lo menostengan el derecho de escogerlo; que si no se les concede lo que piden,que tengan la libertad de imprimir su Gaceta como antes, sin la inter­posición del Gobierno, bajo las reglas y reglamentos de "La Libertad dela imprenta" (ibid.: 193).

REDACTORES, LECTORES YOPINiÓN PÚBLICA EN VENEZUELA (1808-1812) I 161

"La Libertad de la imprenta" a la que se refiere Lamb fue un decreto queapareció poco después del sde julio de 18n-prontitud que revelala impor­tancia que le daban los independentistas a este asunto- en el que se abo­lía la reglamentación colonial sobre esta materia (apareció en la Gaceta deCaracas del 6 de agosto de ese mismo año). Lamb reclama un derechoque le da, precisamente, el nuevo sistema político, pero que, como aclaraIsnardi en el informe que elabora sobre las peticiones del primero, noprocede para el caso del periódico "oficial" del nuevo gobierno:

El Impresor quiere valerse de los principios de los demás países libresdonde cada uno hace la Gaceta que quiere [... ]; pero no estamos en casoporque el Gobierno naciente de Venezuela debe crear, dirigir y soste­ner la opinión pública dentro y fuera del país con un periódico bajo sudirección, y redactado por persona de su entera confianza. Sielgobiernoquisiera usar de estos principios del Impresor, bien pronto lo arruina­ría porque privada su Gaceta de los documentos oficiales,discursos, pro­clamas, providencias y noticias extranjeras que solo el Gobierno recibey de la ventaja de ser tomada por los jueces, párrocos y empleados, talvez no existiría la tal Gaceta, y el Gobierno haría la suya que sería sinduda la más acredilada (ibid.: 194).

Aparecen así los límites que tenía la libertad de imprenta en la PrimeraRepública: las exigencias y las restricciones que en esta materia hace elgobierno al disponer de buena parte de las noticias -tanto porque las recibecomo porque es un productor "natural" de información) aun más en eseperíodo de inestabilidad política-, de los recursos económicos y de lospotenciales lectores o compradores (los empleados del gobierno). Isnardiseñala también las condiciones en que fue contratado Lamb bajo el régi­men anterior: tenía el monopolio de la imprenta en Caracas bajo un con­trato que, a pesar de no responder a los intereses del nuevo gobierno, ésterespetó hasta la fecha de su vencimiento. Lamb pretende, entonces, man­tener la situación ventajosa que le había dado la administración colonial:

Bajoestosprincipios, quiere elImpresor tener derecho a escogerel Redac­tor a su arbitrio para que se someta el Gobierno a la elección de unImpresor en materia tan importante l...] fundado en el abuso con queel Gobierno antiguo lo fundó, sometiendo al que tiene el trabajo men­tal y la responsabilidad al que sólo hace lo mecánico o material de laobra, por cuyo trabajo el Impresor que embolsa sin duda 6000 pesosanuales por la Gaceta quiere tener a su salario al Redactor de Gobierno,

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162 I HISTORIA DE lOS INTELECTUAlES EN AMÉRICA LATINA

que hace, trabaja y acredita elpapel con la mezquina recompensa de 600

pesos anuales mál pagados (ibid., p. 194).

La pretendida injusticia económica salta a la vista en esta acusación: elredactor, quien hace el trabajo "mental" y acredita la publicación, sólo

percibe un pequeño porcentaje de lo que gana el que realiza el trabajo "mecá­nico" (el hecho de que acredite la publicación hace pensar que su nombre

era conocido entre los lectores y oyentes, a pesar de que no aparezca en las

páginas del periódico). En efecto, Isnardi distingue claramente entre un

trabajo mental y uno mecánico -división que traza el límite entre redac­

tor e impresor-o El abuso en que se sostenía el contrato anterior descansa

en una inversión: el que hace el trabajo mecánico quiere someter al quehace el trabajo mental. Es justamente esta diferencia la que permite dis­

tinguir entre la propiedad inteIectual-de la "edición literaria", en palabras

de Isnardi- y la propiedad de la imprenta: "Queda en mi concepto demos­

trado que si el Impresor fue propietario indebidamente de la Edición lite­

raria de la Gaceta hasta el io de abril de 1810 l ...] nada tiene ya que recla­

mar sino el derecho de imprimir la Gaceta" (ibid., P.195). De este modo, eldesconocimiento de la propiedad intelectual a favor de los intereses del

impresor forma parte de los abusos cometidos por el régimen colonial.

Finaliza Isnardi señalando que el gobierno quiere proteger a los "Artis­

tas" (en el sentido que tenía en la época, esto es, artesanos) extranjeros,

razón por la cual él se someterá a la decisión que tome, aunque no deja de

advertir que a Lamb le corresponde sólo su derecho "como Artista, y nocomo Editor, ni Redactor, que no puede ser quien no sabe más que impri­

mir" (ibid.). La resolución de este conflicto estuvo en manos de Juan Ger­

mán Roscio (1769-1821), quien coincide con Isnardi con relación a la pro­

piedad intelectual de la gaceta, distinta a la propiedad de la imprenta. Los

cambios políticos acarreaban también transformaciones en el régimen de

propiedad de los escritos, entre las cuales quiero destacar el reconocimientode la autoría "literaria", en oposición a los privilegios que fundaron elnego­

cio de la imprenta en el período colonial.

LA LIBERTAD DE CULTOS Y LA LIBERTAD DE PRENSA

El 19 de febrero de rsu la Gaceta de Caracas publica el artículo "Tolerancia

de cultos", del irlandés William Burke (entre los pocos datos biográficos

que he podido encontrar sobre este autor, destaca el hecho de que se tras-

REDACTORES, LECTORES Y OPINiÓN PÚBLICA EN VENEZUELA (1808-)812) I 163

ladó a Caracas después del 19 de abril con cartas de recomendación firma­

das por Miranda), trabajo que desata la que puede considerarse la pri­

mera gran polémica en el periodismo venezolano. Se trataba, evidente­

mente, de un asunto espinoso que las nuevas autoridades no se atrevieron

a plantear abiertamente, pero que Burkc, escudándose en su procedenciairlandesa y su religión católica, puso sobre el tapete. El gobierno, previendo

una reacción adversa, invita a la "impugnación pública del escrito por quien

lo creyese necesario" (Pino, 1991: 135). Las reacciones de los sectores cató­licos más tradicionales no se hicieron esperar. En pocos meses aparecie­

ron varias respuestas, especialmente la Apología dela intolerancia religiosa...y Laintolerancia político-religiosa vindicada... ,cuyos títulos mismos no de­

jan dudas sobre la dirección a la que apuntaron los tiros. El primero fue la

respuesta de los franciscanos de la ciudad de Valencia y el segundo fue un

encargo que hizo el Claustro de la Universidad de Caracas al presbítero JuanNepomuceno Quintana (en los estudios sobre esta polémica aparecen muy

pocos datos sobre Quintana. Se sabe que en 1797 obtuvo el título de maes­tro en Teología y en 1801elde doctor en Teología en la Real y Pontificia Uni­

versidad de Caracas [Felice Cardot, 1959: 761). Ahora bien, más que refe­

rirme a los argumentos que se esgrimieron en esta polémica, me interesa

destacar la mezcla de ideas tradicionales y referencias modernas que se dan

en estas respuestas. La comunidad franciscana, por ejemplo, abunda en

citas bíblicas y de autoridades de la Iglesia para refutar a Burke, pero tam­

bién echa mano de Rousseau, Montesquieu y la Enciclopedia:

No ha mucho tiempo que salió a la luz su Contrato Social, piedra angu­

lar del patriotismo y humanismo modernos. [Pues en ella tienen los que­

josos de la intolerancia una sentencia o decisión política, que debería tapar­

les la boca para siempre! [... ]. Este crimen de insociable contra las leyes

lo explica en otras partes sobre unas palabras de Montesquieu [... [. Cual­

quiera que haya conocido y practicado los dogmas de la religión del paísdonde nació, y después se porte como no creyéndolos, tiene, por senten­

cia del mismo Rousseau, pena de muerte [...1también en elgrande tesoro

de impiedad, a titulo de Enciclopedia, se receta pena capital (les faire périr),si no hay otro remedio de reprimirlos (Burke. 1959: 224 y 225)·

Losargumentos tomados de Rousseau apoyan ciertamente a quienes defien­

den la intolerancia. Además, al calor de la polémica, emplear las más carasarmas del enemigo parece la mejor manera de desarmarlo. No otra cosa

hace Roscio, desde el otro bando, con ElPatriotismo de Nirgua, y abusodelos reyes, folleto que, a pesar de no hacer referencia a Burke, se inserta

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164 I HISTORI~ DE LOS INTELECTU~LES EN ~MÉRIC~ L~TIN~

dentro de la polémica. Su objetivo principal es mostrar que la república noes un gobierno contrario a la religión católica, para lo cual acude a muchasreferencias tornadas de los textos religiosos. Destaca que los reyes se hanvalido de los sacerdotes para "engañar a los pueblos" y hacerles "creer quesu autoridad venía inmediatamente de los cielos" (Burke, 1959: 389). Eltexto parece una versión republicana de las historias sagradas, un verda­dero catecismo republicano: "Viene al mundo el Mesías prometido, no conla idea de fundar monarquías, sino una república de salud eterna" (ibid.)

Y"La doctrina de Jesucristo era una declaración de los derechos del hom­bre y de los pueblos" (ibid.: 394).

A pesar de que el empleo de las armas del contrario parece una acer­tada estrategia retórica, quiero destacar que la polémica permite consta­tar la existencia de una plataforma común compuesta por textos que secomparten de muy diversas maneras (Rousseau es "piedra angular delpatriotismo y humanismo moderno" según nada menos que los francis­canos), lo que produce diversas mezclas, en un momento en el que elprestigio de los textos religiosos se mantiene en pie y, al mismo tiempo,las ideas modernas e ilustradas han conquistado mucho terreno. Esta polé­mica deja ver el esfuerzo realizado por los diferentes sectores para movi­lizar a la opinión pública a través de la imprenta, con lo que se acepta unespacio común para la discusión. En este sentido, quiero resaltar la para­doja que implica esta aceptación por parte de los sectores opuestos a lalibertad de cultos, pues al atender el llamado del gobierno republicano adefender sus ideas a través de la prensa (ocasión que aprovechan para cues­tionar la libertad de cultos y pedir que se impida la circulación del artículode Burke), se ven reducidos al mismo terreno del contrario. Se trata de unaparadoja inherente al nuevo espacio de confrontación que crean la prensay las medidas democráticas impulsadas por el nuevo gobierno con rela­ción a la libertad de imprenta, puesto que la prensa es un arma que se puedeemplear para promover ideales contrarios, como la intolerancia y la cen­sura, pero al mismo tiempo lleva las disidencias al terreno de la confron­tación pública de ideas, permitiendo así la pluralidad de opiniones.

Entre los sectores más conservadores, la existencia de opiniones diver­gentes es percibida como un verdadero cisma que pone en jaque los dog­mas. No de otra manera el obispo de Caracas, Narciso CoIl y Pratt (1754­

1822), interpreta los acontecimientos que tienen lugar en octubre de 1810,

cuando la Junta sofoca una contrarrevolución urdida en Caracas. Aun­que en sus Memoriales... Coll y Pratt relata todas lasestrategias que empicópara combatir a la Junta (incluso, pagó la impresión de la refutación a Burkehecha por los franciscanos), no pierde ocasión para criticar también la

REDACTORES, LECTORES Y OPINiÓN PÚBLICA EN VENEZUELA (1808-1812) I 165

actuación de los realistas, como es el caso de esta conjura, pues para éljustificó la aparición de opiniones confrontadas entre americanos y euro­peos: "Hasta entonces las innovaciones tenían alguna semejanza con lasacaecidas en las instalaciones de las Juntas de diferentes provincias de laPenínsula" (Coll y Pratt, 1960: 140). Pero la contrarrevolución abrió la divi­sión, esto es,"las opiniones públicamente discordantes entre aquellos habi­tantes nacidos en uno u otro mundo" (ibid.: 139). Lasconsecuencias de estapluralidad tienen que haber sido entendidas de un modo particularmentenegativo por el obispo, dado que se consideraba corno un pastor cuyafunción era "formar en su rebaño una sola opinión religiosa, que favorezca

las costumbres, y una sola opinión política y civil que sostenga la depen­dencia en el Estado" (ibid.: 123). Es más: al igual que el "Protoescritor deanónimos", el obispo actúa corno el "redactor" de otra red clandestinaque se mostrará más poderosa que la de los independentistas al final dela Primera República. A ello se refiere cuando señala que, a espaldas de laJunta, envía cartas a los curas para que combatan a Burke desde el púl­pito, el confesionario y las conversaciones doctrinarias, pues la «toleran­cia de los cultos era el medio poderoso que el Irlandés empleaba para queatrayendo la población, la fuerza, el comercio y las artes, mantuviesen laindependencia" (ibid.: 154). Incluso, idea un guión casi teatral para que ély un cura de su confianza Jo interpreten en la Catedral (manda a impri­mir el texto), de tal modo que se impugnen las ideas de Burke sin siquiera

mencionarlo y burlar así la cercada vigilancia de la Junta (ibid.: 156).

Coll y Pratt emplea el mismo procedimiento clandestino cuando temepor las posibles consecuencias del alzamiento de los esclavos en Barloventoen 1812. En efecto, si bien había logrado a través de sus cartas, leídas porotro cura de confianza a las "esclavitudes", que los esclavos se inclinasen afavor de los realistas -y no de Miranda, que les había ofrecido liberarloscomo una medida desesperada para salvar la república-, no había conse­guido que algunos negros y pardos renunciasen a la aspiración de liber­tad como recompensa por los servicios prestados. El estandarte de la vir­gen del Carmen que llevaban las tropas de Monteverde parece que obrómilagros al decir de Coll y Pratt, así como el terremoto del jueves santo de1812, que permitió a la iglesia "confirmar" que Dios estaba de su parte yno de los republicanos, como había querido Roscio.En efecto,para elobispoel sismo dejó "confirmadas en nuestros días las profecías siempre vigen­tes reveladas por Dios a los hombres sobre las antiguas ciudades impíasy orgullosas: Babilonia, Jerusalén y la Torre de Babel" (ibid.: 56). A pesarde que para una perspectiva actual resulta fuera de Jugar hacer mención deestas intervenciones "divinas", se sabe que muchos compartieron esta inter-

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166 I HISTORIA DE lOS INTELECTUALES EN AMtRICA LATINA

pretación de la "palabra" de Dios por algunas medidas desesperadas quetoma el gobierno para combatirla. El peso de la tradición hacía que losdebates interpretativos no se mantuvieran en elplano "terrenal" de las ideasexpresadas en los periódicos,

Al igual que los redactores de la gaceta, Coll y Pratt no podía mante­nerse en una atrincherada "ciudad escrituraria", y lidia también con dife­rentes modos de circulación de las ideas, pero su acción se dirige, a dife­rencia del "Protoescritor de anónimos", a mantener la tradición e imponerla unanimidad, y no a promover la disidencia, la rebeldía o el distancia­miento. No podemos subestimar el peso que tuvo la palabra del obispo(por más que en sus escritos exagere su poder) dentro de la pluralidad deopiniones, ni extrañar que la balanza se haya movido a favor de la virgendel Carmen y los mensajes divinos explicados por los "legítimos" intérpre­tes. Los árboles de la libertad y las alegorías de Venezuela erigidos por lospatriotas a propósito de la instalación del primer congreso (C. Leal,1998)mostraron su debilidad, al igual que el espacio abierto por la prensa, antela "llama de nuestra Madre Patria" que se encendió "en este pueblo ate­rrado por dichos temblores y no menos devoto de la Santísima Virgen"(Coll y Pratt, 1960: 57). No estaba tan desencaminado el obispo cuandocalificó esta primera república de "imaginaria" (ibid.: 67)-recordemos queBolívar la tildó de "aérea"-, pero en el sentido de que descansaba sobreun imaginario que no contaba con la fuerza que tenía el de la tradiciónreligiosa en ambos bandos. Sin embargo, ya el"cisma" creado por la intro­ducción de la pluralidad de opiniones no tenía marcha atrás, ni la quemade libros sirvió para evitar la propagación de la "peste",Por muy imagina­ria que haya sido la república, el obispo teme por el curso de los aconteci­mientos y entre las medidas que toma después del triunfo de Monteverdcse encuentra la de remover a muchos eclesiásticos"de sus Curatos, porquepodrían alterar la tranquilidad pública en sus Pueblos con sus opinionesde Independencia a lo Criollo" (ibid.: 75).Ya la pluralidad de opiniones noestaba sólo en los impresos de los redactores republicanos y los dardos delpúlpito no apuntaban siempre al mismo objetivo.

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Los juristas como intelectualesy el nacimiento de los estadosnaciones en América LatinaRogelio Pérez Perdomo

En las sociedades del presente vemos a las personas con formación jurí­dica fundamentalmente como profesionales, es decir, como personas quetienen determinadas destrezas que les permiten realizar actividades consi­derablemente especializadas, como elaborar contratos o litigar en los tri­bunales de justicia. Pueden ser considerados trabajadores intelectuales enel sentido de que su trabajo no es manual, pero difícilmente los llamaría­mos intelectuales por el hecho de tener una formación universitaria en dere­cho. Por lo general, estimamos que las escuelasde derecho proveen una for­mación considerablemente estrecha y técnica, que no acredita para entraren la categoría de intelectual, como tampoco un médico radiólogo lo es.Entre los juristas, reservaríamos la categoría de intelectual, o, tal vez, másapropiadamente, la de académico o scholar, a aquellas personas que pien­san sobre el derecho y escriben sobre él, que generalmente se desempeñancomo profesores universitariosy que frecuentemente también escriben ensa­yos o artículos de opinión sobre temas considerablemente generales.

A comienzos del siglo XIX la situación en América Latina era distinta.El derecho también se estudiaba en las universidades, pero los graduadosno eran concebidos como profesionales o como técnicos. Por el contra­rio, eran los letrados por excelencia. En las universidades, los estudios degrado eran en teología, medicina y derecho. Los estudios de derecho yteología se conectaban a través del derecho canónico y eran los principa­lesen las universidades. La decadencia de losestudios en teología y en dere­cho canónico, y el surgimiento de la ingeniería como carrera universita­ria, son parte de la transformación que se produjo en el siglo XIX. Estetrabajo se propone explicar las transformaciones de los estudios jurídicosy el lugar de sus graduados en su relación con el surgimiento de los esta­dos nacionales en América Latina. Por ahora es importante destacar quelos graduados en derecho se mantuvieron como letrados durante buena

lOS JURISTAS COMO INTElECTUALES I 169

parte del siglo XIX, pero se acentuó el carácter político, o de ciencias polí­ticas, en su formación.

A comienzos del siglo XIX, los bachilleres, los licenciados o los doctoresen derecho podían obtener el título adicional de abogado, otorgado por untribunal mediante el cumplimiento de determinados requisitos,pero su ocu­pación principal no era el litigioen los tribunales ni la negociacióny la redac­ción de contratos. Para ello, tanto en la sociedad colonial como en las déca­das posteriores a la independencia existían procuradores, escribanos ytinterillos. Esta situación se mantuvo durante todo el período en estudio.

La formación de los estados nacionales en América Latina fue un pro­ceso lento. Puede afirmarse que antes de la independencia, especialmenteen lasdécadas finalesdel período colonial,había una cierta conciencia nacio­nal, y que la independencia impulsó el proceso. Sin embargo, sería unerror considerar que el Estado nacional quedó construido cuando sepublicóla primera constitución nacional. Como todo proceso histórico, éste fuemucho más lento. Las autoridades nacionales tardaron en tomar el con­trol del territorio nacional, y lo que podríamos llamar la construcción ideo­lógica, es decir, el surgimiento de una conciencia nacional y de ciudadaníase demoró aun más. Los procesos pueden haber tenido velocidades distin­tas. A los efectos de este trabajo, podemos considerar que la construcciónde los estados nacionales es particularmente intensa en siglo XI~.

Durante este siglo, los graduados en derecho podían calificar como inte­lectuales en el sentido de que se los consideraba en posesión de un sabersuperior que es general, o poco especializado, y que tenían habilidadescomo la de hablar y escribir bien. Nuestro interés es explicar cómo adqui­rían esas habilidades y conocimientos y la relación de los juristas con lapolítica y, en particular, con la tarea de construcción de la nación. Entrelos juristas, prestaremos especial atención a aquellas personas reconocidaspor tener en grado sumo el conocimiento y las destrezas que aporta el estu­dio del derecho -como aquellos que escribieron libros de derecho y polí­tica o se desempeñaron como profesores en las universidades-o

En la primera parte del trabajo analizaremos la formación jurídicadurante la colonia y su relación con el proceso de independencia. En lasegunda, los cambios que aportó la independencia a la educación jurídicay elpapel político de los abogados en la construcción de los nuevos esta­dos nacionales. Por último, destacaremos en particular a aquellos juristasque formaban la cima intelectual del grupo y caracterizaremos el conoci­miento que producían o difundían. Las dos primeras partes del trabajo seapoyan en Pérez Perdomo (2004, 2006a). La tercera parte recoge resulta­dos preliminares de una investigación en curso.

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170 I rllSTORIA OE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA lATINA

LA FORMACIÓN JURÍDICA EN LA COLONIA

Y LA CRISIS DE LA INDEPENDENCIA

El análisis del currículo formal de los estudios jurídicos en las décadasfinales del régimen colonial contiene muchos elementos de sorpresa paralas personas familiarizadas con los estudios universitarios en la AméricaLatina de hoy.Curiosamente, comparte ciertos rasgos con la educación jurí­dica de los Estados Unidos. El derecho era un estudio mayor, que hoy lla­maríamos de grado o de posgrado. Para comenzar los estudios jurídicos,se requería de los estudiantes el título de bachiller en filosofía, que era elprimer título universitario. Estos estudios consistían en latín, gramática,retórica y matemáticas. Básicamente, los estudios jurídicos consistían enderecho romano y derecho canónico (Pérez Pcrdomo, 2006a, 1981).

Conforme a la tradición que venía de la Edad Media, el estudio consis­tía en entender y manejar ciertos libros fundamentales. El derecho romanose suponía contenido en la gran obra de lustiniano, el Corpus Iuris Civílis.Dentro de ese corpus, había dos obras fundamentales, el Digesto y las Insti­tuciones. El Digesto era la compilación ordenada de las opiniones de los lla­mados jurisconsultos clásicos, es decir, de los grandes juristas de la Romade la época de Augusto y de los tres siglos posteriores. que en el siglo VI

[ustiniano (o su ministro Triboniano) habían considerado las más rele­vantes. Las Institucionesera un libro mucho más breve, concebido espe­cialmente para la enseñanza y con el cual se comenzaban los estudios jurí­dicos. Nótese que el derecho estudiado en las universidades no era elformalmente vigente. Los reyes de la época se cuidaban de ordenar la apli­cación de sus propias compilaciones legislativasy no daban ningún lugaral derecho romano, pero éste era el derecho estudiado en las universidades.

Elderecho canónico sesuponía contenido fundamentalmente en la com­pilación de cánones o reglas realizada por Graciano en el siglo XII, llamadael Decreto. Por supuesto, había obras posteriores generalmente ordenadaso autorizadas por los papas. El derecho canónico era algo más parecído aun derecho vigente y concernía fundamentalmente a la organización dela Iglesia y lo que hoy llamamos el derecho de familia y de sucesiones.

Las monarquías española y portuguesa siguieron políticas educativasdistintas. Los reyes españoles establecieron universidades y estudios jurí­dicos en América desde el mismo siglo XVI. En cambio, los reyes de Por­tugal no aceptaron crear universidades en el Brasil, razón por la cual losbrasileños que querían estudiar derecho debían hacerlo en Coimbra. Unascuatrocientas personas lo hicieron antes de la independencia, mientras quelos graduados en la América española superaban largamente el millar. Esas

LOS JURISTAS COMO INTELECTUALES I 171

diferencias en la política educativa no son relevantes para el contenido ylos métodos educativos, pues ellos eran fundamentalmente similares enCoimbra y en las universidades de la América española.

Durante el siglo XVIII, la educación jurídica sufrió grandes modifica­ciones. Las Instituciones se convirtió en un libro mucho más importante,mientras que el Digesto, concomitantemente, perdió importancia. Larazónseguramente residió en la difusión de las ideas del racionalismo. Las Ins­titucionesde Justiniano era un libro sucinto bastante bien organizado, enbuena parte porque estaba destinado a la enseñanza introductoria. Enel siglo XVII, Vinnius hizo una edición con comentarios que incorporamucho del esfuerzo sistematizador de la jurisprudencia humanista, y enel siglo XVIlI Hcinneccius, un conocido representante de la llamada Escueladel derecho natural y degentes, incorporó nuevos comentarios que acen­tuaban la racionalidad del derecho. El Digesto, más casuista y menos orga­nizado, perdió prestigio e importancia. Ambos -Ias Instituciones y el Digesto­estaban escritos en latín y se estudiaban en latín.

La segunda novedad importante a fines del siglo XVIII fue la incorpo­ración del estudio del llamado derecho real o derecho patrio, sobre todogracias a la obra de Juan de Salas (Ilustraciones de Derecho Español), queseguía el plan de las Instituciones y citaba las compilaciones, especialmenteLas sietepartidas, obra jurídica del siglo XIII que tomaba mucho de lasreglas del derecho romano.

Más importante que el contenido de lo que se estudiaba era cómo seestudiaba. En primer lugar, se lo hacía en latín, el lenguaje culto por exce­lencia. En una sociedad largamente analfabeta, quienes estudiaban dere­cho no sólo sabían leer y escribir, sino que podían hacerlo en latín. Ensegundo lugar, el método educativo o escolástico utilizaba intensamentelas disputas, por lo cual los estudiantes se entrenaban para la discusión. Elentrenamiento jurídico era un entrenamiento para la distinción de con­ceptos y para argumentar de manera persuasiva.

Los juristas eran hombres de lecturas y de libros. Entre sus lecturas figu­raban también los libros prohibidos, aunque, como personas conscientesde los peligros de los enfrentamientos directos con la Inquisición o conlas autoridades eclesiásticas, hicieron gala de discreción.

El origen social de estos hombres (las mujeres estaban excluidas de losestudios jurídicos y tenían prohibido el ejercicio de la abogacía) era muyelevado: por lo general, se trataba de familias criollas acomodadas. Paraingresar a la universidad se requería un certificado de pureza de sangre yser cristiano viejo, con lo cual se excluía a las personas de origen indí­gena, africano, moro o judío. En la práctica, un número de mestizos pudo

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172 I HISTORIA DE lOS INTELECTUALES EN AMÉRICA lATINA

ingresar, fundamentalmente porque la definición racial dependía de deter­minadas reglas legales y no necesariamente del color de la piel. Los estu­dios universitarios y el título de abogado podían elevar la posición social,lo que le permitía al graduado posicionarse mejor para un buen matrimo­nio que incrementaría su fortuna personal.

En resumen, se trataba de hombres de los estratos elevados de la socie­dad colonial y que por su educación adquirían un nivel cultural superior.Sin embargo, las reglas de la dinastía borbónica excluían a estos hombresbien educados del ejercicio de los cargos públicos en sus países de origen.Los "hijos del país", por ejemplo, no podían ser oidores en las audienciasni desempeñar ningún otro alto cargo político. En la práctica, las reglas, y

sobre todo las redes informales dentro de la corte española, operaban afavor de los peninsulares. Cuando la monarquía española se vio sacudidapor la invasión napoleónica y las altas autoridades del Consejo de Indiasprestaron obediencia a José Bonaparte, el movimiento autonomista y luegoindependentista cobró gran fuerza.

Varios trabajos han destacado el importante lugar que tuvieron los juris­tas en el proceso de independencia. En el pasado, se había visto que los líde­res de la independencia fueron criollos y que las ideas de la ilustración(Grocio, Heineccius, Locke, Monstesquieu, Mably, Filangieri, Rousseau)habían sido muy influyentes. Sin embargo, las ideas no se mueven por sí mis­mas, hay personas que son sus portadoras. Entre los criollos, fueron cierta­mente los más educados quienes tomaron elliderazgo. Esasí que un númeroelevado entre los líderes civiles de la independencia eran graduados enderecho. Por ejemplo, en elCabildo Abierto del 22de mayo de 1810 en Bue­nos Aires, los 22 abogados presentes votaron por la expulsión del virrey yninguno por su continuación. Fue el de los abogados el grupo más deci­dido en favor de la independencia (Levene, 1959: 11-12). De los 35miembrosque integraban la Junta de Gobierno de Bogotá, establecida el 27 de juniode 1810, 14eran abogados (Uribe Uran, 2000: 47). En México, el liderazgo delproceso de independencia contó con 12abogados, el tercer grupo ocupa­cional después del de los eclesiásticos y los militares (Domínguez. 1980).En

Venezuela, 14de los 42 firmantes del acta de la independencia del 5de juliode 1811 eran abogados (López Bohórquez, 1984: 148-149). Como estos núme­ros no incluyen a los juristas que no eran abogados, es bueno tener en cuentaque aunque frecuentemente los eclesiásticos tenían formación en derecho,no podían ser abogados, y es por eso que muchos de quienes aparecen en lanumerosa lista de los eclesiásticos también eran juristas.

Estas observaciones no pretenden señalar que todos los juristas abra­zaron la causa de la independencia. Como en todo grupo social, hubo

lOS JURISTAS (OMO INTElECTUAlES I 173

una variedad de posiciones: hubo juristas que permanecieron leales a lamonarquía, otros con cambios importantes de bandería, incluyendo aalgu­nos claramente oportunistas, y hubo un número importante que mantuvosu lealtad al movimiento independentista a costa de persecuciones o inclusode la vida. No es el juicio moral individual lo que interesa ahora. El hechoes que entre los líderes civiles importantes -como miembros de congre­sos constituyentes y redactores de proclamas, actas y constituciones- esta­

ban los juristas.Estos señalamientos no son de poca importancia. En la independencia

de la América española con frecuencia se destacan los aspectos militares,los intereses económicos en juego y la coyuntura política e internacional.Se señala también las ideas de libertad, de soberanía popular y los dere­chos del hombre como causa de la independencia. A nuestro juicio, el

aspecto ideológico no se ha destacado en toda su dimensión. Lo que sepuso entonces en juego fue un cambio de legitimidad. La monarquía espa­ñola era un régimen teocrático. La legitimidad del poder político residíaen el orden divino. La Iglesia católica tenía un papel fundamental, ya seacomo aparato ideológico o también como parte del aparato represivo (PérezPerdomo, 2006b). La independencia no sólo significó la separación res­pecto de España sino la búsqueda de un nuevo tipo de legitimidad, jurí­dico-democrática. De allí la enorme importancia de la instrumentaciónjurídica de la independencia, de los congresos, las constituciones y las leyesque acompañaron el proceso. Esto es lo que confiere importancia a losjuristas en el proceso de la independencia. Fueron los grandes ideólogosdel nuevo régimen y también los organizadores de los nuevos estados.

Citaremos un solo ejemplo del papel de los juristas como ideólogos:

Juan Germán Roscio (1763-1821). Jurista distinguido, profesor de derechoromano en la Universidad de Caracas a fines del siglo XV1I1 y comienzosdel XIX, llegó a obtener altas posiciones, incluyendo la de fiscalde la Audien­cia, cargo generalmente reservado para peninsulares. En 1810, cuando enCaracas se desconoció la autoridad del Consejo de Regencia, Roscio actuóprimero como diputado del pueblo en elCabildo de Caracas, y luego, cuan­do se constituyó la Junta Conservadora de los Derechos de Fernando VII,corno secretario de la Junta, un cargo con enorme poder. Es ésta la Juntaque designó a Bolívar como parte de la misión a Londres en busca del reco­nocimiento de Inglaterra para la causa independentista o autonomista. Enesa época, Roscio no se carteaba con Bolívar sino con Andrés Bello, jefede la misión. En los años posteriores, Roscio sufrió prisiones, huidas yexilios, y produjo la obra capital de critica a la legitimidad teocrática de lamonarquía española -El triunfo de la libertad sobre el despotismo (1817)-.

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174 I HiSTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMERICA LATINA

En 1819 Y1821fue un miembro prominente de los congresos constituyen­tes de Angostura (1821) y Cúcuta (1821). Por supuesto, Roscio reconoció elliderazgo de Bolívar, pero se contó entre los líderes parlamentarios quelograron eliminar del proyecto bolivariano de Angostura los aspectosmás conservadores y autoritarios (como el senado vitalicio y el podermoral). Es claro que no estamos hablando de un personaje secundario enel proceso de la independencia.

El papel de los juristas en la independencia es tan importante que, cer­teramente, Carvalho (1980) les atribuye la creación de distintos estadosen la América española y sólo uno en la portuguesa. En la primera había

un número de universidades con estudios jurídicos, generalmente ubica­das en las sedes de lasaudiencias -importantes centros gubernativos duranteel período colonial-, lo que tuvo como consecuencia que las elites regio­nales tuvieran escasa comunicación entre sí. Es decir que los abogadosdel Perú se formaban en Lima -y cuando se creó la nueva república fue­ron ellos los llamados a hacerlo y a constituirse en sus cuadros-, los abo­gados de Venezuela se formaban en Caracas y los de Chile en Santiago, demanera tal que el mapa de los nuevos estados corresponde a las jurisdic­ciones de las audiencias con escuelas de derecho. Bolívar trata de crearColombia con las actuales repúblicas de Colombia, Ecuador y Venezuela,pero como había audiencias y estudios jurídicos en Bogotá, Quito y Cara­cas, la ilusión ilustrada de Bolívar fenece (Castro Leiva, 1985). No habíaestudios jurídicos en la Audiencia de Guadalajara y no se forma un Estadoindependiente. En el Brasil, la élite política estaba constituida por brasile­ños formados en Coimbra. Era una élite cohcsionada. con muchos víncu­los entre sí.Cuando nació el imperio no hubo dificultad en mantener unidoa un país que por su tamaño y su diversidad geográfica habría podido darlugar a varios estados. No se trata de algo mecánico. En la Argentina, laaudiencia estaba en Buenos Aires y los estudios jurídicos en Córdoba. Enel territorio de la Audiencia de Guatemala, donde también estaba la Uni­versidad de San Carlos de Guatemala, se formó la Confederación Centro­americana, pero pronto se dividió en cuatro estados nacionales.

CAMBIOS EN LA EDUCACiÓN JURíDICA y EN EL PAPEL DE LOS JURISTAS

Dada la importancia de los juristas en el período de la independencia y laconcepción de los nuevos estados, el papel de los abogados y de la educa­ción jurídica pasó a ser un tema de enorme interés en la discusión pública.

LOS JURI~TAS COMO INTELECTUALES I 175

Una vez percibido el carácter polémico del tema, los juristas y los actorespolíticos principales fueron llamados a tomar importantes decisiones enla materia. Nos proponemos aquí destacar cuál fue la discusión y las razo­

nes de que el tema fuera considerado tan polémico.Al plantearse la cuestión de la construcción de estados nacionales sobre

las ruinas de una monarquía teocrática, uno de los temas centrales fue elde la formación del personal de los nuevos estados o, dicho de otra manera,el de la formación de la élite política. Los estudios jurídicos fueron consi­

derados la escuela para formar esa élite.La discusión más clara se produjo en el Brasil, pues carecía de univer­

sidades y de estudios jurídicos como consecuencia de la política expresade la monarquía de concentrar la educación universitaria en Coimbra.Cuando se optó por la independencia, fue claro que Coimbra no podíacontinuar siendo el lugar de formación de la élite política brasileña. Poresa razón se resolvió crear escuelas de derecho y,dado el tamaño del país,se decidió muy pronto que las escuelas deberían estar situadas en Sao Pauloyen Recife,ciudades muy importantes del Sur y del Nordeste. Obviamente,fue una decisión pensada, pues lo esperable era la elección de Río de Ianeiro.

capital del nuevo imperio.La decisión de crear las escuelas de derecho y sobre todo de confeccio­

nar su plan de estudios se convirtió en un tema de la mayor importancia.En 1823,elcongreso que tuvo como tarea la redacción de la primera Cons­titución brasileña también se encargó de discutir el plan de estudios delderecho y de determinar cuáles serían los textos que usarían profesores yestudiantes. Era un tema de enorme importancia, pues estaba claro queuna educación basada en los derechos romano y canónico era insuficiente.Pero entonces, ¿qué debía enseñarse y cuáles serían los textos de enseñanza?La formación de la élite política no era un tema a ser dejado a autorida­des universitarias y a profesores. Era algo de la mayor importancia polí­tica y generó debates apasionados (Bastos, 2000).

No se trataba de un problema sencillo. La educación jurídica debía sermodernizada, pero ¿eran apropiadas las obras hasta ese momento conside­radas subversivasy heréticas? Éstees el planteamiento del vizconde de Cairú:

¿Puede un gobierno tolerar que en sus salones de clase se enseñe, porejemplo, las doctrinas del Contrato Social del filósofo de Ginebra, o ElSistema de las Naciones o la Filosofía Natural de escritores ateos quecorromperían la juventud que son la esperanza de la nación para quesean sus legisladores, maestros y magistrados en la Iglesia y el Estado?

(citado por Bastos, 2000; 30-31).

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176 I HISTORIA DE LOS INTELECTUAlES EN AMÉRICA lATINA

En definitiva, lo que resultó de la discusión es que conforme al primer plande estudios brasileño (1827) se incluyó derecho natural, derecho interna­cional, derecho civil nacional, derecho criminal nacional, derecho comer­cial, derecho público eclesiástico, derecho público, constitución imperial yprocedimiento teórico y práctico (Bastos, 2000; Pérez Perdomo, 2006a: 71).Como se ve, estamos lejos de una enseñanza que sólo contemplara eldere­cho romano y el derecho canónico.

En ]826se estableció en Colombia un plan de estudios que incluyó legis­lación universal, derecho constitucional, ciencia administrativa y estadís­tica, derecho civil romano y nacional, economía política y estadísticascolombianas, y derecho internacional. En México, en ]834, las asignaturasfueron derecho natural, derecho público, principios de legislación, dere­cho romano, derecho civil, derecho criminal, derecho canónico y"acade­mia", una denominación para el derecho nacional y práctico (Mendieta yNúñez, ]956). Como puede apreciarse, las distintas reformas del plan deestudios se realizaron siguiendo la misma tendencia, aunque es probableque en esa época no hubiera mucha comunicación entre los países de Amé­rica Latina.

Los libros de texto adoptados fueron aproximadamente los mismos entoda América Latina, pues se trataba de los autores modernos portadoresde la nueva ciencia. Para legislación universal, inicialmente se adoptó Prin­cipiosde legislación universal, de Iererny Bentham; para derecho constitu­cional, el Curso de derecho político,de Benjamin Constant; para economíapolítica, la obra de Jean-Baptiste Say;para derecho español y nacional.Iuande Sala; para derecho canónico, Berardi y Murillo. Muy pronto, asignatu­ras y textos se convirtieron en temas polémicos. Bentham, en particular,fue satanizado y prohibido en varios países. La asignatura, que cambió denombre y de texto, está en elorigen de lo que hoy se denomina introduc­ción al derecho. Las asignaturas derecho constitucional y economía polí­tica fueron consideradas subversivas por los conservadores más radicales,pero defendidas por los liberales y por conservadores moderados comoAndrés Bello (Pérez Perdomo, 2006a). En definitiva, estas asignaturas logra­ron sobrevivir y los de Constant y Say se convirtieron en textos utilizadospor largos años para derecho constitucional y economía política.

Estas nuevas asignaturas y estos nuevos textos eran necesarios porqueel propósito de los estudios jurídicos era la formación de los funcionariospara los nuevos estados. Adviértase que los estudios jurídicos no estabanrepletos de temas y de obras estrictamente jurídicos, como en la actualidad,sino que se quiso la formación amplia que se requería para aquellas perso­nas que formarían las huestes del Estado, como lo indica el mismo titulo

LOS JURISlAS COMO INTELECTUALES I 177

de la excelente obra de Gaitán Bohórquez (2002). Pero los mismos propó­sitos fueron cuestionados por las implicaciones que tenía el esfuerzo de for­mar una élite política. Básicamente, la crítica apuntaba en dos direccionescercanas: en primer lugar, la idea de que cuando las personas formadas paradesempeñarse como funcionarios de Estado no encontraran colocaciónen éste, para mejorar su situación personal se convertirían en factores de«revoluciones". En segundo lugar, las universidades producirían personasllenas de verbosidad, ociosidad y demagogia y no ciudadanos realmente úti­les. Por ello, según los críticos, las escuelas técnicas debían tener la priori­

dad en la formación de los jóvenes (Pérez Perdomo, 2006a: 79).Quienes dirigieron los estudios jurídicos a la formación de la élite polí­

tica no se equivocaron. En la práctica, las escuelas de derecho fueron loscentros de formación de quienes luego se desempeñarían como funcio­narios del Estado y, en segundo lugar, no fueron realmente abogados enel sentido ocupacional sino mucho más tarde, en el siglo XIX y en el xx.

Barman y Barman (1976) estudiaron la élite política del Brasil impe­

rial. Según las épocas, entre el 47 Yel 83 por ciento de los ministros delgabinete ejecutivo tenían formación jurídica. En lo que respecta a los sena­dores, las cifras variaban del 52 al 81 por dento. Los militares figuran ensegundo lugar, pero muy distantes respecto de los abogados. Carvalho(1980) distingue entre abogados y jueces (en realidad "desembargado­res" o jueces superiores) en la ocupación previa a formar parte del Senadoo de los gabinetes ministeriales. Aunque era posible pasar de la ocupaciónde abogado al ejercicio de los altos cargos del Estado, la carrera más orto­doxa incluía la judicatura como un momento intermedio. Lo que resultaclaro es que el ejercicio de la ocupación de abogado no era una actividaddemasiado lucrativa y más bien se era abogado en las etapas de receso enel ejercicio de cargos públicos (Coelho, 1999; Pérez Perdomo, 2006a: 92).En esas etapas, estos hombrespúblicosno pasaban enteramente a la acti­vidad privada, sino que dedicaban tiempo al periodismo y a otras for­

mas de actividad política.En el México del siglo XIX el atractivo de la abogacía no residía en el

ingreso conforme a una Vindicación de la abogacía, de Rodríguez de SanMiguel, pero el ejercicio de cargos públicos ofrecía una alternativa conve­niente. Camp (1996),que estudió a la élite política, mostró fehacientementeque los estudios jurídicos, aún en el siglo xx, especialmente en la Univer­sidad Nacional Autónoma de México, eran la puerta más obvia. Por ejem­plo, en 1905 el 81 por ciento de los integrantes del gabinete de PorfirioDíaz eran abogados. Moreno (1979) estudió a los abogados activos en elsiglo XIXY concluye que relatar la historia de los abogados en México es

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178 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA

en gran medida relatar la historia de la nación, en virtud del papel promi­nente que tuvieron en la vida pública.

Historias muy similares pueden contarse para Colombia (Uribe Uran,

2000; Gaitán Bohórquez, 2002), Chile (Serrano, 1994; de la Maza, 2001),

Costa Rica (Arias Sanchez, 1976),Argentina (Bagú, 1961; Imaz, 1964),Vene­

zuela (Pérez Perdomo, 1981; 2006a). El hecho de que las personas con for­

mación jurídica integraron la élite política de América Latina desde la inde­

pendencia hasta la segunda mitad del siglo xx no parece sujeto a discusión.El punto es saber por qué.

Una respuesta obvia es que los estudios universitarios proveían una for­

mación que la sociedad apreciaba y que era considerada valiosa para la par­ticipación en política. La teología y el derecho canónico perdieron impor­

tancia porque la organización política dejó de ser teocrática y la Iglesia

católica perdió poder en el siglo XIX. El derecho pasó a ser la disciplina

política por excelencia y el derecho político (luego llamado derecho cons­

titucional), una disciplina nueva, pasó a tener un lugar central. El dere­

cho romano y el canónico perdieron importancia frente al estudio de lasdistintas ramas del derecho nacional.

Esto sigue siendo válido para las sociedades del presente: una forma­

ción en derecho puede ser útil para la participación política y, de hecho,

muchos políticos del presente la tienen. Pero la comparación con el pre­

sente nos indica que tal vez la formación en economía, en gerencia, en

políticas públicas, puede ser tan apreciada, si no más, para el desempeño

político. Por supuesto, las universidades no ofrecían esa formación en elsiglo XIX Ylo más cercano a un grado en ciencias sociales, incluyendo laeconomía, era el derecho.

El derecho no era un campo demasiado especializado. Los libros de dere­cho político o constitucional se dirigían al público en general y no sólo a

los estudiantes de derecho. Una persona educada tenía una educación jurí­

dica y de hecho hubo juristas importantes que no estudiaron derecho en

ninguna universidad. El caso más notorio es el de Andrés Bello (1781-1865),

uno de los juristas más distinguidos del período que analizamos a pesar deque nunca obtuvo ningún título universitario en derecho. Su trabajo como

redactor principal del Código Civil de Chile, con enorme influencia en

los demás países de América Latina, ya sería una credencial suficiente, pero

no puede olvidarse que también escribió una obra didáctica muy influ­

yente en derecho internacional público y una en derecho romano, que

fue una adaptación de Heineccius. Bello no fue sólo un jurista. Su Gra­

máticade la lengua castellana es un hito en la historia de la gramática y ade­

más se aprecia su obra sobre literatura y lingüística.

LOS JURISHS COMO INTELECTUALES I 179

El caso de Bello no es único. Una buena formación general debía incluirelderecho. Pero en general los autores de obras jurídicas que no se habían

graduado antes en derecho fueron la excepción. La universidad o escuela

de derecho tenía la importante función de reunir a las personas interesa­

das en derecho y en las demás ciencias sociales de la época. La clave tal vez

no sea la enseñanza misma, sino la reunión de un grupo de personas que

leían los libros pertinentes y discutían los temas que preocupaban en el

momento. Por ello los estudiantes y los graduados en derecho hacían tam­

bién periodismo, literatura, historia y participaban en reuniones políticas

yen sociedades secretas (Venancio Filho, 1977:136; Adorno, 1988; Bravo

Lira, 1998: 644). Las biografias de los abogados de la época generalmentedestacan que hablaban muy bien o que escribían para el público. Eran,

pues, letrados, hombres públicos, intelectuales.

LOS GRANDES JURISTAS

Cuando señalamos que los juristas eran letrados o intelectuales hacemos

una afirmación muy general. Seguramente los hubo anónimos, sin mayor

interés por la política o por la literatura y sin nada que hoy permita recor­

darlos. Lo que afirmamos como hipótesis es que casi todos los intelectua­

les tenían formación jurídica, generalmente un grado en derecho. Probar

tal hipótesis requeriría hacer un listado de los intelectuales e investigar cuálera su formación intelectual, algo que está fuera de nuestro alcance reali­

zar en este momento. Pero existen algunos estudios que pueden ser útiles

para fundar la hipótesis. Por ejemplo, Stockhausen (1982) estudió a los perio­

distas venezolanos del siglo XIX y confirmó que la presencia de los aboga­

dos en esa actividad fue muy importante.

Lo notable de la significativa presencia de los juristas en el rango de los

intelectuales y los políticos al que nos hemos referido es que el número de

juristas no era grande. En Colombia de 1839eran 331; en Venezuela de 1840,

120; en el Brasil de 1850, 1.383; en Chile de 1854, 282; en la Argentina de1869,439. En cifras relativas, esto representaba aproximadamente entre 10

y 20 por 100.000 habitantes, lo que indica que un buen porcentaje de ellos

hacían periodismo, política, literatura.

Side la cima de los juristas observamos a aquellos que tuvieron una carrera

especialmente distinguida, podemos evaluar la calidad de su contribución

politica. Ya hemos mencionado dos excelentes ejemplos, Juan GermánRoscio y Andrés Bello.Otras figuras de primera magnitud son los argentinos

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180 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA

Juan Bautista Alberdi (1810-1884) y Domingo Faustino Sarmiento (18n­1888).Alberdi se opuso a la dictadura de Rosas, lo que lo llevó al exilio ene! Uruguay, y luego a Chile. En 1852 publicó Bases y puntos de partidaparaLa organización poLítica deArgentinacon un proyecto que se configuró corno

la influencia fundamental en la Constitución argentina de 1853.Fue un juristay diplomático de gran prestigio cuyas obras completas, que ocupan muchosvolúmenes, conciernen a las ciencias sociales y a la política en general. Sar­miento no tuvo una educación jurídica formal y su obra generalmente estáclasificada dentro del área de la política, las ciencias sociales y la educación,pero sus Comentarios a La Constitución de la Confederación Argentina (18S3)

tuvieron un enorme impacto y se convirtió en uno de los clásicos del dere­cho constitucional argentino. A ella respondió Alberdi polémicamente consus Estudios de La Constitución argentina de 1853 (18S3), obra de rico análi­sis sociojurídico. Sarmiento tuvo una destacada actuación pública que lollevó a ocupar la presidencia de la república.

Las grandes obras políticas del siglo XIX, escritas fundamentalmentepor juristas o por intelectuales que tenían una buena formación jurídica yprestaban atención al derecho, pueden considerarse obras de derecho cons­titucional-o de derecho político, para usar la denominación de la época-oNo debe pensarse que son obras académicas o de investigación en el sen­tido que hoy les damos a estos términos, sino que están dirigidas a un públicono especializado con la intención de tener un impacto político. Tambiénhubo obras más dirigidas a la enseñanza universitaria, cuya misión era adap­tar las obras canónicas europeas a las necesidades de los nuevos estados deAmérica Latina y al carácter católico de las nuevas naciones. Un buen ejem­plo de obra didáctica es el derecho internacional público (Principios dedere­chodegentes, 1832) de Andrés Bello.Sibien su intención fue hacer una adap­tación de Heineccius, logra más que eso y la obra se convierte ella mismaen canon para la enseñanza del derecho internacional público en varios paí­ses de América Latina. Entre las obras dirigidas al gran público la variedades considerable: desde los catecismos políticos, que se proponían la ense­ñanza más elemental, hasta obras que hoy nos sorprenden por su vigor ypor la profundidad y la claridad de sus planteamientos. Entre ellas está e!Manualpolítico delvenezolano (1839), de Francisco Javier Yanes(1777-1842),jurista muy importante -uno de los iniciadores de la historia de Venezuelacomo disciplina- que tuvo una destacada carrera política.

El hecho es que estas grandes obras jurídico-políticas latinoamerica­nas del siglo XIX pueden considerarse constitutivas de nuestra tradiciónrepublicana liberal, lo cual es perfectamente consistente con la mismatradición de! derecho constitucional (Botana, 1984).Si bien e!derecho cons-

lOS JURISTAS COMO INTELECTUALES I 181

titucional se ocupa específicamente de la distribución del poder dentro delEstado y de los derechos de los ciudadanos, ello no implica que todos losjuristas hayan sido republicanos liberales. Los hubo que tuvieron reservasrespecto a la vía que tornaban los nuevos estados y,en algunos casos, puedeque esto los haya llevado a guardar un silencio prudente. Felipe FermínPaúl (I774-1843) es un buen ejemplo por su gran importancia política yacadémica. Doctorado tanto en teología corno en derecho canónico, ense­ñaba latín en la Universidad de Caracas y le correspondió ser el primerprofesor de economía política después de la independencia. Fue uno delos firmantes del acta de la independencia y de la primera constitución.Luego cambió de bando y fue asesor de! general Morillo, jefe de! ejércitoexpedicionario español. En 1820 fue diputado a las cortes españolas. Des­pués de la independencia regresó a Venezuela, se reincorporó a la Univer­sidad de Caracas y fue su rector durante el período 1823-1825. Bolívar lodesignó su abogado para que atendiera sus intereses personales. Hacia elfin de su vida, en 1837, fue ministro de Interior y Justicia.

Paúl fue pues un jurista académico muy distinguido, pero claramenteera un conservador muy vinculado a la Iglesia católica. Aunque su con­servatismo lo llevó a tornar partido por la monarquía española, se adaptóa la nueva situación del país. Lo notable es que no haya dejado obra escrita,con excepción de un discurso en honor del obispo Méndez en 1828. El ejem­plo de Paúl muestra no sólo que había juristas que no eran republicanosliberales, sino que el prestigio como jurista y como académico no se fun­daba necesariamente en la escritura. El profesor no tenía necesariamenteque escribir artículos o tratados, pues realmente se esperaba de él que expli­cara la obra en la que estaba contenida la verdad.

Con el paso del siglo XIX puede apreciarse que algunos juristas hacenexplícitas sus reservas respecto de la tradición republicana liberal. El pen­samiento positivista europeo fue de ayuda en el replanteamiento de lostemas juridicos. El chileno Valentín Lete!ier (1852-1919) fue profesor dederecho y rector de la Universidad de Chile, donde inició cambios educa­tivos muy importantes. También fue parlamentario y uno de los funda­dores e ideólogos del Partido Radical, cuya tendencia hoy llamaríamossocialdemócrata. Entre sus obras jurídicas están Génesis del Estado y desusinstitucionesfundamentales (I917) y Génesis del derecho y de Las institucio­nesciviles fundamentales; estudiode la socioLogía jurídica (1919), que ya ensu título muestran las nuevas influencias y la ambición de repensar el dere­cho y e! Estado.

Otros juristas que repensaron la política y la historia valiéndose de la

aproximación positivista fueron partidarios de la dictadura. Fue el caso

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182 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMtRICA LATINA

de Emilio Rabasa (1856-1930), quien colaboró con Porfirio Díaz y luego,cuando éste ya no estaba en el poder, justificó su dictadura en una obrafundamental, La Constitución y la dictadura (1912). Aunque más tarde seopuso a los revolucionarios mexicanos, su gran prestigio como constitu­cionalista lo llevó a tener una influencia importante en la Constituciónmexicana de 1917. También fue autor de cuatro novelas. Un caso similares elde José Gil Fortoul (1861-1943), historiador, literato, autor, entre muchosotros libros, de un tratado de esgrima, de una conocidísima Historia cons­titucional de Venezuela y de una Filosofía constitucional (1890), que lidiacon la tensión entre la constitución y las realidades políticas en Venezuela.Posteriormente, fue uno de los más importantes colaboradores de JuanVicente Gómez, bajo quien fue presidente del Congreso, ministro y presi­dente encargado de la república.

El apoyo que estos grandes juristas constitucionalistas dieron a dicta­dores plantea una disonancia cognitiva importante. Lasconstituciones sonfundamentalmente instrumentos de distribución y limitación del poderpolítico. Que los juristas hayan asumido colaborar con dictaduras y hastajustificarlas plantea un problema de investigación de la mayor importan­cia. No es la tarea de este trabajo dilucidarlo. La conjetura con la que con­cluimos es que a comienzos del siglo XIX los juristas se tomaron en seriosu tarea de guardianes de la legalidad y se propusieron construir los esta­dos conforme al modelo de cuño político liberal, si bien en países comoMéxico y Venezuela, donde el Estado se implantó sobre una base no libe­ralo autoritaria, el positivismo dio instrumentos para repensar la rela­ción entre política y derecho. No fue necesariamente así para todos losautores: otros juristas positivistas se opusieron a las dictaduras en esos mis­mos países. La recuperación del drama intelectual de los grandes juristasde la época es una tarea que aún está por hacerse. Talvez porque en Amé­rica Latina ésta sigue siendo una herida abierta: elEstado de derecho toda­vía encuentra dificultades para realizarse. Es difícil considerar sin pasiónla vivencia de nuestros antepasados.

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"A la altura de las lucesdel siglo": el surgimiento de unclima intelectual en la BuenosAires posrevolucionariaKlaus Gallo

La actuación de Bernardino Rivadavia (1780-1845) como ministro deGobierno de Buenos Aires entre 1821 y 1824 es especialmente recordada porlas variadas reformas que su gobierno promulgó en las esferas política, eco­nómica, social y cultural de esa ciudad. Su proyecto reformista dio lugaral surgimiento de un denominado "grupo rivadaviano", integrado por polí­ticos, publicistas y profesores universitarios cercanos al ministro, cuyo prin­cipal propósito era dar coherencia a las mencionadas reformas a partir dela difusión de algunas de las ideas centrales de ciertos pensadores euro­peos. Consideraban que este objetivo era primordial para lograr afianzarun orden republicano estable luego de los avatares políticos sufridos en elRío de la Plata durante la década anterior. Por tal motivo, tanto la actua­ción de los diputados del llamado "Partido del Orden" -que, funcionalesa los intereses del gobierno, operaban en la nueva Legislatura de BuenosAires-, como las notas y los artículos de publicistas rivadavianos apareci­dos en diarios "oficialistas", como El Centinelay ElArgos, y las enseñanzasimpartidas por algunos profesores leales al gobierno en la recientementecreada Universidad de Buenos Aires fueron los principales medios de difu­sión del ideario político-cultural del grupo rivadaviano.

El objetivo de este trabajo es poner de manifiesto la manera en quefueron irradiándose los postulados de algunas de las corrientes filosóficaseuropeas ligadas a la tradición iluminista del siglo XVIII, consideradas fun­cionales a las reformas y que contribuyeron a generar un clima de debatepolítico-académico de mayor altura que el prevaleciente durante la décadaanterior en el ámbito porteño. Uno de los propósitos del "Partido del Orden"

fue promover una armoniosa convivencia en el seno de la nueva Legisla­tura porteña con el fin de establecer el "antagonismo de opiniones', y asíerradicar los traumáticos faccionalismos propiciados en el antiguo Cabildo,que habían derivado en innumerables actos de violencia política. Este objc-

EL (LIMA INTELECTUAL EN LA BUENOS AIRES POSREVOlUCIONARIA I 185

tivo estaba en sintonía con el intento de los publicistas rivadavianos de pro­mover una nueva "cultura literaria" (Myers, 1998: 31-48) a partir de la intro­ducción de la Ley de Prensa sancionada por el gobierno, que permitiría laemergencia de un mayor número de diarios considerados indispensablesa la hora de anunciar las nuevas reformas y otras medidas significativassancionadas por el gobierno, así como la difusión de las nuevas ideas liga­das a corrientes europeas, como el sensualismo, el utilitarismo y la ldéolo­gie, que serían el sustento teórico de algunas de las reformas. El otro ámbitoen el que también debían difundirse los principios ligados a estas corrien­tes era la Universidad de Buenos Aires, donde buena parte de los profesoresaliados con el gobierno tenían el firme propósito de impartir este tipo deenseñanzas con el fin de relegar la difusión de la teología en el nuevo cen­

tro de altos estudios de la ciudad.Corno se ha sugerido más arriba, en buena medida el promotor de estas

innovaciones en el ámbito político-cultural de Buenos Aires fue Rivada­via, a quien sus viajes por España, Francia y Gran Bretaña durante 1814­

1820 le habían permitido acceder a ciertos círculos académicos y cultura­les, especialmente en Londres y en París, que lo llevaron a "aggiornarse"de las corrientes filosóficas en boga en los más elevados ámbitos educa­cionales de esos países y a establecer contactos directos con algunos de losprincipales referentes de estas corrientes, como certifican sus encuentrospersonales con pensadores de la talla de Ieremy Bentham (1748-18J2), JamesMili (1773-1836), Destutt de Tracy (1754-1836) y Dominique de Pradt (1759­1837), también conocidos por sus escritos políticos, caracterizados, engeneral, por sus fuertes críticas al "establishment" político de sus respec­

tivos países.El análisis de la relación epistolar que mantuvo Rivadavia con algunos

de los mencionados permite observar en qué medida estos hombres pro­curaron inculcarle la creencia de que el Río de la Plata, más allá de las vici­situdes políticas experimentadas allí durante la primera década de convi­vencia independiente,era una región en la que estaban dadas las condicionespara promover la expansión de ideales político-filosóficos que permitiríanir configurando el por ellos tan ansiado modelo de la "república ilustrada':A su regreso a Buenos Aires para incorporarse al nuevo gobierno, Rivada­via parecía convencido de la necesidad de impulsar reformas que estuvie­ran en consonancia con los principios sostenidos por estos pensadores, para

ser aplicadas en los ámbitos político, social y cultural de la ciudad con elfinde plasmar aquel ideal. Si se considera el énfasis con el que se procurabadar definitivamente por tierra con cualquier vestigio del legado colonial aúnpresente en algunas instituciones politicas y culturales rioplatenses, puede

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186 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA

afirmarse que el impulso reformista suponía, de alguna manera, la puestaen marcha de un ideario regeneracionista.

El efecto suscitado en Buenos Aires por estas reformas dio lugar a un"debate" en torno de los objetivos regeneracionistas impulsados por elgobierno, lo que se vislumbra especialmente en aquellos que se desarro­lIaron en la Legislatura y en los principales diarios como consecuencia dela controvertida reforma de la Iglesia, en 1821, y también en las disputasentre algunos profesores y la máxima autoridad de la Universidad de Bue­nos Aires en torno del contenido de los nuevos cursos que comenzaron adictarse, discusiones todas que permiten apreciar el surgimiento de fuer­tes clivajes entre las esferas clerical y secular durante el efímero períodode 1821-1827, comúnmente llamado "la feliz experiencia".

Sin embargo, es importante destacar que durante los años previos a lainstalación del gobierno de Buenos Aires se percibía ya un clima de fric­ción cada vez más apreciable entre ambas esferas, especialmente a partirde la creación del Colegio de la Unión del Sud, en 1819, y del dictado deun curso de filosofía por Juan Crisóstomo Lafinur (1797-1824).

Al promover en su curso los principales lineamientos teóricos del sen­sualismo y de la Tdéologie, este joven profesor proveniente de la provincia

de San Luis fue quien en buena medida desató un clima de "debate inte­lectual" que se potenciaría con las reformas impulsadas por el"Partido delOrden" y la creación de la Universidad de Buenos Aires en la décadasiguiente. Más allá del hecho de que durante el transcurso de "la feliz expe­riencia" no se asistiría aún al desarrollo de áreas científicas, fue en la décadade 1820 cuando se establecieron los cimientos que casi diez años despuéspermitieron propiciar la emergencia de una "intelectualidad" criolla.

"LA FINURA DEL SIGLO DIEZ Y NUEVE":

DIFUSIÓN DE LA FILOSOFÍA EN BUENOS AIRES

La ausencia de un clima de debate universitario en Buenos Aires, más alláde que la fundación de su Universidad ya había sido aprobada por el Direc­torio de Juan Martín de Pueyrredón (1777-1850), ponía de relieve las limi­taciones del panorama académico porteño en aquellos tiempos. Impul­sada por Bernardino Rivadavia, la fundación de la Universidad de BuenosAires un año después se debió esencialmente a la necesidad de paliar estedéficit. Paradójicamente, para aquel entonces Lafinur ya no formaba partede la nueva institución universitaria.

EL CLIMA INTELECTUAL EN lA BUENOS AIRES POSREVOLUCIONARIA I 187

Como es sabido, los únicos centros universitarios existentes en el Río dela Plata antes de 1820 eran los de Chuquisaca y Córdoba. Esta última ciu­dad, en la que Lafinur había comenzado a cursar sus estudios poco tiempodespués de declarada la Revolución del 25 de Mayo, atravesaba en aque­llos tiempos un momento de inflexión, debido a los planes de reformaintroducidos por el deán Gregario Funcs (1749-1829), que permitieronadvertir, por ejemplo, de qué manera la enseñanza de la filosofía iba a estarcada vez más marcada por la incorporación de nociones vinculadas conlas ciencias modernas, lo que motivaría una progresiva declinación en laenseñanza de la teología. fue en este particular ámbito que Lafinur cono­ció al poeta Juan Cruz Varela (1794~1839) y a Salvador María del Carril(1799-1833), futuro gobernador de San Juan, quienes durante la década de1820 se vincularon muy estrechamente con los gobiernos de Rivadavia.

El clima de reforma universitaria en Córdoba, sumado al proceso revo­lucionario iniciado en el Río de la Plata en 1810, contribuyó sin duda aque los estudiantes del exiguo ámbito universitario rioplatense de esos añostomaran contacto con diversos autores de las corrientes filosóficas euro­peas. A pesar de ello, Lafinur -según Delfina varela Domingucz de Ghioldi­sería expulsado de esa universidad en 1814"por sus costumbres liberales"(Lafinur, 1938:46), acontecimiento que la mencionada autora vincula implí­citamente con la salida de Funes -quien para aquel entonces se había con­vertido ya en un referente de la política revolucionaria en Buenos Aires­de la Universidad de Córdoba y el consecuente deterioro en la calidad delos estudios (Varela Dominguez de Ghioldi, 1938: 96).

Pocos años después, Lafinur llegó a Buenos Aires, donde gracias a suamistad con Juan Cruz Varela tornó contacto con personajes vinculados alos círculos literarios y teatrales porteños, como el poeta Esteban de Luca(1786~1824) yel actor Ambrosio Morante (1772~1837) y formó parte de laSociedad para el Fomento del Buen Gusto en el Teatro integrada por elpropio De Luca, Camilo Henriquez (1769~1825),Valentin Gómez (1774~

1833) YManuel Moreno (1790-1857), entre otros. A comienzos de 1819,Lafi­nur ganó el concurso para dictar el curso de filosofía en el Colegio de laUnión del Sud, lo que lo obligó a postergar sus actividades periodísticas yteatrales. Como refleja el siguiente testimonio de Juan María Gutiérrez(1809~1878),Lafinur intentó promover un audaz giro en las modalidadesde enseñanza dentro del ámbito educativo porteño:

Lafinur no se proponía en su curso formar filósofos meditativos ni psi­cólogos que pasasen la vida leyendo. como faquires de la ciencia, losfenómenos íntimos del yo. Quería formar ciudadanos de acción, por-

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188 I HISTORIA OE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA

que sentía la necesidad de levantar diques al torrente de los extravíossociales que presenciaba y de preparar obreros para la reconstrucciónmoral que exigía la Colonia emancipada (Gutiérrez, 1998: 99).

Aunque apreciaban los esfuerzos de Lafinur por ampliar el arco de cono­cimientos a impartir en sus cursos de filosofía, algunos de sus colegas aca­démicos también dejaban entrever que ello no necesariamente debía ir endetrimento de las enseñanzas religiosas. En este sentido, Cosme Argerich(1784-1846)-profesor y fundador de la Escuelade Medicina de BuenosAires-­le haría saber a través de un artículo publicado en un diario de la época:

Estoy bien persuadido, que los sentimientos y principios del Sr. Cate­drático Lafinur, a quien aprecio infinito por su literatura y buen gusto,son los mismos que yo sigo, y que nada de lo que llevo insinuando lepuede tocar ni remotamente; pero, si es permitido a un hombre de honory alguna edad proponerse a sí mismo por modelo, podría hacerle pre­sente, que enseñando a mis discípulos la fisiología, ya ha once años, enla discusión del análisis del entendimiento les expliqué estas mismasopiniones perfeccionadas con la continua lectura de Cabanis yde Des­tutt Tracy, pero proponiéndolas siempre con el correctivo insinuadode prescribir exactamente los límites hasta donde puede llegar la filo­sofía, debiendo esperar de la ciencia sagrada los restantes conocimien­tos (ElAmericano,1 de octubre de 1819).

Por otro lado, su amigo Juan Cruz Varelaconsideraba un ejercicio algo fútilla persistencia con la que Lafinur buscaba imponer algunos principios filo­sóficos en las aulas, como quedaría reflejado en una poesía dedicada a él(cf. Korn, 1983:162):

Oh Lafinur, tú pierdesSensiblemente el tiempoRevolviendo los librosDe autores mil diversos,Yen pos de inútil cienciaAfanoso corriendo.Porque, dime, querido,¿Qué te importa en efecto,Que el hombre sólo pienseA fuer del sentimiento,O que piense, movidoDe principio diverso?

EL CLIMA INTELECTUAL EN LA BUENOS AIRES POSREVOLUCIONARIA I 189

Gutiérrez (1998: 98) ha señalado que "antes de él [Lafinur] los profesoresde Filosofía vestían sotana: él con el traje de simple particular y de hom­bre de mundo, secularizó el aula primero y enseguida los fundamentos dela enseñanza".

En el transcurso de 1820, los cambios de usos y costumbres introduci­dos por Lafinur en aquella casa de estudios generaron una fuerte tensiónen el ámbito académico eclesiástico, que coincidió con el clima cada vezmás álgido de tensión política que se vivía en ese momento en el ampliocontexto territorial rioplatense, pero sobre todo en Buenos Aires. La situa­ción de creciente ebullición político-social se puso especialmente de mani­fiesto en esa ciudad en el transcurso del mes de agosto, momento en el quela llamada "anarquía del año 20" entró en una etapa de definiciones. Fueprecisamente durante ese mes cuando se llevó a cabo el evento organizadopor Lafinur que registra Gutiérrez (1998: 99-100) en el siguiente relato:

El 31 de Agosto de 1820 se convocó al público de Buenos Aires a asistira una función literaria en el templo de San Ignacio. Allí se llevó a caboun examen de oratoria entre los más destacados estudiantes del cursode filosofía del Colegío de la Unión del Sud dictado por Juan Crísós­tomo Lafinur. El acto fue cerrado por un discurso pronunciado por elmismo Lafinur quien "improvisó una refutación a la famosa tesis sos­tenida ante la Academia de Dijon por Juan J. Rousseau, en el cual pre­tendió demostrar este filósofo que las ciencias han corrompido al hom­bre y empeorado sus costumbres".

Durante las semanas previas a la mencionada función literaria, se palpabaun clima de tensión, que quedaría reflejado en la publicación de textosen los que algunos clérigos de renombre pusieron de manifiesto su indig­nación por el modo en que en sus clases de filosofía Lafinur abusaba deun espíritu que consideraban extremadamente laicista y proenciclope­dista, con el agravante de que en sus llamadas "funciones" el mencio­nado profesor trasladaba sus enseñanzas a una dimensión de la esferapública mucho más amplia. Las críticas a Lafinur, publicadas sobre todoen diarios y en panfletos editados por el controvertido cura Francisco dePaula Castañeda (1776-1832), se caracterizaban por sus ingeniosas e iró­nicas diatribas, especialmente dirigidas contra ciertos miembros de la élitepolítico-intelectual porteña que simpatizaban con ese tipo de orientaciónfilosófica. Ya en mayo de ese año, en su DespertadorTeofilantrópico Mis­ticopolitico, Castañeda había dedicado a Lafinur un sarcástico poema (cf.

Lafinur, 1938: 178):

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190 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA

La finura del siglo diez y nueve

Es la finura del mejor quivcve:

Diga yo novedades

Aunque pronuncie mil barbaridades:Dale que dale

La pura novedad es la que vale:

Dele que dele

Dios, si hubiere remedio, lo revele:Dile que dile

Si le crece la lana que se trasquile;

Correrá bien la vola

Con maíz morocho, y con zapallo angola:y en caso de que no corra

Mezclen el piquillín con mazamorra:A dios señores

El dianche somos ya los escritores.

El siglo diez y nueve

Al cumplir los veinte años mucho hiede:Hiede como guanacoPorque el que no es filósofo, es chacuaco;Por no ser teocráticoSe ha vuelto macarrónico y maniático;Los padresaborrece

Por quedarse en sus quince, y en sus trece,y aunque ya peine canas

Se muere por voleras y tiranas;

Que salga con la suya

Pero yo no le enbidio su aleluya.

Por otro lado, a principios del mes de agosto Castañeda manifestó de manera

más explícita su enorme fastidio por lo que consideraba una excesivainfluencia de las enseñanzas de filósofos franceses e ingleses, en detrimento

de los tradicionales valores hispanos (en Desengañador Gauchi-Politico,4 de agosto de 1820):

Hágase una hoguera en medio de la plaza, y entre en ella Voltaire con

sus setenta tomos, que para nada los necesitarnos; después que siga cha­

muscándose Juan Santiago en compañía de Volney, de Payne, del cita­

dor, y cuantos libros embrollones han transformado vuestro juicio. Refór­mese Buenos Ayres sacrificando los días de fiesta, convirtiendo los cafés

EL CLIMA INTELECTUAL EN LA BUENOS AIRES POSREVOlUCIONARIA I 191

en escuelas, y las baraias en cartillas y catones, que si seriamente trata­

mos de nuestro remedio seguramente quedaremos remediados en todoel decurso de la década venidera. De no hacerlo así no queda más recurso

que el del hijo pródigo; sí señores, la España, de quien nos han separado

no la rebelión ni la perfidia, sino las circunstancias, y la deserción escan­

dalosa de sus reyes; la España de quien jamás hemos estado tan quejo­

sos como de nosotros mismos; la España y su regazo será el único asilo

donde podremos acogernos cuando por nuestra inmoralidad el hijo per­

siga al padre con un puñal, las hijas a la madre y cuando un huésped no

esté seguro de otro huésped a causa de ser todos ladrones.

El mismo grado de fastidio era perceptible en el Cancelario de Estudios del

Colegio de la Unión del Sud, el arcedeán Andrés Florencia Ramírez (1781­

1827), quien pocos días antes de llevarse a cabo el concurso literario en

San Ignacio envió una nota de queja al gobierno por lo que consideraba

una inaceptable conducta y una falta de respeto hacia su persona por partede Lafinur, cuando éste reaccionó a la amenaza de Ramírez de denunciarlo

por haber tocado el piano y cantado en su cuarto en horas de clase, y por

ende haber dejado abandonados a sus estudiantes en el aula (en Lafinur,

1938: 184-185):

En vez de disculparse [Lafinur] con la moderación debida, me replicó

lleno de elación que el voto público le haría justicia; que su reputa­

ción estaba mejor parada que la mía, y que con el sufragio de los alum­

nos, y de los hombres de bien me desmentiría, si pensaba desairarlo o

envolverlo en aquella nota: que mirase lo que hacía, que mejor estaría

volverle sus estudiantes, y evitar con él todo rompimiento en un tiempo

en que ya había caducado la aristocracia cimpluxo de los pulsillos. Yodial desprecio con no poca mortificación la pedantería de su parlado, y

procuré despedirlo, diciéndole, que el era quien le estaría mejor no ser

atrevido, y enseñar a sus discípulos máximas de moralidad, y respeto

a nuestra religión: que era un escándalo, que no los hubiera presentado

una sola vez a comunión de regla en los dos años de curso que llevaba:

que si los presentaba, me daría por satisfecho; y quedaría todo tran­zado. Aquí soltó una carcajada: lamentó la pobreza de mi moralidad,

y tratándome de fanático, visionario, se mandó a mudar dejándome

con la palabra.

Laanécdota refleja hasta qué punto a Lafinur no parecían hacerle mella los

enfáticos reclamos que en contra de su comportamiento manifestaba la auto-

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192 I HISTORIA DE lOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA

ridad de ese establecimiento educativo. Por el contrario, el hecho de queese hombre proviniera del ámbito eclesiástico parecía incentivar aun mássu actitud de marcada irreverencia y desprecio hacia su autoridad. Lafuerteconvicción en los fundamentos filosóficos que difundía entre sus alumnosy el sistemático rechazo por cualquier enseñanza vinculada con la teologíahacían de Lafinur un símbolo en el seno de una sociedad en la que, comola porteña de aquel entonces, se harían sentir cada vezmás las quejas de algu­nos clérigos contra las actitudes irrespetuosas de un creciente número dejóvenes provenientes de los sectores más cultivados de la élite porteña.

Con frecuencia Lafinur ha sido vinculado a corrientes del pensamientofrancés surgidas de su tradición enciclopedista, e incluso se ha sostenidoque él fue el introductor en el Río de la Plata de la ldeologie, cuyos princi­pales referentes eran Destutt de Tracy, Pierre Cabanis (1757-1808), PierreDaunou (1761-1840) yVolney (1757-1820), entre otros. Esta asociación untanto esquemática se debe en parte a afirmaciones vertidas en trabajoscomo los de Varela Dominguez de Ghioldi (1938: 95-100), quien ha expre­sado, por ejemplo, que "con lecturas de Destutt de Tracy y Cabanis, planeó[Lafinur1las exposiciones de su cátedra. A una acentuada información filo­sófica sobre Descartes, Locke y Condillac agrega una personalísima agita­ción ética que no pasó inadvertida entre las generaciones de jóvenes quelo tuvieron como maestro". Y luego agrega que "a Lafinur se le debe el pri­mer empeño por abandonar la expresión escolástica. El vino a romper [... ]una trama filosófica asentada sobre bases religiosas" (ibid.). Unas décadasantes, en su estudio sobre los orígenes de la enseñanza superior en Bue­nos Aires, también Gutiérrez había subrayado la utilización por parte deLafinur de algunos conceptos de la Idéologie.

Poco tiempo después del fin del dramático período conocido como la"anarquía del año 20", Lafinur se vio forzado a abandonar Buenos Aires,en buena medida debido a su permanente confrontación con las autori­dades educativas provenientes del clero porteño. Resulta casi paradójicoque mientras el profesor "puntano" se alejaba de la capital hacia la regiónde Cuyo, Rivadavia llegaba a Buenos Aires, para incorporarse al nuevogobierno creado en esa ciudad como consecuencia de la estructura confe­derada que se había dispuesto para el Rio de la Plata.

El nuevo ministro retornaba después de casi cinco años de estadía enEuropa, donde, más allá del fracaso de la misión diplomática que se le enco­mendara, había establecido contactos con algunos referentes de corrien­tes filosóficas francesas, como la Idéologie. cuyos principios, como ya hemosdicho, durante esos mismos años eran difundidos por Lafinur en el prin­cipal centro de educación porteña.

El (lIMA INTELECTUAL EN LA BUENOS AIRES POS REVOLUCIONARIA I 193

UTILITARISMO E IDÉOI.OGIE, NUEVOS REFERENTES PARA

LA CONFIGURACiÓN DE UNA "REPÚBLICA nUSTRADA"

Durante sus años de desventuras diplomáticas en Europa, Rivadavia pudoestablecer relaciones personales con algunos destacados referentes de laintelectualidad parisina y londinense. En la capital francesa, ciudad en la queresidió durante la mayor parte de su misión en Europa, trabó amistad conintelectuales franceses de la talla de De Pradt y Destutt de Tracy, mientrasque en la ciudad de Londres, que visitó en tres ocasiones, hizo lo propiocon Bentham y James Mili, cuyo Principies of politiealeconorny él mismo

tradujo- más tarde. Los contactos establecidos en Europa adquirieron visi­ble importancia en Buenos Aires a partir de 1821, una vez puesto en mar­

cha el itinerario reformista del Partido del Orden.Más allá de las enseñanzas impartidas por Lafinur, la creciente presen­

cia de la ldéologie y del utilitarismo en el Río de la Plata en los años pos­teriores se debió en gran medida a los contactos personales establecidos

por Rivadavia. La posterior adopción de ciertas pautas ligadas a estas doscorrientes filosóficas, tanto en el ámbito político como en el de la Univer­sidad de Buenos Aires,es significativa, pues permite apreciar en qué medidaalgunos miembros de la clase política y de la incipiente "intelectualidadporteña" parecían inclinarse en favor de principios más deudores del con­cepto de "utilidad" que de aquellas nociones teóricas vinculadas con las

ideas rousseaunianas y con los principios basados en los derechos natu­rales, que habían tenido un lugar destacado en la cultura política riopla­

tense durante la década independentista.El término "utilitarismo" se vincula con aquella tradición de teoría ética

que establece, directa o indirectamente, la validez del conjunto de nuestrasacciones y decisiones según el grado de bienestar que proporcionen a losindividuos que se ven afectados por ellas. La filosofía de Bentham planteaesencialmente dos postulados: uno de carácter fáctico y otro de carácternormativo. El primero establece que los individuos persiguen su propiobienestar; el segundo, usualmente relacionado con el principio de utilidad,determina que las acciones humanas deben ser juzgadas según elgrado dedaño o placer que proporcionan a la comunidad. Bentham define el dañocomo "toda sensación que un hombre preferiría no sentir" y elplacer como

"toda sensación que un hombre preferiría sentir".El principio utilitario o del mayor bienestar de la mayoría está especí­

ficamente destinado a los legisladores, a quienes Bentham considera res­ponsables de la administración de la sociedad. Las personas deben perse­guir su propia felicidad siempre y cuando esta búsqueda no afecte a otras

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personas y al bien común. Para posibilitar la concreción de ese objetivo,sostiene Bentham, los medios más idóneos que el legislador tiene a sualcance son los premios y los castigos.

Rivadavia conoció a Bentham por mediación de Antonio Alvarcz[onte(1784~1820), agente chileno radicado hacia un tiempo en Londres (Willi­fcrd, 1980: 20). Por aquel entonces, Bentham se hallaba sumamente inte­resado en la situación de las antiguas colonias españolas en América. Habíatrabado amistad con numerosos diplomáticos y comerciantes sudameri­canos e incluso había escrito acerca de lo impracticable y perjudicial queresultaría para España mantener las colonias americanas que aún poseía,y, lo que sería para él más incomprensible aun, que intentara recuperaraquellas que ya se habían emancipado. Por otro lado, textos de Benthamcomo el Tratado de legislación, publicado en 1802, y las Tácticas de lasAsam­bleasLegislativas, de 1817-en sus versiones francesas, traducidas del inglésy editadas por elpublicista ginebrino Etienne Dumont (1759-1829)-, habíansido divulgados ya en algunos círculos políticos y literarios de Sudamérica,razón por la cual es probable que para aquel entonces más de un publicistao político rioplatense hubiese entrado en contacto con alguno de esostrabajos. Ciertamente, por esos años el filósofo inglés disfrutaha de unimportante prestigio en América Latina, a tal punto que en 1824 el afamadoescritor inglés WilIiam Hazlitt (1778-1830) sostenía irónicamente que aBcntham se lo conocía más en las minas de México y de Chile que en lapropia Gran Bretaña (Dinwiddy, '992: 294).

Ya en ese entonces Bentham abogaba con insistencia en favor del sis­tema republicano de gobierno, que debía consistir de una estructura uni­cameral democráticamente elegida, en detrimento de sistemas monár­quicos o aristocráticos que, en su opinión, atentaban contra los interesesde las mayorías. Este afianzamiento de su postura republicana lo acercarácada vez más al grupo de radicals más atemperados, como Francis Place(1771-1854), afamado viajero y ensayista inglés, pionero del movimientocartista, por aquellos años uno de los principales referentes de los círcu­los frecuentados por miembros de la intelectualidad radical inglesa. Eraprecisamente la librería del subsuelo de una sastrería de su propiedad, ubi­cada en Charing Cross Road, cercana a la zona de Westminster, el lugar dereunión de algunos de los más renombrados reformistas ingleses durantelos años de estadía de Rivadavia en Londres.

Sin embargo, los escritos de Bentham también eran objeto de un sinfínde críticas provenientes de ciertos círculos whig, e incluso de los radica/s.Entre éstos, algunos eran más extremistas, como WilIiam Cobbett (1763­

1835), que despreciaba las ideas utilitaristas, y en el Pub/ir Register de 1818

EL CLIMA INTELECTUAL EN LA BUENOS AIRES POSREVOLUCIONARIA I 195

sostuvo que los escritos de su principal mentor eran "puzzling, tediousandbeyond mortal endurance", en una clara alusión al estilo por demás densoy confuso que según no pocos predominaba en los escritos de Bentham(Dinwiddy, 1992: 8I). Por otro lado, importantes referentes whig comoSamuel Romilly (1757~1818) le reprochaban a Bentham su republicanismoapenas encubierto, que se traslucía en sus ataques al gobierno inglés, mien­tras que James Mackintosh (1765~1832), elcélebre historiador y politico deesafacción, publicaba una fuerte crítica del proyecto de reforma parlamen­taria de Bentham en un número de la Edinburgh Review publicado en1818 (cf. Dinwiddy.rcsz: 124-125; Fontana, 1985: 150). En ese artículo, anti­cipándose a los resquemores que años más tarde aquejarían a Iohn StuartMili (1806~1873) y a Alexisde Tocqueville (1805~1859), Mackintosh alertabasobre el hecho de que la instauración del sufragio universal impulsadapor Bentham podía generar una tiranía de la mayoría (cf. Dinwiddy, 1982:

125). Otros colaboradores de la Edinburgh Review -que gradualmente setransformó en elprincipal órgano de difusión de las ideas whigy de las sos­tenidas por los liberales- tampoco tuvieron reparos en catalogar a JamesMili como un "jacobino", ni en atacar a Bentham por sus ideas que -sos­tenían- carecían de sentido común (cf. Fontana, 1985: 92-93). Esta miradacrítica dirigida a los principales referentes del utilitarismo fue compar­tida por algunos de los asiduos concurrentes a aquel bastión de la "inteli­gencia whig" denominado Holland House. A diferencia de Bentham, elanfitrión de esta célebre casa de debate político y literario -lord Holland(1773-1840)- no era proclive a invitar a su salón a agentes sudamericanos,pero sí a liberales españoles exiliados en Londres, como JoséMaría BlancoWbite (1775~1841), editor del diario El Español,que seguía muy de cerca laevolución de la política en los países sudamericanos y que en la capitalinglesa se había vinculado con varios agentes diplomáticos y con hom­bres de letras sudamericanos, como fue el caso de Andrés Bello (1781-1865).

Sin embargo, el venezolano sólo tuvo contactos muy superficiales conHolland House. No hay evidencias de posibles contactos en Londres entreRivadavia y Bello, ni tampoco entre Rivadavia y Blanco White, y es muyprobable que dada la escasa propensión de la Holland House a recibir aagentes sudamericanos, el rioplatense no haya tenido oportunidad defrecuentar ese círculo.

En el plano académico, a fines de la década de 1820 Bentham sevio invo­lucrado en la creación de la Universidad de Londres, pues fue uno de losprincipales accionistas ligadosa este emprendimiento. También tuvo algunaparticipación en la creación del University College de esa nueva universi­dad, aunque no fue su fundador, como comúnmente se cree. Por otra parte,

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196 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA

era notorio el desdén de Bentham por los dos más jerarquizados estable­cimientos académicos de Inglaterra -Oxford y Cambridge-o En una cartadirigida a Simón Bolívar (1783-1830) en agosto de 1825, Bentham los defi­nió como "two great nuisances" que eran "storehouses and nurseries ofpoli­

tical corruption", poniendo de relieve su rechazo por cualquier tipo deinstitución educativa de carácter elitista (Fuller, 1998: 5-7).

No cabe duda de que el contacto, por vía directa o indirecta, de Rivadaviacon círculos político-intelectuales durante su estadía en Londres fue clavepara su posterior intento de promover un entorno cultural semejante enBuenos Aires poco tiempo después de su retorno. La aparición en Londresde journals -como Edinburgh Review, Quarterly Review o WestminsterReview- era un fenómeno novedoso en la esfera cultural británica de en­tonces. Esasrevistas de carácter académico-literario publicaban fundamen­talmente reviews escritos por autores anónimos -aunque, como ya hemosdicho, generalmente muy prestigiosos- acerca de textos correspondientesa los géneros literario, político, filosófico, relatos de viajes, etcétera.

Yapara la década de 1820 era posible consultar algunos de estos jour­

nals en las asociaciones de residentes británicos en Buenos Aires, y aun­que aún no había allí versiones locales, la "crítica" como género asomaríade manera cada vez más visible en El Argos, La Abeja, El Centinela, entreotros diarios editados por conspicuos miembros del círculo rivadaviano.En sintonía con la aparición de la incipiente esfera universitaria en Bue­nos Aires, el objetivo de estos publicistas fue promover un clima de debatecultural más elevado, semejante al que presenció Rivadavia en Londres y

en París, ciudad en la que también residió durante bastante tiempo.En los primeros cinco años de la Restauración borbónica en Francia,

iniciada en 1814, Rivadavia tuvo oportunidad de observar cómo se confi­guraba el nuevo escenario político. Eran los inicios del gran débat, que ten­dría a Prancois Guizot (1787-1874) como una de las figuras políticas másdestacadas del doctrinarismo liberal, facción que en la nueva Asambleaejercía una fuerte oposición al gobierno. Asimismo, en su calidad de pro­fesor de historia en la ancienne Sorbonne, Guizot también fue un encum­brado referente del estimulante clima académico que se vivía entonces enParís, donde se asistía al avance del socialismo utópico ya la emergenciade la "fisiología social" propiciados por Saint-Simon (1760-1825).

El epistolario que mantuvo Rivadavia con importantes personalida­des de la esfera político-intelectual de ese país nos permite apreciar su acer­camiento a referentes del republicanismo, como el marqués de Lafayette(1757-1834), De Pradt, Traey y Pierre Daunou, entre otros. Como ya se hamencionado, fue con Tracy con quien el rioplatense mantuvo el con-

EL CLIMA INTELECTUAL EN LA BUENOS AIRES POSREVOLUCIONARIA I 197

tacto más estrecho en Francia. Probablemente fue en su afamado Salan

donde Rivadavia tomó contacto con destacadas figurasde la intelectua­lidad parisina, y donde se fue nutriendo de primera mano de los princi­pios esenciales de la Idéalogie, que había surgido como corriente de opi­nión política en la década de 1790, durante el período del Directorio, enel entorno literario de Madame Helvétius (1722-1800), Condorcet (1743­

1794)YMirabeau (1749-1791), yque desde aquel momento contó con Traeycomo uno de sus principales referentes. Durante los años de la Restaura­ción, los miembros de este grupo se dedicaron a elaborar teorías quedesafiaban la retórica política dominante. Dada la histórica relación entrela monarquía y el privilegio en Francia, veían con gran resquemor el res­tablecimiento del principio monárquico hereditario, motivo por el cualbuscaron reafirmar su republicanismo, así como los medios más eficacespara impulsar una variante política más radical que pudiera conciliarsea su vez con las nociones de "utilidad" y de "bienestar general". Más alláde su fuerte afinidad con la tradición revolucionaria francesa, Traey y otroseminentes idéologues, como Pierre Cabanis y Daunou, pretendían esta­blecer un quiebre con esa retórica y promover en cambio un ideal republi­cano más moderado. En definitiva, la mencionada corriente filosóficafrancesa, con muy marcadas reminiscencias del utilitarismo inglés, favo­recia la idea de promover el bienestar y la utilidad bajo un sistema repu­blicano, y sustentaba sus principios teóricos en un fuerte rechazo a latradición de los derechos naturales, sobre la base de que los derechos sonconsecuencia de sistemas de leyes confeccionados por los hombres, y node leyes preexistentes de la naturaleza.

Como sostiene Cheryl Welch, en su muy sugerente estudio sobre laIdéologie, el objetivo de Traey y de su principal aliado intelectual-Caba­nis- era desarrollar un método útil para el estudio de las ciencias sociales,una metaciencia: "la théorie des théories". Al igual que los utilitaristas ingle­ses, los idéologues intentaron proyectar la filosofía del sensualismo y de laasociación de ideas del siglo XVIll con el fin de crear una ciencia del hom­bre. Por lo tanto, procuraban seguir el ejemplo de los físicos de la cienciadel lnstitut national-ereado en reemplazo de las academias por la Con­vención Nacional en 1795, durante los años de agitadas turbulencias polí­ticas ysociales en Francia-, quienes prestaban particular atención al deta­lle y a la investigación empírica, tendiente a cumplir con el objetivo deesta nueva institución académica: unir la amplia gama del conocimientohumano, una encyclopédie viviente. Allí, Tracy y Cabanis dictaron clases y

elaboraron sus teorías acerca de las sensaciones y las ideas, y también fuealli donde, con el fin de evitar las connotaciones un tanto limitadas de pala-

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198 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA lATINA

bras como "fisiología" y "metafísica", Tracy sugirió el neologismo idéolo­gie para designar a la ciencia derivada del análisis de las sensaciones y lasideas (Welch, 1984: 33-36).

En materia política, y en clara sintonía con los lineamientos del utilita­rismo de Bentham, los idéologues hicieron particular hincapié en la nece­sidad de ampliar los niveles de libertad de expresión, que según ellos debíaser el ingrediente esencial de un gobierno democrático yel vehículo apro­piado para la consolidación del ideal de la "república ilustrada" (ibid.:107-116), que se plasmaría bajo la guía conductora de un Estado que tam­bién debía fomentar el progreso y la difusión de las artes y la ciencia. Elimpacto que sobre Rivadavia tuvieron los principios del utilitarismo y dela Idéologie se percibió con nitidez poco tiempo después de su regreso aBuenos Aires, cuando, integrante ya del nuevo gobierno porteño, puso enmarcha una vasta agenda de reformas.

Según Welch (ibid.: 2), tal como ocurría con las teorías de Jeremy Ben­tham y de James MilI en Inglaterra, las perspectivas políticas y sociales con­tenidas en los escritos de Tracy y de Daunou fueron adoptadas y adapta­das por diversos grupos de seguidores para diseñar una argumentaciónracional en favor de la democracia. Una afirmación parecida hace VarelaDominguez de Ghioldi (1938: 47-64) cuando dice que esta escuela poli­tica hacía de la ciencia un instrumento de la democracia, concepto quefue especialmente tomado en cuenta por los reformistas y los publicistasrivadavianos durante la década de 1820.

LE MOMENT RIVADAVIA. BUENOS AIRES Y LA "FELIZ EXPERIENCIA"

Con la incorporación de Rivadavia como ministro de Gobierno de BuenosAires -cargo que desempeñó durante el período 1821-1824- se puso en mar­cha un intenso programa de reformas que abarcó las esferas política, ecle­siástica,militar y cultural. Entre otros objetivos,aquéllas apuntaban a ampliarel marco de participación política (a través de la implementación del sufra­gio universal masculino) y de la opinión pública (a partir de la introduc­ción de una ley de libertad de expresión), además de acotar las funcionesde la Iglesia y del Ejército y ampliar la dimensión de las actividades cultu­rales en la ciudad -en este caso, a partir de la creación de la nueva univer­sidad y del impulso de ciertas actividades artísticas y culturales, como se evi­dencia en la creación de la Asociación Literaria, la Escuela de Dibujo y deArquitectos y también por las innovaciones introducidas en el teatro-.

EL CLIMA INTELECTUAL EN LA BUENOS AIRES POSREVDLUCIONARIA I 199

Tras los objetivos de esta inocultable tendencia reformista del gobiernose apreciaba elferviente deseo de muchos de sus miembros -especialmentede aquellos civiles y clérigos asociados al círculo rivadaviano, como [ulián

Segundo de Agüero (1776-1851), Valentin Gómez, Manuel Garcia (1784­1848), Juan Cruz Varela, Ignacio Núñez (1792-1846) y Juan Fernández deAgüero (1772-1840), entre otros- de erradicar todo vestigio de remanen­tes hispánicos de las instituciones, de las prácticas culturales y de la dimen­sión estético-urbana de la ciudad. Elobjetivo regeneracionista de este grupopodía apreciarse, por ejemplo, en medidas tales como la supresión delCabildo, la prohibición de las corridas de toros y la emergencia de ciertasinnovaciones urbanísticas.

De todas las reformas impulsadas por elgobierno de Buenos Aires pro­bablemente sea la eclesiástica la que generó más debates y polémicas. Elespíritu de esta reforma cuadraba plenamente con el latiguillo de raigam­bre neoclásica, al que hacían alusión frecuente algunos de los más conspi­cuos integrantes del entorno rivadaviano, que exhortaba a "estar a la alturade las luces del siglo",y en el que estaba implícita la firme voluntad de este

grupo de constreñir a la Iglesia a sus funciones específicas. Esto quedaríareflejado en ciertas restricciones impuestas a la Iglesia católica por elgobierno de Buenos Aires, como la supresión de casi todas las órdenes reli­giosas, la Ley de Reforma del Clero de noviembre de 1822, que entre otrascosas establecía la abolición de los tributos eclesiásticos, y, dos años mástarde, la introducción de una ley que garantizaba la libertad de cultos.

La reforma eclesiástica dio lugar a innumerables discusiones, tanto enel seno de la Legislatura porteña, donde los clérigos del entorno rivada­viano como Agüero y Gómez se "trenzaban" con acérrimos opositores ala medida -es el caso del obispo provisor Mariano Medrana (1766-1851)­

como en las confrontaciones "mediáticas" que enfrentaron a publicistas

"rivadavianos", como Ignacio Núñez y Juan Cruz Varela, con el padreCastañeda, panfletista y enconado enemigo del gobierno. Esteúltimo denun­ciaba en los siguientes términos el modo en que, a su criterio, el Partidodel Orden se proponía "impregnar" en la sociedad porteña valores y ense­ñanzas asociados con la ilustración europea en lugar de los tradicionalesvalores hispanos y clericales:

A fuerza de golpes desengañémosnos, y confesemos que carecíamos desabios antes de la revolución, y que en el discurso de ella solo hemoslogrado proveernos de sabios al revés, o más bien diré, de sabios monosde los extranjeros, esto es de sabios que nos quieren hacer andar a lafrancesa, a la inglesa, y a la diabla, solo porque fueron baúles, y vinie-

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ron baúles de Francia, o de Inglaterra: desengañémosnos, y confese­

mos lo que dijo Beresfor cuando conquistó esta plaza, a saber, que lailustración de Sud-América estaba en el clero: y yo añado que en el clero

está también la prudencia, y el concepto público que los patriotas jamás

tuvieron, y que aún cuando lo hubiesen tenido antes de la revolución,

seguramente lo hubieran perdido en los diez años de ir y venir, hacer y

deshacer, caer y levantar, robar, e intrigar (Weinberg, 2001: 219-220).

La defensa de los valores asociados a la reforma eclesiástica obligó a "los

rivadavíanos" a elaborar una serie de argumentaciones, tomadas en gran

medida de los textos de diversos filósofos europeos, con el doble fin de

difundir estos ideales entre un público más amplio a través de los diarios,

y de responder a la necesidad de contar con las "herramientas teóricas" que

les permitieran enfrentar los duros embates provenientes de los sectoresopositores. Es a la construcción de esta suerte de discurso oficialista por

parte de los publicistas cercanos al gobierno a lo que Myers (1998: 31-48)llama «cultura literaria" del núcleo rivadaviano.

Aunque centrado en un tópico específico -la reforma de la Iglesia-, eldebate que se generó en torno de este asunto trajo aparejada la difusión

cada vez mayor, tanto en los diarios como en los panfletos, de teorías abs­

tractas y principios filosóficos estrechamente vinculados con el "debateintelectual" europeo. En este sentido, tanto diarios como panfletos de alguna

manera cumplían el rol de los journalsingleses dentro del espacio de debatepolítico-teórico en Buenos Aires y, pese a que sin duda su nivel era apre­

ciablemente inferior, contribuyeron sin embargo a poner en conocimiento

de un público cada vez mayor las distintas corrientes de pensamiento y

las diversas escuelas de interpretación filosófica entonces en boga en Europa.

A Castañeda le preocupaba especialmente cómo estas ideas, contenidas enlos "libros con pasta dorada", circulaban entre jóvenes de "botas lustro­

sas") algunos de los cuales ya se habían incorporado al nuevo ámbito de

educación superior porteña. Eran aquellos irreverentes jóvenes quienes

desplegaban una serie de actitudes que también atraían la atención de algu­

nos viajeros ingleses, como se lee en Un Inglés, donde se las define como

"completamente voltairianas', en alusión al clima de creciente seculariza­ción que el autor percibía en la ciudad durante esos años.

En su Historiade la Universidad de BuenosAiresTulio Halperin Donghi

definió a la recientemente creada institución como "imprecisamente dibu­

jada", pese a lo cual concluye que su fundación fue "una de las piezas maes­

tras de la reconstrucción del Estado que comienza precisamente en 1820",

debido al hecho de quc la nueva universidad venía a suplir el "hueco

El CLIMA INTELECTUAL EN lA BUENOS AIRES POSREVOLUCIONARIA I 201

inmenso" generado por la desintegración de algunas instituciones de la

vieja estructura colonial, claves para la difusión de la enseñanza, tales como

el Cabildo y el Consulado de Comercio. A su vez, la laicización de la vida

pública, reforzada por la reforma eclesiástica y por elhecho de que elEstado

de Buenos Aires se hacía cargo de un cada vez más variado conjunto deactividades sociales, restringía considerablemente la influencia de la Igle­

sia sobre la educación (Halperin Donghi, 2002: 27-31).

Más allá del hecho de que durante sus primeros años de vida la estruc­

tura de la universidad fue bastante escuálida -sobre todo debido al escaso

número de alumnos que ingresaban a ella-, la creación de cátedras como

Derecho Civil y Filosofía traería aparejada la inclusión de distintas varian­tes del pensamiento utilitarista en su plan de estudios. Pedro Somellera

(1774-1854), profesor del primero de los citados cursos, basaba sus clasesen un texto de su autoría titulado Principios dederecho civil-practicamente

una réplica del Traitéde législation de Bentham-. Asimismo, el texto del

curso dictado por Fernández de Agüero -Principios de ideología, elemen­tal,abstractiva y oratoria- se fundamentaba en las premisas básicas estable­

cidas por el sensualismo y la Idéologie, inspiradas en las ideas de Condillacy Tracy, entre otros. El diario oficialista El Argos celebró la creación de la

cátedra de Filosofía afirmando que dicho curso permitiría a los jóvenes

estudiantes desprenderse "de aquella multitud de principios ominosos, que

nos había consignado el fanatismo de los tiempos de las tinieblas y a los

que se nos creía vulgarmente obligados a prestar ascenso como verdades

emanadas del cielo y dictadas por la sana razón" (Romero, 1976: 223-224).

Sin embargo, es importante aclarar, como ya lo han hecho numerosos

autores, que la emergencia de la nueva universidad no dio lugar a un inme­

diato surgimiento de corrientes de pensamiento original autóctono o de

nuevas escuelas científicas locales. Es claro que, al igual que la difusión

de ideas y de debates acerca del entorno político-intelectual europeo pro­

movida por algunos editores y publicistas en diarios y panfletos porteños,también los cursos dictados en la nueva universidad se nutrían de una serie

de aseveraciones teóricas tornadas de pensadores foráneos (Chiaramonte,

'997: 179-183).De todas maneras, el curso de Filosofía, cuyo dictado comenzó en 1822,

enseguida generó toda suerte de controversias. El rector de la Universidad,

el también clérigo Antonio Sáenz (1782-1862) -según el cual las enseñan­zas impartidas por Fernández de Agüero se correspondían con «las doctri­

nas impías y contrarias a la Religión Santa del estado que enseña"- decidió

separarlo de su cátedra (cf. Fernández de Agüero, 1940: 28-29; Gutiérrez,

1998: 103).Sin embargo, ella le fue restituida poco después por el gobierno

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202 I HISTORIA DE lOS INTELECTUALES EN AMtRICA lATINA

bonaerense, seguramente debido a su cercanía con el círculo rivadaviano,como evidencia el hecho de que en 1823, cuando fue elegido diputado, Fer­nández de Agüero se plegó a dicha facción en la Legislaturaporteña. Latras­cendencia que tuvo este asunto en la incipiente "opinión pública" porteñase vería reflejada en los comentarios de ElArgos(4 de agosto de 1824):

El rector ha usado de una autoridad que no le compete, y á la verdadque nosotros lo que esperábamos era si el gobierno lo consentía defi­nitivamente para ocuparnos de ello,y no de las doctrinas, cuyo examen,aprobación o desaprobación en la universidad sabemos que nada im­porta cuando es tan cierto que cada literato en Buenos Aires tiene ensus estantes erigida una cátedra de la misma o peor naturaleza. Respectode las doctrinas repetimos, lo único que hemos admirado es, que aúnse insista en este tiempo en adoptar el medio de proscribirlo para sos­tener intacta la religión de Jesucristo, sin considerar que esa intoleran­cia infernal ha sido su mayor azote. Por lo demás en medio de la satis­facción con que advertimos la nueva posición que el gobierno haocupado en este negocio, nos lisonjea la esperanza de que continuarádando pruebas prácticas de que sabe que él está allí para mandar y nopara obedecer, sino a la ley.

Este episodio puso claramente de manifiesto las tensiones existentes en elincipiente ámbito académico porteño, debido a la introducción de cursoscuyos contenidos eran considerados por las autoridades de la universidadvinculadas con el clero como excesivamente nocivos y contradictorios conlas orientaciones más tradicionales de la enseñanza. Tal como había ocu­rrido unos años antes con las clasesde filosofía impartidas por Lafinur enel Colegio de la Unión del Sud, denotaban un profundo grado de males­tar y desconfianza entre aquellos miembros del clero porteño más cerca­nos allegado hispánico y muy críticos de las ideas y las enseñanzas prove­nientes de las nuevas vertientes filosóficas llegadas fundamentalmente deGran Bretaña y Francia.

En su primer número de 1823, ElArgosfelicitaba al gobierno de BuenosAires por su desempeño durante el año anterior, que con las numerosasreformas sancionadas le había permitido imponer los valores de la ilustra­ción europea, y lo alentaba a seguir por el mismo camino:

[Epocaventurosa! en que empezó a cumplirse la máxima del célebre Pla­tón: los pueblos son felices cuando gobiernan los filósofos, o filosofanlos que gobiernan. Ciudadanos, no defraudemos á nuestros dcscendien-

El CLIMA INTELECTUAL EN LA BUENOS AIRES POSREVOLUCIONARIA I 203

tes de tan gloriosas esperanzas. La ilustración y la firmeza han distin­guido vuestros pasos en la brillante carrera del 22. La ilustración y lafirmeza deben ser nuestra divisa en el 23. Habéis colocado ya las pri­meras piedras del suntuoso edificio social: que el año 23 vea el comple­mento (El Argos, 1 de enero de 1823).

El sentimiento de estar siendo "gobernados por filósofos" que el perió­dico se propuso transmitir reflejaba de algún modo el ferviente deseo dela claseletrada porteña y de los círculos rivadavianos de que, efectivamente,en la Buenos Aires de la"feliz experiencia" se asistiera a un clima de expan­sión cultural impulsado por el Estado y por el nuevo gobierno. Y aunquetal expectativa no tardaría demasiados años en desvanecerse, lo cierto esque esa suerte de "clima intelectual" que emergió en la ciudad durante esadécada -más allá de los avatares políticos que el Río de la Plata experimentódurante las décadas siguientes- significó, de alguna manera, el inicio deuna tradición académico-intelectual en la Argentina.

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Traductores de la libertad:el americanismo de losprimeros republicanosRafael Rojas

El destino de América era seguir la tendencia democráticadel siglo y ser republicana; nos importaba uniformarel sistema gubernativo en todo el continente, para formarentre todas las nuevas naciones independientes una comunidadde principios, de intereses, de paz, de orden, de economía

y de prosperidad.Vicente Rocaluerte, 1843

La historia de los intelectuales en Hispanoamérica, región poscolonialpor excelencia, no sería concebible sin una reconstrucción de los despla­zamientos migratorios y políticos, de los viajes y los exilios de las élitesletr~das. (Un estudio similar, aunque en sentido inverso, sobre las repre­sentaciones del mundo hispánico en la historia intelectual de los EstadosUnidos se encuentra en Iván laksic, 2007: 15-27.) Desde sus orígenes, a prin­cipios del siglo XIX, el movimiento independentista del continente estuvoencabezado por intelectuales (Francisco de Miranda [1750-1816], SimónBolívar [1783-1830], Mariano Moreno [1778-1811], Bernardo O'Higgins[1778-1842], José Maria Morelos [1765-1815]) que, provenientes del clero, elejército o la jurisprudencia, defendieron la separación de la metrópoli paraconformar nuevas soberanías nacionales sobre la base del gobierno repre­sentativo. La independencia, además de una guerra, era una revoluciónintelectual, un asunto de ideas y de lenguajes políticos: era preciso aban­donar el modo antiguo de pensar la comunidad para organizarla republi­canamente (Palti, 2007: 245-258). Corno se observa en los casos de Miranda,Bolívar y O'Higgins. el viaje, la traducción y el contacto directo con lasmonarquías parlamentarias de Europa, además de la lectura de clásicosde la ilustración, fueron experiencias formativas.

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206 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA

En las páginas que siguen, intentaremos reconstruir un momento sin­gular de los primeros exilios hispanoamericanos: la colonia de intelectua­les y políticos, conformada en Filadelfia, durante la tercera década del siglo

XIX. Los años en que el mexicano Fray Servando Teresade Micr (1765-1827),

elperuano Manuel Lorenzo de Vidaurre (1773-1841), el ecuatoriano VicenteRocafuerte (1783-1847) y el cubano Félix Varela (1787-1853) coinciden enFiladelfia son, también, los de la campaña del Perú, la transición del impe­rio de Iturbide a la República Federal en México, la posibilidad de una inva­sión separatista a Cuba yPuerto Rico y la formulación de la Doctrina Mon­roe, en los Estados Unidos. Se trata, pues, del momento en que se decide lapropagación regional de la forma republicana de gobierno, exceptuando lasAntillas y el Brasil,y se produce un discurso de la arncricanidad, hasta enton­ces inédito, y que a partir de 1830 será rebasado por los nacionalismos his­panoamericanos y lasestrategias hegemónicas de las nuevas potencias atlán­ticas (véanse Granados y Marichal, 2004: 11-38; Sepúlveda. 2()QS: 59-62).

Elpapel de aquellos intelectuales en la difusión del americanismo repu­blicano fue decisivo. Desde Filadelfia, Rocafuerte, Mier, Vidaurre y Varelaescribieron textos en favor de la idea republicana y comentaron o tradu­jeron documentos básicos de esa tradición, como los textos de ThomasPaine, la Declaración de Independencia de las Trece Colonias, la Consti­tución de los Estados Unidos, el Manual depráctica parlamentaria de Tho­mas Iefferson o los discursos de [ohn Quincy Adams.los folletos, los librosy las publicaciones editados por aquellos intelectuales se embarcaron rumboa las más importantes capitales de Hispanoamérica, concitando rechazos,desatando polémicas y provocando adhesiones. De aquella pedagogía repu­blicana, que propagó nuevas prácticas y nuevos discursos políticos en laregión, emergieron las primeras estrategias de construcción del Estadonacional y los primeros intentos de constitución de una ciudadanía moderna(véase, por ejemplo, la difusión del discurso republicano-americanista en

la Argentina, en Myers, 2002: 277-285).

LA AMERICANlDAD BOLIVARIANA

Entre 1810 Y1830, es decir, durante las dos décadas que abarcan las guerrasde independencia y el establecimiento de las nuevas repúblicas en Amé­rica Latina, las modernas identidades nacionales de la región aún no esta­ban plenamente configuradas. A mediados del siglo XIX, países como laArgentina, el Uruguay y el Paraguay surgieron de l. fragmentación del

EL AMERICANISMO DE LOS PRIMEROS REPUBLICANOS I 207

Virreinato del Río de la Plata. El Perú, Colombia y México preservaron enbuena medida el territorio primordial de sus antiguos virreinatos -Perú,

Nueva Granada y Nueva España-, aunque algunas jurisdicciones subor­

dinadas a los mismos, como Centroamérica, Panamá y Quito, dieran lugara nuevas entidades políticas. Chile, Venezuela yGuatemala nacieron de vic­jas capitanías generales y un país como Bolivia fue resultado, como ha vistoRobert Harvey (2002: 523-530), de la reorganización administrativa y jurí­dica del Alto Perú virreinal (véanse también, Kaplan, 1969: 199-229; Hal­perin Donghi, 1978: 184-223; Lynch, 1989: 9-43 y 336-350; Bethell, 1991: vol.

VI, 42-104; Rodriguez O., 1996: 256-282; Chevalier, 1999: 550-55 8).

La creación de identidades políticas nacionales en América Latina

durante la primera mitad del siglo XIX fue un proceso sumamente com­plejo que, en efecto, demandó de las nuevas élites un esfuerzo de ingenie­ría simbólica para "imaginar" e, incluso, "inventar" las nuevas naciones(Anderson, 1983: 47-64; O'Gorman, 1958: 134-136). Algunos historiadores-como Anthony Pagden (1990: 133-153), Francois-Xavier Guerra (1999: 43­

68) YAntonio Annino (1994: 229-253), entre otros- han insistido en quela independencia produjo un vacío en el imaginario borbónico de la sobe­ranía imperial que intentaron llenar las viejas identidades regionales ylocales de los pueblos, las ciudades y las provincias. La fuerza de una ovarias ciudades en un territorio ex virreinal determinó, en buena medida,el tránsito hacia regímenes unitarios, como en Colombia y Venezuela, ofederalistas, como en la Argentina y México, que asumieron el pacto repu­blicano más como una distribución de competencias políticas y admi­nistrativas entre el centro y la periferia que como un contrato entre el ciu­

dadano y la nación o entre el individuo y el Estado.Las naciones latinoamericanas, tal y como se conocen desde mediados

del siglo XIX, eran, por tanto, entidades simbólicas inexistentes en los

años previos y posteriores a la independencia. Los proyectos de integra­ción política promovidos por estadistas, como Simón Bolívar y LucasAlamán (1792-1853), y por instituciones continentales, como los Congre­sos de Panamá (1826) y de Tacubaya (T827), se inspiraron, por un lado, enesta ausencia de soberanías nacionales y, por otro lado, en la localizaciónde enemigos (Fernando VII y la Santa Alianza) y de aliados (Gran Bre­

taña y los Estados Unidos) comunes. Aquellos proyectos de unión fraca­saron, sin embargo, porque apelaban a una institucionalidad federal, ajenaa Hispanoamérica, como reconoció Bolívar, y a un sentimiento de perte­

nencia continental también inexistente.Lasvoces"América" y "americanos" fueron usadas por los primeros polí­

ticos de Hispanoamérica con singular polisemia. En México, por ejemplo,

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208 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA

los insurgentes Miguel Hidalgo (1753-1811), Ignacio López Rayón (1773-1832)

y José María Morelos se referían a la "nación americana", a la "indepen­dencia y libertad de América" o a la "ciudadanía de la América Septentrio­nal" como localizaciones históricas de un sujeto ambiguo: el "americano"(Tena Ramírez, 1964: 21, 23, 29 Y31). Unas veces, el significado del gentiliciosólo incluía a los criollos de la Nueva España y sus regiones aledañas, esdecir, a los nacidos en ese inmenso territorio que la Constitución de Cádizllamaba América Septentrional: "Nueva España con la Nueva Galiciay Penín­sula de Yucatán,Guatemala, provincias internas de Oriente, provincias inter­nas de Occidente, isla de Cuba con las dos Floridas, la parte española de laisla de Santo Domingo y la isla de Puerto Rico [... ]" (ibid.: 61). Otras veces,se extendía a todos los españoles residentes en la parte más orgánica de esaAmérica, esto es,a los peninsulares y a los criollos de la Nueva España, NuevaGalicia, provincias internas de Oriente y Occidente yYucatán,

La noción de lo americano, contrapuesta a lo europeo, remitía, en unazona del discurso separatista, a una entidad simbólica mayor, que compren­día toda Hispanoamérica, desde la Patagonia hasta Nuevo México. Estaimplicación es notable, sobre todo, en el imaginario plenamente republi­cano del separatismo que compartieron caudillos como José María More­los y Simón Bolívar. En los Sentimientosde la nación (1813) de Morelos seestablecíaque "laAmérica es libre e independiente de España y de otra nación,gobierno o monarquía", a diferencia del Acta solemnede la declaración deindependencia, de ese mismo año, que hablaba de la "América Septentrio­nal" o de la Constitución de Apatzingan, del año siguiente, en la cual ya apa­recía el nombre más específico de ''América Mexicana" (ibid.: 29-32). En elcaso de Marcias, esa tendencia a referirse a la ''América'', sin adjetivos, coin­cidía con el nativismo antiespañol-"que los empleos los obtengan sólo losarnericanos"-, motivado, en parte, por un recelo ante posibles amenazas ala seguridad de la nueva república -"que no se admitan extranjeros, si noson artesanos capaces de instruir, y libres de toda sospecha"- (ibid.: 30).

La americanidad de Bolívar, en cambio, se perfiló en la Contestación deun americano meridional a un caballero de esta isla (1815) yen el Discursoante el Congreso de Angostura (1819) como un concepto de identidad queenglobaba a toda la región latinoamericana, esto es, Hispanoamérica másBrasil, Haití, Jamaica o cualquier otra pequeña nación del Caribe francés,

holandés y británico. Aunque en el Discurso Bolívar se dirigía a un públicointegrado por "ciudadanos de Venezuela") su mensaje intentaba presentarla constitución de la república venezolana como un paso previo a la inte­gración confederal de aquella América. De ahí que al eshozar la posible"unión" justificara la misma con el argumento de que América Latina era

EL AMERICANISMO DE LOS PRIMEROS REPUBLICANOS I 209

una región culturalmente discernible dentro de Occidente y, como reco­mendaba Montesquieu en el libro XIX del Espíritude las leyes, una naciónen estado de naturaleza que debía ser constituida políticamente de acuerdo

con sus tradiciones y costumbres. Dice Bolívar (1999: 124):

Tengamos presente que nuestro pueblo no es el europeo, ni elamericanodel norte, que más bien es un compuesto de África y de América, que unaemanación de Europa, pues que hasta España misma deja de ser Europapor su sangre africana, por sus instituciones y por su carácter. Es impo­sible asignar con propiedad a qué familia humana pertenecemos.

La ambigüedad de la civilización latinoamericana, según Bolívar, prove­nía de ese tejido cultural heterogéneo que la identificaba. Esta certidum­bre bolivariana de que América Latina era un sujeto cultural en busca deuna morfología política ya se había plasmado cuatro años antes en laContestación de un americano meridionalo CartadeJamaica. Sólo que aquíla idea de institucionalizar políticamente la comunidad latinoamericanaaparecía como un imposible o una utopía, debido a la constatación, talvez demasiado exhaustiva, de las diferencias entre los miembros virtualesde ese nuevo organismo histórico. La"América Meridional" de Bolívar, queabarcaba desde Panamá hasta el Perú, así como la "América del Sur" de SanMartín o la "Septentrional" de Iturbide, eran fragmentos geográficos deun todo político americano más que entidades culturales contrapuestas a unotro (los Estados Unidos) o entre sí. Pero si se leen con cuidado algunospasajes de aquel texto se tiene la impresión de que Bolívar (ibid.:88) usabauna retórica utopista con el fin de tantear históricamente la posibilidad

de la integración:

Es una idea grandiosa pretender formar de todo el Mundo Nuevo unasola nación con un solo vínculo que ligue sus partes entre sí y con eltodo. Ya que tiene un origen, una lengua, unas costumbres y una reli­gión, debería, por consiguiente, tener un solo gobierno que confederaselos diferentes estados que hayan de formarse; mas no es posible, por­que climas remotos, situaciones diversas, intereses opuestos, caracteresdesemejantes, dividen a la América. ¡Qué bello sería que el istmo dePanamá fuese para nosotros lo que el de Corinto para los griegos! Ojaláque algún día tengamos la fortuna de instalar allí un augusto congresode los representantes de las repúblicas, reinos e imperios a tratar y dis­cutir sobre los altos intereses de la paz y de la guerra, con las naciones

de las otras tres partes del mundo.

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210 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA

Es curioso, sin embargo, que Bolívar vislumbre un parlamento latinoame­ricano con "representantes de repúblicas, reinos e imperios". Esto signi­fica que en su proyecto de integración no quedarían excluidos los gobier­nos monárquicos que se formaran en el continente. En ese mismo texto,Bolívar (1999:84) recomendaba, en contra de la opción monárquica defen­dida por el publicista francés Dominique de Pradt en su obra Descolonieset la révolution actuelle d'Amérique (1817), la creación de un conjunto derepúblicas unitarias, ya que, a su juicio, no eran aconsejables ni el "sis­tema federal", por "ser demasiado perfecto y exigir virtudes y talentos polí­ticos muy superiores", ni la "monarquía mixta de aristocracia y democra­cia': El primero, naturalmente, remitía al modelo norteamericano y, elsegundo, al británico. Aunque Bolívar sugería un tipo de república cen­tralista que sintetizara lo mejor de ambas formas de gobierno, es evidenteque su visión de los nuevos estados nacionales era flexible y que, tal vez,con el Brasil de don Juan en mente, no descartaba la alianza confederal demonarquías y repúblicas.

Bolívar puso a prueba esta flexibilidad en octubre de 1821 al enterarsede la entrada triunfal del Ejército Trigarante en la ciudad de México, trasla firma de los Tratados de Córdoba por el virrey de la Nueva España,Juan O'Donojú, y elgeneral Agustín de Iturbide. Entonces, Bolívar se apre­suró a felicitar a Iturbide por la "independencia del pueblo mejicano" y areconocer el "Gobierno Supremo del Imperio Mexicano",acreditando comoministro extraordinario y plenipotenciario de Colombia en México al vera­cruzano Miguel Santa María, quien propondría un "tratado definitivo queasegure la libertad e independencia de ambos países y les restituya a la fazdel mundo la importancia política a que son acreedores por su población

y riquezas" (Valle, 1993: 29 Y32-33). Sin embargo, mientras propiciaba estosprimeros contactos diplomáticos, Bolívar (ibid.: 31)transmitía a San Mar­tín su preocupación ante la posibilidad de que Fernando VII aceptara elPlan de Iguala y los Tratados de Córdoba y se trasladara a México, con el finde encabezar el nuevo imperio:

Este nuevo orden de cosas me hace creer, con fundamento, que si el gabi­nete español acepta el tratado hecho en México entre los generalesIturbide y O'Donojú, y se traslada allí Fernando VII u otro príncipe

europeo, se tendrán iguales pretensiones sobre todos los demás gobier­nos libres de América, deseando terminar sus diferencias con ellos,bajo los mismos principios que en México. Trasladados al Nuevo Mundoestos príncipes europeos, y sostenidos por los reyes del antiguo, podráncausar alteraciones muy sensibles en los intereses y en el sistema adop-

El AMERICANISMO DE LOS PRIMEROS REPUBLICANOS I 211

tado por los gobiernos de América. Así es que yo creo que ahora másque nunca es indispensable terminar la expulsión de los españoles detodo el continente, estrecharnos y garantirnos mutuamente, para arros­trar los nuevos enemigos y los nuevos medios que pueden emplear.

En carta al general Carlos Soublette, Bolívar (1999:35) reiteraba sus temo­res ante la instauración de un gobierno monárquico en México: "el tronode México tendrá constantemente pretensiones sobre su limítrofe Colom­bia, cuyo sistema debe alarmarlo': Yagregaba: "son innumerables los mediosy recursos de un gobierno fuerte y enérgico, como elmonárquico, para ata­car a un vecino que no lo es tanto". Aun así, Bolívar persistió en su defensadel régimen republicano centralista para Sudamérica y, a la vez, intentópromover una alianza diplomática con el imperio de Iturbide, Para ellodesignó al político veracruzano, Miguel Santa María, un republicano con­vencido, como ministro plenipotenciario de Colombia. Santa María fuerecibido por elsecretario de Relaciones Exteriores del imperio, José ManuelHerrera, en marzo de 1822, y durante los dos primeros meses de su ges­tión intentó promover una diplomacia cuidadosa, capaz de sobreponersea las diferencias de ambos países en cuanto a la forma de gobierno y deavanzar en un proyecto de "liga de paz y perpetua amistad entre la Repú­blica de Colombia y el Imperio de México" (ibid.: 38).

En sus primeras comunicaciones al secretario Herrera, Santa María insis­tía en presentar la alianza entre Colombia y México como un paso deci­sivo hacia la creación de "un nuevo orden de relaciones que necesariamentedebe subsistir en lo sucesivo, entre países antes incomunicados por el régi­men de un sistema colonial" (ibid.: 39). A pesar de que el mayor temor deBolívar residía en que elrégimen monárquico establecido favoreciera la ins­talación de un príncipe borbónico en México, la coronación de Iturbide,en mayo de 1822, enturbió estos primeros acercamientos diplomáticos. Ya enseptiembre de ese año, el secretario Herrera se quejaba, ante su homólogocolombiano Pedro Gual, de la actitud de Santa María, quien rechazó la inves­tidura imperial de Irurbide, "mostró absoluta denegación en presentarse aciertos actos de pura urbanidad"y, sobre todo, estuvo implicado en la cons­piración republicana del verano, que culminó con la disolución del Congre­so (ibid.: 45;véanse también Arma, 1991: 112-114; Ávila Rueda, 2001: 196-203).

En una nota diplomática, el secretario general de Gobierno de Colom­bia, Sr. J.G. Pérez, lamentó que Santa María se hubiera "complicado en lospapeles públicos en negocios ajenos a su misión y aun ajenos al espíritu dejusticia que rige al Gobierno de Colombia" y anunciaba su repatriación a

Colombia (Valle, 1993: 47). Sin embargo, el gobierno colombiano no llegó

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212 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA

a verificar el regreso del diplomático, ya que en diciembre de 1822 Santa Ma­ría se unió al Plan de Veracruz, encabezado por Antonio López de SantaAnna (1794-1876), que proclamó la forma republicana de gobierno, en con­tra de Iturbide, y unos meses después, tras la caída del imperio, fue reinsta­lado corno ministro plenipotenciario de Colombia en México. La historio­grafía no ha esclarecido aún cuán ajustada a las directrices diplomáticas deColombia fue aquella actuación francamente opositora de Santa Maríadurante el imperio de Iturbide. Lo cierto es que al instalarse el triunviratoprovisional de Mariano Michelena, Miguel Domínguez yVicente Guerrero,en julio de 1823,Bolívar se apresuró a felicitar a los mexicanos por el"triunfode las leyes contra los hombres, de la república contra el emperador":

El pueblo mexicano se ha cubierto de gloria en la lucha desesperada quesostuvo contra la España en doce años de sangreyde suplicios. Elgalar­dón de estos heroicos servicios era la libertad absoluta, bajo las leyesinexorables de una sabia república, y así la ha obtenido con gloria detoda laAmérica independiente que veía manchado su suelo con las tablasde un trouo de usurpación (en Valle,1993: 49).

A partir de 1823 las relaciones diplomáticas entre Colombia y México seafianzaron sobre esta identidad republicana, que era asumida por Bolívarcomo un principio de defensa geopolítico frente a España y la Santa Alianza.En el artículo segundo del Tratado de Unión, Liga y Confederación Per­petua entre México y Colombia, firmado en octubre de aquel año porMiguel Santa María y Lucas Alamán, ambos países suscribieron un "pactoperpetuo de alianza íntima y amistad firme y constante para su defensacomún, obligándose a socorrerse mutuamente y a rechazar en común todoataque o invasión que pueda de alguna manera amenazar la seguridad desu independencia y libertad" (ibid.: 51). Y en los últimos artículos, ambasnaciones anunciaban su propósito de extender dicho pacto a los "demásestados de la América antes española" y a convocar a una Asamblea Gene­ral de Estados Americanos, con representantes plenipotenciarios de cadapaís, que debería reunirse, primero, en el istmo de Panamá y, luego, enMéxico, «por su posición central entre los Estados del Norte y del Medio­

día de esta América antes española" (ibid.: 54).Aunque en el texto de aquel Tratado, los firmantes se cuidaban de refe­

rirse a México como nación y no como república, ya que en ese momentoaún no se había aprobado la nueva constitución federal, es evidente queel pacto con Colombia reforzaba la idea de una americanidad republicana.Desde un inicio, sin embargo, esa identidad quedó circunscrita a la"Amé-

El AMERICANISMO DE lOS PRIMEROS REPUBLICANOS I 213

rica antes española", es decir, a Hispanoamérica. En nombre de ese repu­blicanismo hispanoamericano, Bolívar, a través de Santa María, solicitó algobierno de Guadalupe Victoria auxilios pecuniarios para la campaña delPerú, en 1824, y el Congreso federal de México, a petición de Fray ServandoTeresade Mier, concedió al Libertador la ciudadanía honoraria, ya que "porsus tratados de íntima alianza entre todas las Repúblicas de América, es ymerece serlo ciudadano de todas" (ibid.: 58-60).

En diciembre de 1824, semanas antes de la victoria de Ayacucho, desdesu condición de Dictador Supremo del Perú, Bolívar redactó una invita­ción formal al Congreso de Panamá dirigida a los gobiernos de las repú­blicas de Colombia, México, Río de la Plata, Chile y Guatemala.Alli hablabade un "sistema de garantías que, en paz y guerra, sea el escudo de nuestrodestino", el cual debía "consolidar el poder de este gran cuerpo político"por medio del "ejercicio de una autoridad sublime (una asamblea de ple­nipotenciarios, nombrados por cada una de nuestras repúblicas) que dirijala política de nuestros gobiernos" (ibid.: 63). ¿Qué significaba ese "cuerpopolítico" en términos geográficos y administrativos? La respuesta de Bolí­var era ambigua: una asamblea de los gobiernos confederados del "mundo

de Colón" (ibid.: 64).

FILADELFIA Y LA RADICALIZACIÓN REPUBLICANA

En la historia intelectual y política de Hispanoamérica es discernible unprimer momento republicano, entre 1814y 1830, que arranca con la restau­ración del absolutismo borbónico y el fracaso del liberalismo gaditano yculmina con el nacimiento de las soberanías nacionales y la frustración delproyecto bolivariano. En aquellos años, la consumación de la independen­cia en casi todos los países de la región se dio acompañada por intentosconstitucionales de inspiración republicana que convergían en cuatro prin­cipios básicos: la soberanía popular, el gobierno representativo, la electi­vidad de la primera magistratura y los derechos ciudadanos. En la Cons­titución venezolana de 1819, en las de las Provincias Unidas argentinas de1819,1825 Y1826, en las chilenas de 1822, 1823 Y1828, en la peruana de 1823

yen la mexicana de 1824 se establecía claramente que el tipo de régimen

adoptado era republicano.Además de una concepción republicana de los derechos y deberes de la

ciudadanía, plasmada en los títulos primero, segundo y tercero del textodeAngostura, aquellas constituciones tenían un perfil antimonárquico,

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214 I HISTORIA OE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA

que se manifestaba en la afirmación de que las nuevas naciones, indepen­dizadas de España, "no eran patrimonio de una familia o persona". En eldiscurso de presentación de la Constitución de 1828, el vicepresidentechileno Francisco Antonio Pinto expresaba la naturaleza perfectible de

aquel texto constitucional con un argumento típicamente republicano, quetenía como fuente DeIespíritudelasleyes de Montesquieu (1987: 7-25; véasetambién Manin, 2002: 13-56): "los congresos futuros darán sin duda códi­gos análogos a las instituciones políticas de nuestro país. Veremos enton­ces desaparecer esa monstruosa disparidad que se observa entre las nece­sidades de una República y las leyes anticuadas de una Monarquía".

Un componente fundamental del imaginario republicano fue la visiónentusiasta de los Estados Unidos, en tanto nueva nación americana, sur­gida a partir de un pacto republicano y federal. Laconocida frase de Lorenzode Zavala, Manuel de Viya y Cosío y Epigmenio de la Piedra en el men­saje del Congreso General Constituyente a los "habitantes de la federación",

que sirvió de preámbulo a la Constitución federal de 1824, en el sentidode que la representación mexicana "felizmente tuvo un pueblo dócil a lavoz del deber, y un modelo que imitar en la República floreciente de nues­tros vecinos del Norte", no fue una declaración aislada en el contexto his­panoamericano (Tena Ramírez, 1964: 163). Más adelante, los congresistasmexicanos incorporaban esa admiración por los Estados Unidos a unaclara defensa de la homologación del gobierno republicano en el conti­

nente americano, "con exclusión de todo régimen real":

Un pacto implícito y eternamente obligatorio liga a los pueblos de laAmérica independiente para no permitir en su seno otra forma degobierno, cuya tendencia a propagarse es para él irresistible y para aqué­llos peligrosa. El Nuevo Mundo en sus instituciones ofrece un ordendesconocido y nuevo, como él mismo, en la historia de los sucesos gran­des que alteran la marcha ordinaria de las cosas; y como la caída de losCésares afirmó en Europa el gobierno monárquico, después de las san­grientas revoluciones políticas y peligrosas que le precedieron, así en elcontinente de Colón debía necesariamente dominar al fin el democrá­tico, resucitado con mejoría de las repúblicas antiguas, a fuerza de lasinspiraciones vivificadoras de los genios modernos (ibid.: 165).

Esta idea monroísta fue compartida por la mayoría de los intelectuales ylos políticos de la primera generación hispanoamericana. En sus memo­rias-Un americanolibre(1843)-, escritas para defenderse de los ataques dela prensa quiteña, favorable al dictador Juan José Flores, el ecuatoriano

EL AMERICANISMO DE LOS PRIMEROS REPUBLICANOS 1 215

Vicente Rocafuerte narró la biografía intelectual de aquella generación,en la que figuran el mexicano Fray Servando Teresa de Mier, el peruanoManuel Lorenzo de Vidaurre, el venezolano Andrés Bello (1781-1865) y loscubanos Félix Varela y José María Heredia (1803-1839). Se trata, comodescribe Rocafuerte (1947: 30-41), de un grupo de intelectuales y politicosdel primer tercio del siglo XIX hispanoamericano que sigue un itinerariosimilar: autonomismo criollo, liberalismo gaditano, separatismo, masone­ría, republicanismo. Letrados que empiezan leyendo a Suárez y Vitoria, aGrocio y Filangieri y terminan leyendo a Montesquieu y Rousseau, a Paineya los federalistas norteamericanos.

El propio Rocafuerte, como es sabido, no sólo jugó un papel decisivoen la caída de Iturbide y en la transición a la república federal en Méxicopor sus fuertes vínculos con conspiradores republicanos como MiguelSanta María, Miguel Ramos Arizpe y Lallave, sino por su intensa obra dedifusión ideológica del republicanismo, la cual consistió, por una parte,en traducciones de la Historia de la independencia de Norte América delabate Raynal, del Espíritu de las leyes de Montesquieu, del Contrato socialde Rousseau, de la Declaración de Independencia de 1776, de la Consti­tución de los Estados Unidos de 1787, de discursos de Washington, Ief­ferson y John Quincy Adams y,por la otra, en la escritura de varios ensa­yos en defensa de esa forma de gobierno, como Ideas necesarias a todopueblo que quiere ser libre (1821), Bosquejo ligerísimo de la revolución deMéxico, desdeel grita de Iguala hasta la proclamación imperial (1822) y Elsistemacolombiano, popular, electivo y representativo eselque más convienea la América independiente (l823) (ibid.: 32-36).

Para Rocafuerte, "la gran cuestión de América bajo su verdadero puntode vista" era la homologación política continental bajo la forma republi­cana de gobierno. Laindependencia hispanoamericana era, ni más ni menos,la oportunidad histórica de abandonar el "axioma del divino origen de lasoberanía de los reyes" y constituir nuevos estados nacionales de acuerdocon "los principios más extensos de las teorías del liberalismo, descubier­tas, explicadas y desarrolladas por Montesquieu, Mably, Filangieri, Cons­tant, Franklin y Madison" (Rocafuerte, 1821;1822; 1962: 15; véase tambiénRodríguez O., 1980: 10-32). Esta idea de la construcción de una nueva comu­nidad republicana en Hispanoamérica supeditaba las identidades nacio­nales a la identidad americana continental y, a la vez, afirmaba a los Esta­dos Unidos como modelo ideológico e institucional de los nuevos estados.Dicha condición modélica o paradigmática hacía de los Estados Unidosuna entidad histórica ambivalente: cercana y distante, propia y ajena. Deahi que Rocafuerte terminara su genealogía del liberalismo con dos repu-

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216 I HISTORIA DE lOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA

blicanos norteamericanos, Franklin y Madison, y más adelante reseñara

con estas palabras su exilio en Washington durante el imperio de Iturbide:

No soy, ni pretendo ser un literato, soy un simple patriota lleno de entu­siasmo por la libertad, la gloria y prosperidad de América, mi patria. Por

no presenciar la tiranía que va a oprimir a la deliciosa ciudad de México,

he abandonado las risueñas vistas del precioso valle de Tenochtitlán por

las márgenes del Potomac, en cuyas cercanías está el sagrado sepulcro

del héroe de los siglos, el grande, el inmortal Washington. Venid aquí

¡oh valientes mexicanos', a consultar sus venerandas cenizas y a su aspecto

volveréis a templar vuestras almas. Este es el oráculo verdadero de la vir­

tud y la libertad (Roeafuerte, 1962: 17).

En un texto menos conocido, Ensayo sobre tolerancia religiosa, Rocafuerte

desarrolló aun más esta visión entusiasta de los Estados Unidos que com­

partieron los primeros republicanos de Hispanoamérica. Allí el liberal ecua­toriano establecía una distinción entre el "viejo" y el "nuevo" mundo, entre

Europa y América, a partir de la contraposición de dos historias de la liber­

tad. En una curiosa inversión de los tópicos antiamericanos de la ilustra­

ción y el romanticismo europeos, Rocafuerte pensaba que la diferencia

entre ambos mundos, a cada lado del Atlántico, era física y moral. Mien­

tras la historia cultural europea había producido, desde el Renacimiento

y la Reforma, la idea de que "la libertad de conciencia" conducía a la "liber­

tad política", en América se había producido la secuencia contraria: "hemosestablecido la libertad política, la que envuelve en sus consecuencias la tole­

rancia religiosa, y así por diversos caminos que los europeos llegaremos al

mismo resultado de civilización" (ibid.: 159).La libertad religiosa, que en México y en otras nuevas repúblicas his­

panoamericanas se veía, a su juicio, limitada por el legado de la Constitu­

ción de Cédiz, no era, según Rocafuerte, una consecuencia del avance delsaber o de la falibilidad de la fe.Su aproximación al tema dificilmente podria

asimilarse a Kant, Locke o Voltaire, sino que provenía directamente de los

republicanos y los federalistas norteamericanos: "toda religión dominante

es opresora", pensaba Rocafuerte, cuando obstruye el funcionamiento de

otras esferas de la civilización, como la industrial, la política o la artística

(ibid.: 162-168). De ahi que la libertad religiosa debería agregarse a las liber­tades "política" y'tmercantil" corno uno de "los tres elementos de la moderna

civilización, que forman la base de la columna que sostiene al Genio de la

gloria nacional, bajo cuyos auspicios gozan los pueblos de paz, virtud,

industria, comercio y prosperidad" (ibid.: 161).

EL AMERICANISMO DE LOS PRIMEROS REPUBLICANOS I 217

Ese "genio de la gloria nacional", según Rocafuerte, sólo se había mani­

festado plenamente en los Estados Unidos, y las nuevas naciones hispano­americanas debían ser fundadas a partir de la misma articulación de liber­

tades religiosas, políticas y económicas. Casi todos los republicanos de la

América hispana que pasaron temporadas en Nueva York, Washington o

Filadelfia durante la primera década poscolonial, llegaron a ideas simila­

res a las de Rocafuerte, aun cuando algunos de ellos, como Mier y Varela,

fueran sacerdotes católicos. La experiencia migratoria en esas ciudades delos Estados Unidos, en un momento en que todavía se escuchaban los

ecos de la epopeya fundadora, a fines del siglo XVIII, y de la última guerra

contra Gran Bretaña, en 1812, además de las amistades políticas y los víncu­los masónicos con funcionarios norteamericanos y diplomáticos hispano­

americanos, afianzaron el republicanismo de aquellos intelectuales.

Aunque muchos de ellos vivieron la mayor parte del tiempo en Nueva

York, la ciudad donde publicaron y conspiraron fue, sobre todo, Filadelfia.

Este puerto, que fuera la primera capital de la nueva federación, todavía en

las primeras décadas del siglo XIX era el más importante de la costa nor­deste de los Estados Unidos. Con una población de más 60.000 habitan­

tes, Filadelfia había sido el centro legislativo de la revolución de las trece

colonias durante casi dos décadas, y la ciudad principal de Pennsylvania,

el estado con más representantes ante la Unión. Allí se habían reunido el

primero (1774) yel segundo (1775) Congreso Continental, se habían deba­

tido y firmado la Declaración de Independencia (1776), los Artículos de la

Confederación (1777),la Constitución de 1787y se había experimentado untípico proceso de ilustración, con nuevas formas de sociabilidad y una esfera

pública impresa, conformada por folletos, libros, periódicos y revistas (Remer,

1996: 23-45; véase también Weigley, 1982: 312-330). Filadelfia fue la ciudaddonde Benjamin Franklin editó la Pennsylvania Gazettey el Poor Richard'sAlmanack,dos de las publicaciones precursoras de la ilustración americana,

y donde a fines del siglo XVII! fue fundada la Franklin Society, una frater­nidad masónica de impresores que aún existía en la década de 1820 (Cons­titution of the Franklin Society, 1792: 1-15;Fohlen, 2000: 277-290).

En las citadas memorias -Un americanolibre-, Rocafuerte contó la lle­

gada a Filadelfia de los republicanos de su generación. Hasta 1822, su bio­

grafía era muy parecida a las de Mier, Varela y Vidaurre: juntista en 1808,

diputado ante las Cortes de Cádiz por la provincia de Guayaquil, peregri­

nación por Europa tras la restauración del absolutismo en España, inicia­ción en la masonería. exilio bolivariano en Filadelfia y Nueva York (Roca­

fuerte, 1947: 19-31). Pero la instalación en aquellas ciudades norteamericanashabía sido fraguada en La Habana, un año antes, donde coincidieron, por

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218 I HISTORIA OE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA

lo menos, tres de ellos, Mier, Vareta y Heredia, y donde, a través del poeta

argentino José Antonio Miralla y el político colombiano José FernándezMadrid, se habían relacionado con una sociedad secreta que conspiraba a

favor de Bolívar y la independencia hispanoamericana (Domínguez Michael,

2004: 593-596). Como ha escrito este autor, durante la década de 1820 "el

corredor Habana-Filadelfia sustituyó al eje Londres-Cádiz" en aquellas

redes de conspiración intelectual, política y masónica (ibid.: 594). Hasta

el peruano Vidaurre tuvo su experiencia cubana, ya que entre 1821 y 1822

vivió en Puerto Príncipe, Camagüey, donde se desempeñó corno oidor de

la Audiencia (Pérez Bonany, 1964: 20-40).

Entre 1821 y 1822, la figura central de la colonia hispanoamericana en

Filadelfia era Manuel Torres, ministro y "purchasing agent" de la Gran

Colombia en los Estados Unidos, quien residía en aquella ciudad desde

fines del XVIII. Torres no sólo tenía contactos diplomáticos regulares conMonroe y Adams sino que había hecho amistad con importantes persona­

lidades de aquella ciudad, como e! banquero Nicholas Biddle, e! magnate

naviero Stephen Gerard, el comerciante Richard Meade y el editor de TheAurore, el principal periódico de Filadelfia (Domínguez Michael.aooa: 593­

396; véanse también Rodríguez O., 1980: 17-18;y Bowman [r., 1968: 234--'246).

Torres, corno es sabido, alojó y ayudó a Rocafuerte y a Mier y los intro­

dujo en círculos masónicos, políticos y periodísticos de la ciudad. Las

cartas entre Torres y Mier, recogidas por YaelBitrán Goren (1992: 267-287),

dan una buena idea de la relación de aquellos intelectuales con los impre­

sores de Filadelfia y de la prioridad que Torres concedía a la edición y el

embarque de libros y folletos hacia Hispanoamérica.A la muerte de Torres,

en 1822, Rocafuerte heredó aquella red y la puso a disposición de otros

hispanoamericanos que llegarían a Filadelfia a fines de ese año y en 1823,

corno el peruano Manuel Lorenzo de Vidaurre y los cubanos Félix Varelay José María Heredia.

Uno de los impresores que, a instancias de Torres y Rocafuerte, respaldó

a los hispanoamericanos fue [can Francois Hurtel, conocido como Iohn

F.Hurtel o Juan Francisco Hurtel, descendiente de una familia de colonos

de Alabama, quien editaba traducciones de libros franceses y españolesen Filadelfia desde la segunda década del siglo XIX. En 1817, por ejemplo,

Hurtel publicó el popular manual de la época del imperio napoleónico,

Art of dancing, Rulesof deportment and descriptions ofmanners ofcivility,de J. H. Gourdoux-Daux, y comenzó a interesarse en la cuestión hispa­

noamericana con tres impresos: El triunfo de la libertad sobre el despo­tismo. Réplica de loshebreos después del cautiverio de Babilonia, la Homi­líadel CardenalChiaramonti, del caraqueño Juan Germán Roscio, y Reply

El AMERICANISMO DE LOS PRIMEROS REPUBLICANOS I 219

to the Author of the Letter on South America and Mexico, un folleto diri­

gido al presidente Monroe y atribuido al propio Manuel Torres (Roscio,

1996: 264-271; Henry, 2006: 1-8).Además de una reedición de la Brevísimarelación de ladestrucción de las

Indias de Las Casas, Hurte! publicó tres textos básicos del primer republi­canismo hispanoamericano: la Memoriapolítico-instructiva (1821),de Mier,

y las Cartas americanas, politicas y morales (1823a) yel PlandelPerú (,823b),

de Vidaurre. La plataforma doctrinal de estas obras, como es sabido, era

la misma que la de Rocafuerte en Ideas necesarias (1821) -a la que el ecua­

toriano había agregado como apéndices traducciones de Paine, del dis­

curso de Adams del 4 de julio de 1821,de la Declaración de Independencia,

de los Artículos de la Confederación y de la Constitución de 1787- y tam­bién coincidía con la estrategia bolivariana y monroísta: la defensa de la

forma republicana de gobierno para Hispanoamérica. Más explícito que

Rocafuerte y Mier en cuanto a sus lecturas filosóficas, Vidaurre dejaba ver

su entusiasmo por textos clásicos de la independencia norteamericana,

como Common Sense (1776)y RightsofMan (1791), de Thomas Paine, y por

la reciente crítica a la monarquía católica española lanzada por José Blanco

White en sus Letters from Spain (1822).

Vidaurre, quien al igual que Vare1a todavía era fernandista en 1821,radi­

calizó su republicanismo durante la breve estancia en Filadelfia, que coinci­

dió con el fin del "trienio liberal" y e! avance de la gesta separatista (Peralta

Ruiz, 2007: 1-23). Esto es notable en la factura del texto del Plande Perú, ini­

cialmente escrito en 1810, en España, cuando era diputado a las Cortes deCádiz, y titulado PlandelasAméricas. En la versión original de aquel escrito,

el peruano se apoyaba en la tradición ilustrada del monarquismo represen­tativo (Montesquieu, Beccaria y Pilangieri. sobre todo) para defender elauto­

gobierno de los reinos de ultramar y para identificar el absolutismo con una

forma despótica de gobierno. Sin embargo, ya en la edición de 1823 y, sobre

todo, en Lascartas americanas, sin abandonar aquellas referencias ilustra­

das, incorpora el enfoque republicano, citando a Maquiavelo, Bentham yPaine, y proponiendo, incluso, una abolición del fuero eclesiástico, muy a

tono con la "denuncia de la cruel tiranía de las leyes clericales" sostenida

por Blanco White (,972: 88-94; cf. también Vidaurre, 1823a: 40-4'

y 74).La edición de! PlandelPerú de Filadelfia, en 1823, no dejaba dudas sobre

el giro republicano que daba el intelectual peruano: el libro aparecía dedi­

cado a Bolívar y en el mismo se insertaba, además de su "renuncia" comofuncionario de la Audiencia de Puerto Príncipe, una exposición de "los

motivos políticos que obligan a la isla de Cuba a declarar inmediatamente

su independencia" (Vidaurre, t823b:197-225). La rápida radicalización repu-

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220 I HISTORIA DE lOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA

blicana de Vidaurre. así como la de Rocafuerte, Mier y Varela, debe enten­

derse, como ha señalado Roberto Breña, no sólo como un efecto de larestauración absolutista en España, del triunfo militar de la causa inde­

pendentista o del respaldo de los Estados Unidos a la misma, sino tam­

bién como consecuencia de la traductibilidad doctrinaria y constitucio­

nal que aquellos letrados establecieron entre sus lecturas ilustradas y sus

lecturas republicanas. El liberalismo antiabsolutista era una plataforma

giratoria, que lo mismo podía desembocar en la abierta defensa de la repú­

blica que en lo que Vidaurre llamaba un "acomodo de ideas republicanas

a una monarquía moderada" (Peralta Ruiz, 2007: 21; Breña, 2006: 456-490).

Otro de los impresores de Filadelfia que se interesó en el tema hispano­americano fue el católico irlandés William Stavely, dueño, primero, de la

editorial Stavely & Bringhurst y luego de Stavely & Ca. Durante décadas,

Stavely publicó, en su imprenta del número 70 de Third Street, múltipleslibros católicos, como los "reportes pastorales" de la Iglesia de la Epifanía

(Pastoral Reports of the Church of Epiphany, 1840-1857), y varios textos dehistoria natural. Cuando el padre Félix Varela llega a los Estados Unidos,

en diciembre de 1823, establece contacto muy pronto con Stave1y, proba­

blemente no por la vía de Rocafuerte, sino por la de sus conocidos en la

comunidad católica de Nueva Yorky por el respaldo del obispo de La Habana,

Juan José Diaz de Espada y Landa, y del recién nombrado obispo de NuevaYork, el francés lean Dubois, quien intentaba relacionarse con la cada vez

más creciente colonia irlandesa (Obispo Espada, 1990: 122-143; Estévez,1998:

55-64). Alaño siguiente, residiendo ya en Filadelfia, Varela publica en la edi­torial de Stavely la segunda edición de sus Lecciones defilosofía (1824), en las

que defendía una idea del "entendimiento humano" a partir de Locke y Con­

dillac, y los tres primeros números de ElHabanero, una revista política, cien­

tífica y literaria, redactada íntegramente por el sacerdote cubano (Varela,

1991: vol. 1,177-246; Y1997: IX-XXXIV).

Así como en sus Cartas americanas Vidaurre había seguido el modelo

de las Letters from Spain, inspiradas, a su vez, en las Cartas persas de Mon­

tesquieu, Varela aprovecharía la experiencia de El Español, la revista edi­

tada por Blanco White en Londres, para la concepción de El Habanero. A

pesar de lo que anunciaba elprospecto de la revista, el contenido de la mismaapenas estuvo dedicado a la ciencia y la literatura. En el primer número apa­

recieron breves artículos sobre la "temperatura del agua del mar a conside­

rables profundidades", la "acción del magnetismo en el titanio", la "propa­

gación del sonido" y sobre los experimentos del "profesor Silliman en el

Chryoforo de Wollaston", unas pruebas de globos aerostáticos bajo la nieve

(Varela, 1997: 35-46). A partir del número siguiente, la sección de "ciencia y

EL AMERICANISMO DE LOS PRIMERDS REPUBLICANOS I 221

literatura" prácticamente desapareció -sólo en el tercer número se publicó

una viñeta firmada por Mr.]. Newman, dando la noticia de «una máquina

inventada para medir con la corredera lo que anda un buque"- y la publi­

cación se concentró en los temas de Cuba, la consumación de las indepen­

dencias en Hispanoamérica y la posibilidad sobre el auxilio de México y

Colombia a la descolonización de las islas caribeñas (ibid.: 134~135).

A diferencia de lo que la tradición nacionalista de la historiografía cubana

ha establecido, la posición de El Habanero sobre este último terna fue fle­

xible. Luego del resuelto apoyo a una separación republicana de España,

que dejaba atrás visiones fernandistas y autonomistas -en diciembre de 1818,

Varcla habia leido un elogio de Fernando VII en la Sociedad Patriótica de La

Habana y todavía, en febrero de 1823,había presentado un proyecto de go­bierno autonómico para las provincias de ultramar, en las Cortes de Madrid-,

elsacerdote y filósofo cubano se opuso a una invasión de México y Colom­

bia en favor de la independencia antillana (Varela, 1977: 247-258 y 277-281).

En los primeros números de ElHabanero, Varela argumentó que una "revo­

lución interviniendo una fuerza extranjera" sería "funestísima" porque la

"nación invasora" demandaría una "recompensa más allá de los límites dela obligación" y se manifestaba "contra la unión de Cuba a ningún gobierno':

ya que "deseaba verla tan Isla en política como lo es en la naturaleza". Sin

embargo, en los números quinto y sexto de aquella publicación, VareIa (1997:

91-95) parecía aceptar esa solución, por considerarla mayoritaria: "¿es nece­

sario, para un cambio político en la isla de Cuba, esperar las tropas de Co­

lombia o México? En mi opinión no, en la de muchos sí; y como en casos

semejantes conviene operar con la opinión más generalizada, si ésta lo fuese,

yo contra la mia me conformo a ella" (ibid.: 168).El dilema de Varela terminó a principios de 1826, cuando el gobierno

de lohn Quincy Adams, en vísperas del Congreso de Panamá donde Bolí­

var pensaba tratar el asunto, estableció una posición contraria al auxilio

de la independencia de Cuba y Puerto Rico. En el último número de ElHabanero, Varela reprodujo un discurso del presidente Adarns, con el que

concordaba, en el que se argüía el peligro de que la invasión provocara

que las islas cayeran en las manos de otra potencia europea, que no fuera

España (ibid.: 224). En el momento en que Varela concluyó su publicación,ElHabanero se había convertido en una lectura de referencia entre los sepa­

ratistas cubanos. Varios alcaldes, regidores y síndicos de Puerto Príncipe

impugnaron la revista desde la isla y el cónsul español en Filadelfia, Hila­

rio de Rivas Salmón, y el ministro de España en Washington, Francisco

Tacón, redactaron informes contra el sacerdote, que enviaron a Madrid y

a Roma (Varela, 1977: 282-2H8). En la primavera de 1825,Fernando VII emi-

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222 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA

tió un decreto para "impedir la introducción en la península e islas adya­centes del indicado folleto, que no contento con excitar a los fieles vasa­llos de S. M. a la rebelión, lleva la osadía al punto de querer vulnerar elsagrado carácter de su legítimo Soberano" (Varela, ]997: 178).

Los últimos números de El Habanero aparecieron cuando Varela sehabía trasladado de Filadelfia a Nueva York. Sin embargo, el sacerdotecubano mantuvo por algún tiempo la colaboración con Stavely,ya que lanovela histórica Jicoténcatl, la primera del género en Hispanoamérica, fueeditada, a instancias de Varela, en esa imprenta en 1826. La novela, cuyaautoría ha sido atribuida al propio Varela y, sobre todo, al poeta cubanoJosé María Heredia, quien también se había exiliado por su implicaciónen la conjura masónica "Soles y Rayos de Bolívar': narraba la historia delhéroe de Tlaxcala, que decide abandonar la alianza con los conquistado­res y unirse a la resistencia que encabeza Cuitláhuac, pero es descubiertopor Cortés y ahorcado en Texcoco (González Acosta, 1997: 119-196). Porsu épica anticolonial, el texto se inscribió cómodamente en el corpus biblio­gráfico republicano, conformado en Filadelfia y difundido en las nuevascapitales hispanoamericanas.

Las redes afectivas y políticas de Rocafuerte y Varela son perceptiblesen la articulación de aquel centro difusor de ideas republicanas. El jovenHeredia, autor de la Oda al Niágara yel Himno del desterrado, amigo deambos, pasó todo 1824 y la primera mitad de 1825en Nueva Yorky realizó,por lo menos, una visita a Varela en Filadelfia en abril del 24. En sus car­tas familiares, Heredia contó el viaje de Nueva York a Filadelfia, a travésde! río Delaware, admirado siempre por el orden y la tranquilidad de lospueblos de la costa este. Al llegar a la confluencia de Crosswicks Creek,Heredia divisó Bordentown, el lugar donde José Bonaparte había levan­tado su mansión Point Breezey donde viviría hasta 1832. Lavisión de Here­dia sobre el ex rey de España estaba muy lejos, ya, de aquel odio a PepeBotella,el usurpador de 1808. Como otros republicanos de Filadelfia,Here­dia sabía que Bonaparte era aceptado en los círculos masónicos de los Esta­dos Unidos, que era amigo personal de Henry Clay, Daniel Webster y elpresidente Adarns, que recibía visitas del general Lafayette y que, en 1817,

había rechazado el ofrecimiento del trono de México que le hizo FranciscoJavier Mina antes de embarcarse, fatídicamente, en Galveston rumbo alas costas de Tamaulipas (Hcredia, '939: vol. JI, 54-62; Connelley, 1968:70­

87; Levasseur, 1829:137-139).

Desde NuevaYork, Varelacontinuó aquella labor de promoción del rcpu­blicanismo hispanoamericano. La primera edición de las poesías de Here­dia fue gestionada por elpresbítero cubano, en 1825,en la casa editora Behr

EL AMERICANISMO DE LOS PRIMEROS REPUBLICANOS I 223

y KahI,de esa ciudad (Heredia, 1825: 4~1O). El volumen, así como la novelahistórica Jiconténcatl, fue elogiosamente reseñado por el poeta norteame­ricano William Cullen Bryant, quien tradujo, además, la Oda al Niágara

al inglés (Moore, 1950: 41-46). Junto a su misión pastoral y su trabajo conla comunidad de inmigrantes irlandeses. a pesar del fracaso del Congresode Panamá y de la persistencia del orden colonial en la isla, Varela conti­nuó editando y traduciendo textos republicanos. En 1826 tradujo el Manual

of Parliamentary Practice de Thomas lefferson (1826) y entre 1828 y 1831,

con su discípulo y amigo José Antonio Saco, también exiliado en NuevaYork, emprendió la edición de El Mensajero Semanal, otra publicación que,aunque crítica del régimen colonial español, se acercaba más a una posi­ción reformista que separatista (Hernández Travieso, 1949: 140-173).

Hacia comienzos de la década de 1830, casi todos los exiliados menoslos cubanos se habían repatriado, involucrándose fuertemente en la vidapública de sus países. Mier fue diputado por Nuevo León al CongresoConstituyente de 1823-1824, donde defendió una fórmula intermedia entreel federalismo norteamericano y el centralismo bolivariano. Vidaurre llegóa ser presidente de la Corte Suprema del Perú y, tal vez, e! escritor polí­tico más reconocido de su época. Rocafuerte fue gobernador de Guaya­quil y presidente de Ecuador, entre 1835y 1839. En sus memorias, escritasal final de una carrera política de medio siglo, evocó con nostalgia los añosde Filadelfia:

En aquella felizépoca todos los americanos nos tratábamos con la mayorfraternidad; todos éramos amigos, paisanos y aliados en la causa comúnde la independencia; no existían esas diferencias de peruano, chileno,boliviano, ecuatoriano o granadino que tanto han contribuido a debi­litar la fuerza de nuestras mutuas simpatías (Rocafuerte, 1947: 29).

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y morales que contienen muchas reflexiones sobre la guerracivil de lasAméricas,2 vcls., Filadelfia, Juan F.Hurtcl.

- (1823b), Plan de Perú,defectos delgobierno españolantiguo. Necesarias reformas.Obra escrita por el ciudadano Manuel de Yidaurre a principiosdel afio 10 en Cádizy llOY aumentada con interesantes /lOtas, Filadelfia, Juan F.Hurte!'

wcigley, Russell F. (ed.) (1982), Philadelphía: A 300year history,Nueva York, W. W.Norton.jcgz.

Tres etapas de la prensapolítica mexicana del siglo XIX:

el publicista y los orígenesdel intelectual moderno'Elías J. Palti

Se trata, por lo tanto, de una historiaque tiene por función restituir problemasmás que describir modelos.Pierre Rosanvallon, Por una historia conceptual de lo político

José Joaquín Fernández de Lizardi (1776-1827), José María Luis Mora (1794­

1850) e Ignacio Ramírez (1818-1879) encarnan, respectivamente, tres tiposdiversos de periodismo político. El paso de uno a otro género periodís­tico que ellos representan resulta indicativo de cambios más amplios en losmodos en que se ejercía la práctica política, que derivarán, a su vez, en for­mas muy distintas de concebir la idea de un sistema republicano de gobier­no fundado en la "opinión pública", los modos de su constitución y su diná­mica. Elestudio de las transformaciones en la prensa periódica nos permitirádescubrir el tipo de interacción particularmente activo que se establecióen elsiglo XIX entre prácticas y discursos políticos. Esto se ligacon -y resultailustrativo de-la naturaleza de una figura particular de intelectual, quede alguna manera engloba a los tres tipos aquí analizados, y que llamare­mos, retomando la terminología de la época, el publicista. Y nos revelarátambién la ambigüedad que define su espacio social, la cual hace mani­fiesta menos alguna supuesta "hibridez" local resultante de un proceso demodernización incompleto que un problema inherente a ese mismo pro­ceso de modernización.

~ Agradezco los comentarios de Carlos Altamirano a una versión preliminar

del presente trabajo.

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228 I HISTORIA DE lOS INHlECTUALES EN AMÉRICA LATINA

EL PUBLICISTA Y SUS FORMAS

Como señaló Rafael Rojas (1991: 35-67)en un trabajo reciente, Fernándcz

de Lizardi personifica una figura nueva que surge a fines del régimen colo­nial y desaparece al poco tiempo de instaurado el nuevo orden: elpanjle­tista político. Se trataba de un personaje complejo y siempre conflictivo,situado entre el pueblo y la élite, con débiles sustentos sociales y políticos,por lo general de escasa educación y caprichosa cultura (Fernández deLizardi, poseedor de cierta ilustración, era más bien excepcional en esteaspecto, lo que lo situaría por encima del promedio, aunque sin apartarsede las pautas propias de este género periodístico). Los panfletistas solíanescribir, imprimir y vocear sus propios periódicos, que tenían tirada, for­mato, temática y circulación variadas e irregulares. Su característico estilo(uso de la jerga vulgar, giros grotescos, parábolas, diálogos, apelación a per­sonajes populares típicos, ete.) servía para establecer una suerte de com­plicidad tácita con sus lectores (las alegorías rara vez se hacían explícitas,lo que revela la existencia de ciertos códigos compartidos, hoy en granmedida irrecuperables).

Su reinado sobre la opinión sería, sin embargo, efímero. Dicho génerosirvió durante los años de crisis del orden colonial para aglutinar infor­malmente, sobre todo, a los sectores radicales de la opinión pública popu­lar, hasta que, luego del saqueo del Parián (1828), la élite, preocupada porel cariz que comenzaba a adquirir el debate político, decidió limitar suaccionar. Su perseguidor más implacable fue Francisco Molinos del Campo(miembro desde 1822 de la logia escocesa y más tarde colaborador deMora en El Observador),quien, como presidente de la Junta de Protec­ción de la Libertad de Imprenta, prohibió en 1823 el voceo de los panfle­tos. Y este hecho resulta ya revelador de cómo comienza a imponerseun nuevo género de periodismo político con el desarrollo de un sistemade prensa que acompañará, a su vez, la afirmación de un conjunto denuevas prácticas políticas.

Mora, en efecto, es ya un típico representante de una primera genera­ción de escritores posteriores a la independencia, compuesta básicamentepor abogados, que formaban una especie de clase profesional flotantedestinada, en un principio, a ocupar una posición en elaparato adminis­trativo colonial y que se vería súbitamente arrojada por una revolución ala arena política. Esta generación se dedicaría, entonces, a tratar de apli­car en ellalas habilidades propias de su oficio-la abogacía-, tal como habíanaprendido en las universidades. Las proclamas de Mora en favor de ltur­bide, por ejemplo, son claros ejemplos de ejercicio de técnica oratoria, con

TRES ETAPAS DE LA PRENSA pOLíTICA MEXICANA DEL SIGLO XIX I 229

sus partes (exordium, diégesis, narratio,peroratia) perfectamente diferen­ciadas, y siguiendo, en sus usos de los topoi, los patrones del género forense(el primero de los tres en que estaba tradicionalmente dividida la retó­rica, junto con el deliberativo y el epideíctico o laudatorio).

La elaboración de estos escritos está así menos rígidamente determi­nada por sus contenidos ideológicos que por las demandas internas delgénero. De hecho, era común en los albores de la independencia que estosabogados recibieran un pago por sus servicios, e incluso que defendierancon la misma elocuencia causas políticas diversas y hasta opuestas entresí, lo que era, por otra parte, su deber como profesionales: el punto culmi­nante de la enseñanza retórica lo constituía, precisamente, la argumenta­ción in utramque partem, esto es, demostrar la capacidad de alegar conigual contundencia en favor de ambos bandos en litigio.

Esta característica formal se relaciona con eltipo específicode lógica quepreside esta modalidad particular de discurso. Los abogados, típicamente,trataban de (y aun debían, según era su obligación) concentrar su aten­ción en «elpunto particular en cuestión" (amphisbetesis). De hecho, a nin­gún abogado puede cuestionársele que en su alegato actual contradiga algoque él mismo argumentó en algún juicio anterior: para éste, cada caso esparticular; los argumentos no son relevantes, ni pueden ser evaluados des­prendidos del contexto litigioso específico en que fueron esgrimidos. Elrégimen veritativo aquí en funcionamiento no es elde episteme, sino eldephrónesis: el conocimiento práctico de las circunstancias relevantes parael tema en cuestión y las condiciones particulares de contención.

Dicho género de discurso se rearticularía entonces en función de unobjetivo político preciso. Esta primera generación de pensadores buscará,básicamente, conformar una clasegobernante. Los medios de prensa debíanservir de ámbito para que un dispar elenco ahora en elpoder pudiera comu­nicarse y relacionarse más allá de sus diferencias en cuanto a filiacionespolíticas, origen regional u orientación profesional. Pero esta empresa sedesplegará en diversos terrenos, que aparecerán estrechamente asociadosentre sí.A diferencia del panfletista, para quien el periodismo era su acti­vidad política casi exclusiva (raramente podía aspirar a acceder a puestosoficiales), lo que solía darles una imagen algo exagerada de su importan­cia y su papel como voceros de la opinión pública -Pemández de Lizardi(1991: 477) llega a afirmar que la sola publicación de su Sueño de 1825 sir­vió para desbaratar los planes restauracionistas que entonces se trama­ban-, el tipo de periodismo político que encarna Mora constituye sólo unapieza dentro un juego político más vasto. Particularmente, la confluenciade este nuevo género con laslogiassupondría un modo radicalmente diverso

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230 1 HISTORIA DE lOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA

de intervención política que, al mismo tiempo que limita la independen­cia del periodista, confiere otra proyección a su prédica.

Lalogia escocesade la cual los órganos de prensa que funda Mora seríansus voceros cumplió en un primer momento acabadamente su función,lo que se expresa en la llamada "política de amalgamación" ensayada porel primer presidente Guadalupe Victoria, cuyo mandato va de 1824 a 1830.

Sin embargo, el solo surgimiento en 1825 de la logia yorkina resultaría yademoledor para su mismo objeto. Apesar de su rechazo inherente a la luchafaccional, la élite mexicana terminará, en los hechos, escindiéndose endos bandos mortalmente enfrentados. Elantagonismo que entonces se ins­tala, y que no dejará de profundizarse, terminará alterando drásticamentelos modos de concebir la práctica política, lo que obligará también a refor­mular el sentido y el objeto de los órganos de prensa, dando lugar a unnuevo tipo de periodismo político.

Ignacio Ramírez es un ejemplo característico de una segunda genera­ción de figuras intelectuales en elMéxico decimonónico, surgida ya al calorde las luchas facciosas. Ése es también el período de auge de la prensapolítica periódica -que luego cederá su lugar a un nuevo género de perio­dismo: la prensa de noticias- (Lombardo, 1992). En dicho contexto, estanueva generación de escritores desarrollará un nuevo tipo de expertise, queen esos años se volverá algo muy valorado (de hecho, los periodistas seránmuy solicitados, y son frecuentes y reiteradas las quejas de los editorespor la escasez de mano de obra calificada en este rubro). Lo cierto es queel valor de los escritores se medirá ahora en términos, ya no tanto o sola­mente de su capacidad para componer textos doctrinarios que sirvan paradar una orientación al accionar político o legitimar los proyectos en pugna,sino, fundamentalmente, de su habilidad para, a través de su práctica perio­dística, construir o desarticular redes políticas, tramando intrigas, orques­tando campañas, cte. En fin, los órganos de prensa ocuparán entonces unlugar central en la escena partidaria básicamente como instrumentos paraoperar políticamente e intervenir materialmente sobre ella.

En efecto,los llamados "trabajos electorales"a que seencontrarán mayor­mente abocados consistirán, básicamente, en diseñar y llevar a cabo per­manentes estrategias y contraestrategias (y contra-contraestrategias ), arti­culando alianzas, y también desarticulándolas, dando así lugar aconstelaciones políticas y a redes partidarias sumamente complejas (y

también precarias y fugaces) que atraviesan y comunican las diversasinstancias de poder (el Ejecutivo, el Congreso, los estados, los clubes, etc.).Una reconstrucción más precisa de los diversos (y complejos) modospor los cuales dichos medios operaron escapa al alcance del presente tra-

TRES ETAPAS DE LA PRENSA PDLíTICA MEXICANA DEL SIGLO XIX I 231

bajo (véase Palti, 2003: 941-978). Lo que importa señalar aquí es cómoestos profesionales de la palabra escrita abrazarán, por intermedio de laprensa periódica, una serie de funciones que van mas allá de la mera difu­sión de ideas. Por otra parte, la élite mexicana del período cobrará per­fecta conciencia de esta variedad de funciones, además de la exclusiva­mente referencial, adheridas a los usos públicos del lenguaje. Y ello darálugar, a su vez, a una particularmente estrecha vinculación entre prácti­cas y discursos políticos. En fin, desde el momento en que los textos dejande ser concebidos corno meros vehículos para la transmisión de ideas ypasan a ser percibidos como constituyendo ellos mismos hechos políticos,la acción periodística instalará un nuevo orden de prácticas que atrave­sará la oposición entre la acción material y la acción simbólica. El valorde un escrito no se medirá ya sólo por su contenido veritativo, sino porsu eficacia material para generar acciones. Y ello, como veremos, recon­figurará la dinámica del espacio público mexicano, modificando en con­sonancia los conceptos relativos al lugar de las ideas (y sus portadores)los publicistas) en la articulación de un sistema de gobierno republicanofundado en la "opinión pública".

"OPINIÓN PÚBLICA" Y GOBIERNO REPUBLICANO

Los diversos géneros periodísticos aludidos, que se expresan, respectiva­mente, en tres figuras características de "intelectuales" en el siglo XIX, setraducirán, a su vez, como señalamos, en tres modos igualmente diver­sos de concebir la esfera pública y el sentido mismo de un sistema republi­cano de gobierno (aspectos ambos que se encontraban íntimamente aso­ciados en el pensamiento de la época).

En un artículo incluido en Los espacios públicos en lberoamérica AnnickLempériere (1998) ofrece un relato del origen del concepto "moderno" deopinión pública que nos ayuda a comprender cómo éste se desprende yen qué se distingue de sus antecedentes clásicos. Ciertamente, las ideas deopinióny publicidad no surgen a fines de siglo XVIII; ellas formaban partefundamental del discurso político precedente. "Idealmente", dice Lempé­

riere (ibid.: 63), en el antiguo régimen "cualquier conducta debía estar enel caso de ser 'pública' porque la publicidad garantizaba su rectitud moral':La "opinión pública" fungía así al modo de un "tribunal", censurando oaprobando públicamente las conductas individuales, fijando, en fin, una"opinión social" o reputación, Éste es también el concepto al que apelan

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232 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA

los primeros patriotas. Los escritos de Fernández de Lizardi ilustran cómose produce esa torsión por la que dicho concepto se convertiría en la basepara minar el régimen colonial.

Siguiendo una pauta tradicional, en los escritos de ElPensador Mexicano(también su seudónimo preferido) la "opinión pública" aparece como unasuerte de reservorio de máximas consuetudinarias transmitidas de gene­ración en generación mediante el ejemplo, en fin, como una doxa o sabersocial compartido en que se encarna el conjunto de principios y valoresmorales sobre los que descansa la convivencia social. En ellos se conden­sa, a su vez, una inclinación al bien innata en el hombre y se hace mani­fiesta su naturaleza racional. El error, por el contrario, expresa una des­viación de las sanas costumbres, producto o bien de una mala apreciaciónde las normas sociales, o bien de alguna perversión congénita (como elegoísmo, la codicia, ete.). Pero éste sólo puede afectar a los hombres indi­vidualmente considerados; nunca puede convertirse en principios de con­ducta socialmente compartidos. Losescritos de Fernández de Lizardi reve­lan una confianza, si no en la probidad de los ciudadanos en tanto queindividuos, sí en el sistema de los controles sociales que protegen y pre­servan a los sujetos de las pasiones -Ias cuales en privado pueden desple­garse libremente (de allí el consejo de "el coronel" a su hija, Prudenciana,en La Quijotitay suprima, de que evite elcontacto con los hombres en pri­vado, dado que, "cuando no tenemos testigos de nuestras debilidades", "laspasiones no se pueden sujetar a la razón") (Fernández de Lizardi, 1990:

211)-. Como señala Lempériere, sólo la publicidad de las acciones haríaposible distioguir e!bien de! mal-la falsavirtud, decia Fernández de Lizardi(1990: 206), "no puede ser constante" y, al final, siempre se descubre-o

Sin embargo, Fernández de Lizardi introduce un giro fundamental enesteconcepto desde elmomento en que en nombre de esta"opinión pública"interpela a las propias autoridades coloniales. De este modo, las coloca enun pie de igualdad con el resto de los mortales ("todos los que nos gobier­nan y han gobernado -dice- son hombres, receptáculos de vicios y virtu­des") (1991: 664). Al error de los individuos, que es ahora también el deun poder despojado ya de sus misterios y su dignidad, Fernández de Lizardiopone aquí las verdades colectivas (sociales), en cuyo representante se erige.La"opinión pública" se instituye así como un reino de transparencia enfren­tado al ámbito de la oscuridad de los sujetos particulares (en el que seincluye a los funcionarios reales). Y ésta raramente erraba:

Laopinión pública, por lo común, siempre es certada [sic], porque comoal hombre le es innato apetecer el bien y huir del mal, se sigue que,

TRES ETAPAS DE LA PRENSA POLITICA MEXICANA DEL SIGLO XIX I 233

queriendo el bien de todos, los más lo saben distinguir y casi siemprees buena la opinión pública (Fernández de Lizardi, 1973: 64)·

Surgía así la noción del "tribunal de la opinión" como juez supremo delas acciones del poder y al mismo tiempo fuente de su legitimidad. El escri­tor público podría entonces erigirse en su vocero. Ésa sería, en fin, la misiónque le había sido conferida:

Señor Pensador: [... ] Con el derecho que cada uno tenernos de repre­

sentar, unan con ustedes sus justísimos clamores con los míos y con losde la voz de! pueblo y e!évenlos al gobierno. [... 1Tomen ustedes sobresí la representación de los síndicos, si acaso los nuestros duermen (Fer­

nández de Lizardi, 1968: 129).

Sin embargo, el concepto lizardianc de opinión pública guardaba aún unsupuesto de matriz claramente "premoderna" Sólo tras la independenciahabría de quebrarse también este supuesto, dando verdaderamente lugara la emergencia de lo que podemos llamar elconcepto jurídicoC'moderno'')

de opinión pública.Para Fernández de Lizardi, el pueblo portaba colectivamente una suerte

de saber intuitivo, tenía un acceso inmediato a la Verdad, la cual resulta­ría manifiesta, al menos para aquellos cuyo entendimiento no se encon­traba ofuscado por las tinieblas de las pasiones personales. "La Verdad esSeñora, pero muy familiar con todo el mundo", le confiaba ésta, sin el menorpudor, a ElPensador; "yo bien deseo que todos me vean, me conozcan, metraten y me amen; para esto me hago demasiado visible" (ibid.: 464). Lavisibilidad de las normas sociales de conducta derivaba, en última instan­cia, de su apriorismo. La Verdad, las máximas fundamentales de moralidaden que descansa la comunidad, se imponía a sus miembros, al igual que losdogmas de la religión a los creyentes, corno algo dado; su establecimientono suponía elección alguna ni reflexión, ya que ésta se mostraba a sí mismaa quien quisiera verla. No cabía aquí diversidad de pareceres: sólo existíanquienes conocían laverdad y quienes la ignoraban. En definitiva, para dichoautor el universo ético se encontraba en la misma relación de trascenden­cia respecto de la sociedad que tenía elpoder en el antiguo régimen.

Roto elvínculo colonial, este presupuesto se tornó insostenible. La socie­dad civil se convirtió entonces, de ámbito de la unidad moral, en espaciode disenso. Y esto quebraba la idea de la transparencia de la Verdad. Laoscuridad abandonaba así su reducto en el ámbito privado para abrazartambién el espacio público, frustrando toda posibilidad de un orden polí-

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234 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA

tico estable. La reformulación del concepto de opinión pública que rea­liza la generación subsiguiente de pensadores toma ya como su punto departida esta idea de la relativa oscuridad de la Verdad. Para pensadorescomo Mora, ésta, sin embargo, lejos de aparecer como destructiva de todaposibilidad de funcionamiento estable del ordenamiento institucional secu­lar, será justamente la que abra las puertas al progreso humano:

Si fuese tan fácil aprender como ver, el estudio perdería todo su valor.Esnecesario que una especie de oscuridad y de barreras fuertes nos hagansentir el gozo y el honor de disipar la una y allanar las otras. La virtuddejaría de excitar nuestro interés, nuestra veneración, nuestro entu­siasmo, si no tuviese que vencer a las pasiones, y luchar contra la des­gracia (Mora, 1830: 42).

Encontramos aquí un primer punto de inflexión a partir del cual habríade desplegarse un nuevo lenguaje político. La Verdad ya no resulta inme­diatamente visible, ni la virtud un mero dato, sino algo que debe lograrseesforzadamente, en su lucha permanente contra las certidumbres acepta­das atávicamente. La opinión pública deja, en fin, de aparecer como la pre­misa para convertirse en un resultado de la politikii(entendida corno publi­cidad): es ésta la que eleva la opinión puramente subjetiva (doxa) aconvicción racionalmente fundada (ratio), convierte la mera opinión enopinión pública ("la opinión pública -decía El Obscrvador- es la vozgene­raldetodoun puebloconvencido de una verdad, quehaexaminadopor mediode la discusión") (Mora, 1828: 370).

Se incorpora de este modo un nuevo ámbito a la política.Son los pro­pios sujetos los que deben dictarse a sí mismos, por medio de delibera­ciones colectivas, las normas que habrán de regir su vida comunal. lle­gamos así a la segunda redefinición fundamental que se produce en elconcepto liaardiano, y que señala su verdadero punto de fisura. La ideade la inmanencia de las normas (la inexistencia de Dios o de autoridadsuperior alguna que pueda conferirlas), que abre las puertas a la politiza­ción de la propia esfera pública (en el concepto lizardiano la política, comovimos, se veía reducida a una cuestión, en última instancia, puramenteética), condensa el núcleo problemático inherente a todo sistema degobierno postradicional (y que, en definitiva, ninguna teoría política habráde resolver).

En efecto, el aspecto crucial que la crisis abierta tras la independenciaplantea es que ésta resultaría demoledora no sólo del supuesto de la trans­parencia de las normas que gobiernan la sociedad, sino también de la idea

TRES ETAPAS DE LA PRENSA pOLíTICA MEXICANA DEL 51GLO XIX I 235

de su trascendencia (obietividad). El Plan de la Constitución politica de laNación Mexicana expresa esto claramente:

A la época en que una nación destruye el gobierno que la regia, y esta­blece otro que la subrogue, los pueblos, viendo que son obra suya lascreaciones políticas, comienzan á sentir sus fuerzas, se exaltan y vuel­ven dificilessu administracion. Lasvoluntades adquieren un grado asom­broso de energía. cada uno quiere lo que juzga mas útil: todo tiende ála división, todo amenaza destruir la unidad (Briseño Senosiain, Sola­

res Robles y Suárez de la Torre, 1985: 87).

El modelo jurídico (t'moderno") de la opinión pública nace, en fin, de la

crisis de aquel doble supuesto en que descansaba el concepto que Pcr­nández de Lizardi tenía de la misma: la transparencia y la trascendenciade los valores y las normas. No obstante, el mismo contendrá una ambi­güedad inherente. Presupone todavía, de hecho, la idea de una Verdad (la"verdad del caso"), que no es otra que aquel conjunto de principios yvalores fundan tes de la comunidad dada, su nomos constitutivo. Éste,como decía Aristóteles en su Retórica (I354a-b), no puede él mismo vol­verse materia de controversia sin que la comunidad dada se destruyacomo tal; se encuentra, pues, en una relación de trascendencia respectodel campo de la "opinión pública". En efecto, privados de una Verdad, eljuego de las interpretaciones se prolongaría de manera indefinida sinun anclaje de objetividad que permitiera asirlas y alcanzar eventualmenteun consenso asumido de manera voluntaria. Sin embargo, una vez quese instala el antagonismo en su seno, escindido el campo de lo social enfacciones mortalmente enfrentadas, elEstado ya no podrá asumir la tareade articular la totalidad comunal sin traicionar su imagen de neutralidad(es decir, sin convertirse en gobiernode partido), pero tampoco esta Ver­dad podrá arrojarse al ámbito de la publicidad sin convertirse en sucontrario, es decir, sin volverse de fundamento comunal en fuente ellamisma de controversias; en fin, sin politizarse. Su institución supondrá,pues, la delimitación de un cierto campo de saber que se recorte del restode la sociedad, conformando un ámbito social paradójico, que no es,sin embargo, una instancia suya, que se encuentra en una relación de plie­gue: inmanente y trascendente a la vez a losocial(al reino de la "opinión").De allí la naturaleza ambigua y problemática de la figura del intelectualpúblico (el publicista). Éste designa un lugar paradójico; es, en últimainstancia, el índice de su propia imposibilidad, que no es sino expresiónde otra imposibilidad aun I11i.Ís radical: la de toda comunidad postradicio-

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236 I HISTORIA DE lOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA

nal, privada ya de toda garantía trascendente, de constituirse plenamentecomo tal.

El modelo de publicista que encarna Ignacio Ramírez surge, precisa­mente, del socavamiento del conjunto de idealizaciones en que este con­cepto "jurídico" de la opinión pública se sostenía (que determinará, a suvez,la quiebra de la idea de totalidad social articulada en torno de una Ver­dad). Loque se pondría entonces en cuestión es la existencia misma de unaopinión pública. Para Ramírez, lo que se observa en la práctica es una diver­sidad de opiniones particulares, ninguna de las cuales puede reclamar parasí la representación legítima de la voluntad general:

Podemos también asegurar que hay opiniones públicas diversas, que lashay contrarias, y finalmente, que algunas de ellas no tienen eco maslejano que la voz de un pollino del rancho donde suena ... Siendo estoasí: ¿sedeberá respetar la opinión pública? ¿Cuál de tantas, deberá res­petarse? (Ramírez, 1984-1989: 277-278).

Llegada a este punto) la cuestión resultaría indecidible; determinar cuálde todas era la que verdaderamente representaba la opinión pública sevol­vería ella misma también una cuestión de opinión:

Mientras el órgano oficial se esfuerza en persuadir a la opinión pública,que la opinión pública está por el gobierno, nosotros daremos sobre laopinión pública en general nuestra opinión privada, dejando a cada unoen particular, que opine sobre la misma opinión y sobre el gobierno,como se le antoje (ibid.: 277).

El espacio social entonces se desgarra, albergando pluralidad de opinionesy de interesesparticularesque no pueden reducirsea una racionalidadcomún.y ello replantea la cuestión relativa a los modos de articulación de lo social.La totalidad comunal no se organizará ya, pues, a partir de una Verdadunificada, sino de un biencomún que surge de la mutua compatibilizaciónde pluralidad de interesesy voluntades. Su principio de unidad ya no secons­tituye discursivarnente, sino estratégicamente) supone una acción materialoperada sobre elcuerpo social.Elámbito público seconvierte de este modo,de un foro para el debate de ideas, en una suerte de campo de intervenciónpara la definición de las identidades subjetivas colectivas.El uso público delas palabras asumirá, en fin, la forma de una acción proselistista.

Esto supondrá un desplazamiento conceptual de fundamental impor­tancia. En efecto, lo que se descubre entonces es que para que surja una

TRES ETAPAS DE LA PRENSA pOLíTICA MEXICANA DEL SIGLO XIX I 237

opinión pública es necesario conformar antes el sujetode la misma, cons­tituir una sociedad civil.El desplazamiento del foco de la opinión hacia lasociedad civil redefinirá de manera radical la función del escritor públicoy los modos de ejercerla. Esta reformulación puede definirse, en términosde géneros retóricos, como un tránsito que lleva de una idea de la esferapública que la imagina a partir de las pautas de la modalidad retóricadeliberativa-forense, a otra articulada en función de un concepto orato­rio de matriz epideíctica.

El género epideíctico (la tercera de las formas en que tradicionalmentese dividía la oratoria) se asocia, en efecto, con un concepto de la acciónpolítica como orientada a la conformación de las identidades subjetivas,dentro de un sistema que ofrece -y confronta-distintas definiciones alter­nativas posibles de las mismas, mediante procesos en los cuales la apela­ción a factores no racionales -tales como alentar el orgullo, provocar ver­güenza, etc.- resulta aun más decisiva que la argumentación racional (véaseKennedy, 1963: 153 y ss.). En la tradición clásica, éste se convertiría en ungénero "sospechoso", en la medida en que se orientaba a movilizar a laaudiencia despertando sus instintos y sus emociones, antes que dirigirsea sus facultades intelectuales, en fin, que se encontraba más estrechamenteconectada con elpathos que con el lagos. Sin embargo) como señalan hoylos estudiosos de la tradición retórica clásica (véase Beale, 1978: 225), losdiscursos epideícticos cumplirían un papel crucial en la identificación yla transmisión de los valores -nomos- que, supuestamente, constituían auna comunidad dada. En los discursos fúnebres (que es el tipo más carac­terístico de este género), los individuos se convierten en tipos que encar­nan valores que la sociedad particular aprecia como tales. Ésta puede versea sí misma reflejada en ellos e identificarse entonces como tal. De allí lafunción constitutiva de sentidos de comunidad de dichos discursos. Elora­dor fúnebre no se dirige, pues) a una audiencia preconstituida, sino que letoca a él mismo conformarla como tal en la propia acción oratoria.

El tipo de acción periodística que entonces surge, entendida como ins­trumento de intervención práctica, puede también ser inscrita dentro deesa lógica que podemos llamar proselitista -como decía Francisco Zarco(1829-1869), «la misión del periodista) por más pretencioso que pueda sonar,es no sólo la de expresar las opiniones [sino la de1conducir a la opiniónpública"- (Zarco) 1857: 1). Esto suponía ya cierta conciencia por parte dela élite local respecto de 10 que nosotros llamaríamos la "performatividad"de la palabra, esto es, de que las palabras son acciones, inciden material­mente en la realidad. El periodismo aparecerá así corno un modo de dis­cutir y al.mismo tiempo de hacerpolítica. La analogía que en esos años se

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23 8 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA. LATINA

populariza y que asocia los medios de prensa con las banderas en los cam­

pos de batalla ilustra esto. Las banderas, se señala, no tienen meramente

la función de representar las fuerzas en pugna, sino que reúnen material­mente a los ejércitos en los combates. Lo mismo ocurría con la prensa enel terreno de las batallas políticas. Ésta no "representa" a una "opinión

pública" preconstituida, sino que cumple un papel fundamental en la defi­nición de las identidadescolectivos, permitiendo a los sujetos identitica~se

como miembros de una determinada comunidad de intereses y valores.Sin embargo, esta acción política no se pensaba como emanando de una

instancia colocada por fuera de la propia sociedad. En última instancia, la

prensa encarnaría el modo básico de autoconstitución de lo social, el tra­bajo de la sociedad sobre sí misma:

La prensa -decía hacia esos mismo años el argentino Bartolomé Mitre

(1943: 117)~ es el primer instrumento de civilización en nuestros días, y

ha dejado de ser un derecho político, para convertirse en una facultad,

en un nuevo sentido, en una nueva fuerza orgánica del género humano,su única palanca para obrar sobre sí mismo.

Se consolida así un nuevo régimen de la palabra escrita que atraviesa la dis­

tinción entre acción material y acción simbólica. La figura del escritor público

deja de aparecer meramente como la del portador de un saber y pasa a aso­

ciarse estrechamente a un conjunto de dispositivos intrasocietales, que exce­den el plano estrictamente deliberativo de conformación de una "opinión

pública", por los cuales la sociedad toma su consistencia. Y esto nos con­

duce a una última consideración respecto de la naturaleza de la figura del

publicista, a cierta ambigüedad que define y atraviesa su espacio social.

EL PUBLICISTA, LOS ORÍGENES DEL ESPACIO PÚBUf:O MODERNO

y sus AMBIGÜEDADES

Siguiendo cierto modelo estándar que concibe la modernización como un

proceso de autonomización creciente de esferas de sociabilidad, esta con­

fusión de ámbitos de realidad, la colusión entre política y saber que se

encarna en la figura del escritor público suele ser interpretada como reve­ladora de un proceso aún incipiente de modernización social. Constitui­

ría una formación híbrida o transicional respecto de un tipo ideal de inte­

lectual que sólo se impondrá más tarde. Esto coincide con cierta visión que

TRES ETAPAS DE LA PRENSA pOLíTICA MEXICANA DlL ~llíLO XIX I 239

los propios contemporáneos tenían de sí. Un observador agudo de la socie­

dad y la cultura mexicanas de mediados del siglo XIX observaba ya estedéficit. Según sen alaba el español José Zorrilla (1955: 68)

De las dos clases de ingenios que producen las carreras literarias, es decir:

los hombres de fe y de independencia que hacen su profesión de las letras,

y los de talento literario positivo, pero que aplicándole a la política, ganan

honrosamente por él merecida consideración y acomodada posiciónsocial, México solo ha producido de los segundos. Prieto, Lafragua, Car­

pio, Payno, Pesado y otros, han debido a su reputación literaria el haber

llegado a ser ministros, diputados, embajadores, etc., pero ¿dónde está

el poeta mexicano, que cantando con fe a la hermosura, la gloria, la nacio­

nalidad de su patria, se ha hecho con ella popular, y ha obligado con ella

a aplaudirlo, a los editores a comprarle sus manuscritos, a los teatros a

franquearle la escena y a los gobiernos a respetar su independencia, comoBretón y Larra en España, como Victor Hugo y Dumas en Francia?

Ignacio Altamirano (1834-1893) destacó, a su vez, cómo esta confusión de

esferas, la introducción de consideraciones extrañas a su ámbito, frustraría

su proyecto de articular una república de las letras, esto es, de recortar una

especie de campo neutral en el que los intelectuales mexicanos pudieranreunirse y valorar mutuamente su dotes de tales con independencia de sus

diferencias sociales, ideológicas, ete. "Aquél grupo de entusiastas obreros

-señaló luego con desazón- fue dispersado por el huracán de la política"

(Altamirano, 1986: 29). Esa perspectiva coexistirá, sin embargo, con una

visión opuesta. A lo largo del siglo XIX, la modernidad va a concebirse, de

hecho, como inescindiblemcnte asociada con la emergencia de un conjuntode nuevos medios de interlocución entre el escritor y su público, que per­

mitirán a las ideas abandonar elclaustro o elgabinete del estudioso y con­

vertirse en una fuerza social activa, impregnando así los más diversos ámbi­

tos de la vida pública. La figura del publicista encarnaría, precisamente,

este nuevo régimen de la palabra. Desde esta otra perspectiva, la confusión

de esferas antes señalada no significaría ningún defecto o falla en el pro­

ceso de modernización social sino, por el contrario, señalaría su rasgo máscaracterístico. Dicha figura, en fin, no representaría meramente un estadio

transicional en la realización de otro modelo de intelectual moderno que

luego emergerá, sino que constituiría su expresión más pura y acabada.

Esta ambigüedad puede verse incluso en el propio Altamirano. Con la

modernidad, dice, la literatura de ficción, convertida en novela, cobra

una dimensión desconocida para los antiguos:

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240 I HISTORIA OE lOS INTELECTUAlES EN AMÉRICA LATINA

La novela hoy ocupa un rango superior, y aunque revestida con las galasy atractivos de la fantasía, es necesario no confundirla con la leyendaantigua, es necesario apartar sus disfraces y buscar en el fondo de ellael hecho histórico, el estudio moral, la doctrina política, elestudio social,la predicación de un partido o de una secta religiosa: en fin, una inten­ción profundamente filosófica y trascendental en las sociedades moder­nas. La novela hoy suele ocultar la biblia de un nuevo apóstolo el pro­grama de un audaz revolucionario (Altamirano, 1986:39).

Es que ella abre hoy campos inmensos a las indagaciones históricas, yes la liza en que se combaten todos los días las escuelas filosóficas, lospartidos políticos, las sectas religiosas; es elapóstol que difunde elamora lo bello, el entusiasmo por las artes, y aun sustituye ventajosamente ala tribuna para predicar el amor a la patria, a la poesía épica para eter­nizar los hechos gloriosos de los héroes, y a la poesía satírica para ata­car los vicios y defender la moral (ibid.: 48).

Su surgimiento, por otra parte, está estrechamente ligado al del periodismo.Ambos géneros son, en definitiva, consustanciales al desarrollo de mediosmasivos de edición:

Ciertamente -decía-la imprenta ha sido la verdadera madre del perio­dismo y de la novela. [... ] Los otros géneros de literatura pudieron vivirfácilmente sin la imprenta. [... ] Solamente la novela no podía vivir así,y necesitaba de la imprenta para su desarrollo (ibid.: 40-41).

En todo caso, esta ambigüedad -la coexistencia de dos ideales, en princi­pio, opuestos de modernización social y política- no puede atribuirse sim­plemente a una falta de madurez del medio local o a una incomprensióndel ideal de modernidad. Considerarla así conduce a velar aquel aspecto-crucial, a mi entender- que la misma hace manifiesto: hasta qué puntola emergencia del intelectual moderno, si bien conlleva la delimitacióndel ámbito del saber respecto de la política, supone también un fenó­meno previo (y, en un sentido, contradictorio con aquél) por el cual ésteva a cobrar una capacidad nueva de dirigirse a la sociedad y así su prédicaganar una dimensión política desconocida hasta entonces y sencillamenteimpensable en elantiguo régimen (yque lo distingue, a su vez,del"experto").Cabría así más bien decir que el espacio de surgimiento del intelectualpúblico se abre a partir de la arista formada por la intersección entre estasdos tendencias contradictorias. De allí las dificultades para definirlo, pues

TRES ETAPAS DE lA PRENSA pOLíTICA MEXICANA DEL SIGLO XIX I 241

no referiría a ninguna sustancia, no lo identifica ningún conjunto de ras­gas que puedan fijarse conceptualmente, sino que indica, básicamente,un problema (la articulación de un determinado modo de accionar polí­tico que, para ser efectivo, debe, al igual que otros, negarse como tal e ins­cribirse en el horizonte de una razón objetiva e impersonal; la delimita­ción de una esfera de publicidad inmanente y trascendente a la vezal ámbitode la opinión); señala, en fin, una inflexión local de una aporética gené­rica moderna (inherente a todo orden postradicional), en cuyos orígenesla figura del publicistapermite internarnos e indagarla.

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Los hombres de letrashispanoamericanos y el procesode secularización [l800-1850)Annick Lernpériere

INTRODUCCIÓN

Entre las cuestiones clave planteadas por las mutaciones culturales queacompañaron la revolución política de la primera mitad del siglo XIX enHispanoamérica, la del papel desempeñado por la religión y la Iglesia enla vida política, social y cultural de los regímenes republicanos ocupa unlugar destacado. En este artículo nos interesa elucidar cómo los hombresde letras protagonizaron y pensaron el proceso de secularización en fun­ción de su especificidad como grupo social.

Ahora bien, ¿en qué consistía la especificidad de los hombres de letrascomo grupo social? Dicho muy sencillamente, eran los poseedores y/o loscreadores de los conocimientos cultos y de los artefactos literarios pro­pios de su tiempo y de las sociedades en que vivían. Dedicaban una parteo la totalidad de su actividad a adquirirlos y a discutirlos (fuera o na enun sentido crítico), y, en la medida de lo posible, buscaban transmitirlosa las nuevas generaciones, difundirlos en el público y conferirles una uti­lidad social o política. Como grupo social, no se distinguían sólo por surango o por sus rentas, sino también por su funcionalidad y sus conoci­mientos, así como por las instituciones en las que se desempeñaban. Lasvariables a través de las cuales examinaremos el modo en que se planteóen su caso específico la secularización, entendida como proceso y comoproblema, serán, por lo tanto, sus prácticas de sociabilidad, los espacios ylas instituciones de que disponían para transmitir y difundir sus produc­ciones culturales (que no se limitaban a las ideas), y su actividad reflexivasobre sí mismos y sobre su entorno social y cultural.

Sin embargo, hay que considerar una variable adicional que envuelvetodas las demás: la variable temporal. En efecto, entre fines del siglo XVIII

y mediados del XIX, Hispanoamérica sufrió mutaciones objetivas de tal

HOMBRES OE LETRAS HISPANOAMERICANOS Y SECULARIZACiÓN (1800-1850) I 243

amplitud que ningún grupo social pudo pretender atribuirse la responsa­bilidad o el origen de su advenimiento. Setrata del derrumbe de la monar­quía española, de la revolución política y de las luchas independentistas,acontecimientos que, entre 1808 y 1825,desembocaron en la creación de lasnaciones hispanoamericanas. Se trata, pues, de un antes y un después:una ruptura política innegable e irreversible, que separa el tiempo de lamonarquía de la era republicana (Guerra, 1992).

¿Dónde y cómo interviene la variable temporal? En primer lugar, en laépoca de la revolución la búsqueda de argumentos capaces de proporcio­nar legitimidad a la emancipación de la metrópoli implicó una rupturasimbólica con el tiempo anterior a la propia revolución. Este pasado fuedefinido como monárquico, inquisitorial y colonial, o sea como una tri­ple sujeción que, una vez lograda la independencia, se volvió una heren­cia indeseable por esos tres motivos. Sin embargo, en la medida en quelos regímenes republicanos se fundaron en el principio de la soberaníadel pueblo, se confirió al catolicismo, en calidad de religión del pueblo, elprivilegio constitucional de ser la religión exclusivade la nación cuyo cultoera protegido por el Estado. Ello creó una tensión, que fue creciendo a lolargo del tiempo, con la idea de que la emancipación había sido elcomienzode una nueva era. En segundo lugar y con respecto a los hombres de letras,la revolución política afectó profundamente a su perfil sociológico y a susprácticas culturales. Además, en el lapso de este medio siglo se sucedierony convivieron más o menos tres generaciones de hombres de letras quetuvieron percepciones muy diferentes entre sí del alcance y de la significa­ción de la ruptura con el pasado. Ahora bien, a diferencia de lo que ocurrecon la mayoría de los grupos sociales,nuestros conocimientos sobre su his­toria como grupo social, sobre su actuación en la historia de su tiempo,sobre su relación con el pasado, el presente y el futuro derivan en gran partede lo que ellos mismos escribieron acerca de sus percepciones e interpre­taciones de los acontecimientos y de los cambios. A ello se añade el hechode que los historiógrafos de fines del siglo XIX y numerosos historiadoresprofesionales del siglo xx se consideraron a sí mismos como sus herede­ros espirituales y, a menudo, escribieron sobre ellos con el afán de afian­zar su propia genealogía intelectual y cultural, progresista y secularizada.

En suma) la variable temporal remite al hecho de que los grupos socia­les, o sus individuos, no sólo viven en el tiempo, sino que también cons­truyen una relación con el tiempo -el pasado, el presente y el futuro-,una relación que, por cierto, cambia constantemente de signo y de signi­ficado. Los hombres de letras que nos ocupan no escapan de este fenó­meno. Más aun, en aquella época la construcción de su relación con el

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244 I HiSTORIA OE LOS INTELECTUALES EN AMtRICA LATINA

pasado y con el futuro fue una dimensión clave e íntima de su protago­nismo en el proceso de secularización. Y, probablemente, éste es el mayordesafío al que se enfrentaron los hombres de letras de la primera mitaddel siglo XIX: secularizar su propia relación con el pasado, condenándolohasta donde fuera necesario para volver plausible la invención de una genea­logía cultural que les permitiera arraigarse en las "luces del siglo" y en la

"civilización moderna".

SECULARIZACIÓN, CIVILIZACiÓN Y SOCIABILIDAD

El concepto de secularización cubre un elenco de hechos y de procesos his­tóricos de gran complejidad, que revisten múltiples dimensiones -sociales,políticas, culturales y, obviamente, religiosas-o La definición de la secula­rización como "desencantamiento del mundo" (Gauchet, 2005) remite a

sus rasgos propiamente filosóficos, útiles aquí en cuanto dibujan, a granescala, lo que está en juego desde el siglo XVIII cuando se habla de la reli­gión y de las creencias en términos de una cosmovisión culta, de desafíospolíticos y de imaginarios colectivos.En este sentido, "secularización" abarcadesde la desvinculación entre la política y la religión (la soberanía delpueblo en lugar del origen divino del poder) hasta el afianzamiento de lacosmovisión que imagina la sociedad como el producto artificial de unaasociación contractual entre los individuos que la componen, en lugar deser el reflejo de la creación o de un orden natural; desde la afirmación de lapreeminencia de la razón sobre la autoridad y la tradición, por consagra­das que éstas sean, hasta la creencia en la perfectibilidad del hombre; desdela reivindicación de la felicidad en este mundo antes que en el más alláhasta la aceptación del pluralismo religioso y la privatización e indivi­

dualización de las prácticas del culto.Ahora bien, los hombres de letras no tenían a su disposición la pala­

bra "secularización", ya que ésta aún pertenecía ex oficio al vocabulariode las instituciones eclesiásticas (un fraile, por ejemplo, se secularizabacuando abandonaba su orden religiosa para volverse miembro del clerosecular). Sin embargo, plasmaron el concepto mediante el uso muy difusode otros dos: "civilización" y "sociabilidad". Durante siglos, la «civilidad"o "policía cristiana" ocupó el lugar del concepto de civilización en la mentede las élites cultas. Fue a partir del siglo XVIII cuando la palabra "civiliza­ción" se impuso para significar un variado abanico de concepciones acercadel devenir terrenal de las sociedades humanas. Era "civilización" el de-

HOMBRES DE LETRAS HISPANOAMERICANOS Y SECULARIZACiÓN (18DO-18S0) I 245

sarrollo de las artes, de las manufacturas, del comercio y del lujo; el cre­cimiento y el refinamiento de las prácticas de sociabilidad; la concienciahistórica de vivir un presente cada vez más alejado de las preocupacio­nes del pasado y disponible para un porvenir de progresos infinitos apo­yados en la razón, la voluntad y el avance de los conocimientos científi­cos. Como corolario de ese conjunto de representaciones, originariamentepropias de los europeos cultos sobre sí mismos, vino la jerarquización delos pueblos y de las naciones en una suerte de escalafón en cuya cima unpuñado de países europeos ocupaba el primer rango.

Si bien desde fines de la época colonial se actualizaron todas estas sig­nificaciones en el pensamiento de los hombres de letras hispanoamerica­nos, se entabló una relación privilegiada entre "civilización" y"sociabili­

dad". La sociabilidad, o sea la propensión supuestamente natural de loshombres a juntarse para vivir y actuar, asume formas históricas muy di­versas según las épocas. Desde diversos ángulos teóricos de índole liberal,ya sea a partir de Tocqueville o de Habermas, los historiadores de las mu­taciones políticas y culturales propias de la modernidad euroamericana(Agulhon, 1984; Forrnent, 2003; Furet, 1976; González Bernaldo, 2000;

Guerra, 1992; Guerra y Lernpériere, 1998) han historizado el concepto desociabilidad identificando el surgimiento, durante los siglos XVIII y XIX,

de nuevos tipos de asociaciones y de reuniones que descansaban, al menosidealmente, en principios inéditos de convivencia social. Laadhesión volun­taria de los socios, la igualdad del trato entre los mismos independiente­mente del origen y de la posición social de cada uno, el uso de la razónmediante la discusión sobre las producciones culturales y los asuntos polí­ticos, la publicidad y la diversidad de las opiniones, incluso religiosas, todosestos comportamientos contrastaban con la organización social, las cos­

tumbres y la religiosidad propias del antiguo régimen.Principales protagonistas de los cambios en las formas de sociabilidad

durante este medio siglo, los hombres de letras hispanoamericanos lasconsideraron como los puestos avanzados de la "civilización" en mediode la barbarie, y corno otros tantos espacios de aprendizaje y difusión delas "luces"."Civilización", "luces" y "sociabilidad" formaron así parte ínte­grante del ideario y del imaginario liberales. Designaban de manera sin­tética un abanico de proyectos y voluntarismos progresistas, pero tam­bién de realizaciones y creaciones en el campo del asociacionismo, de laprensa, de la educación, todos ellos orientados hacia una meta: alcanzarel nivel de cultura atribuido a las supuestas "naciones civilizadas'; es decir,

Francia e Inglaterra. Junto con la educación, la sociabilidad fue un dis­positivo clave de la estrategia de "reforma social" o de "reforma de las cos-

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246 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA

tumbres" que permitiría llegar al estado civilizado (Forment, 2003). Porlo mismo, su presencia o ausencia se volvió un criterio para evaluar elgrado de civilización alcanzado. Como trasfondo del éxito de estos con­ceptos yacía la convicción de que, en Hispanoamérica, la cultura de lasélites sociales y las costumbres del pueblo delataban su "atraso" en com­paración con las naciones civilizadas. La modernización de la enseñanzasuperior, la expansión de la educación popular, e! saneamiento y la racio­nalización de las creencias y del culto y, según los ideólogos más radica­les, el confinamiento del clero dentro de los estrictos límites de sus tem­plos, fueron considerados como condiciones imprescindibles para alcanzarla civilización moderna.

GENERACIONES INTELECTUALES Y GENEALOGÍA CULTURAL

DE LAS REPÚBLICAS HISPANOAMERICANAS

En un artículo donde examinaba las condiciones del surgimiento del "inte­lectual moderno", el historiador argentino Tulio Halperin Donghi (1982) dis­tinguió, para el caso hispanoamericano, varios tipos transitorios e híbri­dos de hombres de letras: el rioplatense Deán Funes (1749-1829), "letradoentre dos mundos", y su homólogo novohispano Fray Servando Teresa deMier (1765-1827), quien "nace del letrado colonia!"; Manuel Belgrano (1770­

1820), "ya el intelectual de un mundo nuevo"; por fin aparecería, "sólo amediados del siglo",con Sarmiento (1811-1888) y sus compañeros de gene­ración, "el nuevo tipo de intelectual, que 10es ya más plenamente de lo quelo había sido el letrado colonial". Halperin Donghi dejaba entender que, delletrado del antiguo régimen al intelectual moderno, se trataba de unaevolución globalmente lineal y unidimensional en la que, sin embargo, des­tacaban fuertes personalidades: Belgrano, o Sarmiento, habrían encarnadohitos cualitativos en la progresiva conformación del "intelectual moderno".De esta propuesta retornaremos aquí la identificación intuitiva de tres gene­raciones de hombres de letras que llamaremos, respectivamente, por lasfechas de nacimiento de sus componentes: la generación de las Luces, yamadura en 1810; la generación de la Revolución, que en algunos casos indi­viduales participó en ella pero que se distinguió sobre todo por su contri­bución a la organización institucional y cultural de las nuevas naciones;la generación de Jos años J840, o de! momento democrático, que sin haberconocido el antiguo régimen o siquiera la revolución y las guerras de losaños 1810, se encontró en la situación de fijar un ojo crítico sobre dos déca-

HOMBRES DE LETRAS HISPANOAMERICANOS Y SECULARIZACiÓN (1800-1850) I 247

das de gobierno independiente mientras tenía elotro clavado en los "pro­gresos" de las naciones civilizadas de ultramar.

Los letrados de fines de la época colonial y los publicistas de la eraindependiente compartieron por 10 menos un rasgo común: el monopo­lio de la palabra escrita e impresa fue a lo largo del período el sustratoimprescindible de su pretensión a ejercer un magisterio sobre la socie­dad. No obstante, los hombres de letras sufrieron notables mutacionessociológicas a la par que cambios trascendentales en sus prácticas de socia­bilidad. Bajo la monarquía, los letrados clásicos eran "doctores", "licen­ciados" y "bachilleres" en teología, en jurisprudencia o en "ambos dere­chos",civily canónico. No pocos de ellos eran clérigos seculares o regulares,y todos estaban vinculados profesional y culturalmente a un conjunto deinstituciones corporativas: universidades y colegios, cofradías y congre­gaciones devotas, cabildos civiles y eclesiásticos. Ahora bien, el proceso detransición, iniciado antes de la revolución, se expresó por medio de unnuevo léxico. A fines del siglo XVIII, los hombres de letras que se involu­craron en actividades novedosas en aquel entonces -la publicación de gace­tas, la creación de academias o de sociedades económicas- empezaron aautodcnominarse "sabios", "ilustrados", "publicistas", "escritores públicos"o "políticos". A estas denominaciones correspondían no sólo modos dis­

tintos de oficiar y de insertarse en la sociedad circundante, sino tambiénconcepciones inéditas sobre cuáles eran los conocimientos más útiles alEstado y a la sociedad, cómo se debían jerarquizar los valores de autoridad,fe y razón, cuáles eran los criterios del accionar social civilizado. Llegadala era republicana, los sabios ilustrados, todos publicistas pero ya no todos"doctores", se congregaban en los institutos públicos de enseñanza y enlos gabinetes de lectura, en las imprentas de los periódicos y en las tertu­lias de los cafés,en las sociedades literarias o científicas y, a veces,en los salo­nes literarios, otras tantas instituciones que ellos mismos habían creado,con o sin el apoyo de los gobiernos pero dentro del marco constitucional ylegalque estipulaba las condiciones de libertad de imprenta y de asociación.

Con el cambio de "doctores" a "sabios ilustrados", pasaron a pensarse,de manera distintiva, como vanguardistas en su modo de concebir los VÍncu­los sociales, y librados de las "preocupaciones" del vulgo ignorante y de laplebe sometida a los dictámenes de la más rancia superstición. Conside­raron que su vocación propia era elejercicio de un magisterio sobre el pue­blo con el propósito de reformar sus costumbres y civilizarlo. El chocantee!itismo de estas convicciones era, por cierto, plenamente asumido, y semantuvo como un rasgo sobresaliente de las élites culturales hasta bien

entrado el siglo xx.

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248 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA

Por lo general, los historiadores del siglo xx asumieron -pues así lo plan­

tearon sus antecesores de fines del siglo XIX- que hacia 1830, 1840 °1850,

los jóvenes hombres de letras nacidos durante la revolución o un poco des­

pués se ubicaban a sí mismos dentro de una genealogía intelectual y cul­

tural bien definida, orientada por el progreso continuo de las "luces" den­

tro de su propia categoría social. Así, identificaron claramente a sus"precursores" como los gérmenes y los promotores de la emancipación cul­

tural y política que sobrevendría a raíz de la revolución y de las luchas inde­

pendentistas. Pero, en realidad, no sucedió así. Aunque las tres generacio­

nes identificadas más arriba llegaron, a través de no pocos de sus integrantes,

a coexistir físicamente durante dos o tres décadas después de las indepen­

dencias, nunca formaron un conjunto homogéneo. Ni siquiera encarna­ron una sucesión armoniosa en la que los más jóvenes habrían ostentado

una respetuosa devoción hacia sus mayores inmediatos. Los hombres de

letras de las distintas generaciones diferían entre sí en cuanto a su sensi­

bilidad política y, también, a su percepción de los vínculos que los unían

al pasado. Yasea que se trate de sus sentimientos de filiación intelectual, o

de su respectiva relación vital e ideológica con la época anterior a la revo­

lución, o simplemente de su conocimiento práctico de esa época, existían

brechas que sólo fueron colmadas décadas más tarde por los hombres dela tercera generación, ya en su madurez, o bien por las generaciones siguien­

tes. Esa reanudación del vínculo simbólico entre el antes y el después de

la revolución, que trasformó la era republicana en porvenir del pasado

colonial, coincidió con el triunfo hegemónico de la historiografía elabo­

rada por los liberales vencedores en las luchas políticas postindependen­

tistas. Ellos fueron quienes construyeron la narración ya del todo secula­

rizada, de corte whigy progresista, que en su tratamiento del pasado colonialenfatizaba cualquier señal cultural o social que se supusiese anunciadora

y portadora de progresos y adelantos ulteriores, y quienes por tanto iden­

tificaron a todos los precursores necesarios para la construcción de una

genealogía cultural de las naciones republicanas.Hasta mediados del siglo XIX,la percepción del pasado por parte de los

hombres de letras fue, por el contrario, muy heterogénea. La generación

de las Luces y la siguiente habían sido educadas y habían iniciado su vida

adulta y sus actividades de hombres de letras en el pasado monárquico­

católico. Vivieron también la experiencia de la ruptura política con la monar­

quía, y muchos de sus componentes participaron en los acontecimientos

revolucionarios y bélicos. Los que sobrevivieron pudieron percibir con bas­

tante claridad, llegada la era independiente, el alcance de los cambios a lavez que la amplitud de las continuidades. Aunque lo lamentaran, sabían

flOMBRES DE LETRAS fllSPANOAMERICANOS y SECULARIZACIÓN (1800-1850) I 249

que la incompletitud de la revolución, desde el punto de vista social ycultural, era un hecho contra el cual era inútil rebelarse. Por lo tanto, opta­

ron por una actitud al mismo tiempo crítica y prudente con respecto a las

costumbres antiguas, cuya vigorosa persistencia justificaba el lento gra­

dualismo de las reformas y el carácter sociológicamente restrictivo de la

participación política en los nuevos regímenes republicanos.No fue así para quienes, como el ya citado Sarmiento u otros más jóve­

nes como los integrantes de la "Generación del 42" en Santiago de Chile,llegaron a la edad adulta en las décadas de 1830 y 1840. Ellos presenciaron

un mundo que les resultaba incoherente e ininteligible: el mundo de las

repúblicas católicas, en las que el legado del pasado se estaba fragmentando,

estaba perdiendo su coherencia pero sin dejar de estar presente y, según

ellos, de estorbar la marcha hacia el porvenir y la civilización. Esta gene­

ración fue la que, sea en Chile, en el Río de la Plata o en la Nueva Gra­nada, entabló más radicalmente la lucha cultural e ideológica en contra del

pasado, ei "coloniaje cultural" y sus secuelas. En calidad de causa inmediata

de! atraso cultural en el presente, e! pasado encarnó la nefasta asociación

entre el despotismo monárquico y el catolicismo. En efecto, el pasado

gravitaba sobre el presente bajo la forma de costumbres y hábitos que

enajenaban la capacidad del "pueblo" para volverse el sujeto político de

repúblicas auténticamente modernas y elprotagonista de su progreso mate­

rial y cultural.La invención del "coloniaje cultural" (la expresiva fórmula fue forjada

por un joven liberal chileno en los años 1840), concepto que se volvió obse­

sivo en la nueva generación de la década de los cuarenta, fue una manera

de rebasar la inevitable decepción ocurrida al constatar que la emancipa­ción política no había sido suficiente para cambiar las costumbres del pue­

blo y volverlo acreedor del uso de sus derechos políticos. "Costumbres", o

sea: falta de instrucción, ignorancia de la ley civil y deferencia hacia la auto­

ridad clerical, confusión entre moral pública y moral religiosa, adicción a

las devociones ostentosas y al fanatismo intolerante, falta de interés por las

escasas propuestas educativas existentes. El pueblo soberano se exhibía tancatólico como ignorante. Este estado de cosas se asimilaba, sin muchas cir­

cunlocuciones, al "feudalismo" y a la "barbarie". Sólo la "filantropía" pro­

pia de la ilustración, y más tarde el "amor por el pueblo" bajo el influjo

del romanticismo social y político, muy presente en el contexto chileno

(Stuven, 1991), templaban el sentimiento de profundo gap cultural exis­

tente entre élites cultas y clases populares.

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250 I HISTORIA DE lOS INTELECTUALES EN AMtRICA LATINA

EL LABORATORIO CHILENO

Tales fueron los rasgos comunes y muy generales de los planteamientosque compartió el conjunto de los hombres de letras hispanoamericanos

durante la primera mitad del siglo XIX. Ahora bien, las distintas provincias

americanas del imperio español y luego las jóvenes entidades nacionales

desarrollaron, respecto de estos procesos, idiosincrasias singulares y espe­

cíficas. Mientras el Perú y Nueva España, en calidad de virreinatos másantiguos, más poblados y más ricos, llegaron a fines de la época española

dotados de instituciones culturales del antiguo régimen altamente desarro­

lladas, los territorios más tardíamente integrados en la ecúmene impe­

rial, como el Nuevo Reino de Granada o el Río de la Plata, empezaron a

estructurarlas sólo a partir de la segunda mitad del siglo XVIII. Debido a

que esa organización coincidió con los inicios del movimiento de refor­mas culturales impulsadas por los dos últimos Barbones, Carlos III y

Carlos IV,estos territorios llegaron a figurar con alguna altanería en la ge­

nealogía de la ilustración hispanoamericana, y en ese marco se distin­

guieron la Expedición científica y el Jardín Botánico en Santa Fe de Bogotá

(Silva, 2002), o las "Luces católicas" bonaerenses (Chiaramonte, 1989, 1994).

Sin embargo, tempranos o tardíos, esos desarrollos culturales anteriores a

la revolución no condicionaron de manera alguna la naturaleza de los avan­ces ulteriores en términos de institucionalización cultural y de seculari­

zación del espacio público. Mientras la república mexicana seguía mos­

trando un dinamismo especialmente pujante en materia de prácticas

modernas de sociabilidad y de debates ideológicos, el Perú se sumergía en

el letargo cultural (Forment, 2003). El Río de la Plata, bajo la tutela de Rosas

en Buenos Aires (González Bernaldo, 2000) Yde los caudillos en las pro­vincias interiores, veía apagarse provisionalmente la chispa ilustrada y revo­lucionaria bajo un conservadurismo autoritario.

La capitanía general y luego república de Chile ofrece un cuadro cuya

excentricidad lo hace precisamente muy adecuado para analizar estos pro­cesos sin prejuicios deterministas y teleológicos. No se trata de que el caso

de los hombres de letras que se desempeñaron en Chile sea más ilustrativoque otros con respecto a las variables de nuestro planteamiento, pero ese

país, o mejor dicho su capital política, Santiago, junto con su puerto Valpa­

raíso, puede ser considerado corno un laboratorio, en el sentido verdade­

ramente experimental de la palabra, respecto de cómo los hombres de letras

hispanoamericanos fueron llevados, mediante sus actuaciones en el campo

cultural, a pensar su relación imaginaria e ideológica con el"coloniaje cul­tural" y, por lo tanto, su genealogia intelectual y la de la república.

HOMBRES DE LETRAS HISPANOAMERICANOS Y SECULARIZACiÓN (1800-1850) I 25]

La excentricidad chilena se basa en el hecho de que este territorio apc­

nas poblado por un millón y medio de habitantes y geográficamente muy

alejado de todos los centros culturales importantes de la época, fuesen ame­ricanos o europeos, vio llegar a sus orillas, desde fines de los años 1820, una

pléyade de hombres de letras venidos de otros rumbos del mundo hispá­

nico, así como un número relativamente importante de comerciantes, sabios

y aventureros europeos no hispánicos y no todos católicos, que de pronto

confirieron a esa lejana comarca un fragor de cosmopolitismo y un empujecultural sin par en el resto de Hispanoamérica. El contraste con la situación

de fines de la época española no podía ser mayor. Al respecto baste señalar,

por el momento, que Santiago fue la última capital americana en llegar a

tener imprenta y periódico, ya iniciada la revolución, allá por 1812.

En 1844, un estudiante llamado Francisco Bilbao (1823-1865) fue con­

denado, en medio de un escándalo público y de un alboroto juvenil, a pagaruna multa de mil pesos bajo los cargos de "blasfemia" e "inmoralidad", yluego expulsado de la universidad, debido a la publicación de un artículo

suyo que llevaba por título Sociabilidad chilena (Iaksic, 2007: 246; Stuven,

1991; Iobet, 1955; Subercaseaux, 1981). Lo que en la república mexicana

probablemente habría sido, por las mismas fechas, un incidente insignifi­

cante entre decenas de escándalos y polémicas de la misma índole, ha lle­

nado centenares de páginas en la historiografía y en la ensayística chi­lenas desde el siglo XIX hasta nuestros días. Lo mismo ocurrió con las

asociaciones creadas por Bilbao y sus compañeros de generación, la"Socie­

dad Literaria" en 1842 y la "Sociedad de la Igualdad" en 1850 (Gazmuri,

1998). Tales hazañas llevaron a que Bilbao fuese considerado por la poste­

ridad como un icono de la "lucha por la democracia" y un "apóstol de la

libertad". Sin embargo, no tuvo carrera política sino que llevó la vida aza­

rosa de un proscrito político: vivió en Europa entre 1844 y 1849, y, a partirde 1851,definitivamente en un exilio que lo llevó del Perú a Europa ya Bue­

nos Aires y durante el cual no dejó de escribir y publicar sobre los temas

políticos candentes de la época. La intransigencia radical de Bilbao con­

trasta con la acomodación lograda por su compañero de la Sociedad lite­

raria, José Victorino Lastarria (1817-1888), dentro del establishment libe­ral chileno de la segunda mitad del siglo XIX. Como diputado de muchas

legislaturas, Lastarria se hizo defensor de las reformas políticas que libe­

ralizaron el Estado y la sociedad, sin renunciar nunca a su vocación de

hombre de letras dedicado a la promoción de la "literatura nacional". Ahora

bien, la paradoja del caso es que Sociabilidad chilena, un panfleto mal escrito

pero mucho mejor pensado de lo que se le suele reconocer, analizaba ydenunciaba la supervivencia de la sociabilidad tradicional, católica y auto-

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252 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMtRICA LATINA

ritaria, en un período de auge de las prácticas modernas de sociabilidad,de las que el mismo autor era un protagonista particularmente activo.

Al año siguiente Domingo Faustino Sarmiento, en aquel entonces exi­liado en Santiago por su decidida oposición al régimen de Rosas, publicóel libro que iba a ser el primer gran clásico, internacionalmente aplaudido,de la literatura hispanoamericana decimonónica: Facundo. Civilización ybarbarie, cuyo séptimo capítulo llevaba por título "Sociabilidad': Ahora bien,y haciendo caso omiso de sus respectivas cualidades literarias, la proximi­dad temporal y temática de Sociabilidad chilena y Civilización y barbarie noresulta casual. En los mismos años José Vicrorino Lastarria transitaba losmismos senderos en su Discurso de inauguración de la Sociedad Literaria, y

en su menos afortunada pochade.El manuscrito deldiablo, publicada en 1849.

En el aún escueto mundo letrado de Santiago de Chile, estos temas eranampliamente difundidos y compartidos: no era otra cosa que la vertientereflexiva de las prácticas de sociabilidad entonces nacientes. Así lo recuerdaJacinto Chacón, contemporáneo y amigo del autor de Sociabilidad chilena,de quien dijo que "no había hecho otra cosa que expresar y dar forma a las:,deasmismas de los miembros avanzados de la 'Sociedad Literaria''', ideasque eran el tema constante de [sus] discusiones" (Chacón, 1924: 197).

Sociabilidades santiaguinasen la década de 1840: retratodegrupoLa Sociedad Literaria no nació en medio de un completo desierto en tér­

minos de sociabilidades culturales. Incluso los más jóvenes ya habían empe­zado a desarrollar sus propias prácticas, como lo recordaba el ya citado J.Chacón. Hacia 1838-1839, él Ysus amigos, de 18 o 19 años de edad, se reu­nían "en la chacra de [su] padre"y fundaban "un periódico político-lite­rario, quese repartía manuscrito en la ciudad" (Chacón, 1924: 194). Elhechode que la "Generación del 42" pueda ser identificada como «la primera pro­

moción intelectual más o menos homogénea posterior a 1810" (Suberca­seaux, 1981:56) se debe ante todo a la educación recibida en las institucio­nes de enseñanza pública que habían ido consolidándose a lo largo de ladécada de 1830. Lastarria, después de ser alumno del Liceo de Chile -fun­dado en 1828 por un sabio español de ideas liberales exiliado en Chile, yque fue cerrado poco después por razones políticas-, cursó la carrera deLeyes en el Instituto Nacional cuando éste empezó a beneficiarse de lasreformas institucionales y de la influencia intelectual de Andrés Bello (1781­

1865) (Serrano, 1993). Nativo de Caracas, donde había cursado brillantesestudios de filosofía y leyes y desempeñado cargos administrativos de altonivel, Belloes sin duda uno de los representantes más destacados de la gene-

HOMBRES DE LETRAS HISPANOAMERICANOS Y SECUlARIZACiÓN (1800-t850) I 253

ración de la revolución en toda Hispanoamérica. En 1810 la junta revolu­cionaria caraqueña lo envió a Londres con un cargo diplomático, y durantesu estadía en Inglaterra adquirió un conocimiento tan profundo como exten­dido de todo lo que se producía entonces en Europa en materia de dere­cho y legislación, economía política y filosofía social. Llegado a Chile en1829, puso su inteligencia, su cultura y su capacidad de trabajo al serviciode la organización administrativa y jurídica del régimen de Portales, expo­niendo sus talentos de publicista en elperiódico ElAraucano(Iaksic, 2007).

Se dedicó asimismo a la modernización de los estudios superiores y secun­darios, especialmente en el Instituto Nacional, donde promovió los cursosde economía política, derecho de gentes y legislación. Con estas reformasquedaron desplazados tanto los docentes eclesiásticos como los cursos deteología y derecho canónico que dispensaban a los alumnos. Fuera del recintoacadémico, BeUo dedicó tiempo a los estudiantes más brillantes (entre ellos,Lastarria) a quienes acogía en su casa para leer y comentar a Locke y aBenjamín Constant, a Bentham y a Stuart Mili (Subercaseaux, 1981).

Por lo tanto, el "Vosotros que sin guía, sin amparo) sacándolo todo devuestro solo valor, os congregáis para ilustraros e ilustrar con vuestrostrabajos", lanzado por Lastarria a los socios fundadores de la Sociedad Lite­raria, no era más que una muestra de presunción generacional y una fal­sedad. El Instituto Nacional, que fue incorporado a la Universidad de Chilecreada en 1843 bajo los auspicios intelectuales de Bello (Serrano, 1993),

había contribuido a fomentar nuevos usos de convivencia de los que sebeneficiaron los jóvenes literatos. La Sociedad tenía los rasgos típicos deuna asociación cultural de corte moderno y liberal. Contaba con unos cua­renta socios (entre ellos, dos de los hijos de Bello), de 20 a 23 años deedad. Los socios se reunieron con regularidad entre marzo de 1842 y agostode 1843, y dejaron constancia de sus sesiones en unas actas que muestranla variedad de las materias puestas en discusión (Subercaseaux, 1981: 56).

Asimismo, la creación de la Sociedad coincidió con la publicidad dadaa una serie de discusiones y polémicas en la prensa capitalina (Stuven, 1991).

La multiplicación de los periódicos permitía el desahogo público de lostemas de discusión que constituían el objeto de las conversaciones priva­das en las tertulias y los salones que Chacón, otra vez, recuerda muy vivi­damente y que, una vez más, involucran a Bello:

El señor Bello, amigo entusiasta de la juventud estudiosa, reunía en sucasa a los miembros más distinguidos de la "Sociedad Literaria", y allípasaban las noches reunidos en familia, discurriendo sobre los últimosadelantosde la ciencia, o improvisando charadas) que aguzaban el inge-

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254 I HISTORIA DE lOS INTELECTUALES EN AMÉRICA lATINA

nio y hacían amena la sociedad,o leyendo,en fin,poesíasde Byron,Lamar­tine y Víctor Hugo, poetas en boga en esa época (Chacón, 1924: 196).

En contraste con la amenidad del trato dentro de los espacios de sociabi­lidad privados o asociativos, las polémicas públicas en torno de temasliterarios, históricos y políticos que se sucedieron en Santiago a lo largode la década (Stuven, 1991; Iaksic,2007) involucraron constantemente, poruna parte, a Bello,y, por otra parte, a contendientes más jóvenes que el ilus­tre venezolano: Sarmiento y sus compañeros de exilio rioplatenses, y luegoLastarria, Bilbao y demás representantes de la "generación del 42", quemediante las polémicas entraron en franca rebeldía contra su maestro ymentor intelectual, particularmente sobre el tema de la historia ----del pasadocolonial- en el caso de Lastarria (Jaksic, 2007) y sobre el tema de la socia­bilidad en elde Bilbao. Sociabilidad chilenaprovocó incluso un distancia­miento entre Sarmiento y Bilbao, cuya diferencia de edad era menor, puesel primero se vio ofuscado por la radicalidad ideológica del segundo. Esdecir que, aun en el contexto educativo favorable y abierto creado porAndrés Belloen el Instituto y en la Universidad, era difícil sostener la com­prensión mutua entre las percepciones diversas del presente y del pasado.La rebelión de los jóvenes en contra del magisterio cultural de sus mayo­res no dejó de acentuarse hasta principios de la década siguiente. Peroello constituía, después de todo, una forma de relación, por antagónica quefuera. Con respecto a lo que había sido la escasa generación de la ilustra­ción en Chile, la ruptura era mucho más grave.

Manuel de Salas, sabio ilustrado sin herederosAl fallecer en 1841 el anciano e ilustre chileno Manuel de Salas,que habíanacido en 1754, Andrés Bello y Domingo Faustino Sarmiento escribieronsendas necrológicas que revelan profundas diferencias de sensibilidad polí­tico-cultural entre ambos autores: mejor dicho, entre dos estratos tempo­rales del liberalismo decimonónico. Desde laspáginas de ElAraucano, Belloretrató a Salascomo a un ilustrado católico, sin mencionar siquiera su largaactuación como político desde el inicio de la revolución. Recordó al "hom­bre benéfico" y su "puro amor al género humano"; al hombre "ilustrado"que "propendió siempre a la difusión de los conocimientos útiles" y quededicó "la influencia de su ejemplo y de sus consejos al sostenimiento dela causa del orden"; al "cúmulo de virtudes domésticas" del jefe de unanumerosa familia. En El Mercurio, Sarmiento fue mucho más prolijo. Sibien insistió, como Bello, sobre la personalidad amena y "ejemplar" de

HOMBRES DE lETRAS HISPANOAMERICANDS y SECULARIZACiÓN (1800-1B50) I 255

Salas,recordó explícitamente cómo "se echó con todo su corazón en la glo­riosa lucha de la revolución, en que prestó eminentes e importantes ser­vicios". Mientras Bello habló de Salas como de un bienhechor caritativocuya vida "fue especialmente consagrada al alivio de los menesterosos, alsocorro de la clase indigente y desvalida",Sarmiento elogió una "prenda"-que suena más romántica que ilustrada- que "aún no es muy común entrenosotros, ese amor entrañable por elpueblo que le distinguió siempre [... ]era un filántropo, un patriota".

Al terminar su artículo, Bello hacía una breve pero explícita alusión "alcultivo de la piedad religiosa, que en su COrazón estuvo siempre asociadaa la beneficencia y el patriotismo". Por el contrario, Sarmiento describióprolijamente las ocupaciones altamente profanas y seculares a lasque Salasdedicaba su tiempo durante los últimos días de su vida: "Rodeado de susamigos, se hacía leer los periódicos"; "Dos cosas fijaban profundamente suatención en sus últimos momentos. La una era el cultivo de la morera y lacría de gusanos de seda [... ]. La otra eran las desgracias de la RepúblicaArgentina, que le afligían profundamente". Para Sarmiento, a la hora de lamuerte la cuestión del más allá no era asunto de piedad y de fe, sino dereflexión y conocimiento:

Liberal en sus ideas y principios, y quizás un poco dominado de la incre­dulidad del siglo XVIII [ ... ], no ha querido salir de este mundo sinsaber a qué atenerse con respecto al otro. Atribuimos a este motivo supredilección por la lectura del Evangelio en triunfo, que se hacía leer dia­riamente, y cuyos raciocinios filosóficos sobre las creencias religiosas ylas discusiones a que ellas dan origen le preocupaban profundamente.

A pesar de sus diferencias, ambos textos sorprenden por la misma razón:su indefinible vacuidad respecto de la actuación de Salasantes de y durantela revolución y, más aun, por su silencio sobre la obra escrita del difunto.Asimismo, llama la atención el hecho de que fueron dos publicistas deorigen extranjero quienes escribieron sobre uno de los patriotas funda­dores de la república chilena. Ambos confesaban que no tenían a su alcancelos datos y Josdocumentos que les hubieran permitido escribir una necro­lógica más nutrida. Pero aquí se observa otra diferencia entre Bello y Sar­miento. El primero hacía un llamamiento a los lectores para que comuni­caran cualquier información en su posesión, mientras que el segundointerpelaba a"los jóvenes que gozan hoy de los inestimables beneficios quelos esfuerzos y sacrificios de patriotas como el que nos ocupa les han pro­porcionado': para que "empleasen sus nacientes talentos ¡...] en reunir

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256 I HISTORIA OE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA

cuantos datos puedan obtenerse sobre la vida de este ciudadano eminente,interrogando para ello las actas públicas, las reminiscencias de sus amigos,las tradiciones populares': En otras palabras, los invitaba a volverse los his­toriadores de uno de los grandes hombres de la patria.

Estos datos dicen mucho acerca de lo que fue, al contrario de lo que daa entender la historiografía producida a partir de la segunda mitad del sigloXIX, la precariedad de la transmisión cultural entre la generación de lasLuces hispanoamericanas y las dos inmediatamente posteriores a las quepertenecieron respectivamente Bello y Sarmiento. Cuando la Universidad

de Chile publicó en '9'4 Losescritos de Don Manuel de Salas, estos pape­les llenaron tres tomos y cerca de mil cuatrocientas páginas. Muchos de losdocumentos habían sido ya utilizados y citados, muy tardíamente, porMiguel Luis Amunátegui en la mediocre biografía que dedicó a Salas endos tomos publicados en 1895,y por elgran historiador Diego Barros Aranaquien, con el profesionalismo que lo caracterizaba, reconstituyó en variostomos de su HistoriaGeneral de Chile (1884-1902) las actuaciones de Salascomo innovador ilustrado antes de 1808 y como actor político durante larevolución y después. De estas dos obras, Salasemergía, por fin y conformea los votos de Sarmiento, como un verdadero "precursor" intelectual de la

emancipación de Chile. Cabe subrayar que, mientras vivió, el mismo Salasno contribuyó a su propia entronización simbólica como "fundador de larepública", ya que no dejó memorias y se contentó con llevar la carrera deun perfecto servidorpúblico. A partir de 1810 se puso del lado del procesoautonomista y luego independentista, y fue representante en varios con­gresos. Tras la independencia, ya anciano, fue diputado en el congreso de

1823 y luego se dedicó sobre todo al fomento de la beneficencia pública.El análisis del contexto cultural en el que Manuel de Salas se desempeñó

como sabio ilustrado a fines de la época colonial proporciona sobradasrazones para entender por qué era muy difícil que los jóvenes de la gene­ración de los años 1840 lo reconocieran como un eslabón destacado en lagenealogía cultural del Chile independiente. También esclarece la rela­ción existente entre este contexto, la reflexión colectiva en torno a la "socia­bilidad chilena" y el proceso de secularización.

LA SOCIABILIDAD DEL ANTIGUO RÉGIMEN Y LA ILUSTRACIÓN

Debido a que cierto número de los ilustrados -como es el caso de Manuelde Salas en Chile, o de Manuel Belgrano (1770-1820) en Buenos Aires- fue-

HOMBRES DE LETRAS HISPANOAMERICANOS Y SECULARIZACiÓN (lBOO-1850) I 257

ron protagonistas relevantes de la revolución de los años 1810,se les ha con­ferido la calidad de precursores, trasformándolos a menudo en revolu­cionarios, independentistas y liberales avant lalettre. No obstante, la seduc­tora perspectiva progresista de fines del siglo XIX pierde mucho de su validezsi se toma en cuenta la especificidad de las condiciones sociológicas y delcontexto cultural en los que los ilustrados desarrollaron su labor intelec­tual antes de la revolución. Por 10tanto, la suerte de Manuel de Salas y desus escritos, desconocidos por los sabios chilenos de los años 1840, no esmás que un ejemplo que vale la pena ubicar en una perspectiva más amplia,comparándolo con otros casos de supuestos precursores, en particular conBelgrano, con quien comparte más de un rasgo, y comparando el con­texto cultural sureño de fines del siglo XVIII con otros de la misma época.

En primer lugar, recordemos que la imprenta hizo su primera apariciónen Buenos Aires en 1780, y en Santiago en 1811. De este solo dato se des­prende toda la distancia cultural que separaba los territorios meridiona­les de América de, por ejemplo, Nueva España. Este virreinato tenía uni­versidad e imprenta desde mediados del siglo XVI y se caracterizaba, a finesde la época colonial, por la variedad y la calidad de sus colegios y semina­rios, presentes en todas las capitales de provincia, así como por elnúmerode sus imprentas (por lo menos una media docena en la capital virreinal

y otras tantas en otras ciudades). La ciudad de México había tenido suprimera gaceta impresa entre las décadas de 1720 y 1730, mientras que ElTelégrafo Mercantil, el primer periódico bonaerense, apareció en 1800, y LaAuroradeChile, en 1812. En Nueva España, los periódicos de corte ilustradohicieron su aparición a fines de los años 1760. Sus promotores, José Anto­nio Alzate y Ramirez (1737-1799) y José Ignacio Bartolache (1739-1790) seadelantaron mucho a la generación de los ilustrados sureños, y fallecie­ron en el momento en que el movimiento ilustrado novohispano empezóa institucionalizarse sólidamente en torno de nuevos establecimientos deenseñanza, el Colegio de Minería y la Academia de San Carlos (Lempé­riere, 2004), cuya calidad y recursos suscitaron la admiración del viajerocientífico alemán Alexander von Humboldt.

En contraste con la situación novohispana, en Buenos Aires y en San­tiago de Chile las prácticas y las producciones ilustradas encontraronun único espacio donde desplegarse: los consulados de comerciantes, crea­dos en 1795en Santiago y Buenos Aires, donde Salas desempeñaba el cargode síndico y Be1granooficiaba como secretario, respectivamente. En tornode estas instituciones gremiales y de sus empleados letrados se forma­ron los muy pequeños grupos de hombres versados en los nuevos cono­cimientos, en particular la economía política (Collier, 1967: 40; Chiara-

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258 I HISTORIA DE lOS INTELECTUAlES EN AMÉRICA LATINA

monte, 1989: 106 y ss.}. De allí surgieron algunas iniciativas para renovarlos estudios, como la de Manuel de Salas, que creó, con fondos propor­cionados por varias corporaciones civiles de Santiago, la Academia deSan Luis donde se enseñaba dibujo y algo de geometría, y también lasmemorias en las que se proponían medidas para fomentar la agricultura,la industria yel comercio. En Buenos Aires, se logró dar alguna publici­dad a las nuevas ideas mediante la edición de periódicos, por lo demás decorta duración (Bonardi, 2006). Pero en Santiago, tras su lectura en lasesiónpública, las memorias redactadas por Manue! de Salas o por los sucesivossecretarios del Consulado quedaron sepultadas entre los archivos del gre­mio y los papeles privados de sus autores. Hasta bien entrada la era de larevolución, no hubo en Santiago escritos impresos de los contemporáneosde Salas, también considerados representantes de la "ilustración chilena",

Juan de Egaña (1768-1836) o Camilo Henríquez (1769-1825), fundador deLaAurora de Chile. No obstante, esto no impedía que circularan noticiase ideas manuscritas, o que hubiera intercambios entre los ilustrados de dis­tintas comarcas, como lo descubrió Barros Arana (1886: 417):

Salas tenía la costumbre invariable de enviar copia de todas esas memo­rias a don Manuel Belgrano, secretario entonces del consulado de HA

r...] cuya inteligencia y cuyo interés por todo lo que se relacionaba cone! progreso industrial de ese país, ofrecen no pocas semejanzas con el

carácter de su corresponsal de Chile.

Según una paradoja sólo aparente, fue el molde corporativo de viejo cuñoel que ofreció espacio a las primeras formas de sociabilidad moderna enAmérica del Sur. Los consulados de mercaderes fundados en diversas capi­tales americanas periféricas alrededor de 1795 fueron autorizados por laCorona, que, al responder favorablemente a antiguas demandas de loscomerciantes locales, aprovechó la oportunidad para ampliar las funcio­nes de estos gremios más allá de lo judicial y les encargó que procurasen

por todos los medios posibles el adelantamiento de la agricultura, lamejora en elcultivo y beneficio de los frutos, la introducción de las máqui­nas y herramientas más ventajosas, la facilidad y la circulación interior,

y, en suma, cuanto parezca conducente al mejor aumento y extensiónde todos los ramos de cultivo y tráfico (Barros Arana, 1886: 84).

Asimismo, la formación académica de los miembros de esos grupos fuela de los letrados tradicionales: Manuel de Salas era bachiller en sagra-

HOMBRES DE LETRAS HISPANOAMERICANOS Y SECULARIZACIÚN (1800-1850) I 259

dos cánones de la Universidad de Lima, donde recibió el título de abo­gado en 1774; su compatriota Juan de Egana cursó derecho en la Univer­sidad de San Felipe en Santiago; Belgrano comenzó sus estudios en el con­vento de Santo Domingo y los siguió en el Real Colegio de San Carlos enBuenos Aires, al igual que Luis Hipólito Vieytes (1762-1815), otro ilustradorioplatense. En el sur de América, la generación siguiente, la de los pró­ceres de la revolución <por ejemplo, en Buenos Aires, Mariano Morenoo Castel1i-, se benefició de la creación de la Academia Carolina de Char­cas, en el Alto Perú, donde se renovaron los estudios de derecho y dondese forjaron redes personales que fueron decisivas a la hora de la revolu­ción. En cambio, Belgrano se graduó de bachiller en derecho en la Uni­versidad de Salamanca y permaneció durante siete años en España, donde

también había residido Salas entre 1777 y 1782.Tanto para Belgrano comopara Salas el viaje a España fue la primera circunstancia que los convir­tió de letrados clásicos en figuras sociales híbridas (Bclgrano cuenta ensu autobiografía que en España se dedicó "al estudio de los idiomas vivos,de la economía política y del derecho público"). En efecto, en la penín­sula y fuera de los recintos universitarios ambos pudieron familiarizarsecon las nuevas corrientes de pensamiento mediante lecturas autodidac­ras, un rasgo común a todos los sabios de aquella época. Y aun cuandoquedasen enmarcados por elorden corporativo (Salas se desempeñó ade­más como regidor de! ayuntamiento) pudieron llegar a ser también empre­sarios culturales gracias a las posibilidades abiertas por los recién crea­

dos consulados.Ahora bien, fueron empresarios culturales, pero dotados de muy poca

autonomía a causa de los lentos mecanismos jurídicos de decisión (como,por ejemplo, cuando quisieron crear nuevos institutos de enseñanza), dela etiqueta corporativa -las memorias se leían cada año en los consula­dos durante una sesión solemne presenciada no sólo por los comercian­tes sino también por elvirrey o el capitán general- yde la escasez de recur­sos. Además, también participaron de los prejuicios sociales de su época.La lista de los papeles de Salases esclarecedora al respecto: "Defensa","Soli­citud", "Representación" eran algunos de los alegatos que tenía que redac­tar para defender el honor de su padre o su actuación como administra­dor, o bien para mantener la Academia de San Luis a salvo de las antipatías

de otras corporaciones.En otras palabras, cuando brotaron las Luces en distintos puntos de la

América española, el régimen vigente de publicidad y de sociabilidad nosólo era el producto del absolutismo monárquico, sino también de un sis­terna cultural profundamente arraigado que estructuraba de manera espe-

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dfica las relaciones sociales. El orden corporativo, jerarquizado por susecuela de estatutos y privilegios y siempre envuelto en ritos religiosos(juramentos, misas del Espíritu Santo, culto a los santos patronos ... ), expre­saba una cosmovisión católica ya que había sido concebido para repro­ducir en forma terrenal el orden de la divina creación, que consagraba ladesigualdad de las condiciones y de los méritos (Lcmpériere, 2004). Segúnla cultura escolástica imperante, en tanto parte del orden sagrado de lanaturaleza, la sociedad humana y elmundo terrenal eran datos intangiblese inalcanzables para la acción transformadora de los hombres (Gauchet,2005). Por lo tanto, las formas corporativas de sociabilidad no constituíanespacios en los que se pudiera discutir el orden imperante, sino que, porel contrario, tenían la vocación de conservarlo y de reproducirlo. Concre­tamente, el régimen antiguo de sociabilidad descansaba en un ordena­miento teológico-jurídico formado por la acumulación multisecular decódigos, glosas, sumas, recopilaciones ... , y otras tantas autoridades con­sagradas que constituían el conjunto de los conocimientos propios de losletrados. Estaba sostenido, además, por un régimen de publicidad cuyosfundamentos eran al mismo tiempo teológicos y jurídico-políticos. Segúnlos primeros, la publicidad más deseable era la del culto y de la devoción:la de la catolicidad. Según los segundos, los "papeles públicos" y los impre­sos estaban puestos bajo la estricta vigilancia de las autoridades civiles yeclesiásticas, que en América dispensaron siempre con sumo cuidado laslicencias y los privilegios necesarios para dar a luz a cualquier publicación.Se consideraba imprescindible garantizar en las publicaciones impresasel carácter de ejemplaridad y edificación que presidía también a la publi­cidad del culto (Lempériere. 2004: cap. VI), y sin lugar a dudas éste fue unode los campos en los que la soberanía absoluta del monarca español, conla ayuda de las autoridades eclesiásticas, se ejerció de la manera más eficaz.Tras la revolución, esto dio lugar a las recriminaciones torrenciales en con­tra del "oscurantismo't ydel "fanatismo"que habrían caracterizado al "des­potismo español".

En los años 1830 y 1840, en Chile, donde la ilustración no había dejadoninguna huella impresa o institucional, los jóvenes cultos se aferraron ala idea de que la herencia española se limitaba efectivamente a la antiguacuItura monárquica-corporativa-católica. Sin embargo, no era así. LaCorona, desde arriba pero apoyándose en los letrados más jóvenes y enlos actores económicos más dinámicos (mineros y comerciantes), habíadado el primer impulso al proceso de secularización dentro del reino delcatolicismo absoluto. Ese impulso consistió en favorecer -mediante lareforma de instituciones tradicionales, como los consulados comerciales,

HOMBRES DE LETRAS HISPANOAMERICANOS Y SECULARIZACIÓN (1800-1850) I 261

las asociaciones de nuevo tipo, como las sociedades económicas de ami­gos del país, y las reformas educativas~ la circulación de ideas que enfati­zaban los intereses temporales de la monarquía y de sus vasallos -lo quese llamaba genéricamente la "economía política"-. El Prospecto que anun­ciaba en 1800 la próxima publicación de El Telégrafo Mercantil en BuenosAires rozaba la blasfemia y la herejía ya desde su primera frase: "Éste es elclamor de todos los filósofos: el deseo de ser feliz es el primero y únicomóvil de los hombres". Pero la "utilidad temporal" y la felicidad en estemundo se habían vuelto el nuevo credo de los altos funcionarios madri­leños y de los ilustrados hispanoamericanos.

El estallido de la crisis monárquica en 1808 y la consiguiente revolucióncortó de raíz los desarrollos que sin duda este movimiento podría haberconocido. Pero el alcance social extremadamente restringido que tuvo ensu momento de auge, debido entre otras cosas a las trabas impuestas a laamplia difusión de los impresos y al control estrecho de todas las formasde sociabilidad, explica también que predominara en la generación de 1840

el sentimiento de que la monarquía no había dejado nada que valiera lapena recordar. Como decía Lastarria en 1842: ''Apenas ha amanecido paranosotros e118de septiembre de 1810,estamos en la alborada de nuestra vidasocial, y no hay un recuerdo tan sólo que nos halague, ni un lazo que nosuna al pasado antes de aquel día. Durante el coloniaje no rayó jamás la luzde la civilización en nuestro suelo", En México, donde el movimiento ilus­trado se había institucionalizado sólidamente, el hito cultural fue muchomenos contundente después de la independencia. No fue así en Chile, dondelas vegetativas instituciones educativas de fines de la época española de­saparecieron por decreto del Congreso revolucionario sin poder dar lugarde inmediato a instituciones republicanas duraderas.

SOCIABILIDAD CHILENA: LA CATOLICIDAD COMO SISTEMA CULTURAL

La publicidad dada a las discusiones sobre la sociabilidad en el Chile deprincipios de los años 1840 era tanto una manera de justificar las noveda­des que se estaban consolidando en elcampo cultural, corno una ofensivaideológica. En palabras de Lastarria de 1842, se trataba de "un plan de ata­que contra los vicios sociales, a fin de hacerse dignos de la independencia':El alcance crítico de los textos se diferenció en función del punto de vista

adoptado respecto de la existencia, ° no, de formas tradicionales de so­ciabilidad durante el antiguo régimen yen el presente. Por un lado estaba

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Lastarria, quien, en su Discurso de 1842 y con elpropósito de resaltar la osa­día de los jóvenes literatos, lamentaba la ausencia de cualquier forma desociabilidad en Chile, tanto en el pasado como en el presente. Esa manerade ver lo hacía partícipe de una corriente muy mayoritaria del pensamientoliberal, que consideraba que la "sociedad': en el sentido de libre asocia­ción de individuos, había aparecido en Hispanoamérica sólo a raíz de larevolución y de la emancipación. Por otro lado, estaba Bilbao, quien en supanfleto de 1844 deploraba la persistencia en la sociedad chilena contem­poránea de las prácticas socioculturales arcaicas heredadas de la EdadMedia y fundadas en la cultura católica: "La edad media era una verdaderasociedad, porque tenía una unidad de creencias l...J. Así vemos la unidadde fe, de tradición, de autoridad, dominar y formar el verdadero carácter

de nuestra sociedad".Bilbao entendió y escribió, más claramente que nadie a pesar de su

deplorable estilo literario, que la sociabilidad no era un rasgo propio dela modernidad política y cultural, y que existía una sociabilidad especí­fica de la cultura católica (que él llamaba la "síntesis católica"). La socia­bilidad de corte católico se mantenía viva en el nivel más profundo de lasociedad chilena: el de la familia. Y en esto residía precisamente la auda­cia crítica de Bilbao. En primer lugar, había identificado perfectamente,aunque fuera de manera intuitiva, lo que quedaba en pie de la concep­ción, o mejor de la mentalidad católico-escolástica de la sociabilidad: laconvicción de que existía una sociabilidad natural, no sólo la del "animalpolítico" de Aristóteles, sino la de la familia, la unidad orgánica origina­ria. "Empezaremos por la familia",escribía con clarividencia: en la medidaen que "la autoridad y la tradición se debilitan por las novedades", la fami­lia se cerraba en torno a un "aislamiento misantrópico [.. ,] la visita, lacomunicación debe desecharse a no ser con personas muy conocidas: nohay sociabilidad, no se admite gente nueva ni extranjera", La jerarquíainterna propia de cualquier agrupación orgánica afectaba a las relacio­nes entre padres e hijos, entre hombres y mujeres, caracterizadas por sudesigualdad y su autoritarismo. Sociabilidadchilenaapuntaba a la incom­patibilidad y el antagonismo entre dos sistemas antropológicos, el anti­guo basado en los grupos primarios, supuestamente naturales, como lafamilia o la pequeña comunidad de habitantes, y el "sistema individual"en el que el individuo "procura apoyar elvínculo social en otra base y bajootro sistema de relaciones que admitiese los hechos que la síntesis cató­lica apartaba", es decir, la libertad de cada uno de escoger sus vínculossociales. En segundo lugar, según Bilbao el autoritarismo en los gruposfamiliares afectaba también a la esfera política, puesto que "como horn-

HOMBRES DE LETRAS HISPANOAMERICANOS Y SECULARIZACiÓN (1800-1850) I 263

bres de la familia política llamada sociedad, son lo que son en la familia.La autoridad es la fuerza, y la fuerza es la autoridad". Y en tercer lugar, alno ubicar la vigencia de la antigua sociabilidad católica en algún gruposocial en particular, sino en las familias, y al hacer referencias explícitasal "feudalismo" que, según él, regía las relaciones de propiedad y de tra­bajo, Bilbao eximía al "pueblo" de la responsabilidad del arcaísmo de lascostumbres y del atraso cultural, para hacerla recaer en las élites sociales.

Atribuía al atraso gencral de la comunicación y del intercambio de todotipo, incluso económico, la ausencia en Chile de una bourgeoisie (voca­

blo de Bilbao) que, como en Europa, "preludie la libertad".Sarmiento describió en el séptimo capítulo de Facundo, con una pluma

infinitamente más talentosa que la de Bilbao, la sociabilidad tradicional enuna ciudad de la provincia rioplatense, Córdoba, a fines de los años 1820,

y cuáles eran sus fundamentos corporativos y escolásticos. Sin embargo,la Defensa, que redactó en 1843 para responder a las insinuaciones que leprodigaba un rabioso publicista chileno sobre la humildad de sus orígenessociales (Halperin Donghi, 1982), resulta mucho más interesante para nues­tro propósito, en tanto deja ver claramente cómo su concepción seculari­zada de la naturaleza de las relaciones sociales afectaba íntimamente a larepresentación del sentido de su propia vida. En el curso de su Defensa,Sarmiento contrasta sistemáticamente lo que llama su "aislamiento" con

su afición a los estudios:

No son muchos los jóvenes de mi edad que puedan vivir solos, mesesenteros encerrados en un pobre gabinete; [... 1en la infancia, en los via­jes, en el destierro, en los ejércitos, en medio de las luchas de los par­tidos, en la emigración en fin, no he conocido más amigos que los librosy los periódicos; no he frecuentado más tertulias que las de hombres

de instrucción.

Como Bilbao, Sarmiento está convencido de que sí había sociedad y socia­bilidad en el mundo tradicional, y son precisamente las modalidades deesta sociabilidad de las que huye a lo largo de sus andanzas: «Son pocos

los jóvenes que sin mendigar la protección de nadie, ni andar prodigandovisitas, y sin fortuna, puedan bastar a sus cortas necesidades, y tengan elvalor de despreciar las exigencias de la sociedad",o sea la búsqueda del favory del patronato que limitan la libertad individual. En el momento de hablarde sí mismo en un tono más íntimo, parece adherirse a la concepciónmás tradicional, al asumir no haber tenido "más vínculos que me liguen ala sociedad que los de hijo, hermano y amigo, y creo haber desempeñado

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mis obligaciones de un modo aceptable a Dios y a los hombres': Pero enlo que sigue: "Desde la temprana edad de quince años he sido el jefe de mifamilia. Padre, madre, hermanas, sirvientes, todo me ha estado subordi­nado, y esta dislocación de las relaciones naturales, ha ejercido una influen­cia fatal en mi carácter. Jamás he reconocido otra autoridad que la mía",encarna la subversión de la jerarquía interna del grupo primario, cuyasimplicaciones en cuanto a la democratización socialy política Bilbao había,por su parte, entendido perfectamente.

CONCLUSIÓN

Loque se jugaba en los debates sobre la sociabilidad entre los jóvenes libe­rales chilenos de los años 1840 era la definición de las condiciones queharían posíble la ampliación de los derechos políticos del pueblo ciuda­dano y la instauración de una verdadera democracia. Ésa fue la priori­dad en la agenda de los jóvenes adultos liberales que en Nueva Granada,en México o en Buenos Aires se encontraron a mediados del siglo XIX enla situación de relevar en el mando a los representantes de la generaciónque había hecho la revolución. En los contextos nacionales en que cris­talizaron estas coyunturas político-culturales, el tema de la democratiza­ción fue asociado con otros, tales como la separación entre la Iglesia y elEstado, la expropiación de los bienes de la Iglesia y el derrumbamiento delos vestigios del viejo orden corporativo. La contribución de los hom­bres de letras a este proceso no fue en modo alguno homogénea. La gene­ración que hemos llamado de los años 1840 o "del momento democrá­tico" encarnó la corriente radical del liberalismo de mediados de siglo.Desde el punto de vista cultural, se apoyó en la búsqueda de la emanci­pación intelectual respecto de los maestros de las generaciones anterio­res y en una condena del pasado prerrevolucionario mucho más radicalde la que había sido corriente hasta entonces. He ahí cuando fueronderrumbados en la ciudad de México algunos conventos que habían sidojoyas de la arquitectura barroca, dándole a la reforma liberal los rasgosde una revolución cultural. Sin llegar a estos extremos, los liberales chi­lenos de la generación de Lastarria y de Bilbao encarnaron una de lasdimensiones del proceso de secularización: la reducción de las relacio­nes sociales a las interacciones entre individuos libres y soberanos. lle­gar a ello supuso, entre los hombres de letras, no sólo el desarrollo de prác­ticas de sociabilidad que descansaban en el mismo principio, sino también

HDMBRES DE LE1RAS HISPANOAMERICANOS y SECULARIZACiÓN (lBOO-1850) I 265

una extrema simplificación ideológica de lo que había sido el pasado espa­ñol. Desde este punto de vista, el proceso de secularización se completócon la asunción de la historiografía liberal que, en la segunda mitad delsiglo, construyó la genealogía cultural de la república, escogiendo entrelos hombres de letras del pasado colonial a quienes pudieran encarnarmejor los albores del progreso en Hispanoamérica.

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IIILa manha de las ideas

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La construcción del relatode los orígenes en Argentina,Brasil y Uruguay: las historiasnacionales de Varnhagen,Mitre y BauzáFernando J. Devoto

La construcción de relatos del pasado que exploraban las raíces y las sin­gularidades de distintos grupos humanos, ya sea organizados bajo una forma

estatal o bien que se esperaba lo fuesen en el futuro, es una característica del

siglo XIX en Europa o en América. Generados por letrados, en ocasiones alservicio del Estado, en otras opuestos a él, espejan la emergencia de distin­tos nacionalismos a la búsqueda de alcanzar o reforzar la cohesión, ahorajuzgada deseable y necesaria, de ciertos grupos humanos. En ese marco, lahistoriografía podía brindar instrumentos cohesivos e identificatorios bajola forma de un relato de los orígenes, entendido como una especie de "auto­

biografía" de la nación, esa palabra que los nuevos tiempos ponían de moda(Febvre, 1996: 156-157). Así, las curvas de los nacionalismos y de las histo­rias nacionales se desplegaron a menudo en forma paralela. Las necesida­des de los primeros fortalecieron el rol de las segundas, dándoles un reco­nocimiento, una influencia y una «utilidad" mayores que en el pasado.

Marc Bloch y Arnaldo Momigliano observaron, de manera semejanteaunque con desarrollos diferentes, que la historiografía moderna habríanacido de la confluencia entre las técnicas eruditas de los monjes de SaintMaur (Mabillon) o de Port Royal (Tillernont} y los esquemas provistos porla ilustración (Voltaire, Montesquieu), confluencia que para el segundo

se habria realizado en la obra de Gibbon (Bloch, 1970; Momigliano, 1950:

285-315) aunque se han propuesto cronologías más antiguas (Ginzburg,2006: 14-38). Si esa operación a su vez implicaba un giro en el papel de lahistoria, de la erudición anticuaría a la utilidad pragmática, ahora estaúltima iba a aplicarse al culto de la "nación': Desde luego que la historiadecimonónica no puede subsumirse totalmente en ese papel ni tampocodebe atribuírsele a ella un rol exclusivo, y ni siquiera dominante, entre elconjunto de instrumentos homogeneizadores que élites estatales o élitesalternativas empicaban para lograr sus objetivos.

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270 I HISTORIA OE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA

En dichos contextos, el presente trabajo confrontará tres historias nacio­nales: la Historia geral do Brasil (la ed.: 1854-1857; 2a ed.: 1877), de Fran­cisco Varnhagen (1816-1878); la Historia de Belgrano y de la independencia

argentina (la ed.: 1858; 2 a cd.. 1859; Y ed.: 1877; 4a ed.: 1887), de BartoloméMitre (1821-1906), y la Historia de la dominación española en el Uruguay

(1" ed.: 1880-1882; 2" ed.: 1895-1897). de Francisco Bauzá (1849-1899).

La elección de esos autores y de esas obras responde a ciertos criteriosque deben ser explicitados desde el comienzo, ya que es posible sostenerrazonablemente que podrían haberse elegido otros y otras. Loscriterios deselección son problemáticos, ya sea en relación con el problema de quédebe entenderse por "historias", ya sea con respecto a la representatividadde cada autor en el contexto de la respectiva historiografía nacional. Encuanto a lo primero, es visible que en buena parte del siglo XIX no exis­tían (y tampoco existen hoy) consensos unánimes acerca de los deslindesentre la historia y otros géneros. Por poner un solo ejemplo, ¿cómo con­siderar el imaginativo Facundo de Sarmiento, que contiene una inteligentelectura del pasado (además de muy influyente en la Argentina posterior)y que, sin embargo, no reposa sobre una investigación original y elude com­pletamente la operación erudita? La mayoría de los contemporáneos novieron allí un libro de historia y ese criterio se extendió y se consolidó luegoentre los historiadores posteriores a medida que la historiografía definíacon claridad creciente su territorio y sus diferencias con otros géneros,como la "crónica", el "ensayo" o la literatura. Sin embargo, esa obra sirvióde excusa para que el Instituto Histórico de París incluyese a Sarmientocomo miembro correspondiente o para que el mismo Mitre consideraseconveniente proponerle al autor del facundo que escribiese un "Corola­rio" a la segunda edición de su Belgrano (Sarmiento, 1859). Entre criteriosamplios o restringidos nos hemos inclinado por los segundos, sin conver­tirlos en un dogma de fe y admitiendo que otras alternativas eran posibles.

El mejor argumento a nuestro favor es la comparabilidad de las obrasescogidas. Desde Marc Bloch en adelante se admite entre los historiado­res que los estudios comparativos -un juego de semejanzas y diferencias­requieren una cierta similitud y contemporaneidad de los objetos a obser­var que hagan lícita la comparación, y, sin duda, también una cierta de­semejanza de los ámbitos en que se desenvuelven que la haga ilumina­dora (Bloch, 1963: 17-18). Similitud es entendido aquí, en primer lugar, enlo que respecta al género. Como sus mismos títulos lo indican, se trata de"historias", en el sentido convencionalmente admitido en el siglo XIX, esdecir, de narraciones desplegadas cronológicamente que intentan expli­car el presente por el pasado y que lo hacen a través de la presentación de

LA CONSTRUCCiÓN OEL RELATO DE LOS ORíGENES I 271

una abundante serie de hechos "comprobados", según los criterios erudi­tos de verificación entonces imperantes. En cuanto al método, las tres pue­den enmarcarse en la tradición abierta por aquella confluencia a la que alu­dían Bloch y Momigliano. En segundo lugar, ellas son "nacionales" por elpropósito (justificar y/o exaltar el propio Estado o la propia nación, en­contrando en el pasado los elementos que lo legitiman ante otros) y porel objeto: eldesarrollo del relato se despliega en un espacio que engloba elterritorio bajo dominación del Estado respectivo, en el momento con­temporáneo a la producción de la obra, y aquellas áreas vecinas que fue­ron contenciosas. Sin embargo, es necesario apuntar una distinción en rela­ción con el último punto: mientras las obras de Bauzá y de Varnhagenpertenecen plenamente al género de las historias nacionales, la de Mitrebascula entre dos modelos que a menudo eran considerados diferentestambién en el siglo XIX: la "biografía", historia de un hombre, y el prece­dente, historia de un pueblo (Enders, 2000). Con todo, y más allá del eclec­ticismo de origen, el carácter de "historia nacional" será crecientementedominante en Mitre a medida que aparezcan las sucesivasediciones amplia­das de la obra. Asimismo, en buena medida, sus autores también compar­ten una preocupación por un "estilo", entendido como el pertinente parauna obra de historia que la distingue de otros géneros: lahistoria como ramode la crítica, no de la elocuencia y por ello necesariamente lacónica, en elde­cir de Varnhagen (]906: XII). Finalmente, las tres, aunque no estrictamentecoetáneas, se despliegan en un cuadro cronológico breve (menos de treintaaños separan sus primeras ediciones): el tercer cuarto del siglo XIX, que lesbrinda suficientes elementos de homogeneidad en relación con climas cul­turales e historiográficos más generales en el mundo euroatlántico.

Una segunda cuestión remite, como señalamos, a la representatividad.Aun partiendo del recorte que hemos escogido, pueden presentarse variasalternativas. En el caso brasileño, es posible señalar la obra precedente deRobert Southey o la de Ioáo Francisco Lisboa, uno de los mayores pole­mistas de Varnhagen. La primera puede descartarse por diferentes razo­nes. No tanto porque su autor fuese un poeta inglés, sino porque la misma(escrita a partir de 1806 y publicada en Londres desde 1810 y en el Brasilen 1862), que culmina su narración en ]808, con el arribo de Juan VI aPortugal, fue ideada y publicada no sólo antes de la independencia, sinoantes de la transición a ella, con lo cual es una historia del Brasil colonialy no el estudio del surgimiento de un nuevo Estado. En el caso de la obrade Lisboa, ésta es fragmentaria o está centrada en dimensiones regionaleso individuales y difícilmente pueda englobarse bajo la etiqueta "historianacional". En el caso argentino, la alternativa más visible es la que repre-

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sentaron los trabajos más tardíos de Vicente Fidel López. Aunque la obrade éste gozó de una considerable fortuna, igualo tal vez aun mayor quela de Mitre en el período comprendido entre 1880 y 1910, los años poste­riores decantarían el balance claramente en favor a Mitre, no sólo por eljuicio de la historiografía académica, sino porque ella parecía presentar unretrato del pasado que congeniaba más con el imaginario de la Argentinamoderna. En el caso uruguayo, la obra de Bauzá emerge casi sin rivales enel género "historia nacional". Aquello que Carlos Real de Azúa propusocomo la "línea crítica disidente" (el"Bosquejo Histórico" de FranciscoBerray sobre todo, a principios del siglo xx, los "Anales"de Eduardo Acevedo),no dejó de ser algo claramente diferente como operación historiográficay notoriamente minoritario en cuanto a su difusión (Real de Azúa, 1990:

222-225). Así, no parece arbitrario afirmar que las convenciones admiti­das por las élites culturales de los tres países tendieron a considerar a nues­tros tres autores elegidos como fundadores o "padres" de la historia en sen­tido moderno (como Capistrano de Abreu dijo de Varnhagen, BlancoAcevedo y luego Juan Pivel Devoto de Bauzá, o Rómulo Carbia, y sus con­géneres de la Nueva Escuela, de Mitre) y que esas obras constituían el pri­mer esfuerzo erudito de pensar el pasado de sus respectivos países y ori­ginaban la reflexión sistemática acerca de sus orígenes.

Desde luego que los relatos escogidos no pueden considerarse comoun punto cero, ni tampoco corno perspectivas que no tuviesen contradic­tores entre sus contemporáneos y entre los historiadores posteriores, y sufortuna no fue uniforme a lo largo del tiempo. Una larga serie de críticasenfrentó la obra de Varnhagen ya durante el imperio o la "República Vieja"(de Ioao Francisco Lisboa a Manoel Bonfim), o la de Mitre aún antes dela aparición del revisionismo histórico (de Alberdi a V. F. López y a L. A.de Herrera). Así, su lugar fundador no deriva de que ellas no sufrieranembates y discusiones, sino de que les correspondió la precedencia tem­poral en el género erudito, y también porque de ellasderivó por un tiempomayor o menor la construcción del relato canónico de los orígenes de lasrespectivas naciones, y ello puede justificar la elección.

TRES HISTORIADORES Y SUS CONTEXTOS

Elcontexto sudamericano, en los tres casos (Argentina, Brasil y Uruguay)que analizaremos, presenta algunas singularidades en relación con el euro­peo que es preciso señalar desde ya. Una reside en que, esquemáticamen-

LA CONSTRUCCiÓN DEL RELATO DE LOS ORíGENES I 273

te, en Europa puede distinguirse entre los relatos que surgen en el ámbitode estados territoriales antiguos en vías de pasaje hacia el nuevo "Estado­nación" y aquellos que emergen entre letrados que representan, o se arro­gan la representación de, a minorías étnicas o lingüísticas y, en general,se articulan con movimientos políticos opositores que luchan por lograrla construcción de una entidad política independiente. En cambio, y conlas debidas diferencias que remarcaremos entre el Brasil y los dos paísesplatenses, en los casos analizados en este trabajo la situación es más ambi­gua. Se trata de relatos surgidos en estados recientes, no consolidados opoco consolidados, pero en el seno de las élites de poder y no entre otrasalternativas a él. La segunda diferencia es que esos mismos límites de losestados sudamericanos influía en las debilidades (Brasil) o en la ausencia(Argentina y Uruguay) de aquellas instituciones inherentes y necesariaspara la labor erudita, esto es: ámbitos académicos de enseñanza superioren los que hubiese una acumulación de saberes, archivos que reflejasen unasólida tradición estatal y una articulada burocracia, bibliotecas o colec­ciones documentales que exhibiesen una rica y articulada sociabilidad inte­lectual e incluso tradiciones intelectuales consolidadas.

En ese cuadro de conjunto y en esos planos, la situación del Brasil erabastante mejor que la de los dos países sudamericanos. La naturaleza dela transición del antiguo régimen al Estado independiente permitió la con­tinuidad de las estructuras estatales, a la vez que evitó la completa desor­ganización de la administración colonial, que sí se produjo en el ámbitodel antiguo Virreinato del Río de la Plata. A su vez, el papel de la corte,que directa o indirectamente promovía la actividad intelectual (dentro deuna concepción tradicional). Un modo de observar el problema es pre­sentar el itinerario del Instituto Histórico y Geográfico Brasileño creadoen Río de [aneiro en 1838 y del cual Francisco Varnhagen formará partedesde 1840.Surgió por iniciativa de la "Sociedade Auxiliadora da Indús­tria Nacional", en el momento en que proliferaban las revueltas sepa­ratistas, como una clara afirmación de principios centralistas, monár­quicos y moderados. Se trataba de una típica "société des savants", querecordaba a las academias ilustradas del siglo XVIII, aunque entre susmodelos estuviese también el Instituto Histórico de París nacido en 1834(Salgado Guimarñes, 1988: 5-27). Sin embargo, pronto los miembros delnuevo Instituto buscarían la protección y el patrocinio del poder real. Así,en la primera sesión ordinaria se nombró protector de la misma al empe­rador, cuya influencia desde entonces sería creciente, como lo exhibiránlos nuevos estatutos aprobados en 1851. El Instituto terminó funcionandoen una sala del Palacio Imperial, en la que el mismo Pedro JI presidió las

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reuniones. Asimismo, el emperador financió la mayor parte de su presu­puesto, a la vez que brindaba otros apoyos extraordinarios vinculados alas necesidades de los investigadores. Estos apoyos no estuvieron despro­vistos de consecuencias, en tanto ayudaron a perfilar otro tipo de hom­bre de letras, análogamente a lo que ha señalado Roger Chartier (1996)para el siglo XVIII europeo: aquel que no necesita para vivir del éxito mayoro menor de sus obras (es decir, del mercado de editoriales y libros), sinoque puede apelar al mecenazgo del poder. Es el caso, efectivamente, deVarnhagen. De este modo, buena parte de la investigación histórica pasabaa estar integrada en las lógicas de una sociedad cortesana y de la estruc­tura de poder imperial.

El Instituto tenía como propósitos promover elestudio del pasado bra­sileño, recopilar y editar documentos y publicar una revista (tareas todasque llevaráadelante con regularidad). Laeficaciay la continuidad con las quelogró desarrollar su cometido reposaron tanto en el mecenazgo real comoen la legitimidad exclusiva que le brindaba el Estado imperial como ámbitoexclusivo para producir la historia nacional. Con todo, es difícil conside­rar de manera optimista (como lo hacía Voltaire) las ventajas del mece­nazgo real por sobre las del mercado editorial, y más aun en un contextocomo el brasileño. Las expresiones que utilizó Varnhagen en la dedicato­ria al emperador de su Historia ("chego aos pés do Throno da VossaMajes­tade") son suficientemente reveladoras.

El caso rioplatense es muy diferente. Ciertamente, en 1843, detrás delmodelo del Instituto de Río de laneiro, Andrés Lamas emprende la crea­ción en Montevideo de un efímero Instituto Histórico y Geográfico delRío de la Plata. Los ocho miembros fundadores fueron designados por elGobierno de la Defensa, y ellos eligieron a cuatro más (entre los cuales secontaba Bartolomé Mitre). Sin embargo, las dificultades derivadas de laguerra y del sitio a la ciudad provocaron que el Instituto cesara práctica­mente toda actividad ya en 1844.Con la caída de Rosas, el peso de las ini­ciativas se traslada a Buenos Aires, donde en 1854 Bartolomé Mitre promo­verá la fundación de otra entidad, el Instituto Histórico y Geográfico delRío de la Plata en el contexto de la multiplicidad de iniciativas asociativasque caracterizan a esos años. Sin embargo, la nueva creación, que sólocomenzará a funcionar en 1856 y que se distinguía de las precedentes porser una libre "asociación de setenta y un hombres de letras, ciencias y artes':

también tendrá vida efímera. Toda actividad parece haber cesado en 1859.Aunque esta entidad se distingue de las precedentes en que está desligadade todo vínculo formal con el estado de Buenos Aires, no puede ignorarseque su promotor era una figura política de primer plano en él.

LA CONSTRUCCiÓN DEL RELATO DE LOS ORiGENES I 275

Espacios semejantes al Instituto brasileño, con continuidad en el tiempo,

deben esperarse en la Argentina hasta la creación de la Junta de Historia yNumismática en 1898, entidad que funcionaba nuevamente como una aso­ciación libre de estudios con alguna semejanza con el salón dieciochescoeuropeo, ya que las reuniones se hacían en la casa de su promotor: Barto­lomé Mitre. Empero, si a ello agregarnos el reconocimiento y la financia­ción estatal, en la Argentina habrá que esperar aún hasta principios delsiglo xx, con el patrocinio que recibirá la Junta de Historia y Numismá­tica gracias al ministro del Interior, Joaquín V.González, durante la segundapresidencia de Roca, y en el Uruguay hasta 1915, con la recreación del Ins­tituto Histórico y Geográfico del Uruguay, subsidiado desde elaño siguiente

por el Estado (Zubillaga, 2002: 87-89).

Emblemático, quizá, de las características de la situación en el Río dela Plata es el itinerario de la primera colección de documentos surgidaallí, por iniciativa del napolitano Pedro de Angelis (1784-1859). Ideada en1830 (seguramente bajo el modelo de las Antiquitates ltalicae de Ludo­vico Antonio Muratori), comenzará a publicarse cinco años después. DeAngelis, que diseño la colección y actuó, a la vez, como editor e impresor,logró financiarla, no a través del gobierno de Rosas, a cuyo servicio estabaya quien se la dedicó con muy elogiosas palabras de "su más obsecuente yobediente servidor" (que si recuerdan las de Varnhagen no llegan hastalas de éste), sino a través de la venta de suscripciones. A cambio de ellas,los abonados recibían periódicamente fascículos de treinta páginas queluego se agrupaban en volúmenes. La obra cesó en ]837 por la escasez depapel (Sabor, 1995). Los papeles que le sirvieron a De Angelis para su colec­ción y para su biblioteca terminaron vendidos al gobierno del Brasil. Losremanentes de la primera edición de la Colección fueron vendidos al pesocorno papel para envolver. Un destino no menos irregular tuvo la colec­ción rival, la Biblioteca del "Comercio del Plata", publicada inicialmentepor Florencia Varela en Montevideo a partir de 1845,que, completadamás tarde por Valentín Alsina y Vicente Fidel López, no tendría una vidamenos fragmentaria y episódica que la anterior.

Silos breves cuadros presentados enfatizan las diferencias entre la situa­ción en los paísesplatenses y la del Brasil,la cuestión puede también mirarsedesde otro ángulo si volvemos a las premisas anotadas al comienzo deeste apartado. Si se varían los términos de la comparación, debe señalarseque la vida académica entendida como vida universitaria que potencial­mente podía enmarcar y a la vez brindar un lugar de enunciación para eldiscurso historiográfico, tal cual ocurriría crecientemente en varios paí­ses europeos a lo largo del siglo XIX, estaba en los tres casos sudarnerica-

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nos casi totalmente ausente. El mismo mundo universitario brasileño pre­sentaba notables déficit e incluso no han faltado las comparaciones des­favorables entre éste y el de otras realidades hispanoamericanas, aunqueno con los casos rioplatenses. Éstos presentaban un panorama quizá másdesolador (en el mejor de los casos equivalente) que el existente en elBrasil. La decadencia en que se encontraba la Universidad más antigua(Córdoba) era complementada por la precariedad y el carácter recientede las universidades de Buenos Airesy de la República en Montevideo. Enel Brasil, además, debe señalarse que las limitaciones de las institucioneseran en parte compensadas por el papel que desempeñaba la Universidadde Coimbra. Con todo, debe recordarse que los tres historiadores aquí ana­lizados fueron excéntricos a esos ambientes universitarios. Varnhagen cier­tamente tenía una formación más sistemática adquirida en Portugal (enelReal Colegio Da Luz y en la Academia de Marina) pero no en Coimbra.Mitre, por su parte, carecía de toda formación regular (lo que le fue repro­chado muchas veces) y luego siguió manteniéndose ajeno a los claustrosuniversitarios. Bauzá,por su parte, que había comenzado estudios de juris­prudencia en el Uruguay, pronto los abandonó y sus relaciones con losambientes universitarios montevideanos (en especial con el Club Uni­versitario), tras una fugaz participación inicial, fueron siempre distantesy aun tensas.

Más allá del nivel de las instituciones formales, de su perdurabilidad odel papel que el Estado jugó en ellas, debe prestarse atención a otros ámbi­tos informales que ocupaban un lugar no menos importante en la cons­trucción de un campo erudito. Finalmente, las instituciones partían deespacios de sociabilidad preexistentes y subsistentes. En ellos, las diferen­cias entre la situación platense y la brasileña eran menos marcadas. Entodos los casos, esos espacios reposaban en criterios de afinidades socia­les y amicales mucho más amplios de los que podrían presuponerse a uncomún interés por el pasado, y como resultado el nivel de especificidad ode "profesionalidad" era bastante bajo y la heterogeneidad intelectual muygrande. Ciertamente, eso llevaba a que fuesen ámbitos visibles de presti­gio más que reuniones de sabios interesados en un objetivo común, carac­terística que perduraría durante mucho tiempo en los tres países.Con todo,de ello podía extraerse una ventaja para los estudios históricos: dado quelas fuentes o la bibliografía que necesitaban los aspirantes a ocuparse delpasado se encontraban mucho más en ámbitos privados que en reposito­rios públicos, los lugares de sociabilidad formales o informales facilitabanlos préstamos y los intercambios. Por otra parte, debe recordarse que esepro­ceso de recopilación de documentos y otros restos del pasado que en forma

LA CONSTRUCCIÓN DEL RElA10 DE LOS ORIGtNES I 277

pública o privada se llevaba a cabo tenía por objeto producir historias, perotambién consagrar, a través de su conservación, en el objeto mismo, lamemoria nacional.

Las tramas sumariamente presentadas son apenas una parte de víncu­los mucho más extendidos que no requerían de la interacción interperso­na! sino que reposaban en los lazos epistolares a la distancia. En este planouna vasta red internacional de relaciones se estableció entre aquellos quesí tenían interés en la historia conformando, como le escribía BartoloméMitre a Francisco Bauzá, en diciembre de 1884, una imaginaria «Repúbli­ca Literaria de! Río de la Plata" (Archivo Francisco Bauzá [AFB]: c. 116,13)·

A través de ellos circulaban préstamos, donaciones, intercambios o ven­tas de libros, manuscritos y los tan apreciados catálogos. Más aun, ellasconstituían capítulos interesantes en elejercicio de la crítica a través de lacual se construían consensos y se fortalecían o se debilitaban reputacio­nes. Ejemplar en este sentido es la correspondencia entre Mitre y dos corres­ponsales chilenos, Diego Barros Arana y Benjamín Vicuña Mackenna(Archivo del General Mitre, 1912: xx, 9-92; XXI,9-62).

La posición que los tres historiadores ocuparon en los ámbitos de las éli­tes letradas fue muy diferente, y ello deriva tanto de su colocación dentrode las mismas como del tipo de actividades que desarrollaron. Varnhagenes quien presenta un perfil más "profesional" (a la medida de entonces),no sólo porque participaba como miembro pleno (aunque en un lugar nocentral) de los ámbitos de socíabílidad letrada en e! Brasil y en Portugal,sino porque, además, reforzaba y ampliaba sus vínculos gracias a su laborcomo funcionario diplomático del imperio, o a los apoyos que de éste reci­bió para sus viajes de investigación, que facilitaron sus desplazamientospor los países europeos y sudamericanos. Todo ello le permitía el estable­cimiento de vínculos interpersonales con académicos de los dos continen­tes y parecía dar a su sociabilidad un perfil a la vez burocrático y erudito.Mitre, en cambio, que procedía de una familia relativamente marginal alasélites porteñas, fue un constructor de sí mismo tanto como de los ámbi­tos de sociabilidad letrada rioplatenses, formales e informales, de los cua­les fue el principal impulsor y animador. Ese papel puede vincularse conla clara percepción de Mitre de la necesidad de lograr a partir de ellasespa­cios de legitimidad para su propia obra historiográfica, en un contexto tanhuérfano de estructuras estatales como lo sugiere el hecho de que inclu­yese, al menos desde las primeras ediciones, debajo de su nombre, la per­tenencia a los Institutos del Río de la Plata y de Montevideo junto a la Socie­dad de Anticuarios del Norte de Copenhague y la Sociedad Geográfica deBerlín. El hecho, por lu demás, no pasó inadvertido para Juan Bautista

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Alberdi (1996: v ) que lo señaló maliciosamente en su panfleto contra elhistoriador de Belgrano. Desde luego) la centralidad de Mitre no derivabasustancialmente de esas membresías, sino de su lugar preeminente en elperiodismo y de su papel de figura política de primer nivel en la políticaargentina y aun regional. Ciertamente, esa asociación entre historiador ypolítico eminente no dejó de tener efectos negativos sobre la percepciónde la historia de Mitre cuando sus acciones bajaron en la política argen~

tina. No casualmente, en la década de 1880 los intelectuales y los políticosemergentes apoyaron financieramente la publicación y la difusión de lahistoria de su mayor rival, V. F.López.

Bauza, por su parte, aunque perteneciente a una familia mejor ubicadaen el ámbito del patriciado uruguayo, fue permanentemente una figuramarginal dentro del mismo. Su colocación en la galaxia del Partido Colo­rada, dominante desde 1865 en la política uruguaya, era balanceada porsu condición de católico militante, que 10colocaba en pugna con los cli­mas dominantes en el país. Así, su carrera política -diputado, senador,ministro de Gobierno y diplomático de su república- no alcanzó nuncahasta los niveles mayores de decisión y lo mismo ocurrió con su carreraacadémica, ya que su aspiración a ocupar la cátedra de Historia Americanay Nacional en la Universidad, en 1885, fue vetada por Carlos María Ramí­rez, entre otros (Pivel Devoto) 1967: 226-227). De mayor importancia aunes que esa colocación obstaculizó los vínculos de Bauzá con los ámbitoseruditos cuyo perno rioplatense era la relación entre Mitre y Andrés Lamas.La relación con ambos fue formalmente cordial pero distante y, más alláde facilitaciones ocasionales (en especial por parte de Mitre), Bauza nopudo acceder al enorme archivo reunido por Lamas, del que una breveparte había sido publicada en Montevideo en 1849.Sin embargo, debe recor­darse que, aunque en los márgenes, es claro que Bauza formaba parte delas élites dirigentes uruguayas.

Las obras fundadoras del relato de los orígenes pueden a su vez rela­cionarse con contextos y climas políticos en el seno de las élites letradascontemporáneas al momento de su producción. Aunque aquí sería nece­sario hacer algunas distinciones entre las diferentes ediciones y sus respec­tivos momentos, nos detendremos sólo superficialmente en el tiempo deproducción de las primeras. La obra de Varnhagen ha sido colocada porAmo Wehling (1999: 32-39) en el clima del segundo reinado, conocido como"regresso" Es decir, en el contexto del giro centralizador, conservador yautoritario que coincide con el fin de la regencia y el comienzo del rei­nado de Pedro 11 (1840). La observación es justa e incluso podría enfati­zarse, señalando que aun dentro del Instituto Histórico y Geográfico Bra-

LA CONSTRUCCiÓN DEL RELATO DE lOS ORíGENES I 279

sileño Varnhagen representaba la lectura más conservadora y exaltadorade la Casa de Braganza. La obra de Mitre -lo hizo ya José Luis Romero­ha sido ubicada en la crisis abierta entre 1852 y 1860, cuando dos estadosindependientes, Buenos Airesy la Confederación Argentina, conviven ten­samente (Romero, 1943). Que en ese marco el líder de la facción política"nacionalista" de Buenos Aires escribiera un libro que historiaba los orí­genes comunes de la Argentina y que fundamentaba la necesidad de unfuturo compartido (tema que Mitre, asimismo, había defendido en laAsamblea General Constituyente del estado de Buenos Aires en 1854) nopuede considerarse casual. La de Bauza, por su parte, ha sido relacio­nada, a la vez, con la situación interna -Ios intentos de "modernización",la guerra civil y los esfuerzos por superarla-, expresada por los gobier­nos autoritarios primero de Latorre y luego de Santos, y con la situaciónexterna -la viabilidad del Uruguay, puesta en entredicho por otros inte­lectuales uruguayos como Juan Carlos Gómez, o argentinos, como Miguel

Cané- (Caetano, 1992: 82-84).

Sin embargo, más allá de la innegable persuasividad de esos argumen­tos, es necesario recordar que las obras son producto de un proceso dereflexión más largo que el momento en que son editadas y, a la vez, pue­den reflejar horizontes ideológicos e historiográficos de los autores másperdurables. En ese sentido, los esquemas interpretativos pueden venir deantes (Mitre) o perdurar después (Varnhagen). Por ejemplo, en el casode este último, el espíritu de su obra puede remitir a la vez al clima polí­tico del momento de su gestación y a una tendencia de más largo plazopresente en un autor cuyas simpatías oscilaban, antes y después, entre los"liberales doctrinarios" y los reaccionarios del tipo del "inimitable" DeMaistre o, luego) de Donoso Cortés (Varnhagen, 1906: LIV; Wehling, 1999:

100-104). Inversamente, en el Mitre pensador la matriz romántico-repu­blicana y democrática de su formación -en la que confluía la influencia desus lecturas francesas (Lamartine, entre otros) yde sus intercambios mon­tevideanos con la tradición de Mazzini y sus discípulos-lo orientaban haciaotro lugar. En Bauzá, las cosas son más ambiguas pues se combinan, entensión, la necesidad de orden y jerarquías socialesprocedentes de su matrizcatólica con los motivos igualitarios, liberales y democráticos procedentesde su ambiente formativo y de la cultura política uruguaya. Esa heteroge­neidad se refleja en elcatálogo fragmentario supérstite de su Biblioteca, enel que junto a los clásicos de la tradición liberal emergen los estudiososcatólicos, de Balmes a Le Play (AFB: c. 15, 2).

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TRES LECTURAS

Las tres obras tenían una unidad de propósito: destacar la singularidad delproceso histórico de su propia "comunidad': y podrían ser consideradashistoricistas en la medida en que partían de perspectivas individualizado­ras que, por sobre la búsqueda de tipos universales, enfatizaban las dimen­siones singulares e irreductibles del propio caso estudiado. En este sentido,también, las tres obras proponían resaltar la homogeneidad de las expe­riencias desarrolladas en el decurso temporal en el ámbito de un espaciocoincidente con las dimensiones de una unidad político-territorial, ya alcan­zada o pronta a alcanzarse. Lanación presente, vista como resultado de esaunidad de experiencias, era proyectada hacia sus mismos orígenes.

Las tres obras tenían asimismo un propósito "pragmático": cimentar launidad por el conocimiento de ese pasado y a partir de allí favorecer el"patriotismo", lo que aparece claramente explicitado en las declaracionesde los tres autores acerca de sus obras y no sólo en la mirada de los con­

temporáneos -Mitre (1864: 145): "fue escrito para despertar el sentimientode la nacionalidad argentina, amortiguado entonces [1858] por la divi­sión de los pueblos"; Varnhagen (1906): "Ern geral busquei inspiracóes depatriotismo [... ] e procurei ir disciplinando produtivamente certas idéiassaltas de nacionalidade"; Bauzá (1967: 1,segunda parte, 160): "si me he atre­vido a emprender la tarea es por <instinto patriótico'">. Todo ello acom­pañado de argumentos en favor de la verdad histórica, del conocimiento

progresivo del pasado y de la imparcialidad del historiador, cuya tarea eracomparada a la del juez que dicta sentencia y no a la del abogado quere­llante. El énfasis puesto en los documentos originales a los que se alude oque se incluyen en forma de "Documentos de prueba" va en el mismosentido, además de en el de proveer otro principio de legitimidad al relato.

Nada hay de singular aquí. Ese propósito de servir, a la vez, a la verdady a la patria está presente en la gran mayoría de las historias nacionales enel siglo XIX y en (al menos) la primera mitad del siglo xx. Como señala­mos al comienzo, las necesidades instrumentales de los estados naciona­les explican en gran medida la voluntad de escribir esas historias a la vezque garantizan su éxito. Varnhagen, Mitre y Bauzá conocen y divulgan loshechos del pasado nacional y a la vez lo construyen como "lugar de me­moria" por medio de sus obras que, en este sentido, cumplen el papel de"monumentos" que las consagra. Sin embargo, no deberían enfatizarseexclusivamente los elementos comunes. La obra de Varnhagen ensamblaperfectamente con las necesidades y los requerimientos del imperio y entanto tal puede considerarse una forma de "historia oficial". La de Mitre,

LA CDNSTRUCClÓN DEL RELATO DE LOS OR(GENES I 281

a la que tantas veces luego le fuera atribuido el mismo carácter, tiene, sinembargo, una colocación más ambigua. Seguramente es funcional a lasnecesidades políticas que él mismo encarna (Alberdi señalaba que Mitreescribía la historia y a la vez la hacía). Pensar en una escisión completa entre

el historiador y el político es imaginar pobremente el rol del segundo. Sinembargo, es difícil admitir que en los distintos grupos dirigentes argenti­nos existiesen consensos uniformes y la posición de Mitre en el sistemapolítico sólo fue hegemónica en un período relativamente breve. Por otraparte, en el campo historiográfico Mitre parecía inclinarse a un ecume­nismo mayor que el de su facción política. Por su parte, la obra de Bauzá,

que no es producida por iniciativa oficial, puede ser considerada la másautónoma de las tres (si bien tuvo un apoyo financiero más bien modestodel Estado uruguayo para la segunda edición). Sin embargo, y más allá dela indiferencia mayor o menor que acompañó la aparición de la obra, nopuede no señalarse que ella refleja nuevos consensos existentes en losgrupos dirigentes acerca de hechos y figuras del pasado, como es el casode la reivindicación de Artigas (Pivel Devoto, 1967: 222-225).

Otra diferencia no menor procede del público al que está destinado laobra y ello implica una idea de Estado y de sociedad. Mitre imagina supúblico no sólo entre los eruditos, sino en un espacio más popular, queincluye los ámbitos escolares. En las palabras que a modo de "Prefacio"colocó en 1859: "un libro popular, que se lea en las escuelas, que ande entodas las manos, y forme con su ejemplo varones animosos" (Mitre, 1859:

12). Del mismo modo opinaba Bauzá en agosto de 1876, pocos años antesde dar a luz a su historia, en una carta a Florencia Escardó: "Nuestros debe­res de ciudadanos nos imponen la obligación de enseñar a nuestros niñoscon nuestros libros", enseñar, ante todo, "la primera condición de progresosocial y político para los pueblos [que] es el conocimiento de la historia"

(RevistaHistórica, 1972: 356-357). Evaluar en qué medida esos objetivos secumplían requeriría conocer tanto las tiradas de los libros como la circu­lación de las obras. El único dato que poseemos al respecto es el referidoa la primera edición de Bauza, provisto por la Memoria de A. Barreiro yRamos presentada en la testamentaria: de los 643 ejemplares entregadosal librero encargado de la venta, éste había vendido 377 y entregado 200

gratuitamente al gobierno nacional para su distribución (AFB: c. 125, e. 3).Por poner un término de comparación, la segunda edición de la Historiade Beigrano, de Mitre, reunió 329 suscriptores. En cualquier caso, el espa­cio entre las distintas ediciones sugiere que el público de las mismas no fueextenso. Varnhagen, por su parte, excluye aquellos ámbitos pedagógicos eimagina en camhio que su historia está destinada -además de a Pedro JI y

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a exaltar la gloria nacional-, a "suministrar datos aproveitaveis na admi­nistracao do Estado", ya sea el administrador, el jurisconsulto o el diplo­mático (Varnhagen, 1906: xx).

Desde luego que en ninguno de los tres casos puede subsumirse la obraen la funcionalidad de la misma, ni el patriota absorber plenamente al his­toriador. Exaltar a la nación no requiere el ingente esfuerzo de recopila­ción de fuentes y el acopio de datos que ellos hicieron. Más allá de cual­quier otra consideración, la historia era algo que les interesaba en sí mismo,yen ella veían tanto un lugar en el campo de las letras como una voca­ción. Los denodados esfuerzos destinados a reunir los dispersos restosdocumentales o el tiempo que dedicaban a la labor historiográfica sonclaramente reveladores de que consideraban la labor historiográfica, enbuena medida, un fin en sí mismo.

La forma de construcción del relato por parte de los tres autores pre­senta diferencias en lo que respecta a sus condiciones de producción y ellaspueden relacionarse con su posicionamiento profesional. Varnhagen esquien desarrolla, acorde con aquellas diferencias de contexto de inserciónantes aludidas, la estrategia más "profesional". Su obra reposa no sólo sobrelos materiales disponibles en el Brasil, sino también sobre una consultabastante sistemática de bibliotecas y archivos públicos europeos (Lisboa,Simancas, Sevilla, El Escorial, Biblioteca Colombiana, entre otros), finan­ciada directa o indirectamente por la monarquía brasileña. Él mismo, ade­más, nunca aspiró a ser otra cosa que un estudioso y un funcionario. Bar­tolomé Mitre y Bauzá, carentes de instituciones de soporte efectivas,debieron recopilar como pudieron los documentos a partir de redes pri­vadas (en este plano, Mitre tenía muchos más vínculos con estudiososargentinos, uruguayos y chilenos que Bauza) y apelando secundariamentea los caóticos archivos públicos existentes en sus respectivos países. Asi­mismo, ambos eran, aunque con distinto relieve, figuras polifacéticas,que otorgaban un lugar relevante a la política activa y al periodismo. Esasdiferencias, sin embargo, iluminan limitadamente el producto. Desdeuna mirada posterior, la diferencia entre sus relatos en cuanto a la erudi­ción y a los usos que de ella puede hacerse no es tan evidente. Aquí el con­texto temporal compartido y las posibles influencias recíprocas puedencolaborar para explicar homogeneidades. Mitre y Bauzá intercambiaroncorrespondencia, pero no consta que lo hubieran hecho con Varnhagen(AFB, Correspondencia; Catálogo del Archivo Privado de Bartolomé Mitre,2007). Empero, desde luego Mitre conocía su obra y seguía atentamentelas actividades del Instituto brasileño. En los vínculos originales desem­peñó un papel importante Andrés Lamas, miembro correspondiente de

LA CONSTRUCCiÓN DEL RELATO DE LOS ORIGEN ES I 283

ese Instituto, que actuaba como mediador entre éste y otros estudiosos-como surge de la correspondencia entre Mitre y Diego Barros Arana enlos años 1864y 1865 (Archivo del General Mitre, '912: xx, 26, 39)-. Asi­mismo, en ocasión de una visita privada de Mitre a Río de Ianeiro, a finesde 1871,el Instituto Histórico y Geográfico lo designó socio honorario. Porsu parte, no es claro si Bauza había leído la obra de Varnhagen cuando escri­bió el primer tomo de la primera edición de su obra. Al menos, la refe­rencia conocida es que la habría recibido recién en 1882 (junto con la deSouthey) aunque es probable que ya hubiera tomado contacto con ella, almenos en su misión diplomática a Río de [aneiro del año anterior. En cual­quier caso, en la "Reseña preliminar" agregada a la segunda edición, en laque evalúa críticamentecrónicas e historiografía, concede un lugar impor­tante al libro "notable" de Varnhagen, si bien lo considera sumamente par­cial en favor de Portugal. En cuanto a préstamos intelectuales, si es posi­ble realizar analogías con la obra de Varnhagen (como ha señalado Pivel),su referencia mayor se encuentra en Mitre, no sólo porque compartenuna problemática en buena parte común sino, a la vez, porque aquél pro­vee un modelo historiográfico conocido de interlocución y un esquemainterpretativo con el que debatir. Sin embargo, todo ello no suprime losfactores individuales, sea en cuanto a la formación intelectual, sea de carác­ter idiosincrásico. Por poner un solo ejemplo, Varnhagen, el más "profe­sional", tenía, sin embargo, un sesgo polémico mayor que los rioplatenses.

En cualquier caso, las obras tienen, superficialmente, un aire de fami­lia. El eje vertebrador es la dimensión política e institucional (aunquecon mayores aperturas a la geografía en Varnhagcn y Bauza). Aunque todosellos tuviesen clara la distinción entre cronología e historia y todos consi­deraban que se ocupaban de la segunda, no de la primera, ésta brindabael soporte del relato (por otra parte, no se trataba en ningún caso de unahistoria sólo ni principalmente de "grandes hombres"). Operaban asimismocon una dualidad argumentativa: por un lado, los hombres hacían la his­toria con sus aciertos y sus errores, pero por otro lado existía algo parecidoa leyes ineluctables que convertían el presente en un resultado inevitabledel pasado y la voluntad de los hombres en vana si chocaba con esas ten­dencias profundas. Éstas se hacen más visibles en la segunda edición deVarnhagen, en cuyo nuevo prólogo creyó conveniente incluir una frasede Tocqueville según la cual "Los pueblos resienten eternamente de su ori­gen. Las circunstancias que los acompañaron al nacer y que los ayudarona desarrollarse influyen sobre toda su existencia", o criticar a Ioáo Lisboa

por ignorar el método de la "sociología" (Varnhagen, 1906:507). Esosmoti­vos son asimismo l11<lS visibles en las sucesivas ediciones de Mitre, en con-

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sonancia con los cambios de clima intelectual e historiográfico europeodel tercer cuarto del siglo XIX. La presentación de "leyes" de la evoluciónsocial aparece con claridad en la introducción sobre la sociabilidad argen­tina, agregada ala edición de 1876-1877, yen los capítulos adicionales a par­tir del capítulo xxx. En cualquier caso, ya en las primeras parece estar pre­sente esa tensión entre acontecimiento e historia profunda, y en este puntola afinidad con la concepción de Guizot, que operaba con esa dualidad(Rosanvallon, 1988:881-887),ya ha sido señalada para elcaso de Varnhagen

y probablemente debería indicarse también para el caso de Mitre. En Bauzá,la fecha comparativamente tardía de su publicación hace que los motivos"sociológicos" estén presentes desde las primeras obras, en especial en los"Apéndices críticos" que acompañan la culminación de cada período. Ellosreflejan, además, un interés por los estudios sociales presente desde antesyen los que puede ser visible la influencia de ensayistas europeos deci­monónicos de la tradición del catolicismo social, como Le Play (Bauza,1876). Lasegunda edición, a su vez, no introduce innovaciones conceptua­les sino que agrega nuevos hechos y modifica las interpretaciones sobrealgunos sucesos y personajes.

Las tres historias tienen cuadros cronológicos diferentes y es bien sabidoque la elección de los mismos contiene ya una interpretación. En la pri­mera edición Varnhagen comienza su relato con el descubrimiento, y elperíodo colonial ocupa toda su extensión, ya que termina en 1820, es decir,inmediatamente antes de la proclamación de la independencia formal delBrasil. Como ha sido señalado, en la primera edición los pueblos origina­rios aparecen recién en el octavo capítulo. Luego, a partir de los debatesacerca de la cuestión y de su opción inicial, Varnhagen alteró el orden delos primeros capítulos para incluirlos en el capítulo segundo (César, 2006:

30-31). Bauzá comienza con los "habitantes primitivos del Uruguay", y elperíodo colonial ocupa la mayor parte de la obra, que culmina en 1821.

Mitre, a excepción de! ensayo introductorio incluido en la edición de 1877,

que brinda un panorama de conjunto sobre el período colonial, arranca afines del siglo XVIII y finaliza, en la segunda edición de 1859, en 1816,

momento de la declaración de la independencia. En las sucesivas edicio­nes ampliará el cuadro cronológico hasta 1821,para hacerlo coincidir conla muerte de Belgrano, el fin de la guerra de independencia y la disolu­ción del poder central. El grueso de su relato se concentra en la primeradécada independiente. Muchas pueden ser las razones de esas opcionesdiferentes. En Varnhagen están ligadas a la narración de un proceso de con­tinuidad lineal y sin rupturas desde los mismos orígenes hasta la inde­pendencia, vista en clave de continuidad con la época anterior. En Bauza,

LA CONSTRUCCiÓN DEL RELATO DE LOS ORíGENES I 285

se vinculan con la búsqueda de la irreducible especificidad uruguaya encausas más profundas que los avatares del proceso de independencia rio­platense. En Mitre, finalmente, es necesario recordar, a la vez, que en suorigen era una biografía de Bclgrano delimitada cronológicamente por elciclo vital de su héroe y que lo que trata de narrar es el proceso de la revo­lución independentista leído en clave de ruptura con el pasado colonial.En este punto reproduce bastante bien el esquema cronológico propuestopor la historia de Mignet, que fue uno de sus modelos (Mignet, 1892).

De todos modos, en aquellos períodos en los que se solapan existencoincidencias en relación con la mirada acerca del mundo colonial, en elque todos buscan la singularidad de la propia nación (esto es visible tam­bién en el Mitre de la introducción de 1877). Esa mirada es tendencial­mente favorable a esa época, aunque lo sea por distintas razones. En lostres, el proceso de conquista es un proceso civilizatorio que proyecta a lamás avanzada Europa sobre el más atrasado mundo americano preibérico.Ese mundo es mirado sin ninguna simpatía por Varnhagen (no suscepti­ble de historia sino de etnografía). En ese contexto, los indígenas sonclaramente excluidos de la construcción nacional en Varnhagen, en opo­sición con otros relatos ("románticos") que buscaban dar de ellos unaimagen positiva, no en tanto pueblos primitivos sino "decaídos", lecturaspresentes incluso en e! seno del Instituto Histórico y Geográfico (Turin,2006: 95-97). Asimismo, y a los efectos de negar cualquier derecho a losindígenas del Brasil derivado de su condición de originarios, Varnhagenimaginó a los tupí como ocupantes también procedentes de movimien­tos ultramarinos, y propuso para ellos una genealogía (apoyada en biza­rros argumentos etnolingüísticos que fueran criticados por Mitre) que los

emparentaba con los antiguos egipcios. Una mirada igualmente hostil alos pueblos originarios se encuentra en Mitre, quien, a los efectos de resal­tar las ventajas rioplatenses en relación con otros contextos sudamerica­nos, enfatiza la característica dominante de la población blanca que, a tra­vés de la mezcla con los indígenas, pronto fue capaz de absorber, étnica yculturalmente, a aquéllos, dando como resultado una nueva raza conrasgos típicamente europeos. Por otra parte, de su hostilidad a los indí­genas considerados en estado de barbarie y a la posibilidad de incluirlosen cualquier imaginario fundador de la Argentina dejó numerosos testi­

monios, como por ejemplo en cartas a Juan María Gutiérrez y a Joaquínv. González (Archivo de General Mitre, 1912: XXI,208-220; González, 1912:

1,9-11). En ambos planos, más allá de matices, Mitre y Varnhagen estabanbastante cerca en este punto. Para los dos autores e! proceso civilizatorioes posible en tanto la civilización blanca europea es capaz de absorber y

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diluir a los "salvajes".Más matizado aparece el terna en Bauzá,por las razo­nes aludidas en e! párrafo anterior. La búsqueda de la especificidad uru­guaya requería incorporar a ella a los indígenas de la banda oriental y juntoal carácter primitivo atribuirles también innegables virtudes positivas(raza varonil, indómita, leal, de "buenas costumbres", de buenos senti­mientos como el"amor a la familia y la generosidad con los vencidos", yaptos para ser redimidos por los misioneros jesuíticos). Más aun, ello lollevaba, en otra forma del tema de la "excepcionalidad" positiva caracte­rística de los relatos nacionales, a contraponer sus virtudes con los defec­tos de otros pueblos indígenas que poblaban el territorio brasileño ("antro­pofagos, geófagos y pederastas ... falsos, hipócritas, traidores y desleales"[Bauza, 1967: 1, segunda parte, 206-2471). Por otro lado, la "fealdad" deestos últimos contrastaba con la relativa belleza de los primeros. Así, adiferencia de los otros dos autores, Bauzá contribuirá signif1cativamente(en paralelo con Zorrilla de San Martín) a la introducción de! perdura­ble mito "charrúa" en el imaginario histórico uruguayo.

Las miradas son, en cambio, fuertemente divergentes en el períodopost 1810, y la comparación sistemática de ellas puede brindar elementosde interés. Baste aquí con sugerir que ellas parecen operar con ideas denación diferentes. Si en Varnhagen la concepción del Brasil remite a la capa­cidad del Estado brasileño, es decir de la monarquía lusitana, de ejercer elpoder en un territorio, y la justificación de sus fronteras deriva de una apli­cación estricta de la razón de Estado (véase la lectura de la cuestión gua­ranítica), el argumento de Bauzá reposa antes en una supuesta identidadcultural que precede, justifica y delimita la nación posterior. En Mitre, final­mente, las cosas se plantean en un terreno más ambiguo, entre los argu­mentos presentados en la versión de 1877, abundantes ya en referenciasacerca de leyes históricas ("del tiempo y del espacio", "orgánicas") yaque­llos más visibles en la primera edición, cercanos a la idea francesa de naciónpolítica derivada de la voluntad de los actores.

Las miradas divergentes reposan también en otros elementos. En pri­mer lugar, debe recordarse que Mitrey Bauzá intentan explicar un procesorevolucionario que implica una ruptura con el pasado colonial. En espe­cial para Mitre, esa revolución es a la vez dos revoluciones -una política yotra social-, que con el tiempo encontrarán su conjunción y su equilibrioen una sociedad democrática. Esa idea lo aleja de una comparación conlos ejemplos provistos por las revoluciones inglesa y norteamericana, y loacerca a los modelos provistos por las historias "terrnidorianas" de la Revo­lución Francesa. Nuevamente, aquí es central el esquema de Mignet de dosrevoluciones en una revolución que, sin embargo, era un proceso unita-

LA CONSTRUCCIÓN DEL RELATO DE LOS ORíGENES I 287

rio juzgado en conjunto positivamente. Para Bauza, también se trata deuna revolución producida por fuerzas sociales que una vez en movimientoson difíciles de controlar y también está dispuesto a contraponer el igua­litarismo plebeyo de la revolución oriental al aristocratismo de la de Bue­nos Aires. Empero, más conservador y preocupado por el problema delorden, ese conflicto es organizado mucho más en torno de dos tendenciasantagónicas que no son sociales sino políticas (o, mejor, que son leídas enclave política antes que social): aquella republicana (y el término es ante­puesto al de federal), encarnada en Artigas y el movimiento uruguayo, yla monárquica, encarnada en Buenos Aires. En Varnhagen, finalmente,no se trata de explicar ninguna revolución sino de condenarlas (ejemplo:su mirada de la "calamidad" de la revolución pernambucana) y alabar la

continuidad sin rupturas del proceso histórico brasileño (Mitre, 1945:

681-715; Bauzá, 1967: v, 228-234; Varnhagen, 1906: cap. LTI). Más aun, elpro­ceso revolucionario constituye parte de ese antimodelo que para él sonlas repúblicas sudamericanas. Cuánto debe ese proceso a la mirada sobreel modelo inglés es un tema a profundizar, lo que parece fuera de discu­sión es la antipatía por el ejemplo francés.

Una reflexión final remite a la recepción de las obras en las épocas pos­teriores y a la perdurabilidad de sus relatos en los imaginarios sociales yen las tradiciones historiográficas respectivas. Elprimer problema es exce­sivamente complejo y quizás irresoluble, más allá de la conjetura. En rela­ción con el segundo, una mirada general sugiere que la interpretación deBauzá vertebra de manera perdurable las lecturas hegemónicas de la his­toriografía uruguaya en el siglo xx (en un contexto tan dividido por tra­diciones políticas opuestas, su autor tenía una envidiable ambigüedad entanto colorado pero católico, y, además, el artiguismo del que fue uno delos precursores parecía cuhrirlo todo). La obra de Mitre resiste firme almenos hasta la década de 1960. La opción a su favor de la Nueva EscuelaHistórica y posteriormente de los nuevos historiadores sociales no puedesubestimarse en este plano. Menos perdurabilidad en el largo plazo parecepresentar la lectura de Varnhagen, confrontada ya desde fines del siglocon el republicanismo de la "Republica Vieja" y luego con las transforma­ciones de la historiografía desde la década de 1930, alejadas de la estadola­tría de Varnhagen, y con nuevos imaginarios sociales que, discursivamentcalmenas, introducían en la síntesis originaria a los indígenas americanosy a los pobladores de origen africano.

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El erudito coleccionistay los orígenes del americanismoHoracio Crespo

Recientemente ha comenzado a interesar la constitución en Europa, amediados del siglo XIX, del "americanismo" como campo científico nove­doso dedicado principalmente, al menos en sus comienzos, al estudiode las antiguas culturas del Nuevo Mundo (López-Ocón, Chaumeil yVerde Casanova, 2005; un importante antecedente es Comas, 1974). Nues­tro trabajo está dirigido a explorar caminos de ese proceso en AméricaLatina y a señalar <por medio de algunos ejemplos~ la presencia de untipo particular de intelectual erudito que ocupó un espacio medular enese montaje, así como en la fundación de la historiografía de los nuevospaíses iberoamericanos en el siglo XIX. SUS antecedentes se confundencon la propia "invención" de América, para utilizar la feliz fórmula deEdmundo O'Gonuan, y sus prolongaciones recorren toda la pasada cen­turia, con su herencia presente en el reconocimiento, la valoración y lapreservación del patrimonio documental y bibliográfico. Estos estudio­sos hicieron de esa actividad uno de los ejes centrales de su trabajo,aunque la dimensión erudita y coleccionista que protagonizaron no losapartó en la mayoría de los casos de la participación política y el com­promiso ideológico, tan característicos de los actores intelectuales deci­monónicos.

Aquellos momentos iniciales de la actividad americanista se caracteri­zaron por un tono de marcada hibridez disciplinaria -se entrecruzabanconocimientos históricos. antropológicos, arqueológicos y filológicos-, porlas metodologías heterodoxas y por temáticas cuyos asuntos y tratamien­tos llegaban a ser improcedentes o anacrónicos vistos desde las recientesperspectivas positivistas que sistematizaban las nuevas ciencias de la socie­dad. La mayoría de los trabajos realizados no podía ocultar la falta de anclajedisciplinario específico de la "americanística"; como se la denominaba enel momento, lo que constituía un problema creciente en la medida en que

El ERUDITO CDlEC(lDi'lISTA y lOS DRIGEi'lES DEL AMERICANISMO I 291

cada una de las ciencias sociales particulares lograba destacarse nítida­mente y alcanzar plena legitimidad.

A la persistencia de antiguos temas, algunos de ellos acuñados en eldebate ilustrado del siglo XVIII acerca de la naturaleza y del hombre ame­ricano (Gerbi, 1960), se agregó la particularidad de ser formulados sinrespetar las reglas básicas de rigor académico legitimadas por elnuevo para­digma científico. Así, en las primeras reuniones del Congreso Internacio­nal de Americanistas se discutió sin ninguna inhibición acerca tanto delas manifestaciones de budismo en América en el siglo v y las posibles com­paraciones filológicas entre el chino y el otomí, como de la evangeliza­ción del Nuevo Mundo por santo Tomás, la problemática existencia de laAtlántida, la presencia de fenicios, hebreos, fineses y etruscos en la Amé­rica precolombina, o de pigmeos, africanos o surnerios, el Diluvio uni­versal y su manifestación americana, el origen del hombre en las Améri­cas y sus relaciones con otros continentes, los viajes precolombinos, y

conjeturas diversas acerca del proyecto y las travesías de Colón, su perso­nalidad, iconografía, procedencia y otros aspectos menudos. Heterogenei­dad y tentación por "las tesis más arriesgadas", como diría medio siglo des­pués Paul Rivet, que sin embargo ocasionaron fuertes reacciones favorablesa la delimitación del objeto, a la rigurosidad metodológica y a la aplicaciónde juicios científicos que más o menos lentamente se fueron abriendo paso,especialmente hacia la arqueología, la lingüística y la etnografía, y final­mente hacia la mayoría de las ciencias sociales y humanísticas (Comas,

1974: '5-20, e índice de trabajos presentados 1875-1972: 137 y ss.).La comunidad científica que protagonizó estos primeros intentos -carac­

terizada por elya citado Riveten 1949 como una conjunción de "entusiasmo,juventud e inexperiencia"~ se fue consolidando paulatinamente mediantela formación de asociaciones (Société Américainede Frunce; SoctétédesAmé­ricanistes dePatis, 1895; Ibero-Amerikamsches Forchungsinstitut, Bonn; Ibero­Amerikanisches tnstitut, Berlín, 1930; Escuela de Estudios Hispanoamerica­nos, Sevilla,1944), la publicación de revistas especializadas (Revueorientaleet américaine; Archives de la Société Américainede Franco. 1875; Archives duComité d'archéologie américaíne, 1893; Ioumol de la Société desAméricanis­tes de París, 1896; Ibero-Amerikanisches Archiv, 1924; Anuario de EstudiosHispanoamericanos, Sevilla, 1944) y la realización de una reunión bianual,el Congreso Internacional de Americanistas, que sesionó por primera vez

en Nancy en 1875 y que desde entonces ha mantenido su regularidad (en2006 tuvo lugar en Sevilla la versión quincuagésima segunda). Sobre la basede antiguos intercambios, también comenzaron a anudarse redes intelec­tuales transatlánticas cada vez más sofisticadas entre Europa, los Estados

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292 I HISTORIA OE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA

Unidos y los países de Iberoarnérica, que sin embargo no estuvieron exen­tas de conflictos. Entre éstos, el más notable giró en torno de la realizaciónde congresos de americanistas en el Nuevo Mundo, pretensión a la que seopusieron tenazmente muchos núcleos de estudiosos europeos, y que sólose logró en 1895 con la celebración del congreso en México y con la apro­bación de los nuevos estatutos en 1900 (Comas, 1974: 13-44).

LA REVELACIÓN DEL NUEVO MUNDO

La actividad en torno al estudio del Nuevo Mundo tiene antecedentes leja­nos, cuyo examen orgánico hasta hoy apenas se ha esbozado. Atentos alas repercusiones inmediatas de la expedición colombina, diversos centrosde saber convocaron a los primeros núcleos de estudiosos y,a partir de allí,poco a poco se fue aclarando la confusión cosmológica y los problemashumanísticos generados por las crecientes novedades que traían las suce­sivas exploraciones. En primer lugar, el trabajo se organizó en torno a laidentificación geográfica de los nuevos territorios y su representacióncartográfica, lo que tuvo vitales consecuencias estratégicas y diplomáti­cas, cuyas repercusiones polémicas han llegado hasta el americanismo delsiglo xx (Levillier, 1948;O'Gorman, 1951).

Los cartógrafos de la corte portuguesa -usufructuando la tradición delos portulanoscatalanes e italianos, confeccionados desde el siglo XIV sobrela base de la experiencia de reconocimientos y navegaciones. y no de creen­cias y fábulas, y la renovación cartográfica superadora de Ptolomeo reali­zada a partir de mediados del siglo xv especialmente en Alemania- fueronlos primeros, por razones evidentes, en dedicarse a la interpretación de datosvelozmente cambiantes y audazmente renovados por los exploradores. Ro­deados de secreto, intrigas y espionaje, su actividad formó parte de la"polí­tica del sigilo" inaugurada por Enrique el Navegante, tal como adecuada­mente la definió elhistoriador Jaime Cortesao. Luego, fueron emulados porlos pilotos de Indias y de la Casa de Contratación de Sevilla.

En este proceso de adquisición de conocimientos destacan Juan de laCosa, con su carta del mundo confeccionada en Cádiz en 1500, Juan Ves­pucci -el sobrino de Américo-, los cartógrafos portugueses, genoveses, flo­rentinos yvenecianos, y la fundamental escuela de Sto Dié, el Gimnasio Vosa­gense, bajo la tutela del cardenal-duque Renato II de Lorena (Cortesáo, 1935;Nebenzhal, 1990: 26-71). Esta célebre institución, cuyos integrantes seguíancon gran interés las noticias de los descubrimientos de ultramar, contó

EL ERUDITO COLECCIONISTA Y LOS ORíGENES DEL AMERICANISMO I 293

con el concurso de Martín Waldseemüller, alemán de Friburgo (1474-1520),

autor de los mapas más notables de la época: la serie llamada hoy por loseruditos Lusitana-Germánica e inaugurada por el Universales Cosmogra­phiaeSecundumPtholomei Traditionem etAmericiVespucii AliorumqueLus­trationem, impreso en Estrasburgo en 1507, en elque se bautizó a América,un acto equívoco que lanzó una polémica de cuatro siglos (Waldseemüller,2007; del Carril, 1991: 18-46). Deben también agregarse los centros cosmo­lógicos de Nuremberg y Viena, e inclusive el interés que este movimientodespertó en Estambul -el otro polo fundamental de poder en la época­donde se confeccionó el también célebre mapa de Piri Re'is, en 1513, apa­rentemente sobre la base de dibujos efectuados por el mismo Colón.

Estos estudiosos de gran nivel científico configuraron así la primera redde investigadores acerca de América, cuya síntesis puede verse proyectadaen una primera etapa, entre otros, en los mapamundis de Pedro Apiano de1520 y en el de! portugués Diego Ribero, piloto mayor de Indias, publi­cado en Sevilla en 1529 yen 1538 por e! célebre cartógrafo flamenco GerardoMercator (1512-1594). Por último, su hijo Miguel Mercator dibujó en 1630

el mapa de América, "el más importante de la época moderna" (del Carril,1991: 58). Cosmólogos, geógrafos, humanistas y ciertamente los mismosexploradores deben inscribirse entre los actores más interesantes de estaprimera etapa de acercamiento europeo a lo americano. Además, elansiade conocimiento y el impacto de la novedad, desatados por la enormecirculación de crónicas y opiniones, junto a la cada vez más enconadadisputa en torno a los habitantes, las tierras y los derechos a sojuzgarlos ya ocuparlas, atraparon a teólogos y juristas y motivaron tratados, parece­res y dictámenes. El cargo de cronista de Indias se asoció muy rápidamentea las preocupaciones por la historia y la etnografía del Nuevo Mundo (BarrosArana, 1910; Gerbi, 1978).

Todas estas elaboraciones que resultaron de las actividades inauguralesdel estudio de América pasaron luego a ser norte de afanosas búsquedasde coleccionistas y eruditos que dieron cuerpo a la tradición, fueron dise­ñando una disciplina científica e inauguraron en el siglo XIX la america­nistica moderna. La figura del erudito, coleccionista apasionado de librosy documentos, muy pronto se asoció con lo americano, ya que el hijo delAlmirante, Hernando Colón (Córdoba, 1488-Sevilla, 1539), fue uno de losmayores bibliófilos de su tiempo, a punto tal que en su testamento legó asu sobrino Luis, con claras indicaciones sobre su destino y conservación,15.370 libros, una cantidad enorme para la época. Su objetivo era reunirtodas las obras editadas en cualquier lengua, y para ello realizó viajes, seconectó.con mercaderes genoveses y estableció una red de agentes en Roma,

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294 I HISTORIA DE lOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA

Nuremberg, Venecia, Amberes, Lyon y París, además de hacer cuantiosas

inversiones e, inclusive, lograr el apoyo real de Carlos V. Ideó también un

sistema de catalogación, referencia e información bibliográfica que anti­

cipaba de manera notable los sistemas modernos. Pese a los descuidos, las

pérdidas y el abandono, dos terceras partes de los importantes fondos deHernando Colón aún se mantienen en Sevilla (Torre Revello, 1945: 19-34).

Su saber, inaugurando una práctica extendida en el siglo XIX yen la

que entre otros se inscribirían De Angelis, Barros Arana, el perito Moreno,

Manuel Ricardo Trelles y Estanislao Zeballos, fue utilizado en las contien­

das diplomáticas de su época por cuestiones de límites. Así,junto con Sebas­

tián Gaboto y Juan Vespucci, don Hernando asistió en 1524 a una confe­rencia lusitano-castellana, realizada en Badajoz y Yelves, en la que se

discutieron las consecuencias del tratado de Tordesillas respecto de la juris­

dicción de las islas Molucas. A causa de sus vastos conocimientos cosmo­

gráficos, desde 1527 cooperó, por orden real, con la Casa de Contratación

de Sevilla en el perfeccionamiento de las cartas de navegación hacia las

Indias Occidentales y en la elaboración de un mapamundi en el que figu­rasen las tierras del Nuevo Mundo. Aunque la empresa no llegó a su tér­

mino, Colón aprovechó la ocasión para recabar de la Casa gran cantidad

de cartas de navegación, derroteros, relaciones y otros documentos que

agregó a su biblioteca, y que fueron reclamados en 1569, muchos años

después de su muerte, por Felipe 11. También en esto fue un adelantado

de las prácticas non sanctas de muchos de los coleccionistas que le sucedie­

ron en sus afanes en el transcurso de las centurias siguientes. Su contro­vertida obra Vida del Almirante don Cristóbal Colón configuró luego un

momento decisivo en la historia de la revelación americana al mundo occi­

dental (Torre Revello, 1945:35-51; O'Gorman, 1951: 93-127).

BOTURINI y su MUSEO AMERICANO

Dos siglos después, la ilustración trajo consigo una larga y enconada polé­

mica de múltiples actores que despertó nueva atención sobre América, su

naturaleza, sus habitantes originales, su cultura. El exilio jesuítico, tras la

expulsión de 1767, cumplió una función principalísima en esta etapa, esen­

cial para la construcción de una identidad diferenciada, fundada en buenamedida en la valoración de las grandes culturas precolombinas. La preo­

cupación científica y las nuevas grandes exploraciones y sus resultados -La

Condamine (París, 1701-1774), Antonio de Ulloa (Sevilla, 1716-León, 1795),

El ERUDITO COLECCIONISTA Y LOS ORiGEN ES OEL AMERICANI5MO I 295

José Celestino Mutis (Cádiz, 1732-Bogotá, 1808), Alejandro Malaspina

(Palermo, 1754-Pontremoli, 1809), Humboldt (Berlín, 1769-1859), entre

otros- fueron además un componente esencial de la nueva fisonomía posi­

tiva de América luego de las deprimentes elucubraciones de De Paw y susseguidores (Gerbi, 1960).

En los prolegómenos de este renovado marco de interés apareció una

decisiva figura inaugural en la historia del coleccionismo americanístico

ilustrado y moderno: el caballero lombardo Lorenzo Boturini Benaduci

(Sondrio, c. 1695-Madrid-c. 1755), autor de la Historia General de la Amé­rica Septentrional(Torre Revello, 1926,1933; Ballesteros Gaibrois, 1990). Los

azares de un destino desventurado asociado a fervores piadosos y científi­cos lo llevaron, en palabras de su biógrafo Ballesteros Gaibrois, desde "los

salones imperiales de Viena a los calabozos de México, y de allí a la sentina

de un buque o a una casa modesta madrileña", donde lo alcanzó la muerte.

José Imbelloni lo reconoce, con justicia, como "el infortunado fundador de

la arqueología mexicana". De origen lombardo, educado en Milán, eximio

latinista, llegó a España en 1735, y de inmediato realizó una peregrinación

a la Basílica del Pilar en Zaragoza. El conocimiento del canónigo novohis­pano Joaquín Codillos alimentó pronto en él una encendida devoción a la

virgen de Guadalupe. y, comisionado por una dama de origen mexicano

para cobrar rentas en su país, embarcó sin permiso y arribó ese mismo

año a Veracruz. Sorprendido por la intensidad y la extensión del culto

guadalupano en la Nueva España -elemenro clave en el desarrollo secular

y cultural de la identidad criolla que culminaría cincuenta años más tardecon el sermón catedralicio del "heterodoxo guadalupano" Fray Servando

Teresa de Mier (O'Gorman, 1981)-, Boturini concibió el proyecto de coro­

nación de la Virgen, a la vez que abordó elestudio del náhuatl y de los sabe­

res matemáticos y astronómicos de los antiguos mesoamericanos. Simul­

táneamente inició su gran colección de manuscritos, códices, copias de

cantares, tradiciones y otros muchos objetos vinculados a las culturas indí­genas que constituirían su célebre Museo, según Chavero (1984: 1, LIV), "elarchivo más importante que ha existido sobre nuestras antigüedades".

En su empeño guadalupano y ayudado por sacerdotes jesuitas en Roma,

consiguió un breve pontificio que autorizaba su proyecto y -sin el visto

bueno del Consejo de Indias exigido por el real patronato español- comenzó

a recibir donativos para la realización de la corona virginal. En conoci­

miento de estos hechos, el conde de Fuenclara, nuevo virrey de México,ordenó su aprehensión en 1743, y aquí comenzaron las penurias sin cuento

de Boturini. Su llamado "Museo" o sea la excepcional colección de anti­

güedades, fue secuestrada. La preocupación por sus papeles -nunca ya

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296 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA lATINA

recuperados- pasó a convertirse en "obsesión", como lo dice su biógrafo

Ballesteros. Después de un penoso encarcelamiento fue enviado a España,

donde fue capturado por ingleses y confinado en Gibraltar. Finalmente lle­

gado a Madrid, publicó en 1746 su Idea de una nueva Historia GeneraL delaAméricaSeptentrional; fue reivindicado y nombrado cronista en Indias,en el mismo año, para redactar su proyectada Historia General de la que

elaboró el tomo primero, la cronología, que se imprimió recién en 1949.

A pesar de sus intentos, no logró regresar a América y recuperar sus teso­

ros, y murió pobre y endeudado en Madrid, probablemente en 1755.

La obra científica de Boturini se desglosa en dos tipos de actividades

relacionadas pero específicas: coleccionista e historiador, y en esto se mues­tra como un claro precursor de los americanistas del siglo XIX. Él mismo

comentó su esfuerzo a Fernando VI; "tantos desvelos, tantas peregrina­

ciones, tantos gastos empleados en juntar un Archivo prodigioso de Monu­

mentos celebérrimos" (citado por Ballesteros Gaibrois, 1990: un). Presi­

dida por la arquitectura filosófica de Vico, su historia, aunque inconclusa

y afectada por algunas elucubraciones caprichosas, es valiosa por el rigu­

roso método comparativo de fuentes empleado, por la valoración de tes­timonios mesoamericanos y el uso crítico de fuentes coloniales indígenas

e hispánicas, y por la erudición clásica que exhibe. Boturini ignoró la excep­

cional obra de Fray Bernardino de Sahagún (Sahagún, León, c. 1499-México,

1590),cuyos primeros manuscritos fueron encontrados a fines del siglo XVIII

por Juan Bautista Muñoz (Valencia, 1745-Madrid, 1799)y sólo fueron edi­

tados en Madrid en 1906 por Francisco del Paso y Troncoso (Veracruz,

iaaz-Plorencia, 1916) -gran protagonista del americanismo moderno, maes­

tro de la recuperación científica de fuentes documentales y equivalente

mexicano de José Toribio Medina (Santiago, 1852-1930) y José Torre Reve­llo (Buenos Aires, 1893-1964)-. Sin embargo, sí supo utilizar, y a menudo

con un claro sentido crítico, las obras de Fray Juan de Torquemada (Cas­

tilla laVieja, 1557?-México, 1624),Domingo Francisco de San Antón Muñón

Chimalpahin, (Amecameca/Chalco?, 1579-México,1660), Fernando de Alva

Cortés Ixtlilxóchitl (Texcoco, 1568?-Ciudad de México, 1648), Carlos de

Sigüenza y Góngora (Ciudad de México, 1645-1700).Lacolección del caballero Boturini finalmente nunca regresó a sus manos.

Confiscada por el virrey Pedro de Cebrián y Agustín en el momento de su

arresto en 1743, fue depositada en la oficina de la secretaría del virreinato.

Los documentos quedaron abandonados por años y fueron objeto de robos

y despojos. Aunque en 1747 fue autorizado a recogerla, las dificultades pecu­niarias le impidieron regresar a América a recuperar su archivo. El virrey

siguiente, Juan Francisco de Güemes y Horcasitas, cedió al anticuario

EL ERUDITO CD[fCCIONISTA y LOS ORíGENES DEL AMERICANISMO I 297

Pcrnández de Echeverría y Veytia (el amigo de Boturini que lo asistió en

Madrid) los documentos que había solicitado para sus propios estudios.A su muerte, éstos pasaron a manos de Antonio de León y Gama quien, a

su vez, al fallecer en 1802los transmitió a sus herederos. Poco antes de ese

episodio, Alejxander van Humboldt había adquirido dieciséis documen­

tos durante su visita a México entre 1802 y 1803. Humboldt, cuyo interés

se había despertado a partir de informaciones de Clavijero, encontró algu­

nos materiales supervivientes en muy malas condiciones en elpalacio virrei­nal y, más tarde, los publicó en Vues descordiiíéres et monuments despeu­pLes indigénes d'Amérique. Los originales de estas piezas se encuentran en

la actualidad en la Biblioteca Nacional de Alemania, en Berlín. Otra parte

de la colección pasó luego a manos del padre José Pichardo, un anticua­

rio aficionado. Poco antes de la independencia, el resto de la colección fue

transferido a la Universidad de México, y desde entonces hasta 1823 pasa­ron al Conservatorio de Antigüedades.

Aún en relación con la colección Boturini, otro personaje relevante entra­

ría en escena un par de décadas más tarde: loseph MariusAlexis Aubin (Tou­

rettes-lcs-Paíences, 1802-París, 1891). Aubin estudió matemáticas y dibujo,

yen 1830 participó activamente en las luchas revolucionarias parisinas.

Ese mismo año, tomando distancia de los acontecimientos políticos, desem­

barcó en México con el propósito de emprender investigaciones físicas yastronómicas por cuenta de la secretaría francesa de instrucción pública.

Apasionado él también -como el caballero italiano- por las antigüedades

mesoamericanas, empezó por aprender el náhuatl. Luego, abrió un cole­

gio en México siguiendo el modelo del liceo francés, comenzó a reunir todos

los documentos pictográficos y fuentes originales posibles sobre la histo­

ria del México antiguo y,sobre todo, adquirió poco a poco buena parte de

los remanentes de la enorme coIccción Boturini. En 1840, tras eludir la

aduana mexicana, regresó a Francia con su cuantiosa colección. Aunque

criticado por su excesiva reserva y su celo respecto de sus materiales y porlas pocas publicaciones que realizó, Aubin estudió progresivamente el acervo

que había reunido y fue un precursor de los estudios de escritura prehis­

pánica. Su obra -Mémoires sur lapeinture didactiqueet L'écriture figurativedes AnciensMexicains, publicada parcialmente en París entre 1849y 1851, Y

por entero en 1884- fue la primera investigación sólida sobre pictografíamexicana (Giasson, 2002: VII-XIV). La colección de Aubin fue vendida a

Eugene Goupil, personaje de ascendencia franco-mexicana, quien la donóa la Biblioteca Nacional de Francia, en París; bajo el nombre de ColecciónAubin-Goupil constituye hoy uno de los mayores acervos de códices mexi­

canos prehispánicos y coloniales conservados (Cohen, 1998).

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298 I HISTORIA OE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA lATINA

El año de la llegada de Aubin a México se corresponde con el inicio delproyecto de lord Kingsborough (1795-1837), quien por su propia cuenta ibaa dar a conocer, en Londres, nueve volúmenes de facsímiles de códices. Por

cierto, este noble irlandés reúne en su persona los atributos más destaca­dos del curioso tipo de intelectual americanista de la época: excentricidadtemática y pasión coleccionista. Convencido de que los antiguos mexica­nos descendían de una de las tribus perdidas de Israel, adquirió importan­tes manuscritos y códices para lograr demostrar su hipótesis, y los editóeruditamente en una colección fastuosa de nueve volúmenes -dos de ellos

póstumos-, Antiquities of Mexico. La edición fue tan costosa que sus pro­veedores de papel lo denunciaron por deudas impagas, y Kingsboroughfinalmente fue a dar a la cárcel, donde murió a la temprana edad de 42 años.Gracias a él, por primera vez se reprodujeron y se dieron a conocer joyas

tan importantes como el Códice Dresdc.Muchos otros estudiosos fueron articulando el mundo de objetos y

manuscritos, de códices y formas artísticas exhumadas por la incipiente

arqueología para enriquecer los nuevos repositorios que el racionalismounido al experimentalisrno diseñaba en un americanismo naciente. Auncuando el americanismo español, tan importante y todavía poco explo­rado en su desarrollo, excede los límites de este trabajo, debemos señalarque la obra histórica y la colección de Boturini pusieron sobre el tapete lanecesidad de estudiar la historia antigua de México. Así, en 1784 el reyordenó el envío de esos materiales históricos a España justamente en elmomento en que el último cronista de Indias, Juan Bautista Muñoz, reci­bía la encomienda de redactar una historia de América. El legado funda­mental de Muñoz fue la enorme colección de materiales etnográficos e his­tóricos americanos que lleva su nombre, junto con la fundación del Archivode Indias de Sevilla en 1785. Cada uno de los importantes repositorios espa­ñoles concita en sí mismo una cargada relación de colecciones e investi­

gadores que deberían ser objeto de estudios particulares.

PEDRO DE ANGELlS y El. COLECClONISMO EN EL PLATA

Acorde con la importancia adquirida por Buenos Aires en el último ter­cio del siglo XVIII, traducida en términos culturales en la instalación deuna imprenta en 1780y en la fundación del Real Colegio de San Carlos en1783, comenzaron a reunirse algunas buenas bibliotecas cuya descripcióne historia realizó Torre Reveno en una obra imprescindible (Torre Reve-

EL ERUDITO COLECCIONISTA Y LOS ORíGENES DEl AMERICANISMO I 299

110,1965). La más apreciable fue la de Juan Baltasar Maziel (Santa Fe, 1727­Montevideo, 1788), de quien se dice que su pasión por los libros "era talque, no obstante el elevado precio de los mismos y las dificultades paralas compras, muchas veces arriesgó todo su crédito y no titubeó a recurrira préstamos para pagar las cuentas de libreros españoles" (Buonocore, 1959:285).También aparecen, según este último erudito citado, incipientes anti­cuarios dedicados a agenciarse "antiguallas" tales como papeles, objetos ylibros, que formaron las primeras colecciones del género en la región. Iulián

de Leyva (1749-1818) no sólo obtuvo algunos documentos esenciales comolos manuscritos de la Historia de la Compañía de Jesús en la Provincia delParaguay de Lozano y de LaArgentina de Ruy Díaz, sino que también rea­lizó anotaciones a este último. Prestó libros a Félix de Azara y al Deán Funespara sus respectivos trabajos y facilitó algunas fuentes para las edicionesde De Angelis. José Ioaquín de Arauja (Buenos Aires, 1762-1834) reuniópapeles originales, copias de documentos, códices, piezas de historia natu­ral ymonedas americanas. Gaspar de Santa Coloma (España, 1742-BuenosAires, 1815) inició también una valiosa colección documental acerca de lahistoria marítima, comercial, religiosa, social y política del Plata. Pero detodos ellos, el más importante fue el canónigo Saturnino Segurola (Bue­nos Aires, 1776-1854), célebre introductor de la vacuna contra la viruela.Según Buonocore, su archivo y su museo fueron los más notables de suépoca, provenientes en buena medida de las colecciones jesuíticas, y en susfondos investigaron el Deán Gregorio Funes, Pedro deAngelis y BartoloméMitre. Tras su muerte, los documentos se donaron a la Biblioteca Nacio­nal, y los libros se remataron en 1854,muchos de los cuales fueron com­prados por Andrés Lamas (Montevideo, 1817-BuenosAires, 1891) y ManuelRicardo TreIles (Buenos Aires, 1821-1893) -de quien se dice que "su granamor, casi fetichismo, era el de los documentos", "apasionado coleccionistade papeles, libros, cuadros, reliquias históricas, medallas, monedas, gra­bados, muebles"-, dos bibliófilos fundamentales, junto con Mitre, de lasiguiente generación (Buonocore, 1959: 286-287; 298-299, 328-329).

Yde inmediato aparece en elPlata la figura más importante de la épocatemprana del americanismo en elsur del continente: Pedro de Angelis(Nápo­

les, 1784-Buenos Aires, 1859),coleccionista, anticuario, bibliógrafo, histo­riador y periodista, cuya actuación sigue envuelta en la polémica y cuyavaloración continúa siendo, por lo menos, cuestionada, en buena medidapor las pasiones políticas en las que se vio envuelto, a menudo a su pesar.Perteneció a una familia liberal, masónica y bonapartista y él mismo lo fue.Republicano, se vio forzado al exilio a causa de la restauración borbónicaa partir de 1814 y vivió en esa condición en Ginebra y en París, y luego

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300 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA

todos su años restantes en el lejano Río de la Plata. Hizo sus primeros ensa­yos de erudición en París en algunos de los diccionarios biográficos monu­mentales tan de moda en la época, lo que le valdría luego un hiriente escar­nio de Esteban Echeverrfa, uno de sus enconados enemigos ideológicos.

Contratado por orden de Rivadavia como redactor del periódico oficialde su presidencia, Crónica Política y Literaria del Plata, al llegar a BuenosAires en 1827 se encontró rápidamente sin trabajo como consecuencia de ladesaparición del poder central. Las circunstancias lo empujaron a dedi­carse a tareas periodísticas diversas,en ElLucero, ElMonitory LaGaceta Mer­cantil, en las que defendió con pluma fácily polémica -pane lucrando- dis­tintos proyectos políticos del momento, lo que le ha acarreado hasta hoyfama de oportunista. Fue administrador y propietario de la Imprenta de laIndependencia y desde 1832 arrendó la Imprenta del Estado. De Angelislamentaría amargamente durante el aún largo resto de sus días la decisiónde viajar a Buenos Aires.En esto se asemeja a Paul Groussac (Toulouse, 1848­

Buenos Aires, 1929) -agresivo, como muchos, con De Angelis-, otro intelec­tual europeo afincado en e! Plata. Pero a diferencia del caso del napolitano,el traslado de! francés -que llegóa ser director de la Biblioteca Nacional yensu momento una autoridad intelectual indiscutible- se produjo sin que me­diara persecución alguna en su país, lo que impregna a sus jeremiadas y sushostilidades contra el medio de adopción de un dejo paradojal y ambiguo.

A partir de 1834, liberado en parte de sus trabajos periodísticos de temapolítico, De Ange!is dedicó más tiempo a sus propias tareas de investiga­dor y todo su interés y actividad se centraron en lo que será su principalobra y la de mayor trascendencia de su vida intelectual: la Colección deobrasy documentos relativos a la historiaantiguay moderna de lasprovinciasdelRío de la Plata,publicada en 1836-1837 en fascículos reunidos en seis volú­menes y un séptimo no concluido, para la que comenzó a compilar mate­riales desde 1829. La recopilación consta de 70 libros y documentos, de loscuales 57 eran inéditos, a los que debe agregarse un conjunto de proe­mios, discursos preliminares y advertencias introductorias, noticias bio­gráficas, relaciones geográficas e históricas, vocabularios, bibliografías,tablas corográficas, además de prolijos índices y materiales auxiliares, todosde su autoría. La calidad tipográfica y de diagramación es excelente, loque ha llevado a señalarlo como el verdadero artífice inicial del arte tipo­gráfico rioplatense. De Angelis recurrió para integrar su material a las colec­ciones de Segurola, Tomás Manuel de Anchorena, Baldomero García y Luisde la Cruz, a la Biblioteca Pública, así como a los archivos del Fuerte deBuenos Aires (residencia oficial de gobernadores y virreyes, de los pode­res nacionales cuando los hubo, y del gobernador de Buenos Aires), el

EL ERUDITO COLECCIONISTA Y LOS ORíGENES DEL AMERICANISMO I 301

Archivo General de la Provincia de Buenos Aires y el del DepartamentoTopográfico. Pero básicamente utilizó los materiales de su propia biblio­teca, basada en adquisiciones a las familias de Cerviño, Cabrer y Zizur, pro­

minentes exploradores y demarcadores de límites con los dominios por­tugueses en los últimos años de la dominación hispánica.

La indole del trabajo de De Angelis está perfectamente descrita por élmismo a su corresponsal y amigo uruguayo Floro Castellanos:

Ud. debe creer que no he tenido un solo instante á mi disposición paracontestarle hasta ahora. Hay condiciones en la vida muy desgraciadas,y las que me han cabido en suerte no son de las peores, pero tampocomuy holgadas. La obra que he emprendido [la Colección... ] me tieneocupado incesantemente, porque, á mas de mi intervención como edi­tor, o impresor, tengo que decir algo por mi cuenta, y hacer mis recher­ches, para acertar con lo que tengo que decir. Agregue Ud. la escasez deobras de consultas, de hombres versados en esta clase de disquisicio­nes; y por fin la brega que tengo con los amanuenses, los impresores,los lenguaraces, los vocabularios imperfectísimos de idiomas indios, ydecida Ud. si sobran motivos para enloquecer a un viviente.

Por fin, ya no hay más que hacer que ir adelante. Lo que me animaes la protección del público, que esta vez se ha mostrado generoso con­migo. Es verdad que, sin atribuirme otro mérito, puedo creerme con elde sacar del olvido, y preservar de la destrucción a una porción de docu­mentos importantes que yacían sepultados, hace siglos, en los rinconesmás retirados del mundo. Su publicación derramará una gran luz sobrela historia del país, y los que quieran ocuparse de ella, no sentirán la faltade materiales y noticias, como ha sucedido hasta ahora.

Mis únicos deseos son conservar mi salud y mis suscriptores; por­que cualquiera de los dos que me abandonase, ya estaría del otro lado.Los gastos y los trabajos son inmensos, y si no me ayudan con eficacia,perezco de necesidades.

De Montevideo y su gobierno tengo infinitos motivos de gratitud yagradecimiento. Amigos y desconocidos han acogido con bondad missúplicas, y, en proporción de la población, los suscriptores de Montevi­deo son más que los de aquí. Sin embargo, procure Ud., entre sus rela­ciones, de hacer reclutas para ponerme en estado de agregar a mi colec­ción los planos y mapas, que por falta de recursos, no me es posiblecostear por ahora. Lo que haga en este ramo, es un ataque a mi propiabolsa, y no es justo que trabaje y que se gaste (carta sin fecha, de finesde 1835, citada en Becú y Torre Revello, 1941: XI.JV-XLV).

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302 I KISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMERICA LATINA

Junto con este trabajo de investigación y reunión de materiales, el estu­dioso napolitano inauguró todo un campo de estudios, que luego ocu­pará un lugar importante en el desarrollo del americanismo: la lexico­grafía indígena y el estudio de sus lenguas. El trabajo de De Angelis eneste rubro se concreta en fichas sobre elvocabulario abipón y toba, el arteyel vocabulario de la lengua toba, el vocabulario pampa, las lenguas tama­

naca, quichua y aymara. así como las lenguas del Orinoco: mapipure ysaliva. Todos estos originales se encuentran en la Colección Juan ÁngelFarini en el Archivo General de la Nación, en Buenos Aires. Tambiénredactó un Diccionario español-guaraní, que se ha perdido (Sabor, 1995:57,nota 55). Hasta esa fecha nadie se había interesado en el país por esostemas, y es por ello que Luis María Torres (1909: 1, VII) dice en el "Pró­logo" al Catálogo de lenguas indígenas de Bartolomé Mitre: "Se conti­nuará, pues, la obra iniciada por Pedro de Angelis en nuestro país hace

dos tercios de siglo".De Angelis es autor, además, de una Bibliografía del Río de la Plata, un

manuscrito inédito también conservado en elArchivo General de la Naciónen la capital argentina. En este trabajo intentó reunir la referencia de todolo publicado sobre el territorio del antiguo virreinato, lográndolo especial­mente en relación con la Argentina y el Uruguay, y en menor grado en

cuanto a Bolivia y el Paraguay.Labiblioteca de De Angelis -"sueño y orgullo de su propietario" "pasión,

colección y pérdida" como deseo y trayectoria de su vida intelectual (Sabor,1995: 159)- fue la más importante colección de obras y documentos reu­nida en el Plata, destacada por su valor respecto de cuestiones de límitesy de la historia de las misiones jesuíticas, y,dadas sus características, impo­sible de volver a reunir. Derrotado Rosas, el bibliófilo se vio acosado pordificultades económicas y debió venderla, lo que logró finalmente hacer ala Biblioteca de Río de [aneiro, no sin largas tratativas anteriores con elgeneral Urquiza para que las adquiriera el Colegio de Concepción del Uru­guay, en las que se interpuso infelizmente Vicente López y Planes hastafrustrarlas. Un historiador brasileño, Jaime Cortesáo, especialista en lacolección De Angelis,comenta que la obtención de la biblioteca de De Ange­

lis por parte del Brasil fue

un magnífico trofeo de la batalla de Caseros. Basta lanzar una miradasobre la lista de obras, redactada por De Angelis, para comprender suenorme importancia. Hasta causa cierto espanto que un archivo comoaquel, que en su mayor parte perteneció a la Provincia Jesuítica del Para­guay, pudiera haber sido adquirido por un particular, hubiera salido del

El ERUDITO COlECCIONISTA Y lOS ORíGENES DEL AMERICANISMO I joj

territorio argentino y fuese vendido tan fácilmente a un país extran­jero (citado en Sabor, 1995: 160).

La historia de la formación de la biblioteca de De Angelis es tan complejay oscura como la de todos los grandes fondos y colecciones particulares,aunque se ventiló mucho más debido a la pasión política desatada en elPlata en los años de la actuación del napolitano y a su papel sobresalientecomo "el más importante de los escritores del rosismo"; "el propagandistaculto más eficaz con el que podia contar el régimen" (Myers, 1995: 37-38).Aun cuando el propio De Angelis argumentó abundantemente para defen­derse de las múltiples acusaciones de dolo que había recibido, existen inda­gaciones muy documentadas acerca del proceso de adquisiciones que mues­tran a las claras los variados métodos utilizados para conseguir las obrasdeseadas: compra a libreros -el inglés [ohn Russell Smith era su mayor pro­veedor, aunque no el único- y a particulares, encargos a corresponsaleseuropeos, trueques con instituciones oficiales, copias de documentos, rega­los recibidos, transacciones dudosas y sustracciones a los archivos públi­cos, en particular respecto del tesoro de manuscritos reunidos. Por estorecibió muchas acusaciones de parte de los exiliados en Montevideo: "bri­bón", "mal italiano", "ladrón", son algunos de los epítetos referidos a él enla pluma de Florencio Varela y de Rivera Indarre, sus acérrimos enemigospolíticos. Pese a ello, Varela no se privó de utilizar hasta el hartazgo sus tra­bajos sin citarlo, algo que luego se volvió casi costumbre entre los erudi­tos y los historiadores liberales, que constantemente lo descalificaron inte­lectual y éticamente (Sabor, 1995; Becú y 'torre Revello, 1941). Mitre, sinembargo, llegó a considerarlo respetuosamente luego de la caída de Rosas,y la Junta de Historia y Numismática Americana fundada por él y conver­tida en 1938 en Academia Nacional de la Historia acuñó una medalla conla efigie de De Angelis al cumplirse el centenario del inicio de la publica­ción de la Colección... en 1936.

Sin embargo, los defensores del bibliómano no llegan a ser lo suficien­temente convincentes y es, por tanto, completamente fundada la opiniónfinal de Sabor en cuanto a que el proceso de reunión de su biblioteca noes claro y a que en muchas ocasiones es evidente la apropiación indebidade materiales valiosos. Incluso Rosas manifestó su desconfianza acerca dela honestidad de su publicista preferido respecto del manejo de las obrasy los documentos que le prestaban en los repositorios oficiales.

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304 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA

JOSÉ FERNANDO RAMÍREZ

Elerudito mexicano Joaquín Garda Icazbalceta (México, 1825-1894) escri­bía en 1850 a su no menos calificado corresponsal José Fernando Ramírez(Parral, isoaBonn, lS71):

Haceya algunos años que comencé a mirar con interés todo lo que tocabaa nuestra historia, antigua o moderna, y a recoger todos los documen­tos relativosa ella que podía haber a las manos, fuesen impresos o manus­critos. El transcurso del tiempo en vez de disminuirla fue aumentandoesta afición que ha llegado a ser en mí casi una manía. Mas corno estoypersuadido que la mayor desgracia que puede sucedcrle a un hombrees errar su vocación, procuré acertar con la mía, y hallé que no era escri­bir nada nuevo, sino acopiar materiales para que otros lo hicieran; esdecir allanar el camino para que marche con más rapidez y con menosestorbo el ingenio a quien esté reservada la gloria de escribir la historiade nuestro país (carta a José Fernando Ramírez del 22 de enero 1850,citada en Martínez, 1950: 35).

Tanto García Icazbalceta como Ramírez llegaron a ser grandes coleccionis­tas de libros y manuscritos. Ahora bien, e! programa de trabajo descritopor Carda IcazbaIceta reposa sobre la idea de la historia como una cons­trucción progresiva, acumulativa, cuya función primordial en aquelmomento era reunir la infraestructura documental. Su aseveración resultasugerente porque, más allá de las importantes obras históricas que tantoél como Ramírez realizaron, refiere a una pasión -iel espíritu del bibliófi­lo coleccionista- y a una forma de relacionarla con la tarea historiográ­fica específica, modelo que con matices aparece en muchos de los mayo­res historiadores americanistas decimonónicos. Recordemos aquí, porejemplo, a Mitre, a Vicuña Mackenna y a Barros Arana, en el extremo surdel continente. Me detendré en e! corresponsal de don Joaquín, teniendoen cuenta que representa a muchos de sus colegas mexicanos en el para­digma definido por García Ieazbalceta: losé Maria Lafragua (Puebla, IS13­

México, 1875, que reunió la más importante colección de folletería del sigloXIX, hoy en la Biblioteca Nacional y en Puebla), Manuel Orozco y Berra(México, 1818-1881, su aportación fundamental fue la colección de mapas),Juan Evaristo Hernández y Dávalos (Aguascalientes, 1827-México, 1893,reunió documentación acerca de la independencia mexicana), Alfredo Cha­vero (México, 1841-1906), entre otros, y en buena medida al coleccionistapor antonomasia: el librero, historiador y bibliómano estadounidense

EL ERUDITO COLECCIONISTA Y LOS ORíGENES DEL AMERICANISMO I 305

Hubert Howe Bancroft (lS32-191S), cuya biblioteca llegó a la cifra de uncuarto de millón de volúmenes y fue vendida a la Universidad de Califor­nia en 1905, dando origen a la Bancroft Library. Una cita de su Autobio­

grafía compendia su deseo: "El apetito era voraz, combinado por e! gustodel alimento. ¡Libros! ¡Libros! Me intoxicaba con los libros. Después decomprarlos y venderlos, después de haberlos surtido a otros durante todami vida, ahora los gozaba" (Bancroft, 1890: 172).

José Fernando Ramírez nació en Parral en 1804y se radicó desde niñoen Durango, donde se graduó de abogado y se dedicó a la política y losnegocios. Dueño de fortuna y de índole ciertamente aristocrática y ten­dencias liberales moderadas, periodista, jurista, preocupado por cuestio­nes de educación, hizo una nutrida carrera como funcionario: secretariode Gobierno de Durango (1S35), presidente del Tribunal Mercantil en suciudad (lS41), director del Periódico Oficialde Durango (lS44), diputadoen el Congreso Federal (1833y IS42), rector del Colegio de Abogados deDurango (lS37 y 1849), miembro de la Junta de Notables (1843), senadorde la Repúblíca (lS45 y lS47), presidente de la Junta de Industria, conse­jero de Estado (1846),ministro de Relaciones Exteriores en dos ocasiones(lS46-1S47 y lS51-IS52), ministro de la Suprema Corte de Justicia (IS51),

ministro de Relaciones y presidente de! Consejo bajo e! imperio (1864­1866).Su cursum honorum se completó con cargos académicos importan­tes: presidente de la Junta de Instrucción Pública (1842), conservador ydirector del Museo Nacional de Antigüedades (IS52), director de la Biblio­teca Nacional (I857-1862). En su ciudad, formó una importante bibliotecaque sirvió de base a la que después sería la Biblíoteca Pública del Estado.Su interés por la historia y la arqueología fue cada vez mayor, y publicóimportantes estudios sobre e! calendario azteca y sobre el cronista Moto­linía. Durante el gobierno del presidente Mariano Arista, fue nuevamentesecretario de Relaciones y, corno liberal moderado, se unió al Plan deAyuda. Entre IS57 y IS62 fue director de la Biblioteca Nacional, y se preo­cupó por diseñar un proyecto institucional que reuniese los fondos de losantiguos colegiosy conventos desamortizados, muchos de los cuales cono­cía bien pues en ellos había obtenido copias de materiales importantes ologró adquirir buena parte de su propio acervo bibliográfico en el momentode su disolución y dispersión.

Ramírez se vio conmocionado por el crecimiento de la anarquía y la"ingobernabilidad. y, a pesar de sus convicciones republicanas -expresa­das claramente en 1846 y 1847- Yliberales -manifiestas en su apoyo alplan de Ayutlaen 1854, lo que motivó su primer exilio desterrado por SantaAnna en 1855-,aceptó finalmente la presencia de Maximiliano con la idea

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306 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA

de que lograría una administración ordenada y un futuro estable paraMéxico. Presa de la adulación y tentado por el oropel del imperio, aceptófinalmente ser ministro de Relaciones Exteriores del archiduque austríaco.Sin embargo, anticipando el desastre, en 1867 aconsejó a Maxirnilianoque abdicara y marchase al extranjero, lo que él mismo hizo: tras un breveviaje a Francia y a España, se radicó en Bonn, donde falleció en 1871. A sumuerte, se remató en Londres su magnífica biblioteca.

Ramírez perteneció a numerosas sociedades científicas extranjeras. En1852 fue nombrado académico honorario de la Academia de la Historiade Madrid, dos años después The NewYorkHistorical Societylo hizo miem­bro correspondiente, en 1856 la Academia Romana de Arqueología lo eli­gió también miembro correspondiente y 10 mismo hizo en 1860 la Ame­rican Ethnological Society; en 1862 la Sociedad Humboldt lo sumó a susmiembros distinguidos. Todos estas distinciones muestran la variedad decontactos de Ramírez y la difusión de sus trabajos historiográficos entreuna extensa red de corresponsales. Culminando esta carrera de distincio­nes académicas, en 1863 fue nombrado conservador del Museo y directorde la Biblioteca Nacional.

Alfredo Chavero, destacado historiador, que adquirió buena parte dela biblioteca de Rarnírez cuando éste marchó a su segundo y definitivo exi­

lio, escribió que Ramfrez fue, junto con Orozco y Berra, el responsable dela renovación de la historiografía mexicana. En efecto, luego de la genera­ción de los grandes historiadores políticos de la ruptura colonial y el sur­gimiento de la vida nacional-Mier, Alamán, Zavala, Mora y Bustamante-,la nueva historiografía se dirigió básicamente a apoyar la investigación yla exposición del pasado sobre fuentes documentales. Y Ramírez, comoafirma su biógrafo Ernesto de la Torre Villar (2001: 1,15), fue presa de un"insaciable deseo de encontrar documentos y libros". Véase al respecto eltestimonio inmediato de Chavero (1981: 1, LIX):

Dedicóse desde luego el señor Ramírez a acopiar cuanto libro se refi­riese a nuestra historia, a juntar cuanto manuscrito importante hubiesesobre ella y a estudiarlos todos; al grado que a pesar de las graves ocu­paciones que lo agobiaron en los altos puestos que constantemente de­sempeñó, en su biblioteca que después fue nuestra, no encontramosun libro interesante que no estuviese anotado de su mano, y muchosmanuscritos estaban copiados de su puño y letra.

En el transcurso de su vida Ramírez formó dos importantes bibliotecas.Entre 1830 y 1850, en Durango, con compras casi simbólicas logró adqui-

EL ERUDITO COLECCIONISTA Y LOS ORíGENES DEL AMERICANISMO I 307

rir parte muy selecta de los fondos del antiguo colegio de la Compañía deJesúsde esa ciudad -cerrado desde 1767-, que habían sido alojados en bode­gas insalubres. Ramírez salvó así de una destrucción casi segura verdade­ras joyas bibliográficas acerca de religión y teología, derecho público, legis­lación y economía, derecho romano, civil y canónico, historia universal,cronología, geografía y viajes, historia y documentos americanos, historiaeclesiástica, logrando reunir cerca de ocho mil volúmenes, entre ellos unpar de valiosos incunables. Vendida al gobierno del estado de Durangocuando Ramírez se trasladó a la capital del país en 1851, aún permanecereunida, cuidada y muy bien catalogada.

Ramírez también conservó una buena cantidad de libros sobre histo­ria de México y los manuscritos, y sobre esta base fue reuniendo su segundagran biblioteca. Para 1858, poseía nueve mil obras muy especializadas,crónicas religiosas, folletos rarísimos, códices mexicanos, incunables ynumerosos manuscritos; "la biblioteca se había transformado en la mejorbiblioteca histórica de México, equiparable a la de su amigo Garda Jcaz­balceta" (De la Torre Villar, 2001: IV, 19). Ramirez, como vimos, se com­prometió gravemente con el gobierno de Maximiliano, marchó a susegundo exilio antes de ser arrastrado en la caída de la aventura impe­rial, y su biblioteca terminó dividida entre lo que logró llevar consigo y

10 que quedó en la capital mexicana. Libros, manuscritos, documentoscopiados, catálogos, apuntes sobre numerosas obras se distribuyeronentre Alfredo Chavero, José María Andradc, José María de Ágreda y Sán­chez, Manuel Orozco y Berra y el gabinete de manuscritos del MuseoNacional. El primero de ellos adquirió la mayor parte, y utilizó algunasde las notas de Ramírez en sus propios trabajos. Finalmente vendió labiblioteca a un bibliófilo, Manuel Fernández del Castillo, quien no cum­plió con la cláusula estipulada de no traspasarla al extranjero, y mal acon­sejado por un ex imperialista, el padre Agustín Pisher, llevó una buenaparte a Londres, donde fue rematada, conservándose un catálogo elabo­rado por el librero Bernard Quaritch (Alemania, rsic-Londres, 1899; elmismo citado por Borges en Tlon, Uqbar, Orbis Tertius) de 524 valiosostítulos, el verdadero núcleo de la colección de Ramírez. La oportunidadde la venta fue aprovechada, como ya dijimos, por algunos coleccionis­tas e instituciones relevantes, tales como Bancroft, la Biblioteca del MuseoBritánico, los libreros Quaritch y Trubner, el conde de Heredia y unos

pocos más.

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308 I HISTORIA OE lOS INTElECTUALES EN AMÉRICA LATINA

COLECCIONES, BIBLIOTECAS E HISTORIOGRAFÍA

EN AMÉRICA LATINA EN EL SIGLO XIX

La mayor parte de los historiadores latinoamericanos del siglo XIX fueroneruditos que reconocieron, en consonancia con las corrientes historiográ­ficas europeas más novedosas, la importancia de la documentación y lacrítica de fuentes para construir sus obras. Sin embargo, la dificultad paracumplir con este mandato del oficio fue grande, ya que las condiciones enque surgieron las nuevas repúblicas no permitían a sus gobiernos prestaratención alguna a los repositorios documentales. La asignación de recur­sos a archivos y bibliotecas públicas, donde los hubo, fue escasa. La mayorparte de la documentación seguía en manos privadas o de conventos y cole­gios bajo tutela eclesiástica.Las reformas liberales que afectaron a las órde­nes religiosas en varios países ocasionaron a veces una importante disper­sión y la pérdida de materiales, aunque también fue una oportunidad parala adquisición de libros y otros materiales de gran valor por parte de par­ticulares interesados en la historia o en la cultura antigua de América.

A su vez, los avatares biográficos -generalmente exilios u otras desven­turas políticas-, golpesadversos de fortuna, o simplemente la muerte, hicie­ron que muchas de estas grandes colecciones bibliográficas y muchos deesos archivos se dispersaran, y en numerosos casos fueran adquiridos porextranjeros, especialmente europeos, aunque con el correr de las décadastambién se hicieron presentes cada vez más los coleccionistas y bibliófilosestadounidenses (Thomas, 1974). De esta manera, y en una historia com­pleja que aún debe ser conocida con mayor amplitud, también se fueronconstruyendo -en París, Londres, Berlín, Austin, Nueva York,Berkeley-Iasgrandes instituciones externas a América Latina, colectoras del ínaprecia­ble material documental del americanismo, que junto con las bibliotecasy los archivos españoles y portugueses -Archivo de Indias, de Sirnancas,Biblioteca del Palacio Real, Depósito Hidrográfico de Madrid, Real Acade­

mia de la Historia, Torre de Tambo en Lisboa, entre los más importan­tes- son insustituibles para la historiografía, la etnografía, la geografía, laarqueología y las ciencias naturales americanas.

Con diferencias, especialmente respecto de la proyección de la propialabor como historiador y de su sentido en relación con la consolidaciónde la identidad nacional, el coleccionismo es una actitud que podemosencontrar en casi todos los eruditos americanos del siglo XIX. Mitre yBarros Arana fueron, entre muchos otros ejemplos, no sólo los autoresde sendos monumentos historiográficos, sino también eminentes biblió­filos, lo que pone de manifiesto la estrecha vinculación existente entre el

El ERUDITO COLECCiONISTA Y LOS ORíGENES DEL AMERICANISMO I 309

oficio del historiador y la pasión del coleccionista. Inclusive, al analizarla obra y la trayectoria de este sector de intelectuales latinoamericanos,el acento debe ponerse en el deseo, como disparador de la obra intelec­tual e historiográfica, algo que muy atinadamente observó Georges Duby.y este deseo no fue otro -como lo dice en su carta citada el sabio mexi­cano García Icazbalceta- que eldel coleccionista depapeles viejos. Asídefi­nieron muchos de ellos mismos el objeto de sus desvelos, que, en la com­petencia por la adquisición de los documentos o impresos, los llevaría ala intriga, a difíciles estrategias y aun a gastos desmedidos que en algu­nos casos, como el de Estanislao S. Zeballos, los arruinaron económica­mente. García Icazbalceta vuelve a proporcionarnos un ejemplo intere­sante: el ansia de acercamiento, o lo que hoy podríamos llamar el ansiade participar en una red intelectual, que permita el acceso a coleccionesdocumentales consideradas decisivas en la conformación de la propia, lollevó a traducir la Historiade la conquistadel Perú de Prescott con la únicafinalidad de tener un pretexto para acercarse al escritor estadounidense,trabar conocimiento y lograr la oportunidad de copiar algunos de losdocumentos en su poder.

De allí que una de las principales tareas que se fijaron fuese la forma­ción de catálogos, repertorios, descripciones de fuentes, puntillosas ver­siones críticas, bibliografías. Y, por supuesto, la formación de enormesbibliotecas y colecciones de documentos inéditos, en originales o copias,que están aún hoy entre los fundamentales repositorios para la investiga­ción, como instituciones singulareso integrados a lasbibliotecas más impor­tantes. Lahistoria de estos intelectuales coleccionistas, todavía por hacerseen el sentido esbozado en este texto, contribuirá a conocer mejor no sóloesta curiosa y exquisita práctica erudita, sino también la construcción delamericanisrno como disciplina científica y sus grandes resultados institu­cionales en museos, bibliotecas y archivos que contribuyeron a dar cuerpoa las nacientes identidades culturales de los países latinoamericanos.

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Intelectuales negrosen el Brasil del siglo XIX*

Maria Alice Rezende de Carvalho

UN TEMA Y DOS PRESCRIPCIONES

El hecho de que el imperio esclavista brasileño haya sido el ambiente deproyección de un gran número de intelectuales negros y mulatos -a dife­rencia de lo que ocurrió durante la república, cuando este segmento cono­ció un retraimiento notable- merece la mayor atención. El fenómeno esaun más destacable cuando se observan la América hispánica y las ex colo­nias francesas del Caribe) donde, con la excepción de Haití, el protago­nismo cultural y político de ex esclavosafricanos, o de descendientes direc­tos esclavos o de libertos estuvo prácticamente ausente en el siglo XIX.

Es cierto que Martinica se haría conocida por obra de sus intelectuales,con Aimé Cesaire y Franz Fanon al frente. Pero se trataba ya de mediadosdel siglo XX, de una inteliigentsia negra de origen francés que integrabauna comunidad de autores y de textos con gran audiencia y, sobre todo,de un mundo marcado por el humanismo de posguerra, cuyos principiosigualitarios se enfrentaban contra las experiencias de subordinación queaquellos intelectuales describieron de manera sobresaliente. Por último,en tanto departamento francés, la Martinica de Cesairey de Fanon formabaparte del campo intelectual más influyente de la cultura occidental deaquella época.

Lasituación del Brasildecimonónico era por completo otra. Yel desafíode reflexionar acerca de la proyección de intelectuales negros y mulatosbrasileños es aun mayor cuando se presta atención a la precocidad de esefenómeno en el ámbito del subcontinente, en una geografía materialmenteesclavista y espiritualmente alejada del núcleo dinámico del pensamientoeuropeo.

.. Traducido por Ada Solario

INTELECTUALES NEGROS EN El BRASIL DEL SIGLO XIX I 313

Por lo tanto, al recortar como tema de estudio la intelectualidad negraen el Brasil del siglo XIX, surge una primera indagación concerniente alambiente institucional del país y a las condiciones que promovieron laemergencia de aquellos personajes. La cuestión es demasiado amplia y nopuede encararse por completo dentro de los límites de este texto. Sinembargo, el hecho de poner el foco en el numeroso contingente de negrosy mulatos cultos, situados en los estratos inferiores o intermedios de lasociedad y originarios de provincias alejadas de la corte, obliga a revisarla comprensión dominante en la sociología histórica brasileña, que tiendea enfatizar el predominio de un orden estamental cerrado e impermeablepara los intelectuales ajenos al mundo relativamente homogéneo de las éli­tes señoriales. En otras palabras, los diagnósticos acerca de una sociedadestancada por la coacción estructural del latifundio esclavista y de un esce­nario adaptado a esa rigidez no pueden entablar un diálogo satisfactoriocon las cuestiones que suscita el recorte temático aquí propuesto.

La primera prescripción de este texto -determinada por exigencias decarácter empírico- consiste en afirmar que el énfasis político colocadosobre los fundamentos unitarios y centralizadores -que se remontaban apreceptos del territorialismo lusitano, de larga tradición- requirió que elimperio brasileño adoptase una buena dosis de pragmatismo en su rela­ción con las provincias más distantes y con los súbditos alejados de la fron­tera de la agroexportación. Así,de manera aparentemente paradójica, cuan­to más centralizado políticamente, más permisivo fue el imperio respectode las prácticas habituales y regionales de vida conyugal, incorporación deterritorios, adquisición de saberes, movimientos de la población yestruc­turación de los núcleos sociales locales.

La hipótesis no es nueva: fue esbozada por Capistrano de Abreu (1976),

en una obra llamada Capituios de historia colonial, de 1907, y retomadapor Oliveira Vianna (1975) -sobre la base de trabajos monográficos deviajeros y estudiosos de la vida provincial brasileña- antes de 1920, el añode la primera edición de su libro Populaiiies meridíonaís do Brasil. Con estosautores, es posible sostener que la dinámica social de las provincias con­sideradas irrelevantes en función de la división internacional del trabajofue decisiva para la frecuente presencia de negros y mulatos cultos en elsiglo XIX, quienes tuvieron el amparo de redes familiares muy extensas ymuy heterogéneas, tanto desde el punto de vista económico como delcromático, que hacían posibles la instrucción, la profesionalización y, enno pocas ocasiones, la migración de aquel contingente rumbo a la corte.Más aun, si es fácil vislumbrar el efecto de esa dinámica provincial en elelevado número de intelectuales negros y mulatos que llegaron a la Rua do

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Ouvidor," la extensión del fenómeno sólo puede ser correctamente valo­rada si se contabiliza a todos aquellos que permanecieron en sus munici­pios de origen, engrosando las sesiones locales de las ampliamente disemi­nadas asociaciones literarias.

La percepción del peso demográfico de la intelectualidad negra del sigloXIX obliga, por lo tanto, a explicitar los criterios de selección de los tresintelectuales que participan de este artículo. En efecto, si son tantos ¿cómoelegirlos? ¡Por qué Machado de Assis (1839-1908), por ejemplo, quedaráexcluido de este análisis sobre la intelectualidad negra decimonónica? ¿Ypor qué Lima Barreto (1881-1922) forma parte de esa composición, si eldrama de su existencia y las condiciones de producción y recepción de suobra se dieron en el marco de la república?

Las respuestas a estas preguntas siempre son opinables. Sin embargo)la importancia de formularlas reside en la posibilidad de extender la inves­tigación hacia regiones extrasociológicas, o por lo menos situadas más alláde una sociología de la cultura cuyo propósito central consiste en descifrarlas condiciones de estructuración del campo intelectual, es decir, de uncampo de relaciones sociales, coacciones y sanciones concernientes a laactividad de los intelectuales como grupo (Miceli, 2001). En esa sociolo­gía, el proyecto más relevante es el de la atribución teórica de una identi­dad colectiva razonablemente homogénea e independiente de la concien­cia que los intelectuales tengan de sí mismos y de su lugar social, y que seencuentra más allá de lo que escriben, del contenido de sus teorías o delas polémicas que mantuvieron entre ellos.Ahora bien, en este trabajo, quepone de relieve la situación particular de algunos intelectuales -el hechode ser mulatos o negros, pobres o casi pobres-, la configuración del grupoestá determinada empíricamente y, por consiguiente, es anterior a unaestructuración basada en la teoría.

Por lo tanto, además del interés por el contexto institucional que pro­pició el surgimiento de ese grupo de intelectuales en el Brasil esclavista,también está el de relevar las obras y las gramáticas seleccionadas por losautores, así como sus inscripciones en el debate público y la complexiónde sus alianzas. En rigor) el hecho de hablar del manejo de repertorios enboga en el mundo señala, de entrada, una vía de articulación entre el con­texto institucional y la experiencia de los autores, ya que tal manejo no sóloda muestras del acceso a aquellos repertorios, sino que también retrata laproximidad o el alejamiento de determinados intelectuales respecto de

>1- Calle tradicional de Río de Ianeiro que se convirtió en lugar de cita de las elites.[N. de la T.]

INTELECTUALES NEGROS EN EL BRASil DEL SIGLO XIX I 315

las formas por entonces dominantes de comprender las instituciones delBrasil. De esta manera, ontológicamente identificados, los intelectualesnegros pueden ser distinguidos de manera analítica recurriendo a unasociología que se detiene en el análisis de sus respectivos modos de lidiarcon las ideas y de constituir interlocutores (Collins, 2000). En ese caso, latrayectoria de Lima Barreta, si bien tiene lugar en otro contexto institu­cional, contiene algo de la estructuración del campo político-intelectualque lo precedió, mientras que Machado de Assis, sin duda el intelectualnegro más importante del siglo XIX brasileño, puede ser agrupado en unacomunidad de sentido que discrepa de aquella que se articuló en torno delas experiencias de fracaso descritas por los intelectuales aquí analizados.

Laelección de los intelectuales considerados en este artículo es por tantoresultado de una intención. Se trata, en efecto, de echar luz sobre la cons­trucción de una visión del Brasil distinta de aquella que fue articulada porla crítica más influyente del imperio -Ia del reformismo de la generaciónde 1870-, que tuvo como perspectiva una aceleración modernizadora capazde constituir en el país un Estado de derecho y un mercado libre (Alonso,2002). Igualmente críticos e igualmente cosmopolitas, los intelectuales selec­cionados fueron los que llevaron a cabo la aclimatación local de la gramá­tica europea de la incertidumbre respecto del signo positivo de las trans­formaciones en marcha en Europa, es decir, las transformaciones relativasa la organización liberal del Estado y del mercado. En sus obras dominanlas referencias a experiencias libertarias anteriores al liberalismo (Skinner,1999), las nociones protosocialistas y la dicción decadentista, además de unamplio conjunto de otros elementos sintomáticos de la crisis estructuralde las sociedades europeas bajo la Restauración. Sin embargo, la victoria delreformismo de 1870 fue de tal envergadura que terminó por apagar la his­toria política e intelectual de sus oponentes, aun cuando algunos vestigiosde ella continúen operando de manera irreflexiva en la imaginación socialyen algunas tramas de nuestra sociología académica.

En la organización de este trabajo incidió, por lo tanto, el interés porremontarse hasta el origen de cierta perspectiva acerca del Brasil, que setraduce en las diversas modalidades que asume, aún hoy, el diagnósticosobre nuestra incompletitud, sobre el carácter inacabado del BrasiL RicardoBenzaquen de Araújo (1994)dio visibilidad y dignidad sociológica al temaa partir de su exhaustivo análisis de Casa grande & senzala, de GilbertoFreyre. En esta obra, afirma Benzaquen, la opción por un modo antisiste­matico de tratamiento de la sociedad esclavista brasileña simula corres­ponderse, en el plano cognitivo, con la "apertura" característica de nues­tra ontología, esto es, con el orden inestable y en movimiento de la vida

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brasileña. Sin embargo, no es un hecho desconocido que la instituciona­lización de la sociología en el Brasil le dio un contenido diferente al diag­nóstico sobre nuestra civilización. Y, en ese sentido, el desplazamiento delproyecto freyreano de una modernidad alternativa puede entenderse comouna nueva etapa de la negación infligida a la perspectiva adoptada por losintelectuales en consideración.

En otras palabras, se pretende comprender un tipo de imaginación socialque, vigente en elBrasil desde el último cuarto del siglo XIX, discrepa bas­tante de la que dio origen a las ciencias sociales y al orden liberal que nossirvió de espejo, y que puede ser,de manera temeraria, sintetizada en la ideade una apuesta en la modernización que no contempla la clausura, la lla­mada "jaula de acero" weberiana. Moderno y occidental, el Brasil queaparecía en la letra de los intelectuales negros y mulatos aquí retratadosfue resultado de la utilización de un repertorio propio de la modernidadeuropea, pero ampliamente soslayado por el programa cognitivo y norma­tivo del liberalismo burgués en avance en el viejo continente. En el con­texto de una geografía periférica, la vivencia de la crisis del imperio brasi­leño estaba enmarcada por otra crisis -la que dio origen a la modernidadoccidental-, cuyos temas, términos, esquemas interpretativos y anhelosfueron seleccionados por los intelectuales periféricos del Brasil.

Tomados como grupo, aun cuando estén separados entre sí por inter­valos de dos décadas, la unidad atribuida a los intelectuales analizadospretende subrayar la permanencia de cierto proyecto para elBrasil, su derrotaen diferentes contextos y los efectosde esasderrotas en cada uno de los auto­res. En ellos se destaca, en primer lugar, la adhesión al tema de la movili­dad. En efecto, el estancamiento y el inmovilismo brasileños parecían seradversos para estos mulatos o negros ubicados siempre cerca de la pobreza,ya sea por inscripción social o por afinidad. Sin embargo, podían presentirque el rechazo del ambiente institucional que permitía las posiciones delas que gozaban y, más aun, la dirección que adoptaba la impugnación delorden encabezada por segmentos de lasélitesimplicaban un riesgopara ellos.Por lo tanto, las tensiones propias de su inserción en el mundo explican nosólo la búsqueda de esquemas de pensamiento que no naturalizasen lomoderno, sino también la resistenciaa aliarsecon lasvertientescríticasdomi­nantes en el Brasil.En ese marco, la operación intelectual posible implicabaelelogio del dinamismo, pero sin una sustantivación de lo que debería gene­rarse como consecuencia. Ejercitaban pues, para usar los términos de Aran­tes (1992), una "tosca dialéctica': en la medida en que para ellos elobjetivodel cambio aparece como un acto deliberativo del espíritu, que no plantea­ba una divergencia completa con la realidad ni una exigencia de sintesis.

INTELECTUALES NEGROS EN EL BRASIL DEL SIGLO XIX I 317

Es posible entender la existencia de un partido intelectual de ese tipo.que hizo del dinamismo un ideal, como un esfuerzo de contención delnuevo proyecto civilizatorio diseñado para el Brasil.Sin embargo, ocupa­dos sólo en la dimensión negativa del programa cognitivo y normativo dela modernidad, sus autores se mantuvieron confinados en el plano filosó­fico, cuando el mundo ya se alineaba en la construcción de teorías socia­lesque reprodujesen su dinámica. Como consecuencia, la dimensión polí­tica de sus intervenciones no fue percibida o, si lo fue, no pasó a formarparte del acervo reflexivo acerca de los impasses de la constitución delBrasil; antes bien, se perdió como una expresión marginal de intelectua­les negros y mulatos identificados con elimperio. La reconstrucción de esepartido ha orientado la selección de los tres intelectuales que se presentana continuación.

TRES TRISTES NEGROS

André Pinto Reboucas (1838-1898), baiano, mulato, ingeniero y profesor;loáo da Cruz e Sousa (1861-1898), negro, catarinense, funcionario públicode la línea ferroviaria Estrada de Ferro Centraldo Brasily poeta; y AfonsoHenrique de Lima Barreta (1881-1922), mulato. cario ca, funcionario delMinisterio de Guerra y escritor, pertenecieron a tres generaciones distin­tas de intelectuales, vivieron modestamente y tuvieron vidas breves a causadel suicidio, la tuberculosis y la locura, respectivamente.

Caminos brasileñosReboucas nació en 1838 en la ciudad de Cachoeira, una pequeña locali­dad situada en el Recóncavo Baiano, hijo de madre blanca y padre mulato,que aún joven había ganado gran prestigio en la corte de Pedro 1comohéroe de la resistencia provincial contra la ocupación portuguesa deBahía, tras la independencia (1822). En el año del nacimiento de AndréReboucas. Bahía se encontraba nuevamente agitada por una de las insu­rrecciones regionales que caracterizaron el período de la minoridad dePedro 11, y una vez más su padre, Antonio Reboucas, combatió del ladode las fuerzas del orden.

En medio de la inestabilidad que acompañó la formación del Estadonacional hasta 1850, la provincia de Bahía era, en realidad, una de las regio­nes más importantes del país, lo que se explica debido a su condición de

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antigua sede del gobierno colonial. Había llegado al siglo XIX con unaeconomía vigorosa, basada en la exportación de azúcar, algodón, aguar~diente y tabaco, con una capital de más de sesenta mil habitantes, con lasegunda mayor representación parlamentaria en la corte, una red urbanacomparable a la de Minas Gerais y una sociedad compuesta básicamentede negros y mulatos, esclavos o libres -más de 70%, en 1808- que se dis­tribuían en actividades diversas, incluso como pequeños propietarios detierras, y contaban con facilidades evidentes de ascenso social (Matoso,1992). Para tener una dimensión de las posibilidades que se abrían a lasfamilias negras y mulatas en la Bahía del siglo XIX, la historia de los Rebou­cas es bastante ilustrativa. Iniciada por el sastre portugués Gaspar PereiraReboucas y por la africana liberta Rita Brasília dos Santos, llevó a cabo lasiguiente trayectoria: un hijo músico, formado en París y que pasó a serprofesor de armonía en el Conservatorio de Bolonia; un hijo médico,profesor de la Escuela de Medicina de Bahía, y, finalmente, el hijo menor,Antonio Rcboucas, padre de André, que comenzó su vida profesional comoasistente de escribiente en escribanías de Salvador, y llegó a ser jurista, secre­tario de gobierno de la provincia de Sergipe, parlamentario en la corte yconsejero del imperio (Spitzcr, 1989).

Ioáo da Cruz nació en Desterro, la actual Florianópolis, capital de la pro­vincia de Santa Cetarina, en 186], hijo del maestro albañil Guilherrne daCruz y de Carolina Evada Conceicao. ambos esclavosdel coronel GuilhermeXavier de Souza, quien, al igual que el padre de Reboucas, gozaba de unenorme prestigio en la corte en el momento del nacimiento de Ioáo a causade sus acciones militares contra Manuel Oribe (]792-1857) en la región delPlata. Sin hijos, el coronel y su esposa se hicieron cargo de la educación deCruz e Sousa, que vivió con ellos hasta la muerte del militar, a los 51 años,que en ese entonces ya había ascendido a mariscal por sus actos de corajeen la Guerra del Paraguay. Tras su muerte, los padres y el hermano de Ioáoda Cruz pasaron a vivir con él en la mansión del mariscal Guilherme, underecho que recibieron como herencia, además de un lote de tierra y unasuma de dinero (Magalbaes Ir., 1975). En esa época, cuando tenía 9 años deedad, el niño Ioño da Cruz agregó "Sousa'' a su apellido.

La provincia de Santa Catarina era muy diferente de Bahía. Sin gran pro­yección económica y dedicada a la producción de bienes de subsistenciaen pequeñas propiedades, era en todos los sentidos sumamente limitada.Su representación política en la corte se reducía a sólo dos diputados, loque pone de manifiesto su condición de "lugar de pasaje",de frontera avan­zada de un poder central que debía hacer frente a la permanente sirua­ción de inestabilidad del sur. En la década de 1870, cuando Cruz e Sousa

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comenzó a cursar la enseñanza media, Santa Catarina sólo contaba conuna escuela pública, dos pequeños clubes cívicos, donde se reunían losjóvenes instruidos, y no más de tres diarios, de carácter absolutamentelocal. Era una sociedad de pequeños productores independientes, pocodiferenciada y poco bulliciosa, con reducidos contingentes de esclavos y denegros en general, en la que se respiraba tranquilidad. Allí, el movimientoprovenía de los "extranjeros": inmigrantes de diferentes procedencias,gobernadores y funcionarios enviados por la corte, algunos científicos,sobre todo botánicos interesados en estudiar la flora regional, como Char­les Muller, discípulo de Darwin y profesor de Cruz e Sousa, además de inge­nieros contratados por el Estado para la restauración de puertos y forta­lezas, entre ellos, André Reboucas, que estuvo en 1862, un año después delnacimiento de! futuro poeta (Carvalho, M. A., 1998).

Por último, Lima Barreta. Nació en Río de Ianeiro en 1881,y fue el pri­mogénito de Manuel Ioaquim de Lima Barreta, mulato, y de AmáliaAmandaBarreta, hija de una esclava liberada por la familia Mendes de Souza. Supadre era un tipógrafo que había aprendido la profesión en el Imperial Ins­tituto Artístico, y su madre, maestra pública, murió cuando él tenía 7años.Proveniente, al igual que Reboucas y Cruz e Sousa, de familias marcadaspor la esclavitud, Lima Barreto, a diferencia de ellos, nació en la corte, enun contexto bastante agitado por la desagregación del imperio, cuyos sín­tomas se agudizaban cada vez más desde 1870.Estos síntomas, constituti­vos de la crisis estructural del binomio latifundio-esclavitud, se traducíanpolíticamente en los desmesurados cambios de gabinete que daban lugara la también desmesurada rotatividad de los cargos públicos, incluso de losmás modestos, ya que a éstos sólo se accedía por indicación de los políti­cos en el poder. El pequeño Afonso Henrique pudo percibir cómo su pro­pio padre resultó víctima de esa circunstancia (Assis Barbosa, 1954).

Ahora bien, debido a la existencia de mecanismos de comunicación entre

las élites políticas y e! mundo popular (Carvalho, I. M, 1987), e! camino deascenso de mulatos pobres a la corte no estaba en absoluto vedado. Porejemplo, el padre de Lima Barreta llegó a ingresar en la Escuela de Medi­cina, aunque tuvo que abandonarla cuando formó su familia. Sin embargo,a diferencia de lo que sucedía en las provincias, no sólo el ascenso socialera allí bastante selectivo, en virtud de la naturaleza fortuita de los encuen­tros entre el mundo oficial y los agentes individualizados de las capasinferiores, sino que también la captura de pobres en esas redes de protec­ción no mostraba la horizontalidad presente en las interacciones típicas delas familias extensas del interior del Brasil. En la corte, en la medida enquela protección familiar era funcionalmente sustituida por el brazo polí-

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tico de las élites en el poder, el ascenso de los pobres también represen­taba un camino de subordinación.

Así,en la década de 1870, Manuel loaquim de Lima Barreta trabajó comotipógrafo en el periódico A Reforma, órgano de reunión de los liberales queimpulsaban transformaciones políticas e institucionales en la monarquíabrasileña. Allíconoció al vizconde de Ouro Preto, que fue padrino de AfonsoHenrique y lo protegió incluso después de ser expulsado del Brasil tras laproclamación de la república. Este paraguas protector resultó una granayuda para la trayectoria juvenil de Lima Barreta, quien pudo ingresar enla Escuela Politécnica junto a miembros de la élite brasileña, en un momentoen que la ingeniería dejaba de ser, como en la generación de Reboucas, unarama de la formación militar y el destino de los jóvenes pobres e instrui­dos que allí se dirigían en busca de una profesionalización superior. Sinembargo, en su condición de mulato y marcado por el estigma de su esta­tus subalterno, para Lima Barreta el pasaje por los bancos de la nueva Poli­técnica constituyó el nido de su resentimiento y, de hecho, no llegó a com­pletar los estudios.

De los tres, Reboucas y Cruz e Sousa presentan una trayectoria muy pa­recida en sus comienzos. Ambos pertenecieron a familias, por su descen­dencia y su perfil, de elevado prestigio en sus provincias de origen e inclusoen la corte, como consecuencia de los éxitos militares de sus padres enepisodios clave de la formación y la consolidación del Estado nacional bra­sileño: Antonio Reboucas, en el ámbito de las luchas por la independen­cia, y elmariscal Guilherme Xavier de Souza, en elcontexto de la acentuadacentralización política que la Guerra del Paraguay contribuyó a afirmar.Ambos provenían también de provincias bastante distantes de la corte, sibien, desde el punto de vista de la relevancia de cada una de ellas, repre­sentaban polos casi opuestos: en efecto, Bahía era una provincia consoli­dada, con historia, tradición y peso demográfico y político en el imperio,mientas que Santa Catarina era sólo una región considerada estratégica enel marco de la política imperial en la región del Plata.

Las diferencias en los recorridos de Reboucas y Cruz e Sousa comien­zan a hacerse más evidentes en el movimiento que realizan en dirección ala corte. Reboucas partió hacia allí a los 8 años de edad, en un momento deascenso familiar y cuando ya se avecinaba la victoria de la llamada políticaSaquarema, el largo período de estabilización política del imperio y defortalecimiento de sus instituciones. En ese sentido, su vida profesional coin­cide con la época de mayor impulso económico y político del SegundoReinado. En cambio, para el pequeño Ioáo da Cruz, la muerte del mariscalGuilherme representó el inicio de una trayectoria precozmente declinante.

INTELECTUALES NEGROS EN EL BRASil DEL SIGLO XIX I 321

y al perder sus oportunidades de una mejor inserción en los círculos cul­tivados de la provincia se decidió, finalmente, a abandonarla empleándoseen una Compañía Teatral que pasaba por allí a comienzos de la década de1880. Cruz e Sousa volvió algunas veces a Desterro, donde trabajó en perió­dicos abolicionistas, hasta su partida hacia Río de Ianeiro en un momentoen que el imperio ya se estaba agotando. Así, la suerte de ambos no derivósólo de sus respectivas inserciones familiares y de su capital cultural. Ensus oportunidades de éxito también pesó el hecho de haber llegado a la edadadulta en contextos diferentes: en el momento de ascenso del imperio, enel caso de Reboucas, y en el de su crisis final, en el de Cruz e Sousa.

Al pensar la evolución política brasileña vis tI vis la trayectoria de estosintelectuales, se abre una vía para comprender el tipo de relación estable­cida entra la corte y la periferia del imperio. En efecto, la gran influenciafrancesa en la ilustración brasileña no produjo una centralización seme­jante a la de la Francia pre y posrevolucionaria, con sus provincias acica­teadas por el centro político. Heredero de la tradición absolutista portu­guesa -que contrarió el tópico hobbesiano de la consolidación del poderdel rey sobre la base de la destrucción de la red de derechos corporativosy comunitarios del mundo feudal-, el Estado imperial brasileño rearticuló,en pleno siglo XIX y bajo un nuevo ropaje, un principio similar de preser­vación del dominium de los súbditos con el incremento simultáneo delpoder del rey mediante la anexión de otros espacios materiales y simbóli­cos que el derecho tradicional no podría disputar. En otras palabras: "el reyabandona el enfrentamiento directo con los poderes establecidos y la rea­lidad de la tradición, abriendo nuevos campos de actuación situados fueradel orden tradicional" (Barboza Pilho, 1999:80).

Así, si en el siglo XVI ese precepto se tradujo en la incorporación de nue­vos territorios en África, América y Oriente, en el contexto del Estado impe­rial consistió en la doble prescripción de la defensa de la unidad territo­rial-que brindaba reservas de soberanía al monarca- y de la creación deespacios simbólicos de poder exclusivos del rey, como dan testimonio suspolíticas destinadas a la ampliación de los cuadros de la función públicaya la democratización del acceso a éstos, sobre todo en la rama militar, alaconcesión de dignidad nobiliaria a individuos sin un linaje conocido, a laexpansión del alcance de la instrucción pública, con la formación de arte­Anos y trabajadores gráficos, y, por último, a la construcción de agenciasele organización de los intelectuales y los artistas según el patrón de las acade­mias. Es en ese marco, por tanto, que puede comprenderse la facilidad conque, en un Estado unitario y centralizado, las provincias pudiesen respi­rar tan libremente e incluso oxigenar a la corte.

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322 I HISTORIA DE LOS INlELEC1UALES EN AMÉRICA LATINA

En suma, puede decirse que, al operar con una concepción estratégicadel poder, el Imperio brasileño combinó dos tradiciones: la modernizante,fruto del iluminismo tardío de las monarquías administrativas del perío­do de la Restauración, y la más antigua, del renacimiento lusitano, que pre­conizaba la preservación de la realidad señorial mediante la creación deotras fuentes de poder real. El hecho es que, en ambas, la atribución de unadimensión pública a la actividad intelectual-un artificio monárquico parasortear disputas jurisdiccionales con las clases dominantes- también fueuna puerta de oportunidades para aquellos que estaban en condicionesde atravesarla. Éste es el marco institucional que permite explicar la arti­

culación entre política y cultura a lo largo del siglo XIX y, principalmente,la presencia de intelectuales negros y mulatos que, a pesar de las restric­ciones del medio, manejaban con destreza el repertorio cultural en circu­lación en el eje dinámico del Occidente moderno. Este marco no logrósobrevivir a la caída del imperio y la llegada de la república.

Desde ese punto de vista, si la fortuna no iluminó la trayectoria de Cruze Sousa, menos aun lo hizo con la de Lima Barreto. Bajo la Primera Repú­blica, las oportunidades de movilidad social de los negros y mulatos ins­truidos de la capital federal Sevieron desplazadas en la medida en que lacreciente afirmación del mercado como coordinador de la vida social, sibien no eliminó los nexos tradicionales entre las élites y el mundo popu­lar, removió la centralidad del Estado en la organización de la cultura yde la actividad intelectual. En ese sentido, la reivindicación de Lima Barretaen favor de una "literatura militante" refleja el sentimiento de la necesi­dad de recuperar la dimensión pública en el ámbito de las artes comocondición de posibilidad de su propia existencia. Más aun, el imperio escla­vista no había conocido la tematización de la cuestión racial. Surgida enel Brasil republicano bajo el envoltorio vistoso del cientificismo, la proble­mática racial alcanzó una posición reflexiva, puesta de manifiesto en losdebates que involucraron a médicos, crimínalistas y políticos, así como ala psicología social en boga en el período (Schwarcz, 1993), lo que tuvo efec­tos insoslayables para la intelectualidad negra brasileña.

En conjunto, por lo tanto, Reboucas, Cruz e Sousa y Lima Barreto repre­sentan cierta orientación del proceso de individuación de intelectualesnegros y mulatos en el Brasil. Dado que vivieron en tres momentos dife­rentes, sus posibilidades de inscripción en el mundo también fueron muydistintas. Semejantes en cuanto a su origen, diferentes en cuanto a la tramade sus vidas, volvieron a encontrarse como expresiones de una perspectivaintelectual y políticamente derrotada.

INTElECTUALES NEGROS EN El BRASil DEL SIGlO XIX 1 32}

Caminantes sin punto de llegadaA mediados de la década de 1870, en los comienzos del movimiento refor~

mista, Cruz e Sousa era un niño y Lima Barreto aún no habla nacido. Rebou­

cas, en cambio, con 30 años de edad ya había experimentado éxitos y frus­traciones como ingeniero y concesionario de obras públicas. De los tres,él fue quien vivió las tensiones más agudas inherentes a la posición en

que se hallaban.André Rcboucas pertenecía a un linaje intelectual-al que pertenecie­

ron importantes sectores de la intelectualidad latinoamericana y cuyocaso más elocuente es el de Domingo F. Sarmiento (1811-1888)- en el

que el elogio de América del Norte era expresión del rechazo por la ViejaEuropa (Werneck Vianna, 1997). Fue un colaborador asiduo del perió­dico Novo Mundo, editado por brasileños residentes en los Estados Uni­dos. Allí publicó una biografía de Benjamín Franklin, a quien conside­raba el genio modelador de una sociedad que, desde sus orígenes, nohabía contrariado la naturalidad de los apetitos humanos y había sabidoreconocer en el interés individual la base del desarrollo colectivo. Desdeesa perspectiva de cuño tocquevilleano, el autointerés no era tomado comosinónimo de aislamiento, indiferencia social o egoísmo del hombre común,sino, antes bien, como indicador de una energía productiva que, si se latrabajaba de manera acertada, podría favorecer la cooperación in ter­personal e inaugurar formas más creativas y sólidas de vida comunita­ria. Éste fue el aspecto central de la reflexión de Reboucas en la décadade 1870, que se expresó en la defensa de un cambio profundo en la orga­nización social brasileña con el propósito de hacerla semejante a la civi­lización norteamericana, esto es, de liberar la energía constructiva delhombre común de la esfera del control del Estado y de su pesada arqui­

tectura institucional.De allí que, examinado en perspectiva, el desencuentro entre las con­

cepciones dominantes en el campo reformista y las expectativas de AndréReboucas derivaba fundamentalmente de sus diferentes planos de enun­ciación. Ambos esgrimían argumentos en contra del orden político exce­sivamente centralizado y de los efectos institucionales, intelectuales y mora­les de la dominación Saquarema, a la que hacían responsable de la existencialetárgica del imperio brasileño. Divergían, no obstante, por elhecho de quelos reformadores se atenían al proyecto de modernización de las institu­ciones políticas, mientras que para Reboucas elproblema residía en la pro­pia ontología social brasileña. Su participación en elcampo político-inte­lectual del reformismo se enfrentaba a la dificultad de que, en realidad, loconsideraba inocuo. Para Reboucas, se trataba de refundar la sociedad libe-

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324 I HISTORIA DE LOS INTElECTUALES EN AMtRICA LATINA

randola de su rigidez ontológica, la que también se manifestaba en el blo­queo a sus iniciativas empresariales innovadoras.

En aquel contexto, la posición de Reboucas se hallaba bajo la tensión del

carácter doble de su inserción. Por un lado, circulaba con desenvoltura entre

los miembros de la élite en virtud del prestigio de su padre, de sus propios

méritos, incluso militares, demostrados en la Guerra del Paraguay, y de la

gracia del vizconde de Itaboraí, ministro del imperio y admirador del joven

mulato, al que llamaba "mi inglés" (Carvalho, M. A,1998). Como consecuen­cia, frecuentaba el círculo social más elevado de la corte, cultivaba amista­

des y enemistades entre parlamentarios de ambos partidos y disfrutaba de

una situación modesta, pero confortable, fruto de su actuación como empre­

sario de la construcción civil. Por otro lado, era ingeniero militar, lo cual,

en su generación, significaba una diferencia importante respecto de la clase

dominante, vivía acosado por una constante inestabilidad económica, ya

que era el sostén económico de la familia y responsable del sustento de sobri­nos huérfanos, alimentaba una disfrazada inclinación por la Iglesia refor­

mada en un ambiente en el que el estatus estaba asociado a la conviccióncatólica y, por último, era un asiduo lobbysta en la Cámara de Diputados,

instancia en la que se confirmaban las concesiones de obras públicas.Jo

que se traducía en constantes rituales de humillación dado que en el Brasil

esa práctica carecía de la dignidad legal que sí tenía en los Estados Unidos.

Por aquella época, Reboucas se definió como republicano. En 1872, cono­

ció la biografía de James Harrington y se sumergió intelectualmente en laveta más radical del republicanismo de la guerra civil inglesa del siglo XVII

(Pocock, 1973: 104-147). De esa incursión extrajo una noción de libertad

anterior al liberalismo, considerada como sinónimo de la autonomía polí­

tica del productor-propietario; en rigor, una libertad fundada sobre bases

materiales y a la que veía como el fundamento de la energía social presente

en la civilización norteamericana desde su colonización por los puritanos

ingleses que allí realizaron su proyecto de frontera agraria abierta. Para

Reboucas, América era puro movimiento, riesgo e innovación. Así, junto asus fracturas de naturaleza social, Reboucas experimentó los impasses deri­

vados de esa adquisición intelectual. En efecto, para el ingeniero, como para

los reformistas brasileños, la paz civil constituía un imperativo y, por ello,

también un límite para el igualitarismo de cepa harringtoniana, que situaba

la cuestión agraria inglesa en la clave revolucionaria de la plebe en armas.

El movimiento abolicionista, avivado a comienzos de la década de 1880,

llegó en su ayuda. No sólo porque se presentó como una causa nacional yen ese sentido favoreció la participación de actores que, como Reboucas,

mantenían cierta distancia respecto del campo dominante del reformismo,

INTELECTUALES NEGROS EN EL BRASIL DEL SIGLO XIX I 325

sino principalmente porque las convicciones radicales de Reboucas se

moderaron gracias a la amistad que entabló con Ioaquim Nabuco (1849­

1910), lo que le proporcionó una salida para los impasses de su pensamiento.

Como agitador del movimiento abolicionista y responsable de la organi­

zación de conferencias públicas, Reboucas tuvo una relación cotidiana con

Nabuco. De esa convivencia surgió su convicción en cuanto a la posibili­

dad de una monarquía republicana, cuyo ejemplo -la Inglaterra de sus

días- representaba la adecuación de dos principios aparentemente irre­conciliables: la jerarquía y la democracia, esto es, la preservación de las ins­

tituciones monárquicas, pero abiertas a la incorporación gradual de los

anhelos progresistas que habían irrumpido en el mundo con el surgimientorevolucionario del Tercer Estado.

La propuesta de Nabuco.Ia idea de cambio/conservación, se ajustaba a

la perfección al campo de la reforma, al tiempo que daba muestras de suclarividencia en cuanto al funcionamiento de la política imperial. El resorte

fundamental del imperio, que separaba gobierno y Estado -este último

representado por el Poder Moderador-, contemplaba la preeminencia polí­

tica y social de las élites señoriales, pero también confería un papel activo

al monarca, cuyo poder se ejercía en vistas del bien común o, según la defi­

nición corriente en la época, de la defensa del interés de todos (los súbdi­

tos) en detrimento del particularismo de los pocos (los señores). Para

Nabuco, por tanto, la monarquía brasileña podría ser una república (Car­

valho, M. A., 2003: 72-85). Reboucas asumió esa idea yen la década de 1880,

cuando la propaganda republicana hizo estallar los límites del reformismo,fue uno de los más activos defensores del imperio y del emperador en con­

tra de los dueños de los cafetales de Sao Paulo, cuya idealización republi­

cana, al no alterar el estatuto del monopolio de la tierra, cancelaba elcurso

de la democracia, un presupuesto del planteo de Nabuco. En ese con­

texto, el diagnóstico de Reboucas fue el siguiente:

Nuestra república, la república ideal llegará a su debido tiempo, cuando

ya no haya más landlords, cuando hayan desaparecido los monopoli­

zadores de la tierra, cuando sea imposible la impunidad feudal. De no

ser así, es infinitamente mejor la monarquía popular y democrática de

Ioaquim Nabuco, rica de aspiraciones nobles y altruistas, que sabe bien

y es muy consciente de que no debe haber Irlandas en el continente ame­

ricano (Carvalho, M. A., 1998: 170).

La sentencia contiene una torsión. Sitúa a Reboucas alIado de Nabuco,

pero le recuerda a éste que, aun en Inglaterra, la derrota del campo popu-

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lar había tenido consecuencias nefastas. Por lo tanto, el tiempo dilatadode la revolución brasileña, tal como Nabuco le había señalado, sólo seríaviable cuando se eliminase la concentración de la propiedad de la tierra,en cuyo caso el Brasil estaría en condiciones similares a las de la sociedadnorteamericana, donde la marcha ininterrumpida y expansiva del princi­pio democrático se debía a la libre apropiación popular de la tierra.

Reboucas, por tanto, deja de ser republicano para hacerse amigo delemperador, cuyos movimientos, tras la abolición de la esclavitud (1888),daban muestra de una preocupación creciente por la cuestión territorialbrasileña y de una posible revisión de la ley agraria. La proclamación dela república (1889)interrumpió, según el ingeniero, la marcha de la demo­cratización del imperio, y ello lo llevó a embarcarse rumbo a Europa condon Pedro n cuando éste fue expulsado por los militares. La historia delingeniero se cierra en su autoexilio, luego de muchas cartas intercambia­das con Nabuco, a quien le exige una posición más firme respecto de laesclavitud, ahora también de blancos -colonos sin derecho a la tierra-, ycon la certeza de que la civilización brasileña, como la de la Grecia anti­gua, se había extinguido. Murió en Punchal, Cabo Verde, tras arrojarse deun peñasco en el Océano Atlántico, en 1898.

El momento de mayor agitación en la corte, 1888, fue también el delarribo de Cruz e Sousa a Río de Ianeiro, adonde llegó con un dinero quele había prestado Germano Wendhausen -diputado y líder abolicionistaen la Asamblea Legislativa Provincial de Santa Catarina- y con una cartade presentación para el senador Alfredo Taunay, del Partido Conservadory, como Nabuco, amigo íntimo de André Reboucas, con quien compartíasus preocupaciones acerca del futuro del imperio. Taunay había sido pre­

sidente de la provincia de Santa Catarina en 1876 y diez años después fueelecto como diputado general por el Primer Distrito de aquella provin­cia. En ese mismo año, tras la muerte del barón de Laguna, único repre­sentante de la región en el Senado, pasó a ocupar su banca como senador.Por esa razón, sus electores, amigos de Cruz e Sousa, lo recomendaron alpolítico. Pero el contacto entre ellos no prosperó: "Ni siquiera me hizoentrar, yese proceder me autorizó a no volver más a la casa de dicho señor.Aunque necesite hacer una carrera, no necesito, sin embargo, ser maltra­tado" (Muzart, 1993: 31).En esa misma carta dirigida a Wendhausen se per­cibe cuál era el círculo de relaciones que Cruz e Sousa mantenía en Des­terro, capital de Santa Catarina: todos intelectuales abolicionistas de buenaposición social, además de los miembros de la Sociedade Carnavalesca Diaboa Quatro, una institución más democrática que congregaba tanto a ricoscomo a pobres del lugar.

INTELECTlJALES NEGROS EN El BRASIL DEL SIGLO XIX I 327

La partida de Cruz e Sousa a Río de [aneiro fue resultado del impulsode un joven socialmente aplomado, a pesar de ser pobre, que sueña con lasoportunidades que brinda la gran ciudad. Según los testimonios que dancuenta de su trayectoria en Desterro, Cruz e Sousa cultivaba a comienzosde la década de 1880 las características del dandy: extravagante Yfanta­sioso en la forma de vestir, caprichoso y excéntrico, cosmopolita en una pro­vincia periférica, desdeñoso con el fariseísmo local, como lo eran los poe­tas malditos del simbolismo francés. También lo describen como una personade buen humor y con esperanzas de triunfar (Magalhaes [r., 1975)· Se veíaademás como ario, debido a su filiación a la gran cultura, y es probableque sólo en la corte haya percibido que era negro. Desde allí, en una cartaa su amigo Virgílio Várzea, de enero de 1889,señaló: "No hay por dóndeseguir. Todas las puertas y los atajos están cerrados al camino de la vida ypara mí, pobre artista ario, ario sí porque adquirí, por adopción sistemá­

tica, las cualidades elevadas de esa gran raza" (Muzart, 1993: 34)·El joven poeta no tuvo acceso al escenario de una Río de Ianeiro recien­

temente convertida en capital de la república. No había participado de lasluchas abolicionistas en la corte, que lo habrían acercado a los círculos másdemocráticos y acogido a las entidades que estructuraban ese campo, talescomo periódicos, cafés, revistas literarias y clubes cívicos. Por el contrario,pasó por ellos sin llegar a asentarse al circular por varias ciudades brasileñas,de Porto Alegre a Recife, animando la propaganda antiesclavista. Tampocologró acercarse a los cuadros políticos influyentes del fin del imperio, comoTaunay, ni obtener algún beneficio práctico de sus buenas relaciones conotros ex políticos de Santa Catarina, como Gama Rosa, por ejemplo, quetambién había sido presidente de aquella provincia en 1881 y,una vezal frentedel gobierno, se había rodeado de jóvenes intelectuales locales, entre ellosCruz e Sousa, y que más tarde se radicó en Río de Ianeiro con el cargo dedirector de la Imprenta Nacional y secretario de la Escuela Nacional de BellasArtes. Los grupos cerrados de literatos y periodistas, casi familias, y la pre­sencia de una crítica que como nuevo órgano republicano blandía la divisade la literatura nacional cerraban el espacio para la recepción de los extran­jeros. y Cruz e Sousa era, en todo sentido, un extranjero: por su lugar de pro­cedencia, por su color de piel, en un momento en que bullían las contro­versias raciales, por su reconocida insolencia (Andrade Muricy, 1961: 17-64)en una sociedad afectada y por elmanejo de la estética simbolista o, comose decía en la época, por su esteticismo europeizante. De modo que, a dife­rencia de André Reboucas, no se vio acosado por las ambigüedades deriva­das de su posición social: totalmente excluido y hostilizado, Cruz e Sousaelaboró su obra en un enfrentamiento radical con sus contemporáneos.

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Es posible que "enfrentamiento" no sea el término; más adecuado pare­cería ser "incomunicabilidad". Y en esta corrección está presente la con­fluencia entre vida y obra del autor, ya que la experiencia vivida por Cruze Sousa se desliza fácilmente hacia elplano de su expresión simbolista, cuyaaspiración programática consiste en lidiar con lo inexpresable, lo incomu­nicable. El malestar respecto del mundo no se tradujo en él en una denun­cia explícitamente política de las instituciones o de la sociedad, como enel caso de Reboucas, ni tampoco lo llevó a organizar una intervenciónpública en favor de una literatura militante, como lo hará Lima Barreto.De manera diferente, se caracterizó por su registro lírico de un mundo des­viado, que vaga erráticamente a la espera de un nuevo lenguaje, asociandoasí las razones de su exilio con las que castigaban a toda la humanidad. Enese sentido, modulaba el sentimiento de exclusión a partir del tópico dela espera, del momento en que todos los hombres rememorarían su tras­cendencia por medio del único instrumento capaz de despertarlos: la poe­sía. Y ello le confería a él, como poeta, un papel superlativo y una vía desublimación de su precariedad.

Ahora bien, el aspecto más importante para tomar en cuenta es la opciónque lleva a cabo por una gramática simbolista que, en Europa, procurócaracterizar la faz lunar, demoníaca, de la naciente experiencia moderna.y lo hizo tanto respecto de la trama como de la estructura de la trama, enla medida en que no sólo anunciaba el caos y la miseria que produjeron laderrota del Tercer Estado y la rutinización del mundo burgués, sino quetambién denunciaba corno algo miserable el intento de tratarlos con el len­guaje disponible, esto es, con los recursos cognitivos producto de aquellamisma rutina. En el análisis que realizó de la obra de Cruz e Sousa, Bas­tide (1943)llama la atención hacia su filiación al simbolismo literario fran­cés y hacia el platonismo que operaba como un cimiento invisible sobreel cual se equilibraba aquella poética. La cuestión que se plantea, pues, esla de la exigencia de un retorno a la Unidad ~el arché-, al que sólo se llegapor medio de la experiencia extática, y no mediante la racionalizacióndominante en la modernidad. En síntesis, el simbolismo problematiza larepresentación, libera a la poesía de las amarras del naturalismo y, en esadimensión, también problematiza la historia. Ésa fue la poderosa críticafilosófica al incipiente orden liberal-burgués, crítica que llegó al Brasilcon Cruz e Sousa y que alimentó una percepción estética de los impassesde la modernidad en la periferia del capitalismo.

Por lo tanto, aquí se considera la crítica a la racionalización del mundo

como una vía de acceso a la poesía de Cruz e Sousa -una vía sociológica,por cierto, que hace del poeta un crítico de la cultura avant la lettre-, En

INTELECTUALES NEGROS EN El BRASIL DEL SIGLO XIX I 329

su poema titulado "Emparedado" [Enjaulado], de! libro Evocaroes, publi­cado postumarnentc, se entrevé un diagnóstico acerca del desajuste brasi­leño en relación con el único lenguaje funcional para la imposición delorden y la previsibilidad modernos: la ciencia. Una crítica de la cultura,pues, asumida como una fractura del poeta:

El temperamento que rugía, bramaba dentro de mí, ese, que si se ope­rase, necesitaba, pues, tratados, toda la biblioteca de Alejandría, unaBabel y una Babilonia de aplicaciones científicas y de textos latinos parasanar... Se hacía forzoso imponerle un compendio [... ] de geometría.El temperamento se desviaba demasiado hacia ellado de África, era nece­sario enderezarlo por completo hacia el lado de la Regla, hasta que eltemperamento se regulase exacto corno un termómetro.

Cruz e Sousa vivió diez años en la capital federal. En 1893 se casó con Gavita,negra como él y víctima de recurrentes crisis nerviosas que la llevaron a lalocura, y se empleó corno archivista en la Estrada de Ferro Centraldo Bra­sil. Tuvo cuatro hijos, tres de ellos murieron en la infancia y el último, alos 15 años de edad. Publicó tres libros en vida y en 1898,a 10s37años, muriótuberculoso en la más absoluta indigencia.

Con el cambio de régimen político, el Brasil del que se despidió Cruz eSousa y que fue el ámbito de la producción literaria de Lima Barreto tam­bién experimentó un cambio en sus élites dirigentes. Con excepción de loscasos de adaptación reflexivamente justificada, como elde Ioaquím Nabuco,yde algunas cooptaciones inevitables de cuadros de la élite imperial, la pro­clamación de la república puso en escena una legión de intelectuales denuevo tipo, proveniente de las capas medias urbanas e identificada gene­racionalmente con la ciencia y la modernización económica y social delpaís. Si el imperio había puesto de relieve los temas concernientes a la polí­tica, a la institucionalización de los mecanismos de poder, al ordenamientodel mundo público, la república prestó mayor atención a la sociedad, a lasrelaciones mediadas por el mercado y a los patrones de diferenciación-incluso racial- que intervienen en la estructuración del orden moderno.

Por tanto, el contexto en el que se inscribe Lima Barreto es, desde unpunto de vista fenomenológico, muy distinto de! de Reboucas y e! de Cruze Sousa. Habían cambiado el ritmo de la sociedad, las expresiones de la cul­tura material, los criterios de identificación social, la experiencia de la vidaurbana, y, bajo el rótulo de la regeneración nacional, se habían extin­guido las tendencias reformistas que caracterizaron la veta dominante dela generación de 1870(Sevcenko, 1983). La idea de un Brasil completamente

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330 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA

nuevo, en ruptura con el pasado, había alzado vuelo y alcanzado elestratode los intelectuales, que, de ser un grupo inmerso en el ámbito público,pasó a alinearse de acuerdo con las expectativas de constitución de un mer­cado de bienes culturales.

Sin embargo, en el plano fenomenológico, el mundo en el que se movióLima Barreta fue otro, en sincronía con el tiempo de sus predecesores. Enprincipio, por la percepción de su propia identidad corno intelectual, a laque consideraba ni autónoma ni determinante de los rumbos del país,como lo hacían sus pares. Él exigía,más bien, un Estado ético, que premiasea la inteligencia y de ese modo la liberase del utilitarismo y del arribismode los advenedizos. Por otra parte, Lima Barreta se mantuvo existencial eintelectualmente inmerso en el mundo popular, en aquella fracción de lasociedad que, vuelta progresivamente invisible a causa de la reforma urbanay del aburguesamiento de la capital federal, era la base profunda sobre laque se asentaba determinado manejo intelectual de la tradición. Por último,su humanitarismo y la importancia que le confería a la solidaridad per­dida rearticulaban con una tonalidad propia, por un lado, la inclinaciónde Reboucas por un imperio integrador que no expulsaba lo diverso y,por el otro, como en Cruz e Sousa, la idea de una literatura rememorativa

que el Brasilhabía perdido al identificarse con una civilización europea que,justificada por la ciencia y por el precio del acero, destruía culturas másantiguas y más vastas, como las de África y Asia (Sevcenko, 1983).

Como es sabido, la obra de Lima Barreta es tan amplia como la críticaque se dedicó a ella, lo cual impide que en el movimiento final del presentetexto se haga un examen razonable de sus temas, personajes y sintaxis.Sin embargo, hay que destacar un último argumento en refuerzo de la ideade su filiación al campo político e intelectual de Reboucas y de Cruz e Sousa.Se trata de la relevancia que Lima Barreta otorgó al uso de la ironía, a laque se atribuye el valor de articular la crítica y la crisis presente en su obra(Arnoni Prado, 1989).

En efecto, la ironía es un recurso de lo cómico y una construcción inte­gradora, en la medida en que desestabiliza la verosimilitud de cualquier tipode antagonistas mediante la exageración de sus cualidades -lo excesiva­mente bueno y lo excesivamente malo-. Con ello procura atenuar el horrorque resultaría del enfrentamiento y la ruptura, al tiempo que opta por com­prender la disputa como un síntoma de un mundo en desorden. En eseplano conservador, en Lima Barreta la ironía no sólo destacó su ideal deintegración social y racial en el Brasil, sino que también señaló una opera­ción crítica marcada por la autocontención, es decir, una crítica que deseasu inclusión dentro del sistema. Pero la ironía no es sólo un recurso conser-

INTElEClUAlES NEGROS EN EL BRASil DEL SIGLO XIX I 331

vador que desautoriza la existencia del héroe y evita la revolución. Es tam­bién un modo de autoconocimiento social, que desafía la jerarquía de lospropios lugares del discurso, basada, por lo general, en relaciones socialesde dominación (Hutcheon, 2000). La ironía permite, por tanto, desarrollaruna pasión negativa por las representaciones dominantes en elmundo, quese vale de la intimidad con esos discursos para combatirlos mejor, para rela­tivizar la autoridad y la estabilidad de la que gozan y,por último, para apro­piarse de su poder. En ese plano, la ironía de Lima Barreta muestra que larisa, el alivio por la reconciliación, no es un punto de llegada sino en ver­dad una crisis, una toma de conciencia respecto del conflicto de represen­taciones y, por lo tanto, una demostración de la naturaleza construida dela realidad, con lo cual se les abre a los hombres la posibilidad de modelarla.ASÍ, si la ironía nos reconcilia con los límites del mundo, es también por ellaque se avanza en contra del orden existente en busca de un nuevo mundo.En esa tensión dentro-fuera yen su irresolución reside el tema de la incom­pletitud, de la apertura de la ontología social brasileña, que Lima Barretaasume como condición de posibilidad de su propia existencia.

Lima Barreta vivió 41 años, dividido entre las actividades de amanuensedel Ministerio de Guerra y de escritor. Su vida estuvo marcada por la exclu­sión, la soledad, el resentimiento, el alcoholismo y, finalmente, la locura.Murió en 1922, el año en que la Semana de Arte Moderno revistió, alegó­ricamente, el deseo de las élites brasileñas de ponerse en hora con el reloj

moderno.

CUATRO BREVES NOTAS FINALES

Pensados de manera alineada, Reboucas, Cruz e Sousa y Lima Barretoconfiguran, más allá de sus diferencias, una imagen del mundo que discrepade la que fue asimilada como modernidad occidental, con su ontología socialcentrada en el individuo maximizador y en elmercado autorregulado. Recha­zaron la naturalización de los hechos, la adhesión a una ética social utilita­ria y la adaptación intelectual respecto de una representación homogéneadel mundo, que eran la pauta de la nueva civilización que se afirmaba. Enese sentido, la tragedia de estos tres tristes negros es una evidencia de suinconformismo frente a la rigidez de la imaginación pública brasileña.

También configuran el curso de la trayectoria de negros y mulatos cul­tos en el Brasil entre el fin del imperio, en el último cuarto del siglo XIX, yla estabilización institucional de la república, tras una década de conflic-

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332 I HISTORIA OE lOS INTELECTlJALES EN AMÉRICA LATINA

tos sangrientos y el exterminio de Canudos (1896-1897) en los sertones deBahía, que constituyó la cima de la violencia del nuevo Estado republicanocontra el mundo popular. En ese curso, la expresión del desajuste de aque­llos intelectuales conoció un camino de subjetivación progresiva. En unpasaje que va del tribuno, como Reboucas, al exiliado del mundo, comoCruz e Sousa y,por último, al loco, como Lima Barreta, la experimenta­ción de cada uno de ellos en el terreno de la crítica es ilustrativa del debi­litamiento de la dimensión pública que el imperio había otorgado a la orga­nización de la cultura y de los intelectuales, de la dinámica que su políticaintegradora produjo y de su impacto sobre la convivencia de la periferiasocial y racial brasileña con libros, ideas y sueños.

Configuran, además, una representación del Brasil y de los brasileños acontrapelo de la percepción de las élites locales, que, como un reflejo de loa­quim Nabuco, afirmaron que un océano entero nos separaba de la imagi­nación. "En el siglo en que vivimos -dijo Nabuco-- el espíritu está del otrolado del Atlántico; elNuevo Mundo, para todo aquello que es imaginaciónestética o histórica, se encuentra en la soledad." En Reboucas, Cruz e Sousay Lima Barreto, la imaginación encuentra otra morada: atraviesa el océa­no y se localiza en elBrasil,donde todo es construcción, invención y apuesta.ASÍ, la imaginación de la que hablan deja de ser el fondo de su experienciacomo intelectuales para extenderse también a las figuras de su creación: elindividuo políticamente autónomo, en Reboucas, despierto del sueño delmundo, en Cruz e Sousa, y solidario, en Lima Barreto. Libre, reflexivoy soli­dario, el individuo brasileño modelado por la imaginación de aquellos inte­lectuales es el esbozo constructivista de otro mundo posible.

Configuran, por último, un legado de ideas aún en circulación en la vidabrasileña. Contra la síntesis liberal-burguesa esbozada en el republicanismode los dueños de los cafetales paulistas y ensayada en la Primera Repú­blica (1889-1930), la imaginación social de Reboucas, Cruz e Sousa y LimaBarreto se inclinó, cada uno a su modo y a su tiempo, por una ontologíasocial abierta, en movimiento, que dejaba a los hombres del futflrc la misiónde rememorar la tradición para, de ese modo, reinventar el Brasil.

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"República sin ciudadanos":historia y barbaries enCesarismo democráticoJavier Lasarte Valcárcel

Los códigos que consultaban nuestros magistrados, no eran

los que podían enseñarles la ciencia práctica del gobierno,

sino los que han formado ciertos visionarios que, imaginándose

repúblicas aéreas, han procurado alcanzar la perfección política

presuponiendo la perfectibilidad dellinaje humano. Por maneraque tuvimos filósofos por jefes, filantropía por legislación,

dialéctica por táctica y sofistas por soldados ... De aquí nacióla impunidad de los delitos de Estado [... J.Simón Bolívar, "Manifiesto de Cartagena" (1812)

CONTEXTO Y TRADICIÓN(ES) DEL CESARISMO

1

A ~nes del siglo XIX se abre en América Latina un escenario tomado por elasiento de la modernización, expresado -de modo diverso- tanto por fe­

nómenos propios de la urbanización, como por el surgimiento de nuevos

actores sociales: el "rey burgués" o sectores medios, inmigrantes y obre­

ros. Otro escenario lo intersecta: el de la inserción del subcontinente en un

orden mundial donde gana terreno a pasos agigantados el "vecino delNorte". Sea por efecto de las presiones generadas por los cambios internos,

sea por las amenazas provenientes del exterior, diversos intelectuales lati­

noamericanos se comprometen con el diseño de "superpolíticas" (Rama,

J985: 118) y, con frecuencia, fungen de filósofos de la historia (Gutiérrcz

Girardot, 1982: 503) empeñados en realizar balances, críticas o ajustes de

los proyectos de sus antecesores, para afrontar las novedades "escénicas"de lo real.

HISTORIA Y BARBARIES EN (fSARISMO DEMO(RAJ/(O I 335

Si en la política de entonces el panorama favorecerá internamenteal "predominante autoritarismo latinoamericano" (Halperin Donghi,

1975: 299) y externamente al triunfo del gendarme del destino manifies­

to y elbigstick (ibid.: 284-292; Romero, 1986:248), en el orden de las ideasfueron excepcionales soluciones progresistas como las de Martí (1853­

1895) o González Prada (1844-1918), pioneras de un populismo más omenos radical, aunque compartiesen con su época la figuración de la

patria/continente como cuerpos grotescos ~"Éramos una visión, con elpecho de atleta, las manos de petimetre y la frente de niño" (Martí, 1977:

30)- o enfermos -"el Perú es organismo enfermo: donde se aplica eldedo

brota pus" (Gonzálcz Prada, J985: 107)-. Predominará en cambio la volun­

tad de controlar, unificar y regenerar sociedades azotadas por crisis y peli­

gros diversos.

Sea por el reconocimiento de la dificultad de construir naciones esta­bles o porel temor que inspirase el advenimiento de la masificación y la de­

mocracia, intelectuales de muy distinta orientación coincidieron en la nece­

sidad de apelar a fórmulas centralizadoras y jerárquicas, en las que, por

estar focalizadas en el gobierno político o espiritual de hombres superio­

res, se daban la mano el tirano honrado y la"uristarquia" intelectual (Rodó,

1985: 32), sea el caso de "mentes" que, gracias a una "selección espiritual"

tibid.: 30), preservasen "el papel reservado en la historia a la superioridadindividual" (ibid.: 28) Ymarcasen rumbos opuestos a los de la mediocre

masa, o el de caudillos capaces de re-fundar sociedades llenas de rémoras

(históricas y/o raciales) que impedían el sueño del progreso.

Con un cierto sabor a cambalache, nombres como los de Francisco Bul­

nes (1847-1924), Justo Sierra (1848-1912), Emilio Rabasa (1856-1930), LucasAyarragaray (1861-1944), José Enrique Rodó (1871-1917), Carlos OctavioBunge (1875-1918), José Ingenieros (1877-1925), Alcides Argucdas (1879­1946) o Francisco García Calderón (1883-1953), llenarán de diverso modolos contenidos de esas patrias verticales, y constituyen el contexto discur­

sivo en el que se inscribe una propuesta como la de I.aureano Vallenilla

Lanz (1870-1936) en su Cesarismo democrático (1919), suerte de clásico inde­seable en la historia de las ideas por su abierta defensa del "gendarme nece­

sario". José Luis Romero, por ejemplo, para concluir su descripción de lastendencias oligárquicas y dictatoriales de la época, elige citar la tesis cen­

tral de Cesarismo... :"en casi todas esas naciones de Hispanoamérica, con­

denadas por causas complejas a una vida turbulenta, el caudillo ha cons­

tituido la única fuerza de conservación social" (Romero, 1986:314;Vallenilla

Lanz, 1991:94). Y no obstante, quizá la justificación más sistemática -porsu recorrido continental- del "césar democrático" -en los mismos térmi-

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336 I HISTORIA OE lOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA

nos "democráticos" de Vallenilla~ fue la del peruano Francisco García Cal­

derón, suerte de "idealista pragmático", en Lasdemocracias Latinas deAmé­rica (1912).

[Qué hacer, entonces, con un clásico como éste?Aunque atenuar hoy losefectos políticos de un discurso como elde Vallenilla Lanz resulte temera­rio, limitarlo a la condena histórica no parece suficiente. Acaso quepa con­siderar el gesto de Gutiérrez Girardot (2001: 135) al incorporar a la histo­ria intelectual el pensamiento conservador -Cabriel Rcné Moreno

(1834-1908), Miguel Antonio Caro (1843-1909) y José de la Riva Agüero

(1885-1944)-, por servir de "indispensable complemento" en la construc­ción de la modernidad cultural latinoamericana. En ese sentido, se inten­tará una lectura que inserte un libro como Cesarismo... en su contexto yseñale su significación en los procesos discursivos, más allá del juiciopolítico que suele suscitar su Cesarismo... El trazado no se detendrá en elproblema del positivismo en Venezuela y en América Latina o en la rela­ción que éste guarde con las lecturas de Stuart Mill, Spencer, Cornte o Taine

(cf., entre otros, Zea, 1980; Harwich, 1991; Cappelletti, 1992; Plaza, 1996),

ni considerará afirmaciones según las cuales el positivismo fue la expre­sión ideológica de los intereses de las burguesías latinoamericanas -Zea-,tempranamente discutidas por generalizadoras (Soler,1959: 22-31). Tratará,sí, de ofrecer otras claves contextuales para este "clásico" del positivismovenezolano, en un espíritu cercano al de Abelardo Villegas cuando, a pro­pósito de Justo Sierra, se hacía eco de "la necesidad de rectificar los crite­rios historiográficos con que han sido examinadas las figuras salientes delliberalismo hispanoamericano", para abandonar "visiones maniqueas [... 1que oscurecen una cabal comprensión histórica" (Villegas, 1985: IX).

2

Aunque publicado en 1919. Cesarismo democrático tiene algunos antece­dentes. Nikita Harwich (1991: XIII) advierte que desde 1899 puede apre­ciarse en textos de Vallenilla Lanz tanto su "agudo desencanto con la socie­dad venezolana", como "el lenguaje del Cesarismo". Refiere Harwich que losprimeros borradores de Desintegración e integración. Ensayo sobre la for­mación de la nacionalidad venezolana (1930) están fechados en 1903 y queese mismo año publica el capítulo inicial de ese libro en la revista LaSemana("La influencia de los viejos conceptos"). Por su parte, Elena Plaza (1996:

76) da noticias de que, hacia 1904, Vallenilla tiene en mente un libro que

llegó a escribir durante su estadía como cónsul en Europa, con el título"Estudios sobre la vida social y política de Venezuela", y que, en 1909, en

HISTORIA Y BARBARIES EN ([SARISI10 DEMOCRÁTICO I 337

Caracas, buscaba editor. Tras fracasar en el intento, gracias en parte a la crí­tica que Vallenilla hiciese de los viejos historiadores (ibid.: 90 y ss.), "Estu­dios ... " daría origen, años más tarde y con la anexión de otros ensayos, ados libros que fueron concebidos como unidad y que daban cuenta delperíodo colonial (Desintegración ... ) y del republicano (Cesarismo... ).Por lo que tiene que ver específicamente con Cesarismo democrático, se sabeque e11 de octubre de 1911 aparece en El Cojo Ilustrado una versión de "Elgendarme necesario" y que el 9 de octubre de ese año Vallenilla dicta unapolémica conferencia en el Instituto Nacional de Bellas Artes de Caracasque causaría revuelo, publicada luego como folleto por Empresa El Cojoen 1912: La guerra de nuestra independencia fue una guerra civil, tesis conla que se abre el libro. Así, cuando aparece Cesarismo democrático, sus lec­

tores están ya familiarizados con él.Las lecturas que se han hecho del libro de Vallenilla se distinguen por

una polarización ajena a los matices. Con frecuencia ha sido visto como una

apología de la dictadura gomecista (Pino Iturrieta, 1978; Miliani, 1985;

Cappelletti, 1992). Por ello fue atacado apenas publicado el Cesarismo ... ;algo que no perturbó el ánimo de Vallenilla, como consta en las polémi­cas sostenidas con E. Santos, L. Gómez o M. FaIcao Espalter (VallenillaLanz, 1991: 151-208). Dicha crítica fue, en más de un sentido, productiva.Cesarismo democrático dio pie a otro clásico nacional, mucho menos fre­cuentado: La interpretación pesimista de la socioLogía hispanoamericana(1938), de Augusto Mijares (1897-1979),quien, en su idea de historiar la tra­

dición civilista venezolana desde la colonia, concibió su libro como la refu­tación tanto de la tesis vallenillesca del gendarme necesario como de surepresentación de la independencia o los usos que el apologista de la dic­

tadura hiciera de Simón Bolivar (1783-1830).Sin embargo, en rigor, la formulación de soluciones cesaristas se pro­

dujo más de una década antes de la llegada al poder de Juan Vicente Gómez

(1857-1935) en 1908. Así, en Pasiones (1895),novela de José Gil Fortoul (1861­

1943) -asociado al positivismo-, uno de sus personajes-intelectuales, elLodi, al hacer balance de la gestión del "tirano" Estrella -Antonio Guz­mán Blanco (1829-1899) en la historia-, declaraba: "La dominación abso­luta de un hombre es, hasta cierto punto, un bien relativo, cuando lasprobabilidades hacen temer, o la anarquía, o un nuevo despotismo. [... J

y entre ambos males es preferible el de la tiranía, con tal que el tirano nosea demasiado cruel ni demasiado ignorante" (Gil Fortoul, 1956: 166-167)·

Pero también en una novela con ciertas veleidades anarquistas, Todo unpueblo(1899), de Miguel Eduardo Pardo (1868-1905), el narrador, al hablar

de Guzmán Blanco, se refiere a él como:

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338 I HISTORIA OE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA

famoso caudillo, a quien llamaban "el tremendo nivelador", y cuya manovigorosa al par que progresista supo construirlas l'tmaravillas'': "Carre­teras y Academias, ferrocarriles y Ateneos, restaurantes y colegios, tiroal blanco y cerveza nacional, hipódromo y prensa periódica, catedralesromanas y tranvías modelos... "[. a despecho de los fanáticos y los retró­grados, sobre los escombros de una secular hilera de conventos.

Bajo sus cesáreas l...] órdenes, en aquel pueblo habituado al desbara­juste, marcharon siempre temblando y sin chistar, administradores,diputados, jueces, ministros [... ] cónsules [... ] alcaides de cárcel [... ].

A los jefes levantiscos que se la pasaban dando carreras del Club cons­pirador al monte vecino para armar revoluciones [... j aquel inexora­ble reformador los sometió bajo su mano de hierro y llevóde esta manera

tranquilidad a los pueblos [... 1.

Hombre político, sagaz, diplomático, enérgico [... l algo teatral y algojactancioso en su porte y en sus mismas costumbres, pero conocedorprofundo del pueblo que mandaba, era el único capaz de someter y hacertemblar a aquel pueblo pendenciero y alborotador, incorregible y medio

loco (Pardo, 1981: 53-54).

Por cierto, Elena Plaza glosaría los manuscritos de Vallenilla Lanz dedica­dos a Guzmán Blanco en términos muy parecidos a los de Pardo:

Guzmán fue nuestro gran centralizador en el siglo XIX, y no el Liberta­dor. Y ello fue posible porque actuó con un espíritu muy pragmático:disciplinó la barbarie, organizó la Hacienda Pública, inicio el progresomaterial del país [... j y acentuó más el despotismo personal [... l. Guz­mán Blanco consolidó el régimen de gobierno natural de la sociedadvenezolana, elcesarismo democrático, la igualdad absoluta bajo un jefe.Los medios empleados para realizar esta obra no difirieron de los emplea­dos por Rosas en la Argentina (1996: 215).

Es difícil entender estas manifestaciones nostálgicas del régimen guz­mancista, habida cuenta de la resistencia que encontró "el Ilustre Ameri­cano" durante su mandato entre diversos sectores de la intelectualidadvenezolana. No obstante, esos años noventa aportan datos que pueden ayu­dar a entender el viraje. Tras su elogio de la labor civilizadora del caudillode Villabrava (Caracas), Pardo pasa a describir el cuadro de "descomposi­ción" de una ciudad ganada por el juego de las armas, la picardía corrupta

HISTORIA Y BARBARIES EN (f5ARI5MO DEMO{f(ÁT/(O I 339

de su estamento político, el apogeo de una "literatura pirotécnica", la pasiónpor el salón y las celebraciones o las ardorosas poses cosmopolitas de unainédita "aristocracia de guardarropía" (Pardo, 1981: 56-66). Es la mismasociedad caraqueña sobre la que el peruano Francisco García Calderón, enLas democracias latinas de América, diría: "La democracia, voluble y feme­

nina, quemó lo que habia adorado" (1979: 55).

El cuadro ofrece una versión más cruda de aquella pintura irónica que,veinte años antes, hiciera de la frívola Caracas José Martí en su "Viaje aVenezuela" pero parece funcionar como texto previo de elaboraciones muyposteriores, como la de Mariano Picón Salas en Los días de Cipriano Cas­

tro, que medio siglo después retratase aquellos años como una descon­certante mezcla de "barbarie autónoma y decadentismo importado" (1953:

224), expresada la primera por la figura del polvorín corno norma de vidaen el interior del país, y elotro por una Caracas que, en 1905, "huele simul­táneamente a brillantina, a brandy, a polvos de arroz" (ibid.: 248). Sería,dice Picón Salas, "la época más risueñarnente cursi en todo nuestro pro­ceso republicano, si más allá de los globos de color, las comparsas y carro­zas de Carnaval y prosa azucarada de los periódicos, no palpitase la angus­tia y frustración de dos millones y medio de hombres" (ibid.: 257). Por lodemás, el mismo cuadro es ampliamente documentado por otras dos nove­

las de la época: Ídolos rotos (1901), de Manuel Diaz Rodríguez (1871-1927),

cuyo cierre sentencia el"finispatriae". del que hace responsable nada menosque a "¡Nuestra santísima Democracia!"; o El hombre de hierro (1907), deRufino Blanco Fombona (1874-1944), que en su conclusión también aludealegóricamente a la grotesca decadencia de la nación.

Algo que llama la atención de estos textos que preparan la cristalizaciónde una actitud presente en Vallenilla Lanz es que muchos de ellos achacanla "descorn posición" a los actores sociales que disfrutan del poder políticoo social-políticos, burgueses e intelectuales- y no a los sectores popula­res que, aunque no dejarán de ser ignorantes o bárbaros, ahora, ante laominosa presencia de un enemigo mayor -el rey burgués-, son vistosmás como víctimas e instrumentos del mal reinante. En "La ley del cabes­tro" (1902), César Zumeta (1860-1955) llamaría a esta élite política la "turbadirigente" (1961: 136). Desde una posición civilista,y a propósito de la décadade 1890, que conocería seis presidentes y alzamientos sinfín, Zumeta cul­paría a esa élite militarista y demagógica por la "franca regresión vertigi­nosa a la barbarie" y la"absoluta desaparición de las virtudes cívicas" (ibid.:

135). En 1899, desde posiciones liberales moralistas, Vallenilla Lanz, quienentonces se presentaba a sí mismo como defensor de "la pluma" y"laciencia" unte "los sectarios de la fuerza bruta buenos para ser encumbra-

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340 I I-JISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA lATINA

dos en los tiempos del feudalismo y no en una República democrática", cri­ticaba en la prensa periódica el recurso personalista a la violencia de fac­ciones partidistas -"instrumentos de tiraníe"- y de "hombres sin princi­pios [que] pasan de una a otra bandera sin más objetivo que el lucropersonal", cuItores de la guerra civil, hacedores de miseria en una "socie­dad política [... ] [que] no encontrará reposo sino al abrigo del despotismoy no respetará otros gobiernos que aquellos que la hieran, y no tendrámás derechos que aquellos que le conceda la voluntad del sable que ladomine" ("Por la paz pública", ElMonitor Liberal, 25 de septiembre de 1899,

en Plaza, 1996: 43-44).Tal percepción de la realidad política no será exclusiva de Venezuela.

Desde México, esta imagen era reproducida enfáticamente: a inicios delsiglo xx, Justo Sierra, en su Evolución política del pueblo mexicano (1900­

1902), perdía la compostura del científico, que "debe vedarse la emoción yconcentrarse en la fijación de los hechos" (1985: 157), para dar curso a la

ironía amarga, tras ver cómo

Abundan los períodos de nuestra historia en que las repeticiones de losmismos errores [... [, con su lúgubre monotonía, comprimen el cora­zón de amargura y de pena. ¡Cuánta energía desperdiciada, cuánta fuerzaderramada en la sangre de perennes contiendas, cuánto hogar pobreapagado [... j, cuán infinita cantidad de vejaciones individuales prepa­rando la definitiva humillación de la patria! El salteador que pululabaen todos los caminos se confundía con el guerrillero, que se transfor­maba en el coronel, ascendiéndose a general, de motín en motín, yaspirando a presidente, de revolución en revolución; todos traían unacta en la punta de su espada, un plan en la cartera de su consejero, clé­rigo, abogado o mercader; una constitución en su bandera, para hacer

la felicidad del pueblo mexicano [... ] (ibid.: 158).

3Uno de los pocos autores que no descalifica la figura de Vallenilla Lanz esArturo Uslar Pietri, escritor de la vanguardia histórica venezolana; de hecho,en su novela Las lanzas coloradas (1930), consignará una visión de la gue­rra independentista que bebe de la fuente de imágenes y tesis del Cesarismodemocrático. Uslar Pietri, en el capitulo "El despertar positivista" de susLetrasy hombresde Venezuela (1948), señala como uno de los principaleshallazgos de ese movimiento la renovación del pensamiento historiográ­fico. Uslar explicaba esta renovación como la respuesta de un segundo

HISTORIA Y BARBARIES EN CESARISMO DEMOCRÁTICO I 341

momento positivista desencantado ante el inestable fin de siglo, deslas­trado del idealismo de la generación anterior y más dado a los tonos pesi­mistas o a las actitudes pragmáticas (1978: 241). En 1904, en una carta pri­vada, VallenillaLanz testimoniaría el cambio que ya se había producido enél respecto de sus primeros años como hombre público:

Después que mi criterio se ha fortificado con el estudio concienzudo denuestra evolución social,he visto que mi padre, como casi todos los hom­bres de su generación, educados en una escuela de idealismos políticos yde constitucionalismo abstracto, fue un extranjero en nuestro medio r...1.Yo no creo que los idealismos salven ningún pueblo (en Plaza, 1996: 50).

Poco después. en carta a su hermano Baltazar, de 1908, VallenillaLanz hacíaexplícito su paradigma autocrático que, fundado en el Bolívar de la Cons­titución Boliviana, se concretaba en el"Gobernante ideal de Hispano-Amé­rica": Porfirio Díaz (1830-1915). Dicha elección era la respuesta confesa desu "más absoluto pesimismo respecto a todos los ideales jacobinos quetanto daño han causado en toda Hispanoamérica", y que sólo han pro­porcionado al pueblo una "libertad vestida de harapos" y no "una dichaque empiece por el estómago" (ibid.: 59).

El caso es que una vez disueltas las ilusiones del período guzmancista,la percepción de intelectuales positivistas y modernistas era que "[alntesus ojos el país halbía] regresado a formas políticas personalistas de unprimitivismo bárbaro" (Uslar Pietri, 1978: 241). Ello propiciará la reorien­tación de la lectura de la historia, centrada ahora en "la explicación delfenómeno histórico y [en] buscar en el pasado social las raíces del fenó­meno caudillista", y aunque, como acotase Uslar, "De la explicación a laaceptación no [hubiese] más que un paso" (ibid.).

La percepción predominante en esos intelectuales es que de la moder­nización se había asumido sólo el gesto vacío, incapaz de disimular el ver­dadero rostro de la patria, dibujado con tosquedad por la corrupción de susgobernantes, la frivolidad de sus élites y la ignorancia y la miseria de lasmasas, ajenas a las promesas del sueño republicano. Por eso Zumeta se do­lía del círculo vicioso trazado por las" [e]ien revoluciones en setenta añosde vida republicana" (1961: 141).Ypor lo mismo, Vallenilla Lanz, a lo largo de

Cesarismo... , rondará la idea de que la colonia pervivió en la república, yabrirá el libro repitiendo palabras cercanas a las de Simón Rodríguez enSociedades americanas,casi un siglo atrás, al hablar de la "paradoja de unarepública sin ciudadanos" (1991: 20), el mismo "organismo que apenas sipodía llamarse nación"al que se refiriese Sierra para hablar del México pre-

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342 I HISTORIA OE LOS INTELECTUALES EN AMtRICA LATINA

vio al porfirismo. Éste es el contexto más próximo a Vallenilla Lanz y suCesarismo democrático, una intelectualidad que, si no "inventó" a Gómcz,

fundó el gomecismo.La fórmula de Vallenilla Lanz para el "llenado" de la república restau­

rará sin cuestionar soluciones de larga data: "población para dejar de ser

un miserable desierto y hacer efectiva la democracia por la unificación de

la raza, y educación para elevar elnivel moral de nuestro pueblo" (1991: 19­20); ideas rechazadas en su momento tanto por Simón Rodríguez (1769­

1854)como por Martí o González Prada. Pero será su tesis central, el "gen­

darme necesario", como vía política para lograr la postergada construcción

de la república, lo que más escozor causará entre sus críticos. Aquí con­

viene tener en cuenta (y no corno disculpa de Vallenilla) algo que hoy parecerescatarse del olvido: la larga vida (no sólo venezolana) de las soluciones

cesaristas a lo largo de la historia republicana, esto es, desde los primeros

días de las declaraciones de independencia hasta los de nuestro presente.

Visto así, sería discutible su atribución a los discursos y prácticas de los lla­

mados "positivistas", cuya "visión l ...] se instala en la reflexión política

venezolana en la última década del siglo XIX para ser visiblemente [... J

hegemónica, durante las tres primeras décadas del siglo xx" (Plaza, 2001).

El "momento positivista" sería, así, otro capítulo (estelar) de una larga

tradición que quizás aún esté lejos de disolverse en el aire.

Para justificar el cesarismo, Vallenilla Lanz apelará con frecuencia a su

interpretación de la historia, pero el mayor efecto legitimador lo encon­

trará en la vuelta a los orígenes republicanos: la inédita relectura que haráde cierta zona de los discursos de Simón Bolívar, en especial de aquellos

en que el Libertador fustigara sin piedad a los librescos y "aéreos" defen­

sores del federalismo, incapaces de comprender la necesidad de un gobierno

fuerte para lograr exitosamente la superación del régimen colonial. EnCesarismo... , de algún modo, se "inventa" otro Bolívar (cesarista) y otra

historia, propiciadores éstos de la convicción vallenillesca sobre la inevi­

tabilidad del gendarme en un presente aún arraigado en las pulsiones colo­

niales, puestas de manifiesto en la guerra civil que fue la independencia.

La historia republicana del siglo XIX será "leída", entonces, si no como un

tiempo congelado, tal como sugiriese Picón Salas (1984), pues en ella Valle­nilla marcará hitos modélicos -Iosé Antonio Páez (1790-1873) y Antonio

Guzmán Blanco-, sí como una sucesión de fracasos, labrados en la desaten­

ción de las "enseñanzas" del Libertador. También aquí, para cuando apa­

rezca, Cesarismo.. , conseguirá un terreno abonado.

En su Historia constitucional de Venezuela (vol. 1: 1907), José Gil Por­

toul recogía las polémicas entre los primeros republicanos, cuyas post u-

HISTORIA Y BARBARIES EN {fSARISHO DEHO(RA"TICO I 343

ras oscilaban entre los extremos de la defensa de la anarquía (Coto Paúl,

en Gil Fortoul, 1956: 245) y la defensa del dictador, de la que tanto Fran­

cisco de Miranda (1750-1816) como Bolívar fueron sus mejores ejecuto­

res; posturas que conformaron la conocida disputa entre federalistas y cen­

tralistas, es decir, entre la consecución de la más perfecta constitución para

la naciente república y un gobierno fuerte capaz de contener la anarquía

que pudiera desbridarse con el cambio (ibid.: 269 y ss.). Gil Fortoul con­signará que una de las primeras declaraciones públicas sobre la inutilidad

de la más avanzada constitución -federalista- y la necesidad de establecer

poderes centrales que garantizasen eléxito del gobierno independiente fue

la de Miranda, por "no esta]r] ajustada con la población, usos y costum­

bres de estos países", tal cual consta en acta de protesta firmada al pie de

la primera carta magna venezolana (ibid.: 285)·Esta idea del "ajuste" o la "adecuación" o la "adaptación" de las leyes a la

realidad será "teorizada" por Bolívar, tal como lo presenta Vallenilla Lanz,

desde su despiadada crítica de las federalistas "repúblicas aéreas" en el "Ma­

nifiesto de Cartagena" (1812), donde urge a que "el Gobierno se identifi­

que [... ] alcarácter de las circunstancias, de los tiempos y de los hombres quelo rodean" (Bolívar, 1977a: 133). Y aunque Vallenilla hará residir en Aristó­

teles el origen olvidado de esta proposición bolivariana, más ajustada resulta

la pista de una cita de Montesquieu, que Bolívarhace en su "Carta de Jamaica"

(1815), cuando hayan fracasado ya los dos primeros conatos de república.

La idea de la "adaptación" será la base de su pronóstico para las naciones

de esta América en la "Carta de Jamaica", así como del proyecto centralis­ta de gobierno en su "Discurso de Angostura" (1819}, coronado por la idea

de un Senado hereditario y un Poder Moral. En este último texto, Montes­

quieu adquiere un espacio más definido como apoyo teórico cuando Bolí­

var pida a los gobernantes atención -y"adaptación"~a "lo físico del país,

al clima, a la calidad del terreno, a su situación, a su extensión, al género de

vida de los pueblos [... ] a la religión de los habitantes, a sus inclinaciones,a sus riquezas, a su número, a su comercio, a sus modales", y concluya, en

un estilo de sentencia que repetiría mucho después Martí: "He aquí el Código

que deberíamos consultar, y no el de Washington!" (Bolívar, 1977b: 112). De

ahí que"la excelencia de un gobierno no consist]a] en su teoría, en su forma,

ni en su mecanismo, sino en ser apropiado a la naturaleza y al carácter de la

nación para quien se instituye" (ibid.: 117).La idea de la fuerza que, en consecuencia, deben tener los poderes polí­

ticos centralizadores presente en Bolívar, aunque no signifique lo mismo

en éste que en Vallenilla, en virtud de su enunciación en dos situaciones

histórico-políticas bien diferenciadas, es, pues, un rasgo inocultable de

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344 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA

sus discursos que Vallenilla decide resaltar y, en cierta forma, recortar y

extrapolar. En Bolívar, su horror ante la tentación de querer fundir "idea"y "realidad" fue respuesta ante la amenaza cierta de la reconquista colo­nial yal caos generado por los cambios drásticos; en Vallenilla lo fue a lanecesidad de establecer internamente un régimen de control para la gober­nabilidad. En lo que Bolívar verá como amenazas políticas, Vallenillaencontrará perversiones sociales instituidas casi a modo de una indesea­da cultura política nacional. No obstante, diversas zonas del discurso boli­variano, hay que reconocerlo, resultarán bastante dúctiles para los "usos"bolivarianos de Vallenilla.

El pánico de Bolívar a la condición "aérea" de los nuevos republicanoslo llevaría a verificar, por ejemplo, en el propio "Discurso de Angostura",que-¿fatalmente?-los más grandes países de la historia, incluyendo la Fran­cia y la Inglaterra de su tiempo, "han sido o son aristocracias y monarquías"(Bolívar, 1977b: ]11). El "Discurso de Angostura" tendrá su expresión másradical en ]826, cuando Bolívar presente el proyecto de Constitución de laRepública de Bolivia, la "Ley boliviana" -donde postula la necesidad de unpresidente vitalicio-, que Vallenilla elogia extensamente en el capítulo deCesarismo democrático "Los principios constitucionales del Libertador",principios rastreados por Vallenilla desde su "Manifiesto de Cartagena".En ellos, Bolívar clama por una adecuación de ley y realidad, para defen­der -y esto es fundamental- la necesidad de sus tesis autocráticas. A estazona del pensamiento bolivariano recurre Vallenilla Lanz para legitimar elsuyo. (También se sirve en este capítulo de citas de intelectuales de su pre­sente, como Alcides Arguedas o Careta Calderón, y de extensos fragmen­tos de "Nuestra América" de Martí, con el que Vallenilla se siente ¡identifi­cadol) Por lo demás, elrecurso a la"fuente"capital, paradigmática -Bolívar-,no se limita al mencionado capítulo: cruza Cesarismo. . . de cabo a rabo.

Según Gil Fortoul-otro de los "constructores" del Bolívar cesarista-, lapreocupación de Bolívar por un "sistema de gobierno diferente de los euro­peos" le fue inducida desde su temprana juventud por su maestro SimónRodríguez, para quien estos países "ni pueden ser monárquicos, como loeran, ni republicanos como se pretende que lo sean", Ahí ve Gil Fortoul elorigen de que "Bolívar [quisieseJ a veces practicar con la imposición deun régimen mezclado de autocracia, o más bien una especie de tutela legalconferida al hombre más eminente de la patria" (Gil Fortoul, 1982: 339). Loque parece claro es que la idea de "contrato social" fue descartada por pen­sadores corno Rodríguez y Bolívar; y aun más lo fue para Vallenilla, puesRousseau -como todo tipo de jacobinismo- será "enemigo" predilecto desu discurso. Tampoco es éste rasgo exclusivo del pensamiento vcnezo-

HISTORIA Y BARBARIES EN ([SARISMO DEMOCRAT/CO I 345

lano. Ricaurte Soler (1959: 151) apuntaba: "Desde mediados del siglo XIX

es frecuente encontrar, entre los autores hispanoamericanos, críticas seve­ras a la noción de sociedad-contrato".

Sin embargo, no es cosa de pasar por alto la idea de "adaptación"/"ajuste" I"adecuación" corno marca distintiva en el pensamiento venezolano desdeesa primera mitad del siglo XIX, pues ella sirvió para asentar un deslindediscursivo -político y cultural- respecto de los modelos metropolitanos. Suhuella puede rastrearse en Simón Rodríguez, pero también en Andrés Bello(1781-1865), Fermin Toro (1806-1865) o incluso en el costumbrista DanielMendoza (]823- ]867) y, por qué no, en la reflexión sobre el cesarismo enVallenilla Lanz. En Venezuela, corno en Latinoamérica, la idea estuvo al ser­vicio de distintos tipos de nacionalismos o latinoamericanismos (utópicoso desencantados; democráticos o autocráticos), pero, con frecuencia, fun­cionó corno suerte de emplazamiento político-cognoscitivo que establecióuna impronta en la que parecía entrar en juego el famoso dilema de Rodrí­guez: "inventarnos o erramos". Es casi obvia la adscripción a esta idea en elfin-de-siglo del Martí de "Nuestra América". Quizá no lo sea tanto la reso­nancia de esta "actitud teórica" en otras zonas y momentos del continente,

No extraña la oposición del mexicano Fray Servando Teresa de Mier(1765-1827) a la adopción del federalismo al modo de los Estados Unidos,consciente como era de los peligros que significaban España y los EstadosUnidos (cf. Sierra, ]985: ]33-134). Pero sí, tal vez, un pasaje poco frecuen­tado del Facundo (1845), en el que Domingo F.Sarmiento (1811-1888) des­califica la desfigurada imagen europea de un Bolívar de "frac", para optarpor la sorprendente grandeza de su "traje americano", que lo aproxima mása la figura del "caudillo popular" y lo hace surgir de la "vida bárbara, ame­ricana pura", "barro" del que nacerá "su glorioso edificio" (]977: 17-]8). Ola cita que Vallenilla Lanz hiciese de un pasaje de las Bases.. , de Juan Bau­tista Alberdi (]81O-]884), otro de sus fundamentos "teóricos":

En Sudamérica el talento se encuentra a cada paso; lo menos común quepor allí se encuentra es lo que impropiamente se llama sentido común,buen sentido o juicio recto. No es paradoja sostener que el talento hadesorganizado a la República Argentina [.. ,] La presunción de nuestrossabios a medias ha ocasionado más males al país que la falta de ilustra­ción de nuestros caudillos [... 1El simple buen sentido de nuestros hom­bres prácticos es mejor regla de gobierno que las pedantescas reminis­cencias de Grecia y de Roma. Se debe huir de los gobernantes que muchodecretan como de los médicos que prodigan las recetas. La mejor admi­nistración como la mejor medicina es la que deja obrar a la naturaleza.

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346 I HISTORIA DE lOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA

I...] Un hombre que tiene mucho talento para hacer folletines, puedeno tenerlo para administrar los negocios del Estado. [... ] Gobernar [... ]es comúnmente un don instintivo que puede existir y a menudo existeen hombres sin instrucción especial (en Vallenilla Lanz, 1991: 112-113)·

No en balde, en la década de 1950, Ricaurte Soler, a propósito de AndrésLamas (1817-1891), Esteban Echeverría (1805-1851), Alberdi y Sarmiento,establecía un vínculo entre la reflexión sobre la centralidad del fenómenodel caudillismo y la formación de un pensamiento propio y diferenciado:"Explicar la dictadura rosista y el 'caudillismo' determinó ¡...1, parcial­mente, la temática de una 'sociología nacional' original y fecunda': Desdeotra posición y otra situación, VallenillaLanz fijará obsesivamente su aten­ción en la figura del caudillo, para verla ahora no como un mal, sino cornocondición inevitable en nuestras sociedades para reparar el costoso entuertode una "república sin ciudadanos" (Soler, 1959: 153)·

UN PROBLEMA DE LECTURA: CONSERVADURISMO

E HISTORIOGRAFÍA CRÍTICA

I

Pocas figuras como la de las masas tienen protagonismo similar en el fin­de-siglo XIX. Aunque el uso del término es anterior, adquiere entonces unanormalidad inédita, pues suele marchar en pareja con el temor ante losefectos de la democratización -nuevo Calibán- en las sociedades finise­culares. Atribuir ese temor allebonismo de los positivistas, que se servíande esa amenaza para prohijar sus políticas cesaristas (cf. Fell,1994), recor­taría sus alcances. Las masas de la democratización, por ejemplo, tuvie­ron su clásico en el Ariel (1900) de Rodó, donde esa"nueva barbarie" seríala más firme expresión de la "mediocratización" de la vida; pero también

resonaron, con mayor complejidad, en pasajes de Martí donde la "inteli­gencia al alcance de todos" movilizaría la nostalgia por la hazaña o por losgrandes hombres, o la imagen de las masas fuera de quicio supondría unpunto de quiebre discursivo. Ello,claro, no supone regatear mérito algunoa los representantes del positivismo y sus alrededores, entre los que la figuraamenazante de la masa, multitud o muchedumbre se ajustaría perfecta­mente para dar cuenta del mayor obstáculo que se le ofrecía al gobiernode nuestras sociedades. Así, Sierra observaría en su Evolución política delpueblo mexicano:

HISTORIA Y BARBARIES EN CESARISMO DEMOCRÁTiCO I 347

Hidalgo se esforzaba en mantener su ascendiente sobre aquellas masasindisciplinables, que como sucede con todas las multitudes humanas,comprimidas de generación en generación, se dilataba repentinamente,al cesar la presión, en efervescencias salvajes; la libertad, para aquellosgrupos, no era un derecho, era una embriaguez; no era una actitudnormal, era una expresión de odio y alegría; aquella era indisciplina­ble, incontenible, tenía el aspecto de una fuerza de la naturaleza entoda su violencia: tromba, huracán, inundación (1985: 107).

Importa rescatar esta cita de la Evolución política... de Justo Sierra, unade tantas en la época, no sólo porque es formalizada en un registro pró­ximo al de Vallenilla Lanz, sino porque se refiere además a la época de laemancipación, espacio medular del Cesarismo democrático.

Respecto de la representación de lo que Vallenilla llamase la"masa popu­lar': Cesarismo... exhibe una -eólo aparente- oscilación que no es inusualen los discursos del siglo XIX. Vallenilla conferirá inédito protagonismo alpueblo-soldado, al presentarlo como el fiel de la balanza en el resultado dela guerra independentista. En el primer capítulo dellibro, "Fue una guerracivil': a través de testimonios de los bandos opuestos, Vallenillu mostrarácómo elconcurso de los llaneros, primero con JoséTomás Boves(1782-1814)

y luego con Páez, será no sólo decisivo para el curso de la guerra, sino mar­cadamente superior al desempeño de las tropas patriotas de los primerosaños o al de las tropas venidas de España tras 1814. No obstante, las carac­terizaciones positivas de las masas casi siempre serán indirectas y relativas.

De hecho, la caracterización primera de la multitud quedará asentadadesde la misma introducción a la "catástrofe" independentista. Como con­secuencia del "error de psicología" (Vallenílla Lanz, 1991: 6\) Yde políticade la élite criolla, "el alma popular" verá liberada toda "contención': Valle­nilla lo representará en una imagen inicial, marcadamente fóbica:

Cuando el alma popular se siente sacudida por una conmoción repen­tina y violenta, lanza a lo lejos su grito o su sollozo, como el tañido deuna campana que repercute en el espacio; pero como la liga del metalque vibra, el sentimiento popular es siempre impuro. El vaso donde secondensan los sentimientos de las multitudes tiene en el fondo un sedi­mento que toda sacudida puede hacer subir a la superficie cubriendode una espuma de vergüenza el licor brillante y generoso. Eso es lo quesucede en todos los grandes trastornos de la naturaleza: en los ciclones,en los terremotos, en las revoluciones. Todos los pueblos han sufridoesa dolorosa experiencia: los hombres que permanecen en la sombra en

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348 I HISTORIA OE lOS INTELECTUAlES EN AMtRICA LATINA

tanto que el orden impera, se rebelan, desde que el freno social desapa­rece, con sus instintos de asesinato, de destrucción y de rapiña (Valleni­lla Lanz, 1991: 24).

El "momento" independentista será el fundamento del ensayo de interpre­tación de la nación venezolana: "En nuestra guerra de Independencia lafaz más trascendental, la más digna de estudio es aquella en que la anar­quía de todas las clases sociales dio empuje al movimiento igualitario queha llenado la historia de todo este siglo de vida independiente" (ibid.). A lavez, la imagen de la "masa popular" será la base para "interpretar" el restodel siglo, en tanto Vallenilla entiende que no se puede comprender su pre­sente sin tomar en cuenta las contradicciones del orden colonial, que aflo­raron con la independencia y no lograron disolverse durante la república:

En la evolución histórica de Venezuela se observa [... ] cómo estallabana cada conmoción los mismos instintos brutales, los mismos impulsosde asesinato yde pillaje;y cómo continuaban surgiendo del seno de nues­tras masas populares las mismas hordas de Bovesy de Yañes,dispuestasa repetir en nombre de los principios republicanos los mismos críme­nes que en nombre de Fernando VII, e igualmente ignorantes de lo quesignificaba el gobierno colonial o el gobierno propio. Yes porque a pesarde todas nuestras teóricas transformaciones políticas, el fondo íntimo denuestro pueblo continuó por largos años siendo el mismo que durantela Colonia. Las pasiones, los móviles inconscientes, los prejuicios here­ditarios, tenían que continuar siendo en él elementos de destrucción y

de ruina, contenidos únicamente por los medios coercitivos que tanampliamente ha tenido que ejercer el Jefe de Estado, sin sujeción posi­ble a las soñadas garantías escritas en las constituciones [... J (ibid.: 85).

La representación de esas "masas populares" en Vallenilla Lanz encontróencarnadura en lo que por entonces era ya considerado el tipo nacional: elllanero. Sien elcapítulo inicial de Cesarismo... se exaltaba su lealtad, su arrojoy su destreza para la guerra, en el resto del libro sobre este "guerrero insigne"(ibid.: 79) apenas -y por vía de cita ajena-se hace ocasional reconocimientode otro "valor" cuando se refiera la condición nómada del"llanero beduino":"el amor a la independencia individual es un sentimiento noble, moral,cuyo poder procede de la humana inteligencia; es el placer de sentirse hom­bre; el sentimiento profundo de la personalidad" (ibid.: 106). Predominará,en cambio, la representación de su ignorancia, su virulenta y bárbara irra­cionalidad, su tendencia a la rebelión y la anarquía, que harán de él un agente

HISTORIA Y BARBARIES EN CESARISMO DEMOCRAJ/cO I 349

fuera de control, amenazante y desestabilizador. Si ya en el capítulo inicialse introduce un sintomático pasaje sobre el Negro Primero, en el que se dejaclaro cuáles eran los móviles de su incursión en la guerra ~la codicia y losuniformes brillantes-, en el capítulo "Psicología de la masa popular" Valle­nilla Lanz construye una galería de rasgos que hacen del llanero un represen­tante del mal: ferocidad, ingobernabilidad, criminalidad; en el mejor de loscasos, es "desconfiado, suspicaz" (ibid.: 83) o es falso. Políticamente su ads­cripción será clara: un "gran peligro para la tranquilidad pública" (ibid.: 85).Incluso, Vallenilla quiere que la ferocidad de los caudillos españoles acrio­lIados pueda pensarse como un efecto del "contagio" con la vida del llanero:

En los inmensos crímenes atribuidos exclusivamente a España, la mayorresponsabilidad corresponde sin duda alguna a los realistas venezola­nos y a los españoles y canarios que como Boves,Yañes, Roseta, Calzada,estaban establecidos en el país desde hacía largos años, ejerciendo losmismos oficios de las clases bajas y participando naturalmente de susinstintos y sus pasiones (ibid.: 29).

Por lo demás, cuando Vallenilla se refiera a otros tipos sociales, "la masade la población urbana", dominada por el mulato, su discurso se volveráracista -con una pequeña ayuda de Sarmiento-: "[ ... ) de imaginaciónardiente, individualista, nivelador, trepador y anárquico, 'raza servil y tre­padora' [Sarmiento] [... ] sin ideas ni sentimientos colectivistas, sin espí­ritu de sociabilidad"; el mulato será la presa dócil de "los principios demo­ledores y niveladores del jacobinismo imperante" (ibid.: 99).

La activación de los discursos sobre la barbarie es obvia. También lo seráel"movimiento" discursivo mediante elcual la violencia anárquica -Iatentco manifiesta- de la "masa popular" es la palanca básica para justificar ylegitimar la necesidad del gendarme. Este tipo de representaciones, ade­más de inocultables (aunque algunas lecturas las obvien: Harwich, 1991;

Plaza, 1996), bastarían para descalificar el libro de Vallenilla entre ciertoscírculos críticos actuales. Sin pretender excusarlos, quisiera además seña­lar otros aspectos de Cesarismo... de ValIenilla Lanz que tal vez sean sus­ceptibles de otro tipo de valoración en esta lectura, si cabe, dual.

2

Pocas veces, en el caso de Vallenilla, se toma en cuenta la significación quetuvo la constitución de un discurso historiográfico moderno en textos delas primeras décadas del siglo xx. No obstante, hay consenso en señalar el

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350 I KISTORIA DE LOS INTtLECTUALES EN AMÉRICA LATINA

abismo existente entre las idealizaciones de la historiografía romántica yel nuevo pensamiento, que apuntaría a la conversión de la "Epopeya enHistoria" (Picón Salas, 1984: 133), es decir, a la constitución de "la historiacomo ciencia" (Uslar Pietri, 1978: 244), desarrollada bajo "un criterio mul­tidisciplinario de totalidad y no como una simple crónica" (Harwich Valle­nilla, 1991: XVI). El cambio revelaba, por un lado, un proceso de moderni­zación discursiva (e institucional) que tuvo por objetivo fundar la memoria

de la nación desde una metodología, una óptica y un lenguaje que se qui­sieron "científicos"; por otro lado, aunque VallenillaLanz se enorgullecieraabiertamente de su condición de aurcdidacra, el indicio de una profesio­nalización que convertiría al "letrado" en "intelectual" (Ramos, 1989): "Alorador y al poeta [que 'discurseaban' sobre la historial de épocas anterio­res vino a sustituirle el sociólogo. Ya no se escribían disertaciones, sinoque se pretendía realizar estudios" (Uslar Pietr i, 1978: 244).

Nikita Harwich recordaba cómo Vallenilla Lanz, durante su estadía enEuropa (1904-1909), no sólo se hace con un importante arsenal teórico(Langlois, Seignobos, Renan, Taine -a quien debe la idea de "gendarrne"-.Le Bon, Ratzel, Gumplowicz, Sorcl, Laboulaye -de quien toma el término"césar dernocratico"-, Simmcl o Durkheim), también mostraba cómo sedistanciaba de algunas tendencias dominantes en ese entonces; por ejem­plo, de aquellas que exaltaban el valor del documento y el armado del"archivo": "La afirmación de que la historia se hace con documentos, acep­tada en bloque, ha inducido a errores lamentables. Nada valeen sí un docu­mento si aquel [... ] llamado a utilizarlo carece de los conocimientos f ..• ]

necesarios para su examen crítico" (en Harwich Vallenilla, 1991:xvr). Asi­mismo, se distanciará del fatalismo de pensadores racistas al sentenciar labarbarie a la que estaban condenadas las "razas inferiores" o "mestizas':Así, refutando ideas de Gobineau, Darwin, Le Ron o Ingenieros, sobre lainferioridad de las razas mestizas y la superioridad de la raza blanca, Valle­nilla Lanz dirá en un ensayo posterior, Disgregación e integración (1930):

Si fuéramos a aplicar a nuestros pueblos r...] las teorías de Gobineau[... ] destruiríamos las más brillantes páginas de nuestra historia, des­conoceríamos el valor de muy altas personalidades que ha producidola América Latina; y poseídos del más tenebroso pesimismo nos cruza­ríamos de brazos ante esa fatalidad irredimible que nos condenaría sinremedio a la fatalidad y a la muerte (1991: 327).

Por lo mismo afirmará que "la teoría de la raza [... J ha conducido r... 1 aconclusiones completamente erróneas" (ibid.: 333; cf. Pell, 1996). Por lo

HISTORIA Y BARBARIES EN ([5AR/5MO DEMOCRÁTICO I 351

demás, antes de su viaje a Europa, en un texto de 1903 que servirá de aper­tura a Disgregación e integración, Vallenilla asentaba ya su distancia res­pecto de la historia tradicional: "Todo parece surgir de nuestra historiacomo por arte de magia [... ] y con lamentable ligereza se han venido atri­buyendo al azar, o a influencias puramente individuales, fenómenos quetienen sus orígenes en las fuentes primitivas de nuestra sociedad" (1991:

222). Esta apuesta por un cierto espíritu analítico y crítico instalaba el estu­dio de la historia en modalidades discursivas próximas a las que predo­minarán a lo largo del siglo.

Junto a la renovación del aparato discursivo, uno de los aspectos sinto­máticos de la nueva actitud historiográfica fue la producción de imáge­nes que trasgredían las construidas por la tradición del siglo XIX. YValle­nilla Lanz no fue el único en transformar el imaginario histórico. Un casoilustrativo fue la crítica radical del culto a los héroes como base para expli­car la historia nacional. Entre otros ejemplos posibles que la ilustran, puedecitarse lo afirmado por Pedro Manuel Arcaya (1874-1958), en su Estudiossobre personajes y hechos de la historiade Venezuela (1911), sobre el estudiodel principal objeto del culto romántico a los héroes patrios: "Pensamosque es tiempo de prescindir, para estudiar la personalidad de Bolívar, delcriterio metafísico que ha venido informando [... 1 nuestra literatura his­tórica" (en Uslar Pietri, 1978: 242). Ya Gil Portoul había causado ciertorevuelo con la publicación del primer tomo de su Historia constitucionalde Venezuela (1907), por mostrar ciertos pasajes oscuros en la vida deBolívar -el Decreto de Guerra a Muerte o el ajusticiamiento de Piar-o Otrobuen ejemplo es, sin duda, la tesis de Vallenilla según la cual la guerra deindependencia fue ante todo una guerra civil, introduciendo así una lec­tura "desmiriculizada'' de ese momento crucial de la historia patria. Valle­nilla plantea de entrada el asunto en términos que expresamente contra­

vienen una lectura "patriótica":

(... ] es casigeneral la creencia de que en aquella lucha, se destacaron [... ]dos bandos perfectamente definidos: de un lado "los americanos queluchaban por independizarse de un poder extraño, de una nación extran­jera. usurpadora de sus más sagrados derechos" y del otro, "los españo­les, los extranjeros representantes de aquella horrible tiranía, que lucha­ban por mantener el ominoso yugo".Y se ha creído siempre un deberpatriótico ocultar los verdaderos caracteres de la revolución que fue [... ]la primera de esa larga serie de contiendas civiles que han llenado el pri­mer siglo de vida independiente en todas estas naciones (VallenillaLanz,

1991: 29-30).

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352 I HISTORIA DE lOS INTELECTUAlES EN AMÉRICA lATINA

Esa voluntad de escapar de las lecturas heroicas y de proponer otra acti­tud ante e! conocimiento de la historia lo llevará, por un lado, a arriesgartesis inéditas sobre la historia y la sociedad venezolanas, y, por otro, a vol­ver sobre los "pasos perdidos", e! origen de! que el proceso republicano sehabía desviado: un Bolívar pragmático, cuya guía intelectual presidirá eldiscurso de Vallenilla,pero que, por lo mismo, será descartado como modelodel gobernante ideal.

3En Cesarismo democrático, del análisis de los grupos sociales existentes yel estado de la sociedad antes de la declaración independentista saldrá e!sustento para su idea sobre el carácter social de aquella guerra. Las pul­siones sociales -el racismo de la nobleza criolla y los odios por él desata­dos- pervivirán, para Vallenilla, más allá de su momento, de tal formaque a lo largo del siglo XIX serán las que expliquen su re-flotamiento y laprecariedad del proceso republicano. Su lectura de la guerra de la indepen­dencia, no exenta de contradicciones y reducciones, representada comotrágico "incendio", catástrofe social, juego funesto de ideas irresponsablesy "resentimientos", fijará la idea de que sus efectos perdurables sobre la

anarquía reinante hasta el presente sólo podrá ser controlada por la figuradel caudillo, e! gendarme necesario.

Habría que destacar la representación, para Vallenilla, de los dos facto­res del orden colonial, desbridados por la explosión emancipadora, a la vezagentes principales de la nación (ausente) y justificadores de la solucióncesarista: las ya mencionadas "masas populares" y la nobleza criolla. Aun­

que en sintonía con la crítica que hiciera Martf de los proyectos liberales,Vallenilla activa ciertas zonas de su tradición local: la de la crítica de la "tira­nía doméstica activa y dominante" que hiciese Bolívar (en Vallenilla Lanz,1991: 87), pero imprimiéndole un giro particular. No deja de llamar la aten­ción una pregunta retórica que se hace Vallenilla ante la actuación de unaélite criolla ganada por el desprecio al grueso de la sociedad: "¿quiénes eranen Venezuela [... J los verdaderos opresores de las clases populares?" (ibid.:45), o su calificación de "oligarquías 'opresoras y tiránicas en las ciudadesde Venezuela, que constituían ya no una clase sino una CASTA, con todoslos caracteres propios de esta institución" (ibid.: 60). Vallenilla no sólo niegala función "iluminadora" que tuvo la élite criolla en la emancipación, seempeña más bien en mostrar cómo su activo racismo en los años de lacolonia y su caprichosa y súbita adopción de ideas "exóticas", con el finde desplazar a la monarquía del poder, fueron los responsables absolutos

HISTORIA Y BARBARIES EN (fSARISHO DEMOCRÁTICO I 353

de la "tragedia" independentista, para cuestionar la legitimidad de esa éliteletrada en términos que aún hoy resultan provocadores:

Los primeros legisladores de la República, los revolucionarios de! 19 deabril y los constituyentes de 18n, salidos de la más rancia aristocraciacolonial, "criollos indolentes y engreídos" que "gozaban con el popula­cho de una consideración tan elevada cual jamás la tuvieron los gran­des de España en la capital del Reyno" proclamaron, sin embargo, eldogma de la soberanía popular, llamando al ejercicio de los derechosciudadanos al mismo pueblo por ellos despreciado (ibid.: 38).

Y añade:

[... ] pretendieron levantar el edificio de la República democrática. Segúnestos principios, la tradición colonial desapareció para siempre e! díamismo en que fueron proclamados los derechos de los venezolanos.De modo que, política y socialmente, los hombres de la Independenciavenían a la vida a la edad que contaban, pues al golpe mágico de larevolución, habían dejado entre las ruinas del "oprobioso régimen" todoel legado hereditario de tres siglos de coloniaje y de miles de años ante­riores a la Conquista (ibid.).

Asimismo, cuestionará el proceso de asimilación de las ideas que, unasdécadas atrás, dieran pie al "incendio" (ibid.: 30) de la Revolución Fran­cesa, que "los criollos adoptaban sin examen y profesaban con entusiasmo"(ibid.: 39). Su juicio a la élite criolla recordará la crítica martiana del "aldea­no vanidoso" y el "letrado artificial":

Toda la generación que proclamó la Independencia había sido edu­cada en aquellas prácticas [según el patriota Miguel José Sanz llenasde: "máximas de orgullo y vanidad"] "propias solo para formar hom­bres falsos e hipócritas" [... ]; política de astucias, de disimulo, de sor­

das intrigas, de procederes ambiguos, que tenía por únicas miras la abso­luta dominación del país, elejercicio, en virtud de un legítimo derecho,de la "tiranía doméstica activa y dominante" que dijo más tarde el Liber­

tador (ibid.: 47).

Vallenilla no desperdiciará la oportunidad de desenmascarar su objetivoreal: "en todo el proceso justificativo de la revolución no debe verse sinola pugna de los nobles contra las autoridades españolas, la lucha de los pro-

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354 I HISTORIA Df lOS INTElECTUALES EN AMÉRICA lATINA

pietarios territoriales contra el monopolio comercial, la brega por la domi­

nación absoluta" (Vallenilla Lanz, 1991: 50). Si hoyes pan cotidiano la crí­tica "calibanesca" de la ciudad letrada, habría que incluir a Vallenilla Lanz

como un antecedente -por más que lo sea al servicio de una solución

conservadora o reaccionaria-o

Si las "masas populares" eran peligro temible para Vallenilla, la elite crio­

lla será su principal enemigo, pues fue la encargada de soliviantarlas, en

vez de cumplir con su función contentiva. Esta enemistad, por supuesto,tendrá un doble filo. Los criollos independentistas, según Vallenilla, fija­

ron tradiciones funestas para el futuro de la república: la consagración del

constitucionalismo ingenuo como panacea política y el verbo jacobino alen­

tador de revueltas. En un texto de 1912 publicado en El Cojo Ilustrado, "Los

peligros del cesarismo", Vallenilla asienta lo que podría entenderse como

uno de los enemigos ocultos del presente enunciativo de Cesarismo... Allímostrará cómo la herencia española, indígena y africana "impone la nece­

sidad del cacique o el césar democrático, pero a la vez resulta ser "un terreno

abonado para que germinen las ideas socialistas, produciendo frutos tan

amorfos, como ésos que estamos recogiendo y que son en mucha parte

producidos por Rousseau" (en Plaza, 1996: 348). Este texto de 1912 ayuda aentender no sólo cómo las figuras de la historia (masas, élites, Rousseau)

funcionan como metáforas de la modernización y de sus expectativas demo­

cratizadoras, sino cómo esta situación propicia la relectura de la historia.

Pero aun hay otra "operación" en el centro de su tesis cesarista, que, creo,

tiene algún interés. La imaginación de una suerte de vuelta de tuerca a lavez populista y conservadora.

Descartada la "masa popular" por su peligrosidad a flor de piel y la élite

criolla por su exotismo, sus prejuicios de clase y sus ambiciones mezquinas,

un tercer factor, el del liderazgo, resultará crucial para contener la secular

amenaza que representan los factores de la nación, fundar el orden y pen­

sar en el progreso. Tal visión desencantada de la historia, casi reducida a larepresentación de la barbarie popular y la barbarie letrada, funcionará como

justificación para la solución cesarista del "gendarme necesario". Es la ima­

gen histórica de la no-existente-nación la que enseñará la fatal superiori­

dad de las "constituciones orgánicas" sobre las "constituciones escritas"

(Vallenilla Lanz, 1991: 95). Esa enseñanza permitirá entender también lainviabilidad del "Grande Hombre" (ibid.: 22), el césar ideal (Bolívar), en

un territorio no unificado, heterogéneamente explosivo, y resaltar en cam­

bio la fignra del caudillo de extracción "popular': pero "ilustrable" y bené­

fico, esto es, el "césar democrático": "como una necesidad fatal [... ) elCau­

dillo ha constituido la única fuerza de conservación social" (ibid.: 94).

HISTORIA Y BARBARIES EN ([SAR/SMO DEHOCRAJ/CO I 355

Según Vallenilla, la zozobra y la criminalidad desatadas por la irrupción

de la guerra hicieron posible su "nacimiento": "Los bandidos no pueden

someterse sino a la fuerza bruta; y del seno de aquella inmensa anarquía

surgirá por primera vez la clase de los dominadores: los caudillos, los

caciques, los jefes de partido" (ibid.: 66). Luego, tras su culminación, unasociedad tan inconexa y frágil, reino de "la supremacía del más fuerte, del

más sagaz, del más vigoroso, del más valiente", cuya estructura de relacio­

nes se basaba en "el compromiso de hombre a hombre, el vínculo social

de individuo a individuo, la lealtad personal sin obligación colectiva" expli­

caría la necesidad de su figura para pensar en metas "más altas": "llegar,

por una evolución necesaria, al reconocimiento de un JefeSupremo comorepresentante y defensor de la unidad nacional" (íbíd.: 106).

Sorpresivamente la presencia omnímoda en el discurso de Cesarismo... ,Bolívar, el ideal indiscutido y la fuente principal del conocimiento sobre

el "carácter real" de la nación, desaparecerá como opción de las solucio­

nes políticas, y serán, precisamente, su "impopularidad", su origen y su

"altura" como letrado los que, para Vallenilla, lo inhabilitarán:

r... 1 sus altas nociones de justicia y de moral; su pulcritud, jamás puestaen duda ni por sus peores enemigos; su educación y su estirpe, que lealejaban por completo de aquella nivelación oclocrática l...J, todo con­

tribuía a poner al Libertador en choque abierto con los hechos emana­

dos del determinismo histórico, condenándolo necesariamente a la más

absoluta impopnlaridad (ibid.: 101).

Páez, en cambio era

[ ... 1 el representante legitimo del pueblo de Venezuela, como el Jefe nato

de las grandes mayorías populares r... ] el representativo de su pueblo,

[ ... ] el genuino exponente del medio social profundamente transfor­mado por la revolución y más aún por la fuerte preponderancia del

llaneraje semibárbaro. r... ]. A la estructura moral de Don Simón Bolí­

var, no podía ajustar esta investidura semibárbara. l ...J. El no era ni

podía ser el hombre representativo (ibid.).

El haber surgido del seno de las "hordas llaneras" será la condición indis­

pensable para asegurar el éxito en la gestión de autoridad, pues de su viven­

cia de la barbarie derivará su "representatividad democrática':Este giro del paradigma de gobernante, pensable en un momento que

tiene por expectativa central la democratización, y que llama la atención

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356 I HISTORIA OE lOS INTELECTUAlES EN AMÉRICA lATINA

por venir de un "letrado" cuyo pensamiento lo lleva a cuestionar todo "pro­

gresismo", aun proveerá al lector de alguna otra pequeña sorpresa: la iden­tificación de Páez con el caudillo realista Boves. En el cotejo, la diferenciaapenas radicará en la temprana muerte del primero y la adaptabilidadrespecto de valores e ideales ilustrados o civilistas de la que el segundo,según Vallenilla, siempre dio muestra. Ambos, sobre todo, lograron darcon la "virtud" políticamente "necesaria": la aceptación de la "masa popu­

lar". Respecto de Boves, Vallenilla rescatará su imagen de la leyenda negraconstruida por la historiografía tradicional:

La psicología de aquel "hombre pavoroso" no ha sido estudiada aún concriterio libre de prejuicios, ya por el empeño que han tenido nuestroshistoriadores en adulterar el verdadero carácter de guerra civil quetuvo la revolución [... ] como porque la tradición y la leyenda enseño­reándose de la imaginación nacional, han venido dando a la figura delheroico soldado relievesabsolutamente caprichosos; y [... ] arrojan sobresu solo nombre y sobre los de algunos otros de sus subordinados espa­ñoles y canarios "toda la execración del patriotismo herido" (VallenillaLanz, 1991: 69).

En este sentido, concluirá que

si el mismo Boves hubiese permanecido al servicio de la Independen­cia [... ], nadie con más títulos habría alcanzado los grandes honorescon que la Patria estimuló el valor y premió las hazañas de los Liberta­dores. Ynuestra literatura epopéyica tendría páginas recargadas de diti­rambos para exaltar las glorias del heroico soldado, del mismo modoque tiene anatemas para execrar sus abominables crímenes (ibid.: 75).

Ajustando su imagen a las necesidades discursivas de la tesis cesarista,Valle­nilla recurrirá, pues, a otros "modelos" de la historia. Contra su imagende bárbaro, dirá: "Su mismo valor heroico [... ] lo llevó en muchas oca­siones a realizar actos de generosidad y hasta de clemencia. Su intelectua­lidad no era inferior a la de la mayoría de los caudillos patriotas";" [r]edimiólos esclavos de la servidumbre y fue el primero en comenzar la igualación

de las castas elevando a los zambos y mulatos de su ejército a las altas jerar­quías militares [... 1. Cuando Juan Vicente Gonzalez, lo llamó 'el PrimerJefe de la Democracia venezolana', penetró muy hondo en las entrañas denuestra revolución" (ibid.: 68). Pero también recurrirá a otras fuentes docu­mentales, excluidas por la historiografía tradicional. Así, Francisco Tomás

HISTORIA Y BARBARIES EN CESAR/SMO DEMOCRAr/CO I 357

Morales (,17811-1845), lugarteniente de Boves,proveerá a Vallenilla de ele­mentos que lo legitimen como caudillo popular, a visualizarlo como ante­

cesor del gendarme representativo:

Tuvo la fortuna l...J de penetrar los sentimientos de éstos y adquirirun predominio sobre ellos r... [. Dominaba con imperio a los llaneros,gente belicosa y tal, que es preciso saber manejar para aprovecharse desu número y de su destreza [... ]. Los soldados lo adoraban y lo temían,y entraban en las acciones con la confianza de que su valor y denuedohabía de sacarlos victoriosos (ibid.: 70).

La in-diferencia de Bovesy Páez, la asentará Vallenilla en diversos pasajes:"[ ... ] en el fondo oscuro de su mentalidad y de sus afecciones, el Mayor­domo Páez era el heredero legitimo del Taita Boves"(ibid.: 85). Sin embargo,tampoco Vallenilla desperdiciará oportunidad para marcar el potencialde "ilustrable" de Páez:

Instintivamente inclinado a la vida civilizada, había comenzado su edu­cación imitando a los ingleses que llegaron a Apure el año 18 y en roceconstante desde entonces con los hombres más notables de la época,habia adquirido ya todas las ideas y todos los hábitos del hombre degobierno, demostrando la enorme capacidad de adaptación que ha carac­terizado a los grandes caudillos venezolanos (ibid.: 89)·

y justamente serán su coqueteo con la oligarquía conservadora y el aleja­

miento y la severidad que aplicase a sus conmilitones de guerra los quesentencien su caída ante los ojos de la"masa popular". El relievede ese rasgoa la hora de pensar en el gobernante "necesario" -no del letrado popu­lista, sino del personaje popular en vías de ilustración- es lo que permi­tirá a Vallenilla recomponer la imagen fragmentada y caótica de la patria:

Páez era el único hombre capaz de contener con su autoridad y su pres­tigio, a las hordas llaneras l...J y ser al mismo tiempo [... ] una especiede providencia para los numerosos elementos realistas que hasta últimahora combatieron contra la Patria [...1... era por tanto el más llamadoa unificar bajo su autoridad a todos aquellos núcleos (íbid.: 63).

Tal "giro" resonaría en una novela de esos años como En este país (1920),

d. Luis Manuel Urbaneja Achelpohl (1874-1937), pero la convicción de quela articulación viva entre gobierno y pueblo era condición indispensable

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358 I HISIORIA DE LOS INTElECTUALES EN AMtRICA LATINA

en la praxis política para lograr la estabilidad nacional y hacer posible latransformación modernizadora fue una tesis que tuvo involuntaria aco­gida incluso entre los más acervos opositores de la obra y la figura de Valle­nilla Lanz -por ejemplo, el luego presidente Rómulo Betancourt (1908­

1981), fundador del partido Acción Democrática-. Aunque, de modoparadójico, la idea está en la base de las ideologías y las políticas populis­tas del último siglo en Venezuela y en América Latina.

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IVEntre el Estado y la sociedad civil

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Tres generaciones y un largoimperio: José Bonifácio,Porto-Alegre y Joaquim Nabuco*Lilia Moritz Schwarcz

INTRODUCCiÓN: EL GRUPO DURO DEL EMPERADOR

El imperio brasileño representa un período fundamental para la compren­sión de la estructura actual del Brasil. De 1822 a 1889 con dos monarcas y

una experiencia de regencia entre ambos, esa monarquía tropical tuvo enun comienzo problemas para lograr su reconocimiento. tanto en el planointerno como en elexterno. Por un lado, el Brasil era un territorio inmenso--casi un continente incrustado en el medio de América del Sur- y estabaatravesado por diferencias económicas y regionales. Por otro lado, se tra­taba de una monarquía cercada por repúblicas, lo que daba lugar a otrosinconvenientes. También en el Viejo Mundo pareció algo extraño la exis­tencia de esa realeza, liderada por un hijo de la casa de los Braganza portu­gueses y de los Habsburgo españoles y austríacos que se transformaba enun soberano tropical. Además, dos limitaciones imperaban en el momentode constitución del régimen, que permanecieron bastante intactas hastasu final: el monocultivo agrario y la mano de obra esclava. No es pura coin­cidencia que ese sistema haya sido abolido en mayo de 1888y que la repú­blica comenzara en noviembre de 188~, lo que pone de manifiesto hastaqué punto el imperio estuvo asociado al trabajo esclavo, que se extendió alo largo de todo el territorio. Esos pilares implicaron proyectos de cuñoautoritario y definieron, asimismo, las perspectivas de la élitc intelectualque gravitaba en torno del rey.

Es necesario destacar, además, que los primeros institutos, facultadesyla misma prensa local datan de comienzos del siglo XIX, pues habían es­lado prohibidos hasta la llegada de la familia real en 1808, y que en un pri­mer momento surgieron sujetos a la lógica de la monarquía que en gran

* Traducido por Ada Solati.

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364 I HISTORIII DE LOS INTELECTlJALES EN IIMÉRICA LIITINII

medida los financiaba. La realeza era por tanto el Iocus de la vida corte­sana reunida en el Palacio Imperial, el Paco, primero en torno de Pedro 1y luego de Pedro lI. En efecto, el advenimiento del imperio planteaba lanecesidad de crear no sólo una red institucional, sino también nuevas nor­mas y leyes, distintas de las del modelo de la ex metrópolis portuguesa.Con ese fin, tuvo lugar un intenso reclutamiento que llevó a que hom­.bres de diferentes provincias pasaran a formar parte de la elite de letra­dos: del imperio. Este grupo, formado en su mayoría en las áreas del dere­cho, la medicina y la ingeniería, se vio llevado a participar ya sea en lapolítica, sea en la función pública. Pero aun cuando la carrera políticaera la más atrayente, la mayoría terminó por encontrar un lugar en elEstado, a menudo el único empleador disponible. Ésa era, en los térmi­nos de la época, la "lla¡¡a del funcionariado".

Las particularidades de ese Estado implicaron, pues, fuertes límites a laimplantación de una doctrina liberal en el Brasil, en la misma medida enque condicionaron la traducción de proyectos civilizatorios u obstaculiza­ron un proceso efectivo de modernización. En ese ambiente condicionadopor tantas limitaciones de orden económico y político, un conjunto deintelectuales, unidos como por un cordón umbilical al mecenazgo del empe­rador, actuó de manera al mismo tiempo conservadora y radical. Conser­vadora" pues se trataba de mantener el statu qua -evitando el desmembra­miento del territorio nacional, corno había ocurrido en el resto de AméricaLatina- y de administrar la intervención del Estado, así como de ahuyentarelfantasma de la rebelión de los esclavos."Radical': en los términos de Anto­nio Candido (1988), pues, como contrapeso del pensamiento conservador(que nunca dejó de dominar), se procuró encontrar salidas "progresistas",sin que esa posición implicase medidas efectivamente revolucionarias o queaspirasen a la caída del Estado y de los principios que lo orientaban.

El escenario intelectual de la corte estuvo, entonces, dominado poruna élite conimbricense, no sólo bastante homogénea en cuanto a su extrac­ción social, sino también regulada en su formación profesional y que, locual es de importancia, se autorreconoció como tal. Como ya demostróJosé Murilo de Carvalho (1996), la homogeneidad ideológica y la forma­ción fueron características notables de esa élitepolítica, criatura y creadoradel Estado. La dialéctica que habría de imponerse a partir de entoncesfue, por lo tanto, de preservación y de transformación, todo ello en nom­bre de evitar el desgarramiento del país. La perpetuación de la unidad, lacentralización (a despecho de las reivindicaciones provinciales), el bajonivel de representación política, la consolidación de un gobierno estable,la reducción del conflicto, así como de la movilidad y la movilización socia-

TRES GENERACIONES Y lJN LARGO IMPERIO \ 36;

les y políticas, representaban una especie de modelo pragmático que sepa­

raba al Brasil de las repúblicas vecinas.Es posible, asimismo, comprender varias de esas características del siglo

XIX brasileño mediante el análisis del perfil y de la actuación de su élite polí­tica e intelectual, dominante ya desde la época de la emancipación políticaen 1822 y cuya creación se remontaba a la formación colonial portuguesa.La homogeneidad ideológica y de capacitación, brindada por cierta socia­lización específicaque pasaba por la formación social,la educación en Coim­bra (y marginalmente en París), la ocupación en la magistratura y la carrerapolítica, dio lugar a una comunicación estricta, pero ambigua, entre elEstadoy la élite intelectual. Envueltas en esa relación, que de cierto modo las auto­alimentaba, las élites producidas por ese mismo Estado fueron perspicacesen su capacidad para fortalecerlo al mismo tiempo en que se fortalecían.

El resultado fue una evidente elevación de la figura de aquellos intelec­tuales que dependían del mecenazgo del rey, todos ellos con "manía dedoctor", haciendo ostentación de algún tipo de ennoblecimiento y delprestigio del título de "bachiller". En teoría, bachiller era aquel que poseía

un diploma de derecho (si bien existían bachilleres en matemática y enletras); sin embargo, en la práctica, con el progresivo aumento de losgraduados de derecho respecto de otras posiciones en la magistratura,además de un evidente excedente de esos profesionales, el grupo tendióa asegurar una situación simbólicamente destacada, cuya imagen era aso­ciada ala representación más amplia de profesionales liberales. Los"meda­

llones'; tan bien descritos en los cuentos de Machado de Assis (1988[1881]),

eran profesionales liberales en una sociedad que a duras penas admitíaese tipo de ocupación, así como la autonomía que derivaba de su locali­zación social. El Estado era el gran dador de empleo y el que condicio­

naba la actuación de la élire que lo rodeaba.Además, como destacó Sérgio Buarque de Holanda ('977), este grupo

era, en buena parte, adepto a los francesismos y a las ideas provenientesdel exterior, que tendrían en el Brasil un efecto casi mágico. "Mucho las­tre para poca vela", sintetizó el historiador, en referencia al emperadorPedro 11, una expresión que bien podría servir para definir a los intelec­tuales que lo rodeaban. Como mostró Buarqne de Holanda (1979 [1936]),elvicio del bachillerismo llevaba a la exaltación de una personalidad indi­

vidual, al prestigio de la palabra escrita. de las frases lapidarias, de la ora­

lidad =.\1ada y barroca.Sin embargo, en el suelo tropical, la fascinación por los extranjerismos

'noera de fácil traducción. ¿Cómo aplicar los principios liberales en unaIOciedad atravesada por la esclavitud? Las contradicciones que mante-

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366 , HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMtRICA LATINA

nian la estructura indivisa del país exigían una clara pirueta cultural porparte de esas élites intelectuales, que llegaban al Brasil cargando en elequi­paje las ideas liberales que tenían éxito en las universidades en las que sehabían formado. "Somos, todavía hoy, unos desterrados en nuestra tie­rra", se lamentaba Sergio Buarque de Holanda en Raízesdo Brasil, en 1936,resumiendo así los ímpasses de esa y de otras generaciones de intelectua­les brasileños. Con su sola presencia, la esclavitud ponía de manifiesto lainadecuación de las ideas liberales, que sin embargo, como mostró RobertoSchwarz (I977: 16), terminaron por orientar todo el movimiento: "La escla­vitud desmiente las ideas liberales; pero insidiosamente el favor,tan incom­

patible con ellas como con la primera, las absorbe y desplaza originandoun patrón particular".

No se trata de entrar en ese debate o de discutir si las ideas "estaban ono fuera de lugar" (cf. Carvalho franco, 1975). Lo que interesa es pensarde qué modo se produce una relectura específica cuando el liberalismopasa de ideología del Estado a moneda de prestigio: un tipo de lustre con­ferido a ciertas personas y teorías. El resultado es un evidente carácter orna­mental del saber, cierto desacuerdo entre la representación y el contexto."Las ideas liberales no podían practicarsc, pero al mismo tiempo eran inde­sechables", resume Roberto Schwarz (1977: 22), mostrando así cómo en ladinámica de esas ideas la falsedadera su parte más verdadera. De esa manera,con la intención de entender al Brasil, aquella élite realizará una serie dedesplazamientos conceptuales, pero a la vez llevará una ropa demasiadoajustada para estar a la altura de la fiesta en la que intentaba participar.

Considerando, entonces, la extensión del período imperial, así como delterritorio, y la relevancia del pensamiento social de esa elite intelectual, seescogieron tres personajes que pueden dar cuenta de manera ejemplardel escenario y del grupo que se pretende retratar. Son tres autores que,en momentos y en lugares diferentes del imperio, pusieron su empeño enhallar salidas para los obstáculos a la modernización brasileña y debieronhacer frente a las contradicciones locales: José Bonifácio, Manuel AraújoPorto-Alegre y Ioaquim Nabuco. Podría afirmarse que en los tres pensa­dores la imaginación era europea) mientras que la realidad era brasileña,

y que ese descompás daba lugar a soluciones inesperadas (d. Nabuco, 1988).

El recorte tiene sus propios límites internos. En primer lugar, se selec­cionó deliberadamente un determinado grupo intelectual bastante homo­géneo: una elite intelectual blanca que, a pesar de provenir de diferentespartes del imperio, tuvo actuación en la corte, se alimentó de un universode relaciones personales y se mantuvo asociada al rey.Éseera elgrupo durodel emperador, o la "panelinha de Sao Cristovéo" (como se llamó a estos

TRES GENERACIONES Y UN LARGO IMPERIO I 367

pensadores en tiempos de Pedro JI): frecuentadores asiduos del Paco impe­rial. Comedido y poco proclive a las rupturas, "el grupo duro del empera­dor" tendía a la conciliación, al mantenimiento del orden y de las institu­ciones, y a cierto pragmatismo, hoy conocido con elnombre de fisiologismo.Por cierto, éste no era el único circuito intelectual existente, pero sin dudael grupo áulico llegó a ser uno de los más influyentes. En segundo lugar,utilizamos una definición más extendida de intelectual, que comprendeno sólo la producción de obras escritas, sino también el trabajo de publi­cistas, novelistas, artistas y arquitectos, cuyos lazos y amarras socialeseran bastante claros. Llamarlos "intelectuales' es en cierta manera unasalida anacrónica, pues lo mejor sería considerarlos como "letrados" quegravitaban en la corte, a la vez que colaboraban en las funciones jurídicasy administrativas. Sin embargo, ellos fueron figuras híbridas que, comose verá, dieron nuevos sentidos al término, al crear, tal vez por primeravez en el Brasil, una literatura sobre la tierra patria, que en el transcursodel imperio dejaría de ser lusobrasileña para tornarse "nacional". Es posi­

ble verlos por tanto como pensadores de transición, que asumieron, demaneras inusitadas, funciones que los aproximaban al papel de intelectua­les. Como Antonio Candido (I957: 10) puso de relieve,se trató de una gene­ración "empeñada", cuya producción "comprometida" tenía un destino bas­tante inmediato. Laactividad era entendida como una "misión", una especiede modelo civilizatorio que celebraba el carácter particular, pero también

universal, de aquella realeza tropical. No es mera coincidencia que buenaparte de esa producción literaria portara la alcurnia de ser "brasileña", loque era por cierto más una construcción que una realidad. Amenazadospor la pobreza, en una sociedad que valoraba los títulos de doctor y denobleza) aquellos intelectuales se valieron de esas formas de prestigio socialcon e! propósito de construir un país y una imaginación, que invariable­mente se sujetó a la autofagia del imperio y de! propio soberano, de quien,

en último término, siempre dependieron para sobrevivir.

1. rosá BONIFÁCW: LA ILUSTRACIÓN COMO FORMA DE CIVILIZACIÓN

José Bonifácio de Andrada e Silva (1763-1838) fue el intelectual más promi­

nente a nivel nacional del período inmediatamente anterior y posterior ala independencia. Científico formado por la ilustración, Bonifácio se revelócorno un observador atento de la realidad nacional y fue responsable dela introducción de una serie de proyectos civilizatorios cuyo objeto era la

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368 I HISTORIA OE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA

creación de un país europeo en el medio de América. Provenía de una delas familias más ricas e influyentes de Santos (ciudad del litoral de la poraquel entonces provincia de Sao PauIo) yen 1783ya había dejado su pequeñaprovincia colonial para ir a estudiar a la Universidad de Coimbra. En elViejo Mundo, estudió en la universidad ciencias naturales y derecho, y llegóa destacarse como mineralogista, especialización que le permitió publicarestudios en revistas francesas e inglesas de ese campo. En Portugal, Boni­fácio formó parte del grupo de ilustrados lusitanos, liderados por Rodrigode Sousa Coutinho, que intentaban promover la modernización del Estadoportugués, así como sacar al país de la crisis económica y política. Entreestos intelectuales, que se consideraban herederos de la política "ilumi­nista" del marqués de Pombal, había una serie de brasileños, que en esemomento no promovían una política separatista para el Brasil. Bonifac¡ollegó a formar parte incluso de la Academia de Ciencias de Lisboa -rmpor­

tante centro del pensamiento ilustrado portugués- y, en 1812, fue nom­brado secretario de la institución. Los ensayos que escribió en aquel con­texto ponen de manifiesto su visión del papel del Brasil como coadyuvantede un imperio mayor, pues su concepción separatista sólo surgió más tardeal regresar a la tierra natal.

El científico volvió al Brasil en 1819, cuando ya tenía 56 años, y pasó aactuar en su país aplicando los lentes y el conocimiento adquiridos en sularga estadía en el Viejo Continente. Su carrera política en el Brasil fuemeteórica y breve. En 1821 fue nombrado vicepresidente de la Junta Pro­visoria de Sao Paulo, provincia en la que su familia había llegado a tenergran prominencia. Las juntas habían sido organizadas por la élite colo­nial que adhirió a la Revolución Liberal de Porto, movimiento que estallóen aquel año en la metrópolis y que, en un primer momento, las elitesbrasileñas saludaron positivamente. En particular, Bonifácio vio en ella nosólo un movimiento capaz de limitar el poder absolutista de Juan VI -con­virtiéndolo en un monarca constitucional-, sino también una iniciativaque tal vez asegurase la autonomía que el Brasil había conquistado con lalarga permanencia de la familia real en los trópicos americanos.

Sin embargo, con el curso de la revolución fueron tomando forma másdefinida algunas pretensiones de las cortes lusitanas, y fue quedando claroque la revolución era "liberal" para Portugal, pero que en lo que concer­nía al Brasil aspiraba a la recolonización, disfrazada o incluso abierta. Así,si en un principio no era posible comprender las pretensiones de las cor­tes, progresivamente las verdaderas motivaciones fueron quedando claras:las élites lusitanas se mostraban en efecto partidarias del constituciona­lismo, pero en cuanto al constitucionalismo brasileño, éste debería subor-

TRES GENERACIONES Y UN LARGO IMPERIO I 369

dinarse al portugués. Y ello tuvo una primera reacción positiva en la colo­nia, que de inmediato comenzó a seleccionar sus diputados para aprobaruna nueva constitución. La base de la representación brasileña se fijó segúnlos términos que regían el acuerdo más general, y el cálculo de la pobla­ción se llevó a cabo tomando como base el año de llegada de la corte aRío de Ianeiro.Io que dio como resultado una cifra de 2.323.386 habitan­tes y, como consecuencia, de 65 diputados (Oliveira Lima, 2003: 149-150).

Los diputados de Pernambuco fueron los primeros en llegar a Lisboa,seguidos por los representantes fluminenses y los de Bahía. Pero fue la ban­cada de Sao Paulo la que se mostró más preparada para lo que habrían de

enfrentar. Liderados por Antonio Carlos Ribeiro de Andrada Machado eSilva (posiblemente el más talentoso de los hermanos de José Bonifacío),el grupo llevaba instrucciones en las que se reconocían la pluma de Boni­fácio y sus temas predilectos; entre ellos, la abolición de la institución ser­

vil y la catequesis de los indígenas.Sin embargo, las instrucciones tuvieron poca utilidad, ya que, apenas

llegados a Portugal, los representantes brasileños se encontraron con lafalta de consenso. Las cortes ya habían comenzado a reunirse, y las pri­meras medidas apuntaban a la subordinación de los gobiernos locales aLisboa, así como a la revocación de los tratados comerciales de los tiem­pos de don Juan. Para aquellos que habían viajado a Portugal con la espe­ranza de encontrar allí un debate basado en principios igualitarios -untema muy apreciado por Bonifácio-, la realidad se mostraba opuesta y elBrasil no pasaba de ser, para muchos, "una tierra de macacos, de bananasy de negritos apresados en las costas de África (Fausto, 2002: 132).

Fue en ese contexto que la figura de José Bonifácio pasa a tener presen­cia nacional: comenzaba la carrera política de este personaje que luego seríaconocido como el"Patriarca de la Independencia'. Hacia fines de 1821,Boni­fácio asumió la tarea de congregar a los sectores de la élite nacional quepretendían frenar las pretensiones recolonizadoras de las cortes de Lisboa,a la vez que reunió bajo su liderazgo al grupo más conservador, opuesto ala separación política que defendían los radicales del círculo de IoaquimGoncalves Ledo. No se pretende resumir aquí los ímpasses que llevaron ala independencia, sino sobre todo mostrar el papel que Bonifácio desem­peñó en ella. En enero de 1822, fue convocado por don Pedro para que inte­grara su ministerio, y con ello pasó a ser elverdadero articulador de la inde­pendencia, tras convencerse de que, definitivamente, su antigua salida

política era insostenible.Ahora bien, Bonifácio logró la proeza de coleccionar enemigos por todas

partes. A pesar de que su ministerio cayó en julio de 1823, desde mayo de

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.170 I HISTORIA DE LOS INTHECTUALES EN AMÉRICA LATINA

aquel año había asumido su banca corno diputado en la Asamblea Cons­tituyente, con el objetivo de dar una constitución al Brasil. No hay paísindependiente que no cuente con un cuerpo de leyes autónomos, y Boni­fácio se dedicaría a darle una impronta liberal a la brasileña, si bien elesfuerzo resultó bastante poco fructífero dado que el emperador acabódisolviendo la Constituyente en 1823. El ex diputado resultó preso y depor­tado, y desde París escribió buena parte de sus textos políticos. En 1831tuvouna breve reaparición en elescenario político nacional, cuando asumió unanueva banca de diputado y la tutoría del príncipe don Pedro, tras la abdi­cación de Pedro I. Pero permaneció poco tiempo en la función: los mis­mos liberales que habían forzado su salida de la Cámara de Diputados lodestituyeron en 1832 de la tutoría. Bonifácio fue juzgado en rebeldía yabsuelto en ]835, con lo que finalizó su breve pero rimbombante carreraen la política local.

La actividad política de Bonifácio se caracterizó por la ambigüedad deun pensador conservador y, al mismo tiempo, radicaL En un continenteconfigurado por la alternativa republicana, Bonifácio luchó por la monar­quía constitucional, el único régimen que, según su visión, "nos llevaría ala civilización': También se dedicó a la constitución de un imperio brasi­leño, cuya permanencia deberían garantizar la monarquía y la figura sim­bólica del rey, evitando así la fragmentación que se observaba en el restodel continente. En principio contrario, pero luego francamente favorablea la emancipación política, el diputado paulista tuvo una actuación cen­tral en la salida conservadora que definió a la independencia brasileña.En plena América federalista, Bonifác¡o combatió por la centralización,por la unidad y por la monarquía.

También como científico y pensador, Bonifácio dejó un legado de lamayor importancia. Partidario de la creación de una nación homogénea,única manera de combatir los "vicios coloniales y la pereza que imperabaen el país", el Patriarca de la Independencia defendió el fin de la esclavi­tud, la necesidad de la creación de mecanismos de apoyo social y la inte­gración de los indígenas. Según su opinión, elmestizaje era la única salidapara la creación de una "raza brasileña", capaz no sólo de conducir a lahomogeneidad sino también a la ciudadanía. En sus textos aparece una crí­tica recurrente dirigida a las "consecuencias nefastas de la persistencia dela esclavitud en el territorio nacional", no sólo para los negros sino, sobretodo, para la élite blanca. Pensaba que la esclavitud llevaba a la violencia ya la ignorancia, e impedía la ciudadanía y la modernidad. "El mal ya estáhecho [decía, dirigiéndose a las élites], pero no lo hagamos cada vez mayor;aún hay tiempo de cambiar de dirección:' Y continuaba:

TRES GENERACIONES Y UN LARGO IMPERIO I 371

Generosos ciudadanos del Brasil que amáis a vuestra patria, sabed quesin la abolición total del infame tráfico de la esclavitud africana el Bra­sil nunca firmará su independencia nacional ni defenderá y asegurarásu Constitución liberal, nunca perfeccionará las razas existentes. [... J

Sin libertad individual no puede haber civilización ni riqueza sólida; nopuede haber moralidad y justicia (en Dolhnicoff 1998:6.J y 82).

En sus ''Apontamentos sobre as sesmarias'; el autor también hizo una defensade la reforma agraria como la única vía para alcanzar la modernidad. Su

proyecto preveía la confiscación y la venta de tierras improductivas algobierno y la colonización de las mismas por parte de indios, mulatos,negros libertos e inmigrantes europeos. Asimismo, como científico denun­ció la destrucción de los bosques y los prejuicios que causaba al Brasil.

Sin embargo, aun cuando Bonifácio fuese un "radical" en sus proyec­tos sociales, sostuvo con insistencia que el liderazgo de ese proceso debíapermanecer en manos de un "gobierno de sabios", liderado por una monar­quía constitucional organizada en torno del Parlamento. Sólo un Estadomoderno tendría la capacidad de administrar los conflictos, preparar laemancipación gradual de la esclavitud y mediar en las relaciones entreseñores y esclavos.

Pero sus proyectos reformistas tropezaron con intereses concretos, y supolítica tuvo más adversarios que aliados. "lemas como la abolición, la pro­tección de los indígenas, la reforma de la propiedad y la injerencia del Estadoeran irritantes para las elites locales, a las que Bonifacio pretendía guiar.No existía la "elite ciudadana" que Bonifácio idealizaba, y ello daba lugara una contrariedad que no tardó en manifestarse:

El brasileño es ignorante, pero vanidoso; antes de la independencia sóloapreciaban a Portugal, hoy se consideran mejores que los portugueses.[... ] Los brasileños gozan de ser curas, rábulas, escribientes, porque sonmodos de vida en los que no falta el trabajo soportable y de buena con­ducta; ser labrador y negociante exigiría de ellos más actividad yecono­mía, cosa que detestan (en Dolhnicoff, 1998:136).

El"Patriarca de la Independencia" fue entonces tanto un reformista osadocomo un rehén de la monarquía constitucional que había ayudado a implan­tar. Al mismo tiempo en que proponía proyectos audaces para la época,priorizó la intervención del Estado y la permanencia de los intereses de losgrupos dominantes y esclavistas. Constituye un buen ejemplo de los inte­lectuales que dominaron los primeros momentos del imperio, los cuales, a

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372 I HISTORIA DE lOS INHléCTUAlES EN AM~RICA LATINA

lavezque pretendían -con el lápiz y e!papel- imaginar una monarquía civi­lizada, se hallaban bloqueados tanto por las limitaciones impuestas por lasélites dominantes como por las estrechas fronteras de la realeza que en defi­nitiva había liderado la emancipación. La imaginación política y la forma­ción iluminista reclamaban medidas que eliminasen la desigualdad exis­tente en la basede la sociedad.Ahora bien, los marcos teóricos permanecieronsujetos a la inserción de clase de un autor que, aun cuando tuviese comoobjetivo actuar como un "guía ilustrado para una élite ciudadana", nuncapretendió malquistarse con ella y, menos aun, con la realeza.

Se percibe así un abismo entre representación y realidad} y los textosde Bonifácio adolecen de la distancia existente entre la idealización y sudifícil realización. La"independencia" no era un proceso conocido sino unmovimiento inventado, e incluso improvisado, en toda América del Sur.Palabras como "descolonización" o "neocolonialismo" no formaban partede la jerga de la época, y la propia experiencia europea, a pesar de consti­tuir un modelo, en nada se parecía a nuestra realidad. Por lo tanto, se tra­taba de inventar nuevos proyectos imaginativos}que no tenían que ser meraimitación o reproducción de Jos discursos europeos (Pratt, 1999).Y Boni­facio quedó en el medio. Su carrera política fue corta y sus discursos seríanobjeto de relectura, y tendrían mayor impacto, sólo en tiempos futuros,cuando e! combate a la esclavitud, a mediados de la década de 1870, pasóa ser una cuestión imposible de soslayar o de tergiversar.

2. PORTO-ALEGRE: EL ARTE COMO PROYECTO DE CIVILIZACIÓN

Manuel Araújo de Porto-Alegre (1806-1879), barón de Santo Ángela, fueuno de los talentos más paradójicos de la élite intelectual que dominó laescena de mediados del Segundo Reinado, el período de apogeo del impe­rio. Pintor, caricaturista, historiador del arte, poeta, diplomático, autordramático, periodista, Porto-Alegre se destacó en una serie de activida­des) a la manera de buena parte de su generación, que se desdobló paraactuar en todos los espacios que podía ocupar. Pero fue a partir del arteque construyó su proyecto de nacionalidad. En particular en las llamadas"bellas artes" -la arquitectura} lapintura, la estatuaria y la escultura-, Porto­Alegre encontró su forma central de actuación y dio lugar a lo que se anun­ciaba como una nueva "brasileñidad''

Totalmente volcado al mecenazgo de don Pedro He-cuyo "cuartel gene­ral" y punta de lanza de su proyecto cultural fue el Instituto Histórico y

TRES GENERACIONES Y UN lARGO IMPERIO I 373

Geográfico Brasileño, fundado en 1838 en Río de Ianeiro en el Segundo Rei­nado-, Porto-Alegre fue e! responsable de buena parte de la simbología delimperio y que resultó fundamental para su propia efectivización. Tuvoasí que hacer frente al desafío de su grupo, es decir, pensar en las particu­laridades del imperio brasileño, al mismo tiempo que intentaba incluirloen el conjunto de las naciones civilizadas.

Oriundo de Rio Pardo, en Rio Grande do Sul, Porto-Alegre llegó aRiode Ianeiro en 1827y de inmediato pasó a ser miembro de la primera camadaque frecuentó la Academia Imperial de Bellas Artes, fundada en 1826. Seespecializó en pintura histórica y fue discípulo dilecto de lean BaptisteDcbret, a quien acompañó a París en su regreso a la tierra natal. Asimismo,formó parte de la primera leva de estudiantes de la que luego sería cono­cida como la Misión Artística Francesa, un grupo de formación neoclásicay ligado a las guerras napoleónicas que llegó al Brasil, en 1816, con el pro­pósito de crear una academia y dar una nueva representación a la colonia.Si bien la misión fracasó respecto de su primer objetivo, Porto-Alegre llegóa ser un nombre importante en la historia de laAcademia Imperial de BellasArtes. Con anterioridad había realizado su formación académica en Fran­cia con Gross y,junto con sus amigos Goncalves de Magalhaes y Franciscode Salles Torres Homem, fundó la revista Nitheroy, considerada como elmarco inicial del romanticismo literario en el Brasil.

Este grupo, al que luego se sumaron el poeta Goncalves Días yelliteratoIoaquím Manuel de Macedo, y con el que elartista mantuvo estrechos lazosde amistad, tuvo un papel fundamental en el regreso de Porto-Alegre alBrasil. El grupo de colegas ocupó una serie de lugares en las institucionesde prestigio de la corte -como el Instituto Histórico y Geográfico Brasi­leño y el Imperial Colegio Pedro 1I- y se dedicó a escribir, sobre todo, enlas áreas de historia, geografía, literatura y enseñanza. Además, e! círculode amigos se benefició de la proximidad con Pedro Il, a quien a menudodedicaron sus obras y que los financió en varias ocasiones.

Pero fue por medio de su arte que Porto-Alegre ganó definitivamentela gracia del Paco. Don Pedro 1 había valorado positivamente un estudiorealizado por el artista para un cuadro en conmemoración de los nuevosestatutos de la Academia de Medicina. Tras ese primer contacto, y luegode! viaje a Europa, el pintor fue convidado a realizar una serie de retratosde la corte, y esa posición le aseguró, en 1837, el puesto de profesor en laAcademia de BellasArtes. A partir de allí despegó su carrera, y en 1838 fueinvitado a ejercer la enseñanza en el recientemente fundado Imperial Cole­gio Pedro I.L(institución dilecta del emperador y un verdadero trofeopara todo aquel que ingresase en ella como profesor o director).

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374 I HISTORIA DE lOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA

Porto-Alegre contó también con la protección de uno de los hombresmás influyentes del Paya, Paulo Barbosa da Silva,que había sido nombradomayordomo de la Casa Imperial, en 1833, tras el fin de la tutoría de Boni­fácio. Junto con Aureliano de Sousa Coutinho, por aquella época Barbosarodeaba al joven príncipe y llegó a ser un personaje clave en el momentode la proclamación de la mayoridad de Pedro Il. Ésta fue la llamada Fac­ción Áulica (o elgrupo de la Ioana)," que, además de ocuparse de las finan­zas de la Casa Imperial, tenía incumbencia en la definición de las fiestas ydel calendario de la corte. Así, debido a sus buenas relaciones personales,Porto-Alegre fue convocado a actuar en el principal ritual que el imperiose disponía a celebrar: la consagración de Pedro JI en 184 0 .

Como orador oficial del Instituto Histórico y Geográfico Brasileño, Porto­Alegre pronto se vinculó con el proyecto romántico de la institución -laelevación del indígena como alegoría mayor de la nacionalidad brasileña­y tuvo como meta la creación de una 'identidad" local. En efecto, la unifi­cación política pasaba por una unificación cultural, y nuestro artista sededicó a la tarea con los instrumentos que poseía. Se destacó como el res­ponsable del proyecto para la consagración del monarca, que debería serel momento capital en la imaginación política del imperio. Allí se iba a rea­lizar el gran teatro de la nueva nación y de una élite empeñada en construiruna representación idealizada de la monarquía. Porto-Alegre se dedicóespecialmente a la construcción de un gran edificio provisorio acoplado ala Plaza del Paya, conocido como "Veranda'; y que fue la sede de las gran­diosas fiestas de coronación de Pedro 11. Las obras se llevaron a cabo a lolargo de seismesesy emplearon materiales yprofesionales destacados: made­ras, telas, vidrios, tintas, herrajes, fuegos artificiales, carpinteros, pintores,costureras, artistas consagrados yaprendices. Manuel de Araújo Porto-Ale­gre elaboró y dirigió el proyecto y su ejecución, por lo que recibió unagratificación mensual de 250.000 réis. Además, él mismo pintó las obrasmás relevantes de la decoración y orientó los trabajos de un grupo de dis­cípulos. Arañas de cristal, apliques, globos, docenas de copas de vidrio, fino

parqué, oro y plata para dorar y platear, torneados, inscripciones, tallas,bordados, franjas, cordones, empapelados, terciopelos, damascos y sedas,guarniciones y galones de oro, telas de oro y plata, tapices ... son descritosy listados en el documento de rendición de cuentas de la famosa Varanda(cf Arquivo Nacional, Fundo Casa Imperial, documentos relativos a la con­sagración y la coronación de don Pedro 11).

" El nombre de la asociación se debe a que sus reuniones se llevaban ..1 cabo en la casadel mayordomo Paulo Barbosa, situada en los márgenes del río loana. [N. de la '1: I

TRES GENERACIONES Y UN LARGO IMPERIO I 375

La Varanda era en realidad un edificio provisorio, construido especial­mente en la Plaza del Paco, pero que tendría un lugar destacado en la sim­bología del imperio. De grandes proporciones, estaba ligado al Paco y a laCapilla Imperial y ocupaba todo el espacio entre ambos edificios, y fue di­vidido en tres partes principales: un templo y dos pabellones a cada lado,con sus respectivas galerías que los comunicaban con el templo central. Elartista creó símbolos y alegorías con el propósito de representar los anhe­los de la élite política y el perfil que el joven Pedro debería exhibir ante lanación y, paralelamente, ante el imperio: la imagen del nuevo reinado. Enprimer lugar, ya el término "templo", como se llamó a la parte central deledificio donde se ubicaría Pedro 11 tras la coronación, tenía un sentido deculto religioso, de exposición divina y de respeto. En un plano más físico,se destaca el nombre dado a los pabellones laterales: Amazonas y Plata, enhomenaje a los gigantescos ríos, señaladores de fronteras e inmensos comoel imperio, que fueron representados por medio de dos estatuas colosales.

El proyecto de Porto-Alegre apuntaba a unir lo particular y lo univer­sal, y así el artista reunió alegorías del Viejo Mundo con referencias alBrasil. Junto a los leones instalados al pie de la escalinata del Pabellón Plata-y que representaban la fuerza y el poder- o a las estatuas de la Justicia yde la Sabiduría con la inscripción "Dios protege al Emperador y al Brasil",el decorador oficial introdujo escenas de la monarquía, e incluso referen­cias a las tribus indígenas locales. Yen una mezcla de cosmologías, dispusodcllado del Brasil un monumento de oro con la esfera de sus armas. Ade­más, a fin de fortalecer la imagen del predestinado soberano, grandes meda­llones representaban a Carlomagno, Francisco 11, Napoleón y Pedro elGrande junto con las armas de Portugal y de Austria. Por último, en lamisma sala del trono, la gran y apoteótica propuesta a los destinos histó­ricos del país: el emperador Pedro ll, investido del ejercicio de sus dere­chos constitucionales, "expulsaba los vicios, las calamidades y los críme­nes que habían desgarrado al imperio durante la minoridad". La imagenresumía la representación de la sabiduría y de la virtud del nuevo régimen:mientras que los vicios se retiran, "las ciencias, las artes y las virtudes cívi­

cas llegan en su lugar". Por las galerías y los pabellones, se representabanhomenajes y hechos históricos -el día del "Pico"; la independencia y pró-

" E19 de enero de 1822 el entonces príncipe regente don Pedro, contrariando lasórdenes de las cortes portuguesas que exigían su regreso a Portugual, decidiópermanecer en el Brasil e hizo la famosa declaración que da nombre a la fechaconmemorada: "Se é para o bem de todoseJelicidadc geralda Nacao, cstoupronto!Digam ao pavo que fico" [Si es para el bien de todos y la felicidad general de la

Nación, [estoy preparado! Díganle al pueblo que me quedo]. [N. de la T.]

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376 I HISTORIA DE lOS INTElECTUAlES EN AMÉRICA LATINA

eeres de la patria tenían sus nombres grabados en piezas sostenidas por

columnas-, y algunos indígenas bien seleccionados eran citados por susnombres: Caramuru, Araribóia, Tibirica. Como puede verse, mediante ese

recorte temporal y de los acontecimientos, Porto-Alegre fortalecía y daba

lugar a los presupuestos de una historia oficial que era "nacional" por ser

indígena y tropical, pero también común al mundo civilizado europeo,pues estaba liderada por un monarca de origen europeo.

Porto-Alegre se ocupó también de diseñar las ropas que llevó elmonarca

durante la ceremonia y de conducir buena parte del ritual, lo que le valió

el nombramiento de pintor de la Imperial Cámara, el 28 de julio de 1840.

A partir de entonces, el artista prácticamente dominó solo todas las acti­vidades relacionadas con las "bellas artes": en 1842 fue nombrado director

de la sección de "Numismática, Artes Liberales, Arqueología, Usos y Cos­

tumbres de las Naciones Antiguas y Modernas" del Museo Nacional y, en

el mismo año, realizó el cuadro oficial "Coronación de Pedro 1I". En 1843

diseñó la decoración de las bodas imperiales de don Pedro 11 con Teresa

Cristina, y en 1845 se le encomendó la tarea de uniformizar la estética delPaco de Sao Cristováo y la arquitectura interna del Palacio de Petrópolis,

siempre privilegiando una lectura al mismo tiempo "tropical y universal"

para el Brasil. Ésa era la arquitectura mestiza de Porto-Alegre, también

conocido como el introductor de motivos brasileños en el arte decorativoy arquitéctonico local. En Petrópolis, el artista haría un "festín": entre los

modelos clásicos europeos y los símbolos de la familia imperial (la Corona,

las iniciales de los emperadores, los dragones de los Braganza) aparecenfrutas como ananás, cajús, pitangas, ararás y guayabas. En la alcoba matri­

monial, amapolas -las famosas "adorrnideras"-, que deberían inspirar el

sueño de Sus Majestades. Al fin de cuentas, y según la documentación

que legó el artista, éramos la más tradicional de las monarquías -formada

por una dinastía Braganza y Habsburgo- pero también la más original: por

su naturaleza y sus naturales (específicamente los indígenas y no los escla­vos, que fueron olvidados en la representación oficial).

Porto-Alegre también fue reconocido por la reforma que llevó a cabo

en la Academia Imperial de Bellas Artes (entre 1854y 1857), cuando fue

propuesto directamente por Pedro 11, como se manifiesta en el discurso

dado en esa institución en 1855, ya como nuevo director: "Señor, nada seré

sin la inmediata protección de Vuestra Majestad: tengo las espaldas hela­

das y las necesito más calientes; porque quiero tenerlas y poder aun que­mar el garrote que me postra". La reforma, la mayor promovida hasta

entonces, también se vio limitada por el mecenazgo de las relaciones impe­

riales. Pero el artista, que deseaba tener sus "espaldas calientes': se vio afee-

TRES GENERACIONES Y UN LARGO IMPERIO I 377

tado por la llegada de nuevos grupos yen 1857 fue obligado a renunciar

a su puesto de director. A partir de entonces, vivió fuera del Brasil, desem­peñando funciones oficiales: fue cónsul brasileño en Berlín, y luego en

Dresden y en Lisboa en 1867. Sin embargo, la vida de Porto-Alegre sólo

parecía tener sentido si estaba vinculada a la corte, verdadero centro neu­

rálgico de aquel contexto. Murió pobre en 1879,en Lisboa, y fue enterrado

en una bóveda prestada.En realidad, el estatus social que había conquistado con su trabajo junto

al monarca, o los títulos que recibió por sus servicios prestados al impe­

rio, brindaron a Porto-Alegre un sustento mucho más copioso que las gra­

tificaciones o los salarios. Además de ser barón, a partir de 1874 -sin grande­za, como la mayor parte de los títulos concedidos por el monarca Pedro 11­

fue comendador de la Imperial Orden de Cristo y dignatario de la Impe­

rial Orden de la Rosa. Adepto a las mercedes y a los honores como todo"buen monárquico", como solía definirse, Porto-Alegre vivió de los esce­

narios frágiles que creó y del seno de la corte que compartió.

Todo su trabajo apuntaba a la elevación de una monarquía constitu­

cional dedicada a un juego de emulación y de contras.tes recíprocos. Así,pretendía realizar una especie de síntesis entre la exaltación de un impe­

rio ilustrado y civilizado y un reino particular, es decir, tropical y exótico.

Por un lado, era necesario dotar de antigüedad a la monarquía y, para

ello, Porto-Alegre se ocupó de instalar escenarios que parecían europeos

y arcaicos. Por otro lado, se trataba de encontrar una "esencia local", sur­

gida de las "gentes brasileñas" (es decir, los indígenas transformados enbuenos salvajes) y de la naturaleza de los trópicos. Con ese propósito, Porto­

Alegre colocó en sus decoraciones tribus indígenas y frutos como mara­

cuyas, cajás y pitangas, y al mismo tiempo no desechó las alegorías clási­

cas. Tal era el desgarramiento de su generación, que intentó hacer de su

actuación un gran teatro. Asimismo, el artista se ocupó de elaborar los pri­

meros ensayos sobre "arte brasileño" así como de crear una tradición pic­

tórica local, que, según él, se encontraba en los temas reconocidamente«nacionales". En su empeño por formar un arte local, marcado por el bino­

mio naturaleza y civilización, nuestro autor creó un verdadero repertorio

de artistas y de obras (Squeff, 2004).

Porto-Alegre representa un ejemplo de la polivalencia que caracterizó

a esa generación y de los vínculos entre la intelectualidad decimonónica y

el poder, sobre todo en el momento de mayor estabilidad del imperio. En

este caso, se llegaba a un proyecto de nacionalidad y a la elevación del Estado

por medio del arte. Más aun, en este caso los compromisos con un artepalaciego hicieron del autor un prisionero áulico; en efecto, si en ciertas

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378 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA lATINA

piezas teatrales o en los proyectos de reforma urbana que elaboró Porto­Alegre puso de manifiesto alguna contrariedad respecto del gobierno, suverdadera "misión" pareció ser su proyecto artístico para el Paco y, en esesentido, el artista fue por encima de todo un intelectual orgánico preocu­pado por garantizar la continuidad del, Estado, El artista fue un modelode la intelectualidad que rodeó al emperador y que vivió, junto con él, elapogeo de un sistema que siempre procuró ocultar la realidad de su juven­tud o la penetración de la mano de obra esclava. Para Pedro 11 y sus inte­lectuales, el país era exótico en su exterioridad, pero tradicional y euro­peo en su verdadera esencia y en su identidad.

3. JOAQUlM NABUCO y LAS AMBIGÜEDADES DE UNA GENERACIÓN

Por último, resta analizar elcontexto del desmontaje del imperio y el papelque esta intelectualidad asumió a partir de entonces. La década de 1870 y eltérmino de la Guerra de! Paraguay delimitan e!apogeo y,paradójicamente,el comienzo de la declinación de la monarquía. El apogeo, pues en su pri­mer año la contienda trajo muchos beneficios al imperio y a su mayor líder,ya que el monarca, convertido en "rey guerrero", se hacía aun más popularen el imaginario local. Pero ése es también e! comienzo de la declinación:la guerra no resultó ser tan corta como lo habían imaginado el soberano,sus ministros generales e incluso sus aliados, la Argentina y el Uruguay.Por otro lado, en esos años, el gobierno se dedicó de manera tan intensa alconflicto que apenas restó tiempo para llevar a cabo las reformas internas.Además, la guerra tuvo un costo económico enorme: 6]4.000 cantos deréis, es decir, onces veces el presupuesto gubernamental para el año 1864,

lo que generó un déficit que se prolongó hasta 1889 (Doratioto, 1996:7).La guerra se convirtió, pues, en una divisoria de aguas en la historia del

imperio y tras su final, en 1870, ganó cuerpo la campaña en favor de la repú­blica y, sobre todo, de la abolición de la esclavitud. Por ejemplo, en elcomienzo de la década de 1870 se crearon el Partido Republicano, la "Socie­dad de Liberación" y la "Sociedad Emancipadora del Elemento Servil".Ade­

más, el 28 de septiembre ~f~8;yse aprobó la Ley del Vientre Libr~, que, apesar de su perfil conservador, significaba un paso importante-hacia el tér­mino de! cautiverio en el Brasil.

Sin embargo, y a pesar de la creciente presión internacional, e! imperiono asumió la conducción del proceso abolicionista. Tras la Guerra de Sece­sión en los Estados Unidos y con la victoria de la Unión en ]86'), el Brasil

TRES GENERACIONES Y UN LARGO IMPERIO I 379

pasó a ser, junto con Cuba, uno de los últimos países que permitían la escla­vitud en su territorio. De esta manera se producía una fractura en la ima­gen exterior de! país, pues, al mismo tiempo que en los almanaques euro­peos se difundía la representación civilizada de la monarquía brasileña,ésta era también asociada a una guerra sangrienta y a la idea de que pos­

tergaba la abolición definitiva de la esclavitud.En ese contexto, la actuación de Ioaquirn Aurélio Barreta Nabuco de

Araújo (1849-1910) -el político más emblemático cuando se evoca e!ocasode! Segundo Reinado brasileño- pasó a tener peso a nivel nacional. Nacidoen Recife, Nabuco vivió en el seno de una familia influyente en el ámbitolocal. Su padre, José Tomás Nabuco de Araújo -futuro senador, conse­jero de Estado y ministro del imperio-, provenía de una familia bahianaque había dado senadores al imperio desde el Primer Reinado. La madre,Ana Benigna de Sá Barreta, provenía de una familia tradicional de la región-los Paes Harreto-, que desde hacía más de dos siglos gozaba de presti­gio económico, social y político en Pernambuco y que estaba vinculadacon Francisco Paes Barreta, último beneficiario del mayorazgo del Cabo

y marqués de Recife.Nabuco no pasó su primera infancia en compañía de los padres, pues

éstos se habían mudado a la corte. Así, pocos meses después de su naci­miento ]oaquim Nabuco pasó a vivir con los padrinos, Ioaquim AurélioPereira de Carvalho y Ana Rosa Palcáo de Carvalho, en el ingenio Mas­sangana, donde pasó los primeros ocho años de su vida. La estadía lo marcóprofundamente, al punto de que en sus Memorias comenta: "Los prime­ros ochos años de mi vida fueron, en cierto sentido, los de mi formación,instintiva o moral, definitiva". Esos años de la infancia en un ingenio escla­vista también habrían echado en su espíritu e! germen de la reacción con­tra una de las más sólidas instituciones brasileñas de la época: la esclavi­tud. Massangana es asimismo el nombre de uno de los famosos ensayosde Nabuco, escrito en el exilio, donde el autor revela sus inclinaciones aun mismo tiempo radicales y conservadoras: la esclavitud es la cuestióncentral, pero la salida de Nabuco es progresista, nunca revolucionaria.Por un lado, se opone a la esclavitud y exige su condena; por otro lado, per­cibe una "docilidad" en la relación entre el señor y el esclavo:

La esclavitud permanecerá por mucho tiempo como la característicanacional del Brasil. Ella desparramó por nuestras vastas soledades unagran suavidad; su contacto fue la primera forma que recibió la natura­leza virgen del país y fue la que él conservó; con sus mitos, sus leyen­

das, sus encantamientos (Nabuco. 1995: 2R).

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380 I HISTORIA DE LOS INTElECTUALES EN AMÉRICA lATINA

Tras la muerte de su madrina, en 18S7, Nabuco se mudó a Río de laneiroy fue a vivir con los padres. En 1866, comenzó sus estudios en la Facultadde Derecho de Sao Paulo. Elambiente mostraba una temperatura políticaelevada, pero en ese entonces Nabuco, aún llamado por su apodo, Quin­quim, era sobre todo un dandy que seguía la moda, dedicado a las fiestasya las mujeres, y sofocado bajo la sombra del padre. Sin embargo, la vidafinanciera de la familia en la corte no era de las más fáciles y, en 1869,loa­quim Nabuco se vio forzado a seguir sus estudios en la Facultad de Dere­cho de Recife, donde actuó como abogado defensor de un esclavo acu­sado de homicidio doble, para escándalo de la élite pernambucana. Enesa facultad dominaban los estudios raciales del grupo de Silvia Romero,pero Nabuco se mantuvo apartado de ese debate y se transformó en unportavoz, aún tímido, de la abolición en el Brasil. En esecontexto, y haciendocoro con las demás presiones que tomaban forma más definitiva tras elfin de la Guerra del Paraguay, Nabuco escribió en ]870 A esaavidao.

Pero todo indica que Nabuco, de temperamento ciclotímico y propensoa la melancolía, quiso apartarse del mezquino contexto intelectual local.En 1873 buscó una nueva formación en el extranjero y, con la ayuda de laherencia recibida tras la muerte de sus tíos, hizo el primero de sus muchosviajes a Europa. Este tipo de experiencia situó a Nabuco en un dilematípico de muchos de los intelectuales brasileños del siglo XIX: por un lado,el amor reverencial por la cultura europea Yl por el otro lado, la necesi­dad de pensar nuevos proyectos para la madre patria. inspirado por lasvivencias en el Viejo Mundo.

Con ese espíritu, en 1878 Nabuco inició su carrera política, cuya baseelectoral fue la provincia de Pernambuco. Los relatos de la época hablande la oratoria arrebatadora del joven político y de su inesperada victoriaen su primera elección como diputado. Sin embargo, la vida en el Parla­mento resultaría diferente del púlpito popular y, allí, su aguerrida batallacontra la esclavitud terminó por impedir su reelección al año siguiente.

Como consecuencia, entre los años 1840 y 18so, el joven estadista sededicó a estudiar la política pernambucana, en la misma época en que eljuez José Tomás Nabuco de Araújo, su padre, actuaba en el partido con­servador. Ése fue el período decisivo para la construcción de su proyectoabolicionista, que pretendía alcanzar un equilibrio entre liberales y con­servadores. Curiosamente, en 1840 los argumentos más contundentes deNabuco eran disputados tanto por los liberales como por los republica­nos y los conservadores. Nabuco se preparaba entonces para asumir sulugar en el abolicionismo legal, es decir, predicaba e! fin de la institución,pero sin la transformación radical de la estructura vigente y contando

TRES GENERiHlONES y UN lARGO IMPERIO I 3M1

con la intervención del Estado. En 1877 obtuvo su primer cargo público,el de agregado de la delegación en los Estados Unidos, que le propor­cionó un mayor conocimiento del país, contactos y estudios en Nueva Yorkyen Washington. En su residencia, organizó la Sociedad Brasileña contrala Esclavitud y asumió el rol de bardo de la causa.

Sin embargo, la suerte no estaba de su lado y en las elecciones de 1882­1883 fue derrotado. Desilusionado, partió una vez más hacia Europa y

allí escribió O abolicionismo, su obra más divulgada y que sintetiza susaños de combate a la esclavitud. El libro es tributario en gran medida delaprendizaje que Nabuco hizo en sus viajes al extranjero. En efecto, con e!diplomático e historiador Oliveira Lima estudió los problemas legadospor la herencia colonial ibérica; del contacto con el grupo Anti-Slavery

-una asociación inglesa que fomentaba la formación de filiales y acogíaadeptos para actuar, en especial, en las colonias inglesas- adquirió el pan­teón de ideas abolicionistas inglesas; a partir de su trabajo en la prensainglesa, sobre todo con Picot -director del Jornal do Comércio en Europa-,y como corresponsal de ese periódico aprendió e!estilo límpido y directoque impera en la obra.

Es interesante notar que, al igual que otros intelectuales brasileños,Nabuco pudo escribir su obra de mayor importancia en e!destierro, cuandosufría por la "nostalgia de! hogar" pero mantenía su pensamiento libre delas injerencias partidarias -bien lejos de los intereses que combatían en laescena política nacional-. En O abolicionismo, loaquim Nabuco presentaun verdadero libelo contra la herencia legada por los portugueses: "laafricanización del Brasil" derivada de la esclavitud. Al igual que Bonifá­cio, vislumbraba e! surgimiento de una raza brasileña formada por mes­tizos y por la conciliación de todos los pueblos constructores de la nacio­nalidad. Pero el político no incluía a la monarquía dentro del paquete deinstituciones que deberían ser desmontadas. Juzgaba que la aboliciónsólo sería posible a la manera inglesa, con una realeza capaz de garantizarla unidad territorial y política.

Durante su estadía en Londres, Nabuco fue cincelando su obra, mien­tras se mantenía como corresponsal del Jornal do Comércio y de La Razón,

de Montevideo, además de estar empleado en la 5ugarFactortes, una com­pañía vinculada a la fabricación de! azúcar en e! Brasil. Pero nuevamentelo asaltó el deseo de hacer política en su tierra y entre 1878 y 1885 no sóloelaboró una teoría sobre la esclavitud brasileña, sino que también se invo­lucró en disputadas campañas electorales. A partir de ese momento, lacuestión de la abolición ocupó todo el escenario nacional y se convirtióen un tema suprapartidario.

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382 I HISTORIA DE LOS INHLECTUAlES EN AMÉRICA LATINA

En la campaña para las elecciones de 1884, loaquirn Nabuco alcanzó sumayoría de edad política. El ideario expuesto en las páginas de O abolicio­nismo ganó alma y visibilidad en sus discursos, que eran cuidadosamentetaquigrafiados y luego publicados. En sus pronunciamientos, en la Recifede fin de siglo, Nabuco defendió una nueva ley agraria y publicó A cam­panha abolicionista no Recife: eleicóes de 1884. En junio de 1885 obtuvo lavictoria con el apoyo de los militantes de los movimientos abolicionistaspernambucanos reunidos en diversas asociaciones civiles.

En septiembre de 1887, Nabuco asumió su tercer mandato en la Cámarade Diputados y vio, al fin, concluida la liberación de los esclavos. Con lapromulgación de la escueta ley del 13 de mayo de 1888,la leyÁurea, que enuna sola frase consideraba extinta la esclavitud en el Brasil, se concretabaelsueño del Patrono de la Raza Negra. Lejosde los proyectos radicales -quepreveían la inserción de la mano de obra esclava-o y de los más conserva­dores -que anhelaban la indemnización de los ex propietarios-, la leyeraconcisa y sólo liberaba un porcentaje reducido de los pocos esclavos quea esa altura se encontraban en tal situación. Pero el Patrono era definiti­vamente propenso a los cambios psicológicos, y en los últimos años se pro­dujo su acercamiento al soberano y al propio sistema monárquico. EnMinha [ormocao definió lo que consideraba como el carácter singular dela realeza: "la pompa, la majestad, todo el aparato de la realeza formabaparte, para mí, de los artificios necesarios para gobernar, satisfacer la ima­ginación de las masas, cualquiera sea la cultura de la sociedad" (Nabuco.1995: 28). Estaba embriagado por la realeza y creía que la ley Áurea, pro­mulgada por la princesa Isabel, sería el acto más popular capaz de garan­tizar la supervivencia del imperio. Pero el abolicionista resultó ser un malheraldo y no previó el final casi inmediato del sistema que tanto defendía.Así,en 1889, desilusionado por la caída del imperio el político se alejó volun­tariamente de los asuntos públicos y se convirtió en uno de los autoexi­liados del imperio.

En 1889 contrajo matrimonio con Evelina Torres Soares Ribeiro,hija delbarón de Inhoá y hacendado en Marica, en la por entonces provincia deRío de [aneiro, lo que le dio mayor estabilidad financiera. Sededicó enton­ces a escribir sobre su experiencia política y publicó, sucesivamente, Porque sou monarquista (1891), O deberdos monarquistas, Balmaceda. A inter­venplo estrangeira na Revolta de 1893 y Um estadista no lmpério: Nabucode Araújo (1895-1896), y en 1896 participó, junto con Machado de Assis,en la creación de la Academia Brasileña de Letras. El político se habíaconvertido en un pensador y separaba claramente la idea de la abolicióndel proyecto de la república: "La expulsión del Emperador me abatió 1TI.1s

TRES GENERACIONES Y UN LARGO IMPERIO I 383

profundamente que todas las caídas de tronos o catástrofes nacionales que

acompañé de lejos" (Nabuco, 1995: 35).El romance con el nuevo gobierno republicano tardó en concretarse, y

sólo en 1899 Nabuco aceptó defender al Brasil en la cuestión de los lími­tes con la Guayana inglesa. Al año siguiente publicó Minha [ormacao, unlibro en el que rehace su memoria personal y política. Allí recuerda suvida en el ingenio, ensalza la memoria del padre y recupera su itinerariointernacional, mostrando su preferencia por Londres, sobre todo en com­paración con Nueva York. La obra es un verdadero viaje sentimental y enella, melancólicamente, el intelectual radical hace del pasado su paraísoperdido. Su vida ya no pasaba por Recife;decía ser "un espectador más desu siglo que de su país [... ] para mí, la obra es la civilización, y se está repre­sentando en todos los teatros de la humanidad" (Nabuco, 1995: 35).

Aun así, en 1905 aceptó elcargo de embajador del Brasil en Washington,donde tuvo un papel destacado no sólo en la organización de la 11 1Confe­rencia Panamericana, realizada en Río de [anciro en 1906, sino tambiéncomo gran defensor de una política panamericana basada en la antiguadoctrina Monroe. A su muerte, en 1910, ya era considerado como un ver­dadero estadista, tal vez el mayor que el Brasil había tenido.

Aún resta mencionar los diarios de Nabuco, escritos corno un legado ala inmortalidad. En el libro Minha [ormacáo confesaba que "entre noso­tros, el sentimiento es brasileño. La imaginación es europea". Y, en efecto,toda la reflexión del escritor parece construida a partir del diálogo entre losviajes que realizó y las conclusiones que extrajo de ellos. "Viajar es ver",escribió Nabuco en sus Diarios, revelando su tendencia a observar otrasrealidades y, a partir de ellas, pensar en su propio país. En los Diários (tresmil ochocientas páginas en dos volúmenes) se reconoce el estilo del autor)que siempre combinó el activismo político con elconocimiento del mundoy con mucha reflexión personal. Los Díários también muestran que paraNabuco todo parecía ir quedando con un aire del pasado. Al comparar elpasaje de los siglos con la confluencia de dos ríos, el polemista admite queno sabe nadar: "quedo inmóvil en el margen en el que nací". Se resignabaasí a una especie de ostracismo, al tiempo que denunciaba la censura y elarbitrio de la república, un régimen al que consideraba "infame y bárbaro".Los tiempos eran otros, y con la sordera que había desarrollado pasaba a

ver "el mundo corno una gran pantomima".Nabuco es, pues, un intelectual marcado por las ambigüedades de su

época. De activista radical, mentor del abolicionismo legal y de proyectosque alentaban reformas sociales, con el tiempo paso a ser un partidariointransigente de la causa monárquica. Su carrera estuvo marcada por un

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384 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA

gran giro, condicionada por el recuerdo del padre y del modelo conserva­dor, o por su papel corno defensor del panamericanismo. Latrayectoria deNabuco es emblemática de las élites imperiales, modernizadoras y con­servadoras. En sus libros y panfletos, el estadista abordó temas corno lasoberanía, la ciudadanía, las reformas social e institucional; sostuvo la ideade que el país debería organizarse según el modelo inglés, y propuso coninsistencia la remoción de la institución que consideraba como el mayorobstáculo para el ingreso del capitalismo. Sin embargo, y al mismo tiempo,fortaleció y promovió un modelo de modernización conservadora sobrela base de la elección del régimen monárquico y de la intervención delEstado. Observó el modelo europeo y sostuvo siempre que "los brasileñospertenecemos a América por el sedimento nuevo, fluctuante de nuestroespíritu, y a Europa por sus capas estratificadas" (Nabuco, 199.5: 35).

UNA ÉLITE INTELECTUAL COMPROMETIDA

La defensa de la unidad, de la centralización -a pesar de las diferenciasregionales- y de la monarquía en plena América fue una apuesta funda­mental de la élite intelectual perteneciente al círculo monárquico y fir­memente vinculada al Estado. Los tres intelectuales seleccionados repre­sentaron, cada uno a su manera, tipos ejemplares del pensamiento deuna élite decimonónica brasileña, que tenía en la corte de Río de Ianeirosu eje y su punto de referencia. Dado que no es posible abarcar la totali­dad de los pensadores de la época monárquica, se optó por establecer unadivisión que cubriese el largo período imperial-el primer intelectual repre­senta la generación que actuó en la independencia y durante el Primer Rei­nado; el segundo simboliza el apogeo del Segundo Reinado y su puestaen escena política; y, por último, el tercero refleja el lado más radical y almismo tiempo conservador del fin del imperio y del comienzo de la repú­

blica-, así como su diversidad, que se refleja en las diferentes élites prove­nientes de distintas provincias -Sao Paulo, Río de [aneiro, Porto Alegre yRecife-, aun cuando todas convergieran en su actuación en la corte. Porotro lado, se los consideró como parte de una élite intelectual orgánica, fielcompañera del Estado, a un mismo tiempo su artífice y su resultado.Viviendo del llamado "bolsillo del emperador", esegrupo intelectual se vioescindido entre un modelo civilizatorio europeo y la realidad local, cons­treñida por la esclavitud y por la propiedad latifundista. Por ello, todos fue­ron "radicales", en el sentido de que propusieron proyectos de moderni-

TRES GENERACIONES Y UN LARGO IMPERIO I 385

zación, pero sin cuestionar nunca ni la monarquía ni su lugar central. Susmodelos preveían rupturas, pero sobre todo continuidades.

Ellos fueron los intelectuales de la corte que, a falta de un ambiente cor­tesano más autónomo, crearon una vida intelectual en ambientes efíme­ros, o bien optaron por la seguridad del Paco y asumieron puestos desta­cados en la jerarquía del Estado. En un país de colonización mestiza,estas élites intelectuales se blanquearon, así como intentaron blanquearla nacionalidad que imaginaban. Como Euclides da Cunha dijo en su libroA margen da historia, el Brasil tal vez sea la única nación fundada poruna teoría política. Los intelectuales locales nacieron de la crisis del Estadocolonial y como figuras de transición para los nuevos tiempos, y vislum­braron, ya sea por medio de la "copia" o de la "traducción", un mundomoderno. Constituyeron un cuerpo híbrido de pensadores, una red queaglutinaba arquitectos, historiadores, abogados, administradores y colec­cionistas de lo exótico. Naturaleza y civilización constituían el par ide.alpara crear no sólo identidades noveladas, sino también las institucionesque intentarían dar forma a la nueva nacionalidad. Si bien la selecciónhecha aquí quizá haya sido arbitraria, no fue sin embargo aleatoria; conella se buscó delinear un perfil básicamente coherente de una élite inte­lectual por cierto conservadora. pero que desempeñó un papel central enla imagen que se construyó durante el imperio de un país, a partir de enron­ces, llamado Brasil.

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Nuevos espacios de formacióny actuación intelectual: prensa,asociaciones, esfera pública[1850-1900)Hilda Sabato

EL TEMA Y SUS LÍMITES

En elheterogéneo panorama político e institucional que presentan las nacio­nes de Hispanoamérica en la segunda mitad del siglo XIX se distinguen, sinembargo, algunos procesos compartidos. Así, la centralización y la consoli­dación del Estado fue una característicade esteperíodo en toda la región, aun­que con diferentes ritmos y resultados. En paralelo con esta transformación,tuvo lugar eldesarrollo de una sociedad civil relativamente autónoma, cuyosíntoma más evidente fue laexpansión de la actividad asociativay de la prensaindependiente, sobre todo en las principales ciudades, desde México hastaBuenos Aires. Asociaciones y prensa no actuaban solamente en el campolimitado de la representación, la defensa o la protección de los intereses ylas opiniones específicos de sus propias bases, sino que constituían tramasconectivasque atravesaban yarticulaban vertical yhorizontalmente a la socie­dad. Creaban, además, espacios de interlocución con el Estado y las auto­ridades, constituyendo instancias decisivasen la formación de esferas públi­cas, propias de las repúblicas liberales en formación (Sabato, 1999, 2001).

En la gestación y la expansión de estas instituciones jugaron un papelfundamental quienes contaban con el capital y las destrezas intelectualesrequeridos para desempeñarse en la vida pública. Publicistas y letrados dediversos niveles encontraron un campo de acción en esos ámbitos, losque a su vez se convirtieron en lugares de entrenamiento, formación y de­sempeño de nuevos "intelectuales". Me propongo en este artículo analizar

esos espacios institucionales de surgimiento y de actuación de nuevas figu­ras letradas, así como el papel que ellas cumplieron en la constitución y elfuncionamiento de una esfera pública en la segunda mitad del siglo XIX.

La principal fuente de información e inspiración para este análisis es labibliografía reciente. En el marco de la renovación que en las últimas dos

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388 I HiSTORIA DE LOS INTELECTUAlES EN AMtRICA LATINA

décadas ha tenido lugar en los estudios de historia política, intelectual y

cultural de América Latina, varios de los temas que aquí confluyen hansido materia de investigación y debate. Contamos con una producción rela­tivamente amplia sobre las formas de sociabilidad, el asociacionismo, laprensa periódica y,más en general, la esfera y los espacios públicos, en dife­rentes lugares y momentos. Aunque los interrogantes que guían muchosde los trabajos disponibles difieren de los que orientan este texto, sus inda­gaciones, los materiales que reúnen y sus interpretaciones históricas seránla materia prima fundamental en este caso.

Esta opción impone algunos límites temáticos, temporales y geográfi­cos a mi análisis, en la medida en que la literatura existente no ofrece unacobertura pareja en esos planos. Por lo tanto, en el tratamiento de lasdiferentes dimensiones tomaré aquellos casos para los que cuento conmayor densidad historiográfica. En principio, el énfasis estará puesto enlas ciudades, y entre ellas, serán México, Buenos Aires y Lima las que fun­girán como fuentes y como ejemplos principales para la construcción delproblema, pero existe y he consultado bibliografía sobre otros lugaresque abonan en buena medida lo que aquí proponemos. Al mismo tiempo,el énfasis de este texto estará puesto en la búsqueda de rasgos comparti­dos por distintas sociedades latinoamericanas del período, por lo que lasdiferencias que sin duda existen entre ellas en relación con los aspectosaquí tratados quedarán ocultos o minimizados.

PRENSA PERIÓDICA Y ASOCIACIONES

Tanto el tema del asociacionismo como el de la prensa forman parte de laproblemática de la transición del antiguo régimen a la modernidad socialy política. Ya en el marco de propuestas más generales como las de IürgenHabermas (1965) y Reinhart Koselleck (1972), ya en el de formulacionesmás específicas, como las de Prancois-Xavier Guerra (1992; Guerra, Lem­périere et al.,1998), la historiografía latinoamericana ha prestado atencióna esos temas en sus indagaciones sobre las décadas que siguieron a las revo­luciones de independencia. Esos estudios revelan experiencias muy com­plejas y nada lineales de creación y difusión de nuevas formas de sociabi­lidad, así como de desarrollo de la imprenta y de una prensa escrita.

A partir de mediados del siglo XIX, en ambos planos los cambios resul­tan evidentes. En buena parte de América Latina se produjo una expan­sión sostenida de la actividad asociativa y de la prensa periódica que, aUTI-

PRENSA. ASOCIACiONES, ESFERA PÚBLICA (IB50-1900) I 389

que siguió mostrando altibajos y diferencias regionales, se convirtió enun dato fuerte de la vida social y política del período. Si bien no todas lasinterpretaciones consideran esta expansión como síntoma de la crecienteautonomía de la sociedad civil frente al Estado y de la formación de unaesfera pública, ellas coinciden en señalar el cambio cualitativo y cuantita­tivo que experimentaron estas instituciones en la segunda mitad del siglo.

«La asociación es la ideaque marchaa la vanguardiade la civilización universal... "Estas palabras del presidente de la Sociedad Tipográfica Bonaerense refie­ren a varios de los pilares de un ideario ampliamente compartido en elmomento en que fueron pronunciadas (1862) y que tenía sus anteceden­tes en las décadas anteriores (Sociedad Tipográfica Bonaerense, 1862).

Desde los tiempos de las revoluciones de independencia, por "asociación"se entendía la asociación voluntaria, que reunía individuos libres y autó­nomos, iguales entre sí, unidos por vínculos de tipo contractual en tornode un objetivo común. Eran formas de sociabilidad nacidas al calor de lamodernización social y política inaugurada por las Luces, y que se dis­tinguían de las regidas por criterios de adscripción y tradición, como lascofradías y los gremios artesanales. propias de las sociedades del antiguorégimen. Para las élites ilustradas hispanoamericanas, estas nuevas aso­ciaciones constituían espacios decisivos para la expansión de los valoresy las prácticas de la civilidad y de la vida cívica, en fin, de la "civilización".Por lo tanto, habían considerado la promoción del asociacionismo comoun aspecto decisivo de su misión civilizatoria, de sus acciones en pos dela construcción de un pueblo que pudiera hacerse cargo de las responsa­bilidades que habrían de corresponderle en el nuevo orden social y polí­

tico impulsado por ellas.La cita es, sin embargo, bastante posterior, y para mediados del siglo XIX

las mismas palabras habían adquirido nuevos sentidos. Por entonces, lasasociaciones se expandían no sólo por la voluntad y el voluntarismo delas élites, sino cada vez más por iniciativa de quienes, desde diferentes luga­res del espectro social y cultural, las entendían como instancias efectivasde autoorganización para atender a problemas concretos de la esfera pri­vada y para intervenir en la vida pública. Como espacios autónomos, igua­litarios, autogobernados y solidarios, se los consideraba baluartes en laconstrucción de una sociedad libre, republicana y fraterna. Por lo tanto,no s610eran escuelas de civismo y civilidad, sino también ejemplos ("van­

guardia") de funcionamiento republicano.

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390 I HISTORIA DE LOS INTEUCTUALES EN AMERICA LATINA

Si bien esta concepción tuvo sus variantes y sus límites sociales, geográ­

ficos y temporales, lo cierto es que alimentó un entusiasmo asociacionista

que marcó las décadas centrales dc la segunda mitad del siglo XIX. En lasprincipales ciudades, surgieron y se desarrollaron cientos de iniciativas, que

abarcaban esferas muy diferentes de la actividad social. Así se crearon socie­

dades de ayuda mutua, clubes sociales, culturales y deportivos, logias masó­

nicas, asociaciones de inmigrantes, círculos literarios, sociedades profesio­

nales, agrupaciones festivas, organizaciones de beneficencia, asociacionesde empresarios, y también comisiones y comités de índole más efímera

(Agulhon, Bravo Lira et al., 1992;Del Águila, 1997;Forment, 2003; Garete­

Bryce, 2004; Gazmuri, 1992; González Bernardo, 2000; Guerra, 1992;Guerra,Lcmpériere et al., 1998; Gutiérrez, 1995; McEvoy,1997;Muecke, 2004; Myers,

1995;Palti, 20°3, 2005; Romero, 1997;Sabato, 1998,2002).

Desde la temprana década de 1850,la actividad asociativa atraía a gen­tes muy diversas. En Lima, por ejemplo, por entonces un grupo de médi­

cos creaban la Sociedad de Medicina Legal, algunos músicos organizaban

la Sociedad Filarmónica Santa Cecilia, inmigrantes italianos y franceses

formaban, respectivamente, la Sociedad Beneficencia Italiana y la Société

Francaise de Secours Mutucls y los tipógrafos se reunían en una sociedad

de socorros mutuos (García-Bryce, 2004: 1I6-117). Esta diversidad se amplia­

ría en las décadas siguientes, al compás de la expansión de las iniciativas.Algo semejante ocurría en México y en Buenos Aires, Santiago de Chile y

Bogotá, entre otras. Es difícil saber cuánta gente se involucró en estas prác­

ticas, pues no existen cifras confiables de participación y cobertura. Los

datos disponibles hablan del crecimiento sostenido en el número de las

asociaciones y de los asociados, así como de una presencia institucionalactiva y visible en la vida pública.

Según Carlos Forment (2003: 239-243), entre 1857 y 1881 se crearon enMéxico alrededor dc mil cuatrocientas asociaciones de las que él denomina

cívicas. Más de la mitad habían surgido en la última década de ese perío­

do, pero ya en 1867El Monitor Republicano observaba: "Por todas partes

brotan sociedades artísticas, congresos científicos, asociaciones de obre­

ros ... " (Palti, 2005: 307-3(8). En el Perú,las cifras son menores; entre 1856y 1885, Forment (2003: 285-290) encuentra unas trescientas cincuenta socie­

dades de ese tipo, la mayoría de las cuales también habían surgido durante

los últimos diez años. No tenemos datos equivalentes para la Argentina,

pero se habla de más de doscientas sociedades de ayuda mutua existentes

en Buenos Aires a fines de la década de 1880, y la información cualitativadisponible sugiere una actividad asociativa intensa para esos años, no sólo

en la capital sino también en otras ciudades y pueblos del país (Sabato, 1998).

PRENSA, ASOCIACIONES, ESFERA PÚBLICA (1850-1900) I 391

A medida que se afianzaba, la actividad asociativa funcionaba comoun tejido conectivo a través del cual sectores amplios de la población podían

satisfacer necesidades concretas surgidas de las nuevas relaciones econó­

micas y sociales, construir lazos de pertenencia y solidaridad, representar

y defender intereses sectoriales, desarrollar actividades recreativas, festi­

vas y culturales, actuar colectivamente en el espacio público. Al mismo

tiempo, las asociaciones en general trascendían sus objetivos específicos y

aspiraban a inscribirse en el movimiento progresivo que suponía el aso­ciacionismo corno propuesta civilizatoria.

Dada la cantidad y la variedad de asociaciones que funcionaron enton­

ces, así como las diferencias existentes entre lugares y momentos aquí con­

siderados, es difícil generalizar acerca de sus características. Se pueden

subrayar, sin embargo, algunos de los rasgos más sobresalientes para lasdécadas centrales de la segunda mitad del siglo XIX.

En primer lugar, la difusión de las prácticas asociativas se dio entre

sectores muy diversos, tanto social corno culturalmente. Hubo, sin embargo,

una mayor predisposición para asociarse entre la población urbana ubi­

cada en los niveles intermedios de la pirámide social y un predominio mas­culino, pues las mujeres estaban directamente excluidas de muchas enti­

dades y en otras sólo ocupaban lugares marginales.

En segundo lugar, desde el punto de vista de su composición social, lamayor parte de las asociaciones aspiraban a cruzar verticalmente parte

del espectro social y a abarcar varios de sus tramos. Así ocurría, por ejem­

plo, con la mayoría de las sociedades de ayuda mutua, de gran importan­

cia en este período. Las que agrupaban a sectores artesanales en generalincluían a todo el escalafón de la actividad respectiva, y las que fundaban

los inmigrantes buscaban atraer a todos los integrantes del grupo nacio­

nal respectivo, sin distinción de clase (García-Bryce, 2004; Illades, 1996;

Sabato, 2002). Las logias masónicas, las sociedades patrióticas o aun algu­

nas asociaciones profesionales, mantenían también alguna heterogenei­

dad social en su reclutamiento y composición (Forment, 2003; Palti, 2005).En ese contexto, las entidades que, corno algunos clubes sociales, se recor­

taban en términos de clase eran más la excepción que la regla.

Existía, en tercer lugar, un cuidado compartido por la organización y el

funcionamiento de cada institución, que se suponía debía fundarse sobre

reglas de juego democráticas. La igualdad de derechos no impidió, por

cierto.Ia cristalización de jerarquías, y el cuarto aspecto a señalar es, pre­cisamente, la constitución de dirigencias en el interior de cada nuclea­

miento y la frecuencia de conflictos entre grupos que aspiraban a alcan­

zar ese lugar.

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392 I HISTORIA DE LOS INTELECTUAlES EN AMÉRICA LATINA

Finalmente, un rasgo fundamental del asociacionismo fue que ocupóun importante lugar en la vida pública nacional. Lamayor parte de las aso­ciaciones se proponían cumplir con sus objetivos iniciales pero desarro­llaban a la vez una serie de actividades más generales que las transforma­ban en actores de esa vida pública. Más allá de su composición y de susfines específicos, aspiraban a intervenir en los debates que referían al con­junto social. Las instituciones y sus dirigencias fueron definiendo así espa­cios comunes de actuación e interconexión; dialogaban entre sí y genera­ban un intercambio y una circulación interasociativos muy intensos, queen muchos casos alcanzaban dimensión nacional. Cada sociedad se reco­nocía parte de un movimiento asociativo mayor, plural pero a la vez uni­ficado en torno a principios de organización y acción comunes.

Hacia fines de! siglo XIX, las prácticas asociativas eran, en casi todas par­tes, cada vez más vigorosas, involucrando a sectores que hasta entonceshabían permanecido en sus márgenes (sociales, espaciales). Al mismotiempo, comenzaban a hacerse evidentes algunos cambios en los que habíansido hasta entonces sus rasgos distintivos. Si bien esa expansión se hizosiguiendo la matriz organizativa previa, fue acompañada por una crecientefragmentación. Lasasociaciones parecían representar cada vezmás los múl­tiples y variados intereses particulares de una sociedad civil que día a díase hacía más compleja. En el plano interno, cada una de ellas fue recor­tando su perfil social o corporativo de manera más estricta y concentrandosu actividad en la defensa sectorial. Así, al calor de las transformacionesen los lenguajes y en las prácticas políticas del fin de siglo, las asociacio­nes actuarían en la vida pública más en función de sus metas singularesque en nombre de algún movimiento que las subsumiera. O en todo caso,sus afiliaciones en algún espacio mayor se harían a partir de negociacio­nes e identificaciones que no se fundaban ya en e! credo asociativo civili­zatorio sino en afinidades e intercambios más específicos (Sabato, 2002;

Palti,2005)

"Por todas partes brotan diarios... "

Éste era en 1871eldiagnóstico del periódico mexicano El Mensajero (Palti,2003: 941). Poco antes, La Tribuna daba cuenta del mismo fenómeno enla Argentina cuando apuntaba que "hay algo extraordinario y maravi­lloso en el rápido desarrollo que ha experimentado la prensa en los últi­mos años" (La Tribuna, 12 de abril de 1865). Expresiones semejantes seencuentran en toda la región y reflejan no sólo un dato empírico com­probable sino también una aspiración, la del florecimiento de una insti-

PRENSA, ASOCIACIONES, ESHRA PÚBLICA (1850-1900) I 393

tución que aparecía como "primer instrumento de civilización" (La Tri­

buna, 12 de abril de 1865). También en este caso, como en el de las asocia­ciones, ese prestigio se remontaba a las primeras décadas del siglo XIX y ala aparición de la "opinión pública" como figura clave para las élites ilus­tradas posrevolucionarias en sus ensayos de construcción de nuevas comu­nidades políticas fundadas sobre el principio de la soberanía popular. Enese marco, el periodismo puede pensarse, según Julio Ramos (20 03: 125),

como "el lugar donde se formaliza la polis, la vida pública en vías de racio­nalización". Para la segunda mitad del siglo, a la vez que ese prestigio ori­ginal comenzaba a horadarse, surgían nuevos estímulos y razones para la

expansión de la prensa escrita.Durante las últimas décadas coloniales habían circulado algunas hojas

manuscritas e impresas oficiales y de tipo informativo en varios lugaresdel espacio hispanoamericano. Fue, sin embargo, en la etapa revolucio­naria yen el período subsiguiente cuando la prensa experimentó unimpulso fuerte, en principio como mecanismo de propaganda y de apoyoal nuevo gobierno. Más tarde, hubo prensa oficial, paraoficial y, en algu­nos momentos, opositora, pero siempre estuvo muy ligada a las élites polí­ticas y letradas en sus diversas manifestaciones. La publicación de perió­dicos fue muy irregular y estuvo sujeta muchas veces a controles oficiales,censuras e intimidación. Asimismo, aun cuando hubo momentos y luga­res en los que se multiplicaban las ediciones, habría que tener en cuentael alcance de su distribución. La mayor parte de las publicaciones erande muy corta vida y escasa circulación, limitada con frecuencia a los sec­tores más acomodados de la población. De todas maneras, su influenciatrascendía el círculo estricto de quienes las compraban y podían leerlas.En primer lugar, porque funcionó como un espacio de expresión política,tanto cuando elconflicto se expresaba directamente en sus páginas, comocuando la censura admitía sólo el discurso oficialista. También, porquelos periódicos no eran leídos de manera exclusivamente individual. Así,en cafés y en sociedades de lectura se generaban sesiones de discusión delos artículos de la prensa, mientras que algo semejante ocurría en laspulperías y en las chicherfas, o aun en la calle, donde no faltaba quienleyera en voz alta para beneficio de la mayoría analfabeta. Finalmente,porque algunos periódicos también cumplían otras funciones no vincu­ladas a la política, que podían ser útiles para cierto público, como porejemplo la de informar sobre comercio y navegación, o la de difundir noti­

cias extranjeras, entre otras.El florecimiento de la prensa llegaría en la segunda mitad del siglo XIX,

con la multiplicación de diarios, periódicos, revistas e impresos de diverso

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tipo, aunque esa expansión no se dio de manera lineal y tuvo sus altiba­

jos. Carlos Forment (2003: 385-387, 404-405) contabilizó para México entre1857 y 1886 un total de 1.104 periódicos, la mayoría de los cuales aparecie­ron entre 1867 y 1881. Para el Perú, por su parte, encontró un total de 211

fundados entre 1856 y 1875, con una caída importante después de esa fechacomo consecuencia de la guerra del Pacífico. En la Argentina, los datos paraBuenos Aires son los más confiables. Allí, el entusiasmo editorial despuésde las restricciones a la prensa sufridas durante la gobernación de don JuanManuel de Rosas fue inmediato. Elmismo año de su desplazamiento (1852),

se editaron treinta periódicos en la ciudad, la mayoría de corta vida (Myers.1995).Veinticinco años más tarde, Ernesto Quesada (1883: 87) daba la cifrade 83 publicaciones, algunas de las cuales alcanzarían larga duración y sos­tenido público. Para 1887, dos de esos diarios, La Nación y La Prensa, tira­ban 18.000 ejemplares cada uno, mientras los demás periódicos estabancasi todos por debajo de los 10.000. En conjunto, las cifras son sorpren­dentes: se producía un ejemplar de diario por cada cuatro habitantes por­teños, lo que ponía a Buenos Aires entre las ciudades del mundo mejorcubiertas en ese terreno (Sabato, 1998: 62).

"Aquí todo elmundo lee los diarios [... 1desde elmás encumbrado per­sonaje hasta el más humilde changador, todos leen gacetas." Esta imagende Quesada (1883: 75) puede ser exagerada, pero lo cierto es que el públicolector tenía que ser bastante amplio para consumir la cantidad de perió­dicos que se publicaban en Buenos Aires. La población que sabía leer yescribir iba en aumento. Aunque con variaciones importantes entre unlugar y otro, el alfabetismo crecía también en los demás países de la región.Aumentaba, por lo tanto, el público potencial, aunque su ampliaciónreal dependía sobre todo de la capacidad de la prensa para convertirse enun escenario de debates, información e intercambios y de crear su pro­pio público.

Pero, ¿quién editaba tanto periódico? Y ¿para qué? La prensa fue, sobretodo, una pieza clave de los proyectos de modernización social y políticadel siglo XIX. Por un lado, como vimos, en términos normativos, era con­siderada un instrumento fundamental para eldesarrollo de las formas repu­blicanas de gobierno, así como de difusión de la racionalidad y la culturaletrada. A ella correspondía representar a la vezque forjar la opinión pública.La libertad de prensa iba asociada a esa función, de manera que fue muchasvecesproclamada y otras tantas vulnerada, pero estuvo siempre en el debatepúblico. Por otro lado, en los diarios se desplegaba el discurso político. Eldiálogo y la discusión entre personajes y grupos tenía lugar en la prensa;los dirigentes o aspirantes a dirigentes solían escribir en los periódicos, lo

PRENSA, ASOCIACIONES, ESFtRA PÚBLICA (1850-1900) I 395

que los constituía en un verdadero escenario de la vida política. Ésta, porsu parte, se hizo pública a través de los diarios. La palabra y hasta la ima­gen de los políticos (retratos, caricaturas) llegaban así a sectores más ampliosque los que estaban involucrados en el juego partidario. Cada diario gene­raba su comunidad de lectores, reforzando entre ellos una identidad polí­tica previa o contribuyendo a crearla. Finalmente, los diarios eran ellosmismos actores políticos en la medida en que sus intervenciones estaban"destinadas a generar hechos políticos, esto es, tramar intrigas, generar

alianzas, o bien minadas, etc," (Palti, 2003: 968).

Por todo ello, la prensa se convirtió en un instrumento insoslayable nosólo para los gobiernos (y sus diferentes sectores) sino también para cual­quier personaje, grupo o partido que quisiera tener un lugar en la vida poli­tica. Todos ellos hacían esfuerzos enormes para editar un diario propio, ala vez que presionaban y cultivaban a otros editores para conseguir espa­cios y apoyos en otros periódicos. Durante décadas, los subsidios oficialesy las suscripciones fueron el sostén económico de la mayor parte de estaspublicaciones, lo que contribuía a atar la suerte de las mismas a sus rela­ciones con el mundo político. Al mismo tiempo, las necesidades de éstecreaban oportunidades para quienes, sin pertenecer a él, comenzaron ahacer del periodismo una profesión y hasta un negocio. Las crónicas de laépoca abundan en denuncias y críticas a esta prensa política consideradatemible por su poder, mercenaria por su disposición a cambiar de bandoy escandalosa por su propensión a inflar polémicas y disputas. Y cada vezmás alejada del modelo ilustrado de la opinión pública. Así, un personajede El cuartopoder le aconseja burlonamente al protagonista, por iniciarseen el periodismo: "Nada, no abrirá usted la boca sin que sea en nombrede la tal señora [la opinión públicaJ, que es persona decente, por más que

ande en manos de todo el mundo" (Rabasa, 1949: 42).Este panorama de una prensa prolífica, pero a la vez dependiente de la

competencia y de los conflictos en el seno de las élites políticas, propio demediados del siglo XIX, pronto comenzó a experimentar cambios. En pri­mer lugar, fueron surgiendo publicaciones que tenían otros orígenes yaspi­raciones: periódicos comerciales, científicos, literarios, de colectividadesextranjeras, de grupos de artesanos y de asociaciones diversas tuvieron cre­ciente presencia en los principales centros urbanos. Éstos ya no eran nece­sariamente el producto de iniciativas de las élites políticas letradas, ni esta­

ban atados a ellas, pero no eran ajenos a los debates sobre la vida nacional.Se amplió así elespacio de discusión pública, donde circulaban ahora nue­vas opiniones y se expresaban intereses diversos. Para 1875, el diario argen­

tino La Tribuna encontraba que

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No hay gremio social ni político que no tenga su órgano propio en laprensa de Buenos Aires. Liberales, reaccionarios, gubernistas, anar­quistas, gentes sensatas e ilustradas, tilingos, todos, enteramente todos,hasta los diversos grupos de pobladores estrangeros tienen su periódicorepresentante o encargado de representar sus intereses (12 de septiem­bre de 1875).

Esta cita referida a Buenos Aires podría aplicarse también a otros lugaresde América Latina, donde editar un periódico se convirtió en un mediopara actuar en un debate público ampliado, que ya no estaba monopoli­zado por la élite letrada.

En segundo lugar, los mismos diarios "políticos" fueron cambiandosus formatos y sus contenidos. Sibien siempre hubo un lugar para los órga­nos de combate, propios de tiempos electorales, los principales periódi­cos de origen partidario se convirtieron en artefactos bastante más com­plejos. La cobertura se amplió de manera que, además de los editoriales ylas notas sobre política, con el sesgo correspondiente, empezaron a incluirinformaciones locales y noticias del exterior, secciones sobre movimientomercantil nacional y de ultramar, piezas literarias, en general bajo la formadel folletín, y avisos comerciales y sociales. Se aspiraba a llegar a un públicomás vasto que el constituido por los simpatizantes y los militantes de laparcialidad respectiva, no sólo como táctica para atraer adhesiones polí­ticas sino como método para ganar lectores. Éstos integraban ese públicoal que los periódicos cortejaban, pues su prestigio y también sus ventasdependían de él. Para aumentar las fuentes autónoma" de ingreso, se modi­ficaron los sistemas de distribución y venta, y aunque suscripciones y

subsidios siguieron operando fuerte, muchos diarios instrumentaron laventa callejera.

De esta manera, hacia la década de 1870 en varias de las principalesciudades de América Latina encontramos una prensa bastante más diver­sificada y compleja que veinte años antes. En los veinte años siguientes,esta prensa experimentaría un nuevo proceso de cambio o de "moderni­zación", como lo denominan los estudiosos del caso. Se produciría enton­ces un quiebre en las relaciones entre política y prensa, así como entreliteratura y prensa, siguiendo un camino de especialización que habría dellevar a una mayor autonomía para los dos términos de ambas duplas. Elencumbramiento de la noticia y la aparición de la figura del reporter aso­ciados al deber de informar de manera autónoma darían a los diarios defin de siglo nuevas funciones, mientras que la introducción de nuevastecnologías y métodos de trabajo los convertirían en verdaderas ernpre-

PRENSA, ASOCIACIONES, ESfERA PÚBLICA (18)0-1900) I 397

sas. Los lectores habrían de devenir así en clientes en un mercado compe­titivo en que los distintos periódicos ofrecerían sus servicios. Claro que loscambios no fueron tan abruptos. Y si bien diarios como La Nación en laArgentina o EL Imparcial en México sin duda eligieron elcamino de la mo­dernización arriba descrito, no por ello cortaron sus vínculos políticos. Enel caso del primero de ellos, esa conexión se dio con muchas mediacio­nes, mientras que en el del segundo, se ha señalado que la innovación queintrodujo EL Imparcial en el periodismo mexicano fue posible gracias alsubsidio recibido de la Secretaría de Hacienda del gobierno nacional(Ramos, 2003; Sabato, 1998; Piccato, 2005: 169)

Cuadros institucionales y dirigencias cívicasLa expansión de la vida asociativa y de la prensa periódica fueron proce­sos paralelos y a la vez interconectados. En efecto, periódicos y asociacio­nes surgieron crecientemente de la iniciativa de autoorganización de sec­tores diversos de la población de las principales ciudades latinoamericanas,pero también por estímulo y acción estatales. Estas instituciones coinci­dían en un conjunto de principios y metas relacionadas con el lugar queles correspondía en la república liberal y en la sociedad moderna. Com­partían, además de un público potencial, parte de sus bases efectivas y desus dirigencias. Su accionar no sólo estaba dirigido a atender a sus asocia­dos, sino también a movilizarlos para actuar en un terreno que trascen­diera a cada institución individual bajo la figura colectiva del público. Ensu nombre, diferentes sectores expresaban sus opiniones y presentaban susreclamos a través de sus asociaciones y sus periódicos y también de maneramás directa, desplegando una presencia física en los espacios cívicos delas ciudades. Se constituían así, como dijimos, tramas conectivas que atra­vesaban la sociedad, a la vez que establecían complejos diálogos y relacio­nes con el Estado y el poder político.

En la creación y puesta en marcha de asociaciones y prensa la organi­zación fue un aspecto fundamental. Mucha gente se volcaba a las institu­ciones por su propia y libre voluntad. Pero la iniciativa provenía de un con­junto más reducido de personas que ejercían una suerte de liderazgo cívicoque en todas partes fue el motor de la vida institucional. En el caso de lasasociaciones, la igualdad de todos los miembros, la libertad de expresióny de deliberación y la elección de autoridades a través de procedimientosdemocráticos constituían la base sobre la cual se fundaba el credo institu­cional. Pero esa igualdad fundacional no excluía la cristalización de jerar­quías, la formación de verdaderas élites y aun la consolidación de cliente-

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las en torno de ciertas figuras. Esa estratificación se vinculaba sobre todocon las capacidades y los recursos desplegados por los actores en el pro­

ceso mismo de organización asociativa. En esos lugares se destacaron

muchas veces quienes contaban con algún capital intelectual previo <pro­

fesionales, escritores, publicistas, maestros- y quienes articulaban redes de

relaciones sociales, como comerciantes locales, oficiales artesanos, médi­

cos y farmacéuticos, entre otros. Ellos constituyeron las dirigencias de cada

asociación y del movimiento asociativo en su conjunto. La ocupación deesos lugares requería, a su vez, del ejercicio y el despliegue de destrezas inte­

lectuales, pues los dirigentes debían saber hablar en las reuniones, presi­

dir una sesión, escribir un documento, además de moverse con cierta sol­

tura en la vida pública. A su vez, la propia práctica en ese mundo podía

brindar, a quienes no contaban con formación previa, los canales y los ins­

trumentos para adquirirla.En cuanto a la prensa, su historia es algo diferente, pues desde sus comien­

zos fue el ámbito por excelencia de actuación de las elites letradas. Los perió­

dicos de América Latina fueron, durante la primera mitad del siglo, un espa­

cio de producción intelectual e intervención política de toda una generación

de publicistas y letrados, desde Florencio Yarda (1807-1848) y Juan Bau­

tista Alberdi (1810-1884) en el Rio de la Plata hasta Fernández de Lizardi

(1776-1827), José Maria Luis Mora (1794-1850) e Ignacio Ramírez (1818-1879)en México. También en las décadas siguientes la prensa seguiría albergando

ese tipo de producción, pero la creciente intervención de los diarios como

actores de la lucha política y la necesidad consecuente de intensificar la pre­

sencia en el debate público abrieron espacios para la expansión de figuras

menos visibles hasta entonces, la del redactor y periodista profesional y la

del editor o empresario de periódicos. Así, habría cada vez más lugar enla prensa para figuras como Juan de Quiñones, el protagonista ficcional

de la novela de Rabasa (1949),o como los personajes reales citados por Tulio

Halperin Donghi (1985: 145),que tuvieron la profesión periodística

como marco irrevocable para sus carreras, fuesen éstas l ...] las de empre­sarios de periódicos -asi, Federico de la Barra, Evaristo Carricgo. Fran­

cisco Bilbao o Héctor Varela- o de trabajadores de la pluma que sólo

episódicamente se emancipaban de la dirección ajena, desde Olegario

Andrade hasta Agustín de Vedia.

Al mismo tiempo, la creación de una prensa que no se originaba en elmundo político alimentaba otros circuitos de formación y reproducción

de redactores y editores. La publicación de un periódico no era tarea sen-

PRENSA, ASOCIACIONES, ESfERA PÚBLICA (1850-1900) I 399

cilla y exigía de sus promotores conocimientos y dinero. Podían recurrira imprentas de terceros para eludir los problemas técnicos, la compra de

máquinas y la contratación de trabajadores especializados, o iniciar una

empresa propia. Pero en cualquier caso, para montar un periódico relati­

vamente exitoso tenían que conocer o aprender "las reglas del género" (Hal­

perin Donghi, 1985). La índole de la tarea atraía, en principio, a quienes

contaban con algún capital intelectual inicial. A su vez, la práctica mismade escribir regularmente, el contacto con gentes de distintos ambientes y

lugares: y una visibilidad pública permanente eran exigencias cotidianas

que los productores de periódicos debían cumplir, más allá de sus destre­

zas originales. La prensa se constituía así no sólo en un espacio de entre­

namiento profesional sino también en un canal de formación intelectualen sentido más amplio.

La transformación de la prensa a fines del siglo XIX traería otros cam­

bios, como la mayor profesionalización (y proletarización, dirán algu­

nos) de los periodistas. una creciente tecnificación de los procesos de

producción, una organización empresaria más moderna y, finalmente, la

articulación más estrecha con un mercado en consolidación. Sobre todo,la relativa autonomización del campo intelectual modificaría las relacio­

nes entre la prensa y los intelectuales.

NUEVOS "INTELECTUALES"

Este recorrido por las instituciones que fueron parte de procesos (más o

menos exitosos, según el caso) de construcción de esferas públicas en la

región ha tenido por objeto llamar la atención sobre ciertas estructuras

materiales y redes institucionales que tuvieron un lugar en la formación y

la actuación de publicistas y letrados en la segunda mitad del siglo XIX.

No fueron las únicas, pero sí las que caracterizaron una etapa que trajonovedades importantes en los mecanismos y las trayectorias que se abrían

para la adquisición y el ejercicio de capacidades, saberes y destrezas inte­

lectuales. La consolidación de la república liberal abrió espacios para esa

transformación, en la medida en que la generación de opinión pública y

la expansión de la participación política en el marco de disputas por la

construcción de un orden hegemónico crearon demandas crecientes en eseterreno. Surgieron así nuevos "intelectuales", diferentes a los tradicionales

letrados, tanto por su proveniencia como por su formación y su actua­

ción (Grarnsci, 1966).

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400 I HISTORIA DE lOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA

De los ejemplos posibles para ilustrar esta parte de nuestra historia delos intelectuales elegí tres casos que refieren a las posibles trayectorias abier­

tas por las nuevas instituciones de la esfera pública. No trato aquí de dar

cuenta de las carreras de los publicistas más prestigiosos de la época, pues

sus mecanismos son los más conocidos. Me interesa, en cambio, abrir la

interrogación sobre los caminos menos estudiados, aquellos que se abrie­

ron para quienes no pertenecían a las élites políticas y culturales pero quea través de la experiencia institucional y la actividad cívica se formaron

como una suerte de nuevos "intelectuales" y se integraron a los circuitos

ampliados de la esfera pública.

Un artesano de Lima

Las asociaciones de ayuda mutua de artesanos tuvieron su momento de

esplendor en el Perú liberal de las décadas de ]860 y 1870. Su objetivo cen­

tral era el de reunir fondos entre sus miembros para crear, para ellos y

sus familiares, mecanismos de asistencia en materia de salud y enferme­

dad, protección en casos de desempleo e invalidez y, a veces, ahorro y

apoyo educativo. Como en otros lugares de América Latina, la primera

de estas sociedades que perduró en el tiempo fue la Tipográfica de Auxi­

lios Mutuales, fundada en 1855, que quince años más tarde reunía unosquinientos miembros, entre los cuales figuraba una amplia gama de tra­

bajadores de oficios vinculados a la industria de la edición, e incluía tam­

bién a editores y directores de periódicos. Otras siguieron, relacionadascon diferentes oficios, además de las más abarcadoras Sociedad de Arte­

sanos de Auxilios Mutuos y Sociedad Fraternal de Artesanos, creadas en

]860 (García-Bryce, 2004: 116-119: Muecke, 2004: 48-49).

El éxito de estas instituciones se vinculaba no sólo con su capacidad para

atender necesidades específicas, sino con el papel que estaban llamadas a

cumplir en la vida de la república. En ellas se cruzaban tres motivos caros

a varias de las vertientes del liberalismo en boga por entonces: el asocia­cionismo, la ayuda mutua y la figura del "artesano". A los principios de soli­

daridad a los que referían los dos primeros, se sumaba la evocación del tra­

bajo productivo encarnado en la última. Ésta remitía a un 'actor social

concreto, los trabajadores de diferentes oficios que, habiendo roto con

sus identidades pasadas vinculadas a los gremios coloniales y de las prime­

ras décadas posrevolucionarias, buscaban redefinir su identidad colectiva

a la vez que su lugar social en sociedades en plena modernización capita­lista. Pero también evocaba, para las élites liberales y también del propio

movimiento asociativo, una figura política y social ideal, pues represen-

PRENSA. ASOCIACIONES, ESFfRA PÚBLICA (1850-1900) I 401

taba el ciudadano trabajador moderno, productivo, titular de derechosen la república y partícipe de la vida política.

En el Perú, como en otros lugares de América Latina, esta combina­

ción reformulaba una ecuación anterior explosiva. A mediados de siglo y

como eco de las revoluciones del '48, sectores radicalizados de las élitespolíticas e intelectuales de Lima, Bogotá y Santiago de Chile, entre otros

lugares, habían apelado a sectores trabajadores identificados con la tradi­

ción del artesanado para protestar contra el orden establecido. Protago­

nizaron entonces violentas protestas que fueron en general reprimidas.

Una década más tarde, y con otro escenario político y social, los artesanos

de Lima se organizaban pacíficamente en torno a las sociedades de ayuda

mutua, mientras las dirigencias políticas recurrían a ellos y a sus figurasideales para forjar nuevas combinaciones en la era del civilismo.

En ese marco, las asociaciones de artesanos hicieron ayuda mutua pero

también contribuyeron a redefinir una identidad colectiva, en tanto tra­

bajadores colocados "dentro de los confines de la sociedad respetable", por

encima de la "plebe" y de los sin trabajo (García-Bryce, 2004: 12]). Ade­

más, establecieron estrechos contactos personales e institucionales consectores de la élite limeña, así como con el resto del espectro asociativo

de la ciudad. Participaban en ceremonias cívicas, conmemoraciones patrió­

ticas y otras celebraciones colectivas. Finalmente, tuvieron una interven­

ción directa en la vida política, especialmente a través de sus conexiones

con el Partido Civilista, que llevaría al poder al presidente Manuel Pardo

(1872-1876). Varios importantes dirigentes asociativos integraron las hues­

tes de ese partido y llegaron a ocupar lugares en el Congreso de la Nación(McEvoy, 1997: Muecke, 2004).

Las sociedades de artesanos fueron espacios materiales de formación yadquisición de capital intelectual de nuevas figuras públicas y políticas.

Entre muchas otras, la trayectoria de José Enrique del Campo resulta ilus­

trativa. Nacido en 1836, su padre había sido fiscal y su madre venía de una

familia con estudios. Aunque quería ser médico como su tío, dificultades

financieras se lo impidieron y lo llevaron por otros caminos. Aprendió eloficio de tipógrafo y trabajó corno administrador de imprentas. Fue unode los fundadores de la Sociedad Tipográfica de Auxilios Mutuos, donde

lo eligieron presidente permanente. También fue editor y redactor de ElObrero, periódico semanal publicado entre 1875 y 1877que sucedía a ElArte­'lano, ambos vinculados a la Tipográfica y a la Sociedad de Artesanos. Se

trataba de un órgano que proclamaba ser la voz de los trabajadores, a la

\feZ que buscaba incidir sobre sus ideas, sus hábitos y sus identidades polí­

ticas y culturales. Abogaba por una participación activa de los artesanos

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402 1 HISTORIA DE LOS INTELECTUALES HI AMERICA LATINA

en la vida ciudadana y los incitaba a involucrarse en ella de manera autó­noma. Sin embargo, y en tensión con esa postura, desplegaba una adhe­sión clara a los valores liberales. Para sumarse a la marcha del progreso,los trabajadores debían cultivar su espíritu, modificar hábitos cotidianosy combatir rituales y costumbres no acordes con la civilización. Tambiénlos incitaba a sumarse a las filas del Partido Civilista.

Desde sus orígenes en las capas medias-bajas de la sociedad peruana,Del Campo recorrió el camino que lo llevó desde uno de los oficios máscalificados y respetados en la época, el de tipógrafo, a organizador de laasociación de ayuda mutua y editor de periódico. Como intelectual "orgá­nico" ligado a los artesanos, reales e ideales, a quienes buscó a la vez for­mar y representar (Gramsci, 1966), se convirtió en una figura pública impor­tante que se vinculó a la vida política más allá de su grupo de origen. Fuereclutado por el civilismo, en cuyo seno llegó hasta los órganos ejecutivosdel partido, y murió (1881) en ejercicio de una función cívica y patrióticapor excelencia, mientras servía en la Guardia Nacional durante la Guerra

del Pacífico.

Una colectividad y una causaA partir de mediados del siglo XIX la inmigración dio a la ciudad de Bue­nos Aires su carácter distintivo. Muy pronto, más de la mitad de sus habi­tantes habían nacido en el extranjero; una mayoría provenía entonces dela península itálica, otros muchos de España y el resto de Francia, Irlanda,Alemania y otras regiones de Europa, y en menor medida de América.

No sorprende pues que en el paisaje asociativo de la ciudad de BuenosAires se destacaran desde temprano las sociedades de ayuda mutua orga­nizadas por inmigrantes. Las primeras de este tipo surgieron a mediadosde siglo, creadas por franceses yespanoles, pero a poco andar las que nuclea­ban a la población de origen italiano fueron las más numerosas. En 1858

se fundó Unione e Benevolenza, que aún existe y que surgió como insti­tución "italiana" antes de que Italia se constituyera como Estado unificado.Algo más tarde las iniciativas se multiplicaron y para 1880 había unascuarenta y cinco mutuales italianas, que asociaban alrededor-de un terciode los hombres italianos adultos residentes en la ciudad (Sabato, 2002: 108;

Devoto, 1994). Si bien incluían a gentes de todos los sectores sociales, pre­dominaban los trabajadores manuales y no manuales calificados por sobrecomerciantes y profesionales, que en cambio tenían una presencia impor­tante en el nivel dirigente. Aunque minoritarios, estos últimos fueron rele­vantes en la construcción institucional, así como en la inserción de las aso-

PRENSA. ASOCIACIONES, E}FERA PÚBLICA (1850-1900) I 403

ciaciones en la vida pública porteña. Algunas figuras pioneras eran, ade­más, emigrados políticos de las guerras de unificación en Italia.

Como en el caso de las sociedades de artesanos de Lima, las de inmi­grantes italianos en Buenos Aires fueron parte de un movimiento asocia­tivo que se inscribía en una propuesta civilizatoria compartida por ampliossectores de la población. Desde el principio, su campo de acción fue muchomás allá del propósito explícito de la ayuda mutua, para abarcar esferas másamplias de la vida social y cultural de su base societaria y para interveniren la vida pública, así como para dar unidad y organización al heterogé­neo conjunto de los inmigrantes (Cibotti, 1988; Sabato y Cibotti, 1990).

La prensa fue un actor fundamental en toda esta historia. En los prime­ros tiempos, la dirigencia asociativa encontró en periódicos porteños cornoLa Tribunay La Nación Argentina (y más tarde La Nación), un lugar parala promoción de sus ideasy de sus objetivos, relación que se mantuvo durantedécadas. A partir de fines de la década de 1860, iniciaron la edición de dia­rios propios: La Nazione Italiana, fundado a fines de 1868; L'Operario Ita­liano, en 1872;LaPatria, en 1877,denominado LaPatria Italianay más tardeLa Patria degliItaliani; L'AmicodelPopolo. en 1879; La NazioneItaliana,en1882y en 1889 el matutino Roma (Cibotti, 1994). Estos periódicos alcanza­ron una alta circulación entre los inmigrantes a la vez que formaron partedel circuito de la prensa local: sus informaciones eran retomadas por otrosdiarios, se establecían diálogos entre unos y otros, sus redactores eran, enfin, reconocidos partícipes del espacio periodístico porteño.

Como se ve, en Buenos Aires se formó una densa trama de institucio­nes que aspiraban a nuclear y a representar a los inmigrantes italianos, y

fueron exitosas en reunir a una base amplia y en movilizarla tanto en tornoa causas propias, como alrededor de cuestiones que concernían al conjuntode los porteños. Los dirigentes de la colectividad mantenían además estre­chos contactos con políticos, intelectuales y publicistas argentinos, con fre­cuencia cimentados por afinidades ideológicas. En varias oportunidades,esa cercanía llevó a algunos sectores a participar directamente de la vidapolítica local, una actitud que originó más de una fractura en el seno dela colectividad.

Este entramado de instituciones y de relaciones fue un campo impor­tante de formación y actividad de un conjunto de figuras dirigentes. Entreellos, hubo quienes se orientaron decididamente a la acción organizativainstitucional, como Achille Maveroff, comerciante próspero que enca­bezó Unione e Benevolenza. Otros, en cambio, como Basilio Cittadini(¡843?-1921) y Gaetano Pezzi (1828-1888), hicieron de su actuación inte­lectual el foco de una vida pública que incluyó una intensa labor perio-

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404 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMERICA LATINA

dística, de construcción institucional y de búsqueda de liderazgo político

y presencia pública.Una breve referencia a la trayectoria de Pezzi mostrará su complejo per­

fil de hombre de pensamiento y de acción (Cibotti. 1992). Llegó a BuenosAires junto con su hermano Felipe en 1858, desterrados del Reino del Pia­monte por su actividad política. Provenían de una familia ilustrada y repu­blicana de Faenza y desde jóvenes se afiliaron a la jovenItalia,participandoen las luchas lideradas por Garibaldi y Mazzini, hasta su prisión y destie­rro. Ya en Buenos Aires, a través de sus contactos con dirigentes mazzi­nianos exiliados se ubicaron rápidamente en la sociedad local. Consi­guieron empleo en la Compañía de Gas, una empresa en la que Gaetanoascendería hasta ocupar la secretaría de administración.

A poco de llegar se afiliaron a Unione e Benevolenza, la recién creada

mutual italiana, cuyos primeros dirigentes mostraron simpatías republi­canas. Los Pezzi se abrieron camino, adquiriendo creciente influencia enla asociación, mientras ésta se volcaba decididamente a la propagación ydefensa de la causa republicana. En función de ello, mientras las relacio­nes con el consulado piamontés en Buenos Aires se hacían cada vez mástirantes, se estrechaban los lazos con sectores del liberalismo porteño. Eldiario La Tribuna se abría para Unione y para los Pezzi, Gaetano pronun­ciaba discursos en actos y movilizaciones públicas, escribía para los dia­rios y se movía institucionalmente: a principios de 1860 fue designado para

presidir la asociación.A medida que los mazzinianos profundizaban la politización institu­

cional y los vínculos con figuras locales, crecía la tensión dentro de Unioney entre ésta y el consulado. También el republicanismo pronto mostraríasus grietas, y a mediados de 1865 los Pezzi tuvieron que alejarse de la aso­ciación. Fundaron entonces la Societa republicana degli operai italiani paraseguir con su prédica y su apoyo al partido de Mazzini, que incluía aportessignificativos en dinero. Gaetano contribuía, además, a otras colectas públi­cas que se realizaban en Buenos Aires, y pronto retomó sus donativos a lapropia Unione. Era generoso con su dinero, que para entonces había logradoacumular a partir de exitosas operaciones de inversiones y préstamos.

A [mes de la década de 1870, muerto ya su hermano, Pezzi fundó, juntocon Marino Froncini (1821-1895), el Centro Republicano Italiano y elperió­dico L'Arnico del Popolo. ambos destinados a fomentar el ideario mazzi­niano. A través este último, Pezzi no sólo intervenía en los actos patrióti­cos y en las disputas políticas en el seno de la colectividad sino que tambiénlo hacía en los debates más generales, incluso en aquellos que remitían il

conflictos políticos locales, siempre en favor de la causa republicana.

PRENSA, ASOCIACIONES, ESFERA PÚBLICA (lB50-1900) I 405

Gaetano Pezzi murió en 1888, a los 59 años, quebrado como conse­cuencia de un desfalco a la Compañía de Gas de cuyas consecuencias sehizo responsable, hipotecando sus bienes. Su honor quedó salvado. Másde 150 carruajes acompañaron el féretro cubierto por la bandera tricolor dela Asociación Republicana Universal. Los principales diarios publicaronsu obituario: rendían homenaje a una reconocida figura pública. Un perio­dista uruguayo evocaba así su último encuentro: "Me invitó a visitarlo enBuenos Aires, para saquear a placer su biblioteca, como hacíamos cuandoen los bellos años de nuestra juventud". Movido por su pasión política,Pezzi había adquirído y desplegado capacidades de un intelectual de colec­tividad y de partido, primero, y luego de una causa más amplia, la repu­blicana, en pos de la cual intervino a través de su palabra, de su pluma yde su acción en la vida pública de Buenos Aires (Cibotti, 1992).

Un hombre de imprentasLa prensa fue, en la ciudad de México, una presencia fundamental. Aundurante períodos en que la acción se imponía a la palabra, como durantela guerra de Reforma y la que siguió a la intervención francesa, el perio­dismo ocupaba un lugar importante en la vida política y pública mexi­cana. y en los años de la república restaurada y del primer porfiriato, elnúmero de publicaciones no hizo sino multiplicarse tanto en la capital

como en el resto del país.Los grandes diarios de la época, como El Siglo XIX (1841-1896, con inte­

rrupciones) y El Monitor Republicano (1844-1896),se inscribían en la tra­dición liberal del periodismo político. En sus páginas, escribían los másimportantes publicistas y letrados del momento, corno Ignacio Altami­rano, Justo Sierra y Francisco Zarco, entre muchos otros. De amplia cir­culación, estos diarios no se limitaban a su función política sino que cubríancrecientemente diferentes áreas de interés público. El florecimiento de laprensa en México tuvo también otras manifestaciones, desde la llamada"prensa obrera", con órganos importantes como El Socialista (1871-1888) yEl Hijo del Trabajo (1876-1884), hasta los periódicos cíentificos, literarios,o los destinados a los niños (Clark de Lara y Speckman Guerra [eds.], 2005).

Era éste un mundo muy heterogéneo tanto respecto de los contenidos y delas formas de la materia publicada, como de los orígenes, la duración y laperiodicidad de cada órgano.

Lo cierto es que, en su diversidad, la actividad abrió espacios a nuevascarreras, oficios y profesiones. Y si bien buena parte de la tarea que impli­caba la producción de estas publicaciones estaba a cargo de personas que

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406 I HISTORIA DE lOS INTELECTUAlES EN AMÉRICA LATINA

se desempeñaban en otros campos y sólo secundariamente se ocupabanen ella, fueron surgiendo demandas específicas que dieron lugar a la espe­cialización. Además de las tareas técnicas que llevaban a cabo los tipógra­fos y otros obreros del ramo, ahora el trabajo de elaboración del perió­dico lo hacían periodistas, redactores y editores que con frecuenciaencontraban en esa actividad una forma de ganarse la vida y de iniciarseen una "carrera" letrada. Es ese mundo que, para la ciudad de México, tanbien ha pintado Eduardo Rabasa en sus ficciones.

Quisiera introducir aquí, por mi parte, un personaje algo diferente,pero real, fundador de periódicos, director, redactor, editor, periodista ytambién impresor, escritor, compilador, en fin, hombre de imprentas:Mariano Villanueva y Francesconi. Nacido en España, llegó a Méxicosiendo niño, a principios de la década de 1840,acompañando a su madre,una actriz contratada por la Compañía de Teatro Principal. Dado que lafamilia no disfrutaba de una situación económica holgada, Mariano tra­bajó desde joven, primero en tareas vinculadas a la empresa teatral dondese desempeñaba su madre, y luego empleado en la imprenta de Fran­cisco yVicente Segura Argüelles, donde se editaba ElOmnibus (1851-1856).Además de su labor en el taller, Mariano empezó a abrirse paso con laescritura hasta que fue nombrado encargado de redacción del periódico(Vieyra Sánchez, 2003).

También desde muy temprano se acercó al conservadurismo y con elapoyo del obispo Clemente Jesús Murguía compró una imprenta propia.Allí iniciaría, en 1861, la redacción y publicación del diario ElPájaro Verde,que se convirtió en un órgano importante de difusión de ideas y de apoyoa políticas y a sectores conservadores. En su primera etapa, fue parte delo que Erika Pani (2005) ha llamado el "momento conservador" para laprensa que se oponía a las posiciones y a los gobiernos liberales, y quehabía tenido una primera expresión en las publicaciones exclusivamentereligiosas de la primera mitad del siglo y más tarde-de 1870a 191O-laten­dría en los periódicos católicos.

El Pájaro Verde tuvo una vida un tanto accidentada. Apareció despuésde la guerra de Reforma, poco antes de que Benito Iuárez entrara a la ciu­dad. En los agitados años que siguieron, sufrió varias interrupciones pordiversas causas, entre las que se cuentan un incendio intencional a laimprenta por parte de los liberales y una prohibición oficial de circular portreinta días en 1864,entre otras. Luego de la caída del imperio hubo unlargo intervalo, entre mayo de 1867 -cuando el diario dejó de salir- y 1872cuando, después de la muerte de Iuárez, volvió a publicarse hasta su defi­nitivo cierre en agosto de 1877 (Castro y Curiel, 2003: 419-434).

PRENSA, ASOCIACIONES, ESFERA PÚBLICA (IB50-1900) I 407

Sibien eldiario puede inscribirse claramente en los marcos de la prensapolítica, en sus páginas se desplegaban diferentes secciones con variadostemas. Su subtítulo inicial,Relijión, política, literatura, artes, ciencias, indus­tria, comercio, medicina, tribunales, agricultura, minería, teatros, modas,revista general de laprensade Europa y del Nuevo-Mundo, revela los ambi­ciosos propósitos de su editor y también, en parte, los contenidos reales dela publicación, pues ofrecía notas informativas y de policía, trascripciónde leyes,reproducción de notas de otros periódicos, un folletín yabundan­tes avisos. Cuando los tiempos políticos hacían poco aconsejable la inclu­sión de los editoriales políticos "que con tanto gusto lesdedicábamos antes':la venta se sostenía gracias a esa amplia cobertura. En sus intervencíonespolíticas, por otra parte, el diario era consecuente con su orientaciónconservadora y católica, al mismo tiempo que se movía con cierta flexibi­lidad frente a los problemas concretos. En varias ocasiones, Villanuevaseñaló su posición contraria a los partidos en general y, en particular, sudistancia con el Partido Conservador, mientras aclaraba que era "mode­rado" y pertenecía a "la categoría de los que no están por la conservaciónde todo lo pasado, pero por la de una parte". En la segunda etapa, el dia­rio y su editor continuaron con su defensa de la religión y la Iglesia, frentea las medidas propuestas por los liberales, pero también se manifestaron, apartir 1876, a favor de la separación de los asuntos de la Iglesiay del Estado.Por entonces, Villanueva se sumaba a los partidarios de la candidatura dePorfirio Díaz para la presidencia y enrolaba al diario en las filas del "par­tido conservador progresista",mientras aconsejaba al nuevo presidente queestableciera una dictadura. Finalmente, daba por concluida la publica­ción de ElPájaro Verde, "porque los tiempos son otros y la reconstrucciónde nuestra sociedad exige [... ] otras prácticas decisivasque acaben por fijarlos destinos de nuestra patria" (Castro y Curiel, 2003:419-434).

Ladedicación de Mariano Villanueva a la empresa periodística no habíacesado, sin embargo, durante los momentos de interrupción de su princi­pal criatura. Así, hubo otros títulos que reprodujeron con variaciones elformato y los contenidos de aquélla, o ensayaron algún otro camino, comoElReeopilador (1868-1869), La Regeneración Social (1869-1870), El FénixdeAmérica (1870), El Continental (1873) y La Bandera Nacional (1877-1878)(Vieyra Sánchez, 2003: lOO: Castro y Curiel, 2003: 309-311, 477-480). Villa­nueva mantuvo así una presencia constante en el mundo de la prensa escritamexicana de las décadas de 1860 y 1870,como parte de ese conjunto depublicaciones de orientación conservadora que, como ha señalado ErikaPani (2005: 130),"representaron [... ] un elemento dinámico dentro de laesfera pública':

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408 I HISTORIA OE LOS INTELECTUALES EN AMtRICA LATINA

La pasión editorial de nuestro personaje tuvo también otras manifes­taciones. Intentó la literatura y con suerte dispar publicó cuatro obras, queno han merecido demasiado reconocimiento posterior. Pero su mayor pro­ductividad fuera del periodismo estuvo en su labor de editor. En su colec­ción titulada Biblioteca Universal,"que buscaba popularizar el conocimientoy contribuir al desarrollo cultural del país",Villanueva publicó veinte títu­los muy diversos entre los que incluía varios de contenido religioso, otrosde ficción, textos de historia y hasta un Manual del perfumista. Se embarcótambién en la edición y publicación de calendarios y recopiló información

para su Manual de medicina doméstica o tratado de las enfermedades más

comunes al alcance de todos, que publicó en 1883, destinado a las familiasde pocos recursos con escasasposibilidades de acceder a un servicio médico.Hacia el final de su vida, en 1892, dio a conocer su obra Verdades y cuentos

de Juan Verdad, una miscelánea de "juicios políticos, artículos sobre moral,derecho constitucional y consejos sobre la factura de las bebidas alcohó­licas" (Vieyra Sánchez, 2003: 93-100).

Así,Villanueva fue un hombre de imprentas, que dedicó su vida al cul­tivo del arte de la edición en diversas formas. Con un capital social y cultu­ral inicialmente reducido, a través de su dedicación al periodismo, supoadquirir las herramientas y las capacidades para convertirse en un profe­sional de la escritura y en un intelectual parcialmente al servicio de la causaconservadora.

Del Campo, Pezzi y Villanueva tuvieron, sin duda, vidas muy diferentes.Pero las historias que acabo de relatar revelan trayectorias comparablesen cuanto a su desarrollo e inserción en las tramas culturales y en la vidapública latinoamericana de la segunda mitad del siglo XIX. Ninguno de lostres pertenecía a las élites locales, pero contaban con algún capital social ycultural inicial que les permitió entrar en carrera. Los tres se insertaronen los espacios abiertos por la expansión de la prensa y el asociacionismo,espacios que a su vez contribuyeron a ampliar y desarrollar. Ellos les sir­vieron de punto de apoyo para su formación así como de plataforma paratrascender más allá de sus ámbitos sociales e institucionales específicos yhacer de la labor intelectual el foco de su accionar en el campo político. Ylos tres se construyeron así como figuras de la vida cultural y pública delas ciudades en las que les tocó, o eligieron, vivir.

PRENSA.. ASOCIA.CIONES. ESFERA PÚBLICA. (1850-1900) I 409

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El exilio de la intelectualidadargentina: polémicay construcción de la esferapública chilena [1840-1850)Ana María Stuven

Las ideas, señor, no tienen patria.

Manuel Montt a Domingo Faustino Sarmiento, 1841

Las ideas, los principios admitidos, regularizan nuestra conducta y se

hacen sentir a pesar nuestro, en todos los actos de la vida. Ellas hacenvariar los Estados de una manera inconcebible, trastornan el orden exis­

tente y originan esas revoluciones que cambian el aspecto del mundo...

La religión, el gobierno, las costumbres, la industria, ¿qué son, sino la

expresión de las ideas.Ias convicciones, los principios generalmente reci­

bidos en un pueblo? Antonio Varas, "Memoria anual del Instituto Nacio­

nal", en Anales de la Universidad de Chile,1845-1846.

Esta declaración, de 1845, es un categórico reconocimiento de la función del

pensamiento en la configuración de la esfera pública chilena. Pertenece a

Antonio Varas (1817-1886), en ese entonces rector del Instituto Nacional,

pilar fundacional del proyecto republicano del país. Ni la guerra externa ni

los conflictos internos que se sucedieron desde la independencia merecie­

ron el lugar atribuido a las ideas en el desarrollo moral, político, religioso

y económico de la nueva república por quien tuviera probablemente unade las visiones más pragmáticas sobre el poder en la década de 1840 en Chile.

Una serie de sucesos hacían posible esa irrupción de pasión intelec­

tual, seguramente contenida hasta ese momento por los acontecimientos

que desde 1810 habían exigido más acción que reflexión. No sólo la sepa­

ración de España, sino la incertidumbre del nuevo sistema político y sus

consecuencias sociales ocuparon las energías físicas y mentales de quie­

nes tuvieron que conducir el tránsito de los códigos de autoridad y repre­sentación, vigentes bajo la monarquía, hacia el nuevo orden republicano.

Conflictos entre facciones se resolvieron en clave autoritaria en 1831,dando

EXILIO ARGENTINO Y CONSTRUCCiÓN DE LA ESFERA PÚBLICA CHILENA I 413

inicio al llamado régimen portaliano; varios ensayos constitucionales cul­

minaron en la aprobación de la Constitución de 1833. La incorporación

de las riquezas mineras de Chanarcillo en 1837 y el triunfo decisivo sobre

la Confederación Perú-Boliviana en 1839 inspiraron confianza en la clase

dirigente chilena respecto de su futuro. Cuando Manuel Bulnes (1799-1866),

el general del ejército victorioso en la batalla, asumió la presidencia de la

república, parecía inaugurar una nueva era. Andrés Bello (1781-1865), afin­

cado hacía algunos años en Chile, saludó al nuevo mandatario desde laspáginas de El Araucano con una pregunta que marcaría la década:

El estado lamentable de casi todos los países sudamericanos, ¿no hablará

constantemente a nuestros corazones y a nuestra razón, exigiéndonos

imperiosamente el sacrificio de todas nuestras pasiones por la conser­

vación de una paz tan cara y en la que se fundan todas nuestras espe­ranzas? (Barros Arana, 1905: vol. 1, 218).

Chile era una excepción en el concierto de las naciones hispanoamerica­

nas: su posición promisoria permitía que una institucionalidad estable­

cida con mano de hierro por la influencia de Diego Portales sobre elgobierno

del general José Joaquín Prieto (1831-1841) internalizara en su clase diri­

gente una sensación de seguridad y de responsabilidad cívica. Ese territo­rio, de los menos codiciados durante la administración hispana, se había

tornado lugar de expectativas y experimentación, no sólo para los chile­

nos, sino para muchos otros que ansiaban un espacio en que las teorías y

las prácticas políticas pudieran dialogar. Colombianos, peruanos, ecuato­

rianos, pero especialmente argentinos, encontraron en Chile el lugar que

en sus propios países les era negado, y del cual por fin podían vanagloriarse

los chilenos. Aunque algunos de ellos ya estaban en el país antes de 1840,

el fracaso de la expedición del general Lavalle y la represión de Juan Manuel

de Rosas contra los jóvenes agrupados en torno de la Asociación de Mayofueron decisivos para que la "provincia Argentina flotante" se integrara al

debate nacional chileno. Nada les hacía presagiar que su estadía sería corta,

y por ello, y aunque la Argentina estuviera en sus corazones y en sus men­

tes, su sede profesional e intelectual se instaló en Chile.

Este capítulo se centrará en el análisis de una forma específica de función

intelectual en América Latina, aquella vehiculizada por los "intelectuales­pedagogos", cuya cercanía al poder les permitió, al mismo tiempo que pres­

tigiar su rol social, prestar un servicio a la autoridad republicana para defi­

nir el nuevo campo político -la ciudadanía, la representación y los alcances

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414 I HISIORIA DE lOS INTEUCIUALES EN AMÉRICA lATINA

de la soberanía popular- así como el campo cultural chileno, incluyendoen él la literatura, la historiografía, el lenguaje, el papel de la religión y laeducación. Domingo Faustino Sarmiento (1810-1888), Vicente Fidel López(1815-1906), Félix Frías (1816-1881), Juan Bautista Alberdí (1811-1884), Bar­

tolomé Mitre (1821-1906), Juan María Gutiérrez (1810-1878), Mariano Fra­guciro (1795-1872) son algunos de los argentinos exiliados por el gobiernorosista. Con su diálogo, a veces belicoso, con Andrés Bello, José VictorinoLastarria (1817-1888), Jacínto Chacón (1820-1898), José Joaquín Vallejos(Jotabeche) (1811-1858), Francísco Bílbao (1823-1865) y Salvador Sanfuen­

tes, entre otros, llenaron el vacío en el espacio cultural de la nación chi­lena para el cual un orden político estable era sólo un ingrediente. Al pri­vilegiar la prensa como medio permitieron que los imaginarios de la naciónse convirtieran en tema de polémica y afloraran los problemas inherentesa la consolidación nacional republicana.

EN "LAS PLAYAS HOSPITALARIAS DE CHILE"

Con un gran dejo de orgullo, El Mercurio tituló así un artículo en el quedaba cuenta de la llegada de algunos argentinos exiliados a Chile, DomingoFaustino Sarmiento entre los primeros (El Mercurio, 7 de junio de 1841).La oleada continuaría hasta 1844,cuando desembarcó en elpaís Juan Bau­tista Alberdi, quien ya contaba con suficiente prestigio intelectual comopara que El Mercurio informara de su llegada como un acontecimientocultural y anunciara la publicación de sus impresiones de un reciente viajepor Italia, Suiza y Francia. De hecho, la Revista de Valparaíso (vol. 1, No.6, julio de 1842) había publicado ya su obra "Algunas vistas sobre Ja lite­

ratura americana". Además de las numerosas obras que publicó en Chile,incluyendo sus famosas CartasQuilIotanascontra Sarmiento, y sus Basesy puntos de partida para la organización política de la República Argen­tina, aparecida en Valparaíso en 1852, fue redactor del mismo diario quele dio la bienvenida. Lehabían abierto elcamino Félix Frías, también redac­tor de El Mercurio; Juan María Gutiérrez, quien llegó a ser director de laEscuela Naval y luego redactor literario de La Tribuna en Santiago; Do­mingo Faustino Sarmiento, que publicó su Facundo en El Mercurio, delcual fue redactor, además de ser el fundador de ElProgreso -el primer dia­rio santiaguino- y de haber escrito en quince periódicos. Vicente FidelLópcz fue redactor de La Revista de Valparaíso -desde la cual se enfrentócon Salvador Sanfuentes, que escribía en ElSemanariodeSantiago- y luego

EXILIO ARGENTINO Y CONSIRUCCION DE LA ESFERA PÚBLICA CHilENA I 415

de LaGaceta delComercio. También se incorporaron otros exiliados argcn­tinos, provenientes de las provincias de Cuyo, Catamarca, La Rioja, Saltay Iujuy, quienes tuvieron menos resonancia pero no menos importancia.Mariano Fragueiro, por ejemplo, autor de "Observaciones sobre el Pro­yecto de Estatuto para el Banco Nacional de Chile", publicado en ElAgri­cultor (N° 50), en 1845,fue el detonante de una reflexión sobre e! papeldel Estado en la economía, al postular la restricción de la ingerencia esta­tal, lo que El Mercurio (281211845) defendíó como "muy liberar'. Gabriel

acampo (1798-1882), "uno de los ornamentos más dignos de! foro argen­tino", el abogado José Barros Pazos (1808-1877), su "compañero de desgra­cia" ("Correspondencia", ElMercurio, 7 de junio de 1846),Gregario Beéche(1800-1878),quien estableció numerosas bibliotecas con Ocampo; ManuelZapata (1803-1869), fundador del Colegía de Zapata, y Carlos Tejedor (1817­

1903) YDomingo Oro (1800-1879) también ejercieron influencia intelec­tual en sus distintos ámbitos. Zapata fue educador de la élite chilena yperuana. Durante el gobierno de Mitre en la Argentina, fue nombradodirector del Colegio Nacional de Buenos Aires. Oro residió en Copiapó,donde se relacionó con Vicente Pérez Rosales. Según Benjamín VicuñaMackenna (1863: 254) estuvo a la cabeza de un círculo de emigrados entrelos que figuraban los argentinos Enrique Rodríguez y Carlos Tejedor, ade­más del colombiano Juan García del Río, el guatemalteco Hermógenesde lrisarri y el boliviano Casimiro Olañeta, si bien Oro era "de ley harto

más baja".Indalecio Martínez en Coquimbo, y Pedro Ortiz Vélez en Concepción

ejercieron la medicina; Mariano Sarratea (1774-1849),Nicolás RodríguezPeña (1775-1853), el general Gregorío de Las Heras (1780-1866), el canó­

nigo Navarro, Miguel Piñciro, Francisco Delgado, José Santiago de Melayel poeta Juan Alberto Godoy ejercieron sus oficios en e! servicio públicoo en la práctica privada. Hacia el final del exilio argentino, en 1849, llegóBartolomé Mitre. Desde las páginas de El Comercio y de El Progreso seinvolucró en la Revolución de 1851, por lo cual fue detenido yencarce­

lado con Vicuña Mackenna.La gran mayoría de los exiliados se relacionó socialmente con la clase

dirigente chilena, para lo cual existían vínculos previos, como el matri­monio del presidente Francisco Antonio Pinto (1775-1858) con la argen­tina Luisa Garmendia, y el de su sucesor, Joaquín Prieto, con ManuelaWarnes, de Buenos Aires. Enriqueta, hija de Pinto, fue la mujer del pre­sidente Bulnes. También Diego Barros Arana (1830-1907) era hijo de unaporteña. Los vínculos, que continuaron estrechándose durante todo elsiglo XIX, permitieron establecer amistades duraderas entre Mitre, Sar-

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416 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AM[RICA LATINA

miento, Rodríguez Peña, el general las Heras y los chilenos José VictorinoLastarria, Benjamín Vicuña Mackenna (183]-]886), [aviera Carrera (1791­

1862), Emilia Herrera de Toro, Diego Barros Arana y Martina Barros deOrrego (1850~1944), de lo cual dan fe numerosos epistolarios y anécdo­tas, entre las que destacan las que relata esta última. Asistente asidua a ter­tulias masculinas, a las que accedía como excepción a las normas vigen­tes, y organizadora de una en su propia casa, Martina logró ocuparposiciones en un debate intelectual del que seguían estando excluidas lamayoría de las mujeres. De allí surgió su amistad con Sarmiento y conMitre, contertulios de Domingo Fernández Concha, de los hermanos Gre­gario Víctor y Miguel Luis Amunátegui (1830-1899 y 1828-1888), de Las­tarria, de Barros Arana, de Alberto Blest Gana (1830-1920) y del maridode Martina, Augusto Orrego Luco (1848-1933). Según Martina, Sarmientose imponía por su presencia, pero especialmente por su palabra: "Puedodecir sin exagerar, que de su garganta brotaban a veces rugidos de león yen otro arrullos de paloma" (M. Barros, 1942).

Aunque sería justo referirse a la influencia de los exiliados argentinos enla consolidación de las profesiones, en la expansión de la cultura más alláde la capital y del puerto de Valparaíso y en las relaciones bilaterales, suinflujo más definitivo se dio en la consolidación del campo cultural chi­leno, sustento de la definición de una identidad nacional, y en el debateque le dio forma. En ese sentido, las figuras descollantes fueron Sarmiento,Alberdi, López y, en menor medida, Frías y Gutiérrez, todos ellos miem­bros de la generación argentina de ]837, que, como afirma JoséLuis Romero,influidos por la sociología francesa, habían descubierto el enigma que pre­cede a la cuestión política: la realidad social (Romero, 1963). Antes de suderrota por Rosas, en el Salón Literario de Marcos Sastre ya habían leído elFragmento Preliminar al estudio del Derecho de Alberdi, donde éste bus­caba y reconocía las raíces del apoyo social al tirano, para concluir que lospueblos americanos iniciaban una nueva era en la cual, rechazando 10extran­jero, fundaban lo original de sus naciones. Con ello expresaba la creenciacomún a su generación de que la política debía responder a la realidad social,que la oposición entre civilización ybarbarie que hizo tan famoso el Facundode Sarmiento, o el "desierto" que inquietaba a Alberdi, sólo podían supe­rarse con el progreso, la educación yel rechazo a la tradición hispánica.Recién cuando estuvieran sentadas las bases del nuevo edificio nacional,podría la república pasar de la potencia al acto.

EXILIO ARGENTINO Y CONSTRUCCIÓN DE LA ESFERA PÚBLICA CHILENA I 417

LA OPINIÓN PÚBLICA Y EL "INTELECTUAL PEDAGOGO"

Diego Barros Arana dio importancia al cambio de atmósfera intelectualque se produjo en el país en ]841, atribuyendo a la tranquilidad política el"movimiento de los espíritus" que buscaban nuevos horizontes, desde laconquista del territorio hasta la conquista de las mentes (Barros Arana,]905: 278). Así retrató el historiador el tránsito de un contexto en el que laprensa reproducía las posturas que se debatían en campos de batalla for­males, a la polémica que articulaba y combatía con ideas que se dabancita en las páginas de los periódicos, en obras históricas, novelas, poesías,revistas y cuanto medio ponía la imprenta y las primeras casas editorialesa su disposición. Este fenómeno, por el lado chileno, era atribuible a la con­ciencia de los ilustrados que pensaron inicialmente la república. Ya en 1810,

Juan de Egaña había recomendado la publicación de un periódico para"uniformar la opinión pública a los principios del gobierno" (Godoy Urzúa,

1982: 250).Así, tempranamente surgieron LaAurorade Chile, que completó58 ediciones, El Monitor Araucano y El Amigo de la Ilustración. Luego deconsolidada la independencia vieron la luz ElCensor delaRevolución, TizónRepublicano, El Liberal, El Patriota Chileno, ElSemanario Republicano, ElLiberal, ElSufragante,ElAmigodelaConstitución. Bastaría repasar los nom­bres para percibir que las primeras preocupaciones republicanas se con­centraban en el nuevo régimen político, en los derechos que debía consa­grar, en la ideología que debía inspirarlo y en su forma institucional.

Debieron transcurrir dos décadas para que una generación, la del >42,

hija de los forjadores de la república, pudiera convertir estos medios en unaherramienta para la construcción de la nación en sus campos político, socialy cultural. En ese entonces, el país contaba con poco más de 1 millón dehabitantes, y Santiago, la capital, tenía alrededor de 65 mil; sin embargo,Valparaíso, segunda ciudad en población y primera en comercio, se con­

virtió en sede de las primeras imprentas: en ]840, la de Santos Tornero, y

en 1841,la de Rivadeneira, lo que permitió la publicación de los primeroslibros editados en suelo chileno. El mismo Santos Tornero fundó las dosprimeras librerías del país, en Santiago y en Valparaíso; en 1845, comopropietario de El Mercurio, organizó también las librerías de El Mercurio,con sucursales en Copiapó, La Serena y San Felipe. Según Bernardo Suber­caseaux (2000), en la década de ]840 hubo una verdadera eclosión de libre­rías debido a la demanda de una élite que se sentía llamada a participar acti­vamente en la organización de la vida política e institucional del país. Laproliferación de medios de prensa -sólo entre 1838 y 1840 aparecieron másde quince periódicos- es también signo del vuelco que vivió Chile luego

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418 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA

del asesinato del ministro Portales y el paulatino regreso de las libertadespúblicas, entre ellas la de imprenta. Laprimera lcyde imprenta se dictó en1828. La segunda más importante, promulgada en el contexto de mayoreslibertades públicas que siguió a la desaparición de Portales, es de 1846. Porotra parte, en su artículo 121a Constitución garantizaba la libertad de publi­car opiniones a través de la imprenta sin censura previa, aunque permitíael inicio de juicios de imprenta para calificarlos abusos. Más aun, elgobiernopodía participar activamente en la designación de los jurados. Según JoséPeláezy Tapia (1927), entre 1828 y 1851 se publicaron 152 periódicos con másde un número, y en la década de 1840 sepublicó la mayor cantidad de perió­dicos, que alcanzaron unos 140 números cada uno. Por otra parte, en 1840el número de imprentas llegó a 9 en Valparaíso, y hubo otras tantas enSantiago, dedicadas especialmente a imprimir periódicos (Subercaseaux,2000).Alcompás de esa expansión, creció elnúmero de tipógrafos en Chile,que entre 1845 y 1865 se incrementó de 221 a 370.Según los datos presenta­dos por Subercaseaux, en 1875 ya eran alrededor de 700.

Este vehículo de socialización de una nueva palabra permite constatarla liberación de un espacio público que <corno escribió Francois-XavierGuerra sobre los primeros años de la independencia en Hispanoamérica­posibilitó socializar opiniones con fines de pedagogía cívica y de propa­ganda (citado en Sabato, 1999: 53). Los artículos de prensa no estabandirigidos primordialmente a un público lector que se sabía escaso, sinomás bien a los pares de la ciudad letrada, distinta del público moderno.Miembros de esta ciudad-comunidad, que tenían un origen social y edu­cativo común -casi todos los chilenos eran alumnos del Instituto Nacio­nal-, disponían indudablemente de un nuevo y valioso recurso para dis­cutir sobre las formas que debía asumir la nueva sociedad. Ellos eran losrepresentantes del interés general, reunidos en una suerte de "asambleade papel" que hacía las veces de nación, mientras ésta adquiría las condi­ciones para reconocer y conferir la autoridad correspondiente a cada unode sus individuos-miembros.

En forma paralela al auge de la palabra impresa, y para poder actuali­zar la república, el Estado emprendió una verdadera cruzada por la edu­cación, condición necesaria para que la opinión escrita se convirtiera enpública, y eslabón que desde el poder se consideraba corno la posibilidadde unir al hombre pre-republicano con el siglo del progreso. Ello contri­buyó a un incremento tangible en el número de estudiantes chilenos: entre1831 y 1855, se elevó de tan sólo 5.700 alumnos en todo el país a 36.000(Loreto, Núñez y Salinas Álvarez, 2003). Cabe enfatizar que aunque elaumento fuera significativo, en 1854 la población alfabetizada 110 excedía

EXILIO ARGENTINO YCONSTRUCCiÓN DE LA ESFERA PÚBLICA CHILENA I 419

el 140/0, dato que confirma que los primeros habitantes de la ciudad letradachilena fueron aquellos que disfrutaron de las posiciones más altas den­tro de la esfera social y que, por razones obvias, cumplían funciones cul­turales cercanas a las estructuras de poder. Esa expansión del número delibros y periódicos en circulación facilitó la puesta en evidencia de ciertosaspectos de la complejidad ideológica de esa élite -hasta entonces ocultatras el consensuado liberalismo conservador de carácter católico-. Másaun, permitió que, ocasionalmente, pudieran hacerse oír acordes disi­dentes, como los de Francisco Bilbao en 1844, que ese mismo año publicóen el periódico El Crepúsculo su "Sociabilidad chilena", donde denunciabaa la Iglesia por antidemocrática y al gobierno por conculcar los derechosdel pueblo y de la mujer. Ello le valió ser sometido a juicio de imprenta yser condenado por inmoral y blasfemo (Stuven, 2000).

Ángel Rama sostiene que en los albores de repúblicas casi analfabetasla propiedad de la palabra escrita daba una supremacía que permitía que lacomunidad del intelecto republicano adquiriera su prestigio y su utili­dad. Para matizar esta afirmación, es necesario agregar que este derechono se hacía extensivo a quienes franquearan los límites permitidos dedisenso, como lo hizo el mismo Bilbao, quien debido a ello perdió todosu ascendiente intelectual en el país. Indudablemente, para consolidar nue­vas esferas de influencia era importante tener acceso a redes sociales y a losinstrumentos de comunicación que permitieran poner en circulación lasideas y los discursos de los intelectuales. En una sociedad más comunita­ria que individualista -como la chilena del siglo XIX-, donde la capacidadde representación estaba dada por la pertenencia a la clasedirigente, exclu­siones como la de Bilbao se tornaban factibles. En ese sentido, las asocia­ciones y las sociedades que nacieron desde mediados del siglo XIX dantestimonio de la necesidad de establecer redes para la comunicación, y tam­bién confirman que, al menos en la década de 1840,en Chile el intelectualautónomo aún no había encontrado su lugar (Rama, 1984). José Victo­rino Lastarria, fundador de La Sociedad Literaria en 1842, demostró coin­cidir con esta visión cuando en "Noticia de la sociedad" afirmó que "aco­meter esta empresa individualmente era imposible" (Lastarria, 1967).

En su discurso inaugural, Lastarria asumió el carácter pedagógico delasociacionismo republicano y postuló la necesidad de que la nación alcan­zara su madurez antes de avanzar en la senda de la participación. "Somosinfantes en la existencia social", sostuvo. "La democracia, que es la libertad,no se legitima, no es útil ni bienhechora sino cuando el pueblo ha llegadoa su edad madura, y nosotros no somos todavía adultos" (Lastarria, 1967).La metáfora es clara para someter el pensamiento al" [... 1pausado curso

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420 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA

de la severa experiencia [... ]".No obstante, como Alberdi en su Fragmentopreliminar, Lastarria abrió la puerta para el ingreso del nuevo actor repu­blicano. La medida del progreso debía ser el avance de la sociedad hacia lacivilización, que se expresaba en la literatura, la historia y las artes, comoproductos culturales. "La literatura -dijo, citando a Artaud- es como elgobierno: eluno y la otra deben tener sus raícesen el seno mismo de la socie­dad, a fin de sacar de él continuamente eljugo nutritivo de la vida".Cuandolas ideas circulan libremente, ponen en contacto al escritor con el públicoy expanden la civilización consolidando la nación. Así como el gobiernodebía representar a las fuerzas sociales, la literatura nacional debía ser elmedio de expresión de la cultura. Ésta, fruto de la interacción social. teníapor lo tanto repercusión tanto frente al Estado como para la nación..

Andrés Bello fue la figura descollante en el momento de surgimientode la generación del '42 chileno. Este "constructor de instituciones", inte­lectual, miembro de la Sociedad Literaria y maestro de generaciones, llegóa Chile procedente de Caracas en 1829. Director de El Araucano desde1830 hasta su retiro, en 1853,senador y redactor del Código Civil promul­gado en 1855.éstas son sólo algunas de las funciones que ejerció en los cam­pos cultural y político chilenos (Stuven, 2000; Cussen, 1992). Por su parte,Domingo F. Sarmiento, que había llegado a Chile en 1841, se incorporóinmediatamente como interlocutor al proceso de apertura política y cul­tural que vivía el país. No es casual que en 1842, Manuel Montt, ministrode Instrucción Pública y del Interior, nombrara a Bello primer rector dela Universidad de Chile y a Sarmiento, activo en el periodismo desde elañoanterior, director de la recientemente establecida Escuela Normal de Pre­ceptores. La formación de maestros y el desarrollo intelectual de la nación,pilares ambos del desarrollo educacional para la consolidación de la nación,fueron el lazo que unió a los dos gigantes de la palabra. La influenciasobre el devenir de la educación y su cercanía a la autoridad política fue­ron las trincheras desde las cuales tanto Bello como Sarmiento defendie­ron su creencia en que la educación era el requisito para la consagraciónde las libertades republicanas. En 1843,en su "Discurso inaugural de la Uni­versidad de Chile" Bello estableció el itinerario para todas las materiasque se consideraban involucradas en la formación de la nación: derecho,literatura, arte, moral, filosofía, y religión. La discusión intelectual ten­dría allí su sede siempre que no se confundieran la libertad con la licen­cia,y se respetaran las costumbres y las instituciones. En esesentido, ambosejercieron como "pedagogos" en una doble acepción: aquella que impartelos conocimientos necesarios para ingresar a la república de las letras, y laque abre la puerta de la república de la participación. Ambos ejercieron el

EXILIO ARGENTINO Y CONSTRUCCiÓN DE LA ESFERA PUBLICA CHILENA I 421

periodismo, espacio donde la racionalidad. la ilustración y la cultura deba­tían la separación entre civilización y barbarie, esenciales para que emer­giera la figura del ciudadano, habitante por excelencia de la república y dela nación modernas. Los maestros, legitimados por el poder, se expresa­ron, como afirma Julio Ramos (2001), desde distintas posiciones: Bello,apoyado en una articulación clásica, inserta dentro del proyecto institu­cional chileno, y confiado en el poder de la ley,no sepermitía excesosexpre­sivos y combatía toda idea que pudiera desviar la senda gradual del pro­greso nacional. Sarmiento, en cambio, más espontáneo y belicoso,denunciaba las carencias y no temía las consecuencias que sus palabraspudieran tener sobre la opinión pública.

EL CAMPO poLÍTICO: CIUDADANÍA, REPRESENTACIÓN Y SOBERANÍA

¡Viva la polémica! Campo de batalla de la civilización,en que así se batenlas ideas como las preocupaciones, las doctrinas recibidas como el pen­samiento o los desvaríos individuales. El pueblo escucha, cree al prin­cipio lo que cada uno de los contendientes alega, la duda sobreviene, seestablecen comparaciones, yel juicio propio aleccionado concede la vic­toria a quien o más razón lleva, o más profundas impresiones deja.

Imposible mejor representación de la función pedagógica que la que Sar­miento atribuía al debate intelectual en 1842, aunque los antagonistas seinfligieran "heridas profundas y duraderas" (Sarmiento, "El comunicadodel Otro Quidam", El Mercurio, 3 de junio de 1842).

Consolidado el orden administrativo e incólume el orden social, en ladécada de 1840 tomó curso un segundo momento identitario nacional,para el cual la polémica intelectual fue fundante. (El primero había tenidolugar en torno de la independencia cuando los organizadores de la repú­blica, conscientes de que el nuevo estatuto político implicaba la existen­cia de una soberanía nacional, y,por lo tanto. de una "nación" como enti­dad legitimadora del poder, privilegiaron la institucionalización del Estado

como prerrequisito para la misma.)Se trataba ahora de dar forma a un cuerpo político moderno, inspi­

rado en los dogmas republicanos de la libertad y la igualdad. Se trataba,por lo tanto, de pensar la figura del individuo, del ciudadano y de la repre­sentación de ellos en la nueva polis, a fin de transitar desde la república"epidérmica" -para usar el término que le dan JoséAntonio Aguilary Rafael

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422 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA

Rojas-, del momento en que la república "no es sino una forma de gobiernoantitética de la monarquía", a la república "densa" o "sustantiva" que pre­supone, además de la existencia de un Estado libre,"ciudadanos libres capa­ces de determinar autónomamente sus propios fines" (Aguilar y Rojas,2002; Pettit, 1999).

En Chile, a medida que el conservadurismo perdía prestigio por sudefensa de las prerrogativas clericales, el republicanismo inicial tendió aasociarse cada vez más con el liberalismo, sin por ello perder su carácterautoritario. Sarmiento fue claro cuando en ElMercurio (26 de febrero de1841) defendió las ideas "l ...] que los progresos del espiritn humano hanhecho brotar en todos los puntos del globo en que la civilización europeaha penetrado y que l ...] forman el catálogo que ha recibido el nombre deideas liberales': Este tipo de afirmaciones no debe entenderse como la con­sagración del liberalismo en el seno ideológico de las clases dirigentes. Elcontenido del republicanismo sustantivo aún permitía diferencias funda­mentales en su concepción de la libertad entre el liberalismo europeo deci­monónico y quienes se llamaban liberales en Hispanoamérica (Barrón,2002, en Aguilar y Rojas, 2002).

En claverepublicana, esa diferencia se expresaba en la creencia por partede las clases dirigentes de que los derechos ciudadanos podían ser con­culcados en beneficio de la comunidad, o del bien común de ella,hasta queel pueblo, sujeto de la soberanía, se encontrase en condiciones de ejercerla.Esésta la razón que explica el énfasis puesto en la interrogación a la nociónde soberanía y a la de su sujeto, el pueblo. Cuestiones corno ésas (o cornoaquellas referidas a la ciudadanía y a sus representantes) fueron el centrode la polémica que convirtió a este incipiente campo cultural en unoesencialmente político.

En primer lugar, se hizo necesario situarse ante el pasado español:

La sociedad toda no respiraba más que añejas preocupaciones. La civi­lización estaba estacionada, los estudios abandonados a la rutina de lasaulas; no se hacía más que plagiar, imitar servilmente los modelos anti­guos, y bajar la cabeza al oír el nombre del que había escrito algún car­tapacio o traducido una oda latina,

diagnosticó El Crepúsculo (1 de enero de 1844). No obstante, el argentinoFélix Frías, entonces editor de El Mercurio, alertó también contra" [... 1

las tentativas de innovar la Constitución y la forma política de las socie­dades hispano-americanas [... ]" (ElMercurio, 28 de febrero de 1844). Comotambién sostenían BelloySarmiento, elcambio debía ser gradual para evi-

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tar que la expresión institucional de las ideas pudiera provocar alteracio­nes indeseadas. Había que respetar el tiempo de transición, que prescri­bía cautela. Es decir, para evitar el caos era aceptable que la repúblicadiferenciara entre las teorías y las prácticas políticas, entre lo de fondo ylo formal, como entonces se decía. Lo primero era la educación y la civi­lización. Luegovendría, como ya lo había pronosticado Portalesen la décadaanterior, el cambio político (EL Mercurio, 28 de febrero de 1844).

Así escribía El Mercurio en 1844 (28 de febrero): "El Gobierno demo­crático se perfecciona a la par con el pueblo: según los grados de ilustra­ción en la generalidad así suben los progresos del gobierno popular. Estaes su esencia; y no puede ser de otro modo, cuando la soberanía reside en

la nación".Esa soberanía, reconocida en la forma, no implicaba en el fondo que

en una república igualitaria la ciudadanía asumiera necesariamente la cen­tralidad que le correspondería, expresada en el sufragio. Frías lo admite

desde El Mercurio (28 de febrero de 1844):

Elpueblo que ha adoptado elgobierno popular representativo no puedemenos que consignar en sus leyes fundamentales, las autoridades, enquienes deposita el ejercicio de la soberanía, que reside esencialmenteen él.Revestidasestasautoridades, no pueden llamar a juicio sino cuando,infieles a su compromiso, hayan separado de la senda trazada. En talesgobiernos, se tropieza con el inconveniente de las elecciones. Llegadaesta crisis cada ciudadano se cree con derecho para ser electo jefesupremo; y de aquí las maquinaciones e intrigas [... [.

Entre las prioridades establecidas, el ejercicio de los derechos políticosexpresados en la ciudadanía podía postergarse. Por lo tanto, era posible

una incongruencia entre fondo y forma:

Nuestra faz exterior, nuestras instituciones, son democráticas, son repu­blicanas; nuestras costumbres, nuestras inteligencias, las condicionestodas de nuestra situación actual, no lo son: de aquí resulta que nuestrademocracia esté en las apariencias y no en elhecho, no en la vida social("Cómo entender la democracia', ElMercurio, 30 de diciembre de 1843).

La república era tan amada como temida. En 1842, Sarmiento anticipabaque se movía por "un camino estrecho y resbaladizo; abismos por amboslados; el despotismo por uno; y la anarquia por el otro [... ]" (ElProgreso,17 de diciembre de 1842). Larepública ponía una encrucijada donde, corno

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424 I HISTORIA OE lOS INTELECTUALES EN AMÉRICA lATINA

escribió Bello,"[ ... ] medidas abstractamente útiles, civilizadoras, progre­sivas adoptadas sin consideración a las circunstancias, podrían ser pemi­ciosísimas y envolvernos en males y calamidades sin término" ("El gobiernoy la sociedad'; El Araucano, 1843. También en Bello, '883: vol. VIII, 288).

Más gráfico aun fue Sarmiento:

Las cuestiones sociales después de ventiladas por el pensamiento [... ]pasan a ser ventiladas por las pasiones, por las bayonetas, hasta caerrodando a los pies de las masas, tribunal sin apelación, que decide aplas­tando bajo su pie la cuestión y los litigantes, cuya sangre bebe, cuyasentrañas desgarra y cuyas cabezas alza en picas y pasea por las callescon horrible algazara. Esta es la historia abreviada de todos los cam­bios sociales ("Escuela Normal", El Mercurio, 18 de junio de 1842).

El campo político que describió Sarmiento, congruente con la postura deAndrés Bello y la de los periódicos que conducían a la opinión pública, sedebatía en la incertidumbre entre la libertad y el temor a la anarquía, loque justificaba la limitación de la participación ciudadana. El temor habíasido alentado por Juan Bautista Alberdi cuando, de regreso de sus viajes,alertó contra el«espíritu de cuerpo" de "los pobres" chilenos, incompati­ble, a su juicio, con los fines de la república (El Mercurio, 6 de mayo de1845.) En ese sentido, a medida que avanzaba la década, a medida quesurgía una oposición más articulada contra el gobierno de Bulnes y comoconsecuencia del doble hecho de la aparición de periódicos opositores querepresentaban al artesanado, yde que estas nuevas fuerzas sociales amena­zaban con presionar sobre la ciudad oligárquica, el espíritu optimista yabierto a la polémica fue cediendo.

"[Polémica! ¿y para qué? No, no; lo que sí haremos será poner el piecon energía sobre la mecha que continuamente aplican los que querríanver incendiado el país" (El Mercurio, 12 de diciembre de 1845). [Cuán dis­tinta a la de Sarmiento era en 1845 la percepción de este editor de El Mer­

curiosobre la polémica! Por cierto, los tres años transcurridos, y especial­mente elnúcleo de polémicas que se dieron en 1844 -incluyendo los ataquesde Juan Nepomuceno Espejo y de Bilbao en El Crepúsculo-, despertaronuna voz de alerta hacia las consecuencias sociales y políticas del debate intc­

lectual (Juan Nepomuceno Espejo, 1844; Bilbao, 1844). En 1846,el presi­dente Bulnes fue reelecto no sin una oposición abierta, acusaciones denepotismo. motines en Valparaíso, diarios opositores y una prensa decla­radamente combativa, incluso dirigida al mundo obrero, que desafiaba adiario la autoridad.l.as polémicas de 1846entre ElArtesanodel Ordeny El

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Artesano Opositor -cuyos nombres son e1ocuentes- mantenían los áni­mos permanentemente exaltados. El '48 francés también alertó sobre losriesgos de la democracia, logrando que el discurso republicano de cuñomás liberal sufriera un retroceso. Las noticias sobre el "48 francés" llega­ron en dos etapas: en mayo se conocieron los sucesos de febrero, desper­tando gran admiración y espíritu de emulación. En junio se reaccionó cncontra de la revolución por los excesos que se habrían cometido en Fran­cia (Stuven, 2000).l.a fundación del Club de la Reforma en 1849 y de laSociedad de la Igualdad en 1850 fueron por ende consideradas por la élitegobernante otros tantos ejemplos de la que se consideró funesta influen­cia francesa, que amenazaba con subvertir el orden social sobre el que repo­saba toda democratización social.

El problema de la representación fue un detonante de mayores conflic­tos (Stuven, 2001): "Queremos [... ] ver en la representación nacional ver­daderos representantes del pueblo, y esto sólo se conseguirá nombrandonosotros hombres de nuestra clase para que nos representen, del mismomodo que esos señores prefieren a los de la suya para ser representados"(El Artesano Opositor, 7 de enero de 1846). Esta demanda, junto a presio­nes para suprimir incluso el Poder Ejecutivo, pusieron en jaque el trán­sito gradual hacia la concreción de la soberanía popular. El temor a que lanación, como escribió el editor de ElArtesanoOpositor, se dividiera" [... ]en artesanos productores, nueve décimas de la población; y el otro décimo,escaso, de directores que consumen en todo respecto", y que" [... ] la sumadel poder social y la verdadera existencia de la nación [...1se encontraraen manos del artesanado" ponía en jaque la hegemonía social de la clasedirigente (ElArtesano Opositor, 14 de junio de 1846). Ante la amenaza, elpoder social imponía su autoridad a través del Estado, asignando al gobiernola representación del interés general. Incluso los parlamentarios elegidosdentro del sistema censitario y con intervención del gobierno vieron puestaen duda su legitimidad cuando algunos de ellos apoyaron a la Sociedadde la Igualdad. El ejercicio de la pedagogía republicana por parte de aso­ciaciones que no fueran partidarias explícitas del orden social y políticofue condenado abruptamente: no hay representación si ésta se ejerce comopedagogía popular y no como eficiente gestora del Estado. Es, en ciertamedida, un fracaso temporal de la pedagogía emprendida por Bello y porSarmiento. "El pueblo (las masas) no tiene ideas, no tiene principios quele sirvan de premisas para la solución de sus instintivas deliberaciones"(ElMercurio, 10 de noviembre de 1845).

En este contexto. surgen las paradojas del republicanismo chileno de ladécada de 1840, que expresan las dificultades y las incoherencias del pro-

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ceso de transición de una nación que sólo incluye a los que detentan elpoder y a la ciudad letrada, que es la que define y construye el discursopolítico de institucionalización gradual de las libertades y las igualdadesque el sistema asegura. Los mismos conceptos que legitimaron la revolu­ción contra el antiguo régimen y que se definieron en clave republicana,especialmente los que se refieren a la ciudadanía, la representación y lasoberanía popular, revierten su uso, aunque no su significado, en claveautoritaria: "Yaes ocasión que nos convenzamos de que no es libertad loque nos hace falta sin orden, como no es tampoco la justicia lo que másriesgo corre entre nosotros sino la autoridad; y que por consiguiente, losmejores ciudadanos son aquellos que contribuyen [... J a robustecer éstal ...1", escribió el editor de El Progreso en 1846 con motivo de unos moti­nes en Valparaíso mientras se articulaba la oposición a la reelección delpresidente Bulnes (El Progreso, 3 de junio de 1846). En 1851, cuando ya laSociedad de la Igualdad había postulado la autonomización del pueblo,Antonio Varas,ministro del Interior, argumentó desde una definición repu­blicana de la representación contra la legitimidad de la misma. Se preguntóentonces: "Hay diputados de sobra para tratar los intereses generales, o¿acaso cada diputado viene a representar solamente el interés de un depar­tamento y no los intereses generales?". Y se respondió: "La integridad dela representación no depende de esteo aquel diputado. Essiempre la misma':Por un lado, Varas rechazaba el mandato imperativo de los pueblos yreconocía la existencia de una representación moderna, pero, por otro lado,depositaba ésta, como interés general, en el gobierno. En realidad, ape­laba a una protolegitimidad que tenía que ver, finalmente, con la unidadsocial. El representante ejerce una función pública; es, como lo llama ElMercurio, "el recto juicio de la nación". El pueblo, en tránsito hacia la civi­lización, primero debía incorporarse como miembro de la sociedad civila través de la educación, antes de asumir su rol ciudadano en la sociedadpolítica. De ahí que sociedad civil y sociedad política, derechos civiles yderechos políticos, se definieran como instancias independientes, y querespecto del sufragio se leyera a Rousseau como el autor de una separaciónconceptual entre la voluntad "racional" y la voluntad "nacional", la cualpermitía asumir que aún no todos los miembros de la sociedad eran "racio­nales". De allí que la voluntad "nacional" debía ser entendida como repre­sentada por los miembros de la clase dirigente que asumieron el poder des­

pués de la independencia.

EXILIO ARGENTINO Y CONSTRUCCiÓN DE LA ESFERA PÚBLICA CHILENA I 427

EL CAMPO CULTURAL

En la definición del campo político no existieron mayores diferencias entreargentinos y chilenos durante toda la década de 1840. No fueron sino lasmismas que a ratos, durante el siglo XIX, diferenciaban ese campo ideoló­gico incierto donde conservadurismo y liberalismo alternaban con másacuerdos que diferencias doctrinarias (Stuven, 2002). Eserelativo consensoproducto del realismo político de ambos bandos no generó verdaderosconflictos hasta 1851, cuando se produjo una rebelión contra la elecciónde Manuel Montt a la presidencia de la república. En ese momento, sí, Sar­miento acompañó la pluma con el sable para defender a su amigo y pro­tector. Sin dudas, hubo disidencias y polémicas entre los intelectualeschilenos y los argentinos desde comienzos de la década en lo que respectaa la definición del campo cultural. La lengua y su uso, la literatura, la his­toria y la historiografía, fueron sometidas a intenso escrutinio yevalua­das como generadoras de discursos que aportaban definiciones sobre lanación y sobre sus sustentos éticos y políticos. Julio Ramos, por ejemplo,entiende este proceso como el resultado de una "modernización desigual"de la literatura hispanoamericana, en tanto no alcanzaba los niveles deautonomización logrados en Europa (Ramos, 2001).

Desde 1842,las llamadas polémicas ortográficas enfrentaron a Bello y aSarmiento en dos ocasiones. El detonante fue un trabajo publicado en laprensa por el profesor de latín, Antonio Fernández Garfias, donde criti­caba la introducción de neologismos ortográficos en el uso del castellanoamericano. Sarmiento defendió el derecho del pueblo a expresar su "sobe­ranía" en el uso del idioma, condenando a los"gramáticos" por actuar como«elsenado conservador [... ] partido retrógrado, estacionario" ("Ejerciciospopulares de la lengua castellana", El Mercurio, 27 de abril de 1842). Bellorespondió bajo seudónimo -Un Quidam- defendiendo al legislador orto­gráfico, del mismo modo como en otros aspectos había dado prioridad allegislador en su rol de regulador de las costumbres y distribuidor de dere­chos y deberes: "En las lenguas como en la política, es indispensable quehaya un cuerpo de sabios, que así dicte las leyes convenientes a sus nece­sidades, como las del habla en que ha de expresarlas; y no sería menos ri­dículo confiar al pueblo la decisión de sus leyes, que autorizarle en la for­mación del idioma", sentenció, dejando claro que ambos concedían que enla discusión sobre el lenguaje se debatían aspectos sociales e instituciona­les relevantes para la nueva nación.

Que Chile y su cultura eran considerados un campo político interrela­cionado quedó de manifiesto cuando, al igual que en oportunidad del

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debate sobre los derechos políticos, se introdujo en la discusión una sepa­ración entre el campo formal y el de fondo. Dijo entonces Sarmiento: dejen"[ ... J las cuestiones de palabras para quienes no están instruidos sino enpalabras". Ésas eran las formas; en el fondo "los pueblos en masa y no lasacademias forman los idiomas". A lo que Bello replicó:

¿Yen qué se mengua esa soberanía, o de qué modo la pierde un pue­blo, porque se le prescribe hablar como hablan las personas bien edu­cadas, las personas cultas, que son las únicas que pueden reducir el hablaa un sistema de signos y de combinaciones sancionadas para la comúninteligencia?

Los dardos estaban lanzados y fueron retomados cuando Sarmiento pre­sentó a la Facultad de Humanidades de la Universidad de Chile su Memo­

ria sobre ortografía americana, origen de su futuro Silabario, donde confir­maba sus posturas anteriores, retomaba su crítica desenfadada a España yplanteaba la revolucionaria propuesta de adaptar la ortografía a la pronun­ciación. Proponía, en definitiva, que la cultura americana se autonomi­zara, que superara" [... ] el miedo, el rubor, (la) vergüenza (de) querer seramericanos en algo': Lo más novedoso de la postura de Sarmiento en estapolémica fue que también incluyó una posibilidad de autonomización popu­lar para la participación, discusión que dijo querer abordar de "mil amo­res": "Para los letrados, los literatos, los hablistas, el Latín como guía; paralos demás, para el comerciante, elhacendado, las mujeres, los escolares [... ]"se hacía necesario facilitar su inserción en la república de las letras y por endesu participación en la esfera pública (ElMercurio, 3 de julio de 1842).

Aunque sobraron insultos en la polémica -Sarrniento llegó a proponerelostracismo para Bello y Minvielle le cobró las atenciones dispensadas porlos chilenos-la sangre no llegó al río, y elargentino vio coronados sus esfuer­zos con la decisión de la Facultad de adoptar "con reservas" y en forma pau­latina la reforma propuesta. El triunfo fue completo cuando en 1844 elgobierno ordenó que toda obra de enseñanza pública llevara la nueva orto­grafía. Simbólicamente, Laconciencia delniño,traducida para lectura infan­til por Sarmiento, fue la primera obra publicada con la nueva ortografía.

Chilenos y argentinos volvieron a enfrentarse con motivo del romanti­cismo literario, título que asignaron a una discusión que trascendía conmucho lo literario y la corriente romántica. Alberdi definió el verdaderosentido de la polémica en un artículo -''Algunas vistas sobre la literaturaamericana"- publicado en la Revista de Va/paraíso (6 de julio de 184Z), alabordar los alcances del concepto de literatura. Ésta era

EXILIO ARGENTINO Y CONSTRUCCiÓN DE lA ESFERA PÚBLICA CHilENA I 429

[ ... j cristiana por sus creencias sociales; espiritualista por Su moral;social y civilizadora, de apostolado y propaganda, por su misión; pro­gresiva, por su fe en el dogma filosófico de la perfectibilidad indefinidade nuestra especie; profética por su Íntima creencia en el porvenir de laAmérica y del mundo [... ] democrática y popular, por sus formas deestilo y de lenguaje; atenta al fondo más que a la forma del pensamiento,cuidadosa del valor y peso de las expresiones, más bien que de la purezade su origen gramatical [... ].

También la literatura debía expresar" [... ] la extensión de los principios denuestra revolución democrática" y ser liberal como el arte. Esta declara­ción de principios sitúa el contexto de la polémica sobre el romanticis­mo, en tanto son los principios políticos que evoca su contenido los queentran en conflicto. Asimismo, de acuerdo con Sarmiento el llamado a lalibertad frente a los cánones lingüísticos españoles convertía a los argen­tinos que participaron de este bando en campeones de la batalla final porla emancipación de la adscripción a los cánones culturales españoles. SegúnAlberdi, él había iniciado a Esteban Echeverría y a Juan M. Gutiérrez enlas doctrinas de la Revue Encyclopédique, cuyas doctrinas fueron volcadaspoco más tarde en el Dogmasocialista de Echeverría (Orgaz, 1950).

Lastarria ya había asignado un rol utilitario a la literatura en su discursoinaugural de la Sociedad Literaria, pronunciado también en 1842. AntonioGarcía Reyes,redactor del prospecto de ElSemanariode Santiago, en tornoal cual se agruparon los "anti-románticos"; había expresado su coinciden­cia al sostener que el fin de la literatura era "educar al pueblo y proporcio­narle un medio sano y cívico de expansión". Como años más tarde sostu­viera el crítico uruguayo José Enrique Rodó (1967), se trataba de reivindicarla "autonomía literaria': que no era sino la autonomía intelectual.

Los desacuerdos surgían cuando se trataba de precisar la función cívicade la literatura. Durante la década de 1830,Andrés Bello había sostenido quela literatura, como arte, se liberara de los estrictos cánones que le impo­nían los "procederes" del arte dramático. Sin embargo, su actitud cambióen 1842, cuando el argentino Vicente Fidel López, joven abogado exiliadocomo sus compatriotas, quien actuaba como editor de la Revista de volpo­raíso, publicó su "Clasicismo y romanticismo", donde acusaba a la clasedirigente chilena de retrógrada y enemiga de toda innovación. La réplicaprovino de Salvador Sanfuentes, y estuvo dirigida hacia los factores revo­lucionarios y desestabilizadores del orden social contenidos en el textoromántico. Declarando su respeto por Victor Hugo, Sanfuentes se pro­nunció incapaz de comprender que éste juntase en el Ruy Blasa un lacayo

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con una reina: "Semejantes monstruosidades no existen en la naturaleza':

escribió en El Semanariode Santiago (21 de julio de 1842). Al ruedo ingresóprontamente Sarmiento, quien, luego de declarar la muerte del romanti­

cismo en Europa y su reemplazo por "la escuela socialista o progresista",

encargada de" [... ] favorecer las tendencias liberales, de combatir las preo­

cupaciones retrógradas, de rehabilitar al pueblo [...1", confirmó los temo­

res de Sanfuentes: el romanticismo llevaba en su seno no sólo la propuesta

de una democratización institucional, sino también la de una búsquedade la igualdad social. Aunque el RuyBias fuera exagerado, "hay poesía, y dice

a cualquier plebeyo: tú puedes amar a una reina o puedes ser presidente de

Chilc'" (ElMercurio, 28 de julio de 1842).La polémica acabó con un llamado

generalizado a la fijación de límites para la discusión; según García Reyes,

se "estaba a punto de abandonar el ámbito literario que le había dado lugar

y posibilidad': Sarmiento se declaró triunfante: "Bajo la apariencia de unacuestión literaria, se han desarrollado principios sociales [... J se han des­

pertado (las tendencias) del progreso (y del) status qua" ("Segunda corres­

pondencia de un imparcial", El Mercurio, 7 de agosto de 1842).

En un texto escrito mucho tiempo después del fin de su exilio en Chile,

Juan María Gutiérrez atribuyó a Juan Crisóstomo Lafinur --elfilósofo y edu­

cador de la era rivadaviana, profesor en el Colegio de Ciencias Morales­haber secularizado, "[ ... ] primero las aulas y luego los fundamentos de la

enseñanza" (Cutiérrez, 1915). Esa educación habría entregado a sus colegas

intelectuales de la generación del '37 las herramientas intelectuales que uti­

lizaron para plasmar sus primeras obras, aquellas que prepararon el terreno

para su intervención en la vida cultural chilena. Alberdi lo resumió escri­

biendo que la ley del progreso, incluyendo el de la nacionalidad, requería:"[ ... ] primero, la investigación de los elementos filosóficos de la civiliza­

ción humana; segundo, el estudio de las formas que esos elementos deben

recibir bajo las influencias particulares de nuestra era y nuestra tierra' (Wein­

berg, 1977: 141). Desde una mirada del presente, la lectura filosófica de los

procesos históricos era un desafío a la historia llamada narrativa, cuyo textodebía ceñirse al estricto desarrollo de los hechos en el interior de un deve­

nir fijado por la Providencia. Desde ese punto de vista, era una visión secu­

larizadora; para Alberdi, la historia era producto de la razón y la observa­

ción y no de la fe; tampoco era fruto de alguna inspiración trascendente.

El debate histórico que vio la luz en 1844 hizo aflorar un problema esen­

cial para la modernidad republicana, el cual se había infiltrado ya entre losintelectuales de la generación del '42. Precisamente ese año de 1842, el MuseodeAmbasAméricas, cuyo redactor era el intelectual colombiano Juan García

del Río, dedicó diez artículos a pasar revista a todas las tendencias de la filo-

EXILIO ARGENTINO Y CONSTRUCCION DE LA ESfERA PÚBliCA CHilENA I 431

sofía de la historia. Su conclusión era que la moral de la historia debía fun­

darse "en el respeto debido a la autoridad legal [... ] a nombre del pueblo,

en una república" (ElMuseo deAmbasAméricas, vol. 1,N° 8: 321-322). Influido

por el positivismo comtiano, también José Victorino Lastarria (1967:103)

llegó a la conclusión de que la historia debía liberarse de interpretacionesprovidencialistas y ponerse al servicio de la república. "La verdadera crí­

tica confrontará continuamente la literatura y la historia, comenzará la una

por la otra, y comprobará las producciones de las artes por el estado de la

sociedad", aclamó en su discurso inaugural de la Sociedad Literaria.Vicente Fidel López le dio el nombre al problema comentando el dis­

curso y celebrando que Lastarria hubiera ingresado en la senda del pro­greso social, que "ha hecho resaltar en la historia de la humanidad la cien­

cia nueva: esa ciencia, propiedad de nuestro siglo, que se llama filosofía

de la historia". La nueva disciplina consistía, para López, en la compren­

sión del pasado en función del presente y del porvenir (LaGaceta delComer­cio,31 de mayo de I842). Tan relevante fue este desafío que Andrés Bello lomencionó en su "Discurso inaugural de la Universidad de Chile", dándole

marco institucional al cultivo de la historia y expresando su admiración

por Herder y demás filósofos de la historia, pero también fijando sus lími­

tes. (Fue en ese marco institucional que en 1844 se publicó la Memoriahistórica de Lastarria, en la que entabló una polémica implícita con la posi­

ción fijada por Bello.) Según Bello, la función principal de la historia era

la narración de los hechos, contra lo cual reaccionaron quienes, como Sar­

miento, consideraban que había llegado elmomento de colocar los hechos"[ ... ] en el orden progresivo de los desenvolvimientos de las sociedades"

(El Mercurio, 7 de junio de 1841). O como Vicente Pide! López, en "Clasi­

cismo y romanticismo": "La historia es pues la expresión de los movimien­

tos, sucesos, innovaciones, con que al paso que se hace palpable la partefundamental e inamovible de la naturaleza humana, se hace resaltar su

parte libre y progresiva [... ]" (citado en Pinilla, 1943)·Lastarria continuó desafiando el lugar institucional asignado a la defi­

nición de los cánones historiográficos con su "Investigaciones sobre la

influencia de la conquista y del sistema colonial de los españoles en Chile",

primer discurso histórico leído ante la Universidad de Chile en 1844 y queluego sería publicado como la primera Memoria histórica de una larga serie.

Según Lastarria, la principal tarea del historiador era definir la utilidad de

la historia como posibilidad de adquirir un conocimiento "filosófico" del

carácter de una época. La historia se convertiría de ese modo en una peda­

gogía para el presente. La aplicó definiendo el pasado hispánico como un

período de guerra y servidumbre, del cual la nueva república debía des-

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432 I HISTORIA DE lOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA

prenderse si quería avanzar hacia el progreso. Esa servidumbre, además,habría continuado, afligiendo "hoy en día l...] a los cuatro quintos de nues­tra nación" (Lastarria, 1868). Sarmiento criticó por inoportuna la posturade Lastarria frente a España, y Bello se mostró molesto por el diletan­tismo ideológico de su alumno; reaccionó contra su crítica social, con­fiando en la capacidad de la legislación para modificar las costumbres here­dadas. Cuatro años después, Lastarria se presentó nuevamente ante launiversidad en ocasión de un certamen literario con su "Bosquejo histó­rico de la Constitución del gobierno de Chile durante el primer períodode la revolución, desde 1810 hasta 1814". Este escrito se proponía colaborara"nuestro progreso democrático" a través de la tesis de que elfin de la PatriaVieja (1810-1814) se debió a que los primeros años de gobierno criollo norealizaron una verdadera revolución regeneradora del "espíritu de la socie­dad". Su nuevo intento interpretativo de la historia tampoco fue bien aco­gido. Ni sus amigos más cercanos, como Vicente F. López, García del Río,Alberdi y Sarmiento, le dieron su apoyo pues consideraron que demos­traba excesivo desdén por los hechos. Ésta es otra demostración de que lacultura se desenvolvía al filo de dos paradigmas: por un lado, el de la his­toria social, cultural, "total", que cuestiona elpasado desde el presente, tra­

duciéndolo culturalmente, y, por otro lado, el de la historia narrativa, queprotegida por el relato de hechos, reduce la posibilidad interpretativa dela misma. Fue el caso de Sarmiento, quien en 1844 había escrito que" [... ]se ha pedido a la historia razón del desenvolvimiento del espíritu humano[... ]" porque "Filosofía, religión, política, derecho, todo lo que díce rela­ción con las instituciones, costumbres y creencias sociales se ha convertidoen hístoria" (El Progreso, 2 de mayo de 1844). También López (1845) habiasostenido en su Memoria presentada a la Universidad que "La historia noes otra cosa que la lucha recíproca que sostienen los que quieren detenerel progreso con los que quieren desatar los lazos que le impiden volar sinobstáculo sobre las alas de la libertad". Bellole dio el golpe de gracia al refu­tar el Prólogo de la obra, escrito por Jacinto Chacón, en dos artículos devas­tadores publicados en ElAraucano. Chile, a su juicio, no tenía una histo­riografía madura. En ese contexto, no tenía ningún sentido discutir sobresi el método ad probandum era superior al ad narrandum. Primero habíaque aclarar los hechos y luego interpretarlos filosóficamente, e incluso enesa instancia la filosofía de la historia no permitiría conocer el carácter deun pueblo determinado. No sería posible aplicar leyes universales a larealidad chilena, afirmación con la que se echaba por tierra el caráctersociológico de la interpretación de Lastarria y su posibilidad de legitimarsu rol de intelectual desde esa postura.

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EL EFECTO SECULARIZADOR

La Constitución de 1833 protegía institucionalmente a la religión católicae impedía el culto público de otras denominaciones. No obstante, la gene­ración dellaz, a través de su gestión cultural, dio curso a un proceso secu­larizador de la sociedad de efectos impensados por sus actores. Tambiénparticipó de él la clase dirigente en general por su confianza acerca de laconsolidación del orden social, y acerca de su control hegemónico delEstado. Aunque las posturas anticlericales del gobierno se hicieron eviden­tes recién en la década de 1850, desde el campo intelectual pudo percibirseuna tendencia crítica hacia el influjo de la Iglesia sobre los asuntos públi­cos. El republicanismo "epidérmico" no se había planteado hasta la fechael problema de la autonomía de lo público, pero a medida que el libera­lismo de algunos exponentes adquiría consistencia ideológica, las reper­cusiones del discurso de las libertades y del imperio de la razón hicieronevidente el surgimiento de un desafío para el orden social católico. Mon­señor Rafael Valentín Valdivieso, primer arzobispo de Santiago, lanzó lavoz de alerta con la fundación de la RevistaCatólica, en 1843, para defen­der la visión eclesiástica desde el uso de las mismas tribunas que la moder­nidad ponía a su disposición. Justificaba su postura en las tensiones sur­gidas con el gobierno, por el deseo de éste de recortar las prerrogativaseclesiásticas, vistas cada vez más como una amenaza a la república. Ejem­plo de ello fue el conflicto por la designación -sin consulta previa algobierno- de José Ignacio Víctor Eyzaguirre corno vicario capitular luegodel fallecimiento de monseñor Manuel Vicuña, la promulgación de unaley de matrimonio de disidentes y la ley de régimen interior del Estado,que colocaba a los párrocos bajo la jurisdicción de los intendentes. Ade­más, hubo denuncias contra el diezmo, "última raíz de la agotada malezadel feudalismo", según escribió El Progreso (25 de noviembre de 1842). Lacensura contra un libro del francés Aimé Martin sobre educación para lasmujeres no sólo puso en duda la conveniencia de prohibir ciertas lectu­ras, sino que también abrió un debate de larga duración sobre el rol socialfemenino (Aimé Martin, 1844). Juan Nepomuceno Espejo, desde las pági­nas de ElCrepúsculo (N° 10, 1 de febrero de 1844) llamó a educar a las muje­res permitiéndoles franquear algunos de los límites de la domesticidad, omás bien mejorar su desempeño dentro de éste. Recomendó sacudir a lamujer de los principios de una religión" [... ] empolvada con el fanatismoque le transmitieron sus abuelos", y educarla en "las ideas de patria y liber­tad". Su llamado iba dirigido a reconocer que la mujer debía cumplir unrol cívico: "Ilustrada la mujer, el pueblo será más feliz y venturoso".

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La publicación de "Sociabilidad chilena" por Francisco Bilbao, en unambiente enrarecido por el contenido explícito y simbólico de las polé­micas culturales, activó todos los mecanismos de defensa, tanto de la Igle­sia como de los católicos. Ese mismo año de 1844había fallecido el patriotaJosé Miguel Infante y hubo intentos eclesiásticos de prohibirle un funeralcatólico por sus posturas disidentes. Sin embargo, el fervor popular impi­dió que la Iglesia se arriesgara con sanciones tan radicales. Las discusio­nes ortográficas, los desafíos a la memoria de la Madre Patria, las amena­zas a la estructura de clases contenidas en la lectura del romanticismo, lasdiscusiones sobre el rol del Estado en la educación, las críticas al diezmo,los intentos de sacar a la mujer de rodillas de la Iglesia y el rol de la prensacomo tribuna para socializar las opiniones sobre verdades alternativas ala oficial católica, habían sido voces de alerta sobre la presencia de inte­lectuales activos en el cambio de los valores sociales. El rol asignado a lasideas y a la transferencia hacia la nación de la iniciativa sobre su configu­ración ética, social y religiosa gatilló las defensas institucionales e inclusohizo dudar de sus implicaciones a quienes habían sido sus principalesimpulsores. La Revista Católica publicó en 1844diez artículos para refutarlos "errores religiosos y morales del artículo 'Sociabilidad chilena". El jui­cio de imprenta lo condenó, y muchos de los amigos de Bilbao, como antesa Lastarria, lo abandonaron. Andrés Bello, Vicuña Mackenna, Sarmiento,Lastarria, Mariano Egaña y el mismo López expresaron -con distintos ses­gos y matices- su repudio institucional y público, sancionando así las con­tradicciones entre el liberalismo dcmocratizante de Bilbao y el espíriturepublicano "epidérmico". Lahegemonía social que había sido denunciada

evocaba nuevamente el paradigma de la tradición: hubo acuerdo en la necc­sidad de mantener inalterable aspectos del orden tradicional ante las denun­cias de Bilbao contra la familia, las estructuras políticas, sociales y econó­micas y,especialmente, contra la Iglesia, que habría sido según él la fuentelegitimadora de un sistema de opresión e injusticia.

El desenlace ideológico del desarrollo de las polémicas trascendió susdesafíos abiertos hacia los órdenes puntuales que las provocaron. Éste fueel resultado de todas las polémicas, pero especialmente, o más explícita­mente, de las que definieron nuevos paradigmas filosóficos para la inter­pretación del presente y del pasado, como aquéllas protagonizadas e impul­sadas por Bilbao y Lastarria. Su contenido secularizador suscitó reaccionesante la tal vez primera revolución modernizadora y racionalista que afec­taba a la república. Ello justificó plenamente que la Revista Católica con­siderara que las ideas de Bilbao rompían "todos los vínculos religiosos,morales y políticos que ligan al hombre en sociedad': También Al Mcrcu-

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rio reaccionó contra "las doctrinas irreligiosas recientemente propagadaspor e1liberalismo más indiscreto", y sostuvo que "solo la religión va a daraltura moral al roto, al gaucho, al indio" (El Mercurio, 28 de julio de 1844).Reacciones semejantes aparecieron en la mayoría de los medios de prensa.En el caso de Lastarria, su concepción de la filosofía de la historia impli­caba una lectura racional de la misma y, por lo mismo, la expulsión de laprovidencia como motor del desarrollo humano. Al sostener que Dios"ha establecido al hombre como una divinidad en la tierra", y que no existeun "orden fatal", superior a la "soberanía de juicio y de voluntad", Lasta­rria postuló la preeminencia de la libertad humana sobre lo que llamó la"fatalidad". Más adelante, en sus Recuerdos literarios, el autor defendió supostura sosteniendo que las concepciones teológicas de la historia hacendesaparecer la libertad y el progreso (Lastarria, 1967:200).

Ambos autores pusieron sobre el tapete de la política el concepto desoberanía nacional, apelando al pueblo como su depositario, sin sujecióna autoridades con poder trascendente. Ambos, como los demás intelectua­les de su generación, asignaron a la "sociedad", entendida como la naciónsoberana, el lugar primordial entre los agentes de cambio, transfiriendola autoridad desde la clase dirigente hacia los representantes del pueblo.Más aun, Bilbao concebía una unión entre sociedad civil y política, des­prendidas ambas de un sistema de creencias. Desde ese punto de vista, noera indiferente socialmente que el catolicismo fuera la religión oficial si erauna religión que lanzaba "una montaña de nieve sobre el fuego de la dig­nidad individual". En "Sociabilidad chilena" (1844) escribió:

El Catolicismo es religión simbólica y de prácticas, que necesita y creauna jerarquía y una clase poseedora de la ciencia. Religión autoritariaque cree en la autoridad infalible de la Iglesia, es decir, en la jerarquíade esos Hombres [... ]. Religión simbólica y formulista que hace inse­

parable la práctica de la forma, del espiritu de la ley.

De allí surgía necesariamente la necesidad de una institucionalidad queaboliera esa dependencia para que -como le respondió al fiscal que lo acu­saba- pudiera realizarse "la idea más grande del mundo [... ] la del pue­blo soberano" (ibid.).

Tanto Lastarria corno Bilbao llevaron al intelectual al terreno de la acción,como socializadores de las ideas que la razón conoce autónomamente y delas que surge la propuesta de una nueva legitimación del orden político y

social. Y llevaron las ideas hacia la sociedad civil, ámbito privilegiado deentrenamiento político y de transformación histórica. La discusión ideo-

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lógica se convirtió para ellos en un aspecto fundamental de la práctica polí­tica. En ese sentido, estos primeros intelectuales liberales, que se permi­tieron traducir las polémicas culturales en proposiciones políticas y socia­les concretas, desafiaron el poder desde el saber que 10 constituía y quemantenía su cohesión. El catolicismo, más que la fe verdadera para los cre­yentes, era una visión del mundo que aportaba coherencia a la acción polí­tica. El desafío que le habían lanzado los intelectuales liberales era una pro­puesta de secularización social que dejaba a la sociedad a la deriva al liberarlade sus elementos de contención. Según estos escritores, el saber racionalera suficiente impulso para la acción y para su arraigo en la historia. Elintelectual, el letrado, como mediador entre el mundo del conocimientoyel mundo de la acción, aceptaba correr el riesgo de asumir su plenaautonomía. Fue a partir de esa asunción de un nuevo rol por parte de losintelectuales que en la década de 1840 habría nacido la república "sustan­cia}", sobre la cual la clase dirigente aún tenía mecanismos de control.

CONCLUSIÓN: LA CULTURA POLÍTICA

El debate de ideas -necesarias para la definición de la nación chilena y laconsolidación de su república- que se dio durante la década de 1840 fueproducto de la liberalización de las trabas que el autoritarismo porta­liano impuso sobre la expresión de la disidencia política y sobre la prensa.La llamada generación del '42, portavoz de la nueva palabra, estuvo inte­grada por aquellos chilenos que fueron el primer producto de la educa­ción republicana a través del Instituto Nacional fundado en 1813,y por losargentinos exiliados de la tiranía de Juan Manuel de Rosas. Ellos interac­tuaron, usando la terminología de Pierre Bourdieu, en un incipiente campocultural o intelectual que les sirvió de escenario y en cuyo interior se enfren­taron e hicieron circular sus ideas, es decir, en un campo constituido porlas instituciones culturales que cobijaron sus planteamientos y por lossoportes políticos y sociales que les permitieron establecer vasos comuni­cantes entre sí. Con su sede en las ciudades de Santiago y Valparaíso -lasdos capitales de la ciudad letrada chilena-, éstas fueron la prensa periódicaque acogió la contribución argentina, especialmente aquella de Alberdi,Sarmiento, Frías y López; las instituciones educacionales, especialmente laUniversidad de Chile, y las asociaciones fundadas para la pedagogía y eldebate cultural, entre las cuales destaca la Sociedad Literaria. También,como sostiene Bourdieu, este campo cultural en formación gozó de una

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autonomía relativa con respecto al campo del poder, consustanciado eneste caso con el gobierno de Manuel Bulnes (1841-1851). Este campo se de­sarrolló en un contexto marcado por la hegemonía cultural de la clase diri­gente, una hegemonía construida sobre la base de una definición restric­tiva de los derechos ciudadanos, del predominio de la élite sobre el camposocial y político y de la legitimación moral de su poder a través del discursocatólico. La ampliación del campo intelectual con la llegada de los exilia­dos argentinos y el auge del periodismo hizo posible que la juventud edu­cada en el Instituto Nacional pudiera incorporar nuevos productos cul­turales, establecer nuevas combinaciones sociales entre sí y adecuarlas ala construcción de una cultura política crecientemente republicana (Burke,2000). Fue ésa la principal característica de la que puede ser consideradala primera generación de intelectuales-pedagogos en Chile: la generación

de 1842.

En su intento por ir adecuando el discurso ideológico a la modernidadrepublicana y al liberalismo, los intelectuales de esta generación dieron curso,en muchos casos involuntariamente, o al menos sin medir las consecuen­cias, a un proceso de secularización social que fue percibido por la clase diri­gente como una amenaza al orden social y asumido como riesgo de vacíoético para enfrentar los nuevos tiempos. Aunque el Estado ya había dadoinicio a su lucha contra la ingerencia eclesiástica en los asuntos públicos, notenía ninguna intención de poner en duda el sustrato católico de la socie­dad. La porción más liberal de la generación del'42, para la cual lo mássustantivo era la emancipación de la conciencia -y que incluía entre otrosa Lastarria- atacó la religión implícitamente al atacar el providencialismohistórico o al proclamar que la inteligencia no podía sujetarse a "doctrinasresueltas a priori", pero no lo hizo explícitamente (Lastarria, 1846). Tal vezsólo Bilbao y Espejo osaron agredir más directamente el credo religioso, conel castigo consiguiente que afectó al autor de "Sociabilidad chilena': No obs­

tante, al buscar legitimar su rol de intelectuales lograron que el libera­lismo, al menos simbólicamente, pareciera una corriente ideológica con­sustancial con la modernidad. De esta manera, estos "pedagogos cívicos"dieron inicio a un camino que hallaría su culminación en el siglo siguiente,cuando asomó la posibilidad de reemplazar la religión tradicional en susantiguas funciones políticas por nuevas corrientes ideológicas que en algu­nos casos supieron vehiculizar la vocación republicana por la libertad y laigualdad. Fue de este modo que el accionar de la generación de 1842 con­tribuyó a satisfacer la necesidad funcional de una incipiente racionalizaciónde la vida social, que en la década de 1840 fue sentida como urgente tarea,y por la cual se jugó aquel grupo de intelectuales-pedagogos.

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438 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA

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Los intelectuales y el poderpolítico: la representación delos científicos en Méxicodel porfiriato a la revolución'*Claudia Lornnitz

Una de las características notorias de la Revolución Mexicana es el odioextendido que los revolucionarios expresaron hacia los denominados cien­tíficos, la élite tecnocrárica de la dictadura. Todos los revolucionarios utili­zaron el término con aversión, convirtiéndolo prácticamente en sinónimode traidor y corrupto. "Nadie", escribió Francisco Bulnes (1916: 103),

ni siquiera quienes tuvieron sólo una comprensión superficial de la Re­volución Mexicana, y ni uno solo de los habitantes de México capaz detener una opinión sobre asuntos públicos, puede ignorar el hecho de queel origen de la revuelta que derrocó al dictador Porfirio Díaz fue elodio hacia los científicos, revelado en elgrito general y profético "[Mue­ran los científicos!". Incluso hoy, en 1915, para la imaginación popularmexicana, el científico es el enemigo acérrimo del pueblo, más criminalque el parricida, el asesino de niños inocentes, o el traidor.

Es posible que los más vehementes en este sentido hayan sido los gruposradicales de anarquistas y socialistas -entre los que se encontraban tantornagonistas como zapatistas-, ya que concibieron la revolución como unarebelión justificada frente a los abusos de los científicos:

Elejemplo que el pueblo Mexicano acaba de dar en estos momentos recon­quistando sus libertades usurpadas, ha sido admirable, el pueblo luchósin apartarse un ápice del camino que le señalan las leyes;agotados todoslos medios legales, después de haber sufrido persecuciones, calumnias,injurias, atropellos, arbitrariedades, asesinatos, etc., etc., y agotada la

I Agradezco a Carlos Bravo, Friedrich Katz y Jorge Myers por sus sugerencias.* Traducido por Leonel Livchits.

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442 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA

paciencia hizo uso de la fuerza, precipitado por el nefasto partido Cien­tífico, y por todos los caciques y sátrapas de la administración Porfi­riana ("El Amigo del Pueblo: por el Pueblo y para el Pueblo",Cuernavaca,

9 de julio de 1911,citado en Espejel, Olivera y Rueda, 1988: 101-104).

En efecto, hacia 1910el sentimiento anticientifico estaba tan extendido queni siquiera elafable Francisco Madero (1976), interesado en reclutar a variosde estos tecnócratas para su propio gobierno, pudo escapar a la expresiónpública de al menos algún improperio. En el "Plan de San Luis" del 5 de

octubre de ese mismo año, en San Luis Potosí, afirmaba:

Conciudadanos: Si os convoco para que toméis las armas y derroquéisal gobierno del General Díaz, no es solamente por el atentado que come­tió durante las últimas elecciones, sino por salvar a la patria del porve­nir sombrío que la espera continuando bajo su dictadura y bajo elgobierno de la nefanda oligarquía científica, que sin escrúpulos y agran prisa están absorbiendo y dilapidando los recursos nacionales.

Por su parte, los principales constitucionalistas fueron categóricos en surechazo a los científicos, y en efecto justificaron algunos de sus principalesartículos legislativos, como la reforma agraria, remitiéndose a los abusosde los científicos. En su discurso pronunciado el29 de enero de 1917en Que­rétaro, Luis T. Navarro (1969) afirmaba:

Hemos visto por dolorosa experiencia, que siempre que ha habido movi­mientos armados en la República, a su triunfo, todos los ricos, los cien­tíficos, los convcnencieros, se han unido a los jefes de los movimientoso a los que están cerca de ellos, para valerse de ellos y así salvar susderechos y conservar en su poder las tierras que legítimamente corres­

ponden al pueblo.

En ciertos aspectos, la intensidad de estas expresiones tiene un paraleloen el odio hacia la aristocracia de la Francia revolucionaria (Furet, 1992:

10-14). Ahora bien, al igual que la aristocracia, los científicos eran unafracción de la élite, y no la élite en su totalidad. De modo que al dirigir elodio de clase hacia los científicos, otras fracciones de la élite quedaban librespara construir y conducir movimientos con una amplia base popular. Unsíntoma de esta dinámica es el hecho de que el odio hacia los cientijicossolía ser más intenso que las opiniones negativas sobre el dictador PorfirioDíaz. Por ejemplo, en un artículo publicado en El Partido Democrcitico, el

INTELE(lUAlES y PODER pOLíTICO. LA REPRESENTACIÓN DE lOS UENTlF/C05 I 443

24 de julio de 1909, el ideólogo revolucionario Luis Cabrera (2002: 8) ubi­caba a Dfaz en un lugar distinto al de los científicos: "Acuso al Lic.Ordí dehaber injuriado gravemente al general Díaz y haber insultado la memoriasagrada de Iuárez yOcampo, llamándolos científicos". En efecto, la denun­cia de los científicoscomo el peor aspecto de la dictadura de Díaz siguesiendo aún casi un reflejo pavloviano entre los historiadores mexicanos,incluso entre quienes han exigido una reevaluación del porfiriato. En unensayo que bosqueja la historia de la corrupción mexicana, el historiadorliberal Enrique Krauze (1982: 18-19) sostiene:

De Porfirio Díaz pueden decirse muchas cosas, pero no que fueracorrupto. Cierto, dio negocios y prebendas a los cientfflcos y prohijóuna bárbara acumulación y un saqueo despiadado con la Ley de Bal­díos. Pero lo hacía, al menos en parte, por las mismas razones ideoló­gicas que guiaron a los liberales en la política de desamortización.

¿Qué tipo de fenómeno fue el sentimiento anticientifico? La pregunta esmás desconcertante de lo que parece. En vísperas de la Revolución, el tér­mino científico solía remitir a la nueva burguesía modernizadora mexicanay, por tanto, el odio hacia los científicos se ha presentado como un odio declase liso y llano. Sin embargo, no lo fue en los hechos, ya que combinó elodio de clase con destilados de sentimiento nacionalista particularmenteautoritarios, e implicó también la denuncia de una variedad de doctrinasy un tipo de anticosrnopolitismo.

Mucho antes de ser representados como fracción de una clase social,los científicos fueron identificados con la élite educada de una nueva gene­ración, que formó parte de las primeras promociones de graduados de unainstitución de educación superior verdaderamente liberal. En 1867, des­pués de la ejecución de Maxirniliano de Habsburgo, el presidente Benito[uárez nombró ministro de Instrucción Pública a Gabino Barreda, estu­dioso de Auguste Comte, y le pidió que refundara la educación superiormexicana. La Universidad de México, la más antigua del continente (fun­dada en 1551) junto con la Universidad de Lima, había sido cerrada porser esencialmente un brazo de la Iglesia católica. Barreda, que se convirtióen el ideólogo de los liberales triunfantes, fundó en su lugar la EscuelaNacional Preparatoria.

Los logros más memorables de los científicos fueron la construcción yla modernización institucionales. Así fue como uno de los científicos másprominentes, Justo Sierra, se convirtió en director de la Escuela NacionalPreparatorin y luego, como ministro de Educación de Díaz, refundó la Uni-

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444 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA

versidad de México como institución secular y liberal, bajo el nombre de

Universidad Nacional de México (la UNAM aún hoyes considerada la prin­cipal universidad latinoamericana).

También hubo otros científicos no menos distinguidos. El historiador

Friedrich Katz (2007: 1), simpatizante de los revolucionarios populares de

México y crítico riguroso del Porfiriato, describe a José Yves Limantour,otro científico destacado, como "tal vez el tecnócrata más grande que México

haya producido". Otros científicos fueron notables hombres de letras, cien­

tíficos y médicos, criminólogos y juristas, y muchos de ellos siguieron siendomuy respetados incluso después de la Revolución.

El objeto real del "odio a los científicos" es notoriamente difícil de deter­

minar, y a veces parece apuntar a una idea o a una ideología abstracta antes

que a un grupo diferenciado de personas, o bien se confunde con una doc­trina abstracta -el positivisrno-, con políticas específicas (como la defensa

de la inversión extranjera) o con los privilegios ilegítimos de una clase

social. El resultado es que el discurso anticientífico podía apuntar de maneradiscrecional a una variedad de blancos.

Así, por ejemplo, Justo Sierra nunca fue demonizado del modo en que lo

fueron Limantoury Francisco Bulnes, aunque Sierra fue el ideólogo más des­

tacado del grupo. Los positivistas que sentaron las bases del sistema sanita­rio, la criminología, la educación y elderecho modernos a menudo eludie­

ron el vituperio, y su influencia se extendió a la década de 1920 sin producir

escándalo entre los revolucionarios. Es más, los intelectuales posrevolucio­

narios tendían a convertir el positivismo en anatema, incluso a pesar deque abrazaban ideas de positivistas como Andrés Malina Enríquez y Emi­

lio Rabasa, lo que sugiere que el positivismo quizá no fuera rechazado persecon tanta virulencia como pareciera si nos concentramos sólo en los escri­tos de la llamada generación de 1915.(Sobre la influencia de Emilio Rabasa

en el constitucionalismo mexicano, véase Hale, 2000; sobre el darwinismo

social de Malina Enríquez y su influencia respecto de la conceptualización

de la reforma agraria, véase Kouri, 2002, y sobre el carácter conservador de

la universidad nacional durante la revolución, véase Garcíadiego, 1996.) Enefecto, muchos intelectuales revolucionarios icónicos, como el antropólogo

Manuel Gamio y el jurista e ideólogo Luis Cabrera, ofrecieron a sus segui­

dores porciones generosas de doctrinas positivistas así como de darwinismo

social combinados con sus programas revolucionarios. Como sugirió Char­

les Hale, las concesiones mutuas entre los ideólogos del ancien régime y sussucesores revolucionarios fluyeron más libremente de lo que se suele admi­

tir, y hubo cierto reconocimiento de la obra de los científicos después de la

revolución, cuando ya no constituían una amenaza política. Hasta al vili-

INTELECTUALES Y PODER pOLíTICO: lA REPRESENTACiÓN DE LOS (lENTlflCOS 1 445

pendiado ideólogo Francisco Bulnes se le permitió escribir una columnasemanal cuando regresó de su exilio cubano en 1920, y líderes revolucio­

narios como Cabrera mantuvieron correspondencia con él en un tono

respetuoso, si bien disidente (Cabrera, 1975).

También hay múltiples excepciones a la acusación de que los científicosfueron excesivamente corruptos. Al contrario de la práctica habitual en

América Latina, el ministro de Finanzas JoséYvesLimantour dejó 63millo­

nes de pesos en el tesoro al traspasar el ministerio a los agentes del nuevogobierno de Madero. Es más, en ocasiones la mácula de la corrupción de

los científicos parece borrarse con relativa facilidad. Así, por ejemplo, el pro­

pietario de lahacienda yucateca Olegario Malina, acusado sistemáticamente

por los revolucionarios de ser dueño de esclavos y agente de intereses esta­

dounidenses, fue rehabilitado tras su muerte en 1925 y repatriado desde

Cuba para un entierro público espectacular en Mérida (Joseph, 1988: 54).

El decano de los historiadores del porfiriato, Daniel Cosía Villegas (1972:

753), fue algo contradictorio respecto de la corrupción de los científicos, alafirmar, como hizo, que la "antipatía" hacia los científicos fue provocada

por su presunción snob de ser los únicos acólitos de la verdad científica,

pero "en una medida mucho mayor aun, a que buen número de ellos se

enriquecieron a la sombra del gobierno, usando, y aun abusando, de sus

posiciones oficiales". Sin embargo, Cosío reconoce luego que esta acusa­ción no es aplicable a Sierra, ni a Limantour ni a Bulnes, y que si bien no

cabe duda de la corrupción de los gobernadores Enrique Creel y OlegarioMalina, esto fue en cierta medida un fenómeno de la época (ibid.: 846­847). Es más, Cosía afirma que en la cima de su poder, en 1909, sólo había

tres gobernadores científicos (en Yucatán, Chihuahua y Sinaloa), y que no

era científico ninguno de los jefes políticos ni de los presidentes munici­

pales de la nación (notoriamente corruptos y vilipendiados) (ibid.: 853­854). Por tanto, la corrupción de los científicos, donde existía, se hallabaante todo en concesiones y comisiones obtenidas por mediar entre el

gobierno y los intereses comerciales extranjeros, terreno que siempre fue,

y sigue siendo, lucrativo, pero también menos visible para la mirada pública

que las extorsiones de los caciques locales.

Sólo es posible aclarar estas ambigüedades e inconsistencias examinandocómo un grupo de tecnócratas liberales llegó a estar tan presente en la Revo­

lución Mexicana como lo estuvo la odiada aristocracia de la Francia revo­

lucionaria. ¿Cuál es la relevancia de este sentimiento para comprender

aquello que Arnaldo Córdova denominó -de un modo que puede indu­

cir a error- "la ideología de la Revolución Mexicana"? Éste es el interro­

gante que intento responder a continuación.

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446 I HISTORIA. DE LOS INTELECTUALES EN AMERICA LATINA

WUIÉNES FUERON LOS CIENTÍFICOS?

El primer aspecto intrigante del sentimiento anticientífico es la inestabi­

lidad del referente del término "científico". Emiliano Zapata (1987: passim),por ejemplo, llamaba "científicos" a toda la aristocracia terrateniente del

estado de Morelos. Luis Cabrera (2002: 19), por otro lado, caracterizó a

los científicos como financistas e intermediarios con empresas extranjeras

y los contrastó con la clase terrateniente conservadora:

Elgrupo neoconservador es esencialmente patriota y antisajonista, mien­

tras que elcientífico es sajonizante decidido, yes más ilustrado. Los inte­

reses ncoconservadorcs están formados principalmente por la gran pro­

piedad rural mientras que los científicos lo están por la gran propiedad

industrial y financiera consistente en las acciones de las nuevas socie­dades monopolizadoras.

Facciones de la élite en competencia dentro del gabinete de Díaz (nota­

blemente los reyistas) se refirieron sistemáticamente al "partido científico",

así como lo hicieron los radicales magonistas. Y ambas agrupaciones poli­

ticas aludían a los científicos como un partido político.

Estas visiones contrastan con la propia visión de sí que tenían los cien­tificos. Por ejemplo, José Yves Limantour (1965: 236), ministro de Finan­

zas de Díaz y supuesto líder del "partido científico", describió su partici­

pación en el grupo en los términos siguientes:

Hay un mundo de distancia entre la situación que realmente ocupé en

el Gobierno con relación al grupo de los "científicos", y la que se supo­nía en la opinión general. Pocos, muy pocos se fijaron en que mi acti­

tud quedaba suficientemente explicada por los vínculos, no de la polí­

tica activa, sino de orden intelectual, que me unieron durante muchos

años con un pequeño número de hombres que recibieron la misma

instrucción que yo, y fueron educados en las mismas doctrinas poli­tico-socialcs.

En muchas ocasiones Limantour (ibid.: 235) negó que el grupo constitu­

yera un partido, o siquiera un bloque político muy activo, y mucho menos

que él fuera el líder del mismo:

En efecto, ¿sobre qué descansa la creencia de que fui el jefe, o uno delos jefes del partido "científico"? Prescindo desde luego, para no entrar

INTELECTUALES Y PODER pOLíTICO. LA REPRfSENTACIÓN DE LOS [lENTiFl(OS I 447

en pormenores que se presten a largas discusiones, de la demostración

de que jamás ha existido el tan mentado partido político más que en la

imaginación de aquellos que quisieron dar la apariencia de cuerpo polí­

tico a un cierto número de individuos para combatirlos más fácilmente

ante la opinión pública haciendo de dicho cuerpo elblanco de todos los

tiros; y contesto sencillamente la pregunta diciendo: que la expresadacreencia sólo se debe al hecho de haber sido yo el primero, entre los

que firmamos el Manifiesto de la Unión Liberal en abril de 1892 y fui­

mos designados por ironía con ese sobrenombre de "científicos", que

formara parte del gabinete.

Estas líneas fueron escritas desde el exilio político parisino en 1921, muchos

años después de la muerte de Dtaz, y su intención era la publicación pós­tuma una vez que hubieran transcurrido varios años. No hay motivo para

sospechar insinceridad sobre este punto en particular. Otros científicos des­

tacados, como Francisco Bulnes y Agustín Aragón, también describieron

al grupo como una aristocracia intelectual antes que como una clase social

o un bloque político (Bulnes, 1916: 103; Aragón, 1962: Introducción). Expli­car el desplazamiento del referente es una de las claves para entender tanto

las causas como la productividad política del sentimiento anticientífico.

ORÍGENES DE LOS CIENTÍFICOS

El año 1892 fue testigo de la tercera reelección consecutiva de Porfirio Díaz,

y de su cuarto mandato presidencial. Fue un momento delicado para Díaz,

pues si bien es cierto que en general se le atribuían la paz y la prosperidad

alcanzadas, en 1890 hubo problemas financieros mundiales que afectaron

a México. Pero más delicado, tal vez, fue el hecho de que estas elecciones

contradijeran la propia plataforma de Díaz de 1876 contra Lerdo de Tejada:Sufragio efectivo, no reelección. La tercera reelección consecutiva fue con­

siderada en general como la consolidación de una dictadura, progresista

quizá, pero opuesta al antiguo credo liberal así como a las normas referi­

das a la reelección vigentes en los Estados Unidos. Una serie de rebeliones

aisladas en pueblos pequeños de la periferia rural subrayaron este hecho

(Reina, 1984; Katz y Lloyd, 1986).Por estos motivos, Díaz creía que se justificaba organizar algún tipo

de manifestación popular en favor de la reelección, en especial porque las

elecciones mismas no gozaban de mucho prestigio como indicador de la

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448 I HISTORIA DE lOS INTELECTUALES EN AMÉRICA lATINA

voluntad popular. Como lo expresó Francisco Bulnes (1904: 655-656) congran colorido:

En México es considerado como el colmo de la estupidez, de la locura,de la ridiculez, morir o perder un miembro defendiendo a balazos lainviolabilidad del sufragio en una casilla electoral previamente asal­tada por la policía. Con semejantes ideas generales en todas las clases,el voto político mexicano, cuando lo hay, tiene menos importancia queel maullido de los gatos en las noches tibias y calurosas.

Como la elección misma sería un signo poco convincente de clamor popu­lar por la reelección, Díaz le pidió a un grupo de talentosos jóvenes libe­rales (positivistas) conducidos por Justo Sierra que organizara algo pare­cido a unas elecciones primarias al estilo estadounidense, para ellanzamiento de su campaña.

Sierra y un grupo selecto de amigos así lo hicieron, con un brío y unéxito notables. Organizaron una estructura cuasi partidaria, la Unión Libe­ral, y una convención nacional, con setenta delegados provenientes decada estado de la república, y lanzaron la candidatura de Diaz con unmanifiesto, escrito por Sierra y firmado por Manuel de Zamacona, Sóste­nes Rocha, Rosendo Pineda, Carlos Rivas, Pedro Díez Gutiérrrez, PabloMacedo, José Yves Limantour, Francisco Bulnes, Vidal Castañeda y Najera.y Emilio Alvarez (Rice, 1979).

En este manifiesto, Sierra habló en nombre de la nación, expresandosu satisfacción por el progreso porfiriano, pero también sus deseos parael futuro próximo. Las demandas se centraron principalmente en losdesafíos fundamentales para el progreso y el crecimiento económico, loque incluía un interés pormenorizado por la reforma administrativa. Enel" Manifiesto de la Convención Nacional Liberal a favor de la reelección"

([1892] '974: 4), se afirmaba que la nación "desearía que no hubiera tre­gua en el empeño de sacar nuestro régimen tributario del período pura­mente empírico, proporcionándole en el catastro y la estadística sus basescientíficas".

Burlándose de la pretensión de establecer una base científica para laadministración política, desde entonces se trató satíricamente a quieneshabían firmado la proclama de la Unión Liberal como los científicos. Noobstante, el término fue ambiguo desde su origen, ya que se refería tantoal reducido grupo de ideólogos que habia organizado la Unión Liberalcomo al partido que buscaba construir. En efecto, si bien los cienttficos apo­yaban la reelección de Díaz, también promovían reformas diseñadas para

INTELECTUAlES Y PODER pOlíTICO: LA REPRESENTACiÓN DE LOS (fENríFlCOS I 449

conducir la dictadura hacia un sistema institucional moderno, y estas refor­mas incluían el establecimiento de un sistema judicial independiente, lacreación de la vicepresidencia y la formación de un partido político.

Díaz, por su parte, adoptó el relato ideológico construido por Sierra ycolocó a numerosos miembros del grupo en cargos clave, pero rechazópor completo las tres previsiones que establecían límites a su poder per­sonal. Por tanto, no iba a haber ni sistema judicial independiente, nivicepresidencia, ni partido político. (Para detalles sobre estas iniciativas,véase Hale, 1989: caps. 2-4.) Sin un fundamento partidario, los científicosestaban destinados a ser, hasta el fin de la dictadura, un círculo, una élite

intelectual y tecnocrática.Limantour (1965: 95) sintetizó la actitud de Díaz del siguiente modo:

Los "científicos" tuvieron al principio pocas oportunidades de ponerseen contacto con el señor Presidente. [... ] el señor general Díaz abri­

gaba cierto recelo de que tornando el grupo mayor impulso, podríaadquirir una influencia tal en la gestión pública, que le permitiera seguiralgún día en línea de conducta distinta de la oficial. Este temor se fun­daba en el notable empuje que habían mostrado los aludidos jóvenes,no sólo en la organización de "La Unión Liberal", sino en la iniciaciónde las reformas que en el espíritu y en el sistema de gobierno preten­dieron ellos implantar, y cuya realización no se logró por el motivo indi­

cado en el capítulo primero.

FORMACIÓN TEMPRANA DEL SENTIMIENTO ANTICIENTÍFICO:

EL CASO DREYFUS y LA GUERRA HISPANO-ESTADOUNIDENSE

Hay tres factores relevantes para comprender la consolidación del senti­miento anticientífico: las tensiones entre la vieja generación de los llama­dos liberales jacobinos y la nueva generación de positivistas progresistas,la competencia intragubernamental por la sucesión de Diaz y la reactiva­ción de las divisiones «tradicionales" entre católicos y liberales. Un cuarto

factor, el odio de clase, sólo después jugaría un papel.La reputación del grupo de jóvenes positivistas mejoró notablemente

en la década de 1890, lo cual se debió no sólo a la brillantez de sus miem­bros individuales, sino también al prestigio acumulado por los éxitos deLimantour como ministro de Finanzas. Bajo su liderazgo, México pagó susdeudas y obtuvo crédito internacional, eliminó su antiguo sistema de

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450 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA

impuestos estatales (alcabalas) y construyó carreteras a toda velocidad,en tanto que la inversión extranjera experimentó un boom. Hacia 1900,Justo Sierra publicó México. Su evolución social, una obra en tres volúme­nes y ricamente ilustrada, que era un catálogo del progresismo porfi­riano, fenómeno que abarcaba de la modernización del transporte a lareforma educativa, sanitaria, policial y carcelaria.

Junto con el mayor poder y prestigio, también creció la influencia ideo­lógica del grupo. Organizado inicialmente a fines de la década de 1870entorno del periódico La Libertad, de Justo Sierra, hacia la década de 1890los científicos llegaron a tener elcontrol de ElMundo, ElSiglo XIX y ElImpar­cial. Este último periódico, fundado en 1896, fue el primer diario comer­cial moderno de México y recibió un subsidio del gobierno para hacer lasveces de órgano oficial. Como consecuencia de los éxitos del grupo, y tam­bién del innegable vínculo entre su habilidad y el prestigio creciente de lapresidencia de Díaz, las tensiones entre los positivistas, la vieja genera­ción de liberales y los bloques de poder rivales dentro de la dictadura sehicieron endémicas.

Por otro lado, el mismo Porfirio Díaz buscó limitar el poder del grupoy construir facciones alternativas. Esta dialéctica política perseguiría a loscientíficos durante los dieciocho a110s restantes de la dictadura: sin auto­rización para formar un partido, su poder independiente, basado en logrostécnicos e intelectuales, y en algunos casos en la riqueza particular, los man­tendría en cargos jerárquicos, pero también en una condición de vulnera­bilidad ante los ataques ideológicos de los liberales y los ataques políticosde los favoritos alternativos de Diaz. Al menos así ocurrió hasta las víspe­ras de las elecciones de 1910, cuando la inminencia de la muerte de Díaz

llevó a la consolidación de un bloque político en torno de la figura del vice­presidente Ramón Corral, candidato de los científicos para la sucesión.

Curiosamente, sin embargo, la primera invectiva pública frontal soste­nida contra los científicos no provino de los "jacobinos" o de alguna de lasfacciones internas del círculo de Díaz que competían con aquéllos. Latem­prana virulencia anticientífica surgió de una escaramuza entre católicosconservadores -que no formaban parte del régimen de Díaz- y liberales,ocasión en la que los católicos eligieron a los científicos como instrumentopara atacar la política gubernamental, en tanto evitaban la confrontacióndirecta con el dictador. El contexto fue el del caso Dreyfus, y los motivosla Guerra Hispano-Estadounidense y la conexión de México con el cato­licismo y con una alianza católica panlatina.

El caso Dreyfus fue un acontecimiento mediático internacional. Con­tar con una visión personal sobre el asunto, a favor o en contra de Drey-

INTELECTUALES Y PODER PDlITICO: LA REPRESENTACiÓN DE lOS (fENTlF/COS I 451

fus, era signo de civilidad. Como expresó Justo Sierra (1948: vol. 7, 93) aun amigo francés que cuestionó su postura:

No tengo la culpa, no tenernos la culpa los extranjeros de interesarnoscasi apasionadamente en los asuntos de Francia; depende eso del geniocomunicativo, expansivo y simpático de que los franceses se vanaglo­rian; depende de nuestra educación; depende de que todos los latinostenemos dos patrias y la segunda es siempre Francia.

Es más, Sierra (ibid.: 95) agregó:

Estábamos todos, en todas partes, aquí en México, con la misma facul­tad con que los escritores franceses suelen juzgar a Santa Anna, a Maxi­miliano, a [uárez o al general Díaz, [estábamos o no estábamos en nues­tro derecho de decir: el honor de Francia y la justicia y la civilizaciónexigen que ese proceso sea revisado?

En el transcurso del affaire, los escritores más elocuentes entre los cientí­ficos -en especial Justo Sierra y Francisco Bulnes- adoptaron elbando drey­fusiano, y los periódicos dominados por los científicos, ElMundo y ElImpar­cial, adoptaron de manera predominante la línea pro Dreyfus, que fuetambién una posición en contra de la Iglesia, del militarismo y de la alianza"latina" impulsada por el papa León XIII, por Francia, España y numero­sos gobiernos latinoamericanos. (Para un análisis de la postura de Sierra,véase Anhaldt, 2003.)

Los periódicos católicos, por su parte, se sirvieron del caso Dreyfus nosólo para "defender a Francia" -y, de paso, a todas las "naciones latinas"­de los traidores judíos y sus aliados estadounidenses y británicos, sino tam­bién para asociar a los científicos, así como a la prensa porfiriana, al juda­ísmo, Mediante la defensa del honor del Ejército abrieron una brecha entreel poder civil burgués de los científicos y los militares, representados por elgeneral Díaz, el general Reyes, y otros.

En Francia, elcaso Dreyfus tuvo que ver ante todo con elhonor del Ejér­cito. En México, la prensa católica utilizó el apoyo científico a Dreyfuspara separar aun más a este grupo del Ejército. En tanto red social, el grupooriginal de científicos era la generación más joven de una fracción de civi­les liberales que había apoyado al ex presidente Sebastiáu Lerdo de Tejadacontra Porfirio Díaz en 1876-un grupo que se congregó en torno de lafigura de Manuel Romero Rubio-. El grupo que apoyaba a Diaz en 1876,conocido como los tuxtepecanos, estaba compuesto principalmente por

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452 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA

generales liberales del Ejército. Tras la reconciliación de estos dos grupostras la figura de Díaz, los generales se volvieron cada vez más recelosos dela influencia de Romero Rubio, y luego de la de los científicos. Al asociar alos cíentíficos con el judaísmo, la prensa católica implícitamente estaba apo­yando el patriotismo y el honor del Ejército mexicano -incluyendo a Díazmismo- contra la facción civil-liberal.

Periódicos católicos como EL Tiempopresentaron el caso Dreyfus con unlenguaje antisemita tradicional, comparando a Dreyfus con un Judas lsca­riote moderno. Así, en enero de 1895 las noticias estaban plagadas de fra­ses como: "El Judas Iscariote [Dreyfus] que, según la frase de Coppée, haintentado vender su patria por treinta dineros, no ha tenido valor, diceMariano de Cavia, para matarse, librándose así de tanta vergüenza" C'ElJudas francés", El Tiempo, 16de enero de 1895).O bien, algunas semanasdespués: "El delito del capitán judío es de aquellos que no se perdonan. 1... 1Pero vence a todos [los crímenes l, en cobardía y en repugnancia, el deltraidor a su patria. Es elasesino de todos" (t'Paris" El Tiempo, 29 de enerode 1895).Las noticias sobre el tema en los principales periódicos católi­cos de México por lo general tienen este tenor en sus comienzos, y muchasson bastante peores. Los diarios católicos aprovecharon para escribir direc­tamente notas acerca del odio judío hacia elcristianismo, de las venganzasy traiciones judías, de la degeneración judía, etc. (Véanse, por ejemplo, losartículos aparecidos en El Tiempo: "La raza judía", 2 de abril de 1895; "LaFrancia judía", 4 de enero de 1895; "El cáncer del periodismo", 18de enerode 1898; "Guerra a los judíos", 22 de enero de 1898; "Jesuitas y judíos") 1demarzo de 1898; "Judíos, protestantes y franc-masones", 5de marzo de 1898;"De Fuera. Dificultades para salvar al traidor. Miedo a los judaizantes", 14

de septiembre de 1898; "La aristocracia y los judíos", 14 de noviembre de1900. Otros periódicos católicos o procatólicos, como El País y El CorreoEspañol, adoptaron una línea antisemita similar, si bien no solía ser tanagresiva como la de El Tiempo.) Cuando quedó claro que el caso giraba entorno de la forma más abyecta de traición -la traición a la patria- perpe­tuada por un vástago de la raza de los eternos traidores -los judíos- porun motivo en ellos habitual-el oro-, acto con el que perpetraban su odiohacia el cristianismo, los periódicos imputaron una alianza entre el dinerojudío, los protestantes y los francmasones) asociados todos para destruir aFrancia en tanto baluarte de las naciones católicas latinas y en favor denaciones protestantes como Alemania) Inglaterra y los Estados Unidos.

En México, la discusión sobre el caso Dreyfus se volvió relevante parala posición sobre la Guerra Hispano-Estadounidense (1898).El gobiernode Díaz permaneció neutral en esta contienda, pero la prensa oficial ten-

INTELECTUAlES Y PODER pOLíTICO: LA REPRESENTACiÓN DE lOS (IENTiFlCOS I 453

dió a aliarse con los nacionalistas cubanos, y también con los estadouni­denses. En contra de esta postura, el periódico pro español ElCorreo Espa­ñoly los periódicos católicos se sirvieron de Dreyfus para acusar a los cien­tíficos -y a sus periódicos- de ser los judíos de México, que vendían elpaís a una potencia extranjera, los Estados Unidos, en vez de aliarse consu propia sangre latina y su propia religión católica.

De este modo, por ejemplo, al referirse a la prensa dreyfusiana fran­cesa, ElTiempo se quejaba diciendo: "En el asunto del traidor judío la prensa(¡palanca social!) ha hecho en París un papelito muy triste; tanto hablar ytanto escribir han sido obra del oro) del chantage y de una corrupción delperiodismo llegada al minimum" ("Elcáncer del periodismo': 18de noviem­bre de 1898).De manera similar, en México, a pesar del avance de la prensa,«Ensalzar a Dreyfus da el lado malo de la prensa, como lo ofrece el hecho)evidente ahora) de mendigar una subvención del gobierno" (ibid.). Dehecho, la prensa católica se quejaba de que los periódicos (científicos)subsidiados por el gobierno de México apoyaran a Dreyfus y traicionarana sus hermanos latinos de Francia y España: "El periódico El Imparcial ysu hermano mayor ElMundo últimamente han estado publicando artícu­los casi hostilescontra España y hostilescompletamente contra Francia"

("Hostilidades", El Tiempo,1 de marzo de 1898).En México, advertía El Tiempo,"no hay sinagogas, ni judaizantes orto­

doxos que se congreguen para celebrar sus fiestas y sus ritualidades; perohay sí la preponderancia del dinero y el dominio que sobre la masoneríaejercen los enemigos natos e impenitentes del Crucificado': Esmás, el perió­dico llegó a afirmar que los judíos habían sido los fundadores de la tradi­ción anticlerical mexicana: "En México fue la masonería un elemento deljudaísmo anticatólico. La Reforma, las persecuciones al clero vinieron deaquellos acuerdos de la Sinagoga anticristiana" ("Guerra a los judíos") 22

de enero de 1898).La prensa de los científicos, a la manera de Dreyfus, estaba dando puña­

ladas por la espalda a México, y a Porfirio Díaz, de un modo cobarde yego­ista: "El Mundo y El Imparcial no han dado hasta la fecha prueba algunade guardar aquella actitud correcta que caracterizaba a los órganos ofi­ciosos del gobierno, en épocas anteriores. ¿A qué se debe esto? Debe dehaber muchas causas; unas visibles y otras ocultas" ("Un artículo notablede Le Courrier du Mexique", El Tiempo,4 de marzo de 1898).

Entre las causas visibles, alegaba el periódico, estaba la voluntad de loscientíficos de imitar a los Estados Unidos (inclinación que en México eraun insulto al nacionalismo), y su creencia de que todos los "intelectuales"estaban del lado de Zola. De hecho, los periódícos católicos ídentificaron

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454 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA

a los científicos con esa nueva categoría social, "el intelectual", y satiriza­ron sus vanidades y pretensiones. Sin embargo, aclaraba el periódico, "noes intelectual (inteligente) quien quiere serlo, y los sabios subvencionadosjuzgaron oportuno el momento para echarse en brazos del intelectualismo",

La ciencia de estos sabios se compone en parte de su propia petulanciay en parte de la ignorancia ajena; el público inteligente ya comienza aconvencerse que sólo conocen de Taine, de Stuart Mili, de Spencer, MaxNordau, sabios que citan sin ton ni son, lo que puede conocer y saberun desocupado papanatas) que se pasa las horas frente a los escapara­tes de las librerías; y lo que han leído entre las páginas, sin cortar, dealgún libro; que se les ha indigestado (El Tiempo, 4 de marzo de 1898).

Finalmente, intentaron abrir una brecha entre Díaz y los científicos:

El Gobierno mexicano tiene perfectamente bien establecida, su repu­tación, para que se dude de su perfecta lealtad; pero si a alguien se leocurriese pensar que el Tesoro mexicano, paga mercenarios para queinsulten a Francia y a España, no se podría menos de creer; y de hacerconstar con grande asombro que esos mismos mercenarios que estánpagados por el Tesoro mexicano, insulten a la Francia y a la España,ambas naciones, amigas de México C'Dreyfus en Francia y Dreyfus enMéxico': 17 de marzo de 1898, reimpresión de La Vozde México).

La VozdeMéxicoy ElCorreo Español expusieron elasunto de un modo mássucinto. Alaliarse con los Estados Unidos en contra de España, los jacobi­nos mexicanos eran traidores de su raza y de su religión, convirtiéndoseen "nuestros Dreyfus": "Los Dreyfus de acá traicionan a su patria favore­ciendo a su invasor pasado, presente y futuro, y traicionan su sangre, pre­dicándola odiosa, y conspirando en pro del enemigo de ella y de su raza"("Dreyfus en Francia y Dreyfus en México", 17 de marzo de 1898, reimpre­sión de La Vozde México).

La derecha católica fue la primera en presentar a los científicoscomotraidores y judaizantes. Las injurias específicas que se les imputaban fue­ron: sentimiento anticatólico y antiespañol (traición a la raza y a la reli­gión); sentimiento antifrancés (que Francisco Bulnes a menudo expresó,si bien no era compartido por Sierra ni por Limantour); sentimiento proinglés o pro estadounidense; el hecho de recibir, favorecer o hacer corre­taje de capital estadounidense (judaizado); y el hecho de socavar el honory el prestigio nacionales del general Díaz mientras tomaban su dinero. Ade-

INTELECTUALES Y PODER POlÍTICO: L¡I. REPRESENTACiÓN DE LOS (IENTiFl{OS I 455

más de estas acusaciones, se encontraba la invectiva antiintelectual pro­pia de los antisemitas, por la cual se acusaba a los científicos de repetir librosleídos a medias, de pretenciosidad infantil y de falsedad científica. En esteaspecto, se parecían a su admirado Émile 201a,quien, según ElCorreo Espa­ñol, no fue más que un degenerado.

SUCESIÓN PRESIDENCIAL Y CONSOLIDACIÓN

DEL SENTIMIENTO ANTICIENTÍFICO (1900, 1904, 1910)

La derecha católica estableció la gramática básica del sentimiento anticien­tífico en torno del caso Dreyfus y la Guerra Hispano-Estadounidense. Estaconfiguración ideológica fue adoptada por otros grupos durante los añosposteriores. Para la época de la revolución, los científicos se habían conver­tido en el chivo expiatorio preferido de la religión nacionalista mexicana y,como veremos, en piedra angular del nacionalismo revolucionario mexicano.

La historia de cómo ocurrió esto es casi tan compleja como la trascen­dencia misma del fenómeno. Comienza en elperíodo inmediatamente pos­terior a la Guerra Hispano-Estadounidense, en los meses previos a las elec­ciones presidenciales de 1900. Díaz había filtrado la idea de retirarse de lavida política y de que su sucesor sería el presunto líder del "partido cien­tífico", el ministro de Finanzas José Yves Limantour. La respuesta de loscompetidores de Limantour adoptó la forma de ataques en periódicos,impulsados y costeados por el ministro de Justicia) Joaquín Baranda, cuyosseguidores acusaban a Limantour de tener origen extranjero y de favore­cer a los especuladores financieros desde la época de la intervención fran­cesa, y por tanto de ser inelegible para la presidencia (Limantour, 1965:126­

128; Bulnes, 1960: 215; Tapie, 2000).

Estos ataques se repetirían, y se volverían más severos, en los períodoselectorales subsiguientes de 1904 y 1910, pero en esta ocasión por parte deescritores pertenecientes al campo del general Bernardo Reyes, competi­dor de Limantour. Las difamaciones revistas contra los científicos combi­naron todos los tópicos de los católicos en la Guerra Hispano-Estadouni­dense con la estrategia extranjera diseñada por Baranda, a cuya combinaciónse agregó otro elemento: la acusación de que los científicos habían traicio­nado los principios honrados por el liberalismo mexicano. Este último ele­mento se cristalizó como un recurso político en los años 1903 y 1904.

Hemos mencionado que, desde el comienzo, los científicos enfrentaronla hostilidad de una generación anterior de liberales, quienes los conside-

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456 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA

raron oportunistas y tal vezhayan sentido su propia obsolescencia al enfren­tarse con esta nueva generación. La joven generación de jacobinos queformó el Partido Liberal Mexicano (PLM) en 1902 continuó el discurso deestos viejos liberales de manera mucho más virulenta. Los radicales delPLM, Yen especial los hermanos Flores Magón, aborrecían a los científicosy dirigían críticas contra ellos que se hacían eco de ciertos elementos de lacrítica católica. Obviamente, el PLM no acusaba a los científicos de seranticatólicos o antiespañoles. Sin embargo, los magonistas los acusaban deser financistas, de estar vinculados al oro extranjero, de traicionar la ver­dadera tradición patriótica y de oprimir al pueblo mexicano:

Los científicos, que desprecian la Constitución, que no buscan másque dinero, que no tienen ningún principio honrado, cuando se jun­tan para adular a un prócer, se dan el pomposo título de "Unión Libe­ral",y"EI Imparcial", que por embrutecer a los mexicanos recibe muchosmiles de pesos, se llama a sí mismo liberal ("Las evoluciones de los nom­bres", El Colmillo Público, vol. 2, N° 56,2 de octubre 1904).

El volumen de sus críticas se incrementó en 1904, cuando Francisco Bul­nes, el polemista más exuberante de los científicos, publicó El verdaderoluárez, libro donde atacaba el mito de Benito [uárez, La publicación de Elverdadero luárez se produjo poco después del discurso en el que Bulneslanzó la campaña de reelección de Díaz en 1903. Este discurso había sidouna pieza de oratoria ingeniosa y escandalizadora que combinaba el pane­gírico con la crítica, en la que Bulnes se había atrevido a sugerir que Díazera un dictador y que la tierra no estaba en paz. El discurso abrió las puer­tas a un aluvión de ataques contra los científicos desde el interior del gobiernode Díaz, en especial de los reyistas, que formaban parte de la facción alter­nativa más fuerte, en tanto que por supuesto no logró conferirles el pres­tigio de constituir la oposición.

En efecto, el libro contra Iuárez brindó una oportunidad política aunmayor a los rivales de los científicos, ya que tocó a la figura sagrada del granhéroe de la "segunda independencia" de México, Benito [uárez, en lugar dela del dictador Díaz, desencadenando así un enfrentamiento intenso entrereyistas y magonistas, que competían por ocupar el lugar de mayor lealtada los principios del liberalismo mexicano.

De este modo, Ricardo Flores Magón ("Anakreón") escribió en El Col­millo Público: "Los liberales hemos visto con profundo desagrado la misti­ficación, el embaucamiento que fragua el reyismo para hacerse pasar porliberal, cosa que consigue entre ciertas personas superficiales", y agregaba

INTELECTUALES YPODER pOLíTICO: LA REPRESENTACIÓN DE LOS {lENTiflCOS I 457

que "si alguien no tiene derecho para protestar contra ellibro de Bulnes, ésees el reyismo" ("El lobo con piel de oveja",vol. 2, N° SS, 25 de septiembre).

La lucha por la legitimidad que proporcionaban el liberalismo mexicanoy Benito [uárez fue tal que muchos científicos, entre ellos el mismo Justo Sie­rra, se vieron obligados a entrar en eldebate y a alejarse de Bulnes. El senti­miento anticientífico desarrollado en este período en el campo reyista se con­virtió en el modo hegemónico de la retórica anticientífica y estableció lasbasespara el discurso revolucionario sobre el terna. El siguiente es un ejemplotornado de los escritos de uno de los publicistas reyistas más virulentos, quien

en gran medida estableció el tono del género, Pedro Didapp (1904: 595-596):

Si se habla de bancos, los "científicos" son únicos concesionarios; si decaminos de fierro, ellos intervienen corno contratistas; si de empresasagrícolas, a nadie permitan que meta mano. ("Gobiernos Militares"). El"científico" mexicano es el tipo primordial del judío. [... ]

En el país no ha habido peor plaga social que la colectividad "científica";los conservadores pudieron ser -y de hecho fueron- escarnecidos trai­dores a la república, los clericales constituyen una facción político-socialaltamente nociva; pero los "científicos", mezcla de unos y otros, lleganal colmo de todo lo punible; teniendo por única mira la especulación,no conocen sentimiento alguno noble. [... 1

Las naturalezas "científicas" están metalizadas, como lo está la concien­cia del judío, siempre que se hable de la materia prima, base de las tran­sacciones comerciales: para éste, el honor, la patria y todo lo que indi­que sensaciones de un orden superior, está sometido al tanto por cientode cambio, y para aquél, descendiente del segundo, acontecerá lo igual.

En vísperas del estallido de la Revolución, el consenso sobre este asuntoera tal que Luis Cabrera no tuvo reparos en definir a los científicos comoun avatar del judío eterno. Los científicos, sostenía, no formaban parte delpartido conservador ni reformista o liberal. Antes bien, pertenecían al grupocobarde y calculador universalmente presente, y que se alía de manera opor­tunista con aquel que esté en el poder, a fin de fomentar sus propios inte­

reses financieros:

Éste es el verdadero Mefistófeles de cuyo cerebro han nacido las inter­venciones extranjeras llevadas a cabo más tarde por uno u otro de lospartidos. Éstos se llamaron en Francia los emigrados y no se llaman los

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458 I HISTORIA DE lOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA

traidores, porque han sido bastante hábiles para eludir la responsabili­

dad de las traiciones con que se manchan los pueblos. Éste es el grupo

de los judíos, en suma, porque no tienen patria fija. Salidos de Venecia

o de Suiza, sus abuelos fueron españoles, sus padres franceses, sus nie­

tos americanos y sus bisnietos alemanes, y la ortografía de su apellidoevoluciona conforme cambia la potencia de las naciones. Son admira­

dores de las costumbres de los extranjeros, entre los que educan a sus

hijos, y son partidarios de las tutorías internacionales para la conser­vación de la paz (Cabrera, 2002: 15-16).

Obsérvese que con esta alusión apenas velada a Dreyfus, Cabrera se revela

como un antidreyfusiano, fortaleciendo así la hipótesis de que una de lascorrientes del nacionalismo revolucionario mexicano siguió una vía de

desarrollo análoga a las formas totalitarias y antisemitas del nacionalismoque se estaban incubando en Europa.

Más adelante, Cabrera sintetiza el carácter judaizante de los científicosen los siguientes términos: "Los científicos han estudiado sociología, y como

consecuencia de sus estudios, han comenzado a predicarnos un peligrosocosmopolitismo, totalmente contrario a la idea de Patria" (ibid.: 20).

Enfrentado a los ataques de invectiva anticientífica, Díaz hizo todo lo

posible para mostrar su propia independencia. Limantour (1965: 175) resumebien la situación:

El Presidente, acosado por la oposición que le echaba en cara de mala fe

el que se hubiera dejado dominar por los "científicos", multiplicaba sus

esfuerzos para demostrar, por medio de declaraciones yde actos inequí­

vocos, que los tan mentados "científicos" no ejercían sobre él la menor

influencia, cosa que produjo una recrudescencia muy vigorosa de la Gue­rra sin cuartel que se les hacía a todos los motejados con ese nombre, de

donde resultó que el Gobierno fue perdiendo, con eldesaliento de estos

últimos, uno de sus más leales y firmes apoyos, sin adquirir, en cambio,el de ninguno de los partidos o grupos que lo estaban atacando.

LA ESTRATEGIA ELECTORAL DE DÍAZ, LA CONSOLIDACIÓN DE LA UNIDAD

NACIONAL Y LA LARGA SOMBRA DEL ODIO A Las CIENTÍFICOS

La estrategia de Porfirio Díaz basada en el principio de "divide y reina­

rás", así como su voluntad de seguir siendo el presidente y hombre fuerte

INTELECTUAlES Y PODER POllTICO: LA REPRESENTACiÓN DE LOS (lENTiFlCOS I 459

de México hasta su muerte, convirtieron el sentimiento anticientífico enun recurso nacional. El blanco de la retórica anticientifica superó en mucho

al grupo de intelectuales y políticos que se reconocían entre sí.

Por ejemplo, en el "Plan" del 28 de noviembre de 1911,en Ayoxustla, Pue­

bla, Emiliano Zapata (1998) acusó a Madero de conservar una alianza con el

antiguo régimen (algo que hizo, por supuesto), y utilizó el término cientí­fico como el modo más poderoso e insultante de apuntar a su continuidad:

[ ••• J declaramos al susodicho Francisco I. Madero, inepto para realizar

las promesas de la revolución de que fue autor, por haber traicionado

los principios con los cuales burló la fe del pueblo y pudo haber esca­

lado el poder, incapaz de gobernar por no tener ningún respeto a la ley

ya la justicia de los pueblos y traidor a la Patria por estar humillando a

sangre y fuego a los mexicanos que desean sus libertades, por compla­cera loscientíficos, hacendados y caciques que nos esclavizan.

Pocos años después, tras la caída de Madero, Francisco Villa se sirvió de la

retórica anticientífica para deslegitimar a Venustiano Carranza (quien fue,

en sus orígenes, un revista, y por tanto no era él mismo ajeno a la retórica

anticientífica). En su "Manifiesto de Agua Prieta" del 5 de noviembre de

1915. Villa (s/f 164) proclamaba que:

l... J el reconocimiento de Carranza [por los Estados Unidos1no hará

la paz de la República, que ensangrentará mucho más todavía elangus­

tiado suelo de Cuauhtérnoc, y que ese reconocimiento será sencilla­

mente, no la garantía del triunfo para Carranza sino la base más segura

de su ruina completa y de su desprestigio, porquees la obrade loscien­tíficos y de los judíos; y principalmente porque es en realidad la acepta­

ción del protectorado yankee, defraudando con esto los ideales de la

Revolución y manchando la historia nacional que ennoblecieron More­

los, [uárez y cien titanes más.

Los carrancistas, por su parte, también se sirvieron del sentimiento anti­

científico en momentos políticos clave, mucho después de la caída de

Díaz y de los científicos. Así, en el Congreso Constitucional de 1917, una

amplia gama de posiciones se justificaron alegando que una legislación

deseada era buena porque se oponía a la práctica científica.En la 16° Sesión Ordinaria sobre elartículo 4 -una propuesta para prohi­

bir la venta de bebidas alcohólicas, el juego, la prostitución, las corridas

de toros y las riñas de gallos-, el diputado Ibarra sostuvo que los cíentíji-

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460 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA lATINA

cos habían fomentado la degeneración y la estupidización del pueblo mexi­cano por medio del estímulo de estos hábitos, y que por tanto se los debíaprohibir (sin mencionar que Bulnes, Sierra y otros compartían el horror

por el alcoholismo y los deportes sangrientos, posición habitual entre losliberales de la época).

En la 18° Sesión Ordinaria (20 de diciembre de 1916),en el debate delartículo 7 sobre la libertad de prensa, se mencionó al "científico RamónCorral" por haber dado instrucciones personales al director de la cárcelde Belén sobre cómo maltratar a los periodistas (nuevamente, otros cien­tíficos como Limantour, Sierra y Bulncs se enorgullecían de haber defen­

dido a la prensa de los asesinatos que caracterizaron a las presidencias ante­riores de Díaz): en el debate sobre este mismo artículo, el diputado FélixPalavicini, editor de El Universal, fue acusado de científico, y su periódicode ser un periódico científico.

En el tratamiento del artículo 9 -eobre la libertad de asociación-, las res­tricciones al derecho de los extranjeros a la libre asociación política se legi­timaron remitiendo a la aprobación y la tolerancia de estas prácticas por partede los científicos. En la 35°Sesión -sobre los requisitos de residencia exigi­dos para asumir un cargo público-, se cita la práctica de los científicos comoun contraejemplo de la legislación propuesta. En la 38° Sesión, los argu­mentos opuestos al sostenimiento de la vicepresidencia se hicieron citandoel apoyo científico a la misma. En la 48° Sesión -sobre la ley antimonopó­lica-, se citó el caso del científico Olegario Malina corno un ejemplo nega­tivo para hacer aprobar la legislaciónpropuesta. Losargumentos que en otrassesiones invocaban la (presunta o real) práctica de los científicos para forta­lecer la posición opuesta incluyeron la legislación propuesta para eliminarlos ministerios de Educación y del Interior. Finalmente, en el argumento con­tra elotorgamiento de la ciudadanía mexicana a hijos de extranjeros, se cita­ron para justificar la legislación propuesta los casos de Limantour y de todoslos científicos -a quienes se consideró, en el debate, falsos mexicanos-o

En síntesis, la acusación de científico proporcionó un método sencillopara desacreditar a los oponentes políticos. Zapata lo utilizó contra Madero,Madero contra Díaz, Villa contra Carranza. Y los carrancistas se sirvieronsistemáticamente de la figura como un recurso retórico útil para la apro­bación de distintas leyes.

¿Cuál es la relevancia histórica de esta modalidad antisemita de la retóricaanticientífica? Se pueden observar aquí dos amplios componentes en juego.

En primer lugar, el material que presenté desafía la creencia, muy exten­dida, de que no hubo en México un antisemitismo moderno o, expresado

INTELECTUALES Y PODER POLiTICO: LA REPRESENTACiÓN DE LOS CIENTiFlCOS I 461

en otros términos, que el antisemitismo mexicano es un prejuicio católicoarcaico,según elcual los judíos son las figuras míticas que asesinaron a Cristo.

El sentimiento anticientífico, según pude mostrar, adoptó la forma del

antisemitismo moderno, y de hecho fue forjado en su mismo fuego, elcaso Drevfus, y con una utilidad política similar, si bien no idéntica: unnacionalismo intensificado aliado a un catolicismo reaccionario dirigidocontra el poder angloamericano y alemán, y contra grupos internos dife­renciados. Al igual que el antisemitismo de fines del siglo XIX en Francia,el sentimiento anticientífico sirvió para respaldar el poder del Ejército, laoposición a la prensa y a las masas, fórmula que sería perfeccionada por

los nazis (Arendt, 1994:cap. 4).Es interesante observar que la escasez de verdaderos judíos entre los cien­

tificos no parece haber tenido mucha importancia. La presencia de judíosen México para la época era bastante limitada, si bien su número real esdifícil de calcular. Sobre la base de apellidos de tipo judío, Corinne Krauze(1987: 104) ha calculado que entre 1877y 1910 se naturalizaron como mexi­canos 140 "judíos", esto es, 5% del número total de extranjeros que adop­taron la nacionalidad mexicana en el período. La cantidad de judíos nonaturalizados debe haber sido considerablemente mayor, pero es probableque su número fuera bastante modesto. Su primera congregación religiosase fundó en la ciudad de México en 1908, más de diez años después del

inicio del escándalo Dreyfus.Si bien los historiadores judíos enumeran a algunos de los financistas

del porfiriato como descendientes de judíos alsacianos -una lista que segúnCorinne Krauze incluye a familias prominentes como los Scherer, Liman­tour y Noetzlin-, el hecho es que sus descendientes científicos no fueronidentificados como judíos, ni se identificaban a sí mismos como tales (ibid.:69-71). Dejando de lado a Limantour, ningún otro científico ha sido con­siderado judío ni siquiera por los historiadores judíos. Sierra, Bulnes,Macedo, Pineda, Casasús y -si extendiéramos el círculo- Crccl, Corral,Diez Gutiérrez, Malina: ninguno de ellos era judío. La ausencia de identi­ficación entre los científicos y los judíos reales es tal que Corinne Krauzesólo registró un antisemitismo mínimo en su revisión de la prensa del perío­do. No menciona el caso Dreyfus como relevante para la situación de losjudíos de México ni registra los tonos antisemitas de las invectivas contralos científicos (ibid.: cap. 6). Por su parte, los científicos consideraban quela acusación de judíos hecha en su contra era metafórica.

No obstante, el sentimiento anticientífico fue una forma virulenta deantisemitismo moderno. A los científicos judaizados selos consideraba repre­sentantes del capital financiero, aliados de intereses foráneos (francmaso-

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462 I HISTORIA D¡ lOS INTtlECTUAlES EN AMÉRICA LATINA

nes y/o anglosajones), como personas sin ningún vínculo con la nación, quecarecían de un sentimiento nacional, y como intelectuales astutos y falsosque utilizaban su conocimiento para socavar todo lo bueno, puro y nacio­nal. Estas acusaciones a menudo se oponían a la práctica real de los cientí­ficos; Limantour, por ejemplo, fue sistemáticamente antiestadounidense ensus políticas, y tendió a favorecer al capital francés e inglés siempre que fueposible; todos los principales científicos eran nacionalistas mexicanos.

Un segundo conjunto de implicaciones está vinculado al rol que el sen­timiento anticientifico tuvo en el nacionalismo revolucionario. Jugar lacarta anticientífica fue el último recurso para elrechazo de un argumento,

una práctica o un individuo en la Convención Constituyente de 1917, y entérminos más amplios, en la arena política. El sentimiento anticientíficoen su modalidad antisemita moderna fue consentido por muchos de losmás prestigiosos estadistas e ideólogos de la revolución.

En un nivel más fundamental, esto significa que el antisemitismo, consu apelación a la emoción, al gesto irracional y al sentido de pérdida cons­titutivo de la experiencia moderna, fue un recurso clave en la formaciónde los regímenes autoritarios construidos a partir de la Revolución Mexi­cana, todos íntimamente familiarizados con una forma de política nacio­nalista basada en alianzas entre fracciones de la élite y la acción de lasmasas.

Una implicación ancilar es que la atención adecuada al sentimiento anti­científico puede ayudar a reenmarcar el estudio de la violencia contra los

chinos y los mormones en el período, así como el del antisemitismo en ladécada de 1930, y la compleja historia de inclusión y exclusión que marcóel proceso de asimilación de exilíados españoles de la Guerra Civil y,luego,de exiliados chilenos, uruguayos y argentinos. Expresado crudamente, elantisemitismo moderno es una piedra fundamental en eledificio del nacio­nalismo revolucionario mexicano, y moduló las actitudes y las políticashacia los extranjeros, el cosmopolitismo y la corrupción.

CONCLUSIÓN

Durante la última década de la dictadura de Díaz, el sentimiento anticicntí­fico se convirtió en un discurso unificador, con una función similar a la quetuvo elodio a la aristocracia en la Franciarevolucionaria, pero alineado inclusomás estrechamente con el uso nacionalista contemporáneo del antisemitis­mo europeo. A diferencia del antisemitismo europeo, sin embargo, la políticadel sentimiento anticientífico no ha sido sometida a un escrutinio crítico.

INTELECTUALES Y PODER pOLíTICO: LA REPRESENTACIÓN DE lOS CIENTíFICOS I 463

El objetivo de este ejercicio no sería reivindicar el prestigio de los cien­tíficos, si bien dicho esfuerzo en algunos casos puede ser meritorio. Loscientíficos fueron un pilar del régimen de Diaz, con todas sus múltiples

incquidades. Reivindicar el papel de los cientiiicos en ese régimen reque­riría una evaluación del porfiriato como un todo. Ese examen no se puedeintentar sin una historia comparada de los regímenes modernizadores

del período, y la tarea escapa a mis intenciones.Lo que me interesa, en cambio, es señalar que la política del sentimiento

anticientífico ha tenido ramificaciones profundas, incluso en elperíodo con­temporáneo: durante décadas la legitimidad de la xenofobia impuesta legal­mente bajo el nacionalismo revolucionario pasó sin ser cuestionada; la vul­nerabilidad de los intelectuales cosmopolitas, con sus efectos concomitantesque llevan a favorecer las expresiones nacionalistas de los esfuerzos cultura­les y científicos locales, es aún una dimensión relevante de la vida pública; ytambién lo es,de hecho, la baja visibilidad de la discriminación racial hacialos extranjeros. Loscientíficos fueron probablemente laélite tecnocrática máscosmopolita que México haya tenido; es interesante observar que en el nacio­

nalismo revolucionario mexicano ocuparon el lugar de los judíos.

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Maestras, librepensadorasy feministas en la Argentina(1900-1912)*Dora Barrancos

El objetivo de este trabajo es mostrar los vínculos entre l~ agencia f~mi­

nista, que se abre paso a fines del siglo XIX, y ciertas vertientes del libre­pensamiento inscritas en buena medida en la masonería. Se trata de unarelación en la que reverberan dispositivos seculares, filiados en el proyectoilurninista, que se corresponden con ciertas ideaciones letradas muy difun­didas. Tórnase evidente que en ese cambio de siglo la condición subalternade las mujeres amplía los términos del debate acercade la ciudadanía. Comoseverá, se asiste a un despliegue de reivindicaciones por los derechos feme­ninos, a una acción instructiva destinada a superar la situación de inferio­ridad que padecen las mujeres, a la apuesta por el despertar de su con­ciencia) cifrada en actos reflexivosy en impulsos de la razón para desterrarlas emociones en las que habla alto la sensibilidad religiosa, clavede la ente­lequia del "ser femenino" que le impide la autonomía. Pero a~t~s de ingre­sar al foco de la cuestión, auscultaré el significado de la actividad feme­nina en la producción de las letradas desde comienzos del siglo XIX.

MAGISTERIO FEMENINO: FORJA DE LETRADOS

No puede sorprender la invisibilidad que sufren las mujeres en esa sa~a

toda vez que la historiografía ha demorado el reconocimiento de la parti­cipación femenina más allá de la vida doméstica. Pero resulta ir.refutableque gran parte de la tarea pedagógica estuvo en m~nos ~ememnas,.aunantes de las transformaciones iniciadas con la presidencia de Domingo

.. La autora agradece la valiosa colaboración de Eugenia Bordegaray y Adriana

Valobra.

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4 6 6 I HiSTORIA DE LOS IflTEl¡:erUALES EN AMÉRICA LATlflA

Faustino Sarmiento en la década de 1860. En efecto, durante el períodocolonial, una ciudad corno Buenos Aires disponía de un cierto númerode maestras -a las que se reconocía bajo el apodo de "amigas"- que reci­bían en sus propias casas a grupos de párvulos de ambos sexos (en el casode los niños varones de mayor edad, debían completar algunos años conprofesores de sexo masculino). Hay muchas evidencias sobre el escaso nivelque en general tenía este magisterio incipiente, pero no eran mejores losdocentes varones. Con las transformaciones republicanas se avizora inte­rés por la instrucción femenina -Manuel Belgrano será uno de sus promo­tores-, pero es especialmente a partir de las reformas rivadavianas que seamplían un tanto las alternativas; el Colegio de Huérfanas que dependede la Sociedad de Bencficiencia amplía su labor, pero los progresos son len­tos. Luego de Caseros, batalla que como es sabido decidió la caída de Rosas,la oferta de enseñanza elemental sin duda creció y no eran pocas las maes­tras que también enseñaban a los varones mayores; además, se sumaronalgunos profesores extranjeros, cuestión que preocupaba a figuras como

Rosa Guerra (?-1864),egresadade la escuela para huérfanas, maestra y des­tacada publicista, en cuya opinión aquéllos no enseñaban adecuadamenteni la historia ni la geografía nacional. Sus preocupaciones en torno deuna ajustada instrucción "nacional" seguramente se anticipan al aún ralomagisterio de la época. Fue preciso esperar a las iniciativas educacionalesde Sarmiento, quien no dudó en apostar a la docencia femenina como

una herramienta central en la transformación de las aptitudes populares.El gran propulsor de la educación estaba convencido de que las mujeresofrecían calidades superiores para el desempeño del magisterio, que susfunciones como procreadoras propendían a un mejor conocimiento delalma infantil y que sus atributos como guías principales de la enseñanzaen la esfera del hogar las colocaba en una condición excepcional:

En los más apartados extremos de la República, en la ohscuridad y de­samparo de las aldeas, en los barrios más menesterosos de las ciudadespopulosas, laescuelita de mujerestá como débillamparilIa manteniendola luz de la civilización, que sin ella desapareciera del todo para milla­res de infelices, abandonados al embrutecimiento (citado en Guerrero,1960: 34).

Sarmiento no dudaba en propiciar la enseñanza como un excelente ejer­cicio para el propio desarrollo de las mujeres, y sus viajes al exterior, sobretodo a los Estados Unidos, lo convencieron aun más de la contribución quepodían ofrecer las maestras en la tarea de elevación educativa y cultural,

MAESTRAS. LIBREPENSADORAS Y FEMINISTAS EN LA ARGENTlflA I 467

garantía de la civilización-es muy conocida la carga semántica del con­cepto- aun para aquellos países en los que ésta mostraba ya toda su efica­cia contra la barbarie. A Sarmiento se le deben los primeros proyectos deescuelas normales en las que había que incorporar las vocaciones femeni­nas, y también el plan de radicar maestras norteamericanas, consideradoun recurso para contribuir de manera urgente a derramar los beneficiosde la instrucción pública. De modo que en la década de 1870 el magisterioargentino estaba compuesto por un número mayor de mujeres, que se de­sempeñaban en diversos lugares del país, presencia que menguaba nota­blemente en los colegios nacionales dedicados a la enseñanza media y

que se tornaba inexistente en cualquiera de las dos universidades, la de Bue­nos Aires y la de Córdoba.

Las transformaciones suscitadas en 1884 por la Leyde Educación Comúnse debieron en gran medida a la contribución de docentes del sexo feme­nino. Resulta paradójico designar -con abuso de sesgo sexista- a "losmaes­tros" como los protagonistas de la enseñanza pública que permitió el accesoa la alfabetización de las clases populares. En el marco de América Latina,este acontecimiento tuvo en la Argentina un desarrollo singular, sólo com­parable con el del Uruguay, cuyo magisterio también tenía un gran númerode figuras femeninas. Hay que concluir que lasmaestras fueron artífices de

los letrados.El censo de 1895 puso en evidencia que eran mujeres la mayoría de los

ocupantes de las profesiones destinadas a la instrucción en todas las pro­vincias: en la capital de la república, ellas representaban más del setenta porciento; en la provincia de Buenos Aires, el ochenta por ciento, y aunque lasproporciones disminuían un poco en Mendoza, LaRioja,Catamarca, dondelos varones podían representar el cuarenta por ciento de los docentes, habíaáreas como Santiago del Estero donde más del noventa por ciento del magis­terio era femenino. Tampoco eran tan escasas las profesoras extranjeras, apesar de que el mayor número de personas dedicadas a la enseñanza queno habían nacido en el país eran varones. En la ciudad de Buenos Aires, secontaban algo así como 1.300 extranjeros cuya profesión era la de educar,y poco menos de la mitad eran mujeres; pero en Córdoba, el número delas instructoras extranjeras superaba al de los varones, y otro tanto ocurríaen Mendoza. Así, la feminización de la educación no era una novedad acomienzos del siglo xx, pues era un fenómeno anterior a la vida republi­cana. Lo nuevo fue el aumento notable de ese magisterio, cuya expansióndecisiva ocurrió a partir de la primera década del siglo xx.

La mayoría de las mujeres del grupo sobre el que hace foco este trabajoformaba parte del magisterio y,por lo tanto, seguramente participó en el

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proceso de creación de figuras letradas. Y si muchas memorias pudieronreconocer el papel de las primeras maestras, a las que se les otorgó un lugarprivilegiado en el paisaje inaugural de las primeras letras, del primer con­tacto con los libros, la genealogía de la estirpe letrada ha soterrado aque­lla raíz. Es que la proyección pública no alcanza a las mujeres, aun cuando,paradójicamente, sus actos hayan resultado indispensables para la arqui­tectura de esa esfera. Durante el siglo XIX -eobre todo durante las últimasdécadas-, la diferenciación de los ámbitos doméstico y público se hizo mástajante, y el significado crucial de esta divisoria sin duda "moderna" vol­vió casi obligada la localización femenina en las funciones reproductivas.Privadas de los derechos conferidos a los varones, tal como fue sancionadopor los códigos civiles latinoamericanos que exhibían la institucionalidadrepublicana, las mujeres fueron, sin embargo, las verdaderas proveedorasde las personalidades que abogarían por la secularización y por las liber­tades laicas. Es notable la contradicción entre el papel fundamental asig­nado a la familia en la construcción republicana y la simétrica desvalori­zación de la mujer, y también lo es que se desconociera el significado desu participación allí donde ellas producían valores en la esfera más coti­zada. La ilusión patriarcal de un hacerse con prescindencia de la interven­ción cultural de las mujeres -a quienes se tenía por seres débiles, menosinteligentes y absolutamente emocionales-. se cuenta entre las marcasmás paradójicas del solipsismo masculino en el orden público, vedado porderecho a la condición femenina.

LIBREPENSADORAS FEMINISTAS A COMIENZOS DEL SIGLO xx

Me ocuparé de las maestras feministas y librepensadoras representadas porel grupo que editó en primer lugar la publicación Nosotras, a comienzosde 1900, y que, coincidiendo con el Centenario, prosiguió ese empeñocon La Nueva Mujer. Un conjunto de indicios abona la idea de la identifi­cación de las principales cabezas de estos emprendimientos editoriales conel amplio surco del librepensamiento y la masonería. En efecto, es esta her­mandad el mayor organismo de adscripción y de sociabilidad para quie­nes descubren inclinaciones hacia el pensamiento secularizado, y luego-o concomitantemente- se sitúan las fuerzas políticas e ideológicas parti­darias: liberales de toda laya, socialistas, anarquistas. En cualquier caso, lamasonería parece ser la regente de las devociones, del sistema de creen­cias y de las prácticas de reciprocidad que ligan esencialmente a los varo-

MAESTRAS, LIBREPENSADORAS Y FEMINISTAS EN LA ARGENTINA I 469

nes contrarios al orden sacramental eclesiástico, y sostenedores de la razónpara descifrar los misterios del mundo. La incorporación de las mujeres ala masonería es con certeza la culminación de un camino de adoctrina­miento librepensador, pero lleno de adversidades. En otro lugar (Barran­cos, en prensa) he recogido aspectos de la saga femenina para ingresar alas logias masónicas, una larga impetración que hunde sus raíces en la bajaEdad Media y que de modo zigzagueante se recupera en el siglo xvm-eomoun fermento fugaz del iluminismo-, para hacerse casi imperceptible hastasu nuevo surgimiento a fines del siglo XIX. Es entonces que el reclamo porla participación de las mujeres se enlaza con la proclamación de derechosque lleva adelante el feminismo. Y debe admitirse que la masonería seencuentra dividida, no tanto frente a los reclamos generales de equidad,sino ante la más concreta incorporación igualitaria de las mujeres a susfilas. No hay duda de que una buena parte de la masonería adhirió a laobtención de los derechos civiles y cívicos femeninos y que juzgó inadmi­sible el sujetamiento a la norma del padre y del marido. Entre los anarquis­tas masones, como es bien conocido, no se trataba de un reordenamientojurídico, algo de lo que abjuraba su posición iconoclasta, sino de una trans­formación igualitaria de la sociedad. Pero muchos representantes de lamasonería recelaban de la extensión a las mujeres del derecho a sufragarpues aseguraban que ellas, bajo la influencia de la Iglesia y proclives a exce­sos de espiritualidad religiosa, orientarían su voto hacia las candidaturasmás conservadoras, algo que había que evitar a toda costa. No obstante,un segmento importante reconocía la necesidad de extender la ciudada­nía a las mujeres. Una fracción moderada creía que este pasaje debía pro­ducirse de manera sucesiva, comenzando por la habilitación en el planomunicipal, para luego, una vez que las mujeres estuvieran más capacita­das y menos contaminadas por las influencias recalcitrantes del clero, acce­der al sufragio nacional. Finalmente, otro grupo abogaba por la completaigualación civil y cívica de las mujeres. En éste se hallaban los liberales radi­calizados y la enorme mayoría de los que adherían al socialismo, y aun­que es difícil estimar la fuerza de esta fracción, es muy improbable que parael período bajo estudio pudiera asignársele el carácter de principal agen­cia en el país entre las logias masónicas. Una figura descollante fue Belénde Sárraga (1873-1951) (cf. Vítale y Antivilo, 2000), la española que recorrióla mayor parte de los países de América Latina asistiendo a los congresosde librepensamiento, pronunciando conferencias, aleccionando a pro­pios y ajenos en una ardiente campaña en favor de los derechos de las muje­res, sobre todo elde sufragar. Su influjo fue notable entre las primeras femi­nistas, al menos en la Argentina, el Uruguay, Chile, el Perú y México.

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470 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMtRICA lATINA

Entre las librepensadoras rioplatenses que adoptaron elcredo feministase encuentran María Abella Ramírez (1866-1926) -de cuyas ideas y publi­caciones se ocupará centralmente este análisis-: Iulieta Lanteri (1873­1932) <una de las figuras precursoras del feminismo-; Justa Burgos de Meyer(?-1961) -destacada maestra y socialista platense, una de las primeras muje­res que integró el Secretariado del Partido Socialista; Alicia Moreau (1885­

1986) -una de las más notables líderes del feminismo y del socialismo argen­tino-: Carolina Casas de Santa Olaya -conocida docente que dirigió elLiceo Platense de Señoritas y masona declarada-; Teresa Salanova, Mar­garita G. de Mendy, María Bahamonde de Sánchez Caballero, Luisa GallardoÁlvarez, Adelina Martínez de Lantero, Ana A. de Montavo, María Cami­nos, Isabel Crens, Josefina Durbec Routin, Luisa Gladel, María Josefa Gon­zalez, Juana Cassini, Beatriz C. Hunter.

TÓPICOS RECURRENTES EN NOSOTRAS Y EN LA NUEVA MUJER

Antes de ingresar al tratamiento de las cuestiones que marcaron edito­rialmente a las publicaciones mencionadas, resulta imprescindible unabreve presentación. Ambas se deben a la iniciativa de María Abella Ramí­rez y surgieron en La Plata. ¿Quién era María Abella Ramírez? Nacida en

el Uruguay, llegó a nuestro país a fines del siglo XIX para instalarse en LaPlata. Maestra de profesión, viuda de Leandro Iardi, contrajo nuevo matri­monio con Antonino Ramírez, también uruguayo y de profesión escri­bano, que se desempeñaba en la Argentina. (Se registran diferencias enla manera de consignar el nombre de nuestra publicista feminista: en oca­siones se la designa con la preposición "de", a la que obligaba la ley matri­monial, y, más a menudo, al apellido de soltera se le agrega directamenteel del marido.) María participó del grupo que reunía a la ilustre educa­dora Mary Graham, una de las norteamericanas traídas por Sarmiento,y al pedagogo de origen uruguayo Francisco Berra. Feminista militante,comulgó de modo notable con el ideario del librepensamiento y parti­cipó en la masonería. Tuvo intervención directa en los congresos del libre­pensamiento de 1906, 1908 Y1910, Ysu alocución en el segundo de ellosestuvo referida a los derechos políticos de las mujeres. Integró organis­mos como el Comité de Librepensamiento de La Plata, en cuyo órganode conducción fue la única mujer. En mayo de 1909 fundó la Liga Perni­nista Nacional y se le debe una acción ininterrumpida en favor de los dere­chos civíles y políticos de las mujeres en ambas orillas del Río de la Plata.

MAESTRAS, liBREPENSADORAS Y FEMINISTAS EN LA ARGENTINA I 471

En cuanto a La Plata, en esta ciudad, trazada a fines del siglo XIX, que pare­cía asegurar una apuesta a la modernidad y a la secularidad, el designiode proyectar la ciencia tuvo un momento alto con la creación de la Uni­versidad (cf. Vallejo, 2005), que congregó a intelectuales y a especialistasde gran relevancia.

Nosotras apareció en agosto de 1902, cuando elconcepto de "feminismo"ya se había irradiado y un grupo de mujeres de más alta formación edu­cativa -dncluía a las primeras universitarias- abrazó la lucha por los dere­chos. Hasta junio de 1903, momento en que dejó de aparecer, se publica­ron treinta dos números. Aunque no es posible discernir las razones de estafugaz existencia -lo cierto es que no aparecen signos claros de agotamiento-,podría conjeturarse que fue la radicalidad de la publicación lo que dis­tanció a una parte de las suscriptoras y tornó imposible resolver el pro­blema de su sostén económico. En efecto, el alegato secular que mantuvola dirección -al que se sumaron voces anarquistas y socialistas- en un debateque se extendió durante varios números parece haber sido la razón del ale­jamiento de un cierto número de seguidoras. El público de Nosotras segu­ramente se concentraba en las mujeres letradas de clase media, y aunqueen varias notas no faltaban consideraciones sobre la situación de las obre­ras y de otras trabajadoras, eran aquéllas, sin duda, sus destinatarias. Elobjetivo de la publicación residía en despertar su conciencia para que aban­donaran el estado de esclavitud patriarcal:

El pueblo es esclavo y el pueblo se revela y empieza para él un períodode evolución. La mujer es también esclava, esclavade la ley y las costum­bres que la reprimen, de las preocupaciones tradicionales que la atan.y la mujer empieza a rebelarse,

escribía Silvana Fredes -probablemente el seudónimo de María AbellaRamírez- en el primer número de Nosotras (cuyas citas, en todos los casos,han sido adaptadas a la ortografía actual). La misma autora no dudaba enembanderar el propósito rector de la empresa con el feminismo, término(d. López, 1901) que tuvo una recepción muy importante con la alocu­ción de Ernesto Quesada (1858-1934) -un intelectual de singular erudiciónque se desempeñó en varios campos- en el cierre de la Sección Femenilde la Exposición Internacional de 1898. Las señoras de la élite que integra­ban el Patronato de la Infancia -organismo encargado de dicha Sección­habían realizado una adopción "naif" del término, designando corno "femi­nista" la tarea de exhibir las producciones típicas del género -bordados,costuras, utensilios, etc.>. El discurso de Quesada (d. Barrancos, 2005;

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López, 1901) se convirtió en un parteaguas entre esta noción y otra, másadecuada, referida al reclamo de derechos para las mujeres:

¿Qué quiere el feminismo? Preguntan las mujeres y también algunoshombres, acaso temerosos de compartir el cetro del poder y de cuyomonopolio están tan satisfechos. ¿Qué quieren las feministas? -lan­zaba de modo ilocutivo-. Y nosotras contestamos: Queremos nuestralibertad, queremos el goce de todos los derechos sin más restriccionesque las que la naturaleza nos impone como mujeres madres ¡...J.

Otra nota editorial, titulada "La emancipación dela mujer" (Nosotras, Afio1, N° 2, 15 de agosto de 1902), se refería a las actitudes despectivas, y espe­cialmente a la sorna con que a menudo se trataba a quienes abogaban porlos derechos femeninos. La idea de ridículo o de fuera de lugar acompa­ñaba a las feministas en Europa y en América del Norte, pero

las heroicas mujeres que han soportado burlas, menosprecios e insul­tos [... 1 han formado un importante partido, han conquistado muchasventajas. En cambio nosotras -eseguraba-. las sudamericanas, la reta­guardia del progreso, no tenemos más que un íntimo sentimiento deprotesta, algo que instintivamente nos dice que con nuestro sexo secomete una injusticia, que no disfrutamos de toda la libertad [... J.

Más adelante se interrogaba: "Pero ¿cuál la ruta que debemos seguir? .. Nolo sabemos todavía: por eso ponemos nuestra pequeña revista a disposi­ción de todas las que quieran expresar su pensamiento; por eso pedimosa los hombres intelectuales buenosquenosayudena descubrir nuestro camino"(ibid., mis cursivas). No debe sorprender esta inflexión de los principiosantipatriarcales que da lugar a la preeminente figura del intelectual, cuyoinflujo modcrnizante debería asociarse con la causa de las mujeres, unailusión que todavía animaba a muchas librepensadoras.

Como se verá, la cuestión de los derechos femeninos constituyó elimpulso central de Nosotras, y esto la convierte en una publicación pio­nera en materia de identidad feminista. Aunque durante el siglo XIX no fal­taron ediciones sostenidas por mujeres y órganos periodísticos que adopta­ron puntos de vista en favor de la liberación femenina, éstos rechazaban laidentificación con el feminismo -como fue el caso de La Vozde la Mujer.publicación sostenida por el anarquismo-o Nosotras fue el primer medioque adoptó sin ambages el concepto y se propuso su propagandizacióncomo objetivo central; el nombre mismo aparecía seguido del subtitulo

MAESTRAS, LIBREPENSADORAS Y HMINISTAS EN LA ARGENTINA I 473

Revista Feminista, Literaria y Social, lo que significaba una confirmación desu esencia y de su razón de ser. La publicación exhibía textos a la manerade opiniones y ensayos y también disponía de una Sección Literaria. Susucesora fue La Nueva Mujer, que apareció entre mayo de 1910 y mayo de1912 mostrando un significativo avance de la corriente, pues el colectivose había convertido ya en una organización. En efecto, elnuevo periódicose constituyó en un órgano de "partido" al servicio de la Liga FeministaNacional, lo que significó que la enorme mayoría de las colaboradoras fue­ran no sólo simpatizantes del feminismo, sino que adhirieran con un com­promiso militante. Con elcomienzo de la década siguiente, LaNueva Mujeratrajo a protagonistas importantes de la lucha por tales prerrogativas, comoes el caso de [ulieta Lanteri -cuya tentativa de obtener la ciudadanía y elderecho a sufragar la publicación celebró como un ejemplo- y Alicia-Moreau, una destacada socialista. Hay que señalar que su aparición coin­cidía con el desarrollo, en mayo de 1910, del Congreso Femenino Interna­cional, auspiciado entre otros grupos por las universitarias, y que expre­saba un momento singular de alza de la agencia feminista en el país. Devida algo más extendida que la primera, no es posible identificar las razo­nes de la extinción de esta revista, pero también en este caso puede conje­

turarse que los problemas económicos fueron decisivos.Los enunciados reiterados que delatan un orden de prelación y que

son coincidentes en ambas publicaciones se refieren a los siguientes pro­blemas: los derechos de las mujeres; la ilustración femenina y la oposi­ción a la confesionalidad religiosa. En el caso de La Nueva Mujer, la cues­

tión de los derechos femeninos es un tópico casi dominante.

Losderechos de las mujeresSancionada por el Código Civil de 1868-adaptación del Código napoleó­nico de 1904,con rasgos sobrevivientes del antiguo régimen y la incorpo­ración de algunos trazos de la normativa prusiana-, la inferioridad jurí­dica de las mujeres significó que éstas permanecieran subordinadas a susmaridos. Participaban de la misma incapacidad que los menores y los alie­nados, no podían gerenciar sus propios bienes y hasta para elegir educa­ción y profesión dependían de la autorización de los cónyuges. Sin duda,fue éste el aspecto más controvertido vinculado a la condición femeninaa medida que arribaba elnuevo siglo, cuando a las expresiones de las muje­res que protestaban por su condición se sumaron las voces de juristas, polí­ticos y ensayistas. María Abellade Ramírez produjo textos de carácter eman­cipatorio al menos desde la década de 1890, en los que proclamaba la

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necesidad de reformar la normativa legal, y podría decirse que el problemade los derechos civiles ocupa un lugar destacado en la brega de Nosotras.No puede sorprender que en la primera década del siglo xx la cuestióndominante entre las feministas argentinas fuera la de la inferioridad civily que ella se situara por encima de la cuestión de los derechos políticos.Para muchas, el sufragio podía situarse en una línea progresiva, por eta­pas, es decir que bastaba en primer lugar el otorgamiento del derecho enel nivel municipal, como creía entonces la propia Alicia Moreau. Entién­dase bien, la gran mayoría de las feministas coincidía en la necesidad deequipararse a los varones en todos los derechos -civiles y políticos-, peroconsideraban que lo más urgente era comenzar por los primeros, y quepodía marcharse por jalones en relación con los segundos. YAbella Ramí­rez no era una excepción. Por ello, en una nota editorial titulada "El votode las mujeres" (Nosotras, Año 1, N° 4, 5 de septiembre de 1902) expresóque aunque resultaba de la mayor importancia la presencia femeninapara transformar la legislación, y que la exclusión política "era la pruebamás evidente de su situación de menor de edad, pues sólo a ella y a los niñosse les niega el derecho a votar", se imponía necesariamente una lenta evo­lución para obtenerlo. Reconocía que

La acción de la mujer debería hacerse sentir en el hogar de que ufanas(sic) se proclaman reinas, sacudiendo la apatía con que los padres, losesposos, los hermanos, los hijos acogen ese recurso con que los favorecela Constitución del país. Que voten nuestros padres, nuestros esposos,nuestros hermanos mientras llegala hora en que nosotras podamos gozarde ese derecho, en un porvenir en que nuestro sexo haya evolucionadoen el sentido de la libertad de su conciencia. El voto femenino, debe ser,pues, una conquista futura. En efecto, la mujer, en su mayoría, no estáen el presente preparada para disentir sobre asunto tan trascendental.

Hay que agregar que esta posición no disentía con la opinión masculinamás generalizada en los círculos del librepensamiento.

Las contribuciones más frecuentes en Nosotras se referían entonces alsometimiento que sufrían las mujeres debido al imperio de las leyes civi­les y de las costumbres, y la publicación cifraba el gran cambio para elsexo femenino en la doctrina del "feminismo científico" -una caracteri­zación muy empleada en esos primeros años del siglo-, en cuyo sosteni­miento se comprometió. En "La mujer moderna o feminista" (Nosotras,Año 1, N° 5, 15 de septiembre de 1902) se intentaba defenestrar los lugarescomunes, antojadizos, referidos el feminismo, la extendida idea de

MAESTRAS, LIBREPENSADORAS Y FEMINISTAS EN LA ARGENTINA I 475

que la mujer feminista desconoce completamente la poesía del hogar; queno tiene belleza física, ni elegancia, ni ninguna de las gracias y mona­das femeninas, en una palabra que es una especie de ser sin sexo, inútilpara el amor y la maternidad, ser ridículo del que los hombres debenhuir con horror y las mujeres abrumar con desprecio.

El texto defendía exactamente lo contrario, sin duda con cierto patetismo,

cuando aseguraba que

gran número de las mujeres modernas o feministas son esposas adora­das y madres arnantisimas; reinas de hogares ricos o pobres [... ] sonmodelo de buen gusto y entre las jóvenes feministas las hay hermosísi­mas [... ], que aun las feas tienen por lo general un trato exquisito y espi­

ritual y que nunca les falta un hombre que las ame.

Se sostenía que el rechazo manifestado por "la mujer antigua" respecto de"la nueva mujer" se debía a que se sentía humillada por ésta, "yen vezde elevarse, encuentra más cómodo estorbar a su contraria". Se trataba de

poner en contrapunto las características de ambos perfiles de mujeres, yla "antigua" tenía todos los atributos de las buenas burguesas que vivíandespreocupadas, atentas apenas a lo suntuario, resentidas por los valores

que expresaba "la nueva mujer":

No es por ternura ni amor a los suyos, condiciones que también tienela moderna; sino que acostumbrada a lucir en la primera fila, sin másmérito que el lujo, se siente humillada ante la superioridad de la nuevamujer y en vez de hacer esfuerzos para elevarse a su vez, encuentra más

cómodo estorbar a su contraria.

Se aseguraba que "los honores que se le tributan se deben únicamente albuen nombre o la fortuna del padre o del marido". La manera en que seconfrontaban los dos tipos femeninos es bastante paradójica, pues nues­tras feministas no dudaban en atribuir a los varones el reconocimientodel que gozaba el grupo de las denostadas, y hasta se permitían tratarloscomo víctimas de sus esposas. En la posición renovada se hallaban las muje­res inteligentes, las profesionales, "que no abrumaban a los varones de lafamilia","los hombres de buena sociedad que cada vez van escarmentandomás la cruz del matrimonio" porque sus mujeres querían figurar "a fuerzade dinero y con el lujo y las exigencias sociales", lo que hacía más difícilpara los cónyuges sostener a la familia. Pero esta concesión parecía corre-

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476 I H1110'IA OE lOI INIElEClUAlEI EN AMfRICA lATINA

girse: "Bien sabemos -aseguraba esta nota editorial- que hay maridos o

aspirantes a tales que temen el progreso femenino [... ]': Eran muchos los

que pensaban "que si la mujer se hace tan instruida como el hombre (... ]

ya no se conformará con la obediencia pasiva y protestará". Yla nota se pre­

guntaba: "¿Esconveniente para la felicidad de la familia la obediencia pasivade la esposa?". En respuesta, se comparaba esa obediencia con elservilismo

a un tirano, algo que ninguna mente republicana sostendría:

Así como un gobierno digno no teme, sino que fomenta la instruc­ción de sus gobernados, también un hombre inteligente y recto no tiene

nada que temer, sino motivos de pláceme en la capacidad de su mujer

en la que hallará, además de una amada, una amiga que sepa com­prenderle, una consejera incomparable [... J.

Entonces, era necesario confiar en las mujeres renovadas, instruidas, que

podían criar sólidamente a los hijos "para formar una generación de gran­

des hombres". Era preciso instruirse, en lo posible profesionalizarse, hacerse

conocedora de los derechos. La nota las instaba: "Sed mujeres modernas

y dejad que murmuren las antiguas [... ] que como mariposas viven un día

para quedar después convertidos en gusanos, que no pueden vivir sino a

costa del hombre y que cuando este les falta se derrumban [... ]",condenaque tendrá un giro, sin duda cuando se advierte la contradicción:

Perdónenme las antiguas: ya sé que no tenéis vosotras toda la culpa de

no tener alas y no poder elevaros; que eso se debe en gran parte a la defi­

ciente educación que os han dado, a las ideas que habéis bebido en la

leche y que muchas ya no estáis en edad ni en condiciones de cambiar;pero a lo menos no seáis egoístas: no desacreditéis por envidia a la mujer

moderna y dejad que vuestros hijos lo sean.

Nosotras abrió eldebate para que pudieran expresarse las mujeres que así lo

deseaban y que componían el público de lectoras. No sorprende que parti­

ciparan algunas comulgantes de la religión junto con aquellas que se iden­

tificaban con el socialismo, el anarquismo y,desde luego, con las que seconsideraban librepensadoras, principal filón de la identidad de la revista.

El punto de vista de quienes opinaron como anarquistas anclaba en la nece­

sidad de abjurar de los marcos legales; una de ellas sostenía que "las leyesson

un absurdo y no preservan ni salvan del malestar general" (Nosotras, Año 1,

N° 8,5 de octubre de 1902), de modo que no era por allípor donde se podía

avanzar en la condición de las mujeres. En otra intervención se afirmaba que

MAESTRAS, LIBREPENSADORAS Y FEMINISTAS EN lil. ARGENTINA I 477

la sociedad anárquica "gozará libremente de todos los derechos", y agregaba

más adelante: "En cuanto al hombre, bien podrá conformarse si la mujerprefiere ocuparse en cualquier trabajo en vez de estar al cuidadode la casapues el único trabajo que hace ella, y no puede hacer el hombre (salvo que

sea un fenómeno) es amamantar los hijos': En una ocasión, una represen­

tante de "la Redacción" respondió que aunque se estuviera de acuerdo con

ciertas apreciaciones sobre las leyes -que en efecto atentaban contra la

libertad-, había que evitar la confusión. Para llegar a una sociedad sin leyes"sería preciso que llegáramos a una civilización muy avanzada -decía la

autora de la carta-, sería preciso que cada uno de los ciudadanos fueran (sic)

educados, morales razonables y justos" (Nosotras, Año 1, N° 9, 25 de octu­

bre de 1902). Una sociedad sin leyes sería caótica, porque "la mitad de la

humanidad [... ] se obstinaría en vivir según el régimen del pasado". "Si labarca que nosconduce está en mal estado, la medidaquedebemos seguir, noesdestruirla y arrojarnos al océano, sino refaccionarla porpartes"-subrayaba-.Nuestra feminista cifraba la expectativa de cambios en la sociedad en la nece­

saria unión de todos los disconformes tras un "partido electoral"; esa fuerza

"conseguiría corregir una ley mala, otro día cambiaría otra, y así poco a

poco ... " Y, haciendo uso de un esperanzado tono condicional, agregaba:

Más tarde los hombres, llevados por un sentimiento de justicia, ¿harían

a la mujer un sitio a su lado en el Congreso y las leyes se irían perfec­

cionando cada vez más por la voluntad de los dos factores y con arre­

glo a las nuevas necesidades de época, y serían perfectas y justas en lo

posible, hasta que paso tras paso, llegaremos a una época dichosa, en la

que estando toda la humanidad perfectamente educada, no se necesi­

tarían las leyes escritas porque cada persona las llevaría grabadas en elfondo de su alma y sería un juez para sí misma?

El interrogante aquilataba o restringía la esperanza de lograr una situa­

ción de equidad con el género masculino, pero el acento utopista prevale­

cía. Esa especie de "carta abierta': probablemente escrita por la misma María

Abella Ramírez, ya que su estilo resulta inconfundible, hacía un lugar a laley del divorcio, que acababa de ser tratada por los legisladores. Las edito­

ras de Nosotras destacaron una serie de materias en defensa del divorcio vin­

cular, proyecto presentado por el diputado Carlos Olivera en 1901 y deba­tido acaloradamente en el Congreso al año siguiente -la iniciativa perdió

por escasos votos-, coincidiendo con la aparición de la publicación. Fue­

ron sobre todo las feministas socialistas y las librepensadoras las que se

lanzaron en defensa de la medida, mientras que los representantes más cons-

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478 I HISTORIA DE LOS IHTE[E(]UAIES EH AMÉRICA LATIHA

picuos de la Iglesia desarrollaban diversos ataques para impedirla. En lacarta de referencia, firmada por las editoras, no se vacilaba en sostener que

La ley del divorcio por la que no ha mucho se luchaba en el Congresopodrá ser todo lo imperfecta que se quiera, pero si se hubiera conse­guido eldivorcio absoluto, siempre sería un paso adelante, porque habría

quedado una puerta abierta para escapar los que gimen en las cadenasde un matrimonio desgraciado, que actualmente tiene que ser perpe­tuo. La esclavitud en el amor es la última cadena que nos falta romper;sin duda, algún día [... ] el amor será libre, pero entre tanto bueno seráobtener un paliativo a los males del presente.

El divorcio estaba pues entre las prerrogativas más valoradas por las femi­nistas del librepensamiento. Lapedagoga socialista Justa Burgos de Meyer,integrante del grupo editor, había señalado la importancia de tres proyec­tos presentados en el Parlamento: el del diputado Belisario Roldán, quedebía mucho a otra destacada socialista, Gabriela Laperriere de Coni (1866­1907), referido a la protección de las víctimas de accidentes de trabajo; elde Luis María Drago, relacionado con la emancipación jurídica de las muje­res.y el de Carlos Olivera sobre el divorcio vincular, acerca del cual Bur­gos Meyer afirmaba "que se trata de una cuestión de orden social queinteresa a la mujer tanto más que al hombre, pues los graves inconvenien­tes de la ley actual gravitan sobre ella y no sobre él que siempre encuentrael medio de eludir el cumplimiento de la ley impunemente". Yaseguraba:"La cadena de una ley atrasada, lectoras mías, no es la que ha de sujetar lavida del hombre amado, es el lazo de vuestro amor desinteresado y firmelo que os lo va a conservar': Se escandalizaba ante "el triste cuadro de lasenceguecidas, firmando listas en contra de una ley" -como había propi­ciado la Iglesia-. En relación con la iniciativa de Roldán, no obstante, ase­guraba que el monto de las indemnizaciones era insuficiente, ¿qué haríauna viuda con un gran número de hijos pequeños frente a esa "tacañe­ría"? En fin, Burgos Meyer proponía mejorar este aspecto de la propuesta.Yen cuanto al proyecto Drago, decía: "Es esencialmente feminista, él libraa la mujer casada de esa eterna condición de menor de edad, dándole el

derecho de administrar sus bienes, función hoy privativa del marido" (Noso­tras, Año 1, N° 1, 15 de agosto de 1902).

En algunas ocasiones aparecían voces masculinas, corno la de Elan Ravel-un librepensador libertario bastante conocido- que solía colaborar enNosotras manifestando una posición, desde luego, provocadora: "No estoy

de acuerdo con los que quieren limitar elmovimiento feminista a una lucha

MAESTRAS, liBREPENSADORAS Y FEMINiSTAS EN lA ARGENTINA I 479

intersexual" -planteaba (Nosotras, Año 1, N° 1}, 5de diciembre de 1902)-,

"dirigido y concretado a la conquista del voto, de los empleos y profesio­nes liberales, procurando hacer la competencia al hombre [... ]".y más ade­

lante sostenía:

Hay una cosa en esto del movimiento feminista que no alcanzo a com­prender bien [... ] y es el afán que la mujer quiere obtener el derecho avotar y otras cosas que con toda injusticia, por cierto, se ha conservadoexclusivamente para sí el hombre. Ante la condición social en que el tra­bajador se encuentra [... ] ¿para qué quiere elvoto la mujer? ¿Mejorará

esto su condición? Yo creo que no ...

Y casi al final, Ravel confesaba: "En cuanto a las demás aspiraciones delfeminismo me parece que nada remedian; al contrario, creo que económi­camente emplearían (sic) las condiciones del trabajador". En otro extensotexto-publicado a lo largo de tres números- bajo el título de "¿Feminismo?"(Nosotras, Año 1, N° 16, 5 de enero de 1903), luego de exorcizar a la reli­gión "que ha predicado la mansedumbre", el mismo autor decía: "Para

que una mujer se independice socialmente se precisa que ante todo tienday procure conseguir la independencia económica", y ahora confesaba sinambages: "Aunque no soy feminista, soy ardiente y entusiasta partidariode la dignificación de la mujer; partidario de que se la instruya en todo[... ] y se le concedan los mismos derechos, deberes y responsabilidades

sociales que el hombre".Otro varón que también realizó contribuciones polémicas fue Constan­

tino Franco, un joven librepensador que sustentaba ideas más cercanas alanarquismo. En su opinión, las mujeres de Nosotras debían acercarse a lasmujeres obreras, a las más pobres, a las sufrientes sin esperanzas. El divor­cio no traería la emancipación, lo decisivo era la ilustración, el avance de lasapiencia y la razón, sostenía en "La mujer que reacciona" (Nosotras, Año 1,

N0 28, 5 de mayo de 1903): "Un arma potente marca su itinerario destru­yendo las marañas de la ignorancia, alumbrando su sendero: La Ciencia".

Finalmente, otro varón, Manuel Meyer González -figura destacada delsocialismo platense- se vio obligado a intervenir en eldebate para defenderel punto de vista de su fuerza política en relación con la condición femenina:

Los socialistas, modestamente, nada tenemos que reservar a la mujerpara la sociedad futura ni para la vida eterna: pensamos que en elordennatural y fisiológico su papel será siempre más contributivo de esfuer­zos y molestias que el de su compañero, para evitar lo cual no conoce-

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mos omnipotencia alguna, y en elorden sociológico la llamamos desdeluego a nuestro lado para que luche a la par del hombre para la conquis­ta de progresivos mejoramientos para ambos, hasta llegar a la completaemancipación económica, dentro de la cual no tendrán cabida los egoís­mos y exclusivismos de que hoy la mujer es víctima más sacrificada queel hombre (Nosotras, Año 1, N° 11, 15 de noviembre de 19 0 2).

Un aspecto de Nosotrasque llama la atención es que no faltaron notas rela­cionadas con la violencia ejercida contra las mujeres -dimensión no tanpresente en las reivindicaciones de la época-o A vecesse comunicaban abe­rrantes crímenes contra mujeres producidos por maridos celosos a quie­nes cabían las atenuantes de la ley.

En el caso de La Nueva Mujer, si bien se reiteran los motivos del adoctri­namiento feminista, los artículos parecen tener una mayor elaboración yocupa un lugar central la perspectiva de la organización. Con la firma M.A.R-que apenas disimula la identidad de la principal conductora de estaempresa-, hay una nota corta que se propone aclarar el concepto de "femi­nismo", al que define como "amigo del progreso femenino"; con cierta

sorna, se permite retar al Centro de Universitarias Argentinas -principalorganizador del Congreso Internacional Femenino llevado a cabo en mayode 1910- porque no se animó a declararlo claramente feminista: "Que sedeje de contemplaciones con la gente que no entiende" -talla admoni­ción-. No obstante, la revista fue una gran propagandizadora de los resul­tados de este encuentro, en el que sobresalieron las exposiciones de Abe­lla Ramírez. El Congreso (d. al respecto, entre otros, Lavrin, 2005; Feijóo,1980; Carlson, 1988; Vasallo, 2000; Barrancos, 2002) fue un hito precursoryen él se solicitaron los derechos civiles y políticos de las mujeres -Inicia­tiva de la que una de las autoras fue Abella Ramírez-, así como una seriede medidas de bienestar y de protección de la maternidad, especialmentepara las madres obreras, y para la niñez desamparada. Otro largo texto, éstesí firmado por María Abella Ramírez, está dedicado a defender los dere­chos políticos femeninos, y debe admitirse un giro en relación con las posi­ciones de Nosotras: ahora el tono en favor de la obtención del sufragio esmucho más explícito. Nuestra autora expresa la necesidad de que las muje­res estén representadas en el Parlamento para que el progreso no detengasu marcha, y reflexiona sobre la escasa acción femenina en este sentido:

Las mujeres no hemos solicitado aquí nuestros derechos y los hombreshan pensado que así estábamos bien. La libertad no se regala, el polluelo

MAESTRAS, LIBREPENSADORAS Y FEMINISTAS EN LA ARGENTINA I 481

para salir del huevo tiene que romper la cáscara, y la oruga rasgar lacrisálida para convertirse en mariposa (La Nueva Mujer, Año 1, N° 2, 7

de julio deI9IO).

Como he dicho, La Nueva Mujer fue el órgano de expresión de la LigaFemi­nista Nacional, fundada en mayo de 1909 a instancias María Abella Rami­rez y que sin duda resurgió como consecuencia de la realización del alu­dido Congreso. En julio del mismo año, y bajo elliderazgo de Iulieta Lanteri,se fundó la LigaNacional de Mujeres Librepensadoras. Aunque ambas femi­nistas solían cooperar entre sí, las agrupaciones que forjaron caminabanpor andariveles separados -el examen de los acercamientos y los distan­ciamientos (estos últimos posiblemente suscitados por diferencias de estra­tegia) entre estas dos grandes figuras del feminismo asociadas al libre­pensamiento y a la masonería aún está por realizarse-o En la "Declaración

de principios" de la Liga Feminista Nacional se decía:

Considerando que el sexo femenino no disfruta de toda la libertad y elbienestar que como ser humano le corresponde y que esta esclavitudde la mitad de la especie es perjudicial al progreso social, nos unimospara trabajar por la emancipación de la mujer (La Nueva Mujer, Año 1,

N° 1, 10 de mayo de 1910).

Su"programa máximo" estaba contenido en cuatro puntos: 1)Que elmatri­monio no haga perder a la esposa ni uno solo de sus derechos civiles; 2)

Derechos políticos a la mujer; 3) Divorcio absoluto; 4) Protección a la niñez.El"programa mínimo" contenía una serie de reivindicaciones, tales comoque el contrato nupcial estableciera que la mujer administrara sus pro­pios bienes, que a falta de bienes de la mujer se pactara la cuota mensualque el marido debía pasarle ya que "las necesidades físicas,morales e inte­lectuales de la mujer no pueden quedar a merced de la más o menos gene­rosidad del marido", que eldomicilio se fijara de común acuerdo entre loscónyuges, que la mujer que hubiera dejado el hogar no fuera obligada aregresar por la fuerza, que la patria potestad fuera compartida y que todoslos hijos, matrimoniales o ilegítimos, tuvieran los mismos derechos. Lacarta de principios abogaba por que la prostitución fuera tolerada, "perono reglamentada", y si bien éste era un punto en común con otras corrien­tes feministas, algunas demandas que engarzaban con presupuestos dellibrepensamiento más radicalizado no figuraban en otros programas, almenos no tan explícitamente. Es el caso de la solicitud para que las auto­ridades municipales tuvieran la potestad de visitar los"conventos de enclaus-

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482 I HISTORIA DE lOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA

tradas" -sin duda para verificar su condición-, o de que los crímenes come­tidos contra las mujeres no pudieran ser atenuados por "los celos, porquela naturaleza nos demuestra que los celos -aseguraba el manifiesto- no

impulsan jamás al macho contra la hembra, sino contra el rival" (La Nueva

Mujer, Año r, N° i, 10 de mayo de 1910). No hay duda de que alguna vul­gata del evolucionismo obraba en esta rotunda afirmación, seguida poresta otra: "El dar derecho al marido a matar a la esposa pillada en adulte­rio, no es otra cosa que dar derecho al amo de disponer de la vida de laesclava:hacer del marido un señor feudal de horca y cuchillo, [sólo los cana­llas pueden aprovecharse de semejante derecho!".

En efecto, la norma jurídica penal protegía dos tipos de bienes: cuandose trataba del adulterio del marido, se atendía a los asuntos patrimoniales,yen el caso del adulterio de la mujer, la cuestión de fondo era el honor delcónyuge, razón por la cual la actuación criminal del marido para restituirlomenguaba la pena. En un breve pensamiento María Abella afirmaba: "Sehorrorizan algunos al pensar que si se establece el divorcio, los hombrespuedan abandonar a las pobrecitas mujeres, pero no les causa horror refle­xionar que algunos hombres pueden asesinar a su mujer sólo por el gustode quedar libres" (La Nueva Mujer, Año i, N° 6, 15 de agosto de 1910). Enocasiones, sus posiciones parecieron abonar la idea de la"unión libre",comopreconizaban los anarquistas, y aunque no faltaban notas en defensa de lafamilia, lo más frecuente eran las críticas al modelo patriarcal.

Es necesario reparar en que la cuestión del divorcio vincular y la defensaa ultranza del estatuto femenino frente al divorcio también fueron tópi­cos r~iterados en La Nueva Mujer. No hay duda de que el grupo editor, yespecialmente su cabeza regente, María Abella Ramírez, hizo de la defensa

de l.os derechos femeninos la justificación de la existencia de ambas publi­caciones. Los retos llegaron al controvertido Enrique Perri, quien, comoes sabido, en su visita al país confrontó con el Partido Socialista pese aque había desestimado la posibilidad de la existencia de una fuerza socia­lista en la Argentina. Las diatribas también se encendieron contra las femi­~istas. En una conferencia en Rosario, Ferri había sugerido que el ins­tinto de conservación a menudo ocluía los deberes de la madre, mostrando

como torpe a la condición femenina. En una nota que tituló "Inferiori­dad mental de la mujer. .. " (La Nueva Mujer, Año i, No 8,30 de septiem­

b~~ de 1910) Abella de Ramirez respondió enérgicamente alegando que elvisitante "se dejaba llevar por prejuicios"; "Yaque está tan atrasado de noti­cias el célebre Ferri -cronizaba.; nos permitimos decirle que hasta ahora

no está averiguado que la diferencia de sexo sirve para otra cosa que parala reproducción de la especie y que la mente no tiene sexo".

MAESTRAS, LIBREPENSADORAS Y FEMINISTAS EN lA ARGENTINA I 483

A casi dos años de vida de la publicación se presentó una conferenciade Iulicta Lanteri en la Logia Masónica ")2 de Octubre", en la que la des­tacada feminista incursionaba en las características del ser femenino ydel ser masculino, y, mientras ponderaba la capacidad de sentir de lasmujeres, subrayaba la sensualidad, la materialidad de los varones, lla­mados a desvalorizar a aquéllas y a dominarlas. "Dueño de la mujer sehizo dueño de su prole" -sostenía Iulíeta- (La Nueva Mujer, Año 2, N° 32,

1}de mayo de 1912). "Obligó a la mujer a la pasividad más completa hacién­dole producir los frutos que él quisiera, y cuando el fruto era hembra,como ésta no era útil para la guerra la maldecía al nacer y la destinaba ala vulgar reproducción, corno la ternera al corral." Su percepción la lle­vaba a sostener que la mujer era "un foco de luz", pero que no se conocíaa sí misma, y por ello seguía

amarrada a la cadena que el amo le pusiera, le da los hijos que élquiere,sufre las leyes que él le impuso, come el pan que él quiere darle, vivedonde él quiere que viva, se prostituye para que la bestia no asalte la pro­piedad ajena, esconde su propio nombre, iY tolera que la llamen el sexodébil! ¡Pobre la mujer! ¡Pobre la mujer! ¿Llegará un día en que la luzsahrá que ella es luz? (ibid.)

Casi al finalizar, Iulieta se entusiasmaba con la promesa de la gran trans­

formación:

La mujer levanta la bandera del libre pensamiento, ella no quiere serpatrona ni admite amos. Para ella todos son iguales, todos son uno enla raza y en la especie. Para ella no existe la propiedad, no quiere matarpara conservarla. Para ella, la tierra es su patria.

Años más tarde, a fines de la década de 1930, en Tresguineas Virgina Woolfsostendría el mismo apotegma modificando un tanto los términos en juego:como las mujeres no han participado absolutamente en la construccióndel derecho, ni tienen derechos, "su patria es el mundo':

La educación femeninaNo debe sorprender el permanente tratamiento de esta cuestión en laspublicaciones bajo análisis, pues, como se sabe, la educación prometíauna economía cifrada en el progreso y era la clave maestra de la razónevolutiva. Algunos de los textos considerados anticipan la obsesión en

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484 I HISTORIA DE lOS INTELECTUALES EN AMÉRICA lATINA

torno del camino ilustrado, a veces superior a cualquier situación dederecho toda vez que las feministas adherían con enorme convicción alcredo letrado. Con reiterada frecuencia azuzaban a las congéneres paraque abandonaran las tinieblas de la ignorancia e ingresaran a la luz delconocimiento. Es probable que ninguna se sustrajera al crédito rotundopuesto en el saber para acceder a una nueva conciencia, capaz de recha­zar el antiguo ropaje del sometimiento. Véase la retórica de Teresa Sala­nova, integrante del comité editorial y probablemente también maestra,en un artículo titulado "Ala mujeril (Nosotras, Año 1, N° 4, 5 de septiem­bre de 1902):

Cultivad la mente. Dad preferencia al juicio, pues así será como si hicie­rais un ascenso entre espesuras y recovecos. Mirad desde allíy descubri­réis resquicios para ahuyentar muchas preocupaciones; clarividenciapara vislumbrar muchas verdades y asidero para arribar a muchas con­vicciones. Mirad bien y aprenderéis que la supremacía del hombre sobrela mujer es un tema convencional, derivado del hecho permanente decosechar solito en ese campo donde la savia ha fructificado, ora en laciencia, las artes, la mecánica y les brinda el monopolio de sus flores yfrutos, y le subordina a los vanos títulos de amo, dueño, señor, y otrosmás o menos oportunos.

Algunas notas cifraban las desventuras de las mujeres por la escasa edu­cación en la incuria de los padres:

Entre los padres de familia hay unos pocos que tratan de dar a sus hijasuna buena educación: pero los más dedican todos sus esfuerzos única­mente a la instrucción del varón, ya las niñas, si los medios sobran, seles da cuanto más una educación de adorno (Nosotras, Año 1, N° 11, 15

de noviembre de 1902).

Otro segmento de esa misma nota editorial decía:

¡Ah! La influencia de la mujer en la sociedad es corno la de la raíz de laplanta; no se ve,pero es la parte importante. Querer tener pueblos ade­lantados y progresistas cuidando sólo del desarrollo físico e intelectualdel hombre, es como pretender árboles frondosos sólo de los gajos. Dedonde se deduce que a la mujer, sin perjuicio de enseñarle prácticamentelos quehaceres domésticos, debe dársele una instrucción tan grandecomo la que se da al varón.

MAESTRAS, LIBREPENSADDRAS y FEMINISTAS EN LA ARGENTINA I 485

Más adelante, casi al finalizar, se amonestaba a las propias mujeres:

Los padres de familia para llenar dignamente su misión y los gobier­nos para aprovechar las inteligencias femeninas [... ] tendrían que esti­mular la educación de la mujer, y nosotras mismas tenemos que tratarde elevarnos y asegurar la felicidad de nuestro porvenir, sirviéndonosademás de los colegios normales, de los nacionales, de las universida­des, de las bibliotecas públicas y de muchos elementos más que no apro­vechamos, no porque nos rechacen, sino porque nosotras mismas nosexcluimos. Ayudémonos nosotras y nos ayudarán también los padresy gobiernos.

Nosotras se hacía eco de los conceptos del profesor Ramón Melgar, figuravinculada a la Universidad platense, quien afirmaba:

Lamujer es susceptible de una educación superior lo mismo que elhom­bre; su evolución ontogénica es más rápida, si se quiere y sus facultadespsíquicas despiertan más temprano; la simple observación de un maes­tro comprueba esto y no hay fundamento científico que pruebe termi­nantemente la inferioridad de la mujer (Nosotras, Año 1, N° 24, 25 demarzo de 1903).

No faltaron las manifestaciones en pro de la educación de lasobreras. Frentea las iniciativas para extender la educación y la cultura de los trabajadores~por lo general, en manos de las agencias ideológicas y políticas identifi­cadas con el proletariado- que pululaban en muy distintas latitudes, la líneaeditorial de nuestras publicaciones abogaba por iguales oportunidades paralas trabajadoras. En la nota "Escuelas nocturnas para obreras" (Nosotras,

Año 1, N» 25, 5 de abril de 1903) la directora de la revista aseguraba que"no era una novedad para nosotras ni para nadie, la afirmación de que lapropaganda de las nuevas ideas se estrella contra la ignorancia del pueblo".

Los hombres -continuaba la nota editorial- buscando el remedio, asíque han visto el mal, establecen escuelas nocturnas para adultos del sexomasculino; el estado por su parte sostiene varias de esas escuelas, parahombres puramente, como si nosotras no valiéramos la pena [cursivasen el original] de que se nos eduque.

Las reflexiones continuaban: "La mujer es ignorante en general, pero laobrera lo es especialmente ¿Y cómo no hemos nosotras, que estarnos

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486 I HISTORIA DE LOS INTELEC!UALES EN AM~RI[A LATINA

empeñadas en levantar el nivel intelectual de la mujer [... ], prestar todala atención que asunto tan importante merece?", Incluso se llegó a abo­gar por la educación técnica de la mujer, aunque no se trataba de lasmismas ramas que se enseñaban a los muchachos, sino de perfeccionarlas tareas propias del género. En todo caso, la enseñanza era un grave pro­blema y era preciso proponer medidas para mejorarla. Hacia 1911, laLiga Feminista Nacional modificó su programa mínimo para incluir unprimer artículo que rezaba: "Educación física, intelectual y moral igualpara ambos sexos", y, en segundo lugar, "que todas las profesiones queestán abiertas a la actividad del hombre, lo estén también para la mujer".En un artículo titulado "La educación de la mujer" (La Nueva Mujer,

Año 2, N° 30, 15 de febrero de 1912), un jurisconsulto, José Jorge Loaysa,aseguraba que era necesario que la educación no fuera un adorno sino"práctica aplicación en las emergencias de la vida"; según este autor, erafundamental que se asegurara la emancipación femenina con la posibi­lidad de ganarse la vida.

La oposición a la confesionalidad religiosa

Las posiciones en pro de la secularización resultan pródigas en las publi­caciones analizadas. La inscripción de la vertiente feminista en el librepen­samiento era un parteaguas absoluto en relación con los grupos que, enocasiones, se autodefinían como practicantes del "feminismo sano': orien­tados hacia las fuerzas conservadoras y con devoción por la Iglesia. Esbienconocida la prédica antiecJesiástica de la masonería y su oposición a losrepresentantes católicos, aun cuando mantuviera simpatías por otras víasespirituales que consideraba menos opresoras o más racionales.

José María Pérez, director del periódico Tribuna Liberal (1909-1911)

-en cuyas páginas no faltó el aliento a la emancipación de las mujeres y

que tuvo especial interés en animar una cruzada secularizadora-, fue unimportante miembro de la masonería, convencido de que en la búsquedade autonomía y de racionalidad las mujeres debían liberarse de los influ­jos de la Iglesia. Partidario de la centralidad del trabajo educativo y depersuasión en torno del significado perturbador de la religión para elverdadero conocimiento, idea muy difundida en las filas del librepensa­miento, difundía en su periódico (Tribuna Liberal,19 de junio de 1909) estasuerte de "credo liberal":

No contraer matrimonio religioso.No bautizar los hijos.

Mi\.ESTRAS, LIBREPENSADORAS Y FEMINISTAS EN LA ARGENTINA I 487

No aceptar padrinazgos de casamiento, bautismos ni confirmaciones.No confiar a la Iglesia ni a sus adeptos la educación de los hijos.

Hacerse enterrar civilmente.No celebrar funerales, ni asistir a ellos,ni pedir oraciones por los muertos.No dar a la gente de la Iglesia dinero bajo ninguna forma o pretexto

con fines aparentes de beneficio o caridad.No asociar, ni prestigiar, directa o indirectamente, ninguna creencia reli­

giosa de ninguna secta.Mantener lejos del hogar y de la familia a los llamados ministros del

Señor.

Abella Ramírez fue una de las voces que participó en un número especialque en octubre de 1910 Tribuna Liberal dedicó a la cuestión de la religión,

y, en reciprocidad, La Nueva Mujer dedicó al menos tres números a reedi­tar aspectos centrales de la edición del periódico de identidad masona. Esnecesario admitir que mientras la estrategia de Nosotras consistió en no

atacar directamente a la Iglesia, ya que el contrapunto tomaba la formade un debate abierto con elpúblico, haciendo ingresar a otras y otros colum­nistas, en La Nueva Mujer el antagonismo se planteaba de manera explí­cita y a través de la pluma de las mismas editoras. También es preciso seña­lar que en la casi una década que separaba a ambas publicaciones se habíaproducido un aquilatamiento del feminismo, afianzado por su singularcrecimiento. A propósito de la participación en Nosotras de una "católicatransigente" -tal la autodenominación de quien había escrito abogandopara que no se abandonara la idea de Dios, aun cuando su pluma parecíaalejada del dogmatismo-, "una librepensadora" respondió (Nosotras, Año

1, N° 11,15 de noviembre de 1902):

Dice Ud. que Dios es el principio de toda verdad y que negar a Dios esuna aberración del espíritu ... ¡pero qué manera de discutir la de loscatólicos! hacen afirmación falsa (o por lo menos no ha sido probada)y luego la ponen como base de sus razonamientos. Para decir que Dioses el principio de todo hay que probar primero su existencia [... ]. Ud.misma en una de las muchas preguntas que me dirige afirma que nosabe cómo fue creado el mundo y en eso no procede Ud. como cató­lica; pues los católicos, partiendo de la base de que Dios es el principiode toda verdad, y de las explicaciones de la Biblia y de que todo se haceporque Dios quiere o no quiere, no hay cosa que no se expliquen.

Con ironía, la autora de la respuesta proseguía:

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488 I <ISTORIA DE lOS INTElEC1UAlES EN AMÉRICA lATINA

Sin duda Dios era feminista, porque no nos quiso formar como elhom­

bre, del tosco barro, sino de la mejor de las carnes, y partiendo de la base

que creó primero a los irracionales y después al hombre, quiere decir que

Dios ha perfeccionado su obra y,siendo lo último que fabricó la mujer,

nosotras las mujeres, según los católicos, somos la más grandes de las

perfecciones; no me explico cómo los clérigos quieren colocarnos bajo

el dominio de nuestro inferior, el hombre, sólo porque nos aventaja enfuerza bruta ... !

Entre las notas que La Nueva Mujer dedicó al problema de la religión como

obstáculo para la liberación de las mujeres, una de ellas pretendía deslin­

dar los principios éticos de sus presupuestos providenciales. Se aseguraba

que moral y religión eran en verdad términos contradictorios, porque elprimero "supone el esfuerzo individual siempre renovado para mejorar las

condiciones de vida social; mientras el otro implica sumisión, ignoran­

cia, abandono" (La Nueva Mujer, Año 2, N° 18, 25 de septiembre de 19B).Se hacía hincapié en el origen etimológico de ambos para considerar a la

religión -con el apoyo de un conjunto de pensadores clasicos-. como una"creencia", "pero nadie llama creencia al saber de la ciencia que se apoya en

fundamentos". La creencia respondía a un temor infundado que era la causa

de la superstición, y ésta era "el elemento explotable por los intérpretes de

todas las religiones". Aunque se exceptuaba el budismo, en conjunto aqué­

llas se basaban en "un árbitro absoluto de todo", y esto no era sostenible.

La moral -según un texto firmado por M. R. Navas- se refería a un acto

que despierte el deseo de averiguar la verdad, inspire amor a las cien­

cias y produzca deleite ante la contemplación de las obras bellas, natu­rales o artificiales. Es moral todo aquello que ofrece estímulos a los indi­

viduos y a las sociedades para que luchen con los obstáculos de la vida

y realicen grandes empresas en beneficio de la generalidad r...].

Quien así se expresaba no dudaba en oponer estos rasgos de lo que se con­

cebía corno moral a la forma contraria: "Es inmoral todo hecho, toda creen­

cia, todo juicio, toda ley que perjudique el desenvolvimiento íntegro del ser

humano, o menoscabe el ejercicio de la libertad o contraríe el progreso".

Sin embargo, en la mayoría de los casos la proclama laicizante no sig­

nificaba ateísmo, ni siquiera agnosticismo, aunque ésta fuera la fórmulamás extendida para dar cuenta de actitudes secularizadas. Muchos _y

muchas-librepensadores adherían al credo panteísta, al modo racional

de encontrar en lo humano, yen todo el orden natural, señales de la poten-

MAESTRAS. LIBREPENSADORAS Y fEMINISTAS EN lA ARGENTINA I 489

cia divina, como solicitaba el filósofo Baruch Spinoza, de enorme influjoen esas posiciones proseculares. La propia María Abella Ramírez soste­

nía: "Dios está en la naturaleza entera y muy especialmente en el ser

humano, el más inteligente y noble de todos los seres creados. Dios es el

alma del universo y el alma humana es un pedazo de Dios" (Nosotras,Año

1, N° 10, 5 de noviembre de 1902). Este auto de fe resultó el signo de unaidentidad apegada a la razón, una de las señales del humanismo que cam­

peaba en el librepensamiento, del que también hacían gala las mujeres

de las dos publicaciones que expresaron el magisterio feminista a comien­

zos del siglo xx.

EPíLOGO

Una importante vertiente del feminismo inicial en la Argentina ancló en

el librepensamiento y divulgó sus posiciones a través de dos publicacio­

nes aparecidas en La Plata, ciudad donde residía la cabeza del grupo, la

maestra de origen uruguayo María Abella Ramirez, Nosotras apareció en

1902 y debe considerarse como la primera hoja destinada a difundir losprincipios y las concepciones del feminismo en la Argentina; su sucesora,

La Nueva Mujer, apareció casi una década más tarde y fue el órgano de la

Liga Feminista Nacional. Se trata de una pedagogía femenina que final­

mente continuaba la larga saga formadora de espíritus letrados, pues fue­

ron sobre todo las mujeres quienes estuvieron a cargo de la alfabetiza­

ción en el país, las que desarrollaron la educación de base -y por cierto nosólo en la Argentina, sino en el resto de América Latina-. En este caso, su

empeño se dirigió a formar en las mujeres una nueva conciencia que les

permitiera escapar de la inferioridad, liberarse del poder patriarcal, del

sujetamiento doméstico, de la tutela clerical. La brega por los derechos de

las mujeres encuentra un cauce hondo en ambas publicaciones, especial­

mente en lo que atañe a la igualdad civil, aunque no dejaron de manifes­

tarse en torno a los derechos políticos, cuestión que se planteó de maneramás acuciante en La Nueva Mujer. Para el grupo editor, la ilustración feme­

nina es un instrumento decisivo para acceder a la nueva capacidad de razón,

premisa que muestra intensos motivos iluministas tan típicos de la fe en

el derrotero del evolucionismo de comienzos del siglo xx. Las feministas

librepensadoras confían en elconocimiento y en la ciencia como arietes de

la emancipación de las congéneres. Concornitantemente, se reclaman lasccularidad de las conductas, el destierro de las creencias, la fe en el pro-

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490 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AME RICA lATINA

greso. La"nueva mujer" debe vencer las tinieblas de la superstición susten­tada por la Iglesia y afianzarse en el camino de la razón sin rodeos. Es ellaquien marcha adelante en procura de la emancipación del padre, del maridoydel cura. Pero esbien sabido que la razón dominante, anclada en la matrizde la modernidad, en gran modo encontraba a las mujeres "sin razón" -oal menos muy limitadas en el ejercicio de la inteligencia-, cuestión para­dójica de la que nuestras mujeres, maestras y editoras feministas, parecie­ron no percatarse.

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La Nueva Mujer,AflO 1: N° 1,10 de mayo de 1910; N° 2,7 de julio de 1910; N° 6,.15 de agosto de 1910; N° 8, 30 de septiembre de 1910; Afio 2: N° 18, 25 de septiembre

de 1911;N° 30, 15 de febrero de 1912; N° 32, 13 de mayo de 1912.

Nosotras, Afio 1: N° 1, 1Sde agosto de 1902; N° 4,5 de septiembre de ]902; N" 5,15 de septiembre de 1902; N° 8, 5 de octubre de 1902; N° 9, 25 de octubre de 1902;

N0 10, 5 de noviembre de 1902; N° 11,15 de noviembre de 1902; N° 13,5 dediciembre de 1902; Año 2, N° ]6, 5 de enero de 1903; N° 2S, S de abril de 1903;

N° 28, 5 de mayo de 1903·

Tribuna Liberal,]9 de junio de ]909·

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VExilios, peregrinajesy nuevas figuras del intelectual

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Cronistas, novelistas:la prensa periódica comoespacio de profesionalizaciónen la Argentina (1880-1910)Alejandra Laera

Frustrada en los tiempos del romanticismo por motivos políticos y habi­tualmente datada su consolidación en los tiempos del Centenario, laprofesionalización de los escritores en la Argentina encuentra la coyun­tura propicia para su emergencia, más precisamente, a lo largo de la década

de 1880, cuando se hace posible reconocer la constitución de un mer­cado de bienes culturales. La prensa periódica, protagonista de la consti­tución de ese mercado y de la configuración de un nuevo público lector,le ofrece entonces al escritor un espacio mutuamente conveniente de publi­

cación y un medio de distribución de amplio alcance. A través de la prensa,

los escritores tienen -en el arco que va de la década de 1880 a los años delCentenario-la posibilidad de dedicarse de manera sostenida a las letras,o bien trabajando como periodistas, o bien aprovechando su participa­ción en los periódicos para construirse una posición literaria específica,como la de novelista. El periódico es, en el último cuarto del siglo XIX, elpuente para llegar al mundo de los libros.

Si bien los escritores profesionales vinculados con la prensa periódicano responden totalmente al modelo de intelectual entendido como aquelque sostiene, elabora o debate un conjunto de ideas -en el que sí podíanreconocerse algunos letrados decimonónicos como Domingo F.Sarmientoy en general todos los llamados publícistas-, los periodistas, los cronis­tas y los folletinistas integran el pelotón intelectual de fines del siglo XIX

y comienzos del xx, y las actividades que llevan a cabo están comprendi­das dentro de las profesiones intelectuales del momento. Los vaivenes ylas tensiones entre los deseos de ser profesional y la necesidad de inter­venir en la vida pública, por un lado, y la escritura periodística y la pro­ducción literaria, por otro, explican ese largo proceso por el cual los escri­tores alcanzan finalmente una situación de profesionalización -aun aexpensas deunperfil intelectual más nítido- y también empiezan a adver-

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496 I HIS10RIA DE LOS INHlECTUALES EN AMÉRICA LATINA

tir, paradójicamente, que es un logro incompleto, no siempre definitivoy que les acarrea nuevos conflictos.

EL ESPACIO DEL FOLLETÍN

Con su habitual ironía, Domingo Faustino Sarmiento (1810-l888) explicalos motivos que lo guiaron, a mediados de 1839,a fundar en San Juan elperiódico ElZenda:"La necesidad de vivir de algo sin robar, ni matar, ni co­meter otros pecados es, pues, la única causa que nos mueve a esta empresa"(Sarmiento, 1839). Sólo que, de los treinta mil habitantes de la provincia-dice-, apenas se juntarán unos cincuenta lectores que compren su ejem­plar. En esta suerte de editorial de la primera de las empresas periodísti­cas de Sarmiento, el tono irónico sirve para poner en evidencia la escasaganancia que dejan las letras, la casi inexistencia de un público lector,pero también la apuesta a conformar ese público y a convertir la escrituraen un medio de vida. Hay ya a esta altura, en el proyecto sarrnientino, unafuerte intuición de que la prensa periódica debe superar las "vicisitudespolíticas" para convertirse, a la vez que en un "medio de instrucción", enun "vehículo del comercio, las artes y las ciencias", todo lo cual se trans­formará en convicción en los tiempos del exilio (Sarmiento, 1839, 1841).Asícomo la insistencia en la necesidad de comprar el periódico y el tratamientode temas para fomentar la curiosidad de los lectores son dos rasgos impor­tantes del ElZonda, en la prensa chilena, a la que se incorpora pocos añosdespués, Sarmiento presenta su herramienta preferida para garantizar lasventas y aumentar las suscripciones captando la atención de un públicovariado: la creación del espacio del folletín.

"Nuestro folletín -anuncia en un conocido artículo de 1842- será parael solaz del espíritu lo que los postres son para el regalo del paladar" (Sar­miento, 1842a). y, desde otra perspectiva, el folletín es la solución paraque la "lectura, hacienda, historia, etc." dejen de ser "títulos fastidiosos quehacen caer un periódico de las manos" (Sarmiento, 1841).Concebido ensus orígenes simplemente como un espacio material que ocupa el pie depágina del periódico, el folletín de Sarmiento sigue ese modelo: sus pro­tagonistas son el teatro, la moda, las tertulias, los conciertos, las noticias dela Sociedad de Agricultura y de la Sociedad Literaria, y también los ensa­yos literarios de los jóvenes y los folletines de diarios franceses y españo­les. Entre todas las opciones, son estas dos últimas, es decir las que se corres­ponden con la idea de literatura compartida en ese momento, las que

lA PRENSA PERiÓDICA COMO ESPACIO DE PROFESIONALIZACIÓN I 497

terminan siendo predominantes. Así lo demuestra el Facundo (1845) delpropio Sarmiento, pero sobre todo la publicación de novelas, como Losmisteriosde París y Eljudío errantede Eugene Sue,o las nouvelles de Geor­ges Sand, que generan tanto la imitación como la resistencia de otros dia­rios ante elfolletin (Sarmiento, 1842by 1845).Afines de la década, de hecho,al clasificar el tipo de libros que circulan en Chile, Sarmiento (1849) men­ciona, además de los tratados de educación y de los libros impresos por elEstado, "las novelas que se colectan de los folletines, de las cuales circulan

ya en el país millones de ejemplares".Lamentablemente, las mismas "vicisitudes políticas" que se empeñaba

en superar dejaron en estado de intuición la confianza sarmientina en elaspecto literario del periódico y,por lo tanto, quedaron truncas tambiénlas expectativas de profesionalización que la prensa podía deparar a loshombres de letras. Diarios que cierran por falta de suscriptores, diarios quecierran por intereses políticos, acoso de las calumnias yde la censura, juntocon la propia labor política del "escritor público", hacen imposible la nece­saria continuidad para constituir un mercado cultural con lectores yescri­tores en el Río de la Plata. Una evidencia de esta situación la da VicentePide! Lópcz (1815-1903), eolega y amigo de Sarmiento, al referirse al dia­rismo no como un espacio propicio sino como un obstáculo para la pro­ducción literaria, justamente para él, cuyo sueño era escribir novelas his­

tóricas al estilo de Walter Scott. También [osé Mármol ('8'7-'87')' fundador,en elexilio montevideano, del periódico La Semana, pone en evidencia la

tensión entre la literatura y el periodismo desde el momento en que éstedepende por completo de los acontecimientos políticos transcurridos enla ciudad de Buenos Aires y hace de todo su contenido, incluida la novelaAmalia (185J-1855), un arma de combate contra el gobierno de Juan Manuel

de Rosas (Laera, 2003).Si a partir de mediados de la década de 1850,con la caída de Rosas, y en

particular en la de 1860, con la unificación nacional, los conflictos políti­cos se ven atenuados, ello no tuvo un impacto tan rápido y directo en laprensa periódica, que siguió ligada -en buena medida debido al enfrenta­miento de la ciudad de Buenos Aires con la Confederación Argentina- acuestiones de partido, incluso en diarios de larga continuidad como El

Nacional (1852-1893) y La Tribuna (1853-1884) (Roman, 2003). Influye enesto, en parte, que los mismcs'tescritores públicos" que en elexilio se habíandedicado al periodismo pasan a ocupar cargos públicos y a tener una rela­ción menos abarcadora y estrecha, más puntual y ocasional, con la prensa,como ilustra inmejorablemente la trayectoria de Sarmiento hasta media­dos de los años J870,ya terminado su período presidencial. La incorpora-

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498 I HISTORIA DE lOS INTElECTUALES EN AMÉRICA lATINA

ción de los letrados al seno del Estado a través del cargo oficial (preferen­temente como ministros, diplomáticos, profesores) hace que la actividadliteraria quede relegada a un segundo plano, dando lugar, ya en la décadade 1880, a la figura del escritor gentleman (Villas, 1964), cuya contracaraserán los primeros profesionales.

Desde la perspectiva de su relación con la política, entonces, será sóloen la década de 1870cuando seobserve un claro declivede la llamada "prensafacciosa"y una reorientación de los emprendimientos periodísticos, juntocon la consecuente aparición de varios proyectos de mediano plazo quemuestran mayor voluntad de autonomía. Aunque todavía lejos del poderde captación de un público diversificado, la prensa es concebida, antesque como arma de combate político e instrumento partidista, como espa­cio para el debate de ideas y la formación de una opinión pública, acercán­dose a los términos con los que Iürgen Habermas (1994) caracteriza losperiódicos ingleses y franceses a partir de fines del siglo XVIII. La creacióndel diario La Nación en J870 por Bartolomé Mitre (1821-1906), así como laelección del eslogan "tribuna de doctrina" -ambos resistentes por casi sigloy medio a la acción del tiempo- son un emblema de ese pasaje. Tambiénhabla de este cambio radical el hecho de que, en plena década del 80, ungrupo de hombres públicos creen un diario como el Sud-América (1884­

1892) con el objetivo de apoyar la candidatura presidencial de Miguel luá­

rez Celman y se planteen para ello estrategias propias de la prensa de opi­nión (e impensables para una prensa facciosa) que incorporan propuestasde esparcimiento para los lectores, como el folletín. Un artículo pionerosobre la prensa argentina escrito por Ernesto Quesada (1883:78) a comien­zos de los 80 expone, con la ayuda de algunos datos y estadísticas, loscambios que empiezan a observarse desde fines de la década anterior, mien­tras destaca cómo los periódicos "jamás -salvo raras excepciones, y esto enel diarismo-, producen lucro suficiente para poder exigir la atención com­pleta de sus redactores".

Complementariamente, desde la perspectiva de la relación entre prensay tecnología, en laArgentina de la década de 1870 seanuncia, en ciertos aspec­tos, la transformación en las relaciones entre espacio y tiempo propia delperiodismo moderno de fin de siglo, caracterizado por la importancia dela información, la apuesta a la segmentación de los contenidos y el cambioen la gráfica. En otros términos, por entonces -yen esto es fundamental laintroducción del telégrafo de la mano de nuevos diarios como La Prensa

(1869) y La Nación (1870)- el periodismo empieza a diferenciarse cada vezmás de la prensa política de opinión para -retomando una diferencia ya clá­sica propuesta por Georges Weill (1992)- acercarse a la prensa de informa-

LA PRENSA PERiÓDICA COMD ESPACIO DE PRDfESIONAlllACIÚN I 499

ción. Resta todavía, sin embargo, la conformación de un público más exten­dido y variado que elexistentehasta entonces (que coincidía en buena medidacon el grupo de los propios escritores y estaba previamente comprometidoen el debate de ideas). Ésa es una de las grandes apuestas de los diarios, ylas nuevas funciones que asumen, por ejemplo a través de la labor de nue­vas figuras como el corresponsal y el repórter, tienen ese objetivo.

En ese punto en que el periódico cede a la información y al entreteni­

miento antes que a la opinión y al debate, a la distracción antes que a lo inte­lectual, se hace patente el valor del folletín: mientras el espacio folletinescose presenta sumamente apto para la inclusión de géneros y temas variados,la publicación folletinesca permite sostener laatención a lo largo de las suce­sivas entregas. Si un género resulta particularmente apropiado al formatodel folletín, ése es la novela; de allí que halle en él un nicho lo suficiente­mente lábil como para encontrar albergue. El único requisito para que esteencuentro sea productivo y se convierta en un hábito es la continuidad delmedio periodístico. En líneas generales y en el marco de la autonomiza­ción gradual de la prensa, cabe decir que mientras la prensa partidista aten­taba contra la publicación de novelas folletinescas, la prensa que se desvin­cula de las coyunturas partidarias, o incluso las excede, requiere no sóloredactores entrenados para cubrir las necesidades básicas del periódico, sinotambién un género corno la novela, que resuelve la ocupación de uno desus espacios más importantes en el mediano plazo. Al potenciarse mutua­mente, ambas necesidades hacen ya posible la elección tanto de novelas parasu publicación folletinesca, como, más adelante, de redactores o autores queemprendan la escritura folletinesca. Ésa es la rendija que abre carnina a laprofesionalización del escritor a través del trabajo periodístico.

En principio, el repertorio folletinesco más habitual en la prensa riopla­tense sigue con algunas variantes el recorrido que había tenido en Ingla­terra y en Francia, donde se originó la publicación por entregas en los perió­dicos. Una vez asociado a la novela o a la crónica novelada y desvinculadode la crónica de ocasión o del relato breve, el folletín publica primero nove­

las ya editadas en libro y después ~ovelas escritas especialmente para elperiódico (Adamowicz-Hariasz, 1999; Meyer, 1996). El caso rioplatense_y frecuente en la América hispana- presenta la particularidad de que lasnovelas deben ser traducidas para su publicación, lo que implica la nece­sidad de contar entre los redactores del periódico con alguien que manejeotra lengua y sea capaz de reconvertir el original (generalmente francés)al castellano. Así -como lo muestra el ejemplo pionero de Sarmiento-,resulta que Sue es traducido casi contemporáneamente a su salida en Fran­cia, como también lo será Émile Zola a partir de fines de la década de

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500 I HISTORIA DE LOS INTElECTUALES EN AMtRICA LATINA

1870. El manejo de lenguas y la traducción se convierten, de ese modo, endestrezas del periodista en vías de profcsionalizacíón. como lo deja en claroRoberto Payró (1909) cuando relata que su ingreso al diario La Patria Argen­tina hacia 1885se debió al hecho de haberle jurado a su director que domi­naba más de cinco idiomas. Además de los novelistas europeos -todos ellosprofesionalizados hacia mediados de siglo-, también resultan colaborado­res privilegiados del folletín los hombres y las mujeres de letras que encuen­tran allí un espacio lo suficientemente hospitalario como para alojar, even­tualmente, una novela o relatos de carácter misceláneo en los quepredominan la crónica de viaje y la fantasía científica. Excepcional porsus resultados, en este sentido, resultó Una excursión a los indios ranqueles(IS70), de Lucio V.Mansilla (1831-1913),publicado por el diario La Tribuna,de los hermanos VareIa.

Sin embargo, la explicación de este proceso sería incompleta si no setuviera en cuenta el hecho de que la prensa, en su misma consolidación, setransforma en el motor de la constitución de un mercado de bienes cultu­rales (Laera, 2004). En efecto, a medida que se va conformando, el mer­cado presenta ciertas inclinaciones o exigencias en relación con los conte­nidos y con las formas de procesarlos. Frente al interés más acotado queprovocan los artículos de costumbres o los relatos cortos, por ejemplo, laspreferencias recaen decididamente en el suspense que maneja el novelista.Si bien es cierto que hay algunos casos de autores que, aun escribiendotextos de lectura independiente, han generado expectativas entre el públicoe incluso convocado a sus propios lectores (como las causeries del mismoMansilla en el diario Sud-América entre 1888 y 1890 o, ya más adelante, lasfamosas "aguafuertes" escritas por Roberto Arlt desde fines de la décadade 1920 ya lo largo de la de 1930 para El Mundo), el recurso folletinescomás eficaz -en términos del mercado- es el suspenso novelesco.

Por último, es imprescindible considerar también que si la prensa se con­vierte en motor de ese mercado cultural es porque excede en mucho laspocas páginas impresas del periódico. La prensa ofrece, además del espa­cio de publicación y la retribución económica, un aparato de distribucióny una circulación impensable para el ámbito del comercio de libros. Auncuando todavía se maneja con suscripciones antes que con la venta calle­jera, aun cuando todavía apuesta al incremento de la compra de ejempla­res antes que a lo recaudado por los avisos publicitarios, la tirada que tieneyel público al que llega hacen posibles tanto las modificaciones internasde la propia prensa (organización de la empresa, formato, contenidos) comoel impulso dado a la constitución de un mercado de bienes culturales. Deallí que pueda decirse -como lo advirtió tempranamente Ernesto Que-

LA PRENSA PERiÓDICA COMO ESPACIO DE PROFESIONAlIlACIÓN I S0l

sada (1883) y como lo estudió Adolfo Prieto (1988) al analizar la "configu­ración de los campos de lectura" en el lapso que nos ocupa- que el públicoargentino ha sido, desde sus inicios, un lector de diarios y periódicos.

Todos los elementos y factores mencionados (prensa y mercado, escri­tores y público, géneros y formatos) convergen en la década de 1880y hacenposible la emergencia de los profesionales de las letras a través de la prensaperiódica de una manera que no se ha dado en otros países latinoameri­canos. En Chile, por ejemplo, además de la temprana constitución de unasociedad civil, se vivió un proceso de interacción de la Iglesia y el Estadoen la formación de un público nacional que requirió figuras de autor pro­fesionales desde mediados del siglo XIX (Poblete, 2003); en el Brasil, paradar un caso muy distinto, la rápida y exitosa introducción de los folleti­nes europeos desde los años 1830 formó un público consumidor de nove­las que fue decisivo en la posterior demanda de periódicos (Meyer, 1996).

En la Argentina, en cambio, se trata de un momento muy definido, quefunciona a modo de umbral de la constitución de un mercado editorial

propiamente dicho y que acarrea, por su misma intensidad, nuevos con­flictos. Como si se concentrara en unos treinta años un proceso que enFrancia o Inglaterra había llevado mucho más tiempo -por citar sólo losdos modelos paradigmáticos de la modernización cultural occidental paraAmérica Latina-, el campo cultural rioplatense parece ponerse en sincro­nía con la escena cultural europea y entrar en el tiempo de la moderniza­ción que habían soñado en vano los letrados románticos. Era posible, final­

mente, hacer de las letras una profesión.

PROFESIONALES EN LA PRENSA

"El periodista -escribe Martín García Mérou (1862-1905) en un artículopublicado en 1893- es, ante todo, un improvisador." Y describe enseguidasu tarea: "En el corto espacio que media de un día a otro, debe afrontartodas las cuestiones, analizar todos los problemas, formular un juicio sin­tético y acertado sobre asuntos que se suceden y varían como las figurasde un caleidoscopio" (García Mérou, 1893:17). García Mérou -que, antes dededicarse a la diplomacia, animó con sus críticas literarias, a través de laspáginas del diario Sud-América, las más importantes polémicas cultura­les de los 80- da una definición del periodista en elmomento en el que estafigura se encuentra en plena transformación. Aunque ignore el aspectolaboral o mercantil de su tarea, la definición da cuenta de dos rasgos de la

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502 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA lATINA

figura del periodista, uno de larga pervivencia y otro en retirada, que supo­nen la instancia de profesionalizacíón: la noción de improvisación como

una característica opuesta al estudio o a la preparación previa, que ingre­

sará al imaginario en torno del periodista oponiéndolo al hombre de letras

o al escritor; y la idea de la disponibilidad total, que con la modernizaciónprogresiva de la prensa y la creciente especialización pronto perderá vigen­

cia. La convivencia de estos rasgos que responden a imágenes de efímera

compatibilidad en el interior de la prensa es el síntoma de una situación

excepcional para quien trabaja en un periódico. Es en ese momento cuando

el periodista es todavía un hombre de letras y tiene disponibilidad total, o

sea ese momento en que se abren las puertas de la profesionalización,cuando el redactor puede convertirse en escritor.

Ahora bien: iquiéncs son esos escritores que pueden convertirse en pro­

fesionales? ¿Quiénes son aquellos que tienen disponibilidad para dedicarse

al periodismo y quiénes aquellos que están en condiciones de dar el salto

que los convierte en escritores profesionales? ¿Qué posición ocupan en el

campo de la sociedad y de la cultura? Si bien es cierto que quienes ejercenel periodismo son en buena medida aquellos que ven la prensa como un

espacio donde ejercer una confrontación de ideas que complementa prác­

ticas políticas más específicas, algo ha cambiado para los hombres de letras

que se dedican a esa suerte de periodismo modernizado del último cuarto

del siglo XIX. Los que se profesionalizan son aquellos escritores que, por mo­

tivos diversos que combinan lo político con lo privado, se han colocado fuera

de la esfera del Estado y que, como consecuencia de su propia posición socialde origen, se hallan a partir de entonces en una posición de disponibilidad

laboral total para entregarse al trabajo periodístico. Entre ellos, los que están

en condiciones de dar el salto que los convierte en escritores profesionales

son aquellos que, mientras prueban o inventan temas, estilos y géneros enla práctica periodística cotidiana, abandonan progresivamente los conteni­

dos más coyunturales y se dejan llevar por intereses más literarios.

En la década de 1880, la profesionalización del hombre de letras tiene

dos inflexiones básicas: el periodista profesional y el escritor profesional.

Por entonces, ser un trabajador del periodismo implica la consagración al

espacio de la prensa: selección y elaboración de los contenidos, trabajo decampo o de archivo, redacción de todas las secciones, dominio de la opi­

nión y de la información, traducciones, diseño y edición de cada entrega.

El escritor profesional, en cambio, es quien, desde o a través del espacio

de la prensa, se constituye en un escritor diferenciado respecto del traba­

jador del periodismo: en primer lugar, se distingue por tener a cargo cier­

tos textos que elabora y redacta de modo que su condición periodística (en

lA PRENSA PERiÓDICA COMO fSPACIO DE PROfESIONAllZACIÓN I 5°3

general son crónicas de costumbres y faits divers preferentemente policia­les) se reconvierte en condición literaria (en general crónicas literarias o

folletines); en segundo lugar, gana un nombre de autor e ingresa como talen el mercado de las letras que, en el mismo movimiento, está contribu­

yendo a formar. Lo que tienen en común, fundamentalmente, es que ambos

reciben un salario por su trabajo para eldiario que se mide en relación con

el tiempo que se le dedica y el caudal de material que se entrega en ese

tiempo. La profesionalización pasa ante todo, en este momento inicial, por

la retribución económica a cambio de un trabajo específico.Aunque estrechamente vinculados en la prensa rioplatense del último

cuarto del siglo pasado, el periodista profesional yel escritor profesional

no deben, sin embargo, ser confundidos. Por un lado, el periodista resulta

ser la condición de la emergencia del escritor profesional, en la medida en

que éste se configura a partir de aquél. Pero, por otro lado, en cuanto elmercado incipiente de bienes culturales empieza a constituirse en térmi­

nos de mercado editorial, ambas figuras se independizan, si bien un mismo

escritor -y esto es bastante frecuente- puede ocupar ambas posiciones ala vez. La relación entre periodista y escritor en el marco profesional que

da la prensa, y de acuerdo con una cierta periodización de estas figuras

entre 1880 y 1910 aproximadamente, tiene diversas variantes.La instancia inicial habilita, precisamente, la diferenciación: un redac­

tor consagrado a la prensa y en total disponibilidad, o sea un periodista

profesional, se posiciona como autor reconvirtiendo ciertos géneros perio­

dísticos en literarios y dedicándose de allí en más a esa nueva tarea en laprensa, o sea la de escritor profesional. El paradigma de este movimiento

es Eduardo Gutiérrez (1851-1889), quien escribió casi treinta novelas folle­

tinescas entre 1879 y 1886 para La PatriaArgentina (1879-1885) y La cró­nica (1883-1886), diarios en los que trabajaba como periodista de tiempocompleto. El camino abierto por Eduardo Gutiérrez para el periodista

que consigue hacerse escritor profesional a través de la prensa periódica

culmina hacia el Centenario con una figura emblemática como la de Roberto

Payró (1867-1928), quien trabajó durante treinta años como cronista de

La Nación,publicó parte de esa producción en volumen y aprovechó cier­tas circunstancias propicias para la escritura de obras teatrales y novelas.

Esta variante de la relación -la más extendida, productiva y reciclada a lo

largo de los años- presenta a un periodista profesional en el sentido fuerte

del término que construye en el interior del diario un espacio propio reco­

nocible, generalmente por la escritura de crónicas o de alguna sección idio­

sincrásica, y que, gracias a eso pero paralelamente, crea una zona exterior

a la prensa reservada a una literatura pretendidamente no periodística.

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504 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMtRICA LATINA

Junto con estas configuraciones de escritor, que suponen prácticas espe­cíficasde escritura como el trabajo en la oficina de redacción y la entrega dia­ria, también la prensa busca sus propias figuras de autor, sus firmas, afuerade las páginas impresas. Hay allí otra variante -rarnbién extendida, aunquecon otras inflexiones, a la actualidad- de la relación establecida entre elperio­dista y el escritor que ha caracterizado sobre todo a la prensa finisecular yque asume características particulares: elescritor se define como artista y suactividad periodística está de entrada acotada a una colaboración especialcomo la escritura de crónicas (que se convierten, de hecho, en crónicas deautor). La instancia del periodismo se pretende, en estos casos, desvincu­lada por completo de la producción artístico-literaria, pero elartista se apoyaen ella,en definitiva, para sostener esa misma obra literaria. Si bien muchosescritores latinoamericanos se manejaron con ese doble perfil que se aglu­tinó alrededor del éxito finisecular de la llamada crónica modernista (ManuelGutiérrez Nájera, Enrique Gómez Carrillo.Manuel Ugartc), evidentementela figura de Rubén Daría (1867-1916) es en este caso ejemplar. Su prolíficaparticipación de más de dos décadas en La Nación con sus crónicas desdeEspaña o desde Francia, con sus crónicas de costumbres y con sus retratosliterarios, presentan una conflictiva situación de profesionalización parael escritor artista, dado que no depende de la producción que considera másgenuina sino de la producción condicionada por el mercado.

Mientras que en el caso ilustrado por Eduardo Gutiérrez hay una suertede reversibilidad entre el periodista y el escritor (y, más específicamente,entre el cronista y el novelista), en el caso que representa Payró la relacióntiende a producir una traumática frustración, y en el que ejemplifica Daríaes de paradójica dependencia. Ahora bien: ¿cuáles eran exactamente losconflictos", ¿por qué el dramatismo con que se vivían estas situaciones? Sinos centramos en las circunstancias del escritor que trabaja en la sala deredacción, y dejamos de lado la especial situación del artista que colaboraen él-de la que no nos ocuparemos particularmente aquí-, se observancambios graduales entre 1880 yel Centenario vinculados con la diversifi­cación de las funciones a cumplir en el diario pero no con la dedicaciónde tiempo completo, a lo que se suma la transformación del formato deldiario, que pasa a tener muchas más páginas.

Así,tanto la labor como la escritura periodística se presentan como prác­ticas cada vez más inconciliables con la producción estrictamente litera­ria, que esdonde elprofesional parece tener puesto su deseo.Eduardo Gutié­rrez nunca llegó a imaginar, probablemente, la posibilidad de ponerse aescribir por fuera del periódico, pero fue justamente su temprana muerteal finalizar la década la que alimentó la imagen del hombre consagrado a

lA PRENSA PERiÓDICA COMO ESPACIO DE PRDFESIONALllACIÚN I 505

los ritmos de la escritura y la publicación periodísticas que terminaron con­sumiéndolo (Rojas, 1960: 11). Es cierto que la oficina donde se hacía La

Patria Argentina no puede compararse con la agitada sala de redacción deLa Nación, pero Payró -que conoció ambas- se quejó a lo largo de toda suvida de la intensa dedicación que le demandaba la labor periodística. Encierto modo, los cambios introducidos en la prensa entre 1880 y 1910 pare­cen no haber surtido el suficiente efecto en los escritores o, a la inversa, lamisma profesionalización abrió un horizonte de expectativas que los dia­rios ya no podían cumplir ni en lo económico ni en lo artístico-literario.

Comparado con las empresas personales de publicistas como Sarmientoo Mármol, y con las empresas familiares de los Varela (La Tribuna), losGutiérrez (La Patria Argentina, La Crónica) o los Mitre (La Nación), eltrabajo en un periódico totalmente ajeno implica una situación de depen­dencia que, así como abre las puertas a la autonomía respecto del cargooficial, tiende a volver a cerrarlas en el marco, ya no del Estado, sino delmercado (cf. Ramos, 1989). En ese punto, emerge otro de los grandes con­flictos que atraviesan la relación entre el perfil periodístico y el perfil lite­rario del escritor: el antagonismo entre el móvil artístico y la mercantili­zación, que surge en la discusión alrededor de Eduardo Gutiérrez, elprimer

profesional de la Argentina, y sus novelas folletinescas.

EDUARDO GUnÉRREz EN LA PATRIA ARGENTINA:

LAS NOVELAS POPULARES

Si el periodista profesional está en condiciones de pasar de la caza de noti­cias a la redacción de las diferentes partes del periódico, del registro de loshechos al ejercicio de la imaginación, de la selección de contenidos al tra­bajo de edición, ¿por qué no sería posible que ese periodista que debe ocu­par el espacio del folletín a pie de página lo haga, eventualmente y dadas

ciertas circunstancias, escribiendo él mismo una novela?La trayectoria, breve pero intensa, de Eduardo Gutiérrez funciona a

modo de respuesta explicativa para esa pregunta. Proveniente de una fami­lia dedicada, entre otras actividades, al periodismo, Gutiérrez encuentra allíun medio de rápida inserción. Sin embargo, al igual que sus tíos y herma­nos, Eduardo no hizo del periodismo, hasta fines de 1879,una labor excluyen­te. En su juventud, entre fines de la década de 1860 y comienzos de la de 1870,

Gutiérrez probó suerte en la prensa pero, enseguida, optó por dedicarse ala carrera militar (Rivera, 1967). Después de participar en la lucha de fron-

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506 I HISTORIA OE LOS INHLEmALES EN AMÉRICA LATINA

teras contra el indio, cuestiones políticas y diferencias partidistas irrecon­ciliables lo llevaron a desvincularse por completo del ejército enviandouna carta pública de renuncia. Retorna entonces al seno del periodismo,haciendo de él su medio de vida desde el momento en que, hacia fines de1879,ingresa como redactor al matutino LaPatria Argentina, que había crea­

do José María Gutiérrez y del que participaban todos sus otros hermanos.Eduardo Gutiérrez entra definitivamente a la prensa en un momento muyparticular: cuando se producía una decidida modernización tecnológica y

se daba un aumento de las capas lectoras, aunque las condiciones de trabajoaún no se habían modificado. LaPatria Argentina apunta a un público nuevoy ampliado que anticipa en la Argentina las búsquedas que definen la prensapopular al usar estrategias vinculadas con el entretenimiento de los lecto­res, el gusto por el escándalo y el atractivo de los hechos asombrosos opoliciales, antes que con la presentación de noticias de interés general y deartículos políticos (Williams, 2003). Pero 10 hace sin cambiar el diseño tra­dicional de los periódicos y sin contar con suficiente infraestructura.

La tarea de Gutiérrez como redactor era, en ese contexto, totalmenteindiferenciada (hacía un poco de todo y no firmaba sus textos), aunque ala luz de los folletines que escribiría poco después es posible identificaralgunas de sus primeras contribuciones. La sección de las "Variedades poli­ciales",que responden al modelo de los faits divers franceses, estaba a cargode Gutiérrez y es la que dará inmediato origen a las novelas folletinescas,además de introducir la temática policial, que será uno de los platos fuer­tes del diario. Si, por combinar el asombro ante la causalidad monstruosacon la autonomía respecto del resto del periódico (Barthes, 1967),la "varie­dad" o faits diverscaptura el interés de distintos tipos de lectores y abre elcamino para la crónica policial, también resulta un buen ejercicio de ima­ginación y un fuerte entrenamiento narrativo. Cuando Gutiérrez ya hayapasado a La Crónica, el jovencísimo Payró que ingresa como traductor aldiario se hará cargo enseguida de las crónicas policiales a pedido de JuanGutiérrcz, ya sea tornándolas de Tribunales, copiándolas de la prensa extran­jera o, incluso, inventándolas. Pese al rechazo que más tarde le provocaese tipo de historias, Payró (1889)capta su inmensa eficacia:"y sin embargo-rccuerda en un artículo periodístico- no dejo de comprender que el modode don Juan era excelente, en lo comercial al menos, pues LaPatriaArgen­tina se vendía como pan bendito, sobre todo los lunes, día en que no apa­recían los otros diarios de la mañana':

Ése es el contexto en el que está escribiendo Eduardo Gutiérrez y en elque se convierte en novelista profesional. El proceso es rapidísimo y todaslas condiciones están dadas para su éxito. Gutiérrez inaugura la sección

LA PRENSA PERiÓDICA COMO ESPACIO DE PROFESIONALIZAClÓN I 507

"Variedades policiales", que ocupa las dos últimas columnas de la pri­mera página, el 2 de noviembre de 1879 con la historia del bandido espa­ñol Antonio Larrea, que había asolado Buenos Aires unos años antes. Alterminar su relato en dos entregas, inicia la historia de "la mujer degollada"protagonizada por un súbdito inglés, que abarca la sección del lunes 10 yel martes 11 de noviembre. Es entonces cuando descubre nuevos datos dela vida de Larrea y retoma el relato que supuestamente había terminadouna semana antes, expandiendo la historia a lo largo de más de una semana.En ese mismo momento, como aprovechando las posibilidades de "relatonovelado de lo real cotidiano" propias de los faits divers (Meyer, 1996:94),la variedad policial se convierte en una novela folletinesca, aunque no ocupetodavía el pie de página. Para hacer aun más patente este proceso, y mien­tras el 15de noviembre el diario promete para la sección "otras interesan­tísimas y no menos verídicas historias", el "redactor especial" suspende una

entrega porque debe cubrir una noticia periodística en la campaña. Segúnanuncia a su regreso y al tiempo que retoma la historia de Larrea, en eseviaje encontró material para una nueva historia: la vida de Juan Moreira,el célebre gaucho perseguido por la justicia a mediados de la década. Comopuede verse, las "variedades policiales" no son noticias de actualidad y su

punto fuerte es que narran casos excepcionales. El nuevo viraje que les daGutiérrez al escribir su famoso folletín JuanMoreira es que ya se tratan denovelas populares con gauchos (Laera, 2004).

Dos cuestiones definen la transformación final: las historias pasan a ocu­par el espacio del folletín con el título "Dramas policiales'ly después se edi­tan en libro, y Eduardo Gutiérrez deja de ser un anónimo "redactor espe­cial" para convertirse en autor. Por un lado, LaPatriaArgentinausufructúa

eléxito de las historias -que se traduce en los once mil ejemplares a los quetrepa la tirada en poco más de dos meses- pasándolas al pie de página y

haciéndose cargo la imprenta de la publicación de las historias en folletodurante los casi cuatro años en los que Gutiérrez trabaja allí. Por otro lado,más allá del móvil periodístico inicial que pudo haberlo guiado, Gutié­

rrez se convierte en novelista, como se hace evidente en la última entregade Antonio Larrea, o sea un día antes de dar inicio a la historia de Moreira,

cuando por primera vez pone su firma al final del relato:

Ésta es la biografía, escrita a grandes rasgos, que compendia la vida cri­minal del bandido que nos ha ocupado más de 20 días. La ofrecemosa nuestros lectores, como el prólogo de las muchas historias de estegénero que seguiremos publicando. Eduardo Gutiérrez (jueves 27 denoviembre de 1879).

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508 I HiSTORIA DE lOS INTELECTUALES EN AMtRICA LATINA

Ahora bien: ¿en qué radica lo estrictamente profesional del novelista?Partiendo de la plataforma del periodista profesional, el novelista se iden­tifica como tal tanto por la continuidad que hace posible la composiciónde casi treinta folletines en seis años como por un ritmo de trabajo intrín­seco a la escritura y a la publicación folletinescas. Según el recuerdo de suhermano, Gutiérrez

escribía mientras tenía pluma, tinta y papel, sin detenerse [... ]. Así sehacía folletín para varios días, el que llevaba a la imprenta, y estaba frescopara sus otros trabajos. Cuando le avisaban que el original del folletínse había agotado, leía el último folletín publicado ycon sólo esto se poníaal corriente y continuaba (Rojas, 1960: n, 94-95).

Después de La PatriaArgentina, donde publicó, además de Juan Moreira.otras exitosas novelas populares con gauchos como Juan Cuello (1880) yHormigaNegra (1881) y folletines como Eljorobado (1880) YDomingaRiva­davía (1883), Gutiérrez pasó a integrar el diario La Crónica, dirigido porsu hermano Carlos, cuyo gesto tempranamente modernizador para elRío de la Plata incluyó la división en secretarías de redacción especializa­das y la diversificación de funciones (Roman, en prensa). Allí, donde per­maneció hasta el final de su vida, Gutiérrez ocupó la secretaría de la sec­ción literaria y publicó muchísimos folletines agrupados en temas diversos(policiales,históricos, militares), como Cario Lanza(1884),EI Chacha (1884),Pastor Luna (1885) e Ignacio Monges (1886).

Como demuestra Raymond WilIiams (2003) en su análisis de la prensapopular en Gran Bretaña, la expansión lectora que estimula las ventas y-podernos agregar para el caso argentino- contribuye a la profesionaliza­ció n del escritor, no puede explicarse únicamente por la alfabetizacióncreciente. Más bien, esel encuentro entre un nuevo público disponible (inci­pientemente masivo) y un género original (la novela popular de terna nacio­nal) en el espacio de la prensa lo que provoca la expansión lectora y, con elconsecuente aumento de la demanda, la paulatina constitución y consoli­dación de un mercado editorial en términos modernos. Basta confrontarlas efímeras colecciones de pretensiones populares que surgieron entre 1878y 1885, cuyo material "no buscaba ajustarse al gusto del nuevo público lec­tor" sino al revés (Pastormerlo, 2006), con el éxito sostenido -en folletín yen folleto- de las novelas populares de Cutiérrez, en las que el protago­nista privilegiado fue elgaucho y uno de sus objetivos el afán de justicia.

En el caso de Gutiérrez, la prensa no sólo recorre el circuito completoque hace la novela popular del diario al libro (producción, publicación,

LA PRENSA PERiÓDICA COMO ESPACIO DE PROFESIONAllZACIÓN I 509

distribución del folletín, y edición y recepción de la novela), sino quetambién se hace cargo de la retribución material y de la retribución sim­bólica del novelista. Si, teniendo en cuenta el ritmo febril de producción,la primera parece haber sido insuficiente, algo distinta fue la suerte de lacompensación simbólica en vida del escritor. Es cierto que Gutiérrez nologró acumular ningún capital simbólico que lo sobreviviera y superara

las críticas a sus folletines: presentan un "interés enfermizo': declara Mar­tín García Mérou (1886: 15),exhiben una "rara laboriosidad", señala JuanA. Piaggio (1889: 125), "están escritos sin principal preocupación de arte",dice todavía en 1902 Ernesto Quesada (1983: 137). Sin embargo, los dosdiarios en los que trabajó acompañaron la salida de las novelas con unasuerte de aparato crítico que constaba de reseñas, sueltos, avisos y cartasde lectores que lo avalaron y cuya culminación es un suelto dcl zo de marzode 1880 en que se lo declara el "creador del romance popular".

Desde ya,si bien las condiciones de la profesionalización del escritor estándadas, esto no sucede ni con todos los hombres de letras o periodistas, nien todos los medios de prensa. Teniendo en cuenta que los procesos noson necesariamente evolutivos, sino graduales, con sus ciclos, vaivenes ymatices, resulta más claro detectar la posición profesional que asumen cier­tos escritores en el campo cultural que la de las figuras de escritores profe­sionales bien definidas. Eso explica mejor la participación de Julio Llanosy de Rafael Barreda en La Patria Argentina: casi desconocidos en la actua­lidad por su labor literaria, ambos escribieron largos novelones folletines­cos con escasa suerte literaria pero con un éxito entre el público que reco­gíael caudal dejado por Gutiérrez.Asimismo, las novelas escritas por LucioV.López, Paul Groussac y el propio Garda Mérou para Sud-América a media­dos de los años 80 no implican que ellos hayan sido novelistas profesiona­les, sino que entre sus estrategias como redactores de un diario para cap­tar mayor cantidad de público, y aun en carácter de instrumentos políticos(Esposito, 2006), decidieron escribir folletines, cuyo móvil periodísticoquedó rápidamente obliterado por su pertenencia a la cultura letrada.

En definitiva: es cierto que hacia elCentenario la figura del escritor pro­

fesional-ya sea autor de crónicas, de relatos o de novelas- aparece más cla­ramente delineada, pero se trata de un momento culminante que difícil­mente puede entenderse en toda su complejidad si se lo desvincula delproceso de profesionalización iniciado en la prensa periódica a comien­zos de la década del 80. De hecho, no sólo Eduardo Gutiérrez sino también

Roberto Payró y Fray Mocho (José S. Álvarez) se formaron en La PatriaArgentina.Ese período de formación, no por ser fugaz en comparación consus respectivas trayectorias en el diario La Nación o en la revista Caras y

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510 I HISTORIA DE lOS INTElECTUALES EN AMÉRICA LATINA

Caretas, deja de ser una matriz de los modelos de escritor profesional que

fueron perfilándose en las décadas siguientes. A la vez, tampoco puede

comprenderse la dimensión de la profesionalización en la Argentina delCentenario si se pierde de vista que, pese a la estampida del mercado de bie­

nes culturales entre 1880 y 1910 de la mano de la prensa periódica, de allíen más Josperíodos de alto profesionalismo serán intermitentes, el mundo

editorial sufrirá muchos altibajos, y la tensión entre las pretensiones de

autonomía, los reclamos de la política y la cooptación del Estado segui­rán pautando la producción intelectual.

CRONISTAS DE FIN DE SIGLO

Es tan injustificado separar la figura del escritor profesional-tal como sela observa en el Centenario- de su emergencia en la década de 1880, como

lo es separarla del escritor artista. Además de que se trata de dos posicio­

nes de escritor posibles de ser asumidas hacia el fin de siglo, cada figura

ofrece de la otra su propia versión. Y,en ambos casos, el periodismo se pre­senta como un recurso compartido para vivir de la literatura.

Rubén Daría -acosado permanentemente por la necesidad de cumplir

encargos de la prensa para solventar su producción artística- se refirióinnumerables veces a la labor periodística."Un intelectual no encontrará

en la tarea periodística sino una gimnasia que lo robustece" -edvierte en

un texto enviado a La Nación desde París y publicado el ro de abril de 1901-.

El repórter tiene una misión que parece modesta y,sin embargo, es inte­

resantísima y vasta. Lo que sí hay que tener presente es que el repórter

ha de saber su oficio, y una de las principales condiciones de su oficio

es escribir bien. El repórter puede tener un estilo. Una noticia ganaráen novedad yen interés, como esté mejor escrita (Daría, 1977:81).

No importa tanto si sus declaraciones -que a veces contradicen las opinio­

nes vertidas en su correspondencia privada- se deben a la condescenden­cia frente al trabajo del colega o a la convicción, sino el hecho de que fue­

ron ampliamente leídas por sus contemporáneos y por el público en sus

escritos para la prensa periódica. La importancia que le otorga a la escri­tura por encima de las constricciones impuestas por el medio en elque se

escribe le permite detectar el "estilo" que distingue al artista, tal como lo

hace en el prólogo a las Crónicasdel boulevar de Manuel Ugarte (1903: 1):

LA PRENSA PERiÓDICA COMO ESPACIO DE PROFESIONAlIZACIÚN I 5Il

"Es una labor de periodista, pero no extrañéis si encontráis a veces al filó­

sofo en el corresponsal, y en el rcpórtcr al poeta".

Roberto Payró, por su parte, defiende los derechos del escritor-perio­

dista sobre su obra, pero ello no obsta a que vea en esa tarea, que es la

suya propia, una producción devaluada que atenta contra una producción

independiente. En la "silueta" que escribe a la muerte de Fray Mocho, conquien se inició en la prensa, muestra todas las variantes de una verdadera

vida de escritor-periodista: la redacción en un periódico.la venta de artícu­

los, elfracaso de los ensayos literarios, la falta de público, la escasez de bene­

ficios económicos, la renuncia a la consagración. Pese a todo, "el que escribe

tiene que caer al periodismo, secarse en la tarea ramplona, deprimente y

destructora, o reventar" (Payró, 1931:87).

Todas estas opiniones, que pueden ampliarse con las alusiones del pro­

pio Fray Mocho, con los escritos periodísticos de Manuel Ugarte y algo des­pués oc Horacio Quiroga, o con los recuerdos de Roberto Giusti y de Manuel

Gálvez, tienen como telón de fondo el estado del campo cultural del fin de

siglo alCentenario y los conflictos que conlleva la progresiva distinción entre

la actividad periodística y la actividad literaria. Por lo menos cuatro son las

cuestiones centrales y en ellas se evidencian las modificaciones respecto de

la etapa anterior: los modos de acceso al periodismo, los tipos de periodistay su vinculación con la actividad literaria, las nuevas formas de agrupación

entre escritores, y la relación con el mercado de bienes culturales.

En cuanto a los modos de acceso a la prensa, las formas tradicionales

conviven con las modernas (Altamirano y Sarlo, 1983: 78). El ingreso de

Payró a La Nación responde a estas últimas: entre 1891 y 1892, José Miró lo

presenta a Julio Piquet, secretario de redacción del diario, quien tras mucho

insistir le consigue un encargo como repórter que cumple tan bien queentra a trabajar en la redacción. Por un lado, el acceso de Payró muestra

que diferentes ideologías y proyectos de escritor pueden compartir sin con­

flictos un mismo campo cultural, ya que el introductor es Miró, quien

con el seudónimo de Julián Marte! había publicado con éxito su novela

La Bolsacorno folletín de La Nación, era redactor del diario y, sobre todo,

tenía puestas sus expectativas en la poesía y se haría muy amigo de Daríaen su inminente estada en Buenos Aires; por otro lado, la escena subraya

que la obtención del puesto en el diario responde a la meritocracia y no a

las recomendaciones, ya que es el éxito del primer reportaje de Payró. al

que Piquet califica de "periodismo moderno': lo que motiva el ofrecimiento

laboraL Ambas características del acceso de Payró a la prensa muestran que

lo nuevo es fundamental en este ingreso, pero no entendido como un corte

con lo anterior, sino como una inflexión que subraya la profesionalización

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512 I HISTORIA DE lOS INTElteTUAlES EN AMÉRICA lATINA

del campo. Es oportuno recordar que, entre su iniciación en La PatriaArgentina (y su paso fugaz por otros diarios) ysu trayectoria en LaNación,Payró probó suerte montando su propia empresa periodística con elpequeño capital que heredara de su padre. Así, creó La Tribuna, un diariode provincias que fue un fracaso empresarial, si bien parte de los artícu­los escritos por entonces los recicló después en colaboraciones esporádi­cas para otros diarios. Payró no abandonará nunca una suerte de búsquedade cómo insertarse en e! periodismo: cuáles son las tareas, cuáles los dere­chos, cuál es el reconocimiento, cómo se construye en la prensa la figurade autor. Las crónicas que escribe en LaNaciónsobre todo después del 900

vuelven una y otra vez sobre esas reflexiones e incluso con ese sentido pue­den pensarse los variados y numerosos seudónimos que usa a lo largo desu carrera (en los 90, entre otros, Iulian Gray, Tomasito Buenafé, GustavoCollier; más tarde, Arlequín y Riquet, y el ya paródico Magister Prunumhacia el final de su vida).

Otra variante de inserción periodística es la de Fray Mocho, quien alternael perfil de un periodista moderno con formas tradicionales de sostén eco­nómico como el puesto oficial (en su caso, por ejemplo, como comisario).Como periodista, Fray Mocho conoció la disponibilidad total: en La PatriaArgentina escribe noticias, monografías y hasta folletines; paralelamente,vende artículos sueltos a otros diarios; prueba suerte también con un parde colecciones de cuentos en el exiguo mercado editorial mientras insisteen el diarismo desde La Nación; finalmente, se destaca por el emprendí­miento del novedoso y exitoso magazine Caras y Caretas (1898-1941),dondecontribuye también con sus artículos de costumbres. Como director de este"semanario festivo, literario, artístico y de actualidad': José S. Álvarez abreun nuevo camino para elescritor profesional, que encuentra en la colabo­ración para las revistas un espacio de producción y de publicación.

Ahora bien, una forma tradicional de ingreso al mundo de la prensa,que convive con el uso de cartas de presentación, es utilizar las conexio­nes familiares, como sucede diez años más tarde con Manuel Galvez, quien,quizá por eso mismo, prefiere dar en sus memorias una versión totalmenteopuesta. Según recuerda, se dirigió "vestido un poco a lo bohemio", antee!secretario de redacción de LaNación, llevándole un artículo sobre el pri­mer libro de Ricardo Rojas, al que caracterizó de "alegórico, simbólico,un poco raro"; por eso, y"aunque era muy malo", fue publicado enseguida,de lo cual se enorgulleció "pues no era fácil, para un muchacho, colaboraren La Nación" (Gálvez, 1961: 38).

Por último, hay un acceso circunstancial -vinculado tanto con la reco­mendación como con el nombre de autor- que es el que propician hacia

LA PRENSA PERiÓDICA COMO ESPACIO DE PROFESIONAllZACIÓN I 513

fines de siglo los suplementos dominicales y los nuevos magazines. Escri­tores como Leopoldo Lugones (que se inició en el trabajo periodístico antesde optar por elcargo oflcial ) o, en las primeras décadas de! siglo xx, Hora­cio Quiroga (que sostendrá paralelamente su trabajo como articulista ocomentador), ofrecen sus relatos a diversos medios, en especial revistas, y

tienen una presencia importante en la prensa debida a su producción

literaria, que después será recogida en volumen.Como se desprende de lo anterior, también la gama de posiciones profe­

sionales ha variado, ya que hay más chances para el escritor de contribuir ala profesionalización a través de la prensa sin ser un trabajador del perio­dismo. Mientras el escritor-periodista sigue asociado a la figura del cro­nista por medio de sus nuevas derivaciones, como el repórtcr y el corres­

ponsal, en la medida en que logra sacar provecho del género crónica oreportaje en tanto autor, el articulista -en particular cuando hace costum­brismo- es más proclive a ser identificado con la literatura que con el perio­dismo. A estas actividades se suman otras de claro cuño periodístico peroligadas al mundo intelectual, como la reseña o comentario y la traducción.

Al mismo tiempo, existe la posibilidad de asumir la posición de colabo­rador free-lance y participar de la prensa en tanto escritor, es decir, hacer elcamino inverso del cronista. No se trata de seleccionar entre la producciónperiodística aquella que puede pasar al libro y convertirse en [iteratura.comoLa Australia Argentina de Payró (publicada en el diario La Nación y enlibro en el mismo año de 1898).Tampoco se trata de ser contratado por undiario para, en carácter de autor, ser una suerte de corresponsal en losEstados Unidos o en Europa y escribir crónicas, como fue costumbre deLa Nación,diario pionero en el reclutamiento de firmas importantes conla de José Martí a comienzos de los 80. Se trata -como ya indicamos- deseleccionar de la producción literaria aquello que puede pasar por la prensaantes de recalar en el libro. Tan demandante puede ser este camino profe­sional que hay casos, como el de Quiroga, en el que muchísimos cuentosnunca fueron, por diversos motivos, recogidos en libro por su autor.

Quizás el cambio fundamental respecto de los años 80 es que si en laetapa anterior del proceso de profesionalización la condición era la retri­bución económica fija y continuada a cambio del trabajo del escritor, enlos primeros años del siglo xx el aspecto puramente económico (que serávisto, por otra parte, como el camino a la mercantilización de la literatura)es insuficiente. Como señalan Carlos Altamirano y Beatriz Sarlo (1983: 80),la profesionalización fue acompañada "de un movimiento vasto de refle­

xión acerca de la propia actividad literaria, del surgimiento de nuevasformas de sociabilidad entre intelectuales, de la imposición de instancias

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514 I HISTORIA OE LOS INTELECTUAlES EN AMÉRICA LATINA

de consagración y cooptación, de polémicas sobre la legitimidad cultu­ral".Ante todo, de lo que habla este cambio es de la posibilidad de encon­trar medios genuinos de profesionalización que no deriven del trabajoperiodístico. Si bien esto es una vía que, a futuro, no obstará para que sigaexistiendo la figura del escritor-periodista, la constitución hacia el Cente­nario de un mercado editorial en el sentido moderno plantea un nuevoestado del campo cultural.

En esemarco hay que ubicar lacreación de la Sociedad de Escritores, unode cuyos protagonistas -y primer presidente provisorio- es Roberto Payró,quien en carta a Rubén Daría del 6 de diciembre de 1906 declara haber tenidola iniciativa para formar la sociedad y haber redactado los estatutos:

Tú debes escribir una correspondencia a La Nación saludando el adve­nimiento de esta grande obra común, que ha de dilatarse y engrande­cerseen lo futuro -le pide en la carta-o Hazlo y pronto, mi querido Rubén,que los desheredados de la fortuna, al par que multimillonarios del cere­bro, te lo sabrán agradecer (Ghiraldo, 1946: 418-419).

Ni "camarilla literaria", ni "academia", ni "clan", la sociedad da cuenta deuna sociabilidad entre escritores que están en condiciones de institucio­nalizarse, aunque habría que esperar para ello la instauración de la Socie­dad Argentina de Escritores (SADE) en 1928, con Lugones y Quiroga cornopresidente y vicepresidente respectivamente.

Más allá de eventuales enfrentamientos y de las diferencias generacio­nales, entre fines de la década de 1890 y elCentenario, casi todos los prota­gonistas del campo cultural argentino han compartido, en algún momento,proyectos editoriales, redacciones de diarios, comidas periódicas o encuen­tros en cafés. Esa escena cultural, junto con el terreno apto para la profe­sionalización que había aprovechado la prensa periódica contribuyendo ala constitución de un mercado editorial, presenta ya nuevas necesidades,nuevas injusticias, nuevos reclamos, entre los que no serán menores larelación entre consagración y éxito y los riesgos de la mercantilización,

ROBERTO PAYRÓ EN LA NACIÓN: LAS CRÓNICAS DEL REPÓRTER

Probablemente la "Crónica de estas 'Crónicas": con la que Roberto Payró

(1909: 7-9) abre el volumen donde recopila parte de sus contribucionesperiódicas para La Nación durante 1906, sea el texto que mejor expresa

LA PRENSA PERiÓDIcA COMO ESPACIO DE PROFESIONAlIZACIÓN I 515

tanto su relación con el periodismo y la literatura como sus conflictos. Enesa suerte de prólogo, escrito a fines de 1908 desde Barcelona, donde seencontraba temporariamente radicado con su familia, Payró explica elmotivo que guía la publicación del volumen. No se trata, dice, de buscar"ganancias materiales" ni de "meter un poco de ruido": ni la hora del dineroni la de la fama han llegado aún para el autor argentino. Una buena razón,en cambio, es que -según opinión de sus amigos- el público debe compro­bar sus "condiciones periodísticas", aunque difícilmente lo haga si ignoraque "esto no es sino una parte de mi tarea diaria, hecha a tambor batiente,improvisada y febril". Sorprendentemente, Payró coincide con Carda Mérou

al describir la tarea periodística, y quizás ello explique que el verdaderomotivo que declara para la publicación es tanto su cariño por esas cróni­cas, pese a las circunstancias periodísticas que les dieron lugar, como elgusto de ver sus manuscritos "en letras de molde".

El mismo esfuerzo que pone Payró en unir periodismo y literatura, osea en la publicación de las crónicas en formato libro, revela, a través delas explicaciones sobre esa publicación, la franja que los separa. Esuna esci­sión que aparece a lo largo de toda su trayectoria y que Payró sólo logracomponer ocasionalmente (en especial cuando escribe desde Europa sunovela Divertidas aventuras de Juan Moretra, en 1910), pero no termina desaldar nunca. La caracterización de la escritura y la publicación periodís­

ticas, en el mismo prólogo, lo muestra:

Quiero a estas Crónicas, porque en ellas he puesto mucho de mi alma,todo lo que cabía dentro del impersonalismo normal en el diario alque estaban destinadas, y que las honró prohijándolas como prenda pro­pia. Si yo hubiera sido el único responsable de ellas, claro está que semostrarían más sueltas de cuerpo, más atrevidillas -sin faltar al decoro-,y muchísimo más mías; pero ya eran harto desenvueltas y personalespara la correctísima y selecta compañía en que se presentaban, y parael diario que se hacía responsable de ellas, y como padre, debo agrade­cer a La Nación la indulgencia demostrada a las traviesas hijas de mi

escaso ingenio (Payró, 1909: 8).

Más que un hogar, en esta descripción el diario viene a ser una suerte defórceps sobre el estilo, mientras que la noción de autor resulta conflictiva.[De quién son las crónicas, parece preguntarse el escritor? ¿Son del autoren tanto éste se reconozca como periodista? ¿Pero es acaso el periodistapor completo un autor, en el sentido en que puede serlo quien se dedica a

la literatura?

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516 I HISTORIA OE lOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA

Pese a todo, los agradecimientos al diario son insistentes, y en buena

medida se vinculan, aun sin hacerlo explícito, con la existencia de un público.

El desinterés manifestado por Payró a la hora de publicar el volumen de

crónicas ("sin pensar en ulterioridades de reembolso o gloria") se explica

por tratarse de una publicación más "sin público o poco menos". En ese

punto, la ausencia de público del libro no puede no confrontarse con elpúblico que sí tiene la crónica al ver la luz en el diario. Sólo eso explica que

al referirse al "espíritu de sana crítica" que inspira y unifica las crónicas des­

taque que han sido influyentes: las críticas fueron escuchadas, se llevaron

a la práctica algunas iniciativas, se subsanaron algunos errores. «Ya sé que esa

eficacia no es tanto de mi palabra cuanto de la gran tribuna en que resonó,

dándole una autoridad incomparable -agrcga-; pero, en mi inmodestia,

re-objetaré que, en resumidas cuentas, por mucho que a la tribuna toque,

algo ha de quedarme a mí" (Payró, 1909: 9). En definitiva, Payró no espera

obtener ni lucro material ni lucro simbólico con los libros, que es lo que,

malgréfui, sí obtiene con su trabajo como periodista profesional.

Los temas tratados en las crónicas, por otra parte, adquieren relieve en

la medida en que su origen es periodístico: abolición de la pena de muerte,

defensa de los consumidores, relaciones diplomáticas con los Estados Uni­

dos, funcionamiento de la justicia, ética periodística, legislación laboral

para mujeres y niños, derechos gremiales, profesionalización del escritor.

Lo que más llama la atención, en cualquier caso, es que entre las críticas

mencionadas conviven aquellas sobre la visita de un ministro ("Antes del

espectáculo", "La carne es flaca","God save the queen") con las que defien­

den, en el interior del diario, los derechos de periodistas y escritores ("Una

nueva profesión", "Los derechos del repórter" "La casa de los que no la

tienen", "El hogar intelectual"). Más allá de lo traumático que parece resul­

tarle a Payró la escisión entre periodismo y literatura, ambas actividades

comparten las reivindicaciones de una misma "ideología profesionalista"(Altamirano y Sarlo, 1983: 91).

La reflexión sobre la propia práctica se ha dado con frecuencia en Payró,también, a través de la ficcionalizacíón del conflicto entre periodista y lite­

rato. Yaen su primera novela, cuyas condiciones de publicación revelan la

posición del periodista profesional que se convierte en escritor, se deli­

nean las principales cuestiones. Publicada como folletín en el diario La Opi­niónpero suspendida por el propio Payró frente al cambio de dueños,Antí­

gana es editada en 1885 en los talleres del diario Sud-América gracias a la

suscripción levantada por sus amigos. Allí, tempranamente, aparecen tópi­

cos que serían recurrentes pese al paso del tiempo: la falta de interés de los

editores, la venta por suscripción a los conocidos y la entrega en consigna-

lA PRENSA PERiÓDICA COMO ESPACIO DE PROfESIONALlZACIÓN I 517

ción a los libreros, la ausencia de lectores, el gusto por los temas escanda­

losos. Y aparece también la imposibilidad de la conciliación entre literatura

y periodismo: la escasa paga por los artículos sueltos anula el único "medio

de ganarse la vida escribiendo, y sin dejar de estar libre" (Payró, 1885: 116).

Sobre estos temas volverá Payró en otros textos publicados tanto en LaNacióncomo en volumen. Primero, en los cuentos "La paradoja del talento"

y "Mujer de artista", escritos a fines de siglo y reunidos en Violines y toneles,de 1908. Después, de manera particularmente dramática, en la obra teatral

El triunfo de losotros (publicada en folletín y en volumen, y representada

en 1907), donde propone varias alternativas a la triste situación del hom­

bre de letras que, para sobrevivir, debe "vender" su escritura a políticos o a

falsos artistas: el puesto en el Estado, el éxito teatral o elempleo en un perió­

dico. Si el puesto estatal es, al menos en este planteo, una actividad admi­

nistrativa que daría el sustento necesario para una paralela y parcial dedi­

cación a las letras, el éxito teatral resulta el único trabajo genuino de las

letras, como lo muestra la propia escritura de El triunfode Los otros. En cam­

bio, elperiodismo no deja de ser una modalidad de negociación que depende

del vínculo establecido entre escritura periodística y nombre propio.

Aunque se haya dedicado en un momento de su vida a la actividad tea­

tral, aunque haya escrito varias novelas, aunque sus relatos costumbristas

hayan alcanzado el éxito, todavía en 1928, a su muerte, la Dirección de la

revistaNosotros (1928: 135) define al"hombre de letras" que fue Payr6 diciendo

que "nació del periodista, cronista fecundo, infatigable, observador atento

y severo de hombres y cosas". Y su amigo Julio Piquet, secretario de redac­

ción de La Nación,declara, también en el mismo homenaje a su memoria,

que "en Payró se confundían las dotes del periodista y las del escritor".

POSICIONES INTELECTUALES

Si la profesionalización terminó provocando -a expensas de su impulso

inicial-la separación entre el periodista y el escritor, también implicó un

distanciamiento del modelo tradicional de intelectual. Sea por los ritmos

agitados de la prensa, sea por los riesgos de la mercantilización, el hecho

es que el trabajo en los periódicos fue visto en oposición a la actividad inte­

lectual. Sin embargo, es indudable que el repertorio de profesiones intelec­

tuales incluyó a quienes se dedicaban, en términos más o menos estrictos,

al periodismo, e incluso que muchos de ellos estaban en condiciones de

cumplir ciertas funciones intelectuales que permanecían vacantes.

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518 I HISTORIA DE LOS INTElECTUALES EN AMÉRICA LATINA

A comienzos del siglo, Rubén Darío (1920:17) registra en varias ocasio­

nes el debate francés al respecto y pone como ejemplo de la relación entre

el intelectual y el periodismo a Émile 201a: "ir a la acción es el deber del

verdadero pensador de nuestro tiempo" y esa acción, agrega, fue llevada a

cabo a través de la prensa y conocida en el mundo por medio de los dia­rios que difundieron su obra. El telón de fondo de la discusión es, en buena

medida, la ola de calumnia a la que se había visto sometido 201a por su

participación pública en el affaire Dreyfus (1898), situación que Darío

comentaría en varias oportunidades. Ya antes había defendido Daría las

posibilidades dadas por el periodismo -en particular en un prólogo escrito

en 1896 para una obra de Payró-, en la medida en que se lo usara, nocorno "galera de los intelectuales" o "presidio de los literatos", sino como

"campo de batalla" (Darto, 1907: 10).

Si bien es cierto que no toda toma de partido pública a través de la prensa

por parte de un escritor remite a la figura del intelectual, hay que subra­

yar que muchos de los primeros escritores profesionales asumieron una

posición en el marco del periodismo que les permitió cumplir una fun­ción intelectual que otros hombres de letras no podían cumplir con la

misma eficacia. Es fundamental, en este sentido, que la prensa se erige en

este período corno un espacio liberador respecto del Estado, como una

salida que ofrece una relativa independencia, al menos hasta que asumesin distingos las imposiciones del mercado.

El final de la trayectoria de Eduardo Gutiérrez resulta bastante ilumina­

dor al respecto. En su último folletín, Ignacio Monges, de 1886, narra la

historia del autor del atentado al presidente Roca ocurrida ese mismo año,

cuando es golpeado en la cabeza con una piedra durante el acto público

que inauguraba anualmente las sesiones del Congreso. Monges es encar­celado y se inicia entonces una discusión acerca de su responsabilidad en

el hecho, discusión que está impregnada de los temas médicos y crimino­

lógicos que son cada vez más candentes en el último cuarto del siglo. Tanto

es así, que Monges no sólo será objeto de una serie de noticias en los dia­

rios y de dibujos caricaturescos en los que se lo describe corno el autor de

un "asesinato político", sino que el mismo Cesare Lombroso lo presenta­

ría como un caso de epilepsia histérica en su libro Losanarquistas (1894).En definitiva, Monges no es un caso policial más o una historia de circu­

lación local, sino que, por la naturaleza de su acción y por el contexto en

el que la lleva a cabo, tendrá una proyección internacional.

Gutiérrez torna la historia de Monges en el mismo momento en que se

lo está juzgando por el atentado, y su elección, previsiblemente, es narrar

su vida de manera novelesca: su ingreso voluntario al ejército para parti-

lA PRENSA PERiÓDICA COMO ESPACIO DE PRDFESIONAlIlACIÚN I 519

cipar en la Guerra del Paraguay, su valentía y su entrega a la patria, su com­

promiso con el partido liberal y, finalmente, el modo en que el Estado ~oabandona sin darle la retribución simbólica y económica que merece. Sin

embargo, Gutiérrez. hace algo más que narrar la vida de Monges apastando

al género de la novela popular que él mismo había creado. Después de haber

escrito unos treinta folletines, en Ignacio Monges recupera algunos de los

recursos utilizados al escribir Juan Moreira, su primer folletín con gauchos:

presencia fuerte de su figura de periodista o cronista, inte~vención,de~i­dida en la actualidad, debate con otros diarios, tono de abierta polémica

con el gobierno e interpelación al Estado. Al revés que en su pasaje a la pro­

fesionalización Ysu conversión en novelista (donde abandonaba progre­sivamente las marcas periodísticas), en este último folletín recupera, a

medida que se acerca a la actualidad del relato, esas mismas marcas. En

otros términos: Cutiérrez, elprimer novelista profesional yel novelista más

popular de esos años (el escritor legitimado, si no por la crítica, por el

público diverso que consumía sus folletines), asume públicamente la defensa

del gaucho autor del atentado al presidente Roca. Más todavía: no lo defiendeatenuando su responsabilidad, sino poniéndola de manifiesto, e interpela

al Estado con toda su carga de novelista popular defensor del "gaucho malo':"Desde el primer momento -escribe- aquel hombre extraordinario asu­

mió toda la responsabilidad del hecho, asegurando que era él el único

culpable, y que no tenía cómplices, pues no había obedecido a otras suges­

tiones que las de su propio corazón:' "¿Estaba loco aquel hombre que de

semejante manera se expresaba? No" -responde Gutiérrez- (1933: 10).Si algo caracteriza la defensa de Gutiérrez aparte de su sostenida apuesta

por la narración novelesca, es que desmedicaliza el caso a la vez que lo

repolitiza. Aunque -pese a Lombroso- el de Monges no haya sido un

caso de anarquismo, sí se trata de un episodio de confrontación en la figuradel soberano. De allí que la noción de responsabilidad sea fundamental y

que, más allá de la función divulgadora y de denuncia p~riodístic~~ue

hace Gutiérrez en el folletín, haya que considerar su manejo de un npicoterna de debate intelectual. Esto no significa que Gutiérrez posea un capi­

tal intelectual superior al estándar, pero sí advierte sobre una suerte defunción vacante que sólo puede cumplir un cierto tipo de escritor que

puede interpelar al Estado porque se ha desvinculado de él (co~o lo hizoGutiérrez al renunciar públicamente a su carrera militar en 1879,Justo antes

de consagrarse al periodismo). Lejos de la actitud programática propia

de los verdaderos intelectuales, y hasta con cierta ingenuidad en elcarác­

ter de los planteos, la intervención de Gutiérrez muestra que le es posibleasumir una posición de corte intelectual por ser un novelista profesional

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520 , HISTORIA Ol: LOS INTELECTUALES EN AMtRICA lATINA

y cumplir una función crítica gracias a su capital simbólico, a su nombrepropio y a su independencia respecto del poder del Estado.

Este hecho es un breve anticipo de las posibilidades ofrecidas por laprensa al escritor profesional, que Roberto Payró aprovechará mucho másen su tarea de repórter y culminará con el episodio protagonizado endiciembre de 1915, mientras vivía en Bélgica y era corresponsal de la Pri­mera Guerra Mundial para La Nación, donde publicaba las entregas delDiario de un testigo. Payró, para ese entonces, era un escritor muy popu­lar, contaba con la simpatía de diferentes sectores del campo cultural (elmismo al que había contribuido a consolidar desde fines del siglo XIX) yhabía pasado por el partidismo político militando en el socialismo. Nosólo había publicado ya buena parte de su valiosa obra periodística enlibro, sino que también había logrado escribir y publicar varios volúme­nes de ficción que, aunque independientes de la prensa, están completa­mente en sintonía con esa obra periodística (como su novela Divertidasaventuras del nieto de Juan Moreira).

Es en ese contexto que llega la noticia de que Payró ha sido apresadoen su domicilio y se dejan de recibir noticias de él durante más de unasemana sin que se conozca su paradero, además de que se le secuestranlos archivos y el material literario. El efecto de este hecho se multiplica alo largo de los días y la noticia de la desaparición de Payró pasa a ser unade las protagonistas de la prensa. Así, mientras varios periódicos transcri­bcn las noticias que se dan en La Nación, éste, a su vez, transcribe las noti­cias tomadas de los diarios franceses. Lo más llamativo del episodio esque la figura de Payró deja definitivamente de estar asociada al partidismolocal y pasa a corporizar un conjunto de ideas universales como la hones­tidad, la valentía, la libertad y el compromiso. Más todavía, cuando JulioPiquer (1928: 168) lo recuerde en ocasión de su muerte, dirá que en Bél­gica Payró "dio la medida de su capacidad para el sacrificio".

La actitud de Payró ante la guerra, sus artículos y la respuesta que pro­vocan, así como la reacción que desata todo el episodio, resultan posiblesno porque Payró sea un especialista en el manejo de bienes simbólicos-para seguir la definición de intelectual de Bourdicu (1995)-, sino por loscontenidos sociales y el alcance popular de sus escritos periodísticos yliterarios. En la misma operación que pretende la neutralización del debatede ideas secuestrando los escritos, se produce un doble movimiento desacrificio y victimización, Al sacrificarse por sus ideas, Payró resulta victi­rnizado, y asume entonces una de las posiciones intelectuales más frecuen­tes a lo largo de la historia: la de aquel que se convierte en víctima porquesu cuerpo porta ciertas ideas que lo hacen peligroso para el poder.

LA PRENSA PERiÓDICA COMO ESPACID DE PROfESIDNALIZAClÚN I 52 1

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El modernismo y el intelectualcomo artista: Rubén DaríaSusana Zanetti

Dos figuras, José Martl y Rubén Daría, presiden las dos etapas principa­les del modernismo, el primer movimiento literario articulado concre­tamente entre los artistas de todo el ámbito hispanoamericano, que lograigual proyección en España mediante encuentros, revistas, artículos deunos escritores sobre otros, etc. Ambos encarnan el acelerado pasaje delletrado decimonónico que, focalizado en la actividad intelectual, cambiade centro, pasando del privilegio de lo político -el deber con la indepen­dencia de Cuba acalla al poeta José Martí- a la afirmación de la autono­mía y del saber del arte, sostenidos por el poeta Rubén Daría como únicorespaldo para intervenir en el mundo de las ideas.

Desde esta otra orilla instala Daría con fuerza la polémica autoridadde un nuevo tipo de intelectual, el intelectual artista, actuando con elaco­pio de su presencia institucional y discursiva bien diversa (en géneros,en instituciones, en centros nacionales, etc.), para insistir en la primacíadel trabajo intelectual fundado en todas las posibilidades de la palabra.Las palabras son las casas de las ideas, son su carne, "vivientes, activas"(Dario, 1938),dice en un breve texto publicado en la RevueI/lustrée du Riode la Plata,y enseguida afirma en las "Palabras liminares" de Prosas pro­fanas (l896): "La música es solo de la idea, muchas veces". Expresará estaconcepción en muchos de sus textos críticos, entre ellos, el aparecido enLa Nación el io de diciembre de 1905 en "Los nuevos poetas de España",donde discute con Miguel de Unamuno sobre la condición intelectual delartista: "Un escritor de gran valer, el Sr. Unamuno, se enreda en eso delas ideas, desdeña las ideas, sin ver que ellas son nuestra única manifesta­ción, el único fruto que da constancia de la existencia del árbol humano".Más tarde, en "Dilucidaciones", prólogo a El canto errante (Daría, 197T

302), vuelve a defender su estética:

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524 I HISTORIA O¡ LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA

No es como sospechan algunos profesores y cronistas, la importaciónde otra retórica ... Y, ante todo, ¿se trata de una cuestión de formas?No. Se trata, ante todo de una cuestión de ideas. Elcliséverbal es dañosoporque encierra en sí el clisé mental, y juntos, perpetúan la anquilosis,la inmovilidad.

Otra orilla que, sin embargo, recibe atenta la lección de Martf, reconoci­ble con sólo recordar algunas frases del famoso prólogo de 1882 al Poemadel Niágara, del venezolano Juan Antonio Pércz Bonalde (1851-1892), conla que dialoga la recién citada de Daría: "La perfección de la forma seconsiguecasi siempre a costa de la perfecciónde la idea", y asimismo,"¿Quiénno sabe que la lengua es jinete del pensamiento, y no su caballo?" (Martí,1975: 7, 234-235.

Sin embargo, la reacción dariana por la muerte de Martí en los iniciosde la guerra por la independencia de Cuba en 1895divide aguascon un mani­fiesto de ese quiebre, inscrito en el proceso incierto y difícil de constitu­ción tanto del intelectual crítico como del artista moderno en Hispanoa­mérica. Me refiero a la necrológica de Darío (1952: 195) en La Nación deBuenos Airesdel 1 de junio de eseaño (enseguida incluida en Losraros),queconsidero el más notable manifiesto del período en demanda de la auto­nomía del arte. Es la más audaz manifestación de lasque, con distinta enver­gadura, hicieron los modernistas contra el sometimiento del artista a losimperativos de la nación, porque el texto en sí se enuncia en un territorioestético, en tanto se publica en un marco hispanoamericano que celebrabael heroísmo del cubano. El párrafo siguiente es un buen ejemplo:

[Los tambores de la mediocridad, los clarines del patrioterismo, toca­rán dianas celebrando la gloria política del Apolo armado de espadas ypistolas, que ha caído, dando su vida, preciosa para la Humanidad y parael Arte, y para el verdadero triunfo de América, combatiendo entre elnegro Guillermón y el general Martínez Campos!

Se reclama la específicaautoridad del sujeto literario, se discute y se rechazala sujeción del artista a valores y prácticas ajenas al arte así como a una retó­rica anquilosada, en una etapa en la cual la dominante son losgobiernos fuer­tes,rodeados por una dirigenciade raigambrepositivista,devota de la raciona­lidad moderna como instrumento para dar solucionesa la"cuestión nacional':que exigíaa los textos diseñar una identidad integradora que incluyeray con­trolara la movilidad poblacional traída por la modernización -yen la Argen­tina sobre todo por los inmigrantes, entre los cuales se cuenta Dario-.

El MODERNISMO y fL INTEUcrUAl COMO ARTISTA: RUBÉN DARlo I 525

LA "JOVEN AMÉRICA"

Recordemos que Varío (1867-1916) nació en Nicaragua, en un ámbitocultural y social arcaico. Integrante de sectores medios modestos, consólo 15 años inicia en la prensa de Managua (donde ya se han publicadomuchos poemas suyos) una carrera caracterizada por la firme decisión dealejarse de prácticas provincianas, llevada adelante primero en ciudadescentroamericanas vecinas y muy rápidamente en las hispanoamericanasmás modernas, en busca de espacios propicios para una trascendencia másallá de lo regional.

Aunque no lo consigne sistemáticamente por razones de espacio, lasconcepciones y las prácticas darianas son indicativas de las de los demásmodernistas, si bien podemos reconocer en elmovimiento cambios y dife­rencias en la escritura y en sus elecciones tanto estéticas como ideológi­cas, dada su concreción en un extenso territorio y en un largo período(1882-1910), en el que cumplieron una intensa puesta al día del discursoliterario en lengua española, unida a su labor de difusión de la literaturamoderna, no limitada a Occidente. El artista, el poeta, ponía su sello enesta actividad visualizada y difundida en elmarco del heterogéneo discursodel periódico sobre todo a través de la singularidad de un género tambiénheterogéneo, la crónica modernista. Manuel Gutiérrez Nájera (1859-1895)

la defiende y la define, distanciándose de la estética del consagrado maes­tro Manuel Ignacio AItamirano (1834-1993):

No se estima bien en México el valor de estas crónicas elegantes; no seaprecia como debiera el arte de narrar cosas frívolas con cierto esmeroliterario. El género, por su misma delicadeza, es muy difícil. Es necesa­rio que la pluma del cronista tenga alas de colibrí y que sus dientes muer­dan de cuando en cuando sin hacer sangre (Gutiérrez Nájera, 1959: 263).

Como esos jóvenes escritores -"la Joven América", se dijeron algunos yse reconocieron en el mote de modemistas-, la formación de Daría fueprácticamente la del autodidacta, abastecida por libros de las bibliotecaspúblicas o religiosas -la de los jesuitas, la Biblioteca Nacional de Mana­gua, en su caso-, deudora sobre todo del desarrollo incipiente de la indus­tria cultural y cumplida por fuera de los sectores ilustrados (con estudiosregulares y que han frecuentado como alumnos y profesores las aulas uni­versitarias). Si bien no logran liberarse de la necesidad del favor político(los cargos diplomáticos en Daría y en muchos otros) y del mecenazgo,hacen del mercado el instrumento de su formación intelectual y de la

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526 I HISTORIA DE lOS INTElECTUALES EN AMERICA lATINA

captación de un público para el arte, buscando independizarse de la tutelaque pretende encerrar su discurso en lo hispánico y/o lo nacional.

El desplazamiento dariano hacia el sur, a Chile en 1886, también indicael desplazamiento de lasexperienciasestéticasdel primer modernismo -espe­cialmente las mexicanas de Manuel Gutiérrez Nájera, con sus crónicas, susCuentosfrágiles (1883) y la revista Azul (1894-1896). Experiencias comparti­das por muchos otros, entre quienes se destacan el colombiano José Asun­ción Silva(1865-1896), los cubanos Iulian del Casal (1863-1893) y José Marti(1853-1895) -Ismaelillo (1888), Versos sencillos (1891)-. Si, por una parte, las"Crónicas norteamericanas" de José Martí son textos fundamentales parasopesar la modernización de los Estados Unidos y sus efectos en AméricaLatina, otros -c'Madre América" (1889), "Nuestra América" (1891), etc>-con­cretaban explícitamente sus propuestas políticas, pensadas a partir de laconformación de una nueva dirigencia, más consciente de la necesidad deunión hispanoamericana, basada en la revisión de injusticias, prejuicios y

concepciones de los derechos ciudadanos, capaz también de evitar las gue­rras civilesy el encierro en disensiones provincianas.

Todo ello coloca las prácticas martianas decididamente en las del hom­bre público, pero diferente del que acompañara la constitución de los esta­dos nacionales, por la densidad de su crítica a (y de su seducción por) unamodernización vertiginosa, expresada recurriendo a estilizaciones deexcepcional audacia, como puede apreciarse en "Un drama terrible", largacrónica para La Nación de Buenos Aires (de la que Martí era correspnn­sal en los Estados Unidos), aparecida a fines de 1887, sobre el ajusticia­miento de los anarquistas de Chicago, dentro de la serie de textos sobreel tema obrero; sobreescritura de los relatos del periodismo norteameri­cano por un sujeto de la enunciación que vuelve a narrar los hechos, resu­midos, ampliados, desde perspectivas y focalizaciones diferentes, al tiempoque se va consustanciando con los condenados, penetrando en su interio­ridad o en su historia individual hasta hacerla concordar, en muchos frag­mentos, con la propia. El sello del estilo martiano se perfila al mismotiempo en sus reflexionessobre una literatura hispanoamericana moderna,que se compaginaba bien con los análisis del arte moderno, algunos deellos destinados a presentar a importantes figuras de la literatura anglo­americana (Osear Wilde, Walt Whitman), desconocidas hasta entonces enel mundo hispanohablante.

Daría se convertirá en jefe de ese grupo cultural que basa sus discur­sos, de firmes convicciones cosmopolitas, en definirse como artistamoderno, conflictivamente instalado en las tensiones entre vocación ymercado. Sometidos al pluriempleo y a la rápida profesionalización, los

El MODERNISMO Y El INTElECTUAL COMO ARTISTA: RUBÉN DARíO I 527

modernistas son responsables, si bien no sólo ellos, de una nueva confi­guración del trabajo intelectual en Hispanoamérica. Escribe en 1881 ManuelGutiérrez Nájera (1959: 65): "Hoy han cambiado algo los tiempos. Laliteratura es en Europa una carrera en toda forma, tan disciplinada comola carrera militar. [... ] Los escritos, corno todas las mercancías, sufren laley de la oferta y la demanda".

Los textos de Daría se impregnan en Chile con las lecturas de las corrien­tes francesas del arte que, en su largo y meduloso comentario del 22 y 29

de octubre de 1888 a Azul (1888), el novelista y crítico literario españolJuan Valeradefiniera como "galicismo mental': Azul revoluciona la prosa,dando nacimiento al cuento moderno en español, tanto como a la críticaa la ignorancia del nuevo rey, el burgués, a su vulgaridad y fascinaciónpor el dinero, que condena al artista a la marginalidad:

A más de los cisnes, tenía una vasta pajarera, corno amante de la armo­nía, del arrullo, del trino y cerca de ella iba a ensanchar su espíritu,leyendo novelas de M. Ohnet, o bellos libros sobre cuestiones gramati­cales, o críticas hermosillescas. Eso sí: defensor acérrimo de la correc­ción académica en letras, y del modo lamido en artes: alma sublimeamante de la lija y de la ortografia (Dario, 1983: 128).

Azul señala el inicio de su afirmación rotunda del rol del artista, y de losmodos de intervención del arte en las discusiones acerca de la sociedad yla cultura modernas -la estetización del espacio interior y la estilizaciónde la crítica a la modernización-o

EN BUENOS AIRES

A partir de 1893, es evidente que afianza su conocimiento de la literaturaextranjera, de parnasianos, simbolistas, prerrafaelitas, etc., que, sumadoa su temprana e intensa lectura del legado español, están en la base de surenovación, posibilitada además por la inserción en las ciudades más mo­dernas de Hispanoamérica, en un período de rápido rediseño de las áreasurbanas y rurales, donde es ya bien visible la ampliación de las bases so­ciales de las dirigencias políticas y gremiales y de los miembros de las éli­tes intelectuales y artísticas.

Justamente ese año se traslada Daría a Buenos Aires, donde se irá con­virtiendo en cronista estrella de La Nación, diario en el cual trabaja como

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528 I HISTORIA DE lOS INTELECTUALES EN AMtRlO lATINA

corresponsal hasta su muerte. Colabora además en LaQuincena,pero sobretodo en El Tiempo, La Tribuna y la Revista de BuenosAires:

Asqueado y espantado de la vida social y política en que mantuviera ami país un lamentable estado de civilización embrionaria, no mejor entierras vecinas, fuc para mí un magnífico refugio la República Argen­tina, en cuya capital, aunque llena de tráfagos comerciales, había unatradición intelectual y un medio más favorable al desenvolvimiento demis facultades estéticas,

recordará en La Nación (1913), en uno de los artículos más tarde recogi­dos en "Historia de mis libros" (1976: 165).

En términos generales, no está tan sometido a fuertes presiones del poderpolítico como sucedía con algunos modernistas, entre otros intelectualesdel período. Baste recordar a los venezolanos -modernistas como ManuelDíaz Rodríguez (1871-1927) o que apoyaron el movimiento como JoaquínGil Fortoul (1862-1942)-, que fueron funcionarios importantes durante ladictadura de Juan Vicente Gómez (1908-1935).

El tráfago de las mesas de redacción se estrecha con el tráfago de lamoderna Buenos Aires. "La bohemia fue una imposición, no una elec­ción", dice Ángel Rama (1985: 22), pues fueron los modernistas "encarni­zados trabajadores [... 1capaces de alta productividad [... ] forzados deltrabajo como lo eran las clases baja y media a pesar del mote de bohe­mios". Daría sabe que aunque deba sacar "el pan del tintero", ese pan traeconsigo las buenas (aunque trabajosas, logradas) migas con elAteneo deBuenos Aires (inaugurado poco antes de su llegada a Buenos Aires, loincorpora enseguida entre sus miembros) y con otros literatos consagra­dos. También es evidente cómo con el tratamiento de los cambios de tono-y de tema- dosifica hábilmente sus cuidados con el medio porteño: suescritura transgresora se ampara en un cronista agresivo, irónico, y a lavez confidente y zalamero.

Pero sus simpatías y sus amistades se inclinan hacia los jóvenes con losque puede hablar de sus inquietudes:

En la cervecería de Luzio teníamos elsalón de los suizos, en lo de Monti,un jardín grande como un pañuelo, en el Aue's Keller -reservada paranosotros- una inmensa mesa de roble macizo. [... ] Los comensales éra­mos, con Rubén Daría, Leopoldo Lugones, Roberto Payró, Eugenio DiazRomero, el panameño Daría Herrera, Armando Vasseur [... ], el vascoGrandmontagne y, a veces, el malogrado poeta Carlos Ortiz, el ele-

EL MODERNISMO Y EL INTELECTUAl COMO ARTiSTA RUBÉN DARía I 529

gante Leopoldo Díaz o elgrave y bondadoso Luis Berisso. l...!eran infal­tables dos espíritus más que traviesos, endemoniados: el terrible AlbertoGhiraldo y el abominable Pepe Ingenieros [. .. ] (Galtier, 1973: 42).

Ese bullicio se aplaca en pocos años, para dejar traslucir el camino esca­broso de un poeta potente y un hombre débil, a quien el alcohol empieza

a destruir desde muy joven, casi un adolescente.Entre esos amigos algunos eran socialistas -Roberto J. Payró (1867-1928),

Ricardo [aimes Freyre (1868-1933) o José Ingenieros (1877-1925)- Yanarquis­tas, como Alberto Ghiraldo (1875-1946), nuevos actores que atrajeron aDarfo, corno puede verse, entre otros ejemplos, en el tratamiento del socia­

lismo de Leopoldo Lugones (1874-1938) en la critica a su poesia de 1896:

Yo soy su amigo: y, a mi vez, convencido e inabordable aristo, cuandollego a mi casa, tengo cuidado de guardar bajo tres llaves mis princesasy príncipes, mis duques y duquesas, mis caballeros y mis pajes; pongomis lises en lo más oculto de mi cofre y me encasqueto, lo mejor que

puedo, una caperuza encarnada (Daría, 1938: 103)·

Como ocurre con algunos otros modernistas, y con expresiones fluctuan­tes y contradictorias, no decae en Darío el interés por los movimientossociales modernos, el anarquismo entre ellos: desde la temprana censurade "Dinamita", en La Tribuna en 1893, hasta las referencias a la anarquíaespañola, en 1905, basados en textos de Alejandro Sawa y en la informa­ción obtenida de un reportaje, que parafrasea, sobre el anarquista Fermín

Salvoechea, y que concluye así:

No hay duda que es respetable ese fanatismo por el bien ajeno, cuandovivimos en la continua e irremediable lucha de intereses, de odios mutuos,de envidias, de recelos de pitanzas, de prebendas, de gloriolas, de peque­ñeces que componen la tarea feroz de lupino rebaño humano. Si la revo­lución soeialIlega -y todo parece anunciar por distintos lugares quellegará- tendrá sus mártires, sus santos, sus figuras venerables. Enton­ces en España l ...J colocarán en buen lugar la efigie de Fermín Salvoe­chea, Hasta que venga a echarla abajo, destruyendo lo logrado, el triunfode otro desconocido, o muy viejo principio; otra nueva revolución social

[... 1(Darío, 2006: 451) .

Ya desde sus años chilenos, insiste en la crítica al colonialismo y al impe­rialismo de Inglaterra y los Estados Unidos, especialmente cuando invo-

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530 I HISTORIA OE lOS INTELECTUALES EN AMtRICA lATINA

lucran a Nicaragua, como puede verse en "Iohn Bull for ever!" condenaa las pretensiones inglesas sobre la costa nicaragüense de Mosquitos. Eltexto muestra también una escritura preponderantemente informativa,objetiva, despojada de los recursos retóricos que acostumbra en sus cró­nicas. Como muchos otros que podrían servir de ejemplo, evidencian queno soporta censuras significativas de La Nación, si bien alguna vez, ya enlos últimos años de su vida, la dirección del diario lo reconvino señalán­dole que "no era ¡...J un escritor independiente sino un asalariado quedebe atender las órdenes del jefe de redacción", según consigna Noel RivasBravo (1998: 18). También evidencian un oficio consciente del manejo delas variadas estrategias de su estilo.

En Buenos Aires culmina el primer período de su trayectoria de escri­tor con dos libros aparecidos en 1896. El uno, Prosasprofanas, responsa­ble de una profunda renovación de la poesía en español, cuyas "Palabrasliminares", magistralmente audaces para el entorno literario de enton­ces, son el inicio de sus manifiestos, verdaderos actos de política culturalque comparte con otros similares de los modernistas. Allí repite la defi­nición de su estética ~y la del modernismo- basada en la libertad, queapunta tanto al rechazo de las escuelas literarias como del pensamientosometido a principios irrevocables -principios por cierto no ajenos alpositivismo y al naturalismo dominante-:

Yono tengo literatura "mía" [... J para marcar el rumbo de los demás:mi literatura es mía en mí; quien siga servilmente mis huellas perderásu tesoro personal y,paje o esclavo,no podrá ocultar sello o librea. Wag­ner, a Augusta Hclmes, su discípula, dijo un día: "Lo primero, no imi­tar a nadie, y sobre todo, a mí': Gran decir (Daría, 1977: 179).

La ironía y el humor caracterizan sus continuas intervenciones en laprensa periódica referidas al mundo de las ideas, no sólo en los textossobre arte y literatura, también en aquellos sobre temas diferentes, si biensus perspectivas privilegian los dones de la impronta estética. Esta acti­tud, típica de Jos modernistas, cobra en Daría una densidad poco fre­cuente por la variedad de temas y de procedimientos que ponen en escenael refinamiento, la propensión al despliegue de las pretensiones aristo­cráticas del artista moderno. Su ar istocratismo, componente típico dela actitud de los intelectuales -perfilarse al margen de los grupos socia­les-, aquí como integrantes de los "aristas" del arte, responde a los modosen que los modernistas visibilizan una singularidad que se planta frentea la vulgaridad y el filisreísmo, pero que, en niveles concretos, como señala

El MODERNISMO Y EL INTELECTUAL (OMO ARTISTA: RUBtN DARío I 531

Ángel Rama, trasladan la información al público de masas -en el cualbuscan también modelar un nuevo lector moderno-o Darío lo puntua­liza al incluirse en el "proletariado intelectual" y cuando más tarde, ensu desafiante afirmación del "Prefacio" de Cantos de vida y esperanza,

reconoce el goce de las formas en ese público masivo: "Hago esta adver­tencia porque la forma es lo que primeramente toca a las muchedum­bres. Yo no soy un poeta para las muchedumbres. Pero sé que indefecti­blemente tengo que ir a ellas" (1977: 243). Se distancia del aristocratismode las élites sociales tradicionales y de las posturas magisteriles incli­nándose, como muchos modernistas, a burlarse del empaque de los ilus­trados. Como en otras muchas ocasiones, en la breve introducción a Opi­niones (1906: 6) dice: "No busco el que nadie piense como yo, ni semanifieste como yo. ¡Libertad! ¡libertad!, mis amigos, y no os dejéis ponerlibrea de ninguna clase". Insiste en el tema en "Dilucidaciones", antescitada: "No creo preciso poner Cátedra de teorías de aristosoAristas, paramí, en este caso, significa, ante todo, independientes. No hay mejor exce­lencia" (1977: 302).

Voluble muchas veces, no reacio a satisfacer la atracción por la trivia­lidad y los chismes que pedía el mercado, matizan sus crónicas el trata­miento de la anécdota, el entretejido entre ficción y representación delentorno cotidiano, entre impresiones y fantasías de evasión. El sujeto dela enunciación inscribe su pertenencia en la de sus destinatarios, es decir,el público de Buenos Aires, sobre todo, pero buscando atraer a un lecto­rado más amplio, que favorezca su ambición de insertarse en la repúblicamundial de las letras, y afirmando siempre, como Gómez Carrillo entreotros, una pertenencia múltiple. En ese movimiento construyó Daría undiscurso y una imagen muy próxima al lector, como él "sentimental, sen­sible, sensitivo", según dice en su célebre «Yo soy aquel", poema inicial deCantos de vida ycsperanza (1905). Será éste un modo de definirse y de defi­nir una cosmovisión vertebrada en ese pasaje de experiencias conflicti­vas, propias del artista moderno que, en su caso, suaviza las aristas de lacontradicción, del encierro en lo antitético y lo binario, quebrado porlos nexos copulativos, que instalan la convivencia de lo simultáneo frentea los subordinantes, junto a las continuas gradaciones sonoras, rítmicas,simbólicas. Un ejemplo (1977: 245):

Todo ansia, todo ardor, sensación puray vigor natural; y sin falsía,y sin comedia y sin literatura ... :si hay un alma sincera, esa es la mía.

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532 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AME RiCA LATINA

Diversa envergadura cobran sus intervenciones intelectuales, presentadasmuchas vecescomo oblicuas tomas de posición: su artículo en La Nacióndel 2 de abril de 1894introduce la figura de Nietzsche por primera vez enel ámbito hispanohablante, pero lo hace dentro de "los raros", entre esosartistas modernos que diseña corno una ilusoria cofradía en respaldo desus postulaciones, opuestas a los intelectuales de la generación del ochentaya los positivistas en el campo de la cultura argentina.

Losraros, recopilación de textos aparecidos en La Nación, es elotro librode 1896.Valiéndose de los nuevos recursos, corno fueron a fines del sigloXIX el reportaje o la biografía, para destacar la importancia de artistas eintelectuales, articula una caleidoscópica argumentación para expresar susconcepciones estéticas, sostenidas por una galería de retratos de artistasmodernos (Poe, Vcrlainc,Lautréarnont, Ibsen, etc.) a la sombra de los cua­les se autodefine, procurando a la vez disolver, con el sello de su estilo, lapeligrosidad endilgada a los decadentes para revelar la empresa de aristo­cracia espiritual que llevan a cabo y que es, asimismo, la propia ("gustabandel buen vino, y eran poco afectos a las caricias de la diosa Morfina; [... ]preferían beber en vasos, como el común de los mortales, y no en el crá­neo de sus abuelos; y [... ], por la noche, en vez de ir al sábado de los dia­blos y las brujas, trabajaban") (Daría, 1952: 90).

El refinamiento de la sen~ibilidad a través de la sensación y la percep­ción, tamizadas por el trabajo con la sugerencia, alimentaba el sueño yelensueño, creaba nuevos espacios a la imaginación, a la intimidad, al "reinointerior", así como alentaba el placer y el erotismo, haciendo de la energíasexual el principio rector del universo. "Está por estudiarse el efecto queen el imaginario latinoamericano produjo la modernización': dice ÁngelRama (1985: 101), señalando el recurso a "las obligadas máscaras exóticasdel deseo" como modo de puesta en escena de Darlo:

En un tiempo en que elmaterialismo regía a la sociedad desde su cabeza,proponía de hecho el placer y al mismo tiempo lo burlaba con un irnpla­cable régimen de prestaciones, la fantasía alimentada por el ardientedeseo que construye la obra literaria, mal podía instalarla en su inme­diatez donde la propia conciencia le decía a voces que era imposible, ydebía ubicarla más allá del tiempo y del espacio donde pudiera ser soñadacomo posible, tuviera una eventualidad de realización que hiciera gratala ensoñación desean te.

EL MODERNISMO Y EL INTELECTUAL COMO ARTISTA RUBÉN DARíO I 533

LA CONSTRUCCIÓN DE UNA COFRADíA MODERNISTA

El modernismo construyó, con eficacia, su propio territorio en niveles con­cretas y simbólicos. Para hacerlo posible, tendió una red que lo ayudaba aenfrentar la censura y el peso de la dirigencia política, del pensamientopositivista (enemigo de las concepciones acerca del goce de los sentidos odel conocimiento surgido del universo sugerente -"impreciso"- del tra­bajo con la palabra), así como a sortear la presión religiosa de las éliressociales y culturales tradicionales, además de la divergencia con las pers­pectivas fundamentalmente nacionales de realistas y naturalistas, quienes

pocas veces asumen la dimensión americana.Buscaron espacios alternativos, utilizaron estrategias de intervención

similares para quebrar -como pregonaban- el estancamiento estético y elvacío que afectaba a todos los órdenes de la cultura latinoamericana, mar­cada por la falta de conocimiento recíproco entre autores y entre éstos y

el público. Laactividad de los modernistas en ese sentido fue más que nota­ble. Especialmente desde los años de residencia en Buenos Aires, muchasprácticas darianas responden a tal convicción, propicíando una cofradíahispanoamericana, que promueve mediante múltiples dedicatorias, pró­logos, conferencias y a través de comportamientos y relaciones persona­les afianzadas en la correspondencia. Sigueaquí modelos señeros de1letradorepublicano en el tendido de vínculos -sea Juan María Gutiérrez (1809­

1878) o Ricardo Palma (1833-1919)-. A ello se agrega una tarea intelectualdariana prácticamente única por su persistencia en el tiempo, que, tomandodistancia de concepciones esencialistas, se dedica a la difusión de la cul­tura de los distintos países latinoamericanos, a articular sus legados y suslazos concretos. Así lo evidencian sus continuos artículos al respecto. Enel mismo plano debemos colocar un objetivo todavía no logrado: me refieroa su defensa del lugar del español en el concierto de los idiomas de Occi­dente, que incluye el apoyo a los reclamos que a nivel internacional pre­

sentan intelectuales y hombres de ciencia.Aprovechando las posibilidades ofrecidas por la industria cultural, los

modernistas se apoyan para su trabajo en la prensa periódica. Recordemosque, además de producir fenómenos de coetaneidad en América Latina porelsimultáneo desarrollo de condiciones de producción y recepción, la prensase constituye en el principal agente de religación del período, pues abre laposibilidad de una red extensa e intensa de vínculos entre escritoresy público.Al mismo tiempo, apuestan a la incidencia de las revistas literarias en los

ámbitos intelectuales. Echarán mano de los aportes de la ilustración y deldiseño para singularizarlas corno objeto artístico. Fue dificil sostener esta

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534 I HIS10RIA DE lOS INlEIECTUAIES EH AMtRICA IATIHA

empresa para la Revista deAmérica (1894Lfundada por Daría y Ricardo Iai­

mes Freyre (1868-1933), que sólo publica tres números. Con más sólido

respaldo económico contó una de las más importantes revistas de la pri­mera etapa del modernismo,Azul (1894-1896), de México, dirigida por Gutié­rrez Néjera y Carlos Díaz Dufóo. Allí, al mecenazgo del poeta Jesús Valen­

zuela -bien colocado además en elámbito social, cultural y político- facilitó

la continuidad de la Revista Moderna (1898-19°3). En Montevideo, José Enri­que Rodó (1871-1917), responsable de la Revista Nacional deLiteratura y Cien­cias Sociales (1895~1897), asume la común tarea de auspiciar "la unidadintelectual y moral de Hispanoamérica", al igual que Cosmópolis (1894- 1895),dirigida por Pedro César Dominici (1872-1954),Pedro Emilio Coll (1872­

1946) YUrbaneja Achelpohl (1874-1937), en Caracas, ciudad donde el maga­zinEI Cojo Ilustrado (1892-1915) difundirá por largos años no sólo el moder­

nismo sino la literatura hispanoamericana en su conjunto, atento al sentido

que a tal empresa se concede, explicitado por José Gil Portoul en 1904:

La contribución de Venezuela a la literatura hispano-americana escopiosa, variada y rica; mas no se distingue aún con caracteres esencia­les del movimiento literario que se observa desde México hasta Bue­nos Aires y Santiago. Que Rubén Daría nació en Nicaragua [... ], Rodó

en el Uruguay, Casal en Cuba, Vargas Vila en Colombia, Díaz Rodrí­guez en Venezuela, sólo se sabe por las noticias biográficas, pero nin­guno de ellos pertenece, hasta ahora, más a su patria que a toda Amé­rica Latina (El Cojo Ilustrado, vol. 22, N° 289, 1904, p. 24).

A esta actividad se ha sumado el hecho de que los primeros modernistas

murieron jóvenes. Estas muertes tempranas, y aun trágicas, proporciona­

ron al movimiento un capital simbólico -Jos "mártires de! arte"-, que leotorgaba un espesor inesperado y colaboraba a cohesionar a sus miem­

bros. El "padre Mart¡" y el "hermano Casal" sustentan las afiliaciones de

la familia modernista y dejan como legado, también, modelos del "apos­tolado del poeta': Iulián del Casal y José Asunción Silva encarnaron la ima­

gen del dandy y del "exilio interior" frente a la sociedad hostil, extremando

la actitud propia de los intelectuales de colocarse por fuera de los sectoressociales, antes mencionada. En el caso de Casal, apunto sólo dos momen­

tos de estas configuraciones. Escribe Martí (1975: 5, 221) en Patria,en ]893:"Murió, de su cuerpo endeble, o del pesar de vivir, con la fantasía ele­

gante y enamorada, en un pueblo servil y deforme". Y Daría (1928: 162),

en La Habana Elegante al año siguiente: "La vida de Casal he dicho que

fue una vida de martirio: la imposible realización de un ideal que se levanta

EL MODERNISMO Y EL INTELECTUAL COMO ARTISTA.: RUBÉN DARía I 535

sobre todas las fases de la sociedad presente (Casal nunca despertó de su

sueño, no quiso nunca despertar) r... ]".Las lógicas de la amistad prevalecen sobre las poéticas grupales -dis­

putan pero conviven-, especialmente cuando en sus países de origen care­

cen de instituciones capaces de sostener sus prácticas, como ocurre con

Silva o con e! mismo Daría, quien se respaldará no sólo en los contactos y

en la difusión por la prensa, sino en la edición continua de sus obras,sobre

todo cuando ya es corresponsal de La Naciónen Europa (pocos escritoressignificativos de entonces lo logran de este modo).

Importa señalar que, en términos generales, los modernistas emigraron

a las ciudades modernas nacionales o extranjeras en busca de horizontes más

propicios para sus prácticas artísticas durante períodos más o menos exten­

sos. Este desplazamiento señala francas diferencias entre los que viven en su

país, más atados a las presiones políticas, sociales y morales, corno ocurre conGutíérrez Nájera, Casal, Silva, Rodó, Leopoldo Lugones o Luis G. Urbina

(1868-1934) (entre muchos otros), vividas en buena medida por quienes

destinaban sus textos al ámbito nacional, aun cuando permanecieran años

en Europa (Amado Nervo [1870-1919] es un buen ejemplo). En algunos esta

situación se hizo definitiva, por el exilio -y es el caso de Martí o de Vargas

Vila (1860-1933)-, en otros porque no renunciaron a intervenir en dimen­siones mucho más amplias (Ricardo [aimes Freyre). Rubén Daría (como

Gómez Carrillo) representa un caso extremo de ese alejamiento del pequeñomundo natal, facilitado en cierta medida por el hecho de que su país no les

ofrecía respaldo en el presente -ni por su historia, su cultura o su produc­

ción artística-o En este sentido el desplazamiento dariano es radical, porque

lo inicia siendo adolescente, y porque tangencialmente Nicaragua es objeto

privilegiado de su producción poética e intelectual-no busca allí a sus pareso a su público y ocasionalmente vuelve a ella-oNo es un exiliado ni un inmi­

grante, es más bien un migranrc. no se establece de modo definitivo en nin­

gún lugar, es un extranjero, a quien no le es ajena la discriminación.

Errancia y pertenencia fundada en la escritura definen un territorio

escriturario propio desde el cual Daría aconseja, opina, discute, ironiza o

escandaliza, respaldándose en una larga tradición acerca de la riqueza

que gana el conocimiento en el peregrinaje, que la modernidad insufla conlos valores del cosmopolitismo y del universalismo, pero sin disolver sen­

timientos de extranjería, expresados con frecuencia, como en este frag­

mento (1977; 345) de "Epistola a la señora de Leopoldo Lugoncs":

y me volví a París. Me volví al enemigo

terrible, centro de la neurosis, ombligo

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536 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA

de la locura, foco de todo surmenage

donde hago buenamente mi papel de sauvage

encerrado en mi celda de la rue Marivaux,

confiado solo en mí y resguardando el yo.

Esaerrancia, sin embargo, legitima su diálogo con un extenso mundo letrado,

con el que modula distancias, apoya, convalida o discute concepciones estre­

chas, responde oblicua o abiertamente a las críticas, configurando con múl­tiples gestos imaginarios, ficciones de audacia notable algunas veces, los

simbólicos alcances de su consagración: en el cuento-crónica, publicado en

1892, «Historia de un sobretodo", referido al abrigo que logra comprarse

en su etapa chilena y que, ya viejo y gastado, termina protegiendo del frío

a su modelo predilecto, Paul Verlaine, o bien en otro cuento publicado en

1915,"Huitziloploxtli" también presentado como autobiográfico. que con­

figura una imagen suya de excepción entre los intelectuales no mexicanosde esos años, pues aparece compartiendo el campamento de Pancho Villa

y los alucinógenos. Una de las consecuencias de este rasgo alienta en elsiglo

xx el mito de Daría como el poeta moderno hispanoamericano (exilio, con­

tradicciones ideológicas entre arte y política, marginación, etcétera).

Compartida con otros modernistas -ypor supuesto con muchos intelec­

tuales de principios del siglo xx, en un momento de multiplicación de loslazos internacionales de los hispanoamericanos-, su presencia en las insti­

tuciones de los distintos centros de América, España o París, aun de los Esta­

dos Unidos, son índices de su afirmación de un saber que lo habilita para

intervenir en las preocupaciones características que hacen suyas los inte­

lectuales, a través de sus interpretaciones tanto sobre la vida social y el des­

tino político y cultural de lo hispanoamericano, como sobre elvalor del arteen la conformación de la sensibilidad y de la experiencia humanas.

LA PERSPECTIVA HISPANOAMERICANA

Tiene mucho de cierto la reflexión de Tulio Halperin Donghi (1987: 61)

sobre sus textos periodísticos:

Su intuición de poeta le ofrece acceso a una comprensión privilegiada

del proceso histórico. Alarma ante la guerra que se viene, presagio de una

nueva derrota de una Francia que frívolamente repudia su condición de

primogénita de la Iglesia, desafío, en nombre de una Hispanoamérica a

El MODERNISMO Y EL INTELECTUAl COMO ARTISTA: RUBÉN DARía I 537

la vez india y latina, a Roosevelt, rudo representante de la otra América

bárbara y violenta, o -cuando la guerra finalmente estalla- invocación

a una América unida de Norte a Sur bajo el símbolo de la paz, lo que

Darío ofrece puede ser la traducción en verso sonoro de los editoriales

leídos esa mañana; esa operación dota a esos lugares comunes de unaverdad y una profundidad nuevas, y ello no solo a sus ojos, sino tam­

bién a los de su público.

Tiene mucho de cierto si subrayamos en ella el carácter inquisitivo de sus

artículos a partir de la perspectiva específica arriba anotada:

¿Qué es lo americano? ¿Qué es lo moderno? ¿Cómo encontrar la moder­

nidad? ¿Cuál es la función del arte? ¿Quiénes son los modernos? ¿Cuál

es el triunfo de Caliban? ¿Qué significa lo nuevo americano? ¿Qué repre­

senta el crepúsculo de España? (Daría, 1989:9).

Más ligadas al campo de las ideas, las crónicas que incluye en España con­

temporánea (1901) son ejemplo significativo de su actividad intelectual a

partir de 1898, cumplida ahora dentro de sus obligaciones de correspon­

sal, ya que es enviado a España por La Nación para dar cuenta de los efec­tos de la pérdida de las últimas colonias en América. Hay que tener pre­

sente aquí que escribió algunas de estas crónicas en un momento de fuerte

crisis, mientras se discute en París el tratado que legaliza la pérdida de lasúltimas colonias americanas, Cuba y Puerto Rico) además de Guan y Fili­

pinas, cerrado definitivamente el u de abril de ese año. Indudablemente,

es consciente de los cuidados que, corno extranjero, debe considerar para

intervenir en el debate que involucra a los hispanoamericanos, pues, corno

señala Tulio Halperin Donghi (1987: 84), España "debe definir de modonuevo su relación con el ultramar hispánico". Los fundamentos de su pos­

tulación de la unidad cultural latinoamericana, basada en la afirmación de

los lazos con España, y, por ella, con las naciones que se pensaban herede­

ras de la cultura latina, suponen vínculos en relación de igualdad. sin

tutelas lingüísticas, estéticas o culturales.Corno generalmente hace, acuerda o critica de modo franco y explícito,

refrendado por los coloquialismos, también preñado de alusiones y sim­

bologías clásicas o modernas, con fuerte recurrencia de voces y citas en len­gua extranjera -que sacan de quicio a los intelectuales más comprensivos-.

Buenos Aires le daba un asidero real en tanto destinataria de sus textos, a

pesar de que deja la ciudad a fines de 1898y si sólo vuelve circunstancial­

mente su presencia constante es sostenida por sus crónicas y sus libros. Pero

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538 I KISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA

su cosmopolitismo le brindaba siempre un territorio escriturario, nuevo,moderno, y amenazador para la pureza del castellano según un buennúmero de integrantes de las élites intelectuales y políticas criollas argen­tinas y de las españolas. Los denominará "patriotas del consonante" y aman­tes del "amor patrio gramatical': Además de su uso lexical libre, son muchoslos artículos dedicados a la defensa del español americano, como en estefragmento muy citado de España contemporánea (1901: 334):

Los glóbulos de sangre que llevamos, la lengua, los vínculos que nos unena los españoles no pueden realizar la fusión. Somos otros. Aun en lo inte­lectual, aun en la especialidad de la literatura, el sablazo de San Martíndesencuadernó un poco el diccionario, rompió un poco la gramática.Esto no quita que tendamos a la unidad en el espíritu de la raza.

Entiende que es preciso emprender como causa común revertir el desco­nocimiento en Europa tanto de España como de Hispanoamérica, seña­lado especialmente después de ]900, cuando se desvanece el espejismodel deseo de París, esa capital del arte donde ha ansiado vivir, como tan­tos extranjeros: "Yo he sido más apasionado y he escrito cosas más pari­sienses, antes de venir a París que durante el tiempo que he permanecidoen París. Yjamás pude encontrarme sino extranjero entre estas gentes" (LaNación, 21 de agosto de 1907). Comprueba que "el castellano y su litera­tura no cuentan, puede decirse, en el movimiento intelectual del mundo"(Darío, 1968: 1,165). Revertir esta ignorancia es propósito también de Mun­dial Magazine, revista dirigida por Darlo que publicó cuarenta números(1911-1914). Lujosamente editada, ilustran la portada y el interior conoci­dos pintores de la época. Colaboran un buen número de los hispanoame­ricanos contemporáneos a Darlo, y él mismo participa con crónicas, poe­mas y cuentos, algunos muy similares a otros yapublicados en La Nación.Se vendía en París, en España y en Hispanoamérica. Su actividad estaráligada continuamente a ese diálogo intercultural e intercontinental pro­piciado en sus textos tanto mediante el cruce de referencias a los mundosdiversos que busca relacionar como mediante su actuación en institucio­nes o por vínculos personales a ambos lados del Atlántico.

Las varias maneras utilizadas para referirse a la actualidad (crónica deviaje al mismo tiempo que información) se traman con análisis encami­nados a revisar sus convicciones, tanto como las de los intelectuales espa­ñoles de la denominada "generación del 98", convirtiendo a la crónica enun fragmento de la interpretación de problemas políticos y sociales gene­rales. Está presente en textos aparentemente guiados sólo por las obliga-

EL MODERNISMO Y EL INTELECTUAL COMO ARTISTA: RUBÉN DARíO I 539

ciones del corresponsal entendido en temas estéticos (la "salonografía",llama Daría a los comentarios sobre exposiciones de arte). En su visita alPalacio de la Exposición, los cuadros dan pie a su crítica a las guerras, unode los ejes vertebradores de España contemporánea y de muchos textos desus últimos años. Partiendo de las significaciones sociales que encierra laindiferencia del público y de los pintores por los temas, se ocupa de la gue­

rra en Cuba:

Entre todos los cuadros de esta exposición, fuera de una escena de hos­pital militar y ciertas sentimentales consecuencias de la campaña noparece que se supiese la historia reciente de la humillación y el des­cuartizamiento de la patria. Esto tiene más clara explicación. La guerrafue obra del gobierno. El pueblo no quería la guerra, pues no conside­raba las colonias sino como tierras de engorde para los protegidos delpresupuesto. La pérdida de ellas no tuvo honda repercusión en el sen­

timiento nacional {Darlo, 1901: 145)·

En buena medida, el éxito de sus textos reside en los asuntos escogidos paracada crónica, en las significaciones que extrae de las miradas estereotipa­das de lo español (el toreo, la España negra, ete.), en la singularidad de losmovimientos que organiza entre una y otra crónica. Calibra los modos deintroducir las cuestiones, corno puede verse en el constante comentarioacerca de la significación del cosmopolitismo y de la modernidad, en cuantoguías de la nueva colocación de España ante Europa y América, de la Amé­rica española ante España, apremiadas ambas por la relevancia, vivida comoespiritual y cultural, decididamente antagónica de lo anglosajón y, aquí,de la nueva potencia de los Estados Unidos. Tiene importancia ahora sunacionalidad nicaragüense y el fracaso, por rivalidades y disensiones, deuna unión centroamericana, a la que no deja de aludir, poniendo cadavez más énfasis en la amenaza que entraña el imperialismo norteameri­cano. Un ejemplo es "El fin de Nicaragua", extensa crónica informativapublicada en '9'2 en La Nación,"El triunfo de Calibán" (El Tiempo,20 demayo de 1898) y la aparición en 1901 de España contemporánea, muestrasde su intervención intelectual en torno de ese núcleo fuerte que constituye

la derrota de España en 1898 en elámbito hispanohablante.Privilegiacomo cuestión básica la modernización de España para enfren­

tar la crisis con una actitud muy distante de la magistral de José EnriqueRodó y del ámbito recoleto escogido en su Ariel (1900). En España contem­poránea y en Peregrinaciones, crónicas también reunidas en volumen en 1901,

Darlo expone sus ideas sobre los lazos entre España e Hispanoamérica,lazos

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540 I HISTORIA DE lOS INTELECTUAlES EN AMtRICA LATINA

que implicaban el reconocimiento en España de su condición de poetamoderno yjefedel primer movimiento literario hispanoamericano: "Elmovi­miento que en buena parte de las flamantes letras españolas me tocó ini­ciar, a pesar de mi condición de 'meteco',echada en cara de cuando en cuandopor escritores poco avisados [... ]",dice en "Dilucidaciones" (1977: 301).

Las operaciones para lograrlo activaron la relación con los escritoreshispanoamericanos ya instalados en España y con los que adhirieron ocompartían concepciones estéticas similares (Benavente, Valle Inclán,Salvador Rueda, Manuel y Antonio Machado), junto con los jóvenes queacababan de descubrirla, como Juan Ramón Iiménez. Daría publica tex­tos en la prensa y en revistas literarias, y reedita los dos libros de 1896-Pro­sasprofanas (1901) y Los raros (1905)-, los más urticantes para los escrito­res españoles consagrados, que atacan y se burlan del modernismo, y deDaría -uno de ellos, Leopoldo Alas (Clarín), en el Madrid Cómico-.

Evidente, su presencia en Madrid -y luego en París- afianza vínculosconcretos entre intelectuales hispanos e hispanoamericanos, que veían enambos centros la posibilidad de edición y de proyección amplia. Comien­zan aquí los años más significativos de su intervención en las concepcio­nes de la "Iatinoamericanidad" desde fines del siglo XIX, que construye apo­yada en nuevos lazos de solidaridad y unión, partiendo del respeto mutuo.Respeto bien visible en sus criterios de intelección, de sus cofradías iluso­rias o reales y de sus elecciones poéticas, que confirma, y en parte refor­mula, en los últimos años.

Varían también los temas y los tonos de sus artículos y sus crónicas,que seguirán singularizándose por el tratamiento de los "fait divers". Norenuncia a las trasposiciones de arte o a las posibilidades que la pintura yla escultura daban al tratamiento de la impresión y la composición, peroahora aparecen seducidas por las imágenes que provienen de la decoracióndel "art nouveau" de los prerrafaelitas, o de otras de los medios de comu­nicación masiva, como el cartel de propaganda o la ilustración yel diseñode las revistas modernas. En vez de impresiones hablará de "instantá­neas" y de "films"; en sus logrados "Film de París", como titula muchas cró­nicas a partir de 1910. Estas modalidades no responden sólo a obligacio­nes profesionales, ya que también sus textos poéticos buscan alcanzar unlectorado amplio y diverso -baste recordar los distintos niveles de signifi­cación que tienen poemas archirrepetidos, como "Sonatina"-r-, Escribemuchísimas crónicas de viaje, sin duda por requerimiento de La Nación,sistemáticamente reunidas en volúmenes que amplían su mirada haciatemas antes no abordados -sobre los armenios y los jóvenes turcos, la inmi­gración, el colonialismo inglés, sobre los gitanos españoles y, al mismo

EL MODERNISMO Y EL INTElECTUAl COMO ARTISTA: RUBÉN DARía I 541

tiempo, chismes y peculiaridades del mundo aristocrático y de la alta bur­guesía que también encontramos en otros cronistas hispanoamericanosde entonces-o Escribir tajes crónicas livianas e irónicas lo divierte, yesos

sectores lo fascinan. También lo fascina ese mundo marginal de artistas,de autores de canciones populares y el circo.

A partir de su residencia en Europa se acentúa la recurrencia a la argu­mentación, entre otras flexiones que estrechan las distancias con un dis­curso más intelectual, ligado a estos cambios en su pensamiento respectodel papel del poeta. El prólogo ya mencionado a El canto errante ironizacon la indiferencia de los poderosos hacia la poesía, "las más ilustres esco­petas dejan en paz a los cisnes", a pesar de que el desinterés por la litera­tura que palpa en ese presente ya sombrío lo encontrarnos en muchos poe­mas de Cantos de vida y esperanza, acentuados luego en Poemas de otoño(1910). Sigue por cierto afirmando la labor ya hecha, desafiando las críti­cas españolas: en 1905, como ya se dijo, reedita Los raros, que fomenta sufama de decadente afrancesado, libro que incluía además la necrológica deMartí, censurado por insurrecto en España.

Es éste, además, un momento de revisión de sus ideas sobre la literaturasocial, palpables en las notables necrológicas de Gorki y 201a, de 1902.Alreferirse a la novela La barraca, de Blasco Ibáñez, manifiesta, por ejemplo:"como a todos los pensadores contemporáneos, preocúpale el áspero pro­blema del hombre y de la tierra y está naturalmente con los de abajo, conlos oprimidos. [... ] Libros como éste no se hacen por puro culto al arte,sino que llevan hondos anhelos humanos" (Daría, 1901: 223). Al mismotiempo, a 10largo de las primeras década de 1900 son cada vez más sólidossus artículos de crítica literaria, como por ejemplo "José Martí, poeta" (LaNacion, 29 de mayo de 1913), sin dudas elmás valioso análisis cuando acabade aparecer ese año la edición de los inéditos Versos libres; o la dedicada a"Los hermanos Machado" (La Nación,15 de junio de 1909), entre muchosotros más centrados en la difusión de la literatura hispanoamericana.

Siempre desde su autoconfiguración del intelectual artista, del Poeta conmayúscula que no renuncia a representar, su última producción se deslizahacia la ironía, bien visible en su célebre "Epístola a la señora de Lugones",confesión de la condición del artista moderno que, sin embargo, se apoyaen los estatutos de la alta poesía, de la epístola clásica, desde Horacio hastala herencia del Siglo de Oro. En franca disidencia con otras perspectivasideológicas o estéticas, defendió las posibilidades de la palabra cuando nose la somete a estatutos ajenos a sí misma, fundado en significaciones delarga tradición que hacen del poeta una figura del conocimiento, presenteen innumerables ejemplos, especialmente en ese diálogo filosófico que es

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542 I HISTORIA DE lOS INTElECTUALES EN AMÉRICA LATINA

"El coloquio de los centauros" y en casi todos los incluidos en la segundaedición de Prosas profanas. Esta convicción se ensombrece más tarde enlas dudas de los nocturnos y en "Lo fatal" de Cantos de vida y esperanza,

pero siempre destacando la significación intelectual de sus textos. Melan­colía y pesimismo que no quiebran la invitación al canto de celebraciónante la enigmática belleza del mundo, que, como todos recordamos, expresa,entre otros, su poema "Filosofía", del mismo libro (1977: 276):

Saluda al sol, araña, no seas rencorosa,

Da tus gracias a Dios, oh sapo, pues que eres.El peludo cangrejo tiene espinas de rosay los moluscos reminiscencias de mujeres.Sabed ser lo que sois, enigmas siendo formas;dejad la responsabilidad a las Normas,que a su vez la enviarán al Todopoderoso ...(Toca, grillo, a la luz de la luna; y dance el oso.)

Estas últimas cuestiones singularizan y complejizan el itinerario intelec­tual dariano, caracterizado en buena parte de su recorrido por tomas fir­mes de distancia entre una y otra condición -poeta (artista) e intelectual-,lo que justamente vuelve importante el cruce, si no se cercenan en conte­nidos y conductas las contaminaciones entre ambos discursos yambas con­figuraciones, a las que no parece renunciar.

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Camino a la meca: escritoreshispanoamericanos en París(1900-1920)Beatriz Colombi

Entre el 1900 Yla Primera Guerra un contingente de escritores hispanoa­mericanos convergió en París conformando una colonia estable, que habríade engrosar sus filas y modificar su perfil a lo largo de las tres primerasdécadas del siglo. Si bien existen numerosos antecedentes de viajes y exi­lios letrados en la centuria precedente, esta migración constituye el primeringreso masivo de la inteligencia hispanoamericana en un concierto inter­nacional. Los motivos de la diáspora fueron de diverso orden, algunosllegaron por elección voluntaria, otros arrastrados por la expatriación, lagran mayoría en búsqueda de un espacio que alojaba la promesa de triunfoy de reconocimiento. Un rasgo distintivo de la cultura de fin de siglo fuesu carácter cosmopolita y metropolitano, lo que propició la intensa movi­lidad de los creadores de todo elmundo hacia las grandes capitales; el hechoafectó de modo particular a los latinoamericanos, procedentes de socieda­

des que experimentaban una relativa prosperidad pero que estaban reza­gadas en términos del desarrollo de un mercado moderno. La nuevademanda de especialización y la urgencia de inserción en el presente favo­recieron el desplazamiento de diferentes sectores de profesionales, diplo­máticos, secretarios, corresponsales y cronistas, traductores, educadores,estudiantes y escritores. El cambio de escenario fue visto como el carninamás expeditivo hacia la profesionalización y el encuentro de condicionesmás favorables para desplegar sus proyectos.

El grupo inicial se instaló entre dos ciudades donde concentraron susactividades y operaciones: París y Madrid. En este eje intelectual (Ugarte,1951) se proclamaron como una nueva élite representativa del continenteamericano. Pero la significación de estos dos polos no fue la misma: mien­tras que Madrid fue vista como puerta de ingreso a Europa, la meta de lle­gada siempre fue París. El imaginario en torno de esta ciudad la convertíaen una verdadera meca del peregrinaje artístico, y su centralidad fue indis-

CAMINO A LA MECA: ESCRITORES HISPANOAMERICANOS EN PARís I 545

cutida para los contemporáneos, condición que Walter Benjamín expresóal definirla con el sintético epíteto "ciudad capital del siglo XIX" y que,más recientemente, Pascale Casanova (2001) puso de relieve al señalar sufunción en aquella época de epicentro de la República Mundial de las Letras.Para los latinoamericanos, París tuvo connotaciones aun más viscerales quecomprometían sueños y deseos postergados por generaciones y que setornaban imperativos para las nuevas promociones. Fue varias veces refe­rida como "la patria espiritual" y arbiterdel gusto, del pensamiento y de lamoda. Y fue, sobre todo, el más importante mercado de bienes simbólicosde ese momento. Alcides Arguedas (1879-1946), integrante del enclave de1900, sostiene en sus memorias que al individuo que se distingue en París-sea poeta, filósofo, artista, inventor, sportman o bandido- se le abre

un vasto campo de actividad, "un mercado" en términos corrientes, cuyademanda puede producirle un casi repentino cambio en las condicio­nes de su vida material. Algo más obtiene todavía quien triunfe en París,según la concepción romántica: se ve rodeado de prestigio, cobra famamundial, goza de preeminencia, recihe el homenaje de los mejores yentra a gozar de todos los bienes morales y materiales acordados en

recompensa a los privilegiados (Arguedas, 1959: 692 ) .

Así,obtener validación en ese circuito fue la motivación principal que con­

dujo a la confluencia parisina.Podría pensarse que la utopía perseguida era la de establecer una ciu­

dad letrada extraterritorial, lejos de las acometidas de la ciudad real y desus transacciones. En un gesto de máxima autonomía, muchos de estosactores pretendieron independizarse de los condicionamientos políticos,estéticos y lingüísticos, provinciales y nacionales, para incorporarse a lasreglas del arte parisinas, siempre de difícil aprendizaje. Aspiraron a reco­nocerse en otro universo donde las leyes, las prácticas y los valores leseran ajenos, cuando no desconocidos, y,casi siempre) hostiles. No obstante,

la escena exterior facilitó la adquisición de nuevos lenguajes y competen­cias y les permitió proyectarse como apropiadores, traductores y media­dores de normas y paradigmas metropolitanos. Las pautas de sociabili­dad letrada así como las elecciones de todo orden fraguadas en el laboratorioparisino se ofrecieron como modelos modernos y deseables para los espa­

cios nacionales de procedencia.La situación de exterioridad favoreció la definición de relatos suprana­

cionales, como el latínoamericanismo, el hispanoamericanismo o el ibe­roamericanismo, en el marco de pactos nuevos y necesarios resultantes del

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avance del imperialismo y de la urgencia por fundar narraciones de auto­nomía incluyentes y al mismo tiempo homogeneizadoras del subconti­nente. La prédica de estos discursos asumió un carácter generalizado entrelos emigrados, en consonancia con los nuevos roles del escritor quecomienza a intervenir en los asuntos públicos en nombre de los valoresinsoslayables de una cultura. Si bien el antiimperialismo fue el horizontecomún para todos, la primera congregación parisina estuvo lejos de serhomogénea en términos ideológicos; en efecto, en ella circularon posicio­nes críticas del cesarismo o afines a los gobiernos fuertes, proclives al nacio­nalismo o defensoras de la democracia y el socialismo. En la posguerra,este relato Íatinoamer-icanista, proyectado casi hiperbólicamente y some­tido a una infatuación por exceso en el período previo, perdió su énfasiso recibió revisiones críticas que lo moderaron notablemente, y su lugar fuecapitalizado por las adhesiones a otras causas, como la Revolución Rusa ola Guerra Civil Española.

En términos estéticos, tampoco primó la concordia. La polémica entreexotistas y americanistas, hispanistas y latinistas, cobró nuevo impulso, yla estadía parisina promovió en lasprimeras décadas del siglo xx una vuelta

temática hacia América, con proyecciones de un modernismo residual eincorporaciones de propuestas emergentes como el arte de vanguardia.La migración también produjo un doble movimiento con referencia a losusos lingüísticos, ya que la necesidad de hacer circular los textos competi­tivamente en el ámbito periodístico y literario francés impuso el bilin­güismo, y muchos apuntaron a las ventajas de una diglosia que garantizabala llegada a un público diverso a un lado y otro del Atlántico. La adopcióndel francés Como lengua literaria fue común entre varios residentes, comoFrancisco Contreras, Francisco García Calderón o Vicente Huidobro, quealternaron uno y otro código en sus escritos; en algunas oportunidades, elescaso prestigio del castellano llevó a la opción definitiva por el francés,como es el caso del cubano Armand Godoy. Al mismo tiempo, se produjola revalorización de los matices regionales y nacionales del idioma, dandocomienzo a la incorporación de estos registros en la lengua literaria.

La integración al contexto fue relativa o escasa y la colonia funcionómuchas veces como ghetto. En los testimonios, las cartas y las memoriasabundan los lamentos de extranjería y el sentimiento de saberse intrusosen París. Gonzalo Zaldumbide, escritor y diplomático ecuatoriano asen­tado en Europa por largos años, señaló en "Vicisitudes del descastamiento"(1914) que, dada su marginalidad, el escritor latinoamericano recoge tansólo los ecos del pensamiento contemporáneo, pero si converge en el cenotro de la irradiación del mismo, se ve condenado a la soledad, la exclusión

CAMINO A LA MECA' ESCRITORES HISPANOAMERICANOS EN PARls I 547

y la pérdida de toda raigambre, de modo que siempre "flota ansioso entredos mundos". La inestabilidad y la transitoriedad fueron la marca distin­tiva de esta experiencia, aun para aquellos que fijaron su destino de mododefinitivo en el viejo continente.

LA CONFORMACIÓN DE LA COLONIA, LOS OFICIOS

Manuel Ugarte (1875-1951) llamó al contingente que se integró en París en1900 la "generación viajera"y recuperó estos años en varios libros -El dolorde escribir (Confidencias y recuerdos) (1933), Escritores iberoamericanos del900 (1941) YEl naufragio de los argonautas (1951)- en los que la evocación

personal corre pareja con la justificación grupal. En estas memorias argu­mentó que, lejos de cualquier especulación en sentido contrario, la emi­gración había sido productiva ya que esta generación "dio su mejor frutoen elextranjero", apartada de la sofocante atmósfera intelectual americana.Lo cierto es que el enclave europeo posibilitó que las historias individua­les se entrecruzasen en una trama común, al mismo tiempo que la pers­pectiva nacional cedió terreno a una percepción continental de los proble­mas que aquejaban al conjunto. El primer grupo con relaciones másconstantes estuvo formado por Rubén Darío, Amado Nervo, Enrique GómezCarrillo, José Santos Chocano, José María Vargas Vila, Francisco Contre­ras, Rufino Blanco Pombona, Alcides Arguedas, Hugo Barbagelata.Alejan­dro Sux, Francisco y Ventura García Calderón, Joaquín Edwards Bello,Manuel Ugarte. Según este último, los rasgos comunes fueron la expa­triación voluntaria por razones políticas o por incompatibilidades de dis­tinto orden con el medio de origen, la fidelidad hacia los precursoresamericanistas, la búsqueda de una literatura nueva y propia, la necesidadde profesionalización, la defensa de un programa continental, la concien­cia antiimpenalista y la intervención pública en los sucesos de la época.Estos puntos resumen en buena medida un perfil al que las distintas silue­tas se ajustan. De acuerdo con el balance de Ugarte, pese a las conquistasy a los logros alcanzados, muchos sufrieron el desprestigio debido a laausencia en sus respectivos países, o bien padecieron un desenlace pre­maturo o trágico. Rubén Darío murió en estado de gran deterioro pese asu edad, Francisco García Calderón terminó sus días en un hospicio enLima, Francisco Contreras combatió la tuberculosis en la estrechez pari­sina, y el mismo Ugarte, presumiblemente, se suicidó en Niza. Este relatode una suerte de generación malograda recorre usualmente las memorias

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de otros testigos de la época y construye, como en el caso de Ugarte, unaépica trágica del grupo, que redunda, previsiblemente, en la justificaciónde estas trayectorias desviadas de su destino nacional.

Otros nombres de migrantes temporarios o visitantes ocasionales se vansumando al primer grupo hasta la Primera Guerra. Los argentinos Ángelde Estrada, Ricardo Güiraldcs, Enrique Larreta, Juan Pablo Echagüe, Euge­nio Díaz Romero, Martín Aldao y Leopoldo Lugones, los venezolanosManuel Diez Rodríguez, Pedro César Dominici y César Zumeta, el boli­viano Franz Tamayo, la chilena Gabriela Mistral, los colombianos Gui­llermo Valencia y Pedro Emilio Coll, el ecuatoriano Gonzalo Zaldum­bide, los mexicanos Luis Urbina,Alfonso Reyesy José Juan Tablada. Entrelos más reconocidos artistas plásticos, Diego Rivera,Ángel Zárraga y el Dr.Atl (Gerardo Murillo) de México, el venezolano Tito Salas, y en la pos~

guerra el uruguayo Pedro Figari y la brasileña Tarsila do Amaral. Peroesta enumeración es apenas aproximativa a la gran cantidad de nombresque se congregan en distintos momentos y que conforman un elenco sor­prendente por su amplitud y relevancia.

La comunidad parisina prolongó las prácticas de la bohemia, como unamarca residual decimonónica, pero incorporó rápidamente todos los ritua­lesde la moderna sociabilidad letrada: empresas editoriales, prólogos, silue­tas, homenajes, banquetes, salones y el imprescindible café literario. En elcomienzo del siglo frecuentan el ambiente literario de los cafés -dondepueden encontrar a Iean Moréas o Catulle Mendes- como Napolitain, Cali­saya,Soufjlet, Vachette, Café d'Harcourt, así corno los restaurantes y salo­nes, el mentado Bullierdel Barrio Latino, o los cenáculos en Montparnasse,como el que convoca Paul Fort en el café Claserie des Lilas, muy concurridopor los hispanoamericanos. En los años veinte, el centro se desplaza deci­didamente hacia los cafés de Montparnasse: Le Dome, la Coupole, Régencey LaRotonde,lugar de cita del círculo de Maurice Maeterlinck y del círculodadaísta de Tristan Tzara, Max Iacob y Pierre Reverdy,del que también sonasistentes asiduos César Vallejo y Vicente Huidobro.

El intercambio epistolar entre los residentes parisinos, consistente encartas o en rápidas esquelas, revela un vínculo continuo a través de invi­taciones a encuentros informarles, conferencias, pedidos de prólogos, rese­fías, recomendaciones, intermediaciones ante editores, así como el inter­

cambio de textos breves para el periódico, sobre todo notas, ficciones,poesía y crónicas de viaje. Las cartas recibidas desde América solicitan alos escritores asentados en París encargos de todo orden, desde encon­trar destino para sus manuscritos, hasta una bibliográfica que puede apor­tar promoción, como la carta de presentación y la escueta biografía con

[AMINO A lA MECA· ESCRITORES HISPANOAMERICANOS EN PARII 1 549

que José Enrique Rodó acompaña su envío de Ariel a Manuel Ugarte en1900. En estos contactos se establecen afinidades electivas que propicia­rán la emergencia de simpatías, propósitos comunes y nuevas afiliacio­nes. En sus memorias, Alcides Arguedas anota que la "peña intelectual"de los comienzos deviene luego una sociedad letrada con instituciones y

prácticas específicas:

Pero no es sólo en torno a la mesa de los restaurantes que se afirmanlas relaciones. Las salas de redacción se abren también. Primero es Mun­

dial; luego La Revista de Américae Hispania,de Londres, sin contar losmuchos periódicos diarios del continente que solicitan nuestra cola­

boración (Arguedas, 1959: 644)·

Laseditoriales francesas corno Garnier Hermanos, Editorial Viuda de Bou­ret, Pau} Ollendorff, E. Flammarion y Michaud, inauguran colecciones paralos libros hispanoamericanos que tenían un mercado garantizado en Españayen América Latina (Villegas.jose). Los editores abren sus puertas a lostraductores del castellano, otra fuente de trabajo importante para estosescritores. Este movimiento editorial se vio favorecido por el nuevo inte­rés estratégico cultural de Francia hacia los países latinos, que se incre­mentó después de la guerra, y que se manifestó en la creación de institu­ciones promotoras de reuniones, conferencias, banquetes y publicaciones,tales como elComité France-Amérique (1909) Yla Association París-Amé­

rique Latine (1925). En la posguerra se crea el Institut d'Études Hispani­ques en la Sorbona y su revista Hispania (1918),bajo la dirección de ErnestMartinenche, un activo gestor de propuestas culturales que incorporan a

los hispanoamericanos (Patout, 1988).Algunos escritores, como Amado Ncrvo, Enrique Larreta, Francisco y

Ventura Garda Calderón, A1cides Arguedas, Gonzalo Zaldumbide, AlfonsoReyes,ocupan cargos en las legaciones diplomáticas -lo que César Vallejollamó la "esfera oficial" de los escritores en París-, una actividad que limita

su autonomía y los compromete con un mundo de boato y figuración, usu­fructuado pero también padecido y criticado por estos mismos actores.Es asimismo notable como aun aquellos distantes de cualquier cargo con­sular asumen el rol de embajadores culturales, aspirando a ejercer delega­ciones simbólicas de comunidades nacionales, más allá de los gobiernosde turno. Con todo, fue el periodismo la actividad más corriente y, muchasveces, el motivo del traslado a Europa para hacerse cargo de la correspon­salía para diarios americanos y españoles. En la Exposición Internacionalde París de 1900 convergen Rubén Dario, Amado Nervo, Manuel Ugarte y

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Gómez Carrillo, convocados para cubrir el evento cumbre del giro delnuevo siglo, donde se dan cita el progreso científico, tecnológico, bélico,y,especialmente, la indiscriminada autocelebración de la expansión colo­nial por parte de las potencias europeas, según la óptica crítica sobre esteacontecimiento, como puede leerse en Peregrinaciones (1901) de Daría oen Crónicas de Bulevar (1902) de Ugarte.

Los diarios americanos reclamaban la crónica parisina, y los escritorescultivaron el género pues veían en él tanto la posibilidad de subsistencia,como un nicho periodístico que no interfería con los objetivos literariossino que, por elcontrario, les permitía luego volver al circuito letrado a par­tir de la recopilación de estos textos en libros -corno Frívolamente... (sen­saciones parisienses) (1909), de Ventura Garda Calderón, uno de los másreconocidos entre tantos otros- precedidos del imprescindible prólogo dealguna firma de fuste. Con una prosa más flexible que profunda, la cró­nica no intenta competir con la noticia y alimenta el imaginario de un Parísdeseado, enigmático y excitante, con la promesa de éxito literario y tam­

bién de experiencias nuevas, contadas desde una plataforma privilegiada:la terraza de algún café en el bulevar. Muchos de estos textos cultivaronese "complejo de París" que Pedro Salinas definió como una relación pul­sional e inexcusable de los artistas con la ciudad: "Esa atracción, compuestade múltiples y variados resplandores, que París ha estado ejerciendo más deun siglo, sobre las mocedades de millares de artistas, desde Rusia a la Argen­tina" (Salinas, 1957: 32). Este relato parisino pautado sobre temas funda­dos por las fisiologías del siglo XIX se desplaza desde el deslumbramientohasta el tópico inverso, la decepción de París, produciendo en las primerasdécadas del siglo una nueva narración desmitificadora de la centralidadparisina y que, poco a poco, empañará el fetichismo metropolitano.

Enrique Gómez Carrillo (1873-1927), el más famoso entre los cronistas,fue investido como el príncipe del oficio. Llegado a París en 1891 por con­sejo de Darfo, establece pronto contacto con escritores franceses, se haceun nombre en la prensa e ingresa en la prestigiosa editorial Garnier. Porsu antecedencia en el terreno y también por su indiscutible habilidadpara las relaciones sociales, Gómez Carrillo ofició como puente de accesoa las editoriales y al periodismo, y también como intermediario en la socia­bilidad del café, lugar donde introduce a los hispanoamericanos recién lle­gados ante los escritores de fama. Junto a la crónica, género de máximademanda, surge la interview, nueva modalidad que se impone en los medios.Juan José de Souza Reilly, considerado como el rey de los reporters, esenviado por el magazine Caras y Caretas de Buenos Aires para entrevistara notables, "de monarcas a lustrabotas", perfeccionando el arte que Gómez

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Carrillo aplica al mundo literario. El réquiem de la crónica coincide conel inicio de la Primera Guerra, momento en que se produce una primeraretirada del escenario europeo. Si bien hacia la década de 1920 la crónicaparisina deja paso al artículo más sesudo o a la nota de actualidad, la acti­vidad en el periodismo siguió siendo la principal vía de ingreso a París yla fuente de trabajo y profesionalización más segura para los nuevos resi­dentes, como César Vallejo, Miguel Ángel Asturias o León Pacheco.

Algunos de estos escritores se abocaron a la literatura de ideas, en nota­ble desarrollo a partir de la progresiva institucionalización en las socieda­des americanas de disciplinas tales como la filosofía, la sociología, la histo­ria, la etnografía, el psicoanálisis o la literatura. Desplegaron así una obrade divulgación del pensamiento europeo y americano y,al mismo tiempo,elaboraron teorías interpretativas del continente. Dos figuras se destacanen este sentido: Manuel Ugarte y Francisco García Calderón. Manuel Ugartefue uno de los primeros en fijar su domicilio en París, donde trabaja comocorresponsal de la prensa americana y española y llevaadelante una medianatrayectoria literaria, aunque se destaca fundamentalmente por su militan­cia y prédica contra los imperios. Advierte -como otros hispanoamerica­nos: José Ingenieros, César Zurneta, José María VargasVila o Rufino BlancoFombona-la rivalidad existente entre los países más poderosos por la hege­monía sobre los dominios coloniales y emprende una persistente cam­paña contra el expansionismo norteamericano. Desde "El peligro yanqui"(1901), primera nota dedicada al tema, sostiene la complicidad entre capi­talismo e imperialismo, que comenzaba a visualizarse a comienzos del sigloxx. En La patria grande (1922) reúne sus propuestas principales, que con­sisten en la crítica a la doctrina Monroe, la denuncia de la política exteriorde los Estados Unidos y la refutación de la tesis positivista sobre las razasinferiores que era funcional a las agresiones y a las invasiones en AméricaLatina. Pero más que un ideólogo, Manuel Ugarte es un formador de opi­nión que acude a nuevas formas de intervención y propagación de sus ideascomo la carta abierta, la gira continental y la conferencia en recintos uni­versitarios. Así emprende un tour continental en lo que llama su "campañalatinoamericana", y en 1912 recorre las principales capitales del continentepara llevar su mensaje ante grandes auditorios de universitarios y trabaja­dores, para lo cual cuenta con el prestigio que le da su base parisina.

El peruano Francisco García Calderón (1883-1953), considerado discí­pulo y continuador de José Enrique Rodó, fue visto como una de las vocesmás sólidas de la intelectualidad en elextranjero. Instalado en París en 1906,

reside en esa ciudad por más de cuatro décadas. Su trayectoria vital es simi­lar a la de Manuel Ugarte en varios aspectos: alta extracción social, migra-

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552 I HISTORIA OE lOS INTELECTUAlES " AM~RICA lATINA

ción voluntaria a Europa, desempeño en la diplomacia, antiimperialisrnoy una temprana consagración parisina seguida del olvido y clausurada porun desenlace penoso. Sus dos ensayos americanistas publicados en París,Lesdémocraties latinesde l'Amérique (1912) y La creación de un continente(1914), revelan la adopción de nuevas herramientas de análisis histórico,social y psicológico. Lesdémocratíes latinesde l'Amérique-título que aludea Tocqueville, con quien fue comparado- se publicó en francés y tienepor objeto dar a conocer al mundo una versión moderna y positiva de estas

nuevas sociedades. En este trabajo pondera las fuerzas sociales más diná­

micas, los criollos y los mestizos, responsables respectivamente de los dosmomentos cruciales en la historia del continente: la independencia y larepública. Con una perspectiva histórica revisionista respecto de los hom­bres fuertes de la tradición americana, es favorable a los caudillos pacifi­cadores y propone asimismo, como contrapeso a los excesos del naciona­lismo y en prevención del expansionismo, la formación de confederacionesde naciones afines por sobre la utopía bolivariana de unidad continental. Enel siguiente libro, Lacreación de un continente,analiza un tema central paralos debates de la hora; la inserción de América Latina en el mundo a par­tir de tres grandes conglomerados culturales -panamericanismo, panibe­rismo y panlatinismo-, argumentando en favor de un alineamiento bajoeste último rótulo.

García Calderón se ubica en elcontingente de los nuevos sociólogos fini­seculares, algunos profesionales, otros amateurs -como Francisco Bulnes,

JoséEnrique Rodó, José Ingenieros, JoséMaría Ramos Mejía, César Zumeta,Manuel Ugarte. Rufino Blanco Fombona, Manuel Oliveira Lima y OctavioBunge-. Dentro del colectivo parisino, se desempeña claramente corno eldivulgador de las nuevas corrientes filosóficas -"Las corrientes filosóficasen América Latina" (1908)- introduciendo categorías que darán aire notan sólo a sus escritos, sino también al ensayismo latinoamericano de lasprimeras décadas del siglo.Así,adopta de Gabriel Tarde eloptimismo haciael porvenir latino -enjuiciado corno decadente por las corrientes positi­vistas- y la ley de la imitación, que, trasladada a las condiciones america­nas, autoriza a pensar que la imitación, el entrecruzamiento, la combina­ción y la transmutación de los modelos llevarán a la originalidad ya lainvención propiamente americanas. Por otra parte, el conocimiento deWilliam James, Henri Bergson y Émile Boutroux, a quienes lee, entrevista,frecuenta y difunde en textos recopilados en Hombres e ideas de nuestrotiempo (1907), Profesores de idealismo (1909), Ideologías (1917), lo familiariza

con los conceptos de pluralismo, perspectivismo, intuición, relativismo,contingencia, síntesis y armonía. Abre de este modo una nueva biblioteca

CAMINO ti LA MECA ESCRITORES HISPANOAMERICANOS EN PARls I 553

del pensamiento idealista que da a conocer en artículos publicados en Larevista de América,que dirige en París, y en los medios americanos, comoElFígaro de La Habana, La Nación de Buenos Aires y El Comercio de Lima.

EL ESPACIO LITERARIO

En términos de liderazgo literario, Rubén Daría (1867-1916) fue durantemucho tiempo la personalidad más reconocida de la colonia parisina. Habíaalcanzado el lugar más encumbrado que un escritor americano podía ambi­cionar y era la figura que mejor encarnaba la tan ansiada condición deartista, lo que llevó a Ventura García Calderón a señalar que con Daría y

por primera vez en América Latina un poeta se proponía no ser nada másque un poeta. La unánime admiración por Daría -no exenta de polémi­cas y distanciamientos, como los que mantuvo en estos años con RutinaBlancoFombona y con Manuel Ugarte,críticos rigurosos del primer moder­nismo- servía de desagravio frente a la ignorancia del ambiente parisinorespecto del poeta nicaragüense. Daría, que frecuentaba exclusivamente alos hispanoamericanos, ofreció una de las respuestas más extremas a lasituación del desarraigado: la reclusión y el gueto. Pese a esta circunstan­cia, y a su personalidad naturalmente retraída, lideró una red moder­nista-esteticista que nucleó a los escritores canonizados y a las nuevas pro­mociones del movimiento, a quienes apoyó con presentaciones y prólogosdecisivos para su ingreso en el mundo literario. Todo recién llegado debíacumplir el ritual de su visita, como un nuevo acólito en busca de la dis­pensa del oficiante, quien a menudo actuaba como guía por los lugaresmíticos de la ciudad. Sus crónicas y correspondencia están plagadas de estostestimonios, así como del progresivo desengaño parisino que empaña sujuvenil entusiasmo de los años chilenos. Con el paso del tiempo, los nue­vos residentes ponen distancia del entorno más estrechamente dariano.Así, en una carta a Pedro Henríquez Ureña. Alfonso Reyes confiesa que semantiene al margen de la "repugnante" Mundial, dirigida por Daría, yque se resistió a visitar al poeta en su primera estadía en la ciudad. Des­pués de la guerra y con la muerte de Daría, ningún otro escritor ocupó esteespacio, y el liderazgo se atomizó en los distintos recintos y esferas de laactividad capitalina. Solamente Ventura García Calderón cultivó una acti­tud protectora hacia los nuevos. "No hay muchacho de América -poeta,pintor, músico- que al llegar a París no busque el ala de Ventura", es el tes­

timonio que da en 1923 el joven ingresante César Vallejo.

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554 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA

Frente a la debilidad de una cultura que aún no alcanzaba su personeríaen el mundo de las letras, la tarea de estos escritores fue ingente. Definie­ron un objeto que sólo se reconocería como disciplina universitaria, campode investigación y mercado de circulación de obras en el siglo que se ini­ciaba: la literatura hispanoamericana. De este modo, dispusieron nuevosparámetros de valoración de un capital cultural desconocido y en forma­ción para sus propios practicantes. Sidestinaron una gran cantidad de librosa la divulgación de la literatura universal, como el pionero Los raros (1896)de Daría, Literatura extranjera, estudios cosmopolitas (1894), de EnriqueGómez Carrillo, o Los modernos (1909), de Francisco Contreras, compila­ciones que daban a conocer a los nuevos escritores europeos, también pro­movieron las letras latinoamericanas con variadas iniciativas. Y en ello lacrítica ejercida desde París tuvo un papel fundamental, ya que consagrabaa los jóvenes, tanto a los modernistas tardíos corno a los nuevos novelistasy a los escritores de la vanguardia, provenientes de distintas experienciasestéticas y generacionales. Varios libros se encargan de dar a conocer unpanorama de los escritores latinoamericanos desde la primera década delsiglo, como Lajovenliteratura hispanoamericana, antología deprosistas y poe­tas (1906), de Manuel Ugarte, Letras y letrados de Hispano-América (1908),

de Rufino Blanco Fombona, Lajuventud intelectual de laAméricaHispana(1911), de Alejandro Sux, y Lesécrivains contemporains de l'Amériqueespag­nole (1920), de Francisco Contreras, selecciones que solían generar polémi­cas por exclusiones o celos literarios entre los asentados en París y los escri­tores de los respectivos campos nacionales. Ventura García Calderón publicaen París en 1938 la Biblioteca de la cultura peruana, una antología en trecevolúmenes que, con algunas notorias omisiones, difunde la literatura peruanadesde la conquista hasta el presente. El trabajo de afirmación y delimitaciónde una literatura propia fue fundamental, pese a los olvidos y a las falsasapreciaciones que la distancia y las discordias impusieron a esta empresa.

En este terreno, merece particular atención la columna de "Letras his­panoamericanas" de la revista Mercure de Prance, una de las publicacio­nes más prestigiosas de las letras francesas de su tiempo. La sección, des­tinada a la producción del continente, fue creada en 1897 por Remy deGourmont y estuvo a cargo sucesivamente de Pedro Emilio Coll, EugenioDíaz Romero y, durante más de veinte años, del chileno Francisco Con­treras (1877~1933). Contreras llega en 1905 a París, donde lo une una granamistad con Darfo, al punto que es considerado su discípulo, y escribe unade las biografías más completas sobre el nicaragüense en 1930. Su patrimo­nio personal, como en el caso de otros latinoamericanos (Manuel Ugarte,Francisco y Ventura García Calderón), le permite solventar los primeros

CAMINO A LA MECA: ESCRITORES r1ISPANOAMERICANOS fN PARís I 555

pasos de esta aventura. Pero luego, el acceso a la sección crítica del Mer­curede France lo identifica como la pluma más autorizada de la crítica lati­noamericana en París, y sus notas son reproducidas en publicaciones detoda América Latina, como Nosotros y Carasy Caretas (Argentina), Zig­Zag (Chile), Cuba contemporánea (Cuba), Revista de Revistas (México),estableciendo así un doble circuito de consagración de los autores tanto en

el ámbito parisino como en el continental.En París se dirimen polémicas que ya tenían su antecedente en el espa­

cio americano. Desde luego, la tensión entre el modernismo, en su primeraversión decadentista, y el arte social alcanza aquí su clímax. La corrientemás constante en el primer enclave de escritores es la reconciliación conlas raíces culturales hispánicas, nueva orientación resultante de la debacleespañola tras la guerra de Cuba (1898) y la política panamericanista de losEstados Unidos, ejemplo de lo cual es Cantos de vida y esperanza (1906),

de Rubén Daría. Pero otra rivalidad cultural se instala en e! campo: entre

hispanismo y latinismo. Migue! de Unamuno, e! agente más relevante delpanhispanismo, le dio voz al reclamo español ante la hegemonía francesa,manteniendo lazos estrechos con los hispanoamericanos a través de corres­pondencias, encuentros, y también desencuentros, como la relación tensaque siempre mantuvo con Rubén Darío. Las posiciones de Unamuno sonrefutadas por Valéry Larbaud en El Nuevo Mercurio de abril de 1907, enun artículo titulado "La influencia francesa en las literaturas de lengua cas­tellana". Para Larbaud, tal influencia estaba sobredimensionada ya quelos escritores españoles y americanos eran desde luego originales, y pro­pone que debe primar en las letras, más que este tipo de debates, un sen­tido de universalidad. Valéry Larbaud sostiene un criterio internacionalpara las letras, contrapuesto al nacionalismo literario de otros intelectua­les franceses como Maurice Barres o Charles Maurras. Pero, al mismo

tiempo, aconseja a los jóvenes escritores latinoamericanos:

Yoles diría de buen grado que, en efecto, es deseable frecuentar lo másdistinguido de París y esa élite es sobre todo la de las letras, sin dudaalguna. Pero ya que ellos también piensan un poco en su público, noles pedimos poemas del Barrio Latino ni notas que dejen comprenderque han sido escritas en la terraza de un café a la moda del bulevar.Exigimos de ellos las visiones de villas tropicales, blancas y voluptuo­sas ciudades de las Antillas, villas de conventos en elcorazón de los Andesnegros, las verdegueantes perspectivas de avenidas acariciadas por ráfa­gas de aire tibio de México y Buenos Aires; la vida de estancieros y gau­chos, una bella silueta de vaquero de las provincias fronterizas de la

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556 I HISTORIA OE LOS INTElECTUALES EN AMÉRICA LATINA

República Argentina, y por lo tanto, el espectáculo de la naturaleza, la

nota exótica, la tristeza, la melancolía y asimismo el tedio que se des­prende de ciertos paisajes andinos.

La cita expresa la expectativa de representación de lo americano que sub­

yace a la perspectiva metropolitana, siempre asociada al exotismo, aun en

aquellos actores que postularon como ideal una comunidad universal delas letras, como es el caso.

El reclamo por un poeta que encarne al Whitman sudamericano, for­

mulado tanto por José Enrique Rodó como por Paul Groussac al Darío

de Prosas profanas,encuentra eco en Alma América,de! peruano José San­tos Chocano, proyectado en el ámbito parisino como ejemplo de una nueva

sensibilidad americana, notoriamente pomposa y fatua. Se hace visible la

consigna de una estética posmodernista que es llamada tanto america­nismo (Rufino Blanco Fombona) como mundonovismo (Francisco Con­

treras). Este último publica en 1917 en el Mercure de France el artículo "Lemondonovisme", donde sostiene:

El movimiento que triunfa hoy en las letras hispanoamericanas, elMun­

donovismo, viene a adaptar a nuestro espíritu y a nuestro medio las ver­

daderas conquistas realizadas por e! movimiento anterior, el Moder­

nismo. No se trata naturalmente, de instaurar un arte local o siquiera

nacional, siempre limitado, sino de interpretar esas grandes sugestiones

de la raza, de la tierra o del ambiente que animan todas las literaturassuperiores, sugestiones que lejos de anular la universalidad primordial

en toda la creación artística verdadera, la refuerzan diferenciándola. Se

trata sencillamente de crear el arte del Mundo Nuevo, quiero decir, dela tierra joven y del porvenir.

Ubica en esta tendencia a Enrique GonzáIcz Martínez (México), a Baldo­

mero Fernández Moreno y Ricardo Güiraldes (Argentina) ya José Eguren

(Perú). Pero para Contreras el mundonovismo pretende ir más allá de lo

meramente temático y, por ello, releva en estos autores el "efecto de sor­

presa" que Apollinaire reclamaba para el arte moderno, o los procedimien­tos de extrañeza, disonancia e irritación propios de un arte vanguardista.

Luego, en l'esprít de I'Amérique (1931) identifica una nueva generación de

p~osistas, Manuel Gálvez, Pedro Prado, Alcides Arguedas y el avant-gardeRICardo Güiraldes, quienes, más allá de sus procedimientos de escritura,

buscan en sus países la inspiración y la materia de sus creaciones. Las letras

asumen, en la óptica del crítico chileno, un rol fundamental en la afirma-

CAMINO A LA MeCA. ESCRITORES HISPANOAMERICANOS EN PARís I 557

ción de la personalidad continental. De este modo, la ficción autóctona seimpone en las producciones parisinas: Alcides Arguedas publica Raza de

bronce (1919), Ventura Carda Calderón incursiona en elcuento indigenista

con La venganza del cóndor (1924), y el propio Francisco Contreras lohace con Elpueblo maravilloso (1927).

El progresivo imperio del americanismo fue más acorde a los intereses

de la distribución de áreas y de la tipificación de la literatura desde París,en el mismo sentido en que unas décadas más tarde consagrará la estéticadel "realismo mágico". Mundonovismo y americanismo, propuestas impul­

sadas por estos escritores, responden a una demanda en elescenario de la

literatura mundial y se articulan con los nuevos productos que se gene­ran en los campos nacionales. La vuelta a lo americano alcanza tanto a la

novela de la tierra como a la vanguardista. En los años veinte, César Vallejo

reclama por una auténtica sensibilidad aborigen y no tan sólo una litera­

tura prctcndidamente indigenista, mientras se impone el criollismo en

las vanguardias argentinas y se debate el nacionalismo en las mexicanas.

Por otra parte, eldesarrollo de la etnología y la antropología despertará elinterés de los académicos y del público francés por las culturas precolom­

binas, que serán difundidas en conferencias, traducciones y estudios uni­

versitarios, de impacto en la obra de Miguel Ángel Asturias.

INSERCIONES

Las transformaciones en el propio campo intelectual francés se reflejaron

en las fluctuaciones de la colonia, que frecuenta desde los simbolistas tar­

díos reunidos en torno de la Plume y del Mercure de Prance, los cultores delnacionalismo (Barres, Maurras), los partidarios de un arte internacionalista

(Valéry Larbaud), los propulsores de la vanguardía (Marínetlí, GuillaumeApollinaire. Reverdy), hasta, en la década de 1920, los grupos dadaístas y

surrealistas. En las artes plásticas, el fauvismo y el cubismo ganan nume­

rosos y tempranos adeptos, y la París cubista, como la llama Alfonso Reyes,

se impone entre los jóvenes pintores. Con todo, si el objetivo de este des­

plazamiento fue, corno dijimos, la obtención de mayor visibilidad y parti­

cipación en la República Mundial de las Letras, lo que muchas de estas tra­

yectorias revelan, salvo excepciones, es el anonimato y la marginalidad, asícomo la imposibilidad de superar el trauma del rechazo y la exclusión.

Rastas, rastaquere, metecos, colonos: la extranjería recibió muchos nom­

bres y pocas explicaciones convincentes. Los hispanoamericanos padecían

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558 I HISTORIA DE lOS IflTELECTUALES EN AMtRICA LATINA

la confusión, fomentada por la propia ideología capitalina, entre las fami­lias adineradas que acudían a París para exhibir sus capitales nacidos de la

industria de la carne y del cuero, y las más modestas condiciones del sec­

tor medio letrado, que convergía igualmente en el mismo espacio en busca

de otro tipo de capital. Si bien Blanco Pombona quiso invertir el sentido,

argumentando que el rastacuero era, finalmente, un ser cosmopolita, libe­

ral y viajero, elestigma no desapareció. "París no nos conoce en absoluto",

se lamentaba Dario, mientras que Manuel Ugarte (1951: 28) sostenía: "Noso­tros no éramos nada. Peor que nada. Nosotros éramos anónimos 'rastas' (la

palabra 'metéque' no había nacido aún)': José Vasconcelos (1983: JI, 1073)

atribuyó el motivo de la exclusión al mestizaje, que los relegaba a ocupar

los últimos estratos de la inteligencia en París: "El meteco disfruta de con­

sideración que no alcanzamos los simples mestizos americanos".

Aunque las quejas se reproducen, no todos corren la misma fortuna, yaque las relaciones personales van por otro cauce. Enrique Larreta mantiene

una relación cercana con Maurice Barres y asiste al salón de la condesa Ana

de Noailies. Enrique Gómez Carrillo frecuenta los círculos literarios de

notoriedad, como el de Maurice Maeterlinck. Francisco Contreras obtieneuna mediana inserción en el campo intelectual y su casa se vuelve, hacia

1920, punto de reunión de artistas, músicos y plásticos franceses. Alfonso

Reyes traba una productiva amistad intelectual con Valéry Larbaud y

adquiere renombre en su segunda residencia parisina: "Famosos escrito­

res de Francia, jóvenes y viejos, frecuentaban la modesta casa del ministro

poeta, uno de los pocos mexicanos que han logrado interesar a la críticafrancesa por sus propias producciones y sus estudios de Góngora, de

Mallarmé'' (Vasconcelos, 1982: IJ, 466).

Pero lo cierto es que un reducido número de escritores franceses fue

sensible a las letras hispanoamericanas y a sus representantes en Francia

(Molloy, 1972). Entre los que más proximidad tuvieron se puede citar a Remy

de Gourrnont, Iules Romains, Paul Fort. Paul Adam, Gustave Khan, Mau­rice Barres y Valéry Larbaud, que establecieron contactos a partir de viajes

por América y colaboraciones en las revistas publicadas en París. Una figura

notable en este exiguo diálogo fue Remy de Gourmont, gran erudito, ensa­

yista y crítico, animador desde su fundación, junto con Alfred Vallete, delMercure de France y colaborador de La Nación de Buenos Aires. Será uno

de los autores predilectos de Darío, que le dedica poemas y artículos, y su

Lelivredesmasques está presente en la concepción de Los raros. A pesar de

su conocimiento rudimentario del español, fue el traductor de Lagloria dedonRamiro,de Enrique Larreta, y también fue la visita insoslayable para todo

nuevo peregrino a la meca literaria, lugar que ocupará, después de su muerte

CAMINO A lA MECA: ESCRITORES HISPANOAMERICANOS EN PARís I 559

en 1915,ValéryLarbaud. Laproximidad de Larbaud con la colonia fue fecunda:

apoya la publicación en Gallimard de DonSegundo Sombra, de Ricardo Güi­

raldes, y de Los de debajo, de Mariano Azuela, así como de Visión de Aná­huac,de Alfonso Reyes, y así revaloriza la tarea de la traducción. De hecho,los traductores y los críticos, como Francis de Miomandre, el hispanista [ean

Cassou, a cargo de las Lettres espagnoles en el Mercure de Prancc. o Georges

Pillement, secretario de La Revue de l'AmériqueLatine, se vincularon más

con la cultura hispanoamericana que otros escritores de fama (Patout, 1988).

LAS REVISTAS

Uno de los índices de la vitalidad de este enclave y de sus operaciones deautopromoción fue la publicación de revistas de signos diferenciados. La

primera empresa fue ElNuevoMercurio, dirigida por Enrique GÓmez.Ca~ri­

110, mensuario publicado entre enero y diciembre de 1907. En su editorial,

se propone estrechar lazos entre intelectuales de España y América para

mitigar el desconocimiento y, sobre todo, superar los enconos, fijando la

lengua como patria común de los escritores a un lado y otro del Atlántico.La revista tiene una tendencia marcadamente hispanista, en la línea del

paniberismo promovido por el Congreso de Madrid de 1890, y cuen~a conla asidua colaboración de Miguel de Unamuno. El modelo de la revista es

el Mercure de Prance y ambiciona ocupar el lugar que esta publicación tenía

entre los lectores hispanoamericanos. Adapta la enquete al ámbito hispá­

nico, lo que posibilita nuevos intercambios entre editor, escritores y público.

La primera enquéte estuvo orientada a hacer un balance del movimient~modernista y la segunda, afín con su lazopeninsular,a interpelar a los escn­

rores franceses sobre la presencia de España en sus letras. En la revista

prevalece la marca cosmopolita sobre la americanista, y la literaria sobrela política. Promueve un programa tibiamente americanista, enfáticamente

hispanista, activamente internacionalista, al tiempo que irradia criteriosde profesionalización del escritor incorporado al mercado editorial, al tra­

bajo de traducción y a la crónica periodística.Mundial Magazine(1911-1913) estuvo a cargo de Rubén Darío, quien tam­

bién dirigió Elegancias (1911-1914). La revista se caracterizó por una pre­

sentación lujosa, con gran despliegue de reproducciones, láminas y foto­

grafías, que apuntaba evidentemente al gran público del magazine, antesque al reducido lector literario o académico. Entre sus íntimos, Darío con­

fiesa que quiere una publicación latinoamericana, "sin gringos", y, a José

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560 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMÉRICA LATINA

E~rique ~odó, que aspira a que la revista sea el "punto de cita" del pensa­miento hispanoamericano de la hora. Daría está a cargo de editoriales de­

dicados en cada número a un país diferente, y de la columna "Cabezas",

después recogida en libro, donde traza rápidas siluetas, muchas de ellas de

los mismos escritores con asiento en París: Leopoldo Lugones, José EnriqueRodó, Manuel Ugarte, Francisco García Calderón, Enrique Gómez Carrillo,

Ricardo Rojas, Amado Nervo, Craca Aranha, Federico Gamboa. Colaboran

en Mundial, además de estos nombres, Alcides Arguedas, Rufino Blanco

Fombona, Ventura García Calderón, Enrique Larreta, Manuel Gálvez, José

Sant~s Chocano. Mundialescenifica de modo frecuente el homenaje, la cele­bración, elbanquete corno prácticas habituales de promoción, e introduce

la gira de su propio director como modo de obtener lectores y suscripcio­nes, con distintas escalas: Barcelona, Madrid, Río de [aneiro, Sao Paulo,

Montevideo -donde dirige el homenaje a Herrera y Reissig, que había falle­cido en 1910, y consagra a la joven Delmira Agustini- con punto final en

Buenos Aires. El efecto del conjunto es adocenado y casi crepuscular, de

un modernismo residual, que defiende sus viejos baluartes: la bohemia, lamercantilización de París, el resentimiento. La presentación de los países

hispanoamericanos -que suele tener cierto empaque diplomático~convivecon fotografías de las grandes prime donne de la ópera.

La Revista de América fue dirigida por Francisco García Calderón, se

publicó entre 1912y 1914 Yfue interrumpida a causa de la guerra. LaRevista~e ¿mérica impulsó una red arielista-parisina, de marcada impronta panla­ttrusta, antiimperalista y elitista. Propulsó un nuevo perfil del intelectual uni­

versitario-académico con visibilidad social, calcado sobre su propio direc­

tor, que convoca a colaboradores afines a esta pauta. En todos los camposSe privilegia la especialización de las disciplinas, remarcando las nuevas

tendencias en oposición a un pasado informe, poco profesional, volcado a laimp~ovisación o al diletantismo. El editorial del primer número proclama

la existencia de una "elite intelectual de ultramar': que inaugura un nuevo

tiempo lejos de las querellas locales que silenciaron a los "profesores de ame­

rícanismo" del siglo XIX. El programa propone como meta la autonomía cul­

tura.l y advierte sobre el vasallaje a los modelos extranjeros, pero no estig­

matiza la imitación; por el contrario, sostiene que "la imitación ha de prepararla futura invención, la originalidad necesaria", dando una salida esperanza­

dora a un problema que apremiaba a la inteligencia finisecular.

Pero lo que La Revistade Américaexhibe como su más preciada nove­dad es la presencia de columnistas de los diversos países, de México a

Buenos Aires. En efecto, estableció un corte y un cuadro del pensamientolatinoamericano, con más de ochenta escritores reconocidos o cmergen-

CAMINO A LA M[CA, eS[R110RES HISPANOAMeRICANOS eN PARls I ;61

tes, en lo que configura una red excepcional en comparación con las otras

publicaciones. El sistema incluye una articulación continental, con corres­

ponsales a distancia, y otra parisina-americana. Acoge así a la vanguardia

de los ateneístas mexicanos, Pedro Henríquez Ureña, Alfonso Reyesy Anto­nio Caso; a la generación de críticos literarios y ensayistas finiseculares,

José Enrique Rodó, Baldomero Sanín Cano, Víctor Pérez Petit, Francisco

García Godoy y José Veríssimo, y entre los nuevos escritores profesionali­

zados y ligados estrechamente al nacionalismo, a Manuel Gálvez y a José

de la Riva Agüero. Una característica remarcable. si se compara con las otras

revistas publicadas en París, es la presencia de colaboradores del Brasil,

como José Vcrfssirno, Greca Aranha, Luis Cuimaraes y,en especial, ManuelOliveira Lima, ministro del Brasil en Bélgica y autor de Panamericanismo,texto crítico de la hegemonía norteamericana cuya tesis era compartida

por la redacción. La revista da particular importancia a la nueva sociolo­

gía e incorpora contribuciones de los argentinos José Ingenieros y Raúl

Orgaz, de los venezolanos Julio César Salas y Laureano Vallenilla Lanz,

del boliviano Alcides Arguedas. También afirma una tradición intelectualpropia -"Tenemos ya nuestros clásicos"-, proponiendo la primacía de

Moreno sobre Iovellanos, de Alberdi sobre Guizot, de Lastarria sobre Lamar­

tine, o de Daría sobre Gautier. Este movimiento de construcción de un

canon propio puede observarse en artículos destinados a figuras que son

catapultadas como héroes culturales latinoamericanos: Bolívar, Montalvo,

Silva, Machado de Assis o Justo Sierra.

Otras iniciativas tuvieron poca proyección, como la RevueSud-Améri­caine (1914) de Leopoldo Lugones o Ariel de Alejandro Sux. En la posgue­

rra, las publicaciones periódicas conducidas exclusivamente por hispa­

noamericanos fueron escasas y ocasionales. La revista Nord-Sud (1917), de

Pierre Reverdy con la colaboración y el financiamiento de Vicente Hui­

dobro, o Favorables París Poema (1926), dirigida por César Vallejo y Juan

Larrea, sobrevivieron a pocos números. Otras iniciativas fueron la de Enri­que Gómez Carrillo, que dirigió Parisina (1926), y la de José Vasconcelos,

La Antorcha (1931). Mucho más importante fue, en cambio, la participa­

ción de este colectivo en una serie de revistas francesas especializadas en

América Latina que se publican a partir de 1900 y en las que aparecen como

colaboradores y también, en muchos casos, como objeto de estudio: la yamencionada Mercure de France, la RevueHispaniquedirigida por el biblió­

filo y erudito Raymond Foulché- Delbosc, que convoca a especialistaspara números especiales sobre cada país, y, sobre todo, la Revue de l'Amé­rique Latine, a cargo de Ernest Martinencbe, que alojará constantemente

artículos de y sobre los hispanoamericanos entre 1922 y 1932.

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562 I HISIORIA DE LOS INTEUCTUAlES EN AM~RICA LATINA

AUTORREPRESENTACIONES

París es el mayor catalizador de los relatos de la vida de escritor. En el finde siglo prevalecen los tópicos de la bohemia, corno una rémora del viejomito del artista pobre y desavenido, inmortalizado por Escenas de la vidade bohemia de Hcnri Murger, abecedario de la estudiantina y del arte porel arte que ofrece el Barrio Latino. Desde luego, entre los hispanoameri­canos y dado el"complejo de París" pesa el síndrome del provinciano enla capital, que remite al Luden de Un gran hombre de provinciasen París,de Balzac. Fundidas con estas imágenes, palpita un imaginario alimentadopor el dandysmo y el esnobismo. Las leyendas escabrosas o folletinescasdan un tinte hiperbólico a los diarios íntimos de Rufino Blanco Fombona(1975), a Treinta añosde mi vida (1920), de Enrique Gómez Carrillo, y hasta

alcanza a pasajes de las Memorias (l983), de José Vasconcelos. El culto a lapersonalidad y a la individualidad propio de la órbita modernista reposi­dona la imagen del escritor en el espacio americano, sensible a la modaproveniente de París.

En el novecientos, el escritor comienza a ser también una figura mode­lada por la curiosidad de la prensa.adquiriendo visos de personaje o, incluso,de divo, como lo recuerda Alcides Arguedas (1959: 648): "Hoy es moda, sobre

todo moda inglesa, publicar en la prensa o en el libro todo lo que se rela­ciona con la vida de los hombres célebres o notables': Del mismo modo sepopulariza la difusión del retrato, y de allí el copioso archivo de fotografíasdonde se destaca el disfraz o la composición de una pose, que puede ser cir­cunspecta (Contreras), mística (Nervo), aventurera (Santos Chocano), melan­

cólica (Dario) o dandy (Gómez Carrillo). Las leyes del mercado reclaman

la fotografía del escritor en performance, así como historias de orden sor­prendente, y hasta escandaloso. Nadie más expuesto a este uso que RubénDaría, cuyas anécdotas parisinas de timidez y cortedad -que Ventura GarcíaCalderón atribuye a su origen mestizo-e, condimentadas de miseria yal­coholismo, lujo y bancarrota, ocupan más espacio en la prensa que su propiaobra, y resulta un pasaje común en las memorias de sus contemporáneos.

En contacto con la metrópolis, los escritores migrantcs modificaron susprácticas y sus imágenes tradicionales, y aun las recientemente adquiridas.El mito moderno del éxito en el mercado, cuyo arquetipo es Martin Eden(1909), de Iack London, se impone. El personaje de London representa laobstinada persecución de la fama, la inversión desaforada en el sueño devivir de la literatura. Este empeño capitaliza las expectativas de los latinoa­mericanos, que se insertan súbitamente en un gran mecanismo de ofertay demanda de trabajo en medios europeos y americanos. La experiencia

CAMINO A lA MECA" ESCRITORES HISPANOAMERICANOS EN PARls I 563

parisina se impuso como un barómetro literario donde "conquistar París"es la meta, y el anonimato cuenta como fracaso, y por ello se vuelve untópico en las novelas y prosas de la época. El argentino Aníbal Ponce fuecrítico de esta espejismo que arrebataba tanto a escritores honestos cornoa inescrupulosos. advirtiendo que "no habrá un escritor que triunfe sinoa condición de ser francés o de haberse identificado tan precozmente conel alma francesa que deje de ser cubano, como Heredia, o que olvide sergriego, como Moréas" (Ponce, 1956: 72). El éxito fue visto como rec~m­

pensa del "rastacuerismo intelectual", y elprecio del mismo era ~onv~rt1rse

en un "escritor francés de América Latina", un híbrido, lo que implicaba,

entre otras cosas, la renuncia a la lengua.Las prácticas metropolitanas ofrecen también otra faceta prontamente

incorporada, la intervención pública. En contacto con los modelos queobserva en Anatole France, [ean Iaures. Émile 201a o Henri Barbusse,Manuel Ugarte propone una nueva ideología del escritor con participa­ción en la vida pública de las sociedades. En contra del elitismo intelec­tual o del artepurismo. el escritor contemporáneo debe, según su criterio,ocupar resueltamente un lugar en la opinión y en el combate y ser autó­nomo respecto de los poderes políticos, financieros o religiosos. En estesentido, adopta nuevos gestos de confrontación, como la carta abierta aThomas Woodrow Wilson, presidente de los Estados Unidos, similar alapóstrofe del poema «A Roosevelt" de Rubén Darlo, ambos sintomáticosde una colocación que trascendía los lugares habituales del escritor his­panoamericano para instalarlo en el debate de los graves asuntos interna­cionales y en la defensa de valores trascendentes. En la huella del "Yoacuso"de 201a, estas colocaciones apuntaron a generar denuncias y un clima deopinión adverso a las maniobras expansionistas norteamericanas, a la parque investían a los hombres de letras que las asumían de un nuevo podermoral ante la comunidad hispanoamericana, en cuyo nombre hablaban.Los posicionamientos políticos y públicos en París fueron la tónica demuchos escritores, como Víctor Raúl Haya de la Torre o César Vallejo,que adhiere al Partido Comunista peruano Yviaja en repetidas ocasionesa Rusia, situaciones que le ocasionan la expulsión de París en 1930 hasta

1932 , cuando es autorizado a reingresar.Paralelamente, comienza a imponerse el perfil del escritor con compe­

tencia académica y fueros para pronunciarse en las distintas disciplinas.En efecto, muchos acuden a París con una formación universitaria y fre­cuentan las aulas de la Sorbona donde son invitados a dar conferencias,como Manuel Ugarte, Francisco García Calderón O Alfonso Reyes, o bienson oradores ante públicos selectos y académicos, como en las veladas de

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564 I HISTORIA DE lOS INTElECTUALES EN AMÉRICA lATINA

la Asociación General de Estudiantes Latinoamericanos, fundada en 1925

con el fin de promocionar a América Latina en Europa, donde hablanJosé Vasconcelos, Víctor Raúl Haya de la Torre y el propio Miguel ÁngelAsturias, impulsor del centro, entre otros estudiantes residentes.

RETORNOS Y NUEVOS ANCLAJES

Del París frívolo del bulevar, los latinoamericanos pasaron al París del desa­

bastecimiento y la guerra. Algunos residentes se alistan en el ejército fran­cés, como José García Calderón, dibujante, hermano de Francisco y Ven­tura, que deja un diario del frente, y Hernán de Bengoechea, ambos muertosen combate. Pero la nómina de voluntarios es mucho más extensa, así cornolos movimientos de simpatía y adhesión a la causa, según registra Alejan­dro Sux en Losvoluntarios de la libertad. Contribución de los latinoamerica­nasa lacausa delos aliados (1918). Laguerra también ocupa a Francisco Con­treras en Lesecrívains hispano-américains et laguerre européenne (]917) yaFrancisco García Calderón en Ledilemme de laguerre (1919), y hasta Enri­que Gómez Carrillo adapta sus temas y tonos a la nueva circunstancia yescribe sobre el frente en Campos debatalla y campos deruinas(1915). AlfonsoReyesayudará a evacuar a los hispanoamericanos parisinos desde su cargoen la legación mexicana en ]914. Muchos escritores vuelven a su país o seradican temporaria o definitivamente en España, meca alternativa conso­lidada por el largo trabajo de religación con la cultura hispánica que habíainiciado la generación modernista. Éste fue un primer corte de la colonia,que sumó nuevos integrantes sólo después de superado el conflicto.

La vida literaria del París de la posguerra no tuvo el brillo de la belle épo­que ni este asentamiento volvió a retomar el brío y la vocación continen­talista de los primeros años. La idea de una elite con un programa de preo­cupaciones compartidas se ba1caniza en diversas propuestas, dondeprevalecen las individualidades. Para muchos de los partícipes del primernúcleo que optaron por permanecer en París esta elección arrastró el ostra­cismo del marco nacional, donde algunos corrieron la suerte de los répro­bos -lo que Francisco Contreras llamó una "espléndida impopularidad"en su país de origen-, y el fantasma del descastado aún sobrevuela sus imá­

genes. En el París de los años veinte, muy accesible para los latinoameri­canos dada la depreciación del franco, confluyeron: Alfonso Reyes en susegunda estancia corno ministro del gobierno callista) y José Vasconcelos,exiliado por elmismo gobierno; de Perú, César Moro) Víctor Raúl Haya de

CAMINO A LA MECA: ESCRITORES KISPANOAMERICANOS EN PARiS I 565

la Torre y César Vallejo;de Cuba, Alejo Carpentier y LydiaCabrera; de Vene­zuela, Teresa de la Parra y Arturo Uslar Pietri; de Guatemala, Miguel ÁngelAsturias y Luis Cardoza y Aragón; de Chile, Gabriela Mistral; y tambiénllegan los brasileños Tarsila do Amaral y Oswald de Andrade.

Los latinoamericanos seguirán afluyendo en las sucesivas generacio­nes, en contingentes cada vez más numerosos y variados de artistas, arte­sanos, músicos, plásticos, pensadores, académicos, políticos, cuya profusiónsería imposible reseñar en pocas líneas. Pero la centralidad parisina se irádiluyendo a lo largo del siglo xx para ceder protagonismo a otros ámbi­tos -México, La Habana, Buenos Aires, Barcelona-, nuevas plataformas deoperaciones para las élites intelectuales latinoamericanas. Paradójicamente,la globalización de comienzos del siglo XXI ha multiplicado la figura delintelectual migrante y cancelado la idea misma de meca literaria.

BIBLIOGRAFÍA

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Arguedas, Alcides (1959),"Memorias. La danza de Ias sombras", en Obrascompletas.Madrid, AguiJar, vol. 1.

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Casanova, Pascale (2001), La república mundial de las letras, Barcelona, Anagrama.Colombi, Beatriz (2004), Viaje intelectual. Migraciones y desplazamientos en América

Latina, 1880-1915, Rosario, Argentina, Beatriz Vilerbo.Darlo, Rubén (1950-1955), Obrascompletas, Madrid, Afrodisio Aguado.Fey, Ingrid E. (1996), "Pirst tango in Paris: Latin Americans in turn-of-the-Century

Prance, 1880-]920",tesis de doctorado en historia, Universidad de California..Henríquez Ureña, Pedro y Alfonso Reyes (1981), Epistolario íntimo, 3 vols., Santo

Domingo, Universidad Nacional.Nene, Plorian (1997),"París, los pasajes atlánticos y el discurso de la imitación",

Estudios, Afio 5, N° 9, Caracas, enero-junio, pp. 107-12 5.Molloy, Sylvia (1972),La diffusion de la íittérature hispano-américaine en Prance

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Patout, Pauletrc (¡988), "La cultura latinoamericana en París entre 1910 y 1936",en Miguel Angel Asturias, París 1924-1933. Periodismo y creación literaria, Madrid,Archivos.

Ponce, Aníbal (1956),Apuntes de viajey Diario íntimo de una adolescente,Buenos Aires, J. Héctor Matera.

Salinas, Pedro (1957),Lapoesíade Rubén Dorio, Buenos Aires, Losada.Séris, Christiane (1989), "Microcosmes dans la capitale ou l'historie de la colonie

intellectuelle hispano-américainc aParis entre 1890 et 1914", en André Kaspi yAntaine Mares, Le París desétrangcrs depuis un siecle. París, Imprimerie nationale.

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Ugarte, Manuel (1951), La dramática intimidad de una generación, Madrid, PrensaEspañola.

Vallejo, César (2002), Articulasy crónicas completos, 2 vols., Lima, PontificiaUniversidad Católica del Perú.

Vasconcelos, José (1983), Memorias, 2 vols., México, Fondo de Cultura Económica.Villegas, lean Claude (1986), La Iiuémtun: hispano-américaine publiée en Trance

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Zanctti, Susana (1994), "Modernidad y religación: una perspectiva continental(1880-1916r:en Ana Pizarro, America Latina, Palavra, literatura e cultura,Sao Paulo, Unicamp.

Colaboradores

Altamirano, Carlos (Argentina, 1939). Es investigador del CONICET. Ensena en la Uni­versidad Nacional de Quilmes, donde dirige el Programa de Historia Intelectual. Hapublicado Frondizi: el hombredeideas mmo político (1998), Peronismo y culturadeizquierda(2001), Bajo el signode las masas, 1943-1973 (2001), Para un programade historiaintelec­tual (2005) e Intelectuales. Notas de investigación (2006). En colaboración con BeatrizSarlo escribió Literatura/sociedad (1983) y Ensayos argentinos: de Sarmientoa la vanguar­dia (1997). Tuvo a su cuidado la edición de la obra colectiva Argentina en el sigloxx(1999) Yla dirección del diccionario Términos críticos de sociología de lacultura (2002).

Integra el Consejo de Dirección de Prismas. Revistade historia intelectual.

Barrancos, Dora (Argentina, 1940). Es socióloga y doctora en historia por la UNICAMP

de Brasil. Es investigadora principal del CONICET y profesora consulta de la Universi­dad de Buenos Aires. Dirige el Instituto lnterdisciplinario de Estudios de Género de laFacultad de Filosofía y Letras de la UBA y ejerce la Secretaría de Posgrado de la Univer­sidad Nacional de Quilmcs. Posee una obra numerosa dedicada a la historia social y cul­tura\, especialmente a la historiografía de género y de las mujeres. Su último libro esMujeresen la sociedad argentina. Una historiade cincosiglos (2007).

Colombi, Beatriz (Argentina, 1952). Es doctora en letras, investigadora en el Institutode Literatura Hispanoamericana y profesora de la cátedra de Literatura Latinoameri­cana 1 en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Ha sidodocente en la Universidad de La Plata, en la Brown University y en el Centro Coordi­nador y Difusor de Estudios Latinoamericanos de la Universidad Nacional Autónomade México (UNAM). Ha editado y prologado antologías de la obra de Horacio Quiroga,Delmira Agustini, Machado de Assis, Julio Cortézar y Paul Groussac, y es autora de Viajeintelectual. Migraciones y desplazamientosen América Latina 1880-1915 (2004).

Crespo, Horacio (Córdoba, 1947). Es licenciado en letras por la Universidad Nacionalde Córdoba y doctor en estudios latinoamericanos por la UNAM, donde se desempeñacomo profesor en la facultad de Filosofía y Letras y en el Posgrado de Estudios Latino­americanos. Ha impartido clases en varias universidades argentinas, mexicanas y euro­peas. Obtuvo la beca Guggenheim en 1998. Es autor de libros y artículos sobre historiaeconómica y relaciones entre intelectuales, cultura y política en la América Latina delsiglo xx.

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Devoto, Fernando (Buenos Aires, 1949). Es doctor en historia y profesor titular deTeoría e Historia de la Historiografía en la Universidad de Buenos Aires. Ha sido pro­fesor visitante en numerosas universidades europeas e hispanoamericanas. Entre suslibros se encuentran Nacionalismo, fascismoy tradicionalismo en laArgentina moderna.Unahistoria (2002), Historiade la inmigración en laArgentina (2003), Brasil-Argentina,Um ensaiode historiacomparada (2004, en colaboración con Boris Fausto).

Gallo, Klaus (Argentina, 1961). Es doctor en historia moderna por la Universidad deOxford, Gran Bretaña. Realiza su tarea docente y de investigación como profesor ;1S0­

ciado en la Universidad Iorcuato Di Tella, donde actualmente es director del Departa­mento de Historia. Es autor de De fa invasiót¡ al reconocimiento. Gran Bretaña y el Ríode la Plata1806~1826 (1994; traducido al inglés como Creat Britaínand Argentina.Fromínvasíonto recognition ssoc-iszc, 2001) y de Thestruggle[aran enlightenedrepublic. Bue­nosAiresand Rivadavía (2006); editor de Las Invasiones Inglesas (2004), y coeditor, conNancy Calvo y Roberto Di Stefano, de Loscurasde la Revolución (2002) y,con GracíelaBatticuorc y Jorge Myers, de Resonancias románticas(2005).

Laera.Alejendra (Argentina, 1965). Es doctora en letras por la Universidad de BuenosAires, donde se desempeña como docente de Literatura Argentina, y es investigadoradel CONICI'.T. Escribió El tiempo vacíode la ficción. Las novelasargentinas de EduardoGutiérrezy Eugenio Cambaceres (2004), y compiló, entre otros, los volúmenes Lasbrú­julas del extraviado. Una lectura integralde Esteban Echeverría (2006, en colaboración

con Martín Kohan) y Elvalorde la cultura.Arte, literaturay mercadoen América latina(2007, en colaboración con A. l-ernéndcz Bravo y L. Cércarno-Hucchante).

Lasarte valcárcel, Javier (Venezuela, 1955). Es doctor en filosofía y letras por la Uni­versidad Autónoma de Madrid. Es profesor titular de la Universidad Simón Bolívar

y profesor visitante en universidades de Venezuela, los Estados Unidos, España y Fran­cia. Sus trabajos se centran principalmente en los siglos XIX y xx en Venezuela yAmé­rica Latina, y en los últimos tiempos han hecho eje en las representaciones de la nación.

Lempériere.Annick (Francia, 1953). Es doctora en historia por la Universidad de Paris I

Sorbonne, donde se desempeña como profesora investigadora de Historia de AméricaLatina. Ha publicado numerosos artículos sobre la historia política y cultural de Amé­

rica Latina, especialmente de México. Sus principales obras son Lesdercsde la nation.lntellectuels, État et societe au Mexique au xx" siécle (1992), EntreDíeu et le Roi, la répu­bliouc. Mexica, XV¡"-X1X(' siéctes (2004). Actualmente, escribe una Historia de AméricaLatina, siglos XIX-XXI.

Lomnitz, Claudio (Chile/México, 1957).EsWilliam H. Ransford Professor de Antropo­logía en la Universidad de Columbia, en Nueva York, y director de su Centro de Estu­dios sobre Etnicidad y Raza. Es autor de varios libros sobre cultura y política en México,entre los que sobresalen Lassalidasde/laberinto: cultura e ideología en el espacio nacio­nal mexicano (1995) y,el más reciente, Idea de la muerte en Méxiea (2006). También es

editor de la revista Puhlic Culture, y escribe una columna semanal en el periódicoExcdsior,de la ciudad de México.

Mazín, Osear (México, 1954). Es doctor en historia y civilización por la Escuela deAltos Estudios en Ciencias Sociales, París. Desde el año 2000 se desempeña como pro-

(OlA80RAOOREI I 569

tesar investigador en el Centro de Estudios Históricos de El Colegio de México, dondeactualmente dirige la revista Historia Mexicana. Ha impartido clases en diversas uni­versidades de México y del extranjero. Sus numerosos trabajos se centran en dos cam­pos: la Iglesia y la sociedad en la Nueva España yla inserción de esta última en el impe­

rio español de los siglos XVI a XIX.

Mello e Souza, Laura de (Brasil, 1953).Es profesora titular de Historia Moderna en laUniversidad de Sao Paulo (usn), donde hizo sus estudios de grado y posgrado, y dondeenseña desde 1983. Fue profesora visitante en varias universidades extranjeras, en lasque dietó seminarios, conferencias y cursos. Publicó varios libros sobre la historia delperíodo colonial en elBrasil, que abarcan desde la historia social ycultural hasta la his­

toria de la vida privada y la historia política renovada, a la que se ha dedicado en losúltimos años. Es autora, entre otros libros, de Desclassificados do ouro, O diabo e aterra de Santa Cruz, íníerno atlántico y Norma e conjtito, y cornpiladora de Cotidianoe vida privada na América Portuguesa (volumen 1 de la colección História da vida pri­

vada no Brasil).

Myers, Jorge (Argentina, 1961). Es licenciado y maestro en historia por la Universidadde Cambridge (Reino Unido) y maestro y doctor en historia por la Universidad deStanford (Estados Unidos). Es profesor titular e investigador en el Programa de Histo­ria Intelectual de la Universidad Nacional de Quilmcs, e investigador en la carrera deciencias sociales del CONICET. Ha sido Tinker Visiting Profcssor en la Universidad de Chi­cago (2007-2008) y profesor visitante en numerosas universidades argentinas y latinoa­

mericanas. Ha publicado Ordeny virtud:eldiscurso republicano delrégimenrosista (1995)y compilado (en colaboración con Klaus Gallo y Gracicla Batticuorc) Resonancias román­ticas: historiaculturaldelRío de la Plata 1820-1890 (2005). Su trabajo se centra en la his­

toria intelectual y cultural de Ja Argentina y de América Latina en los siglos XIX y xx.

Palti, Elías José (Argentina, 1956). Es doctor en historia por la Universidad de Califor­nia en Berkelcy, Realizó estudios posdoctorales en El Colegio de México y en la Uni­versidad de Harvard. Actualmente se desempeña como docente en la Universidad deOuilmes y como investigador del CONICET en la Argentina. Publicó numerosos arücu­los en revistas especializadas en doce países. Es autor de Girolinguistica e historia inte­lectual(1998),Aporías. Tiempo, modernidad,historia, sujeto, nación, ley (2001), La nacióncomo problema. Los historiadores y la "cuestión nacional" (2003), Verdades y saberes delmarxismo. Reacciones de una tradiciónpolítica ante su "crisis" (2005), la invención deuna legitimidad. Razón y retórica en el pensamiento mexicano del sigloXIX (Un estudiosobre lasformas del discurso político) (2007), El tiempo de la política. El sigloXIX recon­siderado (2007) yElmomento romántico. Nación,historiaylwguajes políticos en laArgen­

tina del siglo XIX (en prensa).

Pérez Perdomo, Rogelio (Venezuela, 1941).Es maestro en derecho por la Universidad deHarvard y doctor en Ciencias por la Universidad Central de Venezuela. Es decano de laFacultad de Estudios Jurídicos y Políticos de la Universidad Metropolitana de Caracas.Ha sido profesor en la Universidad Central de Venezuela y en el IRSA (Caracas) y ha diri­gido el Instituto Internacional de Sociología Jurídica (Oñati, España) y el Sranford

Program for International Legal Studies (California). Entre sus principales obras figu­ran Los abogados en Venezuela (1981),Justicia y pobrezaen Venezuela (1987) y Losabo­~il/J(lS de América Latina (2004).

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570 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMtRICA LATINA

Rezende de Carvalho, MariaAlice (Brasil, 1954).Es licenciada y maestra en historia, ydoctora en sociología por el Instituto Universitario de Investigaciones de Río de Ianeiro(ruaant), donde desde 1999es profesora titular de sociología. Sus principales trabajosson: Cidade6- fábrica. A construraodo mundo do trabalhana sociedadc brasíleira (1984),Quatrovezes cidade(1994), O quinto século. AndréReboucas ea construrao do Brasil (1998),Carpoealma da magistraturabrasileira (1998), y ludicíalizacaoda políticae das relar6essociais no Brasil(2000).

Rojas, Rafael (Cuba, 1965).Es doctor en historia por El Colegio de México y profesore investigador del Centro de Investigación y Docencia Económicas (eIDE). Es autor,entre otros libros, de Cuba mexicana. Historiade una anexión imposible (2001, Premiode Historia Diplomática), La escritura de la independencia.Elsurgimiento de la opiniónpública en México (2003), Tumbassin sosiego. Revolución, disidencia y exilio del intelec­tual cubano (2006, Premio Anagrama de Ensayo), y Motivos de Anteo. Patriay naciónen la historia intelectualde Cuba (zoca).

Rose, Sonia V. (Perú). Es doctora por la Universidad de la Sorbonne-Nouvelle, ParísIII y habilitada por la Universidad Paris-Sorbonne, donde es profesora titular desde 1994.Codirige la colección académica "Textos y estudios coloniales y de la Independencia"(Madrid, Editorial Iberoamericana). Ha organizado una serie de congresos en Franciay Alemania y tiene numerosas publicaciones sobre historiografía indiana y sobre lacultura letrada en las Indias dentro del marco político. Ha editado varios volúmenescolectivos y es autora de ElParnaso antártico:laformación de una república de lasletrasen el Perúvirreina! (de próxima aparición).

Sabato, Hilda (Argentina, 1947).Es historiadora, profesora de la Universidad de Bue­nos Aires e investigadora del CON1CET. Trabaja en temas de historia política y socialargentina y latinoamericana del siglo XIX. SUS últimos libros son La política en lascalles. Entreel votoy la movilización.BuenosAires1862-1880 (1998Y2004; en inglés: Themanyand thefew. Political participation in republican BucnosAires,2001); Pueblo y polí­tica. La construcción de la república (2005) y ha compilado Ciudadanía política y for­mación de naciones. Perspectivas históricas de AméricaLatina (1999).

Schwarcz Moritz, Lilia (Brasil, 1957).Fue profesora visitante en las universidades deOxford, leiden y Brown. Es investigadora de la Guggenheim Memorial Poundation yforma parte de la Junta de la oficina brasileña de la Universidad de Harvard. Esautora,entre otros, de Retrato em bronco e negro (1987),O espetáculo das raras (1993, y ParrarStrauss & Giroux, 1999),Rara e diversidade(1997),Negras imagens (1997),As barbasdoImperador: D. Pedro 1I,um monarca nos trópicos (1999,Premio Iabuti, y Farrar Strauss& Giroux, 2004), No tempo das certezas (2000), Racismo no Brasil (2001), A longavía­

gem da biblioteca dos reis (2002), O livro dos livrosda Real Biblioteca (2003), Registrosescmvos(2006). Coordinó el volumen 4 de la Historia da vida privada no Brasil(1998).

Silva Beauregard, Paulette (Venezuela, 1961). Es licenciada en letras por la UniversidadCentral de Venezuela, maestra en literatura latinoamericana y doctora en letras por laUniversidad Simón Bolívar.Es profesora titular y directora de Estudios. RevistaticInves­tigaciones Literarias y Culturales del Departamento de Lengua y Literatura de la Univer­sidad Simón Bolívar. Ha publicado Una vasta morada de enmascarados. Poesía. culturay modernización en Venezuela a finalesdel siKlo xrx (1993), De médicos. idiliosy otrashis-

COLABORADORES I 571

torias. Relatos senúmentoiesy diagnósticos defin desiglo, 188o-19/() (Premio "PensamientoLatinoamericano" del Convenio Andrés Bello,2000) y Las tramas de los lectores. Estra­tegiasde la modernización cultural en Venezuela (Premio Fundación para la CulturaUrbana, 2007), además de diversos artículos en libros y en revistas especializadas.

Stuven,Ana María (Chile, 1950).Es maestra en estudios latinoamericanos y doctoraen historia por la Universidad de Stanford (Estados Unidos). Esacadémica del Institutode Historia de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Ha sido profesora visitanteen universidades norteamericanas y ejerció la Cátedra Neruda en la Universidad de laSorbonne, París 1lI. Sus investigaciones se centran en la historia intelectuallatinoamc­ricana, sobre todo chilena. Ha editado y coeditado varios libros. Es autora de La seduc­ción de un orden: Laselitesy la construcción de Chileen laspolémicashistóricas y políti­casdel siglo XIX (2000) Y Chiledisperso, elpaís en fragmentos (2007).

Zanetti, Susana (Argentina, 1933). Fue profesora titular de Literatura Latinoamericanaen la Facultad de filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Actualmente esprofesora consulta de esa Facultad y profesora titular de Literatura Latinoamericana Ien la Facultad de llumanidades de la Universidad Nacional de La Plata, donde ademáscoordina el Comité Asesor del Doctorado en Letras y dirige la revista del Centro de Teo­ría y Crítica Literaria, Orbis Tenius. Ha dictado seminarios y cursos en distintas uni­versidades argentinas, latinoamericanas y europeas (especialmente en España y Ale­mania). Esautora de Legados deJosé Marü en lacrítica latinoamericana (2000), Ladoradagarrade la lectura. Lectoras y lectores de novelaen América Latina (2002), Rubén Dorioen La Nación de BuenosAires (2004) y Leeren AméricaLatina (2004). Publicó numero­sos artículos en libros y revistas de la Argentina y del extranjero.

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•Indice de nombres

Abella Ramirez, María: 470, 471, 473,

474,477,480-482,486,489Abrcu e Lima, José lnécio: 96

Acevedo, Eduardo: 272

Acosta, José de: 31, SS,68, 70, 74

Adam, Paul: 558

Adamowicz-Hariasz, Maria: 499

Adams, Iohn Quincy: 206, 215, 218, 219,

221, 222

Adorno, Sérgio: 179Agreda y Sénchez, José María de: 307Agüero, Segundo de: 199Aguilar, José Antonio: 42J, 422

Águila Peralta, A. del: 390Aguilar y de Córdoba, Diego de: 82,

88,90

Aguirre, Lope de: 90, 91Agulhon, Maurice: 245,390

Agustín de Hipona: 67Agustín 1:133

Agustini, Delmira: 560Alemán, Lucas: 46, 137, 207, 212, 306

Alas, Leopoldo, conocido como"Clarín": 540

Alberdi, Juan Bautista: 16, 180, 272, 277,

278,281,345,346,398,414,416,420,424,428-43°,430,432,436,561

Aldao, Martín: 548

Alderete, Antonio de: 62

Alfonso X el Sabio: 54,57,66

Alonso, Ángela: 315

Alsina, Valentín: 275

Altamirano, Carlos: 227 n., 511, 513, 516

Altamirano, Ignacio: 239, 240, 405, 525

Alva Cortés lxtlilxóchitl, Fernando de:61,296

Alvarcnga Peixoto, Inácio José de: 105,

106, 114

Alvarcz, Emilio: 448

Alvarez Ionte, Antonio: 194

Alzate y Ramtrez, José Antonio: 33, 257

Amaral, Tarsila do: 548, 565

Amunátegui, Gregario Víctor: 416

Amunátegui, Miguel Luis: 256, 416

Anchorena, Tomás Manuel de: 300

Anderson, Benedict: 207

Andrada e Silva, José Bonifacio de,véase José Bonifácio

Andrada Machado e Silva, AntonioCarlos Ribeiro de: 369

Andrade, José María: 307

Andrade, Olegario: 398

Andrade, Oswald de: 565

Andrade Muricy: 327

Angelis, Pedro de: 36, 275, 294, 299, 300,

302,303

Anhaldt, Nadda G. de: 451

Anna, Timothy E.: 211

Annino, Antonio: 207

Antivilo, Julia: 469

Antonio y Antillón, Isidro de: 75

Apiano, Pedro: 293

Apollinaire, Guillaume: 5S6, 557

Aragón, Agustín: 447

Aranha, Graca: S60, 56]

Arantes, A.: 316

Araujo, José Joaquín de: 299

Araujc, Juan de: 73

Page 288: C. ALTAMIRANO. Historia de Los Intelectuales en a.L

574 I HISTORIA DE LOS INTELECTUALES EN AMERICA LATINA [NOICE DE NOMBRE\ I 575

Arcaya, Pedro Manuel: 351Arendt, Hannah: 461

Ares Queija, Berta: 81

Argerich, Cosme: 188

Arguedas, Alcides: 335, 344, 545, 547,549,

556,557,560-562

Arias Sánchez, Osear: 178

Arista, Mariano: 305

Aristóteles: 66, 68, 89, 235, 262,343Arlt, Roberto: 500

Arnoni Prado, A.: 330

Arriaga, Cristóbal de: 88

Artigas, José Gervasio de: 124, 281, 287

Assis Barbosa, E: 319

Asturias, Miguel Ángel: 42,551,557,

564,565

Aubin, Ioseph Marius Alexis: 297, 298

Augusto, Julio César Octaviano: 170Averroes: 68

Avicena: 68, 69

Avila.Alfonso: 104

Avila Rueda, Alfredo: 211

Ayarragaray, l.ucas: 335

Azara, Félix de: 299

Bagú, Sergio: 178

Bahamonde de Sánchez Caballero,María: 470

Balbuena, Bernardo de: 63

Ballesteros Gaibrois, Manuel: 295, 296Balmcs, Jaime: 279

Balzac, Honoré de: 562

Bancroft, Hubert Howe: 305, 307Baranda, Joaquín: 455

Barba, Alvaro Alonso: 76

Barbagelata, Hugo: 547

Barbosa da Silva, Paulo: 374

Barbosa Machado, Diogo: 109

Barbaza Pilho, Rubem: 320

Barbussc, Henri: 563

Barcia, Pedro Luis: 91

Barman, lean: 177

Barman, Roderick: 177

Barra, Federico de la: 398

Barrancos, Dora: 469, 471, 480Barreda, Gabino: 443

Barreda, Rafael: 509

Barreiro y Ramos, A.: 281

Barres, Maurice: 555, 557, 558

Barreto, Amália Amanda: 3]9Barros, M.: 416

Barros Arana, Diego: 46, 256, 258, 277,

283,293,294,304,308,413,415-417Barros de Orrego, Martina: 416Barthes, Roland: 506

Bartolache, José Ignacio: 257Bastide, R.: 328

Bastos, Aurélio Wander: ]75, 176Bataller, Francisco Antonio: 77

Bauza, Francisco: 269-289Beale, Walter: 237

Beardsley Ir., Theodore S.: 89Beccaria, Cesare: 219

Bccú, 'Ieodoro: 300, 303

Beéche, Gregorio: 415

Belgrano, Manuel: 35, 124, 246, 256, 257,259,278, 285,466

Bellini, Giuseppe: 86

Bello,Andrés: ]6, 46, 124, 125, 137,146,

150,15 6,157,160,173, ]76, 178, 179, 180,

195,215,252-256,345,413,414,420-422,

424,425,427-429,431,432,434Belsayaga, Cristóbal de: 73

Benavente, Jacinto: 540

Bengoechea. Hcrnén de: 564Bénichou, Pau]: 39

Benjamin, Walter: 545

Bentham, Icremy: 176, 185,193-196, 198,201, 219,253

Benzaquen de Araújo, Ricardo: 315Berardi, Carlos Sebasrién: 176

Bergson, Henri: 552

Berisso, Luis: 529

Beristain de Soúza, Mariano: 77

Bernand, Carmen: 61

Berra, Francisco: 470

Betancourt, Rómulo: 358

Bethell, Leslie: 207

Biddle, Nichoias: 218

Bilbao, Francisco: 251, 254, 262-264, 398,

414,419,424,435,437

Blanco Acevedo, Pablo: 272

Blanco Fombona, Rufino: 339, 547, 55]-

554,556,558,560,562

Blanco White, José: l31, 195, 219, 220Blasco Ibáñez, Vicente: 541

Blest Gana, Alberto: 46, 416

Bloch, Mare: 269~271

Bolívar, Simón: 123,125,129, 131, 1}4-136,

146,166,173,174,196,205,207-213,Bonaparte, Iéróme: 134

Bonaparte, José: 172,222

Bonaparte, Napoleón: 134, 152,154,375

Bonardi, L.: 258

Bonfim, Manoe!: 272

Bonilla, Frank: 22

Bonpland, Aimé: 76

Bordegaray, Eugenia: 465

Borges, Jorge Luis: 307

Borges da Ponscca: 108

Bor]a,Francisco de, príncipe deEsquilache: 83

Borunda, José Ignacio: 130

Bossi, Alfredo: 97

Botana, Natalio: 180

Boturini Benaduci, Lorenzo: 294-298

Bourdieu, Pierre: 19, 436, 520

Boutroux, Émile: 552

Bouza Álvarez: 101

Hoves,José Tomás: 347-349, 356, 357Bowman Ir., Charles H.: 218

Brading, David: 123

Braganza, María Francisca Doro teadc: 104

Brahe, Tycho: 71

Braudel, Pemand: 94

Bravo, Carlos: 441 n.Bravo, Francisco: 69,

Bravo Lira, Bernardino: 179,39°Breña, Roberto: 220

Bretón de los Herreros, Manuel: 239

Briggs, Asa: 155

Briseño Senosiain, Lilian: 235

Buarque de Holanda, Sérgio: 32, 365, 366

Buffon: 76

Bulnes, Francisco: 335, 441, 444, 445, 447,

448,451,454-457,460,461,552

Bulnes, Manuel: 413, 415, 424, 425, 437

Bunge, Carlos Octavio: 335, 552Buonocore, Domingo: 299

Burgos de Mcyer, Justa: 470, 478

Burke, Peter: 155,437Burke, William: 163-]65Büschges, Christian: 80,85

Bustamante, Carlos María de: 35,

124,306Byron, George Gordon, lord: 254

Cabanis, Pierre: 188, 192, 197Cabarrús, Teresa: 128

Cabello Balboa, Miguel: 87, 88, 90

Cabral, Pedro A.: 97

Cabrera, Luis: 442, 444-446, 457, 458Cabrera, Lydia: 565

Caetano, G.: 279

Calancha, Antonio de la: 70, 71

Caldas, Francisco José de: 129

Calderón, Baltasara: 137

Calvo, Thomas: 57

Camacho, Joaquín: 129

Caminha, Pero Vaz de: 98

Caminos, María: 470

Camp, Roderic A.: 13,14,177

Campo, José Enrique del: 402, 408

Candido, Antonio: 97, 99, 104-107, 112,

113,364,367

Cané, Miguel: 279

Canga Argüelles, José: 137

Capistrano de Abreu, Ioáo: 272,313

Cappelletti, Ángel: 336, 337Carbia, Rómulo: 272

Cardano, Gerolamo: 71

Cardim, Pernáo: 97

Cardot, Felice: 163

Cardoza y Aragón, Luis: 565

Carlomagno: 375

Carlos III: 33, 250

Carlos IV:33, 127, 250

Carlos V: 64, 294

Carlson, Marifran: 480

Carpentier, Alejo: 565

Carpio Hernández, Manuel E.: 239

Carranza, Venustiano: 459, 460

Carrera, Javiera: 416

Carriego, Evaristo: 398

Carril, Salvador María del: 187, 293

Carvajal, Pedro de: 88

Carvalho, José M. de: 174,177, 319Carvalho, Laerte R. de: 100

Carvalho, M. A.: 319, 324, 325Carvalho Franco, Maria Sylvia de: 366

Casal, Iulién del: 526, 534, 535

Casanova, Pascale: 545

Casas de Santa Olaya: 470

Casasús, Joaquín de: 461

Caso, Antonio: 561

Casson, lean: 559

Page 289: C. ALTAMIRANO. Historia de Los Intelectuales en a.L

576 I HISTORIA DE LOS INHLECTUAlES EN AMtRICA LATINAíNDICE DE NOMBRES I 577

Cassini, Juana: 470

Castañeda y Néjera, Vidal: 448

Castellanos, Floro: 300

Castellanos, Rosario: 43

Castelli, Juan José: 259

Castelio, José Aderaldo: 97, 104, 108Castro, M. A.: 406, 407

Castro Leiva, Luis: 174

Cavendish, Thomas: 91

Cavia, Mariano de: 452

Ceruti, Roque: 73Cesaire, Aimé: 312

César, T.: 284

Cetina, Cutierre de: 62

Chacón, Jacinto: 252, 253, 414, 432Chagas, Carlos: 138

Chang Rodríguez, Raquel: 80, 86, 88

Charcas, Alberto de: 138, 139Chartier, Roger: 84, 274

Chateaubriand, Francois-Rcné de: 131Chaumeil, Pierre: 290

Chavcro, Alfredo: 295,304,306,307Chevalier, Prancois. 207

Chiaramonte, José Carlos: 201, 250,

257,258

Chimalpahin, Domingo Francisco San

Antón Muñón:: 61, 296

Chirinos, José Leonardo: 149

Chocano Mena, Magdalena: 18,3 2,80,81

Cibotti, Ema: 403-405

Cieza de León, Pedro: 60, 61

Cittadini, Basilio: 403

Clark de Lara, B.: 405

Claro, Miguel Antonio: 336

Clavijero, Francisco Javier: 34, 58, 122, 297Clay, Henry: 222

Cobbett, WilIiam: 194

Codillos, Joaquín: 295

Coelho, Edmundo c.: 177

Cohen, Monique: 297

Coil, Pedro Emilio: 534, 548, 554CoIl y Pratt, Narciso: 164, 165Collier, S.: 257

Collins, Randall: 13,315

Colombí-Monguió, Alicia de: 87

Colón, Cristóbal: 213, 214, 291, 293Colón, Hernando: 293, 294

Colonna, Vittoria: 90

Comas, Juan: 291, 292

Comte, Auguste: 11,47,336,443Conceicño, Carolina Eva da: 318

Condiliac, Étienne Bonnot de: 149,150,192,201,220

Condorcet, Nicolas de: 197Connelley, Owen: 222

Constant, Benjamín: 38, 123,176, 2]5, 253

Contreras, Francisco: 546, 547, 554, 556-558,562,564

Copérnico, Nicolás: 58,71

Coppéc, Prancois: 452

Córdova, Arnaldo: 445

Corneille, Pierre: 63

Corral, Ramón: 450,460,461Cortés, Hernán: 60, 222

Cortesáo, Jaime: 292,302

Cosa, Juan de la: 292

Cosío Villegas, Daniel: ]4, 445

Costa, Cláudio Manuel da: 105-107, 111,

112,114

Costa, Hipólito José da: 115Coto Paúl: 343

Coutinho, Afránio: 98

Covarrubias, Sebastián de: 82

Crecl, Enrique: 445, 461Crens, Isabel: 470

Cruz, Anne: 84-86

Cruz, Guilherme da: 318

Cruz, Juana Inés de la: 42, 55, 63Cruz, Luis de la: 300

Cruz, Ramón de la: 63

Cruz e So usa, Ioño: 44, 317-323,326-332Cuauhtémoc, rey azteca: 130

Cueva, Juan de la: 62

CuUen Bryant, William: 223

Cunha, Euclides da: 385

Cunill Grau, Pedro: 150

Curiel, G.: 406, 407

Cussen, Antonio: 420

Darlo, Rubén: 12, 41, 48, 504, 510, 514,518,

523-543, 547,549,550,553-556,558-563Darwin, Charles: 319, 350

Daunou, Pierre: 192, 196-198

Dávalos y Pigueroa, Diego: 87, 88, 90De Paw,Corneille: 295

Debray, Régis: 15,48

Debret, lean Baptiste: 373

Delgado, Francisco: 415

Descartes, Rcné: 58, 71, 192

Desterro, Antonio do: lOl

Destutt de Tracy: 185,188, 192, 193,

196-]98,201

Devoto, Fernando: 402

Días Pais, Perneo: 108

Díaz, Leopoldo: 529

Díaz, Porfirio: 47, 177,182,341, 407, 441­

443,446-454,456-458,460,462,463Dlaz, Ruy: 299

Díaz de Espada y Landa, Juan José,

obispo: 220

Díaz de Gamarra y Dávalos, Benito: 71Díaz Dufóo, Carlos: 534

Díaz Rodríguez, Manuel: 339, 528,

534,548

Díaz Romero, Eugenio: 528, 548, 554

Didapp, Pedro: 457

Díez Gutiérrez, Pedro: 448, 461

Dinwiddy, Iohn: 194, 195Dolhnicoff, Miriam: 371

Domínguez, Miguel: 212

Domínguez Michael, Christopher:

130,217,218

Dominici, Pedro César: 534, 548Donoso Cortés, Juan: 279

Doratioto, Francisco: 378

Drago, Luis María: 478

Drake, Francis: 91

Dreyfus, Alfred: 21, 53, 99, 449-455, 458,461, 518

Dubois, lean: 220

Duby, Georges: 309

Dumas, Alejandro: 239

Dumont, Btienne: 194

Durbec Routin, Josefina: 470

Durkheim, Bmile: 350

Echagüe, Juan Pablo: 548

Echeverrla, Esteban: 16, 300, 346, 429

Edwards Bello, Joaquín: 547

Egaña, Juan de: 124, 258, 259, 417

Egaña, Mariano: 434

Egido, Aurora: 86

Bguiara y Bguren, Juan José de: 77,556Elhuyar, Fausto de: 77

Elliott, Iohn H.: 85

Enrique el Navegante: 292

Brcilla, Alonso de: 31, 62

Escalona Arguinzonis, Rafael: 150Escardó, F1orencio: 281

España, José María: 149

Espejo, Juan Nepomuceno: 424,433,

437,442

Espinosa Medrana, Juan de: 62

Esposito, Fabio: 509Estévez,Felipe: 220

Estrada, Angel de: 548

Eyzaguirre, Víctor: 433

Ezpeleta, José de: 125

Falcao Espalter, Mario: 337

Falcón, Antonio: 88

Falcón, Ricardo: 21

Fanon, Franz: 312

Parini, Juan Angel: 302

Fausto, Boris: 369

Febvrc, L.: 269

Peijóo, María del Carmen: 480

Felipe II: 54,74,75,85,294Felipe III: 85

Fell, Eve-Marie: 350Pernández, Duarte: 77

Fernández de Agüero, Juan: 199, 201, 202

Fernández Concha, Domingo: 416

Pernández de Echeverria y Veytia: 297

Peméndez de Lizardi, José Joaquín: 35,

46,227-229,232,233,398Pemándcz de Oviedo, Gonzalo: 68

Fernández del Castillo, Manuel: 307

Fernández Garfias, Antonio: 427

Pemández Madrid, José: 218

Fernández Moreno, Baldomero: 556

Fernando VI: 296

Fernando VII: 134, 140, 207, 210, 221,348Ferri, Enrique: 482

Pigari, Pedro: 548

Figueroa, Francisco de: 88

Pilangieri, Gaetano: ]36, 139, 140, 172,

215,219

Pirbas, Paul: 87

Fisher, Agustín: 307

Flores, Juan José: 137, 214Flores Magón, Enrique: 456

Flores Magón, Jesús: 456

Flores Magón, Ricardo: 456

Fohlen, Claude: 217

Ponscca, Isidoro da: 101

Page 290: C. ALTAMIRANO. Historia de Los Intelectuales en a.L

578 I HISIORIA DE lOS INTELECTlJAlES EN AMÉRICA LATINA íNDICE DE NOMBRES I 579

Fontana, B. M.: 195

Porment, Carlos: 38, 245, 246, 250, 390,

391,394Port. Paul: 548,558Poulché-Dclbosc, Raymond: 561

Fragueiro, Mariano: 415

Prance, Anatole: 563

Francisco 11: 375

Franco, Constantino: 479Franco, Hernán: 73

Franco, lean: 23

Pranklin, Benjamín: 215-217,322

Fray Mocho, José Alvarez, conocido

como: 509, 5Il, 512Preyre, Gilberto: 315

Frías, Félix: 414, 416, 422, 423, 436Priederici, Georg: 18

Prieiro, Eduardo: 102

Frugoni, Emilio: 17Puenclara, Pedro de Cebrián y Agustín,

conde de: 295, 296Puller, Catherine: 196

Punes, Gregorio: 187, 246, 299

Puret, Prancois: 245, 442

Furtado, Joaci P.: Il3

Gaboto, Sebastién: 294

Gairén Bohórquez, Julio: 177, 178

Galeno de Pérgamo: 69

Oalllei, Galileo: 58,71,7')

GaUagher, M.: 159

Gallardo Alvarez, Luisa: 470

Galtier, Lisandro Z.: 529

Gálvez, Juan de: 88

Gálvez, Manuel: SIl, 512,556, 560

Gamio.Manuel: 444Carcés, Enrique: 88, 89

Careta, Baldomero: 300

Garda, Manuel: 199

Garda Bedoya, Carlos: 80

Garcia-Bryce, L: 39°,391,400,41

Careta Calderón, Francisco: 335,336, 339,

546,547,549-554, 560, 563, 565Careta Calderón, José: 564

Garcfa Calderón, Ventura: 547, 549, 550,

553,554,557,562,564García de Palacio, Diego: 71

Garcla del Río, luan: 430, 432

García Godoy, Francisco: 561

Garcla Icazbalceta, Joaquín: 304,

3°7,309

Careta Mérou, Martín: 501, S09, 515

García Reyes, Antonio: 429, 430

Carctadiego Dentas, Javier: 444

Garibaldi, Giuseppe: 404Garmendia, Luisa: 415

Garretón, Manuel Antonio: 25

Gauchet, M.: 244,260

Gazmuri, c.:251,390

Gerard, Srephen: 218

Gerbi, Antonello: 291, 293, 295

Ghiraldo, Alberto: 514, 529

Ciasson, Patrice: 297Gibbon, Edward: 269

Gil Portoul, José: 182,337,344,351,

528,534

Ginzburg, Carlo: 269

Giusti, Roberto: 12, 511

Gladel, Luisa: 470

Gobineau, Ioseph Arthur de: 350

Godoy, Armando: 546

Godoy, Juan Alberto: 415

Godoy, Manuel: 127

Godoy Urzúa, Hernán: 417

Coldman, Noemf 140

Gomes Preire de Andrade, conde de

Bobadela: 103, 104

Comes, Agostinho: 102

Gómez, luan Carlos: 279

Cómez, Juan Vicente: 47, 182, 337,

342, 528Gómez, L.: 337

Córnea, Valentín: 187,199

Cómez Carrillo, Enrique: 504, 531,535,

547,550,551,554,558-562,564

Concalves de Magalháes, Domingos: 373

Goncalvcs Dias, Antonio: 373

Goncalves Ledo, Ioaquim: 369

Góngora y Argote, Luis de: 558

Gonzaga, Tomás Antonio: 105, 106,

I!2-114

Conzalez, Joaquín V.: 275, 285

Gonzálcz, Juan V.: 356

Gonzalez, María Josefa: 470González Acosta, Alejandro: 222

González Bernaldo de Quiroz, P.:245,390

Conzélez Martínez, Enrique: '>56

Gonzálcz Prada, Manuel: 21,335,342González Sanchez, Carlos Alberto: 82

Goren, Yael Bitrán: 218

Corki, Máximo: 541Gorriti, Juana Manuela: 43, 46

Goupil, Bugene: 297Courdoux-Daux, J. H.: 218

Gourmont, Remy de: 554, 558

Graciano: 170

Graham, Mary: 470Gramsci, Antonio: 95, 399, 402

Granados, Aimer: 206

Grandmontagne, Francisco: 528

Grases, Pedro: 146, 147, 160

Grocio, Hugo: 172,215

Gross, Antoine-Iean- 373

Croussac, Paul: 300, 509, 556Cruzínski, Serge: 61,81

Cual, Manuel: 149

Gual, Pedro: 2]]Güemes y Horcasitas, Juan Francisco

de: 296Guerra, Prancois-Xavier: 147, 156, 157,

2°7,243,245,388,39°,418

Guerra, Rosa: 466Guerrero, Vicente: 212,466

Guibovich Pérez, Pedro: 82

Ouimarñes, Luis: 561

Güiraldes, Ricardo: 548, 556, 559Guitérrez, Juan María: 201

Guizot, Prancois: 196, 284, 561

Gumplowicz, Ludwig: 350

Curiérrez, Carlos: 508Gutiérrez, Enrique: 49, 503, 504, 505-510,

518,519

Cutiérrez, José María: 41, 506

Gutiérrez, Juan María: 16, 187, 188, 189,

192,285,390,430,414,416,429,533Gutiérrez de Padilla, Juan: 73

Gutiérrez Girardot, Rafael: 18, 334, 336

Gutiérrez Nájera, Manuel: 5°4,525-527,

534,535Guzmán Blanco, Antonio: 337, 338, 342

lIabernnas, lürgen:38,245,388, 498

Hale, Charles: 444, 449Halperin Donghi, Tulio: 20, 140, 200, 201,

207,246,263,335,398,399,536,537Hampc-Marttnez, Tcodoro: 82

Harrington, James: 324

Harvey, Robert: 207

Harwich Valenilla, Nikita: 336, 349, 350Haya de la Torre, Víctor Raúl: 10, 563-565

Hazard, Paul: 95

Hazlitt, William: 194

Heineccius: 171,172, 178, 180

Henriquez, Camilo: 187, 258Henrtquez Ureña, Pedro: 16, 553, 561

Heredia, José María: 215, 218, 222,

3°7,563Hernández, Francisco: 74

Hernéndez Travieso, Antonio: 223Hernéndez y Dávalos, Juan Evaristo: 304

Herrera, DaTÍo: 528

Herrera, José Manuel: 211

Herrera, 1. A. de: 272Herrera de Toro, Emilia: 416

Herrera y Reissig, Julio: 560

Hidalgo, Miguel: 208,347

Hidalgo de Cisneros, Baltasar: 89,140

Hipócrates de Cas: 69

Hobsbawm, Eric: 24

Hojeda, Diego de: 88

Holland, lord: 195Holmes, Augusta: 530

Horacio: 541Hostos, Eugenio María de: 16

Hugo, Victor: 239, 254, 429Huidobro, Vicente: 546, 548, 561

Humboldt, Alexander von: 55, 71, 76, 77,

257,295,297Hunter, Beatriz c.: 470Hurtel, Iean Francois: 218, 219

Hutcheon.L: 330

Ibsen, Henrik: 532

IIIades, c. 391

Imaz, José Luis de: 178

Infante, José Miguel: 434Ingenieros, losé: 21,335,350,529,551,561

Irisarri, Antonio losé: 124Irisarri, Hemógenes de: 415

Isnardi, Francisco: 146, 159-162Iturbide, Agustín de: 132, 209-211, 215,228

jacob, Max:548

Iairnes Freyre, Ricardo: 529, 535

laksic, Iván: 251, 253, 254

Page 291: C. ALTAMIRANO. Historia de Los Intelectuales en a.L

580 I HiSTORIA DE LOS INTELECTUAlES EN AMÉRICA LATINA íNDICE DE NDMBRES I 581

James, WilJiam: 552Iancsó, Istvan: 104

Iardi, Leandro: 470

lauralde Pou: 85, 86

Jaures, lean: 563

Iefferson, Thornas: 206,215,223Jerusalén, Ignacio de: 73

Iiménez, Juan Ramón: 540

Iober, J. c.: 251

José Bonifacio: 45,366,367-372,374,381José 1:105

Ioseph, Gilbert: 445

Jouhaud, Christian: 84

Iovellanos, Gaspar Me1chor de: 140, 56]Juan V: 104

Juan VI: 102,210,271,368

Juan y Santacilia, Jorge: 74

Iuarez Celman, Miguel: 498

Iuarez, Benito: 406, 443, 451, 456, 457Iustiniano: 170

Justo, Juan B.: 48

Kant, Immanucl: 215

Kanror, tris: 104, 108, 112

Kaplan. Marcos: 207

Katz, Friedrich: 441 n., 444, 447Kcnnedy, George: 237

Keplcr, Iohannes: 71

Khan, Custave: 558

King, WilIard E: 84

Kino, Eusebio Francisco: 71,76

Kinsborough, lord: 298

Kircher, Athanasius. 130

Korn, Alejandro: 17, lRR

Koselleck, Reinhart: 388

Kouri, Emilio: 444Krauze, Corinne: 46]

Krauze. Enrique: 443

LaCondamine, Charles Marie de:

74,294Laboulayc, Édouard René Lefevrc de: 350

Lacra, Alejandra: 497,500, 507

Lafayctte, marqués de la: 196, 222

Lafinur, Juan Crisóstomo: 186-189, 191,]9 2,202,430

Lafragua, José María: 239, 304

Lamartine, Alphonse de: 254, 270, 561

Lamas, Andrés: 274, 278, 282, 299, 346

Lamb, Jaime: ]59, ]60-162

Langlois, Charles-Vicror: 350

Lanteri, Iulieta: 470,473,481,483Lapa, M. R.: 114

Laperriere de Colón, Gabriela: 478Lara, Silvia H.: 104

Larbaud, Valéry: 555,557-559Larra, Mariano José de: 239Larrañaga, Dámaso de: ]24

Larrea, Antonio: 507

Larrca, Juan: 561

Larreta, Enrique: 548, 549, 558, 560

Las Casas, Bartolomé de: 31, 64, 132, 219

Las Heras, Juan Gregario de: 4]5, 416Lasarte, Javier: 147

Lastarria, José Victorino: 251-254, 261,

262,264,414,416,419,420,432,434,435,437,561

Latasa Vassallo, Pilar: 80

Latorre, Lorenzo: 279

Lautréamont, Isidore Lucien Ducasse,conde de: 532

Lavalle,Juan: 413Lavoisier, Antoine: 33

Lavrin, Asunción: 480

Le Bon, Gustave: 350

Le Goff, Iacques: 95

Le Play, Frédéric: 279,284

Leal, c.: 166

Leal, Jldefonso: 147-]49

Lempériere, Annick: 156, 231,245, 257,260,388,390

León Pinelo, Antonio de: 55,74,77,91León XIII: 451

León y Gama, Antonio de: 33, 297Leonard, 1rving: 82

Lepenies, Wolf: 15

Lerdo de Tejada, Sebastián: 447,451Lerner, Isaías: 79Letelier, Valentín: ]81

Levene, Ricardo: 172

Levillier, Roberto: 292

Leyva, Iulién de: 299

Lima Barreto, Henrique de: 44, 314, 315,

317,319-323,328-332

Lima Barreta, Manuel Ioaquim de: 319

Limantour, José Yves: 444-446, 448, 449,

454,455,458,460-462Lindner, Luis: 77

Linnco, Carlos: 59Lisboa, [oáo Francisco: 271, 272

Llspector, Ciarice: 43

Llanos, Julio: 509

Lloyd, Iane-Dalc: 447

Loaysa, José Jorge: 486

Lockc, Iohn: 150, 172, 192, 215,220

Lockhart, James: 85

Lohmann Villena, Guillermo: 82, 86, 87

Lombardo Toledano, Vicente: 14, 230

Lombroso, Cesare: 518, 519

London, Iack: 562

López.Blvira: 47], 472l.ópez, E: 148

López, Lucio V.: 509

López, Vicente Pidel: 46, 272, 275, 278,

414,416,429,431,432,434,436,497Lópcz Bohórquez, Alí E.: 172

López de Legazpi, Miguel: 75

López de Villalobos, Ruy: 75

López Rayón, Ignacio: 208

López y Planes, Vicente: 302Lópcz-Ocón, Leoncio: 290

Loreto Couto: 108,418

Loureiro, Rui Manuel: 81

Lozano, Jorge Tadeo: 128

Lozano, Pedro: 299

Luca, Esteban de: 187

Lugones, Leopoldo: 513,514,528,529,

535,541,548,560,561

Lynch, Iohn: 207

Lyra, Maria de Lourdes: 98

Mabillon, Iean: 269

Mably, Gabriel Bonnot de: 172,215

Macedo, Ioaquim Manuel de: 373

Maccdo, Pablo: 448,461

Machado, Antonio: 540, 541

Machado, Manuel: 540, 541

Machado de Assis, Ioaquim: 46,314,315,

365,382,561

Mackintosh, James: 195

Madero, Francisco: 442, 445, 458, 460Madison, James: 2]5, 216

Madre de Deus, Gaspar da: 107, 108, 110

Maeterlinck, Maurice: 548, 558

Magalháes lr., R.: 318,327

Magallanes, Fernando de: 75

Maistre, Ioscph de: 279

Malaspina, Alejandro: 295Mallarmé, Stéphane: 558

Manin, Bcrnard: 214

Mannheim, Karl: 19

Mansilla, Lucio v.: 500

Manzanero, José Luis: 44

Maquiavelo, Nicolás: 219

Marichal, Carlos: 206

Marinctti, Pilippo Tomrnasso: 557

Mármol, José: 46, 497, 505

Marsal, Juan E: 22Martel, [ulián: 5]]

Martí, José: 513,342-344, 346, 352, 523,

524,526,534,535,541

Martín, Aimé: 433

Martinenche, Brnest: 561

Martfnez, Indalecio: 415

Marrinez, Manuel Guillermo: 304

Martínez Campos, general: 524

Martíncz de Lantero, Adelina: 470

Marx, Karl: 94

Matos, Gregório de: 97

Matoso, K.: 318

Maurras, Charles: 555,557

Maveroff, Achille: 403

Maxirniliano de Habsburgo: 306, 443, 451Maxwell, Kenneth: 106

Maza, Íñigo de la: ]78

Maziel, Juan Baltasar: 299

Mazín, Óscar: 56, 73

Mazzini, Giuseppe: 279,404

McEvoy, Carmen: 390

Meade, Richard: 218Medina, Bartolomé de: 76

Medina, José Toribio: 296

Medrana, Mariano: 199

Meirelles, Cecilia: 43

Melgar, Ramón: 485

Mello e Souza, Laura de: 98

Mello, Evaldo Cabral de: 107, 108, 1ll

Melo, losé Santiago de: 415Mendes, Catulle: 548

Mendieta y Núñez, Lucio: 176

Mendoza, Daniel: 345

Mendy, Margarita G. de: 470

Meneses, Rodrigo José de: 106

Mercator, Miguel: 293Merlín, Hélene: 84

Mexía de Pcrnangil, Diego: 82, 87-90

Page 292: C. ALTAMIRANO. Historia de Los Intelectuales en a.L

582 I HISTORIA DE lOS INTELECTUALES EN AMtRICA LATINA ¡NO ICE DE NOMBRES I 583

Mcyer Gonzálcz, Manuel: 479, 499,

501,507

Miceli, Sergio: 314

Michelcna, Mariano: 212

Mignet, E: 285,286

Miliaru, Domingo: 337

Mill, James: 185, 193, 195, 198

Miller, Shannon: 84

Mina, Francisco Javier: 132, 222

Minvielle, Rafael: 428

Miomandre, Prancis de: 559

Mirabeau, Victor Riqueti, marqués

de: 197

Miralla, José Antonio: 218

Miramontes y Zuázola, Juan

de: 88,90

Miranda, Francisco de: 123,125, 127, 145,

146,148,1 65,205,343

Miró, José: 5Il

Miró Quesada, Aurelio 87

Mistral, Cabricla: 43, 548, 565

Mitre, Bartolomé: 46, 238, 269~289, 299,

302-304,3°8,414,415,498,515

Melina, Juan: 34, 122

Molina, Olegario: 445, 460, 461

Melina Enriquez, Andrés: 444

Molinos del Campo, Francisco: 228

Molloy, Sylvia: 558

Momigliano, Armando: 269,271

Monges, Ignacio: 518, 519

Monroc, James: 206, 218, 219, 382, 551

Monsiváis, Carlos: 14

Montavo, Ana A. de: 470, 561

Monteagudo, Bernardino: 124

Monteiro, Rodrigo B.: 101

Monterroyo Mascarenhas, J. E: 109

Montes de Oca, Pedro de: 88

Montesclaros, marqués de: 83

Montesquieu: 102, 136, 139, 163, 172, 214,

215, 219, 220, 269 , 343

Monteverdc, Domingo: 165, 166

Montt, Manuel: 412, 420

Moore, E. R.: 223

Mora, José María Luis: 35, 46, 124,

228- 23°,234,306,398

Moraes, Rubens B. de: 101

Morales, Francisco Tomás: 356, 357

Morante, Ambrosio: 187

Moréas, lean: 548, 563

Moreau de Justo, Alicia: 470, 473

Moreira, Juan: 49,5°7

Morelos, José María: 205, 208, 459

Moreno, Gabriel René: 336

Moreno, Manuel: 138, 187

Moreno, María: 259

Moreno, Mariano: 35, 123, 124, 138-141,

177,205,56]

Moreno, Francisco Pascasio,

perito: 294

Moreno Anguinosa, Manuel: 138

Moreto y Cavana, Agustín: 63

Morillo, Pablo: 181

Moro, César: 564

Muecke, U.: 390, 400, 401

Muller, Charles: 319

Muñoz, Juan Bautista: 296, 298

Muratori, Ludovico Antonio: 275

Murger, Henn: 562

Murguía, Clemente Jesús: 406

MuriJlo Velarde, Pedro: 176

Murillo, Gcrardo, conocido como"Dr. Atl": 548

Mutis, José Celestino: 125,295

Muzart, Z. L.: 326, 327

Myers, Jorge: 185, 200, 206, 302, 390, 394,

441 n.

Nabuco, Ioaquim: 45, 46, 325, 326, 329,

332,366.378-384

Nabuco de Araúio, José Tomás:

379>380

Nariño, Antonio: 36, 124-126, 128-131,

133,139

Navarro, Luis T: 415, 442

Navas, M. R.: 488

Nebrija, Elio Antonio de: 59

Neper, Iohn: 71

Nervo, Amado: 535, 547, 549. 560, 562

Neves, Guilherme P.das: 100, 102

Newman, J.: 221

Newton, Isaac: 58.150

Nietzsche, Priedrich: 532

Noailles.Ana de: 558

NoetzJin, Edouard: 461

Nor~au,Max: 454

Nováis, Fernando: 95, 102

Núñez, Ignacio: 36, 176. 199, 418

Núñez de Miranda, Antonio: 68

O'Donojú, Juan: 210

O'Gorman, Edmundo: 205, 2°7. 290,

292,294,295

Obligado, Rafael: 12

Ocampo, Gabriel: 415,443

Ocampo, Melchor: 46

Ocampo, Victoria: 43

Ohnet, M.: 527Olañeta, Casimiro: 415

Olavide, Juan Pablo de: 124

Olivcira Lima, Manuel de: 97,369,

31h,552

Oliveira Vianna, F. J. de: 313

Olivera, Carlos: 442, 477, 478

Olmedo, José Joaquín: 134

Oña, Pedro de: 82, 87, 88, 90

Oñate.Iuan de: 76

Orejón y Aparicio, José de: 73

Orgaz, Raúl: 429, 561

Oribe, Manuel: 318

Oro, Domingo: 415

Orozco y Berra, Manuel: 304,

306,307

Orrego Luco, Augsuto: 416

Ortiz Vélez, Pedro: 415

Otero, Mariano: 46

Oxenham, Iohn: 91

Pablo IV, papa: 72

Pacheco, León: 551

Paes Barreto, Prancisco: 379Páez, José Antonio: 342, 347, 355-357

Pagdcn, Anthony: 207Paine, Thomas: 190, 206, 215, 219

Palavicini, Félix: 460

Palma, Ricardo: 533Palti, Elias: 205, 230, 390-392, 395

Pani, Erika: 406,4°7

Pardo, Manuel: 401

Pardo, Miguel Eduardo: 337-339

Parra, Teresa de la: 565

Paso y Troncoso, Francisco del: 296

Pastormerlo, Sergio: 508

Patout, Paulette: 549,559

Paúl, Felipe Permín: 181Paula Castañeda, Francisco de: 189, 190,

199,200Paula Santander, Francisco de: 124, 129

Payno, Manuel: 2.\9

Payró, Roberto: 500, 503-506. 509,

511-518, 520, 529,

Paz, Octavio: 14

Pazos, Vicente, conocido como

"Kanki": 124

Pedro el Grande: 375

Pedro 1: 317,364,370Pedro 11: 36,273,278,281,326,364,365,

367,372-378

Peláez y Tapia, José: 418

Peralta y Barnuevo, Pedro de: 63, 91

Peralta Ruiz, Víctor: 219, 220

Pcreira Reboucas, Gaspar: 318

Pércz, J. G.: 211

Pérez, José María: 486

Pérez Ángel, Luis: 88

Pérez Bonalde, Juan Antonio: 524

Pérez Bonany,Alfonso: 218

Pérez Perdomo, Rogelio: 169, 170, 173,

176-178

Pérez Petit, Víctor: 561

Pérez Rincón, Cristóbal: 88

Pérez Rosales, Vicente: 415

Pesado, José Joaquín: 239

Pczzi, Felipe: 404Pezzí, Gaetano: 403-405, 408

Piaggio, Juan A.: 509

Piar, Manuel: 351

Piccato, P.: 397

Pichardo, José: 297Picón Salas, Mariano: 15,3 2,34,35,339,

342,350

Picot, E: 381Piedra, Bpigmenio de la: 214

Pillement, Georges: 559

Pineda, Rosendo: 448, 461

Pinilla, Norberto: 431

Pino, Alberto Tauro del: 87

Pino lturrieta, Elías: 147, 148, 337

Pinto, Enriqueta: 415

Pinto, Francisco Antonio: 214,415

Piñeiro, Miguel: 415

Piquet, Julio: 511,517,520

Pivel Devoto de Bauzé, Juan: 272, 278,

281, 283

Pizarra, Gonzalo: 60

Place, Francis: 194Plácido, Gabriel de la Concepción

Valdés, conocido como: 44

Page 293: C. ALTAMIRANO. Historia de Los Intelectuales en a.L

584 I HISTORIA DE lOS INTElE(TUAlES EN AMÉRICA LATINAíNDICE DE NOMBRES I 585

Platón: 202

Plaza, Elena: 147-]49,336,340-.142,

349,354Poblere, Juan: 501

Pocock, J. G. A.: 324

Poe, Edgar Allan: 532

Pornbal, marqués de: 102,368

Ponce, Aníbal: 563

Porres Osor¡o, Juan de: 70

Portales, Diego: 253,413,4]8,423

Portilla y Agüero, Juan de 88

Porto-Alegre, Manuel de, barón

de Santo Ángelo: 45,366,372-378

Prado, Pedro: 556

Pradt, Dominique de: 132,185, ]93, 196, 210

Pratt, Mary Louise: 372

Prescott, William: 309

Pricstlcy, Joscph: 33

Prieto, Adolfo: 501Prieto, Guillermo: 46

Ptolomco: 292

Quaritch, Bernard: 307

Quesada, Ernesto: 394, 471, 498,5°0,

501, 509

Quevedo, Francisco de: 63

Quintana, Juan Nepomuceno: 163

Quintana Roó, Andrés: 124

Quiroga, Horacio: 511,513,514

Rebasa, Emilio: 182,335,395,398,406,444

Rama, Ángel: 18-20, 32, ]47, 334, 419,

528,53 1

Ramfrez.Andrés Piorencio: 191

Ramtrez, Antonino: 470

Ramírez, Carlos María: 278

Ramírcz, Ignacio: 227,236,398

Ramírez, José Fernando: 304-307

Ramos, Julio: 18,20,35°,393,397,421,

427,505

Ramos Arizpe y Lavalle, Miguel: 215

Ramos Mejía, José María: 552

Ratzel, Pricdrich: 350

Ravel, E1an: 478,479

Raynal, Cuillaume: 215

Real de Azúa, Carlos: 272

Rebelo, Luis: 99

Reboucas, André: 44, 317-332

Reboucas, Antonio: 317, 318, 320

Reina, Leticia: 447

Rejón, Manuel Crescencio: 124

Remer, Rosalind: 217

Renan, Ernest: 350

Renato II de Lorene: 292

Rcverdy,Pierrc: 548, 557, 561

Reyes, Alfonso: 10, ]6, 548, 549, 553,

557-559,561,563,564

Reyes Marrero, Baltasar de los: 150

Rhazes: 69

Ribero, Diego: 293

Rice, Jacqucline Ann: 448

Rieux, Luis de: 126

Río, Andrés del: 33, 77

Ripalda. Jerónimo: 150

Riva Agüero, José de la: 336, 561

Rivadavia, Bernardino- 137,184,187,

192-203,3°0

Rivas,Carlos: 448

Rivas Bravo, Noel: 530

Rivas Salmón, Hilario de: 221

Rivera, Diego: 505, 548

Rivera Jndarte, José: J03

Rivet, Paul: 291

Roca, Julio Argentino: 518, 519

Rocafucrte, Vicente: J6, 40, 41, 124,

133-137,139,206, 215,217,219,220,

222,223

Rocha, Sóstencs: 44~Rocha Pilla, Sebastiáo da: 101, 110, III

Rodó, José Enrique: 16,17,2],335,346,

429,535,539,549,551,552,556,559,

560,56 1

Rodríguez, Diego: 71

Rodríguez, Enrique: 415

Rodríguez, Simón: ]31, 150, 152,341,342,

344,345Rodríguez de Bejarano y Lavayén, María

Josefa Teda: ]33

Rodríguez de San Miguel: 177

Rodríguez Gamarra, Alonso: 90

Rodríguez Garrido, José Antonio: 80

Rodríguez O., Jaime: 136, 207, 215, 218

Rodríguez Peña, Nicolás: 415, 416

Rojas, Rafael: 132, 1]6, 228, 421, 422

Rojas, Ricardo: 505, 508, 512, 560

Roldan, Belisar¡o: 478

Reman, Claudia: 497, 508

Rornciro, Adrlana: 101

Romero, José Luis: 12,279,416

Romero, Silvia: 201, 335, 380, 390

Romero Rubio, Manuel: 4.51, 452

Romilly, Samuel: 195

Roncari, Luís: 97, 98

Rooscvelt, Thcodore: 537

Rosanvallon, Pierre: 284

Rosas, Juan Manuel de: 180,25°,252,274,

275,302,303,338,394,413,416,436,

466,497Roscio, Juan Germán: 162,163, 165,173,

179,218, 219

Rose, Sonia: 82, 87Rousseau, Iean-Iacqucs: 136, 139, 140, 149,

163,164,172,189, 190, 215,344, 354, 426

Rucquoi, Adelinc: 54

Rueda, Salvador: 442, 540

Ruiz de Alarcón, Juan: 55,63

Russel Smith, Iohn: 303Russell-Wood, A. J. R.: 108

Sá Barrero, Ana Benigna de: 379

Saavedra y Cerón, Alvaro de: 75

Sabato, Hilda: 387, 390-392, 394, 397, 402,

403,418

Sabor, 1.: 275,3°2,3°3

Saco, José Antonio: 223

Sáenz, Antonio: 201

Sahagún, Bemardino de: 60,68,74,296

Saint-Simon: 196

Salamanca, Francisco de: 73

Salanova, Teresa: 470, 484

Salas, Juan de: 171

Salas, Julio César: 561

Salas, Manuel de: 254-259

Salceda, Pablo: 68

Salcedo Víllandrado, Juan de: 88

Salgado Cuimarács, M.: 273

Salinas, Pedro: 550

Salinas Alvarez, Cecilia: 418

Salles Torres Homem, Francisco de: 373

Salvoechea, Permin: 529

San Martín, José de: 209,538

Sánchcz.Iosé; 84

Sénchcz, Luis Alberto: 17, 89

Sánchez, Miguel: 62

Sánchez de Mandevillc, Mariquita: 43

Sand. Gcorges: 497Sanfucntcs, Sulvudor: 414. 42 l)

Sanin Cano, Baldomero: 561

Santa Anna, Antonio L. de: 212, 305, 451

Santa Col ama, Gaspar de: 299

Santa María, Miguel: 210-2]3, 215

Santos, E.: 337

Santos, Máximo: 279

Santos, Rita Brasília dos: 318

Santos Chocano, José: 547, 556, 560, 562

Santos Tornero: 417

Sanz, Miguel José: 353

Sarlo, Beatriz: 5Il, 513, 516Sarmiento, Domingo Paustino: ]5, 16, 36,

41,43,45,46,180,246,252,254-256,

263,270,322,345,346,349,420-425,

428-430,432,434,436,465,466,470,

495-497,499,505

Sarmiento de Gamboa, Pedro: 75

Sárraga, Belén de: 469

Sarratea, Mariano: 415

Sastre, Marcos: 4]6

Sawa, Alejandro: 529

Say, Jean-Baptiste: 176

Schróter, Bernd: 85

gchwarcz, Lilia Moritz: 102, 322

Schwartz, Sruart B: 98,111

Schwarz, Roberto: 366

Scotr, Walter: 497

Sedeño, Luis: 88Segura Argüellcs, Prancisco: 406

Segura Argüelles, Vicente: 406

gegurola, Saturnino: 299,300

Seignobos, Charles: 350

gepúlvcda, Isidro: 206

Serrano, Sol: 178, 253

gcvcenko, N.: 329, 330

Shils, Edward: 11

Sierra, Insto: 46, 335,340, 346, 347, 4°5,

443,444,448-451,454,457,460,461,56]

Sigüenza y Góngora, Carlos: 33, 71, 296

Silva, José Asunción: 526, 534,535, 561

Simmel, Georg: 350

Skinner, Quentin: 315

Smith, Adam. 140

Soarcs de Sousa, Gabriel: 97

Solares Robles: 235

Soler, Ricaurtc: 336, 345, 346

Solórzano Pereyra, Juan de: 55, 65Somcllcra, Pedro: 201

Sordo Gcorgcs: -,So

Page 294: C. ALTAMIRANO. Historia de Los Intelectuales en a.L

586 I HISTORIA DE lOS INTElECTUALES EN AMÉRICA lATINAíNDice OC NOMBRCI í 587

Soublettc, Carlos: 2It

Sousa, Antonio Caetano de: 109

Sousa Coutinho, Aureliano de: 374

Sousa Coutinho, Rodrigo: 368

Sousa Silva, Ioaquim Norberto de: 96, 97Southey, Roben: 271, 283

Souza, Guilherme Xavier de: 95, 105, 107,111,318,320

Souza ReiJly, Juan José de: 550Speckman Guerra, E.: 405

Spencer, Herbert: 336, 454

Spinoza, Baruch: 102, 150, 489Spitzer, L.: 318

Squcff Leticia Ce 377Staél, madame de: 40

Stavcly, William: 220, 222

Stockhausen, Elke: 179

Strosetzki, Christoph: 84

Stuart MilI, Iohn: 253, 336, 454

Stuven, Ana María: 251,253, 254, 419, 420,425, 427

Suérez de la Torre, Laura: 235Suérez, Francisco: 68, 215

Subercaseaux, Bernardo: 147, 251,253,417,418

Sux, Alejandro: 547, 554,561, 564

Tablada, José Juan: 548Tactón, Francisco: 221

Taine, Hyppolite: 336, 350, 454Tallien, Iean-Lamberr: 128

'famayo,Franz: 548

Tansillo, Luigi: 90

Taques de Almeida Paes Leme, Pedro:107-111

Tarde, Gabriel: 552Tartaglia: 71

Taunay, Alfredo: 109, ItO, 326Tejedor, Carlos: 415

Tena Ramírez, Felipe: 208, 214Teresa Cristina: 376

Teresa de Mier, Servando: 123,130, 133,

136,139,206,213-215,217,218,220,223,246,295,30 6,345

Terrazas, canónigo: 138,139Tbomas, J.: 308

Thompson, Edward P.:95

Tillemont, Louis-SébastienLe Nain de: 269

Iocqueville, Alexis de: 38, 195, 245, 283, 552Toledo, Francisco de: 83

Tomás de Aquino: 59, 66-68

Topic, Steven C. 455Torne': 36

Toro, Fermín: 345

'lbrquemada, Juan de: 296

Torre Revello, José: 294, 295, 296, 298,300,303

Torre Villar, Ernesto de la: 306, 307

Torrejón y Velasco, Tomás de: 73Torres, Luis María: 302

Torres, Manuel: 218, 219

Torres Caicedo, José María: 16

Torres Soares Ribeiro, Eveiína: 382Trabulse, Ellas: 59, 69-71

Trelles, Manuel Ricardo: 294, 299Triboniano: 170

Trubncr: 307

'Iurín, Antonio Ricardo de: 88, 90Tzara, Tristan: 548

Ugarte, Manuel: 410, 504, 5U, 544,

547-554,558,560,563Ulloa, Antonio de: 74, 294

Unamuno, Miguel de: 523, 555, 559Urbaneja Achelpohl, Luis Manuel:

357,534

Urbina, Luis G.: 535,548Urdaneta, Andrés de: 75

Uribe Uran, Víctor Manuel: 172,178

Uslar Pietri, Arturo: 340, 341, 350, 351,565

Valdés de Cárcamo: 55

Valdivieso, Rafael Valentín: 433Valencia, Guillermo: 548

Valenzuela, Jesús: 534Valera, Juan: 527

Valle, Ana María: 138

Valle, Heliodoro Rafael: 210-213Valle, José Cecilio del: 124

Valle Caviedes, Juan del: 63

Valle Inclén, Ramón del: 540

Vallejo, César: 471, 548, 549, 551,553, 557,561,5 63, 565

Vallejos, José Joaquín, conocido como"Iotabeche'': 414

Vallenilla Lanz, Laurcano: 47, 33S-3J8,340-358,561

Vallete, Alfred: 558

Valobra, Adriana: 465

Varas, Antonio: 412, 425

Varela, Félix: 41, 124, 206, 215,217, 218,

220- 223

Varela, Plorcncio: 36, 275, 303, 398Varela, Héctor: 398

Varela, José Pedro: 43

Varcla, Juan Cruz: 187, 188, 199Varela Domínguez de Ghioldi, Delfina:

187,192,198

Vargas Vila, José María: 531, 534, 535,

547,551Varnhagen, Francisco: 269-289

Várzca, Virgílio: 327

Vasallo, Alejandra: 480

Vasconcelos, José: 14,17,558,561,562,564

Vasseur, Armando: 528

Vaz de Caminha, Pero: 97

Vedia, Agustín de: 398Vega, Garcilaso de la: 62

Vega, Inca Garcilaso de la: 55, 60, 61

Venancio Filho, Alberto: 179

Verissimo, José: 561

Veracruz, Alonso de la: 70

Verde Casanova, Ana: 290

Verlaine, Paul: 532, 536Vespucci, Américo: 292

Vespucci, Juan: 292, 294

Viala, Alain: 84

Vico, Giambattista: 296

Victoria, Guadalupe: 213,230

Vicuña, Manuel: 433Vicuña Mackenna, Benjamín: 46, 277,

304,415,416

Vidaurre, Manuel Lorenzo de: 206, 215,

217-220, 223

Vieira, Antonio: 31, 33, 97, 101Vieira da Silva, Luís: 102

Vieyra Sánchez: 408

Vieytes, Luis Hipólito: 259

Villa, Francisco: 459, 460, 536Villalta, Luís Carlos: 100,102

Villanucva y Francesconi, Mariano:

406-408

Villarroel y Coruña, Gaspar de: 87, 88

Villegas, Abelardo: 336

Vinnius: 171

Viñas, David: 498

Viscardo y Guzmán, Juan Pablo: 123,127

Vitale, Luis: 469

Vitoria, Francisco de: 64, 215

Viya y Cosfo, Manuel de: 214

Volney, conde de: ]90, 192

Voltaire: 102, 139, 149, 190, 215,269, 274

Wagner, Richard: 530

Waldseemüllcr, Martin: 293

Warncs, Manuela: 415

Washington, George: 215,216, 343

Weber, Max: 38

Webster, Daniel: 222

Wehling, Arno: 278, 279

Weigley, Russell F.: 217

Weill, Georges: 498

Wcinberg, Félix: 200, 430

Welch, Cheryl: 197,198

Wendhausen, Germano: 326

Werneck Vianna, L.: 322

whitrnan, Walt: 526, 556

Wilde, Osear: 526

Williams, Rayrnond: 506, s08

Williford, Miriam: 194

Woodrow Wilson, Thomas: 563

Woolf, Virginia: 483

Yanes, Francisco Javier: 180

Zaldumbide, Gonzalo: 546, 548, 549

Zamacona, Manuel de: 448

Zapata, Emiliano: 446, 458, 460

Zapata, Manuel: 415

Zarco, Francisco: 237, 405

Zarraga, Angel: 548

Zavala, Lorenzo de: 124,214,306

Zea, Leopoldo: 336

Zeballos, Estanislao: 294,3°9Zermcño, Guillermo: 68

Zola, Émile: 99,453,455,499,518,

541, 563Zorrilla, José: 239

Zorrilla de San Martín, José: 286

Zubillaga, c.: 275

Zumaya, Manuel de: 73

Zurriera, César: 21,339,341,548,551,552Zúñiga y Ontiveros, Felipe: 71