Burrin_Hitler y Los Judios

download Burrin_Hitler y Los Judios

of 24

Transcript of Burrin_Hitler y Los Judios

Texto. Hitler y Los judios. Gnesis de un genocidio Autor. Philliphe Burrin

INTRODUCCIONLos trenes repletos a ms no poder, que desde cualquier punto de Europa rodaban hacia el Este, millones de personas tragadas por fbricas cuya tarea era fabricar cadveres, la recuperacin minuciosa de todo cuanto poda tener uso o valor, por ltimo, la incineracin, la desaparicin obstinada de la huella del paso de hombres... Los historiadores han explorado y narrado todo esto, el exterminio de los judos europeos por los nazis, esclareciendo la organizacin del crimen, los mtodos aplicados, la cantidad de vctimas. Vano seria querer hacer algunas hojas ms alta la pirmide de sus trabajos para no decir nada que no sea conocido1. No obstante, qu sabemos de aquello que precedi a la matanza, qu sabemos de la trama de decisiones y acontecimientos que, un da, desembocaron en lanzar el primer tren hacia la muerte? Hasta un genocidio debe nacer de una manera o de otra, por monstruoso que nos parezca. Hasta un genocidio debe tener una gnesis, aunque existan acontecimientos que mucho le cueste aprehender a la investigacin histrica. Por la amplitud y las formas de la matanza por las condiciones y el contexto de su realizacin, la Solucin final logra que el historiador experimente los lmites de su comprensin, algo que hace con tanta mayor intensidad cuanto mayor es la carencia de seguridad en sus propios conocimientos. En efecto, desde hace algunos aos un debate ha sensibilizado la fragilidad de cuanto se daba por sabido al replantear cuestiones aparentemente elementales. Deba desembocar en la Solucin final la poltica del rgimen nazi? Era evidente la Solucin final, incluso para un Hitler? Muchos historiadores y con ellos el pblico esclarecido tendrn una respuesta segura. Amo del Tercer Reich, Hitler persigui la realizacin de un programa que habla establecido con mucha anticipacin, y cuyos dos puntos esenciales eran la conquista del ''espacio vital" en el Este y el exterminio de los judos. Sin duda, la historia del rgimen nazi no sigui un orden de marcha fijado de antemano por un Fhrer omnisciente. La flexibilidad tctica de Hitler, su arte de sacar partido de las ocasiones, y tambin las coerciones del juego internacional, imprimieron a su poltica muchas sacudidas y en ocasiones retrocesos: esto ocurri en 1939, cuando se firm el pacto germanosovitico. Pero tanto sacudidas como retrocesos no producan prolongadas desviaciones de la direccin indicada por objetivos inflexibles. Sin duda, tambin, el rgimen nazi se vio presa de muchas rivalidades y conflictos internes. Pero Hitler fomentaba tales rivalidades y conflictos, o por lo menos los toleraba jugando a dividir para dominar mejor. Jefe de un rgimen que tuvo en su puo hasta el final, tanto por su personalidad como por sus concepciones se hallaba en el origen directo de las abominaciones cometidas. Animado por un increble odio antisemita, desde los aos 20 tuvo la fume intencin de matar a los judos; slo esperaba la ocasin, y cuando sta pareci ofrecerse no la dej pasar2. Desde hace ms de un decenio algunos historiadores cuestionaron esta representacin, que consideraban sumaria. La visin por la que se esforzaron en reemplazarla pareci iconoclasta a muchos de sus colegas; por cierto discutible, fue sin embargo un aporte fecundo3. Si seguimos a estos historiadores, Cuyo punto de vista menos conocido merece ser expuesto con mayor prodigalidad, el Tercer Reich, no bien se lo encara en su funcionamiento, aparece como una "anarqua autoritaria4. Tras la fachada monoltica alisada por el aparato de propaganda, el poder nazi se perda y se exacerbaba en el entrelazamiento de fuerzas rivales: fuerzas tradicionales como la administracin y el ejrcito, fuerzas nuevas del partido y de sus filiales que vivan como parsitos de todo cuanto no haba podido ser eliminado: esto ocurra por ejemplo con las SS cercando a la polica y demoliendo el monopolio del ejrcito. En medio de esta jungla, la poltica del

UNTREF VIRTUAL | 1

rgimen est destinada estructuralmente a divagar e improvisar. Cuntas decisiones en las que no se puede reconocer ningn objetivo a largo plazo! Y, tambin, cuntas decisiones adoptadas por compromisos entre fuerzas rivales, de manera que la intencin inicial, si exista, quedaba totalmente irreconocible. Indiscutiblemente, el rgimen giraba alrededor de un hombre. Hitler era el sol del sistema, l dispensaba el poder y los favores, haca la luz y la sombra en materia de ideologa. Ninguna duda cabe de que adhera fanticamente a las frmulas racistas que proclamaba. Pero estas frmulas constituan un magma ideolgico, del que difcilmente poda deducir objetivos claros; la intensidad del odio no reemplazaba la relativa inconsistencia de sus concepciones. En todo caso, la poltica del Tercer Reich muestra mucha incoherencia para haber sido dirigida por un programa. Por aadidura, aunque hubiera tenido uno, a Hitler le hubiera costado mucho realizarlo, en virtud de los mtodos de direccin que practicaba El Fhrer tena por costumbre distribuir las misiones entre sus lugartenientes sin preocuparse demasiado por definirlas, cuando no se limitaba a ratificar propuestas o a sancionar iniciativas provenientes de abajo. Preocupado ante todo por salvaguardar su prestigio, reaccionaba a los incesantes conflictos que eran el precio de su conducta dejando que actuara el tiempo antes que tomando partido. En suma, su papel habra sido esencialmente indirecto: mediante sus peroratas ideolgicas orientaba y aguijoneaba la competencia entre los diferentes sectores del rgimen, competencia cuyo resultado era producir una permanente radicalizacin. La poltica llevada a cabo con los judos ofrecera una ilustracin ejemplar de esto. Cuando se la examina de cerca no resulta en absoluto lineal, y dista mucho de revelar la existencia de un proyecto de exterminio. Hasta la guerra e incluso ms all, hasta 1941, la partida de los judos del Reich fue el objetivo perseguido por los dirigentes nazis. Y fueron esos mismos judos a los que para alejar haban hecho de todo, a los que luego, despus de 1941, fueron a buscar un poco en todas partes de Europa para matarlos. Si Hitler hubiese alimentado un proyecto de exterminio, no habra debido impedir esas partidas y conservar a sus vctimas a mano para el da del gran ajuste de cuentas? En realidad, no tena un programa, sino slo una obsesin: librar al Reich de los judos que all se encontraban, y cuyo nmero creca con cada una de sus conquistas. Ahora bien, todos los caminos que tom para conseguirlo se malograron. La poltica de emigracin fue puesta en bancarrota por el estallido de la guerra. El proyecto de crear una reserva juda en Madagascar naufrag en virtud de la continuacin de la guerra con Inglaterra. La conquista de la Unin Sovitica, por ltimo, que deba abrir nuevos espacios para transplantar a los judos, pronto tropez con la resistencia de los ejrcitos soviticos, pero despus de xitos iniciales que hicieron lanzar prematuramente las deportaciones. Atrapados en este nuevo callejn sin salida, algunos responsables locales, estimulados por las declaraciones rencorosas del Fhrer, se previnieron contra la superpoblacin de los guetos del Este ejecutando a las personas que no estaban en condiciones de trabajar. Esta solucin improvisada fue ejemplar y termin por recibir la sancin del responsable supremo. Puesto que no podan ser enviados a ninguna parte, los judos desapareceran de la nica manera posible: la muerte. La Solucin final haba nacido del encuentro de la obsesin antisemita del Fhrer, del funcionamiento anrquico de su rgimen y del desarrollo de una situacin inmanejables5. Vemos que las lneas no pueden estar mejor marcadas. Dos interpretaciones, que pretenden explicar como se llego a la Solucin final, se enfrentan. Segn la primera, comnmente calificada de intencionalista: el exterminio de los judos fue la realizacin de un programa, el de un hombre con poder absoluto. Segn la segunda, llamada funcionalista, fue el resultado de un proceso de persecucin que se acelero ms all de toda previsin por la dinmica de un

UNTREF VIRTUAL | 2

Texto. Hitler y Los judios. Gnesis de un genocidio Autor. Philliphe Burrin

rgimen, no solo fundamentalmente irracional, sino tambin incapaz de hacer otra cosa que improvisar radicalizndose. El desacuerdo prolongado hasta en el terreno de las fechas. Para los intencionalistas, el giro decisivo se produjo en alguna parte entre el otoo de 1940 y el fin de la primavera de 1941, fue en el curso de este perodo, en forma paralela a los preparativos de la campaa de Rusia, cuando Hitler habra dado la orden que iba a hacer pasar a la realidad la intencin que alimentaba desde hacia aos. Para los funcionalistas, el giro se situara ms bien en el curso del otoo de 1941, con el comienzo de esas matanzas a escala local que Hitler habra sancionado luego y sistematizado en una operacin a escala europea. Primavera u otoo, la diferencia es realmente importante, tratndose de un acontecimiento como ste. Simboliza la incertidumbre de nuestros conocimientos acerca de la manera en que fueron condenadas a muerte millones de personas, hace apenas cincuenta aos. Esta situacin se explica, en primer lugar, por las grandes lagunas de la documentacin. No subsiste ningn documento que lleve una orden de exterminio firmada por Hitler, ningn documento tampoco que atestige la existencia de tal orden escrita. A todas luces, las rdenes fueron dadas verbalmente; se ha establecido que una consigna de secreto rode la empresa. En cualquier caso, nada viene a esclarecemos acerca de la marcha de la decisin y su cronologa. Sobre todo, la oscuridad mas completa se mantiene sobre el contenido de las conversaciones que tuvieron lugar entre Hitler y el jefe de su poltica, Himmler, en el transcurso del ao fatal de 1941. El historiador trabaja siempre a partir de huellas; aqu las huellas no slo son poco cuantiosas y dispersas sino de difcil interpretacin: la propia expresin "Solucin final" cambi de significacin con el tiempo. A lo cual se aade un segundo obstculo, no menos temible, que es el que representa la comprensin de los mviles y el comportamiento de Hitler, una personalidad fuera de lo comn en muchos aspectos, y por cierto en lo que respecta a su monstruosa criminalidad. Nos resulta ms fcil sondear las deliberaciones ntimas de un Churchill o de un Roosevelt. Cmo estar seguro de haber aprehendido las de un Hitler? El conflicto de interpretaciones existe; no obstante, no hay ninguna razn para conformarse con ello. El debate que opuso las tesis enfrentadas habr tenido la ventaja de hacer surgir recprocamente sus mritos y sus lmites, de situar y esclarecer los aspectos que siguen siendo problemticos6. Como justamente lo han puesto de manifiesto los funcionalistas, al vincular demasiado el genocidio con la persona y las intenciones de Hitler, se acaba perdiendo de vista la influencia del contexto, el papel de la coyuntura, la importancia de toda una serie de factores que no estaba en manos de un hombre crear o siquiera controlar. La Solucin final es inexplicable si no se toma en cuenta la contribucin solidaria del conjunto de los sectores del rgimen y sobre todo la de las lites conservadoras, cuyo apoyo fue capital para la instalacin de la dictadura nazi y la ejecucin de sus crmenes. Yendo ms al fondo de la cuestin, la tesis intencionalista tiende a exagerar la coherencia de la ideologa hitleriana, a generalizar en forma absoluta su capacidad de suministrar directivas unvocas para la accin. Adems, descuida o minimiza el hecho de que un cambio de rumbo tuvo lugar en la poltica del rgimen nazi cuando el exterminio reemplaz a la emigracinexpulsin. Para trazar una lnea recta de los aos 20 a Auschwitz es preciso recurrir al postulado de un maquiavelismo permanente en Hitler: es la nica manera de reconciliar la afirmacin de un programa de exterminio y la poltica divergente llevada a cabo por su rgimen. Pero si los funcionalistas han puesto de manifiesto la complejidad y la sinuosidad del curso

UNTREF VIRTUAL | 3

Texto. Hitler y Los judios. Gnesis de un genocidio Autor. Philliphe Burrin

histrico, llevaron el pndulo al otro extremo. Ya que, en definitiva, aqu la cuestin no es saber si Hitler es el nico responsable del genocidio, sino saber si en 1941, siendo las cosas como eran, el genocidio poda engendrarse sin su impulso, y si ese impulso, a su vez, no derivaba de una ideologa a pesar de todo suficientemente consistente para ofrecer orientaciones y resoluciones. Para demostrar que Hitler era prisionero del rgimen cuyo jefe era formalmente, la tesis funcionalista tambin debe apoyarse en forma permanente sobre un postulado, el de una inconsecuencia entre las declaraciones criminales de Hitler y la poltica de exterminio llevada a cabo por el Tercer Reich. Por cieno, en ocasiones Hitler era vacilante, a menudo contemporizaba, de buena gana se remita a subordinados para la marcha de ciertos asuntos. Y, efectivamente, cantidad de decisiones del rgimen fueron tomadas de manera errtica, sin que apareciera la mano del Fhrer. Pero todas estas verificaciones slo son vlidas dentro de cienos lmites. As, Hitler segua y guiaba paso a paso la poltica exterior y la poltica militar. A pesar de los huecos de la documentacin, puede demostrarse que su presencia era tanto ms activa, y tanto ms exclusiva su direccin, cuanto la cuestin considerada mas se aproximaba al ncleo de sus convicciones, al que, por supuesto, perteneca la famosa "cuestin juda". Con justa razn, el papel de los "grandes hombres es mantenido en recelo por una historia preocupada por miras ms amplias. Lo cual no impide que aqu nos encontremos en presencia de una situacin en la que un hombre ha desempeado un papel irreemplazable7. En definitiva, el problema esencial que hizo aparecer el debate es articular el papel de Hitler y el cambio de rumbo sobrevenido en la poltica del rgimen. Entre los historiadores que muy recientemente se dedicaron a la cuestin puede observarse un estrechamiento de las posiciones, e incluso una convergencia sobre dos puntos. Primero, en las condiciones de funcionamiento del rgimen, el genocidio slo pudo ser desencadenado de manera central, bajo la direccin de Hitler. Luego, probablemente la decisin no fue adoptada de la noche a la maana, sino que madur a lo largo de un perodo de transicin, antes de ser definitivamente tomada en un momento que se ubicara en el verano o el otoo ms que en la primavera de 1941. Ms all existen serios desacuerdos de fondo, como se ver al evocar las posiciones de tres historiadores que ltimamente afinaron el estudio del tema. El historiador alemn Eberhard Jckel, que en una obra ya clsica subray la coherencia de la ideologa hitleriana, concede hoy que no estaba exenta de contradicciones, y que esta parte de incoherencia poda dificultar la fijacin de prioridades. No por ello, sin embargo, deja de pensar que Hitler tena la intencin de exterminar a los judos, aunque no lo afirma ms explcitamente. En todo caso, esta voluntad ntima trajo aparejada una gestin incierta, debida a la ndole extraordinaria de la empresa. Hitler deba llevar a sus lugartenientes a realizar algo que nunca haban hecho o siquiera imaginado hacer. As, pues, habra procedido tanteando el terreno, "iniciando" a sus fieles unos tras otros. Maquiavlico, pero tambin falible, puesto que, en dos ocasiones, habra evaluado mal la situacin: en el otoo de 1939 habra subestimado, y sobrestimado en el verano de 1941, las dificultades que podan oponerse al lanzamiento del genocidio. De aqu proviene el andar sinuoso y ampliamente improvisado que adopt la marcha hacia la Solucin final. En esta interpretacin, cuya ambicin es reconciliar improvisacin y premeditacin, la intencin sigue siendo central; las circunstancias no forman sino una tela de fondo sin gran importancia, salvo a travs de la asociacin de orden general que, en el espritu de Hitler, habra existido entre genocidio y tiempo de guerra8. En la otra orilla, el historiador norteamericano Christopher Browning, quien se califica a s mismo de funcionalista moderado, considera que el exterminio de los judos no se hallaba entre los objetivos de Hitler en los aos 20 y 30. Si en definitiva lo orden, sera como

UNTREF VIRTUAL | 4

Texto. Hitler y Los judios. Gnesis de un genocidio Autor. Philliphe Burrin

consecuencia del fracaso de las otras soluciones que haba tratado de aplicar, y bajo el efecto de las frustraciones que de ello resultaron. Las experiencias realizadas en 1940-1941 haban desembocado en radicalizar impulsos de matanza muy presentes en su ideologa, pero que nunca haban cristalizado en un programa. Ubicado ante perspectiva de heredar a otros millones de judos como resultado de la conquista de la URSS, un Hitler movido por la obsesin de depurar al Gran Reich, y forzado a fondo por los fracasos precedentes, habra optado por el exterminio9. Por ltimo, Arno Mayer acaba de proponer una explicacin que, como la de Browning, gravita alrededor del polo funcionalista. A su juicio, el antisemitismo slo era un componente de la ideologa hitleriana, al lado sobre todo del antibolchevismo y del expansionismo hacia el Este. Por tanto, es dudoso que Hitler haya podido hacer derivar de ello un programa de exterminio. Si se lanz en el genocidio, ms bien sera por reaccin al fracaso de la campaa de Rusia, que al mismo tiempo era el fracaso de una cruzada en que, por vez primera, se haban comprometido todos los componentes de su ideologa. A diferencia de Browning, que vincula la decisin de muerte con un clima de triunfo y euforia, Mayer ve en el fracaso de la campaa de Rusia la coyuntura que engendr el genocidio10. Por lo tanto, las posiciones son bien diferenciadas y siguen padeciendo la polarizacin de las dos interpretaciones bsicas: por un lado intencin de exterminio, por el otro radicalizacin por las circunstancias. A mi vez, al retrasar la marcha hacia la Solucin final, sostendr otra explicacin, donde se mezclan las dos aproximaciones existentes. Como los intencionalistas, yo considero que Hitler alimentaba la intencin de exterminar a los judos; sin embargo, esta intencin no era absoluta sino condicional: deba aplicarse en el caso de una situacin bien definida, vale decir, el fracaso de su proyecto de conquista, lo cual dejaba libre el camino a la prosecucin de otra poltica en el intervalo. Por otro lado, como los funcionalistas, sostengo que la coyuntura fue esencial para la realizacin de esta intencin, para su traduccin en actos: la percepcin del fracaso de la campaa de Rusia y de sus consecuencias estratgicas desempe aqu un papel decisivo. En las pginas siguientes, la perspectiva se estrecha a lo que pareci necesario para mi propsito. La mirada se ha fijado sobre los altos responsables nazis, en primer lugar sobre Hitler, sobre sus concepciones y sus intenciones, al mismo tiempo que sobro su evaluacin de la situacin estratgica. Por consiguiente, muchos aspectos del cuadro han sido mantenidos en la penumbra, hasta en la oscuridad: las races histricas del antisemitismo, las actitudes de las lites y de la poblacin alemanas, la poltica miope de las potencias occidentales. Ms grave que esto, las vctimas estarn casi ausentes, salvo a ttulo de objetos de una persecucin sin precedentes. El lector conservar en su espritu que tales objetos fueron otros tantos seres humanos, expuestos a los golpes y las humillaciones, al despojo progresivo de sus bienes, y en ocasiones de su dignidad, hasta la partida, un da, hacia las fbricas de la muerte.

UNTREF VIRTUAL | 5

Texto. Hitler y Los judios. Gnesis de un genocidio Autor. Philliphe Burrin

NOTAS1. La obra de Ral Hilberg, La Destruction des Juits dEuropa (Pars, Fayard, 1988, 1. ed. 1961, es la obra de referencia. Sin embargo, har la siguiente sesenta. Hilberg se intensa ante todo por la manera en que fue ejecutado el genocidio, y propone un modelo: para matar a los judos haba que definirlos, despojarlos, concentrarlos, transportarlos. Lgicamente es cierto, pero el problema es que presenta las cosas como si el desarrollo histrico hubiera seguido ere modelo lgico. De aqu proviene el papel motor que adjudica a no s qu determinismo de la burocracia que, una vez lanzada a su trabajo de persecucin, slo hubiera podido terminar su carrera en el exterminio. Tambin de aqu proviene le evocacin en algunas pginas solamente, al comienzo del captulo sobre las deportaciones (pgs. 338 y sig.), de la poltica nazi de emigracin y de los planes de reserva juda: como si se hubiera tratado de desviaciones de corta duracin y sin una realidad seria respecto de la lnea que conduca a la masacre. Citemos en este caso a Karl Dietrich Bncher, La Dictature allemande, Toulouse, Privat, 1986; Eberhard Jackel, Hitler ideologue, Pars, Calmann Levy, 1973; Lucy S. Dawidowicz, The War Against the Jews, New York, Holt, 1975; Gerard Fleming. Hitler und die Endisung, Wiesbaden y Munich, Limes Verlag, 1982; Elmut Krausnick, "Judenverfolgung, in Anatamie des SS-Slaates, vol. 2, Munich, DTU, 1967. Entre estos historiadores, que se inscriben en la lnea de Ernst Fraenkel (The dual State, Oxford University Press, 1941) y de Franz Neumann (Bhmoth, Paris, Payot, 1987; la. ed. inglesa, 1944), citemos a Mantin Broszat L'Etat hitlerien, Paris, Fayard, 1985; Karl A. Schleunes, The Twisted Road to Auschwitz. Nazi Policy toward the German jews, Urbana, University of Illinois Press, 1978: Uwe Dietrich Adam, Jewsdenpolitik im Dritten Reich, Dsseldorf, Droste Verlag, 1972. En Joseph Billing (La solution finale de la question juicve, Paris, Serge y Beate Kiarsfeld. 1977. pags. 47 y sig.) se encuentra un punto de vista que subraya la indecisin de Hitler y el papel pionero de sus lugartenientes en el genocidio. Tambin Len Poliakov (Brviaire de la haine, Pars, Calmann-Levy, 1951) considera que Hitler no tena la intencin de exterminar a los judos: los nazis llegaron el genocidio de alguna manera a su pesar, llevados, empujados por los demonios que ellos haban desencadenado" (pags. 3-4). Es el ttulo de una obra aparecida en 1946 (Walter Petwaidic, Die autoritre anarchie, Hamburgo, 1946). Vame Martn Broszat, "Hitler und die Genesis de 'Endlsung, UfZ, 4,1977, pgs. 739-715; Hans Mommsen, "Die Realisierung des Utopischen" Die 'Endlsung der Judenfrage' im 'Dritten Reich, Geschichte und Gesellschaft, 3,1985, pags. 381420 Para el debate entre estas dos corrientes, vanle los coloquios L'Allemagne nazie et le Gnocide juif, Pars, Gallimard-Le Seuil, 1985; Der Nord an den Juden, Mas Zweiten Weltbieg, editado por E. Jckel y J. Rohwer, Stuttgart, DVA, 1985, as como el coloquio de Paris de diciembre de 1987 La Politique nazie dextermination (1989, Albin Michel). Vanse tambin Michel R. Marrus, Holocaust in History, Londres, University Press of New England, 1987, y de manera mas general Ian Kershaw, The Nazi Dictatorship, Problems and Perspectives of interpretation, Londres, Arnold 1989 (2a. ed.). Saul Friedlnder subray este papel causal de Hitler, sobre todo en un articulo fundamental, From Antisemitism o Extermination. Yad Vashem, Studies, XVI, 1984,

2.

3.

4. 5.

6.

7.

UNTREF VIRTUAL | 6

Texto. Hitler y Los judios. Gnesis de un genocidio Autor. Philliphe Burrin

8.

9. 10.

pgs. 1-50. Vame Eberhard Jckel, Hitler in History, Hanover y Londres, University Press of New England, 1984, pgs. 44-65, y Hitler Herrschaft, Stuttgart, Deutsche 1986, pp. Pags 89-122. Vase tambin S. Haffner, Un certain Adolf Hitler, Pars, Grasset, 1979, pgs. 217-218. De Christopher Browning, vase sobre todo Fateful Months, Essays on the Emergente of the final Solution; New York, Holmes & Meier, 1985. Arno Mayer, Why Did the Heavens not Darken? The Final Solution in history, New York, Pantheon, 1989.

AbreviaturasADAP Akten zur deustschen auswrtigen Politik BAK Bundesarchiv Koblenz BA-MA Bundesarchiv-Militrarchiv (Freiburg i. B.) CDJC Centre de documentation juive contemporaine (Pars) IHTP Institut d'histoire du temps present (Pars) PA-AA Politisches Archiv des Auswrtigen Amtes (Bonn) TM1 Tribunal militaire internacional VfZ Vierteljahreshefte fr Zeitgeschichte ZStL Zentrale Stelle der Landesjustizverwaltungen (ludwigsburg)

UNTREF VIRTUAL | 7

Texto. Hitler y Los judios. Gnesis de un genocidio Autor. Philliphe Burrin

EL ANTISEMITISMO HITLERIANOHitler ocupaba un lugar central en el Tercer Reich, y era un antisemita fantico. Todos los historiadores, cualquiera fuere la tendencia a que pertenezcan, aunque luego diverjan acerca del papel efectivo que l desempe, coinciden en este punto. El conocimiento de su ideologa, de su antisemitismo en particular, pues, es primordial. Qu sitio ocupaban los judos en l, qu suerte les estaba destinada? Hitler demostr suficientemente que era capaz de exterminarlos. Pero no es posible esclarecer los orgenes y motivos de su actitud sino partiendo de la visin del mundo que la guiaba. Lo esencial, lo que debe subrayarse de entrada, es la consistencia y la continuidad sorprendentes que manifest esta visin del mundo, una vez que pas el perodo de maduracin inicial. A partir del comienzo de los aos 20, cuando Hitler no era ms que un agitador bvaro, resonaban leitmotivs bien conocidos: el racismo y el antisemitismo, el ideal de la comunidad nacional unitaria, el principio del jefe, la condena sin vueltas de la democracia, de la revolucin alemana y del Tratado de Versalles. En 1923 se aadi un tema, el de la conquista del espacio vital en el Este, completado poco despus por una concepcin global de la poltica exterior. A partir de ese momento, y hasta su testamento de abril de 1945, lo que nos lleg de los discursos pblicos y privados de Hitler da fe de la permanencia de una visin regresada y declarada infatigablemente. Cierto es que algunos temas, en el transcurso de los aos, seran objeto de modulaciones. La conquista del espacio vital y el antisemitismo, muy presentes en los aos 20, pasaron a un segundo plano a fines del decenio, y sobre todo en 1930-1932, cuando Hitler se esforzaba por reunir el apoyo ms amplio posible, pero, cosa significativa, no desaparecieron1. En cambio, sus concepciones acerca del destino de las futuras poblaciones conquista das la expulsin o la esterilizacin de poblaciones enteras, la reduccin de millones de personas a esclavos analfabetos permanecieron reservadas a su entorno y a los medios dirigentes del partido 2. En el fundamento de la visin del mundo hitleriano se encontraba el "principio eterno de la lucha por la vida", una lucha a travs de la cual la raza ms fuerte supuestamente afirmaba e impona su voluntad. Para Hitler, la especie humana se compona de razas tan alejadas unas de otras como pueden serlo especies animales. Entre estas razas exista una jerarqua verificada por la grandeza histrica, una jerarqua siempre frgil: nicamente la pureza de la sangre permita conservar el rango. En virtud del desconocimiento de esas "lecciones eternas de la naturaleza", el pueblo alemn haba entrado en decadencia. Una decadencia que haba comenzado en la creacin del Reich bismarckiano y cuyos sntomas, adems de la prdida de los valores nacionales en beneficio de ideologas debilitantes como el liberalismo, la democracia y el marxismo, eran la propagacin de las enfermedades sexuales y hereditarias, y por ltimo el "mestizaje" con razas inferiores. Para arrancar a la raza alemana de la decadencia haba que depurarla y hacer que se multiplicara. Desde comienzos de los aos 20, Hitler habl de prohibir los matrimonios entre alemanes y extranjeros, en particular los negros y los judos. A esta lucha contra el "mestizaje" deban agregarse medidas de saneamiento radicales. As como lo declar a un mensuario americano en 1923, Alemania requera remedios violentos, tal vez incluso "amputaciones". Los sifilticos, los alcohlicos, los criminales deban ser "aislados" e imposibilitados de reproducirse. Un nico lema deba guiar la accin: "La preservacin de la nacin es ms importante que la preservacin de sus desventurados 3.

UNTREF VIRTUAL | 8

Texto. Hitler y Los judios. Gnesis de un genocidio Autor. Philliphe Burrin

Hitler repiti estas declaraciones en Mein Kampf, al hablar de tomar "las decisiones ms pesadas y tajantes". Habra que llegar, "si es preciso, al despiadado aislamiento de los incurables, medida brbara para quien tenga la desgracia de serlo, pero una bendicin para los contemporneos y la posteridad". El futuro Estado racista prohibira la procreacin a los individuos notoriamente enfermos o con taras hereditarias y les quitara materialmente la facultad de reproducirse4. A cambio, alentara el matrimonio y la natalidad luchando contra los abortos y volviendo a honrar las familias numerosas. Finalmente, hara todo para realizar "ese bien supremo: una raza lograda segn las reglas de la eugenesia5". Esta reconstitucin de la raza no era un fin en s mismo sino un medio al servicio de un objetivo: la grandeza y la potencia del pueblo alemn. Luego de haber restituido a la nacin su unidad poltica, despus de haber emprendido la obra de depuracin racial, sera posible inicia, la conquista del espacio necesario para el mantenimiento de la nacin. Segn Hitler, el pueblo alemn tena derecho a la expansin en virtud de la desavenencia existente entre la importancia numrica de la poblacin y la extensin del suelo; un razonamiento vicioso puesto que el futuro rgimen tratara de aumentar esta poblacin por todos los medios. De este modo se apuntaba muy abiertamente, si no al dominio mundial, con seguridad al dominio europeo. Como lo escribi Hitler en la ltima pgina de su libro: "Un Estado que, en una poca de contaminacin de las razas, vela celosamente por la conservacin de los mejores elementos de la suya, un da debe convertirse en el amo de la Tierra 6". Los judos no podan estar ausentes de esta concepcin racista. A la manera de ver de Hitler, formaban una raza parsita que explotaba el trabajo de los pueblos entre los cuales se hallaban instalados; una raza por naturaleza destructiva, incapaz de construir su propio Estado; una raza cuya actividad en su totalidad tenda hacia la conquista de la dominacin mundial. Puesto que, como supuestamente lo demostraban los Protocolos de los Sabios de Sin, ese falso documento zarista por el que Hitler profesaba una creencia ciega, los judos se hallaban unidos entre s por un plan de dominacin universal que les haca recurrir a los medios ms variados para lograr sus objetivos. La ideologa de las Luces, el pacifismo, la democracia, todo era bueno para ellos para debilitar la voluntad nacional de los pueblos de quienes eran parsitos. Pero sus instrumentos ms eficaces eran el capital financiero y la agitacin marxista. Gracias al primero internacionalizaban las economas y las hacan pasar bajo su frula. Gracias al segundo dividan a los pueblos contra ellos mismos y los llevaban a una guerra intestina que aniquilaba su fuerza de resistencia. De una u otra manera eran los enemigos de toda verdadera independencia nacional. Concepcin delirante, que no quera saber nada de la diversidad de la dispora juda y de los movimientos de sentido contrario que la recorran; y sin embargo delirio coherente, organizado como estaba por la bsqueda obsesiva de un responsable ltimo, de un principio del mal que explicara la marcha del universo y esclarecera las desgracias del tiempo. Pero al mismo tiempo delirio muy poco original, muy poco personal. Hitler era el chato heredero de concepciones que circulaban desde haca varios decenios en Europa. No obstante, si bien haba construido su doctrina racista con fragmentos dispersos, tambin la haba integrado en una visin del mundo que la dinamizaba singularmente y remodelaba algunos de sus aspectos. Encuadrado en el marco de su racismo, el "problema judo" constitua un problema entre otros, un problema cuya solucin contribuira a levantar y fortificar la nacin. En realidad, empero, los judos no se hallaban en el mismo plano que los enfermos mentales: estaban en el centro de la visin del

UNTREF VIRTUAL | 9

Texto. Hitler y Los judios. Gnesis de un genocidio Autor. Philliphe Burrin

mundo de Hitler. Para captar la especificidad de su antisemitismo es preciso considerar la base existencial que lo inspir y le dio su textura: la experiencia de la guerra y la derrota. Fue la derrota la que dio el impulso fundamental a la empresa hitleriana. En Mein Kampf, Hitler evoc el entusiasmo con que recibi el estallido de la guerra en agosto de 1914. El contraste con la ira extrema que se apoder de l en el momento de la capitulacin, a la que vivi como el producto de una traicin de la retaguardia: a todo lo largo de su carrera vera sobre los acontecimientos de noviembre de 1918 como sobre una referencia central, evocndolos siempre con una intensa carga emocional. Hitler remontaba su entrada en la poltica a las espantosas jornadas de la revolucin alemana. Ellas fueron las que lo lanzaron "en busca de las causas del derrumbe alemn" y le hicieron ver la necesidad de un movimiento poltico cuyo objetivo deba ser "vencer la derrota7". Fueron ellas, por ltimo, las que le sirvieron de marco de reflexin para su accin futura y las que moldearon disposiciones de nimo duraderas. Nunca se recalcar lo suficiente hasta qu punto la guerra y la derrota lo marcaron. Ellas le dieron la conviccin de que haba que reconquistar a los obreros para la nacin, y que las clases dirigentes haban fracasado. Tambin dedujo de esto los principios estratgicos que ms tarde lo guiaron. En su opinin, el error capital del Imperio alemn fue haber coaligado a las otras potencias europeas contra l, cuando su nico aliado era un imperio austrohngaro en vas de descomposicin. Sabio habra sido conciliarse con Inglaterra, abandonando una carrera naval que deba inquietarla y privilegiando, por lo menos de manera momentnea, la expansin continental sobre la colonial. En el futuro debera hacerse todo lo posible para evitar la constitucin de una coalicin enemiga. As, pues, la "nueva Alemania" necesitara aliados, que seran Italia y Gran Bretaa. Para ganar a la primera Hitler se declar dispuesto, partir de los aos 20, a renunciar al Tirol del Sur, y en mltiples ocasiones afirm su deseo de conseguir la alianza con la segunda. A todas luces desconoca la seriedad de la poltica inglesa de oposicin a toda hegemona continental. Una vez en el, poder, sin embargo, no dejara de buscar con constancia, primero mediante la negociacin, luego por la fuerza, que Londres se pusiera de acuerdo con l. Pero la adquisicin de aliados no era ms que un medio que deba procurar la libertad de accin necesaria para avanzar hacia el objetivo, come resultado de guerras localizadas. La primera vctima de este sistema sera Francia, eterna enemiga de Alemania. Una vez asegurada su retaguardia, el Reich se lanzara a la conquista de los vastos espacios del Este: all encontrara con qu alimentar a su poblacin y dejar sentada su posicin de potencia mundial. La guerra relmpago localizada, sa era la solucin ideal que tena en cuenta los lmites de la economa alemana y evitara cargas demasiado pesarlas a la poblacin: tambin aqu, la leccin de 1918 haba sido entendida. Inversamente, debera hacerse todo lo posible para evitar una guerra en dos frentes; Hitler estaba profundamente persuadido de que una vez ms esto sera fatal para Alemania. Adems, de su visin de la Gran Guerra y de la derrota extrajo resoluciones cuya fuerza se manifestara a todo lo largo de su vida. La primera se desprenda de su conviccin de que la guerra se haba perdido en virtud de la debilidad del gobierno imperial, vctima de consideraciones humanitarias superfluas, cuando no criminales. Habra que haber ajustado cuentas con el marxismo desde los primeros das del conflicto, aprovechando el entusiasmo patritico de los obreros. Tendran que haber castigado duramente a los saboteadores del esfuerzo de guerra y aplicado las penas ms severas a la "canalla tenebrosa de los "criminales", "rufianes y "desertores" que, a su parecer, luego dirigieron

UNTREF VIRTUAL | 10

Texto. Hitler y Los judios. Gnesis de un genocidio Autor. Philliphe Burrin

los acontecimientos de noviembre. Por ltimo; tendran que haber reprimido sin miramientos a la propia revolucin, sin perjuicio de fusilar a algunos miles de personas8. De lo cual haba inferido que "antes de vencer a los enemigos de afuera es preciso haber exterminado al enemigo de adentro; si no, desgraciado el pueblo cuyos esfuerzos no son recompensados desde el primer da por la victoria. Basta con que la sombra de una derrota pase sobre el pueblo que conserv elementos enemigos en su seno para que su fuerza de resistencia se vea quebrada, y el adversario de afuera venza definitivamente9. De la experiencia de 1918 extrajo otra resolucin. Estaba convencido de que la capitulacin haba sido una falta mayor, que la guerra habra podido ser ganada si a la cabeza del pas se hubiera encontrado un hombre decidido a luchar hasta el fin, un hombre capaz de endurecer y galvanizar la moral de la nacin. Aunque desesperada, la lucha tendra que haber proseguido. Victoria o muerte, se era uno de los lemas que le gustaban. A partir de 1939, como veremos, repet ira hasta la sacied ad que no se producira una ca pitula cin. Pero la derrota tambin tuvo un efecto traumtico sobre su antisemitismo, dndole una virulencia extraordinaria y magnificndolo en una obsesin central. Sin duda fue en Viena, antes de la guerra, cuando se convirti, como l lo escribi, en un "antisemita fantico10". Pero cabe pensar que se trataba de un antisemitismo ampliamente intelectual todava, aunque desde entonces reposara sobre una considerable base de resentimientos. De manera significativa, es en el pasaje de su libro donde relataba su reaccin a los acontecimientos de noviembre de 1918 cuando emple la palabra "odio": fue entonces cuando "naci en mi el odio, el odio contra los autores de esos acontecimientos". Pasaje seguido algunas lneas ms adelante por esta conclusin: "Con el judo no hay lugar para pactos sino solo para decisiones: todo o nada! En cuanto a mi, yo decide hacer politica11. Muy probablemente, en este momento el antisemitismo se transform en l en una obsesin existencial, adquiriendo la carga de odio que luego lo caracteriz; y tambin en este momento adopto un lugar central en su concepcin del mundo, en virtud de la explicacin que ofreca para pensar la derrota. Hitler interpret esta derrota como el desenlace de una guerra conducida despiadadamente por los judos, una guerra tanto interior como exterior. En el extranjero, los judos haban atizado el odio contra Alemania y empujado a todo el mundo al conflicto. Mientras tanto, en el interior del pas, sus hermanos se haban adueado del manejo de la economa y haban llamado a los obreros a la revolucin; llegado el momento, pudieron golpear a Alemania por la espalda. Por lo tanto, eran los responsables de la derrota y de la "esclavitud" impuesta por el Tratado de Versalles. La lucha contra ellos slo terminara con la victoria total de uno de los adversarios. De manera lgica, los judos ocupaban un sitio mayor en su concepcin de la poltica exterior. Los adversarios designados de antemano de la "nueva Alemania eran la URSS y Francia. En la primera, "el judo" reinaba como amo y seor desde que se haba apoderado del poder bajo la mscara del comunismo y haba exterminado las viejas capas dirigentes de origen germnico. Como era incapaz de realizar un trabajo constructivo, el rgimen que dominaba estaba "maduro para el derrumbe 12"; una subestimacin que durara hasta el verano de 1941. En el segundo pas reinaba el acuerdo entre las lites nacionales y los judos, encontrndose unos y otros en una hostilidad irreductible para con Alemania y en la voluntad de reducirla a la esclavitud. En cambio, en los pases que Hitler quera por aliados, la situacin era diferente, aunque no garantizada. En Italia, Mussolini estaba considerado suficientemente firme en su puesto para poder defender los verdaderos intereses de su pas contra las presiones de la "judera. La situacin no era tan buena en

UNTREF VIRTUAL | 11

Texto. Hitler y Los judios. Gnesis de un genocidio Autor. Philliphe Burrin

Inglaterra, donde, como en los Estados Unidos, la influencia juda era supuestamente fuerte. Desde el comienzo, Hitler estimaba que el resultado de sus futuros esfuerzos para conquistar la alianza britnica dependera de la lucha librada en Londres entre fuerzas nacionales y judas, y tena una explicacin lista para cada hiptesis. Por consiguiente, se haba iniciado una lucha a escala mundial entre la fuerza de renovacin nacional, a cuya cabeza se haba puesto Hitler, y una "judera internacional" encarnizada en la destruccin de Alemania. De aqu proviene la presencia en su antisemitismo de una vena casi internacionalista que se expresaba mediante el slogan: Antisemitas de toso el mundo, unos: 13. De aqu proviene tambin la existencia de una vena misionera: Hitler se presentaba como el hombre que haba recibido la tarea de librar la tierra del peligro judo14. A este adversario mundial iba a oponer un combate casi religioso, una "lucha de titanes" que deba desembocar en volver a enviar "a Lucifer a quien sube al asalto del cielo15". Hecho esencial, tanto aqu como en todas sus declaraciones: el judo se ergua contra el orden del mundo; era el rebelde y el agresor, el que trataba de destruir a Alemania e incluso de exterminar a su poblacin. Amenaza monstruosa contra a cual Hitler slo reaccionaba: como le gustaba subrayar, su lucha era puramente defensiva, le era impuesta por la amenaza de aniquilacin que los judos hacan pesar sobre el pueblo alemn16. Puede reconocerse con facilidad ese rasgo de mentalidad presente en todos los universos polticos, pero central en el universo de los nacionalistas de extrema derecha: la percepcin de s mismos y de su accin como si respondieran a un complot o a una amenaza diablico. Una percepcin que sera errneo desconocer: a la manera de ver de Hitler, las medidas adoptadas contra los judos seran siempre medidas de autodefensa o de prevencin, justificadas por una amenaza mortal. Es una representacin que se corporizaba con toda su mentalidad. Como lo observ el fillogo Klemperer, sus declaraciones revelan en forma permanente el entrelazamiento de una megalomana cesariana y una angustia de persecucin17. Puede verse que el antisemitismo ocupaba un sitio singular en el racismo de Hitler. Doctrinariamente, el "problema judo" representaba un punto entre otros del programa de depuracin racial que pretenda suministrar a Alemania una vez conquistado el poder, de este modo, aqul era susceptible de una solucin fra y racional. Por otro lado, estaba anclado en el corazn de su proyecto de conquista y dominacin. A travs de la interpretacin dada al traumatismo de la derrota, el judo haba sido elevado al rango de adversario ltimo; se haba convertido en una figura ligada fundamentalmente al destino de su proyecto, a su xito o a su fracaso. De este modo, el "problema judo" estaba condenado a acompaar a Hitler a todo lo largo de su empresa y a padecer sus contragolpes apasionados. Pero, qu destino prevea para los judos? Haba establecido acaso el principio de su exterminio? En el nivel de los objetivos confesados, nada permite afirmarlo. En 1919 expuso la necesidad de un antisemitismo razonado, fundado sobre el reconocimiento del "problema judo" como problema racial, de preferencia a un antisemitismo de sentimiento que slo poda conducir al pogrom. Propona combatir a los judos mediante medidas legales y metdicas, que los haran caer bajo el peso de la legislacin aplicable a los extranjeros, debiendo ser el objetivo ltimo su alejamiento del pas18. El programa de febrero de 1920 del partido nazi prevea medidas que iban en el mismo sentido, sin reclamar la expulsin de todos los judos. La ciudadana estara reservada a los alemanes de raza; los judos estaran excluidos de los empleos pblicos y de la prensa, pero

UNTREF VIRTUAL | 12

Texto. Hitler y Los judios. Gnesis de un genocidio Autor. Philliphe Burrin

nicamente aquellos que haban inmigrado a Alemania despus del 2 de agosto de 1914 deberan ser expulsados. Sin embargo, el punto 7 sostena que era deber del Estado, "en caso de necesidad, proceder a la expulsin de todos los extranjeros. En la propaganda llevada a cabo por Hitler en los aos siguientes se encuentran tales reivindicaciones, con las mismas variantes. A veces slo se trataba de expulsar a los judos llegados recientemente de la Europa del Este (los Ostjuden) y de prohibir toda nueva inmigracin19 . Con mayor frecuencia, lo que se reclamaba era la expulsin de todos los judos, habitualmente en la forma de slogan: "Afuera los judos". En diciembre de 1928 Hitler declaraba, como ya lo haba hecho antes, que slo deban ser tolerados en Alemania "como extranjeros20. Esta claro que se trataba del limite extremo donde situaba su liberalidad: en el mejor de los casos, los judos tendran un status precario, pero durante cuanto tiempo? Resulta difcil hacerse una imagen segura y completa de sus intenciones, teniendo en cuenta el estado de las fuentes. No obstante, es justificado afirmar que, una vez en el poder, estaba decidido a aplicar cierta cantidad de medidas. Los judos seran excluidos de los empleos pblicos y de todos los puestos que les dieran una influencia sobre la vida nacional; llegado el momento, deberan desaparecer del territorio alemn, probablemente despus de haber sido despojados de sus bienes21 . Sea como fuere, es cierto que Hitler experimentaba visiblemente cierto trabajo en establecer un programa. Mientras que en Mein Kampf desplegaba sus puntos de vista sobre poltica exterior y detallaba sus medios y sus etapas, no deca ni una palabra acerca de las medidas que, una vez en el poder, aplicara a los judos, sin embargo un adversario central, y designado como tal a todo lo largo de la obra. Un primer elemento de respuesta se encuentra en el hecho de que los judos precisamente ocupaban en su visin un sido demasiado central e intenso emocionalmente para convenirse en objeto de un programa. Un segundo elemento de respuesta radica en la ndole del problema judo, que era el de no ser solamente un problema alemn. As como lo declar en Rauschning a comienzos de los aos 30: "Aunque hayamos echado al judo de Alemania, siempre seguir siendo nuestro enemigo mundial22. De resultas de esto poda surgir una tensin, cuando no una contradiccin, entre la poltica de alejamiento de los judos, que deba resolver el problema en Alemania, y la poltica que exiga la lucha contra un enemigo mundial. Si la lucha llevada a cabo contra los judos en Alemania desencadenaba la hostilidad de sus hermanos en el mundo entero y Hitler estaba convencido de antemano de esto para l era impensable no responder al desafo: qu mejor respuesta entonces esta idea utilizarlos como rehenes? Por primera vez expres esta idea a fines de 1922. Despus de la llegada al poder, los judos deberan ser conservados como rehenes durante todo el tiempo que no se hubieran firmado tratados de seguridad con los Estados extranjeros: en otras palabras, durante todo el tiempo que no estuviera garantizada la posicin internacional del nuevo rgimen23. Su comportamiento, as como sus declaraciones posteriores, iban a mostrar que esta concepcin tena profundas races en su espritu. As, pues, el alejamiento de los judos sera puesto en la balanza con la necesidad de conservarlos corno rehenes, por lo menos por un tiempo. A largo plazo, sin embargo, sta es la primera poltica que supuestamente deba ser realizada. Pero Hitler no poda conformarse lisa y llanamente con esto: era necesario que ocurriera una solucin mundial para anular sus inconvenientes y tornar finalmente inofensivo el peligro judo. La solucin sionista no poda ser de su agrado, aunque lleg a decir que el lugar de los judos estaba en Palestina ms que en Alemania. Dudaba de que los judos tuvieran seriamente la intencin de reunirse en un mismo Estado; ms bien, su objetivo era realmente crear una

UNTREF VIRTUAL | 13

Texto. Hitler y Los judios. Gnesis de un genocidio Autor. Philliphe Burrin

central mundial que les garantizara una proteccin estatal. Qu solucin haba entonces? Segn las memorias de uno de sus antiguos ntimos, en 1931 haba declarado, que el poder mundial de la judera slo podra ser quebrado mediante la deportacin de todos los judos a un Estado judo; pero para ello se necesitara la cooperacin de todos los pases del mundo, lo cual no sera cosa sencilla24. Vemos cmo despunta aqu la idea de una reserva juda, la concentracin de los judos en un territorio puesto bajo vigilancia. Reducidos a discrecin, dejaran de ser un peligro para el planeta. En todo esto el exterminio est ausente. No obstante, es concebible que ste haya constituido un objetivo que no poda ser proclamado. Segn un testimonio revelado despus de la guerra: Hitler habra declarado en 1922, durante una conversacin privada, que una vez en el poder hara colgar a todos los judos de Alemania en las plazas y all los dejara pudrirse25. Ninguna otra fuente confirma esta declaracin que, en la medida en que fue dicha, se relaciona ms con un fantasma de matanza que con un programa. A falta de elementos de prueba directos, nos queda la exploracin de los senderos indirectos. La visin del mundo de Hitler, al igual que su vocabulario, tena implicaciones que deben ser tenidas en cuenta. Hemos visto que Hitler interpretaba su lucha contra los judos como un combate por la salvacin del mundo, como una lucha a muerte que slo poda terminar con la desaparicin de uno de los dos adversarios. En muchas ocasiones subray tambin que esta lucha sera violenta. Al evocar la empresa juda de dominacin del mundo escribi que ningn pueblo "puede separar esta mano de su garganta salvo mediante la espada", lo cual no poda producirse "sin efusin de sangre26". Cuando hablaba de los judos por lo comn prorrumpa en imprecaciones y de buena gana recurra al lenguaje de la destruccin: el enemigo deba ser despiadadamente golpeado y aniquilado". Por otra parte, constantemente utilizaba un vocabulario que los deshumanizaba y deba hacer llegar a la conclusin de su exterminacin fsica. Microbios, parsitos, sanguijuelas, araas: otros tantos seres nocivos o repugnantes de los que el hombre se desembaraza con alivio. Cuando menos, debe decirse que un discurso como ste aprisiona a quien lo utiliza y termina por moldear comportamientos acordes. Por otro lado, este discurso no tena nada de personal; perteneca a una tradicin antisemita que por otra parte no era propiamente alemana: en la Francia del caso Dreyfus, la misma comparacin con la chusma traa aparejadas llamadas a la matanza totalmente explcitas28. Por aadidura, Hitler empleaba a menudo el termino judos de manera indistinta, aplicndolo a todos sus enemigos, en particular a los marxistas, de manera que no siempre es fiel determinar a quin se dirigan exactamente sus amenazas: a la comunidad juda concreta o a la amalgama de sus adversarios polticos? No obstante, es cierto que la figura del adversario judo suscitaba en l un odio considerable, y que la matanza estaba inscripta de forma permanente en su horizonte mental. Pese a ello, a mi juicio es abusivo deducir que se haba fijado como objetivo incondicional exterminar a los judos, salvo que sin ms trmite de una potencialidad homicida infiramos una intencionalidad homicida29 . Al mismo tiempo, nos cerraramos la posibilidad de captar un aspecto crucial del problema. Puesto que esta potencialidad homicida, tan presente y sin embargo en cierta medida indeterminada en su blanco y su amplitud, parece acercarse a una intencin en un caso muy puntual. Ya hemos subrayado el odio intenso que exhalan las palabras de Hitler cuando se habla de 1918. Ahora bien precisamente es en los pasajes en que evocaba la revolucin de

UNTREF VIRTUAL | 14

Texto. Hitler y Los judios. Gnesis de un genocidio Autor. Philliphe Burrin

noviembre donde expres de la manera ms concreta, y con la mayor fuerza emocional, su deseo de un ajuste de cuentas sangriento con los judos. As, despus de haber mencionado el entusiasmo de los obreros alemanes en el verano de 1914 y su alejamiento de los dirigentes marxistas, escriba: "Hubiera sido el momento de tomar medidas contra toda la bribona asociacin de esos judos envenenadores del pueblo. Era entonces cuando, sin vacilar, tendran que haberlos procesado sin el menor miramiento por los gritos y lamentaciones que hubieran podido elevarse. (...) Mientras que los mejores caan en el frente, por lo menos en la retaguardia hubieran podido ocuparse de destruir a la chusma30. De igual modo, ms adelante, siempre a propsito de la influencia nefasta de los dirigentes marxistas, que a su manera de ver habran sido todos judos: "Si al comienzo y durante el transcurso de la guerra hubieran tenido una sola vez doce o quince mil de esos hebreos corruptores del pueblo bajo los gases envenenados que centenares de miles de nuestros mejores trabajadores alemanes de todo origen y de toda profesin debieron padecer en el frente, el sacrificio de millones de hombres no hubiera sido en vano. Por el contrario, si se hubieran librado a tiempo de esos doce mil bribones, tal vez hubieran salvado la existencia de un milln de buenos y valientes alemanes llenos de futuro 31. Regularmente se evocan estos paisajes para apuntalar la existencia de una voluntad de exterminio, lo cual, a mi juicio, abusa en demasa del texto y sobre todo desconoce su significacin. Como ha sido dicho, Hitler haba extrado de experiencia la conviccin de que en el futuro la nacin debera ser depurada antes de cualquier guerra. Pero en los pasajes que se acaban de citar l se ubica en otra perspectiva, puesto que vuelve sobre la guerra pasada para evocar aquello que, a pesar de todo, habra podido hacerse. Al escribir despus de la derrota, retrospectivamente atribua un doble valor a la medida expeditiva cuya aplicacin hubiera deseado. Un valor propiciatorio, ya que una medida de este tipo, al traducir una voluntad de guerra a ultranza, "tal vez habra permitido la victoria, salvando as la vida de muchos soldados alemanes". Un valor de venganza, y esto es lo ms impactante: la muerte de millares de judos, aunque no hubiera podido cambiar el resultado de la guerra, a pesar de todo habra estado plenamente justificada por cuanto vengaba la muerte de los alemanes cados en el frente. Al hacer tal asociacin entre una guerra larga que costaba sangre alemana y amenazaba terminar con una derrota, y la ejecucin de cierta cantidad de judos, no haca Hitler sino reinterpretar el pasado en la rabia o acaso tambin se daba soluciones para el porvenir? En la medida en que es cierto que encaraba el porvenir con conclusiones extradas de una vez por todas de la guerra y la derrota, tambin habra que ver en estas palabras una resolucin aplicable para el caso en que se reprodujera la misma situacin. Esto se ve confirmado por la siguiente declaracin, que habra hecho en 1931, segn una fuente cuya autenticidad, a decir verdad, est sujeta a caucin: "Hemos aprendido mucho de la ltima guerra, y en el futuro extraeremos de esto las consecuencias. (Aqu Hitler se encoleriza bruscamente y contina con vehemencia) En caso de que nuestra actitud legtima no fuera comprendida y el conflicto armado tuviera lugar a causa de la judera mundial, que una vez mas querra hacia atrs la rueda de la Historia... entonces sern aplastados32". Podra sostenerse as y esta hiptesis ser sometida a verificacin en los siguientes captulos que en su actitud para con los judos la potencialidad se elevaba al plano de la intencin homicida, y tal vez incluso de la intencin de exterminio aunque sea imposible hacer una inferencia cierta en este punto, en un solo caso: el retorno de una guerra larga, de una guerra mundial. Tal situacin sealara el fracaso de toda su estrategia, la realizacin de su proyecto mediante guerras relmpago. Adems, hara presagiar una

UNTREF VIRTUAL | 15

Texto. Hitler y Los judios. Gnesis de un genocidio Autor. Philliphe Burrin

nueva victoria de los judos, que ya haban sido los vencedores de la Gran Guerra. En este caso se prometa tomar medidas radicales contra aquellos a quienes consideraba sus adversarios ltimos. Medidas que sealaran su voluntad de proseguir la lucha hasta la victoria o el aniquilamiento, que haran expiar la sangre alemana derramada, que vengaran por anticipado la derrota que muy probablemente costara a Alemania una nueva lucha contra una coalicin mundial. Al mismo tiempo encontramos la tensin, cuando no la contradiccin virtual ya sealada. Ya se trate del territorio alemn o del futuro Gran Reich, la partida de los judos era imperativa, ya que representaban un peligro mayor para la pureza racial y la cohesin nacional. As, pues, haba que alejarlos rpidamente, de ser posible antes del estallido de un conflicto, de ser posible encontrando una solucin internacional como la de una reserva, que los tomara inofensivos. Por otro lado, su presencia en la esfera alemana garantizara a Hitler que tendra un medio de presin sobre la "judera internacional" para franquear los difciles primeros tiempos; y tambin que tendra .a mano un objeto de venganza en caso de fracaso de su proyecto global. En la medida en que puede juzgarse, ninguno de estos dos aspectos tena prioridad: ambos coexistan en su nimo, formando una ambivalencia propiamente dicha, cuya raz era la voluntad obsesiva de luchar contra un adversario supuestamente mundial. Probablemente, esta ambivalencia contribuy a dificultarle la formulacin de un programa. Hitler no haba conocido esta dificultad a propsito de la conquista del espacio vital, objeto mental mejor mantenido a distancia. Pero respecto de los judos permaneca en un conjunto ampliamente irreflexivo de orientaciones y resoluciones, que podran dar lugar a tironeos cuando se tratara de llevar adelante una poltica. El espacio vital y el "problema judo", sin embargo, eran indisociables uno del otro, al tiempo que mantenan una relacin que poda variar. Ya que la conquista del espacio vital era el objetivo esencial, la lucha contra el peligro judo no deba ser llevada hasta ponerlo en peligro: una vez conquistada la dominacin, los judos seran reducidos a discrecin. Pero si la conquista del espacio vital llegaba a fracasar, la lucha radical contra los judos podra convertirse en el objetivo fundamental, reemplazar al otro para vengar su fracaso. Lo ms impactante es que, desde el comienzo, Hitler parece haber considerado su fracaso y detenido su actitud. Incluso antes de estar en el poder rumiaba resoluciones extradas de su experiencia de 1914-1918: no habra una nueva revolucin; no habra una nueva capitulacin; por ltimo, los judos pagaran caro una nueva oposicin a la marcha del Reich hacia la dominacin. Teniendo en cuenta su personalidad y la lgica fantasmtica de su antisemitismo, a mi juicio es improbable que haya alimentado un programa de exterminio que deba realizarse en todos los casos, inclusive despus de una eventual victoria. El xito de su proyecto demostrara que los judos, al fin y al cabo, no eran tan poderosos como haba podido imaginarlo: su instalacin en una reserva bajo vigilancia sera suficiente; ellos seran la ilustracin de su triunfo. En cambio, su naturaleza satnica sera confirmada en caso de fracaso; entonces reaccionara de manera tanto ms radical cuanto mayor fuera su sentimiento de una amenaza, de un fin ms desastroso de su empresa. Subrayemos que Hitler no era excepcional en esta manera de pensar. La idea de tratar a los judos como rehenes y de ejercer represalias sobre ellos tanto ms duras cuanto ms grave fuera la situacin parece haber sido extendida en la extrema derecha alemana de

UNTREF VIRTUAL | 16

Texto. Hitler y Los judios. Gnesis de un genocidio Autor. Philliphe Burrin

posguerra, aunque falte proceder a su estudio de manera sistemtica. Para hombres persuadidos de la existencia de una "judera mundial" iba de suyo que la poblacin juda en el futuro debera soportar las consecuencias de todo cuanto atentara contra la patria, o los hombres que pretendan encarnarla. As, Goebbels amenazaba el 19 de setiembre de 1930 con desencadenar un pogrom si un dirigente nazi era objeto de un atentado. El 21 de marzo de 1933, poco despus de la llegada al poder, un diario de Leipzig diriga esta advertencia: "Si una bala fuera a tocar a nuestro jefe bienamado, todos los judos en Alemania seran puestos inmediatamente contra el paredn .y de ello resultara un bao de sangre que en su amplitud superara todo cuanto nunca jams vio el mundo33!". En la misma poca. otros nazis hablaban de exterminar a los judos alemanes si los franceses pasaban la frontera; o anunciaban, en trminos ms generales, que si un ejrcito extranjero fuera a pisar el suelo alemn, tendra que marchar sobre los cadveres de los judos 34. Sin duda, Hitler era excepcional por la intensidad patolgica de su antisemitismo. No por ello sus obsesiones y actitudes dejaban .de tener repercusin en el universo mental de cierta cantidad de hombres que, como l, haban transferido a la accin poltica los mtodos de la guerra y extrado del traumatismo de la derrota un imaginario de violencia apocalptica, cuyos blancos privilegiados eran los judos. Cabe preguntarse si; en los umbrales del Tercer Reich, esos hombres no encaraban el porvenir firmemente convencidos por lo menos de algo: una nueva derrota no se producira sin que esto costara horriblemente a los judos.

UNTREF VIRTUAL | 17

Texto. Hitler y Los judios. Gnesis de un genocidio Autor. Philliphe Burrin

NOTAS Captulo 1. El antisemitismo hitleriano1. 2. Detlef Grieswelle. Hirlers Rhetorik in der Weimarer Zeit, Saarbrck. 1969. pags 356-358 Vease Herrmann Rauchning. Hitler m'a dit, Paris, Coopertion, 1939, pgs. 57. 59, 159-160. Con muchos otros historiadores, considero el testimonio de Rauchning como admisible a grandes rasgos. Acerca de los aspectos polticos y sociales de la ideologa hitleriana, vase Rainer Zitelmann, Hitler Selbstverstndnis eines Revolutionrs, Hamburgo, Berg, 1987. Adolf Hitler, Srntliche Aufzeichnungen, 1905-1924, editado por E. Jaeckel y A. Kuhn, Stuttgart, Deutsche Verlags-Anstalt 1980, N 578, pg. 1925-104 Adolf Hitler, Mon comba, Pars, Nouvelles Editions Latines, s.d. (1934), pags 254, 402. Ibid., pgs. 250 y sig.; pg.:. 402-404. Ibid, pag. 689. Ibid, pg. 225. Para la influencia de la Gran Guerra sobre: Hitler, vase Rudolph Binion, Hitler Among the Germans, Nueva York, Elsevier, 1976, vease tambin su enriquecedor artculo Der Jude in weg Machtpolitische Auswirkungen des hitlerschen Rassengedankens", in Die deutsche Frage im 19, und 20. Jahrhundert, bajo la direccin de J. Becker y A. Hillgruber, Munich, Vgel, 1983, pgs. 347-372. Smtliche Aufzeichnungen, op. cit, N 566, pg. 1003; Mon combat, op. Cit., pgs. 169-170, 517-518, 677. Mon combat, op. cit., pg. 680. Ibid, pg. 71. Ibid., pg. 205. Ibid, pag. 653. Smtliche Aufzeichnungen, op. Cit., N 103, pag. 138; N 109, pg. 148; N 113, pag 153. lbid., N 388, pg. 644. Esto aspectos ya fueron subrayados por Jckel (Hitler idologue, op. cit., pg. 71). Mon combat, op cit., pg. 660. Vase por ejemplo Smtliche Aufzeichnungen, op. cit, N 173, pg. 276. Mon combat, op. cit., pg. 324. Vctor Klemperer, LTI, Leipkig, Reclam. 1966 (1a. ed. 1946), pg. 71. Sein letztes Ziel aber muss unverrckbar die Entfernung der. Juden berhaupt sein, Smtliche Aufzeichnungen, op. cit., N 61, pgs. 89-90. Por ejemplo, Ibid, N 91, pg. 120; N 98, pag 128. () absolut nur als Gste, BAK, NS 24/55, discurso del 7 de diciembre de 1928, pg. 33. Esto es lo que reclamo el 18 de setiembre de 1922 (Smtliche Aufzeichnungen, op. Cit., N 405, pag 690). Rauschning, Hitler m'a dit, op. cit, pg. 264. Smtliche Aufzeichnungen, op. Cit., N421, pag. 727 (13 de noviembre de 1922). Hitler Memoirs of a Confidant, editado por H. A. Turner, Jr., New Haven y Londres, Yale University Press, 1985. pg. 186. William Carr, Hitler. A Study in Personatlity and Politics, Londres, Edward

3. 4. 5. 6. 7.

8. 9. 10. 11. 12. 13. 14. 15. 16. 17. 18. 19. 20. 21. 22. 23. 24. 25.

UNTREF VIRTUAL | 18

Texto. Hitler y Los judios. Gnesis de un genocidio Autor. Philliphe Burrin

26. 27.

28. 29. 30. 31. 32.

33.

34.

Arnold, 1978, pag 177, nota 25. Mon Combat, op. Cit., pag 649 Tenemos una ilustracin ejemplar de esto en un discurso pronunciado por Hitler el 29 de abril de 1937, vease Es sprieht der Fhrer, Sieben exemplarische Hitler-Reden, editado por H. von Kotze y H. Krausnick, Gtersloh 1966, pgs. 147-148. Vease Stephen Wilson, Ideology and Experience, Antisemitism in France at the Time of the Dreyfus Affair, Londres, Associated University Press, 1982. A mi juicio, esta es la critica que suscita la obra de Jckel, HItler ideologue, op. Cit. Mon Combat. Op. Cit., pag 170. Ibid., op. cit, pgs. 677-676. Hitler sans masque. Entretiens Hitler-Breiting, editado por E. Calic, Paris, Stock, 1969, pag.82. Acerca de esta obra y su editor, vease Reichstagsbrand. Aufkrung einer historischen Legende, bajo la direccin de U. Backes et alii, Munich, Piper, 1986. Para la ultima cita, vease Le Ille Reich et les Juifs, editado por el comit para la defense de los derechos de los judos, Amberes, 1933, pag 94. para los otros ejemplos, vease Die Steing fer NSDAP sur Judenfrage, editado por el Centralvereln deutscher Staatsbrger judischen Glaubens, Berlin. S. d. sin paginar. Pasaje de un articulo del Judenkenner (Berlin), del 27 de octubre de 1935, citado por Hans-Gnther Adler, Der verwaltete Mersch, Tbingen, Mohr, 1975, pag. 50. Acerca del tema, vease tambin Herbert A. Strauss, Hosteges of World ferry: on the origins of the idea of genocida in german history Holocaust and Genocida Studies, 1988/2. pags 125-136.

UNTREF VIRTUAL | 19

Texto. Hitler y Los judios. Gnesis de un genocidio Autor. Philliphe Burrin

CONCLUSIONDesde hace medio siglo, la Solucin final pesa sobre la conciencia europea. Ya se trate de negarla, conmemorarla o apreciar su singularidad, sigue excitando los nimos y sobrecogiendo los corazones1. Tambin sigue concitando la atencin del historiador, enfrentado a la doble tarea de reconstituir el acontecimiento en sus mltiples dimensiones y comprender su naturaleza. Para la primera de stas bastan los medios del oficio, aunque, teniendo en cuenta el estado de las fuentes, las diferentes reconstituciones no puedan invocar ms que un grado ms o menos grande de coherencia y verosimilitud. Para la segunda, en cambio, los medios de la reflexin parecen desesperadamente cortos: el acontecimiento sigue siendo en buena parte enigmtico por su masividad y heterogeneidad. Como lo escribi Sal Friedlnder, "la parlisis del historiador proviene de la simultaneidad e interaccin de fenmenos totalmente heterogneos: fanatismo mesinico y estructuras burocrticas, impulsiones patolgicas y decretos administrativos, actitudes arcaicas y sociedad industrial avanzada2 La matanza de los judos europeos fue una empresa a la que innumerables personas a travs de Europa aportaron su contribucin. Del celo a la complicidad, del asentimiento a la pasividad, todo sirvi para su realizacin. Una vez lanzada, la mquina funcion como por inercia: en gran parte se trat de un crimen de burcratas. Cada uno ejecut su tarea concentrndose en el segmento de la cadena que le concerna, una cadena en cuyo extremo se administraba la muerte. Pero si en su realizacin, directa o indirectamente, la Solucin final fue un asunto annimo, fro y segmentado, un hombre, en cambio, animado de la ms intensa de las convicciones, desempeo un papel irremplazable para que ocurriera y se mantuviera su impulso. En materia de exterminio, Hitler tena la ltima palabra, era el motor final. En mayo de 1942, Greiser escribi a Himmler para informarle que el exterminio de los judos del Wartheland estaba-en vas de culminacin; ahora quera hacer padecer la misma suerte unos 30.000 polacos enfermos de tuberculosis. El ayudante de Himmler le respondi el 14 de mayo de 1942 que su proposicin haba sido sometida a Heydrich, pero que la decisin final slo poda ser tomada por el Fhrei3. Sera sorprendente que haya ocurrido algo distinto para millones de judos. Si Hitler hubiese muerto en el verano de 1941, hubiera ocurrido la Solucin final? Ausente l, probablemente se hubiera carecido del impulso decisivo. Los judos hubieran sufrido en una Europa dirigida por Goering, Goebbels o Himmler. La poltica de segregacin habra proseguido, se hubieran cometido violencias, acaso violencias masivas. Para llegar al genocidio, empero, haca falta el impulso de Hitler, un impulso que vena de lejos. Hitler no tropez con el exterminio por accidente; tampoco opt por l como ltimo recurso, porque las otras soluciones haban fracasado. Pero tampoco extermin a los judos para realizar un programa que se haba juramentado realizar en cualquier caso. Su antisemitismo le haba suministrado orientaciones y resoluciones a la vez, cuyo conjunto constitua menos que un programa pero ms que una simple obsesin. Estos elementos bastaron para inspirar y guiar su accin, aunque no carecieran de cierta vaguedad, aunque llevaran en s dilemas y conflictos de prioridades. Desde fines de los aos 30, en todo caso, dos lneas de pensamiento coexistieron en su animo y determinaron su actitud caso de victoria, una venganza radical si las cosas se echaban a

UNTREF VIRTUAL | 20

Texto. Hitler y Los judios. Gnesis de un genocidio Autor. Philliphe Burrin

perder. Entre estas polticas que apuntaban ambas a librar a Europa de los judos, con seguridad no haba una oposicin tajante; una se inscriba en la prolongacin de la otra. La concentracin en una reserva habra acarreado una disminucin considerable de la poblacin juda. No obstante, en esto los judos habran compartido el destino de las poblaciones eslavas de Europa oriental, a quienes el desplazamiento en direccin a la Siberia hubiera costado millones de muertos. El exterminio era otro mtodo para hacer desaparecer a los judos de Europa. Pero entre uno y otro exista un umbral: para franquearlo, Hitler necesit la coincidencia de una situacin temida desde siempre, y tambin el sentimiento de que la empresa era realizable. En el otoo de 1948, en el pinculo de sus xitos, estaba dispuesto a enviar a los judos de Europa a ultramar. Mientras preparaba la campaa de Rusia, seguro de su victoria, no hizo nada contra ellos. Al adoptar la campaa un giro inesperado, percibi el peligro que se perfilaba con la acuidad que le vena de una larga preparacin mental: hablando con propiedad, era el hombre de esta situacin. Lejos de mostrar una radicalizacin, su actitud fue de una espantosa determinacin: era la de un hombre que siempre haba meditado en su fracaso y tomado sus resoluciones en consecuencia. Pero si Hitler estaba resuelto desde haca mucho tiempo, si no tenia ninguna necesidad de radicalizar su resolucin, en cambio deba actualizarla, determinar a partir de que punto las cosas realmente tomaban mal aspecto. Los judos soviticos fueron las vctimas de la rabia que ascendi en l mientras buscaba su camino, alentado por la vibracin mortfera que perciba en buena parte de su rgimen. En cierto momento, muy probablemente en setiembre, peg el salto: la constelacin familiar de una nueva guerra larga haba penetrado su espritu. Con esta decisin reasumi la iniciativa que senta se le escapaba en el terreno militar. Enfrentado con el probable fracaso de su empresa de dominacin, cortaba los puentes decidiendo destruir a los responsables de su fracaso; se obstinara en la lucha militar y en la matanza de inocentes hasta dejar a Alemania reducida a ruinas. A comienzos del otoo de 1941, la aparicin de la guerra larga lo haba decidido a dar el salto; nicamente la llegada de la guerra total permitira que su decisin fuera ejecutada. En todo el aparato del rgimen, hombres que, en otras circunstancias, ellos mismos no habran llevado a cabo o tolerado semejante empresa, la realizaron con celo, o permitieron que se realizara. El ejrcito haba dado el ejemplo: enfrentado a la resistencia despiadada del enemigo sovitico, adopt una actitud que contribuy a la aceleracin de la matanza. En la retaguardia, los padecimientos experimentados por la poblacin civil iban a embotar la sensibilidad comn, mientras que el dominio del poder se hara ms opresivo. Las Iglesias, que haban protestado contra la operacin de "eutanasia", se callaron ante la deportacin de los judos. Al prolongarse, la guerra no slo endureci los elementos ideolgicos, ante todo el anticomunismo, que las lites alemanas compartan con el ncleo del rgimen. No slo fortific un poco en todas partes esta indiferencia moral que fue, tal vez, el auxiliar ms eficaz de la Solucin final. Tambin radicaliz entre los nazis convencidos una vena ideolgica que Hitler supo hacer resurgir a la perfeccin, y que servira para endurecer su voluntad y justificar su accin. Los alemanes iban a derramar su sangre; los judos, en cambio, posiblemente sobrevivieran a la guerra y fueran sus vencedores. Hemos visto que esta representacin se hallaba en el corazn de la visin de Hitler, ella animaba su venganza. As lo declaraba en un discurso, en Berln, el 30 de enero de 1942, inmediatamente despus de haber recordado su profeca: "Por primera vez, los otros no

UNTREF VIRTUAL | 21

Texto. Hitler y Los judios. Gnesis de un genocidio Autor. Philliphe Burrin

sern los nicos que derramen su sangre; esta vuelta, por primera vez, ser aplicada la vieja ley juda: ojo por ojo, diente por diente4 Una vez ms, Hitler era el hombre de la situacin. El incitaba y exaltaba en voluntad de exterminio el fondo de odio mortfero que abrasaba a sus compaeros de partido; un odio que, librado a su mismo, probablemente no hubiera pasado de la etapa de pogrom. Ya el 18 de agosto de 1941, Goebbels se indignaba de que los alemanes no slo tuvieran que hacer la guerra sino que tambin debieran alimentar a los judos "que no esperan ms que nuestra derrota". El 26 de agosto observaba que en este perodo en que Alemania luchaba por su vida, l sabra impedir que los judos aprovecharan la guerra o fueran perdonados por ellas. El 16 de diciembre de 1941, cuando Frank enter a sus colaboradores de la decisin de matar a los judos, declar que en cuanto "viejo nacionalsocialista" tena que decir lo siguiente: si los judos sobrevivan a la guerra mientras los alemanes habran sacrificado su "mejor sangre", entonces esta guerra no habra representado ms que un xito parcial6. Aqu, Frank encaraba la hiptesis de una victoria final alemana: cunto ms se impona la matanza si la perspectiva era la de una derrota. Varios escalones por debajo, el asistente de Eichmann, Frank Novak, declar en su proceso que la justificacin para la muerte de los judos haba sido que innumerables alemanes iban a morir por la guerra, mientras que los judos la atravesaran indemnes 7. Esta representacin vena en lnea recta de la experiencia de 1918, de los estereotipos y las actitudes que el traumatismo de la derrota haba anclado en la extrema derecha alemana. Pueblo de cobardes, los judos no hacan la guerra; pueblo de aprovechadores, llevaban a los otros a matarse entre ellos para asegurar su dominacin; pueblo satnico, haban ligado al mundo entero contra Alemania y jurado el exterminio del pueblo alemn. La fuerza destructiva que implicaba esta visin era redoblada por el biologismo de los nazis, que les haca conceder tal importancia a la sangre alemana, a su preservacin, a su crecimiento. La pulsin arcaica de la sangre que gritaba venganza encontraba un relevo moderno en su ideologa racista. El exterminio golpeaba a los judos porque ellos encarnaban todo cuanto era execrable y peligroso: el liberalismo y la democracia, el materialismo y el hedonismo, sin olvidar el marxismo, que provocaba las reacciones ms virulentas. Par lo tanto, es abusivo dar al antibolchevismo, ms que al antisemitismo, el papel motor en la Solucin final8. Por cierto, el odio de los nazis al comunismo, la identificacin que hacan entre ste y el judasmo, explican la brutalidad de su accin en las primeras semanas de la campaa de Rusia, as como la radicalizacin de esta brutalidad cuando los combates adoptaron un giro inesperado. Pero la prolongacin de la guerra en el Este, por s sola, no desemboc en el exterminio de los judos europeos. El factor americano fue igualmente decisivo: las dificultades experimentadas en el Este reforzaban la probabilidad de una intervencin de los Estados Unidos en la guerra, y la de una derrota del Reich en un plazo ms o menos largo. En el verano de 1941, con el acercamiento en curso entre la Unin Sovitica y los anglosajones, Hitler se vea enfrentado a una coalicin mundial, que inmediatamente atribuy a la accin de los judos. El exterminio de aquellos a quienes poda alcanzar fue entonces mucho ms que el producto de su antibolchevismo. Fue el fruto monstruoso de su odio contra un enemigo mundial, que haba adoptado los rostros opuestos del capitalismo y el bolchevismo y que, ahora, dejaba caer la mscara para revelarse en su unidad diablica. De este modo, los judos europeos encontraron un destino que era el de una tragedia inexorable. Europa slo poda ser salvada del yugo nazi mediante la

UNTREF VIRTUAL | 22

Texto. Hitler y Los judios. Gnesis de un genocidio Autor. Philliphe Burrin

resistencia sovitica y la intervencin americana; pero la internacionalizacin del conflicto acarreaba la condena a muerte de los judos europeos. La liberacin de Europa se pag con la vida de los judos.

UNTREF VIRTUAL | 23

Texto. Hitler y Los judios. Gnesis de un genocidio Autor. Philliphe Burrin

NOTAS Conclusin1. Vame sobre todo Pierre Vidal-Naquer, Les Assassins de la memoire, Paris, La Dcouverte, 1987,1st der Nationalsozialismus Geschichte?, bajo la direccin de Dan Diner, Francfort, Fisches, 1987; Charles S. Maier, The Unmasterable Past: History, Holocaust and German National Identity, Cambridge University Press, 1988. Saul Friedlnder, From Artrisemitism to Extermination, Yad Vashem Studies, XVI, 1984, pg. 50. "Der letzte Entscheind muss ja in dieser Angelegenheit vons Fhrer geflltwerden (Trials of War Criminal?, Case 1, No 248). Der grossdeutsche Freiheitskampf, op. cit., L 3, pg. 284. Diario de Goebbels, BAK, NL 118/90, 18 de agosto de 1941, pg. 12; 26 de agosto de 1941, pg. 10. Das Diensttagebuch des deutchen Generalgouverneurs, op. cit., 16 de diciembre de 1941, pg. 457. Rosenkranz, op. cit., pg. 290. Aunque en otros aspectos todo los separe, autores como Note y Mayer se unen en la importancia que conceden al antibolchevismo en la gnesis de la Solucin final (Emst Nolte, Der europische Brgerkrieg 1917.1945, Francfort, Psopylen, 1987; Arno Mayer, op. Cit.)

2. 3. 4. 5. 6. 7. 8.

UNTREF VIRTUAL | 24