Botto, Malena. Canon

6
Representaciones  del  intelectual,  Barcelona,  Paidós,  1996.  (Trad.  cast.  de ilro  Arias) XZrges, un  escritor  en las  orillas Buenos  Aires,  Ariel. ZX^elPuiS.  Después  del fin de la  l iteratur a,  Buenos A.res, Nonna. 9 9 Revistas cultural es de dos  decadas ricanos n° 517-519,  Madrid,  julio-septiembre,  pp .  195-208 (1970-1990) ,  en  Cuadernos  Hispano- T 9 / CANON iMalena  Botto —Pero  no cualquiera  escribe. L a  gente  no  escribe  por una  superstición,  porque creen  que hay que ha cerlo bien. —¿ Y  no es  así? —Para nada.  A  nadie  le importa si  está  bien o  está  mal. No  sabrían cómo juzgarlo, por otra  ¿Quién  sabe  lo que es un  libro  o malo,  quién sabe  lo que  hace  bueno  o malo a un libro? CÉSAR AIRA,  El  mago  2003) ¿Habrá  alguien  dispuesto  a  pasarse  la vida  entera  leyendo  libro  tras  libro para  discernir valores, y escribiendo  sobre  ellos con  isócrona  puntuali dad  artículos  y  ensayos  de los que piden  maduración  y tiempo, por el inmenso  placer  de  verse  impreso en  letras  de molde y  leído  por  pocos centenares  de  personas...? ROBERTO  Giusn,  Panorama de la literatura argentina contemporánea  1941) UN A  VIEJA  CATEGORÍA Hace algunos  años,  cuando los  debates  en torno del canon  literario  alcanzaban un momento  culminante en nuestro  país,  favorecido por las  polémicas  repercusiones que suscitó  la  aparición  de  El canon  occidental  (1994) de  Harold Bloom,  Nicolás  Rosa creyó  necesario recordar que la  discusión  sobre el canon es  básicamente  universitaria ( 1 99S: 75).  En el mismo volumen en el que  apareció  publicado el trabajo de Rosa, Su sana  ('ella se preguntaba por las  razones  qu e  indicarían  la pertinencia de continuar  estas discusiones relati vas a una  vieja  categoría ,  para cuyo  revival  en los  círculos  letrados auguraba  el destino de toda moda:  brillo  fugaz, uso  indiscriminado  y discreto abando n o  anle la  seducción  de otra nueva (1998:  7 ) .  Sin embargo, y aunque el momento de ni.i  Mino  esplendor haya  pasado,  podemos decir que el  brillo al que Celia se  refería  no ha sulo tan fugaz, y que la  del canon sigue vigente, así sea de modo indirecto cu  no  pocas  manifestaciones, varias de las cuales exceden los  límites  estrictos de la academia. Y podemos decir  también  que la  razón  con la que  entonces  Celia  respondía a su propia pregunta  Algo  que es a un tiempo más y meno s que l a palabra  canon ...) 119

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Representaciones

  del intelectual,

  Barcelona,

  P a i d ó s ,

  1996.

  (Trad.

 cast. de

ilro

 Arias)

XZrges, un escritor  en las  orillas Buenos

 Aires,

  Ar ie l .

ZX^elPuiS.  Después  del fin de la literatura,  Buenos A.res, Nonna.

9 9 Revistas culturales de dos

 decadas

ricanos

n° 517-519, Madrid, julio-septiembre,  pp .  195-208

(1970-1990) ,

  en

  Cuadernos  Hispano-

T

9 / CANON

iMalena Botto

—Pero no cualquiera

  escribe.

— L a

  gente

 no

  escribe

 por una superstición,

 porque creen

  que hay que ha

cerlo bien.

— ¿ Y  no es

  así?

—Para nada. A

 nadie

  le importa si

  está

  bien o

  está

 mal. No

  sabrían cómo

juzgarlo, por otra parte. ¿Quién

 sabe

 lo que es un libro bueno o malo, quién

sabe lo que  hace bueno o malo a un libro?

C É S A R A I R A ,

  El

  mago  2003)

¿Habrá

 alguien dispuesto a pasarse la vida entera leyendo

  libro

  tras

  libro

para  discernir valores, y escribiendo  sobre  ellos con

  isócrona

  puntuali

dad

  artículos

  y

  ensayos

  de los que piden

  maduración

  y tiempo, por el

inmenso  placer  de  verse  impreso en  letras  de molde y

  leído

  por  pocos

centenares

 de

  personas...?

R O B E R T O  Giusn, Panorama de la literatura argentina contemporánea   1 9 4 1 )

U N A   V I E J A   C A T E G O R Í A

Hace algunos

  a ñ o s ,

  cuando los

 debates

 en torno del canon

  literario

  alcanzaban un

momento culminante en nuestro

  p a í s ,

 favorecido por las

  p o l é m i c a s

  repercusiones que

susc i tó

  la

  a pa r i c ión

  de

  El canon

  occidental  (1994) de

  Harold Bloom,  N i c o l á s

  Rosa

c r e y ó

  necesario recordar que la

 d i scus ión

 sobre el canon es

 b á s i c a m e n t e

 universitaria

( 1

9 9 S : 7 5 ) .

 En el mismo volumen en el que

  a p a r e c i ó

 publicado el trabajo de Rosa, Su

sana

 ('ella se preguntaba por las razones que

  ind i ca r í a n

 la pertinencia de continuar estas

discusiones relativas a una

  vieja  ca t egor í a ,

 para cuyo revival  en los

  c í r cu los

  letrados

auguraba

 el destino de toda moda:  br i l lo fugaz, uso

  indiscriminado

 y discreto abando

n o  anle la

 s e d u c c i ó n

  de otra nueva (1998:  7 ) . Sin embargo, y aunque el momento de

n i . i

  M i n o

 esplendor haya pasado, podemos decir que el  b r i l l o al que Celia se

  refer ía

 no

ha sulo tan fugaz, y que la

  cues t i ón

 del canon sigue vigente, así sea de modo indirecto

cu  no pocas  manifestaciones, varias de las cuales exceden los

  l í mi t e s

  estrictos de la

academia. Y podemos decir

  t a m b i é n

 que la

 r a zón

 con la que  entonces Celia

  r e s p o n d í a

a su propia pregunta

  A l g o

 que es a un tiempo más y menos que la palabra canon ...)

119

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C NON

d e s p u é s

 de

 repasar

 su

  e t imología

  y

 usos

 en los

 diccionarios,

 encontramos que se pren

den a ella, como a un

 i m á n ,

 discusiones de amplio alcance indagando el

 estado

 de una

cultura

(7 )- es suficiente para explicar la pervivencia. En efecto, el canon se percibe

como

  un conjunto de textos fundamentales para una cultura, altamente estimados por

su valor y, por lo mismo, dignos de ser conservados a

 t ravés

  de sucesivas generaciones.

Lo s criterios de  va lorac ión y las

 razones

 para su c o n s e r v a c i ó n  y t rans mis ión son  p e r i ó

dicamente objeto de intensos

  debates,

 que a menudo coinciden con transformaciones

sociales y culturales

  significativas.

  De ahí lo acertado de las reflexiones de Celia, que

aluden a una primera t ens ión  inherente a la  noc ión  misma de canon: a la vez que su

c r i s t a l i zac ión  en un  ca t á logo  de textos y/o autores tiende a  fijarlo  en la inmutabilidad

de la norma, el valor es t é t i co  o  cultural  otorgado a

  esos

  escritos  di f í c i lmente  pueda

perviv i r  como un valor per se —aunque  este punto  t ambién  es objeto de  d i s c u s i ó n - y,

aun cuando se admita la existencia de un valor in t r íns eco en los textos, la historia de la

cultura

 evidencia que ese valor se reactualiza en  vi r tud de las funciones que se

 espera

que

 estos

  textos cumplan en una sociedad determinada.

La

  palabra canon proviene del griego ó kavcov, que  significa

  ' caña ' ,

  'palo', 'vara'

(Wentzlaff-Eggebert

 2000:

 8 ).

 A partir de

 allí

 desarrolla una segunda

  acepción

 como 'regla'

o 'ley' y

 este

 sentido es,

 s egún

 John

 Guil lory,

  el primero que

 está presente

 en el significa

do de la palabra en las lenguas

 europeas

 modernas (1990:

  l ) ; 5 6

 es decir, se

  trataría

 de un

precepto o

 principio

 regulador.

57

 A su vez

 esta

 acepc ión ,

 junto

 con las de

  'catálogo

 o

 lista'

 y

'decis ión

 de un

  concil io' , es tán  presentes

 en la

 formación

 del canon

 ecles iás t ico,

 que es el

precursor del canon

  literario.

  La

 his torización

  del

 t é rmino

 en la cultura occidental

 hace

 re

ferencia

 a un proceso que abarca unos cuatro siglos, por el cual las autoridades de la Iglesia

Católica establecieron la autenticidad -y por io tamo la autoridad- de les textos sagrados,

diferenciándolos  de otros textos que formaban parte de la tradición religiosa y que fueron

considerados  apócr i fos o de dudosa autenticidad y por ello excluidos de las Sagradas

Escrituras. El proceso de  conformac ión  del canon  bíbl ico puede considerarse terminado

hacia el siglo I V de nuestra era, y la acepción de  'lista o ca t á logo ' en el ámbito religioso se

completa con la nómina de nombres que la Iglesia, aun hoy, incorpora al santoral, con los

santos

 que han sido canonizados por la autoridad ecles iás t ica. Las acepciones de 'regla,

principio'  y  'decis ión  de un  concil io'  por su parte, cristalizan en un conjunto de normas

doctrinarias -el derecho

  c a n ó n i c o -

 que regulan el comportamiento de los miembros de la

ins t i tución

  religiosa.

 David

 Lagmanovich refiere que a partir de este proceso queda

 esta

blecido

 el canon medieval, conformado por tres vertientes:

 La  iblia

  misma, la

 patrís t ica

(los

 escritos de los

 teólogos

  llamados

 Padres

 de la

 Iglesia)

 y los auctores, autores cristianos

56 Las citas en castellano de

 esta

 obra provienen de la  t r aducc i ón  llevada a cabo por

 Paola Piacenza.

57 Sin embargo,

  para

  David Lagmanovic h (2000: 81) en las primeras manifestaciones literari as que se

  mues

tran

 conscientes

 respecto de la  cues t i ón  del canon -e l paradigma es el

 poema

  The Canonization de John

Donne- el sentido que

 aparece

 es el del

 deseo

 de ser canonizado , de

 alcanzar

 una fama similar a la de los

santos. Los otros  sentidos se

  añad i r í an des pués , t ambi én

  por

  ana l og í a

 c on el canon

  b í b l i co .

  La

  i n t e r p r e t ac i ón

de

 Arthur  M ar o t t i ,

  a la que

  Gui l l o r y

  suscribe en la parte

 ñ n a l

 de su trabajo, entra

  i mpl í c i t amen t e

  en

  d i s cus i ón

con esa  af i r mac i ón  de Lagmanovich.

12

L TEORÍ LI TER RI HOY

o

 paganos

 de la  tradición  antigua, considerados autoridades (cabe recordar que autor y

autoridad provienen de la misma raíz latina, y que ambos sentidos se hallaron fuertemen

te emparentados durante toda la Edad Media). La inclusión de

 esos

 auctores  const i tuyó el

elemento  más problemático para su asimilación al canon medieval.  U n complejo tejido de

consideraciones

  ideológicas ,

 morales y

  estéticas

  vincula entre sí

 estos

 elementos

  dis ímiles

(...)

  En

 caso

 de necesidad, se usan interpretaciones

  alegóricas

 de los textos

 paganos

 para

(...)

 preservar la unidad del canon , dice Lagmanovich. Por su parte, Wentzlaff-Eggebert

añade

  otras consideraciones: la

 mayor í a

  de las

 personas

 en la Edad Media  no

  sabía

  leer

y

 escribir, y la

 transmisión

 de la cultura escrita quedaba relegada al

 ámbito

 de los monas

terios.

 La

  única

  forma  de preservar los manuscritos antiguos del inevitable deterioro era

que los monjes los transcribieran

 desde

 el papiro

 original

 a una materia

 m ás

 perdurable: el

pergamino.

 Como el pergamino era muy costoso,

  sólo

 se

  transcribía

  aquello que

  val ía

 la

pena , es decir, los textos cuyo valor ameritaba que fuesen preservados; los textos

  erót icos

y  mitológicos

  fueron, por regla general, excluidos.

De   lo desarrollado

  hasta

  aquí  es interesante rescatar algunas cuestiones que  serán

fundamentales en relación con el canon  literario.  En primer lugar, el canon comporta una

selección  que no  implica  meramente una  lista de textos  canónicos como resultado, sino

un

 proceso por el cual otros escritos son apartados, si no se ajustan a los

  parámet ros

  de

s e l ecc ión ,

 y este

 aspecto

 es crucial para la

 cons e rvac ión

 y posterior

  vi s ib i l i dad

de los

textos en una cultura (si bien la

  acepción original

  de

  apócr i fo

como aquello que

  está

escondido u  oculto ha sido dejada a un lado, vale la pena recordarla

 aquí ) . Según

 ve

remos

 m ás

 adelante, los

 debates

 recientes se interesan particularmente por contraponer lo

canónico

 con lo

 marginal,

 lo

 excluido

 o lo

 cont racanónico .

  En segundo lugar, los

 criterios

de

  selección

  son complejos y de variada

  índole : t emát i cos

 y morales (qué es lo que los

textos dicen),

 estét icos

 y de

  género (cómo

  lo dicen, de acuerdo a qué

 pautas

 formales y

est i l ís t icas),

 materiales y

  económicos

 (de acuerdo con las posibilidades de

 acceso

 a los

textos,

 y de

 producc ión

 y

 reproducc ión

  de la cultura escrita) y finalmente

 ideológicos ,

 en

un

 sentido amplio que en buena medida determina todos los criterios anteriores. De la

conjugac ión de todos estos aspectos surge la idea del

 valor

 de una obra. En tercer lugar, el

canon  está estrechamente emparentado con la  tradición, otro t é rmino

 bastante

  problemá

tico por su complejidad.58 Sin embargo, a pesar de los matices de s ignificación  posibles,

parece

 haber un

 consenso

 crí t ico en el sentido de que los dominios de la tradición son más

amplios que los del canon (hecho que se

 hace

 evidente, por ejemplo, cuando se ut i l iza la

expre sión tradición oral ,  en  alusión a un repertorio de textos que por definición  nun

ca  s e rán canónicos ) . Así, el canon  opera r í a  una  regulac ión  restrictiva sobre el conjunto

58 Raymond

 Williams

  (1976: 319-320) distingue dos

  sentidos

  principales de  t r ad i c i ón :  un sentido activo,

que la muestra como un

 proceso

 de  t r ans mi s i ón  en  t r ans f o r maci ón

  permanente  ( apenas hacen

  falta dos

generaciones

 para

 hacer que algo sea tradicionar)  y otro pasivo, que tiene un desarrollo más t a r d í o y que la

relaciona con la idea de  respeto y obediencia a lo establecido. De esa  acepc i ón  deriva la tendencia creciente

a orientarse hacia

  antigüedad

  y ceremonia (en cursiva en el

 original),

 y la idea de tradicionalismo como lo

opuesto

 a la m o d e r n i z a c ió n  y a lo moderno. Cuando se considera la  tradición  en  relación

  contrapuesta

 con

el canon, tiende a prevalecer el primero de los usos.

121

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CANON

de textos escritos pertenecientes a una

  tradición

 determinada. Es posible

 pensar

 que si

una

  tradición

 comporta elementos

  di s ími l es ,

 o si en una cultura hay tradiciones diversas

- t a l

  el

 caso

 del reservorio religioso,

  filosófico

  y

  estét ico

  que constituye el legado de la

Ant igüedad C lás i ca,

 más las tradiciones

 hermenéuticas

en pugna en la Iglesia

  Catól ica

desde su  conformac ión,  para el caso que comentamos- el canon  aportaría  un

 criterio

 de

unicidad, de relativa  homogene izac ión  sobre la diversidad. Ese

 criterio

 puede ejercerlo

directamente sobre las obras, o bien sobre las operaciones de lectura (como ocurre con las

interpretaciones

  alegóricas

  para preservar la unidad del canon , que comenta Lagmano

vich). De esta manera se pone de manifiesto, más allá de la idea de  catálogo que produce

una  i lus ión  de  fijeza y atemporalidad, que el canon no puede constituirse de una vez y

para siempre. Establece respecto del

 pasado

 una  tradición  selectiva- una  visión intencio-

nalmente selectiva de un

 pasado

 configurativo y de un

 presente

 preconfigurado, que re

sulta entonces poderosamente operativo dentro del proceso de definición  e  identificación

cultural y social (Wi l l i ams  1977: 137)- así como una  proyecc ión hacia el futuro que es

inherente a toda norma o principio. En cuarto lugar, y finalmente, no cualquiera está  en

condiciones de imponer un canon. Má s a l l á de los

 debates

 en torno a la posible existencia,

para el

 caso

 de la literatura, de

  cánones

 subjetivos, el canon

  ecles iás t ico

 muestra con toda

claridad

 que los formadores de canon siempre se hallan vinculados con, al menos, una

ins t i tución,

 ya que son las instituciones (-> Campo literario) las que garantizan el poder

de

  impos ic ión

  y la

 cons e rvac ión

  del canon, así como la autoridad de los individuos que

lo

 proponen. La pervivencia de un canon

  dependerá

  de diversos

 avatares

 al  interior  de

la ins t i tución

 que lo respalde, así como del grado de

 par t i c ipac ión

 que dicha

  inst i tución

tenga en los procesos de

 cons t rucc ión

  de

 hegemonía

en una cultura determinada.

Entre los sigios X Fv y

 X V I

 -Medioevo tardío, Humanismo, Renacimiento-, la concep

ción medieval del mundo se ve radicalmente alterada y da

 paso

 a nuevas formas de cono

cimiento y  representación.  La aparición  de la imprenta a mediados del siglo XV modifica

totalmente los modos de relación con la escritura, no sólo porque incentiva la  alfabet ización

y

  facilita  la reproducc ión  de los textos, sino porque genera  nuevas formas de pensamiento

a partir de la  extensión de las  práct icas de lectura. Estos cambios coinciden con otros de

índole

  más general, como la conquista de nuevos territorios por parte de los

  países

  euro

peos, el

 ascenso

 de la

 burgues í a

 que va a

 acabar

 consolidando un nuevo tipo de sociedad

(la

 capitalista) y los comienzos de la ciencia moderna. Fundamentalmente,

 este

 proceso es

también

 el de la

 consolidación

 de los Estados nacionales, que implica a la vez la emergencia

de las lenguas

  vernáculas

  como lenguas autorizadas y la paulatina

 pérdida

 de  exclusivi

dad del

 latín

 como lengua dominante para los textos escritos. La

 pretensión

 de jerarquizar

las lenguas romances en

 este  per íodo,

  como se observa en la

 Gramática

  de Antonio  de

Nebrija (1492) para el

 caso

 del

 es pañol ,

 es paralela a las luchas por la

 u nificación

 y conso

l idación

 del poder de los

 Estados europeos y,

 junto con la Reforma, que propicia la lectura

individual y la  l ibre interpretación de los textos

 sagrados,

 arroja como consecuencia la

merma en la  hegemonía  de la Iglesia sobre el dominio de la cultura escrita. De  aquí  que

paulatinamente otras instituciones -e l Estado, la primera- se erijan como los guardianes

22

L A  TEORÍA

 LITERARIA

 HOY

de los textos (Sarlo 1995). Durante el siglo

 X V I aparece

 por primera vez la idea de canon

asociada a un grupo de textos seculares, y puede empezar a hablarse de  cánones  literarios ,

amparados en la estrecha unidad entre canon, Estado y lengua en tanto

 garantes

 del proceso

de  redefinición hegemónica y de la  imposición de una nueva cultura oficial. De este modo

la reconfiguración

  del poder

 polí t ico

 conlleva la

 inclusión

 en el canon de textos que

 hasta

ese momento no eran percibidos ni siquiera como marginales. No obstante, la estricta con

formación  de cánones de literaturas nacionales  requerirá de un afianzamiento de la  noción

de nacionalidad, que

 sólo

 puede obsei*varse a partir del desarrollo de los Estados capitalistas

modernos -alrededor de la  Revolución  Francesa y la  Revolución  Industrial-, y coincide

his tóricamente

  con el momento de

 const i tución

 de la literatura como campo relativamente

autónomo (Bourdieu 1992) (-> Campo  l i t e ra r io) .  Se trata de un proceso en el que inter

vienen  múlt iples factores y que  derivará en un cambio radical de la  función  del arte y de

la

 literatura en la sociedad burguesa, así como de la

 noción

 de autor y las representaciones

en torno de la figura y la personalidad del artista (-> Imagen de escritor ).

 Para

 Rafael

Gutiérrez

  Girardot (1985: 120), el punto de partida de la moderna

  his toriografía

  literaria

-es decir, de una disciplina abocada a la periodización de la literatura- lo constituye el siglo

X I X

  por ser precisamente el siglo de la conciencia

 his tórica

 y de la

 formación

 de la idea

de nación y de Estado nacional . Pero,  además de esa conciencia histórica, la  consolidación

de la sociedad burguesa  implica que ahora un conjunto de instituciones, como la escuela,

el

 mercado editorial o la

 c r í t i ca39

  tengan distintos grados de injerencia en los

 procesos

 de

formación

 del canon.

I N S T I T U C I O N E S

P O D E R

 Y

  T R A N S M I SI Ó N D E L C A N O N

Uno   de los aspectos al que

 hasta

 ahora me he referido al pasar, y que sin embargo es

central, es el de la  función pedagógica del canon. Antes y des pués de la  conformación  del

canon  bíbl ico, cuyo  propósi to dominante es la transmisión  de la doctrina catól ica, existie

ron  autores que establecieron cánones con un criterio didác t i co , cuyo objetivo fundamental

residía en la transmisión a  través de la enseñanza. Christian Wentzlaff-Eggebert (2000: 10-

15) se refiere a Marco Fabio Quintiliano -autor romano nacido en la región  de Hispania,

que  vivió en el siglo I - como el primer maestro  públ i co  de R e tór i ca  profesionalizado ,

que  recibió un sueldo proveniente de fondos  públ i cos .  Quintiliano  tomó como modelo el

canon alejandrino, conformado por autores griegos, añadió a este escritores y

 poetas

 latinos

y

  procuró que su canon cumpliera la función de una  formación pedagógica que excediera

criterios

 meramente  utilitarios. Si bien la mayor parte de su  nstitutio oratoria  se aboca a la

enseñanza

 del arte de hablar, una preceptiva destinada a la

 ejerci tación

 y la

 formación

  pro

fesional

del orador, se concibe en el contexto de una

 pedagogía

 general en la que entran en

juego

 t ambién

  criterios

 estét icos

 y sobre todo morales.

 A d e m á s ,

 no se

 debe

 olvidar que la

retórica const i tuía

 un arte de la

 persuasión,

 destinado a

 influir  y,

 por lo tanto, a dominar.

59 La crítica  nace  en el siglo  X V I I I  y  desde entonces mantiene  estrechas  vinculaciones con el periodismo,

aunque en el siglo XX se desarrolla  además  la crítica académica  como disciplina

 especializada.

23

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CANON

Co n  distintas finalidades  s egún las condiciones sociales, culturales y  polí t icas , la re

lación  del canon con la  ens eñanza  y con la  inst i tución  escolar es sumamente  estrecha.

Para

 Pierre Bourdieu (1992: 222) la escuela  resguarda como ninguna otra  inst i tución  la

reproducc ión hegemónica  del canon. Si los textos  canónicos  tienden a equipararse con

los clás icos , es en buena medida

 esta

 noc ión de la escuela como inst i tución  conservadora

la que produce una  interpretación de lo c l ás i co como lo opuesto a lo moderno, dado que

c lás i cos admite  t ambién  la acepc ión  de textos que se leen en la clase (-> Clasicis

mos).

  La

 cons ide rac ión

  de la

 escuela

 como lugar de la

 reproducc ión

  por excelencia no

es menor, sobre todo cuando se tiene en cuenta que representa para muchas

 personas

  la

única relación

 verdadera con la

 dimens ión

  de lo literario en toda su vida y siempre se

trata de una

  relación fúndante

  y condicionante (Ceserani en

  B ombini

  2004: 25). Si es

cierto

  que existen en las

 sociedades

  modernas

  múl t ip l es

  formas de contactarse con lo

l i terario, también

  es verdad que la

  educac ión

  escolar

  formal

  es la

  única

  instancia que

en

  rigor

 garantiza -e impone, no hay que

  olv ida r lo-

  el

 acceso

 a los textos literarios. Si,

como afirma Bourdieu (1992: 223), la escuela  aspira al monopolio de la

  cons agrac ión

de las

  obras

 del

 pasado

 y de la

  producc ión

  y la

 cons agrac ión

  (...) de los consumidores

conformes , lo que se

  está

 reproduciendo indefectiblemente es todo un orden social. Sin

embargo, las relaciones al interior del campo de la

  ens eñanza

 son mucho más complejas

y es frecuente que los profesores de literatura tiendan a reaccionar contra las presiones

institucionales y el orden social en el que residen (Gui l lory  1990: 5).

Cuando Gustavo

  B ombini

  analiza en

  os arrabales  de la  literatura

  (2004) la histo

ria

  de la

  ens eñanza

  de la literatura en el

  nivel

  secundario argentino entre 1860 y 1960,

despliega esa complejidad toda vez que da cuenta de los

 debates

 en torno a las

  plani

ficaciones,

  y

 ofrece una interesante

  inves t igac ión empí r i ca

  relacionada con programas,

manuales y colecciones, así como con

 prác t i cas

 docentes que muchas

  veces

 constituyen

alternativas a la

  prescripción oficial

 (-> Literatura). Tal perspectiva permite advertir no

sólo

  las tensiones al  interior  del campo de la

  ens eñanza ,

  sino en

  relación

 con el campo

literario (es decir, el conformado por los escritores y

 crí t icos

 de literatura) y con el campo

del  poder. Sobre todo porque la literatura legitimada por el canon escolar tiende siempre

a imponer una lengua  modé l i ca o  es t ándar , que se contrapone con la diversidad carac

terís t ica del habla cotidiana, y participa por ello en los procesos de  dominac ión .

Hacia el Centenario un programa nacionalista impulsado

 desde

 el

 Estado

 busca

 homoge-

neizar la compleja realidad social generada a partir del aluvión

 inmigratorio

 y la am pl i ac ión

de los

 sectores

 medios que pugnaban por

 acceder

 al sistema de  enseñanza. En  vinculación

con  este espíri tu, son bien conocidas las operaciones fundacionales de Leopoldo Lugones,

co n sus conferencias sobre el

 Martín

  Fierro  (1913, publicadas en 1916 con el título E l

  paya-

dor

y de Ricardo Rojas, a través de la publicación de su

 Historia

  de la literatura  argentina

en 1917. Sobre todo la  intervención  de Lugones a favor de la relegada literatura nacional

resulta ambivalente como gesto  democratizador ,

 pues

 busca una cierta  identificación  con

lo popular cuya  finalidad inmediata es la cons e rvac ión de la hegemonía por parte de la élite

letrada.

 A

 partir de  aquí el poema de J os é Hernández  se incluye en todos los programas de

24

L A

  TEORÍA

 LI TERARI A

  HOY

estudio, al tiempo que se va consolidando un paradigma de largo alcance, de carácter histo-

ricista

  - y hasta

 los

 años

 cuarenta progresivamente enciclopedista- centrado en la

 ens eñanza

de las literaturas española, hispanoamericana y argentina. Una vez consolidados el campo

de la

  enseñanza

 y el de la

 crítica

  literaria, el primero tiende a funcionar con un conjunto

de autores y textos ya canonizados, mientras el segundo  suele constituir el terreno de las

disputas en tomo a la

 conformación

  del canon.60

E N T R E   E L  C A N O N  Y  E L C O R P U S A M É R I C A L A T I N A  Y L O S  E S T U D I O S C U L T U R A L E S

E l  caso

 de la literatura hispanoamericana obliga a enfatizar otra

  cuest ión

 vinculada

al canon que es la relación entre centro y

 periferia.

 En nuestros  pa í s es , una  tradición crí

tica de largo alcance ha debatido la posibilidad de establecer un canon hispano o

  lat ino

americano, como entidad supranacional diferente de la suma de los  c á n o n e s  nacionales.

Pero  aquí  la di s cus ión en torno del canon ha

 estado

 indisolublemente ligada a otra que

la

  excede o la absorbe, relacionada con los

 l ími t es

 de la literatura hispanoamericana y

co n  la dificul tad  para  fijar un origen o punto de partida. Las diferentes denominaciones

-literatura

  hispanoamericana, iberoamericana, latinoamericana, indoamericana- dan

cuenta de posiciones  ideológicas en torno a la  concepc ión  de lo literario a partir de dis

tintos factores aglutinantes: la lengua, la pertenencia  geográ f i ca ,  la  afirmación  de una

identidad

 diferenciada respecto de la

  t radic ión es pañola

 o europea.

  Esas

 fluctuaciones

suponen diversos ' corrimientos ' de un canon  difíci l  de  fijar,  porque el corpus  hispa

noamericano sobre el que

 descansa

 es inestable (Caballero

 W a n g ü e m e r t

 2000: 37). La

t ens ión  entre canon y

 corpus*

  (entendido  t ambién  como conjunto de textos sobre los

que se produce la

  fijación

  del canon) atraviesa el

 á m b i t o

  latinoamericano, en tanto se

ha  d i s e ñ a d o  una  t radic ión  interpretativa que lo postula como espacio de cruces entre

diferentes tradiciones,

 razas

 y culturas. C a tegor í as c r í t i cas como mestizaje, sincretismo

o

  t rans cul turac ión ,

  al

  igual

  que manifestaciones

  c r í t i co- l i t e ra r i a s

 como el modernismo

hispanoamericano (hacia 1890-1900), las formas  híbr idas del testimonio o la postula

ción

 del barroco como forma de

  repres entac ión

  inherente a la

  expres ión

  americana

(- >  Neobarroco), dan cuenta de ese proceso que  implica  un trastocamiento o reconsi

derac ión

 de los

  géneros

 y objetos del canon.

Si desde

 la

 década

 del

 sesenta

 y

 hasta

 la del ochenta la alternancia

  polémica

 de mar

xismo

 (->) y estructuralismo (-> Postestructuralismo)

  conformó

  un paradigma

  domi -

60 Por

 supuesto,

 hay  excepciones. En otro género

 escolar

 complementario de los

 manuales,

 las  antologías,  que

constituyen una

  novedad

  en los  años

  cuarenta,

  sí puede

 registrarse

 en  algún

  caso

  la

 presencia

  de

 autores

como

  Borges

 y Mallea,

 entre

  otros. Por otra

 parte,

  la

 ampliación

  del

  mercado

 editorial a partir de los

  años

sesenta produce una  modernización en el canon

  escolar,

 al publicarse colecciones y

  manuales

 que  inclu

yen, por ejemplo,

  autores

 del boom de la literatura latinoamericana. Finalmente, en

 diversos lugares

 de su

trabajo

  Gustavo

 Bombini registra

  innovaciones

  que tienen que ver con las

  prácticas docentes;

  una de las

m ás

  destacadas por su amplitud y originalidad, y porque  se complementa  con una activa participación  en

la

  reforma de los

 planes

 de

 estudio

  de 1936 y la elaboración  de

 programas novedosos para

 el Instituto del

Profesorado

 y el Colegio Nacional de La

 Plata,

 es la de

  Pedro  Henríquez Ureña.

25

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C NON

nante en A m é r i c a Latina, éste rigió las interpretaciones de lo latinoamericano vinculadas

co n  la  teoría  de la dependencia*,  que responden a la  consolidación  de  Estados Unidos

como centro de la  dominac ión pol í t i ca ,  así como de un imperialismo ejercido a  través

de la industria cultural y los  fenómenos  de las posvanguardias (->). No obstante, en los

años  ochenta la  ampl i ac ión  de la  noc ión  de  hegemonía l l evó  a poner el  acento  en los

fenómenos  culturales, a cuestionar las formas  establecidas de la alta cultura y a percibir

al  sujeto latinoamericano propuesto por las  teorías dependentistas como fuertemente de

terminado a partir de estructuras de clase, género  o raza, construido y hablado por una

él i te académica  o por los autores de literatura (por ejemplo, los escritores del

 boom),

  de

manera que esas construcciones discursivas  estarían velando la diversidad existente en las

práct icas y sujetos marginales o  cont rahegemónicos .  Las  dinámicas polí t icas y culturales

comenzaron a considerarse formando parte de un nuevo contexto global, atravesado por

los

 debates

 en torno a la

 Posmodernidad*,

 algunas de cuyas manifestaciones proponen la

di s oluc ión

  de

  categorías

 como las de sujeto,

  Es tado-nac ión , clase

 o

  ideología.

Ese clima no es ajeno al fuerte impulso que, hacia los años noventa, se les da a los Estu

dios Culturales (-> Culturas populares) en la academia norteamericana, con un marcado

interés

  hacia lo latinoamericano, devenido latinoamericanismo . Esta

  operación crí t ica

de

 sesgo

 deconstructivo tiende a desdibujar la

 jerarq uía imp líci ta

  en el binomio centro-

periferia en

 vi r tud

 de su

  exal tación

 de lo

 periférico,

  lo diverso y la

 sabalternidad*,

 y con

lleva un reconocimiento de que los sujetos y

 prác t i cas

  culturales marginales constituyen

un

 elemento activo en los procesos de

  cons t rucc ión h egemónica .

 El problema se presenta

cuando los enfoques más optimistas del pensamiento posmoderno creen encontrar en

la reivindicación de la subalternidad latinoamericana una suerte de pre del post : ciertas

tradiciones culturales son rescatadas  en tanto experiencias -no sistematizadas en un or

den discursivo- que  presentarían  la posibilidad de subvertir el canon metropolitano, pero

siempre mediante una  operación crí t ica  de  repres entac ión  discursiva (un hablar sobre

o hablar por ) que se realiza en el seno de la academia. Algunos crí t icos  reconocen el

problema de la  repres entac ión y los  l ímites de una marginalidad programada (Jitrik

1996: 23) como gesto pol í t i co-académico por parte de una  élite intelectual.

El

 enfoque  multiculturalista implica  la

  fragmentación

  del canon a partir de la

  reivindi

cación

 de una

 multiplicidad

 de

  cánones

 alternativos que

  constituirían

  la

  expresión

  de gru

pos e identidades

  his tóricamente  relegados

  en la cultura occidental: literatura femenina,

literatura chicana, literatura negra americana, etc. Esta  ampliación, basada en la premisa de

representación de las  minorías , parece olvidar a menudo que los procesos de  canonizac ión

responden a modos de sanción caracterís t icos de la inst i tución

 literaria,

 por mucho que ellos

puedan entrar en contacto con otras instituciones, y que el canon  literario no representa a

un  electorado 'social' al modo de una legislatura  ps eudo-democrá t i ca (Gui l lory  1990: 3).

La equiparación de la literatura con expresiones culturales de cualquier tipo -a condic ión de

que sean marginales- pierde de vista su especificidad discursiva y habilita las crí t icas con

servadoras que intentan reinstalar y preservar el canon occidental amparándos e en la

 cues

tión del valor estét ico, pero de un valor que se piensa como  intrínseco a las obras literarias.

26

L

TEORÍ

LI TER RI

HOY

La polémica intervención de

 Harold

 Bloom  señalada al comienzo va en ese sentido: Bloom

se alza contra la expansión de los Estudios Culturales, que él llama Escuela del Resenti

miento o la trama  académico-periodís t ica (1994: 14), más que para proponer un canon,

para denostar lo que considera su destrucción en virtud de dudosos programas de  liberación

social.

 Para

 Bloom el ju i c io sobre las obras literarias ha de ser puramente  estét ico e

  indi

vidual ( leer al servicio de cualquier  ideología, a mi juicio, es lo mismo que no leer nada

(40)), la formación del canon se considera a partir de una  relación escritor-lector desprovista

de mediaciones institucionales, y el autor -ca t edrá t i co de la Universidad de Yale- se auto-

proclama incapaz de descubrir ninguna  conexión interna entre cualquier grupo social y la

manera concreta en que he

 pasado

 mi vida leyendo, juzgando e interpretando  lo que  antaño

denominábamos  'literatura de  imaginac ión ' (33). Ese contacto  vi tal con la experiencia es

tética se convierte en el fundamento de la lista de autores que propone Bloom como los más

representativos del canon occidental, conformada por veint iséis escritores  -doce de ellos

de lengua inglesa, tres

  representantes

 de la literatura en

  español

 en su totalidad y once de

otras lenguas- y que tiene en

 Shakespeare

 su figura central. Sin embargo, la canonicidad en

Bloom se explica mejor por lo que él mismo ha denominado la

 teoría

 de la angustia de las

influencias,

 que supone que la literatura funciona de manera

  agonística ,

  y que los grandes

escritores realizan una lectura desviada de las obras que leen en su

 afán

 por liberarse de la

influencia de sus precursores. Una obra

 original

 -con toda la carga

 románt i ca

 que el

 término

supone- no

  sólo

 es el resultado de la lectura de una obra anterior, sino que constituye en

sí misma esa lectura, o  es la angustia (18) en un sentido no meramente  psicológico, sino

que postula las relaciones intertextuales e his tóricas  en la literatura a partir de ese  diálogo

conflictivo  que los escritores sostienen a  través  de sus obras. La  teoría  de las influencias

de Bloom no  sólo opera una suerte de  selección  natural entre obras y autores, sino que

supone que la experiencia  estética es intransferible y sólo puede ser experimentada por un

yo  individual  que se define en contra de la sociedad (33). Aunque las obras puedan ser

conservadas y transmitidas por medio de la enseñanza, su valor estético nada tendría que ver

con  cuestiones ideológicas ni con valores morales - el arte es absolutamente  inúti l (25). El

valor

 no puede ser explicado o sancionado socialmente y esto, in extremis, volvería super-

fluo también el ejercicio de cualquier crítica, incluso la que practica el propio Bloom.

61

Si

 bien

 El canon occidental

 es resultado de una

  tensión

 que se da en el interior de la

academia norteamericana y pretende una inmediata

  intervención

  en ese campo, las re

percusiones mundiales del

  libro

 se explican en que las provocativas proclamas de Bloom

tienden a

 div id i r

 tajantemente las

 aguas.

 Por un lado, se

  hal laría

  la

 defensa

  conservadora

de un canon tradicional, que ignora la efectiva  ampl i ac ión  del corpus y los cambios en

los modos de  producc ión  y  recepc ión  de la literatura, pero que a la vez se ocupa de la

cuest ión específica  del valor y suele recordar que hay algo irresistiblemente desplazado

61 Una

  perspectiva

 que

 puede leerse

 en

 consonancia

 con la de Bl oom es la de

  George Steiner.

 En

  Presencias

reales

  (1989),

 Steiner propone

 una imaginaria

 república contraplatónica

  de

 escritores

 y

  lectores,

  de la que

los

 críticos

 de

  arte

 han quedado excluidos por

  innecesarios, dado

 que son las obras de

 arte

  las que constitu

yen una

  auténtica respuesta crítica

 a las obras

 precursoras.

27

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C NON

y marginal en la hoy común y restrictiva expresión  'consideraciones es t é t i cas ' (Williams

1976: 125); por otra parte,  estarían  aquellas  manifestaciones de los Estudios Culturales

que, o bien proponen sus  cánones como quien  fija  una

  agenda

 polí t ica, o exigen la total

disolución del canon en  vi r tud de su carácter  inherente e inevitablemente elitista. Entre

las numerosas posiciones  críticas que ocupan ese espectro, desde  mérica Latina pers

pectivas distintas coinciden no obstante en  señalar  la importancia de la  localizac ión ,

del

 anclaje  sociohistórico de los Estudios Culturales o del propio término  canon, que se

percibe

 heredado

 de una

 tradición  eurocéntrica.

28

L

TEORÍ

LIT E R RI HOY

ibliogr fí

citada:

Bloom, Harold

(1994)  El canon occidental. La escuela y los  libros  de todas las  épocas B

Anagrama, 1995. (Trad. cast. de Damián  Alou) .

Bombini,  Gustavo

(2004) Lo s arrabales

 de la

 literatura.

 La

 historia

 de la enseñanza literaria

 en

 la

 esc

daría argentina

  1860-1960),

 Buenos

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